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PASIÓN POR LA SANTIDAD
INTRODUCCIÓN.- La generación de los últimos días según el apóstol Pablo es una generación
impía (2ª Tim. 3:1-5). Por las descripciones que hace de ella, ésta es una generación perdida. Los
adultos y las iglesias hemos fracasado en pasar el testimonio de santidad a la siguiente
generación. Para ser francos, nos sentimos devastados, y no culpamos a los jóvenes. ¿Cómo ellos
pueden aspirar a una vida de santidad cuando no han visto un ejemplo de santidad en el hogar
o desde el púlpito. Por ejemplo, hoy más que nunca se han tergiversado los conceptos bíblicos y
se ha dado lugar a una clase de pensamiento errado con respecto a las doctrinas de santidad, lo
cual se ha vuelto la norma para un número creciente de cristianos profesantes. Y esto es algo
que se defiende a gran escala en el mundo evangélico. Miembros de un sinnúmero de ministerios
e iglesias que se encuentran entre los más respetados, han manifestado muchas veces esa clase
de opiniones totalmente tergiversadas y antagónicas a la verdad de la palabra.
Estamos frente al cumplimiento de las palabras proféticas que pronunció hace algunas décadas el
gran maestro y predicador Vance Havner . él dijo: “El mundo y la iglesia profesante primero
coquetean entre sí, luego se enamoran y luego, ya la boda es inminente”. También la Biblia nos
apercibe de la generación que tendrá una percepción equivocada de lo santo y de lo profano (Is.
5:20).
NEHEMÍAS, UN APASIONADO POR LA GLORIA DE DIOS
Nehemías fue un hombre que rehusó caer en la seducción del mundo. Él nunca se acostumbró al
pecado, a pesar de que todos a su alrededor se habían vueltos insensibles al pecado. La Ley de
Dios fue escrita en su corazón, y el amor por Dios lo constriñó para dolerse cuando su pueblo se
deleitaba en el mal.
Nehemías fue uno de los exiliados judíos que vivieron en Persia, cuando el imperio Medo-Persa
gobernaba el mundo de aquellos días. Fue en el año 444 A.C. (14 años después de que Esdras
condujera al grupo de exiliados de regreso a Jerusalén para construir el templo en ruinas.), que él
recibe una revelación acerca del mal estado en que se encontraban los muros de Jerusalén.
Nehemías dejó su cómodo trabajo y emprendió un viaje de más de 1.400 km. para apoyar a sus
hermanos judíos en la restauración de la ciudad. Pese a la feroz y a la tenaz oposición de tres
enemigos de Israel, Sanbalat, Tobías y Gesem, los muros al fin fueron reconstruidos (Neh. 4:7-9).
Terminada la obra de la reconstrucción del muro, Nehemías se convierte en gobernador de Judá
y junto con Esdras, el sacerdote, se dedicaron a reconstruir los fundamentes espirituales y
morales que habían corroído el corazón del pueblo. Los capítulos 8-10, narran la historia del
gran avivamiento que sobrevino cuando el pueblo fue confrontado con su necesidad de
arrepentimiento y de volverse a la Palabra de Dios que por tanto tiempo había ignorado.
Como parte del avivamiento, el pueblo hizo un pacto con Dios. Los términos de este pacto fueron
específicos y tenían que ver con transgresiones a los mandamientos de Dios como por ejemplo:
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No establecer vínculos matrimoniales con las personas impías de las naciones vecinas e
incrédulas, no trabajar en el día de reposo, y atender las necesidades del templo y de los levitas.
Después de servir en Jerusalén 20 años, Nehemías regresó a Persia durante un período
indeterminado, quizás un par de años. Pero de regreso a Judá, se decepcionó mucho al descubrir
que el pueblo había incumplido el compromiso que hizo con el Señor al desobedecer
descaradamente su Palabra (Neh. 13:10,11).
Nehemías se sintió profundamente afligido y confrontó al pueblo con su descarrío.
Pero lo más atroz, tenía que ver con Tobías amonita, el hombre que años antes había hecho
todo lo posible para estorbar la obra de Dios en la reconstrucción de los muros de la ciudad.
