Estado en Movimiento Comunidades Indígenas
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Estado en Movimiento Comunidades Indígenas
El 13 de septiembre de 2007, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, aprobó la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, en la que se establece el marco dentro del cual los gobiernos de los países pueden fortalecer las relaciones con los pueblos indígenas y proteger sus derechos humanos. En Baja California, de acuerdo con información de INEGI, existen 41 mil 731 personas hablantes de lengua indígena, este sector se encuentra integrado por dos grupos: los nativos y los inmigrantes. A pesar de los esfuerzos realizados por diferentes organismos gubernamentales y el sector social, por mejorar las condiciones de vida de la comunidad indígena, en nuestro país aún existen grupos con un alto grado de marginación, discriminación y pobreza extrema, que los está llevando a la extinción de su cultura. Estos grupos cuentan con derechos que deben ser respetados y es obligación del Estado, propiciar igualdad de oportunidades que les permitan superarse y acceder a servicios de salud, educación y trabajo, para que puedan llevar una vida digna y con mejores posibilidades de bienestar. La población indígena representa una parte del vasto acervo histórico y cultural de nuestro país, y todos debemos hacer esfuerzos para su integración cultural, económica, política y social, respetando sus tradiciones que enriquecen a nuestra sociedad. En esta ocasión el Comité de Planeación para el Desarrollo del Estado pone en sus manos la presente publicación, enfocada a las comunidades indígenas en Baja California, la cual se realizó con el apoyo de investigadores y servidores públicos, ejemplificando los esfuerzos que gobierno y sociedad llevan a cabo en la atención de este grupo poblacional. Comité de Planeación para el Desarrollo del Estado. ¿Quiénes son los pueblos yumanos de Baja California? Como veremos más adelante, por un lado tenemos la colonización tardía de Baja California en relación a la Mesoamérica asociada al exterminio indígena, y por otro lado, al modo de vida de los indígenas californios como los cazadores y recolectores con múltiples asentamientos a lo largo del año, dificultó la implementación de programas de integración y respeto a las formas de vida indígena. La formación del México moderno a principios del siglo XX, llegó relativamente tarde a los descendientes de estos pueblos; si bien el indigenismo y las instituciones antropológicas tuvieron algunas repercusiones en las políticas de ayuda a los pueblos indígenas, esta llegó muy tarde al estado de Baja California, en donde se establecieron delegaciones de INAH y el antiguo INI, hace alrededor de 25 años, mientras que la Dirección de Culturas Populares, no instauró una oficina sino hasta mediados de la década de los años noventa. Las oficinas de asuntos indígenas en los estados eran prácticamente inexistentes, y el reconocimiento de pobladores indígenas con derechos constitucionales no pasó por las oficinas de gobierno hasta hace muy pocos años, debido sobre todo al reclamo de tierras y diversos conflictos que han padecido las comunidades indígenas a todo lo largo de su historia. Los pueblos indígenas yumanos, habitan en Baja California, Arizona y California, y están formados por una familia de lenguas emparentadas que durante el primer milenio de nuestra era, se trasladaron paulatinamente desde diversos puntos de Arizona y Colorado hasta llegar al territorio de Baja California. Entre estos pueblos ubicamos a los pa ipai, los kumiai, los kiliwa y los cucapá, todos pertenecientes a la misma familia lingüística y habitantes del estado de Baja California principalmente. Dichos pueblos, además de estar emparentados lingüísticamente, también poseen rasgos culturales similares, y como grupos étnicos han establecido importantes redes de colaboración, incluso desde antes de la llegada de los europeos colonizadores y de los mestizos provenientes del sur del país. Las localidades indígenas originarias de Baja California se encuentran en los municipios de Ensenada, Tecate y Mexicali, y Playas de Rosarito en menor población, mientras que en Estados Unidos, los kumiai llamados también KumeyaayDiegueño, se localizan en las reservaciones de Sycuan, Viejas, Barona, Campo, Capitán Grande, Cuyapaipe, Inaja, Jamul, La Posta, Manzanita, Mesa Grande, San Pascual y Santa Ysabel. Los kumiai habitan en las cercanías del Valle de Guadalupe, mientras que los pa ipai, kiliwa y kumiai del sur, en la cordillera de la Sierra Juárez, y la Sierra San Pedro Mártir. Por su parte, los cucapá viven en Cucapá El Mayor al norte del Golfo de California en el Rio Hardy, en el municipio de Mexicali, y en el Delta del Río Colorado en San Luis Rio Colorado, Sonora, en Pozas de Arvizu, teniendo sus parientes correspondientes en Arizona, llamados Cocopa. Hoy en día los hablantes indígenas son alrededor de 2 mil 500 entre kiliwa, tipai, kumiai, cucapá, y pa ipai, quienes habitan en esta región desde hace miles de años en una territorio que se extiende 200 kilómetros al sur de la frontera entre México-Estados Unidos. de sus comunidades para buscar otros medios de subsistencia. No obstante, también se dedican al trabajo artesanal, realizado principalmente por mujeres, actividad que se ha convertido en una rama productiva importante para todos los grupos indígenas. Los pa ipai, lo mismo que los otros grupos yumanos, poseen una vasta producción de artesanías. Por su parte, los cucapá construyen collares de chaquira y trabajan en menor medida la cerámica, actividad pa ipai por excelencia. De todas las lenguas yumanas, las que pertenecen al grupo Riano se encuentran en los Estados Unidos (mojave, yuma y maricopa), lo mismo que las lenguas del grupo Pai, excepto los pa ipai que viven en Santa Catarina y en San Isidoro, en el municipio de Ensenada. Las otras lenguas del grupo Pai: Javasupai, Hualapai y Havasupai, se ubican en el oeste de Arizona. La cestería es otra de las actividades más socorridas en la producción artesanal pa ipai y kumiai. Con junco, hojas de sauce y cachanilla, los kumiai fabrican numerosos objetos, que venden en festivales y ferias artesanales como NATIVA que organiza el Instituto CUNA, quienes celebraron el 17 y 18 de agosto pasado su noveno aniversario. En cuanto al grupo Kiliwa, esta lengua es la única de su grupo, y se encuentra sólo en el territorio mexicano con seis hablantes. Por otra parte, la reciente introducción de proyectos ecoturísticos apoyados por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) en las comunidades kumiai como San José de la Zorra y San Antonio Necua, han abierto un espacio importante para la obtención de recursos económicos. Las culturas yumanas de Baja California son una evidencia de las transformaciones progresivas y violentas de la cultura nativa. El proceso de aculturación y cambio de su cultura ha sido impulsado por muchas razones y existen varias teorías al respecto. Desde tiempos de la Colonia, la mala administración de las primeras misiones, así como la concentración de la población, fuera de sus lugares de origen, tuvo como