XXI PREGÓN OFICIAL DE LA SEMANA SANTA DE CAMPILLOS 2008

Transcripción

XXI PREGÓN OFICIAL DE LA SEMANA SANTA DE CAMPILLOS 2008
XXI PREGÓN OFICIAL DE LA
SEMANA SANTA DE
CAMPILLOS 2008
Rafael B. Jordán Gómez
Como todo libro que se abre, este también tiene su cita:
“En Campillos –sin cuestas- no se conoce el asma
de los pasos. En Campillos –llanura- puede creerse,
sin empacho, que todas las montañas son de color
azul (…)”.
Campillos desde lejos. Diego Moreno Jordán
XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
CAPÍTULO I.- ORACIÓN
penas era un niño, envuelto en terciopelo, que con la luz
de su vela iba alumbrando la mañana para verte llegar
flotando entre brumas moradas, caminando sobre las
aguas. Cuando te tuvo cerca, se asomó un instante
descorriendo el velo que se mecía con las olas del viento y
se sentó a remar en las galeras de tu trono, tejiendo mares de incienso.
Después llegaron días de raso y esparto, en los que a golpe seco de
llamador se iba rompiendo el silencio y las pisadas ciegas de los pasos.
Sólo faltaba pasearte bajo palio, y los ángeles bordaron uno de azul
intenso, brillante, infinito; hombro con hambre que se colma sintiendo el
peso de tu cruz clavarse, campana que tañe, hombro con hombro
acariciando varales.
A
Hoy a ese niño lo han vestido de pregonero, tú como siempre, de
Nazareno.
Ya ves, Jesús, lo que son las cosas, después de tanto tiempo
volvemos a estar juntos, cara a cara, sin prisas, como aquellos días
luminosos en los que te acompañaba por estas mismas calles llanas, sin
cuestas, desde donde siempre se sueñan azules las montañas. En fin, qué
te voy a contar yo que tú no sepas; aquello no fue justo, te lo repetí tantas
veces cuando paseábamos juntos que ahora casi siento vergüenza. En
vez de echarte una mano no se me ocurre otra cosa que hacerte mil
reproches, como si no tuvieras bastante con tus propios asuntos, como si
fueses culpable de haberlos llamado a tu presencia. Si ya me lo decía tu
madre, si bastaba con mirarla a los ojos para saber de su llanto, porque
ella también se marchitó una tarde de primavera con la muerte dictando
sentencia.
Que eso no se hace, hombre; cómo se te ocurre dejarnos tan solos,
después de tanto amor derramado, arrullos con nanas de leche, de andar
los primeros pasos, de tanto empeño empeñado, porque treinta y tantos
años sabían a poco y quedaba tanta vida por delante. No, no fue justo, ya
lo sabes, ¿no es ley divina que los hijos sobrevivan a los padres?; cómo
quieres que lo olvide, si todo se hacía cuesta arriba en este valle de
lágrimas, donde no existen los caminos de rosas ni los montes de
claveles. Que ya estaba bien de ponernos a prueba, que nos faltan las
fuerzas, que no somos de piedra. Que la procesión va por dentro, eso me
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Rafael B. Jordán Gómez
respondías siempre, que todos tenemos que llevar nuestra cruz a cuestas,
pero que difícil se nos hace esbozar una sonrisa cuando lo que apetece es
llorar por tanta ausencia. En fin, Jesús, que el tiempo lo cura todo, ya ves,
que no hay mal que cien años dure, pero qué me dices de tu madre, qué
me dices de la mía, no existe olvido capaz de llenar tanto hueco, el
inmenso vacío que queda en el vientre cuando el aliento de un hijo se
desvanece.
Ya lo sé, Jesús, que me lo has repetido montones de veces, que este
ritual de amor y muerte no tendría sentido sin esa luz que brilla en el
interior de nosotros mismos; llama que a veces se tambalea y languidece
pero que se reaviva cual la brisa aligerando el peso de nuestra carga; es
como una voz que me dice que hay vida tras la muerte y que mis
hermanos están gozando de la vida eterna; es una fe ciega,
inquebrantable, como la vuestra, cofrades, que cada primavera rebrota
de vuestros corazones con la luz de la luna llena, como la madera yerma
de su cruz a la que le van saliendo hojas verdes.
Por eso, Jesús, cómo podría olvidar nuestra cita del Viernes Santo.
Por muy lejos que me encuentre, sigo oyendo las campanas de esta
Iglesia; es como una fuerza invisible que me lleva, que me arrastra hasta
estos campos sin cuestas, sin prisas, que me van susurrando recuerdos
de la infancia: olores de azahares, jazmines y cera, lamento de saetas,
tambores y trompetas, oro y plata, incienso, morado y grana, lirios y
azucenas. Hoy me reencuentro contigo para hablar de nuestras cosas,
con la misma impaciencia del niño que esperaba en la Calle la Silla el
comienzo del acompañamiento, como cuando te veía llegar en tu trono
que se mecía entre las olas tejiendo mares de incienso. Y cuando llegue el
día en que un solano impertinente nos traiga con solo billete de ida y se
cubra nuestro cuerpo con el barro de esta tierra, volarán mariposas
blancas para fundirse contigo y serán entonces nuestros hijos los que
acudan a tu encuentro, alumbrando la mañana con sus velas, para verte
llegar flotando entre brumas moradas, caminando sobre claveles,
derramando Misericordia por donde quiera que pasas; y, como cada
Viernes Santo, a golpe de campana, volverán nuestras almas inmortales
a pasearte por estas mismas calles llanas, y navegaremos en tu trono de
caoba labrada, surcando mares de olivos y trigales verdes… y
soñaremos, para siempre, con alcanzar aquellas montañas azules de
nuestra infancia.
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Si te miro, respiro hondamente,
aun lejano siempre estás cerca,
te llevo dentro, no se dónde,
pero me hablas y me besas.
¿Son sueños? Ojalá durmiera.
Y mi amor se eleva;
y si te miro, respiro;
Y si te pierdo, y no tengo,
no moriré para siempre,
pues me espera la luz
con sólo decir tu nombre:
JESÚS
* * *
Con la venia del Reverendo Sr. Cura Párroco de Santa María del Reposo,
Excmo. Sr. Alcalde-Presidente y Concejales del Ayuntamiento de
Campillos, Distinguidas Autoridades,
Sr. Presidente y Miembros de la Junta de Gobierno de la Agrupación de
Hermandades y Cofradías,
Sres. Hermanos Mayores y Mayordomos de las distintas Cofradías
agrupadas,
Hermanos Cofrades,
Señoras y Señores,
* * *
CAPÍTULO II.- NAZARENO DE ACERA Y
DEVOCIONARIO
racias, Antonio, por estas entrañables palabras que me
dedicas y por entregarme en este relevo tu traje de
pregonero, que devuelves al Pueblo de Campillos
impregnado todavía con el olor de la poesía y de los
sentimientos que pones en todo lo que tocas, y por ser
también maestro en este antiguo oficio de vocero. Gracias, Antonio.
G
Parece que fue ayer cuando el Sr. Presidente y los miembros de la
Junta de Gobierno de la Agrupación de Hermandades y Cofradías me
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dejaron caer, casi de sopetón, su propuesta para pregonar la Semana
Santa de Campillos. Por supuesto me quedé perplejo, pero mentiría si no
dijese que me llenó de orgullo el que quisieran investirme con el hábito
de pregonero, aunque convencido como estaba de que el hábito no hacía
al monje mucho me temía que la toga me iba a venir grande por no saber
estar a la altura de las circunstancias. Y ahora que me asomo a este
balcón de encuentros vestido de pregonero, sigo preguntándome por las
razones que movieron a los miembros de la Agrupación para mi
designación, pues ni tan si quiera me consideraba buen cofrade. Mis
vivencias de Semana Santa me llevaban irremediablemente, en un viaje
interior, a los territorios casi olvidados de mi infancia y juventud,
cuando todavía residía con mi familia en Campillos, pero hace tiempo
que me había convertido en un nazareno de acera, un cofrade
descafeinado de los de traje e insignia en la solapa, de esos que hacen su
particular penitencia viendo como les van pasando los tronos por
delante.
Me comentaron que tal vez fuese interesante dar una visión de la
Semana Santa de Campillos desde fuera –vamos, que lo de cofrade
distante no se le escapaba a nadie-, así que me puse a barajar algunos
títulos con los que bautizar este manuscrito, “La Semana Santa de
Campillos desde la acera” o “Memorias de un impenitente campillero”, que le
iban como anillo al dedo si no fuera porque al irse llenando de letras la
pantalla vacía del ordenador me daba cuenta de que no eran palabras las
que se entrelazaban unas con otras para expresar conceptos sino que esas
palabras estaban expresando nada más y nada menos que sentimientos.
Un cúmulo de sensaciones que creía perdidas, ahora me quemaban por
dentro, como un volcán dormido que había permanecido agazapado
todos estos años esperando la ocasión propicia para reventar y llenarlo
todo con su lava; como una fe languidecida y aletargada que se
desperezaba removiéndose en mis entrañas llamando a las puertas del
alma, diciendo ¡despierta, hombre, despierta! Entonces lo tuve claro, y es
que con los sentimientos cofrades pasa como con la fe, que deja en
nosotros una marca indeleble que permanece latente en nuestro interior
y cuando menos te lo esperas, afloran y reaparecen.
