Alfredo-Lopez-Austin-Doctorado-Honoris-Causa

Transcripción

Alfredo-Lopez-Austin-Doctorado-Honoris-Causa
Semblanza del Dr. Alfredo López Austin presentada en la ceremonia en la
que se le otorgó el grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad
Veracruzana (24 de abril de 2015)
Isabel Lagarriga Attías
Difícil presentar a un académico tan polifacético como Alfredo López Austin. En su
vida, se ha desenvuelto en un gran número de áreas. Se ha desempeñado en el
terreno de las actividades laborales en una profesión liberal de muy antigua data.
Ha llevado a cabo tareas docentes en todos los niveles educativos y como
investigador, su trabajo abarca, desde los aspectos más rigurosos de
la
investigación científica en el campo de las ciencias sociales, hasta el juego lúdico
con temas históricos un tanto sui generis.
Me toca el día de hoy cumplir con una grata responsabilidad, presentarlo en esta
ceremonia, lo cual, me permitirá rendir homenaje en forma personal, a quien ahora
se le otorga el doctorado honoris causa de esta Casa de Estudios. Trataré,
entonces, de hacer un breve recorrido por una vida rica en toda clase de logros y a
la que nuestra sociedad le debe una aguda y profunda reflexión sobre nuestro ser
mismo.
Alfredo López Austin comenzó sus actividades profesionales como abogado, litigó
en su estado natal, Chihuahua, tras haber obtenido en la Universidad Nacional
Autónoma de México su título de Licenciado en Derecho, con una tesis que
representaba el interés que ya, desde sus años de infancia, tenía por la historia,
de ahí que su tesis versara sobre La Constitución real de México-Tenochtitlán.
Como abogado, en las lides de la defensoría de los agraviados, fungió también
como consejero en asuntos personales de sus clientes y alumnos.
Inopinadamente, se le abrió la oportunidad de regresar desde su ciudad natal a la
ciudad de México, dándosele la oportunidad de saciar esa curiosidad que se le
había despertado en su niñez, al escuchar viejos relatos y consejas, pues se
inscribió en la carrera de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
para realizar estudios formales sobre el acontecer de la humanidad a través de los
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siglos. Tuvo como maestros a eminentes investigadores, como Paul Kirchhoff,
Miguel León Portilla, Ángel María Garibay y José Ignacio Dávila Garibi. Comenzó
así, ese largo periplo de investigación, que le ha llevado a indagar las tradiciones,
los conceptos elaborados por las sociedades
del México antiguo. Fueron las
concepciones religiosas las que lo atraparon.
Parecería extraño que con sus antecedentes en la abogacía se orientara a
estudios relacionados con la religiosidad de los pueblos mesoamericanos. Podría
esperarse que ducho en las leyes, se inclinara más bien por averiguar cómo los
pueblos de épocas pasadas desarrollaron un conjunto de cuerpos normativos y
que lo hiciera en la amplia diversidad de las diferentes culturas humanas. Hay que
recordar que su primer paso a ese respecto ya lo había dado con su tesis de
Licenciatura, sus inquisiciones subsecuentes podrían haber sido indagar otras
leyes en el espacio de las culturas de nuestro continente, o adentrarse en el
análisis del Código de Hammurabi, o en el Deuteronomio, o en las leyes de las
ciudades estado griega, o más cercanamente, en las de los imperio que
consumaron la conquista de América, pero no fue así, empezó a incursionar en el
terreno de la religión y en esa labor ha continuado. Mucho nos ha dado a ese
respecto como descubridor de las características de la religión precolombina y en
su actividad pedagógica en las actividades que ha tenido tanto en el nivel de los
estudios superiores como en su labor de difusión.
En su faceta docente, ha dado además clases de secundaria y de preparatoria,
incluso fundó su propia escuela primaria. No fue una escuela con carácter de lucro
que le hubiera permitido obtener grandes ganancias, la instituyó en el seno de su
hogar junto con su esposa, pues al residir en el extranjero, ambos se vieron
obligados a darles a sus hijos las clases correspondientes a los estudios que
deberían haber cursado en México.
Como maestro, su dedicación a los alumnos ha sido ejemplar. Yo misma pude
percatarme de ese cuidado, esa minuciosidad que tiene para analizar los
resultados de sus alumnos, sus compañeros de trabajo, o bien otros colegas, pues
de una completa desconocida para él, una antropóloga que escribía su primer libro,
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recibió el texto que ella había elaborado para que decidiera sobre su publicación.
