La Niña de los Gansos

Transcripción

La Niña de los Gansos
Winter Reading with Fun Activities
La Niña de los Gansos
Adaptado por Mike Peterson, © 2010
PARTE 1
Había una vez una hermosa princesa — hija de una anciana reina que había perdido a su marido. La princesa estaba comprometida con un príncipe que vivía en una tierra muy lejana y, al acercarse la fecha de la boda, se
preparó para viajar al país de su prometido.
La anciana reina amaba profundamente a su hija y guardó en sus maletas muchos regalos exóticos y costosos
— alhajas, lazos y finos vestidos — todo lo que necesitaba para convertirse en una novia real. Además puso a su disposición una doncella para que la acompañara y a cada una le dio un caballo para el viaje.
El caballo de la princesa era blanco y el de la doncella era un alazán. El caballo de la princesa se llamaba
Falada y sabía hablar.
Cuando llegó el momento de la partida, su madre se cortó un mechón de cabello blanco, se lo dio a su hija y
le dijo, “Cuídalo, pequeña; es un amuleto que te ayudará.”
Madre e hija se despidieron con tristeza y la princesa emprendió el viaje.
Cuando la princesa y su sirvienta iban cabalgando junto a un arroyo de aguas cristalinas y tintineantes, la
princesa sintió mucha sed y dijo, “Por favor, ve a buscarme un poco de agua en mi tazón de oro.”
“No,” dijo la sirvienta, “si tienes sed, baja, agáchate hasta el agua y bebe como un perro. Ya no seré tu
doncella.”
La princesa tenía tanta sed que bajó del caballo, se arrodilló sobre el pequeño arroyo y bebió con las manos,
porque la sirvienta tenía su tazón de oro y la joven no se atrevía a pedírselo. Sus lágrimas cayeron al agua mientras
suspiraba, “¡Ay! ¿Qué será de mí?”
Luego el mechón de cabello de su madre que llevaba en su pecho le respondió: “¡Ay! ¡Si tu madre supiera la
suerte que has corrido, tristemente lloraría tu destino!”
Sin siquiera emitir una palabra de reprimenda a la sirvienta por su descortesía, la princesa montó a Falada
nuevamente. Siguieron viaje y como cada vez hacía más calor la princesa nuevamente comenzó a sentir mucha sed.
Pensando en su madre y en el príncipe, había olvidado las palabras groseras de su sirvienta, y nuevamente le dijo,
“Por favor, ve a buscarme un poco de agua en mi tazón de oro.”
Pero la sirvienta le respondió con más insolencia que antes. “Bébete todo el río si quieres, pero no te alcanzaré agua. ¡Ya no soy tu doncella!”
La princesa tenía tanta sed que bajó del caballo, se acercó al arroyo y bebió agua fresca. Nuevamente sus
lágrimas cayeron al agua y lloriqueando suavemente dijo, “¿Qué será de mí?”
“¡Ay! ¡Si tu madre supiera la suerte que has corrido, tristemente lloraría tu destino!” le respondió el mechón
de cabello que tenía en su pecho, pero, cuando se acercó más para beber agua, el mechón cayó en el arroyo y se alejó
flotando. La princesa no lo vio, pero su malvada sirvienta sí y se alegró porque sabía que el cabello tenía un hechizo
mágico, y que la pobre novia estaría bajo su poder ahora que había perdido el amuleto.
Cuando la princesa se subió a Falada nuevamente, la sirvienta le dijo firmemente, “Yo iré con Falada y tú
tomarás mi caballo. Yo usaré tus vestiduras reales y tú, estas prendas vulgares.”
La dulce princesa tenía miedo y le dio su preciosa ropa a la cruel sirvienta, mientras se ponía el vestido ordinario de la sirvienta. Luego, se subió al alazán y miró tristemente mientras la muchacha montaba su blanco Falada.
