Antonio Llidó, el sacerdote detenido desaparecido

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Antonio Llidó, el sacerdote detenido desaparecido
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El historiador y periodista Mario Amorós, entre otros, ha publicado las biografías de Neruda, Miguel
Enríquez y Allende. Este libro, basado en una acuciosa investigación, cuenta la historia del único
sacerdote detenido-desaparecido de los seis que fueron asesinados después del Golpe. A través de
más de cuarenta testimonios y una correspondencia hasta ahora desconocida, Amorós recorre la
vida del cura español Antonio Llidó desde su llegada a Chile en 1969, su trabajo pastoral entre los
pobres, su aproximación a la UP y su acercamiento al Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR), que más tarde lo llevaría a participar en la resistencia a la dictadura de Pinochet.
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1974, Antonio Llidó abandonó por la mañana la parcela de El Arrayán en la que desde hacía casi un
año se refugiaba junto con su compañero Jorge Donoso y, como tantos otros días, tomó la liebre que
le condujo a Santiago. En el transcurso de aquel día fue secuestrado por agentes de la Dirección de
Inteligencia Nacional en las proximidades del Parque Forestal. Cayó como militante del MIR en la
clandestinidad, pero también por su condición de sacerdote comprometido. Fue conducido a la casa
conocida como “Cuartel Ollagüe” por los represores. Propiedad del sociólogo brasileño Theotonio
dos Santos, hasta el golpe de Estado había acogido a la Embajada de Panamá. Tenía un único piso,
un jardín en la entrada y estaba rodeada de una verja de un metro y medio de alto. En su lado
derecho había un garaje, hasta donde penetraban las camionetas Chevrolet y hacían descender a sus
prisioneros, con el rostro encapuchado. En el puesto de guardia anotaban su identidad en un libro de
registro y después directamente los conducían a la pieza donde practicaban las torturas.
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Durante sus diez días de reclusión en José Domingo Cañas 1367, fue torturado en repetidas
ocasiones y con especial crueldad según los testimonios de quienes compartieron con él aquellos
días terribles y pudieron sobrevivir. En sus primeras horas, destrozado físicamente, fue introducido
en el peor de los dos espacios donde se hacinaban las personas allí detenidas, “el hoyo”, una alacena
de apenas un metro de ancho y dos de largo sin ninguna ventilación. Entonces se encontraban allí
militantes del MIR como Ariel Salinas, Aldo Pérez Vargas, Mario Calderón, Carlos Gajardo o
Edmundo Lebrecht. Todos fueron torturados con saña en un momento en que la DINA estrechaba el
cerco sobre Miguel Enríquez.
El 2 de enero de 1978 en Berlín Occidental, Edmundo Lebrecht firmó una declaración jurada en la
que relataba su convivencia con Llidó. Veinte años después, Andreu Zurriaga le grabó un
excepcional testimonio para su documental Queridos todos sobre su tío. Apenas convivieron unos
días, pero la humanidad de este sacerdote valenciano quedó grabada para siempre en la memoria de
Lebrecht, quien falleció en 2013. Cuando fue introducido en el hoyo, Llidó cayó junto a él en muy
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mal estado físico, puesto que, a consecuencia de las torturas, sufría vómitos y fuertes estertores
producidos por la angustiosa sed que las descargas de corriente causan en el cuerpo humano.
Lebrecht, quien había sido detenido la noche anterior junto con su esposa embarazada y su hija de 4
años (aunque solo él permaneció finalmente allí), relató los únicos tres días que compartieron: “Mi
vivencia con Antonio es una vivencia en una situación extrema. No lo conocí fuera del encierro, lo
conocí en el centro de tortura. Todo mi recuerdo es un recuerdo hipersensibilizado con la situación
emocional del momento y de los recuerdos, que también son emocionantes”.
