LA SANTIDAD Y EL CARACTER

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LA SANTIDAD Y EL CARACTER
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15 DE JUNIO DE 1935
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Cercera y (ofraäfas
Dirección y Administración:
Silva, 25.— Madrid (12).—Teléfono 12803
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NUM. 6
10
La santidad y el carácter, por Fr. L. Barros.—El Venerable P. Antonio Centenero, por
Fr. Guillermo Vázquez.—Ocho siglos de apostolado, por F. Jordán.—El Centenario de Lope
d e Vega, por G. Núñez.—Pdgina Misional.—Renuncio a morir en cama, por Guillaume.—
Vida por vida, por Julia G. Herreros.— Tirso de Molina, poeta mariano, por Fr. José Cereijo.
Tirso, por Fr. Gumersindo Placer.—Elegia en prosa, por W. G. M.—Artistas Mercedarios.—
La crisis de la masonería, por Celta.—Noticias.--Bibliografía.
LA SANTIDAD Y EL CARACTER
Con frecuencia vemos escrito, y a
menudo nos lo repiten los directores y
maestros de espíritu, que importa tener
tin buen carácter como elemento decisivo en el progreso espiritual; pero conv iene fijar bien la relación entre estas
dos palabras: santidad y carácter, para
e vitar errores de bulto en la dirección de
las almas y prevenir una de las infinitas
formas del desaliento que más nobles
i ntenciones malogra en la árdua empresa
de la propia santificación.
El carácter es al espíritu lo que el
te mperamento a la vida fisiológica. Es la
fi sonomía del alma. Guarda íntima relación con el temperamento; pero sin conf undirse con él, pues éste es el conjunto
de las inclinaciones naturales que brotan
de la constitución fisiológica, mientras
que el carácter es la resultante de las
d isposiciones psicológicas, que brotan
del temperamento, sí, pero sometidas a
l a voluntad. Por consiguiente es susceptible de educación, siquiera no podamos,
ni aun por ventura debamos aspirar a
anularlo o transformarlo radicalmente.
La santidad no es exclusiva de temperamentos determinados o de caracteres
especiales; como no lo es del color, estatura, edad o estado de las personas.
Si vinculásemos la santidad a lo que
vulgarmente llamamos un carácter alegre, ¡pobres de los tristes por temperamento! Pues aun cuando llegasen a dominar el desorden en la pasión de la
tristeza, no es esto lo mismo que transformarse en seres optimistas, sonrientes
y siempre dispuestos a convertir en móvil de íntima satisfacción todo lo que se
ve o de cualquier modo afecta a los sentidos y potencias. ¿Hará consistir, pues,
un buen director su labor formativa en
cambiar un alma apática por naturaleza,
insensible y fría a la vista de aquellas
cosas que no deja de comprender excelentes y de suyo apetecibles, en otra
afectiva, emotiva y aun apasionada?
Esto sería tanto como condenar a la es-
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terilidad sus esfuerzos y llevar la desilusión al corazón de quien por ventura
había pensado en ser santo no obstante
esas dificultades de su carácter íntimo,
imposible de mudar como se muda de
vestido según la estación o la moda.
Sin duda alguna, ciertos y determinados caracteres ofrecen mayores facilidades para esta empresa.
Un carácter dócil y fácilmente conquistable por la belleza y la bondad es terreno excepcionalmente abonado para la
carrera en cuyo término brilla el Amor
en toda su seducción esplendorosa y se
muestra la Suma Belleza llenándolo
todo con su infinita hermosura. Pero
toda vez que Nuestro Señor llama a
todos a la perfección, ha de procurarse
utilizando lo mismo que natural y sobrenaturalmente a cada uno ha concedido.
En ésto estriba el éxito de una prudente
y sabia dirección.
Así se explica esa variedad innumerable de santos, no sólo de toda edad, sexo
y condición, sino de diversos y aun
opuestos caracteres.
Pedro es ardiente, fogoso, siempre
dispuesto a hablar el primero y a ofrecerse, para lo que sea, al Maestro. No
le intimidan ni la movilidad e inconsistencia de las aguas, para surcarlas con
pie firme, ni una tropa de armada soldadesca para oponérsele con un mohoso y
mal templado acero. Pero otras veces es
débil y hasta cobarde: una criada le desconcierta, después llora. Sin embargo,
con este carácter fué un gran santo. La
Gracia no anuló su carácter; lo purificó,
lo elevó, lo hizo útil para la misión que
se le confiaba.
Juan es menos impetuoso; pero es
constante y fiel; se ingenia para seguir
al Amado sin comprometer el éxito de
sus proyectos con intemperancias inoportunas; echa mano de los recursos
humanos de la amistad y el parentesco
para no perder de vista a Jesús, y así
llega hasta la Cruz... Es un modelo de
carácter tierno, amable y discreto.
María Magdalena es sensible y afectuosa en extreMo, muy generosa; y en la
reparación pondrá tanto ardor como en
el pecado, ¡qué bien supo, sin negarlo,
aprovechar las particularidades de su
carácter!
Marta, su hermana, es más activa y
razonadora; no es fácil que llegue a despeñarse en la sima de locos extravíos;
pero tampoco alcanzará de un vuelo las
cimas del puro amor. Llegará, pero por
sus pasos contados.
No hay duda de que las circunstancias
de edad, ambiente, usos y costumbres,
dan particular fisonomía a los caracteres
y, por tanto, a las acciones humanas y
a la santidad misma.
Aquello que en una 'época es frecuente,
sin dejar de ser extraordinario, en los
santos, resultará en otros tiempos si
no irrealizable, por lo menos inconveniente.
Difícilmente se hallaría hoy. un Beato
Juan de Ávila que permitiese, ni menos
aconsejase, a un San Juan de Dios aquellos extremos de humillación que le
hicieron ser tenido por un pobre loco en
la Granada del siglo XVI.
Podemos afirmar que existen hoy en
medio de nuestra sociedad tantos santos
o más que en otra cualquier época; prueba de ello, las canonizaciones numerosas de santos de nuestros días, cuyos
parientes próximos viven todavía; pero
es más difícil reconocerlos a simple
vista porque su modo de obrar rehuye
toda singularidad aparente. No parece
sino que el Espíritu Santo, autor de toda
santidad, tiene muy en cuenta esas circunstancias externas que rodean a las
almas. En una palabra, que tiene en
cuenta el carácter de las mismas.
Notemos el error de los que se empe,-
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fían en prescindir de este elemento inte
re santísimo cuando tratan de las vías
as céticas y místicas. Muchas veces esas
di sputas sobre la mayor o menor eficacia
de determinadas normas directivas, sobre tales o cuales grados de oración
como propios de este o de aquel grado
de santidad, seguramente carecen de
v alor objetivo y universal, porque son
co nsecuencia de observaciones particul ares en las que no se tuvo en cuenta los
f actores psicológicos y temperamentales.
Lejos de nosotros el considerar al
alma sometida a un fatal determinismo
e n sus voliciones y operaciones. El car ácter debe ser estudiado con detenimiento. A esto responde aquel: nosce
le/pum de los antiguos, y aquel: noverim te, noverim me, de San Agustín. Si
nada habíamos de conseguir con el con ocimiento propio no valdría la pena
i nsistir tanto en este trabajo previo y
Concomitante de toda labor de perfeccion amiento espiritual. Sí, es necesario el
que nos conozcamos. ¿Por qué? Sencil lamente porque de este conocimiento ha
de brotar la luz que nos guíe para enc ontrar los medios oportunos y eficaces
al fin propuesto.
La Gracia es el elemento sobrenatural
i ndispensable en nuestro perfeccionamiento, porque se trata de una verdadera
e levación de nuestro ser espiritual a un
estado que no le es debido según su
n aturaleza, y sus exigencias no llegan
hasta la deificación a que Dios Nuestro
Señor nos invita. Pero la Gracia no lo es
todo: precisase la cooperación libre de
l a voluntad. De tal forma que bien podernos afirmar que lo sobrenatural no sólo
no anula ni prescinde de lo natural, sino
que obra en nosotros en conformidad
con las exigencias psico-fisiológicas.
Ahora bien, así como las pasiones de
s uyo no son malas, sino que, rectamente
O rdenadas, aumentan el mérito de la
acción, así también el carácter bien educado no sólo no nos impedirá la santificación, sino que. únicamente teniendo
en cuenta sus exigencias, podremos
hacer útiles los propios y ajenos esfuerzos en este noble anhelo.
Esta educación con vistas a la reforma
de lo defectuoso requiere una labor paciente y continuada. Las manifestaciones
viciosas de las intemperancias del carácter encuentran su contrapartida en el
ejercicio tenaz de las virtudes opuestas.
En los santos llegamos a sorprender
como frutos de la Gracia y del valor y
energía con que trabajaban en su reforma
espiritual, facetas que a primera vista
parecen negaciones del propio carácter.
Así se dice de San Francisco de Sales
que, siendo de temperamento violento,
prevenía de tal forma sus arranques característicos, que jamás pudo notársele
Ja menor impetuosidad desordenada. En
una ocasión reprochábanle el no haber
reprendido a un joven que le insultara
con grosería, y el santo obispo de Ginebra respondió: «Si os he de decir la verdad, temí vaciar en un cuarto de hora el
poco licor de mansedumbre que en veintidós años he recogido con tanto trabajo
en el vaso de mi corazón».
El ejemplo de los santos ha de ser
para los cristianos lección provechosísima; y por eso, más que en el resultado
obtenido, debemos fijar nuestra atención
en el modo como llegaron a conseguirlo,
reaccionando contra lo defectuoso de su
naturaleza.
Trabajando a ejemplo suyo es muy
posible que lleguemos en lo accidental
de la virtud a consecuencias bien distintas, pues, sin duda, muchas de las manifestaciones maravillosas en ellas observadas podemos tenerlas como ge nialidades, sublimes si se quiere, pero
en las que entran por mucho las características psicológicas.
— 163 —
En esto, como en todo, el ejemplo de
los ejemplos es Cristo Nuestro Señor.
No parece sino que el Espíritu Santo
dotólo de un carácter medio, digámoslo
así, a fin de que todos podamos encontrar en su estudio algo del nuestro. Era
la mansedumbre misma: manso y humilde de corazón se llamaba; pero también
enérgico y celoso en extremo de la gloria
de su Padre Celestial.
Perdonaba y reprendía, sufría y se
quejaba, buscaba la soledad y gozaba
con las delicias de la amistad... ¿Por qué
no llevaremos más las almas a esta escuela práctica de la más sublime y al
mismo tiempo humana santidad, en la
que estamos seguros no nos faltará la
lección oportuna para todos los casos
los hay bien singulares!— que se
nos presenten en la delicada misión de
maestros de espíritu, como consecuencia
de la diversidad de caracteres?
Una de las dificultades más serias en
el estudio de éstos es la imposibilidad de
fijar tipos determinados y concretos con
realidad individual; pues apenas encontraremos una persona que encuadre completamente en cualquiera de las divisiones teóricas del carácter. La mayoría,
por no decir la totalidad de los caracteres, es el resultado de diversas características, alguna más sintomática que las
demás. Por eso observamos que un mismo individuo puede ser generoso y
egoísta, apático y afectivo, indolente y
enérgico según las circunstancias. Una
regla práctica debe dirigirnos en este
estudio: Lo que no se ha recibido por
herencia y es necesario, debemos procurarlo con el máximo empeño; lo que
tenemos de más y por tanto nos estorba,
debemos eliminarlo. Así llegaremos al
equilibrio y haremos rendir a la naturaleza todo lo que como colaboración necesaria precisa la Gracia para realizar
en nosotros la transformación espiritual
o deificación.
FR.
L. BARROS
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— 164 —
• n•••
Santoral Mercedario
El Venerable Padre Antonio Centenero t en 1672
El Capítulo general de 1682, celebrado
en Huesca, mandó que se hicieran infor
'naciones de la virtud de varios religiosos notables, y entre ellos del P. Antonio
Centenero. ¿Quién era este mercedario
cuyo nombre suena tan poco entre sus
mismos hermanos?
El P. Francisco de Ledesma (luego
Provincial de Castilla), fue el encargado
de la información, que aprovechó para
l a semblanza del P. Centenero, inserta
en su Historia del convento de Alareón (1).
En ella extracta la declaración de dieciocho canónigos de Segovia, dos párrocos, dos frailes dominicos, dos agustinos, un carmelita descalzo, ocho mercedarios, religiosas de varias Ordenes,
y seglares hasta el número de ochenta,
que todos unánimes deponen en favor
de la gran virtud del P. Antonio y de las
maravillas que Dios había obrado por
su medio.
Nació en la ciudad de Huete y fue
bautizado el 22 de junio de 1604 en la
Parroquia de San Nicolás. Sus padres,
honrados y cristianos, le enderezaron a
la iglesia de la Merced, donde ayudaba
a misa con frecuencia. Era travieso y
conservó toda su vida en la mandíbula
inferior la señal de haber estado colgado
de ella largo rato en un mechinal de la
pared, mientras cogía un nido, por haberle retirado la escalera otros de su
edad. Contäbalo él mismo con otros
favores de la Santísima Virgen.
Tomó el hábito de la Merced el 3 de
(I) Págs.
327-349.
