PICASSO-Sur Francia- CLIO (abril 2013)
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PICASSO-Sur Francia- CLIO (abril 2013)
Túnel del tiempo 40 años sin Picasso 48 CLÍO El 8 de abrilde 2013 se cumplen 40 años de la muerte de Picasso (1973), quien pasó mÁs de la mitad de su vida en el sur de Francia, donde reposan sus restos. Una historia y unos rincones idílicos que ahora recorremos para recordar la intensa vida de un genio inolvidable, Inmortal. M. A. Moliner Periodista y fotógrafo. CLÍO 49 Túnel del tiempo / 40 años sin Picasso H ace ya cuatro décadas que nos dejó pero Picasso no ha muerto. Su genio y figura siguen vivos, latentes en centenares de lienzos, dibujos, bocetos o cerámicas que creó a lo largo de 91 años de intensa vida artística y sentimental. Y es que aquel mito nacido el 25 de octubre de 1881 en Málaga sigue presente en nuestra memoria. Fue un artista universal que repartió su prolífica vida entre sus dos países más queridos, España y Francia, aunque los avatares del destino le llevaron a pasar las dos terceras partes de ella lejos de su tierra natal. De nombre completo irrecordable –Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso–, pasaría a la posteridad con una sola palabra, la del apellido materno: Picasso. Aquel mozalbete inquieto que con apenas ocho años empezaba ya a "jugar" con los pinceles poco podía imaginar que no solo se ganaría la vida con ellos sino que se convertiría en uno de los grandes de la pintura mundial. juventud en Barcelona Poco a poco el joven Picasso empezó a hacer realidad el sueño de su padre, José Ruiz Blasco, profesor de dibujo en una escuela que nunca logró ser artista. Y también a traslucir una de sus pasiones, la tauromaquia, no en vano su primer óleo, El pequeño picador, fue inspirado tras asistir a una corrida taurina. El devenir profesional paterno llevó a la familia de peregrinaje por España. Picasso era el mayor de tres hermanos (los otros dos eran mujeres: Dolores, tres años menor, y Concepción, seis años más joven), y ya de muy chico cruzó la Península en diagonal para ir a Galicia, cuando su padre pasó a ser profesor de un instituto de A Coruña. Luego se trasladaron a Barcelona en 1895 tras la prematura muerte de su hermana menor Concepción, de apenas 7 años. El joven Picasso cimentó sus conocimientos artísticos en la Ciudad Condal (Escuela de Bellas Artes de la Llotja), donde permaneció nueve años. Allí gestó su llamado "período azul", por ser ese el color que utilizaba en la mayoría de sus lienzos, y en los que reflejaba las miserias humanas y el mundo marginal. En la capital catalana, con apenas 15 años, ya montó su primer taller (calle de la Plata) y realizó su primera exposición individual (en el café modernista Els Quatre Gats). También realizó esporádicas visitas a Madrid, aunque sin echar raíces. Con el inicio del nuevo siglo, Picasso hizo su pri- mera escapada a París para ver la Exposición Universal. Esta ciudad, centro mundial del arte entoces, le abrió las puertas a nuevos horizontes, sensaciones… ¡y despertó su pasión sentimental! El artista trabajaba a destajo para ganarse la vida como podía y vendía sus obras a precio de saldo en la rue Laffitte, no muy lejos del bohemio Montmartre. Una zona que también inspiró a Henry Miller en su sensual novela Trópico de cáncer. Y junto a su colega Georges Braque sentó las bases del cubismo, un estilo que rompía con los cánones tradicionales, descomponiendo la realidad en elementos geométricos superpuestos. Uno de sus máximos exponentes de esta corriente fue Las señoritas de Aviñón (1907). En Francia pensaban que se trataba de una referencia a la ciudad de la Provenza (que él aún