DESMONTANDO A HARRY (1997) EE.UU.

Transcripción

DESMONTANDO A HARRY (1997) EE.UU.
MARTES 30
21’30 h.
Aula Magna de la Facultad de Ciencias
DESMONTANDO A HARRY (1997)
EE.UU.
96 min.
Título Orig.- Deconstructing Harry. Director, Argumento y Guión.- Woody Allen. Fotografía.Carlo Di Palma (DuArt). Montaje.- Susan E. Morse. Música.- Standars de jazz. Productor.- Jean
Doumanian. Producción.- Jean Doumanian Productions - Sweetland Films - Magnolia Productions
para Fine Line Features. Intérpretes.- Caroline Aaron (Doris), Woody Allen (Harry Block), Kirstie
Alley (Joan), Bob Balaban (Richard), Richard Benjamin (Ken), Eric Bogosian (Burt), Billy Crystal
(Larry), Judy Davis (Lucy), Mariel Hemingway (Beth Kramer), Amy Irving (Jane), Tobey Maguire
(Harvey Stern), Demi Moore (Helen), Elizabeth Shue (Fay), Stanley Tucci (Paul Epstein), Robin
Williams (Mel), Eric Lloyd (Hilly Block), Hazelle Goodman (Cookie). v.o.s.e.
1 candidatura a los Oscars:
Guión Original
Música de sala:
Benny Goodman: Live at Carnagie Hall - 40th anniversary concert (1978)
Benny Goodman and His Friends (Lionel Hampton, Mary Lou Williams, Martha Tilton,
Jimmy Rowles, Mel Rodnon, Connie Kay…)
“Hacía bastante tiempo que tenía escritas varias historias breves. Material guardado para
rodar, quizá, una película sobre un hombre desenfocado o una mujer que descubre después de treinta
años de feliz matrimonio que su marido mató y se comió a su anterior familia. Al final, decidí que era
más interesante hacer una película sobre un autor que escribiera todas estas historias y mostrar la
personalidad de este hombre a través de su obra.”
“La película está llena de ansiedad, en ella interpreto a una persona muy despreciable,
superficial, vacía y obsesiva. Voy a expresar las fobias, las ansiedades y todas las patologías que uno
pueda imaginar y de las cuales no he hablado antes.”
En un principio la película se iba a titular “El peor hombre del mundo”, pero el cambio se
originó por adecuarlo al término psicológico por el que se conoce a la escuela filosófica encabezada
por el pensador francés Jacques Derrida (1930): el Deconstructivismo, que se basa en descomponer las
piezas de un puzzle a la hora de hacer un análisis psicológico para una mejor comprensión de las partes
que integran un conjunto. Nació como un movimiento puramente literario y se engloba dentro de la
filosofía posmodernista. En este sentido, la libre traducción que la distribuidora española hizo del título
original, pone de manifiesto una vez más la falta de interés que normalmente demuestran tener en
relación a las versiones originales: “Desconstructing Harry”, puede traducirse perfectamente como
“Deconstruyendo a Harry”, un título mucho más adecuado y certero que DESMONTANDO A
HARRY.
La frontera entre realidad y ficción aparece cada vez más difusa en la personalidad y obra
cinematográfica de Woody Allen. El cineasta opina que sus personajes son mucho más extremos que
él, pero es innegable el paralelismo entre las actitudes de los mismos y las obsesiones y neurosis que
Allen arrastra y muestra sin pudor alguno en sus películas. En DESMONTANDO A HARRY
podríamos hablar de una especie de catálogo o compilación de algunos de estos elementos sustanciales
al cineasta, ordenados de modo que la película nos permita revisar aspectos más lejanos en el tiempo,
cuando Allen creaba gags no especialmente ingeniosos en torno a la muerte, junto a hallazgos que
conectan directamente con el evidente tono fantasioso que su obra ha ido adquiriendo a raíz de
películas como La rosa púrpura de El Cairo, Alice, Sombras y niebla o el episodio de Historias de
Nueva York.
DESMONTANDO A HARRY fluctúa entre tres mundos, el que rodea al escritor que
interpreta al propio Allen en su acotada realidad neoyorquina, el que fluye en la ficción de esa propia
realidad y el que pertenece a los fantasmas personales del novelista (y del cineasta). Autoría sobre
autoría, exhumación de recuerdos de Allen transformados en obsesiones de Harry, la película se monta
sobre dos grandes bloques constantemente intercalados en un collage narrativo que demuestra la
madurez expositiva a la que ha llegado el autor de Otra mujer –estamos, sin duda, ante uno de sus
mejores guiones-. El primero correspondería a la realidad ortodoxa, a los encuentros y separaciones en
las calles de Brooklyn. Allen filma y monta al estilo de Maridos y mujeres, no en el sentido más
documental de aquélla, sino en la fragmentación dentro de un mismo plano, por rápido y a veces
imperceptible corte de montaje, que explicita de forma ejemplar el carácter neurótico del personaje
principal: Allen actúa desde fuera, manipula con el montaje y acelera el sentimiento desazonante que
preside siempre las apariciones de Harry en el plano real, enfrentado a ex-esposas, ex-amantes, viejos
amigos, hijos a los que no puede ver, hermanas devotas del judaísmo -lo que proporciona un chiste
decididamente macabro sobre el holocausto- o prostitutas que se toman la vida con la sencilla filosofía
a la que nunca podrá acceder el neurótico novelista.
