especial xxv aniversario coronación

Transcripción

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CONSEJO DE REDACCIÓN:
Rafael Esteve Secall (Dir.)
Salvador García Morgado
Manuel Bueno Martín
Fotografías:
Archivo Archicofradía
Salvador García Morgado
Francisco J. Pérez Segovia
L.M. Gómez Pozo - Manuel Dávila
Eduardo Nieto - Juan M. Salvador
Onerom - Pilar González
Francisco Paez Almohalla
Colaboraciones:
Antonio Garrido Moraga
Manuel Bueno Martín
Diseño y maquetación:
Francisco Ordoñez Olalla
Edita:
Pontificia y
Real Archicofradía del
Dulce Nombre de
Jesús Nazareno del Paso y
María Santísima
de la Esperanza
Correo Postal: C/. San Jacinto,1 y 3
29007 Málaga
Telfs. 952 612 776
952 614 396
Web:
www.pasoyesperanza.es
E-mail:
[email protected]
Impresión:
Olaris Media
Depósito Legal:
MA-278/03
Sumario
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04
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09
10
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Carta del Hermano Mayor
Palabras del Rector
Crónica de un aniversario
Concurso de Microrrelatos
Concurso de Marchas Procesionales
Imágenes para la historia
Evocación histórica
Pregón XXV Aniversario de la Coronación
Canónica de la Virgen de la Esperanza
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Carta del
Hermano Mayor
LA RESPUESTA A LA VIRGEN
ermanos:
Aunque estaban claras las celebraciones con motivo del XXV Aniversario de la
Coronación de la Virgen de la Esperanza, en un principio no todos coincidíamos
en su procesión extraordinaria; ahora bien, desde el momento en que la Junta
de Gobierno aprobó dicha salida, como no podía ser de otra manera, todos, partidarios o no,
nos pusimos a trabajar. Esa fuerza e ilusión luego se verían refrendadas en las calles de Málaga,
donde se desbordó cualquier previsión.
Jamás pudimos imaginar que la sola convocatoria de la Virgen de la Esperanza en su trono,
despertara tanto fervor y cariño como el expresado el histórico día 22 de junio, cuando esa
inmensa marea de cofrades y devotos, puso nuevamente de manifiesto que nuestra comunidad
de archicofrades es una minoría si la comparamos con la devoción popular que despierta la
Esperanza en la ciudad. Son siglos de veneración del pueblo, y son muchas las generaciones de
fieles malagueños que en los momentos difíciles le rezaron, imploraron su ayuda y la recibieron;
seguramente esta ha sido una respuesta que solo Ella es capaz de suscitar.
No podemos sentirnos más orgullosos y más felices por los actos ya celebrados, y en especial por esta expresión de júbilo en la calle, lo que pone de manifiesto, una vez más, que
cuando trabajamos unidos para un mismo fin, al margen de opiniones y criterios particulares, la
satisfacción por el objetivo logrado es general, exactamente la misma para todos.
Pero siempre hemos de recordar nuestros orígenes, saber de dónde venimos y cuál es nuestra naturaleza; aquella que se sitúa muy por encima de cualquier departamento en que prestemos servicio o de cualquier actividad cofrade que desarrollemos. El respeto a los hermanos y
la humildad es lo que hace resplandecer a la Archicofradía; ése
es el principio con que debemos honrar a nuestros Sagrados
Titulares, el gran tributo y el mayor honor que podemos rendir al
Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y a María Santísima
de la Esperanza.
Un abrazo,
Manuel Harras Polonio
Hermano Mayor
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Palabras del
Rector
MARÍA ES CORONADA COMO REINA DEL CIELO Y LA TIERRA
“Una gran señal apareció en el cielo: una mujer envuelta en el sol, con la luna bajo sus pies
y una corona de doce estrellas en la cabeza” (Ap 12,1).
sta visión del profeta del Apocalipsis nos adentra en esta imagen de María, que
corona los misterios de gloria.
María, la Madre del Señor, recibe el homenaje de sus hijos. El Hijo de Dios y
de María, la contempla coronada de doce estrellas; y nos la presenta como la
Reina del corazón de todos los hombres. Y cada uno de nosotros, reconocemos
en Ella la Madre y abogada nuestra, Reina de nuestro corazón.
Coronar a María es cantar sus glorias. Gloria que pasa por Belén, alcanza el Calvario y culmina en la Asunción junto a su Hijo. Celebrar el XXV aniversario de la coronación canónica de
María Santísima de la Esperanza, es simplemente una manera peculiar de honrarla. La corona
que lleva sobre sus sienes es un compromiso de amor. Ella amó más que nadie. Amó a Dios y
se dejó amar por Él. Y en este amor de entrega nos amó a todos nosotros. Por ello, también
el amor cristiano es la corona del más fino oro que podemos entregar a la Madre. “La mejor
corona de la Virgen es el amor de sus hijos”
El 18 de junio de 1988, el Hijo quiso dejar el primer puesto a la Madre. El sabe que el mejor
camino de llegar a Él es a través de su Madre. Quién ama a María ¿no va a amar a su Hijo?
Contemplar a María coronada, bajo la mirada sonriente de su Hijo, es una invitación a que también nosotros, como hermanos, nos cedamos unos a otros el puesto, como Cristo a su Madre,
y dispongamos nuestro corazón para hacer construir una auténtica hermandad: que depongamos cualquier desavenencia y la convirtamos en encuentro, cualquier posible error humano lo
olvidemos mirando a los únicos ojos que pueden soportar la mirada de Dios: los ojos de María.
“María, evangelio vivido, es también maestra del evangelio de su Hijo”. A ella le
pedimos que nos enseñe a Jesús, la Buena Noticia para los hombres.
Rememorando el episodio del Cruz, queremos acoger a la Madre en nuestra casa y abrirle
nuestro corazón. Que la Archicofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y María
Santísima de la Esperanza, sea un hogar abierto a la Virgen María.
Siempre tenemos una cita pendiente con la Madre. Ella nos espera cada día para hablarnos de lo mejor que tiene: su Hijo, el Señor. También espera de nosotros conversación: que le contemos de
nuestra vida, alegrías y preocupaciones. Esto es orar: “traer a Dios a
mi vida y llevar mi vida a Dios”. Y María nos va a acompañar como
una Maestra excelente.
Pido al Padre del cielo por todos vosotros con la sencilla oración
que San Ignacio, le dirigía a la Virgen María, cuando releía su propia
vida delante de Dios: “Madre, ponme junto a tu Hijo”.
Juan Manuel Parra López
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Crónica de un
Aniversario
einticinco años de la Coronación Canónica de la Virgen de la Esperanza,
la Virgen del Pueblo, la Virgen de Málaga, la imagen mariana de Pasión
más antigua de la ciudad, la primera
que obtuvo el honor de la Coronación, un cuarto de
siglo, lo vivimos y hemos tenido la suerte de rememorar una efeméride singular en la que el pueblo ha sido
protagonista.
Se celebró el Pregón en el Teatro Cervantes y la
verbena de los hombres del “submarino”, que ha
tenido unos resultados humanos y económicos extraordinarios. Los medios de comunicación han dado
una cobertura muy importante a todos los actos programados; es obligado referirse al diario SUR con su
publicación especial “Apoteósica Esperanza”, que se
agotó en pocas horas.
