ÚNICO E IRREPETIBLE

Transcripción

ÚNICO E IRREPETIBLE
R E V I S T A
#20
diciembre/2015
ATACAR PARA
GANAR, LA
ESENCIA
HISTÓRICA DEL
JUEGO DEL
BARÇA
EL VIEJO
PROFESOR
LUCESCU
AGÜERO,
LESIONES Y
GOLES
ÚNICO E
IRREPETIBLE
Ilustración:
Marc Vicens
EDITORIAL
EL CÓMO
El pensamiento convencional dice: lo que importa es el resultado. Aunque
matiza que también importa cómo se consigue, otorga indiscutible prioridad al
resultado.
Yo digo que dicho pensamiento es falaz. Lo más importante es el cómo porque
el resultado siempre es y será pasajero y reemplazado. El resultado no es eterno
ni duradero. El resultado se pierde sumergido en una marea de resultados en la
que unos solapan y ocultan a otros. Lo que trasciende no es el resultado porque
hay resultados cada día y a todas horas, resultados que enmascaran, suplen
y esconden otros resultados. Hay más resultados que amaneceres. Lo que
trasciende no es cuántos amaneceres vives, sino cómo los vives.
El Cómo tiene mala fama por una razón fundamental: sus detractores han
pretendido definir el concepto -y parecen haberlo conseguido- como algo
meramente estético, cuando no es así. Ellos mismos lo reconocen si, apurados
por el reloj o las angustias del resultado, apelan a “ganar como sea”. El “como sea”
equivale a todo menos a un esmero estético, de ahí la contradicción estentórea.
No estoy reivindicando la derrota ni negando la importancia del resultado, sino
situando al Cómo en primera fila de todas las prioridades.
El Cómo es trascendental. Es prioritario porque constituye nuestra auténtica
elección. Es el camino que decidimos tomar. Es el guión que pretendemos
escribir. Es el rostro que queremos mostrar. Es la riqueza que ansiamos atesorar.
Es nuestra primera y nuestra última palabra. Es lo que somos y lo que queremos
ser. Y además depende en gran parte -y mucho más que el resultado, siempre
azaroso- de nuestra voluntad, firmeza, propuesta o elección. Por todo ello es
mucho más importante que el resultado, un factor que será sepultado por otro
resultado. El Cómo perdura.
Martí Perarnau
CLUB PERARNAU / REVISTA #20 DICIEMBRE 2015
Este es el número #20 de la revista del Club Perarnau. Se publica en diciembre de 2015.
Como todos los contenidos del Club, esta revista es exclusiva para los socios.
Editorial Primera Impresión
ÍNDICE
Atacar para ganar,
la esencia histórica del juego del Barça��������������������������������� 4
El viejo profesor Lucescu��������������������������������������������������������� 30
Agüero, lesiones y goles����������������������������������������������������������� 35
Jürgen Klinsmann, ¿modelo agotado?�������������������������������� 45
Estadios míticos mundiales���������������������������������������������������� 56
Federer: Único e irrepetible������������������������������������������������� 101
Diez años del Katrina������������������������������������������������������������� 116
All Blacks: La construcción de un equipo������������������������ 138
Autores���������������������������������������������������������������������������������������� 144
ATACAR PARA GANAR, LA ESENCIA
HISTÓRICA DEL JUEGO DEL BARÇA
Jaume Marcet
La evolución táctica del juego del Barça ha caminado siempre en paralelo
con los avances que el fútbol ha sufrido desde sus inicios. La incidencia de
los entrenadores ha ido ganando peso con el paso de los años y el juego ha
adquirido complejidad y matices. Durante décadas el mundo futbolístico
caminaba hacia un juego más físico y defensivo pero aún así el Barça no
abandonó su esencia. En la manera de jugar del FC Barcelona se pueden
apreciar constantes y puntos que se han mantenido a lo largo de la historia.
El estilo de juego ofensivo y alegre ha sido un denominador común en un club
en el que los aficionados han deseado siempre ganar de una determinada
manera. El camino para lograr el triunfo ha sido en general la apuesta por
un fútbol de ataque y con un protagonismo muy alto del balón. La idea de
juego ha sufrido algún parón y retroceso, pero en general la historia del
Barça en el aspecto futbolístico supone un largo recorrido en búsqueda
de la excelencia del juego. Los esquemas tácticos han ido variando, pero
han sido mutaciones o evoluciones graduales y raramente ha habido giros
o cambios de orientación futbolística radicales.
LOS PRECURSORES
El primer once de la historia del Barça no es ni tan siquiera un once: fueron
diez los jugadores que en el antiguo Velódromo de Horta se enfrentaron a un
rival conocido como Colonia Inglesa, que también dispuso sólo de diez futbolistas. Ese 8 de diciembre de 1899 se celebró el primer partido de un Barça
imposible de ordenar tácticamente. Sin la figura de un entrenador, aquel día
jugaron Urruela, Wild, Lomba, Ossó, Llobet, López, Terradas, Gamper, Kunzle
y Schilling. El partido acabó con triunfo visitante (0-1).
En el segundo partido de la historia del club azulgrana ya se alinearon once
jugadores y ante el Català FC el Barça logró el primer triunfo (3-1). Poco se
sabe de cómo era el juego en esos primeros encuentros, pero se intuye que
al margen del portero el resto de jugadores actuaban en ataque acumulando
delanteros intentando marcar en cada ataque, sin un orden o plan trazado
previamente. El primer partido oficial corresponde al 20 de enero del 1901,
en el campo Hotel Casanovas, con triunfo azulgrana ante el Hispania Athletic
Club en partido correspondiente a la Copa Macaya . El primer entrenador de
la historia del club es el inglés John Barrow, que dirige al equipo azulgrana
en 1917. Habían pasado 18 años sin la necesidad de contar con un técnico
que ordenase tácticamente al equipo. Con la presencia de un ‘míster’ en el
banquillo poco a poco el juego gana en orden.
LOS DORADOS AÑOS 20
La década de los 20 supone una de las épocas más gloriosas de la historia
del Barça con un fútbol más desarrollado, organizado y donde ya podemos
advertir los primeros esquemas tácticos, tanto del FC Barcelona como de
sus principales rivales.
El equipo del Barça que disputó el desempate del Campeonato de Catalunya contra el Espanyol, en Terrassa, posa
como se hacía en la época, mostrando la distribución espacial de los jugadores, dispuestos en 1-2-3-5. De atrás
hacia delante y de izquierda a derecha: Paco Bru – Reguer, Amechazurra – Torralba, Massana, Costa – Tarré, Segarra, Peter Wallace, Paulino Alcántara, Peris. (Foto: Archivo Diputació de Barcelona).
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El once tipo de esa década se distribuía con un 1-2-3-5, un esquema que perdurará durante muchas generaciones. Es el esquema conocido como “la Pirámide”.
EQUIPO TIPO AÑOS 20
1-2-3-5
BRUGUERA
PLANAS
TORRALBA
SURROCA
PIERA
SANCHO
MALLORQUÍ
SAMITIER
MARTÍNEZ
PAULINHO
SAGI
El Barça, como el resto de conjuntos de la época, era un equipo muy largo con
dos defensas puros, tres centrocampistas con una misión más defensiva que
ofensiva y cinco atacantes que eran quienes buscaban el gol. El equipo quedaba, por lo tanto, partido en dos bloques, cinco que defendían muy atrás y cinco
que atacaban muy cerca del área, con la ayuda eso sí de “La Vella” Torralba y
Samitier, que ejercían de medios-alas con mucho recorrido en defensa y ataque.
La primera liga española de la historia se disputa en la temporada 1928/29
y, con Romà Forns de entrenador, el equipo base que consigue el primer título liguero es el siguiente
EQUIPO TIPO 1928/29
1-2-3-5
PLATKO
WALTER
MARTÍ
SAURA
GUZMÁN
PIERA
SAMITIER
AROCHA
CASTILLO
GARCÍA
PARERA
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En este equipo destaca especialmente la presencia del gran portero húngaro
Platko y la posición en ataque del “Hombre Langosta” Pep Samitier, considerado después de Gamper el segundo mito de la entonces breve historia del
club. Este once puramente ofensivo sigue contando con Vicenç Piera, un
extremo con unas cualidades técnicas portentosas. “La Bruja” es uno de los
referentes de un equipo que tiene a Arocha como jugador más avanzado y a
Paulino Alcántara como gran goleador ejerciendo la función de interior zurdo.
Una posición muy cercana al área y que en aquellos momentos era todavía la
de un atacante auténtico que apenas tenía responsabilidades defensivas, ni
tampoco bajaba al centro del campo para generar juego. Los tres centrocampistas eran los encargados de suministrar balones a los cinco delanteros.
Pep Samitier, el “Hombre Langosta”, dibujado por Xavier Salvador.
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AÑOS DUROS
Después de una década fantástica para el barcelonismo, en la que el club
y los aficionados disfrutan de un fútbol alegre vistoso y lleno de triunfos, el
Barça sufre en los años 30 y 40 un contexto político convulso en el que la
guerra civil y el triunfo del bando nacional frenan su progresión futbolística.
Antes de la explosión de la Guerra Civil el Barça contaba con un buen grupo
de futbolistas que querían reeditar las glorias de loa añorados Samitier, Paulino, Piera o Sagi Barba.
El equipo tipo en 1936, con Patrick O’Connell en el banquillo, seguía siendo
un clásico 1-2-3-5 muy encorsetado con los roles muy diferenciados entre
los jugadores destructivos y los atacantes.
EQUIPO TIPO 1936
1-2-3-5
NOGUÉS
ZABALA
ARGEMÍ
ARESO
FRANCO
VENTOLRÀ
RAICH
BALMANYA
ESCOLÀ BARCELÓ
FERNÁNDEZ
En este equipo destaca la presencia de un futbolista con un físico privilegiado, Domenec Balmanya, que supone el relevo natural de Samitier. Balmanya
no disponía del talento natural de ‘Sami’, pero lideraba al equipo gracias a su
empuje y carácter. Ventolrà era también un digno sucesor de Piera actuando
como extremo diestro puro, destacando por sus medidos centros a los goleadores Raich y Escolà. Escolà es seguramente el primer ‘9’ clásico de gran categoría del Barça y Raich, con el ‘8’ a la espalda, más que interior diestro actúa
como un segundo delantero centro con una facilidad goleadora pasmosa.
LA POSGUERRA, DURO TRÁNSITO
Este Barça prometedor se rompe con la Guerra Civil y sufre mucho para
recomponerse en la posguerra. Para calibrar las dificultades de un Barça
que en el inicio de los 40 vive ‘secuestrado’ por el régimen franquista, que
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designa a dedo los presidentes del club, es significativo destacar lo que se vivió en la temporada
1941/42, cuando fue necesaria una promoción
ante el Murcia para que el Barça conservara la categoría. Aquel equipo que resistió en Primera División de manera heroica seguía presentando en el
campo un 1-2-3-5 rígido.
Josep Escolà,
“El Catedrático”,
el primer gran
‘9’ clásico del
Barça.
EQUIPO BASE POSGUERRA
1-2-3-5
NOGUÉS
ZABALA
RAICH
BENITO
SOSPEDEA
ESCOLÀ
ROSALENCH
FRANCO
MARIANO BALMANYA
MARTÍN
VALLE
Hay que destacar la evolución de Balmanya que siguiendo la estela de Samitier con los años pasó de volante a atacante, aprovechando su potencia
y llegada al área. Raich, en cambio, retrasaba su posición a la zona medular
y Escolà encontraba en Mariano Martín un extraordinario compañero en el
área: Mariano era un finalizador de primer nivel. El esfuerzo de jugadores veteranos como Escolà, Raich y Samitier, con trayectorias muy dañadas por la
Guerra Civil, fue clave para que el Barça se reconstruyera y pudiera caminar
hacia otra década prodigiosa: los años 50.
KUBALA REVOLUCIONA EL JUEGO
Superada la posguerra el Barça se repone; el club crece y se consolida como
un referente social y cultural en una Catalunya con pocas vías para expresar
su identidad. En el aspecto futbolístico la llegada de Kubala y la consolidación de una serie de grandes jugadores de la casa suponen una mezcla que
comporta muchos éxitos y una sensible mejora en el juego.
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Laszi Kubala, un
maravilloso prodigio
técnico y físico,
fue el gran líder del
Barça de les Cinc
Copes. Ilustración:
Xavier Salvador.
El Barça de “les Cinc Copes” es un equipo que, entrenado por Daucik, presenta una evolución táctica notable. Uno de los centrocampistas que en los años
40 ejercía de tercer defensa ocasional retrasa su posición a la zaga, pasando
a jugar el sistema 1-3-2-5. El once básico de aquel equipo pentacampeón
era el siguiente:
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EQUIPO DE LES CINC COPES
1-3-2-5
RAMALLETS
SEGUER
GONZALVO III
BASORA
BIOSCA
SEGARRA
BOSCH
KUBALA
CÉSAR
VILA
MANCHÓN
Seguer es un lateral que ya puede incorporarse puntualmente al ataque. En
el centro del campo, Gonzalvo III asume funciones creativas mientras que
Kubala, teórico interior, tiene libertad para moverse a su antojo. El húngaro
revoluciona el juego del Barça gracias a su potencia, técnica depurada, disparos con efecto y su habilidad para mejorar a sus compañeros.
Basora y César, con una larga trayectoria a sus espaldas, viven una segunda juventud gracias a Lasczi. Basora es clave por su finura en los centros y
capacidad goleadora mientras que César es un ídolo en Les Corts gracias
a los cabezazos portentosos. Jordi Vila es habitualmente titular en aquella
temporada 50/51, pero la canción de Serrat haciendo referencia a Basora,
César, Kubala, Moreno y Manchón dejó en el olvido al habitual interior zurdo
de aquel equipo.
Estanislao Basora,
inmortalizado por
Xavier Salvador, fue
un extremo derecho
tan formidable que
la prensa francesa
le apodó con el
sobrenombre de
“el monstruo de
Colombes”.
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De izquierda a derecha, Basora, César, Vila, Kubala y Manchón.
MÉTODO HH
Con Helenio Herrera el Barça consigue
estar en la vanguardia europea del fútbol en cuanto a metodología de entrenamientos y variantes tácticas. HH es
un genio en la motivación y psicología
de grupo asumiendo toda la presión y
liberando de cargas al equipo.
Tácticamente HH no se desvía del 1-32-5, pero incide mucho más en aspectos defensivos. Los marcajes hombre a
hombre no sólo los llevan a cabo los zagueros, los dos volantes son claramente
de contención con la idea de liberar al
quinteto ofensivo. HH es el primer técnico que pondera la cantera del FCB
como instrumento útil para generar futbolistas que tengan un extra de compromiso con el club. El ideal de Herrera
pasa por un armazón sólido formado por
jugadores de casa y atacantes con vitola de cracks desequilibrantes fichados
del exterior.
Antonio Ramallets,, el gran guardameta
de los años 50 y 60, visto por la pluma
de Xavier Salvador.
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El equipo tipo de Herrera no difiere en exceso del Barça de les Cinc Copes
aunque poco a poco van ganando peso jóvenes valores catalanes como Olivella, Rodri, Gensana, Flotats o Vergés.
Un once tipo con HH no difería mucho del siguiente:
EQUIPO BASE HH
1-3-2-5
RAMALLETS
OLIVELLA
SEGARRA
TEJADA
RODRI
GRÀCIA
GENSANA
KUBALA
EVARISTO
SUÁREZ
CZIBOR
Kubala empieza a perder protagonismo por su avanzada edad y en los partidos lejos de Les Corts el liderazgo lo
asume el joven Luis Suárez, un interior
zurdo completísimo que en el 3-2-5 de
la época cuenta como delantero, pero
progresivamente retrasa más su posición a la zona medular para ayudar a los
dos volantes puros. Los interiores dejan de ser simplemente atacantes para
ejercer de enlace con los dos extremos
y el ariete. Los equipos además van invirtiendo en esfuerzos para compensar
y equilibrar la disposición táctica acumulando más efectivos atrás, con lo
que es más complicado recibir balones
al borde del área.
Zoltán Czibor, extremo zurdo, ágil y potente, uno de los tres mágicos húngaros
del Barça. Ilustración: Xavier Salvador.
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El bloque de HH es el que roza la gloria en Berna en la final de la Copa de Europa de 1961. HH ya no dirige el equipo, pero ni Brocic ni Orizaola, entrenador accidental, aportan novedades especialmente significativas en un equipo
que pierde ante el Benfica la llamada “final de los palos”, con cuatro balones
estrellados en la madera que impidieron poner el colofón a una gran época.
Fue el último partido de Luis Suárez, traspasado al Inter, y el final de trayecto
de mitos del club como Ramallets o Kubala.
Aquella primera final de la Copa de Europa perdida por el Barça tuvo este
once y disposición táctica:
FINAL COPA
DE EUROPA
1961, BERNA
RAMALLETS
OLIVELLA
1-3-2-5
SEGARRA
KUBALA
GENSANA
GRÀCIA
VERGÉS
KOCSIS
EVARISTO
SUÁREZ
CZIBOR
Kubala era un jugador con gran dinamismo, pero jugó
muy pocas veces de extremo. El húngaro llegó muy
diezmado físicamente y Orizaola le buscó hueco
aquel día como ‘7’. El equipo estaba más que nunca
dividido en dos bloques: el portero, los tres defensas y los dos volantes, todos jugadores catalanes y
muchos de ellos de la cantera estaban encargados
de dotar al equipo de solidez; y el segundo bloque,
formado por tres húngaros, un brasileño y un gallego, cinco de los mejores futbolistas del momento,
todos cracks, con un potencial técnico insuperable.
Una delantera que tenía un elemento diferencial en
Kocsis, uno de los jugadores más completos y seguramente menos valorados de la historia del club.
Sándor Kocsis, posiblemente el mejor cabeceador de la historia del Barça.
Ilustración: Xavier Salvador.
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Kocsis ha sido, probablemente con César, el mejor cabeceador de la historia
del Barça pero además combinaba la habilidad rematadora de un ariete con
la magia y facilidad para crear goles de un superdotado técnico. Evaristo era
un ‘9’ brasileño que derrochaba fantasía, mientras que Czibor era un reputado extremo zurdo potente ágil y goleador.
LA TRAVESÍA DEL DESIERTO
El trauma de la final de Berna y la depresión económica posterior a la construcción del Camp Nou no tuvieron compensación con una buena gestión
deportiva en la década siguiente. Los 60, tan revolucionarios en lo social,
fueron futbolísticamente años muy oscuros para el Barça. El Barça de Kubala era ya un recuerdo brillante muy alejado del fútbol tristón que el Camp Nou
ofreció en esos años.
La venta de Suárez por 25 millones al Inter lastró a un equipo que pasó
en pocos años de contar con una delantera con excedente de talento a
tenerse que conformar con un ataque muy limitado. Es una década en
la que los entrenadores pasan con más pena que gloria. La mayoría no
superan una temporada de estancia en el banquillo y tras el fracaso de
cada año se cambia al inquilino del mismo sin que ello aporte soluciones
futbolísticas.
La mayoría de técnicos son gente de la casa como Kubala, César, Gonzalvo
II, Seguer, Sasot o Salvador Artigas. Técnicos que en su idea de reverdecer
viejos laureles apuestan por un fútbol ofensivo que, sin grandes cracks, no
cuaja. El público reclama resultados, pero ya se empieza a considerar también como una imperiosa necesidad que el buen juego sea el camino a seguir.
En los años 50 el aficionado culé se ha acostumbrado a un juego brillante y
a la vez eficaz al que no quiere renunciar. Es una década sin apenas éxitos,
pero en ningún caso se renuncia a una identidad futbolística que siempre
pasa por jugar al ataque.
En un contexto futbolístico mundial donde la fuerza se impone a la técnica
(Inglaterra gana el Mundial del 66) el clásico 1-3-2-5 va cayendo en desuso
y poco a poco se gana un defensa a costa de un delantero y el esquema más
recurrente pasa a ser el 1-4-2-4
Es difícil buscar un once tipo de los 60 porque en los primeros años se vive de
los coletazos del “Kubala Team” y en los últimos años de la década ya se aprecian signos de un fútbol total que va a cambiar muchos clichés. Este sería un
once tipo de una de las épocas más complicadas de la historia del Barça.
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EQUIPO BASE AÑOS 60
1-4-2-4
SADURNÍ
BENÍTEZ
OLIVELLA
GALLEGO
MULLER
ELADIO
RIFÉ
PEREDA
FUSTÉ
ZALDÚA
ZABALLA
Josep Maria Fusté, el primer
“noi de Linyola”.
En una defensa de cuatro hombres, uno
de los grandes atractivos de aquel momento era observar la capacidad atacante del lateral paraguayo Julio César
Benítez, un ‘2’ avanzado a su época con
un gran talento ofensivo que murió prematuramente siendo aún jugador en
activo por causas aún desconocidas
(oficialmente, por una mariscada en
mal estado).
Ferran Olivella, lateral en una zaga de
tres, pasó a ser central con uno de los
mejores y más contundentes centrales
de la época, el andaluz Gallego. En el
centro del campo Muller era un complemento para el fino interior Chus
Pereda y el ‘10’ de Linyola, Josep Maria Fusté. Fusté era un futbolista de la
casa dotado de una técnica maravillosa
y fue pieza fundamental de la España
campeona de Europa ante la URSS en
1964, con el mítico gol de Marcelino.
Fusté era considerado uno de los mayores talentos ofensivos de la Europa
de la época. Esta calidad que poseían
los jugadores de creación no estaba en
consonancia con los atacantes, buenos jugadores pero lejos de ser cracks
de nivel mundial. El cierre de las fronteras impide que el FCB pueda recurrir
como en los 50 a talento extranjero de la talla de Evaristo, Kubala o Czibor.
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CAMINO DEL FÚTBOL TOTAL
La llegada de Vic Buckingham al Barça en 1969 supone el primer paso hacia la modernización del juego azulgrana. De nacionalidad inglesa, pero con
un libreto procedente del fútbol holandés, Buckingham pretende un cambio en la propuesta del juego del Barça. Dominar los partidos y atacar en
base a un esquema muy rígido tiene que dar paso a un concepto más dinámico en el que los delanteros han de colaborar más en defensa y los
zagueros tienen que estar más implicados en la construcción del juego.
Uno de los teóricos delanteros retrasa su posición para ocupar mejor los espacios y del 1-4-2-4 se pasa al 1-4-3-3, un esquema que se ganará con
el paso del tiempo un lugar privilegiado en el imaginario de los aficionados
barcelonistas.
Vic Buckingham, dirigiendo su primer entrenamiento como técnico del Barça, el 2 de enero de 1970.
(Foto: FC Barcelona).
Una de las frases que se le atribuyen a Buckingham es la que le comentó a
un grupo de directivos a los que dijo: “¿Cuánto les cuesta a ustedes el fútbol
base anualmente? Con ese dinero mejor sería invertirlo en un gran fichaje”.
Hay quien lo interpreta, como Laureano Ruiz (entrenador en el fútbol base
del Barça desde 1971 a 1978), como un desprecio a la cantera; y hay quien
entiende, como Josep Maria Minguella (ayudante de Buckingham), como una
petición de mayor inversión e interés en los equipos inferiores.
FÚTBOL TOTAL
Tras dos temporadas con una evolución positiva del juego pero sin los resultados esperados Buckingham deja el cargo a Rinus Michels, quien también
llega procedente del Ajax. A diferencia de lo que sucedía en los años 60 en
este relevo técnico sí se advierte una coherencia ideológica en la elección del
entrenador. Michels profundiza en los cambios introducidos por su predece17
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sor y le añade un carácter y energía muy característica del que fue bautizado
como “Míster Mármol” por la contundencia de su mensaje. Los métodos más
desarrollados de la época para preparar físicamente al grupo llegaron de la
mano de un Michels que además introdujo mucho más trabajo con balón. El
cénit de la filosofía Michels se alcanzó con el fichaje de Cruyff, que revolucionó la liga española, conquistada por el Barça tras catorce años de sequía,
con un juego portentoso. El fútbol de los Países Bajos en el Mundial de 1974
tuvo un avance en aquella temporada 1973/74 con el 0-5 logrado en el Bernabéu como obra maestra. Aquel día, Michels alineó este once
EQUIPO 0-5 BERNABÉU
(17-Febrero-1974)
1-4-3-3
MORA
RIFÉ
COSTAS
TORRES
JUAN CARLOS
DE LA CRUZ
REXACH
CRUYFF
ASENSI
SOTIL
MARCIAL
La posición de Cruyff hacía imposible concretar qué esquema era el utilizado
por Michels. Cuando Cruyff actuaba en el medio del campo se asemejaba a
un 4-3-3 claro, pero cuando Johan actuaba más en punta Sotil se escoraba
a la izquierda y Marcial retrasaba su posición a la de volante. Además, Rifé ya
no era extremo sino lateral y Juan Carlos era un volante muy creativo lejos de
los peones que normalmente se situaban por delante de la zaga. Rexach también era un extremo inusual ya que se encontraba más a gusto rematando y
actuando cerca del área que abriéndose a la cal como un exterior clásico. Las
piezas encajaban para un estilo de fútbol total nunca visto, con un despliegue físico en el que todo el equipo atacaba con el balón y todos defendían sin
la pelota. La idea de medio equipo atacando y medio defendiendo de los años
50 y 60 había quedado desfasada.
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Johan Cruyff, en una de sus más célebres acciones con el Barça, retratado
por Xavier Salvador.
VACILACIONES
La llegada de Núñez a la presidencia del Barça coincidiendo con la marcha
de Cruyff y la llegada de la democracia supone nuevamente una época de
urgencias históricas y ausencia de un plan definido a la hora de elegir los
entrenadores.
Pasan de manera efímera mitos como Kubala y HH o antiguos jugadores
como Lucien Muller o Rifé. La llegada de Udo Lattek supone una apuesta
por el estilo de fútbol alemán que triunfa en los 80. Con Schuster y Lattek
parece que la idea puede funcionar, pero de nuevo hechos inesperados como
el secuestro de Quini provocan que se escape una liga que el Barça tenía encarrilada. Con el fichaje de Maradona se busca argentinizar también el banquillo y el escogido es César Luis Menotti, con el bagaje de haber ganado el
Mundial de 1978.
Menotti impone un estilo menos físico y de más toque, con dos cracks sublimes y una plantilla de nivel medio que acompañe a las dos grandes figuras.
El Barça de Menotti jugaba de esta manera.
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EQUIPO TIPO MENOTTI
1-4-4-2
URRUTI
SÁNCHEZ
ALEXANKO
VÍCTOR
MIGUELI
JULIO ALBERTO
SCHUSTER
CARRASCO
MARADONA
ALONSO
MARCOS
Menotti apostaba por un 1-4-4-2 con matices. Sánchez había pasado de interior a lateral y Julio Alberto era también un lateral zurdo muy profundo. En
el centro del campo el perfil era el opuesto: dos peones de brega incansables
y generosos como Víctor Muñoz y Periko Alonso corrían para el lucimiento
del mejor pasador en largo que ha visto el Camp Nou, Bernd Schuster, y el
virtuoso y mago más genial que se había visto jamás con el balón en los pies,
especialmente en su zurda, Diego Armando Maradona. En el ataque, la novedad es la ausencia de un ‘9’ y la presencia de dos extremos hábiles como
Carrasco y Marcos muy abiertos.
Maradona y Schuster, dos figuras gigantescas en el Barça de Menotti.
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Este Barça alternó grandes tardes de fútbol con actuaciones para olvidar,
sobre todo debido a la ausencia de uno de los cracks por lesión o enfermedad. Era un equipo diseñado en función del desequilibrio de Schuster y Maradona y cuando faltaba uno de ellos el ‘invento’ se demostraba poco útil.
Tras la marcha de Menotti, el presidente Núñez volvió a sorprender y después de un alemán y un argentino llegó un inglés. Terry Venables no era como
Vic Buckingham, un británico con una concepción holandesa del fútbol. La
llegada de Venables supuso un cambio radical en la manera de entender el
juego. El Barça de esos tres años (1984-87) es el que menos coincidencias
tiene con el estilo ofensivo y de toque que ha caracterizado al club en la mayor parte de su historia.
Venables aplicó su idea de “pressing” que triunfó en el primer año ya que los rivales de la liga española no supieron contrarrestar esta propuesta. El Barça se
sentía más cómodo sin balón y en ocasiones renunciaba al juego combinativo
para enviar un pelotazo arriba y poder ir a presionar al rival, robarle el balón y así
atacarlo sin que este pudiera organizar un sistema defensivo bien escalonado.
Las jugadas de estrategia también se trabajaron que nunca y se consiguió
una cifra de goles de córner impensable hasta entonces.
Aquella primera temporada de Venables en el Barça el once tipo fue este:
EQUIPO TIPO VENABLES
1-4-4-2
URRUTI
GERARDO
ALEXANKO
CALDERÉ
MIGUELI
JULIO ALBERTO
SCHUSTER
ARCHIBALD
ROJO
VÍCTOR
CARRASCO
El esquema táctico era parecido al de Menotti con un 4-4-2 con Schuster
de eje creativo y dos peones, aunque Calderé tenía más llegada que Alonso.
Rojo, que era extremo, ejerció de mediapunta en una demarcación similar a
la de Maradona. Arriba seguía el extremo hábil Lobo Carrasco, pero en lugar
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de Marcos jugó Steve Archibald, un punta muy móvil que no era ni delantero
centro ni extremo, ni tampoco destacaba por su fuerza o habilidad pero era
pícaro y oportunista. Más allá del dibujo táctico, el cambio residió en el concepto del juego y la intensidad. De los entrenamientos por la tarde y la dudosa cultura del esfuerzo que pregonaba el clan argentino se pasó a un trabajo
más metódico de Venables.
LA IDEA DE CRUYFF
En la temporada 1988/89 se produce una decisión clave en el devenir del
juego y la propuesta futbolística del Barça. Núñez parece decidido a contratar a Javier Clemente, famoso por sus planteamientos defensivos en el
Athletic y Espanyol, pero finalmente el elegido para sustituir a Aragonés es
Johan Cruyff. El holandés dirige durante ocho años el Barça y más allá de
sus cuatro títulos de Liga y la primera Copa de Europa establece un estilo
que entronca con la idea del Barça de Kubala y Michels y lo sistematiza en el
fútbol base, un hecho clave para el futuro del club.
La primera Copa de Europa para el Barça llegó en 1992, en Wembley,
con el Dream Team dirigido por Johan Cruyff.
Tácticamente Cruyf apuesta por un 1-3-4-3 inédito, sin centrales contundentes ni un ‘9’ finalizador. Los rondos y el juego de posición se convierten
en una manera de entender el juego muy especial en la que la técnica prima
y el control del balón es un arte. En los ocho años de Cruyff hay cambios y
evoluciones en sus esquemas, pero este podría ser un equipo tipo del “Dream
Team” apodo con el que pasó a la historia este conjunto:
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EQUIPO TIPO DREAM TEAM
1-3-4-3
ZUBIZARRETA
FERRER
KOEMAN
EUSEBIO
GUARDIOLA
STOICHKOV
BAKERO
SERGI
AMOR
LAUDRUP
BEGIRISTAIN
En la defensa podrían optar a un sitio Nando, Serna o incluso Goiko. En ataque,
Salinas era el jugador número 12. La posición de líbero creativo de Koeman y
la de ‘4’ por delante de la defensa de Pep Guardiola eran clave para garantizar
una salida limpia del balón. En el centro del campo los peones de brega daban
paso a volantes de toque como Eusebio y Amor. Bakero, más limitado de talento, destacaba por su carácter, llegada a gol y sacrificio. Arriba Laudrup era
el antidelantero rematador, un falso nueve para filtrar pases a los extremos y
desquiciar a los centrales. Los extremos también habían mutado su rol. Ya no
eran centradores de balones para el ariete, sino que eran delanteros camuflados en la banda para encontrar espacios y trazar diagonales. Stoichkov lo
hacía por velocidad y potencia mientras que Txiki Begiristain era fino y listo y
Salinas, aunque poco académico resultaba muy eficaz.
EL POST-CRUYFFISMO
Con la marcha de Cruyff, y antes de la llegada de Van Gaal, el barcelonismo
vive un año de contrastes en el que se festejan los tres títulos conseguidos
por Bobby Robson, pero se discute su idea de fútbol. Se abandona el juego
de posición de Cruyff y se busca potenciar la contundencia en las áreas con
un esquema hasta entonces inédito en el Barça.
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EQUIPO TIPO ROBSON
1-4-2-3-1
VITOR BAIA
FERRER
COUTO
FIGO
GUARDIOLA
ABELARDO
POPESCU
SERGI
DE LA PEÑA
RONALDO
LUIS ENRIQUE
El fichaje de Ronaldo le otorga al Barça de Robson un poder intimidador enorme, que aprovecha a la perfección un equipo con grandes talentos ofensivos
(Figo, Luis Enrique y Giovani) y un exceso de centrales de calidad (Couto,
Abelardo, Nadal, Blanc y Popescu). Robson utiliza al rumano Popescu como
doble pivote junto a Guardiola y en ocasiones incluso refuerza la defensa con
tres centrales y dos carrileros. Más allá del esquema táctico (1-4-2-3-1) la
esencia futbolística del cruyffismo desaparece en aras de un equipo con un
estilo mucho más similar al de los grandes equipos europeos. El Barça no
pierde su potencial, pero si su estilo diferencial.
Luis Figo, a las órdenes de Louis van Gaal.
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La llegada de Van Gaal supone la recuperación de la identidad histórica del
Barça con un entrenador que se reconoce heredero de Rinus Michels. Vuelve
el fútbol-control y el 1-4-3-3 como base táctica de un equipo que busca la
profundidad con dos extremos totalmente abiertos y en ocasiones estáticos.