El segundo bloque alcanzaría a la ficción que bulle en la cabeza de Harry y abarcaría tanto las
recreaciones literarias que efectúa sobre personajes de su entorno, como los que se inventa en pleno
delirio creativo, ubicándolos en sitios tan dispares como el infierno -en cuyas diversas plantas se
encuentran encerrados los poderes fácticos de nuestra sociedad- o su propio apartamento, en el que se
dan cita todas las creaciones de ficción. Es un claro reconocimiento de que al final Harry ha optado
por instalarse en los márgenes de su mundo paralelo, renunciando, a diferencia de otros muchos
personajes del cine de Allen, a seguir luchando por la supervivencia cotidiana en el momento en que
reconoce que es demasiado neurótico para funcionar en la vida, pero por el contrario sí puede hacerlo
en el arte.
Si Delitos y faltas y Misterioso asesinato en Manhattan están construidas en torno a una idea
criminal, Otra mujer retrata en tono intimista un drama personal y Maridos y mujeres reconstruye la
violencia en las relaciones de pareja, DESMONTANDO A HARRY ofrece algunas ideas ciertamente
demoledoras en torno a los temas tradicionales de Allen, dispuestas en un aparente tono de comedia
intelectual que no esconde la amargura final que proporciona el recorrido del film. Allen declara que
su intención es conseguir un tipo de cine en el que se muestre la tristeza y el dolor bajo la superficie de
una comedia que divierta al espectador. Puede que, en este sentido, DESMONTANDO A HARRY
sea su obra más conseguida y estimable, superior a intentos similares como el de Poderosa Afrodita.
La visión que el personaje de Harry ofrece de su padre es brutal: mató a su anterior esposa y a
los hijos de ésta, para después comerse sus cadáveres. El judaísmo como forma de vida también está
contemplado de manera descarnada: la relación de Harry con su hermana y el marido de ésta en la vida
real; la evocación de una fiesta familiar en la que la parafernalia hebrea se confunde con los gadgets de
La guerra de las galaxias; y la ficción que inventa con los personajes encarnados por Demi Moore y
Stanley Tucci, historia de una psiquiatra que se enamora de su paciente y decide casarse pero
rápidamente chocan debido al fanatismo judío de ella. Las enfermedades se convierten en tema
cotidiano en la configuración frágil que Harry tiene de la vida: uno de sus mejores amigos, Bob
Balaban, fallece cuando viajan juntos en coche después de que los médicos hayan desestimado
cualquier gravedad en sus dolencias, mientras que una de las frases ejemplares de la película es la de
“las palabras más bonitas no son ‘te quiero’, si no ‘es benigno’”, perfecta ilustración de la paranoia
del personaje.
Harry no crece. Está convencido de que su inmadurez le rejuvenece. Aplaude a rabiar cuando
su hijo le comenta que ha bautizado a su pene con el nombre de Dillinger -uno de los gags más
inspirados de la película, no por el chiste en sí mismo, sino por lo que tamaña aseveración representa
para el protagonista-, y no duda en recrear las relaciones con la hermana de su esposa en una situación
novelesca, la que abre el film, en la que ambos hacen el amor mientras el resto de la familia prepara
una barbacoa en el exterior de la casa y la abuela, recién operada de la vista, charla amigablemente con
ellos mientras el Harry de ficción (incorporado por Richard Benjamin en su vuelta a la actuación tras
varios años rodando cumplidoras y asépticas películas) intenta desesperadamente llegar al orgasmo.
Allen expone muy bien la inmadurez de su personaje, la desestabilización entre el mundo que
le rodea y el que recrea en su apartamento, enfrentado a sus demonios y a su máquina de escribir.
DESMONTANDO A HARRY no participa del tono fantasioso de otras propuestas similares en
cuanto al desdoblamiento entre realidad y ficción, y por ello resulta más amarga en su conclusión que
las ensoñadoras La rosa púrpura de El Cairo y Alice, películas que partían de similares
planteamientos para llegar a otros resultados a través de reflexiones más exteriores (el cine como
modelo ilusionista, de Buster Keaton a Federico Fellini) que interiores (las obsesiones determinantes
de Allen como autor y, últimamente, como personaje público).
Hay una secuencia, un episodio inventado por Harry, que demuestra claramente las diferencias
de DESMONTANDO A HARRY en relación a las otras obras fantásticas de su director. Se trata de la
historia del actor desenfocado (Robin Williams). Lo que empieza siendo un chiste simpático, con el
director y el operador mirando por el visor de la cámara hasta comprobar que, efectivamente, es el
actor el que está desenfocado y no se trata de un defecto de la óptica ni de un problema de encuadre, se
convierte poco a poco -dentro de los cortos márgenes temporales en los que se desenvuelven cada uno
de estos pasajes recreados- en una inquietante reflexión sobre las relaciones humanas. El actor debe
asumir que está fuera de foco en la vida, que su imagen es borrosa, pero su familia acaba llevando
gafas para poderlo ver bien sin aceptar, así, su anormalidad. En el fondo, esta singular y original
historia podría verse como una metáfora de la propia película: DESMONTANDO A HARRY es un
film sobre enfoques y desenfoques, sobre la necesidad del cineasta de adaptarse a la realidad o de
manipularla para que sean los demás quienes se adapten a sus circunstancias.