Las redes sociales han sido notario de todo lo
anterior y los malagueños han respondido, insisto,
de manera admirable. La religiosidad popular es esta
unión emocionada y llena de amor a través de los
siglos.
La ciudad en la calle, no es posible mayor adhesión, una verdadera explosión de religiosidad popular
que ha superado la memorable jornada de la Coronación.
Las actividades programas por la Archicofradía
han cubierto un espectro amplísimo, las más variadas
que se hayan hecho nunca. Lo primero y más importante es un incremento de la labor social, clave en un
momento de crisis como el que atravesamos.
La misa concluye, un recuerdo de siglos en Santo
Domingo. Sale la procesión para buscar a la Virgen.
Llegamos al puerto, el galeón espera. Todo está perfecto, esa es la palabra. La candelería luce y las flores son homenaje de la Naturaleza y la corona cubre
sus sienes y reina desde la altura. El inmenso peso, la
mole de maderas doradas, será llevada por los hombres de trono del Nazareno y de Ella, en dos turnos,
en dos momentos, únicos en la emoción, archicofrades, hermanos.
Los cultos han sido solemnísimos, especialmente
el triduo y el besamanos con filas interminables de
fieles; para nosotros tiene un valor especial la conmemoración de la dedicación del templo, hoy basílica.
Conciertos, concursos de relatos, de dibujo, de
marchas procesionales, de fotografías, tantas y tantas
cosas que muestran y demuestran la imbricación de la
hermandad con su ciudad, que lleva en su bandera los
colores de la secciones del Nazareno del Paso y de la
Madre de la Esperanza.
Las calles esperan, las banderolas se mueven con
la brisa y todo el recorrido será camino de gloria para
sus hijos. La ciudad es hija de la Esperanza y será ciudad del Paraíso cuando la luz le bese la frente, cuando
el sol se ponga a sus pies y la luna lo releve en la go-
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zosa humillación bajo su pisada de Divina
Prisionera del romero.
La banda de cornetas y tambores abre
el orden que será desorden amoroso. Estandartes de las vírgenes coronadas con
los representantes de sus hermandades,
archicofrades con velas, presidencia, trono
y banda de música. Era lo previsto, yo sabía
que no iba a ser así. La plaza delante de la
basílica era un mar cuyas olas besaron tus
plantas. El mar de Málaga, el Mediterráneo
más que eterno te hizo suya. Cada átomo
del agua era una persona de cualquier
edad, de cualquier condición, muchos más
que hace veinticinco años. No dábamos crédito y se
confirmó que nada es igual, todo es nuevo.
es del grupo de acólitos y mueve con determinación
el incensario. Este es el futuro, esta es la garantía de
permanecer. Ni en las apreturas de calle Especerías
dejó de cumplir con su deber de turiferario. Me emocioné muchísimo.
La ciudad se echó a la calle. El galeón, al paso
del Nazareno, avanza tan lento que parece que no se
mueve. Una niña vestida de verde con la E y el ancla
bordados en el pecho va de mi mano y la felicidad
es exactamente esto. Saber que no moriré, que quedaré en su sangre. Una joven va en silla de ruedas,
Caían los pétalos a cientos, a miles, caían las aleluyas también a miles, lluvia de perfume y de palabras en tu honor, Señora del amor y de la entrega.
Llegamos a la Plaza de la Constitución, la Plaza de
la Coronación. ¿Qué piensa José Luis cuando repite,
con la misma precisión, la dulce tarea de que el trono
ocupe el mismo lugar que hace un cuarto de siglo?
El secretario da fe y la orquesta y el coro entona el
“Aleluya” de Haendel.
Las lágrimas se suceden gozosas. Las lágrimas
son homenaje a tu grandeza. La luz va cayendo con
suavidad de beso y de caricia. Llegamos a la Plaza del
Obispo. Habla el Rector y se interpreta la “Salve” de
Benjamín Esparza. En la letra está la clave. Eres la Virgen del Perchel y de Málaga, eres la Virgen del Pueblo. Aquí estamos todos para acompañarte y siempre
hay uno más que se agrega al rosario que se ha ido
forjando desde hace siglos en la devoción común, la
de cada uno, como cada uno quiere vivirla.
La Virgen ya lleva rato con el paso Esperanza y va
tomando el camino de la calle Carretería y allí todo
será posible, todo se desbordará aún más. Ya es madrugada, ya es eternidad. ¡Viva la Esperanza!
Antonio Garrido Moraga,
Cronista de la Archicofradía del Paso y la Esperanza
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Imágenes para la Historia
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Manuel Higueras, autor del Cartel de la Coronación
Pablo González y colaboradores, autores del Sobrepalio
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Concurso
Microrrelatos
Encuentro con Esperanza (1er premio)
Esta es mi historia. Era mendigo. Pasado. Mi vida cambió el día que me encontré con una mujer.
¡Qué tontería!, pensaréis. Pero no. Estaba sentado donde siempre cuando ella se acercó. Era guapísima. Se llamaba Esperanza y era malagueña. Su cara estaba surcada por lágrimas. Sus ojos reflejaban
dolor, calma, aceptación. Había perdido a su hijo, pero sabía que él caminaba a su paso. Me regaló
romero y me dijo que cuando lo mirara pensara en ella, en que todo se supera. O se acepta. Desde
entonces el romero fue mi símbolo y el nombre de aquella mujer, Esperanza, mi estado de ánimo.
Visité Málaga y descubrí que había una Basílica de la Esperanza. La visité. Y allí estaba ella. Pero no
era una mujer, era la Virgen misma. Ella fue la que me ayudó: mi Madre. La Madre de todos. La Madre
de Dios. Esperanza de mi amor.
Ana Zamudio Cubiles
La Esperanza siempre espera (2º premio)
Por fin daban las tres, cambio de turno y volvía a casa. Había sido un día malo, reducción de la
plantilla eran las palabras que esa noche merodeaban por mi cabeza. Decidí volver por otro camino,
cogería el margen derecho del río para tomar un poco de aire en aquella calurosa velada. Cuando
subía por el pasillo Santa Isabel a lo lejos oí tambores y caí que hoy era el día, me lo habían dicho
pero mis preocupaciones me habían hecho olvidar que se coronaba la reina. ¿Cómo podía haberme
olvidado? Fue un momento confuso, sentí alegría por haber elegido cambiar de camino esa noche y
rabia, rabia por haberme olvidado de ella. Un señor que al igual que yo esperaba su paso, desveló de
mis ojos lo que estaba sintiendo, se acercó y me dijo, la Esperanza te estaba esperando esta noche
y aquí estás.
Amparo Centoya Artola
¡Va por ti, Gregorio! (3er premio)
Ahí estaba, solo en el salón de tronos donde apenas unos minutos antes los albaceas habían
subido a la Virgen. Colocó el trípode delante de la campana para obtener la manida foto de la cara
de la Virgen borrosa en contraste con el brillante bronce.
—¡Vaya no estoy tan solo! Se dijo mientras le
pareció ver en el pulido metal el reflejo de alguien.
