Padres y profesores. Una relación inevitable

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Padres y profesores. Una relación inevitable
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PP. DOMINICOS
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ORIENTACIÓN
PADRES Y PROFESORES, COLABORACIÓN INEVITABLE.
COLABORACIÓN DESEADA.
Legisladores y especialistas defienden la colaboración de padres y
profesores en la educación de los niños. "El sistema educativo español se
inspira, entre otros, en el principio del esfuerzo compartido por alumnado,
familias, profesores y el conjunto de la sociedad" (Ley Orgánica de
Educación. Art. 1, h).
Muchos consideran que esta alianza es una evidencia de sentido
común, casi una perogrullada: quieran o no, inexorablemente padres y
profesores comparten la tarea educativa. Sea cual sea la intención de cada
uno, la forma concreta de hacerlo o el resultado, influyen en el proceso.
Hay una colaboración organizada a través de Asociaciones de Padres y
Madres, y del Consejo Escolar. Las reuniones de nivel y las entrevistas
personales facilitan encuentros más cálidos y cordiales. Otros instrumentos
completan el intercambio de información y consejos: informes de
evaluación, notas a través de la Agenda Escolar, informes psicopedagógicos,
comunicados, circulares.
No obstante, la mayor parte de la inevitable colaboración de padres y
profesores en la educación ocurre en situaciones informales; en cada uno de
esos infinitos momentos en que los chicos y las chicas se relacionan con los
adultos: crecen, obedecen, se rebelan, asumen normas o aprenden valores y
actitudes. Los padres en casa y los profesores en la clase construyen la
parte silenciosa de esta colaboración.
Hay otro lado más visible. Comprende encuentros y relación social.
Hay que hablar, verse, comentar, decidir y supervisar. Y en cada uno de
estos encuentros se viven matices concretos, sentimientos intransferibles,
circunstancias específicas. La mayor parte de la relación privada entre
padres y profesores se desarrolla dentro de cauces saludables, en
intercambios agradables, beneficiosos y positivos. Todos recordamos
reuniones llenas de reconocimiento, reciprocidad, buenas vibraciones y
sentimientos de apoyo. Las experiencias positivas refuerzan actitudes y
conductas de acercamiento, predisponen para nuevos encuentros, abren el
espíritu a la colaboración compartida.
Algunos profesores y padres han compartido también encuentros
cargados de presión, enfado, queja, injerencia, crítica, malas vibraciones y
sentimientos de distancia y frialdad. En la relación entre adultos caben el
conflicto y la tensión; desencuentros y disgustos. Las experiencias
desagradables reducen el comportamiento de colaboración y el deseo de
nuevos encuentros. Predisponen para la frialdad y el distanciamiento.
Algunos pueden terminar pensando que es mejor mantenerse a distancia.
COLABORACIÓN SIMPLIFICADA.
Los problemas educativos de los niños requieren la colaboración más
intensa y cuidada. Son oportunidades para el compromiso y el trabajo
compartido; la prueba de fuego. La colaboración comprometida requiere
calma, respeto mutuo y confianza recíproca. Exige conocer y aplicar las
leyes que regulan la influencia de los padres en el colegio.
Con frecuencia, guiados por la prisa y la impaciencia, padres y
profesores desarrollan ideas falsas sobre la colaboración o generalizaciones
demasiado simplificadoras.
Es frecuente, por ejemplo, simplificar dividiendo el campo de acción.
El aprendizaje queda reservado para los profesores y el comportamiento
social (hábitos, actitudes, valores), para los padres.
Algunos profesores angustiados ante los problemas estiman que su
papel se reduce a dar la alarma, avisar, advertir, notificar a los padres que
su hijo tiene problemas. Ahí se acaban sus compromisos. Después, esperan
pasivamente que los padres intervengan y los problemas de los alumnos
desaparezcan.
Por su parte, los padres pueden sentirse confusos sin saber qué
hacer; desvalidos porque no reciben orientación sobre el modo de ayudar
que se espera de ellos. Impacientes, reclaman que los profesores ejerzan su
competencia y autoridad, y resuelvan los problemas y conflictos que surgen
en el colegio. ¡Para eso son los profesionales! Deben estar preparados para
hacerlo. El colegio no puede cargar sobre ellos la solución de problemas que
los profesores no resuelven. ¡Sólo llaman para dar malas noticias!
Paradójicamente, a pesar de la tozuda realidad y las dificultades
persistentes, padres y profesores enfrentados en situaciones complicadas
creen que la colaboración de la otra parte es un acto sencillo, libre,
voluntario y directo. Atribuyen a la otra parte competencias y habilidades
mágicas para resolver problemas. El otro puede actuar, planificar y
controlar su propio comportamiento; es dueño de él. Y puede también
solucionar los problemas de los alumnos y los hijos con solo quererlo y
hablar un rato con ellos.
CÓMO INFLUYEN LOS PADRES
Hay evidencia empírica de que los padres influyen en el rendimiento
de los alumnos de una escuela. Múltiples estudios reflejan que el estatus
socioeconómico y cultural de los padres es una variable asociada a los
niveles de calidad y rendimiento escolar (Informe PISA, por ejemplo).