Su tarea la cumplió con una revisión exhaustiva, hasta el último detalle. Cuando
recibí el libro y vi en varios de sus capítulos un conjunto de anotaciones e incluso
encontré que me corrigió alguna falta gramatical que cometí, pensé de inmediato
que el manuscrito me había sido rechazado. Sin embargo, cuando vi que se le
aceptó para publicación, me volvió el alma al cuerpo, me volvió mi tonalli, para
decirlo no sólo en términos coloquiales, sino de acuerdo con los estudios que
López Austin hace sobre el cuerpo humano, en el que ha detectado varias
entidades anímicas que residen en su interior.
Las clases que dio de secundaria muestran además su solidaridad y su atención a
carencias y limitaciones. Las impartió en la Facultad de Filosofía y Letras de la
UNAM. No quiero que se me malinterprete. Muy lejos estoy de querer hacer una
broma de mal gusto. Un grupo de profesores universitarios entre los que se
encontraba Alfredo López Austin, utilizó las aulas de esa Facultad para atender a
grupos de adultos que no habían cursado ese nivel de estudios.
Su carrera docente la comenzó en su ciudad natal, en donde impartió clases de
preparatoria y llevó además a cabo una tarea de tipo tutoral, al orientar a sus
alumnos en relación con sus intereses vocacionales, ya que a los interesados en
el derecho les llevaba a los juzgados para que de manera directa conocieran las
actividades que en los mismos se hacían y a otros, con intereses distintos, les
proporcionaba consejos sobre sus posibilidades.
Instituciones educativas de nivel superior en diversas partes de México y en el
mundo lo han tenido en sus aulas. En nuestro país, han recibido sus enseñanzas
alumnos del Colegio de México, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia
y de varias universidades de provincia. En su propia alma mater ha dado cursos
no sólo en el área de humanidades sino también en ciencias de la salud donde en
la Facultad de Medicina ha impartido clases sobre medicina náhuatl. Por el mundo,
universidades europeas en Francia, España, Italia, Polonia, lo han recibido y le
han premiado por sus trabajos. En el oriente, en Japón, también ha recibido
reconocimiento, así como en distintas Universidades de los Estados Unidos tanto
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en la costa este como en la oeste. Es miembro emérito del Sistema Nacional de
Investigadores.
Larga es la lista de premios que ha recibido, como extensa la bibliografía que se
debe a su pluma, tanto en libros como autor único, como coautor o colaborador en
obras colectivas o en numerosos artículos publicados en revistas especializadas.
En diversas enciclopedias: la Enciclopedia de México, el Gran Diccionario
Enciclopédico Salvat, el Diccionario de Arquitectura Mesoamericana y en la Oxford
Encyclopedia of Mesoamerican Cultures aparecen fichas elaboradas por él. Por
cierto, no sólo los medios impresos han sido el vehículo para dar a conocer sus
hallazgos y sus conceptualizaciones, sino también la televisión para la que ha
escrito varios guiones.
Lo que ha acumulado sobre el México antiguo, gracias a su revisión de las fuentes,
en español o en náhuatl y en los estudios que ha hecho sobre diversos pueblos
mesoamericanos, nos ha permitido adentrarnos en la cosmovisión de las
civilizaciones asentadas en esta área territorial. Ese trabajo nos permite
conocernos a nosotros mismos como herederos de esas culturas. Un bagaje de
creencias, de costumbres hemos recibido. Están presentes en nuestro actuar
cotidiano aún cuando aparentemente no logremos o no queramos reconocerlas.
Pero la afición por ciertas comidas, la celebración de algunas fiestas o incluso la
adoración de algunos santos, o la devoción de la virgen de Guadalupe que atrae
peregrinaciones de lejanas tierras, son muestras de concepciones soterradas en
nuestro más íntimo ser, cuya estructura actual requiere estudios muy profundos.
Psicoanalistas, literatos -el ejemplo sobresaliente es Octavio Paz- han intentado
desnudar nuestra forma de ser para mejor comprendernos. Pero esa amalgama
que nos conforma, en donde hay tradiciones españolas, indígenas y de origen
africano, recubiertas por el modelamiento resultado de la influencia de las
costumbres provenientes de los Estados Unidos, necesita una disección en la que
aparecería una parte muy importante de lo puesto a luz por López Austin.
