Elias y las transformaciones contemporáneas

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Elias y las transformaciones contemporáneas
Elias y las transformaciones contemporáneas
ZERBINO, Mario Carlos -U.B.A.- [email protected]
Elias, Chartier y Garland.
Los modos en que cada época produce significaciones valorizadas ha sido una
preocupación para numerosos autores que han trabajado sobre lo social. Roger Chartier,
en particular, organizó su trabajo alrededor de estas preocupaciones.
Para este autor la división entre estructuras supuestamente objetivas y la
subjetividad de las representaciones es una falsa división que funcionó como obstáculo
en el desarrollo de la historia y en el de otras disciplinas del campo social, como la
sociología y la etnología. La vía que propone para superar este problema pasa por la
construcción de “esquemas generadores de sistemas de clasificación y de percepción
como verdaderas „instituciones sociales‟, incorporando, bajo la forma de
representaciones colectivas las divisiones de la organización social”, y citando a
Dupront afirma: “las primeras categorías lógicas fueron categorías sociales; las primeras
clases de cosas fueron clases de hombres en las cuales fueron integradas esas cosas”;
estas representaciones colectivas funcionan también como matrices de prácticas
constructivas del mundo social en sí: „Aún las representaciones colectivas más elevadas
no existen, no son verdaderamente tales sino en la medida en que ellas gobiernan los
actos‟ (Chartier: 1989; 56).
Chartier destaca la influencia de Elias sobre sus trabajos, considerando que para una
historia cultural concebida de este modo, y en oposición a las concepciones
hegemónicas que en la década del 90 gobernaban el campo de la historiografía, no es
posible considerar al individuo “en la libertad supuesta de su yo propio y separado, sino
en su inscripción en el seno de las dependencias recíprocas que constituyen las
configuraciones sociales a las que él pertenece”, en este sentido, la obra de Elias es
indispensable para pensar la historia cultural en oposición al “retorno a la filosofía del
individuo y a la primacía de lo político”, evitando determinismos estériles.
Elias avanzó en esa dirección, analizando los modos de interacción que se producen,
durante un prolongado período (siglos XII al XX), durante el que se verá la
transformación de lo temporal mismo junto con la aparición de nuevas formas sociales,
la de los Estados-Nación y, también, la de nuevas subjetividades, lo que nos permite
ubicar las transformaciones en los horizontes normativos existentes hasta ese momento,
con su correspondiente influencia sobre la agresividad y los modos de castigar.
El despliegue de nuevos controles que censuran la expresión de ciertos afectos,
regulan de un modo inédito la vida pulsional de las personas, incrementando las
exigencias de pudor, respeto y vergüenza, junto con el lugar que pasarán a ocupar los
escritos impresos, en la “articulación del reparto entre los gestos y los comportamientos
que son lícitos y los que no lo son o han dejado de serlo”, está en el punto de partida de
un nuevo tipo de urbanidad que constituye el horizonte mismo de nuestra época
(Chartier;1989: II). Precisamente en un momento en el que casi todas las predicciones
realizadas por los más importantes teóricos sociales parecen ser desmentidas por el
curso actual de los acontecimientos, sus aportes permiten pensar de otro modo los

Dr. en Psicología. Docente e investigador en la Facultad de Psicología de la U.B.A. Integrante del
Centro de Estudio Multidisciplinarios (C.E.M.).
ZERBINO, M. C. Elias y las transformaciones contemporáneas. In: SIMPOSIO INTERNACIONAL
PROCESO CIVILIZADOR, 11., 2008, Buenos Aires. Anais... Buenos Aires: Universidad de Buenos
Aires, 2008. p. 646-658.
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acontecimientos actuales y, particularmente desde el punto de vista de esta presentación,
aquellos fenómenos inéditos que tienen que ver con las nuevas formas de violencia y la
crisis del orden normativo occidental.
En este sentido, Garland señala algo que, sin dejar de ser cierto no deja de ser
parcial, porque para él, y compartimos casi en todo sus consideraciones:
“El lenguaje de la condena y el castigo ha retornado al discurso oficial y lo que se
presenta como la „expresión del sentimiento público‟ a menudo se ha impuesto a los
pareceres profesionales de los expertos (...) Esta adopción explícita de objetivos antes
desacreditados también ha transformado el discurso académico, más formal, de la
filosofía del castigo. La última ola de teoría normativa destaca los aspectos simbólicos,
expresivos y comunicativos de la sanción; de esta forma los filósofos comienzan a crear
argumentos a favor de las medidas retributivas que mejor expresan los supuestos
culturales e intereses políticos que moldean actualmente la práctica del castigo (...) Los
últimos desarrollos (en la cultura del control) producen perplejidad porque parecen
involucrar una repentina y sorprendente reversión del patrón histórico preestablecido.