Pero giró el cuello y no había nadie. Se centró
en el encuadre, pero por más que lo intentaba la
Sagrada Imagen no se tornaba borrosa. Y parecía
sonreír. Culpó a la Leica.
En casa las descargó en el Mac. Cuando llegó
a la de la campana una sonrisa se hizo de inmediato carcajada.
—¡Cabrón! ¡Tenías que ser tú! En la pantalla
grande no había dudas. Era Manolo.
Fue al mueble bar y se puso una copita de Machaquito. ¡Va por ti Gregorio!
Andrés Torres Peña
Ganadores y jurado
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Concurso
Marchas Procesionales
Dirigida por su Director, Juan Manuel Parra Urbano, la Banda de Música de la Archicofradía interpretó las marchas finalistas a juicio del Jurado por este orden:
• Jesús y María, de Miguel Ángel Sarrió Nadal
• ¡Salve Esperanza Virgen de la O!, de Antonio Jesús Gutiérrez Martínez
• Pasos de Esperanza, de Óscar Mosteiro Mesa
• Esperanza, Reina de Málaga, de Narciso Pérez Espinosa
• Dulce Nombre de Esperanza, de José Manuel García Pulido.
Tras el concierto de presentación, el Jurado, presidido por Manuel del Campo, Presidente de la
Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, de Málaga, se retiró a deliberar, siendo su veredicto el
siguiente:
• 1er premio, para la marcha Esperanza, Reina de Málaga, de Narciso Pérez Espinosa
• 2º premio, para la marcha Dulce Nombre de Esperanza, de José Manuel García Pulido
• 3er premio, para la marcha ¡Salve Esperanza Virgen de la O!, de Antonio Jesús Gutiérrez
Martínez.
Tras la entrega de premios y recuerdos por el Hermano Mayor, Manuel Harras Polonio, fueron interpretadas la marcha que había obtenido el primer premio y el Himno de la Coronación de la Virgen
de la Esperanza, de Perfecto Artola Prats.
Narciso Pérez Espinosa, Primer Premio
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Mons. Catalá, Rectores Basílica y Seminario. 16-6-2013
Besamanos
Mons. Dorado, XXV Aniv. dedicación templo. 4-6-2013
Fray Eugenio predicando. 18-6-2013
Besamanos
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Saya nueva. Diseño: Salvador Aguilar. Bordado: Taller de Manuel Mendoza.
Distribuyendo beneficios III Verbena Benéfica.
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Traslado.
Hermanos Mayores Honorarios
Salida de Santo Domingo
Padrino de la Coronación, Agrupación de Cofradias
Protagonistas de la Coronación
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Evocación
Histórica
on el recuerdo en la mente, y la Esperanza en el corazón, nos reunimos
en esta plaza, confluencia de Cuatro
Calles, desde la época nazarí, y que,
tras otras nominaciones, retoma el de
la Constitución, como ya fuera llamada con motivo de
la promulgada en 1812.
Fue hace catorce siglos en que la fiesta de María,
Madre del Señor, fue instituida en el X Concilio de
Toledo.
Tal y como figura en el primero de sus cánones:
«… declaramos y mandamos que el octavo día,
antes del nacimiento del Señor, se consagra con toda
solemnidad al honor de su Madre. De esta manera,
así como la natividad del Hijo se celebra durante ocho
días seguidos del mismo mes, podrá tener una Octava
la festividad sagrada de María».
Siempre espacio público y político de la ciudad
por excelencia, centro neurálgico de la misma desde su adhesión a la Corona de Castilla, albergue de
edificios emblemáticos como la Casa Consistorial,
en cuya fachada estuvo alojada por mucho tiempo
una hornacina con la imagen de Nuestra Señora de
la Esperanza, custodiada –a diestra y a siniestra- por
los Santos Patronos, Ciriaco y Paula, en el que fuera
llamado “Balcón de la Virgen”.
Afincada, ya, en la liturgia visigótica y mozárabe,
en el referido día dieciocho de diciembre, esta fiesta
de María tiene en España, también desde antiguo, un
arraigo singular, bajo tres nombres, igualmente sugerentes: La Expectación del parto de Nuestra Señora,
Nuestra Señora de la Esperanza y Santa María de la
O. Tres vocablos castellanos cruzados en el corazón
humano: la espera, la esperanza y la expectación.
Punto de encuentro, por antonomasia, igualmente, cofrade, es lugar de la representación, por siglos,
del Paso de Jesús camino del Calvario, donde el Dulce
Nombre de Jesús, Nazareno cuatro veces centenario,
hace un alto en el pesaroso tránsito para bendecir
al pueblo de Málaga; hecho que evoca el retablo
conmemorativo de la primera bendición datada, fehacientemente, en 1609.
La advocación de la Esperanza arraiga en nuestra
ciudad por iniciativa de la devoción de los setenta y
dos hermanos que, el 16 de junio de 1641, erigen
la Hermandad de la Madre de Dios de la Esperanza,
reinando, entonces, la católica Majestad de Felipe IV,
y siendo Obispo de Málaga Fray Antonio Enríquez de
Porres, de la Orden de Frailes Menores.
En este preciso lugar fue Coronada Canónicamente la Imagen de María Santísima de la Esperanza
el 18 de junio del año 1988; cumplido ya, en este Año
del Señor de 2013, el XXV Aniversario de aquel magno acontecimiento; tras la celebración de solemnes
cultos en los días precedentes y coincidentes con la
excelsa efeméride.
Es su talla de autor anónimo, realizada en torno
a 1641, de pronta evidente y manifiesta proyección
devocional, fue, desde entonces, sabiamente alabada
y piropeada, dentro de la amplia gama de advocaciones marianas malagueñas, tanto por sus hermanos,
como por todo el pueblo de Málaga.
En manifestación de fe, y llenos de amor devocional, hemos querido compartir nuestro júbilo con
la Málaga que la coronó, desplazándonos –hoy– al
mismo lugar en que se dio el encuentro histórico de
la ciudad con la Realeza de María, alborozo de las antevísperas navideñas, como quedara plasmado desde
antiguo. Corría, entonces, el mes de diciembre del año
656.
Alcanza la imagen de María Santísima de la Esperanza aglutinar todos y cada uno de los requisitos
que le hicieron acreedora de su Coronación Canónica: antigüedad, valor artístico, historia debidamente
documentada, probada devoción, y, desde sus inicios
hasta su estado actual, comprobados favores concedidos por el fervor en la Madre de Dios a través de
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dicha imagen, así como irradiado culto, extendido por
los cinco continentes.
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La Agrupación, como entidad, y las Hermandades
agrupadas, los Ayuntamientos de toda la provincia,
los organismos y los colegios profesionales, y otras
instituciones, canalizaron el sentimiento popular
de una devoción ininterrumpida de casi cuatro
siglos hacia esta Soberana Imagen de la Madre del
Redentor, bajo la advocación de María Santísima de
la Esperanza.
No obstante, para llegar al momento que conmemoramos hoy, habría de transcurrir un dilatado
tiempo y diferentes impulsos iniciados el 14 de marzo de 1953 por el Excmo. Sr. Gobernador Provincial y
Hermano Mayor de la Archicofradía, D. Manuel García
del Olmo.
