Introducción
Transcripción
Introducción
Una lectura de Los fines de la educación1 Juan Eduardo García-Huidobro CEPPE- 2013 Las movilizaciones estudiantiles desarrolladas por los secundarios el 2006 y por los estudiantes universitarios desde el 2011, corrieron los límites acerca de lo que la sociedad chilena busca en educación. A la muy presente pregunta sobre los medios para lograr una educación equitativa y de calidad se suma el interrogante sobre los fines. ¿Qué esperamos de la educación? ¿Qué educación queremos los chilenos? Para ligar la reflexión académica a la emergente demanda social y con la voluntad de enriquecer el proceso de deliberación política en curso el CEPPE programó, en 2012, un ciclo de “diálogos académicos” sobre los fines de la educación. Temáticamente se seleccionó dos demandas fuertes y que obligan a repensar las bases del modelo educacional: “gratuidad de la educación superior” y “¡No al lucro!” y dos conceptos éticopolíticos que siempre están íntimamente ligados a las finalidades de la educación: justicia y democracia. Estos cuatro seminarios se editaron en el libro que presentamos2. En lo que sigue se resume cada uno de los diálogos haciendo “conversar” las posiciones presentes en ellos. 1 Se trata del libro de la Colección CEPPE: García-Huidobro, J.E. y A. Falabella (Eds.) Los fines de la educación, Ediciones U.C., Santiago, 295 pp. 2 En concreto, los cuatro diálogos fueron: (1) Gratuidad en la Educación Superior: ventajas y costos: 12 julio, participaron Claudia Sanhueza (UDP), Fernando Atria (UAI) y Ricardo Paredes (PUC). (2) ¿Prohibir o no el lucro? Ventajas y riesgos en juego: 14 septiembre, con Ernesto Tironi, Cristián Belleï (UCH) y el dirigente de FEUC Rodrigo Echecopar. (3) Educación chilena y democracia: desafíos pendientes: 25 octubre, con Carlos Peña (UDP), Carlos Ruiz (UCH) y Giorgio Jackson (ex presidente de FEUC) y (4) Educación y justicia social: 16 noviembre, en el que participaron Claudia Matus (PUC), José Pablo Valenzuela (UCH) y Pablo Salvat (UAH). 1 Dialogo 1: Gratuidad en la Educación Superior: ventajas y costos3. El tema de la gratuidad de la educación superior es una cuestión que separa aguas, en forma muy decisiva, entre las dos formas mayoritarias de mirar la educación hoy. Es posible –como lo señala Ricardo Paredes- que la demanda por gratuidad se haya gatillado por lo elevado de los aranceles y el alto nivel de endeudamiento; sin embargo, es claro también que esta demanda conlleva una idea del lugar y del rol de la educación en la sociedad distinta a la que se desprende de una educación pagada por sus usuarios. En efecto, si bien todos concuerdan en que hay que llegar a un arreglo que asegure a todos un acceso igualitario a la educación superior, la discusión está en “el tipo” de arreglo. ¿Cuáles son los argumentos para propiciar una educación superior pagada y cuales para preferir la gratuidad? Para Paredes un sistema de educación gratuita, en el cual el Estado financia a través de impuestos generales a las universidades, es éticamente injusto y regresivo en Chile, dado que el acceso y permanencia en educación superior está altamente correlacionado con el ingreso familiar. Además, el pago permite un uso alternativo de los recursos en necesidades sociales más urgentes. Por otra parte, como las tasas de retorno de la educación superior son muy altas, quienes no pueden pagar ahora podrán pagar con sus ingresos futuros. Para ellos, se requiere un crédito para acceder y no gratuidad. En contraposición a Paredes, para Fernando Atria la exigencia de educación gratuita expresa el rechazo a la comprensión de la educación como un bien que se compra y se vende en el mercado. Su principal valor es que ella llevaría, en el tiempo, al sistema hacia su integración, mientras que el pago acentúa la segregación. En efecto, cuando se postula que el Estado no debe financiar la educación de los ricos se está diciendo que los ricos deben comprar la educación en el mercado. En claro: los “pobres” recibirán una provisión limitada de educación y los ricos toda la que su dinero pueda comprar. Además, pretender que un sistema segregado pueda ofrecer un servicio de calidad para todos sería falso, ya que lo que está mal distribuido no es solo el dinero, sino también la influencia y el poder. En un sistema segregado, la calidad de los servicios públicos será una cuestión que interese sólo a los pobres, que son precisamente quienes tienen déficit de poder e influencia. La contra cara de la segregación es la integración. Ella unifica los intereses. En la medida en que la educación sea provista universalmente para todos, habría un interés de todos, también de los que tienen influencia y poder, para mejorarla. Entonces, el sentido de la demanda por “gratuidad” es que la educación recibida no esté mediada por la capacidad de pago del estudiante o su familia. 