mi visita a una escuela maorí

Transcripción

mi visita a una escuela maorí
POLÍTICA EDUCATIVA INTERNACIONAL
MI VISITA A UNA ESCUELA MAORÍ
Es una escuela diferente en todos los sentidos. En tamaño, en filosofía, en
administración y en instalaciones. Enseñan en la lengua materna de los niños.
Enseñan a partir de la filosofía maorí. Ser maorí es lo más importante y es la base
de la enseñanza: su lengua, su genealogía, su conexión a la tierra, su relación con
la gente, el cuidado de ellos mismos y de otra gente, el cuidado del medio ambiente
y la espiritualidad. Dice uno de los maestros: “si nuestros niños aprenden sobre
espiritualidad podrán relacionarse mejor con la espiritualidad de los otros”.
Eduardo Andere M.*
* Profesor investigador de medio
tiempo del ITAM, y asesor
en temas de política educativa
y escolar.
E
sta visita es diferente. Para llegar a la escuela desde Wellington hay que tomar
el “tranzmetro” hacia Paraparaumu, que es la última estación de este recorrido,
con una duración cercana a una hora. Salí de Wellington a las 7:00 a. m. en una
mañana fresca y soleada de verano; fue un trayecto tranquilo y placentero. Lo placentero de este breve recorrido fue el paisaje entre pequeñas montañas corrugadas
y apretujadas por el lado este y el hermoso mar de Tasmania por el lado oeste. Así
que entre chasquidos, oleajes y paisaje bucólico, salpicado de pequeñas villas aquí y
allá, me dirigí a Paraparaumu. Una hora después estaba en la estación final del tren
suburbano y allí estaba Garrick, investigador del New Zealand Council for Educational Research (NZCER, www.nzcer.org.nz/), que también es maestro del bachillerato
de la escuela y de la Universidad Maorí de Otaki. Nos llevó cerca de media hora, en
automóvil, llegar a la escuela Te Kura-a-iwi o Whakatupuranga Rúa mano.
No tenía idea de la clase de experiencia que viviría hoy. Lo único que Garrick me
había pedido eran unos cuantos párrafos introductorios sobre mi visita y mi proyecto.
Yo leería el texto en inglés y Garrick lo traduciría en el momento. Mi amigo maorí me
solicitó hablar en voz baja, pues en la escuela no se permitía hablar en inglés, excepto
en determinados lugares. Por lo demás no tuve, antes de mi visita, información alguna
respecto del protocolo o la agenda de trabajo.
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En sintonía, lo mismo niños que jóvenes, maestros y el personal
de la escuela, iniciaron un canto de gran
entonación y melodía acompañado de una danza
Llegamos a esta pequeña escuela de 70 estudiantes para los
13 años de educación escolar. Así
que el grupo de bachillerato en el
que estoy sentado apenas si llega
a los 11 alumnos. La escuela se
construyó hace un año y luce una
arquitectura diferente que sintetiza los estilos occidental y maorí.
Tiene ocho años de antigüedad y
se inauguró a mediados de 2006.
Antes de entrar, Garrick me pidió
que esperara afuera en una rotonda
adherida a la entrada principal del
plantel y a un lado de un pequeño
estacionamiento.
Esperamos unos cinco minutos
en silencio. Después, Garrick me pidió que lo siguiera de cerca. Estaba
yo a punto de caminar por el pasillo
cuando Garrick me detuvo: “Espera, ellos nos deben invitar”. Y así
sucedió. En el extremo del pasillo
o corredor se encontraba una mujer maorí, que en su propia lengua
nos dirigió unas palabras a veces
recitadas a veces medio entonadas
con ritmos espaciados. Después
de una alocución de unos cuatro
minutos por fin iniciamos nuestro
recorrido a paso lento, muy lento y
con la cabeza cabizbaja en señal de
respeto. En el edificio principal de la
escuela estaban en perfecto orden y
disciplina maestros y alumnos, toda
la escuela que al unísono cuando
apenas nos vieron, iniciaron una
recitación de bienvenida.
Nos quitamos los zapatos y en
absoluto silencio y con actitud
reverencial entramos al salón principal de la escuela. Aquí inició una
ceremonia de bienvenida, discursos,
cantos y salutaciones que duró una
media hora. Acto seguido tomamos
asiento frente a todos los alumnos,
maestros y directivos quienes en
general se sentaron en el suelo. Dos
personas de género masculino, uno
mayor y otro joven, tomaron un
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par de sillas y se sentaron frente a
nosotros dos. El mayor se levantó y
empezó a dirigir unas palabras en
lengua maorí sin traducción. Después de diez minutos de disertación
le pidió al grupo que se pusiera de
pie y en sintonía, lo mismo niños que
jóvenes, maestros y el personal de la
escuela, iniciaron un canto de gran
entonación y melodía acompañado
de una danza. Pedí permiso a mi
amigo de tomar fotografías pero
me dijo que lo dejara para después.
