GEOGRAFÍA DEL MUNDO ÁRABE
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GEOGRAFÍA DEL MUNDO ÁRABE
Tema 4.- Caracterización socio-económica y estructuras territoriales. A. Guión de la exposición: 14.- Análisis de indicadores socio-económicos y de Desarrollo Humano. Crecimiento económico y subdesarrollo en los territorios árabes. 15.- Distribución y significado de las actividades económicas: agricultura-minería (petróleo), industria (la tradición artesanal y estrategias las E.M.N.) y servicios. 16.- Estructuras territoriales: el mundo rural: nomadismo y sedentarismo. Limitaciones del medio natural. Agricultura de subsistencia versus agricultura de exportación. 17.- El mundo urbano: urbanismo y sistema de ciudades (tradición y modernidad). 18.- La organización territorial y el desarrollo regional. Transportes y Comunicaciones. B. Bibliografía: - AYUBI, N. (1999) Política y Sociedad en el Oriente Próximo. La hipertrofia del Estado Árabe. Biblioteca del Islam Contemporáneo. Ed. Bellaterra. Barcelona. - BOUSTANI, R. y FARGUES, P. (1990) Atlas du Monde Árabe. Bordas. París. - CALENDARIO ATLANTE-AGOSTINI (Varios años). Instituto Geográfico de Agostini. Novara. - CORDELLIER, S. y LAPAUTRE, C. (Coord. y realización) (2007) El Estado del Mundo. 2006. Anuario económico y geopolítico mundial. Ed. Akal. Madrid. - FABRIES-VERFAILLIE, M. (1998) L’Afrique du Nord et le Moyen-Orient dans le nouvel espace mondial. Presses Universitaires de France. París. pp. 265 - LLUCH, E. (Coord.) y Otros (1981/84). Geografía de la Sociedad Humana. Vol. VIº "La periferia subdesarrollada capitalista,2; Unidad y diversidad del Tercer Mundo afroasiático" por RODES,J.M.; INIESTA, F. y LOPEZ PALOMEQUE, F. Ed. Planeta, Barcelona, 1981/84. - MÉNDEZ, R. y MOLINERO, F. (1998) Espacios y Sociedades. Introducción a la Geografía Regional Mundial. Cap. XIIº "El Mundo Árabe-Islámico: tradición y cambio". Ed. Ariel. Barcelona. pp. 527-570. 14.- Análisis de indicadores socio-económicos y de Desarrollo Humano. Crecimiento económico y subdesarrollo: manifestaciones territoriales. Para analizar este epígrafe aconsejo la lectura pausada y comprensiva del texto que se adjunta. Trata, en primer lugar, de explicar los orígenes y las causas de la existencia de países desarrollados y de países subdesarrollados. Después, describe los caracteres básicos de las estructuras económicas de los países subdesarrollados, entre los que se encuentran los países árabes que se estudian. Finalmente, se exponen algunos caracteres básicos del orden territorial de los países subdesarrollados, que, en términos generales, se presentan --con los matices y las particularidades propias-- en los países del Mundo Árabe en análisis. 15.- Distribución y significado de las actividades económicas: agricultura-minería (petróleo), industria (la tradición artesanal y estrategias de relocalización de las E.M.N.) y servicios (turismo). En general, los libros de texto, los manuales y los medios de comunicación que tratan sobre el Mundo Árabe, al hablar de la economía de estos países se ciñen a la cuestión del petróleo y, por tanto, a los países árabes productores, mientras que no explican las claves socio-económicas de los países no productores de petróleo que, sin embargo, son la mayoría de ellos. Así como tampoco se estudia la función disgregadora que tiene entre los distintos países árabes la gran diferencia de riqueza que les caracteriza. El tema debe abordarse con más amplitud, no quedándose en lo llamativo o anecdótico... o en lo que repercute directa e interesadamente en Occidente. El esquema utilizado en el epígrafe anterior debe servir de antesala y de marco metodológico y de reflexión de la explicación de las claves socio-económicas del Mundo Árabe. Sirvan los siguientes datos e ideas para reflexionar sobre la cuestión. Los países árabes pueden ser englobados en varios niveles económicos según su P.I.B. (Producto Interior Bruto). En primer lugar estarían los países ricos, con más de 5.000 dólares per cápita, y que son Arabia Saudí, Bahrein, Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Libia y Omán. Salvo Libia, todos están situados en la Península Arábiga. Estos suman en total 24,3 millones de habitantes (1997), lo que viene a significar aproximadamente un 11 % de la población total árabe, mientras que su PIB alcanza aproximadamente el 42 % del total del Mundo Árabe. A continuación vendrían los países intermedios, productores de petróleo y gas, que son Argelia e Irak. Estos, si bien cuentan con esa fuente de riqueza, los problemas internos o los conflictos bélicos (en especial, recientemente en Irak) les han hecho padecer crisis importantes. Les seguirían Túnez, Siria y Jordania (en situación media-baja) último los países más pobres con una renta per cápita inferior a los dólares: Marruecos, Egipto, Líbano, Mauritania, Sudán, Yemen... Este constituye un 58 % de la población total árabe mientras que sólo aproximadamente un 20 % del PIB total. y por 1.000 grupo suma La gran disparidad de fuentes de riqueza entre países que culturalmente se consideran "hermanos" ha alentado resentimientos de los árabes pobres frente a los ricos, los cuales, no sólo no invierten sus capitales en favor del Mundo Árabe sino que a veces defienden políticas petroleras insolidarias con los países petroleros menores como Irak o Argelia. Todo ello ha engendrado en la historia reciente manifestaciones a favor de que los frutos del petróleo deben favorecer al mayor número posible de árabes. En este argumento panarabista, Irak, tanto en 1961 como en 1990, buscó cierta legitimidad para su invasión de Kuwait. Y en esta manipulación de los sentimientos igualitaristas se apoyó también buena parte de las simpatías árabes de Saddam Huseyn obtuvo durante la Guerra del Golfo. En realidad, salvo el caso de esos pequeños estados productores de petróleo, son muchos los países árabes que se encuentran en vías de desarrollo