la animación pedagógica en el grupo x

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la animación pedagógica en el grupo x
LA ANIMACIÓN PEDAGÓGICA EN EL GRUPO X
El Movimiento Scout Católico durante muchos años ha vivido y, sobre
todo, ha alardeado de una cierta superioridad moral. Desde la renovación
pedagógica de finales de los 60, todos los responsables de los equipos
directivos, responsables pedagógicos y de formación, a todos los niveles,
desde los asociativos hasta los de la Mesa Nacional, podían presumir de
disponer de unas herramientas educativas impecables. Y entre todas
ellas, desde los años 70, probablemente el santo y seña del escultismo
católico era la animación pedagógica.
Sin embargo, pocos elementos educativos quedaban tan en el aire y
resultaban tan difíciles de definir y concretar como la animación. Por
supuesto que la animación no eran los principios fundamentales del
escultismo: aprender deberes hacia uno mismo, hacia los demás y hacia
Dios. Tampoco era, por tanto, parte de las opciones básicas: la opción
educación, la opción país y la opción fe. Tampoco formaba parte de la
metodología específica, compuesta por los cuatro principios básicos: la
adhesión a una Ley y una Promesa, la vida en pequeños grupos, la
educación por la acción con sus proyectos progresivos y atrayentes ―el
método proyecto: cazas, aventuras, empresas o rutas―, y la progresión
personal. Muchas veces se ha discutido si la vida en la naturaleza
debería considerarse una quinta pata del método scout; podríamos
aceptarlo de buen grado, aunque requeriría una discusión de otro calado.
La animación tampoco formaba parte del Proyecto Educativo de Grupo
(PEG), documento anual o bienal que expresa los objetivos a conseguir;
ni tampoco forma parte de la carta de valores o el modelo de persona
que pretendemos educar. Entonces, ¿qué diablos es la animación, y por
qué ha sido siempre tan relevante?
Siguiendo a algunas personas, antiguos dirigentes de MSC, diríamos que
se llamaba animación al “envoltorio” en el que se desarrollan las
actividades pedagógicas de los grupos scouts. La palabra “envoltorio” ha
suscitado muchas controversias: ciertamente, no es una palabra muy
técnica; mas era útil para explicar que la animación no es en sí misma
ninguna herramienta específica del método scout, pero que es
imprescindible para la presentación, puesta en marcha y desarrollo de
cualquier actividad scout.
La animación, que durante una época intentó llamarse animación
pedagógica global, quedaba un poco al margen de los principios y
elementos metodológicos del escultismo; sin embargo, cualquiera que
haya sido scout de los 70 acá, sabe que probablemente es uno de los
aspectos que más nos identifica, y al que probablemente se le hayan
dedicado más horas. Hagamos lo que hagamos, los scouts siempre
presentamos la actividad dentro de una animación, dentro de un
“envoltorio” que acerque la actividad al niño de manera interesante y
atrayente. Después de una buena animación, el scout está embarcado
en la aventura y, una vez dentro del barco, teníamos el pasaje asegurado
hacia el éxito. Dicho de otra manera, si el escultismo tiene un fondo, que
serían las opciones, y una forma, que sería el método scout, también
tiene que tener una manera de ser presentado al niño y al joven, una
manera de hacerles llegar la propuesta, y a esa forma de mediación la
denominamos animación.
Nos atreveríamos a decir que la animación ya aparece en las intuiciones
originarias de Baden Powell. En el libro “Escultismo para muchachos” se
puede observar su gusto por poner a los scouts dentro de un marco
simbólico (África, las tribus zulús,...), y de esta manera, llevados por la
imaginación, conseguir una educación más significativa, vivida en
primera persona, en contacto con la propia piel, con los sentidos. Cuando
se planteó dar impulso al lobatismo, su primera preocupación fue
también crear un marco simbólico para desenvolver el proyecto, y lo halló
―junto con Vera Barclay― en una de sus lecturas favoritas: el “Libro de
la Selva”, de su amigo Rudyard Kipling. Y aunque durante muchas
décadas la animación quedó relegada por el militarismo y el peso de la
instrucción (escuadras, formaciones y desfiles), acabó por cobrar
especial relevancia a finales de los años 60. Con el cambio de modelo
educativo, y ligado a las nuevas propuestas metodológicas, la animación
se convirtió en una herramienta imprescindible para que el scout fuera
protagonista de su propio proceso de formación. El respeto a los centros
de interés se complementaba con una animación que involucraba
activamente al niño en el método proyecto o en su propia progresión
personal.