resultado el exterminio de su medio ambiente y de su cultura. En cuanto a la religión, a simple vista las creencias originarias de los pueblos yumanos no son evidentes entre su población. De la misma manera que estos pueblos se asimilan ideológicamente y económicamente a la sociedad mestiza, el sistema de pensamiento ha sufrido fracturas y asimilaciones importantes. Entre los ritos y danzas que destacan entre los yumanos se encuentra el kuri-kuri que es una danza acompañada de cantos con maraca o jalmá. Aunque los grupos yumanos provienen de una fuerte tradición de caza y de recolección, esto no significa que todos los pueblos hayan poseído la misma cultura. En tiempos antiguos existían grupos especializados en la pesca, mientras que a otros, distintas condiciones climáticas les permitían obtener el alimento de la recolección y de la caza principalmente. Entre los principales personajes míticos de los pueblos yumanos se tienen a los dioses provenientes de la lucha entre los dos hermanos. De la disputa aparece Sipa y Komat, quienes a veces surgen como una sola deidad llamada Sipakomat o Sipá para los cucapá. En otra versión de esta misma deidad entre los kiliwas, el recientemente desaparecido Ochoa Zazueta, se refirió al Dios Coyote-Gente-Luna: Melti ?ipa jala (u)2 . Este personaje de Coyote es de suma importancia para todos los pueblos indígenas de la región, aparece en otras variantes míticas pa ipai y cucapá, como el astuto que roba el corazón del Dios Sipá durante su ceremonia mortuoria, como parte del conjunto de creencias de este pueblo. Aunque los pa ipai y kumiai pueden ser agricultores incipientes y ocasionales, sus medios de subsistencia se reducen debido a la pobreza de los suelos, y a la falta de agua y fertilizantes para la siembra, con lo cual sus condiciones de vida se han deteriorado drásticamente. Los habitantes de los pequeños poblados se han visto orillados a salir el comisariado ejidal. Actualmente, dicho comisariado es la máxima autoridad junto con un secretario y un tesorero, quienes son elegidos por los comuneros registrados en el Registro Agrario Nacional. Los kumiai y pa ipai, al igual que los cucapá, enfrentan la lenta erosión de su cultura y territorio nativos, debido a la “ocupación” de tierras, para el caso cucapá el litoral del Golfo de Baja California por la declaración de la Reserva Natural Protegida. La lengua indígena de los pa ipai lleva su mismo nombre y pertenece a la familia lingüística cochimíyumana, tiene una variante lingüística y sus hablantes la denominan jaspuy pai, y es hablada en el estado de Baja California, en 38 comunidades del municipio de Ensenada. Esta lengua se encuentra en peligro de extinción, solamente la gente mayor la habla, además tiene poco uso en el hogar y en espacios públicos, el INALI (Instituto Nacional de Lenguas Indígenas) la considera en muy alto riesgo de desaparición; el censo nacional de población y vivienda 2010, reporta la existencia de 200 hablantes. Los pa ipai habitan en la Sierra Juárez de Baja California y se subdividen en tres grupos territoriales: el de San Isidoro, Santa Catarina, y los pa ipai de Jamau. Anteriormente estaban organizados en bandas que cazaban y reunían alimentos naturales en las montañas y desiertos adyacentes, viviendo cada una dentro de límites específicos. Cuando los misioneros llegaron, los pa ipai se vieron obligados a refugiarse en áreas más pequeñas. Sin embargo, todos los pa ipai se reconocen entre sí, y comparten la misma lengua y cultura. Cada grupo tiene una persona que los dirige, y se le nombra jefe de bienes comunales, o simplemente Aunque todos los grupos de las distintas localidades han experimentado problemas de tierra, únicamente el grupo de Jamau se ha visto obligado a dejar su territorio natal a pesar de estar reconocido como originario tanto de parte de sus pobladores, como de los pa ipai de otros pueblos como Santa Catarina, San Isidoro, lo mismo que por otros grupos indígenas, tal como se verifica en las actas del expediente agrario. Jamau significa en pa ipai “lugar donde no hay agua”, este caserío fue un asentamiento indígena donde vivieron los pa ipai del clan Coaljoat, palabra que significa cuero rojo y corresponde a la actual familia Salgado Arballo y a sus descendientes. A diferencia de otros reclamos de tierras en Baja California los pa ipai de Jamau, no tienen reconocimiento legal sobre sus tierras. Durante los últimos 20 años, los pa ipai de Jamau han acudido con autoridades locales, regionales y federales, la ONU así como con dos gobernadores del estado de Baja California y varios presidentes de la República. Desgraciadamente en esta comunidad las autoridades locales y regionales han manipulado la ley eliminado cualquier voz pa ipai en la concesión de la tierra, afirmando que la región en cuestión estaba deshabitada y no existía un grupo indígena como tal. Esto ocurrió a pesar de que los kiliwa, kumiai, cochimí, cucapá y pa ipai dieron testimonio y declararon la existencia de los pa ipai de Jamau, según se lee en las declaraciones asentadas en las actas del expediente agrario de la CDI, en donde aparecen las firmas de todas las autoridades indígenas de los pueblos yumanos. Los kumiai La lengua indígena del pueblo kumiai también forma parte de la familia cochimí-yumana, tiene una variante lingüística, sus hablantes la autodenominan tipai, y se habla en el estado de Baja California, en 10 comunidades de Ensenada, 3 comunidades de Playas de Rosarito y 21 comunidades de Tecate. Esta lengua se encuentra en peligro de extinción, solamente la gente mayor la habla, el INALI también la ubica en muy alto riesgo de desaparición ya que el censo nacional de población y vivienda 2010, reporta la existencia de 381 hablantes. Los kumiai habitan en México en las poblaciones de San José de la Zorra, Juntas de Nejí, San José Tecate, Peña Blanca, San Antonio Necua y La Huerta Cañón de los Encinos, principalmente. Las primeras informaciones misionales sobre estos grupos los mostraban como pueblos con un bajo nivel cultural debido a la ausencia de la agricultura. Sin embargo, pocos grupos conocieron tan bien su entorno ecológico como los pueblos yumanos, entre otras cosas, por su especializada percepción de su medio natural debido a la importancia que tenía la observación de los ciclos naturales para su economía de subsistencia, fundamentada en la caza, la recolección y la pesca, de acuerdo a cada momento estacional. Hoy en día los kumiai tienen varias actividades económicas, por un lado está la gente que se encuentra muy ligada a las autoridades y a los proyectos productivos impulsados mediante ayuda de las instituciones indigenistas como CDI, Culturas Populares, SEMARNAT, SEDESOL, SEDATU, CONAFOR, entre otras. Esta población posee proyectos como viveros, artesanías, cabañas, siembra de algunos cultivos temporales, etc. Eventualmente dichos proyectos suelen ser muy exitosos, en particular la renta de las cabañas, la venta de las artesanías y la creación de museos comunitarios que visitan turistas, estudiantes e interesados en las culturas indígenas. Por otra parte se encuentran los que tienen pequeñas actividades comerciales a