Con el Papa en la Sagrada Familia

Transcripción

Con el Papa en la Sagrada Familia
Con el Papa
en la Sagrada Familia
Siete catequesis. Con el
Papa en la Sagrada Familia
Siete catequesis
Arquebisbat
de Barcelona
Plegaria para preparar
la visita apostólica del Santo Padre
a Barcelona el próximo día
7 de noviembre de 2010
Dios y Padre nuestro,
dirige tu bondadosa mirada
sobre la Iglesia de Barcelona:
bendícela con el rocío de tu gracia
para que se prepare espiritualmente para acoger
la visita apostólica del Papa Benedicto XVI.
Esto nos mueve a rezar por él con afecto filial.
Permanece siempre con él, Señor.
Así como María, la Madre de tu Hijo.
Guarda siempre su vida y su salud.
Concédele la firmeza que diste al apóstol Pedro
para que confirme en todos nosotros la fe que nos salva.
Con nuestro Santo Padre, concédenos saborear
la novedad constante del Evangelio.
Con él, amar a la santa Madre Iglesia,
hogar de comunión, misericordia y perdón.
Como él, también nosotros
reconozcamos la voz de Cristo
por encima de cualquier otra voz,
ya que sólo tu Hijo tiene palabras de vida eterna.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Arquebisbat
de Barcelona
CON EL PAPA
EN LA
SAGRADA FAMILIA
Arquebisbat
de Barcelona
Estimados y estimadas,
Con motivo de la visita apostólica del
Santo Padre Benedicto XVI a Barcelona
para presidir la Dedicación del Templo
de la Sagrada Familia, la archidiócesis
ofrece unas catequesis que nos ayuden a
prepararnos para esta visita, presentando
el ministerio del Apóstol Pedro y de sus
Sucesores, el siervo de Dios Antoni Gaudí,
arquitecto genial y cristiano ejemplar, y
el contenido artístico, bíblico, teológico y
litúrgico del Templo de la Sagrada Familia.
Estas catequesis se pueden trabajar
personalmente, en reuniones parroquiales,
en grupos de movimientos, en equipos
de matrimonios, en grupos creados con
esta finalidad, etc. Se puede comenzar
la reflexión con la oración de esta visita
apostólica, pidiendo al Señor que dé
muchos frutos espirituales y pastorales e
intensifique nuestro trabajo evangelizador
y misionero.
“Con el Papa en la Sagrada Familia”. Todos
estamos invitados a recibir y acoger con
afecto a nuestro estimado Santo Padre
Benedicto XVI.
Barcelona, 15 de junio de 2010
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal-Arzobispo de Barcelona
Sumario
Con el Papa en la Sagrada Familia.................................... 7
El Papa, obispo de Roma, nos visita.............. 9
Catequesis primera: Pedro, el pescador. .............................. 11
1. Un judío creyente y observante............................. 12
2. La llamada de Jesús................................................. 13
3. La confesión de fe.................................................. 15
4. Pedro y nuestro seguimiento de Jesús.................... 17
Catequesis segunda: Pedro, el apóstol. ............................... 21
1. La cruz y la Eucaristía............................................. 22
2. Una fe en camino................................................... 23
3. Necesidad del perdón............................................ 25
4. La humildad de Pedro............................................ 26
5. Pedro nos muestra el camino................................. 28
Catequesis tercera: Pedro, la roca sobre la que Cristo
fundó su Iglesia.............................................................. 31
1. La misión de Pedro................................................. 32
2. San Pedro, fundamento de la Iglesia...................... 33
3. Pedro, testigo de la resurrección............................ 35
4. Pedro, custodio de la comunión con Cristo........... 37
Gaudí............................................................................ 39
Catequesis cuarta: El itinerario de fe de un hombre de Dios. 41
1. Infancia y adolescencia (1852-1867)..................... 42
7
2. Juventud (1869-1882)............................................ 43
3. El encargo de la Sagrada Familia (1883-1893)....... 46
4. Un ayuno y la fidelidad a los medios
espirituales (1894-1902)............................................ 48
5. La fecundidad del artista (1903-1910)................... 49
6. Abandono a la Providencia (1912-1924)............... 51
Catequesis quinta: El laico comprometido con su mundo
y el artista como comunicador de la belleza de Dios... 55
I. El laico comprometido con su mundo........................ 56
1. El arquitecto de Dios.............................................. 57
2. El sentido de Iglesia............................................... 58
3. La vida familiar....................................................... 61
4. El compromiso público.......................................... 63
5. La atención a los pobres......................................... 65
II. El artista ante el misterio de la belleza....................... 67
1. La belleza de las piedras......................................... 68
2. La naturaleza como Creación inspiradora.............. 70
3. Jesucristo, manifestación del Invisible.................... 73
4. Cuando la arquitectura muestra la Trinidad........... 74
La Sagrada Familia................................................. 77
Catequesis sexta: El templo de la Sagrada Familia
como altar, casa y testimonio.......................................... 79
1. Un templo para convocar, mostrar y celebrar la fe.80
2. La Iglesia como casa y familia de Dios................... 83
3. El sentido de la expiación...................................... 85
4. Una catequesis en piedra sobre Jesucristo.............. 87
Catequesis séptima: La familia de Nazaret como
referencia espiritual........................................................ 95
1. Volver a Nazaret.................................................... 97
2. El matrimonio, primera piedra de la sociedad...... 100
3. La casa como hogar.............................................. 101
4. La familia como iglesia doméstica . ..................... 103
8
CON EL PAPA
EN LA SAGRADA FAMILIA
Con motivo de la próxima visita del Papa a
Barcelona para la dedicación del templo de la
Sagrada Familia, nuestro Cardenal-arzobispo
Lluís Martínez Sistach escribía el pasado 14
de marzo del 2010 una carta a todos los diocesanos en la que decía lo siguiente: “Pido a
todas las parroquias, comunidades religiosas,
movimientos, asociaciones, escuelas e instituciones de Iglesia que trabajen desde ahora en
la preparación y realización de la visita apostólica que el papa Benedicto XVI hará a nuestra
archidiócesis y ciudad de Barcelona, para que
sea muy provechosa y fecunda para nuestra
9
santidad, que es la primera y fundamental vocación de todos los bautizados, y para ofrecer
al Papa una acogida filial, devota y entusiasta”.
Esta invitación, reiterada con frecuencia, la ha
hecho extensiva a todos los diocesanos de Cataluña y del resto de España. Para facilitarlo se
ofrecen estas catequesis.
La primera serie de tres catequesis se centrará
en el ministerio del apóstol san Pedro y de sus
sucesores. La segunda serie procurará descubrir al Gaudí creyente, aportando una visión
a veces olvidada pero imprescindible para
comprender su obra. La tercera serie ofrecerá
algunas claves para entender el significado excepcional de la iglesia de la Sagrada Familia,
resaltando la importancia de esta obra para la
misión evangelizadora actual y de las próximas generaciones.
10
Primera parte
EL PAPA,
OBISPO DE ROMA,
NOS VISITA
En la primera parte de esta serie de catequesis
se nos ofrecen tres del Papa Benedicto XVI
sobre la figura de Pedro, del cual es el sucesor el Papa. La primera se centra en Pedro,
el pescador, que escucha la llamada de Jesús
y le sigue. En la segunda nos fijamos en Pedro, el apóstol, testigo humilde que muestra
el camino del seguimiento de Cristo. En la
tercera nos acercamos a Pedro, la roca sobre la cual Cristo ha fundado la Iglesia.
Catequesis primera
PEDRO, EL PESCADOR1
Después de Jesús, Pedro es el personaje más
conocido y citado en los escritos neotestamentarios: es mencionado 154 veces con el
sobrenombre de Pétros, “piedra”, “roca”, que es
traducción griega del nombre arameo que le
dio directamente Jesús: Kefa, atestiguado nueve veces sobre todo en las cartas de san Pablo. Hay que añadir el frecuente nombre Simón
(75 veces), que es una adaptación griega de su
nombre hebreo original Simeón (dos veces: Hch
15,14; 2 P 1,1).
1
Audiencia general del 17 de mayo – L’Osservatore Romano, de
18 de mayo de 2006.
13
1. Un judío creyente y observante
Simón, hijo de Juan (cf. Jn 1,42) o en la forma
aramea, bar-Jona, hijo de Jonás (cf. Mt 16,17),
era de Betsaida (cf. Jn 1,44), una localidad situada al este del mar de Galilea, de la que procedía también Felipe y naturalmente Andrés,
hermano de Simón. Al hablar se le notaba el
acento galileo. También él, como su hermano,
era pescador: con la familia de Zebedeo, padre
de Santiago y Juan, dirigía una pequeña empresa de pesca en el lago de Genesaret (cf. Lc 5,10).
Por eso, debía de gozar de cierto bienestar económico y estaba animado por un sincero interés religioso, por un deseo de Dios –anhelaba
que Dios interviniera en el mundo– un deseo
que lo impulsó a dirigirse, juntamente con su
hermano, hasta Judea para seguir la predicación
de Juan el Bautista (cf. Jn 1,35-42).
Era un judío creyente y observante, que confiaba en la presencia activa de Dios en la historia
de su pueblo, y le entristecía no ver su acción
poderosa en las vicisitudes de las que era testigo en ese momento. Estaba casado y su suegra, curada un día por Jesús, vivía en la ciudad
14
de Cafarnaúm, en la casa en la que también
se alojaba Simón cuando estaba en esa ciudad
(cf. Mt 8,14 s; Mc 1,29 s; Lc 4,38s). Excavaciones arqueológicas recientes han permitido
descubrir, bajo el piso de mosaico octagonal
de una pequeña iglesia bizantina, vestigios de
una iglesia más antigua construida sobre esa
casa, como atestiguan las inscripciones con
invocaciones a Pedro.
Los evangelios nos informan de que Pedro es
uno de los primeros cuatro discípulos del Nazareno (cf. Lc 5,1-11), a los que se añade un
quinto, según la costumbre de todo Rabino de
tener cinco discípulos (cf. Lc 5,27: llamada de
Leví). Cuando Jesús pasa de cinco discípulos
a doce (cf. Lc 9,1-6) pone de relieve la novedad de su misión: él no es un rabino como los
demás, sino que ha venido para reunir al Israel escatológico, simbolizado por el número
doce, como el de las tribus de Israel.
2. La llamada de Jesús
Como nos muestran los evangelios, Simón
tiene un carácter decidido e impulsivo; está
dispuesto a imponer sus razones incluso con
15
la fuerza (por ejemplo, cuando usa la espada
en el huerto de los Olivos: cf. Jn 18,10 s). Al
mismo tiempo, a veces es ingenuo y miedoso,
pero honrado, hasta el arrepentimiento más
sincero (cf. Mt 26,75).
Los evangelios permiten seguir paso a paso
su itinerario espiritual. El punto de partida es
la llamada que le hace Jesús. Acontece en un
día cualquiera, mientras Pedro está dedicado
a sus labores de pescador. Jesús se encuentra a
orillas del lago de Genesaret y la multitud lo
rodea para escucharlo.
El número de oyentes implica un problema
práctico. El Maestro ve dos barcas varadas en
la ribera; los pescadores han bajado y lavan las
redes. Él entonces pide permiso para subir a la
barca de Simón y le ruega que la aleje un poco
de tierra. Sentándose en esa cátedra improvisada, se pone a enseñar a la muchedumbre desde
la barca (cf. Lc 5,1-3). Así, la barca de Pedro se
convierte en la cátedra de Jesús. Cuando acaba
de hablar, dice a Simón: “Rema mar adentro, y
echad vuestras redes para pescar”. Simón responde: “Maestro, hemos estado bregando toda
la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu
palabra, echaré las redes” (Lc 5,4-5).
16
Jesús era carpintero, no experto en pesca, y a
pesar de ello Simón el pescador se fía de este
Rabino, que no le da respuestas sino que lo
invita a fiarse de él. Ante la pesca milagrosa
reacciona con asombro y temor: “Aléjate de
mí, Señor, que soy un hombre pecador” (Lc
5,8). Jesús responde invitándolo a la confianza
y a abrirse a un proyecto que supera todas sus
perspectivas: “No temas. Desde ahora serás
pescador de hombres” (Lc 5,10).
Pedro no podía imaginar entonces que un día
llegaría a Roma y sería aquí “pescador de hombres” para el Señor. Acepta esa llamada sorprendente a dejarse implicar en esta gran aventura.