Presentan una marcada discontinuidad que debe ser explicada. Los procesos de
modernización que hasta hace poco parecían tan bien consolidados en este ámbito principalmente las tendencias de largo plazo hacia la 'racionalización' y la
'civilización'- parecen ahora comenzar a revertirse. La reaparición en la política oficial
de sentimientos punitivos y gestos expresivos que parecen extraordinariamente arcaicos
y francamente antimodernos tiende a confundir a las teorías sociales actuales sobre el
castigo y su desarrollo histórico. Ni siquiera la lectura más inventiva de Foucault,
Marx, Durkheim y Elias sobre el castigo podría haber predicho estos desarrollos
recientes y, ciertamente, dichas predicciones no fueron realizadas (...) los dispositivos
institucionales que caracterizaron crecientemente el campo desde la década de 1890
hasta la de 1970, y que modelaron el sentido común de generaciones de autoridades
políticas, académicos y operadores ha sido recientemente sacudido hasta sus mismas
raíces".
Otra lectura posible de Elias
Sin embargo, disentimos en un aspecto con Garland, y una lectura diferente de
Elias permite inferir, sin grandes problemas, que las transformaciones contemporáneas
en las estructuras estatales e institucionales en general, y en las familiares y territoriales
en particular, sobre todo desde el punto de vista de las relaciones entre las clases
sociales, necesariamente producirían esa inversión que para Garland era imposible de
imaginar a partir de los trabajos de Elias. Del mismo modo, las transformaciones que se
producen en los vínculos temporales entre los diversos sectores sociales fueron de
importancia decisiva tanto en el prolongado período histórico que analiza Elias como en
las transformaciones que se están produciendo actualmente.
Desde un perspectiva histórica diferente a la de un evolucionismo ingenuo y
marcado por cierta creencia en las etapas de la historia, pensadas estas como
predeterminadas teleológicamente, es imposible comprender que es lo que las
investigaciones de Elias nos proponen: claramente, la posición de este autor, tanto como
las de Spierenburg, no son las de un evolucionismo ingenuo que va en dirección del
progreso, la paz y la felicidad. Nada más alejado.
En Teoría del Símbolo, obra inconclusa debido a la muerte de Elias1, podemos
encontrar elementos claros para pensar este problema, ya que en este trabajo (1989; 60)
1
Podrá cuestionarse todo lo que se quiera, desde el punto de vista de nuestros conocimientos actuales, la
teoría general del símbolo propuesta por Elias en este trabajo, pero hay ciertos aspectos y ciertas
intuiciones que en él se desarrollan que no pueden dejar de tenerse en cuenta.
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diferencia con claridad evolución de desarrollo, estableciendo que desde su punto de
vista utilizará la categoría de evolución para hablar de aquello que determina lo
biológico a través de los genes, y reserva la categoría de desarrollo para los procesos de
cambio y transformación que se producen a través de los símbolos, que son su
instrumento principal, pensándolos en un sentido amplio, e incluyendo tanto el
conocimiento como las normas de conducta y las sensibilidades, entre otros elementos
posibles, y ocupando el lenguaje un lugar privilegiado en estas transmisiones
intergeneracionales, lo que debería considerarse con más atención.
Puede disentirse con esta distinción que el autor establece, pero no puede
negarse que la misma existe y está claramente establecida. Más aún, no deja de resaltar
que esa distinción que propone podría parecer obvia hoy, pero era casi imposible de
establecer en el siglo XIX, cuando “aún no se había producido la decepción
traumática y seguía imperando la creencia en un progreso natural” (el resaltado es
nuestro). Esta decepción, señala, se va a producir mucho tiempo después, y todavía será
necesario mucho más tiempo para que se comprenda “que el orden social es un orden
sui generis” (Elias: 1989; 71).
Los procesos de desarrollo que se dan a lo largo de la historia de las diversas
sociedades humanas son reveladores de ese carácter sui generis que señala, ya que no
solamente presentan ciertas características de reversibilidad de carácter muy peculiar,
sino que además de no existir avances lineales simples, también se producen procesos
de desintegración y retroceso que, sin embargo, ni implican estrictamente un retorno
exacto al momento histórico anterior, sino que además, sobre las apariencias de un
retorno a ciertas formas de pasado se producen, bajo las coordenadas de nuevos tiempos
históricos, tiempos que ya no son los de antes:
“Su trayectoria de desintegración no les lleva necesariamente a la misma condición
exacta de la que venían. Un Estado en desintegración es improbable que vuelva a una
condición tribal. Puede conservar ciertas características de estabilidad. En vez de
transformarse en un grupo de tribus, puede transformarse, por ejemplo, en un grupo
mayor o menor de unidades de tipo feudal” (Elias: 1989; 72).
Estas referencias teóricas de Elias no pueden menos que llevarnos en dirección
tanto de los análisis de Deluze (1990; 1995) sobre el neofeudalismo contemporáneo,
como de los que realiza Slavoj Zizek (1998; 167-168) a propósito de la desintegración
de los Estados nacionales y el retorno aparente a lo étnico que, en verdad, no es un
verdadero retorno, en tanto está mediado por la lógica del mercado, establecida a escala
planetaria, con lo que se trata de otra cosa.
En efecto, tal como señalamos en una hipótesis desarrollada dentro de una
investigación referida a la clínica contemporánea (Zerbino: 2002), a lo que asistimos es
a la inversión y a la desarticulación del proceso que dio lugar a la producción del
individuo moderno.
