Dios no se deja ganar en generosidad

Transcripción

Dios no se deja ganar en generosidad
Dios no se deja ganar en generosidad
Reproduzco el sorprendente relato de un buen amigo. No añado más comentarios, no hacen falta. La
fe en Dios continúa vigente como la la luz del sol que nos alumbra cada día.
Comprobado. Dios no se deja ganar en generosidad
Me siento en la obligación de escribir estas líneas por los siguientes motivos:
1. Porque me lo pide el corazón.
2. Para documentar un favor recibido gracias a la intercesión de San Josemaría Escrivá de
Balaguer.
3. Para agradecer a muchas personas su apoyo y cariño humano y sobrenatural.
4. Para que mueva a otros a confiar en la protección y misericordia de Dios.
5. Para que sirva a todos, especialmente a los que nos ayudaron, a ganar la Indulgencia jubilar en
este año de la misericordia. Que nos sirva también para crecer en amor a Dios y en propósitos
de conversión.
Soy padre de once hijos. Diez ya nacidos y uno de nueve semanas. Hace unos días mi esposa fue
víctima de un accidente producido por una colisión entre dos automóviles. Uno de ellos perdió el
control, la envistió, arrastrándola unos cinco metros. Las llantas del automóvil le pasaron por encima
y al final impactó contra un muro. Estoy convencido que por protección divina no murió en ese
instante.
Nuestro hijo de quince años y yo estábamos a su lado y presenciamos todo. Después de quedar
tirada y con fuertes golpes, se incorporó, caminó algunos metros, se sentó y comenzó a rezar.
Inmediatamente después me pidió que trajera un sacerdote para recibir el sacramento de la Unción
de los enfermos. Me sorprendió que su siguiente preocupación fue preguntar si estábamos bien.
Cuando le dijimos que si nos comentó que estaba perdiendo la vista y la audición.
En situaciones difíciles, ella siempre se encomienda a la Virgen, pero en esta ocasión acudió a San
Josemaría. Cuando sentía que todo se oscurecía, débil y casi sin oír nada, pidió a San Josemaría
fuerzas porque nuestros hijos la necesitaban. En ese momento, milagrosamente, recuperó sus
sentidos. Gracias a Dios, en ningún momento perdió el conocimiento.
Fueron momentos difíciles para toda la familia. Siete de nuestras hijas que nos acompañaban y
encontraban en el automóvil en el que viajábamos también fueron testigos oculares de todo lo
ocurrido. A cierta distancia estaban tres personas más que fueron atropelladas. Yo estaba
confundido, no sabía qué hacer. Me preocupaba -todavía me inquieta- que nuestro hijo haya
presenciado todo. El lloraba, gritaba pidiendo ayuda para su mamá. Me impresionó que en esos
momentos también estuvo rezando sin parar, con mucha fe.
En poco tiempo llegó una ambulancia, la trasladó al hospital. Cuando llegué, era asistida por el
ortopeda que con su experiencia logro poner el hombro en su sitio pues se había dislocado. Por estar
embarazada era desaconsejable hacer esto mediante una operación. Pude ver cómo sin fuerza, ni
dolor, colocó el hueso en su lugar. Este hecho me iba confirmando la continua asistencia de San
Josemaría.
Luego le hicieron una tomografía. Gracias a Dios no había daño cerebral interno, aun cuando tenía
un fuerte golpe en el cráneo que le había provocado una hemorragia y una herida que requirió
muchos puntos de sutura. Finalmente el ginecólogo hizo un ultrasonido que mostró que nuestro hijo
no había sufrido daño; el saco gestacional estaba en su lugar sin desprendimiento. Aprovechando el
examen de ultrasonido revisaron otros órganos internos y todo estaba bien. De todas formas el
trauma en la cabeza, la fractura de clavícula y los golpes en diversas partes del cuerpo además del
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lógico cansancio hicieron que mi esposa tuviera que pasar cinco días internada en el Hospital. Si se
piensa en que pasó por encima de su cuerpo una Ford Explorer, solamente encuentro una
explicación sobrenatural a los resultados de estos exámenes. A pesar de todo, mi esposa y nuestro
bebé están sanos y salvos.
Lo relatado hasta ahora, lo califico de una sucesión de distintos milagros pero lo que sucedió
después con las muestras de generosidad y cariño de muchas personas conocidas e incluso
desconocidas no se queda atrás.
No sé exactamente la razón por la que tantas personas se hayan volcado luego con manifestaciones
de apoyo. Sencillamente las muestras de solidaridad han sido desbordantes. Pienso que tal vez se
deba a que muchos han valorado que nuestra familia sea numerosa. Tener once hijos, no es tan
común en estos tiempos. En cualquier caso, Dios nos ha manifestado siempre, pero más ahora, que
nos protege y nos cuida. Estos días palpé casi con las manos, que Dios nunca nos abandona, que
todo estará bien. En nuestra historia familiar Dios estuvo siempre a nuestro lado, incluso en
momentos de apremiantes problemas económicos. Puedo dar fe que cada hijo trae su pan bajo el
brazo. La confianza, serenidad y paz que hemos experimentado estos días solamente los puedo
explicar como una intervención directa de la misericordia divina.
Una semana después los niños comenzaban clases. De hecho cuando ocurrió el accidente íbamos a
comprar los uniformes. Lógicamente la semana en el hospital, los gastos ocasionados por lo ocurrido
y la imposibilidad física de hacer las compras generaron una preocupación de mi parte. Fue
entonces cuando aparecieron personas, algunas conocidas y otras no, que se hicieron cargo de todo.
En la tienda de uniformes la dueña nos regaló lo que necesitábamos. Un grupo de madres de las
escuelas de mis hijas tomaron las listas de materiales escolares y nos compraron todo, incluidas
mochilas y loncheras. Otras compraron la comida para esos días: cereal, leche, avena, galletas y
frutas que facilitaron los desayunos y las meriendas de nuestros hijos en edad escolar. Las maestras
se organizaron y donaron los almuerzos para todos nuestros hijos mientras dure la incapacidad
médica de mi esposa. Incluso recibí dinero en efectivo y continúo haciendo viajes a la escuela para
recoger comida que siguen donando, un día por la tarde fueron a dejar a nuestra casa una provisión
con más alimentos.
Honestamente no sé por qué hemos sido objeto de tantas muestras de amor, apoyo y preocupación
desinteresada de parte de tantas personas. Algunas incluso que desconozco. Concluyo que Dios nos
quiere hacer ver claramente y sin lugar a dudas que nadie le gana en generosidad. Que no debemos
tener temor a la vida ni a los hijos que nos envía ya que está comprobado que en su providencia
cuida de nosotros ¿Cómo explicar que el bebé no sufriera daño si un carro le pasa por encima a su
mamá con siete semanas de embarazo?
He leído que la frase que más se repite en la Biblia es “no tengáis miedo” y después de lo vivido ¿a
qué puedo temerle? Dios nos ha manifestado su amor y protección en este año de la misericordia. He
querido escribir lo que siento para agradecerles a todos los que nos ayudaron. Tengan la certeza que
estarán siempre presentes en nuestras oraciones. Pido al Señor que lo que nos ocurrió sirva a otros
para ver la misericordia de Dios y les mueva a propósitos de entrega y conversión. Escribo este
relato para que nadie tenga miedo a tener hijos pues Dios siempre resuelve las cosas
favorablemente, incluso mejor que nosotros.
Tegucigalpa, 3 de febrero de 2016
Solemnidad de Nuestra Señora de Suyapa
Lázaro Ávila
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