Resulta que con el pasar del tiempo, el pueblo judío había bajado la guardia poco a poco en su
nivel espiritual. Empezaron a relacionarse con su antiguo enemigo, que a su vez los había
conducido a relaciones más cercanas, hasta que llegó a establecerse lazos matrimoniales entre
las familias de Tobías y el sumo sacerdote Eliasib. Con el tiempo, cualquier diferencia o
distanciamiento que había entre Tobías y el pueblo “apartado” de Dios, había desaparecido.
Aunque parezca increíble, para cuando Nehemías regresó, este enemigo de Dios declarado vivía
en el templo (Neh. 13:6-9).
Esta era una violación directa al mandamiento de Dios de que ningún amonita debía ingresar al
templo. Y a pesar de eso, ahí estaba Tobías, viviendo en una habitación asignada por el
sacerdote.
Es indudable que este cambio no ocurrió de la noche a la mañana. Lo más probable es que una
decisión permisiva, haya conducido a otra. Fíjese las consecuencias que podemos acarrear,
cuando poco a poco vamos haciendo concesiones con el mundo, y al ser permisivos con las cosas
que se oponen abiertamente a Dios y su Palabra. Aquí vemos cómo los sacerdotes y el pueblo
encontraron formas de justificar sus actos (Neh. ).
Un espíritu de tolerancia, desplazó el amor por la verdad. Después de todo, decían, Tobías se
había vuelto un hombre muy amable, y su familia encajaba bien allí. No parecía correcto que se
fuera, sólo porque no era judío. ¡No queremos portarnos como legalistas! Pensaban.
Así que el impío Tobías se fue a vivir en el templo, y todos siguieron su vida normal, sin
inquietarse en lo más mínimo, por la situación. Para Nehemías, que pensaba siempre en la
santidad, esto era impensable, no aceptaba tal idea, estaba furioso, por lo que actuó con
determinación.
Expulsó a Tobías y sacó todas sus pertenencias del templo, luego ordenó que purificaran las
habitaciones profanadas. Denunció la terrible situación, y llamó a los sacerdotes y al pueblo al
arrepentimiento.
Al respecto, cabe hacernos las siguientes preguntas: ¿Por qué estas ofensas eran tan graves
para Nehemías?¿Por qué sentía él la necesidad de intervenir en los asuntos ajenos?¿Por qué no
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se contentaba con simplemente obedecer él a Dios y dejar tranquilos a los demás?¿Por qué?
Porque a él lo constreñía una pasión por la manifestación de la gloria de Dios en su pueblo.
Esa pasión se revela en todo el libro que lleva su nombre. Se evidencia en la manera como
adoraba y oraba, en sus decisiones, en los sacrificios que ofreció, en sus lágrimas al interceder
por su pueblo, y en su tenacidad al confrontar a los enemigos de Dios.
Su amor por la santidad se evidencia en su compromiso de llevar una vida íntegra, “aún en las
pequeñas cosas”. (Neh. 5:18). Y también en su valentía para tratar con el pecado de otros.
Nehemías había visto cómo el pueblo de Dios había pagado un precio muy alto por su pecado: los
judíos habían estado en el exilio en medio de naciones idólatras, primero en Babilonia y luego en
Persia. Nehemías también había visto que gracias al arrepentimiento y la obediencia, y al
permitírseles regresar a Jerusalén, el pueblo de Dios había experimentado gozo y recibido
grandes bendiciones, y no soportaba ver que perdieran esas bendiciones por volver a los
mismos pecados que los habían llevado a la cautividad. Su sed de santidad la transmitió a una
pequeña minoría, aún entre sus compañeros de liderazgo espiritual (pues pocos eran los que
buscaban la santidad). Parecía que tenía otros intereses. No era muy popular, pues lo único que
le importaba era que el nombre santo de Dios, no fuera profanado, y anhelaba que volviera a
ser reverenciado.
ES HORA DE QUE LOS CREYENTES SE ARREPIENTAN
Los paralelos entre la historia de Nehemías y la iglesia de hoy son impresionantes. Muchos que se
dicen creyentes hoy, son simplemente activistas religiosos. Pues, han re-escrito la Ley de Dios y
han pervertido la gracia de Dios convirtiéndola en una licencia para pecar. Hoy, el espíritu de
tolerancia ha triunfado sobre el espíritu de verdad. Ahora Tobías vive en el templo. Es decir, lo
profano, mundano e impío. Poco a poco se ha bajado la guardia y cultivado relaciones con los
enemigos declarados de Dios, los hemos acogido en nuestras iglesias y les hemos dado morada
allí. Entre estos enemigos tenemos la lujuria, la codicia, la ira, el egoísmo, el orgullo, la
sensualidad, el divorcio, el engaño, el entretenimiento profano y las filosofías mundanas.