Por este motivo, tengo que dar las gracias de todo corazón a la
Agrupación de Hermandades y Cofradías porque haciéndome vuestro
pregonero habéis allanado el regreso de un hijo de este pueblo al mundo
de los sentidos, por haber hecho realidad este “REENCUENTRO”
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conmigo mismo, no sólo con el niño que todos llevamos dentro, sino con
la propia fe y con la Semana Santa de mi pueblo. Gracias por este honor
tan grande que me habéis dispensado; me siento orgulloso de ser vuestro
pregonero.
No quisiera terminar estas palabras sin dar las gracias a mi familia
por el apoyo que me han dado y por su preocupación constante porque a
pocos días de enfrentarme al atril no tenía aún terminado el pregón. A
mi mujer, Maria del Carmen -qué mantilla más guapa habría sido de
haberse dejado convencer- y a mis dos pequeños nazarenos, Rafael y
Javier, mis grandes devociones. A mis hermanos, los que están y los que
se fueron.
Y a mi madre. Una mujer que parece estar hecha de pasta dura, de
un material incombustible que no se desgasta ni se rompe; la fortaleza, el
pilar, los cimientos de su casa. Gracias por tu aparente conformidad, tu
resignación, tu entereza; tu lucha continua, tus desvelos, tu sacrificio
constante. Gracias por hacernos creer durante años que las alitas de pollo
o el arroz quemado del fondo eran lo más sabroso del plato sin darnos
cuenta de que, a la hora de servir la mesa, había más bocas que raciones
y te acostumbraste a comer de las sobras; por regalarnos siempre una
palabra amable o una sonrisa aunque por dentro sintieras el desgarro de
demasiadas ausencias; por tantas noches en vela; por darnos ánimos
cuando eras tú quien más los necesitaba; por apostar fuerte por tus hijos,
por enseñarnos a andar con la cabeza erguida y por sacarnos adelante.
Gracias por esa fe inmensa en Jesucristo que profesas y nos transmites
con tu ejemplo de coraje.
A la memoria de mi padre, que hoy se asoma desde los balcones
del cielo para disfrutar de este día.
Como de bien nacidos es ser agradecidos, no podía tampoco
desaprovechar la ocasión para agradecer públicamente la educación que
recibimos muchos campilleros que tuvimos la enorme suerte de estudiar
en el Colegio San José. Mi afectuoso recuerdo para su Director, Don José
Macías, y a todos los profesores y maestros que colaboraron en la difícil
tarea de moldear nuestro carácter.
Y a los hombres y mujeres de mi generación, que hoy están
conmigo, aquí arriba, compartiendo este pregón.
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Rafael B. Jordán Gómez
En este trance, quiero encomendarme a nuestro Patrón San Benito
y a Santa María del Reposo, rogando me iluminen para encontrar la
forma precisa con la que expresar estos sentimientos que pugnan por
salir afuera, para que no se me resistan las palabras con las que he de
transmitir el grandioso mensaje que me ha sido encomendado.
Esta es la Pasión según Campillos.
Escuchadla.
CAPÍTULO III.- LA CONQUISTA DEL PARAÍSO
ubo un tiempo en que no existían campilleros de
nacimiento pues todos habían venido de fuera;
malvendieron lo poco que poseían en sus lejanas tierras y
mientras sus hermanos se embarcaban en la aventura
americana ellos se embarcaron en la aventura campillera.
Se despidieron de sus padres y de sus deudos, llenaron sus alforjas de
esperanza y partieron en viejos carros tirados por bestias. De sus cuellos
tal vez colgaba la medalla de una virgen milagrosa, en las ropas llevaban
cosido un relicario o en sus bolsillos la arrugada estampa de un Cristo
verde.
H
Llegaron a este Nuevo Mundo cubiertos con el polvo de un largo
viaje sin retorno y los estómagos rugiendo con un hambre congénita de
tierras. Y desde el mismo instante en que sus ojos divisaron una fértil
dehesa y sus pulmones se llenaron de su aire, hicieron de esta campiña
su patria y se sintieron orgullosos de pertenecer a esta Puebla. Hicieron
suyo el lema de un tal San Benito, “ora et labora”, y trabajaron, ya lo creo
que trabajaron. Comenzaron por rozar tierras incultas, metiéronlas en
labor y las regaron con el sudor de sus azadas; plantaron viñas y
olivares, llevaron sus ganados a pastar a los prados; abrieron posadas,
talleres y tiendas. Aquí echaron sus raíces, levantaron sus casas de teja y
bautizaron con sus apellidos las calles; pero antes de todo eso edificaron
esta Iglesia para dar gracias a Dios y a Santa María del Reposo. Y
levantaron Ermitas, y fundaron Cofradías y Hermandades para dar culto
y devoción a sus Cristos y Nazarenos y a sus Vírgenes Santísimas, esas
mismas advocaciones que trajeron consigo de sus lejanas tierras;
labraron capillas y levantaron altares, enarbolaron cruces, bordaron
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guiones y estandartes y los alumbraron con su cera; y aquí nacieron sus
hijos, y los hijos de sus hijos, y todos yacieron en esta misma Iglesia,
cubiertos con una losa de piedra, encomendando sus Animas a Dios y
mandando sus cuerpos a la tierra de donde se habían formado, esa
misma tierra arcillosa y parda que pisaron por primera vez hace más de
quinientos años.
Nunca aprendieron los campilleros a agachar la cabeza, salvo
cuando había que dar el pésame en los entierros, pues en eso de despedir
amigos sí que eran expertos, cabezadas profundas casi con golpe de
tacón añadido. Pero lo de inclinarse ante nadie parece que no iba con
ellos; de natural, los campilleros son orgullosos, altaneros, casi soberbios;
gentes de honor y de palabra, emprendedores y aventureros, siempre
dispuestos, un carácter heredado de nuestros antepasados, de los
primeros pobladores que se avecindaron en estas tierras, quienes con
interminables pleitos pusieron freno a la violencia señorial de unos
condes a los que no importaba sino sacar provecho, queriendo doblegar
las ansias de libertad de un insolente vecindario unido; lucharon por su
independencia y salieron airosos en la compra de tierras realengas.
Siempre se tuvieron por hombres libres y jamás se consideraron súbditos
de nadie, ni de unos despóticos señores, ni de un rey invasor, aunque en
ello tuvieran que empeñar sus vidas y sus haciendas.
De una religiosidad profunda, no se avergonzaban de sus raíces
cristianas y llevaban a honra una fe inquebrantable en la cruz. Su palabra
era sagrada y les movía un verdadero sentimiento de fraternidad cuando
decidieron unirse entorno a sus devociones, haciéndose verdaderos
hermanos en Cristo. En este contexto de religiosidad y de fe nacieron
nuestras Hermandades y Cofradías, para rememorar la pasión de Jesús y
rendir culto a sus sagrados titulares.
Esta es la historia de un pueblo que surgió de la nada; así fue la
conquista del Paraíso, la epopeya campillera. Sintámonos orgullosos de
nuestra patria. Hermanos cofrades, administremos con generosidad ese
legado de fe y devoción que nos transmitieron nuestros mayores para
que, a su vez, podamos transmitirlo intacto a las generaciones futuras. Si
la llama de nuestra fe permanece encendida, la Semana Santa de
Campillos vivirá para siempre.
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Rafael B. Jordán Gómez
CAPÍTULO IV.- AVE MARÍA PURÍSIMA.
MARÍA GRATIA PLENA
“Una gran señal apareció en el cielo:
una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies,
y una corona de doce estrellas sobre la cabeza”1
ve María Purísima”. Con esta invocación los antiguos
predicadores comenzaban sus sermones en recuerdo a la
Pura y Limpia Concepción de María. El pueblo había
hecho suya la defensa de la Inmaculada Concepción pues
tenían muy arraigada la devoción mariana y la creencia
de tan sagrado misterio y rara era la Cofradía o Hermandad que no lucía
un hermoso estandarte, ricamente confeccionado, con la imagen de la
Virgen y la salutación “Sine labe concepta” que era portado solemnemente
en las procesiones, presidiendo todos sus actos de comunidad.
A
No podría entenderse nuestra Semana Santa sin el amor a la
Virgen, no en vano vivimos en la tierra de María Santísima. Pero si todas
sus advocaciones nos conmueven en mayor o menor medida siguiendo
el exclusivo orden que marca nuestro devocionario, todas convergen en
una que debe ser la primera, pues todas ellas llevan por apellido el de
Pura Concepción de María.
Por ese legado intangible que recibí de mis mayores, la devoción a
la Inmaculada Concepción, a esa imagen divina a la que mi familia se
siente unida por una especial vinculación, quisiera ponerme bajo la
protección de su manto invocando la jaculatoria que mi tía abuela, Ana
Jordán Villavicencio, hizo labrar a los pies de su Virgen, para rogarle
¡Míranos con compasión, no nos dejes, Madre mía!
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
Miradla allí en su capilla ¿verdad que es hermosa? Su figura,
serena y elegante, se alza al Cielo con una verticalidad suprema. En su
1
Apocalipsis de San Juan. 12.1
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carita de niña, delicada y frágil, se refleja el rubor de la inocencia, la
belleza sublime de una mujer enamorada, única e irrepetible; la ternura
de una madre que ya siente el latido del hijo que lleva en las entrañas.
Sus manos se unen en señal de alabanza y sus dedos apenas se rozan; su
mirada se pierde en el horizonte y sus labios parecen estar diciendo sí
quiero, soy tu esclava, hágase en mí según tu palabra.