Aunque comparten la esencia futbolística, los métodos de Van Gaal son antagónicos a los de Johan: Louis impone su rigidez y método casi científico y
el juego gana en sistematización, pero pierde ingenio e improvisación.
EQUIPO TIPO VAN GAAL
1-4-3-3
HESP
REIZIGER
ABELARDO
FRANK
DE BOER
BOGARDE
LUIS ENRIQUE
GUARDIOLA
FIGO
COCU
KLUIVERT
RIVALDO
Después de Van Gaal y con Joan Gaspart de presidente, Serra Ferrer, Rexach
y Antic dirigen al Barça en una época difícil en la que, por momentos, los resultados negativos dejan de lado la búsqueda del fútbol característico del Barça.
Con la llegada de Joan Laporta y la apuesta por Frank Rijkaard de nuevo el juego se ve impulsado con una mezcla de estilo holandés con matices italianas.
Rijkaard mezcla su ADN holandés con la experiencia en el calcio, formando un
Barça consistente defensivamente y de nuevo alegre y sistemático en ataque.
EQUIPO TIPO RIJKAARD
1-4-3-3
VALDÉS
BELLETTI
PUYOL
MÁRQUEZ
XAVI
EDMILSON
GIULY
GIO
DECO
ETO’ O
RONALDINHO
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Con Rijkaard, el Barça regresó a su juego de raíces holandesas. Ilustración: Álex Santaló.
Rijkaard empezó su andadura apostando por un 1-4-2-3-1 con Quaresma y
Luis García de extremos y Ronaldinho de ‘10’, pero el equipo no funcionaba y
con la incorporación de Edgards Davids en el mercado de invierno de la temporada 2003/04 el equipo se equilibró mediante un centrocampista más y
la reubicación de Ronaldinho a la posición de extremo zurdo. Iniesta y Messi
fueron ganando protagonismo en un equipo en el que marcaba la diferencia
el carácter y clase de Deco en el medio del campo y la efectividad y rebeldía
de Samuel Eto’ o en un ataque repleto de fantasía y gol.
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El carácter reposado de Rijkaard funcionó en los tres primeros años, pero se
mostró como ineficaz en las dos últimas temporadas, con lo que se buscó un
revulsivo en el banquillo para seguir aprovechando una generación única de
talento surgida de La Masia.
LA ERA DE LA MASIA Y PEP GUARDIOLA
Pep Guardiola, que había ascendido al Barça B a Segunda B, le dio una vuelta
de tuerca táctica al equipo: juntó sus líneas y radicalizó el juego de posición.
La idea de dominar los encuentros a través del balón alcanzó su máxima expresión en unos años donde el estudio del rival y la profesionalización al
máximo de todo el cuerpo técnico y auxiliar que trabaja para el primer equipo
fue clave. Guardiola buscó reinventar cada temporada sus movimientos tácticos para sorprender al rival. Empezó con un ‘9’ clásico y acabó con Messi
actuando como futbolista más avanzado pero ejerciendo de falso 9. Pep alternó también el 1-4-3-3 con el 1-3-4-3 buscando, en su última temporada,
encajar a Cesc Fábregas en el equipo. El centro del campo formado por Sergio Busquets, Xavi e Iniesta más Messi de falso 9 es considerado como técnicamente inmejorable a través de una idea de juego irrenunciable concebida
desde La Masía, donde los cuatro se formaron como futbolistas.
Con Pep Guardiola como entrenador, el Barça ganó 14 títulos en cuatro temporadas. (Foto: Jordi Cotrina).
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EQUIPO BASE GUARDIOLA
1-4-3-3
VALDÉS
ALVES
PIQUÉ
PUYOL
XAVI
PEDRO
MESSI
BUSQUETS
ABIDAL
INIESTA
VILLA
Con la marcha de Guardiola, primero Tito Vilanova y Tata Martino después
intentan alargar el ciclo triunfador de Guardiola, pero con Luis Enrique volvemos a apreciar una evolución en la manera de jugar del equipo.
Sin perder su esencia, Lucho busca mezclar el l juego de posición con un fútbol más vertical y sin renunciar a los contragolpes. Con Luis Enrique pierde
peso el centrocampismo y se busca ser más contundente en las áreas.
EQUIPO BASE LUIS ENRIQUE
1-4-3-3
VALDÉS
ALVES
PIQUÉ
MASCHERANO
RAKITIC
BUSQUETS
MESSI
SUÁREZ
ALBA
INIESTA
NEYMAR
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Revista#20
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Luis Enrique, en el
estadio olímpico de
Berlín tras ganar la
Champions League
de 2015.
Los fichajes de Neymar y Luis Suárez han posibilitado conformar una delantera de lujo que Luis Enrique quiso situar en principio con dos puntas y un
mediapunta por detrás (Messi), pero mediada la temporada Neymar volvió a
la izquierda, Suárez a ser el único ‘9’ y Messi actuó nuevamente como en la
era Rijkaard de extremo diestro, una posición únicamente de punto de partida que permite al argentino actuar con libertad de movimientos, bajando en
ocasiones al centro del campo y gobernando los partidos a placer.
Jaume Marcet
@jaumemarcet
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Ilustración:
Alex Santaló
Alberto López Frau
EL VIEJO
PROFESOR
LUCESCU
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Hay personajes en el mundo del fútbol
que no tienen el reconocimiento que merecen: uno de ellos es el gran Mircea Lucescu (Bucarest, 29/07/1945). Para entender
al técnico que ha sido, y que aún es, hay que
remontarse muchos años atrás. Mundialista
como jugador con Rumanía en 1970 en tierras mexicanas, tres años antes, en 1967,
tuvo una experiencia que le cambió su forma de ver la vida, y por supuesto de ver el
fútbol. Así, cuando Mircea Lucescu llegó
al banquillo de Shakhtar Donetsk, en el ya
lejano año 2004, cambió por completo la
política de fichajes del club —el Shakhtar
era un club hasta aquel momento basado en jugadores locales, con
poco espacio para los foráneos—. Para entonces Lucescu ya tenía
claro que Brasil iba a ser un buen vivero, idea que no le surgió de un
día para otro. En la gira que Mircea había realizado con Rumanía,
previa a las Navidades de 1967, fue cuando quedó prendado para
siempre. Esa gira comenzó a cambiar la historia de un personaje que
nació en un país donde las normas del socialismo más estricto no
permitían que la palabra “libertad” asomase por ningún sitio.
L
ucescu fue un delantero que jugó la
mayor parte de su carrera en el Dinamo de Bucarest, aunque en tres etapas distintas. A sus 22 años aún no había
debutado con la selección absoluta, pero
sí jugaba con la Rumanía B. En aquellos
años se estilaba que todos los países tuvieran una selección A y otra B. Lucescu
estaba concentrado con la B de Rumanía
en África, concretamente en el Congo,
para jugar en Kinshasa un amistoso con
la selección local, cuando de repente recibió una llamada de la Federación para
incorporarlo a la selección absoluta que
se encontraba en Brasil realizando una
gira. Lucescu, como loco de contento por
la oportunidad con la selección absoluta,
comenzó un periplo de varios días para
poder llegar a Brasil y jugar allí en una experiencia que terminaría cambiando su
vida para siempre.
LA ESENCIA DEL BRASILEÑO
Rumanía ya vivía bajo el yugo del dictador Nicolae Ceausescu, y para los jugadores nativos de la época resultaba
muy difícil imaginar ni siquiera cómo
era la vida allende sus fronteras. Lucescu estuvo tres días en Dakar, capital de
Senegal, esperando un visado indispensable para poder viajar a Porto Alegre.
En una entrevista concedida años después a la revista francesa France Football, declaró que Brasil le había abierto
los ojos respecto al fútbol—fue designado mejor jugador de aquel torneo en
tierras brasileñas—, y también acerca
de otros aspectos de la vida. Dejó una
frase en aquella entrevista que resume
bien lo que la experiencia influyó en su
forma de pensar:
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“Es muy fácil imaginar cuánta admiración
y deseo experimenté yo, un joven jugador,
cuando llegué de un país socialista cuya
existencia en el mundo solo se conocía a
través de un mapa. En esa época, todavía sin preocupaciones, descubrí la esencia de cada brasileño: fútbol, samba, playa y sexo. Así entendí que para ellos esto
es suficiente para ser felices”.
Aquella vivencia le unió de alguna forma
de por vida con el país sudamericano y
desde que terminó su carrera profesional
como jugador siempre ha girado sus ojos
hacia las jóvenes promesas brasileñas.
Nunca hacia los primeros espadas, ya
consolidados, sino hacia futbolistas prometedores, que son los que han contribuido en la última década a que su Shakhtar
haya sido, por momentos, uno de los equipos más vistosos del viejo continente.
Desde que terminó su carrera
profesional como jugador siempre
ha girado sus ojos hacia las
jóvenes promesas brasileñas.
Rumanía se enfrentó en aquella gira de
finales de los sesenta a equipos como el
Flamengo, Vasco de Gama e Internacional de Porto Alegre. Su condición de ambidiestro, su buen regate y la movilidad
por todo el frente del ataque no pasaron
inadvertidos para sus rivales ni para la
prensa de la época. Su estilo como jugador se asemejaba al que muchos jugadores brasileños de la época manejaban. Cuando tres años después disputó
el Mundial de México 70 con Rumanía y
se enfrentó al super-Brasil de Pelé, ya había sido seducido por la esencia del fútbol
y la vida de aquel país; Lucescu ya tenía
un trocito de su corazón en Brasil antes
de enfrentarse a la deslumbrante selección de los “cinco dieces”. Guarda en casa
como un tesoro la camiseta que usó Pelé
en aquel partido y que intercambió con él.
En la selección había jugado 74 veces.
Su carácter inquieto le llevó a no conformarse nunca, hasta el punto de que en
1990, siendo ya entrenador del Dinamo
de Bucarest, y habiéndose retirado como
jugador en 1982, volvió a jugar un partido con un Dinamo que ganó de nuevo
Liga y Copa, ya con 45 años.
Su carrera como técnico había comenzado en 1979 como jugador-entrenador
del Corvinul Hunedoara. La Federación
rumana no tardó en darse cuenta de su
talento también en los banquillos y le
captó rápidamente. Tras trabajar con las
categorías inferiores debutó como seleccionador camino del Mundial 82, aunque
no logró clasificar a su selección para
dicho campeonato. Sí lo hizo para la Eurocopa del 84, compartiendo grupo con
Portugal, España y la República Federal
de Alemania. No pasó de la primera fase,
pero ya había conseguido devolver al fútbol rumano al primer nivel europeo.
CULTO, SIETE IDIOMAS,
MENTE ABIERTA…
Como soberbio estratega que es, la Italia
campeona del mundo con Enzo Bearzot
se dejó casi todas sus posibilidades de
acudir a la Europa en Bucarest un 16 de
abril del 83. Rumanía batió a Italia, con
un gol de Laszlo Boloni. Aquel día Lucescu estuvo en el foco mediático del fútbol
europeo por primera vez. Rumanía formó
con Moraru en la puerta; Rednic, Ungureanu, Augustin y Stefanescu en defensa;
Iorgulescu, Klein y Boloni en medio campo; Geolgau y Balaci por detrás de Camataru, arriba. Atrás, Ungureanu y Rednic
eran duros, Boloni tenía muchísima calidad en su pierna izquierda y sería el antecesor de otros grandes ‘10’ del fútbol
rumano como Hagi o Dorin Mateut, héroe
del Dinamo que años después entrenó el
propio Lucescu.
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Tras no poder clasificar a Rumanía para
el Mundial de México 86, fue relevado
por el técnico de moda en aquel momento en su país, Emerich Jenei, que venía
de conquistar la Copa de Europa con el
Steaua en Sevilla ante el Barcelona.
Lucescu es una persona culta, habla siete idiomas y su mentalidad, muy abierta, le facilita tener contactos por todo el
mundo. Le gusta que sus equipos sean
los protagonistas de los partidos y en el
Shakhtar se ha visto perfectamente reflejado. El Lucescu técnico es una mezcla
de las influencias que ha ido cosechando
y asimilando: la disciplina, casi militar
para algunos aspectos, combinada con
la libertad total que manejan sus equipos
cuando se trata de atacar, además de la
Rumanía en la que él nació, jugó y dirigió
desde su nacimiento hasta los inicios de
la década de los 90, con la influencia y
admiración que le dejaron sus viajes a
tierras brasileñas. El equipo más mediático que dirigió jamás fue el Inter de Milán posterior a Gigi Simoni, pero no tuvo
tiempo de arraigar en el tormentoso banquillo neroazurro.
SALTO DE CALIDAD
BRASILEÑO
Tras entrenar en tres países diferentes,
Rumanía, Italia y Turquía, el dueño del
Shakhtar, Rinat Ajmetov, decidió poner en
sus manos el futuro de un club al que en
aquellos tiempos aún le costaba mirar al
extranjero. Lucescu buscó de inmediato el
salto de calidad en Brasil, no podía ser de
otro modo. Intentó y sigue intentando
traer jugadores jóvenes brasileños, con
grandes condiciones técnicas, y mejorarles con la disciplina europea, como jugadores y como personas; la mezcla que es
Lucescu como persona reflejada en sus
jugadores. No hay que confundir la disciplina con el látigo; de hecho, con el juego
que intenta practicar su idea es generar
un clima idóneo donde esos jóvenes jugadores que llegan se sientan implicados
para poder rendir mejor.
Su idea es generar un clima idóneo
donde esos jóvenes jugadores que
llegan se sientan implicados para
poder rendir mejor.
Tácticamente es un amante del 4-2-3-1.
En su línea de mediapuntas incluye movilidad, capacidad técnica, verticalidad y gol,
temporada tras temporada. Willian, ahora
en el Chelsea, fue en sus temporadas en
el Shakhtar un jugador que arrancando
desde la banda izquierda y siempre hacia dentro era capaz de hacer que jugase
todo el equipo entero. Una maravilla.
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A Lucescu le gustan los centrales con
buena salida de balón y laterales muy largos, que centren bien, y que participen
permanentemente de la construcción
del juego. Darijo Srna, capitán e icono
del club, es el perfecto espejo de ello. El
lateral croata es la extensión de Mircea
Lucescu en el campo. A Lucescu le gusta
que su equipo toque y avance en bloque
sin renunciar a jugar en largo cuando es
necesario y entrar por banda, casi siempre con sus laterales.
El primer brasileño que le funcionó fue
Francelino Da Silva Matuzalem. Llegó de
la mano de Lucescu en 2004 y en dos
años jugó 68 partidos y dejó 25 goles. El
rendimiento de Matuzalem fue la mejor
justificación posible ante su presidente
acerca de la idoneidad de buscar en Brasil
todo el talento del que carecía el equipo.
Lo que Lucescu ha instalado en la golpeada y magullada Donetsk es un modelo de
club, un modelo que tuvo en los brasileños
Matuzalem o Jadson (estuvo de 2005 a
2012 en el club) sus pioneros, pero que
sobrevive año a año pese a la venta de sus
mejores futbolistas.
El Shakhtar los forma y se aprovecha de
los primeros años en los que despuntan;
después debe asumir su marcha e inicia
el proceso con nuevos talentos. No le ha
permitido ganar muchos títulos internacionales, solo la Copa de la UEFA de
2009, pero lleva ocho Ligas, cuatro Copas y siete Supercopas desde que el viejo profesor es el técnico. Además, es un
habitual en la Liga de Campeones con un
nivel muy superior al equipo histórico por
excelencia en la antigua Unión Soviética
y en la actual Ucrania, el Dinamo de Kiev.
El Shakhtar los forma y se
aprovecha de los primeros años en
los que despuntan, después debe
asumir su marcha e inicia el proceso
con nuevos talentos.
A sus 70 años es imposible saber cuándo
Lucescu dirá basta. En la actualidad todo
está muy complicado, por la situación del
país, y en concreto de la ciudad de Donetsk, ubicada en el foco del conflicto,
pero el “astuto” (le apodan Furbescu, la
palabra procede de furbo, astuto en italiano) Mircea por el momento sigue ejerciendo su magisterio una campaña más.
Alberto López Frau
@Albercampeontv
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AGÜERO,
LESIONES
Y GOLES
Emmanuel Ramiro
Todos en algún momento hemos admirado sus arrancadas, sostenidas por
un tren inferior que recordaba a viejos rockeros del área. Ahí donde primero se dispara y luego se pregunta, Sergio se siente feliz. Casi tanto como
cuando siendo un enano no despegaba sus ojos del televisor viendo a su
personaje favorito, Kum-Kum, el protagonista de una serie japonesa de dibujos animados. De aquellas tardes heredó su apodo cuando saltó por primera vez al terreno de juego. Lo hizo con poco más de 15 años y su cuerpo
frágil no se resintió a los golpes de la élite argentina. Sería mucho después
cuando su motor, esas piernas que le abren atajos en el área, se gripara en
forma de lesiones. Todos en algún momento hemos pensado también que
sin ellas Sergio Leonel Agüero hubiera peleado por los premios individuales bañados en oro.
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A
ceptado por todos —expertos, preparadores y futbolistas— que la continuidad y la confianza son los cimientos sobre los que se asienta la carrera de cualquier goleador, la del Kun ha estado llena de altibajos. Trufada
por meses en los que sus goles y su juego señalaban un horizonte de balones
y botas doradas, de Premier League teñidas de sky blue y de sueños mundiales bajo el sol albiceleste. Sin embargo, el tiempo se congelaba en un tackling
sobre la lluvia, en una aceleración que se apagaba entre roturas de fibras o pinchazos musculares y en recuperaciones anticipadas. Ahora que Agüero apura
una de esas recuperaciones, ahora que cumple una década en Europa es momento de hacer balance y analizar hasta qué punto su progresión, impacto y
ascendencia en sus equipos se ha visto limitada por las lesiones. En el recuerdo, junto al rosario de goles y celebraciones se cuelan los gestos de dolor, las
ausencias y los días viendo el fútbol pasar sin chutar a la pelota.
UN 2015 CASI IDÍLICO
“El Kun Agüero está en el mejor momento de su carrera”, aseguraba con una
media sonrisa Manuel Pellegrini el pasado mes de agosto. Su equipo acababa
de vencer con contundencia al Chelsea de Mourinho y el delantero argentino
había sido un verdadero quebradero de cabeza para la zaga blue. Pellegrini,
poco dado a los elogios, ahondó esa tarde en la aportación de su principal
estrella: “Esta temporada puede estar mejor que la pasada. Está maduro y
mejorando en muchas cosas. No creo que tenga problemas con sus lesiones,
la pasada temporada ya no tuvo problemas de musculatura, será muy importante para nosotros”.
Y tenía motivos para la confianza el chileno. El buen inicio de temporada del
City se sustentaba en gran parte en las actuaciones del Kun. El delantero
argentino continuaba la senda iniciada la temporada pasada y su idilio con el
gol se coronó en su partidazo contra el Newcastle. Cinco tantos que iluminaban el otoño británico y encaramaban a los citizen a lo más alto de la Premier.
Agüero marcaba diferencias con seis dianas en ocho encuentros que elevaban su porcentaje a los 0,75 goles por partido. Pero entonces llegó el déjà
vu. El vuelo transoceánico. Las eliminatorias sudamericanas. El desgarro en
el bíceps femoral. Un mes de baja, cuando mejor estaba.
“En la 2013-14 cada tres sesiones tenía que parar, y
tenía que someterme a toda una serie de trabajos de
rehabilitación. Eso ahora ha mejorado. Necesitaba llevar
una vida más saludable”.
Era la primera vez que tenía que parar por lesión en 2015. Y su secreto tenía
nombre y apellidos: Giuliano Poser. La asistencia, en esta ocasión fuera de la
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cancha, se la había dado un buen amigo suyo, Leo Messi. Agüero, hastiado
de las continuas lesiones que sufrió en las dos últimas temporadas pidió ayuda a su compañero de delantera en la albiceleste a finales del año pasado. El
de Rosario le recomendó al galeno italiano con el que tan buenos resultados
ha obtenido. Poser, experto en nutrición, le diseñó una dieta equilibrada con
la que el delantero del City tuvo que limitar los hidratos y proteínas procedentes de la carne, la pasta y también los azúcares.
De esa manera, dejó atrás un calvario de lesiones musculares que le limitaban
hasta en los entrenamientos: “En la 2013-14 cada tres sesiones tenía que parar, y tenía que someterme a toda una serie de trabajos de rehabilitación. Eso
ahora ha mejorado. Necesitaba llevar una vida más saludable, empezando por
la comida y desde entonces no he tenido una lesión muscular”. Los resultados
no se hicieron esperar y en la temporada 2014-15 Agüero terminó coronándose como máximo goleador de la Premier League, con 26 goles en 33 partidos, con un ratio de 0,79 G/P en los 2540 minutos disputados.
En la Champions League también completó una magnífica hoja de servicios.
Aunque se perdió el trascendental encuentro en el Olímpico frente a la Roma
en la fase de grupos, guió a los suyos hasta los octavos de final con seis
goles en siete encuentros. Allí quedaron apeados por el que más tarde sería campeón de Europa, el FC Barcelona. En la 2014-15, el Kun disputaría
3200 minutos repartidos en 42 encuentros en las islas, marcando 32 goles.
Si sumamos los partidos internacionales disputados con su selección la cifra
se alza hasta los 50 encuentros y los 39 goles en la que supone ya la temporada más productiva para el delantero argentino de 27 años.
LOS NUBARRONES DE MANCHESTER
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La fragilidad de su físico había marcado buena parte de la aventura del Kun
en Inglaterra. Su andadura con los citizen en cualquier caso arranca bien,
muy bien. En su primera temporada en la Premier, Agüero encaja en el puzle
de Mancini como la pieza maestra y con 23 años no le pesa el salto a una
nueva liga. La aclimatación al país y a la cultura del fútbol británico también
resulta inmediata. El argentino demuestra la misma habilidad para sortear
los rivales como las lesiones y en su debut en la Premier League participará
en 34 encuentros en los que marca 23 goles para un total de 2592 minutos.
Ese vigesimotercer gol permitiría que la Premier se vistiera de azul cielo en
Manchester 44 años después.
En la 2011-12 sus únicas ausencias de importancia se producen en la Premier. Agüero es baja en la jornada ocho y no vuelve a perderse un partido
hasta la 27, aunque sería tres jornadas después cuando saltarían las alarmas, con una lesión que Mancini calificó de “estúpida”. Ocurrió en la jornada
29, cuando tras jugar los 90 minutos frente al Chelsea recibe un golpe en el
tobillo. En ese momento no parecía revestir mayor gravedad, pero al aplicarle
un espray anestésico se le produce una quemadura en la parte superior del
pie derecho. El resultado son 15 días en el dique seco, siendo baja en las
jornadas 30 y 31 donde el City firma sendos empates. Aquello casi les cuesta el campeonato a los Sky Blues.
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En su segunda temporada en Manchester (2012-13) los problemas, en forma de lesiones comienzan muy pronto. Una lesión de rodilla producida el 19
de agosto, en la primera jornada de la Premier, le tendrá alejado de los terrenos de juego algo más de un mes. En ese tiempo se pierde cuatro partidos,
tres de ellos de liga inglesa (Liverpool, Queens Park Rangers y Stoke City) y
el debut en la Champions frente al Real Madrid. El siguiente parón llega con
el recién estrenado año, tras las exigentes jornadas navideñas de la Premier.
El 1 de enero frente al Stoke City sufre una lesión en el tendón de la corva de
su pierna derecha que le tiene en el dique seco durante 18 días. Se pierde
cuatro partidos entre Liga y Copas inglesas.
Justo dos meses después, el 1 de marzo de 2013, su rodilla vuelve a hacer
crac. Un golpe en un entrenamiento le impide disputar el partido frente al
Aston Villa; es el primero de los cuatro que se pierde en ese mes. Hasta abril
no volverá a pisar un terreno de juego y el City termina segundo esa Premier,
con Mancini destituido a dos jornadas para el final y con un nuevo fiasco en
la Champions donde no consiguen clasificarse ni para la Europa League al
ser cuartos de su grupo. Las ausencias reiteradas le impiden al Kun tener la
continuidad deseada esa temporada. En la 2012-13 juega 40 partidos, 30
de ellos en la Premier y cinco en Champions. En total marca 17 goles en todas las competiciones y supera los 2700 minutos sobre el campo.
Pero entonces vuelve a romperse. Agüero no lo sabe
todavía, pero acaba de arrancar su annus horribilis.
Lejos de mejorar, la situación se complica aún más en la temporada 201314. Con el Mundial en el horizonte la temporada arranca bien para el City
aunque al Kun le cuesta encontrar portería. Sus goles, sin embargo decantan
el derbi de Manchester en el que se imponen a los diablos rojos por 4-1. De
aquel partido se retira con molestias musculares y para evitar males mayores
es baja en la siguiente jornada. Después de aquello volverá con la puntería
afinada. Su gran racha goleadora (10 goles en 10 partidos) catapulta a los
citizen hasta lo más alto de la clasificación. Pero entonces vuelve a romperse. Agüero no lo sabe todavía, pero acaba de arrancar su annus horribilis.
En el memorable partido frente al Arsenal, ese que termina con un marcador más propio de Wimbledon (6-3 para los sky blues), Agüero solo juega 50
minutos. En ese momento sufre un desgarro en la cara posterior del muslo
derecho que lo apartará más de un mes de los terrenos de juego. En total
se perderá ocho partidos entre mediados de diciembre y el 18 de enero de
2014. El Kun vuelve con gol, pero solo once días después deja cojo al City.
En el partido frente al Tottenham sufre una rotura en el abductor derecho que
lo tendrá en el dique seco otros 30 días perdiéndose hasta cinco partidos,
incluida la ida de los octavos de Champions League frente al Barça.
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Acorta plazos y disputa 45 minutos en el Camp Nou.
Su musculatura no aguanta más. En esta ocasión
sufre rotura en el muslo de la pierna izquierda.
Precisamente ante la urgencia del resultado, el delantero argentino fuerza
para estar en la vuelta. Acorta plazos y disputa 45 minutos en el Camp Nou.
Su musculatura no aguanta más. En esta ocasión sufre rotura en el muslo de
la pierna izquierda. Estará otros 30 días de baja en los que se perderá cinco
partidos. Para rematar la temporada sufrirá un desgarro en el muslo derecho
el 7 de mayo frente al Everton. Una lesión menor que solo le aparta de los
terrenos de juego durante una jornada.
En la Copa del Mundo 2014 los fantasmas reaparecen; será en el tercer partido contra Nigeria. Aguanta 38 minutos en el campo y una sobrecarga en el
abductor de la pierna derecha le impedirá disputar los partidos de octavos
y cuartos. Volverá para semifinales, donde su lanzamiento desde los once
metros en la tanda de penaltis será decisivo para que la Albiceleste alcance
la final. Esa temporada es la más accidentada del Kun y a pesar de su presencia intermitente los citizen terminan ganando una liga casi inesperada.
En la Premier jugará solo 23 partidos marcando 17 goles. Sumando Copas
inglesas y Champions alcanza los 34 encuentros, siendo sus cifras goleadoras más que aceptables con 28 goles. En el Mundial jugará cinco partidos;
no marcará en ninguno.
Desde entonces, el Kun parecía haber dejado atrás las dolencias musculares
y había esquivado los golpes de los rivales. Pero llega diciembre de 2014 y
es cuando cierra su annus horribilis con una nueva lesión. El 6 de diciembre,
de nuevo contra el Everton, sufre una distensión en el ligamento lateral interno de la rodilla derecha. La lesión le tendrá 30 días de baja en los que se pierde cinco partidos. Hasta el momento había sido su última lesión muscular. En
ese periodo de reposo obligado es cuando vía Messi conoce a Giulano Poser.
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DE NIÑO A HOMBRE EN EL MANZANARES
El Sergio Agüero que llega al Calderón el verano de 2006 es la nueva esperanza rojiblanca. Un niño para hacer olvidar a otro. Con 17 años es vendido
al Atlético de Madrid con apenas año y medio de experiencia en la ya por entonces devaluada Liga argentina. Los colchoneros pagan 23 millones de euros a Independiente por él. “El niño más caro de la historia” titulará Marca el
día que se hace oficial su fichaje. La apuesta por él es total. Juega todos los
partidos, los 38 de Liga, siendo titular en 25 de ellos, aunque es cierto que le
cuesta encontrar portería y termina la temporada de su debut en Europa con
tan solo seis goles y tres asistencias.
La segunda temporada es la de su confirmación. Viene de jugar y ganar el
Mundial Sub’20 de Canadá con Argentina. Allí se ha proclamado además
máximo goleador con seis goles en siete encuentros, incluido el que abre el
marcador en la final. Desbordado de confianza regresa a España para comandar la nave rojiblanca. El Kun es ya imprescindible para los suyos. Juega
37 partidos de Liga (se pierde uno por acumulación de amarillas), es titular
en 35 y marca 19 goles. Esa temporada es la de mayor carga de partidos de
su vida. Un total de 63 en los que suma 4714 minutos de juego y 36 goles
en total entre club y selección. Agüero tiene 20 años recién cumplidos.
Tras dos grandes campañas los cantos de sirena
empiezan a llegar en forma de ofertas desde el Paseo
de la Castellana. Pero en la 2009-10 todavía viste de
rojiblanco y aparecen las primeras dolencias.
La siguiente temporada (2008-09) arrancará también en estado de gracia.
En agosto se cuelga el oro en los JJOO de Pekín junto a su amigo Leo Messi.
Allí juega cinco partidos y marca dos goles, ambos en la semifinal frente a
Brasil que certifican el pase de la Albiceleste a la gran final. Después de la
gloria olímpica llega a tiempo para el debut en Liga con el Atleti. El Kun vuelve
a salirse y prácticamente calca los números del año anterior. Juega 37 partidos —unas molestias musculares le impiden jugar contra el Villarreal en la
jornada 8—, y marca 19 goles en Liga. Su estreno en Champions es prometedor, tres goles en los dos primeros partidos pero no vuelve a marcar ya en
los seis restantes. El Atlético caerá en octavos frente al Oporto por diferencia de goles marcados fuera de casa. En total, ese año jugará 59 partidos,
alcanzando los 4474 minutos y los 26 goles.
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Tras dos grandes campañas los cantos de sirena empiezan a llegar en forma
de ofertas desde el Paseo de la Castellana. Pero en la 2009-10 todavía viste
de rojiblanco y aparecen las primeras dolencias. El primer parón importante
se produce el 8 de diciembre cuando sufre una pequeña rotura en el abductor del muslo derecho. Está un mes de baja donde se pierde cuatro partidos,
tres de Liga y otro de Copa frente al Sevilla. Regresará el 9 de enero para
jugar 18 minutos y marcar un gol al Valladolid. En la jornada 27 será baja por
acumulación de tarjetas y las tres últimas de Liga; Quique S. Flores prefiere
darle descanso ante las finales de Copa y Europa League que le esperan.
Esa temporada termina levantando el título europeo que maquilla una mala
temporada en Liga y la eliminación prematura en Champions. En la Europa
League juega ocho partidos y marca dos goles, en la Champions participó en
los seis encuentros, en los que hace dos dianas. Al Kun le influye la irregularidad del equipo y el cambio de entrenador en otoño. Sus cifras goleadoras se
resienten y en 31 partidos de Liga marca 12 goles. La 2009-10 la termina
con 60 partidos, incluyendo dos partidos del Mundial de Sudáfrica donde los
focos solo apuntan a Messi y Maradona. En total más de 4000 minutos en
los que alcanza la veintena de goles.
Su última temporada en el Atleti es quizá la más convulsa en cuanto a ausencias se refiere. Y eso que el inicio no puede ser más esperanzador. Alzan la
Supercopa de Europa en Mónaco frente al Chelsea. La sensación es que el
Atlético, por fin, ha vuelto. Con la intención de ser la tercera vía frente a Madrid
y Barça, los colchoneros empiezan ganando en las dos primeras jornadas. De
San Mamés sale tocado Agüero con una contusión. Fuerza para jugar en la jornada tres contra el Barça y aguanta 52 minutos sobre el terreno de juego. Una
nueva contusión le obliga a retirarse. Se perderá la jornada cuatro. Vuelve en la
cinco, para jugar los últimos quince minutos y termina con una rotura de fibras
en el glúteo. En total estará un mes de baja y se pierde cinco partidos, tres de
Liga y dos de Europa League. No termina de coger el ritmo.
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Quizá ese último recuerdo vestido de rojiblanco donde
molestias y lesiones aparecen, junto con las dos últimas
campañas como citizen, estas sí, plagadas de bajas
y ausencias, son las que han creado la imagen de
fragilidad que desprende Kun Agüero en el imaginario
colectivo del aficionado.
A su vuelta, el Kun endereza el rumbo de su equipo con siete goles en siete
partidos. Pero una nueva rotura fibrilar a mediados de enero le tendrá dos
semanas en el dique seco. Tiempo suficiente para perderse la vuelta frente al
Madrid en Copa y dos partidos de Liga. Sería su última baja por lesión en el
Atleti, aunque su última ausencia sería en la jornada 30 por acumulación de
tarjetas. A pesar de las dolencias de esta campaña Agüero termina jugando
43 partidos, 32 de ellos de Liga, en los que suma un total de 3455 minutos
y 29 goles. Es su despedida de la Liga española y su año más goleador en el
campeonato doméstico (20 goles).
Los números, tozudos, nos niegan esa sensación y hablan de un
jugador que salvo en su annus horribilis (diciembre 2013-14)
ha jugado regularmente y sus periodos de baja no han ido más
allá de los 30 días. De hecho, en sus diez años en Europa ha
estado presente en el 86,2 % de los partidos de Liga.
