Poetas latinoamericanas Antología crítica

Transcripción

Poetas latinoamericanas Antología crítica
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Po e tas latin o am e rican as
An tología crítica
3
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Po e tas latin o am e rican as
An tología crítica
Carm iña Navia Velasco
Co l e c c i ó n
Es c u e la d e Es tu d io s Lite ra rio s
U n ive rs id a d d e l Va lle
Co lo m b i a
5
6
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
San tiago de Cali, n oviem bre de 20 0 9
Rector Un iversidad del Valle
Iván En rique Ram os Calderón
Decan o Facultad de H um an idades
Darío H enao Restrepo
Director Escuela de Estudios Literarios
J uan J ulián J im énez Pim entel
Coordin adora Maestría en Literatura Colom bian a y
Latin oam er ican a
María An ton ieta Góm ez Goyen eche
Director Program a Licen ciatura en Literatura
H éctor Fabio Martín ez
Poetas latin oam erican as
An tolog ía crítica
© Carm iña Navia Velasco
Edición : diciem bre de 20 0 9
ISBN: 9 78 -9 58 -6 70 -758 -9
est u d ioslit er ar ios@u n ivalle.ed u .co
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier
m edio o con cualquier propósito, sin la autorización
escrita del autor.
Ilustración de carátula: Orlan do López Valen cia
Diseñ o y diagram ación :
Unidad de Artes Gráficas
Facultad de H um an idades
Un iversidad del Valle
Cali - Colom bia
Po et a s la t in o a m er ica n a s
7
CON TEN ID O
IN TR OD U CCIÓN
11
I PRESEN TACIÓN D E LAS POETAS
1. Su relación con la prim era vanguardia
Modern ism o y van guardia, relacion es am biguas
Prim eras voces poéticas fem en in as
María Eugenia Vaz Ferreira y Delm ira Agustini
2. Expresiones en la m itad del siglo xx
Voces en el Caribe
En el m apa hacia el sur
Colom bia y Cen troam érica
Meira Delm ar
Claribel Alegría
3. Poetas latinoam ericanas en las rupturas
de los años sesenta y en la segunda m itad del siglo XX
Las voces de van guardia
Las voces m ás recien tes
13
13
15
18
20
43
45
57
68
68
85
89
89
10 3
II. SELECCIÓN D E POEMAS
María Eu ge n ia Vaz Fe rre ira
Can to v erbal
El ataúd flotante
Elegía crepuscular
Hacia la noche
H eroica
12 5
12 7
12 7
12 9
13 0
13 1
13 2
D e lm i r a Ag u s ti n i
Mis am ores
(Sin título:)
Fiera de am or
13 4
13 4
13 6
13 6
8
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Plegaria
El cisne
13 7
13 9
Alfo n s in a S to rn i
Tú m e quieres blanca
Sá ba d o
Alm a desn uda
Date a volar
Un sol
Frente al m ar
14 1
14 1
14 3
14 3
14 5
14 6
14 7
N o ra h La n ge
A m a n ecer
Calle
En el cam ino
En nuestros labios
La em oción
14 9
14 9
14 9
15 0
15 1
15 1
En riq u e ta Arve lo La rriva
Llegas
Sería la advenediza
Destin o
Con fesión
Líneas de prim era lluvia
Tú, el m inúsculo
15 2
15 2
15 2
15 3
15 3
15 4
15 5
D u lc e Ma ría Lo yn a z
Tierra cansada
Lou r d es
La oración de la rosa
La sonrisa
La horm iga
15 6
15 6
15 7
15 7
15 9
16 0
Ca rin d a Olive r La bra
A d iós
Te m ando ahora que lo olvides todo
La solteron a
La v ecina m uerta:
Al niño que vende berros
Hom bres que m e servisteis de verano
16 1
16 1
16 1
16 2
16 2
16 3
16 4
Po et a s la t in o a m er ica n a s
9
Id e a Vila riñ o
Ya en desnudez total
Cuándo y a noches m ías
Lo que siento por ti
El m ar no es m ás que un pozo
Tal vez no era pensar
Quiero m orir
16 5
16 5
16 6
16 6
16 7
16 8
16 9
Olga Oro zco
Aquí están tus recuerdos...
Para hacer un talism án
Lejos, de corazón a corazón...
Los reflejos infieles
Aunque se borren todos nuestros rastros...
No estabas en m i um bral
17 0
17 0
17 1
17 3
17 4
17 5
17 6
Me ira D e lm a r
Alguien pasa
A llá
Ausencia de la rosa
Brev e
Can ción lejan a
Carta de Rom a
17 7
17 7
17 8
17 8
17 9
17 9
18 0
Cla rib e l Ale gría
Ep ílogo
Florecen los alm en dros
Yo sin ti
A u sen cia
Pequeñ a m uerte
N o preciso con ceptos
Otoñ o
Creí pasar m i tiem po
18 1
18 1
18 1
18 2
18 2
18 2
18 3
18 3
18 4
B la n ca Va re la
A lo m ejor eres tú m ism o
A m edia v oz
Aquella torturada n ube...
Así sea
Au v er s-su r -oise
18 5
18 5
18 5
18 6
18 7
18 8
10
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Ale ja n d ra P iza rn ik
A la espera de la oscuridad
Am a n t es
An illos de cen iza
Cam inos del espejo
Can tora n octurn a
Cen izas
19 0
19 0
19 1
19 1
19 2
19 4
19 4
Gio c o n d a B e lli
En la doliente soledad del dom ingo...
Yo soy tu indóm ita gacela
Áspera textura del v ien to
Es larga la tarde...
Te busco
Te escribo, Sergio
19 6
19 6
19 7
19 8
19 9
19 9
20 0
María Me rce d e s Carran za
Poem a de los Hados
18 de agosto de 198 9
Sobran las palabras
La Patria
Una rosa para Dy lan Thom as
20 2
20 2
20 3
20 5
20 6
207
Ve r ó n i c a Vo lk o w
Jardín
Laberin to
Rosario para Nadia
El inicio
Despedida
20 8
20 8
20 8
20 9
20 9
2 10
B ib lio gra fía
2 11
Po et a s la t in o a m er ica n a s
11
I N TR OD U CCI ÓN
La a n t ología es u n a for m a colect iva in t r a t ext u a l q u e
supone la reescritura o reelaboración, por parte de un lector
(en este caso un a lectora) de textos ya existen tes m edian te
su inserción en conjuntos nuevos. La lectura es su arranque
y su destino, puesto que el autor es un lector que se arroga la
facultad de dirigir las lecturas de los dem ás, interviniendo en
la recepción de m últiples poetas, m odifican do el h orizon te
de expectativas de sus con tem porán eos (Guillén , citado en
Marchese, An gelo y J oaquín Forradillas, 198 9: 30 ).
Este es el concepto de antología que sostiene esta propuesta.
Se trata de una relectura y, ante todo, de una recepción. Las
p oet as lat in oam er ican as n o h an sid o leíd as r ealm en t e en
Colom bia; escasam ente, las propias colom bianas. A la raíz de
esta in vestigación se en cu en tr a u n a pr opu esta con cr eta de
recepción para nuestros am bientes académ icos y am antes de
la poesía en general. Lo que se pretende es hacer oír unas voces
que no han sido reconocidas ni escuchadas suficientem ente en
el país.
No es sim plem ente una colección de poem as, esta se adjunta
al final: es una antología crítica, en el sentido en que la relectura
se sustenta, se explica y se dan pistas para que lectoras y lectores
cam inen solos en este bosque inm ensam ente rico de la poesía
latin oam erican a.
In discutiblem en te se trata de un a m irada subjetiva y, en
últim as, arbitraria, com o todo aquello que es subjetivo: lo que
es válid o p ar a algu n os n o lo es p ar a t od os. No es p osible
determ in ar si un a poeta es m ejor o m ás represen tativa que
12
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
otr a, n o h ay bar óm etr o par a m edir lo. Se h a in ten tado un a
com binación entre reconocim iento aceptado y silenciam ientos
injustos, pero ello no inm uniza contra la posibilidad de otras
injusticias.
Lo que sí puedo decir es que en aras de una cierta síntesis ha
sid o m u y d ifícil d ejar a algu n as p oetas p or fu er a. En esta
b ú sq u ed a h e en con t r a d o ver d a d er os t esor os. Desa for t u nadam ente, la necesidad de hacer de este un trabajo m anejable
para estudiantes de la Universidad m e ha im puesto esa dureza
de una selección obligada.
Detrás de esta an tología h ay un pan oram a in m en so que
invito a visitar directam ente.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
13
I P RES EN TACIÓN D E LAS P OETAS
1. Su re lació n co n la p rim e ra van gu ard ia
Realizar un estudio en el que crucem os el sujeto m ujer con
el quehacer poético, igual que en otros tem as o ram as del saber,
su p on e a r r a n ca r d esd e m u y a t r á s, p r egu n t á n d on os cóm o
podem os entender las aproxim aciones y/ o definiciones teóricas
tradicionales en relación a la actividad escriturística y literaria
p a r t icu la r d e la s m u jer es, en su s con d icion es h ist ór ica s
concretas. Se trata de m irar desde el prism a de las poetas cóm o
u bicam os su s p r áct icas y en qu é m ed id a r esp on d en a los
patrones definidos en el canon literario crítico o se salen de él.
Qué aportan , qué desdicen , qué rupturas establecen … Exige
p r egu n t ar se t am bién si r ealizan u n cam in o m ás o m en os
autónom o e independiente.
Carlos Bousoño, en Teoría de la expresión poética, plantea
que la em oción poética realiza un conocim iento individualizado:
[…] la poesía no puede consistir únicam ente en conceptos,
en cu an to tales h an per dido el car ácter in dividu al de con tenidos intuitivos com unicables que lo poético forzosam ente
ha de exigir, ya que en poesía de lo que se trata es de conocer,
n o lo gen er al, las r elacion es en t r e las cosas, m isión d e la
cien cia, sin o lo p ar ticu lar , u n con ten id o p síqu ico qu e n os
parece in dividualizado, m isión del arte. H abrá poesía, pues,
en t a n t o q u e cr ea m os sen t ir q u e n os h a lla m os a n t e u n a
sign ificación que expresa la in dividualidad (1976: 23).
Esta significación, esta individualidad, está referida a… / y
con ten ida en … la e m o c ió n (Sh klovski, 1970 ). En n uestras
14
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
academ ias y sociedades se sabe poco de la e m o c ió n e s p e c ífic a m e n te fe m e n in a y de sus posibles m an ifestacion es
con cretas. Para acercarn os a las expresion es poéticas de las
m ujeres debem os hacernos conscientes de que estam os ante
sen tim ien tos e in d ivid u acion es p r ácticam en te in éd itas. La
afectivid ad fem en in a h a sid o r egu lad a y or d en ad a p or los
varon es, e igualm en te el estudio de su expresión poética ha
estado a cargo de ellos.
Acer car se al tejido de palabr as qu e con stitu ye la poesía
fem enina en una form ación social o en una época es acercarse
a silencios, invisibilizaciones, m alentendidos, deconstrucción
de lugares com unes… Las poetas deben, a través del lenguaje
que atrapa/ expresa su em oción, decirse desde lo inédito de sus
vidas; y no sólo decirse, sino buscarse. Partir de lo general para
llegar a lo particular, en este caso, es una tarea cuasi im posible
y, adem ás, bastante inútil.
Y esto es válido no sólo cuando nos m ovem os en el terreno
de la teoría gen eral, sin o tam bién a la hora de com pren der
m ovim ien tos o din ám icas con cretas en las que la crítica ha
en m ar cad o los d iver sos r it m os p oét icos. Es lo qu e señ ala
lúcidam en te Márgara Russotto:
Al pregun tarn os por el dón de, el cuán do y el cóm o de la
con stitu ción d e la voz fem en in a en la m od er n a poesía d el
con t in en t e, com p r ob a m os la d ificu lt a d d e ext r a er ser ies
in con tam in adas y redon das a partir de un criterio ún ico.
En la com plicada red de las prácticas discursivas, la de las
m ujeres es en efecto la m ás reacia a som eterse a la reducción
de esquem as fijos; n o sólo por la vin culación a un con texto
m ultideterm inado, sino tam bién debido a la naturaleza plural
y d in ám ica d el d iscu r so liter ar io qu e d esh ace el su eñ o d e
filiacion es d ir ect as, in flu en cias m an ifiest as o coh er en cias
gr u p ales; coh er en cia p or cier to r ech azad a p or las m ism as
e s cr it o r a s d e h o y, q u ie n e s s e n ie ga n a s e r in s e r t a d a s /
en sa r t a d a s en u n h ilo con t in u o y r ed u ct or . P a r ece p oco
p r u d e n t e , t o m a n d o e n cu e n t a la p r o d u cció n lit e r a r ia
lat in oam er ican a en su s m ú lt ip les ver t ien t es, esp er ar u n a
evolu ción lin eal d e t em as y for m as qu e vaya d e m en or a
Po et a s la t in o a m er ica n a s
15
m a yor con cien cia d e la d ifer en cia , com o s e h a q u er id o
algun as veces (1990 : 67).
El cam ino o, m ás bien, los cam inos recorridos por la poesía
fem enina en el subcontinente son bastante desconocidos y hay
q u e in t en t a r u n a com p r en sión cu yos p a r á m et r os d eb en
defin irse a partir de las m ism as prácticas y n o al revés. Sin
em bargo, las poetas n o h an estado aisladas, y n o podem os
ignorar el diálogo que han m antenido tanto con sus congéneres,
com o con las voces poéticas m ascu lin as m ás fu er tes d e su
á m b it o. E s p r ecis a m en t e en es e d iá logo d on d e h a n id o
encontrando y diciendo su palabra.
En esta prim era parte del texto vam os a m irar a algun as
poetas de los in icios del siglo XX, m ujeres de dos países —
Uruguay y Argentina— distintos pero cercanos, que no form an
en un sentido estricto un grupo, pero que tienen en com ún ser
algun as de las que in auguraron la voz poética fem en in a en
Latinoam érica y haber vivido situaciones sim ilares. Mirarem os
fundam entalm ente qué palabra dijeron y cóm o la dijeron. Al
m ism o tiem po, tejerem os un diálogo con las prácticas m ás
am plias de la prim era vanguardia en Am érica Latina.
Mo d e rn is m o y van gu ard ia, re lacio n e s am bigu as
Cu an d o h ablam os d e p r im er a v a n g u a r d ia es n ecesar io
aclarar los lím ites en los que nos vam os a m over. Iniciando el
siglo XX se produce en general en el m undo Occidental, y en
particular en Am érica Latin a, un a revolución m uy profun da
en la cultura, y específicam en te en las prácticas sim bólicas,
artísticas y poéticas. Esta revolución, a m i juicio, se inicia en el
su bcon tin en te con algu n as exp r esion es d el m od er n ism o y
culm ina con las form as m ás acabadas de las vanguardias de la
década de 1920 . Hay aspectos en com ún entre Darío y Girondo,
m ás allá de sus obvias diferencias.
Com partim os la apreciación de Saúl Yurkievich:
16
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Con los m od er n ist a s com ien za el cu lt o a lo n u evo, el
im perativo de la origin alidad. El arte se avecin a a la m oda,
q u e es su n exo con el m u d a d izo p r esen t e; b u sca la p er duración a través de lo m ás perentorio. La m oda es el código
cultural cuyos m ensajes em iten señales de m odernidad. Esta
vecin d ad im p lica u n t r ibu t o a la act u alid ad p u n t u al, a lo
h istórico en su m an ifestación m ás m om en tán ea, porque la
r ea lid a d se h a vu elt o sin ón im o d e con t in gen cia y t r a n sit or ied a d . El m u n d o occid en t a l vive u n a t em p or a lid a d
distin ta, es la crisis de la afirm ación y de las ideas n etas, la
relativización de todos los absolutos (1976: 15).
La gran ruptura se produce en Europa durante las últim as
décadas del siglo XIX, y es esa gran ruptura la que alim enta a
los poetas m odernistas, la que los inquieta y renueva su relación
con la s p a la b r a s. Lo q u e lla m a m os m od er n ism o en La t inoam érica es una práctica poética, un estilo, que abarca por lo
m enos tres décadas y que llega a unas regiones y a unos autores
m ás tarde que a otros.
Si querem os situar a las m ujeres respecto a esta dinám ica
(m ás que m ovim iento) y pensam os en los textos de una Agustini
o u n a I b a r b ou r ou , h em os d e t en er cla r o q u e se p u ed en
establecer referencias tanto a los textos iniciales de un Silva o
un Darío, com o a los textos tardíos de un Lugones o un López
Velar d e. Valor ar el tr abajo poético sólo por im pr esion es y
conceptos com o novedad o ruptura no siem pre conduce a una
adecuada aproxim ación al m ovim ien to in tern o en el que se
desarrollan las intertextualidades, los diálogos, los ires y venires
de las influencias y reconstrucciones. ¿Qué va en Vallejo, de
Los heraldos negros a Trilce? ¿Qué rupturas y continuidades
en con t r am os? Par t ir d e a p r ior is sólo n os lleva a lu gar es
com un es.
En este sentido, afirm a Yurkievich:
La p oesía m od er n ist a es la ca ja d e r eson a n cia d e la s
con tr adiccion es y con flictos de su época. Refleja esa cr isis
de con cien cia q u e ge n e ra rá la vis ió n c o n te m p o rá n e a
d e l m u n d o . Re p r e s e n t a s o b r e la e s ce n a t e xt u a l u n a
Po et a s la t in o a m er ica n a s
17
concepción de la subjetividad que se asem eja ya a la nuestra
(198 4: 14).
El trabajo poético desarrollado por los prim eros vanguard ist a s la t in oa m er ica n os est á a lim en t a d o d esd e d éca d a s
anteriores por esas respuestas iniciales de los m odernistas a las
crisis, a los avances y a los retos de la m odernidad.
Algunos críticos hablan de postm odernism o para ubicar una
poesía que podría ser de transición… Com parto, sin em bargo,
las reticencias de Octavio Paz:
Co n Lu g o n e s p e n e t r a La fo r g u e e n la p o e s í a
his p á n ica , el s im b o lis m o en s u m o m en t o a n t is im b o lis t a .
Nu est r a cr ít ica llam a a la n u eva t en d en cia el p ost m od e r n is m o . E l n o m b r e n o e s m u y e xa ct o . E l s u p u e s t o
postm odernism o no es lo que no es, lo que está después del
m odernism o – lo que está después es la vanguardia– sino que
es u n a cr ít ica d el m od er n ism o, d en t r o d el m od er n ism o.
Reacción in dividual de varios poetas, con ella n o com ien za
otro m ovim iento: con ella acaba el m odernism o. Esos poetas
son su con cien cia crítica, la con cien cia de su acabam ien to...
(19 8 7: 138 ).
En ú lt im a s, la m ir a d a a d ist a n cia p u ed e d escu b r ir u n
con tin uum que radicaliza en su cam in o las in tuicion es y las
rupturas.
I n m ed ia t a m en t e d esp u és, en est e p r oceso q u e, com o
decim os, es de con tin uidad/ ruptura, aparecen los prim eros
signos de la revolución que alcanzará sus expresiones m áxim as
en Altazor o En la m asm édula. Pero en un largo período que
podríam os situar entre 1888 y 1930 , la poesía latinoam ericana
se m ueve en m uy diversas longitudes de onda… y es en m edio
de ese m ovim iento, am biguo y no lineal, en el que las poetas,
ya n o aisladam en te sin o com o un a presen cia de con jun to e
identificable, em piezan a decir sus prim eras palabras. La m ayor
parte de las veces en diálogo con estas diversas longitudes de
on d a ; p er o en u n d iá logo en el q u e lo im p or t a n t e n o es
18
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
respon der sin o m irarse, en con trarse y, sobre todo, d e c irs e
diferen cialm en te.
Prim e ras vo ce s p o é ticas fe m e n in as
En tre 18 90 y 1930 surgen din ám icas y hechos defin itivos
para la historia literaria de las m ujeres en Am érica Latina. Una
buena parte de los países del subcontinente está entrando en la
m odern idad, lo que im plica avan ces y rupturas econ óm icas,
p r ogr esos ed u ca t ivos, d ifu sión d el p en sa m ien t o lib er a l,
secularización de la cultura y reacom odos sociales, en tre los
que no son los m enos im portantes las discusiones en torno al
papel de la m ujer.
Son estas dinám icas las que perm iten que en Latinoam érica
contem os por prim era vez no con una voz aislada, sino con un
conjunto de poetas m ujeres. Alfonsina Storni, en Las poetisas
am ericanas (1998), artículo publicado el 18 de J ulio de 1919, se
refiere explícitam ente a nueve. Son m ujeres que están dando a
con ocer su producción e in teractuan do en tre ellas y con sus
colegas m asculinos: las uruguayas Agustini, Vaz Ferreira, Luisa
Luisi y J uana de Ibarbourou; las argentinas Delfina Bunge de
Gálvez y Rosa García Costa, y las chilenas Gabriela Mistral y
dos m enos conocidas, Sara Hubner y Aída Moreno Lagos.
La pregunta que nos form ulam os en este trabajo no es acerca
de u n a posible esen cia fem en in a de la poesía, sin o, por el
contrario, acerca de cuáles son las condiciones socioculturales
en las que estas m ujeres escriben, condiciones que van a señalar
las rutas por las que su palabra transita. Se trata de aproxim arse
a estas expresiones en la larga etapa de lo que denom inam os la
prim era v anguardia, para rastrear lo señalado por Márgara
Russotto en estos térm inos:
Revisa r la p r esen cia d e la voz fem en in a en la p oesía
la t in o a m e r ica n a [ …] im p lica s o b r e t o d o p e r s e gu ir lo s
distin tos ton os de esa voz que se eleva o acalla a veces con
dison an cia, aspereza o desproporción ; a veces en sordin a y
en secreto, discretam en te; en la sigilosa o disim ulada tom a
Po et a s la t in o a m er ica n a s
19
d e p osesión d e u n esp a cio p r oh ib id o o ign or a d o; en u n
solitario proceso de concientización de la propia identidad y
d e la com plejid ad d el pr oceso escr itu r ar io, tem atizad o sin
cesar por el sujeto lírico (1990 : 65).
Ese rastreo im plica en un prim er m om ento intentar desentrañar qué perm itió a las m ujeres y qué las im pulsó a dejar oír
su voz poética de una m anera m ás nítida en estos años.
A lo largo de la segunda m itad del siglo XIX atraviesa Latinoam érica una corriente de concienciación fem enina a través
del pensam iento y la escritura de un grupo de m ujeres que, de
un país a otro, pone en el centro de sus preocupaciones la construcción de la identidad fem enina y la pregunta por el papel de
la m ujer en la sociedad. Podem os m encionar algunas: J uana
Manso y J uana María Gorriti en Argentina; Mercedes Cabello
de Carbon era y Clorin da Matto de Turn er en Perú; Soledad
Acosta en Colom bia; Gertrudis Góm ez de Avellaneda en Cuba. 1
Son fun dam en talm en te n arradoras, pero su pen sam ien to, al
construirse en diálogo con el conjunto de la ciudad letrada,2 va
a penetrar distintos sectores, especialm ente del ám bito literario.
No es p en sa b le q u e con la cu r iosid a d in t elect u a l d e u n a
Alfonsina Storni o una Gabriela Mistral, estas poetas no hayan
con ocid o las in qu iet u d es y p r op u est as d e su s an t ecesor as
novelistas.
Con la llegad a d e la m od er n id ad , con la in flu en cia d el
pensam iento liberal en el conjunto de Sur Am érica, pero sobre
todo con la apar ición de la ciudad y sus for m as n uevas de
estructurar las relacion es, las m ujeres van a en con trar otras
posibilidades para su form ación y para el desarrollo de sus
sen sibilidades. El surgim ien to de un a n ueva clase social, la
burguesía em in en tem en te urban a, va a perm itir búsquedas
culturales diversas. J osé Luis Rom ero sintetiza esta dinám ica:
H e m ir a d o m á s e n d e t a lle e s t e gr u p o e n : N a via Ve la s co , 2 0 0 4 .
Ciu d a d le t r a d a , t é r m in o a cu ñ a d o p o r a n a lis t a s co m o J o s é Lu is
R o m e r o o Án ge l R a m a p a r a r e fe r ir s e a la s é lit e s in t e le ct u a le s - u r b a n a s
d e Am é r ica La t in a , q u e ja lo n a r o n e s t o s p a ís e s h a cia la m o d e r n id a d .
1
2
20
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Desd e 18 8 0 m u ch as ciu d ad es latin oam er ican as com en zaron a experim entar nuevos cam bios, esta vez no sólo en su
estructura social, sin o tam bién en su fison om ía. Creció y se
d ive r s ificó s u p o b la ció n , s e m u lt ip licó s u a ct ivid a d , s e
m od ificó el paisaje u r ban o y se alter ar on las tr ad icion ales
costum bres y las m an eras de pen sar de los distin tos grupos
de las sociedades urbanas. Ellas m ism as tuvieron la sensación
de la m agnitud del cam bio que prom ovían, em briagadas por
el vértigo de lo que se llam aba el progreso […]
Pero don de la fison om ía del progreso arraigó soberan a e
im pregnó las form as predom inantes de m entalidad fue en el
sen o d e las n u evas bu r gu esías. Cier tam en te er an h ijas d el
progreso y se sen tían vestales de su llam a (198 4: 247-30 9).
En m ed io d e la eu for ia d el ad ven im ien to d e u n “n u evo
m undo”, las m ujeres em pezaron a participar m ás activam ente
d e la s ven t a ja s d e ese h or izon t e, em p eza r on a u b ica r se,
em pezaron a decirse, em pezaron a rebelarse.
Lo que n o resulta fácil es escoger a las poetas de las que
querem os hablar: hay un largo cam ino recorrido y todo él es
im por tan te. En el con ju n to es clar o qu e existe u n n ú m er o
am p lio d e voces. Ten d r em os, sin em bar go, qu e h acer u n a
selección, com o todas m ás o m enos arbitraria.
