x aniversario fundación centro de poesía josé hierro
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x aniversario fundación centro de poesía josé hierro
Fundación Centro de Poesía José Hierro fundación Centro de Poesía José Hierro c/ José Hierro, nº 7 28905 Getafe (Madrid) Tel. 91 696 82 18 www.cpoesiajosehierro.org [email protected] Edita: Ayuntamiento de Getafe Diseña: Izaskun Gracia Quintana Selección de poemas y dibujos: Tacha Romero © FCPJH 2013 Todos los derechos reservados X aniversario DÉCIMO ANIVERSARIO DEL CENTRO DE POESÍA JOSÉ HIERRO El 3 de abril de 2003, apenas cuatro meses después del fallecimiento de José Hierro, se inauguró el proyecto que él había ideado con su hija, Margarita Hierro, a la cabeza. Aunque llevaba ya unos meses funcionando, aquel día en el que el poeta hubiese cumplido ochenta y un años, se abrían las puertas de manera oficial al único Centro de España dedicado íntegramente a la poesía. Esto fue posible gracias al apoyo de la Comunidad de Madrid, al Ayuntamiento de Getafe y a la Familia Romero-Hierro. A lo largo de diez años, el proyecto dirigido por Tacha Romero desde 2004 tras el fallecimiento de Margarita, y convertido en Fundación en diciembre de 2006, ha conseguido situarse como uno de los referentes del mundo poético y ha acogido desde sus comienzos a más de 600 autores, que incluyen las voces más importantes del panorama poético español como Leopoldo María Panero, Francisco Brines, Olvido García Valdés, Juan Carlos Mestre, Francisca Aguirre, Clara Janés, Antonio Gamoneda, Luis Alberto de Cuenca, Blanca Andreu, Pureza Canelo o Antonio Hernández. Durante los diez años de andadura se han organizado más de 350 actos en los que se ha contado con 27.450 asistentes y se ha colaborado en otros 200 con más de 100 instituciones entre las que destacan Ministerio de Cultura, Instituto Cervantes, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Acción Cultural Española, Fundación Loewe, El Círculo de Bellas Artes, el Ateneo de Madrid, las Universidades Complutense, Carlos III o Europea de Madrid así como el Gobierno de Cantabria y Ayuntamientos como el de Madrid o Santander, entre muchos otros de carácter público y privado. Han asistido a nuestros talleres 1.742 alumnos y 2.800 escolares en edades comprendidas entre 8 y 16 años y más de 550 personas de otros colectivos. Nuestra actividades se han visto reflejadas en los más importantes periódicos de tirada nacional como El País, ABC o el Mundo así como en otras publicaciones de carácter local y en numerosas ediciones digitales. 1 Algunos de los autores que han pasado por el Centro de poesía desde su apertura: Luis Alberto de Cuenca, Joaquín Benito de Lucas, José Antonio Ramírez Lozano, Espido Freire, Pablo García Casado, Jorge de Arco, Lorenzo Silva, Pureza Canelo, Sofía González Calvo (Sofía Rhei), Fernando Marías, Pablo García Baena, Josep Pedrals, Alberto Infante, Blanca Andreu, Andrés Neuman, Ángel García López, Óscar Aguado, Ignacio Elguero, Ariadna García, Antonio Colinas, Elsa López, Carmen Jodra, Pablo Jiménez, Fernando Delgado, Pepe Viyuela, Félix Grande, Paca Aguirre, Carlos Castán, Vanesa Pérez Sauquillo, Javier Vela, José Martínez Ros, José Antonio Rodríguez Valero, Francisco Brines, Julio Reija, Chús Arellano, Emilio Ruiz Parra, Eva Chinchilla, David Hernández de la Fuente, José Iglesias Benítez, Carlos Murciano, Carmina Casala, Mercedes Díaz Villarías, Leopoldo María Panero, Ignacio Miranda, Antonio Orejudo, Fina de Calderón, Jose Luis Gómez Toré, José Luis Morante, Óscar Martínez, Carlos Clementson, Manolo Romero, Julieta Valero, Alicia Giménez Barlett, María Rosal, Carlos Ávila, Sebastián Fiorilli, Ana Rosetti, Gonzalo Escarpa, Josep Pastells, Antonio Porpetta, María Salgado, Mercedes Abad, Santiago Gómez Valverde, Inma Chacón, Óscar Martín Centeno, Juan Manuel Muñoz Aguirre, Soledad Sánchez Parody, Julio Maruri, Manolo Arce, Beatriz Villacañas, Marta Sanz, Yolanda Castaño, Carmen Camacho, Javier Cánaves, Luz Pichel, Amalia Bautista, Jesús Eguía, Paula Cifuentes, Ben Clark, Tina Suárez, Jesús Hilario Tundidor, Antonio Rómar, Jesús Urceloy, José María Gomez Valero, David Eloy Rodríguez, Leonardo Padura, David Moreno, Inma Luna, Iván Suárez Ruiz, Javier Lostalé, Antonio Carvajal, José Daniel García, Jaime Siles, Beatriz Ros González, Salomé Ortega, Guadalupe Grande, Ángela Jiménez, María Sanz, Mariano Peyrou, Yaiza Martínez, Eduardo Moga, Miguel Ángel Martín, Eduardo Chirinos, Manuel Rico, Rafael de Penagos, Julio Espinosa, María Eloy García, Carmen López, Antonio Gamoneda, Ángela Segovia, Marta Agudo, Jordi Doce, Marcos Canteli, Luis Muñoz, Ada Salas, Joan Margarit, Daniel Samoilovich, Izaskun Gracia, Javier Moreno, Miguel Ángel Zapata, Amalia Iglesias, Noni Benegas, Elena Medel, Antonio Hernández, Carlos Salem, Eduardo Milán, José Luis Morales, Juan Carlos Mestre, Sandra Santana, Luis Luna, Mª. Ángeles Maeso, Óscar Curieses, Patricia Esteban, Rebeca Álvarez del Casal, Manolo Ríos Ruiz, Carlos Pardo, Subhro Bandopadhyay, Hipólito García Navarro, Diego Doncel, Andrés Fisher, Alexis Delgado, Cristian Aliaga, Fernando Delgado, Noemí Trujillo, Yolanda Sáenz de Tejada, Matías Muñoz, Cristóbal López de la Manzanara, Ezequías 2 Blanco, Mari Jungstedt, José Iván Suárez, Benito del Pliego, Luis García Montero, Estrella Juárez, Verónica Aranda, Sonia Bueno, Alejandro Céspedes, Alba González, Carlos Piera, Cecilia Quílez, Tirsa Caja, Belén Reyes, José Castrillón, Javier Lostalé, Raquel Lanseros, Antonio Méndez Rubio, Pablo López Carballo, Andrés Portillo, Esther Ramón, Ildefonso Rodríguez, Marisol Huerta, Laura Casielles, Humberto Ak’abal, Fernando Beltrán, Ernesto García López, Víktor Gómez, Jorge Brunete, Kike Martín, Mar Benegas, Miguel Casado, Iván Carabaño, Carlos Fernández López, Enrique Jiménez, Álvaro García, Silvia Castro, Gabriel Cortiñas, Nilton Santiago, Jenaro Talens, Clara Janés, Nuria Ruiz de Viñaspre, Ana Martín Puigpelat, Ana Gorría, Ana Roig, Jorge Riechmann, Olga Muñoz, Zhivka Baltadzhieva, Eduardo Scala, Enric López Tuset, Juan Vicente Piqueras, Begonya Pozo, Tomaž Šalamun, Pedro Provencio, Jorge Zetner o Santiago Auserón. También se ha contado con la participación musical de: Ara Malikian, Javier Krahe, Estrella Morente, El Chojín, la Coral Accento, Javier Álvarez, Paco Ortega, Amancio Prada, Javier Ruibal, Rocío Ruiz, Moncho Otero, el Coro de la Unión de Actores, Pilar Machi, Luis Emilio Batallán, Alexis Delgado, Francisco del Pozo Carpintero o Marlango, entre otros. 