El 28 de mayo de 1985, Mons. Buxarrais accedió
a la concesión, justamente solicitada, comunicando
a la Archicofradía que el expediente había concluido
con el informe más favorable que se podía esperar,
reconociendo, de esta forma indubitable, que la Virgen de la Esperanza es la más antigua advocación
procesional de Málaga, digna de obtener el honor de
la Coronación; firmando el 12 de marzo de 1986 la
autorización a la Archicofradía para que pudiera proceder a la Coronación Canónica de su Sagrada Titular.
Sería la primera advocación entre las Dolorosas de la
ciudad de Málaga en recibir tal privilegio.
Fue el 15 de enero de 1985, la fecha en la que le
fue presentada a D. Ramón Buxarrais Ventura, Obispo
de Málaga, la solicitud formal de la Archicofradía, por
la que se pedía al prelado el privilegio de la Coronación Canónica para la imagen de María Santísima
de la Esperanza, acompañada del preceptivo informe
que incluía la documentación requerida referente al
estudio estilístico e iconográfico de la imagen de la
Virgen, y de las adhesiones a la solicitud de Coronación.
A esta iniciativa de los hermanos, se adhirieron
los de las restantes hermandades, con la Agrupación
de Cofradías de Semana Santa de Málaga al frente,
ofreciéndole, con tal motivo, a la Santísima Virgen la
Medalla de Oro de la corporación.
Asimismo, animó Mons. Buxarrais a los hermanos
a proyectar y concretar detalles en orden a la realización de este solemne acto, en modo que redundase
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en un mayor auge de la fe cristiana y comprometida
de nuestro pueblo, que acepta al Dulce Nombre de Jesús de Nazaret como nuestro Salvador, y que honra a
María Santísima como Esperanza, Esperanza Nuestra,
a cuya intercesión recurrimos en tantas ocasiones.
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Fueron los padrinos de la ceremonia D. Francisco
Toledo Gómez, Presidente de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga, y D. Francisco
Sánchez Segarra, quien –siendo un adolescente y
ayudado de D. Ramón Cerrillo-, preservó la maltrecha
cabeza de María Santísima de la Esperanza tras el
provocado incendio de la Iglesia Parroquial de Santo
Domingo de Guzmán en la noche del 11 mayo de
1931, motivo por el cual fue nombrado Hermano Honorario de la Archicofradía en 1935.
El 24 de octubre de 1987, el propio Obispo de
la ciudad, Mons. Buxarrais se dirigió a Mons. Mario
Tagliaferri, Nuncio Apostólico en España, para recordarle que, en su visita a Málaga en diciembre de
1986, la Archicofradía le había invitado a que –a su
tiempo- coronara canónicamente a la imagen de la
Virgen, informándole de que la fecha fijada para el
acto era el 18 de junio del año siguiente.
El cortejo procesional que trasladó aquel señalado 18 de junio de 1988 a María Santísima de la Esperanza a este preciso lugar en que nos encontramos
para ser Coronada Canónicamente fue presidido –de
forma delegada- por el entonces Teniente Hermano
Mayor D. Manuel Harras Polonio, quien hoy, veinticinco años más tarde, encabeza esta procesión extraordinaria, como Hermano Mayor de la Archicofradía.
El 4 de noviembre de 1987, el Nuncio comunicó
al Obispo de Málaga su agradecimiento por la invitación y su decisión de presidir la Coronación Canónica
de la Imagen.
La corona que se usó para resaltar la devoción de
nuestra advocación fue realizada en los Talleres del
Padre Granda, a la usanza de cuando, en los orígenes
del rito, allá por el siglo XVI, los frailes capuchinos,
quienes, como colofón a sus misiones, recogían joyas,
como símbolo de conversión y desprendimiento, fundiéndolas a continuación para confeccionar con ellas
una corona para la Virgen: No en vano, la corona para
María Santísima de la Esperanza fue sufragada por
suscripción popular “gramo a gramo” de oro;
una, iniciativa emprendida por los periodistas
“Adolfo de Clemente” y “Paco García”, desde
los micrófonos de la Cadena SER.
El acto que nos reúne hoy en esta plaza representó la culminación en la diócesis de la celebración del
Año dedicado a María, la Madre de Dios, su Coronación Canónica bajo la advocación de María Santísima
de la Esperanza, Esperanza Nuestra, Esperanza de
todos.
Manuel Bueno
Secretario de la Archicofradía Paso y Esperanza
De este precioso modo María Santísima de
la Esperanza recibió la Corona de Amor de todo
el pueblo de Málaga.
La ceremonia de Coronación tuvo lugar el 18
de junio de 1988, siendo Hermano Mayor D. Manuel Narváez Díaz, el día de los santos patronos
de la ciudad de Málaga –San Ciriaco y Santa Paula-, en una abarrotada Plaza de la Constitución,
siendo oficiada por el Nuncio de Su Santidad en
España, Mons. Tagliaferri, quien, llegado el momento, depositó la corona en las sienes purísimas
de María Santísima de la Esperanza.
Concelebró con el Nuncio de S. S. el Obispo
de la Diócesis, el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Ramón
Buxarrais Ventura.
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Ornamentación y balcones devocionales.
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PREGÓN
QUE CON MOTIVO DE LA GRANDE
Y GLORIOSA
EFEMÉRIDE
DEL
VEINTICINCO
pronunció el Ilmo. Sr. Prof. Dr. D. Antonio Manuel Garrido
ANIVERSARIO
DE
LA
CORONA-
Moraga, Cronista de la Pontificia y Real Archicofradía
CIÓN CANÓNICA DE LA SANTÍSIMA
VIRGEN DE LA ESPERANZA.
Con privilegio. En Málaga en la Imprenta Urania. Año 2013.
Al cuidado de Manuel Salinas, con capitulares de Manuel Hijano.
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ANTO he escrito de ti, Señora y Madre
de la Esperanza, tantos años buscando la
palabra apasionada como un beso, la palabra
precisa como una oración, la palabra justa,
medida y pesada que reclamaba Fray Luis de
Granada, la emocionada, la sencilla, la que se
hace columna de incienso, giro salomónico y
vórtice amoroso, la que se postra ante tu pisada pura sobre
el romero, tantos años, y reconozco, aquí y ahora, ante vosotros, archicofrades y senado de la ciudad, mi fracaso en el
intento, un fracaso absoluto que sólo mitiga mi amor por
vos, Señora y Madre de la Esperanza.
Mis fuerzas son pocas, mis méritos no existen, sé que no
puedo encontrar el tono justo porque sólo los ángeles y los
místicos se aproximan a vuestro solio, amantísima Reina y
Virgen del pueblo, Divina Prisionera del Romero, pero perdonadme, de nuevo el amor me justifica, mi voz se alza para
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PREGÓN DEL XXV ANIVERSARIO
cantaros y pido benevolencia porque el honor es tan alto que
abruma, es carga de gozo, es responsabilidad que la Archicofradía deposita en mí para pronunciar el Pregón del XXV
Aniversario de la Coronación Canónica material, porque la
espiritual la realizó Málaga hace siglos. Sólo puedo dar las
gracias al Hermano Mayor Manuel Harras y a la Junta de
Gobierno. Sólo puedo iniciar mi parlamento con humildad,
soy, Señora, uno de vuestros nazarenos, uno más en el río de
fe verde que os acompaña cada Jueves Santo, esa fe que es
don gratuito y que cada uno vive como sabe, quiere o puede,
porque ya sabemos que el corazón tiene razones que la razón
no comprende.