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A Lebrecht, quien en aquel tiempo era profesor de teatro en la Universidad de Chile, le marcaron
profundamente aquellas largas horas en el “hoyo” de José Domingo Cañas: “Una vez lo tiraron
encima de nosotros, venía muy lleno de electroshock. Ellos usaban en muchos momentos de tortura
la electricidad porque no dejaba huella y producía un dolor desesperante. Después de estas sesiones
uno queda con electricidad en el cuerpo y tiene una necesidad enorme de beber agua. Entonces
Antonio pedía agua y nosotros solicitábamos permiso para ir al baño y traíamos los pañuelos
inmundos que teníamos empapados y le mojábamos los labios. Yo le atendí bastante. Recuerdo que
cuando caí prisionero, llevaba un chaquetón montgomery y, como él tenía frío, lo cubrí con ese
chaquetón y ahí conversamos. Antonio me contó que había sido sacerdote en Quillota…”.
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Con los ojos vendados, y entre susurros, dialogaron durante horas… “Mi pensamiento teológico está
muy marcado por mi relación con Antonio. Estuvimos conversando, todo esto calladamente, sobre
Dios, la eterna historia de creer en Dios, no creer en Dios… Entonces, me dijo que esa pregunta para
él hacía mucho tiempo que había dejado de ser un problema. El tema es cómo uno se comporta
abajo. Entonces, me dijo: ‘Yo a ti no te preguntaría si crees o no, sé que eres cristiano. El tema del
ateísmo es un tema intelectual. Para mí son cristianos los que actúan como yo pienso que los
cristianos deben ser en la tierra, pienso que los que estamos aquí prisioneros somos todos
cristianos’. Esto para mí ha sido muy importante, es la concepción incluso teológica con la que me
manejo. Quiero rescatar, fuera de la parte dolorosa, también estas cosas que él enseñó a gente como
yo. Independiente del ejemplo, me traspasó algo de lo que era su vocación”.
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“En esas circunstancias extremas tener la capacidad de llevar su Evangelio… Desde nuestra
concepción militante, tal vez debiéramos resaltar la cosa heroica, la cosa ejemplar. Pienso que los
cristianos, sobre todo los católicos, debieran llevar como ejemplo y hablar de esta actitud, que es la
de los cristianos en la época de las catacumbas, de las persecuciones en la época de Jesús. ¡Cómo se
puede sancionar a un sacerdote así! Yo viví en Alemania. La historia sabe de sacerdotes sancionados
que murieron en los campos de concentración nazis y que hoy día han sido reivindicados y son un
ejemplo para la Iglesia Evangélica en Alemania. (…) Es fundamental que la Iglesia reivindique estas
demostraciones que hizo de difundir el cristianismo en esas situaciones, donde el cristianismo se
trataba de una cosa objetivamente reconfortante y quiero destacar el aspecto literal de estas
palabras, reconfortante, tal vez tanto como un plato de comida”.
Siempre remarcó que Llidó no fue detenido por la DINA “por casualidad”, sino que cayó como
miembro de la estructura central de organización del MIR, que dependía de la Comisión Política y
dirigía Sergio Pérez, entonces preso y brutalmente torturado junto con su esposa, Lumi Videla,
también en José Domingo Cañas, desde hacía casi dos semanas. Además, una parte de la información
que deseaban averiguar los represores era la identidad de quienes le habían brindado refugio en la
clandestinidad: “Gran parte de la tortura era para que entregara a los dueños de una parcela donde
había estado escondido. Sé que esos parceleros no cayeron. Recuerdo haber oído a los torturadores
exasperados torturándole y preguntándole: ‘¿Y por qué no hablái, cura maricón?’. Y él gritaba a esos
tipos: ‘¡Por mis principios! ¡Por mis principios!”.
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Una huella imborrable. Antonio Llidó, el sacerdote detenido-desaparecido
Mario Amorós,
Pehuén Editores, 2016.
PUBLICADO EN THE CLINIC 5/2016
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http://www.theclinic.cl/2016/05/08/adelanto-del-libro-de-mario-amoros/
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