Madrid,
junio de 1624, después de haber estudiado en el colegio de la Compañía de su
ciudad natal las Humanidades. Profesó
el 5 de junio del año siguiente. Cursó
Filosofía en Huete mismo y Teología en
Toledo y Valladolid, teniendo por condiscípulo al P. Francisco de Lizana,
célebre predicador, cuyo talento exaltaba el venerable, calificándose a sí mismo
de jumento.
Ya ordenado, enviáronle a Madrid,
donde tuvo por director al P. Faiconi.
Confiando en su espíritu, mandáronle
examinarse para confesor y fue aprobado contra su deseo. Con todo, pareciále
al Provincial P. Salmerón, que su sencillez no era para la Corte, pues un día,
siendo hebdomadario, se rió al dar la
bendición a completas.
Enviede, pues, a Segovia, pero honrándole al mismo tiempo con el cargo
de maestro de novicios y coristas. Llegó
al convento el 21 de septiembre de 1633
y allí permaneció hasta el día de su
muerte, que fue el 7 de noviembre de
1672, o sea cerca de cuarenta años.
Aparece su firma en muchos papeles del
convento, y sobre todo en el libro de
profesiones. Entre sus novicios se cuenta el venerable P. Andrés de Urbina,
que profesó en 1634, y en 1654 Fr. Baltasar de Benavente, que murió obispo de
Potenza en 1687 (1).
Tuvo además bajo su dirección muchos estudiantes que allí iban a cursar
Filosofía tres arios y recibieron su benéfica influencia. Junto con los nuestros
(1)
1709.
—
165 —
A. 1-1. NI. Segovia, Mercedarios, leg. 290.
cursaban otros seglares, y así se enteraron de intimidades del Padre, que
siendo ya canónigos deponen en la información.
No le faltaron disgustos, pues contra
su parecer se dió la profesión a uno que
era indigno de ella, como lo demostró el
resultado. Es el que en «La Merced de
María», del P. Talarnanco, llama a su
compañero ¡Ángulo, Angulo!, al verse
chamuscado por el diablo, del que se
había fingido poseso.
Con ser el oficio de maestro tan ocupado, no absorbía, ni con mucho, toda
la actividad del P. Antonio. Pronto fue
el confesor obligado de casi todo el
cabildo, de muchos eclesiásticos y almas
escogidas. De su confesonario se levantaron muchas para entrar de monjas en
varios conventos.
Los obispos mismos se confesaban
con él a menudo, aunque sentían robarle
demasiado tiempo en antesalas. En cambio le obtuvieron facultad de aplicar indulgencia plenaria (gracia entonces rara)
a todos los moribundos que asistía, que
eran muchos.
Nunca se negaba a ello, acudiendo de
noche a donde le llamaban, a pesar de
que era corto de vista y usaba anteojos.
Por efecto de varias caídas, se encontró
con una hernia doble, tan voluminosa
como un melón de seis u ocho libras, en
expresión del cirujano. Para sostenerla
le hizo una bolsa de cuero prendida a
los hombros' con gruesas correas que
se hundían en la carne. El cirujano le
curaba y limpiaba dos o tres veces al año
las llagas, según refiere él mismo con
detalles espeluznantes. A todo esto, el
siervo de Dios conservaba el mejor humor y añadía aún cilicios, una tarima
por cama y la ventana abierta en el invierno siberiano de Segovia...
Dormía muy pocas horas, siendo él
quien llamaba a maitines a media noche
y encendía la luz a los artistas para estudiar a las cuatro de la mañana. La
información ofrece detalles curiosos sobre la vida de nuestros estudiantes en el
siglo XVII y hasta sobre su manera de
hablar.
El P. Centenero andaba todo embebido en Dios y salía de las conversaciones terrenales con cuatro muletillas: ¡No,
que es tentación conocida!, repetía cuando le ofrecían chocolate u otro refrigerio, y también cuando le preguntaban si
se había hecho daño al caerse. ¿Dónde
están esos... azulejos?, era la frase que
le servía para preguntar por cualquier
cosa.
Fr. Juan Pintado declaró lo siguiente:
Siendo conventual de Segovia nie envió
mi prelado a decir misa a la parroquia
de San Esteban, y estando en la sacristía leí unas palabras de un santo, que
decía que raro era el sacerdote que se
salvaba. Yo fuí muy afligido y se lo dije
al padre predicador Fr. Antonio Centenero, estando en el refectorio acabando
de comer, y me dijo: Hijo, pues Dios te
ha puesto en este estado, no te aflijas; y
empezó a decir a un santo Cristo que
hay en dicho refectorio cosas tan grandes y espirituales, que se levantó más
de tres cuartas de la tierra, y yo viendo
aquel prodigio me abracé a él, y vuelto
en sí del éxtasis, me dijo: Niño, no te
desconsueles, que Dios es muy misericordioso y padeció por nosotros muerte
y pasión. Entonces nie quedé confuso y
él se fué a su celda, llevando el rostro
muy encendido.
Casos como éste se registran varios
y en todos quedaba el siervo de Dios
muy avergonzado, pidiendo perdón, como si hubiera hecho algo malo, y escapando en seguida. Un canónigo sometió
a una prueba dura y brusca su humildad,
diciéndole cosas m uy desagradables,
pero no pudo hallar en él rastro de sen-
— 166 —
tirniehto, antes le pidió que dijera aquell as cosas a todos, pues él era el único
que verdaderamente le conocía.
Su devoción a la Santísima Virgen era
te rnísima. El día de pascua, al amanecer,
Iba con sus novicios al coro a darle la
e nhorabuena ante una imagen muy devota que allí había, y su entusiasmo rayab a en santa locura, que hacía derramar
l agrimas a todos.
Aunque faltara del noviciado, los jóvenes sabían por experiencia que en lleg ando a la celda, la Santísima Virgen le
r evelaba cuanto habían hecho y así se
guardaban del menor desorden.
Fué gran maestro de oración mental, y
a esto principalmente enderezó su acción
e n la Cofradía de la Concepción, la
Pr incipal del convento, que dirigió des
de 1639 hasta su muerte, haciendo platicas todos los domingos y fiestas, y en
la Escuela de Cristo; fundada en la
Catedral por el comendador Fr. Juan de
Rojas, luego obispo de Nicaragua y
e scritor fecundo.
A un novicio que estaba casi agonizando le presentó una imagen de la Sant ísima Virgen para que le diera las gracias por su salud, y, en efecto, le desapareció al momento la fiebre y conval eció luego.
En una ocasión reprendió a los novic ios por tener apagada la lámpara de la
capilla del noviciado; mostrále el encargado la aceitera boca abajo, pues no
t enía gota, pero el siervo de Dios dijo a
la Virgen cómo iba a tener a -Su Hijo a
Oscuras, y llenó el vaso inrnediatamen-
te. Muchos enfermos le debieron la salud
corporal con prodigios semejantes y
muchos más recobraron la del alma por
sus oraciones.
Era muy blando en el confesonario
con relación a los teólogos de entonces, aunque tal vez hoy nos parecería
rígido. Uno de los testigos declaró haberle oído esta razón: Si me dijere mi
Señor en su tribunal: ven acá, Fray Antonio, ¿por qué fuiste tan misericordioso?, responderé: Señor, porque lo
aprendí de Tí.
• Fué su confesor en los últimos años
el P. Andrés de Urbina, pero murió antes
de la información. Junto a la firma del
P. Centenero aparece varios años la
del venerable P. Vítores de Santander,
su gran amigo.
Huyendo de la estimación en que Segovia le tenía, hizo grandes diligencias
para que le trasladaran a otra parte, y
algunos provinciales se lo prometieron
sin cumplirlo. Allí terminó sus días a los
sesenta y ocho años, el 7 de noviembre
de 1672. Fué sepultado con gran concurso en la bóveda de los religiosos en
el claustro, saliendo de la iglesia. El
convento fue demolido hace ahora cien
arios para hacer una plaza.
Predicó en sus honras el P. Francisco
Martínez Falcón, luego vicario general
en Nueva España. Sacaron varios retratos, aunque sin anteojos. Uno de ellos
tenía en su celda el P. Ledesma. ¿A
dónde habrán ido a parar?
- 167 —
FR.
GUiLLERNIO VÁZQUEZ
Ocho siglos de glorioso apostolado de
la Real Orden de la Merced (1)
1:1 Una de las más vastas y peligrosas revoluciones de la Europa occidental y meridional fué la invasión y dominación
musulmana.
Desde los confines del Imperio de Bizancio las hordas musulmanas, lanzadas
a la conquista del mundo, llegan a España
el ario 711 y se establecen en los reinos
de Granada, Jaén, Córdoba, Murcia, Valencia, en las islas de Mallorca y Menorca, donde permanecen cerca de ocho siglos, hasta la rendición de Granada, 1492,
último baluarte del dominio islámico en
Europa.
La razón de la dominación musulmana
no fué sólo el afán de conquistas territoriales, sino también y sobre todo el de
la conquista espiritual, según el mandamiento de Mahoma.
He aquí por qué los musulmanes pusieron en juego todos los medios, aun los
más violentos, para reducir a los cristianos que animosamente se mantenían fieles
a la abjuración de la fe católica, llegando
a oprimir con inhumana esclavitud a los
que no aceptaban el culto de la nueva ley
musulmana.
En el solo reino de Granada 50.000 cristianos no tuvieron valor para sufrir los
malos tratos y las torturas de los nuevos
dominadores y abrazaron la nueva fe,
mientras 30.000 fueron puestos en esclavitud.
Esta fué la proporción de las conversiotes forzadas en todos los reinos invadidos
por los musulmanes. Grave era, pues, el
peligro para la Iglesia que veía todos los
días apartarse de su seno tantos de sus
hijos, rendidos a la violencia de los infieles. Por grande que fuese el número de
héroes que preferían la esclavitud, era
mayor el de los renegados, contra su voluntad por cierto, con la esperanza de
volver a la fe primera tan pronto cesase
la dominación extranjera.
(1) 'rraducido de «L'Illustrazione Vaticana». 1-15marzo -1935.
—
Dios velaba sobre tantos hijos oprimidos y su voluntad se manifestó por la Virgen, que, en la noche del 2 de agosto de
1218, se apareció al mismo tiempo a San
Pedro Nolasco, a San Raimundo de Peñafort y a don Jaime I, Rey de Aragón,
mandándoles que «instituyesen una Orden
militar para libertar a los cristianos de los
infieles, rescatar los prisioneros: para servicio, en fin, de la fe».
A los ocho días, el 10 de agosto de 1218,
fiesta de San Lorenzo, los escogidos por
María fundan la Orden de Santa María de
la Merced con el fin principal de redimir
los cautivos cristianos de la opresión musulmana.
La ceremonia tuvo lugar en la Catedral
de Barcelona en presencia de toda la nobleza del reino y de toda la jerarquía
eclesiástica. Jaime I (el fundador de 2.000
Iglesias, el vencedor de los moros en 72
batallas) vistió en primer lugar el hábito
de los Caballeros de la nueva milicia, lo
impuso a San Pedro Nolasco, nombrado
Maestro General de la Orden, el cual
admitió a los trece primeros Caballeros.
Jaime I, para dar mayor prestigio a la
Orden, les concedió las Armas Reales con
todos los derechos y privilegios militares
de aquel tiempo y les señaló, como primera mansión, parte del palacio real de Barcelona, que fué la primera Encomienda
de la Orden.
Los privilegios concedidos a la milicia
de la Merced dieron a los religiosos el derecho de armarse y usar de ciertas armas;
la insignia real en el hábito y en los estandartes equivalía a un salvoconducto para
entrar en tierras de musulmanes, donde
los Mercedarios, por andar bajo las i n si gnias reales, eran considerados como embajadores.
No eran, pues, las concesiones de don
Jaime meras condecoraciones, sino un
medio para los religiosos de visitar a los
cautivos y entrar en negociaciones para
su rescate con los sarracenos.
En el mismo ario de la fundación la
168 —
Orden obtuvo el primer reconocimiento
del Papa Honorio III, aprobado después
Por Gregorio IX con la bula Devotionis
v estrae precibus del 17 de enero de 1235.
Al ejandro VIII la concedió en 1690 todos
los privilegios de las Ordenes religiosas
Y Benedicto XIII, en 1725, añadió también el de los Mendicantes.
San Pedro Ameno, cuarto Maestro General, dictó las primeras Constituciones,
P r omulgadas el 1272, que fueron aprobadas por Juan XXII en 1327, revisadas en
1691 por Inocencio XII y aprobadas por
León XIII en 1895.
Corno fundamento establecieron las
Co nstituciones para todos, Caballeros,
Cl érigos y Legos, los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, a los cuales se
a ñadía el de la redención, por el cual se
Ob ligaban a quedarse en rehenes por la
li bertad de los cautivos.
Y en septiembre de 1219 empiezan la
obra de la redención en Valencia, donde
S an Pedro Nolasco y su lugarteniente general, Fr. Bernardo de Cassolis, rescatan
los 158 primeros cautivos.
Este primer éxito fué un estímulo para
in tensificar la actividad redentora, para
lo cual se necesitaban grandes sumas,
Pues la libertad de un solo cautivo costaba
al rededor de 6.000 francos oro actuales.
En total llegó la Orden de los Mercedan- os a redimir más de 900.000 cautivos,
Por un valor de rescate superior a cuarent a millones.