3 UN COMPROMISO QUE DURA 10 AÑOS Por Juan Soler Excelentísimo Señor Alcalde de Getafe “Irás naciendo poco/a poco, día a día./ Como todas las cosas/que hablan hondo, será/ tu palabra sencilla…” Desde que abriera sus puertas hace diez años, el Centro de Poesía José Hierro ha sido un protagonista fundamental de la vida cultural de nuestra ciudad. Para Getafe constituye un inmenso orgullo contar con el único centro de España dedicado íntegramente a la poesía. Un lugar dedicado a preservar el legado de uno de los más grandes poetas del siglo xx, pero también ‘escuela’ por la que han pasado las principales voces líricas de nuestro país, sede de conciertos y recitales, conferencias y cursos. Poco a poco, día a día, el Centro de Poesía se ha ido convirtiendo en un referente inexcusable de la poesía española, como tuvimos la ocasión de comprobar el año pasado en las conmemoraciones del año Hierro 2012, que fueron todo un éxito. Hoy celebramos el décimo aniversario del Centro y qué mejor manera de hacerlo que recogiendo una antología de poemas y de dibujos de José Hierro. Mi más sincera felicitación a la familia Romero-Hierro por su dedicación durante estos años. Quiero recordar especialmente la contribución de Margarita Hierro, impulsora del proyecto que dirige con todo cariño y gran profesionalidad Tacha Romero. En nombre del Ayuntamiento de Getafe, todo nuestro agradecimiento. 5 Compromiso por la promoción del libro y la lectura Por Ana Isabel Mariño Ortega Consejera de Empleo, Turismo y Cultura de la Comunidad de Madrid Unos meses después de fallecimiento de José Hierro, en abril de 2003, su hija Margarita, a quien los que hemos conocido la trayectoria del Centro de Poesía José Hierro no podemos dejar de recordar, comenzó una actividad de promoción de la poesía y de la obra de este gran poeta que fue el germen de lo que es hoy el Centro de Poesía José Hierro. El Centro es una muestra de los buenos resultados que produce la colaboración entre instituciones públicas e instancias privadas: el ayuntamiento de Getafe, que facilitó el suelo para la construcción del edificio, la Comunidad de Madrid que asumió la construcción de la sede que hoy conocemos, y la generosidad de la familia del poeta, que puso a disposición de los ciudadanos buena parte de su biblioteca personal, manuscritos, archivo de la palabra y también su pintura. La Comunidad de Madrid, comprometida en la promoción del libro y la lectura, ha estado presente desde el principio en el devenir del Centro de Poesía José Hierro, creado formalmente en el año 2006, formando parte de la Fundación y de su Patronato. La actividad del Centro no termina en la obra de Hierro; como él hubiera querido, el Centro de Poesía promueve el conocimiento de este género literario, el gusto por su lectura y también la creación poética. La poesía está también presente en todas sus actividades relacionadas con el libro y lectura impulsadas desde la Comunidad de Madrid, desde La Noche de los Libros hasta la programación cultural de las bibliotecas. La colaboración con la Fundación Centro de Poesía José Hierro es, en este sentido, continua y está imbricada en la planificación cultural de la Comunidad. Vaya nuestro agradecimiento a la familia de José Hierro por querer que sea Madrid la sede de este Centro de Poesía, activo y vivo, único. Y gracias a su Directora, Tacha Romero y a su equipo, incansables y entusiastas luchadoras que, con el apoyo de las instituciones públicas, llevan el Centro adelante, yendo a más y a mejor. 7 UN SUEÑO CUMPLIDO Por Tacha Romero Directora de la Fundación Centro de Poesía José Hierro Vimos cómo crecía la ilusión a medida que el proyecto iba haciéndose realidad, cómo al principio las palabras eran prudentes, dubitativas. Los sueños, en definitiva, contenidos. Él no nunca quiso la gloria, decía siempre aquello de que “toda pompa es fúnebre”. Era un ser extremadamente pudoroso y honrado y el hecho de que el primer Centro de Poesía de España llevase el nombre de José Hierro, le hacía creer, como ocurrió con cada premio que recibió a lo largo de su vida, que era algo que no merecía, aunque lo agradecía. Pero esto era especial porque por fin habría un lugar para los olvidados, para los poetas que, como él, jamás tuvieron su espacio. Nadie apostó lo suficiente hasta aquel momento. No era algo sólo para él, era un lugar para que todos los amantes de los versos pudiesen reunirse, conocerse, participar, ser poesía. Un lugar donde rodearse de libros y maestros, de estímulos para crear, estudiar, difundir la palabra poética. Se trataba de un lugar donde la poesía estuviese en el epicentro de la creación, donde se hablase de formas y sonidos y la palabra se convirtiese en arquitectura, pintura, fotografía o teatro. El papel de Margarita Hierro y de Manolo Romero fueron determinantes para que todo comenzase a andar, a tomar forma, y surgieron los colores, el logotipo, moldeado pacientemente por el poeta durante horas primero en plastilina, luego en arcilla y acero hasta que llegase al hierro. Dejó preparada también la cubierta del que sería su premio de poesía. Quién iba a imaginar que aquel premio que nació en 2006 llevaría el nombre de su hija, de mi madre, y que yo ocuparía su lugar. Él dejó, libros, manuscritos, aquella escultura, los colores y toda su ilusión listas para comenzar ese proyecto hermoso que finalmente no pudo ver inaugurado. 