Es generoso, reconoce sus limitaciones, pero
cree en el que lo llama y sigue el sueño de su
corazón. Dice sí, un sí valiente y generoso, y se
convierte en discípulo de Jesús.
3. La confesión de fe
Pedro vivió otro momento significativo en su
camino espiritual cerca de Cesarea de Filipo,
cuando Jesús planteó a sus discípulos una pregunta precisa: “¿Quién dicen los hombres que
soy yo?” (Mc 8,27). Pero a Jesús no le basta
17
la respuesta de lo que habían oído decir. De
quien ha aceptado comprometerse personalmente con él, quiere una toma de posición
personal. Por eso insiste: “Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?” (Mc 8,29). Es Pedro quien
contesta en nombre de los demás: “Tú eres el
Cristo” (Mc 8,29), es decir, el Mesías. Esta respuesta de Pedro, que no provenía “ni de la carne ni de la sangre”, es decir, de él, sino que se
la había donado el Padre que está en los cielos
(cf. Mt 16,17), encierra en sí como en germen
la futura confesión de fe de la Iglesia.
Con todo, Pedro no había entendido aún el
contenido profundo de la misión mesiánica de
Jesús, el nuevo sentido de la palabra Mesías.
Lo demuestra poco después, dando a entender que el Mesías que buscaba en sus sueños
es muy diferente del verdadero proyecto de
Dios. Ante el anuncio de la pasión, se escandaliza y protesta, provocando la dura reacción
de Jesús (cf. Mc 8,32-33).
Pedro quiere un Mesías “hombre divino”, que
realice las expectativas de la gente imponiendo a
todos su poder. También nosotros deseamos que
el Señor imponga su poder y transforme inme18
diatamente el mundo. Jesús se presenta como el
“Dios humano”, el siervo de Dios, que trastorna
las expectativas de la muchedumbre siguiendo el
camino de la humildad y el sufrimiento.
Es la gran alternativa, que también nosotros
debemos aprender siempre de nuevo: privilegiar nuestras expectativas, rechazando a Jesús,
o acoger a Jesús en la verdad de su misión y
renunciar a nuestras expectativas demasiado
humanas.
Pedro, impulsivo como era, no duda en tomar
aparte a Jesús y reprenderlo. La respuesta de
Jesús echa por tierra todas sus falsas expectativas, a la vez que lo invita a convertirse y a
seguirlo. “Ponte detrás de mí, Satanás, porque
tus pensamientos no son los de Dios, sino los
de los hombres” (Mc 8,33). No me señales tú
el camino; yo tomo mi camino y tú debes ponerte detrás de mí.
4. Pedro y nuestro seguimiento
de Jesús
Pedro aprende así lo que significa en realidad
seguir a Jesús. Es su segunda llamada, análo19
ga a la de Abrahán en Gn 22, después de la
de Gn 12: “Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque quien quiera salvar su vida, la
perderá; pero quien pierda su vida por mí y
por el Evangelio, la salvará” (Mc 8,34-35). Es
la ley exigente del seguimiento: hay que saber renunciar, si es necesario, al mundo entero
para salvar los verdaderos valores, para salvar
el alma, para salvar la presencia de Dios en el
mundo (cf. Mc 8,36-37). Aunque le cuesta, Pedro acoge la invitación y prosigue su camino
tras las huellas del Maestro.
Me parece que estas diversas conversiones de
san Pedro y toda su figura constituyen un gran
consuelo y una gran enseñanza para nosotros.
También nosotros tenemos deseo de Dios,
también nosotros queremos ser generosos,
pero también nosotros esperamos que Dios
actúe con fuerza en el mundo y transforme inmediatamente el mundo según nuestras ideas,
según las necesidades que vemos nosotros.
Dios elige otro camino. Dios elige el camino
de la transformación de los corazones con el
sufrimiento y la humildad. Y nosotros, como
Pedro, debemos convertirnos siempre de nue20
vo. Debemos seguir a Jesús y no ponernos por
delante. Es él quien nos muestra el camino.
Así, Pedro nos dice: tú piensas que tienes la
receta y que debes transformar el cristianismo,
pero es el Señor quien conoce el camino. Es
el Señor quien me dice a mí, quien te dice a
ti: sígueme. Y debemos tener la valentía y la
humildad de seguir a Jesús, porque él es el camino, la verdad y la vida.
21
Catequesis segunda
PEDRO, EL APÓSTOL2
En estas catequesis estamos meditando en la
Iglesia. Hemos dicho que la Iglesia vive en las
personas y, por eso, en la última catequesis,
comenzamos a meditar en las figuras de cada
uno de los Apóstoles, comenzando por san
Pedro. Hemos visto dos etapas decisivas de su
vida: la llamada a orillas del lago de Galilea y,
luego, la confesión de fe: “Tú eres el Cristo, el
Mesías”.
Como dijimos, se trata de una confesión aún
insuficiente, inicial, aunque abierta. San Pedro
se pone en un camino de seguimiento. Así,
esta confesión inicial ya lleva en sí, como un
2
Audiencia general del 24 de mayo – L’Osservatore Romano, 25
de mayo de 2006
23
germen, la futura fe de la Iglesia. Hoy queremos considerar otros dos acontecimientos
importantes en la vida de san Pedro: la multiplicación de los panes –acabamos de escuchar
en el pasaje que se ha leído la pregunta del
Señor y la respuesta de Pedro–, y después la
llamada del Señor a Pedro a ser pastor de la
Iglesia universal.
1. La cruz y la Eucaristía
Comenzamos con la multiplicación de los panes. Como sabéis, el pueblo había escuchado
al Señor durante horas. Al final, Jesús dice: están cansados, tienen hambre, tenemos que dar
de comer a esta gente. Los Apóstoles preguntan: “Pero, ¿cómo?”. Y Andrés, el hermano de
Pedro, le dice a Jesús que un muchacho tenía
cinco panes y dos peces. “Pero, ¿qué es eso
para tantos?”, se preguntan los Apóstoles. Entonces el Señor manda que se siente la gente
y que se distribuyan esos cinco panes y dos
peces. Y todos quedan saciados. Más aún, el
Señor encarga a los Apóstoles, y entre ellos
a Pedro, que recojan las abundantes sobras:
doce canastos de pan (cf. Jn 6,12-13).
24
A continuación, la gente, al ver este milagro
–que parecía ser la renovación tan esperada
del nuevo “maná”, el don del pan del cielo–,
quiere hacerlo su rey. Pero Jesús no acepta y
se retira a orar solo en la montaña. Al día siguiente, en la otra orilla del lago, en la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús interpretó el milagro,
no en el sentido de una realeza de Israel, con
un poder de este mundo, como lo esperaba la
muchedumbre, sino en el sentido de la entrega de sí mismo: “El pan que yo voy a dar es mi
carne por la vida del mundo” (Jn 6,51). Jesús
anuncia la cruz, y con la cruz la auténtica multiplicación de los panes, el Pan eucarístico, su
manera totalmente nueva de ser rey, una manera completamente opuesta a las expectativas de la gente.
2. Una fe en camino
Podemos comprender que estas palabras del
Maestro, que no quiere realizar cada día una
multiplicación de los panes, que no quiere
ofrecer a Israel un poder de este mundo, resultaran realmente difíciles, más aún, inaceptables para la gente. “Da su carne”: ¿qué quiere
25
decir esto? Incluso para los discípulos parece algo inaceptable lo que Jesús dice en este
momento. Para nuestro corazón, para nuestra
mentalidad, eran y son palabras “duras”, que
ponen a prueba la fe (cf. Jn 6,60).
Muchos de los discípulos se echaron atrás.
Buscaban a alguien que renovara realmente el
Estado de Israel, su pueblo, y no a uno que
dijera: “Yo doy mi carne”. Podemos imaginar
que las palabras de Jesús fueron difíciles también para Pedro, que en Cesarea de Filipo se
había opuesto a la profecía de la cruz. Y, sin
embargo, cuando Jesús preguntó a los Doce:
“¿También vosotros queréis marcharos?”, Pedro reaccionó con el entusiasmo de su corazón generoso, inspirado por el Espíritu Santo.
En nombre de todos, respondió con palabras
inmortales, que también nosotros hacemos
nuestras: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes
palabras de vida eterna, y nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo de Dios” (cf. Jn
6,66-69).
Aquí, al igual que en Cesarea, con sus palabras, Pedro comienza la confesión de la fe
cristológica de la Iglesia y se hace portavoz
26
también de los demás Apóstoles y de nosotros, los creyentes de todos los tiempos. Esto
no significa que ya hubiera comprendido el
misterio de Cristo en toda su profundidad. Su
fe era todavía una fe inicial, una fe en camino;
sólo llegaría a su verdadera plenitud mediante
la experiencia de los acontecimientos pascuales. Sin embargo, ya era fe, abierta a la realidad más grande; abierta, sobre todo, porque
no era fe en algo, era fe en Alguien: en él, en
Cristo. De este modo, también nuestra fe es
siempre una fe inicial y tenemos que recorrer
todavía un largo camino. Pero es esencial que
sea una fe abierta y que nos dejemos guiar por
Jesús, pues él no sólo conoce el camino, sino
que es el Camino.
3. Necesidad del perdón
Ahora bien, la generosidad impetuosa de Pedro
no lo libra de los peligros vinculados a la debilidad humana. Por lo demás, es lo que también
nosotros podemos reconocer basándonos en
nuestra vida. Pedro siguió a Jesús con entusiasmo, superó la prueba de la fe, abandonándose a él. Sin embargo, llega el momento en
27
que también él cede al miedo y cae: traiciona
al Maestro (cf. Mc 14,66-72). La escuela de la
fe no es una marcha triunfal, sino un camino
salpicado de sufrimientos y de amor, de pruebas y de fidelidad que hay que renovar todos
los días. Pedro, que había prometido fidelidad
absoluta, experimenta la amargura y la humillación de haber negado a Cristo; el jactancioso aprende, a costa suya, la humildad. También Pedro tiene que aprender que es débil y
necesita perdón. Cuando finalmente se le cae
la máscara y entiende la verdad de su corazón
débil de pecador creyente, estalla en un llanto
de arrepentimiento liberador. Tras este llanto
ya está preparado para su misión.
4. La humildad de Pedro
En una mañana de primavera, Jesús resucitado le confiará esta misión. El encuentro tendrá lugar a la orilla del lago de Tiberíades. El
evangelista san Juan nos narra el diálogo que
mantuvieron Jesús y Pedro en aquella circunstancia. Se puede constatar un juego de verbos
muy significativo. En griego, el verbo filéo expresa el amor de amistad, tierno pero no to28
tal, mientras que el verbo “agapáo” significa el
amor sin reservas, total e incondicional.
La primera vez, Jesús pregunta a Pedro: “Simón..., ¿me amas” (agapâs-me) con este amor
total e incondicional? (cf. Jn 21,15). Antes de
la experiencia de la traición, el Apóstol ciertamente habría dicho: “Te amo (agapô-se) incondicionalmente”. Ahora que ha experimentado
la amarga tristeza de la infidelidad, el drama
de su propia debilidad, dice con humildad:
“Señor, te quiero (filô-se)”, es decir, “te amo
con mi pobre amor humano”. Cristo insiste:
“Simón, ¿me amas con este amor total que yo
quiero?”. Y Pedro repite la respuesta de su humilde amor humano: “Kyrie, filô-se”, “Señor, te
quiero como sé querer”. La tercera vez, Jesús
sólo dice a Simón: “Fileîs-me?”, “¿me quieres?”.
Simón comprende que a Jesús le basta su amor
pobre, el único del que es capaz, y sin embargo se entristece porque el Señor se lo ha
tenido que decir de ese modo. Por eso le responde: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que
te quiero (filô-se)”.
Parecería que Jesús se ha adaptado a Pedro, en
vez de que Pedro se adaptara a Jesús.
29
Precisamente esta adaptación divina da esperanza al discípulo que ha experimentado el
sufrimiento de la infidelidad. De aquí nace la
confianza, que lo hace capaz de seguirlo hasta
el final. Con esto indicaba la clase de muerte
con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto,
añadió: “Sígueme” (Jn 21,19).