a la vez que afrontan difíciles crisis internas de tipo socio-económico. Los elementos claves del desequilibrio socio-económico que padecen son los siguientes: * Dependencia alimentaria: El Mundo Árabe importa en la actualidad la mitad de su consumo alimentario, mientras que hasta los años cincuenta cubría globalmente sus necesidades. Hoy, más de la mitad de las importaciones netas del Tercer Mundo van destinadas a países árabes, absorbiendo lo esencial de los ingresos de exportación en países como Egipto, Jordania o Sudán. La escasez de las tierras agrícolas, el crecimiento de la población y la intensidad del éxodo rural (que ha engendrado más consumidores que productores) explican en parte ese grave deterioro de la balanza agrícola, pero las razones que lo han ocasionado son políticas. Primero, por el fracaso de las reformas agrarias emprendidas. Segundo, por los efectos perversos de una ayuda internacional cuya naturaleza tiende a desalentar la producción local y crear nuevas dependencias que modifican los hábitos alimenticios de las poblaciones. Y tercero, y muy importante, porque los esfuerzos y recursos se concentraron en el sector servicios y sobre todo, en la industria, desprotegiendo la agricultura. Y aún cuando la agricultura sea considerada un sector prioritario, como es el caso de Marruecos, ésta estará enfocada a las necesidades del mercado europeo, siguiendo los consejos del Fondo Monetario Internacional, y no a las necesidades internas. Si bien la tendencia actual en casi todos estos países es liberalizar el sector agrícola, aumentar el presupuesto dedicado a este ámbito y mejorar su rentabilidad modernizándolo, son múltiples los desafíos internos y externos a los que se enfrenta en tanto el despegue económico no sea global y estable. * La fragilidad del tejido industrial: La idea, casi la obsesión, de que la gran industria posee en sí misma virtudes desarrollistas por sus efectos inducidos en el resto de la economía, como pensaban los gobernantes árabes poscoloniales, no se ha plasmado, sin embargo, en la conversión de sus países en industrializados. La industrialización en el Mundo Árabe es muy marginal y su inserción en los intercambios internacionales es muy dependiente de la demanda mundial en materias primas y productos energéticos, y más accesoriamente en el campo textil y del vestido, donde se ha desarrollado una cierta capacidad exportadora en Marruecos y Túnez. Es decir, existe una base productiva muy frágil en los países árabes con respecto a la competencia comercial internacional. * La burocracia de Estado y el sector público: La burocracia de Estado unida a los tecnócratas, totalmente integrados en el aparato económico y administrativo del estado, se constituyeron en la mayor parte de los estados árabes modernos en el soporte de la hegemonía estatal y del proyecto global de desarrollo de la nación. El capitalismo de Estado necesitaba de una tecnocracia que, unidad al capital, garantizase la producción. Por otro lado, tuvo que dar nacimiento a otra categoría social también indispensable: la burocracia, para encargarse de las tareas administrativas y, sobre todo, las vinculadas al control social y político, lo que hará tejiendo múltiples redes de clientelismo. Esta nueva clase, será sobre todo, fruto del lanzamiento del proceso de industrialización y de su consecuencia, las sociedades nacionales, verdaderos estados dentro del estado. La tecno-burocracia de estado, compuesta de militares y civiles y convertida en clase dominante que sin ser dueña de los medios de producción dispone de ellos a través de las instituciones del Estado harán de la corrupción un mal endémico en los respectivos países. Por otro lado, una de las características más sobresalientes de muchas economías árabes, sobre todo en los países no petroleros, es la existencia de un sector público que ha ido participando cada vez más directamente en una amplia gama de actividades económicas, y a menudo, por razones que poco tienen que ver con argumentaciones de estrategia económica. En la mayor parte de los países árabes el sector público ha obtenido resultados económicos muy poco satisfactorios por dos razones fundamentales: la subutilización de las capacidades de producción y el superávit de empleos no productivos en las empresas. * La deuda externa: Políticamente desgastado y amputado de su capacidad distributiva, el Estado protector árabe tuvo que recurrir a los créditos extranjeros para poder mantener el precario pacto social y continuar con los planes de desarrollo. Así, durante los años setenta serán contraídas deudas externas muy pesadas que en la década siguiente impusieron condiciones extremadamente duras a estos países para su reembolso. La deuda del Mundo Árabe, según el Consejo de la Unión Económica Árabe, alcanza los 260 mil millones de dólares, incluidos los 60 mil de deudas militares. * Los "males" del sector privado: El gran capital privado árabe invierte fuera del Mundo Árabe en sectores financieros, especulativos e inmobiliarios. Las inversiones que comienzan prudentemente a desarrollarse en la región árabe se concentran en el sector inmobiliario y hotelero de lujo, la importación u las industrias ultraligeras. Es decir, sectores donde los beneficios son muy rápidos y elevados, y donde el control fiscal de los ingresos es prácticamente imposible. En consecuencia no se invierte en sectores productivos, no se generan puestos de trabajo, no se lleva a cabo acumulación industrial ni se promueve el interés por invertir en industrias innovadoras que abran vías a otras gamas de producción. Por su parte, los Estados, cada vez más empobrecidos, cortejan estas fortunas esforzándose por crearles unos medios económicos y jurídicos propicios, lo que conlleva el riesgo de que la expansión de la liberalización económica evoluciona hacia un capitalismo de tipo rentista que exige altas tasas de interés y de desgravación