Garrick dirigió unas palabras refiriéndose a mi visita y me invitó
a levantarme de mi silla para dar
mi mensaje, lo que hice en español
con traducción a maorí por parte
de Garrick.
Al terminar mi mensaje cuatro
jóvenes y dos niños se acercaron
e iniciaron un canto breve muy
cerca de nosotros, pero a nuestras
espaldas. Después, toda la escuela se
reacomodó e iniciaron el tradicional
baile maorí en el que los hombres
gritan con cierta cadencia, abren los
ojos a todo lo que da, sacan la lengua, brincan de un lado para el otro
y se golpean con fuerza el pecho con
los dos puños. Todos ellos formados
en filas horizontales y viéndome a
mí. Toda una experiencia cultural.
Al baile siguieron unas palabras por
parte del joven maorí que estaba
sentado frente a nosotros. Cerca
estábamos del final de esta ceremonia inicial cuando Garrick me dijo
que si había realizado alguna vez el
saludo maorí a lo que le respondí
que no. Entonces me dijo: “Sígueme y haz lo que yo haga”. Garrick
se acercó a los líderes del grupo y
después a una tercera parte de los
jóvenes de la escuela, a los maestros
y maestras. Comenzamos a saludar
uno por uno, con un apretón de
manos y un roce de narices. Después
de unos veinte “nariceos”, acabó
la ceremonia y como diez niños se
acercaron para preguntarme qué
significaba “viva la memoria” (texto
que habían recortado de una revista
con la fotografía de algún cantante
de rock o algo así). Y luego me enseñaron, emocionados, la imagen
de un luchador enmascarado y me
preguntaron si lo conocía.
En resumidas cuentas, la reunión
y los mensajes se referían a mi arribo a la escuela y a esta tribu en especial. Los discursos, cantos y bailes
que de expresión y sonidos amables
se trasladaban a manifestaciones
agresivas, comunicaban que yo y
todos mis familiares antecesores
que en ese momento me acompañaban seríamos bienvenidos con los
brazos abiertos. Sin embargo, si mis
intenciones no eran buenas, la tribu
se encargaría de repelerme con toda
su fuerza.
Enseguida nos dirigimos al salón
de clases donde Garrick impartiría
su lección. Un aula completamente
equipada, con dos televisores grandes, con equipo para videoconferencias en una esquina, con pizarrón
electrónico, varias computadoras
Mac, cañón, computadora portátil
para el maestro e impresora. En
los muros del salón se recargaban
algunos libreros y pendían varios
pizarrones blancos. Es un salón
multimodal muy iluminado, con
vista hacia un ambiente bucólico, en
un día donde el sol empezaba a ser
ligeramente obstruido por algunas
nubes. Una campana —no sirena
ni chicharra— muy discreta marca
el final de la sesión. Los jóvenes y
niños se acercan una vez más, les
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pido que me muestren la fotografía
del luchador y se trata de “Rey Misterio”. Me ven escribir estas líneas y
me preguntan si estoy escribiendo
en “Mexican”.
Después de estos y otros avatares
me dirigí al pequeño edificio donde
se albergan las oficinas administrativas para entrevistar a la directora.
Saludos más y saludos menos, me
dijo:
—Éste es mi segundo año como
directora. Antes de estar aquí era
profesora del programa de entrenamiento de maestros de la Universidad Maorí. También fui maestra de
esta escuela.
—¿Cuál es la filosofía educativa
detrás del modelo maorí de enseñanza-aprendizaje?
—Lo primero es que enseñamos
en la lengua materna de los niños.
Esperamos que sean capaces de escoger su propio camino y su propia
carrera, y como nuestra filosofía
es enseñar a partir de la filosofía
maorí, cuando egresan de la escuela
salen muy confiados en sí mismos.
Nosotros nos aseguramos de que
tengan las habilidades y conocimientos que necesitan. Ser maorí es
lo más importante y es la base de la
enseñanza. Nuestra filosofía se basa
en los siguientes conceptos: lengua
maorí, nuestra propia genealogía,
nuestra conexión a la tierra, nuestra
relación con la gente, cuidado de nosotros mismos y otra gente, cuidado
del medio ambiente y espiritualidad
(si nuestros niños aprenden sobre
espiritualidad podrán relacionarse
mejor con la espiritualidad de los
otros).
—¿Cómo se distinguen ustedes
de otras escuelas en la operación
diaria, aparte de las instalaciones?
