Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa: dos posiciones opuestas
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Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa: dos posiciones opuestas
CONGRESSO TOMISTA INTERNAZIONALE L’UMANESIMO CRISTIANO NEL III MILLENNIO: PROSPETTIVA DI TOMMASO D’AQUINO ROMA, 21-25 settembre 2003 Pontificia Accademia di San Tommaso – Società Internazionale Tommaso d’Aq uino Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa: dos posiciones opuestas respecto del conocimiento de Dios Prof. Francisco Rego Villa Nueva Guaymallén, Mendoza (Argentina) Saint Thomas Aquinas and Nicholas of Cusa are in agreement on certain central issues in that both are seeking a knowledge of God, which they consider to be fundamental to the order of being and of knowledge and hence the ultimate aim of man. But their approach on the way to accede to Him is different. The contribution of Saint Thomas, among others, is based on identifying the possibility of a demonstrative knowledge of the existence of God, and, along with this, the possibility of a non-quiddative knowledge, a knowledge that is rather analogical and non-comprehensive of the divine essence – quia ens, ergo Esse. On the other hand, Nicolás vis-à -vis the obvious disproportion between the finite and the infinite merely places as a condition for the knowledge of God man’s lack of knowledge – quia ignoro, cognosco – for he knows it as simpliciter inattingibilis or absconditus. And this lack of knowledge paradoxically achieves through God’s intervention – the same vision of God. Aquinas, on the other hand, reserves the vision of God for the state of Glory, nevertheless recognizes the value of truth in human reasoning. By consequence he establishes the basis for the natural understanding of God that will later facilitate the action of grace. For his part, Cusano undermines not only the basic arguments in favor of natural knowledge and the natural theology of God, but also of the very mystical vision which he is advocating as remedying the insufficiencies of reason, because he establishes as a subjective fundament of the mystic vision a desire that lacks any cognitive support. “Attingere uero mente Deum qualitercumque, magna est beatitudo” (San Agustín, Sermo 117, 3; PL 38, 663). Posición del problema Nicolás de Cusa (1401-1464) puede entenderse como una consecuencia mediata de los cambios producidos en la historia de la filosofía por la irrupción de la noua uia que trajo consigo la descalificación del saber metafísico. En efecto, el Cusano, escudado en el argumento de la ilimitación de Dios, al tiempo que desecha el conocimiento racional de la realidad divina, degrada la sabiduría metafísica al rango de conjetura. No obstante, elabora su propia doctrina teológica, en la que incluye las cuestiones del conocimiento de la existencia y © Copyright 2003 INSTITUTO UNIVERSITARIO VIRTUAL SANTO TOMÁS Fundación Balmesiana – Universitat Abat Oliba CEU F. REGO, Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa: dos posiciones opuestas respecto del conocimiento de Dios esencia de Dios. La originalidad de su enfoque, hace pertinente establecer un cierto paralelo con las enseñanzas del Angélico. Con ese objeto, se tratará, en cada caso, primero la doctrina del Aquinate1 y luego la del Cusano, 2 tras lo cual se esbozará una opinión crítica de los mismos. 1. La existencia de Dios Posición de Tomás respecto de la demostración de la existencia de Dios Tomás considera primero la existencia de Dios y luego la esencia: “Quæstio ‘quid est’ sequitur ad quæstionem ‘an est’” (S.Th. I, 2, 2, 2m). Y, en el orden de la existencia, atiende primero a su la demostrabilidad de la existencia de Dios y luego a la demostración de hecho. La demostrabilidad se hace posible porque aunque la existencia de dios no es evidente, sí puede ser demostrada a partir de sus efectos. En efecto, aunque la proposición “Deus est” sea per se evidente, ya que el predicado se identifica con el sujeto, el hombre, en la actual condición, al desconocer la esencia de Dios, no tiene evidencia inmediata de la misma. Luego sólo cabe conocerlo a partir de algo más evidente. “Deus est, quantum in se est, per se nota est; quia prædicatum est idem cum subiecto: Deum enim est suum esse [...]