la animación pedagógica en el grupo x
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la animación pedagógica en el grupo x
LA ANIMACIÓN PEDAGÓGICA EN EL GRUPO X El Movimiento Scout Católico durante muchos años ha vivido y, sobre todo, ha alardeado de una cierta superioridad moral. Desde la renovación pedagógica de finales de los 60, todos los responsables de los equipos directivos, responsables pedagógicos y de formación, a todos los niveles, desde los asociativos hasta los de la Mesa Nacional, podían presumir de disponer de unas herramientas educativas impecables. Y entre todas ellas, desde los años 70, probablemente el santo y seña del escultismo católico era la animación pedagógica. Sin embargo, pocos elementos educativos quedaban tan en el aire y resultaban tan difíciles de definir y concretar como la animación. Por supuesto que la animación no eran los principios fundamentales del escultismo: aprender deberes hacia uno mismo, hacia los demás y hacia Dios. Tampoco era, por tanto, parte de las opciones básicas: la opción educación, la opción país y la opción fe. Tampoco formaba parte de la metodología específica, compuesta por los cuatro principios básicos: la adhesión a una Ley y una Promesa, la vida en pequeños grupos, la educación por la acción con sus proyectos progresivos y atrayentes ―el método proyecto: cazas, aventuras, empresas o rutas―, y la progresión personal. Muchas veces se ha discutido si la vida en la naturaleza debería considerarse una quinta pata del método scout; podríamos aceptarlo de buen grado, aunque requeriría una discusión de otro calado. La animación tampoco formaba parte del Proyecto Educativo de Grupo (PEG), documento anual o bienal que expresa los objetivos a conseguir; ni tampoco forma parte de la carta de valores o el modelo de persona que pretendemos educar. Entonces, ¿qué diablos es la animación, y por qué ha sido siempre tan relevante? Siguiendo a algunas personas, antiguos dirigentes de MSC, diríamos que se llamaba animación al “envoltorio” en el que se desarrollan las actividades pedagógicas de los grupos scouts. La palabra “envoltorio” ha suscitado muchas controversias: ciertamente, no es una palabra muy técnica; mas era útil para explicar que la animación no es en sí misma ninguna herramienta específica del método scout, pero que es imprescindible para la presentación, puesta en marcha y desarrollo de cualquier actividad scout. La animación, que durante una época intentó llamarse animación pedagógica global, quedaba un poco al margen de los principios y elementos metodológicos del escultismo; sin embargo, cualquiera que haya sido scout de los 70 acá, sabe que probablemente es uno de los aspectos que más nos identifica, y al que probablemente se le hayan dedicado más horas. Hagamos lo que hagamos, los scouts siempre presentamos la actividad dentro de una animación, dentro de un “envoltorio” que acerque la actividad al niño de manera interesante y atrayente. Después de una buena animación, el scout está embarcado en la aventura y, una vez dentro del barco, teníamos el pasaje asegurado hacia el éxito. Dicho de otra manera, si el escultismo tiene un fondo, que serían las opciones, y una forma, que sería el método scout, también tiene que tener una manera de ser presentado al niño y al joven, una manera de hacerles llegar la propuesta, y a esa forma de mediación la denominamos animación. Nos atreveríamos a decir que la animación ya aparece en las intuiciones originarias de Baden Powell. En el libro “Escultismo para muchachos” se puede observar su gusto por poner a los scouts dentro de un marco simbólico (África, las tribus zulús,...), y de esta manera, llevados por la imaginación, conseguir una educación más significativa, vivida en primera persona, en contacto con la propia piel, con los sentidos. Cuando se planteó dar impulso al lobatismo, su primera preocupación fue también crear un marco