GEOGRAFÍA DEL MUNDO ÁRABE

Transcripción

GEOGRAFÍA DEL MUNDO ÁRABE
Tema 4.- Caracterización socio-económica y estructuras territoriales.
A. Guión de la exposición:
14.- Análisis de indicadores socio-económicos y de Desarrollo Humano.
Crecimiento económico y subdesarrollo en los territorios árabes.
15.- Distribución y significado de las actividades económicas: agricultura-minería
(petróleo), industria (la tradición artesanal y estrategias las E.M.N.) y servicios.
16.- Estructuras territoriales: el mundo rural: nomadismo y sedentarismo.
Limitaciones del medio natural. Agricultura de subsistencia versus agricultura de
exportación.
17.- El mundo urbano: urbanismo y sistema de ciudades (tradición y
modernidad).
18.- La organización territorial y el desarrollo regional. Transportes y
Comunicaciones.
B. Bibliografía:
- AYUBI, N. (1999) Política y Sociedad en el Oriente Próximo. La hipertrofia del
Estado Árabe. Biblioteca del Islam Contemporáneo. Ed. Bellaterra. Barcelona.
- BOUSTANI, R. y FARGUES, P. (1990) Atlas du Monde Árabe. Bordas. París.
- CALENDARIO ATLANTE-AGOSTINI (Varios años). Instituto Geográfico de
Agostini. Novara.
- CORDELLIER, S. y LAPAUTRE, C. (Coord. y realización) (2007) El Estado del
Mundo. 2006. Anuario económico y geopolítico mundial. Ed. Akal. Madrid.
- FABRIES-VERFAILLIE, M. (1998) L’Afrique du Nord et le Moyen-Orient dans le
nouvel espace mondial. Presses Universitaires de France. París. pp. 265
- LLUCH, E. (Coord.) y Otros (1981/84). Geografía de la Sociedad Humana. Vol.
VIº "La periferia subdesarrollada capitalista,2; Unidad y diversidad del Tercer
Mundo afroasiático" por RODES,J.M.; INIESTA, F. y LOPEZ PALOMEQUE, F. Ed.
Planeta, Barcelona, 1981/84.
- MÉNDEZ, R. y MOLINERO, F. (1998) Espacios y Sociedades. Introducción a la
Geografía Regional Mundial. Cap. XIIº "El Mundo Árabe-Islámico: tradición y
cambio". Ed. Ariel. Barcelona. pp. 527-570.
14.- Análisis de indicadores socio-económicos y de Desarrollo Humano.
Crecimiento económico y subdesarrollo: manifestaciones territoriales.
Para analizar este epígrafe aconsejo la lectura pausada y comprensiva del
texto que se adjunta. Trata, en primer lugar, de explicar los orígenes y las causas
de la existencia de países desarrollados y de países subdesarrollados. Después,
describe los caracteres básicos de las estructuras económicas de los países
subdesarrollados, entre los que se encuentran los países árabes que se estudian.
Finalmente, se exponen algunos caracteres básicos del orden territorial de los
países subdesarrollados, que, en términos generales, se presentan --con los
matices y las particularidades propias-- en los países del Mundo Árabe en
análisis.
15.- Distribución y significado de las actividades económicas:
agricultura-minería (petróleo), industria (la tradición artesanal y
estrategias de relocalización de las E.M.N.) y servicios (turismo).
En general, los libros de texto, los manuales y los medios de comunicación
que tratan sobre el Mundo Árabe, al hablar de la economía de estos países se
ciñen a la cuestión del petróleo y, por tanto, a los países árabes productores,
mientras que no explican las claves socio-económicas de los países no
productores de petróleo que, sin embargo, son la mayoría de ellos. Así como
tampoco se estudia la función disgregadora que tiene entre los distintos países
árabes la gran diferencia de riqueza que les caracteriza.
El tema debe abordarse con más amplitud, no quedándose en lo llamativo
o anecdótico... o en lo que repercute directa e interesadamente en Occidente. El
esquema utilizado en el epígrafe anterior debe servir de antesala y de marco
metodológico y de reflexión de la explicación de las claves socio-económicas del
Mundo Árabe. Sirvan los siguientes datos e ideas para reflexionar sobre la
cuestión.
Los países árabes pueden ser englobados en varios niveles
económicos según su P.I.B. (Producto Interior Bruto). En primer lugar
estarían los países ricos, con más de 5.000 dólares per cápita, y que son Arabia
Saudí, Bahrein, Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Libia y Omán. Salvo
Libia, todos están situados en la Península Arábiga. Estos suman en total 24,3
millones de habitantes (1997), lo que viene a significar aproximadamente un 11
% de la población total árabe, mientras que su PIB alcanza aproximadamente el
42 % del total del Mundo Árabe.
A continuación vendrían los países intermedios, productores de
petróleo y gas, que son Argelia e Irak. Estos, si bien cuentan con esa fuente de
riqueza, los problemas internos o los conflictos bélicos (en especial,
recientemente en Irak) les han hecho padecer crisis importantes.
Les seguirían Túnez, Siria y Jordania (en situación media-baja)
último los países más pobres con una renta per cápita inferior a los
dólares: Marruecos, Egipto, Líbano, Mauritania, Sudán, Yemen... Este
constituye un 58 % de la población total árabe mientras que sólo
aproximadamente un 20 % del PIB total.
y por
1.000
grupo
suma
La gran disparidad de fuentes de riqueza entre países que culturalmente
se consideran "hermanos" ha alentado resentimientos de los árabes pobres
frente a los ricos, los cuales, no sólo no invierten sus capitales en favor del
Mundo Árabe sino que a veces defienden políticas petroleras insolidarias con los
países petroleros menores como Irak o Argelia. Todo ello ha engendrado en la
historia reciente manifestaciones a favor de que los frutos del petróleo deben
favorecer al mayor número posible de árabes. En este argumento panarabista,
Irak, tanto en 1961 como en 1990, buscó cierta legitimidad para su invasión de
Kuwait. Y en esta manipulación de los sentimientos igualitaristas se apoyó
también buena parte de las simpatías árabes de Saddam Huseyn obtuvo durante
la Guerra del Golfo.
