Piezas del mes 2010 - Museo del Romanticismo
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Piezas del mes 2010 - Museo del Romanticismo
La pieza del mes… MESA DE DESPACHO (Sala XXII. Despacho) Soledad Pérez Mateo Conservadora del Museo del Romanticismo 1.- Ficha técnica. 2.- Descripción. 3.- Tipología de la mesa de despacho. 4.- La diversidad de mesas escritorio en el siglo XIX. Precisiones sobre la terminología. 5.- Sistemas constructivos y decorativos. 6.- La cronología. Análisis de las influencias estilísticas. 7.- El espacio masculino: el despacho 8.- Procedencia 9.- El personaje: Gaspar de Remisa, retratado junto a la mesa de despacho. Bibliografía 2 1.- Ficha técnica Mesa de despacho Caoba, palma de caoba, nogal, maderas amarillas (acebo, boj, limoncillo) Ensamblaje, cajones a lazo, sistema de bastidor y paneles/chapeado, marquetería, tallado ca. 1830 90 x 216 x 66 cm. Inv. 246 2.- Descripción Mesa rectangular con las esquinas redondeadas. Sobre el tablero se disponen unos cerramientos laterales de 10 cm. de alto que se abren en sus lados mayores y que sirven para contener papeles. Gruesa cintura, que contiene cinco cajones distribuidos de forma idéntica en los dos frentes. Uno central y dos pares de cajones a cada lado. El central es de mayores dimensiones que los laterales. Los costados son lisos. Decoración de marquetería en madera amarilla alrededor de las bocallaves, que no se han conservado, y en los cuatro remates de las esquinas. La cintura se apoya en dos cuerpos prismáticos, de superficies lisas, a los que se adosan dos pares de semicolumnas jónicas en cada uno de los dos frentes, y que se unen en su extremo inferior por un tablero. Éste se levanta ligeramente del suelo y presenta una escotadura semicircular a ambos lados, delimitados por filetes de madera clara. Bajo las columnas pareadas de la derecha hay un resorte metálico que, al activarlo, permite la apertura de un cajón secreto que ocupa la profundidad de la pieza. 3.- Tipología de la mesa de despacho Es una mesa de gran tamaño, adecuada para las tareas burocráticas y para atender los asuntos relativos a la profesión, donde se escribe y se guardan los papeles importantes de la familia. El análisis del tipo de mueble permite constatar el conocimiento de los modelos ingleses, que se interpretan con notable originalidad, lo que convierte a esta pieza en un ejemplar único dentro de las mesas de despacho realizadas en el siglo XIX. Su tipología deriva de los modelos ingleses de la writing table y del pedestal desk. El primero surgió en Inglaterra en el último cuarto del siglo XVII, mientras que el segundo apareció en el siglo XVIII, pero es en el siglo siguiente cuando adquiere una verdadera difusión. La writing table presenta una serie de cajones en la cintura y la superficie del tablero forrada de piel u otro material resistente. Algunos ejemplares tenían cajones adicionales encima del tablero. El pedestal desk es una mesa 3 que descansa sobre dos pilares de cajones a modo de soportes que flanqueaban un hueco que albergaba las rodillas. El cajón central de la cintura es de mayor tamaño. La superficie del tablero también solía estar forrada de piel o de paño. Su equivalente francés se suele denominar bureau plat. A pesar de estas denominaciones, la mayor parte de estos escritorios no se utilizaban como tales sino que tenían la función de conservar documentos e incluso pequeños objetos, como se aprecia en otras variantes de mesa escritorio que se detallan más adelante. Este tipo persistirá en los siglos siguientes, difundido a través de los patternbooks o libros de diseños, que enfatizarán de manera deliberada su funcionalidad y su simplicidad. La writing table aparece en ilustraciones de libros de diseños como A Collection of Designs for Household Furniture and Interior Decoration (1808), de Smith, o Cabinet Furniture: Designs and Catalogue of Cabinet and Upholstery Furniture (1881), de C. and R. Light. Thomas Chippendale incluyó diseños de pedestal desks en su obra Gentleman and Cabinet Maker's Director -de la que se publicaron tres ediciones, la primera en 1754, seguida por una reimpresión virtual en 1755, y finalmente una edición revisada y ampliada en 1762-. Otra vía de conocimiento que revela su importancia es su presencia en las pinturas que retratan interiores domésticos, como por ejemplo, la mesa del estudio del poeta Franz Grillparzer (1791-1872), pintado por Rudolf Alt. La mesa de despacho no se apoya en dos pilares de cajones, como sucede en el pedestal desk, sino que éstos se reducen a su tercio superior, de forma similar a la writing table, mientras que los dos tercios restantes constituyen una estructura cúbica a la que se adosan los dos pares de semicolumnas. Además del “hueco para las rodillas” aparece un tablero con marcada escotadura a ambos lados. Estos rasgos le dan a la pieza un carácter escultórico que se inspira en las mesas romanas de mármol, en concreto las denominadas cartibulum que, generalmente, se ubicaban en el atrio y se realizaban en mármol o piedra, y presentaban dos patas que simulaban leones. De claro carácter simbólico, según Varrón, en De lingua latina, sobre ellas se disponía una vajilla de bronce que recordaba los tiempos en los que se cocinaba en el atrio. Idéntico sentido escultórico a la obra que estudiamos presentaba la mesa de Bellangé, conservada en el Museo Marmottan de París. 4.- La diversidad de mesas escritorio en el siglo XIX. Precisiones sobre la terminología El siglo XIX conoce una proliferación de mesas escritorio, término genérico dentro del cual se incluye la mesa de despacho. Las mesas escritorio, con sus diversas variantes, presentan particularidades que conviene detallar porque no todas se destinan a la función de escribir sino que también sirven para guardar documentos. Cuando se disponían para escribir, esta actividad se podía realizar estando sentado o de pie, en este caso, con el tablero a la altura de la cintura. Es evidente que la función condiciona la forma de cada una de ellas, que tienen 4 estructuras distintas para escribir y leer así como diferentes combinaciones de los tableros con los cuerpos de cajones. Es importante conocer cada uno de los diferentes nombres que recibe la mesa escritorio, ya que ésta adquiere gran difusión a lo largo del siglo XIX debido a la especialización de los diferentes ámbitos de la vivienda, convertidos en signo de riqueza y de prestigio social. El despacho era uno de ellos y, de acuerdo con su carácter de lugar de trabajo, requería un mobiliario específico y adecuado a la función de dicho espacio, como es el caso de la obra que estudiamos. El análisis de cada una de las mesas escritorio permite una mejor comprensión de sus formas, de su función y del espacio al que estaban destinadas. En el siglo XIX la mesa escritorio presenta tipologías derivadas tanto de modelos ingleses como franceses, algunos de los cuales se introdujeron en España en el siglo XVIII. Ingleses son los burós con biblioteca, los pedestal desks o las writing tables y franceses los secreteres en pente, los escritorios de tambor, los escritorios tocador o el bureau plat. Vamos a comentar cada uno de ellos: 1.- El buró con biblioteca combina la mesa escritorio que se cierra de diferentes formas (tablero abatible, cajón de frente abatible o tambor), de cuerpo inferior abierto o cerrado y con un cuerpo superior con estantes para libros. Es paradigmática la pieza (Inv. 275) del Museo Nacional del Romanticismo, expuesta en la misma sala que la mesa de despacho. Buró Despacho. Museo Nacional del Romanticismo Inv. 275 2.- El secreter en pente es una mesa escritorio que se cierra con un tablero inclinado abatible que, al abrirse, se apoya sobre correderas frontales y sirve para escribir. En su interior contiene gavetas y compartimentos. A menudo se le denomina buró de dama. Secreter en pente ca. 1880 (imagen extraída de PAYNE, C., 19th century european furniture, 1981) 5 3.- El escritorio con tambor designa a una mesa con un cierre en forma de cuarto de cilindro, que puede ser de persiana o formado por dos segmentos cintrados o por un solo panel, que cierra la parte del plano de escritura y la zona de los cajoncillos. Buró de cilindro Según modelo de Riesener ca. 1880 (imagen extraída de PAYNE, C., 19th century european furniture, 1981) 4.- El escritorio tocador o bonheur du jour, vinculado al género femenino, se compone de un cuerpo inferior abierto, con o sin cajones bajo el tablero, o cerrado, y un cuerpo superior menos profundo, que contiene cajones. Destaca el ejemplar de estilo Luis XV (Inv. 1817) del Museo Nacional del Romanticismo, expuesto en la Sala de la Literatura y el Teatro o el conservado en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid (Inv. 5565). Escritorio tocador Sala de la Literatura y el Teatro Museo Nacional del Romanticismo Inv. 1817 5.- El bureau plat es una mesa para escribir grande, de tablero horizontal, a menudo con piel, con cintura de cajones que se abren al frente, tres o cinco. Por ejemplo, la pieza del despacho de Can Marquès (Palma de Mallorca). En el Museo Cerralbo de Madrid se simbolizan en su despacho y en su biblioteca tres tipos distintos de mesas: pedestal desk, bureau plat y buró de cilindro o de tambor. Bureau plat Despacho y Biblioteca Can Marquès (Palma de Mallorca) 6 Además de estas obras, existe una serie de escritorios de aspecto semejante a las consolas. Se caracterizan por sus volúmenes rotundos y su solidez estructural, algunos de los cuales siguen los esquemas del estilo Imperio, apoyados sobre esfinges o cariátides, como los que aparecen en los cuadros de David (“Napoléon en su estudio”, National Galllery de Wasinghton) o de Francisco Lacoma “El marqués de las Marismas del Guadalquivir” (Inv. 509), del Museo Nacional del Romanticismo, expuesto en el Salón de Baile. La mesa del estudio de Mario Praz responde a un similar ideario neoclásico y deriva del repertorio de La Mésangère, Collection des meubles et objets de gout (1802-1807). Jacques-Louis David Napoleón en su estudio, 1818 National Gallery, Washington Francisco Lacoma Marqués de las Marismas del Guadalquivir, 1832 Salón de Baile Museo Nacional del Romanticismo Inv. 509 Estudio de Mario Praz Museo Praz, Roma 7 Esa estructura cúbica se repite en las cómodas escritorio, que reposan sobre una cajonera alta, para escribir de pie, como la conservada en Patrimonio Nacional. Esta tipología gozó de predicamento en Madrid, frente al canterano, más propio de la zona catalana. Éste también adopta la forma de cómoda, pero presenta una tapa inclinada encima, con cajones y compartimentos. Algunos ejemplares de este tipo se fechan en los primeros años del siglo XIX. La altura del mueble no permitía escribir sobre el tablero, solamente cuando se estaba de pie y para esa función se utilizaban las mesas y mesas escritorio (Piera y Mestres, 1999:174, 192). Cómoda escritorio Patrimonio Nacional Canterano Segunda mitad del siglo XVIII Colección particular (imagen extraída de PIERA, M. Y MESTRES, A., El mueble en Cataluña. El espacio doméstico del Gótico al Modernismo, 1999) Dentro de las corrientes historicistas, otros escritorios responden a la tipología de la mesa bufete con patas torneadas, que perdura sobre todo en provincias, algunos de ellos conservados en el Museo del Greco (Toledo) y que reproducirán pintores españoles de la segunda mitad del siglo XIX en sus escenas de interiores. El escritorio es la principal pieza de uso del espacio específicamente destinado a despacho, hasta tal punto que su función acaba denominando al espacio completo: despacho, estudio. En un principio eran piezas de carácter masculino pero, una vez conocido el modelo, los ebanistas crearán una serie de escritorios para las damas, a los que les daban un aspecto más ligero. Se solían colocar en habitaciones como el boudoir y a menudo presentaban incrustaciones de placas en relieve de porcelana. La mesa de despacho simbolizaba el nuevo estatus que alcanza el burgués en el siglo XIX así como el auge que adquieren las profesiones liberales. 8 5.- Sistemas constructivos y decorativos La estructura es sencilla. El mueble está armado con bastidores en el frente y en los laterales. Está chapeado con láminas de madera de caoba, encoladas y clavadas sobre el armazón de madera de pino o frutal. La madera de caoba es de gran calidad y se deja en su color, lo que permite subrayar la maestría de la técnica, que le da una particular calidad aun incluso en su decoración más austera, y una sensación de suntuosidad. El chapeado permite, asimismo, la adaptación a las superficies onduladas de las esquinas y de las semicolumnas adosadas. En el caso de los cajones, los ensambles son de cola de milano y se asientan sobre los travesaños laterales del bastidor, sobre los que se deslizan. Los soportes prismáticos presentan escuadras a la cintura, decorativas en su aspecto exterior, que recuerda a la rosa de los vientos, tan común en las kutxas vascas. Excepto en las basas de las semicolumnas y en los filetes de las escotaduras, que se realizan en madera de tonalidad más clara, las láminas de caoba son las mismas en todo el armazón. La marquetería se realiza con maderas amarillas, acebo, limoncillo o boj, que dibujan motivos vegetales de palmetas afrontadas, insertos en un óvalo en reserva, y motivos florales y romboidales alternantes e insertos en un círculo en reserva. Es una delicada y discreta labor de taracea que configura sencillos elementos decorativos ubicados tanto en torno a las bocallaves de los frentes como en las cuatro esquinas de la mesa, en concreto, en el extremo superior de los cerramientos del tablero. La severidad de la línea recta se ve suavizada por las ondulaciones que marcan las esquinas del tablero y las semicolumnas adosadas. 6.- La cronología. Análisis de las influencias estilísticas. El análisis de los sistemas constructivos y decorativos permitiría adscribir esta obra al reinado de María Cristina (1833-1840) y establecer su datación hacia 1830. Son unos años en los que acontecimientos políticos como el fin de la monarquía absolutista y el triunfo de la nobleza y de la burguesía determinaron ciertos cambios en el mobiliario, que se hace más intimista, aunque conserva elementos de la etapa precedente como su solidez estructural y sus formas lisas y cúbicas. La consolidación de la burguesía como clase social implica una imitación, en la cual ésta adapta a su medida las directrices del vivir aristocrático. La mesa que estudiamos aparece reproducida con suma exactitud, hasta en sus más mínimos detalles, en la pintura de Vicente López (“El Marqués de Remisa”, Inv. 51. Museo Nacional del Romanticismo), lo que permite constatar que estamos ante la misma obra. Aunque el cuadro está fechado en 1844, la mesa es algunos años anterior por las características distintivas que presenta el mobiliario de dicho período. Además, la existencia de piezas similares en tipologías y elementos decorativos, como el bureau de Luis Felipe conservado en el Museo Carnavalet de París (Inv. CARMB0248 ; MB 9 248), fechado en el primer cuarto del siglo XIX, permite justificar dicha cronología. Sintetiza una variedad de influencias. Su tipología deriva de los modelos ingleses del siglo XVIII, aunque la tendencia clásica conduce a ciertas transformaciones en la tipología, suavizando los perfiles y dándole un toque de refinada elegancia. Además de bella y decorativa, es funcional y cómoda, ya que era un mueble para la vida social. Su elegancia, armonía de proporciones, simetría compositiva y solidez estructural es deudora del estilo Imperio francés. En concreto, la decoración a base de columnas jónicas pareadas, adosadas a los apoyos de la mesa, fue un esquema común en los muebles de la época del Directorio. Los motivos decorativos de taracea estaban presentes en los muebles de Robert Adam, cuyo estilo fue difundido por Hepplewhite y que remiten a los motivos presentes en los bronces etruscos y en las cerámicas griegas. Al igual que en el Imperio francés, las formas sencillas también fueron favoritas de la Regencia inglesa. Existen una serie de características formales que acercan la obra al Biedermeier, como son su funcionalidad, su simplicidad y su aspecto arquitectónico, pesado y falto de la gracia y elegancia del Imperio, más propio de un mueble burgués que trata de epatar. El Biedermeier (1815-1848), es un estilo desarrollado por los alemanes y los austríacos, quienes reflejaron los gustos de la burguesía de la época. El término Biedermeier (del adjetivo bieder: sencillo, honrado, y Meier como típico apellido alemán) surge de la fusión, a modo de parodia, de los dos apellidos más comunes de la burguesía austríaca o alemana. En concreto, tiene su origen en el apellido ficticio de un personaje hipotético de los diarios satíricos de la época, como una serie de dibujos y poemas que Scheffel publicaba en el periódico semanal “Hojas voladoras”. El editor Ludwig Eichrodt utilizará la fusión de los dos vocablos de Scheffel para crear su seudónimo, bajo el cual se publicaban poemas que aludían a un maestro de escuela sumiso y tradicional en un pueblo marinero de la región de Suabia, en el que se exaltaban los placeres domésticos. Así, la figura de Mr. Biedermeier se convierte en una burla contra el hombre que se conforma con vivir una vida simple y confortable. En definitiva, un representante de la clase media, de la burguesía alemana, que era el público al que iba dirigido el estilo Biedermeier. Desde 1900 se emplea para definir un estilo y una época a partir de una exposición que se hizo en el Museo Nacional austríaco sobre la industria. La elegancia del Biedermeier se aproxima a los motivos del estilo Imperio, aunque simplificado y depurado de sus aspectos heroicos. La sencillez, la sobriedad y el sentido práctico que revela la mesa de despacho, sobre todo, derivado del Biedermeier, justifica la exaltación de la vida doméstica que conlleva dicho estilo, en el que primaba la comodidad por encima de la pompa. Lo que conduce también a una disposición más informal de los interiores. Realza la estética de la belleza natural, hecho que tiene una enorme influencia en el arte y el diseño contemporáneos. Biedermeier no sólo es un estilo artístico sino también una filosofía de la vida y, en sentido genérico, indicativo de la cultura de un período que, en Austria, corresponde a los años de Metternich (1815-1848). Al 10 principio era exclusivo de la aristocracia, pero pronto se extiende entre la burguesía, que lo consolida. El burgués demandaba una serie de objetos que hasta entonces habían estado reservados a las élites. Esto fue posible por la mejora en los sistemas de producción. Sus formas sencillas y elegantes, sin decoración excesiva, reflejaban una atmósfera en la sociedad europea que, tras los disturbios de la guerra de los 30 años, enfatizaba la tranquilidad, la estabilidad y la vida familiar. 7.- El espacio masculino: el despacho Esta obra se encuentra íntimamente vinculada al espacio masculino por antonomasia, el despacho, que le da su razón de ser, en un doble sentido: el espacial y el de imagen. En términos espaciales, el despacho es un ámbito doméstico que empieza a adquirir entidad propia a lo largo del siglo XIX. La razón de ser un espacio con personalidad propia claramente definida y derivada de una función concreta, viene dada por la primacía que el interior doméstico adquiere en el siglo XIX. Ésta obedece a tres razones fundamentales: al deseo de privacidad y confort, a la consolidación de los roles familiares y de género, y a las prácticas domésticas del consumo y de la representación del propio yo. En su función icónica, el despacho simboliza la autorrepresentación del burgués y es sinónimo de su profesión liberal. En él, el burgués despacha asuntos y puede dedicarse a la labor de estudio. La mesa de despacho se dispone para tales fines. Sala XXII. Despacho Museo Nacional del Romanticismo 11 La creación de espacios concretos en el interior de la casa obedece a una separación de sexos y de funciones. Tanto el hombre como la mujer disponen de espacios propios, cada uno destinado a una función concreta. El despacho, el gabinete, el fumoir o la sala de billar pertenecían al dominio masculino, mientras que la existencia de la mujer estaba vinculada a espacios como el boudoir, la alcoba, el invernadero o serre, donde recibían, cosían, bordaban, leían o dormían, ocupando la mayor parte del tiempo su estancia en la casa, ya que era su hogar. El despacho es un ámbito masculino y un espacio de representación social y de trabajo, donde se despachan los asuntos relativos a su profesión. Era la habitación que aludía al pensamiento y a la ciencia (Torres González, 2009: 179) y donde estaban la mayoría de los libros y una librería, ésta uno de los mejores indicadores del estatus social de la familia. Todavía a finales del siglo XIX se describía en libritos como La dama elegante. Manual práctico y completísimo del buen tono y del buen orden doméstico (1880), de Carmen Burgos Seguí, cómo eran estos espacios masculinos: “La elección de los muebles del despacho pertenece exclusivamente al marido, sin embargo, la esposa debe colocar en él algunos objetos de comodidad y distracción como una mesita de fumar de las muy elegantes que hoy prescriben la moda y que contiene cigarrera, bujía, fosforera, cenicero y hierro para despuntar los tabacos; una fumadora o lecho de reposo con un solo respaldo, y un timbre de bronce, con el que pueda llamarla su marido y que tenga una forma artística. Debe colocar también sobre la mesa de escribir un limpia-plumas hecho por su mano, y una cajita para sellos de correos. El folgo o calientapiés de debajo de la mesa debe ser de tapicería bordado también por la mano de la esposa. Ya es sabido que los muebles de un gabinete de trabajo son siempre los mismos: librerías cerradas con puertas de cristales, de maderas más o menos preciosas o con molduras de lujo, una mesa de despacho de las llamadas ministro, otra mesa para los periódicos y libros nuevos que llegan cada día, y que debe ser más pequeña, un sillón para escribir y otros varios guarneciendo las paredes. La sobriedad es condición indispensable del mueblaje de un gabinete de trabajo perteneciente al dueño de la casa. En el testero principal, o sea en el que da frente a la puerta de entrada, se colocan las dos grandes librerías, entre estos dos muebles es de muy buen efecto poner una panoplia de armas antiguas y modernas de caza y guerra. Los cuadros, que no deben ser muchos, pertenecerán también a estos dos géneros. La mesa destinada a los libros y periódicos, si no tiene el tablero de piedra, deberá cubrirse de un tapete del mismo género que las cortinas, o al menos que armonice con él. Son detalles que al parecer nada significan, pero que hablan con mucha elocuencia a favor del gusto de la persona que habita un aposento”. La alusión a la mesa de despacho, denominada de “ministro”, revela la representatividad de su función y desempeña un papel relevante respecto a las otras piezas de mobiliario expuestas en la sala, como el buró o las cómodas. La 12 denominación de bureau type ministre aparece en la segunda mitad del siglo XIX, aunque la estructura es anterior y se conocía con el nombre de bureau à deux corps. Se definía como la mesa que presentaba dos estructuras prismáticas de cajones. Aparece, por ejemplo, en el pattern-book de Rondelle: Album de l´ameublement orne de 400 Modeles. Ancien Fabricant de Meubles & Tapisseries (ca. 1867). Bureau type ministre Estampe tirée de Rondelle: l´ameublement … Bibl. Des Arts décor., Paris Album de Cada uno de los muebles expuestos en la sala ocupa un lugar jerárquico, ordenados de forma estratégica alrededor de la chimenea. El hecho de ser un lugar donde el hombre trabaja condiciona la existencia de un mobiliario de discreta ornamentación, acorde con el carácter de austeridad y solemnidad que la profesión requiere. Los objetos de escritorio expuestos en ella simbolizan el carácter intelectual y pragmático del trabajo. No hay que olvidar que en estos momentos es cuando se consolida el estatus económico y social del burgués, que propicia la creación de ámbitos específicos para desarrollar su actividad. El despacho es el universo natural de la actividad burguesa, que reorganiza las relaciones entre el interior y el exterior, es decir, el trabajo que desempeña en él acaba siendo privatizado y “domesticado” por la intimidad. El retrato que del marqués de Remisa realiza Vicente López revela la importancia creciente que adquiere el sentido de lo privado en el retrato romántico de estos momentos. Cada mueble, cada habitación interioriza su función y se reviste de una clara dignidad simbólica ya que refleja la estructura patriarcal de tradición y de autoridad de la familia. A partir de 1850, en las casas-palacio de la nobleza del dinero, este espacio de trabajo se convierte en una auténtica oficina ligada a la administración del patrimonio, como sucede en las áreas de trabajo del palacio del marqués de Salamanca, del Palacio Xifré o el de los Duques de Medinaceli (Rodríguez Bernis, 1999: 32). 13 8.- Procedencia La mesa de despacho ingresó en 1958 en las colecciones del museo mediante compra a Isabel de Regoyos, viuda de Aureliano de Beruete y Moret (1876-1922), hijo y homónimo del pintor. Como su padre, ejerció la pintura pero también fue historiador del arte y director del Museo Nacional del Prado entre 1918 y 1922. La procedencia de la pieza es un dato de un extraordinario valor histórico y documental ya que posiblemente estuviera en la colección particular de Isabel de Regoyos. Lo que resulta indudable es que se encuentra íntimamente vinculada a la familia de la propietaria ya que Isabel de Regoyos era la nuera de María Teresa Moret y Remisa (1850-1929), nieta de Gaspar de Remisa, a quien Vicente López representa en el cuadro (Inv. 51) que conserva el Museo Nacional del Romanticismo. La pintura retrata a Gaspar de Remisa de cuerpo entero, junto a una mesa de despacho, que es la que estudiamos. Por lo tanto, al interés de ser la misma que reproduce la pintura, se le añade el hecho de que estamos ante la mesa en la que el propio marqués de Remisa trabajaba, revistiéndose así de cierta aura por su pertenencia a un personaje que fue uno de los banqueros más importantes de la época de Isabel II. La mesa de despacho, en su doble vertiente de pieza de mobiliario y de “fondo” de una pintura, se convierte en una suerte de representación de microcosmos en el que nos imaginamos al marqués en el ejercicio de su trabajo. La mesa se constituye así en “figura”, para sumergirse después en el “fondo”, estableciendo una relación contextual con la pintura de Vicente López. Es la manifestación visible de un escenario para el arte de la memoria, con un discurso que apela a la retórica del arte. 9.- El personaje: Gaspar de Remisa, retratado junto a la mesa de despacho El cuadro de Vicente López se convierte en un documento histórico que ilustra la pertenencia de la mesa de despacho a Gaspar de Remisa y Miraons Bres y Querol, primer marqués de Remisa. Retratado en primer plano, emerge monumental, junto a la mesa como símbolo de su estatus económico y social y rodeado de objetos vinculados a su trabajo. A diferencia de los fondos de retratos convencionales de Vicente López, con cortinajes, ventanas laterales y algún mueble ocasional, aquí el pintor se recrea en la representación de los elementos cotidianos vinculados a su universo íntimo pero también, al estar rodeado de los signos de su posición social, esta obra es casi un retrato de aparato (Díez, 1999: 366). Es indudable que, con su presencia majestuosa, se constituye como prototipo del nuevo burgués y de la nueva religión de la prosperidad y riqueza, que quedará perfilada hacia 1850. 14 Vicente López El Marqués de Remisa, 1844 Óleo sobre lienzo Museo Nacional del Romanticismo Inv. 51 Objeto de una biografía en 1953, escrita por José María Ramón de San Pedro, que recoge la trayectoria de un personaje que forjó una de las fortunas más importantes del siglo XIX. Nacido en San Hipólito de Voltregá (Barcelona) en 1784 y fallecido en Madrid en 1847, hace su fortuna y se desenvuelve de forma muy distinta a la burguesía catalana de la segunda mitad del siglo. En Barcelona ejerce de asentista del Ejército, traficando entre nacionalistas y napoleónicos, una actividad que mantuvo durante la Guerra de la Independencia y que le sirvió para amasar una primera fortuna. Después de la guerra se dedicó, en sociedad con Valentín Esparó a la explotación de una cantera en Montjuic y otros negocios. En 1823 constituyó la razón social “Casals y Remisa”, que sería en el futuro la base de sus operaciones financieras en Madrid. El banquero Ouvrard, financiador de la expedición de los Cien Mil Hijos de San Luis, contrató sus servicios como proveedor del Ejército de Cataluña y Levante. Lo que le permitió un ascenso como Tesorero del Ejército en 1825 y un año después se convierte en Director General del Tesoro, cargo que desempeñó hasta diciembre de 1833, cuando dimitió. Durante esos últimos años amplió su red de amistades e influencias, con políticos como Burgos, con el que participaría en el Canal de Castilla, con negociantes como Aguado, con obispos como Torres Amat o militares como Llauder. No podía faltar la reina María Cristina, a quien Remisa presentaría a Llauder, que pronto sería Capitán General de Cataluña. Remisa, junto a Xifré, Bonaplata, Serra y Esparó, tipifica las primeras generaciones burguesas. A pesar de la aparición de esta burguesía emergente, industrial, comercial y financiera, Cataluña todavía no era un país plenamente industrializado en los primeros años treinta del siglo XIX por el peso de los nobles y las antiguas estirpes patricias de los ciutadans honrats y de los caballeros dedicados al comercio. Integró una Sociedad particular, de la que era socio mayoritario, que se convertiría en concesionaria de la explotación del Canal de Castilla. En 1831 crea la primera Bolsa comercial de España. Compitió con los Rotschild por la contrata de las minas de 15 Almadén y financió la explotación de las minas de Río Tinto, consiguiendo que en 1841 el poblado de la mina se convirtiera en el municipio de Minas de Riotinto. Fue un individuo avanzado para su tiempo y trajo de París el primer daguerrotipo que se vio en España y que regaló al Liceo Artístico en 1840, de cuya institución será presidente y donde debió conocer a Vicente López. Ejerció de mecenas de Jenaro Pérez Villaamil. Dicha institución cultural, con el mecenazgo de dos generosos banqueros de la época, Gaspar de Remisa y José de Salamanca, llegó a poseer una selecta biblioteca y una espléndida colección de dibujos y pinturas. Remisa inició la publicación de la Biblioteca de escritores españoles y reunió una importante colección de obras de arte, procedentes en su mayoría de la Desamortización. En su vivienda madrileña de la calle de la Salud número 13 reunió una ingente cantidad de más de cuatrocientas pinturas, entre las que se encontraban obras de Juan de Juanes, Murillo, Ribera, Morales, Zurbarán, Alonso Cano o Goya. Incluso adquirió un boceto que Tiépolo esbozó para la iglesia de San Pascual de Aranjuez (“San José y el Niño Jesús”), enajenado de las colecciones reales y hoy en el Institute of Arts of Detroit. En 1839 fundó el diario El Corresponsal, que se editó hasta 1844. Isabel II le distinguió con los títulos de Marqués de Remisa y Vizconde de Casa Sanz. 16 Bibliografía - Bennett Oates, P. (1995): Historia dibujada del mueble occidental. Madrid: Celeste. - Díez, J. L. (1999): Vicente López (1772-1850).Vida y obra, Madrid: Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico. vol I, p. 366; vol II. pp. 174-175, 774, lám. 262 - Donoso Guerrero, R. (1989): El Museo Romántico, Revista Villa de Madrid, nº 99. El Artista (1834-1836). Madrid: Ayuntamiento de Madrid. - Feduchi, L. (1969): El mueble español. Barcelona, Polígrafa. - Fernández Pardo, F. (2007): Dispersión y destrucción del Patrimonio Artístico Español. 4 vols. Madrid, Espasa Calpe. - Gómez Moreno, Mª E. (1970): Guía del Museo Romántico. Madrid. - Jutglar, A. (1984): Historia crítica de la burguesía en Cataluña. Barcelona: Anthropos. - Lozoya, M. de y Sánchez Cantón, F. J (1945): Museo Romántico y legado VegaInclán, Guía. Madrid: Fundaciones Vega- Inclán. - Morley. J. (1999) : Furniture. The Western Tradition. History-Style-Design. Londres: Thames and Hudson. - Piera, M. y Mestres, A. (1999): El mueble en Cataluña. El espacio doméstico del Gótico al Modernismo. 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Madrid: Ministerio de Cultura. - Torres González, B (2009): Museo del Romanticismo. Guía general. Madrid: Ministerio de Cultura. - Torres González, B. (2009): Museo del Romanticismo. Guía breve. Madrid: Ministerio de Cultura. 