no conocía) pero lo que en verdad reflejaba era el ambiente de uno de los burdeles (tema predilecto suyo en aquella época) de esa calle de la Barcelona que tan bien conocía. Un pintor entre guerras El pintor alternó esos años entre la capital del Sena con Barcelona hasta que en 1912, con 31 años, empezó a cambiar las grandes urbes por los pequeños pueblos rurales al descubrir los paisajes de la Provenza. Acompañado de Eva Gouel, su segundo gran amor, pasó un verano en Sorgues, compartido con su colega Braque. Allí, casi apartado del mundo, confesó sentirse más libre para intentar creaciones artísticas que no se atrevía a hacer en París. Y de la pequeña Sorgues, a una ciudad en pequeño como era la cercana Aviñón. cerámicas en el Museo Picasso de Antibes. 50 CLÍO LOS SIETE GRANDES AMORES DEL ARTISTA Siete grandes amores, dos esposas, cuatro hijos, un sinfín de amantes… La vida sentimental de Picasso fue tan prolífica como su obra. El pintor estuvo a punto de ser padre con apenas 22 años durante un flirteo con una joven modelo, Madeleine, recién llegado a París. Ella acabó embarazada pero abortó, y pronto la dejó por su primer verdadero gran amor: la modelo francesa Fernande Olivier. Ambos tenían 23 años cuando se conocieron en 1904 y a los pocos meses ya vivían juntos. Ella fue su musa en una de sus principales obras, Las señoritas de Aviñón. Llegaron incluso a adoptar una niña, pero su relación fue tan turbulenta que la devolvieron al orfanato. Siete años después, en 1911, Picasso iniciaba un nuevo idilio con una amiga de Fernande, Eva Gouel, mujer fría y calculadora con la que vivió en París y deseaba casarse. Fue la musa de su época cubista, pero su amor apenas duró cuatro años. Eva falleció prematuramente de cáncer en 1915, a los 30 años, dejando al artista sumido en una fuerte depresión. OLGA, FRANÇOISE Y LA JOVEN JACQUELINE El pintor pareció encontrar a la mujer de su vida en la bailarina rusa de ballet Olga Khokhlova, a la que convirtió en la primera de sus dos únicas esposas en 1918, apenas unos meses después de conocerse. Con ella tuvo a su primer hijo, Paul, en 1921. Pero lejos se asentarle emocionalmente, la paternidad le fue distanciando de Olga. Y en 1927 se encaprichó de una jovencita de 17 años (él tenía 46), rubia y de ojos turquesa, a la que vio frente a las parisinas galerías Lafayette: Marie-Thérèse Walter. Ambos iniciaron un romance furtivo, a espaldas de los padres de la menor… y de la esposa de Picasso, quien al enterarse le pidió el divorcio. Pero él se negó para no tener que dividir sus propiedades, como regía la ley francesa. Con Marie-Thérèse nació el segundo hijo, Maya Widmaier, en 1935, pero esa segunda paternidad volvió a darle pánico y apenas un año después ya tenía un nuevo amor: la polifacética Dora Maar. Él tenía entonces 55 años y ella 29. Mujer misteriosa y extravagante, Picasso quedó flechado nada más verla en Les Deux Magots, una de las cafeterías más famosas del parisino barrio de Saint-Germain des Près, donde el destino les cruzó. Ella fue quien recreó en fotos la gestación del Guernica, siendo también su musa en las varias versiones de Mujer llorando. Y así quedó ella, llorando y enclaustrada en su hogar durante años, cuando Picasso la dejó en 1943 por otro amor: Françoise Gilot. Lo tremendo del caso, para Dora, fue que el encuentro se produjo cuando ella cenaba con Picasso en un restaurante parisino. A su lado hacían lo propio Gilot y dos amigos. Ni corto ni perezoso, Picasso (62) se acercó a Françoise (22) y le ofreció un plato de cerezas. Tras aquel fugaz encuentro empezó a cortejarla. La invitaba a su estudio, paseaban, se inspiraba en ella… Aunque el pintor