Quizá ese último recuerdo vestido de rojiblanco donde molestias y lesiones
aparecen, junto con las dos últimas campañas como citizen, estas sí, plagadas de bajas y ausencias, son las que han creado la imagen de fragilidad que
desprende Kun Agüero en el imaginario colectivo del aficionado. Los números, tozudos, nos niegan esa sensación y hablan de un jugador que salvo en
su annus horribilis (diciembre 2013-14) ha jugado regularmente y sus periodos de baja no han ido más allá de los 30 días. De hecho, en sus diez años en
Europa ha estado presente en el 86,2 % de los partidos de Liga. Y los picos
de forma del argentino coinciden con los momentos estelares de sus equipos. A día de hoy ha mejorado su musculatura y los cuidados para regatear
las lesiones. En este tiempo se ha consolidado como el jugador diferencial de
los citizen y uno de los mayores talentos de la Premier. Su salud, por tanto,
debería ser cuestión de Estado para la parte azul de Manchester.
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LOS NÚMEROS DEL KUN
Temporada
Partidos
Liga
Minutos
Goles
Goles/ Porcentaje
Partido de victorias
2014-15
(Premier)
33
2540
26
0,79
61
2013-14
(Premier)
23
1538
17
0,74
70
2012-13
(Premier)
30
1945
12
0,4
63
2011-12
(Premier)
34
2597
23
0,68
76
2010-11
(La Liga)
32
2708
20
0,63
44
2009-10
(La Liga)
31
2202
12
0,39
35
2008-09
(La Liga)
37
2953
17
0,46
54
2007-08
(La Liga)
37
2945
19
0,51
51
2006-07
(La Liga)
38
2484
6
0,16
45
Emmanuel Ramiro
@emmanuelrf
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JÜRGEN KLINSMANN, ¿MODELO AGOTADO?
Agustín Galán
Estados Unidos no estará en la Copa Confederaciones de 2017.
México volvió a reclamar su trono en la CONCACAF en un torneo
creado ad hoc para deshacer la igualdad entre los dos últimos
campeones de la Copa Oro. Con las eliminatorias para el Mundial
de Rusia recién comenzadas, el papel de EE. UU. en la región está
puesto en duda, así como la idoneidad de Jürgen Klinsmann para
seguir al frente del cargo, no sólo de seleccionador, sino también
como director deportivo de US Soccer.
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E
n 2011, la selección estadounidense ocupaba su lugar habitual en el
tablero del fútbol internacional, manteniendo la rivalidad permanente
con México y sellando su plaza fija en el Mundial, cita a la que no falta
desde 1990. Con Bob Bradley como seleccionador se alcanzó un hito histórico con la presencia en la final de la Copa Confederaciones 2009 tras
derrotar a España, vigente campeona de Europa, en semifinales en uno de
los partidos de más infausto recuerdo de la era de Vicente del Bosque. Brasil
hizo doblar la rodilla a la selección estadounidense, y en Sunil Gulati, presidente de la federación, quedó el poso de que EE.UU. podía aspirar a más. Se
debía aspirar a más.
La decisión de prescindir de Bob Bradley, profundo conocedor del fútbol norteamericano y padre de una de las mayores promesas del momento, Michael
Bradley —hoy con más de cien internacionalidades—, vino basada por las
dos últimas Copas Oro, en las que EE. UU. sumó dos derrotas frente a México. El Tri se zafó con facilidad en 2009 de una selección carente de sus
mejores jugadores (5-0) y en 2013 protagonizó una vibrante remontada en
la que se pasó del 2-0 favorable a los estadounidenses al 2-4 final, coronado
por una obra de arte de Giovani dos Santos frente a Tim Howard. “Hablaremos la semana que viene”, contestó secamente Sunil Gulati a un periodista
del New York Times cuando le preguntó por correo electrónico si había llegado la hora de dar un paso adelante en la evolución del soccer.
Comenzó entonces un periodo de rumores que ilusionaba bastante a la afición. Sven-Göran Eriksson, Rafa Benítez o Marcelo Bielsa fueron algunos de
los entrenadores de renombre internacional que comenzaron a aparecer en
las páginas deportivas como candidatos, junto a otros nombres más relacionados con la MLS que siempre surgen en este tipo de quinielas (Sigi Schmid, Dominic Kinnear o Jason Kreis). De entre todos ellos, el que encabezaba
siempre estas listas era un alemán: Jürgen Klinsmann.
COPIANDO EL EJEMPLO DE REFUNDACIÓN ALEMANA
Klinsmann es una de las personas que han tenido un rol
relevante en el cambio radical que ha sufrido el fútbol
alemán en lo que va de siglo XXI.
Klinsmann es una de las personas que han tenido un rol relevante en el cambio radical que ha sufrido el fútbol alemán en lo que va de siglo XXI. Como
seleccionador, guió a la Mannschaft a las semifinales del Mundial 2006, dejando paso a Joachim Löw en una transición sin traumas que terminó dando
sus frutos con la conquista de la Copa del Mundo en territorio brasileño. Tras
abandonar el banquillo de la selección alemana, Klinsmann buscó continuar su
carrera como entrenador a nivel de clubes, pero la experiencia del Bayern no
resultó provechosa, saliendo por la puerta de atrás en los cuartos de final de la
Champions League 2009 ante el todopoderoso Barcelona de Pep Guardiola.
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Aquella experiencia desastrosa pareció suponer el punto final del Klinsmann
entrenador, que hizo las maletas y regresó a su refugio californiano. En las
costas que dan al océano Pacífico encontró la calma en su retiro como jugador, apurando aún más su carrera en una breve estancia en el Orange County
Blue Star, en el que militó bajo el seudónimo de Jay Goppingen sin que nadie
reparara en la presencia de un campeón del mundo y de Europa en campos
sin apenas gradas ni expectación. El momento le pedía regresar a ese segundo plano, Löw continuaba su carrera en solitario con éxito y en el entorno del
Bayern nadie parecía echarlo de menos.
Pasó la semana de rigor y Sunil Gulati hizo el anuncio: Jürgen Klinsmann sería
el 35º entrenador en la historia de la selección estadounidense a partir de
ese momento. En la mente del presidente, urgido a evolucionar el fútbol del
país, estaba el proceso que la DFB estaba llevando a cabo en esos momentos.
Si Klinsmann fue uno de los elegidos en ese retorno de Alemania a la cúspide, podría hacer lo mismo con EE. UU., convertirse en el rey absoluto de la
CONCACAF y buscar un nuevo límite en un Mundial, con las semifinales como
meta soñada. Los acercamientos persistentes que habían existido en los últimos años entre el dirigente y el entrenador por fin llegaron a buen puerto,
con la clasificación para el Mundial 2014 a punto de comenzar para EE. UU.
DEBUT Y PERIODO DE AUGE
El primer partido de Jürgen Klinsmann en el banquillo estadounidense fue
precisamente ante México, aún con las heridas del 2-4 abiertas, en un
amistoso veraniego. La primera acción relevante del técnico alemán fue
indicar que no se serigrafiara ningún nombre en las camisetas de la selección. Los titulares saldrían al campo numerados del 1 al 11 y los suplentes
esperarían su oportunidad con los dorsales del 12 al 18. En el capítulo que
estaba por escribirse, los nombres no valían de nada si no venían acompañados de rendimiento, algo que tuvo continuidad hasta el Mundial 2014,
cuando Landon Donovan, el gran referente de la afición, no fue convocado
por decisión de Klinsmann.
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“Estamos construyendo algo grande”, desveló Tim Howard tras ese primer
partido ante los mexicanos, que terminó con 1-1 gracias a un gol de Robbie
Rogers. El camino hacia el Mundial 2014 fue liderado sobre el terreno de juego por Clint Dempsey, ya que en esos momentos Landon Donovan comenzó a
mostrar lo que parecían ciertos signos de declive pero que en realidad encerraban un periodo de depresión que llevó a la estrella de LA Galaxy a aparcar
el fútbol durante un periodo de tres meses. Dempsey, por otra parte, estaba
plenamente asentado en una liga de primer nivel como la Premier League y
echándose a la nueva selección a la espalda rumbo a Brasil. La relación entre Donovan y Jürgen Klinsmann nunca volvió a ser la misma, y la tensión se
pudo percibir tras su retorno a los campos.
EE.UU. consiguió ganar la Copa Oro 2013 y asegurar su pase al Mundial con
unos lustrosos 22 puntos en el Hexagonal de la CONCACAF. La hegemonía
estadounidense había vuelto a la región con mayor solidez que nunca, pero
ocultaba un reverso que en la federación no siempre se tuvo en cuenta. El
auge de las barras y estrellas había coincidido con un periodo sin precedentes de descomposición del fútbol al sur del Río Grande. Desde la salida de
Ricardo La Volpe ningún entrenador consiguió generar ilusión al mando del
Tri, por mucho que Hugo Sánchez o Sven-Göran Eriksson gozaran de un buen
cartel. El camino hacia el Mundial lo comandó José Manuel de la Torre, y con
el Chepo se llegó a un momento crítico en el que corrió peligro la presencia
en Brasil, hasta el punto de que tuvo que hacerse cargo de la selección Víctor
Vucetich en un incómodo playoff a doble partido frente a Nueva Zelanda al
que se clasificaron gracias precisamente a sus vecinos del norte y que fue
considerado una humillación por los analistas mexicanos. El hecho de que
EE.UU. se hubiera clasificado como líder de la CONCACAF pasó a un segundo plano para los aztecas cuando se constató que Costa Rica y Honduras
sacaban varios cuerpos de ventaja a México en ese momento.
Jürgen Klinsmann consiguió sumar la Copa Oro a su palmarés, pero también
cabe destacar en esta ocasión que México apostó por una selección B dirigida por Luis Fernando Tena. Apareció entonces un nuevo contestatario ante la
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potencia histórica —Panamá eliminó al Tri en semifinales— y EE.UU. tuvo un
camino expedito hacia el título. Landon Donovan fue el mejor jugador del torneo y Chris Wondolowski el máximo goleador, lo que disparó el triunfalismo
en el seno de US Soccer, respaldado estadísticamente con doce victorias
consecutivas e incluso una victoria frente a Alemania, situada en ese momento en el segundo puesto de la clasificación mundial de la FIFA.
En la cúspide del organigrama, justo por
debajo de Sunil Gulati, aparecía un Jürgen
Klinsmann plenipotenciario.
PLENOS PODERES Y EL ADIÓS DE DONOVAN
Sunil Gulati observaba con satisfacción cómo EE.UU. volvía a dar que hablar
a nivel internacional y consideró oportuno subir la apuesta una vez consumada la clasificación para Brasil’14. Dos años y medio después de su contratación, Klinsmann recibió una oferta de renovación por cuatro años al frente de
la selección absoluta y el cargo de director deportivo para organizar todo el
desarrollo del soccer desde sus categorías inferiores y buscar así el objetivo
de ser la nueva Alemania del fútbol internacional. Para ayudar en las tareas
con las categorías inferiores, US Soccer también contrató los servicios de
Tab Ramos (exinternacional en la década de los noventa). Pero en la cúspide
del organigrama, justo por debajo de Sunil Gulati, aparecía un Jürgen Klinsmann plenipotenciario.
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Klinsmann se echó definitivamente en contra
a la opinión pública al ir prescindiendo
paulatinamente de Landon Donovan.
En los meses que separaron este anuncio de la fase de clasificación del Mundial, Klinsmann se echó definitivamente en contra a la opinión pública al ir
prescindiendo paulatinamente de Landon Donovan. A pesar de que el atacante de LA Galaxy estaba recuperando su mejor forma y había sido pieza
capital en el triunfo en la Copa Oro, el hecho de que se retirara voluntariamente durante los primeros meses de la clasificación para el Mundial terminó siendo decisivo para el técnico alemán, que en más de una ocasión apuntó individualmente al rendimiento que ofrecía sobre el césped: “Me falta un
poco de Landon aquí y allá”. El jugador constantemente reivindicaba su compromiso con la selección en los últimos años, y su episodio de depresión ya
era algo público. Mientras tanto, Klinsmann seguía apuntando al rendimiento
y a la meritocracia como los dos pilares en los que basaba sus convocatorias, lo que terminó suponiendo una bomba cuando se hizo oficial la lista de
23 para el Mundial y se hizo patente lo que muchos temían: la cuenta de los
Mundiales de Landon Donovan se detuvo en tres (Corea del Sur y Japón’02,
Alemania’06 y Sudáfrica’10).
EE. UU. conformó el grupo de la muerte en Brasil’14 junto a Portugal, Alemania y Ghana. En términos de análisis, cualquier resultado que supusiera la
clasificación para octavos de final podría ser considerado como positivo para
Jürgen Klinsmann y su cuerpo técnico, y eso es lo que finalmente se consiguió. Aprovechando que Ghana vivía una situación tensa dentro del vestuario
que llevó a varios jugadores a dar por terminada su etapa como internacionales y que Portugal dependía en exclusiva de un Cristiano Ronaldo mermado
físicamente, que llegó a admitir que no debió de haber jugado ese Mundial,
EE. UU. se clasificó en segundo lugar por detrás de Alemania.
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En octavos de final se apreció una de las actuaciones individuales más destacadas de toda la competición protagonizada por Tim Howard, que situó un
nuevo récord de paradas en un partido del Mundial con sus 17 intervenciones
ante Bélgica. A pesar de la buena labor del meta del Everton, Bélgica terminó
llevándose el partido por 2-1 y dejando en la cuneta a los norteamericanos. De
soñar con una campanada histórica que los llevara hasta las semifinales a caer
en octavos hay dos rondas de distancia, pero si además el tropiezo se produce
con Donovan enclaustrado en una cabina de comentarista aportando su punto
de vista para la televisión estadounidense, resulta natural pensar que a ojos
del aficionado al soccer la vitola de hombre-milagro con la que muchos habían
etiquetado a Klinsmann al llegar al cargo parecía injustificada.
Su labor como director deportivo también empezaba a ser analizada, y los datos
no dejaban en buen lugar al alemán. Las selecciones sub’20 y sub’17 no sólo no
tuvieron protagonismo en los Mundiales que se disputaron en Nueva Zelanda
y Chile, sino que a nivel regional tampoco prometían demasiado, sin alzar ningún trofeo de la CONCACAF. La sub’23 también disputó el Preolímpico recientemente, pero no consiguió asegurar su pase de forma directa y se jugará su
presencia en Río de Janeiro a todo o nada en un playoff contra Colombia.
GUERRA CON LA MLS Y DECLIVE
El hecho de haber transcurrido todo un año de partidos amistosos tras el
Mundial ha ayudado a que la presión sobre Jürgen Klinsmann no se viera aumentada, sin nuevas pruebas reales con las que juzgar su labor, aunque la
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cantidad de pruebas y rotaciones que ha venido llevando a cabo en esos partidos de preparación para la Copa Oro dejaba entrever una sensación de improvisación que confronta con los pensamientos que tenía Sunil Gulati cuando lo contrató. Klinsmann comenzó a poner y quitar jugadores sin que se
pueda extraer un mínimo criterio en sus decisiones, y de las concentraciones
anuales que realizaba tampoco parecía surgir ese sentimiento de unidad que
defendía cuando tomó posesión del cargo en 2011. Los dorsales seguían sin
tener un dueño claro, pero las convocatorias cada vez veían a más jugadores
llegar de todos los rincones del mundo.
La presencia de jugadores alemanes con orígenes
estadounidenses ha comenzado a ser una constante
en las convocatorias, incluso de la segunda categoría
alemana, lo que ha sido considerado como un insulto
en el entorno de la MLS.
El auge de la MLS en las dos últimas temporadas no ha pasado inadvertido
para Jürgen Klinsmann, aunque no ha sabido capitalizarlo en su favor. A ojos
del alemán, el retorno a esta liga por parte de internacionales consagrados
como Clint Dempsey, Michael Bradley o Jermaine Jones es perjudicial para
los intereses de la selección, ya que considera que alejados de la élite europea pierden roce competitivo. Por ello, la presencia de jugadores alemanes con orígenes estadounidenses ha comenzado a ser una constante en
las convocatorias, incluso de la segunda categoría alemana, lo que ha sido
considerado como un insulto en el entorno de la MLS.
Don Garber, el comisionado de la liga estadounidense, criticó públicamente
este desdén continuado de Klinsmann hacia la competición: “Mandar el negativo mensaje a los jugadores —especialmente a los de EE. UU.— de que
llegar a la MLS no va a ser bueno para su carrera o para su estado de forma
va en detrimento de la propia MLS. Parece que sigue el mismo patrón que
con las críticas a Landon [Donovan]”. Estas declaraciones no cayeron en saco
roto en la federación estadounidense, en la que salió el propio presidente,
Sunil Gulati, a defender a su seleccionador y director deportivo: “Dejen que
sea claro. Si Don o alguien critica al equipo nacional o su éxito, eso dice algo
de forma inherente sobre dónde está la liga”.
Klinsmann ha seguido convocando a las grandes figuras, pero en cada convocatoria es habitual ver a jugadores procedentes del Fulham (actualmente
en la Segunda división inglesa) o el Sandhausen, así como a hombres habitualmente suplentes en sus equipos (Ventura Alvarado en el América) o promesas extremadamente jóvenes sin nada demostrado en la élite que aparecen (Jordan Morris) y desaparecen (Julian Green, hoy en el filial del Bayern)
con la misma rapidez. Esta tendencia se aprecia también en las categorías
inferiores. El delantero centro de la sub’23, Jerome Kiesewetter, juega en
el Stuttgart; y en la convocatoria hay jugadores también procedentes de
equipos como el Fulham o el Molde noruego. En la sub’17, eliminada en la
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fase de grupos del Mundial, la estrella absoluta es Christian Pulisic, jugador
de la cantera del Borussia Dortmund.
Sunil Gulati defiende siempre públicamente que Klinsmann no sólo está centrado en el largo plazo, sino que también busca resultados a corto plazo. Sus
constantes experimentos en las convocatorias y los onces titulares terminaron teniendo una influencia negativa en la Copa Oro 2015. Tras una primera fase bastante discreta en el juego frente a Panamá, Haití y Honduras y
un trámite engañoso ante Cuba (6-0) en cuartos de final, fue Jamaica quien
apartó a los estadounidenses de la lucha por un título que está siempre entre
las exigencias básicas de todo seleccionador.
Esta eliminación supuso la inevitable disputa de un playoff para decidir cuál
de los dos últimos campeones de la CONCACAF representaría a la región en
la Copa Confederaciones 2017 (se le dio aire de oficialidad con el nombre de
CONCACAF Cup e incluso un trofeo). México consiguió recobrar la estabilidad mexicana perdida alzándose con un título muy marcado por las polémicas arbitrales y, esta vez sí, supuso una vara de medir adecuada para EE.UU.
La organización del torneo decretó que el partido se disputaría en el Rose
Bowl de Pasadena, donde la comunidad latina tiene una notable presencia y
en el pasado se llegó a ver partidos entre México y EE.UU. en el que el balance era de un aficionado estadounidense por cada nueve mexicanos. El exinternacional de origen mexicano Herculez Gomez reaccionó rápidamente a
esta noticia: “EE. UU. juega de visitante esta final”. La buena acogida que
está teniendo el fútbol en los últimos años, no obstante, equilibró un poco
esta diferencia, y en las gradas del mastodóntico estadio californiano había
un balance de 70/30 favorable a México.
El ambiente en los días previos a este partido recordó al de
las grandes finales, con una rivalidad muy marcada entre
ambas selecciones y agudizada en las redes sociales por
parte de las aficiones.
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Jürgen Klinsmann convocó para este partido a los grandes iconos de la selección en los últimos tiempos —Altidore, Dempsey y compañía— y a jugadores de segunda fila como Bobby Wood, del Union Berlin, o Danny Williams,
del Reading inglés. El ambiente en los días previos a este partido recordó al
de las grandes finales, con una rivalidad muy marcada entre ambas selecciones y agudizada en las redes sociales por parte de las aficiones. Durante los
noventa minutos del partido, los comentaristas mexicanos de FOX Sports
no ocultaban su extrañeza por la presencia aún de Klinsmann en el banquillo
estadounidense, remarcando que de haber estado al cargo del Tri, su vuelta
a la placidez del retiro californiano se habría consumado hace tiempo.
El partido llegó a la prórroga y todo parecía destinado a decidirse en una
tanda de penaltis tras marcar Wood el 2-2 a escasos minutos del final. Paul
Aguilar se vistió de héroe en el minuto 118 y México comenzó a reservar los
billetes para el torneo de campeones que tendrá lugar en Rusia un año antes que el Mundial. Jürgen Klinsmann volvía a estar contra las cuerdas. Igual
que hizo en anteriores ocasiones, el seleccionador volvió a cargar las tintas
de forma individual contra uno de sus jugadores, en este caso con Fabian
Johnson. Klinsmann lo acusó de haber fingido una lesión en la prórroga y borrarse del partido en el momento crucial, apartándolo de la selección de forma indefinida, pero su club, el Borussia Mönchengladbach, emitió un parte
médico cuando su jugador volvió certificando que, efectivamente, el lateral
estadounidense sufría una lesión en el muslo.
UN FUTURO COMPLEJO
La responsabilidad de dar la cara por Klinsmann volvió a recaer en Sunil Gulati una vez más. El presidente de la federación justificó el cuarto puesto en
la Copa Oro diciendo que “el progreso no es lineal para nadie. Hay tropiezos
en el camino, y éste es claramente uno. El equipo estaba a tope en primavera y hoy está en un punto bajo, pero éstas son las normas para todos”. Al
mismo tiempo, rechazaba cualquier tipo de comparación entre la situación
que llevó al cese a Bob Bradley y la actual. La comodidad de la fase previa al
Hexagonal —un grupo con Trinidad y Tobago, San Vicente y las Granadinas
y Guatemala— puede llevar a bajar la exposición pública de Klinsmann en
los próximos meses, pero la calma absoluta está lejos de llegar. Una ventaja
que tiene el técnico de Göppingen es que los recientes éxitos de la selección
femenina hacen que el presidente de la federación tenga más actos públicos de alabanza a las tricampeonas del mundo que de justificación de sus
compañeros de la masculina. En contra, por supuesto, está el hecho de que
Klinsmann perderá cualquier comparación con el equipo que dirige Jill Ellis.
Grant Wahl, el analista más reputado del fútbol estadounidense, informó que
hay una guerra de poder dentro de la federación entre Jürgen Klinsmann y
Jay Berhalter, director comercial de US Soccer, que poco a poco está asumiendo las funciones de director deportivo que pertenecen al alemán. Unido
a esta pérdida de protagonismo de facto está la presencia de entrenadores
que se postulan para suceder al alemán cuando llegue el próximo tropiezo en
el campo. Miguel Herrera, sin equipo tras el escándalo posterior a la Copa
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Oro, estuvo en la órbita tanto de Chicago Fire como de la selección, algo que
recibió con agrado, aunque su destino está ligado al Tijuana mexicano.
Quien sí aparece con fuerza en el horizonte de la selección estadounidense
es el colombiano Óscar Pareja, que ha firmado dos grandes temporadas con
Dallas en la MLS. El entrenador de los texanos, con una trayectoria consolidada en la MLS primero como asistente en Colorado Rapids y hoy en Texas,
no oculta su ambición de estar presente en un Mundial, y realiza diagnósticos
que van más allá de la selección absoluta: “A nivel de selección nacional estamos muy frágiles, y lo ha demostrado la sub’17 y la selección preolímpica
(…). Si nosotros no hacemos un trabajo más agresivo, los jugadores no se
desarrollan y no llegan, y es algo en lo que podemos meter mano. El espacio
que hay entre Primera división y el fútbol universitario es muy grande. Si dejamos que los muchachos se eduquen, que es una cosa muy positiva, pero no
se les da buen entrenamiento, se pierde mucho tiempo también”. Pareja no
sólo señala los puntos débiles de Jürgen Klinsmann, sino que también propone potenciales soluciones en una demostración de capacidades que podrían
suponer una amenaza definitiva para el periodo renovador del entrenador
que ha intentado exportar el éxito alemán a EE. UU.
Agustín Galán
@Agustin_Galan
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ESTADIOS MÍTICOS
MUNDIALES
Alberto Cosín
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Hace unos meses publicamos un amplio reportaje sobre estadios legendarios en España y hoy procedemos a repasar otros míticos coliseos mundiales que vivieron su periodo de gloria hace ya muchos
años. Recintos que albergaron finales de la Copa del Mundo, Eurocopa y Juegos Olímpicos o encuentros clave del Campeonato Sudamericano. Lugares que quedaron impregnados del encanto del balompié y
de la magia de enormes jugadores que figuran en el olimpo del fútbol.
WEMBLEY
La Catedral del fútbol mundial. Un estadio que ha albergado una final de Copa
del Mundo, de la Eurocopa de Naciones, de Juegos Olímpicos, cinco de la Copa
de Europa, dos de la Recopa, sede habitual de las finales de FA Cup y residencia de la selección inglesa en numerosos encuentros a lo largo de su historia.
Construido por Sir Robert McAlpine en principio solo para la Exposición del Imperio Británico de 1924, finalmente se optó por dejarlo en pie y utilizarlo para
eventos deportivos. Situado donde antes estaba la Torre de Watkin, aquellos
terrenos ya habían presenciado partidos de fútbol, puesto que en 1880 se jugaba habitualmente. El proyecto fue encargado a los arquitectos Sir John Simpson
y Maxwell Ayrton, mientras que en el ingeniero de la obra que concluyó en 300
días fue Sir Owen Williams. El estadio conocido al principio como Estadio de la
Exposición del Imperio Británico o Empire Stadium costó 750.000 libras de la
época, y tras la muerte poco después de James White el multimillonario Sir Arthur Elvin adquirió el recinto y creó la compañía de Wembley.
Las gradas con más gente (se calculan 200.000
espectadores) de la que permitía el aforo, 127.000
personas, estaban a rebosar y muchos de ellos tuvieron
que situarse en los aledaños del terreno de juego.
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La inauguración del coliseo se produjo el 28 de abril de 1923 con la disputa
de la final de la FA Cup de ese año. En ella estuvo presente el rey Jorge V
para presenciar un encuentro histórico. Las gradas con más gente (se calculan 200.000 espectadores) de la que permitía el aforo, 127.000 personas,
estaban a rebosar y muchos de ellos tuvieron que situarse en los aledaños del
terreno de juego. Todo ello obligó a la policía a actuar y uno de ellos a lomos
de un caballo blanco se erigió en el gran protagonista de la tarde al desalojar
a los hinchas que pisaban las áreas. El choque se inició con 45 minutos de
retraso y el ganador final fue el Bolton, que se impuso por 2-0 al West Ham.
Arquitectónicamente tenía un aire más brasileño que un estilo inglés. Los
graderíos eran horizontales y simétricos y los fondos eran curvados, pero
el gran hándicap es que se situaban bastante lejos del verde. Un tercio del
estadio (45.000 personas) podía observar los partidos sentado gracias a las
butacas que se colocaron en las tribunas. La más famosa fue la tribuna principal, techada desde un principio, donde se hallaba el palco real y que para
acceder a ella debías subir unos célebres 39 escalones. En el exterior, si algo
llamaba la atención era su fachada victoriana. Dos torres gemelas de color
blanco y 38 metros del altura marcaban la entrada a la gran tribuna, al norte
del estadio.
Una de las más importantes renovaciones tuvo lugar en 1963, cuando se
añadió el marcador eléctrico y se techaron las gradas con una mezcla de aluminio y vidrio translúcido. La capacidad de Wembley fue disminuyendo con el
paso de las décadas y tras tener que alojar a todos los espectadores sentados y cumplir con las normas de seguridad el aforo se estableció definitivamente en 82.000 butacas.
En grandes competiciones internacionales Wembley empezó su leyenda en
el año 1948. En los Juegos Olímpicos de Londres se disputaron cuatro duelos, los dos de semifinales, el de la lucha por el bronce y la final que se llevó la
Suecia de Gren y Nordahl al doblegar a Yugoslavia. 18 años más tarde en el
único Mundial celebrado en suelo británico acogió un total de nueve encuentros: cinco del grupo 1 en el que estaban encuadrados Inglaterra, Uruguay,
México y Francia, los cuartos entre los pross y Argentina, las semis con los
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anfitriones y Portugal y la final donde el cuadro dirigido por Sir Alf Ramsey se
proclamó campeón del mundo ante la Alemania de Beckenbauer. Por último,
en 1996 en la Eurocopa de Naciones el estadio capitalino albergó seis choques: los tres de Inglaterra en la fase de grupos ante Suiza, Escocia y Países
Bajos, los cuartos donde los penaltis dieron el pase a los inventores del fútbol, las semis en las que un fallo de Southgate permitió el acceso a la final a
Alemania y el partido por el título que decidió el teutón Bierhoff con un gol de
oro en la prórroga.
También fue el campo elegido para la final de la Copa de
Europa, y en su interior levantaron el título el Milan en
1963, el Manchester United en 1968, el Ajax en 1971, el
Liverpool en 1978 y el F.C. Barcelona en 1992.
Además, también fue el campo elegido para la final de la Copa de Europa, y
en su interior levantaron el título el Milan en 1963, el Manchester United en
1968, el Ajax en 1971, el Liverpool en 1978 y el F.C. Barcelona en 1992.
No fue el único torneo continental que optó por finales allí, puesto que la
Recopa lo utilizó en dos oportunidades con un grato significado para el West
Ham de Moore, Peters y Hurst o el Parma de Brolin, Benarrivo y Nevio Scala
que se proclamaron vencedores.
En su propio país lo habitual era que el último partido de la FA Cup se jugase
sobre el tapete de Wembley. En total fueron 72 finales (sin contar los replay)
desde 1923 al 2000 con la única salvedad de los años en que no hubo torneo por la II Guerra Mundial (de 1940 a 1945), siendo de las más recordadas
la ya mencionada del “caballo blanco” en 1923; la que tuvo lugar en 1927,
cuando el Cardiff fue el primer equipo no inglés en alzar el título; la de 1931
con un ganador de la Second Division, el West Brom; la “final de Matthews”
en 1953 con el extremo destrozando a la defensa del Bolton; la sorprendente derrota del Leeds de Don Revie ante el Sunderland de la categoría de plata
en 1973; la de 1988 con el Wimbledon venciendo al Liverpool o la de 1995
en que el Everton tuvo como héroes a Rideout y el arquero Southall frente al
Manchester United.
Para la selección inglesa fue su estadio nacional y allí gestaron enormes
triunfos que pasaron a la historia de los pross. Partidos memorables del
British Home Championship, en su mayoría contra la “Tartan Army” que les
proporcionó el triunfo en el torneo en 1930 tras una goleada por 5-2; en
1955 en una gloriosa tarde de Dennis Wilshaw y Nat Lofthouse; dos años
más tarde gracias a una diana del malogrado Duncan Edwards; en 1969
con sendos dobletes de Peters y Hurst; en 1975 tras aplastarles por 5-1;
o en la última edición del Campeonato en 1985 al ganar por 2-0. O choques fantásticos en los que doblegaron a importantes conjuntos, como por
ejemplo Argentina en 1951 y 1980, Brasil en 1956 por 4-2, a sus vecinos
escoceses por 9-3 en 1961, Francia en 1969, Italia en 1977, Países Bajos en 1996 o Portugal en 1998.
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Pero no todo fueron alegrías, en Wembley los locales también sufrieron decepciones y derrotas muy duras. Una de ellas fue la cosechada ante Hungría
en 1953 por 3-6 en uno de los duelos más famosos de la historia del balompié. Además, también entraron en la leyenda negra los partidos perdidos ante
Escocia en 1928 y 1967, Irlanda del Norte en 1957, Alemania Occidental
en 1972, Brasil en 1981 y 1995 y Francia en 1999 o el empate a uno frente
a Polonia que evitó el pase al Mundial de Alemania de 1974.
Si el primer partido en que Inglaterra visitó Wembley fue el 12 de abril de
1924 para enfrentarse a Escocia en el Campeonato Británico, el último tuvo
lugar contra Alemania en un duelo de clasificación para el Mundial de Japón
y Corea del Sur el día 7 de octubre de 2000. Un bagaje histórico de 223 encuentros y los mejores futbolistas ingleses como Dean, Matthews, Charlton,
Keegan, Lineker, Gascoigne o Rooney brillando con luz propia y protagonizando goles y jugadas para el recuerdo.
Aunque no tuvo un equipo que regularmente dispusiera de sus instalaciones
para jugar partidos, tanto Arsenal como Leyton Orient ejercieron de local en
alguna ocasión. Los gunner disputaron sus encuentros de Champions League allí en la temporada 1998-99 y 1999-2000 llegando a derrotar al AIK y
el Panathinaikos. Mientras que el cuadro encarnado lo utilizó para diez choques entre los años 1930 y 1931.
Incluso la FIFA en unos partidos donde un combinado de grandes jugadores
mundiales se veía las caras con Inglaterra escogió Wembley en 1953 en el
90 aniversario de la Federación Inglesa y en 1963 con motivo del centenario
de dicho estamento. En esos choques, los aficionados pudieron deleitarse
entre otros con nombres de la talla de Kubala, Boniperti, Ocwirk, Yashin, Masopust, Gento, Di Stéfano, Kopa o Djalma Santos.
En cuanto a otros deportes o diferentes acontecimientos hay que destacar
el atletismo en los Juegos del 48 con Blankers-Koen y Zátopek como figu60
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ras, partidos de hockey sobre hierba, rugby, fútbol americano, competiciones ecuestres o carreras de galgos y la celebración de conciertos de música.
Grupos o artistas como Celine Dion, Tina Turner, Madonna, Oasis, Queen,
The Who, Pink Floy, las Spice Girls, The Bee Gees, U2, Bruce Springsteen,
Bon Jovi o Elton John llenaron el estadio y firmaron actuaciones que permanecen en la memoria de todos los asistentes.