17 - Vegué y Goldoni, A. y Sánchez Cantón, F. J. (1921): Tres salas del Museo Romántico. Madrid. - Cat. Exp. (1990): Mueble español. Estrado y dormitorio. Madrid: Comunidad de Madrid. Coordinación “La pieza del mes”: Mª Jesús Cabrera Bravo Fotografías Museo del Romanticismo: Pablo Linés y Paola di Meglio Agradecimientos: Carmen Linés 18 LA PIEZA DEL MES. CICLO 2010 Marzo Carmen Linés Viñuales JOSÉ RIBELLES Y HELIP, “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE OTELO” E “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE ÓSCAR”, LITOGRAFÍAS, ca. 1823 Abril Laura González Vidales ÁNGEL MARÍA CORTELLINI, “RETRATO DE NIÑA”, ÓLEO SOBRE LIENZO, ca. 1857 Mayo Sara Rivera Dávila LEONARDO ALENZA, “COMPONIENDO EL PERIÓDICO” Y “EL PRIMER EJEMPLAR”, ÓLEOS SOBRE COBRE, 1840-1845 Junio Mercedes Rodríguez Collado EDUARD MOREAU Y FÁBRICA ALEXANDRE, ABANICO, 1858 Septiembre Carmen Sanz Díaz PIANO PLEYEL, 1848-1854 Y ARPA ERARD, ca. 1840 Octubre Asunción Cardona Suanzes CECILIO CORRO, “RETRATO DE MANUEL REMÍREZ Y BARREDA”, GOUACHE, ACUARELA Y ÓLEO SOBRE MARFILINA, ca. 1850 Noviembre Mª Jesús Cabrera Bravo COLECCIÓN DE BARROS ANDALUCES DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO Diciembre Mercedes Cabanillas García MANUSCRITO BORRADOR DEL ARTÍCULO “LOS CALAVERAS” DE MARIANO JOSÉ DE LARRA 19 La pieza del mes… Isidoro Máiquez en el papel de Otelo e Isidoro Máiquez en el papel de Óscar, hijo de Ossián. Litografías de José Ribelles y Helip (Sala XVIII. Literatura y Teatro) Carmen Linés Viñuales Técnico Auxiliar del Museo del Romanticismo Marzo 2010 1. Ficha técnica 2. Introducción 3. El actor Isidoro Máiquez 4. José Ribelles y Helip 5. Las litografías Isidoro Máiquez en el papel de Otelo e Isidoro Máiquez en el papel de Óscar, hijo de Ossián ∗ Óscar ∗ Ossián 6. El nuevo arte de la litografía y el Establecimiento Litográfico del Depósito Hidrográfico de Madrid Bibliografía 2 1.- Ficha técnica RIBELLES Y HELIP, José Valencia, 1778 – Madrid, 1835 Isidoro Máiquez en el papel de “Otelo” Madrid, ca. 1820 “II. // Ribelles. - Estº. Litogº. // OTELO.” D y L: José Ribelles y Helip EL: Establecimiento Litográfico del Depósito Hidrográfico de Madrid 280 x 210 mm. Litografía / papel blanco avitelado Inv. 4856 3 RIBELLES Y HELIP, José Valencia, 1778 – Madrid, 1835 Isidoro Máiquez en el papel de “Oscar, hijo de Ossian” Madrid, ca. 1820 “Estabto. Litogº. // OSCAR.” D y L: José Ribelles y Helip EL: Establecimiento Litográfico del Depósito Hidrográfico de Madrid 280 x 210 mm. Litografía / papel blanco avitelado Inv. 4857 4 2.- Introducción Las estampas Isidoro Máiquez en el papel de Otelo e Isidoro Máiquez en el papel de Óscar, hijo de Ossián se encuentran entre las primeras litografías que se realizaron en España. Proceden del establecimiento litográfico dependiente del Depósito Hidrográfico, pionero en nuestro país. Fechadas hacia 1820, justo después de la muerte del actor Isidoro Máiquez (1768-1820), son obra del pintor, escenógrafo y dibujante José Ribelles y Helip (1778-1835). Se conservan escasas estampas del Establecimiento Litográfico del Depósito Hidrográfico, lo que confiere un notable interés a esta pareja de litografías, siendo piezas destacadas en la colección de obra gráfica del Museo Nacional del Romanticismo. De la litografía Máiquez en el papel de Otelo se conoce otro ejemplar en el Museo de Historia de Madrid, y de Isidoro Máiquez en el papel de Óscar, un ejemplar en el citado Museo de Historia y otro en la Biblioteca Nacional. 3.- El actor Isidoro Máiquez Isidoro Máiquez nació en Cartagena en 1768, en el seno de una familia de cómicos ambulantes que recorrían España. A los veintitrés años ya actuaba en las compañías de Madrid y, a principios de la década de los noventa, se casó con la actriz Antonia Prado, que en aquellos momentos tenía mucho más renombre que él. Poco a poco fue compartiendo cartel con los actores más famosos de la época: la Tirana, Rita Luna, etc. y consiguió trabajar en compañías de más importancia, como la de Martínez. En 1798 logró el puesto de primer actor de la compañía de los Reales Sitios y al año siguiente ya fue primer galán de los teatros de Madrid, en la compañía de Francisco Ramos. Máiquez, de carácter inconformista y luchador, se mostraba insatisfecho ante la situación del teatro de la época, tanto en lo que se refería al modo de interpretar y declamar de los actores, lastrado por un estilo grandilocuente y afectado, como por la pobre puesta en escena. Se desplazó a París con el objetivo de conocer la situación del teatro en Francia, de la que tanto había oído hablar en los círculos intelectuales que frecuentaba. Consiguió una pensión de Godoy, que consistía en 400 reales mensuales, y también el apoyo económico de María Josefa Pimentel, Duquesa de Benavente y de Osuna. 5 Antonio Carnicero, Manuel Godoy, Príncipe de la Paz. Óleo/lienzo. Sala III Antesalón. Museo del Romanticismo Agustín Esteve, La Duquesa de Osuna como dama de la Orden de la Reina Mª Luisa. Detalle. Óleo/lienzo. Sala IV Salón de Baile. Museo del Romanticismo. Depósito del Museo Nacional del Prado Santo Crolli, Talma. Litografía. Museo del Romanticismo En París estudió las técnicas de interpretación del gran actor de tragedia FrançoisJoseph Talma, con el que llegó a entablar una amistad y respeto mutuo. Máiquez, a la hora de actuar, trató de dar más importancia a la verosimilitud y al realismo que al estilo declamatorio, que muchas veces caía en el histrionismo. Introdujo en 6 España un modo de interpretar naturalista, más acorde con los gustos del público burgués europeo de la época. Pero no copió los modelos franceses sin más, sino que estos cambios los adaptó al estilo español. En el ámbito de la comedia estudió el modo de interpretar de Clauzel. Agotado el dinero que recibía, tanto de Godoy como de la Duquesa de Osuna, Máiquez regresó, en un estado de gran pobreza, en 1801 a Madrid, donde comenzó a trabajar en el Teatro de los Caños del Peral, que abrió con una sección de canto y otra de verso. Allí consiguió su primer gran éxito con El celoso confundido, pero no fue hasta la representación de Otelo, a principios de 1802, cuando logró su total consagración, no exento de ciertas críticas que siempre le acompañaron. Colmará su carrera como director del Teatro de los Caños del Peral, como también lo será del Príncipe y de la Cruz. Con el estallido del Dos de Mayo, según cuenta Mesonero Romanos, Máiquez luchó contra los franceses, viéndose obligado a huir a Andalucía, pero regresó a Madrid al conocer la muerte de su hermano José, que era tramoyista. Fue detenido y enviado a Francia, aunque José I revocó la orden y le otorgó subvenciones económicas. Se representaron en aquellos años tragedias que exaltaban de forma velada el sentimiento nacionalista, como es el caso de Numancia destruida. Con la llegada de Fernando VII fue perseguido y tendrá una difícil relación con las autoridades que durará hasta la muerte del actor. De hecho, murió en Granada el 17 de marzo de 1820, desterrado por el corregidor Arjona, debido a uno de sus múltiples enfrentamientos con el poder. Las circunstancias de su muerte, en el destierro, enfermo y con demencia, no hicieron sino aumentar su imagen de genio romántico a lo largo de todo el siglo XIX. Además de su manera de interpretar, Máiquez fue una figura fundamental en la lucha para dignificar la figura del actor, lo que le valió no pocos desencuentros con el poder establecido. En aquel entonces los cómicos eran ciudadanos de segunda, y él trató de buscar para su profesión los mismos derechos y reconocimientos que la naciente burguesía. Su carácter, su rebeldía, su independencia, sus encarcelamientos y sus destierros contribuyeron a forjar un héroe romántico (ÁLVAREZ BARRIENTOS, 2009: 59). Moratín, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, Mesonero Romanos o Hartzenbusch, entre otros escritores, le dedicaron elogios y panegíricos. Incluso los actores Julián Romea y su esposa Matilde Díez, presentes sus retratos junto a las litografías de Máiquez en la Sala XVIII del Museo, le erigieron un monumento en El Campillo de Granada en 1838. Vicente Camarón, Monumento dedicado a Isidoro Máiquez. Litografía. Museo del Romanticismo 7 4.- José Ribelles y Helip Nació en Valencia en mayo de 1778, hijo del pintor José Ribelles con quien aprendió sus primeras nociones de pintura. Estudió en la Academia de San Carlos de Valencia, donde tuvo de maestro a Vicente López. A partir de 1799 se forma en la Academia de San Fernando de Madrid. Ribelles realizó un intenso trabajo a lo largo de su carrera como escenógrafo y decorador teatral y estuvo siempre en contacto con los ambientes artísticos y literarios de la época. La relación con Isidoro Máiquez debió de ser muy intensa, ya que siendo éste director del Teatro los Caños del Peral y preocupado por mejorar la puesta en escena de las obras teatrales, Ribelles fue el encargado de pintar numerosas escenografías. En los fondos de la Fundación Lázaro Galdiano (Nº inv. 8103), se conserva un magnífico retrato del actor, fechado hacia 1802, obra de Ribelles. José Ribelles y Helip, Retrato de Isidoro Máiquez, Óleo/lienzo. Fundación Lázaro Galdiano, Madrid Se tiene noticia de que, en 1805, realiza los decorados de Pelayo, pieza teatral del escritor Quintana, a quien Ribelles también retrató. En 1811 realiza las decoraciones de Oscar, una de las más legendarias interpretaciones de Máiquez. Junto a éstas más famosas, también trabajó para El diablo predicador, Federico II, etc. Su dedicación al diseño de escenografías hizo que hasta Goya, que apreciaba las cualidades artísticas del valenciano, le reprochara el abandono de la pintura al óleo 8 en favor de las decoraciones teatrales. En estos años es cuando Goya también retrató a Isidoro Máiquez, concretamente en 1807 (Madrid, Museo Nacional del Prado), ya que pertenecía al mismos círculo de intelectuales y artistas. José Ribelles fue miembro de la masonería, muy en boga durante los años de la ocupación francesa, llegando a ser maestro de la logia de Santa Julia, de la que realizó las decoraciones de la sede y el diseño de diplomas. Con la vuelta de Fernando VII, Ribelles tuvo problemas con la Inquisición, declarando el artista de forma libre y espontánea que ingresó en la masonería por curiosidad y como forma de promocionar su carrera. Con esta confesión se libró del castigo. A finales de 1814 realizó la decoración del nuevo telón del Teatro de la Cruz y poco a poco fue introduciéndose en los círculos oficiales. En estos años habría que inscribir la estampa grabada por Blas Ametller según un dibujo de Ribelles, Fernando VII, el Deseado, en memoria y honor de las ilustres víctimas del 2 de mayo de 1808. Aquí vemos al artista plegado a los intereses propagandísticos de Fernando VII, con una elocuente imagen del pueblo arrodillado ante el monarca absoluto. Blas Ametller (G)/ José Ribelles (D), Fernando VII, el Deseado. Talla dulce. Sala III Antesalón. Museo del Romanticismo En 1818 fue nombrado académico de mérito de San Fernando y teniente director de la escuela de dibujo para niñas de la calle Fuencarral. Al año siguiente, y con el apoyo de Vicente López, fue nombrado pintor de cámara del rey. Realizó algunas decoraciones para el Palacio Real y el de Vista Alegre. En el género de la obra gráfica, diseñó las láminas de la edición del Quijote (1819) de la Real Academia, así 9 como la Colección de los Trajes de España, publicada por la Calcografía Real en 1825. Colaboró, como es el caso de las litografías que nos ocupan, con el Establecimiento Litográfico del Depósito Hidrográfico, del que también se conocen dos litografías de uniformes de la Milicia Nacional, en donde se ha querido ver un homenaje a la guardia nacional durante el Trienio Liberal (VEGA: 1990, 68). Esto nos haría pensar que Ribelles, que ha sido criticado por algunos estudiosos por su oportunismo político, tuvo que adaptarse a la situación política de cada momento, aunque sus ideas fueron claramente liberales. En el Museo del Romanticismo se conserva un interesante dibujo de un retrato de perfil de Rafael del Riego, así como la pintura al óleo fechada hacia 1833 Alegoría de España con la Reina María Cristina e Isabel II, en la que madre e hija aparecen como liberadoras de España ante el oscurantismo (TORRES: 2009, 48). Ribelles falleció en Madrid en 1835. José Ribelles y Helip, Rafael del Riego. Dibujo a lápiz. Museo del Romanticismo José Ribelles y Helip, Alegoría de España con la Reina María Cristina e Isabel II. Óleo/lienzo. Sala I Vestíbulo, Museo del Romanticismo 10 5.- Las litografías Isidoro Máiquez en el papel de Otelo e Isidoro Máiquez en el papel de Óscar, hijo de Ossián Con el nuevo arte de la litografía, Ribelles realiza estas estampas a la muerte de Máiquez en 1820. Constituyen un homenaje a su gran amigo y ofrecen un recuerdo del actor a su público, ya que se pusieron a la venta. Estas litografías no presentan una gran calidad técnica, ya que Ribelles no dominaba a la perfección las técnicas litográficas, pero se caracterizan por la expresividad y la fuerza propias del Romanticismo. El autor elige dos momentos culminantes en la vida de artística de Máiquez: sus interpretaciones de los papeles de Otelo y de Oscar. En ambas escoge los momentos de máxima intensidad dramática, en los que se enfatiza el talento interpretativo de Máiquez. Inscribe a los personajes en un decorado en el que transcurre la escena, ya que no hay que olvidar el trabajo de Ribelles como escenógrafo. Se quiere resaltar al personaje que está interpretando, no al actor. En esto difiere de otras estampas de actores que han llegado hasta nosotros, realizados en talla dulce, donde no se busca plasmar una interpretación del actor, sino un retrato del mismo. En el Museo del Romanticismo se conservan estampas francesas de actores de principios del siglo XIX, editadas por Martinet. La intención fundamental de estas publicaciones es mostrar el vestuario, y no tanto el recuerdo de la actuación memorable de un actor. Maison Martinet, Costume de Solié rôlé de Jacob et de Mlle. Gavaudan rôlé de Benjamin dans Joseph. Grabado calcográfico. Sala XXV Interactivos 11 ∗ Otelo Máiquez había visto interpretar a Talma el personaje de Otelo en París y, a su regreso a España no tardó en llevarlo a escena. Otelo fue estrenada el 1 de enero de 1802 en el Teatro de Los Caños del Peral. No se trataba de la obra Shakespeare, sino de una traducción de una versión francesa del drama inglés. Otelo o el Moro de Venecia, tragedia en cinco actos, era una mediocre traducción de Teodoro la Calle de la versión de Jean François Ducis, de 1792, que alteraba notablemente el original, ya que entre otros cambios, se adaptaba a las unidades de tiempo, lugar y acción propias del teatro neoclásico. Las obras de Shakespeare empezaron a darse a conocer por toda Europa a partir de traducciones francesas o alemanas más o menos libres en la segunda mitad del siglo XVIII. Una excepción en España fue Leandro Fernández Moratín y su traducción directamente del inglés de Hamlet en 1798. Como se ha comentado, esta obra supuso uno de los grandes triunfos de Isidoro Máiquez en los escenarios. Ribelles escoge para su litografía la segunda escena del último acto, cuando Otelo cree ver las pruebas materiales de la infidelidad de Edelmira, nombre con el que aparece 12 Desdémona en esta versión tan alejada del drama shakespeariano. Las falsas pruebas son una diadema entregada por Edelmira a Loredano y una carta que su padre le obligó a firmar. Benito Pérez Galdós, en La Corte de Carlos IV nos describe como pudo ser la famosa actuación del cartagenero, insertando versos de la versión de Teodoro la Calle: “ …al fin Isidoro se estremeció todo, sus ojos echaban lumbre; cerró los puños, agitó los brazos, y golpeando el suelo, declamó los terribles versos: Mira: ves el papel, ves la diadema; Pues yo quiero empaparlos, sumergirlos, en la sangre infeliz y detestable, en esa sangre impura que abomino. ¿Concibes mi placer, cuando yo vea sobre el cadáver, pálido, marchito, de ese rival traidor, de ese tirano, el cuerpo de su amante reunido? Jamás estos versos se habían declamado en la escena española con tan fogosa elocuencia, ni con tan aterradora expresión. El artificio del drama había desaparecido, y el hombre mismo, el bárbaro y apasionado Otelo espantaba al auditorio con las voces de su inflamada ira. Un aplauso atronador y unánime estremeció la sala, porque nunca los concurrentes habían visto perfección semejante.” Benito Pérez Galdós, La Corte de Carlos IV, Capítulo 25 (1873-1875) ∗ Óscar, hijo de Ossián Esta pieza teatral se puede contextualizar dentro de la corriente ossiánica que domina el ámbito literario y artístico de la época. Este movimiento surge con la publicación de The Works of Ossian en 1765 por el escocés James Macpherson, una supuesta traducción del gaélico de una recopilación de manuscritos del bardo Ossián, del siglo III d. C. Estas traducciones resultaron finalmente ser un fraude, una invención del propio Macpherson, inspirada en poemas y leyendas locales. Desde su publicación tuvieron un éxito inmediato, ya que se trataba de una epopeya nórdica llena de pasiones que se correspondía a la sensibilidad prerromántica del momento. Esta reivindicación de la cultura celta frente al mundo clásico grecoromano arrasó en el romanticismo: Walter Scott, Goethe, incluso Napoleón, fueron algunos de los fervientes admiradores del mundo ossiánico. 13 Federico de Madrazo, Juan Nicasio Gallego. Litografía. Museo del Romanticismo En España el ossianismo tuvo menos fuerza que en otros países, penetrando a través de traducciones italianas o francesas. Uno de estos introductores fue Juan Nicasio Gallego que, si bien era contrario a las nuevas corrientes románticas, por otra parte tradujo muchas obras relacionadas con Ossián, como Óscar y los poemas Minona y Temora. Así lo contaba Eugenio de Ochoa en El Artista: “…sin quererlo, y acaso sin advertirlo, sigue no muy de lejos la corriente del romanticismo, que reprueba y mira como una corrupción del buen gusto” (MONTIEL, 1974 :92). Óscar, hijo de Ossián se estrenó en el Teatro Príncipe la noche del 25 de enero de 1811, con decoraciones pintadas por José Ribelles. Para muchos fue el mejor papel trágico de la carrera de Máiquez. Óscar era una traducción de Juan Nicasio Gallego de la obra del francés Antoine-Vincent Arnault (1766-1834) que, con esta pieza, estrenada en el Teatro de la República en París en 1796, introduce el ossianismo en el teatro francés. Desde el momento en que Máiquez ve esta obra en París, interpretada por el gran Talma, siente deseos de llevarla a escena. Se dice que Gallego tradujo esta pieza teatral en tan solo ocho días, tras una conversación literaria en la tertulia de Quintana, en la que se comprometió a traducirla para que Máiquez pudiera llevarla a los escenarios. Nicasio Gallego, con su versión publicada en 1818, mejora notablemente el original de Arnault. La tragedia quiere expresar la lucha entre el amor y la amistad. Dermidio abandona su patria para librarse de la tiranía de Cairbar. Óscar consigue aplastar al tirano y marcha en busca de su amigo Dermidio, al que no logra encontrar. Le dicen que Dermidio ha muerto y así, la viuda de Dermidio (Malvina) y Óscar deciden casarse. Pero Dermidio regresa y se produce una lucha entre ellos en la que muere Dermidio. Cuando están hechos los preparativos para la boda de Malvina y Óscar, éste decide suicidarse. 14 La litografía de Ribelles escoge el momento de la obra en que la interpretación de Máiquez llegaba a su cénit. Es en el acto cuarto, cuando Óscar ya ha matado a Dermidio, y, en medio del delirio, dice frases incoherentes, caminando con pasos inseguros, los ojos mirando al vacio, presa de la locura: ¡Qué espesas ramas! ¿Dónde estoy? ¿Quién aquí me ha conducido? ¿No era esta selva fúnebre …o me engañan confusas ilusiones, o esta noche…? Sí: junto aquel sepulcro… Yo jurara que de un deliquio fúnebre despierto. 6.- La litografía y el Establecimiento del Depósito Hidrográfico de Madrid El invento de la litografía se debe a Aloys Senefelder en Munich, quien a finales del siglo XVIII consigue crear una técnica barata y sencilla de reproducción de estampas que posibilita una gran cantidad de publicaciones a lo largo de todo el siglo XIX. El método, que se basa en el rechazo entre el agua y la grasa, consiste en utilizar una piedra calcárea, porosa y muy pulida sobre la que se dibuja con un lápiz o tinta graso, que penetra en los poros de la piedra. Al mojar la superficie de la piedra, el 15 agua penetra en los poros libres y es rechazada en los que hay grasa. Se aplica sobre la piedra una capa de ácido nítrico con goma arábiga que permite fijar la zona dibujada y limpiar de grasa las zonas sin dibujar. Por último se coloca un papel encima de la plancha y se pone un peso o rodillo para que se estampe el dibujo. El primer establecimiento litográfico que se crea en España fue el que bajo la dirección de José María Cardano se estableció en Madrid en 1819, situado en la calle de Hortaleza, nº 4, manzana 330, en la llamada Casa de la Platina, dependiente de la Dirección de Hidrografía de la Secretaría de Marina. José María Cardano, considerado en su época como el mejor grabador español de cartas geográficas, fue pensionado para viajar a Munich a aprender el nuevo arte de la litografía con Senefelder. El establecimiento tuvo muchos problemas económicos, además de la escasez de piedras y mala calidad del papel, lo que supuso que no se llegara a realizar ninguna obra con destino al Depósito Hidrográfico. Las escasas estampas que de allí salieron representaban escenas populares y tenían como fin su venta al público, como lo atestiguan los anuncios aparecidos en la prensa de época. Llevaban la marca de “Litografía de Madrid” o “Establecimiento Litográfico de Madrid”. Por otra parte, en el establecimiento colaboraron los artistas más importantes de la época, destacando la figura de Goya, pero también Vicente López o el propio Ribelles. En los fondos del Museo Nacional del Romanticismo se conserva otra estampa también salida de este establecimiento. Se trata del retrato del doctor Ignacio María Ruiz de Luzuriaga (Inv. 5727), realizada hacia 1822 por José de Madrazo, que poco más tarde dirigiría el Real Establecimiento Litográfico. La vida del Establecimiento Litográfico del Depósito Hidrográfico sólo duró seis años, siendo corta también la dirección de José María Cardano. De talante liberal, la caída del gobierno constitucional en 1823 le sorprendió en Londres, a donde se había desplazado para buscar papeles adecuados para la estampación litográfica, y de donde ya no regresaría a España. El Establecimiento Litográfico desapareció por Orden el 31 de marzo de 1825 y sus máquinas y enseres fueron vendidos a José de Madrazo, que creó el Real Establecimiento Litográfico. Este nuevo establecimiento, a diferencia del anterior, contó con los apoyos técnicos y económicos necesarios, así como la exclusividad para litografiar dibujos, pero sin la libertad de creación que tenían los artistas en el Establecimiento Litográfico del Depósito Hidrográfico (VEGA, 1990: 67). 16 Bibliografía - AA.VV. (Cat. Exp.), Cuatro siglos de Teatro en Madrid, Consorcio Madrid Capital Europea de la Cultura, 1992. - BARRIO MOYA, J. L., “Aportaciones a la biografía del pintor valenciano José Ribelles y Felip (1775-1835)”, Archivo de Arte Valenciano, 1995, nº 76, pp. 162-171. - BOIX, F., “La litografía y sus orígenes en España”, Madrid, Arte Español. 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Coordinación “La pieza del mes”: Mª Jesús Cabrera Bravo Fotografías: Pablo Linés y Miguel Ángel Otero Agradecimientos: Fundación Lázaro Galdiano y Laura González Vidales 18 LA PIEZA DEL MES. CICLO 2010 Febrero Soledad Pérez Mateo MESA DE DESPACHO, ca. 1830 Marzo Carmen Linés Viñuales JOSÉ RIBELLES Y HELIP, “ISIDORO MÁIQUEZ EN EL PAPEL DE OTELO” E “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE ÓSCAR”, LITOGRAFÍAS, ca. 1820 Abril Laura González Vidales ÁNGEL MARÍA CORTELLINI, “RETRATO DE NIÑA”, ÓLEO SOBRE LIENZO, ca. 1857 Mayo Sara Rivera Dávila LEONARDO ALENZA, “COMPONIENDO EL PERIÓDICO” Y “EL PRIMER EJEMPLAR”, ÓLEOS SOBRE COBRE, 1840-1845 Junio Mercedes Rodríguez Collado EDUARD MOREAU Y FÁBRICA ALEXANDRE, ABANICO, 1858 Septiembre Carmen Sanz Díaz PIANO PLEYEL, 1848-1854 Y ARPA ERARD, ca. 1840 Octubre Asunción Cardona Suanzes CECILIO CORRO, “RETRATO DE MANUEL REMÍREZ Y BARREDA”, GOUACHE, ACUARELA Y ÓLEO SOBRE MARFILINA, ca. 1850 Noviembre Mª Jesús Cabrera Bravo COLECCIÓN DE BARROS ANDALUCES DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO Diciembre Mercedes Cabanillas García MANUSCRITO BORRADOR DEL ARTÍCULO “LOS CALAVERAS”, DE MARIANO JOSÉ DE LARRA 19 La pieza del mes… Retrato de niña de Ángel María Cortellini (Sala XIV: Juego de Niños) Laura González Vidales Técnico de Museos del Museo del Romanticismo Abril 2010 1. Ficha técnica 2. Sobre el pintor: biografía y trayectoria artística 3. El género del retrato infantil: Retrato de niña, 1857 4. Descripción de los objetos representados y aproximación al contexto histórico a través de sus características 5. Sobre la infancia, el hogar y la vida en familia de la clase media europea Bibliografía 2 1. Ficha técnica CORTELLINI Y HERNÁNDEZ, Ángel María Cádiz, 1819 – Madrid, post. 1887 Retrato de niña Madrid, ca. 1857 “A. Mª Cortellini, lo pintó/Madrid 1857” (parte inferior derecha) 106 x 91.5 cm. Óleo sobre lienzo Inv. 7172 2. Sobre el pintor: biografía y trayectoria artística Ángel María Cortellini y Hernández nace en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), el 27 de septiembre de 1819, donde inicia su carrera artística en la Academia de Dibujo a la edad de nueve años. En 1837 fue enviado por sus padres al Piamonte, la tierra de su familia paterna, donde recorre ciudades como Turín, Milán y Génova. En 1842 se matricula en las clases de yeso y natural de la Real Academia de las Tres Nobles Artes de Sevilla, como alumno de Manuel Barrón y de José Domínguez Bécquer. En 1848 los periódicos de la época recogen su llegada a la Corte, proporcionando una interesante información sobre las exposiciones en las que participa, como las organizadas por el Liceo Artístico y Literario o en la Academia de San Fernando, en los años 1848 y 1849. El rey Francisco de Asís se fija en el pintor al visitar la exposición del Liceo de 1848, encargándole días después un retrato. Parece ser que este cuadro fue el primero de una serie que Cortellini realizaría para la familia real. En 1850 pinta un lienzo alegórico sobre la muerte del Príncipe de Asturias, obra encargada por el rey consorte Francisco de Asís, por la que mereció el título de "Pintor de la Real Cámara". En 1852 realiza los retratos de Isabel II y Francisco de Asís, que se exponen en el zaguán del Museo Nacional del Romanticismo: Ángel Mª Cortellini, Isabel II. Óleo/lienzo Vestíbulo del Museo del Romanticismo 3 Ángel Mª Cortellini, Francisco de Asís. Óleo/lienzo Vestíbulo del Museo del Romanticismo En 1854 realiza su segundo viaje a Italia, donde permanece pocos meses debido a la conflictiva situación política que vivía el país. Tenemos noticia de la presencia de sus obras en las Exposiciones Nacionales desde 1856, año de la inauguración oficial de este evento. A la de 1866 concurre con un retrato de la actriz María Muñoz, que fue premiado con su primera y única medalla de tercera clase. Con un cuadro de historia, sobre la batalla de Wad-Ras, se presenta a la Exposición Nacional de 1871, obteniendo un gran éxito. Esta obra es testimonio de su eclecticismo, en la que se advierten las influencias de Goya y de la pintura italiana y francesa de la época. Su última participación en las Exposiciones Nacionales se produce en 1887, a la que se presenta - junto a su hijo, Ángel Cortellini Sánchez -, con un retrato de señora. Aunque se desconoce el año exacto de su muerte, según este dato, es posterior a 1887. La producción artística de Cortellini se puede dividir en dos etapas, diferenciadas por la temática y la técnica empleadas. La primera abarca desde su formación hasta 1848 y se localiza fundamentalmente en Sevilla y Cádiz, caracterizada por la influencia de la escuela costumbrista sevillana de tradición murillesca. La segunda etapa, se inicia con su llegada a Madrid, donde el pintor se centra casi exclusivamente en el género del retrato, interesándose por la obra del valenciano Vicente López. Fue un pintor que obtuvo un gran reconocimiento como retratista, especialmente parte de la realeza, aunque también hizo encargos para personajes distinguidos en Madrid y provincias. Pertenecen a este género los retratos de Basilio Chávarri y su esposa Rita Romero, situados en la escalera de acceso a la exposición permanente del Museo Nacional del Romanticismo. Ángel Mª Cortellini, Basilio de Chávarri, 1861. Óleo / lienzo Escalera noble del Museo del Romanticismo 4 Ángel Mª Cortellini, Bandoleros, 1845 (ca). Óleo/lienzo. Sala VII Costumbristas Andaluces. Junto a su abundante producción retratística, Cortellini fue autor de diversas obras religiosas, bodegones, cuadros costumbristas y de historia, con especial predilección por la representación de toreros, bandidos y majas. A esta temática costumbrista pertenece el cuadrito que lleva por título Bandoleros, actualmente expuesto en la Sala de los Costumbristas Andaluces (Sala VII). El catálogo de su producción presenta un gran número de obras perdidas, en paradero desconocido o sólo conocidas por referencias literarias. 5 3. El género del retrato infantil: Retrato de niña, 1857 A partir del siglo XIX la burguesía se convierte en el principal cliente de los artistas, papel que, en siglos anteriores, había desempeñado el poder real, la nobleza y la Iglesia. Los burgueses, en su deseo de imitar a las clases adineradas, acuden al género del retrato con un verdadero interés por la representación de la familia. Son frecuentes las escenas cotidianas en interiores domésticos, especialmente con niños, retratados con sus juegos y ocupaciones favoritas. El retrato infantil privado, a diferencia del de carácter oficial, transmite un aire más cercano, desenfadado y amable, vinculado a los conceptos de intimidad, hogar y familia, que trataremos más adelante. A pesar de la proliferación del retrato burgués en el Romanticismo, las aportaciones a este género de Ángel María Cortellini son mínimas. En el caso de la obra que estudiamos, aunque se desconoce la identidad de la niña retratada, está firmada por el pintor en Madrid en 1857, lo que permite adscribirla a la segunda etapa de su producción. En ella dota de armonía cromática a la composición, en la que se advierte el influjo de la escuela costumbrista sevillana. La distribución uniforme de la luz en el lienzo es un rasgo característico de su obra, que se contrarresta con el rico colorido de los objetos que rodean a la niña. Busca la identidad de la representada relacionándola con su entorno, con lo que le es propio y que, de alguna forma, la define. Esto le lleva a interesarse mucho más en la descripción de lo que rodea a la niña que en captar su propia psicología, lo que la aproxima a los retratos de Vicente López. Los juguetes, la alfombra, el cortinaje o el jarrón, son recursos que emplea el pintor para mostrar la buena situación económica y social de la familia a la que la modelo pertenece. Juan Antonio López. María Isabel Luisa de Borbón, Infanta de España. 1830-1840. Litografía. Museo del Romanticismo. 6 La postura de la retratada ofrece poca innovación: sentada sobre un cojín azul, mira complaciente al espectador, en posición ladeada de tres cuartos hacia la izquierda. Recoge un momento fugaz, próximo al de una instantánea fotográfica, en el que la niña, recién despojada de las prendas de salir a la calle, el abrigo, el gorro y la mantilla, se entretiene con sus juguetes. El formato oval, la posición de la niña y todos los elementos compositivos de la obra de Cortellini, se relacionan con una litografía de Juan Antonio López que se conserva en el Museo Nacional del Romanticismo. Esta litografía es del Real Establecimiento Litográfico de Madrid y reproduce el cuadro de José de Madrazo (17811859) que representa a María Isabel Luisa de Borbón (Isabel II). 