x aniversario fundación centro de poesía josé hierro

Transcripción

x aniversario fundación centro de poesía josé hierro
Fundación Centro de Poesía José Hierro
fundación Centro de Poesía José Hierro
c/ José Hierro, nº 7
28905 Getafe (Madrid)
Tel. 91 696 82 18
www.cpoesiajosehierro.org
[email protected]
Edita:
Ayuntamiento de Getafe
Diseña:
Izaskun Gracia Quintana
Selección de poemas y dibujos:
Tacha Romero
© FCPJH 2013
Todos los derechos reservados
X aniversario
DÉCIMO ANIVERSARIO
DEL CENTRO DE POESÍA JOSÉ HIERRO
El 3 de abril de 2003, apenas cuatro meses después del fallecimiento de
José Hierro, se inauguró el proyecto que él había ideado con su hija, Margarita Hierro, a la cabeza. Aunque llevaba ya unos meses funcionando,
aquel día en el que el poeta hubiese cumplido ochenta y un años, se abrían
las puertas de manera oficial al único Centro de España dedicado íntegramente a la poesía. Esto fue posible gracias al apoyo de la Comunidad de
Madrid, al Ayuntamiento de Getafe y a la Familia Romero-Hierro.
A lo largo de diez años, el proyecto dirigido por Tacha Romero desde
2004 tras el fallecimiento de Margarita, y convertido en Fundación en
diciembre de 2006, ha conseguido situarse como uno de los referentes del
mundo poético y ha acogido desde sus comienzos a más de 600 autores,
que incluyen las voces más importantes del panorama poético español
como Leopoldo María Panero, Francisco Brines, Olvido García Valdés,
Juan Carlos Mestre, Francisca Aguirre, Clara Janés, Antonio Gamoneda,
Luis Alberto de Cuenca, Blanca Andreu, Pureza Canelo o Antonio Hernández.
Durante los diez años de andadura se han organizado más de 350 actos en
los que se ha contado con 27.450 asistentes y se ha colaborado en otros
200 con más de 100 instituciones entre las que destacan Ministerio de
Cultura, Instituto Cervantes, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Acción Cultural Española, Fundación Loewe, El Círculo de Bellas Artes, el
Ateneo de Madrid, las Universidades Complutense, Carlos III o Europea
de Madrid así como el Gobierno de Cantabria y Ayuntamientos como el
de Madrid o Santander, entre muchos otros de carácter público y privado.
Han asistido a nuestros talleres 1.742 alumnos y 2.800 escolares en edades
comprendidas entre 8 y 16 años y más de 550 personas de otros colectivos.
Nuestra actividades se han visto reflejadas en los más importantes periódicos de tirada nacional como El País, ABC o el Mundo así como en otras
publicaciones de carácter local y en numerosas ediciones digitales.
1
Algunos de los autores que han pasado por el Centro de poesía desde su
apertura:
Luis Alberto de Cuenca, Joaquín Benito de Lucas, José Antonio Ramírez
Lozano, Espido Freire, Pablo García Casado, Jorge de Arco, Lorenzo Silva,
Pureza Canelo, Sofía González Calvo (Sofía Rhei), Fernando Marías, Pablo García Baena, Josep Pedrals, Alberto Infante, Blanca Andreu, Andrés
Neuman, Ángel García López, Óscar Aguado, Ignacio Elguero, Ariadna
García, Antonio Colinas, Elsa López, Carmen Jodra, Pablo Jiménez, Fernando Delgado, Pepe Viyuela, Félix Grande, Paca Aguirre, Carlos Castán,
Vanesa Pérez Sauquillo, Javier Vela, José Martínez Ros, José Antonio Rodríguez Valero, Francisco Brines, Julio Reija, Chús Arellano, Emilio Ruiz
Parra, Eva Chinchilla, David Hernández de la Fuente, José Iglesias Benítez, Carlos Murciano, Carmina Casala, Mercedes Díaz Villarías, Leopoldo
María Panero, Ignacio Miranda, Antonio Orejudo, Fina de Calderón, Jose
Luis Gómez Toré, José Luis Morante, Óscar Martínez, Carlos Clementson, Manolo Romero, Julieta Valero, Alicia Giménez Barlett, María Rosal,
Carlos Ávila, Sebastián Fiorilli, Ana Rosetti, Gonzalo Escarpa, Josep Pastells, Antonio Porpetta, María Salgado, Mercedes Abad, Santiago Gómez
Valverde, Inma Chacón, Óscar Martín Centeno, Juan Manuel Muñoz
Aguirre, Soledad Sánchez Parody, Julio Maruri, Manolo Arce, Beatriz Villacañas, Marta Sanz, Yolanda Castaño, Carmen Camacho, Javier Cánaves, Luz Pichel, Amalia Bautista, Jesús Eguía, Paula Cifuentes, Ben Clark,
Tina Suárez, Jesús Hilario Tundidor, Antonio Rómar, Jesús Urceloy, José
María Gomez Valero, David Eloy Rodríguez, Leonardo Padura, David
Moreno, Inma Luna, Iván Suárez Ruiz, Javier Lostalé, Antonio Carvajal,
José Daniel García, Jaime Siles, Beatriz Ros González, Salomé Ortega,
Guadalupe Grande, Ángela Jiménez, María Sanz, Mariano Peyrou, Yaiza
Martínez, Eduardo Moga, Miguel Ángel Martín, Eduardo Chirinos, Manuel Rico, Rafael de Penagos, Julio Espinosa, María Eloy García, Carmen
López, Antonio Gamoneda, Ángela Segovia, Marta Agudo, Jordi Doce,
Marcos Canteli, Luis Muñoz, Ada Salas, Joan Margarit, Daniel Samoilovich, Izaskun Gracia, Javier Moreno, Miguel Ángel Zapata, Amalia
Iglesias, Noni Benegas, Elena Medel, Antonio Hernández, Carlos Salem,
Eduardo Milán, José Luis Morales, Juan Carlos Mestre, Sandra Santana,
Luis Luna, Mª. Ángeles Maeso, Óscar Curieses, Patricia Esteban, Rebeca
Álvarez del Casal, Manolo Ríos Ruiz, Carlos Pardo, Subhro Bandopadhyay, Hipólito García Navarro, Diego Doncel, Andrés Fisher, Alexis Delgado, Cristian Aliaga, Fernando Delgado, Noemí Trujillo, Yolanda Sáenz
de Tejada, Matías Muñoz, Cristóbal López de la Manzanara, Ezequías
2
Blanco, Mari Jungstedt, José Iván Suárez, Benito del Pliego, Luis García Montero, Estrella Juárez, Verónica Aranda, Sonia Bueno, Alejandro
Céspedes, Alba González, Carlos Piera, Cecilia Quílez, Tirsa Caja, Belén
Reyes, José Castrillón, Javier Lostalé, Raquel Lanseros, Antonio Méndez
Rubio, Pablo López Carballo, Andrés Portillo, Esther Ramón, Ildefonso
Rodríguez, Marisol Huerta, Laura Casielles, Humberto Ak’abal, Fernando Beltrán, Ernesto García López, Víktor Gómez, Jorge Brunete, Kike
Martín, Mar Benegas, Miguel Casado, Iván Carabaño, Carlos Fernández
López, Enrique Jiménez, Álvaro García, Silvia Castro, Gabriel Cortiñas,
Nilton Santiago, Jenaro Talens, Clara Janés, Nuria Ruiz de Viñaspre, Ana
Martín Puigpelat, Ana Gorría, Ana Roig, Jorge Riechmann, Olga Muñoz,
Zhivka Baltadzhieva, Eduardo Scala, Enric López Tuset, Juan Vicente Piqueras, Begonya Pozo, Tomaž Šalamun, Pedro Provencio, Jorge Zetner o
Santiago Auserón.