9 Pero el 3 de abril de 2003 estábamos todos felices y emocionados y por fin se abrieron las puertas de un sueño y desde ese día se trabajó con una ilusión desmedida. Pero otra vez la dura realidad y el dolor de perder a quien fue la impulsora del proyecto, Margarita Hierro. Han pasado ya nueve años desde entonces y cada día desde que me puse al frente del Centro de Poesía me he esforzado por honrar su memoria, por salvar cada dificultad con alegría, por cuidar del legado literario, material y humano que nos dejaron. Y en este largo camino he estado acompañada por personas maravillosas, cada uno de los maestros y compañeros, cada patrono desde que en diciembre de 2006 nos convertimos en Fundación, cada uno de los que han dejado su trabajo, su energía, su cariño en esta casa han sido fundamentales para que podamos celebrar nuestro décimo aniversario. Diez años de Hierro, podríamos haber dicho, pero no quiero quedarme ahí, ni repetir que son diez años de milagro porque eso sería como ponerle un tope, una línea de meta y este lugar único y necesario debe celebrar cada año con un triunfo, paso a paso, sin detenerse jamás. La familia al completo agradece cada muestra de apoyo recibida y sobre todo el firme compromiso que desde el principio han mostrado el Ayuntamiento de Getafe y la Comunidad de Madrid, que apostaron por ser los primeros en darle a la poesía el lugar que merece. Espero que año tras año sigamos haciendo crecer este templo de la palabra, que consigamos entre todos que los poetas y el nombre de José Hierro sigan brillando, sigan llenándonos de sueños, sigan iluminando nuestro camino. 10 Despedida del mar Por más que intente al despedirme guardarte entero en mi recinto de soledad, por más que quiera beber tus ojos infinitos, tus largas tardes plateadas, tu vasto gesto, gris y frío, sé que al volver a tus orillas nos sentiremos muy distintos. Nunca jamás volveré a verte con estos ojos que hoy te miro. Este perfume de manzanas, ¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío, mar mío! ¡Fúndeme, despójame de mi carne, de mi vestido mortal! ¡Olvídame en la arena, y sea yo también un hijo más, un caudal de agua serena que vuelve a ti, a su salino nacimiento, a vivir tu vida como el más triste de los ríos! Ramos frescos de espuma… Barcas soñolientas y vagas… Niños rebañando la miel poniente del sol… ¡Qué nuevo y fresco y limpio el mundo!... Nace cada día del mar, recorre los caminos que rodean mi alma, y corre a esconderse bajo el sombrío, lúgubre aceite de la noche; vuelve a su origen y principio. ¡Y que ahora tenga que dejarte para emprender otro camino!… Por más que intente al despedirme 12 llevar tu imagen, mar, conmigo; por más que quiera traspasarte, fijarte, exacto, en mis sentidos; por más que busque tus cadenas para negarme a mi destino, yo sé que pronto estará rota tu malla gris de tenues hilos. Nunca jamás volveré a verte con estos ojos que hoy te miro. De Tierra sin nosotros, 1947 13 Alegría Llegué por el dolor a la alegría. Supe por el dolor que el alma existe. Por el dolor, allá en mi reino triste, un misterioso sol amanecía. Era alegría la mañana fría y el viento loco y cálido que embiste. (Alma que verdes primaveras viste maravillosamente se rompía.) Así la siento más. Al cielo apunto y me responde cuando le pregunto con dolor tras dolor para mi herida. Y mientras se ilumina mi cabeza ruego por el que he sido en la tristeza a las divinidades de la vida. De Alegría, 1947 15 Reportaje Desde esta cárcel podría verse el mar, seguirse el giro de las gaviotas, pulsar el latir del tiempo vivo. Esta cárcel es como una playa: todo está dormido en ella. Las olas rompen casi a sus pies. El estío, la primavera, el invierno, el otoño, son caminos exteriores que otros andan: cosas sin vigencia, símbolos mudables del tiempo. (El tiempo aquí no tiene sentido.) Esta cárcel fue primero cementerio. Yo era un niño y algunas veces pasé por este lugar. Sombríos cipreses, mármoles rotos. Pero ya el tiempo podrido contaminaba la tierra. La hierba ya no era el grito de la vida. Una mañana removieron con los picos y las palas la frescura del suelo, y todo —los nichos, rosales, cipreses, tapias— perdió su viejo latido. Nuevo cementerio alzaron para los vivos. Desde esta cárcel podría tocarse el mar; mas el mar, los montes recién nacidos, los árboles que se apagan 17 entre acordes amarillos, las playas que abren al alba grandes abanicos, son cosas externas, cosas sin vigencia, antiguos mitos, caminos que otros recorren. Son tiempo y aquí no tiene sentido. Por lo demás todo es terriblemente sencillo. El agua matinal tiene figura de fuente... (Grifos al amanecer. Espaldas desnudas. Ojos heridos por el alba fría.) Todo es aquí sencillo, terriblemente sencillo. Y así las horas. Y así los años. Y acaso un tibio atardecer del otoño (hablan de Jesús) sentimos parado el tiempo. (Jesús habló a los hombres, y dijo: «Bienaventurados los pobres de espíritu».) Pero Jesús no está aquí (salió por la gran vidriera, corre por un risco, va en una barca, con Pedro, por el mar tranquilo). Jesús no está aquí. Lo eterno se desvae, y es lo efímero —una mujer rubia, un día de niebla, un niño tendido sobre la yerba, una alondra que rasga el cielo—, es lo efímero eso que pasa y que muda, lo que nos tiene prendidos. 18 Sed de tiempo, porque el tiempo aquí no tiene sentido. Un hombre pasa. (Sus ojos llenos de tiempo.) Un ser vivo. Dice: «Cuatro, cinco años...», como si echara los años al olvido. Un muchacho de los valles de Liébana. Un campesino. (Parece oírse la voz de la madre: «Hijo, no tardes», ladrar los perros por los verdes pinos, nacer las flores azules de abril...) Dice: «Cuatro, cinco, seis años...», sereno, como si los echase al olvido. El cielo, a veces, azul, gris, morado o encendido de lumbres. Dorado a veces. Derramado oro divino. De sobra sabemos quién derrama el oro y da al lirio sus vestiduras, quién presta su rojo color al vino, vuela entre nubes, ordena las estaciones... (Caminos exteriores que otros andan.) Aquí está el tiempo sin símbolo como agua errante que no modela el río. Y yo, entre cosas de tiempo, ando, vengo y voy perdido. Pero estoy aquí, y aquí no tiene el tiempo sentido. 