Sólo soy el que cuida el huerto donde nacen las azucenas que
depositaré en las ánforas de vuestro trono, nao almiranta de nuestra flota de Indias, galeón de oro que es
vuestro camarín en la noche donde las pasiones
alcanzan el cenit, orden geométrico de la
desmesura, proyección del ángulo, perfección infinita de la esfera sobre la
que reináis, aleph borgiano del
fiat al Arcángel, respuesta
al fiat divino, Esperanza amantísima, Madre y
Señora.
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LUSTRÍSIMO Señor Delegado Episcopal de Cofradías y Canónigo Archivero
de S.I.C.B., Ilustrísimo Señor Alcalde de
Málaga, Ilustrísimo Señor Presidente de
la Diputación Provincial de Málaga, Ilustrísimos Señores Alcaldes de Antequera
y Vélez-Málaga, Ilustrísima Señora Alcaldesa de Fuengirola,
Dignísimas Autoridades civiles y eclesiásticas, Señor Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Pontificia y Real Archicofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y María
Santísima de la Esperanza, Señor Presidente y miembros de la
Agrupación de Cofradías, Archicofrades, Cofrades, señoras y
señores, ¡Málaga!
El gran poeta y esperancista José Ruiz Sánchez pregonó la
Coronación y, un cuarto de siglo después, me corresponde
seguir su cauda. Quiero rendirle homenaje a él y a todos los
que te han dedicado, Señora y Madre, un poema, un pensamiento, hasta una Salve bajo los toldos, querido Francisco Ruiz
Tió, a los pregoneros de cada año, a todos, que me superan sin tasa en esta exploración de la palabra para tu mayor
gloria y honra; también a archicofrades excepcionales que
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recientemente nos han dejado para marchar a tu reino, especialmente a Carlos Gómez-Raggio y a Vicente Caffarena.
Gracias, José Luis por tu amistad y por tu siempre magnífico
trabajo. Gracias, Miguel Ángel por tu sensibilidad generosa
al diseñar este escenario. Gracias, Salvador por ser excepcional Maestro de Ceremonias. Paloma, tus palabras no han
sido una presentación según las reglas retóricas de ese tipo
de texto; han sido los primeros párrafos de un pregón personalísimo que te animo a que completes. Gracias a nuestra
banda de cornetas y tambores y a nuestra banda de música.
Mi responsabilidad aumenta en cada momento y no deseo
otra cosa que estar a la altura de la encomienda.
Gracias, sobre todo, a Antonio Garrido Pedroza, archicofrade ejemplar y hombre bueno, a ti dedico este Pregón, a ti, que
llevaste sobre tus hombros a la Esperanza en la procesión del 23 de marzo de 1940; cuando la Virgen se
cubrió con mantilla, tal como la pintó muchos
años después Félix Revello. Tú, padre, me
transmitiste tu pasión por Ella como
yo lo hago con mis hijas, Laura
y Mencía, en la confianza de
que mantengan la historia viva en un futuro de sangre
verde.
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N el principio fue el morado de penitencia del Nazareno del Paso, en el origen está el Moreno de los toneleros del
Perchel, vino de Málaga depositado en
lo más profundo del sentimiento, la devoción más querida de la ciudad, la elegancia del rostro, el
oro de la túnica, el pelo natural, los encajes, la cruz que era
luna detenida en las rocallas, siglos de solera, esencia, destilación de la pureza en perfume de historia.
En el principio fue tu mano repartiendo el bien a la ciudad
y al mar. Eres la raíz renacida en las gubias de Benlliure, en
su genialidad, en el movimiento que sigue bendiciendo en la
ceremonia más antigua de Málaga, cuando suena el clarín y
la voz de una campana anuncia la magia del amor, siempre
el amor, hecho gesto, movimiento de brisa y de perfume del
rebalaje, milagro de los sentidos en el bendecir, Señor del
Paso, el terciopelo morado y verde se pone de rodillas ante la
majestad de Dios, ante la sencillez sublime del que se entregó
a todos hasta la muerte en Cruz, la muerte infamante.
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Necesito tu mano, Dulce Nombre.
Bendíceme para seguir viviendo,
para cansar los años, para mirar al mar,
admirar la montaña y besar a mis hijas.
Bendíceme Señor para alcanzar la paz
y cuando Tú lo dispongas dame el perdón
y acógeme Clemente.
A. G.
En 1641 se funda, en pleno barroco, la cofradía de la Virgen
de la Esperanza, que quedó unida desde el principio a la del
Señor del Paso; desde entonces, hasta el infinito, hasta cumplirse el arcano de los astros que son la caligrafía de la voluntad divina, mensaje que se entiende sólo desde la lógica de lo
incognoscible, palabras de sueños escritas en la bóveda que
pintó Eugenio Chicano en el Museo, Zodiaco de perfecta
armonía, de matemática misteriosa en la voluntad del arcano
divino, estrellas que están entre pañuelos, suspiros de fe en
el azur de los poetas que te cantan, Esperanza nuestra. Así lo
hizo el dramaturgo Eduardo Marquina:
Miradla de pensamiento
como en el palio la veis,
cuando al mirar contenéis
sin querer, hasta el aliento.
Si no fuera, que no es hora
de que amanezca en los valles,
juraría que es la aurora
que pasea por las calles.
[…]
Como astros sobre lomas
son sus ojos al mirar
y sus manos dos palomas
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que se le van del altar,
que se le escapan volando
por el aire dulcemente
para pararse en la frente
de los que la están mirando.
Somos morados y verdes, verdes y morados, unidos siempre,
iguales todos, herederos de una tradición que se remonta al
siglo XVI. Esta unidad de devoción, esta voluntad amorosa por nuestros titulares, las cenizas que reposan a vuestras
plantas son los mimbres de la devoción de siglos. Todos los
morados son verdes y todos los verdes somos morados, así
lo aprendimos y así lo sentimos.
Es esta ciudad, nuestra ciudad, surrealista y sorprendente
siempre, el marco perfecto que cantara Aleixandre:
Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria,
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.
Este Jueves Santo de 2013 la palabra apoteósico volvió a adquirir su sentido exacto, su hipérbole de triunfo, cuando se
abrieron las puertas de la Basílica y la cruz guía, relicario de
la plata perdida en el caos, odio y fuego de 1931, abrió el camino de la penitencia y del gozo, de las luces y de los gestos,
de la belleza.
