RUMANIA – ¿UNA PASA PARA LOS

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RUMANIA – ¿UNA PASA PARA LOS
RUMANIA – ¿UNA PASA PARA LOS INMIGRANTES?
En Rumania viven alrededor de 60 000 inmigrantes legales, la mayoría de ellos siendo
árabes, turcos, chinos o de Moldavia. La presencia de los extranjeros en Rumania es un
fenómeno bastante desconocido, ya que ni ellos ni la media llaman atención a él. Pero
¿qué es lo que quieren los inmigrantes de Rumania y cómo se sienten ellos aquí de
verdad?
Los inmigrantes árabes
Los primeros ciudadanos de unos países árabes, como Siria, Jordania, Egipcio, Libia y
Liban, vinieron hacia la Rumania comunista para estudiar en los años 70-80, cuando
Rumania tenía unos acuerdos oficiales con ciertos países árabes. En aquellos años los
países comunistas del este de Europa apoyaban a los que ellos consideraban como aliados
antiimperialistas, como los estados árabes. Cuando el régimen comunista cayó, algunos
de los antiguos estudiantes que habían regresado a sus casas después de haber terminado
sus estudios decidieron volver a Rumania para empezar un negocio en un estado
democrático. Entre 1992 y 1995 una nueva ola, más pequeña, de ciudadanos árabes llegó
a Rumania para hacer negocios. Finalmente, a finales de los años 90 vino a Rumania un
número significante de refugiados iraquíes y palestinos.
La mayoría de los inmigrantes árabes de Rumania dicen que están contentos con la vida
que tienen aquí. Las familias mixtas (mujer rumana – marido árabe) son un fenómeno
común. Generalmente los árabes prefieren no mencionar los obstáculos que ellos esperan
superar con el apoyo de sus comunidades y por sus propios esfuerzos. Hemos parado para
hablar con algunos inmigrantes árabes en un centro comercial del centro de Bucarest.
“Pues, todavía no sé si me voy a quedar en Rumania para siempre. Pero en mi país natal
hay guerra”, dice un padre iraquí. Su esposa y sus dos hijos lo miran, hablan algo en
árabe y se ríen. La joven mujer no entiende rumano muy bien, pero el niño de 12 años
habla ya la nueva lengua. “Voy a la escuela iraquí y está bien, estoy contento”, dice el
niño en voz decidida. Su hermana menor, que está vestida en el hijab, sonríe y le susurra
algo en árabe. Parece divertida por las extrañas preguntas que le hacemos a su hermano.
“Sin embargo, los niños irán a un colegio rumano”, explica el padre. Éste trabaja en el
sector de los negocios y se alegra de que Rumania “sea un lugar más seguro” que su país
de origen.
“A mí me gusta Rumania. Vivo aquí desde hace 25 años”. Isam es otro iraquí que al
principio vino a Rumania para estudiar. “Antes de venir a Rumania, fui refugiado en
Suecia por un año y medio. No me gustó. La gente es muy fría. Necesitaba una cultura
más parecida a la mía, un país donde a la gente le guste hablar, bailar, hacer nuevos
amigos”. Ahora Isam está casado con una mujer de la Republica de Moldavia. Sus hijos
van a una escuela rumana. No hablan árabe en la casa. “Mis hijos no hablan mi lengua,
pero son musulmanes”, dice Isam con orgullo. Dice que sus hijos se integran muy bien en
la escuela: “No hay discriminación. Más aún, los profesores les han animado a los
alumnos extranjeros a hacer pequeñas composiciones para presentar sus culturas a sus
compañeros rumanos”. Pero lo que Isam odia de verdad es “la etiqueta de terrorista”
puesta a su religión: “La gente tendría que entender que no somos terroristas y que no
tenemos nada que ver con Bin Laden. Nuestra religión es “salam” (paz) y sólo queremos
vivir en paz”. Isam quiere criar a sus hijos en Rumania; nunca visita Irak y no piensa
volver a su país de origen. “Mi deseo es que en mi país haya paz y democracia”, dice con
tristeza.
“Cuando sea grande, quiero ser médico”, dice una pequeña muchacha libanesa. “Bueno,
todos soñamos con ser médicos en algún momento en nuestra infancia”, añade su madre
en una voz dudosa. “Ahora mi hija va a la escuela libanesa de Bucarest. Después irá a un
colegio árabe donde también aprenderá rumano. Y, por supuesto, la Universidad tendrá
que ser una en rumano”, explica su padre. Él y su mujer vinieron a Rumania hace 12 años
por razones económicas. Dicen que los rumanos son realmente un pueblo acogedor.
“Aquí hay más democracia que en Liban. Pero la burocracia y los impuestos son
problemas serios. Pero los negocios van bien”, dice el hombre de negocios libanés.
