la izquierda latinoamericana hoy: dilemas y renovacion
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la izquierda latinoamericana hoy: dilemas y renovacion
LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 243 LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION Marta MATSUSHITA Keywords: lucha armada - renovación ideológica – humanismo marxista INTRODUCCION Uno de los temas más debatidos en el pensamiento latinoamericano desde fines del XX y principios de este siglo es el destino que corre y correrá la izquierda del continente, por cierto encuadrando la polémica en el marco más amplio del derrotero de la izquierda en el mundo. El medio latinoamericano se muestra como un campo propicio al debate, no sólo como resultado de la particular trayectoria de la polifacética izquierda en el continente, sino por el hecho histórico de haber sufrido una derrota militar aplastante y por albergar a la Cuba socialista, aferrada a su opción más allá del derrumbe soviético y los consiguientes dilemas ideológicos, incluídos los relativos a la táctica y estrategia revolucionarias. Un elemento recurrente en el debate ha sido el de la muerte de la izquierda y las ideologías en general. Diversos sectores que querían ver a la izquierda, especialmente a su ala revolucionaria armada, como un mal sueño del pasado, alzaron sus voces para entonar el requiem de esa corriente ideológica. El diagnóstico se insertaba en un fenómeno de más amplias dimensiones y marcado dramatismo: la muerte de las ideologías, atribuida Doshisha Studies in Language and Culture, 9(2), 2006: 243 – 276. Doshisha Society for the Study of Language and Culture, © Marta MATSUSHITA Marta MATSUSHITA 244 al hecho de la difusión del neoliberalismo y las actitudes pragmáticas que lo caracterizaban, lo cual daba como resultado la indiferencia hacia el peso que las ideas podían tener como determinantes de decisiones y opciones. En el pesimismo de los diagnósticos relativos a la derrota que la izquierda sufrió, nada más recurrente como tema que la afirmación del fin de la opción revolucionaria armada. Del innegable y contundente fracaso de esa opción se deduce por una parte el abandono irreversible de la lucha armada, y por otra, una inevitable claudicación ideológica de la izquierda marxista. En este trabajo nos proponemos, analizando la ideología y praxis de la lucha armada y sus resultados, ver si la debacle final de esa lucha dio o no un golpe de muerte a la izquierda marxista, o si, por el contrario, ella busca y está encontrando una redefinición que signifique una opción para sobrevivir pero sin renunciar a su identidad ideológica I. EL HORIZONTE REVOLUCIONARIO La promesa de la revolución socialista y antiimperialista contribuyó a la perspectiva de un cambio radical en la conciencia colectiva de América Latina. Era una esperanza relativa a que una movilización social intensa y la lucha política traerían una redención de la injusticia social, la pobreza, la exclusión y la dependencia externa. Para los intelectuales que simpatizaban con el ideario de la revolución ésta era una necesidad histórica, y para las masas que sufrían de aquellos males, una esperanza de liberación . El advenimiento de un mundo que respondiera a las necesidades de los pobres entró en el imaginario popular, en el marco de una dialéctica en la que aparecía el héroe trágico de rasgos mesiánicos, sublimados en la figura del Che Guevara. El tema de la revolución ha constituído una verdadera fascinación para los estudiosos, aunque muchas veces haya sido distorsionado y usado para indicar un simple cambio de rumbo o relevo de élites. Sin embargo, debe ser enfocado como lo que realmente es: el movimiento político más LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 245 profundo que afecta a una sociedad. Sociólogos como Michael Kimmel han ido más lejos, al afirmar que la revolución es “la pieza central de todas las teorías sobre la sociedad”(Kimmel, 2). De lo que no cabe duda es que el proceso revolucionario se define no sólo en términos de transformación de la sociedad, sino más específicamente de los ciudadanos, esto es, como un cambio en el modo en que los miembros de una sociedad la ven, y también de la manera en que visualizan su rol en ella. Consistiendo necesariamente en un desafío a quienes detentan el poder y en una movilización de las masas, el proceso revolucionario no es espontáneo, sino un esfuerzo consciente que hace de la intencionalidad un componente esencial. Esto se inserta en lo que Darnton llamó “posibilismo”, por lo cual se entiende que el pueblo, en un determinado momento de su evolucionar histórico, toma conciencia de que para él existen numerosas posibilidades de reformarse a sí mismo y por extensión, reformar la sociedad y hasta el mundo (Darnton, 17). En los años 60 empezó a manifestarse en América Latina una crisis integral, dominada por la idea de que las cosas no podían seguir como estaban, con una lucha triangular en lo sociopolítico entre los que pretendían conservar la estructura agroexportadora y su esquema de dominación, los que querían impulsar cambios estructurales con el apoyo del estado y los que exigían cambios dentro del esquema del socialismo. Era una época de incompatibilidades absolutas entre los impugnadores, con marcada tendencia al debilitamiento de las soluciones políticas, basadas en la negociación y el compromiso, y a privilegiar soluciones de fuerza, ya sea con un modelo de revolución fundado en la ruptura del sistema político, o un modelo de conservación fundado en la represión de todas las fuerzas que plantearon proyectos alternativos para la sociedad. En ese contexto emergió una ultraizquierda que propiciaba la lucha armada y que logró atraer sobre todo a la juventud urbana de clase media, universitaria y muy politizada, que “quedó encandilada con la lucha 246 Marta MATSUSHITA armada”(Castañeda, 19). Se puede pensar que el modelo de la revolución armada venía a solucionar el gran problema ideológico-existencial de los sectores medios radicalizados, el del desgarramiento entre la impotencia que experimentaban en el marco de disciplinas partidarias tradicionales y la convicción de que al margen de ellas sólo había dilettantismo político. Esa opción se dio en un panorama de fragmentación de la izquierda entre partidos comunistas tradicionales, obligados a adherir a la vía pacífica hacia el socialismo adoptada por la URSS, la izquierda nacionalista y populista, las organizaciones políticos militares de ultraizquierda y los grupos reformistas de marcada vocación electoralista. La opción por la lucha armada resulta de la voluntad de rechazar todo tipo de competencia dentro de las reglas de juego impuestas por el estado que se pretende destruir, y es fruto de un silogismo simple: la dominación se ejerce por la violencia y sólo una contraviolencia abierta puede desenmascararla y derrotarla. La ultraizquierda adhirió a una tesis de oposiciones irreductibles, conformes a la teoría de Fanon, y hubo una simplificante reducción del concepto de la guerra colonial a la que, según la Declaración de la Habana de 1962, los pueblos latinoamericanos se verían arrastrados. Se pretendió que la nación comprenda que “la impugnación del mundo colonial por el colonizado no es una confrontación racional de puntos de vista”(Fanon, 33), es decir, que las estructuras colonizadas son fenómenos a destruir y no conquistas sociales que se negocian. Este convencimiento otorga a la violencia un rol fundacional puesto que se lanza un programa de desorden absoluto, en el cual la ansiada descolonización se hace a tabla rasa. La violencia, por lo demás, se vuelve una categoría estratégica ya que todos los medios tácticos, como agitación, propaganda o acciones armadas directas, deben conducir a la estrategia de la lucha armada. Siguiendo a Fanon, la izquierda radicalizada identificó guerra con política e hizo gala de un integrismo por