5. Pedro nos muestra el camino
Desde aquel día, Pedro “siguió” al Maestro
con la conciencia clara de su propia fragilidad;
pero esta conciencia no lo desalentó, pues sabía que podía contar con la presencia del Resucitado a su lado. Del ingenuo entusiasmo de
la adhesión inicial, pasando por la experiencia
dolorosa de la negación y el llanto de la conversión, Pedro llegó a fiarse de ese Jesús que
se adaptó a su pobre capacidad de amor. Y así
también a nosotros nos muestra el camino, a
pesar de toda nuestra debilidad. Sabemos que
Jesús se adapta a nuestra debilidad. Nosotros
lo seguimos con nuestra pobre capacidad de
amor y sabemos que Jesús es bueno y nos acepta. Pedro tuvo que recorrer un largo camino
hasta convertirse en testigo fiable, en “piedra”
de la Iglesia, por estar constantemente abierto
a la acción del Espíritu de Jesús.
Pedro se define a sí mismo “testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que
está para manifestarse” (1 Pe 5,1). Cuando escribe estas palabras ya es anciano y está cerca
del final de su vida, que sellará con el martirio.
Entonces es capaz de describir la alegría verdadera y de indicar dónde se puede encontrar:
el manantial es Cristo, en el que creemos y al
que amamos con nuestra fe débil pero sincera,
a pesar de nuestra fragilidad. Por eso, escribe
a los cristianos de su comunidad estas palabras, que también nos dirige a nosotros: “Lo
amáis sin haberlo visto; creéis en él, aunque
de momento no lo veáis. Por eso, rebosáis de
alegría inefable y gloriosa, y alcanzáis la meta
de vuestra fe, la salvación de las almas” (1 Pe
1,8-9).
31
Catequesis tercera
PEDRO, LA ROCA
SOBRE LA QUE CRISTO
FUNDÓ SU IGLESIA3
Reanudamos las catequesis semanales que comenzamos esta primavera. En la última, hace
quince días, hablé de Pedro como del primero
de los Apóstoles. Hoy queremos volver una
vez más sobre esta grande e importante figura
de la Iglesia. El evangelista san Juan, al relatar el primer encuentro de Jesús con Simón,
hermano de Andrés, atestigua un hecho singular: Jesús, “fijando su mirada en él, le dijo: “Tú
eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas, que quiere decir ‘Piedra’” (Jn 1,42).
3
Audiencia general del 7 de junio - L’Osservatore Romano, 8 de
junio de 2006
33
Jesús no solía cambiar el nombre a sus discípulos. Si se exceptúa el sobrenombre de “hijos
del trueno”, que dirigió en una circunstancia
precisa a los hijos de Zebedeo (cf. Mc 3,17)
y que ya no volvió a usar, nunca atribuyó un
nuevo nombre a uno de sus discípulos. En cambio, sí lo hizo con Simón, llamándolo “Cefas”,
nombre que luego fue traducido en griego por
Petros, en latín Petrus.
Y fue traducido precisamente porque no era sólo
un nombre; era un “mandato” que Petrus recibía
así del Señor. El nuevo nombre, Petrus, se repetirá
muchas veces en los evangelios y acabará sustituyendo a su nombre originario, Simón.
1. La misión de Pedro
El dato cobra especial relieve si se tiene en
cuenta que, en el Antiguo Testamento, el
cambio del nombre por lo general implicaba la encomienda de una misión (cf. Gn 17,5;
32,28ss, etc.). De hecho, la voluntad de Cristo
de atribuir a Pedro una importancia particular
dentro del Colegio apostólico se manifiesta a
través de numerosos indicios: en Cafarnaúm,
el Maestro se hospeda en la casa de Pedro (cf.
34
Mc 1,29); cuando la muchedumbre se agolpaba a su alrededor a la orilla del lago de Genesaret, entre las dos barcas allí amarradas Jesús
escoge la de Simón (cf. Lc 5,3); cuando en circunstancias particulares Jesús se llevaba sólo
a tres discípulos, a Pedro siempre se le nombra como primero del grupo: así sucede en la
resurrección de la hija de Jairo (cf. Mc 5,37;
Lc 8,51), en la Transfiguración (cf. Mc 9,2; Mt
17,1; Lc 9,28) y, por último, durante la agonía en el huerto de Getsemaní (cf. Mc 14,33;
Mt 26,37).
Además, a Pedro se dirigen los recaudadores
del impuesto para el templo y el Maestro paga
sólo por sí y por Pedro (cf. Mt 17,24-27); Pedro
es el primero a quien lava los pies en la última
Cena (cf. Jn 13,6) y ora sólo por él para que no
desfallezca en la fe y pueda confirmar luego en
ella a los demás discípulos (cf. Lc 22,30-31).
2. San Pedro, fundamento
de la Iglesia
Por lo demás, Pedro mismo es consciente de su
situación peculiar: es él quien a menudo toma
la palabra en nombre de los demás; habla para
35
pedir la explicación de una parábola (cf. Mt
15,15) o el sentido exacto de un precepto (cf.
Mt 18,21) o la promesa formal de una recompensa (Mt 19,27). En particular, es él quien
resuelve algunas situaciones embarazosas interviniendo en nombre de todos. Por ejemplo,
cuando Jesús, entristecido por la incomprensión de la multitud después del discurso sobre
el “pan de vida”, pregunta: “¿También vosotros
queréis iros?”, Pedro da una respuesta perentoria: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,67-69).
Igualmente decidida es la profesión de fe que,
también en nombre de los Doce, hace en Cesarea de Filipo. A Jesús, que le pregunta “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”, Pedro responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt
16, 15-16). Acto seguido, Jesús pronuncia la
declaración solemne que define, de una vez por
todas, el papel de Pedro en la Iglesia: “Y yo a
mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia (...). A ti te daré las
llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la
tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”
(Mt 16, 18-19).
36
Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí
muy claras: Pedro será el cimiento de roca sobre
el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir
y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para
la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de
Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de
Pedro. Así queda descrito con imágenes muy
plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará
con el término: “primado de jurisdicción”.
3. Pedro, testigo
de la resurrección
Esta posición de preeminencia que Jesús quiso
conferir a Pedro se constata también después
de la resurrección: Jesús encarga a las mujeres
que lleven el anuncio a Pedro, distinguiéndolo entre los demás Apóstoles (cf. Mc 16, 7);
la Magdalena acude corriendo a él y a Juan
para informar que la piedra ha sido removida
de la entrada del sepulcro (cf. Jn 20, 2) y Juan
le cede el paso cuando los dos llegan ante la
tumba vacía (cf. Jn 20, 4-6); después, entre los
37
Apóstoles, Pedro es el primer testigo de la aparición del Resucitado (cf. Lc 24,34; 1 Co 15,5).
Este papel, subrayado con decisión (cf. Jn 20,310), marca la continuidad entre su preeminencia
en el grupo de los Apóstoles y la preeminencia
que seguirá teniendo en la comunidad nacida
con los acontecimientos pascuales, como atestigua el libro de los Hechos de los Apóstoles
(cf. Hch 1,15-26; 2,14-40; 3,12-26; 4,8-12; 5,111. 29; 8,14-17; 10; etc.).
Su comportamiento es considerado tan decisivo que es objeto de observaciones y también
de críticas (cf. Hch 11,1-18; Ga 2,11-14). En el
así llamado Concilio de Jerusalén, Pedro desempeña una función directiva (cf. Hch 15 y Ga
2,1-10) y, precisamente por el hecho de ser el
testigo de la fe auténtica, Pablo mismo reconoce en él su papel de “primero” (cf. 1Co 15,5;
Ga 1,18; 2,7s; etc.).
Además, el hecho de que varios de los textos
clave referidos a Pedro puedan enmarcarse
en el contexto de la última Cena, en la que
Cristo le confiere el ministerio de confirmar a
los hermanos (cf. Lc 22,31s), muestra cómo el
ministerio confiado a Pedro es uno de los ele38
mentos constitutivos de la Iglesia que nace del
memorial pascual celebrado en la Eucaristía.
4. Pedro, custodio de la
comunión con Cristo
El hecho de insertar el primado de Pedro en
el contexto de la última Cena, en el momento
de la institución de la Eucaristía, Pascua del
Señor, indica también el sentido último de
este primado: Pedro, para todos los tiempos,
debe ser el custodio de la comunión con Cristo; debe guiar a la comunión con Cristo; debe
cuidar de que la red no se rompa, a fin de que
así perdure la comunión universal. Sólo juntos
podemos estar con Cristo, que es el Señor de
todos. La responsabilidad de Pedro consiste
en garantizar así la comunión con Cristo con
la caridad de Cristo, guiando a la realización
de esta caridad en la vida diaria.
Oremos para que el primado de Pedro, encomendado a pobres personas humanas, sea siempre ejercido en este sentido originario que quiso
el Señor, y para que lo reconozcan cada vez más
en su verdadero significado los hermanos que
todavía no están en comunión con nosotros.
39
Segunda parte
GAUDÍ
La segunda parte de estas catequesis se
centra en la figura de Antoni Gaudí en su
vertiente creyente. Para ello, en la primera
catequesis se muestran algunas claves de su
itinerario y progreso espiritual. En la segunda catequesis de esta serie nos detenemos
en algunos rasgos del laico Gaudí como arquitecto, hombre de su tiempo y artista que
a través de la belleza nos abre un camino
hacia Dios.
Catequesis cuarta
EL ITINERARIO DE FE
DE UN HOMBRE DE DIOS
Contamos con importantes aportaciones biográficas sobre Gaudí, que han insistido en la genialidad del artista y nos presentan su itinerario
vital asociado a su obra. Sin embargo, queremos
centrarnos en presentar una pequeña síntesis de
su camino espiritual mostrando lo que podrían
ser los momentos y rasgos determinantes.4
Nos proponemos, pues, seguir la pista del itinerario creyente del genial arquitecto suponiendo las incidencias de su
vida y el desarrollo de su obra, pero fijándonos en las experiencias y los momentos claves de su camino espiritual.
4
Entre las biografías resaltamos las escritas por Ràfols (1928),
Matamala (recuerdos recapitulados en 2009), Martinell
(1951), Bergós (1954, 1972), Puig-Boada (1981), Bassegoda
(1989, 1996) y como síntesis Tarragona (1999).
43
1. Infancia y adolescencia (1852-1867):
la herencia creyente
“El gran libro, siempre abierto, que es necesario esforzarse en leer, es el de la Naturaleza”
La infancia de Gaudí transcurre entre Riudoms y Reus. El primer ámbito representa la
naturaleza y se ubica en la finca familiar del
Mas de la Caldereta, mientras que el segundo
tiene como referencia el taller de calderería
de su padre. Bautizado en la iglesia parroquial
de San Pedro de Reus, su familia le ofrece un
ambiente piadoso y sencillo. De los primeros
años y como experiencia fundante, probablemente hemos de resaltar los cuidados de sus
padres, Antònia y Francesc.
Antoni es el pequeño de cinco hermanos y
tiene fuertes episodios de dolor debido a un
reuma, que le impedirá acudir usualmente a
la escuela, y que a la vez exigirá atenciones y
desvelos, especialmente por parte de su madre.
Debía de pasar largas temporadas en la finca
acompañado de la ternura materna y rodeado
de una escuela, donde en la belleza y la luz
tuvo sus maestros, que desplegaron en él una
acentuada curiosidad y un peculiar sentido de
44
la admiración. Esta sensibilidad le acompañó
en los años que pasó en el colegio de los Padres
Escolapios de Reus, donde se emocionaba especialmente en las liturgias solemnes dedicadas
a Santa María. Lo que nos da la pista, ya tempranamente, de su gusto por la liturgia.
A pesar de su destacada intuición, no era demasiado buen estudiante, ya que sus intereses artísticos
seleccionaban sus esfuerzos. Más contemplativo
que especulativo, prefería sus observaciones y
dibujos que los libros. De aquellos tiempos data
una alianza con sus amigos para reconstruir el
monasterio de Poblet, teniendo como base sus
dibujos. Sin embargo, el trabajo en el taller de
su padre, en el que puntualmente colaboraba, le
aportaba un sentido práctico y una capacidad de
percepción de la forma espacial que le acompañaría toda la vida. Probablemente allí se fraguó
su determinación de ser arquitecto como cauce
de su inclinación artística.
2. Juventud (1869-1882):
encrucijada de influencias
“Esperar que las cosas lluevan sin poner todo nuestro
esfuerzo, son boberías, como dice santa Teresa”
45
Gaudí se traslada a Barcelona para terminar el
bachillerato y preparar su ingreso en la escuela
de arquitectura. Vivirá, inicialmente, con su hermano Francesc, que estudia medicina. La venta
de una parte del patrimonio familiar permite
que los hijos puedan estudiar en la capital.