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Cuando se acercaban a la ciudad donde vivía el príncipe, la embustera sirvienta sacó de su faja un filoso
cuchillo y la amenazó: “Prométeme que nunca le contarás a nadie lo que pasó o te mataré.”
Y la pobre princesita buscó en su pecho el mechón de cabello de su madre y al descubrir que lo había perdido, realizó la promesa.
Pero Falada vio lo que acababa de suceder y lo grabó en su memoria.
Actividades de la Historia
1.Aunque la doncella actuó en forma grosera y desobediente, la princesa vuelve a montar su caballo “sin siquiera
emitir una palabra de reprimenda a la sirvienta por su descortesía.” ¿Qué te dice esto de la princesa? ¿Estás de
acuerdo con su reacción?
2. ¿De qué manera afecta a la sirvienta la pérdida del amuleto que la reina le había dado a la princesa? ¿Cómo
habría actuado si la princesa no hubiera perdido el mechón de cabello?
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ess — the daughter of an old, widowed queen.
ince who lived far away, and as the time for the
y to set forth on her journey to his country.
ughter very, very dearly and packed for her many
d laces and fine dresses — everything that became
aiting-maid to ride with her, and each had a horse
nd the maid’s was sorrel. The princess’s horse was
nk of
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she dismounted and knelt over the little brook
maid had her golden cup, and she dared not ask
s she sighed, “Alas! What will become of me?”
ir that she wore in her bosom answered her and
w thy state, Sad would she bewail your fate!”
maid for her unkindness, the princess mounted
e day grew so warm that, once more, the princess
oughts of her mother and the prince, she had forwhen they came to a sparkling stream, she said
me some water in my golden cup.”
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more insolently than before. “Drink up the whole
PARTE I
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PARTE 2
La historia: Una princesa viajaba para casarse con el príncipe en otro país, pero durante el viaje, su doncella la obligó a intercambiar sus ropas y además tomó a Falada, el caballo que sabía hablar. ¡Le dijo que la mataría si le contaba a alguien lo sucedido!
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Finalmente llegaron a la corte real y todos estaban contentos por su arribo.
El príncipe corrió a encontrarse con ellas y bajó a la doncella de Falada, pensando que era su futura esposa,
ya que nunca había visto a la princesa. La malvada sirvienta fue llevada a una magnífica recámara y la verdadera
princesa seguía afuera, sin que nadie le prestara atención.
De pronto el anciano rey echó un vistazo por la ventana y vio a la muchacha en su sencillo atuendo. Parecía
tan pequeña y llena de nostalgia que lo preocupó, y como un gran rey no debe preocuparse, se dirigió a la puerta de
la magnífica recámara y le preguntó a la novia: “¿Quién es la joven que vino contigo y que está esperando afuera?”
“La traje conmigo para que me acompañara durante el viaje,” le respondió la sirvienta.
“Por favor, su majestad, dele alguna tarea para que no se quede sin hacer nada. Es buena sólo para trabajos
ordinarios y comunes.”
Durante algunos momentos al rey no se le ocurrió ninguna tarea para alguien con un aspecto tan aniñado y
tan delicado, pero finalmente dijo: “Hay un muchacho que se encarga de mis gansos. Podría ayudarlo.” El muchacho
se llamaba Conrad.
Poco después, la novia impostora le dijo al príncipe: “¿Me haría un favor, mi Señor?”
“Por supuesto,” respondió el príncipe.
“Dígales a sus sirvientes,” dijo, “que le corten la cabeza al caballo blanco en el que vine, porque fue muy
rebelde y me molestó sin cesar durante el viaje.”
Le pidió esto porque temía que Falada le contara como había tratado a la princesa. El príncipe accedió a su
deseo y el fiel Falada fue sacrificado.
Cuando la verdadera princesa se enteró, lloró amargamente y le imploró al sirviente que sujetara la cabeza de
Falada contra el gran portón de la ciudad por el cual ella debía pasar todas las mañanas y todas las tardes. “Así,” dijo,
“aún podré verlo.”