el que rechazaba la idea de que la LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 247 organización revolucionaria fuera algo así como un partido. Con una percepción totalizante, la estructura revolucionaria armada fue entendida como una organización social de la contraviolencia, destinada a enfrentar a la violencia institucionalizada. En el plan se sentía la necesidad de un máximo de certidumbre en la observación de los comportamientos exigidos y un mínimo de autodeterminación en las conductas individuales, al modo del ejército. El activismo condujo al desprecio de la actividad política, que la izquierda tradicional siempre había considerado importante. Algunos grupos de izquierda aceptaban la validez de la lucha armada, pero condicionándola al hecho de que estuvieran dadas las condiciones objetivas y subjetivas, conforme a la doctrina marxista. Despreciando esa opinión, la ultraizquierda sugirió que la propia lucha armada, en su desarrollo, iría creando esas condiciones, de modo que no era necesario esperar que existieran para emprender la acción armada. Las guerrillas urbanas y rurales eran consideradas “formas superiores de lucha” y se suponía que el partido se gestaría espontáneamente en la lucha. Hubo una notable diversidad de métodos y tácticas, evaluada positivamente como un modo de adaptación a las circunstancias particulares y como mecanismo de defensa. Así lo suponía Carlos Marighella, quien afirmaba que si la represión ataca a pequeños grupos dispersos, la columna vertebral del movimiento sigue intacta(Marighella,cit. en Salazar, 95). La represión que provocó la ultraizquierda la llevó a ir perdiendo opciones y transformar la violencia y la acción, que eran medios, en fines en sí mismas. La ideología con categorizaciones de cierta complejidad pasó a ser un obstáculo pues no daba cuenta de la praxis real, y se hizo necesario buscar coberturas intelectuales más simples, nacidas de la acción. Ese déficit teórico favoreció la afluencia de intelectuales extranjeros que trataban de sacar a la ultraizquierda del primitivismo de la acción pura, pero que en definitiva transportaron un eurocentrismo con equivalencias entre la “segunda independencia” latinoamericana y los procesos de 248 Marta MATSUSHITA descolonización afroasiáticos, en base a las tesis de Franz Fanon, europeizadas por Sartre y parafraseadas por Debray( Sartre,103). La violencia propiciada por la ultraizquierda planteó varios cuestionamientos. Para los sectores conservadores, el problema técnico de cuánta violencia institucional sería necesaria para reducir a los grupos armados ; para los sectores de centro, creó un problema de identidad política, en términos de duda entre oscilar hacia la derecha para defender el sistema amenazado o hacia la izquierda establecida, para acelerar la formación de un sistema menos imperfecto. Para la izquierda tradicional creó un clima de desestabilización ya que había tocado de lleno el problema del delicado equilibrio entre táctica y estrategia, entre el programa mínimo y el máximo. La izquierda establecida se vio enfrentada con dos opciones: defender el sistema tal como era o abandonar su estatus dentro de un sistema que se volvió menos permisivo al ser atacado. No menos grave para esa izquierda establecida era el dilema de enfrentar a la ultraizquierda local sin abandonar la defensa de la revolución cubana, de la que emanaban los estímulos a aquélla. De decisiva importancia, como resultado de la opción armada, fue el efecto en la doctrina, estructura orgánica y liderazgo de las fuerzas armadas. La idea de que había que “purificar” dinamizó la crisis total de la representación política, y ese tipo de polarizaciones antisistemáticas activó la violencia militar. El proceso llevó a una ideologización anticomunista militante, expresada como un universo axiológico e ideológico radicalmente antagónico, el cual permitió al ejército abandonar su profesionalismo apolítico, dejando paso al llamado “profesionalismo participatorio”(Stepan, 125). Los ejércitos percibieron la presencia de un potencial de guerra interna, al que aludía la doctrina de la contrainsurgencia y la seguridad nacional, y también detectaron la alarma de la sociedad global ante una ultraizquierda que se proponía hacer saltar en pedazos el sistema. Dado que la ultraizquierda se presentaba como una agresión permanente, el ejército se LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 249 sintió en el derecho de abrir un frente también permanente, con una peligrosa flexibilización de los códigos éticos de la conducta militar, que daba cabida al terrorismo estatal y paraestatal. Las mayorías quedaron reducidas a espectadores de la lucha entre la violencia insurrecional y la institucional, sin mostrar inclinación a tomar las armas en favor de la revolución. Vista a la distancia, la crisis de los 60 no parece el equivalente de una crisis revolucionaria continental, como los teóricos del marxismo lo proclamaban; sin negar que alguna situación nacional concreta correspondiera a una situación revolucionaria, la derrota de la vanguardia revolucionaria niega la suposición de la crisis revolucionaria continental que le sirvió de punto de partida. II. CUBA, LA GRAN INSPIRADORA La inspiración fundamental de la ultraizquierda armada fue la revolución cubana con sus ingredientes del continentalismo y el foquismo. Por cierto, la lucha armada no fue inventada ni por Castro ni por el Che, sino que estaba inserta en una larga tradición latinoamericana que databa del siglo XIX. Los que forjaron esa tradición fueron los liberales radicales, nacionalistas y a veces los marxistas, y por eso se entienden los esfuerzos por ensamblar el marxismo revolucionario con el pensamiento de los próceres nacionales y continentales, como los muy notables esfuerzos cubanos por vincular a José Martí con la ideología revolucionaria antiimperialista (Montemayor,349-51). Sin embargo, fue en Cuba donde la opción armada fue convertida en política de estado y de partido. La lectura de la revolución cubana la hizo una pequeña burguesía radicalizada de la que se ha dicho que era “un continente inorgánico, creciente e impaciente que quiere cambiar el mundo a la brevedad, sin detenerse a interpretarlo” ( Gillespie,119). Con entusiasmo asumió las principales tesis de la revolución cubana, a saber: el carácter continental de 250 Marta MATSUSHITA la revolución, su naturaleza socialista, la lucha armada como concepto estratégico, superando la consideración táctica clásica, la confianza en una dirigencia formada por un grupo de hombres heroicos y ejemplares oriundos de las clases medias urbanas e ilustradas, la búsqueda de alianzas entre el campesinado y los elementos revolucionarios urbanos, y la condena a los partidos comunistas que habían dejado de ser elementos revolucionarios auténticos. Respecto del continentalismo, la década de los 60 ofrecía ciertas bases para un plan de lucha continental, por la creciente receptividad del tratamiento regional de problemas nacionales, razón por la cual se movían con holgura doctrinas y organizaciones internacionalizadas. El ejército no era ajeno a esa tendencia, pues la doctrina de la contrainsurgencia jugaba un papel vinculante para la integración de los ejércitos latinoamericanos. También dentro de la Iglesia Católica había una corriente regionalista, en especial los tercermundistas que planteaban los conflictos socioenómicos a escala continental, del mismo modo que el desarrollismo y el cepalismo lo hacían en la doctrina económica(Mc Caughan, 118-122). Esta concepción continentalista va más allá de la propaganda y la agitación, y llega a ser un elemento para iniciar la construcción social de la realidad. La izquierda insistió en ver contenidos y formas internacionales en una revolución como la cubana, que tenía un fuerte componente nacionalista. El ideario nacionalista de los cubanos fue considerado de manera