Estado en Movimiento Comunidades Indígenas

Transcripción

Estado en Movimiento Comunidades Indígenas
El 13 de septiembre de 2007, la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas, aprobó la Declaración
sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, en la que se
establece el marco dentro del cual los gobiernos de los
países pueden fortalecer las relaciones con los pueblos
indígenas y proteger sus derechos humanos.
En Baja California, de acuerdo con información de INEGI,
existen 41 mil 731 personas hablantes de lengua indígena,
este sector se encuentra integrado por dos grupos: los
nativos y los inmigrantes.
A pesar de los esfuerzos realizados por diferentes organismos
gubernamentales y el sector social, por mejorar las
condiciones de vida de la comunidad indígena, en nuestro
país aún existen grupos con un alto grado de marginación,
discriminación y pobreza extrema, que los está llevando a
la extinción de su cultura. Estos grupos cuentan con derechos
que deben ser respetados y es obligación del Estado,
propiciar igualdad de oportunidades que les permitan
superarse y acceder a servicios de salud, educación y
trabajo, para que puedan llevar una vida digna y con mejores
posibilidades de bienestar.
La población indígena representa una parte del vasto acervo
histórico y cultural de nuestro país, y todos debemos hacer
esfuerzos para su integración cultural, económica, política
y social, respetando sus tradiciones que enriquecen a nuestra
sociedad.
En esta ocasión el Comité de Planeación para el Desarrollo
del Estado pone en sus manos la presente publicación,
enfocada a las comunidades indígenas en Baja California,
la cual se realizó con el apoyo de investigadores y servidores
públicos, ejemplificando los esfuerzos que gobierno y
sociedad llevan a cabo en la atención de este grupo
poblacional.
Comité de Planeación para el Desarrollo del Estado.
¿Quiénes son los pueblos yumanos de
Baja California?
Como veremos más adelante, por un lado tenemos
la colonización tardía de Baja California en relación
a la Mesoamérica asociada al exterminio indígena,
y por otro lado, al modo de vida de los indígenas
californios como los cazadores y recolectores con
múltiples asentamientos a lo largo del año, dificultó
la implementación de programas de integración y
respeto a las formas de vida indígena.
La formación del México moderno a principios del
siglo XX, llegó relativamente tarde a los
descendientes de estos pueblos; si bien el
indigenismo y las instituciones antropológicas
tuvieron algunas repercusiones en las políticas de
ayuda a los pueblos indígenas, esta llegó muy tarde
al estado de Baja California, en donde se
establecieron delegaciones de INAH y el antiguo
INI, hace alrededor de 25 años, mientras que la
Dirección de Culturas Populares, no instauró una
oficina sino hasta mediados de la década de los
años noventa. Las oficinas de asuntos indígenas
en los estados eran prácticamente inexistentes, y
el reconocimiento de pobladores indígenas con
derechos constitucionales no pasó por las oficinas
de gobierno hasta hace muy pocos años, debido
sobre todo al reclamo de tierras y diversos conflictos
que han padecido las comunidades indígenas a
todo lo largo de su historia.
Los pueblos indígenas yumanos, habitan en Baja
California, Arizona y California, y están formados
por una familia de lenguas emparentadas que
durante el primer milenio de nuestra era, se
trasladaron paulatinamente desde diversos puntos
de Arizona y Colorado hasta llegar al territorio de
Baja California. Entre estos pueblos ubicamos a
los pa ipai, los kumiai, los kiliwa y los cucapá, todos
pertenecientes a la misma familia lingüística y
habitantes del estado de Baja California
principalmente. Dichos pueblos, además de estar
emparentados lingüísticamente, también poseen
rasgos culturales similares, y como grupos étnicos
han establecido importantes redes de colaboración,
incluso desde antes de la llegada de los europeos
colonizadores y de los mestizos provenientes del
sur del país.
Las localidades indígenas originarias de Baja
California se encuentran en los municipios de
Ensenada, Tecate y Mexicali, y Playas de Rosarito
en menor población, mientras que en Estados
Unidos, los kumiai llamados también KumeyaayDiegueño, se localizan en las reservaciones de
Sycuan, Viejas, Barona, Campo, Capitán Grande,
Cuyapaipe, Inaja, Jamul, La Posta, Manzanita,
Mesa Grande, San Pascual y Santa Ysabel.
Los kumiai habitan en las cercanías del Valle de
Guadalupe, mientras que los pa ipai, kiliwa y kumiai
del sur, en la cordillera de la Sierra Juárez, y la
Sierra San Pedro Mártir. Por su parte, los cucapá
viven en Cucapá El Mayor al norte del Golfo de
California en el Rio Hardy, en el municipio de
Mexicali, y en el Delta del Río Colorado en San
Luis Rio Colorado, Sonora, en Pozas de Arvizu,
teniendo sus parientes correspondientes en Arizona,
llamados Cocopa.
Hoy en día los hablantes indígenas son alrededor
de 2 mil 500 entre kiliwa, tipai, kumiai, cucapá, y
pa ipai, quienes habitan en esta región desde hace
miles de años en una territorio que se extiende 200
kilómetros al sur de la frontera entre México-Estados
Unidos.
de sus comunidades para buscar otros medios de
subsistencia. No obstante, también se dedican al
trabajo artesanal, realizado principalmente por
mujeres, actividad que se ha convertido en una
rama productiva importante para todos los grupos
indígenas. Los pa ipai, lo mismo que los otros
grupos yumanos, poseen una vasta producción de
artesanías. Por su parte, los cucapá construyen
collares de chaquira y trabajan en menor medida
la cerámica, actividad pa ipai por excelencia.
De todas las lenguas yumanas, las que pertenecen
al grupo Riano se encuentran en los Estados Unidos
(mojave, yuma y maricopa), lo mismo que las
lenguas del grupo Pai, excepto los pa ipai que viven
en Santa Catarina y en San Isidoro, en el municipio
de Ensenada. Las otras lenguas del grupo Pai:
Javasupai, Hualapai y Havasupai, se ubican en el
oeste de Arizona.
La cestería es otra de las actividades más socorridas
en la producción artesanal pa ipai y kumiai. Con
junco, hojas de sauce y cachanilla, los kumiai
fabrican numerosos objetos, que venden en
festivales y ferias artesanales como NATIVA que
organiza el Instituto CUNA, quienes celebraron el
17 y 18 de agosto pasado su noveno aniversario.
En cuanto al grupo Kiliwa, esta lengua es la única
de su grupo, y se encuentra sólo en el territorio
mexicano con seis hablantes.
Por otra parte, la reciente introducción de proyectos
ecoturísticos apoyados por la Comisión Nacional
para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI)
en las comunidades kumiai como San José de la
Zorra y San Antonio Necua, han abierto un espacio
importante para la obtención de recursos
económicos.
Las culturas yumanas de Baja California son una
evidencia de las transformaciones progresivas y
violentas de la cultura nativa. El proceso de
aculturación y cambio de su cultura ha sido
impulsado por muchas razones y existen varias
teorías al respecto. Desde tiempos de la Colonia,
la mala administración de las primeras misiones,
así como la concentración de la población, fuera
de sus lugares de origen, tuvo como resultado el
exterminio de su medio ambiente y de su cultura.