pequeña escala, como tiendas, camiones. Finalmente están aquellos que lo único que tienen para sobrevivir es su fuerza de trabajo. Esta población, al igual que otras comunidades, trabaja en la reparación de los caminos de terracería y sobre todo en la producción de la vid y el procesamiento del vino. Si bien la tradición económica kumiai se rigió hasta mediados del siglo pasado por actividades de subsistencia como la recolección y la caza, con la cual complementaban su economía de subsistencia, al igual que otros pueblos indígenas, muchos miembros de las comunidades ahora son obreros de compañías asentadas en su propio territorio. Esta es la situación de muchos kumiai de San Antonio Necua en el Valle de Guadalupe y de San José de la Zorra. Una buena parte de los asalariados que mantienen los cultivos de las compañías vitivinícolas del Valle de Guadalupe son kumiai o sus descendientes; lo paradójico de esta situación es que antes de la llegada de migrantes rusos e hispanohablantes en 1905, a quienes se les otorgó una concesión de 100 años, los indígenas eran los dueños originarios del territorio que cubre todo el Valle de Guadalupe. Entre algunas de las luchas que actualmente tienen los kumiai de San Antonio Necua es la restitución de 80 hectáreas que aseguran son parte de su territorio y fueron invadidas por la vitivinícola L.A. Cetto. Además se encuentran en conflicto 22 hectáreas más que, a decir de los kumiai, la vitivinícola debió ceder como trueque a la asignación de otras 14 hectáreas por parte de las autoridades de la comunidad de San Antonio Necua. Conclusiones: La ayuda que en las últimas dos décadas ha recibido la población indígena de Baja California por parte de las instituciones de gobierno, tanto federal como estatal, han sido un estímulo importante para su economía y su supervivencia. Programas de la CDI, SEMARNAT, así como la ayuda legal, los estímulos a la creación artesanal, las becas para niños, y la implementación de proyectos productivos, como la Siembra de la Vid en San José de la Zorra y los centros turísticos en este y otros poblados por parte de otras instituciones, son importantes para las comunidades indígenas; igualmente los es la reciente participación del INALI, en la creación de programas de revitalización lingüística. Sin embargo, todavía estamos muy lejos de cubrir las necesidades elementales de estos pueblos. Y es que el problema es muy complejo y no se reduce a la instauración de programas comunitarios de tipo económico. Existe el gran problema del embate cultural de la modernidad en su conjunto, cuyo golpe es contundente contra la forma de ver el mundo de los indígenas yumanos, al tiempo que lacera su reproducción material pero sobre todo ideológica. Bibliografía La impotencia de llevar a cabo sus antiguas formas de vida, y no poseer alternativas claras para llevar otras formas nuevas, ha creado conflictos terribles al interior de las familias y los individuos de las comunidades. Las alternativas no son claras, los paliativos gubernamentales son enmiendas con la buena voluntad de contener una problemática más compleja, como el racismo históricamente enraizado en el espíritu del mexicano mestizo, quien mide las necesidades de estos pueblos, de acuerdo con su propia visión del mundo y sus propias necesidades, sin percibir que se trata de otro mundo, y de otras maneras de percibir la vida, la salud y el bienestar. Olmos Aguilera Miguel, El Chivo Encantado: La estética del arte indígena en el Noroeste de México, Colef, UNAM, FORCA, México DF, 2011. 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Muchos fueron viajes inolvidables acompañada de mi buen amigo David Zarate Loperena quien me presentó con miembros de las comunidades pai pai y kumiai de Santa Catarina, San José de la Zorra y San Antonio Necua. También me ayudó mucho Anita Álvarez de Williams para acercarme a la comunidad cucapá de El Mayor. Este aprendizaje lo he aplicado durante mi labor al frente del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Baja California, particularmente enfocado al pasado de los grupos de la familia lingüística yumana al rescate de la historia oral, al registro y estudio de sitios arqueológicos, al conocimiento y promoción de su cultura material, como lo es su artesanía y recientemente al registro de su lengua, entre otras actividades institucionales. El presente trabajo pretende mostrar algunos aspectos de las sociedades indígenas nativas de la familia lingüística yumana de Baja California, iniciando con una breve descripción de sus antecedentes históricos para concluir con algunos procesos productivos que llevan a cabo en la actualidad, particularmente las mujeres y su papel fundamental en la pervivencia de su cultura. La organización social se da a partir de grupos con afinidad en el parentesco o linaje, particularmente del lado del padre y que definimos hoy en día como chumul. Los miembros de estas organizaciones ocupaban determinados territorios. El matrimonio por lo regular fue monógamo, A principios del siglo XIX, el vasto territorio yumano fue impactado en primera instancia, por la etapa misional y particularmente por los misioneros dominicos, quienes establecieron los centros religiosos en el norte de la península. Posteriormente, de forma paulatina hubo una incursión de mexicanos y extranjeros a territorios indígenas, mientras que sus líderes intentaron legalizar su tenencia de la tierra, según las leyes mexicanas. Por ejemplo, el jefe del asentamiento kumiai de “San José de la Zorra” de nombre José Manuel, en 1871 recibió del Sub-Prefecto político la autorización para ocupar tierras que el demandaba como propiedad de su pueblo. Algunas comunidades como la kiliwa, cucapá y pai pai fueron dotadas por el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas de tierras ejidales que con el poco tiempo, rancheros oportunistas se posesionaron de las áreas cultivables y dejaron las de mala calidad a los indígenas. Debido a este proceso de arrebato territorial los miembros de las etnias organizados ancestralmente como cazadores, pescadores, recolectores de plantas y semillas y en el caso de los cucapá a la agricultura, se vieron en la necesidad de buscar fuentes de trabajo fuera de sus comunidades. Eva Carrillo Vega de San José de la Zorra, dice que su papá andaba de borreguero. Ella tiene actualmente 53 años de edad, así que se refiere a varias generaciones anteriores de hombres que ahora tienen más de 70 años. Recuerda cuando pequeña que cada mes venían y llegaban bien surtidos con cajas de sopa, costales de arroz y comían tan a gusto. “Antes no había comida y no había trabajo, por eso se tenían que ir para el lado de San Quintín o a la sierra. Se iban caminando hasta Santa Catarina y duraban un tiempo allá, cuando llovía y había zacate y cuando llovía por acá y había mucha hierba, se venían de vuelta caminando. También tenían familia allá”. Don Andrés Vega Espinoza -tío de Eva-, quien tiene 73 años dice que la mayoría de los hombres salían a trabajar desde jóvenes por eso según él, no hablan muy bien el idioma indígena, aunque si lo entienden bien. Por otra parte, también es conocido que los varones de las