En la aplicación de esta hipótesis para derivar la mecánica cuántica

Transcripción

En la aplicación de esta hipótesis para derivar la mecánica cuántica
Ana María Cetto
Con Emilio Santos y Tomás Brody, Picos de Europa, 1985
En la aplicación de esta hipótesis para derivar la mecánica cuántica, Luis no ha
sido el primero ni el único: ya en 1916 el físico alemán Walther Nernst la había
adelantado –prematuramente, sin embargo, pues no tenía las herramientas a la
mano para ponerla a prueba. Cuando, en los años sesenta, el campo de punto
cero volvió a ocupar el banquillo de los sospechosos, el terreno para su estudio
era más propicio, gracias al desarrollo tanto de la teoría de procesos estocásticos
como de la mecánica cuántica misma. Testimonio de ello son los trabajos iniciales
de Trevor Marshall y Timothy Boyer, seguidos de los de Emilio Santos, Pierre
Claverie, Alfonso Rueda, Daniel Cole, y otros colegas con quienes hemos tenido
la suerte de compartir ideas, resultados, frustraciones, y una larga amistad.
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Uno a uno fueron estudiados los efectos de este campo sobre sistemas por demás clásicos. El entusiasmo con la electrodinámica estocástica (EDE) creció conforme la teoría lograba reproducir exitosamente características típicas de los sistemas
cuánticos, obviando la necesidad de introducir hipótesis cuánticas a priori y ofreciendo siempre una imagen intuitiva de los fenómenos. El primer revés serio lo
sufrió la EDE cuando se le trató de aplicar al problema del átomo de hidrógeno. En
vez de hacerse eco del desconcierto ocasionado por este y otros resultados negativos, y convencido de la validez de los principios básicos de la teoría, Luis decidió
emprender un cuidadoso análisis crítico de ella –en el que una vez más he tenido la
suerte de acompañarlo–. La observación de que la acción permanente del campo
de fondo sobre las partículas no puede producir en ellas una mera perturbación, ni
puede dejar intacto al campo mismo, ha desembocado en la versión no perturbativa de la EDE: la llamada electrodinámica estocástica lineal, que resuelve problemas
básicos de la anterior teoría y ofrece un enfoque novedoso e interesante para ayudar
a la comprensión de los fenómenos cuánticos.
Los productos de este trabajo son de aquellos que no suelen recibir la acogida inmedia-ta de una mayoría ortodoxa, pero que a la larga trascienden, por
En el Congreso Nacional de Física, México DF, 1991
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su consistencia, porque responden a preguntas de fondo –sin pretender ofrecer
respuestas finales– y porque abren nuevas vertientes de investigación. Si bien las
llamadas revistas de corriente principal siguen insistiendo en que este tipo de
trabajo no merece ser publicado por no conducir (aún) a nuevas predicciones o a
aplicaciones directas (¡y vaya que nos hacen difícil la tarea de publicar!), al menos
se ha logrado que la pregunta de si ‘hay principios más profundos bajo la incertidumbre y la no localidad cuánticas’ sea reconocida como uno de los principales
interrogantes de la ciencia aún pendientes de respuesta (Science 2005).
Luis ha abordado invariablemente estas tareas desde la perspectiva de un físico
que entiende mucho de física, pero que no pierde de vista sus implicaciones y
ramificaciones filosóficas, las cuales ha podido analizar gracias a un considerable
conocimiento de cuestiones de filosofía. Desde siempre los aspectos epistemológicos han sido objeto de su preocupación y han guiado su trabajo. Para él la física
puede dar una buena respuesta ‘técnica’, pero si ésta viola principios epistemológicos más generales, como los de causalidad y realismo, no puede ser considerada
una respuesta válida.
Por este motivo, entre otros, Luis ha sido y es einsteiniano de corazón. Por ello
le ha resultado tan natural compenetrarse con este gran personaje de la física y
de la humanidad, como lo muestran sus bellos libros de divulgación y numerosos
artículos. Einstein ha sido para él un guía silencioso, del que ha tomado prestada
su brújula para no perderse en los laberintos cuánticos. Por la misma formación
epistemológica, Luis fue capaz de recoger en un volumen, coeditado con Peter
Hodgson, la obra The Philosophy Behind Physics que Tomás Brody dejara inconclusa
a raíz de su trágica muerte.
