CARTA A MI ABUELA

Transcripción

CARTA A MI ABUELA
CARTA A MI ABUELA
Todos estábamos preparados, sabíamos que ese día llegaría, ¿cuál día?, pues el
día en que nos ibas a dejar, para de esta manera poder estar tranquila y libre, sobre todo
libre. Sabíamos que era lo mejor, que por fin dejarías de sentir esos dolores que tanto te
atormentaban, que dejarías de sentirte una carga para tus hijos (como me lo dijiste en
una oportunidad), en fin, dejarías este mundo en forma física para convertirte en un
ángel protector, en nuestro ángel protector. Pero qué difícil es comprenderlo y asumirlo.
Uno nunca termina por entenderse a sí mismo. Es muy difícil. Yo sabia de su situación,
anhelaba que ese día llegara lo más pronto posible (yo que estuve tan cerca de usted,
que tanto la quiero y aprecio a pesar de sus locuras y demonios internos y externos, a
pesar de todo rogaba para que no sufra más, para que de una vez por todas pudiera
descansar. Esas idas y venidas a la clínica, la quimioterapia, la radioterapia, su
operación a la mama, la odisea de las enfermeras para encontrarle su vena, ya atrofiada
por la quimioterapia, para los exámenes de sangre; y esa herida en el seno, esa maldita
herida, la cual hasta sus últimos días la hizo sufrir), sin embargo, no me pude contener,
no lo pude asumir, sabía que estarías mejor pero no lo asimilaba. Abuela, nunca me ha
gustado llorar en público, es extraño pero creo que nunca lo he hecho. El sábado 20 me
levante temprano, el viernes casi no estuve con usted1, lo siento, pero había demasiada
gente; yo quería estar a solas con usted, despedirme, y así fue. Llore mucho pero me
sentí aliviado, aliviado porque siempre estuve a su lado cuando me necesito y eso nadie
me lo puede refutar.
Estoy seguro que alguien como usted no mereció transitar por el funesto sendero
de la agonía y la desesperanza. Tu mayor temor se cumplió abuela, nunca quisiste pasar
por esa etapa, la cual sin embargo, algún día, muchos de nosotros la pasaremos.
Depender de otras personas fue lo peor que te pudo pasar, peor que los terribles dolores
provocados por esa terrible enfermedad, el cáncer. Esa dependencia te tuvo mucho
tiempo deprimida y alterada. Esta dependencia junto con tus nervios y temores hicieron
pasar muchos malos ratos a tus seres queridos, varias veces no te entendíamos. Ese
1
Es algo inexplicable pero, muchas veces la trataba a mi abuela de usted. Claro, que muchas veces le
decía abuela, pero conversando siempre le decía: usted se comporta de tal forma … , usted debería hacer
tal cosa … , etc.
carácter tan temperamental y muchas veces sin equilibrio sufrió una simbiosis con tus
nervios y temores los cuales colaboraron en crear un sinnúmero de sentimientos, los
cuales a su vez, en su gran mayoría fueron expresados de manera errónea y a veces en
forma alterada.
Para una persona como usted, independiente desde joven, debió ser trágico,
fastidioso, terrible, ya no poder asumir más esa independencia. Ésta, cortada por su
enfermedad fue el punto de quiebre en su derrotero moral. Desde allí usted asumió una
actitud pasiva y muchas veces dejada, la cual, sin darse cuenta, afectaba a aquellas
personas que luchaban y dejaban de lado muchos quehaceres para poder estar con usted.
Entre las cuales me incluyo. Yo siempre iba con la mejor de las intenciones, le llevaba
algo de comer, me preocupaba por su medicina, por su estado de salud, etc. Cuando le
recriminaba por no comer o por no tomar sus pastillas, la mayoría de las veces me
respondía (su clásica respuesta, la cual siempre me irritaba): “Nadie se muere en la
víspera”. Como odiaba esa respuesta, la cual manifestaba en forma muy clara su desidia,
su desinterés para con su salud. Pero, lo que nunca llegue a comprender (hasta hace