María Eu ge n ia Vaz Fe rre ira y D e lm ira Agu s tin i
Conocida la una, silenciada la otra, su obra está íntim am ente
unida, igual que sus vidas: las poetas fueron am igas e hicieron
parte del m ism o grupo gen eracion al en su país, in tegran do
junto con otros escritores la que se conoce com o la Generación
del N ovecientos:
Co n e s t e m a r b e t e , n o e xe n t o d e co n t r o ve r s ia , n o s
referim os a un grupo de jóvenes, autodidactas en su m ayoría,
cuyas obras expresan a la perfección e s a s e n s ib ilid a d fin
d e s iè cle que en Uruguay se caracteriza por estar teñida de
perm anentes tensiones ideológicas. La bohem ia, el dandism o
y la m en cion ada rebeldía con tra las valoracion es sexuales y
p o lít ica s d e l m e d io b u r gu é s , la d is cu s ió n s o b r e
parn asian ism o, sim bolism o o decaden tism o y el desarrollo
Po et a s la t in o a m er ica n a s
21
d e los p r in cip ios d el a n a r co-sin d ica lism o y el socia lism o
m arxista, caracterizan a este grupo […]
I n t egr a n est a Gen er a ción d el Novecien t os el filósofo
Car los Vaz Fer r eir a, n ar r ad or es com o H or acio Qu ir oga o
Ca r los Reyles, p oet a s com o J u lio H er r er a Reissig, Ma r ía
Eu gen ia Va z Fer r eir a o Delm ir a Agu st in i, el d r a m a t u r go
Florencio Sánchez y J osé Enrique Rodó, ensayista crítico que
desem peña junto a Herrera Reissig el papel de guía del grupo
y m arca las pautas del pensam iento a seguir (Bruña Bragado,
20 0 5: 41-42).
Es una generación lanzada hacia el m undo desde sim ilares
retos y sentim ientos y agitada por una búsqueda conjunta en
la que estas dos m ujeres, María Eugenia y Delm ira, intentan
realizar su aporte, entregar su m irada y su palabra. Buscan y
d icen su p r op ia su bjet ivid ad , en u n a d in ám ica qu e p u ed e
ilum inarnos J osé Enrique Rodó, al referirse al contraste entre
el positivism o objetivista y ese fin de siglo que viven ellos:
Quiso alejar [el positivism o] del am biente de las alm as, la
tentación del m isterio, cerrando en derredor del espacio que
concedía a sus m iradas la línea firm e y segura del horizonte
p osit ivo…
Qu is o o fr e ce r p o r h o lo ca u s t o , e n lo s a lt a r e s d e u n a
in alter able objetivid ad , tod as las cosas ín tim as, tod as esa
eternas voces interiores que han representado por lo m enos,
una m itad, la m ás bella m itad del arte hum ano; y el alm a de
n u eva s gen er a cion es, a git á n d ose e n l a s u p r e m a n e c e s id a d d e la co n fid e n cia , ha vuelto a hallar en can to en la
con tem plación de sus in tim idades, ha vuelto a hablar de sí,
ha restaurado en su im perio al YO proscrito por los que n o
quisieron ver, sin o lo que está del lado de fuera de los ojos
[…] (1967: 150 ).
Es, pues, ese YO —propio, único, silenciado— el que estas
dos m ujeres, que se apoyan en un m edio que de alguna m anera
la s a sfixia , p er sigu en : u n YO fem en in o, siem p r e d ich o y
visualizado por los otros, n un ca buscado en el in terior de sí
m ism as.
22
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Delm ira dice de María Eugenia:
Tod o en ella es en can t ad or , d esd e su vigor oso t alen t o
p oét ico, h ast a su s d eliciosas ext r avagan cias d e n iñ a ligeram en te volun tariosa; y pen sar que tal vez hay person as lo
bastan te m align as para reprochárselas; ¡ign oran tes! Quitad
el fu lgor a u n ast r o y d ejar á d e ser lo (…) qu it ad a Mar ía
Eugenia sus caprichos y dejará de ser María Eugenia…
María Eugen ia, a su vez, le dice a Delm ira, respecto a su
prim er poem ario, El libro blanco, publicado en 190 7:
Si h ubier a de expr esar un cr iter io r elativo, ten ien do en
cuen ta su edad, etc., calificaría su libro sen cillam en te com o
un m ilagro. Cóm o ha llegado usted, sea a saber, sea a sentir,
lo que ha expuesto en ciertas páginas, es algo com pletam ente
in explicable (Larre Borges, 20 0 5: 254-255).
María Eugenia Vaz Ferreira nace en Montevideo en 18 75,
joven rebelde que vive duran te la prim era etapa según sus
p r op ios d ictad os d e in d ep en d en cia, au ton om ía y liber tad ,
causando escándalos a su alrededor. Después de una infancia
privilegiada debe trabajar para ganarse la vida y es profesora
d e liter atu r a en la Un iver sid ad d e Mu jer es, in stitu ción d e
educación superior creada en Uruguay en 1912.
María Eugen ia n o se casa y tam poco parece haber ten ido
un gran am or que le realizara sus sueños, aunque existe m ucho
silencio alrededor de su vida am orosa. Al avanzar en edad, su
per son alid ad pier d e en can to y com o tan tas otr as m u jer es,
víctim as del sistem a patriarcal, term ina padeciendo una fuerte
n eurosis: en sus últim os tiem pos sufre un deterioro físico y
psíquico de grandes proporciones. Su falta de adaptación va en
au m en to:
Aquejada de in som n ios persisten tes, deam bula de n oche
p or la s ca lles d e Mon t evid eo, y se p a r a a h a b la r con los
m endigos y los vagabundos. Alguna vez, invitada a una fiesta,
la a b a n d on a p a r a s en t a r s e en la p la za y con ver s a r con
Po et a s la t in o a m er ica n a s
23
aqu ellas gen tes d e las qu e se sien te m ás cer ca qu e d e los
señores de los salones. Era una gran bohem ia, pero era una
gran señora y nos encantaba su conversación , le dijo a Susana
Soca añ os después un o de esos vagabun dos que n o la había
olvid ad o (Peyr ou , 20 0 5: 316).
Mientras vivió, su obra tuvo escasos ecos; pero posteriorm en te es recon ocida en su país y hom en ajeada com o poeta
nacional. En general, la crítica latinoam ericana no le ha dado
el lu gar qu e m er ece y es m u y p oco leíd a fu er a d el ám bito
u r u gu ayo.
Su escritura es un grito de angustia ante un m undo que le
causa dolor y desconcierto. Se trata de un quehacer poético en
el que el sim bolism o y el rom anticism o tardío se dan cita para
construir un lenguaje que para el yo lírico es cam ino a la vida:
Quiero juntar a la sonante boca
m i nebulosa trágica del tedio,
que la golpee la potente frase
entre las ondas diáfanas del verso,
y a la frescura de benignas lluvias,
bajo el rayo inm ortal del sacro fuego,
en cánticos de vida y de esperanza
m i corazón florecerá de nuevo.
d ic e e n “Re s u rre c c ió n ”, u n o d e lo s p o e m a s d e s u
p rim e r libro , La is la d e lo s cá n t ico s .
En m edio de sus gritos m etafísicos y de una tradición tardía
en la que se inscribe, Vaz Ferreira busca su lugar com o m ujer,
tantea sus rutas y posibilidades. Tam bién com o m ujer siente
los lím ites que le son im puestos. En este sentido, es clarividente
su poem a “Hacia la noche”:
Oh noche, yo tendría
una palm a futura, desplegada
sobre el gran desierto,
24
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
si tú m e das por una sola noche
tu corazón de terciopelo negro,
y yo, al com pás de su m orena sangre,
canto con las ondas beatas el sacro silencio.
Mi canto será vivo
sólo por el deseo
de serenar la cuotidiana angustia...
Oh noche, yo te quiero
sin el fulgor de lum inosos astros,
sin m arinos clam ores
y sin la voz que finge
en los cráneos sonoros el rum or de los vientos.
¡Oh dulce noche m ía, oh dulce noche!
Aunque el glorioso pájaro del alba.
rom pa después m i lapidario ensueño,
un polvo de inquietud arda en m is ojos,
y m e seas de nuevo
sólo una palm a antigua, replegada
sobre el gran desierto.
La r elación d e la m u jer con la n och e, en el im agin ar io
patriarcal, ha sido siem pre am bigua. De un a parte, se le ha
asignado un lado oscuro, un lado peligroso no controlado por
los varones: el psicoanálisis considera la vagina un túnel que
puede devorar a los hom bres; de otra, la noche, com o espacio
del am or, de la bohem ia y de la vida artística, le ha sido negada
a las m ujeres, h a sido el patrim on io de los h om bres. En la
estética de fin de siglo, decaden te y sen sual, lo n octurn al se
m itificó m ás aún que en los rom ánticos.
La poeta experim enta su exilio de ese espacio, de ese deseo y
expresa que ganaría una palm a en el desierto si le es dado por
un a sola n och e el corazón de terciopelo n egro. Igualm en te
expresa/ expone su am or casi desesperado por el final del día,
que sería lo que serene su cuotidiana angustia.
Sin em bargo, María Eugenia es consciente de que no le será
entregado ese regalo y de que en su pelea con la vida, con el
Po et a s la t in o a m er ica n a s
25
m ed io, p er d er á ir r em ed ia b lem en t e. P or ello, ca n t a a su
esperanza en estos térm inos:
Mí esperanza, y o sé que tú estás m uerta.
N o tienes de los vivos
m ás que la instable fluctuación perpetua;
no sé si un tiem po vigorosa fuiste,
ahora, estás m uerta.
Te han roído quién sabe
qué larvas m etafísicas que hicieron
entre tu dulce carne su cosecha.
“Holocausto” es quizás uno de los poem as m ás antologados
y estudiados de Vaz Ferreira:
Quebrantaré en tu honra m i vieja rebeldía
si sabe com batirm e la ciencia de tu m ano,
si tienes la grandeza de un tem plo soberano
ofrendaré m i sangre para tu idolatría.
N aufragará en tus brazos la prepotencia m ía
si tienes la profunda fruición del océano,
y si sabes el ritm o de un canto sobrehum ano
silenciarán m is arpas su eterna m elodía.
Me volveré palom a si tu soberbia siente
la garra vencedora del águila potente;
si sabes ser fecundo seré tu floración,
y brotaré una selva de cósm icas entrañas,
cuy as salvajes frondas rom ánticas y hurañas
conquistará tu im perio si sabes ser león.
El texto, que recuerda a algun as de sus con tem porán eas
( Agu s t in i, St o r n i…) e s p a r a m í fu n d a m e n t a lm e n t e
am bivalen t e. De u n lad o, el yo p oét ico h ace exigen cias al
hom bre: debe crecer, debe ser un tem plo soberano, el océano,
un can to sobrehum an o, águila, león … Ese crecim ien to es la
condición para la relación. Pero de otro, de nuevo se realizará
26
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
la ofren da, el sacrificio, el h olocausto: ofren dará la san gre,
naufragará en sus m anos la prepotencia, será su floración…
El sujeto fem en in o en Vaz Ferreira es con scien te de sus
lim itaciones y sus cautiverios, pero en últim as no logra salir de
ellos. Se m ueve en rebeldía, se m ueve en con cien cia de sus
lim itaciones, se m ueve en los deseos de una noche distinta…
pero perm an ece cautiva y en algun a m edida suplican te. Tal
vez esa contradicción entre el deseo y la posibilidad, m anifiesta
en su poesía, es lo que conduce a la poeta a la destrucción y a la
locura. Pero tam bién es cierto que la conciencia lúcida de esos
cautiverios y la posibilidad intuida de salir de ellos es lo que da
m ás fu er za a su palabr a poética. A la h or a d e en ten der su
m u e r t e , o cu r r id a e n 19 2 4 , a lo s 4 8 a ñ o s , n o p o d e m o s
desconocer que estuvo siem pre som etida, controlada y opacada
por la presencia de su herm ano, el filósofo Carlos Vaz Ferreira.
Con Delm ira Agustini nos encontram os ante un caso distinto,
m á s co m p le jo , u n a p o e s ía m á s m a d u r a , m á s r ica , u n a
personalidad m ás apasionante a pesar de su extrem a juventud.
Tanto su vida como su persona han sido antologadas, estudiadas,
an alizadas… Creo, sin em bargo, que ha sido juzgada m uy a
m en u d o m á s d esd e lu ga r es com u n es q u e d esd e m ir a d a s
profundas e inéditas.
La corta existencia de Agustini estuvo dedicada a la poesía,
al arte, a la palabra, por la que fue seducida desde su m ás
t em p r a n a ed a d . I n t er vien e p len a m en t e en el a con t ecer
intelectual y literario de su país, haciendo parte de la llam ada
Gen er a ció n d el N o v ecien t o s . Se r e la cio n a co n s u s
contem poráneos, sostiene correspondencia con Darío, acude a
los cenáculos liderados por J osé Enrique Rodó. A pesar de ello,
su condición de m ujer, sus condicionantes fem eninos, le pesan:
por eso, cuando escribe m arca distancias, com o explica m uy
bien María J osé Bruña Bragado en su m agnífico estudio:
[…] si el d iscu r so fem en in o es u n at en t ad o con t r a ese
or d en d om in a n t e, con t r a esa est r u ct u r a d e p od er , en la
m edida en que la poeta sea capaz de transgredir el significado
Po et a s la t in o a m er ica n a s
27
heredado de la tradición sim bólica y hacer que los sím bolos
se expresen en una dirección diferente —tarea de reescritura
en que Agustin i dem uestra sin gular destreza—, será posible
h a b la r d e u n a r evolu ción lit er a r ia q u e en cu a n t o t a l es
tam bién política (20 0 5: 56).
Para m uch os críticos, Agustin i es la m ás sign ificativa e
im portante poeta latinoam ericana del siglo XX; para otros, de
su prim era m itad. Nacida en Montevideo en 1886, a los 16 años
em pezó a darse a con ocer en periódicos y revistas. Publica
fundam entalm ente tres textos: El libro blanco (190 7), Cantos
de la m añana (1910 ) y Los cálices vacíos (1913). Posteriormente,
su trabajo es recogido en Obras com p letas, in cluyen do los
poemas no aparecidos en sus libros anteriores, y reeditada varias
veces, tam bién traducida, especialm ente al francés y al inglés.
Com o ya he dicho, m e parece problem ático leer desde los
m ovim ien tos establecid os por la cr ítica can ón ica las voces
fem eninas; sin em bargo, es m uy com plejo evadir totalm ente
esta m irada tradicional. En este sentido com o en otros, creo
que la poesía de Delm ira Agustini recorre un largo trecho. Sus
prim eros poem as, recogidos posteriorm ente en La alborada,
se inscriben m ayoritariam ente en una poética rom ántica. Su
texto “Poesía”, publicado en 190 2 en R ojo y blan co, es un a
clara m uestra de ello:
Poesía inm ortal, cantarte anhelo
m as m il esfuerzos he de hacer en vano.
¿Acaso puede al esplendente cielo
subir altivo el infeliz gusano?
[…]
¿Y yo quién soy, que en m i delirio anhelo
alzar m i voz para ensalzar tus galas?
Un gusano que anhela ir hasta el cielo
que pretende volar sin tener alas.
28
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Est a s son la p r im er a y la ú lt im a est r ofa . En el cu er p o
encontram os otros cuartetos en los que se canta a la poesía, en
una constante com paración con lo m ás bello y sublim e de la
n a t u r a le za : la p o e s ía e s ve r ge l flo r id o , n a r a n jo , s ir e n a
m isteriosa… Pero lo central es esa oposición entre el gu s a n o y
el cie lo , como dos polos que el ámbito romántico siempre quiere
unir, entrelazar… sin conseguirlo. Esa oposición entre lo m ás
sublim e y lo m ás rastrero es m uy propia de los poetas rom ánticos y generalm ente apunta a representar las im posibilidades
am orosas en tre dos seres h um an os. En este texto, Delm ira
Agustini se sitúa m uy lejos de la sublim idad de la poesía, con lo
cual señ ala que su propia vocación es un a preten sión en el
universo en el que se encuentra.
Creo que la poeta se m ueve en diferentes ám bitos y tem as,
con m ucha conciencia de que su búsqueda es subvertidora y
de que su voz tiene que definirse entre tanteos…Es muy acertado
lo planteado por Bruña Bragado:
En consecuencia insisto, la producción poética de Agustini
no sigue un cam ino ascendente o recto en el sentido m ístico,
no busca la ilum inación de lo inefable o lo sublim e al final del
m ism o, s in o q u e , c o n s c ie n te d e s u p o s ic ió n s ie m p re
lim in a r, s ie m p re o rilla d a e in e s ta b le —acen tuada por
el hecho de su perten en cia al gén ero fem en in o— en saya, se
ejer cit a , ser p en t ea , exp er im en t a , p r u eb a for m a s, p r oced im ien t os, im ágen es, est ilos d e u n a m an er a alt er n at iva y
nunca sucesiva. Son las luces y las som bras de la creación lo
que n os deja com o testim on io de un a luch a estoica, de un
com bate feroz pero lúdico al tiem po por encontrar su propia
voz; luces y som bras que se refieren a la oscilación en tre la
estética m ald ita, fiesta, bau d elair ean a y la estética id ílica,
m ítica, de belleza d’annunziana; luces y som bras que son sus
dudas y vacilacion es, sus h allazgos, sus logros (20 0 5: 12312 4 ).
Por este m ism o ir y venir tan bien captado en la cita anterior,
la obr a d e Delm ir a h a sid o catalogad a y d escatalogad a en
m últiples sen tidos, y aun que se le ha dado recon ocim ien to,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
29
siem pre ha sido vacilan te cuan do se la saca del m arco de la
poesía fem enina y se la ubica en un paradigm a m ás am plio: el
de la poesía en general. Este reconocim iento ha estado, adem ás,
m uy ligado a los dram as de su vida o a la precocidad de su
escritura. La realidad es que no es una obra de fácil recepción.
El tem a en el que a m i juicio Agustin i logra sus m ayores
cim as es en el del Am or en sentido am plio, en el de su deseo, en
la expresión abierta de su erotism o. En “Visión ”, un o de los
p oem a s d e Los cá lices v a cíos, la voz p oét ica d ecla r a su
expectativa, su búsqueda, su ansia de ese encuentro que presida
su vida:
¿Acaso fue en un m arco de ilusión,
en el profundo espejo de un deseo,
o fue divina y sim plem ente en vida
que yo te vi velar m i sueño la otra noche?
En m i alcoba agrandada de soledad y m iedo,
taciturno a m i lado apareciste
com o un hongo gigante, m uerto y vivo,
brotado en los rincones de la noche,
húm edos de silencio
y engrasados de som bra y soledad.
[…]
Te inclinabas a m í com o el gran sauce
de la Melancolía
de las hondas lagunas del silencio.
[…]
Y era m i m irada una culebra
apuntada entre zarzas de pestañas
al cisne reverente de tu cuerpo.
Y era m i deseo una culebra
glisando entre los riscos de la som bra
a la estatua de lirios de tu cuerpo (1988: 32).
Este poem a constituye una m uestra clara del ir y venir de
Agustini de unas líneas poéticas a otras. Se inicia con una larga
30
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
estrofa que es un reclam o rom ántico a la presencia del am or,
del am ante en su vida, en su alcoba… presencia que m itigue la
soledad. Esa presencia inicialm ente se idealiza, se relaciona con
la m elancolía de los sauces y con la añoranza de algunos pasajes
de la naturaleza.
Posteriormente, introduce una de las rupturas de estas poetas
latin oam erican as de prin cipios de siglo: m ien tras el hom bre
con t in ú a sien d o e l c i s n e r e v e r e n te , ella, la voz p oét ica
fem enina, su cuerpo, su deseo… se convierten en una cu le bra,
an im al p or t ad or d e sign ificad os er ót icos an cest r ales, u n a
culebra que serpentea con la m ism a velocidad y fugacidad con
que glisan las notas en los instrum entos de viento y que em papa
con su presencia los riscos al m ism o tiem po que los lirios del
cuerpo del am ado.
Esa n ecesidad de am or , esa n ecesidad del en cu en tr o de
cuerpos, va creciendo cada vez m ás en su obra, prácticam ente
la va tom ando toda. Esta tem ática se instaura en plenitud en
“Mis am ores” (1988) poem a extenso, de 70 versos, en el que la
voz poética fem en in a recuerda y n arra. El ám bito preferido
para el am or, para su reclam o o evocación, es la noche. Así se
inicia el texto: “Hoy han vuelto…/ Por todos los senderos de la
n oche han v en ido...”; se trata de un a m em oria dolorosa: “…
han venido a llorar a m i lecho…”.
En un prim er m om ento, la poeta se sitúa en una distancia
que duele, distancia de los m uertos, de lo irrecuperable: “La
noche bebe el llanto com o un pañuelo negro...”. El negro del
pañ uelo que refuerza la n och e y la discordan cia del llan to:
“todas esas cabezas m e duelen com o llagas…/ m e duelen com o
m uertos…”. La conjugación de s e m as es clara y no deja lugar
a dudas: noche, llanto, pañuelo negro, m uerte… La evocación
es m últiple, los am ores idos son m últiples.
En un segun do m om en to, esa evocación se hace vida, se
hace fuerza… se convierte en alegría y recuerdo potente:
Po et a s la t in o a m er ica n a s
31
Sobre toda su luz, sobre todas sus llam as,
s e ilu m in ó m i alm a y s e te m p ló m i cu e rp o
Ellos m e dieron sed de todas esas bocas […]
de todos esos vasos donde bebí la vida,
de todos estos vasos donde la m uerte bebo […]
El poem a convoca los ojos, las m anos, los cuerpos. Por esos
ojos, por esas m anos, por esos cuerpos transitó la vida.
Finalm ente, la voz poética explicita con m ayor claridad el
horizonte últim o de sus palabras:
¡Ah, entre todas las m anos yo h e bu s cad o tu s m an o s !
¡Tu b o c a e n t r e l a s b o c a s , t u c u e r p o e n t r e l o s
cu e rp o s ,
de todas las cabezas yo quiero tu cabeza
de todos esos ojos, tus ojos sólo quiero...!
[…]
¡Ven a m í, m ente a m ente!
¡Ven a m í: cuerpo a cuerpo!
¿Es el am or en sí el que se sueña? ¿Es la presencia de un
único am ante perdido y añorado la que se persigue en todos
los cuerpos? Este poem a fue publicado póstum am ente, com o
parte de El rosario de Eros, y nos deja un claro testim onio de
qu e d el p r in cip io al fin la p oet a t r abajó p ar a exp r esar d e
m últiples m aneras su sed, su ansia de am or.
Esto n o quiere decir que Agustin i n o se haya ocupado de
otras tem áticas propias de la búsqueda perm anente de los/ las
poetas, bú squ ed as qu e tr an sitan cam in os con ocid os o qu e
indagan por cam inos inéditos. En palabras de Sara Cohen:
Un o podría arriesgar que es in heren te a la experien cia
estética la percepción de la pérdida, es decir no existiría tal
exp erien cia si n o se hiciese p resen te en el acto m ism o del
goce estético, la dim en sión de pérdida.
32
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
La producción poética no puede ser concebida en su origen
si no es en la brecha que deja el vacío de algo que pulsa por
ser nom inado. Em prendim iento de búsqueda form al, siem pre
in acabado y fragm en tario... (20 0 3: 21).
Bajo este prism a se pueden leer algunos de los textos de esta
poeta que, a pesar de su juventud (m urió trágicam ente a los
28 años), nos dejó huellas de inquietudes m uy hondas.
Una de estas huellas la encontram os en “Lo inefable” (Cantos
de la m añana):
Yo m uero extrañam ente… No m e m ata la vida,
no m e m ata la Muerte, no m e m ata el am or;
m uero de un pensam iento m udo com o una herida […]
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dorm ida
que os abrasaba enteros y no daba un fulgor...?
¡… Ah, m ás grande no fuera
tener entre las m anos la cabeza de Dios!
En este texto aparece la herida m etafísica, que no es ubicable
en n in gu n a p a r t e p r ecisa . Esa in sa t isfa cción q u e p er m a nentem ente acecha al artista y que se expresa en su búsqueda
estética, insatisfacción que no se puede situar en experiencias
con cr et a s (el a m or … la m u er t e… la p ér d id a …), sin o q u e
acom pañ a la m ism a con dición hum an a.
Alfo n s in a Sto rn i y N o rah Lan ge
El nom bre de Storni (1892– 1938) se ha ligado siem pre al de
Delm ira, al de Gabriela Mistral, al de J uana de Ibarbourou…
La m irada que se ha realizado sobre ella está llena a m enudo
de lugares com unes; sin em bargo, Alfonsina es una poeta que
s e e s ca p a m á s r a d ica lm e n t e q u e o t r a s a la s fá cile s
clasificacion es:
Su poesía abarca m ás de veinte años de trabajo: desde La
in quietud del rosal (1916) hasta M ascarilla y trébol (1938 ),
Po et a s la t in o a m er ica n a s
33
ro m an ticis m o , p arn as ian is m o , p o s tm o d e rn is m o ,
van gu ard is m o , la h allan pre o cu pad a po r la co n d ició n d e la m u je r. Saluda al hom bre diciéndole: Om nívoro
n aciste para llev ar la cota / y o el sexo pesado com o carro
de acero, Alfon sin a n o quiere com petir con el hom bre para
llevar la cota, no es eso lo que le interesa, ella desea quedarse
con el sexo y d isp u tar con el h om br e p ar a qu e n o le p ese
(Mizr aje, 1999: 171).
En Alfonsina Storni nos encontram os con un trabajo poético
coh er en t e y ext en so, qu e d a cu en t a d e u n a vid a d ed icad a
íntegram ente a él. La poeta hace parte adem ás de los grupos y
debates in telectuales de su país, Argen tin a. Escribe dram a,
p oesía y en sayos cr íticos, r ecogid os r ecien tem en te bajo el
n om bre N osotras y la piel. En sayos en los que m uestra un
am plio conocim iento de las m ujeres que en ese m om ento están
escribiendo en Am érica Latina.