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Este Jueves Santo salió Mencía, como lo hiciera Laura años
atrás. Mencía salió de mi mano. Yo iba de mayordomo de
niños; bajo la vigilancia amorosa de Sonia que me siguió desde el silencio y la mirada tantos años. La vida sigue, siempre
sigue. La tradición familiar nos hace cotidianos un lenguaje,
unos ritos, unos modos que explican de manera sentimental
nuestro servicio de amor, Divina Prisionera del Romero. No
es necesaria teoría alguna para saber con certeza que sentir es
mucho más que pensar. En el instante de cruzar el umbral se
recuperan las sombras más queridas, las de los que no están,
las de aquellos que murieron con tu medalla, tu estampa, tu
pañuelo, tu nombre, Esperanza, en los labios exangües.
La esencia de la Semana Santa de Málaga, en lo que significa
su evolución temporal, es la historia de una representación
teatral en la calle que alcanza su máxima expresión en el barroco. El discurso que proponen las cofradías en su discurrir
es un texto estético con muchos matices, con detalles diferentes, opuestos en muchos casos, que conforman la penitencia y la fiesta total en la que intervienen los cinco sentidos
y alguno más.
Se ha afirmado que la Semana Santa es barroca porque así lo
es el pueblo andaluz; me parece una definición poco matizada. La esencia creo que se encuentra en el binomio dramatismo y representación. Se trata de una realidad ritual en movimiento y en un perpetuo equilibrio inestable con tendencia
a perder el eje y el centro en la forma que Gracián definió
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como agudeza, como artificio, como: concordancia o armónica correlación entre dos o tres conocibles extremos, expresada por un acto de
entendimiento. Esta teoría tan elaborada y compleja es el gesto
de asombro y la profunda perturbación del ánimo cuando
cualquiera de nosotros se encuentra delante del trono de la
Esperanza.
En el conjunto de palio, trono, flores, candelería, música y
movimiento hay que entender la esencia del barroco en este
aspecto. La imagen, la Esperanza, no necesita nada de eso.
Su inmensa fuerza de comunicación está en la serenidad del
dolor que su rostro transmite, en la belleza que se queda sin
calificativos para ponderarla, en la serenidad de la niña que ha
aceptado el permanente ejercicio del sufrimiento anunciado
y de la mucha misericordia, en su entrega infinita a la misión
sagrada de ser la Madre de Dios Inmaculada, en su abandono
entre las azucenas.
Los elementos que la rodean son accidentes, nada desea que
no sea el amor de su pueblo que nunca le falta, ese amor que
es origen de todo lo demás, ese amor que nos permite estar
aquí cantándote, Esperanza nuestra, ese amor que nos exige
sacarte en procesión. Tus hombres te levantan y ese instante
eterno es la esencia del barroco. Cada año se renueva el mecanismo y los extremos opuestos se cruzan en una esquina
de cualquier calle, cuando cae la lágrima de una vela en la
bola que sostiene un niño que se queda asombrado y un punto temeroso ante un nazareno, ciprés de eternidad, ante el
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sonido de la campana que da la orden de levantar y las caras
de los hombres de trono se contraen en un gesto doloroso y
lleno de gozo al mismo tiempo, ante el aire sagrado que ha
besado la bambalina de tu palio.
Todo lo anterior se resume en una palabra, belleza. La historia ha ido destilando una estética plural, singular, un decorado admirable, que se percibe y se siente como totalidad
en la contemplación hasta el estremecimiento más profundo,
hasta el temblor estético más puro.
En la ciudad convento, en las tinieblas que rompían apenas
los hachones, entre la cacofonía sangrienta de las disciplinas,
avanzabas, tras el Hijo, humildísima entre las tocas negras,
sin lujo alguno. El Nazareno iba camino de la Plaza de las
Cuatro Calles a bendecir, a representar el encuentro con San
Juan, la Verónica y Tú, Reina de cielos y tierras, Arca de la
Alianza, Torre de marfil.
Las esencias dominicas se derramaban por la ciudad y la palabra severidad es la que conviene a aquellos siglos en los que
las horquillas interpretaban su ronca sinfonía.
Sin perder un ápice de esta esencia, ungüento de paz para
el dolor de todos, llegó otro tiempo y el pueblo amoroso te
regaló atributos de reina que han llegado a ser la esencia de
la Semana Santa de Málaga. Ya es sabido que cada uno es de
una cofradía y todos somos de la Esperanza.
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Un elemento fundamental en este cortejo, que culmina en
el retablo que anda, es el orden de la procesión. La Pontificia y Real Archicofradía mantiene las secciones tradicionales
en Málaga y, por supuesto, el exceso de las artes suntuarias:
los oros de bordados en las dalmáticas como las del Greco,
marfiles en los paños de bocina, bastones largos, campanillas,
hachetas, mazas, estandartes, guiones corporativos y tantas
cosas que permanecen exactas en cada lugar establecido al
efecto y que, al mismo tiempo, se mueven en armonía de vals,
en giros verdes en un cielo terreno, en matices del terciopelo,
en el dorado de los cíngulos. Es un cortejo de penitencia y de
gloria, de tiempo sin tiempo.
Cuando se abren las puertas nazarenas
Y el Dulce Nombre inicia su camino
Para cumplir, humilde, su destino,
Queda en el aire la espera enamorada.
Llega la luz, mejor, el sol de los días.
Llega el verde que el romero inspira.
Se acerca el fuego de la cera pura,
Triunfa el himno que para ti suena.
El mar de terciopelos te precede,
Ya los hombres ocupan los varales,
El incienso es columna que se mueve.
Es plata la campana en su armonía.
¡Vienes, Señora, Esperanza Nuestra!
¡Llegas al corazón, todo lo ocupas!
Te miro y no hay palabras que te alaben.
¡Solo mis lágrimas cantan tu alegría!
A.G.
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Al paso, como corresponde, al paso, con la lentitud de lo
importante, de lo más importante, sale la Esperanza en la
nave almiranta de la flota de tronos malagueños, música suave de maderas en mares tropicales. Con Luis de Vicente en
el recuerdo, entre los vítores y los aplausos que te acompañarán todo el recorrido, avanza la estética de la exageración,
el canon de lo desmesurado, la medida de lo inmenso, no se
busque la armonía de las proporciones de Vitrubio, sólo lo
colosal impone su orden y alcanza una nueva dimensión de
insuperable magnificencia.
Este trono es arquetipo de lo que podemos llamar estilo malagueño. ¡Gracias te sean dadas Don Balbino! Todo el que
ve a la Esperanza en la calle sabe lo que significan estas dos
palabras. No existe nada más grandioso que esta sede de la
realeza, de la majestad, nada más fuerte y tierno al mismo
tiempo que este retablo, que este joyel que abraza amoroso
el dolor de una niña. La Esperanza es una muchacha del Perchel. Sus oros, sus joyas, no son nada. Sólo importa la perfección serena del sufrimiento hecho imagen por gracia del
círculo de Pedro de Mena, hecho sentimiento que nunca se
agota, que siempre se renueva, hecho, en suma, fe del pueblo
labrado en cada figura, en cada rocalla, en la Naturaleza, ¡oh,
Tú, Pomona cristiana que reinaba sobre el olivo y la vid!
Tu trono asombra y maravilla como el mejor soneto barroco,
como la mejor ficción de las perspectivas, como una bóveda
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de Lucas Jordán, como un rompimiento de gloria de Tiépolo,
como El Credo de la Misa de Santa Cecilia de Gounod.