¡María, vencedora de la muerte, la que aplastó a la sierpe maldita,
la que asintió al Arcángel, la que engendró al Mesías, al Salvador del
Mundo; la escogida, la bienaventurada, la plena de gracia, la niña que se
hizo Reina; mujer vestida de sol, con la luna bajo los pies y coronada de
estrellas!
¡Oh Virgen Santa, Oh Virgen Pura, Reina de los Ángeles, María
Inmaculada Concebida sin mancha…! la perfección hecha escultura, ¿de
Navas Parejo?, ¡más bien pareces soplo de inspiración divina salida de
las gubias del mismo Dios que está en los Cielos!
CAPÍTULO V.- JESÚS LLEGA A CAMPILLOS
campana tañida y a voz de pregonero, a concejo abierto se
ha convocado al pueblo entero, juntas que no revueltas
las autoridades civiles y eclesiásticas, porque hay que
anunciar la Pasión según Campillos por nuestras calles,
que si Jesús no fue profeta en su tierra, todo está
dispuesto para que lo sea en la nuestra. Nuestro reloj parece que
adelanta y el tiempo se nos va echando encima, pues a pesar de que
Febrero nos regaló con un día, estas son las Pascuas más tempranas del
calendario y llega Marzo más encuaresmado que nunca; por eso es
tiempo de que se levante el telón y se enciendan los corazones para
representar nuestra Semana de Pasión.
A
Desde este balcón de encuentros, cofrades y amigos, sean todos
bienvenidos a este pregón, CAMPILLEROS DE NACIMIENTO O
DEVOCIÓN, Salud é Gracia:
Algunos dicen que ya lo han visto acercarse, que viene bendiciendo
nuestros campos y también los cebaderos, que si no lo digo se me
enfadan los ganaderos. Es como una brisa fresca de primavera que nos
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acaricia suavemente y nos embriaga, haciendo encañar las espigas y
florecer las tramas de los olivos. Tal vez llegue envuelto en viento de
levante, solano intermitente, por el camino de la Mezquita o el de
Cruces; soplará racheando entre la Buitrona, El Madroñal y los Joyeros,
subiendo hasta Lobón, y se adentrará en el pueblo por la carretera de
Antequera, bordeando las lagunas. Otros aseguran haberlo visto bajando
el cerro de Juan Baca, entre Montero y el Acebuche, el viejo cortijo de San
Juan y de Toro, Morales y el Arquillo, caminando entre los eucaliptos de
la antigua carretera de Gobantes o la de Ronda. Hay quienes lo esperan
apostados en la carretera del Saucejo, desde la Linera, Luís de Toro, la
Ratera, la Cuesta o el Puerto, o en el camino que viene de Estepa,
pasando por la Huerta de Juan Gallego. Se admiten apuestas por si
entrará por la puerta de Osuna o la de Teba, aunque aseguran los más
intrépidos que viene por esa calle que llaman ahora de “la familia de
Pascual Duarte” –que deben ser oriundos de la Alcarria, pues no me
suena en Campillos ningún apellido de ese linaje-. A estas alturas ya
habrá cruzado nuestro rubicón, y la suerte estará echada; a su paso
volverán las ranas a croar entre los juncos del arroyo y los barbos a nadar
entre sus aguas blancas.
Un arriero le cederá gustoso su jumento para que entre triunfante,
y todos saldremos a recibirlo entre ramas de olivos y palmas. Su madre
al verlo, correrá a su encuentro plena de gracia y esperanza, y Él dirá
“dejad que los niños se acerquen a mí”. En la calle Real, al pasar frente al
antiguo Ayuntamiento, junto a su hermosa portada de jaspe blanco y
negro, numerada para el derribo, bajará la mirada de pena y pasará de
largo lamentando aquellos años malvendidos, malcontentos. Y luego se
hará niño, para que no mancillen su Dulce Nombre y se perderá entre las
calles junto con otros niños para jugar al pañuelo o al escondite entre los
pinitos del parque; su madre, socorro perpetuo, lo encontrará en la
Ermita de Belén dando lecciones de teología en las Escuelas de Cristo o
escuchando absorto desde un pupitre las clases magistrales de Don
Antonio.
Al día siguiente, la cena pascual será servida en la vieja posada de
Antonio Romero, “verdadero parador” según reza su letrero, y además
de cordero para la ocasión, Benito les servirá tortillas de bacalao -que es
vigilia-, aunque los dispensados podrán tomar flamenquines y
sanjacobos, sesada, filetitos, alcaparras y pajaritos fritos, que irá
apuntando religiosamente sobre la mesa con la tiza tabernera que le
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asoma tras la oreja; se traerán molletes de la tahona, y se escanciará el
mosto del corralón de Ríos, de ese que dicen que quita las penas. Y dará
su cuerpo a comer y se beberá su sangre en recuerdo del sacrificio, y allí
mismo dejará instituida la antiquísima Cofradía del Santísimo
Sacramento. Nos dejará dicho “amaos los unos a los otros” primer
mandamiento del amor fraterno. Después lavará los pies a sus discípulos
con agua fresca que los aguadores habrán traído desde la fuente del
Algibejo o de la Teja.
Tras la cena, se retirará a orar entre los viejos olivares del
Romeroso, y sudará sangre pidiendo al Padre clemencia, y será
traicionado por un puñado de plata, “Judas ¿con un beso me entregas?” y
Pedro le negará tres veces, antes de que cante un gallo.
Sentenciado a muerte, sin justo juicio, le ceñirán una corona de
espinas que aceptará sumiso bajando la cabeza, y cargará su propia cruz
en las mañanas de su nombre, inundándose las calles con las lágrimas
que derrama su madre; tres caídas, serán tres, hasta las tres de la tarde,
en que será crucificado aquí al lado, en el cerro del Calvario, rodeado de
malhechores y viñas. Como cada Jueves Santo, manantiales de sangre y
agua brotarán de su costado y exhalará su último aliento en una noche
de encuentros, donde nos entregará a su madre con el corazón
traspasado por el dolor de siete puñales, y nosotros la acogeremos entre
los brazos cual discípulo amado, a la sombra de la cruz verdadera y de
su preciosísima sangre. Y se apagará la luz del cielo y se nublará la tarde
amenazando tormenta –en verdad que éste era el Hijo de Dios- y lo
desclavaremos de la cruz para depositarlo en el regazo de su madre; lo
velaremos y acudiremos a su entierro con la misma Angustia,
impotencia y respeto de cada noche del Viernes Santo. Y detrás, siempre
detrás, irá su madre, María, llorando su pena y la nuestra.
Al tercer día, dos Ángeles se sorprenderán al ver a los campilleros
sollozando de pena cerca del cementerio y les preguntará: “¿Por qué
buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, que ha resucitado”2
Y Jesús les dirá “La Paz con vosotros”, y desde entonces habitará en
este pueblo y en nuestros corazones.
2
Evangelio según San Lucas (Lc 24, 5-6)
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CAPÍTULO VI.- ¿QUÉ ES LO QUE PASA EN ESTE
PUEBLO CUANDO LLEGA SEMANA SANTA?
emprano ha madrugado este año la primavera y se ha ido
colando entre nosotros de repente, como si la cosa no
fuera con ella; tímidamente va llamando a las puertas de
las casas, aún vestida de entretiempo, se nos viene
encima sacudiéndose la escarcha, aunque en las aceras ya
no se aireen las estufas con los últimos rescoldos de picón
incandescentes. Ya el encalador estará dando con las cañas los últimos
brochazos de cal a nuestras casas, que nos mirarán altaneras con el
insultante blanco de sus fachadas, aunque ya no se blanqueen con cal
sino con pintura blanca; ya se pintaron las rejas, se barnizaron las
puertas y los cierres de las ventanas, aunque tras los visillos de encaje ya
no se asomen siluetas de negro luto que sigan el deambular de los
vecinos por las calles.
T
En estos días, casi sin darnos cuenta, iremos siguiendo la senda que
nos marca un itinerario del corazón que llevamos grabado a fuego lento
en nuestros genes y se pierde en los anales de nuestra propia historia.
Nos iremos vistiendo de hermanos de luz o de cruz, lo mismo que
antaño fuimos hermanos de sangre, mientras a lo lejos el silencio se va
llenando con la musiquilla ancestral de los pedidores con sus tacitas de
plata o estaño, con ese mismo deje milenario que ha sobrevivido
inmutable al paso del tiempo para que nuestros Cristos y Nuestras
Vírgenes puedan seguir haciendo en esta tierra el bien a quien pudieren.
Ingrata tarea a veces, y aunque generosos los haya, son también muchos
los que, al verlos venir, huyen despavoridos y se hacen fervorosos
devotos de la “Hermandad del puño cerrado”, ganando merecida fama de
agarrados, o menguan su caridad, no vayan a desconfiar los santos como
cuando la limosna es grande.