Con la llegada del nuevo siglo se aprobó la demolición del extraordinario
templo londinense. El último partido correspondió a la Charity Shield del año
2000 en la que el Chelsea se impuso por 2-0 al Manchester United el 13 de
agosto. En octubre el estadio cerró para siempre sus puertas y dos años más
tarde se completaron las obras de aniquilación del recinto.
En 2003 se llevó a cabo el proceso de reurbanización del terreno para comenzar la construcción del actual Wembley, que se levantó sobre las cenizas
del antiguo. Del viejo campo se decidió guardar parte de una de las torres
gemelas que actualmente figura como monumento en un parque de la zona
norte de Overton Close.
DELLE ALPI
El estadio turinés apenas llegó a la mayoría de edad al estar en pie durante
19 años. En ese periodo de tiempo fue criticado por ser un campo frío, desangelado, de mala visibilidad y por su situación alejado del centro. Los dos
equipos de la ciudad, Juventus y Torino, convivieron en Delle Alpi mezclando
sensaciones positivas con otras más amargas.
El Ayuntamiento de Turín a finales de los años 80 aprobó la construcción de un
nuevo recinto para que jugasen allí los dos clubes más importantes y además
fuese sede del Mundial de Italia en 1990. El proyecto se encargó al Estudio
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Hutter y en apenas dos años fue levantado. La Juventus y el Torino abandonaron el Comunale y un combinado de ambos equipos fue el encargado de inaugurar el coliseo con un amistoso frente al Oporto el 31 de mayo de 1990.
La distancia al terreno de juego, las vallas que impedían
la visión a las primeras filas, la cercanía a los Alpes y la
habitual niebla en invierno eran demasiados impedimentos
para que la gente se trasladara fuera de la ciudad a
presenciar un partido. Como récord para olvidar figura en los
anales un encuentro de Copa entre Juventus y Sampdoria en
el que la asistencia fue de 237 almas.
Con una capacidad para 69.000 personas las normas de seguridad rápidamente bajaron el aforo a 67.229 espectadores. Sin embargo, el estadio casi
nunca se llenaba (únicamente lo hizo en un choque ante el Real Madrid en
1996) y habitualmente en partidos de Liga de ambos conjuntos la media era
de 30.000 o 40.000 hinchas. La distancia al terreno de juego, las vallas que
impedían la visión a las primeras filas, la cercanía a los Alpes y la habitual
niebla en invierno eran demasiados impedimentos para que la gente se trasladara fuera de la ciudad a presenciar un partido. Como récord para olvidar
figura en los anales un encuentro de Copa entre Juventus y Sampdoria en el
que la asistencia fue de 237 almas.
La elección del nombre del estadio tuvo mucho debate y aunque se barajaron
Valentino Mazzola, Gigi Meroni, Gaetano Scirea o Vittorio Pozzo finalmente
se dio una lista de cinco nombres a los ciudadanos de Turín que seleccionaron Delle Alpi. El recinto tenía tres niveles, la zona baja, el segundo anillo y
la parte alta. Dividido en cuatro áreas, que tenían el nombre de Scirea, donde había 15.000 asientos y se sentaban los hinchas más entusiastas de la
Juventus, la Curva Maratona para otras 15.000 personas con los ultras del
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equipo bianconeri, la Tribuna este donde se encontraban en buena parte socios del club y en una zona acotada los hinchas visitantes, y la Tribuna oeste,
la parte más prestigiosa y cara que también daba cobijo a la prensa y los
medios de comunicación.
Ejemplo de arquitectura modernista, Delle Alpi era una fantástica joya. Disponía de medidas antisísmicas, tenía una estructura abierta pero techada y
un sistema de audio espectacular con un grupo suspendido en el centro del
campo y a 40 metros del suelo. Su costo fue creciendo paulatinamente hasta superar en tres veces lo presupuestado y rozar los 200 millones de euros.
Las dimensiones del terreno de juego eran 105x68 metros y estaba ubicado
entre la Strada Comunale di Altessano, la Via Druento, el Corso Grosseto y
el Corso Gaetano Scirea.
El club bianconeri en sus 16 años de permanencia en Delle Alpi acumuló
numerosos éxitos a partir del año 1995. Cinco Scudettos con Marcelo Lippi,
Del Piero, Zidane, Nedved, Montero, Deschamps o Buffon de protagonistas
y un inmenso respeto en Europa donde conquistaron una Champions y una
Copa de la UEFA amén de varias finales en estos torneos. Pese a no ser un
estadio caliente en la máxima competición continental algunos equipos como
el Real Madrid, Ajax, Manchester United o Mónaco vivieron noches negras
en su historia. En sus últimos tiempos allí lograron dos Ligas más que finalmente fueron revocadas por el Calciopoli, un escándalo deportivo de fraudes
arbitrales en el que estuvo involucrado el Director General Luciano Moggi y
Antonio Giraudo, uno de los administradores.
Por su parte, el Torino tuvo sensaciones contrapuestas. Estrenó el terreno de
juego nada más ascender de Serie B en 1990 y sólo dos años después llegó
a la final de la UEFA tras ganar en su cancha al Boavista, el AEK de Atenas
o el Real Madrid. Además, unos meses antes levantó en Delle Alpi una mítica
Copa Mitropa venida a menos al doblegar en la final al Pisa, y en 1993 consiguió la Coppa de Italia en buena medida debido al 3-0 que cosechó en la
ida de la final ante la Roma. Pero en 1996 llegó una crisis deportiva cuando
descendió de categoría. Durante la siguiente década fue un equipo ascensor
que logró volver a Serie A en 1999 o 2001, aunque finalmente se despidió
del campo en la división de plata del calcio italiano.
En el Mundial, Delle Alpi acogió cinco encuentros, siendo los tres primeros correspondientes a la primera fase del grupo C donde se encontraban
Brasil, Costa Rica, Escocia y Suecia. La verde-amarela fue local en los tres
choques y todos ellos los resolvió con una victoria por la mínima. A continuación también abrió sus puertas en octavos para el partido de los partidos, un Brasil-Argentina. El 24 de junio de 1990 el cuadro dirigido por
Lazaroni y con futbolistas de la talla de Careca, Jorginho, Dunga o Branco
y la albiceleste de Maradona, Ruggeri y Bilardo se enfrentaron en un duelo
que ganó Argentina con un tanto de Caniggia. Por último, el templo turinés
presenció in situ una de las semifinales, concretamente la que disputaron
Alemania e Inglaterra y que resolvió desde los once metros con triunfo germano tras fallos de Pearce y Waddle.
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Posteriormente, Italia también jugó un par de partidos amistosos sobre el
verde de Delle Alpi. El primero tuvo lugar en 1992 frente a los teutones, que
resolvió Roberto Baggio desde el punto de penalti, y ocho años más tarde
retornó para verse las caras con los ingleses. En aquella ocasión también se
hizo con la victoria al marcar Gattuso en la segunda parte.
Una de las características del célebre estadio era su pista de atletismo alrededor del césped, un antojo del presidente de la IAAF, Primo Nebiolo, un
hombre muy influyente y que además era natural de Turín. Sin embargo, la
ausencia de una pista de calentamiento impidió que se pudiesen desarrollar
eventos atléticos de importancia. Sí pudieron celebrarse varios conciertos
de importancia en los años en que Delle Alpi estuvo operativo. Por allí pasaron por ejemplo enormes artistas como Madonna y los Rolling Stones en
1990, Metallica en 1993, U2 en el año 2001 o Police en 2007.
La compra por 25 millones de euros en junio del año 2003 del estadio por
parte de la Juventus obligó al Torino a pagar un alquiler por jugar en Delle
Alpi hasta 2006, momento en que se trasladaron al estadio Olímpico tras
los Juegos de Invierno. El uso en exclusividad del campo y del terreno durante 99 años animó a la Vecchia Signora a dar el paso definitivo para remodelar de forma íntegra el recinto. A finales de 2006 se inició el proceso
de demolición de Delle Alpi, que terminó en 2009 para levantar una cancha
más acogedora y útil. Se prescindió de la pista de atletismo y muchos de
los materiales del templo turinés fueron reutilizados para construir lo que
es actualmente el Juventus Stadium. El honor de jugar allí por última vez le
correspondió a la Juve, que se impuso por 2-1 al Palermo en partido de Liga
el 7 de mayo de 2006.
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WANKDORF
Uno de los estadios que ha tenido la
fortuna de albergar una final de un
Campeonato del Mundo. Dicha final
además es histórica en el mundo del
balompié por lo que significó a nivel
deportivo. También a lo largo de su
existencia sobre el césped del Wankdorfstadion se jugaron una final de la
Copa de Europa y otra de la Recopa.
El estadio, ubicado en Berna, vio nacer su leyenda el 18 de octubre de 1925
cuando tras siete meses de obras se inauguró con un torneo amistoso en el
que participaron el Old Boys de Basilea, el Servette y el Young Boys, equipo
que utilizaría habitualmente sus instalaciones. Mientras que para contemplar
el primer choque internacional hubo que esperar al 8 de noviembre, cuando
la selección helvética se impuso a Austria por 2-0.
El trabajo fue realizado por los arquitectos Scherler & Berger y en el complejo deportivo inicial cabían 22.000 personas en el recinto. La tribuna principal
constaba de 1.200 asientos cubiertos y además también se construyeron
un campo de entrenamiento anexo y un restaurante, una sala de formación y
los vestuarios dentro del coliseo bernés.
En 1930, el Young Boys se proclamó allí campeón de Copa tras derrotar al
Aarau en una década en la que el estadio sufriría múltiples cambios. La primera fase de expansión entre 1933 y 1934 trajo un segundo campo de
entrenamiento a las afueras del Wankdorf. Dos años más tarde se levantaron las famosas dos torres en las esquinas este y oeste (en ella se encontraba el gran reloj que marcaba el tiempo del partido) y se empezó a trabajar en dar iluminación al terreno de juego. Por último, la tercera expansión
logró una ampliación de la tribuna y los graderíos hasta conseguir un aforo
para 42.000 personas.
La adjudicación a Suiza de la Copa del
Mundo de 1954 obligó de nuevo a un
proceso completo de renovación en la
cancha. Los arquitectos W. Haemmig y
V. Muzzulini buscaron la fórmula para
aumentar la capacidad y lo obtuvieron
creando más gradas para aficionados
de pie. En total se logró llenar el estadio con 56.000 personas en gradas
sin asientos y 8.000 con opción a butaca, siendo el mayor aforo que jamás
tuvo el campo. Para la reinauguración
el Young Boys se enfrentó a la selección húngara que sería protagonista
del Mundial pocos meses después.
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En el gran torneo de selecciones el Wankdorf fue sede de un total de cinco
choques. Tres de la fase de grupos donde Uruguay se impuso a Checoslovaquia, Alemania Occidental a Turquía e Inglaterra a Suiza. El cuarto partido
fue una semifinal que ha pasado a la historia con el nombre de la “Batalla de
Berna”: Hungría y Brasil se dieron cita en el Wankdorf para un duelo violento, tosco y agresivo en el que los magiares ganaron por 2-0 y donde fueron
expulsados Nilton Santos y Humberto, por parte brasileña, y Bozsik, por los
húngaros. Allí, una semana más tarde también se decidió al nuevo campeón
del mundo. Los húngaros con la mejor generación de su historia sucumbieron
por sorpresa ante un equipo alemán perfectamente dirigido por Sepp Herberger y liderado en el campo por Fritz Walter. Fue el ‘Milagro de Berna’.
El Young Boys, inquilino en el Wankdorf, vivió su mejor época sin duda a finales
de los 50, cuando alzó cuatro Ligas de forma consecutiva y se codeó también
con los mejores del continente. Ese éxito obligó a colocar de forma habitual el
sistema de iluminación para que pudiese disputar partidos de noche. En 1959
en un plantel en el que se encontraban los internacionales Eich, Flückiger, Bigler, Schneiter o Eugen Meier, el equipo alcanzó las semifinales de la Copa de
Europa ante el Stade de Reims. En la ida con un lleno total se doblegó a los
galos por la mínima, aunque en el partido de vuelta el conjunto de Albert Batteaux logró remontar la eliminatoria y echar a los suizos.
En una noche de infausto recuerdo para los culés,
el cuadro lisboeta se hizo con el partido y el título.
Los jugadores blaugranas se toparon con los
palos cuadrados en cuatro ocasiones en una final
conocida como la de los postes.
Dos años más tarde el recinto capitalino fue el elegido para acoger la final de
la Copa de Europa. A ella llegaron el Benfica de Eusebio y el F.C. Barcelona
de Kubala. En una noche de infausto recuerdo para los culés, el cuadro lisboeta se hizo con el partido y el título. Los jugadores blaugranas se toparon
con los palos cuadrados en cuatro ocasiones en una final conocida como la
de los postes. Sin embargo, este regusto amargo para los catalanes pudo ser
restituido muchos años después, cuando en el césped del Wankdorf levantaron la Recopa de Europa frente a la Sampdoria en 1989.
En las décadas de los 60, los 70 y los 80 apenas hubo reformas y únicamente se realizaron pequeñas obras para el mantenimiento de las gradas, las
torres y los accesos. Sí se propusieron proyectos a una mayor escala para
una reconstrucción parcial, pero todos fracasaron. Se pretendió construir
nuevos graderíos para que entrase más gente, crear un pabellón polideportivo con gimnasios y piscina y también cubrir todo el estadio, entre otros aspectos. En ese periodo el Young Boys dejó de ser un referente en Suiza y
únicamente conquistó un Campeonato de Liga. Fue en la campaña 1985-86
cuando entrenaba al club de la capital Aleksander Mandziara y en la plantilla
se encontraban Dario Zuffi, Georges Bregy, el sueco Prytz o el danés Lunde.
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A finales de siglo, concretamente en 1997, un plebiscito en la ciudad aprobó
un plan de renovación del distrito de Wankdorf. En él se incluía la demolición del
legendario estadio para la edificación de uno nuevo. En 2001 las excavadoras
se posaron sobre la hierba para empezar los trabajos que concluyeron con la
voladura de las gradas en agosto. Para el recuerdo queda el último partido sobre
aquel recinto disputado entre el Young Boys y el Lugano el día 7 de julio.
Uno de los símbolos del campo, el célebre reloj de la marca Longines, no fue
destruido, y para dejar un testimonio original de los tiempos gloriosos del estadio fue restaurado y trasladado a la Quartiersplatz de la ciudad helvética.
RASUNDA
Mundialmente conocido por ser el estadio donde Pelé se coronó a los 17
años y Brasil conquistó su primera Copa del Mundo tras la debacle del “Maracanazo” sufrida ocho años antes. Ubicado en la ciudad sueca de Solna, fue
el campo del AIK y del equipo nacional durante 75 años y en ocasiones también jugó allí el Djurgårdens IF.
La inauguración oficial tuvo lugar el 17 de mayo de
1937 por parte del rey Gustavo V, que en su discurso se
equivocó y habló del estreno de un estadio de tenis.
El recinto comenzó a construirse a mediados de los años 30 tras las ruinas
del antiguo Rasunda, un campo mucho más pequeño en el que llegaron a celebrarse un par de partidos en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912.
La inauguración oficial tuvo lugar el 17 de mayo de 1937 por parte del rey
Gustavo V, que en su discurso se equivocó y habló del estreno de un estadio
de tenis. Minutos más tarde saltaron al campo la selección sueca y la inglesa
para un amistoso que concluyó con clara victoria de los pross por 0-4. Sin
embargo, un mes antes el AIK ya había estrenado su nuevo templo con un
apabullante triunfo frente al Malmö.
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Los arquitectos encargados de diseñar el coliseo fueron Birger Borgström y Sven Ivar Lind,
que optaron por dar un aspecto muy británico al
estadio. Había cuatro tribunas independientes
y diferentes y luego los fondos eran de aspecto
idéntico. Además, y para dar más espectacularidad al campo los graderíos se encontraban
uno justo encima del otro.
Rasunda estaba a las afueras de la ciudad y
contaba con un aforo para 40.000 espectadores y un césped con unas dimensiones de
105x68 metros. Sufrió continuas renovaciones para no acusar el paso del tiempo y su momento cumbre llegó en 1958. Suecia organizó
el Mundial de fútbol masculino y en su interior
se disputaron siete partidos. Los anfitriones jugaron tres encuentros en los que derrotaron a México y la URSS y empataron
con Gales, y también los aficionados pudieron contemplar las semis y la final.
Brasil se impuso a Francia en uno de los mejores partidos del torneo, y en la
histórica final se encontraron a Suecia. Fue el 28 de junio de 1958 con casi
50.000 personas en las gradas cuando los Pelé, Vavá, Zagallo o Garrincha
dieron cuenta de los suecos en un choque fantástico.
Las constantes ampliaciones de aforo en Rasunda llegaron a su máximo esplendor en 1965, cuando consiguieron alojar a 52.943 personas para un
duelo de clasificación para el Mundial de Inglaterra entre Suecia y Alemania
Occidental. En las esquinas del campo se pudo aumentar la capacidad con la
edificación de nuevas gradas en una época en la que el fútbol se veía de pie.
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Posteriormente, y ya en la década de los 80 se tiró la tribuna principal para
reemplazarla por una nueva, los extremos del campo quedaron totalmente
cubiertos y se levantó un edificio de oficinas entre la tribuna oeste y sur conocido por sus famosas cristaleras de espejo. El campo fue reinaugurado
el 20 de abril de 1985 con un duelo entre AIK y Örgryte IS que ganaron los
primeros por la mínima. Años después y tras ponerse al día con la seguridad,
se colocaron asientos (casi 20.000 en la zona alta y 16.300 en la parte baja
e intermedia) y la capacidad se estabilizó en 36.600 personas.
El AIK tuvo grandes instantes en Rasunda, pero si hay que destacar cuatro fueron los protagonizados en 1937, 1983, 1998 y 2009, años en que
se logró la Liga. El traslado en mitad de la campaña 1936-37 hizo que se
cantase el alirón en casa en un curso en el que doblegaron al IK Sleipner.
Casi medio siglo después se logró la Allsvenskan en 1983 en un equipo en
el que figuraban entre otros Dahlkvist o los finlandeses Virtanen y Nieminen.
Los dos últimos entorchados son relativamente recientes. En 1998, dirigidos por el inglés Baxter y con Limpar y Mellberg como máximas figuras, se
obtuvo el título tras superar al Helsingborg y el Hammarby. Mientras que en
2009 Rasunda vio a su equipo campeón gracias a las aportaciones del argentino Óbolo, el ugandés Mutumba o los suecos Tjernström y Johansson.
Los hinchas de Solna también consiguieron disfrutar viendo a varios de los
mejores jugadores suecos de la historia que vistieron los colores del AIK. Por
ejemplo, en la década de los 40 pasó por allí Henry Carlsson, en los 50 Lennart Skoglund, Orvar Bergmark y Kurt Hamrin, en los 60 Roland Grip o en los
70 Sanny Åslund.
Además, la Copa del Mundo de 1958 no fue el único evento futbolístico de
importancia que figuró en la historia de Rasunda. En la década de los 90 y en
apenas seis años de distancia, allí se celebraron encuentros de la Eurocopa
de Naciones, el Mundial femenino y la final de la Recopa de Europa. En 1992
Suecia organizó la Eurocopa y en el coliseo de Solna se jugaron los choques
de la fase de grupo de los anfitriones donde firmaron tablas con Francia y
ganaron a Inglaterra y Dinamarca, y las semis en donde Alemania se hizo con
un puesto en la final tras derrotar el cuadro entrenado por Tommy Svensson.
Por su parte, en el Mundial de 1995 únicamente acogió un choque pero fue
la final donde 17.000 espectadores vieron alzar el título a Noruega. Por último, en 1998 la final de la Recopa entre Chelsea y Stuttgart se disputó un
13 de mayo con triunfo blue.
El fin del mítico estadio se inició en 2012 con la construcción del moderno
Friends Arena cerca de Rasunda. Ese año cerró sus puertas, no antes de volver a ver un partido entre Suecia y Brasil en el que se llevó la victoria el conjunto dirigido por Mano Menezes. El último choque oficial lo disputó el AIK
frente al Nápoles en la Europa League, siendo el charrúa Cavani el jugador
que perforó las mallas de Rasunda por última ocasión.
Días más tarde el recinto que durante muchos años también acogió a grupos
de música como AC/DC, Van Halen o Queen en 1986 fue abierto para que
los aficionados del AIK se despidiesen y pudieran llevarse a casa recuerdos
como partes del césped o butacas. La demolición finalizó en 2013 y en la
zona actualmente hay bloques de apartamentos. En sus 75 años de vida el
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AIK jugó allí más de 1.000 encuentros y fue el estadio de la selección sueca en 205 ocasiones. También para la historia queda como el único estadio
junto al Rose Bowl en Los Ángeles en organizar sendas finales de Mundial de
fútbol masculino y femenino.
HIGHBURY
Uno de los estadios más coquetos y longevos del fútbol inglés. Con el Arsenal como huésped principal, Highbury se convirtió a lo largo de sus casi 100
años de existencia en uno de los campos más populares y distinguidos del
panorama mundial.
En 1910 llegó a la presidencia del Arsenal Henry Norris, que fue el encargado de trasladar al equipo al norte de Londres, a unos terrenos que había
arrendado en Highbury durante 21 años tras el pago de 20.000£. Para el
diseño del campo pensó en el célebre arquitecto Archibald Leitch, en cuyo
historial también figura la autoria de los estadios del Liverpool, Celtic o Manchester United.
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El terreno tuvo que nivelarse, se levantó una tribuna principal en la parte
oriental que daba cabida a 9.000 espectadores y se colocaron gradas en los
otros tres lados. El costo ascendió a 125.000£ y después de construirse
rápidamente en verano fue inaugurado con un partido de Liga de Segunda
División del curso 1913-14. Aún había zonas en obras cuando el Arsenal
derrotó a Leicester por 2-1 el 6 de septiembre, siendo el visitante Tommy
Benfield el primer jugador en perforar las mallas del campo.
La primera gran renovación del estadio se produjo entre 1932 y 1936 por
parte de Claude Ferrier Waterlow. Por entonces el Arsenal ya había comprado
el recinto cinco años antes y realizó unas obras que convirtieron a Highbury
en una de las canchas más modernas y atractivas del continente. Con un
estilo art déco la tribuna principal era la más avanzada del país, con un aforo
para 4.000 personas sentadas. Además, se renovaron los fondos donde la
gente asistía de pie a los partidos y tras invertir 175.000£ la capacidad total del estadio llegó a los 50.000 espectadores.
También se situaron en el recinto las oficinas del club y el famoso salón de
mármol en la entrada principal al campo, donde poco después se colocó el
busto en honor a Herbert Chapman. Una de las últimas actualizaciones fue
techar la grada norte e instalar en la zona sur el reloj que coronaba el graderío. En esa época se dio el nombre oficial al coliseo de Arsenal Stadium coincidiendo con el cambio de nombre de la estación más próxima de metro, que
pasó de Gillespie Road a Arsenal.
Highbury fue un puesto de socorro durante la II
Guerra Mundial y sufrió algunos desperfectos
por los bombardeos en la ciudad que fueron
subsanados en la década de los 50.
El Príncipe de Gales asistió a la reinauguración del campo, cuyas dimensiones
eran 100x67m. El 9 de marzo de 1935 el estadio escribió una de las páginas de oro de su historia al registrar su récord de asistencia con 73.295 personas para un duelo liguero frente al Sunderland. Posteriormente, Highbury
fue un puesto de socorro durante la II Guerra Mundial y sufrió algunos desperfectos por los bombardeos en la ciudad que fueron subsanados en la década de los 50.
Con un sistema de iluminación desde 1932, lo que ayudó a ser el primer
campo en el que se televisa un partido, la capacidad del estadio fue menguando con el paso de los años. A finales de los 60 dispone de un límite de
63.000 asientos y en 1988 baja hasta los 57.000. Tras el informe Taylor y la
tragedia de Hillsborough, se reduce hasta los 41.000 y con la nueva norma
de tener un recinto en el que todos estuvieran sentados el aforo se establece
de forma definitiva en 38.500 butacas. Tomó además un estilo muy característico cuando se cerró totalmente y las cuatro gradas formaron ángulo recto sin tocar las esquinas. Los nombres oficiales de dichas zonas eran North
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Bank, donde estaban los seguidores más leales, Clock End con dos sectores
para los hinchas visitantes, West Stand para los socios y el East Stand con
los aficionados discapacitados. De los últimos detalles que se instalaron en
el campo fueron las dos grandes pantallas de televisión ubicadas en los córners sureste y noroeste.
La historia del Arsenal en su estadio, donde llegó a jugar más de 2000 partidos con un porcentaje de victorias del 60 %, se inició en la categoría de
plata del fútbol inglés. Tras la I Guerra Mundial ascendieron a Primera, y con
la llegada del técnico Herbert Chapman en 1925 tuvieron unos años gloriosos. En la plantilla estaban históricos como Hapgood, David Jack, Male, Alex
James o Cliff Bastin, y pese al fallecimiento del entrenador se lograron cinco
Ligas desde 1930 a 1938. A partir de entonces el equipo no mantuvo su
nivel y aunque hubo triunfos importantes con Joe Mercer, Reg Lewis, Laurie
Scott o Jack Kelsey como en 1948 y 1953, hasta 1970 el club no volvió a
saborear la gloria. Una Copa de Ferias y un doblete de Liga y Copa en 1971
le situaron entre los mejores del país y el continente antes de sufrir una sequía de casi 20 años que sólo fue interrumpida con la FA Cup de 1979.
A finales de los 80 el Arsenal recuperó el prestigio perdido gracias al rendimiento de futbolistas como Tony Adams, Lee Dixon, David Seaman, Paul
Merson o Alan Smith, y en 1994 alzó otro título europeo, la Recopa frente
al Parma en Copenhague. La llegada del mister francés Wenger dio aires renovados a una entidad que desde 1998 vive instalada en la élite europea. El
técnico galo con una lista de extraordinarios futbolistas que encabezan Ian
Wright, Bergkamp, Vieira, Petit, Overmars, Pires, Henry o Cesc conquistaron
tres Ligas y cumplieron con nota en la máxima competición continental que
estuvo cerca de conquistar en 2006. Grandes noches europeas en Highbury
ante Juventus, Real Madrid, Lazio, Borussia Dortmund o Villareal dieron notoriedad a un conjunto de fútbol exquisito y estilo preciosista que causó admiración en toda Europa.
En el siglo prácticamente que estuvo abierto, Highbury también celebró
grandes partidos internacionales de la selección inglesa, tanto encuentros
amistosos como oficiales de clasificación para una Copa del Mundo o del
Home British Championship, y además fue sede de dos partidos de los Juegos Olímpicos en 1948 (GB-Países Bajos y Dinamarca-Italia de cuartos). El
primero fue siete años después de su inauguración, cuando Inglaterra cayó
ante Gales en un choque del Campeonato Británico, y el último ante Luxemburgo, en la búsqueda de un billete para el Mundial de Chile. Por el camino
fueron derrotadas claramente selecciones como Bélgica en 1923, España
en 1931, Hungría en 1936 o Francia en 1947. Sin embargo, si hay un partido que se recuerda fue el que se vio en 1934 ante Italia. Los transalpinos,
campeones del mundo, visitaron el estadio londinense en un duelo que acabó
llamándose “La Batalla de Highbury”. Un partido de choque, fuerza, agresividad y violencia. Varios jugadores de cada equipo sufrieron importantes fracturas y el fabuloso Stanley Matthews llegó a declarar que fue el partido más
violento que había jugado. Inglaterra con un Eric Brook inspirado se hizo con
el triunfo por 3-2.
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Otros deportes también tuvieron cabida en el interior de Highbury y allí por
ejemplo se jugó al cricket o el béisbol y se celebraron varias veladas de boxeo
importantes como la que protagonizaron Muhammad Ali y Henry Cooper en
1966. Además, en los comienzos del coliseo londinense se jugó al rugby y allí
se vieron las caras Inglaterra y Australia en una gira de los oceánicos entre
1921 y 1922.
La gran demanda de entradas y el aumento en el número de socios hizo plantearse a la directiva gunner a principios del siglo xxi la posibilidad de levantar un estadio de mucha más capacidad, dado que los 38.500 asientos de
Highbury se hacían muy escasos. La renovación del legendario campo era
imposible por la desaprobación del vecindario y la única solución fue trasladarse a un nuevo recinto. El Arsenal con Henry como capitán saltó por última
vez al tapete de Highbury el 7 de mayo de 2006 para un encuentro frente al
Wigan en el que el delantero galo firmó un triplete.
En la actualidad hay un complejo residencial de viviendas de lujo con una
zona verde y un parque en la ubicación en que se encontraba el césped. Además, se dejó en pie la fachada original del estadio y aún puede leerse el letrero de Arsenal Stadium y verse el logo gunner.
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DA LUZ
Uno de los estadios más impresionantes de Portugal y de Europa en su tiempo. Fue el coliseo donde el Benfica residió casi medio siglo y en el que completó los mejores años de su larga y prolífica historia.
A mediados de los años 40 el Benfica compró unos terrenos en el barrio de
Carnide y construyó un campo de fútbol que pasaría a ser propiedad suya en
1969. El encargado de la idea fue el presidente de la entidad Joaquim Bogalho, que pidió la ayuda de los aficionados para sufragar los costes del nuevo
recinto. Para ello aumentó la cuota de los socios y con las donaciones y el ofrecimiento de numerosos aficionados para trabajar en la construcción de Da Luz
se logró que se aprobase su plan. Además, todo quedaba en casa puesto que
el arquitecto elegido fue João Simões, un antiguo jugador del club.
La primera piedra se colocó el 14 de junio de 1953 y año y medio después se
abrieron las puertas por primera vez. El costo total ascendió a 12.037.683
escudos y para la inauguración se eligió al Oporto. En ella estuvo presente
el presidente de la República, el general Craveiro Lopes, y los blanquiazules
se vengaron de la derrota en el estreno de Das Antas con un triunfo por 1-3.
En ese momento Da Luz daba cobijo a 40.000 personas gracias a sus dos
niveles en el anillo. Sin embargo, los éxitos y la demanda de localidades hicieron que se realizasen numerosas ampliaciones en las décadas sucesivas. En
1960 con la luz artificial ya funcionando comenzó la edificación de un tercer
anillo en uno de los laterales que conseguía meter ya a 70.000 personas en
el campo. Y en 1985, con el anillo distribuido y concluido por toda la cancha,
se convirtió con 120.000 espectadores en el estadio con más capacidad de
Europa y el tercero del planeta. Las normas de seguridad UEFA en los 90
hicieron descender el aforo a las 78.000 localidades tras tener que instalar
asientos (todos rojos, el color de la entidad) en todos los graderíos.
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En la historia quedan como los partidos con más afluencia
un choque de Liga frente al Oporto en 1987 con 135.000
hinchas en las gradas, un partido de semifinales de Copa de
Europa ante el OM en 1990 con 130.000 almas o la final del
Campeonato Mundial Juvenil de la FIFA cuatro años después,
en el que 127.000 compatriotas animaron a su selección.
En la historia quedan como los partidos con más afluencia un choque de Liga
frente al Oporto en 1987 con 135.000 hinchas en las gradas, un partido
de semifinales de Copa de Europa ante el OM en 1990 con 130.000 almas
o la final del Campeonato Mundial Juvenil de la FIFA cuatro años después,
en el que 127.000 compatriotas animaron a su selección. Además, también
fue sede de finales europeas como la Recopa en 1992 entre Werder Bremen
y Mónaco, la Copa Latina del año 1953 que enfrentó a Stade de Reims y
Milán, de la vuelta de la Copa de la UEFA de 1983 donde el Benfica empató
con el Anderlecht y se quedó sin poder levantar el título, y de la Copa Intercontinental en 1961 y 1962, cuando peleó por el trofeo con el Peñarol y el
Santos respectivamente.
También la selección jugó sobre el césped de Da Luz muchos partidos internacionales. El primero tuvo lugar el 21 de abril de 1971 frente a Escocia en
un duelo de clasificación para la Eurocopa del año siguiente, y el último se
produjo frente a Estonia el 6 de octubre de 2001 en otro encuentro de calificación para un gran evento, en este caso el Mundial de Japón y Corea del
Sur. En total, Portugal se dejó ver en 29 ocasiones por Da Luz, logrando importantes triunfos contra Polonia, la URSS o Dinamarca.
Las águilas, por su parte, completaron un historial espectacular en
los 49 años que residieron en Da
Luz. Allí empezó a dar los primeros pasos Eusebio, el líder de un
equipo que maravilló al panorama
futbolístico en los 60. Una gran
hegemonía en su país que también
tuvo su apogeo en Europa con la
obtención del máximo torneo continental en 1961 y 1962. Años
en que también deleitaron en Da
Luz hombres como Costa Pereira,
José Augusto, Coluna, Aguas o
Germano y en los que sucumbieron fantásticos conjuntos como el Oporto,
el Sporting, Os Belenenses, Vitória de Guimarães o Ujpest Dozsa, Rapid de
Viena, Tottenham, Dukla de Praga, Real Madrid o la Juventus en el viejo continente. Todo ello de la mano del histórico técnico magiar Béla Guttmann.
La vieja Catedral, apodo colocado por los aficionados encarnados, fue un seguro de vida y un auténtico infierno para los equipos que debían disputar allí
un partido. El ambiente creado por más de 100.000 personas en las gradas
era impresionante, sobre todo a partir de la conclusión del tercer anillo, donde normalmente se situaban los hinchas más acérrimos de la entidad.