El rito único, por repetido, se desarrolla en la ciudad y en la
noche. La Esperanza se derrama en Málaga en ese tiempo
de las gestaciones de la vida que vendrá con el alba. Ella inicia y cierra el círculo perfecto. ¡Cuántos la hemos devuelto
a su templo con las claras del día asomando por el rosado
horizonte! ¡Cuántas madrugadas en el ejercicio de tu gozosa
penitencia!
En la noche nos ponemos de rodillas para recibir la bendición de tu Hijo y te ofrecemos el humilde presente de nuestro amor en las horas de tu procesión. Todas las emociones
llegan sin aviso como la bofetada del azahar. Entonces levanto la cabeza y te miro para asomarme al recuerdo, mío y
vuestro, el de cada uno: la infancia perdida sin dejar de ser
niño, las viejas heridas, las derrotas, el cansancio borgiano de
agotar los años.
La plata de la campana es el filo de la luna. El martillo besará
la superficie detenida donde Narciso se reflejó para quedar
enamorado. Los golpes recios romperán el aire mientras la
luna se pone zapatillas de ballet. La plata de la cruz-guía inicia su camino y detrás los nazarenos y los hombres de trono;
unos abrazados al bastón, la bocina, la maza, el guión, el estandarte, la vela, los más antiguos, a la hacheta; otros, al varal.
Todos idénticos, vayan donde vayan, sin olvidar a los niños,
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senda del futuro; así, la procesión toda, itinerario de fe y de
historia más que gloriosa, da ejemplo de orden en la arquitectura de su perfección esencial.
¡Abran las puertas! La procesión, que es la vida, inicia su camino. Las secciones son olas de un mar lleno de amorosas
confesiones, de diálogos íntimos.
¿Qué pensaste cuando Antonio se fue? Murió en los brazos
de mi madre, al igual que ella lo hizo en los míos. ¿Qué pensaste cuando Adela se fue? ¿Qué se hizo del orden de la túnica sobre la cama, los zapatos de hebilla, la luz de la alcoba, la
mirada de aquellos ojos azules? ¿Qué pensaste la primera noche en que te quedaste solo? Para siempre la noche verde de
la penitencia morada se quedó en ti aunque quisieras negarla.
Fue la noche del viaje cruzando el tiempo desde la otra ribera
del amor, tan cerca Caronte, tan próximo el Leteo. Yo sabía
que sería el último Jueves Santo en que podría entregarle mi
mano envuelta en cabritilla lisboeta como un verso de Pessoa. La presentí, llevaba un pañuelo de seda en la cabeza,
había exigido ir a las sillas y sentí que me cubría un manto
de luto y se me clavó en el alma la injuria del tiempo en su
belleza marchita pero indoblegable. Recompuso el gesto y
me sonrió, acaricié su mano y lloramos los dos, yo en el anonimato de la túnica, ella con lágrimas que siempre negaría.
Nadie mejor que nosotros puede entender el llanto, nadie
el idioma de la bambalina en su juego de sombras sobre la
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cal de la pared. Nadie puede romper la línea del tiempo que
nos une a nuestros mayores que fueron creando la letanía del
aroma y el movimiento del mar y el barco en tierra y la gota
de cera que cae en el romero. Los dos están contigo, Señora
de la mística esmeralda.
Tú altísima, tú elevada en el triunfo del amor, Tú, reina de la
belleza inmarchitable, Esperanza de Málaga. Verde es el terciopelo que nos cubre. Verde será el color de nuestra muerte.
Verde es la esmeralda hecha mundo del mar y de los bosques para tu pisada de doncella apocalíptica. Tú, tan niña
en la lágrima del amor, propicia al beso de los astros, hija de
esta tierra, guapa en el grito y primavera adolescente y nueva.
Nunca se pierde del todo a quien se quiere y la Esperanza no
se pierde ni al final. Nunca el verde es más naturaleza original y juego de selva y de lago que en el perfecto discurrir del
Jueves Santo, el día del verde encerrado en el manto y en el
cascabel del palio, nuevo verde de asombro aéreo. La ciudad
es verde a tu paso, Tú, vida de las vidas, pinjante amoroso
clavado en el verde corazón de los que decimos Esperanza de
todos. Verde también era el sentimiento de Alfonso Canales
y así lo escribió.
Un jardín que echa a andar calle adelante,
un día que en la noche desemboca,
alba con prisa, sol que se equivoca
y confunde poniente con levante.
Un hágase la luz en un instante,
una alegría que al dolor sofoca,
un cántico de gloria que no hay boca
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ni garganta ni pecho que lo cante.
Parece que la pena es un pasado
que de pronto se viste de esmeralda,
tal si estuviese Dios resucitado.
Cunde el romero ya bajo su falda:
todo el invierno al fin se ha consumado
y cae la primavera por su espalda.
Estamos conmemorando un cuarto de siglo de la Coronación Canónica y es gozosa obligación referirse al acto que
aquí nos convoca. Los antecedentes de la voluntad de iniciar los trámites en Roma se remontan a principios de los
años setenta; entonces La Ciudad Eterna era la única sede
con potestad de otorgar el honor hasta que Juan Pablo II
permitió a los obispos concederlo. Fue el conde de Borgonovo, Alejandro, del linaje de los Sforza, quien dejó una importante parte de sus bienes a la Reverenda Fábrica de San
Pedro, corría el siglo XVII, aunque las coronaciones ya las
realizaban los capuchinos en siglos anteriores. Los buenos
frailes iban por los pueblos y pedían joyas para ofrecerlas a la
imagen de la Virgen que tuviera mayor devoción. Lo hacían
para fomentar el desapego por los bienes mundanos.
Eran tres las condiciones inexcusables para conceder la coronación; en la actualidad los obispos han relajado los requisitos y el número de coronaciones se ha incrementado de
manera exponencial. Los tres requisitos eran igualmente importantes: más de un siglo de antigüedad del icono, devoción
secular y, como consecuencia, culto ininterrumpido y exten-
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sión de la devoción en un amplio ámbito. Las tres tenían que
ser documentadas de manera indubitable.
Muchas veces con amigos y compañeros hemos rememorado
aquel acontecimiento único, verdadera explosión de religiosidad popular, singular unanimidad en la devoción, reafirmación de la Esperanza como Virgen del pueblo, como Virgen
de Málaga, que fue tan nítido como el oro de la corona que
la ciudad de manera espontánea le regaló; al igual que su archicofradía edificó una iglesia para los titulares, hoy basílica,
y desarrolló una amplia actividad de asistencia social y ayuda
a los necesitados. La iglesia se construyó con donativos de
cientos de personas de toda clase y condición. En cuanto a la
labor social está desde el origen de la corporación y la sigue
desarrollando con una prudencia y reserva, quizás excesiva,
pero acorde con el precepto evangélico.
Las fuentes de la historia son primarias y secundarias; cualquier interpretación es consecuencia de un manejo adecuado de los documentos de todas clases que se refieran a la
materia, sin apriorismos que tergiversarían las conclusiones.
En este caso disponemos del Archivo de la Archicofradía,
de las noticias aparecidas en los medios de documentación,
las fuentes audiovisuales y, por supuesto, las fuentes orales.