comunidades serranas servían como vaqueros en los ranchos aledaños. Es importante aclarar que actualmente habitan los nativos yumanos de Baja California principalmente en las comunidades indígenas: en el Mayor Cucapá, en Juntas de Nejí, San José de la Zorra, San Antonio Necua, La Huerta, Santa Catarina y Arrollo de León; y algunas personas en las ciudades. Los poblados indígenas hoy día, mantienen una variedad de elementos pertenecientes a su historia y cultura. Estos incluyen metates y morteros, paisajes culturales, ranchos, senderos, cementerios, incluyendo grandes áreas con potencial para el desarrollo del ecoturismo. El conocimiento de las tradiciones autóctonas, incluyendo el lenguaje, la historia oral, el conocimiento de las tierras, sus plantas y animales es extraordinariamente valioso. Pero la conservación de estos recursos culturales se sostiene frágilmente de un hilo delgado y su pervivencia en el siglo XXI depende de estrategias orientadas para su continuidad y reactivación o re funcionalización. Considero sin lugar a dudas que las mujeres en la mayoría de los casos y varones jóvenes, son la fuerza centrifuga que atrae y nutre a sus hijos de las tradiciones culturales dentro de su comunidad, sobre todo, lo referente a las lenguas, artesanías, usos medicinales de las plantas, historias relacionadas a su rol femenino, por ejemplo, como cuando se daba a luz en tiempos pretéritos, sus canciones de cuna, canciones para danzar en actos sociales y canciones dedicadas a los pájaros. Al referirme a varones jóvenes destacan por su importante actividad a favor de la conservación de su cultura personas como Javier Ceseña, Anselmo Domínguez y Gregorio Montes. Tenemos conocimiento que existen programas de apoyo para las mujeres de las comunidades indígenas nativas de Baja California por parte del gobierno federal y de algunos organismos no gubernamentales, entre estas: La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), apoya a los pueblos nativos y a los asentados en Baja California. Por lo que se refiere a las actividades productivas, en la CDI existe el Fondo Regional para Comunidades Indígenas Nativas, que es manejado por un Consejo de Administración integrado por delegados indígenas nombrados por la propia comunidad, y a la que le transfieren recursos de acuerdo a los proyectos presentados y que ellos mismos administran. Existe también el Programa de Promoción Productiva para Mujeres Indígenas (PROPMI), dirigido a mujeres que en sus comunidades quieran desarrollar un proyecto productivo. La CDI también tiene otro programa para el Turismo Alternativo en Zonas Indígenas destinado para infraestructura y de apoyo para acciones turísticas. Por otra parte, la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), apoya la creación de viveros para la reproducción de flora nativa como el mezquite, palo verde, sauce, junco y otras especies para el propósito de la reforestación o bien, para detonar áreas llamadas de “amortiguamiento” con el objeto de que las personas de estas comunidades, utilicen estos recursos naturales de manera sustentable, como es el caso de las artesanías nativas y leña. CONAFOR apoya a las artesanas en un programa propio que se llama “cadenas productivas”. En algún momento apoyaron también para que dichas artesanas se trasladaran a otros estados para observar cómo se desarrollan los proyectos artesanales. Asimismo, a varias comunidades les facilitaron el recurso para adquirir vehículos para el traslado de sus productos. La Asociación Civil, “Instituto de Culturas Nativas” (CUNA), ha venido apoyando a las mujeres indígenas con la comercialización de sus productos artesanales. CUNA tiene un padrón cotejado con credencial de elector de aproximadamente 120 artesanas en las comunidades indígenas. El INAH en apoyo a la “cadena productiva” está participando con la adecuación de sitios arqueologicos pertenecientes a estas comunidades, así como en la creación y asesoría de museos comunitarios para complementar los atractivos turísticos con la oferta cultural, como en el caso de El Mayor Cucapá y el de San Antonio Necua. Finalmente uno de los proyectos más exitosos es el de San Antonio Necua, en donde los miembros de esta comunidad nativa a través de los programas productivos arriba mencionados encabezados por la CDI, construyeron su Centro Cultural y Recreativo como un destino para el turismo familiar. Aprovechando los elementos naturales en la región para elaborar los ladrillos de adobe, así como los bellos paisajes del lugar por donde establecieron sendas de caminata y para bicicleta. Veredas para cabalgar, asadores, sitios de acampado, espacios para actividades deportivas al aire libre y está por concluirse el museo de la comunidad. Asimismo, organizan cabalgatas y rodeos como parte también de estos atractivos. Introducción En Baja California existen cinco grupos indígenas nativos1: los kumiai, tipai, pa ipai, kiliwa y cucapá. Como es ampliamente sabido, estos cinco grupos originarios pertenecen a la familia lingüística yumana, por lo que también reciben la denominación colectiva de los yumanos. Actualmente estos grupos viven en diez localidades diferentes, bajo el régimen de propiedad ejidal o bienes comunales: los kumiai residen en San José de la Zorra, Juntas de Nejí, San José de Tecate y Peña Blanca; los tipai en San Antonio Nécua y La Huerta; los pa ipai en Santa Catarina; los kiliwa en Arroyo de León o Ejido Quiliguas, y los cucapá en El Mayor Indígena y Cucapá Mestizo (ver mapa 1). California, hasta Arizona y sur de California en los Estados Unidos. En este artículo se explica en qué consisten estos dos tipos de ocupación territorial y la identidad etno-espacial de estos grupos, y se discute acerca del despojo territorial del que han sido objeto históricamente (Kroeber 1925). La ocupación utilitaria del territorio yumano En el pasado los yumanos dependían de la caza, la pesca y la recolección. Esto exigía de ellos el desarrollo de un vasto conocimiento sobre su entorno. Como cazadores, los yumanos tenían que conocer acuciosamente la localización de los aguajes y el comportamiento de las estaciones del año. Esto les permitía saber de las rutas y temporadas de migración de las distintas especies animales, de sus patrones de reproducción y de su adaptación a los distintos ecosistemas. Asimismo, el patrón de asentamiento de estos grupos estaba diseñado para hacer más eficiente sus actividades de caza. Por lo general, estos indígenas construían sus abrigos temporales en los puntos más altos del territorio, como en la parte media de una colina o de un cañón, desde donde podían divisar a varios kilómetros a la redonda, la aparición de un venado, de una estampida de conejos o codornices (Wilken, 1980: 3). Como es sabido, la cacería de presas mayores como el borrego cimarrón y venado, se llevaba a cabo en las sierras, mientras que la cacería menor se llevaba a cabo en todas partes, incluyendo los valles y desiertos. En el pasado, sin embargo, los yumanos desarrollaron una identidad territorial basada en la ocupación utilitaria y/o simbólica de prácticamente todos los desiertos, valles, costas y montañas del norte