Tan importante ha sido el planteamiento de la animación, que muchas
veces a los scouts se nos ha criticado que lo único que sabemos hacer
bien es eso: animar un campamento, una excursión o una velada… Así,
se nos ha objetado que nuestra actividad tiene un envoltorio muy
atractivo, pero que eso acaba por vaciar de contenido las bases
formativas del movimiento scout. Esta crítica, que bien pudiera tener
algún fundamento, y que sin duda se podría aplicar a todo movimiento
juvenil, se tendrá que rebatir con la presentación de nuestros modelos y
programas pedagógicos, pero, creemos, sin que ello suponga reducir el
peso de la animación. De hecho, ésta no sólo se aplica a los muchachos,
sino que muchas actividades para el kraal, o los días de padres, o hasta
cursos de formación, se realizan dentro de una animación.
En el grupo X-El Pilar, la animación nunca se ha descuidado. Antes al
contrario, ha sido uno de los pilares donde ha brillado la capacidad de
trabajo y de creatividad de los kraales. Podemos afirmar, sin duda, que la
animación es uno de los mayores distintivos de nuestro escultismo como
grupo. Porque, unido a una actividad, y espoleado por un tema que sirve
de eje, se articula un sinfín de juegos y actividades. Los disfraces, las
canciones, el tema del campamento, las plegarias de la mañana, la
decoración del local, la motivación del final de fiesta o el “gran boom”…
cualquier actividad se incrusta en un “leit-motiv” y todos sus elementos
son útiles para contribuir a la animación, desde el folleto o panfleto
informativo del campamento ―que ya solía contar con ideas e imágenes
motivadoras― hasta los menús de las comidas…
Portada del folleto del campamento de Pineta
‟96
Esos elementos y muchas otras
acciones conexas ayudaban a que las
actividades de los sábados fueran más
cercanas a los scouts, a que los
campamentos
fueran
más
participativos y a que los proyectos
―cazas, aventuras, empresas…― se
enriquecieran y no derivaran hacia una
rutina aburrida. Incluso las actividades
con los padres tenían una motivación:
muchos recuerdan aún el juego de
ciudad de “La tía Úrsula” ―que
detallamos en un recuadro― o el de
“México”, con la celebérrima charla entre Manolo Díez hablando en
mexicano y Fernando Benavent contestándole con acento argentino… Y
es que la animación sirve para cualquier actividad. Los scouters de
pioneros, por ejemplo, montaron un año un juego de pruebas, “Tu
hermana llega mañana”, con el que conseguían que los pioneros
quedaran entre semana para pasear por Valencia, para investigar en
nuestro pasado, para contar los escalones de las escaleras mecánicas
de el Corte Inglés, o conseguir 20 relojes despertadores… La animación
bien pensada es útil para cualquier finalidad.
Esto no siempre fue así. En los primeros años, el marco del escultismo
tradicional era suficiente: muchos juegos, pruebas, formaciones, cantos,
salidas al monte… Con todo, algunas actividades se revestían de ciertos
elementos de motivación para darles más ambientación. Eran las
“operaciones”, verdaderos juegos de ciudad, como “Trueno”,
“Verjadentro” o “Miguelete”, que fue la que inició la ronda solar 1966-67,
y que consistía en seguir unas pistas ―mensajes cifrados de semáforo―
para medir la altura de la torre por medios scouts, acabando con una
reunión de tropa en la terraza superior, junto a las campanas. La
adopción del método francés en 1969 abriría la puerta a nuevas
posibilidades, al asumirse progresivamente la pedagogía del proyecto;
pero aún llevaría un tiempo su afianzamiento y la introducción de
elementos más generales de motivación. Con todo, a principios de los
setenta ya encontramos animaciones típicas, como la del día de padres
del campamento de verano de lobatos, en Navalón (1971), un clásico: los
indios pieles rojas ―gracias a los Roch conservamos una película―.
