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Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede México Maestría en Población y Desarrollo “Precariedad en el empleo de las jefas de hogar en México, segundo trimestre del 2011” Fiódor Rodríguez Mancebo Directora: Mtra: Flérida Guzmán. Seminario de Tesis: Población, mercados de trabajo y desigualdad Tesis para optar por el grado de Maestro en Población y Desarrollo Novena Promoción, 2010-2012. México, D.F. Septiembre 2012. Para cursar este posgrado se contó con una beca otorgada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). Resumen: La presente investigación determina los niveles de precariedad en el empleo de las jefas de hogar asalariadas en México y los pesos relativos de sus predictores, en el segundo trimestre del año 2011. La precariedad se investiga para las jefas asalariadas y se conceptualiza a partir de cinco dimensiones: a) insuficiencia de ingresos, b) desregulación de la jornada laboral, c) desprotección social, d) desprotección laboral, e) inseguridad laboral. Para dar cuenta de sus diversos niveles, se construye un índice sintético, a partir del cual se crean grupos homogéneos intrínsecamente y extrínsecamente heterogéneos. Su diferencial incidencia se analiza en tres órdenes de factores: demanda (variables del mercado de trabajo), oferta (variables del perfil sociodemográfico) y contextuales (variables socioespaciales). Se supone que la precariedad laboral incide diferenciadamente en las jefas asalariadas y que estas diferencias dependen, en primer lugar, de las características de su inserción laboral; así como del contexto socioespacial y de sus diversos perfiles sociodemográficos. Entre sus predictores, se confirma, primeramente, la mayor importancia de los factores de demanda; en segundo lugar, una variable individual: la escolaridad; en tercer lugar, se constata la importancia del contexto socioespacial; con menor importancia se constatan variables sociodemográficas como edad y número de hijos. Palabras clave: jefatura femenina-precariedad laboral-heterogeneidad estructuralMéxico. Abstract: This research determines the levels of precarious employment of the female household heads employed in Mexico and the relative weights of his predictors in the second quarter of 2011. The precarious employment is investigated for salaried female household heads and is conceptualized from five dimensions: a) low income, b) deregulation of working hours, c) lack of social protection, d) lack of labor, e) job insecurity. To account for the various levels, we construct a synthetic index, from which are created intrinsically and extrinsically homogeneous groups heterogeneous. Their differential impact is analyzed in three levels of factors: demand (labor market variables), supply (demographic profile variables) and contextual (socio-spatial variables). It is assumed that precarious employment affects differentially to salaried female household heads and that these differences depend, first, on the characteristics of their employment, as well as the context and its various socio-demographic profiles. Among its predictors, is confirmed, first, the increased importance of demand factors, secondly, a single variable: the school, thirdly, we see the importance of socio-spatial context, with minor sociodemographic. With less importance we have: the age and the number of children. Keys Words: female heads households- precarious employment-structural heterogeneityMéxico. ii A mis mujeres: Mami, que todos mis pasos positivos llevan su nombre. Abuela, que nos desbordó de cariños y sabiduría. Lilo (mi hermana), por el cariño, la alegría, la vida. La princesa Lia: la gran heredera. A Lore Loren Lorena… por todo y lo que le falta. iii Agradecimientos: La presente investigación ha sido posible gracias al apoyo de muchas personas, a las que agradezco con todo lo que soy. A Carlita y toda mi familia, por todo lo que me han apoyado. A mi hermana, guía y ejemplo en México: Mariana, por estar siempre, por su inteligencia y cariño. A mis compañeros de clases y en especial a los del seminario de tesis (Anita, Rocío, Marilú, Beatriz). Agradecimientos especiales a mis profesores en FLACSO y comité de tesis. En primer lugar a Marina Ariza, por su cariño maternal y ejemplo y sobre todo porque en gran medida, esta tesis es más suya que mía. A Virgilio Partida, por su sabiduría, aplomo y humildad. A Patricia Muñiz, por su cariño gratis, su buen humor y acertadas críticas. A Flérida Gúzman, pos su insistencia y lo mucho que tuvo que soportarme. A Alejandro Alegría, por leerme con paciencia y su apoyo. A Nelson Flores, por el apoyo incondicional. Al equipo completo de Servicios Escolares, incluyendo a Dorothy, por la paciencia. A Mabel Nevez por su apoyo total. A Juan Trejo de INEGI, por la ayuda prestada. A todos los compañeros de la Biblioteca Latinoamericana, por realizar su trabajo con gracia. A los compañeros de cómputo y fotocopiadora. En fin: a la FLACSO México. Y por último al pueblo de México, por la bienvenida. iv Tabla de contenido Introducción: .................................................................................................................................. 1 Capítulo 1: Diversas miradas sobre la jefatura femenina, la precariedad laboral y la heterogeneidad estructural. .......................................................................................................... 10 1.1 Jefatura femenina y precariedad laboral. ........................................................................... 11 1.1.1 Hogares jefaturados por mujeres: crecimiento, factores explicativos y bienestar. ..... 11 1.1.2 Participación económica y precariedad de las jefas de hogar. .................................... 16 1.2 Diversas miradas sobre el concepto precariedad laboral. .................................................. 24 1.2.1 La precariedad laboral en el contexto europeo. .......................................................... 28 1.2.2 Precariedad laboral: aportes teóricos desde México. .................................................. 35 1.3 La heterogeneidad estructural como condicionante de la precariedad laboral. .................. 42 1.4 Marco analítico de la presente investigación. .................................................................... 49 1.5 A modo de conclusiones. ................................................................................................... 52 Capítulo 2 Jefas de hogar: condiciones en el empleo y niveles de precariedad laboral. .............. 56 2.1 Perfil sociodemográfico y socioespacial de las jefas de hogar asalariadas. ....................... 57 2.1.1 Características individuales de las jefas asalariadas. .................................................. 61 2.1.2 Características de los hogares de las jefas asalariadas. ............................................... 64 2.1.3 Características socioespaciales de las jefas asalariadas. ............................................. 66 2.2 La heterogeneidad de la inserción laboral de las jefas asalariadas en México. ................. 68 2.3 Condiciones en el empleo de las jefas asalariadas en México en el segundo trimestre del 2011. ........................................................................................................................................ 71 2.3.1 Condiciones salariales de las jefas asalariadas............................................................ 72 2.3.2 La incidencia de la desregulación laboral en la extensión de la jornada laboral de las jefas asalariadas. .................................................................................................................. 74 2.3.3 Acceso a la seguridad social de las jefas asalariadas. ................................................. 75 2.3.4 Acceso a la protección social de las Jefas asalariadas. ............................................... 76 2.3.5 La incidencia de la flexibilización laboral en el empleo de las jefas asalariadas. ....... 76 2.4 Diversos niveles de precariedad laboral............................................................................. 77 2.5 Principales características de las jefas de hogar de acuerdo al nivel de precariedad laboral. ................................................................................................................................................. 82 v 2.6 Conclusiones parciales. ...................................................................................................... 86 Capítulo 3: La heterogeneidad como determinante de la precariedad. ........................................ 88 3.1 Pesos relativos de los determinantes de la precariedad laboral de las jefas de hogar. ....... 93 3.2 La heterogeneidad de la estructura productiva como determinante de la precariedad en el empleo de las jefas asalariadas................................................................................................. 96 3.2.1 Las contribuciones de los sectores primario y secundario a la precariedad laboral de las jefas de hogar. ................................................................................................................. 98 3.2.2 El sector terciario como determinante de la precariedad laboral de las jefas asalariadas. ......................................................................................................................... 100 3.3 Escolaridad y edad como como determinantes de la precariedad en el empleo de las jefas asalariadas. ............................................................................................................................. 102 3.4 La heterogeneidad del contexto socioespacial y las características de los hogares como determinantes de la precariedad laboral. ................................................................................ 105 3.5 Conclusiones parciales: .................................................................................................... 108 Conclusiones finales. .................................................................................................................. 110 Bibliografía. ................................................................................................................................ 114 Anexo Metodológico .................................................................................................................. 120 Anexo 1: Metodología y técnicas estadísticas de la investigación. ....................................... 120 Pertinencia de un estudio cuantitativo de carácter transversal a través de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. ......................................................................................... 120 Descripción y pertinencia de las variables utilizadas. ............................................................ 126 Construcción y pertinencia de las técnicas estadísticas empleadas. ..................................... 130 Anexo 2: Resultados de la reducción factorial por AMP........................................................ 132 Anexo 3: Análisis de correlación entre el índice aditivo de precariedad y el índice de precariedad por ACP. ............................................................................................................. 133 Anexo 4: Resultados del modelo de regresión lineal múltiple: ............................................. 133 vi Índices de cuadros, gráficas y mapas. Cuadro, gráficas o mapas. Gráfica 1.1: Porcentajes de hogares con jefatura femenina, 1976-2000. Cuadro 1.1: Ejes analíticos sobre la jefatura femenina. Cuadro1.2: Condiciones de posibilidad de la sociedad salarial. Cuadro1.3: Dimensiones de la precariedad laboral según Mora Salas Cuadro 1.4: Estratos productivos característicos de la heterogeneidad estructural Cuadro 1.5: Características del sistema productivo como resultado de la apertura comercial Cuadro 1.6: Dimensiones e indicadores de la precariedad en el presente estudio Cuadro 1.7: Distribución porcentual de las jefas de hogar por posición en la ocupación Cuadro 2.1: Distribución porcentual de la población femenina mayor a 14 años por presencia de jefatura y condición de actividad Cuadro 2.2: Distribución porcentual de la población femenina asalariada por presencia de jefatura y posición en la ocupación Cuadro 2.3: Distribución porcentual de las jefas de hogar por posición en la ocupación y características de los hogares Cuadro 2.4: Distribución porcentual de la población femenina asalariada por presencia de jefatura y posición en la ocupación y características socioespaciales Cuadro 2.5: Distribución porcentual de la población femenina asalariada por presencia de jefatura y posición en la ocupación y características laborales Cuadro 2.6: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por nivel de ingresos en salarios mínimos Cuadro 2.7: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por cantidad de horas trabajadas Cuadro 2.8: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por condición de acceso a las instituciones de salud Cuadro 2.9: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por presencia de prestaciones laborales Cuadro 2.10: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por tipo de contrato laboral Cuadro 2.11: Valores deficitarios por indicador de la precariedad laboral Cuadro 2.12: Matriz de componentes de la reducción factorial de los indicadores de la precariedad laboral Cuadro 2.13: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por niveles de precariedad Mapa 1: Distribución porcentual de las jefas asalariadas Precarizadas Mapa 2: Distribución porcentual de las jefas asalariadas No Precarizadas Cuadro 3.1: Rasgos de la estructura del empleo en México Cuadro 3.2: Pesos relativos de los predictores de la precariedad laboral de las jefas asalariadas Cuadro 3.3: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por sector de actividad Cuadro 3.4: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por sector y rama de actividad Cuadro 3.5: Distribución porcentual de las jefas asalariadas en el sector terciario Cuadro 3.6: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por niveles de precariedad y ramas en el sector terciario Cuadro 3.7: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por niveles de escolaridad y precariedad y laboral Cuadro 3.8: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por niveles de precariedad y tipo de residencia Cuadro 3.9: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por niveles de precariedad y número de hijos Cuadro A.1: Variables que caracterizan los contextos laborales, socioespaciales y sociodemográficos. Cuadro A.2: Distribución de las entidades federativas de acuerdo al índice de bienestar socioeconómico Cuadro A.3: Dimensiones, variables e indicadores de la precariedad en el presente estudio Página 12 17 35 39 44 47 50 50 58 61 65 67 69 72 74 75 76 77 78 79 81 84 85 88 95 97 98 100 101 104 106 107 127 128 129 vii Introducción: Las mujeres que lideran sus hogares constituyen un subgrupo de la población femenina con características y responsabilidades propias. Entre las características se ha documentado la avanzada estructura etaria, mujeres sin pareja, baja escolaridad, menor tamaño promedio de sus hogares, mayor número de perceptores de ingresos, inferior relación de dependencia. Entre sus responsabilidades destacan: proveedoras de ingresos, administradoras de recursos, tomadoras de las decisiones fundamentales del hogar (Muñiz y Hernández, 1996). Ser, entre otras responsabilidades, el sostén económico de sus familias, las coloca en la necesidad de presionar, como ningún otro subgrupo de la población femenina, a los mercados de trabajo; pues en ausencia de una pareja que contribuya al presupuesto del hogar e independiente de los aportes de otros integrantes, esta es una responsabilidad principalmente de ellas; lo que las condiciona, muchas veces, a aceptar empleos precarios. Este grupo poblacional, en los últimos cuarenta años, en mayor o menor medida se ha convertido en objeto de investigaciones sociales. Ya sea, por el fenómeno de su crecimiento, que da muestra de la erosión de la hegemonía del modelo tradicional de familia (Ariza y Oliveira, 1996), o por los problemas teóricos y metodológicos que genera su medición empírica (Buvinic, 1994); por la asociación, legítimamente cuestionable, entre jefatura femenina y pobreza; también por desentrañar su esencia (Muñiz y Hernández, 1996); o para identificar las tendencias de la actividad económica de sus integrantes (García y Pacheco, 2001). En todos estos ejes la importancia del empleo de las jefas ha sido esencial. Uno de estos ejes, la relación entre jefatura femenina y pobreza, ha nucleado gran número de investigaciones. Pues, se ha considerado que estos hogares son más pobres o más vulnerables a la pobreza que sus homólogos masculinos. La investigación empírica en México, apoyada por el concurso de estudios cualitativos, ha demostrado que gracias al inferior tamaño promedio, la mayor participación económica de sus miembros, la 1 menor relación de dependencia y al concurso de las ayudas de familiares y amigos no residentes, lo hogares mexicanos jefaturados por mujeres no son más proclives a la pobreza que sus homólogos masculinos (Acosta Díaz, 2000; Chant, 1997; Cortés y Rubalcava, 1995; Gonzales de la Rocha, 1999; López y Salles, 2000; Muñiz y Hernández, 2000; Parker y Gómez de León, 2000; Rubalcaba y Cortez, 1995). Este resultado, más que conclusivo, hay que tomarlo como un nuevo punto de partida. Pues, como sugiere Rubalcava, mayor número de trabajadores significa un uso más intensivo de los esfuerzos económicos de sus integrantes, que suelen ser mayoritariamente, otras mujeres y niños (Rubalcava, 2004); situación asociada con la desafiliación escolar, que a su vez constituye uno de los mecanismos reproductores de la pobreza. A pesar que la literatura sobre jefatura femenina reconoce la importancia del trabajo asalariado de las jefas de hogar e identifica a los persistentes bajos salarios como unas de las principales causas de la mayor o menor pobreza de los mismos, se aprecia una insuficiencia en el conocimiento de la calidad de la inserción laboral de las jefas. Situación esencial para comprender los niveles de pobreza o bienestar de los hogares jefaturados por mujeres y para concertar políticas públicas integrales, que incluyan entre sus objetivos, mejorar el bienestar de los hogares jefaturados por mujeres a partir del mejoramiento de la calidad de la inserción laboral de ellas. Unas políticas públicas orientadas en ese sentido, contrarrestarían unos de los principales problemas que afecta a los trabajadores: la precariedad laboral. Esta, que ha sido propiciada por la desregulación por parte del Estado de las relaciones laborales y la concomitante flexibilización del empleo, se expresa en el deterioro de las condiciones laborales de gran parte de la población trabajadora. Salarios y jornadas laborales insuficientes, extrajornada, desprotección laboral y social e inseguridad social evidencian la remercantilización del empleo y la disminución de sus capacidades para constituirse en fuente de integración social y de ciudadanía (Castel, 2011). 2 El concepto precariedad, en la medida que aprehende “la erosión del empleo como mecanismo generador de ciudadanía social” (Beck, 2007: 24; Castel, 2011: 2; Mora Salas, 2011: 3), ha devenido herramienta teórica fundamental en investigaciones sobre las condiciones en el empleo tanto para la totalidad de la población asalariada (Salas y Oliveira, 2009), como para sus sectores más vulnerables, entre ellos, los jóvenes (Oliveira, 2006). En el actual contexto de deterioro de las condiciones laborales, como se señaló, es insuficiente el conocimiento sobre la precariedad en el empleo de jefas de hogar. Aunque comparten el mismo destino de precariedad que todos sus compatriotas trabajadores, no todas la experimentan en idénticas condiciones e intensidades. Pues debido al carácter relacional y multidimensional de la precariedad, en un país como México, caracterizado por la heterogeneidad de la estructura productiva, unido a la diversidad de factores explicativos de la jefatura femenina, la incidencia de la precariedad sobre la calidad en el empleo de las jefas de hogar debe ser totalmente diferenciada. Por ello, la presente investigación parte de la importancia del trabajo, no solo como dispositivo para la obtención de recursos, sino también como garante de protecciones, seguridades y derechos de las jefas de hogar, para estudiar la diferencial incidencia de la precariedad en las condicionales en el empleo de las jefas de hogar. Es la precariedad y la pobreza, la que justifica estas páginas y el reto consiste en dilucidar su diferencial incidencia y las características de las jefas más o menos precarizadas y sus predictores. Tener presente la precariedad en el empleo de las jefas de hogar, es esencial para determinar los grados de bienestar o pobreza de sus hogares y en función de ello, realizar políticas públicas pertinentes orientadas a corregir el deterioro de sus empleos. Pues, en la medida que el empleo como garante de seguridades, protecciones y derechos aun no encuentra sustituto en México – como en otras geografías y naciones— es 3 insuficiente cualquier ayuda que no intente revertir la precariedad, pues no se dirigen a corregir el principal problema de mujeres y hombres mexicanos1. a. Delimitación de la investigación: En la presente investigación confluyen dos ejes temáticos: la precariedad, entendida como una característica permanente, ya estructural, de los mercados laborales en México y las mujeres jefas de hogar, entendidas como una población con características y problemas específicos. Así, el contexto de remercantilización del empleo, agravado por la heterogeneidad de la estructura productiva, constituyen a las jefas de hogar, por sus responsabilidades y características en una población especialmente vulnerable. Tal circunstancia legitima las siguientes interrogantes y objetivos: b. Preguntas generales de investigación: Primera: En el actual contexto de remercantilización del empleo y teniendo presente el carácter relacional y multidimensional de la precariedad, ¿Qué niveles de precariedad laboral presentan las jefas asalariadas? ¿Qué características sociodemográficas caracterizan y diferencian a las más y menos precarizadas? Segunda: Teniendo presente la diversidad sus factores explicativos, en un contexto económico signado por la heterogeneidad estructural ¿Cómo inciden y qué peso relativo detentan los factores predictivos (laborales, socioespaciales, del hogar e individuales) de la precariedad de sus empleos? 1 Por ejemplo, un estudio sobre jefatura femenina en Cuba (Catasús Cervera y Franco Suárez, 2009) muestra que la tasa de jefatura femenina “pasó de 9.6% en 1953, a 13.3% en 1970, a 19.7% en 1981, y para 1995 se situaba en 27.2% […] el Censo de Población y Viviendas (CPV) realizado en el año 2002 reveló un nivel del 32%”. Traigo a colación el caso cubano, porque el período 1995-2002 fueron de los peores años de la crisis económica cubana. Si en esos años la jefatura femenina mantiene su incremento, es porque la caída estrepitosa de los salarios reales no afectó a la inserción social de las jefas de hogar, pues las prestaciones y la seguridad se mantuvieron, por ejemplo, los accesos al círculo infantil (kindergarden), libreta de abastecimientos, educación universal y gratuita, servicios de salud y más. Como acuñan García y Oliveria (1994), la jefatura se mantiene, siempre y cuando las jefas puedan garantizar la manutención de sus hogares. Garantizar un nivel de vida digno, aunque los salarios no fueran los más elevados era la función de las prestaciones no salariales y las protecciones sociales, típicas del trabajo asalariado. 4 c. Preguntas específicas de investigación: 1. ¿Qué rasgos caracterizan, singularizan y diferencian al perfil sociodemográfico y socioespacial de las jefas de hogar asalariadas respecto al de las jefas trabajadoras por cuenta propia y las no-jefas asalariadas? 2. ¿Qué rasgos caracterizan, singularizan y diferencian a la inserción laboral (sector de actividad, tamaño de la empresa y tipo de unidad económica, ámbito de actividad) de las jefas de hogar asalariadas respecto al de las jefas trabajadoras por cuenta propia y las no-jefas asalariadas? 3. ¿Cuáles son las condiciones en el empleo (nivel salarial, duración de la jornada laboral, presencia de prestaciones, tipo de contrato y seguridad social) de las jefas de hogar asalariadas en México en la etapa mencionada? 4. ¿Qué niveles de precariedad presentan las jefas asalariadas? 5. ¿Cuáles atributos detentan las jefas en condiciones más y menos precarizadas? d. Objetivos generales de la investigación: 1. Determinar los diferentes niveles de precariedad laboral de las jefas asalariadas en México en el segundo trimestre del 2011. 2. Describir comparativamente los perfiles sociodemográficos de las jefas asalariadas precarizadas respecto a las no precarizadas. 3. Determinar los pesos relativos de los diversos factores explicativos (del contexto laboral, socioespacial, del hogar e individual) de la precariedad en el empleo de las jefas de hogar. e. Objetivos específicos de la investigación: 1. Describir el perfil sociodemográfico y laboral de las jefas de hogar asalariadas en México en el segundo trimestre del 2011; para destacar sus particularidades se compararan con las no-jefas asalariadas y las jefas trabajadoras por cuenta propia. 5 2. Determinar los diferentes niveles de precariedad en el empleo de las jefas de hogar asalariadas mediante la construcción de un índice sintético de precariedad. 3. Describir las características sociodemográficas y laborales de las jefas precarizadas y no precarizadas, mediante un análisis de conglomerados que permita agruparlas en categorías intrínsecamente homogéneas y extrínsecamente heterogéneas. 4. Analizar la importancia relativa de los diversos factores explicativos (laborales, socioespaciales, individuales y familiares) de la precariedad del empleo de las jefas asalariadas, mediante un análisis de regresión lineal múltiple. f. Hipótesis: 1. La precariedad laboral, entendida como deterioro de las condiciones laborales, por su carácter multicausal y multidimensional, en un contexto económico caracterizado por la heterogeneidad estructural, presenta diferentes niveles en los empleos de las jefas de hogar asalariadas. Estas diferencias, que se definen principalmente por las características de su inserción laboral y de sus contextos socioespacial, familiar e individual, producen grupos de trabajadoras con variadas características sociodemográficas. 2. Debido a que la apertura comercial en los marcos de la flexibilización y la heterogeneidad estructural han generado una estructura productiva en la que los sectores industriales asociados a las cadenas globales de producción, los sectores públicos y las empresas de gran tamaño presentan las mejores condiciones laborales, se espera que las jefas asalariadas insertadas en ellos presenten menores índice de precariedad. 3. Así, como la restructuración y recolocación productiva ha beneficiado a las entidades federativas de la frontera norte, se espera que la precariedad laboral sea menor en las mismas. 4. Como tales sectores y ramas productivas se caracterizan por altas barreras de entrada, entre las que destacan exigir altas calificaciones, se espera que las jefas 6 menos precarizadas, entre otras cualidades, se caractericen por la alta escolaridad. 5. Como la teoría sobre la precariedad laboral, la define como una condición requerida por los empresarios para aumentar la competitividad de las empresas, se espera que entre los determinantes de la precariedad de las jefas asalariadas los factores de demanda detenten el mayor peso explicativo. Para lograr tales objetivos, la investigación se desarrolla en tres capítulos: 1) “Diversas miradas sobre la jefatura femenina y los conceptos precariedad laboral y heterogeneidad estructural”, 2) “Condiciones en el empleo de las jefas de hogar: especificidades y diferencias en sus niveles de precariedad laboral”, 3) “La heterogeneidad como determinante de la precariedad”, y presenta “Conclusiones finales”. El primer capítulo, “Diversas miradas sobre la jefatura femenina, la precariedad laboral y la heterogeneidad estructural”, tiene por objetivo presentar el marco teórico de la investigación. Por ello, señala las principales características de la jefatura femenina y se justifica la necesidad de estudiar la precariedad de sus empleos: También presenta los principales conceptos sobre la precarización y define la esencia del concepto a partir de su especificidad: la pérdida de la capacidad del empleo para constituirse en fuente de derechos, integración social y ciudadanía. En tal sentido, como el concepto precariedad relaciona los efectos de la flexibilización laboral con los procesos de desregulación estatal de las relaciones laborales, se explica y justifica la reducción del concepto a los asalariados. También se presentan las principales miradas sobre el concepto heterogeneidad estructural y se justifica la importancia de su estudio, para la comprensión de la precariedad laboral de las jefas de hogar. Por último, describe el marco analítico de la investigación. El segundo capítulo, “Jefas de hogar: condiciones en el empleo y niveles de precariedad laboral”, se responde la primera pregunta de investigación, por ello tiene por objetivo determinar los niveles de precariedad en el empleo de las jefas asalariadas y describir las características sociodemográficas y laborales de las jefas asalariadas más y 7 menos precarizadas. Pero antes de cumplir tal objetivo, se caracteriza al universo de investigación; por ello se describen los perfiles sociodemográficos, socioespaciales y laborales de las mismas; el perfil sociodemográficos de las jefas se describe en comparación con las jefas trabajadoras por cuenta propia y cuando la información lo permite, con el de las no-jefas asalariadas. En tercer capítulo, “La heterogeneidad como determinante de la precariedad”, responde la segunda pregunta general de investigación, tiene por objetivo identificar los pesos relativos de sus determinantes (laborales, socioespaciales, familiares e individuales); los que son explicados de acuerdo a la heterogeneidad estructural y la diversidad de las condiciones laborales y socioespaciales que caracteriza a la inserción laboral de las jefas, así como la incidencia de las características sociodemográficas. Al finalizar, en las “Conclusiones finales”, se señalan los principales hallazgos de la investigación con relación a las hipótesis. Se confrontan con los hallazgos precedentes, mientras se explica como concuerdan o discrepan de los mismos. Y por último se enfatizan los aportes de la investigación. Alcances y limitaciones del estudio: La presente investigación constituye un primer acercamiento sistematizado a la precariedad laboral de las jefas de hogar en México. Es de gran importancia porque revela la incidencia de la precariedad en este subgrupo poblacional considerado vulnerable. Identifica, las características sociodemográficas, socioespaciales y laborales de las jefas de hogar asalariadas. Por lo que puede constituir un material de consulta para políticas públicas orientadas a mejorar el bienestar de los hogares jefaturados por mujeres, a partir del mejoramiento de sus condiciones laborales. Desde un punto de vista teórico, contribuye al mayor conocimiento tanto de la jefatura femenina, como la diferencial incidencia de precariedad laboral en los mercados laborales mexicanos. La misma, que por su magnitud e intensidad, cada vez más, genera nuevas indagaciones. 8 Analiza un subgrupo poco estudiado entre las jefas de hogar: las asalariadas, que constituye, en cuanto a la posición en la ocupación es más numeroso y heterogéneo. Utiliza una fuente de datos, de cobertura nacional y de una eficacia reconocida, para el estudio de los mercados laborales mexicanos. Por los controles estadísticos realizados, la investigación no solo muestra valores deficitarios de manera aislada en los indicadores de la precariedad, sino que se comprobó estadísticamente la consistencia de los análisis. Entre las principales limitaciones se tiene que no realizó una relación entre los niveles de precariedad de las jefas asalariadas y el bienestar de sus hogares. En tal caso, se hubiera podido comprobar empíricamente la asociación entre precariedad laboral y pobreza de los hogares. Queda pendiente, la necesidad de un trabajo teórico y estadísticos más refinado, que pudiera encontrar relaciones más estrechas entre precariedad laboral y características de los hogares jefaturados por mujeres. Los resultados de este estudio no son del todo comparables con las indagaciones realizadas en torno a la mayor o menor pobreza de los hogares jefaturados por mujeres, en tanto tales estudios utilizan fundamentalmente la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares. 9 Capítulo 1: Diversas miradas sobre la jefatura femenina, la precariedad laboral y la heterogeneidad estructural. “Proveer el empleo sin considerar su calidad y contenido no produce hacia el progreso”. Gerry Rodgers. En la presente investigación confluyen tres temáticas: la jefatura femenina, la precariedad laboral y la heterogeneidad de la estructura productiva. Cada una de ellas constituye objetos específicos. La jefatura femenina es una de las expresiones de los nuevos arreglos residenciales, la precariedad laboral refiere al proceso de remercantilización del empleo y la heterogeneidad estructural caracteriza las disfunciones y diferenciales de productividades e ingresos inter e intrasectoriales, típica de las sociedades periféricas. Aparentemente constituyen objetos desvinculados entre sí. La heterogeneidad estructural, el más antiguo de tales objetos, al preceder a los primeros muestra que su análisis no precisa de ellos. La precariedad laboral, afecta a nuestros mercados laborales pero también a los europeos y norteamericanos que se caracterizan por la homogeneidad de la estructura productiva. La jefatura femenina, como tipo de arreglo residencial, si bien se ha analizado con relación a la participación laboral de jefas e integrantes, no se han realizado análisis que la vinculen con sendos objetos. Pero, como se verá, hay razones suficientes fundamentadas en características de los mercados laborales, pero también en las diversas naturalezas de los diferentes factores explicativos de la jefatura femenina, para analizar la diferencial incidencia de la precariedad laboral sobre la calidad de sus empleos y como está condicionada por la heterogeneidad de la estructura productiva mexicana. Por ello, el presente capítulo, que constituye el marco teórico de la investigación, enfoca a cada una de estos tres ejes temáticos. Con el objetivo de presentar los argumentos necesarios que expliquen la necesidad de estudiar la precariedad en el empleo de las jefas de hogar, las principales miradas sobre el concepto precariedad laboral y la necesidad de tener presente la heterogeneidad de la estructura productiva mexicana. 