En realidad, salvo el caso de esos pequeños estados productores de
petróleo, son muchos los países árabes que se encuentran en vías de desarrollo a
la vez que afrontan difíciles crisis internas de tipo socio-económico. Los
elementos claves del desequilibrio socio-económico que padecen son los
siguientes:
* Dependencia alimentaria:
El Mundo Árabe importa en la actualidad la mitad de su consumo
alimentario, mientras que hasta los años cincuenta cubría globalmente sus
necesidades. Hoy, más de la mitad de las importaciones netas del Tercer Mundo
van destinadas a países árabes, absorbiendo lo esencial de los ingresos de
exportación en países como Egipto, Jordania o Sudán.
La escasez de las tierras agrícolas, el crecimiento de la población y la
intensidad del éxodo rural (que ha engendrado más consumidores que
productores) explican en parte ese grave deterioro de la balanza agrícola, pero
las razones que lo han ocasionado son políticas.
Primero, por el fracaso de las reformas agrarias emprendidas. Segundo,
por los efectos perversos de una ayuda internacional cuya naturaleza tiende a
desalentar la producción local y crear nuevas dependencias que modifican los
hábitos alimenticios de las poblaciones. Y tercero, y muy importante, porque los
esfuerzos y recursos se concentraron en el sector servicios y sobre todo, en la
industria, desprotegiendo la agricultura. Y aún cuando la agricultura sea
considerada un sector prioritario, como es el caso de Marruecos, ésta estará
enfocada a las necesidades del mercado europeo, siguiendo los consejos del
Fondo Monetario Internacional, y no a las necesidades internas.
Si bien la tendencia actual en casi todos estos países es liberalizar el
sector agrícola, aumentar el presupuesto dedicado a este ámbito y mejorar su
rentabilidad modernizándolo, son múltiples los desafíos internos y externos a los
que se enfrenta en tanto el despegue económico no sea global y estable.
* La fragilidad del tejido industrial:
La idea, casi la obsesión, de que la gran industria posee en sí misma
virtudes desarrollistas por sus efectos inducidos en el resto de la economía, como
pensaban los gobernantes árabes poscoloniales, no se ha plasmado, sin
embargo, en la conversión de sus países en industrializados.
La industrialización en el Mundo Árabe es muy marginal y su inserción en
los intercambios internacionales es muy dependiente de la demanda mundial en
materias primas y productos energéticos, y más accesoriamente en el campo
textil y del vestido, donde se ha desarrollado una cierta capacidad exportadora
en Marruecos y Túnez. Es decir, existe una base productiva muy frágil en los
países árabes con respecto a la competencia comercial internacional.
* La burocracia de Estado y el sector público:
La burocracia de Estado unida a los tecnócratas, totalmente integrados en
el aparato económico y administrativo del estado, se constituyeron en la mayor
parte de los estados árabes modernos en el soporte de la hegemonía estatal y
del proyecto global de desarrollo de la nación.
El capitalismo de Estado necesitaba de una tecnocracia que, unidad al
capital, garantizase la producción. Por otro lado, tuvo que dar nacimiento a otra
categoría social también indispensable: la burocracia, para encargarse de las
tareas administrativas y, sobre todo, las vinculadas al control social y político, lo
que hará tejiendo múltiples redes de clientelismo. Esta nueva clase, será sobre
todo, fruto del lanzamiento del proceso de industrialización y de su consecuencia,
las sociedades nacionales, verdaderos estados dentro del estado. La
tecno-burocracia de estado, compuesta de militares y civiles y convertida en
clase dominante que sin ser dueña de los medios de producción dispone de ellos
a través de las instituciones del Estado harán de la corrupción un mal endémico
en los respectivos países.
Por otro lado, una de las características más sobresalientes de muchas
economías árabes, sobre todo en los países no petroleros, es la existencia de un
sector público que ha ido participando cada vez más directamente en una amplia
gama de actividades económicas, y a menudo, por razones que poco tienen que
ver con argumentaciones de estrategia económica. En la mayor parte de los
países árabes el sector público ha obtenido resultados económicos muy poco
satisfactorios por dos razones fundamentales: la subutilización de las capacidades
de producción y el superávit de empleos no productivos en las empresas.
* La deuda externa:
Políticamente desgastado y amputado de su capacidad distributiva, el
Estado protector árabe tuvo que recurrir a los créditos extranjeros para poder
mantener el precario pacto social y continuar con los planes de desarrollo. Así,
durante los años setenta serán contraídas deudas externas muy pesadas que en
la década siguiente impusieron condiciones extremadamente duras a estos países
para su reembolso.
La deuda del Mundo Árabe, según el Consejo de la Unión Económica
Árabe, alcanza los 260 mil millones de dólares, incluidos los 60 mil de deudas
militares.
* Los "males" del sector privado:
El gran capital privado árabe invierte fuera del Mundo Árabe en sectores
financieros, especulativos e inmobiliarios. Las inversiones que comienzan
prudentemente a desarrollarse en la región árabe se concentran en el sector
inmobiliario y hotelero de lujo, la importación u las industrias ultraligeras. Es
decir, sectores donde los beneficios son muy rápidos y elevados, y donde el
control fiscal de los ingresos es prácticamente imposible.
En consecuencia no se invierte en sectores productivos, no se generan
puestos de trabajo, no se lleva a cabo acumulación industrial ni se promueve el
interés por invertir en industrias innovadoras que abran vías a otras gamas de
producción.