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Tras la marcha del mítico delantero mozambiqueño —en 1992 a las afueras
de Da Luz se colocó una estatua en su honor— a mediados de los 70 el club
continuó conquistando trofeos pero en una menor proporción. En la década
de los 80 con otros legendarios futbolistas como Manuel Bento, Diamantino, Chalana, Nené, Carlos Manuel o Veloso se alcanzaron cinco Ligas y se
estuvo cerca de levantar dos trofeos europeos. Los últimos años en Da Luz
fueron de una gran sequía y el último alirón data del curso 1993-94, cuando
con Antonio Oliveira en el banquillo se ganó la Liga por delante de sus viejos
rivales Oporto y Sporting.
La consecución por parte de la Federación Portuguesa de la Eurocopa de
Naciones de 2004 abrió el debate y la necesidad de tener nuevos estadios
preparados para esa cita. El antiguo Da Luz debía dar paso a un nuevo coliseo tras las propuestas rechazadas de una profunda renovación del campo.
La asamblea de socios del club en 2001 dio el visto bueno a la construcción, y a comienzos del año 2003 el Benfica celebró su último encuentro
en el famoso templo capitalino frente al Santa Clara. Entonces, parte de
las gradas habían sido demolidas, pero no fue hasta el verano cuando el
estadio pasó a mejor vida.
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BÖKELBERGSTADION
Situado en la ciudad germana de Mönchengladbach, fue la residencia como
local de los potros durante 85 años hasta su demolición. En su césped, el
Borussia conjugó tiempos de enormes triunfos y victorias con otros de sinsabores.
La primera idea para construir el estadio surgió hacia 1914. Sin embargo, el
estallido de la I Guerra Mundial hizo posponer los planes unos años y no fue
hasta 1919 cuando pudo verse la obra terminada. Se inauguró en septiembre, el día 21, y en aquel momento se le bautizó con el nombre de Westdeutsches Stadion.
En el periodo de entreguerras, el Gladbach logró algún Campeonato Regional de Renania y varias Ligas del distrito, Liga creada por el Comisionado del
Reich. El campo se mantuvo intacto hasta que los bombardeos de la II Guerra
Mundial le dejaron muchas secuelas. Por ello en 1952 comenzó la primera
gran renovación del coliseo teutón. Algunas zonas de la grada tuvieron que
reconstruirse por completo y aprovechando la coyuntura se ampliaron para
dar capacidad a más gente. En 1954 finalizaron las nuevas tareas, pero sólo
seis años más tarde y tras levantar la Copa el conjunto dirigido por Bernd
Oles invirtió parte del dinero ganado en construir nuevas tribunas de cemento techadas y alcanzar un aforo de 32.000 espectadores, casi todos ellos
de pie. Además, fue entonces cuando se empezó a conocer el campo con el
nombre de Bökelberg.
En los años posteriores se añadió luz artificial al campo y también se expandió la grada este del campo, se colocó el primer marcador electrónico
en 1974 y se renovó totalmente la tribuna principal en el año 1978, logrando la mayor capacidad histórica del recinto, 34.500 espectadores. Todo
ello vino provocado por unos años 70 gloriosos en lo deportivo. En su país
tuvo una bonita y dura pugna con el Bayern de Beckenbauer, consiguiendo
cinco Ligas (tres de ellas consecutivas) y una Copa. Pero además esa rivalidad también se trasladó a Europa, donde el Gladbach no tuvo tanta suerte
en la máxima competición. Aún así logró alcanzar en dos ocasiones la pres-
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tigiosa Copa de la UEFA
en 1975 y 1979. Los culpables de este magnífico
periodo fueron leyendas
de la entidad que aún hoy
en día son recordados
por los viejos aficionados
que iban los domingos al
Bökelbergstadion; nombres de la talla de Netzer, Bonhof, Heynckes,
Simonsen, Vogts, Hennes
Weisweiler o Udo Lattek.
En Europa visitar el Bökelbergstadion era un terrible dolor de muelas para
aquellos equipos que pretendían salir indemnes. Sobre el terreno de juego de
los potros sucumbieron, entre otros, fabulosos conjuntos como la Juventus,
el Dinamo de Kiev, el Estrella Roja, el Liverpool, el AS Saint-Étienne o el Real
Madrid. Pero no siempre lo acaecido en el césped fueron buenas noticias.
Uno de los hechos más desagradables se produjo en un choque frente al Inter el 20 de octubre de 1971. Cuando los alemanes vencían por 2-1 una lata
golpeó en la cabeza del italiano Boninsegna. El árbitro no suspendió el choque y el Gladbach acabó apabullando a los nerazzurri por 7-1. Sin embargo,
y tras la protesta transalpina la UEFA mandó repetir el choque a partir del
botellazo en el Olímpico de Berlín.
En los 80 el nivel del equipo bajó aunque tuvo temporadas en las que continuó luchando por la Bundesliga, pero el gran declive se produjo en los 90.
En el año 1995 se obtuvo la última Copa de la historia del club hasta la
fecha y cuatro años después y tras un curso muy malo se descendió a la
categoría de plata, quedando en la última posición con 21 puntos. El ascenso tuvo que esperar dos campañas, pero con la entrada del nuevo siglo
regresaron a la primera división del fútbol germano y en la élite pudieron
despedirse de su mítico campo.
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A mediados de la anterior década fueron ya muchas las voces
que pedían la jubilación del Bökelbergstadion para dar paso a
un nuevo recinto que estuviese a la altura del siglo XXI.
A mediados de la anterior década fueron ya muchas las voces que pedían la
jubilación del Bökelbergstadion para dar paso a un nuevo recinto que estuviese a la altura del siglo xxi. Al igual que en otras ciudades, los antiguos recintos fueron desapareciendo y en 2002 se inició la construcción del actual
Borussia-Park. El Borussia jugó su última campaña en el curso 2003-04 y
se despidió del campo en un choque frente al TSV 1860 Múnich el día 22 de
mayo que acabó con victoria. Mientras que el balón corrió por aquel césped,
hubo una última oportunidad con motivo de un partido del filial del Gladbach
ante el Bonner SC en mayo de 2005.
La cancha quedó abandonada durante un año en el que las instalaciones se
fueron avejentando más hasta que en 2006 un plan de urbanismo optó por
derruirlo. Al terminar todo el proceso de demolición se edificaron un conjunto
de viviendas que permanecen en la actualidad.
DE MEER STADION
El antiguo y pequeño estadio del Ajax durante más de 60 años. Allí el club
capitalino escribió las páginas más grandes de su historia y vivió el periodo
dorado de la entidad a principios de los 70, gracias en parte a hombres como
Johan Cruyff, Rinus Michels y Stefan Kovacs.
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Durante la construcción, el Ajax sufrió penurias
económicas y cerca estuvo de tener que cancelar la obra.
Los primeros éxitos del equipo “ajacied” se remontan a los años posteriores
a la I Guerra Mundial. Por ello, los dirigentes optaron por la construcción de
un nuevo estadio de más capacidad que diera asilo a todos sus aficionados.
El proyecto fue encargado a un socio del club y distinguido arquitecto de
nombre Daan Rodenburgh. El club adquirió unos terrenos en el barrio de Watergraafsmeer, al sur de la ciudad, y con un presupuesto de 300.000 florines
se iniciaron las obras.
Durante la construcción, el Ajax sufrió penurias económicas y cerca estuvo
de tener que cancelar la obra. Sin embargo, al final lograron salir adelante y
el estadio abrió sus puertas por primera vez el 9 de diciembre de 1934. En
un amistoso se enfrentaron Ajax y el Stade Français con un resultado de 5-1
para los neerlandeses. El primer partido oficial tuvo lugar unos meses más
tarde, el 24 de febrero de 1935 frente al ADO Den Haag y el primer balón
que besó las redes fue obra del visitante Rinus Loof.
En un principio, con una capacidad para 22.000 personas y un tamaño de
105x68 metros, estaba construido en ladrillo con un estilo de la nueva escuela de La Haya. En las cuatro esquinas, entre las gradas, se edificaron cuatro pequeñas casas idénticas y enfrente del campo había dos canchas de
entrenamiento, que junto al gimnasio dentro del estadio dotaban al recinto
de un aspecto polideportivo. Las tribunas realizadas en madera (con un gran
coste de mantenimiento) acomodaban a 4.500 personas cada una, mientras
que en los fondos para que la gente viese de pie el fútbol entraban un total de
13.000 personas (6.500 en cada una). En su mayor momento de esplendor
se llegaron a juntar 29.500 aficionados en el campo, tiempos en los que ya
existía un restaurante dentro de las instalaciones y la cancha se encontraba
iluminada por las cuatro torretas de luz artificial que había en cada córner.
Las últimas reformas tuvieron que ver con una moderna sala de prensa y localidades VIP en las gradas a finales de los años 80.
La trayectoria del Ajax después de la II Guerra Mundial fue muy irregular hasta 1966. A partir de entonces dio un giro de 180º tras la llegada a la presidencia de Jaap van Praag, el desembarco en el banquillo de Rinus Michels y
la aparición de mitos como Cruyff o Neeskens, convirtiéndose en uno de los
grandes de Europa. Dominó el fútbol del país a su antojo y esa hegemonía
pasó también al continente. Normalmente y para dar cobijo a todas las solicitudes el Ajax disputaba los partidos frente al Feyenoord y PSV en Liga o
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los de Copa de Europa en el estadio Olímpico de la ciudad. Aún así, entre sus
noches europeas a recordar De Meer cuenta con un 5-1 frente al Liverpool,
un 3-0 ante el Benfica y un 3-0 contra el Celtic en las Copas de Europa de
los años 1966, 1968 y 1971 respectivamente, un 3-0 ante el Athletic Club
en la UEFA de 1978 y un 4-0 ante el Nápoles en la Copa de Ferias de 1970.
En los 80 y los 90 de la mano de otros extraordinarios futbolistas como Bergkamp, Van Basten, Blind, Rijkaard o Van der Sar, el Ajax siguió coleccionando Ligas y Copas en los Países Bajos y también trofeos en Europa con la
consecución de una Recopa, una Copa de la UEFA y una Champions League
en 1995 con Van Gaal como técnico, pocos meses antes de decir adiós a De
Meer. Como hecho desagradable también hay que mencionar el lanzamiento
de una barra al portero del Austria Viena, Franz Wohlfahrt, en un partido de
la Copa de la UEFA del año 1989. A consecuencia de este acto el Ajax fue
sancionado a estar dos temporadas sin participar en competiciones europeas, aunque finalmente se redujo a una sola campaña.
En los últimos años de vida del legendario estadio se cubrieron los
fondos, se instalaron butacas, algunas de ellas de color rojo en los
laterales y el aforo bajó hasta las
19.000 personas para adecuarse a las nuevas normas de seguridad de la UEFA. Pero el campo
acusaba el paso del tiempo y la
gran demanda de entradas por
parte de los socios y aficionados
del equipo. Por ello, a principios
de los 90 se llegó al acuerdo de
levantar un estadio más moderno,
amplio y acorde a los tiempos. Se
pusieron las primeras piedras en
el Ámsterdam Arena y en 1996 la primera plantilla comenzó a jugar sus choques en el colosal estadio. La despedida de su añejo campo tuvo lugar el 26
de abril de 1996 en un encuentro liguero frente al Willem II, siendo el gran
protagonista George Finidi, que perforó la red contraria en tres ocasiones.
De Meer fue demolido dos años más tarde para construir una urbanización de
viviendas llamada Park De Meer y un parque. En la actualidad lo único que indica
que allí estaba la cancha del Ajax es que las calles tienen nombre de otros estadios míticos como Wembley o Anfield, los puentes próximos fueron bautizados
en honor a históricas figuras del club como Cruyff, Haan, Suurbier o Vasovic y en
una plaza hay un dibujo que señala dónde estaba el centro del campo.
Además, la cancha no fue sede únicamente de partidos del Ajax, sino que en
sus más de seis décadas de historia tuvo la fortuna de acoger a la selección
neerlandesa. En total el combinado nacional jugó cinco partidos y en todos
ellos se hizo con el triunfo. En la fase de clasificación para el Mundial de
1974 y México 1986 derrotaron a Islandia y Chipre respectivamente, mientras que en la calificación para la Eurocopa de 1988 de nuevo los chipriotas
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hincaron la rodilla en De Meer. Los otros dos duelos fueron de carácter amistoso y en 1984 doblegaron a Dinamarca y en 1992 a Yugoslavia. También
dispuso del honor de ser el campo en la final de la Copa en los años 1961,
1967 y 1983, todos con victoria del Ajax.
DAS ANTAS
Uno de los estadios más reconocidos y espectaculares de Portugal. Durante
más de medio siglo fue sede del Oporto, que allí realizó muchas conquistas y
cantó varios alirones ligueros.
En los años 30 y 40 el Oporto jugaba en el Campo de la Constitución, pero
pronto se quedó pequeño. En 1949 el club compró unos terrenos de 48.000
metros de superficie en la zona oriental de la ciudad, en un lugar llamado Antas. Pronto se colocó la primera piedra y empezó a levantarse el nuevo templo de la entidad. El proyecto lo llevó a cabo el arquitecto Oldemiro Carneiro y
vio la luz el 28 de mayo de 1952 con una inauguración en la que estuvo presente el presidente de la República,
el general Craveiro Lopes. Oporto
y Benfica se vieron las caras en un
amistoso que terminó muy mal para
los locales, al conseguir la victoria
el cuadro benfiquista por un apabullante 2-8.
En un principio, el recinto contaba
con un aforo para 44.000 personas
y una pista de atletismo alrededor
del terreno de juego. El campo estaba dividido en seis zonas claramente diferenciadas, con la parte Superior Norte,
Superior Sur y
Arquibancada más lejos del césped
y los mejores asientos situados en
El Poente y la Maratona. Esta última
zona no estuvo construida hasta los
años 70, cuando se colocó en el lado
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opuesto de la tribuna principal, lo que hizo que la capacidad subiese hasta
los 65.000 espectadores. Poco a poco el estadio se fue modernizando en
otros aspectos y, además de colocarse una pista de ciclismo, se puso la luz
artificial en 1962 y se levantó un pabellón deportivo dentro de las instalaciones en el que disputaban sus encuentros los equipos de balonmano, baloncesto y hockey sobre patines.
La eliminación de la pista de atletismo en 1986 sirvió
para ganar profundidad en el campo y poder acoger
a 95.000 personas, todas de pie, siendo uno de los
estadios más grandes de Europa.
Las últimas reformas que se produjeron en la década de los 80 y los 90 tuvieron que ver con el aforo del coliseo portuense. La eliminación de la pista
de atletismo en 1986 sirvió para ganar profundidad en el campo y poder
acoger a 95.000 personas, todas de pie, siendo uno de los estadios más
grandes de Europa. Sin embargo, pocos años después las estrictas normas
de seguridad de la UEFA y la obligación de ver el fútbol sentado hicieron reducir el aforo a 55.000 espectadores.
En cuanto al equipo se vivieron formidables etapas sobre el suelo de Das Antas a finales de los 50, finales de los 70 y sobre todo en la década de los 80
y los 90. El actual presidente, Pinto da Costa, que estuvo en la inauguración
del terreno de juego disfrutó de su ídolo, Hernani, y de otros maravillosos
jugadores como Jaburú y Pedroto en los 50 y Simões, António Oliveira o Fernando Gomes en los 70. En los 80 los Dragões se doctoraron en Europa y el
mundo del fútbol con la conquista del triplete formado por la Copa de Europa, la Supercopa europea y la Copa Intercontinental. Das Antas se convirtió
en inexpugnable y doblegaron a equipos como el Brondby, el Dinamo de Kiev
o el Ajax gracias al fantástico rendimiento de los Futre, Madjer, António Sousa, Józef Młynarczyk, João Pinto y Juary.
En la posterior década confirmaron su tiranía en el fútbol luso logrando ocho
Campeonatos de Liga y cuatro Taças de Portugal. Como homenaje a Das Antas también levantaron allí las dos últimas competiciones domésticas que jugaron como local en las campañas 2002-03 y 2003-04 con José Mourinho
en el banquillo y Vitor Baia, Ricardo Carvalho, Maniche o Deco en el plantel, e
incluso disputaron varios partidos (Real Madrid, OM y Partizan en la fase de
grupos) de la Champions alcanzada en 2004.
La selección portuguesa también utilizó el campo para sus partidos y en
1952 jugó por primera vez ante Austria. También pasaron por allí Inglaterra,
España, Alemania, Rumanía, Checoslovaquia, Italia y los Países Bajos, hasta
que en 2003 el equipo entrenado por Scolari se despidió para siempre de
Das Antas en un choque frente a Brasil. El santuario de Oporto también se
usó en numerables ocasiones para otros eventos y conciertos. Sin duda, uno
de los más recordados en la ciudad fue el protagonizado por el artista Frank
Sinatra en la primavera de 1992.
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La llegada del nuevo milenio supuso el principio del fin para el nuevo campo.
Portugal iba a organizar la Eurocopa de 2004 y para esa fecha estaría construido el estadio do Dragão, la nueva casa del Oporto. En 2001 tiraron abajo
el pabellón polideportivo y por fases se fue haciendo con el resto del estadio
a partir de noviembre de 2003. Aún con el nuevo terreno de juego en pie el
Oporto disputó ocho encuentros más en Das Antas hasta que llegó la despedida frente al Estrela da Amadora el 24 de enero de 2004.
VIEJO GASÓMETRO
Uno de los estadios más famosos y populares de Argentina y Sudamérica
desde la primera mitad del siglo xx. Fue durante muchos años el hogar de
San Lorenzo de Almagro.
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Los dirigentes de la entidad vieron necesario tener un campo propio y en
1915 compraron unos terrenos en Almagro (no existía aún el barrio Boedo),
en la Avenida de La Plata al 1700 y entre las calles Inclán y Las Casas. La
obra fue bastante costosa y los socios fundadores de la entidad con Scaramusso y Federico Monti al frente tuvieron que buscar dinero y acudir a colectas para asegurar la construcción.
Nunca tuvo nombre oficial y debido a su parecido
con los depósitos de gas que se utilizaban en ese
momento se le conoció como El Gasómetro.
El recinto se inauguró el 7 de mayo de 1916 con un partido entre San Lorenzo y Estudiantes de La Plata que se llevaron los cuervos por 2-1. Nunca
tuvo nombre oficial y debido a su parecido con los depósitos de gas que se
utilizaban en ese momento se le conoció como El Gasómetro. San Lorenzo
en los primeros años no pudo abordar su compra y lo alquilaba cada vez que
tenía un partido fuera, pero esto cambió a partir de 1929.
Fue en ese año cuando con las obras se consiguió elevar la capacidad a
75.000 espectadores. Los sectores Norte y Oeste con sus tribunas daban
asilo a 40.000 personas, mientras que con la edificación de la tribuna Sur
y el paredón de Avenida de la La Plata se situaban los restantes. Disponía
de unas dimensiones de 110x70m y las estrellas del continente pudieron
disfrutar de su magnífico césped con la celebración del Campeonato Sudamericano de 1929 y 1937. En la primera edición acogió tres encuentros
y allí Argentina se proclamó campeona tras derrotar a Uruguay con tantos
de Ferreira y Evaristo. Mientras que en 1937 se disputaron 13 encuentros,
destacando el desempate para conocer al vencedor del torneo entre la albiceleste y Brasil: dos goles del gran delantero Vicente de la Mata en el tiempo
extra dieron el trofeo a los anfitriones.
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En la década de los 30 llegaron los primeros trofeos de la era profesional y
San Lorenzo alzó el Campeonato de Primera División en 1933 y la Copa de
Honor en 1936. Fueron tiempos en los que jugaban míticas figuras como
Arrieta, Diego García, Gabriel Magán, Tarrío o Ricardo Alarcón. Unos años
más tarde, concretamente en 1939, para redondear un estadio espléndido
se colocaron focos de luz artificial (el primero en Argentina), lo que confirmó
al Gasómetro como uno de los mejores terrenos de juego del país.
El estadio se quedaba pequeño para ver a sus ídolos y con el
discurrir de las temporadas se fueron incorporando leyendas
como Farro, Pontoni o Martino.
Varios equipos europeos como el Chelsea o el Hajduk Split visitaron la cancha
en sus giras por Sudamérica y el tirón con los fichajes de Lángara y Zubieta
tras la Guerra Civil española abrieron unos años de gloria para San Lorenzo.
El estadio se quedaba pequeño para ver a sus ídolos y con el discurrir de las
temporadas se fueron incorporando leyendas como Farro, Pontoni o Martino.
La famosa expedición del equipo por Europa en 1947 que aún se recuerda
en muchos lugares trajo a la entidad numerosos ingresos, siendo algunos de
ellos empleados en su excelente estadio. Se construyó un nuevo gimnasio y
se dio un toque de chapa y pintura a toda la estructura.
Sin embargo, y a pesar de lograr algún título relevante como el Campeonato
de 1959 con Sanfilippo o la aparición posterior de Los Carasucias (Doval,
Areán, Casa, Teich y Veira) y Los Matadores (invictos en el Metropolitano de
1968) comenzaron a llegar tiempos difíciles. El campo presentaba zonas
modernas como las nuevas torres de iluminación junto a otras desgastadas
que acusaban el paso de los años. La economía no permitía lujos y apenas se
podían realizar partidas de dinero para renovar partes del estadio.
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Ya en los 70 hubo un repunte con los nuevos éxitos del plantel en el que figuraban Ayala, Heredia, Rezza, Scotta, Olguín o Chazarreta, pero en 1979 el
mítico estadio fue historia. El alcalde de Buenos Aires llevó a cabo una reordenación urbana en la que no tenía cabida el Gasómetro. Se dictó una ley que
decía que en los terrenos del campo cuervo se edificarían unas viviendas y
tras construirse una sociedad fantasma se expropió el campo a San Lorenzo
a cambio de 900.000 dólares.
La última vez que los hinchas de San Lorenzo pudieron ver a su equipo en el
Gasómetro tuvo lugar el 2 de diciembre de 1979 en un partido frente a Boca
que concluyó sin goles. Las máquinas excavadoras empezaron a realizar su
trabajo en 1981 y a pesar de lo estipulado jamás hubo bloques de viviendas
en ese lugar.
Tiempo más tarde se instaló un supermercado en la zona y en 2012 tras
muchos años de lucha con la alcaldía de Buenos Aires se le devolvieron los
terrenos en los que estaba ubicado el estadio. El acuerdo con la cadena Carrefour se produjo en 2014 y el supermercado pasará a estar situado a unos
metros de su lugar actual, ya que San Lorenzo tiene la intención de construir
un nuevo estadio que estaría listo para 2018. De este modo regresarán a
Boedo y los aficionados más jóvenes podrán celebrar los goles de su equipo
en el punto exacto donde lo festejaron sus padres y abuelos.
En sus 65 años de vida el campo conocido por muchos como el “Wembley
porteño”, también fue sede habitual de conciertos de jazz, actividades en
carnaval o fiestas con el tango como protagonista.
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ESTADIO FILADELFIA
El santuario del mítico Torino de Valentino Mazzola, que pereció en un trágico
accidente aéreo en Superga en 1949, y compañía. Los hinchas granatas que
iban cada 15 días a Filadelfia presenciaron in situ durante varios años a uno
de los mejores equipos del mundo que han existido jamás.
A mediados de los años 20 del pasado siglo el Torino no tenía estadio propio
y se vio en la necesidad de construir uno. Para ello el conde Enrico Marone
Cinzano, presidente de la entidad, creó la “Sociedad Civil Campo Torino” y
con su dinero y el de otros entusiastas del equipo empezaron a levantar el
nuevo recinto. El lugar escogido fue un barrio a las afueras de Turín llamado Filadelfia. Concretamente, se situó entre las calles Via Filadelfia, Tunisi,
Giovanni Spano y Giordano Bruno y el coste final de la obra ascendió a 2,5
millones de liras.
El ingeniero al que se le asignó el proyecto era un profesor de la Universidad
Politécnica de Turín llamado Miro Gamba, mientras que los trabajos de construcción los llevó a cabo Riccardo Filippa. En un principio había dos enormes gradas que daban cobijo a 15.000 espectadores (1.300 en la tribuna,
9.500 en las gradas y 4.000 en el parterre). Los graderíos estaban hechos
de hormigón armado, aunque los asientos eran de madera y había algunos
detalles en estilo art nouveau.
Alrededor del recinto, de una superficie de 38.000 m2, se situaba un muro
exterior de 2,5 metros de altura, la fachada principal era de ladrillo rojo y en
la zona anexa al estadio se levantó otro campo para los entrenamientos. El
terreno de juego medía 110x70 metros y disponía de un drenaje excelente.
Por debajo de él alojaba un total de catorce cuartos, donde se instalaron los
vestuarios, la enfermería, la caseta del árbitro y el jardinero o salas para los
directivos del club y tomar algún tentempié. Además, se cavó un túnel para
que los jugadores pudiesen alcanzar el césped directamente desde los vestuarios, algo inusual en aquella época.
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La inauguración se produjo el 17 de octubre de 1926 y a ella asistieron el
príncipe heredero Umberto II, la princesa María Adelaida y un total de 15.000
personas. El choque enfrentó en un amistoso al Torino y el Fortitudo de Roma
y finalizó con clara victoria granata por 4-0. En los prolegómenos además
bendijo el campo el Arzobispo de la ciudad, monseñor Giuseppe Gamba.
Los éxitos llegaron con celeridad y en el curso 1926-27
conquistaron el Scudetto gracias en parte a su ataque
extraordinario conocido como “Trío Maravillas” y formado por
Julio Libonatti, Gino Rossetti y Adolfo Baloncieri.
Los éxitos llegaron con celeridad y en el curso 1926-27 conquistaron el
Scudetto gracias en parte a su ataque extraordinario conocido como “Trío
Maravillas” y formado por Julio Libonatti, Gino Rossetti y Adolfo Baloncieri.
Sin embargo, poco después lo logrado en el campo se lo quitaron en los despachos, al revocarle el triunfo liguero por un tema de amaños de partidos en
el que estaba involucrado el internacional Luigi Allemandi.
En 1928 se colocaron las taquillas para la venta de entradas, y en 1930 se
amplió la tribuna principal consiguiendo que entrasen 30.000 personas. Sin
embargo, la II Guerra Mundial fue una pesadilla para el recinto granata. El
coliseo se vio muy dañado por los bombardeos y entre las zonas más destruidas se encontraban el césped y los accesos al campo. También fue ocupado
por el ejército estadounidense, que lo utilizó para jugar al béisbol en su tiempo libre, y en 1946 tras terminar el conflicto recibió un buen lavado de cara.
Fue entonces cuando el club turinés vivió su periodo más glorioso. De la
mano de un equipo de leyenda que capitaneaba Valentino Mazzola y en el
que brillaban Ballarin, Rigamonti, Loik, Menti u Ossola, se obtuvieron cinco
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Scudettos consecutivos. Un plantel que figura en la historia del fútbol por su
estilo de juego y su competitividad, llegando a firmar un récord en el estadio
Filadelfia de 93 partidos seguidos ganando, un total de seis años. En esa
cancha también apabullaron a la Unione Alessandria por 10-0 el 2 de mayo
de 1948, la mayor goleada hasta la fecha en el calcio italiano.
Pero todo se acabó tras la tragedia de Superga,
en la que falleció buena parte de la escuadra y el
Torino tuvo que comenzar prácticamente de cero.
Pero todo se acabó tras la tragedia de Superga, en la que falleció buena parte de la escuadra y el Torino tuvo que comenzar prácticamente de cero. En
1959 con Ferruccio Novo en la presidencia del club se planeó convertir el
campo en un espacio público, pero la idea fracasó y el Torino que jugó esa
campaña en el Comunale y descendió a la Serie B regresó a casa. Con la mística de su campo y el apoyo de sus incondicionales el equipo retornó a la élite
del fútbol italiano, hasta que en 1963 se despidieron oficialmente del estadio. Con un Torino-Nápoles el 19 de mayo que acabó en tablas, los granatas
pusieron fin a su trayectoria en el célebre campo en Liga, mientras que el
adiós en partido oficial fue frente al Vasas el 19 de junio en la Copa Mitropa.
Durante un tiempo el espacio se usó para espectáculos públicos y a partir
de 1970 el equipo se entrenó habitualmente en sus instalaciones. Los proyectos de renovación y reutilización fracasaron pese a los intentos de los
presidentes Orfeo Pianelli, Sergio Rossi o Gian Mauro Borsano, y en 1989 el
primer equipo dejó de entrenarse allí cada día. Los equipos de la cantera sí
continuaron jugando algunos partidos en el Filadelfia, hasta que en 1994 se
cerraron las puertas definitivamente.
La degradación del estadio fue muy rápida y hubo hasta algún colapso en
parte de las estructuras. Las excavadoras iniciaron su trabajo en 1997,
aunque una de las gradas permaneció en pie junto a una portería, una vieja
entrada al campo y los murales que rodean al césped, en los que se puede
leer Filadelfia.
En la actualidad y tras muchos años de lucha por parte de la entidad y sus
aficionados hay un acuerdo para reconstruir el estadio. El proyecto de la
Fundación Estadio Filadelfia fue aprobado por unanimidad y, respetando el
antiguo coliseo, los arquitectos Marco Aimetti y Eraldo Martinetto diseñaron
un recinto muy moderno y acorde a los tiempos. Habrá dos campos, en los
que se podrá entrenar la primera plantilla y uno de ellos, con una tribuna para
4.000 personas, lo utilizará el equipo primavera para sus encuentros. La primera piedra fue colocada el pasado 17 de octubre de 2015 y se espera que
en un año concluyan las obras.
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JOSÉ ALVALADE
El Sporting Club de Portugal tuvo como terreno de juego el Lumiar hasta que
en 1956 se inauguró tras año y medio en obras el estadio José Alvalade,
firmado por los arquitectos Antonio Augusto Sá da Costa y Anselmo Fernández; este último, tiempo después, entrenador del equipo lisboeta. Conocido
así por José Alfredo Holtreman Roquette, uno de los fundadores de la entidad en 1906, tenía en principio una capacidad para 60.000 espectadores.
La ceremonia de inauguración tuvo lugar un 10 de junio y además de un lleno
a rebosar tuvo la presencia del Presidente de la República, Francisco Craveiro Lopes. Se cantó el himno nacional, hubo un espectáculo de color y baile
y más de 1.500 atletas desfilaron con el uniforme del Sporting. Después, la
primera plantilla del equipo de fútbol reforzada con futbolistas de otros clubes lusos se enfrentó al Vasco da Gama brasileño, que se llevó la victoria en
un partido amistoso por 2-3.
Situado en la Rua Francisco Stromp, estaba dotado de un terreno de juego
de 105x68 metros, pista de atletismo y la posibilidad de que también sirviese para el ciclismo. Uno de los primeros avances del campo tuvo que ver con
la puesta en marcha de un servicio de iluminación, siendo el primer estadio
luso en adquirirlo. Para ello se disputó un encuentro nocturno que tuvo como
invitado a una selección húngara repleta de brillantes futbolistas.
Mención aparte merece esa eliminatoria frente a los red devils
en la que remontaron en casa el 4-1 cosechado en tierras
inglesas. En la vuelta en el José Alvalade y con 30.000 hinchas
en las gradas se consiguió un 5-0 histórico ante una escuadra
en la que formaban Charlton, Best, Law o Foulkes.
El recinto no llegó a tiempo para la primera Copa de Europa y el Sporting
jugó en el estadio Nacional. Sin embargo, los éxitos no tardaron en producirse y en el curso 1957-58 el conjunto capitalino con Travassos y Vasques
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como líderes levantó el título de Liga. Meses después allí jugaron en la máxima competición continental frente al Utrecht o el Standard de Lieja, pero el
gran triunfo tuvo lugar en otro torneo, la Recopa. En la temporada 1963-64
sorprendieron a propios y extraños con una victoria muy merecida en la que
dejaron en el camino al APOEL de Nicosia, el Manchester United, el Olympique de Lyon o el MTK en la final. Mención aparte merece esa eliminatoria
frente a los red devils en la que remontaron en casa el 4-1 cosechado en
tierras inglesas. En la vuelta en el José Alvalade y con 30.000 hinchas en las
gradas se consiguió un 5-0 histórico ante una escuadra en la que formaban
Charlton, Best, Law o Foulkes.
Por su parte, la selección lusa también utilizó el estadio capitalino en muchas
ocasiones para sus partidos internacionales. A lo largo de los 47 años de
historia del campo jugó en 19 ocasiones, tanto encuentros amistosos como
oficiales. El primero se produjo en 1957 frente a Irlanda del Norte en un choque valedero para el Mundial de Suecia del año siguiente. Además, combinados como el francés, belga, suizo, italiano, polaco, sueco o austriaco pisaron
ese terreno de juego en las décadas posteriores. La despedida del equipo
nacional del vetusto Alvalade tuvo lugar el 17 de abril del 2002 con Brasil
como adversario.
La gran reforma del templo lisboeta se produjo en 1983 bajo la presidencia
de João Rocha. La principal novedad fue cerrar el estadio completamente
por la zona lateral que faltaba con un nuevo graderío que hizo aumentar el
aforo a 72.000 personas. Además, se construyeron un pabellón polideportivo y una piscina, y se aprovecharon las obras para instalar un tartán moderno
en la pista de atletismo y desmantelar la zona habilitada para el ciclismo. Ya
en los 90 y con las medidas de seguridad impuestas por la UEFA la capacidad descendió a 52.000 asientos, tras colocar butacas en todo el recinto.
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En los últimos años de existencia del campo los aficionados vieron desfilar
por el césped a Oceano, Balakov, Figo, Sá Pinto, Simao, Schmeichel o Quaresma, y en la temporada 2001-02 se alzó la última Liga de la historia en el
antiguo José Alvalade. Sólo un año después el coliseo blanquiverde cerró sus
puertas para siempre para dar paso al nuevo José Alvalade, que sería uno de
los estadios principales de la Eurocopa del año 2004.