Su o b r a , e xt e n s a , s e e s ca p a a lo s in t e n t o s d e u n a
sistem atización rápida. En esta presentación m e centraré en
algunos aspectos que m e parecen destacables. En prim er lugar,
es un a m ujer que, en los um brales del siglo XX, cuan do las
m ujeres apenas iniciaban su lucha por el reconocim iento, tiene
una clara conciencia de sí, de sus sueños, lím ites, posibilidades…
de su hacer de poeta, de su ser de m ujer. Muchos de sus poem as
son un a reflexión sobre sí m ism a. Storn i in ten ta aclarar las
em ocion es q u e la vid a y la m u er t e le p r od u cen , a t r a vés
precisam ente de la palabra, com o lo vem os en su poem a del
m ism o n om bre:
[…] yo soy la m ujer triste
a quien Caronte ya m ostró su rem o.
¿Qué fuera de m i vida, sin la dulce palabra?
[…]
Mientras vaciaba el pom o, caliente, de m i pecho,
no sentía el acecho,
torvo y feroz, de la sirena negra.
Me salí de m i carne, gocé el gozo m ás alto:
34
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
oponer una frase de basalto
al genio oscuro que nos desintegra (1997).
Esa sir en a n egr a, esa d esin tegr ación , qu e fin alm en te le
ganan la partida y que la obsesionan todos los días de su vida,
son neutralizadas en el trabajo entre la em oción y la palabra…
son n eutralizadas en esa luch a perm an en te de la poeta por
lograr la expresión adecuada, justa.
El acercam iento suyo a la palabra nace en gran parte de la
sen sación de desajuste social y existen cial que vive y que se
m uestra en m uchos de sus poem as, particularm ente en “Oveja
descarriada”:
Oveja descarriada, dijeron por ahí…
Oveja descarriada. Los hom bros encogí.
Es verdad descarriada. Que a los bosques salí;
estrellas de los cielos en los bosques pací.
Es verdad descarriada que el oro que cogí
no m e duró en las m anos y a cualquiera lo di.
Es verdad descarriada, que tuve para m í
el oro de los cielos por cosa baladí.
Es verdad descarriada, que estoy de paso aquí.
Este desajuste se expresa con una fuerza poética arrolladora
en “Fr en t e a l m a r ”, p u b lica d o en 19 20 com o p a r t e d e su
poem ario Irrem ediablem ente. En este texto, el yo poético se
queja de su m isión de rosa… de la vulgaridad de la vida que
m u ch a s veces la en ven en a … y p id e a l m a r q u e le d é su
grandeza, su cólera…
Mar, yo soñaba ser com o tú eres
allá en las tardes que la vida m ía
bajo las horas cálidas se abría…
Ah, yo soñaba ser com o tú eres.
Míram e aquí, pequeña, m iserable,
todo dolor m e vence, todo sueño,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
35
m ar, dam e, dam e el inefable em peño
de tornarm e soberbia, inalcanzable.
Dam e tu sal, tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de m ar...! ¡Oh tem pestad! ¡Oh enojo!
Desdichada de m í, soy un abrojo
y m uero m ar, sucum bo en m i pobreza.
Se op on en sem a s com o gr a n d eza , fier eza , t em p est a d ,
soberbia, inalcanzable… sentidos todos que acom pañan al m ar;
frente a sem as com o pobreza, vulgaridad, m iserable, cicatriz,
peso… que acom pañan la vida de la poeta.
E l m a r a t r a e p o r s u in m e n s id a d y p o r s u gr a n d e za :
finalm ente, esa atracción se im puso y derrotó a una vida que
se sintió perm anentem ente en desventaja.
Es m u y im p or t a n t e en St or n i la com u n ica ción con la
naturaleza. Una com unicación profunda y perm anente que la
llam a a la tierra, que en m ás de una ocasión la hace fundirse
con ella, com o en su poem a “Sábado” (de El dulce daño, 1918):
An duve descalza por los corredores; bajé a los jardin es y
besé las plantas; / absorbí los vahos lim pios de la tierra, tirada
en la gram a / m e bañé en la fuente… Más tarde m ojados de
agu a p ein é m is cabellos… / Per fu m é las m an os con zu m o
oloroso de diam elas. Garzas / quisquillosas, finas, de m i falda
h urtaron doradas m igajas…
No sólo busca la com unión con la tierra, tam bién con los
an im ales, con el m ar... con el juego de luces y de som bras
cíclicas del tiem po. Esa com unión hace parte de la atracción
por el abism o y por la m uerte que Alfonsina experim enta con
fuerza a lo largo de toda su vida. En este sentido, encontram os
en ella fuertes ecos rom ánticos.
El tem a que m ás se repite en nuestra autora es el del am or,
p er o n o u n a m or en a b st r a ct o o b ea t it u d … sin o el a m or
a t r a ve s a d o p o r la co n fr o n t a ció n e n t r e lo s gé n e r o s ,
con fron tación que le preocupó toda su vida. “Tú m e quieres
blanca” es quizás el texto que m ejor recoge estos sentim ientos:
36
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Tú m e quieres alba.
[…]
Que sea azucen a
sobre todas, casta.
[…]
Ni un rayo de luna
filtrado m e haya.
Ni un a m argarita
se diga m i herm ana.
Tú m e quieres nívea.
Tú m e quieres blanca.
[…]
Tú que hubiste todas
las copas a m ano
de frutos y m ieles
los labios m orados.
Tú que en el banquete
cubierto de pám panos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
[…]
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles m ilagros,
m e pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
m e pretendes casta
(Dios te lo perdone)
[…]
Huye hacia los bosques
vete a la m ontaña
lím piate la boca
vive en las cabañas
toca con las m anos
la tierra m ojada
Po et a s la t in o a m er ica n a s
37
alim enta el cuerpo
con raíz am arga.
[…]
Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas
y cuando hayas puesto
en ellas el alm a
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces buen hom bre
preténdem e blanca,
preténdem e nívea,
preténdem e casta.
La fuerza de este texto es indiscutible, lo que explica el hecho
de que una y otra vez sea antologado y traducido. En él logra
Storni plasm ar en im ágenes su rabia por la disparidad de juicio
m oral que in staura el sistem a patriarcal an te los com portam ientos del hom bre y la m ujer. Im ágenes frescas que de nuevo
n os m u est r a n su p r ofu n d a com u n ión con la n a t u r a leza :
naturaleza com o fuerza que ilum ina la vida, naturaleza com o
elem ento purificador que rescata a la m ujer desde la orilla en
la que ha sido colocada para llevarla a un horizonte recreado
de am or liberador. Ritm o ligero y atropellador que conduce la
p a la b r a h a cia a d ela n t e, a n t eced ien d o a la em oción , p a r a
producir así un efecto-lectura im pacto.
Esa batalla de los sexos/ géneros se recoge tam bién, en una
im a gen m u y a cer t a d a y p r ecis a , en s u p oem a “H om b r e
pequeñito”, en el que pide libertad para sus alas. La Storni se
opone a un m edio patriarcal y excluyente en el cual le cuesta
caro el reconocim iento que pretende, negado por m uchos —
en tre ellos Borges— en el am bien te argen tin o de la época, y
que sin em bargo le llegaría indiscutiblem ente después de su
m uerte, en 1938.
38
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Norah Lan ge, un a de las escritoras m ás sign ificativas del
s u b co n t in e n t e , h a p a ga d o ca r o , co n u n s ile n cia m ie n t o
absolutam ente injusto, ser la m ujer de Oliverio Girondo: quizás,
com o en ot r a s oca sion es, ella m ism a se in m oló a n t e su
com pañ ero. Lan ge h izo parte, jun to con Nydia Lam arque y
algu n as otr as m u jer es, d el m ovim ien to van gu ar d ista en la
Argentina de las décadas del veinte y el treinta del pasado siglo.
I n t er vin o p len a m en t e en el n a cim ien t o y d esa r r ollo d el
m ovim ien to ultraísta, fue toda su vida un a in telectual y un a
escritora en m últiples gén eros: poesía, n arrativa, m em orias,
crítica. En el terreno poético publica La calle de la tarde (1925),
Los días y las n oches (1926) y El rum bo de la rosa (1930 ).
Participa inicialm ente en las revistas Prism a y Proa y es de los
in t e gr a n t e s jó ve n e s d e e s t e gr u p o q u e p e r m a n e ce
posteriorm ente en la aventura de la revista Martín Fierro:
La revista Martín Fierro, fundada en 1919 bajo el im perio
de la n ueva sen sibilidad, adopta irón icam en te un apelativo
vernáculo para calificar una publicación de actualidades […]
En Feb r er o d e 19 2 4 , Eva r Mén d ez, ú n ico n exo con el
equipo preceden te, retom a com o director la publicación de
Ma rtín Fie rro . Con la incorporación de Oliverio Girondo el
p er iód ico vir a h a cia lo lit er a r io y a r t íst ico. Ba lu a r t e d e
p r om oción d e la s n u eva s est ét ica s, su t em p er a m en t o es
hum orístico y polém ico. Entre sus co la bo ra d o re s a s id u o s
figuran los m iem bros de grupo ultraísta —J orge Luis Borges,
N o rah Lan ge y Eduardo Góm ez Lanuza— a los que se agregan
otr os jóven es p r ovisor es…3
Las publicacion es líricas de Lan ge, en tre 1925 y 1930 , se
inscriben en plena época vanguardista; no obstante, no podem os hablar de que su estética responda plenam ente a ello. A
m i juicio, una voz poética fem enina, sobre todo en los inicios
del siglo XX, no puede renunciar a hacer de su YO un objeto
de la búsqueda estética. En la poesía de esta m ujer en con -
3
Au t o r e s va r io s , 19 8 4 . F o lle t o . N o . 3 4 .
Po et a s la t in o a m er ica n a s
39
tram os, hasta en sus últim os ecos, rasgos de lo que se denom inó
en Argen tin a y en otros países el sen cillism o. 4 De n uevo, su
búsqueda va m ás allá de adherencias a ultranza a una escuela
u otra, de las definidas canónicam ente.
En La calle de la tarde, su prim er libro poético, subtitulado
Poem a s en p r osa , h ay u n a p r op u esta clar a d e r en ovación
form al, de ruptura con rim as y versificacion es tradicion ales,
utilizando una expresión cercana a la prosa que m aneja nuevas
posibilidades de ritm o interno, de acercam iento a la em oción
at r ap ad a en las p alabr as, con la m et áfor a com o elem en t o
central, casi único.
Sin em bar go, en su p oesía n o d esap ar ece su yo, qu e es
recogido desde n uevas búsquedas y expresion es. Los vem os,
entre otros, en el segundo texto del poem ario:
La tarde se ha extendido, pidiendo, com o la m ano de un
/ m endigo.
Contra la tarde he recostado m i alm a.
Ahora vislum bro m i alm a que com o una luciérnaga se
/ aleja.
La tarde tira de m i alm a.
Cóm o m e duele el alm a a través de la tarde (Lange, 20 0 6).
La naturaleza (la tarde…) es urbanizada, no sólo en el registro
d el p aso d e u n tiem p o su bjetivizad o, sin o en la m an o d el
m endigo, logrando así con la m etáfora construir una situación
n oved osa. El n ich o se t r abaja d esd e los p ar ám et r os d e la
vanguardia, en tanto que la poesía regresa al yo poético, a su
dolor. Uno de los aspectos llam ativos de este trabajo de Lange
es su capacidad de condensación, lo que establece en su m o4
Co n e s t e n o m b r e , s en cillis m o o a n ecd o t is m o , h a ce m o s r e fe r e n cia a
u n a r e a cció n co n t r a e l m o d e r n is m o t a r d ío q u e s u r ge e n Ar ge n t in a
a lr ed ed or d e F er n á n d ez Mor en o “E l s en cillis m o f u e u n a p ot en cia op er a n t e
en t r e 19 15 – La s i n i c i a l e s d e l m i s a l – y 19 2 5 – Al d e a e s p a ñ o l a – ; ex is t e
p u es u n a co in cid en cia d e cu a t r o a ñ o s en t r e a m b a s es cu ela s : d e 19 2 1 a
19 2 5”. R e fe r e n cia : Cé s a r F e r n á n d e z M o r e n o : E L U L T R A Í S M O E n : L OS
V A N GUA R DI S M OS EN LA A M ÉR I CA LA T I N A .
40
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
m en to u n a n ovedad, especialm en te en la poesía fem en in a.
Capacidad de síntesis poética que anuncia desarrollos posteriores
en la expresión latinoam ericana. En ella, la anécdota no desaparece, pero se convierte en m etáfora, en una especie de rayo
lum inoso que fotográficam ente capta no sólo el instante, sino
el desarrollo m ism o de un a em oción : “Él acogió m i tristeza.
En sus labios el am or era el alba. Sus palabras m e besaban. Y
por el cam inito suave de sus m iradas, llegué com o una canción
hasta su alm a”.
En estas bú squ ed as y r u ptu r as en con tr am os qu e Nor ah
Lange, en su diálogo íntim o y cercano con las vanguardias, se
ha alejado definitivam ente de la com unión rom ántica entre el
yo y la n aturaleza, establecien do un a distan cia que perm ite
reconocer los espacios de la ciudad com o escenarios de la vida
y del am or. Esta distancia se recoge bellam ente en
Afuera la noche
sacudiendo angustias.
Adentro, el corazón
fresco de am or
com o un a hoja n ueva.
En este tip o d e p oem as en con tr am os u n a escr itor a qu e
com ulga con la prim era van guardia. Su segun do poem ario,
Los días y las noches, avanza en el cam ino de lo conseguido en
el prim er trayecto: reubicar el am or en n uevos ám bitos, en
diferentes expresiones, buscando ahora otras posibilidades de
com unicación rítm ica y m etafórica. Revisita espacios buscados
y cantados tanto en el rom anticism o com o en el m odernism o,
cargándolos de posibilidades novedosas. Lo palpam os en uno
de sus N octurnos…
Se alzó tu im agen
com o una torre
sobre la tem prana noche.
Lejos, un tren arrojó al cielo
Po et a s la t in o a m er ica n a s
41
un puñado de silbidos
que tuvo su eco en las estrellas.
La luna acostada sobre el cam po
serenó el quebranto de una esperanza m uerta.
Nuestras voces enm udecen
con la hora lejana y clara.
Eres de nuevo la distancia
custodiada de silencio
y quizás otras m anos te sean
m ás dichosas que las m ías.
Y acaso tu olvido te sea m enos pena
que la pena m ía que yo nunca olvido.
La p oet a con t in ú a su t ar ea d e d econ st r u ir los cam in os
rom ánticos, logrando que la noche sea el espacio para el desam or y no para el am or o la nostalgia, que el cielo sea golpeado
por un tren, que las estrellas sean chocadas. El am ante en esa
noche es distancia, no evocación o cercanía.
Su obra poética conocida se cierra con El rum bo de la rosa,
donde sigue m oviéndose en los parám etros definidos desde el
principio. En una presentación de su trabajo leem os algunas
apreciaciones, a m i juicio, m uy certeras:
En gen er al su p oesía bebe d e p aisajes in ter ior es, tan to
físicos com o em ocionales; un m undo de jardín y casa, íntim o
y cerrado. Con un yo a la expectativa, se eviden cia el deseo
de la presencia m asculina, una que transm ita el sentir de las
calles, de lo exterior, por don de lo fem en in o, en esos añ os,
n o su ele t r a n sit a r . El h om b r e a p a r ece fu er t e y p od er oso
porque a él le pertenece la ciudad, m ientras que ella se vincula
con una realidad distinta, la de los rosarios y los altares. Por
lo tanto se respira en esos escritos, un am biente de soledad,
espera y sufrim ien to. Ese yo que se observa a sí m ism o se
opon e fron talm en te al que con struyó su coetán ea, Alfon sin a
Storn i (Caballé, 20 0 4: 138 ).
42
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Desde tem áticas sim ilares, la dem an da que Lan ge hace a
los h om bres es in discutiblem en te distin ta de la que realiza
Storni. Esta últim a reclam a un cam bio en los roles de género;
la prim era reclam a una presencia que envuelva en am or… A
pesar de la ironía, es lo que encontram os en su poem a “Alba
del desam or”:
Y todo era tan difícil
después de la distancia.
Tu m ano ya no sabía.
La m ía no recordaba.
Yo preguntaba sandeces:
tú respondías m entiras.
Yo sim ulaba alegrías.
Tú, de penas m e contabas.
Tú m e hablabas de otra gente,
yo m e quedaba pensando.
Pasam os por viejos sitios
sin siquiera em ocionarnos.
¡Oh, si el querer no m uriese,
cóm o querrían m is m anos!
Cóm o irían al encuentro
de las tuyas aguardando.
Tú sabías que callando
se torna el am or m ás fuerte.
Yo seguiría a tu lado.
Las penas tuyas, m atando.
¡Oh, si el am or no m uriese
cóm o querríam os, penando!
Con este texto aparecen algunos aspectos m uy significativos
de la propuesta poética de nuestra autora: desde el punto de
vista form al, deconstruye la solem nidad del lenguaje sobre el
am or y desam or , lleván dolo a u n a expr esión liger a qu e de
alguna m anera banaliza los sentim ientos que han m antenido
y m antienen cautiva a la m ujer. Así, aunque perm anece en los
Po et a s la t in o a m er ica n a s
43
ejes tradicionales: yo fem enino/ am or… subvierte las líneas por
las cu ales h a discur r ido esta poesía, sum án dose con ello a
Delm ira, a Alfonsina.
Sigu ien d o las p r op u estas van gu ar d istas, su s p alabr as y
em ociones transitan por lo cotidiano, por lo prosaico. A pesar
de su reclam o al hom bre, el am or es colocado en el terreno de
las posibilidades rem otas, de un futuro condicionado, im perfecto… que según los m ism os sentim ientos expresados no es
probable que llegue, que regrese. La sensación que queda es
que el am or se banalizó y adem ás se hizo casi im posible. Esto
de alguna m anera es lo que dicen tam bién otras voces poéticas
fem en in as: Agu stin i, Stor n i, J u an a d e Ibar bou r u , Mistr al,
Laura Victoria en Colom bia…
Con la m irada a estas cuatro poetas term inam os el prim er
tram o de nuestro recorrido. Indiscutiblem ente hay voces que
quedan por fuera, las que acabo de m encionar u otras voces
m en os con ocidas, pero que en un m om en to habría que exam in ar : la d e la m ejican a Lau r a Mén d ez, a caballo en tr e el
rom an ticism o y el m odern ism o. La relación en tre la poesía
fem enina en el subcontinente y las vanguardias poéticas no se
acaba con lo que hem os planteado: en la m edida en que avanza
el siglo XX, las voces líricas fem eninas se abren com o en un
aban ico de m últiples colores y las propuestas van guardistas
son retom adas m ás detenidam ente por algunas.
2 . Exp re s io n e s e n la m itad d e l s iglo xx
Ya h e plan teado que n o es posible leer a las m ujeres en
general, ni a las poetas latinoam ericanas en particular, som etiéndolas a una especia de revisión o ubicación que se ajuste a
lo que la crítica literaria h a establecido com o m ovim ien tos
gen erales del desarrollo poético en n uestros países. Es m ás
adecuado m irar el desenvolvim iento propio, m ás o m enos autónom o, de las voces fem eninas: cóm o ellas van encontrando su
voz y su posicionam iento en los paradigm as m ás am plios. De
nuevo, las palabras de Márgara Russotto:
44
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Sólo esa coexistencia de tiem pos paralelos puede explicar
el hecho de que m ien tras en los m an ifiestos y espectáculos
irreverentes el arte de vanguardia difundía el ideal de la m ujer
din ám ica, deportista, libre de an dar en bicicleta y fum ar en
pú blico – im agen d e la su bver sión y la an ar qu ía cr ead or aotras vision es com un icaba la poesía de Alfon sin a Storn i […]
Las m u jer es d iseñ aban en efecto otr os m ar cos d e r efer en cia: se m ovían con ot r o t iem p o y an d am en t o; y e s l a
d é c a d a s igu ie n te la q u e a s ign a rá a la con figuración de
espacios líricos in éditos a partir de tópicos literarios m en os
apegados a program as preestablecidos (1990 : 74).
En Am érica Latina, es la década del cuarenta la definitiva
en las con qu istas fem en in as en algu n os p aíses: en Ch ile,
Argen tin a y Ven ezuela las m ujeres con siguen su derecho al
voto, derecho que n o se logrará en Perú, Méjico y Colom bia
hasta los cincuenta. Esto supone luchas, m ovim ientos, reconocim iento de unas m ujeres a otras. En los años treinta e inm ediatam ente anteriores, las latinoam ericanas han conquistado espacios en la narrativa: la publicación de Ifigenia, de Teresa de la
Parra, m arcó un h ito. Posteriorm en te, María Luisa Bom bal
irrum pe con La am ortajada y La últim a niebla; igualm en te
en Argen tin a, Victoria y Silvin a Ocam po hacen rupturas. En
este cam inar adquiere todo su significado la publicación en 1961
de La brecha, de Mercedes Valdivieso, considerada la prim era
novela fem inista del continente.
Después de la irrupción en el panoram a poético de las voces
in iciales (Agu stin i, Stor n i, Mistr al, Ibar bou r ou , Lan ge), la
llegada de las m ujeres a la escritura poética se hace cada vez
m ás firm e y contundente. Russotto nos dice en este sentido:
La aparición de la poesía escrita por m ujeres com o hecho
continuo y generalizado, coincide m ás o m enos con la prim era
guerra m undial, y constituye una actividad sostenida durante
las var ias décadas que le siguen . No h ay un solo país latin oa m er ica n o q u e n o t en ga escr it or a s r eleva n t es en est e
sentido, em peñadas en labrar, la m ayoría de ellas a la som bra,
u n p r o ye ct o p o é t ico t a n r igu r o s o y s ó lid o co m o e l q u e
Po et a s la t in o a m er ica n a s
45
desar r ollaban , a la luz, sus com pañ er os y con tem por án eos
(19 9 0 : 73).
Mientras se agota la fuerza de las prim eras vanguardias, se
com ienzan a escuchar propuestas diferentes en la poesía latinoam ericana. Los cuarenta y cincuenta del pasado siglo van a
estar copados por voces m asculinas com o las de Borges, Neruda
y Vallejo, aún … y otr as n uevas com o las de Paz, Lezam a y
Sabin es. Com o r eacción a las pr opuestas van guar distas, se
em pieza a hablar de poesía trascendental y en algunos casos
se r egr esa a los r it m os clásicos. Sin em bar go, n o se t r at a
exactam ente de escuelas o m ovim ientos en los que se m arquen
pautas m uy generales; por el contrario, encontram os m ás bien
búsquedas individualizadas.
Vam os a pr esen tar la poesía d e Meir a Delm ar , J u lia d e
Burgos, Olga Orozco, Dulce María Loynaz, Em m a de Cartosio,
Enriqueta Arvelo Larriva, Fina García Marruz, Carilda Oliver,
Idea Vilariñ o, Claribel Alegría, Rosario Castellan os, Blan ca
Varela, en tre otras. La pregun ta es: ¿con stituyen un grupo
interactuante? Creo que no se puede hablar de ello en sentido
estricto; sin em bargo, verem os cóm o hay m uchas cosas que
la s a cer ca n . Tien en exp er ien cia s y ca m in os com u n es; n o
obstante, su trabajo se produce m ás aisladam ente y constituyen,
com o tal, m e n o s g r u p o que las presentadas en el capítulo 1.
Vo ce s e n e l Caribe
Enriqueta Arvelo Larriva ilustra com o pocas el aislam iento
en que han vivido y trabajado las poetas en nuestros países a lo
largo de una gran parte del siglo XX. Nace en Barinas, estado
de Venezuela, en 1886, y escribe poesía prácticam ente durante
toda su vida. Publica en tre 1930 y 1960 , con stituyen do un a
obra contundente que nos habla de una práctica poética contin uada y con scien te, en don de la búsqueda es perm an en te y
m últiple. A pesar de ello, no se conoce apenas fuera de su país.
Enriqueta hace parte de un grupo de poetas venezolanas que
buscan su expresión en esos m ism os años, entre las que figura
46
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
tam bién Ana Enriqueta Terán. Algunos críticos quisieron ubicarla en la llam ada Generación del 18 , pero, com o ella m ism a
señala, su poesía no em pieza a aparecer hasta después de 1930 .
Arvelo no se reconoce parte de ningún grupo o escuela. Sobre
su trabajo inm enso y desconocido nos dice Carm en Mannarino:
La obra poética de Enriqueta Arvelo Larriva es la síntesis
de un a en trega. Buscar la propia voz en secreta labran za y
perm an ecer a la espera de su m aduración hasta que con n ot a cion es y ca d en cia s r esp on d ier a n a la p r op osición d e la
p alabr a d iver gen te, fu e el d er r oter o d e u n a vid a p obr e en
acon teceres gratifican te, sorpren den te en la pen etración de
la existencia hum ana, en la decisión de ruptura con cánones
establecidos y celebr ados en su en tor n o (citada en Ar velo,
18 8 7: 19 ).
Se tr ata, pu es, de u n caso bastan te típ ico: en soledad y
aislam iento, Arvelo Larriva realiza su trabajo y se m ueve con
libertad por diferentes tem as, propuestas y tendencias, sin que
pueda ser enm arcada claram ente en ninguna escuela o cofradía
o m ovim iento. Com o otras poetas, su diálogo con la tradición,
con la cultura, con la poesía m ism a es un diálogo en el silencio.
Su producción de los añ os trein ta y cuaren ta se descubre
clar am en te in flu id a p or las p r op u estas van gu ar d istas. Su s
form as poéticas son ligeras y asum en del conjunto elem entos
de la cotidian idad para resem an tizarlos. Veam os algun os de
sus textos:
D ibu jo p ara la ve rd ad e ra libe rtad
Muralla de oxígeno.
