“La chispa de la vida”: la feria de las vanidades

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“La chispa de la vida”: la feria de las vanidades
“La chispa de la vida”: la feria de las vanidades
Escrito por Pascual Vera
Jueves, 19 de Enero de 2012
España 2011. Director: Álex de la Iglesia. Intérpretes: José Mota, Salma Hayeck, Juan
Luis Galiardo, Blanca Portillo, Fernando Tejero. Calificación: 8.
La especialidad de Álex de la Iglesia, demostrada hasta la saciedad en todas sus películas, es
sumergirse en terrenos surrealistas y hundir en ellos a un espectador al que consigue coger
siempre desprevenido, metiéndoselo en el bolsillo gracias a unas historias que alcanzan el
nivel de esperpento y que consigue mostrar en unas imágenes rezumantes de poder hipnótico.
“La chispa de la vida”, el recordadísimo eslogan de Coca Cola, sirve como leit motiv para
componer esta historia de un perdedor que un día tocó la gloria imaginando el que habría de
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“La chispa de la vida”: la feria de las vanidades
Escrito por Pascual Vera
Jueves, 19 de Enero de 2012
ser uno de los lemas más famosos del siglo, y que ahora, presa de la crisis económica, busca
desesperadamente trabajo, como uno de más de la legión de aspirantes a un curro digno. Si en
el film anterior de Álex de la Iglesia era el circo de la transición política, ahora sus dardos se
dirigen a otro circo más próximo. Y también más peligroso, por estar todos nuestros actos
rodeados e impregnados de su nocivo poder: el circo mediático, el deseo de asistir a la vida –y
a la muerte- en directo, el anhelo por atravesar cualquier atisbo de intimidad.
Billy Wilder se adelantó a su tiempo cuando, hace ya 60 años, realizó aquella conmocionante
diatriba sobre la prensa amarilla que se llamó “El gran carnaval”, un título con el que el filme de
Álex de la Iglesia presenta numerosas concomitancias, aunque él prefiera referirse a la más
cercana en el tiempo y en el espacio “La cabina”, con un José Luis López Vázquez tan
atrapado como José Mota –próximo Goya como mejor actor revelación según todas las
encuestas-.
Álex de la Iglesia saca el máximo partido al Teatro romano de Cartagena convirtiéndolo en
privilegiado e inquietante escenario de esta representación de “La hoguera de las vanidades”,
esta turbadora demostración de que la dignidad no existe si con ella se puede comerciar, de
que todos quieren su minuto de gloria y de que cualquiera está dispuestos a comerciar con su
imagen y sus vergüenzas sea cual sea su estado y situación. Todo es objeto de cambio, de
compra y de venta, sobre todo si es convertible en imagen que pueda ser degustada por todos
para saciar la sed de basura telemática.
Empieza el espectáculo, advierte el desaprensivo agente publicitario que interpreta Fernando
Tejero intentando aprovechar una tragedia para transformarla en un circo devorado por fieras
televisivas ávidas de carroña mediática.
Alguien llega a clamar para que no se convierta unos hechos dolorosos en una feria, pero
cuando la feria de las vanidades está en marcha, las ansias por el famoseo a cualquier precio,
el comercio de la carne y el despropósito son imparables. Cuando el dolor está en venta,
cuando se comercia con las más dolorosas secreciones, nos advierte Álex de la Iglesia, algo
peligroso está ocurriendo. Que estamos sumergido en una terrible crisis es evidente, nos dice
el director ¿pero qué tipo de crisis: una puramente económica o de los valores más
primordiales e irrenunciables?
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