En los comienzos de la modernidad, y con la aparición del Estado-Nación, se
crearon las condiciones para la estabilización de ciertas formas de pasaje de las
identificaciones primarias a las secundarias, siendo Hegel el primero que advirtió acerca
de las características centrales de este pasaje. Actualmente, y de la mano de la
disolución de los Estados nacionales, “con lo que hoy nos enfrentamos es con un
proceso inverso al de la temprana constitución moderna de la Nación; es decir, en
contraposición a la nacionalización de lo étnico –la des-etnicización- la superación
dialéctica (Aufhebung) de lo étnico en lo nacional-, actualmente estamos asistiendo a la
etnicización de lo nacional” (...) “Sin embargo, la cuestión fundamental aquí es que
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esta „regresión‟ de las formas de identificación secundarias a las „primordiales‟, a las
de identificación con comunidades „orgánicas‟, ya está „mediada‟: se trata de una
reacción contra la dimensión universal del mercado mundial, y como tal ocurre en ese
contexto, se recorta contra ese trasfondo. Por tal motivo, lo que hallamos en este
fenómeno no es una regresión, sino que se trata más bien de la forma en que aparece el
fenómeno opuesto: en una suerte de „negación de la negación‟, es esta reafirmación de
la identificación „primordial‟ lo que señala que la pérdida de la unidad orgánico
sustancial se ha consumado plenamente”. 2
En la misma dirección, y reafirmando una vez más el modo en que mostrábamos
que Elias pensaba estos problemas, el “retorno” de ciertas formas de violencia, el
“retorno” de una violencia que podríamos llamar destituyente3, una de las formas de
violencia que caracteriza especialmente a nuestra época. Es el “retorno” de una
violencia que emerge desregulada, a medida que las instituciones decaen en su
capacidad de producir lo simbólico. Ni violencia instituida ni violencia instituyente, se
trata de una violencia que no funda nada. Es el punto en el que el discurso cínico
embrutece y ciega el funcionamiento institucional, facilitando la tarea del canalla,
propiciando el retorno de una violencia que parece no poder ser simbolizada.4 (Zerbino:
1993 y 2003).
Y es también el “retorno” del canibalismo, pero un “retorno” que, nuevamente,
se caracteriza por tratarse de un canibalismo que no está mediado por ningún ritual de
carácter social, cultural o religioso. Se trata del retorno de un canibalismo que, en
verdad, en sus versiones estrictamente contemporáneas, nunca existió, pero que no
puede dejar de referirse a sus antecedentes antiguos, y que no tiene que ver solamente
con lo que se ha dado en conocer como el fenómeno del caníbal de Alemania, sino
también con el retorno del canibalismo en los campos de batalla y en los campos de
concentración del siglo XXI en África, Asia y Europa, y sobre los que trabajo tanto en
“Diversas formas de comerse a las personas” como en “Canibalismo y violencia”, por
lo que no me detendré sobre esto acá.
Tres cuestiones centrales del pensamiento de Elias.
Además de esta precisión necesaria con respecto a cómo concebía Elias el
problema de lo temporal en el transcurso de la historia, hay otras tres referencias que
han sido centrales para el desarrollo de nuestro propio trabajo de investigación sobre la
historia de las teorías del castigo en diversos campos del conocimiento, y el
2
Ver “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional”, Slavoj Zizek (1998),
páginas 167-168, en Estudios culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo. Grüner, Jameson y
Zizek, Paidós. En el mismo trabajo Zizek señala: “Hegel fue el primero en elaborar la paradoja moderna
de la individualización a través de la identificación secundaria. En un principio el sujeto está inmerso en
la forma de vida particular en la cual nació (la familia, la comunidad); el único modo de apartarse de su
“comunidad orgánica” primordial, de romper los vínculos con ella y afirmarse como un “individuo
autónomo” es cambiar su lealtad fundamental, reconocer la sustancia de su ser en otra comunidad,
secundaria, que es a un tiempo universal y “artificial”, no “espontánea” sino “mediada”, sostenida por
la actividad de sujetos libres independientes...”. (P.165).
3
Formas que Ëtiene Balibar (1997: 107) va a caracterizar de un modo cercano pero ligeramente diferente.
4
Este “retorno” de formas arcaicas que ocuparon lugares relativamente secundarios a lo largo de la
Modernidad, se realiza, también, en un contexto socio-cultural radicalmente diferente del anterior,
mediadas, ahora, por la extensión planetaria del mercado global y el discurso “científico”, articulado y al
servicio de la lógica neoliberal de mercado. En este sentido es interesante ubicar el modo en que se van
transformando en Occidente las relaciones con respecto a la agresividad, en un largo proceso que se inicia
en el siglo XII y que encuentra su punto culminante entre fines del siglo XIX y principios del XX, en
donde la referencia fundamental, tanto en este sentido como en otros, es Norbert Elías y su trabajo El
proceso de la civilización.
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pensamiento de los niños sobre el sistema de castigos en la escuela (Zerbino: 1996;
2000; 2007; 2008).