Era difícil rehusarse a tan amable pedido y el sirviente clavó la cabeza del caballo sobre el oscuro portón.
Al despuntar el día, cuando la verdadera princesa y Conrad pasaron por el portón, ella dijo apenada: “Falada,
Falada, ¡no mereces estar allí!”
Y la cabeza respondió: Princesa, ¡no mereces sufrir así! ¡Ay! ¡Si tu madre supiera la suerte que has corrido,
tristemente lloraría tu destino!
Luego siguieron camino, conduciendo los gansos que iban delante de ellos. Cuando llegaron a la pradera,
la princesa se sentó en un colchón de violetas y se soltó el cabello. Sus rizos eran de un color dorado tan puro que
cuando Conrad vio su brillo en el sol, corrió hasta donde estaba ella para tomar un manojo entre sus manos, cuando
ella exclamó: ¡Oh, viento, llévate su sombrero a un lugar lejano! ¡Para que lo busque por colinas y prados, mientras
ordeno yo mis cabellos dorados, la única corona que me ha quedado!
De pronto un soplo de viento arrebató el sombrero de Conrad. Voló lejos y Conrad lo siguió, pero cuando
regresó, la princesa ya había peinado y recogido sus rizos.
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Conrad estaba enojado y malhumorado y no le hablaba, pero ella lo ayudó a cuidar los gansos hasta el anochecer y luego a llevarlos de regreso.
A la mañana siguiente, cuando pasaban por el oscuro portón, la pobre niña miró hacia arriba, a la cabeza de
Falada y exclamó: “Falada, Falada, ¡no mereces estar allí!”
Y respondió: “Princesa, ¡no mereces sufrir así! ¡Ay! ¡Si tu madre supiera la suerte que has corrido, tristemente lloraría tu destino!”
Una vez más, cuando llegaron a la pradera, comenzó a peinar su cabello y nuevamente Conrad corrió y trató
de tomarlo entre sus manos. Pero rápidamente ella exclamó: “¡Oh, viento, llévate su sombrero a un lugar lejano!
¡Para que lo busque por colinas y prados, mientras ordeno yo mis cabellos dorados, la única corona que me
ha quedado!”
El viento volvió a soplar, le robó su sombrero y Conrad corrió tras él; y cuando regresó la princesa ya había
recogido su cabello y todo había vuelto a la normalidad.
Actividades de la Historia
1. La princesa real tenía un grave problema. Le había prometido a la sirvienta que nunca revelaría su verdadera
identidad a nadie. Lee una columna de consejos en el Houston Chronicle y úsala como modelo. Imagina que la
princesa te escribió para preguntarte qué debía hacer. Escribe una columna de consejos en respuesta a su carta.
¿Crees que alguien que hace una promesa debe mantenerla sin importar lo que suceda?
2. Explica lo que la princesa quiso decir con la siguiente frase,“¡Mi cabello es la única corona que me ha quedado!”
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PARTE 3
La historia: La malvada sirvienta ha tomado la identidad de la princesa y se va a casar con el príncipe. Lo peor de todo es que
ordenó matar a Falada, el caballo que sabía hablar, y ahora su cabeza cuelga del portón por donde pasa la pobre princesa todos los días,
cuando va a cuidar los gansos de la realeza.
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Cuando regresaron a la casa esa noche, Conrad se enfureció y le dijo al anciano rey, “No quiero que esa niña
cuide los gansos conmigo.”
“¿Por qué no?” preguntó el rey.
“Porque no hace otra cosa que pasarse todo el día haciéndome bromas,” se quejó Conrad.
“Dime que ha pasado,” exigió el rey.