7 4. Descripción de los objetos representados y aproximación al contexto histórico a través de sus características A continuación se analizan los elementos más significativos del cuadro que estudiamos: La decoración del interior representado nos acerca al ambiente característico de una familia adinerada. En el centro de la composición se presenta la niña, sentada sobre un cojín de seda azul, ante un fondo en penumbra, en el que se distingue parte de un cuadro enmarcado con una moldura decorada con roleos. La decoración se completa con una alfombra y un cortinaje, dos elementos característicos en la producción retratística de Cortellini, que lo vinculan a la tradición iconográfica del retrato de aparato. La alfombra presenta diseños geométricos y florales en tonos rojos sobre fondo verde y, el cortinaje, es de damasco en color púrpura y cae formando amplios pliegues en la parte derecha del cuadro. Estos elementos se repiten, aunque con variantes en cuanto a diseño y color, en otros retratos del pintor, que se exponen en el Museo. Por ejemplo, en el de Rita Romero (1863), ubicado en la escalera, y en el del Infante Francisco de Paula (1855), del Salón de Baile (Sala IV): Ángel Mª Cortellini, Rita Romero, 1863, óleo / lienzo Escalera noble del Museo del Romanticismo Ángel Mª Cortellini, El infante Francisco de Paula, 1855, óleo / lienzo Escalera noble del Museo del Romanticismo 8 La indumentaria y los complementos pertenecientes a la niña están tratados con una técnica muy depurada, de pinceladas breves y diluidas, con las que Cortellini capta con exactitud las calidades textiles. De nuevo señalan un contexto social determinado, el de una familia de clase adinerada. La retratada viste una túnica de gasa semitransparente, con cuello abierto en uve, decorado con delicados encajes y puntillas, a juego con el gorro que está en el suelo, decorado con lazos ensortijados de color rosa y cintas ataderas. En la parte izquierda del lienzo, sobre una mesa cubierta por una tela roja, hay una mantilla de gasa con puntillas y un abrigo de paño de color marrón con botonadura y pasamanerías en terciopelo azul. Son prendas infantiles específicas para salir a la calle que, dobladas o situadas de forma aparentemente descuidada en varias zonas de la obra, indican su uso reciente. La evolución de la moda infantil en el siglo XIX es lenta y sólo desde el último tercio de la centuria comienza tímidamente a independizarse de las hechuras adultas en aras de la comodidad y la funcionalidad. Hasta casi los cuatro años, niños y niñas llevan ropa similar, sin denotar género en su forma. Era costumbre que los recién nacidos vistieran de inmaculado blanco, color que conservarían hasta los casi siete años. La indumentaria infantil se componía de camisillas, faldones, mantillas, babero, gorro y patucos de punto. El calzado cambiaba en cuanto el bebé daba sus primeros pasos y los vestidos se acortaban. También era el momento en que las mantillas y los pañales se sustituían por gasas y ropa interior infantil, más suave y ligera. Los pendientes de coral que luce la niña, además de su función de adorno personal, aportan un significado simbólico a la obra. Están formados por dos cuerpos de coral tallado y pulido, uno de botón, ensartado entre casquillos de metal dorado, y otro, con forma de perilla con casquete liso. La tipología de pendientes de perilla en coral se repite en varios retratos infantiles de pintores románticos. Cortellini los vuelve a utilizar en el retrato de Dolores Chavarri y Romero que se expone en la Sala de Juegos de Niños (Nº Inv. CE1907). 9 El coral es una gema orgánica que se utiliza desde hace siglos para confeccionar amuletos protectores. Se le atribuyen poderes mágico-religiosos contra los hechizos, el mal de ojo, la envidia y la maleficencia. En el caso de su empleo para bebés y niños de corta edad, ya sea en rama de coral o aplicado en pendientes, chupadores o cinturones de lactante, protege contra las enfermedades, los accidentes y la muerte prematura. Ángel Mª Cortellini, Dolores Chavarri y Romero, 1866. Óleo/lienzo Sala XIV. Sala de Juegos de Niños. También resulta eficaz para aliviar el malestar del niño cuando empieza la dentición. En el Museo del Traje se conservan algunos pendientes de la época isabelina de características similares (Nº Inv. CE011155 y CE03331). Pendientes. Museo del Traje. CIPE A la izquierda de la niña, destaca el jarrón repleto de flores rojas, de porcelana conocida como “Viejo París”, se identifica con el que se expone junto al cuadro sobre la chimenea (Nº Inv. CE 7173). Se trata de una clase de porcelana de pasta dura, de color blanco puro, lechoso y muy brillante, con decoración dorada de frisos de inspiración vegetal. Encontramos piezas similares en colecciones francesas, como por ejemplo, en el Museo 10 Gellé-Juillet en Creil (Inv. Nº 383). Contiene un frondoso ramo de pequeñas flores rojas con carnosas hojas, quizá una variedad de geranio silvestre, que podría aludir simbólicamente a la ilusión y felicidad del futuro prometedor de la niña. Jarrón. Porcelana. Sala XIV. Juegos de Niños Nos detenemos ahora en el conjunto de juguetes que ocupan la mitad inferior de la obra. En el siglo XIX el juguete se convierte en un objeto de consumo corriente en las ciudades, un producto industrial con sus secciones correspondientes en los grandes almacenes, que llenan los momentos de ocio de los niños y que con asiduidad aparecen en los lienzos de los pintores decimonónicos. Destaca la diminuta muñeca que sostiene la niña en su mano izquierda. Viste un traje de época de color azul con escote en triángulo, mangas a la chinesca y falda que reproduce el efecto del miriñaque, adornada con doble volante y cabello peinado con raya al medio y bandós. Se trata de la indumentaria femenina característica de los años centrales del siglo XIX, que aparece por ejemplo, en el retrato de la Condesa de Vilches pintado por Federico de Madrazo (1853) del Museo Nacional del Prado (Nº Inv. P-2878), y en el retrato de Doña Cecilia Rodríguez Prieto y García y su hija Margarita de la Sotilla de Antonio Gómez Cros (1844) del Museo Nacional del Romanticismo. 11 Antonio Gómez y Cros. Doña Cecilia Rodríguez Prieto y García y su hija Margarita de la Sotilla 1844. Óleo /lienzo Sala XVI. Alcoba Femenina. Además de la finalidad decorativa de las muñecas, formando parte de escaparates y casas de muñecas, eran juguetes manipulados por las niñas de las clases adineradas, tal como se comprueba en el cuadro de Cortellini. En la misma sala encontramos varios ejemplos y un escaparate de muñecas que muestra los espacios interiores de una vivienda burguesa, que funcionan como documentos de valor histórico-social. Muñeca Sala XIV. Juego de Niños 12 Emile Jumeau Muñeca Sala XIV. Juego de Niños Casa de muñecas Sala XIV. Juego de Niños La colección de muñecas del Museo Nacional del Romanticismo es representativa del periodo conocido como la Edad de Oro de las muñecas, que abarca desde 1870 hasta 1930, durante el que la industria juguetera alcanza un gran auge en Francia, Alemania e Inglaterra. De entre todas las producciones francesas destacan la de Leon-Casimir Bru, Jules Nicolas Steiner, François Gaultier y Emile-Louis Jumeau. Este último fabricante se considera el padre del bebé articulado. Durante años las muñecas habían reproducido el tipo de mujer adulta y servían como figurines de la moda parisina. Las cabezas y extremidades solían ser de porcelana bizcochada y los cuerpos de composición textil. El cabello y los rasgos faciales se pintaban después. En la década de los 70, los fabricantes franceses de muñecas buscan crear modelos más próximos a los niños, y es en 1876, cuando nace el Bebé Jumeau, aunque no fue llamado así hasta 1886, año en el que la marca fue registrada. 13 Otros muñecos reproducen el mundo animal de forma fiel como el peluche con el que juega la niña, un cordero engalanado con lazos de color rosa. La unión de la infancia con la naturaleza es una temática frecuente en los retratos de Antonio María Esquivel, como en Niños jugando con un carnero (1843) y Alfredo Romea y Díez (ca. 1845), de la misma sala: Antonio Mª Esquivel, Niños jugando con un carnero, 1843, óleo / lienzo Sala XIV. Juego de Niños Antonio Mª Esquivel, Alfredo Romea y Díez, ca. 1845, óleo / lienzo Sala XIV. Juego de Niños En el primer plano del cuadro de Cortellini hay un par de instrumentos musicales de los que tanto atraen la atención de los niños: una pandereta y un sonajero. Estos membranófonos producen el sonido por percusión directa. El gusto por los instrumentos de percusión se observa en otros retratos infantiles del Museo Nacional del Romanticismo como en el de Alfonso Borbón y Borbón de José Parera y Romaro (1868). Según tradiciones populares, ahuyentan la influencia de los malos espíritus que podían ocasionar algún mal a los niños, además de servir de acompañamiento musical en las festividades navideñas. 14 José Parera y Romero. Alfonso de Borbón y Borbón. 1868. Óleo/lienzo. Sala XXV. Interactivos. Junto a los instrumentos musicales, Cortellini ha pintado un vaso de cristal facetado, con la base decorada con un filete dorado. Por la delicadeza del material y su posición en el cuadro, tumbado sobre la alfombra, como si se hubiera caído hace unos instantes, podría aludir a la fragilidad de la vida, o simplemente introducir una nota de espontaneidad. Sus características lo relacionan con las producciones de la Real Fábrica de Cristales de la Granja, como los vasos que se exponen en la mesa de la Sala del Comedor del Museo. 15 5. Sobre la infancia, el hogar y la vida en familia de la clase media europea Durante el siglo XIX se amplía la responsabilidad del Estado ante la infancia y se inicia el cambio hacia la concepción moderna que hoy conocemos. Es el siglo en el que los poderes públicos europeos comienzan a preocuparse por los niños como tales, con unas necesidades especiales, y en el que la niñez se considera en adelante como un momento privilegiado de la existencia humana. El programa educativo construido por Rousseau (1712-1778) en su Emilio o de la Educación, del que parte su idea de la posibilidad de una educación, así como su redefinición del campo de la infancia, son difíciles de comprender si no se contextualiza en los albores de la Ilustración. Estas teorías fueron difundidas por varios libros de consejos prácticos, escritos por autoras populares. A partir del siglo XIX, conocido por las grandes transformaciones, la emergente burguesía se enriquece y accede a un nivel social elevado, consolidándose como grupo alternativo a la nobleza. El nuevo estilo de vida burgués implica un fuerte control de los sentimientos y de las acciones, pese a que no es tan visible como el que predominaba en las clases nobiliarias. Los constantes intercambios sociales imponen nuevas formas de relación y exigen comportamientos regulados. Surgen con fuerza dos esferas diferentes: una, la vida privada, íntima y secreta, que incluía la vida familiar y se desarrollaba en la casa, y otra, la vida pública, basada en la dinámica de la profesión, que aportaba los recursos económicos y el estatus social. La vivienda se convierte en la expresión material por excelencia de una nueva sensación, la intimidad, que introducía un sentido inédito de lo privado unido a una cultura de lo doméstico y de lo hogareño. La distribución de espacios se rige por las leyes de la unifuncionalidad, la inmovilidad y el respeto a las posiciones jerárquicas. La familia burguesa es un lugar de afectos entre sus miembros que buscan y toleran los intercambios de ternura. Su máxima preocupación es la educación de los hijos, en los que depositan sus esperanzas para el progreso de la comunidad. Es objeto de todo tipo de inversiones: de la afectiva, la económica, la educativa y la existencial. Como heredero, el hijo es el porvenir de la familia, su imagen proyectada y soñada, su modo de luchar contra el tiempo y la muerte. 16 José Elbo. Familia de Cayetano Fuentes. 1837. Óleo/lienzo. Sala XVI. Alcoba Femenina. La familia se considera en este periodo un asunto de orden nacional, de salvaguardia de la moralidad social. La crianza de un hijo no consistió tanto en dominar su voluntad como en formarle, guiarle por el buen camino, enseñarle a adaptarse, socializarle. La mayoría de los niños estaban en manos de padres y sirvientes que confiaban en la sabiduría, los hábitos y las supersticiones tradicionales. Las corrientes intelectuales de la época apoyan la iniciativa individual que invitaba a las madres a renunciar a los placeres mundanos para gozar de las alegrías derivadas del cuidado de los hijos, y a los padres a jugar con ellos y observar su desarrollo sin que ello menoscabase su dignidad. La primera infancia es asunto de mujeres en todos los medios sociales, y está feminizada: niños y niñas llevan ropa similar hasta los tres o cuatro años y se mueven entre las faldas de su madre o de alguna niñera. Muy débilmente institucionalizada, la educación primaria también es una tarea de las madres, incluido el aprendizaje de la lectura, aplicándose con tanto empeño cuanto más se valora el lugar del niño, con lo que también desarrollan un enorme deseo de educación. Las diferencias sociales y sexuales de la educación se hacen sentir con la edad. Las madres tienen una responsabilidad mucho mayor cuando se trata de sus hijas y asumen un papel conservador para asegurar la continuidad de la familia. Entran en escena los padres, al menos con respecto a sus hijos, cumpliendo a veces oficio de preceptores en los medios burgueses. Hacia finales de siglo, como consecuencia del aumento de la riqueza de la clase media europea y con la independencia de las mujeres, resurge la costumbre del cuidado de los hijos a cargo de las amas de cría. Los escritos de la época se refieren al hogar como el núcleo familiar del que emergen los valores y virtudes. Cabe la hipótesis de una relativa unidad en Europa en cuanto al modo de vida burgués y de las formas de habitación de los tipos arquitectónicos del siglo XIX. En los siglos anteriores era costumbre enviar a los niños nacidos en las ciudades al campo para que los criasen allí. Sin embargo, durante esta centuria se impone la tendencia de que estos pasaran la mayor parte del tiempo en el hogar. La presencia de los hijos produjo un cambio en la intimidad que se transpone a la especialización del espacio doméstico. Los padres 17 compartían su dormitorio con los niños pequeños, pero los mayores dormían ya en habitaciones separadas. Progresivamente se fue reservando una pequeña parte de la casa, una estancia propia con reglas bien definidas, territorio dedicado a la educación de los hijos. Los niños ingleses se criaban normalmente en un cuarto especial y a cargo de una nodriza, el aya inglesa, que, por lo general, era soltera. El sistema inglés creaba unos lazos entre niños y ayas que duraban toda la vida. A diferencia de Inglaterra, en países como Francia, Alemania y España, los sirvientes no estaban especializados y los niños pasaban más tiempo con los padres. El paseo de la familia en los domingos y días de fiesta conferían a estas relaciones un carácter más amable y espontáneo. Tampoco llegaron a la especialización de la casa victoriana con un espacio aislado del resto, aunque sí se definió el dormitorio infantil que, en algunos casos, podía hacer la función de cuarto de juegos, también utilizado por las mujeres para coser, escribir o charlar con las amigas íntimas. Solía presentar un itinerario independiente del resto de las dependencias, a través del que se podía llegar a esas habitaciones sin necesidad de perturbar las actividades de los adultos. Conceptos aún vigentes como hogar, familia, doméstico, íntimo y confort derivan del auge de los valores burgueses del siglo XIX y están presentes en el retrato de niña de Ángel María Cortellini. 18 Bibliografía - ALARCÓN ROMÁN, C., Catálogo de amuletos. Museo del Pueblo Español. Madrid, Ministerio de Cultura, 1987 - ALZATE PIEDRAHÍTA, Mª V., “El descubrimiento de la infancia (I): historia de un sentimiento”, Revista de Ciencias Humanas, Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia, nº 30, 2002. - ALZATE PIEDRAHÍTA, Mª V., “El descubrimiento de la infancia, modelos de crianza y categoría sociopolítica moderna”, Revista de Ciencias Humanas, Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia, nº 31, 2002. - ARNÁIZ, J. M., Cien años de pintura en España y Portugal: 1830-1930. Madrid, Ediciones Anticuaria, 1988, p.138. - ARIÉS, P., DUBY, G., La historia de la vida privada. Tomo IV: De la revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial. Madrid, Santillana Ediciones Generales, 2003. - AA. VV. 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CICLO 2010 Febrero Soledad Pérez Mateo MESA DE DESPACHO, ca. 1830 Marzo Carmen Linés Viñuales JOSÉ RIBELLES Y HELIP, “ISIDORO MÁIQUEZ EN EL PAPEL DE OTELO” E “ISIDORO MÁIQUEZ EN EL PAPEL DE ÓSCAR”, LITOGRAFÍAS, ca. 1820 Abril Laura González Vidales ÁNGEL MARÍA CORTELLINI, “RETRATO DE NIÑA”, ÓLEO SOBRE LIENZO, ca. 1857 Mayo Sara Rivera Dávila LEONARDO ALENZA, “COMPONIENDO EL PERIÓDICO” Y “EL PRIMER EJEMPLAR”, ÓLEOS SOBRE COBRE, 1840-1845 Junio Mercedes Rodríguez Collado EDUARD MOREAU Y FÁBRICA ALEXANDRE, ABANICO, 1858 Septiembre Carmen Sanz Díaz PIANO PLEYEL, 1848-1854 Y ARPA ERARD, ca. 1840 Octubre Asunción Cardona Suanzes CECILIO CORRO, “RETRATO DE MANUEL REMÍREZ Y BARREDA”, GOUACHE, ACUARELA Y ÓLEO SOBRE MARFILINA, ca. 1850 Noviembre Mª Jesús Cabrera Bravo COLECCIÓN DE BARROS ANDALUCES DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO Diciembre Mercedes Cabanillas García MANUSCRITO BORRADOR DEL ARTÍCULO “LOS CALAVERAS”, DE MARIANO JOSÉ DE LARRA 21 La pieza del mes… Componiendo el periódico y El primer ejemplar 1840-1845, Óleos sobre cobre de Leonardo Alenza (Sala XVII. El gabinete de Larra) Sara Rivera Dávila Conservadora del Museo Nacional del Romanticismo Mayo 2010 1.- Ficha Técnica 2.- Leonardo Alenza 3.- Prensa y modernidad 4.- Contexto Histórico. Papel de la Prensa durante el Romanticismo 5.- Aspectos Técnicos 6.- Prensa y Cultura Visual La Prensa analizada desde el punto de vista de la imagen - Las Revistas Ilustradas - La Prensa Satírica - La Crítica de Arte y Exposiciones 7.- Prensa y Sociedad - La prensa y el mundo de los intelectuales - La prensa y las clases populares - Prensa y Género 8.- Bibliografía 2 1.- Ficha técnica Leonardo Alenza y Nieto Madrid, 1807 – 1845 Componiendo el periódico 1840 – 1845 Óleo / Cobre 38 cm (diámetro) Firmado: “L.A.”, al dorso, con pintura roja Inv. 7194 Leonardo Alenza y Nieto Madrid, 1807 – 1845 El primer ejemplar 1840 – 1845 Óleo / Cobre 38 cm (diámetro) Inv. 7195 3 2.- Leonardo Alenza El pintor Leonardo Alenza y Nieto (1807 – 1845) es el prototipo de artista romántico. Su pintura trasluce ese carácter introvertido, su postura como observador callado y crítico de la sociedad de su tiempo, y no estuvo al margen de la concepción del artista como genio de especial sensibilidad, ajeno a las convenciones sociales, como de alguna manera mostró, desde una visión irónica, en su famosa “Sátira del suicidio romántico”. Hijo de Valentín Alenza y María Nieto, Leonardo nace el 6 de noviembre de 1807. El propio Valentín era funcionario de la administración fernandina, discreto aficionado a la poesía, que publicó algunos escritos, de carácter muy conservador, en la prensa de la época. Casó en segundas nupcias con Micaela Bertrandi, con quien convivió nuestro artista hasta el momento de su muerte. Begoña Torres señala, a partir del análisis de algunos dibujos de Alenza en los que representa a su padre leyendo, que la figura sentada en primer término leyendo el periódico en El primer ejemplar, podría ser, de hecho, un retrato del padre del pintor. Leonardo Alenza, Sátira del Suicidio Romántico Óleo sobre lienzo Sala XVII, Gabinete de Larra Alenza siguió una formación artística estrictamente académica, asistiendo a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando durante trece años, donde recibió clases de los principales pintores del momento, como José de Madrazo, Juan Gálvez, Castor GonzálezVelázquez, incluso recibió clases particulares de Juan Antonio de Ribera. Todos ellos estaban asentados en los paradigmas del Neoclasicismo, pero Alenza, paralelamente, acudiría a visitar el Real Museo de Pinturas, donde admiró las obras de Velázquez y Goya, mostrando una evidente inclinación por la pintura de ambos maestros, que servirán de base a su propia pintura. Esto explica la técnica y las temáticas características de su producción, tan alejadas de la que fuera su formación inicial, de estirpe neoclásica. A pesar de que sus primeras obras responden a encargos oficiales, algunos de ellos vinculados a la pintura de historia, como género privilegiado en los círculos académicos, y aunque nunca abandona del todo este mundo, llegando a ser nombrado académico de mérito en 1842, pronto se desmarca de este tipo de trabajos para ocuparse de los retratos de la burguesía madrileña, pero sobre todo la temática costumbrista, que constituye el núcleo de su producción. Alenza se prodiga como cronista social del Madrid romántico vivido por las 4 clases populares, desde una visión objetiva, no por ello exenta de un componente crítico e irónico, enfatizado por su técnica particular, marcadamente sintética y expresiva. De este modo, Alenza nos ofrece un catálogo excepcional de los tipos sociales de la época, y de los lugares donde se desarrollaría la vida cotidiana, desde las puertas de las iglesias a las tabernas, prostíbulos y cafés, y sobre todo las escenas callejeras, siempre con un sentido certero, agudo y tocado de espontaneidad. Alenza se muestra en el conjunto de su obra como un artista eminentemente romántico, en su estética seguidora de la línea goyesca, con un magistral uso de la luz, de vibrantes toques de color, y de una pincelada rápida y muy expresiva. Asimismo, en lo personal, se nos muestra como el prototipo taciturno del artista romántico. No obstante, fue socio del Liceo Artístico y Literario, participó asiduamente en las exposiciones anuales y gozó de éxito con sus cuadros entre la clientela burguesa de la época. Claramente fue una opción personal evadirse de los círculos oficiales. Leonardo Alenza estuvo también cercano al mundo de la prensa, ya que él mismo colaboró en diversas publicaciones periódicas. Realizó una labor ilustradora para obras como “Los españoles pintados por sí mismos”, “Las Aventuras de Gil de Blas” y “Obras escogidas de Francisco de Quevedo”, en las que sus dibujos fueron grabados por artistas como Calixto Ortega, Jesús Avrial, o Vicente Castelló. Su relación personal con Mesonero Romanos permitió que algunas de estas obras aparecieran en el Semanario Pintoresco Español, y también participó con algunos dibujos en El Reflejo. Esta actividad nos invita a pensar que conoció el mundo periodístico de primera mano, plasmando, al compás de su interés constante por la realidad de su entorno, los dos cuadros que nos ocupan. 3.- Prensa y modernidad Como si del objetivo de una cámara fotográfica se tratara, Leonardo Alenza utiliza un formato circular para presentarnos estas dos escenas tomadas de la realidad, casi con un sentido de instantánea, convirtiéndose en cronista de la sociedad de su tiempo. Alenza, especializado en la pintura de temática costumbrista, abandona aquí los temas populares para dar un paso más hacia la modernidad, mostrándonos la forma de trabajo y lo cotidiano respecto a uno de los grandes avances de la época, el desarrollo de la prensa. El primer cuadro refleja el momento de la composición del periódico, al hilo de los avances técnicos experimentados en el momento. En primer plano de la imagen, el centro lo ocupa la figura del tipógrafo, trabajando sobre los cajetines de madera, mientras dos caballeros, elegantemente vestidos, conversan frente a él, simbolizando la implicación del mundo intelectual y burgués en el ámbito del periodismo. Tras la escena principal se disponen, sabiamente distribuidos, una serie de personajes, todos ellos realizando diversas labores propias de la composición del periódico, configurando una escenificación bastante veraz de lo que sería un día de trabajo en la imprenta. 5 El segundo cuadro, tal y como indica su título, muestra la corrección del primer ejemplar, recién salido de las rudimentarias planchas y prensa que se representan al fondo, en cuya lectura se concentra el personaje que aparece sentado, de perfil, en primer término. Ambas obras destacan por su factura, rápida y abocetada, típica de la expresividad alenziana, así como por el uso de la luz, la entonación cromática equilibrada y los toques de colores brillantes, enfatizados por el soporte metálico, pues ambos están ejecutados sobre plancha de cobre. Tanto el formato circular de las obras, que evoca el objetivo fotográfico y, de alguna manera, juega a invitar al espectador a observar la realidad desde una mirilla - recurso que también encontramos en la pintura contemporánea posterior, para reflexionar sobre la mirada y la naturaleza del arte – como su contenido iconológico, relativo al mundo del periodismo y la revolución ocurrida en este campo durante el Romanticismo, nos hablan de unas piezas de gran modernidad; se podría decir que preludian la propia evolución social que se está gestando, proceso en que la prensa sostuvo un papel significativo como motor de difusión de las nuevas ideas. Simultáneamente, la pincelada de Alenza, y su interés por temas realistas, generan una combinación armónica entre forma y contenido de una modernidad inusual en el periodo. Si el Romanticismo fue origen de la modernidad en muchos aspectos, desde luego la prensa fue uno de ellos. Como fenómeno social y económico, la prensa romántica significó el paso de la pertenencia a un círculo de élites ilustradas, a tener un papel dinámico en la formación de las mentalidades, como elemento ideológico e informativo, dirigido a una incipiente "sociedad de masas”. Ese paso hacia la cultura de masas, asociada a la industrialización y reproductibilidad de los medios, se produce también por su poder divulgativo a nivel de comunicación hacia un espectro de la sociedad cada vez más amplio. En palabras de Bozal, “no es un subproducto, sino un componente que coadyuva a la configuración de un conjunto más amplio, una fisionomía histórica concreta definida por el desarrollo de la formación social donde el modo de producción capitalista empieza a ser dominante”. La modernidad de la prensa decimonónica implica, por tanto, un papel activo a nivel social, como estímulo generador de opinión, pero según avanza el siglo, se manifiesta asimismo a nivel de información y cultura visual, pues son numerosas las aportaciones de carácter estético introducidas por la prensa romántica. 4.- Contexto Histórico. Papel de la Prensa durante el Romanticismo La prensa, como fenómeno de la incipiente “cultura de masas” que germina a lo largo del siglo XIX, mantuvo un papel decisivo en el desarrollo del contexto histórico, como medio de divulgación de los acontecimientos, pero también como instrumento político y elemento conformador de la opinión pública. El Romanticismo fue una época convulsa de cambios profundos, y la prensa conoció, sin duda, uno de sus periodos más intensos, configurándose como voz y expresión de la mentalidad romántica. 6 Los orígenes de la prensa se remontan al siglo XVII, cuando la Gaceta de Madrid, nacida en 1661, es considerada la primera publicación periódica en España. Su desarrollo fue mayor a lo largo del siglo XVIII, si bien se trataba en principio de publicaciones que simplemente traducían las revistas extranjeras o servían de mera propaganda al servicio del poder. El verdadero despegue se produce en las últimas décadas del siglo, desde que la Ilustración concibe el género periodístico como medio privilegiado para la difusión de contenidos enciclopédicos, encajando a la perfección con el pensamiento de las Luces. Pero los comienzos no fueron fáciles. A pesar de contar con el apoyo de las autoridades civiles, como muestra la redacción de la primera Ley de la Prensa española en tiempos de Carlos III, Real Orden del 19 de mayo de 1785, promulgada por Floridablanca, se requería una licencia de impresión otorgada por el Juez de Imprentas, y la aprobación de los textos por la figura del censor. Con todo, las mayores dificultades provenían del enfrentamiento con la Inquisición, que lucharía tenazmente contra la publicación de ciertos contenidos, llegando a producirse incluso la condena y reclusión de algunos periodistas ilustrados. Los ecos de la Revolución Francesa también influyeron en la prensa española, que conoció una nueva represión por miedo a la difusión entre la población de las ideas revolucionarias. Ya durante el reinado de Carlos IV, a través de Manuel Godoy, la prensa recibe un nuevo impulso, ya que “El Príncipe de la Paz” confiaba en la prensa como medio de crecimiento económico y social. Sin embargo, la invasión francesa y el desencadenamiento de la Guerra de la Independencia precipitan un nuevo marco para el desarrollo de la prensa. Al contrario de la represión impuesta desde Bayona, las Cortes de Cádiz de 1810 defendieron la libertad de expresión mediante la promulgación del Decreto de 19 de octubre de 1810, sobre “la libertad política de la imprenta”. Al igual que la guerra y la resistencia fueron asumidas por el pueblo en armas, la prensa se erige como medio de expresión de las reivindicaciones colectivas. Se produjo entonces una auténtica explosión publicista, llegando a aparecer más de trescientos periódicos en España entre los años 1808 y 1814. La vuelta al absolutismo con el restablecimiento del Antiguo Régimen, en la figura del monarca Fernando VII, supuso la implantación de la total censura, pues suprimió todos los periódicos excepto la Gaceta y el Diario de Madrid. La prohibición se vio interrumpida únicamente durante el Trienio Liberal (1820 – 1823), y de nuevo la represión total, aún más recrudecida durante los años de la Década Ominosa (1823 - 1833). Por Real Orden 30 enero 1824, se prohibió que se publicaran más periódicos en la Corte que Gaceta y Diario de Avisos. 7 Son los años del exilio de los liberales a Inglaterra y Francia. Desde allí, figuras como Blanco White, el Conde de Toreno, Martínez de la Rosa, Ángel de Saavedra, el Duque de Rivas, o periodistas destacados como Andrés Borrego, ejercerán una importantísima labor política a favor de la libertad a través de la prensa. El Español Constitucional, Ocios de los Españoles Emigrados, o El Emigrado Observador, son publicaciones destacadas del momento. Esta “prensa del exilio” constituye un punto de inflexión clave para el desarrollo del periodismo en España. Al margen de consideraciones puramente políticas, en defensa de las ideas liberales, a su regreso, estos emigrados aportarán sus conocimientos respecto a las novedades técnicas y gráficas aplicadas en el extranjero, y a nivel intelectual, la gestación del Romanticismo y la polémica entre estas nuevas ideas en contraposición a las tendencias clasicistas, que alentarán el debate en las décadas centrales del siglo entre las publicaciones españolas, como había ocurrido previamente en Europa. A partir de 1828 se produce cierta distensión, iniciando un proceso aperturista, que sería ya imparable, al calor de la lucha de estos liberales desde el extranjero, y las nuevas ideas que estaban fraguando el Romanticismo en los primeros pasos de figuras clave para el periodismo como Larra y Espronceda. La influencia de la Revolución burguesa de 1830 en Francia, y el paulatino debilitamiento de Fernando VII, desembocarían, sin solución de continuidad, en un nuevo contexto político con la Regencia de María Cristina a partir de 1832. En estos años destacan en España escritos como El Duende Satírico del día, de Larra, y publicaciones de carácter costumbrista como Cartas Españolas, considerado el primer periódico español ilustrado. El costumbrismo surge de la pluma de “El Curioso Parlante”, Mesonero Romanos, y Estébanez Calderón, “El Solitario”. Sería sustituida por Revista Española, en el mismo género, ofreciendo escenas populares que fueron muy del gusto del público en la época. María Cristina, como Regente, decreta la Amnistía de los emigrados, y se ve obligada a apoyarse en los liberales para enfrentar al sector ultrarrealista, convertido en la rama carlista al producirse el conflicto de la sucesión dinástica, que tuvo como consecuencia las Guerras Carlistas. Los carlistas contarían también con varios periódicos como semblanza y difusión de sus ideas, entre los que destacaron la Gaceta Oficial, El Joven Observador, pero sobre todo, algunos años más tarde, La Esperanza, a partir de 1844, como publicación señera del ideario carlista. Valeriano Domínguez Bécquer El Conspirador Carlista Óleo sobre lienzo Sala V, Antesalón 8 En esos años, la prensa se regula por Real Decreto de 1 de enero de 1834, todavía con Cea Bermúdez, completado luego por reglamento de 10 de junio del mismo año, con Martínez de la Rosa como presidente del Consejo de Ministros. Según esta legislación, la prensa no necesita licencia, ni está sometida a censura previa si no trata sobre política o religión, y se establece la figura del editor responsable y del depósito previo de una fianza para poder publicar. A partir de 1836 se vuelve a la normativa de 1820, por la que se implanta de nuevo la libertad de imprenta. A la muerte del rey se multiplican las publicaciones, entre las que contamos con periódicos como El Siglo, El Nacional, Eco del Comercio, El Universal, o La Abeja. Ya desde entonces, y de manera constante a lo largo del siglo, los periódicos suponen un reflejo de las tendencias políticas en liza, en estos años representadas por moderados y progresistas. Síntoma del afianzamiento y profesionalización del género periodístico, es la existencia ya en estas publicaciones de unos formatos establecidos. Seoane analiza que se trataba de periódicos de gran formato, que constaban de cuatro páginas, divididas en secciones fijas. La primera página solía dedicarse a los “artículos de fondo”, y la parte inferior, separada por una línea negra, dedicado a la vida intelectual o artística, con artículos de crítica o de creación. Después se inicia la costumbre de dedicar ese espacio a la publicación de novelas, el folletín-novela que va a perdurar en los periódicos durante todo el siglo. Las páginas centrales suelen estar dedicadas a noticias nacionales y extranjeras, oficiales,… y la última a informaciones más ligeras, sucesos, tribunales, a la sección económica y a la publicidad, que comienza a ser pagada en estos años. Esta distribución va a permanecer constante durante todo el XIX, a imitación de la prensa europea, especialmente de la prensa francesa. La nueva Constitución de 1837, junto con la Ley de imprenta, de 22 de marzo de 1837, va a servir de marco a uno de los momentos más prolíficos de la prensa española. La nueva Ley establece la libertad de imprenta, y por primera vez una interesante definición de periódico en su Artículo 1: “Se entenderá por periódico para el objeto de la ley, todo impreso que se publique en época o plazos determinados o inciertos, siempre que sea bajo un título adoptado previamente y que no exceda de seis pliegos de impresión del papel de la marca del sellado”. Al margen de los sempiternos combates entre la prensa liderada por progresistas y moderados, esta libertad tendrá también su reflejo en la aparición de periódicos satíricos como Fray Gerundio, El Matamoscas o El Guirigay. Ya durante la Regencia de Espartero, hasta la declaración de mayoría de edad de la reina Isabel, las polémicas entre progresistas y moderados serán cada vez más enconadas. Paralelamente empieza a reflejarse en la prensa un interés por problemas sociales y las clases trabajadoras, y se hace frecuente una prensa menor de hojas volantes e “innominadas” portadoras de ideas más radicales. A la vez, destacan algunas publicaciones como La Guindilla y La Postdata, que hizo dura crítica al Regente. 