En cuanto a la religión, a simple vista las creencias
originarias de los pueblos yumanos no son evidentes
entre su población. De la misma manera que estos
pueblos se asimilan ideológicamente y
económicamente a la sociedad mestiza, el sistema
de pensamiento ha sufrido fracturas y asimilaciones
importantes. Entre los ritos y danzas que destacan
entre los yumanos se encuentra el kuri-kuri que es
una danza acompañada de cantos con maraca o
jalmá.
Aunque los grupos yumanos provienen de una
fuerte tradición de caza y de recolección, esto no
significa que todos los pueblos hayan poseído la
misma cultura. En tiempos antiguos existían grupos
especializados en la pesca, mientras que a otros,
distintas condiciones climáticas les permitían obtener
el alimento de la recolección y de la caza
principalmente.
Entre los principales personajes míticos de los
pueblos yumanos se tienen a los dioses
provenientes de la lucha entre los dos hermanos.
De la disputa aparece Sipa y Komat, quienes a
veces surgen como una sola deidad llamada
Sipakomat o Sipá para los cucapá. En otra versión
de esta misma deidad entre los kiliwas, el
recientemente desaparecido Ochoa Zazueta, se
refirió al Dios Coyote-Gente-Luna: Melti ?ipa jala
(u)2 . Este personaje de Coyote es de suma
importancia para todos los pueblos indígenas de
la región, aparece en otras variantes míticas pa ipai
y cucapá, como el astuto que roba el corazón del
Dios Sipá durante su ceremonia mortuoria, como
parte del conjunto de creencias de este pueblo.
Aunque los pa ipai y kumiai pueden ser agricultores
incipientes y ocasionales, sus medios de
subsistencia se reducen debido a la pobreza de
los suelos, y a la falta de agua y fertilizantes para
la siembra, con lo cual sus condiciones de vida se
han deteriorado drásticamente. Los habitantes de
los pequeños poblados se han visto orillados a salir
el comisariado ejidal. Actualmente, dicho
comisariado es la máxima autoridad junto con un
secretario y un tesorero, quienes son elegidos por
los comuneros registrados en el Registro Agrario
Nacional.
Los kumiai y pa ipai, al igual que los cucapá,
enfrentan la lenta erosión de su cultura y territorio
nativos, debido a la “ocupación” de tierras, para el
caso cucapá el litoral del Golfo de Baja California
por la declaración de la Reserva Natural Protegida.
La lengua indígena de los pa ipai lleva su mismo
nombre y pertenece a la familia lingüística cochimíyumana, tiene una variante lingüística y sus
hablantes la denominan jaspuy pai, y es hablada
en el estado de Baja California, en 38 comunidades
del municipio de Ensenada. Esta lengua se
encuentra en peligro de extinción, solamente la
gente mayor la habla, además tiene poco uso en
el hogar y en espacios públicos, el INALI (Instituto
Nacional de Lenguas Indígenas) la considera en
muy alto riesgo de desaparición; el censo nacional
de población y vivienda 2010, reporta la existencia
de 200 hablantes.
Los pa ipai habitan en la Sierra Juárez de Baja
California y se subdividen en tres grupos territoriales:
el de San Isidoro, Santa Catarina, y los pa ipai de
Jamau. Anteriormente estaban organizados en
bandas que cazaban y reunían alimentos naturales
en las montañas y desiertos adyacentes, viviendo
cada una dentro de límites específicos. Cuando los
misioneros llegaron, los pa ipai se vieron obligados
a refugiarse en áreas más pequeñas. Sin embargo,
todos los pa ipai se reconocen entre sí, y comparten
la misma lengua y cultura.
Cada grupo tiene una persona que los dirige, y se
le nombra jefe de bienes comunales, o simplemente
Aunque todos los grupos de las distintas localidades
han experimentado problemas de tierra, únicamente
el grupo de Jamau se ha visto obligado a dejar su
territorio natal a pesar de estar reconocido como
originario tanto de parte de sus pobladores, como
de los pa ipai de otros pueblos como Santa Catarina,
San Isidoro, lo mismo que por otros grupos indígenas,
tal como se verifica en las actas del expediente
agrario. Jamau significa en pa ipai “lugar donde no
hay agua”, este caserío fue un asentamiento indígena
donde vivieron los pa ipai del clan Coaljoat, palabra
que significa cuero rojo y corresponde a la actual
familia Salgado Arballo y a sus descendientes. A
diferencia de otros reclamos de tierras en Baja
California los pa ipai de Jamau, no tienen
reconocimiento legal sobre sus tierras. Durante los
últimos 20 años, los pa ipai de Jamau han acudido
con autoridades locales, regionales y federales, la
ONU así como con dos gobernadores del estado
de Baja California y varios presidentes de la
República. Desgraciadamente en esta comunidad
las autoridades locales y regionales han manipulado
la ley eliminado cualquier voz pa ipai en la concesión
de la tierra, afirmando que la región en cuestión
estaba deshabitada y no existía un grupo indígena
como tal. Esto ocurrió a pesar de que los kiliwa,
kumiai, cochimí, cucapá y pa ipai dieron testimonio
y declararon la existencia de los pa ipai de Jamau,
según se lee en las declaraciones asentadas en las
actas del expediente agrario de la CDI, en donde
aparecen las firmas de todas las autoridades
indígenas de los pueblos yumanos.
Los kumiai
La lengua indígena del pueblo kumiai también forma
parte de la familia cochimí-yumana, tiene una
variante lingüística, sus hablantes la autodenominan
tipai, y se habla en el estado de Baja California, en
10 comunidades de Ensenada, 3 comunidades de
Playas de Rosarito y 21 comunidades de Tecate.
Esta lengua se encuentra en peligro de extinción,
solamente la gente mayor la habla, el INALI también
la ubica en muy alto riesgo de desaparición ya que
el censo nacional de población y vivienda 2010,
reporta la existencia de 381 hablantes. Los kumiai
habitan en México en las poblaciones de San José
de la Zorra, Juntas de Nejí, San José Tecate, Peña
Blanca, San Antonio Necua y La Huerta Cañón de
los Encinos, principalmente. Las primeras
informaciones misionales sobre estos grupos los
mostraban como pueblos con un bajo nivel cultural
debido a la ausencia de la agricultura. Sin embargo,
pocos grupos conocieron tan bien su entorno
ecológico como los pueblos yumanos, entre otras
cosas, por su especializada percepción de su medio
natural debido a la importancia que tenía la
observación de los ciclos naturales para su
economía de subsistencia, fundamentada en la
caza, la recolección y la pesca, de acuerdo a cada
momento estacional.
Hoy en día los kumiai tienen varias actividades
económicas, por un lado está la gente que se
encuentra muy ligada a las autoridades y a los
proyectos productivos impulsados mediante ayuda
de las instituciones indigenistas como CDI, Culturas
Populares, SEMARNAT, SEDESOL, SEDATU,
CONAFOR, entre otras. Esta población posee
proyectos como viveros, artesanías, cabañas,
siembra de algunos cultivos temporales, etc.
Eventualmente dichos proyectos suelen ser muy
exitosos, en particular la renta de las cabañas, la
venta de las artesanías y la creación de museos
comunitarios que visitan turistas, estudiantes e
interesados en las culturas indígenas. Por otra parte
se encuentran los que tienen pequeñas actividades
comerciales a pequeña escala, como tiendas,
camiones. Finalmente están aquellos que lo único
que tienen para sobrevivir es su fuerza de trabajo.