simbólico para desenvolver el proyecto, y lo halló ―junto con Vera Barclay― en una de sus lecturas favoritas: el “Libro de la Selva”, de su amigo Rudyard Kipling. Y aunque durante muchas décadas la animación quedó relegada por el militarismo y el peso de la instrucción (escuadras, formaciones y desfiles), acabó por cobrar especial relevancia a finales de los años 60. Con el cambio de modelo educativo, y ligado a las nuevas propuestas metodológicas, la animación se convirtió en una herramienta imprescindible para que el scout fuera protagonista de su propio proceso de formación. El respeto a los centros de interés se complementaba con una animación que involucraba activamente al niño en el método proyecto o en su propia progresión personal. Tan importante ha sido el planteamiento de la animación, que muchas veces a los scouts se nos ha criticado que lo único que sabemos hacer bien es eso: animar un campamento, una excursión o una velada… Así, se nos ha objetado que nuestra actividad tiene un envoltorio muy atractivo, pero que eso acaba por vaciar de contenido las bases formativas del movimiento scout. Esta crítica, que bien pudiera tener algún fundamento, y que sin duda se podría aplicar a todo movimiento juvenil, se tendrá que rebatir con la presentación de nuestros modelos y programas pedagógicos, pero, creemos, sin que ello suponga reducir el peso de la animación. De hecho, ésta no sólo se aplica a los muchachos, sino que muchas actividades para el kraal, o los días de padres, o hasta cursos de formación, se realizan dentro de una animación. En el grupo X-El Pilar, la animación nunca se ha descuidado. Antes al contrario, ha sido uno de los pilares donde ha brillado la capacidad de trabajo y de creatividad de los kraales. Podemos afirmar, sin duda, que la animación es uno de los mayores distintivos de nuestro escultismo como grupo. Porque, unido a una actividad, y espoleado por un tema que sirve de eje, se articula un sinfín de juegos y actividades. Los disfraces, las canciones, el tema del campamento, las plegarias de la mañana, la decoración del local, la motivación del final de fiesta o el “gran boom”… cualquier actividad se incrusta en un “leit-motiv” y todos sus elementos son útiles para contribuir a la animación, desde el folleto o panfleto informativo del campamento ―que ya solía contar con ideas e imágenes motivadoras― hasta los menús de las comidas… Portada del folleto del campamento de Pineta ‟96 Esos elementos y muchas otras acciones conexas ayudaban a que las actividades de los sábados fueran más cercanas a los scouts, a que los campamentos fueran más participativos y a que los proyectos ―cazas, aventuras, empresas…― se enriquecieran y no derivaran hacia una rutina aburrida. Incluso las actividades con los padres tenían una motivación: muchos recuerdan aún el juego de ciudad de “La tía Úrsula” ―que detallamos en un recuadro― o el de “México”, con la celebérrima charla entre Manolo Díez hablando en mexicano y Fernando Benavent contestándole con acento argentino… Y es que la animación sirve para cualquier actividad. Los scouters de pioneros, por ejemplo, montaron un año un juego de pruebas, “Tu hermana llega mañana”, con el que conseguían que los pioneros quedaran entre semana para pasear por Valencia, para investigar en nuestro pasado, para contar los escalones de las escaleras mecánicas de el Corte Inglés, o conseguir 20 relojes despertadores… La animación bien pensada es útil para cualquier finalidad. Esto no siempre fue así. En los primeros años, el marco del escultismo tradicional era suficiente: muchos juegos, pruebas, formaciones, cantos, salidas al monte… Con todo, algunas actividades se revestían de ciertos elementos de motivación para darles más ambientación. Eran las “operaciones”, verdaderos juegos de ciudad, como “Trueno”, “Verjadentro” o “Miguelete”, que fue la que inició la ronda solar 1966-67, y que consistía