ligera, como una cobertura táctica, mientras la excepcionalidad del internacionalismo del Che fue vista como la regla. La consigna emanada desde Cuba, de que “los Andes serán la Sierra Maestra de América Latina”, se tomó como un plan revolucionario concreto, dentro de la concepción global de la segunda independencia continental. Cuba fue visualizada como la base geopolítica e ideológica del proyecto revolucionario continental, sin que los nuevos sectores revolucionarios trataran de organizarse nacionalmente ni integrarse en los respectivos espacios políticos, LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 251 entregándose a un continentalismo insurrecional con clara desproporción entre medios y fines. El diagnóstico de base fue que los partidos tradicionales de izquierda de base nacional no habían logrado avanzar un ápice en el camino de la revolución socialista, mientras los cubanos, con menos pretensiones teóricas, habían hecho triunfar la revolución socialista en América. Descontando el patrocinio de la dirigencia cubana, la ultraizquierda exhaltó la militancia como forma de vida y evidenció una fuerte dependencia de la producción teórica que el castrismo y el guevarismo iban formulando, a modo de tesis generales, a partir de cada coyuntura. Visto a la distancia en el tiempo, como se ha dicho, más que el proyecto continentalista en sí mismo, “lo que resultará increíble para los historiadores es que haya tenido un principio de ejecución”(Rodríguez Elizondo, 45). Los grandes lineamientos a los que adhirió la ultraizquierda y conforme a los que se llevó a cabo la acción armada, de tan desastrosos resultados, deben encontrarse en el foquismo proclamado por el Che Guevara, que se proponía crear un semillero de vanguardias revolucionarias que por desprendimientos sucesivos se extenderían a los países vecinos hasta cubrir todo el continente. Esto suponía una red internacional homogénea y flexible, compuesta por organizaciones nacionales de carácter político militar, dotadas de una estructura común, en cuanto ejército de liberación nacional, una visión política global y una doctrina única, la del Che. El Guevarismo se asienta en la convicción de que las fuerzas populares pueden ganar una guerra al ejército regular, muy lejos de las advertencias del marxismo ortodoxo que por boca de Engels había afirmado que la revolución podía hacerse con el ejército o sin él, pero nunca contra él. El optimismo del Che se basa en la creencia de que existe una diferencia cualitativa fundamental entre el guerrillero que lucha por ideales nobles de justicia y los militares que lo hacen para mantener sus privilegios (Guevara,339). Se afirmaba el convencimiento de que el ideal potencia al 252 Marta MATSUSHITA combatiente, pero el problema está en que Guevara transladó esa superioridad moral a la operativa, en nombre de un voluntarismo que prioriza la voluntad revolucionaria por encima de las condiciones objetivas del enfrentamiento. El Che fue consecuente en su denuncia de la debilidad e incapacidad de los ejércitos profesionales y su afirmación, central al foquismo, de que no es necesario esperar a que se den las condiciones objetivas de la revolución , porque un grupo de revolucionarios heroicos puede crearlas através de la acción. La teoría fue claramente extraída de la experiencia cubana, y llama la atención la incapacidad de la ultraizquierda para analizar críticamente esa perspectiva, pues era evidente que el resultado de la revolución cubana fue una victoria más política que militar. Los revolucionarios triunfaron sobre un ejército joven, de formación heterogénea y contaminado por la corrupción del régimen de Batista. Guevara siempre se negó a aceptar el carácter excepcional del caso cubano, y quería que Cuba fuera interpretada no como una excepción histórica sino como una vanguardia del movimiento revolucionario continental. Sin embargo, aceptaba que las experiencias revolucionarias que siguieran el camino de la cubana encontrarían mayores obstáculos, pues el imperialismo, según el Che, había aprendido a fondo la lección y no podría ser tomado nuevamente por sorpresa. Este es un punto crucial en la interpretación de la revolución cubana, pues a partir de esa lectura triunfalista es que se lanzaron a la revolución armada muchos grupos. Como bien lo ha señalado el francés Pierre Kalfon, si no fueron los guerrilleros quienes ganaron, sino el régimen carcomido de Batista fue el que se hundió, entonces “el malentendido es inmenso, y la mentada hazaña de 300 campesinos venciendo a un ejército de 50.000 hombres es sólo un accidente de la historia”(Kalfon, 59). El integrismo antisistemático de la ultraizquierda en definitiva obró como un impedimento para conseguir una unidad revolucionaria, y los resultados mostraron el acierto de la ya clásica opinión de Duverger de que los LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 253 partidos de izquierda son más desarrollados que los de derecha porque para la primera son más necesarios que para la segunda. Hubo una lectura parcial y cuestionable del caso cubano que se tomaba como modelo, pues el Movimiento 26 de julio se presentó como un futuro partido político y se movió dentro del proceso político de alianzas y compromisos. El sistema de un “partido integral” como alternativa a la estructura plural de partidos fue fruto del conflictivo proceso posterior a la revolución, pero nunca fue un dato teórico esgrimido con anterioridad( Ibid.,54-57). Mientras en Cuba el éxito revolucionario se produjo en y desde una estrategia político- militar de signo ideológico abierto, la ultraizquierda pretendió imponer una estrategia militar- política de signo ideológico cerrado. El Che fue el encargado de poner a prueba su tesis de la no excepcionalidad de la revolución cubana y lo hizo en Bolivia, a costa de su vida. Llevó a cabo la empresa a su modo, con un enorme desconocimiento de las condiciones concretas, a lo que se añadieron como factores negativos su enemistad con el partido comunista boliviano, su juicio dogmático y un campesinado servil y temeroso, carente de conciencia de clase. La tragedia del Yuro puso en claro un puñado de verdades que eran la más categórica desmentida a la teoría del foco insurreccional, mostrando el fracaso de una vía revolucionaria que partía de la supranacionalidad, obviando las estructuras nacionales y operando sobre la base de concepciones geopolíticas no siempre caracterizadas por su realismo. Quedó en claro que los gobiernos nacionales no estaban dispuestos a tolerar el uso de su territorio para la puesta en marcha del plan revolucionario continental; que la dirigencia internacionalista no despertaba simpatías; que era una incógnita el supuesto potencial revolucionario de los campesinos; que las fuerzas armadas no se desorganizaban ante el impacto guerrillero sino que mantenían su coherencia y disciplina; que los obreros no se subordinaban a la vanguardia militarizada y finalmente, que no se podía operar en nombre de una ideal nación latinoamericana ignorando al pueblo y al estado 254 Marta MATSUSHITA nacional. Guevara cayó en Bolivia abrazado a su visión, de rasgos apocalípticos, de un futuro luminoso al que se arriba por una cuota inmensa de sangre y tragedias y en la cual la muerte es bienvenida cuando hay otro brazo que empuñe las armas del caído. Este mensaje sugiere que, en algún sentido, Guevara es uno de los grandes responsables de la masacre represiva en la que desaparecieron los movimientos armados nacidos bajo su inspiración. La experiencia sandinista en Nicaragua fue quizás la refutación más vigorosa del foquismo, pues en sus primeros pasos y siguiendo las enseñanzas del Che, la revolución se encontró con resultados desastrosos. El internacionalismo de la guerrilla y sus apoyos intelectuales chocaron con el nacionalismo, planteando un fuerte dilema: sin las masas no se puede triunfar, pero no se consigue