Esta población, al igual que otras comunidades,
trabaja en la reparación de los caminos de terracería
y sobre todo en la producción de la vid y el
procesamiento del vino.
Si bien la tradición económica kumiai se rigió hasta
mediados del siglo pasado por actividades de
subsistencia como la recolección y la caza, con la
cual complementaban su economía de subsistencia,
al igual que otros pueblos indígenas, muchos
miembros de las comunidades ahora son obreros
de compañías asentadas en su propio territorio.
Esta es la situación de muchos kumiai de San
Antonio Necua en el Valle de Guadalupe y de San
José de la Zorra. Una buena parte de los asalariados
que mantienen los cultivos de las compañías
vitivinícolas del Valle de Guadalupe son kumiai o
sus descendientes; lo paradójico de esta situación
es que antes de la llegada de migrantes rusos e
hispanohablantes en 1905, a quienes se les otorgó
una concesión de 100 años, los indígenas eran los
dueños originarios del territorio que cubre todo el
Valle de Guadalupe.
Entre algunas de las luchas que actualmente tienen
los kumiai de San Antonio Necua es la restitución
de 80 hectáreas que aseguran son parte de su
territorio y fueron invadidas por la vitivinícola L.A.
Cetto. Además se encuentran en conflicto 22
hectáreas más que, a decir de los kumiai, la
vitivinícola debió ceder como trueque a la asignación
de otras 14 hectáreas por parte de las autoridades
de la comunidad de San Antonio Necua.
Conclusiones:
La ayuda que en las últimas dos décadas ha recibido
la población indígena de Baja California por parte
de las instituciones de gobierno, tanto federal como
estatal, han sido un estímulo importante para su
economía y su supervivencia. Programas de la
CDI, SEMARNAT, así como la ayuda legal, los
estímulos a la creación artesanal, las becas para
niños, y la implementación de proyectos productivos,
como la Siembra de la Vid en San José de la Zorra
y los centros turísticos en este y otros poblados por
parte de otras instituciones, son importantes para
las comunidades indígenas; igualmente los es la
reciente participación del INALI, en la creación de
programas de revitalización lingüística. Sin embargo,
todavía estamos muy lejos de cubrir las necesidades
elementales de estos pueblos. Y es que el problema
es muy complejo y no se reduce a la instauración
de programas comunitarios de tipo económico.
Existe el gran problema del embate cultural de la
modernidad en su conjunto, cuyo golpe es
contundente contra la forma de ver el mundo de
los indígenas yumanos, al tiempo que lacera su
reproducción material pero sobre todo ideológica.
Bibliografía
La impotencia de llevar a cabo sus antiguas formas
de vida, y no poseer alternativas claras para llevar
otras formas nuevas, ha creado conflictos terribles
al interior de las familias y los individuos de las
comunidades. Las alternativas no son claras, los
paliativos gubernamentales son enmiendas con la
buena voluntad de contener una problemática más
compleja, como el racismo históricamente enraizado
en el espíritu del mexicano mestizo, quien mide las
necesidades de estos pueblos, de acuerdo con su
propia visión del mundo y sus propias necesidades,
sin percibir que se trata de otro mundo, y de otras
maneras de percibir la vida, la salud y el bienestar.
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aunque no necesariamente duraba toda la vida.
La mayor parte de labor para el abasto quedaba
dentro de la familia, definiéndose las tareas por
edad y sexo para ser divididas equitativamente
entre sus miembros. A su vez, la redistribución
de los productos obtenidos probablemente
también se llevaba a cabo dentro de esta unidad,
es decir, el chumul.
Muchos fueron viajes inolvidables acompañada
de mi buen amigo David Zarate Loperena quien
me presentó con miembros de las comunidades
pai pai y kumiai de Santa Catarina, San José de
la Zorra y San Antonio Necua. También me ayudó
mucho Anita Álvarez de Williams para acercarme
a la comunidad cucapá de El Mayor.
Este aprendizaje lo he aplicado durante mi labor
al frente del Instituto Nacional de Antropología e
Historia en Baja California, particularmente
enfocado al pasado de los grupos de la familia
lingüística yumana al rescate de la historia oral,
al registro y estudio de sitios arqueológicos, al
conocimiento y promoción de su cultura material,
como lo es su artesanía y recientemente al registro
de su lengua, entre otras actividades
institucionales.
El presente trabajo pretende mostrar algunos
aspectos de las sociedades indígenas nativas
de la familia lingüística yumana de Baja California,
iniciando con una breve descripción de sus
antecedentes históricos para concluir con algunos
procesos productivos que llevan a cabo en la
actualidad, particularmente las mujeres y su papel
fundamental en la pervivencia de su cultura.
La organización social se da a partir de grupos
con afinidad en el parentesco o linaje,
particularmente del lado del padre y que definimos
hoy en día como chumul. Los miembros de estas
organizaciones ocupaban determinados territorios.
El matrimonio por lo regular fue monógamo,
A principios del siglo XIX, el vasto territorio yumano
fue impactado en primera instancia, por la etapa
misional y particularmente por los misioneros
dominicos, quienes establecieron los centros
religiosos en el norte de la península.
Posteriormente, de forma paulatina hubo una
incursión de mexicanos y extranjeros a territorios
indígenas, mientras que sus líderes intentaron
legalizar su tenencia de la tierra, según las leyes
mexicanas. Por ejemplo, el jefe del asentamiento
kumiai de “San José de la Zorra” de nombre José
Manuel, en 1871 recibió del Sub-Prefecto político
la autorización para ocupar tierras que el
demandaba como propiedad de su pueblo.
Algunas comunidades como la kiliwa, cucapá y
pai pai fueron dotadas por el gobierno del
presidente Lázaro Cárdenas de tierras ejidales
que con el poco tiempo, rancheros oportunistas
se posesionaron de las áreas cultivables y dejaron
las de mala calidad a los indígenas.
Debido a este proceso de arrebato territorial los
miembros de las etnias organizados
ancestralmente como cazadores, pescadores,
recolectores de plantas y semillas y en el caso
de los cucapá a la agricultura, se vieron en la
necesidad de buscar fuentes de trabajo fuera de
sus comunidades.
Eva Carrillo Vega de San José de la Zorra, dice
que su papá andaba de borreguero. Ella tiene
actualmente 53 años de edad, así que se refiere
a varias generaciones anteriores de hombres
que ahora tienen más de 70 años. Recuerda
cuando pequeña que cada mes venían y llegaban
bien surtidos con cajas de sopa, costales de arroz
y comían tan a gusto. “Antes no había comida y
no había trabajo, por eso se tenían que ir para
el lado de San Quintín o a la sierra. Se iban
caminando hasta Santa Catarina y duraban un
tiempo allá, cuando llovía y había zacate y cuando
llovía por acá y había mucha hierba, se venían
de vuelta caminando. También tenían familia
allá”. Don Andrés Vega Espinoza -tío de Eva-,
quien tiene 73 años dice que la mayoría de los
hombres salían a trabajar desde jóvenes por eso
según él, no hablan muy bien el idioma indígena,
aunque si lo entienden bien. Por otra parte,
también es conocido que los varones de las
comunidades serranas servían como vaqueros
en los ranchos aledaños.