Precisamente a través de las actividades con los padres ―días de grupo
y juegos de ciudad― comenzaron los grandes montajes de animación,
limitados al principio a una sola jornada. Un ejemplo maravilloso fue la
feria montada en las campas de Tabarla en 1975, donde ya aparecen
elementos característicos posteriores: una idea-fuerza, casetas y puestos
decorados y dirigidas por scouters disfrazados ―magos, tahúres,
vaqueros…―, un grupo central de animación que dinamiza toda la
actividad y le da un sentido unitario, etc.
Enanito y mago en Tabarla (1975)
También los días de grupo en los
campamentos de Navidad ―el central, el
28 de diciembre― se aprovechaban para
reforzarlos con una motivación en la que
entraban todas las ramas, como en Gúdar
‟76, donde los elegidos fueron los
marcianos.
El siguiente paso era llevar una animación
así a actividades de más larga duración y
recorrido, esencialmente los proyectos y,
sobre todo, los campamentos. Porque
aunque se siguieron montando bien llamativas para los días de padres, y
se empezaron a mantener alrededor de los proyectos de cada rama
―una caza de piratas o una aventura de las Olimpiadas―,
probablemente las cotas más altas se dieron en los campamentos. Como
los experimentos es mejor hacerlos con gaseosa, el grupo empezó a
desarrollar animaciones globales en los de Navidad, que son más breves
y requieren un esfuerzo organizativo más limitado. Se escogían temas
transversales que motivaban todas las actividades. Empezamos en la
Iglesuela del Cid: “La Edad Media” (1979), con moros y cristianos; y “Una
de piratas” (1980). Y a partir de ahí ya no cesó. Espectacular fue el del
Preventorio de Alcoi, en 1982, cuando recreamos un pueblo del Far-West
en el que no faltaba nada: los negros del salón, los chinos del ferrocarril,
el séptimo de caballería, las bailarinas, los vaqueros rudos y
alcoholizados, los indios ―menos rudos pero también alcoholizados―;
hasta mormones había, oiga. La motivación se lanzó el último sábado de
reuniones, con el salón de actos lleno hasta la bandera y un lío
monumental en el escenario, mientras los chinos montaban una línea
férrea por el pasillo central y los negros ―los “buegros”, en la ortografía
vacilante de la máquina de escribir de Soso Goerlich― se las tenían
tiesas con los vaqueros. El campamento ―la casa y sus alrededores―,
aunque azotado por una epidemia de gripe, resultó un grandioso
escenario, como el de las películas de John Ford y John Wayne.
Soldados yanquis en el salón de actos, con Rintintín (1982)
Tampoco se
quedó corto
el
de
Navalón, en
1989, cuando
Tintín decidió
irse a la Luna
y llevarse a
todo el grupo
detrás en un
cohete
de
verdad
construido ex
profeso para la ocasión; aquí ya aparece claramente expresada la figura
de los malos ―los rutas y algún jefe, que eran los agentes de Borduria―,
aunque, como siempre, después de mil vicisitudes, Tintín, el capitán
Haddock, el profesor Tornasol y los detectives Hernández y Fernández
consiguieron desbaratar sus nefastos planes y despegar en el cohete…
de vuelta a casa.
Objetivo: la Luna (Navalón, 1989)
La animación para el campamento de Navidad siempre ha sido
especialmente fuerte y variada: los dioses griegos, las brujas de Chelva,
los conquistadores, El señor de los anillos, Astérix y Obélix, el rey Arturo,
Schrek, Robin Hood o hasta la Mafia (“La Costra Nostra”). Por supuesto,
los rutas han tenido su lugar privilegiado apoyando al malo malísimo de
la motivación de turno, gritando, animando y volviéndose buenos justo al
final del campamento.
Faltaba dar el salto, más cuantitativo que cualitativo, a los campamentos
de verano. ¡Bufff! Una programación extenuante de quince días, a la que
había que añadir una animación global cuadrando las agendas de cada
rama: un trabajazo digno de los de Hércules… Pero, ¿quién dijo miedo?