Por su parte, los Estados, cada vez más empobrecidos, cortejan estas
fortunas esforzándose por crearles unos medios económicos y jurídicos propicios,
lo que conlleva el riesgo de que la expansión de la liberalización económica
evoluciona hacia un capitalismo de tipo rentista que exige altas tasas de interés y
de desgravación fiscal, que es escasamente productivo, que paraliza la
emergencia de un verdadero tejido industrial y que agrava la crisis de legitimidad
política de los Estados porque sus sistemas fiscales son verdaderas fuentes de
desigualdad social.
* Efectos conjugados de la situación demográfica y la económica:
Como analizamos en el tema anterior, el rejuvenecimiento de la población
es un elemento de la dinámica social árabe actual: los menores de 15 años son el
50 % de la población (mientras que en Europa el porcentaje es de un 21%).
Junto a este factor, si comparamos los índices de población activa,
obtenemos que el contingente activo en relación al contingente laboral (los que
entre 15 y 64 años están en edad de trabajar) no representa más que
aproximadamente un 52 %, bastante por debajo de la media mundial. Cifra que
pone de manifiesto el elevado índice de dependencia económica de las
poblaciones árabes (esto es, el número de personas cuya subsistencia depende
de cada 100 personas que están trabajando).
El elevado índice de población joven unido al fenómeno de la urbanización
ha traído consigo la emergencia de un nuevo tipo de actor social: la juventud
urbana, que sometida a una escolarización de masas y un sistema educativo muy
deficientes, con un
horizonte sin expectativas laborales y profesionales y
carentes de vías que encaucen sus aspiraciones y su malestar, constituyen un
importante porcentaje de la población no integrada o excluida del sistema, tanto
socio-económica como políticamente.
Sus alternativas parecen orientarse en dos direcciones: la emigración al
Norte y a los países árabes ricos, o la insurrección contra el orden político y
socio-económico establecido.
Consecuencia de los efectos de la exclusión del sistema productivo de
importantes categorías sociales (jóvenes y clases desfavorecidas, cada vez más
numerosas) es el gran crecimiento de la economía informal o sumergida, que
socialmente tiene como consecuencia situar fuera del control estatal a una franja
cada vez mayor de población, que no se solidariza con las demás capas sociales
y no reconoce al sistema establecido. Un ejemplo: en Marruecos la población que
está inmersa en esta economía informal ocupa al 57 % de la población activa.
Junto a ello, en los países donde el control de la natalidad comienza a
desarrollarse (por la crisis socio-económica) son las clases favorecidas las que
habitualmente recurren a él, lo que hace que la explosión demográfica no afecte
en igual medida a todos los segmentos de la población. Bien al contrario, es susceptible de alterar la composición social de las poblaciones. Si, en contra de lo
que sucede en la actualidad, no se favorece la movilidad social necesaria para
que los hijos de los pobres y analfabetos tengan posibilidades de abandonar la
condición de sus padres, el crecimiento demográfico, concentrado en las clases
más desfavorecidas, aumentará la ya muy considerable disparidad social.
16.- Estructuras territoriales: el mundo rural, nomadismo y
sedentarismo. Limitaciones del medio natural. Agricultura de
subsistencia versus agricultura de exportación.
* El medio nómada:
El pastoreo nómada; caracteres y tipología: la mayoría de los países
árabes se sitúan de lleno en el cinturón árido del hemisferio norte, y gran parte
de su territorio lo ocupan estepas y desiertos que figuran entre los más rigurosos
del planeta, como ciertas regiones del Sahara y de la Península Arábiga.
La parquedad extremada de las precipitaciones y su irregularidad hacen
que la agricultura sea poco viable en estas tierras, por lo menos en ausencia de
aportes hídricos del exterior o del subsuelo. En la situación tecnológica
inaugurada por la revolución del Neolítico, el pastoreo nómada ha sido la única
forma de utilización del territorio que ha hecho posible la presencia continuada
de grupos humanos en la tenue biomasa que este hábitat permite.
Por ello gran parte del territorio de los países árabes lo han ocupado
poblaciones de pastores nómadas, que hasta épocas recientes constituyeron más
de una décima parte de la población total de la región. Pese a la relativa
exigüidad de su número, los nómadas han configurado decisivamente la
fisonomía y el desarrollo histórico de estas sociedades, e incluso el paisaje mismo
de la región, ya que el nomadismo, respuesta adaptativa al medio árido, en
ocasiones lo ha desbordado para extenderse por territorios susceptibles de otro
uso, en un proceso de beduinización que en el siglo XX ya se ha detenido y aún
ha invertido su signo.
Desde el punto de vista de la cultura material, este género de vida se
define principalmente por la movilidad de la vivienda principal y lo que ello
supone en cuanto a las características de los enseres domésticos, y por otra
parte, por la dedicación preferentemente a la crianza de ganado. En el medio
muy árido, los recursos básicos para esta actividad, pastos y agua, son muy
escasos y se encuentran sujetos a una muy acusada variabilidad espacial y
estacional, que determina los desplazamientos de los pastores nómadas. Lejos de
ser erráticos, tales desplazamientos responden a pautas territoriales y temporales
bien establecidas, dotadas de complejidad y flexibilidad tanto mayores cuanto
más pronunciada sea la aridez del medio. Según las características de estos
desplazamientos, pueden distinguirse dos tipos de nomadismo: horizontal y
vertical.