9 Tras el derrocamiento de Espartero y el nombramiento de Isabel II como reina, se produce el establecimiento de los moderados en el poder, dirigidos por Narváez, y el surgimiento de una nueva Constitución, la de 1845, más acorde a la nueva tendencia. Inevitablemente la prensa se vio afectada por estos cambios, en concreto supone el regreso a una política de represión de la prensa, sobre todo a través del Real Decreto del 10 de Abril de 1844, que mantiene la figura del jurado, más restrictivo y conservador, el control por parte de un jefe político, y se exige depósito previo de ejemplares antes de proceder a la circulación del periódico, si bien el jurado sería sustituido en 1845 por un tribunal colegiado especial. Durante la década moderada la politización de la prensa se agudizó enormemente, reflejando el fraccionamiento de los partidos en moderados, progresistas, demócratas y absolutistas, incluso se filtran las primeras ideas obreras y socialistas utópicas. Igualmente se produce un cambio cualitativo en cuanto al concepto de prensa, que paulatinamente evoluciona del periódico de opinión al periódico de información. Este proceso fue posible también gracias a los avances en las infraestructuras, gracias a la implantación del telégrafo eléctrico a partir de 1852, y la ampliación de la red viaria de ferrocarril, que contribuyó a la distribución geográfica de los periódicos. En esta línea de información, surge la Carta Autógrafa, que después se convertiría en La Correspondencia de España, ya como servicio de noticias, publicado desde 1859; y con carácter popular, Las Novedades, fundada por Ángel Fernández de los Ríos, que también creó el primer servicio organizado de venta callejera de prensa. Los principales periódicos de la década moderada fueron El Heraldo y El Clamor Público, representantes de las tendencias moderadas y progresistas, respectivamente. La Reforma, El Pueblo, y El Siglo sirvieron de vehículo de expresión a las ideas demócratas, que se fueron afianzando hasta desembocar en la revolución de 1854 y sus consecuencias, que culminaron en el Bienio Progresista con O´donnell y finalmente el derrocamiento de Isabel II con la revolución “Gloriosa”, del año 1868, abriendo camino decididamente hacia el Liberalismo. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX se detecta una nueva etapa en la prensa, se producen cambios tanto en los formatos como en los contenidos. Los periódicos muestran mayor riqueza visual y dinamismo, no solo por las ilustraciones, sino también por la cada vez mayor presencia de la publicidad. En cuanto a los contenidos, se afianza el predominio de la información respecto a los artículos políticos. Periódicos como El Imparcial, La Discusión, La Soberanía Nacional, La Iberia, La Nación, El Pueblo, o El Fénix, auspiciado por el Marqués de la Remisa, junto con otros que permanecen desde el periodo anterior se configuran como los más importantes de los últimos años de la era isabelina. 10 5.- Aspectos Técnicos Como señalamos anteriormente, con esta pareja de cuadros Alenza refleja con fidelidad la revolución sufrida por la prensa durante el Romanticismo, también en cuanto a sus aspectos tecnológicos. Los países europeos, con Inglaterra y Francia a la cabeza, están inmersos en una revolución industrial, que habría de tener sus consecuencias en el mundo de la imprenta. El proceso de fabricación que nos presenta Alenza tiene todavía cierto carácter artesanal. De hecho, no se distingue en España hasta los años ´60 entre prensas a mano y prensas mecánicas o máquinas de imprimir. El tipógrafo compone los textos alternando los tipos, después se estampa en la prensa, como vemos respectivamente en cada uno de los cuadros. La imprenta que conoció y pintó Alenza corresponde a la que trajo a España, como novedad procedente de Francia, Mesonero Romanos. El escritor publicó en el Semanario Pintoresco Español un artículo en 1838 que explicaba con detalle el procedimiento de impresión: “Llega el cajista con sus moldes, que ante todo ha cuidado de limpiar bien con lejía, los fija en una tabla de piedra, cuidando de asegurarlos de modo que no padezcan alteración; el prensista, entre tanto, ha colocado el papel en una especie de bastidor, de forma que al caer sobre el molde corresponda exactamente a su configuración. Otro operario ha pasado por encima del molde un rodillo empapado en tinta, y el bastidor cae sobre el molde, el cual por un movimiento de vaivén pasa por la presión del tórtulo y deja estampadas las letras sobre el papel, lo cual tiene que volverse a verificar por el otro lado con distinto molde, que es lo que llaman “tirar y retirar”. (III, 1838, 617b). Así, entre 1820 y 1845 se produce la sustitución de las antiguas “Minerva” y la prensa plana del tipo Stanhope, por las máquinas Giroudot. Posteriormente, a partir de mediados de siglo, el perfeccionamiento de las antiguas máquinas va a permitir que el entintado y la impresión se realizaran automáticamente y de forma sincronizada. El último paso en la evolución sería la incorporación de las rotativas, que no se produciría en España hasta finales del siglo XIX, evolución que paulatinamente permitiría multiplicar los tirajes, abaratar costes y tiempos de producción, con la prensa rotativa Marinoni. En cuanto a la ilustración gráfica, destaca el uso de la xilografía y la litografía en el periodo que nos ocupa. Aquellas publicaciones que pusieron énfasis en la calidad artística de las imágenes optaron por la técnica traída a España por José de Madrazo, al crear el Real 11 Establecimiento Litográfico, pero la litografía requería la creación de láminas independientes. En cambio, la xilografía, aunque generaba registros de menor calidad, tenía la ventaja de permitir la impresión simultánea de texto e imagen. Con el tiempo, los avances técnicos permitirán la incorporación de la fotografía a las publicaciones periódicas, mediante el uso del fotograbado, a partir de los años ´60 del XIX. Investigaciones posteriores mejorarán las técnicas para su aplicación periodística, generando nuevos sistemas específicos como la cincografía, la fotolitografía y la fototipografía. De este modo, el metal sustituye a la madera en el proceso de producción de imágenes, aumentando su presencia en todo tipo de publicaciones periódicas, y provocando profundos cambios en el aspecto de la prensa escrita, cada vez de mayor riqueza visual y dinamismo, también gracias al juego con las tipografías y la progresiva importancia que adquiere la publicidad. 6.-Prensa y Cultura Visual La Prensa analizada desde el punto de vista de la imagen Una de las características más significativas del Romanticismo como movimiento cultural fue, sin duda, la total implicación que se produjo en este momento entre las diversas artes. No en vano, la consecución de la “obra de arte total” fue anhelada por algunos de los autores románticos como la culminación creativa per se. La pintura buscó sus temas en la literatura, la literatura se inspiraba en las imágenes, música y teatro fueron de la mano en la lírica… fueron signo de la época las reuniones de intelectuales de todas las ramas de las artes, en las que compartían sus inquietudes respecto a las nuevas ideas románticas llegadas desde Europa, sin olvidar que muchos de los principales artistas españoles de la época cultivaron diversas facetas artísticas. Evidentemente, en este sentido, el mundo de la prensa ofrecía un campo ilimitado a la hora de explorar las posibilidades simbólicas y estilísticas mediante la unión entre palabra e imagen. Además de ofrecernos riquísimas manifestaciones visuales en lo que respecta al mundo de las artes gráficas, durante el Romanticismo se sientan las bases del periodismo como imbricación de texto-imagen, al empezar a jugar con las tipologías, al indagar las relaciones entre texto e ilustración, y al introducir esa relación de los escritos y de las imágenes como proceso creativo en sí mismo. De este modo, las publicaciones románticas integran paralelamente las vías de creación estética y narrativa, ofreciendo simultáneamente varios niveles de lectura, al reunir imagen, información, ideología, conocimientos…generando a su vez un resultado, de conjunto, a nivel semiológico. 12 - Las Revistas Ilustradas Al margen de su uso en periódicos y publicaciones de diversa naturaleza, la aplicación de la imagen a los textos tuvo durante el Romanticismo su plasmación más emblemática en las revistas ilustradas. La revista romántica por excelencia se debe a la iniciativa de dos jóvenes artistas, el escritor Eugenio de Ochoa y el pintor Federico de Madrazo, quienes, a través de sus viajes a París, conocieron la actualidad en el ámbito de la ilustración europea y decidieron traer estas novedades a España. Inspirados literalmente en la publicación L´Artiste, dirigida por Achille Ricourt, Ochoa y Madrazo editaron El Artista a partir del 4 de enero de 1835, y, aunque tuvo escasa duración, consiguieron elaborar una revista de altísima calidad literaria y artística, con la participación de escritores emblemáticos de la época, como José de Espronceda, Ventura de la Vega, José Zorrilla... y un largo etcétera. En cuanto a las ilustraciones, se publicaron litografías realizadas por artistas como Valentín Carderera o el propio José de Madrazo, quien había introducido la técnica años atrás mediante la creación del Real Establecimiento Litográfico, de donde, de hecho, procedieron muchas de ellas. Anónimo Eugenio de Ochoa Óleo sobre lienzo Sala XVIII, Sala de la Literatura y el Teatro También participaron con sus grabados artistas extranjeros como Pharamond Blanchard. Henri Pierre Léon Pharamond Blanchard El Pescador (El Artista, Tomo I) Litografía Sala XXV, Sala de Interactivos 13 La mayoría fueron retratos que ilustraban las biografías de artistas, y vistas de monumentos, amén de litografías inéditas que enriquecían los relatos literarios y poemas. La otra revista fundamental en época romántica, si bien desde un enfoque completamente distinto a El Artista, fue Semanario Pintoresco Español, en la que Alenza publicó varias ilustraciones. La revista fue fundada el 3 de abril de 1836 por Mesonero Romanos, a cuya amistad con el pintor hemos hecho referencia. Esta vez el modelo a seguir es inglés, pues se inspira en la Penny Magazine londinense, tanto en el formato como en los contenidos, de carácter divulgador. Ya desde aquí los objetivos del Semanario distan enormemente de las inquietudes estéticas de El Artista, pero sobre todo la actitud de Mesonero, tan apegado al costumbrismo y al pasado, y crítico respecto a las nuevas ideas y las exageraciones románticas, marca las distancias respecto a la creación de Madrazo y Ochoa, de ambiciones intelectuales mucho más amplias. No obstante, el costumbrismo en sí es género eminentemente romántico, tanto en la literatura como en la pintura, y así queda reflejado, especialmente en el Semanario, tanto en sus narraciones y descripciones costumbristas, como en los grabados que las acompañan. Anónimo Caricatura de Ramón de Mesonero Romanos Copia positiva a la albúmina Como analizamos más arriba, al Semanario se atribuye la introducción de la técnica del grabado en madera en la prensa española, que permitía imprimir simultáneamente texto e ilustraciones. Su diseño distribuía los contenidos en dos columnas, organizado por secciones, y como ilustradores colaboraron los principales artistas del momento, como Genaro Pérez Villaamil, de nuevo Carderera, José Elbo, y claro está, Alenza, a través de los grabados realizados por Calixto Ortega y Vicente Castelló. La publicación pretendía ser una especie de enciclopedia popular, amén de divulgar los usos y costumbres españolas. Siguiendo la estela de ésta, y ciertamente, porque su empeño se fijaba en la comunicación entre texto e imagen, surgieron otras revistas románticas con el calificativo de “pintoresco”, como El Observatorio Pintoresco, Siglo Pintoresco, Mundo Pintoresco, o Álbum Pintoresco Universal, todas ellas datadas entre los años ´40 y ´50 del siglo XIX, dedicadas a temas de lugares y costumbres, y que, en muchas ocasiones, reprodujeron grabados de publicaciones extranjeras para evitar el costoso proceso de grabado. 14 Otra revista importante fue La Ilustración, creada en 1849, con vocación de información general, por Ángel Fernández de los Ríos. Compartió oficina y establecimiento tipográfico en la misma sede que el Semanario Pintoresco Español, pero con un matiz muy distinto, pues buscaba contenidos informativos, a pesar de la importancia de sus grabados, muchos de ellos adquiridos de publicaciones foráneas. Según avanza el siglo, la ilustración contará con una presencia mayor en todo tipo de publicaciones, tanto periódicos como revistas, proceso en el que podemos considerar como culminación, tras las experiencias propiamente románticas, la Ilustración Española y Americana, procedente de El Museo Universal, ya a partir de 1869. Cabe señalar otros hitos en la creación de revistas ilustradas en España, como la que fue pionera, Cartas Españolas, de José María Carnerero, entre 1831 y 1832, o El Español, editada por Andrés Borrego a partir de 1835, donde destacan los grabados de Calixto Ortega relativos a las guerras carlistas, No me olvides, de Salas y Quiroga, Museo Artístico y Literario, y otras de carácter científico como El Bibliotecario y el trovador español, fundada por Basilio Sebastián de Castellano, y que recordamos aquí porque entre sus ilustraciones aparecen también algunos dibujos de Leonardo Alenza. - La Prensa Satírica Otra de las novedades más características del Romanticismo en la prensa ilustrada fue el enorme desarrollo que tuvieron durante el periodo las publicaciones satíricas, convertidas explícitamente en plasmación gráfica del espíritu de la época. Tras la muerte de Fernando VII la prensa satírica conocerá un enorme auge, con periódicos como Fray Gerundio, publicado por Modesto Lafuente, El Matamoscas, o El Guirigay. Este periodismo desarrolla un lenguaje específico, entre la ironía y el sarcasmo, y una serie de recursos propios como el uso de diálogos, sátiras en forma de poema, artículos en tono crítico y jocoso, principalmente dirigidos contra el clero y los estamentos políticos… pero sobre todo la ilustración, como perfecto complemento de los escritos, fue su recurso más poderoso y, en la mayoría de las ocasiones, se enfatizó además el mensaje de estas escenas mediante, a su vez, la combinación de texto e imagen a través del juego con las tipografías y el uso de subtítulos que complementaban lo visual. Estas imágenes resultan muy eficaces al emplear recursos como la descontextualización de las escenas, la pérdida de la referencia de las medidas naturalistas, la distorsión de las fisionomías y la exageración de los rasgos, y por ende, la deformación caricaturesca. En cuanto a las temáticas, al dirigirse el periodismo satírico, por lo general, a un público burgués y urbano, suelen reflejar los cambio económicos y sociales, preferentemente a través de escenas costumbristas en ambientaciones populares y la creación de tipos, si bien el tema protagonista es la crítica política, según la tendencia de la publicación, a unos partidos u otros. Hubo temas, en cambio, que fueron sistemáticamente atacados por estas publicaciones, como el estamento clerical, el carlismo, el ejército, y las más de las veces, el gobierno de turno. 15 Respecto a las técnicas, las ilustraciones suelen ser grabados en madera, a partir de dibujos de artistas entre los que podemos destacar algunos como Urrabieta, Fernando Miranda, A. Gómez,… como grabadores, de nuevo Vicente Castelló, o Jesús Avrial y Flores, por citar los autores más reconocidos, si bien cabe subrayar, que la ilustración es muchas veces anónima, sobre todo en las revistas más tempranas. Calixto Ortega Un consejo de seis pimpollos Ilustración de La Postdata Litografía a lápiz Íntimamente ligada al contexto político, durante la Regencia de Espartero y el reinado de Isabel II, la prensa satírica continuará ese apogeo iniciado en el periodo anterior. Se generaliza en este momento el empleo de la caricatura, en publicaciones como La Postdata, de Las Heras, Quintanilla y Esteban Collantes. Ya en la era isabelina, destacan periódicos como La Guindilla, redactada por Wenceslao Ayguals de Izco y Blas de Araque, El Crisol, y El Moscardón, todas ellas enfocadas a la sátira política. Bozal señala en este periodo una segunda fórmula vinculada a la sátira costumbrista, y que tuvo su desarrollo en publicaciones de diversa naturaleza como La Carcajada, El Dómine Lucas, Don Circunstancias, La Risa, El Papagayo, El Murciélago, especialmente mordaz hacia la figura de Isabel II, y de marcado humorismo El Jeremías, Gil Blas y El Cascabel, ya en los últimos años del reinado. Pese a que sus ilustraciones no aparecieron específicamente en la prensa satírica, sino en otras obras que ya hemos comentado, Alenza y otros pintores como Francisco Lameyer realizaron dibujos para ser grabados que, ciertamente, guardan un sentido irónico y crítico, generalmente vinculados a los temas de costumbres populares. Tanto este tipo de obras como su producción pictórica, no dejan de evidenciar la clara huella de Goya como precedente fundamental para la ilustración satírica. - La Crítica de Arte y Exposiciones En este apartado dedicado a las interrelaciones entre prensa e imagen, y en relación a la imbricación de las artes en el periodo, no queríamos dejar de mencionar la importante presencia de la crítica de arte y la información sobre las exposiciones que tuvieron 16 desarrollo a lo largo del Romanticismo. Además de publicar biografías de artistas y comentarios de sus obras, por su propia naturaleza, la prensa, y en especial, las revistas ilustradas, dieron cumplida cuenta de la actualidad artística de la época, tanto noticias de los artistas contemporáneos, elogios y críticas realizadas por los artistas sobre sus compañeros, sin que faltaran las críticas a las exposiciones celebradas periódicamente, ya fuera en la Academia o en el Liceo, o posteriormente, las Exposiciones Nacionales. Valga como ejemplo la no demasiado favorable crítica que recibió Alenza por su obra “La Muerte de Daoíz en el Parque de Artillería de Monteleón”, publicada en El Artista del 1 de Abril de 1835, con motivo de su exhibición en la Exposición Pública de Pintura de aquel año: “El Sr. Alenza, con el título muerte de Daoíz, ha espuesto un cuadro que, aunque con buenas calidades, en general no es mas que un remedo ó reminiscencia del estilo de Goya. En buen hora que este jóven no siga la verdadera escuela antigua de pintura, y que abandonándose á la magia de la ilusión no se detenga en marcar la precisión de las bellas formas; fórmese él su género particular: pero de ninguna manera, halagado por un falso efecto, adopte los principales defectos de otros pintores que sin ellos pasarían a la posteridad. Esto es mas sensible considerando que el talento del Sr. Alenza, guiado por mejores máximas, y con un estudio más detenido de la naturaleza, podría hacer de este joven uno de los buenos artistas españoles.” Leonardo Alenza Muerte de Daoíz en el Parque de Artillería de Monteleón Óleo sobre lienzo Sala III, Antesalón El texto habla por sí solo de la contemporaneidad de la prensa, de los gustos dominantes de la época y los profundos cambios que se han de producir en las valoraciones y la crítica a lo largo la historia del arte. Igualmente elocuente del espíritu de la época, esta vez desde un tono emotivo, es el texto publicado por Mesonero Romanos, como homenaje a la muerte del artista Leonardo Alenza, en el Semanario Pintoresco Español de 30 de julio de 1848: “Un joven que retirado del bullicio, lejos de toda concurrencia, aislado por su carácter y por sus enfermedades, pobre, olvidado y aun desdeñoso de todo favor, y ajeno en fin a las pandillas y compadrazgos que suelen ser entre nosotros la base de las reputaciones, consigue con su pincel imprimir a sus obras un sello especial de gusto é intencion, una naturalidad de expresion que atraiga irresistiblemente las miradas del pueblo y el aplauso de los inteligentes, escitando el respeto y la admiracion de que son objeto los hombres de genio […]”. 17 7.- Prensa y Sociedad - La prensa y el mundo de los intelectuales Ya hemos aludido a la profunda “simbiosis” establecida durante el Romanticismo entre los diferentes géneros artísticos, así como entre sus creadores. Intelectuales, políticos, artistas plásticos, escritores…crearon entre sí lazos de amistad, intercambiaron ideas e influencias, y, en lo que nos ocupa, ejercieron propiamente como periodistas, o al menos publicaron frecuentemente en la prensa romántica. Hemos visto como los periódicos jugaron un papel fundamental en cuanto a la conformación de ideologías políticas y las luchas entre partidos, asimilados ya entonces como “cuarto poder”, con capacidad para sostener y derrocar gobiernos, a pesar de las presiones ejercidas desde la censura. Igualmente, la prensa tuvo un papel decisivo en cuanto a la discusión y difusión del ideario romántico. La prensa divulgó ampliamente las teorías artísticas, y facilitó el conocimiento de las nuevas tendencias que triunfaban en Europa, así como el intercambio de ideas entre los artistas nacionales. Los intelectuales del Romanticismo encontraron su lugar predilecto de expresión en salones, tertulias y cafés, convertidos en los centros por antonomasia de las nuevas clases burguesas, impulsoras del pensamiento liberal. En estas reuniones se establecían debates, se practicaba la reflexión teórica, se realizaban veladas musicales, lecturas poéticas, representaciones teatrales…y claro está, se leía el periódico y se polemizaba sobre asuntos de toda índole, como plasmó Alenza en su serie para “El Café de Levante”. Leonardo Alenza El Café de Levante Óleo sobre lienzo Museo del Romanticismo Pero la institución más representativa del círculo intelectual romántico fue, sin duda, el Liceo Artístico y Literario. Fundado en 1837, con precedente en el Café del Parnasillo, donde se reunía inicialmente la camarilla conocida como la “Patria del Trueno”, este núcleo inicial impulsó la creación del Liceo, institución en la que se reunían artistas, literatos e intelectuales las noches de los jueves. Allí presentaban sus respectivos trabajos, 18 además de organizar exposiciones y conciertos, y, por supuesto, publicar su propio boletín periódico con los trabajos de cada sección en las que se dividía. Antonio María Esquivel Reunión Literaria. Reparto de premios en el Liceo Óleo sobre lienzo Sala XVIII, Sala de la Literatura y el Teatro El año de fundación del Liceo coincide con la muerte de la figura más emblemática en la relación entre intelectualidad-periodismo del movimiento romántico: Mariano José de Larra. José Gutiérrez de la Vega Mariano José de Larra Óleo sobre lienzo Sala XVII, Gabinete de Larra El Museo del Romanticismo dedica, desde sus orígenes, una sala en homenaje a la trascendencia de “Fígaro” para el Romanticismo (Gabinete de Larra, Sala XVII), en la que significativamente, se exponen las dos obras de Alenza que nos ocupan. En lo que respecta a su relación con la prensa, “El pobrecito hablador” adoptó una postura en todo momento combativa contra la censura, en el convencimiento de la importancia del periodismo como forma de libertad y difusión de nuevas ideas a todas las clases sociales, en muchas ocasiones precisamente mediante la crítica incisiva, siempre desde la ironía y el ingenio, de esa misma sociedad. No dejó de criticar también el mundo del periodismo, en su artículo “Modos de vivir que no dan de vivir”, en el que el oficio más menudo es “el escribir para el público y hacer versos para la gloria; más menudo todavía el público que el oficio, es todo lo más si para leerlo a usted le componen cien personas, y con respecto a la gloria, bueno es no contar con ella, por si ella no contase con nosotros”. 19 - La prensa y las clases populares Si la prensa romántica germina en el contexto de la revolución industrial y la emergencia de las clases burguesas, no es menos cierto que su papel divulgador termina por expandirse en relación a las clases populares. Ya desde finales del siglo XVIII, el principal punto de inflexión fue su apertura desde un cerrado círculo de eruditos e intelectuales que formaban parte de las élites privilegiadas a su expansión entre las clases medias, y según avanza el siglo XIX, su difusión entre las clases populares. A pesar de que España contaba con una de las tasas de alfabetización más bajas de Europa, tenemos constancia de lecturas públicas que hacían asequibles a quienes no sabían leer sus publicaciones. No solamente se producían lecturas públicas en las calles y de manera improvisada, sino que está documentada la existencia de gabinetes populares de reunión, creados expresamente para esas lecturas públicas. Existían también otros medios que permitieron esta comunicación, como los pliegos de cordel y las aleluyas, pero también la progresiva incorporación de imágenes ilustrativas a los textos facilitó la recepción del mensaje periodístico. La prensa no pasó por alto su capacidad para condicionar la opinión pública, ni tampoco su carácter divulgador, que en un momento dado, podía paliar las reducidas posibilidades del sistema educativo. Leonardo Alenza Leyendo el anuncio Dibujo a pluma Museo del Romanticismo Paralelamente, las mejoras técnicas y las legislaciones más favorables para la creación y distribución de las publicaciones, hacían la edición de los periódicos menos costosa, abaratando los precios, y facilitando así el acceso a los sectores económicamente menos favorecidos de la sociedad. Ya fuera desde una perspectiva propagandística de determinada ideología, ya desde una voluntad educativa y divulgadora de carácter enciclopédico o informativo, la relación de la prensa con las clases populares fue en todo caso “de ida y vuelta”. Esta relación se hace evidente por la vía del costumbrismo, género en el que las diversas clases sociales actúan como público receptor, pero también como modelo de los tipos y costumbres que narraba y describía este tipo de periodismo. 20 Pero si el periodismo sirvió de alguna manera de “espejo” a estas clases mediante sus artículos de costumbres tomados de la realidad social, también sirvió de estímulo para su formación y reunión ideológica. Al igual que supuso un arma política al servicio de los partidos progresistas y moderados que se alternaron en el poder durante el periodo romántico, ocupó un lugar preferente para la difusión de los principios del liberalismo y la paulatina formación de la conciencia social y obrera, forjados también durante el Romanticismo. El clima de apertura y libertad durante la Regencia de Espartero propiciaron el paso definitivo hacia corrientes más radicales, como socialistas utópicos, asociacionistas, republicanos, y los propiamente demócratas. Estas corrientes se van afianzando durante la mitad del siglo XIX, reforzadas sobre todo durante el Bienio Progresista. Así lo acredita el surgimiento de periódicos como La Soberanía Nacional, La Discusión, El Pueblo, La Europa, El Tribuno, La América, El Látigo y La Propaganda, que se refundiría con La Soberanía, y otros con títulos tan significativos como El Eco de las Barricadas, La Voz del Pueblo, y El Eco de la Revolución. La Asociación, o El Eco de la Clase Obrera. - Prensa y Género Como fenómeno sintomático de una determinada cultura, la prensa de la época deja traslucir expresamente el papel de la mujer en la sociedad romántica. En la prensa general, al margen de los contenidos de carácter enciclopédico, que codificaban un mensaje moral y educativo respecto al rol femenino, algunas secciones se dedicaban a las lectoras; en concreto el folletín o novela que ofrecía por entregas los periódicos se dirigían directamente al público femenino. Por otro lado, hay que subrayar que durante el Romanticismo proliferaron publicaciones específicamente femeninas. La revista pionera fue El Correo de las Damas, que tiene su modelo en la prensa femenina francesa, así como otras revistas entre las que destacamos El Buen Tono, La Moda (1842 a 1927) y El Correo de la Moda, publicada entre 1851 y 1886. Se trata de revistas dirigidas al principio a las mujeres de las clases altas de la sociedad, que con el tiempo, van filtrándose hasta las clases burguesas y acomodadas, imitadoras de las costumbres de aquellas. Son publicaciones centradas en torno al mundo de la moda, donde se utilizaron ricas ilustraciones que mostraban modelos y figurines. En este sentido sobresalió El Correo de las Damas, editado a partir de 1833, como periódico de Hennuyer et fils modas, bellas artes, literatura y teatro. (Establecimiento Litográfico, París) Magasin des demoiselles Grabado calcográfico Museo del Romanticismo 21 En lo que respecta a las demás publicaciones, sus contenidos oscilan entre los mensajes religiosos y las enseñanzas sobre matrimonio y economía doméstica, con el fin de configurar el ideal de mujer entendido por la sociedad decimonónica, junto con los contenidos de “recreo y adorno”, entretenimientos entre sus mensajes de conducta moral. Así lo encontramos en publicaciones como El Periódico de las Damas, y ya en época isabelina, El Defensor del Bello Sexo, Ellas, o Gaceta de las Mujeres. No obstante, aparecen también entre estas obras algunas críticas al sistema educativo para la mujer, y en algunas ocasiones, alusiones al derecho de la mujer al trabajo. En este sentido, destaca El Nuevo Pensil de Iberia, vinculada a las ideas fourieristas, germen del feminismo en España. Con todo, no todas las voces asumieron este papel pasivo que la prensa venía a afianzar con respecto a la mujer. Algunas de ellas, al igual que ocurrió en el resto de Europa y Estados Unidos, cuestionaron tal papel y adoptaron una posición intelectual en principio destinada al hombre. Si bien por lo general respetaron el orden social y sus escritos se limitaban a mejorar la educación femenina y revalorizar la figura de la mujer como madre, ciertamente adoptaron un papel intelectual que por lo general les estaba vetado. La creación literaria, particularmente la poesía, sirvió como ámbito de expresión a autoras destacadas de la época como Carolina Coronado, Cecilia Böhl de Faber, con escritos de carácter costumbrista y defensora del clasicismo, o Gertrudis Gómez de Avellaneda, quien ejerció como redactora y directora en diversas publicaciones, tanto femeninas como estrictamente literarias. De manera paradigmática, la prensa refleja la estricta división entre el mundo masculino y el femenino, del mismo modo que reflejó los cambios sociales, ideológicos y políticos, que configuraron la mentalidad romántica. 22 8.- Bibliografía - AA.VV., (Cat. Exp.) LARRA. Fígaro de ida y vuelta (1809-2009). Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2009. - AA.VV., Actas de Conferencias, LARRA. Fígaro de ida y vuelta (1809-2009). Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2009. - BOTREL, J.F., Libros, prensa y lectura en la España del siglo XIX. Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Biblioteca del Libro. Madrid, Ediciones Pirámide, 1993. - BOZAL FERNÁNDEZ, V., La Ilustración gráfica del siglo XIX en España. Madrid, Alberto Corazón Editor, Comunicación, 1979. - DELGADO BEDMAR, J.D., Vida y Obra de Leonardo Alenza y Nieto (1807-1845). Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1996. 