. Sed quia nos non scimus de Deo quid est, non est nobis per se nota: sed indiget demonstrari per ea quæ sunt magis nota quoad nos, et minus nota quoad naturam, scilicet per effectus” (S.Th. I, 2, 1c). Tal demostración debe arrancar del ente sensible, luego, por vía del tercer grado de abstracción formal, que considera lo actual y determinante de la entidad,3 se alcanza el ser trascendental, bajo cuya universalidad se puede Se seguirán las obras del Aquinate según la edición de Bussa. Se sigue la edición alemana: Nikolaus Von Kues, Philosophische-Theologische Schriften. Studien und Jubiläum sangsgabe Lateinisch-Deutsch, Herausgeeben und eingeführ von Leo Gabriel, Viena, Herder, 1964, 3 vol. Según ella se adoptan las siglas correspondientes a las obras del Cusano, a saber: US = De uenatione sapientiæ; DI = De docta ignorantia; DA = De Deo abscondito; AP = Apologia doctæ ignornatiæ; C = De coniecturis; PR = De principio; PO = De possest; AT =De apice Theoriæ; De genesi; NA = De non-aliud; QD = De quærendo Deum; FD = De filiatione Dei; DL = De dato patris luminum; CP = Compendium; B = De beryllo; UD = De uisione Dei; LG = De ludo globi; A = De æqualitate; I, S = Idiota de sapientia; I, M = Idiota de mente; I, SE = Idiota, de saticis experimentis. CT = Complementum theologicum; PF = De pace fidei; CA = De cribrarione alchorani. 3 Cfr. Forment, E., Lecciones de metafísica, Madrid, RIALP, 1992, p. 240: González Álvarez, A., Teología natural, tratado metafísico de la primera causa del ser, Madrid, Inst. 1 2 p. 2 Congresso Tomista Internazionale ascender del ser finito o participado al ser absoluto o imparticipado. Para lo cual se debe descubrir en el primero una relación real que conduzca necesariamente al segundo, y que el ser participado debe poseer de modo imperfecto lo que en el imparticipado se da de modo perfecto: "Participatiue autem quod excedit suam naturam sed tamen aliquid de illo participat, sed imperfecte" (Super ad Colossenses, cp1, lc4, ln 210). La existencia de Dios sólo es demostrable a partir de sus efectos demonstratio quia-, porque, aunque no esencialmente, lo dará a conocer como causa: “ex effectibus Dei potest demonstrari Deum esse: licet per eos non perfecte possimus eum cognoscere secundum suam essentiam” (S.Th. 1, 2, 2, 3m). Con lo cual no se demuestra un artículo sino un preámbulo de la fe, porque la fe presupone la naturaleza: “non sunt articuli fidei, sed preambula ad articulos: sic enim fides præsuponit cognitionem naturalem” (I, 2, 2, 1m). Así, la demostración de la existencia de Dios es un fundamento de su conocimiento natural y una ayuda para recibir la fe. Admitida la demostrabilidad de la existencia de Dios, el Aquinate, a través de quinque uiæ, procede a su demostración. Parte de diversas evidencias inmediatas -ex parte motus, ex ratione causa efficientis, ex possibile et necesario, ex gradibus qui in rebus inueniuntur, ex gubernatione rerum-. Luego, se apoya en el principio de causalidad estableciendo la necesidad de una causa extrínseca de esos hechos -omne autem quod mouetur ab alio mouetur; impossibile est quod aliquid sit causa efficiens sui ipsius; non ergo omnia entia sunt possibilia: sed oportet aliquid esse necesarium in rebus; magis et minus dicuntur de diuersis, secundum quod appropinquant diuersimode ad aliquid quod maxime est; ea autem quæ non habent cognitionem non tendunt in finem nisi directa ab aliquo cognoscente et intelligente. Después, advierte sobre la imposibilidad de un proceso al infinito en la serie de causas actual y esencialmente subordinadas, para concluir que debe existir una Causa Primera trascendente, sucesivamente entendida como primum mouens quod a nullo mouetur, causa efficiens prima, aliquid quod sit per se necessarium, aliquid quod omnibus entibus est causa esse, et bonitas et cuiuslibet perfectionis; aliquid intelligens, a quo omnes res naturales ordinantur ad finem. Por lo que se ve que dicha demostración conduce también a la cognición de los atributos fundamentales de Dios, lo que ya implica un cierto saber de su esencia. La posición de Nicolás de Cusa respecto a la existencia de Dios. Vives, 1949, pp. 137-139. Cfr. García López, J., Estudios de metafísica tomista, Pamplona, EUNSA, 1976, p. 61. p. 3 F. REGO, Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa: dos posiciones opuestas respecto del conocimiento de Dios El Cusano soslaya la cuestión de la existencia, porque la da como presupuesta. No obstante, hay en él ciertos indicios de su demostración, tanto de una demostración a priori como de una a posteriori. De la primera, al señalar que el ser es un atributo necesario del Máximo absoluto, pues, ¿de qué modo puede pensarse que el Máximo no pueda ser, si ser mínimamente es ser máximamente? -“Quomodo intelligi potest Maximum non esse posse, cum minime esse sit maxime esse?” (DI, I, 6; PTS, vol. I, p. 212). De mayor interés es la vía a posteriori. De admitirse que algo no es por sí, se debe concluir que sólo lo puede ser por otro que es absolutamente: “Quomodo enim id, quod a se non est, aliter esse posset qua ab æterno esse?” (DI, II, 2; PTS, vol I, p.322). Pues, si lo no-absoluto es finito y limitado, entonces exige un principio y fin, el cual no puede ser otro que Dios, en cuanto absoluto: “igitur necessario est maximum actu omnium finitorum principium et finis” (DI, I, 