Barrera de claridad.
Lím ites dem arcados por el tino.
Ventanas saludables,
cam inos dados al tránsito, sin nudos.
Lotes equilibrados de trabajo callado o ruidoso
criaturas curiosas.
Cuadros de ayer en la luz de hoy.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
47
Y una rosa abriendo sincera en las voces.
Y todos llevam os la inm ensidad sólida y sin peso.
Este poem a hace parte de Tim bre de ay er (1930 – 1934).5
Est a m os en los colet a zos d e la p r im er a va n gu a r d ia en el
subcontinente. Es clara la presencia de postulados de diferentes
itsm os. Ausen cia de an écdota y n arración , que obsesion ó a
Ar velo tod a su vid a; fr ases cor tas cen tr ad as en la im agen ,
elem entos que connotan m odernidad.
La libertad se llam a a través de sem as m uy precisos: oxígeno, barreras claras (es decir, fácilm ente superables), cam inos,
ventanas… No es un texto m uy com unicativo, m ás bien podem os considerarlo duro, escueto… producto de una econom ía
len tam en te buscada, com o en casi todos los de su prim era
época. Igualm ente ilustrativo en este sentido es “Exclam aciones
para salm odiar el paisaje”, del m ism o poem ario que el anterior:
N o hay caballos para tirarles sillas de m ontar
y piernas de llaneros.
Un sol sin pautas se tiende sobre huellas de inundaciones […]
Los ganados, m archan indefensos hacia paraderos m inados
y prueban la pena de lam ederos desabridos.
Están m uertos los rieles soñados estam pados en las
distancias […]
Subiré a la em palizada borrosa
por ver si viene lentam ente una brisa.
Nos encontram os con frases relám pagos que quieren apropiarse d e l n e r vi o (H uidobro) de la realidad apreh en dida,
despojándola de todo lo que no es esencial. Estam os lejos de
un a lírica dulce o de los reclam os de am or de otras poetas.
Arvelo Larriva, com o yo poético, se sitúa sola ante el m undo,
en m edio de un paisaje difícil y desde allí lanza su voz en grito.
El cam ino lírico de esta m ujer atraviesa m ás o m enos treinta
añ os, en los cuales su práctica y su voz varían y desarrollan
5
To d o s lo s t e xt o s s o n t o m a d o s d e Ar ve lo La r r iva , 19 8 7.
48
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
búsquedas diversas que pasan por lo religioso, por el subjetivism o, por la m irada hacia la patria. A lo largo del tiem po su
exp r esión en a lgu n a m ed id a se d u lcifica y d eja u n cla r o
testim onio de que su inclinación hacia esta dinám ica de dulcificación no es casual, sino buscada. En Poem as perseverantes
incluye “El odio”, en el que dice:
N o q u ie r o m ir a r h a cia e s e s it io :
ahí está el odio.
Tiene los ojos curtidos
de m al fuego.
Lo esquivo.
No quiero saber siquiera
cóm o hace sus incendios.
No quiero ver su factoría.
Lo rehuyo abiertam ente.
Y yo no soy su blanco.
Si nos rem ontam os a la vida de Enriqueta y de su fam ilia,
queda m ás claro aún la volun tad explícita de alejarse de los
ám bitos agrestes que m otivan y generan el odio. En este texto
hay m ás lirism o, m ás expresión del yo, se supera el objetivism o
con el que anteriorm ente se intentó recoger los paisajes y se va
a su interior resem antizándolos en un intento de captarlos y
expresarlos desde el sentim iento.
La obra de Enriqueta Arvelo Larriva es bastante inabarcable
y, en u n a m ir a d a gen er a l com o est a , r esu lt a im p en sa b le
agotarla. Lo pretendido es una aproxim ación, que nos m uestra
un a vez m ás la in clasificación de un a escritura que se hace
desde el m argen y que configura una geografía original desde
y en su aislam iento.
Otras dos voces poéticas, caribeñas y fem eninas, que atraviesan prácticam ente el siglo XX, son las de las cubanas Dulce
María Loynaz y Carilda Oliver Labra.
Dulce María Loyn az n ace en 190 3, en la H aban a, cuan do
esta ciudad es un centro político, social y cultural im portante.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
49
Rodeada de una fam ilia que participa de inquietudes y proyectos
intelectuales, estudia Derecho y lo ejerce, aunque se dedica a la
escritura prácticam ente toda su vida. En 1938 publica Versos,
que r ecoge su pr oducción desde 1920 h asta 1928 ; en 1946
aparece Juegos de agua. A partir de este m om ento va a incursionar y a editar en otros géneros. Su voz poética, consciente,
se inscribe plenam ente en la tradición fem enina del continente.
En diversas en trevistas aparecidas en Dulce M aría Loy n az,
Valoración Múltiple (Sim on, 1991) habla de sus lecturas y su
fam iliaridad con Sor J uan a, Mistral, Storn i, J uan a de Ibarbourou, Agustini.
Reconocida dentro y fuera de Cuba, donde en m ás de una
ocasión h a sido llam ada p oeta n acion al, Loyn az se escapa
igualm ente a una clasificación fácil, aunque m uchas veces ha
sido situada en el denom inado postm odernism o intim ista. Con
ella nos reencontram os con los tem as que preocuparon a las
poetas latinoam ericanas de principios del siglo XX: el am or, la
relación de género… aunque no se trata ni m ucho m enos de
una tem ática única; por el contrario, aparecen preocupaciones
sociales, búsquedas religiosas, identidad con el paisaje.
Vea m os a lgu n os d e su s p oem a s en t or n o a l a m or y a l
desam or, tem as en los que tiene logros significativos. Se respira
en ellos un am bien te, un sen tim ien to de in terrogacion es, de
pesim ism o… de una especie de espera no cum plida. Podem os
ver cuatro textos en este sentido. El prim ero de ellos:
Pre cio
Toda la vida estaba
en tus pálidos labios...
Toda la noche estaba
en m i trém ulo vaso...
Y yo cerca de ti,
con el vino en la m ano,
ni bebí ni besé...
Eso pude: eso valgo.
50
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
El yo poético no llega a beber o a besar, se queda al m argen,
la noche se le ofrece, pero no la recoge. El sentim iento que la
habita entonces es de una cierta m inusvalía, de un precio que
no se paga, que no se pagó. Queda un sabor extraño al term inar
la lectura del últim o verso, un sabor agridulce que viene de esa
tím ida identificación entre el poder y el valer, que tantas veces
no se corresponden.
Sabor que se am plía y se aclara en algunas connotaciones
de otro de sus poem as, cuyo título nos rem ite en form a directa
a ese am or que se vivió, que se olvidó, que n o llegó. En “La
can ción del am or olvidado” se con fun de el desam or con la
indiferencia, no se canta para el am or que hum edece los ojos
todavía o que hace sonreír con em oción… Pero se canta igual
para
[…] el am or sin llanto
y sin risa;
el que no tiene una rosa seca
ni unas cartas atadas con una cinta…
Cantar para el am or que ya no evocan
las flores con su olor
ni algún vals fam iliar…
Para el que no se esconde entre cada crepúsculo,
ni atisba ni persigue ni vuelve nunca m ás…
Es un canto lacónico, tristón, envuelto en una cierta m irada
de ironía. Se evoca la pobreza de un sentim iento, al tiem po que
se deconstruye la im agen del gran am or, del am or eterno que
dura por sobre todas las posibilidades de olvido…Se deconstruye
ese am or que aprisiona y transform a las vidas de hom bres y
m ujeres, especialm ente de m ujeres. Ese am or que, m ás allá o
m ás acá de la realidad, canta la poesía una y otra vez.
Estos poem as dialogan claram ente con otros de la m ism a
época, “El am or indeciso” y “La balada del am or tardío”. En el
texto del am or indeciso encontram os de nuevo esa presencia
fugaz que llega y n o se recibe, que se va… que coquetea sin
Po et a s la t in o a m er ica n a s
51
concretarse: y no pasa y se queda frente a la puerta abierta…
En con t r am os igu al el m ism o sabor d e d econ st r u cción , d e
desm itificación :
Es un am or pequeño que perdió su cam ino… / Este am or
nada dice… Este am or nada sabe: es del color del viento, de
la huella que un ave deja en el viento. / Vienes de una som bra
a ot r a som br a con los p a sos t r oca d os d e los ebr ios, los
locos… ¡Y los resucitados! / Extrañ o am or sin rum bo que
m e gana y m e pierde. / Que todo lo confunde, lo deja… ¡Y no
lo deja! / Que esconde estrellas nuev as en la cabeza v ieja…
En una dinám ica de ires y venires y recontradicciones, se le
reconocen al am or hechos de vida, resurrecciones, ebriedades,
sabidurías… pero igualm ente se le reconoce confusión y sobre
todo levedad, consistencia fugaz, desilusión en últim as.
En “el am or tar dío” r espir am os u n a cier ta n ostalgia. Se
reclama al amor que llegue tarde, en un texto que recuerda irrem ediablem ente el poem a “La hora”, de J uana de Ibarbourou:
Tóm am e ahora que aún es tem prano y que llevo dalias nuevas
en la m an o… ahora que ten go la carn e olorosa y los ojos
lim pios y la piel de rosa… Loynaz dice así:
[…] Am or de atardecer, ¿por qué extraviado
cam ino llegas a m i soledad ?
Am or que m e has buscado sin buscarte,
no sé qué vale m ás:
la palabra que vas a decirm e
o la que yo no digo ya…
No m e des tus rosas frescas,
soy grave para rosas. D am e e l m ar…
Am or que llegas tarde, no m e viste
ayer cuando cantaba en el trigal…
Am or de m i silencio y m i cansancio,
hoy no m e hagas llorar.
Una vez m ás parece claro que el yo poético se percibe en un
52
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
cierto m argen fren te al am or. Estos poem as n os h ablan de
exclusión , m ás que de can to o exclam ación ; son un diálogo
sobre el sentim iento del am or, en ella, en los y las dem ás. Es
significativa esa petición de dam e el m ar, en lugar de las rosas:
¿la inm ensidad, la eternidad que llam a a través del am or?
La otra cuban a que atraviesa el siglo con su voz y con su
producción es Carilda Oliver Labra, n acida en Matan zas, en
1924, y que publica sus prim eros textos en la década del cuarenta: Preludio lírico, Casas y Mercado (1943); Al sur de m i
garganta (1949). Su último libro, Sonetos, es de 1998. Su trabajo
poético e intelectual es am plio, profesional y continuado. Ha
recibido el Prem io N acional de Poesía (1950 ) y de Literatura
(1997). Igu alm en te fu e gan ad or a d el Certa m en H isp a n oa m ericano, organizado por el Ateneo de Washington con m otivo
del tricentenario del nacim iento de Sor J uana Inés de la Cruz.
Su obra lírica se pasea por un abanico m uy abierto de sentim ientos y tem áticas: el paisaje, la historia, el am or, la m uerte,
el paso del tiem po. Com o en otras ocasiones, su reconocim iento
es lim itado y discutido:
En los últim os años la poetisa —elogiada a su tiem po por
Gabriela Mistral y con ocida en H ispan oam érica a partir de
su libro Al s u r d e m i ga rga n ta — se ha con vertido en un
m ito vivien te de la literatura cuban a. Sin em bargo con ella,
se da un a lam en table y extrañ a paradoja: son escasos, si n o
in existen tes los estudios cr íticos que n os con duzcan a un a
valoración rigurosa de sus textos.
A Carilda se la ha abordado m ás com o personaje que com o
escritora. Y este hecho (cuyas explicacion es sociológicas son
dem asiado com plejas para ser abordadas de un plum azo) ha
con spirado quizás con tra el establecim ien to de su sign ificación literaria (Bobes, 1992: 5). 6
Vam os a m irar algunos de los textos que se inscriben en la
época qu e n os ocu pa, en tr e las d écad as d el cu ar en ta y d el
sesenta.
6
To d o s lo s p o e m a s d e Olive r La b r a s e t o m a n d e la e d ició n d e 19 9 2 .
Po et a s la t in o a m er ica n a s
53
Carilda Oliver tiene plena conciencia de escritora, de su ser
de m ujer. Desde sus palabras interactúa en varios m om entos
de su trayectoria con su propia identidad y definición, con su
ubicación m uy precisa:
Una m ujer escribe este poem a
donde puede
a cualquier hora de un día que no im porta
en el siglo de la avitam inosis
y la cosm on áutica
tristeza deseo no sabe qué
esperando la bayoneta o el obús
una m ujer escribe este poem a
sin atributos
a desvergüenza y dentellada
fogosa inalterable arrepentida […]
supim os de pronto de una trom bosis coronaria
existes soledad
sonó una bom ba
vean si se han roto los lentes de contacto
una m ujer escribe este poem a
separa quince pesos para el alquiler…
La voz poética se m ira y se dice a sí m ism a y sim ultáneam ente recrea su m undo, su tiem po. Es un autorretrato en el
que se suceden sin solución de continuidad lo subjetivo: el am or,
la soledad, la enferm edad de los am igos… y lo social-histórico,
lo objetivo: las bom bas, la plata que no alcanza para el alquiler,
el Che Guevara.
Un o de los ejes tem áticos que m ás se repiten en Oliver
Labra, una de sus obsesiones, es el paso del tiem po: lo retom a
constantem ente. Su poem a “La casa” (1955) es quizás el m ás
definitivo en este sentido:
54
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
La casa está gris, cerrada
com o una m uerta esperando
que el féretro sea blando.
La casa está m al usada
por la tristeza y el tedio.
Las tardes dan cenicientas
sobre sus persianas lentas.
Crece el polvo; hay un asedio
de olvido por las ventanas…
En el baño se detiene
el talco: atónito y m udo
al ver que no m e desnudo…
El lecho busca m i nom bre
dicho por la voz aquella…
voz entre hum o y estrella…
La sala está com o loca.
El patio apenas existe….
No im porta la últim a carta
no recogida, la puerta
sorda com o una flor yerta…
No im porta que no haya ropa;
yo he colgado en el alam bre
a m i propio corazón…
Y allí m e quedo y la cuido
de huracanes y dolores…
¡Qué m iedo m ás m alo el m iedo
de que el Azar con su dedo
m e borre toda la casa!
Con una alta econom ía, Oliver refleja en su texto elem entos
fundam entales en la tradición poética: el deterioro que el paso
de los años im pone sobre sentim ientos y lazos, el abandono y
el olvid o qu e t iñ en d e gr is com o u n a p át in a la exist en cia
anterior y con ella los seres que la habitaron. El recorrido se
realiza por el paisaje de lo cotidiano, recogido en la casa, que se
convierte en sím bolo de la vida y de las relaciones, vivencias y
Po et a s la t in o a m er ica n a s
55
recuerdos; en esta m edida, esa cotidianidad se redim e de su
in tr ascen d en cia, d e su vacu id ad y este sem a d e la ca sa se
plenifica de connotaciones.
El yo poético evoca el am or perdido, lo asocia con locura,
p or su p u esto con soled ad y añ or an za. Tod o este con ju n to
d esem boca en el gr an t em or fin al, t em or a qu e el t iem p o
definitivamente lo borre todo por medio de su trabajo incansable
e ineludible: el olvido.
Este poem a se com plem enta, se repite, se refleja, se refuerza
y ahonda en uno de la m ism a época, “Madre m ía que estás en
una carta”, en el que leem os, entre otras cosas, lo siguiente:
Trato de hallar aquella luz
que apenas
canta en el vientre necesario
donde nací a la vida,
pero pareces sólo un eco
que brota de la tierra cuando llueve.
Registro los anones, las vidrieras,
el delantal que no olvidó tu m úsica,
y nada encuentro sino un m iedo
a que te vuelvas de ceniza…
Ma m á ,
no pelearem os,
m e pondré los vestidos de la infancia
que tú quieras.
Aún respeto
el lugar en donde reposaban los cubiertos,
el alm anaque del sesenta y cinco
que en la pared del cuarto hace una m ueca
de ternura.
No sé cóm o decirte
que el com ején ya term inó tu cam a
y que el espejo, de no verte nunca,
se ha puesto ciego y no le asusta ni el relám pago…
Ma m á ,
56
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
te com praré otro piano.
Si cuando llegues falta el queso,
la alm endra falta,
te haré algún caldo fabuloso
con el am or y con sus cáscaras…
El poem a nos deja ver de nuevo la evocación y la nostalgia,
el deseo de revivir lo que ya no es, ni está… el paso del tiem po
que, com o el com ején y la ausen cia, lo destruye todo. Pero
igualm ente expresa los posibles problem as de esa relación tan
traída y llevada, la relación m adre/ hija… y se invoca al am or
com o su posibilidad redentora.
Muchos años después, en 1969, la poeta logra m ayor econom ía, que se traduce en fuerza; pero sus sentim ientos y obsesion es se m an tien en . En “Elegía”, leem os: “Los besos se m e
han vuelto telarañ as, la casa se ha ven ido abajo… Sepultada
por gatos y papeles / jam ás sospecharán que vivo”.
Otro de los grandes tem as de Oliver Labra, por el que quizás
es m ás reconocida universalm ente, es el del am or, el am or en
todas sus facetas. Mirem os “H om bres que m e servisteis de
verano”, un poem a de 1979 que indiscutiblem ente evoca “Mis
am ores”, de Delm ira Agustini:
Ese que no dejó de ser m i am ante
y al que le debo siem pre sepultura,
uno a quien nunca quise lo bastante;
aquel, obra de sueño, conjetura…
Alguien m e jugó a nada y tuvo suerte,
otro que no ha venido de la guerra,
éste donde converso con m i m uerte
porque m e lo disputa hasta la tierra.
¡Salid de la m em oria evocadora
con vuestro am or, pues tengo frío ahora!
Sabed todos que os llevo de la m ano.
Vuestras som bras estallan com o un m ito
Po et a s la t in o a m er ica n a s
57
de vez en cuando aquí. Sois lo bendito,
hom bres que m e servisteis de verano.
En este poem a hallam os de nuevo algunas de las sensibilidades de la autora: el paso arrollador de los años, el am or/
desam or, los trueques del azar… Encontram os tam bién su gran
poder de síntesis y vem os desplegada en toda form a una ironía
que se asom a constantem ente a su obra, llevando las palabras
a crear una im agen incisiva que m uestra su particular y original
apropiación del m undo.
En e l m ap a h acia e l s u r
Pen san do en los países del con o sur, se h ace m uy difícil
realizar la escogen cia de un os n om bres, dejan do al m argen
otros, en m edio de un panoram a abierto y rico. Pero la selección
es im prescindible en un trabajo de antología com o este. Por
esta lim itación, no m e voy a detener en propuestas com o las
d e Sar a Ibáñ ez, Id a Vitale o Glad ys Th ein , qu e h an h ech o
aportes m uy significativos. Me centraré en dos nom bres que
brillan con una fuerza especial: Idea Vilariño y Olga Orozco,
universos poéticos im presionantes, aunque poco conocidos en
Colom bia.
Idea Vilariño nace en Montevideo en 1920 , en una fam ilia
culta, de tradición anarquista. Publica su prim er texto poético,
La suplican te, en 1945, lo que lleva a Rodríguez Mon egal a
ubicarla en la que llam ó La generación del 45; sin em bargo, su
larga y variada trayectoria creo que rebasa cualquier concepto
de gen eración . En Vilariñ o se con jugan adm irablem en te la
labor intelectual y m ilitante con el silencio y el aislam iento de
los/ las verdaderos poetas:
Su m ilitancia intelectual obedeció a una segura convicción
s o b r e la n e ce s a r ia t r a n s fo r m a ció n d e la cu lt u r a y a r t e
p oét ico…
I d e a e je r ce r á la d o ce n cia d e la lit e r a t u r a , la cr ít ica
periodística, la fun dación de revistas, trabajará apoyan do el
58
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
teatro independiente, hará traducciones para teatro, y dejará
oír su voz contra la injusticia y el autoritarism o, en una labor
in ca n sa b le q u e n o vu ln er ó sin em b a r go su em p ecin a d o
retraim iento, su reticencia a dar entrevistas y a participar de
las tareas m un dan as y sociales de la vida literaria (Peyrou,
2 0 0 4 : 10 -11).
Antes que nada, Idea es una poeta: su obra abarca m uchos
tem as y se extiende a lo largo de varias décadas, pero siem pre
r egr esam os a algu n os sen t im ien t os fu n d am en t ales qu e la
atraviesan, dejando en ella una im pronta inconfundible.
Su escritura perm ite ver huellas claras de un a con cien cia
lúcida y rotunda de su ser de poeta y de una relación con la
palabra com pleja y vacilante, en ocasiones desgarradora. Una
palabra que nace del silencio, de un silencio que grita su realidad
y atorm en ta:
…Y un silencio espantoso en que cae la m úsica
arm oniosa, cansada, perfecta, de la lluvia
con un ruido de perlas contra el fondo de un cofre,
con un ruido de alas, de dedos: con un ruido
m onótono, angustioso, ancestral, m onocorde (20 0 8 : 23).7
Es interesante el contraste que se esboza en “Callarse”, en el
que de un lado está la poeta tem blando… la poeta que:
…no canto m ás no canto
ni puedo deshacer en prim avera
ni negarla y beber
ni m atar sin querer
ni andar a tientas…
Y d e ot r o est á el c i e l o , en el qu e las p alabr as n o sólo
perm anecen, sino que proclam an la vida:
7
To d o s lo s p o e m a s cit a d o s s o n t o m a d o s d e e s t a e d ició n .
Po et a s la t in o a m er ica n a s
59
Pero en cam bio en el cielo
caben m uchas pero m uchas. A veces
se m olestan se m uerden
en los labios.
Vilariño pasea por lugares y tem as que han atravesado desde
siem pre la experien cia poética: em ocion es, an gustias, in tuiciones, que vuelven a obsesionar y a hacer presencia. El am or
con sus luces y som bras, sus ganancias y pérdidas; el desam or
con sus dolores, es un eje m ayor en sus textos.
Es u n sen t im ien t o d ifícil a l q u e se llega p or sen d er os
com plicados, inéditos y, por lo m ism o, extraños: rosas que se
abren en el agua, no en el aire. Un am or que viene y va, al
ritm o de sentires que transportan al yo poético de la luz a la
oscuridad:
Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
y que luego incorporas en un gesto
y m e invade en las horas am arillas.
Un am or que, al fin , se expresa en in satisfacción , en un a
profun da in com un icación :
Lo que siento por ti, y que sin em bargo
anda tanto que a veces no te llega.
Y ad qu ier e tin tes d r am áticos en var ios d e los textos d e
Poem as de am or:
No sos m ío
no estás
en m i vida
a m i lado
no com és en m i m esa
60
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
ni reís ni cantás
ni vivís para m í.
Som os ajenos
tú
y yo m ism a
y m i casa.
Sos un extraño
un huésped
que no busca no quiere
m ás que un a cam a
a veces.
Qué puedo hacer
cedértela.
Pero yo vivo sola.
Esta realidad dolorosa contrasta con los deseos de la poeta,
deseos de infinitud, de absorción total, de tiem po que se agota
en el instante y en el abrazo del am or, del am ado. Abrazo que
instaura una nueva vivencia, que funda un nuevo ser; que, al
nom brar, bautiza el sentim iento inédito:
Qu ie ro h ace r qu e te o lvid e s d e tu n o m bre
en m i cuarto, en m is brazos
quiero am arte
quiero rom per al fin
vencer tu piel
y m eterm e en tu sangre para siem pre.
Quiero que hagam os uno
ser tú m ism o
enseñarte una últim a caricia
en volverte
cegarte
obedecerte.
Quiero hacerte gem ir
quiero quebrarte
Po et a s la t in o a m er ica n a s
61
deshacerte de ti
an on adarte
que no sepas
no seas
que te entregues
que te olvides
que acabes
que te m ueras.
Deseos de fusión, de eternidad, de anonadam iento, propios
del am or. Pero es im portante anotar que, desde la doble voz, el
sujeto poético fem en in o trastoca los lugares va ró n / m u je r.
Es ella la que activam ente busca en el am ante la nada, ella la
que procura su anulación, su desasim iento, en un abrazo que
por su pu esto in volu cr a a los d os am an tes, lleván d olos por
cam ino inéditos en la relación hom bre/ m ujer.
Este texto se ilum in a y refuerza con otros poem as en los
que explicita su ser de m ujer, autónom o y com pleto, sus deseos
de independencia, de soledad, de una vida con sentido en sí
m ism a. Una vida no al servicio de o en com plem ento con, sino
un destino de m u je r p ara s í. Una vida que se añora, desea y
vivencia com o plena. Esto queda reflejado en “Volver”:
Quisiera estar en casa
entre m is libros
m i aire m is paredes m is ventanas
m is alfom bras raídas
m is cortinas caducas
com er en la m esita de bronce
oír m i radio
dorm ir entre m is sábanas…
No se nota nostalgia o añoranza de com pañía, no se acusa
soledad. El poem a refleja fundam entalm ente satisfacción con
la cotidian eidad y deseos de que llegue de n uevo un a y otra
vez.
62
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Otra presencia m uy fuerte en la poesía de Vilariño es la del
dolor, la de la angustia. La am enaza perm anente de la m uerte,
esa som bra que acosa al ser hum ano, pero que de una m anera
especial se m anifiesta en la sensibilidad de los artistas. En varios
de sus poem as sobrevuela ese fantasm a, que en ocasiones se
desea, se presiente com o una huida del dolor:
Si m uriera esta noche
si pudiera m orir
si m e m uriera
si este coito feroz
interm inable
peleado y sin clem encia
abrazo sin piedad
beso sin tregua
alcanzara su colm o y se aflojara
[…]
Y el aire ya no fuera un haz de espadas
y el dolor de los otros y el am or y vivir
y todo ya no fuera un haz de espadas
y acabara con m igo
para m í
para siem pre
y que ya no doliera
y qu e ya n o d o lie ra.
