espiritualidad conyugal
Transcripción
espiritualidad conyugal
ESPIRITUALIDAD CONYUGAL El Encuentro de verano 2010 fue, según opinión de muchos de los que estáis aquí, especialmente ungido. Fuimos tocados por el Señor y recibimos un nuevo impulso en nuestra vocación al amor. Llamados al amor y renovadas nuestras fuerzas en este camino de santidad que es el matrimonio. Hablábamos en aquel encuentro del sueño de Dios. El sueño de Dios es la comunión. Sed uno como el Padre y yo somos uno. Yo no hablo por mí mismo sino que digo lo que me manda mi Padre. La Trinidad es Dios-familia. El hombre no fue creado para la soledad sino para la comunión. “No es bueno que el hombre esté solo” “Voy a darle una ayuda adecuada” “Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne” Por fin, Dios declara a que están llamados el hombre y la mujer. Declara su proyecto para ellos: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” Hombre y mujer en el sacramento del matrimonio se harán una promesa eterna. “Prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza hasta que la muerte nos separe” Esta promesa es el comienzo de un camino de comunión en medio del mundo. Podemos llamarle también camino de santidad. Nos detendremos un momento en la palabra sacramento para admirar lo específico de este sacramento del matrimonio. Sacramento: signo visible, sensible, de Dios invisible No es la materia pan, ni vino, ni agua, ni aceite, es un cuerpo Los ministros: los esposos El sacramento se realiza a través de la palabra dada, del consentimiento Y ahora una pregunta ¿Qué le pide la Iglesia a los esposos? Que se amen, nada más y nada menos. Sencillo y complicado. Porque “Nada hay más complicado que el corazón humano”. (Eclesiástico) Porque la promesa hecha el día de la boda implica a toda la persona, en cuerpo y alma, y a toda la vida. Porque tenemos que aprender a amar y este aprendizaje dura toda la vida Porque la familia es un organismo vivo que cambia que exige una tarea por nuestra parte de ir equilibrando los desequilibrios que van apareciendo continuamente. Es una tarea que no nos permite dormirnos en los laureles o echarnos a la bartola. Vemos a nuestro alrededor parejas que sin fe consiguen mantenerse fieles, consiguen mantenerse en pie, sin romperse. Consiguen mostrar al mundo un amor posible. Vemos otras parejas que viviendo en la Iglesia, teniendo fe y no sólo una fe de tradición o sociológica, no consiguen mantener su matrimonio. Al analizar el primer tipo de parejas observamos que hay una gran calidad humana, que lleva implícita muchos valores cristianos y que han trabajado, han luchado por mantener vivo el amor y por un ideal de familia. Al analizar el segundo tipo de parejas vemos que falla el primer aspecto o el segundo, o los dos. Una conclusión importante podemos sacar ya de partida: La fe es un elemento muy importante si existe en los dos esposos pero no suficiente por si sola para lograr el éxito en el matrimonio. No sirve cualquier tipo de fe. No sirve la fe separada de la vida. Volvamos al proyecto de Dios que en el Génesis declara: Dejar Unirse Ser una sola carne. Este proyecto de Dios lo podemos expresar en un lenguaje más cercano a quien no lee la Biblia: Compromiso Intimidad Pasión Llamaremos espiritualidad conyugal al modo en que dejamos que Dios actúe en estos tres elementos de la relación conyugal. Sin darnos cuenta muchas veces caemos en la idea de un Dios que está arriba y nosotros abajo, un Dios que está cuando rezamos, cuando asistimos a actos religiosos. Por un lado está la fe, por otro lado está la vida, las decisiones, las actitudes y comportamientos. Dios está en nuestra casa, en nuestra vida, en los acontecimientos diarios y actúa a través de nosotros, nuestras actitudes y disposiciones. Es muy importante hacernos más sensibles a lo sagrado en lo cotidiano. “Pues en Él vivimos, nos movemos y existimos…” (Hch 17, 27-28) Dios está en nosotros como el espíritu está en el cuerpo y no como un rey está dentro de su reino. Así es más preciso pensar en Dios no como quien creó el mundo sino como quien lo sigue creando. Él sigue creando cosas nuevas en nuestra casa, en nuestra relación. El crecimiento personal y el crecimiento espiritual son uno. Una parábola para afianzar esta idea “Existió un hombre cuyo amor a la verdad era tan grande que se dedicó a viajar por todo el mundo para hablar a los maestros y sacerdotes y aprender de ellos todo lo que pudiera. Luego volvió a casa y diligentemente reunió a la gente en los mercados y las plazas para hablarles de las verdades de la fe. Un día su mujer le contó lo injustamente que se portaba con ella, y para su