Estas investigaciones, relacionadas con la tesis “El niño con „problemas de
conducta‟ y el sistema de castigos en la escuela”5, se enfrentaron, en sus comienzos,
con serias dificultades que solamente pudieron resolverse a partir de considerar
seriamente los siguientes tres problemas que sostiene Elias:
1. Elias cuestiona a fondo la división de las diversas disciplinas científicas
heredada del siglo XIX, anticipándose en esto a Wallerstein (1995), aunque desde otro
punto de vista. Elias considera que las divisiones entre campos científicos es uno de los
problemas principales que tenemos para el avance en las investigaciones sobre lo
histórico, lo humano y lo social. Elias (1989: 55) va a llamar “academicismo” a ese
obstáculo formidable por el que los investigadores “proyectan la departamentalización
académica” y las rivalidades vinculadas a ella, a la materia de investigación
departamental”.
Es indiscutible la importancia histórica que ha tenido el establecimiento de
diversas disciplinas particulares y el desarrollo de investigaciones y especializaciones
bien delimitadas. Pero del mismo modo, es necesario señalar, junto con Elias y también
con Wallerstein, que esa vieja división heredada del siglo XIX no es adecuada para
muchos campos de investigación, y particularmente se viene mostrando inadecuada en
las últimas décadas, donde las nuevas indagaciones avanzan en las fronteras entre esas
viejas divisiones, tanto en el campo de lo social como en el de las demás ciencias.
Se trata de nuevos campos de investigación que “lejos de ser tan independientes
como quieren que sea los respectivos departamentos y profesiones académicas”
(Elias: 1998; 56), tienen articulaciones y vínculos que no respetan esas divisiones.
Confrontados e interpelados por estas cuestiones, a los investigadores se les presenta
una disyuntiva en la que deben tomar partido: o la fidelidad a la academia o la fidelidad
a la verdad que se produce a partir de su propio campo de investigaciones, y pone en
cuestión la estructura institucional de las ciencias heredada del pasado.
2. La segunda cuestión está en relación con un problema central que enfrentamos
en las investigaciones sobre el conocimiento de los sistemas de castigos y de su historia,
y tiene que ver con las relaciones entre sujeto y objeto al interior de los procesos de
conocimiento. Efectivamente, mientras el trabajo quedó atrapado en la dicotomía clásica
Sujeto de conocimiento-Objeto a conocer no fue posible avanzar demasiado porque,
como verificamos luego, estábamos frente a un “objeto de conocimiento”, el castigo (y
más precisamente el sistema de castigos y la institución milenaria del castigo, que son
tres cuestiones diferentes), que intervenían activamente en la producción misma del
“sujeto de conocimiento”, siendo, en muchos sentidos, su “objeto” y su “producto”.
De ahí que la formulación de Elias (1998:39) ha sido central para resolver este
impasse en el que se encontraba la investigación:
“Las teorías del conocimiento cuyo núcleo central es una divisoria sujeto-objeto
muestran lo fácil que es aceptar una teoría que otorga a un doble de uno mismo lugar
prominente y con la que uno puede en consecuencia realmente identificarse. No es
difícil reconocer en el sujeto filosófico del conocimiento el Ego generalizado. La
tenacidad con la que se mantuvo la teoría del conocimiento sujeto-objeto durante
cientos de años como teoría dominante nos recuerda la constancia con que mantuvo
el predominio la teoría geocéntrica del universo”.
Este es un primer aspecto de esta segunda cuestión, pero además Elias lo vincula
con un segundo aspecto que también es central, y es la creencia de que la unidad de
5
Tesis de Doctorado desarrollada en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. 2005.
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conocimiento es el individuo (sujeto de conocimiento), señalando que “puede parecer
arriesgado (…) hablar de la humanidad como la unidad social de desarrollo del
conocimiento” (Elias 1998: 46), sin embargo, señala que hay razones de peso para
considerarlo así, y que solamente una perspectiva de largo plazo puede ayudar a
resolver el problema, mientras que lo habitual es el trabajo acotado al corto plazo o, a lo
sumo, al mediano plazo. Solamente la perspectiva del largo plazo, e inclusive de
períodos de tiempo aún más prolongados, permite crear “campos de visibilidad” sobre
tendencias que son invisibles de otro modo, pero esto no es así porque el trabajo de
largo plazo permita responder a las preguntas por los orígenes o por los inicios de nada.
Para Elias ese tipo de preguntas constituyen otro tipo de obstáculos para el trabajo de
investigación. No se trata entonces del problema de los orígenes sino del problema de
los procesos colectivos de producción y apropiación de conocimientos6.
Precisamente, en las investigaciones sobre la historia de las teorías del castigo y
el modo en que los niños lo piensan actualmente, no solamente fue necesario atravesar
las fronteras entre las diversas disciplinas (políticas, jurídicas, sociológicas,
criminológicas, pedagógicas, antropológicas, religiosas), y considerarlas desde sus
múltiples determinaciones y entrecruzamientos, sino que fue necesario indagar en el
largo plazo, comenzando por los primeros registros escritos existentes al respecto.
Efectivamente, la institución del castigo (en tanto que esta perspectiva de largo plazo y
que desbordaba las disciplinas particulares permitió comprender que el castigo, más que
un acto, un hecho o un sistema, es una institución, y tal vez una de las más antiguas, una
institución verdaderamente milenaria), no solamente atraviesa a todas las demás
instituciones sociales existentes sino que interviene activamente, como ya se señaló, en
la producción misma del sujeto de conocimiento.