Además, nos hemos esforzado tanto por hacer sentir cómodos en las iglesias, a los perdidos y
descarriados, que escasea la convicción de pecado, escasean las vidas transformadas y la
manifestación de la presencia de Dios, Quien nunca se sentirá a gusto en un lugar que no es
santo.Con esto no quiero decir que tratemos de alejar a los inconversos o que esté mal
persuadirlos. Sino que, más bien, los pecadores deben sentirse incómodos en la presencia de un
Dios Santo. Ellos nunca se convertirán realmente a menos que experimenten la convicción del
Espíritu de Dios. Y el Espíritu de Dios nunca se moverá en medio de un pueblo que no tiene ni
hambre ni sed por la santidad.
Ante todo lo expuesto, cabe hacernos las siguientes preguntas: ¿dónde están los Nehemías de
hoy? ¿Dónde están los hombres y mujeres que aman a Dios por encima de todo y cuyo único
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temor es Él? ¿Dónde están los santos que como tales, sus vidas sean irreprochables en todo, en
sus hogares, en sus trabajos, en sus lugares de estudio, en su conversación, en sus actitudes, en
sus costumbres, en sus finanzas, y en sus relaciones? ¿Dónde están los creyentes que lloran y se
duelen al ver una iglesia que no es santa y coquetea peligrosamente con el pecado y no cesan de
suplicarle a Dios que traiga un verdadero arrepentimiento? ¿Dónde están los líderes cristianos
con la compasión y el valor para llamar a la iglesia a
purificarse ante Dios? ¿Dónde están las madres, los padres y los jóvenes dispuestos a
abandonar completa y decididamente todo lo que no es santo en sus corazones y en sus
hogares?
La iglesia ha estado esperando que el mundo se reconcilie con Dios, pero paradójicamente, el
mundo está esperando que sea la iglesia la que se reconcilie con Dios. ¿Entendió esto? ¡Oh,
amados hermanos, es hora de que los creyentes nos arrepintamos sinceramente! Imagínense el
efecto que tendrá nuestro cambio sobre el mundo (Ez. 36:23, 25, 38).
PRONTO HABRÁ UNA BODA
Sí, mi amado hermano, es la boda que prefigura todas las demás que se realizan en la tierra,
donde el novio es un novio santo, y por ende debe tener una novia santa. Nuestro Salvador
Jesucristo tendrá una boda santa, para eso él amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por ella,
por eso él llevó todas esas manchas e imperfecciones (Ef. 5:26,27).
CONCLUSIÓN
¿Cuántos anhelan profundamente ser hombres, mujeres, jóvenes santos, y que la iglesia sea una
iglesia santa? Qué precioso será el día en que usted y yo, juntos con todos los santos de todos los
tiempos, recorramos juntos el pasillo para llegar hasta nuestro Amado Novio. Yo quiero ver a ese
novio, cara a cara, lleno de gozo y radiante, sin vergüenza alguna, siendo parte de una iglesia
vestida de justicia intachable, ante el trono.
¿Está listo usted para esa boda? Si no lo está ¿Qué debe hacer para estarlo? ¿Hay algún pecado
que deba confesar y abandonar? ¿Un hábito al que deba renunciar, o uno que deba cultivar?
¿Hay alguna relación que deba cortar, o una que deba reconciliar? ¿Tiene deudas que deba
pagar? ¿Hay personas cuyo perdón deba buscar? ¿Tiene que hacer alguna restitución?
Lo que tenga que hacer, hágalo ya, por Jesús, por el bien del mundo, por el Cuerpo de Cristo
que es la Iglesia, por su familia y por usted mismo. Por la gracia y el poder del Espíritu Santo,
hágalo ya. Nada, nada podría ser más importante para nosotros. Nada podría darle a Él mayor
gloria en este mundo, y nada podría darnos a nosotros mayor gozo, ahora y por la eternidad.
Ps. Fercen Granja
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