La burbuja que no estalla

Transcripción

La burbuja que no estalla
La burbuja que no estalla
Dubai: Back to the Future
Paulo Martins Barata
‘BACK ON the Chain Gang’. Regreso
a la cadena de presos: la canción de
Chrissie Hynde, de Pretenders, sería la
metáfora perfecta de la esquizofrenia
endémica del mercado inmobiliario
de Dubái. Todos los años, el emirato
convoca ‘Cityscape’, una gran feria
inmobiliaria que no he dejado de visitar desde 2007, aunque en los últimos
años me viese obligado a abandonarla antes por falta de oportunidades de
negocio. El delirio de 2007 está todavía muy vivo en la mente de todos.
En aquel año, las colas para comprar
apartamentos en los stands de la feria
hacían necesario colocar postes con
bandas elásticas, como en los aeropuertos; la histeria se percibía en el
aire. El desenlace de todo aquello es
bien conocido: los ejecutivos abandonando sus todoterrenos de lujo en los
aeropuertos, antes de coger el avión
que los devolvería a su país. A ello siguió una tremenda resaca de complejo
de culpa colectiva.
Hoy este capítulo está cerrado. Dubái
se ha convertido en el Hong Kong de
Oriente Medio: el único punto de paso
seguro entre Asia y Europa, cubierto
por un tercio de las rutas aéreas del
planeta. Dubái es tan materialista y accesible como Nueva York y, a diferencia de otros países de la región, tiene
una economía bastante transparente y
abierta. Obviamente, cuando digo esto
me refiero a su economía real, la de la
oferta y la demanda, no la de su banca
financiera, que sigue siendo tan oscura
como la de Luxemburgo o Panamá.
La bestia que es el Dubái de 2014
resulta más voraz que nunca, tras recibir gran parte del capital que ha huido
tras la Primavera Árabe, además del de
Rusia y los países africanos. El perfil
de los compradores: indios, paquistanís y rusos. EMAAR, la empresa fundada por el emir para desarrollar el
downtown (la Burj Khalifa y el Dubai
Mall), tiene 10 millones de metros
cuadrados distribuidos en rascacielos
que van de 70 a 100 plantas y con precios que llegan a los 10.000 dólares
por metros cuadrado, mientras que las
villas pueden llegar a los 20 millones.
Jones Lang LaSalle prevé un aumento
constante de los precios hasta que se
celebre la Expo de 2020, momento en
el cual parece que habrá otro crash,
aunque menor que el de 2008.
La comparación entre los proyectos
de 2007 y los actuales sugiere que el
mercado ha madurado. Los promotores estrafalarios, con sus coloristas excentricidades, fueron barridos
por la crisis. La oferta se concentra
ahora en un puñado de promotores.
Las torres tienen esquemas rectangulares bien definidos con un 85% de
aprovechamiento por planta. Un cierto estilo ‘moderno/contemporáneo’, a
falta de mejor término para definirlo,
parece haber sido adoptado, no tanto
por mor de un progreso estético, sino
del coste y la velocidad de la construcción. Lamentablemente, el libertinaje
ecológico de los campos de golf, las
piscinas climatizadas y los lagos artificiales continúa.
Las 220 hectáreas del recinto ferial
de la próxima Expo 2020 no suponen
más que una pequeña parte de la ex-
tensión del Jebel Ali Aerotropolis, la
ciudad aeroportuaria más grande del
mundo, con cinco pistas de aterrizaje
y que se estima que en 2027 tendrá una
capacidad de 260 millones de viajeros. El tema de la Expo, ‘Connecting
Minds’, es inteligente y abre un vasto
campo de oportunidades de diseño: un
lugar donde, por ejemplo, uno puede
obtener un diagnóstico de la Harvard
Medical School, imprimir una pieza
de un automóvil o confeccionar una
colección de moda.
‘Build them and they will come’.
Construid los edificios, que luego vendrán los clientes: la cita parece hecha a
medida para Dubái. Accesible en seis
horas desde Madrid o Londres, el emirato y su economía crecen a un ritmo
que no se veía en Europa desde el final