En los países árabes este segundo tipo se encuentra principalmente en el
macizo de Ahaggar (los tuaregs), en el Atlas (los beni m'guild de Marruecos y los
said atba' y los arba'a de Argelia) y, sobre todo, en la dorsal montañosa que
separa el oriente árabe de Irán (los kurdos, los baseri, los bajtiari...). Como su
denominación sugiere (vertical), este nomadismo de montaña aprovecha las
variaciones de altitud en la disponibilidad estacional de pastos y de agua para la
crianza de ganado, mediante el uso sucesivo de territorios a distintos niveles e
incapaces por separado de mantener una ganadería estante. Sus diferencias con
la mera transhumancia son difíciles de trazar, y, en definitiva, hay que
establecerlas en un rasgo cultural, como es la movilidad de la vivienda principal.
El nomadismo horizontal se desarrolló en las vastas estepas y desiertos
cálidos del Oriente medio y África del norte, y ha dado el estereotipo cultural
beduino. En este medio los recursos necesarios para la crianza de ganado se
obtienen mediante desplazamientos a veces muy largos con el fin de aprovechar
las diferencias espaciales en la distribución de pastos y pozos. El ganado vacuno,
en menor medida, y sobre todo rebaños mixtos de camellos, cabras u ovejas han
sido las preferencias de este tipo de nomadeo.
No obstante, si bien la importancia histórica del nomadismo es
indiscutible, durante el transcurso del siglo XX han ido modificándose algunos
condicionantes externos decisivos para el equilibrio de este nomadismo
tradicional. La creación y el afianzamiento de poderes estatales sobre los
desiertos hizo desaparecer la razzia (o rapiñas) como actividad eventualmente
lucrativa o complementaria económicamente de los nómadas. Sus resultados
fueron, por una lado, la intensificación y abaratamiento del tráfico caravanero y,
por otro, la relajación de las estructuras tribales de los nómadas. La paz llevó a
una mayor dispersión territorial de los pastores nómadas, con lo que mejoró, de
hecho, el aprovechamiento de los pastos al disminuir los riesgos que suponía
aislarse. Se acentuó, en suma, la dedicación ganadera de los pastores nómadas,
necesaria además al reducirse las posibilidades de explotación de los campesinos
tributarios, tardía pero gradualmente emancipados.
Necesaria, también, porque la irrupción del transporte motorizado en los
años treinta redujo la demanda de transporte camellero y amplió el radio de
acción de los comerciantes urbanos. En los años cincuenta el nómada no era más
que un pastor, y hasta esa misma actividad tropezaba con obstáculos
infranqueables para garantizar su subsistencia... con lo que ya en los sesenta la
economía nómada estaba prácticamente arruinada, llevándose desde los años
setenta hasta hoy día distintas políticas nacionales de sedentarización de estas
poblaciones, con escaso éxito en general.
* El medio rural:
A tenor de las estadísticas, casi la mitad de los habitantes de los países
árabes tomados en su conjunto viven en áreas rurales, si bien esta proporción se
concreta en cada uno de ellos con diferencias tan grandes como la que va desde
unos nueve décimos en el Yemen hasta menos de un cuarto en el Líbano, por no
citar casos como el de Kuwait.
Por otro lado, la fuerte emigración hacia las ciudades modifica sin cesar
estas proporciones. La mayor parte de la población rural se ocupa de la
producción agropecuaria, que absorbe alrededor del 40 % de la población activa
total en casi todos los países de cierta envergadura demográfica, excluyendo el
particular caso de Argelia. En cambio, y salvadas las excepciones de Sudán,
Somalía y Yemen, la contribución del sector agropecuario al PIB no llega al 30 %,
en algunos ni siquiera al 20 %. Se trata, pues, de un sector pobre, con una
productividad del trabajo claramente inferior a la media del conjunto de la
economía.
Su propia estructura interna y la escasa atención que, en general, le han
prestado los gobiernos explican sólo en parte esa inferioridad económica del
sector agropecuario, también relacionable, sin duda, con la escasez del recurso
productivo fundamental: tierra cultivable. Más que la morfología del terreno o la
composición de los suelos, es la extremada aridez la causante de que se
aproveche menos de una décima parte de la superficie territorial de la región y
de la aleatoriedad de las cosechas. En Egipto, por ejemplo, con una pluviosidad
prácticamente nula, el cultivo sólo es posible mediante la irrigación. La estructura
de costes de la producción agrícola está muy condicionada por esta
circunstancia, ya que las fuertes inversiones que generalmente requiere la
extensión de la irrigación artificial la hacen prohibitiva para numerosos productos,
y ello condiciona en gran manera la composición de la oferta agraria.
* La producción de subsistencias:
Con todo, la mayor parte de la superficie cultivada de los países árabes se
aprovecha en régimen de secano, viable allí donde se registra una precipitación
superior a los 250 mm.: el norte y oeste de Irán, el litoral de Siria y el Líbano, el
suroeste de la Península Arábiga, el sur de Somalía, Sudán y de Mauritania, y una
ancha franja del litoral de África del norte. Con la única excepción significativa del
viñedo africano, por lo demás en recesión, estos secanos se han dedicado en su
totalidad a la producción de alimentos para las poblaciones locales: a los
cereales, principal producto agrícola de la región, de la cual, además, son
originarias especies como el trigo o la cebada; al olivo, de sumo interés en un
contexto de ganadería muy precaria y, por ello, de dietas pobres en grasas
animales; a la vid, la chumbera y otros productos de importancia meramente
local.
Se trata de una agricultura extensiva, donde sobre el cultivo de año y vez
predominan barbechos más prolongados; la producción por unidad de superficie
está por debajo de la media mundial, y muy baja es también la producción por
trabajador, excepto en algunos islotes de mecanización avanzada. Los niveles de
vida son muy bajos, y el éxodo rural afecta particularmente a las regiones cuya
economía se basa en este tipo de agricultura.