Es m uy significativa la relación que establece entre am or,
m uerte y dolor. Se habla de un coito feroz, un abrazo sin piedad,
am biguam en te con la vida o con el am an te. Cuan do la vida
duele, cuando el am or duele, la salida es la m uerte, la m uerte
acechadora, la m uerte tentadora.
Esa relación con la m uerte, esa sen sibilidad an te ella, n o
vien e solam en t e d e u n a an gu st ia m et afísica m ás o m en os
com ún a otros/ as poetas. Vien e tam bién de un a con cien cia
lúcida ante la m iseria y las dificultades del m undo:
Po et a s la t in o a m er ica n a s
63
No hay n in gun a esperan za
de que todo se arregle
de que ceda el dolor
y el m undo se organice
…
No habrá un final feliz
ni un beso interm inable
absorto y entregado
que preludie otros días.
Tam poco habrá una fresca
m añ an a per fum ada
de joven prim avera
…
Habrá que continuar
que seguir respirando
que soportar la luz
y m aldecir el sueño
que cocinar sin fe
fornicar sin pasión
m asticar con desgano
para siem pre sin lágrim as.
Llam a la atención en este poem a el contraste entre lo dram ático del decir y la form a ligera, m uy cercan a a la copla, em pleada para ello. Es com o si la absoluta conciencia de una no
salida al otro lado llevara a la poeta a la convicción de que la
m ejor conform idad es la que ironiza, la que banaliza el dram a.
Se parte de una realidad: el m undo está desorganizado y eso
produce dolor. Com o no se organizará, estam os ante lo ineludible: seguim os o cortam os… En este m om ento no aparece la
m uerte en el horizonte inm ediato, aparece la sin salida en form a
de rutina despreciada.
La poeta tiene una m irada que resitúa el m undo y su yo en
m edio de él… Un yo radicalm ente prescindible y pasajero, un
yo que se jugó en la vida, pero que no logró la trascendencia.
Es lo que deja ver en “Y seguirá sin m í”:
64
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Y seguirá sin m í este m undo m ago
este m undo podrido.
Tanto árbol que planté
y versos que escribí en la m adrugada
y andarán por ahí com o basura
com o restos de un alm a
de alguien que estuvo aquí
y ya no m ás
no m ás.
Lo triste lo peor fue haber vivido
com o si eso im portara
vivido com o un pobre adolescente
que tropezó y cayó y no supo
y lloró y se quejó
y todo lo dem ás
y cre yó qu e im p o rtaba.
Es im presionante la decepción y el pesim ism o que refleja
este texto: Idea Vilariño, que exalta en algunos m om entos el
am or, la naturaleza, los cuerpos y la vida… en otros se m uestra
radicalm ente insatisfecha y con la fuerza de la desesperanza
adentro.
Países vecin os y h er m an ad os liter ar iam en te, Ur u gu ay y
Argentina, siem pre han cam inado m uy cerca en el m undo de
la poesía y de las letras. Olga Orozco, argentina nacida en Toay
(La Pam pa) en 1920 , enriquece esta m irada a las poetas desde
el sur del subcontinente. Estudia, prim ero, m agisterio, y posteriorm ente, en Buenos Aires, Filosofía y Letras. Hace parte desde
m uy joven del grupo literario surrealista Tercera Vanguardia,
en el que se relaciona estrecham ente con Oliverio Girondo y
Norah Lange. Sus prim eras publicaciones aparecen en los años
cuarenta, lo que provoca que algunos la inscriban en la generación designada con esta m ism a década, generación de la que
ella dice que nunca existió.
Uno de sus críticos, Manuel Ruano, señala:
Po et a s la t in o a m er ica n a s
65
…el m om ento en el que Olga Orozco ya se m anifiesta en el
m un do literario por la década de los cuaren ta, con vien e un
par én tesis ilu str ativo: época con tr over sial —pr eciso— por que entraña una polém ica acerca de la existencia o no de una
gen eración . De ahí que An derson Im bert en cuen tre algun as
cur iosas m an ifestacion es en esa pr om oción que gusta, por
así decirlo, de los Rom an ces de Río Seco y de algun os m artin fier r istas casu ales; per o qu e en cu en tr a d em asiad os for m ales y equilibrados a los poetas del pasado y hasta poster ior es al m ism o Lu gon es y qu e a gr an d es r asgos, d est aca
en tre ellos dos vertien tes: poetas que despliegan su poesía
p o r e l p a is a je y p o e t a s q u e r e p lie ga n s u p o e s ía p o r la
in tim id ad . En este con texto d ebe d ecir se qu e Olga Or ozco
m an t u vo u n a lín ea m ás bien r econ cen t r ad a en su m u n d o
in t er ior , p er son al, d e algu n a m an er a p r eocu p ad a p or su s
criaturas fabuladoras, el len guaje de las puertas y la certeza
d e u n m u n d o m ás allá d el esp ect ácu lo cot id ian o, con su s
pedrerías secretas y su im agin ería fan tástica (1993: 10 ).
Esto explica pues, en parte, el hecho de que Olga Orozco se
sitúe en un vértice de tendencias diversas y el que una vez se la
agrupe con unos y otra vez se le agrupe con otros. Ella reclam a
cierta independencia frente a esas agrupaciones varias, y creo
realm ente que su cam ino es bastante personal y que m ás bien
se le puede descubrir com o un puen te en tre la volatilidad y
cierto aire ligero de Norah Lange y el dram a y la tragedia de
Alejandra Pizarnik.
Orozco dedica su vida a la poesía, viaja por muchos países de
occidente, recibe distintos galardones y publica una obra extensa:
Desde lejos (1946); Las m uertes (1951); Los juegos peligrosos
(1962); La oscuridad es otro sol (1967); Museo salvaje (1974);
V ein t in u ev e p oem a s (19 75); Ca n t os a Ber en ice (19 77);
Mutaciones de la realidad (1979); La noche a la deriva (1984);
En el revés del cielo (1987); Con esta boca en este m undo (1994);
Tam bién la luz es un abism o (1998) y Relám pagos de lo invisible
(1998). Muere a los 79 años, en 1999, en Buenos Aires.
Su am plio trabajo abarca un a exten sa gam a de in tereses
p oét icos. Nos cen t r am os ah or a en la m ir ad a qu e la p oet a
66
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
propone sobre sí m ism a, una m irada que recoge su vida, que
observa en la distancia hacia su tiem po y tam bién a sus circunstan cias.
Esta m anera de hacer se inicia tem pranam ente, en el poem ario Las m uertes, con un texto claram ente autorreferencial
llam ado Olga Oro zco . La autora se sitúa en el corazón de la
palabra y desde allí anuncia su m uerte, se despide. Es un recorrido por su vida, presidida por la s o le d ad . Com o en casi toda
su obra, se asienta sobre un verso largo y reposado, m ás o m enos
a-rim ado, cuya cadencia descansa en el m anejo y ritm o m agistral de los acentos. Se reconoce habitante de un m undo m ágico:
de m i estadía quedan las m agias y los ritos.
Orozco juega con un desdoblam iento que la lleva por sendas
perm anentes de búsqueda:
Lo dem ás aún se cum ple en el olvido,
aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se
buscaba en m í
igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañam ente ajena:
m i p ro p ia ap are cid a co n d e n ad a a m i fo rm a d e
e s te m u n d o (20 0 0 ).8
Ese desdoblam iento, esa indagación acerca de sus propios
cam inos, se refleja en m uchos otros textos, volviendo siem pre
a ello.
Muy significativo es el poem a referido a su m adre: “Si m e
pu edes m ir ar ”. Se tr ata de u n r eclam o desgar r ado, de u n a
llam ada angustiosa de y a la presencia de la m adre: y y o no sé
buscarte, acaso porque no supe aprender a perderte. En ese
diálogo con la m adre ausen te, la poeta vuelve a m irarse y a
decirse en y desde su laberinto, en y desde su angustia:
8
To d o s lo s p o e m a s e s t á n t o m a d o s d e e s t a e d ició n .
Po et a s la t in o a m er ica n a s
67
Búscam e entonces tú, en m edio de este bosque alucinado
donde cada crujido es tu lam ento,
donde cada aleteo es un reclam o de exilio que no
entiendo;
donde cada cristal de nieve es un fragm ento de tu
eternidad…
Y todo se confunde.
Y tu vida y tu m uerte se m ezclan con las m ías…
Este desgarram iento del yo poético term ina explicándose en
la pregunta por sí m ism a, por el sentido de su destino y de su
vida…
¡Oh Dios! Tú e ras cu an to s abía d e e s e o lvid ad o
p aís d e d o n d e vin e ,
eras com o el am paro de la lejanía,
com o un latido en las tinieblas.
¿Dónde buscar ahora la llave sepultada de m is días?
Y se hace serenidad, m irada apacible y lejana en uno de sus
últim os textos: “Punto de referencia”, en el que se realiza una
especie de final de cuentas… Hay indiscutiblem ente una suerte
de reconciliación:
He acum ulado días y noches con am or, con paciencia
– ah, con ira tam bién, un resplandor de tigres en la oscura
desdicha– …
Pero esa reconciliación no le ha dado las respuestas, no ha
ilum inado el sentido buscado una y otra vez:
Sin em bargo no encuentro m i verdadera form a ni aún
a plena luz,
por m ás que m e recuente, m e recorra y persiga por fuera y
por debajo de la piel.
Siem pre hay alguien en m í que dice que no estoy cuando m e
68
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
asom o,
alguien que se desliza paso a paso a m edida que avanzo
hasta dejarm e a ciegas, asida solam ente a un nom bre, a la
ign oran cia.
Porque hay prolongaciones inasibles que llegan m ás allá,
zonas inalcanzables donde tal vez se im prim an las pisadas de
Dios,
subsuelos transparentes que se internan a veces en los
jardines de otro m undo…
La poesía de Olga Orozco es un continuo diálogo con ella
m ism a, con lo m ás hondo de su ser. Un diálogo que va de lo
cotidiano a lo m etafísico, pasando por lo histórico social. Orozco
es un a poeta un iversal, que n o ha ten ido el recon ocim ien to
que m erece en el universo de la literatura latinoam ericana.
Co lo m bia y Ce n tro am é rica
Me ira D e lm ar
Es n ecesar io d e n u evo ascen d er en el m apa h acia otr as
latitudes. Estas décadas en las que nos m ovem os, cuarenta y
cincuenta, son testigo en casi todos los países del subcontinente
d el t r abajo p oét ico ser io, cr eat ivo y n oved oso d e algu n as
m ujeres que recogen la herencia de sus antecesoras y pasan a
otras la llam a de su quehacer artístico. Una de estas voces, de
im presionante factura, es la de Meira Delm ar.
En Barranquilla, en 1922, nace Olga Isabel Cham s Eljach,
quien será conocida en el m undo poético com o Meira Delm ar,
seudónim o elegido por ella buscando una identificación total
con el m ar de sus am ores. Y lo hace en el seno de una fam ilia
colom boliban esa in t egr an t e d e la socied ad t r ad icion al d e
Barranquilla, lo que la lleva en sus prim eros tiem pos a ocultar
su nom bre: no se siente acogida en su m edio com o poeta.
En 1942 edita su prim er libro, Alba de olvido; el segundo,
Sitio d e am or , en 1944. Ya con estos textos em pieza a ser
reconocida. Publicará después Verdad del sueño (1946); Secreta
Po et a s la t in o a m er ica n a s
69
isla (19 51); R een cu en t r o (198 1); La ú d m em or ioso (19 9 5);
Alguien pasa (1998 ) y Viaje al ay er (20 0 3). Su carrera de
recon ocim ien tos es larga y tran sita por recitales person ales
organizados en Barranquilla, Bogotá, Medellín, Cali, España y
var ios países de H ispan oam ér ica. Su poesía es tr aducida a
diferentes idiom as, tanto en antologías com o en estudios. Se
suceden las reediciones de sus obras (Delm ar, 20 0 3).
Meira tren za desde m uy joven un a relación en trañ able y
cercan a con las poetas del con tin en te y particularm en te con
J uana de Ibarbourou, com o lo m uestra la recopilación de su
epistolario, realizada por J aram illo, Osorio y Castillo (20 0 3).
Su poesía se desarrolla en diálogo intertextual con ellas:
Cu a n d o a n t e s d e la a d o le s ce n cia co n o cí a J u a n a d e
Ibarbourou, a Gabriela Mistral y a Alfon sin a Storn i, se m e
con figu r ó u n a t r ilogía d e am or y ad m ir ación qu e t od avía
perdura. Estas tres m ujeres con stituyen un a hora m ilagrosa
en la poesía latinoam ericana, al aparecer al m ism o tiem po y
con idéntica fuerza de expresión. Las tres, J uana con su acento de júbilo pagan o, Gabr iela, con su san gr an te cor azón , y
Alfon sin a con su r eb eld ía a cu sa d or a , sigu en sien d o m is
pr efer idas (20 0 3).
Su vasta pr od u cción r ecor r e tem as, m etáfor as, r itm os y
rim as m ostrando una profunda fam iliaridad con la m ás pura
tradición poética de nuestro hem isferio. Los dos ejes sem ánticos
de m ás fuerte presencia en sus textos son la naturaleza, particularm ente el m ar y los diversos m om entos del día frente a él, el
m ar om nipresente… y el am or, la fuerza del am or, la som bra
del adiós, del desam or, la tristeza que viene o que puede venir,
la soledad.
Se trata de una praxis consciente, de alguien que es conocedora del oficio, que lo piensa, lo siente, lo busca. En sus textos
en prosa hallam os m uchas huellas de este cam ino poético que
se labra paso a paso, desde su m ás infantil conciencia:
Em pecé a creer en la poesía una vez que estando en el aula
70
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
de la pequeñ a escuela don de apren dí las prim eras letras, vi
filtr ar se u n r ayo d e sol por la ven tan a: fin as par tícu las d e
polvo dan zaban en el trazo lum in oso y repetían los colores
del arco iris que, en ocasion es, solía aparecer después de la
lluvia. Tal vez intuí en ese m om ento que la belleza, sinónim o
de poesía, puede habitar no sólo en el cielo sino tam bién en
el sen cillo recin to don de la m aestra en señ aba a separar en
sílabas las palabras (Delm ar, 20 0 3: 517).
Sus colum nas en El Heraldo, de Barranquilla, dan cuenta
de su fam iliaridad con el quehacer poético, la poesía se percibe
en ella com o u n a casa r e-visitada m u ch as veces. Apar ecen
t ext os r efer id os a J u an a d e Ibar bou r u , Delm ir a Agu st in i,
Gabr iela Mistr al, Alfon sin a Stor n i, Fed er ico Gar cía Lor ca,
Eduardo Carran za y m uchos otros y otras a los que lee con
avidez; igualm en te, sus palabras dan testim on io del acercam ien to a la pin tura, a la escultura y al arte en gen eral. Con
Meira Delm ar nos encontram os, pues, con alguien que ejerció
perm anentem ente el oficio de poeta.
La naturaleza, la com unión profunda con el nicho am biental
preside toda su poesía e im pregna los diferentes ejes sem ánticos
que en ella asom an. El am or es a m enudo un sentim iento alegr e, qu e aliger a la vid a y, en cor r esp on d en cia con ello, es
cantado en form a de copla m ás o m enos fácil que acom paña
el despertar, en la m añana:
Esto es el alba, am ado!
Ese nacer de luces
que se adivina ahora
detrás de aquella sierra…
Este ondular de trigo
que era quietud dorada
hace un instante apenas…
…
y esta viva alegría
de m i voz por la senda!
[…]
Po et a s la t in o a m er ica n a s
71
Esa brisa que viene,
– porque durm ió en el río–
tan alegre y tan fresca…
Ese feliz bullicio
que baja de los nidos
[…]
Esto es el alba, am ado!
Esto… y tu risa buena! (20 0 3).9
Los am antes y sus sentim ientos, su am or, entran en profunda correlación con la naturaleza, y es precisam ente esa íntim a
dialéctica la que les perm ite repetir en ellos las ondulaciones
del nicho en el que están, que a su vez se convierte en caja de
resonancia de sus propios latidos. El am or com o clave de lectura
d e la vid a q u e a n im a la n a t u r a leza q u e los r od ea , en u n
m ovim ien t o d ia léct ico m u y p r op io d e la p oesía d e Meir a
Delm ar.
Un m ovim iento sim ilar es el que encontram os en “No Más”:
La vida es una barca que cruza m ares hondos,
azules unas veces, otras veces de horror…
Iza sus velas blancas, tendidas en el viento,
la m ano del Am or…
Un día rocas altas le quiebran el cam ino
que sobre las espum as había de seguir…
Hay un crujido sordo de cosas que se rom pen,
y en las velas, am argo, se oye el viento gem ir.
Las im ágenes preferidas de Delm ar para hablar de la vida,
del am or, del dolor… están tom adas del m undo natural, en una
relación que se vuelve esencial, intrínseca. Una relación de ida
y vuelta en la que los sentim ientos se transm utan de un cam po
sem ántico a otro, resignificando la experiencia. De esta m anera,
el paso del am or y la felicidad al dolor y la angustia se convierte
en roca quebradora que a su vez con voca en su presen cia la
9
Lo s p o e m a s cit a d o s e s t á n t o m a d o s d e e s t a e d ició n .
72
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
certeza de choque, de pérdida.
Se establece una fusión plena con esa fuerza natural. En “El
regalo de la lluvia”, la poeta nos habla de que la lluvia, se ha
in filtrado en sus v en as. Con esta in filtración se realiza un a
com unión perfecta entre el m undo natural (sus fenóm enos) y
el yo lírico, de tal m an era que la vida de un ám bito circula
plenam ente en el otro. Por eso, Delm ar dice:
Llegó hace un m om ento
y su voz fresca y sana,
con su ruido de gotas
m e llam ó a la ventana
y m e dijo cantando:
te re galo ale gría!...
En las m anos dejóm e
su ofrenda dulce y buena,
y siguió su cam ino…
Se alejaron m is penas
y sentí que en m i boca
toda m i alm a reía.
Igual com unión se patentiza en el texto “Alegría”, en el cual
vuelve a fluir la dialéctica sentim ientos de la poeta/ nicho am biental: la alegría es producida por… circula entre… el yo lírico
y la tierra, los árboles, las nubes, los trinos, la brisa, el agua…
Esta fusión de lenguaje y sentim ientos es lo que caracteriza
la verdadera poesía:
…el a n á lisis d e la s cr ea cion es p oét ica s q u ier e r evela r
justam ente ese punto m edio en que esencia y palabra vienen
a fundirse, y en que un m odo de verdad se ha vuelto realidad
en el encanto de la form a…
Toda poesía falsa se traicion a porque su form a verbal es
sólo cobertura, en vez de ser el m odo forzoso e intransferible
de aparecer un con ten ido, un a in terioridad (Pfeiffer, 20 0 5:
11-3 5).
En este sen tido, es im pactan te la un idad que logra y que
Po et a s la t in o a m er ica n a s
73
transm ite entre sus sentim ientos y avatares y los ritm os m ás o
m enos explícitos, m ás o m enos ocultos de la naturaleza.
El am or en sus m últiples facetas habita, atravesándola, toda
la poesía de Meira Delm ar. En 1944 publica Sitio del am or, en
el que can ta de diversas m an eras a este sen tim ien to que le
invade los días y las noches, el tiem po y el espacio. Sentim iento
y pasión que le transform an la vida, com o lo deja plasm ado en
sus poem as. H ay un a prim era aproxim ación a esta tem ática
en la que relaciona de form a general dos polos im portantes de
sen tid o: vid a/ am or . “Reclam o” se an u n cia com o u n can to
general al am or, a los efectos en la existencia del yo poético:
¡Am or! ¡Am or! ¡Qué has hecho de m i vida!
Mi vida que era com o un agua m ansa…
Antes de ti, qué fácil para el alm a
la espera de sus pasos, y qué fácil
su ligera partida…!
Pero contigo, Am or, cóm o se vuelven
la espera y el partir, angustia viva…
¡Cóm o tus m anos claras, inasibles,
rom pen las horas m ías!
Contigo am or, la lluvia no es “la lluvia”
ni m e da su regalo de sonrisas,
y es tortura el silencio cuando pasa
por las tardes dorm idas…
Antes de ti, qué fácil el m om ento
de la estrella prim era, sobre el Ángelus
brillando sorprendida!
[…]
Contigo este decir atribulado…
¡Am or! ¡Am or! ¡Qué has hecho de m i vida!
La poeta reclam a al am or, reclam a su presencia, pero a la
vez la acusa. La llegada de este sentim iento trastorna las vivencias, trastorn a la vida toda, desestabiliza, cam bia las coor denadas de la relación con el m undo natural. Los cronotropos
74
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
que se han ido construyendo a través de otros textos en la obra
de Delm ar y que m uestran la unidad intrínseca entre espacios
y fenóm enos de la naturaleza, transcurrir del tiem po y vivencias
del yo poético, pasan de la alegría a la tristeza y de la tristeza
recobran la alegría, todo en relación a la cercanía o distancia
del am or.
En todo el recorrido escriturístico de Meira Delm ar, el am or
o su ausencia tejen y destejen la vida y configuran el m undo
en el que se despliega el cantar lírico. Este am or se encuentra
m uchas veces referido al am ante concreto, pero en ocasiones
se despega de él para perderse en la vivencia m ism a. Este m ovim iento lo encontram os de nuevo en “La m irada”:
Una m irada —un día—
de tus ojos,
se m e quedó por siem pre
en el recuerdo.
Otras hube, tam bién
antes de aquella,
y aún después,
que del fondo
de tu alm a subían
a m i encuentro.
Más no sé, nunca supe,
qué tenía
esa m irada – un día–
de tus ojos,
que en m í sigue viviendo,
in can descen te,
com o fulge en la noche,
cielo arriba,
la estrella hace m il siglos apagada.
El am or que llega un día… que llega otro, que se va… El yo
p oét ico m u est r a su n o r efer en cia in m ed iat a a u n am an t e
particular, por cuan to la ausen cia o lejan ía n o desgarra, tan
Po et a s la t in o a m er ica n a s
75
sólo se constata desde un lugar concreto de la vida y del cam ino.
Pero la naturaleza no sólo desborda su vida en térm inos generales, en m om entos específicos y en el desarrollo cotidiano, y el
am or de pareja, sin o tam bién en la viven cia, el recuerdo, la
nostalgia m aterna. “Alguien pasa” es uno de los pocos poem as
en que se evoca la figura de la m adre sin caer en lo kitsch o en
lugares com un es:
Alguien pasa y pregunta
por los jazm ines, m adre.
Y yo guardo silencio.
Las palabras no acuden
en m i ayuda, se esconden
en el fondo del pecho
por no subir vestidas
de luto hasta m i boca…
No sé si tú recuerdas
los días aún tem pranos
en que ibas com o un ángel
por el jardín, y dabas
a los lirios y rosas
su regalo de agua…
tu m an era tan suave
de tratar a las plantas
y a los que se acercaban
a tu am istad perfecta…
Y se m e va llenando
de nostalgia la vida,
com o un vaso colm ado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazm ines, m adre.
El yo poético plasm a una identificación total entre la m adre
y los jazm ines, los lirios y las rosas… el jardín integral. En este
76
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
poem a no encontram os nada parecido a una com paración m ás
o m en os extern a, a un sím il descubierto de pron to… Por el
con trario, hay un a tran sm utación de un os seres a otros, de
una realidad a otra. Lo plantea m uy acertadam ente Pfeiffer:
Así, la m etáfora poética logra fundir en unidad convincente
im ágenes que en la experiencia están separadas, y hasta son
incom patibles. Y esto significa que, en la com paración y por
m edio de ella, hasta el últim o resto de la objetividad estáticam en te espacial, de cosa cerrada, es arrebatado en ese m ovim iento que lo liga y lo invade todo.
La poesía logra algo que el im presionism o pictórico jam ás
pod r ía n i siqu ier a in ten tar : logr a abar car d e u n aletazo la
totalidad de lo existente, conjurar de un golpe lo m ás cercano
y lo m ás lejano. Aquello que para nuestra experiencia está y
perm anecerá siem pre rígidam ente separado se une y se m ezcla en virtud del hechizo poético (Pfeiffer, 20 0 5: 39-40 ).
En la voz de Meira Delm ar, la m ujer, la poeta… la naturaleza
se hace carne y al m ism o tiem po se hace verbo, palabra. Y en
esa en carn ación el m un do, la person a y sus sign ificados se
trastornan, com o en toda gran poesía.
Otro tem a definitivo es el que tiene que ver con el universo
que con struye y rodea al am or. Ya hem os visto la presen cia
con tin u a, cu asi in fin ita, d el am or en el m u n d o p oético d e
Delm ar. El am or en sus facetas, rutas, sentires… El am or en
sus alegrías y por supuesto el am or/ desam or, en sus dolores…
La poeta presien te perm an en tem en te el m ás allá, el desgarram iento y la distancia que parece que necesariam ente van a
sobrevenir al encuentro, en una corriente que recorre todos los
m om entos vitales y distintas edades de la autora.
En 1944 publica Sitio del am or, em oción a la que regresa
siem pre. Ángel Rupérez, refiriéndose a la experiencia interior
que da lugar a la creación poética, plan tea un a serie de ele m entos fundam entales que la constituyen: as o m bro in icial,
co m p re n s ió n d e lo s e n tid o , m e m o ria (Rupérez, 20 0 7). En
este con jun to de textos que con stituyen un can to/ prism a en
Po et a s la t in o a m er ica n a s
77
diferentes direcciones, Delm ar estructura los fundam entos de
su exp r esión y d e su viven cia alr ed ed or d e la exp er ien cia
am orosa. Veam os su “Soneto del vivo am or”:
Está m i corazón tan obstinado
en quererte con todos sus latidos
que el tiem po m e parece un detenido
presente, sin futuro ni pasado.
Y está m i pensam iento tan atado
a ti, por sobre el m uro del olvido,
que a veces se detiene sorprendido
de hallarte de m is ojos desterrado.
No supe hasta m i canto la am argura
del largo desam or que m e depara
la frente que veló por m i ventura.