Empezamos, como siempre, por los de rama, porque parecía más
sencillo y cómodo. Y como entonces estábamos “horizontalizados”, cada
unidad ―pequeños y mayores― preparaba la suya propia. Los rangers
se divirtieron en Nerpio (1981) con una máquina del tiempo. Al año
siguiente, en Gúdar, los mayores eran tramperos que tenían que
conseguir pieles en pruebas muy sufridas que, cuando llegaba la salida
por patrullas, se canjeaban por comida. El volante de rangers de 1983 se
motivó con la búsqueda de las fuentes del Nilo: los Montes Universales
eran las Montañas de la Luna, y los exploradores Speke, Livingstone,
Burton y Stanley guiaron a la tropa por los nacimientos del Tajo, el
Xúquer, el Cabriol y el Turia; nadie murió de malaria… Los pequeños
prefirieron ambientarse con los conquistadores españoles: Pizarro,
Cortés, Orellana, etc. Ese mismo año, los pioneros, de bicicleta por
Mallorca, invocaban a los dioses griegos y romanos en Deià, cerca de la
casa de Robert Graves ―el de “Yo, Claudio”―: muy propio. Dos años
más tarde, los rangers hicieron… ¡de rangers! Siguieron al Mayor Robert
Rogers a través del lago Champlain ―el pantano de Benagéber― para
derrotar a los malvados algonquinos y tomar el fuerte Ticonderoga, ¡una
aventura de verdad!
Bueno, ya sólo quedaba el Everest: una animación global para un
campamento de grupo, de manera que hubiera un mismo “leit-motiv”
para todas las ramas. Y se hizo por primera vez en la Pardina de Lage,
en 1990: el mismo kraal que había montado el viaje a la Luna de Tintín
unos meses antes, se atrevió con una aventura genial de piratas mucho
antes de que Johnny Depp asomara las narices por la pantalla. Un barco
impresionante en medio de la campa ―”El Rayo”―, y varios grupos
representativos de los peores nidos de corsarios del Caribe
―Guadalupe, Tortuga, Jamaica…― enmarcaron dos semanas de
luchas, desafíos y pruebas.
El “Rayo” y su tripulación (Pardina de Lage, 1990)
En 1992, el primer campamento del grupo en Hecho optó por cambiar de
continente y montar “una de chinos”.
Y qué decir de las veladas y fuegos de campamento… Podían ser con
tema o sin él, aunque en el fondo daba igual: quien era realmente
gracioso y ocurrente siempre divertía a todos con independencia del
tema; a esos siempre hemos procurado reservarlos para conducir la
actividad y presentar los “sketches”. Algunos números se han repetido en
muchas veladas y gozaron ―y gozan― de gran reputación: los enanitos
―dos scouters formando un solo cuerpo ridículo que habla, canta y
baila― y su variante, las marionetas humanas; el mentalista, que se
sabía los números que teníamos en la cabeza; el cochecito; el árbol del
ahorcado; etc. Tradicionalmente, cuando era una velada de todo el grupo
y las actuaciones eran por ramas, las de los lobatos eran graciosas por
verlos, no por lo que hacían ―solían y suelen ser un desorden―; en las
de los rangers había de todo, pero en general, un barullo de peleas y
riñas; y siempre se esperaba el final apoteósico, bien de los pioneros o
bien de la Ruta; y no nos olvidamos, claro está, de la actuación de los
jefes, que normalmente se recibe con expectación, aunque algunas
veces no sea gran cosa, si bien las ha habido memorables. Los formatos
han variado, pues en ocasiones se mezclan las ramas en grupos de
todas las edades. Especialmente desordenado resultó el fuego de
campamento que cerró en Salardú nuestro XXV aniversario, una fiesta
interminable en que hubo de todo: magos y nigromantes, un “strip-tease”
de los rutas, cursillo acelerado de inglés, corrida de toros, una invasión
del escenario por lobatos y rangers, para acabar con la ceremonia de los
pasos de rama… ¡Tremendo!