en seguir unas pistas ―mensajes cifrados de semáforo― para medir la altura de la torre por medios scouts, acabando con una reunión de tropa en la terraza superior, junto a las campanas. La adopción del método francés en 1969 abriría la puerta a nuevas posibilidades, al asumirse progresivamente la pedagogía del proyecto; pero aún llevaría un tiempo su afianzamiento y la introducción de elementos más generales de motivación. Con todo, a principios de los setenta ya encontramos animaciones típicas, como la del día de padres del campamento de verano de lobatos, en Navalón (1971), un clásico: los indios pieles rojas ―gracias a los Roch conservamos una película―. Precisamente a través de las actividades con los padres ―días de grupo y juegos de ciudad― comenzaron los grandes montajes de animación, limitados al principio a una sola jornada. Un ejemplo maravilloso fue la feria montada en las campas de Tabarla en 1975, donde ya aparecen elementos característicos posteriores: una idea-fuerza, casetas y puestos decorados y dirigidas por scouters disfrazados ―magos, tahúres, vaqueros…―, un grupo central de animación que dinamiza toda la actividad y le da un sentido unitario, etc. Enanito y mago en Tabarla (1975) También los días de grupo en los campamentos de Navidad ―el central, el 28 de diciembre― se aprovechaban para reforzarlos con una motivación en la que entraban todas las ramas, como en Gúdar ‟76, donde los elegidos fueron los marcianos. El siguiente paso era llevar una animación así a actividades de más larga duración y recorrido, esencialmente los proyectos y, sobre todo, los campamentos. Porque aunque se siguieron montando bien llamativas para los días de padres, y se empezaron a mantener alrededor de los proyectos de cada rama ―una caza de piratas o una aventura de las Olimpiadas―, probablemente las cotas más altas se dieron en los campamentos. Como los experimentos es mejor hacerlos con gaseosa, el grupo empezó a desarrollar animaciones globales en los de Navidad, que son más breves y requieren un esfuerzo organizativo más limitado. Se escogían temas transversales que motivaban todas las actividades. Empezamos en la Iglesuela del Cid: “La Edad Media” (1979), con moros y cristianos; y “Una de piratas” (1980). Y a partir de ahí ya no cesó. Espectacular fue el del Preventorio de Alcoi, en 1982, cuando recreamos un pueblo del Far-West en el que no faltaba nada: los negros del salón, los chinos del ferrocarril, el séptimo de caballería, las bailarinas, los vaqueros rudos y alcoholizados, los indios ―menos rudos pero también alcoholizados―; hasta mormones había, oiga. La motivación se lanzó el último sábado de reuniones, con el salón de actos lleno hasta la bandera y un lío monumental en el escenario, mientras los chinos montaban una línea férrea por el pasillo central y los negros ―los “buegros”, en la ortografía vacilante de la máquina de escribir de Soso Goerlich― se las tenían tiesas con los vaqueros. El campamento ―la casa y sus alrededores―, aunque azotado por una epidemia de gripe, resultó un grandioso escenario, como el de las películas de John Ford y John Wayne. Soldados yanquis en el salón de actos, con Rintintín (1982) Tampoco se quedó corto el de Navalón, en 1989, cuando Tintín decidió irse a la Luna y llevarse a todo el grupo detrás en un cohete de verdad construido ex profeso para la ocasión; aquí ya aparece claramente expresada la figura de los malos ―los rutas y algún jefe, que eran los agentes de Borduria―, aunque, como siempre, después de mil vicisitudes, Tintín, el capitán Haddock, el profesor Tornasol y los detectives Hernández y Fernández consiguieron desbaratar sus nefastos planes y despegar en el cohete… de vuelta a casa. Objetivo: la Luna (Navalón, 1989) La animación para el campamento de Navidad siempre ha sido especialmente fuerte y variada: los dioses griegos, las brujas de Chelva, los conquistadores, El señor de