—En papel operamos de manera
similar a otras escuelas. Sin embargo, nuestro consejo escolar (Mana
Whakahaere) tarda mucho en
tomar decisiones porque todos los
padres de familia tienen que estar
de acuerdo. Las decisiones se toman
en consenso. Partimos del principio:
“Si no estás de acuerdo, será mejor
que tengas una buena razón”. Y si
al fin y al cabo no llegamos a un
acuerdo, tenemos un comité administrativo que trabaja en los puntos
en disputa. Después de un tiempo
el comité de administración regresa
con notas aclaratorias para la junta
de gobierno. Aclarados los puntos
con los padres de familia, llegamos
a un acuerdo por consenso. Somos
muy afortunados en esta escuela
con los padres de nuestros estudiantes. Durante los 24 años recién
pasados muchos padres de familia
han estudiado en la Universidad de
Otaki. Son bien educados. Pero aun
en el caso de que no tengan esta
formación, los papás que inscriben
a sus hijos en esta escuela saben que
deben estar bien involucrados con
la misma. Así que aquellos que no
están de acuerdo con esta política,
nuestra filosofía y ambiente, no
inscriben a sus hijos aquí. Muchos
padres de familia poseen un alto
nivel educativo y un profundo conocimiento de la cultura maorí.
—Los padres de familia tienen
elección en esta zona. A pesar de
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que somos la única escuela maorí
aquí, hay dos escuelas primarias
generales, una escuela primaria y
secundaria integrada y una escuela
secundaria de los grados 7 a 13.
Tenemos un proceso de admisión.
En forma ideal cuando los niños
llegan aquí ya traen un buen manejo
del idioma maorí. En caso de que
no sea así los admitimos, siempre y
cuando muestren un compromiso
real con dicha lengua y la filosofía
de la escuela.
—¿Cuál es su relación con las
autoridades educativas?
—Respetamos la autoridad del
Ministerio y las agencias especializadas como ERO, pero pedimos
una relación de respeto. ERO vino a
la escuela y realizó una inspección.
Al día siguiente de su arribo no nos
sentimos a gusto y les pedimos que
salieran de la escuela. Contactamos
a la cabeza de la oficina de inspección y le manifestamos nuestro
descontento. Ahora estamos en
conversaciones sobre la forma en
la que la inspección debería llevarse a cabo en esta escuela. No nos
concentramos en las certificaciones
como el NCEA, aunque aceptamos
tomar los exámenes en ciertas
áreas. Estudiamos con cuidado el
sistema y procuramos tomar las
certificaciones que mejor se ajustan
a lo que enseñamos en la escuela.
Para nosotros estos exámenes y
las certificaciones son un producto
derivado del proceso o enfoque
principal. Uno podría enseñar a los
niños cómo pasar exámenes, pero
esto es justo lo que no queremos.
Queremos que nuestros alumnos
piensen con amplitud y profundidad
acerca de ellos y del mundo a su alrededor. Los créditos para obtener
los NCEA no caen dentro de lo que
tenemos en mente. Sabemos que
pueden obtener los créditos, pero
queremos que sean pensadores
profundos. Además, nos proponemos tener nuestro propio marco de
referencia. Un marco relacionado
con lo iwis: conocimiento maorí más
otro tipo de conocimientos. Al final
todo lo que tenemos que mostrar,
desde el punto de vista legal, es que
los niños han aprendido con base
en las metas que nosotros mismos
hemos establecido.
—¿Cómo les informa a los padres de familia de los avances
escolares?
—De diferentes maneras. Tenemos reuniones-asamblea de padres
de familia con una periodicidad
regular. Además, mantengo una política de puertas abiertas mediante
la cual los padres de familia pueden venir a la escuela en cualquier
momento y entrar a los salones de
clases si así lo desean.
—¿A quién le responde la escuela?
—A los padres de familia y la
autoridad. Tenemos un plan estratégico aprobado por los padres de
familia en estas reuniones, en el que
se establecen nuestras metas. Y eso
es lo que debemos demostrar. Tanto
el plan estratégico como nuestra
filosofía los mandamos al Ministerio
de Educación para su aprobación.
Nos relacionamos con el Ministerio
por medio de la oficina regional. En
ésta funciona un departamento responsable de educación maorí.
—Hay algo importante. Es preciso entender que los padres de los
niños son quienes en realidad manejan la escuela.1 Y aunque la figura
del director es fuerte, el manejo de
una escuela maorí como ésta no es
fácil. Los padres de familia a veces
tienen ideas que no son prácticas,
por lo que mi labor es rediseñar las
ideas para que sean prácticas. Es
una escuela con muchas emociones
y opiniones, así que es preciso realizar mucha labor de reconciliación
y empoderamiento de los padres
para lograr lo que es importante
para nuestra gente. Es un trabajo
de equilibrio. Yo tengo una teoría:
en las escuelas regulares los niños
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aprenden de manera vertical; en
cambio, aquí tratamos de que ellos
mismos tomen su propio camino,
con un monitoreo y evaluación
permanentes.