Ahora la perspectiva se amplía en medio de una
ciudad donde las condiciones sociales del mundo obrero son muy duras. Además, pronto se
tiene que poner a trabajar para garantizar los
medios para poder estudiar. Políticamente, se
siente atraído por las andanzas de su paisano
el general Prim, que en aquel momento es el
referente del liberalismo progresista. Sus relaciones se despliegan tanto como su curiosidad,
y van desde el poeta Bartrina, que se siente ateo
militante, hasta Salvador Pagès, promotor del
movimiento cooperativista inspirado en el socialismo utópico. Desde el punto de vista religioso, es un periodo de adormecimiento y sus
preocupaciones inmediatas se centran en avanzar a duras penas en los estudios, el crecimiento
de su conciencia social y su enamoramiento de
Pepeta Moreu, una joven maestra de la escuela
de la Cooperativa Mataronense, con la que al
final no llegó a casarse.
46
A pesar de este cierto enfriamiento de la fe,
trabaja sobre temas de sentido religioso como
el dibujo para la puerta de un cementerio, basada en algunos símbolos del libro del Apocalipsis o la colaboración como ayudante en
algunas reformas en la Catedral de Barcelona.
Su motivación cristiana está enmarcada por
los ideales románticos y fuertes motivaciones
estéticas. En el espíritu de la Renaixença, siguiendo la inspiración de Verdaguer, se siente
atraído para mostrar el mundo del Infinito y
los textos del Apocalipsis cautivan su imaginación.
Durante esta etapa, tres encuentros con la
muerte marcarán una llamada a la profundidad
y al sentido. En 1876 y con dos meses de diferencia, mueren su hermano Francesc y su madre Antònia. Apenas tres años después, muere
su hermana Rosa que, separada ,le deja a su
hija Roseta a su cuidado. Así que su título de
arquitecto viene acompañado por la exigencia
del cuidado del resto de su familia: su padre
y su sobrina. Esta experiencia en el dolor se
convertirá en un terreno fértil para reavivar su
fe católica.
47
3. El encargo de la Sagrada Familia
(1883-1893): maduración espiritual
“Todo cuanto he hecho ha dependido de las circunstancias; si eran favorables, para encomendarme a ellas, y si
eran adversas, para luchar con ellas; siempre sirven; son
la manifestación de la Providencia”
Mientras trabajaba como arquitecto en la
Cooperativa Obrera Mataronense, terminaba
la cascada del Parque de la Ciudadela y construía en Comillas (Cantabria) una residencia
de verano que luego se llamaría “El Capricho”,
recibe el encargo de continuar el templo de la
Sagrada Familia. Esta encomienda providencial marcará su vida, ya que podemos decir
que, a la vez que Gaudí construye la Sagrada
Familia, ocultamente el templo le va construyendo a él.
Esta década supondrá la entrada en relación
con distintos personajes claves de la Iglesia catalana que le marcarán tanto su vida como en
la realización de algunos encargos significativos. Así, san Enrique de Ossó le encargará la
realización del colegio-madre de la Compañía
de Santa Teresa, las teresianas. Allí también
48
colaboraba como capellán mosén Jacint Verdaguer, al que Gaudí admiraba y con el que,
a través de Eusebi Güell, coincidía en distintas circunstancias. Entre ellas el encargo de las
Misiones Católicas de Tanger que, aunque no
llegó a salir adelante, supuso un aliciente para
el inquieto arquitecto.
Sin embargo, dos personajes serán especialmente significativos. Por un lado monseñor
Joan Baptista Grau, obispo de Astorga, que le
encargará la realización del palacio episcopal;
en el fondo, será su formador de la sensibilidad
religiosa a través de la liturgia, que tanto motivará al constructor. El obispo intuye la genialidad del arquitecto y lúcidamente le orienta
acercándole a las propuestas del movimiento
de renovación litúrgica de Dom Guéranger, y
le pone en contacto con mosén Torras i Bages
de quien Gaudí ya había leído La Tradició catalana.
El futuro obispo de Vic y animador del movimiento cristiano de la Renaixença de Cataluña, se convierte en guía espiritual y amigo de
Gaudí. Su acompañamiento del artista modera
y encauza sus inquietudes religiosas, orientan49
do el proceso de profundización en el que el
arquitecto se centra, al irse progresivamente
olvidando de casarse, tras fallidos intentos, y
estar cada vez más identificado con su misión
de construir la catedral de los pobres.
4. Un ayuno y la fidelidad a los
medios espirituales (1894-1902):
la intensidad y la confianza de la fe
“La vida es una batalla; para combatir se necesita fuerza y
la fuerza es la virtud. Que sólo se sostiene y aumenta con el
cultivo espiritual, esto es, con las prácticas religiosas”
El ayuno en la cuaresma de 1894 marca el inicio de esta etapa. Este gesto probablemente
tiene que ver con el fracaso de una relación
que, en vez de matrimonio, dio a luz a una religiosa y a un arquitecto célibe. Preparándose
para la Pascua, extrema su ayuno mientras su
familia y amigos se preocupan seriamente. Solamente mosén Torras i Bages logra moderar
y reconducir fecundamente esta crisis hacia el
territorio de la confianza y la alegría que se
plasmará en la Portada del Nacimiento.
Gaudí emprende el acompañamiento espiri50
tual con mosén Lluís Maria de Valls, que le
animará a la fidelidad en la oración y en la
práctica sacramental en el Oratorio de San
Felipe Neri. Todo ello va templando el ánimo
del arquitecto creyente que se identifica cada
vez más profundamente con la construcción
de la Sagrada Familia. Su vida se centra en
su trabajo, sus paseos, la práctica religiosa, el
cuidado de su reducida familia y un grupo de
amigos con los que mantiene una relación de
gran fidelidad.
Tras el encargo de la casa Calvet, surge el proyecto del parque Güell, que tiene la novedad
de ligar dos de sus grandes inquietudes: la naturaleza y la fe. Sin embargo, toda la actividad
profesional va teniendo al templo expiatorio
como fondo y motivación. Su vocación es una
misión que expresa un anuncio, presentar el
misterio cristiano como esperanza.
5. La fecundidad del artista
(1903-1910): la misión creadora
“Las grandes iniciativas sólo se logran con grandes dolores,
pero de esa fragmentación del alma quedan trozos preciosos, frutos de tal sabor y olor, que sacian generaciones”
51
Tras la fase de síntesis y configuración de hábitos, continua una época de gran fecundidad
artística, que a la vez ha de enfrentarse a graves dificultades. Los frutos serán de gran madurez y exigencia. Así, a la continuación de los
trabajos de la Sagrada Familia, se asocian tres
frentes destacados. Por una parte, el parque
Güell progresa arquitectónicamente y en implicación personal, ya que allí compra la casamuestra a la que trasladará a su anciano padre
y a su sobrina cada vez más enferma, a causa
de su alcoholismo. Por otra parte, comienzan
los trabajos de restauración de la catedral de
Mallorca por encargo del obispo y amigo Pere
Campins. Allí puede aplicar los criterios de la
renovación litúrgica, que supondrá el traslado del coro al presbiterio, la liberación de la
cátedra episcopal tras el desmonte del retablo barroco, y la colocación del altar mayor
de cara a los fieles que ahora pueden ocupar
las naves sin impedimentos de visión. Allí, en
los elementos arquitectónicos y de mobiliario,
se traduce un cambio eclesial que Gaudí anticipa. Y por último, emprende los encargos
de las casas Batlló y Milà, en los que situará
referencias cristianas como la cruz de cuatro
52
brazos y los anagramas de la Sagrada Familia
en la primera, y la imagen de la Virgen María,
que no pudo ser colocada en la fachada de la
Pedrera por oposición de los propietarios.
Como decíamos, durante esta época Gaudí
ha de afrontar también problemas personales,
como la muerte de su padre, y sociales, como
la Semana Trágica con su alargada sombra antes y después de los hechos. Sin embargo, se
siente con fuerza para abordarlo todo.
6. Abandono a la Providencia
(1912-1924): la purificación mística
“A medida que los años debilitan mi cuerpo, siento más
ágil el espíritu”
Sin embargo, el cuerpo y los años no aguantan
las exigencias de un espíritu cada vez más fecundo. Unas graves fiebres de Malta paran su trabajo y le obligan a un retiro en Puigcerdà. Será un
tiempo de prueba y una entrada en la debilidad.
De la mano de San Juan de la Cruz, surgirá el
portal de la Pasión como testimonio elocuente
de este paso por el sufrimiento que prepara a
Gaudí para la última etapa de su vida.
53
Tras las fiebres, su salud se verá afectada, pero
también su soledad. Con la muerte de su sobrina
Roseta, queda solo en la casa del parque. Además, van desapareciendo su protector, Eusebio
Güell, y su maestro y guía Torras i Bages. Al
enojoso conflicto con los propietarios de La
Pedrera, sucede la crisis económica que paraliza las obras del templo expiatorio. Incluso la
Iglesia de la Colonia Güell, que era un ensayo
general para la Sagrada Familia, queda en maqueta realizándose únicamente la cripta.
Sin embargo, Gaudí ya está en otra dimensión. Asume con paz su soledad, y con agradecimiento las atenciones de sus amigos y colaboradores; responde con coraje a la ausencia
de fondos, y se hace mendigo para salvar el
proyecto y movilizar a la sociedad; incluso
responde pacífica pero tenazmente a la provocación anticatalanista de la dictadura de Primo
de Rivera. Son años para la paciencia donde la
paz no se turba y la esperanza se expresa en
el gesto de la colocación de la primera piedra de la nave el día 8 de diciembre de 1920,
con el cardenal Vidal i Barraquer presidiendo
el acto. Ya en estos momentos, Gaudí se descansa confiadamente en la Providencia; ella es
54
en definitiva la que garantiza la culminación
de su proyecto. “Es una obra que está en las
manos de Dios y en la voluntad del pueblo. El
arquitecto, viviendo en el pueblo y dirigiéndose a Dios, va haciendo su trabajo. La Providencia, según sus designios, es la que lleva la
obra a término”.
La Providencia, con su mano extendida y vigilante, de alguna forma, puede ser la autora de
la imagen profética del portal del Rosario. En
el grupo escultórico “La muerte del justo”, la
Virgen y san José muestran al Niño Jesús a un
anciano, pobre y en estado agonizante, para
reconfortarlo. La obra partía de los apuntes
que el escultor Llorenç Matamala tomó en una
visita junto con Gaudí al Hospital de la Santa
Cruz, que era el lugar de beneficencia cristiana para la acogida de los pobres. Cuando esculpió al agonizante puso el rostro de Gaudí
en él casi 25 años antes de su muerte, justo
debajo de la frase “Et in hora mortis nostrae. Amen”.
Y así murió el día 10 de junio de 1926, pobre
en el hospital de los pobres, y confortado en
su fe después de ser atropellado por un tranvía
cuatro días antes. Recibió la absolución y el
viático y apenas se le oyó repetir: ¡Jesús! ¡Dios
55
mío! En aquel momento cuando cerraba definitivamente sus párpados descubría lo que
había proclamado: “Los ojos son el sentido de
la Gloria”.
56
Catequesis quinta
EL LAICO COMPROMETIDO
CON SU MUNDO
Y EL ARTISTA COMO
COMUNICADOR DE
LA BELLEZA DE DIOS
Si vamos más allá de las informaciones habituales sobre Gaudí, que resaltan tanto su genialidad como su carácter un tanto pintoresco,
descubrimos a otro Gaudí bastante desconocido. Lo cierto es que la trascendencia de su
obra nos ha llevado a preguntarnos por los resortes íntimos de su persona y, como ocurre
frecuentemente, al enfrentarnos a los motivos
profundos de su vida descubrimos que la in57
terpretación de sus realizaciones cobra otra
perspectiva mucho más significativa. Más allá
de los detalles y de las novedades técnicas hay
una rica experiencia que se despliega en su misión de artista que quiere mostrar en su obra la
huella del Creador.
i. EL LAICO COMPROMETIDO
CON SU MUNDO
Gaudí es un modelo sugerente para el creyente actual. El estudio y el contraste con los testigos que más íntimamente le trataron, tanto
humana como espiritualmente, es esclarecedor. Todos son concordes en señalar la admiración que suscitaba más allá de su trabajo. La
asistencia masiva a su funeral y los muchos
testimonios de valoración entre los sectores
más diversos, indican hasta qué punto se había
convertido para sus conciudadanos en un referente de integridad y de convicción. Y esto
resulta más sorprendente cuando sabemos que
fue recogido como un mendigo, tras ser atropellado, y moría como un pobre en el hospital
de los pobres. Como un creyente sencillo y
coherente que desplegó una misión que aún
58
continúa. Desde esta perspectiva merece la
pena rastrear en algunos rasgos de su vida laical
de la que podemos afirmar que llegó a “contribuir desde dentro, igual que la levadura, a la
santificación del mundo” (Lumen gentium, n. 31).