Pero no sólo los secanos producen subsistencias. Desde hace milenios se
practica en la región el riego artificial, bien aprovechando el caudal de los ríos
(destacadamente el Nilo, el Eúfrates y el Tigris) mediante presas y canales, bien
gracias al alumbramiento de aguas subterráneas mediante diversas técnicas. En
las tierras de regadío se han cultivado cereales, consiguiéndose rendimientos
regulares y elevados, que, por unidad de superficie, son de los más altos del
mundo; se han destinado, asimismo, a la producción de frutas y hortalizas, que
siempre han desempeñado un papel relevante en la alimentación de estos países. En los oasis de los grandes desiertos el dátil ha sido el principal cultivo, por
el gran valor nutritivo y la facilidad de conservación de este fruto.
Después de la Segunda Guerra Mundial el área irrigada ha venido
experimentando en todos estos países una fuerte expansión, espectacular en
alguno de los casos. Mejores técnicas de prospección y la generalización del
bombeo con motor han permitido la captación de flujos de aguas subterráneas
mayores. Por otro lado, la inversión estatal ha hecho posible la construcción de
embalses gigantescos, como la gran presa de Asuán, en Egipto; la de Tabqa,
sobre el Eúfrates, en Siria; las de Dujan y Darbandi Jan, sobre afluentes del
Tigris, en Irak; o la del río Dez en Irán, además de sistemas de presas menores
para el mejor aprovechamiento de cuencas más modestas en sus aportes
hídricos. En toda la región ha crecido bastante la superficie de regadío
permanente, sobre todo en el Próximo oriente, donde hay ríos más caudalosos.
En algunos casos esta ampliación se ha destinado a la producción de
subsistencias, con el fin de reducir la dependencia alimentaria respecto del
exterior. Es notable el ejemplo de Libia, donde la explotación de aguas
subterráneas ha permitido ampliar extraordinariamente ciertos oasis, el mayor de
los cuales es el de Kufra, para practicar allí el cultivo intensivo de cereales y
forrajes y la ganadería estante. También en Arabia Saudí se han llevado
proyectos semejantes al descrito. Lo que induce a pensar que sólo donde se
disponen de importantes excedentes financieros pueden embarcarse en estos
proyectos, con independencia de su rentabilidad a corto y a medio plazo.
En efecto, la ampliación de la superficie regada no ha contribuido, por lo
general, a reducir la dependencia alimentaria, ya que sólo una pequeña parte de
las cosechas obtenidas en ella lo han sido de alimentos para las poblaciones
locales. La atención a los costes financieros de las obras de riego y avenado ha
hecho necesaria la dedicación de estas tierras a cultivos con una inmediata
viabilidad económica por su valoración en los mercados mundiales. Las crecientes
exportaciones de productos agrícolas han ido así acompañadas en muchos de
estos países de un incremento de las importaciones de alimentos, un proceso
que Egipto ya experimentó a gran escala a partir del primer tercio del siglo XX.
* La agricultura de exportación:
En gran parte, las tierras más productivas se destinan, pues, a cultivos
comercializables en mercados exteriores. El más añejo y también principal es el
de algodón, del que Egipto produce y exporta desde los años veinte del siglo XIX
una variedad muy apreciada. La difusión de este cultivo dependió de la irrigación
artificial, ya que las tierras sujetas a la inundación natural provocada por la
crecida anual del Nilo quedaban sumergidas durante parte del ciclo vegetativo
del algodón, que en Egipto se prolonga desde febrero/marzo hasta
septiembre/octubre.
A comienzos del siglo XX la primera presa de Asuán permitió extender a
buena parte del valle la irrigación artificial perenne, hasta entonces limitada
prácticamente al delta, y pudo ampliarse, en consecuencia, la superficie dedicada
al algodón. Este cultivo, intercalado en rotaciones complejas, nunca ha
sobrepasado mucho el quinto de la superficie total de cosechas de Egipto, y, en
cambio, ha venido aportando alrededor de la mitad del valor del producto
agrario. También Siria, Irán e Irak producen y exportan fibra de algodón, pero
sólo en Sudán tiene este cultivo una importancia comparable a la que reviste en
Egipto, con cuya producción compite en calidad.
En el Occidente árabe, el más importante cultivo de exportación ha sido
durante largo tiempo la vid, extendido sobre todo en Argelia, y del que se
obtenían vinos comunes que hallaban amplio mercado en la metrópoli. Pero la
protección a la viticultura francesa fue cerrándolos, y en la actualidad, el viñedo
argelino, en recesión, exporta cada vez menos. Los cultivos de exportación más
pujantes en esta zona son ahora los agrios y las hortalizas, donde es acusado el
protagonismo de Marruecos. Al lado de la agricultura tradicional de subsistencia,
en las provincias y meridionales de este país ha surgido una agricultura moderna,
muy capitalizada y orientada hacia la exportación a los países europeos de la
producción de grandes explotaciones de propiedad estatal o privada.
* Propiedad, explotación, reformas:
En economías donde el sector agropecuario tiene tanto relieve por la
población activa que emplea, es evidente que las características del desarrollo
económico a largo plazo están muy relacionadas con las posibilidades de
transformación de dicho sector. Tales posibilidades no están condicionadas sólo
por cuestiones técnicas, sino que tienen mucho que ver también con las
relaciones sociales que gobiernan el acceso a los medios de producción
fundamentales.
La mayor parte de los campesinos de los países árabes no han sido nunca,
en efecto, productores independientes, y su eficacia como agricultores se ha
visto muy condicionada por las dificultades para disponer tierras y de agua.
Por una parte, la importancia de las poblaciones beduinas en muchos de
los estados musulmanes históricos limitó en algunas áreas la apropiación de
tierras por parte de campesinos sedentarios y redujo la superficie agrícola y la
intensidad de su aprovechamiento, en beneficio todo ello del pastoreo nómada.