Muy celebradas han sido las veladas que incluían algún relato o cuento
de terror. En Vinuesa (1975) leímos “La tierra de Alvargonzález”, de
Antonio Machado, y luego nadie quería acercarse a la Laguna Negra,
“que no tiene fondo”, por si salía de ella el propio Alvargonzález o alguno
de sus malvados hijos. Mucho peor fue lo ocurrido en Jabaloyas (1981):
los rutas, que habían llegado al campamento de los lobatos, decidieron
escenificar uno de los relatos que habían leído durante su largo volante,
“La familia vurdalak”, una historia de vampiros macabra y truculenta; la
escena final, con Javier Herrero “el Bombero” ahorcado en un árbol
chorreando sangre por la boca, y el resto de los rutas en procesión con la
cara blanca de harina, dientes de vampiro y velas en las manos, causó
tal terror que los lobatos salieron de estampía y se perdieron en la noche.
La cosa acabó con una bronca monumental de los jefes a los rutas, y con
estos durmiendo en cada tienda de lobatos, ya que tenían tal miedo que
no podían conciliar el sueño. Eso sí, el único ruta que se salvó del
castigo fue Javier Herrero: ¡nadie quería que estuviera en su tienda!
También hemos dedicado campamentos enteros a temas terroríficos, y
nadie se ha muerto del susto… Un ejemplo es el de Navidad de 1995,
bautizado como “Funeral Party-Tralcoivania 1840”, dedicado a toda clase
de monstruos y seres perversos, y en el que se celebraba el funeral de la
tía Violeta, una célebre vampiresa muerta a las edad de 600 años… El
motivo central de la animación era un ataúd ―ya el folleto del
campamento tenía esta forma―, que todo lo presidía, y del que salían
las cosas y los seres más variados; para beber, en comidas y cenas, se
servía sangre en estado puro, es decir, agua enrojecida con colorante
alimentario ―anda que no hemos hecho gamberradas con el colorante
McCormick…―.
Un campamento terrorífico: las Brujas (Chelva, 1984)
Volvemos al principio: no hay duda, como dijimos y repetimos, de que la
animación del grupo es uno de los mayores distintivos de nuestro
escultismo. Quizás en esa especialización y búsqueda de las
características más identificativas, nos hemos distinguido siempre por
animar, motivar y rodear de una atmósfera teatral cada uno de los
campamentos. El imaginario colectivo se ha visto además enriquecido
por las películas de Disney, que, junto a la creciente explosión
cinematográfica hollywoodiense, nos ha proporcionado cientos de
personajes a los que trasladar a nuestros campamentos. El grupo X-El
Pilar, esto no sólo sabe hacerlo, sino que parece llevar en las venas la
necesidad de superarlo. Quizás influye la buena preparación académica
de los scouts pilaristas. Hemos leído hasta aburrirnos, visto todas las
pelis de aventuras, ido al teatro… Cuando pensamos en una motivación
para una actividad, nos vienen diez posibles a la cabeza, y algunas
ciertamente originales. Quizá no seamos buenos haciendo puentes o
cobertizos de madera; pero a la hora de liarla parda con una actividad no
vamos a la zaga de nadie… Por eso podemos hablar de motivaciones de
lo más variopinto, muchas de ellas con tendencia a acercarse lo máximo
posible a su raíz esencial, sin aditamentos, lo que ha llevado a escuchar
“que no sean Piratas del Caribe, que sean Piratas en general”, intentado
siempre aportar a los chavales motivación, pero sobre todo imaginación
en estado puro. Se han repetido pocas ideas en campamentos de grupo;
y, de hacerse, se ha intentado siempre proponerlas de la forma más
espaciada posible, y con sus matices. “El Señor de los anillos”, que nos
visitó la Navidad de 1991, volvió a hacerlo en el año 2009, en la campa
de Pineta, tras el estreno de la exitosa saga de Peter Jackson. La
progresiva evolución y crecimiento, campamento tras campamento, llevó
a escribir diálogos breves para personajes, primero en el “Far-West” de
Alcoi (1981), y luego en “Lucky Luke” (Valgañón 2003), ya con
motivaciones detalladas que se leían en el pabellón cada noche. O, más
allá de eso, “Harry Potter” nos trajo en Hecho 2006 su propio libro, escrito
por el kraal, donde estaba detallado cada día con diálogos y acertijos que
completar. Además, hay que hacer honor a la verdad diciendo que los
disfraces están muy trabajados… Un equipo del kraal se encarga de la
motivación y la preparación, repartiendo papeles y actividades entre los
demás scouters. Es cierto que todo este esfuerzo es difícil de rentabilizar:
la sensación del kraal ha sido siempre de sinsabor, aun con la más
grande y perfecta de las motivaciones, pues se acaba por pensar que se
puede mejorar a la siguiente vez.