Porque lejos de cuanto nos separa
crece al viento la altiva llam a pura
que en su fuego sin m uerte m e abrazara.
Aunque eventualm ente se pueda personalizar en un sujeto
específico en relación con la autora, estos versos se convierten
en un paradigm a del yo poético que trasciende el tiem po y el
espacio. No hablan sólo de la vivencia concreta sino de un m ás
allá, en un detenido presente.
Delm ar can ta al am or, al am or sin m ás, sin n om bre, sin
rostro… es la búsqueda de ese sentim iento que no puede desterrarse de sus ojos, ese sentim iento al que se encuentra atad a.
Atadura que se esclarece m ejor desde la propuesta de la doble
v oz levan tad a p or Alicia Gen ovese… No estam os an te u n a
atadura tradicional, ni ante la visión m asculina sobre el am or
y la m ujer; se hace im prescin dible desen trañ ar el horizon te
últim o de lo que el yo poético vislum bra y quiere atrapar en su
palabra:
Se tr ata de leer la doble voz, ar ticulán dola en su m ovi-
78
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
m ien to d e r espu esta, d e tor sión , d e d esvío, d e d e s a fi n a ció n , algo que im posibilita la reducción de los textos escritos
por m ujeres a la sim ple y apacible lectura de un nuevo cont e n id o o u n a n u e va im a ge n d e m u je r co m o o p ció n a l
est er eot ip o…
Este discurso doble es m ás un cam po de tensiones intertextuales e intersubjetivas que una historia descon ocida que
la s a u t or a s d eb a n con t a r . Es t a m b ién el in t en t o d e u n a
r esem an tización que h or ada el discur so m asculin o, que va
d an d o or igen a u n a fo r m a c i ó n d i s c u r s i va i n e s ta b le y
que desde su inestabilidad desconcierta y proyecta un nuevo
im agin ario (Gen ovese, 1998 : 18 ).
Toda expr esión alr ededor de este eje tem ático, el am or ,
configura en la obra de Meira Delm ar un único texto que se
rem ite siem pre a sí m ism o y que dialoga en el tiem po construyendo una sem anticidad propia. Esa atadura pasa por encim a
de su presen tim ien to del desam or siem pre posible, siem pre
esperado. Por ello, ante la fuerza positiva y cautivante del am or
eternam ente presente… no sube la am argura del largo desam or; y no sube porque la llam a es fuego que abrasa m ás allá.
El “Soneto del vivo am or”, canto radical a este sentim iento,
parece querer descon ocer lo que en otros poem as es cruda
lucidez y certeza doliente de la fragilidad de la casa del am or.
Un as págin as m ás adelan te, en su “Elegía de Mayo”, la voz
poética dice rotundam ente: “En la frágil com arca del am or sin
futuro / recogim os cantando deleitosa vendim ia…”. Sin em bargo, este presentim iento del no-futuro no em paña la em oción
del presente: “Era Mayo en la tierra… Y a m anera de un leño
crepitaba m i vida!”.
La vida de la poeta, su ser/ estar en el m undo, parece estar
em papada por el dolor que produce desprenderse del am ante.
Su canto se recrea una y otra vez en la suerte del encuentro/
desencuentro am oroso, de m odo que podem os pensar y sentir
al leer las palabras de Shelley: “Un poeta es un ruiseñor en la
oscuridad que can ta para recon fortar su solitud con son idos
dulces” (20 0 1: 10 4).
Po et a s la t in o a m er ica n a s
79
El recrear poético y su fuerza habitan esa m ujer que canta,
que evoca, que lam enta.
Un p oem a d e est e can t o al am or / d olor qu e h abla m u y
claram ente es “Canción triste”, que refleja un presente de unión,
desde el que se presiente la desunión futura:
Una tarde, una tarde, ya no estarem os juntos
bajo el cielo de Mayo, sonoro de cam panas.
De pronto y para siem pre, nos quedarem os solos,
terriblem ente solos y heridos de nostalgia.
[…]
Una tarde, una tarde, tu corazón y el m ío
sentirán que se rom pe lo que ahora los ata.
Com o cuando se deja la orilla azul de un puerto
nos quedarán adioses tem blando en la m irada.
Y un día sin quererlo, pronunciarás m i nom bre
con la m elancolía del que en la noche canta…
En m edio del crepúsculo cruzado de palom as,
yo, repentinam ente, m e llenaré de lágrim as.
Desde ese hoy, Mayo… unido en nuestra poesía a la prim avera, la vida que florece, los am antes, especialm ente la am ante,
sueña o siente un m añana no lejano de soledad y de angustia,
que oscurece el presente, que de alguna m anera lo anula.
En esa com pañía actual se instalan la m irada que tiem bla,
las lágrim as, la m elancolía, el lazo que se rom pe, el puerto que
se aleja. El poem a, que hace parte de La v erdad del sueñ o,
transm ite el dolor profundo de un alm a que se queda sola tras
haber saboreado el acom pañam iento. Mucho después, en 1995,
una poeta ya m adura recoge de nuevo este dolor en un texto
m ás elaborado, m ás sintético, m ás vanguardista, m enos rom ántico, pero que nos da cuenta del m ism o sentim iento:
80
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Mu e rte d e l o lvid o
Se m e m urió el olvido
de repente.
In esperadam en te,
se le borraron las palabras
y fue desvaneciéndose
en el viento.
En busca suya el corazón tocaba
todas las puertas.
Nadie. Nada.
Y allí donde estuviera se instaló
de nuevo,
el doloroso am or,
el im placable,
in term in ablem en te.
Meira Delm ar hace aquí m ás explícito su desgarre. Llam a
al am or e l im p lacable , m ostrando una relación/ dependencia
de cárcel, de algo inevitable, in te rm in able . Frente a esta sensación de inapelable, el corazón to ca to d as la p u e rtas … Pero
no hay rem edio alguno: lo que la voz poética sospechó en la
prim era juventud se hizo realidad escueta, realidad dura en la
m adurez.
Experiencia que se refuerza, se vuelve a decir, en “Soneto
in s is te n te ”. Ya el título habla por sí solo, es el sentim iento que
siem pre regresa:
Cuando presiente el corazón la gloria
de ser libre por gracia del olvido,
m e llega entre la noche, com o el ruido
del m ar en la distancia, tu m em oria.
[…]
Cada vez que en m i m ano reverdece
Po et a s la t in o a m er ica n a s
81
la ram a del olivo y aparece
después de la torm enta la alegría,
algo tuyo regresa de la nada
y de nuevo destruye la dorada
esperanza fugaz de un claro día.
El olvido se identifica con la libertad y algo tan deseado por
el corazón hum ano com o un cierto tipo de glo ria … el olvido
es la paz (olivo) y la alegría… el olvido es un claro día… Pero la
m em or ia d el a m or q u e vu elve d est r u ye t od a s est a s p osibilidades, haciendo naufragar in s is te n te m e n te la perspectiva
de la calm a.
Es la obr a poética de Delm ar —com o h em os dich o— un
trabajo perm anente e ininterrum pido, que m ejora con el tiem po. Para culm inar nuestra m irada general vam os a detenernos
en sus últim os libros, Laúd m em orioso (1995) y Alguien pasa
(1998), su poesía de m adurez, resaltando los ejes tem áticos m ás
persistentes.
De n uevo n os en con tram os fren te al am or, re-visitado en
varios textos y m uy bien plasm ado en “Tapiz”:
Las hebras de un tapiz im aginario
fueron nuestros destinos que un instante
se rozaron apenas en la cruz
del encuentro.
De norte a sur tu paso, de Este
a oeste el m ío,
e n tre lazam o s e l am o r d e m o d o
qu e n u n ca e l tie m p o d e s atarlo p u d o
ni rom perlo el olvido.
Otra vez la m ism a realidad: el am or —concreto o general—
se instala en la existencia de Meira Delm ar y ya no la abandona,
no abandona por tanto su escritura, que queda prisionera de
un sentim iento que presidirá sus últim as horas, el instante fugaz
en que la vida se pierde en un suspiro… ese últim o m inuto en
82
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
que la m uerte nos arrebata todo. La poeta se siente presa de
esa viven cia y an un cia:
La s e ñ a l
Pronunciaré tu nom bre
en la últim a hora.
Así sabrá la m uerte
dónde encontrarm e cuando
llegue.
Es un a despedida im pregn ada de aquello que siem pre ha
habitado sus palabras.
El m ar n os rem ite tam bién a los in icios de su poesía. Su
poem a “El m ar, la m ar” nos dice todo en este sentido. En respuesta a la presencia am iga que pregunta, la voz lírica responde:
Y te cuento m i infancia
que m e enseñó a m irar
la tierra com o tierra,
com o el cielo la m ar.
El valle, la m ontaña,
eran la realidad.
El m ar la incertidum bre,
el sueño, la ansiedad.
Y yo , tú bie n lo s abe s ,
m e qu e d é co n e l m ar.
Y la poeta con tin úa con sus palabr as, sus en sueñ os… al
escuchar un caracol su corazón se le volvió fugaz, ella se hizo
Sim bad y se fue, rum bo extraño a buscar otro m ar… el sabor
de la sal besa sus labios… Meira se explica a sí m ism a a partir
de la m ar, se fusiona con ella y desde allí rem em ora su vida y
escribe su presente.
Un tem a que se nota con m ás insistencia en estos dos últim os libr os es el paso d el tiem po, los d ías qu e tr an scu r r en
Po et a s la t in o a m er ica n a s
83
lleván dose la vida… los añ os que cam bian los rostros y los
ritm os, trayendo un sabor a vejez. La poeta se instala en ese
transcurrir que encontram os en varios textos, entre ellos:
D e p as o
No es el tiem po
el que pasa.
Eres tú,
qu e te ale jas
apresuradam ente
hacia la som bra,
y vas dejando caer,
com o el que se despoja…
todo aquello que am aste,
las horas
que te hicieron la dicha,
am igos
en quienes hubo un día
refugio tu tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las m anos,
te preguntas
en qué m om ento
se te fue la vida,
se te sigue yendo,
com o un hilo de agua
entre los dedos.
La potencia y belleza del poder de síntesis hablan por sí solas.
H allam os en estos versos claram en te realizadas las afirm aciones de Heidegger:
84
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Si lo que pasa en la obra e s u n h a ce r p re s e n te lo s e n te s ,
lo que son y cóm o son, entonces hay en ella, un acontecer de
la verdad… En la obra de arte se ha puesto en operación la
ve rd a d d e l e n te … La esencia del arte sería ésta: el ponerse
en operación la verdad del en te (198 8 : 63).
Es lo que se logra con estas palabras: hacer existir el sentim iento de desolación y de pérdida que com porta en la m ayoría
de las personas el paso de los años. Delm ar logra transm itir esa
sensación de distancia, de lejanía que nubla los recuerdos, las
presencias y sobre todo los sueños y futuros; esa sensación de
vacío que acom pañ a el an un cio de un a m uerte que siem pre
sabe a prem atura.
Y ese vislum brar un cierto final lleva de su m ano a los orígenes, a la vuelta al principio. Es lo que nos trae inm igrantes,
que atraviesa los m ares y refleja el sabor de unos días fundacionales: …y las viejas palabras / fueron trocando entonces /
por las palabras nuevas / para llam ar las cosas… La escritora,
que esconde detrás de su nom bre poético un origen libanés, se
acerca al periplo de sus antepasados a través de los m ares para
recoger la llegada a la ribera nueva.
Un recorrido m ás cercano, pero igual del pasado, lo hallam os
en “Alguien pasa”, poem a al que ya antes nos referim os. Reelaboración del tiem po que se fue (cam inos cotidianos, cariños,
am istades…) desde el presente que se está yendo, nostalgia que
habita el corazón , evocacion es que reem plazan presen cias…
todo eso que n os dem an da a los seres h um an os cuan do h a
pasado el tiem po de los sueños.
La m ateria poética m uchas veces es el recuerdo, lo evocado.
En los últim os libros de Meira Delm ar esto se hace evidente. Y
estas vivencias se recogen y culm inan m aravillosam ente en el
poem a dedicado a Raúl Góm ez J attin, en el que se unen vida
y m uerte en un discurrir indisoluble:
… por qué, si ya tu vida
era una form a de m orir,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
85
tuviste
que buscar otra m uerte m ás oscura,
de pobres huesos rotos y m etales,
contraria en todo a ti
que sólo fuiste
la som bra frágil de tu propia
som bra?
Todo en este poem a podem os leerlo com o una síntesis
del itinerario vital de Góm ez J atjin, pero tam bién del de Meira
Delm ar : la vid a, la m u er t e, en t r elazán d ose… el am or y la
soledad entrecruzándose… las palabras que ilum inan el sentir
y la búsqueda… el tiem po que se nos regala, que luego se nos
quita… y la poesía que todo lo retiene, que todo lo eterniza…
Por esto m ism o, en uno de los últim os textos la poeta afirm a
con énfasis: “En un principio fue el Verbo. / Nos lo dice / el
libro inaugural por excelencia. / Pe ro tam bié n fu e e l can to ”.
Esta es su poesía: ¡el canto y la vida!
Claribe l Ale gría
Claribel Alegría nace en 1924, en Nicaragua, pero pasa toda
su vida en El Salvador. Con ella n os en con tram os an te un a
p oet a clar am en t e op t im ist a, com o lo m u est r a su p equ eñ a
definición de sí m ism a:
Ars p o é tica
Yo ,
poeta de oficio,
condenada tantas veces
a ser cuervo
jam ás m e cam biaría
por la Venus de Milo:
m ientras reina en el Louvre
y se m uere de tedio
y junta polvo
86
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
yo descubro el sol
todos los días
y entre valles
volcan es
y despojos de guerra
avizoro la tierra prom etida (20 0 4).10
Su praxis poética, que atraviesa m ás de m edio siglo, es un
trabajo realizado día a día en el que va crecien do un a obra
original que sum a a la voz de las m ujeres; una form a particular
de ese tipo de discurso que alguna vez se ha llam ado poesía
com prom etida. En general responde a lo que Mario Benedetti
denom inó con bastante agudeza le tras d e e m e rge n cia. Su
poesía está m otivada con frecuencia por la cotidianidad, centrada en la vida que desde sus interrogantes la llam a.
Dos de sus m ayores constantes son la angustia con el paso
del tiem po, en últim as con la m uerte, y la an gustia con las
con d icion es socia les en n u est r os p a íses. En ella su r ge la
presencia angustiante de la m uerte, pero no m etafísicam ente,
sino traída al diario vivir y sentir. Sus poem as “Luna vieja” y
“Carta al tiem po”, a pesar de perten ecer a dos épocas m uy
d ist in t as, n os h ablan d e la m ism a am en aza. En “Car t a al
tiem po”, desde un a edad m ás tem pran a se explicita que su
regalo perm anente no gusta ni es bienvenido.
Hay prim ero evocaciones sencillas:
jugando al ajedrez con el abuelo.
Al principio eran sueltas sus visitas;
se volvieron m uy pronto cotidianas,
y la voz del abuelo
fue perdiendo su brillo….
Después m e cortejaba.
Era yo adolescente
y usted con ese rostro que no cam bia…
10
To d o s lo s p o e m a s e s t á n t o m a d o s d e e s t a a n t o lo gía .
Po et a s la t in o a m er ica n a s
87
Luego, rechazo directo y firm e:
Le p ro h íbo qu e vu e lva.
Cad a ve z qu e lo ve o
m e re co rre las vé rte bras e l frío .
No m e persiga m ás,
se lo suplico.
Hace años que am o a otro
y ya no m e interesan sus ofrendas.
Esta m ism a em oción se retom a m ucho m ás adelante en la
vida de la poeta. El tiem po ha seguido viniendo de visita y es ya
un hecho irrem ediable:
Lu n a vie ja
Mi piel está m anchada
de recuerdos
de cráteres que se abren
de im placables rutinas
de cansancios.
La oscuridad se anuncia
cada vez m ás pálida m i luz
no podré transform arm e
com o lo hacía antes:
lun a n ueva
creciente
espléndida
m en gu an te
la oscuridad em pieza a envolverm e.
Alegría can ta a la lun a cuan do ya la visita del tiem po es
insoslayable, cuando ya se instaló… y esa luna vieja m uestra
unos sentim ientos que a pesar de ser dolorosos no están atravesados por el resentim iento. Ese tiem po vino, pasó, pero no
venció porque entre tanto la vida fue plenificándose.
88
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Igual pasa en su poesía que podríam os denom inar social,
en la que no pierde ni la ternura ni el hum or. Una expresión
privilegiada es The Am erican W ay of Death. Con un ritm o ágil
y com unicador, la poeta recorre distintas situaciones en las que
se expresan exclusiones o resistencias, para concluir que todas
p u ed en t er m in a r d e la m ism a m a n er a : com o u n ca m in o
am ericano (norteam ericano) hacia la m uerte. Con una lúcida
conciencia y un fino hum or, Claribel Alegría recorre las razas:
los negros, los indígenas… las opciones: la guerrilla, la paz…
los oficios… y, finalm ente, las condiciones: el asm a… En cualquier caso:
Pero un día te llega la noticia,
corre la voz,
te la da tu vecino
porque tú no sabes leer…
De cualquier m odo
te llega la noticia:
lo han m atado,
sí,
te lo han m atado.
Lo planteado es claro: a ella m ism a, al hijo o a algún otro
cercano… le llega siem pre, le puede llegar siem pre, el cam ino
am erican o hacia la m uerte.
Con Claribel Alegría y Centroam érica term inam os esta parte
de nuestro recorrido, concluyendo que la m ayoría de las poetas
escogidas realizaron un cam ino e n la poesía de com unicación,
en térm inos de lo planteado por Octavio Paz (1986). 11 Son poetas que trabajan su expresión y su form a al servicio de captar,
recrear y transm itir sus vivencias; plum as que no sólo persiguen
la estética del lenguaje y la em oción poética, sino que se sitúan
en una clara intención com unicadora.
11
P a z, e n s u t e xt o Po es ía d e s o led a d y p o es ía d e co m u n ió n , a n a liza
d ive r s o s gr a d o s d e co m u n ica ció n e n la p o e s ía .
Po et a s la t in o a m er ica n a s
89
3 . Po e tas latin o am e rican as e n las ru p tu ras d e lo s añ o s
s e s e n ta y e n la s e gu n d a m itad d e l s iglo XX
A lo largo de los años sesenta se vive en la cultura latinoam ericana un proceso de búsquedas y convergencias com unes,
que configuran el subcontinente com o una sola patria para los
escritores que publican sus prim eras obras. Este fen óm en o
trasciende las barreras en las que tradicionalm ente se habían
desen vuelto n uestras letras y provoca, en tre otras cosas, un
hecho conocido com o el boom de la literatura latinoam ericana.
Se puede leer con facilidad en los distintos países la producción
del conjunto, si bien es cierto que m uchas veces pasando por el
cristal y las escogen cias de Españ a. Es un a realidad que el
m encionado boom fue em inentem ente narrativo y m asculino
y de él se excluyó a las m ujeres, tanto a las poetas com o a las
narradoras. No obstante, algunos autores cuya práctica escritural fue ante todo lírica fueron incluidos en el llam ado boom
o al m enos habitaron en sus bordes: podem os pensar en nom bres com o Octavio Paz, Pablo Neruda y Nicanor Parra.
Las vo ce s d e van gu ard ia
En esta década, algunas poetas hicieron su aparición en el
un iverso literario latin oam erican o; poetas que crecieron en
m edio de silen cios y hostilidades y cuya obra trascen dió las
barreras im puestas culturalm ente a la voz fem enina en nuestros
países. Una de estas voces fue creciendo con el paso del tiem po:
la de la peruana Blanca Varela, figura clave que podem os situar
en un espacio de tran sición en tre las m ujeres que publican
finalizando la prim era m itad del siglo veinte, nuestro capítulo
an terior, y las que lo h acen in ician do la segun da m itad del
m ism o siglo.
Nacid a en Lim a, en 1926, Var ela es u bicad a p or Mar io
Vargas Llosa com o perteneciente a la generación del cincuenta,
la que según él “revolucionaría la poesía peruana e n claván d o la e n la van gu ard ia d e la m o d e rn id ad ”. Aunque había
ya publicado uno que otro poem a en revistas, su prim er libro,
Ese puerto existe, aparece en 1959.
90
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
La form ación, lecturas e influencias que m arcan su poesía
son m últiples. A lo largo de los añ os cuaren ta participa en
cír cu los, vela d a s y d iscu sion es en Lim a , p r in cip a lm en t e
alrededor de la Universidad de San Marcos, intercam biando
con poetas y pin tores de la m en cion ada gen eración . Realiza
un diálogo perm anente con las propuestas surrealistas, especialm ente a través de César Moro y Em ilio Adolfo Westphalen.
Recon oce dos h eren cias peruan as m uy fuertes: la de César
Vallejo y m uy especialm en te la de J osé María Arguedas. En
1949 llega a París, con oce a An dré Breton , a Octavio Paz y
entra en contacto con el existencialism o. Tratará asiduam ente
a algunas figuras del París de la postguerra, entre ellas de una
m an era cercan a a Sim on e de Beauvoir. Rem em oran do estos
años, Octavio Paz dice en Destiem pos:
No eran tiem pos felices aquéllos. H abíam os salido de los
añ os de guerra pero n in gun a puerta se abrió an te n osotros:
sólo un túnel largo (el m ism o de ahora, aunque m ás pobre y
desn udo, el m ism o tún el sin salida) […] Rechazados, buscábam os otra salida, no hacía afuera, sino hacia adentro. Tam poco adentro había nadie: sólo la m irada, sólo el desierto de
la m irada. Nos íbam os a las calles, a los cafés, a los bares, al
gas neón – tam bién por un instinto que no hay m ás rem edio
que llam ar electivo- a veces reconocíam os en un desconocido
a uno de los nuestros. Se form aban así, lentam ente, pequeños
grupos abiertos. Nada nos unía excepto la búsqueda, el tedio,
la desesperación, el deseo. En el Hotel des États-Unis oíam os
jazz, bebíam os vin o blan co y ron ... (s.f.).
Este am bien te lo vivió Blan ca Varela en su juven tud; sin
em bargo, París es an te todo un reen cuen tro con sigo m ism a,
con su pasado, su identidad, con su ser peruano. Allí redescubre
su propia historia y su propia patria:
La nuestra, la m ía era otra. Teníam os los ancestros de la
cu lt u r a y el ar t e p r ecolom bin o y u n a en or m e br ech a qu e
at r avesar , en t r e aqu ello qu e n os fu e ar r ebat ad o an t es d e
nacer, y que intuíam os penosam ente, y ese dislocam iento de
Po et a s la t in o a m er ica n a s
91
identidad que hasta hoy nos perturba, no sólo en lo cultural,
sin o en lo social y en lo político... (20 0 7: 22).
En el inicio de su últim a antología, Aunque cueste la noche,
Blan ca Varela expon e sus sen tim ien tos y sus cam in os en la
escritura y hacia ella. Su encuentro definitivo con la palabra:
A través de Paz y del poeta nicaragüense Carlos Martínez
Rivas, com pren dí y apren dí que la poesía es un trabajo de
todos los días, y que no la elegim os, sino que nos elige, que
n o n os perten ece sin o que le perten ecem os, que n o es otra
cosa que la realidad y a la vez, su única y legítim a puerta de
escape (p. 10 6).
Varela es una m ujer que ha vivido para la palabra. La contundencia y coherencia de su aventura poética la convierte quizás
en la poeta viva m ás im portantes de la Am érica Hispana. Su
universo escritural es inabarcable: vam os a centrarnos en los
libros publicados en las décadas del sesenta y setenta, hasta
1978. Realizarem os una m irada transversal, la única que nos
perm ite una aproxim ación panorám ica com o la que estam os
hacien do.
La escritora se acerca a la m ateria poética con una intención
perm anente de búsqueda y de experim entación. Ensaya ritm os,
rim as, versificaciones… juega con distintas posibilidades m étricas y estróficas, paseándose por la tradición y por la ruptura.
Atraviesa sus prim eras décadas por una vuelta insistente a la
prosa poética que recoge a través de su ritm o, las posibilidades
de con jugación y em pate y desem pate de un as palabras con
otras. Canto villano (trabajos realizados entre 1972 y 1978) ha
sid o ca t a loga d a com o su ob r a m á s v a n g u a r d ist a : a ella
pertenece “Cam ino a Babel”, ejem plo cum bre de esta búsqueda
perm anente, que m uestra en sus versos ecos del cam ino total.
Se trata de un poem a que dice cosas, m uchas cosas… un alm a
y un cuerpo que deam bulan por la vida y sus m últiples recodos,
que se encuentran en ese cam inar con horizontes, juegos que
acarician el núm ero siete, pájaros errantes o perdidos, sueños
92
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
expresados en cantos populares: si y o encontrara un alm a com o
la m ía…
Una existencia que se abre y se cierra, sin hallar sentido:
1 detén la barca florida
2 hunde tu m ano en la corriente
3 pregúntate a ti m ism o
4 responde por los otros
5 m uestra tu pecho
6 da de tu m ar al sediento
7 olvida
a m én
[…]
la casa estaba intacta ordenada por sus fantasm as
habituales.
el padre en el sitio del padre la m adre en el sitio de la m adre
y el caos bullendo en la blanca y rajada sopera fam iliar hasta
n uevo m an dato…12
La voz poética sigue transitando lugares, tiem pos, espacios…
sin un aparente norte. Es, en últim as, una m irada por el desorden de la vida, por su absurdo que se expresa en el cam bio
constante de form as. Un recorrido por el paisaje hum ano con
un cierto sabor altazoriano, que al final construye una geografía
propia que se explica a tenor del conjunto de la poesía vareliana.
Esta inquietud constante la acom paña desde sus prim eros
poem as: Blanca Varela se busca a sí m ism a perm anentem ente.
Es una búsqueda de identidad individual, com unitaria o colectiva, nacional y de raza; una búsqueda que cam bia de paisajes,
que tiende a hacerse m etafísica en algunos de sus textos y que
en su juventud se hace urgencia de regresar a Perú, después de
12
Tod os los p oem a s, sa lvo q u e se esp ecifiq u e ot r a cosa , son t om a d os d e
e s t a e d ició n .