Pero, sobre todo, la disolución, a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX, de
las formas asiáticas de propiedad estatal de las tierras y las aguas (principalmente en Irán, Mesopotamia y Egipto) se realizó en beneficio de una clase
nueva de terratenientes, la mayoría absentistas, que no fueron promotores
eficaces del progreso agrícola. La proliferación de campesinos sin tierras facilitaba
la imposición de formas de tenencia muy onerosas para el colono, privado de
toda capacidad de acumulación en beneficio de latifundistas e intermediarios,
que raramente reinvertían en el sector sus rentas y comisiones.
A mediados del siglo XX la cuestión agraria se manifestaba sobre todo
bajo dos aspectos: el de la rigidez y arcaísmo de las formas de producción, por
un lado, y el de la miseria de la mayor parte del campesinado, por otro. Tanto
desde el punto de vista del fortalecimiento de la cohesión nacional como en la
perspectiva de un anhelado progreso económico, la reforma agraria fue sentida
como una necesidad por la mayoría de los gobiernos de la región en los años
cincuenta y sesenta. Se promulgaron entonces numerosas leyes de reforma
agraria, que conocieron luego un muy diverso grado de aplicación, según los
países.
Las más significativas, tanto por ser de corte distinta una de otra como
por la cantidad de población afectada, serán las que se han dado en Egipto, Irán
y Argelia. En Egipto cabe hablar con Nasser del socialismo árabe en la
agricultura, en Irán se habla de la revolución blanca anterior a la llegada de
Jomeini y su régimen y en Argelia se pasó, tras la independenica, de la
autogestión a la revolución agraria. En general, escaso ha sido el éxito --más
bien ha de hablarse de fracaso-- de estas reformas agrarias. Para quien esté
interesado en estos casos y otros, recomiendo el libro de Lecoz (1985) sobre las
Reformas Agrarias, publicado por la Ed. Ariel.
17.- El mundo urbano: urbanismo y sistema de ciudades (tradición y
modernidad).
El Próximo Oriente acunó las primeras formas de vida urbana y, lo que es
más destacable, se ha caracterizado a lo largo de la historia por el gran relieve
que en su desarrollo social y político han tenido las ciudades.
A pesar de la obvia importancia del sector agropecuario, las ciudades han
ejercido siempre una indiscutible función directriz, y no puede propiamente
hablarse de épocas de ruralización social en esta región que durante siglos fue
encrucijada de las grandes rutas comerciales del Viejo Mundo. Naturalmente, el
protagonismo urbano ha sido mucho menos acusado y continuo en el excéntrico
Magreb y en la periferia del Mundo Árabe.
Todavía en la actualidad los países árabes se distinguen de los de otras
regiones afroasiáticas por su elevada tasa de urbanización, el rápido ritmo con
que la misma se incrementa y la importancia relativa de las ciudades interiores.
Un espectacular florecimiento en la Edad Media configuró ya a grandes
rasgos la red urbana actual, pero entre 1500 y 1850 las principales ciudades del
Próximo Oriente languidecieron durante una prolongada fase de postergación
comercial y de generalizado declive económico y demográfico en toda la región.
A mediados del siglo XIX se reanudó el proceso de urbanización, que
desde entonces no se ha interrumpido y ha ido acelerando su ritmo,
particularmente en los últimos veinte años. Junto a los antiguos centros urbanos
revigorizados han surgido otros muchos nuevos, que han modificado algo el
aspecto general de la red urbana al localizarse preferentemente en el litoral.
Este fenómeno debe relacionarse con la apertura del Canal de Suez, en
1869, que devolvió al Próximo Oriente su condición de encrucijada de los tráficos
del Viejo Mundo, y también con la expansión de las exportaciones de materias
primas, potenciadora de los grandes puertos. Paralelamente, el declive del
comercio caravanero determinó el estancamiento de los "puertos" del interior, las
ciudades situadas al borde de los desiertos, que habían tenido gran importancia
en el pasado.
También la fisonomía de las ciudades árabes se ha alterado notablemente
en esta última fase de expansión, pues la mayoría de los nuevos centros urbanos
son de tipo europeo en cuanto su trazado y construcciones, en abierta ruptura
con la urbanística islámica tradicional.
En las ciudades de antigua fundación, el crecimiento ha acarreado la
yuxtaposición de barrios de estilo europeo a la vieja “medina”, con frecuencia
desfigurada por la apertura de algunas amplias calles rectilíneas en su interior.
Después de la Segunda Guerra Mundial, las grandes ciudades portuarias han
perdido, en general, el liderazgo de la expansión, o por lo menos han debido
compartirlo con las capitales tradicionales, sedes del nuevo poder político y, en
consecuencia, acaparadoras de empleos relacionados directa o indirectamente
con la actividad gubernamental, la que más se ha desarrollado en los últimos
lustros.
Las principales áreas metropolitanas de la región han surgido en
Marruecos, Tunicia y Egipto. En Marruecos, casi un cuarto de la población vive en
una franja costera de unos 50 Kms. de anchura y 150 Kms. de longitud, desde
Casablanca a Kenitra; a comienzos del siglo XX la población de esta zona era
insignificante.
En Tunicia, la capital (Túnez) es el corazón de una región fuertemente
urbanizada, que, en un radio de unos 80 Kms, comprende la mitad de las
ciudades de tamaño medio del país.
Y en Egipto, el Gran Cairo, con unos 50 Kms de diámetro, incluye once
ciudades donde vive poco menos que la mitad de la población urbana del país y
alrededor de un quinto del total. En el conjunto de la región el desequilibrio del
sistema urbano suele ser acusado, y la mayor parte del crecimiento se concentra
en una o dos ciudades o áreas metropolitanas. Puesto que la oferta de nuevas
viviendas se ha mostrado remisa, el hacinamiento ha adquirido cotas alarmantes
en los barrios populares, sobre todo en las viejas medinas, y el chabolismo es un
elemento habitual del paisaje urbano de estos países.