atraerlas através de enunciados internacionalistas. Los sandinistas triunfaron cuando se alejaron del militarismo y se dedicaron a construir un frente amplio, reinstalando la acción revolucionaria en las ciudades. Ortega, el máximo líder, vio con claridad el peligro suicida del foquismo y la necesidad de cerrar filas con las fuerzas democráticas del país, adoptando una actitud más pragmática y menos cerrada ideológicamente. Atemperando el tono marxista- leninista y el militarismo, se trató de alcanzar apoyo a una revolución democrático popular (Gilbert,28). El fracaso de movimientos guerrilleros como los Tupamaros en Uruguay o los Montoneros en Argentina habla a las claras de la necesidad de construir frentes amplios y del peligro de depender de la violencia al estilo del Che. Después de su muerte, los grupos guerrilleros hicieron un recuento de objetivos y resultados, y los Tupamaros, por ejemplo, reconocieron como causa de su fracaso el no haber podido captar a las masas y el militarismo, que hizo olvidar la índole política de la acción revolucionaria( Moyano, 157-160). LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 255 III. QUE SE HIZO DE LA REVOLUCION El derrumbe de los movimientos revolucionarios armados de los 70 y 80 y la caída del llamado “socialismo real” de la URSS fue un rudo golpe a la esperanza revolucionaria, operando una transformación en la cultura política de la izquierda que los pesimistas califican de “muerte”. Un primer dato fue la crisis de inteligibilidad y de organicidad, en la terminología de Hopenhayn( Hopenhayn, xvi), inteligibilidad por las dificultades del pensamiento social crítico para dar una respuesta a los nuevos escenarios políticos , sociales y culturales de América latina, frente a los cuales las tres grandes síntesis interpretativas, el cepalismo, el marxismo y la teoría de la dependencia, se muestran relativamente inoperantes. La crisis de organicidad se refiere a la ruptura entre la producción del conocimiento y la intervención práctica en el cambio social, ya que la debacle de la izquierda y las políticas de desarrollo en sus variantes nacionales pusieron en tela de juicio la fuente de legitimidad de los científicos sociales. Hoy la izquierda revolucionaria se encuentra con el hecho de que el concepto de revolución parecer haber perdido su fuerza de movilización de las masas, y como discurso, su apariencia de realidad. Abandonar la imagen de una posible revolución es una mutación cultural de importancia, en varios aspectos. Uno de ello es la ausencia de eventos, pues la revolución fue concebida como un momentum, un cambio de rumbo capaz de conmover profundamente a las masas. Otra ausencia de peso es la relativa al concepto de redención, de innegable importancia en el imaginario político del pensamiento revolucionario latinoamericano. La revolución fue siempre entendida y presentada como una forma de redimir a las masas proletarias de la alienación capitalista, el individualismo burgués y las formas inhumanas de explotación que se derivaban de los términos anteriores. No menos significativa es la falta de fusión que trae consigo el debilitamiento del concepto de revolución, puesto que su imagen supone una integración 256 Marta MATSUSHITA de la vida individual y la comunitaria, ya que es el proyecto revolucionario el que da sentido a la vida individual de los que están directa o indirectamente comprometidos con él (Moyano, 115). La idea de una ruptura ha perdido parte de su atractivo y el socialismo se enfrenta con la pregunta de si es capaz, en el nuevo contexto, de proponer una gran síntesis entre el estado y la sociedad. El fracaso de la ultraizquierda armada dirigió las miradas a la encrucijada ideológica planteada a la izquierda, en especial a la idea que flotaba en el ambiente de que para sobrevivir, la izquierda debía de dejar de ser lo que siempre se había entendido por izquierda marxista y evolucionar hacia posiciones de centro izquierda, con rasgos de socialdemocracia. La obra más influyente en el análisis de lo sucedido y en las previsiones sobre lo por ocurrir, fue sin duda “La utopía desarmada” de Jorge Castañeda, aparecida en 1993, en la cual se afirma el cambio en los aspectos tácticos y estratégicos de abandono de la lucha armada y el viraje ideológico. Paradójicamente, un año después de que fue publicado el libro, estalló en Chiapas el movimiento armado en 1994, que puso en tela de juicio el presunto abandono de la lucha armada. En su obra Castañeda proclama que “la izquierda activa, influyente y amenazante ha sido derrotada sin cuartel ni clemencia”(Castañeda,7). El autor admite que la izquierda, aunque rara vez haya detentado el poder, ha influído poderosamente en la conformación del escenario político latinoamericano, aunque le niega peso propio al afirmar que su incidencia proviene de los vicios y debilidades de la situación imperante en América Latina y le atribuye posibilidades de hacer sentir su voz desde ahora, por la simple razón de que los problemas sociales y económicos no sólo perviven sino que han sido agravados por el predominio de la política neoliberal y la expansión del proceso de democratización (Ibid.,9). Acentúa la importancia decisiva de la desaparición del paradigma socialista con el derrumbe de la URSS, y en buena parte atribuye a ese hecho el que la idea de revolución en LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 257 América Latina no sólo se haya vuelto marchita, sino también indeseable y hasta inimaginable. Por otra parte, la derrota de los sandinistas en las elecciones de 1990 probaría también que la revolución es un hecho reversible, ya que el resultado de esas elecciones mostró algo en lo que ni se había pensado: el pueblo rechaza libremente, por el voto, los postulados y logros revolucionarios. Un tema fundamental para la reubicación de la izquierda sería, según Castañeda, el de su posición frente a la democracia, pues buena parte de su comportamiento no fue democrático y expresó una desconfianza sostenida frente a la democracia formal, tal como se daba en América Latina. Cree que la izquierda armada y las otra modalidades “desdeñaban los méritos intrínsecos de los regímenes democráticos y solían abrazar la democracia sólo cuando ésta los abrazaba a ellos”(Ibid.,363). Esboza un futuro de la izquierda en forma de democratización, abandono de procesos autoritarios verticales y conformismo ideológico, como así también de desarrollo de los movimientos sociales y populares. Castañeda sostiene que la izquierda no tiene sino dos opciones: erigir un modelo alternativo del socialismo, posibilidad ilusoria según el autor, u obrar con los modelos existentes, reformándolos en forma que no haya una oposición abierta al statu quo. En su evaluación, “la principal debilidad de la segunda opción reside en su idealismo reformista; cambiar los efectos sin abarcar las causas, pero su fuerza proviene de su viabilidad”(Ibid.,471). Es más, afirma que si la izquierda adhiere sinceramente a la lógica del mercado, estará en condiciones de construir un nuevo paradigma, esencialmente diferente del estado de cosas actual. La respuesta de la izquierda marxista a los planteos de Castañeda está simbolizada por la crítica de James Petras, quien la atribuye el haberse convertido en un referente doctrinario para la formación de coaliciones reformistas que pretenden superar las divisiones del pasado. Petras adjudica gran importancia a la obra de Castañeda por su notable influencia en el 258 Marta MATSUSHITA centro-izquierda latinoamericano, y le atribuye como lógica fundamental el pretender que la socialdemocracia está en condiciones de asumir el liderazgo de la izquierda. Le culpa de haberse limitado , en su caracterización de la izquierda revolucionaria, a la izquierda militarizada, y haber pretendido explicar las traumáticas experiencias de los 60 y 70 en términos simplistas, de una dicotomía entre