6; PTS. vol I, p. 210-212). Como se ve, ambos autores coinciden en que la contingencia del ente exige un principio transcendente: quia ens, ergo Deus. Pero, en rigor, en el sistema del Cardenal, 4 no tiene cabida la demostración de la existencia de Dios, porque tal existencia es el presupuesto de todos los presupuestos: “Deus est ipsa absoluta præsuppositio omnium, quæ qualitercumque præsupponuntur” (I, S, PTS, vol. II, p. 456). Lo es en el orden del ser, porque sin máximo no hay ente-“Nihil potest esse intelligi sine maximo” (DI, I, 6; PTS, vol. I, p. 212)-; lo es en el orden del conocer, porque la certeza de Dios es anterior a todas las dudas -“post ipsam dubiorum est pluralitas” (C 5; PTS, vol. II, p. 20)-. Por consecuencia, la pregunta sobre Dios lo presupone: “Omnis quæstio de Deo præsupponit quæsitum” (I, S, II; PTS, vol. III, p. 456). Pues, así como la pregunta supone la existencia del que pregunta -“Non potest igitur dubitari an sit [anima], cum sine ea dubia moueri non posssit” (C I, 9; PTS, vol. II, p. 30)- de igual modo la pregunta por Dios lo presupone, porque funda la pregunta misma. Ergo, la pregunta por la existencia de su fundamento no es pertinente: “Qui enim quæreret, an posse ipsum sit, statim dum aduertit uidet quæstionem impertinentem, quando sine posse de ipso posse quæri non posset” (AT, I, PTS, vol. II, p. 374). En suma: el conocimiento del ser de Dios es funda a cualquier otro conocimiento: “Cum nihil esse concipere ualeamus, si ipsum non conciperemus esse” (PR; PTS, p. 230). De donde se sigue que, según el Cusano, el dato de la existencia de Dios debe ser necesariamente de evidencia inmediata, y, por tanto, su demostración es innecesaria. 4 Colomer, E, De la Edad media al Renacimiento, Barcelona, Herder, 1974, pp. 185-186. p. 4 Congresso Tomista Internazionale 2. El conocimiento de la esencia de Dios Posición de Tomás de Aquino respecto del conocimiento de la esencia de Dios El conocimiento de la esencia divina está entorpecido tanto por la excelencia de la naturaleza divina como por defecto de la potencia cognitiva: “ea quæ per esse suum non sunt unum in materia, quantum in se est, sunt maxime nota; sed quoad nos sunt difficillima ad cognoscendum” (In I Sent. d. 17, q. 1, a. 4c). Pues, una potencia cognitiva unida a la materia -quo corpori unitur- se ordena al conocimiento de un orden formal inserto en la materia: “Per intellectum connaturale est nobis cognoscere naturas, quæ quidem non habent esse nisi in materia indiuiduali” (I, 12, 4c). La desproporción entre lo sensible y la naturaleza divina impide que desde aquél se acceda al conocimiento de todo el poder causal de Dios, y, por ende, tampoco al de su esencia: “ex sensibilium cognitione non potest tota Dei uirtutem cognoscit: et per consequens nec eius essentia uideri” (S.Th., I,12, 12c). Luego, en esta vida no es posible conocer la esencia divina: “Ab homine puro Deus uideri per essentiam non potest, nisi ab hac uita mortali separetur” (S.Th. I, 12, 11c). Sin embargo, el Aquinate, no concluye que de Dios sólo se puede tener un conocimiento negativo. Porque, la negación presupone la afirmación:5 “Intellectus negationis semper fundatur in aliqua affirmatione” (De Pot. q. 7, 5). Porque porque aunque ese conocimiento por los efectos sólo sea alcanzado de modo deficiente -deficienter- e imperfecto -non tamen perfecto- el efecto debe ser de alguna manera similar al agente, pues “agens agit sibi simile” (In DN c.3, n. 225). Porque, si bien, ningún efecto se adecua a la virtud del primer Agente, cuando el entendimiento alcanza el conocimiento de las cosas creadas, se informa respecto de las perfecciones encontradas en las cosas. Y, si el intelecto, por sus formas inteligibles, se asimila a alguna cosa, entonces lo concebido según dichas especies inteligibles se verifica respecto de aquella cosa a la que se asimila por su especie. Pero, si la dicha specie no asimila la esencia divina perfectamente, entonces lo que se dice de Dios existe en Dios verdaderamente, pero, no significa de modo perfecto lo que es, sino de un modo no comprensivo Cfr. Manser, G.M., La esencia del tomismo, trad. cast. V. García Yebra, Madrid, 1947, pp. 527-529). 