Los sarracenos se aprovecharon de la
co menzada obra de la redención para
h acer de sus cautivos cristianos un negoci o de mercado; llegaron a establecer tar ifas según el sexo, edad y categoría social de los cautivos en venta. Se pactaba
e l rescate a cambio también de mercanC ías, valuadas según tipo de moneda,
c uando ésta no llegaba. Así las naves que
Partían del litoral español cargadas de
In ercancías volvían cargadas de cautivos.
A veces los sarracenos se quedaban con el
d inero y las mercancías sin dar en cambio los cautivos, quedándose así también
CO n los religiosos, por los cuales exigían
d espués un gran rescate. La especulación
i ndujo muchas veces a los sarracenos a
dar libertad a los cautivos aceptando en
Prenda del importe pactado la cautividad
de los 1VIercedarios.
Los heroicos libertadores, cautivos por
sus hermanos, no sólo alentaban a la resignación a los cautivos, sino predicaban
también el Evangelio a los infieles. Hecho
probatorio de este heroico apostolado es
el de San Pedro Armengol, que después
de libertar 213 esclavos en Murcia y 202
en Granada, convirtió en 1266 al Rey
Almokacen-Mahomet, el cual murió santamente en la Orden de la Merced.
La obra evangelizadora de los Mercedarlos en territorio de musulmanes constituía un verdadero peligro, y he aquí los
mártires que sucumbieron víctimas de la
venganza musulmana: San Serapio, crucificado en Argel, ario 1249; el Beato Petro de Saint-Denis en Túnez, en 1247, y
en el 1270 el Beato Guillermo Saggiano es
quemado en la hoguera en Argel; en Túnez también muere colgado de una cruz
en 1306 el Beato Guillermo de Florencia,
y en la hoguera mueren también el Beato
Alejandro de Siculis en 1317 y el Beato
Tibaldo de Narbona.
Recordemos también al Obispo San Pedro Pascual, que redime por sí solo más
de 1.494 cristianos y volvió a Granada en
rehenes por seis arios para rescatar niños
y doncellas con los 1.400 florines oro prestados para su rescate por el Papa Bonifacio VIII, y a Fr. Juan de Salazar.
Fuera de la obra de la redención descrita los Mercedarios formaban en los
ejércitos reales: los religiosos para la asistencia espiritual de los soldados y los caballeros como combatientes. Los mismos
religiosos cuando estaba empellada la batalla manejaban las armas para ayudar a
la victoria.
Por esto fueron llamados los Mercedarios por Alejandro IV «los Macabeos de la
Nueva Ley de Gracia», para significar
que luchaban por la Religión y por la
Patria.
Combatieron, en efecto, con el Rey de
Francia, San Luis IX, con Jaime I, Con
San Fernando, con Alfonso VIII (?), con
Juan II y finalmente con Fernando el
Católico, no ya como guerreros sino como
Capellanes militares.
Milicia y plegaria puede decirse que es
la actividad mercedaria. Así, en la paz
de los conventos, en los hospitales, oran
y trabajan las nobles damas que, consagrándose a Dios y renunciando sus bienes, alcanzan el premio de sus virtudes
con la santificación, como Santa María de
-- 169 —
Cervellön, fundadora de las Monjas dé la
Merced, Santa Colagia de Barcelona, Santa Natalia de Tolosa, Santa Isabel Guillén, la Beata Mariana de Jesús y tantas
otras.
La Orden, muy numerosa ya, deja su
carácter guerrero, se propaga, se transforma en misionera, siempre por el apostolado de la redención: predicación del
Evangelio y antiesclavismo.
Y los religiosos blancos atraviesan el
Océano para desenvolver en el Nuevo
Mundo sus obras benéficas.
Vemos que Fr. Juan Infante celebra la
primera misa en tierra americana; Fray
Juan Solórzano, compañero de Cristóbal
Colón, erige la primera Cruz en Cuba;
Fr. Bartolomé de Olmedo es el primer
Apóstol de Méjico; Fr. Miguel de Orenes,
levanta la primera Cruz en el Perú; Fray
Antonio Rendón predica el primero el
Evangelio en Chile, y tantos, y tantos
otros, esparcen la semilla de la doctrina
de Cristo en aquellas tierras paganas.
Así nacieron las florecientes Misiones d'e
los Mercedarios, que en la sola provincia
del Ecuador pasaban de cincuenta, sin
contar las Parroquias, Coadjutorías, Capellanías y las célebres Doctrinas.
Los países del Nuevo Mundo fueron
fecundados con la sangre de muchos mártires Mercedarios y su apostolado fué
los más gloriosos. Baste el caso de Fray
Martín de Porres, que bautizó él solo más
de 800.000 indios.
El libro de oro de la Merced registra
1.553 mártires y más de 4.000 entre Santos, Beatos y Venerables, más de 16 Cardenales, muchos Obispos y Arzobispos y
más de 1.000 escritores.
Cambiados los tiempos, cambiaron también los medios y los campos de apostoladu. La actividad de los Mercedarios se
desenvuelve en su mayor parte en institdciones de caridad. Especialmente por lo
que hace a las Hermanag ,i que con 64 b asas madres llegan a 36.000 y están al
cuidado de centenares de Hospirales en
España, Francia, Norte de Africa, Bélgica, Irlanda, Inglaterra y América, cuyas
naciones de esta parte del mundo cuentan
con 162 casas y una media anual de
240.000 enfermos.
A los Hospitales hay que añadir otras
110 instituciones diversas (Leproserías,
Hospicios, Asilos, etc.), con un total de
9.218 albergados.
Estas obras radican parte en Europa y
América y parte en las lejanas Misiones
del Japón, China, islas Carolinas y Marianas y también en Argelia.
La Orden tiene además 561 escuelas,
con una asistencia media anual de 168.000
alumnos y 71 academias con 14.000 estudiantes.
Esta es la obra grandiosa, sumariamente reseñada, que desde hace ocho siglos
mantiene las nobles tradiciones de la caridad.
Por lo cual el Santo Padre Pío XI, en su
carta con paternal afecto dirigida al Superior General de la Merced, con ocasión
del VIII Centenario de la fundación (errot
claro: confirmación) de la Orden, ha recordado los merecimientos del apostolado
pasado y presente, destacando las figuras
más heroicas y gloriosas, como estímulo de ejemplo y devoción a toda la
Iglesia.
Figuras que se agigantan en la historia
de la Iglesia y entre las cuales están en
primer plano las de San Pedro Nolasco,
San Ramón Nonato, Beato Raimundo de
Blanes y San Serapio, que fueron respectivamente: el Fundador, el primer Cardenal y los primeros Mártires; iniciadores
inspirados de una de las más grandes y
beneméritas obras del Apostolado y de la
Caridad.
F. JORDÁN:
9E*
El Centenario de Lope de Vega
LO QUE DEBE ESPAÑA A SU POETA
Muchas cosas y muy importantes se
dicen este año en loor del sacerdotePoeta, del Fénix de los ingenios, del
c reador del teatro nacional español, que
se alzó con la monarquía cómica, en
frase de Cervantes, barrido de las tablas
con otros muchos por el genio de Lope.
Una de las cosas que demuestran la
gr andeza y originalidad de éste es el
co ntraste de su obra con la de los dram aturgos franceses, que gozaron de su
b enéfica influencia, y sin embargo no
s upieron abandonar los andadores clásicos, privando así a Francia (una de las
n aciones de mayor patriotismo) de ver
rep roducida en las tablas su alma, su
hi storia y sus sentimientos.
Un distinguido historiador contempor áneo de la literatura francesa caracteri
za así su teatro del siglo de Luis XIV.
R espeto y admiración de los antiguos,
hasta el abuso de una mitología convenci onal; orden, jerarquía y separación
ab soluta de los géneros, fe en las reg las... y por fin una triple exclusión: del
Pasado nacional, de la vida religiosa
in tima y de las preocupaciones políticas
Y sociales (1).
Esas tres exclusiones hacen que las
O bras dramáticas francesas se desarroll en en una región próxima a la luna,
que el pueblo no podía ver sino muy
confusamente.
Lamentable es la ausencia de los temas nacionales, tantos y tan hermosos
en la historia de Francia, para limitar el
C ampo dramático a la de Grecia y Roma,
Por un irracional amor a todo lo clásico;
Pero más irracional aún era el empeño
en reproducir el ambiente pagano y mitol ógico, como si el cristianismo no hub iera existido en el mundo, ni estuvieran
saturados de él las almas de los espectadores.
Paul Claudel dice a este propósito;
¿Quién podría sospechar leyendo a Rabelais, Montaigne, Racine, Moliére, Víctor Hugo, que un Dios murió por nosotros en la cruz?
Por el contrario Lope, sin desdeñar
enteramente los argumentos romanos y
griegos, estudió con afán los episodios
de la historia de España y allí donde encontró un conflicto dramático lo convirtió inmediatamente en obra perdurable,
mostrando a los demás el camino que
habían de seguir.
Y en cuanto al ambiente cristiano y
nacional en que se desarrollan sus obras,
sabido es que el ambiente español domina aun en las de asunto pagano. Sus
personajes, aun llevando nombres griegos, son en realidad cristianos y españoles.
No falta a Lope, corno a ningún hom
bre del Renacimiento, su buena dosis de
mitología, pero aunque hoy nos estorba,
su conocimiento no es indispensable
para gustar y saborear sus producciones.
Lope no hizo tampoco compartimientos estancos para la risa y el llanto,
creando gracias a eso el drama, en que
andan mezclados, como en la vida real,
elementos cómicos y trágicos.
Bien se lo echaron en cara los franceses del gran siglo, pero los modernos
tienen que dar la razón a los españoles
en eso como en el menosprecio de las
reglas y de las decantadas unidades de
lugar y tiempo.
Todo eso debe a Lope España y aun
la literatura universal, aunque no todos
los coetáneos del Monstruo de la natu
raleza aceptaran sus lecciones.
(I) FI. Gaillard de Champris: Les Ecrivains classicines.
— 170 —
—
171 —
FR. G. NÚÑEZ
PAGINA MISIONAL
La Obra Mercedaria
Recordatorio dedicado a las
Reverendas Hermanas de la
Caridad de Granada.
Hace hoy, 6 de mayo, un cuarto de
siglo que llegaron a esta Ciudad Primada
de América, las abnegadas Hermanitas
Mercedarias de la Caridad, de Granada,
venidas aquí por insinuación del bondadoso Padre Fray Pedro de Castro, que me
relacionó con el célebre asceta P. Fray
Ambrosio de Valencina. Fué este celoso
misionero capuchino, quien nos sugirió
esa idea, cuando gobernábamos esta Iglesia Primada. Mucho trabajo nos costó inclinar la voluntad de los Superiores regulares de la Orden Mercedaria para que
dicha Orden viniera a establecerse aquí
en Santo Domingo. Hay muchas revueltas en su tierra, Sr. Arzobispo, y tememos por la vida de las Hermanitas, nos
decían los Superiores. El pueblo dominicano es muy inquieto y tal vez no consienta monjas allá. Yo les aseguro, replicaba al Arzobispo, que no es tan fiero el
león como lo pintan: yo soy dominicano
de pura y buena cepa y les digo que los
hechos hablan mejor y más claro que las
malas lenguas que tratan de desacreditarnos. Si las Hermanitas cumplen, como
de seguro cumplirán sus deberes religiosos y civiles, el pueblo dominicano las
querrá mucho y las venerará. Crean ustedes que somos agradecidos y hospitalarios; lo que no consentimos ni consentiremos jamás, es que nos domine un intruso
o trate de sojuzgarnos un extranjero. Mucho costó a nuestros padres crearnos una
Patria libre y una conciencia nacional,
para permitir que nos arrebaten esas virtudes y dones de la Providencia divina.
De ustedes, los españoles, tales virtudes
y dones hemos heredado y jamás renunciaremos a tan preciada herencia. La
leona no amamanta nunca tímidas liebres
ni asustadizas vulpejas; el león, en las soledades del desierto, engendra siempre
ee
e
feroces cachorros de garras largas y dientes bien afilados, y el león de Castilla nos
engendró a nosotros, los hijos todos de
Hispano América, y nos dejó en herencia
sus uñas y sus colmillos. Cuando Jesucristo Señor Nuestro fundó su Santa Iglesia, confió la difícil misión de predicar su
evangelio a sus apóstoles consagrados ya
en el sacerdocio de la nueva ley; pero la
obra grandiosa realizada en beneficio de
la pobre humanidad, no estaba completa.