guerrillas utópicas y apocalípticas y las fuerzas militares reaccionarias. Petras denuncia en ese aspecto la omisión deliberada, por parte de Castañeda, de los esfuerzos de democracia directa, fábricas autogestionadas, escuelas experimentales y cooperativas rurales (Petras, 84) que la izquieda exhibe como logros importantes. Desde una perspectiva de izquierda, como la de Petras, esa ideología no está muerta y sigue poseyendo un potencial que la puede orientar a una renovación que no implica negación de su identidad, como ocurriría si se intentara una renovación en las líneas sugeridas en “La utopía desarmada”. IV. HACIA UNA RENOVACION La derrota de la utopía armada es históricamente comprobable, sean cuales sean las conclusiones que se extraigan de esa comprobación. Desde el punto de vista de nuestra investigación, parece excesivo concluir de ese fracaso táctico y estratégico de la izquierda marxista y socialista de notas radicales, una debacle ideológica. Lo que interesa a nuestro propósito es ver si realmente la izquierda marxista está acabada, como se pretende, si ha perdido su vigor e identidad ideológicos y realmente acepta, para sobrevivir, claudicar de su posición ideológica fundamental, el marxismo. Un dato importante del panorama ideológico actual es la presencia de una izquierda que necesita definir una orientación estratégica dentro del panorama democrático. La definición de esa orientación tiene que ver, por una parte, con la capacidad de la izquierda de movilizar vastos sectores populares, y por otra, con las opciones que se le presentan: adoptar una actitud LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 259 acomodativa, que contribuiría a consolidar los procesos democráticos al canalizar en los mismos a los sectores populares, de una manera no confrontativa, o buscar una profundización de las reformas en orden a una transformación radical de las relaciones de poder, lo cual llevaría a nuevas formas de polarización y enfrentamiento. También una cuestión que se le plantea a la izquierda es la relativa al sujeto del cambio radical, ya que los sujetos colectivos que manejaba tradicionalmente , como el proletariado, aparecen diluídos y no parece haber otra salida que incorporar como categorías conceptuales y operativas a los nuevos movimientos sociales, que trascienden las categorías de clase. Esto podría llevar una redefinición del socialismo, como una profundización del proceso democrático realizada por sujetos populares organizados(Montes, 80). Hoy el panorama político latinoamericano ofrece un mecanismo que bien podría calificarse de recuperación de la izquierda, con varios países con gobiernos que militan en esa corriente ideológica o que tienen simpatía por ella desde posiciones de centro. Las políticas neoliberales y los procesos de globalización han contribuído a dar renovada vigencia a los temas por los que la izquierda ha venido luchando. El rechazo por parte de amplios sectores populares a las políticas neoliberales se expresa en prácticas alternativas de resistencia y lucha, y en intentos de la dinámica política de volver a dar una respuesta a esos problemas desde la perspectiva de la izquierda. Ese intento se presenta en términos renovados, no sólo porque avanza al plano político por los mecanismos democráticos, sino porque prioriza aspectos desdeñados por la izquierda radical y militante de los 60 a los 80. El interrogante es, sin embargo, en qué medida esa izquierda que lucha por el poder y lo consigue en virtud de mecanismos jurídico- institucionales de clara matriz democrática, puede ser reconocida como tal, qué aspectos ha sacrificado y cuáles ve como no negociables políticamente para defender su coherencia ideológica. Lo que sin duda puede destacarse es una 260 Marta MATSUSHITA coincidencia en considerar a la izquierda como caracterizada por un carácter gradualista y pragmático, que la llevaría a evitar definiciones ideológicas que puedan considerarse “duras”. Un desafío de importancia, nacido de la existencia de divisiones significativas en el seno de la izquierda, es ampliar su base política, construyendo mecanismos y espacios para asegurar la representatividad y participación ciudadanas. Lo básico es articular sus diferentes sectores, es decir, el conjunto de fuerzas que se oponen al sistema capitalista y su lógica del lucro y conforme a los principios marxistas, luchar por una sociedad más justa y solidaria, construida a partir de los intereses de las clases trabajadoras para que queden libres de la pobreza material y la miseria espiritual que el capitalismo engendra. La principal dificultad subjetiva en esta empresa es la dispersión de la izquierda en un panorama global de disminución de la participación política, de escepticismo hacia la política y de formas de democracia controlada, sin consenso real (Harnecker, La izquierda después de Seattle, 151-156). Hay que admitir, como lo hacen quienes siguen de cerca la evolución de la izquierda, que hasta hoy ella no ha formulado todavía una propuesta alternativa al capitalismo que pueda asumir los datos de la nueva realidad mundial(Mc Caughan, 235). La tarea pendiente es definir una estrategia de lucha que tome en cuenta las transformaciones no sólo políticas sino sociales, económicas y culturales del mundo, especialmente en condiciones de una democracia burguesa que goza de suficiente nivel de lealtad de las masas como para poder mantenerse en el poder sin necesidad de recurrir a la represión, con la presencia de amplios sectores populares que aceptan de buen grado la conducción capitalista del proceso. Por otra parte, la dominación contra la que la izquierda ha luchado y seguirá luchando tiene hoy mayor complejidad, con la presencia de factores extraestatales que producen y reproducen la desarticulación popular, y tratan de desprestigiar el proyecto y el pensamiento de la izquierda marxista, sin olvidar que el centro, y hasta la derecha, se han apropiado de algunos de los grandes temas LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 261 de la izquierda. La izquierda tiene que reflexionar sobre sus errores, entre ellos, la aplicación reduccionista del concepto de clase social al campesinado agrícola, que la llevó a considerarlo como una clase social explotada que lucharía por la tierra, minizando la importancia del factor cultural. Por otra parte, la izquierda ha exhibido en su trayecto una peligrosa tendencia a homogeneizar, y ha demostrado que le cuesta tratar con las diferencias. La tendencia de los partidos de clase fue homogeneizar la base social en la que actuaban, lo cual se justificaba cuando trabajaban prioritariamente con la clase obrera, pero esa tendencia resulta anacrónica en un panorama actual caracterizado por la diversidad de actores sociales. La izquierda se ve en la necesidad de encauzar los compromisos militantes partiendo de las potenciales de cada grupo o individuo, individualizar el mensaje y adoptar formas flexibles para llegar al hombre concreto. Un tema crucial en el futuro político de la izquierda es el de las relaciones entre la izquierda política y la izquierda social, para acercarse a la cual la izquierda marxista tiene que cambiar en parte su cultura política, incorporando a sus formas de lucha las técnicas innovadoras de la izquierda social. En orden a relacionarse positivamente con la izquierda social, la izquierda marxista debe superar el estilo autoritario que muchas veces ha mostrado ya que los nuevos movimientos sociales son muy sensibles al tema de la autonomía y el proceso democrático de toma de decisiones. Por cierto que la izquierda social dificulta también las relaciones armónicas, por su tendencia a descalificar a los partidos políticos y la política en general y a magnificar la importancia de los movimientos sociales, suponiendo que la misión de la izquierda debe limitarse a estimular la articulación de esos diversos grupos y minorías, como