En general, el proceso de urbanización ha desbordado el crecimiento
económico, y en particular el de los sectores productivos que se localizan en las
ciudades, como el terciario o la industria manufacturera. De ahí que al deterioro
de las condiciones de alojamiento y de la infraestructura urbana deba añadirse
un importante desempleo o subempleo.
Con todo ello las ciudades se han convertido en la actualidad en los más
tensos focos de conflictividad social, y en las mayores amenazas para el orden
político existente que residen en el potencial explosivo de las revueltas urbanas.
Así lo atestigua la revolución islámica de Irán y también insurrecciones episódicas
como la de El Cairo, en 1977, o Túnez en 1979, o Marruecos en 1988.
En clase se ofrecerán esquemas sobre la organización interna de las
ciudades, la conformación urbana de las sociedades islámicas y sobre casos
concretos (Tetuán, Fes, El Cairo...).
El vídeo “El espacio en la ciudad islámica” de la serie Alquibla dirigida por
Juan Goytisolo es de muy interesante análisis (el texto del vídeo aparece
fotocopiado en el anexo, dada su densidad y múltiples ideas que sirven de
reflexión), así como documentales variados sobre las ciudades árabes (Susa,
Alejandría, Damasco...)
18.- La organización territorial y el desarrollo regional.
El sector terciario, como en todas partes, constituye la principal fuente de
empleo y de ingresos den las mayores ciudades. Si el comercio a larga distancia
fue factor decisivo para la configuración de la red urbana antigua y medieval, el
comercio internacional marítimo y las actividades relacionadas con la importación
y exportación han impulsado el fuerte crecimiento de las más modernas ciudades
de la región desde fines del siglo XIX, y aún antes en el caso de Alejandría.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el espectacular crecimiento de algunas
capitales se ha relacionado estrechamente con la expansión de la administración
pública que ha sido característica del período y de la mayoría de los regímenes
políticos de los países de que se trata.
En un contexto de profunda intervención estatal de la economía, dicha
expansión
ha polarizado también en las capitales un buen número de
actividades productivas y ha contribuido a extremar las disparidades económicas
regionales. En ciudades donde la condición de puerto principal se ha agregado a
la capitalidad política, el crecimiento ha podido ser explosivo: son ejemplos
elocuentes los de Beirut, Túnez y, sobre todo, Argel, que desde la independencia
ha multiplicado por más de dos su vecindario, a pesar del éxodo masivo de la
población europea, que allí era mayoritaria.
Las mayores ciudades de la región suelen ser, además, los principales
centros industriales de sus respectivos países. Si se excluye la industria
extractiva, la más importante de muchos de ellos, las restantes actividades
industriales aparecen, en efecto, muy concentradas en las áreas urbanas.
Las industrias productoras de bienes de consumo se instalan en las
ciudades porque ellas representan la parte más sustanciosa de un mercado
interior reducido y porque, además, disponen de recursos como agua o la
electricidad, que en estos países no se encuentran por doquier con facilidad. La
presencia de medios de transporte adecuados explica asimismo esta localización,
y en particular la de industrias como la siderurgia y la petroquímica, ubicadas
junto a los puertos por donde se importan o exportan sus materias primas.
Así, en Argelia, los tres polos de desarrollo de las industrias básicas se han
establecido en ciudades costeras: Arzew (junto a Orán), Skikda y Annaba. En
Arabia Saudí, la siderurgia y una incipiente industria manufacturera se han
emplazado en el litoral entre Yanbu' y Yidda, los tradicionales puertos importadores del Mar Rojo; la petroquímica, sin embargo, se desarrolla en Dammân y
Dahrân, sobre la costa del Golfo, por donde salen la mayor parte de los
hidrocarburos que el país produce. La fuerza de atracción de las capitales es, sin
embargo, tan grande que ha determinado emplazamientos bastantes
sorprendentes: por ejemplo, el de la siderurgia integral de Halwan, en el Gran
Cairo, que ha de importar por vía marítima parte de sus materias primas y que se
encuentra a 800 Kms de distancia de los yacimientos de mineral de hierro de
Asuán.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, sólo Egipto había desarrollado una
industria de transformación de cierto relieve cuantitativo, si bien confinada casi
exclusivamente al sector alimentario y al textil. La contienda creó condiciones
favorables para el inicio de una industrialización sustitutiva de importaciones en
el propio Egipto y en otros países, sobre todo Irán y, en menor medida, Siria,
Líbano e Irak. Durante los años sesenta la sustitución empezó ya a afectar a
bienes de consumo duraderos bastante complejos y a la industria farmacéutica,
aunque sólo Egipto e Irán llegaron entonces a tener una base industrial amplia y
diversificada.
La construcción de una industria pesada sólo fue posible gracias a la
intervención estatal, tanto en los países árabes con régimen socialista como en
Irán, el único país en donde esta industria ha podido funcionar con recursos
exclusivamente nacionales.
Mientras que en la periferia del Mundo Árabe la actividad fabril se reduce
a las industrias de transformación más simples, en algunos de los países
exportadores de petróleo se perfila una pauta de industrialización peculiar. La
relativa escasez de fuerza de trabajo y la abundancia de capital han determinado
que el proceso se inicie en Kuwait, Bahrein, Arabia Saudí y Libia por industrias
intensivas en capital y técnicamente muy complejas, como la petroquímica, a la
vez que se desdeñan las industrias de transformación, cuyos productos parece
más ventajoso importar. Semejante es el caso de Argelia, aunque su más ancha
base humana ha permitido el despegue de un proyecto de industrialización
mucho más variado y ambicioso, con el que ha desbordado en este terreno a sus
vecinos mogrebíes.