También se ha contado con la participación musical de: Ara Malikian, Javier Krahe, Estrella Morente, El Chojín, la Coral Accento, Javier Álvarez,
Paco Ortega, Amancio Prada, Javier Ruibal, Rocío Ruiz, Moncho Otero,
el Coro de la Unión de Actores, Pilar Machi, Luis Emilio Batallán, Alexis
Delgado, Francisco del Pozo Carpintero o Marlango, entre otros.
3
UN COMPROMISO QUE DURA 10 AÑOS
Por Juan Soler
Excelentísimo Señor Alcalde de Getafe
“Irás naciendo poco/a poco, día a día./
Como todas las cosas/que hablan hondo, será/
tu palabra sencilla…”
Desde que abriera sus puertas hace diez años, el Centro de Poesía José
Hierro ha sido un protagonista fundamental de la vida cultural de nuestra
ciudad. Para Getafe constituye un inmenso orgullo contar con el único
centro de España dedicado íntegramente a la poesía. Un lugar dedicado
a preservar el legado de uno de los más grandes poetas del siglo xx, pero
también ‘escuela’ por la que han pasado las principales voces líricas de
nuestro país, sede de conciertos y recitales, conferencias y cursos.
Poco a poco, día a día, el Centro de Poesía se ha ido convirtiendo en un
referente inexcusable de la poesía española, como tuvimos la ocasión de
comprobar el año pasado en las conmemoraciones del año Hierro 2012,
que fueron todo un éxito. Hoy celebramos el décimo aniversario del Centro y qué mejor manera de hacerlo que recogiendo una antología de poemas y de dibujos de José Hierro.
Mi más sincera felicitación a la familia Romero-Hierro por su dedicación durante estos años. Quiero recordar especialmente la contribución
de Margarita Hierro, impulsora del proyecto que dirige con todo cariño
y gran profesionalidad Tacha Romero. En nombre del Ayuntamiento de
Getafe, todo nuestro agradecimiento.
5
Compromiso por la promoción
del libro y la lectura
Por Ana Isabel Mariño Ortega
Consejera de Empleo, Turismo y Cultura
de la Comunidad de Madrid
Unos meses después de fallecimiento de José Hierro, en abril de 2003, su
hija Margarita, a quien los que hemos conocido la trayectoria del Centro
de Poesía José Hierro no podemos dejar de recordar, comenzó una actividad de promoción de la poesía y de la obra de este gran poeta que fue el
germen de lo que es hoy el Centro de Poesía José Hierro.
El Centro es una muestra de los buenos resultados que produce la colaboración entre instituciones públicas e instancias privadas: el ayuntamiento
de Getafe, que facilitó el suelo para la construcción del edificio, la Comunidad de Madrid que asumió la construcción de la sede que hoy conocemos, y la generosidad de la familia del poeta, que puso a disposición de los
ciudadanos buena parte de su biblioteca personal, manuscritos, archivo de
la palabra y también su pintura.
La Comunidad de Madrid, comprometida en la promoción del libro y la
lectura, ha estado presente desde el principio en el devenir del Centro de
Poesía José Hierro, creado formalmente en el año 2006, formando parte de la
Fundación y de su Patronato. La actividad del Centro no termina en la obra
de Hierro; como él hubiera querido, el Centro de Poesía promueve el conocimiento de este género literario, el gusto por su lectura y también la creación
poética. La poesía está también presente en todas sus actividades relacionadas
con el libro y lectura impulsadas desde la Comunidad de Madrid, desde La
Noche de los Libros hasta la programación cultural de las bibliotecas. La colaboración con la Fundación Centro de Poesía José Hierro es, en este sentido,
continua y está imbricada en la planificación cultural de la Comunidad.
Vaya nuestro agradecimiento a la familia de José Hierro por querer que
sea Madrid la sede de este Centro de Poesía, activo y vivo, único. Y gracias
a su Directora, Tacha Romero y a su equipo, incansables y entusiastas luchadoras que, con el apoyo de las instituciones públicas, llevan el Centro
adelante, yendo a más y a mejor.
7
UN SUEÑO CUMPLIDO
Por Tacha Romero
Directora de la Fundación Centro de Poesía José Hierro
Vimos cómo crecía la ilusión a medida que el proyecto iba haciéndose
realidad, cómo al principio las palabras eran prudentes, dubitativas. Los
sueños, en definitiva, contenidos.
Él no nunca quiso la gloria, decía siempre aquello de que “toda pompa es
fúnebre”. Era un ser extremadamente pudoroso y honrado y el hecho de
que el primer Centro de Poesía de España llevase el nombre de José Hierro, le hacía creer, como ocurrió con cada premio que recibió a lo largo de
su vida, que era algo que no merecía, aunque lo agradecía.
Pero esto era especial porque por fin habría un lugar para los olvidados,
para los poetas que, como él, jamás tuvieron su espacio. Nadie apostó lo
suficiente hasta aquel momento. No era algo sólo para él, era un lugar para
que todos los amantes de los versos pudiesen reunirse, conocerse, participar, ser poesía. Un lugar donde rodearse de libros y maestros, de estímulos
para crear, estudiar, difundir la palabra poética.
Se trataba de un lugar donde la poesía estuviese en el epicentro de la creación, donde se hablase de formas y sonidos y la palabra se convirtiese en
arquitectura, pintura, fotografía o teatro.