10 Por ello, se organiza en cinco epígrafes. En el primero, “Jefatura femenina y precariedad”, a partir de las diferentes naturalezas de los factores explicativos de la jefatura femenina en México, se justifica la necesidad de analizar la precariedad en el empleos de las jefas de hogar. En el segundo epígrafe, “Diversas miradas sobre el concepto precariedad laboral”, se presentan las principales concepciones europeas y mexicanas sobre tal concepto, así como su especificidad, dimensiones y su importancia para el estudio de la jefatura femenina; en el tercer epígrafe, “La heterogeneidad estructural como condicionante de la precariedad laboral”, se presentan las principales miradas sobre tal concepto y se explica su importancia en el estudio de la precariedad laboral de las jefas de hogar. En el cuarto, “Marco analítico de la investigación” describe las líneas directrices del estudio. Y en el quinto “A modo de conclusiones”, se presentan conclusiones de tal teorización. 1.1 Jefatura femenina y precariedad laboral. 1.1.1 Hogares jefaturados por mujeres: crecimiento, factores explicativos y bienestar. Durante los últimos cuarenta años, las complejas articulaciones entre procesos de modernización, crisis económicas y mutaciones demográficas (incremento de la esperanza de vida, cambios en las intensidades y dirección de las tendencias migratorias, retraso de la edad de la primera unión, incremento de separaciones y divorcios) han provocando profundas mudanzas en los modos de organización de las unidades residenciales. La familia tradicional (hogares nucleares conyugales con hijos, en los que el jefe varón es el sostén económico), que en proporciones continúa siendo mayoritaria, cada vez más está acompañada por hogares monoparentales, extensos y compuestos en los que otros integrantes también contribuyen al presupuesto familiar e incluso devienen perceptores principales (cónyuges, otras mujeres, hijos, personas mayores). Los hogares jefaturados por mujeres (sea por jefatura declarada y/o económica) y aquellos caracterizados por la jefatura compartida (Muñiz y Hernández, 1996) solo constituyen expresiones particulares de esa “transformación de la intimidad” que acaece, tensiona y otorga nuevos rostros a los hogares mexicanos (García y Oliveira, 2004). 11 Gráfica 1.1: Porcentajes de hogares con jefatura femenina, 1976-2000. Fuente: Programa Nacional de Población (CONAPO), 2001-2000, citado por Inmujeres (2003: 24). La Gráfica 1 muestra, a lo largo de este período, el incremento de los hogares comandados por mujeres; desde el 13.5% en 1976 hasta alcanzar el 20.6% en el año 2000. Tendencia afectada por relativas recaídas que coinciden con años de crisis económicas (1982-1987, 1992). Según otra fuente de datos, INEGI, el señalado incremento en el año 2002 se mantiene en el 20% y la ENOE 2011 registra el 25.2%2. Más importante que tal incremento es la multiplicidad de factores demográficos, económicos y culturales que lo explican; entre ellos cabe destacar: Factores demográficos: El proceso de envejecimiento poblacional que unido a la sobremortalidad masculina incrementa el número de viudas, que devienen líderes de sus hogares. El retraso del calendario de la primara unión, que incrementa el número de solteras y de madres en soltería. El incremento de separaciones, divorcios y abandonos acentuados por las migraciones. Factores económicos: 2 Cálculos propios, a partir de los microdatos de la la Encuesta Nacional Ocupación y Empelo (ENOE, segundo trimestre del 2011). 12 El incremento de la participación económica femenina, que propicia la constitución de las mujeres en perceptoras de ingreso —y no solo como mano de obra secundaria; lo que les permite, muchas veces, constituirse en jefas económicas de sus hogares y en caso de divorcio, la posibilidad de sostenerse a ellas y sus dependientes (hijos, adultos mayores). El deterioro de los mercados laborales: la persistente disminución de los ingresos ha condicionado la vulnerabilidad de los hogares, que como estrategia de sobrevivencia han optado por la expansión de la actividad económica de las mujeres adultas, generalmente esposas (Tuirán, 1993; García y Pacheco, 2001). En muchas ocasiones, el deterioro de los salarios, al impedir que los esposos jefes cumplan sus roles de proveedores principales, con la quiebres de identidad y responsabilidades que ello implica, tiene como resultado la constitución de las esposas en jefas económicas y/o de hogar. El proceso de terciarización de la economía, que gracias a la apertura comercial ha posibilitado una restructuración productiva en la que el mayor crecimiento del empleo se ha dado en el sector de los servicios: en estas ramas, la fuerza laboral femenina es muy importante (oficinistas, secretarias, educación, salud, maquiladoras), constituyéndose en otro elemento que posibilita la independencia de las mujeres y devenir sostén económico de sus hogares. Factores Culturales: El aumento de la escolaridad ha estimulado la participación económica femenina y posibilitado una inserción laboral “en condiciones relativamente favorables” (Rubalcava, 2002: 29). Todo ello, condicionado por un clima cultural moderno en el que determinadas mujeres, principalmente de clases medias, gracias a la independencia económica que procura sus empleos, priorizan su realización personal. Entre estos factores, algunos se pueden llamar virtuosos, aquellos que refieren a causas positivas como: aumento de la escolaridad, incremento de la actividad económica y la 13 independencia femenina; a otros los llamaremos críticos, porque condicionan la mayor vulnerabilidad de los hogares: aquellos que refieren al deterioro de las condiciones laborales. Esta tensión, entre factores virtuosos y críticos, se debe a que durante gran parte de este período, específicamente desde la crisis económica de 1982-83 y su consecuente reducción de los ingresos, los hogares comandados por mujeres han crecido en un clima caracterizado por la adversidad del entorno económico. Tras la crisis, los salarios reales disminuyeron tanto, que los economistas, para comprender cómo con tan bajos salarios se realiza la reproducción cotidiana y generacional de los trabajadores, tuvieron que estudiar a los hogares como sujetos, en la medida que no solo reaccionan, sino que despliegan diversas transformaciones y prácticas para enfrentarla. Las estrategias de sobrevivencia (nombre con el que son agrupadas estas transformaciones y prácticas) han sido diversas (Tuirán, 1993). Entre ellas y en función de nuestros objetivos cabe destacar aquellas que alteran la composición de las unidades residenciales —tendencia de los hogares a extenderse, para tener mayor número de perceptores de ingresos; enviar hijos a otros hogares, para reducir el número de integrantes; planificación familiar, que retarda la concepción del primer hijo, reduce la fecundidad e impide el crecimiento del hogar, etc.; y las dirigidas a aumentar los ingresos de los hogares –aumento de la participación económica de otros miembros, hijas (os), adultos mayores y principalmente de esposas, sobre todo, en los hogares que se encuentran en la etapa de expansión del ciclo familiar (Tuirán, 1993; García y Pacheco, 2001). Debido a características propias, pero también a rasgos de los mercados laborales, el impacto de la crisis económica hace más vulnerable a los hogares jefaturados por mujeres. Entre las características propias destacan: la avanzada edad y/o baja escolaridad, que les dificulta la inserción laboral y el hecho de ser, por lo general, mujeres sin conyugues, que cargan sobre sus hombros la manutención económica de sus hogares. Si bien se ha documentado la importancia de los ingresos provenientes de 14 ayudas de parientes no residentes y amigos para el bienestar de tales hogares, su principal fuente de ingresos proviene de la inserción laboral de las jefas (Rubalcava, 2004: 128). En tal sentido, es menester recuperar un hallazgo fundamental de Muñiz y Hernández (1996): en el 62.3% de los hogares liderados por mujeres las jefas concentran los atributos de la jefatura (aportar ingresos, tomar decisiones fundamentales y administrar recursos). Es decir, que sin minimizar los aportes de otros integrantes y ayudas externas, por lo general los hogares jefaturados por mujeres se sostienen por la participación económica de las jefas. Entre las características de los mercados laborales es menester destacar que por la discriminación salarial y la desigualdad los ingresos de las jefas, en tanto mujeres, son inferiores. Por lo que la reducción de sus salarios, en un contexto signado por una “abierta discriminación ante su ‘debilidad y desamparo’, y a que adicionalmente, los patrones aprovechan las restricciones que les impone ser la jefa económica de su hogar” (Rubalcava, 2004: 137), afecta en demasía a sus hogares. También hay que tener presente que en México, que al igual que en otros países, la jefatura femenina se caracteriza por la ausencia del cónyuge y una menor presencia de integrantes masculinos, por lo que las necesidades las obligan a hacer un uso más intensivo de la fuerza laboral de sus miembros, que por constituir parte de la fuerza laboral secundaria, la rentabilidad de sus esfuerzos, es decir, los salarios que reciben, son menores (Rubalcava, 2004: 131). En fin, por el peso de los salarios de las jefas en la constitución del ingreso familiar, la reducción de estos coloca a sus hogares en mayor situación de vulnerabilidad social. Estas afirmaciones no desmienten un hallazgo fundamental documentado en México: que gracias al inferior tamaño promedio, la menor relación de dependencia, la mayor participación económica de sus miembros y al concurso de las ayudas de familiares y amigos no residentes, lo hogares mexicanos jefaturados por mujeres no son más proclives a la pobreza que sus homólogos masculinos (Acosta Díaz, 2000; Chant, 1997; 15 Cortés y Rubalcava, 1995; Gonzales de la Rocha, 1999; López y Salles, 2000; Muñiz y Hernández, 2000; Parker y Gómez de León, 2000; Rubalcaba y Cortez, 1995). Hallazgo reforzado por la constatación de que las jefas de hogar por sus responsabilidades y en función del bienestar de sus hogares, administran mejor los recursos que sus ¿homólogos? masculinos (Acosta Díaz y Solís, 1998; Ariza y Oliveira, 1996 y 2001; García y Oliveira 2004 y 2004a; González de la Rocha, 1995, 1999 y 2001). Los argumentos en favor de la mayor vulnerabilidad de los hogares comandados por mujeres, no están encaminados a tomar partido frente su mayor o menor pobreza. Más bien, señalan que tales hallazgos hay que tomarlos con mucha cautela, porque debido a la naturaleza de los datos disponibles, los cálculos estadísticos invisibilizan las desigualdades de género y tensiones que experimentan jefas y demás integrantes en los mercados laborales, por constituir parte de la ‘fuerza de trabajo secundaria’ (Rubalcava, 2004: 131). En tal sentido, hay que recordar que el mayor “número de perceptores de ingresos expresa el mayor esfuerzo económico realizado por los miembros del hogar, que en el caso de la jefas económicas son mayoritariamente mujeres, niños y jóvenes” (Rubalcava, 2004: 127); esfuerzo que muchas veces guarda relación con la desafiliación escolar, que constituye uno de los mecanismos garantes de la reproducción intergeneracional de la pobreza. 1.1.2 Participación económica y precariedad de las jefas de hogar. Entre la vasta literatura sobre jefatura femenina en México, como mínimo se pueden identificar tres ejes analíticos (ver Cuadro 1.1). Estos no están divorciados, todo lo contrario, están totalmente entretejidos y lo que los trenza es la multiplicidad de factores virtuosos y críticos que potencian el incremento y las condiciones del ejercicio de tal jefatura: 16 Cuadro 1.1: Ejes analíticos sobre la jefatura femenina. 1 La preocupación por el bienestar/pobreza de los hogares jefaturados por mujeres (Acosta Díaz, 2000; Buvinic, 1991; Chant, 1997; Cortés y Rubalcava, 1995; Gonzales de la Rocha, 1999; López y Salles, 2000; Muñiz y Hernández, 2000; Parker y Gómez de León, 2000; Rubalcaba y Cortez, 1995). 2 La preocupación por la transformación de la dinámica intrafamiliar y la apropiación de patrones culturales modernos (Acosta Díaz y Solís, 1998; Ariza y Oliveira, 1996 y 2001; García y Oliveira 2004 y 2004a; González de la Rocha, 1995, 199 y 2001). 3 La investigación sobre la participación económica de los miembros de los hogares jefaturados por mujeres (García y Pacheco, 2001; INEGI, 1999 y 2005; Tuirán, 1993). Fuente: Elaboración propia a partir de la revisión del estado del arte. En efecto, los procesos sociales que estos ejes objetivan, mantienen interconexiones y relaciones orgánicas. El tercero de ellos, el incremento de la participación económica de los integrantes de los hogares jefaturados por mujeres, responde a procesos virtuosos, como el incremento de la escolaridad y la correlativa inserción laboral en mejores condiciones laborales de las mujeres, en ramas de servicios (sanitarios, educativos, jurídicos, etc.) favorecidas por el proceso de terciarización de la economía; pero también responde a algunas de las estrategias de sobrevivencia para enfrentar la reducción salarial. Así mismo, las estrategias de sobrevivencia, potencian el incremento de la participación económica y la trasformación de la composición de los arreglos familiares y las dinámicas que estructuran la vida intrafamiliar. Y por su parte, la adversidad del entorno económico, condiciona la pobreza de los hogares y la necesidad de desplegar estrategias para enfrentarlas. Ahora bien, las investigaciones reflejan que hay un elemento nuclear en tales procesos: la importancia del trabajo extradoméstico de las jefas de hogar. En el primero de estos ejes, la preocupación por el bienestar, el impacto de la reducción de los salarios sobre el ingreso familiar, deviene una de las causas de la vulnerabilidad y pobreza de los hogares. En el segundo, la participación económica de las jefas, constituye uno de los mecanismos que condicionan la trasformación de la dinámica intrafamiliar; y 17 evidentemente, no se puede analizar el tercer eje, al margen del trabajo extradoméstico de las jefas3. Y no es fortuito, la sociedad mexicana, como cualquier otra sociedad moderna, se organiza en función de la producción. Desde niñas (os), el proceso de socialización, consiste en la universalización de conocimientos, normas y valores, garantes de la inserción laboral. Es la función que cumplen las instituciones disciplinarias (escuelas, hospitales, fábricas, ejércitos y prisiones): universalizar, desde sus respectivas especificidades, la racionalidad instrumental y producir las subjetividades pertinentes a los intereses del sistema (Foucault, 2003). Estas sociedades centradas en la producción se desarrollan complejizando los procesos de escisión social. Existe una división internacional del trabajo, entre países centrales o sudesarrollantes y países periféricos o subdesarrollados, generadora de dependencia geopolítica (Wallerstein, 2006; Pinto, 1970; Prebisch, 1986); que se relaciona, al interior de las naciones, con otra división social del trabajo, entre sectores, ramas y empresas, productora —como se verá en el epígrafe 1.3— de heterogeneidad estructural (Pinto, 1970; Prebisch, 1986; Capdevielle, 2008). Pero también existe, una división sexual del trabajo, que desde el interior de los hogares asigna diferentes roles a mujeres y hombres, reproductora de la dependencia de la mujer y garante de la dominación masculina. Para la región latinoamericana, desde la modernidad decimonónica en la que la familia nuclear se constituyó como modelo hegemónico, tal división sexual del trabajo se naturalizó y asignó al varón la participación económica en los mercados laborales con la concomitante función de sostén económico del hogar y a su cónyuge la circunscribió a 3 Por estas razones, por lo general, en tales investigaciones, que en su mayoría se realizan usando como fuente de datos la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), indicadores como cantidad de horas dedicadas al trabajo extradoméstico, ingresos en salarios mínimos son esenciales (Acosta Díaz, 2000; Acosta Díaz y Solís, 1998; Ariza y Oliveira, 1996 y 2001; Cortés y Rubalcava, 1995; García y Oliveira 2004 y 2004a; García y Pacheco, 2001; INEGI, 199 y 2005; López y Salles, 2000; Muñiz y Hernández, 2000; Parker y Gómez de León, 2000; Rubalcava 1996, 2002, 2004). Estas investigaciones, en menor medida, también utilizan a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) y la Encuesta sobre Dinámica Familiar en la Ciudad de México y Monterey (Dinaf). En los estudios cualitativos, también se indaga sobre la participación económica de las jefas (Chant, 1997; González de la Rocha, 1995, 1999 y 2001). 18 las labores domésticas y a los cuidados reproductivos4. En la medida que mejoraba la calidad de la inserción laboral del jefe varón, generalmente se incrementaba el bienestar del hogar. Esta división sexual del trabajo estaba asociada a las condiciones económicas, culturales, políticas y demográficas de las sociedades latinoamericanas decimonónicas y de la primera mitad del siglo XX. Las transformaciones sociales de la segunda mitad del XX, con la emergencia de un modelo de desarrollo que constituyó a la creciente demanda interna en estímulo para la industrialización, generó una gran migración rural-urbana en las que las mujeres no solo desempeñaron un rol de esposas acompañantes; sino que también se incorporaron a los mercados laborales. La razón fundamental fue la necesidad de aumentar el ingreso familiar. Pero ello fue posible, debido a la expansión del empleo producto de la industrialización y unas transformaciones demográficas, en las que la disminución de la mortalidad y el aumento de la esperanza de vida, posibilitaron que las mujeres, cuyos hogares comenzaban las etapas de expansión, fusión y remplazo del ciclo familiar, tuvieran menor carga de cuidados de sus hijos y pudieran insertarse en los mercados laborales. Por ello, se ha argumentado que: 4 Enfatizo que para la región latinoamericana, la familia nuclear devino hegemónica a partir de la modernidad decimonónica. Durante la colonia, que en extensos dominios existía la esclavitud y formas de servidumbre, la familia nuclear era reducida y marginal. Las familias acomodadas convivían con una gran cantidad de esclavos y/o servidumbre; clasificadas ahistóricamente con los criterios actuales, eran más bien, hogares compuestos. En los barracones de esclavos se daban muy pocas relaciones duraderas y la familia nuclear entre esclavos se comenzó a introducir en el siglo XVIII. Además, por lo general, entre las poblaciones esclavas, producto de la trata se importaban más hombres negros que mujeres, por lo que la promiscuidad era elevada y las mujeres eran ocupadas en múltiples trabajos, no se reducían a ‘labores domésticas’. En otros grupos, como los indígenas, las relaciones “familiares” también eran diversas. Por ejemplo, los mitayos, práctica que en función de la explotación de las minas sobrevivió al Tahuantinsuyo, constituían migraciones temporales al margen de la ‘familia’; eran unas desterritorializaciones que implican una transformación de los ayllus muy profunda. Y además, entre las mujeres indígenas y afrodescendientes el trabajo agrícola y otras ‘industrias’ era la norma. En fin, el argumento es que en Latinoamérica, el hogar nuclear ha sido una tipología funcional, correlativa y producida en una etapa del desarrollo capitalista: a partir de mediados del siglo XIX. Igual que entonces suplantó o convivió con otros, desde mediados del siglo XX, cede espacio y hegemonía a otros tipos de arreglos residenciales, relacionados orgánicamente a transformaciones estructurales… Las referencias que justifican estos argumentos son múltiples y de diversas disciplinas, referirlas implicaría sumar una bibliografía adicional a la que posibilita esta investigación. 19 “Los cambios en la estructura social con la entrada de las mujeres al mercado de trabajo y el aumento de la jefatura femenina de hogar transforman las representaciones que hombres y mujeres tienen de las funciones y actividades cotidianas, de los espacios y de las identidades. Los hombres, al dejar de ser los únicos que proveen económicamente dentro del núcleo familiar, propician que las mujeres contribuyan al grupo, asuman la jefatura, redefinan su posición y condición social, acepten o rechacen la maternidad, el matrimonio y busquen una mayor autonomía” (Castellanos, Zapata, Martínez, y Alberti, 2005: 222) Así, con el incremento de la inserción laboral de las jefas, y sus aportes al ingreso familiar, las relaciones de poder que configuraban la dinámica intrafamiliar han ido transformándose. Pues, han dislocado el monopolio masculino sobre los derechos a la participación económica, que constituye el soporte material del falocentrismo. El proceso de universalización de la enseñanza, que condicionó el incremento de la escolaridad femenina, otorgó nuevos estímulos a la participación económica femenina —como se señaló con anterioridad— pero más importante aún, les posibilitó voz y voto en la vida familiar, otorgándoles mayores posibilidades de participación en la toma de decisiones fundamentales y en la administración de los recursos. Proceso que reconfiguró aún más, a favor del empoderamiento de las mujeres, la vida intrafamiliar, pues han trastocado al control masculino sobre el saber y la toma de decisiones, que constituye el soporte simbólico del falogocentrismo. En tal sentido es menester recuperar otro hallazgo de Muñiz y Hernández: la jefatura compartida, es decir, aquellos hogares en los que los atributos de la jefatura se comparten entre uno y más integrantes —generalmente dos— es más probable en la medida que es mayor la escolaridad de la mujer (Muñiz y Hernández, 1996: 31). En una palabra, la expansión del empleo, producto de la industrialización, en un contexto signado por una transición demográfica en la que los hogares atraviesan las etapas avanzadas del ciclo familiar, propicia que las mujeres con menores cargas de cuidados y trabajos reproductivos incrementen la escolaridad y participación laboral. Así, escolarizadas y constituidas en perceptoras de ingresos, ponen en jaque a un régimen 20 intrafamiliar basado en el poder cultural y simbólico (logo), enraizado en la dominación (centrismo) masculina (falo)5. En fin, las trayectorias educativas y laborales generan procesos de socialización y subjetivación que potencian las posibilidades de realización (Heidegger), que en la medida que desarrollan capacidades garantes de libertades (Sen) y posibilitan la independencia y empoderamiento de la mujer, devienen dispositivos de emancipación. La investigación sobre participación económica de la mujer y en particular sobre jefatura femenina ha documentado este carácter emancipador de la escolaridad y el trabajo extradoméstico (Buvinic, 1991; Ariza y Oliveira, 1996 y 2001; García y Pacheco, 1994 y 2001). La emancipación es tal, que se ha documentado casos de mujeres reconocidas como líderes de sus hogares, generalmente separadas o viudas, en los que se reporta menor violencia doméstica y mayor posibilidad en las tomas de decisiones (Acosta y Solís, 1998; García y De Oliveira, 2004; Gonzáles de la Rocha, 1999). En tal sentido, es que se habla de factores virtuosos explicativos de la jefatura femenina. Como se mencionó anteriormente que también hay factores críticos, es menester señalar que el trabajo extradoméstico de las jefas de hogar, a pesar de que les permite la manutención de sus hogares, no siempre es percibido como liberación y conquista, sino todo lo contrario, como carga y obligación. Se trata de investigaciones sobre jefatura femenina en sectores populares que documentan casos de mujeres que producto de la irresponsabilidad de sus cónyuges, han tenido que asumir la manutención económica de sus hogares; pare ellas, la jefatura de sus hogares y el trabajo que la hace posible, más que “conquista”, la perciben como imposición (García y De Oliveira, 1994: 154). Se trata de mujeres que se insertan por lo general en empleos informales, muy mal pagados, de bajas barreras de entradas y mucha rotación (García y De Oliveira, 1994). Para reforzar este argumento es menester recuperar un hallazgo substancial, en este caso 5 Falogocentrismo en sentido acuñado por Derridá. Es de carácter crítico y señala que la dominación masculina (falocentrismo) no se basa exclusivamente en sus roles de proveedor económico. Sino también y fundamental en su control sobre los dispositivos productores y difusores del conocimiento, que son los que legitiman las prácticas políticas y culturales. Mucho antes que Simone de Beauvoir, Sor Juanes Inés es de las pioneras voces críticas del falogocentrismo. 21 sobre jefas económicas: un factor explicativo de capital importancia para la participación económica de las esposas, es la ausencia de ingresos por parte del jefe de hogar (García y Pacheco, 2000: 50). La dicotomía entre un carácter emancipatorio del trabajo versus el trabajo como imposición, más que distintos niveles de pobreza, lo que expresa son diferentes condiciones laborales y amplias desigualdades entre las jefas que acceden a empleos de calidad y las que, sometidas por sus necesidades y responsabilidades, no les quedan más remedio que aceptar empleos precarios. Estas diferencias también refieren a perfiles sociodemográficos muy diferenciados. Quizás lo que hay detrás es un claro mecanismo de reproducción intergeneracional de la pobreza y la desigualdad. Como se ha argumentado, la participación económica de las jefas de hogar, aparece como un factor explicativo de capital importancia. Ya sea, como un factor virtuoso garante de independencia y emancipación, o como obligación para sacar adelante al hogar. Ahora bien, a pesar de esa trascendental importancia, la literatura sobre jefatura femenina lo que estudia son los efectos del trabajo sobre el hogar, es decir, qué factores explican la mayor o menor participación económica de jefas y demás integrantes o qué estrategias despliegan los hogares para enfrentar los efectos adversos de la disminución de los ingresos salariales; pero las condiciones en las que se realiza la inserción laboral de las jefas no se ha constituido en objeto específico de investigación. En los últimos años, también se ha documentado el proceso de precariedad laboral que afecta a la totalidad de la población mexicana y a casos particulares como jóvenes, sector terciario y sector agrícola (Oliveira 2006; Mora y Oliveira, 2009; Mora, 2010; Rojas y Salas, 2008 y 2011; Ariza y Oliveira, 2011; Pacheco, 2011). Por lo que se intuye que las condiciones laborales de las jefas de hogar, como el resto de la población y además por ser mujeres deben ser muy precarias. Ahora bien, por características del concepto precariedad —como se analizará en el siguiente epígrafe— hay suficientes razones para suponer que las jefas de hogar presentan diferentes niveles de precariedad laboral. Pero, de acuerdo a lo argumentado, 22 es plausible suponer que los factores virtuosos de la jefatura femenina, aumento de la escolaridad y la consecuente participación económica en sectores y ramas que les garantiza independencia y sostener económicamente sus hogares, son consecuencia de la calidad de la inserción laboral de esas jefas que responden a perfiles sociodemográficos privilegiados; y que en contraste, los factores críticos de la jefatura femenina, efectos de la disminución de los ingresos, colocan a muchas jefas de sectores populares en la necesidad de aceptar empleos precarios, no con el fin de la realización personal, sino por la obligación de sostener a sus hogares. Es decir, las diferentes naturalezas de los factores explicativos de la jefatura femenina, muy asociados a sus características y particularidades, permiten al menos teóricamente complejizar la relación entre bienestar y/o pobreza y jefatura femenina. Pues es muy plausible, que producto de las diferentes naturalezas de sus factores explicativos, la mayor o menor pobreza de tales hogares, además de estar condicionada por sus características específicas (avanzada estructura etaria, baja escolaridad, menor tamaño promedio, mayor número de perceptores, menor relación de dependencia y el hecho de constituir mujeres sin parejas), no solo esté relacionada con los diferentes niveles de ingresos y horas trabajadas, sino que también esté muy asociada a la menor o mayor precariedad de sus empleos. Aunque los objetivos de la presente investigación no lleguen a establecer la relación entre precariedad en el empleo de las jefas de hogar y sus niveles de bienestar y pobreza, constituye un acercamiento al conocimiento sobre la calidad o precariedad de los mismos. Cuestión que es fundamental, pues, como se verá a luz del concepto precariedad, las relaciones entre deterioro de los mercados laborales y bienestar y/o pobreza son mucho más complejas y atañen a indicadores más variados que los ingresos y la cantidad de horas trabajadas. La precariedad en sentido amplio, indica una serie de condiciones e indicadores deficitarios, que se expresan en diferentes ordenes (vivienda, educación, alimenticia, sanitaria, social, etc.) De tal suerte, que la pobreza, puede constituir un tipo determinado 23 de precariedad social. Por los límites de la investigación, su estudio se reduce a la precariedad en el empleo de las jefas de hogar… Y no es poco, pues como se verá, hablar de precariedad laboral, implica señalar las condiciones de disociación social (Castel, 2005) o un aspecto medular de la exclusión social (Tezanos, 2002). Queda por señalar que en la presente investigación se entiende por jefas de hogar a un subgrupo específico de la población femenina, de avanzada estructura etaria, que debido a las diversas naturalezas de sus factores explicativos (virtuosos y críticos) constituyen un grupo muy heterogéneo. Heterogeneidad que se expresa en sus perfiles sociodemográficos, socioespaciales y laborales. Las jefas, independientemente de la importancia de la considerable proporción solteras, en su mayoría producto desuniones (separadas, divorciadas, viudas), han tenido que asumir el liderazgo de sus hogares, realizando principalmente las funciones de administración, organización y sostén económico de sus hogares. Esta última función, la realizan en un contexto económico signado por el deterioro de las condiciones del empleo. Así, vulnerabilidad y riesgo se convierten en uno de sus rasgos principales. 1.2 Diversas miradas sobre el concepto precariedad laboral. La más gráfica expresión de las consecuencias del neoliberalismo sobre la sociedad es la constatación de que “… el papel del sistema financiero y la ineficiente gestión por parte de los gobiernos han alimentado la indignación” (Pintos, 2010). En efecto, durante los últimos 30 años, la redirección neoliberal de las prácticas macroeconómicas y políticas, cooptadas por el capital financiero, realizan el apocalipsis de Beck. En 1999, el sociólogo alemán Ulrich Beck, casi en una visión mesiánica, alertaba sobre “la brasileñización de occidente” (Beck, 2007: 9). Para él, el rasgo central e inquietante del panorama laboral de entonces no lo constituían ni los altos índices de paro, ni el entonces llamado milagro del empleo en los EUA, ni la emergencia de una sociedad del saber, sino “el gran parecido que se advierte en la evolución del trabajo en los denominados primero y tercer mundo” (Beck, 2007: 9). Este gran parecido se caracteriza por lo que llamó la brasileñización de occidente: “la irrupción de lo 24 precario, discontinuo, impreciso e informal en ese fortín que es la sociedad del pleno empleo en Occidente” (Beck, 2007: 9). No hay dudas de que la primera década del siglo XXI ha realizado el apocalipsis de Beck; estadísticas laborales, hipotecas y manifestaciones lo confirman. A tal punto, que a inicios de la segunda década, en 2012, mientras indignados ocupan los hegemónicos centros del poder financiero global, trabajadores de todo el planeta, organizados en la Oficina de Actividades para los Trabajadores (ACTRAV), se reúnen bajo el auspicio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con el objetivo de establecer políticas y regulaciones para luchar contra la precariedad laboral (OIT, 2012: 1)6. Pero, ¿qué es esta precariedad laboral que en tantas geografías, de diferentes niveles de desarrollos y variadas nacionalidades, afecta las condiciones de trabajo y vida? ¿Cuál es la especificidad del concepto precariedad laboral? ¿Qué relaciones sociales visibiliza? ¿Qué rasgos caracterizan al trabajo precario? ¿Cuáles son sus causas o qué factores lo explican? ¿Cómo influye la heterogeneidad estructural de la economía mexicana en la precariedad laboral? ¿Cuáles presupuestos teóricos dinamizan a este estudio? Según el Diccionario de la Lengua Española, precariedad denota calidad de precario, término al que se adjudican cuatro acepciones, de las cuales dos nos interesan: 1. De poca estabilidad o duración. 2. Que no posee los medios o recursos suficientes. Estos diversos significados, que para nuestros fines constituyen aproximaciones muy generales, al menos sugieren algunas características que deben compartir los empleos que son adjetivados como precarios: inestables, temporales, provisionales, que no proveen suficientes recursos. 6 No es coincidencia, que el prólogo del documento final del simposio “Del Trabajo precario al trabajo decente”, inicie señalando la coincidencia del simposio y la emergencia y florecimiento de los indignados (OIT, 2012: 1). El Movimiento 15-M (también conocido como movimiento de los indignados, porque la primera Acampada al Sol, en la Puerta del Sol, Madrid, se desarrolló, el 15 de Mayo del 2011) entre sus objetivos declara la lucha contra la precariedad laboral. 