Ordenó a los hombres luchar, predicar,
internarse en el corazón de la selva, para
arrancar a la ignorancia y a la barbarie
legiones enteras, tribus numerosísimas de
idólatras y convertirlas en adoradores y
secuaces suyos; ,qué más, pues, faltaba a
su obra de redención? Faltaba más; mucho, muchísimo. Faltaban las sacerdotisas
del sacrificio y del amor. Faltábale poner
al servicio de su doctrina una institución
que cuidara del niño, a quien el deshonor
y el crimen de las culpables pasiones de
sus progenitores, arrojó al estercolero o
expuso a las puertas de los templos, o en
el umbral de los conventos. Faltaba un
Vicente de Paul, un Don Bosco, un San
Juan Bautista de la Sale, un San José de
Calasanz, una Madre Cabrini o una Orden
redentora de cautivos; faltaban, por último, las delicadezas de la mujer que, por
amor de Cristo, consolara a sus hermanos
en la soledad de los hospitales, en la triste
lobreguez de las mazmorras o en los horrorosos campos de batalla, cuando el soldado, en cumplimiento de sus patrióticos
deberes, necesita una persona confidente
de sus íntimos dolores y de sus penas que
pueda llevar su último adiós a sus ancianos padres, el último recuerdo a la prometida de su corazón o el último beso y
bendición a su hijo, próximo a entrar en
el triste campo de la orfandad y del abandono. Y a eso habéis venido vosotras,
venerables Hermanas Mercedarias, eso
habéis venido a hacer en esta nuestra
queridísima Patria la República Dominicana. Proseguid, pues, vuestra obra re-
— 172 —
d entora, en vuestras escuelas, en vuestros
h ospitales, redimiendo almas de la ignorancia y cuerpos de la corrupción, de
las enfermedades, del crimen y de la
muerte.
La paz de Cristo sea con vosotras, vener ables Hermanas Mercedarias, en este vigésimo quinto aniversario de haber sentado vuestras tiendas a la sombra de nuestra gloriosa tricolor bandera y al amparo
Y protección de este vuestro padre y pastor que os ama de corazón, os bendice y
felicita
t ADOLFO ALEJANDRO
Arzobispo de Santo Domingo,
Primado de América.
Bodas de plata
Respetuosamente dedicado a la Muy Re-
verenda Madre Sor María Araceli de
Jesús Royo, Superiora General del
Santo Instituto Mercedario de la Caridad, y a la Reverenda Madre Sor Elena
de Jesús Alcelay, Superiora de Hermanas Mercedarias de la Caridad en esta
República.
Celebramos regocijados en esta fecha
la gloriosa recordación del VIGESIMO
QUINTO aniversario del establecimiento
en nuestra tierra del Instituto Mercedario
de la Caridad, que es orgullo legítimo de
Nuestra Santa Madre la Iglesia Católica,
por lo mismo que ha sido cimentado en la
más excelsa de las virtudes, la de la CARIDAD, emanación y esencia purísimas
del infinito AMOR en que se inflama el
Corazón Divino de Jesús.
Esa virtud hija del Cielo, ha inspirado
las más nobles acciones y plausibles her oísmos en cuantos por permisión de la
Gracia de lo Alto se han sentido arrebat ados y poseídos por ella, logrando trazar
en el libro de la Historia las páginas más
bellas del Evangelio de CRISTO REDENTOR. De ahí, que la razón y el sentimiento de la humanidad se sientan abismados
y atraídos a la admiración al través de
los arios por el ardiente fuego de amor y
caridad que inspiró entre innúmeros
a póstoles del pasado, a los Pedro Nolasco,
Juan de Dios, Vicente de Paúl, Juan
Bautista de la Salle, Don Bosco, Padre
D amián, y a tantos y tantos otros, y a
ese ejército de piadosas y abnegadas cria-
turas que se denominan (Hermanas Mercedarias de la Caridad», cuyas luchas 3T
victorias en los días de su existencia, pregonan el origen y fin divinos de tan admirable y sagrado Instituto.
Fué una feliz inspiración la de abrir
de par en par las puertas de esta Arquidiócesis e invitar a convivir con nosotros
a las Hermanas Mercedarias de la Caridad, cuya buena fama es de notoriedad
general. Cobijados los dominicanos por el
manto de su excelsa Patrona la Virgen
Santísima Madre nuestra de las Mercedes, fué Ella sin duda alguna la inspiradora del pensamiento y la que inclinó el
ánimo y la voluntad de sus buenas HIJAS
para que pudiéramos palpar la ardiente
Caridad de éstas, y gustar del santo y
benéfico fruto de tan sublime ejercicio de
Piedad Cristiana. Somos, pues, no sólo los
favorecidos por la egregia Madre Celestial que escogió en épocas remotas por su
Patrona la República Dominicana, sino
que somos asimismo usufructuarios de la
obra que dos escogidos teólogos españoles, virtuosos Ministros del Altísimo, de
gloriosa memoria, el Obispo de Málaga,
Excelentísimo y Rvdmo. Sr. Dr. Esteban
José Pérez y Martínez Fernández, y el
Ilustrísimo Sr. Dr. Juan Zegri Moreno,
Canónigo, Provisor y Vicario General del
mismo Obispado. Ellos concibieron y fundaron el Instituto Mercedario de la Caridad en el mes de marzo del ario del Señor
de 1878, y rápidamente se abrió pasó en
España y fuera de España, y después de
atravesar distintos pueblos, vino hacia el
Nuestro a trabajar con entusiasmo, fervor y éxito notorios en la tierra que fué
la antigua Hispaniola, la predilecta del
Gran Descubridor, sede primera de los
gloriosos aventureros de la Conquista, y
sitio de donde partió la pléyade de capitanes que ganó para la Fe católica y la
civilización numerosos pueblos que completaron el globo y que son en el campo
de la Historia la mejor presea que consagra la inmortalidad de la grande Nación
«en cuyos dominios no se ponía el sol».
Veinticinco arios se cumplen ahora de
la fecha en que iniciaron las dignas y
beneméritas Hermanas Mercedarias de la
Caridad su ímproba labor cristiana en
medio de nosotros, como lo atestiguan
esta Ciudad Primada, San Pedro de Macorís, Santiago de los Caballeros, Azua
173 —
de Compostela, Santo Cerro y San Gregorio de Nigua. Y cada día que pasa, hay
un nuevo motivo para que brote del agracido corazón dominicano una palabra de
honra y bendición merecidas en provecho
del Santo Instituto Mercedario de la Caridad, así como para exultar la paciencia,
consagración, fervor y abnegación que
prodigan silenciosamente estas buenas
Hermanas al ejercer su edificante apostolado. Hablan elocuentemente de ellas, de
sus caritativos empeños, las Casas de beneficencia, Leprocomios, Hospitales, Asilos, Clínicas, Colegios, Orfelinatos, y.
cuantos pueden gozar de su benéfica asistencia, ora para atender y curar las dolencias físicas, ora para las del alma contristada, ya para moderar las torturas de
la mente, ya para nutrir el espíritu de
quienes buscan el pan de la enseñanza...
Lástima grande que no pueda triplicarse
siquiera el número de tan útiles obreras
de la Caridad, blancas palomas mensajeras del bien, cándidas y consagradas criaturas formadas para el amor del prójimo
y para el dolor del prójimo; que curan,
que consuelan, enserian y edifican, dulcifican el sufrimiento, alientan y robustecen la fe, trazan luminosos caminos al
triste peregrino de la Vida por este valle
de lágrimas, y tienen siempre brotadas
del corazón, la palabra y la sonrisa que
inspiran confianza y encienden la luz de
la piedad, sobre todo cuando se hace cual
lo hacen ellas, uniendo a la palabra y a
la sonrisa el nombre de la excelsa Madre
del Divino Redentor, dando a entender
así que trabajan en nombre de un reino
muchas veces olvidado, que es el de los
cielos; y prodigan el bien a manos llenas
en nombre del Autor de la Gracia y del
Amor, sin otro interés que el noble y
cristiano interés de servir la santa causa
de DIOS, Nuestro Señor, a quien ellas
han consagrado libre y espontáneamente
alma, vida y corazón... ¡Cuánta abnegación y grandeza de alma!
• ¡Sublime proceder! ¡Admirable apost olado! ¡Noble existencia santificada por la
virtud de la Caridad! Cuánto consuelo
dais al corazón herido y enfermo de sed
del bien, y cómo la lleváis de la mano,
dulce y atrayentemente, a la meditación
de las Verdades eternas, a la oración y al
recogimiento, creyente y confiado en un
cielo y un Padre olvidados, robusteciendo
por la visión dulcísima de la vida sin
quejas, sin desmayos, fuertes y valientes
en vuestros empeños, decididas siempre
al sacrificio, prestas y ansiosas al bien de
la caridad, al amor del prójimo, lastimadas sin duda, muchas veces por la ingratitud, y, sin embargo, resueltas 4siempre
a proseguir en la ardua y nobilísima
empresa de redimir en nombre de la 'CRUZ
y por la CRUZ de CRISTO JESUS, almas
enfermas por la ignorancia y por la culpa, y cuerpos lacerados por el dolor y la
•
enfermedad...
Benditas seáis vosotras y bendita vuestra obra, ¡oh dignas y abnegadas Hermanas Mercedarias de la Caridad! ¡El
SEÑOR os ampare, proteja y bendiga, y
Nuestra Santísima Madre de las Mercedes, celestial Patrona del Santo Instituto
a que pertenecéis, os cubra con su celestial manto de gracias y bendiciones!
t Luis A. DE MENA
Arzobispo Titular de Parios.
H. T. 0. M.
Santo Domingo,› R. D.,
Mayo 5 de 1935.
— 174 —
VIDA ESPIRITUAL
Renuncio a morir N Cama
–11 • Para retraernos de cumplir nuestros
deberes sacerdotales, o simplemente
cr istianos y cívicos, nos repiten con mac hacona insistencia: ¡No morirás en
cama!
He visto morir en cama'a gran número de personas y ¡la verdad! no veo que
tal muerte sea cosa muy apetecible ni
agradable.
Consoladora sí lo es, cuando el ocaso
de lavida aparece iluminado por los
l'ayos kie esperanza, tuando el moribundo entrega su alma a Dios, lleno de confianza y fervor. Pero esto mejor puede
conseguirse en lä iglesia o en , la calle,
ofreciendo generosamente nuestra sangre y vida a Jesús, que por nosotros dió
la suya.
Nadie tiene mayor amor que el que
da la vida por sus amigos, dijo el mismo Señor. Los Mercedarios conocemos
bien ese texto, que es lema de nuestra
Orden.
Si el Señor me concediera la gracia
de morir por El, renunciaría generosamente, no sólo a morir en cama, sino
también a los últimos sacramentos.
¿Qué muerte se puede comparar al
martirio? Preciosa es en los ojos del
Señor la muerte de sus santos. Los mártires son los primeros santos que hubo
en la Iglesia, canonizado por el mismo
Cristo que dijo: «Al que me confesare
delante de los hombres, Yo le confesaré
también delante de mi Padre que está en
los cielos».
¿Hay alguno que dude todavía de que
los incendiarios de iglesias, profanadores de sagrarios e imágenes, blasfemos
endemoniados, aborrecen a Cristo y nos
persiguen a nosotros por discípulos y
ministros suyos?
Si huyendo de los peligros pudiéramos esquivar la muerte, aún tendría disculpa nuestra cobardía; pero la muerte
es inevitable, y los dolores que se padecen en cama no son generalmente inferiores a los que puede ocasionar la muerte violenta.
Hace pocos días asistí a un anciano
militar que había disfrutado siempre de
excelente salud. Por fin, a los ochenta y
cinco años, el estómago cesó de segregar los jugos necesarios y no consentía
alimento alguno.
El enfermo tomaba por necesidad un
poco de agua, que devolvía media hora
después con penosos vómitos. ¡Cuánto
cuesta morir!, decía resignado. ¡Pida
usted al Señor que me lleve pronto!
Escenas parecidas hemos presencia;do mil veces, y ¿aún hay quien ansíe
morir en cama?
He advertido que el breviario, en las
lecciones de San Atanasio, anota como
cosa extraña que después de andar fugi
tivo por todos los mares y tierras murió
pacíficamente en Alejandría en su cama.
— .175 —
¿Quién hizo esa anotación? Seguramente algún egipcio, y sabido es que
ese pueblo fue el más preocupado con la
muerte, no sólo en la antigüedad pagana, sino también en la época cristiana.
Los epitafios, aun de presbíteros y diáconos, están llenos de ayes y lamentaciones: Aquí yace ¡ay! un sacerdote de
Cristo... He muerto ¡ay!..,
Esto quiere decir que algunas preocupaciones llegan a formar cuajo en la
sangre. Egipcio era también San Hilarión, que sé esforzaba a dejar el mundo
con estas palabras: ¡Sal, alma mía!
¿Qué temes? Setenta años has servido
a Cristo y ¿aún dudas?
Afortunadamente esos ejemplos no
son frecuentes más que en las orillas del
Nilo. Los santos de otras regiones
afrontan la muerte, no sólo sin miedo,
sino radiantes de confianza y alegría.
Eso mismo dije a mis amigos que me
reñían: Usted va a morir en cualquier
esquina; no teme la muerte, pero ésta le
acecha y va a sorprenderle cuando menos lo piense.
Yo contesto sencillamente: aspiro a
vivir sin miedo también. Si la muerte
se me convirtiera en martirio,. ¿qué más
podía desear?
Es preciso que los cristianos arrojemos de nosotros la cobardía, que es una
preocupación como otra cualquiera, aunque funestisima.
Los anarquistas, socialistas y demás
enemigos del cristianismo y de la civilización, no desean sino acoquinarnos
para hacerse dueños de España. Afortunadamente van perdiendo esa ilusión:
los guardias, lo mismo que los magistrados y sacerdotes, saben que de triunfar la revolución los asaría vivos, y
están resueltos a ir cayendo uno a uno,
pero no a entregarse en masa
Así me lo decía no ha mucho un
humilde guardia de Seguridad que se
encontró conmigo una noche, cuando
yo rondaba mi casa. Y no hay que decir
que el propósito me pareció de perlas.