El papel de Margarita Hierro y de Manolo Romero fueron determinantes
para que todo comenzase a andar, a tomar forma, y surgieron los colores,
el logotipo, moldeado pacientemente por el poeta durante horas primero
en plastilina, luego en arcilla y acero hasta que llegase al hierro. Dejó preparada también la cubierta del que sería su premio de poesía. Quién iba
a imaginar que aquel premio que nació en 2006 llevaría el nombre de su
hija, de mi madre, y que yo ocuparía su lugar.
Él dejó, libros, manuscritos, aquella escultura, los colores y toda su ilusión
listas para comenzar ese proyecto hermoso que finalmente no pudo ver
inaugurado.
9
Pero el 3 de abril de 2003 estábamos todos felices y emocionados y por
fin se abrieron las puertas de un sueño y desde ese día se trabajó con una
ilusión desmedida. Pero otra vez la dura realidad y el dolor de perder a
quien fue la impulsora del proyecto, Margarita Hierro.
Han pasado ya nueve años desde entonces y cada día desde que me puse al
frente del Centro de Poesía me he esforzado por honrar su memoria, por
salvar cada dificultad con alegría, por cuidar del legado literario, material
y humano que nos dejaron.
Y en este largo camino he estado acompañada por personas maravillosas,
cada uno de los maestros y compañeros, cada patrono desde que en diciembre de 2006 nos convertimos en Fundación, cada uno de los que han
dejado su trabajo, su energía, su cariño en esta casa han sido fundamentales para que podamos celebrar nuestro décimo aniversario.
Diez años de Hierro, podríamos haber dicho, pero no quiero quedarme
ahí, ni repetir que son diez años de milagro porque eso sería como ponerle
un tope, una línea de meta y este lugar único y necesario debe celebrar
cada año con un triunfo, paso a paso, sin detenerse jamás.
La familia al completo agradece cada muestra de apoyo recibida y sobre
todo el firme compromiso que desde el principio han mostrado el Ayuntamiento de Getafe y la Comunidad de Madrid, que apostaron por ser los
primeros en darle a la poesía el lugar que merece.
Espero que año tras año sigamos haciendo crecer este templo de la palabra, que consigamos entre todos que los poetas y el nombre de José Hierro
sigan brillando, sigan llenándonos de sueños, sigan iluminando nuestro
camino.
10
Despedida del mar
Por más que intente al despedirme
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
Este perfume de manzanas,
¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío,
mar mío! ¡Fúndeme, despójame
de mi carne, de mi vestido
mortal! ¡Olvídame en la arena,
y sea yo también un hijo
más, un caudal de agua serena
que vuelve a ti, a su salino
nacimiento, a vivir tu vida
como el más triste de los ríos!
Ramos frescos de espuma… Barcas
soñolientas y vagas… Niños
rebañando la miel poniente
del sol… ¡Qué nuevo y fresco y limpio
el mundo!... Nace cada día
del mar, recorre los caminos
que rodean mi alma, y corre
a esconderse bajo el sombrío,
lúgubre aceite de la noche;
vuelve a su origen y principio.
¡Y que ahora tenga que dejarte
para emprender otro camino!…
Por más que intente al despedirme
12
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos;
por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
De Tierra sin nosotros, 1947
13
Alegría
Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.
Era alegría la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
(Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía.)
Así la siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.
Y mientras se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.
De Alegría, 1947
15
Reportaje
Desde esta cárcel podría
verse el mar, seguirse el giro
de las gaviotas, pulsar
el latir del tiempo vivo.
Esta cárcel es como una
playa: todo está dormido
en ella. Las olas rompen
casi a sus pies. El estío,
la primavera, el invierno,
el otoño, son caminos
exteriores que otros andan:
cosas sin vigencia, símbolos
mudables del tiempo. (El tiempo
aquí no tiene sentido.)
Esta cárcel fue primero
cementerio. Yo era un niño
y algunas veces pasé
por este lugar. Sombríos
cipreses, mármoles rotos.
Pero ya el tiempo podrido
contaminaba la tierra.
La hierba ya no era el grito
de la vida. Una mañana
removieron con los picos
y las palas la frescura
del suelo, y todo —los nichos,
rosales, cipreses, tapias—
perdió su viejo latido.
Nuevo cementerio alzaron
para los vivos.
Desde esta cárcel podría
tocarse el mar; mas el mar,
los montes recién nacidos,
los árboles que se apagan
17
entre acordes amarillos,
las playas que abren al alba
grandes abanicos,
son cosas externas, cosas
sin vigencia, antiguos mitos,
caminos que otros recorren.
Son tiempo
y aquí no tiene sentido.
Por lo demás todo es
terriblemente sencillo.
El agua matinal tiene
figura de fuente...
(Grifos
al amanecer. Espaldas
desnudas. Ojos heridos
por el alba fría.) Todo
es aquí sencillo,
terriblemente sencillo.
Y así las horas. Y así
los años. Y acaso un tibio
atardecer del otoño
(hablan de Jesús) sentimos
parado el tiempo. (Jesús
habló a los hombres, y dijo:
«Bienaventurados los
pobres de espíritu».)
Pero Jesús no está aquí
(salió por la gran vidriera,
corre por un risco,
va en una barca, con Pedro,
por el mar tranquilo).
Jesús no está aquí. Lo eterno
se desvae, y es lo efímero
—una mujer rubia, un día
de niebla, un niño tendido
sobre la yerba, una alondra
que rasga el cielo—, es lo efímero
eso que pasa y que muda,
lo que nos tiene prendidos.
18
Sed de tiempo, porque el tiempo
aquí no tiene sentido.
Un hombre pasa. (Sus ojos
llenos de tiempo.) Un ser vivo.
Dice: «Cuatro, cinco años...»,
como si echara los años
al olvido.
Un muchacho de los valles
de Liébana. Un campesino.
(Parece oírse la voz
de la madre: «Hijo,
no tardes», ladrar los perros
por los verdes pinos,
nacer las flores azules
de abril...)
Dice: «Cuatro, cinco,
seis años...», sereno, como
si los echase al olvido.
El cielo, a veces, azul,
gris, morado o encendido
de lumbres. Dorado a veces.
Derramado oro divino.
De sobra sabemos quién
derrama el oro y da al lirio
sus vestiduras, quién presta
su rojo color al vino,
vuela entre nubes, ordena
las estaciones...
(Caminos
exteriores que otros andan.)
Aquí está el tiempo sin símbolo
como agua errante que no
modela el río.
Y yo, entre cosas de tiempo,
ando, vengo y voy perdido.
Pero estoy aquí, y aquí
no tiene el tiempo sentido.