25 En los mercados de trabajo, diversas actividades pueden ser adjetivadas con dichas etiquetas. Esta variedad tiene su razón de ser en la llamada crisis del trabajo, que durante los últimos 30 años ha provocado transformaciones y redefiniciones profundas en sus modos de organización; en la formalidad (cambio en las regulaciones laborales), pero también y más, en las dinámicas de la informalidad (multiplicación y/o emergencia de formas variadas de empleo: informales, autoempleo, trabajadores por cuenta propia, trabajos atípicos) (De la Garza, 2011; García, 2011; Reygadas, 2011). En gran medida, el adjetivo precario ha acompañado a todos estas expresiones no clásicas de trabajo. Lo cual solo es legítimo con un concepto muy amplio y nada específico de precariedad. Usualmente, los investigadores que más han abogado por la pureza epistemológica del concepto, han desechado esta ampliada acepción, porque agrupan realidades laborales disímiles, cuyas dinámicas responden a trasformaciones sui generis que no pueden ser aprehendidas con un concepto unitario. Prácticamente el concepto precariedad comienza a adquirir claridad finalizando la década de los noventa. No es fortuito, se debe a su intención de comprender transformaciones que acaecen: vivimos en una época de cambios, los procesos sociales que el concepto aprehende son parte de esas permutaciones y esa circunstancia ha condicionado la insistente confusión que lo abriga. Dos estudios separados por un lapsus de 15 años dan muestra de tal confusión. En 1995, para Ivonne Szasz y Edith Pacheco, el concepto precariedad aparece como una de las formas de la informalidad. Entonces, para las autoras, informalidad “refiere a formas variadas de trabajo urbano precario en las economías subdesarrolladas, de tal suerte que la precariedad estaría determinada por factores diversos, a saber: bajos requerimientos de capacitación y capital, escasa incorporación de tecnología o formas organizativas modernas, pequeña escala de las operaciones, carácter familiar de las unidades de producción, uso intensivo de mano de obra, ausencia de prestaciones y seguridad social para los trabajadores, falta de estabilidad y de regulación de las actividades y bajos ingresos" (Szasz y Pacheco, 2005: 50). Como se observa, no se 26 distingue si tal concepto refiere a actividades informales o a sectores formales. La precariedad, aparece más bien como una cualidad de la informalidad. En estos años, por lo general ambos conceptos se confunden y no es fortuito, es que los efectos de la nueva configuración social, aun no ha mostrado sus esenciales rasgos. Quince años después, en 2010, se puede afirmar, que la claridad del concepto se ha alcanzado, pero a precio de cierta de complejidad teórica (como veremos más adelante) cuyas exigencias hermenéuticas y metodológicas muchas veces son esquivadas a favor de su medición empírica. Por ejemplo, en cierta propuesta de medición integral de la precariedad laboral en México, el autor justifica, en una rápida revisión de antecedentes, su renuncia a definir la precariedad: "en lugar de hablar de una diferenciación radical entre trabajadores precarios y no precarios, autores como […] recomiendan hablar de dimensiones de precariedad, presentes en diversos grados y modalidades, en todas formas de empleo” (Rubio Campos, 2010: 78); e inmediatamente salta a presentar las dimensiones por las que abordará la precariedad: “temporalidad (inseguridad de la relación laboral, falta de contrato o contratación a tiempo definido); vulnerabilidad (degradación de las condiciones de trabajo, tales como empleo en las calles, condiciones insalubres y con riesgos para la seguridad física y de salud, etc.); insuficiencia salarial (niveles salariales por debajo del mínimo necesario para tener alimentación, educación, salud y vivienda); desprotección laboral (reducción de prestaciones laborales y protección social) (Rubio Campos, 2010: 79). Como la dimensión vulnerabilidad no puede ser aprehendida mediante la ENOE (encuesta que se utiliza como fuente) el autor decide extraerla de su marco analítico. Como se observa, aunque la selección de las otras tres dimensiones es adecuada, no están justificadas teóricamente; como si la complejidad heurística inhabilitara la definición. Una vez más, aparece la confusión y falta de claridad en el uso del concepto. 27 Como señalaba, esta confusión tiene su condición de posibilidad en el desafío de comprender con el concepto precariedad laboral transformaciones sociales que acaecen. Sencillamente, porque se aprehende con un concepto en construcción —por tanto en superación— el estatuto del trabajo en unas sociedades que están cambiando precisamente el sostén de sus hegemonías7: el trabajo como fuente de integración social, derechos y ciudanía. Como la centralidad, estatuto y condición del trabajo está permutando, el concepto que aprehende esas dislocaciones y reacomodos, para dar cuenta de ellas, se supera dialécticamente. En la actualidad, al menos existen dos consensos reales sobre el concepto precariedad. Un primer consenso es respecto a sus causas (en todas las geografías se refieren las mismas); y un segundo acuerdo —más pertinente para la región latinoamericana— señala que se trata de un fenómeno antiguo y marginal, pero que en las condiciones del nuevo modelo económico adquiere un carácter novedoso y estructural. 1.2.1 La precariedad laboral en el contexto europeo. Como en el contexto latinoamericano es menester diferenciar la antigua y marginal precariedad de la emergente y estructural, comencemos su definición a partir de sus objetivaciones en el contexto europeo. Una de las pioneras concepciones entorno a la precariedad la ofrece el mencionado heredero de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt: Ulrich Beck8. Para Beck, la precariedad laboral, que presenta como brasileñalización de occidente (Beck, 2007: 9)9, se caracteriza por la “multiplicidad, complejidad e inseguridad en el trabajo” (Beck, 2007: 9). El término brasileñalización no tiene un carácter peyorativo ni axiológico; es un recurso estilístico que enfatiza tres cuestiones. Primera, que no se trata de un fenómeno nuevo, sino de un rasgo muy usual en sociedades periféricas. Segunda: 7 En estas páginas el concepto hegemonía se utiliza en la acepción gramsciana; en caso contario se especificará. 8 La adjetivo como pionera, porque su reflexión sobre la precariedad, influyó en autoridades en el tema, como Robert Castel o Esteban Agulló. 9 En este trabajo se consulta la edición del 2007. La primera publicación en alemán data de 1999. 28 la universalidad de la precariedad, en 1999 ha dejado de ser un fenómeno de las periferias e irrumpe en las muy avanzadas sociedades del pleno empleo europeas. Tercera: el carácter reaccionario, en tanto erosiona los derechos y seguridades laborales. Las causas de la precariedad, Beck las refiere a la utopía neoliberal, que en el contexto de la globalización y bajo los signos de una “economía política de la inseguridad” (Beck, 2007: 9) instaura asimétricas relaciones de poder entre “unos agentes vinculados a un territorio (gobiernos, parlamentos, sindicatos) y unos agentes económicos desvinculados de todo territorio (el capital, las finanzas y el comercio)” (Beck, 2007: 11). En este asimétrico entramado, los estados pierden capacidad y cooptados por el capital financiero global se someten a las exigencias de desregulación y flexibilización de las instituciones financieras y políticas internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Consenso de Washington). “Por doquier se reclama «flexibilidad», o con otras palabras, que los empresarios puedan despedir más fácilmente a sus trabajadores. «Flexibilidad» significa también que el Estado y la economía traspasan los riesgos a los individuos” (Beck, 2007: 12). Así, en la medida que “el capital se coordina globalmente, mientras que el trabajo se individualiza” (Beck, 2007: 84), la reducción de las funciones reguladoras y protectoras de los estados influye negativamente en las condiciones de trabajo y vida de los ciudadanos: “lo que en buenos tiempos se complementaba y reforzaba de manera recíproca (pleno empleo, pensiones más seguras, elevados ingresos fiscales, márgenes de maniobra de la política estatal) se ve ahora en recíproco peligro: el trabajo se torna precario; los cimientos del Estado asistencial se vienen abajo; las biografías personales se tornan frágiles; la pobreza de la vejez se programa anticipadamente, de las vacías arcas municipales no se puede sacar más dinero para financiar el volumen cada vez más hinchado de la asistencia pública” (Beck, 2007: 11). La gran consecuencia de este apocalipsis es que: “cuantas más relaciones laborales se «desregularizan» y «flexibilizan» más rápidamente se transforma la sociedad laboral en 29 una sociedad de riesgo” (Beck, 2007: 12) y más “se alimenta la indignación” —sumaría un indignado. En la conceptualización beckeriana de precariedad, hay una dimensión esencial que los investigadores posteriores no le han otorgado la misma importancia. Entre las causas de la precariedad, Beck destaca al efecto del avance de los medios técnicos sobre la estructura del trabajo. Para él, el aumento de la individuación del trabajador y de la atomización de la relación laboral no se puede deslindar de la esencialidad del saber como herramienta y medio de producción, como materia prima y producto, como criterio de racionalización del trabajo y organización empresarial y como núcleo organizador de una sociedad en redes (Beck, 2007: 61). Es muy importante tener presente esta otra dimensión, porque desde Marx, el vaivén de las tasas de desempleo se percibía interrelacionado al son de los ciclos económicos (el desempleo era el efecto, en los mercados de trabajo, de los momentos de crisis). A la altura de 1999, para Beck, el incremento de las tasas de paro, no debe seguir refiriéndose a disfunciones del sistema en épocas de crisis, sino a “los éxitos de un capitalismo tecnológicamente avanzado” (Beck, 2007: 11). En la medida que el avance de la técnica reduce la necesidad de fuerza de trabajo, “todo trabajo asalariado se ve amenazado por el miedo de la sustituibilidad” (Beck, 2007: 11)10. Por lo que el desarrollo de la técnica, esta vez, caracterizada por el paradigma informacional de la tercera ola de la revolución industrial, se constituye en la primera fuente o causa de la precariedad. Y es por esta razón, que Beck considera que la precariedad laboral “no constituye una ‘magnitud residual premoderna’ sino una variante de desarrollo en rápida expansión en las sociedades laborales posmodernas” (Beck, 2007: 10). Por último, es menester destacar que aunque este heredero de la Escuela de Frankfurt se centra en las transformaciones que acaecen en los modos de regulación del trabajo típico o asalariado, su definición de precariedad está muy referida a la informalidad y al aumento de los empleos temporales. Para él, los “nómadas laborales” (Beck, 2007: 10) 10 En este caso las negritas son mías. 30 configuran un variado universo compuesto por “los vendedores ambulantes, los pequeños comerciantes y los pequeños artesanos” (Beck, 2007: 10), aunados a los desempleados y los trabajadores con empleos temporales. Prácticamente, en su reflexión no encontramos un estudio empírico sobre la calidad en el empleo de los asalariados. Esta carencia no es fortuita, se debe a los propios objetivos del libro y a su alarma por las consecuencias de la trasformación de la centralidad del empleo. Lo que preocupa a Beck, más que una ontología de la ocupación, es el trabajo como mecanismo de redistribución de la riqueza y como soporte de integración social, derechos y ciudadanía y por ende, como estructura garante de la democracia y de legitimidad del statu quo (Beck, 2007: 24). Los pactos sociales, entre estados asistencialistas y trabajo asalariado, normado, regulado y protegido en sociedades de casi pleno empleo, son los que la globalización y su economía política de la inseguridad dislocan, generando vulnerabilidad, incertidumbres, riesgos y por ende, socavando hegemonías. Es esta circunstancia la que está en juego cuando Beck interroga: “¿cómo es posible la democracia más allá de la sociedad del pleno empleo?” (Beck, 2007: 14)11. Es en este sentido que otro heredero de la Escuela de Frankfurt, Clauss Offe, interpreta el quiebre del contrato laboral y del arquetipo del pleno empleo como “signos de erosión” del statu quo (citado por Agulló, 2001: 105). Lo que se erosiona, más que el trabajo en sí, es “el cumplimiento de sus funciones como pilar de asignación y distribución” (citado por Agulló, 2001: 105). Por ello, para Offe, el desempleo no constituye el único indicador del fracaso del orden institucional imperante; para tener una real magnitud del deterioro, es menester alinearlo (sin confundirlo) con otras formas de erosión, “algunas visibles, otras no tan obvias” (citado por Agulló, 2001: 105). La concepción de precariedad en Offe tiene como función hacer visible esas manifestaciones ‘no tan obvias’ del deterioro de las condiciones del empleo como mecanismo de regulación e integración social. 11 Los indignados reafirman esta interrogación de Beck. Así mismo, hoy muchas voces concuerdan en México, en que la solución a la inseguridad debe pasar, entre otras dimensiones, por la lucha contra la precariedad laboral. 31 Este cuidado metodológico no debemos minimizarlo. Al igual que Beck, Offe considera que, cual puntas de iceberg, la crisis del empleo asalariado y del desempleo son indicadores de un proceso más hondo que desborda sus límites laborales. Se trata de una transformación profunda del orden social que se legitimaba mediante la integración social que garantizaba el trabajo asalariado como instrumento de distribución de recursos y derechos. Esta es la clave o causa fundamental, pero a diferencia de Beck, Offe no confunde sus efectos. Si Beck, agrupa los diversos efectos en un solo término “los nómadas laborales” (Beck, 2007: 10), Offe es de los primeros en asumir la necesidad de diferenciar la naturaleza de los efectos. Por ello identifica dos expresiones de la precariedad: la precariedad de la situación social y la precariedad de subsistencia (citado por Agulló, 2001: 105). En la primera de ellas, la precariedad de la situación social, Offe aglutina a los ‘nómadas laborales’ de Beck, toda una variedad constituida por los desempleados, los empleados a tiempo parcial (que desean y están en condiciones de trabajar jornadas completas), los que anticipadamente pasan a la jubilación y los autoempleados (citado por Agulló, 2001: 105). En la otra expresión, la precariedad de subsistencia, Offe llama la atención sobre los trabajadores que aun con contratos indefinidos y con pleno empleo ya no disfrutan de la protección social. Las expresiones gráficas de este grupo la constituyen los ‘pobres con trabajo de Norteamérica’ o los trabajadores desprotegidos de Europa (citado por Agulló, 2001: 105). Es a partir de esta diferenciación que Agulló se inserta en la discusión. Para el español, la precariedad laboral es “un proceso (contexto, formal, situación, vivencia) de trabajo cada vez más generalizado en nuestras sociedades avanzadas, como resultante de una transición de un modelo de Estado/sociedad/economía (keynesiano, interventor, regulado, fordista, trabajo masculino, estable, consumo masivo, etc.) a otro modelo de nueva cuña todavía por perfilar (pero del se empiezan a intuir algunas de sus principales directrices y consecuencias)” (Agulló, 2001: 96). 32 Agulló nos brinda un paradigma de definición: sencilla, concisa, sintética y rica en matices; en un solo párrafo define, señala universalidad e identifica causas. Centrémonos en los matices. Primero: la precariedad es un proceso (lo que justifica estudios longitudinales o históricos), pero es también contexto, situación y vivencia. Con ello, Agulló señala que no se trata solo de categorías económicas (situación), sino de serios problemas humanos (vivencia) socialmente condicionados (contexto), lo que justifica estudios transversales o sincrónicos y antropológicos. Segundo matiz: la causa de la precariedad es el cambio de modelo de estado/sociedad/economía. Esta tríada señala un bloque histórico12 formado por un modo de organización social (estado keynesiano e interventor), un tipo de sociedad (regulada y fordista), que se realiza a partir de un tipo de economía (masculinizada, estable, de alto consumo de masas). Este bloque es suplantado, por otro, que como es una época de cambios aun no puede ser definido, pero que ya presenta directrices y consecuencias: “un número cada vez mayor de individuos y colectivos sociales están ‘instalándose’ de forma cuasi permanente en trayectorias inestables y erráticas que degeneran en contextos y situaciones de exclusión social, con todas las mermas y disfunciones que ello puede ocasionar en los procesos de inserción, participación y cohesión social de los implicados, y por ende, para el devenir de sus respectivas regiones y/o países (Agulló, 2001: 96). Como para Agulló la precariedad laboral constituye “un proceso central y decisivo, multidimensional y con una variedad nada despreciable de concomitancias” (Agulló, 2001: 96) es menester abordarla desde sus múltiples dimensiones: 1. "Discontinuidad del trabajo (duración corta y riesgo de pérdida elevado, arbitrariedad empresarial e incertidumbre y temporalidad como norma, etc.). 2. La incapacidad de control sobre el trabajo, deficiente o nula capacidad negociadora ante el mercado laboral (tanto individual como colectivamente), dependencia, autoexplotación, disponibilidad permanente y abusiva, sumisión, etc. 3. La desprotección del trabajador (pésimas condiciones laborales, sin derecho a prestaciones sociales, sin cobertura médico-sanitaria, alta discriminación, elevado índice de rotación, explotación, segregación, etc.). 12 En el sentido grasmciano del término. 33 4. La baja remuneración del trabajador (salarios ínfimos, ninguna promoción ni desarrollo, formación escasa o nula, etc.)" (Agulló, 2001: 106). Nótese que estas cuatros dimensiones están referidas a las condiciones en el empleo y son indicadores de su precariedad o en caso contrario de su calidad. Por lo que queda superada la confusión entre precariedad e informalidad y así mismo, no aglutina efectos de naturalezas tan diversas como desempleo y precariedad de la inserción laboral. Por último, es menester señalar que Agulló desarrolla los presupuestos teóricos de Beck y Offe. Apoyándose en la concepción de exclusión social de Tezanos, que comprende a "todas aquellas personas que, de alguna manera, se encuentran fuera de las oportunidades vitales que definen una ciudadanía social plena” (Agulló, 2001: 108). Agulló sugiere que si debido a la precariedad, el trabajo ha perdido su universal capacidad de integración social, en ausencia de otro dispositivo que lo sustituya, los trabajadores precarios están abocados a la exclusión social: he aquí “el gran problema de la exclusión social y la crisis del trabajo” (Tezanos, 2002: 50). Otra de las principales concepciones sobre precariedad laboral, la ofrece Robert Castel (1997)13. Su historicista reflexión sobre la precariedad laboral está insertada en su preocupación sobre el advenimiento de una sociedad en riesgo. En tal sentido, retoma los presupuestos teóricos de Beck, pero también de Hannah Arendt, sobre la dislocación de la centralidad del trabajo como soporte hegemónico. Castel, a partir de una crítica historicista al estilo de los anales, y para darle contenido histórico a constructos teóricos como keynesianismo o estado asistencial, revela las transformaciones sociales que posibilitaron la emergencia de la sociedad salarial. A estas transformaciones las llama “condiciones de la cohesión social”. 13 Robert Castel es una de las fuentes teóricas que Agulló se apropió. Pero, como la entrada teórica de Agulló en la discusión la tomó de las categorías de Offe, en función de la coherencia del discurso, fue colocado primero que Castel. 34 Cuadro1.2: Condiciones de posibilidad de la sociedad salarial. 1 La emergencia del salario como forma hegemónica de remuneración de la fuerza de trabajo, que implica una racionalización del trabajo que regula el proceso productivo y el marco jurídico que organiza y legitima el empleo (contrato laboral y disposiciones). 2 Una comprensión de la relación salarial que integra al consumo a las condiciones de producción. 3 Acceso a la propiedad social y a los servicios públicos. 4 El surgimiento de un derecho del trabajo que legitima los contratos colectivos y la participación de los sindicatos en los procesos de organización del trabajo. Fuente: Castel, 1997: 329-342. Entonces, el cambio del modelo económico de carácter neoliberal en el contexto de la desregulación estatal que Beck y Offe señalan, lo que derrumban son precisamente las ‘condiciones de la cohesión social’, provocando la precariedad laboral, denominada por Castel: condiciones de la disociación social. 1.2.2 Precariedad laboral: aportes teóricos desde México. De marginal y periférica a estructural y nuclear: genealogía de la precariedad laboral en la región. La precariedad laboral en América Latina, a diferencia de la Europa de la posguerra, ha sido una constante a lo largo del pasado siglo: más que una excepción ha constituido la regla (Mora, 2005; Pérez Sáinz, 2002; Reygadas, 2011). Debido a la heterogeneidad y segmentación de los mercados laborales, los modelos de regulación laboral detentaban relativa flexibilidad y sus alcances eran limitados; y a ello hay que sumarle, que aunque los empleos asalariados y formales eran mayoritarios, las proporciones de trabajadores que reproducían sus vidas gracias a la informalidad eran considerables (Mora, 2005: 32). Entonces, si en la región era un fenómeno tan usual: ¿por qué la precariedad laboral finisecular es tan alarmante? Porque, durante los años de la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), flexibilidad y regulación limitada eran más bien unos efectos no intencionados, frutos de las disfunciones estructurales del modelo. Recordemos que los procesos de industrialización-urbanización dinamizados por el ISI garantizaron la constitución de un extenso sector poblacional de trabajadores industriales protegidos por regulaciones 35 legales, cuyo correlato fue una clase media que se reproducía gracias a la expansión del sector público y las industrias privadas (Portes, 2005:15). Pero en tal contexto desarrollista, la demanda de fuerza de trabajo en la industria no tuvo la capacidad de absorber la incesante oferta producto de la gran migración interna, que recurrió al autoempleo en prácticas industriales y de servicios al margen de los sectores modernizados, constituyendo al heterogéneo grupo de los trabajadores informales (Portes, 2005:15). La integración social de esta emergente clase informal fue poca y no se trataba solo de mercado, sus necesidades habitacionales tuvieron que resolverlas como pudieron, creando los irregulares y periféricos barrios populares. Nada comparable a las condiciones habitacionales de los sectores industriales y medios que disfrutaban los privilegios de la urbanización (Portes, 2005:15). Por tanto, en términos de Castel, se puede afirmar que los grupos humanos que gracias a su inserción laboral en sectores industriales y públicos protegidos por regulaciones laborales y que habitaban en las urbanizadas zonas privilegiadas de las ciudades, estaban en condiciones de integración; en cambio las emergentes y periféricas clases populares daban muestra de las condiciones de ‘disociación social’. Hay una diferencia que no se puede seguir soslayando. La construcción de los estados de bienestar general en Europa, también acaeció dinamizada por la guerra fría; en tal contexto geopolítico, la integración social de los trabajadores también respondió a objetivos hegemónicos: limitar la expansión del fantasma rojo. En cambio, desde las decimonónicas ¿independencias? el gran problema en América Latina ha sido la construcción de la nación (Halperin Dongui, 2005). A tal principal objetivo concurrían los procesos de industrialización y urbanización orquestados por los estados; así, la integración social alcanzada por esa clase industrial y protegida constituía el modelo o paradigma para la creación de nuevos empleos (Mora, 2005: 33). Por ello y en función del desarrollo económico y social se promovió este tipo de empleo ideal, pues entonces se consideraba al desarrollo como producto de la relación orgánica entre institucionalización de las relaciones laborales y sociales, legitimación tripartita de los 36 actores laborales, supresión14 del atraso económico y reducción de la pobreza (Mora, 2005: 33; Pérez Sáinz, 2004: 108). Lo novedoso es que a partir de las finiseculares reformas estructurales, el actual modelo orientado a la exportación, al constituir a la desregulación y flexibilización en condición necesaria para la competitividad de las empresas, la precariedad deviene condición estructural, deseada y permanente (Mora, 2005; Reygadas, 2011). Las reformas del Consenso de Washington perseguían la reducción de lo que constituyeron como “rigidices”, desmantelando los pactos tripartitos entre estado, empresarios y sindicatos que garantizaban la inserción laboral regulada y protegida; por lo que la precarización desbordó su presencia marginal, irrumpiendo en los sectores industriales y públicos. En tal sentido y agravada por la reducción del sector público (Pérez Sáinz, 2004: 108), la precarización finisecular además de estructural se expande y aloja en los otrora sectores paradigmáticos (industrial, público y privado): comprometiendo la integración social que procuraba el trabajo asalariado. Aportes teóricos desde México15. Es por esta razón, que Pérez Saínz constituye a la precariedad laboral en el concepto fundamental para analizar los procesos de exclusión social concomitantes a la apertura comercial. Para él, los modos de estructuración de los mercados laborales condicionan la integración o la exclusión social de los trabajadores (Pérez Sáinz, 2004: 107). Por las razones antes señaladas, considera que la integración (aunque antaño hubiera sido limitada), como objetivo e ideal social, es abandonada a favor de la exclusión social, en tal sentido recupera este concepto nuclear de Tezanos (2002). Para Sáinz, la reducción del empleo público y la precarización de las relaciones laborales constituyen expresiones de la crisis del empleo formal. En su opinión, en la región latinoamericana el concepto precariedad laboral se ha trabajado “de manera 14 En el sentido dialéctico del término supresión: como superación. En el siguiente apartado, aparecen autores de nacionalidad no-mexicana, pero que su producción científica sea ha realizado en función de la realidad mexicana. 15 37 empírica y con poca precisión analítica” (Pérez Sáinz, 2004: 107), pero las claves para una compresión genuina de la precariedad las encuentra en Moras Salas (2000). La concepción de precariedad laboral de Moras Salas es heredera de las conceptualizaciones precedentes. Al igual que sus antecesores europeos considera que lo trascendental del concepto es su capacidad para dar cuenta del proceso de remercantilización del trabajo asalariado (Mora, 2005). El término re-mercantilización es importante, señala por un lado, la dimensión de retroceso del proceso y por otro, la expansión de la hegemonía de la racionalidad económica al trabajado asalariado. En ciertos sectores del ISI, los pactos tripartitos garantes de las condiciones de integración social condicionaron que el empleo desbordara sus límites mercantiles: los mercados laborales eran algo más que la compra y venta de fuerza de trabajo. Varias racionalidades los constituían; entre ellas, la racionalidad económica interactuaba en un pathos dinamizado por racionalidades jurídicas, éticas y de justicia y equidades sociales. El empleo asalariado devino paradigmático por las connotaciones de seguridad, justicia, derechos y ciudanía que procuraba. En tal sentido no era una simple relación mercantil. Con la precariedad, estas dimensiones se minimizan y la relación laboral se reduce a la compra de una mercancía. Como se realiza y aloja en los sectores industriales y públicos en los que no había figurado, la racionalidad instrumental, esa que reduce al empleo a simple medio para maximizar ganancias, expande las fronteras del capital y corona la hegemonía de la racionalidad económica. En tal sentido, la formulación de Mora Salas entronca con la de Beck: la re-mercantilización del empleo pone en jaque a la seguridad social. Para Mora Salas, establecer el estatuto teórico de la precariedad, implica “desarrollar un concepto integrado, de carácter multidimensional” (Mora, 2005: 29); por ello se apropia las cuatro dimensiones prescritas por Agulló (Agulló, 2001: 106), y las define con mayor profundidad heurística y en función de la región latinoamericana, a partir de cuatro elementos: 38 “el vínculo entre procesos de precarización, desregulación de los mercados de trabajo y reorganización productiva; cambios en los modelos de regulación laboral; relación entre modelos de relación laboral y ciudadanía; pérdida de seguridad en la continuidad del empleo y la vulnerabilidad social” (Mora Salas, 2005: 29). Enfocar estas relaciones, como elementos constitutivos del concepto, detenta dos virtudes esenciales. Primera virtud: que los indicadores no se solo dan cuenta de las condiciones laborales, sino también y sobre todo, que relacionan las mismas con los modelos macroeconómicos dominantes y con la disociación social de los trabajadores (Beck, 2007, 12; Castel, 2005: 32; Salas, 2005: 29-30). Segunda virtud: Destaca el carácter sistemático y estructural de la precariedad laboral (Salas, 2005: 29), lo que sugiere que la precariedad constituye una de las estrategias implementadas por los empresarios para disminuir costos y aumentar ganancias tanto “en pequeñas unidades productivas, como en sectores productivos modernos e incluso en las nuevas actividades vinculadas a la exportación de nuevos producto transables” (Mora Salas, 2005: 29). Como el concepto precariedad enlaza una causa unitaria con unos efectos diversos, es menester estudiarla por sus múltiples dimensiones. Mora Salas las señala: Cuadro1.3: Dimensiones de la precariedad laboral según Mora Salas Nombre Característica Indicadores Inseguridad laboral Contrato laboral Sin contrato escrito Desprotección laboral Prestaciones laborales básicas Sin aguinaldo Sin vacaciones pagadas Inseguridad de Ingresos Salario insuficiente Salario inferior a 2 salarios (reproducción social) mínimos Desprotección social Seguridad social Sin seguro social Desregulación de la jornada Trabajo insuficiente Jornada laboral menor de 35 laboral horas Trabajo en exceso Jornada laboral mayor a 48 horas Fuente: (Mora Salas, 2010). Moras Salas presenta una concepción relacional del concepto precariedad laboral, por lo que no basta con que los estudios empíricos muestren que estas dimensiones, tomadas 39 independientemente, señalen tendencias negativas. Pues, la precariedad no se muestra por la presencia de índices deficitarios en los indicadores, sino por determinadas configuraciones entre ellos. Si tales índices deficitarios realmente son dimensiones de un concepto unitario (precariedad) es menester comprobar si existe alta correlación entre sus indicadores y si son reductibles a un factor unitario. Lo que obliga a poner en práctica técnicas estadísticas pertinentes. En general, las objetivaciones de la precariedad en México se han realizado a partir de tales dimensiones, ya sean fundamentadas en Rodgers y Rodgers (Rojas García y Salas Páez, 2008) o por Mora Salas (Mora Salas y Oliveira, 2009; Oliveira, 2006; Ariza y Oliveira, 2012). Así lo muestra “Trabajos atípicos y precarización del empleo” que recoge algunos de los principales aportes y prácticamente se constituye en una referencia obligada para cualquier acercamiento entorno al tema. En México, los análisis de la precariedad laboral, entendida como erosión de la calidad del empleo típico, en todas sus dimensiones es posible a partir de 1994, cuando en las encuestas de empleo, fundamentalmente la Encuesta Nacional de Empleo (ENE) se introdujo la pregunta sobre la presencia y tipo de contratos (Rojas García, 2008: 41). Para Reygadas (2011: 33) el aumento de la productividad de los últimos años no ha mejorado la situación de los trabajadores, pues las renovaciones tecnológicas y organizativas finiseculares han sido utilizadas además de con fines productivos, con asimétricos objetivos políticos: el fortalecimiento de la posición de los empresarios en las relaciones laborales, para maximizar ventajas en la utilización de la fuerza de trabajo y evidentemente en detrimento de las organizaciones sindicales (Reygadas, 2011: 40). Cuestión esencial para entender por qué, en un contexto laboral signado por las reducciones de las tasas de sindicalización y de la fuerza política de los sindicatos, la expansión del sector terciario y la emergencia de nuevas ramas productivas se da en términos de relaciones laborales flexibles, desprotegidas e inseguras (Reygadas, 2011: 40). Por ello, a diferencia de otras regiones, en México, más que la ausencia de 40 ocupaciones, el principal problema reside en las deterioradas condiciones laborales y las bajas remuneraciones (García, 2011: 83). Otra visión sobre la precariedad laboral desde la perspectiva mexicana la ofrece Orlandina de Oliveira. Para ella es necesario diferenciar entre la precariedad del empleo y la precariedad del trabajo. La primera de ellas, la precariedad del empleo, evalúa las relaciones entre capital y trabajo y permite dar cuenta de las condiciones laborales de los trabajadores (Oliveira, 2011: 200). Esta evaluación se debe a las tres dimensiones constitutivas del concepto: económica (referencia a las disponibilidad de empleos e ingresos adecuados), normativa (promoción de los derechos del trabajador) y de seguridad laboral (necesidad de la protección social del trabajador) (Oliveira, 2011: 200). Es por esta razón, que muchos autores reducen la aplicación del concepto precariedad al universo de los asalariados. La segunda, la precariedad del trabajo, implica un concepto lato de precariedad, que legítima su instrumentación al universo de los trabajadores por cuenta propia y se constituye como matriz de comparación con los asalariados. Tal enfoque exige el uso de otros indicadores que den cuenta de elementos comunes que sustenten la comparación (Oliveira, 2011: 201). Para Oliveira, las causas de la precariedad no se reducen al deterioro de las condiciones laborales de los asalariados, sino también a la insuficiente creación de nuevos empleos de calidad, que obliga a amplios sectores poblacionales, entre ellos los jóvenes, a aceptar empleos desprotegidos e inseguros (Oliveira, 2011: 202). Para Rojas García y Salas Páez, la heterogeneidad generalizada, típica de las economías de la región, es responsable de que el crecimiento económico incremente desigualmente los niveles de vida en México. Por ello, el análisis de la precariedad laboral debe realizarse a partir de la heterogeneidad que caracteriza a sus mercados laborales (Rojas García y Salas Páez, 2011). 41 1.3 La heterogeneidad estructural como condicionante de la precariedad laboral. El concepto heterogeneidad estructural, más que a la diversidad de sectores y ramas productivas, apunta a la asimetría que la caracteriza; refiere a los diferenciales de productividad e ingresos entre sectores y/o ramas de actividad y entre tamaños de compañías que se constituyen en desiguales niveles de productividad, modos de producción y distribución del ingreso (Pinto, 1970; Di Filippo y Jadue, 1976; Prebisch, 1986; Cimoli, 2005; Chena, 2010). Para Aníbal Pinto, el concepto heterogeneidad estructural actualiza, caracteriza y supera la comprensión de las realidades económicas latinoamericanas basadas en el dualismo económico. Detengámonos en tales virtudes. Actualiza: El Modelo Primario Exportador (MPE), primer modelo socioeconómico de la región, se caracterizó por la organización de las emergentes sociedades y economías republicanas en función de la exportación de productos primarios (caucho, salitre, azucares, henequén, carnes, cueros, cacao, añil, etc.)16; es decir, productos agrícolas y mineros al mercado industrial europeo primero y luego al norteamericano. Tal modelo garantizó la construcción de la infraestructura necesaria para la exportación (ferrocarriles, puertos, frigoríficos, inmuebles para oficinas comerciales, bancarias y financieras, construcción de las redes comunicativas, telégrafos, prensa y la construcción de caminos y carreteras, que posibilitaron, por las condiciones de los terrenos, la inserción de las redes comerciales donde el ferrocarril no llegaba). La reconstrucción y construcción de las urbes latinoamericanas, principalmente de las capitales costeras con sus aledaños puertos y toda la pertinente infraestructura, se realizó mediante inversiones esencialmente metropolitanas –inglesas, francesas, alemanas 16 Entre los principales productos que dinamizaron al MPE se tienen: carnes y cueros (Argentina y Uruguay), café (tierras intertropicales de mediana altura de Brasil, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Guatemala), azúcar (Cuba, Puerto Rico, Perú), banano (repúblicas bananeras: Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venzuela), henequén (Yucatán en México), petróleo (México), cacao (Venezuela, Colombia, Ecuador), añil (Ecuador) etc (Halperín Dongui, 2005). 