los anillos, Astérix y Obélix, el rey Arturo, Schrek, Robin Hood o hasta la Mafia (“La Costra Nostra”). Por supuesto, los rutas han tenido su lugar privilegiado apoyando al malo malísimo de la motivación de turno, gritando, animando y volviéndose buenos justo al final del campamento. Faltaba dar el salto, más cuantitativo que cualitativo, a los campamentos de verano. ¡Bufff! Una programación extenuante de quince días, a la que había que añadir una animación global cuadrando las agendas de cada rama: un trabajazo digno de los de Hércules… Pero, ¿quién dijo miedo? Empezamos, como siempre, por los de rama, porque parecía más sencillo y cómodo. Y como entonces estábamos “horizontalizados”, cada unidad ―pequeños y mayores― preparaba la suya propia. Los rangers se divirtieron en Nerpio (1981) con una máquina del tiempo. Al año siguiente, en Gúdar, los mayores eran tramperos que tenían que conseguir pieles en pruebas muy sufridas que, cuando llegaba la salida por patrullas, se canjeaban por comida. El volante de rangers de 1983 se motivó con la búsqueda de las fuentes del Nilo: los Montes Universales eran las Montañas de la Luna, y los exploradores Speke, Livingstone, Burton y Stanley guiaron a la tropa por los nacimientos del Tajo, el Xúquer, el Cabriol y el Turia; nadie murió de malaria… Los pequeños prefirieron ambientarse con los conquistadores españoles: Pizarro, Cortés, Orellana, etc. Ese mismo año, los pioneros, de bicicleta por Mallorca, invocaban a los dioses griegos y romanos en Deià, cerca de la casa de Robert Graves ―el de “Yo, Claudio”―: muy propio. Dos años más tarde, los rangers hicieron… ¡de rangers! Siguieron al Mayor Robert Rogers a través del lago Champlain ―el pantano de Benagéber― para derrotar a los malvados algonquinos y tomar el fuerte Ticonderoga, ¡una aventura de verdad! Bueno, ya sólo quedaba el Everest: una animación global para un campamento de grupo, de manera que hubiera un mismo “leit-motiv” para todas las ramas. Y se hizo por primera vez en la Pardina de Lage, en 1990: el mismo kraal que había montado el viaje a la Luna de Tintín unos meses antes, se atrevió con una aventura genial de piratas mucho antes de que Johnny Depp asomara las narices por la pantalla. Un barco impresionante en medio de la campa ―”El Rayo”―, y varios grupos representativos de los peores nidos de corsarios del Caribe ―Guadalupe, Tortuga, Jamaica…― enmarcaron dos semanas de luchas, desafíos y pruebas. El “Rayo” y su tripulación (Pardina de Lage, 1990) En 1992, el primer campamento del grupo en Hecho optó por cambiar de continente y montar “una de chinos”. Y qué decir de las veladas y fuegos de campamento… Podían ser con tema o sin él, aunque en el fondo daba igual: quien era realmente gracioso y ocurrente siempre divertía a todos con independencia del tema; a esos siempre hemos procurado reservarlos para conducir la actividad y presentar los “sketches”. Algunos números se han repetido en muchas veladas y gozaron ―y gozan― de gran reputación: los enanitos ―dos scouters formando un solo cuerpo ridículo que habla, canta y baila― y su variante, las marionetas humanas; el mentalista, que se sabía los números que teníamos en la cabeza; el cochecito; el árbol del ahorcado; etc. Tradicionalmente, cuando era una velada de todo el grupo y las actuaciones eran por ramas, las de los lobatos eran graciosas por verlos, no por lo que hacían ―solían y suelen ser un desorden―; en las de los rangers había de todo, pero en general, un barullo de peleas y riñas; y siempre se esperaba el final apoteósico, bien de los pioneros o bien de la Ruta; y no nos olvidamos, claro está, de la actuación de los jefes, que normalmente se recibe con expectación, aunque algunas veces no sea gran cosa, si bien las ha habido memorables. Los formatos han variado, pues en ocasiones se mezclan las ramas en grupos de todas las edades. Especialmente desordenado resultó el fuego de