19
Deseternizado, ángel
con nostalgia de un granito
de tiempo. Piensan al verme:
«Si estará dormido…».
Porque sin una evidencia
de tiempo, yo no estoy vivo.
Desde esta cárcel podría
verse el mar —yo ya no pienso
en el mar. Oigo los grifos
al amanecer. No pienso
que el chorro me canta un frío
cantar de fuente. Me labro
mis nuevos caminos.
Para no sentirme solo
por los siglos de los siglos.
De Quinta del 42, 1952
20
Réquiem
Manuel del Río, natural
de España, ha fallecido el sábado
once de mayo, a consecuencia
de un accidente. Su cadáver
está tendido en D’Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
a las 9:30, en St. Francis.
Es una historia que comienza
con sol y piedra, y que termina
sobre una mesa, en D’Agostino,
con flores y cirios eléctricos.
Es una historia que comienza
en una orilla del Atlántico.
Continúa en un camarote
de tercera, sobre las olas
—sobre las nubes— de las tierras
sumergidas ante Platón.
Halla en América su término
con una grúa y una clínica,
con una esquela y una misa
cantada, en la iglesia St. Francis.
Al fin y al cabo, cualquier sitio
da lo mismo para morir:
el que se aroma de romero,
el tallado en piedra, o en nieve,
el empapado de petróleo.
Da lo mismo que un cuerpo se haga
piedra, petróleo, nieve, aroma.
Lo doloroso no es morir
acá o allá…
Requiem aeternam,
Manuel del Río. Sobre el mármol,
21
en D’Agostino, pastan toros
de España, Manuel, y las flores
(funeral de segunda, caja
que huele a abetos del invierno),
cuarenta dólares. Y han puesto
unas flores artificiales
entre las otras que arrancaron
al jardín… Libera me domine
de morte aeterna… Cuando mueran
James o Jacob verán las flores
que pagaron Giulio o Manuel…
Ahora descienden a tus cumbres
garras de águila. Dies irae.
Lo doloroso no es morir
Dies illa acá o allá,
sino sin gloria…
Tus abuelos
fecundaron la tierra toda,
la empapaban de la aventura.
Cuando caía un español
se mutilaba el universo.
Los velaban no en D’Agostino
Funeral Home, sino entre hogueras,
entre caballos y armas. Héroes
para siempre. Estatuas de rostro
borrado. Vestidos aún
sus colores de papagayo,
de poder y fantasía.
Él no ha caído así. No ha muerto
por ninguna locura hermosa.
(Hace mucho que el español
muere de anónimo y cordura,
o en locuras desgarradoras
entre hermanos: cuando acuchilla
pellejos de vino, derrama
sangre fraterna.) Vino un día
porque su tierra es pobre. El mundo
Libera me Domine es patria.
23
Y ha muerto. No fundó ciudades.
No dio su nombre a un mar. No hizo
más que morir por diecisiete
dólares (él los pensaría
en pesetas). Requiem aeternam.
Y en D’Agostino lo visitan
los polacos, los irlandeses,
los españoles, los que mueren
en el week-end.
Requiem aeternam.
Definitivamente todo
ha terminado. Su cadáver
está tendido en D’Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
por su alma.
Me he limitado
a reflejar aquí una esquela
de un periódico de New York.
Objetivamente, sin vuelo
en el verso. Objetivamente.
Un español como millones
de españoles. No he dicho a nadie
que estuve a punto de llorar.
De Cuanto sé de mi, 1957
24
Historia para muchachos
Dicen: «Este señor
habla tan sólo de sí mismo.
Pasa —dicen— cegado,
sin ver lo que sucede alrededor.
Va por el mundo como un barco viejo…,
ese señor… Bueno para cortar
con un hacha, y quemarlo, y calentarnos
si es capaz de calor…
Ese señor que hablaba de su vida
y nada más… Ese señor…», han dicho.
Probablemente era ya viejo
cuando nací, cerca de un río.
Aunque yo no me acuerdo de ese río,
sino del mar bajo el sol de septiembre.
Sería complicado explicar las razones
por las que yo me hallaba allí
entre las olas y los estudiantes,
estrujando el momento
como quien quiere anclarse
a un trozo hermoso de la realidad.
Un sueño de oro entre las dos sirenas
que interrumpían el trabajo.
Era algo así como nostalgia
lo que me hacía estar allí
hasta mi encuentro con la máquina.
Este señor que pasa por la vida
metido dentro de sí mismo, entonces
era cilindrador. ¿Sabéis qué es eso,
vosotros que le habláis a este señor
de realidades? Es posible que haya
entre los libros de la biblioteca
de vuestros padres uno que os aclare
ciertas palabras; apuntad: palero,
moldeador, listero en unas obras,
25
transportista de leña a domicilio,
comisionista para venta a plazos
de libros, negro de escritor… Acaso
alguno de los libros que tenéis
en vuestra casa me haya a mí dejado
un porcentaje (un diez por ciento, creo).
No son éstas las únicas palabras.
Hay otras. Por ejemplo: condenados
por auxilio a la rebelión.
(Creo que ése era el término jurídico.)
Auxilio o adhesión: no estoy seguro.
O uno le fue aplicado
a mi padre, y el otro a mí.
No estoy seguro. Ya ha pasado el tiempo
y él ha muerto. Y han muerto muchas gentes
que estuvieron en una situación
semejante, o peor. Y los demás
envejecimos. No hemos muerto,
afortunadamente.
Este señor
oyó una vez llorar a un niño
en el momento de la elevación
en una misa. (Necesitaría
demasiadas palabras
para que comprendierais por qué un hecho
tan aparentemente natural
me parecía irreal entonces, y ahora.
¿Cómo hacerlo sentir?… En cuatro años
no había oído voz de niño.
La de mujer, al otro lado,
desgarrada, voz casi masculina
por el esfuerzo para destacarse
del griterío. No podría
explicarlo. No es cosa de palabras
como estas mías. Solo un gran poeta
podría contagiaros la emoción:
mis palabras no bastan.) Lloró el niño.
Por las triples vidrieras entró el sol.
El corazón estaba
27
a punto de romperse hermosamente.
Después, fue un hombre muerto,
y otro hombre, muchos más…
He perdido la cuenta.
En los balcones los dejaban
por la noche, delante de la fuente
de aquel patio interior. Muertos calzados
con alpargatas nuevas, su sudario.
Amanecía y se les despedía
cantando el Dies irae
(ya no recuerdo si el de Verdi,
o es muy posible que el de Mozart).
Este señor apetecía ser
el Desdichado de la tierra,
el más miserable que nadie,
el más solitario que todos.