Pero antes de nada, me queréis explicar ¿qué es lo que pasa en este
pueblo cuando llega la Semana Santa? Por qué los corazones laten al
compás de los tambores y vamos marcando el paso como si
marchásemos en un desfile o se nos van contagiando los andares con el
cadencioso aire de los consiliaros; decidme por qué los niños miden su
hombría por los palmos que les quedan para alcanzar con sus hombros
al varal de los pasos, allí donde sólo existe un espacio vacío que marca el
tránsito entre la infancia y el hombre de trono; por qué las Hermandades
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no levantan casas-hermandad sino que labran ermitas y santuarios, con
esquilas y espadañas; donde cada Cofradía tiene su propia banda y hay
más bandas que Cofradías; donde la gente disfruta escuchando en
silencio las marchas y las saetas, y encima es que entiende de redobles,
de agudos y de seguiriyas al cambio por martinetes; decidme por qué se
lanzan vivas a los Cristos y a las Vírgenes se les dice ole y ole, y por qué
se llenan las calles de nazarenos, de mantillas, de costaleros, de romanos
y consiliarios; de trompeteros, aguadores, pedidores, monaguillos,
maceros y campanilleros; de cirios, cruces y banderas; bocinas, faroles y
estandartes y hasta se disfruta con el hombre de la horquilla que va
apartando los cables de la luz en las esquinas.
Pero ¿qué pueblo es éste? Donde el altar mayor se adorna con los
más hermosos altares; donde se suceden triduos, quinarios, septenarios,
besapiés y besamanos; presentación de carteles, tertulias cofrades,
pregones, acompañamientos y traslados.
¿Acaso es esta la Villa de Campillos, la heredera de la Puebla del
mismo nombre?
Cuántos tambores de hojalata abollados en los patios de nuestras
casas, o desfilando marcialmente por las calles en una procesión de
infantes, paseando a nuestros propios santos, en tronos hechos con las
escalerillas de las piezas de tela que conseguíamos en las tiendas de
Barrón o de Morillo; cuántos días de estreno habremos disfrutado los
Domingos de Ramos y las Mañanas de Jesús correteando por el parque,
salvo cuando se estrenaban zapatos nuevos que eso sí que era ir de
penitencia; y cuántas pelotas con elástico no habrán estallado
inmisericordes en los traseros de las niñas campilleras cuando las
comprábamos del carrito azulón de Miguel o del amarillo limón de
Aguilera, que iban abriendo las procesiones; cuántas bolas de cera no
habremos amasado entre nuestras menguadas manos ante la paciencia
infinita de nazarenos y penitentes; cuántas magdalenas de los Dolores no
habremos devorado en casa de nuestros amigos del Santo Cristo, las
furtivas “chivitas” en los bares de la Cruz Blanca o aquella primera porra
de la temporada que nos sabía a gloria con atún incluido; esas
inolvidables mañanas del Miércoles Santo, en la Iglesia, sembrando
claveles de plástico en el trono de Jesús mientras enfrente se oía el
martilleo constante de Blas y Andrés, a las órdenes del maestro,
aderezando los tronos del Santo Entierro; o la emoción que sentía un
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Rafael B. Jordán Gómez
niño de la Calle Guzmanes cuando a una banda se le ocurría desfilar por
delante de su casa, allí por donde no pasaban las procesiones; salía a la
calle atraído por el estruendo y con los ojos abiertos de par en par, sin
todavía podérselo creer, gritaba a los de adentro ¡salid, salid, que están
pasando los tambores por la puerta!... y es que a esos años, no podía
haber nada más importante.
Son tantas vivencias, tantos los recuerdos, que ya ni me salen las
cuentas.
CAPÍTULO VII.- DOMINGO DE RAMOS Y PALMAS
P
alma verde que se contonea en los jardines de la plaza,
balanceada con la corriente que va entrando por la
Puerta de Teba, ¡qué manía de dejarse la puerta abierta!
Palma cómplice de romances colombinos en la cofia de
sus palmeras, torcaces que se asombran cuando suenan las campanas,
jugueteando entre dátiles y palmas.
Palma de erizados bellos cuando se rompe el silencio con el
estruendo de tambores o se sobresalta con el estallido de los cohetes que
tiran por San Benito, sacudiéndose de encima un montón de gorriones.
Palma que conversa con la farola del parque y se conoce al dedillo
los nombres de todos los niños que han jugado apoyados en su base de
ladrillo.
Palma que no quita ojo a las parejas de novios que pasean con
ramilletes de damas de noche en la palma de sus manos, y se queda
boquiabierta escuchando las historias que relatan los viejos, sentados en
los bancos del parque.
Palma que se debate en el aire dibujando una estela de muerte
cuando los jardineros arrancan las canas amarillentas del palmeral añejo
y cae rendida del cielo revuelta entre montones de polvo y palmas.
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
Palma que se va mudando del verde oliva al amarillo vainilla y la
rocían en la Iglesia con agua bendita, para que estrene vida nueva, un
Domingo de Ramos y Palmas.
Palma que se aferra a un niño que la agarra con la palma de su
mano, y se levanta erguida y altanera oteando el horizonte entre ramas
de olivos y otras palmas, para ver al que cabalga montado en un pollino
o se arrodilla para alfombrar el camino que va pisando, entre vítores y
palmas.
Palma que mis manos atan a las rejas del balcón de mi casa con
hilos de seda vieja, y se queda velando en las ventanas arqueando las
cejas; allí lucirá orgullosa todo el año tendida a la intemperie, haga frío,
sol o llueva, guiñando a todo el que pasa por debajo, celosa guardiana de
nuestras vidas y nuestras almas.
Palma que un día se descuelga ya cubierta de estrías por el peso de
los años para convertirse en polvo y paja, y la llevaremos impregnada el
primer día de cuaresma cuando nos manchen la frente con cenizas de
palmas, recordando lo que somos y hacia dónde vamos, y el ciclo se
complete.
Palma que irá dando cuerda al reloj que marca la cuenta atrás de
otra Semana Santa, y la volveremos a ver asomada entre otras palmas,
aferrada a la palma de la mano de un niño que la bate al viento gritando
Hosanna al Jesús que viene entrando y a su madre de Gracia y
Esperanza.
Ojalá que nunca faltes, palma, asomada a los balcones de nuestras
casas, que me da tristeza pensar en las ausencias y de que ya no quede
nadie vivo para atarte a su reja con hilos de seda vieja. Por eso quiero ver
a las palmeras del parque alegrarse por primavera, rebosando de palmas
verdes y palmas blancas, para que luzcan como pendones en las rejas de
nuestros balcones, bendiciendo nuestras casas y nuestras almas, y los
niños de Campillos puedan seguir soñando con llevar una palma entre la
palma de sus manos, para clamar a los cuatro vientos:
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, Hosanna en el Cielo!
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Rafael B. Jordán Gómez
CAPÍTULO VIII.- MIÉRCOLES SANTO
N DEI NOMINE AMEN. “Las continuas y grandes mercedes
que de Nuestro Señor Jesucristo cada día recibimos nos fuerza a
que con nuevas maneras siempre a servirle nos ofrezcamos y así
agradecidos de las mercedes de su mano recibidas y de todas
adversidades con su favor nos levantemos y de todo mal seamos
librados y tenga por bien que este servicio en que nos ofrecemos
de aceptarlo para servicio suyo y consolación y seguridad de nuestras
conciencias y salvación de nuestras almas. Y así movidos con celo de caridad,
constituimos y nuevamente ordenamos una cofradía del Dulcísimo Nombre de
Jesús, para que en todo tiempo a Dios nuestro Señor sirvamos y con mucha
devoción la Cofradía honremos y el culto divino se vea honrado y nuestro señor
servido y las ánimas de los devotos consoladas y de los indevotos a devotos
movidos”3
I
La orden de predicadores hizo bandera de la defensa contra la
blasfemia y los juramentos, promoviendo entre los fieles la veneración
del nombre de Jesús, fomentando la fundación de cofradías del Dulce
Nombre. Los sermones de los monjes dominicos debieron dejar honda
huella en las piadosas almas de este pueblo, pues también influyeron en
la fundación de otra Cofradía centenaria, Nuestra Señora del Rosario,
desaparecida a finales del siglo XVIII.
Establecieron en sus constituciones guardar la fiesta de la
circuncisión de Jesús, el día de su primera sangre derramada, porque en
este ritual judío, pasados ocho días de su natividad, le fue impuesto el
nombre a Jesús, el mismo que había sugerido a María el Arcángel
Gabriel.
“(…) Dios le ensalzó y le dio un nombre que está por encima de
todo nombre, para que ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble,
de los que moran en los cielos, en la tierra y en los infiernos; y toda
lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios
Padre”4
Invocación de las constituciones nuevamente ordenadas de la Cofradía y
Hermandad del Dulcísimo Nombre de Jesús de Campillos, aprobadas el día 29 de
Marzo de 1613.
3
4
Filipenses 2:10-11 (RV60)
- 16 -
XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
Para rendir culto y devoción al Dulcísimo Nombre de Jesús, se
tuvo que echar mano de la metáfora para representar al más grande de
todos los nombres. Entonces la alegoría se vistió de poesía y el Nombre
de Jesús adoptó la forma de niño, pero no un niño cualquiera, sino un
niño pasionario que desde su más tierna infancia conoce su destino y lo
acepta. Y por eso al Niño Chiquito se le pone una cruz sobre los hombros
y se le da un mundo entre las manos, y por eso se le ciñe una corona de
espinas, y por eso se le viste de grana y se le echa a andar por nuestras
calles sobre una antigua peana; y por eso se le quiere y se le adora y se le
bailan los tronos al son de las marchas.
* * *
¡Qué empuje, qué juventud más insultante la de los hermanos del
Dulce Nombre! Persiguieron un sueño con la ilusión de que todo se
puede alcanzar si se pone trabajo y empeño. Con esa misma ilusión
colocaron la primera piedra de su casa hermandad que hoy señorea
altiva en la Calle San Sebastián. Aquellos romanos que ensayaban
indisciplinados en el parque bajo las órdenes de su primer capitán, que a
duras penas acertaban a marcar el paso, son ahora el germen de las
Concentraciones de Centurias Romanas. Y qué decir del Certamen de
bandas de cornetas y tambores o el primer Congreso de Hermandades
del Dulce Nombre, y me dicen que hay hasta un grupo joven dando
guerra.