1. El arquitecto de Dios
“Para hacer bien las cosas, es necesario: primero, el amor
a ellas; segundo, la técnica”
Este es el rasgo de su personalidad que más
le identificaba, en la medida en que comprendió su profesión como una misión. A esta
conciencia fue llegando progresivamente, y a
ello estuvo especialmente ligado el proyecto
de la Sagrada Familia. Aunque ya desde los
comienzos resaltó por la originalidad de sus
propuestas y la coherencia de sus convicciones. Curiosamente el tribunal de la escuela de
arquitectura que le otorgó el título tenía conciencia perpleja de esta peculiaridad.
Los encargos civiles y eclesiásticos abundan
entre sus obras, pero paulatinamente se da una
tendencia mayor a lo religioso, y de forma especial a la Sagrada Familia, que es la receptora
59
de todos sus ensayos y descubrimientos. Todo
esto supuso renuncias atrayentes como el proyecto para construir un gran hotel en Nueva
York, según una oferta de 1908 por parte de
empresarios norteamericanos.
Esta orientación del discernimiento nos indica hasta qué punto iba comprendiendo su trabajo como vocación, y cómo de forma cada
vez más explícita marcaba sus elecciones y su
trabajo cotidiano. La dedicación constante de
horas y esfuerzo, así como el uso de los bienes
en función de este fin, indican hasta qué punto
tenía conciencia de su misión.
2. El sentido de Iglesia
“La Iglesia no para de construir y por eso su cabeza
es el Pontífice –que quiere decir que hace puentes–; los
templos son puentes para llevar a la Gloria”
Gaudí, durante toda su vida, estuvo rodeado
de creyentes que marcaron y acompañaron
su camino. Primero sus padres de religiosidad sencilla, más adelante su maestro y mentor Joan Martorell, después mantuvo relación
de amistad con intelectuales creyentes como
60
el sacerdote-poeta Jacint Verdaguer o escritor
Joan Maragall, o los obispos Grau de Astorga y
Campins de Mallorca, pero sobre todo su amigo e inspirador Torras i Bages, obispo de Vic.
Además, distintos sacerdotes fueron guías, consejeros y colaboradores como el futuro santo el
P. Enric de Ossó, los oratorianos P. Lluís Maria
de Valls y P. Agustí Mas, el jesuita P. Casanovas
o el sacerdote diocesano responsable de la Sagrada Familia mosén Gil Parés. Esta trama de
relaciones hace de Gaudí un hombre vinculado
cordialmente a la Iglesia de su época. Lo que no
quita que tuvo que afrontar algunas dificultades, como cuando el obispo Morgades le exigió
tempranamente los planos globales del edificio
o cuando el obispo Laguarda tuvo la “sensata”
ocurrencia de ir terminando el templo partiendo de la fachada del Nacimiento y así tener ya
una parroquia, al menos.
“Cada uno debe hacer servir el don que Dios le ha dado”
Este vínculo existencial de Gaudí con la Iglesia tenía raíces espirituales. Se sentía miembro
de la Iglesia por gracia, por convicción de fe,
pero además por su sentido de la misión evangelizadora. Aquel arquitecto, que terminó con61
vertido en constructor de un templo, siente la
urgencia de llevar el Evangelio y la presencia de
Dios a través de su obra al pueblo y a todas las
gentes. Deseaba que sus obras invitaran a la fe,
acercaran a Dios y sirvieran a los creyentes para
confirmar y expresar su condición. Así su mayor satisfacción era organizar y participar en las
celebraciones de las que era asistente y en ocasiones promotor. Entre los testigos, recuerdan
especialmente su asistencia a la misa matutina
de san Juan de Gracia, al oratorio de San Felipe
Neri y a la catedral de Barcelona. Y también, de
forma más significativa, a las celebraciones bajo
una lona, en la nave central del templo expiatorio en torno a la festividad de san Pedro, donde
colaboraba en la organización.
Hemos de señalar también la formación cristiana de Gaudí, que se centraba especialmente en
la liturgia, y desde ella se extendía en la compresión simbólica del arte cristiano y la música,
especialmente el gregoriano. La síntesis teológica, fruto de su experiencia orante y celebrativa así como de sus diálogos y contrastes,
tiene una coherencia y extensión muy notable
como queda claro en la complejidad, armonía
y riqueza de elementos de su obra. Era un laico,
62
pero con una sólida formación que se forjó de
forma bastante autodidacta, siempre ligada a su
experiencia como constructor.
3. La vida familiar
“La familia es otro arte, que lleva consigo sagradas obligaciones, que deben cumplirse si uno toma este estado”
El celibato de Gaudí tiene tres explicaciones confluyentes. Por una parte el fracaso, por variados
motivos, de cuatro intentos de matrimonio. Estas dificultades van desde la ausencia de sintonía
hasta la marcha a un convento de dos de sus candidatas. Por otra parte, la necesaria dedicación a
los restos de su pequeña familia, su padre y su
sobrina. Y por último, y probablemente como
motivo más decisivo, por la intensa dedicación
al trabajo como misión. Si bien esta situación llegó en algún momento a ser dolorosa, lo cierto es
que Gaudí encontró el equilibrio personal en sus
amigos, en la estabilidad de sus costumbres, en la
centralidad de su profesión vivida de forma vocacional y en la intensidad de su vida espiritual.
Especialmente significativo era su compromiso en el cuidado de su anciano padre y de la
63
enfermedad de alcoholismo de su sobrina huérfana. Esta fue abandonada por su padre, que
también padecía esta dependencia, y pasó a ser
acogida por Gaudí cuando muere su madre. Especialmente duro debió ser el acompañamiento
cotidiano de la enfermedad de Roseta, y más
en un hombre de sus ascéticas costumbres y sus
convicciones. Sin embargo, siempre procuró
la atención y el cuidado afectuoso de la enferma que murió después de 33 años en que su tío
hizo de padre.
Uno de los testigos más cercanos, el por entonces joven escultor Joan Matamala, nos recuerda
el aprecio de Gaudí por la familia así como su
cuidado paternal de algunos aprendices, artistas
en dificultades y obreros del templo expiatorio.
Aprecio que era correspondido por un pequeño
grupo de amigos que siempre estuvieron dispuestos a la atención doméstica de la que Gaudí no era un especialista. Así, en la enfermedad,
como en la época de las fiebres de malta, contó
con el compañía experta del doctor Santaló,
amigo cercano; como en las necesidades para
la organización de la casa tras su soledad, en la
que intervenía desde la familia Matamala a la
familia guardiana del templo.
64
4. El compromiso público
“El arquitecto sólo halla apoyo en la realidad, a diferencia del poeta, que puede construir el mundo a base de
palabras”
El arquitecto de la Sagrada Familia tenía fuerte conciencia de pertenencia a Catalunya y
siempre fue defensor de su identidad cultural y
lingüística. Un hecho significativo de esta convicción fue su detención, ya anciano, cuando
quiso entrar a la iglesia de los santos Justo y
Pastor para celebrar la eucaristía en memoria
de los defensores de Barcelona. En pleno poder militar de la dictadura de Primo de Rivera, aquel acto era considerado subversivo y los
guardias le impedían la entrada. Cuando el jefe
de la guardia le recrimina que hable en catalán,
Gaudí se confirma en su postura de defender su
lengua. Los guardias le detienen; de allí pasa al
calabozo del que sólo saldrá tras pagar una multa. Este gesto de un hombre anciano muestra el
coraje y la fuerza interna de sus convicciones.
Sin embargo, este compromiso no llega al ejercicio directo de la política. Así, cuando Prat de
la Riba le visita para proponerle su candidatu65
ra, Gaudí rechaza la oferta convencido que su
misión principal es la construcción del templo
que sirve a su pueblo desde sus raíces más profundas. Esta negativa no quita su talante de
participación social y ciudadana así como el
seguimiento de los problemas sociales y políticos de su tiempo. Este compromiso le vincula a la participación en algunas asociaciones
como el “Cercle Artístic de Sant Lluc”, el “Orfeó Català”, dirigido por su amigo Lluís Millet,
o el “Centre excursionista de Catalunya”.
5. La atención a los pobres
“Los pobres venían a pedir: ¿Dónde podrán acogerse mejor
que al amparo del templo, que es la caridad cristina?”
Cuando el pintor Joaquim Mir pinta un cuadro
sobre la Sagrada Familia en el que destacan en
primer plano un grupo de personas pidiendo,
entre los que se encuentran algunos discapacitados y una madre sobre la que duermen dos
pequeños, no se imaginaba que su pintura iba
a añadir un adjetivo al templo. Así, Torras i
Bages tuvo la ocurrencia de titular el cuadro
“La catedral de los pobres”.
66
Esta denominación agradaba a Antoni Gaudí,
ya que veía en ella la posibilidad de significar el
objetivo de atención a los pobres que también
significaba la construcción de la iglesia. Cuando coloca en el pórtico de la Gloria las obras
de misericordia hace algo más que introducir
un adorno al decorado. Trata de resaltar una
opción por la solidaridad que se hacía patente
en su propia vida. Así, visitaba frecuentemente
enfermos, y no únicamente entre sus amigos,
sino también en muchas ocasiones acompañaba a obreros del templo enfermos y otras
personas sin temer el contagio. Realizaba habitualmente aportaciones solidarias a personas
en dificultades desde sus propios ingresos, frecuentemente sacrificados también en las obras
del propio templo.
Un aspecto significativo de su sentido de la
caridad hay que situarlo en el proyecto de las
escuelas de la Sagrada Familia. Los hechos de
la Semana Trágica le permiten tomar conciencia de la gravedad de la situación de miseria y
ausencia de futuro de mundo obrero. Así, se
centra en los operarios de la obra y en los vecinos de El Poblet, suburbio aislado que lindaba
con el templo. En común con Mn. Gil Parés,
67
sacerdote responsable de la atención pastoral
de la Sagrada Familia, deciden montar una escuela para los chicos de los albañiles del edificio y para los niños del barrio en general. La
intuición partía de la urgencia de ofrecer educación y formación religiosa a las familias obreras. Así, Gaudí, con sus propios ahorros, levantó un edificio funcional entre 1908 y 1909 a
base de ladrillo catalán. Formado por tres aulas
cuyo perímetro tiene forma de tres corazones
que representa a Jesús, María y José a través de
los que se significa la clase de amor que ha de
inspirar la acción educativa.
La preocupación de Gil Parés y Gaudí, tras la
construcción, se convirtió en realizar una verdadera experiencia de innovación pedagógica
que, basada en los principios de la escuela activa de María Montessori, procurara ofrecer a
los alumnos una formación integral, práctica y
atenta a la naturaleza. Asunto que Antoni Gaudí seguía con interés, realizando aportaciones
según su especialidad, especialmente en el área
de la educación estética. Un artículo de 1914
en “Ilustración Catalana” nos da idea de la valoración social y educativa de este empeño.
68
Las Escuelas de la Sagrada Familia han de ser
comprendidas como uno de los proyectos más
queridos por el arquitecto y que mostraba hasta
qué punto su lúcido sentido de la caridad apuntaba a la promoción educativa de aquellos que
tenían menos posibilidades. Además sitúa su fe
en una perspectiva social coherente profundamente en el Evangelio que quería vivir.
II. EL ARTISTA ANTE EL
MISTERIO DE LA BELLEZA
“Ser original es volver al origen”
Las obras de arte de Gaudí nacen de su propio
dinamismo espiritual. La eclosión de reconocimiento internacional de Gaudí tiene que ver
con la belleza y la originalidad de sus propuestas, pero sobre todo asombra especialmente la
fuerza de su simbolismo que muestra un fuerte
sentido espiritual. La conexión admirativa con
nuestros contemporáneos tiene que ver con la
transparencia del más allá que vemos reflejada en su visión del espacio, en las formas y
estructuras de la piedra, en los colores de la
cerámica y las trasformación obediente de la
forja. No es extraño que desde las religiones
69
de Oriente o desde la búsqueda ecológica
haya quien se sienta atraído por sus edificios,
por sus jardines o por la infinidad de detalles
que nos ha legado.