3. Lo anterior no significa que Elias desconozca o no considere las dimensiones
individuales de estos procesos. Por el contrario, y aunque tal vez no lo formule
exactamente así, Elías aporta los elementos necesarios para pensar aquello que
llamamos individuo como una de las formas de subjetivación que han existido a lo largo
de la historia. Es esto lo que le permite sostener, entre otras cuestiones, que “La
expectativa de un tipo específico de explicación no se debe a una experiencia personal
de un individuo, sino a la experiencias colectivas de un grupo completo a lo largo de
varias generaciones” (1998:42). Y son ciertas “formas lingüísticas precisas”, las
preguntas que en cada momento es posible formular, las que indican los límites de la
reserva de conocimientos de una persona o de un grupo (1998:47). Pero por esta misma
razón es que una de las características de lo que llama período poscartesiano va a ser la
de un crecimiento inédito de unas formas de conocimiento que se consideran realistas
junto con “una animosidad innata contra el conocimiento que procede de la fantasía,
unida a una duda constante respecto a la existencia de algo independiente del
conocedor. Este es el gusano de la manzana de la modernidad”. (1998:49) (El
resaltado es nuestro). Y agrega que nuestras sociedades, así como producen de modo
rutinario más conocimiento que otras, a partir de instituciones científicas firmemente
instaladas y delimitadas, también producen serias dudas acerca de “los modos de
existencia que tienen los objetos de conocimiento independientemente de uno mismo”,
lo que va a estar en relación con que, además de producir nuevos conocimientos en
forma aislada e individual, “prestan poca atención a los problemas que se plantean si
se tienen en cuenta las condiciones sociales de producción de conocimiento”. Pero
desde un punto de vista que considere los procesos sociales y colectivos de producción
6
Por supuesto, además de Elias otros autores aportaron elementos en la misma dirección, principalmente
cabe mencionar a Pierre Bourdieu y a Michel Foucault, pero es innegable que sus trabajos también han
sido marcados por los antecedentes de Elias al respecto.
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de conocimientos, es indudable que ninguna experiencia individual permite la
construcción de ciertas nociones centrales de las ciencias y que, al mismo tiempo, no es
difícil, siempre desde el punto de vista de Elias, establecer los modos de transmisión de
experiencias ancestrales a lo largo de prolongados períodos de tiempo, y a través de las
generaciones y de las culturas, si consideramos los modos en que estas “experiencias
ancestrales pueden depositarse en los conceptos de un idioma” (1998:50).
LTI (Lingua Tertii Imperio)
Es muy claro como Elias ubica que así como los usos lingüísticos y los modos
en que las experiencias se depositan en la lengua permiten la conservación, la
transmisión y la producción de conocimientos a lo largo de prolongados períodos de
tiempo, también son los usos lingüísticos los que pueden producir las más fuertes
resistencias a la transmisión y producción de conocimientos. Podríamos decir más aún,
hay evidencias empíricas e históricas acerca de cómo esos usos intervienen activamente
en la destrucción misma de conocimientos.
Klemperer, un filólogo alemán fundamental para nuestros intereses, comienza su
libro, titulado LTI, La lengua del Tercer Reich, con una cita de Franz Rosenzweig: “El
lenguaje es más que sangre”.7 Durante todos los años en que fue sometido a trabajos
forzados y a duras condiciones de vida por el nazismo, este filólogo judío y alemán se
dedicó minuciosa y clandestinamente a registrar de qué modo se fue transformando la
lengua alemana y cómo estas transformaciones se relacionaban con la consolidación del
régimen nazi. Este trabajo detallado y preciso, llevado adelante a un alto costo personal
y con riesgo de su propia vida fue, al mismo tiempo, lo que le permitió sobrevivir a las
condiciones impuestas, conservando su vida y su dignidad, produciendo, además, un
trabajo único dentro de la enorme cantidad de escritos y análisis existentes sobre el
nazismo. En él demuestra lo contrario de lo que habitualmente se cree, sin caer en el
reduccionismo ingenuo de suponer que son solamente las palabras las que sostienen el
mundo. Pero su trabajo demuestra en detalle que el lenguaje de ningún modo es el
reflejo del Estado totalitario, por el contrario, es uno de los instrumentos principales de
su creación, y opera mediante la destrucción sistemática. Klemperer demuestra que los
medios más potentes que, en verdad, contaron a favor del nazismo en su lucha por la
producción de sentidos socialmente valorizados no fueron ni los grandes discursos de
sus líderes, ni los programas radiales, ni los masivos carteles de propaganda.
Indudablemente todo eso también existía, pero los efectos “más potentes (…) no los
conseguía nada que se captase mediante el pensamiento o el sentimiento conscientes. El
nazismo se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de
palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponía repitiéndolas
millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente”. Citando a
Schiller, cuando este señala que una lengua culta crea y piensa por uno, indica que esto
se ha interpretado solamente en su vertiente estética, pero para Klemperer (1975:31)
esto no es lo más importante porque el lenguaje no solamente “crea y piensa por mí,
sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi personalidad psíquica, tanto más cuanto
mayores son la naturalidad y la inconsciencia con que me entrego a él. ¿Y si la lengua
culta se ha formado a partir de elementos tóxicos o se ha convertido en portadora de
sustancias tóxicas? Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las
traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se
7
Víctor Klemperer (1881-1960) fue un filólogo judío que, a parir de 1933-35 permaneció en Dresde bajo
duras condiciones de vida impuestas por el nazismo, salvándose de la deportación por estar casado con
una mujer aria. Su libro, LTI fue publicado por primera vez en 1947 y sus diarios recién en 1995.