Po et a s la t in o a m er ica n a s
93
su experiencia francesa, com o escribe al referirse a su decisión
de volver: “Propósito de preservar una recién nacida identidad,
que tenía que ver profundam ente con lo que estaba tratando
de expresar en m is poem as”.
En Puerto Supe, en su prim er libro, a través de ese desconcertante yo poético m asculino, recorre la infancia, los parajes
de sus h or as tem pr an as, la casa de sus padr es, el m ar , las
plazas… el tiem po, las noches, las estaciones… para concluir
con su angustia, com pañera perm anente, para constatar que
se asfixia, que habita un fruto seco, que llora a solas en su
lecho…
Aunque es corriente que en narrativa las escritoras se adentren en lo íntim o de personajes tanto m asculinos com o fem eninos, lo que ya no resulta tan frecuente es que un yo lírico se
exprese con un género distinto al de quien escribe. Podríam os
pensar en una indagación perm anente y urgente que la lleva
por senderos inéditos, pero m ás ilum inador resulta im aginar
u n a exp er ien cia p oét ica d e d isloca ción , q u e p er m it e m á s
fácilm ente tocar el m om ento del éxtasis, com o lo plantea J orge
Larrosa:
[En la p oesía …] La vid a a p a r ece com o u n p r oceso d e
transform ación. Es una m ezcla de ser y no ser, de lo m ism o y
de lo otro, de unidad y diversidad. Algo a lo que la literatura
da un acceso privilegiado; la identidad en el cam bio. Eso tan
difícil de aprehender conceptualm ente pero que, sin em bargo,
es en igm áticam en te accesible en el espacio liter ar io. Nada
hay de estable en el m undo ni en la vida hum ana, s in e m ba rg o h a y u n a rte s e c re to d e la m e ta m o rfo s i s , n o u n a
ló gica , s in o u n a rte (20 0 3: 222).
Esa indagación continúa en su poem a Las cosas que digo
son ciertas. Nos encontram os de nuevo ante la enum eración
qu e n o t ien e con t r ap ar t id a, en u m er ación d e absu r d os, d e
dolores:
94
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Todo es perfecto. Estar en cerrado en un pequeñ o cuarto
de h otel, estar h erido, tirado e im poten te, m ien tras afuera
cae la lluvia, in esperada…
Se que estoy enferm o de un pesado m al, lleno de un agua
am arga, de una inclem ente fiebre que silba y espanta a quien
la escucha… He de alm orzar solo siem pre. Es terrible.
Este sinsentido se convierte en angustia vital en “Auverssur-Oise”, don de hay claros ecos del existen cialism o predom inante en el París de la posguerra. La últim a frase es clave
para la herm enéutica del texto: …tus lágrim as y esa m úsica
loca que se escapa de tu oreja desgarrada… Esa oreja de Van
Gogh cierra un poem a en el que Blanca Varela recoge m agistralm ente no sólo el dolor del pintor, sino el sinsentido de tantas
vidas hum anas que se estrellan contra la tragedia del m undo,
a la vez que rinde un hom enaje al genial artista.
Cuando inicia su texto: “Nadie te va a abrir la puerta. Sigue
golpeando. Insiste…” se evoca directam ente aquella otra angustia del saxofonista J ohnny Carter, protagonista del cuento de
Cortázar “El Perseguidor”. Toda esa desesperación de la que
hem os hablado habita poéticam ente en su canto a Van Gogh:
“Tú, gusanito, gusaboca, gusaoído, dueño de la m uerte y de la
vida. No puedes entrar…”.
Y cuando le dice al pintor suicida:
Por qu e t ú gu san o, ave, sim io, viajer o, lo ú n ico qu e n o
sabes es m orir n i creer en la m uerte, n i aceptar que eres tú
m ism o tu vien tre turbio y calien te, tu len gua colorada, tus
lá gr im a s y e s a m ú s ica lo ca q u e s e e s ca p a d e t u o r e ja
d esgar r ad a…
Sentim os que es algo que la poeta dice al género hum ano y
por supuesto a sí m ism a.
En una inm ensa m ayoría de los poem as de su prim era época
se r esp ir a u n am bien t e d ifícil, p esim ist a, u n am bien t e d e
pesadum bre y desencanto, en alguna m edida epocal, el m ism o
que im pregn a m ucha de la literatura latin oam erican a de las
Po et a s la t in o a m er ica n a s
95
décadas del cincuenta y sesenta: Vallejo, Rulfo, Sábato, Donoso,
Onetti, Castellanos… Es el existencialism o sartriano en toda su
expresión. Blanca Varela no encuentra una versificación adecuada para expresar la den sidad de su m alestar m etafísico,
vivido y experim entado en lo cotidiano, por ello escribe m uchas
veces en una prosa que porta internam ente el ritm o necesario,
para dejar sentir ese m alestar. Una m uestra cualificada de ello,
se da en su poem a “Las cosas que digo son ciertas”, ya citado.
La expresión oscila entre lo universal y lo concreto, entre lo
trascendente y lo cotidiano, porque las búsquedas desesperadas
van y vien en , reen con trán dose y perdién dose. Otra vez ese
desconcertante y o m asculino, m áscara y antifaz de carnaval.
Puede ilum inarnos parcialm ente lo dicho por Vargas Llosa
(20 0 7):
Su poesía participa de esa m ism a reserva y, aunque alude
a m uchos tem as, es de una parquedad glacial sobre sí m ism a.
A diferen cia de otras, a veces de alta estirpe, que se lucen y
pavon ean , or gullosas de sí m ism as, la de Blan ca Var ela se
retrae y disim ula, m ostrándose apenas en escorzos, y dejando
sólo huellas, anticipos, a fin de que, nuestro apetito desatado
por esos lam pos de belleza, busquem os, indaguem os, lo que
oculta en su entraña, ejercitando nuestra fantasía y volcando
n uestros deseos para gozarla a cabalidad.
Varela com parte su destino con el de su generación y su voz
se levanta única y lim pia, para gritar desde su fondo de m ujer
otro aspecto de la soledad, del pesim ism o, de una cierta desesperación de la condición hum ana. Desde este m ism o lugar se
asom a al ser m ujer, ser que m ira con atención en varios de sus
textos, com o en su poem a corto:
Va Eva
anim al de sal
si vuelves la cabeza
en tu cuerpo
96
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
te convertirás
y tendrás nom bre
y la palabra
reptando
será tu huella.
Con la fina ironía que despliega en m uchas ocasiones expresa su contra versión, su subversión ante los m andatos recibidos
por siglos. La vuelta de la cabeza no traerá un castigo, com o
en el m ito bíblico; por el contrario, si vuelve la cabeza Eva, en
lugar de estatua de sal, se encontrará a sí m ism a: será s u cu e rp o , s u n o m bre … y lo fundam ental de la propuesta: reencontrará la p alabra , lo que quiere decir la libertad, el cam ino.
En “Madon n a”, la m ujer se m ira prin cipalm en te a través
del cristal de la m aternidad. Las m adonnas, esas figuras generosas de m ujeres-m adres-vírgenes… que adquieren su sentido
de vida en ese hijo-espejo en el cual se m iran y se entienden, se
asum en y se entregan… Después de un recorrido inicial m ás o
m en os con ven cion al, el texto se detien e en perspectivas que
m uestran m ás claram en te su crudeza:
Y luego, cruzando el tiem po, e l co rte jo d e m u je re s co n
s u s d o n e s y s e c re to s a c u e s ta s . Estaban todas. La que
lucía el vien tre com o un a h ogaza dura y rubia bajo la gasa
m or tecin a. La m ad r e d e aqu el p ár vu lo qu e se p r otegía d e
m ilagro a la som bra de la cadera fam iliar y opulenta. La dueña
de la tren za todavía in fan til y del sen o obviam en te m aduro.
Y en t r e ellas, ap ar t ad a, la célibe: sabia com o u n a abu ela,
poderosa de brazos y ensim ism ada frente a la ventana…
Al fon d o, h u yen d o d el lu gar , u n an cian o tr epaba pen osam ente las escaleras. En lo alto le esperaba una dam a, noble
de porte y vestido, que lo ayudaba gentilm ente a transponer
el um bral que le correspon día.
Este párrafo-estrofa nos trae, a la m anera de algunas pinceladas, de algún sueño narrado, im ágenes que se hacen cotidianas en su dolor, m ujeres que pueblan nuestras vidas o ensueños,
nuestras visiones y que se rem atan con una m etáfora, perfilada
Po et a s la t in o a m er ica n a s
97
tradicionalm ente com o fem enina: la dam a m uerte… que viene
para ayudar a pasar el um bral. Se em pieza con la vida: el pecho,
el n iñ o… se acaba con la m uerte, el an cian o, el um bral, un
sabor m edio agrio, m edio salobre nos deja este recorrido.
Aunque la poesía de Blanca Varela quiere ser creación pura,
com o Huidobro, y no pretende plasm ar o cantar sentim ientos,
sino explorar la palabra y buscar a través de esa exploración, el
am or aparece tam bién salpicado aquí y allá. Es el caso de “Monsieur Monod no sabe cantar”, en el que evoca al biólogo francés
J acques-Lucien Monod, intelectual activo políticam ente en la
resistencia francesa, que com partió con este grupo de latinos
el París de la posguerra.
El texto term ina con la afirm ación: “porque ácido ribonucleico som os / pero ácido ribonucleico e n am o rad o s ie m p re ”.
A lo largo del poem a el yo lírico recuerda y expresa, siem pre
velando los sentim ientos con una fina ironía que distancia:
querido m ío
te recuerdo co m o la m e jo r can ció n
esa apoteosis de gallos y estrellas que no eres
que ya no soy que ya no serem os
[…]
querido m ío
adoro lo que no es m ío
tú por ejem plo
con tu piel de asno sobre el alm a
y esas alas de cera que te regalé...
El diálogo se devuelve a una de las preocupaciones centrales
de la autora, las condiciones de su época:
querido m ío
a pesar de eso
todo sigue igual
el cosquilleo filosófico después de la ducha
el café frío el cigarrillo am argo el Cieno Verde
98
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Las relaciones personales, eventualm ente sanadoras, vividas
siem pre en m edio de dolores, de decepcion es, de an gustias
m etafísicas.
La am bigüedad habita cada palabra, cada poem a. Es el caso
igualm ente de “Vals”, en el que la declaración de am or queda
en la brum a… Se canta a: ¿el ritm o, la escritura, al am or sentim iento general, al am ante?
No he buscado otra hora, ni otro día, ni otro dios que tú…
Laberinto, pirám ide de hum o, altura que canta, pozo que
a m en a za
tierra de abism o, prim avera ciega.
La soledad nos une en la unidad del guisante.
[…]
Asciendo y caigo al fondo de m i alm a
que reverdece, agónica de luz, im antada de luz.
[…]
Recrearte: polvo, brizna, herida.
Perderte: gesto, contacto, olvido…
La palabra de Blanca Varela recorre universos y angustias,
búsquedas y sentidos. Palabra que atrapa, que fascina, que invita
a una, a m uchas lecturas, com o toda verdadera poesía. Desde
su Perú natal, esta escritura lírica irradia el universo literario
de la Am érica hispana.
La obra de Alejandra Pizarnik es tam bién una de las m ás
contundentes de autoría fem enina en el subcontinente. Un bosque inm enso en el que resulta m uy difícil cam inar m arcando
unos senderos, porque su espesura nos invade, dejándonos al
m argen del silencio. En ella, com o en m uchas otras y otros, su
vida y su escritura se en trelazan de form a en m arañ ada. La
poeta, m ás o m en os con tem porán ea de la an terior, n ace en
Buen os Aires en 1936; vive en tre el 60 y el 64 en París, en
donde com parte igualm ente con Paz, con Cortázar, con Rosa
Chacel, entre otros, y publica sus prim eros textos en la década
del cincuenta.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
99
Su escritura es un intento desesperado por ganarle la batalla
a la m uerte, instalada en su alm a desde su niñez y adolescencia.
En sus prim eros textos encontram os versos com o: “e l tie m p o
e s tran gu ló m i e s tre lla, p e ro s u e s e n cia e xis tirá e n m i
in te m p o ral e xte rio r…”, o: “tratan d o d e h allar algo qu e
h aga flo tar m i d e s trip ad a au ro ra …”. En 1955, año de sus
prim eras publicaciones, recoge en su diario el 11 de Noviem bre:
Me pregunto una sola cosa: ¿tengo vocación literaria?
Respuesta:
Tem o que m is deseos de escribir no sean m ás que m edios
para conseguir el fin anhelado de éxito, gloria, fe e n m í.
[…]
Puede ser tam bién que, dada m i escasa facilidad de expresión
oral, apele al papel para no atragantarm e, p ara e s cu p ir e l
fu e go d e m is an gu s tias .
El 9 de Octubre de 1971, poco antes de su suicidio, escribe:
Las palabras son m ás terribles de lo que m e sospechaba.
Mi n e ce s id a d d e te rn u ra e s u n a la rga ca ra va n a .
En cuan to al escribir, sé que escribo bien y esto es todo.
Pe ro n o m e s irve p a ra qu e m e qu ie ra n (Pizarnik, 20 0 5:
6 5-50 2 ).
Alejandra Pizarnik escribe buscando am or; pero igual m uere
de desam or. Uno de sus últim os poem as es un testim onio de
que su escritura no logró am ainar su angustia:
Te h ablo
A H. M.
estoy con pavura.
Ham e sobrevenido lo que m ás tem ía.
No estoy en dificultad:
e s to y e n n o p o d e r m ás .
10 0
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
No abandoné el vacío y el desierto
vivo en peligro.
Tu canto no m e ayuda.
Cada vez m ás tenazas,
m ás m iedos
m ás som bras negras (20 0 7: 439).
Su poesía refleja la van guardia en todo su desarrollo, sus
búsquedas desesperadas se m anifiestan en palabras y en form as
que quieren ser el nervio puro de una expresión lim pia de todo
adorno. Su obra poética está recogida en La tierra m ás ajena
(1955); La últim a inocencia (1956); Las av enturas perdidas
(1958); Árbol de Diana (1962); Los trabajos y las noches (1965);
Extracción de la piedra de la locura (1968 ); El infierno m usical
(1971) y Textos de som bra, publicación póstum a, en 1982.
En ocasiones, la escritura de Alejandra Pizarnik salta de un
espacio a otro, de una búsqueda a otra, en un intento desesperado por d e cirs e , por encontrarse; no pretende, como Varela,
una universalización objetiva de la palabra. Tal com o dice Alicia
Gen ovese:
Con figur ar un len guaje es, par a Pizar n ik, con figur ar un
yo, in d ivid u a l, n o u n iver sa l, fem en in o, n o m a scu lin o. La
búsqueda y configuración del yo es llevada a cabo en la m ayor
in tem perie, la de la poesía; e n la m a yo r in s e gu rid a d , la
d e l p ro n o m bre fe m e n in o , en tercera persona, en prim era
person a. El len guaje es para Pizarn ik un a zon a de con flicto,
siem pre se está a la intem perie con las palabras, nunca es un
territorio constituido, consolidado o cristalizado, sino arenas
m ovedizas, espejeantes tierras pantanosas… El sujeto que se
constituye en ese lenguaje nunca adquiere una figura definitiva, se m ultiplica, se diversifica, configura su inestabilidad...
(1998 : 68 ).
En este decirse la poeta se aproxim a a m últiples realidades.
El am or siem pre, a retazos, por m om entos, com o en “Cielo”:
Po et a s la t in o a m er ica n a s
101
… sigo cam inando
un coctail m ental em baldosa m i frente
no sé si pensar en el cielo o en ti
y si tirara una m oneda? (cara tú seca cielo)
no! tu ser no se arriesga y
yo te deseo te de-se-o!
cielo trozo de cosm os cielo m urciélago infinito
inm utable con los ojos de m i am or.
En este poem a, igual que en “Sólo un am o”, del m ism o libro,
Pizarnik juguetea con un am or que se le escapa, con un cuerpo
q u e n o llega a p os eer : S u cu er p o es u n ojo. S u p iel u n
m apam undi… No se entrega ella, no se entrega el objeto de ese
am or, sólo existe una m últiple aproxim ación resbaladiza, com o
las m etáforas que se intentan. Diez años después, en 1965, hay
sin em bargo un intento de entrega, de ¿fusión/ confusión?:
En tu an ive rs ario
Recibe este rostro m ío, m udo, m endigo.
Recibe este am or que te pido.
Recibe lo que hay en m í que eres tú.
La vida siem pre regresando, siem pre am enazando con irse…
la vida siem pre en la m uerte, la m uerte siem pre en la vida…
La d e lo s o jo s abie rto s
la vida juega en la plaza
con el ser que nunca fui
[…]
va pasando
va pasando
m i corazón
abre la ventana
10 2
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
vida aquí estoy
[…]
pero quiero saberm e viva
pero no quiero hablar
de la m uerte
ni de sus extrañas m anos
O en Silencios: “La m uerte siem pre al lado. / Escucho su
decir. / Sólo m e oigo”.
Las som bras de la m uerte y del silen cio total con las que
luchó siem pre a brazo partido, a través de sus palabras a las
que se agarra en ocasiones con verdadera desesperación. Una
experiencia de la escritura com o re ve lació n se percibe tam bién
en los cam inos y las m iradas de la poeta. Revelación sin nom bre
que se da en la palabra cuando la existencia entera se em peña
en esa búsqueda. Cesar Aira dice:
El tono som brío de la poesía de A. P. deriva, tam bién, de
su n egativa o im posibilidad de adoptar un ritm o n arrativo.
La poesía de A. P. está hecha exclusivam ente de térm inos
e le va d o s o n o ble s . En ella siem pre se trata de la noche, la
in fa n cia , el a m or , la m u er t e; n u n ca el ca fé con lech e, el
cigarrillo (citado en Cohen , 20 0 2: 48 ).
Este acer cam ien to a la r evelación , al m eollo, al sen tid o
últim o de su vida buscado en la poesía, lo encontram os m uy
claram en te en “Origen ”:
La luz es dem asiado grande
para m i infancia.
Pero quién m e dará la respuesta jam ás usada?
Alguna palabra que m e am pare del viento.
Alguna verdad pequeña en qué sentarm e
y desde la cual vivirm e,
alguna frase solam ente m ía
que yo abrace cada noche,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
103
en la que m e reconozca,
en la que m e exista.
Pero no. Mi infancia
solo com prende al viento feroz
que m e aventó al frío
cuan do cam pan as m uertas
m e an un ciaron .
Sólo una m elodía vieja,
algo con niños de oro, con alas de piel verde,
caliente, sabio com o el m ar,
que tirita desde m i sangre,
que renueva m i cansancio de otras edades.
Sólo la decisión de ser dios hasta el llanto.
Sentido últim o que a lo que parece su vida no le reveló, o lo
hizo en el horizonte de la m uerte que le ofreció la paz y que nos
regresó a su poesía para inm ortalizarla.
Las vo ce s m ás re cie n te s
En nuestro recorrido subim os hacia el norte. Una voz m uy
distinta, posterior en el tiem po pero que, com o Pizarnik, busca
prioritariam en te su decir de m ujer, es Giocon da Belli. Nos
situam os ahora en el otro lado del subcon tin en te y en o tro
lado del trabajo poético. Gioconda Belli no es sólo una poeta,
es una intelectual en el sentido m ás pleno de la palabra: nove lista, en sayista, p oeta, com p r om etid a con su p aís y con el
m undo. Belli es una optim ista natural, m uy alejada de las rutas
que llevan al suicidio.
Nace en Managua, Nicaragua, en donde pasa su infancia y
juventud hasta que debe ir a vivir a Méjico, en 1975, a causa
del exilio, durante la dictadura de los Som oza. Ha publicado
m uchos poem arios, antologados fundam entalm ente en Poesía
10 4
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
reunida (198 9) y El ojo de la m ujer (20 0 1). Ha recibido varios
prem ios de poesía en su país y, en 1978, el Prem io Casa de las
Am éricas. Ha publicado algunas novelas: La m ujer habitada;
Sofía de los presagios; W aslala; El m anuscrito de la seducción
y El plan infinito. Su libro El país bajo m i piel, a caballo entre
las m em or ias, la au tobiogr afía y el en sayo político, es u n a
m irada am plia, crítica y coherente sobre el proceso sandinista
m uy influyente en Am érica Latina.
Su form ación, en un am biente culto y liberal, fue m uy am plia
y de ello se derivan sus influencias literarias:
Des d e m u y n iñ a em p ecé a leer , u n a d e m is gr a n d es
in flu en cia s fu e J u lio Ver n e, m i a b u elo cu a n d o yo est a b a
chiquita —él era un gran lector— m e traía los libros de Verne.
Leía todo lo que m e caía en las m an os. Leía m uch o teatr o
porque m i m am á estaba en el teatro y ten ía libros de todo
tipo en la casa: Lope de Vega, Shakespeare. Tam bién leí poesía,
por su pu esto Ru bén Dar ío —qu e en Nicar agu a es el h ér oe
n acion al— y ya m ás tar de m e in fluyó m uch o el boom latinoam ericano, especialm ente J ulio Cortázar, él fue el ser que
m ás m e ha influido, pero tam bién las m ujeres sobre todo las
inglesas Virginia Woolf, Em ily Dickinson, etc. En m i carrera
com o escritora los n ovelistas com o Faulkn er h an sido m uy
im por tan tes” (Ven ti, 1995).
Igualm ente am plia es su práctica y su universo de escritura,
m uestra clara de una m ente y una m ujer que se interesan por
la vida en todos sus horizontes.
Gioconda Belli pertenece a una generación de poetas centroam erican as cuyo pun to de partida son un a serie de con quistas que ya n o se discuten . Form alm en te su escritura es
heredera de la vanguardia y Belli no se dedica a m uchas experim entaciones, su expresión es libre y su búsqueda, diversa…
Igualm ente, estas poetas reafirm an sin ninguna dificultad su
ser de m ujeres. Giocon da se autoproclam a abiertam en te en
uno de sus prim eros textos:
Po et a s la t in o a m er ica n a s
105
Y D io s m e h izo m u je r
Y Dios m e hizo m ujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de m ujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y m e cavó por dentro,
m e hizo un taller de seres hum anos.
Tejió delicadam ente m is nervios
y balanceó con cuidado
el núm ero de m is horm onas.
Com puso m i sangre
y m e inyectó con ella
para que irrigara
todo m i cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo creó suavem ente
a m artillazos de soplidos
y taladrazos de am or,
las m il y una cosas que m e hacen m ujer
todos los días
por las que m e levanto orgullosa
todas las m añanas
y bendigo m i sexo.
En con t r am os aqu í algu n as d e las car act er íst icas d e su
poesía: expresión directa, de fácil com unicación; im ágenes que
se en cabalgan h acia ad elan te com p letan d o u n cu ad r o qu e
configura en su totalidad una pintura en la que se ensalza sin
am bages el propio ser.
10 6
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Este poem a, se convierte en paradigm ático, es un territorio
am plio para que el yo lírico se m ueva en anchura y en profundidad. Al decir de J osé Coronel Urtrecho:
En ese inm enso territorio casi desconocido, Gioconda Belli
se ha revelado m aravillosa exploradora. Ha sido ciertam ente
una de las prim eras nicaragüenses en penetrar a fondo en la
fem in eid a d y la p r im er a , est oy segu r o, en d escu b r ir con
libertad y sencillez su propia intim idad, por lo que su poesía
revela el asom bro, el gozo y la frescura de lo vivido y expresa d o p or p r im er a vez. Rep r esen t a u n a n u eva con cien cia
g o z o s a de ser m u jer . Y n o sólo de ser lo, sin o tam bién de
saber cóm o y en qué lo es y sobre todo y por su m ism a condición de poeta el gozo de revelarlo… (citado en Belli, 20 0 1:
15) .
La m ujer, la poeta, vive in ten sam en te un a com un icación
sem piterna y a la vez nueva con la naturaleza. Lo expresa su
texto “Metam orfosis”, en el que el cuerpo fem enino y el m undo
natural se funden, se fusionan:
La enredadera
se m e está saliendo
por las orejas.
Mis ojos se han convertido
en pistilos m ovibles
y m i boca está repleta
de flores m oradas…
[…]
y m is olores han cam biado,
tropiezo con los m uebles
y m is piernas están rom piendo
los ladrillos,
buscando la tierra,
en redán dom e…
[…]
y estoy enredadera,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
107
m etam orfoseada,
espinosa,
sola, hecha n aturaleza.
Esta com unión con la naturaleza es uno de los tem as que se
repiten casi obsesivam ente en Gioconda Belli, un eje tam bién
que atraviesa el m undo ficcional de su prim era novela, La m ujer
habitada.
Ese ser m ujer va a deam bular y a desarrollarse por cam inos
novedosos que no adm iten regresos al pasado, ni asum ir roles
ya superados. Esta clarividencia de profeta preside los poem as
en los cuales re-visita este ser y se m ueve am pliam ente en las
lides del am or. Lo vem os en “Reglas de juego para los hom bres
que quieran am ar a m ujeres m ujeres” (1987):
[…] El hom bre que m e am e
no querrá poseerm e com o una m ercancía,
ni exhibirm e com o un trofeo de caza
[…]
El hom bre que m e am e
no dudará de m i sonrisa
ni tem erá la abundancia de m i pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará m i vientre com o guitarra
para que brote m úsica y alegría
desde el fondo de m i cuerpo.
[…]
El am or de m i hom bre
no conocerá el m iedo a la entrega,
ni tem erá descubrirse ante la m agia del enam oram iento
[…]
El am or de m i hom bre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será com o un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
10 8
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
las debilidades que, por siglos, nos m antuvieron separados
com o seres de distinta estatura […]
Definitivam ente se nos presenta una poeta distinta de las
que hem os leído hasta ahora: hay una expresión fresca, cuya
clara intención es transm itir sin adornos ni aventuras lingüísticas m uy com plejas los sentim ientos que se desbordan en el
corazón del yo. Existe por tanto un cierto regreso a la anécdota,
m ucha fuerza en acercarse al árbol no por las ram as sino por
la nervadura m ism a… y una búsqueda de im ágenes que salpiquen el texto vehiculándolo en su significación m ás profunda.