peninsular, desde el Desierto Central de Baja Por otra parte, los yumanos practicaban la pesca en las playas del Golfo de California, del Océano Pacífico, en el Río Colorado y en la Laguna Salada. En el golfo, estos indígenas se valían de la construcción de diques para desarrollar esta actividad. Hacia el final de un canal abierto ex profeso por ellos, levantaban una serie de muros de piedra que permitían la entrada del mar en momentos de marea alta; al retirarse el agua, los muros atrapaban en su interior a los peces (Meigs, 1939: 27). En el Pacífico, los yumanos construían andamios para colgarse de los acantilados próximos a las bahías, y desde ahí arrojaban al mar anzuelos hechos de espina o hueso, redes de fibra de mezcal o trampas hechas con vara (Campbell 1999). También, los yumanos acudían a estas costas occidentales durante la primavera, a colectar almejas y mejillones, así como un tipo de pez llamado pejerrey; como es sabido, durante dicha estación, el pejerrey sale a la arena a desovar en noches de luna llena (Shipek 1968). En el Río Colorado y la Laguna Salada, los cucapá y kumiai practicaban la pesca ribereña con el auxilio de balsas de tule, y también de redes de fibra de mezcal y trampas de vara. En esa zona, estos dos grupos desarrollaron un tipo de agricultura estacional, aprovechando las periódicas avenidas de las aguas del Colorado. Los productos de esta actividad incluían el frijol tépari, el trigo gentil, y un tipo de calabaza adaptada a los medios salinos (Álvarez 1975). Finalmente, los yumanos deambulaban estacionalmente a lo largo de los distintos ecosistemas que comprendía su territorio, para recolectar una gran variedad de plantas, frutos, raíces y semillas. Durante la primavera, en las partes bajas del desierto se colectaba tuna, biznaga e islaya. Hacia la última parte del verano, los distintos grupos acudían a la parte alta de la Sierra de Juárez o San Pedro Mártir a la colecta de piñón; y hacia el final del otoño y principios del invierno, iban por bellota a las zonas intermedias de las montañas (Garduño 1995). La ocupación simbólica del territorio yumano Ahora bien, los yumanos -como todo grupo humanodesarrollaron no solo una ocupación utilitaria de su territorio, sino también simbólica2. Esto es, que a determinados elementos geográficos de su entorno, les asignaron una significación cosmogónica, mitológica, ritual o histórica, y los identificaron como sitios sagrados o lugares con historia (Garduño 2010b). Este es el caso de las piedras que son referencia del origen de los linajes y del conocimiento tradicional de los indígenas como las piedras víbora de los kumiai de San José de la Zorra- (fotos 1 y 2); aquellas que evocan la antigua existencia de hechiceros -como la piedra del chamán de los kiliwa-, o que son vestigio del fin del mundo -como el Wiyipá del Cañón de el Álamo (foto 3), y Nejí-, la mujer hecha piedra, localizada en lo alto de un cerro de la comunidad kumiai del mismo nombre. Este es el caso también de las rocas macho o hembra, que evocan la genitalia humana en la naturaleza -como aquellas de San Antonio Nécua (fotos 4 y 5) y el Cañón de el Álamo-; o las rocas que eran utilizadas en las ceremonias de cremación de los muertos -como las localizadas en San José de la Zorra (foto 6) y Cañón de Manteca-, o las que en forma de ventana -como la de los cucapá-, servían para el inicio del viaje de los muertos (observación directa). Este es también el caso de los recursos de agua como Jatkbjol, arroyo de Santa Catarina, en donde habitaba Jalkutat, el mítico dragón que devoraba pa ipais; el pantano del Cañón de el Álamo, en donde también habitaba un mítico ser del mismo nombre; los aguajes de La Huerta y Peña Blanca, en donde vivían, respectivamente, una mujer de blanco y pequeños duendes traviesos pero inofensivos; o de esos otros aguajes -los encantados- como los de Nejí y Nécua (foto 7), que protegen a los indígenas de las incursiones agresivas de los no indígenas (observación directa). Se trata también de cerros que albergan tesoros tradicionales como el de la cabellera de los kiliwa de Arroyo de León; el Cuchumá de Tecate, en donde los kumiai practicaban ritos de iniciación y en cuyo contexto los chamanes volaban hasta al cerro de El Centinela en Mexicali; la Peña Blanca (foto 8), que fue habitada por una gigantesca serpiente procedente del mar; el Cerro del Vateque (foto 9), que ubicado en el Valle de Las Palmas, representa al cuerpo de un indio que yace extendido, después de haber sido muerto por el Cuchumá, al disputarle el amor de Peña Blanca; o bien, se trata del Cerro Prieto, que representa la cabeza de un monstruo que salió del mar para perseguir a un niño cucapá (Garduño 2010). Se trata ahora y sobre todo, de los múltiples y añejos cementerios que albergan los restos de los ancestros indígenas (foto 10). Todos estos sitios sagrados o lugares con historia que podemos apreciar en las imágenes que acompañan a este artículo, constituyen la cartografía simbólica de los yumanos y confirman la afirmación de Simon Schama (1995: 7), en el sentido de que todo escenario geográfico no solo se construye con capas de rocas, sino sobre todo, con diferentes estratos de memoria. Y es precisamente sobre estos estratos de memoria, más que sobre los estratos de roca, que descansa la ocupación simbólica del territorio. El territorio como factor de identidad La ocupación utilitaria y la ocupación simbólica de un territorio, hacen que el grupo social ocupante desarrolle una apropiación afectiva del espacio físico, el cual pasa a ser, un factor de identidad social. En palabras de Bonnemaison, esto se explica así: “se puede engendrar un sentimiento de pertenencia que adquiere la forma de una relación de esencia afectiva, e incluso amorosa, con el territorio. En este caso, el territorio se convierte en un espacio de identidad o, si se prefiere, de identificación, y puede definirse como una unidad de arraigo constitutiva de identidad” (Bonnemaison 2004: 130 citado por Giménez, 2007: 12). Entre los yumanos, este sentimiento de pertenencia y la conformación de unidades de arraigo e identidad, basadas en la ocupación utilitaria y simbólica del territorio, dieron lugar al desarrollo de una identificación etno-espacial, la cual se explica con el paso de un estilo de vida semi-nómada a un estilo de vida semi-sedentario. Durante el periodo arcaico tardío, los yumanos se limitaron a constituir bandas de cazadores, recolectores y pescadores que deambulaban anualmente entre las costas, los desiertos y las montañas de un territorio determinado. En el prehistórico tardío, sin embargo, estos grupos incorporaron una serie de innovaciones tecnológicas de molienda y almacenamiento de semillas y agua (metates, morteros3 y principalmente recipientes de cerámica), que facilitaron el desarrollo de asentamientos más permanentes. Esto posibilitó la conformación de poblaciones en crecimiento que empezaron a experimentar una presencia regular en toda la geografía regional, una división del trabajo, una incipiente estratificación social, y un sentido más definido de territorialidad (Bendímez y Laylander 1986). Evidencia de este último proceso es el arte