Algunos han intentado encontrar respuestas
ocurrentes, unas veces esotéricas y otras disparatadas, al sentido de su obra, pero la solución más sencilla y evidente se encuentra en la
coherencia y autenticidad de su fe católica. La
obra de Gaudí tiene su fuente y origen en la experiencia de Dios, vivida eclesialmente desde
el acontecimiento de Jesucristo que es “el resplandor de su gloria” (He 1,3). Por eso es fácil,
como veíamos, establecer el paralelismo entre
sus realizaciones, especialmente en la Sagrada
Familia, y su itinerario espiritual. Entre la exuberancia y variedad de sus símbolos, reconocemos el fundamento cristiano que los sostiene.
1. La belleza de las piedras
“La Gloria es la luz, la luz da júbilo y el júbilo es la
alegría del Espíritu”
Fue el sacerdote, y más tarde obispo de Vic,
Torras i Bages quien ayuda a aportar la pro70
fundidad bíblica, teológica y eclesial a las intuiciones de Gaudí. Su talento de artista encuentra, en las palabras del pastor, el sentido a
su trabajo creador. Así, al labrar la forma en la
materia descubre que la inspiración es como la
luz divina que se esconde en ella. Esto se traduce en el aprecio por la materia que tiene en
la encarnación su motivo radical. Como si el
dinamismo del abajamiento de Dios también
llevara a decir que el Verbo se hizo, en alguna
medida, piedra. Como decía el obispo teólogo
y poeta: “No rechacemos la materia. No rechacemos aquello en lo que resplandece la luz
del sello artístico, que hasta las criaturas más
ínfimas de la creación, los elementos más simples, en manos del hombre inspirado, pueden
hablar a nuestro espíritu el lenguaje divino de
la belleza”.5
El arquitecto de la Sagrada Familia sabía que
la belleza tenía un poder provocador y atraía
hacia la bondad y la verdad, a la vez que hablaba de ellas. Sabía que su obra invitaba y
movía a la fe, que tras sus piedras se manifestaba una elocuencia que decía el Infinito. Que
5
Cardó, Carles, Doctrina Estètica del Dr. Torras i Bages, Barcelona, Ed. Catalana S-S., 1919, p. 150.
71
el Invisible se hacía visible en un terreno, la
obra de arte, en el que lo natural y lo divino
se acercaban. Dicho también por la palabra de
Torres y Bages, “la atracción que Dios ejerce
sobre la criatura racional se efectúa por medio del amor (…) El arte sirve para llevar a los
hombres hacia Dios, Amor sustancial de quien
proceden todas las cosas”.
Pero la belleza exige ser contemplada en profundidad; si no es así, se puede convertir en apariencia vacía, vanagloria en definitiva. Como
confiesa Dimitri Karamazov a su hermano
Aliocha en la novela Los hermanos Karamazov:
“la belleza es una cosa terrible. Por ella pelean
Dios y Satanás, y el campo de batalla es mi
corazón”. Por eso Gaudí tantas veces hacía de
guía a los visitantes para enseñar la hondura y
la profundidad escondida tras las estructuras
arquitectónicas y las figuras escultóricas.
2. La naturaleza como
Creación inspiradora
“La Creación continúa y el Creador se vale de sus criaturas; los que buscan las leyes de la naturaleza para conformar a ella nuevas obras, colaboran con el Creador”
72
La explicación profunda de las innovaciones
técnicas de su arquitectura, del extraordinario
despliegue simbólico de sus motivos y la capacidad expresiva de sus propuestas formales nace
de la conciencia íntima de sentirse un creador.
Como artista se siente prolongando una obra ya
empezada, que no solamente se trata de imitar
copiando, sino de ampliar en un proceso evolutivo hacia la plenitud. El acto creador de Dios
no está agotado, sino que se dilata en la acción
creadora de los seres humanos, de la cual los artistas son testigos. Desde el arte, Gaudí se siente parte del proceso evolutivo, que entiende en
clave de creación hacia la salvación. No es una
casualidad que el itinerario de los retablos de
la Sagrada Familia se articule como historia de
salvación según el esquema de creación (Nacimiento), pecado (Pasión) y salvación (Gloria).
“Este árbol cercano a mi taller, este es mi maestro”
Desde aquí consideraba a la naturaleza su
maestra. En la fecunda corriente del franciscanismo catalán, siente que en sus secretos
se esconden las estructuras más perfectas que
sirven de modelos a la arquitectura. Por eso
era un contemplativo constante y profundo
73
de ella, corrigiendo y ensayando de su mano.
La fachada del Nacimiento es una eclosión de
vida donde la piedra se anima para florecer en
vegetales o flores y cantar con pájaros que se
elevan al cielo a través de los árboles.
Siendo la naturaleza su tratado de inspiración,
recoge de ella las leyes geométricas de sus estructuras o los colores de sus imágenes. Consideraba que los mediterráneos han descubierto
mejor sus secretos porque cuentan con el don
de una luz inclinada que no es ni cegadora ni
apagada. A través de ella se desvela el secreto
de la armonía. Por eso en sus paseos le gustaba
llegar al mar, del que decía que era el doble del
cielo. Allí aprendía el sentido del color que
complementa a la piedra acercándola a la luz a
través de la forma.
“¡Esto es un canto a la naturaleza! Sí, eso, pero… ¡llámela Creación!”
Esta mirada gaudiniana es en el fondo una oración que busca tras la huella de Dios encontrar el sentido en el amor Creador. Por eso,
reclamaba a los admiradores de lo natural el
salto de la confesión. Pasar del fenómeno al
fundamento, de la criatura a su Creador.
74
3. Jesucristo, manifestación
del Invisible
“¡Mirando a Jesucristo: El sí que, por nuestro amor, se
hizo pobre de verdad!”
Gaudí va pasando de una visión filosófica de
la belleza a una visión profundamente cristiana. En esta dirección le ayuda especialmente
la teología paulina que descubre la referencia
a Cristo en todo lo creado. “El es Imagen de
Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las
invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los
Principados, las Potestades: todo fue creado
por él y para él” (Col 1,15-16).
La entraña cristológica de la realidad le permite hacer una lectura de la belleza y del arte referido a Jesucristo, como veremos en nuestro
recorrido en torno a la Sagrada Familia. Todo
conduce a Cristo. La ternura y la fiesta de Cristo encarnado, el dolor sufriente de Jesús crucificado y el gozo eterno de su manifestación en
Gloria. Ahora el icono es Cristo y en él está la
puerta. Sólo así cabe interpretar la ilusión del
75
arquitecto cuando le fue encargado el misterio
de Gloria de Montserrat. Representar al Señor
Resucitado en la mañana de Pascua era un reto
profundo a su fe. Se trataba de poner en piedra
la visión paulina de una creación que ansiosa
espera la recreación plena (cf. Rm 8,19-24).
Lástima que el intento quedará parcialmente
frustrado y la obra fuera encomendado a un
discípulo, con dimensiones y criterios mucho
más simples.
El parque Güell también da cuenta de esta
pretensión del artista; así la subida al monte
de este jardín es, en el fondo, un camino espiritual. Se comienza con la razón mítica, en la
entrada, para luego pasar por la contemplación
de la naturaleza hasta la cima de la cruz. Sólo
allí, en la presencia de Cristo, se alcanza el
verdadero encuentro entre el cielo y la tierra.
Allí el arte en la máxima simplicidad de una
cruz desnuda alcanza su definitiva elocuencia.
4. Cuando la arquitectura
muestra la Trinidad
“Todo aquel que lo lea, hasta los incrédulos, entonará un
himno a la Santísima Trinidad”
76
Nuestro recorrido por la belleza nos lleva desde la cruz a la Trinidad. Cuando Gaudí busca
traducir a las formas arquitectónicas el misterio de la fe, procura conjugar la inspiración
orante, las posibilidades simbólicas y la pericia
técnica. Esto le obliga a pensar y repensar sus
propuestas madurándolas y cuestionándolas
desde su mirada creyente. La Trinidad, como
culminación de la revelación de Dios, se convierte en el reto más insondable para expresar
la profundidad del amor. Para el arquitecto, la
superficie alabeada denominada “paraboloide
hiperbólico” se convierte en la plasmación
geométrica y mecánica que expresa este misterio. Lo peculiar de esta forma, que se parece
a la ondulación de una silla de montar, es que,
siendo una superficie curvada, se constituye
por líneas rectas. Así, tres líneas rectas infinitas no paralelas generan en su movimiento la
forma. Dos de ellas, el Padre y el Hijo, son las
directrices; mientras que la tercera es el Espíritu, que en su movimiento al desplazarse por
las otras dos genera la forma geométrica.
Es como si la forma geométrica escondiera
la huella de su Creador. Como si la materia
hablara el lenguaje de su Dios. O como de77
cía Juan de la Cruz: “Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura, y, yéndolos
mirando, con sola su figura, vestidos los dejó
de hermosura”. En este caso, serán las líneas
geométricas las que reciban simbólicamente
las dimensiones del Dios tripersonal.
Vayamos a otra pista trinitaria. En las torres
figuran helicoidalmente colocados, de tres en
tres, los Sanctus, Sanctus, Sanctus. Gaudí señala que el primero está dedicado al Padre y su
color será el amarillo de la luz; el segundo en
naranja estará dedicado al Espíritu Santo; y el
tercero, en rojo, estará dedicado al Hijo. Precisa el artista creyente que el segundo es el Espíritu como comunicación del amor del Padre
y el Hijo, y su color es la mezcla de los que
representan a las otras dos personas trinitarias.
Este canto orante en piedra y color que sale a
la calle, tiene en la liturgia interior su fuente, y
su testimonio realmente no es sino una confesión destinada al Amor fundante que baja hasta nosotros en Revelación, retornando luego
en ascenso de alabanza. Como si las piedras
cantaran a su Dios.
Tercera parte
LA SAGRADA FAMILIA
Desplegamos esta tercera parte en dos catequesis. La primera se centra en el significado
de la Sagrada Familia como templo para
reunir a la comunidad en la liturgia de alabanza. La segunda se centra en la actualidad de la Sagrada Familia como modelo
para las familias, la Iglesia y la sociedad.
Catequesis sexta
EL TEMPLO DE LA
SAGRADA FAMILIA COMO
ALTAR, CASA Y TESTIMONIO
La Sagrada Familia no sólo forma parte del perfil urbano de Barcelona, sino que de la mano
de Gaudí se convierte en una obra emblemática que atrae diariamente a miles de personas
de todos los pueblos del mundo.
Aunque el arquitecto fue tomando conciencia
progresiva de la importancia de su misión, lo
que no podría sospechar es que su proyecto
tuviera la significatividad y la resonancia creciente que actualmente tiene. Aquella inspiración que le venía de Dios se convierte verdaderamente elocuente y proféticamente actual.
81
Así, el templo expiatorio es casa, altar y testimonio para muchos que vienen o vendrán a él.
1. Un templo para convocar, mostrar
y celebrar la fe
“Un templo, la única cosa digna de representar el sentir
de un pueblo, ya que la religión es la cosa más elevada
en el hombre”
Como dice Benedicto XVI, “cuando la fe, especialmente celebrada en la liturgia, se encuentra
con el arte, se crea una sintonía profunda porque ambas pueden y quieren hablar de Dios,
haciendo visible al Invisible”.6 El templo de la
Sagrada Familia, en la estela de las antiguas
catedrales románicas y góticas, es un ejemplo
elocuente de esta síntesis.
La fe cristiana plantea una transformación en
el concepto del templo de piedra, antiguo lugar sagrado del sacrificio. El nuevo templo es
Jesucristo, que es el amor de Dios derramado
sobre los seres humanos. Él con su vida es el
templo nuevo y vivo. Nosotros estamos “edificados sobre el cimiento de los apóstoles y pro6
82
La Catedral desde la arquitectura románica a la gótica, el trasfondo
teológico, Audiencia general, 18 noviembre 2009
fetas, siendo la piedra angular Cristo mismo”
(Ef 2,20). Por eso, el templo cristiano es para la
celebración litúrgica, por la cual se convierte
en un espacio de paz y reconciliación donde a
través de la Eucaristía, Dios abraza en Cristo
al mundo por medio de la Iglesia reunida.