fiscal, que es escasamente productivo, que paraliza la emergencia de un verdadero tejido industrial y que agrava la crisis de legitimidad política de los Estados porque sus sistemas fiscales son verdaderas fuentes de desigualdad social. * Efectos conjugados de la situación demográfica y la económica: Como analizamos en el tema anterior, el rejuvenecimiento de la población es un elemento de la dinámica social árabe actual: los menores de 15 años son el 50 % de la población (mientras que en Europa el porcentaje es de un 21%). Junto a este factor, si comparamos los índices de población activa, obtenemos que el contingente activo en relación al contingente laboral (los que entre 15 y 64 años están en edad de trabajar) no representa más que aproximadamente un 52 %, bastante por debajo de la media mundial. Cifra que pone de manifiesto el elevado índice de dependencia económica de las poblaciones árabes (esto es, el número de personas cuya subsistencia depende de cada 100 personas que están trabajando). El elevado índice de población joven unido al fenómeno de la urbanización ha traído consigo la emergencia de un nuevo tipo de actor social: la juventud urbana, que sometida a una escolarización de masas y un sistema educativo muy deficientes, con un horizonte sin expectativas laborales y profesionales y carentes de vías que encaucen sus aspiraciones y su malestar, constituyen un importante porcentaje de la población no integrada o excluida del sistema, tanto socio-económica como políticamente. Sus alternativas parecen orientarse en dos direcciones: la emigración al Norte y a los países árabes ricos, o la insurrección contra el orden político y socio-económico establecido. Consecuencia de los efectos de la exclusión del sistema productivo de importantes categorías sociales (jóvenes y clases desfavorecidas, cada vez más numerosas) es el gran crecimiento de la economía informal o sumergida, que socialmente tiene como consecuencia situar fuera del control estatal a una franja cada vez mayor de población, que no se solidariza con las demás capas sociales y no reconoce al sistema establecido. Un ejemplo: en Marruecos la población que está inmersa en esta economía informal ocupa al 57 % de la población activa. Junto a ello, en los países donde el control de la natalidad comienza a desarrollarse (por la crisis socio-económica) son las clases favorecidas las que habitualmente recurren a él, lo que hace que la explosión demográfica no afecte en igual medida a todos los segmentos de la población. Bien al contrario, es susceptible de alterar la composición social de las poblaciones. Si, en contra de lo que sucede en la actualidad, no se favorece la movilidad social necesaria para que los hijos de los pobres y analfabetos tengan posibilidades de abandonar la condición de sus padres, el crecimiento demográfico, concentrado en las clases más desfavorecidas, aumentará la ya muy considerable disparidad social. 16.- Estructuras territoriales: el mundo rural, nomadismo y sedentarismo. Limitaciones del medio natural. Agricultura de subsistencia versus agricultura de exportación. * El medio nómada: El pastoreo nómada; caracteres y tipología: la mayoría de los países árabes se sitúan de lleno en el cinturón árido del hemisferio norte, y gran parte de su territorio lo ocupan estepas y desiertos que figuran entre los más rigurosos del planeta, como ciertas regiones del Sahara y de la Península Arábiga. La parquedad extremada de las precipitaciones y su irregularidad hacen que la agricultura sea poco viable en estas tierras, por lo menos en ausencia de aportes hídricos del exterior o del subsuelo. En la situación tecnológica inaugurada por la revolución del Neolítico, el pastoreo nómada ha sido la única forma de utilización del territorio que ha hecho posible la presencia continuada de grupos humanos en la tenue biomasa que este hábitat permite. Por ello gran parte del territorio de los países árabes lo han ocupado poblaciones de pastores nómadas, que hasta épocas recientes constituyeron más de una décima parte de la población total de la región. Pese a la relativa exigüidad de su número, los nómadas han configurado decisivamente la fisonomía y el desarrollo histórico de estas sociedades, e incluso el paisaje mismo de la región, ya que el nomadismo, respuesta adaptativa al medio árido, en ocasiones lo ha desbordado para extenderse por territorios susceptibles de otro uso, en un proceso de beduinización que en el siglo XX ya se ha detenido y aún ha invertido su signo. Desde el punto de vista de la cultura material, este género de vida se define principalmente por la movilidad de la vivienda principal y lo que ello supone en cuanto a las características de los enseres domésticos, y por otra parte, por la dedicación preferentemente a la crianza de ganado. En el medio muy árido, los recursos básicos para esta actividad, pastos y agua, son muy escasos y se encuentran sujetos a una muy acusada variabilidad espacial y estacional, que determina los desplazamientos de los pastores nómadas. Lejos de ser erráticos, tales desplazamientos responden a pautas territoriales y temporales bien establecidas, dotadas de complejidad y flexibilidad tanto mayores cuanto más pronunciada sea la aridez del medio. Según las características de estos desplazamientos, pueden distinguirse dos tipos de nomadismo: horizontal y vertical. En los países árabes este segundo tipo se encuentra principalmente en el macizo de Ahaggar (los tuaregs), en el Atlas (los beni m'guild de Marruecos y los said atba' y los arba'a de Argelia) y, sobre todo, en la dorsal montañosa que separa el oriente árabe de Irán (los kurdos, los baseri, los bajtiari...). Como su denominación sugiere (vertical), este nomadismo de montaña aprovecha las variaciones de altitud en la disponibilidad estacional de pastos y de agua para la crianza de ganado, mediante el uso sucesivo de territorios a distintos niveles e