HOMENAJE A LOS ABOGADOS CON 50 AÑOS EN LA PROFESION

Transcripción

HOMENAJE A LOS ABOGADOS CON 50 AÑOS EN LA PROFESION
HOMENAJE A LOS ABOGADOS CON 50 AÑOS
EN LA PROFESION
Señoras y señores
Estimados colegas:
Este homenaje del Colegio de Abogados de Chile
a quienes cumplen 50 años en la profesión es una de
nuestras más nobles tradiciones, y en nombre del
Consejo General de la Orden, nuestro sincero
reconocimiento
a los profesionales que este año
alcanza tal honor.
El grupo que hoy recibe este homenaje se tituló el
1963
y
ha
entregado
señalados
servicios
y
contribuciones al desarrollo de nuestro país en muy
distintos ámbitos: entre otras, la magistratura, el foro,
la diplomacia, la enseñanza del Derecho, el servicio
público, la política, la actividad gremial, la gestión
empresarial.
La nuestra es una profesión multifacética y
ustedes son la mejor expresión de esta variedad de
registros
y
amplitud
de
horizontes.
Habiendo
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destacado en muy distintas esferas de actividad, yo
quisiera rescatar de la trayectoria de todos ustedes el
espíritu público que está en la base de nuestra carrera y
que constituye un legado que ustedes no han hecho
más que acrecentar.
Quiero rescatar esta dimensión de nuestra
profesión porque la entiendo como un eje central de la
función social del abogado. Creo que este espíritu
público – vigente hasta en las actividades del más
recluido de los abogados - es un fuego que nuestras
escuelas de Derecho, nuestros tribunales y nuestro
propio Colegio deben preservar ahora más que nunca.
A ustedes les ha correspondido vivir con especial
intensidad esta faceta de nuestra profesión, no sólo
porque hayan entregado un largo testimonio de vida
como abogado, sino también porque han visto, han
vivido y hasta han protagonizado cambios muy
profundos en la sociedad chilena en las últimas
décadas.
La sociedad de la cual todos nosotros somos parte
no es un dato indiferente para el abogado y esto quizás
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explica la conciencia cívica que está en la base de
nuestra profesión. Hemos sido formados para servir
ideales de justicia y de equidad. Hemos sido formados
para traducir estos conceptos abstractos a relaciones
humanas,
ciudadanas
familiares,
patrimoniales,
equilibradas
y
laborales
fecundas
para
y
la
convivencia y el desarrollo. De una manera u otra,
somos hijos de una noción de la vida que entiende la
plenitud del individuo en el servicio a los demás, en el
compromiso con el país y en la posibilidad de ser
agentes, en nuestro ejercicio profesional, de la noción
de igualdad de oportunidades que está en el corazón de
toda sociedad democrática. En el fondo, se no prepara
para ayudar a dirimir el permanente conflicto entre los
intereses particulares y los intereses generales, para
tender puentes que vayan de la imaginación a la
realidad, para equilibrar lo que es debido con lo que es
posible...
Siendo así, no podemos menos que reivindicar en
la trayectoria profesional de todos ustedes un valioso
acervo de serenidad y equilibrio, de moderación y
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prudencia. Los años templan; la experiencia enseña;
la memoria por una parte enfría y por la otra tempera.
Los ciclos de la vida decantan las percepciones y los
juicios sentenciosos y, al final, sitúan en su justa
perspectiva, pasiones que son efímeras, intereses que
son subalternos, propuestas que son irreales
o
inviables. En el caso del abogado, el ciclo de la vida
profesional es especialmente enriquecedor, tal vez
porque la nuestra es una profesión vulnerable a
confundir lo que es urgente con lo que es importante,
lo que es ventajoso con lo que es justo, lo que es
bueno para unos con lo que no lo es tanto para el resto
de la comunidad.
Yo sé que en la conciencia de ustedes se agolpan
en esta hora muchas imágenes, muchas ideas y muchos
sentimientos. Estas Imágenes, muy emotivas algunas,
mezclan posiblemente los comienzos de la carrera, los
primeros
tropiezos
y
las
etapas
difíciles
que
seguramente todos ustedes sortearon con fragmentos
importantes de vida familiar; mezclan también las
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satisfacciones íntimas que tuvieron con los desafíos
que a cada cual le tocó enfrentar.