El templo cristiano salió de las catacumbas y
de las casas (Domus ecclesiae o Domus Dei) para
convertirse en basílica. Las más sencillas, con
una sala rectangular cubierta de madera, fueron creciendo en tamaño así como variando en
forma y materiales, especialmente en Oriente
donde aparecieron mosaicos, frescos y cúpulas definiendo lo que sería el arte bizantino.
Antonio Gaudí decía: “yo he ido a tomar la
arquitectura allá donde la dejó el estilo bizantino”. Así, el templo de la Sagrada Familia se
presenta como una gran montaña de piedra
para el acercamiento a Dios en una verticalidad marcada por las doce torres que representan a los Apóstoles y los seis cimborrios que
representan a Cristo, el de más altura, a María
y a los cuatro evangelistas. Esto implica que
el simbolismo se desplaza también a la arquitectura y cada elemento de la estructura forma
parte de una finalidad significativa. Un peque83
ño detalle, la altura máxima será un poco más
baja que Montjuïc, y así la obra del hombre no
rebasara la de su Creador.
Esta estrecha relación de la Sagrada Familia
con los orígenes de la arquitectura cristiana
también incorpora el período de las catedrales
románicas y góticas, que a partir del final del
siglo X y desde la tutela monacal comienzan
a extenderse. El hecho de que abundaran más
las imágenes tuvo en su origen una intención
catequética y así algunos elementos del interior salen al exterior en sus portales. De esta
forma, en el románico se subraya que Cristo es
la puerta que lleva al cielo; mientras que en los
portales góticos los motivos se diversifican y
los temas bíblicos y teológicos se multiplican
aportando un fuerte simbolismo. Esta salida
del retablo a la calle es una de las líneas de
continuidad con la Sagrada Familia. Pero en
este caso, la novedad procede de que las tres
portadas realizan una catequesis global que,
desde Cristo encarnado, crucificado y glorioso, contempla el misterio de Dios y desvela el
rostro del hombre hasta convertirlo en compromiso moral.
84
2. La Iglesia como casa
y familia de Dios
“La Iglesia se sirve de todas las artes, tanto del espacio
(arquitectura, escultura, pintura, orfebrería,…) como
del tiempo (poesía, cantos, música,…). La liturgia nos
da lecciones de la más depurada estética”
En medio de las divisiones y los encuentros, los
retos y las amenazas de nuestro mundo, la Iglesia
se ofrece como casa para la familia de Dios convocada por su amor para toda la humanidad.
El templo es la casa donde la Iglesia celebra la
liturgia. Así la arquitectura y todas las artes se
ponen al servicio de la celebración. El interior
del templo se orientará principalmente a ella.
La nave central estará constituida como un
bosque plantado frente al trono de Dios. Las
columnas, representando las diócesis del mundo, recordarán la arboleda del Apocalipsis y la
visión del profeta: “Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de
todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses
producirán nuevos frutos, porque el agua sale
del Santuario. Sus frutos servirán de alimento
85
y sus hojas de remedio” (Ez 47,12). El altar mayor, donde se consuma la presencia de Cristo,
será visible ante todo el Pueblo de Dios y allí
convergerá espontáneamente la atención de la
asamblea de fieles.
Por ello, Gaudí cuando explicaba la Sagrada
Familia a los visitantes les contaba imaginativamente cómo se celebraría el culto a Dios en ella.
Las ceremonias solemnes convocarían a toda la
Iglesia diocesana que vendría desde los distintos lugares de oración y celebración a este gran
espacio donde, con el obispo en la cátedra, los
sacerdotes rodeándole, el pueblo reunido celebraría la liturgia entre el cielo y la tierra.
La luz, generosa e intensa, encima del altar proviene de los grandes ventanales del cimborrio,
iluminando el gran crucero, desde el que se contemplaría como visión principal la Santísima Trinidad. A la vez desde los ventanales del ábside,
del crucero y las naves, se ofrece una luz armoniosa y moderada hacia el bosque de columnas.
Desde allí las vidrieras muestran sus colores y sus
representaciones a la asamblea reunida.
Mientras, la schola cantorum ubicada en las gradas escalonadas en lo alto, desde los triforios,
86
canta la alabanza que es armonizada por los
órganos y alegrada por el sonido de las doce
torres con sus campanas. Así, la voz de la liturgia se hará oír desde toda Barcelona, con los
variados sones del carillón gigante que forman
los distintos tipos de campanas tubulares, con
tubería de órgano o normales.
La Iglesia convertida en fiesta celebra, como
en la Jerusalén celeste, la unidad de la familia
de hermanos en torno a su Dios. Desde ella se
ofrece como signo y sacramento de unidad a
la ciudad de todos los pueblos.
3. El sentido de la expiación
“El templo de la Sagrada Familia es expiatorio. Esto
significa que ha de nutrirse de sacrificios”
El sentido de la expiación tiene que ver con
la forma cómo está siendo edificado el templo. La construcción no consiste únicamente
en levantar un edificio, sino que el camino de
edificación tiene que ser coherente son su finalidad. No se puede construir de cualquier
manera. No se trata ni de una cuestión técnica
ni económica. Para celebrar en el templo la
87
Eucaristía de la reconciliación en Cristo, hay
que construir un camino de perdón, y cada
piedra se puede convertir no tanto en un objeto que se arroja, como en una ofrenda generosa y disponible para el perdón.
Por eso, la Sagrada Familia es un templo expiatorio; pero ¿qué quiere decir esto? Realmente
esta palabra merece una explicación. El punto
de partida, como siempre, es mirar a Jesucristo.
Él con su entrega de amor viene a trastocar el
sentido antiguo de la expiación. No sólo Dios
no exige la sangre de un inocente por los pecados de los culpables, sino que nos da la vida
de su Hijo para destruir el pecado y recrear
nuestras relaciones con Él y con los hermanos.
La expiación es el sacrificio de amor del Hijo
que nos trasforma en hijos y hermanos.
“La vida es amor y el amor es sacrificio. El sacrificio es
lo único realmente fructífero”
Por eso, Gaudí plantea la construcción como
si fuera una ofrenda para recrear el amor. Así,
coloca en las columnas de los ventanales de los
muros laterales el paralelismo de las tres ofrendas de los reyes sabios venidos de Oriente que
eran oro, incienso y mirra como tres ofrendas
88
expiatorias necesarias para edificar el templo:
limosna, oración y sacrificio. Se trata de un camino de perdón activo y pasivo. Y lo cierto es
que él predica con el ejemplo; así, cuando se
hace necesario parar las obras con motivo de la
crisis económica originada por la primera guerra
mundial, él mismo sale a mendigar. No se trata
sólo de levantar un templo, sino de asumir una
dinámica personal, comunitaria y social de sacrificio de amor. Una camino de expiación ante
el poder del pecado, de la violencia, del mal en
definitiva. Esto lo entendió perfectamente su
amigo, el poeta Joan Maragall, cuando escribió
para apoyar la campaña de recogida de fondos
su famoso artículo: ¡Una gracia de caridad!
4. Una catequesis en piedra
sobre Jesucristo
Gaudí nos invita en la tradición de las viejas
catedrales a realizar una meditación sobre Jesucristo a través de las imágenes que se concentran en los tres grandes acontecimientos de
la Encarnación, la Pascua y la Glorificación. La
novedad de nuestro recorrido es que fijará la
mirada esencialmente en el Señor como clave
89
de interpretación de la riqueza simbólica de
las estructuras arquitectónicas y los grupos escultóricos. Esta concentración en Jesús evitará
que nos perdamos en detalles siempre tan elocuentes pero desprovistos de sentido sin esta
perspectiva.
“Erigir un pesebre tan grandioso y tan espléndido, que
no pudiera ser considerado como el de una sola familia
sino el de toda la ciudad de Barcelona”
La portada del nacimiento representa la aparición de la Gracia en el nacimiento de Cristo.
Cuando contemplamos este pórtico nos parece asistir a una inmensa fiesta donde la alegría
se desborda en palmas, plantas y aves. Parece como si toda la naturaleza se revistiera de
gozo en una perturbación primaveral en pleno
invierno. Si es posible dar Vida a las piedras,
aquí tenemos una realización. Vemos cómo
las piedras cantan y danzan en la alegría de
unas formas que más que el peso de la gravedad, recuerdan la solemnidad vibrante de un
Paraíso anticipado. Si las piedras pueden expresar la vida, es que ya la Vida es distinta y
nueva, sembrada de algo eterno en su finitud,
una misteriosa ternura en su rigidez y una vi90
bración exultante en su quietud. Las piedras
en su limitación tienen el don de permanecer.
Cuando la mirada se centra y desciende por el
ciprés hasta el pelícano, descubre el nombre
de Jesús; y tras pasar por la coronación de María, se detiene en la Anunciación para llegar
al Nacimiento siguiendo la estrella, corazón
temático del portal. La composición del grupo
protagonista, colocado en el capitel central, es
de gran simplicidad. El Niño, alzado del pesebre, aparece insignificante en la inmensidad
de piedra, hasta puede pasar inadvertido. Sin
embargo, su lugar es central, mientras María y
José le ofrecen su protección en actitud orante. Como si se tratase de una invitación a arrodillarnos para contemplarle y así poder cruzar
la puerta que conduce al templo. El pequeño
nos muestra su desnudez confiada que descansa en las manos de la Madre, que ligeramente
lo alza como para mecerlo, aunque en el fondo es para mostrarlo. Ella, inclinada, parece
no tener rostro, como si toda su faz estuviera
ya grabada en el pequeño. José se inclina con
las manos extendidas y vueltas hacia al niño,
para ayudar, pero con la suficiente distancia
como para no despertar el Misterio. A cada
91
lado, la mula y el buey, rodeándolos un grupo
de ángeles músicos que nos hacen una llamada desde lo alto: “Jesus est natus. Venite adoremus”.
Los que escuchan este llamamiento pueden
entonar, también ellos, el mensaje de la noche
navideña: Gloria in excelsis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis.
“En contraste con la del Nacimiento, decorada, ornamentada, turgente, la de la Muerte es dura, pelada, como
hecha de huesos”
La meditación en torno a la segunda fachada
se ha de centrar en Jesucristo, ya que es Él el
único protagonista. Gaudí estructuró y dibujo
la fachada de Poniente después de la grave enfermedad que le tuvo apartado varios meses y
que le adentró en una profunda experiencia de
asociación a la pasión del Señor acompañado
por los textos de san Juan de la Cruz.
Esta opción de resaltar plásticamente el dramatismo supone lucidez creyente, ya que la
contemplación del amor entregado de Cristo
supone reconocer en él al que carga con el pecado y el dolor de un peso y una intensidad
tal que, sobrepasando la dimensión personal,
tiene una densidad colectiva que procede de
92
unas cadenas que esclavizan a toda la humanidad. La fuerza dramática procede del “por
nosotros” de su amor que carga con el mal que
impide la realización del proyecto del amor.
En este sentido, la parte baja de la fachada es
una variación del Vía crucis dispuesto como el
ascenso a un monte, que recuerda la senda que
dibujó Juan de la Cruz para subir al CarmeloCalvario. Como si las estaciones propusieran
un camino espiritual de ahondamiento en el
misterio del amor de la mano del Jesús sufriente. Esta fachada se completa con la representación del Cristo resucitado, que no está representado en piedra. Como si para esta irrupción
de novedad y esperanza sólo la luz y el color
pudieran dar forma a la existencia transfigurada y gloriosa del Vencedor del pecado y la
muerte. Se trata de una vidriera donde la trasparencia es protagonista en la rosa del gran
ventanal central del crucero. Tanto desde fuera como desde dentro se puede contemplar
al Resucitado, que se hace a la vez presencia
sacramental y eclesial en el interior y anuncio
y misión de esperanza en el exterior. Culmina
la fachada de Poniente el Cristo en Ascensión
que desde lo alto del puente entre las cuatro
93
torres-campanario prepara para la contemplación de la fachada de la Gloria.
“Es una obra que está en las manos de Dios y en la voluntad del pueblo. El arquitecto viviendo en el pueblo y dirigiéndose a Dios, va haciendo su trabajo. La Providencia,
según sus designios, es la que lleva la obra a término”
Es toda una señal significativa que ésta sea la
única fachada que queda pendiente y en la que
se concentran diferentes dificultades urbanísticas para su realización. Como si las pruebas
de la construcción se correspondieran con las
pruebas de la vida, o como si el acceso y la
visión de la Escatología no sólo fuera la última
sino la de representación más difícil de imaginar en este entretiempo de la historia y la eternidad. Es ésta una perspectiva muy sugerente
en un templo cuya construcción representa
una trayectoria temporal que fácilmente superará los ciento cincuenta años. Pero en este
caso la contemplación tendrá que ser imaginativa e interior. Lo que en este momento supone
una cierta ventaja, ya que se asemeja a nuestra
perspectiva creyente sobre la consumación del
tiempo. Ya que “pues ahora vemos de un modo
oscuro, como en un espejo” (1Co 13,12). La fa94
chada que ahora no vemos se convierte en bella
parábola del plan de Dios: “he aquí, yo hago
nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).