¿Pero qué les pasa a los hermanos del Dulce Nombre? ¿Es que
todavía no han tocado techo? Parece mentira, el poco tiempo que ha
pasado y ahora son el ejemplo a seguir por todas las Hermandades. Con
vuestro empuje, vuestra devoción sin medida, estáis contribuyendo cada
día a engrandecer nuestra Semana Santa. El Niño Chiquito nunca estuvo
perdido ni en peligro de extinción mientras hubiese un hermano que lo
llevase guardado en su corazón. Me recordáis las palabras de San Pedro
a la entrada del templo: “No tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo: en el
Nombre de Jesús, levántate y anda”5 y el Niño no tuvo mas remedio que
salir andando, reapareciendo en las calles de Campillos y bendiciendo al
pueblo con su mano.
* * *
5
Hechos de los Apóstoles. Capítulo 3:6
- 17 -
Rafael B. Jordán Gómez
e sobra sabes, Socorro, que esto no era lo que te tenía
escrito. Cómo podía tener la osadía de hablar de ti sin
apenas conocerte, si tan siquiera nos mirábamos a la cara
cuando nos cruzábamos, casi de soslayo, a la altura del
Sagrario donde sabía que estabas, aunque sólo fuese de
oídas; de hecho, no recuerdo que nos dirigiésemos nunca la palabra, ni el
más breve saludo, aunque fuese de cortesía. Ya lo sabes, Socorro, que la
mayoría de las veces tenemos el oído demasiado duro o nuestra mente
ocupada en miles de cosas sin importancia y, que conste, que cuando
pasaba cerca de ti me parecía escuchar como una especie de susurro,
como si una voz dijese mi nombre o algo parecido, pero pensaba que
eran imaginaciones mías, y siempre pasaba de largo, como si la cosa no
fuera conmigo. El otro día, me sentí tremendamente vacío al escuchar las
palabras tan profundas que te dedicaba tu joven capataz en una tertulia
cofrade. Tenías que haberlo visto cómo hablaba de ti, Socorro, no hacía
más que piropearte, si se le llenaba la boca con tu nombre, de cómo te
admiraba y de su ilusión por transmitir lo que sentía a sus sayones cada
noche del Miércoles Santo. Se le notaba a la legua que lo tenías
prendado, si se emocionaba nada más que con pensarte, con imaginarse
a tu lado; que no podía haber otra mujer en su vida, que estabas presente
en todos sus momentos y que eras su inspiración y su guía. Lo llamé
para concertar una cita, para ver con mis propios ojos cómo era
realmente aquella mujer tan admirada; “preséntame a tu Virgen” le dije.
D
Al día siguiente, tu capataz me cogió de la mano, y me llevó a los
pies de tu altar. “Socorro, amor mío, éste es el amigo del que te he hablado, el
pregonero de este año, que dice que quiere conocerte”. Y recuerdo, Socorro,
que por primera vez levanté la mirada y tus ojos atravesaron los míos, y
pude ver tu cara, tus cejas fruncidas, tus pestañas, tu boca, tus dientes
que apenas se asoman… y tus lágrimas que resbalan por tus mejillas
buscando tus labios color de rosa. Ibas vestida de hebrea; enseguida me
di cuenta de lo hermosa que eras. No me extraña que los tengas a todos
rendidos a tus pies ¿cómo no pude darme cuenta antes de semejante
belleza? La Iglesia estaba en penumbra y reinaba el silencio, y pude oír
con claridad tu dulce voz que me decía “pero si yo a éste lo conozco, es el
niño que se hacía el sordo cuando lo llamaba por su nombre y pasaba siempre de
largo, sin tan siquiera pararse a saludar; ya no importan los más de cuarenta
años que te llevo esperando, por fin has querido escuchar mi voz y has venido a
verme. En estos días te he llamado con más insistencia y esta vez estaba segura
de que no podrías evitarme. Ya me quedo tranquila; ahora sé que no me olvidarás
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
nunca.” También me dejó un encargo: “Borra todo lo que tengas escrito hasta
ahora sobre mí, que de sobra sabes que no era sincero, y cuéntales lo nuestro,
háblales de nuestro idilio, de nuestro encuentro. Diles que vas de parte de una
amiga, de esa que siempre espera. Diles que vas de parte de María, de María
Santísima del Socorro”. Así me lo dijo, y así lo hago. Gracias Javier por
compartir conmigo tu amor por ella.
¡Que la Virgen del Socorro nos guíe a puerto seguro, y lo mismo
que quiere apretar al Niño Chiquito entre sus brazos, proteja al pueblo
de Campillos y nos acoja a todos en su regazo!
Como el niño que no sabe dormirse
sin cogerse a la mano de su madre,
así mi corazón viene a ponerse
sobre tus manos al caer la tarde.
Como el niño que sabe que alguien vela
su sueño de inocencia y esperanza,
así descansará mi alma segura,
sabiendo que eres tú quien nos aguarda.
Tú endulzarás mi última amargura,
tú aliviarás el último cansancio,
tú cuidarás los sueños de la noche,
tú borrarás las huellas de mi llanto.
Tú nos darás mañana nuevamente
la antorcha de la luz y la alegría,
y, por las horas que te traigo muertas,
Socorro, tú me darás una mañana viva.6
CAPÍTULO IX.- JUEVES SANTO
on la Bendición de su Columbario, la Hermandad de la
Vera-Cruz ha reanudado una función que le fue propia
desde que en 1593 labrara en esta misma Iglesia su capilla
y entierro, la primera de todas, ubicada en la nave del
Evangelio, frontera al antiguo coro. Sus hermanos
dejaban ordenado en sus testamentos que sus cuerpos fuesen sepultados
C
6
José Luís Martín Descalzo. Como el Niño que no sabe dormirse.
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Rafael B. Jordán Gómez
en la Capilla de la Sangre, vestidos con el hábito del Sr. San Francisco
traído del Convento de la villa de Teba, pagándose la limosna de
costumbre. A los pies del Cristo se encontraba el altar de Privilegio,
donde se debía celebrar la primera misa de difuntos por el alma de
cualquier vecino que falleciese en Campillos y también se levantaba en la
capilla un altar milagroso dedicado a Nuestra Señora de la Sangre,
siendo esta advocación la que prestó su nombre a la Cofradía y a la Calle
Alta de este pueblo.
Hermanos del Santo Cristo, vuestra historia es la propia historia de
la Puebla de Campillos y, por si fuera poco, hace más de doscientos años
os fusionasteis con la decana de las Cofradías campilleras, la del
Santísimo Sacramento, por lo que ostentáis el título que con más honra
puede llevar una Hermandad: el de SACRAMENTAL. Y por eso, cada
noche del amor fraterno, es el mismo Cuerpo de Cristo el que paseáis por
nuestras calles.
¡Bendita sea la sangre del Cordero
y bendito sea el Santísimo Sacramento del altar!
Santo Cristo de la Vera-Cruz, que acudes a nuestro encuentro
derramando de tu costado la preciosa sangre que nos redime y el agua
que nos purifica. Que desde la soledad de tu capilla vienes exhalando tu
último aliento, se te cierran los ojos e inclinas la cabeza desplomada por
el peso de la muerte; que ya no te quedan suspiros ni aire en los
pulmones, ni versos en la boca, sólo nos queda el perfil de tu sombra que
se refleja en la penumbra de la noche. No somos capaces de sostenerte la
mirada, nos da vergüenza tanto dolor, tanto sufrimiento del que lo dio
todo a cambio de nada, al más grande que nació de madre, al que murió
por nosotros derramando de su sangre hasta la última gota.
Recuerdo cuando los hermanos del Santo Cristo venían a pedirle a
mi madre las llaves de la casa de los arcos, en la plaza, justo encima de
“La Lobilla”, que durante años fue el escenario del sermón-encuentro.
Desde ese balcón, convertido en púlpito, asomándome como podía entre
la multitud que esa noche arropaba a su Hermano Mayor, Don Juan
Cantano, aprendí a emocionarme viviendo el impresionante momento en
que todos nos encontrábamos con nuestra Madre del Cielo.
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
Buenas noches, Señor crucificado,
sube a mi balcón,
que quiero entregarte
las llaves de mi corazón.
Lanzada de sangre y agua,
campanas que doblan a muerto,
aleteando vuelan
mariposas blancas.
Bendícenos con tu sangre,
derramando tu perdón;
abrázanos con tu cruz,
danos luz y redención.
María de los Dolores sale al encuentro de su hijo. El Cristo se
acerca también a ella y casi podemos tocar su cruz con la punta de los
dedos, y entonces se encuentran la madre con el hijo, y todos somos
discípulo amado al que se nos entrega una madre, y se nos dice, cuidadla
para siempre, llevadla a vuestras casas y en vuestros corazones. Y se
reencuentran también los padres con los hijos, y los hermanos, y los
amigos; nos reencontramos con nosotros mismos, con ese niño que
seguimos siendo y con nuestra propia fe en Cristo y en la señal de la
cruz; nos reencontramos también con los ausentes, con los seres queridos
que nos dejaron para siempre y con aquellos que un día emigraron a
lejanas tierras y no regresaron nunca; todos se hacen presentes en esta
noche mágica del Jueves Santo, asomándose al balcón de la memoria
queriendo desclavar al Santo Cristo de la Vera-Cruz para evitar esa cruel
agonía que nos va matando a todos lentamente.