42 (primero) y norteamericanas (después). Inversiones parciales, puntuales, garantes de la explotación de productos primarios, mal conectadas a necesidades nacionales, en función de intereses metropolitanos; en una palabra: enclaves latinoamericanos de economías metropolitanas (Halperín Dongui, 2005: 281; Pinto, 1970: 83). Desde el punto de vista económico, uno de sus principales efectos fue el llamado dualismo (Pinto, 1970; Di Filippo y Jadue, 1976; Prebisch, 1986; Cimoli, 2005; Chena, 2010). Caracterizado por la coexistencia de dos sistemas productivos muy diferenciados: el señalado polo organizado en función de la exportación de productos primarios, caracterizado por su gran productividad y capacidad generadora de empleos, que posibilitó la emergencia de la clase media de inicios del siglo XX; y un difuso sistema productivo “de subsistencia”, basado en modos tradicionales y a veces milenarios de apropiación y reproducción de la realidad, que al evaluarse con criterios economicistas es caracterizado como de baja productividad y “primitivo”. La asimetría que marcaba sus diferencias de productividad, se debía a que el “primero crecía hacia y desde afuera; el segundo ‘vegetaba’ sin otros estímulos que los ‘endógenos’” (Pinto, 1970:83). Más que la diferencia de modos de producción y productividades, lo característico era la nula o escasa comunicación entre ambos17. Esa incomunicación devino causa y efecto de la imposibilidad del polo exportador de difundir sus modos de organización del trabajo y técnicas productivas al “resto” de sistema productivo; es decir, “el punto clave no es que se tratara de áreas diferenciadas, sino que era nula o mínima la ‘irradiación’ del foco exportador hacia el ‘hinterland’” (Pinto, 1970:83). 17 Comprender las causas de tal incomunicación, exige una argumentación que retome las diferencias entre los modos de apropiación del entorno de los diversos grupos humanos constituyentes de nuestras realidades latinoamericanas y los problemas de la construcción de los Estados Nacionales Territoriales en los marcos del neocolonialismo; argumentación que desborda los límites de la presente investigación. No obstante es menester señalar, que los investigadores de la heterogeneidad estructural, al partir de una noción de dualismo económico que tacha al polo no exportador como primitivo, invisibilizan unos de las particularidades de las sociedades latinoamericanas: la coexistencias de disímiles modos de apropiación y reproducción de la realidad y la exclusión de importantes contingentes humanos en la construcción de los Estados Nacionales Territoriales. 43 El cambio de modelo económico a mediados del siglo XX, es decir, la trasformación de un modo productivo y social de vocación exportadora hacia un modelo endógeno que constituyó a la creciente demanda interna en el estímulo a la industrialización (ISI), provocó serias permutaciones en la estructura productiva de la región; a tal punto que para aprehenderla fue necesario recurrir al concepto heterogeneidad estructural, que actualiza el conocimiento de la realidad latinoamericana (Pinto, 1970; Di Filippo y Jadue, 1976; Prebisch, 1986; Cimoli, 2005; Chena, 2010). Caracteriza: Una de las principales claves para comprender la transformación de la dual estructura productiva a una heterogénea remite a uno de los rasgos de las sociedades periféricas: la coexistencia de disímiles grupos humanos que reproducen sus vidas de acuerdo a racionalidades y modos propios de apropiación de la realidad (sociedades comunitarias18, sociedades tradicionales y sociedades modernas) y la concomitante coexistencia de “formas productivas, relaciones sociales y mecanismos de dominación correspondientes a diferentes fases y modalidades del desarrollo periférico […] interdependientes en su dinámica dentro de sociedades nacionales políticamente unificadas” (Di Filippo y Jadue, 1976: 167). Tal coexistencia deviene causa y efecto de la difusión diferenciada de los medios técnicos garantes de la industrialización. Como resultado, a mediados del pasado siglo la emergente estructura productiva correlativa al ISI estuvo compuesta por al menos tres estratos muy diferenciados: Cuadro 1.4: Estratos productivos característicos de la heterogeneidad estructural Estratos Característica Primitivo Muy bajos niveles de productividad e ingreso, semejantes a los habituales de la economía colonial. Intermedio Actividades de productividad cercana a la media del sistema nacional. Polo Compuesto por las actividades de exportación, industriales y servicios, cuya moderno productividad es semejante a los promedios de las economías desarrolladas. Fuente: (Pinto, 1970: 85). 18 Por Sociedades Comunitarias, se entiende a las mal llamadas sociedades primitivas. El término comunitarias señala a su esencia: la vida en comunidad. 44 Lo que legitima al concepto heterogeneidad no es la señalada diversidad de estratos sino los diferenciales de productividad e ingresos al interior de las ramas y actividades que los constituyen. Por solo citar un ejemplo: en el sector agrícola, entonces y ahora, la productividad de la agricultura de exportación supera agigantadamente a la de subsistencia, lo mismo sucede con las diferencias de productividades entre el sector manufacturero moderno y las pequeñas unidades de manufacturas (Pinto, 1970: 87). La reproducción de las diferencias inter e intrasectoriales de productividades e ingresos constituyen el núcleo central del concepto heterogeneidad y legitiman constituirlas como característica de sociedades periféricas; pues si en las sociedades metropolitanas la universalización del progreso técnico desde los sectores líderes tiende a homogeneizar los sistemas económicos; en sociedades periféricas, el desarrollo técnico tiende a concentrarse en sectores y ramas modernizados, generando una triple concentración del progreso técnico: “al nivel social, al de los ‘estratos’ económicos y al regional” (Pinto, 1970: 88). La industrialización, más que eliminar el dualismo económico, al diversificar los modos de producción traspasó la incomunicación entre los antiguos polos a incomunicaciones y asimetrías entre sectores y entre ramas productivas; así, las capacidades del sector moderno para dinamizar al sistema nacional son limitadas, por lo que “más que un progreso hacia la ‘homogenización’ de la estructura global se perfila un ahondamiento de la heterogeneidad de la misma” (Pinto, 1970: 89). Supera: Si el concepto dualismo económico destaca la incomunicación entre el polo exportador y “primitivo”, el concepto heterogeneidad estructural, aunque enfatice los diferenciales de productividad e ingresos en la diversificada estructura productiva del ISI, también destaca las relaciones de dominación de los sectores líderes sobre el resto. En efecto, la mejor compresión de las realidades latinoamericanas que procura el concepto, permite señalar la reproducción de las relaciones centro-periferia al interior de los países. Ahora, los sectores, clases y zonas residenciales que concentran capitales y medios técnicos garantes de la industrialización se constituyen como centros y sus 45 contrarios como periferias. El centro a través de varias estrategias utiliza su poderío económico, financiero, jurídico y político en provecho propio. Las estrategias pueden ser económicas (asimétricas relaciones de precios y/o discriminada relación cambiaria a favor de los sectores líderes, fugas de capitales originados en la periferia hacia el centro) y/o políticas (distribución desigual de inversiones públicas y privadas en provecho del centro) (Pinto, 1970: 93). La mejor comprensión de las realidades latinoamericanas que procura el concepto heterogeneidad estructural también se perciben si lo relacionamos con los efectos del nuevo modelo económico puesto en práctica a partir de las reformas neoliberales asociadas al Consenso de Washington y los procesos de globalización. Los procesos de globalización económica tienen influencia diferenciada en cada una de las regiones. Estas dependen de las especificidades de los incentivos y ventajas competitivas de las regiones y/o países. A partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la apertura comercial signó los modos de inserción de la economía mexicana a la globalización económica, privilegiando el comercio con los Estados Unidos. La necesidad de competitividad de las empresas norteamericanas constituyó a la cercanía respecto a los EUA y a los bajos salarios en fundamentales ventajas competitivas de México, lo que condicionó sus formas de participación. Las empresas mexicanas asociadas a las cadenas globales de producción devinieron instancias a través de las cuales las compañías norteamericanas externalizaron la producción con el objetivo de reducir costos. Como participan en mercados extremadamente competitivos necesitan que sus flujos comerciales estén exentos de limitaciones arancelarias, lo que explica que funcionen en un régimen arancelario específico (el de la industria maquiladora de exportación) y coordinadas al Programa de Importación Temporal para Producir Artículos de Exportación (PITEX). De esta manera los destinos de la apertura comercial han quedado amarrados a las necesidades de la economía norteamericana y por ello sus auges la favorecen como sus crisis la golpean. 46 Así, ha permutado la fisionomía de la economía mexicana, la antigua heterogeneidad que se caracterizaba por la existencia de tres estratos (los señalados moderno, intermedio y primitivo) se complejiza con la emergencia de un sector productivo asociado a las cadenas globales de producción: Cuadro 1.5: Características del sistema productivo como resultado de la apertura comercial Sectores Característica Manufacturero de Asociado a las cadenas globales de producción, de muy alta productividad, exportación supuesto eje dinámico de la economía, pero aislado del resto del sistema económico. Moderno Antiguo sector moderno de los tiempos del ISI, formado por empresas y organizaciones que no participan en las cadenas de producción global (o solo lo hacen de forma marginal), su producción las destinan al mercado interno o la exportan con gran participación de sectores locales. Atrasado Compuesto por las antiguas prácticas tradicionales de baja productividad e intensificado por la informalidad. Fuente: (Pinto, 1970: 85). Como la manufactura de exportación constituye una parte de las cadenas globales de producción, su dinámica productiva está vinculada a las empresas matrices (fundamentalmente norteamericanas), así importan casi el 80% de sus insumos (Capdevielle, 2005: 112; Fuji Gamberro, 2006: 29), limitando los nexos que establece con el resto del sistema económico (incluyendo el sector manufacturero no integrado a las cadenas globales de producción). Ello explica por qué las técnicas garantes de la alta productividad quedan prácticamente concentradas en el sector, limitando su capacidad de arrastre del resto del sistema, lo que agrava y complejiza la heterogeneidad estructural. En la medida que la apertura comercial también ha implicado una recolocación productiva, las principales empresas asociadas a las cadenas globales de producción se han asentado fundamentalmente en las entidades federativas de la frontera norte. Por ello, la heterogeneidad estructural se realiza también en términos de diferenciales de productividad e ingresos de carácter regional. De lo argumentado se concluye que el progreso técnico se importa principalmente en función de las necesidades de las empresas asociadas a las cadenas globales de 47 producción y como los nexos de estas con el resto del sistema económico son limitadas, estas no se constituyen como reales sectores difusores del conocimiento. En la medida que el cambio tecnológico, que se expresa en la aparición de nuevas ramas y productos (industria metalúrgica, maquinaria y equipos, entre ellos automotores y electrodomésticos) se circunscribe a las manufacturas de exportación este no se universaliza ni se operacionaliza en empresas y sectores productivos, comprometiendo las posibilidades de innovación y al desarrollo integral y sustentable del país. Si bien, es cierto que unos de los incentivos que encuentran los empresarios foráneos para externalizar la producción hacia México, lo constituyen los bajos salarios y la flexibilización laboral, también es cierto que en comparación con el resto de la economía mexicana, el sector manufacturero presenta condiciones laborales favorables, lo que explica que la frontera norte constituya el principal polo de atracción de migración interna, incluyendo el componente femenino. En tal sentido, también hay que destacar, que el sector público, comparado con el sector manufacturero de exportación no presenta las mejores tecnologías, en cambio si presenta las mejores condiciones laborales. Por ello, el análisis de la heterogeneidad estructural, muy centrada en la dimensión técnica, para dar cuenta de las diferenciales de productividad e ingresos, debería ampliarse desde una concepción que desde la óptica de los mercados laborales problematice como estos diferenciales también se expresan en términos de calidad de la inserción laboral. En fin, en función de los intereses de la investigación emerge una conclusión fundamental. La heterogeneidad estructural, le imprime un carácter particular a la precariedad laboral en la región y específicamente en México. Pues, a diferencia de los países centrales, que se caracterizan por homogenización de la estructura productiva, los diferenciales inter e intrasectoriales de productividad e ingresos de la economía mexicana también configuran los niveles de precariedad de las jefas de hogar. 48 1.4 Marco analítico de la presente investigación. Jefatura de hogar y precariedad laboral son los conceptos esenciales de la presente investigación. Este último permite relacionar las condiciones en el empleo de las jefas de hogar con los cambios en los modelos económicos dominantes (apertura comercial) y los modos (normas, leyes) a través de los cuáles los estados regulan las relaciones laborales. Colocando el acento, no en las transformaciones técnicas u organizativas, sino en las condiciones laborales, ente caso, de las jefas. También constituye una herramienta ideal para analizar la centralidad del trabajo. Vivimos en sociedades organizadas en función de la producción, es lo que diferencia a las sociedades modernas, de todas sus precedentes (comunitarias, estatales, sociedades de la fe19). Durante el pasado siglo, en México (y en toda la región) en varios sectores, el trabajo asalariado, gracias a los pactos tripartitos garantes de salarios suficientes, protecciones, seguridad y estabilidad, se constituyó en fuente de recursos, derechos e identidades; garantizando la inserción social de los que lo detentaban. La inserción social de los excluidos del trabajo asalariado era deficitaria. Pues sobrevivían gracias a la informalidad de sus empleos y en precarias condiciones habitacionales. El nuevo modelo económico, en el contexto de la desregulación laboral, rompe los trascendentales pactos tripartitos y deteriora las condiciones laborales de los asalariados. Así, la precariedad laboral, se adentra en un nuevo escenario (asalariados) y reduce los límites de la integración social. Esta es la tensión que dinamiza la presente investigación: identificar los niveles de precarización de las jefas asalariadas y sus determinantes. En el presente estudio, nos apropiamos de la conceptualización y operacionalización de Minor Salas sobre la precariedad laboral. Junto con él, pero también con Beck (2006) y Castel (2005) comprendemos al concepto precariedad como: erosión de las condiciones 19 La cristiandad (llamada Edad Media europea), los imperios musulmanes, hindúes y más, eran sociedades organizadas por sus creencias o fe. 49 laborales; que por su carácter multidimensional es menester analizarlo a partir de sus dimensiones; para estudiarlas se precisan los indicadores adecuados. Cuadro 1.6: Dimensiones e indicadores de la precariedad en el presente estudio Nombre Característica Indicadores Insuficiencia de Ingresos Salario insuficiente Salarios menores a 2 Salarios Mínimos Desregulación de la jornada Jornada insuficiente Jornada laboral menor a 35 horas laboral Extrajornada Jornada laboral mayor a las 48 horas Desprotección laboral Prestaciones laborales Sin prestaciones laborales básicas Desprotección social Seguridad social Sin acceso a las instituciones de salud Inseguridad laboral Contrato laboral Sin contrato laboral o contratos temporales Fuente: Elaborado a partir de las dimensiones e indicadores señaladas (os) por Mora Salas (Mora Salas, 2010). Como se pretende analizar los niveles de precariedad de las jefas de hogar y teniendo en cuenta que la especificidad del concepto precariedad laboral estriba en dar cuenta del deterioro de las condiciones en el empleo regulado, normado, protegido y que estos constituyen los atributos típicos del trabajo asalariado, el universo de la muestra se reduce a las jefas asalariadas. Pero también hay razones, que desbordan los marcos del concepto precariedad que justifican la reducción del universo a las asalariadas. Cuadro 1.7 Distribución porcentual de las jefas de hogar por posición en la ocupación Empleadoras Trabajadoras por cuenta propia Trabajadoras sin pago Trabajadoras subordinadas y remuneradas No-Asalariadas Asalariadas Total ocupadas 135470 1204302 47682 3.5 31.1 1.2 105833 2.7 2384974 3878261 61.5 100 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. En primer lugar, entre los 3.878.261 de jefas ocupadas (asalariadas, subordinadas noasalariadas, empleadoras, trabajadoras por cuenta propia y trabajadoras sin pago), las asalariadas (2.384.974) constituyen el 61.5%, por lo que concentran poco más de seis 50 décimas partes y además ese valor es muy cercano al peso de que han mantenido los asalariados, durante los últimos años, en el totalidad de los ocupados. Los asalariados constituyeron el 64% de los puestos creados entre 1998 y 2004 (Rojas y Salas, 2008: 46). En la actualidad, dentro del total de la población femenina ocupada (17.352.303), las asalariadas (10.890.831) constituyen el 62.8% y dentro del total de no-jefas ocupadas (13.474.042), las asalariadas (8.505.857) representan el 63.1% de las ocupadas. Las jefas asalariadas, además de constituir el grupo más representado entre las ocupadas, son las que presentan la mayor heterogeneidad en sus perfiles sociodemográficos, socioespaciales y laborales —como se verá en el capítulo tres. Y es precisamente en ellas donde mejor se expresan los factores virtuosos y críticos de la jefatura femenina. Por lo que constituyen un grupo muy heterogéneo, idóneo para analizar sus diferentes niveles de precariedad laboral. El otro grupo en importancia lo constituyen las jefas trabajadoras por cuenta propia, que en su totalidad son 1.204.302 y representan el 31.1% de las jefas ocupadas. Como se verá en el capítulo tres, estas presentan una estructura etaria envejecida y unos perfiles sociodemográficos, socioespaciales y laborales que sus condiciones laborales resultan muy precarias. Por lo que constituye un grupo idóneo de contraste. En la medida que las jefas de hogar constituyen un subgrupo dentro la población femenina ocupada. Es menester desentrañar hasta que punto sus perfiles sociodemográficos, socioespaciales y laborales reproducen o se alejan de los patrones de éstas. Se parte del supuesto de que las características, responsabilidades y atributos asociados a la jefatura, las constituye en un grupo más vulnerable a la precariedad laboral. Para determinar la incidencia diferenciada de la precariedad se calcula un índice de precariedad laboral. Tal índice permite agrupar a las jefas de hogar en grupos intrínsecamente homogéneos y extrínsecamente heterogéneos. Lo que permite identificar las características sociodemográficas, laborales y socioespaciales de las jefas más y menos precarizadas. 51 Constituyendo al Índice de Precariedad Laboral en variable dependiente se realiza un análisis de regresión lineal múltiple, que constituye en variables independientes a los indicadores que cualifican los rasgos sociodemográficos, laborales y socioespaciales, con el objetivo de determinar los pesos relativos de los predictores de la precariedad. El análisis de los predictores de la precariedad se realiza con arreglo a la heterogeneidad de la estructura productiva y las diferencias geográficas de los contextos socioespaciales y familiares. 1.5 A modo de conclusiones. Una de las características del concepto precariedad laboral es su reciente emergencia. Prácticamente adquiere importancia y claridad a finales de la década del 90. Esta novedad tiene su condiciones de posibilidad en la propia especificidad del concepto: da cuenta del proceso de deterioro de las condiciones laborales producto del giro neoliberal en las prácticas económicas y políticas. Por deterioro ha de entenderse que el empleo pierde capacidad como garante de protecciones, seguridades y derechos, en una palabra: como sostén de ciudadanía y legitimidad de los gobiernos. Este proceso de deterioro tiene sus causas en tres componentes fundamentales. Una de ellas refiere al desarrollo de los medios técnicos. El desarrollo de los medios de producción, producto de la tercera ola de la revolución industrial basada en el paradigma tecnológico-informacional, ha reducido el tiempo de trabajo necesario. Tal incremento que pudo ser instrumentalizado para reducir la jornada laboral o realizar una mejor distribución de la riqueza, en un clima de relanzamiento de la competencia capitalista agravado por la emergencia de otras potencias económicas (como leones y tigres del pacífico y los BRIC), los empresarios lo han utilizado para reafirmar su poderío en detrimento de las organizaciones sindicales y los trabajadores, redireccionando la normatividad laboral en provecho propio. Otra de las causas refiere a los efectos de la globalización económica-financiera sobre los mercados laborales. Los procesos de globalización de la economía y finanzas han posibilitado la constitución de un entramado económico en el que los nucleares flujos 52 económicos y fundamentalmente financieros se realizan con gran autonomía de los estados y sistemas jurídicos de validez territorial. De tal manera que las grandes organizaciones e instituciones financieras y económicas globales operan sometiendo a los estados a promover desregulaciones laborales en función de sus intereses. Así, los pactos tripartitos entre estados, empresarios y trabajadores –representados por sus organizaciones sindicales— que durante gran parte del pasado siglo habían constituido al empleo asalariado en una relación social garante de ingresos adecuados, protecciones, seguridades y derechos han sido constituidos como “rigidices”. La lucha de los empresarios contra estas “rigidices” ha propiciado que los estados reduzcan sus funciones reguladoras de las relaciones laborales. Tal desregulación en los mercados de trabajo se constituye como flexibilización laboral, la que propicia el quiebre y/o reducción de los contratos colectivos y de los contratos laborales escritos e indefinidos, así como la constitución de una normatividad laboral legitimadora de los intereses de los empresarios. En la medida que se limitan los contratos colectivos se atomiza el proceso de contratación y la relaciones empleadorempleado. Por ello, esta constituye una tercera causa de la precariedad laboral. Ahora bien, debido al carácter complejo y variado que caracteriza a los procesos de globalización. Las relaciones entre los flujos comerciales, económicos y financieros globales y los locales (entiendo por local una región continental, un país o dinámicas específicas al interior de los países) son heterogéneos y múltiples. Por ello, los procesos de precarización son diversos en función de las configuraciones de tales relaciones e interdependencias. De ahí, que la precariedad laboral se exprese de diferentes formas entre regiones, países e incluso al interior de estos, entre zonas residenciales, sectores y ramas económicas. Por ello, se considera que la precariedad refiere a procesos multicausales, pero también multidimensionales, que complejizan su estudio. Entre las más grandes diferencias se constata las particularidades de los procesos de precarización en Europa y 53 Latinoamérica. En Europa, los procesos de precariedad laboral responden más a los argumentos anteriormente señalados. La Europa occidental de la posguerra, en función del desarrollo social y con el fin de limitar la expansión del socialismo desarrolló sociedades de bajos índices de desempleo; en ellas, la mayoría de la PEA contaba con empleos asalariados regulados, normados y protegidos. Tales empleos, como indica el término, se realizaban en un pathos de bienestar social: eran garantes de derechos y fuentes de ciudadanía. Los procesos de precarización, desmantelaron estas idílicas condiciones laborales, en la medida que la relación laboral ha sido reducida, en gran medida, a una relación mercantil. En Latinoamérica la precariedad laboral ha sido una constante. Aunque la hegemonía de los asalariados –que al igual que en Europa gozaban de empleos idílicos: normados, protegidos y regulados— fue una de las principales virtudes del ISI, en la medida que entonces el desarrollo económico y social se pensaba interrelacionado con el progreso de los trabajadores y la disminución de la pobreza. No es menos cierto que gran parte de la población subsistía gracias a la informalidad en empleos desprotegidos de todo tipo de ayudad social. Así los trabajadores asalariados insertados en las industrias modernas y en los sectores públicos desplegados por ISI gozaban con buenas condiciones laborales, constituyéndose como sectores líderes y paradigmáticos y los trabajadores informales justificaban constituir a la precariedad en un rasgo constante de los nuestros mercados laborales. A partir de las reformas neoliberales implementadas en la región, producto del Consenso de Washington y la apertura comercial, la necesidad de aumentar la competitividad de las empresas líderes y con el achicamiento del sector público, los procesos de flexibilización laboral comprometieron las protecciones, seguridades y derechos que procuraba el empleo asalariado en los sectores industriales y públicos. Por lo que la precariedad laboral dejó de ser un fenómeno marginal y se instauró en estos privilegiados sectores, constituyéndose en una condición estructural. 54 Tal condición se agrava por la heterogeneidad laboral que, a diferencia de las economías centrales, caracteriza a la región. En México, los diferenciales de productividad e ingresos inter e intrasectoriales se han agravado por la apertura comercial, la cual ha implicado una restructuración y recolocación productiva a favor de las entidades federativas de la frontera norte. Ahora bien, la economía mexicana, además de estar condicionada por la heterogeneidad estructural, presenta otras disfunciones o tendencias. Estas señalan a las tendencias que ha presentado la expansión del sector terciario, en la que su mayor crecimiento se ha realizado en el sector de los servicios. Entre ellos, se aprecia dos tendencias, una al incremento del empleo en las ramas de bajas barreras de entrada y baja calificación: restaurantes, comercio, hotelería, por solo mencionar algunas; y otra tendencia que refiere a la importancia del sector público y la calidad de los empleos que genera: servicios sanitarios, educativos, jurídicos, etc. En ambas tendencias, el componente femenino de la población ocupada es muy importante. Estas tendencias, también reflejan la tensión entre los factores virtuosos y críticos explicativos de la jefatura femenina. Por ello, la presente investigación recurre al concepto precariedad laboral, para dar cuenta de las condiciones laborales de las jefas de hogar en México en 2011. Como tal concepto es una herramienta ideal para dar cuenta de la remercantilización del trabajo asalariado, se reduce el universo de estudio a las jefas de hogar asalariadas. Debido al carácter multicausal y multidimensional del concepto precariedad laboral se analizan los diversos grados de precariedad de las jefas asalariadas y las características sociodemográficas de las más y menos precarizadas. Así, como los pesos relativos de sus principales determinantes, los mismos que son analizados de acuerdo a la heterogeneidad estructural de los mercados laborales mexicanos. 55 Capítulo 2 Jefas de hogar: condiciones en el empleo y niveles de precariedad laboral. El presente capítulo enfoca a las condiciones en el empleo de las jefas de hogar a partir del concepto precariedad laboral. No se trata de una ontología del empleo asalariado, sino de un análisis sobre sus diferentes niveles de precariedad, por medio de distintas dimensiones: insuficiencia de ingresos, desregulación laboral, desprotección social y laboral e insuficiencia de ingresos. Como la precariedad laboral, en un contexto de heterogeneidad laboral como el mexicano, adquiere diferentes niveles en dependencia de las configuraciones entre sus dimensiones, y como tales dimensiones están condicionadas tanto por factores de demanda, como socioespaciales y de oferta, el presente capítulo tiene el propósito de mostrar los diferentes niveles de precariedad laboral de las jefas asalariadas en México en el segundo trimestre del 2011. Como la jefatura femenina responde, entre otros, a factores virtuosos y críticos asociados a la heterogeneidad estructural de la economía mexicana, el presente capítulo también asume el propósito de caracterizar comparativamente los diferentes perfiles (sociodemográficos, socioespaciales y laborales) de las jefas por niveles de precariedad. Antes de enfrentar tal reto, es menester describir las características de las jefas de hogar. Aun no sabemos quiénes son, cuáles son sus particularidades en la totalidad de la población mexicana, ni sus especificidades en el interior de la población femenina. Tampoco conocemos su distribución geográfica, ni las características de su inserción laboral. Por ello es menester señalar sus características esenciales. Para cumplir tal propósito y dar cuenta de las características de las jefas asalariadas, el presente capítulo se desarrolla en cinco epígrafes. El primer epígrafe, “Perfil sociodemográfico y socioespacial de las jefas de hogar asalariadas”, las caracteriza de acuerdo tales órdenes; el segundo epígrafe, “La heterogeneidad de la inserción laboral de las jefas asalariadas en México”, caracteriza al perfil laboral; el tercer epígrafe, 56 “Condiciones en el empleo de las jefas asalariadas”, describe las condiciones en el empleo de las jefas asalariadas; el cuarto epígrafe, “Diversos niveles de precariedad laboral”, muestra sus diversos niveles y las características de la precariedad laboral de las jefas; el quinto epígrafe, “Análisis comparativo de las jefas de hogar de acuerdo al nivel de precariedad laboral”, describe las características de las jefas precarizadas en comparación con las no precarizadas; el sexto y último epígrafe, “Conclusiones parciales” se señalan los principales hallazgos del capítulo. 2.1 Perfil sociodemográfico y socioespacial de las jefas de hogar asalariadas. La vasta literatura sobre jefatura femenina en México ha documentado las especificidades de este subgrupo poblacional. Entre sus características se han señalado, la avanzada estructura etaria, que por lo general se trata de mujeres sin pareja, su baja escolaridad, el menor tamaño promedio de sus hogares, el superior número de perceptores y la menor relación de dependencia (Acosta Díaz, 2000; Acosta Díaz y Solís, 1998; Ariza y Oliveira, 1996 y 2001; Buvinic, 1991; Chant, 1997; Cortés y Rubalcava, 1995; Gonzales de la Rocha, 1999; López y Salles, 2000; Muñiz y Hernández, 2000; Parker y Gómez de León, 2000; Rubalcaba y Cortez, 1995). El presente epígrafe describe el perfil sociodemográfico y socioespacial de un subgrupo específico dentro de las jefas de hogar: las asalariadas. En el total de hogares de la población mexicana (29.885.353) existen 7.527.275 de hogares jefaturados por mujeres que representan poco más de un cuarto (25.2%). Lo que da muestra del incremento de la jefatura femenina durante la última década. Pues en 2002, estas representaban el 20% y en 1994 el 14.8% (INEGI, 1999 y 2005). En el 2011, representaban el 17.2% del total de la población femenina en edad laboral (mayor a 14 años). 57 Cuadro 2.1: Distribución porcentual de la población femenina mayor a 14 años por presencia de jefatura y condición de actividad Total Jefas No Jefas Absoluto Porcentaje Absoluto Porcentaje Absoluto Porcentaje Disponibles 4240767 9.7 652006 8.7 3588761 9.9 NO PEA No Disponibles 21267149 48.5 2842342 37.8 18424807 50.8 Total NO PEA 25507916 58.2 3494348 46.4 22013568 60.7 Desocupadas 959375 2.2 154666 2.1 804709 2.2 Empleadoras 415464 0.9 135470 1.8 279994 0.8 Trabajadoras por cuenta propia 4018889 9.2 1204302 16.0 2814587 7.8 Trabajadoras sin pago 1615036 3.7 47682 0.6 1567354 4.3 PEA Ocupadas Trabajadoras No Asalariadas 412083 0.9 105833 1.4 306250 0.8 subordinadas y Asalariadas 10890831 24.9 2384974 31.7 8505857 23.4 Total ocupadas 17352303 39.6 3878261 51.5 13474042 37.1 Total PEA 18311678 41.8 4032927 53.6 14278751 39.3 Población Total 43819594 100 7527275 100 36292319 100 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. El Cuadro 2.1 muestra, en primer lugar, que casi seis décimas partes (58.2%) del total de la población femenina en edad laboral están inactivas20. Entre las no-jefas, las que no presionan los mercados laborales (inactivas) superan las seis décimas partes (60.7%). Ello sugiere, que por lo general, la población femenina es económicamente dependiente de los ingresos de otros integrantes. En cambio, las jefas de hogar, por sus necesidades están obligadas a presionar más lo mercados laborales, pues sus proporciones de inactivas, en comparación con las tendencias señaladas, son menores, incluso por debajo de la mitad (46.4%). Es decir, las no-jefas inactivas ganan en 14.3 puntos porcentuales a las jefas. En segundo lugar, muestra que solo el 41.8% de la totalidad de la población femenina presiona los mercados laborales con o sin éxito. Las no-jefas activas, trabajando o buscando empleo, representan proporciones menores, no llegan cuatro décimas partes (39.3%). Las jefas de hogar, como se señaló por sus necesidades, están obligadas a presionar con mayor intensidad los mercados laborales, más de la mitad de ellas (53.6%) trabaja o busca empleo. En tercer lugar, se aprecia que los niveles de desempleo son los ya tradicionalmente bajos que caracterizan a los mercados laborales mexicanos (2.2% para el total de la población femenina y las no-jefas). Nótese que la mayor presión sobre los mercados 20 Los porcentajes en el Cuadro 3.1 están sacados con relación al total de la población en edad laboral. 