campamento que cerró en Salardú nuestro XXV aniversario, una fiesta interminable en que hubo de todo: magos y nigromantes, un “strip-tease” de los rutas, cursillo acelerado de inglés, corrida de toros, una invasión del escenario por lobatos y rangers, para acabar con la ceremonia de los pasos de rama… ¡Tremendo! Muy celebradas han sido las veladas que incluían algún relato o cuento de terror. En Vinuesa (1975) leímos “La tierra de Alvargonzález”, de Antonio Machado, y luego nadie quería acercarse a la Laguna Negra, “que no tiene fondo”, por si salía de ella el propio Alvargonzález o alguno de sus malvados hijos. Mucho peor fue lo ocurrido en Jabaloyas (1981): los rutas, que habían llegado al campamento de los lobatos, decidieron escenificar uno de los relatos que habían leído durante su largo volante, “La familia vurdalak”, una historia de vampiros macabra y truculenta; la escena final, con Javier Herrero “el Bombero” ahorcado en un árbol chorreando sangre por la boca, y el resto de los rutas en procesión con la cara blanca de harina, dientes de vampiro y velas en las manos, causó tal terror que los lobatos salieron de estampía y se perdieron en la noche. La cosa acabó con una bronca monumental de los jefes a los rutas, y con estos durmiendo en cada tienda de lobatos, ya que tenían tal miedo que no podían conciliar el sueño. Eso sí, el único ruta que se salvó del castigo fue Javier Herrero: ¡nadie quería que estuviera en su tienda! También hemos dedicado campamentos enteros a temas terroríficos, y nadie se ha muerto del susto… Un ejemplo es el de Navidad de 1995, bautizado como “Funeral Party-Tralcoivania 1840”, dedicado a toda clase de monstruos y seres perversos, y en el que se celebraba el funeral de la tía Violeta, una célebre vampiresa muerta a las edad de 600 años… El motivo central de la animación era un ataúd ―ya el folleto del campamento tenía esta forma―, que todo lo presidía, y del que salían las cosas y los seres más variados; para beber, en comidas y cenas, se servía sangre en estado puro, es decir, agua enrojecida con colorante alimentario ―anda que no hemos hecho gamberradas con el colorante McCormick…―. Un campamento terrorífico: las Brujas (Chelva, 1984) Volvemos al principio: no hay duda, como dijimos y repetimos, de que la animación del grupo es uno de los mayores distintivos de nuestro escultismo. Quizás en esa especialización y búsqueda de las características más identificativas, nos hemos distinguido siempre por animar, motivar y rodear de una atmósfera teatral cada uno de los campamentos. El imaginario colectivo se ha visto además enriquecido por las películas de Disney, que, junto a la creciente explosión cinematográfica hollywoodiense, nos ha proporcionado cientos de personajes a los que trasladar a nuestros campamentos. El grupo X-El Pilar, esto no sólo sabe hacerlo, sino que parece llevar en las venas la necesidad de superarlo. Quizás influye la buena preparación académica de los scouts pilaristas. Hemos leído hasta aburrirnos, visto todas las pelis de aventuras, ido al teatro… Cuando pensamos en una motivación para una actividad, nos vienen diez posibles a la cabeza, y algunas ciertamente originales. Quizá no seamos buenos haciendo puentes o cobertizos de madera; pero a la hora de liarla parda con una actividad no vamos a la zaga de nadie… Por eso podemos hablar de motivaciones de lo más variopinto, muchas de ellas con tendencia a acercarse lo máximo posible a su raíz esencial, sin aditamentos, lo que ha llevado a escuchar “que no sean Piratas del Caribe, que sean Piratas en general”, intentado siempre aportar a los chavales motivación, pero sobre todo imaginación en estado puro. Se han repetido pocas ideas en campamentos de grupo; y, de hacerse, se ha intentado siempre proponerlas de la forma más espaciada posible, y con sus matices. “El Señor de los anillos”, que nos visitó la Navidad de 1991, volvió a hacerlo