* * *
antísima Virgen María, de Cristo Crucificado Madre Dolorosa
y Verdadero Consuelo de los afligidos y desconsolados,
implorando vuestra intercesión, yo indigno de ser participante
de vuestros Dolores, confiado en vuestra Piedad admirable y
con deseo de serviros, os elijo hoy, delante de mi Ángel
Custodio, mis Santos Patronos y de todos los Bienaventurados del Cielo, en
Madre, Señora y Abogada mía, y hago profesión de ser y querer ser mientras
viviere vuestro hijo, vuestro siervo y vuestro humilde esclavo (…)”7
S
Extracto de las reglas de la Hermandad y Congregación de los Dolores de la villa de
Campillos, aprobadas en Sevilla el día 28 de Enero de 1760.
7
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Rafael B. Jordán Gómez
Viene María preñada de luz cuando la vemos asomar por el
callejón. Estoy seguro de que Manolo Gutiérrez “Soleta” enchufa un
cable en el cielo para que su Virgen de los Dolores inunde con su luz la
noche, y los Jueves Santos sigan reluciendo más que el sol. Al verla salir
me imagino a la esposa amada del Cantar de los Cantares, y me
pregunto:
¿Quién es ésta que se muestra como el alba,
hermosa como la luna,
esclarecida como el sol,
imponente como ejércitos en la batalla?
¿Quién es esa que va saliendo del callejón,
meciéndose entre vivas y palmas,
cuando acaba el sermón
y el telón se levanta?
¿Para quién los claveles y los pétalos de rosa,
y las velas y las flores,
y la música de las bandas?
¿Para quién se bordó ese manto de pena negra?
¿Para quién ese palio con baldaquino
y campanillas de plata?
¿Para quién las doce maromas que lo amarran
a una canastilla que navega
con cuatro arbotantes
de tulipas blancas?
¿Para quién se cantan las saetas?
¿Para quién los siete puñales?,
que como espadas las saetas
se nos van clavando en el alma.
¿Quién es esa que se acerca, vestida de sol,
meciéndose al lado del Redentor,
a golpe de una sola campana?
¿Quién con la luna bajo los pies
viene coronada de estrellas?
¿Quién es la que aprieta entre sus manos
un pañuelo de encaje y un rosario de perlas?
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
Es Dolores de María,
concebida sin mancha,
que viene pidiendo clemencia
para su hijo que se desangra
en manantiales de sangre y agua.
Mas una es la paloma mía, la perfecta mía;
es la única de su madre,
la escogida, la bienaventurada.
Es la Virgen de los Dolores,
la reina de las doncellas,
la que reluce más que el sol,
la que ilumina las noches del Jueves Santo
por las calles campilleras.
CAPÍTULO X.- MAÑANA DE JESÚS
D
esde estas tierras llanas se puede decir con la boca llena,
más que desde ningún otro lado, ¡Salga el sol por
Antequera! Y el sol se asoma tras aquellas montañas
azules de la distancia, jugueteando en el horizonte con las
nubes. Es Viernes Santo y amanece en Campillos, que no
es poco.
* * *
De inmensos ojos azules como el mar, su rostro conserva todavía
las facciones del niño travieso que debió ser en sus años mozos aunque
supongo que irá rondando ya los cincuenta. La cara muy bien rasurada,
salvo cuando se oculta tras una incipiente barba que le da al conjunto un
cierto aire de señor, merecedor del papel de protagonista en la pasión de
Carratraca, aunque ni por exigencias del guión aceptaría hacer del Cristo
clavado en la cruz, pues eso se lo impiden los estatutos de sus fuertes
convicciones nazarenas. Fue zapatero en la calle Lavados y si no fuese
porque cojeaba de la pierna izquierda, estoy seguro de que hubiese sido
un gran delantero del Málaga club de fútbol, porque es blanquiazul y
boquerón hasta la médula. Recordaba haberlo visto remar en las galeras
del trono de las Lágrimas cuando todavía iba a ruedas. A veces, me lo
encontraba sentado en la esquina de la barra de cualquier pub apurando
su penúltima copa y fuera la época del año que fuese siempre su
conversación giraba alrededor del único amor de su vida, aquel que
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Rafael B. Jordán Gómez
nunca lo abandonó y al que había jurado fidelidad eterna: Nuestro Padre
Jesús. Y es que, además de campillero y de buena persona, y antes que
cualquier cosa, es un jesuita de los “aferrao”, de esos para los que la
Semana Santa empieza el Viernes Santo por la mañana y termina la tarde
del mismo Viernes. Hoy quisiera enviarle un abrazo fraternal al costalero
con más coraje que se haya visto por las calles de Campillos, a Juan
González Parejo, el “ciento uno” de María Santísima de las Lágrimas. Va
por ti, Juanillo.
* * *
Apenas despunta el alba, unos romanos impetuosos van danzando
por las calles con sus plumas al viento, y despiertan al vecindario con
dianas floreadas y pasos macarenos.
¡Despertad, Campilleros, despertad, que ya es Viernes Santo y la
mañana de Jesús no se puede esperar!
Sobre una silla de anea descansa, cuidadosamente doblada, una
túnica morada de terciopelo añejo, descolorida ya por el paso del tiempo.
Sobre la túnica, un par de guantes blancos y un cíngulo amarillo de
franciscano, enrollado caprichosamente sobre sí mismo. La sombra
puntiaguda de un capirote de cartón se recorta en la pared del
dormitorio, envuelto ya con el antifaz, esperando para cubrirme el rostro
de silencio y nazarena penitencia; asoma en su peto un sol de oro
grabado con las iniciales del Salvador de los Hombres que irá brillando a
la altura de mi pecho. En el suelo, las sandalias esperan a que unos pies
descalzos se vistan de cuero y un portacirios reposa apoyado en
cualquier parte, deseando ser el estandarte que encienda la mañana con
mi vela.
¡Despertad, Campilleros, despertad, que la mañana de Jesús está
llamando a las puertas!
Tres golpes secos; vienen a prenderte. Padre nuestro que estás en el
Cielo. Ya vemos tu cara morena asomarse a la calle; cuando te veo,
sufriendo persecución, con dulce resignación, no se me ocurre sino
decirte, Padre Jesús, no hay nadie en este mundo más valiente, ni más
gitano que tú.
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
Buenos días, Jesús, contigo quiero
andar por la vereda:
Tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
Tú, la esperanza firme que nos queda.8
Venid, contemplad al Creador de todas las maravillas que va
camino del Calvario hecho un despojo, llevando sobre sus hombros el
leño santo donde va a expirar en su martirio de cruz. Salgan a su
encuentro, vean al Rey del mundo coronado de espinas, que ya no puede
ni arrastrar la cruz y cae rendido por su peso. No desfallezcas, Jesús, que
hay un pueblo entero que quiere hacer de cireneo. Que no se
resquebrajen tus pies descalzos con las piedras del camino, que para eso
vamos sembrando claveles rojos a tu paso. Si vuelves a caer, una
cuadrilla de costaleros levantará el vuelo para que tu cara gitana no roce
el suelo.
Lo sigue un gran gentío del pueblo y muchas mujeres que se
golpean en el pecho y gritan lamentándose por Él. Jesús se vuelve hacia
ellas y les dice:
- Mujeres de Campillos, no lloréis por mí, llorad mejor por vosotras
y por vuestros hijos.”
¡Derramando Misericordia va mi Jesús,
caminando entre claveles!
¡Por las calles de Campillos
va mi Jesús, arrastrando su cruz!
Jesús y su Madre vuelven a su casa alrededor de las tres de la tarde
y, mientras la banda apura los últimos compases del Himno, Jesús se
despide mirando al pueblo a la cara, antes de perderse de vista hasta el
año que viene. En esos momentos nos embargan un mar de emociones:
la alegría desbordada por haber llevado a Jesús dignamente por las calles
y la tristeza de saber que todo se acaba. Recuerdo especialmente los
encierros en la Iglesia: el ambiente se iba caldeando con el fuerte olor a
incienso y con el repiqueteo de miles de campanillas sonando; emociones
contenidas de nazarenos con capirote en mano, de abrazos costaleros y
de claveles rojos disimulados entre las túnicas para la niña de nuestros
ojos; de lágrimas del Mellizo y hasta me acuerdo de lo efusivo que era
8
Liturgia de las Horas. Laudes. Himno.
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Rafael B. Jordán Gómez
Pepe Mena. Pero año tras año veía repetirse una misma escena que me
hacía estremecer y reflexionar sobre el verdadero sentido de nuestra
penitencia, pues entre la marea morada de la bulla del encierro se
escabullía la figura enjuta de un nazareno que, casi de puntillas, se
alejaba sin aspavientos con los guantes entre las manos y su campanilla
que colgaba boca arriba del cíngulo de su hábito. Lo veía dirigirse, casi a
hurtadillas, a la capilla del Sagrario y allí caía postrado, de rodillas,
orando a los pies del Santísimo. Así era, así lo conocimos todos, Don
Antonio Llamas, nuestro Mayordomo perpetuo. Menudo ejemplo
cofrade para todos.