Esa es la disposión de ánimo en que
debemos formar a las nuevas generaciones. Educar a los niños en la cobardía es prepararlos al desastre inevitable.
Los anarquistas forman a los suyos
en el desprecio a la vida, sin otro aliciente que el de procurarse una satisfacción pasajera y carnal (unos miles de
pesetas robados, para disfrutar unas
horas). ¿No ha de poder más el amor
de Cristo y la esperanza de la vida
eterna?
¡Hay que formar una asociación de
católicos, cuyos estatutos comiencen
por la renuncia a morir en camal
GUILLAUME
— 176 —
VIDA POP VIDA
Cuando Rafael entró en la estancia de
a quella nueva cliente para la que tan
ur gentemente le llamaran, sintióse dominado de una impresión penosa.
Acostumbrado a presenciar todo género de humanas miserias, el cuadro que a
sus ojos se presentara era tal vez menos
d oloroso que otros muchos; la alcoba, esp aciosa, estaba alhajada con cierto bienestar rayano en el lujo; en la cama de
madera, cubierta con una colcha de damasco amarillo, yacía una joven que hubiera sido muy hermosa sin la extremada
d emacración de su rostro, animado por el
falso color de la fiebre.
Una sierva de María que velaba a la
e nferma, salió al encuentro del joven doctor, diciendo en voz baja:
Alf.26 11
Are,
—Si Dios quiere...— ijo i dulcemente la
hermana.
El médico se encogió imperceptiblemente de hombros, y pidió papel para
recetar.
A pesar de su juventud, Rafael era un
médico notable, respetado entre sus compañeros.
Ante aquella pobre niña, minada por
implacable dolencia, el médico sintió despertarse en él, como si dijéramos, su
amor propio de hombre de ciencia; arrebatar a la muerte aquella presa que ya
tenia bajo su guadaña; devolver las perdidas energías a aquella naturaleza aniquilada; la lozanía a aquel cuerpo; el color y la belleza a aquel rostro de cera que
parecía el de una estatua, fué para Ra—Gracias a Dios que llega usted.., el fael una especie de obsesión, a la que demédico que asistía a esta enferma se ha dicó todas sus fuerzas, estudiando la end espedido, sin duda porque ve la cosa fermedad con incansable afán, aplicando
Perdida.., y la pobre joven se nos va por las inyecciones de su invención, y simomentos; véala, ' señor doctor.., es una guiendo paso a paso los síntomas que obcompasión, ¡a los veinte arios!
servaba para atacar al enemigo por todos
Rafael se acercó al lecho examinando lados, descubrir la parte vulnerable y
at entamente a la enferma que, abriendo vencerle.
sus grandes ojos azules, los fijó en él con
—Pero ¡cuántos cuidados se toma por
as ombrada expresión.
mí, doctor!—decía dulcemente la enferDespués de un minucioso reconocimien- ma con débil voz—; ¿merece la vida tanto, el doctor se volvió a la religiosa.
tos trabajos?
—¿No tiene familia esta señorita?—pre—¿A los veinte arios no ama usted la
guntó.
vida?--decía Rafael con verdadero asom— Parientes lejanos que vienen de vez bro—; ¿no tiene miedo a la muerte,
en cuando, pues temen sea la enfermedad María?
contagiosa.
María sonrió, con una sonrisa triste y
Rafael hizo un gesto indefinible.
llena de encanto.
—Tan joven, tan sola!... — murmu—La muerte es una amiga que nos
ró—; y bien, yo la defenderé contra la
conduce a la verdadera patria—dijo—.
Muerte; yo la haré revivir.
¿No sabe usted, doctor, que esta vida no
— 177 —
es más que un viaje, una peregrinación, y
que la vida verdadera empieza más allá
de la tumba?
El médico sonrió de un modo imperceptible, pero la enferma lo advirtió.
--Es que no cree usted como yo?—
preguntó dolorosamente.
Rafael hizo un gesto ambiguo.
—Yo no creo más que lo que comprendo—dijo dulcificando cuanto pudo la energía de su acento —; eso es muy bonito
para un alma tan pura como la suya...
los hombres pensamos más.., ustedes las
mujeres se contentan con sentir; nosotros razonamos.
—Triste razón la que no sabe elevarse
un palmo de la tierra—dijo María tristemente... — ¡,hace mucho que perdió usted
a su madre?
—Murió al darme la vida...— dijo el
joven doctor un poco asombrado de esta
súbita pregunta, pues no recordaba háber hablado con su enferma, de si su madre vivía o no.
Ella le miró compasivamente y suspiró
sin darse cuenta de que él la oía.
—¡Pobre Rafael!
Y al encontrarse con la mirada de él
fija en ella con una expresión indefinible,
se sonrojó hasta la raíz de los cabellos, y
balbuceó:
—¡Perdone, doctor! ¡pero me dan tanta pena los que no tienen el supremo consuelo de la fe!. .
--e,Y qué voy a perdonarla? ¡Dichosa
mi incredulidad si es causa de que abrigue usted por mí algún afecto!
Y temiendo haber dicho demasiado,
ambos jóvenes se pusieron simultáneamente en pie, despidiéndose a poco el
uno de la otra dominados de una turbación singular.
Pero desde aquel día sus entrevistas
tomaron un nuevo giro; ya no eran sólo
el médico y su enferma; eran dos amigos
que, queriendo ambos infiltrar en el espí-
del otro sus propias convicciones, se
enzarzaban en largas discusiones, en que
María, con angélica caridad, 'se esforzaba
en llevar algo de luz divina que inundaba
su alma, a la nebulosa inteligencia del
médico; y así, transcurrían a veces horas
enteras sin que se dieran cuenta de ello.
Mientras tanto, el célebre descubrimiento de Rafael había logrado vencer la enfermedad, y bajo el tratamiento de éste,
María revivía llena de lozanía, llenando
de orgullo al joven médico, que decía
sonriendo:
—Se puede decir que su vida es algo
mio; yo la he arrebatado de la muerte y
he ido creando de nuevo su naturaleza
destruida.
--Yo le probaré que no soy ingrata—
dijo María sonriendo a su vez de un modo
que llenó el espíritu de Rafael de una turbación singular.
II
pitu
La tarde estaba espléndida; María salía
por primera vez en el coche de una amiga
suya; la joven aspiraba a plenos pulmones la embalsamada atmósfera del Retiro,
•sintiéndose renacer a la vida, esa vida
que tan amable es siempre a los veinte
años; sin embargo, en el fondo de los ojos
azules de la joven, tan límpidos y puros
que parecían reflejarse en ellos la luz 'del
cielo, había un ligero tinte de tristeza,
algo como un temor vago..., diríase que
su vuelta a la vida la asustaba.
Reclinada en los almohadones del carruaje, escuchaba sonriendo vagamente a
su amiga que la ponía al corriente de todas las novedades ocurridas en sociedad,
durante su enfermedad; de pronto, su
sonrisa se acentuó más dulcemente, y un
tinte más vivo animó el tenue sonrbsado
de sus mejillas. Acababa de ver a Rafael,
que sabiendo que su enferma iba a aquel
paseo, acudía a gozarse en su obra, admirándola una vez más.
- 178 —
Con afectuosa cordialidad de verdade- a las que mezclaba un nombre... ¡Rafael!
ros amigos, se saludaron, y el médico queEl médico se inclinó , más sobre ella,
dó inmóvil viendo cómo se alejaba el escuchando ansiosamente.
coche que conducía a aquella hermosa
—¡Dios mío!...—decía María con voz
c riatura resucitada por su ciencia.
entrecortada—, ¡por él, por Rafael!...' mi
—Hubiera sido un dolor dejarla morir... vida...; yo os la ofrezco...; vida por vida;
— se dijo a sí mismo, con íntima satisfac- la vida de mi cuerpo... por... la de su
ción—, ¡tan joven! ¡tan hermosa!
alma..., tomad... mi vida... pero... que...
Y mirando el reloj, se alejó con pena de él... crea..., que él... se salve.
aquel sitio, pues sus numerosos enfermos
Rafael se irguió como si le hubiera pile reclamaban.
cado un áspid; aquellas palabras tomaban
Ya muy entrada la noche, volvió el para él un significado terrible; le parecía
j oven a su casa; disponíase a cenar, cuan- que un velo se desgarraba dentro de él,
do el criado entró en el comedor, di- haciendo brillar una luz que le espantaba.
ciendo:
— María!...—dijo con angustia — , ¡Ma—Un recado urgente de casa de la se- ría!...
me oye?
ñorita María N...; que vaya usted inmeLa joven abrió penosamente los ojos y
d iatamente, que la señorita está muy pareció conocer al médico, pues una débil
grave.
sonrisa entreabrió sus labios.
—I Im posiblel—dijo Rafael, poniéndose
---¡Rafael!...—murmuró - Yo muero...,
v iolentamente en pie—; hace cuatro horas -su ciencia no me salvará..., llame... a un
estaba radiante de salud ..; yo mismo la 'sacerdote.., a mi confesor.
he visto.
— Yo!...—dijo Rafael estremecido.
Y tirando la servilleta corrió como un
— Usted, sí! — dijo ella cerrando los
loco a la antecámara, donde pálida y llo- ojos.
rosa esperaba la doncella de María.
Subyugado por aquel acento que tenía
A la vista de la muchacha, Rafael que- ya algo de sobrehumano, Rafael se volvió
dó inmóvil sin atreverse a preguntar.
a la Hermana.
—La señorita se muere...— dijo ésta
---,Dónde voy yo a buscar a ese confePrecipitadamente—. Volvió de paseo con sor?—dijo con angustia.
mucho frío, la acostamos y tiene una fieLa Hermana sonrió dulcemente.
bre altísima...; no hace más que delirar...
- —No está lejos.. .—dijo—; en el con¡Venga por Dios enseguida, señor doc- vento de la esquina.., pregunte por el Pator!...
dre superior.
Rafael, sin concluir de oír a la muchaRafael salió como un sonámbulo, y por
cha, tomó su sombrero y se lanzó a la primera vez en su vida su mano llamó a
calle. la puerta de la casa de Dios.
Cuanto la doncella dijera, era cierto;
María yacía de nuevo en su lecho..., la
III
misma Sierva de María que la asistiera
en su enfermedad estaba a su cabecera, y
Sentada en el lecho, cubierta su rubia
al ver al médico, le interrogó con una cabeza por la negra mantilla, María, con
mirada.
las manos cruzadas sobre el pecho, adoEste, pálido como un cadáver, se incli- raba a su Dios... ¡Jesús-Hostia! que el
nó sobre la joven, que presa de-vivísima 'Sacerdote presentabd'en su . mano tréfiebre, pronunciaba palabras incoherentes mula.
-,179
Rafael, por primera vez, desde que
tenía uso de razón, doblaba su rodilla e
inclinaba su frente ante la Divinidad.
Y un poco inseguro siguió al sacerdote
que conducía al Dios de la Eucaristía, y
después de reservado Este, el joven se
acercó al ministro del Altísimo, y con voz
temblorosa:
—Padre!...—le dijo—. Usted que conoce el alma de María, ¿cree que su muerte puede ser causada por un sacrificio?...
El sacerdote le miró con profunda compasión.
—Creo que María es un ángel—dijo
sencillamente—y que Dios oye los votos
de los suyos.
Y señalando la puerta de la iglesia:
—Aquí me tiene siempre a sus órdenes
—añadió.
Rafael volvió al lado de la enferma, que
descansaba sumida en un profundo sopor.
Con creciente angustia vió el joven cómo
las fuerzas de aquélla se iban debilitando;
el corazón apenas funcionaba, y aquella
tarde misma entró en la agonía.
El desgraciado pasó a la cabecera de
aquel lecho las horas más amargas de su
vida, librándose en su interior una de
esas batallas terribles que deciden en una
hora de la santificación de un alma; y
viendo apagarse aquella vida-que él había
creído tan suya, lloró.., lloró con amargas lágrimas que fueron arrastrando sus
dudas, sus rebeldías.
La mano de Dios pesaba sobre él, y al
llevarse el alma de María, depositó en la
de Rafael el primer destello de su divina
luz.
trecha celda, dos religiosos, sobre cuyo
pecho se destacaba una gran cruz de paño
rojo, permanecían silenciosos; el primero,
sentado ante una humilde mesa de madera, escribía, mientras el segundo, respetuosamente en pie, aguardaba.
Cuando aquél terminó con un violento
rasgo, levantó la vista y mirando al que
por su actitud humilde denotaba ser su
subordinado:
—¿Con que, hermano Rafael—dijo dulcemente - persiste en su deseo de partir a
América?
—Sí, Padre mío... si V. R. cree que mis
conocimientos en medicina pueden ser
útiles a mis hermanos...
El religioso a quien denominaban Padre, miró al Hermano Rafael con creciente dulzura.
—Hijo mío... — dijo —; cuando hace
tiempo, vino a confiarme las tribulaciones
de su alma, dudé de su vocación...; hoy,
creo está bien probada y patente la misericordia divina, que se valió de tan extraordinarios medios para arrancarle a las
tinieblas que le envolvían; así es, que si
el Señor le inspira ese santo deseo, yo le
apruebo y bendigo; puede partir con los
Padres que van a América.