* Enclaves económicos: la explotación del subsuelo.
Los países árabes poseen una variada gama de recursos mineros, cuya
explotación, en el caso de los yacimientos más importantes, han atraído capitales
y técnicas del extranjero que han dado origen a auténticos enclaves económicos
en el seno de economías tradicionales. Aunque, a decir verdad, la mayor parte de
estos recursos no ha presentado demasiado interés desde el punto de vista de su
rentabilidad, y la presencia extranjera la ha polarizado la extracción de petróleo,
salvo en el Magreb.
Por ejemplo, en el caso del hierro, del que se calcula que estos países
tienen un décimo de todas las reservas mundiales, sólo los yacimientos
magrebíes, y en particular los de Marruecos, llamaron la atención del capital
extranjero desde comienzos del siglo XX. Posteriormente se pusieron en
explotación los importantes yacimientos de Mauritania, en trance ahora de incrementar fuertemente una producción de cuya venta depende en gran medida el
presupuesto del estado y la viabilidad de los proyectos de modernización
económica de uno de los países menos desarrollados del mundo. Más tardía ha
sido aún la constatación de la importancia de los yacimientos del sur de Libia, de
los egipcios próximos a Asuán y de los del norte de Siria e Irán. En cuanto a los
metales no ferrosos, la mayor riqueza corresponde asimismo al Magreb, y en
particular a Marruecos (rico en Manganeso, plomo, cinc y cobalto); al otro
extremo de la región destaca Irán (cromo, cinc y plomo, sobre todo).
Mayor importancia, en términos relativos a la producción mundial, tienen
los yacimientos de fosfatos: la producción del antiguo Sahara español, añadida a
la suya anterior, ha convertido a Marruecos en segundo productor y primer
exportador del mundo. Tunicia, Jordania y Egipto son también importantes
productores.
Si se mantienen al margen los hidrocarburos, la potencia minera conjunta
de los países árabes nunca ha sido notable en un contexto internacional, y,
desde luego, su explicación no pudo haber sido el elemento determinante de su
incorporación a la economía mundial capitalista. Sin embargo, desde principios
del siglo XX la extracción de petróleo y luego la de gas han convertido a algunos
de estos países en una de las zonas de mayor interés para la economía mundial,
y han movilizado grandes flujos tecnológicos y financieros.
Las principales zonas petrolíferas de la región pueden reducirse a tres. La
primera, por debajo y alrededor del Golfo Pérsico, se extiende por una profunda
cuenca sedimentaria que a lo largo de la cadena de los montes Zagros se
prolonga por Irán e Irak y alcanza hasta el noreste de Siria; la segunda
corresponde a la zona fallada del Mar Rojo y el Golfo de Aqaba; la tercera, al
borde septentrional de la placa tectónica continental africana, que origina
yacimientos petrolíferos en el desierto occidental de Egipto, en Libia, Tunicia y
Argelia.
La producción se inició en la primera zona, con la extracción de petróleo
comerciable desde 1908. Entre las dos guerras mundiales, Irán e Irak fueron
virtualmente los únicos productores de la región, pero después de 1945 la
incorporación de los demás países ribereños del Golfo la convirtió en la más
importante zona exportadora de petróleo del mundo.
Desde el comienzo, la extracción estuvo en manos de extranjeros que
habían arrancado generosas, extensas y duraderas concesiones a gobiernos
ignorantes de la enorme riqueza potencial que los hidrocarburos suponían.
Después de la Segunda Guerra Mundial, las concesiones otorgadas fueron más
respetuosas con los intereses de los países donde se localizaban los yacimientos,
y en el mismo sentido se revisaron las anteriores. Por fin, a partir de 1970, la
industria petrolera en los países árabes ha pasado a depender de los gobiernos
de los países productores, bajo modalidades diversas de nacionalización o de
asociación con las compañías concesionarias.
Sin embargo, estos cambios en la organización de las empresas
extractivas no han significado que la industria dejara de ser una especie de
cuerpo extraño en el seno de las economías afectadas.
Por un lado, su implantación apenas modifica directamente las actividades
productivas circundantes. El material que emplea, técnicamente muy complejo,
debe ser importado en su práctica totalidad, y así será en todos los casos en el
futuro previsible. Por otro lado, gran parte del personal de mayor capacitación
técnica procede asimismo del extranjero, si bien esta dependencia no es tan
acusada en países como Irán e Irak, y tenderá, sin duda, a disminuir en los
demás en los próximos años. La fuerza de trabajo empleada por la industria es,
en todo caso, muy poco numerosa: el primer exportador del mundo, Arabia
Saudí, sólo ocupa en la extracción de hidrocarburos a unos 17000 asalariados. A
diferencia también de lo que ocurre con otros recursos mineros, ni siquiera los
medios de transporte son afectados por el desarrollo de la explotación de
petróleo y de gas. El acarreo del producto hasta los puntos de embarque puede
realizarse mediante oleoductos y gaseoductos que para nada alteran el sistema
de transporte y la articulación territorial existente.
En definitiva, la extracción de hidrocarburos no ha dado origen a polos de
desarrollo industrial con capacidad para transformar directamente otros sectores
de la economía, compitiendo con ellos en los mercados de factores y modificando
la distribución de la población y las formas de utilización del territorio. En este
caso, la mediación de la política económica estatal resulta decisiva. De ella
depende enteramente la asignación de los recursos financieros obtenidos con la
exportación de gas y de petróleo, y que, por su extraordinaria magnitud, sí
poseen una enorme virtualidad transformadora.
Un tema a debatir de actyualidad para terminar el tema y el punto en
consideración es si el petróleo es la gran causa del derrocamiento del dictador
Saddam Hussein en Irak, conjuntamente al reparto de las concesiones a
compañías angloamericanas, españolas, etc...