Buena prueba de este apasionado intento por superarse es el anterior
sistema de elección de animaciones para el campamento, que se
realizaba con la presentación de cuatro temas diferentes, uno por cada
uno de los kraales de las cuatro ramas. Con el tiempo desapareció, ya
que aquello era un esfuerzo titánico del que gran parte se desperdiciaba,
aunque existiese sana competencia y reconociendo que daba
buenísimos resultados. Actualmente, la comisión que propone el tema de
la motivación, en Navidad y verano, sigue rodeada, hasta la presentación
―antes, o en el mismo campamento―, de un halo de misterio, que
revela la pasión que los scouts seguimos teniendo por el juego, el
cuento, la historia y el teatro. No en vano hemos tenido en nuestras filas
a gente como Toni Aparisi, ganador de un premio “Max” de las Artes
Escénicas en 2007 (mejor intérprete masculino de danza); Álvaro
Báguena, actor de cine y teatro a quien todos conocéis porque encarna
el personaje de Blai en “L‟Alqueria Blanca”; Fernando Benavent “el
Pomas”, otro actor con muchos años de experiencia; o Jaime Siles,
premio nacional de poesía “José Hierro” en 2008, un escritor de primera
línea. Y aún nos dejamos alguno, por no extendernos…
Toni Aparisi también fue un vaquero desafiante en Alcoi „82
Y es que en la mayoría de los que fueron chavales del Décimo
permanece un recuerdo idílico, fantástico e insuperable de lo que vivieron
cuando fueron lobatos, scouts, rangers o incluso pioneros, metidos en los
relatos mágicos que el kraal había hilado, bien para disfrutarlos o bien
para hacerlos disfrutar a las demás ramas.
En definitiva, hemos asistido a un sinfín de animaciones que generaban
un maravilloso envoltorio en el cual se imbricaban los juegos y el resto de
las actividades. Y es una deliciosa excusa para, además de reír y
disfrutar, derrochar imaginación, aprender juegos diferentes, formarse en
conocimientos y habilidades, para preguntarse por otros estilos de vida,
otras costumbres, otros pueblos, esa cosa a la que, hoy en día, los
expertos llaman “la multiculturalidad”. En fin, una animación en la que se
aprenden valores y se ponen en práctica actitudes, en la que los jefes se
vuelven niños, y los niños, gigantes, en la que todos sin distinción
pueden convertirse en lo que quieran, y sin necesidad de varita mágica;
lo mismo puedes ser uno de los hermanos Dalton ―Averell, el tonto, por
ejemplo― que el enterrador del pueblo o el tipo de la diligencia. Gracias
a la animación toda actividad se hace nueva y está por descubrir. Sólo
nos queda por añadir: ¡Y que no decaiga!
Animación de campamentos
1979-2011
[pendiente de última revisión]
1979 Navidad: “La Edad Media” (Moros y cristianos)
1980 Navidad: “Piratas”
1981 Navidad: “Los dioses griegos”
1982 Navidad: “El Far West”
1984 Navidad: “Las Brujas” (personajes fantásticos)
1986 Navidad: “Astérix y Obélix”
1987 Navidad: ¿”El circo”?
1988 Navidad:
Ronda 1989-90:
Navidad: “Tintín en la Luna”
Verano: “Una de piratas”
Ronda 1990-91:
Navidad: “El rey Arturo”
Verano: Ramas
Ronda 1991-92:
Navidad: “El Señor de los Anillos”
Verano: “Una de chinos”
Ronda 1992-93:
Navidad: “El oro y su fiebre (Benagéber city)”
Verano: Ramas
Ronda 1993-94:
Navidad: “Cumbre sobre la Tierra” (ecología)
Verano: “¿Pueblos y razas del mundo?”