rupestre de los yumanos: de acuerdo a Ken Hedges (1975), las representaciones realistas en el Desierto Central, los diseños abstractos en el norte, las figuras antropomorfas y zoomorfas en las zonas montañosas, los petroglifos con figuras geométricas en el desierto, los sitios arqueoastronómicos en la parte norte de la Sierra de Juárez y los geoglífos del Desierto del Colorado, representan marcas territoriales que, independientemente de sus propósitos estéticos, simbólicos y utilitarios, servían para demarcar a través de sus diferencias estilísticas, la existencia de fronteras espacio-étnico-culturales, entre los dispersos grupos yumanos. Las delimitaciones de estas fronteras pueden apreciarse en el mapa 2. Sobre la base de estas fronteras, las expresiones históricas de esta cultura arribaron al siglo XVIII con una identidad etno-territorial más desarrollada. Por ejemplo, los cucapá que han vivido en las márgenes del Rio Colorado, son identificados por los demás grupos como los “rieños” o rianos; los kiliwa, los tipai y los kumiai, que han habitado, en el primer caso, en las proximidades de la Sierra de San Pedro Mártir, y en el segundo y tercer caso, en las proximidades de la Sierra de Juárez, son conocidos como los “serreños”. Más aún, el caso de los pa ipai es por demás interesante, ya que aunque actualmente viven en la Sierra de Juárez, se autoidentifican como gente del desierto, por provenir del desierto de Arizona (comunicación personal). La historia del despojo del territorio indígena La territorialidad de los yumanos se ha visto transformada como resultado de tres momentos históricos: la época misional en los siglos XVIII y XIX; la expansión capitalista y colonización en el siglo XIX, y la reforma agraria en el siglo XX. Durante la época misional, parte de la población indígena fue sustraída de su territorio tradicional y obligada a vivir alrededor de los asentamientos misionales. Otros, aunque pudieron escapar hacia lugares más seguros, lejos de las misiones, tuvieron que encontrar refugio fuera de sus lugares originales de residencia (León-Portilla 1983). Hacia el final del sistema misional, el gobierno de México promovió la presencia europea y de compañías norteamericanas con el propósito de colonizar esta región e iniciar el desarrollo de una agricultura y una ganadería intensivas. El impacto ecológico de estas actividades se tradujo en una reducción importante de las especies de caza y recolección indígena, orillando a estos grupos a migrar temporalmente hacia algunos centros agrícolas, ganaderos o mineros, en donde pudieran encontrar trabajo asalariado. Como parte de este segundo momento, podemos mencionar la segmentación de los grupos e incluso familias de los yumanos, en dos nacionalidades distintas; esto como resultado del establecimiento de la nueva frontera entre México y Estados Unidos en 1848 (Shipek 1968). En el siglo XX, la reforma agraria trajo consigo la transferencia de tierras en manos de los monopolios extranjeros a campesinos sin tierra, con el propósito de establecer comunidades ejidales como la principal forma de asentamiento y organización social. Aun cuando esta reforma se proponía dar certeza a los yumanos sobre su tierra, ésta tuvo consecuencias adversas para ellos: la extensión de la tierra bajo la jurisdicción de los grupos originarios llegó a ser solamente una parte de lo que era originalmente (comparar mapa 1 con mapa 2). Las sucesivas transformaciones de la territorialidad de los yumanos, afectó considerablemente sus actividades tradicionales de supervivencia. Esto forzó a estos indígenas a reorientar su esquema de cazadores y recolectores, y consolidar el modelo complementario de vaquero asalariado y migrante, que habían empezado a adoptar a finales del siglo XIX y principios del XX. Este cambio condujo a la liberación temporal de grandes extensiones del territorio yumano, las cuales pasaron a estar en la mira de las intenciones de ampliación de los ejidos mestizos y los ranchos privados, quienes con la excusa de que estas eran tierras que no estaban siendo utilizadas, empezaron a solicitar su adjudicación legal o a invadirlas de facto, o ambas cosas. Hacia 1995, el Instituto Nacional Indigenista nos pidió llevar a cabo un diagnóstico de la problemática agraria que prevalecía en todas las localidades yumanas y encontramos que prácticamente en todas existía algún conflicto en esta materia. En 2012 iniciamos por nuestra cuenta una revisión del estado que guarda esta problemática y encontramos que gran parte de estos conflictos no han sido resueltos. A continuación describimos algunos de los casos que han afectado, primero, las áreas de ocupación utilitaria por parte de los indígenas, y segundo, las áreas en donde se ubican sitios de relevancia simbólica para estos grupos (Garduño 2010). El impacto del despojo en las áreas de ocupación utilitaria 1. En San Antonio Nécua, Valle de Guadalupe, uno de los principales conflictos se remonta a 1958, cuando un grupo de solicitantes de tierra tomó posesión de 80 hectáreas de esta localidad tipai, con el argumento de no haber sido beneficiado por la distribución de las parcelas expropiadas a los migrantes rusos molokanos, que habitaban en esa zona. Esta invasión no tuvo éxito y la gente se retiró; sin embargo, enseguida la empresa L.A. Cetto empezó a cultivar esta área, con el argumento de que había adquirido legalmente estas tierras de parte del grupo que las había dejado. A la fecha, el conflicto entre San Antonio Nécua y la compañía vitivinicultora, continúa (Juan Aguiar 1995). 2. En Jamau, en la vertiente suroriental de la Sierra de Juárez, los pa ipai fueron objeto del despojo de sus tierras a mediados de los sesenta, cuando la familia Loperena, propietaria de los ranchos ganaderos Los Pocitos y Rancho Viejo, encontraron en el vecino territorio de Jamau la posibilidad de expandir su propiedad. Como en ese año existían todavía restricciones legales para comprar estas tierras, esta familia organizó a un grupo de rancheros para invadirlas y solicitar la creación de un nuevo ejido. Dado que las familias pa ipai se encontraban en ese momento habitando la parte baja de esta zona, los mestizos argumentaron que este territorio había sido abandonado por ellos. En 1968, el Diario Oficial de la Federación publicó el otorgamiento de 46 mil 170 hectáreas a estos solicitantes, quienes irónicamente fundaron un nuevo ejido con el nombre tradicional en pa ipai, Jamau, pero constituido únicamente con 20 familias de origen mestizo y ningún indígena. Desde entonces, los pa ipai apelaron la decisión de la reforma agraria y han reclamado la restitución de sus tierras o que se les incluya como parte del nuevo ejido. Estas peticiones, sin embargo, no han tenido éxito y por el contrario, los ejidatarios han seguido diferentes estrategias para mantener a los pa ipai fuera de Jamau: han boicoteado la venta de jojoba, una de las principales fuentes de ingresos para estos indígenas; construyeron una cerca alrededor del aguaje que por largos años había sido utilizado por los pa ipai; e incluso prendieron fuego a las casas de la familia Salgado, protagonista principal de esta lucha (Álvarez 1990; Dolores Salgado 1995). 