No se tenía lástima a sí mismo
y sólo así sería libre,
sin nadie a quien compadecer…
Y un día volvió al mar. Fueron las olas
a lamerle las manos. «Aquí estás
—le dijeron— de nuevo.» Desplegaron
sus colores, olores y sonidos.
Pusieron en sus manos pan de amor.
Las gaviotas bajaron a picarlo.
Pero las alas eran alpargatas
en los pies de los muertos. Y la música
del mar era el Dies irae… Sólo un día,
un momento, tendido —la cabeza
junto a un tronco rugoso de sabina—,
olvidó. Fue un momento. Eternidad
que le duró un momento. Se creía
tierra de paz. Y el árbol le nacía
de la frente, y las nubes…
(¿Quién no ha visto,
quién no ha vivido nubes, árbol, mar?…
Será mejor cambiar de tema,
dejar de hablar, aunque necesitaba
deciros esto. La palabra
28
es de piedra, impermeable a la emoción
lo vuelvo a recordar.)
Lo de la mar duró muy poco.
Todo duraba cada vez más poco.
Era lo mismo que un pantano.
Yo me hundía en el fango.
Y cada vez era mi cuerpo
menos libre. Gritaba, respiraba,
enloquecía, enloquecía, enloquecía.
Convocaba mi muerte
a aquellas gentes que yo vi morir.
Y yo escondía la cabeza
para no verlos, y que me dejaran
vivir, morir a gusto.
Y yo escondía la cabeza
bajo un acordeón. Yo le arrancaba
sonidos —lo recuerdo—, y las mujeres
bailaban, y Madama Leontine,
gorda y espiritual, recomendaba
silencio, por si acaso la multaba
la policía...
Ya ha pasado el tiempo
sobre todos nosotros.
Muchos se han liberado ya del tiempo.
Nuestros pequeños heroísmos
adquirieron su dimensión
verdadera. Aquel verdor de luna
de febrero, con nieve, entre vagones,
no es más que una viñeta. Aquella luna
de agosto, sobre el mar y las montañas,
se ha apagado. Es vulgar. Y tantas cosas
que fueron mías, nunca vuestras,
y hoy ni siquiera son ya mías.
Recorrí mi camino repicando
las sonoras campanas, encendiendo
las estrellas —creía en las campanas
y en las estrellas—… Todo fue rompiéndome
el corazón. Y me encontré de pronto
29
nel mezzo del camin di nostra vita
(hago la cita para que digáis
que en esta historia existe, por lo menos,
un verso bueno: justo el que no es mío).
Ya no me importan nada
mis versos ni mi vida.
Lo mismo exactamente que a vosotros.
Versos míos y vida mía, muertos
para vosotros y para mí.
Pero en vosotros, por lo menos, queda
vuestra vida, y en mí sólo momentos
inasibles, recuerdos o proyectos,
alguna imagen descuajada
de mis años pasados o futuros.
Como esta que me asalta en el instante
en que estoy escribiendo: un hombre esbelto,
con su cadena de oro en el chaleco.
Habla con alguien. Detrás de él, un fondo
de grúas en el puerto. Y hay un niño
que soy yo. Él es mi padre.
«El niño tiene cuatro años»,
acaba de decir.
De Libro de las alucinaciones, 1962
30
Cae el sol
Perdóname. No volverá a ocurrir.
Ahora quisiera
meditar, recogerme, olvidar: ser
hoja de olvido y soledad.
Hubiera sido necesario el viento
que esparce las escamas del otoño
con rumor y color.
Hubiera sido necesario el viento.
Hablo con humildad,
con la desilusión, la gratitud
de quien vivió de la limosna de la vida.
Con la tristeza de quien busca
una pobre verdad en que apoyarse y descansar.
La limosna fue hermosa —seres, sueños, sucesos, amor—,
don gratuito, porque nada merecí.
¡Y la verdad! ¡Y la verdad!
Buscada a golpes, en los seres,
hiriéndolos e hiriéndome;
hurgada en las palabras;
cavada en lo profundo de los hechos
—mínimos, gigantescos, qué más da:
después de todo, nadie sabe
qué es lo pequeño y qué lo enorme;
grande puede llamarse a una cereza
(«hoy se caen solas las cerezas»,
me dijeron un día, y yo sé por qué fue),
pequeño puede ser un monte,
el universo y el amor.
Se me ha olvidado algo
que había sucedido.
Algo de lo que yo me arrepentía
o, tal vez, me jactaba.
Algo que debió ser de otra manera.
31
Algo que era importante
porque pertenecía a mi vida: era mi vida.
(Perdóname si considero importante mi vida:
es todo lo que tengo, lo que tuve;
hace ya mucho tiempo, yo la habría vivido
a oscuras, sin lengua, sin oídos, sin manos,
colgado en el vacío,
sin esperanza.)
Pero se me ha borrado
la historia (la nostalgia)
y no tengo proyectos
para mañana, ni siquiera creo
que exista ese mañana (la esperanza).
Ando por el presente
y no vivo el presente
(la plenitud en el dolor y la alegría).
Parezco un desterrado
que ha olvidado hasta el nombre de su patria,
su situación precisa, los caminos
que conducen a ella.
Perdóname que necesite
averiguar su sitio exacto.
Y cuando sepa dónde la perdí,
quiero ofrecerte mi destierro, lo que vale
tanto como la vida para mí, que es su sentido.
Y entonces, triste, pero firme,
perdóname, te ofreceré una vida
ya sin demonio ni alucinaciones.
De Libro de las alucinaciones, 1962
33
Lope. La noche. Marta
He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido
(afuera deja sus constelaciones).
«Buenas noches, Noche.»
Pasa las páginas de sombra
en las que todo está ya escrito.
Viene a pedirme cuentas.
«Salí al rayar el alba —digo—.
Lamía el sol las paredes leprosas.
Olía a vino, a miel, a jara.»
(Deslumbrada por tanta claridad
ha entornado los ojos.)
La llevan mis palabras por calles, ascuas, no lo sé:
oye la plata de las campanadas.
Ante la puerta de la iglesia
me callo, me detengo —entraría conmigo
si yo no me callase, si no me detuviera—;
yo sé bien lo que quiere la Noche;
lo de todas las noches;
si no, por qué habría venido.
Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del alba
no dije Agnus Dei qui tollis pecata mundi,
sino que dije Marta Dei (ella es también cordero de Dios
que quita mis pecados del mundo).
La Noche no podría comprenderlo,
y qué decirle, y cómo, para que lo entendiese.
No me pregunta nada la Noche,
no me pregunta nada. Ella lo sabe todo
antes que yo lo diga, antes que yo lo sepa.