En esta tarea, como en otras, Luis ha mostrado ser un magnífico colaborador
que sabe respetar y valorar las ideas y contribuciones de sus colegas, enriquecerse con ellas y enriquecerlas a la vez, generosamente, sin dejar de dar su opinión
crítica en el momento oportuno. Esto hace de cualquier colaboración con él un
verdadero placer. Sólo así, créame el lector, es posible producir al alimón una
obra como el Quantum Dice (con más trabajo de parte de él que de su coautora)
y más de 85 artículos científicos. Luis mismo se sorprendió, hace poco, de que
dos mujeres hayan logrado escribir juntas una novela, y que además disfrutaran
haciéndolo y les saliera bien. Para mí no es sorpresa. Es más: esta que lee usted
ahora, probablemente sea la primera pieza mía que saldrá publicada sin que Luis
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le haya echado siquiera un vistazo; por lo que corro el riesgo de que las críticas
vengan cuando ya sea demasiado tarde.
La obra de Luis es a la vez producto de un investigador talentoso y de un maestro
y formador por excelencia. Imposible es separar en su quehacer las dos actividades:
crear y compartir el conocimiento; hacer ciencia y enseñar a hacerla, a pensarla. Incontables generaciones de estudiantes se han beneficiado de sus cursos y asesorías;
el presente volumen contiene sinceros testimonios de algunos de ellos, que hablan
por sí mismos. Por cuenta propia me sumo a estas voces, no sin insertar una breve
anécdota que viene al caso. Hice la tesis doctoral asesorada por Luis, al principio de
nuestra vida matrimonial; empezamos a trabajar juntos, al tiempo que aprendimos
a convivir, a compartir todo en la vida. Su profunda alma de pedagogo, sin embargo, no le permitía dejar de ser el Maestro – hasta que un buen día no me quedó más
remedio que rebelarme. El efecto fue inmediato, y desde aquel día somos también
colegas, para mi gran placer y fortuna. Creo que para los estudiantes que vinieron
después, Luis ya no ha sido el Maestro sino el profesor-colega-amigo.
Fruto de esta labor ininterrumpida como profesor es su Introducción a la Mecánica Cuántica, donde además de exponer y explicar la teoría de manera clara y coherente, incursiona en sus aspectos históricos, experimentales y epistemológicos,
dando así lugar a uno de los poquísimos textos con que el lector se puede iniciar
en el estudio riguroso de la mecánica cuántica sin perderse en el intento. Recientemente, junto con Mirna Villavicencio (foto de la página siguiente), complementó
este texto con un magno volumen en que se resuelven con detalle más de medio
millar de problemas de mecánica cuántica y cuyas ventas han rebasado ya, para
su asombro, las del propio libro de texto
Luis ha sido siempre un gran chambeador, sin faltarle nunca la motivación o
el pretexto para ello, sea éste la precariedad financiera, el compromiso políticosocial, el afán por hacer ciencia, el preparar bien a sus alumnos, el armar equipos
bien diseñados para algún museo (fotos de las páginas 250 y 251), el actualizar su
voluminoso libro de texto, … o el sentir que el tiempo se le escurre entre los dedos. Los límites a su independencia y libertad de acción se los impone él mismo
a través de su fuerte moral y disciplina de trabajo. Este mismo espíritu libertario
éticamente enmarcado es el que ha aplicado consistentemente, en todo su actuar;
por ejemplo, claramente, en la educación de nuestra hija Carolina, quien sí está
dando vía libre a su bien heredada veta de artista. También por ejemplo al no solo
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Con Mirna Villavicencio, 2003
permitirme, sino motivarme a que asuma tareas demandantes que me separan
de la investigación –aun a sabiendas de perder con ello a la colega de tiempo
completo–. Aunado a su sentido de libertad y de justicia, también muy arraigado,
profesa un rechazo a la autoridad, máxime frente a actos de ésta que considera
arbitrarios. Baste verlo responder a los pobres guardias a la entrada de Ciudad
Universitaria en días libres (mas no libres para él), cuando lo detienen e insisten
en que sin credencial no puede entrar (a trabajar).