58 laborales que ejercen las jefas se aprecia en esa aparentemente mínima diferencia en los índices de desempleo (2.1%). En un indicador como el desempleo, esa mínima diferencia es muy gráfica. Tales resultados reafirman hallazgos precedentes sobre la mayor participación económica de las jefas de hogar (García y Pacheco, 2001; INEGI, 1999 y 2005; Tuirán, 1993). También se aprecia, la distribución de la población femenina de acuerdo a la posición en la ocupación. Un cuarto (24.9%) de la población femenina recibe salarios por su participación económica y menos de un décima parte recurre al autoempleo (9.2%). Entre las no-jefas, las asalariadas se reducen al 23.4% y solo un 7.8% recurre al autoempleo. Lo que recuerda que, en gran medida, las no-jefas constituyen un grupo poblacional dependiente económicamente. Las jefas, en cambio, presentan mayores proporciones de asalariadas (31.7%) y un 16% recurre al autoempleo. Lo que muestra, no solo que son más independientes, sino también, que liderar sus hogares las obliga a una mayor participación en los mercados laborales, para poder sostener a sus dependientes. En fin, para las jefas, liderar sus hogares las signa de responsabilidades, como aportar ingresos, tomar decisiones fundamentales, administrar los recursos (Muñiz y Hernández, 1996). Aunque no todas trabajen, ni sean las perceptoras principales, presionan los mercados de trabajo con mayor intensidad que las no-jefas (en la PEA, las jefas (53.6%) las aventajan en 14.2 puntos porcentuales y solo el 2.1% presiona los mercados sin éxito). Mientras un 4.3% de las no-jefas trabajan sin remuneración, las jefas no pueden darse ese lujo (solo un 0.6% no recibe pago por sus servicios). Así mismo, las proporciones de jefas que recurren al autoempleo (16%) sobrepasan en 8.2 puntos porcentuales a las no-jefas (7.8%). Ahora bien, anteriormente se ha justificado, de acuerdo a varias razones, la necesidad de reducir el universo de análisis a las jefas asalariadas. Tales razones estaban referidas a la especificidad del concepto precariedad: que da cuenta del deterioro del empleo normado, regulado, protegido. Y también estaban referidas al peso de las asalariadas (61.5%) entre 59 las jefas ocupadas; y por constituir el subgrupo en que las diversas naturalezas de los factores explicativos de la jefatura femenina (virtuosos y críticos) mejor se expresan. Al constituir un subgrupo muy heterogéneo, se espera que presente diferentes niveles de precariedad. Por lo que señalemos los rasgos que las caracterizan entre la población femenina y los que las especifican entre las jefas de hogar. Tal caracterización, como se señaló, se realiza a partir de dos grupos de contraste: las no-jefas y las jefas trabajadoras por cuenta propia. En el anexo metodológico (Ver Cuadros A.1 y A.2), se justifica la elección de las variables utilizadas. 60 2.1.1 Características individuales de las jefas asalariadas21. Cuadro 2.2: Distribución porcentual de la población femenina asalariada por presencia de jefatura y posición en la ocupación De 14 a 29 Años De 30 a 39 Años Grupos de De 40 a 49 Años De 50 a 59 Años Edad De 60 Años y más Total Sin Escolaridad Primaria Secundaria Preparatoria, Técnica o Escolaridad Normal Profesional No especificado Jefas Asalariadas Trabajadoras por cuenta propia Absoluto Porcentaje Absoluto Porcentaje 279074 11.7% 65372 5.4% 585615 24.6% 200617 16.7% 824544 34.6% 294965 24.5% 498237 20.9% 325092 27.0% 197504 8.3% 318256 26.4% 2384974 100% 1204302 100% No-jefas Asalariadas Absoluto Porcentaje 3660412 43.0% 2278543 26.8% 1689884 19.9% 702248 8.3% 174770 2.1% 8505857 100% 128785 687617 525240 5.4% 28.8% 22.0% 178253 514545 245275 14.8% 42.7% 20.4% 172193 1407696 2175767 2.0% 16.5% 25.6% 563101 23.6% 178748 14.8% 2597378 30.5% 479603 628 20.1% 0.0% 87175 306 7.2% 0.0% 2148607 4216 25.3% 0.0% Total 2384974 100% 1204302 100% 8505857 100% Unidas Desunidas Estado Civil Viudas Solteras Total 487935 762638 309379 825022 2384974 20.5% 32.0% 13.0% 34.6% 100% 302552 326083 343824 231843 1204302 25.1% 27.1% 28.5% 19.3% 100% 4339204 399633 97376 3669644 8505857 51.0% 4.7% 1.1% 43.1% 100% Sin Hijos Número de Con 1 o 2 Hijos De 3 a 5 Hijos Hijos De 6 Hijos y más Total 581588 1324812 463491 15083 2384974 24.4% 55.5% 19.4% 0.6% 100% 357603 618824 217553 10322 1204302 29.7% 51.4% 18.1% 0.9% 100% 3361122 3207508 1759417 177810 8505857 39.5% 37.7% 20.7% 2.1% 100% Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. Uno de los rasgos de las jefas de hogar, ampliamente documentado, es su avanzada estructura etaria. No es fortuito, las desuniones constituyen uno de los principales factores de la jefatura, ya sean productos de separaciones, divorcios o migraciones, pasar de la unión a la desunión precisa el trascurso del tiempo. Por lo general, la viudez, otra de las causas de la jefatura, exige mucho más tiempo para su realización. Sin embargo, 21 En la tercera columna del Cuadro 2.2, el porcentaje de jefas asalariadas por grupos de edad, aparentemente presenta un problema. Como indica el cuadro, el total es 100%. Pero si se suman esos valores por calculadora, el resultado es 101%. No se trata de error, sino de un efecto del redondeo. Los valores de la fila correspondiente a los grupos de edades 30-39 y 4049 son 24.5543557288256% y 34.5724523621641% respectivamente. Como se observa el primer decimal en cada uno es un 5, al redondearse a 6, el efecto aparentemente, al calcularse con calculadora, genera un decimal de más. En este caso, la comprobación del dato, exigiría calcular los porcentajes completamente. 61 al reducir el universo a las jefas asalariadas, la estructura etaria que presentan, si bien es de mayor edad que la de las no-jefas, no se caracteriza por el envejecimiento. Las no-jefas presentan una joven estructura etaria, el 43% de las ellas (un valor cercano a la mitad), se concentra entre los 14 y 29 años y casi siete décimas partes (69.8%) tienen hasta 40 años. En cambio, las jefas asalariadas comienzan a tener importancia a partir de los 30 años. Entre los 30 y los 49 años se concentran casi seis décimas partes (59.1%). Nótese que en el grupo de edad entre los 14 y 29 años, las jefas (11.7%) son superadas en 31.3 puntos porcentuales por las no-jefas. En contraste, las jefas trabajadoras por cuenta propia presentan una estructura etaria envejecida (más de la mitad, el 53.4%, es mayor a los 50 años). Estas cifras son lógicas si se considera que a mayor edad disminuyen las oportunidades de encontrar empleo asalariado, tanto para hombres como para mujeres. Situación que se refleja particularmente entre las jefas mayores de 60 años, que para generar sus propias fuentes de ingresos recurren al auto empleo. Las no-jefas asalariadas presentan mayores niveles de escolaridad que las jefas asalariadas. En el grupo que no tiene escolaridad el porcentaje de las jefas (5.4%) supera a las no-jefas (2%); las jefas asalariadas están más representadas entre las que tienen primaria y secundaria (50.8% frente al 42.1% de las no-jefas). En contraste, las no-jefas asalariadas están más representadas en los niveles escolares medios y profesionales (55.8% frente al 43.7% de las jefas asalariadas). Al compararlas con sus homólogas que recurren al autoempleo tenemos que las jefas asalariadas presentan mayor escolaridad. Entre las que no tiene años de escolaridad, las jefas trabajadoras por cuenta propia (14.8%) aventajan en 9.4 puntos porcentuales a las asalariadas. En primaria y secundaria, concentran a más de seis décimas partes (63.1%). Y solo un 22.1% presenta preparatoria y profesional (estas últimas solo representan un 7.2%). 62 Detrás de las diferencias de escolaridad, entre asalariadas (jefas y no-jefas) y entre las propias jefas (asalariadas y cuenta propias) están las diferencias entre sus respectivas estructuras etarias. Otra de las características de la jefatura femenina en México es la ausencia del conyugue. En cuanto al estado civil, las no-jefas asalariadas se distribuyen fundamentalmente entre unidas (51%) y solteras (43.1%), lo que sugiere que son principalmente cónyuges e hijas, revelando que a pesar de los cambios en la composición de los arreglos familiares, el modelo tradicional de hogar con el jefe varón como proveedor principal es aún hegemónico. El estado civil de las jefas asalariadas es muy heterogéneo, demostrando la diversidad de tipos de hogar que caracteriza a la jefatura femenina. Se distribuyen principalmente entre solteras (34.6%), que asumen la jefatura en ausencia de un varón o una mujer mayor que lo haga; desunidas (32%), que constituyen un modelo diferente de hogar, en el que mujeres sin pareja, gracias a su inserción laboral, logran sostener sus hogares; unidas (20.5%), que revelan cierto trastrocamiento de los ideales de jefatura, pues estos hogares, aún en presencia del cónyuge masculino, los otros integrantes reconocen a una mujer como jefa; y una proporción menor son viudas (13%). Al comparar a las jefas asalariadas con las jefas trabajadoras por cuenta propia destacan tres rasgos. Uno: se ratifica la presencia de jefas unidas, reafirmando los cambios en los ideales de jefatura; incluso las jefas trabajadoras por cuenta propia (25.1%) superan en 4.6 puntos porcentuales a las asalariadas. Dos: el incremento del peso de las viudas entre las trabajadoras por cuenta propia (28.5%), lo que revela que las jefas de mayores edades, aunque no encuentren empleos asalariados, por sus responsabilidades recurren al autoempleo para sostener económicamente a sus hogares. Tres: La disminución de las solteras (19.3%) entre las jefas autoempleadas. Tales características dan fe de las diversas naturalezas de los factores explicativos de la jefatura femenina. Es muy probable que las jefas solteras asalariadas estén asociadas a los factores virtuosos de la jefatura femenina y que las solteras que recurren al 63 autoempleo den muestra de los críticos. No se trata de relaciones mecánicas, pero sí de tendencias. Los factores críticos, quizás también se expresan en ese alto porcentaje de viudas que recurre al autoempleo para generar ingresos. El peso de las desunidas entre las jefas (independiente de la posición en la ocupación) da muestra de la importancia de las separaciones, divorcios y abandonos en la constitución de la jefatura femenina. Las no-jefas presentan menor número de hijos que las jefas asalariadas. Tres constataciones lo demuestran. Primera: Entre las que no tienen hijos, las no-jefas (39.5%) aventajan a las jefas asalariadas (24.4%) en 15.1 puntos porcentuales. Dos: entre las que tienen 1 o 2 hijos, las jefas asalariadas (55.5%) aventajan en 17.8 puntos porcentuales a las no-jefas asalariadas (37.7%). Tres: entre las que tienen de 3 a 5 hijos, jefas y no-jefas asalariadas presentan valores cercanos (19.4% y 20.7% respectivamente). Solo entre las que tienen 6 hijos y más la presencia de no-jefas es mayor (2.1%). Cabe destacar que el 39.5% de no-jefas sin hijos es un valor cercano al 43.1% de no-jefas solteras, lo que ofrece otra razón para clasificarlas como hijas. Las jefas trabajadoras por cuenta propia también presentan menor número de hijos que las jefas asalariadas. Otras tres constataciones los demuestran. Entre las que no tienen hijos, las que recurren al autoempleo (29.7%) aventajan a las jefas asalariadas en 5.3 puntos porcentuales. Dos: entre las que tienen 1 o 2 hijos, las jefas asalariadas aventajan en 4.1 puntos porcentuales a las no-jefas asalariadas (37.7%). Tres: aunque presentan una mínima a diferencia, entre las que tienen de 3 a 5 hijos, las jefas asalariadas (19.4%) aventajan en 1.3 puntos porcentuales a las jefas autoempleadas (18.1%). 2.1.2 Características de los hogares de las jefas asalariadas. Como se señaló en el epígrafe 2.1, liderar sus hogares adjudica a las jefas unas responsabilidades que no detentan en su generalidad las no-jefas. Por esta razón, para caracterizar a las jefas asalariadas de acuerdo a las características de sus hogares, en este apartado se reduce la comparación a las jefas trabajadoras por cuenta propia. Como la comparación se realiza entre jefas de hogar, en función de la redacción, se hablará de asalariadas y trabajadoras por cuenta propia. 64 Cuadro 2.3: Distribución porcentual de las jefas de hogar por posición en la ocupación y caracteríticas de los hogares Asalariadas Trabajadoras por cuenta propia Absoluto Porcentaje Absoluto Porcentaje Tamaño del Hogar Tipo de Hogar Relación de Dependencia Monoparentales De 2 a 3 Miembros De 4 a 6 Miembros 7 y más Miembros 322380 1150490 798402 113702 13.5 48.2 33.5 4.8 226895 536526 371063 69818 18.8 44.6 30.8 5.8 Total 2384974 100 1204302 100 Total 322380 1284975 658770 118849 2384974 13.5 53.9 27.6 5.0 100 226895 586243 339747 51417 1204302 18.8 48.7 28.2 4.3 100 1 persona por trabajador 621286 26.1 427504 35.5 Hasta 2 personas por trabajador 998478 41.9 464488 38.6 Hasta 3 personas por trabajador 475964 20.0 201153 16.7 Hasta 4 personas por trabajador 206364 8.7 75081 6.2 Más de 4 personas por trabajador 82882 3.5 36076 3.0 2384974 100 1204302 100 Unipersonales Nucleares Extensos Compuestos Total Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. En cuanto al tamaño promedio de los hogares, aunque se presenten patrones parecidos, se aprecia que ligeramente las trabajadoras por cuenta propia comandan hogares de menos tamaño promedio. El 18.8% de las trabajadoras por cuenta propia que viven solas aventajan en 5.3 puntos porcentuales a las asalariadas (13.5%); proporciones cercanas a la mitad, en ambos tipos de jefas, viven en hogares pequeños, de dos a tres miembros (48.2% las asalariadas y 44.6% las que recurren al autoempleo). Y también ambos grupos presentan, proporciones cercanas al tercio en hogares de 4 a 6 miembros. Resultados lógicos, pues el menor tamaño promedio de los hogares de las trabajadoras por cuenta propia, es producto de sus inferiores capacidades para sustentar económicamente a otros dependientes. En cuanto al tipo de hogar, no se aprecia grandes diferencias. Como es lógico los porcentajes de hogares unipersonales coinciden con los monoparentales de la anterior categoría. La primacía de los hogares nucleares aun se corrobora, pues concentran, en el caso de las asalariadas a poco más de la mitad (53.9%) y casi la mitad de las trabajadoras por cuenta propia (48.7%). También se observa, lo señalado respecto a la diversidad de arreglos residenciales, muy asociada a unas de las estrategias de 65 sobrevivencia desplegadas por los hogares para enfrentar el entorno de adversidad económica: la tendencia a constituirse en hogares extensos integrando familiares que aporten más ingresos (García y Pacheco, 2001; Muñiz y Hernández, 2000; Tuirán, 1993), sendos grupos presentan porcentajes muy superiores a una cuarta parte (27.6%, las asalariadas y 28.2% las trabajadoras por cuenta propia); y en menor medida, también integran allegados sin vínculos consanguíneos, constituyéndose como hogares compuestos (5% y 4.3% respectivamente). La relación de dependencia, indicador muy importante, da cuenta de la razón entre los no-trabajadores sobre los trabajadores, es decir, cuantos miembros trabajadores deben sostener económicamente a los que no trabajan. Como se ha señalado, una de las características de los hogares con jefatura femenina, es el mayor número de perceptores, por lo que la relación de dependencia es en promedio menor que la de los hogares jefaturados por hombres. En nuestro caso se observa, que las jefas asalariadas comandan hogares con mayor relación de dependencia que los hogares liderados por trabajadoras por cuenta propia. El 35.5% de las últimas tiene una relación de dependencia ideal, existen tanto integrantes como perceptores de ingresos; aventajando en 9.4 puntos porcentuales a las asalariadas. En el resto de las categorías, las asalariadas están más representadas. 2.1.3 Características socioespaciales de las jefas asalariadas. En el siguiente apartado, se retoma la comparación con los dos grupos de contraste. Como se ha documentado que la distribución socioespacial de la población, de acuerdo al tipo de localidades urbanas y rurales, y a los niveles de desarrollo socioeconómico de sus regiones, en contextos económicos signados por la heterogeneidad estructural, establece diferencias sociales en cuanto a la calidad de servicios sanitarios, educativos, culturales y también a la inserción laboral, es importante conocer la distribución espacial de las jefas de hogar. 66 Cuadro 2.4: Distribución porcentual de la población femenina asalariada por presencia de jefatura y posición en la ocupación y características socioespaciales La distribución socioespacial de la población femenina de acuerdo al tipo de localidad, muestra el generalizado proceso de concentración de las poblaciones en las zonas urbanas; por ello, la gran mayoría de asalariadas, jefas y no-jefas, se concentran en localidades superiores a los 15 mil habitantes (80.4% y 76.9% respectivamente). Nótese, que las jefas asalariadas ligeramente aventajan a las segundas en 3.5 puntos porcentuales. Las jefas trabajadoras por cuenta propia, también presentan mayor concentración en las zonas urbanas, pero sus proporciones son menores (63%) y un 37% en zonas rurales. Estas diferencias sugieren, que las zonas urbanas favorecen en mayor medida, el trabajo asalariado. La distribución socioespacial de acuerdo a las regiones socioeconómicas22, se observa que las jefas asalariadas se distribuyen siguiendo un patrón muy parecido al del resto de 22 En el Anexo metodológico se explica el uso de esta variable. Para facilitar la lectura se señala que la distribución de las entidades federativas por regiones socioeconómicas. Pacífico-Sur: Chiapas, Oaxaca y Guerrero; Atlántico-Este: Campeche, Tabasco, Veracruz, Puebla, San Luis Potosí, Hidalgo; Centro Norte-Centro Sur: Durango, Guanajuato, Michoacán, Tlaxcala y Zacatecas; Occidente-Centro Sur-Yucatán-Quintana Roo: Colima, Estado de México, Morelos, Nayarit, Querétaro, Quintana Roo, Sinaloa y Yucatán; Frontera Norte-Baja California del Su: Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Sonora y Tamaulipas; Nuevo León- 67 la población femenina asalariada. Presentan concentraciones considerables en las regiones constituidas por las entidades federativas del centro-norte del país, incluyendo a la Ciudad de México. En cambio, las jefas trabajadoras por cuenta propia se concentran en las regiones de mayores desventajas, las que constituyen las entidades federativas de las regiones central y sur del país, con la excepción del Distrito Federal. Detrás de las diferencias entre los indicadores socioespaciales, tanto por el tipo de localidad como por las regiones socioeconómicas, está la heterogeneidad de la estructura productiva mexicana. Pues los modelos socioeconómicos dominantes (ISI y apertura comercial) han privilegiado las zonas urbanas en detrimento de las rurales. 2.2 La heterogeneidad de la inserción laboral de las jefas asalariadas en México. México, como toda la región latinoamericana, se caracteriza por la heterogeneidad de su estructura productiva. Esta diversidad es uno de los principales efectos de la constitución sectorial de las ramas productivas y se complejiza por la diversificada territorialización o localización de las ramas económicas, condicionando la diferenciada inserción laboral de las jefas de hogar; la misma que además de realizarse en función de las necesidades de la demanda, también depende de características contextuales (regiones socioeconómicas y tipo de localidades) y de sus características sociodemográficas. En el presente apartado analizaremos la heterogeneidad de la inserción laboral de las jefas asalariadas a partir de cuatro factores de diferenciación: ramas económicas, tipo de unidad económica, tamaño de la empresa y ámbito de actividad. Es menester señalar que en las columnas referidas a las jefas trabajadoras por cuenta propias, presentan varios ceros. Son resultados lógicos, pues los ceros aparecen en las categorías, que por la propia constitución de los mercados laborales es imposible que exista trabajo por cuenta propia. Coahuila-Aguascalientes-Jalisco: Aguascalientes, Coahuila, Jalisco y Nuevo León; Distrito Ferderal: Distrito Federal. 68 Cuadro 2.5: Distribución porcentual de la población femenina asalariada por presencia de jefatura y posición en la ocupación y caracteríticas laborales Jefas No Jefas Asalariadas Rama de actividad Absoluto Porcentaje Agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca 29520 1.24% 66038 5.5% 140651 1.7% Industria extractiva y de la electricidad Industria manufacturera Construcción Comercio Restaurantes y servicios de alojamiento Transportes, comunicaciones, correo y almacenamiento Servicios profesionales, financieros y corporativos Servicios sociales Servicios diversos Gobierno y organismos internacionales Total 8906 334623 18975 251356 232467 0.4% 14.1% 0.8% 10.6% 9.8% 0 185819 137 582513 197853 0.0% 15.4% 0.0% 48.4% 16.4% 37217 1326021 83625 1381485 671420 0.4% 15.6% 1.0% 16.3% 7.9% 42240 1.8% 3385 0.3% 182245 2.1% 179054 481044 592874 210098 2381157 7.5% 20.2% 24.9% 8.8% 100% 43395 26895 97862 0 1203897 3.6% 2.2% 8.1% 0.0% 100% 693238 1771493 1584195 611725 8483315 8.2% 20.9% 18.7% 7.2% 100% Empresas contituidas en sociedad y corporativas 644221 27.0% 0 0.0% 2573001 30.3% 341772 93526 618282 156292 528202 0 2382295 14.3% 3.9% 26.0% 6.6% 22.2% 0.0% 100% 168687 3528 0 1003930 0 27752 1203897 14.0% 0.3% 0.0% 83.4% 0.0% 2.3% 100% 1565599 434345 1965220 597071 1354862 0 8490098 18.4% 5.1% 23.1% 7.0% 16.0% 0.0% 100% Total 352467 529838 184674 142772 371515 759497 44211 2384974 14.8% 22.2% 7.7% 6.0% 15.6% 31.8% 1.9% 100% 974173 227467 2014 648 0 0 0 1204302 80.9% 18.9% 0.2% 0.1% 0.0% 0.0% 0.0% 100% 890786 2105105 737444 462584 1441159 2583626 285153 8505857 10.47% 24.75% 8.67% 5.44% 16.94% 30.37% 3.35% 100% Total 131124 235790 305186 13588 7785 693473 18.9% 34.0% 44.0% 2.0% 1.1% 100% 0 0 1093 0 0 1093 0.0% 0.0% 100.0% 0.0% 0.0% 100% 546520 889641 1178383 71424 52534 2738502 19.96% 32.49% 43.03% 2.61% 1.92% 100% Negocios no constituidos en sociedad Tipo de unidad Privadas económica Públicas Sector informal Trabajo doméstico remunerado Agricultura de subsistencia Total Tamaño de la Empresa Ámbito de Actividad Trabajadoras por cuenta asalariadas propia Absoluto Porcentaje Absoluto Porcentaje 1 Persona De 2 a 5 Personas De 6 a 10 Personas De 11 a 15 Personas De 16 a 50 Personas De 51 y más personas No especificado Internacional Nacional Local Franquicia No especificado Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. A primera vista se observa que en los cuatro indicadores de la heterogeneidad laboral seleccionados, el patrón de distribución es muy parecido entre las asalariadas jefas y nojefas. Lo que nos hace suponer que en los mercados de trabajo, la inserción laboral de los grupos de trabajadores dependen más de las dinámicas internas de la estructura productiva y menos de las características individuales de la oferta. Enfocando la composición sectorial a partir de las ramas económicas se aprecia que las asalariadas, sean jefas o no-jefas, se insertan fundamentalmente en servicios diversos, sociales, manufactura y comercio. Sectores formales, en los que las mujeres, por lo 69 general, participan como doctoras, enfermeras, profesoras, secretarias, ejecutivas, agentes de ventas, etc. En cambio, las jefas trabajadoras por cuenta propia se inserten fundamentalmente en comercio (48.4%), muy probamente ambulante y básicamente en venta de alimentos y enseres domésticos; restaurantes y servicios de alojamiento (16.4%); y manufactura (15.4%), con la producción de artículos para la venta. Detrás de estas diferencias se intuyen los efectos de la apertura comercial sobre la estructura del empleo. Pues, por un lado, se aprecia una menor presencia de asalariadas (7.5%: jefas y 8.2%: no-jefas) en los servicios profesionales, financieros y corporativos. No es fortuito, el sector manufacturero, punta de lazan del nuevo modelo orientado a la exportación, importa sus principales insumos, reduciendo la demanda de los servicios al productor (Fujii Gambero, 2006; Weller, 2004). También se aprecia, que a pesar de la reducción del estado, los sectores públicos son importantes en la generación de empleo y por ello la concentración de asalariadas en los servicios sociales. El concurso del sector manufacturero en la generación del empleo se hace notar en ese 14.1% de jefas y el 15.6% de mujeres que absorbe. En contraste, la persistente presencia de las jefas que recurren al autoempleo en pequeñas unidades comerciales informales (83.4%) que en su gran mayoría cuentan con un solo trabajador (80.9%), muestra la precariedad que las caracteriza. Ya que estas se caracterizan por ser unidades informales, de bajos ingresos, ausencias de contratos, seguridades y protecciones. La heterogeneidad de la inserción laboral se aprecia también en el tipo de unidad económica. Las asalariadas (jefas y no-jefas) se insertan fundamentalmente en empresas constituidas en sociedad, empresas públicas, trabajo doméstico remunerado y negocios no constituidos en sociedad. Hay que señalar que el trabajo doméstico remunerado, generalmente no consta con contratos y prestaciones laborales básicas, ni seguridad 70 social, situación que afecta una quinta parte de las no-jefas y un considerable porcentaje de jefas asalariadas. En cuanto al tipo de tamaño de la empresa, se observa cierta polaridad. Una importante proporción de asalariadas se inserta en empresas muy pequeñas, unipersonales y de hasta cinco trabajadores, es decir, los que generalmente clasifican como micronegocios (37% jefas y 35.2 no-jefas) y en el otro polo tenemos las que se insertan en empresas mayores a 16 trabajadores (47.4% y 47.3% respectivamente). Esta diferenciación es muy importante, porque por lo general las empresas pequeñas se caracterizan por desempeñarse en comercio y servicios diversos y las empresas de mayor tamaño refieren a los sectores públicos e industriales. Las jefas trabajadoras por cuenta propia, evidentemente no presentan tal polarización. Todo lo contrario, el 99.8%, es decir, casi la totalidad, se inserta en micronegocios. Que como se ha señalado, por lo general carecen de todo tipo de seguridades y protecciones. Es muy probable entonces que sus condiciones laborales sean muy precarias. El ámbito de actividad, es un indicador muy importante, pues por lo general las empresas que tienen representación a nivel nacional e internacional son empresas de mayores tamaños y reguladas. Así observamos, que las asalariadas (jefas y no-jefas) se desempeñan fundamentalmente en empresas locales, nacionales e internacionales. Tal diferenciación sugiere que en general la inserción laboral de las mujeres asalariadas se realiza en empresas de carácter local, seguidas de las nacionales y en menor medida de las internacionales. Como es lógico, la totalidad de la inserción laboral de las jefas trabajadoras por cuenta propia se da en empresas locales. 2.3 Condiciones en el empleo de las jefas asalariadas en México en el segundo trimestre del 2011. Como se ha señalado, la importancia del concepto precariedad laboral estriba en su capacidad para dar cuenta del deterioro de las condiciones en el empleo. Este deterioro es menester analizarlo a partir de las dimensiones del concepto: insuficiencia de ingresos, que da cuenta de la población que en condiciones críticas, ya que recibe 71 salarios inferiores a dos salarios mínimos; desregulación de la jornada laboral, que muestra la desregulación del estado de las relaciones laborales, al identificar a las personas que trabajan menos de 35 horas y más de 48 horas, los primeros tienen jornadas insuficientes y los segundos extrajornada; desprotección social, idéntica a todos aquellos trabajadores cuyos empleos de no les garantizan seguro médico; desprotección laboral, da cuenta las personas que no gozan de prestaciones laborales; e inseguridad laboral, quizás el indicador más importante, porque identifica el grado de flexibilidad laboral, en aquellas personas que trabajan sin contrato o los tienen por temporalmente. Para visualizar la heterogeneidad de las condiciones en el empleo de las jefas asalariadas, el análisis se desarrolla a partir de grupos de edad. 2.3.1 Condiciones salariales de las jefas asalariadas. Cuadro 2.6: Distribucción porcentual de las jefas asalariadas por nivel de ingresos en salarios mínimos Más de 2 y hasta 5 Más de 5 Salarios Hasta 2 Salarios Mínimos No especificado Salarios Mínimos Mínimos Absoluto % Absoluto % Absoluto % Absoluto % Grupos de Edad De 14 a 29 años De 30 a 39 años De 40 a 49 años De 50 a 59 años 60 años y más Total 107729 239714 312601 198171 110154 968369 38.6% 40.9% 37.9% 39.8% 55.8% 40.6% 133011 240265 351712 193008 62763 980759 47.7% 41.0% 42.7% 38.7% 31.8% 41.1% 25590 63646 89195 52504 7080 238015 9.2% 10.9% 10.8% 10.5% 3.6% 10.0% 12744 41990 71036 54554 17507 197831 4.6% 7.2% 8.6% 10.9% 8.9% 8.3% Total Absoluto % 279074 585615 824544 498237 197504 2384974 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. Los estudios sobre precariedad en México (Mora Salas y Oliveira, 2009) ubican la insuficiencia de ingresos en dos salarios mínimos. El Cuadro 2.6 muestra que cuatro décimas partes de las jefas asalariadas presentan insuficiencia de ingresos, un porcentaje similar, obtiene entre 2 y salarios y 5 salarios mínimos, y no llegan a una décima parte, las que obtienen ingresos por encima de los cinco salarios mínimos. Existe cierta concentración del salario de las jefas en las que obtienen hasta dos salarios mínimos y las que alcanzan más de dos y hasta cinco salarios mínimos. A simple vista se aprecia que los peores salarios los obtienen las jefas mayores de 60 años, que representan el 8.3% de las jefas asalariadas (Ver Cuadro 2.2). Más de la mitad (55.8%) gana hasta dos salarios mínimos y tres décimas partes obtiene ingresos suficientes y solo el 3.6% gana por encima de cinco salarios mínimos. Este resultado es consistente con las investigaciones sobre precariedad en México. Este grupo además de 72 su avanzada edad se caracteriza por el bajo nivel escolar, el 67% cuenta con primaria o menos23. Los mejores salarios los obtienen el grupo de entre los 14 y 29 años, que representan el 11.7% de las jefas asalariadas (Ver Cuadro 2.2). El 38.6% de las ellas detentan salarios insuficientes, pero el 47.7% obtiene mejores salarios e incluso casi una décima parte obtiene salarios mucho mejores (más de cinco salarios mínimos). Es menester destacar que este es el grupo de jefas de mayor escolaridad, el 27.3% tiene preparatoria y el 31.2% nivel profesional. Luego, entre los grupos de edades intermedias, es decir, las que tienen entre 30 y 59 años, se observan dos patrones. Primero, el ya señalado patrón común que destacan dos subgrupos, unas que reciben ingresos insuficientes, cuyas representaciones oscilan alrededor de cuatro décimas partes y otras, de proporciones parecidas que obtienen ingresos entre los dos y los cinco salarios mínimos. Pero también se aprecia otra tendencia: hasta los 50 años los salarios mejoran con la edad y a partir de esa edad disminuyen; es decir, el grupo entre los 40 y 49 años obtienen mejores salarios que el grupo entre 30 y 39 años; y los salarios del grupo entre 50 y 59 años son inferiores al grupo etario precedente. Es menester destacar que el grupo entre los 3º y 39 años presenta el mayor porcentaje con salarios superiores a los cinco salarios mínimos, muy seguida por las que tienen entre 40 y 49 años. Es importante destacar, que los grupos intermedios presentan niveles de escolaridad con las siguientes características, con preparatoria y profesional entre 42.2% y 43.7%. Pero también presentan considerable representación con primaria: 25.1% (De 30 a 39 años), 28.3% (De 40 a 49 años) y 34.8% (De 50 a 59 años)24. Es decir, aunque las características individuales no explican las condiciones laborales, tampoco es menos 23 Cálculos propios, elaborados a partir de los microdatos de la ENOE, no presentados en los cuadros. 24 Cálculos propios, elaborados a partir de los microdatos de la ENOE, no presentados en los cuadros. 73 cierto que la menor escolaridad de estas jefas condiciona una inserción laboral en ocupaciones en las que obtienen menores salarios que las jefas entre los 14 y 29 años. 2.3.2 La incidencia de la desregulación laboral en la extensión de la jornada laboral de las jefas asalariadas. Uno de los indicadores clave de la precariedad laboral es la desprotección de la jornada laboral. Pues, da cuenta de la real regulación sobre los mercado de trabajo realizada por el Estado. En México, por ley, se estipula que la jornada laboral debe oscilar entre las 35 y 48 horas semanales. Una jornada inferior, se considera insuficiente y una mayor se entiende como extrajornada25. Cuadro 2.7: Distribucción porcentual de las jefas asalariadas por cantidad de horas trabajadas Ausentes temporales con vínculo laboral De 14 a 29 Grupos de De 30 a 39 De 40 a 49 Edad De 50 a 59 60 años y más Total Absoluto 8208 23790 37018 18092 6704 93812 % 2.9% 4.1% 4.5% 3.6% 3.4% 3.9% Hasta 34 horas Absoluto 51474 131736 217772 148514 92603 642099 % 18.4% 22.5% 26.4% 29.8% 46.9% 26.9% De 35 a 48 horas Absoluto 152807 310911 430478 275157 81683 1251036 % 54.8% 53.1% 52.2% 55.2% 41.4% 52.5% Más de 48 horas Absoluto 66183 117889 138909 55680 16422 395083 % 23.7% 20.1% 16.8% 11.2% 8.3% 16.6% No especificado Absoluto 402 1289 367 794 92 2944 % 0.1% 0.2% 0.0% 0.2% 0.0% 0.1% Total por renglón Absoluto 279074 585615 824544 498237 197504 2384974 % 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. El Cuadro 2.7 muestra que la mitad (52.5%) de las jefas detenta una jornada laboral adecuada según lo establecido por la normas laborales. Otra mitad tiene una jornada entre insuficiente (26.9%) o extrajornada (16.6%). Un primer patrón refiere a que en la presencia de la desprotección laboral se aprecia más en las jornadas insuficientes. Salvo el grupo De 14 a 29 años, el resto de los grupos etarios están representado en porcentajes superiores al 22%; es menester destacar que casi la mitad (46.9%) de las mayores de 60 años trabaja menos de 34 horas a las semana, lo que puede estar explicando, en gran medida, sus bajos salarios. Un segundo patrón señala que alrededor de la mitad de cada uno de los grupos etarios trabaja en promedio la cantidad de horas normadas por ley, consideradas pertinentes. Y un tercer patrón indica dos cuestiones. Primero: que aunque la presencia de extrajornada 25 Los ausentes temporales con vínculo laboral, son aquellas personas que en la semana de referencia no reportaron horas trabajadas, pero que cuentan con vínculo laboral. Las causas por las que no hayan trabajado son variadas: enfermedades, vacaciones, cursos de preparación, etc. 74 es menor, su incidencia como expresión de la desregulación laboral es considerable; y segundo: que la extrajornada disminuye con la edad. Tal resultado debe estar condicionado por el tipo de ocupación. El grupo de 14 a 29 años, que en su gran mayoría (59%) son solteras26 y tienen menos hijos, detentan menos presión del hogar y quizás por ello pueden dedicar más horas al trabajo extradoméstico. Es menester destacar que las jóvenes es el grupo etario que más hora de trabajo detenta. Pues, presentan la menor representación con jornada insuficiente y la incidencia mayor en la extrajornada. 