en el año 2009, en la campa de Pineta, tras el estreno de la exitosa saga de Peter Jackson. La progresiva evolución y crecimiento, campamento tras campamento, llevó a escribir diálogos breves para personajes, primero en el “Far-West” de Alcoi (1981), y luego en “Lucky Luke” (Valgañón 2003), ya con motivaciones detalladas que se leían en el pabellón cada noche. O, más allá de eso, “Harry Potter” nos trajo en Hecho 2006 su propio libro, escrito por el kraal, donde estaba detallado cada día con diálogos y acertijos que completar. Además, hay que hacer honor a la verdad diciendo que los disfraces están muy trabajados… Un equipo del kraal se encarga de la motivación y la preparación, repartiendo papeles y actividades entre los demás scouters. Es cierto que todo este esfuerzo es difícil de rentabilizar: la sensación del kraal ha sido siempre de sinsabor, aun con la más grande y perfecta de las motivaciones, pues se acaba por pensar que se puede mejorar a la siguiente vez. Buena prueba de este apasionado intento por superarse es el anterior sistema de elección de animaciones para el campamento, que se realizaba con la presentación de cuatro temas diferentes, uno por cada uno de los kraales de las cuatro ramas. Con el tiempo desapareció, ya que aquello era un esfuerzo titánico del que gran parte se desperdiciaba, aunque existiese sana competencia y reconociendo que daba buenísimos resultados. Actualmente, la comisión que propone el tema de la motivación, en Navidad y verano, sigue rodeada, hasta la presentación ―antes, o en el mismo campamento―, de un halo de misterio, que revela la pasión que los scouts seguimos teniendo por el juego, el cuento, la historia y el teatro. No en vano hemos tenido en nuestras filas a gente como Toni Aparisi, ganador de un premio “Max” de las Artes Escénicas en 2007 (mejor intérprete masculino de danza); Álvaro Báguena, actor de cine y teatro a quien todos conocéis porque encarna el personaje de Blai en “L‟Alqueria Blanca”; Fernando Benavent “el Pomas”, otro actor con muchos años de experiencia; o Jaime Siles, premio nacional de poesía “José Hierro” en 2008, un escritor de primera línea. Y aún nos dejamos alguno, por no extendernos… Toni Aparisi también fue un vaquero desafiante en Alcoi „82 Y es que en la mayoría de los que fueron chavales del Décimo permanece un recuerdo idílico, fantástico e insuperable de lo que vivieron cuando fueron lobatos, scouts, rangers o incluso pioneros, metidos en los relatos mágicos que el kraal había hilado, bien para disfrutarlos o bien para hacerlos disfrutar a las demás ramas. En definitiva, hemos asistido a un sinfín de animaciones que generaban un maravilloso envoltorio en el cual se imbricaban los juegos y el resto de las actividades. Y es una deliciosa excusa para, además de reír y disfrutar, derrochar imaginación, aprender juegos diferentes, formarse en conocimientos y habilidades, para preguntarse por otros estilos de vida, otras costumbres, otros pueblos, esa cosa a la que, hoy en día, los expertos llaman “la multiculturalidad”. En fin, una animación en la que se aprenden valores y se ponen en práctica actitudes, en la que los jefes se vuelven niños, y los niños, gigantes, en la que todos sin distinción pueden convertirse en lo que quieran, y sin necesidad de varita mágica; lo mismo puedes ser uno de los hermanos Dalton ―Averell, el tonto, por ejemplo― que el enterrador del pueblo o el tipo de la diligencia. Gracias a la animación toda actividad se hace nueva y está por descubrir. Sólo nos queda por añadir: ¡Y que no decaiga! Animación de campamentos 1979-2011 [pendiente de última revisión] 1979 Navidad: “La Edad Media” (Moros y cristianos) 1980 Navidad: “Piratas” 1981 Navidad: “Los dioses griegos” 1982 Navidad: “El Far West” 1984 Navidad: “Las Brujas” (personajes fantásticos) 1986 Navidad: “Astérix y Obélix” 1987 Navidad: ¿”El circo”? 