5 p. 5 F. REGO, Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa: dos posiciones opuestas respecto del conocimiento de Dios o imperfecto “non tamen quasi comprehendens ipsam, sed imperfecte” (De Pot. q. 7, a. 5). De ahí, la distinción entre las nociones de cognitio y comprehensio. La cognitio alude a todo orden de conocimiento, sin especificar el modo del mismo. La comprehensio alude a un orden de conocimiento perfecto o acabado lo que ocurre cuando el cognoscente posee en acto toda la inteligibilidad de la cosa conocida: “Perfecte cognoscitur quod tantum cognoscitur quantum est cognoscibile” (I, 12, 7). Pero esto no puede ocurrir respecto del conocimiento de Dios: “Nullus autem intellectus creatus potest Deum infinite cognoscere” (I, 12, 7). Solo Dios puede comprehenderse a sí mismo, porque sólo en Él la potencia cognitiva es proporcional a su perfección entitativa: “quia tanta est eius uirtus in cognoscendo quanta est eius entitas in essendo” (Super Euangelium Iohannis, cp. I, l. 11, l. 205). ¿De qué modo se conocen los atributos de Dios a partir del conocimiento de las cosas? Aunando el aporte de la teología afirmativa con el de la negativa, según una triple vía:6 uia causalitatis seu affirmationis, uia negationis y uia excellentiæ seu eminentiæ, en ese orden. La uia affirmationis se justifica porque la causa de toda perfección, debe contenerlas de alguna manera, y, por lo mismo, se pueden atribuir a Dios. Las perfecciones mixtas, que implican imperfección, se predican de Dios causalmente. Las perfecciones absolutas o puras, “proprie dicuntur de Deo” (S.Th. I, 13, 3, 1m). La via negationis supone la eliminación, no de la misma perfección, sino de su modo de realización finita. La uia eminentiæ aplica la perfección según la excelencia de la naturaleza divina, que supera toda medida (S.Th. I, 13, 3, 2m). Estas tres vías, lejos de excluirse, se piden mutuamente. Pues, la vía negativa se apoya en la afirmación; la vía positiva necesita de la negativa porque a la perfección que se halla en las criatura le debe ser quitada toda limitación; y, a su vez, la vía de eminencia supone las dos anteriores, porque, si no hay visión directa de Dios, entonces sólo se puede ascender a Él a partir del conocimiento de las criaturas. De este modo, Dios es conocido como un ser subsistente e infinito que comprende en sí eminentemente todas las “Tripliciter ista de Deo dicuntur. Primum quidem affirmatiue, ut dicamus Deus est sapiens; quod quidem de eo oportet dicere propter hoc quod est in eosimilitudo sapientiæ ad ipso fluentis: quia tamen non est in Deo sapientia qualem nos intelligimus et nominamus, potest ueri negari, ut dicatur, Deus non est sapiens. Rursum quia sapientia non negatur de Deo quia ipse deficiat a sapientia, sed quia supereminentius est in ipso quam dicatur aut intelligatur, ideo oportet dicere quod Deus sit supersapiens”. (De Pot. q. 7, 5, 2m). 6 p. 6 Congresso Tomista Internazionale perfecciones existentes y posibles.7 Esto, ciertamente, procura un conocimiento imperfecto, pero verdadero de la esencia de Dios, porque la causa absoluta debe ser en sí misma lo que el efecto tiene. 8 El conocimiento proporcionado a partir de los seres sensibles es perfeccionado con el conocimiento alcanzado a partir del conocimiento de la propia realidad espiritual, porque esa vía es adecuada para alcanzar el conocimiento de la espiritualidad de Dios. Con lo cual el Aquinate se adhiere a la vía interioritatis del Hiponense (UR, 39, 72). Pues, únicamente se puede saber que existen substancias separadas intelectuales si antes el alma puede conocer en sí misma lo que es el ser intelectual (CG III, 46). De ese modo, el conocimiento de sí ayuda al conocimiento de Dios: “Ipsa anima per quam intellectus humanus in Dei cognitionem ascendit” (CG I, 3). Luego, el conocimiento de la propia espiritualidad es requisito para alcanzar el conocimiento de Dios.9 Lo cual se cumple por una redditio completa sobre su propio acto que le permite demostrar perfectamente su virtud y naturaleza: “Anima humana intelligit se ipsam per suum intelligere, quod est actus proprius eius, perfecte demonstrans uirtutem eius et naturam” (I, 88, 2, 3m). Pero, tampoco conduce a un conocimiento perfecto de Dios, porque, dada la limitación humana, nada dice sobre el modo en que la espiritualidad se realiza en Él. Conforme a la doctrina de la analogía, los nombres que se atribuyen a Dios se toman de las criaturas, pero no se dicen de Dios unívocamente -porque se lo asimilaría a la criatura- ni equívocamente -porque se desconocería todo de Él-, sino análogamente, a partir de su consideración como principio y causa de todas las cosas.10 Respecto a la división de la analogía, el P. Ramírez ofrece una precisa síntesis de los mismos al decir: “Hay tres tipos fundamentales de analogía: uno de ‘desigualdad’, es decir, ‘secundum esse tantum et non secundum intentionem’; otro de Cfr. Raeymaecker, L. Philosophie de l’être. Louvain, 1946, p. 336. González Álvarez, Teología natural, Madrid, Inst. Vives, 1949, p. 359. 9 Fabro, C. Drama del hombre y misterio de Dios, Madrid, RIAPL, 1977, p. 248 ss. 10 S.Th. 1, 13, 5: “Imposibilie est aliquid prædicari de Deo et creaturis uniuoce. Quia omis effectus non adæquans uirtutem causæ agentis,[...] Sed nec etiam pure æquiuoce [...] quia secundum hoc, ex creaturisnihil possit cognosci de Deo,nec demonstrari [...] Dicendum est igitur quod huiusmodi nomina dicuntur de Deo et creaturis secundum analogiam,idest proportionem. [...] Et hoc modo aliqua dicuntur de Deo et creaturis analogice, et non æquiuoce pure neque uniuoce. Non enim possumus nominare Deum nisi ex creaturis, dicitur secundum quod est aliquis ordo creaturæ ad Deum, ut ad principium et causam, in qua preexistunt excelenter omnes rerum perfectiones”. 