2.3.3 Acceso a la seguridad social de las jefas asalariadas. Otro indicador de la precarización laboral refiere a los trabajadores sin seguridad social. En México, la seguridad social asume la forma de acceso a las instituciones de salud. Las jefas cuyos empleos no les garantizan ese vital acceso, ante enfermedades o accidentes eventuales, si sus magros salarios no les permiten ahorrar, están en claras desventajas sociales. Cuadro 2.8: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por condición de acceso a las instituciones de salud Con Acceso Absoluto % Grupos de Edad De 14 a 29 años De 30 a 39 años De 40 a 49 años De 50 a 59 años 60 años y más Total 154061 317624 510627 296342 69932 1348586 55.2% 54.2% 61.9% 59.5% 35.4% 56.5% Sin Acceso Absoluto % 123347 267064 313230 199572 126916 1030129 44.2% 45.6% 38.0% 40.1% 64.3% 43.2% No especificado Absoluto % 1666 927 687 2323 656 6259 0.6% 0.2% 0.1% 0.5% 0.3% 0.3% Total por renglón Absoluto % 279074 585615 824544 498237 197504 2384974 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. El Cuadro 2.8 documenta el serio estado de desprotección social de la gran parte de las jefas asalariadas. Evidentemente crítico es el caso de las mayores de 60 años, que más de seis décimas partes carecen de acceso a instituciones de salud. De menores proporciones, pero no por ello menos alarmante la situación de los grupos de 14 a 29 años y el de 30 a 39 años, que presentan porcentajes muy elevados (44.2% y 45.6% respectivamente). Aunque el resto de los grupos presentan menores proporciones, la 26 Cálculos propios, elaborados a partir de los microdatos de la ENOE, no presentados en los cuadros. 75 desprotección social es alarmante. En fin, en promedio, más de cuatro décimas partes se insertan en empleos que no les garantizan ni siquiera un seguro médico. 2.3.4 Acceso a la protección social de las Jefas asalariadas. Las prestaciones laborales, además de ser parte de los ingresos no salariales, constituyen estímulos e incentivos para los trabajadores. En su presencia, el empleo es algo más que una relación mercantil. Cuadro 2.9: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por presencia de prestaciones laborales Con Prestaciones Absoluto % Grupos de Edad De 14 a 29 años De 30 a 39 años De 40 a 49 años De 50 a 59 años 60 años y más Total 183373 388789 590091 333292 93201 1588746 65.7% 66.4% 71.6% 66.9% 47.2% 66.6% Sin Prestaciones Absoluto % 94201 194707 230556 164079 102931 786474 33.8% 33.2% 28.0% 32.9% 52.1% 33.0% No especificado Absoluto % 1500 2119 3897 866 1372 9754 0.5% 0.4% 0.5% 0.2% 0.7% 0.4% Total Absoluto 279074 585615 824544 498237 197504 2384974 % 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. Aunque las prestaciones más comunes se reducen a aguinaldo y vacaciones con goce de sueldo, se observa que en promedio más de tres décimas partes de las jefas no tiene prestaciones laborales. El caso es más crítico, nuevamente lo presentan las mayores de 60 años, que más de la mitad (52.1%) carece de ellas. El grupo más beneficiado es el de las que tienen entre 40 y 49 años, que un el 71.6% de las mimas cuenta con ellas. Las principales prestaciones que obtiene el 66.6% de jefas asalariadas que las disfrutas son: aguinaldo, vacaciones con goce de sueldo y reparto de utilidades. La mayor presencia la tiene aguinaldo (64.7%), luego vacaciones con goce de sueldo (57.5%) y muy pocas (14.1%) gozan de repartos de utilidades. 2.3.5 La incidencia de la flexibilización laboral en el empleo de las jefas asalariadas. La presencia y tipo de contrato, es uno de los indicadores más importante para medir el deterioro de las condiciones laborales. Pues, la regulación y protección del empleo depende mucho del tipo de contrato. El contrato, aunque no sea colectivo, legaliza e institucionaliza la relación laboral, al menos entre dos partes formalmente iguales: empleado y empleador. 76 La flexibilización del empleo ha disminuido la presencia de los contratos colectivos, la relación tripartita entre trabajadores-sindicatos, estados y empresarios, que equilibraba las relaciones de poder y protegía a los trabajadores se ha reducido a relación bipartita y asimétrica entre empleadores y empleados, evidentemente configurada a favor de los primeros. Donde no se han podido eliminar los contratos, crecen los contratos temporales o empresas de subcontratación que muchas veces no se hacen cargo de los derechos de los trabajadores. Conclusión: riesgo, incertidumbre y sentimientos de inseguridad vulnerabilizan a los trabajadores sin contrato o con contratos temporales. Cuadro 2.10: Distribución porcentual de las jefas asalariadas por tipo de contrato laboral Temporal Grupos de Edad De 14 a 29 años De 30 a 39 años De 40 a 49 años De 50 a 59 años 60 años y más Total De Base, planta o por tiempo indefinido Contrato de tipo no especificado Sin Contrato escrito No especificado Total Absoluto % Absoluto % Absoluto % Absoluto % Absoluto % Absoluto % 38222 50694 53579 24548 2308 169351 13.7% 8.7% 6.5% 4.9% 1.2% 7.1% 120047 263607 449454 265171 60267 1158546 43.0% 45.0% 54.5% 53.2% 30.5% 48.6% 798 434 429 142 1404 3207 0.3% 0.1% 0.1% 0.0% 0.7% 0.1% 118145 267174 315572 204740 132834 1038465 42.3% 45.6% 38.3% 41.1% 67.3% 43.5% 1862 3706 5510 3636 691 15405 0.7% 0.6% 0.7% 0.7% 0.3% 0.6% 279074 585615 824544 498237 197504 2384974 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. El Cuadro 2.10 muestra, de acuerdo a la inseguridad laboral, al menos cuatro patrones. Primero: se presentan dos grandes compartimentos: las jefas que detentan contrato, cuya promedio refiere al 48.6% y las que carecen del él (43.5%). Un segundo patrón señala, que hasta los 50 años, la presencia de contratos indefinidos crece con la edad. Lo que sugiere que, entre ellas, las jóvenes presentan las mayores desventajas. Un tercer patrón refiere a la fuerte presencia de jefas sin contrato. Como se señaló, la media es de 43.5%; y una vez más es necesario enfatizar la situación crítica de las mayores de 60 años (67.3% carece de contrato). Un cuarto patrón refiere a la menor incidencia de los contratos temporales; estos parecen disminuir con la edad, lo que implica que las jóvenes son las que detentan la mayor presencia. 2.4 Diversos niveles de precariedad laboral. El presente epígrafe está orientado a mostrar los diferentes niveles de precariedad que presentan las jefas asalariadas. Por lo que fue necesaria la construcción de una medida 77 resumen que agrupara diera cuenta de las diferentes configuraciones entre los indicadores de la precariedad laboral de las jefas asalariadas. Esa medida resumen se construyó mediante un índice sintético de precariedad laboral de las jefas asalariadas. Para calcularlo se sumaron los indicadores de cada dimensión de la precariedad (insuficiencia de ingresos, inseguridad laboral, desprotección laboral, desprotección social y desregulación de la jornada laboral). Dicho índice adquiere valores que van de 0 a 4, en función de las observaciones o constataciones de valores deficitarios en algunos de los indicadores, así, adquiere los rangos de valoraciones: 0= no tiene valores deficitarios en ninguno de las indicadores, por lo tanto adquieren la clasificación de No precarios. 1= detentan un valor deficitario en uno de los indicadores, por lo tanto se clasifican como Baja precariedad 2= presentan dos valores deficitarios en dos los indicadores, por lo que se consideran como Precariedad moderada. 3= presentan tres valores deficitarios en tres de los indicadores, denominándose Alta precariedad 4= presentan 4 ó 5 valores deficitarios en 4 o 5 de los indicadores, por lo que se consideran de muy alta precariedad. Los valores deficitarios están definidos de acuerdo al concepto de precariedad 27. Se interpretan como en el siguiente sentido. Un valor cero o cercano indica nula o baja precariedad, es decir, menores valores deficitarios en los indicadores de la precariedad. Y un valor cercano a 4, indica graves carencias en las condiciones laborales, por lo que estaría en presencia de una alta precariedad laboral. Cuadro 2.11: Valores deficitarios por indicador de la precariedad laboral Dimensión Indicador Valores deficitarios Inseguridad de ingresos Ingresos en Salarios Mínimos Hasta 2 Salarios Mínimos Desregulación de la jornada Duración de la jornada laboral Jornada insuficiente (menos de laboral 34 horas) Desprotección Social Desprotección Laboral Inseguridad laboral Condición de Acceso a las Instituciones de Salud Presencia de prestaciones laborales Tipo de contrato Extrajornada (más de 48 horas) Sin Acceso Sin Prestaciones Sin Contrato Temporal 27 la información es muy parecida al Cuadro 2.4 pero en este momento se enfatizan los valores deficitarios de los indicadores. 78 Ahora bien, si el índice aditivo señalado presenta la virtud de la parsimonia, representa un problema para el estudio de la precariedad: no garantiza que estos indicadores realmente constituyan dimensiones de un concepto único (precariedad). Para garantizarlo, es menester comprobar si existe alta correlación entre los indicadores y si mediante una reducción factorial pueden ser resumidos en una sola dimensión. Para resolver este problema teórico-metodológico se realizó un análisis factorial mediante el método de Análisis por Componentes Principales (ACP). Cuadro 2.12: Matriz de componentes de la reducción factorial de los indicadores de la precariedad laboral Indicadores Insuficiencia de ingresos Desregulación laboral Desprotección social Desprotección laboral Inseguridad laboral Método de extracción: Análisis de componentes principales. a. 1 componentes extraídos Componente 1 .674 .379 .902 .856 .866 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE. Los resultados de tal análisis revelan que los cinco indicadores se reducen en una sola dimensión, que explica el 58% de la variabilidad de la precariedad de las condiciones en el empleo. La varianza explicada se considera aceptable; si la comparamos con otros índices construidos con idénticos propósitos, nos percatamos que está en los rangos normales, por ejemplo el 56.1% que explica el índice de precariedad laboral realizado para la población joven (Oliveira, 2006: 47). La matriz de componentes muestra que las dimensiones, ordenadas de acuerdo a los pesos relativos de sus indicadores, se distribuyen de la siguiente forma: desprotección social, inseguridad laboral y desprotección laboral. Estos tres indicadores, los que típicamente cualifican la calidad de la inserción laboral, son los que mayor peso relativo detentan. En menor medida le siguen la insuficiencia de ingresos y la desregulación de la jornada laboral. No es fortuito, entre estos cinco indicadores la correlación es mayor entre los tres primeros. Pues, es muy probable que un trabajador que detente contrato laboral, también cuente con seguro médico y prestaciones, pero no necesariamente tendrá suficientes ingresos o una jornada laboral adecuada. 79 Además, en los marcos de la flexibilización laboral, puede que algunos trabajadores prefieran contratos flexibles a cambio de mayores salarios o trabajar más horas para obtener más ingresos. En este sentido es muy significativo el caso de las jefas entre los 14 y los 29 años, que detentan menor cobertura médica, menores prestaciones y menos contratos indefinidos y mayor presencia de extrajornada que, por ejemplo, el grupo etario entre las 40 y 49 años, pero en cambio obtienen mayores ingresos. También puede ser muy ilustrativo el caso de las mayores de 60 años, que tienen valores críticos en todos los indicadores, pero quizás por sus edades, prefieren trabajar menor cantidad de horas a la semana28. Con las puntuaciones del análisis factorial se obtiene otro índice de precariedad. Para agrupar a las jefas asalariadas de acuerdo a los grados de precariedad en el empleo se realizó un análisis de conglomerados a través del método de Dalenius y Hodges. Dicho método, permitió agruparlas en cinco categorías (No Precarias, Baja Precariedad, Precariedad Moderada, Alta Precariedad y Muy Alta Precariedad) intrínsecamente homogéneas y extrínsecamente heterogéneas. La correlación entre ambos índices (índice sintético aditivo e índice de precariedad por factorización mediante ACP) es muy alta, muy cercana a la unidad (0.97) 29. La reducción de los cinco indicadores, mediante la factorización a través de ACP en una sola dimensión, da cuenta de que se trata de un concepto unitario (precariedad). Como se señaló en el capítulo teórico, la precariedad tiene un carácter relacional y depende de las respectivas configuraciones que asuma entre sus indicadores. 28 Esta hipótesis se basa en el hecho que los porcentajes de jefas asalariadas subocupadas son muy pequeños (en el caso de las mayores de 60 años refieren al 5%). 29 Ver Anexo 2. 80 Cuadro 2.13: Distribucción porcentual de jefas asalariadas por niveles de precariedad Niveles de precariedad Absolutos Porcentajes No Precario 469461 22.58 Baja Precariedad Moderada Precariedad Alta Precariedad 470766 230398 216794 22.64 11.08 10.43 Muy Alta Precariedad 691832 33.27 2079251 100 Total Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. Como la revisión de antecedentes y los análisis bivariados presagiaban, este simple análisis de frecuencia muestra la diferencial incidencia de la precariedad sobre las condiciones laborales de las jefas asariadas. En primer lugar se aprecia una polarización muy acentuada en la precariedad de sus empleos: un 45.22% clasifica como No Precarias o con Baja Precariedad y en el otro polo tenemos un 43.7% que presenta Alta Precariedad o Muy Alta Precariedad; una pequeña franja casi las separa: el 11.9% que clasifica en la categoría Precariedad Moderada30. Es decir, en un polo se tiene a más de una quinta parte que no presenta valores deficitarios en ninguno de los indicadores de la precariedad. Otra quinta parte, presenta al menos un valor deficitario. En otro polo se tiene poco más de una décima parte que presenta tres valores deficitarios un tercio que presenta las condiciones laborales más críticas, presentan cuatro o cinco valores deficitarios. Esta polarización es un hallazgo muy importante, porque muestra la diferencial incidencia de la precariedad laboral sobre los empleos de las jefas asalariadas. Es menester destacar que una gran proporción, casi la mitad de las jefas asalariadas presenta nula o baja precariedad, es decir, presentan una inserción laboral de calidad. Es muy probable que estas estén asociadas a los factores virtuosos de la jefatura femenina. 30 Se recuerda que No Precarias: son aquellas que no detentan valor deficitario en ninguno de los indicadores; Baja Precariedad: agrupa a las que tienen un valor deficitario; Moderada Precariedad: aglutina a las que presentan dos valores deficitarios; Alta Precariedad: engloba a las que presentan tres valores deficitarios; Muy Alta Precariedad: refiere a las que detentan 4 o cinco valores deficitarios. Para recordar como se construyó el índice se puede volver al Capítulo 2, en el que se describe la metodología empleada. 81 Del lado opuesto, otra casi mitad de jefas con muy precarias condiciones laborales, seguramente muy asociadas a los factores críticos de la jefatura femenina. Una pregunta emerge con total legitimidad: ¿qué características sociodemográficas, socioespaciales y laborales presentan las jefas asalariadas con empleo precarizados y noprecarizados? Es menester identificar tales perfiles de las jefas más y menos afectadas por la precarización. Análisis que se realiza en el siguiente epígrafe. 2.5 Principales características de las jefas de hogar de acuerdo al nivel de precariedad laboral. Con el auxilio del índice sumatorio de precariedad laboral de las jefas asalariadas, se comparan los perfiles sociodemográficos y laborales de la jefas precarizadas y las no precarizadas. Es menester enfatizar, como se señaló, que más que una gradación, las jefas asalariadas presentan una polarización en sus niveles de precariedad. Por ello, para su análisis, se agrupan en dos subgrupos. Un subgrupo integra a las jefas clasificadas como No Precarias y con Baja Precariedad, que llamaremos: No Precarizadas; y otro subgrupo que agrupa a las jefas identificadas como Muy Precarias y Alta Precariedad, que llamaremos: Precarizadas. El grupo de jefas precarizadas se caracteriza por una tener una estructura etaria avanzada, poca más de la mitad (55.5% del total) registraron entre 30 y 49 años y un 12.5% es mayor de los 60 años. Tienen bajos niveles de escolaridad (el 84.2% detenta secundaria o menos). Con relación al estado civil son fundamentalmente desunidas (33.3%) y solteras (34%) y debe señalarse la importante representación de viudas (17.7%); la mitad (51.6%) tienen 1 o 2 hijos y un 26% tiene entre 3 y 5 hijos. Un 79.4% vive en hogares de entre dos a seis miembros y 7.1% en hogares de siete miembros y más. Un 69.7% vive en zonas urbanas y tres décimas partes en zonas rurales31. 31 Cálculos propios no presentados en los cuadros. 82 En cambio, las jefas no-precarizadas presentan otros atributos. El 83.8% tienen entre 30 y 59 años, es importante destacar la presencia de las jóvenes (11.6%) en este grupo32. Presentan elevada escolaridad (65.6% muestra preparatoria y profesional). De acuerdo al estado civil, son fundamentalmente desunidas (31.1%) y solteras (39.5%), nótese la menor incidencia de las viudas (9.5%). Casi seis décimas partes tienen entre 1 y 2 hijos; es menester señalar la menor incidencia de las que detentan entre 3 y 5 hijos (15.8%). El 87.6% vive en zonas urbanas33. Tales características hay que interpretarlas con cuidado. En primer lugar, es lógico que sendos grupos de jefas asalariadas, precarizadas y no-precarizadas, presenten edades avanzadas; pues, como se mostró anteriormente, este rasgo las caracteriza en tanto jefas asalariadas. Hay que enfocar a ese 12.5% de jefas precarizadas mayores de 60 años; que como se mostró, en tales edades, se presentan las condiciones laborales más críticas. Es menester enfatizar las diferencias abismales en los niveles de escolaridad. La mayoría del grupo de las precarizadas registra secundaria y menos; en cambio, casi siete décimas partes del grupo de las no-precarizadas ostenta preparatoria o profesional. Lo que sugiere una elevada escolaridad es una condición necesaria, más no suficiente, para tener una inserción laboral de calidad. Ambos grupos, con respecto al estado civil, son principalmente desunidas y solteras; pero entre las precarizadas la incidencia de las viudas es considerable. Las noprecarizadas tienen menor número de hijos, los que les facilita la inserción laboral. También, es lógico que ambos grupos se concentre en localidades urbanas; pero hay que destacar que las precarizadas están más representadas en 17.8 puntos porcentuales. Por 32 Detrás del peso relativo de cada grupo etario está la estructura etaria de la jefas asalariadas en general. Como se mostró anteriormente los grupos de las jóvenes y las mayores de 60 años, son los menos representados. Por lo que es menester destacar la importancia de el 11.6% de jóvenes entre las jefas en condiciones de integración, conjunto al 12.4% de jóvenes entre las jefas en condiciones de exclusión, y así mismo la importancia de 12.5% de mayores de 60 años en condiciones de exclusión social. 33 Cálculos propios no presentados en cuadros. 83 lo que las precarizadas reflejan en sus condiciones laborales, las afecciones asociadas a las zonas rurales. El Mapa 1 muestra que las entidades federativas: Chiapas, Guerrero, Michoacán, Puebla, Tlaxcala, Veracruz e Hidalgo, detentan las mayores concentraciones de jefas precarizadas. Nótese que en la región frontera, incluyendo San Luis Potosí y Baja California del Sur, presenta las menores concentraciones. 84 El Mapa 2 muestra que las entidades federativas de la frontera norte presentan las mayores concentraciones de jefas no precarizadas; lo que muestra, que a pesar de la crisis económica del 2008 continúa siendo la región que genera empleos de mejor calidad. Sendos mapas muestran los efectos de la heterogeneidad estructural sobre las condiciones laborales de las jefas de hogar. Las regiones en las que se han concentrado las principales industrias, presentan menores índices de precariedad que las tradicionalmente rezagadas en cuanto al progreso técnico. En cuanto a las características de la inserción laboral, las jefas precarizadas se insertan fundamentalmente en ramas como servicios diversos (54.5%) y restaurantes y servicios de alojamiento (13.9%). Poco más de la mitad (52.1%) se desempeña en el trabajo doméstico remunerado y en menor proporción en negocios no constituidos en sociedad 85 (19.8%). El 78.8% trabaja en micronegocios. Y el 78.6% se insertan en empresas locales. En contraste, las jefas no precarizadas se insertan fundamentalmente en ramas como servicios sociales (33%), manufactura (17.2%), gobierno y organismos internacionales (14.2%) y servicios profesionales, financieros y corporativos (10.3%). Lo que muestra que el sector público e industrial, aun continúan generando los empleos con mejores condiciones. Laboran fundamentalmente en el sector público (44.1%) y en empresas constituidas en sociedad (43.8%), de gran número de trabajadores de 51 personas y más (55.3%) y de 16 a 50 personas (23.1%) y que tienen alcance o representación a nivel nacional (37.7%), local (35.6%) e internacional (25.1%). Como se puede observar, las diferencias entre ambos tipos de jefas son más acentuadas entre las características laborales que entre las sociodemográficas y espaciales. Resultado totalmente lógico, en la medida que los factores determinantes de la precariedad laboral se ubican entre los factores de demanda. Las precarizadas se insertan en ramas y tipos de empresas que se caracterizan por bajas barreras de entrada, alta rotación, de ocupaciones generalmente manuales y con pocas oportunidades de movilidad vertical. En cambio, las precarizadas se insertan en ramas y tipos de empresas, que se caracterizan por altas barreras de entrada, en las que ostentar muchos años de escolaridad es un requisito, de ocupaciones no-manuales calificadas, que presentan estímulos para la superación y ciertas oportunidades para la movilidad vertical. 2.6 Conclusiones parciales. El presente capítulo, como se esperaba, mostró los diferentes niveles de precariedad de las jefas asalariadas. Más que una gradación en sus niveles, un primer hallazgo de la investigación refiere a la polarización que presenta la precariedad laboral de las jefas asalariadas. Un polo, constituido por jefas que presentan cuanto más un valor deficitario 86 y en otro extremo unas jefas que presentan cuanto menos tres valores deficitarios en los indicadores de la precariedad laboral. A partir de los niveles de precariedad, se construyen dos grupos muy diferenciados. Uno de jefas no precarizadas, que agrupa al 45.2% y otro que presenta niveles críticos de precariedad, que está constituido por el 43.7% de las jefas precarizadas. Las diferencias entre ambos grupos son marcadas. El principal eje de diferenciación lo constituye la diversidad de la inserción laboral. Por lo general, las jefas precarizadas se insertan en ramas poco productivas y de bajas barreras de entradas: servicios diversos, trabajo doméstico remunerado, restaurantes y servicios de alojamiento, estas jefas presentan baja escolaridad. Las jefas no-precarizadas se insertan en las ramas económicas más productivas, con alto valor agregado y empleo muy protegidos: servicios sociales, servicios profesionales, financieros y corporativos, manufactura y gobierno e instituciones internacionales. Las jefas precarizadas presentan mayores concentraciones en las regiones de menor desarrollo socioeconómico. Dentro del total de las asalariadas, presentan mayores concentraciones en las entidades federativas del sur de la república. Las jefas no precarizadas, debido a la mejor inserción laboral, presentan las mayores concentraciones en las entidades federativas favorecidas por la apertura comercial: la frontera norte. Las diferencias, aunque en menor medida, también se expresan en sus perfiles sociodemográficos. Entre ellos, es menester enfatizar a la escolaridad: las jefas precarizadas registran bajos niveles de escolaridad y en contraste, las no-precarizadas ostentan lo contrario. Situación que les ofrece ventajas en cuanto a la inserción laboral. Situación también favorecida por el menor número de hijos. 87 Capítulo 3: La heterogeneidad como determinante de la precariedad. En el capítulo precedente analizamos los diferentes niveles de precariedad laboral de las jefas asalariadas. Más que una gradación, observamos cierta polarización en sus condiciones laborales. Ahora es importante conocer los factores que explican en mayor y menor medida los niveles de precariedad laboral de las jefas de hogar asalariadas. Pero primero, es menester contextualizar tal análisis entre las investigaciones sobre los determinantes de la precariedad. En México, en función de otros universos (población general, jóvenes, trabajadores del sector terciario) se han identificado los pesos relativos de los predictores de la precariedad laboral. Para Rojas García y Salas Páez, contextualizar históricamente el análisis de la precariedad, implica partir del reconcomiendo de al menos tres rasgos de la estructura del empleo: Cuadro 3.1: Rasgos de la estructura del empleo en México 1 Relatividad estabilidad de la proporción de trabajo asalariado en el total del empleo. 2 Reducido volumen de desempleo abierto. 3 Importancia de las actividades de pequeña escala. Fuente: (Rojas García y Salas Páez, 2008). A partir de ellos y teniendo en cuenta que la heterogeneidad estructural condiciona la diversidad de la inserción laboral de la población y se constituye en uno de los principales diferenciadores de la precariedad, muestran, en un estudio que analiza el lapsus de tiempo entre 1994 y 2004, que la presencia de contratos indefinidos es mayoritaria en sectores como: administración pública y defensa (80%) e industria extractiva, de la electricidad y extracción y refinación del petróleo (70%). En estos años, en los que la manufactura de exportación se convierte en la punta de lanza del modelo exportador, la presencia de contratos indefinidos en la misma ocupa el tercer lugar (Rojas García, 2008: 54). La inseguridad laboral se expresa en el caso de la industria extractiva, que genera el 14% de empleos temporales o en el de la administración pública que logra el 13% de los mismos, lo que da cuenta de la precarización del sector público (Rojas García, 2008: 88 54). En servicios, comercio, comunicaciones y transportes, la mitad de los trabajadores consta con contratos indefinidos, la otra mitad, casi en su totalidad cuenta con contrato verbal y una pequeña proporción con temporal (Rojas García, 2008: 54). Rojas García y Salas Páez, también documentan que el 80% de los directivos, maestros y supervisores detentan empleos estables. En contraste, en el sector agropecuario (agricultores, operadores de maquinaria y administradores) reina el contrato verbal (Rojas García, 2008: 54). Otra dimensión analizada fue la presencia de prestaciones laborales. Entre los trabajadores con empleos estables, solo muy pocos (4.9% en 1995 y 3.1% en 2004) no detentan prestaciones. En cambio, la cuarta parte de aquellos que tienen contratos temporales de 6 meses, no gozan de prestaciones. Y los menos favorecidos son aquellos de contrato verbal, de ellos, en 1995 el 78.7% y en 2004 el 85.8% no cuentan con prestaciones. Mora Salas y Oliveira, por su parte documentan la centralidad de las variables del mercado en la explicación de la precariedad, es decir, que los rasgos de la estructura productiva —tamaño de la empresa, sector de actividad y jornada laboral— son esenciales en la explicación del grado de precariedad del empleo asalariado (Escoto Castillo, 2010: 122; Oliveira, 2006: 51; Salas y Oliveira, 2009: 215). La importancia de estas variables predictivas sobrepasa a la de la educación. Mostrando que en materia de precariedad laboral, los aspectos que cualifican la heterogeneidad productiva existente en la región son de primer orden (Salas y Oliveira, 2009: 215). Entre ellos los asociados al tamaño del establecimiento, la precariedad aumenta mientras disminuye el tamaño de la unidad económica (Salas y Oliveira, 2009: 216). Así, los pequeños establecimientos son los más precarizados, lo que ratifica los hallazgos de Rojas García y Salas Paéz. 89 Otros de los factores de demanda con gran peso en la explicación de la precariedad en México, es contar con jornadas insuficientes, pues dan cuenta de la desregulación de la jornada laboral (Salas y Oliveira, 2009: 215). Es muy precarizada la inserción laboral en sectores como el agrícola, la construcción y servicios personales (Salas y Oliveira, 2009: 219), lo que ratifica los hallazgos de Rojas García respecto a la mayor precariedad de los insertados en el sector agropecuario. Se han deteriorado también los servicios sociales y al productor, debido que en el nuevo modelo económico, el gran sector exportador importa sus principales insumos y consume muy pocos insumos de producción nacional (Fujii Gambero, 2006: 35). La heterogeneidad socioespacial se constituye en otro factor importante en la explicación de la precariedad en México. Como el actual modelo económico implicó una recolocación industrial a favor de la gran región noroccidental (noroeste, norte, centro norte y occidente), esta región ofrece condiciones de empleo menos precarizadas. Menos precarizados incluso que los de la región central, que había sido privilegiada por el ISI. En contrate, las regiones sureñas (sureste-Golfo, sur-Pacífico y Yucatán) ofrecen los empleos más precarios (Salas y Oliveira, 2009: 221). Sin embargo, en el sureste se han desarrollado actividades del sector turístico. Teniendo presente la mayor importancia de las variables de mercado y socioespaciales en la explicación de la precariedad, también se documentó la incidencia de las variables asociadas a los perfiles sociodemográficos (edad, sexo y escolaridad) de la población sobre la precarización de sus condiciones laborales. Debido a la devaluación de las credenciales educativas de nivel secundario, mayor precariedad detentan aquellos que constan secundaria y menos y menor precariedad para los que poseen estudios superiores. Situación que reproduce la desigualdad, pues, para acceder a condiciones laborales que sobrepasen el umbral de la precariedad es menester constar con estudios superiores, pero el acceso a la enseña superior es limitado (Salas y Oliveira, 2009: 218). 90 En cuanto a las diferencias por sexo, debido a la segmentación laboral y la discriminación sexual, las mujeres detentan mayor vulnerabilidad laboral, pues en todos los grupos etarios registran empleos más precarizados que sus homólogos masculinos (Salas y Oliveira, 2009: 222). De acuerdo a la edad, los grupos más vulnerables son los jóvenes. La precariedad en México, hasta los 60 años, tiene una relación negativa con la edad, en la medida que aumenta la edad, disminuye la precariedad. Los jóvenes son los más vulnerables, seguidos del grupo entre los 25 y 29 años. El grupo entre los 30 y 59, detentan mejores condiciones en el empleo. A partir, de entonces, para los mayores de 59 años, se deterioran más las condiciones laborales. Los jóvenes, por constituir el grupo etario más afectado por la precariedad, han gozado de una atención particular en los estudios de la precariedad en México. La vulnerabilidad laboral y social que los caracteriza se evidencia en el hecho de que solo un tercio de los mismos se insertan en actividades de calidad o de muy baja precariedad (Oliveira, 2006: 60). Las inequidades de la inserción laboral condiciona la polarización de la calidad/precariedad del empleo. Los más, expuestos a extrema precariedad, se desempeñan en la agricultura, servicios distributivos o personales. Se caracterizan por ser trabajadores asalariados, que por lo general carecen de local de trabajo, contratos y prestaciones; sus actividades están divorciadas de sus estudios, con ingresos insuficientes y jornadas excesivas. Sus perfiles demográficos se caracterizan por tener edades inferiores a los 20 años, cuyas familias destacan por la pobreza y baja escolaridad y habitan más en regiones rurales y menos desarrolladas (Oliveira, 2006: 60). En contraste, los más favorecidos, que se desempeñan en grandes empresas vinculadas a los servicios sociales y al productor en actividades no-manuales altas (funcionarios, directivos, profesionales y técnicos), se caracterizan por contar con local de trabajo, contratos, jornadas de medio tiempo y mayores salarios. Sus perfiles sociodemográficos 91 se singularizan, por no ser ya tan jóvenes, detentan entre los 25 y 29 años34, cuyas familias detentan mayores recursos económicos y han logrado estudios profesionales o de posgrados, habitan en áreas urbanas y en las regiones más desarrolladas (Oliveira, 2006: 60). Los hallazgos precedentes muestran que en función de garantizar la competitividad requerida, el nuevo modelo económico, en el contexto del abandono estatal de sus funciones reguladoras de las relaciones laborales, apela a la flexibilización del trabajo, precarizando la calidad de la inserción laboral y constituyendo a la vulnerabilidad laboral y social en unas de las características de grandes proporciones de la fuerza laboral mexicana, especialmente la más joven. Veamos ahora, como la precariedad laboral de las jefas de hogar, confirma y asume características particulares entre las tendencias señaladas. Un primer hallazgo constata la polarización señalada. Casi como cóncavo y convexo, por un lado, unas jefas de bajas calificaciones y precarizados empleos y en la otra franja, unas escolarizadas jefas y empleos de calidad. Así parece, que al menos para las jefas de hogar, la estructura social mexicana potencia una fuerte asimetría social. Para dar cuenta de cómo esa asimetría social, constituye los factores predictivos de la precariedad laboral de las jefas de hogar, el presente capítulo, se organiza en cuatro epígrafes. En el primero de ellos, “Pesos relativos de los determinantes de la precariedad laboral de las jefas de hogar”, estos se determinan mediante de un análisis de regresión lineal múltiple. En el segundo, “La Heterogeneidad de la estructura productiva como determinante de la precariedad en el empleo de las jefas asalariadas” se especifica cómo los rasgos de la estructura productiva condicionan la precariedad laboral de las jefas asalariadas. 34 Lo que ratifica, la relación inversa entre precariedad y edad documentada para el total de la población mexicana. 92 El tercero, “Escolaridad y edad como como determinantes de la precariedad en el empleo de las jefas asalariadas”, enfatiza la importancia de tales variables como predictores de la precariedad laboral de las jefas de hogar. El cuarto epígrafe, “La heterogeneidad del contexto socioespacial y las características de los hogares como determinantes de la precariedad”, evalúa la incidencia de tales dimensiones en la precariedad laboral de las jefas de hogar asalariadas. En el quinto epígrafe, “Conclusiones parciales” se reflexiona sobre los principales hallazgos del capítulo. 