sorpresa se dio cuenta que su marido no tenía ningún interés en ese tipo de verdad. Y un proverbio oriental: “Ata tu arado a una estrella y después ara laboriosamente la tierra” Ata tu arado a una estrella, es decir, descubre donde está la verdad, la luz, la esperanza. Descubre este proyecto de Dios y adhiérete a Él. “Dejar, unirse, ser una sola carne” “Compromiso, intimidad, pasión” … Descubre la verdad del amor. Y, una vez descubierta, ponte a trabajar y hazlo con entusiasmo, con perseverancia. La fe no nos exime del esfuerzo y la tarea que requiere un matrimonio feliz. De la misma forma que nuestro Dios encarnado está continuamente visitándonos y haciendo sagrado lo cotidiano, también el mal está presente y actúa. Llamaremos mal a los valores que van contra el amor y la vida y dificultan llevar adelante este proyecto de Dios: El mal actúa a través del engaño y el velo de las medias verdades. El engaño de la autorrealización. Los silencios y dificultades para hablar de todo con el cónyuge. La incomunicación, todo lo que nos mantiene aislados. La necesidad de un espacio para mí y el miedo a perder la propia identidad. Lo dejé porque no respetaba mi espacio. El enaltecimiento de ser fiel a los propios sentimientos “Fiel a sus sentimientos, abandona a su mujer” Se proclama la separación como acto de valentía y autenticidad. El lenguaje de los derechos. La percepción del amor solo como algo afectivo, solo como sentimiento y un sentimiento gratificante. “Se nos acabó el amor”. El mal actúa a través de una cultura que nos enfrenta con situaciones nuevas, que no existían hace 50 años y que podemos llegar a querer resolver de un modo equivocado. En el último Encuentro de Pastoral Familiar que se dedicó a los COF, escuchamos durante todo un fin de semana las nuevas pobrezas a las que se enfrentan hoy las familias y que requieren de la luz del Espíritu Santo así como de un gran don de misericordia para acogerlas y poder ser instrumentos útiles para trabajar en esta sociedad por una cultura de la vida y la familia. Las adicciones Las infidelidades El aborto pedido por los padres de hijas adolescentes o jóvenes La superprotección y permisividad de los padres ante las demandas desordenadas de los hijos. Deterioro de la autoridad. El maltrato de los hijos La pérdida de intimidad de los padres al ser invadidos por los hijos, sus amigos, su estilo de vida. La vuelta a casa de los padres de hijos separados. Los invasores en casa: tv, internet, móviles… >>> Y dormido en su regazo lo he sabido: FE, VIDA Y AMOR ENTRELAZADOS CONSTITUYEN UN TEJIDO FUERTE QUE RESISTE LAS TORMENTAS DE LA VIDA Y TIENE FUTURO. DINÁMICA DE UNA TRENZA DE TRES CABOS: VIDA, AMOR Y FE La fe debe ser tejida y entrelazada con las otras dos cuerdas. Un matrimonio se colocan a cierta distancia, cada uno tiene tres cabos (su vida, su amor, su fe) y los va tejiendo formando una estructura. Al iniciar su vida matrimonial van a unirse sus vidas, su amor y su fe (realizan la acción de entretejer los tres cabos en cada uno de ellos ahora hay dos hilos). Se realiza así un NOSOTROS. Ya no podemos decir: “Es tu fe”, “Es mi vida”, “Es mi… “Es tu…”. Ahora estaban realizando la tarea de construir un nosotros. Esto es, de una manera visible, la espiritualidad conyugal. Hacemos hincapié en esta unidad porque es esencial en la realización de esta trenza. Y, por lo tanto, en el desarrollo de la espiritualidad conyugal. AMOR (ejercicio) Amor altruista: “disposición mental que no siente solamente por el ego, el propio yo, sino también, por el alter, por el otro. Es un camino equivocado entender el amor conyugal como altruismo. Amor a los enemigos: “Antes se decía…. Pero yo os digo” Jesús como el nuevo legislador que da plenitud a la ley. Amor conyugal: Javier-Montse. El mandato no es cualquier amor, sino el amor mutuo: "amaos los unos a los otros". Porque el máximo amor no es el amor que no pide correspondencia, sino el amor de comunión. Sólo este amor que se vive en la amistad con Cristo es la revelación plena de la Comunión que es la misma vida divina (trinitaria). TRATADO SOBRE EL AMOR de Ricardo de San Víctor La caridad esponsal ayuda a los esposos a vivir plenamente según el Espíritu de Dios. AMOR de COMUNIÓN. Dios es amor. El amor es Dios. El amor es invencible, obsesivo, exclusivo e insaciable. 