19 Deseternizado, ángel con nostalgia de un granito de tiempo. Piensan al verme: «Si estará dormido…». Porque sin una evidencia de tiempo, yo no estoy vivo. Desde esta cárcel podría verse el mar —yo ya no pienso en el mar. Oigo los grifos al amanecer. No pienso que el chorro me canta un frío cantar de fuente. Me labro mis nuevos caminos. Para no sentirme solo por los siglos de los siglos. De Quinta del 42, 1952 20 Réquiem Manuel del Río, natural de España, ha fallecido el sábado once de mayo, a consecuencia de un accidente. Su cadáver está tendido en D’Agostino Funeral Home. Haskell. New Jersey. Se dirá una misa cantada a las 9:30, en St. Francis. Es una historia que comienza con sol y piedra, y que termina sobre una mesa, en D’Agostino, con flores y cirios eléctricos. Es una historia que comienza en una orilla del Atlántico. Continúa en un camarote de tercera, sobre las olas —sobre las nubes— de las tierras sumergidas ante Platón. Halla en América su término con una grúa y una clínica, con una esquela y una misa cantada, en la iglesia St. Francis. Al fin y al cabo, cualquier sitio da lo mismo para morir: el que se aroma de romero, el tallado en piedra, o en nieve, el empapado de petróleo. Da lo mismo que un cuerpo se haga piedra, petróleo, nieve, aroma. Lo doloroso no es morir acá o allá… Requiem aeternam, Manuel del Río. Sobre el mármol, 21 en D’Agostino, pastan toros de España, Manuel, y las flores (funeral de segunda, caja que huele a abetos del invierno), cuarenta dólares. Y han puesto unas flores artificiales entre las otras que arrancaron al jardín… Libera me domine de morte aeterna… Cuando mueran James o Jacob verán las flores que pagaron Giulio o Manuel… Ahora descienden a tus cumbres garras de águila. Dies irae. Lo doloroso no es morir Dies illa acá o allá, sino sin gloria… Tus abuelos fecundaron la tierra toda, la empapaban de la aventura. Cuando caía un español se mutilaba el universo. Los velaban no en D’Agostino Funeral Home, sino entre hogueras, entre caballos y armas. Héroes para siempre. Estatuas de rostro borrado. Vestidos aún sus colores de papagayo, de poder y fantasía. Él no ha caído así. No ha muerto por ninguna locura hermosa. (Hace mucho que el español muere de anónimo y cordura, o en locuras desgarradoras entre hermanos: cuando acuchilla pellejos de vino, derrama sangre fraterna.) Vino un día porque su tierra es pobre. El mundo Libera me Domine es patria. 23 Y ha muerto. No fundó ciudades. No dio su nombre a un mar. No hizo más que morir por diecisiete dólares (él los pensaría en pesetas). Requiem aeternam. Y en D’Agostino lo visitan los polacos, los irlandeses, los españoles, los que mueren en el week-end. Requiem aeternam. Definitivamente todo ha terminado. Su cadáver está tendido en D’Agostino Funeral Home. Haskell. New Jersey. Se dirá una misa cantada por su alma. Me he limitado a reflejar aquí una esquela de un periódico de New York. Objetivamente, sin vuelo en el verso. Objetivamente. Un español como millones de españoles. No he dicho a nadie que estuve a punto de llorar. De Cuanto sé de mi, 1957 24 Historia para muchachos Dicen: «Este señor habla tan sólo de sí mismo. Pasa —dicen— cegado, sin ver lo que sucede alrededor. Va por el mundo como un barco viejo…, ese señor… Bueno para cortar con un hacha, y quemarlo, y calentarnos si es capaz de calor… Ese señor que hablaba de su vida y nada más… Ese señor…», han dicho. Probablemente era ya viejo cuando nací, cerca de un río. Aunque yo no me acuerdo de ese río, sino del mar bajo el sol de septiembre. Sería complicado explicar las razones por las que yo me hallaba allí entre las olas y los estudiantes, estrujando el momento como quien quiere anclarse a un trozo hermoso de la realidad. Un sueño de oro entre las dos sirenas que interrumpían el trabajo. Era algo así como nostalgia lo que me hacía estar allí hasta mi encuentro con la máquina. Este señor que pasa por la vida metido dentro de sí mismo, entonces era cilindrador. ¿Sabéis qué es eso, vosotros que le habláis a este señor de realidades? Es posible que haya entre los libros de la biblioteca de vuestros padres uno que os aclare ciertas palabras; apuntad: palero, moldeador, listero en unas obras, 25 transportista de leña a domicilio, comisionista para venta a plazos de libros, negro de escritor… Acaso alguno de los libros que tenéis en vuestra casa me haya a mí dejado un porcentaje (un diez por ciento, creo). No son éstas las únicas palabras. Hay otras. Por ejemplo: condenados por auxilio a la rebelión. (Creo que ése era el término jurídico.) Auxilio o adhesión: no estoy seguro. O uno le fue aplicado a mi padre, y el otro a mí. No estoy seguro. Ya ha pasado el tiempo y él ha muerto. Y han muerto muchas gentes que estuvieron en una situación semejante, o peor. Y los demás envejecimos. No hemos muerto, afortunadamente. Este señor oyó una vez llorar a un niño en el momento de la elevación en una misa. (Necesitaría demasiadas palabras para que comprendierais por qué un hecho tan aparentemente natural me parecía irreal entonces, y ahora. ¿Cómo hacerlo sentir?… En cuatro años no había oído voz de niño. La de mujer, al otro lado, desgarrada, voz casi masculina por el esfuerzo para destacarse del griterío. No podría explicarlo. No es cosa de palabras como estas mías. Solo un gran poeta podría contagiaros la emoción: mis palabras no bastan.) Lloró el niño. Por las triples vidrieras entró el sol. El corazón estaba 27 a punto de romperse hermosamente. Después, fue un hombre muerto, y otro hombre, muchos más… He perdido la cuenta. En los balcones los dejaban por la noche, delante de la fuente de aquel patio interior. Muertos calzados con alpargatas nuevas, su sudario. Amanecía y se les despedía cantando el Dies irae (ya no recuerdo si el de Verdi, o es muy posible que el de Mozart). Este señor apetecía ser el Desdichado de la tierra, el más miserable que nadie, el más solitario que todos. No se tenía lástima a sí mismo y sólo así sería libre, sin nadie a quien compadecer… Y un día volvió al mar. Fueron las olas a lamerle las manos. «Aquí estás —le dijeron— de nuevo.» Desplegaron sus colores, olores y sonidos. Pusieron en sus manos pan de amor. Las gaviotas bajaron a picarlo. Pero las alas eran alpargatas en los pies de los muertos. Y la música del mar era el Dies irae… Sólo un día, un momento, tendido —la cabeza junto a un tronco rugoso de sabina—, olvidó. Fue un momento. Eternidad que le duró un momento. Se creía tierra de paz. Y el árbol le nacía de la frente, y las nubes… (¿Quién no ha visto, quién no ha vivido nubes, árbol, mar?