tardó tres años en conseguir que se fuera a vivir con él. Françoise le dio dos hijos más, Claude (1947) y Paloma (1949). “Mientras vivimos separados era perfecto pero cuando estuvimos juntos todo empezó a ir a peor. Él era muy posesivo y exigía que yo renunciara a mi mundo para vivir en el suyo”, confesaría ella años después. Un vez más, Picasso no tardó en hallarle sustituta. Apenas unos meses después, un nuevo fortuito encuentro le puso en contacto con su séptimo amor, la última mujer de su vida: Jacqueline Roque. Se conocieron en una tienda de cerámica de Vallauris y no tardó en cortejarla, pese a que ya tenía 72 años y ella solo 27. El amor seguía sin tener fronteras para el artista, que la convirtió en su segunda esposa en 1961. Estuvieron veinte años juntos, hasta la muerte del artista, en 1973. Hoy ambos reposan en el castillo de Vauvenargues, unidos eternamente. CLÍO 51 Túnel del tiempo / 40 años sin Picasso Su estancia allí coincidió con el estallido de la I Guerra Mundial, que le separó de Braque, reclutado por su país para el frente. Picasso, al ser español, logró esquivar la guerra y seguir pintando. Pero Eva, a la que llamaba cariñosamente "Ma jolie" (mi bella), murió prematuramente. El fin de la guerra y el encargo de unos decorados para un ballet ruso fue como un soplo de aire fresco que reactivó su mente… ¡y sus hormonas! Y es que gracias a este encargo conoció a la que convirtió en su primera esposa, Olga Khokhlova. Su boda y el nacimiento de su primer hijo domaron algo su carácter rebelde, le "aburguesaron" y le retornaron a un estilo pictórico más "clasicista". Pero no tardó en volver a las andadas, a su espíritu más liberal, a sus conquistas de jovencitas tras romper su matrimonio. “Un hombre tiene siempre la edad de la mujer a la que ama”, confesó tras enamorarse de Marie Thérèse Walter, treinta años más joven. Picasso sí fue beligerante en la Guerra Civil española, sobre todo con la más venerada de sus obras maestras, el Guernica, en la que reflejaba simbólicamente el bombardeo nazi de la ciudad vasca en 1937, que ha quedado como símbolo de los horrores de las guerras en general. La posterior eclosión de la II Guerra Mundial hizo que se recluyera temporalmente en Royan, cerca del país vascofrancés. Hombre de izquierdas, se afilió al partido comunista francés en 1944, y 52 CLÍO terminada la contienda, empezó a frecuentar con mayor asiduidad la Costa Azul que más habían calado en su ánimo durante sus escapadas estivales. Una temporada en Antibes, en 1946, y un año más tarde en Vallauris, donde descubrió el arte de la cerámica en el prestigioso taller Madoura. Ávido de experimentar nuevas disciplinas artísticas, Picasso abrió su propio taller en una antigua perfumería. Y en la capilla romana del castillo realizó su última gran obra política, La guerra y la paz (1952), una monumental composición sobre tableros que luego acopló con mimo sobre las paredes abovedadas del templo, ocupando una superficie de unos 100 metros cuadrados. A la izquierda, el mural de la destrucción, cuya simbología de horrores contrastaba con la opuesta de la paz, simbolizada por una familia, un niño, un caballo y su famosa paloma elevándose por encima de los continentes. Trabajar y amar junto al mar En el año 1951, Picasso se instaló durante el verano en Saint-Tropez con una de sus amantes, Genevieve Laporte, pese a que aún estaba casado con Françoise Gilot, su sexto gran amor. El pintor realizó allí varios retratos y desnudos de su joven musa, entre ellos La Odalisca, pero Genevieve Laporte se negó a irse a vivir con él y la relación se esfumó. Unos años más tarde, en 1955, el artista trasladó temporalmente su