raza, género, preferencias sexuales o culturales( Eckstein, 209). Es absolutamente evidente que los movimientos sociales, por el carácter sectorial o corporativo de sus objetivos, tienen dificultades para pensar y proponer soluciones para todo el país, y aún más 262 Marta MATSUSHITA para pensar en las dimensiones transnacionales de los procesos. En el panorama actual la izquierda se propone desarrollar procesos de construcción popular alternativos al capitalismo, imponiendo formas solidarias en los espacios que están en su poder, lo cual se define como una corriente que lucha por otro tipo de democracia, desde abajo y para los de abajo, por construcciones populares democráticas de gobiernos locales, comunidades rurales, grupos poblacionales o universitarios. A través de esas prácticas la izquierda espera que los actores sociales empiecen a entender que esos proyectos humanitarios y solidarios se ajustan a y nacen de las propuestas ideológicas de la izquierda marxista y son irrealizables en el marco de la estructura capitalista vigente. La izquierda trata hoy también de crear espacios puntuales de convergencia, y uno de ellos son las consultas populares, en forma de plebiscito o referendum, las que funcionan como espacios de propaganda ideológica y movilización, captando elementos como los jóvenes , que quieren contribuir y no saben cómo hacerlo. Puestas en práctica en países como Uruguay y Venezuela, o por movimientos armados como el zapatismo, esas consultas populares han tenido un fuerte impacto político y han demostrado que la izquierda no debe encerrarse en la dicotomía entre lo legal y lo ilegal, aprovechando espacios que son alegales y utilizables para concientizar y movilizar a la población. V. EL RUMBO IDEOLOGICO Si bien los aspectos político-estratégicos de lo que la izquierda puede y debe hacer, como los arriba mencionados, se perfilan con meridiana claridad, quedan pendientes los interrogantes relativos al costo ideológico de ese intento. Desde un aspecto puramente ideológico, el postmodernismo se perfila como una de las principales amenazas, ya que pone en duda algunas de las premisas más importantes, como es el principio del progreso general de la humanidad, tan cara a la izquierda( Lyotard, 91). Desde esta perspectiva, algunos ven una disolución de los mitos de la izquierda en el LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 263 marco del postmodernismo, como sería la noción rectora de que la revolución es el futuro inevitable de la historia, la creencia en el proletariado como una categoría universal y sujeto histórico de la revolución, así como la creencia en la vanguardia política orgánica que concientiza, moviliza y guía hacia la revolución. Los postmodernistas afilan su crítica diciendo que el marxismo depende del nexo entre lo político y lo económico, mientras el postmodernismo tiene sus coordenadas en llevar el lenguaje a una nueva realidad política con preferencia en lo cultural(Hopenhayn, 120-122). Menos significativo es el impacto del derrumbe del socialismo real, pues la izquierda marxista había hecho ya su crítica y amplios sectores se habían negado a considerarlo una auténtica realización del ideal marxista. Desde otro ángulo, puede afirmarse que aquel derrumbe en lugar de perjudicar a la izquierda marxista la ha beneficiado, porque los proyectos auténticamente socialistas no tendrán que seguir cargando con el lastre de los modelos soviéticos. La estruendosa caída del modelo soviético eliminó los falsos espejismos y obligó a la izquierda a sincerarse con el tema de la modernidad, lo que ha contribuído al esclarecimiento ideológico( Tejeda, 15). Tanto el Foro de Sao Pablo como la Declaración de Managua de 1992 pusieron en claro que es falsa la identificación de democracia con capitalismo y de modernización con renuncia al desarrollo autónomo con justicia social. Desde la perspectiva estrictamente ideológica, lo que nos parece central en el análisis de la actual izquierda latinoamericana es el propósito, por parte del pensamiento marxista de principios del XXI, de reinstalar a la izquierda marxista como filosofía humanista. El renacer ideológico no es fruto exclusivo de la derrota armada, pues sus raíces están en el marxismo crítico, influído por el llamado “marxismo occidental” cuyos postulados fueron recogidos por la escuela de Frankfurt. Esta escuela procuró alejarse del canon marxista de índole mecanicista, y entendió a esa ideología como 264 Marta MATSUSHITA una corriente autocrítica y autocorrectiva, abierta a las incitaciones de la historia y el pensamiento contemporáneos, capaz de servirse de ellos. Una de las figuras sobresalientes del marxismo renovado, el filósofo cubano Pablo Guadarrama, ha insistido en que el marxismo está en una fase de evolución y enriquecimiento ideológico, procurando retomar el espíritu original de esa filosofía( Guadarrama, Humanismo, marxismo y postmodernidad, 58-60). Este pensador ha sido claro al señalar que el marxismo tiene componentes de transcendencia y validez universal, pero también tesis históricamente condicionadas que incorrectamente han sido elevadas a planos de generalización y universalización impropios. Ha habido, desde la perspectiva marxista de hoy, “fosilizaciones” que han olvidado el criterio de Marx y Engels en el sentido de que “el comunismo no es un estado de cosas que deba implantarse, un ideal al que haya que sujetar la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”(Marx y Engels, 36). Esta convicción de la izquierda latinoamericana quedó claramente expuesta en los talleres científicos sobre el marxismo que se realizaron en Cuba en 1989 y 1990, en los cuales se arribó a la conclusión de que ha habido una crisis de un determinado modelo socialista, pero no del socialismo ni del marxismo como ideologías, pues sus tesis siguen siendo válidas para la comprensión del desarrollo histórico. Es más, se afirma que lo que está en crisis son las interpretaciones dogmáticas del marxismo, que en realidad son una desviación de su espíritu. Por otra parte, y en términos de una mentalidad dialéctica, las crisis no deben despertar alarma porque son virajes necesarios para la generación de nuevos procesos, y se debe recordar que el marxismo ha sido siempre un superador crítico de la realidad (Guadarrama, Humanismo, marxismo y postmodernidad,188). El marxismo latinoamericano de las últimas décadas del XX y comienzos del XXI se pronuncia por una relectura del marxismo clásico, en un intento por recuperar los aspectos humanistas, con un claro rechazo de las LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 265 concepciones deterministas y mecanicistas que terminaron por caracterizarlo en su evolución en el tiempo y el espacio. Se tomó conciencia de que los escritos que revelaban la vertiente científica y al mismo tiempo humanista de Marx eran poco conocidos, y que sus ideas habían sido forzadas para justificar las prácticas del socialismo soviético, negadoras del genuino humanismo marxista.En la búsqueda del humanismo marxista, algunos intentan remontarse a sus fuentes más remotas, como el caso de Luis Márquez cuando afirma que en los valores humanistas del marxismo están los elementos de protesta social y crítica histórica heredados del cristianismo primitivo(Márquez, 67). Los pensadores marxistas de la actualidad son consecuentes en su visión del marxismo como una corriente que heredó las tradiciones humanistas de la antiguedad y la modernidad, pero también reconocen que se trata de un humanismo distinto, con respuestas a las nuevas formas de alienación que genera la sociedad actual(Silva, 53). Se vuelve a hacer una lectura de “La Sagrada Familia”, donde se lee que sólo el sentimiento de libertad, valorado por los griegos y sublimado por el cristianismo, “puede volver a hacer de la sociedad una comunidad de hombres para sus altos fines, un estado democrático”( Marx y Engels,191). Guadarrama