Ella ha oído esos versos
que se escupen de boca en boca, versos
de un malaleche del Andalucía
34
—al que otro malaleche de solar montañés
llamara «capellán del rey de bastos»—
en los que se hace mofa de mí y de Marta,
amor mío, resumen de todos mis amores:
Dicho me han por una carta
que es tu cómica persona
sobre los manteles, mona
y entre las sábanas, Marta.
Qué sabrá ese tahúr, ese amargado
lo que es amor.
La Noche trae entre los pliegues de su toga
un polvillo de música, como el del ala de la mariposa.
Una música hilada en la vihuela
del maestro del danzar, nuestro vecino.
En la cocina estará escuchando Marta;
danzará, mientras barre el suelo que no ve,
manchado de ceniza, de aroma, de trigo candeal,
de jazmines, de estrellas, de papeles rompidos.
Danza y barre Marta.
Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana, Noche.
Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín,
saldré después a decir misa.
—Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima mea—
luego volveré a casa, terminaré una epístola en tercetos,
escribiré unas hojas
de la comedia que encargaron unos representantes.
Que las cosas no marchan bien en el teatro,
y uno no puede dormirse en los laureles.
Hasta mañana, Noche.
Tengo que dar la cena a Marta,
asearla, peinarla (ella no vive ya en el mundo nuestro),
cuidar que no alborote mis papeles,
que no apuñale las paredes con mis plumas
—mis bien cortadas plumas—,
tengo que confesarla. «Padre, vivo en pecado»
(no sabe que el pecado es de los dos),
y dirá luego: «Lope, quiero morirme»
35
Oración en Columbia University
A Dionisio Cañas
Bendito sea Dios, porque inventó el silencio,
y el chirrido de la chicharra,
y el lagarto de fastuoso traje verde,
y la brasa hipnotizadora
(horizontal crepúsculo pudo haberla llamado
don Pedro Calderón de la Barca en el declive del Barroco).
Bendito sea Dios que inventó el agua,
el agua sobre todo.
Bendito sea Dios porque inventó el amanecer
y el balido que lo poblaba.
Ahora vuelvo a escuchar aquella melodía.
El arroyo arpegiaba sobre cantos rodados,
hacía el contrapunto.
Suena el concierto en mi memoria.
O puede que se trate
de una música diferente:
la que escuchó, primero, entre los arrayanes de Granada
Federico García Lorca,
y luego aquí, rescatada,
en Columbia University.
Bendito sea Dios que inventó los prodigios
que contaba mi padre
perfumado de espliego y de tomillo.
Eran historias de ciudades mágicas
en las que el agua circulaba
por venas de metal, agua caliente y fría
(nos lo contaba al borde del regato,
helado en el invierno, seco en estío:
«Venga, a lavarse, coño, guarros».
Y obedecíamos).
39
Bendito sea Dios porque inventó la cabra
—la cabra que rifaba por los pueblos—
mucho antes que Pablo Picasso,
con barriga de cesto de mimbre
y tetas como guantes de bronce.
Maldito sea Dios porque inventó el estaño
parpadeante del olivo,
ramas y tronco de Laoconte,
y aquella sombra trágica de catafalco y oro:
un rayo congelado en la mano siniestra
y en la diestra un crepúsculo.
Maldito sea Dios porque inventó a mi padre
colgado de una rama del olivo
poco después de recogerse la aceituna.
No puedo perdonárselo.
Pero eso fue más tarde.
Antes fueron los niños.
Bendito sea Dios que inventó aquellos niños,
vestidos como príncipes o pájaros.
Con voces de cristal, «Papá», decían a su padre.
Bendito sea Dios por inventar una palabra
milagrosa, jamás oída,
y su padre correspondía
con vaharadas de ternura.
Maldito sea Dios, porque yo quise
arrezagarme en la ternura
pronunciando la mágica palabra
entonces descubierta. «¿Papá?» «Mariconadas,
si te la vuelvo a oír te llevas una hostia.»
Bendito sea Dios porque inventó los años,
1970, 1980, 1990…,
inventó el fuego, el oro viejo
de los arces de otoño,
y estos ríos profundos como penas,
largos como el olvido o el recuerdo,
hospitalarios, generosos,
por los que la ciudad va navegando
hasta la mar, que es el morir.
40
Bendito sea Dios que inventó libros sabios.
Se daba nombre en ellos
a lo que antes no lo tenía.
Bendito sea Dios porque inventó licenciaturas,
másters, campus con risas y con marihuana,
laboratorios y celebraciones
con cantos en latín, gaudeamus igitur,
todo situado en niveles distintos del tiempo.
Bendito sea Dios que inventó la memoria
y que inventó el silencio de este lugar aséptico,
y las venas metálicas ocultas
en las que el agua espera
unas manos liberadoras que les devuelvan su canción.
Ahora sé que mi padre está vengado.
Mi padre, descolgado del olivo
pronuncia con mis labios las palabras totémicas,
y se estremece este recinto sagrado.
«Coño, joder, carajo, a lavarse la cara, hostias.»
Y abro los grifos, lavabos, duchas, retretes,
se desbordan las aguas que él soñaba
en la choza de adobe y paja,
cantan la gloria de la recuperación,
y mi padre navega por las aguas,
le provoco, gritándole desconsolado.
«¡Papá!» «Mariconadas», me contesta.
«¡Papá!» Maricona... glu, glu,
ahogado, recuperado,
navegante por los canales de oro,
vivo ya para siempre.
De Cuaderno de Nueva York, 1998
41
En son de despedida
No vine sólo por decirte
(aunque también) que no volveré nunca,
y que nunca podré olvidarte.
Emprendo la tarea
(imposible, si es que algo hay imposible)
de racionalizar, interpretar, reconstruir y desandar
aquellas fábulas y hechizos
que gracias a ti fueron realidad.
Recupero los pasos iniciados a la orilla del río
y que desembocaban en «Kiss Bar» (aunque no estoy seguro
dónde estaba el principio y dónde el fin).
Estoy cansado, muy cansado.
Don Antonio Machado dijo hace más de medio siglo
«Soy viejo porque tengo más de sesenta años,
que es mucha edad para un español».
(Sin comentarios.)
He vivido días radiantes
gracias a ti. Entre mis dedos se escurrían
cristalinas las horas, agua pura. Benditas sean.
Fue un tercer grado carcelario:
regresas a la cárcel por la noche,
por el día —espejismo— te sientes libre, libre, libre.
Nadie pudo, ni puede, ni podrá por los siglos de los siglos
arrebatarme tanta felicidad.
