Boletín Pastoral en Festividad de Cristo Rey

Transcripción

Boletín Pastoral en Festividad de Cristo Rey
FESTIVIDAD DE CRISTO REY
Domingo 20 de Noviembre de 2016
OH CRISTO, TU REINARAS
OH CRUZ, TU NOS SALVARÁS
Un reinado que inicia desde lo vulnerable
Este Domingo concluye el año litúrgico con la festividad de Cristo Rey. Pero además, concluye el Año
Santo de la Misericordia. Y la Iglesia nos ofrece como ícono del reinado de Cristo la escena de la
crucifixión del Señor (Evangelio). Esto último es un detalle magnífico, porque resuena de inmediato en
nuestros oídos el testimonio del discípulo amado, San Juan, el discípulo que ha experimentado de
manera muy vivencial el amor de Dios y que por ello es capaz de afirmar: "tanto amó Dios al mundo que
dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16) En el relato
de San Lucas, aparece ya con potencia esta realidad. Dios en su infinito poder, ha manifestado de este
modo la esencia, núcleo y médula de su acción en medio nuestro: SU AMOR MISERICORDIOSO. Y
este Amor, es el que ha querido sembrar Dios Padre por medio de su amado hijo Jesucristo en medio
nuestro. Este Amor tiene una cualidad que va más allá de lo afectivo, es un Amor que es salvífico, es
decir, otorga la salvación. Mas, para que este Amor haya podido manifestarse de manera formidable,
se reveló por medio del madero de la cruz. Esto último tiene un motivo: La inocencia primigenia de
Adán y de Eva, creados por amor, concluyó de manera dramática por la irrupción del pecado.
Jesucristo, pagó en su carne la pena por la culpa de desobediencia cometido en los inicios del
tiempo. Cristo crucificado, siendo inocente, aceptó la voluntad del Padre, respondió así como
tiempo Ordinario
P. Carlos Hernández V.
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FESTIVIDAD DE CRISTO REY
Domingo 20 de Noviembre de 2016
verdadero hombre y con una confianza a toda prueba frente a
Dios. No se defendió, no abrió la boca, no juzgó ni recriminó a
nadie, sino que con profunda humildad, como un cordero llevado
al matadero, aceptó su propia historia como voluntad del Padre. Y
así se produjo el gran milagro de la reapertura del cielo para toda
la humanidad, redimida por el único y eterno sacrificio de Cristo
en la cruz, para que nuevamente sea Dios quien pueda reinar en el
corazón de toda la humanidad y no el pecado. La liturgia de este domingo nos viene a entregar una palabra
acerca de lo que significa que Dios reine en medio de su pueblo.
Esta realidad la podemos visualizar en la historia del Pueblo de
Israel (primera lectura) y al interior de las comunidades cristianas,
es decir, en la Iglesia (segunda lectura).
David fue consagrado Rey
para procurar un Pueblo que
amara a Dios y viviera
relaciones de justicia ejemplar.
PRIMERA LECTURA: En el segundo libro de Samuel, se nos
presenta el relato de la unción del Rey David. Como soberano,
David deberá mantener la unidad del reino salvaguardando dos
ASPECTOS esenciales: En primer lugar, fidelidad a la Alianza de
Moisés, que implica proporcionar una liturgia constante en honor del Señor, y procurar su enseñanza
para que todos conozcan y amen la ley del Señor y así promover la santidad de este Pueblo elegido.
En segundo lugar, gobernar a este pueblo, lo que implica: protegerlo y mantenerlo unido. Para poder
realizar este función, el Rey David estará sometido constantemente al escrutinio de la fe, de manera
particular por la figura del profeta, enviado por Dios para salvaguardar que en todo se realice siempre la
voluntad de lo alto. SEGUNDA LECTURA: La santidad de todo el Nuevo Pueblo de Dios, que ya no es
sólo un pueblo elegido, sino el Cuerpo de Cristo, realidad plena de belleza que empapa todas las áreas
de la vida de este Pueblo Consagrado al Señor. Esta es la herencia luminosa de todos los que forman
parte de este cuerpo. Y todo esto, gracias a la redención y perdón de los pecados, realizado por
Cristo, el Principio, el primero que resucitó de entre los muertos. En definitiva. El nuevo Pueblo es una
realidad que se se hace eterna, gracias al único y eterno sacrificio de Cristo en la Cruz. Este reinado no
tiene fin. Y se abre constantemente para nosotros por medio de la puerta de la salvación, Cristo el
Señor. Este pueblo es en definitiva una Nueva Creación. Es decir, una realidad que constantemente se
renueva, por eso, que, siguiendo la imagen de la Jerusalén Celeste del Apocalipsis, podemos afirmar
las cualidades de su juventud perenne, sin mancha ni arruga.
Que la liturgia de este Domingo, con el cual cerramos un año y ciclo litúrgico, más la conclusión del
año de la misericordia, nos animen a dejarnos convertir por el Señor en instrumentos dóciles a su
voluntad, para que la obra que ha iniciado con cada uno de nosotros desde nuestro bautismo llegue a
feliz plenitud. Que tomemos conciencia de que somos su pueblo santo y que a su vez, el Señor, en
consecuencia con los dones que ha entregado, espera de nosotros una respuesta en sintonía con el
don que nos ha hecho. Que nuestra vida manifieste en todo lo que somos y tenemos que Cristo el
Señor es nuestro Rey y Señor y que es a Él a quien adoramos con toda nuestra alma, corazón y fuerza.
Que Dios reine en todos nuestros vínculos y relaciones: familia, sociedad, entorno y naturaleza. Amén
tiempo Ordinario
P. Carlos Hernández V.
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