incapaces por separado de mantener una ganadería estante. Sus diferencias con la mera transhumancia son difíciles de trazar, y, en definitiva, hay que establecerlas en un rasgo cultural, como es la movilidad de la vivienda principal. El nomadismo horizontal se desarrolló en las vastas estepas y desiertos cálidos del Oriente medio y África del norte, y ha dado el estereotipo cultural beduino. En este medio los recursos necesarios para la crianza de ganado se obtienen mediante desplazamientos a veces muy largos con el fin de aprovechar las diferencias espaciales en la distribución de pastos y pozos. El ganado vacuno, en menor medida, y sobre todo rebaños mixtos de camellos, cabras u ovejas han sido las preferencias de este tipo de nomadeo. No obstante, si bien la importancia histórica del nomadismo es indiscutible, durante el transcurso del siglo XX han ido modificándose algunos condicionantes externos decisivos para el equilibrio de este nomadismo tradicional. La creación y el afianzamiento de poderes estatales sobre los desiertos hizo desaparecer la razzia (o rapiñas) como actividad eventualmente lucrativa o complementaria económicamente de los nómadas. Sus resultados fueron, por una lado, la intensificación y abaratamiento del tráfico caravanero y, por otro, la relajación de las estructuras tribales de los nómadas. La paz llevó a una mayor dispersión territorial de los pastores nómadas, con lo que mejoró, de hecho, el aprovechamiento de los pastos al disminuir los riesgos que suponía aislarse. Se acentuó, en suma, la dedicación ganadera de los pastores nómadas, necesaria además al reducirse las posibilidades de explotación de los campesinos tributarios, tardía pero gradualmente emancipados. Necesaria, también, porque la irrupción del transporte motorizado en los años treinta redujo la demanda de transporte camellero y amplió el radio de acción de los comerciantes urbanos. En los años cincuenta el nómada no era más que un pastor, y hasta esa misma actividad tropezaba con obstáculos infranqueables para garantizar su subsistencia... con lo que ya en los sesenta la economía nómada estaba prácticamente arruinada, llevándose desde los años setenta hasta hoy día distintas políticas nacionales de sedentarización de estas poblaciones, con escaso éxito en general. * El medio rural: A tenor de las estadísticas, casi la mitad de los habitantes de los países árabes tomados en su conjunto viven en áreas rurales, si bien esta proporción se concreta en cada uno de ellos con diferencias tan grandes como la que va desde unos nueve décimos en el Yemen hasta menos de un cuarto en el Líbano, por no citar casos como el de Kuwait. Por otro lado, la fuerte emigración hacia las ciudades modifica sin cesar estas proporciones. La mayor parte de la población rural se ocupa de la producción agropecuaria, que absorbe alrededor del 40 % de la población activa total en casi todos los países de cierta envergadura demográfica, excluyendo el particular caso de Argelia. En cambio, y salvadas las excepciones de Sudán, Somalía y Yemen, la contribución del sector agropecuario al PIB no llega al 30 %, en algunos ni siquiera al 20 %. Se trata, pues, de un sector pobre, con una productividad del trabajo claramente inferior a la media del conjunto de la economía. Su propia estructura interna y la escasa atención que, en general, le han prestado los gobiernos explican sólo en parte esa inferioridad económica del sector agropecuario, también relacionable, sin duda, con la escasez del recurso productivo fundamental: tierra cultivable. Más que la morfología del terreno o la composición de los suelos, es la extremada aridez la causante de que se aproveche menos de una décima parte de la superficie territorial de la región y de la aleatoriedad de las cosechas. En Egipto, por ejemplo, con una pluviosidad prácticamente nula, el cultivo sólo es posible mediante la irrigación. La estructura de costes de la producción agrícola está muy condicionada por esta circunstancia, ya que las fuertes inversiones que generalmente requiere la extensión de la irrigación artificial la hacen prohibitiva para numerosos productos, y ello condiciona en gran manera la composición de la oferta agraria. * La producción de subsistencias: Con todo, la mayor parte de la superficie cultivada de los países árabes se aprovecha en régimen de secano, viable allí donde se registra una precipitación superior a los 250 mm.: el norte y oeste de Irán, el litoral de Siria y el Líbano, el suroeste de la Península Arábiga, el sur de Somalía, Sudán y de Mauritania, y una ancha franja del litoral de África del norte. Con la única excepción significativa del viñedo africano, por lo demás en recesión, estos secanos se han dedicado en su totalidad a la producción de alimentos para las poblaciones locales: a los cereales, principal producto agrícola de la región, de la cual, además, son originarias especies como el trigo o la cebada; al olivo, de sumo interés en un contexto de ganadería muy precaria y, por ello, de dietas pobres en grasas animales; a la vid, la chumbera y otros productos de importancia meramente local. Se trata de una agricultura extensiva, donde sobre el cultivo de año y vez predominan barbechos más prolongados; la producción por unidad de superficie está por debajo de la media mundial, y muy baja es también la producción por trabajador, excepto en algunos islotes de mecanización avanzada. Los niveles de vida son muy bajos, y el éxodo rural afecta particularmente a las regiones cuya economía se basa en este tipo de agricultura. Pero no sólo los secanos producen subsistencias. Desde hace milenios se practica en la región el riego artificial, bien aprovechando el caudal de los ríos (destacadamente el Nilo, el Eúfrates y el Tigris) mediante presas y canales, bien gracias al alumbramiento de aguas subterráneas mediante diversas técnicas. En las tierras de regadío se han cultivado cereales, consiguiéndose