Rafael dobló la rodilla, e inclinando la
cabeza ante su superior:
—Gracias... Padre mío... —dijo llevando a sus labios la mano de éste—; déme
la bendición.
El Ministro de Dios levantó su mano
sobre la cabeza inclinada del joven, y
trazó solemnemente en el aire la augusta
señal de la cruz.
Han pasado algunos arios; en una es- •
JULIA G. a HERREROS
Tirso de Molina, Poeta Mariano (CONTINUACIÓN)
Comedia titulada DOÑA BEATRIZ DE SILVA
Era D . Beatriz de Silva prima de la infanta D. Isabel de Portugal.
Cuando ésta dejó su tierra para venir a desposarse a Castilla con el rey Don
Juan segundo, no quiso separarse de Beatriz y con ella la trajo a la Corte de
Castilla en calidad de dama.
Más tarde, presumiendo la reina vengar celos, mandó encerrar a D. Beatriz en un armario, ignorándolo el rey. Estando en este encierro es cuando
tiene lugar la escena primera de la Jornada tercera.
JORNADA TERCERA
ESCENA PRIMERA
Desde su encierro oye que la llaman por su nombre; ábrense las puertas y
sale D . Beatriz, y sobre ellas en una nube se aparece una niña con los rayos,
corona y hábito con que pintan a la imagen de la Concepción.
BEATRIZ
NIÑA
Gracias al cielo que os veo
claros orbes; pero a vos
es más justo que os las de,
Alba, Estrella, Luna, Sol!
¿Conoces estas colores?
BEATRIZ
Conozco, niña, que son
lo azul celeste y lo blanco
las que mi gusto eligió,
en vanas Ostentaciones
y que dieron ocasión
a no pocos disparates,
mas ya son cuerdas por vos.
NIÑA
¿Conócesm e?
BEATRIZ
Hermosa niña
que de los ojos de Dios,
niña cara os considero,
no sé si durmiendo estoy.
¿Pero qué conocimiento,
qué humana imaginación,
qué Ave Real no cegara
a tal luz, tanto candor?
NIÑA
Sí, que son colores mías.
BEATRIZ
Mejoraron su valor;
calificaron su estima;
honrólas vuestra elección;
ojo de Dios sois amores;
pues, con el blanco color
y lo azul, sois niña zarca
que me roba el corazón.
No hay en vos (mis ojos) nube;
que por eso os cerca el sol,
NIÑA
¿No me conoces, en fin?
BEATRIZ
Regalada niña, no;
pero sí para serviros:
vuestra eterna esclava soy.
—
180 —
— 181 —
siendo sus rayos pestañas
de su esfera guarnición.
También es lo azul mi adorno
porque si Pablo llamó
a mi hijo segundo Adam,
siendo el primero en rigor,
hombre de tierra terreno
y hombre juntamente y Dios,
celeste el Adam segundo,
yo por la misma razón,
si Eva fué mujer del suelo
la celeste mujer soy,
que estoy del cielo vestida
y en Patmos mi Aguila rió.
¿No confiesas tú todo esto?
NIST
Ya, Beatriz, por conjeturas,
me conoce tu atención.
Ojo de Dios me llamaste;
tu advertencia, lo acertó;
siéndolo, pues, de su cara,
hay en el mundo opinión
que sustenta su porfía,
afirmando que cegó
el primer instante este ojo
del rostro de mi Criador,
la nube que al primer padre
la destemplanza causó
siendo la gracia el colirio
que de ella me preservó.
Yo soy la privilegiada,
cuya cándida creación
hecha por Dios ab initio,
para su madre eligió;
que habiéndose de vestir
la tela que amor tejió,
quiso preservar Sin mancha
en mí, limpio este girón,
al poner el pie en el mundo
donde el hombre tropezó.
Dios, amante cortesano,
la mano de su favor
me dió, anteviendo el peligro
sin que de su maldición,
se atreviese a mi pureza
el lodo que Adam pisó.
Por eso el vestido escojo
con que he venido a verte hoy,
cándido, limpio, sin nota,
sin pelo de imperfección;
porque si la levadura
del pecado, corrompió
toda la masa de Adam
general su contagión,
la Providencia del cielo,
antes del primer error,
lo acendrado de esta masa
sin levadura apartó.
:-,de dama de 'vuestra casa
NIÑA
¡Venturosa yo, mil veces!
NIÑA
Pues vuélvete a tu prisión,
que presto, Beatriz querida,
saldrá, de Sodoma, Lot.
Toledo te está esperando,
que, si en su Iglesia Mayor,
bajé a vestir a Ildefonso,
d e mi honra defensión,
en ella quiero que fundes
una orden de tal valor,
que mi Concepción defienda
e ilustre su devoción.
NIÑA
En la corte corres, riesgo.
BEATRIZ
Huiré de la corte yo.
Quiero lo que queráis vos
BEATRIZ
Bien sabe la devoción,
Vuestra Alteza, niña pura,
que esa verdad me enserió.
Con el alma la confieso;
téngola en el corazón,
y perderé en su defensa
mil vidas, que humilde os do y.
Sois Reina. ,Qué razón hay
y que se precie de razón
os dé nombre de pechera
si es vuestro hijo Emperador?
BEATRIZ
que es, Templo de Salomón).
Yo os .liago solemne voto
de s e i. una, desde hoy,
de las que al Cordero siguen
porque sus Virgenes son.
NIÑA
¿Será,s hija de Francisco?
BEATRIZ
(Al decir esto encúbrese e desaparece la
Niña).
Su esclava, mi niña, soy.
BEATRIZ
NIÑA
Eii Toledo has de fundarme
mia nueva Religión
1 Mil veces alegre cárcel,
volvamos a ella, mi Dios;
pues os halla en los trabajos
quien en gusteis os perdió!
que el nombre y hábito tenga
de mi Pura Concepción.
Tres dia 's estuvo D. a Beatriz oculta, buscándola entretanto la corte con
in
asuucnht.
ào sentimiento, aunque sospechando que la reina no era ajena a este
Si soy Reina como afirmas
,ser mi dama no es mejor
que de la Reina Isabel?
BEATRIZ
¡Ojalá me admitais vos!
NIÑA
Las damas de mi palacio,
Beatriz, siguen el olor
de mi pureza virgínea
y angélica incorrupción;
no, como tú, el tiempo pierden,
que tanto el cuerdo estimó
en galas y vanidades;
incendios del torpe amor.
Después de varias pesquisas, hallaron un papel escrito por D. Beatriz,
dejado ,en la que había, "sido su prisión, dirigido a la reina, en el que le decía
que se retiraba al Monasterio de Santo Domingo el Real de Toledo, donde
tenía parientes y noticia de la santidad con que se vivía.
El rey ordena que salgan en su seguimiento, pues no es bien que llegue a
Toledo sola y sin acompañamiento «como a su estado es decente». Y en efecto
salen él en persona, la reina y muchos cortesanos.
Entretanto D.' Beatriz, cerca ya de Toledo, en el pueblo de Olías, oye la
voz de San Antonio de Padua, que se le aparece en hábito franciscano, alentándola a seguir en su intento.
Por la transcripción,
FR. JosÉ CERELJO MUIÑOS
(Continuará).
BEATRIZ
Yo os prometo, Aurora pura,
(como me ensalce el blasón
1_82 —
fis )
..-••••n•••••n-••-•
-
—
185 —
TIR SO
El público y los sainetes
La vida literaria del siglo de oro español es una tragicomedia para los principales literatos, porque entre tanta gloria
de que se vieron rodeados gustaron el
ajenjo del anónimo que los hería. Así
Cervantes tuvo un Avellaneda, Lope un
Ramila y Tirso a sus mismos frailes. Un
ensayo de esto trató Lope en «Lo fingido
verdadero», que compuso antes de 1618 y
dedicó en 1623 a Tirso, como a quien mejor podía comprender el asunto.
Tirso y Lope coincidían también en
aborrecer a tanto chapucero cómico, a los
que hilvanaban una comedia, cortando
aquí y pegando allá, y atrayéndose sobre
las tablas la indignación del público, y
en privado la ira de comediantes y poetas. Cristóbal Suárez de Figueroa nos da
la definición de ellos, cuando dice que
eran «Todo charla, paja todo, sin nervio,
sin ciencia, sin erudición» (1), y Tirso en
el tercer acto de La Fingida Arcadia,
escribe:
«Es un poeta de encage,
que en una comedia mete,
como si fuera en samblage,
cuatro pasos de las viejas
redondillas, y romances
con todas sus zarandajas.»
Al fin del cuarto cigarral vuelve Tirso a
la carga contra los poetones y malos representantes, quienes con sus demasías
exponían al naufragio seguro las obras de
los primates. Al decir de los clásicos, el
vulgo de su tiempo tenía licencia de graduar, y a Tirso lo graduaron de Maestro,
y cuando sus personajes salían a las tablas, todos los corrales se llenaban.
A pesar de esto, el mercedario experimentó siempre hacia el bajo público un
temor despreciativo, porque lo que él llamaba poblacho, ballena y chusma plebeya, se movía con frecuencia al aplauso o
al silbido «cohechada de la envidia y la
ignorancia», desluciendo con su atrevimiento la obra del ingenio. En su historia contaba, como caso singular, que en
la primera representación de «El Colmenero Divino» hecha en Toledo por Pinedo,
había faltado esa chusma, y el auto fué
recibido con todo favor de ingenios y
plumas.
Un día el gran Lope cayó en la baja
adulación de creerse debido al pueblo, es
decir, quiso democratizar la poesía y escribió aquellos célebres versos:
«porque como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto.»
A esta queja cabe añadir otra que Tir-
so formulaba diciendo que «siempre lo
advenedizo trae consigo la benevolencia».
Pensando también, sin duda, en Lope y
otros ingenios—sin excluirse a él—se quejaba de que las envidias y otras bajas
pasiones escatimasen honra y loor a los
de su tiempo para darlo a los extranjeros,
y dice así: «¡Qué celebrados son en nuestra Castilla los Tasos de Italia, los Ariostos y Petrarcas!, habiendo en ella espíritus tanto más fecundos y ventajosos,
cuanto lo pregonan sus estudios» (2).
(1) El Pasajero. Edic. « Renacimiento», pág. 75.
(2 , Deleitar aprovechando. Edic. de Mateo de la
Bastida. Madrid, 1677, fol. 42.
—
Cualquiera pensaría que se trata de una
idea o teoría peregrina, propia del Fénix,
cuando no es sino una claudicación y un
apóstrofe. Tirso, el más firme puntal de
las teorías de su maestro, púsose aquí de
frente y no compartía esos miedos tan exriorizados, que a su juicio rebajaban al
escritor.
«Por más que el vulgo necio
llame sabiduria su ignorancia»,
los entremeses, que eran obra de relleno
Para el público indocto e impaciente.
Nos consta que Tirso hizo y publicó
en tremeses, y aún que se ayudó para la
Música de otro mercedario, el Licenciado
P edro González, «que habiendo algunos
años sutilizado la melodía humana, después, por mejoralla, tomó el hábito redentor de Nuestra Señora de la Merced y en
el es fénix único si en el siglo fué canoro
c isne» (1). Sabemos asimismo que Bonilla
S anmartín editó algunos en su colección
« Oro Viejo», pero la sentencia de Tirso
es bien clara: «Los entremeses que la
Profanidad celebra, tienen más de ingeniosos en las agudezas satíricas, que en
la traza y disposición que los poemas cómicos requieren; no me pareció guarnecer tela tan preciosa como diálogos divinos, con pasamanos tan ajenos de la modestia cristiana; pues ni aun en los pasat iempos del teatro sé que vengan a prop ósito cosas tan distintas de la invención
de la comedia» (2).
Casi todos los escritores de la época se
q uejaban de las demasías de la gente, en
esto de silbar y patear comedias; casi nadie se libraba de la solemne tunda a que
a ludió Moratín cuando hablaba de la
Fi lomena. Algunos, como Ruiz de Alare ón, es fama que vieron silbadas todas
SUS obras, excepto una que compuso en
c olaboración con Tirso de Molina: Por
eso, no sin razón, escribía el mejicano en
« Todo es ventura»:
«Porque si no se remedia
esta nueva introducción
de los silbos, es forzoso
que pierda el más ingenioso
a los versos la afición.»
Siempre quedará corno ejemplo de duelo entre público y autor el prólogo que
A larcón puso a sus comedias y que co(1) Cigarrales. Edic. « Renacimiento» de Said ArM esto, 1913. pág. 118.
(2) Deleitar aprovechando. fol. 80, v.
mienza «Al público: Hablo contigo bestia
fiera... etc.»
En el argot teatral de entonces, a los
asistentes que se estaban de pie en el
patio de los teatros, o a las mujeres de la
cazuela, que gustaban de armar broncas
y jaleos, le llamaron la mosquetería. Y
Cristóbal Suárez de Figueroa atestiguaba
lo siguiente: «Dios os libre de la furia
mosqueteril, entre quien, si no agrada lo
que se representa, no hay cosa segura,
sea divina o profana» (1).