Las razones por las que unos alumnos tienen éxito y otros fracasan en
la escuela son muy diversas y complejas, no habiendo un único factor que
permita explicar el rendimiento académico. Entre los factores relacionados
con el éxito o el fracaso escolar algunos tienen que ver con características
personales del alumno o la alumna (su inteligencia, su motivación, su
autoestima, etc.). Otros tienen que ver con el centro escolar y las
experiencias que en él ocurren (experiencias de aprendizaje en el aula y
experiencias sociales en el grupo de compañeros). Y, finalmente, un tercer
gran grupo de factores tiene que ver con el contexto familiar (estimulación,
relación con el centro educativo, etc.). A su vez, estos factores son
interdependientes.
Jesús Palacios, catedrático de Psicología Evolutiva en la Universidad
de Sevilla, resume la investigación acumulada, destacando seis variables del
entorno familiar que influyen en el desempeño académico de los niños:
1. La organización de la vida cotidiana y el establecimiento de rutinas:
horarios de sueño y descanso, hábitos de comida, disponibilidad de espacio
y tiempo en los que puedan aislarse de bullicio para poder concentrarse,
control de la cantidad y la calidad de televisión diaria, existencia en la
familia de hábitos y rutinas en relación con la cultura (lectura, por ejemplo),
no presencia de tensiones familiares permanentes...
2. La estimulación que la familia aporta; la historia de estimulación
que el niño o la niña han tenido a lo largo de su vida. Sin lugar a dudas, la
del lenguaje y la de la inteligencia. Pero también la estimulación de hábitos
importantes en la escuela: prestar atención, esforzarse para obtener
satisfacciones que no siempre son inmediatas, respetar a los demás...
3. La motivación por aprender, por obtener buenos resultados y por
mantener el esfuerzo. La capacidad de la familia para estimular y mantener
el interés, hacer frente al tedio o al fracaso, relacionar los esfuerzos del hoy
y los beneficios de mañana...
4. Un adecuado nivel de expectativas; expectativas ajustadas a las
capacidades y posibilidades del niño o la niña, pero tirando de ellas hacia
arriba de forma mesurada y realista. Expectativas bajas de rendimiento
resultan poco estimulantes y trasladan un mensaje de incapacidad y
desconfianza que fácilmente se traduce en desánimo y falta de
mantenimiento del esfuerzo. Expectativas de rendimiento desmesurabas y
poco realistas pueden muy fácilmente llevar a la frustración y la
desesperación, provocando desaliento, falta de confianza en uno mismo y
sentimientos de impotencia.
5. Supervisión por parte de los padres de las experiencias que su hijo
o hija está teniendo en el centro educativo, de las relaciones con otros niños
y niñas y también con el profesorado, de las actividades que en la escuela se
llevan a cabo, de las tareas que se deben hacer, de las calificaciones que se
obtienen. Las actividades de supervisión trasladan al niño o la niña el
mensaje de que la escuela y lo que en ella ocurre son importantes para los
padres, permiten un conocimiento continuado de cómo están yendo las
cosas, hacen posible la intervención que en cada caso corresponda por parte
de los padres, etc.
6. Relación familia-escuela. La relación con el profesor o profesora
para saber cómo van las cosas y cómo se puede apoyar en casa el trabajo
educativo está llena de mensajes directos e indirectos tanto para el profesor
o profesora como para el propio hijo o hija. La participación en las
actividades para padres programadas en el centro está también cargada de
parecidos mensajes.
COLABORACIÓN COMPROMETIDA.
Enseguida comprobamos que las interpretaciones simplificadoras no
bastan. La colaboración entre padres y profesores es una red de
interacciones
muy
compleja.
En
las
sociedades
occidentales
contemporáneas es mucho lo que los individuos, las familias y los países se
juegan en el éxito escolar. Para que el resultado sea positivo tienen que
confabularse unas determinadas características individuales del alumno o
la alumna, una cierta forma de hacer las cosas por parte del profesorado y
del centro educativo, y un cierto estilo de relación entre la vida familiar y la
vida escolar.
A su vez, estos factores son interdependientes. Por ejemplo, la
motivación por aprender de un alumno o una alumna no será independiente
del trabajo educativo que se lleva a cabo en el centro o de la forma en que la
familia aborda las cuestiones relacionadas con el aprendizaje. El papel de la
familia se verá potenciado o disminuido por prácticas escolares que dan
mayor o menor importancia a la colaboración familia-escuela.
El papel de la familia en el rendimiento académico del alumnado es
fundamental en cierto sentido: es muy poco probable el éxito escolar en
circunstancias claramente desfavorables de estimulación familiar o de
relación familia-escuela. Pero también es limitado, porque por óptimo que
sea el papel de la familia, su influencia se entremezcla con los factores
estrictamente individuales y con las experiencias escolares que el niño o la
niña tengan.
