Letra y Música

Transcripción

Letra y Música
Letra y Música
Lic. Patricia D'Angelo
Interrogo con este escrito el lazo que mantiene la música con aquello sonoro pero
innombrable.
“Rodeamos de lienzos una desnudez sonora, extremosa, lastimada, infantil, que perdura sin
expresión en lo más hondo de nosotros...
Con ayuda de estos lienzos, así como procuramos sustraer a la escucha ajena la mayoría de
los ruidos de nuestro cuerpo, sustraemos a nuestro propio oído algunos sones, algunos
gemidos más antiguos.”(1)
Los lienzos envuelven aquella cosa, que el humano al advenir tal, pierde pero no totalmente.
Vestigios sonoros de ese lugar, acaecen en el cuerpo. Sonoridades que no son posibles de
verbalizar pero se conjugan llamándonos.
Desde el origen padecemos el efecto de aquel resto ruidoso. Aún antes de que pudiéramos
gritar oíamos. Son sonidos sin significaciones; que resonaron en la caja retumbante de ese
instrumento ahuecado que es nuestro cuerpo. Fuimos objeto de esa sonoridad. Ella da cuenta
de nuestro antiguo tempo. “Tarabust”, según el vocablo propuesto por Quignard, aquel
grupo de sones asemánticos que turban el pensamiento racional y despiertan una memoria
no lingüística. Un ruido incomprensible y que machaca.
Ruido retumbante en nuestro cuerpo
Este sonido sin significación se hace oír en nosotros al modo de un llamado mudo.
Llamado que nos pide obediencia. Uno de los rasgos de la música, es que mueve al cuerpo
obedientemente. El ritmo se impone a nuestro cuerpo y casi sin que lo notemos somos
movidos por ella.
Obediencia al llamado.
Recuerda a la obediencia irrenunciable de Ulises frente al canto de las sirenas (2). Según la
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mitología cualquier humano quedará mortalmente seducido por el canto de esas mujeres
monstruosas, mitad mujer y mitad pájaro.
En estas mujeres mixtas (mitad humanas y mitad animal) reside el misterio de la seducción.
Seducen no por lo que dicen sino por la captación que provocan, con sus relatos sin fin, sin
cortes. Estos relatos conducen a los viajeros a soltar el timón. Es un hablar sin escansión que
conduce a la muerte. ¿Llamado Obediente? Es un llamado a quedar fusionados con ellas.
Son figuras de lo femenino pero por fuera del sexo. Por fuera de la ley. Seducen a los
marinos, no para valerse de ellos sino para conducirlos a la muerte. Nos remite quizás, esta
narración a la voz de aquellos jóvenes que antes del desarrollo eran castrados para perpetuar
el encantamiento de sus voces. Pretensión de alcanzar el goce fuera de la diferencia sexual
que impone la ley del cuerpo.
Decíamos que desde nuestro origen fuimos objeto de una sonoridad que no entró dentro de
la ley de la significación.
Por la inmadurez primordial fue necesaria la intervención del Otro para la sobrevivencia y la
animación de eso orgánico.
Pero esta intervención es siempre invasora seductora e irruptiva. La madre o este Otro
primordial, con rasgo de necesidad llama al infans a fusionarse con ella. A colmar lo que le
falta. Este llamado es a dos voces, de vida, pues permite que advenga un cuerpo erotizado y
de muerte, en caso que su canto se prolongue y el niño quede preso de la arbitrariedad de su
deseo.
De este modo al igual que Ulises será atado al mástil para no perecer por la mortífera
seducción.
El mástil instaura una ley, en Ulises los marinos aceptan no ceder ante sus pedidos de ser
desatado. En el niño el Nombre del Padre lo sacará del lugar de captura del deseo materno
suplantándolo por una x. El padre lee en el deseo de la madre ya no al niño como objeto,
sino un enigma (el falo).
Entonces esta sonata materna primordial y necesaria para que advenga un humano, quedará
como una nota que no se escucha pero está en los acordes de un sujeto.
Es una nota que moviliza al sujeto, lo pone en movimiento como una continua búsqueda de
un lugar nunca encontrado. Pues de darse el certero encuentro acaecería la muerte. Sería la
identificación a aquello imposible.
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Si bien en esto reside la posibilidad de la vida para el sujeto, como movimiento, también,
retorna como deuda. El llamado da cuenta de una traición de amor. No es la madre real la
que acusa la deuda sino que por la operatoria de la renuncia de ser el complemento del Otro,
la deuda queda en la cuenta del sujeto.
Gabriel Fauré decía “que la música instaura un deseo de cosas que no existen. Es una
ninguna parte que llega. Es el retorno de lo sin retorno. Es lo asemántico en el lenguaje. La
presa de la música es el cuerpo humano. La música es intrusión y captura del cuerpo”.
El retorno puede aparecer de muy distintos modos. El pavor sentido en los terrores infantiles
de que “aquello” vuelva para cobrarse, es uno posible. La compulsión. La angustia. La
melancolía con la dificultad para soltarse del objeto perdido.
Así la nota retorna una y otra vez.
Es la cara mortífera de la música. Su otra cara será la que intenta ligar lo ruidoso, la que
atada a la ley de lo simbólico produce melodías armoniosas.
En este punto recuerdo a L. una joven analizante, excelente pianista que al momento de
acercarse a ejecutar el instrumento la invadía una sensación de desorden estremecedor.
Sentía que las teclas se desarmaban, que la excitación de su cuerpo era inmanejable. En un
momento hace una parálisis en una mano que le impide tocar. Ella relaciona esa zona de la
mano con su madre. Mujer ésta, violenta y desorganizadora por sus propias dificultades. En
el trabajo de análisis L. pudo ir armándo-se en relación a lo que la música la hacía sentir. Al
momento de decidir como continuar su carrera elige el estudio teórico de la música; pues
esto “la tranquilizaba, lo otro le hacía ruido”
Con esto esbozado hasta aquí, planteo dos modos de aparecer de la música. Uno; la que
posibilita ligar y armar encadenamientos sonoros significantes y al mismo tiempo, otro que
remite a ese espacio de sonido innombrable aunque no inaudible. Ambos modos hacen
encuentro en nuestro cuerpo, y pugnan por aparecer de diferentes maneras. Así todos
quedamos tomados por ambas vertientes de lo sonoro.
Se dice que la función secreta de la música es convocadora; en este sentido diría que, nos
convoca a dejarnos tomar, y nos obliga a cada cual a hacer con ella.
Lic. Patricia D'Angelo ( miembro titular del Centro Oro.Integrante de la comisión de docencia de la Escuela de Clínica
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Psicoanalítica)
Bibliografía
(1) Quignard Pascal, El odio a la música
(2) Homero, La Odisea
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