3 Realizado el 12 de julio 2012; panelistas Claudia Sanhueza (UDP), Fernando Atria (UAI) y Ricardo Paredes (PUC). 2 Fernando Atria se refiere al proyecto del gobierno sobre financiamiento integrado de la educación superior y hace ver que si ese proyecto transformara los créditos que propone para los que hoy no pueden pagar, en un impuesto para todos los egresados de educación superior, se llegaría a la gratuidad sin que se pueda plantear que es un gasto regresivo. En este punto se encuentra con Claudia Sanhueza quien desarrolla esta propuesta. Claudia Sanhueza coincide en ver la demanda por gratuidad como el centro de las demandas estudiantiles desde el 2011. Ella evalúa los efectos distributivos de la gratuidad de la educación superior en Chile y, dado que el ingreso está peor distribuido que la cobertura en educación superior y que el gasto en educación superior es relativamente homogéneo para todos, concluye que la medida mejoraría la distribución del ingreso. Además postula que la inversión en educación superior pese a ser realizada en individuos, posee un retorno social que genera un espacio para el financiamiento público. Ella desaconseja el uso de créditos para el financiamiento de la educación superior porque generan una desigualdad de oportunidades al inicio de la vida laboral: los hijos de los pobres comienzan su vida laboral endeudados, mientras que los hijos de los más ricos no. Adicionalmente, hace ver que cuando son los padres los que financian individualmente los estudios de sus hijos estos miran, por razones obvias, la rentabilidad financiera de la inversión y muchas veces no consideran la felicidad o preferencias de los hijos en la elección de qué estudiar. Esto limita la libertad de los jóvenes para elegir y puede provocar una mala asignación de talentos. Sin embargo, Sanhueza atiende también a las dificultades que pone la gratuidad universal de la educación superior en un contexto de recursos públicos limitados y de vastas necesidades sociales como educación pre-escolar, salud, pensiones. Además, el gasto en educación superior es un gasto en aumento y restringirlo iría en detrimento de la educación superior y, sobre todo, de la investigación que posee un importante de retorno social. En ese marco Sanhueza propone un impuesto específico a los graduados del sistema de educación superior; esta propuesta poseería las virtualidades de la gratuidad y evitaría los inconvenientes de un financiamiento muy dependiente del Estado y sus otras prioridades4. Bajo este esquema, el financiamiento es completo para los estudiantes hoy (vale decir, la educación superior es gratuita), pero se financia con un impuesto específico a quienes pasaron por el sistema de educación superior en la forma de un porcentaje de sus ingresos, durante un tiempo determinado. Es un subsidio intergeneracional: los ya egresados financian a los actuales estudiantes. Como los retornos individuales de la educación superior son diferenciados, el pago total por la carrera es diferenciado: quienes están obteniendo salarios más altos financian en mayor proporción que los que perciben salarios más bajos. Si esto ya existiera y los actuales trabajadores con educación superior 4 Este esquema, bajo diferentes formas, se usa en Australia, Canadá y está siendo recientemente instaurado en Inglaterra. 3 pagaran ese impuesto el sistema se financiaría con un impuesto específico mensual de 4% a quienes pasaron por la educación superior. Y si se tarda 5 años en que la primera generación empiece a pagar dicho impuesto específico el costo de transición sería de 16.000 millones de dólares por una vez. Dialogo 2: ¿Prohibir o no el lucro? Ventajas y riesgos en juego5La consigna “no al lucro” ha sido de las más constantes, desde el 2006, en las manifestaciones por un cambio en educación. Ella refiere a la educación escolar y a la educación superior. En este capítulo, el tema es tratado preferentemente –al menos en las presentaciones de Ernesto Tironi y Cristián Belleïen la educación escolar. Rodrigo Echecopar alude a ambos niveles6. Ernesto Tironi asevera que al oponerse al lucro se está