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CICLO 2010 Febrero Soledad Pérez Mateo MESA DE DESPACHO, ca. 1830 Marzo Carmen Linés Viñuales JOSÉ RIBELLES Y HELIP, “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE OTELO” E “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE ÓSCAR”, LITOGRAFÍAS, ca. 1823 Abril Laura González Vidales ÁNGEL MARÍA CORTELLINI, “RETRATO DE NIÑA”, ÓLEO SOBRE LIENZO, ca. 1857 Mayo Sara Rivera Dávila LEONARDO ALENZA, “COMPONIENDO EL PERIÓDICO” Y “EL PRIMER EJEMPLAR”, ÓLEOS SOBRE COBRE, 1840-1845 Junio Mercedes Rodríguez Collado EDUARD MOREAU Y FÁBRICA ALEXANDRE, ABANICO, 1858 Septiembre Carmen Sanz Díaz PIANO PLEYEL, 1848-1854 Y ARPA ERARD, ca. 1840 Octubre Asunción Cardona Suanzes CECILIO CORRO, “RETRATO DE MANUEL REMÍREZ Y BARREDA”, GOUACHE, ACUARELA Y ÓLEO SOBRE MARFILINA, ca. 1850 Noviembre Mª Jesús Cabrera Bravo COLECCIÓN DE BARROS ANDALUCES DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO Diciembre Mercedes Cabanillas García MANUSCRITO BORRADOR DEL ARTÍCULO “LOS CALAVERAS” DE MARIANO JOSÉ DE LARRA 25 La pieza del mes… Eduard Moureau y Fábrica Alexandre Abanico, 1858 (Sala IX. Salita, vitrina 2) Mercedes Rodríguez Collado Técnico de museos. Museo del Romanticismo JUNIO 2010 Índice 1.- Ficha técnica 2.- El abanico de boda y su simbología 3.- La fábrica de abanicos Alexandre 4.- El abanico isabelino en España 5.- El abanico isabelino en el Museo del Romanticismo 6.- Bibliografía 1.- Ficha técnica País: papel y vitela. Varillaje: nácar, oro. 13+2. Vuelo 180 º 28,5 x 54,5 cm. 1858 “Edouard Moreau pinxit/1858” (Lat. Izquierdo anverso); “ALEXANDRE” (Lat. izquierdo reverso); “Ed. Moreau” (Lat. derecho reverso) Inv. 1962 Varillas de nácar con decoración calada en losanje. Anverso: país de papel con medallón central titulado “Un reve”, representando una boda con los novios sentados sobre un estrado y acompañados de un amorcillo. A su lado el oficiante. Frente a ellos diversos manjares y lujosa vajilla, un gran órgano, el coro y la orquesta. Detrás de los novios los invitados contemplando la escena. En las reservas dos medallones con amorcillos en grisalla, rodeados por marcos rematados en mascarones y motivos vegetales, frutales y de pájaros. Reverso: país de vitela con medallón oval central con figura femenina recostada en un diván, representación de Venus, acompañada de Cupido que sostiene el arco entre sus manos. La escena se desarrolla en un jardín. A los lados dos medallones con busto masculino y femenino respectivamente. Una orla floral rodea todo el país El abanico que presentamos es una pieza de una calidad excepcional, realizada por encargo para un acto extraordinario como es una boda. De ello deja constancia su fabricación artesanal y los materiales con que está realizado: varillaje de nácar con incrustaciones de esferillas de oro y país de cabritilla pintado al gouache. Tiene el valor añadido de contar con las firmas tanto del autor de las composiciones pictóricas del país, como del fabricante. Todo ello convierte a este abanico en una obra de arte única, regalo de compromiso, como era costumbre en el siglo XIX. El anverso del país representa una escena histórica traspasada al periodo renacentista. Se trata de la celebración de un matrimonio. La escena se muestra con todo lujo de detalles, lo que nos permite analizar la totalidad de los elementos que aparecen en la composición. Por un lado los novios, sentados junto al oficiante, van ataviados con el traje nupcial; en este caso se trata de túnicas blancas. El traje nupcial femenino estaba lleno de un simbolismo que hacía alusión a los valores morales que una joven llevaba al matrimonio. El color blanco aludía a la pureza, virginidad e inocencia de la novia, por ello es el color predominante, tanto en el vestido como en los distintos complementos: collar de perlas, corona de flores sobre la cabeza o la rosa blanca que un putti le entrega. Por otro lado, todos los personajes que asisten al enlace van ataviados a la moda del Renacimiento italiano. Las mujeres llevan un traje escotado, con corpiño de talle corto ajustado en punta, y con mangas rematadas en bocas amplísimas que cuelgan lateralmente, la falda presenta una gran amplitud. Gran importancia se le concede al tocado. Los hombres, por su parte, llevan una indumentaria compuesta por un jubón, especie de chaqueta corta y estrecha hasta la cintura o la jaqueta hasta los muslos, y unas calzas que descubrían la forma de las piernas. Llama la atención el variado colorido del traje masculino. Completa el atuendo el calzado de piel de colores, terminado en punta. En todos los trajes podemos advertir la gran riqueza de sus telas, símbolo del poder económico de sus poseedores: sedas, rasos, terciopelos, brocados, damascos, enriquecidas aún más por los bordados con hilos de plata y oro, a los que se añaden perlas y piedras preciosas. Todas ellas estaban realizadas en colores fuertes. Un aspecto destacado en la decoración de este abanico es la música. Cualquier reunión que se preciara iba acompañada de música y canto; las bodas fueron acontecimientos en los que las orquestas se hicieron imprescindibles. El periodo renacentista va a aportar notables novedades en este campo, como el inicio y desarrollo de la música instrumental. Es en este momento cuando se inventan o perfeccionan muchos de los instrumentos que han llegado hasta nuestros días. En el lado izquierdo del país del abanico, un coro formado por cuatro voces femeninas, canta junto a un grupo de músicos. En primer plano un organista nos habla de la relevancia que este instrumento de cuerda, imprescindible en las iglesias, tuvo en el Renacimiento. Otro músico toca una flauta de pico realizada en madera. Del grupo de instrumentos cordófonos se representa dos personajes tocando sendos violines y a otro con una viola de gamba. En el suelo se muestra un laúd; éste fue el instrumento musical de uso doméstico más popular de la época, ya que resultaba adecuado para la interpretación de todo tipo de melodías. Otro de los aspectos a reseñar en el país de este abanico es la comida y la vajilla, perfectamente representada. En los siglos XV y XVI sobre las mesas de las familias más adineradas hicieron su aparición los juegos de estaño, lujosamente grabados y finamente decorados. Las mesas de los nobles eran suntuosas y abundaban en enseres con platos y bandejas de estaño y de plata, así como objetos de cristal, que también tienen una presencia destacada. Diversos putti o mensajeros del amor rodean toda la escena; algunos llevan diferentes símbolos amorosos. En el centro de la composición un putti porta una antorcha encendida, junto a él dos palomas blancas símbolo del amor. En las dos reservas laterales son los protagonistas, transportando diversas piezas de la vajilla. El reverso del país también hace alusión a un tema amoroso como es el de Venus y Cupido. Venus aparece como una dama vestida, recostada en un diván y acompañada de Cupido, personificación del amor sensual. Se representa como un niño con alas, armado con su arco. Se muestran, además, algunos elementos alegóricos como el jarrón con rosas, símbolo de lo perecedero y lo que se marchita, como el amor. 2.- El abanico de boda y su simbología El abanico de boda tiene su origen en la Europa del siglo XVIII. Entonces era tradición que los miembros de la realeza o nobleza que iban a contraer matrimonio obsequiaran a la novia con un abanico. Esta costumbre se mantuvo durante todo el siglo XIX, extendiéndose a otras clases sociales, principalmente la burguesía. Los abanicos de boda se convertirán en complemento indispensable del traje nupcial. Realizados en consonancia con la indumentaria, eran de color blanco y estaban ejecutados con materiales de una gran riqueza como el marfil, hueso o nácar para el varillaje, y tela o encaje blanco para el país. Muchas veces llevaban incrustaciones de oro, plata, esmaltes, etc. Los motivos decorativos eran los alusivos a este momento y muchos tenían un carácter simbólico: Escenas amorosas: Parejas paseando por un jardín, bailando al son de algún instrumento, escenas pastoriles o fiestas galantes. Escenas simbólicas relativas al matrimonio, inspiradas en asuntos mitológicos, históricos o bíblicos: imágenes de Venus y Cupido, David y Abigail, Alejandro y Roxana, etc. Ramos de rosas: símbolo del amor, sus espinas simbolizan los peligros y sufrimientos del amor. La guirnalda de flores: símbolo del matrimonio. Corazón: En el Renacimiento se adoptó como símbolo del amor, ya que se pensaba que éste era el órgano que regía los sentimientos amorosos. Asimismo era corriente la representación de los retratos de los contrayentes o bien de sus iniciales enlazadas. Abanico de boda. Varillaje de nácar y país de encaje con aplicaciones de tul pintado. Último tercio del siglo XIX. Museo del Romanticismo En la pintura fueron corrientes las representaciones de matrimonios. Una de las primeras manifestaciones de una ceremonia nupcial es la Boda Aldobrandini (Siglo III AC.), pintura al fresco encontrada en una de las casas de Pompeya, y actualmente depositada en los Museos Vaticanos. En la Historia Antigua encontramos otras manifestaciones pictóricas de matrimonios famosos como las “Bodas de Alejandro y Roxana”. En el periodo renacentista podemos mencionar las Bodas del caballero Nastagio degli Onesti, realizada por Botticelli en 1483 por encargo del mercader florentino Antonio Pucci como regalo de bodas para su hijo Giannozzo, sirviendo para decorar las paredes del salón nupcial. El tema está inspirado en el Decamerón de Bocaccio, representando en esta última tabla el episodio de los esponsales del caballero. Otras pinturas alusivas al matrimonio las encontramos en El banquete de bodas (1568) de Pieter Brueghel, o en la famosa obra de Veronés realizada en 1563 Las bodas de Caná; en este caso un episodio del Nuevo Testamento sirve como pretexto para plasmar un banquete de bodas. En el siglo XVIII, Watteau realizará Capitulaciones de boda y baile campestre (h. 1714). Por ultimo no podemos dejar de mencionar a Francisco de Goya. El pintor aragonés trató varias veces el tema del matrimonio: por un lado en el cartón para tapiz La boda realizado en 1792, y en su aguafuerte Que sacrificio (1799) .De este periodo cabe señalar la obra que se encuentra en los fondos del Museo del Romanticismo, antiguamente adjudicada al pintor aragonés, titulada La segunda boda del jorobado. La segunda boda del jorobado Anónimo, ca. 1819 Museo del Romanticismo Sala VIII. Costumbristas Madrileños 3.- La Fábrica de abanicos de Alexandre En el siglo XIX el abanico alcanza un desarrollo espectacular como complemento indispensable del traje femenino. París, que aparece como centro de la moda y sus accesorios durante todo este siglo, impulsará la creación de infinidad de industrias relacionadas con la indumentaria a lo largo de todo el país. En este sentido, la burguesía, que se convierte en este momento en una clase social adinerada, demanda gran cantidad de objetos lujosos, anteriormente reservados a la aristocracia y que ahora simbolizan su estatus recién adquirido. Gran importancia en el desarrollo de las artes decorativas decimonónicas tuvieron las Exposiciones Universales que se sucedieron a lo largo de todo el siglo XIX. Su objetivo era dar a conocer los avances técnicos, comerciales y artísticos, así como mostrar las novedades acaecidas en las artes decorativas decimonónicas. Va a ser aquí donde se expongan las producciones más sobresalientes salidas de los principales talleres dedicados a confeccionar objetos que cubran las necesidades suntuarias de los burgueses .La Primera Exposición Universal se celebró en Londres en 1851. Ubicada en el Cristal Palace, construido por Joseph Paxton, este certamen marcó un hito importantísimo, ya que logró reunir la producción industrial de diversos países de Europa, Estados Unidos, y algunos países del Oriente. A esta exposición le seguirían otras como las celebradas en París en 1855,1867, 1878 y 1889, la de Viena de 1873 y la que tuvo lugar en Londres en 1862. En todos estos certámenes no faltaron los abanicos. Los fabricantes de este accesorio femenino mostraron sus producciones más sobresalientes, pudiéndose distinguir dos categorías: por un lado la de los abanicos ordinarios realizados con materiales más corrientes, y por otra parte la manufactura de abanicos de lujo. En este segundo grupo podemos inscribir dos industrias abaniqueras que destacaron en el siglo XIX: la fabrica Duvelleroy y la de Félix Alexandre. La fábrica Alexandre fue una de las industrias abaniqueras más importantes de Francia en el siglo XIX. Estuvo activa durante el reinado de Napoleón III (1853-1870), siendo su mujer Eugenia de Montijo, adalid de la elegancia decimonónica, una de sus principales clientas. La emperatriz poseía infinidad de abanicos, utensilio que le fascinó toda su vida. Los principales abaniqueros franceses pugnaron por realizar piezas exclusivas para Eugenia, que, al lucirlos continuamente, impulsaba de manera notable esta producción francesa. Édouard-Louis Dubufe Retrato de Eugenia de Montijo, 1854 Musée national du Châteaux de Versailles et des Trianons La fábrica de abanicos de Alexandre tiene su origen en la que, en los primeros años del siglo XIX, había fundado en la rue del Caire, su suegro, el artista y abaniquero francés Desrochers. Este artesano llevó a cabo una gran renovación del abanico francés, ya que fue el primero en perfeccionar la técnica del curtido de la piel de cabritilla para que fuera lo más delgada posible y se pudiera aplicar a los países de abanicos. Felix Alexandre heredó esta manufactura hacia 1848 y se estableció como fabricante de abanicos en la capital francesa, concretamente en el número 14 del bulevar Montmartre. Esta fábrica estuvo activa hasta 1875 año en el que cerró sus puertas. La manufactura regentada por Alexandre se especializó en la creación de modelos que imitaban a los de siglos anteriores y que tanto éxito tuvieron en el Segundo Imperio. En un principio se decoraron los países inspirándose en los maestros del siglo XVIII como Watteau, Fragonard, Van Loo, etc. Por su parte el varillaje se ejecutó adoptando el tipo de talla y el número de varillas de los abanicos Luis XV. Posteriormente Alexandre buscó un estilo original para sus abanicos dentro de la corriente historicista que afectó a todas las artes, incluidas las artes decorativas. Para ello contrató a pintores franceses destacados como Dominique Ingres, Eugene Lamí, Rosa Bonheur, etc. Estos artistas realizaron composiciones a la acuarela o al gouache para decorar los países, inspirándose en los estilos del pasado, principalmente la Edad Media o el Renacimiento; este último periodo aportó un esmerado refinamiento, muy al gusto de la sociedad francesa de este momento. La manufactura de Alexandre se orientó hacia una clientela muy selecta. Los abanicos salidos de esta fábrica se caracterizaron por el empleo de materiales suntuosos como el nácar, carey o marfil, muchas veces con aplicaciones de oro y piedras preciosas para el varillaje. Por su parte la decoración del país se realizaba al gouache sobre encaje, vitela o seda. Asistente a las Exposiciones Universales donde se presentaban las piezas más escogidas, Alexandre obtuvo la Council Medal en la Exposición Universal de Londres de 1851.y la Grande Medaille d’Honneur en la Exposición Universal de París de 1855. Su fama se extendió por toda Europa, convirtiéndose en la principal fábrica proveedora de abanicos en las cortes europeas, entre las que se encontraban las de España, Rusia, Inglaterra o los Países Bajos. Tradicionalmente los artistas dedicados a la pintura de abanicos habían sido de segunda fila y no solían firmar sus obras. Una de las principales novedades que se van a introducir en los abanicos fabricados por Alexandre, va a ser la inclusión de la firma del pintor que realizaba las ilustraciones del país, lo que confería a la pieza una categoría de obra de arte original, distinguiéndola de esta forma de las obras realizadas en serie. Entre los pintores que trabajaron en la fábrica de Alexandre se encontraba Edouard Jean Baptiste Moreau (Sedan 1825- París 1878), autor de las pinturas de este país. Pintor de miniaturas y dibujante, estudió en la Escuela de Bellas Artes, siendo alumno del dibujante Henry Lehmann. Figuró en el Salón de París entre 1848 y 1875. Se especializó en la representación de escenas pintadas al gouache y ambientadas en el periodo medieval y renacentista, que aplicó a la decoración de abanicos, firmando generalmente sus obras. 4.- El abanico isabelino en España La mujer decimonónica tenía una intensa vida social, desde la mañana hasta la noche. Acudía a misa, visitaba a sus amistades, iba de compras o de paseo al Prado, y, por la noche, siempre acompañada de su marido, asistía a una tertulia, a un baile, al teatro o a la ópera. Las elegantes del siglo XIX debían ceñirse a una etiqueta que determinaba qué traje se debía utilizar en cada ocasión. No es igual el vestido que una mujer se ponía para ir a misa o a visitar a una amiga, mucho mas sencillo y recatado, que el que empleaba para acudir a un baile junto a su marido; en este caso las damas utilizaban una indumentaria mas descocada y llamativa. Abanico “figurín”. Ca. 1830 Varillas de hueso, guardas de nácar y país de vitela pintada Museo del Romanticismo Sala IX. Salita. Vitrina 2. El abanico, como complemento indispensable del vestuario femenino, tenía que estar en consonancia con el traje. Esto hacía que la mujer decimonónica contara con un elevado número de abanicos, acordes con la indumentaria que había de lucir. Existían asimismo otras tipologías de abanicos relacionadas con los actos a los que se acudía; así nos encontramos con abanicos de teatro, de baile o los abanicos autógrafos, íntimamente relacionados con las tertulias que tan a menudo se celebraban en todos los palacios de la burguesía decimonónica. También podemos destacar los abanicos de boda o los de luto y medio luto. Cada uno de ellos presenta unos materiales y una decoración diferentes. Los viajeros extranjeros que visitaron nuestro país en este siglo XIX se quedaron admirados por la belleza de la mujer española. A todos les llamó poderosamente la atención el perfecto manejo que las damas tenían del abanico. Muchas son las referencias que nos han dejado en sus libros sobre los viajes a España: Henry David Inglis (1795- 1835) en su obra Spain in 1830 comenta: ”...Pero ningún detalle del panorama que se ofrecía ante mis ojos me pareció tan insólito como el uso tan difundido del abanico; las mujeres españolas antes saldrían de casa descalzas que sin abanico, y en la calle no vi una sola fémina desprovista de tan indispensable complemento.” 1 Antonio María Esquivel, Doña Josefa García Solís, 1852 Museo del Romanticismo Depósito del Museo del Prado Sala IV. Salón de Baile Como objeto de seducción, el abanico llegó a ser un elemento imprescindible en la coquetería femenina durante los siglos XVIII y XIX. Las costumbres de este momento estipulaban que las jóvenes casaderas no podían salir de su casa solas; debían ir siempre escoltadas por su madre o por una señorita de compañía que las vigilaba a todas horas, imposibilitando cualquier coqueteo con el otro sexo. Para poder hablar “secretamente”, los enamorados establecieron un sistema de comunicación mediante el abanico, en el que, valiéndose de diferentes movimientos de este utensilio y con un código previamente convenido, crearon un lenguaje gestual con un significado que sólo la pareja conocía : así por ejemplo, si la dama escondía los ojos detrás del abanico, estaba diciendo a su galán “te quiero”, y si lo colocaba a medio abrir en forma insinuante, sobre los labios, quería decir “puedes besarme”. FERRER, J.M., Visión romántica de Madrid en los relatos y estampas de los viajeros extranjeros del S. XIX . Madrid. Viajes ilustrados, 1997. pp. 47-48 1 Cuando lo cerraba rápidamente significaba “estoy celosa”, y si se tocaba el pelo con el abanico decía “me acuerdo de ti”. Si apoyaba el abanico sobre el corazón comunicaba “te amo”, y si se cubría parte del rostro con el abanico avisaba “nos vigilan”. José María Blanco White (1775-1841) hace alusión en una de sus obras a este uso del abanico por parte de las damas: “Un vistoso abanico es indispensable en todo tiempo, lo mismo dentro que fuera de la casa. La mujer andaluza necesita tanto el abanico como la lengua. Además, el abanico tiene una gran ventaja sobre el órgano natural del habla: la de transmitir el pensamiento a larga distancia. Así un buen amigo que está al otro lado del paseo es saludado cariñosamente con un rápido y trémulo movimiento del abanico. Al indiferente se le puede despachar con una lenta y formal inclinación del abanico, que le helará la sangre en las venas. El abanico unas veces oculta risitas y murmullos, otras veces condensa una sonrisa en los chispeantes ojos negros que asoman justamente por encima de él. Un gracioso golpe de abanico reclamará la atención del descuidado y un amplio movimiento ondulante llamará al que está lejos. Un cierto darle vueltas entre los dedos muestra duda o ansiedad, y un rápido abrir y cerrar de sus varillas indica impaciencia o alegría. En perfecta armonía con las expresivas facciones de las mujeres españolas, el abanico es como una varita mágica cuyo poder se siente más fácilmente que se explica.” 2 Anónimo, La cita, ca.1840. Museo del Romanticismo Sala VIII. Costumbristas Madrileños En España, como en el resto de Europa, se sigue la estela de la moda francesa, tanto en la indumentaria como en lo referente a sus complementos: sombrillas, bolsos, abanicos, etc. Podemos afirmar que el hecho más sobresaliente en relación al abanico es el de la aparición de una auténtica industria abaniquera española, ubicada en Valencia, y más concretamente en Aldaya, principal centro productor en nuestro país durante el siglo XIX. Inicialmente fueron constructores franceses los que se establecieron en España, tal es el caso de Fernando Coustelier, primer abaniquero que fundó una fabrica en Valencia, hacia 1830. En un principio traía de Francia los varillajes BLANCO WHITE, J.M. Carta II en Cartas de España. Madrid, Alianza Editorial, 1972 pp. 53-74 2 y las planchas para decorar los países, montando los abanicos en España. Posteriormente tanto los materiales como el montaje, se realizaban íntegramente en nuestro país. Hacia 1845 José Sebastián Colomina funda en Valencia una casa de abanicos. Este industrial, ayudado por su hermano, introdujo en su fábrica diversa maquinaria para acelerar el trabajo, como la plegadera mecánica o la maquina para decorar varillajes. Fue nombrado marqués por el rey Amadeo de Saboya. Durante el periodo Isabelino (1830-1868), podemos apreciar una creciente demanda de objetos relacionados con la indumentaria. En este sentido el abanico va a experimentar un gran auge entre las damas españolas, pudiendo asistir desde mediados del siglo XIX a una proliferación de comercios y talleres dedicados a la sastrería y sus complementos. Como capital de España, Madrid fue la urbe donde se distribuían la mayor parte de los abanicos de nuestro país. En este sentido se establecieron gran cantidad de almacenes y tiendas, que vendían y también fabricaban, no solo abanicos, sino otros complementos como paraguas, sombrillas o bastones. Se ubicaron generalmente en las inmediaciones de la Puerta del Sol. Entre todas ellas podemos destacar las siguientes: Fábrica de abanicos, sombrillas y paraguas de Gómez Yeves y comp.: Carrera de San Jerónimo, 5 y 7. Fabrica de abanicos Luis Colomina: Carrera de san Jerónimo ,1 A. L. Serra: Calle del Caballero de Gracia, 15 Casa de Diego: Instalada primitivamente en la calle del Carmen, posteriormente se trasladó a la Puerta del Sol, donde continúa activa en la actualidad. Hipólito Bach: Carrera de San Jerónimo Almacén de sombrillas y abanicos “La sombrilla chinesca”: Calle del Carmen, 26 La tipología abaniquera de este periodo es muy variada, pero en general las piezas se caracterizan por un mayor tamaño, una fuente más amplia y una decoración más profusa, tanto en el varillaje como en el país. Los materiales empleados en el varillaje serán principalmente la madera, el asta, el carey y el marfil. Las varillas suelen ser más anchas y redondeadas, con decoraciones caladas y doradas. Las guardas pueden presentar motivos de pedrería, camafeos o bien espejos, que permitían a la mujer no solo mirarse para retocar su maquillaje, sino también ver lo que sucedía tras ella. Los países podían ser de tela o bien de papel impreso, generalmente con litografías coloreadas, que suponen la principal aportación de este siglo en relación al abanico, permitiendo además una gran popularización del mismo. La decoración es mas profusa y abigarrada, desarrollándose en anverso y reverso y completándose con orlas doradas de motivos vegetales y florales. Fábrica de abanicos Juan Bautista Montunai (Valencia) Abanico dedicado a Isabel II . Varillaje de hueso y país de papel cromolitografiado, ca.1833. Museo del Romanticismo Sala II. Antesalón 5.- El abanico isabelino en el Museo del Romanticismo El Museo del Romanticismo cuenta con una amplia colección de abanicos del periodo Isabelino, que abarcan toda la tipología de este momento. En primer lugar, nos encontramos abanicos en cuyo país se representan escenas en un jardín con personajes que aparecen bailando, charlando o en actitud amorosa, ataviados a la moda del siglo XVIII. Dentro de este grupo también podemos incluir los abanicos con escenas bucólicas y pastoriles, herederas de la temática de Watteau o Boucher. Los personajes se presentan ataviados a la moda dieciochesca o bien disfrazados de pastores, acompañados por músicos. Estas escenas reflejaban el espíritu superficial de la nobleza francesa que ocupaba gran parte de su tiempo en juegos amorosos, bailes campestres o escenas pastoriles. Abanico con escena galante. Varillaje de hueso y país de papel cromolitografiado Museo del Romanticismo. Los abanicos de la segunda mitad del siglo XIX recuperarán esta decoración, que aparecerá como tema principal de sus países. Otra tipología de los abanicos isabelinos es aquella que presenta diversas escenas enmarcadas en viñetas, separadas por entrecalles de arquitecturas clásicas o árabes y con fondo de roleos vegetales o motivos florales dorados. La aparición del elemento árabe se puede inscribir dentro de la fascinación de los románticos por las culturas orientales. Esto se materializó en los viajes que realizaron muchos artistas de este periodo hacia los países africanos, atraídos por su exotismo. Abanico Varillaje de nácar y país de papel litografiado Museo del Romanticismo Sala IX. Salita. Vitrina 1. Abundantes en este periodo fueron los abanicos con escenas costumbristas. La pintura costumbrista que tanto auge tuvo en la Andalucía del siglo XIX, sirvió de inspiración para decorar numerosos países de abanicos que generalmente eran adquiridos por los múltiples viajeros que visitaban nuestro país, atraídos por su pintoresquismo. Las escenas representadas eran aquellas que más llamaban la atención a los extranjeros y que reflejaban los rasgos característicos de las costumbres populares: bailes andaluces con personajes ataviados con el traje popular de esta zona, bandoleros, la feria de Sevilla o las corridas de toros. Abanico Varillaje de hueso y país de papel litografiado. Museo del Romanticismo Durante este periodo vamos a encontrar abanicos de carácter más popular, realizados con materiales corrientes y con una decoración de tipo esquemático. Ejemplo de cómo el abanico en el siglo XIX se generalizó entre todas las clases sociales, llegando a convertirse en un utensilio corriente entre las damas decimonónicas. Ejemplo de ello son los dos abanicos ejecutados en cartón recortado o el elaborado en paja labrada por un grupo de presas y regalado a la reina Isabel II. Abanico de niña Cartón troquelado y calcomanías Museo del Romanticismo Sala XIV. Juego de Niños. Vitrina 2 Abanico dedicado a la reina Isabel II Paja Museo del Romanticismo Sala IX. Salita. Vitrina 1. Por último destacar los abanicos orientales. El orientalismo imperante en esta centuria se va a hacer patente en todas las manifestaciones culturales y artísticas, incluyendo naturalmente a los abanicos. Durante todo el siglo XIX van a proliferar de manera notable los abanicos orientales: japoneses y filipinos y chinos. Serán estos últimos los que se pondrán muy de moda, junto con otros objetos como muebles, marfiles, joyas o mantones de Manila. Todas estas piezas se introducirán en nuestro país a través de las Islas Filipinas, colonia española hasta 1898. El abanico oriental presenta unas características peculiares que lo hacen fácilmente identificable: el país es de papel grabado o pintado, o bien de tela bordada o pintada, como el tul, la seda o el nansú, tejido proveniente de Filipinas. Los motivos decorativos se centran en los temas vegetales (flores, ramos) y animales (mariposas, aves, etc.), todos ellos con un marcado ca- rácter simbólico. Con respecto al varillaje podemos señalar como materiales más corrientes, el hueso, marfil o la madera tallada o lacada. Entre la variada tipología que presentan estos abanicos nos encontramos con los denominados “mandarines” o de “las mil caras”, caracterizados por su varillaje de madera o marfil profusamente tallado, especialmente en las guardas. Este tipo de abanico presenta en el anverso del país numerosos personajes chinos con caras realizadas con finas láminas de marfil y ataviados con vestidos de seda. El reverso se decora con vistas de ciudades portuarias u hongs. Destacables fueron los denominados abanicos telescópicos, llamados así por incorporar un curioso sistema inspirado en la forma de apertura de los telescopios. Su sistema se basa en dos juegos de varillas y guardas, uno de ellos hueco, de forma que, el de menor anchura, se pueda introducir en el interior del otro, permitiendo de esta forma aumentar o disminuir la longitud del varillaje. La mayoría de estos abanicos, seguramente para protegerlos de un viaje tan largo, solían presentarse dentro de un estuche, normalmente de madera lacada en negro y decorado con flores o pájaros, y recubierto interiormente por raso o seda pintada, también con motivos vegetales o de aves. Abanico telescópico “mil caras” .ca. 1860 Varillas de madera de sándalo y país de papel con aplicaciones de seda y marfil. Museo del Romanticismo Sala IX. Saleta. Vitrina 1. 6.- Bibliografía - Cat. Exp., Un soffio di vanitá. Ventagli da collezioni private italiana. Padova. Sale del piano nobile del Pedrochi. 26 maggio- 23 juglio 1989. Roma, De Luca Edizioni d’arte,1989. - Cat. Exp., Abanicos. La colección del Museo Municipal de Madrid. 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Exp., Abanicos .La colección del Museo Municipal de Madrid. Exposición celebrada en el Museo Municipal de diciembre de 1995 a febrero de 1996. Ayuntamiento de Madrid, 1995. pp. 19-31. - ALEXANDER, H., Fans. The costume accesoires series. London, Batsford, 1984. - ARMSTRONG, N., Fans in Spain, Philip Wilson Publishers, Londres, 2004. - EZQUERRA DEL BAYO, J., El abanico en España, Sociedad Española de Amigos del Arte, Madrid, 1920. Coordinación “La pieza del mes”: Mª Jesús Cabrera Bravo Fotografías Museo del Romanticismo. Diseño y maquetación: Paola di Meglio Arteaga LA PIEZA DEL MES. CICLO 2010 Febrero Soledad Pérez Mateo MESA DE DESPACHO, ca. 1830 Marzo Carmen Linés Viñuales JOSÉ RIBELLES Y HELIP, “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE OTELO” E “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE ÓSCAR”, LITOGRAFÍAS, ca. 1823 Abril Laura González Vidales ÁNGEL MARÍA CORTELLINI, “RETRATO DE NIÑA”, ÓLEO SOBRE LIENZO, ca. 1857 Mayo Sara Rivera Dávila LEONARDO ALENZA, “COMPONIENDO EL PERIÓDICO” Y “EL PRIMER EJEMPLAR”, ÓLEOS SOBRE COBRE, 1840-1845 Junio Mercedes Rodríguez Collado EDUARD MOREAU Y FÁBRICA ALEXANDRE, ABANICO, 1858 Septiembre Carmen Sanz Díaz PIANO PLEYEL, 1848-1854 Y ARPA ERARD, ca. 1840 Octubre Asunción Cardona Suanzes CECILIO CORRO, “RETRATO DE MANUEL REMÍREZ Y BARREDA”, GOUACHE, ACUARELA Y ÓLEO SOBRE MARFILINA, ca. 1850 Noviembre Mª Jesús Cabrera Bravo COLECCIÓN DE BARROS ANDALUCES DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO Diciembre Mercedes Cabanillas García MANUSCRITO BORRADOR DEL ARTÍCULO “LOS CALAVERAS” DE MARIANO JOSÉ DE LARRA La pieza del mes… Piano Pleyel 1848-1854 y Arpa Érard, ca. 1840 (Sala IV, Salón de Baile) Carmen Sanz Díaz Conservadora del Museo Nacional del Romanticismo SEPTIEMBRE 2010 Índice 1.- Ficha técnica 2.- Introducción 2.1. La música en el siglo XIX 2.2 Panorama musical en la España romántica: antecedentes e institucionalización 3.- Los instrumentos musicales del salón de Baile del Museo del Romanticismo: el piano Pleyel y el arpa Érard 3.1. El piano Pleyel 3.1.a. La casa Pleyel 3.1.b. La atracción de Isabel II por los pianos Pleyel 3.2. El arpa Érard 3.2.a. La casa Érard 4.- Hábitos y costumbres musicales en el siglo XIX: los salones. El salón de Baile del Museo del Romanticismo 5.- Bibliografía 2 1.