La colaboración es diferente en cada familia y depende de sus
condiciones y circunstancias. Necesitamos conocer las posibilidades de los
padres para ajustar nuestras demandas con equidad y diseñar planes de
trabajo común razonables y realistas. Los padres tienen sus propias
responsabilidades. Las que están a su alcance. No es justo esperar o pedir
cosas que no pueden ofrecer.
Estas peculiaridades afectan a las decisiones concretas y las medidas
directas que pueden tornar. Casi todas las familias están dispuestas a
explicar un concepto, desarrollar un procedimiento, contratar un profesor
particular, comprar un ordenador, adquirir la conexión a Internet de banda
ancha. Algunas se verán obligadas a realizar esfuerzos económicos para
conseguirlo. Aún así, las posibilidades de unos y otros serán diferentes y
repercutirán en el grado de colaboración. Algunas familias no podrán
aportar ese tipo de influencia o no podrán hacerlo a lo largo de toda la
escolaridad.
La mayoría de los padres pueden controlar y tomar decisiones
relativas a la organización de la vida cotidiana, la supervisión de las
experiencias de sus hijos y la relación familia-escuela. También aquí las
circunstancias concretas separan a unos de otros: trabajo, salario, número
de miembros de la familia, disponibilidad de parientes y colaboradores.
Distintos padres pueden tener distintas posibilidades a la hora de
proporcionar una habitación para concentrarse, explicar una lección,
supervisar las actividades colegiales, entrevistarse con los profesores.
Con todo, la influencia a través de actos directos y concretos que
acabamos de comentar es pequeña. La contribución de la familia al éxito
escolar está cuajada de influencias indirectas. Lo que las familias aportan
cada día de la historia del niño a lo largo de toda la escolaridad es tan
importante o más que las ayudas directas concretas. La actuación difusa y
prolongada de cada momento a lo largo de toda la vida es más relevante que
los actos directos y concretos que se ejecutan ahora y tienen efectos
inmediatos. Los padres influyen principalmente por lo que son y hacen, por
lo que han aprendido y conseguido a lo largo de su vida, por los hábitos y
valores que practican, por las habilidades sociales para interpretar los
mensajes directos e indirectos de que está cargada la relación con los
profesores o la participación en actividades para padres. Intervienen con
algo que forma parte de su patrimonio cultural y social, algo que llevan
dentro como fruto de su propia educación e historia. Algo, por lo tanto, que
no se puede improvisar en un momento ni modificar con decisiones rápidas.
Sean cuales sean las condiciones de cada familia, estas influencias
indirectas son las que necesariamente aporta, las que no puede delegar;
nadie lo hará en su lugar.
Las influencias más relevantes de los padres en el rendimiento de los
hijos y alumnos se refieren a hábitos, actitudes y valores que también los
profesores debemos enseñar y promover. La colaboración más eficiente se
produce cuando padres y profesores fomentamos organización,
estimulación, motivación, expectativas adecuadas, supervisión, relación
familia-colegio; cuando concentramos sinergias en la misma dirección.
Y esas deben ser también las líneas directrices para la colaboración
armoniosa ante las dificultades. Cuando afrontamos problemas educativos,
estamos obligados a mantener la coherencia, la confianza y la reciprocidad.
Padres y profesores debemos aportar las destrezas y habilidades que
dominamos. Cuando flaquean el interés, el esfuerzo, la motivación, las
expectativas de un alumno que lleva varios años en un colegio, no sirve
buscar variables aisladas responsables del problema. Será fruto de una
malla de interacciones en que han intervenido las cualidades o limitaciones
del niño o la niña, las prácticas docentes y las actuaciones aplicadas en el
ámbito familiar. Es inútil tirarse los trastos, lanzar la pelota al tejado del
vecino y gastar energías eludiendo decisiones concretas.
Cuando las dificultades de los niños requieren una colaboración
comprometida, estamos obligados a hablar con claridad. Debemos utilizar
información objetiva y proponer medidas concretas. Aunque los resultados
tarden en llegar o no lleguen a tiempo, la colaboración es el mejor método
para atender estos problemas. Colaborar no garantiza el éxito. Trabajar
juntos no garantiza que las cosas vayan estupendamente, pero es más
cierto todavía que, si no lo hacemos así, será mucho más probable que las
cosas vayan mal.
Si, después de respetar la colaboración característica de cada familia,
fomentar hábitos, actitudes y valores junto a los padres, orientar
especialmente ante casos problemáticos..., la colaboración se bloquea, los
padres abandonan o deciden ir por su camino, los profesores no podemos
sentirnos liberados de nuestras obligaciones con los alumnos.
Trabajar en equipo y colaborar requiere la aportación de todos. Los
centros que procuran el éxito de todos sus alumnos trabajan con las
familias para que les sea más fácil sostener las actividades, principios y
actitudes que potencian la labor de aprendizaje de sus hijos. Son centros
que entienden las relaciones familia-escuela no desde la lógica de la
confrontación, sino desde la idea de responsabilidad compartida y
compromiso conjunto.
Vicente Elustondo Iriarte.
ENTREMANOS, Nº 45. Diciembre, 2006.

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