Por último, destacar que otra de las principales características del estadio
lisboeta fue la de dar cobijo a numerosos artistas que celebraron allí sus
conciertos. Principalmente, en la década de los 90 tocaron U2, REM, Bon
Jovi, Dire Straits o David Bowie en unos eventos a los que asistieron más de
70.000 personas. Además, y gracias a la pista de atletismo, hubo competiciones deportivas, y ahí solía entrenar el equipo del club. En cuanto al ciclismo, se realizaron exhibiciones en las que participaron entre otros Louison
Bobet o Joaquim Agostinho, y el campo fue final de etapa en varias ocasiones de La Vuelta a Portugal.
VOLKSPARK STADION
Edificado en el año 1953, fue la casa de uno de los mejores clubes alemanes
de la historia, el Hamburgo. Llamado Volksparkstadion (estadio Parque del
Pueblo) por situarse en un parque de similar nombre, empezó a levantarse en
1951 con materiales que provenían de barrios de Hamburgo destruidos por
los bombardeos de la II Guerra Mundial.
El terreno de juego tenía 105x68 metros y una capacidad para 76.000
personas, pudiendo además albergar otros deportes diferentes al balompié
como por ejemplo el atletismo, dada la existencia de un anillo con pistas alrededor del campo. La tribuna principal constaba de dos pisos que albergaban
a un total de 20.000 personas, 12.000 de ellas sentadas en bancos de madera y con un techo que les cubría de las inclemencias meteorológicas.
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El primer partido liguero en el Volksparkstadion fue en la
jornada dos, el 31 de agosto frente al Saarbrücken y la
estrella del equipo, Uwe Seeler, no faltó a su cita con el gol.
El estadio abrió sus puertas por primera vez el 12 de julio de 1953 y apenas
unos meses más tarde la selección teutona jugó allí un encuentro clasificatorio para el Mundial de Suiza ante Noruega. En 1960 se instalaron focos
para tener la capacidad de disputar choques por la noche y el Hamburgo se
mudó en 1963, dejando su antiguo estadio de Rothenbaum y coincidiendo
con el inicio de la Bundesliga. El primer partido liguero en el Volksparkstadion
fue en la jornada dos, el 31 de agosto frente al Saarbrücken y la estrella del
equipo, Uwe Seeler, no faltó a su cita con el gol.
Ya en la década de los 70 y tras la confirmación oficial de que Alemania organizaría el Mundial de 1974 se produjo un lavado de cara en el coliseo hamburgués. Se modernizaron las instalaciones, se construyó una nueva tribuna
cubierta con 20.000 asientos y se instaló un marcador electrónico. Con todo
ello, la capacidad bajó a 61.200 personas con 28.500 butacas. Fue entonces cuando los hinchas más apasionados del HSV comenzaron a situarse en
la curva oeste para animar a su equipo.
Durante el Mundial fue sede de tres partidos del grupo uno, en el que se encontraban Alemania Occidental, la RDA, Chile y Australia. Los aussies jugaron allí
frente a las dos selecciones germanas, pero el gran encuentro que tuvo lugar
en sus entrañas fue el 22 de junio de 1974 a las 19:30 horas. En ese momento, Bransch y Beckenbauer, capitanes de la RDA y la RFA respectivamente,
saltaron al campo encabezando a sus equipos para un choque histórico de la
Copa del Mundo. 90 minutos después y dejando la política de lado, la RDA se
hizo con un sorprendente triunfo gracias al célebre tanto de Sparwasser.
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El conjunto dirigido por Branko Zebec primero y Ernst Happel
después, y con futbolistas como Kaltz, Magath, Keegan,
Hrubesch, Memering o Rolff en el plantel, se proclamó tres
veces campeón de la Bundesliga (en 1979, 1982 y 1983).
Una de las mejores épocas del Hamburgo se vivió a finales de la década de
los 70 y principios de los 80. El conjunto dirigido por Branko Zebec primero y
Ernst Happel después, y con futbolistas como Kaltz, Magath, Keegan, Hrubesch, Memering o Rolff en el plantel, se proclamó tres veces campeón de la
Bundesliga (en 1979, 1982 y 1983). En esos años el Volkspark fue uno de
los estadios más difíciles de Europa y allí hincaron la rodilla clubes como el
Real Madrid, el Dinamo de Tbilisi, la Real Sociedad o el Olympiacos. En 1980
el Hamburgo se quedó a las puertas de coronarse campeón continental, pero
lo lograría tres años más tarde tras derrotar a la Juventus en Atenas.
Alemania volvió a organizar un gran torneo internacional en 1988 y el recinto de Hamburgo fue sede de un partido de semifinales. El destino quiso
que se vieran las caras dos de las selecciones más potentes de Europa por
entonces: los Países Bajos y los anfitriones germanos. El Volksparkstadion
colgó el “no hay billetes” y 60.000 personas se reunieron para apoyar a su
equipo nacional. Sin embargo, y pese a que se adelantaron en el marcador,
los neerlandeses remontaron y se llevaron la victoria en un fantástico duelo
de poder a poder.
En los 90 el coliseo empezó a dar muestras de antigüedad y cada vez le era
más complicado cumplir los requisitos de seguridad impuestos por la UEFA.
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Por ello y también por la intención de Alemania de organizar el Mundial de
2006, el Senado de Hamburgo tomó la decisión de construir un campo moderno y acorde a los tiempos. El estadio se vendió por la cantidad simbólica
de un marco y la demolición se hizo por fases. El nuevo recinto se ubicaría en
el mismo lugar, con la única diferencia de que sería rotado 90º para aprovechar mejor la luz del sol. El club hamburgués siguió jugando en ese césped
hasta que en agosto del año 2000 abrió oficialmente sus puertas el nuevo
Volkspark (conocido ahora como Imtech Arena).
STADIO NAZIONALE PNF
La construcción de este estadio, conocido popularmente como el viejo estadio
de Turín y que podía dar asilo a varios deportes, se produjo en el año 1911, con
motivo del 50 aniversario de la unificación italiana. El arquitecto elegido para
el diseño fue Marcello Piacentini a petición de Luigi Lucchini, el autor de la idea
y que era presidente del Instituto Nacional de Educación Física.
Decorado con el clásico estilo romano incluía además
enormes estatuas, guirnaldas de bronce y cuatro
grandes columnas alineadas.
Ubicado junto a Villa Flaminia, cerca de la colina Parioli y la Piazza del Popolo, tenía una gran semejanza con el estadio Olímpico de Atenas. Decorado
con el clásico estilo romano incluía además enormes estatuas, guirnaldas de
bronce y cuatro grandes columnas alineadas.
Edificado sobre una superficie de 32.000 m2, tenía unas dimensiones de
220 metros de largo y 120 de ancho para poder acoger sobre todo competi96
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ciones de atletismo. Había dos gradas conectadas por un semicírculo, estando una de ellas abierta. Sin embargo, la Gran Guerra hizo que el proyecto no
fuese acabado y en 1927 se procedió a la renovación del estadio.
Se restauraron varias zonas dañadas, se levantó una tribuna de hormigón
para 7.000 personas, se construyeron una piscina al aire libre, un gimnasio
y un hotel de tres plantas con capacidad para 600 personas y el campo de
fútbol cumplió las medidas requeridas con 105x68 m. Todo ello rodeado por
una pista de atletismo convertible en velódromo de cuatro carriles (cinco en
la recta). La capacidad ascendía a más de 40.000 personas y el nombre a
partir de entonces fue el de Estadio del Partido Nazional Fascista por iniciativa de Augusto Turati.
La inauguración tuvo lugar el 25 de marzo de 1928 con un encuentro amistoso entre Italia y Hungría en el que venció la azzurra por 4-3, con dos goles
de Leopoldo Conti, uno de Libonatti y otro de Gino Rossetti. Poco tiempo
después el Lazio en fútbol y el Rugby Roma en el deporte del balón ovalado
empezaron a disputar sus partidos allí como locales. Además, la selección
transalpina lo usó como sede de muchos choques internacionales y allí se
vieron las caras con Austria, Suiza, Escocia o Inglaterra.
La adjudicación del segundo Mundial de fútbol a Italia para el año 1934 provocó nuevos cambios en el coliseo capitalino. En el lugar donde se encontraba la piscina se edificó una grada y en la zona de la recta de atletismo se
aumentó un poco más la capacidad, consiguiendo un aforo para 47.300 espectadores. La escuadra azzurra debutó allí y en octavos de final se deshizo
de Estados Unidos con suma facilidad. Durante el resto del torneo se jugaron sólo dos partidos más allí, aunque uno fue una semifinal y el otro la gran
final. El partido de semifinales lo disputaron Checoslovaquia y Alemania con
15.000 asistentes en las gradas y en el duelo por el título Italia se impuso a
los centroeuropeos en el tiempo extra.
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Para la historia queda cómo jugadores de la talla de
Combi, Monti, Meazza, Orsi o Schiavio dirigidos por
Vittorio Pozzo se proclamaron campeones del mundo
sobre el césped del mítico estadio.
Para la historia queda cómo jugadores de la talla de Combi, Monti, Meazza,
Orsi o Schiavio dirigidos por Vittorio Pozzo se proclamaron campeones del
mundo sobre el césped del mítico estadio. Un lustro más tarde y con Europa
sumida en plena II Guerra Mundial, la Roma se trasladó también al campo
para actuar como local en sus partidos, logrando allí su primer título liguero
en el curso 1941-42 con Amedeo Amadei como gran figura.
Ya en la década de los 50 el recinto quedó anticuado y los dos grandes equipos de la ciudad emprendieron su traslado al estadio Olímpico de Roma. Por
entonces y tras la caída del fascismo en Italia el campo llevaba el nombre de
Estadio Nacional, pese a que tras la desgracia del Torino en Superga muchas
voces optaron por bautizarlo como Estadio Torino.
Finalmente en 1957 y tras casi medio siglo de historia donde, además de
jugarse al fútbol y al rugby y organizarse carreras de atletismo, se vieron
veladas de boxeo y competiciones de natación, el estadio fue demolido. En
su lugar se levantó dos años después el estadio Flaminio, recinto donde la
selección de rugby italiana ejerce como local.
POCITOS
Cancha que estuvo situada en Montevideo y muy célebre porque allí se
jugó el primer partido de la historia
de la Copa del Mundo el 13 de julio
de 1930 a las 15:00 horas. En ese
choque se vieron las caras Francia y
México y a los 19 minutos se estrenó el marcador mundialista con un
tanto del galo Lucien Laurent, que
batió de volea al guardameta azteca Bonfiglio.
Ubicada entre las actuales calles de Coronel Alegre, Charrúa Silvestre Blanco y Avenida Soca del barrio de la capital conocido como Pocitos, este estadio cobró vida el 6 de noviembre de 1921. Las desavenencias entre Nacional
y Peñarol impidieron un duelo entre los dos grandes y para la inauguración
finalmente jugaron los carboneros frente al River Plate argentino con un resultado de empate a uno.
El terreno de juego bautizado así por la antigua estación de tranvía que se
erigía en esa zona tenía unas dimensiones de 109x73 metros y un aforo para
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10.000 personas. Las tribunas estaban hechas en madera y la zona del palco estaba en el córner Sur, con un pequeño techo en lo alto y con los vestuarios y el cuarto para los árbitros bajo su estructura. Únicamente existía
un acceso por la calle Gabriel Pereyra con el puesto para adquirir la entrada
rodeada de una gran arboleda y coronada con un portón traído del campo de
Las Acacias (antiguo campo del club capitalino).
El cuadro manya disputó sus encuentros como local tras la inauguración
y durante los 12 años posteriores. Tiempos en los que corrieron por aquel
pasto el maestro Piendibene, Juan Anselmo, Álvaro Gestido, Lorenzo Fernández o Carlos Riolfo. Momentos en los que Peñarol se hace con los títulos nacionales en 1921, 1928, 1929 y 1932, se mantiene invicto en los
clásicos frente a Nacional o fomenta la leyenda de que ganaba los partidos en los últimos momentos gracias a su inconfundible garra y el apoyo
de su hinchada.
La marcha del conjunto aurinegro tras la completa construcción del estadio Centenario en 1933 asestó un duro golpe al recinto de Pocitos, que
años después dejó de existir. Poco a poco, además, Montevideo fue creciendo urbanísticamente y con la llegada de la década de los 40 la cancha
empezó a ser demolida. En 1946 ya no quedaba ni una pista de que allí
había existido un estadio de fútbol tras la edificación de numerosas viviendas para la clase media.
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Revista#20
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En la actualidad y tras arduas investigaciones del arquitecto Héctor Enrique
Benech, se conoce la situación donde se encontraba la cancha y como homenaje hay ubicado un arco que conmemora el primer gol en un Mundial de
fútbol y una escultura justo en la zona en la que estaba pintada la línea del
mediocampo (ambas realizadas por Eduardo di Mauro).
Alberto Cosín
@albertocosin
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Ilustración:
Marc Vicens
ÚNICO E
IRREPETIBLE
Fernando Murciego
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R
oger Federer. Para los amantes de la raqueta, escuchar estas doce letras es sintonizar con el propio sonido del tenis. Es encontrar auxilio en
la búsqueda de un concepto indefinible. Dar respuesta a una pregunta
hueca, sin solución. Cuando la Revista me propuso escribir un artículo sobre el suizo se me dispararon los niveles de adrenalina, parecía una de esas
piezas que se escribían sin esfuerzo, que salen solas simplemente porque
tratas de algo tan universal y popular como es el mejor tenista de todos los
tiempos. O así lo entiendo yo. Pero luego me paré a pensar y vi que, allí donde
vislumbraba facilidad, se hallaba todo lo contrario. “Un retrato potente, verdaderamente extenso, una especie de medio libro”.
Estas eran las pautas que requería el escrito, un auténtico reto para alguien que
lleva eclipsado con el helvético casi desde que tiene uso de razón. ¿Cómo contar
algo distinto acerca de él? ¿Cómo enfocarlo de manera diferente? Retratar a
una leyenda, todavía en activo, para que todo el mundo sea consciente de quién
es, qué ha hecho (y sigue haciendo) y demostrar por qué será recordado para
el resto de los tiempos. Ésta última idea me eclipsó: "¿Por qué será recordado
para el resto de los tiempos?". ¿Por qué él y no otro? Algo debe de tener Roger
Federer en su ADN que lo hace especial, que le hace único e irrepetible. Quizá su
tenis, su personalidad, sus palabras, o quizá todo su conjunto proyecte ese aura
casi ficticia de un privilegiado llamado a hacer historia. El desafío es mayúsculo,
pero el sujeto bien merece un esfuerzo periodístico de la talla de su talento.
UN PROYECTO NADA FÁCIL
Para situarnos, hay que viajar a Basilea hace exactamente 34 años y cuatro
meses. Es ocho de agosto de 1981, sábado, y a las 08:30h de la mañana
nace un niño fruto de la relación entre un suizo (Robert) y una sudafricana (Lynette) que desde bien pequeño se aficiona a todos los deportes que va descubriendo. “Teníamos siempre una pelota, y si se la pasábamos la devolvía
enseguida, mientras que los otros niños la lanzaban en múltiples direcciones”, relata su madre, dejando ver que su amor por el tenis, o por intercambiar
objetos mediante un drive de película, ya iba brotando en su interior. Aunque
como siempre, la amenaza del fútbol estuvo latente hasta el último momento, un hobby que finalmente quedó aparcado en un segundo plano. “Roger
tenía que hacer deporte, si no se movía, se ponía insoportable”, afirma Lynette, quien también fue entrenadora de tenis en sus días mozos, al igual que
Robert. Éste incluso llego a competir aunque nunca a nivel profesional. Pese
a que el talento era una evidencia con la adolescencia ya a medio camino, su
progenitor no estaba dispuesto a estar toda una vida invirtiendo dinero en
una promesa que acabara ahogándose en la orilla. “No voy a financiarte hasta los 30 años para que vagues en torno al puesto 300 del ránking”. Pobre
inocente, no sabía lo que le esperaba por delante.
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Mientras tanto, el joven pupilo se fijaba metas que cualquier otro niño querría abordar: “Uno siempre sueña con ser futbolista y hacer el gol del año de
chilena en la final de un Mundial”, expresaba el muchacho. “O también con
una victoria en la final de Wimbledon, arrodillándose sobre el césped, como
todos tus ídolos hicieron”. No iba desencaminado.
“Era como un salvaje. Tras el final del segundo set, en las
pantallas del estadio mostraron cómo nos enfadábamos
durante el partido. Primero él, luego yo, luego él y de nuevo
yo. Mientras veía aquello solamente pensaba en que tal
esperpento no podía volver a ocurrir”.
Pero aquel proyecto de estrella no iba a ser algo tan fácil. Había talento, por
supuesto, y había mimbres para convertir ese caldo primitivo en una escalera
sin techo hasta el cielo. La criatura iba madurando y, aunque llevaba una vida
diferente a la de los demás niños, la etapa de la adolescencia no la pudo evitar. Y con ella, los conflictos. Hubo tardes de desgana, alguna bronca que
otra con sus padres, los primeros éxitos como junior y también los primeros
desencantos. Los primeros puntos ATP, las primeras victorias, con sus correspondientes derrotas y algún capítulo excéntrico del que poca gente se
acuerda ahora. Paul Dorochenko, el que fuera su preparador físico cuando el
suizo apenas contaba con 18 primaveras, relata que era una persona con
mucho carácter y que, además, sufría de hiperactividad. Aunque por delante
de todo subraya lo buena gente que era y todavía es. “Una de las claves de su
cambio de personalidad fue encontrar a Mirka -su futura mujer- y las tremendas cantidades de dinero que las marcas le pusieron sobre la mesa”, manifiesta el técnico francés. Alguno de esos puntos de inflexión, por no decir el
más recordado, que enterraron al Roger problemático por el Roger apacible
fue su capítulo en Roma 2001 junto a Marat Safin, donde el propio suizo
acabó avergonzado por su actitud en pista cuando las cosas no salían bien.
“Era como un salvaje. Tras el final del segundo set, en las pantallas del estadio mostraron cómo nos enfadábamos durante el partido. Primero él, luego
yo, luego él y de nuevo yo. Mientras veía aquello solamente pensaba en que
tal esperpento no podía volver a ocurrir”.
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Meses antes de aquel episodio oscuro, Federer había probado en primera
persona el sabor de la frustración. Fue en el año 2000, en el torneo de Marsella, ciudad donde disputó su primera final como profesional. Solamente
llevaba un par de calendarios en el gran circuito, codeándose ya entre los
grandes, y fue en la cubierta francesa donde Roger descubriría que en este
deporte no siempre se podía ganar. “Estoy muy nervioso por encontrarme en
esta primera final, me he puesto la meta esta temporada de ganar un título
y estoy ante una buena oportunidad”, comentaba el helvético horas antes de
la gran cita. Cosas del destino, al otro lado de la red se hallaba Marc Rosset,
también suizo y espejo en el que mirarse desde sus inicios. Tras el duro varapalo de aquella tarde de febrero (2-6, 6-3, 7-6), el hijo de Robert y Lynette
acabó completamente roto, convencido de que nunca sería capaz de levantar una corona ATP. Tenía 19 años y ese resbalón le vino grande, tanto que
esa misma temporada repetiría el fiasco en otra final, esta vez en Basilea,
su hogar. Allí el verdugo fue el sueco Thomas Enqvist (6-2, 4-6, 7-6, 1-6,
6-1) un especialista en partidos por el título, con lo que el sabor amargo de
la derrota de Marsella renacía en el frío octubre haciendo saltar de nuevo las
alarmas del todavía inexperto genio. “Dos de dos”, pensaría Roger. “A este
paso mis padres me dejarán de apoyar económicamente si no consigo darle
la vuelta a la situación”, reflexionaba el hombre que iba a cerrar aquel curso
dentro del top-30. Ni se imaginaba lo mucho que le iba a cambiar la vida en
apenas unas semanas.
EL PRIMERO DE 88 TÍTULOS
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De nuevo febrero. Temporada 2001. Otra vez bajo cubierta, pero cambiando
Francia por Italia. Torneo de Milán. Era la tercera parada del año para un Federer que llegaba con dos derrotas en el bolsillo, ambas ante jugadores galos. En Sidney ante Grosjean y en Australia frente a Clément. Aquí, sobre la
moqueta transalpina, Julien Boutter (#67) esperaba en el partido definitivo,
la tercera oportunidad de su carrera para estrenar su palmarés profesional.
El suizo cabalgaba ya en la posición número 27 del ranking mientras que su
rival, ya cerca de la treintena, se situaba lejos de los sesenta primeros. No
fue fácil, pero como no podía ser de otra forma, la esperada recompensa se
acabó haciendo realidad. “¡Qué alivio!”, confesó Roger a los micrófonos.
“Cuando eres un niño siempre sueñas en ganar este primer título y en cómo
será. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que llegara este momento y, la
verdad, espero que de ahora en adelante se me hagan más fácil disputar
estas finales”, concluyó tras conquistar la corona en Milán en tres correosos
sets (6-4, 6-7, 6-4). Las personas que se encontraban en el estadio vivieron
un día histórico, aunque no se darían cuenta hasta muchos años después. La
primera conquista del mejor jugador de la historia había acontecido ante sus
ojos. Por delante, todavía faltaban 87 títulos más hasta el día que hoy pisamos. Y los que quedan por contar.
El verano llamaba a las puertas y Wimbledon aparecía en
el calendario. Un escenario inigualable lleno de liturgias
y costumbres legendarias, un lugar que Pete Sampras
había convertido en el jardín de su casa gobernándolo
hasta en siete ocasiones.
En aquel 2001 llegaron más finales, un buen ejercicio de resultados que fueron apareciendo, en parte, gracias a la incursión de Peter Lundgren como su
nuevo entrenador, el hombre con el que iba conquistar los primeros grandes
trofeos y empezaría a allanar un camino de éxitos que nadie cuestionaría en
la primera década del nuevo milenio. Aunque para llegar ahí todavía quedaba
mucha leña que cortar. Una nueva final, la primera en Rotterdam, volvía cruzarse en su camino, donde Nicolás Escudé, otro francés (años más tarde se
vengaría triturando a los Gasquet, Tsonga, Simon, Monfils…), le obligaba a
recoger la bandeja de plata. Pero aquel año la mejor de las noticias no sería
un título, ni siquiera una final, sino una victoria que iba a colocar a Federer
reluciendo frente a todos los focos internacionales. El verano llamaba a las
puertas y Wimbledon aparecía en el calendario. Un escenario inigualable lleno de liturgias y costumbres legendarias, un lugar que Pete Sampras había
convertido en el jardín de su casa gobernándolo hasta en siete ocasiones.
Las cuatro últimas, de manera consecutiva.
En cinco mangas y con un "superbreak" -el relato parecía
diseñado por Hitckcock-, Roger Federer dejaba el trono
de Wimbledon sin su rey (7-6, 5-7, 6-4, 6-7, 7-5) y lloraba
al ver cómo su ídolo no saldría campeón esta edición por
octava vez en su carrera.
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Después de superar la primera semana de competición (ya lo había hecho en
Roland Garros donde cayó en cuartos de final ante Álex Corretja), el desafío
que aparecía en octavos le provocaba tanto miedo como motivación. Sampras versus Federer, el duelo que todo el mundo quería ver, el presente rey
contra el futuro príncipe. Puede parecer extraño, incluso injusto, pero aquel
sería el único pulso que la vida nos iba a regalar entre estos dos magos. Y
en aquella batalla, para más morbo, se iba a cerrar una época gloriosa de
dominio estadounidense en el All England Club. En cinco mangas y con un
superbreak -el relato parecía diseñado por Hitckcock-, Roger Federer dejaba el trono de Wimbledon sin su rey (7-6, 5-7, 6-4, 6-7, 7-5) y lloraba al ver
cómo su ídolo no saldría campeón esta edición por octava vez en su carrera.
Él había tenido la culpa, pero tampoco podría ocupar su vacante, ya que Tim
Henman acabaría con él en la siguiente ronda. Igual que meses más tarde lo
haría en una nueva final en Basilea, la segunda que perdía de manera consecutiva ante su público. Once años más tarde, aquel despistado joven de
coleta flácida y pubertad incipiente, luciría las mismas copas doradas que su
ídolo, víctima en aquella tarde de julio.
2002 fue un año complicado, podemos llamarlo de transición. Seguían lloviendo las finales y los títulos (el primero en Masters 1000, en Hamburgo
ante Safin), aunque los palos más duros llegaron precisamente donde más
felicidad había recibido el curso pasado. Pierde la final de Milán, donde defendía corona, ante Sanguinetti, pero lo peor estaba por llegar. En Londres,
allí donde había sentenciado al heptacampeón del torneo doce meses atrás,
se vio superado en primera ronda por un croata que acaba de cumplir la mayoría de edad, asestándole un incalculable golpe moral (6-3, 7-6, 6-3). Aquel
muchacho se llamaba Mario Ancic y pintaba a futuro número uno, lástima
que las enfermedades y las lesiones no le dejaran avanzar.
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SU PRIMER GRAND SLAM
La final con Phillippoussis tiene tintes
de drama pero el suizo la cierra en
tres mangas con maestría y serenidad
(7-6, 6-2, 7-6). Se tira al pasto, llora,
igual que lo hicieron sus ídolos, igual
que se imaginó de pequeño.
Federer comienza entonces a
deambular sin victorias en sus
cuatro próximos torneos hasta
que por fin recupera la sonrisa en
Viena, alzándose el título. En su
primera Copa de Maestros llega a
semifinales donde cede ante el líder de la clasificación, Lleyton
Hewitt. Entonces llega 2003, volvemos a empezar, o mejor dicho,
empezamos a volver. Roger se reencuentra sí mismo y gana cuatro títulos en
la primera mitad del curso. Queda eliminado en Roland Garros en su debut, pero
en Wimbledon llegaría la reválida. Su primer Grand Slam iba a ser sobre hierba,
en el mismo césped donde había asaltado el reinado de ‘King Pete’. Siete partidos, 21 sets a favor y solo uno en contra (contra Fish en tercera ronda). La final
con Phillippoussis tiene tintes de drama pero el suizo la cierra en tres mangas
con maestría y serenidad (7-6, 6-2, 7-6). Se tira al pasto, llora, igual que lo hicieron sus ídolos, igual que se imaginó de pequeño. Su primer título había tardado
en llegar. Su primer Slam no pasó de la primera oportunidad. Quién le hubiera
dicho a aquel joven ‘pierde-finales’ que iba a salir campeón también de las seis
siguientes. Por si fuera poco, esa temporada la cierra capturando su primera
Masters Cup, en su segunda participación, y ante Andre Agassi en la final. Roger
vivía en una nube, pero lo mejor estaba todavía por llegar.
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Domina con mano de hierro el vestuario masculino
durante 237 semanas de manera consecutiva, récord
todavía vigente en la ATP.
La etapa siguiente es simplemente brutal. Una auténtica barbaridad. Un ejercicio de dominación a lo largo del tiempo en el que Federer llega a copar lo más
alto del ránking un 2 de febrero de 2004 y ya no lo suelta hasta el verano de
2008. En esa travesía de 2004 a 2007, el suizo disputa 13 finales de Grand
Slams de 16 posibles, ganando once, de las cuales solo deja escapar dos Roland Garros ante un joven de Manacor que insiste en ocupar su trono. En total,
42 títulos en cuatro años que sitúan a Roger como el jugador más talentoso de
todos los tiempos y el que más se acerca a la perfección, aunque digan que no
exista. La Era de los Ferrero, Roddick, Hewitt, Safin o Nalbandian acaba siendo un auténtico paseo militar para el de Basilea, quien domina con mano de
hierro el vestuario masculino durante 237 semanas de manera consecutiva,
récord todavía vigente en la ATP. Para colmo, todo esto lo logra sin un entrenador referente: viaja solo en 2004, prueba con Tony Roche dos temporadas y en
2007 “ficha” a Severin Luthi como acompañante intermitente de aventuras,
alguien que ya nunca más saldría de su círculo de confianza. No hay superficie que se le resista ni torneo que no le vea llegando a la final o levantando el
trofeo ese domingo, sin embargo, como en todas las películas de Hollywood,
siempre acaba apareciendo un antagonista, o en este caso, un segundo protagonista que acabaría ocupando el cartel principal.
NADAL, LA KRYPTONITA
El más grande de la historia había encontrado su
némesis, su punto débil, su mayor enemigo dentro del
terreno de juego y, sin embargo, un gran tipo con el que
guardar una buena amistad fuera del tenis.
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Su nombre es Rafael Nadal y, sin él, la historia de Roger Federer no hubiera
sido la misma. Tanto para bien como para mal. Nacido en Mallorca cinco años
después de que lo hiciera el helvético, Rafa trabajó desde pequeño tanto o
más que el suizo para llegar a ser número uno. Con unas condiciones para el
deporte sensacionales y unos valores ejemplares adquiridos desde la cuna,
el español se convirtió en la kryptonita de nuestro héroe, ganándole hasta
seis finales de Grand Slam hasta el mismo día que hoy vivimos. Al principio se
limitaba a competir contra él -perdónenme la expresión, ya hubiera querido el
resto haber podido competir ante este monstruo que salió derrotado en su
primer encuentro ante Rafa-, luego subió un escalón superándole con amplia
comodidad sobre las canchas de tierra batida, haciendo de Roland Garros un
lugar impenetrable para el suizo, hasta que al final la burbuja se acabó ce-
rrando en cualquier parte del globo, en cualquier superficie y en cualquier
situación. El más grande de la historia había encontrado su némesis, su punto débil, su mayor enemigo dentro del terreno de juego y, sin embargo, un
gran tipo con el que guardar una buena amistad fuera del tenis. Bajar del
número uno, empezar a perder finales y, sobre todo, verte superado una y
otra vez ante el mismo obstáculo supuso un antes y un después en la carrera
del genio de Basilea. Supuso una pausa y una doble reflexión para trabajar
más duro que nunca y volver más fuerte que antes. Pero antes de este bajón
inesperado, toda esta serie de acontecimientos acaban tomando su forma
absoluta en lo que muchos llaman “El mejor partido de la historia”.
Después de cinco sets de lucha, varias interrupciones por la
lluvia y casi cinco horas de batalla, Rafa Nadal terminó haciendo
realidad un sueño del que muchos le habían privado a principios
de su carrera vistas sus condiciones sobre la pista.
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Hablamos, cómo no, de la final de Wimbledon 2008. Allí donde Federer había
reinado en las cinco últimas temporadas y donde Nadal llevaba resbalando
en los dos últimos cursos. Y quien dice resbalando dice chocando ante el
suizo en el duelo definitivo. Era un choque de estilos y personalidades celebrado en el mejor paraje posible. Aquello significaba mucho más que un partido, mucho más que un título. Estaba en juego un relevo generacional en el
propio palacio del campeón, un testigo que entregar a quien llevaba cuatro
años tocando a la puerta para gobernar el circuito. Después de cinco sets de
lucha, varias interrupciones por la lluvia y casi cinco horas de batalla, Rafa
Nadal terminó haciendo realidad un sueño del que muchos le habían privado
a principios de su carrera vistas sus condiciones sobre la pista. Era campeón
de Wimbledon (6-4, 6-4, 6-7, 6-7, 9-7), sí, el que solamente sabía pasar bolas y jugar en polvo de ladrillo había derrocado al pentacampeón en su hogar
y ahora se disponía a rematar la jugada en los Juegos Olímpicos de Pekín,
donde terminaría de asaltar la parcela más cara de la clasificación, la azotea
del ránking.
“Esto me está matando”, sollozó el suizo frente al
respetable. Parecía el final del libro, hundido por su
falta de resultados y su ausencia de soluciones.
Allí empezó a desmoronarse el castillo de Federer, donde su ánimo y su tenis
se cogieron de la mano para escapar de una pesadilla a la que todavía le faltaba un último revés: la final de Australia 2009. Pista dura, Melbourne, nunca
un español había ganado allí y Rafa llegaba tras un partido ante Verdasco que
le había dejado para meterlo en la ambulancia y tratarlo durante varios días.
Ni con esas. El balear se repuso a base de ilusión y una fortaleza mental ya
incuestionable para endosar una última estocada a la confianza del helvético
(7-5, 3-6, 7-6, 3-6, 6-2). Roger volvía a perder, esta vez incluso lloraba ante
las 15.000 personas de la Rod Laver Arena. “Esto me está matando”, sollozó
el suizo frente al respetable. Parecía el final del libro, hundido por su falta de
resultados y su ausencia de soluciones. Menos mal que estamos hablando
del mejor tenista de la historia.
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Un sueco al que Federer le deberá toda la vida un favor
eterno. Robin Soderling, un clásico de los cuadros finales
que nunca había dado un ruido en las grandes citas, se
coló de lleno en la historia de nuestros protagonistas
firmando la primera derrota de Rafa Nadal en el segundo
"major" de la temporada.
Llega Roland Garros, el Grand Slam maldito del que había salido con la bandeja de plata en los tres últimos cursos. Siempre detrás del mismo hombre. Era
2009 y todos esperaban la misma final de siempre, los mismos personajes en
este relato parisino, pero no, hubo un actor que se coló en el reparto. Un sueco
al que Federer le deberá toda la vida un favor eterno. Robin Soderling, un clásico de los cuadros finales que nunca había dado un ruido en las grandes citas,
se coló de lleno en la historia de nuestros protagonistas firmando la primera
derrota de Rafa Nadal en el segundo major de la temporada. Aquella sorpresa
le dejaba vía libre al de Basilea para conquistar la corona que le faltaba, la que
deshacía por completo el debate del GOAT. Por supuesto, no la desaprovechó.