—¿Con cuánta libertad cuentan
para contratar o despedir maestros?
—Podemos contratar y despedir
maestros por medio del consejo
escolar. Los problemas vienen primero conmigo y si no se resuelven
van directo al consejo escolar. El
Ministerio paga directamente a
los maestros porque somos una
escuela gubernamental. Pero como
tenemos una conformación tribal
la comunidad iwi es dueña de la
tierra. Los edificios son propiedad
del gobierno.
—¿Cómo evalúan el desempeño
de los niños y la escuela?
—De muchas maneras. Los
padres de familia pueden evaluar
su trabajo en la escuela. Los niños
se evalúan a sí mismos y evalúan
nuestros programas, sus maestros y
se evalúan entre sí. Nuestros alumnos tienen su propio periódico; los
maestros lo leen y es una forma
adicional de comunicarse unos con
otros. La escuela es evaluada por la
tribu: si hacemos algo bien o mal nos
lo hacen saber por igual.
—Las reuniones con padres de
familia son dirigidas de manera
formal por un padre de familia. En
realidad las dirige la persona que
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tenga más experiencia relacionada
con el asunto a tratar, trátese de
padres o maestros.
—Tenemos un grupo de estudiantes con muy buen comportamiento. Los de mayor edad tienen
la obligación real de cuidar y apoyar
a los menores. Por ejemplo, ellos
preparan la comida, los vigilan y
cuando tenemos wana, los jóvenes
juegan y calman a los pequeños.
—La mayoría de nuestros estudiantes continúan sus estudios en la
universidad. Nosotros los entusiasmamos para que sigan su vocación.
En total tenemos 76 estudiantes
atendidos por siete maestros de
tiempo completo. El equipo administrativo está compuesto por dos
personas. Algunas más trabajan en
la escuela sin retribución alguna,
donan su tiempo. Nuestros salarios
son iguales que los de las escuelas
regulares y como maestros debemos
contar con los mismos registros y
certificaciones.
De acuerdo con Garrick, ésta es
una escuela sin laboratorios y con
problemas en la enseñanza de las
ciencias.
—Estamos ahora mismo discutiendo este problema y la forma de
resolverlo. Una es sustituir el laboratorio interno con visitas de campo.
Por ejemplo, quizá los llevemos a un
lago cercano a estudiar las plantas y
sus problemas. Resulta que allí las
plantas no crecen. Así que estudia-
remos el lugar para intentar ofrecer
una solución. De esa manera nuestros niños aprenderán ciencias y al
mismo tiempo se relacionarán con
su entorno y el medio ambiente.
Es una escuela diferente en todos
los sentidos. En tamaño, en filosofía,
en administración y en instalaciones.
La escuela pequeña está rodeada de
grandes campos abiertos. En su estructura muestra una arquitectura
maorí, con un edificio central que
sirve también como área de usos
múltiples y como pasillo distribuidor a todos los salones de clases,
que a todas horas tienen las puertas
abiertas, tanto para los niños como
para los adultos. Los salones pueden
comunicarse unos con otros y adaptarse en tamaños. Todos están bien
equipados, coloridos y alfombrados,
y en ellos niños y adultos andan
todo el tiempo descalzos. Junto a las
oficinas hay una sala de descanso y
comedor para maestros y alumnos.
Allí compartí con algunos maestros
y papás un refrigerio con base en
guisos calientes y caldosos, con pan
blanco con mantequilla. Una vez
aceptada mi presencia en la comunidad pude andar de un lado a otro
con toda libertad, entrar y salir de
los salones de clases a mi criterio y
conversar con maestros y alumnos
según su disposición. En general me
pareció que me encontraba en una
casa más que en una escuela.
© Eduardo Andere Martínez
D.R. © 2007 Editorial Santillana,
S. A. de C. V.
¿Cómo es la mejor educación en el mundo? Políticas educativas y escuelas en 19
países, México, Aula XXI-Santillana,
2007, pp. 254-267.
Nota
1
Esto parece suceder en todas las
escuelas de Nueva Zelanda. Sin embargo, el Minedu tiene formas legales
de intervenir escuelas. El Ministerio no
puede, por ejemplo, despedir directores,
pero si las cosas andan muy mal, podría
deshacerse por completo de todo un
consejo escolar e intervenir la escuela
por un tiempo definido.

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