- Ficha técnica Piano de cola Fábrica PLEYEL París, 1848- 1854 “IGNACE PLEYEL & COMP ie /PARIS” (en el frente, sobre el teclado)/ "17409/ E" (Número de fabricación) [Bajo el piano, en la sujección de los pedales]./"LACK 17409" (Número de fabricación.) [Lateral derecho del clavijero]. Ensamblaje, chapeado, tallado, marquetería y pintado / madera de nogal, de palo de rosa, de palosanto, de boj y limoncillo (amarilla), de ébano, hueso, nácar y madreperla, fibras textiles y metal dorado 94 x 136 x 238 cm. Inv. 670 Arpa Fábrica ÉRARD París, ca. 1840 “Érard / Facteur de Pianos et Harpes du Roi & des Princesses / 13-21 Rue du Mail. Paris” [Lateral del clavijero] / "nº 1489. PAR BREVET D´INVENTION" (Nº 1489 de patente.) [Lateral del clavijero] Ensamblaje a tope; ensamblaje de caja y espiga; tallado, encolado, moldurado y dorado / madera de pino o abeto, de nogal, pan de oro, metal 178 x 45 x 91 cm. Inv. 384 3 2.- Introducción 2. 1. La música en el siglo XIX Entre las principales vías de manifestación artística del Romanticismo, la música ocupa un lugar especial. La música es un lenguaje universal capaz de transmitir todo un mundo de sentimientos y estados de ánimo a través de una naturaleza inmaterial, que podemos apreciar y nos hace vibrar, muy en sintonía con el ideario romántico, en el que predominan el individualismo, la exaltación de los sentimientos y de la pasión, el exotismo y lo folklórico. Los músicos buscan nuevos cauces de expresión, tanto a través de nuevas formas y composiciones, como del uso novedoso de algunos recursos interpretativos. Puede decirse que el siglo XIX se caracteriza, fundamentalmente, por el predominio de dos instrumentos musicales: el piano y el arpa. El piano se convierte durante el Romanticismo en el gran protagonista a nivel musical, capaz de captar y transmitir, mediante la intensidad de la pulsación sobre el teclado, el universo íntimo del artista, como compositor, pero más aún como intérprete musical. Frente a los límites creativos que tenía hasta este momento el músico, a partir de ahora comienza a componer por y para sí mismo, para un público anónimo, que disfruta de la música no sólo en las salas de conciertos y los teatros de ópera, sino también en las tertulias y reuniones de las casas burguesas. La revolución en el mundo del piano también se produce a nivel constructivo y técnico, introduciéndose elementos que facilitarán el virtuosismo interpretativo. Los ejemplares que se exponen en el Salón de Baile del Museo del Romanticismo, el piano Pleyel y el arpa Érard, son de manufactura francesa, y demuestran la estrecha relación musical que España mantuvo con el país vecino. 4 2. 2. Panorama musical en la España romántica: antecedentes e institucionalización La evolución que la música experimentó en España durante el siglo XIX y, sobre todo, durante el periodo romántico, se encuentra ligada, no sólo a la rápida sucesión de acontecimientos históricos que lo caracterizan, sino también al interés que los propios monarcas tuvieron hacia ella, y a las influencias de los gustos musicales que se imponían en otros países, predominando los de Francia e Italia. Dentro del panorama europeo, nuestro país ocupaba un lugar secundario y se vinculaba más a la llamada «música de salón». Durante el reinado de Fernando VII (1814-1833), gran parte de los liberales españoles, entre los que se encontraban muchos intelectuales y artistas, se vieron obligados a exiliarse tanto en Inglaterra como en Francia, y España vivió aislada del panorama musical europeo. Entre los principales músicos exiliados en Francia, destacaron los compositores Juan Crisóstomo Arriaga y José Melchor Gomis, Trinidad Huerta, Fernando Sor y Dionisio Aguado, Manuel García y los pianistas José Miró, Pedro Albéniz y Santiago de Masarnau; este último llegó a conocer en París al propio Chopin. Debemos esperar al periodo de Regencia de la reina María Cristina (1833-1840), coincidiendo con la Revolución francesa de 1830, para asistir a un cambio, rompiéndose ese aislamiento y abriéndose las fronteras musicales. Se activa un fenómeno de mutua atracción entre España y Francia. La Península se convierte en un destino exótico para los viajeros europeos, y el país galo en el principal destino académico y artístico para los músicos españoles, además de ser la cuna de los más importantes y renombrados fabricantes de instrumentos musicales, especialmente de cuerda. Valentín Carderera y Solano, María Cristina de Borbón, Óleo sobre lienzo, ca. 1829, Sala I, El vestíbulo Inv. 1602 5 El origen napolitano de la reina regente explica su preferencia por todo lo procedente de Italia, y su especial sensibilidad hacia la música propició la creación del primer Conservatorio de Música (1830), en el que impartieron sus lecciones muchos de los músicos anteriormente exiliados, como Albéniz, Miró y Masarnau. Poco más tarde, en Madrid, se fundan sociedades culturales y también el Ateneo (1835) y el Liceo Artístico y Literario (1837). Bajo el reinado de Isabel II (1843-1868), proliferan las Sociedades musicales, y se produce un cambio en las preferencias a favor de la técnica francesa. La Sociedad de Cuartetos es fundada en 1863, por el violinista Jesús de Monasterio; en 1866, la de Conciertos, por Francisco Asenjo Barbieri, y en Barcelona, la de Conciertos Clásicos se crea en 1856. El florecimiento del panorama musical se ve impulsado por la inauguración del Teatro Real (1850) y del Teatro de la Zarzuela (1856), ambos en Madrid. El Liceo de Barcelona se fundó en 1838, y se colocó la primera piedra del nuevo teatro en 1845, siendo la primera accionista la propia reina. Antonio Mª de Esquivel Reunión Literaria. Reparto de premios en el Liceo Óleo sobre lienzo, ca. 1853 Sala XVIII, De la Literatura y el Teatro Inv. 0208 De gran repercusión en la evolución y consolidación de los gustos musicales es la implantación de un sistema de instrucción pública, que no se alcanza hasta el último tercio del siglo, aunque en el siglo XIX “la música llega a parecer, a veces, sólo un adorno en la educación de las señoritas de la buena sociedad”1, cuyas interpretaciones distaban muchas veces de la perfección técnica, y únicamente buscaban amenizar las veladas domésticas, demostrando las virtudes de las jóvenes. La labor pedagógica de algunos compositores, que llegaron a publicar sus propios métodos de 1 GÓMEZ AMAT, C. (1988), Historia de la Música Española, 5. Siglo XIX, Alianza Música, Alianza Editorial, Madrid, p. 18 6 enseñanza del piano –destacando el Método completo de piano, de Pedro Albéniz, y el Tesoro del pianista de Masarnau- contribuyó a mejorar el gusto y enriquecer el repertorio de los jóvenes intérpretes. “El concierto de Elizabeth fue agradable, pero no extraordinario. Después de una o dos canciones y antes de que pudiese complacer las peticiones de algunos que querían que cantase otra vez, fue reemplazada al piano por su hermana Mary, que como era la menos brillante de la familia, trabajaba duramente para adquirir conocimientos y habilidades que siempre estaba impaciente por demostrar. Mary no tenía ni talento ni gusto; y aunque la vanidad la había hecho aplicada, también le había dado un aire pedante y modales afectados que deslucirían cualquier brillantez superior a la que ella había alcanzado. A Elizabeth, aunque había tocado la mitad de bien, la habían escuchado con más agrado por su soltura y sencillez; Mary, al final de su largo concierto, no obtuvo más que unos cuantos elogios por las melodías escocesas e irlandesas que había tocado a ruegos de sus hermanas menores que, con alguna de las Lucas y dos o tres oficiales, bailaban alegremente en un extremo del salón”2. José Elbo La familia de Juan Manuel de la Pezuela Óleo sobre lienzo, ca. 1840 Sala XVI, Gabinete de Larra Inv. 7061 2 AUSTEN, J. (1997), Orgullo y prejuicio, cap. VI, ed. José Luis Caramés y María Antonia Ibáñez, Cátedra, Madrid 7 El Ministerio de Fomento, mediante decreto, reconoce la importancia de la música, como arte merecedora de la protección de los gobiernos libres, apreciada por toda nación que se considerara culta. Pérez Galdós llega a recoger en una de sus críticas musicales, publicada en 1866, que España estaba bien servida de músicos, no como ocurría de políticos3. La fabricación de instrumentos musicales en la España del siglo XIX se caracterizó por dos momentos diferenciados a nivel geográfico, coincidentes con la coyuntura económica y de innovación industrial, como señala Cristina Bordas4. El primer momento se corresponde con la primera mitad del siglo, y tuvo un carácter más localizado, concentrándose los principales talleres, sobre todo en cuanto a la fabricación de pianos y guitarras, en Madrid; en cambio, durante la segunda mitad, se aprecia un desplazamiento hacia otros focos, como Barcelona. Una pauta común para ambos periodos es la importante y fuerte influencia de Francia, que no sólo se limitó al campo estrictamente organológico, sino también de intercambio de músicos (compositores e intérpretes) y de fabricantes. Siguiendo el análisis recogido por Bordas, y comparando el número de fabricantes de pianos establecidos en las dos capitales europeas, París contaba en 1805 con ochenta y ocho, mientras que un año más tarde, en Madrid tan sólo había cuatro. Boisselot et Fils, Piano de cola, ca. 1845 Sala III, Antesalón Inv. 2302 En el periodo isabelino, la situación de los fabricantes madrileños se estabiliza en cuanto a su número, pero continúa siendo precaria. El consumo interno responde a una demanda de instrumentos musicales económicos, mientras que las clases acomodadas – siguiendo la iniciativa de 3 GÓMEZ AMAT, C. (1988), op. cit., p. 19: remite este autor a la obra de Pérez Galdós, Arte y Crítica, obras inéditas, vol. II, publicada en Madrid en 1923. 4 BORDAS IBÁÑEZ, C., “Les relations entre Paris et Madrid dans le domaine des instruments á cordes 1800-1850”, Musique. Images. Instruments, I (1995). 8 la propia reina, a partir de 1846- los adquieren en el extranjero, lo que acabó provocando que los modelos de arpas y pianos franceses gozaran de más fama, y acabaran por imponerse en los talleres madrileños. Los pianos Pleyel podían alcanzar precios entre los 7.800 y los 12.000 reales5. Toda familia medianamente bien situada contaba en su casa con un piano, y la educación musical de los hijos se consideraba una cuestión de prestigio y bien vista. La mayor parte de estos instrumentos eran de las marcas Montano, Estela, Ortiz y Cussó, y sólo las familias más acomodadas podían permitirse tener un Pleyel, un Érard o un Boisselot en su hogar. “Ya comprenderás que, fuera de las rabietas que paso como enamorado y no correspondido, lo paso regularmente en casa de Orozco. Allí tenemos billar, tresillo, bézigue y algunas noches música, con grandísimo júbilo mío. Augusta toca el piano muy bien, y sería consumada profesora si estudiase algo más. Te aseguro que cuando la sigo, me transporto al séptimo cielo. Los devorantes del famoso bando capitaneado por mi padrino, aunque fingen humanizarse con el trato de Beethoven, Listz o Chopin, no dejan en paz a sus víctimas. Allí se desmenuzan las cuestiones que van saliendo, traídas por la prensa, o por ese otro periodismo, hablado sotto voce que no atreve a expresarse en letras de molde”6. Benito Pérez Galdós recoge en otra de sus novelas, La desheredada escrita en 1881-una detallada descripción de ambientes y costumbres de la época, que nos transporta a una atmósfera decadente, envuelta por la música de un piano Érard: “«Lo abriré esta noche»-, pensó dando un gran suspiro, y después de comer se trasladó a un hermoso gabinete, la mejor y más rica pieza de la casa. En uno de los testeros estaba el gran piano de Érard donde tocaba mañana y tarde el jovencito que había venido con la señora; en otro el espejo de la gran chimenea reproducía con misteriosa indecisión la cavidad adornada de la estancia. Frente al espejo, la abertura de dos cortinas, pesadamente recogidas, dejaba ver una puerta blanca, lisa, puerta en la cual se echaba de menos un epitafio. 5 BORDAS IBÁÑEZ, C. (1995), op. cit., p. 91 PÉREZ GALDÓS, B. (2004), La incógnita. Realidad, ed. Francisco Caudet, Madrid, Cátedra, p. 222. 6 9 De las paredes colgaban cuadros modernos de dudoso mérito y algunos retratos de señores de antaño, de esos que están metidos en cincelada armadura de ceremonia, el brazo tieso y en la mano un canuto, señal de mando. Los muebles no eran de lo más moderno. Pertenecían a los tiempos del tisú y de la madera dorada, y los bronces proclamaban con su afectada estructura griega la disolución de los Quinientos y los senatus consultus de Bonaparte. Aunque no hacía frío, la humedad de la desamparada casa era tal, que fue preciso encender la chimenea. […] En el centro había una mesa, sobre la cual dejó la señora la lámpara. Sentose en un sillón junto a la mesa, y cruzando las manos empezó a llorar y a rezar, derramando su vista por todos los objetos de la estancia, los muebles y cortinas, y fijándola en algunos con la saña que a veces emplea contra sí misma el alma dolorida. La sed de ver se nutría del temor de ver, englobándose uno en otro, miedo y apetito, para que el alma no supiera distinguir del suplicio el goce. Entonces oyéronse las notas medias del piano acordadas dulcemente, indicando un motivo lento y sencillo de escaso interés musical, pero que semejaba una advertencia, el érase una vez del cuento maravilloso. La marquesa no hacía caso de aquella música que estaba cansada de oír. Su nieto era un precoz pianista, un monstruo, un fenómeno de agilidad y de buen gusto. Había sido discípulo y era ya émulo de los primeros pianistas franceses. Orgullosa de esta aptitud, la marquesa obligaba al muchacho a estudiar diez horas al día. Sin hacerle caso aquella noche, ni aun darse cuenta de lo que el niño tocaba, la ilustre señora, solicitada de otros pensamientos y emociones más crudas y reales que las que produce la música, seguía mirando todo”. En cambio, frente a la consideración que había tenido el piano en todo hogar del siglo XIX, el arpa había estado inmersa en el olvido hasta los años 20 del siglo XIX. A su esplendor musical durante el Renacimiento y Barroco, le siguió un periodo de desaparición, hasta que su recuperación llega de la mano del modelo francés a pedales, que se acaba imponiendo en los principales talleres. A J. Georges Cousineau se debe, en 1782, el invento del arpa de doble pedal, que años más tarde perfeccionaría el fabricante francés Sebastián Érard, quien mediante patente de 1811, introduce el pedal 10 de “doble acción” y facilita su evolución definitiva, pudiendo alcanzarse de un semitono al tono. Sin embargo, hasta finales de siglo no se incorpora como instrumento orquestal. En España, hay noticias, durante el reinado de José Bonaparte (1808–1813), de la celebración de algunos conciertos de arpa, tal vez enmarcados dentro de la estética neoclásica, que la tomó como referente a nivel instrumental. Anónimo Jóvenes con indumentaria estilo Imperio tocando el arpa, detalle decorativo Jarrón, técnica mixta, primer cuarto del siglo XIX Sala IV, Salón de Baile Inv. 0452/1 y Inv. 0452/2 Según señala Cristina Bordas, las arpas, datadas en el siglo XIX y conservadas en colecciones públicas de Madrid, como la que se expone en el Salón de Baile del Museo, son de la casa Érard. En el caso de las conservadas en las colecciones de Patrimonio Nacional, responden al modelo denominado ático o neoclásico, con una columna y un capitel, directamente inspirados en los órdenes arquitectónicos clásicos. Las arpas neogóticas, como el ejemplar del Museo, se comenzaron a fabricar en Londres a partir de 1835, pero en la del Museo consta que fue hecha en París, y puede ser datada algo más tarde (circa 1840). De igual tipología es la conservada en la colección del Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias “González Martí” en Valencia (Inv. 3/99), o en la del Museo de la Fundación Joaquín Díaz, en Urueña (Valladolid) (Érard 5316 C, Inv. 1007). 11 3.- Los instrumentos musicales del Salón de Baile del Museo del Romanticismo: el piano Pleyel y el arpa Érard 3.1. El piano Pleyel Este piano de cola se encuentra chapeado, en maderas nobles, cuyas vetas configuran un motivo romboidal y con una estructura recorrida por una serie de molduras, realizadas en madera de palosanto y ébano, dibujando motivos decorativos vegetales y clásicos. En la parte externa de la curva, tres pomos de madera tallada para sujetar la tapa cerrada. Interior de la caja chapeada en madera rojiza. En el interior, los apagadores y macillos son de fieltro. Tabla armónica con veta perpendicular a la cuerda. Cinco barras metálicas de refuerzo. Clavijero metálico. Extensión 7 octavas (La2 - La6). Patas troncocónicas, de sección hexagonal. Presenta forma de lira para los dos pedales, decorados con motivos vegetales. Destaca, en la tapa del teclado, un escudo real, enmarcado por corona de laurel, con incrustaciones en concha. Detalle del escudo de armas de la Dinastía Borbón en España en la tapa del Piano Pleyel Sala IV, Salón de Baile Este motivo heráldico responde al modelo denominado “escudo pequeño”, utilizado desde el reinado de Felipe V, en el que se incluyen las armas de Castilla, León, y Granada, sumadas del escusón con los lises borbónicos de la Casa de Borbón en España (en posición central), y rodeados del Toisón de Oro. El escudo prueba la pertenencia del piano a la reina Isabel II, gran aficionada a la música. 12 Este instrumento musical fue donado al Museo en 1959 por el infante D. Alfonso de Orleans y Borbón (1886-1975), hijo de la infanta doña Eulalia de Borbón (hija menor de Isabel II) y del príncipe D. Antonio de Orleans, duque de Montpensier (nieto del rey Luis Felipe I de Francia). El donante era, por tanto, nieto de la reina Isabel II. Fernando Debas Las hijas de Isabel II Albúmina, 1875-1899 Sala IV, Salón de Baile Inv. 11033 3.1.a. La casa Pleyel La fábrica de pianos Pleyel, fue fundada por Ignace Joseph Pleyel (Ruppersthal, Austria, 1757 – París, Francia, 1831). Además de fabricante de pianos, destacó como compositor, siendo uno de los más aventajados alumnos de Joseph Haydn, con quien compartió estancia en Londres (1791-1793), instalándose en París en 1795. Allí desarrolló una intensa faceta comercial, abriendo un primer negocio musical, y editando las primeras colecciones de libros de música de bolsillo, a precios populares. Detalle cartela de la firma de la Casa Pleyel en la parte superior del teclado del piano. Sala IV, Salón de Baile 13 Su ánimo de adaptar los instrumentos a las exigentes necesidades de los compositores y de los intérpretes, le llevaron a realizar diversas modificaciones y estudios, registrando la marca en 1807 y fundando las manufacturas de pianos Pleyel. Muy pronto se convirtió, además, en el proveedor de la propia emperatriz Josefina. En 1815 convierte a su hijo Camille (1788-1855) en socio comercial. Camille Pleyel, también pianista, continuó con la dirección de la fábrica, alcanzando grandes éxitos técnicos y obteniendo la medalla de oro en distintas exposiciones nacionales e internacionales. En pleno esplendor del período romántico, momento en el que introduce las barras metálicas en los pianos de cola, puso de moda sus conocidos "salones" -primero en la rue Cadet y luego en la de Rochechouart de Paris-, donde concurría asiduamente la élite musical y cultural del París de aquella época, dando a conocer, entre otros, al mismísimo Chopin, con quien estableció una relación de amistad, que superó la mera relación entre el fabricante de piano y el intérprete. Pleyel incluso editó muchas de sus composiciones. Frédéric Chopin (1810-1849) ofreció su primer concierto en la Casa Pleyel en 1832, convirtiéndose en el acontecimiento social del año a nivel musical. Su afición y preferencia por los pianos Pleyel frente a los de la casa Érard se basaba en cuestiones técnicas, dado que le permitían mostrar su virtuosismo y dominio del instrumento, comprando en 1839 un Pleyel sin doble escape. Todas sus composiciones para piano denotan su íntima y personal relación con los pianos de esta casa, a los que permanece fiel desde su llegada a París en 1831 hasta su muerte en 1849. Se ha llegado a atribuir a Chopin la expresión: «Los Pleyel son el non plus ultra». Incluso durante su estancia invernal en Mallorca, en 1837, solicitó que le fuese enviado desde París un piano Pleyel para componer, porque en la isla no había instrumentos. Al fallecer Camille, los pianos Pleyel se comercializaban en casi toda Europa con notable éxito. Extinguida la familia, sus sucesores continuaron desarrollando la actividad: Auguste Wolff, a partir de 1855, y Gustave Lyon, a partir de 1887, introdujeron las novedades para mejorar la fiabilidad y la solidez de los pianos Pleyel. En los años 60 del siglo XIX, la modernización de la empresa conduce a la creación de una nueva fábrica en Saint-Denis, a las afueras de París. 14 En el año 1927 se fundó en París la famosa "Sala Pleyel", en el Faubourg de Saint-Honoré. Durante el siglo XX, la firma Pleyel emprendió una política empresarial de fusiones con otras casas francesas (Bord Piano Co. y Erard-Gaveau) y con la alemana Schimmel, aunque recobró su identidad francesa en los años 90. Se debe tener presente que los pianos Pleyel se pueden encontrar bajo las siguientes variedades de nombres: "Pleyel-Lyon Co.", "Pleyel, Lyon, Wolf & Co." y "Pleyel, Wolff & Co". En 2007, la Casa Pleyel ha obtenido el reconocimiento como “Empresa de Patrimonio Viviente”, otorgado por el Ministerio de Economía, Finanzas y Empleo de Francia. 3.1.b. La atracción de Isabel II por los pianos Pleyel Isabel II recibió una esmerada educación musical, desde su niñez, siendo el responsable de esta formación Francisco Frontera Laserra, conocido como Valldemosa, quien además fue director de la Capilla Real, y compositor de música religiosa y profana, sin olvidar su vertiente pedagógica como autor de un tratado simplificado para la enseñanza del solfeo. Más tarde sería sustituido por Emilio Arrieta. A la reina le gustaba la música lírica, tanto es así que ordenó acondicionar, en 1849, un pequeño teatro en Palacio, que desaparecería dos años más tarde; también organizaba y acudía a conciertos y recitales, en los que ella misma cantaba, tocaba el piano y el arpa, e incluso recibía en sus aposentos a los músicos, españoles y extranjeros, que destacaban en el panorama del momento, de quienes recibía composiciones dedicadas en su honor. De la afición por la música que cultivaba la monarca, da buena muestra la amplia colección de instrumentos musicales adquiridos durante su reinado, que atesora Patrimonio Nacional. En concreto, de la Casa Pleyel, se conservan cuatro ejemplares, de los cuales tres se encuentran en el Palacio de Aranjuez (un piano de mesa y dos de cola, inventariados respectivamente con los números 10023389, 10028606 y 10028438) y el cuarto, un piano de mesa (nº. 10032461), en el Palacio Real de San Lorenzo de El Escorial, Palacio de los Borbones. El piano de cola nº. 10028606 es similar al que se conserva en el Museo, ya que, al igual que aquel, ostenta en la tapa (en este caso en el interior) el escudo de la Casa Real de España bajo la dinastía Borbón. La existencia de un documento de 15 recepción en la aduana de Irún por un valor de 10.000 reales para la Casa Real permite establecer su datación en 1863, unos años posterior al que se conserva en el Museo. 3.2. El arpa Érard El arpa Érard del Salón de Baile se caracteriza por una encordadura compuesta por 46 cuerdas, que van del Do de la séptima octava al Fa (o), de la primera, o sobreagudo. Algo poco habitual en modelos de arpa como éste, es que la encordadura está directamente sujeta a la pestaña de la tapa, habiéndose perdido los característicos botones de sujeción. En la tabla armónica y en el resto del cuerpo sonoro se han utilizado las maderas más apropiadas, en una sola lámina colocada en sentido horizontal (pino-abeto, en color claro, y otra en color oscuro, probablemente nogal). Pueden apreciarse varias inscripciones en la parte metálica de la clavija o clavijero (“Érard / Facteur de Pianos et Harpes du Roi & des Princesses / 13-21 Rue du Mail. Paris/ nº 1489. PAR BREVET D´INVENTION"). La columna se encuentra revestida con panes de oro y en el capitel que la corona se abren cinco capillas, rematadas por cresterías góticas, que albergan igual número de figuras simbólicas: dos ángeles tañedores de instrumentos musicales (una trompeta o corneta, y un arpa de brazo), mientras que las otras tres, son figuras femeninas, situadas en los extremos izquierdo y derecho y en el centro, portan filacterias y podrían representar las Virtudes 16 Teologales (por encontrarse en igual número que éstas) o también a personajes del Antiguo Testamento (sibilas o profetisas). Estas figuras femeninas visten túnicas hasta los pies y se encuentran tocadas con corona, tomando como posibles modelos de referencia algunos ejemplos de la tradición pictórica flamenca (Políptico de San Bavón, Gante). Estas referencias iconográficas podrían hacer pensar en que quien poseyera o tocara este instrumento, disfrutaría de dichas cualidades o virtudes. Detalles decorativos del arpa neogótica Érard. Sala IV, Salón de Baile El pie está formado por una parte trasera, donde se ubican los pedales, y una parte delantera decorada por dos felinos con las fauces abiertas y sin cabellera (tigres o leonas). 17 3.2. La Casa Érard Sebastien Érard (Estrasburgo, 1752 - París, 1831), se había establecido en París en 1768, y tras la Revolución, se instaló en Londres, estudiando los pianos y sistemas de fabricación de la casa Broadwood; a su vuelta a París, en 1796, tomará como referencia los modelos de la casa inglesa. A Érard se debe la introducción del doble escape, patentado en 1821, que facilita la ejecución al teclado. Destaca también Érard como fabricante de arpas, instrumento de cuerdas punteadas, pero sensible al tacto. Sebastien introdujo pronto en el negocio familiar a su sobrino Pierre (1796-1855), quien toma las riendas de la empresa a la muerte del fundador de la casa. La firma “Sebastián y Pierre Érard” había diversificado su producción en dos centros: París (dedicado a los pianos) y Londres (casi exclusivamente a las arpas). Fallecido Pierre, su viuda encargó a Pierre Schaeffer que dirigiera la factoría parisina. Los precios de adquisición de un arpa eran verdaderamente elevados durante el siglo XIX en España, y en el caso de las Érard, oscilaban entre los 8.000 reales para las de movimiento simple y seis octavas, y 16.000 reales para las de doble movimiento y seis octavas y media. El arpa del Museo está ahora en silencio, pero ha sido, sin duda, testigo de muchos e importantes acontecimientos. Visita de Jean Cocteau al Museo, diciembre de 1953 18 4.- Hábitos y costumbres musicales en el siglo XIX: los salones El Salón de Baile del Museo del Romanticismo Sala IV, Salón de Baile, nuevo montaje del Museo Sesión musical, noviembre montaje del Salón de Baile de 1966. Antiguo Los palacetes y residencias construidas en España durante el siglo XVIII se caracterizan por una distribución espacial, organizada según el uso y grado de accesibilidad de las personas ajenas a la familia a las distintas habitaciones. Las principales piezas se situaban en la planta primera o planta noble, a la que se accedía desde el zaguán por la escalera principal. En el caso del Museo, puede observarse la interesante disposición de este elemento arquitectónico, al que se abre la denominada tribuna de músicos, donde se situaban formaciones musicales pequeñas (tercetos, cuartetos o quintetos), normalmente de cuerda. 19 Durante el siglo XIX, las casas-palacio de la nobleza y la alta burguesía -en palabras de Galdós “pudiente y bien educada, que ha sabido asimilar aquella parte de las costumbres aristocráticas conveniente a sus intereses, y reclamada por su posición política o económica”7 - se ubicaban en el centro y en el ensanche de Madrid. Tenían dos zonas distinguidas por su uso principal: la zona privada o más íntima -que acogía los dormitorios y alcobas, y otros espacios, reservados para la familia, así como las dependencias de servicio-, y la zona pública o “cuarto principal”, integrada por antesalas, salas, comedor, salas de juegos y en toda casa que se hiciera valer, presidida por uno o más Salones. Al principal, de grandes dimensiones y situado en las zonas principales, se le solía denominar Salón de Baile (Sala IV del Museo), y cuando existía un segundo salón u otro, de tipo secundario, se destinaba a usos más íntimos de la familia propietaria. El Salón de Baile es la sala que preside la zona principal y más noble de la casa, abriéndose, en el caso del Salón del Museo a la calle San Mateo en una triple balconada. Este espacio está precedido y sucedido por dos antesalones, que se abren directamente a él. Los Salones, incluidos los de Baile, adquirieron un importante papel en tanto espacios de sociabilidad. En ellos, además de tertulias -en las que se debatían problemas económicas, políticos y temas culturales o simples y banales cotilleos sociales-, se celebraban recitales de poesía y música, y grandes Bailes, pero también representaciones teatrales –en las que los anfitriones y algunos de sus invitados interpretaban los principales papeles-, chocolatadas, juegos de tómbola y lotería. Existía un intenso calendario de citas, que se inauguraba en octubre, en los Salones de Palacio Real, y se prolongaba hasta junio, únicamente interrumpido por los periodos de Semana Santa y el descanso estival, momento en que Madrid se quedaba prácticamente vacío. No era de extrañar que, en un mismo día, coincidieran varias recepciones y hubiera que elegir a cuál de ellas acudir, para no perderse las principales citas, e incluso se acudía a cuantas se pudiera, en una especie de peregrinación mundana. Las recepciones y celebraciones en los Salones de las embajadas extranjeras en Madrid solían ser amenizadas musicalmente. Las principales y más acomodadas familias nobles y burguesas rivalizaban entre sí a la hora de organizar las reuniones y saraos, dando buen prueba de ello las crónicas sociales publicadas en los principales diarios, que describían estos eventos, en las que por otro lado predominaban, en muchas ocasiones, las descripciones de las 7 PÉREZ GALDÓS, B. (2004), op. cit., pp.216-217 20 decoraciones ambientales o de las galas y joyas lucidas por las damas asistentes. Los Salones y espacios abiertos a los invitados eran la principal tarjeta de presentación de los anfitriones, y nada podía ser dejado al azar o la improvisación, desde las impresionantes arañas, que iluminaban el espacio, pasando por el suntuoso mobiliario, revestido por ricas tapicerías, y la selección de retratos de los antepasados y miembros de la familia, hasta los detalles como los objetos decorativos de porcelana o cristal, espejos y ¡cómo no! los instrumentos musicales que venían a corroborar la sensibilidad y el poderío económico familiar, eran fundamentales a la hora de amenizar las veladas. Los usos y costumbres sociales, en relación con el ocio, experimentaron una gran transformación, sometidos a una marcada y bien determinada etiqueta, como bien pueden demostrar el uso de las agendas y tarjetas de Baile, donde se anotaban con delicadeza los compromisos sociales que las damas adquirían. Anónimo Carnet de Baile de doña Patro Matoña Técnica mixta, ca. 1834 Sala XV, Boudoir Inv. 1551 A la luz de estos nuevos hábitos, no era extraño que los Salones se encontraran presididos por un imponente y majestuoso piano de cola, acompañado por otros instrumentos. Buena muestra de ello es lo que en este documento se ha querido mostrar, constituyendo un humilde homenaje a Chopin y Schumann, de quienes se conmemora en este 2010 el II Centenario de sus respectivos nacimientos. “Del salón en el ángulo oscuro de su dueña tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa” Gustavo Adolfo Bécquer (1ª estrofa, Rima VII) 21 5.- Bibliografía BORDAS IBÁÑEZ, C., Instrumentos musicales históricos en las colecciones españolas. Museos de titularidad estatal. Catálogo de la exposición, Madrid. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Madrid, vol. I, 1999. BORDAS IBÁÑEZ, C., Instrumentos musicales históricos en las colecciones españolas. Museos de titularidad estatal. Patrimonio Nacional. Comunidad de Madrid. Ayuntamiento de Madrid. Catálogo de la exposición. Madrid. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Madrid, vol. II, 2001. BORDAS IBÁÑEZ, C., “Les relations entre Paris et Madrid dans le domaine des instruments á cordes 1800-1850”, Musique. Images. Instruments, I, 1995. GÓMEZ AMAT, C., Historia de la Música Española, 5. Siglo XIX, Alianza Música, Alianza Editorial, Madrid, 1988. PÉREZ GALDÓS, B., La incógnita. Realidad, ed. Francisco Caudet, Madrid, Cátedra, 2004, p. 222. PÉREZ GARZÓN, J. S. (ed.), Isabel II. Los espejos de la reina, Marcial Pons Historia, 2004. RATTALINO, P., Historia del piano. El instrumento, la música y los intérpretes. Ed. Labor, Barcelona, 1988. Revista MR Museo Romántico, número 1, Ministerio de Educación y Cultura, Madrid, 1998. Revista MR Museo Romántico, número 2, Ministerio de Educación y Cultura, Madrid, 1999. Revista MR Museo Romántico, número 5, Ministerio de Cultura, Madrid, 2006. Coordinación “La pieza del mes”: Mª Jesús Cabrera Bravo Agradecimientos: Cristina Bordas, Carolina Miguel, Soledad Pérez, Arturo Tomillo, José Luis Valverde, y equipo del Dpto. de Difusión y comunicación del Museo. Créditos fotográfícos: Paola di Meglio Arteaga: portada, pp. 3,8,12,13,16,17 y 19 Pablo Linés Viñuales: pp. 3,5,6,7,11 y 21 Museo del Romanticismo: pp. 13,18 y 19 Diseño y maquetación: Paola di Meglio Arteaga 22 LA PIEZA DEL MES. CICLO 2010 Febrero Soledad Pérez Mateo MESA DE DESPACHO, ca. 1830 Marzo Carmen Linés Viñuales JOSÉ RIBELLES Y HELIP, “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE OTELO” E “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE ÓSCAR”, LITOGRAFÍAS, ca. 1823 Abril Laura González Vidales ÁNGEL MARÍA CORTELLINI, “RETRATO DE NIÑA”, ÓLEO SOBRE LIENZO, ca. 1857 Mayo Sara Rivera Dávila LEONARDO ALENZA, “COMPONIENDO EL PERIÓDICO” Y “EL PRIMER EJEMPLAR”, ÓLEOS SOBRE COBRE, 1840-1845 Junio Mercedes Rodríguez Collado EDUARD MOREAU Y FÁBRICA ALEXANDRE, ABANICO, 1858 Septiembre Carmen Sanz Díaz PIANO PLEYEL, 1848-1854 Y ARPA ÉRARD, ca. 1840 Octubre Isabel Ortega Fernández JENARO PÉREZ VILLAAMIL, SAN PABLO DE VALLADOLID, 1846 Noviembre Mª Jesús Cabrera Bravo COLECCIÓN DE BARROS ROMANTICISMO ANDALUCES DEL MUSEO DEL Diciembre Mercedes Cabanillas García DOCUMENTO MANUSCRITO DEL GENERAL PALAFOX EN EL QUE SE CERTIFICABA QUE EL PORTUGUÉS JOSÉ TAUMATURGO SE HABÍA FUGADO DEL EJÉRCITO FRANCÉS E INCORPORADO A LAS TROPAS ARAGONESAS BAJO SU MANDATO 23 La pieza del mes… San Pablo de Valladolid 1846, dibujo a lápiz y acuarela de Jenaro Pérez Villaamil (Sala IX. La Salita) Isabel Ortega Fernández Técnico de Museos Museo Nacional del Romanticismo Octubre 2010 (…) Tú tienes dentro la mente Galerías, catedrales, Y todo el lujo de oriente Y un mundo para pintar: Tú tienes en los pinceles Dormidos monasterios Con aéreos botareles Y afiligranado altar. Tienes torres con campanas Y transparentes labores, Castillo con castellanas Que aguardan a su señor, Y bóvedas horadadas Y silenciosas capillas Donde, en marmóreas almohadas, Yace el muerto fundador. Y antiquísimas ciudades Que, por el tiempo roídas, Cuentan al tiempo verdades Que él se desdeña escuchar: (…) Tú pintarás la montaña Entre la niebla sombría, Pintarás la lluvia fría Derramada desde allí; Los alcázares morunos, Los pilares bizantinos, Monumentos peregrinos Embellecidos por ti. Pintarás los gabinetes Cincelados de la Alhambra, Y el humo de los pebetes Y las bellas del harem. Tú pintarás las memorias Que nos quedan por fortuna, Yo escribiré las historias Que vida a tus cuadros den. (…) José Zorrilla Extracto de La noche de invierno A Don Genaro Villaamil 2 Índice 1.- Ficha Técnica 2.- Notas sobre el autor y su obra 3.- La visión extranjera de España: Repercusión en la génesis de su paisajismo romántico 4.- El Pérez Villaamil dibujante 5.- Apuntes sobre la iglesia de San Pablo de Valladolid 6.- Bibliografía 3 1.- Ficha técnica PÉREZ VILLAAMIL Y DUGUET, Jenaro (Ferrol, 1807 – Madrid, 1854) San Pablo de Valladolid 1846 Lápiz, acuarela / cartulina 222 x 280 mm. Inv. 0062 2.- Notas sobre el autor y su obra Jenaro Pérez Villaamil y Duguet fue el paisajista romántico español por excelencia. Se inició en el dibujo topográfico como ayudante de profesor de dibujo en el Colegio Militar de Santiago, a las órdenes de su padre Manuel Pérez Villaamil, hasta que su familia se traslada a Madrid, donde emprende estudios literarios en San Isidro el Real. Pronto ingresó en el Ejército del Gobierno liberal, resultando herido en Sanlúcar la Mayor y hecho prisionero en Cádiz en 1823, con ocasión de la invasión francesa de los Cien Mil Hijos de San Luis que conllevó la reinstauración del absolutismo de Fernando VII. Fue entonces cuando se incorporó a las clases de la Academia de Bellas Artes de la mencionada capital andaluza. Tras su paso por Puerto Rico, donde realizó las decoraciones del teatro Tapia de la capital, regresó a España, y según nos dice Caro Baroja, “Villaamil parece haber encontrado su verdadero temperamento en los primeros años de la década de 1830 a 1840”. En esta circunstancia influye de modo decisivo su viaje a Andalucía en 1833, conociendo al pintor romántico escocés David Roberts en Sevilla, donde también coincidió con Antonio María Esquivel. En 1835 ingresó como académico de mérito en la de Bellas Artes de San Fernando, institución de la que diez años después fue nombrado director, además de recibir en ella la cátedra de paisaje, siendo el primer profesor que enseñó esta disciplina en la Academia. También fue nombrado profesor de paisaje de la Escuela Preparatoria para las carreras de Ingenieros Civiles y Arquitectos en 1848. Asimismo, en esta faceta docente no podemos dejar de mencionar que enseñó arquitectura antigua en el Liceo Artístico y Literario de Madrid, institución romántica por excelencia fundada en 1837 con la participación activa del pintor ferrolano, que también había sido un peso específico en la fundación del Ateneo de Madrid dos años antes. 4 En tales empresas fueron decisivas las reuniones que mantenía en el café “El Parnasillo” con los intelectuales liberales de Madrid, entre ellos escritores de la talla de Espronceda, Zorrilla o Larra, pintores como Esquivel, Madrazo o Ribera, y políticos como Bravo Murillo. En 1840 obtuvo de la reina Isabel II el nombramiento de pintor honorario de Cámara. Sin embargo, ese mismo año dejó España, tal vez movido por la situación política del país, pues su regreso en 1844 coincidió con la caída del general Espartero. Durante ese período se estableció en Francia y en Bélgica, cuyos reyes adquirieron obras suyas, así como los de Holanda, adonde también viajó. Precisamente en 1842 comenzó en la casa Hausser de París la edición de su gran obra España Artística y Monumental, vistas y descripción de los Jenaro Pérez Villaamil sitios y monumentos más Eugenio Lucas Velázquez 1849 notables de España, joya Óleo sobre lienzo litográfica del romanticismo Museo del Romanticismo español que responde a la Inv. 0056 tipología de los libros de (Sala XX. Gabinete) viaje de carácter pintoresco entonces tan en boga. Gracias al patrocinio del Marqués de la Remisa, Pérez Villaamil pudo llevar a cabo esta empresa a partir de dibujos de su propia mano y textos de Patricio de la Escosura. En 1846 estuvo en Pamplona y en Barcelona, y viajó también por Asturias, Valladolid y León, siendo probablemente entonces cuando dibujó a la acuarela la iglesia del antiguo convento de San Pablo de Valladolid, lo que en su caso explicaría que no fuese un proyecto para su España Artística y Monumental, que, como acabamos de señalar, estaba ya en proceso de edición en París. De hecho, no hay en esa obra litografía alguna de este monumento, citado no obstante, como veremos, por Patricio de la Escosura cuando se refiere a la ciudad de Valladolid. 5 Además de concurrir siempre con éxito a las exposiciones de la Academia y del Liceo, así como al Salón de París, recibiendo en el de 1846 una elogiosa crítica de Charles Baudelaire, Pérez Villaamil obtuvo condecoraciones y distinciones de las Órdenes de Carlos III, Isabel La Católica y Leopoldo de Bélgica, así como la Legión de Honor francesa. En la plenitud de su fama, falleció en Madrid en 1854, a los 47 años, habiendo dejado más de ocho mil óleos y dieciocho mil dibujos, según consta en su necrológica. Desde el punto de vista de su obra, es preciso distinguir dos etapas en su carrera artística. Hasta 1833 se desarrolla la etapa prerromántica, marcada por un claro eclecticismo que aunaba aspectos de la pintura flamenca del siglo XVII con la de artistas franceses del XVIII. Pero el trascendental encuentro entre Pérez Villaamil y David Roberts en Sevilla en 1833 marcó un punto de inflexión en su trayectoria, entrando en una nueva etapa plenamente romántica y protagonizada por el paisajismo, muy particularmente por las vistas de monumentos (castillos, iglesias y catedrales, claustros y capillas, sepulcros, torres y ruinas…), a través de obras inspiradas del natural que combinan realidad y fantasía, y humanizadas por medio de figuras apenas esbozadas con las que, lejos de pretender la individualización o el retrato de algún personaje, busca popularizar la escena, dotarla del matiz pintoresco tan valorado en la pintura del momento, sirviéndose además de ambientes ensoñadores mediante el recurso a los tonos dorados y rosados que le permiten recrear fondos crepusculares de gran calidez. San Pablo de Valladolid (detalle) En este nuevo estilo del ferrolano, que mantendrá hasta el final de su vida, la influencia de Roberts es particularmente visible en la realización de una pintura topográfica y de arquitecturas, en la semejanza del colorido y en la atmósfera vaporosa de suaves brumas. En este sentido, Arias Anglés señala que “la similitud entre ambos es tan grande, su asimilación por parte de nuestro gallego tan profunda, que no sabríamos a cuál de los dos adjudicar ciertas obras si no fuese por la constancia de la firma”. Recordemos además que Pérez Villaamil disponía en su biblioteca de la conocida publicación del artista escocés Picturesque Sketches in Spain taken during of years 6 1832 & 1833 (Hodcson & Graves, 1837), hoy conservada en la Biblioteca Nacional. Paisaje con animales Jenaro Pérez Villaamil 1847 Óleo sobre lienzo Museo del Romanticismo Inv. 0028 (Sala IX. La Salita) En todo caso, aunque es innegable que el inicio y desarrollo de la etapa romántica de Pérez Villaamil debe atribuirse a su conocimiento personal de Roberts, Arias Anglés se refiere a la gran repercusión que también tuvieron en ella otros pintores británicos como el acuarelista John Frederick Lewis, quizá Joseph M. William Turner y hasta posiblemente John Martin. Sin perjuicio de ello, en la obra del gallego se advierten igualmente influencias de pintores europeos de nacionalidades distintas de la británica como el belga Robbe, con el que trabó una profunda amistad durante su estancia en Bélgica, y que parece visible en el óleo sobre lienzo Paisaje con animales del Museo del Romanticismo, en el que no obstante otros autores han querido ver un eco del arte del pintor animalista británico T. Sidney Cooper. 3.- La visión extranjera de España: Repercusión en la génesis de su paisajismo romántico. La realidad externa desagrada profundamente al romántico, que huye en búsqueda de un ideal inalcanzable, bien hacia el pasado – interesándole especialmente la Antigüedad y la Edad Media–, bien viajando a otros lugares físicamente o con la imaginación, satisfaciendo así la sed de aventuras característica de la época. Esto repercutió en la idealización de España, que se puso de moda en toda Europa y América gracias a la herencia oriental que dejó huella en nuestras costumbres y ciudades. Como señala Torres González, esta fascinación se centró en aspectos tales como las atmósferas orientales y exóticas, el misterio y el aura de ensueño, el mundo caballeresco y el ardor de sus pasiones, la búsqueda de la naturaleza y la vida más libre. 7 Pero esa imagen romántica de España también se consolidó a partir de la experiencia directa de medio millón de soldados, sobre todo franceses y británicos, que lucharon en la Península durante la Guerra de la Independencia a favor o en contra de Napoléon. Ellos fueron quienes dieron a conocer a Europa un país lleno de exotismo y de leyendas, muy atractivo para la sensibilidad de la época, a través de crónicas y memorias que recogían su opinión apasionada del país visitado, como William Bradford (Skectches of the country; Character and Costume of Spain, 1809) o Alexandre de Laborde (Voyage pittoresque et historique de l’Espagne, 1806-08). Vista de Sevilla desde la Cruz del Campo David Roberts 1835 Grabado calcográfico Museo del Romanticismo Inv. 3860 Posteriormente, acontecimientos como el pronunciamiento de Riego que propició el Trienio Liberal (1820-1823), la expedición de los Cien Mil Hijos de San Luis que le puso fin, o las consiguientes oleadas de exiliados españoles de ideología liberal que hubieron de refugiarse en Francia, Inglaterra e Italia, acrecentaron el interés por lo español y motivaron que entre 1830 y 1850 visitasen España escritores franceses de la talla de Théophile Gautier (Voyage en Espagne, 1843) o Alexandre Dumas (Impressions de voyage de Paris a Cadix, 184748), así como viajeros ingleses que, como George Borrow (hacia 1836) y Richard Ford (hacia 1845), dejan un valioso testimonio de sus viajes. Entre los artistas británicos, además del mencionado David Roberts, cuya influencia en la pintura de paisaje fue decisiva, y que colaboró en el Jenning’s Landscape Annual or the Tourist in Spain, publicado entre 1835 y 1838 con texto de Thomas Roscoe, destacan David Wilkie y el ya citado Lewis, que visitaron España en 1827-28 y entre 1832 y 1834, respectivamente. Digna de mención es igualmente la obra de Edward Franke Locker, titulada Views in Spain, editado por John Murray en Londres en 1824, y que contiene hasta sesenta litografías y paisajes de toda España. Por su parte, desde finales del siglo XVIII los intelectuales alemanes de la ciudad de Weimar habían redescubierto la historia y la literatura españolas, poniendo de moda su Edad Media y sus romances y a escritores como 8 Calderón, Cervantes o Lope. Se perfilan entonces el tipismo, los estereotipos y la exacerbación de lo propio y autóctono, provocando en los españoles efectos contradictorios, pues mientras algunos critican las imágenes tópicas que se van publicando de España, otros las hacen suyas. En todo caso, todos los pintores paisajistas o costumbristas manifestaron de forma ecléctica estas emociones, interesándose por cuanto había sido tocado por el mito de España. En este contexto, las litografías fueron inundando los mercados y librerías españolas, especialmente las de los libros de viaje que tenían por objeto monumentos y paisajes españoles, destacando a estos efectos la citada España artística y monumental de Jenaro Pérez Villaamil, así como Recuerdos y bellezas de España, de Francisco Javier Parcerisa, obras ambas que, según sus autores, no sólo aspiraban a ser un homenaje a las glorias del arte en España sino también “un servicio a la historia del país, facilitando a naturales y extranjeros algunos medios para apreciar debidamente la antigua civilización española”. Las ilustraciones de estos y otros libros dedicados a evocar el pasado monumental de España tienen una decisiva repercusión en la génesis del paisajismo propiamente español. Navacerrada Francisco de Paula Van Halen Litografía perteneciente a La España pintoresca y artística. Madrid, 1846. Museo del Romanticismo Inv. 3607 Paralelamente, la muerte de Fernando VII y el triunfo del liberalismo propician en gran medida que se acreciente el interés de la burguesía española por la pintura de paisaje, costumbrista y de historia, adquiriendo cuadros de estas características que se adecuaban mejor a sus viviendas, y favoreciendo así un mercado del arte anteriormente inexistente. Todo ello hizo posible que desde mediados 9 del siglo XIX la pintura de paisaje comenzase a recibir los favores de la crítica y a ser aceptada unánimemente como género pictórico, pues hasta el momento carecía de tradición en España, donde al margen de Paret y Alcázar la habían practicado aisladamente algunos artistas sin pertenecer a escuela paisajística alguna. El creador y máximo representante del paisajismo romántico español fue Jenaro Pérez Villaamil. Sin perjuicio de su inspiración en el paisajismo europeo de los siglos XVII y XVIII, especialmente de Francia e Inglaterra, así como en la pintura de género flamenca y holandesa, y muy particularmente en pintores británicos contemporáneos como los ya mencionados Roberts y Lewis, él y otros artistas españoles como Eugenio Lucas, Francisco de Paula Van Halen o Nicolás Gato de Lema, irán desarrollando la pintura de paisaje propiamente española, cuyo principal rasgo reside en aunar lo romántico y lo pintoresco, tanto en las concepciones paisajísticas campestres como en las vistas urbanas, retratando una España costumbrista mediante imágenes de carácter escenográfico reforzadas con elementos fantásticos y anecdóticos que prevalecen sobre la fidelidad a la realidad con fines puramente intelectuales. La arquitectura y la presencia de figuras humanas son elementos fundamentales de esta concepción paisajística, tratándose en particular de pequeños personajes populares que confieren al cuadro la personalidad local o nacional que los románticos veían encarnada en las gentes del pueblo, y en sus trajes y costumbres, sin que por ello pierda la obra su adscripción al género paisajístico. Paisaje fluvial Vicente Camarón Torra 1855 Dibujo a lápiz, aguada y pluma sobre papel Museo del Romanticismo Inv. 7371 Otros pintores españoles que cultivaron este género pictórico fueron José Elbo, que nos ha dejado inolvidables escenas campestres; Vicente Camarón, especialmente influenciado por la pintura flamenca del siglo XVII aunque conocedor del paisajismo británico seguido por Villaamil; Manuel Barrón, a quien Arias Anglés atribuye la creación del típico paisajismo romántico sevillano; el también sevillano Andrés Cortés y Aguilar, cuyo eclecticismo proviene de ambas influencias 10 británica y flamenca; o los catalanes Luis Rigalt y Francisco Javier Parcerisa. Vaqueros con ganado José Elbo 1843 Óleo sobre lienzo Museo del Romanticismo Inv. 0042 (Sala IX. La Salita) En cuanto al aspecto docente de la pintura de paisaje, el primero en impartir esta disciplina en la Academia de Bellas Artes de San Fernando fue también Jenaro Pérez Villaamil a partir de 1845, muy influenciado como se ha visto por la consideración que este género merecía para los artistas de otros países de Europa. En este sentido, Calvo Serraller afirma que antes del pintor belga nacionalizado español Carlos de Haes “nadie se atrevió a sostener que este género debía merecer una consideración equivalente al histórico, ni que era algo ya radicalmente distinto de la topografía, ni aún menos, que debiera practicarse directamente al natural, al aire libre (…)”. Ciertamente, el pintor gallego salía al campo con sus alumnos al finalizar el curso para tomar apuntes del natural, explicándoles la perspectiva y la manera de proceder. Sin embargo, a juzgar por las memorias de su discípulo Martín Rico, y como nos relata Barnardino de Pantorba, la forma habitual de aprendizaje en la Academia era la copia de litografías que luego corregía el pintor ferrolano “poniendo, naturalmente, acentos que en el original no había; otras veces los retocaba a la acuarela, poniendo tonos a capricho, de puestas de sol 11 o de amanecer o de mediodía (…)”. Su gusto por lo exótico y por los fuertes contrastes hace de él “un verdadero prototipo de aprovechamiento de la naturaleza y los parajes pintorescos como la mejor vía de desahogo emocional. (…) No sólo no importa deformar el motivo, sino que es una cualidad positiva imprescindible”. También de Salas cita las memorias de Martín Rico, que a propósito de las clases de Villaamil y de su forma de pintar paisajes, escribe: “Cada mañana, en un par de horas, nos Paisaje egipcio pintaba uno; ponía Carlos de Haes primero cuatro 1883 manchas con el Óleo sobre lienzo Museo del Romanticismo cuchillo y, después Inv. 2480 de pensar un rato, de (Sala XIX. El Fumador) aquellas manchas salían unas montañas, o bien una cascada, un bosque o una cueva de ladrones…”. De Salas menciona la antigüedad del método de pintar a partir de manchas utilizado por Villaamil, señalando que fue el acuarelista inglés de origen ruso Alexander Cozens quien lo popularizó con la publicación de su obra A new method of assisting the invention in drawing original compositions of landscape (“Un nuevo método para ayudar a la inventiva en el dibujo de paisajes de composición original”) en 1786. De las teorías divulgadas por Cozens y otros autores, deriva según de Salas “el sistema de conseguir paisajes fantásticos, utilizado como base en las apuestas entre Lucas y Villaamil. Y esta manera de hacer manchas es causa y razón de muchos paisajes de invención ágilmente ejecutados por los pinceles de uno y otro. En suma, el sistema que escandalizaba a Rico (…) no resulta ser más que una aplicación española del método de un inglés”. Sin saberlo, Pérez 12 Villaamil rendía honor a los siguientes versos de la obra de William Shakespeare The Winter’s Tale: “This is an art, Which does mend nature -change it rather- but The art itself is nature”1. 4.- El Pérez Villaamil dibujante Tradicionalmente se ha dicho que la pintura de Pérez Villaamil se aleja de la realidad para aproximarse a lo fantástico, rasgo por otra parte característico del arte de la época, principalmente del romanticismo alemán y británico. Sin duda es un hecho que se sirvió de este recurso en muchas de sus pinturas. En este sentido, en consonancia con lo que acabamos de mencionar en el apartado anterior, Calvo Serraller nos dice que “Villaamil enseñaba a pintar como él mismo pintaba, que, en lo que se refiere al paisaje, era siempre haciendo caso omiso del modelo y las más de las veces simplemente inventándoselo (…)”. Sin embargo, distintos autores sostienen que el pintor ferrolano no sólo se aproxima a la realidad sino que es fiel a ella cuando realiza sus apuntes del natural, a lápiz o a la acuarela, dejando ver su formación como topógrafo del ejército, por lo riguroso de su trazado y proporciones. Es después en su taller cuando, al realizar el cuadro, la transforma con arquitecturas fantásticas y otros elementos imaginarios con los que busca ofrecer una visión de lugares de ensueño, recurriendo para ello a colores cálidos y suaves tonos que le permiten recrear atmósferas vaporosas. Lo mismo ocurre a veces cuando pasa la imagen a litografía, siendo ejemplo de ello la Fuente de la Fama, que pertenece a su España Artística y Monumental, y en la que el fondo de edificios fue sustituido por un repertorio de arquitecturas fantásticas de estilos árabe, gótico, renacentista y barroco, señalando Patricio de la Escosura que “ha preferido el artista… presentar reunidos… todos los géneros de arquitectura conocidos en la Península”. El interés del artista en reflejar lo más fielmente posible la realidad en sus dibujos queda probado no sólo por el hecho de que solía viajar con un daguerrotipo, contando por tanto en muchas ocasiones con apoyo fotográfico, sino también por sus anotaciones personales en 1 “Este es un arte Que enmienda naturaleza; la cambia, mejor dicho: pero El arte mismo es naturaleza” William Shakespeare Cuento de Invierno (Traducción al castellano extraída del artículo de Xavier de Salas “Varias notas sobre Jenaro Pérez Villaamil”, Archivo Español de Arte, 124, 1958, pp. 273298). 13 muchos de ellos relativas al espacio representado, las condiciones atmosféricas o de luz, según el momento del día, así como observaciones técnicas sobre los edificios. Pérez Villaamil analizaba exhaustiva y pormenorizadamente todos los elementos de las arquitecturas históricas, a las que considera objetos de estudio, de conservación, de herencia a documentar, llamando muy especialmente su atención las iglesias, entre las que la de San Pablo de Valladolid ocupa un lugar destacado en nuestro patrimonio, no sólo por su valor artístico sino también histórico, como veremos en el siguiente apartado. La comparación de las imágenes de la acuarela y de la vista actual de la iglesia que mostramos a continuación corrobora el realismo con el que quiso inmortalizar a este excepcional monumento, desmarcándose de la inclinación romántica a la sustitución de los aledaños por arquitecturas fantásticas pero recurriendo al matiz costumbrista que aportan las pequeñas figuras que ubica en torno a él. En este sentido, Gaya Nuño afirma que el lápiz de Pérez Villaamil es “tan fiel como arbitrario, captando los exactos perfiles de un edificio con precisión que maravilla, pero insertando accesorios pintorescos aquí y allá, según demandaba el tiempo (…)”. Que Pérez Villaamil quiso dejar constancia gráfica de nuestro patrimonio arquitectónico es evidente si tenemos en cuenta su España Artística y Monumental, con la que pretendía recopilar todos los datos de utilidad para los futuros visitantes, como era habitual en este tipo de publicaciones. Nájera Colino explica que para esta obra produjo “una enorme cantidad de apuntes preparatorios y dibujos de paisajes y monumentos, casi siempre acompañados por pequeñas figuras, ejecutados a pluma y a lápiz o manchados de sepia o bistre, y por completo acuarelados los definitivos, firmados éstos, llenos de indicaciones para los litógrafos, y todos ellos realizados rápidamente con la asombrosa facilidad que le caracterizó”. Por su parte, Priego Fernández del Campo se refiere a estos dibujos como “instantáneas 14 que recuerdan, por su verismo, y por su captación del momento, a la fotografía”. Pero ese deseo de legar imágenes de la España monumental también se manifiesta en otros numerosos dibujos como los realizados durante su viaje a Galicia o los que integran el llamado “Cuaderno de Madrid” del Museo de la Historia de la ciudad que le da nombre. Precisamente de estos últimos dibujos la misma autora comenta la rapidez de ejecución, “cualidad muy sobresaliente en el artista, no reñida con la minuciosidad con que se demora Villaamil en los detalles arquitectónicos o escultóricos, en los que llega a ser un virtuosista de los efectos de luz y relieve. En algunos de los dibujos de edificios, recurre a regla y cartabón, reflejando con precisión de arquitecto el detalle que le interesa”. Postal Recuerdo de Valladolid (contiene vistas del Colegio de San Gregorio, iglesia de San Pablo, Catedral, Colegio de Santa Cruz, Universidad y Vista General). Fundación Joaquín Díaz Urueña (Valladolid) Ahora bien, así como la intencionalidad de muchos de estos dibujos parece haber sido la de trabajos preparatorios para otros más ambiciosos, no podemos afirmar ese carácter del que nos ocupa, lo que en todo caso no obsta para reconocer la belleza y excepcionalidad de esta sutil acuarela. Ciertamente, en el texto que acompaña a la lámina del claustro del Colegio de San Gregorio en Valladolid, de la España Artística y Monumental, Escosura nos dice, refiriéndose a aquella ciudad, que “el célebre convento de San Pablo de que fue religioso el celebérrimo Torquemada, y el Colegio de San Gregorio, bastan a entretener la atención del curioso por más de un 15 día”. Por lo que respecta en particular a San Pablo, únicamente refiere “que es convento del orden de predicadores, que el inquisidor Torquemada salió de él y después mandó hacer la iglesia y fachada principal, obra de un trabajo increíble y maravilloso, y en fin que allí está enterrado el famoso cardenal duque de Lerma, favorito de Felipe III”. Por tanto, sabemos que el convento de San Pablo mereció una mención en la obra dirigida por Pérez Villaamil, pero lo cierto es que ninguna de sus litografías ilustra tan magno edificio. Ahora bien, Priego Fernández del Campo señala que “bien pudo el artista haber preparado más repertorio de imágenes con idea de que sirvieran de ilustraciones a la obra de este escritor, sin que este trabajo se viera finalmente utilizado para dicho fin”. Éste pudo ser el caso de San Pablo de Valladolid, más aún teniendo en cuenta que en el diario íntimo de los años 1843 y 1844, publicado por Méndez Casal, menciona los esfuerzos que realizó para continuar la obra, que quedó interrumpida en 1850, tras la publicación del tercer tomo. Sin embargo, debemos conformarnos con advertir aquí el interés indudable de Pérez Villaamil por dejar testimonio gráfico de este singular edificio en un dibujo que realza la excelencia de su técnica, de la que destaca la rapidez del trazo, ágil y nervioso pero también elegante y certero a la vez que delicado y amoroso, pudiendo captar en un instante desde escenas callejeras hasta la profusión ornamental y los afiligranados encajes de las arquitecturas góticas, como ocurre en la obra que nos ocupa, que responde sin duda a la definición que Arias Anglés da de las acuarelas y aguadas de este pintor como “auténticas joyas (…) surcadas, a menudo, por elegantes rasgos de fino dibujo, (…) llegando a constituir, por si solas, auténticos cuadros”. Con ella Pérez Villaamil logra transmitir el excepcional valor artístico del monumento y en particular de su fachada, demostrando su soltura técnica en este caso mediante la combinación del lápiz y la aguada siena y sepia para las luces y sombras de la arquitectura. Destacan igualmente el cielo vaporoso, logrado con un añil transparente, y las figuras situadas en torno a la iglesia, apenas abocetadas en azules y rojos, con gran sentido escenográfico, recurso muy propio de la obra del ferrolano y, en general, como hemos visto, de la pintura romántica. Pero lo que llama especialmente la atención es tal vez el detallismo con el que, sirviéndose del lápiz e incluso de la regla, ha tratado la excepcional fachada de la iglesia. 16 17 5.- Apuntes sobre la iglesia de San Pablo de Valladolid La iglesia de San Pablo de Valladolid, testigo de los bautizos de Felipe II y Felipe IV, es el único edificio que se conserva del antiguo conjunto conventual dominico, fundado en 1276 por doña Violante, esposa de Alfonso X e hija de la reina Violante de Hungría y del rey Jaime I de Aragón. Diez años más tarde, la reina María de Molina puso especial empeño en que se llevara a cabo la construcción formal del convento en un solar cedido por el Concejo a los dominicos al norte de la ciudad. Bautizo de Felipe II Azulejos talaveranos. Zaguán del Palacio de Pimentel. Diputación de Valladolid. Entre 1445 y 1468, el cardenal Fray Juan de Torquemada, tío del inquisidor general Tomás de Torquemada, sufragó las obras para levantar la iglesia definitiva en el lugar donde se encontraba otra anterior, de tipo mendicante. Fue entonces cuando se estructuró todo el edificio, concluyéndose la cabecera, el crucero y la nave, esta última todavía con cubierta de madera en el tramo de la portada. Posteriormente, el obispo palentino Fray Alonso de Burgos costeó el claustro y el refectorio, rehizo la parte de gótico isabelino de la fachada principal y erigió las dos portadas internas del crucero, además del Colegio de San Gregorio y su capilla funeraria, contando para ello con la participaron de los arquitectos hispanoflamencos Juan Guas y Simón de Colonia. 18 Hacia 1550, el cardenal Juan García Loaysa, confesor de Carlos I, mandó construir la sacristía, cubierta con una bóveda estrellada decorada con escudos de la orden y figuras de santos dominicos. Ya en 1601, con el traslado de la capital del Imperio a Valladolid, Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma y valido de Felipe III, detentó el patronato de la capilla mayor, convirtiéndose en el nuevo mecenas del convento, al que dotó de numerosas obras de arte, costeando además la reforma de su fachada principal y la instalación de los leones con escudo que delimitan el atrio. Asimismo, se amplió el templo en lenguaje clasicista y se adecuó a un uso funerario, además de llevar reformas en estilo herreriano en algunas capillas de la nave y el coro bajo la dirección del arquitecto Diego de Praves. En palabras de González Fraile, el duque “edifica una tribuna balcón, reforma varios espacios y termina la fachada, las torres-espadañas laterales, el coro y la cripta. Se remata entonces la parte plateresca de la fachada, que tiene dos fases: la de las dos primeras bandas y la de la banda de coronación, más tardía. Parte del frontón que existió sobre la portada isabelina, justo encima de la roseta, se traslada hacia arriba hasta su ubicación actual”. Con posterioridad, el edificio fue objeto de una lenta decadencia, especialmente debida a los distintos avatares históricos que se suceden en el siglo XIX, desde la invasión de España por Napoléon, cuyas tropas profanaron la iglesia y el convento causando graves daños, hasta los distintos procesos de desamortización, en especial el de 1835. Las dependencias conventuales acabaron utilizándose como presidio, sufriendo además demoliciones e incendios que explican que en la actualidad se conserve únicamente la imponente iglesia que Pérez Villaamil pudo ver en 1846 a su paso por Valladolid. Sin embargo, continuó sufriendo daños diversos y siendo víctima de intencionados expolios que llevaron a la Comisión de Monumentos a emprender en el ejercicio económico de 1867 a 1868 un proyecto de obras de reparación de la iglesia, cuya memoria descriptiva señala expresamente que “se ha hecho la reparación general de la cubierta, se han construido cuatro contrafuertes exteriores y recalzado los muros de ese costado, se han puesto cinco vidrieras con sus alambreras en el altar mayor, y otras dos en el crucero, se ha (…) pintado parte de [la bóveda del ábside], se ha colocado una escalera para la subida al coro y hecho varias reparaciones en los muros, tanto de la iglesia como de la antesacristía”. En 1931 la iglesia fue declarada Monumento Nacional HistóricoArtístico, pero a lo largo del siglo XX fue objeto de nuevos incendios como el de 1968 y de varias restauraciones. No obstante, ha sido la recientemente finalizada restauración integral de la iglesia la que le ha devuelto su esplendor, gracias al convenio firmado por la Junta de Castilla y León y la Fundación Caja Madrid en septiembre de 2004. 