Con el propio Soderling enfrente, manchado de arcilla hasta las rodillas y con
lágrimas en los ojos, el suizo celebraba por fin su Grand Slam (6-1, 7-6, 6-4).
Tenía 29 años y ya había tocado el cielo en todos los alberos del calendario.
Hasta sus más íntimos detractores se alegraban, era como un círculo que todos esperábamos que en algún momento se cerrase.
ROGER 2.0
Y fue allí, en París, donde la vida de Roger cambió para siempre de manera
fulgurante. Pero aún quedaban páginas que rellenar en esta maravillosa temporada. Wimbledon le brindaba la mano para regresar a comandar el ránking
por segunda vez, menos de un año después de descender al segundo cajón.
Se trataba de un torneo especial, como cada verano, aunque esta vez se su111
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maba el hecho de que acababa de ser padre de dos gemelas preciosas y
ejercía ya de marido de Mirka desde el pasado mes de abril. ¿Podría un cabeza de familia seguir rindiendo de manera óptima en su disciplina deportiva?
Las malas lenguas decían que no; Federer demostró que sí y, a día de hoy,
todavía lo sigue confirmando. Victoria dramática ante Andy Roddick (5-7,
7-6, 7-6, 3-6, 16-14) con Paul Annacone aplaudiendo entre la multitud, el
entrenador que había vuelto a sacar petróleo de un yacimiento inagotable.
Aquel 2009 acabaría con la cuarta final de Slam de la temporada (perdió en
Nueva York ante Del Potro) y una sensación dulce de haber recuperado a un
Roger 2.0, mucho más experto y mejorado en algunos aspectos. Pero con la
misma hambre e instinto competitivo.
Más sabiduría ante la adversidad, más tranquilidad en
situaciones de tensión, más experiencia frente a los desafíos y
mejor disposición a la hora de enfrentarse a los problemas. Si
por algo Roger Federer se ha mantenido en la brecha hasta los
34 años ha sido por cumplir cada uno de estos requisitos.
La treintena ya era una realidad, ese horizonte donde la historia dice que las
piernas ya no reaccionan igual y que el relevo generacional acaba superándote por las buenas o por las malas. Aunque claro, siempre hay excepciones
que confirman la regla. Es cierto que el nivel de éxitos ha bajado, que el cuerpo ya no está capacitado para rendir al máximo durante tres semanas consecutivas y que, en las grandes plazas, los pulmones más jóvenes parten con
cierta ventaja. En los últimos cinco años (2010-2015), Federer tan solo ha
alcanzado seis finales de Grand Slam, que al fin y al cabo son las pruebas por
las que medimos las capacidades de un jugador. De esas seis, solo dos ter112
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minaron con su nombre serigrafiado en la copa (Australia 2010 y Wimbledon
2012), siendo ésta última la última ocasión en la que vimos al suizo conquistar un major y, de paso, ocupar el número uno por tercera vez en su carrera.
Mucho ha llovido desde aquella lección de veteranía (4-6, 7-5, 6-3, 6-4) ante
un Andy Murray que pensaba que jamás lograría acabar con la maldición de
Fred Perry (al curso siguiente le llegaría su recompensa), y que se vengaría
semanas después del suizo arrebatándole el oro en los Juegos Olímpicos de
Londres (6-2, 6-1, 6-4). La edad es un factor que puede agobiar y apartarte
de los focos, pero también puede ser un gran compañero de viaje siempre
que se le sepan extraer los componentes positivos. Más sabiduría ante la adversidad, más tranquilidad en situaciones de tensión, más experiencia frente
a los desafíos y mejor disposición a la hora de enfrentarse a los problemas.
Si por algo Roger Federer se ha mantenido en la brecha hasta los 34 años
ha sido por cumplir cada uno de estos requisitos, aunque sí, todavía le sigue
entrando esa especie de miedo y respeto cuando una gran oportunidad se
le presenta en su camino. Supongo que esto será algo genético en todos los
grandes campeones. Hasta para alguien acostumbrado a cruzar en ilimitadas ocasiones las puertas del cielo.
DESAFÍO A LAS LEYES DE LA CIENCIA
La última etapa entraña el abismo y el renacimiento del deportista, y luego,
de la persona. Primero con un 2013 donde toda la maquinaria matemática
del suizo se para debido a una mala programación de la temporada, una lesión de espalda en el peor momento y una intención milagrosa de recuperarse sobre la pista que no da resultados. Aquel año, además, regresa el mejor
Nadal después de siete meses inactivo para arrasar ante cualquiera que se
interponga en su camino. Los periodistas, tan osados como impulsivos, lo
dieron por muerto, firmaron su lápida y escribieron bonitas esquelas recordando los grandes hits de una trayectoria profesional inolvidable, al alcance
de ningún otro. Nadie pensaba que, solamente un año después y tras un parón obligatorio, el campeón de 17 Grand Slams y número uno durante 302
semanas (dos buenos récords grabados en su factura) volvería para tumbar a
los mejores, conquistar cinco coronas ATP y pelear con Novak Djokovic por el
cetro mundial. La noticia era una exclusiva y las consecuencias iban más allá
de los resultados.
Solo entonces el mundo del tenis entendió que a las
leyendas jamás se les puede enterrar, que el que tuvo,
retuvo y que el caso de Roger Federer se escapaba de
cualquier proceso corriente.
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Roger había desafiado las leyes de la ciencia y la física, había arrancado cada
página que le mandaba rumbo al cementerio cambiándola por amistosos carteles luminosos de bienvenida. El genio de Basilea navegaba otra vez en los
grandes mares y acechaba a los navíos más peligrosos del océano, a base de
un talento infinito, una astucia digna del mejor de los piratas y una estabilidad emocional y familiar que le hacían moverse sobre la pista con la misma
soltura que hace quince años, cuando pintaba sus primeros raquetazos en el
tour. Por si fuera poco, Stefan Edberg formaba parte de su tripulación; el tenista que más le había impresionado de pequeño ahora le dirigía desde la
grada. Prácticamente, digamos que era imposible no motivarse ante esta coyuntura. Solo entonces el mundo del tenis entendió que a las leyendas jamás
se les puede enterrar, que el que tuvo, retuvo y que el caso de Roger Federer
se escapaba de cualquier proceso corriente.
Tras él vendrá el recuerdo de una figura que fue elegida para
marcar un antes y un después en la historia de esta disciplina y
que, por suerte para todos, aceptó el mandato.
Y después de varios miles de palabras llegamos al final de esta pieza. Un recorrido que apenas refleja el 30 % de la carrera de un tenista irrepetible y un 2
% de un deportista único. Lo que deje Roger Federer el día que se marche será
algo más que 90 títulos en una vitrina y algo más que dos décadas de golpes
imposibles. Tras él vendrá el recuerdo de una figura que fue elegida para marcar un antes y un después en la historia de esta disciplina y que, por suerte
para todos, aceptó el mandato. Una persona que representó en cada partido la
importancia del respeto, la tolerancia, la deportividad, el trabajo y, por supuesto, la genialidad. Tuvo en su mano todos los ingredientes para hacer historia y
no desperdició ni uno solo, ni siquiera el del fracaso, ya que la felicidad más
grande solo llega después de un momento de debilidad. También Roger pasó
por ello, exponiendo su humanidad pese a que al verle jugar no lo parezca.
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Roger Federer y el tenis, el tenis y Roger Federer. Dos conceptos
que siempre irán de la mano a través del tiempo.
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Ahora el suizo camina con 34 años en su mochila, cuatro hijos a sus espaldas, una mujer que le cambió la vida y millones de personas que condicionan
sus horarios con tal de verle ganar un partido más, de verle levantar el puño
en señal de victoria por enésima vez, de verle hacer lo que más le gusta mientras ejecuta lo que más nos gusta a nosotros. A veces pienso si el privilegiado es él por haber encumbrado al tenis o nosotros por haberlo presenciado.
Quédense con la segunda. No vengo a decir nada nuevo, nada que ya no sepáis, pero es importante remarcar este par de ideas en una sola urna. Roger
Federer y el tenis, el tenis y Roger Federer. Dos conceptos que siempre irán
de la mano a través del tiempo. Su llegada al circuito cambió la historia y su
despedida, ojalá que dentro de muchos años, nos cambiará la vida. El tenis
seguirá, llegarán otros, saldrán nuevos campeones, pero ya no será lo mismo. La huella que deje será tan profunda como positiva, especialmente para
quienes le vimos jugar, para quienes le vimos caer y luego le vimos triunfar.
Roger va mucho más allá de una victoria, de las estadísticas o del deporte.
“Amo lo que hago, para mí el tenis no es un trabajo”, dijo en su día el suizo.
Trabajo nos costará a nosotros imaginar tu tenis cuando ya no estés, aunque
ese amor que cosechaste mantendrá viva la ilusión de, algún día, volver a
deleitarnos con alguien como tú. Aunque sepamos que es imposible.
Fernando Murciego
@fermurciego
Ilustración:
Marc Vicens
Fotos: Getty Images
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Revista#20
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Ilustración:
Alex Santaló
DIEZ AÑOS DEL KATRINA
Daniel Cana
Vivir en Nueva Orleans, Luisiana, era hasta hace una década sinónimo
de convivencia multicultural, de gusto por la música, la buena cocina y
el ocio nocturno, de folklore y carnaval pero también de industria y de
comercio portuario, del teatro de Tennesse Williams, de las historias
de vampiros de Anne Rice y de constante primer plano en las calles del
jazz de King Oliver y Louis Armstrong. Con los contrastes de cualquier
metrópoli estadounidense, The Crescent City era capaz de arropar a
sus ciudadanos manteniéndolos libres de grandes tragedias pese a vivir
casi completamente por debajo del nivel del mar.
El Estado de los pantanos y de los bosques lluviosos no había sido ajeno
a las catástrofes naturales, sobre todo en cuanto a huracanes. Luisiana
recibió la visita de Camille, Juan, Andrés y Georges, pero más allá del paso
del huracán Betsy, que inundó en 1965 gran parte de Nueva Orleans y
dejó cerca de ochenta muertos, la ciudad se había mantenido más o menos
segura en la historia reciente. Hasta 2005.
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Revista#18
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KELLY OUBRE JR.
Con apenas nueve años de edad, Kelly Oubre Jr., natural de NOLA, como cualquier niño de su edad, aterrado ante el televisor, preguntaba a su padre sobre
las diferencias entre un huracán y una tormenta normal, o varios porqués del
tipo “¿Huracán? ¿Qué es eso? ¿Por qué aquí en nuestra ciudad y en otros sitios
no?”. Oubre Sr. disimulaba ante su hijo, pero se preocupaba al ver las noticias
y los mapas del tiempo que mostraban lo que se acercaba. Tanto que, pese a
vivir en esa casa desde hacía muy poco tiempo, enseguida tomó una decisión
que terminó de confundir al chaval: “Recoge tus cosas, nos vamos”.
Trabajo, casa, familia, amigos… Todo quedó atrás mientras avanzaban por la
carretera interestatal 10 dirección oeste hacia Houston, a donde llegaron
por la mañana. Las noticias ya dejaban pocas dudas: inundaciones, destrozos, cuerpos flotando en el agua. Era el 29 de agosto de 2005 y el Katrina,
que fue calificado con categoría 5, había tocado tierra en la costa sudeste de
Luisiana y sus efectos alcanzaban Nueva Orleans. Casi dos mil fallecidos por
el impacto directo de uno de los huracanes más mortíferos de la historia de
Estados Unidos, más de 135.000 millones de dólares en daños y, sobre
todo, la asunción de que todo el sistema de ingeniería civil de una ciudad en
pleno siglo xxi no estaba preparado, y que la presupuesta bondad de la condición humana se resquebraja cuando los gobiernos quedan sobrepasados y
se convierte en algo más parecido al caos o a la anarquía.
Tanto Kelly Oubre Jr. como su padre tuvieron que aprender a
convertirse en sobrevivientes. Largos periodos de desempleo,
tristes habitaciones de motel o noches en el coche durante un
par de meses, dificultades para encontrar escuela, etc.
Como los Oubre, casi 250.000 personas se desplazaron a Houston huyendo
de la región del Golfo de México. Pese a que contaron con toda la hospitalidad
posible, la cantidad de nuevos habitantes en tan poco espacio de tiempo inevitablemente dejó historias de supervivencia como las de esta familia. Tanto Kelly
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Oubre Jr. como su padre tuvieron que aprender a convertirse en sobrevivientes.
Largos periodos de desempleo, tristes habitaciones de motel o noches en el coche durante un par de meses, dificultades para encontrar escuela, etc.
Tras lograr establecerse en Texas, Oubre Jr. ingresó en el instituto George
Bush de Fort Bend, y durante su último año fue transferido al Findlay Prep en
Henderson, Nevada,. Finalmente, se matriculó en la Universidad de Kansas
para jugar al baloncesto con los Jayhaws. Su año como freshman tuvo altos
y bajos. Llegó al campus de Lawrence como un posible sucesor de la estrella, Andrew Wiggins, acompañado de una buena reputación baloncestística
desde Findlay Prep, esperando convertirse en uno de los proyectos más interesantes de cara a dar el salto a la NBA vía draft. Sin embargo, su entrenador, Bill Self, no estaba excesivamente impresionado con su currículum de
secundaria. Self quería más defensa, aprovechando la rapidez en los movimientos laterales de Oubre y su potencial capacidad de intimidación. Ni una
cosa ni otra; durante sus primeros nueve partidos en Kansas, con promedios
de apenas tres puntos, malos porcentajes de tiro y en general pocos minutos
y nulo interés de los reclutadores de la NBA. Jugadores que él conocía como
Stanley Johnson, Justise Winslow y Emmanuel Mudiay se posicionaban con
claridad en los top 10 de todos los rankings pre-draft, mientras él pasaba
desapercibido o directamente ignorado.
Pero Oubre no culpó a sus compañeros, ni a su entrenador, ni a nadie. Habló
con el coach para saber cómo mejorar y lo consiguió: 11,2 puntos con 45 %
de acierto desde ese momento, perfeccionamiento de su ya talentosa mecánica de tiro para completar una muy buena temporada, logrando algunas
distinciones individuales del All Big 12 que culminaron en la elección 15 del
NBA Draft 2015 por Atlanta Hawks, para ser traspasado la misma noche
del draft a los Washington Wizards. Buena posición, interés de equipos como
Boston o Houston y, en general, una fuerte inyección de moral para el jugador: “Había muy buenos jugadores en este draft, pero siento que soy uno de
los mejores”. Seguramente, es difícil no tener confianza en uno mismo tras
superar aquel viaje nocturno huyendo del Katrina y las duras semanas que
vinieron después: “Ahora que soy mayor, puedo mirar atrás y es como, ¡wow!,
lo manejamos bien. Uno no entiende lo que está sucediendo cuando eres un
niño. Pero ahora con perspectiva estoy sorprendido y al tiempo agradecido
La tormenta desgarró a su familia y lo separó de
sus amigos pero, de una manera quizá difícil de
entender desde fuera, también lo ayudó.
de cómo mi padre nos mantuvo en pie y logró que me sintiera positivo a través de todo aquello. Mi padre me mostró lo fuerte que era en esa situación.
Es por eso que he llegado a donde estoy hoy. Me enfrenté a muchas adversidades ya. Puedo conseguir un montón de cosas”.
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Sobre su ciudad natal, Oubre no olvida, y sus palabras son similares a las
de otros desplazados en 2005: “Viví en Houston mucho tiempo, pero Nueva
Orleans es mi hogar, mi corazón, la ciudad que me crió. Desde el mismo día
en que nos fuimos pensaba en volver”. De momento, Oubre no ha regresado,
ya que acaba de iniciar su carrera en la NBA. Dada su posición en la cancha,
base, tendrá mucha competencia en Wizards, con Bradley Beal, Jared Dudley o veteranos como Gary Neal. El 31 de octubre ya jugó su primer partido
en la Liga, un testimonial minuto en la pista de Milwaukee Bucks, tras una estimulante Summer League en Las Vegas. Le será difícil entrar este año en la
rotación de su equipo, pero el camino ha comenzado y su experiencia vital le
hará ser paciente: “Sé que mi oportunidad llegará. No pasa nada si no ocurre
de inmediato. Ya pasé por algo así en Kansas. Nunca perdí la fe en mí mismo.
Mucha gente dice que debí quedarme otro año en la universidad y que voy
a fracasar, pero todo eso lo único que hace es motivarme. Voy a tener mi
oportunidad”. Han pasado diez años, pero en retrospectiva Oubre está agradecido. La tormenta desgarró a su familia y lo separó de sus amigos pero,
de una manera quizá difícil de entender desde fuera, también lo ayudó: “Me
ha permitido estar donde estoy hoy. Cuando juguemos con los Wizards en
NOLA voy a tener que comprar muchas entradas, toda mi familia estará allí”.
PJ BROWN
Quien ya jugaba en 2005 en Nueva Orleans en el equipo NBA, los Hornets,
era PJ Brown. Él es el único de aquel grupo que mantiene vínculo con la ciudad diez años más tarde. Ningún compañero o entrenador de la época continúa relacionado con el equipo o con NOLA. El propietario de entonces está
recluido en Tennessee. Incluso el apodo y el logo de la franquicia han cambiado. El Katrina golpeó el suburbio de Slidell, donde vivían Brown y su familia
cuando jugaba en los Hornets y donde vive ahora una vez retirado de la com-
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petición. Los días de jugador de PJ terminaron en Boston, en 2008, y con la
gloria de contribuir al título de los Celtics aquel año.
“La devastación no se puede definir con palabras,
había que estar aquí para verlo por uno mismo”.
Semirretirado a los 38 años mientras ayudaba a su familia a regresar a Nueva Orleans intentando recuperar la normalidad post-Katrina, Ray Allen lo
convenció para terminar allí la temporada. Brown respondió con tiros cruciales en los playoffs y una ingente aportación defensiva que mereció los
elogios incluso de Kevin Garnett. Descorchado el champán y celebrado el
anillo frente a Los Angeles Lakers, PJ no tuvo dudas acerca de su siguiente
parada: home sweet home, New Orleans. “Tuve mucha suerte. Muchas vidas
cambiaron para siempre. La devastación no se puede definir con palabras,
había que estar aquí para verlo por uno mismo. Conducías por la ciudad y
todo estaba normal y luego, una semana más tarde, era como estar en el rodaje de una película de terror, como una pesadilla viviente. La recuperación
llevó mucho tiempo y para mucha gente, sobre todo para los que se fueron y
nunca regresaron, jamás habrá una recuperación completa”.
La NBA también tuvo suerte. El Katrina convirtió a los Hornets en un equipo
nómada durante dos años, y los efectos del huracán dejaron conectadas a
tres ciudades para siempre, en términos baloncestísticos: Seattle perdió a
los Sonics, Oklahoma City ganó a los Thunder y Nueva Orleans obtuvo un
control más estrecho de una franquicia que es ahora más querida que antes.
PJ Brown pronto fue reclutado desde su instituto en Winnfield, Luisiana, para
matricularse en LTU (Louisina Tech University), donde conoció a la que sería
su esposa, Dee, que jugaba en el equipo femenino. Él era desgarbado y aparentemente no podía driblar o tirar a canasta con cierta consistencia. Sí era
capaz de rebotear y taponar, lo que le sirvió para ser elegido en segunda ronda
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del draft por los New Jersey Nets, cuyo general manager era Willis Reed, también nativo de Luisiana. Brown permaneció tres temporadas en los Nets y luego cuatro en los Heat de Miami. Después fue traspasado a Charlotte, donde
fue distinguido en los mejores equipos defensivos del año. Tras dos cursos
allí, en 2002 la franquicia fue recolocada en Nueva Orleans. El propietario,
George Shinn, fue acusado de secuestro y agresión sexual en Charlotte. Un
jurado no lo condenó, pero el juicio y su mala reputación posterior le llevaron
a dejar la ciudad y, como consecuencia, supuso el traslado de los Hornets a
NOLA. Shinn no ha regresado desde 2002. “Cuando el equipo se trasladó,
me sentí como en una nube”, dijo Brown. “Tener la oportunidad de jugar baloncesto profesional en tu Estado natal ante tu familia era especial. Y resultó
serlo incluso mucho más de lo que yo había imaginado”. Después de llegar
dos temporadas a playoffs, el nivel del equipo disminuyó y la asistencia de
público se resintió. Pero Brown estaba feliz y en casa. Una casa que diseñó y
de la que dirigió su construcción personalmente, y a la que le restaban apenas unos meses para estar terminada.
Al igual que el resto del país, Brown estaba al tanto
de que un huracán iba a atravesar Florida a finales de
agosto de 2005 y se dirigía hacia el Golfo, pero no estaba
seguro de su fuerza y ​​de la trayectoria definitiva.
Al igual que el resto del país, Brown estaba al tanto de que un huracán iba a
atravesar Florida a finales de agosto de 2005 y se dirigía hacia el Golfo, pero
no estaba seguro de su fuerza y ​​de la trayectoria definitiva. Él, sin embargo,
era de Luisiana, y por lo tanto sabía qué hacer. Solo para estar seguro, dos
días antes de la llegada del Katrina, PJ y su familia se dirigieron a Lafayette, a
unas pocas horas de distancia. “Cuando eres de por aquí, ya sabes que siempre que un huracán llegue al Golfo, tienes que estar preparado para evacuar.
Pensé que iba a estar en el rango de la categoría 1-2, una de esas tormentas
que se degrada a tormenta tropical y que estaríamos de vuelta a casa en
tres o cuatro días. Pero Katrina no fue así”. Brown no pudo regresar a casa y
evaluar los daños hasta pasada una semana.
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A treinta minutos de la ciudad, PJ Brown está ejerciendo de entrenador de
su hija, Kalani, una potencial estrella de voleibol y baloncesto, mientras disfruta de su jubilación. Slidell tiene la calma pre-Katrina aunque, diez años
después, la sensación del lugar es diferente. “Todos nos emocionamos cuando pensamos por lo que esta ciudad ha pasado, y cómo nuestras vidas y las
vidas de las personas que conocemos han sido afectadas por ella de alguna
manera. Es algo que forma parte de mi vida y así será para siempre”.
CHRIS PAUL Y LOS NEW ORLEANS HORNETS
Cruzando el país, en Winston-Salem, Carolina del Norte, la primera elección de
los Hornets en el draft NBA de 2005, un pick 4, un prometedor base de Wake
Forest llamado Chris Paul preparaba las maletas para viajar a NOLA y empezar
el training camp. Paul se sintió en estado de shock después de que su madre lo
despertara aquel 29 de agosto. “No me lo podía creer. Es algo que nunca olvidaré”. Paul apenas terminaba su adolescencia pero ya mostraba habilidades de
liderazgo mucho más allá de su edad. Cuando su abuelo murió en un robo a
mano armada, Paul lo honró en su siguiente partido en la escuela secundaria al
anotar un punto por cada año que su abuelo vivió (61), para luego derrumbarse
en lágrimas en brazos de su padre. Fue a Wake Forest y a pesar de su corta
estatura rápidamente se convirtió en uno de los mejores jugadores del país y
su elección en el draft fue una decisión fácil para los Hornets.
Los Hornets cayeron en un estado cercano al pánico.
El Katrina los desplazó casi de inmediato.
Paul se convirtió en un símbolo. Pese a que su vinculación con Nueva Orleans
aún no era muy fuerte, él ofreció ayuda de muchas maneras: dedicando tiempo en visitas a los refugios y después amueblando casas o en proyectos de
voluntariado aportando comida o juguetes para los niños. “Nueva Orleans es
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un lugar especial y cualquiera haría todo lo posible para ayudar”, decía. “Yo
no estaría donde estoy hoy sin esta ciudad”.
Mientras tanto, los Hornets cayeron en un estado cercano al pánico. El Katrina los desplazó casi de inmediato. Su pabellón, el New Orleans Arena, podría
haber sido reparado a tiempo para jugar al final de la temporada 2005-06,
pero los alrededores estaban gravemente inundados. De todos modos, jugar
al baloncesto profesional en Nueva Orleans tan pronto después del Katrina
hubiera sido visto como insensible por la opinión pública y una señal de prioridades equivocadas. Tampoco la NBA ni el comisionado, David Stern, llegaron a valorar seriamente esa posibilidad.
PJ Brown trasladó a su familia a Houston durante la
recuperación, y su esposa e hijos se quedaron allí durante
casi un año. Él, por su parte, vivió en OKC, viajaba a Luisiana
para comprobar los progresos en la reconstrucción, y luego
conducía hasta Houston para visitar a la familia. Bromeaba
con que la Interestatal 10 debería llevar su nombre.
Inicialmente los Hornets querían jugar sus partidos en Baton Rouge, en el campus de la LSU, pero el pabellón también era necesario como refugio, por lo que
esos planes se descartaron. Un puñado de ciudades ofertaron de inmediato
acoger a los Hornets, con el añadido de que eran ciudades que una vez habían
tenido equipos NBA. También otras que simplemente querían NBA. En última
instancia, todo se redujo a los pabellones, y en ese sentido el de Oklahoma City
fue el claro favorito. San Diego, Kansas City, Louisville, Nashville, etc. Pero la
NBA quería Oklahoma, también por ser una ciudad sin otros equipos profesionales de ningún otro deporte que pudieran competir a efectos financieros con
el baloncesto. Pronto se confirmó: el Ford Center vendió casi diez mil abonos
de temporada para un equipo que en NOLA ocupaba el final de la lista en cuanto a espectadores. Aquella primera temporada tras el Katrina, los Hornets jugaron 35 partidos en Oklahoma, uno en Baton Rouge, uno en la Universidad
de Oklahoma y, a finales de la temporada, cuatro en Nueva Orleans. Pero OKC
era su base de operaciones. Los Hornets consiguieron un buen contrato de
arrendamiento para el pabellón y el calendario NBA estaba casi definido. En
realidad, como en cualquier otro negocio, el dinero se impuso sobre cualquier
otra cosa. Aquella solución “temporal” duró dos años.
PJ Brown trasladó a su familia a Houston durante la recuperación, y su esposa e hijos se quedaron allí durante casi un año. Él, por su parte, vivió en
OKC, viajaba a Luisiana para comprobar los progresos en la reconstrucción,
y luego conducía hasta Houston para visitar a la familia. Bromeaba con que
la Interestatal 10 debería llevar su nombre.
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Como decíamos, en cuanto al baloncesto, el Katrina conectó tres ciudades.
Seattle está a miles de kilómetros y a dos zonas horarias de distancia de
Luisiana, pero igualmente sintió el paso del huracán. En la temporada 200506 los Sonics estaban deprimidos tras el final de la era Gary Payton-Shawn
Kemp. Solo ganaron 35 de 82 partidos aquella temporada y 31 en la siguiente. La parte buena fue que con esos resultados obtuvieron el pick 2 para el
draft de 2007. No pudieron elegir en el primer lugar al hombre que presuntamente iba a cambiar la jerarquía de la Liga, el pívot Greg Oden, así que se
conformaron con un alero llamado Kevin Durant.
Para entonces, el equipo ya estaba inmerso en un conflicto entre los contribuyentes y los políticos sobre cuestiones de la cancha. El Key Arena se
consideró no apto por la NBA y el dueño de los Sonics, Howard Schultz, no
tuvo éxito en las negociaciones para la construcción de un nuevo pabellón,
financiado por la ciudad, o al menos para una expansión del vetusto Key Arena. Exploró la idea de vender el equipo en 2005 pensando que tendría una
contraoferta de un comprador local, cuando en Seattle llovían los millones de
dólares procedentes de la industria del software. Pero nada de eso fructificó
y, con la ayuda de la NBA, Schultz regresó a la búsqueda de comprador fuera
de Seattle. (Curiosamente, Steve Ballmer, el número dos en Microsoft, en
aquel momento no estuvo interesado en comprar los Sonics, pero años más
tarde trató de llevar los Kings de Sacramento a Seattle como un coinversor
en un intento de compra por valor de mil millones de dólares, para finalmente
adquirir Los Angeles Clippers por dos mil millones. Podría haberse quedado
como los Sonics por 350 millones y construido un pabellón nuevo con financiación privada en Seattle y todavía habría ahorrado dinero).
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Los Hornets brindaban por su nueva y temporal ciudad,
Oklahoma City. La ciudad no tenía equipos profesionales
de élite ni demasiadas opciones de entretenimiento
deportivo viables, por lo que carecía de historial y
experiencia en prestar apoyo a un club local.
Mientras tanto, los Hornets brindaban por su nueva y temporal ciudad,
Oklahoma City. La ciudad no tenía equipos profesionales de élite ni demasiadas opciones de entretenimiento deportivo viables, por lo que carecía de
historial y experiencia en prestar apoyo a un club local. Pero si alguien tenía
algún temor, pronto desapareció. No solo por la venta de tickets, sino por
la pasión y el cariño que la ciudad demostró a aquel equipo. “Fue realmente
especial”, dijo Brown. “El cálido abrazo que la comunidad nos dio fue genial.
Estaban emocionados y querían hacer todo lo posible para que estuviéramos cómodos, y lo lograron. Nuestro primer partido allí, contra Sacramento,
fue como un ambiente universitario. Igual que el torneo de la NCAA. No fue
así solo aquella noche. Fue así durante toda la temporada”.
Los Hornets llevaron 18.168 aficionados por partido a Oklahoma. La temporada anterior, en Nueva Orleans, ocuparon el último lugar en asistencia con
14.221 espectadores de media. Se especuló con su permanencia allí, pero
finalmente los Hornets regresarían a NOLA para la temporada 2007-08.
“Siempre pensé que la ciudad merecía un equipo y necesitaba un equipo, así
que cuando me enteré de que los Hornets se quedaban en Nueva Orleans
fue realmente excitante”, dijo Paul.
“Siempre pensé que la ciudad merecía un equipo y
necesitaba un equipo, así que cuando me enteré de
que los Hornets se quedaban en Nueva Orleans fue
realmente excitante”, dijo Paul.
Pero OKC no había dicho su última palabra. Uno de los principales hombres
de negocios de la ciudad, Clay Bennett, se fijó en la demanda de baloncesto.
Él quería ser dueño de un equipo NBA y llamó a Schultz para comenzar negociaciones. En julio de 2006 Bennett compró los Sonics y dijo que el equipo
se quedaría en Seattle pendiente de la construcción de un nuevo pabellón en
menos de doce meses. Pero, como los fans del basket se temían, la ciudad
de Seattle ya había construido recintos caros para los Seahawks y para los
Mariners, y no hubo posibilidad de un tercero.
Kevin Durant jugó su temporada de rookie en Seattle, pero para entonces
Bennett ya tenía clara su estrategia de salida. Con todas las opciones de
financiación pública agotadas y los plazos incumplidos, Bennett anunció en
noviembre de 2007, cinco meses después de que Durant fuera drafteado,
que los Sonics se dirigían a OKC. Los timings fueron impecables. Los Thun-
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der, el nuevo nombre del equipo, se estrenaban con una estrella joven y carismática. Y OKC suministraba una fiel base de fans que se mantiene sólida
y entregada hoy día.
“Después del primer año que pasamos allí, yo dudaba de la viabilidad de un
equipo de la NBA en Oklahoma City”, confesaba Brown. “Pero me gustó estar
en esa ciudad. A todo el mundo le gustó. Y en base a eso, yo pensaba que la
NBA iba a funcionar. Y así ha sido”.
Pero de repente todo se desmoronó. David West,
su mejor hombre interior, se lesionó. El crecimiento
general del grupo se estancó. El entrenador Byron
Scott fue despedido y el propietario, Shinn, empezó a
tener problemas financieros y personales.
Por su parte, el impacto de Chris Paul en la franquicia fue inmediato. Fue
elegido el Rookie del Año en la ciudad de Oklahoma, y cuando
​​
los Hornets
volvieron a Nueva Orleans, dirigió como base titular una temporada de ensueño. Ganaron 56 partidos en la 2007-08 como inesperados campeones
de la División Suroeste. Llegaron a liderar las semifinales de la Conferencia
Oeste por 2-0 ante los San Antonio Spurs, llevando la serie hasta un séptimo
partido que enloqueció a la ciudad pese a la derrota final. Lograron 49 victorias la temporada siguiente. “Bastante increíble”, reconocía Paul. Pero de
repente todo se desmoronó.
David West, su mejor hombre interior, se lesionó. El crecimiento general del
grupo se estancó. El entrenador Byron Scott fue despedido y el propietario,
Shinn, empezó a tener problemas financieros y personales y la franquicia se
contagió. Shinn quería vender pero no pudo encontrar un comprador. Paul
amaba a Nueva Orleans, pero se cansó rápidamente del circo que siempre
rodeaba a los Hornets. Él ya era una estrella por entonces y no quería perder
sus primeros años NBA en un ambiente que le resultaba extraño.
La NBA compró los Hornets de Shinn por 300 millones, poniendo a la Liga en
la incómoda posición de tener la última palabra en la toma de decisiones, lo
que culminó con un veto de Stern a un trade que enviaba a Paul a los Lakers
y Pau Gasol a Houston Rockets, entre otros involucrados. “Por razones de
baloncesto”, fue la versión oficial. CP3 fue traspasado a los Clippers una semana más tarde y las dos siguientes temporadas los Hornets ganaron 21 y
27 partidos, respectivamente.
Por supuesto, desde que ellos fueron salvados por Tom Benson (dueño de los
Saints de la NFL) que compró el equipo y lo rebautizó como Pelicans, y con
la llegada de Anthony Davis, que prometía y pronto confirmó ser uno de los
cinco mejores jugadores de la Liga, la situación mejoró. Los Pelicans llegaron
a los playoffs la temporada pasada al clasificarse en la última jornada de la
temporada regular. Solo fueron el número 24 de 30 en cifras de asistencia
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de los partidos en casa, pero con Davis y un nuevo entrenador, las proyecciones son optimistas. En lugar de salir de su contrato de rookie buscando
ofertas, Davis firmó una extensión este verano por valor de 145 millones en
cinco años. Si no hubiera hecho eso, en el verano de 2017, él habría sido el
agente libre no restringido con más ofertas en la historia de la NBA. Acerca
de Nueva Orleans, Davis dijo: “Aquí es donde quiero estar”.