residencia a otro mítico enclave de la Costa Azul francesa, Cannes, donde adquirió una bellísima casona del siglo XIX, La Californie, con espectaculares vistas sobre la bahía. Picasso convirtió la inmensa sala de estar en su taller, donde trabajaba y recibía a sus amigos más íntimos, y tenía ya a su lado al último gran amor de su vida, Jacqueline Roque. Tras una breve estancia en Vauvenargues –donde adquirió la que sería su última morada– se estableció definitivamente en Mougins, en 1961. Ésta, una pequeña villa medieval edificada en forma de caracol, atrajo también a artistas y famosos, desde Jacques Brel y Edith Piaf a Christian Dior o Yves Saint-Laurent. A Pablo Picasso, hombre nada supersticioso, no le importó haber vivido allí mismo y dos décadas antes su turbulenta historia de amor con Dora Maar. Para entonces, su musa era otra y también su nueva casa, conocida como el "Cubil del Minotauro", frente a la capilla de Notre-Dame-de-Vie. Allí pasó los últimos doce años de su vida. En la planta baja instaló su taller de escultura y en la primera planta reunió la mayor parte de su colección personal de lienzos. Y siempre a su lado, su inseparable Jacqueline, alimentando sus últimos destellos artísticos. Hasta que su corazón dejó de latir el 8 de abril de 1973, hace ahora cuarenta años. CASTILLO DE VAUVENARGUES, donde Picasso vivió y donde descansan sus restos. PRIMER MUSEO FRANCÉS… Y ÚLTIMA MORADA Dos rincones del sudeste de Francia tienen una influencia capital en la vida y obra de Pablo Ruiz Picasso. Uno de ellos es Antibes Juan-les-Pins, que acoge el primer museo francés que llevó el nombre del artista, inaugurado en el año 1966, siete años antes de su muerte. Picasso había llegado allí en agosto de 1946 junto a su quinta mujer, Françoise Gilot, un año después de que acabara la II Guerra Mundial. Tenía ya 66 años, apenas pintaba y se dedicaba a disfrutar de su amor a orillas del Mediterráneo. El conservador del Museo de Antibes, Romuald Dor de la Souchère, conocedor de la presencia de Picasso en su villa, fue a verle y le pidió que hiciera un dibujo, una donación para su museo. Picasso, algo remiso a tan pobre petición, le replicó que siempre había deseado trabajar en grandes superficies pero nadie se las había ofrecido. Romuald le tomó la palabra… y le tentó ofreciéndole parte del museo como taller. El pintor aceptó el reto y plasmó su eufórico estado de ánimo en La alegría de vivir, un paisaje edénico que tenía como protagonista a su musa, Françoise, bailando desnuda en la playa en compañía de ninfas y centauros. Pablo Picasso, entusiasmado, llegó a confesar: “No voy a pintar solo para mí; también voy a decorar el museo”. Dicho… y hecho. Y además de pintar el monumental Ulises y las sirenas, antes de irse de la ciudad de la Costa Azul donó a ésta en depósito 23 pinturas (entre ellas, además de las dos citadas, Sátiro, fauno y centauro con tridente y Le Gobeur d’oursins), así como 44 dibujos. Posteriormente, 78 cerámicas realizadas en su taller de Vallauris. www.antibes-juanlespins.com/fr/culture/musees/picasso El trayecto bordeaba la montaña de Sainte-Victoire, cuyos paisajes habían inspirado a su maestro Cézanne en decenas de cuadros. Y a sus 77 años, decidió regalarse "un Cézanne a tamaño natural": el que aparecía enmarcado en las ventanas del castillo. “He comprado un Sainte-Victoire”, le dijo a su marchante. Este, curioso, le preguntó: “¿Cuál de ellos?”. Y Picasso, entre orgulloso y pícaro, exclamó: “¡El original!”