3.1 Pesos relativos de los determinantes de la precariedad laboral de las jefas de hogar. Se ajustó un modelo de análisis de regresión lineal múltiple, técnica estadística que permite analizar la relación entre distintas variables. Y que permite explorar y/o cuantificar —como es nuestro caso— la relación entre una variable dependiente (Y) y varias independientes o predictores (Xi). El análisis consiste, básicamente, en determinar la ecuación mínimo-cuadrática que mejor explique la relación entre la variable dependiente (Y) y sus predictores (xi). Su expresión es: Y = β0 + β1X1 + β2 X2+ β3 X3+ Donde: Y: es la variable dependiente Xi: las distintas variables independientes β0, β1, β2, β3: parámetros a estimar error de la estimación. En el modelo ajustado, la variable dependiente es el Índice Sintético de Precariedad (ISP) y los predictores, las variables de los contextos laborales, socioespaciales, familiares e individuales. Estas han sido recodificadas como variables Dummy para poder determinar los pesos relativos de sus categorías. Este control estadístico permitió dilucidar como las diferencias en la precariedad en el empleo de las jefas, más que ser expresiones de sus particulares voluntades, están 93 determinadas por las diferencias de los contextos laborales, socioespaciales y familiares que las abriga, así como de rasgos individuales importantes como escolaridad y edad. El modelo evaluó el efecto de los indicadores que desde el punto de vista de la teoría sobre la precariedad laboral constituyen sus principales predictores (variables asociadas a los contextos laborales, socioespaciales e individuales como escolaridad y edad); con la intención de conocer la posible incidencia de factores asociados al contexto del hogar el modelo se enriqueció con indicadores pertinentes (tamaño del hogar, número de hijos, relación de dependencia, estado civil, tipo de hogar). El modelo ajustado detenta la virtud de explicar el 66.2% de la varianza del índice de precariedad laboral. Es buen modelo, en la medida que es significativo y la proporción de la varianza explicada es muy alta (por ejemplo: el modelo ajustado por Oliveira para medir la precariedad laboral de los jóvenes, explica el 37.5% (Oliveira, 2006: 55)); así mismo, solo cinco indicadores no resultaron significativos (tamaño del hogar, hogares extensos y compuestos, relación de dependencia y tener como estado civil no unidas). La identificación de los pesos relativos de los predictores se realizó a partir del análisis del valor absoluto y el signo de los coeficientes betas tipificados. Un valor negativo implica que el indicador tiene una relación negativa con la precariedad y un mayor valor señala a un mayor peso relativo y viceversa. El modelo identifica a las variables que dan cuenta de la diversidad de la inserción laboral como las que mayor peso relativo detentan en la explicación de la precariedad laboral de las jefas asalariadas. En segundo orden de importancia emergen variables individuales como escolaridad y edad. Seguidas por los indicadores que caracterizan la diversidad socioespacial en la que se realiza la inserción laboral de las jefas de hogar. Y en menor medida, los predictores asociados a las características de los hogares. 94 Cuadro 3.2: Pesos relativos de los predictores de la precariedad laboral de las jefas asalariadas Predictores Microempresas Servicios sociales Gobierno y organismos internacionales Comercio Escolaridad Industria manufacturera Servicios profesionales, financieros y corporativos Grandes Industria extractiva y de la electricidad Transportes, comunicaciones, correo y almacenamiento Número de hijos Edad Medianas Rurales Frontera Norte, DF, Jalisco y Aguascaliente Restaurantes y servicios de alojamiento Construcción Agricultura, Ganadería, Silvicultura, Caza y Pesca Unipersonales Centro, Yucatán y Quitana Roo Tamaño del hogar**** Extensos**** Compuestos**** Relación de dependencia**** No Unidas**** Coeficientes beta tipificados 0.4443 -0.2355 -0.1655 -0.1604 -0.1476 -0.1311 -0.1211 -0.1103 -0.0601 -0.0595 0.0541 -0.0539 0.0536 0.0516 -0.0509 -0.0478 -0.0319 0.0304 0.0235 -0.0213 -0.0177 0.0133 0.013 0.0079 0.0008 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. El Cuadro 3.2 muestra los pesos relativos de los predictores de la precariedad de las jefas asalariadas. De acuerdo al valor absoluto de los coeficientes betas tipificados, los predictores de la precariedad se pueden agrupar en cuatro grupos. El primer grupo está compuesto por el determinante de mayor peso: estar ocupadas en microempresas. Así laborar en empresas de hasta cinco personas es el factor que más explica las precarias condiciones laborales. Las microempresas se caracterizan por generar empleos en los que la relación laboral prácticamente ha sido reducida a la venta a bajo precio de la fuerza de trabajo. Por ejemplo el 78% de las jefas que trabajan en empresas de “1 Persona” y el 62.8% de las que lo hacen en empresas de “De 2 a 5 95 Personas” obtienen salarios inferiores a 2 salarios mínimos; además carecen de acceso a instituciones de salud (98.3% de las primeras, 83.9% de las segundas), prestaciones (79.6% y 64.6% respectivamente) y contratos laborales (99.6% y 87% respectivamente). Este resultado es coherente con encontrado en investigaciones previas; trabajar en microempresas, constituye uno de los predictores de mayor peso de la precariedad laboral de los jóvenes (Oliveira, 2006: 55). El segundo grupo, estaría compuesto por el segundo factor en importancia: estar insertada en la rama servicios sociales. Este predictor mantiene una relación negativa con la precariedad, lo que implica que esta rama garantiza empleos de mejor calidad. Pues, en los servicios sociales, agrupan a ramas caracterizadas por ocupaciones no manuales calificadas, con altas barreras de entrada, oportunidades de movilidad vertical, compuestas por servicios educativos, sanitarios, jurídicos, financieros, etc. El tercer grupo estaría constituido por los regresores que mantienen pesos relativos cercanos entre sí, pero de menor valor que el anterior y que mantienen explican la calidad de la inserción laboral; entre ellos destacan: estar insertadas en ramas como gobierno y organismos internacionales, comercio, industria manufacturera, servicios profesionales, financieros y corporativos y trabajar en grandes empresas. Entre ellos, en el quinto orden en importancia aparece la escolaridad, que sería analizada por separado. El cuarto grupo une a los indicadores de menor peso explicativo, en el que aparecen tanto variables laborales (aquellas en la que la representación de jefas es menor) y las socioespaciales y las del contexto familiar. 3.2 La heterogeneidad de la estructura productiva como determinante de la precariedad en el empleo de las jefas asalariadas. Es bien conocido que cualquier análisis sobre los mercados laborales latinoamericanos y particularmente de los mexicanos debe partir de la heterogeneidad de la estructura productiva, así se quiera comprender la desigualdad que los caracteriza, las tendencias de los trabajos atípicos, las particularidades del sector terciario, las dinámicas de la informalidad (Ariza y Oliveira, 2012; Rojas García y Salas Páez, 2008; Weller, 2004), o 96 como en el presente caso, su contribución a la precariedad de los empleos de las jefas de hogar asalariadas. En primer lugar, hay que destacar la distribución diferencial de las jefas asalariadas por sectores de actividad: Cuadro 3.3: Distribucción porcentual de jefas asalariadas por Sector de Actividad Sector Absolutos Porcentaje Primario Secundario Terciario No especificado 29520 362504 1989133 3817 1.2 15.2 83.4 0.2 Total 2384974 100 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. El Cuadro 3.3 da cuenta del proceso de terciarización de la estructura económica mexicana. Su importancia, no solo por su magnitud en la generación de empleos, sino por las tendencias complejas y contradictorias que tensionan su crecimiento, ha sido considerado “la nota distintiva de la evolución de los mercados de trabajo del país desde al menos el último tercio del siglo XX” (Ariza y Oliveira, 2011). Si en sociedades muy desarrolladas, el sector terciario es ícono y efecto del avance técnico y de los procesos de modernización (Castells, 2006; Weller, 2004), en la región y particularmente en México, es índice y producto de modernización, pero también de las disfunciones de economías dañadas por la asimétrica heterogeneidad estructural y la inestabilidad económica que las tensiona (Ariza y Oliveira, 2012; Weller, 2004). Como se observa, el sector terciario genera la gran mayoría (83.4%) de los empleos de las jefas asalariadas, por lo que las diferenciales condiciones laborales prevalecientes en él, en gran medida dan las pautas de la precariedad laboral de las jefas asalariadas. En términos de capacidad de generación de empleos, muy de lejos le sigue el sector secundario, que abriga al 15.2%. Una pequeña franja (1.2%) se inserta en el primario. Es importante partir de esta diferenciación, porque la precariedad de los empleos varía en función de la composición en ramas de actividad de cada de sector. 97 Cuadro 3.4: Distribucción porcentual de jefas asalariadas por sector y rama de actividad Sector Primario Secundario Terciario Rama de Actividad Agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca Industria extractiva y de la electricidad Industria manufacturera Construcción Comercio Restaurantes y servicios de alojamiento Transportes, comunicaciones, correo y almacenamiento Servicios profesionales, financieros y corporativos Servicios sociales Servicios diversos Gobierno y organismos internacionales No especificados Total Absolutos Porcentaje 29520 8906 334623 18975 251356 232467 42240 179054 481044 592874 210098 3817 1.2 0.4 14.0 0.8 10.5 9.7 1.8 7.5 20.2 24.9 8.8 0.2 2384974 100 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. 3.2.1 Las contribuciones de los sectores primario y secundario a la precariedad laboral de las jefas de hogar. El sector primario, acoge a la rama en la que la inserción laboral de las jefas asalariadas se realiza en condiciones más precarias: Agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca. Esta rama, constituida como indicador de la precariedad, es de los menor peso relativo y por suerte, en magnitudes se trata de una pequeña fracción (1.2%). El 83.7% de ellas presentan un alto índice de precariedad, además el 85.1% habita en zonas rurales, el 56.2% vive entre las regiones de Centro, Yucatán y Quintana Roo y Pacífico Sur y Atlántico; y el 92.3% detenta por nivel escolar secundaria o menos. En cambio, la inserción laboral de las jefas en las ramas de actividad pertenecientes al sector secundario, que acoge al 15.2% de las jefas asalariadas, se realiza en mejores condiciones laborales. En efecto, en promedio el 68.1% de la inserción laboral de las jefas asalariadas en “Industria extractiva y de la electricidad”, “Industria manufacturera” y “Construcción”, acaece en condiciones no precarizadas y el 18.4% precarizadas. Ahora bien, algunos matices son necesarios. En primer lugar, estas mejores condiciones laborales se deben fundamentalmente a la inserción laboral en “Industria extractiva y de la electricidad” y en la “Construcción”, debido a que en estas ramas las jefas, gracias al nivel escolar (86.1% de las insertadas en la primera rama detentan preparatoria y 98 profesional y el 64.1% de las segundas) las jefas acceden a puestos no manuales calificados en los que gozan de ingresos superiores a los dos salarios mínimos, seguridades y protecciones. Una segundo matiz nos obliga a recordar que la magnitud de las jefas en estas ramas son menores, 1.2% es decir, idénticas a las proporciones del sector primario. Un tercer matiz señala a las proporciones y condiciones laborales de las jefas en la manufactura. Constituyen la mayoría de las insertadas en el sector secundario. La manufactura, sobre todo la de exportación, ha sido la punta de lanza de la apertura comercial, por lo que las condiciones laborales en esta rama pueden constituir una rendija para visualizar las características del modelo. En esta rama, las jefas se caracterizan más por la baja escolaridad (71.4% detentan secundaria y menos), y realizan principalmente tareas manuales calificadas por lo general en empresas de gran tamaño (el 65.9% se desempeña en empresas mayores de 16 personas). El 53.3% de ellas detentan empleos no precarizados. Sus principales afecciones son insuficiencia de ingresos (25.1%) y extrajornada (16.5%). Casi tres décimas partes (29.6%) detentan empleos precarizados: insuficiencia de ingresos (77.6%), jornada insuficiente (21.3%) extrajornada (37.9%), inseguridad social (90.5%), desprotección laboral (71.5%) e inseguridad laboral (96.9%) constituyen sus principales afecciones. Es decir, este tercio se caracteriza por acceder a empleos carentes de seguridades y protecciones y de bajos salarios35. Estos contrastes justifican las dudas y críticas sobre la apertura comercial, pues a pesar de sus crisis y estancamiento durante la pasada década, su importancia productiva es crucial como lo demuestra su participación en el PIB; sin embargo, solo la mitad de los empleos de las jefas son de calidad. Tal situación exige un análisis específico sobre la contribución de la precariedad laboral a sus utilidades. 35 Cálculos propios, a partir de los microdatos de la ENOE, que no aparecen en cuadros. 99 3.2.2 El sector terciario como determinante de la precariedad laboral de las jefas asalariadas. Como se señaló con anterioridad, el sector terciario genera el 83.4% de los empleos de las jefas asalariadas. Es el más heterogéneo de los sectores. Agrupa a ramas muy modernizadas como “Servicios sociales”, “servicios financieros, productivos y corporativos” y “gobierno y organizacionales internacionales”; y otras menos modernizadas como comercio y servicios diversos, en las que por ejemplo tenemos al trabajo doméstico remunerado. Las primeras generan empleos con altas barreras de entradas y complejos mercados internos, que exigen altas calificaciones; los empleos de las segundas se caracterizan más por bajas barreras de entrada, alta rotación y empleos fundamentalmente manuales no calificados. Estos contrastes evidencian las tensiones del sector, que cristalizan por ejemplo en el 44% de jefas no precarizadas que produce junto al 45.9% de precarizadas. Cuadro 3.5: Distribucción porcentual de las jefas asalariadas en el sector terciario Rama de Actividad Absolutos Porcentajes Comercio 251356 Restaurantes y servicios de alojamiento 232467 Transportes, comunicaciones, correo y almacenamiento 42240 Servicios profesionales, financieros y corporativos 179054 Servicios sociales 481044 Servicios diversos 592874 Gobierno y organismos internacionales 210098 No especificados 3817 Total 1992950 12.6 11.7 2.1 9.0 24.1 29.7 10.5 0.2 100 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. Entre las ramas que lo constituyen aparecen algunos de los predictores de mayor peso relativo en la explicación de la precariedad laboral de las jefas asalariadas, cuatro de ellos se ubican entre los seis primeros: Servicios sociales, gobierno y organismos internacionales, comercio y servicios profesionales, financieros y corporativos. En función de la complejidad del sector, para su mejor compresión se analizan las ramas del terciario agrupadas en dos subgrupos. 100 El primer subgrupo, que lo llamaremos “modernizado”, aglutina a las ramas íconos del progreso y la modernidad (Servicios sociales, Gobierno y organismos internacionales, Servicios profesionales, financieros y corporativos y Transportes, comunicaciones, correo y almacenamiento). Es importante destacar que el último indicador señalado, Transportes, comunicaciones, correo y almacenamiento, no registra el mismo peso explicativo que los tres primeros, pero como su contribución a la generación de empleos en términos de magnitud es pequeña, se ha incorporado al análisis. El segundo subgrupo acoge a las ramas menos modernizadas del sector, como Comercio, Restaurantes y servicios de alojamiento y Servicios diversos. Entre estas, comercio, constituye uno de los principales predictores de la precariedad laboral de las jefas de hogar. Cuadro 3.6: Distibución porcentual de jefas asalariadas por niveles de precariedad y ramas en el sector terciario No Precarizadas Modernizados Menos Modernizados Total Absolutos 566829 191262 758091 Parcialmente precarizadas Porcentajes 77.4 19.3 Absolutos 82371 91076 173447 Porcentajes 11.3 9.2 Precarizadas Total Absolutos Porcentajes Absolutos Porcentajes 82675 11.3 731875 100 707695 71.5 990033 100 790370 1721908 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. Las ramas calificadas como modernizadas generan el 45.8% de los empleos del sector. La mayoría (77.4%) constituyen jefas no precarizadas; un 11.3% presentan seria carencias. Sus principales afectaciones son: insuficiencia de ingresos (16.4%), jornada insuficientes (27%), desprotección social (13.2%), e inseguridad laboral, por contratos temporales (10.3%). Estas jefas se caracterizan por su alto nivel escolar (75.2% detentan preparatoria y profesional), son esencialmente urbanas (86.7%) y trabajan en grandes empresas (50% en empresas de más de 51 personas y/o el 75.3% en empresas de más de 16 personas). Las ramas catalogadas como menos modernizadas generan el 54% de los empleos del terciario. El 71.5% constituyen empleos precarizados y menos del dos décimas partes (19.3%) no precarizados. Sus principales carencias son insuficiencia de ingresos (60%), extrajornada (20.1%), desprotección social (73%), desprotección laboral (57.3%), inseguridad laboral (77.9%). Estas jefas se caracterizan por su baja escolaridad (78% 101 detentan secundaria y menos), en su mayoría son urbanas (76%), pero una considerable proporción (24%) habitan en zonas rurales y se insertan principalmente en pequeñas empresas (70% en empresas hasta 5 personas). Casi se constituyen uno como el reverso del otro. La polarización que los caracteriza evidencia, que a pesar del achicamiento del estado y la concomitante reducción del sector público, los empleos generados en el sector público detentan las mejores condiciones. Las privilegiadas jefas insertadas en estos servicios (sanitarios, jurídicos, educativos, de la comunicación), detentan grandes ventajas respecto a las menos precarizadas, que acceden a los deteriorados empleos que sus bajas calificaciones les permiten. Esta polarización da cuenta también de uno de los dispositivos reproductores de la desigualdad. Pues, para acceder a los empleos de las ramas más modernizadas, como mínimo es necesario contar con alta escolaridad. Pero no todas tienen acceso a ella. 3.3 Escolaridad y edad como como determinantes de la precariedad en el empleo de las jefas asalariadas. Entre los predictores de la precariedad laboral de las jefas de hogar, la escolaridad deviene uno de los indicadores de mayor peso (el quinto en importancia). Incluso emerge con mayor importancia que factores contextuales como la región sociodemográfica y el tipo de residencia. No es fortuito, una amplia literatura sociodemográfica documenta la importancia de la educación en la trasformación de disímiles ámbitos o esferas de vida: disminución de las tasas de fecundidad, retrasos de los calendarios de la nupcialidad y la entrada al mercado de trabajo, o en la transformación de los arreglos familiares. Con relación a los mercados de trabajo su importancia es capital, a tal punto que asume un rol esencial en una de sus teorías dominante: la teoría del capital humano, centrada en establecer los vínculos entre educación, producción y mercados de trabajo. Mejores credenciales educativas, que generalmente implican más años de escolaridad, devienen 102 ventajas competitivas a favor de una mejor inserción laboral y en parte explica los diferenciales de renta. La universalización y vulgarización de esta concepción propició innumerables políticas públicas encaminadas a universalizar la enseñanza como instrumento para la movilidad social intergeneracional y la disminución de las desigualdades. Esta idílica concepción pronto encontró múltiples críticas fundamentadas en estudios empíricos que vez de analizar una relación abstracta al margen de los mercados de trabajo, constituyeron a estos en unidades de análisis para visualizar el binomio educación-diferencial de rentas. Así, demostraron que la segmentación y dualidad, la discriminación por sexo, raza, etnia, nacionalidad y las propias dinámicas de los mercados de trabajos internos como elementos constitutivos de los mercados laborales, estructuran y enrarecen las potencialidades de la educación para garantizar mejores empleos. Una de las cuestiones destacable de la polémica en torno las relaciones entre conocimiento y condiciones laborales, es que ellas lo importante son los activos gnoseológicos de los trabajadores; y estos están constituidos por varios elementos, entre otros: escolaridad, experiencia, formación específica en el interior de las empresas, etc. Entre ellos, la escolaridad es de gran importancia, porque constituye el requisito cognoscitivo básico a partir de cual se desarrolla los restantes elementos en un proceso condicionado por las disímiles trayectorias laborales. En nuestro caso, las distorsiones entre educación y condiciones laborales se constatan en la aparente contradicción entre la mayor escolaridad de las jóvenes y sus más deterioradas condiciones laborales en comparación con las menos escolarizadas jefas de entre 40 y 49 años y sus menos precarizados empleos. Por las potencialidades de la escolaridad para condicionar la inserción laboral, deviene unos de los predictores de la precariedad de mayor peso. Las relaciones entre precariedad y escolaridad son negativas, es decir, en la medida que aumenta la escolaridad disminuye la precariedad: 103 Cuadro 3.7: Distribucción porcentual de las jefas asalariadas por niveles de escolaridad y precariedad laboral No Precarizadas Parcialmente Precarizadas Precarizadas Total Absolutos Porcentajes Absolutos Porcentajes Absolutos Porcentajes Absolutos Porcentajes Sin Escolaridad 6941 5.7 8224 6.8 106144 87.5 121309 100 Primaria 135469 21.3 73493 11.5 428285 67.2 637247 100 Secundaria 180353 37.7 66847 14.0 230635 48.3 477835 100 Preparatoria, Técnica o Normal 319532 67.3 43361 9.1 111782 23.5 474675 100 Profesional 297414 80.9 38473 10.5 31670 8.6 367557 100 No especificado 518 82.5 0 0.0 110 17.5 628 100 940227 230398 908626 2079251 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. El Cuadro 3.7 muestra las relaciones negativas entre escolaridad y precariedad laboral. Tal tendencia se observa muy claramente en la tercera y séptima columnas. La tercera muestra como los porcentajes de no precarizadas aumentan con el incremento de la escolaridad; y la séptima lo contrario: la disminución de los porcentajes de precarizadas como función del aumento de la escolaridad. Nótese los contrastes entre las jefas sin escolaridad y las profesionales. Solo el 5.7% de la primeras clasifican como no precarizadas, y su gran mayoría (87.5%) con críticas condiciones laborales. Todo lo contrario con las profesionales: su gran mayoría (80.9%) clasifican como no precarizadas y menos de una décima parte (8.6%) con pésimas condiciones en el empleo. Nótese también que la diferencia en puntos porcentuales entre las jefas precarizadas con primaria y secundaria (18.9) es menor que la diferencia entre jefas precarizadas con secundaria y preparatoria (24.7). Esta mayor diferencia quizás sea expresión de la mayor devaluación de las credenciales educativas de la secundaria, pues en un contexto en el que las ramas económicas que generan empleos de mejor calidad se caracterizan por hacer un uso más intensivo de la técnica y de los modernos métodos de organización y control del trabajo, se intensifica la devaluación de las credencias educativas. Ahora bien, si precariedad y escolaridad se relacionan negativamente, ¿qué factores explican la mayor precariedad de las jóvenes (más escolarizadas), con respecto a las menos precarias jefas entre los 40 y los 49 años (que detentan menor escolaridad)? Como se había señalado antes, las claves para la compresión de las relaciones entre escolaridad y condiciones laborales las dictan las dinámicas de los mercados de trabajo. 104 Es la heterogeneidad de la inserción laboral de las jefas asalariadas la que emerge detrás de esta aparente contradicción. Como se señaló en las conclusiones del capítulo anterior, las jefas entre los 40 y 49 años tienen mejor inserción laboral que las jóvenes. Entiéndase que las jefas entre los 40 y 49 años (41.4%) les ganan a las jóvenes (28.3%) en 13.1 puntos porcentuales en las ramas que generan empleos de mejor calidad (servicios sociales, servicios profesionales, financieros y corporativos y gobierno y organismos internacionales). Hipotéticamente esa diferencia se podría explicarse por la mayor discriminación de las jóvenes en los mercados de trabajo; pero también, puede estar ocasionado por el hecho que estos empleos presentan mayores barreras de entrada: la experiencia como requisito de entrada puede ser una de ellas. 3.4 La heterogeneidad del contexto socioespacial y las características de los hogares como determinantes de la precariedad laboral. La distribución socioespacial de las actividades productivas establece diferencias socioeconómicas entre espacios urbanos y rurales, así como entre los distintos niveles de desarrollo de las regiones. Es bien conocido que la apertura comercial y el concomitante desarrollo de la manufactura de exportación, ha implicado una recolocación productiva a favor de las entidades federativas de la frontera norte, en detrimento incluso de la importancia económica de la Ciudad de México. Estas diferencias establecen desiguales condiciones en los mercados laborales, que a veces se constituyen como inequidades. En México se ha documentado la importancia de la heterogeneidad del contexto socioespacial como determinante de la precariedad laboral. Por ejemplo, habitar en zonas rurales es una de las características de los jóvenes asalariados con condiciones laborales más deterioradas y “residir en la Región Norte del país es de igual forma una cierta garantía pare el logro de empleos de calidad con mejores condiciones laborales y niveles de ingreso” (Oliveira, 2006: 56). La precariedad laboral de las jefas de hogar reafirman esas tendencias. Las jefas que residen en zonas rurales están más condicionadas para acceder a empleos precarizados 105 que las que viven e zonas urbanas; de hecho entre los predictores de la precariedad que cualifican la diversidad socioespacial, vivir en zonas rurales es de los que mayor peso explicativo. Cuadro 3.8: Distribucción porcentual de jefas asalariadas por niveles de precariedad y tipo de residencia Urbanas Rurales Total Absolutos Porcentajes Absolutos Porcentajes Absolutos Porcentajes No Precarizadas 823180 87.6 117047 12.4 940227 100 Parcialmente Precarizadas 189975 82.5 40423 17.5 230398 100 Precarizadas Total 633557 1646712 69.7 275069 432539 30.3 908626 2079251 100 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. El Cuadro 3.8 muestra la distribución porcentual de las jefas asalariadas por niveles de precariedad de acuerdo al tipo de residencia. Los procesos de urbanización condicionan la mayor concentración de las jefas asalariadas, precarizadas o no, en localidades urbanas. Pero se aprecia muy bien, que una proporción considerable (30.3%) de jefas precarizadas habitan en localidades rurales; en este tipo de zonas residenciales aventajan a las no precarizadas en 17.8 puntos porcentuales. El grado de desarrollo socioeconómico de las regiones también incide, aunque en menor medida, en los niveles de precariedad de las jefas asalariadas. Estar insertado laboralmente en la región socioeconómica constituida por las entidades federativas de la Frontera Norte, Distrito Federal, Jalisco y Aguascalientes es garantía de mejores condiciones laborales. Esto es debido a que han sido las entidades más favorecidas por la recolocación productiva y también por los procesos de universalización de la enseñanza. Así mismo, la región que aglutina a las entidades federativas del Centro, más Yucatán y Quintana Roo, en menor medida que la región señala, garantiza mejores empleos que la región que agrupa a las entidades del Pacífico Sur y Atlántico (categoría de referencia). La incidencia de los indicadores que caracterizan la diversidad de los hogares de las jefas asalariadas constituye la de menor peso explicativo. Lo primero a señalar es que solo dos de estos indicadores resultaron significativos: número de hijos y vivir en hogares monoparentales. No es fortuito. El número de hijos, sobre todo si se trata de 106 infantes, ha sido uno de los indicadores que la literatura sobre jefatura femenina identifica como elementos que afectan la participación económica y la calidad de la inserción laboral de las jefas de hogar. Cuadro 3.9: Distribución porcentual de jefas asalariadas por niveles de precariedad y número de hijos. Sin Hijos Con 1 o 2 Hijos De 3 a 5 Hijos De 6 Hijos y más Total Absolutos Porcentajes Absolutos Absolutos Porcentajes Absolutos Porcentajes Absolutos Porcentajes No Precarizadas 1026 25.4 2352 649 16.1 9 0.2 4036 100 Precariedad Parcial Precarizadas Total 238 705 1969 27.4 21.9 482 1729 4563 146 750 1545 16.8 23.3 4 32 45 0.5 1.0 870 3216 8122 100 100 Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE 2011, segundo trimestre. El Cuadro 3.9 muestra la distribución de las jefas asalariadas de acuerdo al nivel de precariedad y le número de hijos. Se aprecia claramente la relación positiva entre precariedad laboral e incremento del número de hijos. Las jefas no precarizadas detentan menor número de hijos que las precarizadas. Les aventajan entre las que no tiene hijos y entre las que cuentan con 1 o dos hijos. En cambio las jefas segundas aventajan a las primeras en 7.2 puntos porcentuales entre las que tienen entre 3 y 5 hijos. El 87.2% de estas jefas precarizadas que tienen entre 3 y 5 hijos tiene como nivel escolar secundaria o menos y el 70.4% no tienen parejas, lo que implica que una serie de problemas, baja escolaridad, alta fecundidad las afectan y dificultan su inserción laboral. Anteriormente se señaló que no es fortuito que el número de hijos y vivir en hogares unipersonales constituyan los únicos indicadores de hogar que resultaran significativos. Los hogares unipersonales también mantienen una relación positiva con la precariedad. Lo cual significa que estas jefas que en su mayoría son solteras (43.1%) y viudas (25.2%) y que el 76.5% detenta secundaria o menos presentan críticas condiciones laborales. Aunque el resto de los indicadores de hogar no resultaron significativos, es menester señalar que habitar las jefas asalariadas que habitan en hogares extensos y compuestos también tienen mayor propensión a empleos precarizados que las que habitan en hogares 107 nucleares (categoría de referencia). Así mismo, las no unidas, tiene mayor propensión a tales empleos que las unidades (categoría de referencia). 3.5 Conclusiones parciales: Entre los determinantes de la precariedad laboral de las jefas de hogar, los factores asociados a la heterogeneidad de la estructura productiva son los de mayor peso relativo. Entre ellos, salta en primer lugar el tamaño de la empresa, específicamente, las empresas pequeñas o micronegocios. Este constituye el principal factor condicionante a favor de la precariedad laboral de las jefas asalariadas. Éste, más que constituir un hallazgo, es la confirmación de una característica señalada en los estudios sobre precariedad laboral: los micronegocios, en su mayoría en unidades comerciales, no generan condiciones laborales adecuadas. Dan muestra de la incapacidad del sector público para absolver las necesidades laborales, al menos de las jefas de hogar. Las que tienen que aceptar trabajos de baja calidad e ingresos para subsistir. Este sector público, es el principal generador de empleos de calidad para las jefas de hogar, por ello, condiciones como estar insertadas en servicios sociales, gobiernos y organismos internacionales, servicios productivos, financieros y corporativos y en empresas grandes, constituyen indicadores de un gran peso explicativo, pero a favor de condiciones laborales menos precarizadas. Es menester destacar el importante peso relativo de la escolaridad. Esta emerge con mayor trascendencia que los factores que cualifican la diversidad socioespacial en la que se realiza la inserción laboral de las jefas asalariadas. Altas calificaciones, controlando el efecto de los restantes determinantes, son garantía de empleos menos precarizados; así como bajas calificaciones apuntan a deteriorados empleos. Por el simple hecho del carácter limitado de cobertura educativa, las jefas excluidas del sistema educativo se insertan en empleos precarizados, constituyendo un círculo reproductor de la desigualdad social. 108 Pero la situación laboral de las jefas asalariadas recuerda que esta no es una relación ideal. La situación laboral más precarizada del grupo etario de mayor escolaridad, las jóvenes, respecto al grupo etario entre los 40 y 49 años, con menores calificaciones, pero menos precarizadas, gracias a la mejor inserción laboral en las privilegiadas ramas del sector público, recuerda que en materia de condiciones laborales la heterogeneidad sectorial de la estructura económica tiene la última palabra. Esta es la razón fundamental por la que los indicadores referidos a la diversidad de las características de los hogares en general no son significativos y el peso explicativo de los que resultan significativos es menor. Entre ellos, destacan el número de hijos y vivir en hogares unipersonales, que ambos contribuyen a la precarización laboral de estas jefas caracterizadas por sus bajas calificaciones. 