* * *
Vienen a mi memoria las veces que me embarcaba con mi primo,
Luis Álvarez de Perea, en la dura tarea de ir vestidos de nazarenos, en
representación de Jesús, en todas las procesiones de Campillos. Y allí
estábamos los dos, puntuales en la calle la Silla, para recoger de nuestro
Mayordomo el par de cetros que brillaban como el sol los Jueves Santos
por la tarde. Y es que eso de ser representantes era entonces algo muy
digno e importante, que hasta para la ocasión nos reservaban el mejor
sitio de la procesión, el centro de la calle. Eran muchas horas que
resistíamos por la fuerza de la devoción y, sobre todo, gracias a las
provisiones de magdalenas que llevábamos atadas al cinto del pantalón,
disimuladas bajo la túnica de terciopelo. De lo que no me acuerdo es de
si aguantábamos hasta el final del recorrido o si a mitad de la calle Real,
a la altura de su casa, dábamos por finalizada la estación de penitencia y
la representación entera se iba al traste.
* * *
Y con mucho esfuerzo de todos, los sueños se van haciendo
realidad. ¿Veis que todo llega? Un día desaparecieron las ruedas y ahora
son hermanos los que te pasean de la mano por las calles. Por fin se
terminó también la casa hermandad. Y tal vez porque se pensó que la
distancia más corta entre dos puntos era la línea recta, se decidió un día
pasar de la Puerta Teba a la calle Real, cortando camino y atravesando
por el parque. Un día soñé que las aguas volvían a su cauce y la cruz
guía tomaba la curva de ballesta que forma la avenida a la altura de la
antigua posada, bordeando el parque, y le seguían los faroles y los
estandartes, y se inundaba la calle con un río de aguas moradas
portando cirios y cruces, y se ponían anchos nuestros tronos navegando
por ese pedazo de calle, y se pavoneaban los romanos y se lucían los
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
bomberos y la banda de las Lágrimas. Y porque los árboles no nos dejan
ver el bosque, un día soñé que los difuntos del Santo Cristo se asomaban
contentos para ver como les pasaba la mañana de Jesús por delante.
* * *
Hay en mi vida dos pequeños nazarenos, Rafael y Javier, que ya
son hermanos de la Cofradía. ¡Cuántos tambores me habrán hecho
comprar en Semana Santa! Recuerdo la primera vez que se vistieron de
nazarenos: la misma emoción, la misma impaciencia con la que yo me
vestía cuando era niño. Les ceñí el cíngulo a la cintura de la misma forma
que me había enseñado mi padre –ojalá hubiese conocido a sus nietos-.
Los seguí con la mirada, envueltos en terciopelo, hasta perderse entre las
filas de promesas con una velita entre las manos, dispuestos a alumbrar
su primera Mañana de Jesús. ¿Recordáis ese día? Javier no quiso quitarse
la túnica ni siquiera en el viaje de vuelta a Málaga, a pesar del calor que
hacía; tampoco soltaba la vela que llevaba. Tal vez en su imaginación de
dos añitos se veía vestido de sacerdote y, claro, no estaba dispuesto a
dejar pasar la oportunidad de su vida. Cuando llegó a casa siguió el
ritual de otros días; sobre el arca de la entrada colocó un crucifijo, la
misma campanilla de siempre, un plato y un vaso cubierto con un
pedazo de tela. No sé cómo pudo encender la vela, y abriendo sus brazos
de par en par se dispuso a decir su misa más solemne, que para eso había
aguantado todo el día con la sotana puesta. Y es que Javier, con apenas
dos palmos de altura, era un pedazo de cura, de los de sermón incluido.
Este Viernes Santo volveré a verlos vestidos de nazarenos, alumbrando
la mañana con sus velas.
¡Hermanos de Jesús, os propongo un cambio: el traje de pregonero
por uno de consiliario, que es lo que yo quisiera ser las mañanas del
Viernes Santo!
* * *
¡Salve a la Virgen más guapa,
Concebida sin mancha,
Aurora de la mañana,
Lucero del alba,
Bendita seas Azucena blanca,
y Bendito sea Nuestro Padre Jesús!
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S
i ya lo decía San Juan de la Cruz “quien no sabe de penas no
sabe de amores” y es que el amor y el dolor son una cara de
la misma moneda. Bienaventurados los que lloran
porque ellos serán consolados.
Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.9
Vengan a estas calles acogedoras cuantos se sientan oprimidos por
la conciencia para experimentar la riqueza de la Misericordia de Nuestro
Padre Jesús y los guíen hasta aquí las lágrimas de María, su Madre.
Lágrimas de dolor por cuantos rechazan el amor de Dios, por las
familias rotas o que pasan dificultades, por la juventud amenazada por
falsos ídolos y desorientada, por la violencia que provocan el terrorismo
y las guerras, por tanta sangre derramada, y por las incomprensiones y
los odios que abren abismos profundos entre los hombres.
Lágrimas de oración también por los que no rezan o dicen que no
saben rezar, y por los que cierran sus puertas a la llamada de Dios.
9
Gerardo Diego. Vía Crucis.
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
Lágrimas de esperanza, que ablandan la dureza de los corazones y
los abren al encuentro con Jesús redentor, fuente de paz y de luz.
¡Virgen de las Lágrimas, mira con bondad materna el dolor del
mundo! Enjuga las lágrimas de los que sufren, de los abandonados, de
los desesperados, de las víctimas de toda violencia.
Alcánzanos a todos lágrimas de arrepentimiento y vida nueva, que
abran los corazones al don regenerador del amor de Dios. Alcánzanos a
todos lágrimas de alegría, después de haber visto la profunda ternura
que sale de tu corazón.10
Inundemos todo este valle de lágrimas con nuestro llanto pero que
sean lágrimas de emoción por los que se esfuerzan y lo dan todo por los
demás, por los que se levantan día a día aunque les falten las fuerzas, por
nuestros hijos a los que vemos crecer y hacerse hombres sin darnos
cuenta.
Déjanos navegar en tus lágrimas, María,
corriente abajo por tus mejillas,
hasta naufragar en tus labios;
que no queremos verte triste, María,
ni en penas ahogarnos.
Deja de llorar, Madre mía,
sin consuelo ni descanso,
que quiero enjugar tu llanto
y calmar tu agonía.
Que si tienes que llorar,
riega este valle de lágrimas
anegando nuestros campos,
pero que sea con lágrimas de alegría,
que no quiero que sufras tanto.
* * *
Texto inspirado en la Catequesis de S.S. Juan Pablo II, escrita el 6 de Noviembre de
1994, para explicar las lágrimas de Nuestra Señora y en atención a la advocación de
Nuestra Señora de las Lágrimas. Bendición del Santuario de Siracusa.
10
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Rafael B. Jordán Gómez
CAPÍTULO XI.- NOCHE DEL VIERNES SANTO
a noche se queda callada y mustia, y parece como si un
escalofrío recorriera nuestros cuerpos mientras las calles
se van colmando de angustia y negra penitencia. Por el
dintel de la puerta asoma la sombra de una silueta que
viene envuelta en transparencias y se oye el lamento de
una guitarra y el eco de una voz que pide silencio a un pueblo que se
estremece. Sostienen la caja cuatro arcángeles ciegos que no quieren
mirar de frente a la muerte y la alumbran cuatro hachones que van
derramando lágrimas de cera buscando el calor de los lirios y las malvas.
Sus ojos entreabiertos ya no ven paisajes, se hace la noche en las farolas y
bajo los pies de los costaleros los senderos se desvanecen; arriba palidece
la luna llena que se va cubriendo con un halo de melancólica tristeza,
mientras aletean en el cielo cientos de mariposas blancas. A lo lejos sólo
se oyen campanas que doblan a muerto y el latido ronco de los tambores.
Suena un toque de oración. Pasa la sombra de una nube negra. Silencio
en las calles de Campillos. Silencio.
L
En la noche callada y mustia,
un navío ha partido;
la mar se colma de Angustia;
Silencio, Jesús está dormido.
Que sólo se oiga el crujir de los varales
y el crepitar de la cera;
que se apaguen los faroles,
que sólo arda la luz de las velas.
Silencio, pueblo de Campillos,
que Jesús está dormido,
que nadie lo despierte,
por Dios, Silencio.
Ante nuestros ojos va desfilando el cortejo de nuestro propio
entierro; es como si un coro desafinado nos repitiese al oído la
machacona realidad de nuestro fugaz destino, pues no hay verdad más
cierta que la muerte. Suena el lamento de un clarín solitario y todos nos
hacemos en esa noche novios de esa leal compañera; nos acaricia el
recuerdo del hermano perdido, con la certeza de que ya ha vuelto a la
vida, de que ya ha encontrado la luz.
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
iempre que se sentía perdido se miraba en ti, María, y
una pena muy grande lo turbaba cuando veía a su madre
llamando en la noche a ese hijo que había perdido y al
que ya no hallaba por ninguna parte. María sabe que al
hijo de sus entrañas, al que era carne de su carne, lo van
llevando a enterrar por las Calles de Campillos, pero ella no se resigna a
separarse de él y lo sigue llamando en la noche… pero ya nadie
responde. A su paso, el tiempo parece detenerse un instante; desaparece
la brisa; en sus ojos la pesadez de cien noches encontradas; su boca,
solano de esa cárcel prisionera. Le abandonaron las fuerzas y apenas le
quedan lágrimas que resbalen por sus mejillas. Ella lo sigue buscando y
clama al Cielo con la mirada perdida… pero ya nadie responde. Su
silueta azabache se va perdiendo en las calles dejando un vacío inmenso
en nuestros corazones. Después de ti, Angustias, no viene nadie. Detrás
de ti, Angustias, no queda nada.