. Picasso se instaló allí en 1959 y pintó, entre otros cuadros, Mujer desnuda acostada bajo un pino (obra cubista que refleja las generosas formas de su mujer, inspirada en la montaña) o Los almuerzos sobre la hierba (inspirado en Manet). También decoró con un fauno y unos árboles su cuarto de baño, para que la figura mitológica arropara a su amada cuando se bañara desnuda. Ella, por su parte, decoró el baño con sillas verdes, flores y celosías. El pintor malagueño vivió dos años en aquel castillo, hasta 1961, pero decidió que aquella sería también su última morada. Y allí descansa eternamente, bajo la estatua La femme au vase, junto a su última esposa, Jacqueline Roque, fallecida en 1986, trece años después que el pintor. El castillo de Vauvenargues, visible en parte desde el pueblo en medio de la frondosa vegetación que lo arropa, fue abierto al público de manera excepcional en el año 2009, con motivo de una muestra conjunta de Provenza-Costa Azul en homenaje al pintor. Todo estaba en su sitio –pinceles, pinturas, caballetes…–, como él lo dejó. Como si aún siguiera viviendo. Y es que Picasso es inmortal. Un Cézanne al natural El otro gran referente picassiano es Vauvenargues, no en vano tuvo allí, en su castillo, su última morada. Su adquisición por parte del artista posee una curiosa historia. Durante una cena, Picasso tuvo conocimiento de que un magnífico castillo del siglo XV estaba en venta en la casi perdida villa de Vauvenargues, a 14 km de Aix-en-Provence. El pintor sintió curiosidad por verlo e hizo que le llevaran en coche. CLÍO 53 Túnel del tiempo / 40 años sin Picasso el amante de la Provenza DE LES BAUX-DE-PROVENCE HASTA ANTIBES, LOS ESCENARIOS FRANCESES QUE recorrió PICASSO SON TAN ABUNDANTES COMO VARIADOS: BONITOS PUEBLOS DE MONTAÑA, VILLAS MARINERAS, CASTILLOS, ruinas romanas... pura inspiración. Sobre un peñasco a 25 km de Aviñón se agazapa Les Baux-de-Provence (www.lesbauxdeprovence.com). En su cantera, Picasso ejerció de actor en El testamento de Orfeo (1959), dirigida por Cocteau. Hoy esa cantera es una mágica Catedral de las Imágenes, con exposiciones y audiovisuales sobre sus paredes. Vale la pena callejear por el pueblo y visitar su castillo, donde se pueden probar armas de asedio, como ballestas o gigantescas catapultas. Y de Les Baux, a 15 km, Arles (www.tourisme.ville-arles.fr). Villa de gran tradición artística, fue muy frecuentada por Picasso, fascinado por un anfiteatro romano que le permitía disfrutar de su pasión taurina. El pintor donó 57 dibujos al Museo Réattu (www.museereattu.arles.fr), donde también cobijan dos de sus lienzos: Retrato de María y Retrato de Lee Miller en Arlésienne. Arles es como un museo arqueológico al aire libre del legado romano donde uno puede recrearse con las termas de Constantino, el foro, los criptopórticos (galerías subterráneas) o las murallas. En Aix-en-Provence (www.aixenprovencetourism.com), a 77 kilómetros de Arles, nació Paul Cézanne, gran referente de Picasso, y allí vivió él en 1958. Su local predilecto era Les Deux Garçons (53, Cours Mirabeau), brasería del siglo XVII. El Museo Granet (www.museegranet-aixenprovence.fr ) muestra la obra de Cézanne. Tras dejar Aix, apenas 14 km al este llegaremos a Vauvenargues (www.vauvenargues.org), aldea situada a los pies de Sainte-Victoire, montaña inmortalizada en cientos de lienzos de Cézanne. Picasso se enamoró de su castillo a los 77 años. Allí vivió con Jacqueline y allí reposa junto a ella, su última esposa. La siguiente etapa es un poco más distante, a 135 km de Aix: Saint-Tropez (www.ot-saint-tropez-com). Una pequeña villa marinera, como dan fiel testimonio las antiguas casas de su barrio de pescadores, que, paradojas del destino, se ha convertido en paraíso de los famosos, que invaden su muelle con sus lujosos yates. Picasso disfrutó varios veranos desde 1916, en