de la II Guerra Mundial. Es cierto que
no se trata un mercado para todos, pues
le falta la sofisticación de Zúrich o la
elegancia de París. Sin embargo, creo
que el emirato ha madurado y puede
llegar a ser un mercado acogedor para
la arquitectura europea.
‘BACK ON the Chain Gang,’ the song
by Chrissie Hynde written after the
collective overdose of the British
band The Pretenders, would be the
perfect metaphor for the endemic
schizophrenia of Dubai’s property
market. Every year the emirate hosts
‘Cityscape,’ a huge fair that I visit
consistently since 2007, although
in recent years I saw myself leaving earlier, for lack of opportunities. The 2007 delirium is still very
much alive in everybody’s mind. At
that time, queues to buy apartments
on the fair’s booths required elastic
band poles like in airports; there was
a hysteria in the air that saw no end
to ‘Palms,’ ‘Worlds,’ ‘Burjs,’ ‘Atlantis,’ and ‘Jumeirahs.’ The next chapter is well known, with the infamous
rout of expatriates abandoning their
SUVs at the airport and their ‘condos’ unpaid. This bailout period was
followed by a tremendous hangover
of collective guilt.
That chapter is now closed. Dubai
has positioned itself as the Hong
Kong of the Middle East – the only
safe haven between Asia and Europe,
covering one third of the planet’s air
routes. Dubai is as money-oriented
and as accessible as New York, and
unlike other states in the region, it is a
fairly transparent and open economy.
Obviously, I have in mind the real
economy, of supply and demand, and
not its offshore banking, which remains as obscure as that of Luxembourg or Panama.
The Dubai beast of 2014 is more
voracious than ever, having received
much of the capital fleeing from the
Arab Spring, in addition to Russia
and many African states. Profile
of buyers: Indians, Pakistanis and
Russians. At EMAAR, the company
founded by the Emir, the expansion
of the Downtown area (Burj Khalifa
and Dubai Mall) boasts a 10-million square meter forest of 70- to
100-storey skyscrapers, with prices
ranging between 7 and 10,000 USD
per square meter, while the villas are
tagged at 20 million. Jones Lang LaSalle estimates a steady rise in prices
up until the Expo of 2020, after which
a crash is expected, smaller than
2008, however.
A comparison between 2007 projects and the current output suggests
that the market has matured. Small
freaky developers, with their colorful
eccentricities, were wiped out by the
crisis. The offer is now concentrated
in a handful of master developers.
Towers have clear-cut rectangular
plans with an 85% floor plate efficiency. A certain ‘modern/contemporary’ style, for lack of better word,
has seemingly been adopted, not so
much by aesthetic progress, but due
to speed and cost of construction. Regrettably, the ecological debauchery
of golf courses, refrigerated pools and
artificial lakes continues.
The 220-hectare fairground of the
upcoming Expo 2020 is all but a
small part of the planned Jebel Ali
Aerotropolis, the largest airport city
on the planet, with five runways and
an estimated capacity for 260 million
passengers in 2027. The theme of
Expo, ‘Connecting Minds’, is clever
and opens a vast field of design opportunities; an urban hub, where, in real
time, one can obtain a diagnosis from
Harvard Medical School, print a car
part, or fabricate a fashion collection.
“Build them and they will come;”
the quote seems tailor-made for
Dubai. Accessible at a 6-hour flight
from Madrid or London, its economy
grows at a rate unforeseen in Europe
since the end of the World War II. I
realize it is not for everyone, as it
lacks the sophistication of Zurich or
the elegance of Paris. Nevertheless, I
believe the emirate has seasoned and
can become a truly welcoming market
for European architecture.
80 2014 ArquitecturaViva 168

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