rendimientos regulares y elevados, que, por unidad de superficie, son de los más altos del mundo; se han destinado, asimismo, a la producción de frutas y hortalizas, que siempre han desempeñado un papel relevante en la alimentación de estos países. En los oasis de los grandes desiertos el dátil ha sido el principal cultivo, por el gran valor nutritivo y la facilidad de conservación de este fruto. Después de la Segunda Guerra Mundial el área irrigada ha venido experimentando en todos estos países una fuerte expansión, espectacular en alguno de los casos. Mejores técnicas de prospección y la generalización del bombeo con motor han permitido la captación de flujos de aguas subterráneas mayores. Por otro lado, la inversión estatal ha hecho posible la construcción de embalses gigantescos, como la gran presa de Asuán, en Egipto; la de Tabqa, sobre el Eúfrates, en Siria; las de Dujan y Darbandi Jan, sobre afluentes del Tigris, en Irak; o la del río Dez en Irán, además de sistemas de presas menores para el mejor aprovechamiento de cuencas más modestas en sus aportes hídricos. En toda la región ha crecido bastante la superficie de regadío permanente, sobre todo en el Próximo oriente, donde hay ríos más caudalosos. En algunos casos esta ampliación se ha destinado a la producción de subsistencias, con el fin de reducir la dependencia alimentaria respecto del exterior. Es notable el ejemplo de Libia, donde la explotación de aguas subterráneas ha permitido ampliar extraordinariamente ciertos oasis, el mayor de los cuales es el de Kufra, para practicar allí el cultivo intensivo de cereales y forrajes y la ganadería estante. También en Arabia Saudí se han llevado proyectos semejantes al descrito. Lo que induce a pensar que sólo donde se disponen de importantes excedentes financieros pueden embarcarse en estos proyectos, con independencia de su rentabilidad a corto y a medio plazo. En efecto, la ampliación de la superficie regada no ha contribuido, por lo general, a reducir la dependencia alimentaria, ya que sólo una pequeña parte de las cosechas obtenidas en ella lo han sido de alimentos para las poblaciones locales. La atención a los costes financieros de las obras de riego y avenado ha hecho necesaria la dedicación de estas tierras a cultivos con una inmediata viabilidad económica por su valoración en los mercados mundiales. Las crecientes exportaciones de productos agrícolas han ido así acompañadas en muchos de estos países de un incremento de las importaciones de alimentos, un proceso que Egipto ya experimentó a gran escala a partir del primer tercio del siglo XX. * La agricultura de exportación: En gran parte, las tierras más productivas se destinan, pues, a cultivos comercializables en mercados exteriores. El más añejo y también principal es el de algodón, del que Egipto produce y exporta desde los años veinte del siglo XIX una variedad muy apreciada. La difusión de este cultivo dependió de la irrigación artificial, ya que las tierras sujetas a la inundación natural provocada por la crecida anual del Nilo quedaban sumergidas durante parte del ciclo vegetativo del algodón, que en Egipto se prolonga desde febrero/marzo hasta septiembre/octubre. A comienzos del siglo XX la primera presa de Asuán permitió extender a buena parte del valle la irrigación artificial perenne, hasta entonces limitada prácticamente al delta, y pudo ampliarse, en consecuencia, la superficie dedicada al algodón. Este cultivo, intercalado en rotaciones complejas, nunca ha sobrepasado mucho el quinto de la superficie total de cosechas de Egipto, y, en cambio, ha venido aportando alrededor de la mitad del valor del producto agrario. También Siria, Irán e Irak producen y exportan fibra de algodón, pero sólo en Sudán tiene este cultivo una importancia comparable a la que reviste en Egipto, con cuya producción compite en calidad. En el Occidente árabe, el más importante cultivo de exportación ha sido durante largo tiempo la vid, extendido sobre todo en Argelia, y del que se obtenían vinos comunes que hallaban amplio mercado en la metrópoli. Pero la protección a la viticultura francesa fue cerrándolos, y en la actualidad, el viñedo argelino, en recesión, exporta cada vez menos. Los cultivos de exportación más pujantes en esta zona son ahora los agrios y las hortalizas, donde es acusado el protagonismo de Marruecos. Al lado de la agricultura tradicional de subsistencia, en las provincias y meridionales de este país ha surgido una agricultura moderna, muy capitalizada y orientada hacia la exportación a los países europeos de la producción de grandes explotaciones de propiedad estatal o privada. * Propiedad, explotación, reformas: En economías donde el sector agropecuario tiene tanto relieve por la población activa que emplea, es evidente que las características del desarrollo económico a largo plazo están muy relacionadas con las posibilidades de transformación de dicho sector. Tales posibilidades no están condicionadas sólo por cuestiones técnicas, sino que tienen mucho que ver también con las relaciones sociales que gobiernan el acceso a los medios de producción fundamentales. La mayor parte de los campesinos de los países árabes no han sido nunca, en efecto, productores independientes, y su eficacia como agricultores se ha visto muy condicionada por las dificultades para disponer tierras y de agua. Por una parte, la importancia de las poblaciones beduinas en muchos de los estados musulmanes históricos limitó en algunas áreas la apropiación de tierras por parte de campesinos sedentarios y redujo la superficie agrícola y la intensidad de su aprovechamiento, en beneficio todo ello del pastoreo nómada. Pero, sobre todo, la disolución, a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX, de las formas asiáticas de propiedad estatal de las tierras y las aguas (principalmente en Irán, Mesopotamia y Egipto) se realizó en beneficio de una clase nueva de