7 8 p. 7 F. REGO, Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa: dos posiciones opuestas respecto del conocimiento de Dios ‘atribución’, ‘ad unum uel ad uno’, que se desdobla en dos modos de atribución por mera denominación ‘extrínseca’ (=secundum intentionem et non secundum esse) y de atribución por participación ‘intrínseca’ y formal de la forma análoga del primer analogante en todos y cada uno de los analogados secundarios (=secundum intentionem et secundum esse); y otro tercero, de ‘proporcionalidad’ de dos a dos o de muchos a muchos (=duorum ad duo uel plurium ad plura), ya sea de proporcionalidad ‘propia’, ya de proporcionalidad ‘metafórica’, que siempre es ‘secundum intentionem et secundum esse’, aunque su modo propio de analogizar sea esencialmente distinto del de atribución intrínseca”.11 De todas estas analogías, según Forment, la más útil para conocer a Dios es la analogía de atribución intrínseca porque sólo ella es vertical o ascendente, mientras que la de proporcionalidad propia es horizontal. 12 Es llamada “de atribución”, porque los analogados secundarios mantienen una relación de dependencia respecto del primero; e intrínseca, porque la atribución implica una posesión real por parte de todos los analogados, “per prius”, en el principal, y “per posterius”en los secundarios.13 De todo lo cual se concluye que la esencia de Dios se puede conocer pero no simpliciter, esto es, tal como Él es sí mismo -secundum quod in se est- sino secundum quid, esto es, según el modo analógico fundado en la perfecciones de las criaturas. Entre estas perfecciones la más importante es la de ente, porque en ella se resuelven todas las demás nociones: "Illud quod primo cadit in aprehehensione est ens, cuius intellectus includitur in omnibus quæcumque quis aprehendit" (I-II, 94,2), lo cual permite ulteriormente alcanzar a Dios bajo la noción de Ipsum esse subsistens, porque sólo en Él el atributo se identifica con su esencia. Y como el ser es la primera de las perfecciones, en ella se fundan los demás atributos divinos, porque es razón de la simplicidad, la perfección, la infinitud; es lo que primero distingue a Dios de sus criaturas, porque si la aseidad de Dios se explica porque antes es Ipsum esse per se subsistens, la abaliedad de la criatura se explica por ser ontológicamente dependiente de Dios, que se funda en la potencialidad ontológica que le conviene, potentia essendi.14 Ramírez, S. “En torno a un famoso texto de Santo tomas sobre la analogía”, en Sapientia, Buenos Aires, VIII/28, 1953, pp. 166-192, p. 191. Cfr. In I Sent. d. 19, q. 5, a. 2, 1m; Cfr. García López, J. Estudios de metafísica tomista Pamplona, EUNSA, 1976, p. 43. 12 Forment, E., Lecciones de metafísica, Madrid, RIALP, 1992, p. 284. 13 Montagnes, B. La doctrina de l’analogie de l’être d’après Saint Thomas d’Aquin. Lovaina, Publications de l’Université de Louvain, 1963, pp. 61-62. 14 Cfr. González Álvarez, Teología natural, Madrid, Inst. Vives, 1949, pp. 371-375. 11 p. 8 Congresso Tomista Internazionale Y si en el presente estado no le es posible al hombre conocer la esencia de Dios, menos le será posible alcanzar el conocimiento evidente e inmediato o intuitivo y facial de Dios, esto es, la visión de Dios, en la cual consiste la felicidad del hombre. Pues, en la presente vida, Dios sólo puede ser conocido a partir de sus afectos. Pero en la vida futura, en razón de la glorificación, merced a una luz sobrenatural -lumen gloriæ- se podrá ver a Dios en su esencia, aunque sin una comprensión perfecta: “Et ideo in præsenti Deum cognoscere non possumus nisi per materiales effectus, in futuro autem tolletur defectus intellectus nostri per gloriam, et tunc ipsum Deum in sua essentia uidere poterimus, tamen absque comprehensione” (I, 86, 2). La posición de Nicolás de Cusa respecto del conocimiento de la esencia de Dios El Cusano, que desespera de hallar en las cosas creadas algún punto de apoyo racional para conocer a Dios, busca en un saber del no saber, la docta ignorantia, la vía idónea para alcanzar su conocimiento, lo que conduce a la misma visión de Dios. Esto explica la consideración crítica de la teología afirmativa. Pues, en ella la investigación avanza por la comparación de lo ya conocido con lo por conocer -“Omnes autem inuestigantes in comparatione præsuppositi certi proportionaliter incertum iudicant; comparatiua igitur est omnis inquisitio, medio proportionis utens” (DI, I, 1; PTS, vol. I, p. 194). La tesis del Cusano reside