Perdido y encontrado

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Perdido y encontrado
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Perdido y encontrado
[caption id="attachment_7756" align="alignnone" width="576"]
Violencia en Honduras. Foto: Diario La Prensa Honduras[/caption]
Ayer se me perdió mi hijo.
El va a cumplir apenas dos años y tiene un nombre hermoso, que quiere decir mensaje o palabra. Nacido
en el contexto del Golpe de Estado en Honduras significó para muchas/os de nosotros una señal de vida y
esperanza en medio del dolor y la muerte.
En el momento en que me di cuenta que se había perdido, me agarró un ataque de pánico, no pude
reaccionar como debía, no pude preguntarle a nadie donde estaba, no pude hacer casi nada. Alguien en mi
cabeza o fuera de mí me miraba dar saltos de aquí para allá pronunciando su nombre, sentía que la
respiración me abandonaba y algo apretaba mi garganta, mientras era un solo cuerpo lloroso y débil. La
indefensión total.
Afortunadamente, existen por esas maravillas de la vida, las hermanas mayores y fue quien lo encontró ya
próximo a cruzar una calle, tranquilo, como si nada estuviera sucediendo y yo no fuera a morirme de la
angustia.
En esos breves momentos, cuando la locura amenazaba con apoderarse de mi mente, como supongo le ha
pasado a muchas madres, tuve muchas miradas, entre las que me veía en las postas policiales
interponiendo la denuncia por la desaparición de mi hijo, lo veía también a él, solo y llorando cuando se
diera cuenta que nosotros: ni su padre, ni su hermana, ni su madre, lo acompañaban. También me
pregunté en esos momentos si lo vería con vida otra vez. Y eso fue lo que francamente me aterró. La
posibilidad de un mundo sin él.
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Mi mirada regresó entonces a otras madres, a las amigas que soportan día con día la pérdida de sus hijos e
hijas y de forma reciente a las víctimas del ataque que según diversas organizaciones de derechos
humanos[1] en Honduras fue asesorado por la Dirección Estadounidense Antidrogas (DEA) en Río
Patuca, en la Mosquitia Hondureña, quienes bajo la bandera de la lucha contra el narcotráfico se
encuentran presentes en la región y donde Estados Unidos inauguró de forma reciente una base militar en
el año 2010.
Cuatro personas perdieron la vida en el ataque, entre ellas dos mujeres embarazadas Juana Jackson y
Candelaria Pratt Nelson, un joven adolescente de 14 años, Hasked Brooks y Emerson Martínez de 21
años. En la Mosquitia hondureña Ellos viajaban en medio de la noche, en una pequeña embarcación que
los transportaba hacia otro poblado, ya que en la Mosquitia Hondureña las vías de transporte son vía
acuáticas.
Según el informe titulado "Daño colateral de una guerra antidrogas" del Centro para la Investigación
Económica y Política (CEPR) y Rights Action, "La embarcación transportaba pasajeros con razones
legítimas para viajar" en la zona [2]. De acuerdo al periódico Proceso Digital, la embajadora
estadounidense en Honduras expresó que “se trata de una tragedia, pero en este caso, según lo que yo
entiendo, estaban actuando en autodefensa (la DEA) y ese es su deber, porque la lucha contra la droga es
importante” [3].
Bajo la luz de estas declaraciones, una se pregunta ¿era necesario asesinar a mujeres embarazadas,
jóvenes y un niño bajo la justificación de la guerra contra las drogas?. ¿Eran una amenaza? Y salta a la
vista que no, que no pudieron comprobar que llevaban droga, ni armas, así como no pudieron hasta la
fecha justificar esta supuesta “auto-defensa”, tal como lo cita el informe.
La madre del chico de 14 años, Clara Wood, relataba, entre sollozos en una conferencia de prensa del
COFADEH[4], como empezaron a dispararles y cómo para sobrevivir se tiraron al agua, mientras el
cuerpo de Hasked era alcanzado por cuatro disparos en el rostro y las piernas. Eso lo supo ella hasta dos
días de búsqueda, cuando pudieron encontrar y reconocer el cuerpo. Ella desgarrada, lloraba por ese hijo
perdido, asesinado cuando empezaba a vivir. El llanto de las otras madres acompañaba a Clara. Un llanto
sin remedio ni consuelo posible.
Es increíble la cantidad de recuerdos que pueden contener un breve espacio de tiempo, por eso aquello de
que la “vida pasa ante nuestros ojos”, y eso fue lo que me pasó en ese breve lapso de tiempo que perdí a
mi hijo. Tanta angustia, tanta conexión con otras, tanto pensar que mi caso podría ser el de ellas. Tanta
necesidad de que no pasara nada grave, que pudiera encontrar a mi hijo sano y salvo para que el mundo,
mi mundo, pudiera seguir girando.
En medio del llanto y de la falta de aire, ya con el niño en brazos, más aliviada pero aún aterrorizada por
ese breve atisbo de desgracia, una mujer, salida de la nada, se me acercó con una botella de agua y me
dijo:
-Tenga, tómesela tranquila, eso nos pasa a veces- Y le agradecí infinitamente, aunque creo que no pude
articular ninguna palabra. Sólo recuerdo su cara morena, su pelo en coleta y un toque de azul en los ojos.
Pensé con alivio, en la solidaridad y la fuerza que hemos recobrado como pueblo después del Golpe de
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Estado y no sólo lo digo como un mero discurso panfletario. A veces cuando menos lo esperas, esta
solidaridad te estalla en la cara como aire fresco, como lluvia de flores. Con un pequeño gesto que nos
recuerda que a pesar de cargar en nuestras espaldas con el estigma de la violencia, del sub-desarrollo, la
pobreza y ahora con más fuerza, la crudeza de la militarización, todavía no han logrado ahogar nuestra
capacidad de sentir con la otra, de abrazarle, de estar con ella.
Así como estamos con Clara Woods y con las familias de las víctimas de La Mosquitia. Deseamos que
nuestra solidaridad les alcance en un abrazo cálido en forma de una caricia, de un vaso de agua, de un
recuerdo compartido, de un hombro donde llorar, pero también llegue en forma de justicia para las
víctimas, en el cese de los ataques a la población civil, en la retirada de la región del ejército y las bases
militares estadounidenses. Porque el dolor de Clara y de las otras madres, también es el nuestro.
Y así también recordamos que nuestro grito indignado, sale a encontrarnos cada día en estas honduras,
aunque a veces parezca perdido, aunque a veces parezca que se cae el mundo por no poder hallarlo. Y
eso es, por pequeño que parezca, lo que nos mantiene de pie.
Jessica Isla, hondureña, es periodista, autora y miembro de Feministas en Resistencia. Ella es
columnista del Programa de las Américas
[1] Comité de Familiares y Desaparecidos de Honduras (COFADEH), Centro de Derechos de Mujeres,
entre otros.
[2] Diario La Prensa: DEA tuvo "papel central" en operación antidrogas en Honduras. Martes 14 de
agosto de 2012
[3] Proceso Digital: Incidente con la DEA en La Mosquitia tiene que investigarse a fondo, afirma
Presidente Lobo. 1 de junio de 2012
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[4] Comité de Familiares y Desaparecidos de Honduras.
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