… Será mejor cambiar de tema, dejar de hablar, aunque necesitaba deciros esto. La palabra 28 es de piedra, impermeable a la emoción lo vuelvo a recordar.) Lo de la mar duró muy poco. Todo duraba cada vez más poco. Era lo mismo que un pantano. Yo me hundía en el fango. Y cada vez era mi cuerpo menos libre. Gritaba, respiraba, enloquecía, enloquecía, enloquecía. Convocaba mi muerte a aquellas gentes que yo vi morir. Y yo escondía la cabeza para no verlos, y que me dejaran vivir, morir a gusto. Y yo escondía la cabeza bajo un acordeón. Yo le arrancaba sonidos —lo recuerdo—, y las mujeres bailaban, y Madama Leontine, gorda y espiritual, recomendaba silencio, por si acaso la multaba la policía... Ya ha pasado el tiempo sobre todos nosotros. Muchos se han liberado ya del tiempo. Nuestros pequeños heroísmos adquirieron su dimensión verdadera. Aquel verdor de luna de febrero, con nieve, entre vagones, no es más que una viñeta. Aquella luna de agosto, sobre el mar y las montañas, se ha apagado. Es vulgar. Y tantas cosas que fueron mías, nunca vuestras, y hoy ni siquiera son ya mías. Recorrí mi camino repicando las sonoras campanas, encendiendo las estrellas —creía en las campanas y en las estrellas—… Todo fue rompiéndome el corazón. Y me encontré de pronto 29 nel mezzo del camin di nostra vita (hago la cita para que digáis que en esta historia existe, por lo menos, un verso bueno: justo el que no es mío). Ya no me importan nada mis versos ni mi vida. Lo mismo exactamente que a vosotros. Versos míos y vida mía, muertos para vosotros y para mí. Pero en vosotros, por lo menos, queda vuestra vida, y en mí sólo momentos inasibles, recuerdos o proyectos, alguna imagen descuajada de mis años pasados o futuros. Como esta que me asalta en el instante en que estoy escribiendo: un hombre esbelto, con su cadena de oro en el chaleco. Habla con alguien. Detrás de él, un fondo de grúas en el puerto. Y hay un niño que soy yo. Él es mi padre. «El niño tiene cuatro años», acaba de decir. De Libro de las alucinaciones, 1962 30 Cae el sol Perdóname. No volverá a ocurrir. Ahora quisiera meditar, recogerme, olvidar: ser hoja de olvido y soledad. Hubiera sido necesario el viento que esparce las escamas del otoño con rumor y color. Hubiera sido necesario el viento. Hablo con humildad, con la desilusión, la gratitud de quien vivió de la limosna de la vida. Con la tristeza de quien busca una pobre verdad en que apoyarse y descansar. La limosna fue hermosa —seres, sueños, sucesos, amor—, don gratuito, porque nada merecí. ¡Y la verdad! ¡Y la verdad! Buscada a golpes, en los seres, hiriéndolos e hiriéndome; hurgada en las palabras; cavada en lo profundo de los hechos —mínimos, gigantescos, qué más da: después de todo, nadie sabe qué es lo pequeño y qué lo enorme; grande puede llamarse a una cereza («hoy se caen solas las cerezas», me dijeron un día, y yo sé por qué fue), pequeño puede ser un monte, el universo y el amor. Se me ha olvidado algo que había sucedido. Algo de lo que yo me arrepentía o, tal vez, me jactaba. Algo que debió ser de otra manera. 31 Algo que era importante porque pertenecía a mi vida: era mi vida. (Perdóname si considero importante mi vida: es todo lo que tengo, lo que tuve; hace ya mucho tiempo, yo la habría vivido a oscuras, sin lengua, sin oídos, sin manos, colgado en el vacío, sin esperanza.) Pero se me ha borrado la historia (la nostalgia) y no tengo proyectos para mañana, ni siquiera creo que exista ese mañana (la esperanza). Ando por el presente y no vivo el presente (la plenitud en el dolor y la alegría). Parezco un desterrado que ha olvidado hasta el nombre de su patria, su situación precisa, los caminos que conducen a ella. Perdóname que necesite averiguar su sitio exacto. Y cuando sepa dónde la perdí, quiero ofrecerte mi destierro, lo que vale tanto como la vida para mí, que es su sentido. Y entonces, triste, pero firme, perdóname, te ofreceré una vida ya sin demonio ni alucinaciones. De Libro de las alucinaciones, 1962 33 Lope. La noche. Marta He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido (afuera deja sus constelaciones). «Buenas noches, Noche.» Pasa las páginas de sombra en las que todo está ya escrito. Viene a pedirme cuentas. «Salí al rayar el alba —digo—. Lamía el sol las paredes leprosas. Olía a vino, a miel, a jara.» (Deslumbrada por tanta claridad ha entornado los ojos.) La llevan mis palabras por calles, ascuas, no lo sé: oye la plata de las campanadas. Ante la puerta de la iglesia me callo, me detengo —entraría conmigo si yo no me callase, si no me detuviera—; yo sé bien lo que quiere la Noche; lo de todas las noches; si no, por qué habría venido. Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del alba no dije Agnus Dei qui tollis pecata mundi, sino que dije Marta Dei (ella es también cordero de Dios que quita mis pecados del mundo). La Noche no podría comprenderlo, y qué decirle, y cómo, para que lo entendiese. No me pregunta nada la Noche, no me pregunta nada. Ella lo sabe todo antes que yo lo diga, antes que yo lo sepa. Ella ha oído esos versos que se escupen de boca en boca, versos de un malaleche del Andalucía 34 —al que otro malaleche de solar montañés llamara «capellán del rey de bastos»— en los que se hace mofa de mí y de Marta, amor mío, resumen de todos mis amores: Dicho me han por una carta que es tu cómica persona sobre los manteles, mona y entre las sábanas, Marta. Qué sabrá ese tahúr, ese amargado lo que es amor. La Noche trae entre los pliegues de su toga un polvillo de música, como el del ala de la mariposa. Una música hilada en la vihuela del maestro del danzar, nuestro vecino. En la cocina estará escuchando Marta; danzará, mientras barre el suelo que no ve, manchado de ceniza, de aroma, de trigo candeal, de jazmines, de estrellas, de papeles rompidos. Danza y barre Marta. Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana, Noche. Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín, saldré después a decir misa. —Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima mea— luego volveré a casa, terminaré una epístola en tercetos, escribiré unas hojas de la comedia que encargaron unos representantes. Que las cosas no marchan bien en el teatro, y uno no puede dormirse en los laureles. Hasta mañana, Noche. Tengo que dar la cena a Marta, asearla, peinarla (ella no vive ya en el mundo nuestro), cuidar que no alborote mis papeles, que no apuñale las paredes con mis plumas —mis bien cortadas plumas—, tengo que confesarla. «Padre, vivo en pecado» (no sabe que el pecado es de los dos), y dirá luego: «Lope, quiero morirme» 35 Oración en Columbia University A Dionisio Cañas Bendito sea Dios, porque inventó el silencio, y el chirrido de la chicharra, y el lagarto de fastuoso traje verde, y la brasa hipnotizadora (horizontal crepúsculo pudo haberla llamado don Pedro Calderón de la Barca en el declive del Barroco). Bendito sea Dios que inventó el agua, el agua sobre todo. Bendito sea Dios porque inventó el amanecer y el balido que lo poblaba. Ahora vuelvo a escuchar aquella melodía. El arroyo arpegiaba sobre cantos rodados, hacía el contrapunto. Suena el concierto en mi memoria. O puede que se trate de una música diferente: la que escuchó, primero, entre los arrayanes de Granada Federico García Lorca, y luego aquí, rescatada, en Columbia University. Bendito sea Dios que inventó los prodigios que contaba mi padre perfumado de espliego y de tomillo. Eran historias de ciudades mágicas en las que el agua circulaba por venas de metal, agua caliente y fría (nos lo contaba al borde del regato, helado en el invierno, seco en estío: «Venga, a lavarse, coño, guarros». Y obedecíamos). 39 Bendito sea Dios porque inventó la cabra —la cabra que rifaba por los pueblos— mucho antes que Pablo Picasso, con barriga de cesto de mimbre y tetas como guantes de bronce. Maldito sea Dios porque inventó el estaño parpadeante del olivo, ramas y tronco de Laoconte, y aquella sombra trágica de catafalco y oro: un rayo congelado en la mano siniestra y en la diestra un crepúsculo. Maldito sea Dios porque inventó a mi padre colgado de una rama del olivo poco después de recogerse la aceituna. No puedo perdonárselo. Pero eso fue más tarde. Antes fueron los niños. Bendito sea Dios que inventó aquellos niños, vestidos como príncipes o pájaros. Con voces de cristal, «Papá», decían a su padre. Bendito sea Dios por inventar una palabra milagrosa, jamás oída, y su padre correspondía con vaharadas de ternura. Maldito sea Dios, porque yo quise arrezagarme en la ternura pronunciando la mágica palabra entonces descubierta. «¿Papá?» «Mariconadas, si te la vuelvo a oír te llevas una hostia.» Bendito sea Dios porque inventó los años, 1970, 1980, 1990…, inventó el fuego, el oro viejo de los arces de otoño, y estos ríos profundos como penas, largos como el olvido o el recuerdo, hospitalarios, generosos, por los que la ciudad va navegando hasta la mar, que es el morir. 40 Bendito sea Dios que inventó libros sabios. Se daba nombre en ellos a lo que antes no lo tenía. Bendito sea Dios porque inventó licenciaturas, másters, campus con risas y con marihuana, laboratorios y celebraciones con cantos en latín, gaudeamus igitur, todo situado en niveles distintos del tiempo. Bendito sea Dios que inventó la memoria y que inventó el silencio de este lugar aséptico, y las venas metálicas ocultas en las que el agua espera unas manos liberadoras que les devuelvan su canción. Ahora sé que mi padre está vengado. Mi padre, descolgado del olivo pronuncia con mis labios las palabras totémicas, y se estremece este recinto sagrado. «Coño, joder, carajo, a lavarse la cara, hostias.» Y abro los grifos, lavabos, duchas, retretes, se desbordan las aguas que él soñaba en la choza de adobe y paja, cantan la gloria de la recuperación, y mi padre navega por las aguas, le provoco, gritándole desconsolado. «¡Papá!» «Mariconadas», me contesta. «¡Papá!» Maricona... glu, glu, ahogado, recuperado, navegante por los canales de oro, vivo ya para siempre. De Cuaderno de Nueva York, 1998 41 En son de despedida No vine sólo por decirte (aunque también) que no volveré nunca, y que nunca podré olvidarte. Emprendo la tarea (imposible, si es que algo hay imposible) de racionalizar, interpretar, reconstruir y desandar aquellas fábulas y hechizos que gracias a ti fueron realidad. Recupero los pasos iniciados a la orilla del río y que desembocaban en «Kiss Bar» (aunque no estoy seguro dónde estaba el principio y dónde el fin). Estoy cansado, muy cansado. Don Antonio Machado dijo hace más de medio siglo «Soy viejo porque tengo más de sesenta años, que es mucha edad para un español». (Sin comentarios.) He vivido días radiantes gracias a ti. Entre mis dedos se escurrían cristalinas las horas, agua pura. Benditas sean. Fue un tercer grado carcelario: regresas a la cárcel por la noche, por el día —espejismo— te sientes libre, libre, libre. Nadie pudo, ni puede, ni podrá por los siglos de los siglos arrebatarme tanta felicidad. Yo no he venido —te lo dije— para decirte adiós. Sé que no me echarás de menos, y eso que yo soñaba ser todo para ti como tú lo eres todo para mí, ¡ay vanidad de vanidades y todo vanidad! No te importuno más (ni siquiera sé si me escuchas). 