ha destacado que la aspiración fundamental de Marx, en toda su vida intelectual de aspiración revolucionaria, fue restituir al hombre la conciencia de sí mismo y su libertad, enajenada por los poderes dominantes. Si bien fue consciente de que las principales víctimas de esa pérdida de conciencia de la dignidad humana, vinculada inevitablemente a la libertad, estaban entre el proletariado, nunca estuvo en la intención de Marx elaborar una teoría para emancipar sólo a la clase obrera, y creerlo “sería nefasto”(Guadarrama, 35). Marx fue ampliando el concepto hasta que su preocupación central fue la enajenación del hombre como ser genérico, como ser social, y Guadarrama concluye que el pensamiento humanista “alcanzó con la labor desalienadora de Marx una magnitud antes nunca 266 Marta MATSUSHITA lograda”(Ibid.,37). Superando el debate teórico, Marx añadió al concepto de desalienación una praxis revolucionaria, de donde resulta que el humanismo es la antítesis de la alienación y siempre conlleva una ideología y una praxis derivada de ella, encaminadas ambas a enriquecer la actividad humana para que el hombre domine mejor las condiciones de su existencia. Los pensadores marxistas intentan probar que si el marxismo ha podido tener un fuerte matiz humanista en América Latina fue porque esta región tenía, en las corrientes más importantes del pensamiento, una carga humanista y desalienadora. En la historia del pensamiento latinoamericano a los marxistas les parece recuperable el humanismo de pensadores que no pertenecieron a esa corriente ideológica, como el liberal cubano José Martí, referente preferido de la izquierda cubana. El héroe de la independencia de Cuba formuló un humanismo concreto y revolucionario, concebido para transformar al hombre en sus circunstancias, e inspirado por el convencimiento de que el hombre latinoamericano carece de condiciones auténticamente humanas de existencia(Guadarrama, José Martí y el humanismo en América Latina, 37). Ya en la década del 20 el marxismo latinoamericano proclamaba su raíz humanista y espiritualista en la voz de José Carlos Mariátegui, quien reivindicaba el potencial de perfeccionamiento ético y espiritual contenido en el marxismo. El pensador peruano afirmaba que “tal como la metafísica cristiana no ha impedido a Occidente grandes realizaciones materiales, el materialismo marxista compendia todas las posibilidades de ascensión moral, espiritual y filosófica de nuestra época”(Mariátegui, 104). Esa postura del marxismo latinoamericano se transmitió y cobró importancia en la década del 60, cuando se hicieron críticas muy explícitas a las concepciones mecanicistas del marxismo, especialmente por influencia de las grandes figuras heterodoxas, como Gramsci, Guevara o Althusser. En ese tiempo el marxismo invadió la vida intelectual y universitaria latinoamericana, e impactó a las ciencias sociales en una medida hasta LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 267 entonces desconocida. Una preocupación dominante en ese medio fue rescatar la autenticidad de los análisis de Marx sobre el fenómeno de alienación, y fueron muchas y muy enérgicas las voces contra los atentados a la libertad y dignidad humanas cometidos en nombre del marxismo. En México, por ejemplo, se escuchaba la indignada voz de José Revueltas, quien a principios de los 60 denunciaba el marxismo desvirtuado de su país, y pedía un regreso a las fuentes “pues una supresión no positiva de la propiedad privada no significaría la desajenación real del hombre” (Revueltas, 60). Desde una perspectiva similar, desde Argentina Rodolfo Mondolfo presentaba al humanismo marxista en términos de lo que llamaba “humanismo realista”, adjetivación que aludía a la aspiración a considerar al hombre en su realidad efectiva y concreta. Mondolfo afirmaba que el marxismo ve a la humanidad en la realidad de su historia, que es obra de los hombres( Mondolfo, 28). En la larga lista de pensadores marxistas que criticaban al socialismo soviético como negación del humanismo marxista, brilla con relieves propios el de Darcy Ribeiro, para quien “el marxismo se redujo a ser una doctrina justificatoria del ejercicio del poder, susceptible de distanciarse de sus fundamentos filosóficos y las lealtades humanistas que profesaba” (Ribeiro, 53). En este empeño por recuperar la vertiente humanista, los pensadores marxistas sintieron y sienten la necesidad de combatir a los que desvirtuaban el marxismo como filosofía, presentándolo como una simple ideología, una teoría sociopolítica, o menos aún, una doctrina económica sobre el capitalismo. No poco tuvo que ver el debate en los medios marxistas europeos, despertados por la pretensión sartreriana de completar el humanismo de Marx, el enfrentamiento en el seno del marxismo entre el antihumanismo teórico de Althusser y el humanismo espiritualizado de Garaudy, así como las consideraciones críticas de Seve sobre el marxismo como “adversario teórico irreductible del humanismo especulativo” , entre otros ( Seve, 77). Lo que importa destacar es que el humanismo que hoy 268 Marta MATSUSHITA enfatiza la izquierda marxista no compromete su adhesión a lo que se podría llamar el “núcleo duro” del marxismo, en cuanto a su oposición al capitalismo en todas sus formas, la necesidad de transformar el orden social, de lograr una distribución más justa de la riqueza social y un cambio en las relaciones de poder. Más bien, la posición humanista viene a reforzar el repudio al capitalismo, pues como Ponce lo ha destacado, el capitalismo encierra los mayores peligros para el humanismo, pues la burguesía no sólo monopoliza el poder económico sino que ejerce también una hegemonía cultural( Ponce, 233). Hay una conciencia arraigada de que el capitalismo, por su propia naturaleza, no puede generar un humanismo genuino, porque el humanismo atenta contra los intereses de los capitalistas como clase privilegiada. El socialismo, en cambio, y a pesar de las deformaciones históricas concretas que puedan existir, tiene conciencia de asentarse en pilares humanistas. Junto a la problemática del humanismo, la izquierda marxista latinoamericana actual se encuentra comprometida, en su renovación ideológica, con la preocupación por la defensa de la individualidad. La izquierda tiene que enfrentarse con la crítica, a partir de la experiencia soviética, de que el marxismo atenta contra la individualidad y disuelve en un corporativismo asfixiante las diferencias reales que existen entre los hombres. El colombiano Antonio García repudia el igualitarismo implantado por el socialismo real, reivindicando la preocupación que hay en la obra de Marx por la genuina realización de la individualidad( García,19). En la misma línea de pensamiento, otro colombiano, Gerardo Molina, defiende la idea de un socialismo democrático que rechace las falsas ideas igualitarias que se imponían en nombre del marxismo. No sólo los pensadores marxistas, sino otros ubicados fuera de esa corriente, como el filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira, han insistido en la preocupación de Marx y Engels sobre la individualidad y lo presentan como antidogmático y “capaz de ajustarse mucho mejor, por lo mismo, a las realidades de cada LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 269 cultura, de cada región, de cada época y de cada individuo”(Vaz Ferreira, 113). Esta visión enriquecida del marxismo como corriente que defiende las conquistas de la individualidad da cuenta de opiniones como las de Longino Becerra, cuando rechaza las experiencias del socialismo soviético porque aceptarlas sería “reducir al socialismo a la idea de la estatización, base de un igualitarismo voluntarista muy pobre en contenido humano”( Becerra, 13). La conciencia imperante hoy es que el pensamiento marxista sólo puede contribuir al humanismo del siglo XXI partiendo del pleno colapso del socialismo soviético, y la izquierda