la Rue des Bouchonniers. Unos con Françoise Gilot y otros con su amante Genevieve Laporte. De nuevo en ruta, una meca del cine europeo: Cannes (www.cannes.fr), a 76 km de Saint-Tropez. Picasso quedó fascinado por ella en 1927 y en 1955 compró La Californie, que convirtió en su taller y compartió con Jacqueline. Las calles St. Antoine y Suquet, desde el puerto viejo, rebosan coquetos restaurantes. Y frente al Palacio de Festivales hay un mini Paseo de la Fama donde estrellas como Sharon Stone han dejado la huella de sus manos. Mucho más tranquilo es Mougins (www.mougins-coteazur.org), pueblo me- dieval plagado de galerías de arte, a 7 km de Cannes. Picasso vivió allí sus mejores años con Dora Maar (1936-39) y regresó en 1961 para estar con Jacqueline hasta su muerte. El Museo de Fotografía André Villers (Porte Sarrazine, s/n) exhibe en sus paredes una interesante colección de imágenes del artista. Otros 9 km desde Mougins nos llevan a Vallauris Golfe-Juan (www.vallauris-golfeJuan.com). En 1946 Picasso descubrió allí el arte de la cerámica. En agradecimiento, realizó la escultura Hombre con cordero, hoy en la plaza de la iglesia. Y en la capilla del antiguo castillo pintó su obra más monumental, La guerra y la paz, que cubre la bóveda. En el Museo Picasso de Vallauris (www.musee-picasso-vallauris.fr) pueden verse cerámicas y dibujos suyos. La Costa Azul de los pintores Y por fin, la meta de nuestro tour picassiano: Antibes (www.antibesjuanlespins.com), a 8 km de Vallauris. El pintor llegó en 1945 con Dora Maar y regresó en 1946 con su nueva musa, Françoise Gilot, 40 años menor que él. Su ilusión quedó reflejada en La alegría de vivir, una de las joyas del Museo Picasso de Antibes, que ocupa el antiguo castillo Grimaldi y fue su taller. Junto al bastión de Saint André hay una reproducción de su obra Pesca nocturna en Antibes, que forma parte del itinerario "La Costa Azul de los pintores", donde una decena de reproducciones de artistas muestran in situ el lugar donde se inspiraron. La ciudad, como su nombre indica, está dividida en dos zonas muy diferenciadas. La más antigua es Antibes, con su viejo puerto, la catedral, los bastiones y el bullicioso mercado. Al otro lado de la península que arropa el cabo del mismo nombre está la moderna Juan-les-Pins, punto de encuentro de la jet-set, con su casino, sus discotecas y sus playas de fina arena dorada. el pueblo de ménerbes y la ruta "La Costa Azul de los Pintores" a su paso por Antibes, con una reproducción de "Pesca nocturna". CAMA y mantel Como la ruta es larga, conviene seleccionar bien los lugares de "parada y fonda". En Arles, el glamuroso hotel Nord Pinus (www.nordpinus.com) ofrece una exquisita decoración y en él se alojó Picasso. En Antibes, una buena opción es el Belles Rives (www.bellesrives. com), antigua casona a orillas del mar, con sus habitaciones decoradas como en los años 30. Allí se hospedó el novelista americano Scott Fitzgerald. En cuanto a restaurantes, Le Café de la Nuit (11, Place du Forum) de Arles es un clásico. Su terraza fue inmortalizada por Van Gogh en un lienzo. En Aix-en-Provenza, la brasserie Les Deux Garçons (www.les2garcons.fr), con su animada terraza y sus salones, donde Picasso compartía tertulia con Cézanne o Cocteau. En Saint-Tropez, Le Club 55, en la playa de Pampelonne, del que era asidua Brigitte Bardot. Para almorzar junto a millonarios y famosos. Y en Cannes, Le Caveau (www.lecaveau30.com), especializado en pescado y marisco, acompañado con una deliciosa bullabesa. en saint-tropez el artista pasó varios veranos. Con el tiempo, este pequeño pueblo de pescadores se convirtió en destino de gente famosa. 54 CLÍO CLÍO 55