Yo no he venido —te lo dije—
para decirte adiós. Sé que no me echarás de menos,
y eso que yo soñaba ser todo para ti
como tú lo eres todo para mí,
¡ay vanidad de vanidades y todo vanidad!
No te importuno más (ni siquiera sé si me escuchas).
42
Bebo el último whisky en el «Kiss Bar»,
la última margarita en «Santa Fe»,
rodeo luego la ciudad y su muralla de agua
en la que ya no queda nada que fue mío.
Desisto de adentrarme en su recinto,
no tengo fuerzas para celebrar
la melancólica liturgia de la separación.
Sólo deseo ya dormir, dormir,
tal vez soñar...
De Cuaderno de Nueva York, 1998
43
Vida
A Paula Romero
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
De Cuaderno de Nueva York, 1998
45
José Hierro
La figura del poeta
José Hierro nace el 3 de abril de 1922 en Madrid, en la calle Andrés
Borrego, nº 18-20, actualmente nº 16. Sus padres eran Joaquín Hierro,
empleado de telégrafos y madrileño de origen, y Esperanza Real, natural
de Santander. Tiene una hermana, Isabel.
A los dos años se traslada toda la familia a Santander por cambio de
destino del padre.
Entre 1928 y 1936 realiza los estudios primarios en el Colegio de los
Salesianos. Luego pasa a la Escuela de Industrias donde, en contra de
la voluntad familiar, estudia peritaje eléctrico-mecánico, estudios que no
termina a causa de la guerra.
En 1932 lee El alcázar de las perlas, de Francisco Villaespesa que, según
sus palabras, le influirá inconscientemente en el uso del eneasílabo romanceado de sus primeros libros. Por esos años, lee también Peter Pan, que
luego será recordado en «Canción de cuna para dormir a un preso», de
Tierra sin nosotros.
En 1934 recibe un premio de cuento infantil en el Ateneo de Santander.
Lee a Gabriel Miró, cuya influencia inconsciente reconocerá en algunos
versos del poema «Una tarde cualquiera», de Quinta del 42.
En 1935 lee Versos humanos de Gerardo Diego. En ese año lee también
a Juan Ramón Jiménez.
En 1936 conoce a José Luis Hidalgo, de quien será amigo hasta la
muerte de éste en 1947. A principios de año lee la primera Antología
que sobre la Generación del 27 había preparado Gerardo Diego; ello
supone, según sus propias palabras, «una puesta al día en las corrientes
más modernas de la poesía». Lee a Dostoievsky y la Historia de dos ciudades, de Dickens, cuyo personaje Sidney Carton le influirá a la hora de
escribir sus tres novelas inéditas. Comienza a leer a los clásicos españoles, sintiendo una especial predilección por Lope de Vega y la poesía de
tipo tradicional.
Entre 1936 y 1937 aparecen publicados sus primeros poemas en un
periódico de Gijón y en el Romancero General de la guerra de España.
Vive el periodo de la guerra (1936-1939) en Santander con su familia.
47
En 1937 Joaquín Hierro es encarcelado hasta 1941. En otoño, José Luis
Hidalgo y José Hierro visitan en Santander a Gerardo Diego y le entregan
una selección de poemas de ambos.
Entre 1936 y 1938 lee en francés a los principales poetas simbolistas y
postsimbolistas (Baudelaire, Mallarmé y Valéry), haciendo de Las flores del
mal uno de sus libros de cabecera.
En septiembre de 1939 ingresa en prisión, acusado de pertenecer a una
red clandestina de ayuda y socorro a los presos, y recorre las cárceles de
Santander, Comendadoras (Madrid), Palencia, de nuevo Santander, Porlier y Torrijos (Toledo), Segovia y Alcalá de Henares. Es procesado dos veces y, finalmente, se le condena a doce años y un día de reclusión, aunque,
finalmente, abandonará la cárcel en enero de 1944.
En 1942 nace en Valencia, a partir de una tertulia que se celebra en el
Bar Galicia, animada por Ricardo Blasco, Jorge Campos y Pedro Caba,
la revista Corcel, en la que muy pronto empezará a colaborar José Luis
Hidalgo, que por entonces residía en la capital cántabra.
En enero de 1944, José Hierro sale de la prisión de Alcalá de Henares.
Aparece en abril de este año el primer número de la revista Proel. En julio,
José Luis Hidalgo y José Hierro se encuentran en el Paseo de Pereda de
Santander con Julio Maruri y Carlos Salomón. Hierro les lee los primeros
poemas de Tierra sin nosotros: «Mili de Castro» y «Luna de agosto». Después de pasar el verano en Santander, José Hierro se traslada a Valencia,
donde Hidalgo le asegura tener para él un trabajo que realmente no existe.
Hierro empieza a escribir los poemas de Tierra sin nosotros (el primero
de los cuales fue «Mili de Castro»), libro que concluirá en 1946. El 27 de
marzo fallece su padre, Joaquín Hierro.
En el periodo comprendido entre 1944 y 1946 reside en Valencia junto a
José Luis Hidalgo y Jorge Campos. Allí se incorpora, con Ricardo Zamorano
y Francisco Ribes, entre otros, a la revista Corcel, dirigida por Ricardo Blasco.
En septiembre de 1945, Proel publica el nº XVIII, Homenaje a Quevedo. Tras diversos viajes entre Valencia y Santander, José Luis Hidalgo
se instala el 16 de diciembre definitivamente en la capital del Turia. A lo
largo de este año aparecen diversos poemas de Tierra sin nosotros en las
revistas Garcilaso, Corcel y Proel.
En la primavera de 1946 se inicia la segunda época de Proel, en la que
participará muy activamente, que terminará, con la revista, en 1950. José
Luis Hidalgo enferma de una infección pulmonar y es trasladado y visitado con frecuencia por Hierro en Madrid. Comienzan a escribirse los
poemas de Alegría, libro que se concluirá en los comienzos de 1947.
El 3 de febrero de 1947 muere José Luis Hidalgo en Madrid. Se publica
48
Tierra sin nosotros (Ed. Proel. Santander) y Alegría recibe el Premio Adonais;
el jurado del premio estaba compuesto por Vicente Aleixandre, Dámaso
Alonso, José Luis Cano, Gerardo Diego y Enrique Azcoaga. A finales de
año, Hierro envía parte de un nuevo libro, titulado Con las piedras, con el
viento..., al matrimonio formado por Francisco Ribes y Josefina Escolano
(María de Gracia Ifach); en la primavera de 1948, lo tiene ya concluido,
pero, cuando lo va a enviar a la imprenta, en 1950, se da cuenta de que lo
ha perdido y vuelve a redactarlo «de un tirón», con la ayuda del manuscrito conservado por el matrimonio Ribes.