95
Catequesis séptima
LA FAMILIA DE NAZARET
COMO REFERENCIA
ESPIRITUAL
“Hacer del mundo una familia, de cada familia un
Nazaret” (Sant Josep Manyanet)
En el origen del proyecto del templo de la Sagrada Familia hemos de señalar la intuición de
san Josep Manyanet que, con su testimonio,
sus fundaciones y sus escritos, proponía volver
a Nazaret. Este apostolado intentaba abordar
la situación social y espiritual devolviendo a
la familia su dignidad según el modelo de la
familia de Nazaret.
97
La semilla de esta inquietud se grabó especialmente en el librero Josep María de Bocabella,
que presidía la Asociación de Devotos de San
José. Así, después de un viaje a Roma, donde
habían regalado al Papa una imagen de la Sagrada Familia, y tras pasar por Loreto, le vino la
idea de reproducir en Barcelona la Santa Casa
que estaba en la basílica italiana. Haciendo así
resonar las palabras del Padre Manyanet:“la
Casa de la Sagrada Familia es morada de paz y
de verdadera alegría. Aquí se te enseñará y encontrarás lo que quieres y desea tu corazón”.
Después de una serie de intentos fallidos, a finales del año 1881 por 171.000 pesetas de la
época se compraba un solar ubicado entre las
calles de Mallorca, Marina, Provenza y Cerdeña en pleno Ensanche de Barcelona. La idea
era edificar un templo-catedral dedicado a Jesús, María y José.
“Iglesia expiatoria… para mayor honra y gloria de la
Sagrada Familia” (Obispo Urquinaona, en la celebración en que se puso la primera piedra del
templo)
El día de san José del año siguiente el obispo
Urquinaona puso la primera piedra, y en este
98
momento el proyecto comenzó su larga andadura. Tras unos primeros planos, y con la
cripta iniciada, el arquitecto Francisco de Paula de Villar dimite por algunas discrepancias
técnicas con Joan Martorell, asesor de Bocabella en los asuntos del templo. En este momento entra en escena Gaudí, que el día 3 de
noviembre de 1883 recibe el encargo de ser el
arquitecto del templo expiatorio. Así, hasta su
muerte, 43 años después, fue fiel a esta misión
de construir un templo para la familia de todos
los pueblos.
1. Volver a Nazaret
“Todos necesitamos volver a Nazaret para contemplar
siempre de nuevo el silencio y el amor de la Sagrada
Familia, modelo de toda vida familiar cristiana” (Benedicto XVI)
En aquel tiempo convulso, la Sagrada Familia de Nazaret se presentaba como modelo de
unas nuevas relaciones que tiene en el amor de
Dios su fundamento. El hecho de que ya en la
cripta tengamos el relieve del escultor Josep
Llimona como retablo del altar central y los
siete altares absidales dedicados a la Sagrada
99
Familia de Jesús resalta hasta que punto en la
base del templo contamos con esta inspiración. Como decía José Manyanet, el apóstol
de la Sagrada Familia: “Figurémonos estar en
la Casa de Nazaret en compañía de Jesús, María y José, oyendo sus palabras y observando
sus acciones, y que con paternal cariño dicen a
cada uno de nosotros: “Si quieres agradarnos,
no dejes de copiar en ti lo que nosotros decimos y hacemos”.
El sentido de volver a Nazaret nos lo explican
estas palabras de Benedicto XVI: “La Sagrada
Familia de Nazaret es verdaderamente el “prototipo” de cada familia cristiana que, unida en
el Sacramento del matrimonio y alimentada
de la Palabra y de la Eucaristía, está llamada a
llevar a cabo la estupenda vocación y misión
de ser célula viva no sólo de la sociedad, sino
de la Iglesia, signo e instrumento de unidad
para todo el género humano”7.
Gaudí comprende que el templo y su proceso
de edificación están al servicio de este empeño
que supone un programa de vida y de construcción social basado en el amor familiar, concreto e histórico de Jesús, María y José. O dicho
7
Angelus, Fiesta de la Sagrada Familia, 31 diciembre 2006
100
en palabras del padre Manyanet: “Por medio
de la contemplación del misterio de Nazaret,
Jesús desea instruirnos y consolidarnos en la
verdadera virtud y perfecto amor de Dios, ya
que para eso vino al mundo y se ha dignado
formar parte de esta Familia, la cual debe ser
el modelo de todas las demás”.
Así pues, el templo será, en definitiva, un
monumento al Amor. Su carácter expiatorio
mostrará el sentido de la gratuidad que se manifiesta en una fidelidad sin límites. El sí de
María a la voluntad de Dios y la tutela fiel de
José permitirán que el Niño, engendrado y de
la misma naturaleza del amor del Padre, crezca en esta historia rodeado de un amor sano,
fuerte y libre forjado en las decisiones de disponibilidad y entrega.
Nazaret se presenta así como un hogar y una
escuela para aprender el amor esponsal, la maternidad y la paternidad y el sentido profundo
de ser hijos y ser hermanos. La casa de Nazaret se nos muestra como el primer templo y la
primera iglesia.
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2. El matrimonio, primera piedra de
la sociedad
“El “sí” personal y recíproco del hombre y de la mujer
abre el espacio para el futuro, para la auténtica humanidad de cada uno, y al mismo tiempo está destinado al
don de una nueva vida” (Benedicto XVI)
Gaudí tiene una experiencia fundante del amor
matrimonial. Su debilidad física marcada por
el dolor temprano que el reuma le provoca en
las articulaciones, vendrá compensada por los
cuidados de Antònia, su madre, atenta a aliviar
el sufrimiento de su hijo menor. Las atenciones de Francesc, su padre, le acercan al mundo del trabajo; así, el joven Antonio ayuda en
pequeñas tareas en el taller de calderería de su
progenitor.
Esta referencia de la infancia marcará la comprensión de la familia humana vinculada a la
experiencia de Dios. La trinidad terrenal de Jesús, María y José a la que se dedica el Templo
tiene en el fondo un modelo trascendente que
es la Trinidad divina que se manifiesta en su mayor hondura en el interior. La encarnación del
Hijo será el punto de encuentro de la verticalidad divina y la horizontalidad humana que en102
cuentran en el templo toda su significatividad.
Un templo que desde Nazaret invita a la Gloria
como se desarrolla la misma construcción del
edificio en sus diferentes pórticos.
Así pues la Sagrada Familia se convierte en una
invitación a edificar el amor desde el sí de los
esposos que es “la primera piedra de la construcción de una sociedad”. Así, en la alianza
conyugal del hombre y de la mujer se especifica la vocación al amor que surge del ser humano creado como imagen de Dios.
Nos hacemos semejantes a Dios en esta experiencia del amor que sale de sí para darse en
libertad. El amor está en el principio, y el matrimonio está en el fundamento de la familia y de
la vida social. Esta perspectiva cambia al mundo
que se redimensiona frente a los intereses económicos que usurpan el verdadero fundamento
de lo auténtico y definitivo, y lo coloca ante la
hondura que le da un sentido y una esperanza
que tiene en Dios su origen y su meta.
3. La casa como hogar
“En la familia, cada persona, ya sea el niño más pe103
queño o el familiar más anciano, es valorada por lo que
es en sí misma, y no es vista meramente como un medio
para otros fines” (Benedicto XVI)
“El nacimiento del Niño la noche de Belén dio
comienzo a la familia… La solemnidad de Navidad y, en su contexto, la fiesta de la Sagrada
Familia, nos resultan especialmente cercanas y
entrañables, precisamente porque en ellas se
encuentra la dimensión fundamental de nuestra fe, es decir, el misterio de la Encarnación,
con la dimensión no menos fundamental de
las vivencias del hombre…, la familia” (Juan
Pablo II, Homilía en Loreto, 8 noviembre 1979)
Hoy ciertamente muchas familias están rodeadas de graves dificultades para realizar su
proyecto. El trabajo se hace un bien escaso,
la posibilidad de la vivienda se complica, incluso muchos tienen que emigrar de su tierra
y de sus lazos familiares. Aquí también la Sagrada Familia va por delante cuando tuvo que
afrontar la exigencia del censo en la hora del
nacimiento de su hijo, vivió la falta de casa
con la inseguridad que supone, y soportó la
emigración obligada e incluso probablemente
padeció la inseguridad laboral.
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Sin embargo, las dificultades no agotan el
amor. A través de apoyo mutuo, los esposos
aprenden cotidianamente la renuncia a su propia individualidad, los hijos reciben la garantía
de un amor fiel en el que crecer, los hermanos
aprenden a compartir en reciprocidad y los
mayores ayudan, a la vez que son cuidados.
Esta trama de relaciones familiares es la herencia sobre la que se construye la persona que
aprende el amor en libertad y la apertura a las
necesidades de los otros.
Así, la familia es el antídoto más poderoso
contra el individualismo, el ámbito más estable para abordar los retos de la vida y la experiencia de gratuidad donde se reconoce de
forma más elocuente el amor absoluto que nos
funda. El hogar de Nazaret trasparenta y refleja el amor de la Trinidad divina, que es la fuente de toda experiencia comunitaria y social de
los seres humanos.
4. La familia como iglesia doméstica y
como impulso de compromiso social
“La familia y la Iglesia, en concreto las parroquias y las
demás formas de comunidad eclesial, están llamadas a la
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más íntima colaboración en esa tarea fundamental que
está constituida, inseparablemente, por la formación de la
persona y la transmisión de la fe” (Benedicto XVI)
La familia cristiana se vive en un dinamismo de
comunión que le abre a ser iglesia más allá del
territorio de sus relaciones de proximidad. Al
saberse fundados en un amor que les trasciende, como la casa de los primeros cristianos,
la familia acoge y sale de sí para participar de
la comunidad cristiana, de la parroquia. Si el
núcleo familiar se aísla, corre el peligro de no
garantizar la transmisión de la fe y no ofrecer
a sus miembros la fuente, que en la Palabra y
la Eucaristía, sostiene su unidad.
Las familias cristianas necesitan comunidades
acogedoras que puedan acompañarlas en las
peculiaridades de cada situación. Pero a la vez,
las parroquias necesitan familias que creen una
trama de comunión que pueda ser ámbito de
crecimiento para las generaciones que vienen
detrás. Esta sintonía mutua exige la disponibilidad de todos y esfuerzos renovados y creativos para atender las necesidades cambiantes y
las dificultades siempre nuevas, especialmente
para los más jóvenes.
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La vida familiar lejos de encerrar, potencia
el crecimiento de la conciencia social de los
miembros, que comprenden que los problemas sociales les afectan y que las situaciones y
personas más desfavorecidas suponen una invitación a dar lo que han recibido. Un hogar
acogedor y comunicativo, capaz de relaciones
sanas en crecimiento, es el mejor formador del
compromiso social. La caridad cristiana como
desbordamiento en el amor de Dios siempre
encuentra caminos de generosidad desde las
peculiaridades de cada uno de los miembros
de la familia.
“La comunidad social, para vivir en paz, está llamada a
inspirarse también en los valores sobre los que se rige la
comunidad familiar” (Benedicto XVI)
Una sociedad que no cuida la protección de la
familia acabará por encontrarse con graves problemas de cohesión social. Sus ciudadanos, sin
la experiencia de las relaciones de crecimiento
en el amor, se verán desmotivados para el compromiso ético y para la construcción social. Por
eso, la mejor apuesta de una sociedad, más que
las estructuras, son las personas; y el desarrollo
de estas pasa por la instancia familiar.
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Cuando han pasado casi 130 años del inicio de
las obras del templo expiatorio, sigue teniendo actualidad la intuición que movió a aquellos creyentes: “ ¿Qué hacer para devolver a la
familia su dignidad, la paz y la tranquilidad?
No hay más que aficionarla a imitar el perfectísimo modelo de la Sagrada Familia, y de seguro se reformará, y reformada ella, quedará
saneada la sociedad”. Hoy tenemos, cada vez
más terminado, un símbolo elocuente que nos
recuerda este empeño.
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