DESMONTANDO A HARRY es una obra cómplice. Allen sabe el grado de interrelación al
que ha llegado con su público más fiel y es consciente, también, de la madurez y depuración de formas
de su obra. Esto le permite una libertad de acción innegable y envidiable. Hace años no se habría
atrevido aún a abrir su película como lo hace en DESMONTANDO A HARRY, repitiendo hasta
cuatro veces los mismos planos de la llegada en taxi de Judy Davis (la cuñada de Harry en la realidad)
al bloque de apartamentos en el que vive el protagonista. Los planos, que aparecen intercalados con los
títulos de crédito, ya anuncian el nerviosismo que se apropiará de la película. Lucy, la cuñada en
cuestión, entra en casa de Harry y le echa en cara el haber recreado claramente las relaciones que
mantuvieron en la última novela que acaba de publicar. Allen no sólo monta de manera frenética y
cortante, sino que su elección en el encuadre responde a la espontaneidad que demanda a sus actores a
la hora de interpretar, espontaneidad que queda reforzada con la decisión de no entregarles nada más
que sus páginas de guión.
La cámara del habitual Carlo Di Palma, que ha encontrado en Allen a su segundo Antonioni aunque aquí el tratamiento del color sea mucho más simple y naturalista, con la obligada excepción del
caricaturesco descenso a los infiernos-, se mueve por la estancia de Harry dejando a veces a los dos
personajes fuera de campo, o cortados por una columna. Si en el grueso de las ficciones recreadas por
Harry, Allen opta por una planificación llamémosla más funcional, atenta siempre al personaje por
encima del espacio en el que se encuentra, en las escenas de la vida cotidiana procede a la inversa,
tanto en la configuración del espacio y el desplazamiento de los personajes por el mismo, como en la
comentada fragmentación de un plano con diversos y rápidos cortes de montaje equivalentes a los
cortocircuitos vitales que padece el protagonista en su relación con el mundo y consigo mismo.
La complicidad le lleva sin rubor a repetirse sin que podamos hablar de formas y modos
cansinos, todo lo contrario. Allen sigue organizando su discurso en torno a una serie de repeticiones e
innovaciones tanto en las historias y los gags como en las soluciones visuales, signos de identidad de
una obra que ha avanzado a pasos agigantados desde los sonrojantes primeros tiempos, al menos a
nivel formal, de Bananas o El dormilón. Por ello no sorprende que Harry y una de sus creaciones de
ficción, la fanática judía que incorpora Demi Moore, asistan a la conversación entre la hermana de
Harry y su marido sin que ellos puedan verlos -idea prestada de Fresas salvajes y repetida por Allen
en varios de sus films, aunque por lo general tomando la forma de un niño-; que el viaje en coche hasta
la universidad de la que el protagonista fue expulsado, pero que ahora pretende laurearlo, recuerde al
recorrido en automóvil que efectuaba el protagonista de la misma Fresas salvajes, acompañado por un
familiar y otros personajes circunstanciales; que algunas de las creaciones de ficción terminen por
aparecérsele a su creador, caso de los de Demi Moore y Richard Benjamin; o que en la relación entre
Harry y una de sus más fervientes seguidoras, Fay (Elisabeth Shue), haya ecos de la historia de amor
que mantenía Allen con Mariel Hemingway en Manhattan.
Allen recupera en DESMONTANDO A HARRY una buena parte de su capacidad inventiva y
sentido del riesgo: esos planos de Lucy bajando de un taxi y dirigiéndose al piso de Harry, repetidos
una y otra vez durante los títulos de crédito iniciales; los saltos de eje de su discusión posterior en la
azotea, cuando ella trata de pegarle un tiro; el juego de primeros planos de Harry mientras conversa
con Fay, antigua alumna y ex-amante; o el montaje que relaciona, mediante el plano/contraplano, otra
conversación entre Harry y Lucy con la que tiempo atrás mantuvo el primero con Jane el mismo día
que conoció a Fay. Todo ello expresa no sólo la turbulencia emocional de los personajes -como en
Maridos y mujeres-, sino también los “saltos” espacio-temporales que presiden el desarrollo del
relato, a tono con la fértil y, al mismo tiempo, dubitativa imaginación del personaje central.
Texto:
Quim Casas, “Enfoques y desenfoques: Desmontando a Harry”, rev. Dirigido, enero 1998.
Tomás Fernández Valentí, “Woody Allen, quince años después (y 2)”, rev. Dirigido, marzo 1999.
Jorge Fonte, Woody Allen, col. Signo e Imagen/Cineastas, nº 42, Cátedra, 2002.

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