1988 Navidad: Ronda 1989-90: Navidad: “Tintín en la Luna” Verano: “Una de piratas” Ronda 1990-91: Navidad: “El rey Arturo” Verano: Ramas Ronda 1991-92: Navidad: “El Señor de los Anillos” Verano: “Una de chinos” Ronda 1992-93: Navidad: “El oro y su fiebre (Benagéber city)” Verano: Ramas Ronda 1993-94: Navidad: “Cumbre sobre la Tierra” (ecología) Verano: “¿Pueblos y razas del mundo?” Ronda 1994-95: Navidad: “Dioses griegos” Verano: Ramas Ronda 1995-96: Navidad: “Funeral Party-Tralcoivania 1840” Verano: “Pineta Creek” (tribus indias) Ronda 1996-97: Navidad: “Robin Hood” Verano: Ramas Ronda 1997-98: Navidad: “La Mafia y los gangsters” Verano: “Los Hijos del Sol” (Pueblos americanos precolombinos) Ronda 1998-99: Navidad: “Los tres mosqueteros” Verano: Ramas Ronda 1999-2000: Navidad: “La revolución mexicana” Verano: “Una de vikingos” Ronda 2000-01: Navidad: “El circo” Verano: “Dragones y mazmorras” Ronda 2001-02: Navidad: “Se ha escrito un crimen” Verano: Ramas Ronda 2002-03: Navidad: “El rey Arturo” Verano: “Lucky Luke” Ronda 2003-04: Navidad: “Shrek” Verano: Ramas Ronda 2004-05: Navidad: “Aladdin” Verano: “Piratas” Ronda 2005-06: Navidad: “Los Increíbles” Verano: “Harry Potter” Ronda 2006-07: Navidad: “Robin Hood” Verano: Ramas Ronda 2007-08: Navidad: “La Costra Nostra” (la Mafia) Verano: “Charlie y la fábrica de chocolate” Ronda 2008-09: Navidad: “James Bond-007” Verano: “El Señor de los Anillos” Ronda 2009-10: Navidad: “El mago de Oz” Verano: lobatos, “indios”; rangers, “egipcios”; pioneros, “desafío-X” Ronda 2010-11: Navidad: “Los tres mosqueteros” Verano: “La guerra de las galaxias” [RECUADRO] Un gran Juego de Ciudad “La Herencia de la tía Úrsula” Corría la ronda solar 1982-83 y al kraal se le ocurrió organizar un juego de ciudad para todo el grupo ―padres incluidos― pleno de imaginación y creatividad. La actividad se inició dos semanas antes, con el envío de una carta a cada uno de los scouts en que se les notificaba el fallecimiento, en extrañas circunstancias, de una mujer ―un personaje ficticio, claro― llamada la tía Úrsula. Como había muerto sin descendientes directos, se citaba a los scouts para comparecer un domingo, quince días después, en el salón de actos del colegio para la apertura y lectura del testamento por parte del notario. Una nota curiosa: todo el mundo entendió que era una motivación para el juego de ciudad; pero una lobata que tenía una tía que se llamaba Úrsula, creyó que la carta era real y que le comunicaba su muerte; el berrinche le duró un buen rato… El día del juego de ciudad se presentó a todo el grupo, en el salón de actos del Colegio, el árbol genealógico de la tía Úrsula: Se presentó también a toda la familia mediante diapositivas ―entonces no había ordenadores ni proyectores―, y por el escenario fueron desfilando los parientes que quedaban, es decir, sus doce sobrinos: Gervasio, Silveria, Cirilo, Sinforosa, Práxedes, Nicomedia, Ligorio, Tiburcia, Ceferino, Justiniano, Siete Dolores y Exaltación ―algunos daban miedo―. Se abrió entonces un cofre con el testamento; en él se explicaba que, al no tener descendientes, su herencia se entregaría a alguno de sus sobrinos, en función de los méritos que demostraran. Cada uno formó un grupo mixto, con lobatos, rangers, pioneros y padres, y salieron todos a recorrer la ciudad por los diferentes puestos formados por el kraal y los rutas, para ir superando pruebas y obtener así información y recuerdos de la tía Úrsula, con el fin de conseguir la preciada herencia. Finalmente, y como pasa muchas veces cuando ponemos todo el interés en bienes materiales, la herencia resultó ser un fiasco, el último engaño de la tía Úrsula: del baúl salieron cuatro pañuelos, una llave antigua y poco más. Pero, eso sí, el equipo que representaba al sobrino ganador recibió el merecido aplauso del resto, y todo acabó con una estupenda merienda en el colegio. Momento de la muerte “en extrañas circunstancias” de la tía Úrsula