equivocando el enemigo, ya que el problema de la educación chilena es su mala calidad y no el que ella sea provista por instituciones con fines de lucro. Más aún, afirma que el tema del lucro tiene más que ver con motivaciones en un ámbito distinto del de la educación y que el no al lucro en educación es un slogan de campaña que se probó efectivo para sacar estudiantes a las calles. Para él, lo preocupante es que nos prestemos para que se instale en la opinión pública el convencimiento de que el lucro es la causa fundamental de los problemas de la educación en Chile. Sus argumentos para justificar el lucro son de tres tipos: 1. El lucro –esto es el emprendimiento privado en educación- fue en los noventa un aporte para el aumento de cobertura y hoy, también, se puede confiar en que los particulares para superar el déficit de calidad que aqueja a la educación. 2. Las familias prefieren los colegios particulares subvencionados, aunque tengan que pagar algo adicional por ello, debido a que estiman que lo hacen mejor en aspectos que a ellos les importan: calidad de profesores, orden y disciplina, desempeño de los directores. 3. Los privados tienen mejores condiciones para entregar educación, ya que el Estado no puede gestionar con eficiencia unidades muy diversas, complejas y dispersas como son los colegios. Para Tironi quienes se oponen al lucro, buscan que el Estado controle más la educación y que disminuya la educación privada y las posibilidades de que los estudiantes o sus apoderados elijan entre ofertas diversas. Esto queda claro, ya que quienes argumentan contra el lucro opinan que no debe existir el mercado en educación escolar. ¿Por qué se dan de estas posiciones? La opinión del autor es que se trata de preferencias emocionales, por lo que no vale la pena argumentar. 5 Realizado el 14 de septiembre 2012; participaron Ernesto Tironi, Cristián Belleï (UCH) y el dirigente de FEUC Rodrigo Echecopar 6 ¿Qué entender por lucro? Parece importante adelantar una precisión conceptual que ofrece Belleï: “Aplicado a las organizaciones, la distinción con/sin fines de lucro se refiere al destino que deben tener las ganancias o el excedente producido. En las instituciones con fines de lucro los dueños y/o controladores de la organización pueden disponer libremente de las ganancias, y por tanto retirar una parte o el total para su propio beneficio”. En las instituciones sin fines de lucro, la ganancia o excedente debe reinvertirse en la organización. 4 Finalmente, apelando a su experiencia personal, Tironi manifiesta que, a menudo, se puede hacer más por los más pobres y por la igualdad social desde la actividad privada que desde el Estado. Para Cristián Belleï el debate sobre el lucro se justifica, en primer lugar, por el fuerte incremento del sector: entre 1990 y 2008 la educación escolar con fines de lucro creció un 81%, el sector particular sin fines de lucro creció 28% y la educación pública disminuyó. Si no se interviene el sistema educacional chileno va a estar dominado por proveedores educacionales con fines de lucro. ¿Esto es conveniente, problemático o indiferente para la educación chilena? Chile ha creado el sistema educacional más orientado por el mercado del mundo. En general, los países han desestimado dejar su educación sujeta a los vaivenes de la oferta y la demanda por tres razones: (1) se considera que la educación es una institución esencial para constituirse como estadonación; (2) la educación es un bien público en el que se juega el desarrollo colectivo, y (3) es un derecho de las personas que debe ser satisfecho en igualdad de condiciones. El autor se pregunta por el aporte de la educación con fines de lucro a la calidad, a la equidad y a la diversidad de la educación chilena. Los antecedentes disponibles indican que, en términos de calidad, la educación con fines de lucro no ha hecho una diferencia en cuanto al aprendizaje de sus estudiantes. En cuanto a justicia e integración, los establecimientos subvencionados con fines de lucro habrían contribuido a aumentar la inequidad y la segregación social en la educación chilena. El aporte a la diversidad y a la libertad de elegir es más complejo de analizar, sin embargo, cuando hay fines de lucro, la elección suele estar limitada por el cobro a las familias (financiamiento compartido) y por prácticas de selección y expulsión de estudiantes. Rodrigo Echecopar llama la atención sobre la extraña proscripción del lucro en la educación universitaria, ya que “lo