1. El amor es invencible. Y esto es lo que cualquier hombre que se enamora experimenta. Hay un amor que te ha vencido, te ha capturado, ya no puedes pensar que no lo has sentido. Descubrir en el inicio una primera presencia de Dios. En medio de esa debilidad inicial, que hay un punto de apoyo fuerte DIOS LLAMA A LOS ESPOSOS A AMAR. Una vocación única, Dios los une a los dos, es una sola llamada que se dirige a dos personas y las une en un mismo amor. Los esposos ahora no deben mirar sólo aquello que sienten, sino aquello que Dios hace en la otra persona. Empezaremos, como hace S. Pablo por un NO. Donde no está el amor. Para fundarse en ese amor invencible, no podemos vivir de apariencias. Hay cosas que aparecen como amor pero no lo contienen verdaderamente. Hay cosas que bajo apariencia de amor van a esconder orgullo, vanidad, comparaciones … que impiden realmente edificar aquello que el amor busca, aquello que Dios quiere de aquellos que aman. La primera tarea no es “dejarse llevar”, como dice una canción, sino volver al Origen. Lo primero para aprender a amar es entender de donde nace su amor. Volver a ese origen de amor como algo permanente, es descubrir ese gran don recibido que tiene su origen en Dios, tiene un sello divino. 2. El amor es obsesivo. Amar verdaderamente supone dar vueltas y vueltas de cuál es el amor de nuestra vida. No basta decirse una vez que se quieren. Cada día hay que expresarlo. Decirse que éste es el amor de nuestra vida y que esto no admite comparación. En nuestro corazón hay muchos afectos y no sólo la caridad; y el objetivo es que la caridad sea la obsesión de nuestra vida. El amor en nuestra vida entra en pugna con estos afectos y no los elimina sino que los ordena. Esto es propio de la obsesión. No es quitar los otros afectos sino descubrir uno principal y todos los demás ordenados al mismo. Esto es esencial en la tarea de los esposos. “O está ordenado con el amor de Dios o esa obsesión se convierte en destructiva”. La absolutización de amores lleva a muchas personas a una profunda confusión y a dañar su vida. Hace falta la purificación de los afectos en dos vertientes: 1- Tomar distancia de los afectos inmediatos. No dejarse llevar por ellos sino entender que la riqueza la tenemos dentro. La vulnerabilidad inicial ayuda a tomar distancia de otro tipo de amores. Es una sabiduría interna que jerarquiza los afectos dirigiéndolos hacia un fin, ésta es la primera purificación. 2- El amor es transformación. La presencia del otro en cada uno pasa a ser principio de una profunda transformación, en la cual vivimos para el otro. Los afectos dejan de ser centrípetos: ¿Qué siento? ¿Qué me ha pasado? Y damos el paso a ¿Qué puedo hacer por el otro? Aprender esta forma de respuesta ayuda a conformar una intimidad común. Hay afectos comunes que se convierten en comunicación afectiva. Cuando caminamos en esa intimidad… que pocas palabras hacen falta para entenderse perfectamente. El final es ver en el otro la imagen de Dios. 3. El amor es exclusivo. Declara “No hay amor como éste”. Que sea la caridad la que va a refrendar la exclusividad del amor conyugal. En “Deus caritas est”, nos dice Benedicto XVI que la revelación de un Dios monoteísta lleva a un matrimonio monogámico. Dios que pide que se le ame como a nadie más, “Amarás al Señor con todo el alma, con todas las fuerzas…” que hay que apartar cualquier amor que lo empañe, refuerza el amor humano y revela una exclusividad sin matices. Los esposos representan a la Iglesia ante el don que Cristo les hace. Es único el don que da a los esposos. La entrega de Cristo constituye a la Iglesia. Cada matrimonio es creación de un amor nuevo en que Cristo se manifiesta. Ese amor exclusivo que se prometen es manifestación de un amor más grande. Es así donde se produce la purificación total sin mancha ni arruga. Un camino nuevo, la plenitud está por venir, está recibida y hay que manifestarla. 4. El amor es insaciable. Siempre nos promete más. No sólo nunca se acaba, lo más grande del amor está por venir. Esto no lo puede prometer ningún esposo al otro y es Dios quien lo promete. Si buscarais en el otro un amor insaciable os defraudaría. Dios os promete un amor insaciable que os hace amaros. La purificación del corazón aparece en realidades nuevas, impensables en un amor inmaduro. La manifestación de un amor que supera el dolor en la misericordia. La gran tentación cuando no se descubre esta fuente es la autocompasión y la pérdida del amor primero, es decir, contentarse con unos niveles bajos, porque entonces se ha perdido la dinámica de la promesa del amor de Dios en el matrimonio. En la dinámica humana de una convivencia surgen los reproches y las comparaciones. Pensar que uno se entrega mucho más que lo que recibe. Yo doy y el otro no me da… La misericordia puede superar las heridas, las infidelidades, las pérdidas. Todo lo que golpea al amor en su raíz. Son motivos que llegan a lo íntimo pero Dios responde con un amor más grande.