marxista se propone como tarea teórica analizar las causas que alienaron al hombre en esa experiencia y que terminaron por alejar a la sociedad del proyecto humanista originario. Esto se completa con la afirmación de que la imposibilidad de realizar un auténtico socialismo vino dada por las limitaciones que tuvo el desarrollo de la democracia en los países socialistas, y se ha llegado a afirmar que “el socialismo es imposible sin un régimen democrático que efectivamente socialice la propiedad, la dirección de la economía y los asuntos del estado”( Lander, 22). Aspectos antes desdeñados como preocupaciones propias de una “filosofía burguesa”, como los problemas de la conciencia cotidiana, el enriquecimiento del sentido de la vida o la dimensión íntima del hombre frente a los problemas existenciales, son hoy una parte sustancial del reflexionar filosófico marxista en América Latina, y se ponen de relieve coincidencias en cuanto a las propuestas humanistas. Entre ellas, se destaca la idea de que la opción por el socialismo debe ser el resultado de una elección popular genuina; que el socialismo debe ser construído por productores libremente asociados y que se sienten dueños del proceso productivo; los partidos, sindicatos y organizaciones civiles deben circunscribirse a sus funciones y constituir elementos de representatividad y poder de sus asociados, de modo que el individuo los vea como vías democráticas de acceso al poder, de reconocimiento y acción individual. Muy significativo es en este contexto el convencimiento de que, si el 270 Marta MATSUSHITA socialismo es una forma superior al capitalismo, debe superar a la sociedad burguesa en las conquistas de la libertad e individualidad del hombre. La izquierda marxista coincide en afirmar que el socialismo real fue una alternativa al capitalismo que fracasó indudablemente, pero está convencida de que el pensamiento marxista sigue siendo el punto de partida, el único imaginable por su coherencia para construir una teoría moderna y viable del socialismo y formular un proyecto histórico de una sociedad factible, que mantenga las conquistas a las que no se debe renunciar pese a los malos augurios postmodernistas. El marxismo, al emprender esta tarea, se pronuncia por el humanismo, lo cual no significa una mera reproducción de los parámetros que Marx planteó para la sociedad de su época. El marxismo del siglo XXI tiene que plantear el tema de la liberación del hombre frente a las nuevas formas de enajenación, no sólo las nacidas del capitalismo, sino también las generadas por la experiencia del socialismo real. El marxismo renovador admite que la alienación no es exclusiva del capitalismo, y que pueda darse también, como ocurrió en la órbita soviética, dentro de una experiencia socialista. Francisco Fernández ha dicho que ser marxista en nuestra época es ayudar a la formulación de una nueva teoría de la emancipación humana, adecuada a un mundo que tiene como realidades un imperio único, la crisis ecológica que pone en peligro el modo de vida típico de la sociedad capitalista, y diferencias sociales mucho más agudas de las que conoció Marx( Fernández, 49). CONCLUSIONES El marxismo latinoamericano renovado apunta, como tarea esencial, a la creación de un nuevo ciudadano del siglo XXI. Como filosofía y como ideología, el marxismo no parece estar en una situación de agonía y desorientación como la que se le atribuía, ni haber perdido su orientación y vocación socialista. Hoy, los intelectuales que militan en esa corriente no parecen creer que el socialismo marxista se encuentre ante las puertas de la LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 271 historia, como parecía estarlo hace 20 años, después del fracaso de las aventuras armadas. La tarea que se presenta es absolutamente clara en la perspectiva de los pensadores marxistas, es decir, se sienten llamados a formular una nueva síntesis que preserve y robustezca los ideales humanistas del marxismo genuino, por un lado, y que proteja las libertades esenciales del hombre, por otro, enfrentando los problemas que genera el desarollo de la ciencia y la tecnología. Se quiere fundar el socialismo y la democracia en una estrategia a corto, mediano y largo plazo, enriqueciendo los análisis teóricos del humanismo que surgen del tronco marxista, y moviéndose a través de la praxis política y social, medir el grado de dignificación requerida en hombres que se encuentran en condiciones peculiares de explotación, dictadas por la particular circunstancia latinoamericana. La derrota de la vía armada que sufrió la izquierda marxista fue suficientemente trágica y decisiva como para invitar a hacer una transpolación e inferir de esa derrota el derrumbe ideológico de la izquierda. Sin embargo, la izquierda marxista de hoy muestra una dinámica ideológica vigorosa y rechaza el guante lanzado por Castañeda en el sentido de que, para seguir existiendo, la izquierda tendría que girar hacia posiciones nuevas, renaciendo en una socialdemocracia. El pensamiento marxista latinoamericano tiene como rasgos relevante hoy priorizar el tema de la libertad humana, en su dimensión filosófica y en el accionar político, repensando la democracia. Esta actitud no es un simple vuelco dictado por la necesidad de renacer después de la caída del socialismo real o la derrota armada, sino que encuadra en la tradición humanista del marxismo latinoamericano y las críticas que se habían venido formulando hacia las versiones dogmáticas del marxismo. La izquierda marxista se afirma como tal y lejos de ver su renovación como una ruptura ideológica o como la formulación de una nueva heterodoxia, acentúa la ortodoxia de su posición, insistiendo en una vuelta a las fuentes del marxismo y en su fidelidad al Marta MATSUSHITA 272 núcleo duro de esa filosofía. Hay, sin embargo, un elemento novedoso que merece destacarse en esa orientación a la que nos referimos. El espiritualismo y el humanismo están firmemente enrraizados en el marxismo latinoamericano desde los tiempos de Mariátegui, quien como ya se lo ha señalado, afirmó que el marxismo no sólo busca una sociedad nueva, sino un hombre nuevo, libre de lo que el capitalismo generaba a nivel de conciencia individual y colectiva, y que Mariátegui elocuentemente llamó “moral de esclavo”. Ese rasgo humanista y espiritualista ha sido enfatizado muchas veces como típico del marxismo latinoamericano y por ende, como elemento definitorio de la heterodoxia que se le atribuye. Sin embargo, los pensadores y filósofos marxistas de hoy, en especial los cubanos, colombianos y venezolanos, que se cuentan entre las voces más vigorosas del pensamiento marxista, vuelven a las fuentes y lo hacen convencidos de que el humanismo es la esencia del marxismo como una corriente universal del pensamiento y no sólo un rasgo caracterizador y diferenciador del marxismo latinoamericano. Podemos concluir que para el contexto latinoamericano, el tema de máximo interés es que el humanismo deja de ser reivindicado como una característica propia del marxismo latinoamericano, para enfatizarse como elemento esencial del marxismo en cualquier dimensión espacial o temporal. Con ello podemos considerar que a principios del XXI se está produciendo una significativa vuelta del marxismo latinoamericano hacia posiciones internacionalistas, descuidadas o abiertamente rechazadas en los vaivenes del marxismo del siglo XX. BIBLIOGRAFIA Almeyra, Guillermo, Che Guevara. El pensamiento rebelde, Ediciones Continente, Buenos Aires, 2004. Becerra, Longino, El marxismo y la realidad nacional, Editorial Baktun, Tegucigalpa, LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA HOY: DILEMAS Y RENOVACION 273 1991. Caletti, Oberdan, “Prólogo” en Mondolfo, Rodolfo, El humanismo de Marx, F.C.E, México, 1973. Castañeda, Jorge G. La utopía desarmada, Ediciones Ariel, Buenos Aires, 1993. 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