S
Angustia que te busca,
te devora y no te encuentra;
esa soledad que te encarcela
condenada a la impotencia
de perderte, y ya no te tiene,
y es más fuerte tu anhelo,
más cerca te ve,
qué distante pareces.
Tengan piedad, grita María,
dejad que lo lleve a enterrar.
Piedad, va gritando
de vuelta del Calvario.
En la calle luce una estrella,
una cruz y un sudario blanco;
la noche lleva por palio,
en la inmensidad del mar
sólo queda su barco.
* * *
Mis recuerdos me llevan a unas noches inmensas del Viernes
Santo, con aquella primera banda de cornetas y tambores, uniformados
de riguroso luto y sus capas blancas ondeando al viento, marcialmente
formados en la puerta de la Iglesia esperando la salida del Santo
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Rafael B. Jordán Gómez
Entierro; nos quedábamos asombrados escuchando la multitud de
sonidos que era capaz de sacarle Berma a la caja y extasiados con las
evoluciones de la bandera que “el Ni” iba lanzando al cielo y la estela
que dejaba en la noche.
La sobriedad, la elegancia, el saber estar de una Cofradía que supo
ganarse año tras año el respeto de todo el pueblo. Una Cofradía que
navegó a contracorriente resistiéndose tenazmente a procesionar sus
grandiosos tronos malagueños con aquellas vergonzantes ruedas; espejo
donde nos mirábamos los jóvenes de aquella época admirados por tanta
entrega y, todo hay que decirlo, con pura envidia cofrade.
Santo Entierro, templo de buenos sayones y grandes capataces, en
altura y en el tamaño de sus corazones. “Con talento y bien llevaos”,
maestros en el saber estar y con una devoción desmedida como sus
tronos, que se alzan cada noche del Viernes Santo a la gloria de Dios
Padre, ante la mirada sobrecogida de un pueblo que sabe rezar en
silencio. Nunca un puñado de hombres cargó con tanta pena sobre los
hombros, porque se les ve conteniendo el llanto, porque van arrastrando
por las calles el cuerpo inerte del Redentor y la Angustia de su Madre.
No puede existir un dolor más innombrable ni una pena más grande.
Hay algo, no sé qué será, que os distingue, una señal, un estigma
invisible que os delata en la mirada o en vuestros andares, como si
llevaseis escrito un cartel en la frente que rezase “¡enterrista hasta la
muerte!”. Perdonad que no os llame Archicofrades, ni muy ilustres, ni
reales, porque a los ojos de muchos sois y seguiréis siendo siempre
diferentes a los demás, como un mundo aparte. Por eso cuando hacéis
vuestra estación de penitencia no se me ocurre otra cosa que decir, para
honra y orgullo de este pueblo:
¡Ahí va “la gente” del Santo Entierro!
Quédate con Dios María,
hasta el año venidero.
quiera Dios que seamos vivos.
¡Viva el Santo Entierro!11
Saeta cuartelera que le dedicaba un antiguo capataz al encerrarse la Virgen de las
Angustias.
11
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
CAPÍTULO XII.- SÁBADO SANTO
M
is recuerdos me llevan a ti, Soledad.
CAPÍTULO XIII.- RESURRECCIÓN
uenta una leyenda que la sangre y el agua que habían
manado del costado de Jesús seguían goteando de la cruz
que permanecía anclada en el monte Calvario, bañando la
tierra y dejándola impregnada de un intenso color
púrpura que iba macerando las manchas de aquella
afrenta; al tercer día, de la madera muerta comenzaron a nacer raíces que
ansiaban beber de ese néctar y de su tronco brotaron tallos y florecieron
hojas de hiedra. El tronco muerto de la cruz regado con la sangre del
cordero se convirtió en árbol de vida eterna.
C
¡Bendito seas, Señor, porque has resucitado!
Es hora de desandar lo andado. Nunca un luto alivió tan rápido, y
ya podemos quitarnos el velo y guardar las ropas negras en el armario;
seamos como la vara de Aarón que florece, como el almendro que no
necesita de hojas para vestirse de flores; pintemos de blanco los campos
y luzcamos vivos colores, encalemos las fachadas de nuestras casas, que
nunca nos falte aceite para que ardan nuestras lámparas, dejemos que
habite para siempre en nuestros corazones porque es Cristo en cuerpo y
alma el que viene llamando a nuestras puertas; el que escuche su voz,
que abra.
Alegrémonos porque su tumba está vacía y viene por las calles de
Campillos haciéndole un guiño a la muerte. Alegrémonos, porque es
Domingo de Resurrección y todos, aunque hayamos muerto, viviremos
para siempre.
Buenos días, Señor resucitado,
que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía!12
12
Liturgia de las horas. Laudes. Himno.
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Rafael B. Jordán Gómez
CAPÍTULO XIV.- ADIOS AL ESTILO CAMPILLERO
a tradición y el sentimiento religioso se dan la mano cada
Semana Santa y se echan a andar por las calles,
convirtiendo al pueblo de Campillos en un grandioso
templo y vuestros tronos en altares andantes. El pregón
es el anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús,
por eso el mejor pregón serán siempre los Santos Evangelios, así que
espero perdonéis mi atrevimiento de este día porque nadie puede estar a
la altura de tan altos y dignos pregoneros.
L
Cuando los visitadores apostólicos del Arzobispado de Sevilla
hacían sus informes después de reconocer nuestra Iglesia se quedaban
maravillados de lo hermosa que era y lo capaz de su fábrica, con
numerosas capillas y altares ricamente labrados, en gran parte debido a
la emulación de las Cofradías. Tal vez sea ese el carácter del campillero y
la competencia entre las Hermandades ha hecho grande nuestra Semana
Santa y hoy, que casi todo se ha logrado, deben seguir compitiendo, pero
que sea en obras de caridad, en misericordia, en humildad, en devoción,
en profundizar en nuestra fe…; hagamos hermanos mayores honorarios
a los olvidados en esta tierra prometida; aprendamos esta lección: antes
de ser los más antiguos, los más ilustres o los más reales, debemos
competir por ser siempre los más venerables.
Como os veo deseosos por despedir al pregonero, ya me despido
de vosotros, pero con un adiós al estilo campillero. Y es que los
campilleros no sabemos decir “adiós” cuando nos cruzamos por la calle,
pues nos basta un intercambio fugaz de las miradas dejando caer una
especie de “ay”, una exclamación de recíproca complicidad, casi de
compadreo, que se lanza al aire acompañada de una sonrisa al tiempo
que se arquean las cejas y se levanta levemente la cabeza. Pienso que no
hay en pueblo alguno saludo más cálido que esos “ays” campilleros, que
no son un “ay” cualquiera pues valen más de lo que cuestan y cuestan
más que en ninguna parte; son unos “ays” de los que no hay, de esos que
ya no se encuentran; equivalen a darse un abrazo en la distancia, una
curiosa forma de decir adiós mucho más profunda y sincera que el adiós
mismo; por eso, con sólo esas dos letras, hoy os estoy diciendo “hasta
siempre, amigos”.
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
Vivo en frente del mar, pero me gusta mudar su azul intenso por
ese otro azul con el que se visten las montañas de nuestro horizonte y
también por el color verde de este mar de Campillos que huele a trigales
y a olivos. Esta es la tierra de mis padres, de mis antepasados, aquí están
mis raíces… y esta es la tierra que quiero que me cubra cuando
emprenda mi último viaje.
…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario13.
He dicho
Campillos, nueve de marzo de dos mil ocho. Domingo de Pasión.
Iglesia Parroquial de Santa María del Reposo.
13
Juan Ramón Jiménez. El Viaje definitivo.
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Rafael B. Jordán Gómez
ÍNDICE:
CAPITULO I.
ORACIÓN.
CAPITULO II.
NAZARENO DE ACERA Y DEVOCIONARIO.
CAPÍTULO III.
LA CONQUISTA DEL PARAÍSO.
CAPÍTULO IV.
MARIA GRATIA PLENA.
CAPÍTULO V.
JESÚS LLEGA A CAMPILLOS.
CAPÍTULO VI.
¿QUÉ ES LO QUE PASA EN ESTE PUEBLO
CUANDO LLEGA SEMANA SANTA?
CAPÍTULO VII.
DOMINGO DE RAMOS Y PALMAS.
CAPÍTULO VIII.
MIÉRCOLES SANTO.
CAPÍTULO IX.
JUEVES SANTO.
CAPÍTULO X.
MAÑANA DE JESÚS
CAPÍTULO XI.
NOCHE DEL VIERNES SANTO.
CAPÍTULO XII.
SÁBADO SANTO
CAPÍTULO XIII.
RESURRECCIÓN.
CAPÍTULO XIV.
ADIÓS AL ESTILO CAMPILLERO.
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XXI Pregón Oficial de la Semana Santa de Campillos 2008
Este libro se terminó de imprimir en la Muy Noble Ciudad de Málaga,
a veinte e syete dyas del mes de febrero, año del nascimiento de Nuestro Señor
Ihesu Christo de dos mil e ocho años, víspera de la
festividad de los Santos Justo y Rufino,
e de la festa del Andalucía.
LAUS DEO
La presente edición consta de cincuenta ejemplares numerados
en caracteres arábicos, del 0 al 49,
Ejemplar Nº
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