prohibido crece”. No solo no se cierra a las universidades que lucran, sino que estas son las que más han crecido en Chile en los últimos años. Estas universidades son, además, las que atienden mayoritariamente a los estudiantes más pobres. Se estaría lucrando con los sueños de quienes tienen menos recursos y menos posibilidades de acceder a la educación superior. Esto es grave porque el de la educación es un mercado muy particular, ya que no es fácil identificar los buenos atributos de una oferta educacional y porque solo se tiene “una” oportunidad para lograr la educación que se quiere y necesita. En este mercado no hay devolución ni cambio posible. Siendo las cosas así, resalta el riesgo de dejar el sistema educacional liberado al mercado y la necesidad que el Estado sea capaz de garantizar a todos los estudiantes que la educación que reciben es de calidad. También se critica la nueva propuesta de financiamiento de la educación, ya que profundizaría su mercantilización. A nivel de la educación escolar, postula un sistema educacional sin segregación, que fomente una sociedad en la que nos entendamos entre distintos. Se valora particularmente una educación pública amplia y de gran calidad y se rechaza el financiamiento compartido y el lucro. 5 Diálogo 3: Educación chilena y democracia: desafíos pendientes7. Carlos Ruiz nos ofrece una reflexión sobre la relación educación- democracia en el marco de la transición a la democracia en Chile. Propone, como punto de partida, que la democracia a la que se retorna no es la misma democracia que destruyó el golpe militar en 1973. Se trata de una democracia “tutelada” y de un régimen político cuyas autoridades sólo en parte se generaban a través del sufragio universal; de un sistema político cuya permanencia se afianza con leyes orgánicas constitucionales que exigen muy altos quórums para ser modificadas. Entre ellas se cuentan la ley que establece el sistema electoral binominal y la ley orgánica constitucional de educación (LOCE). En el plano social y económico, la intervención del estado se regula por el principio de subsidiariedad, que en la práctica impide la intervención del Estado en la vida social y económica, sobre todo si esta intervención tiene como meta la justicia social. Las modificaciones a la carta constitucional aprobadas por los gobiernos de la Concertación democrática entre 1990 y la actualidad son importantes. Se eliminan los senadores designados, el Consejo de Seguridad Nacional y el rol de garantes de la institucionalidad de las Fuerzas Armadas. Pero no se restablece el control democrático de las decisiones económicas; se mantiene la idea de subsidiariedad del estado y la institucionalidad económica creada por la dictadura, que apunta a la privatización generalizada de todas las actividades económicas y sociales. Además de las restricciones heredadas de la dictadura militar, habría –para Ruiz- una concepción de la democracia de la Concertación, que califica de “consensual o consociativa” y que “introduce limitaciones adicionales a la concepción mayoritaria tradicional de la democracia en Chile”, ya que “la exigencia de acuerdos y consensos para las decisiones políticas fundamentales (…) forzosamente sobrerrepresenta a las minorías”. En política educativa la dictadura abandona el modelo republicano de formación de ciudadanos, que concibe a la educación como un derecho y tiene a la educación pública y al estado democrático como protagonista central. La educación pasa a ser concebida como bien de consumo, distribuida fundamentalmente por el mercado, en donde los actores centrales son los individuos y sus familias con sus preferencias, lo que incluye una amplia libertad para fundar establecimientos educacionales. Todo esto tiende al reforzamiento de una educación y una sociedad desiguales. Carlos Ruiz, analizando diversos documentos, muestra que estos rasgos se mantienen con los gobiernos concertacionistas. A ello contribuyen las “leyes de amarre” (la LOCE) y la aceptación del orden económico y social implementado por la dictadura. Enseguida, recurriendo a 7 Realizado el 25 de octubre 20121. Participaron Carlos Peña (UDP), Carlos Ruiz (UCH) y Giorgio Jackson (ex presidente de FEUC). 