terratenientes, la mayoría absentistas, que no fueron promotores eficaces del progreso agrícola. La proliferación de campesinos sin tierras facilitaba la imposición de formas de tenencia muy onerosas para el colono, privado de toda capacidad de acumulación en beneficio de latifundistas e intermediarios, que raramente reinvertían en el sector sus rentas y comisiones. A mediados del siglo XX la cuestión agraria se manifestaba sobre todo bajo dos aspectos: el de la rigidez y arcaísmo de las formas de producción, por un lado, y el de la miseria de la mayor parte del campesinado, por otro. Tanto desde el punto de vista del fortalecimiento de la cohesión nacional como en la perspectiva de un anhelado progreso económico, la reforma agraria fue sentida como una necesidad por la mayoría de los gobiernos de la región en los años cincuenta y sesenta. Se promulgaron entonces numerosas leyes de reforma agraria, que conocieron luego un muy diverso grado de aplicación, según los países. Las más significativas, tanto por ser de corte distinta una de otra como por la cantidad de población afectada, serán las que se han dado en Egipto, Irán y Argelia. En Egipto cabe hablar con Nasser del socialismo árabe en la agricultura, en Irán se habla de la revolución blanca anterior a la llegada de Jomeini y su régimen y en Argelia se pasó, tras la independenica, de la autogestión a la revolución agraria. En general, escaso ha sido el éxito --más bien ha de hablarse de fracaso-- de estas reformas agrarias. Para quien esté interesado en estos casos y otros, recomiendo el libro de Lecoz (1985) sobre las Reformas Agrarias, publicado por la Ed. Ariel. 17.- El mundo urbano: urbanismo y sistema de ciudades (tradición y modernidad). El Próximo Oriente acunó las primeras formas de vida urbana y, lo que es más destacable, se ha caracterizado a lo largo de la historia por el gran relieve que en su desarrollo social y político han tenido las ciudades. A pesar de la obvia importancia del sector agropecuario, las ciudades han ejercido siempre una indiscutible función directriz, y no puede propiamente hablarse de épocas de ruralización social en esta región que durante siglos fue encrucijada de las grandes rutas comerciales del Viejo Mundo. Naturalmente, el protagonismo urbano ha sido mucho menos acusado y continuo en el excéntrico Magreb y en la periferia del Mundo Árabe. Todavía en la actualidad los países árabes se distinguen de los de otras regiones afroasiáticas por su elevada tasa de urbanización, el rápido ritmo con que la misma se incrementa y la importancia relativa de las ciudades interiores. Un espectacular florecimiento en la Edad Media configuró ya a grandes rasgos la red urbana actual, pero entre 1500 y 1850 las principales ciudades del Próximo Oriente languidecieron durante una prolongada fase de postergación comercial y de generalizado declive económico y demográfico en toda la región. A mediados del siglo XIX se reanudó el proceso de urbanización, que desde entonces no se ha interrumpido y ha ido acelerando su ritmo, particularmente en los últimos veinte años. Junto a los antiguos centros urbanos revigorizados han surgido otros muchos nuevos, que han modificado algo el aspecto general de la red urbana al localizarse preferentemente en el litoral. Este fenómeno debe relacionarse con la apertura del Canal de Suez, en 1869, que devolvió al Próximo Oriente su condición de encrucijada de los tráficos del Viejo Mundo, y también con la expansión de las exportaciones de materias primas, potenciadora de los grandes puertos. Paralelamente, el declive del comercio caravanero determinó el estancamiento de los "puertos" del interior, las ciudades situadas al borde de los desiertos, que habían tenido gran importancia en el pasado. También la fisonomía de las ciudades árabes se ha alterado notablemente en esta última fase de expansión, pues la mayoría de los nuevos centros urbanos son de tipo europeo en cuanto su trazado y construcciones, en abierta ruptura con la urbanística islámica tradicional. En las ciudades de antigua fundación, el crecimiento ha acarreado la yuxtaposición de barrios de estilo europeo a la vieja “medina”, con frecuencia desfigurada por la apertura de algunas amplias calles rectilíneas en su interior. Después de la Segunda Guerra Mundial, las grandes ciudades portuarias han perdido, en general, el liderazgo de la expansión, o por lo menos han debido compartirlo con las capitales tradicionales, sedes del nuevo poder político y, en consecuencia, acaparadoras de empleos relacionados directa o indirectamente con la actividad gubernamental, la que más se ha desarrollado en los últimos lustros. Las principales áreas metropolitanas de la región han surgido en Marruecos, Tunicia y Egipto. En Marruecos, casi un cuarto de la población vive en una franja costera de unos 50 Kms. de anchura y 150 Kms. de longitud, desde Casablanca a Kenitra; a comienzos del siglo XX la población de esta zona era insignificante. En Tunicia, la capital (Túnez) es el corazón de una región fuertemente urbanizada, que, en un radio de unos 80 Kms, comprende la mitad de las ciudades de tamaño medio del país. Y en Egipto, el Gran Cairo, con unos 50 Kms de diámetro, incluye once ciudades donde vive poco menos que la mitad de la población urbana del país y alrededor de un quinto del total. En el conjunto de la región el desequilibrio del sistema urbano suele ser acusado, y la mayor parte del crecimiento se concentra en una o dos ciudades o áreas metropolitanas. Puesto que la oferta de nuevas viviendas se ha mostrado remisa, el hacinamiento ha adquirido cotas alarmantes en los barrios populares, sobre todo en las viejas medinas, y el chabolismo es un elemento habitual del paisaje urbano de estos países. En general, el proceso de urbanización ha desbordado el crecimiento económico, y en particular el de los sectores productivos que se localizan en las ciudades, como el terciario