Es importante aclarar que actualmente habitan
los nativos yumanos de Baja California
principalmente en las comunidades indígenas:
en el Mayor Cucapá, en Juntas de Nejí, San José
de la Zorra, San Antonio Necua, La Huerta, Santa
Catarina y Arrollo de León; y algunas personas
en las ciudades.
Los poblados indígenas hoy día, mantienen una
variedad de elementos pertenecientes a su
historia y cultura. Estos incluyen metates y
morteros, paisajes culturales, ranchos, senderos,
cementerios, incluyendo grandes áreas con
potencial para el desarrollo del ecoturismo. El
conocimiento de las tradiciones autóctonas,
incluyendo el lenguaje, la historia oral, el
conocimiento de las tierras, sus plantas y animales
es extraordinariamente valioso. Pero la
conservación de estos recursos culturales se
sostiene frágilmente de un hilo delgado y su
pervivencia en el siglo XXI depende de estrategias
orientadas para su continuidad y reactivación o
re funcionalización.
Considero sin lugar a dudas que las mujeres en
la mayoría de los casos y varones jóvenes, son
la fuerza centrifuga que atrae y nutre a sus hijos
de las tradiciones culturales dentro de su
comunidad, sobre todo, lo referente a las lenguas,
artesanías, usos medicinales de las plantas,
historias relacionadas a su rol femenino, por
ejemplo, como cuando se daba a luz en tiempos
pretéritos, sus canciones de cuna, canciones
para danzar en actos sociales y canciones
dedicadas a los pájaros.
Al referirme a varones jóvenes destacan por su
importante actividad a favor de la conservación
de su cultura personas como Javier Ceseña,
Anselmo Domínguez y Gregorio Montes.
Tenemos conocimiento que existen programas
de apoyo para las mujeres de las comunidades
indígenas nativas de Baja California por parte
del gobierno federal y de algunos organismos no
gubernamentales, entre estas:
La Comisión Nacional para el Desarrollo de los
Pueblos Indígenas (CDI), apoya a los pueblos
nativos y a los asentados en Baja California. Por
lo que se refiere a las actividades productivas,
en la CDI existe el Fondo Regional para
Comunidades Indígenas Nativas, que es
manejado por un Consejo de Administración
integrado por delegados indígenas nombrados
por la propia comunidad, y a la que le transfieren
recursos de acuerdo a los proyectos presentados
y que ellos mismos administran. Existe también
el Programa de Promoción Productiva para
Mujeres Indígenas (PROPMI), dirigido a mujeres
que en sus comunidades quieran desarrollar un
proyecto productivo. La CDI también tiene otro
programa para el Turismo Alternativo en Zonas
Indígenas destinado para infraestructura y de
apoyo para acciones turísticas.
Por otra parte, la Comisión Nacional Forestal
(CONAFOR) de la Secretaría del Medio Ambiente
y Recursos Naturales (SEMARNAT), apoya la
creación de viveros para la reproducción de flora
nativa como el mezquite, palo verde, sauce, junco
y otras especies para el propósito de la
reforestación o bien, para detonar áreas llamadas
de “amortiguamiento” con el objeto de que las
personas de estas comunidades, utilicen estos
recursos naturales de manera sustentable, como
es el caso de las artesanías nativas y leña.
CONAFOR apoya a las artesanas en un programa
propio que se llama “cadenas productivas”. En
algún momento apoyaron también para que
dichas artesanas se trasladaran a otros estados
para observar cómo se desarrollan los proyectos
artesanales. Asimismo, a varias comunidades
les facilitaron el recurso para adquirir vehículos
para el traslado de sus productos.
La Asociación Civil, “Instituto de Culturas Nativas”
(CUNA), ha venido apoyando a las mujeres
indígenas con la comercialización de sus
productos artesanales. CUNA tiene un padrón
cotejado con credencial de elector de
aproximadamente 120 artesanas en las
comunidades indígenas.
El INAH en apoyo a la “cadena productiva” está
participando con la adecuación de sitios
arqueologicos pertenecientes a estas
comunidades, así como en la creación y asesoría
de museos comunitarios para complementar los
atractivos turísticos con la oferta cultural, como
en el caso de El Mayor Cucapá y el de San
Antonio Necua.
Finalmente uno de los proyectos más exitosos
es el de San Antonio Necua, en donde los
miembros de esta comunidad nativa a través de
los programas productivos arriba mencionados
encabezados por la CDI, construyeron su Centro
Cultural y Recreativo como un destino para el
turismo familiar. Aprovechando los elementos
naturales en la región para elaborar los ladrillos
de adobe, así como los bellos paisajes del lugar
por donde establecieron sendas de caminata y
para bicicleta. Veredas para cabalgar, asadores,
sitios de acampado, espacios para actividades
deportivas al aire libre y está por concluirse el
museo de la comunidad. Asimismo, organizan
cabalgatas y rodeos como parte también de estos
atractivos.
Introducción
En Baja California existen cinco grupos indígenas
nativos1: los kumiai, tipai, pa ipai, kiliwa y cucapá.
Como es ampliamente sabido, estos cinco grupos
originarios pertenecen a la familia lingüística yumana,
por lo que también reciben la denominación colectiva
de los yumanos. Actualmente estos grupos viven
en diez localidades diferentes, bajo el régimen de
propiedad ejidal o bienes comunales: los kumiai
residen en San José de la Zorra, Juntas de Nejí,
San José de Tecate y Peña Blanca; los tipai en
San Antonio Nécua y La Huerta; los pa ipai en
Santa Catarina; los kiliwa en Arroyo de León o Ejido
Quiliguas, y los cucapá en El Mayor Indígena y
Cucapá Mestizo (ver mapa 1).
California, hasta Arizona y sur de California en los
Estados Unidos. En este artículo se explica en qué
consisten estos dos tipos de ocupación territorial
y la identidad etno-espacial de estos grupos, y se
discute acerca del despojo territorial del que han
sido objeto históricamente (Kroeber 1925).
La ocupación utilitaria del territorio yumano
En el pasado los yumanos dependían de la caza,
la pesca y la recolección. Esto exigía de ellos el
desarrollo de un vasto conocimiento sobre su
entorno. Como cazadores, los yumanos tenían que
conocer acuciosamente la localización de los
aguajes y el comportamiento de las estaciones del
año. Esto les permitía saber de las rutas y
temporadas de migración de las distintas especies
animales, de sus patrones de reproducción y de
su adaptación a los distintos ecosistemas.
Asimismo, el patrón de asentamiento de estos
grupos estaba diseñado para hacer más eficiente
sus actividades de caza. Por lo general, estos
indígenas construían sus abrigos temporales en
los puntos más altos del territorio, como en la parte
media de una colina o de un cañón, desde donde
podían divisar a varios kilómetros a la redonda, la
aparición de un venado, de una estampida de
conejos o codornices (Wilken, 1980: 3). Como es
sabido, la cacería de presas mayores como el
borrego cimarrón y venado, se llevaba a cabo en
las sierras, mientras que la cacería menor se llevaba
a cabo en todas partes, incluyendo los valles y
desiertos.
En el pasado, sin embargo, los yumanos
desarrollaron una identidad territorial basada en la
ocupación utilitaria y/o simbólica de prácticamente
todos los desiertos, valles, costas y montañas del
norte peninsular, desde el Desierto Central de Baja
Por otra parte, los yumanos practicaban la pesca
en las playas del Golfo de California, del Océano
Pacífico, en el Río Colorado y en la Laguna Salada.