6 algunas investigaciones y al Informe de la OECD (2004), afirma que no es posible afirmar que los mecanismos de mercado hayan mejorado la educación chilena y que su mantención se explica por la política de los consensos de los gobiernos de la transición. Peor aún, esos mecanismos han mantenido la desigualdad y, probablemente, han aumentado la segregación acercando cada vez más la escuela y la clase social. Lo que lleva al autor a afirmar que ”el aporte del retorno a la democracia para el proyecto de una educación más democrática ha sido escaso”. La inercia se rompe con las manifestaciones estudiantiles – 2006 primero y ahora desde 2011- que consiguen un alto grado de adhesión masiva a sus demandas y logran interrumpir la lógica del neo-liberalismo educacional y presentar el cambio como posible. Las demandas del movimiento son radicales: fin al lucro en la educación, derecho a la educación, exigencia de gratuidad de la educación superior pública… Se propone, así, un tipo de educación democrática y se lo funda en la idea de un derecho social universal a la educación. Pero para Carlos Ruiz el gran aporte de los jóvenes ha sido sentar las bases para un cambio en el concepto de democracia imperante y en la constitución de un sujeto político que cuestiona la percepción de la política como consenso e inscribe al desacuerdo y la crítica como centrales en la democracia. Giorgio Jackson plantea como primordial tener una discusión sobre el horizonte normativo de la educación chilena que nos lleve a acordar cómo debiese ser un sistema educativo democrático. Sin este acuerdo sobre los fines nunca vamos a cuestionar los cimientos que fundan nuestro sistema educativo. Lograrlo supone volver a hacerse preguntas simples pero fundamentales. Y parte de una pregunta inicial “¿por qué el Estado, por qué la sociedad debiese garantizar el derecho a la educación?” En su respuesta propone darnos un horizonte normativo común para la educación, que situé al Estado como garante del derecho a la educación y de una educación que se preocupe de preparar ciudadanos tanto para el trabajo como para la convivencia social en una sociedad democrática y justa. Desde este horizonte analiza la educación chilena actual y describe algunas características no democráticas del actual modelo. La primera es que el actual sistema educativo está centrado en el individuo y no en el ciudadano; es el individuo el que tiene que pagar su educación, la que va a rentabilizar en el futuro. La educación de mercado va generando no solo competencia sino también individualismo. A nivel institucional hay colegios orientados a segregar y a seleccionar a los mejores. En educación superior las carreras mismas y aún las materias se van orientando a lo que está esperando el mercado laboral y no se fomenta las artes y la cultura, porque probablemente parecen no rentables. 7 En este contexto Giorgio Jackson propone tres revoluciones para el sistema educativo. La primera revolución tiene que ver con el sentido de la educación: hacia dónde la estamos llevando y ¿por qué? O sea, ¿cuál es el fin de la educación? Una segunda revolución refiere a la educación pública, que hoy día está prácticamente agónica, desahuciada y hay que decidir si queremos que muera o si se necesita salvarla, potenciarla y renovarla. La tercera revolución refiere a la participación democrática, o sea, al cómo pueden y deben participar e influir los distintos actores en la educación que nos damos como sociedad. Para concluir el autor sostiene que “las movilizaciones estudiantiles generaron una revaloración de la democracia; se hicieron cargo de algo que la escuela hoy día no está haciendo que es abrir espacios para el debate, para la promoción y la contraposición de ideas, el conocimiento de las leyes que nos rigen, prepararnos como ciudadanos”. Y es “una especie de pacto generacional, pasar de una percepción de la educación como un bien individual que rentabiliza mi inversión a considerarla como una actividad en torno a la cual la sociedad se pone de acuerdo y se hace cargo”. Carlos Peña, examina el tema desde otro ángulo y se detiene en las dificultades que tiene hoy, en una sociedad compleja, la escuela para satisfacer las exigencias que le hace la democracia. De partida describe la relación entre la escuela y la ciudadanía. Nos señala que cuando un niño ingresa al colegio –y aprende a participar de una experiencia común no guíada directamente por la familia- empieza a incorporarse a la ciudad, a la polis. Los conocimientos que logra, las reglas a las que se somete, constituyen una experiencia común y un conjunto de significados compartidos, que ayudarán a la comunicación, al sentido de comunidad, a reconocemos como iguales, todo lo cual es lo propio del ámbito de lo público y el