EDDIE LACY
Quince años de edad tenía Eddie Lacy cuando el Katrina terminó en apenas unas horas con la única vida que él y su familia habían conocido hasta
ese momento, y aún una década más tarde le cuesta hacer memoria y revivir unos recuerdos que, como adolescente, debían de estar muy alejados de
sentimientos como el miedo y de problemas relacionados con inundaciones
o de moho en la paredes de su casa en Gretna, apenas a ocho kilómetros de
Nueva Orleans. “Nunca hablo de ello, realmente no me gusta. ¿Por qué habría
de hacerlo?”. Tras insistirle, el hoy running back de los Green Bay Packers accede a hablar tras un entrenamiento durante el training camp de la reciente
pretemporada ante los periodistas, con tristeza y algo de sarcasmo: “Si queréis hablamos de las cosas positivas de todo aquello”.
“Odio revivirlo. Cuando algo ajeno toma el completo control de tu vida, todo
queda atrás…”. Todo, incluyendo una modesta hucha con algunas monedas
que allí quedó para los saqueadores que inundaron, como el agua, la ciudad.
La familia de Lacy trató de sobrevivir, mudándose repetidamente también en
territorio texano, pero con la mirada puesta en su ciudad natal y en regresar
en cuanto fuera posible. “No tengo muy claras las razones de mis padres
para regresar a Gretna. Supongo que simplemente no podían permitirse otro
lugar”. Cuando Lacy firmó en 2013 su contrato de 3,4 M $ por cuatro años
como rookie con los Packers, tenía clara su máxima prioridad: comprar una
nueva casa para sus padres. Un lugar que iba a durar. Un espacio que no solo
protegiera físicamente sino que permitiera establecer vínculos emocionales
para cualquiera que lo necesitara. Un refugio ante cualquier tormenta, de
lluvia o de lo que fuera. “Querían empezar de nuevo pero allí, en casa, y eso
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es lo que tienen”. Las cosas no son como eran hace diez años. Es imposible.
Pero Lacy lo tenía claro: “Me encanta ver a mis padres felices. Eso es lo que
más me importa”.
CHRIS CLARK
Chris Clark, profesional en la NFL desde 2008, actualmente offensive tackle en los Houston Texas, recordaba lugares de su infancia en Nueva Orleans, su ciudad natal, que ya no existen. Él vivía en el Lower Ninth Ward, y
esa zona nunca se ha recuperado plenamente tras el Katrina. La mayor parte de sus pertenencias, incluyendo las camisetas y los cascos de fútbol de
su época en la escuela secundaria y en la universidad, fueron arrastradas
por la tormenta sin poder evitarlo. Cuando Clark regresa por razones deportivas, ve las partes de Nueva Orleans que aún están afectadas por la
devastadora tormenta pese a los diez años transcurridos. “Es algo que te
pone contra las cuerdas como persona. Porque uno conoce su ciudad y se
da cuenta de los cambios. Otras personas, o los turistas, quizá no se den
cuenta, pero los que somos de aquí… sí”.
La mayor parte de sus pertenencias, incluyendo
las camisetas y los cascos de fútbol de su época en
la escuela secundaria y en la universidad, fueron
arrastradas por la tormenta sin poder evitarlo.
Clark estaba en la Universidad de Southern Mississippi cuando la tormenta
sacudió su ciudad natal. Su madre tenía fuertes raíces en Nueva Orleans y le
dijo que no tenía la intención de irse. “Lo último que escuché decir a mi madre
fue simplemente que ella se iba a quedar en casa, como siempre. Que quizá
se iría la luz, pero que no pasaría nada mucho más grave”. A continuación,
los teléfonos se apagaron. Hattiesburg, donde se encuentra el campus de
Southern Mississippi, fue también azotada por el Katrina. Cuando las noticias ya no podían ocultar la gravedad de los daños de la tormenta, Clark recibió una llamada de su hermano en Dallas, a través de la cual se enteró de que
su otro hermano había conseguido sacar a su madre de Nueva Orleans antes
de que fuera demasiado tarde. De repente todo cambió, y Clark comprendió
que su apacible vida universitaria dejaba de ser tan sencilla. Su compañero
de habitación también era de Nueva Orleans, y pronto se encontraron viviendo en su pequeño apartamento de dos dormitorios durante unos días ocho
personas, miembros desplazados de su familia. Todo lo que tenían para cocinar era una parrilla de carbón, pero ni comida, ni agua ni electricidad.
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Clark condujo de vuelta a Nueva Orleans cada fin de semana
durante la temporada baja de fútbol americano universitario
para ayudar a su madre a reconstruir la casa.
El medio hermano de Clark, Avery, se mudó de Nueva Orleans para nunca
regresar. Su abuela se sentía de la misma manera, despreciada por unas autoridades incapaces de atender a todos los damnificados y decepcionada
por el trato recibido de una ciudad que pensaba que conocían, a pesar de que
las circunstancias la obligaron a regresar hace unos años. Su madre también
regresó y todavía vive allí. Clark condujo de vuelta a Nueva Orleans cada fin
de semana durante la temporada baja de fútbol americano universitario para
ayudarla a reconstruir la casa. Con orgullo contaba que pintó casi todas las
paredes. Todavía ama Nueva Orleans, y se alegra de que la ciudad haya sido
capaz de avanzar en los diez años que han pasado. “Me encanta Nueva Orleans. Pero ha cambiado tanto…”.
LANDON COLLINS
Estaba en la escuela primaria en Nueva Orleans cuando su
madre se asustó lo suficiente como para mover a toda la
familia hacia el norte de Mississippi, pese a que en tormentas
anteriores siempre se habían mantenido en casa.
A Landon Collins no había que obligarlo mucho a recordar lo ocurrido hace
una década. “Todo, lo recuerdo todo”, decía el día antes del pasado draft de
la NFL, en mayo en Chicago. Con 11 años en 2005, Collins no pensaba en
nada parecido a ser profesional de fútbol americano, ni siquiera en planes
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para la universidad. Estaba en la escuela primaria en Nueva Orleans cuando
su madre se asustó lo suficiente como para mover a toda la familia hacia el
norte de Mississippi, pese a que en tormentas anteriores siempre se habían
mantenido en casa. Seguramente esa decisión salvó la vida de Landon. La
casa de su padre en la parroquia (subdivisión política con la que se gobierna
en el estado de Luisiana, equivalente al concepto de condado del resto de estados en EE.UU.) de Plaquemines, quedó partida por la mitad, con una parte
desplazada a cinco millas de la carretera.
Collins y su familia se marcharon de la ciudad en una caravana de diez vehículos, llegando a convivir hasta veinticinco personas en una vivienda de tres
dormitorios, sobreviviendo con comida envasada y en general sufriendo una
temporalidad cercana a la de las personas sin hogar. “No teníamos nada, ni
siquiera podíamos disfrutar de las cosas cotidianas como una temporada de
fútbol”. Hasta aquí podríamos llegar. Aquello fue el punto de inflexión.
La familia regresó a Nueva Orleans y Collins llegó a ser uno de los jóvenes
proyectos de jugador más prometedores de todo el país. Pese a las protestas
de su madre que prefería la cercana LSU (Louisiana State University), firmó
con Alabama, manteniendo igualmente su devoción por su ciudad natal. En
las horas previas al draft, Collins fantaseaba con jugar un partido como profesional en el majestuoso Superdome, el estadio de los New Orleans Saints,
el orgullo NFL local y que sirvió como refugio de miles de personas durante
el huracán. “Sería una locura poder jugar allí”. Collins fue elegido en segunda
ronda por los Giants de Nueva York. El pasado 1 de noviembre, pudo disfrutar
de su sueño en uno de los lugares donde tuvo lugar la pesadilla, y participar
de un partido espectacular que ganaron los Saints a los Giants por 52-49.
“Ese equipo hizo tanto por la ciudad. Ese equipo y los Hornets nos dieron
esperanza tras el Katrina”. Pero para ellos también fue difícil.
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LOS SAINTS Y JOHN CARNEY
La noche del 27 de agosto de 2005, en Nueva Orleans, uno de los miembros
de los Saints, el kicker John Carney, intentaba dormir. En el exterior, silencio,
una quietud que bien podía calificarse de sepulcral. El huracán Katrina se
acercaba y el equipo se iba. La noche anterior, los Saints habían jugado un
partido de pretemporada contra los Ravens de Baltimore. En ese momento,
Carney no tenía forma de saber que no iba a jugar en el Superdome de nuevo
hasta el año 2006. No tenía forma de saber que dejaría NOLA el domingo por
la mañana y que no la volvería a ver tal cual era hasta ese momento.
Esa noche, The Big Easy, otro de los sobrenombres de
la ciudad, estaba inquieta. Apenas corría el aire. Pocos
coches. Menos aún personas a pie en las calles. “Estaba
empezando a parecerse ya a una ciudad abandonada”.
Esa noche, The Big Easy, otro de los sobrenombres de la ciudad, estaba inquieta. Apenas corría el aire. Pocos coches. Menos aún personas a pie en
las calles. “Estaba empezando a parecerse ya a una ciudad abandonada”,
rememoraba Carney. “Definitivamente fue la calma antes de la tormenta”.
Pero si algo no trajo el Katrina fue calma. El huracán prácticamente partió la
ciudad y el estado de Luisiana en dos. Los diques fallaron. Casi la mitad de
los fallecidos lo hicieron ahogados. Nueva Orleans casi perdió la mitad de sus
habitantes censados en el año 2000, entre muertos, evacuados y migrantes.
Mientras, a más de dos millas de distancia, en San José, California, los
Saints se preparaban para otro partido de pretemporada, esta vez contra
los Raiders. El lunes por la mañana, los jugadores y el personal pensaron
que la ciudad había sobrevivido al huracán. Por la tarde, las imágenes de
satélite comenzaban a revelarse para mostrar la terrible realidad. Barrios
que parecían intactos en una pantalla de ordenador, en realidad, habían
sido arrasados. Los miembros del equipo se apresuraron a contactar a los
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amigos y familia que no habían sido evacuados o que no se habían unido
al equipo en el último vuelo chárter desde el aeropuerto Louis Armstrong
International. Por ejemplo, el long snapper Kevin Houser necesitó una semana para poder contactar con su mejor amigo.
Lo que sí pudieron ver todos fue la rápida degradación de la situación en la
ciudad. Los disturbios y el pillaje en las calles, la gente en los tejados de las
casas como último recurso, las multitudes de desplazados en el Superdome.
Tenían un partido el jueves, pero casi todos los componentes del equipo dijeron a los entrenadores y a la NFL que no querían jugar. Pero aparentemente
nadie escuchó. Comenzaba una temporada para los Saints repleta de conflictos. En su mayor parte, los jugadores se mostraban públicamente tranquilos. Ya conocían la tragedia que había caído sobre Nueva Orleans y como es
comprensible sentían el fútbol como algo trivial.
“Desde luego, no podíamos pasar por alto u olvidar la parte más valorable de
toda esta historia”, dijo Carney. “Lo que la ciudad tuvo que soportar y el valor
de tantos héroes que dieron un paso adelante y estaban allí sobre el agua
para salvar vidas y reconstruir lo que se pudiera”. Incluso el quarterback de
los Saints de aquella época, Aaron Brooks, sabía qué decir: “El fútbol era secundario. Por muchas razones diferentes”.
La historia de la NFL ha maquillado convenientemente lo
ocurrido en la temporada perdida de los Saints de Nueva
Orleans. Los Saints de 2006, al parecer, surgieron de las
ruinas del huracán Katrina para unir a toda una ciudad.
Secundario sí, pero no irrelevante. La historia de la NFL ha maquillado convenientemente lo ocurrido en la temporada perdida de los Saints de Nueva Orleans.
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Un lugar común indeleble perdura: los Saints de 2006, al parecer, surgieron de
las ruinas del huracán Katrina para unir a toda una ciudad, comenzando con una
icónica patada de Steve Gleason; un retorno en el campo, y un retorno simbólico
desde las aguas. Sin embargo, es más plausible pensar que el equipo de 2005,
envuelto en la controversia y el conflicto, vivió un interminable año representando
a una ciudad bajo el agua y en guerra, abandonado por su Liga y por el sindicato
de jugadores.
Pero la difícil relación de los Saints con Nueva Orleans comenzó antes de que
el Katrina rompiera los diques de la ciudad. A finales de abril de 2005, el dueño, Tom Benson, intentó apretar al máximo al estado de Luisiana para obtener un acuerdo más favorable en el alquiler del Superdome. Sus condiciones:
quería subsidios en efectivo que costarían 16M $ en dinero público mediante
un nuevo impuesto y se negó a pagar una cuarta parte del coste de la renovación del estadio, como requería el estado de Luisiana. Un par de semanas
más tarde, Benson dejó caer una amenaza que ya era familiar: su abogado
reveló que Benson tenía interés en mover la franquicia hacia otros lugares,
dado que las negociaciones por el tema del Superdome no avanzaban. Las
ciudades candidatas fueron San Antonio, Albuquerque y, por supuesto, Los
Ángeles. Un funcionario de Nueva Orleans calificó las exigencias fiscales de
Benson como “algo más allá del umbral del dolor”.
Como resultado, el equipo se fue, pero no por elección propia. Después
del Katrina, el Superdome sufrió tantos daños que era imposible que los
Saints continuaran jugando allí. La gerencia se esforzó para encontrar un
hogar adecuado en tan poco tiempo. Así, jugaron su primer partido como
“locales”, el 19 de septiembre, contra los Giants de Nueva York… en el
Giants Stadium. La end zone fue pintada de colores oro y negro, los distintivos de los Saints. El Comisionado Paul Tagliabue (que nunca había
visitado Nueva Orleans o a los jugadores de los Saints) fue amable antes
del partido en un discurso desde el centro del campo, pero para muchos
todo aquello no era más que un paripé político. “Fue una especie de broma”, dijo Carney.
Perdieron el partido, claro. Y con él la ilusión de jugar más partidos en casa
en un estadio NFL durante lo que quedaba de temporada. Disputaron cuatro
jornadas en Baton Rouge cuando el equipo universitario de LSU no necesitaba el campo. Después, la siguiente parada de los itinerantes Saints fue San
Antonio, ciudad donde el propietario Benson ya era dueño de una casa, un
rancho y varias empresas. Naturalmente, no pasó mucho tiempo para que
Benson estableciera más lazos con el alcalde Phil Hardberger con vistas a un
movimiento permanente. El Alamodome acogió tres partidos en casa hasta
que un torneo de voleibol de la NCAA interfirió y dejó de nuevo a los Saints
sin hogar. “No nos informaron en la medida de lo que debería haber sido todo
el proceso”, se quejaba Brooks. “Eso no hizo mucho para nuestra moral. Luego nos dijeron que nos iban a dividir los partidos entre varias ciudades… Lo
siento, pero no me jodas… ¿Habláis en serio?”.
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“Así que acabas pensando, bueno, ¿regresaremos aquí para
el entrenamiento tras la temporada? ¿Deberíamos estar
buscando una casa más permanente? ¿Deberíamos estar
buscando escuelas para nuestros hijos o no?”.
Lo de San Antonio sí iba en serio, así lo quería Benson. Pero la ciudad solo
podía ofrecer un estadio de segunda clase a los Saints en comparación con
sus homólogos de la NFL. No solo era el voleibol universitario o, peor aún,
espectáculos de rodeo; en realidad sus instalaciones estaban muy por debajo de los estándares del fútbol profesional estadounidense. Al final, lo que
terminaba ocupando las mentes de los jugadores era saber dónde estarían
la siguiente semana y sobre todo dónde jugarían la próxima temporada: “Así
que acabas pensando, bueno, ¿regresaremos aquí para el entrenamiento
tras la temporada? ¿Deberíamos estar buscando una casa más permanente? ¿Deberíamos estar buscando escuelas para nuestros hijos o no?”, recordaba Carney. “Así que había mucha incertidumbre. Y ciertamente todo eso
no hacía mejor a un jugador o a un entrenador, más bien todo lo contrario”.
Fuera de campo las preocupaciones se acumulaban para los jugadores de
los Saints. El rápido éxodo de Nueva Orleans había significado el desarraigo
de sus hijos y la búsqueda de nuevas escuelas. Las empresas propiedad de
los jugadores dejaron de operar. Muchas de sus casas habían sufrido graves
daños, o como en el caso de Carney, intento de robos. Y tratar de conseguir información o documentos importantes significaba encontrarse con la
Ley Marcial reinante en la ciudad. Carney recuerda enviando a su esposa de
vuelta a Old Metairie; necesitó dos acompañantes para ello, un doctor que
utilizó su pase médico para buscarla a través de los puestos de control de la
Guardia Nacional, y otro amigo veterano de Vietnam como protección.
De vuelta en Texas, los jugadores pasaron la mayor parte de la temporada
pagando todo de su bolsillo, los fondos de la NFL no llegarían hasta más tar-
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de. Pero, como decía casi avergonzado Aaron Brooks, donde esto tuvo realmente un verdadero y profundo impacto fue en el resto de trabajadores de la
organización que no disfrutaban de un rango salarial como el de los jugadores. “Nadie se centró realmente en el bienestar de los jugadores, así que imagina en el del resto del personal o en el de la organización”, dijo Brooks. “Y
ellos estaban pasando por las mismas cosas. Nosotros en el fondo podíamos
resolver los problemas más fácilmente porque teníamos el dinero para hacerlo. ¿Pero qué pasaba con las secretarias y el resto del personal? ¿Qué
pasaba con la gente de taquillas? Todo el mundo sufrió”.
“Nadie”, se quejaba Brooks. “Nadie cuidó de nuestra espalda”.
Al final, y a pesar de las circunstancias atenuantes, extremas, los Saints se
enfrentaron en gran medida a todo por sí mismos. El comisionado Tagliabue no
visitó al equipo hasta que la temporada casi había terminado y la asociación de
jugadores (NFLPA) apenas luchó por mejores instalaciones o por las opciones
de reubicación. “Nadie”, se quejaba Brooks. “Nadie cuidó de nuestra espalda”.
En 2004, un año antes del Katrina, los Saints no podían presumir ni de un trofeo Vince Lombardi como vencedores de una Super Bowl. En treinta y siete
temporadas, solo siete presencias en playoffs, sin ganar un partido de postemporada hasta el año 2000. Muy poco para un equipo nacido en 1967. Resulta muy difícil pensar que otra franquicia con más pedigrí hubiera sido tan
ignorada ante una situación así. “Fuimos un equipo que quedó huérfano”, en
descriptiva expresión de Carney. Al final, la tensión pasó factura y el vestuario
se convirtió en un polvorín, con los jugadores inevitablemente cayendo en actitudes infantiles y egoístas. La cultura de grupo, aquello que mantiene unido
un equipo, imprescindible en un deporte como el fútbol americano, se desvaneció. Terminaron la temporada con tres victorias y trece derrotas, todos los
jugadores vieron empeorar sus estadísticas, el entrenador, Jim Haslett, fue
despedido al finalizar el curso y Aaron Brooks perdió hasta el apoyo de los fans
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por quejarse de asuntos exclusivamente deportivos cuando el drama post-Katrina era aún más que evidente: “No me retracto de lo que dije hace diez años.
Solo creo que lo podría haber dicho de una manera diferente, para que la gente pudiera entender lo que realmente me importaba. No creo que mucha gente
lo sepa, pero me encanta Nueva Orleans, me encanta la cultura, me encanta la
gente… pero alguien tenía que salir en nombre del equipo”.
La cultura de grupo, aquello que mantiene
unido un equipo, imprescindible en un deporte
como el fútbol americano, se desvaneció.
Fue un final muy poco lustroso para Brooks, posiblemente el mejor quarterback de los Saints desde Archie Manning. Haslett no volvió a encontrar trabajo como entrenador jefe en NFL y, en general, el recuerdo de los dos se
ha difuminado rápidamente de la memoria colectiva del equipo. Drew Brees
y Sean Payton ocuparon rápidamente su lugar, dentro y fuera del campo.
Brooks siente que fallaron a la gente de NOLA en 2005: “Muchos de nosotros
queríamos estar allí, ayudar, ser parte de la reconstrucción de la comunidad.
Pero todo eso era muy difícil de hacer desde San Antonio”. Sin embargo, también dejó espacio para la autocrítica: “También hicimos cosas mal. Parece
que no, pero sí. Nos contentamos con dejar pasar la temporada, haciendo
poco para disipar los rumores de mudanza definitiva a San Antonio mientras
el Superdome se caía a pedazos. También se equivocaron los que mandaban
en la ciudad. Si nuestros fans estaban contentos, entonces nuestro equipo
también lo estaba. Pero si nuestro equipo no era feliz, entonces la ciudad
tampoco. Porque Nueva Orleans es el equipo. La ciudad de Nueva Orleans
es su equipo de fútbol”.
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John Carney regresó a NOLA en la primavera de 2006. Apenas reconoció la
ciudad que había dejado atrás aquella mañana de domingo de agosto. “Parecía como si el huracán acabara de pasar apenas hace unos días. Me quedé en estado de shock”. La noche del 25 de septiembre de 2006, la ciudad
se sintió como si regresara de su tumba, para contemplar el retorno de los
Saints al Superdome, un regreso que nadie terminó de creer hasta que no
vieron a los jugadores efectivamente salir de los vestuarios. Casi quince millones de personas vieron aquel partido ante los Falcons. “La ciudad cobró
vida para aquel partido. Estábamos de vuelta”.
Los Saints llegaron a los playoffs aquella temporada. Ganaron la Super Bowl
en 2010 en Miami por primera vez en su historia (ante los Indianapolis Colts
de Peyton Manning, nativo también de NOLA e hijo del histórico Archie), y
aquella patada de Gleason y las celebraciones de los jugadores, con sus hijos
y familias, de Bree con su trofeo de MVP, ayudaron a maquillar la cicatriz que
arrastraban y a convertir su historia en una más parecida a la de Cenicienta.
El equipo de 2005 pronto desaparecería entre sombras de color oro y negro.
Siempre se está a una jugada de no volver a jugar nunca más.
Daniel Cana
@dcana
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Javier Señaris
LA CONSTRUCCIÓN
DE UN EQUIPO
La evolución de los All Blacks desde 2007 hasta 2015
“Remember that rugby is a team game; all 14 of you make
sure you pass the ball to Jonah”
“Recuerden que el rugby es un deporte de equipo; 14 de ustedes deben
asegurarse de pasarle el balón a Jonah [Lomu]”.
O a Cullen, Howlett, Rokocoko, Sivivatu… Ese planteamiento fue el que
lastró a los All Blacks en los mundiales desde 1987 hasta 2011. Los
recursos individuales servían para ganar la inmensa mayoría de los partidos, pero no alcanzaban para triunfar en la gran cita del rugby.
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H
ace poco más de cuatro años, Nueva Zelanda tenía en su haber tantas
Copas del Mundo como Inglaterra y
la mitad de las que habían ganado Sudáfrica y Australia. Actualmente son el
único equipo que tiene tres títulos mundiales, son el único equipo que ha conseguido ganar dos mundiales consecutivos
y han contado por victorias todos los partidos (14) de los dos últimos mundiales.
El fracaso en el Mundial de 2007 había
dejado su futuro lleno de dudas y obligó
a un cambio radical en el funcionamiento de toda la estructura interna de los
All Blacks. Hay un ejemplo, salvando
todas las distancias, que permite poner en perspectiva lo que sucedía con
los All Blacks. La selección brasileña de
fútbol estuvo 24 años sin conseguir el
triunfo en el Mundial; siempre partían
como favoritos, siempre parecían tener la mejor lista de jugadores y nunca
conseguían rendir al máximo nivel como
conjunto. Su ejemplo se puede extrapolar, perfectamente, a los neozelandeses: una pléyade de estrellas cuyo nivel
individual estaba por encima de su nivel
como equipo.
UN CAMBIO
ESTRUCTURAL
En el Mundial 2007 pudimos ver a una selección formada por jugadores tan deslumbrantes como Jerry Collins, Chris Masoe,
Byron Kelleher, Nick Evans, Luke McAlister, Joe Rokocoko, Doug Howlett, Sitiveni
Sivivatu… Todos ellos tuvieron, a posteriori, exitosas carreras en clubes europeos a
donde llegaron como fichajes estrella y jugadores de referencia, algo que no habían
conseguido alcanzar en los All Blacks.
El cambio que arranca tras la derrota
ante Francia en Cardiff el 6 de octubre
de 2007 es estructural. Desde esa fecha
hasta el 31 de octubre de 2015 (final del
reciente Mundial de Inglaterra), los All
Blacks han jugado 109 Test matches:
95 victorias, 2 empates y 12 derrotas;
3.518 puntos a favor (32,28 de media
por partido) y 1.693 puntos en contra
(15,53 de media por partido).
El cambio que arranca tras la
derrota ante Francia en Cardiff el 6
de octubre de 2007 es estructural.
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El balance de estos ocho años de enfrentamientos contra las grandes potencias
del rugby mundial ha sido el siguiente:
•Australia: 27 partidos, 21
victorias neozelandesas, 2
empates, 4 victorias de los
Wallabies.
Williams, Richie McCaw, Andy Ellis, Dan
Carter, Conrad Smith, Isaia Toeava y Mils
Muliaina. Jugadores que representan a
la perfección el nuevo ideario: el jugador
más destacado tiene que ser el equipo.
•Sudáfrica: 19 partidos, 13
victorias neozelandesas, 6 de los
Springboks.
•Inglaterra: 11 partidos, 10
victorias neozelandesas, 1 del XV
de la Rosa.
•Francia: 10 partidos, 9 victorias
neozelandesas, 1 del XV del
Gallo.
•Argentina: 9 partidos, 9 victorias.
•Irlanda: 8 partidos, 8 victorias.
•Gales: 7 partidos, 7 victorias.
•Escocia: 4 partidos, 4 victorias.
EL JUGADOR MÁS
DESTACADO ES EL EQUIPO
Diez jugadores repitieron la experiencia
mundialista de 2007 en 2011: Tony Woodcock, Keven Mealamu, Andrew Hore, Ali
La evolución de los All Blacks en este período mantiene un paralelismo absoluto
con la carrera de su recién retirado capitán, Richie McCaw: 148 Test matches
(sobre 185 test disputados por el equipo neozelandés desde su debut el 17 de
noviembre de 2001): 131 victorias, 2
empates y 15 derrotas; 110 caps como
capitán con 97 victorias; 2 Mundiales,
7 Tri Nations/Rugby Championship, 10
Bledisloe Cup; Mejor Jugador del Año en
2006, 2009 y 2010.
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El mensaje al anunciar su retirada no
pudo ser más claro: “I really had no desire
to [play overseas]… to go play rugby just
to earn a fat cheque really didn’t spin my
wheels”.
long after we’re all gone. It’s been an absolute pleasure to have shared the road
with him”.
No traducimos las palabras de Steve Hansen para que no se pierda nada de la carga
emocional con la que alguien tan comedido como el seleccionador neozelandés se
despedía de su jugador totémico.
Tampoco dejan ninguna duda las palabras que Steve Hansen (seleccionador
neozelandés) le ha dedicado en la rueda
de prensa de su despedida:
“In my opinion, he will go down not only as
the greatest All Black of all time, but the
greatest captain we have ever had and
possibly the greatest player to have ever
played the game in the modern era.
To play 148 Tests is something to be
marvelled at on its own, particularly with
the physical demands of the position
he plays. But the more impressive thing
about those 148 games is the quality
of the performances he produced. Having been involved in the majority of those
Test matches, I can’t recall him ever playing a bad game.
His ability as a leader will be something he
will be remembered for. Leadership doesn’t
come to anyone naturally, it’s a learned
skill. After the adversity of 2007 and the
criticism that came with that, Richie’s
mental toughness and desire to improve
really shone through. It’s those qualities
that have made him, in my view, the greatest leader of the All Blacks of all time.
He’s been an inspiration to us all. Not
only has he enhanced the jersey during
his time, but he has left a lasting legacy
that will be talked about by many people
LA AUTOCRÍTICA,
FUNDAMENTAL
La referencia al fracaso de 2007 nunca
deja de estar presente, la autocrítica ha
sido un elemento fundamental en el desarrollo del equipo.
También resultan especialmente reveladoras las opiniones de Achi Pastrana (árbitro internacional argentino) respecto al
7 neozelandés: “Se retira el más grande
de la historia, Richie McCaw. Placer verlo jugar y honor de haber estado en una
cancha cuando él jugaba. Decían que no
le cobraban los penales que hacía. Para
mí el jugador que más sabía el reglamento. No hacía ni ese 10 % de PKs”.
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Decíamos que Richard Hugh McCaw representaba a la perfección ese espíritu
de equipo que se comienza a gestar en
2007, y no es el único: Mils Muliaina,
Keven Mealamu, Tony Woodcock, Dan
Carter, Ma’a Nonu, Conrad Smith, Kieran Read, Andrew Hore, Justin Marshall,
Owen Franks, Ali Williams y Sam Whitelock son 13 de los 16 jugadores que más
caps tienen con los All Blacks. El bloque
de jugadores desde 2007 se ha mantenido de una forma mucho más constante que hasta entonces. El caso de Sam
Whitelock resulta paradigmático: ha jugado en 73 de los 75 Test matches que
han disputado los neozelandeses desde
2010 (el año de su debut).
RESPETO A LAS
JERARQUÍAS
La máxima de los cuerpos técnicos dirigidos por Graham Henry y Steve Hansen ha sido “lo que funciona no se cambia”, es ahí donde han radicado gran
parte de los éxitos logrados. El respeto
a las jerarquías ha sido otra constante
en el equipo neozelandés, los jugadores que habían mantenido un nivel de
rendimiento alto en la selección no
veían amenazado su puesto, pese a que
otros jugadores hubieran podido tener
unas prestaciones más altas en sus
franquicias. Las únicas apariciones que
se produjeron “saltándose el escalafón”
tuvieron a los alas como protagonistas:
Julian Savea en 2012 y Nehe MilnerSkudder en 2015 consiguieron, por su
rendimiento en Hurricanes, hacerse
merecedores de dar el salto a los All
Blacks y convertirse en los depositarios
del 11 y el 14. Por contraste, Aaron
Cruden (antes de la lesión) e Israel Dagg
habían perdido la confianza del cuerpo
técnico (por motivos extradeportivos el
primero y por su bajo rendimiento el segundo). La relajación no tiene cabida en
la actual estructura de los campeones
del mundo.
La máxima de los cuerpos técnicos
dirigidos por Graham Henry y Steve
Hansen ha sido “lo que funciona no se
cambia”, es ahí en donde han radicado gran parte de los éxitos logrados.
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La evolución neozelandesa no se detiene, mientras la mayoría de selecciones
—especialmente las europeas— están
buscando y utilizando backs de gran presencia física, los All Blacks han utilizado, en su equipo tipo en el Mundial, solo
dos backs por encima de los 100 kilos
(108 Ma’a Nonu y 107 Julian Savea):
Ben Smith, Conrad Smith, Nehe MilnerSkudder, Dan Carter y Aaron Smith no
superan los 95 kilos. La habilidad por encima de la fuerza.
La victoria ante Australia en la final del
Mundial ha supuesto un fin de ciclo en
el equipo de Steve Hansen. Las retiradas de Keven Mealamu, Tony Woodcock
y Richie McCaw, y la marcha a Europa
de Dan Carter (Racing 92), Ma’a Nonu
(Rugby Club Toulonnais) y Conrad Smith
(Section Paloise) implican un relevo generacional cuya transición se ha preparado
de forma minuciosa y escalonada durante años. Dane Coles ya había tomado el
relevo de Mealamu en el puesto de talonador, Joe Moody parece el principal
candidato a ocupar el puesto de 1 con
regularidad, y sobre Sam Cane recaerá
la responsabilidad de portar el 7 que durante catorce años fue de Richie McCaw.
Falta por dilucidar si Aaron Cruden será el
heredero de Dan Carter o si el escalafón
ha corrido hacia Beauden Barrett. Sonny
Bill Williams y Malakai Fekitoa serán
los encargados de tomar el relevo de la
“extraña pareja” formada por Ma’a Nonu
y Conrad Smith.
Como decíamos, no hay espacio para la
improvisación en una maquinaria tan perfecta como la de los All Blacks. Por eso
son el mejor equipo del mundo.
Javier Señaris
@RutgerBlume
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AUTORES
Jaume Marcet@jaumemarcet
Alberto López Frau @Albercampeontv
Emmanuel Ramiro @emmanuelrf
Fernando Murciego @fermurciego
Agustín Galán @Agustin_Galan
Daniel Cana @dcana
Alberto Cosín @albertocosin
Javier Señaris @RutgerBlume
ILUSTRADOR
Xavier Salvador
@xaviramisa
Marc Vicéns
Alex Santaló
@alexsantalo
DIRIGE
Martí Perarnau
COORDINA
Eric Pujol
EDITA
María Victoria Hernández
@ehmaribrie
Darío Ojeda
@DarioOjeda
DISEÑO Y
MAQUETACIÓN
Hormigas y Cigarras
@HoryCig
Para consultas o intercambio de opiniones, escribir a: [email protected]
A T S I V E R
02#
5102/erbmeicid
ATACAR PARA GANAR,
LA ESENCIA HISTÓRICA DEL JUEGO DEL BARÇA
EL VIEJO PROFESOR LUCESCU
AGÜERO, LESIONES Y GOLES
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DIEZ AÑOS DEL KATRINA
ESTADIOS MÍTICOS MUNDIALES
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