En el golfo, estos indígenas se valían de la
construcción de diques para desarrollar esta
actividad. Hacia el final de un canal abierto ex
profeso por ellos, levantaban una serie de muros
de piedra que permitían la entrada del mar en
momentos de marea alta; al retirarse el agua, los
muros atrapaban en su interior a los peces (Meigs,
1939: 27).
En el Pacífico, los yumanos construían andamios
para colgarse de los acantilados próximos a las
bahías, y desde ahí arrojaban al mar anzuelos
hechos de espina o hueso, redes de fibra de mezcal
o trampas hechas con vara (Campbell 1999).
También, los yumanos acudían a estas costas
occidentales durante la primavera, a colectar almejas
y mejillones, así como un tipo de pez llamado
pejerrey; como es sabido, durante dicha estación,
el pejerrey sale a la arena a desovar en noches de
luna llena (Shipek 1968).
En el Río Colorado y la Laguna Salada, los cucapá
y kumiai practicaban la pesca ribereña con el auxilio
de balsas de tule, y también de redes de fibra de
mezcal y trampas de vara. En esa zona, estos dos
grupos desarrollaron un tipo de agricultura estacional,
aprovechando las periódicas avenidas de las aguas
del Colorado. Los productos de esta actividad
incluían el frijol tépari, el trigo gentil, y un tipo de
calabaza adaptada a los medios salinos (Álvarez
1975).
Finalmente, los yumanos deambulaban
estacionalmente a lo largo de los distintos
ecosistemas que comprendía su territorio, para
recolectar una gran variedad de plantas, frutos,
raíces y semillas. Durante la primavera, en las
partes bajas del desierto se colectaba tuna, biznaga
e islaya. Hacia la última parte del verano, los distintos
grupos acudían a la parte alta de la Sierra de Juárez
o San Pedro Mártir a la colecta de piñón; y hacia
el final del otoño y principios del invierno, iban por
bellota a las zonas intermedias de las montañas
(Garduño 1995).
La ocupación simbólica del territorio
yumano
Ahora bien, los yumanos -como todo grupo humanodesarrollaron no solo una ocupación utilitaria de su
territorio, sino también simbólica2. Esto es, que
a determinados elementos geográficos de su
entorno, les asignaron una significación
cosmogónica, mitológica, ritual o histórica, y los
identificaron como sitios sagrados o lugares con
historia (Garduño 2010b). Este es el caso de las
piedras que son referencia del origen de los linajes
y del conocimiento tradicional de los indígenas como las piedras víbora de los kumiai de San José
de la Zorra- (fotos 1 y 2); aquellas que evocan la
antigua existencia de hechiceros -como la piedra
del chamán de los kiliwa-, o que son vestigio del
fin del mundo -como el Wiyipá del Cañón de el
Álamo (foto 3), y Nejí-, la mujer hecha piedra,
localizada en lo alto de un cerro de la comunidad
kumiai del mismo nombre. Este es el caso también
de las rocas macho o hembra, que evocan la
genitalia humana en la naturaleza -como aquellas
de San Antonio Nécua (fotos 4 y 5) y el Cañón de
el Álamo-; o las rocas que eran utilizadas en las
ceremonias de cremación de los muertos -como
las localizadas en San José de la Zorra (foto 6) y
Cañón de Manteca-, o las que en forma de ventana
-como la de los cucapá-, servían para el inicio del
viaje de los muertos (observación directa).
Este es también el caso de los recursos de agua
como Jatkbjol, arroyo de Santa Catarina, en donde
habitaba Jalkutat, el mítico dragón que devoraba
pa ipais; el pantano del Cañón de el Álamo, en
donde también habitaba un mítico ser del mismo
nombre; los aguajes de La Huerta y Peña Blanca,
en donde vivían, respectivamente, una mujer de
blanco y pequeños duendes traviesos pero
inofensivos; o de esos otros aguajes -los
encantados- como los de Nejí y Nécua (foto 7), que
protegen a los indígenas de las incursiones
agresivas de los no indígenas (observación directa).
Se trata también de cerros que albergan tesoros
tradicionales como el de la cabellera de los kiliwa
de Arroyo de León; el Cuchumá de Tecate, en
donde los kumiai practicaban ritos de iniciación y
en cuyo contexto los chamanes volaban hasta al
cerro de El Centinela en Mexicali; la Peña Blanca
(foto 8), que fue habitada por una gigantesca
serpiente procedente del mar; el Cerro del Vateque
(foto 9), que ubicado en el Valle de Las Palmas,
representa al cuerpo de un indio que yace extendido,
después de haber sido muerto por el Cuchumá, al
disputarle el amor de Peña Blanca; o bien, se trata
del Cerro Prieto, que representa la cabeza de un
monstruo que salió del mar para perseguir a un
niño cucapá (Garduño 2010).
Se trata ahora y sobre todo, de los múltiples y
añejos cementerios que albergan los restos de los
ancestros indígenas (foto 10).
Todos estos sitios sagrados o lugares con historia
que podemos apreciar en las imágenes que
acompañan a este artículo, constituyen la cartografía
simbólica de los yumanos y confirman la afirmación
de Simon Schama (1995: 7), en el sentido de que
todo escenario geográfico no solo se construye con
capas de rocas, sino sobre todo, con diferentes
estratos de memoria. Y es precisamente sobre
estos estratos de memoria, más que sobre los
estratos de roca, que descansa la ocupación
simbólica del territorio.
El territorio como factor de identidad
La ocupación utilitaria y la ocupación simbólica de
un territorio, hacen que el grupo social ocupante
desarrolle una apropiación afectiva del espacio
físico, el cual pasa a ser, un factor de identidad
social. En palabras de Bonnemaison, esto se explica
así:
“se puede engendrar un sentimiento de pertenencia
que adquiere la forma de una relación de esencia
afectiva, e incluso amorosa, con el territorio. En
este caso, el territorio se convierte en un espacio
de identidad o, si se prefiere, de identificación, y
puede definirse como una unidad de arraigo
constitutiva de identidad” (Bonnemaison 2004: 130
citado por Giménez, 2007: 12).
Entre los yumanos, este sentimiento de pertenencia
y la conformación de unidades de arraigo e identidad,
basadas en la ocupación utilitaria y simbólica del
territorio, dieron lugar al desarrollo de una
identificación etno-espacial, la cual se explica con
el paso de un estilo de vida semi-nómada a un
estilo de vida semi-sedentario. Durante el periodo
arcaico tardío, los yumanos se limitaron a constituir
bandas de cazadores, recolectores y pescadores
que deambulaban anualmente entre las costas, los
desiertos y las montañas de un territorio
determinado. En el prehistórico tardío, sin embargo,
estos grupos incorporaron una serie de innovaciones
tecnológicas de molienda y almacenamiento de
semillas y agua (metates, morteros3 y principalmente
recipientes de cerámica), que facilitaron el desarrollo
de asentamientos más permanentes. Esto posibilitó
la conformación de poblaciones en crecimiento que
empezaron a experimentar una presencia regular
en toda la geografía regional, una división del
trabajo, una incipiente estratificación social, y un
sentido más definido de territorialidad (Bendímez
y Laylander 1986). Evidencia de este último proceso
es el arte rupestre de los yumanos: de acuerdo a
Ken Hedges (1975), las representaciones realistas
en el Desierto Central, los diseños abstractos en
el norte, las figuras antropomorfas y zoomorfas en
las zonas montañosas, los petroglifos con figuras
geométricas en el desierto, los sitios
arqueoastronómicos en la parte norte de la Sierra
de Juárez y los geoglífos del Desierto del Colorado,
representan marcas territoriales que,
independientemente de sus propósitos estéticos,
simbólicos y utilitarios, servían para demarcar a
través de sus diferencias estilísticas, la existencia
de fronteras espacio-étnico-culturales, entre los
dispersos grupos yumanos. Las delimitaciones de
estas fronteras pueden apreciarse en el mapa 2.