“Salí de Siria por varias razones, sociales, económicas, políticas”, contesta evasivamente
Yamin, un hombre de 30 años de Siria. Él también trabaja en negocios y, aunque sólo
está en Rumania desde hace un año y unos meses, habla rumano bastante bien. “Estoy
bien. Trabajo aquí y puedo decir que Rumania me conviene”, dice al final.
Los inmigrantes asiáticos
Según las estadísticas, en Rumania hay alrededor de 4000 inmigrantes chinos. La
mayoría de los chinos vino a Rumania después de 1989, el año cuando el régimen
comunista cayó. La mayoría de ellos están involucrados en actividades comerciales
pequeñas. Los chinos prefieren vivir en las ciudades más grandes de Rumania: Bucarest,
Cluj o Constanta. En Bucarest, muchos chinos han decidido establecerse en el barrio
Colentina, que se está convirtiendo poco a poco en un verdadero “Chinatown”. Las
familias mixtas son raras. No existe una escuela china en Rumania, ya que la mayoría de
los niños son enviados de vuelta a la China para estudiar cuando tengan la edad para ir a
la escuela.
Otros inmigrantes asiáticos de Rumania vienen de Pakistán, India o Vietnam. Los
inmigrantes asiáticos hablan con la misma reticencia que los inmigrantes árabes sobre los
problemas que tienen que enfrentar cada día. Hemos decidido preguntarles algunas cosas
a unos grupos de asiáticos paseando por uno de los parques del norte de Bucarest.
“No sé si mi estancia en Rumania es definitiva, pero vivo aquí desde hace 9 años”, dice
un hombre de negocios chino de mediana edad en un rumano perfecto. “Lo más difícil
aquí es comprar una casa. Por lo demás, no me puedo quejar”.
Tres hombres chinos sonríen y contestan en chino. No entienden nada de rumano. Son
recién-llegados. Se esfuerzan por adivinar las preguntas, pero sólo pueden responder
mostrando sus permisos de residencia temporaria.
“Las calles aquí son horribles. Hay muchos baches en las calles y hay mucho tráfico”,
dice Yang, una joven mujer china. Tiene una tienda pequeña de ropa. Vive en Rumania
desde hace 9 años y dice que la gente es amistosa. “Los rumano son muy amables en
general. De vez en cuando, alguien te puede decir unas palabras feas, pero normalmente
esto no pasa”, añade sonriendo.
“Bueno, puedo decir que estoy aquí desde hace 15 años y todavía no tengo la ciudadanía
rumana”, dice con resentimiento Iftikhar Ahmed, un paquistaní de 38 años. Él cree que
los procedimientos para obtener la ciudadanía rumana son demasiado complicados.
“Sabes, hay testos de lengua y cultura, pero yo nunca he ido a una escuela en Rumania,
así que ¿cómo puedo saber la respuesta correcta?” Ahmed también cree que no es justo
que sus hijos nacidos en Rumania no sean ciudadanos rumanos. “Mis hijos sólo podrán
solicitar la ciudadanía rumana cuando tengan 18 años”, explica él descontento.
“La ciudadanía es un problema”, reconoce a su turno otro paquistaní de mediana edad.
“Yo vivo en Rumania desde hace 20 años y todavía no soy ciudadano rumano. Tampoco
mis hijos, que nacieron aquí”. Ahmed Zia cree que la ley rumana es más dura que la ley
de otros países de la UE. “He viajado a Alemania, UK, a otros países de la UE. Allí la ley
es diferente. Una persona puede llegar a ser ciudadano después de 5 años de residencia
permanente. En Rumania no es así”, dice él. “En otros países el gobierno les da viviendas
a los inmigrantes. Pero aquí no”, añade Ahmed. Piensa un momento. Dice que le gustaría
mejorar muchas cosas en Rumania. “Las empresas pequeñas tendrían que ser mejor
protegidas” dice Ahmed. Pero lo más importante, los hijos de los inmigrantes tendrían
que tener acceso a la educación más fácilmente: “Los extranjeros sólo pueden entrar en el
sistema rumano de educación si pagan. Esto es duro para nosotros, porque esto significa
también que los niños nunca recibirán libros gratis de la escuela como los demás niños”,
explica Ahmed.
Los inmigrantes de Rumania no salen en las noticias y tratan de evitar conflictos con la
población mayoritaria. Sin embargo, demasiadas veces evitan ser abiertos. Le
corresponde a la media nacional investigar más a fondo los hechos ocultos relacionados
con la vida de un inmigrante en Rumania. Problemas como el acceso a la educación,
sistema sanitario y vivienda, o la adquisición de la ciudadanía y el aprendizaje de la
lengua y cultura rumana tendrían que ser mejor tratados. La falta de confianza de los
inmigrantes en las autoridades es otro problema que necesita más atención: muchas veces
los inmigrantes tienen miedo de confesar cuales son los problemas que tienen que
enfrentar.

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