Sólo hace un cuarto de siglo y, como exclama Elías de Mateo:
¡estábamos allí!
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Todo lo que afirmo tiene como base mi trayectoria académica, el ser miembro de la Junta de Gobierno desde mi adolescencia y ocupar en aquellos momentos el puesto de Secretario de la corporación; en consecuencia, un conocimiento
muy directo de la verdad de los hechos que otros muchos
pueden corroborar.
Carlos Gómez Raggio me regaló y dedicó dos volúmenes
magníficamente encuadernados por él —era una afición en la
que llegó a tener una gran maestría— , donde se reúne toda
la historia de la efeméride que ahora celebramos. Existe un
antecedente del empeño de la Archicofradía en la donación
que hizo el laureado pintor y académico de San Fernando,
Fernando Labrada de una magnífica obra suya, el 4 de mayo
de 1948, y que sólo podía venderse para la confección de la
corona. El 14 de marzo de 1953 ya se planteó el anhelo de la
corporación por conseguir la ansiada Coronación Canónica;
lo que significa que el deseo era anterior a la citada fecha.
Existe un acta de Cabildo General de 29 de abril de 1970, un
acta de Junta de Gobierno de 18 de noviembre del mismo año
y otra de 18 de enero de 1971 en la que se crea una comisión
para iniciar los trámites ante Roma. Con fecha 15 de enero de
1985 este pregonero emite la solicitud formal al Obispo de la
Diócesis por el cambio referido más arriba en cuanto a que el
prelado es quien concede la distinción. La noticia ya apareció
en prensa en febrero. El 28 de mayo de 1985 envío escrito al
Obispo en el que se argumentan las razones para conceder
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tan alto honor. Son innumerables las adhesiones de todo tipo
de instituciones y organismos; las resumo en la de José Rodríguez de la Borbolla, Presidente de la Junta de Andalucía, con
fecha 17 de junio de 1985 y en la de la parroquia de Santo Domingo firmada por Antonio Ramírez Mesa. Nadie discrepó,
absolutamente nadie ante tan hermosa iniciativa.
El 12 de marzo de 1986, en cumplimiento de los requisitos
establecidos por la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino el 14 de febrero de 1983 en lo que se
refiere a Coronación de una imagen de Santa María Virgen,
Manuel Díez de los Ríos, Vicario General de la Diócesis, comunicó la aprobación. La Esperanza, la más antigua imagen
mariana de Pasión de Málaga, culminaba el proceso.
El Vicario justificaba la concesión porque iba a redundar en
un mayor auge de la fe cristiana y comprometida de nuestro
pueblo. Todo se hizo de acuerdo con las directrices de la iglesia como no podía ser de otra manera. En la revista La Saeta
el Equipo de Secretaría publicó artículos sobre el tema.
Nunca la hermandad pensó en labrar corona de oro; en una
Junta de Gobierno con toda la espontaneidad, algunos hermanos, encabezados por Rafael Rodrigo, regalaron sus anillos
y ahí empezó todo un ejemplo de devoción popular. Cientos
de personas quisimos aportar oro para la corona. De manera
espontánea un programa de radio llevó adelante una campaña,
gracias al impulso de Francisco García y Adolfo de Clemente.
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Faltaban pocas fechas y un grupúsculo de radicales en extremo, en ejercicio de su soberbia, dentro de una campaña
perfectamente diseñada, intentaron agitar los ánimos. No tuvieron ninguna repercusión en el pueblo. Desde el punto de
vista de lo que es el modelo tradicional de agit-prop fue un
fracaso absoluto. Dar algún valor a una anécdota y, mucho
más, equipararla al mismo nivel que la realidad es muestra de
desconocimiento de los hechos y de grave defecto metodológico en el plano histórico.
Málaga te coronó en la Plaza de las Cuatro Calles donde tu
hijo, el Dulce Nombre, sigue bendiciendo en la ceremonia
más antigua de la Semana Santa como he afirmado. La palabra apoteósico volvió a resonar en el clamor del pueblo, el
tuyo, Madre de todos, Esperanza nuestra.
En lo que se refiere a los recuerdos de este pregonero quiero
expresar mi gratitud a Juan Ignacio Montañés, archicofrade
ejemplar, que ejerció con celo y suma eficacia las tareas de
Secretario mientras me encontraba en USA. Soy de los que
practico el refrán de que es de bien nacidos, ser agradecidos.
El día de la Coronación fue, sin duda, en el que más calor he
pasado en mi vida y eso que volvía de aquellas tierras lejanas
muy delgado. Me correspondió el honor, como Secretario, de
poner la medalla de la Coronación a todos los guiones de las
cofradías de la ciudad. El acto se celebró en el actual Museo.
Había tanto público que los guiones no se podían inclinar y
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tuve que hacer malabares; ese día entendí perfectamente el significado de la palabra malabares; además, íbamos de chaqué.
La ceremonia de Coronación la resumo en la bandada de palomas que sobrevoló la plaza mientras se interpretaba la Misa
de Coronación de Mozart; en el gigantesco decorado presidido
por el inmenso escudo que salía en la procesión sostenido
por dos reyes de armas; en el beso tan auténtico que uno de
los dos salvadores de la Virgen, Francisco Sánchez Segarra,
copadrino de la Coronación, depositó en tu mejilla, en la ciudad, en la calle y —siempre—, siempre y por encima de todo,
en tu divino rostro, Señora nuestra.
El pregonero ha desnudado su corazón. Dentro de pocas
jornadas la Esperanza saldrá en procesión extraordinaria y
sentiremos otras emociones que son las mismas que nos conmovieron hace veinticinco años.
Permitidme una nueva benevolencia por vuestra parte, unos
minutos más en la línea del tiempo, en el punto exacto donde
se alcanza el amor eterno por humano. En mi Pregón de la
Semana Santa de 1987 y en el del Setenta y Cinco Aniversario
de la Agrupación de Cofradías de 1996, manifesté mis esencias como hoy. En ambos afirmé lo que he afirmado y mantenido, lo que sigo afirmando y manteniendo, lo que afirmaré
y mantendré hasta que tengas a bien, Señora, transformarme
en la última gota de cera que caiga de la más humilde de las
velas de tu candelería cada Jueves Santo.
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UELVO al prado verde, lugar amenísiamenísi
mo, aromado por el romero. La túnica
verde me acompaña siempre, nunca me
la quito porque es mi alma, alma verde. Revestido en sus pliegues amorosos os digo:
Nunca las flores fueron más hermosas,
ni las estrellas, corona más brillante,
ni el amor de tu pueblo, ola gigante
que a tus plantas se quiebra rumorosa.
En tus ojos me miro y estoy cierto
de la paz, del silencio y de la aurora
que sostienen mi fe en cada hora
del más grande dolor y sufrimiento.
Tú eres Madre de Dios, Reina y Señora,
romero, fuerza, sacrificio, viento,
que en mi alma renace y que te implora.
Tú eres Arca de Dios, que en el tormento
me alcanzas el perdón y me enamoras,
¡Esperanza de fe, Luz de mis sueños!
A. G.
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¡HE DICHO!
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