Conrad respondió: “Todas las mañanas, cuando pasamos por el oscuro portón con nuestros gansos, llora y
habla con la cabeza del caballo blanco que cuelga del muro. Dice: “Falada, Falada, ¡no mereces estar allí!” Y la cabeza
le responde: “Princesa, ¡no mereces sufrir así! ¡Ay! ¡Si tu madre supiera la suerte que has corrido, tristemente lloraría
tu destino!”
Luego, Conrad siguió contando lo que había pasado en la pradera donde los gansos se alimentan, cómo había
volado su sombrero y cómo había tenido que salir corriendo a buscarlo y dejar su bandada, pero no dijo nada de sus
intentos de tomar el cabello de la niña de los gansos.
Entonces, el anciano rey le dijo que fuera con ella un día más y que se atara el sombrero con un cordón.
Cuando amaneció, el rey se escondió detrás de oscuro portón y escuchó cuando la niña de los gansos le
hablaba a Falada y el caballo le respondió.
Después, se dirigió hasta el campo y se escondió detrás de un arbusto junto a la pradera. Y luego aparecieron
Conrad y la niña de los gansos conduciendo la bandada. Al cabo de un rato, el rey vio cómo la niña dejaba caer sus
cabellos que brillaban en el sol. Vio cuando Conrad intentaba arrebatarlo y escuchó cuando ella le dijo: “¡Oh, viento,
llévate su sombrero a un lugar lejano! ¡Para que lo busque por colinas y prados, mientras ordeno yo mis cabellos
dorados, la única corona que me ha quedado!”
Luego, se levantó una brisa repentina que se llevó el sombrero de Conrad, con cordón y todo, mientras la
niña seguía peinando y rizando sus cabellos.
El anciano rey vio todo lo que había sucedido y regresó al palacio sin ser visto.
Cuando la niña de los gansos regresó al anochecer, la mandó a llamar para que se presentara en la habitación
del trono y le preguntó por qué había hecho esas cosas extrañas.
“¡Ay! ¡Ay!” exclamó. “¡No se lo puedo decir a usted, ni a ningún otro hombre o moriré!” El anciano rey le
insistió una y otra vez, pero ella sólo se rehusaba agitando sus cabellos dorados.
Finalmente, se puso de pie y se fue, y volviendo sobre sus hombros dijo: “Si no piensas contarle tus penas al
rey, cuéntaselas a la estufa.”
La pobre niña comprendió el mensaje, subió hasta el frío horno vacío de la enorme estufa y comenzó a llorar
y a contar su triste historia.
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Se sentía tan desdichada que le hizo bien hablar aunque fuera con la estufa, que tenía el corazón de hierro.
“¡Ay!” exclamó, “Aquí estoy abandonada por todo el mundo y obligada a cuidar a unos estúpidos gansos, siendo la
hija de un rey. Pensar que en este momento una sirvienta embustera está usando mis vestiduras de boda y viviendo
en el palacio del príncipe, ¡mientras que yo soy una de sus más humildes sirvientes! Si la reina, mi madre, se enterara, le rompería el corazón.”
El anciano rey estaba escuchando a través de la tubería de la estufa todo lo que la pobre princesa decía. En
ese mismo momento, le pidió que saliera del horno y ordenó a las doncellas que la vistieran con los atuendos reales.
Todos en la corte se sorprendieron con su belleza.
Y, sin duda, cuando el príncipe la vio y escuchó su historia, echó fuera a la malvada sirvienta con su ropa
vieja, y se casó con la verdadera princesa a quien amó tanto que vivieron felices para siempre.
Actividades de la Historia
1. Conrad está enojado con la princesa y se queja ante el rey. ¿Cómo termina ayudándola, aunque no era ésa
su intención?
2. ¿Cómo logra la princesa mantener su promesa y aún así contarle al rey lo que le ha pasado? ¿Crees que la
princesa es inteligente o que simplemente tuvo suerte?
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e with me any longer.”
a cuidar los gansos de la realeza.
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“¿Por qué no?” preguntó el rey.
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