Sobre la base de estas fronteras, las expresiones
históricas de esta cultura arribaron al siglo XVIII
con una identidad etno-territorial más desarrollada.
Por ejemplo, los cucapá que han vivido en las
márgenes del Rio Colorado, son identificados por
los demás grupos como los “rieños” o rianos; los
kiliwa, los tipai y los kumiai, que han habitado, en
el primer caso, en las proximidades de la Sierra de
San Pedro Mártir, y en el segundo y tercer caso,
en las proximidades de la Sierra de Juárez, son
conocidos como los “serreños”. Más aún, el caso
de los pa ipai es por demás interesante, ya que
aunque actualmente viven en la Sierra de Juárez,
se autoidentifican como gente del desierto, por
provenir del desierto de Arizona (comunicación
personal).
La historia del despojo del territorio
indígena
La territorialidad de los yumanos se ha visto
transformada como resultado de tres momentos
históricos: la época misional en los siglos XVIII y
XIX; la expansión capitalista y colonización en el
siglo XIX, y la reforma agraria en el siglo XX.
Durante la época misional, parte de la población
indígena fue sustraída de su territorio tradicional y
obligada a vivir alrededor de los asentamientos
misionales. Otros, aunque pudieron escapar hacia
lugares más seguros, lejos de las misiones, tuvieron
que encontrar refugio fuera de sus lugares originales
de residencia (León-Portilla 1983).
Hacia el final del sistema misional, el gobierno de
México promovió la presencia europea y de
compañías norteamericanas con el propósito de
colonizar esta región e iniciar el desarrollo de una
agricultura y una ganadería intensivas. El impacto
ecológico de estas actividades se tradujo en una
reducción importante de las especies de caza y
recolección indígena, orillando a estos grupos a
migrar temporalmente hacia algunos centros
agrícolas, ganaderos o mineros, en donde pudieran
encontrar trabajo asalariado. Como parte de este
segundo momento, podemos mencionar la
segmentación de los grupos e incluso familias de
los yumanos, en dos nacionalidades distintas; esto
como resultado del establecimiento de la nueva
frontera entre México y Estados Unidos en 1848
(Shipek 1968).
En el siglo XX, la reforma agraria trajo consigo la
transferencia de tierras en manos de los monopolios
extranjeros a campesinos sin tierra, con el propósito
de establecer comunidades ejidales como la principal
forma de asentamiento y organización social. Aun
cuando esta reforma se proponía dar certeza a los
yumanos sobre su tierra, ésta tuvo consecuencias
adversas para ellos: la extensión de la tierra bajo
la jurisdicción de los grupos originarios llegó a ser
solamente una parte de lo que era originalmente
(comparar mapa 1 con mapa 2).
Las sucesivas transformaciones de la territorialidad
de los yumanos, afectó considerablemente sus
actividades tradicionales de supervivencia. Esto
forzó a estos indígenas a reorientar su esquema
de cazadores y recolectores, y consolidar el modelo
complementario de vaquero asalariado y migrante,
que habían empezado a adoptar a finales del siglo
XIX y principios del XX. Este cambio condujo a la
liberación temporal de grandes extensiones del
territorio yumano, las cuales pasaron a estar en la
mira de las intenciones de ampliación de los ejidos
mestizos y los ranchos privados, quienes con la
excusa de que estas eran tierras que no estaban
siendo utilizadas, empezaron a solicitar su
adjudicación legal o a invadirlas de facto, o ambas
cosas. Hacia 1995, el Instituto Nacional Indigenista
nos pidió llevar a cabo un diagnóstico de la
problemática agraria que prevalecía en todas las
localidades yumanas y encontramos que
prácticamente en todas existía algún conflicto en
esta materia. En 2012 iniciamos por nuestra cuenta
una revisión del estado que guarda esta
problemática y encontramos que gran parte de
estos conflictos no han sido resueltos. A continuación
describimos algunos de los casos que han afectado,
primero, las áreas de ocupación utilitaria por parte
de los indígenas, y segundo, las áreas en donde
se ubican sitios de relevancia simbólica para estos
grupos (Garduño 2010).
El impacto del despojo en las áreas de
ocupación utilitaria
1. En San Antonio Nécua, Valle de Guadalupe, uno
de los principales conflictos se remonta a 1958,
cuando un grupo de solicitantes de tierra tomó
posesión de 80 hectáreas de esta localidad tipai,
con el argumento de no haber sido beneficiado por
la distribución de las parcelas expropiadas a los
migrantes rusos molokanos, que habitaban en esa
zona. Esta invasión no tuvo éxito y la gente se
retiró; sin embargo, enseguida la empresa L.A.
Cetto empezó a cultivar esta área, con el argumento
de que había adquirido legalmente estas tierras de
parte del grupo que las había dejado. A la fecha,
el conflicto entre San Antonio Nécua y la compañía
vitivinicultora, continúa (Juan Aguiar 1995).
2. En Jamau, en la vertiente suroriental de la Sierra
de Juárez, los pa ipai fueron objeto del despojo de
sus tierras a mediados de los sesenta, cuando la
familia Loperena, propietaria de los ranchos
ganaderos Los Pocitos y Rancho Viejo, encontraron
en el vecino territorio de Jamau la posibilidad de
expandir su propiedad. Como en ese año existían
todavía restricciones legales para comprar estas
tierras, esta familia organizó a un grupo de rancheros
para invadirlas y solicitar la creación de un nuevo
ejido. Dado que las familias pa ipai se encontraban
en ese momento habitando la parte baja de esta
zona, los mestizos argumentaron que este territorio
había sido abandonado por ellos. En 1968, el Diario
Oficial de la Federación publicó el otorgamiento de
46 mil 170 hectáreas a estos solicitantes, quienes
irónicamente fundaron un nuevo ejido con el nombre
tradicional en pa ipai, Jamau, pero constituido
únicamente con 20 familias de origen mestizo y
ningún indígena. Desde entonces, los pa ipai
apelaron la decisión de la reforma agraria y han
reclamado la restitución de sus tierras o que se les
incluya como parte del nuevo ejido. Estas peticiones,
sin embargo, no han tenido éxito y por el contrario,
los ejidatarios han seguido diferentes estrategias
para mantener a los pa ipai fuera de Jamau: han
boicoteado la venta de jojoba, una de las principales
fuentes de ingresos para estos indígenas;
construyeron una cerca alrededor del aguaje que
por largos años había sido utilizado por los pa ipai;
e incluso prendieron fuego a las casas de la familia
Salgado, protagonista principal de esta lucha
(Álvarez 1990; Dolores Salgado 1995).