19 Especial atención merece el retablo de escultura en piedra de la fachada principal, que constituye un excepcional ejemplo del estilo gótico hispano-flamenco con añadidos clasicistas, y cuya singular belleza fue sin duda la que llevó a Pérez Villaamil a elegirla como tema de la bella acuarela que nos ocupa. Constituye una exaltación del mundo del conocimiento y de la sabiduría protagonizada por santos-sabios de la orden dominica, los evangelistas y otros significativos personajes de fina y cuidada talla, elegante porte y equilibradas proporciones. Junto a ellos, es igualmente destacable la simbología empleada, que incluye las instituciones real y eclesiástica así como la heráldica de Lerma, pasando por otros elementos que permiten identificar los solsticios o la creación del universo. En todo caso, los distintos estilos que concentra, debido a las intervenciones realizadas en la fachada desde la época de Simón de Colonia, nos ofrecen una imagen prodigiosa de equilibrio y orden arquitectónico que permite hacer distintas e inesperadas lecturas de los programas de representación icónica, jerárquica y procesional que contiene. 20 Fotografía de la iglesia de San Pablo de Valladolid Jean Laurent et Cie Fundación Joaquín Díaz Urueña (Valladolid) 21 6.- Bibliografía - ARIAS ANGLÉS, E., El paisajista romántico Jenaro Pérez Villaamil, Madrid, C.S.I.C., Centro de Estudios Históricos, Departamento de Hª del Arte "Diego Velázquez", 1986. - ARIAS ANGLÉS, J. 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Agradecimientos: Ana Gil Carazo. 23 La pieza del mes… Certificado por el que José Rebolledo de Palafox acredita que el portugués José de Taumaturgo se unió al ejército de su mando en junio de 1808, fugado del ejército francés (Sala III: Antesalón. Vitrina 2) Mercedes Cabanillas García Técnico de Archivos Museo Nacional del Romanticismo Diciembre 2010 Índice 1. Ficha técnica 2. José Rebolledo de Palafox 3. Los Sitios de Zaragoza 4. Introducción a la Diplomática 5. Bibliografía 1.- Ficha técnica Inventario Objeto/Documento Autor Datación Materia Contenido Idioma Inscripciones FD64 Certificación Rebolledo de Palafox y Melci, José 30/09/1821 Papel verjurado blanco Certificado expedido por el General D. José Rebolledo de Palafox, donde se acredita que el portugués D. José Taumaturgo, Teniente Graduado de Capitán, perteneciente al Regimiento de Infantería de Guadalajara, se presentó en el Ejército de su mando en Calatayud a finales de Junio de 1808, fugado del Ejército francés. Todo ello a efectos de abono del tiempo de servicio prestado en el Ejército de su país, tal y como se comprometió a hacer el General Palafox a principios de ese mismo año con los soldados portugueses que se fugaran del Ejército francés, para alentarlos a separarse del mismo e integrarse en el Ejército Español. Español "D. JOSÉ REBOLLEDO DE PALAFOX, / Melci, Bermúdez de Castro, Erill, Bardagi, Borja, Moncayo, Figueroa de Ve- / lasco, Osorio, Espes, Urrea, Urries y Marta etc.; Caballero gran cruz de la nacional y / militar orden de san Fernando y de la de san Hermenegildo, de la ínclita y / sagrada de san Juan de Jerusalen, y de la de Lis de la Vendée, comendador / de Montanchuelos en la de Calatrava, sócio de honor de la academia de san Luis / de Zaragoza, y de la de Valencia; doctor de jurisprudencia en la universidad de Huesca; declarado ilustre benemérito de la patria en grado heroico y eminente / por los dos sitios de Zaragoza; individuo de la asamblea suprema de la órden / de san Fernando, y presidente de la Junta de la de san Hermenegildo; Capitan / general de los egércitos nacionales etc. etc. / Certifico: que hallandome en Zaragoza al principio de nuestra gloriosa / revolucion en el año de Mil ochocientos ocho nombrado Capitan General del / Ejército y Reyno de Aragon por aclamacion unanime del pueblo y confirma- / Lug. emisión Forma ingreso Fuente ingreso Fec. ingreso do despues por el mismo reunido en Cortes consideré lo utilisimo que era a la causa sagrada de la patria que con tanto heroismo se acababa de emprender / el sustraer del ejército enemigo todo el número de oficiales y demas individuos Portugueses que se manifestaban exasperados y violentos en las vanderas del usurpa- / dor. Para alentarlos mas a favor de las nuestras y estimularlas a su separacion / de dicho ejército enemigo recuerdo que ofreci para ello a los que se presentaban / fugados, en nombre de la nacion y del Rey, el abono de servicio que justifica- / sen haber contraido en su pais: y visto lo útiles que fueron entre nuestros valien- / tes aunque nuevos soldados, aquellos vizarros militares que tan completamente / llenaron mis deseos juzgo muy justa su reclamacion de que se cumpla el pacto / que con ellos se contrajo de dicho abono; y hallandose en este caso Don José Tau- / maturgo en la actualidad Teniente graduado de Capitan / del segundo Batallon del Regimiento de infantería de Guadala- / xara que se presentó en el Ejército de mi mando a fines de Junio / del mismo año en Calatayud fugado del Ejército frances / y que bajo la referida condicion se unió a nuestra / causa le libro la presente para los efectos que pueda / convenirle a solicitud suya en Madrid a treinta / de Setiembre de mil ochocientos veinte y uno. /Enmendada en limpio / Ejercito de mi mando / Esta certificacion se dio duplicada". Madrid (m) Donación Soldevilla, Fernando 1924 2.- José Rebolledo de Palafox La figura de José Rebolledo de Palafox es, cuando menos, polémica. La historiografía ha vertido sobre él todo tipo de calificativos: “figurón”, presuntuoso, jactancioso, arrogante, déspota, pero también lo ha reconocido como el héroe de los Sitios de Zaragoza, un amado caudillo o un patriota. Idolatrado por unos y denostado por otros, no hay duda de que Palafox, sea a través de críticas, halagos o de ambos, se ha ganado un lugar de honor en la Historia Contemporánea de España. Nació en Zaragoza en 1775, y fue el tercer hijo de los marqueses de Lazán y Cañizar. Realizó sus primeros estudios en las Escuelas Pías de Zaragoza, influido por su instructor el padre Basilio Boggiero. A los dieciséis años inicia su carrera militar en la Compañía Flamenca de Reales Guardias de Corps. Al estallar la Guerra de la Independencia, Palafox era ya brigadier. Amigo personal de Fernando VII, tras los acontecimientos de Aranjuez, el Rey le encomienda la custodia de Manuel Godoy hasta su entrega a los franceses. Junto con otros, intentará llegar a Bayona, vía Irún, para entrevistarse con Fernando VII. Allí planean detener al Infante Antonio Pascual de Borbón, que se encontraba camino de Bayona, para formar con él una regencia que debía constituirse en Aragón. Finalmente, estos planes son descubiertos y los conspiradores deben trasladarse a Zaragoza. A su llegada a Zaragoza informa al Capitán General, Jorge Juan de Guillelmi, de la situación y de sus planes. Éste no acepta participar en la acción y le ordena que se reincorpore a su destino madrileño. Palafox desobedece y se reúne en casa del conde de Sástago con Cabarrús, Hermida, los hermanos Torres, el capitán López y don Pedro Lapuyade, con vistas a ultimar la sublevación y preparar la formación de una Junta, al estilo de otra Juntas Patrióticas que se estaban formando en el resto del país. A la vista del desarrollo de los acontecimientos, bastante inestables por las órdenes dadas por el Capitán General, Palafox decide retirarse a la finca de La Alfranca, propiedad de su prima, la marquesa de Ayerbe, a la espera del inminente levantamiento popular promovido por la Junta. El pueblo de Zaragoza se subleva el 24 de mayo de 1808, solicitando al general Guillelmi la entrega de armas a los civiles sublevados. Al día siguiente un grupo de labradores del Arrabal dirigidos por Jorge Ibor Casamayor, más conocido como “Tío Jorge”, se dirigen a la finca donde se encontraba Palafox para ofrecerle la Capitanía General de la ciudad. Éste, sorprendido, acepta y nombra una Junta en la que participan su mentor, el padre Boggiero, Calvo de Rozas y el capitán López Pinto. Ante la necesidad de legitimar el poder recibido del pueblo, toma la iniciativa de convocar inmediatamente las Cortes de Aragón, que no se habían reunido nunca desde el ascenso al trono de los Borbones. Las Cortes, reunidas el 9 de junio, lo confirman, aprueban todos sus actos y se disuelven seguidamente. Así, el gobierno de Zaragoza quedará en sus manos, asistido por una Junta de seis miembros. La faceta más conocida del general Palafox es su actuación durante los Sitios a que fue sometida Zaragoza por los franceses en 1808 y 1809. Durante los asedios se vio desbordado por los acontecimientos, muchas de sus actuaciones fueron improvisadas y sus ausencias en momentos decisivos (15 de junio y 4 de agosto) recibieron graves críticas. La historiografía le reconoce, sin embargo, el saber rodearse de extraordinarios colaboradores (Boggiero, Asso, Ric, Saint Marcq...) y el ser patriota hasta la temeridad, manteniendo la disciplina entre militares y paisanos, tarea nada fácil. En febrero de 1809 tuvo los primeros síntomas de tifus, lo que le obligó a delegar el mando en la recién creada Junta de Defensa. La Junta, viendo el estado de los habitantes, el de la ciudad y el del propio Palafox acordó la capitulación el 20 de Febrero de 1809. La capitulación fue firmada y comunicada al Emperador Napoleón, que trató al Capitán General como prisionero de Estado por haber jurado fidelidad a José Bonaparte y haberlo traicionado. Será, pues, conducido a Francia como un delincuente. Su destino fue el castillo de Vincennes, quedando incomunicado, sin asistencia sanitaria y sin recursos económicos. La Junta Central del Reino intentó canjearlo, pero el propio Napoleón se negó a ello, estando preso desde el 1 de Abril de 1809 hasta el 17 de Diciembre de 1813, tras la firma del tratado de Valençay, cuando pudo regresar a España. Tras jurar la constitución de Cádiz, Palafox acude al encuentro de Fernando VII en Reus y consigue cambiar el itinerario del Rey en su regreso a España para que visite Zaragoza en abril de 1814. En mayo de 1815 un Real Decreto le confirma como Capitán General de Aragón. Cuando cesa en este cargo, se le encomienda el mando del Ejército del Centro. Al disolverse éste, pasará a Madrid apartado de la vida oficial. En 1822, Fernando VII le nombrará Capitán de Alabarderos y, más tarde, Jefe Militar de Palacio. Cuando el gobierno liberal tuvo que evacuar Madrid ante el avance de los Cien Mil Hijos de San Luis, acompañará al Rey en su forzado traslado a Andalucía. En Sevilla, al restablecerse el Ayuntamiento absolutista, le ofrecen el mando del movimiento reaccionario. Palafox lo rechaza, pero a pesar de ello tendrá que esconderse durante la efímera ocupación de la ciudad por las tropas liberales. A partir de 1823 se retira de la vida pública hasta 1834, cuando la reina regente María Cristina le nombra prócer del reino y le otorga el titulo de Duque de Zaragoza. Gaceta de Madrid núm. 152, de 19/07/1834. Publicación en la Gaceta de Madrid de la concesión del título de Duque de Zaragoza a José Rebolledo de Palafox. 1834. Poco después será detenido y encarcelado bajo la acusación de conspiración por haber participado en la logia masónica “La Isabelina”. Será absuelto de estos cargos en junio de 1835. Con Mendizábal será de nuevo nombrado Capitán General de Aragón, en septiembre de 1835. Luego pasará a la Dirección General de Inválidos y la Inspección General de las Milicias Provinciales, a la vez que mantiene la jefatura de la Guardia Real. En noviembre de 1838 dimite de estos cargos, excepto de la jefatura de la Guardia que mantendrá hasta 1841, para encargarse del Asilo de Inválidos. Gaceta de Madrid núm. 630, de 04/09/1836. Alocución del general Palafox, Inspector General de Milicias, a los soldados provinciales El 15 de febrero de 1847 José Rebolledo de Palafox y Melci fallece en Madrid víctima de una apoplejía. En 1958 y tras la celebración del ciento cincuenta aniversario de los Sitios de Zaragoza, sus restos fueron trasladados a esta ciudad desde el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid y enterrados dos días después en la cripta de la basílica del Pilar. Retrato de Don José Rebolledo de Palafox Anthony Cardon Bruselas, 1772-Londres, 1813 Londres, 1809 “De Roxas pinxt”.-Anthy. Cardon Sculpt. / His Excellency Don José/ Revolledo de PALAFOX y Melci/ Capitán General./ London Pub. April 10 1809 by Anthy. Cardon 37 London St Charing Cross” P. José de Rojas G y Ed.: Anthony Cardon 285x220 mm. Aguafuerte y Grabado a puntos 270x210 mm. Papel blanco Verjurado Inv. 5788 Sala III Antesalón 3.- Los Sitios de Zaragoza Símbolo de la resistencia española ante el francés, estos hechos destacan en la mitología general de la Guerra de la Independencia, legando un gran número de héroes y leyendas a la tradición popular y siendo fuente de inspiración para numerosos escritores. Dejando atrás el mito popular, es evidente que hay motivos de sobra por los que los Sitios de Zaragoza destacan en el proceso de la guerra. Desde que fueron conociéndose en Zaragoza los sucesos del 2 de mayo en Madrid, el descontento iba creciendo en todas las clases, desde las más miserables hasta las más elevadas. Aquí, el partido del príncipe de Asturias fue ganando adeptos. Labradores como Jorge Ibor (“el tío Jorge”) o Mariano Cerezo iban agrupando descontentos entre la clase popular. José de Palafox, recién llegado de Bayona, traía noticias sobre la complicada situación en que se encontraba Fernando VII. También tenía la misión de organizar en Zaragoza un Consejo de Regencia que debía ser presidido por el infante don Antonio, cuyo secuestro estaba planeado por los compañeros de Palafox. Descubierta la trama, es obligado a regresar a Madrid, orden que desobedece, ocultándose en la torre de Alfranca. El 24 de mayo por la mañana, grupos de descontentos se dirigieron al Palacio Real, donde exigieron al Capitán General, Jorge Juan de Guillelmi, que les entregara las llaves del Castillo de la Aljafería, las armas, la munición y los cañones que allí había. Presionado por las masas, éste se traslada al castillo rodeado por la multitud que vitorea a Fernando VII y a España. Los fusiles y cañones fueron puestos a disposición del pueblo, así como las llaves del castillo, que ocuparon inmediatamente. Allí retuvieron al Capitán General, acusado de afrancesado por oponerse a la insurrección. Permanecería preso hasta la capitulación de 21 de febrero de 1809. Guillelmi delegó el mando en el Teniente General Carlos Mori, su segundo, que también sería tachado de desafecto por ser extranjero. El día 25, Jorge Ibor, junto con otros milicianos, fueron a buscar a Palafox para proclamarlo Capitán General de Aragón y cabeza de la insurrección. El 26 de mayo se reunió la Junta. El general Mori renuncia e inviste a Palafox. Ese mismo día, el nuevo Capitán General exige que su nombramiento sea legalizado, por lo que, tras doscientos años, se vuelven a convocar las Cortes de Aragón. El 9 de junio confirmarán la autoridad de Palafox y nombrarán una Junta para auxiliarle. Se decretó entonces el alistamiento general y se formaron cinco cuerpos: los Tercios de Voluntarios, instruyéndolos y proveyéndolos en lo posible de vestuario y equipo. De todo Aragón llegaron paisanos para someterse a las órdenes del Capitán General y defender la plaza. A principios de junio, un cuerpo de expedicionarios franceses compuesto por unos siete mil hombres al mando del general Charles Lefebvre llegó desde Pamplona a los alrededores de Zaragoza con el objetivo de controlar la zona. La composición de esta tropa, con poca artillería y mucha caballería, deja entender que su misión era enfrentar a los españoles en campo abierto y no tomar por asalto la ciudad. El interés de Zaragoza para los franceses se centra en que era un punto de gran valor estratégico por su cercanía a la frontera francesa y su categoría de capital de la región de Aragón, así como por su posición clave como nudo de comunicaciones donde se cortaban el eje que unía Madrid con Barcelona, con el que enlaza el País Vasco con la costa valenciana. Asimismo, la línea logística del ejército francés comenzaba en Navarra y embarcaba los víveres en el Canal Imperial de Aragón, siendo Zaragoza un punto clave para garantizar el aprovisionamiento de las fuerzas francesas de Tortosa y Tarragona. La mañana del día 15 de junio, Palafox y su plana mayor abandonaron la ciudad, en una acción muy discutida posteriormente, quedando Vicente Bustamante, Teniente del Rey, como mando superior. El Capitán General decidió situar una tropa en el exterior para enfrentarse a los franceses lejos de las murallas de Zaragoza, dejando la ciudad en manos de su hermano Francisco, marqués de Lazán. Los cuerpos franceses llegaron por primera vez a las inmediaciones de Zaragoza ese mismo día por la tarde, tras algunos choques en las afueras de la ciudad. Ésta contaba para su defensa con unos pocos soldados, escasa artillería y su antigua muralla. Atacarán los franceses simultaneando andanadas de artillería con el avance de las tropas hacia las partes más débiles de la resistencia, en concreto, la Puerta de Santa Engracia. Los defensores rechazaron los asedios desde lo alto de la muralla y tejados próximos. No obstante, los imperiales lograron penetrar las defensas en algunos puntos por donde entraron pelotones de infantería que también fueron rechazados. Al anochecer y después de nueve horas de lucha, el resultado fue favorable a los defensores. Los franceses se retiraron hasta acampar en el extrarradio occidental de la ciudad. Habían perdido unos mil hombres sin haber conseguido nada. El día 16 entran por el Arrabal refuerzos militares y civiles junto con el marqués de Lazán en sustitución de José Palafox, que se encontraba en Belchite reuniendo refuerzos. En las cercanías de Zaragoza se situó el general francés Grandjean, con el 2º Regimiento Polaco del Vístula. En esos días, los hermanos Palafox reunieron sus fuerzas en las cercanías de Épila para atacar a los franceses por la espalda. En esta acción fueron aplastados casi tres mil combatientes hispanos, haciéndose patente el error estratégico de entrar en batalla fuera de los muros de la ciudad. No obstante, los franceses tampoco fueron capaces de lanzar un nuevo ataque sobre Zaragoza. El mariscal Bessières se planteó entonces un asalto a mayor escala. Palafox, tras el fracaso en Épila, regresó a Zaragoza por el norte, junto con las unidades que habían sobrevivido al desastre. Estos soldados se unieron a la resistencia. El nuevo ataque francés se produjo a manos del general Verdier, que llega a Zaragoza el día 26. Con más antigüedad y experiencia que Lefebvre, trae consigo material de sitio, elevándose a más de diez mil hombres la tropa francesa destacada en las afueras de la plaza. En los días 26, 27 y 28, los bombardeos se hacen especialmente intensos. El polvorín donde se almacenaban las municiones de la ciudad, situado en el Seminario de San Carlos, estalló el día 27, causando graves daños en el barrio de la Magdalena. Este caos fue aprovechado por los franceses para penetrar en la ciudad. Tras una ardua lucha, los defensores logran resistir, aunque los franceses ocuparon el barrio exterior de Torrero y algunos otros sitios extramuros. Desde aquí amenazarán las posiciones españolas en la Aljafería durante los días siguientes, aunque sin lograr avances. El 2 de julio los franceses lanzan otro ataque general. Son atacadas las Puertas de Sancho y del Portillo, al oeste de la ciudad. En esta última, una mujer llamada Agustina Zaragoza Doménech, que pasará a la historia como Agustina de Aragón, dispara una batería cuyos artilleros habían caído por una explosión sobre un grupo de imperiales que pretendía hacerse con la puerta. El disparo los pone en fuga y permite conservarla. Se libran también combates en la Puerta del Carmen y en la de Santa Engracia, además del convento de San José, pues los conventos que bordean las tapias son puntos fuertes en la línea de defensa de la villa. A pesar de esta nueva ofensiva sobre los numéricamente inferiores defensores, los franceses fueron de nuevo rechazados. Los franceses empiezan a considerar la toma de Zaragoza como un sitio a todos los efectos, a pesar de que era una ciudad apenas fortificada. Por ello, tratan de aislarla y de completar el cerco. El 11 de julio construyen un puente sobre el Ebro para poder rodear la ciudad por el otro lado del río; no obstante, el sitio seguía siendo incompleto. El general Verdier ordenó el 30 de julio un bombardeo masivo sobre Zaragoza que la devastó, provocando numerosas víctimas. Los asaltos sucedieron a los bombardeos. El 1 de agosto los franceses recibieron más refuerzos. Entre los días 1 y 2 los imperiales conquistaron dos conventos extramuros de la ciudad, el de San José y el de los Capuchinos, donde emplazaron artillería. Así, se completó el cerco de este a oeste. Por esas fechas, el fuego de la artillería alcanzó el hospital donde se agrupaba a los heridos, lo que supuso un duro golpe. El plan de Verdier era dividir Zaragoza en dos y llegar hasta el río. A pesar de todo, la ciudad aguantó la gran ofensiva del 4 de agosto, gracias a que los defensores lograron reagruparse por la amenaza del teniente Luciano Tornos, que frenó a los que huían cruzando el Ebro por el Puente de Piedra. La ciudad su- frió graves daños, junto con el saqueo del tesoro general, pero el precio pagado por los atacantes fue alto: el propio general Verdier fue herido, por lo que tuvo que ser reemplazado de nuevo por Lefebvre. Una vez más, Palafox marcha de la capital, esta vez en dirección a Osera, con el fin de conseguir refuerzos y víveres. Su éxito junto con las noticias de la derrota de los franceses en la batalla de Bailén y la huída de José I a Vitoria, dará lugar a un giro en los acontecimientos bélicos. Los españoles realizaron un contraataque el 8 de agosto sobre el Arrabal que logra romper el cerco. En la noche del 13 al 14 de agosto, los franceses abandonaron Zaragoza en dirección a Tudela tras volar el puente que habían construido y el monasterio renacentista de Santa Engracia, además de incendiar el Convento de San Francisco. Fueron perseguidos por unos cuatro mil voluntarios de Zaragoza y Huesca al mando de Luis Palafox. Gaceta de Madrid núm. 114, de 18/08/1808. Oficio dirigido por José de Palafox al Gobernador interino del Consejo informándole de la huída de Zaragoza por parte del ejército francés. La reparación de las defensas de la ciudad de Zaragoza y la construcción de nuevas fue dirigida por el coronel Sangenís, que no tuvo tiempo de concluir antes del nuevo sitio. Se tomaron también medidas para garantizar la higiene y evitar las epidemias que suelen acompañar a los asedios, pero no se pudo evitar un brote de tifus que se cobró, entre otras, la vida del cabecilla Jorge Ibor y Casamayor, el "Tío Jorge", líder clave en la deposición del capitán general Jorge Juan de Guillelmi. La resistencia de Zaragoza provocó un sentimiento de solidaridad, por lo que la ciudad recibió numerosos donativos entre los que destaca el del comisario británico Doyle, que en representación de su país envió ocho mil fusiles para apoyar la causa española. Napoleón, obligado por la derrota en Bailén y la sucesiva retirada del ejército imperial en casi toda la península, cruzó los Pirineos para restablecer el control con doscientos cincuenta mil hombres de la Grande Armée. La línea del Ebro sería uno de los objetivos prioritarios, estando al mando de estas fuerzas el mariscal Lannes. El ejército español fue derrotado en las batallas de Espinosa y Tudela, que fue de nuevo la llave para entrar en Zaragoza. En la ciudad continuaban con retraso los trabajos de reparación y construcción de las fortificaciones. Para este segundo asedio, Palafox se rodeó de dos excelentes colaboradores, Pedro Mª Ric y Augusto de Clement de Saint-Marcq. Zaragoza estaba defendida por quince mil voluntarios y treinta mil soldados. Pudieron disponer además de unos ciento sesenta cañones y de víveres que les proporcionaron las recientes cosechas. Palafox fue informado de la capitulación de Madrid, no obstante, se negó a rendirse. Mientras, los franceses fueron agrupándose en los alrededores de la ciudad y, con la experiencia del primer sitio, comenzaron su estrategia de asedio. El 21 de diciembre por la noche, cuatro divisiones atacaron diversos objetivos de la ciudad tratando de tomar el Canal Imperial en Casablanca y La Paz, así como los barrios exteriores del Arrabal y Torrero. La resistencia fue dura; los defensores de Torrero en su huída volaron el puente de América sobre el Canal. En los días sucesivos, los franceses construyeron puentes provisionales hechos con barcas sobre el Ebro por Julisbol y sobre el Huerva, para asegurar así su cerco. Seguidamente, avanzaron con trincheras paralelas a las defensas de la ciudad. En los últimos días de diciembre comenzaron los primeros síntomas de la epidemia que afectó a los sitiados. El día 30 de este mes la suerte sonrió a los zaragozanos, ya que las lluvias provocaron una riada que destruyó el puente de barcas sobre el Ebro. Durante unos días los dos cuerpos de ejército francés estuvieron incomunicados. El 31, Palafox ordenó dos ataques para impedir los trabajos de construcción de paralelas. El teniente general O`Neylle fue el encargado de atacar las trincheras de aproximación que se estaban construyendo en el Arrabal con una fuerza de cuatro mil hombres, intentando liberar Juslibol, tarea que logró en parte. En este ataque, la caballería de los defensores provocó doscientas bajas francesas. El 15 de enero caía finalmente el reducto del Pilar, último de los fortines extramuros del perímetro español. Los franceses aprovecharon en los días sucesivos para instalar sus baterías en los puestos extramuros de la ciudad. Aproximándose desde el Huerva, intentaron tomar el convento de los Trinitarios y la huerta de Santa Engracia, entradas a la ciudad desde el sur. Un asalto general permitió establecer puestos avanzados el 28 de enero, que fueron ampliándose poco a poco. El avance se hacía casa por casa. La resistencia obligó a los franceses a volar los edificios uno por uno, provocando retraso y numerosas víctimas. Poco a poco fueron cayendo los barrios periféricos y los conventos donde se habían hecho fuertes los defensores. A pesar de todo, éstos resistieron hasta que la falta de alimentos y las malas condiciones higiénicas propiciaron una epidemia de tifus. Palafox mantuvo su posición de no capitular, pero enfermó gravemente y fue sustituido por Saint-Marcq que junto con la Junta de Defensa decidió rendir la ciudad, incapaz ya de seguir luchando. Palafox se resistió hasta el final. Como él, hubo numerosos partidarios de continuar la lucha hasta sus últimas consecuencias que trataron incluso de asaltar los arsenales para proseguir. Finalmente, el 21 de febrero, Zaragoza capituló. 4.- Introducción a la Diplomática Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, la Diplomática es el “estudio científico de los diplomas y otros documentos, tanto en sus caracteres internos como externos, principalmente para establecer su autenticidad o falsedad.” La palabra diploma procede del latín diplōma, y este del griego δ πλωμα, de διπλο ν, “doblar”, haciendo referencia a díptico, es decir, a los documentos que se cerraban mediante doblez para preservar su contenido. El término “Diplomática” lo acuñó en 1681 Jean Mabillon en su obra De Re Diplomatica Libri Sex, pero ya en el siglo XV el humanista Lorenzo Valla demostró en su tratado De falso credito et eminencia Constantini donatione declamaio que el documento por el que el emperador Constantino donaba al Papa el Estado Vaticano era falso. Desde su origen, el objeto de esta disciplina se centró en los diplomas medievales, principalmente en demostrar su autenticidad o falsedad. En principio, sólo se consideraban diplomas los documentos de origen real, papal o noble, que presentaran en sus formas internas y externas especiales solemnidades. La posterior evolución de esta ciencia ha incluido en su objeto de estudio todo tipo de documentos, tanto los de origen público como privado y su evolución a lo largo de la historia hasta nuestros días. La Diplomática como ciencia estudia la forma interna y externa del documento, no su contenido y pretende clasificarla. Los actos documentados pueden ser infinitos, pero repiten idénticas estructuras de manera uniforme, de ahí que éstas puedan ser sistematizadas. Los documentos presentan dos tipos de caracteres analizables por la Diplomática: intrínsecos y extrínsecos. Los caracteres extrínsecos son la materia, la forma de documento, los instrumentos gráficos, las tintas, las letras, las abreviaturas, signaturas y rúbricas y los sellos. Los caracteres intrínsecos son los que componen la estructura del documento. Se pueden distinguir tres partes en todo documento: 1. Protocolo 2. Texto 3. Escatocolo El protocolo suele estar conformado por la invocación, la intitulación, la dirección, la salutación. El texto se compone del preámbulo, la notificación, el expositivo, la sanción y la corroboración. El escatocolo lo forman la suscripción y la datación. El estudio pormenorizado de estas características de los documentos dará lugar a la determinación de una tipología documental. En la pieza a analizar, el protocolo comienza directamente con la Intitulación: “D. JOSÉ REBOLLEDO DE PALAFOX, / Melci, Bermúdez de Castro, Erill, Bardagi, Borja, Moncayo […] Capitan / general de los egércitos nacionales etc. etc.” (1-11). Le sigue el cuerpo del texto, encabezado por la expresión “Certifico” (12-32) que identifica claramente la tipología del documento. El escatocolo se reduce a la datación tópica y cronológica al carecer el documento de validación por ser una copia “en Madrid a treinta / de Setiembre…” (32-33). El Estatuto de Bayona de José I marcará el punto de partida de los cambios en las formas documentales que darán lugar a la diplomática contemporánea en España. La Constitución de Cádiz de 1812, con el cambio de soberanía, la declaración de la irresponsabilidad e inviolabilidad del Rey y con la división de poderes, inicia un gran cambio en el formulismo documental, proceso que subsistió durante el Trienio Liberal, período del que data el documento investigado. Junto con las actas y las certificaciones de actos presuntos, los certificados forman parte de los llamados “documentos de constancia”, es decir, aquellos documentos que contienen una declaración de conocimiento de un órgano administrativo, cuyo fin es la acreditación de actos, hechos o efectos. Normalmente, el certificado acredita actos o situaciones de carácter administrativo cuyo destinatario es una persona, órgano o entidad que pretende la producción de efectos en un procedimiento administrativo o en el marco de relaciones jurídicas privadas. 5.- Bibliografía - CAYUELA FERNÁNDEZ, José Gregorio y GALLEGO PALOMARES, José Ángel, La Guerra de la Independencia. Historia Bélica, pueblo y nación en España (1808-1814)., Salamanca, Universidad de Salamanca, 2008. - CUENCA TORIBIO, José Manuel, La Guerra de la Independencia: un conflicto decisivo (1808-1814), Madrid, Encuentro, 2006. - ESDAILE, Charles J., España contra Napoleón. Guerrillas, bandoleros y el mito del pueblo en armas (1808-1814), Barcelona, Edhasa, 2006. - GÓMEZ DE ARTECHE Y MORO, José.: Guerra de la Independencia. Historia militar de España de 1808 a 1814. Ediciones Simtac. Valencia. 2006. - HOCQUELLET, Richard., Resistencia y revolución durante la Guerra de la Independencia. Del levantamiento patriótico a la soberanía nacional, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008. - Manual de documentos administrativos. Ministerio de Administraciones Públicas, Madrid, Tecnos, 1995. - PALAFOX, José de, Autobiografía. Prólogo de Manuel Moreno Alonso, Sevilla, Biblioteca de Historia Espuela de Plata, 2008. - PÉREZ HERRERO, Enrique, “Diplomática del documento administrativo contemporáneo a través de los cuerpos legales vigentes: el caso de Canarias.” Boletín Millares Carlo, NC. 13, 1994, pp. 297-326. - ROMERO TALLAFIGO, Manuel, Historia del documento en la Edad Contemporánea: la comunicación y la representación del Poder Central de la nación, Carmona, S&C, 2002. - SÁNCHEZ PRIETO, Ana Belén, “Documentos administrativos: un ensayo de diplomática contemporánea.” Revista de Documentación de Ciencias de la Información, 18, 1995, pp. 1-18. - VV.AA. La Guerra de la Independencia. Una visión desde el Romanticismo. Fondos del Museo Romántico, Segovia, Caja Segovia, 2008. - http://www.boe.es/aeboe/consultas/bases_datos/gazeta.php Coordinación “La pieza del mes”: Mª Jesús Cabrera Bravo Diseño y maquetación: Paola di Meglio Arteaga Agradecimientos: Isabel Ortega Fernández