en sostener que, en virtud de la radical desproporción que cabe entre ambos términos de la comparación, por esa vía no se puede conocer a Dios: “finiti ad infinitum nulla proportio” (UD XXIII, § 100, vol. III, p. 200). Por consiguiente, la teología afirmativa, que se levanta sobre la base de una analogía y proporción, será insuficiente,15 y si se quiere insistir en ella, se correrá el riesgo cierto de tomar por Dios a una criatura, y, por lo mismo, de caer en una franca idolatría: “Deus non coleretur ut Deus infinitus, sed potius ut creatura; et talis cultura idolatria est” (DI, 1, 26; PTS, vol., I, p. 292). “El método teológico no puede consistir en una teología positiva que se apoya en la analogía y proporcionalidad entre lo finito y lo infinito. La diferencia entre el Creador y la creatura es infinita ‘simpliciter’. Por ello es la analogía inaceptable y la teología positiva adolece de una radical insuficiencia” (Álvarez Gómez, Mariano, “Coincidentia oppositorum” e infinitud, codeterminantes de la idea de Dios según Nicolás de Cusa, en La Ciudad de Dios, vol CLXXVI, 1963, pp. 666-698, p. 675). 15 p. 9 F. REGO, Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa: dos posiciones opuestas respecto del conocimiento de Dios En rigor, el Cusano niega la cognoscibilidad del mismo ente sensible. No es posible conocer la esencia de una cosa por comparación con otra, pues entre la una y la otra siempre cabrán infinidad objetos más semejantes a la cosa que se quiere conocer. De hecho, nadie pudo conocer las esencias de las cosas: “Quidditas ergo rerum, quæ est entium ueritas, in sua puritate inattingibilis est per omnes philosophos inuestigata, sed per neminem, uti est, reperta” (DI, I, 3 fin; PTS, vol I, p. 202). Y mucho menos será posible conocer un orden absoluto a partir del concimiento de un orden relativo: “Proportionem uero inter infinitum et finitum cadere non posse nemo dubitat” (DI, II, 2; PTS. vol I, p. 326). Sólo cabe resignarse a tener un conocimiento meramente conjetural o aproximativo de las cosas. La conjetura es la aserción positiva en la alteridad que participa de la verdad: “Coniectura igitur est positiua assertio in alteritate ueritatem, uti est, participans” (C, 13, PTS, vol. II, p. 60). Luego, no implica posesión,16 sino sólo aproximación por participación a la verdad. Luego, el conocimiento de la verdad propiamente dicha, sólo es asequible a quien se identifique con la verdad misma, que es el caso de Dios: “Intellectus igitur, qui non est ueritas, numquam ueritatem adeo præcisse comprehendit” (DI, 3; PTS, vol. I, p. 202). De ahí, que el único conocimiento posible respecto del orden absoluto sea una paradójica suerte de saber del no saber, de indudable inspiración socrática -sólo sé que no sé nada- que es la docta ignorantia, esto es, un conocimiento no comprensivo, que está por encima de todo discurso racional, por el cual incomprensiblemente se ve que la absoluta maximidad es infinita, a la cual nada se le opone, y con la cual coincide el mínimo: “Supra omnem igitur rationis discursum incomprehensibiliter absolutum maximitatem uidemus infinitam esse, cui nihil opponitur, cum qua minimum coincidit” (DI, I, 4; PTS, vol. I, p.206). Este salto de lo racional a lo suprarracional tiene un costo que el Cusano está dispuesto a pagar. Renunciar a la comprensión intelectual de las cosas significa abandonar, en cierta manera el orden del ser y de los primeros principios. Se abandona el ser, porque entiende que Dios es más que el ser, y se Por ello no está en posesión de la verdad misma, sino de una ‘similitudo ueritatis’, que, por lo mismo es ‘otra’ que la verdad.” (Álvarez Gómez, ML, “‘Coincidentia oppositorum’ e infinitud, codeterminantes de la idea de Dios según Nicolás de Cusa , en La ciudad de Dios, vol. CLXXVI, 1963, p. 666-698, p. 668). “Ligeramente distinta de la duda es la conjetura, que no es todavía un juicio, sino sólo la tendencia a dar un juicio, motivada por algún signo, todavía demasiado leve para determinar el acto del entendimiento” (Llano, A., Gnoseología, Pamplona, EUNSA, 1983, p. 58). Según K. R. Popper, la conjetura, lejos de desalentar la investigación científica no hace más que alentarla, por cuanto, es una vía de progreso del conocimiento (Cfr. Popper, K.R., Conjectures and Refutations. The Growth of Scientific Knowledge, 2da. ed. p. VII. Londres, Routledge of Kegan Paul, 1965. Cfr. Artigas, M., Karl Popper: Búsqueda sin término. Madrid, Magisterio Español, 1981. 