3. En San Miguel, contigua ranchería de Santa
Catarina, también en Sierra de Juárez, tiene lugar
otro conflicto entre la familia Loperena y los pa ipai.
En San Miguel vivían antiguamente los actuales
habitantes pa ipai de Santa Catarina, aunque esas
tierras no habían sido reconocidas legalmente como
suyas. Por varios años, la familia de rancheros
había agostado su ganado también en esa
ranchería. En los sesenta, sin embargo, la
comunidad obtuvo el otorgamiento oficial de San
Miguel, y la familia Loperena, arguyendo razones
de “buena vecindad”, tuvo que pedir a los indígenas
la autorización para seguir teniendo acceso a un
aguaje localizado en ese lugar. En 1972 ambas
partes llegaron a un acuerdo; la comunidad permitió
que los rancheros tuvieran acceso a la mitad del
aguaje, solicitando que justo allí, colocaran una
cerca que evitara el paso de su ganado a la otra
mitad. Sin embargo, cuando la cabeza de la familia
murió, los hijos iniciaron el reclamo de la parte del
aguaje que habían cercado, como parte de su
propiedad, e instalaron una bomba para intensificar
la sustracción de agua a diez metros del mismo,
aún con merma del vital líquido en la parte utilizada
por los pa ipai (Juan Albañez 1995).
4. En Arroyo de León, en la parte baja y norteña de
la Sierra de San Pedro Mártir, el ahora ejido Quiliguas
ha tenido disputas con el ejido El Tepi, el hotel Mike´s
Sky Ranch y la colonia San Matías. En este caso,
debido a la negligencia del Gobierno Federal, Arroyo
de León obtuvo la adjudicación federal de sus tierras
hasta 1988; esto es 18 años después de que esta
área había sido ya reconocida oficialmente como
territorio kiliwa (1970). Durante este largo tiempo, la
ambigua situación sobre este territorio dio pie, primero,
a que los ejidatarios del el ejido El Tepi agostara su
ganado en las tierras norteñas de la comunidad
kiliwa; segundo, a que se construyera el hotel Mike's
Sky Ranch en las tierras contiguas a uno de los
escasos arroyos localizados en el área; y tercero, a
que la colonia mestiza de San Matías empezara a
demandar la adjudicación de la parte sureña de
Arroyo de León. Más tarde, aun cuando las tierras
de Arroyo de León fueron reconocidas sin ninguna
duda como pertenecientes a los kiliwa, la comunidad
empezó a experimentar una nueva invasión sobre
el arroyo de El Choyal (Miguel Torres 1995).
5. En San José de la Zorra, al norte del Valle de
Guadalupe, los kumiai han experimentado uno de
los problemas agrarios más sui géneris del país.
Aunque las autoridades de finales del siglo XIX e
inicios del XX confirieron estos territorios y las
montañas ubicadas alrededor del asentamiento
indígena, los gobiernos posteriores no aceptaban
esta adjudicación. Por el contrario, estas tierras
fueron otorgadas a los ejidatarios mestizos de El
Porvenir. Debido a esto, San José de la Zorra llegó
a tener la singularidad de ser una localidad indígena,
ubicada dentro de las tierras de un ejido mestizo. El
objetivo de los kumiai en estos años ha sido que se
reconozcan los antiguos linderos de su territorio
(Andrés Vega 1995).
6. Por último, al este del Valle de Mexicali, los
cucapá confrontaban en esa época los problemas
suscitados por la ambigüedad de las leyes
nacionales, por el reconocimiento pleno de sus
derechos sobre la Laguna Salada. Como se sabe,
en esos años la luna recibía las avenidas
estacionales del Río Colorado, y se convertía en
un área importante de pesca. La ley reconocía
entonces que esta pertenecía a los cucapá cuando
estaba seca, es decir, cuando era solo un páramo
desértico, pero que pasaba a ser de la nación
cuando se llenaba de agua. Cuando sucedía esto
último, el Estado se reservaba el derecho de otorgar
permisos de pesca a indígenas y mestizos, siendo
estos últimos lo que llevaban esta actividad con las
mejores y más modernas embarcaciones y artes
de pesca (Onésimo González 1995).
El impacto del despojo en las áreas de
ocupación simbólica
En el 2009, la Comisión Nacional para el Desarrollo
de los Pueblos Indígenas nos pidió llevar a cabo
un estudio sobre los sitios sagrados del pueblo
kumiai. Aunque este diagnóstico no incluía la
territorialidad de los demás grupos, pudimos dar
cuenta de una problemática que bien puede ser
generalizada.
En lo que era el territorio tradicional kumiai, que no
necesariamente es el actual territorio adjudicado
legalmente a este grupo, algunos de los elementos
geomorfológicos de relevancia simbólica han
desaparecido; esto como resultado del deterioro
natural, la ignorancia, la indolencia, o el vandalismo
premeditado. Es innegable que los factores naturales
como la lluvia, las ventiscas, la nieve y los cambios
radicales de temperatura, han acabado con gran
parte de los también llamados por los kumiai,
“lugares con historia”. También es innegable que
algunos de estos sitios, como los cementerios
ubicados en La Zorra o en el Cañón de El Burro,
han desaparecido porque los propietarios de las
tierras en donde se encuentran éstos, han abierto
cultivos o tierras de agostadero sobre ellos,
ignorando su valor histórico. Incluso, existen casos
como el mismo sitio de Vallecitos, en donde hace
algunos años, el arte rupestre llegó a estar cubierto
por el grafiti de los visitantes, quienes no ignoraban
que se trataba de lugares de relevancia
arqueológica. Más aún, el caso más reprobable lo
representan aquellos sitios destruidos
intencionalmente, con el propósito de eliminar toda
evidencia de la antigua presencia de poblaciones
indígenas en el ahora territorio mestizo. Esto bajo
el temor de un posible conflicto derivado de un
futuro reclamo de restitución por parte de los kumiai.
Estos son los casos de Jamatai y Cañón de
Manteca, ubicados respectivamente en tierras
particulares y ejidales, y en donde existían dos
cementerios indígenas. En ambos casos, nuestros
informantes nos dieron a conocer sobre su
relevancia, al encontrarse en el corazón de dos
antiguos núcleos de irradiación de la cultura kumiai.
Al llegar allí, sin embargo, nos percatamos ante el
asombro de nuestros guías que dichos cementerios
ya no existían. En el primero, era evidente que el
lugar había sido destruido con maquinaria, para
eliminar lo que Don Bernabé Meza llamó “los títulos
de propiedad de los kumiai sobre estas tierras”. En
el segundo, quedaban aún algunas veladoras y
tumbas abiertas en un pequeño espacio de tierra
que Doña Josefina Meza observaba con suma
tristeza, diciendo una y otra vez, “pero si solo les
pedimos que respetaran estos cachitos de tierra;
que se quedaran con todo, pero que respetaran
esto, pero no, ¡les valió…!” (Garduño 2010b).