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produce el efecto tóxico”. Entre los muchos detalles del análisis que realiza sobre LTI
se destacan cuestiones como lo que denomina el entrecomillado irónico, el deber del
nombre propio no-propio, lo sub-humano, entre otras, ya que no se trata tanto de lo
que los nazis hayan inventado de nuevo sino de todo lo contrario: del empobrecimiento,
de la reducción, de la repetición, por la transposición arbitraria de jergas técnicas
incompatibles, que le permitían generar expresiones aparentemente científicas, las
metáforas deportivas, naturales y mecánicas, sin preocupación alguna por sus
contraposiciones, el uso excesivo y exclusivo de los superlativos y su prohibición para
el uso por otros, el exceso de siglas… Pero lo más notable es el trabajo de la lengua no
tanto sobre los alemanes que estaban convencidos de que el nazismo era lo mejor que
les podía pasar, sino entre sus víctimas: ellas también fueron progresivamente hablando
la lengua del tercer imperio8.
No desarrollaremos acá el lugar que le corresponde en nuestra propia
investigación sobre el sistema de castigos a la repetición infinita de la categoría “niño
con problemas de conducta”, ni la multiplicación de siglas con las que actualmente
pretenden nombrarse los presuntos trastornos de los niños contemporáneos, pero es
inevitable la referencia a cierta relación directa, a pesar de las diferencias y las
distancias obvias (Zerbino: 2008).
De los Manuales de urbanidad a los Libros de autoayuda
Tanto Elias como Spierenburg (1998) abren visibilidad sobre una serie de
aspectos vinculados con el problema del castigo y de las transformaciones en las
subjetividad que van más allá de las versiones funcionalistas, inclusive de aquellas que
pretenden inspirarse en el marxismo, y de las que podría esperarse una elaboración
menos reduccionista. Para Garland (1990: 262-263) las principales variables
consideradas por Elías en sus análisis de las transformaciones sociales y subjetivas
deben considerarse obligatoriamente en cualquier “descripción de la historia penal o en
la sociología del castigo”, ya que lejos de reducir el análisis de las transformaciones en
la sensibilidad y en el castigo a los cambios en la subjetividad, Elias considera que las
transformaciones psíquicas son parte de un proceso general de interacciones entre esas
transformaciones y los efectos de la lucha de clases, de las formas de organización
social e institucional, de la aparición de los Estados nacionales, del despliegue de la
sociedad mercantil. Según Elias (1936: 525):
“la estructura de las funciones psíquicas, los modos habituales de orientar el
comportamiento, están relacionados con la estructura de las funciones sociales, con el
cambio en las relaciones interhumanas”. Los períodos de transición son considerados
como períodos especialmente interesantes para el análisis en tanto “las antiguas pautas
son parcialmente inadecuadas y todavía no existen pautas sólidas nuevas. Los hombres
se sienten inseguros a la hora de orientar su comportamiento (…) En estas fases -y
quizás solamente en estas fases- los hombres ponen en cuestión gran parte del
comportamiento de generaciones anteriores que éstas consideraban absolutamente
natural. Los hijos inician su reflexión en el punto en que los padres la abandonaron:
comienzan a preguntar por las razones ahí donde los padres no veían razón alguna para
8
Al finalizar la guerra, Klemperer no estaba muy seguro de publicar nada de todo el inmenso material
que había reunido con tanto riesgo. Sobre el final de su trabajo cuenta que poco antes de la llegada de las
tropas norteamericanas se encuentra, casualmente con una trabajadora alemana a la que le pregunta por
qué razón había estado presa, y ella responde que la razón fueron ciertas palabras ofensivas (para el
Tercer Reich). Este acontecimiento lo decide: “Fue una iluminación para mí. Al oír esta frase lo vi todo
claro. Por ciertas palabras”.
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preguntar: ¿por qué hay que comportarse de una forma determinada aquí y de otra allí?
¿Por qué está permitido esto y prohibido aquello?”.