Durante el periodo 1947-1952 vive y trabaja en Santander, colaborando
en la revista Proel junto a Ricardo Gullón, a quien conoce a su vuelta a tal
ciudad. Desempeña en estos años diversos trabajos: listero en unos talleres
metalúrgicos, redactor jefe de las revistas de la Cámara de Comercio de
Santander y de la Cámara Agraria, titulada esta última Tierras del Norte.
En 1949 en el nº 5 («Primavera y Estío») de Proel aparece el artículo de
Eugenio Frutos titulado «El humanismo y la moral de Juan Pablo Sartre»,
que contiene «El existencialismo es un humanismo» del filósofo francés.
También en ese año se celebra el matrimonio de José Hierro con María
de los Ángeles Torres, natural de Santander.
Se publica El viento sur, tirada
especial de cien ejemplares (Hnos. Bedia. Santander) y nace su hijo Juan
Ramón
Un año después se publica Con las piedras, con el viento... (Ed. Proel. Santander).
En 1951 Roger Noël-Mayer traduce al francés una breve antología de
poemas de José Hierro, prologados por Manuel Arce, con el título de
Poèmes (Pierre Seghers. París).
En este mismo año nace su hija Margarita.
En 1952 Francisco Ribes le incluye en la Antología consultada de la joven
poesía española (Dist. Marés. Valencia). Comienza a trabajar en Editora Nacional y se traslada definitivamente a Madrid, donde vive desde entonces.
En Editora Nacional trabaja primero como oficinista, luego como encargado de ediciones, diseñando las cubiertas de los libros y corrigiendo las
pruebas de edición. Posteriormente trabaja como promotor en España del
Reader’s Digest y en la revista Dunia, hasta que ésta se traslada a Barcelona.
Trabaja en Radio Nacional hasta 1987, año en que se jubila.
En 1953 se publica Quinta del 42 (Editora Nacional. Madrid) y nace su
hija Marián.
En 1954 se publica Antología poética (Pablo Beltrán de Heredia. Santander; 2ª edición, Cantalapiedra. Torrelavega, 1954).
En 1955 se publica Estatuas yacentes (Colección «Clásicos de todos los
años». Santander).
49
En 1957 se publica el libro Cuanto sé de mí (Ágora. Madrid), que recibe el premio de la Crítica y el Premio March. Se publica el volumen
recopilatorio de los dos primeros libros de Hierro, precedidos de un
prólogo del autor, titulado Poesía del momento (Afrodisio Aguado. Madrid). Comienza a escribir los poemas de Libro de las alucinaciones, que se
concluirán en 1963.
En 1960 se publica, con prólogo del autor, la antología Poesías escogidas
(Losada. Buenos Aires). Es incluido en la antología Cuatro poetas de hoy:
José Luis Hidalgo, Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro, de María
de Gracia Ifach (Taurus. Madrid).
Nace su hijo Joaquín.
Dos años después se publica la primera edición de sus Poesías completas
(1944-1962) (Giner. Madrid). Es incluido en la antología Veinte años de
poesía española (1939-1959), de José Mª Castellet (Seix Barral. Barcelona).
En 1964 se publica Libro de las alucinaciones (Editora Nacional, Madrid),
que obtiene el Premio de la Crítica de ese año. Una segunda edición de
este libro, a cargo de Dionisio Cañas, verá la luz en 1986 en la colección
«Letras Hispánicas» de la editorial Cátedra.
En 1965 es incluido en Poesía española contemporánea. Antología (19391964). Poesía social (Alfaguara. Madrid), elaborada por Leopoldo de Luis.
En los inicios de los setenta José Hierro dirige una tertulia poética en el
Ateneo, que, por problemas políticos, acaba siendo censurada y tiene que
trasladarse a la librería Abril, en la calle Arenal. La tertulia de la librería
Abril, dirigida por Carmina Abril, José Gerardo Manrique de Lara, Angelina Gatell y José Hierro, se inaugura con una lectura de poemas por parte
de Vicente Aleixandre.
En 1974 se publica la segunda edición de la poesía completa de José
Hierro, incluyendo los libros hasta entonces publicados, con el título de
Cuanto sé de mí (Seix Barral, Barcelona).
En 1975 comienza a elaborar los primeros poemas de un libro que llevará por título Agenda.
En 1978 acompañando al artículo de Aurora de Albornoz «Aproximación a la obra poética de José Hierro (1947-1977)», aparecen publicados
los primeros poemas de Agenda, con el título de «Compasivamente en la
noche» en Cuadernos Hispanoamericanos, nº 341 (nov. 1978); págs. 291-296.
En 1980 Aurora de Albornoz publica una extensa Antología de la obra de
José Hierro (Visor. Madrid). Hay una 2ª edición en 1985.
En 1981 recibe el premio Príncipe de Asturias.
En 1982 Aurora de Albornoz publica, en la colección «Los poetas» de
la Editorial Júcar, una antología precedida de un extenso prólogo, con el
título de José Hierro (Ed. Júcar. Madrid-Gijón).
50
En 1986 se edita Libro de las alucinaciones en segunda edición en la editorial Cátedra con introducción y bibliografía de Dionisio Cañas. Recibe el
Premio de la Fundación Pablo Iglesias.
En 1987 José Hierro se jubila de su trabajo en Radio Nacional.
En 1990 se concluye la redacción del libro Agenda y se le concede el
Premio Nacional de las Letras en su convocatoria de dicho año.
En 1991 se reedita Quinta del 42 en la Colección Literaria U.P. de San
Sebastián de los Reyes.
En 1995 se le concede el IV Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Es nombrado Doctor Honoris Causa por la UIMP de Santander. El
23 de Julio fallece su madre, Esperanza Real Gómez.
En 1998 concluye la redacción del libro Cuaderno de Nueva York y se
publica en la colección de Poesía Hiperión. Se le concede el Premio Cervantes y el Premio de la Crítica.
En 1999 se editan los sonetos completos en la Colección literaria U.P.
de San Sebastián de los Reyes. Es elegido académico de la Real Academia
de la Lengua.
Recibe el Premio Nacional de Poesía por Cuaderno de Nueva
York. el Premio Europeo de Literatura Aristeión, el Premio Francisco de
Quevedo y el Premio Ojo Crítico Especial por la belleza de su obra.
En el 2000 se le concede el premio Miguel Hernández.
En el 2002 es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de
Turín.
Fallece el 21 de Diciembre del 2002 en Madrid.
51
52
Fotografía: José María Sánchez Bustos

Documentos relacionados