comienzo de la vida política. Ahora bien, en este marco Peña describe y analiza las tensiones y los desafíos que la escuela debe encarar hoy a fin de contribuir a la mejora de la vida cívica. Al respecto analiza cuatro tensiones, las que expresa en cuatro interrogantes: La primera es la pregunta por el peso que deben tener en la educación escolar y en el curriculum las exigencias de la comunidad cívica, por una parte, y las preferencias familiares, por otra. Al respecto, Carlos Peña recuerda los orígenes del sistema escolar ligado al Estado y con la finalidad de modelar la nación y la ciudadanía y contrapone este comienzo a una situación contemporanea en la que ha ganado terreno la tendencia a modelar la escuela según las preferencias de los padres. El dilema es complejo: ¿Cómo mantener la autoridad de la familia sin deteriorar, por ello, la función cívica de la escuela? Y es, en Chile, un tema muy actual. 8 La segunda tensión es más interna a la educación ciudadana que la escuela debe procurar. Ella proviene de la demanda que se hace a la escuela de comunicar una conciencia moral común entre las nuevas generaciones y la carencia, debido a las profundas transformaciones culturales que Chile ha vivido, de un relato que permita constituir esa conciencia. En relación con lo anterior, Carlos Peña identifica en la experiencia escolar una tercera tensión entre sentido crítico y sentido de pertenencia. Se pregunta y nos pregunta Peña, si “el sentido crítico que es propio de la educación ¿debe cultivarse en los niños y en los jóvenes hasta hacer relativas todas las convicciones o, en cambio, la educación debe esmerarse también en transmitir una cierta conciencia moral a los futuros ciudadanos?”. Acá también el autor relaciona la problemática general con la vida escolar en Chile. La última tensión estudiada podría leerse como aquella que se da entre la educación como bien privado y como bien público, que el autor, resume en otra interrogante: “¿debemos enseñar destrezas y conocimientos que posean una tasa de retorno, como suele decirse hoy, para los estudiantes, o la educación escolar debe enfatizar también la obtención de ciertos bienes públicos?”. Al responder la pregunta se pone particular énfasis en la necesidad de “alfabetizar, por decirlo así, a niños y a jóvenes en una multiplicidad de códigos que son indispensables para su plena inserción ciudadana en el futuro” y se hace el inventario de estos códigos. Se advierte también que esta alfabetización cívica se ve muy limitada en Chile por la falta de mixtura social que se da en nuestras escuelas. Diálogo 4: Educación y justicia social8 La sesión sobre educación y justicia tuvo tres participaciones muy diferentes entre sí. Pablo Salvat trató el tema desde la filosofía política contemporánea, Claudia Matus profundizó la conceptualización de justicia e injusticia social ligada a las prácticas escolares y a su politización, por último, Juan Pablo Valenzuela propone, con base en los resultados de la investigación social sobre la realidad educacional chilena, los lineamientos que debiera tener una propuesta de política educativa que avance decididamente hacia un sistema educacional más justo. El propósito de la contribución de Salvat es aportar a la elaboración compartida de un horizonte normativo para la educación nacional. El centro de su presentación es mostrar 8 Realizado el 16 de noviembre de 2012. Participaron Claudia Matus (PUC), José Pablo Valenzuela (UCH) y Pablo Salvat (UAH). 9 que la filosofía política actual, que ha buscado una idea de justicia y de sociedad justa, es un rico cantero de estudio y reflexiones sobre la educación que necesitamos. Las corrientes filosóficas que presenta son el liberalismo social, el republicanismo y el comunitarismo. El liberalismo sitúa la pregunta por una educación justa en el marco de una pregunta mayor: ¿qué podría representar una sociedad justa? Se examina el liberalismo social de John Rawls, las reacciones ante éste y ante el liberalismo en general del comunitarismo y también los puntos de vista del republicanismo democrático. Al conectar estas reflexiones con nuestros debates actuales sobre gratuidad, lucro, privatización o responsabilidad pública en el ámbito educacional, se insiste que el debate sobre la educación es fundamentalmente y en primer lugar ético-político, y sólo después, técnico- pragmático. Claudia Matus constata que distintas conceptualizaciones de la justicia social remiten a diversas formas de conciencia