“El proceso de la Civilización” y “La sociedad de los individuos”, giran
alrededor del análisis de este largo ciclo histórico que culmina con la producción del
individuo, en tanto modo de subjetivación específico de las sociedades occidentales
contemporáneas. A través del análisis minucioso de abundante documentación histórica,
donde los manuales de urbanidad ocupan un lugar importante, Elias va a concentrarse,
también, en las transformaciones en las costumbres, en el uso de los orificios corporales
y en los cambios que se producen en el tratamiento de los fluidos. Así, pasan a lograr
carta de ciudadanía entre los objetos de estudio para la historia y las ciencias sociales el
modo en que se come, cómo se orina, qué se hace y cómo con los excrementos y con las
mucosidades, las actitudes hacia la sangre y la violencia interpersonal. Todas estas
cuestiones referidas a las regulaciones y desregulaciones sociales y psíquicas del goce
con respecto al cuerpo propio y al de los demás. En su detallada investigación Elias
utiliza con frecuencia los manuales de urbanidad, analizando sus ediciones sucesivas
para establecer de qué manera lo que en una generación era motivo de preocupación en
el comportamiento de los adultos de las clases más poderosas de la sociedad, en las
siguientes generaciones se va convirtiendo en un problema para la educación de los
niños y/o de las clases subalternas, y luego, generaciones después, desaparece de los
manuales, en la medida en que esos comportamientos han sido interiorizados y se han
vuelto “naturales”.
Según Garland, el de Elias es “un intento audaz e innovador” de historizar la
teoría del psiquismo elaborada por Freud y también, habría que agregar, son notables las
relaciones entre la obra de Elias y la de Piaget. En uno de sus trabajos más significativos
Elias analiza de manera minuciosa cómo se tiende a desarrollar un control cada vez más
estricto y minucioso de los movimientos corporales:
“En una primera etapa los movimientos del habla tienden a asociarse más estrechamente
con movimientos de las extremidades o de otras partes de la persona. En una etapa
posterior del mismo proceso, casi siempre se desaprueban los gestos estrepitosos y
efusivos. Se tiende a aislar los movimientos del habla” (Elias, 1986: 66).
Con numerosos ejemplos muestra como se produce este proceso, a través de situaciones
propias de la historia del deporte y de su evolución hasta nuestros días. Estos datos le
permiten producir una consideración teórica y metodológica que debería ser tomada
seriamente en cuenta para el desarrollo de cualquier investigación relacionada con el
castigo y con los conocimientos sobre lo social en general:
“Los psicólogos a menudo investigan las emociones de los miembros adultos de su
propia sociedad como si fuesen datos fisiológicos sobre los que no tienen efectos los
contra-impulsos inherentes a su estructura (la de la sociedad), que se manifiestan en la
forma de controles sociales aprendidos. No obstante, en sus inicios las emociones
humanas están estrechamente ligadas a los movimientos. Los bebés y los niños
pequeños son una clara prueba de ello. Sólo de manera gradual se activa el potencial
humano natural para la restricción, y solo cuando los contra-impulsos aprendidos se
interponen entre los impulsos emocionales y los órganos motores adquieren los
primeros la naturaleza de las emociones que se observan en los miembros adultos de las
sociedades, en las cuales un elevado nivel de restricción civilizadora constituye una
parte fundamental de la conducta social de la mayoría de los adultos considerados
„normales‟. Dudo que sea posible elaborar una teoría correcta de las emociones
mientras los psicólogos actúen como si su disciplina fuese una ciencia natural. No
se puede explorar adecuadamente aspectos como éstos en los seres humanos sin
654
una teoría del desarrollo social en general y de los procesos civilizadores en
particular” (Elias; 1986: 67). (El resaltado es nuestro).
Para Elias, tanto como para Spierenburg, hablar de “proceso civilizador” no
significa hablar de “progreso moral” o de reducción en los niveles de violencia, de
crueldad o de maldad que encontramos en el mundo. Garland mismo (1990: 261)
compara la versión de Elias con los análisis foucaultianos sobre la “reforma penal
humanitaria” y sus efectos de saber-poder claramente más potentes que los de las
anteriores formas de castigo. De lo que se trata, en todo caso, tanto para Elias como para
los autores inspirados en sus trabajos, es de analizar lo que se define como una “curva
típica de civilización”, con sus correspondientes cambios en las configuraciones9, que
nunca es rectilíneo, que siempre es complejo y con avances y retrocesos.
Pero no es esto lo más significativo de su señalamiento sino algo de orden más
estructural, y que tiene que ver con el grado de complejidad, de interrelación y de
vinculaciones temporales y espaciales que se dan entre los diversos sectores sociales
dentro de una cultura. En efecto, cuanto mayor es la complejidad de la red de relaciones
que se establece, y mayores son las interdependencias recíprocas en lo espacial y en lo
temporal, mayor ha sido la tendencia al monopolio creciente de la fuerza y de la
violencia en manos de los aparatos estatales y su progresiva demonización cuando la
violencia, la agresividad o la fuerza reaparece por fuera de esa violencia presuntamente
legitimada (Elias: 1936; 453-454). En este sentido, pocas clases sociales dominantes,
como la burguesía europea, sobre todo en sus comienzos, estableció un red tan estrecha
de relaciones directas con otras clases sociales, y sobre todo con aquellas clases sociales
subalternas con las que muchas veces compartía el espacio físico y temporal de trabajo.
Pero es justamente esto lo que está variando en nuestra época, y lo que sorprende
a Garland, entre otros10. Son estas transformaciones en la experiencia de lo temporal y
de lo espacial, y la evidencia de que los grupos económicos más poderosos de nuestra
civilización, a diferencia de la burguesía europea de aquellos siglos, han establecido una
distancia espacial y temporal casi infinita con el resto de la sociedad, convirtiéndose
prácticamente en virtuales, cuando menos que nunca lo son.