3. En San Miguel, contigua ranchería de Santa Catarina, también en Sierra de Juárez, tiene lugar otro conflicto entre la familia Loperena y los pa ipai. En San Miguel vivían antiguamente los actuales habitantes pa ipai de Santa Catarina, aunque esas tierras no habían sido reconocidas legalmente como suyas. Por varios años, la familia de rancheros había agostado su ganado también en esa ranchería. En los sesenta, sin embargo, la comunidad obtuvo el otorgamiento oficial de San Miguel, y la familia Loperena, arguyendo razones de “buena vecindad”, tuvo que pedir a los indígenas la autorización para seguir teniendo acceso a un aguaje localizado en ese lugar. En 1972 ambas partes llegaron a un acuerdo; la comunidad permitió que los rancheros tuvieran acceso a la mitad del aguaje, solicitando que justo allí, colocaran una cerca que evitara el paso de su ganado a la otra mitad. Sin embargo, cuando la cabeza de la familia murió, los hijos iniciaron el reclamo de la parte del aguaje que habían cercado, como parte de su propiedad, e instalaron una bomba para intensificar la sustracción de agua a diez metros del mismo, aún con merma del vital líquido en la parte utilizada por los pa ipai (Juan Albañez 1995). 4. En Arroyo de León, en la parte baja y norteña de la Sierra de San Pedro Mártir, el ahora ejido Quiliguas ha tenido disputas con el ejido El Tepi, el hotel Mike´s Sky Ranch y la colonia San Matías. En este caso, debido a la negligencia del Gobierno Federal, Arroyo de León obtuvo la adjudicación federal de sus tierras hasta 1988; esto es 18 años después de que esta área había sido ya reconocida oficialmente como territorio kiliwa (1970). Durante este largo tiempo, la ambigua situación sobre este territorio dio pie, primero, a que los ejidatarios del el ejido El Tepi agostara su ganado en las tierras norteñas de la comunidad kiliwa; segundo, a que se construyera el hotel Mike's Sky Ranch en las tierras contiguas a uno de los escasos arroyos localizados en el área; y tercero, a que la colonia mestiza de San Matías empezara a demandar la adjudicación de la parte sureña de Arroyo de León. Más tarde, aun cuando las tierras de Arroyo de León fueron reconocidas sin ninguna duda como pertenecientes a los kiliwa, la comunidad empezó a experimentar una nueva invasión sobre el arroyo de El Choyal (Miguel Torres 1995). 5. En San José de la Zorra, al norte del Valle de Guadalupe, los kumiai han experimentado uno de los problemas agrarios más sui géneris del país. Aunque las autoridades de finales del siglo XIX e inicios del XX confirieron estos territorios y las montañas ubicadas alrededor del asentamiento indígena, los gobiernos posteriores no aceptaban esta adjudicación. Por el contrario, estas tierras fueron otorgadas a los ejidatarios mestizos de El Porvenir. Debido a esto, San José de la Zorra llegó a tener la singularidad de ser una localidad indígena, ubicada dentro de las tierras de un ejido mestizo. El objetivo de los kumiai en estos años ha sido que se reconozcan los antiguos linderos de su territorio (Andrés Vega 1995). 6. Por último, al este del Valle de Mexicali, los cucapá confrontaban en esa época los problemas suscitados por la ambigüedad de las leyes nacionales, por el reconocimiento pleno de sus derechos sobre la Laguna Salada. Como se sabe, en esos años la luna recibía las avenidas estacionales del Río Colorado, y se convertía en un área importante de pesca. La ley reconocía entonces que esta pertenecía a los cucapá cuando estaba seca, es decir, cuando era solo un páramo desértico, pero que pasaba a ser de la nación cuando se llenaba de agua. Cuando sucedía esto último, el Estado se reservaba el derecho de otorgar permisos de pesca a indígenas y mestizos, siendo estos últimos lo que llevaban esta actividad con las mejores y más modernas embarcaciones y artes de pesca (Onésimo González 1995). El impacto del despojo en las áreas de ocupación simbólica En el 2009, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas nos pidió llevar a cabo un estudio sobre los sitios sagrados del pueblo kumiai. Aunque este diagnóstico no incluía la territorialidad de los demás grupos, pudimos dar cuenta de una problemática que bien puede ser generalizada. En lo que era el territorio tradicional kumiai, que no necesariamente es el actual territorio adjudicado legalmente a este grupo, algunos de los elementos geomorfológicos de relevancia simbólica han desaparecido; esto como resultado del deterioro natural, la ignorancia, la indolencia, o el vandalismo premeditado. Es innegable que los factores naturales como la lluvia, las ventiscas, la nieve y los cambios radicales de temperatura, han acabado con gran parte de los también llamados por los kumiai, “lugares con historia”. También es innegable que algunos de estos sitios, como los cementerios ubicados en La Zorra o en el Cañón de El Burro, han desaparecido porque los propietarios de las tierras en donde se encuentran éstos, han abierto cultivos o tierras de agostadero sobre ellos, ignorando su valor histórico. Incluso, existen casos como el mismo sitio de Vallecitos, en donde hace algunos años, el arte rupestre llegó a estar cubierto por el grafiti de los visitantes, quienes no ignoraban que se trataba de lugares de relevancia arqueológica. Más aún, el caso más reprobable lo representan aquellos sitios destruidos intencionalmente, con el propósito de eliminar toda evidencia de la antigua presencia de poblaciones indígenas en el ahora territorio mestizo. Esto bajo el temor de un posible conflicto derivado de un futuro reclamo de restitución por parte de los kumiai. Estos son los casos de Jamatai y Cañón de Manteca, ubicados respectivamente en tierras particulares y ejidales, y en donde existían dos cementerios indígenas. En ambos casos, nuestros informantes nos dieron a conocer sobre su relevancia, al encontrarse en el corazón de dos antiguos núcleos de irradiación de la cultura kumiai. Al llegar allí, sin embargo, nos percatamos ante el asombro de nuestros guías que dichos cementerios ya no existían. En el primero, era evidente que el lugar había sido destruido con maquinaria, para eliminar lo que Don Bernabé Meza llamó “los títulos de propiedad de los kumiai sobre estas tierras”. En el segundo, quedaban aún algunas veladoras y tumbas abiertas en un pequeño espacio de tierra que Doña Josefina Meza observaba con suma tristeza, diciendo una y otra vez, “pero si solo les pedimos que respetaran estos cachitos de tierra; que se quedaran con todo, pero que respetaran esto, pero no, ¡les valió…!” (Garduño 2010b). Conclusión Gilberto Giménez (Giménez, 2007: 11).afirma que el territorio es el espacio ocupado por un grupo social, con el propósito de satisfacer sus necesidades, la cuales no solo son de subsistencia sino también simbólicas. En el desarrollo de las prácticas cotidianas para ver satisfechos estos dos tipos de necesidades, los grupos establecen una relación afectiva, incluso amorosa, con ese entorno físico. Cuando esto sucede, el territorio se instituye como un factor de identidad, y cuando ese territorio es transformado, destruido o despojado por fuerzas ajenas al grupo, impacta no únicamente las capas de roca del territorio de aquel grupo, como importante recurso para su subsistencia, sino los estratos de memoria que hacen que esas rocas, esas montañas o esos aguajes, sean sitios sagrados o lugares de relevancia simbólica para el grupo; estas devastadoras acciones transforman, destruyen o despojan los espacios con los que los grupos guardan una relación amorosa, como fuente importante de su identidad. Bibliografía Álvarez, Anita, 1975 Los primeros pobladores de Baja California. Mexicali: Gobierno del Estado de Baja California. 