16 p. 10 Congresso Tomista Internazionale abandonan los primeros principios porque, si Dios implica la unidad de los contradictorios, entonces el principio de no contradicción, y el de tercero excluido,17 en cuanto impiden la correcta comprensión de la coincidencia de los contrarios, quedan descalificados. Sólo parece salvarse el principio de identidad porque lo exige la inmovilidad de lo absoluto: “illud in se æternaliter, æqualiter et immobiliter idem ipsum persistere” (DI, III, 1; PTS,vol. I, p. 20). La sistemática declaración de Dios como un orden inattingibile “-Cognoscitur igitur inattingibilis ueritatis unitas alteritate coniecturali” (C I, 13; 2; P f. 41, v., PTS, vol. II, p. 4), en cuanto cierra las puerta de la inteligencia al orden metafísico y teológico, rompe también con la posibilidad misma de una religiosidad natural, con lo cual se constituye en un antecedente de la Reforma protestante. Por ello, el Cusano habla permanentemente de un ver sin ver: “Uideto te in horto paradisi et nescio quid uideo, quia nihil uisibilium uideo” (UD, XIII, § 52; PTS, vol. III, p. 146). Porque la teología racional ha sido sustituida por una teología mística (AP; PTS, vol. I, p. 530). De allí que la posición de Nicolás de Cusa respecto de los nombres atribuibles a Dios a partir de la teología afirmativa sea de abierto rechazo. Si Dios es una realidad absoluta, ningún nombre tomado de las criaturas le puede convenir en sentido propio. “nullum nomen ei proprie posse conuenire” (DI, I, 24; PTS, vol. I, p. 278). Luego, si Dios es infinitamente mayor que todas las cosas, entonces se hablará con más verdad por medio de la remoción y negación que conviene a la teología negativa: “Docuit nos sacra ignorantia Deum ineffabilem [...]; uerius per remotionem et negationem de ipso loquimur” (DI, I, 26; PTS, vol. I, p. 292). El tema naturalmente remite a la cuestión de la visión de Dios, que es una cuestión central en la perspectiva del Cusano. A diferencia del Aquinate, para quien dicha visión se cumpliría sólo en el estado de gloria, y que sólo se alcanza con el auxilio divino del lumen gloriæ, el Cusano entiende que es una posibilidad al alcance de la presente vida aunque no precisa el sentido en que se debe entender la asistencia de Dios sobre la actividad cognitiva humana.18 Lo cual no permite establecer si esa visión es de orden natural o sobrenatural. En De uisione Dei el Cusano entiende a Dios como ver absoluto, que puede mirar todas y cada una de las cosas (UD, I), como adecuadísima medida y modelo de toda visión (UD, II). Ese ver de Dios es su misma esencia (UD, IV), y es Cfr. Cassirer, E., Individuo y cosmos en la filosofía del Renacimiento, Buenos Aires, EMECÉ, 1951, p. 26-27). 18 “En realidad el problema de la distinción entre lo natural y lo sobrenatural, razón y fe, no le preocupó al Cusano” (Álvarez Gómez, “Concidentia oppositorum ...” en: La ciudad de Dios, Vol. CLXXVI, 1963, p. 676, n. 48. 17 p. 11 F. REGO, Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa: dos posiciones opuestas respecto del conocimiento de Dios esencialmente creador (UD, VIII). Pero ese ver de Dios, sin implicar dependencia alguna, supone una cierta correlación con la cosa vista, lo cual introduce el tema de la visión de Dios por parte del hombre. Dios, por su infinitud, es absolutamente inaccesible, incomprenhensible, innominable: “Unde dum altissime eleuor infinitatem te uideo ob hoc [es] inaccesibilis, incomprehensibilis, innominabilis, imultiplicabilis, et inuisibilis” (UD, XIII). Porque lo infinito es inconceptualizable. Entender la infinitud es conocer lo incognoscible, ver lo invisible, acceder a lo inaccesible: “Scit intellectus se ignorantem te, quia scit te scire no posse nisi scitur non scibile et uideatur non uisibile et accedatur non-accesibilis” (UD, XIII). Esto escapa a toda comprensión humana, pues implica la contradicción de admitir que la tiniebla es luz, la ignorancia es ciencia, y lo imposible necesario: “Implicat enim contradictionem. Quando igitur assero esse sic finitum finem admitto tenebram lucem ignorantiam scientiam impossibile necessarium” (UD, XIII). Dios se presenta como lo que está más allá de las contradicciones. Lo que lo pone fuera del alcance de la razón discursiva -ratio discurrens-, que está regida por el principio de no contradicción. Porque conocerlo equivaldría, ipso facto, a reducirlo a la medida de la inteligencia humana. Pero Dios sí está al alcance del intellectus uidens, donde no rige el principio de contradicción, porque en Dios campea la unidad absoluta. El intellectus uidens, propiamente no ve, porque lo incomprensible se ve sin ver. Pues el signo de que se está ante Dios es la oscuridad. Por otra parte, la vía para acceder al conocimiento de Dios pasa por la contemplación de sí mismo, de suerte que el hombre se pone en condiciones de ver a Dios sólo cuando conoce y domina su propio ser, pues se verá a sí mismo como siendo por Dios y en Dios. La visión de Dios excede las posibilidades humanas, porque se funda en un deseo intelectual que precede todo conocimiento, y se cumple por un modo de intelección no intelectual, por un rapto mental, o conocimiento místico, en el que Dios se autorevela. Lo que ocurre precisamente en el instante en que el hombre reconoce su incapacidad de comprenderle: “quia plus attingo finem desiderii mei” (UD, XV, PTS, vol. III, p. 166). El deseo de Dios, aunque intelectual es previo a todo conocimiento: “quia ante omnem cognitionem unum est desiderabile” (PR, 27; PTS, II, p. 242). Concepto que ya estaba preanunciado en la expresión - Quia ignoro adoro? (DA, PTS, vol. I, p. 300). Pero un deseo fundado, no en alguna tendencia de la naturaleza humana sólo en la bondad divina: “Per Te ducitur ad Te” (UD, XVI; PTS, III, p.166). Conclusiones críticas p. 12 Congresso Tomista Internazionale En suma, hay en Sto. Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa el temple noble que conviene a los buscadores de la verdad, y ambos la encuentran en Dios, al que simultáneamente afirman como fundamento del ser y del conocer, y, por tanto, como fin último del hombre. Hay también en ambos autores el reconocimiento crítico de la no admisión de un conocimiento racional comprensivo de la naturaleza divina. Ambos advierten también el valor que tiene el conocimiento de sí mismo para alcanzar el conocimiento de Dios. He ahí las coincidencias fundamentales de estos dos grandes pensadores. Pero se separan respecto del modo de acceder a Él. El aporte de Santo Tomás, entre otros, estriba en hacer ver la posibilidad de un conocimiento demostrativo de la existencia de Dios, y, con él, no de un conocimiento quiditativo, sino más bien analógico y no comprensivo de la esencia divina -quia ens ergo Esse-, y en mostrar que, en el actual estado, no es posible alcanzar una visión inmediata de la esencia divina. Con lo cual pone las bases de un moderado conocimiento natural de Dios, que facilita ulteriormente la acción de la gracia. Por su parte, Nicolás, ante la evidente desproporción entre lo finito y lo infinito sólo pone como condición para el conocimiento de Dios su desconocimiento -quia ignoro, cognosco-, porque lo conoce como simpliciter inattingibilis o absconditus. Y ese conocimiento alcanza a la misma visión de Dios. Una visión que se funda subjetivamente en un deseo intelectual que precede a todo conocimiento, y se cumple -acción de Dios mediante- por un modo de intelección no intelectual, rapto mental de carácter místico-, precisamente en el instante mismo en que el hombre reconoce su incapacidad de comprender a Dios. Así, mientras el Aquinate, sin ignorar las limitaciones del conocer humano -lo que lo lleva a reservar la visión de Dios al estado de gloria- sin embargo, reconoce el valor de verdad de la potencia racional aun en lo que lo que concierne al conocimiento aunque todavía no comprensivo- de la esencia de Dios en la presente vida. Por su parte, el Cusano, comete los excesos de: suponer la evidencia inmediata de la existencia de Dios, con lo cual le confiere al hombre un conocimiento que no es propio de un alma que, por su unión con la materia, sólo puede tener como objeto formal propio la quididad de los entes corpóreos; negar la posibilidad del conocimiento de las esencias de las cosas sensibles, lo que quita base a la posibilidad de algún acceso racional a la esencia de Dios, con lo cual niega la posibilidad del saber metafísico, y por ende, del teológico que se apoya en él; y fundar subjetivamente la visión mística en un deseo que carece de todo soporte cognitivo, -lo que se opone a la evidencia del principio nihil uolitum nisi præcognitum- por lo cual el deseo mismo se hace irrealizable, con lo cual socaba no sólo los argumentos en favor del conocimiento natural y de la teología natural de Dios, que ponen a la inteligencia en condiciones de recibir el dato de fe, sino incluso de la misma visión mística con la que pretende remediar las insuficiencias de la razón; no distinguir entre lo natural y lo sobrenatural, lo que puede conducir a un naturalismo religioso. Pese a todo, ¿puede haber algún p. 13 F. REGO, Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa: dos posiciones opuestas respecto del conocimiento de Dios acercamiento entre ambos autores? Es posible que sí. Si Nicolás de Cusa fue capaz de salvaguardar la trascendencia de Dios admitiendo en el orden del ser la distancia que hay entre el ser imparticipado y el participado, no puede estar muy lejos de admitir, en el orden del conocer, el valor analógico de las nociones trascendentales de ser y de verdad. De ese modo dará un paso importante para reconocer el valor del verdad del saber metafísico, pues, aun cuando el entendimiento humano no alcance el grado de adecuación que solo conviene a la inteligencia divina, no por eso dejará de tener capacidad para hallar la verdad sobre Dios. Pues, no importa cuan humilde este conocimiento pueda ser, ya que quien sabe poco de lo alto, ya sabe mucho. p. 14