29 de Febrero de 2016 - i Servi Inutili del Buon Pastore

Transcripción

29 de Febrero de 2016 - i Servi Inutili del Buon Pastore
ENCUENTRO MENSUAL DE LOS SI
29 de Febrero de 2016
P
ALABRA DE DIOS
Rm 7, 14-23; 8, 1-11
Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal, y estoy
vendido como esclavo al pecado.Y ni siquiera entiendo lo que hago,
porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco.
Pero si hago lo que no quiero, con eso reconozco que la Ley es buena.Pero
entonces, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que reside en mí,porque sé que
nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien
está a mi alcance, pero no el realizarlo.
Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.
Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que
reside en mí. De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien,
se me presenta el mal. Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco
en la Ley de Dios, pero observo que hay en mis miembros otra ley que lucha
contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está en mis miembros.
Por lo tanto, ya no hay condenación para aquellos que viven unidos a Cristo Jesús.
Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, me libró, me libró, en Cristo Jesús, de la
ley del pecado y de la muerte. Lo que no podía hacer la Ley, reducida a la
impotencia por la carne, Dios lo hizo, enviando a su propio Hijo, en una carne
semejante a la del pecado, y como víctima por el pecado. Así él condenó el pecado
en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que ya no
vivimos conforme a la carne sino al espíritu. En efecto, los que viven según la
carne desean lo que es carnal; en cambio, los que viven según el espíritu, desean
lo que es espiritual.
Ahora bien, los deseos de la carne conducen a la muerte, pero los deseos del
espíritu conducen a la vida y a la paz, porque los deseos de la carne se oponen a
Dios, ya que no se someten a su Ley, ni pueden hacerlo. Por eso, los que viven de
acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el
Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede
ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la
muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de
aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús
también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que
habita en ustedes.
los Servos Inútiles del Buen Pastor – Lecturas para la reunión mensual – v.001 – pag. 1 / 2
ENCUENTRO MENSUAL DE LOS SI
M
29 de Febrero de 2016
AGISTERIO
PAPA FRANCESCO, Misericordiae Vultus, Bula de convocaciòn del Jubileo
extraordinario de la Misericordia - n. 22.
El Jubileo lleva también consigo la referencia a la indulgencia. En el
Año Santo de la Misericordia ella adquiere una relevancia particular. El perdón de
Dios por nuestros pecados no conoce límites. En la muerte y resurrección de
Jesucristo, Dios hace evidente este amor que es capaz incluso de destruir el
pecado de los hombres.
Dejarse reconciliar con Dios es posible por medio del misterio pascual y de la
mediación de la Iglesia. Así entonces, Dios está siempre disponible al perdón y
nunca se cansa de ofrecerlo de manera siempre nueva e inesperada. Todos
nosotros, sin embargo, vivimos la experiencia del pecado.
Sabemos que estamos llamados a la perfección (cf Mt 5,48), pero sentimos fuerte
el peso del pecado. Mientras percibimos la potencia de la gracia que nos
transforma, experimentamos también la fuerza del pecado que nos condiciona.
No obstante el perdón, llevamos en nuestra vida las contradicciones que son
consecuencia de nuestros pecados.
En el sacramento de la Reconciliación Dios perdona los pecados, que realmente
quedan cancelados; y sin embargo, la huella negativa que los pecados dejan en
nuestros comportamientos y en nuestros pensamientos permanece. La
misericordia de Dios es incluso más fuerte que esto. Ella se transforma en
indulgencia del Padre que a través de la Esposa de Cristo alcanza al pecador
perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado, habilitándolo a
obrar con caridad, a crecer en el amor más bien que a recaer en el pecado.
La Iglesia vive la comunión de los Santos. En la Eucaristía esta comunión, que es
don de Dios, actúa como unión espiritual que nos une a los creyentes con los
Santos y los Beatos cuyo número es incalculable (cf Ap 7,4). Su santidad viene en
ayuda de nuestra fragilidad, y así la Madre Iglesia es capaz con su oración y su
vida de ir al encuentro de la debilidad de unos con la santidad de otros. Vivir
entonces la indulgencia en el Año Santo significa acercarse a la misericordia del
Padre con la certeza que su perdón se extiende sobre toda la vida del creyente.
Indulgencia es experimentar la santidad de la Iglesia que participa a todos de los
beneficios de la redención de Cristo, para que el perdón sea extendido hasta las
extremas consecuencias a la cual llega el amor de Dios.
Vivamos intensamente el Jubileo pidiendo al Padre el perdón de los pecados y la
dispensación de su indulgencia misericordiosa.
los Servos Inútiles del Buen Pastor – Lecturas para la reunión mensual – v.001 – pag. 2 / 2

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