Es a lo mejor inevitable que al volver la mirada a
lo que han vivido durante cincuenta años como
abogados ustedes tiendan, distinguidos colegas, a
reconstituir las partidas de un balance, es un balance
que puede tener muchos o pocos estímulos, que puede
ser mejor o peor según quiera el juicio de cada cual,
pero que en cualquier caso pertenece a lo más íntimo y
a lo más intransable de ustedes.
Por más que la vida de todas las personas en lo
grueso se parezca mucho – y en esta profesión esas
similitudes parecieran ser mayores que en otras áreas –
cada experiencia personal tiene su propia carga de
aprendizajes y oportunidades, de satisfacciones y
amarguras, de búsquedas y encuentros. Nada de esto,
desgraciadamente, se puede transferir.
Lo que sí es transferible, sin embargo, es la
lección testimonial que todos ustedes nos brindan en
términos de perseverancia, entrega y dedicación. La
perseverancia y el compromiso con lo que hacemos
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están lejos de ser virtudes menores. Es más: nosotros
pensamos que cuando estos atributos están en la base
de cincuenta años de ejercicio del Derecho – como es
el caso de ustedes – resultan admirables. Admirables,
porque estos cincuenta años no han sido fáciles para
nuestro país y seguramente tampoco para ustedes.
Admirables porque Dios sabe que tuvieron que
entregar
grandes
energías
a
esta
profesión.
Admirables porque durante esta etapa les tocó
dramáticos cambios culturales, políticos, sociales y
tecnológicos.
Y, no en último lugar, admirables
también porque en ninguno de los desafíos, de los
riesgos y de los dilemas de vida que les tocó enfrentar
estuvo ausente el respeto al título que un día les
confirió la Excma. Corte Suprema, después de prestar
juramento de desempeñar leal y honradamente la
profesión.
Sabemos que nuestra profesión depara muchos
sinsabores e ingratitudes, pero sabemos también que
puede llegar a tener espléndidos retornos en términos
de decencia, de integridad, de abnegación, de lealtad a
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nuestros propios principios y de serenidad interior. La
conciencia de haber hecho lo mejor posible es un
trofeo que en pocas profesiones tiene tanta nobleza
como en la abogacía. El hacer las cosas bien según las
circunstancias es el mejor tributo que el abogado rinde
a su cliente, a su país y a la conciencia jurídica. Yo
quisiera rescatar esta dimensión moral de la trayectoria
de ustedes. Y quisiera exaltarla como estímulo de vida
especialmente para las generaciones de abogados
jóvenes.
No me cabe duda alguna que a la edad de ustedes
los afectos cuentan mucho más que los conceptos.
Son los sentimientos, son los valores, son las lealtades
– es en definitiva el corazón – lo que prevalece
después
de
los
tecnicismos,
después
de
las
contingencias, después de los fragores del momento.
Todo pasa, pero el espíritu y los afectos quedan y yo
diría que sin estos ingredientes el Derecho se
deshumaniza y es fácil que nuestra profesión pierda el
rumbo.
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En el Colegio de Abogados hemos sido muy
insistentes – quizás si hasta majaderos – en la
necesidad de fortalecer y recuperar esas reservas
espirituales, emocionales y éticas de nuestra profesión.
En definitiva, el abogado es leal a su misión sólo en la
medida en que sea capaz de inspirar confianza a su
cliente pero también al cuerpo social; sólo en la
medida en que sea capaz de aportar serenidad a los
conflictos, coherencia al debate público, rectitud a las
transacciones, integridad a los hábitos comerciales,
indulgencia respecto de los débiles, coraje respecto de
los más fuertes. En el fondo, esto es lo que realmente
cuenta y ustedes – que en casi todo ya vienen de vuelta
– lo saben por la propia experiencia.
Distinguidos abogados colegiados desde 1963:
Reciban
nuestro
homenaje
de
simpatía,
reconocimiento y aprecio. El Colegio de Abogados
los saluda muy emocionadamente y, en la hora del
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atardecer, quizás si la más hermosa del día, hace votos
por la felicidad personal de cada uno de ustedes.
El
Colegio
también
quiere
agradecerles.
Agradecerles todo lo que ustedes le han entregado a
nuestra profesión y, también, lo mucho que le han
dado a nuestro país.
Confiamos
en
que
Dios
les
recompense
generosamente estos aportes en los muchos años que
tienen por delante.
Muchas gracias.
Sergio Urrejola Monckeberg
Noviembre 2013
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