A veces el peligro provenía de otra parte, del lado estudiantil. Se conoce que
por entonces sufrían ya, para desgracia
suya, la desaprensión de esta gente necia
y reventadora que tanto da hoy que hacer. Confiesa Tirso por boca de sus personajes, que quiere mejor:
«que domar escolares, domar potros.»
Con más desenvoltura que ciencia meza todo barullo escénico, libres
de responsabilidad. Para esquivar este
disgusto de las primeras representaciones sólo quedaba a los literatos y autores
de segundo orden la suerte de estrenar
sus comedias en los teatros dialogísticos
o patines interiores de castillos, casas nobles y quintas particulares, donde se usaba del artificio propio de los grandes y
aun mejorando, según el gusto de las familias, a cuyo cargo corría la representación.
La entrada en estos casos era muy restringida, al decir de Tirso, exceptuándose «lo incógnito y vulgar», y aun lo mediano, por medio de alabarderos que defendían la puerta; de este modo sólo el
auditorio noble y apto gustaba del banquete espiritual y literario que los poetas
servían en sus versos.
clábanse
PR. GUMERSINDO PLACER
Sárria-XII- 1934.
(1) Ob. cit., pág 76.
escribe en cierta ocasión, no se debe transigir con él; porque la plebe vitoreaba a
los recitantes y no al asunto, ni al estilo
que, generalmente, le pasaba desapercibido. Esto hizo que Tirso aborreciese de
184 —
—
185 —
LA HISTORIA
Y LA LEYENDA
•
Leí con gran avidez las obras de nuestros historiadores modernos. Han impreso, y para siempre, en mi alma un
dejo de honda melancolía. ¡Qué le voy
a hacer!
Han caído barridas por el vendaval
de una crítica serena, pero dura, ilusiones queridas mantenidas a toda costa en
el corazón; remembranzas de viejas gestas; romances del vivir, que siempre,
cual mensaje de paz, inundaban el alma
haciendo sonreir los labios.
¡Adiós para siempre, poesía de la Historia! Desde hoy no alientas sobre las
volanderas páginas de los libros en que
te narran. Triunfaron el hecho y la estadística, hasta que el hombre vuelva a
ser niño.
• Las entrañas del siglo XIII, están desnudas. No se divisan ya a través de las
ojivas de sus catedrales, ni de las miniaturas de sus códices. Se repite el hecho
de Noé y Can. Dejaron de ser las creencias de la guerra por el ideal. Como
hoy, traficaron siempre las ambiciones
y el oro.
- Las carretas de entonces no llevaban
las canciones de juglares, ni los romances de los palaciegos. Sobre ellas iba el
guerrero, llevando vicio en el corazón,
sangre en las manos.
Hemos aprendido la lección. La maquinaria moderna ha traído también, como
consecuencia, el destroce de las almas.
Entre ei arado eléctrico y el azadón
hay la siguiente diferencia: Cava el uno,
siembra y siega con inteligencia, mas
sin alma; mientras que al hundirse el
azadón manejado por el labriego, exhala
la tierra el olor a natura, pues las manos
que la hienden son amigas, que lo hacen
con amor.
Y hoy triunfa la inteligencia, dejando
yerto el corazón, helada el alma.
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ARTISTAS MERCEDARIOS ELEGIA EN PROSA
La vida es la resultante de dos fuerzas
en ángulo muy pronunciado: el cálculo
y el querer. Procede el primero de la inteligencia que todo lo examina con frialdad de cirujano. Mana el segundo de la
voluntad que no vive sin vendaje.
Del dominio de la primera, es el
esquema, la estadística, el análisis. La
segunda sólo entiende de sueños irrealizables, de utopías, de grandezas inasequibles.
Ninguna de estas dos fuerzas nos lleva a vivir la vida verdadera, pero en el
armónico juntar de las dos, reside el
átomo engendrador de la paz, sacrificio,
amor casto, poesía de la vida, la vida
misma.
Esto de tejas abajo y sin mirar al FlläS
allá de la vida humana.
Por eso lloro sin consuelo un tiempo
que no volverá, que era bendito y soñador, produciendo en contraste ansias de
vivir, anhelos de grandeza, deseos de
inmortalidad.
Triste sino el de nuestros días. A
cada leyenda nacida en la pureza de un
alma inocente, sucede el hecho repulsivo, matizado de una sorda ambición,
de la locura de la soberbia.
Y así medramos. Hoy el niño es ya
hombre, incapaz de sentir el aleteo de la
soberanía del corazón. Se estudian fechas, pero no se aprenden ideas. Se conocen las fallas, pero se practican con
descoco, sin rebozo,- y ni siquiera se
ocultan con el vendaje de la ilusión.
Bendita seas tú que aún vives en mu
chas almas, aletea en la mía, no me dejes que mientras sueñe me creo joven y
niño gozando gestas imperecederas', qUe
parecerán fatuidades a espíritus fuertes,
pero que son el alma del amor, de la
poesía y de la belleza.
W. G. M.
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Huerta (Fr. Manuel de la), pintor y
P re dicador jubilado en el convento de la
Merced Calzada de Valladolid, donde
Pintaba de miniatura con inteligencia a
P r incipios del siglo XVIII.
Fuente: Palomino (1).
L eonardo (P. Fr. Agustín). Véase el
ar tículo de Ceán Bermúdez, publicado
en
febrero de este año, y sobre todo, el
más completo e interesante public ado por el P. Guillermo Vázquez en
a gosto de 1933.
m ucho
Eugenio Gutiérrez de Torices (Padre
Fray), hijo del licenciado Jerónimo Guti érrez de Torices, cirujano, y de doña
F elipa López.
Tomó el hábito de Mercedario calzado
e n el convento de Madrid, año de 1652,
Y profesó en 15 de enero del siguiente de
1653 (2).
Después de sus estudios y otros emde la Orden, se aplicó al del dibujo
Y a hacer estatuas en pequeño con gran
P r imor, particularmente en imágenes sag radas y flores de cera, dignas de
preSe ntarse a los monarcas, que las estiMaron en mucho.
p leos
(I) Ceän Bermúdez, Diccionario de Artistas.
(2) Información para su profesión hecha en 12 de
dici embre de 652 y otras noticias que constan en el Ar-
c hivo de su convento.
Entre las que trabajó se conserva en
la sacristía del Palacio Real de Madrid
un escaparate de la Aparición de María
Santísima de la Merced a San Pedro
Nolasco, al rey D. Jaime I y al confesor
de ambos San Raimundo de Peñafort,
obra excelente; otro del Máximo Doctor
San Jerónimo en el Real Monasterio de
El Escorial en el camarín de las Reliquias,
que es tenido por una de las alhajas
más preciosas de aquella casa; otro de
San Matías Apóstol en la sacristía de su
convento de la Merced de Madrid, y otroque dicen se conserva en El Espinar, de
Segovia, todos preciosamente hechos,
así en lo esencial como en lo material,
por lo que merece este religioso ser numerado entre los artífices españoles, y
más a vista de lo que dice Palomino,
página 455, núm. 196, expresando quefué pintor de escultura y escultor de pintura; porque habiéndose dedicado su
peregrino ingenio a imitar con la cera las
obras de la naturaleza, llegó a ejecutarlo
en grado tan sublime, que pintando las
ceras lo abultado y abultando con el
buril lo colorido, dejaba en dudosa cuestión lo imitado con lo verdadero.
Murió por el año 1709 (1).
(1) José Antonio Alvarez de Baena, en «Hijos de
Madrid».
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NOTICIAS
La crisis de la masonería
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Los negocios de la secta continúan en
medio del arroyo a pesar del interés que
muestran los grandes capitostes, porque
la ropa sucia se lave en casa.
Así nos enteramos del duelo a muerte
entre los directores burgueses y los desarrapados socialistas o comunistas que
hambrean por repartirse lo que tienen
los primeros.
Existe el peligro de que la burguesía
pierda su influencia y tenga que abandonar la secta, como en años pasados la
abandonó la aristocracia, que ia había
dirigido hasta mediados del siglo XIX.
En el Parlamento español se consagran horas y horas a discutir y burlar de
la Masonería, lo que hubiera sido imposible en años anteriores. Mientras un
diputado (ex masón según allí se dijo,
sin que él lo negara) leía un texto am
puloso, una verdadera plancha, según el
lenguaje de la secta, donde se hablaba
de los altos y reverendos poderes masónicos, otro ex masón explicaba entre
las carcajadas de todos: ¡Ahí está Tejera! No sabemos quién será Tejera; algún
ilustre desconocido, como todos los fantoches masónicos.
Unicamente salieron a la defensa de la
viuda un par de tontos que aumentaron
la hilaridad de los diputados, dando ocasión a que el cronista Fernández Florez
preguntara: ¿No queda en la Masonería
más que gente necia?
Lo que sucede en España es reflejo
de lo que pasa en otras naciones, no
sólo en Italia, Alemania, Austria... donde la masonería es perseguida, sino en
la revolucionaria Francia. El director de
los Anna/es Maçonniques Universelles,
Plantagenet (en el mundo profano Engel,
judío alemán) decía últimamente:
«En el momento en que la vida misma
de la Orden está amenazada y en que el
nombre de masón constituye un grave
peso y un peligro para los que no pueden ocultarlo, muchos masones no encuentran cosa mejor que sembrar a su
alrededor el esafecto y las discusiones» (1).
Como el heroísmo no es planta cultivada en los campos masón icos, son
numerosas las bajas registradas e n las
logias. En pocos meses, la Gran Logia
de Francia (que agrupaba a la gente menos vulgar) perdió seiscientos de sus
socios (2). Cuando se hunde el barco,
las ratas se apresuran a abandonarlo.
Para evitar que esto trascienda al pública, la Masonería francesa acordó la
supresión de «La Acacia», su órgano oficial y trata de distraer la atención de sus
mesnadas hablándoles del clericalismo y
de la necesidad de unirse contra él.
Ese recurso está ya muy gastado y es
dudoso que esta vez produzca efecto.
Las masas hambrientas saben que no
es en la Iglesia donde hay que buscar las
riquezas.
Una de las cosas que más se explotaron en las sesiones del Parlamento español fue ei registro verificado en cierta
logia del Norte. Un mal intencionado oficial de la Guardia civil, por orden de sus
jefes, visitó el local y se dió a la prensa
una nota donde se detallaban los sables,
escuadras y mandiles encontrados, y lo
que es más grave: se divulgaron también
los nombres simbólicos y profanos de
los inscritos, que así llegaron a ser conocidos hasta de las criadas.
Uno de los masones, que tenía el nombre de Hermano Escolapio, ocupaba el
bajo de una casa donde una familia cristiana atendía caritativamente a su criada,
gravemente enferma, tanto que murió a
poco. El ama suplicó al masón que evitara los ruidos molestos para la enferma, pero el ruego fue contestado con un
portazo mucho más fuerte que los anteriores, hasta el punto de que la señora
hubo de decirle: ¿pero dónde está esa
hermandad escolapia?
CELTA
( 1) Etudes, 5-X-1934, pág. 61.
(2) 'bid.
- 188 -
MADRID
Buena Dicha. —Catequesis. —El día 13 de
m ayo tuvo lugar la Primera Comunión de
los niños de nuestra Catequesis. El altar
a dornado con gusto y sencillez. Los niños
ocupaban reclinatorios blancos, adornados
CO n flores también blancas.
La reno ación de las promesas del Bautis'no, muy emotiv a.
Dijo la Misa y pron nció una plática piep aratoria el R. P. Luis Bar, os. Los cantos
Muy variados y bien interpretados, 1 laman do
l a atención de la numerosa concurrencia qu e
ll enaba el templo.
A continuación de la Misa se les sirvió a
los niños un abundante desayuno en un café
de la Gran Via. Durante él la animación de
los pequeños sobrepasó los limites de la alegría y se dieron vivas a la Catequesis, a los
directores y a las catequistas. Los familiares
de los niños que presenciaron el regocijo y
l a alegría de sus pequeños, estaban emocion ados y agradecidos a las atenciones dispens adas a los mismos.
La Asamblea de Directores de «Los
J ueves Eucarísticos». –Bajo la presidencia
del M. I. Sr. D. Rosendo Cortés, Director
g eneral de la Archicofradía de «Los Jueves
E ucarísticos», se celebró en nuestra iglesia
de la Buena Dicha la reunión de los Directores
de los Centros de Madrid. Asistieron la mayor
Parte de los mismos con el Director diocesano,
Párroco del Buen Consejo, D. Julio Gracia.
La Asamblea tiene por objeto facilitar un
c ambio de impresiones con el que muy bien
Podemos considerar alma de esta hermosisiIno obra eucarística, nuestro muy querido y
bo ndadoso D. Rosendo. Y, a la verdad, no se
precisa otra cosa que el contacto, siquiera
s ea momentáneo, con este hombre extraor dinario, para sentirse uno animado del
Más fervoroso anhelo en pro de la propaganda eucarística de «Los Jueves». Siente de tal
-
modo el Amor, y sabe con tan sencillas palabras comunicarlo, que huelgan estudiados
discursos y prolijas consideraciones para asegurar el éxito más lisonjero, cifrado en la
labor activa y fecunda de los Directores. Si
cada Centro será lo que sea el Director y los
Directores son lo que el piadosisimo canónigo
del Pilar de Zaragoza desea, en verdad podemos afirmar que «Los Jueves Eucarísticos»
continuarán en su gloriosa carrera ascendente hasta atraer a si a todas las almas cristianas, enardeciéndolas en verdadera llama
de amor viva.