Él, se enfrentó a la dilucidación de varias concepciones, pero siempre ha tenido
claro que atrás está el modo como los seres se relacionan con el medio en el que
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viven. Cada localidad, como él no los hace ver, tiene sus peculiaridades, empero,
en la cultura de los pueblos mesoamericanos hay un fondo común que parte de un
descubrimiento trascendental, descubrimiento que en varias partes del mundo se
ha producido. El de que es posible domesticar las plantas. En las culturas
mesopotámicas fue el trigo, el arroz en las civilizaciones orientales. Otros
vegetales fueron dominados por el hombre en cada uno de los continentes. En
Mesoamérica, el maíz se convirtió en la planta clave. El cultivo de esa gramínea
determinó la relación especial que los hombres de estas tierras establecieron con
la serie de circunstancias en las que vivían. Hubo que explicar el origen de las
cosas, el del hombre mismo y el maíz, sustento principal de los habitantes del área
mesoamericana, se constituyó en el marco sobre el que se tejieron leyendas, se
conformaron creencias sobre el espacio, la tierra, el cielo, el cuerpo del hombre.
Ese planteamiento que se hace López Austin, le lleva en forma sistemática a
dirigir sus investigaciones en torno a ese que llama el núcleo duro de las culturas
mesoamericanas, en las que descubren temas y explicaciones de la realidad con
componentes semejantes.
Toda una teogonía es puesta a la luz en los trabajos de López Austin. Descubre
además como el universo es visualizado, las coordenadas témporo-espaciales en
las que se mueven las culturas que estudia, lo de arriba y abajo, el cielo y la tierra,
los puntos cardinales. La estructura del cuerpo y sus sustancias animadoras, los
remedios para sus enfermedades, en fin, la compleja cosmovisión que
desarrollaron las culturas mesoamericanas antiguas para explicar su lugar en el
mundo y cómo en las tradiciones indígenas actuales están presentes algunos de
esos elementos, no obstante las transformaciones producidas por las influencias
que han recibido a lo largo de los siglos.
Habíamos dicho que también juegos lúdicos están presentes en los trabajos
históricos de López Austin y un ejemplo es su Vieja historia de la mierda en la que
junto con Francisco Toledo entralaza mitos y relatos en armonía con las pinturas
que Toledo hizo para el libro.
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Conocí a Alfredo López Austin en 1977 en un seminario sobre metodología y
religión que impartía el destacado filósofo Eli de Gortari, en el entonces
departamento de Etnología y Antropología Social del INAH, en ese tiempo mi
centro de trabajo. Dicho seminario estaba integrado por Yólotl González, Leonel
Durán, Luz María Martínez Montiel así como por Martha, la esposa de Alfredo. En
ese seminario todas las discusiones que se suscitaban eran muy aleccionadoras y
de una gran riqueza. La magia y la religión eran los temas principales, recorríamos
los mitos griegos, los misterios órficos y dionisiacos. Siempre había una nueva
aportación hecha por De Gortari o López Austin. A veces se contaban anécdotas,
entre ellas las experiencias terribles sufridas por el Dr. De Gortari cuando fue
encarcelado en Lecumberri, condenado por su activa participación en el
movimiento del 68.
Algo que debo recalcar, es la gran calidez humana de Alfredo López Austin. En
aquellos congresos de hace varios años, diferentes a las reuniones tumultuarias
de hoy en día, las discusiones eran acerbas. En alguna ocasión tuve la
oportunidad de ver a López Austin salir de la sala para darle ánimos a algún
ponente que había sufrido críticas severas que a todos luces, después de su
presentación, se veía que le habían afectado.
En su núcleo familiar, Alfredo es un esposo, padre, suegro y ahora, abuelo
ejemplar. Quienes lo conocemos no podemos concebirlo sin tener a su lado la
amorosa compañía de Martha, su esposa. Ambos comprometidos en su vida en
común y en el trabajo de investigación. Ya había dicho que crearon su propia
escuela primaria para proporcionarle a sus hijos las enseñanzas básicas y debo
decir que también han fundado su propio y casero instituto de investigación, pues
padre, madre y uno de sus hijos, el arqueólogo, discuten, indagan y de ahí salen
libros firmados en forma individual o en coautoría .
Desde sus estudios de maestría y doctorado, la obra de López Austin ha recibido
un importante reconocimiento. En la presentación de su examen de doctorado en
la UNAM en 1981, con su tesis sobre el Cuerpo humano e Ideología, el Aula
Magna de la Facultad de Filosofía y Letras se encontraba abarrotada de escuchas
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que más que asistir a un examen, seguían una cátedra, brillante y
académicamente sobresaliente. En el largo tiempo que tengo de ser sinodal en los
exámenes de doctorado en la UNAM, no me ha tocado un auditorio tan repleto, no
sólo de estudiantes, sino también de profesores e investigadores destacados.
Finalmente, sólo me queda decir enhorabuena a la Universidad Veracruzana,
porque suma a su pensum académico un nuevo doctorado, el Dr. Alfredo López
Austin y decirnos a todos nosotros enhorabuena, porque gracias al Dr. López
Austin, recobramos nuestro pasado.
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