poco) fue que en una persona como usted, la cual hacia lo que quería y en la forma que
quería, depender de unos medicamentos, de la limpieza diaria de su herida en el seno, de
las agujas, de las visitas a diferentes especialistas (oncólogo, hematólogo y el
especialista en dolor) para poder sobrevivir no tenia sentido. No tenia sentido en una
mujer como usted, tal vez en otras personas sí, pero en usted, no, jamás. Hubo muchos
momentos en los cuales pude sentir esa dejadez, esa amargura, esa tristeza y desolación.
El más fuerte y dramático fue cuando tuvo que usar esos implementos suplementarios
de los sanitarios, los pañales.
Pero, dejando de lado momentos recientes. Abuela, siempre le quise preguntar,
¿porqué dejo de frecuentar a sus amigas operadoras?, ¿porqué, luego de jubilarse, se
aisló y decidió llevar una vida ermitaña?, ¿cómo hacia para llevar una doble vida,
estricta y rigurosa casi en su totalidad (un ejemplo de cómo se debía comportar una
persona, aunque muchas veces con un sentido del humor frívolo y pícaro), pero
“criolla”, alegre y jaranera en toda reunión social, el “alma de la fiesta”? Son detalles, a
los cuales no encuentro respuesta. Tal vez, abuela, usted sentía la obligación de ser un
ejemplo de las buenas normas y costumbres (aunque muchas veces lo predicado, se
quedaba solo en eso, en predica, es decir, salía su otro “yo”, el cual inclinaba la balanza
hacia la Esperanza chacotera y criolla, pero a su vez llena de glamour y picardía). Pero,
el “yo” estricto no la dejaba asistir a reuniones luego de jubilada, perdió todo contacto
con sus amigas operadoras (muchas veces ellas quisieron comunicarse con usted, pero
siempre rehuía a ellas). Por último, abuela, si no me equivoco, a fines de la década del
50´ debió ser muy difícil asumir la responsabilidad y el “qué dirán” (en una época de
marcada tendencia patriarcal) de una madre soltera. Me imagino todas las cosas que
dijeron de usted, los chismes y rumores llevando su nombre, estar en boca de chismosos
y chismosas. ¿Cómo lo asumió?, ¿por eso hacía sobre tiempo, trabajando hasta 12 horas
diarias? Es verdad que a sus hijos nunca les falto nada, es su gran mérito, por lo cual
puede sentirse orgullosa y con justa razón. Siempre fue una mujer luchadora y
bondadosa y, fue tan fuerte lo segundo, que siempre la obligaba a luchar por otros.
Muchas veces (y soy testigo de ello) entregaba ayuda económica, a ojos cerrados, a
diversos familiares (aunque muchos de ellos después de recibir y gozar de su gratitud le
pagaron con rechazo e indiferencia, es más, ni se aparecieron para despedirse de usted
en sus últimos días y, le cuento que ni siquiera fueron al velatorio ni al Campo Santo en
Chorrillos). Hay detalles que uno nunca va a llegar a comprender. Sin embargo, tras su
partida, la familia ha logrado reunirse y mantener contacto después de muchos años.
Usted siempre decía que somos muy pocos y que debemos estar unidos, tal vez su
partida sea una señal de ello.
Y, parafraseando a Mariátegui, abuela, es del todo cierto “que ahora que ya no
estás con nosotros, siento que la vida que nos diste es la vida que te faltó”. Se te extraña
y se te va a seguir extrañando. Hay un vacío muy grande en mi interior, el cual se
encuentra siempre esperando que me digas: “seguro te has ido de chupinesco”, “¿sigues
con el tomate? Tomáte una, tomáte dos”, “hijito ¿te has lavado la boquiiita?”, “toma tu
papeliiito”. Son cosas que uno nunca va a dejar de extrañar y, estoy seguro que donde
quiera que estés vas a estar esperándome con mi cepillo de dientes, mi pasta dental y
mis papelitos; y de repente con una botella de vino para empezar con el tomate.
Tu nieto que te adora y extraña, JoséTacsa.

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