o la industria manufacturera. De ahí que al deterioro de las condiciones de alojamiento y de la infraestructura urbana deba añadirse un importante desempleo o subempleo. Con todo ello las ciudades se han convertido en la actualidad en los más tensos focos de conflictividad social, y en las mayores amenazas para el orden político existente que residen en el potencial explosivo de las revueltas urbanas. Así lo atestigua la revolución islámica de Irán y también insurrecciones episódicas como la de El Cairo, en 1977, o Túnez en 1979, o Marruecos en 1988. En clase se ofrecerán esquemas sobre la organización interna de las ciudades, la conformación urbana de las sociedades islámicas y sobre casos concretos (Tetuán, Fes, El Cairo...). El vídeo “El espacio en la ciudad islámica” de la serie Alquibla dirigida por Juan Goytisolo es de muy interesante análisis (el texto del vídeo aparece fotocopiado en el anexo, dada su densidad y múltiples ideas que sirven de reflexión), así como documentales variados sobre las ciudades árabes (Susa, Alejandría, Damasco...) 18.- La organización territorial y el desarrollo regional. El sector terciario, como en todas partes, constituye la principal fuente de empleo y de ingresos den las mayores ciudades. Si el comercio a larga distancia fue factor decisivo para la configuración de la red urbana antigua y medieval, el comercio internacional marítimo y las actividades relacionadas con la importación y exportación han impulsado el fuerte crecimiento de las más modernas ciudades de la región desde fines del siglo XIX, y aún antes en el caso de Alejandría. Tras la Segunda Guerra Mundial, el espectacular crecimiento de algunas capitales se ha relacionado estrechamente con la expansión de la administración pública que ha sido característica del período y de la mayoría de los regímenes políticos de los países de que se trata. En un contexto de profunda intervención estatal de la economía, dicha expansión ha polarizado también en las capitales un buen número de actividades productivas y ha contribuido a extremar las disparidades económicas regionales. En ciudades donde la condición de puerto principal se ha agregado a la capitalidad política, el crecimiento ha podido ser explosivo: son ejemplos elocuentes los de Beirut, Túnez y, sobre todo, Argel, que desde la independencia ha multiplicado por más de dos su vecindario, a pesar del éxodo masivo de la población europea, que allí era mayoritaria. Las mayores ciudades de la región suelen ser, además, los principales centros industriales de sus respectivos países. Si se excluye la industria extractiva, la más importante de muchos de ellos, las restantes actividades industriales aparecen, en efecto, muy concentradas en las áreas urbanas. Las industrias productoras de bienes de consumo se instalan en las ciudades porque ellas representan la parte más sustanciosa de un mercado interior reducido y porque, además, disponen de recursos como agua o la electricidad, que en estos países no se encuentran por doquier con facilidad. La presencia de medios de transporte adecuados explica asimismo esta localización, y en particular la de industrias como la siderurgia y la petroquímica, ubicadas junto a los puertos por donde se importan o exportan sus materias primas. Así, en Argelia, los tres polos de desarrollo de las industrias básicas se han establecido en ciudades costeras: Arzew (junto a Orán), Skikda y Annaba. En Arabia Saudí, la siderurgia y una incipiente industria manufacturera se han emplazado en el litoral entre Yanbu' y Yidda, los tradicionales puertos importadores del Mar Rojo; la petroquímica, sin embargo, se desarrolla en Dammân y Dahrân, sobre la costa del Golfo, por donde salen la mayor parte de los hidrocarburos que el país produce. La fuerza de atracción de las capitales es, sin embargo, tan grande que ha determinado emplazamientos bastantes sorprendentes: por ejemplo, el de la siderurgia integral de Halwan, en el Gran Cairo, que ha de importar por vía marítima parte de sus materias primas y que se encuentra a 800 Kms de distancia de los yacimientos de mineral de hierro de Asuán. Antes de la Segunda Guerra Mundial, sólo Egipto había desarrollado una industria de transformación de cierto relieve cuantitativo, si bien confinada casi exclusivamente al sector alimentario y al textil. La contienda creó condiciones favorables para el inicio de una industrialización sustitutiva de importaciones en el propio Egipto y en otros países, sobre todo Irán y, en menor medida, Siria, Líbano e Irak. Durante los años sesenta la sustitución empezó ya a afectar a bienes de consumo duraderos bastante complejos y a la industria farmacéutica, aunque sólo Egipto e Irán llegaron entonces a tener una base industrial amplia y diversificada. La construcción de una industria pesada sólo fue posible gracias a la intervención estatal, tanto en los países árabes con régimen socialista como en Irán, el único país en donde esta industria ha podido funcionar con recursos exclusivamente nacionales. Mientras que en la periferia del Mundo Árabe la actividad fabril se reduce a las industrias de transformación más simples, en algunos de los países exportadores de petróleo se perfila una pauta de industrialización peculiar. La relativa escasez de fuerza de trabajo y la abundancia de capital han determinado que el proceso se inicie en Kuwait, Bahrein, Arabia Saudí y Libia por industrias intensivas en capital y técnicamente muy complejas, como la petroquímica, a la vez que se desdeñan las industrias de transformación, cuyos productos parece más ventajoso importar. Semejante es el caso de Argelia, aunque su más ancha base humana ha permitido el despegue de un proyecto de industrialización mucho más variado y ambicioso, con el que ha desbordado en este terreno a sus vecinos mogrebíes. * Enclaves económicos: la explotación del subsuelo. Los países árabes poseen una variada gama de recursos