Junto con estos procesos, debemos considerar también aquellos otros vinculados
con la disolución de los Estados nación, ya mencionados, y sus relevos por otros modos
de organización estatal, que están en el centro de los problemas contemporáneos
vinculados con el funcionamiento de las instituciones.
Los nuevos procesos de segregación y las nuevas relaciones flexibilizadas de
trabajo (por mencionar dos entre otras posibles), alteran profundamente las relaciones
temporales y espaciales entre los seres humanos, estableciendo espacios sociales de
extrema complejidad que coexisten con otros de extrema desorganización y
desarticulación, junto con los fragmentos y los restos de lo que queda de ese largo
proceso histórico que dio origen a los Estados nacionales, y que hoy se encuentra en
proceso de transformación, y, en algunos casos, de agonía, de la mano del agotamiento
de la forma de subjetivación que produjo: el individuo-ciudadano.
Curiosamente, el momento histórico en el que la forma individuo pareció
alcanzar su punto culminante marca el comienzo de su declive y desaparición, sobre
todo por la vía de la paradoja y del absurdo: el mandato insensato de “sé tú mismo”,
9
Del mismo modo, tampoco parece que las críticas de Giddens al “evolucionismo” de Elias sean del todo
ajustadas a lo que Elias entiende por evolución, sobre todo si lo confrontamos con su concepción de lo
temporal, plasmada de modo acabado en su trabajo “Sobre el tiempo”, tanto como en lo ya tratado antes
en este artículo.
10
Y que tal vez Garland no haya considerado suficientemente en su lectura de Elias, más allá de que es
indudable de que ni Elias ni otros pudieron imaginar ciertas características del momento actual.
655
junto con la obligación casi planetaria de producir “individuos autónomos” por parte de
las instituciones que se ocupan de la niñez y la juventud, nos lleva a situaciones
paradójicas del orden del “sea autónomo, obedézcame”, donde pareciera que lo que se
considera como el máximo de autonomía subjetiva coincide, en verdad, con el máximo
de subordinación11.Del mismo modo, el mandato insensato de ser uno mismo
(Ehrenberg: 2000) siempre va acompañado de cientos de programas televisivos y de
publicaciones escritas que nos indican cómo hay que ser para ser “verdaderamente uno
mismo”. Estos programas y “manuales de autoayuda” vienen a ocupar el lugar que
antiguamente tenían los viejos manuales de urbanidad, solamente que en nuestro caso se
encuentran inscriptos en el pasaje de una era hacia otra, en un momento en que lo
político, sin desaparecer totalmente, comparte la escena con la importancia creciente de
lo biopolítico. Escena en la que los viejos dispositivos disciplinarios y los restos del
paradigma de la rehabilitación proliferan fragmentados por todos lados, sumándose a
los nuevos modos de control social, modulados, seductores, invisibles para los viejos
modos de pensar lo social, y que marcan un más allá de las sociedades panópticas, con
la aparición de lo que Bauman (2001:150) nombra a partir de la metáfora del enjambre:
“El modelo panóptico de dominación que utilizaba la vigilancia y el control hora a
hora y la corrección de la conducta de los dominados como su estrategia principal está
siendo rápidamente desmantelado y deja paso a la autovigilancia y autocontrol por
parte de los dominados, algo que es tan eficaz para suscitar el tipo de conducta
„correcta‟ (funcional para el sistema) como el antiguo método de dominación... sólo
que considerablemente menos costoso. En lugar de columnas en avance, enjambres. A
diferencia de las columnas en avance, los enjambres no requieren sargentos ni cabos;
los enjambres encuentran su camino infaliblemente sin los oficiales del estado mayor ni
sus órdenes de marcha. Nadie conduce a un enjambre hacia los prados floridos, nadie
tiene que reconvenir y sermonear a los remolones, ni fustigarlos para que vuelvan a la
fila. Quien quiera mantener a un enjambre centrado en su objetivo debe atender a las
flores del prado, no a la trayectoria de la abeja individual (…) la gestión de los seres
humanos está siendo sustituida por la gestión de las cosas, confiándose en que los seres
humanos sigan a las cosas y ajusten sus propias acciones a la lógica de estas.”
El pasaje de los manuales de urbanidad a los libros de autoayuda nos permite
pensar algunas de estas transformaciones y sus consecuencias inmediatas, sobre todo
desde el punto de vista de sus consecuencias con respecto a las posibilidades de lo
común, que es justamente el centro de las discusiones políticas más significativas, en un
horizonte en el que pareciera que no es posible ningún proyecto político colectivo de
transformación, y que el único sistema posible y deseable es el que existe.
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11
Subordinación crítica, si se quiere, pero subordinación mucho más dura cuanto que crítica, y que
frecuentemente produce un viraje imperceptible desde lo crítico a lo cínico, pasando a ser, desde su
aparente distancia crítica, el principal sostén del funcionamiento de instituciones que, de otro modo, ya
hubieran estallado. Sostener esa distancia crítico-cínica evita la implosión que provocaría en la institución
la primacía de sujetos que intentaran tomarse seriamente el programa institucional prometido, llevando la
ortodoxia de su cumplimiento hasta las últimas consecuencias.
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