109 Conclusiones finales. La presente investigación muestrea la diferencial incidencia de la precariedad laboral sobre sus condiciones en el empleo de las jefas de hogar y se determinaron los pesos relativos de sus predictores. Para ello se recurrió a técnicas estadísticas específicas: se construyó un Índice Sintético de Precariedad (que permitió reagruparlas en grupos intrínsecamente homogéneos y extrínsecamente heterogéneos) y se realizó un análisis de regresión lineal múltiple (que permitió determinar los pesos relativos de sus predictores). La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE, segundo trimestre del 2011) constituyó la fuente de información. La hipótesis inicial, sobre los diferentes niveles de precariedad de las jefas de hogar y el mayor peso relativo de los determinantes asociados a los factores de demanda, basada en la teoría del concepto precariedad, se demostró. Los niveles de precariedad de las jefas asalariadas, más que presentar una gradación, muestran una gran polarización. Entre un 45.2% de jefas asalariadas con empleos de calidad y al extremos, un 43.7% de jefas con situaciones laborales muy precarias, con serias manifestaciones de insuficiencia de ingresos, desregulación de la jornada laboral, desprotección social y laboral e inseguridad laboral. Entre los predictores de la precariedad de las jefas asalariadas, se comprobó la capital importancia de los factores de demanda. Entre ellos, el de mayor poder explicativo, se determinó a estar insertadas en micronegocios. Constituyendo estas, el principal factor que explica la precariedad laboral de las jefas asalariadas. Y no es fortuito, pues el 99.8% de las jefas precarizadas labora en este tipo de empresas. El segundo predictor en importancia refiere a estar insertado en el sector público (servicios sociales, gobiernos y organismos internacionales, servicios productivos, financieros y corporativos y en empresas grandes), pero estos indicadores van a favor de condiciones laborales menos precarizadas. Lo que muestra, que a pesar del achicamiento del estado, aún constituye el principal generador de empleos de calidad. Estas ramas, 110 instituciones o empresas, son más productivas, con alto valor agregado y empleo muy protegidos, que presentan altas barreras de entrada, y ocupaciones con oportunidades de movilidad vertical. Por ello, los empleos que procura de caracterizan por la baja precariedad. Tales resultados reafirman hallazgos anteriores. Los estudios sobre la precariedad laboral de los jóvenes (Oliveira, 2006) y para la totalidad de la población trabajadora (Moras Salas y Oliveira, 2009) ya lo habían documentado. Además, los estudios sobre heterogeneidad laboral también han documentado que los micronegocios se caracterizan por generar empleos de bajos ingresos, de baja productividad e intensivos en mano de obra. Lo que muestra, como se ha señalado, la incapacidad de los sectores dinámicos y públicos para garantizar empleos de calidad. Una vez más, es menester reiterar la importancia de la escolaridad como determinante de la precariedad en el empleo de las jefas de hogar. La relación entre ambas es negativa. Lo que sugiere que aumentar la cobertura y la calidad de la educación puede ser un buen instrumento en la lucha contra la precariedad. Ahora bien, el caso de las jefas jóvenes, de alta escolaridad y condiciones laborales más precarizadas que el grupo etario de 40 a 49 años, de menor escolaridad y mejores condiciones laborales, sugiere que aumentar la educación por sí sola, sin nexos con las necesidades específicas de los mercados laborales mexicanos, no es suficiente. Pues, quizás la centralización del sistema educativo impide ajustar los planes educativos a los requerimientos de un sistema económico caracterizado por la heterogeneidad estructural. Por otro lado, el simple hecho del carácter limitado de cobertura educativa condiciona que las jefas excluidas del sistema educativo se insertan en empleos precarizados, constituyendo este un círculo reproductor de la desigualdad social (Oliveira, 2006). El hecho que la escolaridad constituya una de los principales predictores de la precariedad, se debe a que constituye, en gran medida, un indicador del capital humano. Lo que enfatiza la importancia de los factores de demanda como determinantes de la precariedad. Pues, el conocimiento, a diferencia de otras características individuales 111 como el estado civil o el número de hijos, en los mercados de trabajo se rentabiliza. Es decir, en los sectores públicos y/o dinámicos, como durante el proceso de trabajo el empleador hace rendir a la empleada (jefa asalariada), el rendimiento es función de la escolaridad. Por ello, en la medida que se saber deviene una fuerza productiva, este rasgo individual adquiere connotaciones específicas. Esta es la razón fundamental por la que otros indicadores que refieren la diversidad de las características de los hogares, en general tienen un menor peso explicativo y por no son significativos. Entre los rasgos de los hogares e individuales, junto con la escolaridad, una evaluación distinta requiere el de número de hijos, la edad y vivir en hogares monoparentales, que resultaron significativos y con un moderado poder explicativo. El número de hijos y los hogares monoparentales, mantienen una relación positiva con la precariedad. Es decir, la precariedad se incrementa con el aumento del número de hijos y en presencia de hogares monoparentales. Resultado totalmente lógico. Como se observó, las jefas precarizadas tienen mayor número de hijos que las no-precarizadas. Resultado que es coherente con estudios previos. La literatura sobre jefatura femenina ha documentado que la presencia de hijos, sobre todo sin son chicos, dificulta la inserción laboral de las jefas de hogar y su calidad (García y Pacheco, 2001; INEGI, 1999 y 2005; Tuirán, 1993). Los hogares monoparentales, como se demostró tienen una gran presencia de jefas asalariadas viudas y mayores de 60 años, que presentan condiciones muy precarizadas. Resultado también documentado en estudios previos, sobre todo referidos a la relación entre jefatura femenina y pobreza. Moras Salas y Oliveira (2009), ya habían documentado que se trata del grupo etario más precarizado. Lo que se agrava por la circunstancia que de que un 32.8% vive en hogares monoparentales y un 44% son viudas. Es menester señalar, una vez más, que le presente investigación debe ser complementada con una investigación que analiza las relaciones entre precariedad laboral de las jefas de hogar y sus niveles de pobreza. En tal sentido, la recuperación de la noción de exclusión 112 social de Tezanos será esencial. Y se documentará mejor las condiciones de integración o disociación social que procure el empleo de las jefas de hogar. 113 Bibliografía. Acosta, F., 2000, Jefatura de hogar femenina y bienestar familiar en México, Colegio de México, México. Agulló, E., 2001, “Entre la precariedad laboral y la exclusión social: los otros trabajos, los otros trabajadores”, en Trabajo, individuo y sociedad: perspectivas psicológicas sobre el futuro del trabajo, Ediciones Pirámide, Madrid. Aristóteles: Metafísica, recuperado el 5 http://www.mercaba.org/Filosofia/HT/metafisica.PDF. de Junio de 2012 Ariza, M., y Oliveira, O., 2001, “Familias en transición y marcos conceptuales en redefinición”, en Papeles de Población, No. 28, Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, México. 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Por ello, persigue cuatro objetivos específicos: 1) Justificar la utilización de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) como fuente de información; 2) Explicar por qué se realizó una metodología cuantitativa de carácter trasversal; 3) Describir la selección de las variables utilizadas y justificarlas como indicadores pertinentes; 4) Describir la construcción y pertinencia de las técnicas estadísticas. Para lograrlos, el capítulo se organiza en cuatro epígrafes. El primero, “Pertinencia de una metodología cuantitativa de carácter transversal a través de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo”, justifica el uso de tal encuesta y el carácter cuantitativotransversal de la metodología. El segundo, “Descripción y pertinencia de las variables utilizadas”, describe y justifica las variables empleadas. El tercer epígrafe, “Construcción y pertinencia de los técnicas estadísticas empleadas”, describe la construcción y pertinencia de las técnicas estadísticas: índices de precariedad laboral y regresión lineal múltiple. Pertinencia de un estudio cuantitativo de carácter transversal a través de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. La presente investigación, como se ha señaló, tiene por objetivos generales determinar los niveles de precariedad en el empleo de las jefas de hogar y los pesos relativos de sus determinantes, en México en un momento específico, segundo trimestre del 2011. 120 Se trata de una evaluación de la precariedad de la inserción laboral de las jefas de hogar. La revisión de antecedentes y la construcción de un marco teórico enfocado en el concepto precariedad laboral, permitieron señalar, entre otros, dos rasgos fundamentales del concepto. Uno: la ausencia de un correlato empírico, fijo y determinado (Moras Salas, 2010). Dos: La necesidad estudiarlo a partir de sus dimensiones, debido al carácter relacional y multidimensional del concepto (Moras Salas, 2010). Tal revisión bibliográfica permitió argumentar e identificar, teóricamente, los indicadores pertinentes que den cuenta de esas dimensiones. Entonces, el primer problema metodológico consiste en la selección de la fuente de información adecuada. Como el universo de estudio lo constituye un grupo específico de la población mexicana, las jefas de hogar, y como estas se definen no solo por sus atributos individuales, sino también por el liderazgo que asumen dentro de la estructura de parentesco de sus hogares, la fuente de datos seleccionada, además de brindar la información pertinente para el estudio de la precariedad, también debe proveer la información necesaria sobre las características sociodemográficas de las jefas y sus hogares. Por ello, la fuente de información debería ser una de las encuestas de hogares de representatividad nacional y a nivel de entidades federativas desarrolladas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Entre la gama de encuestas de hogares desarrolladas por INEGI, Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor (ENCO), Encuesta Continúa sobre la percepción de la Seguridad Pública (ECOSEP), Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2011 (ENVIPE), la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) detenta la particularidad de presentar preguntas adecuadas que recogen información sobre la calidad de inserción laboral de los miembros de los hogares. Otras encuestas, como la ENIGH, presentan información 121 sobre extensión de la jornada laboral, ingresos en salarios mínimos, posición en la ocupación que permite evaluar las tendencias de la participación económica; pero si se trata de evaluar la calidad de la inserción laboral también se requiere información sobre presencia de prestaciones, acceso a las instituciones de salud y presencia y tipos de contrato escrito: atributos específicos que habilitan a la ENOE como encuesta idónea para la presente investigación. La ENOE se aplica desde el 2005 como producto de una reingeniería desplegada por INEGI a partir de una sistematización de “actividades de carácter conceptual, metodológico y de mejora de procesos” (INEGI, 2012) encaminada a generar una encuesta que “permita captar y conocer de mejor manera, las características del mercado laboral mexicano” (INEGI, 2012). Para cumplir tal objetivo, la emergente encuesta fusionó y superó a las que hasta ese momento recababan información sobre los mercados de trabajo mexicanos: Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU 19832004) y Encuesta Nacional de Empleo (ENE 1991-2004). La ENOE es una encuesta con representatividad a nivel nacional, de entidades federativas, de las 48 ciudades autorepresentadas y a nivel de localidades de diversos tamaños —menos de 2 500 hab., de 2 500 a 14 999 hab., de 15 000 a 99 999 hab., y de 100 mil y más habitantes (INEGI, 2005a: 44). Es tipo panel y consta de dos instrumentos de medición: un cuestionario sociodemográfico (que capta las características sociodemográficas de los miembros de los hogares) y un cuestionario de ocupación y empleo (que capta la información laboral). Este último presenta dos modalidades: el básico y el ampliado (INEGI, 2005a: 44). Como es una encuesta tipo panel, que se aplica con frecuencia trimestral, los seleccionados son entrevistados en varias ocasiones, específicamente cinco veces, a lo largo de un año y tres meses. Lo cual garantiza cuatro cuestiones. Uno: observar los cambios de los miembros del hogar en términos de ocupación y empleo; dos: renovar la muestra, pues una vez concluido el ciclo de entrevista se remplaza la quinta parte, 122 por lo que se conserva el 80% de su universo; tres: las frecuentes entrevistas permiten comprobar la objetividad de la información; cuatro: realizar estudios longitudinales a nivel de panel (INEGI, 2005a: 44). El cuestionario ampliado, que como lo surgiere el nombre consta de mayor número de preguntas, se aplica en uno de los trimestres, con el objetivo de no saturar a los informantes con entrevistas tan extensas. El cuestionario básico se aplica en los otros tres trimestres, que en función del programa de encuestas de INEGI asociado a la ENOE, puede ser complementado con algún módulo, como el Modulo de Trabajo Infantil (2009), el bienal Módulo de Micronegocios o la nueva Encuesta Demográfica Retrospectiva (EDER 2011). Como es una encuesta representativa a varios niveles, los datos de su cobertura temática en composición por edad y sexo de la población total, población ocupada por posición en el trabajo, ocupación principal, rama de actividad, horas semanales dedicadas al trabajo, causas para trabajar una jornada a 35 horas, ingresos, formas de pago, prestaciones, información estadística sobre la estructura poblacional del sector agropecuario, se pueden desagregar legítimamente a través de cualquiera de los niveles (INEGI, 2005a). En el segundo trimestre del 2011, se aplicó el cuestionario básico. Se seleccionó esté año para tener la información más actualizada y tal trimestre por tres razones. Dos teóricas: la información no está afectada por el trabajo estacionario. Así mismo, es el trimestre más utilizado por los usuarios de la ENOE, lo que permite un diálogo con la literatura basado en una mayor comparabilidad de los datos. Y una práctica: la menor cantidad de preguntas del cuestionario básico aportan la información requerida para el desarrollo de la investigación. Esta encuesta de hogar tiene la particularidad de brindar información para una caracterización legítima de los mercados de trabajo, tanto del trabajo independiente y 123 el multi-empleo, como el trabajo subordinado y remunerado. También permite el estudio del subempleo, el desempleo y los inactivos. Como combina un cuestionario de ocupación empleo con otro sociodemográfico permite correlacionar ambas dimensiones, o si se prefiere, revelar la influencia de las transformaciones de los mercados laborales sobre los hogares y a la inversa, como los hogares responden a las variaciones de los mercados. Así mismo, el cuestionario sociodemográfico, al organizar la recogida de la información, ubicando y definiendo a cada miembro de acuerdo a la relación de parentesco con el jefe, permite identificar con claridad las características de la jefatura femenina. En el cuestionario de ocupación y empleo a través de sus preguntas y variables creadas por INEGI permite, dentro de la Población Económicamente Activa (PEA) identificar los ocupados y desagregar hasta identificar el universo: las jefas asalariadas. Así mismo, entre las variables que brindan información sobre las condiciones de los mercados laborales mexicanos, se encuentran aquellas que permiten caracterizar la calidad y/o precariedad de tal inserción laboral. Estas variables, como se señaló con anterioridad, constituyen los indicadores adecuados para estudiar las dimensiones de la precariedad laboral. Por ello, la ENOE, constituye la encuesta adecuada para el presente estudio. Pero no todo es color de rosas. La ENOE, también presenta sus limitaciones para el estudiar la precariedad. Una de las críticas al concepto precariedad radica en el abismo entre su riqueza teórica y su pobreza empírica. La riqueza heurística estriba en el hecho que relaciona unas causas de orden macroeconómicas y políticas, que propician un entorno de flexibilización, con sus efectos de orden microsocial en los mercados laborales. La pobreza empírica estriba en el hecho de que con los datos disponibles la relación causa-efectos de la precariedad es inmensurable, por lo que el concepto “permite simplificar un proceso complejo al centrarse en sus efectos” (Mora Salas, 2010:2). 124 Este empobrecimiento de la medición empírica no es producto de la voluntad de los investigadores, sino de las limitaciones de las fuentes de datos. Para resolver tal situación, la ENOE debería recoger la información pertinente; en este caso, tendría que ser mucho más que una encuesta de hogar y también captar información sobre los procesos de flexibilización de los mercados laborales y de desregulación estatal de los mismos. Cuestión casi imposible. Porque se trata de órdenes muy disímiles para captar información. Así mismo, la encuesta no capta la información necesaria para realizar un análisis profundo sobre la jefatura de hogar, es decir, a partir de sus atributos —aportar los principales ingresos, tomar las decisiones fundamentales y administrar los recursos (Muñiz y Hernández, 1996). En ella, la definición de jefatura es la declarada: “Persona reconocida como tal por los demás integrantes del hogar; puede ser hombre o mujer. Es preciso señalar que sólo se debe asignar un jefe de hogar” (INEGI, 2008: 3). Esta definición, por principio, impide la identificación de la jefatura compartida (Muñiz y Hernández, 1996) y es sobre todo operativa. Pues la jefatura de hogar es más que todo un modo de organización de la recogida de la información36; que permite identificar y ordenar “en grupos y subgrupos homogéneos una diversidad de descripciones sobre la relación de los integrantes de hogar con el jefe (a) del mismo” (INEGI, 2008: 1). Ni tampoco permite un estudio que permita relacionar la precariedad en el empleo de las jefas de hogar con el bienestar de sus hogares. Pues, si bien, presenta indicadores para medir la pobreza, no detenta otros para medir las condiciones de las viviendas, ni los gastos familiares. También es menester justificar el carácter empírico, cuantitativo y transversal de la presente investigación. Empírico porque se basa en registros que caracterizan múltiples rasgos (sociodemográficos, socioespaciales y laborales) de una población específica — 36 Este último argumento se lo debo a la Patricia Muñiz, producto de nuestras reuniones en sus funciones como lectora de tesis. 125 jefas de hogar— obtenidos a partir de una encuesta de hogares (ENOE). Cuantitativo; porque analiza registros de variables y la asociación o relación entre ellas, así como la medida en que unas variables —constituidas como indicadores— determinan a otras (modelo de regresión lineal múltiple). Transversal, porque establece correlaciones entre variables de diversos órdenes en un tiempo determinado, segundo trimestre del 2011. Es decir, analizada integralmente (correlaciones entre ordenes laborales, socioespaciales, familiares e individuales), describe configuraciones, correlaciones o una situación, en un momento específico. Descripción y pertinencia de las variables utilizadas. Las variables utilizadas se pueden clasificar en dos grupos: 1) variables que cualifican los perfiles sociodemográficos, socioespaciales y laborales; y 2) variables que cualifican la calidad y/o precariedad de las condiciones en el empleo. El primer grupo de variables constituyen indicadores que caracterizan, en tres órdenes contextuales, los rasgos de las jefas de hogar asalariadas. Estos contextos responden a las diversas naturalezas de los factores identificados en la literatura como predictores de la precariedad: laborales, socioespaciales y sociodemográficos. Pues se ha documentado el mayor peso relativo de los factores laborales (porque la causa de la precariedad se refiere a permutaciones en los factores de demanda) y socioespaciales (porque la heterogeneidad de la inserción sectorial también está condicionada por los diferentes niveles de desarrollos socioeconómicos de las entidades federativas). Una vez controlados estos, se ha comprobado la importancia de los factores sociodemográficos (fundamentalmente la influencia de la escolaridad y la edad) (Mora Salas y Oliveira, 2009; Oliveira, 2006, Escoto Castillo, 2010). 126 Cuadro A.1: Variables que caracterizan los contextos laborales, socioespaciales y sociodemográficos. Perfil Contexto Variable Observaciones Sociodemográfico Individual Grupos de edad Permite caracterizar a las jefas de acuerdo a la edad y analizar la relación de esta con la precariedad de sus condiciones laborales. Escolaridad Permite caracterizar a las jefas de acuerdo a la escolaridad y analizar la influencia de la misma en la precariedad de sus condiciones laborales. Estado Civil Una de las características de la jefatura femenina en México es la ausencia de pareja. Por lo que permite caracterizar a las jefas de acuerdo al estado civil y comprobar su posible efecto en la precariedad laboral. Hogar Número de hijos Caracteriza a las jefas de acuerdo al número de hijos y se analiza su posible efecto en la precariedad laboral. Tamaño del hogar Una de las características de la jefatura femenina en México, es el menor tamaño promedio de sus hogares, se evalúa su posible efecto en la precariedad laboral. Tipo de hogar Permite caracterizar a las jefas y comprobar su posible incidencia en la precariedad laboral. Relación de Un rasgo de la jefatura femenina en México es la dependencia menor relación de dependencia, se valora su posible incidencia en la precariedad laboral. Socioespacial Espacial Regiones Se utilizó una clasificación de INEGI, que agrupa a sociodemográficas las entidades federativas en siete regiones de acuerdo a un índice de bienestar socioeconómico. Permite caracterizar la distribución de las jefas por regiones socioeconómicas y evaluar la incidencia de los factores contextuales en la precariedad de la inserción laboral. Tipo de localidad Caracteriza la distribución de las jefas por tipo de localidades (rural y urbana) y evaluar la incidencia de los factores contextuales en la precariedad laboral. Laboral Laboral Rama de actividad Permite caracterizar la distribución inter e intrasectorial y evaluar su contribución a la precariedad. Este constituye unos de los indicadores de la heterogeneidad estructural. Tipo de unidad Caracteriza la distribución de las jefas por tipo de económica unidad económica. Tamaño de la Permite caracterizar la distribución por tamaños empresa de empresas y evaluar su contribución a la precariedad. Este constituye otro de los indicadores de la heterogeneidad estructural. Ámbito de Caracteriza la distribución de las jefas por ámbito operación de operación de sus unidades económicas (internacional, nacional, local y franquicia). 127 Es necesario explicar la confección de la variable Regiones Socioeconómicas. Se trata de un producto de INEGI elaborado con los datos del Censo de Población y Vivienda 2000, que mediante una reducción factorial por el método de componentes principales, construye un índice a partir de “indicadores que abordan temas relacionados con el bienestar como son educación, ocupación, salud, vivienda, y empleo” (INEGI, 2004: 3). Luego, a través de un análisis de conglomerados se organizan las entidades federativas en grupos intrínsecamente homogéneos y extrínsecamente heterogéneos, que presenta “un resumen comparativo de las diferencias y similitudes observadas en las condiciones económicas y sociales de la población” (INEGI, 2004: 3). El resultado concluyó en siete grupos claramente diferenciados. Las entidades se distribuyen de tal manera que “el estrato 7 se encuentra las Entidades Federativas (Municipios o AGEBS según sea el caso) que –respecto al total de indicadores considerados— presentan en promedio la situación relativa más favorable, por el contrario, el estrato 1 se compone de las unidades que en promedio presentan la situación relativa menos favorable” (INEGI, 2004: 3). Así, las entidades federativas resultaron distribuidas de la siguiente forma: Cuadro A.2: Distribución de las entidades federativas de acuerdo al índice de bienestar socioeconómico Estrato Región socioeconómica 1 Pacífico-Sur 2 Atlántico-Este 3 4 5 6 7 Entidades Chiapas, Oaxaca y Guerrero Campeche, Tabasco, Veracruz, Puebla, San Luis Potosí e Hidalgo. Centro Norte-Centro Sur Durango, Guanajuato, Michoacán, Tlaxcala y Zacatecas Occidente — Centro Sur — Yucatán- Colima, Estado de México, Morelos, Quintana Roo Nayarit, Querétaro, Sinaloa, Quintana Roo y Yucatán Frontera Norte-Baja California del Sur Chihuahua, Sonora, Tamaulipas, Baja California, Baja California del Sur Nuevo León — Coahuila — Aguascalientes Nuevo León, Coahuila, Aguascalientes, — Jalisco Jalisco Distrito Federal Distrito Federal Fuente: INEGI, 2004. 128 Con estas variables (en el capítulo 3, “Jefas de hogar: condiciones en el empleo y niveles de precariedad”) se caracterizan los perfiles sociodemográficos, socioespaciales y laborales de las jefas de hogar; y también se utilizan para analizar (en el capítulo 4, “Predictores de la precariedad laboral”) sus posibles efectos en la precariedad de sus empleos. Ahora bien, es menester señalar que como una caracterización implica señalar rasgos específicos, las cualidades propias de un grupo determinado en relación con otros, los perfiles sociodemográficos, socioespaciales y laborales de las jefas de hogar asalariadas, se trazan comparándolas con las no-jefas asalariadas (es decir, la población femenina asalariada en edad laboral sin las jefas asalariadas), y con las jefas de hogar trabajadoras por cuenta propia. Las razones teóricas que justifican tales comparaciones se ofrecieron en el epígrafe 1.4, “Marco analítico de la investigación”, del capítulo anterior. El segundo grupo de variables constituyen indicadores que caracterizan la calidad o precariedad de sus condiciones en el empleo. Estas se han seleccionado de acuerdo a las dimensiones del concepto precariedad; cada una se constituye respectivamente como indicador. Por tanto, como se señaló en el marco teórico, son los indicadores pertinentes para dar cuenta de la insuficiencia de ingresos, desregulación de la jornada laboral, desprotección laboral y social y de la inseguridad laboral. Cuadro A.3: Dimensiones, variables e indicadores de la precariedad en el presente estudio Nombre Característica Variable Indicadores Insuficiencia de Ingresos Salario insuficiente Ingresos en Salarios Salarios menores a 2 Mínimos Salarios Mínimos Desregulación de la Jornada insuficiente Duración de la jornada Jornada laboral menor a 35 jornada laboral laboral horas Extrajornada Jornada laboral mayor a las 48 horas Desprotección laboral Prestaciones Presencia de Sin prestaciones laborales laborales básicas prestaciones laborales Desprotección social Seguridad social Acceso a las Sin acceso a las Instituciones de Salud instituciones de salud Inseguridad laboral Contrato laboral Tipo de Contrato Sin contrato laboral o 129 contratos temporales Fuente: Elaborada a partir de las dimensiones e indicadores señaladas (os) por Mora Salas (Mora Salas, 2010). Construcción y pertinencia de las técnicas estadísticas empleadas. Varias técnicas estadísticas se utilizaron para dar cumplimiento a los objetivos de la investigación. Para caracterizar los perfiles sociodemográficos, socioespaciales y laborales y también para dar cuenta de las condiciones en el empleo de las jefas de hogar, se realizaron tablas de contingencias, que permitieron ver como se distribuyen en primer lugar, jefas asalariadas, no jefas y jefas trabajadoras por cuenta propia, por cada una de los indicadores de los perfiles señalados. Así, para dar cuenta de las condiciones en el empleo de las jefas asalariadas se realizaron tablas de contingencias que permitieron observar como se distribuyen los grupos etarios por cada una de los indicadores de la calidad de la inserción laboral. Para dar respuesta a la primera pregunta de investigación, “¿Qué niveles de precariedad laboral presentan las jefas asalariadas?”, se construyó, a partir de los indicadores señalados, un índice sintético o aditivo de precariedad, que detenta la virtud de aunar en una medida resumen, los efectos combinados de los respectivos indicadores. Ahora bien, como se señaló en el capítulo teórico, para hablar de precariedad laboral, no es suficiente constatar deficitarias condiciones en el empleo en cada uno de los indicadores por separados, pues, eso solo demuestra carencias determinadas, pero no que tales déficits sean efectos de una causa o concepto unitario. Por lo que es menester comprobar, a través de técnicas estadísticas pertinentes, si constituyen indicadores de un concepto unitario. Bajo esa idea, si el índice aditivo señalado presenta la virtud de la parsimonia, representa un problema para el estudio de la precariedad, porque no permite comprobar si estos indicadores realmente constituyen dimensiones de un concepto 130 único (precariedad). Para legitimarlo, es menester comprobar si existe alta correlación entre los indicadores y si mediante una reducción factorial pueden ser resumidos en una sola dimensión. Para resolver este problema teórico-metodológico se realizó un análisis factorial mediante el método de Análisis por Componentes Principales (ACP). Con las puntuaciones del análisis factorial se obtiene otro índice de precariedad. Para agrupar a las jefas asalariadas de acuerdo a los grados de precariedad en el empleo se realizó un análisis de conglomerados a través del método de Dalenius y Hodges. Dicho método, permitió agruparlas en cinco categorías (No Precarias, Baja Precariedad, Precariedad Moderada, Alta Precariedad y Muy Alta Precariedad) intrínsecamente homogéneas y extrínsecamente heterogéneas. Para responder a la segunda pregunta de investigación, “¿Cómo inciden y qué peso relativo detentan los factores predictivos (laborales, socioespaciales, del hogar e individuales) de la precariedad de sus empleos?” se ajustó un modelo de análisis regresión lineal múltiple: técnica estadística que permite analizar la relación entre distintas variables. Permite explorar y/o cuantificar —como es nuestro caso— la relación entre una variable dependiente o regresor (Y) y varias independientes o predictores (xi). El análisis consiste, básicamente, en determinar la ecuación mínimocuadrática que mejor explique la relación entre el variable dependiente (Y) y sus predictores (xi). Su expresión es: Y = β0 + β1X1 + β2 X2+ β3 X3+ Donde: Y: es la variable dependiente Xi: las distintas variables independientes β0, β1, β2, β3: parámetros a estimar error de la estimación. 131 Anexo 2: Resultados de la reducción factorial por AMP Comprobación de si los indicadores (insuficiencia de ingresos, desregulación laboral, desprotección social, desprotección laboral e inseguridad laboral) son realmente dimensiones del concepto precariedad. Comprobación realizada a través de la factorización mediante el método de Componentes Principales (ACP). KMO y prueba de Bartlett Medida de adecuación muestral de Kaiser.806 Meyer-Olkin. Prueba de esfericidad Chi-cuadrado 4317637.66 de Bartlett aproximado 1 gl 10 Sig. .000 Fuente: Elaboración propia. Resultado del análisis factorial; Método de extracción: Análisis de Componentes principales Comunalidades Inicial Extracción Ingreso en Salario Mínimos 1.000 .455 Duración de la Jornada Laboral 1.000 .144 Acceso a Instituciones de Salud 1.000 .813 Presencia de Prestaciones Laborales 1.000 .733 Tipo de Contrato 1.000 .750 Fuente: Elaboración propia. Resultado del análisis factorial; Método de extracción: Análisis de Componentes principales. Varianza total explicada Autovalores iniciales Sumas de las saturaciones al cuadrado de la extracción Total % de la % acumulado Total % de la % acumulado varianza varianza dim 1 2.895 57.891 57.891 2.895 57.891 57.891 ensi 2 .905 18.107 75.997 on0 3 .634 12.684 88.682 4 .351 7.021 95.703 5 .215 4.297 100.000 Fuente: Elaboración propia. Método de extracción: Análisis de Componentes principales. Componente 132 Matriz de componentes Componente 1 .674 .379 .902 .856 .866 Ingreso en Salario Mínimos Duración de la Jornada Laboral Acceso a Instituciones de Salud Presencia de Prestaciones Laborales Tipo de Contrato Método de extracción: Análisis de componentes principales. a. 1 componentes extraídos Fuente: Elaboración propia. Método de extracción: Análisis de Componentes principales. Anexo 3: Análisis de correlación entre el índice aditivo de precariedad y el índice de precariedad por ACP. Correlaciones entre índice aditivo de precariedad e Índice de Precariedad por ACP Índice aditivo Índice de de Precariedad Precariedad Delenius Laboral Índice de Precariedad Correlación de Pearson 1 .972** Laboral Sig. (bilateral) .000 N 2079251 2079251 Índice de Precariedad Correlación de Pearson .972** 1 Delenius Sig. (bilateral) .000 N 2079251 2079251 **. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral). Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ENOE. Anexo 4: Resultados del modelo de regresión lineal múltiple: Resumen del modelob Modelo R 1 R cuadrado .815 .664 Estadísticos de cambio R cuadrado Error típ. de Cambio en R cuadrado Cambio en F gl1 gl2 corregida la estimación .662 .57809367 .664 637.295 25 Sig. Cambio en F 8080 .000 DurbinWatson 1.919 ANOVAb Suma de cuadrados Modelo 1 Media cuadrática gl Regresión 5324.477 25 212.979 Residual 2700.274 8080 .334 Total 8024.750 8105 F Sig. 637.295 .000 133 B 1 (Constante) Coeficientesa Intervalo de confianza de 95.0% para B Límite Límite inferior superior Sig. Coeficientes tipificados Coeficientes no estandarizados Modelo Error típ. .496 .068 Edad -.005 .001 escolaridad para modelo No Unidas -.068 .004 .002 Número de Hijos Beta t Correlaciones Orden cero Parcial Estadísticos de colinealidad Semiparcial Tolerancia FIV 7.245 .000 .362 .630 -.054 -6.777 .000 -.006 -.003 .079 -.075 -.044 .658 1.520 -.148 -16.562 .000 -.076 -.060 -.532 -.181 -.107 .524 1.907 .017 .001 .118 .906 -.031 .035 -.011 .001 .001 .844 1.185 .027 .004 .054 5.992 .000 .018 .036 .291 .067 .039 .511 1.955 Unipersonales .069 .023 .023 3.034 .002 .024 .113 .003 .034 .020 .697 1.436 Extensos .030 .018 .013 1.688 .091 -.005 .065 .035 .019 .011 .667 1.499 Compuestos .058 .031 .013 1.840 .066 -.004 .119 -.018 .020 .012 .838 1.193 -.010 .006 -.018 -1.738 .082 -.022 .001 .109 -.019 -.011 .401 2.493 .007 .007 .008 .994 .320 -.007 .022 .029 .011 .006 .669 1.495 .139 .018 .052 7.605 .000 .103 .174 .211 .084 .049 .905 1.105 -.043 .015 -.021 -2.793 .005 -.074 -.013 -.001 -.031 -.018 .715 1.399 -.111 .017 -.051 -6.574 .000 -.145 -.078 -.082 -.073 -.042 .695 1.439 .920 .052 .444 17.717 .000 .818 1.022 .742 .193 .114 .066 15.099 Medianas .155 .052 .054 2.965 .003 .052 .257 -.068 .033 .019 .127 7.851 Grandes -.220 .050 -.110 -4.365 .000 -.318 -.121 -.655 -.049 -.028 .065 15.337 .289 .065 .030 4.442 .000 .161 .416 .083 .049 .029 .888 1.126 -.788 .088 -.060 -8.971 .000 -.960 -.616 -.076 -.099 -.058 .928 1.078 -.406 .028 -.131 -14.651 .000 -.461 -.352 -.091 -.161 -.095 .520 1.922 -.348 .074 -.032 -4.731 .000 -.492 -.204 -.033 -.053 -.031 .916 1.092 Comercio -.500 .026 -.160 -19.332 .000 -.550 -.449 -.036 -.210 -.125 .605 1.652 Restaurantes y servicios de Transportes, comunicaciones, correo y Servicios profesionales, financieros y Servicios sociales -.153 .026 -.048 -5.970 .000 -.204 -.103 .146 -.066 -.039 .651 1.536 -.450 .053 -.060 -8.428 .000 -.555 -.345 -.073 -.093 -.054 .835 1.198 -.481 .032 -.121 -14.998 .000 -.544 -.418 -.094 -.165 -.097 .639 1.564 -.579 .028 -.235 -20.977 .000 -.633 -.525 -.355 -.227 -.135 .330 3.027 Gobierno y organismos internacionales -.532 .032 -.166 -16.886 .000 -.594 -.470 -.262 -.185 -.109 .433 2.308 tam_hog Relación de Dependencia Rurales Centro, Yucatán y Quitana Roo Frontera Norte, DF, Jalisco y Micronegocios Agricultura, ganadería, Industria extractiva y de la Industria Manufacturera Construccion Variables excluidasb Modelo Beta dentro 1 t Estadísticos de colinealidad Tolerancia Tolerancia FIV mínima Correlación parcial Sig. Unidas .a . . . .000 . .000 Nucleares .a . . . .000 . .000 Urbanas .a . . . .000 . .000 Pacífico Sur y .a Atlántico Servicios diversos .a . . . .000 . .000 . . . .000 . .000 134 Estadísticos sobre los residuosa Mínim o Valor pronos ticado Valor pronos ticado tip. Error típico de valor pronos ticado Valor pronos ticado corregido Res idual Máxim o Media Des viación típica N -1.3226238 1.9318662 -.0312082 .81051667 8106 -1.593 2.422 .000 1.000 8106 .019 .103 .031 .010 8106 -1.3224503 1.9392869 -.0312180 .81051526 8106 -2.16532612 2.49581409 .00000000 .57720141 8106 Res iduo típ. -3.746 4.317 .000 .998 8106 Res iduo es tud. -3.751 4.320 .000 1.000 8106 -2.17107821 2.49898267 .00000982 .57930333 8106 -3.754 4.325 .000 1.000 8106 7.594 255.352 24.997 22.116 8106 .000 .015 .000 .000 8106 .001 .032 .003 .003 8106 Res iduo elim inado Res iduo elim inado es tud. Dis t. de Mahalanobis Dis tancia de Cook Valor de influencia centrado 135 136