Ronda 1994-95:
Navidad: “Dioses griegos”
Verano: Ramas
Ronda 1995-96:
Navidad: “Funeral Party-Tralcoivania 1840”
Verano: “Pineta Creek” (tribus indias)
Ronda 1996-97:
Navidad: “Robin Hood”
Verano: Ramas
Ronda 1997-98:
Navidad: “La Mafia y los gangsters”
Verano: “Los Hijos del Sol” (Pueblos americanos precolombinos)
Ronda 1998-99:
Navidad: “Los tres mosqueteros”
Verano: Ramas
Ronda 1999-2000:
Navidad: “La revolución mexicana”
Verano: “Una de vikingos”
Ronda 2000-01:
Navidad: “El circo”
Verano: “Dragones y mazmorras”
Ronda 2001-02:
Navidad: “Se ha escrito un crimen”
Verano: Ramas
Ronda 2002-03:
Navidad: “El rey Arturo”
Verano: “Lucky Luke”
Ronda 2003-04:
Navidad: “Shrek”
Verano: Ramas
Ronda 2004-05:
Navidad: “Aladdin”
Verano: “Piratas”
Ronda 2005-06:
Navidad: “Los Increíbles”
Verano: “Harry Potter”
Ronda 2006-07:
Navidad: “Robin Hood”
Verano: Ramas
Ronda 2007-08:
Navidad: “La Costra Nostra” (la Mafia)
Verano: “Charlie y la fábrica de chocolate”
Ronda 2008-09:
Navidad: “James Bond-007”
Verano: “El Señor de los Anillos”
Ronda 2009-10:
Navidad: “El mago de Oz”
Verano: lobatos, “indios”; rangers, “egipcios”; pioneros, “desafío-X”
Ronda 2010-11:
Navidad: “Los tres mosqueteros”
Verano: “La guerra de las galaxias”
[RECUADRO]
Un gran Juego de Ciudad
“La Herencia de la tía Úrsula”
Corría la ronda solar 1982-83 y al kraal se le ocurrió organizar un juego
de ciudad para todo el grupo ―padres incluidos― pleno de imaginación
y creatividad. La actividad se inició dos semanas antes, con el envío de
una carta a cada uno de los scouts en que se les notificaba el
fallecimiento, en extrañas circunstancias, de una mujer ―un personaje
ficticio, claro― llamada la tía Úrsula. Como había muerto sin
descendientes directos, se citaba a los scouts para comparecer un
domingo, quince días después, en el salón de actos del colegio para la
apertura y lectura del testamento por parte del notario. Una nota curiosa:
todo el mundo entendió que era una motivación para el juego de ciudad;
pero una lobata que tenía una tía que se llamaba Úrsula, creyó que la
carta era real y que le comunicaba su muerte; el berrinche le duró un
buen rato…
El día del juego de ciudad se presentó a todo el grupo, en el salón de
actos del Colegio, el árbol genealógico de la tía Úrsula:
Se presentó también a toda la familia mediante diapositivas ―entonces
no había ordenadores ni proyectores―, y por el escenario fueron
desfilando los parientes que quedaban, es decir, sus doce sobrinos:
Gervasio, Silveria, Cirilo, Sinforosa, Práxedes, Nicomedia, Ligorio,
Tiburcia, Ceferino, Justiniano, Siete Dolores y Exaltación ―algunos
daban miedo―. Se abrió entonces un cofre con el testamento; en él se
explicaba que, al no tener descendientes, su herencia se entregaría a
alguno de sus sobrinos, en función de los méritos que demostraran.
Cada uno formó un grupo mixto, con lobatos, rangers, pioneros y padres,
y salieron todos a recorrer la ciudad por los diferentes puestos formados
por el kraal y los rutas, para ir superando pruebas y obtener así
información y recuerdos de la tía Úrsula, con el fin de conseguir la
preciada herencia. Finalmente, y como pasa muchas veces cuando
ponemos todo el interés en bienes materiales, la herencia resultó ser un
fiasco, el último engaño de la tía Úrsula: del baúl salieron cuatro
pañuelos, una llave antigua y poco más. Pero, eso sí, el equipo que
representaba al sobrino ganador recibió el merecido aplauso del resto, y
todo acabó con una estupenda merienda en el colegio.
Momento de la muerte “en extrañas circunstancias” de la tía Úrsula

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