42 Bebo el último whisky en el «Kiss Bar», la última margarita en «Santa Fe», rodeo luego la ciudad y su muralla de agua en la que ya no queda nada que fue mío. Desisto de adentrarme en su recinto, no tengo fuerzas para celebrar la melancólica liturgia de la separación. Sólo deseo ya dormir, dormir, tal vez soñar... De Cuaderno de Nueva York, 1998 43 Vida A Paula Romero Después de todo, todo ha sido nada, a pesar de que un día lo fue todo. Después de nada, o después de todo supe que todo no era más que nada. Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!». Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!». Ahora sé que la nada lo era todo, y todo era ceniza de la nada. No queda nada de lo que fue nada. (Era ilusión lo que creía todo y que, en definitiva, era la nada.) Qué más da que la nada fuera nada si más nada será, después de todo, después de tanto todo para nada. De Cuaderno de Nueva York, 1998 45 José Hierro La figura del poeta José Hierro nace el 3 de abril de 1922 en Madrid, en la calle Andrés Borrego, nº 18-20, actualmente nº 16. Sus padres eran Joaquín Hierro, empleado de telégrafos y madrileño de origen, y Esperanza Real, natural de Santander. Tiene una hermana, Isabel. A los dos años se traslada toda la familia a Santander por cambio de destino del padre. Entre 1928 y 1936 realiza los estudios primarios en el Colegio de los Salesianos. Luego pasa a la Escuela de Industrias donde, en contra de la voluntad familiar, estudia peritaje eléctrico-mecánico, estudios que no termina a causa de la guerra. En 1932 lee El alcázar de las perlas, de Francisco Villaespesa que, según sus palabras, le influirá inconscientemente en el uso del eneasílabo romanceado de sus primeros libros. Por esos años, lee también Peter Pan, que luego será recordado en «Canción de cuna para dormir a un preso», de Tierra sin nosotros. En 1934 recibe un premio de cuento infantil en el Ateneo de Santander. Lee a Gabriel Miró, cuya influencia inconsciente reconocerá en algunos versos del poema «Una tarde cualquiera», de Quinta del 42. En 1935 lee Versos humanos de Gerardo Diego. En ese año lee también a Juan Ramón Jiménez. En 1936 conoce a José Luis Hidalgo, de quien será amigo hasta la muerte de éste en 1947. A principios de año lee la primera Antología que sobre la Generación del 27 había preparado Gerardo Diego; ello supone, según sus propias palabras, «una puesta al día en las corrientes más modernas de la poesía». Lee a Dostoievsky y la Historia de dos ciudades, de Dickens, cuyo personaje Sidney Carton le influirá a la hora de escribir sus tres novelas inéditas. Comienza a leer a los clásicos españoles, sintiendo una especial predilección por Lope de Vega y la poesía de tipo tradicional. Entre 1936 y 1937 aparecen publicados sus primeros poemas en un periódico de Gijón y en el Romancero General de la guerra de España. Vive el periodo de la guerra (1936-1939) en Santander con su familia. 47 En 1937 Joaquín Hierro es encarcelado hasta 1941. En otoño, José Luis Hidalgo y José Hierro visitan en Santander a Gerardo Diego y le entregan una selección de poemas de ambos. Entre 1936 y 1938 lee en francés a los principales poetas simbolistas y postsimbolistas (Baudelaire, Mallarmé y Valéry), haciendo de Las flores del mal uno de sus libros de cabecera. En septiembre de 1939 ingresa en prisión, acusado de pertenecer a una red clandestina de ayuda y socorro a los presos, y recorre las cárceles de Santander, Comendadoras (Madrid), Palencia, de nuevo Santander, Porlier y Torrijos (Toledo), Segovia y Alcalá de Henares. Es procesado dos veces y, finalmente, se le condena a doce años y un día de reclusión, aunque, finalmente, abandonará la cárcel en enero de 1944. En 1942 nace en Valencia, a partir de una tertulia que se celebra en el Bar Galicia, animada por Ricardo Blasco, Jorge Campos y Pedro Caba, la revista Corcel, en la que muy pronto empezará a colaborar José Luis Hidalgo, que por entonces residía en la capital cántabra. En enero de 1944, José Hierro sale de la prisión de Alcalá de Henares. Aparece en abril de este año el primer número de la revista Proel. En julio, José Luis Hidalgo y José Hierro se encuentran en el Paseo de Pereda de Santander con Julio Maruri y Carlos Salomón. Hierro les lee los primeros poemas de Tierra sin nosotros: «Mili de Castro» y «Luna de agosto». Después de pasar el verano en Santander, José Hierro se traslada a Valencia, donde Hidalgo le asegura tener para él un trabajo que realmente no existe. Hierro empieza a escribir los poemas de Tierra sin nosotros (el primero de los cuales fue «Mili de Castro»), libro que concluirá en 1946. El 27 de marzo fallece su padre, Joaquín Hierro. En el periodo comprendido entre 1944 y 1946 reside en Valencia junto a José Luis Hidalgo y Jorge Campos. Allí se incorpora, con Ricardo Zamorano y Francisco Ribes, entre otros, a la revista Corcel, dirigida por Ricardo Blasco. En septiembre de 1945, Proel publica el nº XVIII, Homenaje a Quevedo. Tras diversos viajes entre Valencia y Santander, José Luis Hidalgo se instala el 16 de diciembre definitivamente en la capital del Turia. A lo largo de este año aparecen diversos poemas de Tierra sin nosotros en las revistas Garcilaso, Corcel y Proel. En la primavera de 1946 se inicia la segunda época de Proel, en la que participará muy activamente, que terminará, con la revista, en 1950. José Luis Hidalgo enferma de una infección pulmonar y es trasladado y visitado con frecuencia por Hierro en Madrid. Comienzan a escribirse los poemas de Alegría, libro que se concluirá en los comienzos de 1947. El 3 de febrero de 1947 muere José Luis Hidalgo en Madrid. Se publica 48 Tierra sin nosotros (Ed. Proel. Santander) y Alegría recibe el Premio Adonais; el jurado del premio estaba compuesto por Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, José Luis Cano, Gerardo Diego y Enrique Azcoaga. A finales de año, Hierro envía parte de un nuevo libro, titulado Con las piedras, con el viento..., al matrimonio formado por Francisco Ribes y Josefina Escolano (María de Gracia Ifach); en la primavera de 1948, lo tiene ya concluido, pero, cuando lo va a enviar a la imprenta, en 1950, se da cuenta de que lo ha perdido y vuelve a redactarlo «de un tirón», con la ayuda del manuscrito conservado por