carta a divorciados
Transcripción
carta a divorciados
Carta a los esposos separados, divorciados y en nueva unión Extracto de la carta del Card. Dionigi Tettamanzi, Arzobispo emérito de Milán La Iglesia está cerca de ustedes y los considera hermanos y hermanas queridos y deseados. Quizás algunos de ustedes han encontrado cierta dureza en su relación con la realidad eclesial ¡pero la Iglesia no los ha olvidado! Y, menos aún, los rechaza o considera indignos. Su herida también es la nuestra. El final de un matrimonio es un motivo de sufrimiento. La decisión de interrumpir la vida matrimonial nunca puede ser fácil e indolora. Esta herida la Iglesia la comprende. Y sabe también que en determinados casos no sólo es lícito, sino que puede ser incluso inevitable tomar la decisión de separarse para evitar traumas más profundos. Separados y en nueva unión ¿Hay lugar para ustedes en la Iglesia? A veces se oye la afirmación de que “la Iglesia excomulga a los divorciados”, a pesar de que las enseñanzas del Papa y de los obispos son claras y en ellas el punto decisivo es la Palabra de Jesús, en la cual encontramos la respuesta a nuestra pregunta. Afirma Jesús que el vínculo esponsal entre un hombre y una mujer es indisoluble (cf. Mt. 19, 1-12). Es por la obediencia a su Palabra que la Iglesia considera imposible la celebración sacramental de un segundo matrimonio después del divorcio. Y también de allí se sigue la imposibilidad de que los esposos que viven un segundo vínculo esponsal accedan a la comunión eucarística, porque en ella tenemos el signo del amor esponsal indisoluble de Cristo por nosotros; un amor que resulta objetivamente contradicho por el “signo roto” de esposos que han cerrado una experiencia matrimonial y viven un segundo vínculo. Pero debe comprenderse que esta norma de la Iglesia no manifiesta un juicio sobre las personas y sobre su vida. Queda claro que los cónyuges en crisis o simplemente separados, supuestas las debidas disposiciones espirituales, pueden acercarse regularmente a los sacramentos de la confesión y la comunión. Si bien la vida cristiana tiene su vértice en la participación plena en la Eucaristía, no se reduce a ese vértice. La participación en la celebración eucarística lleva consigo, antes que nada, la atenta escucha de la Palabra de Dios y la invocación al Espíritu Santo para que nos haga capaces de vivirla con fidelidad, a la espera del Señor que viene. Por eso, participen con fe en la celebración eucarística, aunque no puedan acercarse a la comunión. Como esposos divorciados y vueltos a casar, no se alejen de la vida de fe ni de la vida de la Iglesia. Están también a su disposición los muchos medios de la Gracia de Dios. Los invito a acudir a los sacerdotes, no para que les den soluciones fáciles, sino para que les brinden ayuda para mantenerlos en la comunión de la Iglesia. Que Dios nos conceda experimentar la certeza consoladora y animadora de que “el Señor está cerca de los atribulados” (Salmo 34, 19) y de que ¡su amor está siempre entre nosotros! Oración de comunión espiritual Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.