Manzanas Dioses Ideas Caos Jugo de limón
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Manzanas Dioses Ideas Caos Jugo de limón
Manzanas Dioses Ideas Caos Jugo de limón 54 Piense en lo que quiere cocinar, tenga el resultado final en su mente; una vez obtenido, tome las manzanas y córtelas en cuadritos, piense en el origen de las cosas y sírvase expresando aquello que tanto desea comunicar. La pregunta ¿qué cocinaré hoy? es el inicio de cualquier deguste gastronómico, el quid para disfrutar de un rico platillo. Cuando un comensal se sienta a la mesa, debe estar consciente de que detrás del plato que está a punto de degustar hay una serie de elementos materiales e inmateriales que tuvieron que fusionarse. El platillo, antes de existir en la realidad sensible, es una simple idea, un ente de razón. Al disponerse a cocinar, el chef primero debe pensar en lo que llevará a cabo; sólo en la medida en que haya ideado el platillo y conozca aquello que desea cocinar, podrá elegir los elementos e ingredientes y cristalizar lo que sólo existía en su imaginación. Como en la comida, todas las cosas tienen un inicio: no hay nada que surja a media res1, de modo que, para crear algo, se debe tener una idea mental. Una escultura, antes de ser esculpida, fue de algún modo pensada; una pintura, antes de ser un hermoso óleo, fue un boceto; una danza, una obra literaria y cualquier tipo de creación fueron primeramente ideas. Las creaciones a las que nos referimos son instauraciones humanas, cosas que parten de objetos existentes. Por ejemplo, para que existan unos chilaquiles, el cocinero primero tuvo que obtener la materia prima: tortillas, tomates, sal…, para pintar un cuadro, se necesitan colores, pinceles, lienzo…, y para llevar a cabo una danza se requiere de música y uno o más danzantes. Pero qué hay de aquellas cosas que no erigió el hombre, cosas que no fueron creadas a base de otra materia, las llamadas creatio ex nihilo: como los átomos y los elementos que dieron origen al sol, la luna, el agua y la naturaleza entera. ¿Se crearon solas o alguien las creó? Si alguien las creó, ¿tuvo que pensarlas primero?, ¿antes de existir, estas cosas fueron ideas? De existir un creador del universo, tendría que ser un ente pensante, ya que –según se ha dicho– no puede crearse nada sin antes haber sido pensado por alguien. 55 56 El mito originario más famoso de la cultura occidental se encuentra en la Biblia (gen1-1): “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz”. En este relato del origen del universo, un ser crea de la nada y, posteriormente, le da orden a lo creado. En el Popol Vuh, también conocido como Libro de consejo o Libro de la comunidad, una leyenda dice que: “Ésta es la relación de como todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado y vacía la extensión del cielo. Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí... Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento. Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre”. En esta versión, no es uno, sino dos dioses quienes unen su palabra y pensamiento para crear. Al igual que en el libro del Génesis, se entiende que la creación surge de la nada. Todo estaba en calma –porque no había nada– y los dioses decidieron crear. “Y llegó el gran Urano, trayendo la noche, y se tendió sobre Gea por entero y con todas sus partes, lleno de un deseo de amor”. En su Teogonía, Hesíodo explica el origen del universo y la dinastía de dioses que lo gobiernan: “Antes que todas las cosas fue Caos; y después Gea, la de amplio seno, asiento siempre sólido de todos los inmortales que habitan las cumbres del nevado Olimpo y el Tártaro sombrío… Habló así, y la gran Gea se regocijó en su corazón… Y llegó el gran Urano, trayendo la noche, y se tendió sobre Gea por entero y con todas sus partes, lleno de un deseo de amor”. En esta teogonía advertimos que, al igual que en las otras dos, lo primero que existió fue el caos, y luego, como en la leyenda del Popol Vuh, una pareja de dioses se unió para crear. Sin embargo, las tres parten de la misma base –lo que resulta asombroso si consideramos que son obras literarias escritas en tiempos y lugares distantes–: los dioses crean por medio de la palabra; sin palabra no hay pensamiento, así que la creación parte del lenguaje. Existe una constante en la literatura sagrada: los dioses creadores piensan y expresan su pensamiento por medio de la palabra, que es creadora con el simple hecho de ser enunciada. En la Biblia, Dios dice y crea; en la mitología maya, Tepeu y Gucumatz entrelazan sus palabras y pensamientos y crean; y en la griega, Gea y Urano matrimonian su palabra y crean. Si los dioses necesitan del lenguaje para crear, con mayor razón el ser humano. Crear, en realidad, es una forma de comunicar algo. Un chef puede enunciar su propio lenguaje con un platillo; se expresa por medio de los alimentos que, antes de existir, fueron simples ideas. Toda esta divagación me remite a la pregunta inicial: ¿qué cocinaré hoy? Creo que comenzaré con una rica entrada, y ya que estamos en esto de los génesis, la haré de manzana. Ahora, ¿dónde puedo encontrar un árbol de la ciencia? www.filosofiacorporativa.com 57