de las injusticias presentes en la sociedad y, también, en el espacio escolar. Por lo cual, diferentes personas, en nombre de “la” justicia social pueden estar defendiendo posiciones radicalmente diferentes. Su propósito es problematizar el concepto de justicia social y mostrar que sus distintas conceptualizaciones no pueden escapar de las relaciones de poder. En otras palabras, se nos llama a cuestionar los procesos normalizadores que producen identidades pensadas como estables (“los pobres”, “los negros”, etc.) y relaciones jerárquicas entre ellas. En relación con la justicia social, se trata de aquellas identidades que por señalar una carencia, “algo” que no se posee, encarnan atributos incuestionables para ser merecedores de prácticas de justicia social. Matus da el ejemplo del binomio capacidad/discapacidad y señala que existe un acuerdo más o menos generalizado que aquellas personas diagnosticadas con discapacidad estarán más expuestas a las injusticias sociales y propone preguntarnos cómo ocurre esto. ¿Cómo un cuerpo se transforma en la norma a partir de la cual otros cuerpos son juzgados y sometidos a prácticas discriminatorias? A lo largo de su exposición Matus, hace ver los modos en los que el concepto de justicia social pone en juego ciertos supuestos y las consecuencias que ellos poseen en el campo de la educación. Para ello analiza el concepto de justicia social y algunos ejemplos de políticas educativas y de discursos de profesores y profesoras en ejercicio. Juan Pablo Valenzuela señala que, dada la prioridad que la educación posee hoy en el debate público, vivimos una oportunidad histórica para definir e implementar cambios estructurales. Identifica tres tipos de fallas que impiden más justicia en educación. Primero, el diseño actual basado en la elección de escuelas por parte de las familias y en la competencia entre escuelas ha resultado en una gran desigualdad en la educación que reciben los niños según sea su nivel socioeconómico. En segundo lugar, el sistema no se hace cargo de las circunstancias o capacidades diferenciadas de los estudiantes. Por 10 último, se ha reducido el grado de legitimidad y confianza en la clase política responsable del diseño e implementación del sistema educacional. En base a comparaciones internacionales hace ver que Chile posee las condiciones para dar un paso decisivo hacia un mejor desempeño escolar y una mayor equidad educativa. Valenzuela muestra que el sistema escolar chileno reproduce la desigualdad en vez de contribuir a su superación: los estudiantes más vulnerables mantienen un bajo desempeño, mientras los estudiantes de mejor condición socioeconómica acceden a las mejores oportunidades académicas. Para superar esta situación es indispensable dar tres pasos: modificar la composición de los colegios, contar con profesores de alta calidad y tener buenas escuelas. Los sistemas educacionales más segregados, donde los estudiantes de atributos socioeconómicos semejantes se concentran en determinadas escuelas, tienden a ser más inequitativos y poseen mayores dificultades para que las escuelas que atienden a los estudiantes más vulnerables puedan desarrollar estrategias de mejoramiento sostenido. La evidencia internacional es robusta en concluir que son los docentes, luego de las familias de los alumnos y las condiciones socioeconómicas y culturales de éstas, los recursos más valiosos para asegurar una educación de calidad, por lo cual -y en esto no hay atajo posible- hay que contar con profesores y profesoras de calidad para todas las escuelas del país. Por último, hay que tener buenas escuelas. Es indispensable regular tanto la entrada de nuevos colegios al sistema escolar como las obligaciones para mantener el derecho a recibir financiamiento público, al mismo tiempo que se da el apoyo a las escuelas para potenciar su mejoramiento sostenido. Valenzuela concluye con un conjunto acotado de propuestas que considera indispensables para un sistema escolar justo. Entre ellas están: hacer una opción decidida por la educación pública, la supresión del financiamiento compartido, el cumplimiento de las normas de no selectividad de los estudiantes, el aseguramiento de una formación de excelencia y de condiciones de trabajo adecuadas para los docentes efectivos, establecer una carrera docente, con remuneraciones mucho mejores y con más tiempo para las actividades no lectivas, que regule a los docentes de las escuelas públicas y a los de las particulares subvencionadas. 11