Todos los asambleístas mostraron el más
de cidido empello en trabajar por la obra, inspirándos e en las orientaciones del Centro
Universal y pro curando sujetarse con la mayor fidelidad a las pi scripciones del Reglamento. Se insistió en la con veniencia de las
reuniones frecuentes de los Direc tores, así
como en las mensuales de las respectivas
directivas. Se acordó fomentar más y más la
difusión de la Revista de los Jueves y de las
Auras Juevistas.
Se habló igualmente del modo práctico de
armonizar los cultos de las diversas Asociaciones piadosas que puedan concurrir en un
mismo templo, con los propios de «Los Jueves», insistiendo en que los de éstos deben
ser considerados como básicos de todo ejercicio piadoso, sobre todo por lo que tienen de
litúrgicos y eucarísticos.
El Sr. Cortés reunió por dos veces, también
en nuestra iglesia, a las Misioneras de los
Jueves y a las aspirantes a este titulo preciadisimo, animándolas a esa labor de apostolado eucarístico, a ellas especialmente encomendada.
Terminó la Asamblea con una Hora Santa
Eucarística de todos «Los Jueves» de Madrid
en la iglesia del Carmen, dirigida por el Director general.
La Asamblea tuvo lugar del 4 al 6 de este
mes.
189 -
—Con; motivo de la grave enfermedad de
su madre, ha salido para Santiago nuestro
querido P. irector. Tenemos noticias de la
mejoría experimentada por la enferma, a
'quien deseamos completo restablecimiento.
—Recibió el escapulario de la Merced en
nuestra iglesia el joven marqués de Estella,
D. José Antonio Primo de Rivera.
_ Colegio de la calle de San Pedro.—
También resultó muy simpática la Primera
Comunión que se celebró el dia 22 del mes
,pasado en el Colegio que dirigen nuestros
Padres en la calle de San Pedro, 3. Dijo la
Misa el R. P. Manuel Cereijo, Comendador
de la Buena Dicha, pronunciando una plática alusiva al acto.
Los niños, en número de trescientos, cantaron preciosos motetes durante la Misa.
Asistió una representación del Consejo Superior de las Conferencias de San Vicente de
Paúl.
•
Terminada la Misa fueron obsequiados los
niños con un selecto desayuno en las clases
del Colegio.
El P. Leandro Hermida, Comendador de
dicha residencia, y los demás Padres fueron
muy felicitados por la esmerada preparación,
orden y esplendor de este acto.
—Santa Misión. La dieron en Loeches los
Padres Eliseo Pérez, Comendador de Herencia, y Fernando Díez, de nuestra residencia.
Las comuniones muy numerosas, sobre todo
de hombres, que Comulgaron casi todos los
de la villa.
—Toma de hábito.—El dia 2 del mes actual ingresó en la V. O. T. don Ramón de
Bustamante Gal. Nuestra enhorabuena.
—Viajero ilustre.— Se encuentra ya en
Roma en su visita ad limina el Excelentísimo y Rvdmo. Fr. Inocencio López Santamaría, Obispo de Trebenna y Prelado de Bon
Jesús de Gurgueia (Brasil). Muy pronto,
Dios mediante, le veremos entre nosotros.
—Colegio femenino de Nuestra Señora del
Milagro. —Sus alumnas fueron preparadas
durante diez días por el P. L. Barros para
la Comunión pascual. El dia de la Ascensión
-se celebró con este motivo una hermosisima
fiesta eucarística en las Reparadoras, recibiendo por vez primera al Señor varias colegialas.
'ALARCON
Durante el mes de mayo se celebró en esta
iglesia el ejercicio de las flores. Los días festivos, después del rezo del Santo Rosario y
plática del Rvdo. P. Valentin Rodríguez Cotón, solemne Reserva, dándose la bendición
con el Santísimo a los fieles; a continuación
las alumnas, ante el altar de la Santísima
Virgen de la Merced, recitaron bonitas poesías.
--El dia 26 tuvo lugar la imposición del
Escapulario, manto y birrete a los señores
archicofrades Dr. D. José Esteban Garcia,
D. Ramón de Bustamente Gal y D. Luis Cejalvo Gonzalo; sirviéndose después de la ceremonia un espléndido «lunch». Como recuerdo de la ceremonia regalaron a la Comunidad un precioso Crucifijo. —Después de preparadas durante seis días
por el R. P. José Cereijo, hicieron la Primera
Comunión el dia 30, fiesta de la Ascensión
del Señor, 50 niñas de nuestro Colegio, acompañándolas en tan solemne acto sus compañeras, que ascienden a 300. •
Por la tarde Exposición y Rosario, y a
continuación, las niñas de la Primera Comunión hicieron la renovación de las promesas
del Bautismo, oficiando el R. P. Luis Barros,
que les dirigió una plática.
HERENCIA
—Santa Misión.—Patrocinada y con la cooperación de las Marias de los Sagrarios de
esta villa, dió el P. Comendador una Misión
en Las Labores.
La Comunión del último día, a la que dieron más realce treinta Marias de este Centro,
fue muy numerosa.
—Triduo a Santa Rita.—Tuvo lugar del
20 al 22 de mayo. Lo predicó el R. P. Comendador de esta Comunidad.
— Catequesis. —Después de una esmerada
preparación por secciones durante quince
días, se celebró la Primera Comunión de los
niños de esta Catequesis el día, 26 de mayo,
acercándose a la Sagrada Mesa 400, de ellos
100 por primera vez. Dijo la Misa, pronunciando una plática, el nuevo Sr. Cura párróco de esta villa. A continuación se les sirvió
a todos un espléndido desayuno.
— 190 —
Resultó do emoción la bendición de ' los
'Odios y la renovación de las promesas del
Bautismo.
Por la tarde del mismo dia se hizo la consag ración al Sagrado Corazón de Jesús y a
N uestra Santísima Madre, procediéndose acto
se guido al reparto de premios según las calific aciones obtenidas en los exámenes que
Pre viamente se les hicieron por secciones. El
g rupo de Acción Católica hizo un buen examen. de Religión e Historia Sagrada.
Muy agradecidos al Clero secular de esta
villa . por su cooperación, y a las cuarenta
Ca tequistas que durante el ario vienen trabaj ando con tanto interés.
--Instrucciones religiosas.—Se les dieron
a las sirvientas durante quince días, asistiend o ochenta, que comulgaron el último dia.
Del Instituto de las Hermanas Mercedarias de la Caridad
ENGLIERA (Valencia)
En el Colegio de Nuestra Señora de las
Me rcedes de la Comunidad de Hermanas
Me rcedarias de la Caridad, el día 16 de marzo se ha celebrado con toda solemnidad el
VII Centenario de la Aprobación de la Real
Y Militar Orden de la Merced, aprobada por
S u Santidad el 17 de enero del ario 1235.
El orden de los cultos ha sido el siguiente:
' las diez de la mañana, Misa solemne diacoA
na da, cantada por distinguidas señoritas ex
al umnas del Colegio. Por la tarde, Exposición
M ayor de Su Divina Majestad, Trisagio, Res erva solemne ya continuación el Te Deum
en acción de gracias.
El orden de los cultos en el Hospital de
San Rafael ha sido el dia 18, lo mismo que
e n el Colegio; tanto en una Casa como en la
otra las Alumnas
'
y Religiosas han elevado
Plegarias al cielo por' la prosperidad de la
O rden y por las intenciones del M. Rvdo. Padre General.— El Corresponsal.
ZUMARRAGA (Noviciado)
Solemnisimas han resultado todas las func iones dedicadas a Nuestra Sma. Madre dur ante el mes de mayo.
Para dar mayor realce y fervor, el ejerci-
cio del mes se tiene con el Señor manifiesto.
Si siempre nos es muy grato ver el templo
lleno de fieles en las diversas funciones que
durante el ario se realizan, hemos observado
que durante este mes ha sido mayor el número de fieles que reverentes se han postrado
ante la imagen bendita de nuestra Reina y
Señora.
Las niñas Maria Jaca, Juanita Guereta,
Juanita Mendía, Clara Parrado, Eloisa Hernández, María Echeverría, Natividad Alzola,María Jesús Aldanondo, María Cruz Zabalo,
Maria Carmen Larrariaga, Amalia Aguirre y
Teresita Uribesalgo, con santa emulación la
han obsequiado también vestidas de blanco,
ofreciéndole poemas, flores y cantos.
Si todas ellas han sido muy felicitadas por
lo bien que se han expresado en sus diálogos
y versos, muy especialmente han sido las
niñas Teresita y Amalia, de siete arios de
edad, que, vestidas de Mercedarias, , han dirigido a Nuestra Madre Santísima tiernas y
fervorosas plegarias.
A todas nuestra enhorabuena; que la Virgen Santísima las bendiga y las libre de todo
mal.
28 mayo 35.
CAMPOS DE JORDAN (Brasil)
Sanatorio Santa Cruz. - El día 24 de marzo tomó el hábito de la Merced en nuestro
Noviciado de Niteroi, la primera brasilera y
también la primera joven . que se matriculó
en nuestro Colegio, de manos de su hermano,
fervoroso sacerdote, haciéndole él misrho una
fervorosa plática que llenó de emoción a
cuantos asistieron al acto. Asistió también el
familiar de la joven-ministro de •Relaciones
Exteriores, acompañado . de -su señora. Esta
familia no sólo se distingue por su aristocracia en el Brasil, sino y más por la confesión
que hacen de católicos, siendo aquí de los más,
fervientes; a ellos les deben todos estos Sanatorios la concesión del terreno que ocupan.
Se le impuso ala Srta. Gloria de Almeida el
nombre de Maria de las Mercedes. También
el Ilmo. Sr. Obispo de Trebenna nos está mandando algunas novicias, por lo que nos hace
augurar esperanzas óptimas nuestro nuevo
noviciado.
- 191 —
Al aproximarse la Pascua de Resurrección,
presentáronse en este Sanatorio de Santa
Cruz, dos jóvenes de San Paulo que moran
en la Abernesia para animar a los enfermos
a la Comunión Pascual; estos jóvenes pertenecen a la Congregación Mariana y trabajan
denodadamente por la Iglesia; había también
aquí dos enfermos que pertenecían a la misma. Asociación y convinimos en que se fijara
este dia en el primero de la Pascua de Resurre'cción. Llegado que fué ese dia preparáronse todos recibiendo el Sacramento de la Penitencia; luego principió la Misa, y el que
dirigia a todos principió a rezar el Rosario;
al llegar al Evangelio él mismo, en voz alta
leyó el Evangelio del dia; luego nuestro capellán, P. Jacinto Villarreal de Alava (Agustino), nos hizo un sermón alusivo al misterio
del día, que mereció ser escuchado con la
mayor atención de todos; al comulgar el celebrante comulgaron todos los enfermos y
marianos, y las hermanas entonaron un precioso motete mientras ellos comulgaban. Al
terminar la Misa cantaron ellos el himno de
la Congregación Mariana, y luego pidieron
por las necesidades de Nuestra Santa Madre
la Iglesia. La mayor parte de los enfermos
y empleados hicieron en este dia la primera
Comunión y otros la segunda en su vida,
siendo que muchos pasan de cuarenta arios.
BIBLIOGRAFIA
KEIIIPIS AGUSTINIANO. — Máximas de
San Agustín sobre la vida cristiana recopiladas de sus obras por el P. A. TonnaBarthet, Agustino, y traducidas por el Padre Francisco Mier, de la misma Orden.
Un tomo de 16 1/2 por 10 1/2 cms., con 638
páginas. Ptas. 9 en tela. Editorial Litúrgica Española, S. A., Cortes, 581. Barcelona.
El nombre de San Agustín al frente de un
libro ya constituye una gran atracción. Su
pensamiento y su estilo tienen una actualidad siempre renovada. Kempis agustiniano
es una preciosa compilación de sus máximas
espirituales, pero ordenadas con tanto acierto, que el libro forma un todo orgánico, tan
bien estructurado, que parece haber salido
de la misma pluma del Santo Obispo.
Está dividido en VII libros correspondientes a los dones del Espíritu Santo y cada uno
se divide en veinte capítulos cuyos títulos
son las virtudes cristianas. En ellos se expone
el proceso espiritual del alma iluminada por
la gracia con la indigencia de nuestra propia
naturaleza, proporcionando una visión espléndida de las riquezas que integran la vida espiritual, que San Agustín fundamenta en la
verdad y que exige la verdadera expansión
de los anhelos sentidos por toda criatura humana.
Encomiado por los Sumos Pontífices, estamos seguros de que será el libro preferido
por todo fiel cristiano, ya que en él encontrará raudales de altísima doctrina y una fuente inagotable de dirección en la formación
espiritual de su alma. Y siendo tan humana
la materia de que trata, no es dificil que los
mismos incrédulos saboreen con deleite estas
páginas inflamadas.
Cierra el libro un selecto devocionario que
lo hace aún más utilisimo. En conjunto 644
páginas, pero que gracias al papel empleado,
forman un lindo tomo de un centímetro y
medio de grosor.
CON LAS DEBIDAS LICENCIAS
Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211.
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