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Comunicación Personal. Entrevista videograbada. Dolores Salgado, 1995 Informante pa ipai de Jamau. Comunicación Personal. Entrevista videograbada. Juan Aguiar, 1995 Informante tipai de La Huerta. Comunicación Personal. Entrevista videograbada. Juan Albañez, 1995 Informante pa ipai de Santa Catarina. Comunicación Personal. Entrevista videograbada. Miguel Torres, 1995 Informante mestizo de Arroyo de León. Comunicación Personal. Entrevista videograbada. Onésimo González, 1995 Informante cucapá de El Mayor. Comunicación Personal. Entrevista videograbada. integrales generadas por las propias comunidades indígenas kumiai, pai pai, kiliwa y cucapá. Instituto de Culturas Nativas de Baja California Con 20 años de trayectoria, el Instituto Cuna de Baja California, cumple con sus objetivos y expectativas por la preservación de las culturas nativas del estado de Baja California, mediante el apoyo en la autodefinición, programación, proyección, ejecución y evaluación de alternativas de solución a nuestras necesidades en materia de salud, educación, medio ambiente, investigación y cultura. Con una amplia trayectoria a nivel nacional e internacional, hemos asumido grandes compromisos desde 1993 con responsabilidad y generando el desarrollo cultural, económico y social. Trabajamos coordinadamente con autoridades indígenas, representantes culturales, voluntarios, instituciones de gobierno mexicano y del extranjero, tribus de los Estados Unidos y otros organismos no gubernamentales, en la ejecución de acciones Por miles de años, los pueblos nativos de Baja California, México, han vivido de manera sustentable en esta región. A través de las generaciones, los pueblos nativos desarrollaron una interacción dinámica con el medio ambiente heredando un extenso conocimiento de los ecosistemas, únicos de la península. CUNA colabora con los artesanos de las comunidades indígenas en actividades que fortalecen la economía sustentable y la actividad artesanal. Algunos proyectos dentro de este proceso incluyen: La creación en el 2005 del grupo denominado Artesanos Indígenas Nativos de Baja California, integrado por representantes de artesanos de las diferentes comunidades indígenas de la región, y cuyos objetivos son: 1. Mejoramiento de la realidad socioeconómica de las comunidades nativas de la región, a través de la generación de empleos por medio de la comercialización de artesanías. 2. Fomento a las actividades que promueven la sustentabilidad ambiental y cultural; por ejemplo: una actividad clave que ha integrado estos objetivos ha sido la organización del Festival Anual de Artes Tradicionales “NATIVA” que se ha realizado nueve veces en Ensenada. La organización de este evento binacional también ha sido parte de un proceso integral de capacitación participativa que ha permitido que este grupo obtenga nuevas habilidades y destrezas para seguir organizándose a largo plazo. 3.- Creación y realización de 7 eventosconsecutivos denominados Feria Artesanal en la comunidad indígena de San Antonio Necua. y la primera feria en San José de la Zorra. El artesano tiene la oportunidad de exponer y vender sus productos siendo esto una buena fuente de ingreso y derrama económica en el interior de la comunidad. 4.- Capacitación especializada para artesanos: mediante diagnósticos participativos con los artesanos, se definieron varias líneas de acción que requieren de capacitación especializada como son: la organización del grupo de artesanos, la creación de nuevos y mejores mercados, la promoción de sus productos, la conservación de los recursos naturales (como las plantas para hacer cestería) y otras. Estas líneas de acción requieren de capacitación en organización y administración de empresas, servicio al cliente, estudios de mercados, manejo de ecosistemas, etc. CUNA trabaja de manera estrecha con los artesanos para proporcionar capacitación especializada que reconoce y fortalece la cultura indígena, tomando en cuenta las oportunidades especiales para generar activos mediante sus recursos locales. Muchas de estas actividades se vinculan con actividades reales que sirven como prácticas para la aplicación de sus nuevas habilidades. Asimismo, también trabaja con los artesanos para promover la transmisión de los conocimientos artesanales mediante talleres de capacitación impartidas por las mismas maestras y maestros artesanos a miembros de las mismas comunidades en México y a tribus de los Estados Unidos como Viejas CA, Barona, Sycuan, Prescott, Campo verde, Fort Mcdowell, Manzanita y Santa Isabel. La meta de estas capacitaciones es generar producción para mercados locales e internacionales. Un resultado exitoso de estas capacitaciones fue la venta por mayoreo de tres mil canastas elaboradas con aguja de pino para la inauguración del Fort McDowell Radisson Hotel, en la comunidad Yavapai del mismo nombre. Actualmente se trabaja en la elaboración de 800 ollas de cerámica las cuales se estarán enviando a la tribu de Barona. 5.- Difusión del Padrón Estatal de Artesanos: El propósito de este padrón es dar a conocer el trabajo de los artesanos y crear los mecanismos para que los posibles compradores logren establecer contacto directo con ellas y ellos. Por lo tanto, también se está desarrollando un catálogo de artesanía nativa de B.C., versión electrónica. 6.- Participación en el evento organizado California Basket Weavers Association desde el 2005 hasta la fecha, congreso dirigido a las cesteras tradicionales indígenas con el propósito de llevar a cabo talleres y ventas a coleccionistas 7.- El Programa de Desarrollo Sustentable y Medioambiente juega un papel muy importante desde el 1998 en los proyectos ecoturísticos de las comunidades indígenas nativas de la Huerta, San Antonio Necua y San José de la Zorra, el cual plantea el gran potencial para desarrollar actividades de turismo en las comunidades indígenas en Baja California. Por ello, como seguimiento a los resultados de este proyecto, se planteó la necesidad de elaborar un plan integral de ecoturismo comunitario en cada comunidad indígena del estado, siendo la comunidad indígena de San Antonio Necua, la primera en elaborar el Plan Integral de Turismo Comunitario, debido al interés manifestado en desarrollar éste como una actividad productiva y por ser la más accesible y ser parte de la Ruta del Vino en Baja California. Hoy cuenta con gran infraestructura y en operación, gracias al apoyo gubernamental. Nos falta un gran camino por recorrer aún, y estamos seguros que con el apoyo de ustedes lograremos alcanzar nuestras metas.