el matrimonio Ribes. Durante el periodo 1947-1952 vive y trabaja en Santander, colaborando en la revista Proel junto a Ricardo Gullón, a quien conoce a su vuelta a tal ciudad. Desempeña en estos años diversos trabajos: listero en unos talleres metalúrgicos, redactor jefe de las revistas de la Cámara de Comercio de Santander y de la Cámara Agraria, titulada esta última Tierras del Norte. En 1949 en el nº 5 («Primavera y Estío») de Proel aparece el artículo de Eugenio Frutos titulado «El humanismo y la moral de Juan Pablo Sartre», que contiene «El existencialismo es un humanismo» del filósofo francés. También en ese año se celebra el matrimonio de José Hierro con María de los Ángeles Torres, natural de Santander. Se publica El viento sur, tirada especial de cien ejemplares (Hnos. Bedia. Santander) y nace su hijo Juan Ramón Un año después se publica Con las piedras, con el viento... (Ed. Proel. Santander). En 1951 Roger Noël-Mayer traduce al francés una breve antología de poemas de José Hierro, prologados por Manuel Arce, con el título de Poèmes (Pierre Seghers. París). En este mismo año nace su hija Margarita. En 1952 Francisco Ribes le incluye en la Antología consultada de la joven poesía española (Dist. Marés. Valencia). Comienza a trabajar en Editora Nacional y se traslada definitivamente a Madrid, donde vive desde entonces. En Editora Nacional trabaja primero como oficinista, luego como encargado de ediciones, diseñando las cubiertas de los libros y corrigiendo las pruebas de edición. Posteriormente trabaja como promotor en España del Reader’s Digest y en la revista Dunia, hasta que ésta se traslada a Barcelona. Trabaja en Radio Nacional hasta 1987, año en que se jubila. En 1953 se publica Quinta del 42 (Editora Nacional. Madrid) y nace su hija Marián. En 1954 se publica Antología poética (Pablo Beltrán de Heredia. Santander; 2ª edición, Cantalapiedra. Torrelavega, 1954). En 1955 se publica Estatuas yacentes (Colección «Clásicos de todos los años». Santander). 49 En 1957 se publica el libro Cuanto sé de mí (Ágora. Madrid), que recibe el premio de la Crítica y el Premio March. Se publica el volumen recopilatorio de los dos primeros libros de Hierro, precedidos de un prólogo del autor, titulado Poesía del momento (Afrodisio Aguado. Madrid). Comienza a escribir los poemas de Libro de las alucinaciones, que se concluirán en 1963. En 1960 se publica, con prólogo del autor, la antología Poesías escogidas (Losada. Buenos Aires). Es incluido en la antología Cuatro poetas de hoy: José Luis Hidalgo, Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro, de María de Gracia Ifach (Taurus. Madrid). Nace su hijo Joaquín. Dos años después se publica la primera edición de sus Poesías completas (1944-1962) (Giner. Madrid). Es incluido en la antología Veinte años de poesía española (1939-1959), de José Mª Castellet (Seix Barral. Barcelona). En 1964 se publica Libro de las alucinaciones (Editora Nacional, Madrid), que obtiene el Premio de la Crítica de ese año. Una segunda edición de este libro, a cargo de Dionisio Cañas, verá la luz en 1986 en la colección «Letras Hispánicas» de la editorial Cátedra. En 1965 es incluido en Poesía española contemporánea. Antología (19391964). Poesía social (Alfaguara. Madrid), elaborada por Leopoldo de Luis. En los inicios de los setenta José Hierro dirige una tertulia poética en el Ateneo, que, por problemas políticos, acaba siendo censurada y tiene que trasladarse a la librería Abril, en la calle Arenal. La tertulia de la librería Abril, dirigida por Carmina Abril, José Gerardo Manrique de Lara, Angelina Gatell y José Hierro, se inaugura con una lectura de poemas por parte de Vicente Aleixandre. En 1974 se publica la segunda edición de la poesía completa de José Hierro, incluyendo los libros hasta entonces publicados, con el título de Cuanto sé de mí (Seix Barral, Barcelona). En 1975 comienza a elaborar los primeros poemas de un libro que llevará por título Agenda. En 1978 acompañando al artículo de Aurora de Albornoz «Aproximación a la obra poética de José Hierro (1947-1977)», aparecen publicados los primeros poemas de Agenda, con el título de «Compasivamente en la noche» en Cuadernos Hispanoamericanos, nº 341 (nov. 1978); págs. 291-296. En 1980 Aurora de Albornoz publica una extensa Antología de la obra de José Hierro (Visor. Madrid). Hay una 2ª edición en 1985. En 1981 recibe el premio Príncipe de Asturias. En 1982 Aurora de Albornoz publica, en la colección «Los poetas» de la Editorial Júcar, una antología precedida de un extenso prólogo, con el título de José Hierro (Ed. Júcar. Madrid-Gijón). 50 En 1986 se edita Libro de las alucinaciones en segunda edición en la editorial Cátedra con introducción y bibliografía de Dionisio Cañas. Recibe el Premio de la Fundación Pablo Iglesias. En 1987 José Hierro se jubila de su trabajo en Radio Nacional. En 1990 se concluye la redacción del libro Agenda y se le concede el Premio Nacional de las Letras en su convocatoria de dicho año. En 1991 se reedita Quinta del 42 en la Colección Literaria U.P. de San Sebastián de los Reyes. En 1995 se le concede el IV Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Es nombrado Doctor Honoris Causa por la UIMP de Santander. El 23 de Julio fallece su madre, Esperanza Real Gómez. En 1998 concluye la redacción del libro Cuaderno de Nueva York y se publica en la colección de Poesía Hiperión. Se le concede el Premio Cervantes y el Premio de la Crítica. En 1999 se editan los sonetos completos en la Colección literaria U.P. de San Sebastián de los Reyes. Es elegido académico de la Real Academia de la Lengua. Recibe el Premio Nacional de Poesía por Cuaderno de Nueva York. el Premio Europeo de Literatura Aristeión, el Premio Francisco de Quevedo y el Premio Ojo Crítico Especial por la belleza de su obra. En el 2000 se le concede el premio Miguel Hernández. En el 2002 es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Turín. Fallece el 21 de Diciembre del 2002 en Madrid. 51 52 Fotografía: José María Sánchez Bustos