Conclusión
Gilberto Giménez (Giménez, 2007: 11).afirma que
el territorio es el espacio ocupado por un grupo
social, con el propósito de satisfacer sus
necesidades, la cuales no solo son de subsistencia
sino también simbólicas. En el desarrollo de las
prácticas cotidianas para ver satisfechos estos dos
tipos de necesidades, los grupos establecen una
relación afectiva, incluso amorosa, con ese entorno
físico. Cuando esto sucede, el territorio se instituye
como un factor de identidad, y cuando ese territorio
es transformado, destruido o despojado por fuerzas
ajenas al grupo, impacta no únicamente las capas
de roca del territorio de aquel grupo, como importante
recurso para su subsistencia, sino los estratos de
memoria que hacen que esas rocas, esas montañas
o esos aguajes, sean sitios sagrados o lugares de
relevancia simbólica para el grupo; estas
devastadoras acciones transforman, destruyen o
despojan los espacios con los que los grupos
guardan una relación amorosa, como fuente
importante de su identidad.
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California. Notas de campo inéditas sobre Santa Catarina.
Informantes
Andrés Vega, 1995 Informante kumiai de San José de la Zorra.
Comunicación Personal. Entrevista videograbada.
Dolores Salgado, 1995 Informante pa ipai de Jamau. Comunicación
Personal. Entrevista videograbada.
Juan Aguiar, 1995 Informante tipai de La Huerta. Comunicación Personal.
Entrevista videograbada.
Juan Albañez, 1995 Informante pa ipai de Santa Catarina. Comunicación
Personal. Entrevista videograbada.
Miguel Torres, 1995 Informante mestizo de Arroyo de León. Comunicación
Personal. Entrevista videograbada.
Onésimo González, 1995 Informante cucapá de El Mayor. Comunicación
Personal. Entrevista videograbada.
integrales generadas por las propias comunidades
indígenas kumiai, pai pai, kiliwa y cucapá.
Instituto de Culturas Nativas de Baja
California
Con 20 años de trayectoria, el Instituto Cuna de
Baja California, cumple con sus objetivos y
expectativas por la preservación de las culturas
nativas del estado de Baja California, mediante
el apoyo en la autodefinición, programación,
proyección, ejecución y evaluación de alternativas
de solución a nuestras necesidades en materia
de salud, educación, medio ambiente,
investigación y cultura.
Con una amplia trayectoria a nivel nacional e
internacional, hemos asumido grandes
compromisos desde 1993 con responsabilidad y
generando el desarrollo cultural, económico y
social. Trabajamos coordinadamente con
autoridades indígenas, representantes culturales,
voluntarios, instituciones de gobierno mexicano
y del extranjero, tribus de los Estados Unidos y
otros organismos no gubernamentales, en la
ejecución de
acciones
Por miles de años, los pueblos nativos de Baja
California, México, han vivido de manera
sustentable en esta región. A través de las
generaciones, los pueblos nativos desarrollaron
una interacción dinámica con el medio ambiente
heredando un extenso conocimiento de los
ecosistemas, únicos de la península.
CUNA colabora con los artesanos de las
comunidades indígenas en actividades que
fortalecen la economía sustentable y la actividad
artesanal. Algunos proyectos dentro de este
proceso incluyen:
La creación en el 2005 del grupo denominado
Artesanos Indígenas Nativos de Baja California,
integrado por representantes de artesanos de
las diferentes comunidades indígenas de la región,
y cuyos objetivos son:
1. Mejoramiento de la realidad socioeconómica
de las comunidades nativas de la región, a través
de la generación de empleos por medio de la
comercialización de artesanías.
2. Fomento a las actividades que promueven la
sustentabilidad ambiental y cultural; por ejemplo:
una actividad clave que ha integrado estos
objetivos ha sido la organización del Festival
Anual de Artes Tradicionales “NATIVA” que se
ha realizado nueve veces en Ensenada. La
organización de este evento binacional también
ha sido parte de un proceso integral de
capacitación participativa que ha permitido que
este grupo obtenga nuevas habilidades y
destrezas para seguir organizándose a largo
plazo.
3.- Creación y realización de 7 eventosconsecutivos
denominados Feria Artesanal en la comunidad
indígena de San Antonio Necua. y la primera feria
en San José de la Zorra. El artesano tiene la
oportunidad de exponer y vender sus productos
siendo esto una buena fuente de ingreso y derrama
económica en el interior de la comunidad.
4.- Capacitación especializada para artesanos:
mediante diagnósticos participativos con los
artesanos, se definieron varias líneas de acción
que requieren de capacitación especializada como
son: la organización del grupo de artesanos, la
creación de nuevos y mejores mercados, la
promoción de sus productos, la conservación de
los recursos naturales (como las plantas
para hacer cestería) y otras. Estas
líneas de acción requieren de
capacitación en organización y
administración de empresas,
servicio al cliente, estudios de
mercados, manejo de
ecosistemas, etc. CUNA trabaja
de manera estrecha con los
artesanos para proporcionar
capacitación especializada que
reconoce y fortalece la cultura
indígena, tomando en cuenta las
oportunidades especiales para
generar activos mediante sus recursos
locales. Muchas de estas actividades se
vinculan con actividades reales que sirven como
prácticas para la aplicación de sus nuevas
habilidades. Asimismo, también trabaja con los
artesanos para promover la transmisión de los
conocimientos artesanales mediante talleres de
capacitación impartidas por las mismas maestras
y maestros artesanos a miembros de las mismas
comunidades en México y a tribus de los Estados
Unidos como Viejas CA, Barona, Sycuan, Prescott,
Campo verde, Fort Mcdowell, Manzanita y Santa
Isabel. La meta de estas capacitaciones es generar
producción para mercados locales e
internacionales. Un resultado exitoso de estas
capacitaciones fue la venta por mayoreo de tres
mil canastas elaboradas con aguja de pino para
la inauguración del Fort McDowell Radisson Hotel,
en la comunidad Yavapai del mismo nombre.
Actualmente se trabaja en la elaboración de 800
ollas de cerámica las cuales se estarán enviando
a la tribu de Barona.
5.- Difusión del Padrón Estatal de Artesanos: El
propósito de este padrón es dar a conocer el
trabajo de los artesanos y crear los mecanismos
para que los posibles compradores logren
establecer contacto directo con ellas y ellos. Por
lo tanto, también se está desarrollando un catálogo
de artesanía nativa de B.C., versión electrónica.
6.- Participación en el evento organizado California
Basket Weavers Association desde el 2005 hasta
la fecha, congreso dirigido a las cesteras
tradicionales indígenas con el propósito de llevar
a cabo talleres y ventas a coleccionistas
7.- El Programa de Desarrollo Sustentable y
Medioambiente juega un papel muy importante
desde el 1998 en los proyectos ecoturísticos de
las comunidades indígenas nativas de la
Huerta, San Antonio Necua y San José
de la Zorra, el cual plantea el gran
potencial para desarrollar actividades
de turismo en las comunidades
indígenas en Baja California. Por
ello, como seguimiento a los
resultados de este proyecto, se
planteó la necesidad de elaborar
un plan integral de ecoturismo
comunitario en cada comunidad
indígena del estado, siendo la
comunidad indígena de San
Antonio Necua, la primera en
elaborar el Plan Integral de Turismo
Comunitario, debido al interés manifestado
en desarrollar éste como una actividad productiva
y por ser la más accesible y ser parte de la Ruta
del Vino en Baja California. Hoy cuenta con gran
infraestructura y en operación, gracias al apoyo
gubernamental.
Nos falta un gran camino por recorrer aún, y
estamos seguros que con el apoyo de ustedes
lograremos alcanzar nuestras metas.

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