mineros, cuya explotación, en el caso de los yacimientos más importantes, han atraído capitales y técnicas del extranjero que han dado origen a auténticos enclaves económicos en el seno de economías tradicionales. Aunque, a decir verdad, la mayor parte de estos recursos no ha presentado demasiado interés desde el punto de vista de su rentabilidad, y la presencia extranjera la ha polarizado la extracción de petróleo, salvo en el Magreb. Por ejemplo, en el caso del hierro, del que se calcula que estos países tienen un décimo de todas las reservas mundiales, sólo los yacimientos magrebíes, y en particular los de Marruecos, llamaron la atención del capital extranjero desde comienzos del siglo XX. Posteriormente se pusieron en explotación los importantes yacimientos de Mauritania, en trance ahora de incrementar fuertemente una producción de cuya venta depende en gran medida el presupuesto del estado y la viabilidad de los proyectos de modernización económica de uno de los países menos desarrollados del mundo. Más tardía ha sido aún la constatación de la importancia de los yacimientos del sur de Libia, de los egipcios próximos a Asuán y de los del norte de Siria e Irán. En cuanto a los metales no ferrosos, la mayor riqueza corresponde asimismo al Magreb, y en particular a Marruecos (rico en Manganeso, plomo, cinc y cobalto); al otro extremo de la región destaca Irán (cromo, cinc y plomo, sobre todo). Mayor importancia, en términos relativos a la producción mundial, tienen los yacimientos de fosfatos: la producción del antiguo Sahara español, añadida a la suya anterior, ha convertido a Marruecos en segundo productor y primer exportador del mundo. Tunicia, Jordania y Egipto son también importantes productores. Si se mantienen al margen los hidrocarburos, la potencia minera conjunta de los países árabes nunca ha sido notable en un contexto internacional, y, desde luego, su explicación no pudo haber sido el elemento determinante de su incorporación a la economía mundial capitalista. Sin embargo, desde principios del siglo XX la extracción de petróleo y luego la de gas han convertido a algunos de estos países en una de las zonas de mayor interés para la economía mundial, y han movilizado grandes flujos tecnológicos y financieros. Las principales zonas petrolíferas de la región pueden reducirse a tres. La primera, por debajo y alrededor del Golfo Pérsico, se extiende por una profunda cuenca sedimentaria que a lo largo de la cadena de los montes Zagros se prolonga por Irán e Irak y alcanza hasta el noreste de Siria; la segunda corresponde a la zona fallada del Mar Rojo y el Golfo de Aqaba; la tercera, al borde septentrional de la placa tectónica continental africana, que origina yacimientos petrolíferos en el desierto occidental de Egipto, en Libia, Tunicia y Argelia. La producción se inició en la primera zona, con la extracción de petróleo comerciable desde 1908. Entre las dos guerras mundiales, Irán e Irak fueron virtualmente los únicos productores de la región, pero después de 1945 la incorporación de los demás países ribereños del Golfo la convirtió en la más importante zona exportadora de petróleo del mundo. Desde el comienzo, la extracción estuvo en manos de extranjeros que habían arrancado generosas, extensas y duraderas concesiones a gobiernos ignorantes de la enorme riqueza potencial que los hidrocarburos suponían. Después de la Segunda Guerra Mundial, las concesiones otorgadas fueron más respetuosas con los intereses de los países donde se localizaban los yacimientos, y en el mismo sentido se revisaron las anteriores. Por fin, a partir de 1970, la industria petrolera en los países árabes ha pasado a depender de los gobiernos de los países productores, bajo modalidades diversas de nacionalización o de asociación con las compañías concesionarias. Sin embargo, estos cambios en la organización de las empresas extractivas no han significado que la industria dejara de ser una especie de cuerpo extraño en el seno de las economías afectadas. Por un lado, su implantación apenas modifica directamente las actividades productivas circundantes. El material que emplea, técnicamente muy complejo, debe ser importado en su práctica totalidad, y así será en todos los casos en el futuro previsible. Por otro lado, gran parte del personal de mayor capacitación técnica procede asimismo del extranjero, si bien esta dependencia no es tan acusada en países como Irán e Irak, y tenderá, sin duda, a disminuir en los demás en los próximos años. La fuerza de trabajo empleada por la industria es, en todo caso, muy poco numerosa: el primer exportador del mundo, Arabia Saudí, sólo ocupa en la extracción de hidrocarburos a unos 17000 asalariados. A diferencia también de lo que ocurre con otros recursos mineros, ni siquiera los medios de transporte son afectados por el desarrollo de la explotación de petróleo y de gas. El acarreo del producto hasta los puntos de embarque puede realizarse mediante oleoductos y gaseoductos que para nada alteran el sistema de transporte y la articulación territorial existente. En definitiva, la extracción de hidrocarburos no ha dado origen a polos de desarrollo industrial con capacidad para transformar directamente otros sectores de la economía, compitiendo con ellos en los mercados de factores y modificando la distribución de la población y las formas de utilización del territorio. En este caso, la mediación de la política económica estatal resulta decisiva. De ella depende enteramente la asignación de los recursos financieros obtenidos con la exportación de gas y de petróleo, y que, por su extraordinaria magnitud, sí poseen una enorme virtualidad transformadora. Un tema a debatir de actyualidad para terminar el tema y el punto en consideración es si el petróleo es la gran causa del derrocamiento del dictador Saddam Hussein en Irak, conjuntamente al reparto de las concesiones a compañías angloamericanas, españolas, etc...