Por esta falta de tiempo que lo persigue y agobia, se le han quedado a Luis
varios libros en el tintero. El primero de ellos lo debía haber escrito desde sus
épocas de ingeniero: se trata del libro de los inventos no patentados. Contendría
una colección muy diversa de invenciones, desde serios aparatos electrónicos o
dispositivos mecánicos hasta ingeniosos juegos de palabras o métodos para reparar ropa sin necesidad de costuras. El segundo es un libro que me arrepiento de
no haberle ayudado a escribir desde que lo conozco: es el de las frases célebres
que me ha pedido tantas veces que anote sin yo haberle hecho caso. El tercero
será aquel en que explique la física cuántica al público interesado en entender lo
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Inauguración del Museo de la Luz, 1996
Página anterior arriba: Con Salvador Cuevas, en la construcción del Museo de la Luz, 1995
Página anterior abajo: Ojo adaptable, en el Museo de la Luz, 1996
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Con Imanol Ordorika en el Congreso Universitario, 1989
que hay detrás de ella sin necesidad de recurrir a la magia. Este sí, espero que
pronto encuentre el tiempo para hacerlo realidad.
Aun así, con el tiempo encima, no deja de participar activamente en momentos
importantes para la vida universitaria, como los trabajos del Colegio de Profesores
para la democratización de la Facultad de Ciencias en los años setenta, el Congreso
Universitario de 1989-1990 (foto superior), o el de 2000-2001 (foto de la página siguiente
arriba) y su larga secuela, la Comisión Especial del Congreso Universitario (CECU),
que aún lo mantiene ocupado. Apoyó con decisión la creación de la Universidad
(ahora Autónoma) de la Ciudad de México, y ha sido miembro de su Consejo de
Gobierno desde entonces. Su capacidad para dialogar con otras disciplinas le ha
valido participar en múltiples actividades interdisciplinarias y comisiones dictaminadoras de diferentes áreas (foto de la página siguiente abajo y de la página 254).
Suele decir Luis que el tema de los premios y reconocimientos es asunto delicado, porque éstos pueden producir tanta satisfacción en quien los recibe como
frustración en los que son dejados de lado –que son la mayoría–. Aun así parti252
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Con Carlos Villarreal en un Seminario de Diagnóstico, 2001
Con J. A. Robles, S. Hacyan, L. Benítez y A. Menchaca en la Casa Universitaria del Libro, 2005
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Reunión del CEIICH, Taxco, 1996
cipa con frecuencia en jurados para premios importantes. Si en algo no ha empleado su tiempo ha sido en buscar reconocimientos para él, como bien saben
los que lo conocen. En estas circunstancias, los que a él le han tocado, como el
Premio Universidad Nacional (1989) o el Premio Nacional de Ciencias y Artes
( 2002, foto de la página siguiente arriba) adquieren más valor –pero sobre todo, creo
yo, porque brindan la ocasión para que los amigos le expresen el gran cariño y
respeto que le tienen.
Más allá de su hobby predilecto, que ha sido encerrarse en su taller del sótano
para fabricar desde sencillas piezas mecánicas hasta aparatos completos (varios
de los cuales han terminado en Universum o el Museo de la Luz), los paseos y
Página 256 arriba: En la plaza de San Marcos, Venecia, 1984.
Página 256 abajo: En Plitvice, Croacia, 2004
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Entrega del Premio Nacional por el Presidente Fox, 2002
viajes son de las pocas cosas que lo sacan del trabajo y nos permiten disfrutarlo
en familia (fotos de las páginas 256, 257 y 258). Por su interés en el arte, la arquitectura, la gente, la comida, … la vida en general, es un placer pasear con Luis, siempre
y cuando no se deje uno guiar por su sentido de orientación, que normalmente
(pero no siempre) está invertido.
Cada minuto con Luis es uno que vale la pena vivir. Desde que el trabajo nos
ha separado, hace 1,817,280 minutos (a la fecha de presentación de esta obra),
sus escasas visitas a Viena se han convertido en oportunidades únicas para compartir su preciado tiempo y compensar en pequeña parte estos valiosos minutos
perdidos.
Página 257 arriba: Con su hija Carolina, 1995
Página 257 abajo: Frente a la Universidad Humboldt en Berlín, 2004
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En Graz, Austria, 2004
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