El am or y la fem inidad regresan insistentem ente en su escritura.
Tam bién la m aternidad lo hace varias veces. En “Maternidad
II” (1970 -74) se expresa la plenitud de la visita del hijo, sem illa
d el am or : “Mi cu er po com o tier r a agr ad ecid a se va exten diendo…m i vientre va cogiendo la form a de una redonda colina
palpitante…”. Ese sentim iento m aternal se distancia un poco y
se hace m ás abstracto en “La m adre” (1974), atravesado com o
m uchos de ellos por el com prom iso político que a Giocon da
Belli se le instaló en la vida:
La m adre
se ha cam biado de ropa.
La falda se ha convertido en pantalón,
los zapatos en botas,
la cartera en m ochila.
No canta ya canciones de cuna
canta canciones de protesta…
No quiere ya sólo a sus hijos,
ni se da sólo a sus hijos,
lleva prendidas en los pechos
m iles de bocas ham brientas…
Se produce un cierto debilitam iento del trabajo m etafórico
en aras de la sim plicidad, a veces obviedad, de lo que se quiere
Po et a s la t in o a m er ica n a s
109
transm itir. A cam bio de ello, hay una reelaboración centrada
en la descripción: es im portante y necesario m o s trar certeram ente los cam inos del sentim iento, la expresión entonces se
com prom ete a fondo en ello.
La p oesía d e Giocon d a Belli es clar am en te u n can to d e
optim ism o, de gozo y de ben dición a y por la vida. Estam os
m uy lejos de posiciones existencialistas que inviten a la desesperación, de angustias perm anentes que cierren puertas. Estam os m uy lejos de la m uerte. En algunos m om entos su optim ism o se hace exaltación, alegría, asom bro. Ocurre en su poem a
“Soy llena de gozo”:
Soy llena de gozo,
llena de vida,
cargada de energías
com o un anim al joven y contento.
Im an tada m i san gre con la n aturaleza,
sintiendo el llam ado del m onte
para correr com o venado desenfrenadam ente…
Sus deseos de naturaleza y libertad se expresan en versos
cortos y ágiles que nos ayudan a visualizar una carrera entre
los bosques siem pre hacia adelante. Es un reclam o de espacio
físico sin lím ites que evoca algunos versos de Alfonsina Storni,
in discutiblem en te su an tecesor a poética en este y en otr os
aspectos, com o el ritm o logrado con la versificación.
Pero hay un aspecto que no podem os silenciar en la poética
de Belli: su com prom iso político, la entrega de su voz a aquellos
que no la tienen, la entrega de su canto a la causa de la liberación política de Am érica Latina. Son m uchos los textos que se
pasean por este universo de la intelectual com prom etida, textos
de distinto calibre, en los que se denuncia, se ensalza, se anim a
y se profetiza.
Uno de los m ás bellos, en el que entrelaza e im brica su pasión
utópica y su optim ism o poético, es este, con el que term inam os
nuestra aproxim ación a su voz:
110
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
En todas las profecías
está escrita la destrucción del m undo.
Todas las profecías cuentan
que el hom bre creará su propia destrucción.
Pero los siglos y la vida
que siem pre se renueva
engendraron tam bién una generación
de am adores y soñadores,
hom bres y m ujeres que no soñaron
con la destrucción del m undo,
sino con la construcción del m undo
de las m ariposas y los ruiseñores
Desde pequeños venían m arcados por el am or.
Detrás de su apariencia cotidiana
guardaban la ternura y el sol de m edianoche.
Las m adres los encontraban llorando
por un pájaro m uerto
y m ás tarde tam bién los encontraron a m uchos
m uertos com o pájaros.
Estos seres cohabitaron con m ujeres traslúcidas
y las dejaron preñadas de m iel y de hijos verdecidos
por un invierno de caricias.
Así fue com o proliferaron en el m undo los portadores de
sueños,
atacados ferozm ente por los portadores de profecías
………..
Los portadores de sueños sobrevivieron a los
clim as gélidos
pero en los clim as cálidos casi parecían brotar por
generación espontánea.
Quizá las palm eras, los cielos azules, las lluvias
torrenciales
tuvieron algo que ver con esto.
La verdad es que com o laboriosas horm iguitas
estos especím enes no dejaban de soñar y de construir
herm osos m un dos,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
111
m undos de herm anos, de hom bres y m ujeres que se
llam aban com pañ eros,
que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban
en las m uertes,
se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se ayudaban
en el
arte de querer y en la defensa de la felicidad.
………
Y en el m undo se ha desatado un gran tráfico de sueños
que no pueden detener los traficantes de la m uerte;
por doquier hay paquetes con grandes lazos
que sólo esta nueva raza de hom bres puede ver
la sem illa de estos sueños no se puede detectar
porque va envuelta en rojos corazones
en am plios vestidos de m aternidad
donde piececitos soñadores alborotan los vientres que los
albergan .
Dicen que la tierra después de parirlos
desencadenó un cielo de arco iris
y sopló de fecundidad las raíces de los árboles.
………
En este exten so poem a, Belli can ta a la vid a fr en te a la
m u e r t e , n o e n u n ir y ve n ir m e t a fís ico , s in o e n u n a
contradicción social, y la canta con toda la potencia de su voz
y la fuerza de un a palabra que se ren ueva en m edio de los
avatares políticos, tantas veces tenebrosos, de Am érica Latina.
Desplazándonos a otra latitud cultural m uy distinta surge
una voz m uy diferente, que nos guía por otros senderos y nos
ilum ina otras rutas. Cuando nos enfrentam os a la vida y obra
d e Ma r ía Mer ced es Ca r r a n za , h a lla m os igu a lm en t e u n a
intelectual activa, pero tam bién una gran poeta. Carranza nace
en Bogotá en 1945 y su infancia transcurre en m edio del frío
de la Saban a, en un a ciudad im pactada por el asesin ato de
Gait án . Com o m u ch as p oet as, se en con t r ó siem p r e m ás o
m enos desubicada o desajustada en el m undo; con el paso del
112
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
tiem po ese desajuste no se superó, por el contrario, se m antuvo
y profundizó en algunos niveles. Al leer su poesía, rastreando
en ella la órbita existencial que dibuja, com prendem os plenam ente que el últim o acto de su vida la colocara al lado de dos
grandes suicidas del continente: Alfonsina Storni y Alejandra
Pizarnik. Su prim era obra, Vainas y otros poem as, recoge textos
escritos entre 1968 y 1972. Publica posteriorm ente Tengo m iedo
(1982), unos años m ás tarde Hola soledad (1987) y De am or y
desam or (198 9).
H eidegger, en su en sayo sobre H ölderlin g, n os dice en tre
otras verdades lo siguiente:
La p oesía es la in stau r ación d el ser con la p alabr a [...]
H abitar poéticam en te sign ifica estar en la presen cia de los
dioses y ser tocado por la esen cia cercan a de las cosas [...]
La e xce s iva cla rid a d la n za a l p o e ta a la s tin ie bla s [...]
Poetizar es dar el nom bre original a los dioses... (198 8 : 13713 9 ).
A María Mercedes le tocó vivir en tiempos particularmente
difíciles: un mundo que no sale de sus fantasmas y un país que
se deshace en sus horrores. Para un ser de la luz, como era esta
mujer, aceptar habitar entre fantasmas y horrores se hace arduo.
Ella sintió en su carne que el m undo era insalvable; así lo
dice en “Poem a de los Hados”:
Soy hija de Benito Mussolini
y de alguna actriz de los años 40
que can taba la Giovin ezza.
Hiroshim a encendió el cielo
el día de m i nacim iento y a m i cuna
llegaron, h ad o s im p lacable s ...
Caía la lluvia triste de Vallejo
se apagaba en el viento la llam a de Porfirio
en el aire el furor de las balas
que iban de Cúcuta a Leticia, se cruzaban
Po et a s la t in o a m er ica n a s
113
con los cañones de Casablanca
y las palabras de su canción m elancólica...
Así m e fue entregado el m undo.
Esas cosas de horror, m úsica y alm a
han cifrado m is días y m is sueños.
Com o corresponde a su ser lírico, María Mercedes Carranza
tenía un algo o un m ucho de rom ántica en el sentido m ás clásico
del térm ino y tuvo que vivir en un m undo desencantado, un
m un do que n o logró con vertir en su hogar aun que luchó de
m últiples m aneras para ello. La Casa de Poesía Silva no alcanzó
a protegerla de tanta oscuridad. La Casa de Poesía Silva fue su
proyecto de m adurez: María Mercedes logró convocar m uchas
fuerzas intelectuales y artísticas del país para, desde allí, propon er un com prom iso de paz para Colom bia. Se realizaron
debates, recitales, concursos, m em orias. La Casa y su revista
ar t icu lar on u n a em p r esa cu lt u r al-p olít ica qu e alu m br ó el
horizonte colom biano en m últiples sentidos; pero no consiguió
redim irla de ese m undo detallado por William Ospina con la
lucidez que lo caracteriza:
Un un iverso así reducido es suficien te para los fin es de
esta civilización, dinam izada hoy por la fuerza ciega del gran
capital, y em pujada por el lucro com o ún ico gran propósito
gen eral de la especie.
Si esta actitud hubiera sido un án im em en te aceptada por
la hum anidad, pocas esperanzas podríam os alentar frente al
futuro. Un m un do así, reducido a sus m an ifestacion es m ás
evid en t es y a su s m ecan ism os m ás ú t iles sólo p r om et e la
m uerte del espíritu hum ano. El extravío de la hum anidad en
u n or b e d e cosa s sin sen t id o, d e m a t er ia sin sign ifica d o
trascendental, la confusión de todos los valores y la pérdida
d e tod os los p r op ósitos. El u n iver so d esacr alizad o en qu e
vivim os h oy, el que n os describe el periodism o, el que n os
vende la publicidad, el que nos ofrece el turism o; ese universo
e xp lo r a d o p o r la cie n cia , m a n ip u la d o p o r la t é cn ica ,
t r a n s fo r m a d o p o r la in d u s t r ia , s e va ca m b ia n d o
gr adualm en te en un r ein o de escom br os don de sobr a toda
114
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
r eligión , d on d e sobr a t od a filosofía, d o n d e s o b r a t o d a
p o e s ía ; un m undo vertiginoso y evanescente donde todo es
desech able, in cluidos los seres h um an os, don de los sign ificados posibles de toda cosa se reducen a un único significado:
su utilidad (1994: 27).
Este am biente es captado con crudeza y em oción por Carranza a lo largo de su vida y de su obra y expresado hasta en el
título de algunos de sus libros: Tengo m iedo; H ola soledad;
Maneras de desam or...
La obra poética de María Mercedes Carranza es m últiple y
variada, casi todos los tem as o preocupaciones vitales pasan
por ella. La vida com o una pesadilla se repite en sus poem as.
Desd e el ca n t o a los h a d os q u e ya leím os, p a sa n d o p or
“Maldición”, con la que la poeta afirm a que se ha de encontrar
a través de los siglos, de los planetas, de los m uertos... Pero
quizás es en los versos de “El oficio de vivir” en los que m ás
claram ente este sentim iento se m anifiesta:
He aquí que llego a la vejez
y nadie ni nada
m e ha podido decir
para qué sirvo.
Sum e usted
oficios, vocaciones, m isiones y predestinaciones:
la cosa no es conm igo.
[...]
Ensayo profesiones
que van desde cocinera, m adre y poeta
hasta contabilista de estrellas.
De repente quisiera ser cebolla
para olvidar obligaciones
o árbol, para cum plir con todas ellas.
[...]
Sirvo para oficios desuetos:
Espíritu Santo, dam a de com pañía, Estatua
Po et a s la t in o a m er ica n a s
115
de la Libertad, Archipreste de Hita.
No sirvo para nada.
La escritora se define por su vocación poética... y el yo lírico,
en el m undo en que habita y habitam os, no tiene una clara y
pr ecisa u bicación . Por eso el sen tim ien to de in u tilidad, de
desam paro, no hay profesión o m isión que la acoja, que le dé
sen tido, que la h aga útil. En esa búsqueda, la subjetividad
poética se com pr en de desde pr ism a diver sos y cer can os al
absurdo: Espíritu Santo / Archipreste de Hita... No im porta lo
lejan o a la razón dom in an te que se en cuen tre el rol que esa
subjetividad sabe o puede asum ir... lo im portan te es la búsqueda, un a búsqueda sin respuesta n i n orte, que coloca a la
poeta fuera de cam po, en el ám bito de lo que está desueto, de
lo que ya no se com prende ni im porta.
Es im portante anotar la ironía con la que asum e esta incom odidad. La voz poética se distancia de cualquier sentim iento
trágico o cualquier intento de producir com pasión, en su lugar
instaura un hum or corrosivo que cierra cualquier puerta posible
de salida. Introduce en el discurso una am bivalencia de sentim ien tos y ver dades qu e lleva a pr egu n tar se por la sín tesis
definitiva de lo que se dice, síntesis que la ironía m ism a im pide
hacer... Esa pregunta perm anece abierta.
Otro de los dolores explícitos y repetidos de distinta form a
en la poesía de Carranza es la constante herida del am or y el
desam or. Este eje, presente en todos sus libros, grita directam en te desde el título de su “Poem a del desam or”. En él, el
desam or es catalogado com o un a hora , un a h or a que h ace
p r esen te lo p asad o: los h u ecos, las p alabr as sin d ecir , los
sen tim ien tos sin expresar. Esa hora se califica com o sucia y
com o m ezquino el olvido que com porta.
Pero de nuevo hay un poem a cuyo núcleo expresa con fuerza
y con tun den cia estos cam in os a los que parece que el am or
con du ce in exor ablem en te: “Balan ce fin al”, del libr o Ten g o
m iedo:
116
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Sobre la cam a de sábanas destendidas
un segundo del tiem po que les fue dado
se encontraron m ás allá de la piel.
Por u n in s tan te el m undo fue exacto y bondadoso
y la vida algo m ás que una historia desolada.
Luego y antes y ahora y para siem pre
todo fue un juego de espejos enem igos:
sólo hubo rechazos, cuerpos solitarios,
m al aliento, ilusiones no com partidas,
cartas banales, gestos rutinarios
y un paciente velar el cadáver de aquel instante.
En este texto nos enfrentam os con la distancia y el hum or
destructor de cualquier m ito, nos encontram os de nuevo con
la lucidez im placable que im pide la intención o la posibilidad
del engaño. El recuento de los desam ores y desencuentros es
contundente: desde lo no com partido y las m últiples reservas
hasta el m al aliento de las m añanas... y la conclusión inapelable,
que poéticam ente se nos dice en una frase: p acie n te ve lar e l
cad áve r d e aqu e l in s tan te . Esta realidad de las relaciones
hom bre/ m ujer nos la plantea otra m ujer con la m ism a agudeza
y claridad, pero desde una visión antropológica:
Lo qu e sor p r en d e es qu e con t in u em os con las m ism as
expectativas, que sigam os esperan do lo m ism o del am or, a
pesar de com probar en la realidad social y hum an a que n o
corresponde a su naturaleza. No nos sirven las experiencias,
la s viven cia s, los t est im on ios, lo q u e vem os, p a lp a m os y
ver ifica m os. No! Tor p e y t er ca m en t e con t in u a m os en soñ an do y for zan do el m un do de la im agin ación par a que lo
q u e sen t im os en u n m om en t o d a d o, se a ju st e a n u est r a s
expectativas d el am or . Cam biam os la/ el su jeto d e n u estr o
a m o r , p e r o s o s t e n e m o s e l m is m o p a t r ó n d e r e fe r e n cia
(Lon d oñ o, 1997: 31).
De a m or y d esa m or y ot r os p oem a s es u n a r eflexión
dram ática sobre las lides del am or, unido indisolublem ente en
Po et a s la t in o a m er ica n a s
117
su exp er ien cia al d esam or qu e se in stau r a a con tin u ación
dem asiado rápidam ente. En la evocación de una poeta, que no
es lo m ism o que una clase de análisis literario, es m uy poco lo
que se puede decir, porque no resulta pertinente sustituir en
ningún caso su palabra. La poesía no puede ser nom brada m ás
que por ella m ism a, com o nos dice Yuri Lotm an:
El d iscu r so p oét ico r ep r esen t a u n a est r u ct u r a d e gr an
co m p le jid a d . Ap a r e ce co m o co n s id e r a b le m e n t e m á s
com plicado respecto a la len gua n atural. Y si el volum en de
inform ación contenido en el discurso poético (en verso o en
pr osa, en este caso n o tien e im por tan cia) y en el d iscu r so
usual fuese idén tico, el discurso poético perdería el derecho
a existir, y sin lugar a dudas desaparecería. Pero la cuestión
s e p la n t e a d e u n m o d o m u y d ife r e n t e : la co m p lica d a
estructura artística, creada con los m ateriales de la len gua,
p er m it e t r a n sm it ir u n volu m en d e in for m a ción com p let a m en t e in a ccesib le p a r a su t r a n sm isión , m ed ia n t e u n a
estructura elem ental propiam ente lingüística (Lotam n, 1978 :
2 1).
Carran za tien e un a capacidad asom brosa para tran sm itir
los ires y venires del am or, de la revolución y estragos que causa
en nuestras vidas. Por ello prefiero transcribir íntegram ente su
oda al am or, ejem plo claro de esa con cen tración estética y
em ocional de inform ación:
Od a al am o r
Una tarde que ya nunca olvidarás
llega a tu casa y se sienta a la m esa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los m uebles, estarán sus huellas,
destenderá tu cam a y ahuecará la alm ohada.
Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años,
se acom odarán a su gusto y sem ejanza,
cam biarán de lugar las fotos antiguas.
118
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Otros ojos m irarán tus costum bres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás com enzar a hacer de nuevo la casa,
reacom odar los m uebles, lim piar las paredes,
cam biar las cerraduras, rom per retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.
La poesía, en últim as, lo es cuando logra conectarse quien
la lee en un lugar m uy íntim o de su vida y de su corazón... y
este cam ino del am or, captado por las palabras de la oda, es la
experien cia repetida de hom bres y m ujeres desde siem pre y
por siem pre.
La soledad, som bra perenne en el cam ino de poetas, artistas
y otros com bos cercanos, aparece repetidam ente com o com pañera de ruta de María Mercedes Carranza. Es un tem a que
vuelve, que se repite y resuena en cada desam or, en cada locura
y aislam ien to. En “Situacion es”, la voz qu e apar en tem en te
describe n os dice: “Un a m ujer cam in a sin rum bo / h oras y
horas por la ciudad. Sin ver, m ira caras, edificios, el suelo. Al
final de la calle encuentra un teléfono. Llam a, en la habitación
desierta, n ad ie co n te s ta ”. En “Sobran las palabras” erradica,
condenándolas a la hoguera y a la horca, palabras com o am or,
am istad , solid ar id ad , fr ater n id ad ... Y ese YO se en cu en tr a
repetidam ente consigo m ism o, en una relación que no sólo no
acom paña, sino que m aldice y repite hasta el final de los tiem pos
el suplicio.
Llegando al térm ino de nuestro recorrido, no porque no haya
m ás p oet as sin o p or qu e en algú n m om en t o t en íam os qu e
acabar, se hace difícil escoger entre los nom bres m ás recientes
de la escritura fem enina en Latinoam érica… Aquí y allá crece
la voz de las m ujeres que expresan su existencia por m edio del
trabajo poético: Coral Brancho, Agustina Roca, Piedad Bonnett,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
119
Ir en e Gr uss, Wen dy Guer r a… ¿A quién dejar por fuer a… a
quién escoger, cuando todas ellas están realizando una labor
escritural bastante seria, que contribuye a form ar una tradición
fuerte de m ujeres poetas? Tradición con la que se encontrarán
en el futuro las voces líricas fem en in as. El tipo de an tología
que realizo, sin em bargo, exige esa escogencia. Me voy a detener
entonces en este últim o tram o en una voz que, en m i opinión,
logra auton om ía y m adurez en este pan oram a plural: la de
Verón ica Volkow, cuya exten sa obra con stituye un un iverso
abierto y en proceso, sí, pero suficientem ente acabado com o
para perm itir una lectura de conjunto.
Verón ica Volkow n ace en Ciudad de Méjico, en 1955. Se
form a en m atem áticas y desde m uy joven dedica su vida al
m undo de las letras: traductora, ensayista y poeta. Sus obras
son : La Sibila de Cum as, publicada a sus 19 añ os en 1974.
Litoral de tinta (1979); El Inicio (198 3); Graciela Iturbide, los
disfraces (198 4); Diario de Sudáfrica (198 8 ); Los cam in os
(1989); Arcanos (1996); Oro del viento (20 0 3) y La noche viuda
(20 0 4). Sus libros se m ueven entre la versificación y los textos
en prosa, atravesados siem pre por una línea poética que define
el horizonte en esta perspectiva.
Volkow utiliza generalm ente un verso sencillo, ágil, ligero,
cu ya m u sicalid ad h alon a n u estr a lectu r a en for m a r áp id a,
rapidez que es necesario contrastar con el volver reiteradam ente
a los textos para beber en ellos su profundidad. Su trabajo es
una y otra vez una reflexión cíclica sobre la práctica de escribir,
sobre sus posibilidades y su horizonte. Ella m ism a nos da las
claves para nuestro acercam iento, com o leem os en su últim a
obra:
Marzo 9
Qu izá s la es cr it u r a es com o cos er h er id a s , a ju s t a r s e
cicatr ices in ven tad as fr en te a los boqu etes d e som br a qu e
nos com en. Queda la tenue tinta de línea en el abism o, y con
ella nos guiam os, nos tejem os ansiosam ente, nos sustentam os
y com p r obam os qu e sí exist im os. H ay u n a cu er d a d e lu z
con tra la som bra.
120
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
El olvid o n os can cela a n osotr os ju n to con lo olvid ad o.
Nosotros som os ya tam bién lo olvidado. Las palabras con llevan, m ás que una form a de recordar, una form a de resurgir
de la m uerte del olvido vivos (20 0 4: 14).
En estos dos párrafos de uno de sus Diarios, inserto en La
n oche v iu d a , en con tr am os la m ás p r ofu n d a qu izás d e su s
preocupaciones/ obsesiones: el tiem po, esa som bra oscura que
nos acecha y que lo arrasa todo… la escritura com o posibilidad
de hacernos, de construirnos… la escritura com o posibilidad de
perpetuarnos y, en esta m edida, de salvarnos.
Leer a Verónica Volkow es enfrentarse a un intento repetido,
fragm entado, en ocasiones casi-desesperado, de entenderse y
construirse a sí m ism a. Su poesía, antes que canto a algunos
m otivos que siem pre regresan: el am or, el cuerpo, el paisaje, la
m em oria…es la huella de una construcción yoica que se escapa,
que vislum bram os y se oscurece… que es necesario retom ar.
Su voz encarna la voz fem enina descrita por Cixous:
[…] Es tam bién lan zarse, ese desparram am ien to del que
nada vuelve. Exclam ación, grito, ahogo, aullido, tos, vóm ito,
m úsica […] Así escribe, com o se lanza la voz, hacia adelante,
en el vacío. Se aleja, avanza, no vuelve sus pasos para exam inarlos. No se m ira. Carrera peligrosa. Al contrario del narcisism o m asculino, preocupado por afirm ar su im agen, por ser
m irado, por verse, por juntar sus fragm entos, por em bolsárselos. Mirada que repone, m irada siem pre dividida invertida,
econom ía del espejo, es preciso que se am e. Pero ella se lanza:
busca am ar (1995: 57).
En sus textos nos encontram os con retazos de la construcción de su subjetividad en m edio de acercam ientos y búsquedas
fr agm en tad as, com o cor r esp on d e al m u n d o d e la p ostm odernidad. De las poetas visitadas, Volkow es la m ás nítidam ente
posm oderna. Un YO que, en m edio del fragm ento, se sueña y
se desea en com unión profunda con la verdad últim a, con la
sim plicidad que ha caracterizado siem pre a los grandes hom bres y m ujeres. Leam os su poem a “Petición”:
Po et a s la t in o a m er ica n a s
121
Dam e la hum ildad del ala y de lo leve,
de lo que pasa suave
y suelta el ancla,
la despedida ingrávida,
y el abandono al vuelo,
la cicatriz que avanza
com o ala en su desierto.
Dam e la hum ildad del alm a
sin cuerpo y ya sin cosas.
Ser la poesía y su luz,
tan sólo la poesía…
Dam e la hum ildad que suelte las cadenas,
la verdad que desnuda
el polvo, el hueso que m e fraguan…
Déjam e andar sin equipaje,
leve,
abierta al horizonte (20 0 3: 11).
Descubrim os una búsqueda espiritual despojada de escuelas
en boga, de n arcisism os a ultran za, tan com ún en los y las
poetas. Un enfrentam iento al desnudo con un cam ino deseado,
procurado, que se expresa en esa Petición, que se puede entender
com o proyecto de vida, com o form ulación de deseos profundos.
Quizás lo que m ás define a Verónica Volkow com o m ujer y
com o poeta es su relación -cuasi in tran sitiva- con el verbo
e s cr ib ir . Esta relación se hace explícita a lo largo de su obra y
señala m arcas por las que discurre la construcción de su yo al
interior de la lírica. Con esa flexibilidad que la caracteriza, en
Escultura en blanco establece isotopías entre el arte en general,
la poesía, su vida…
Blanca geografía en el papel,
ya in m in en te.
Estoy naciendo
naciéndom e lenta y suave
sobre la hoja,
122
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
com o un volum en virtual,
o un paisaje enterrado…
Una rosa de papel, la escritura,
con su hondura oscura y su fragancia,
que es una voz tan m uda y m ía
en las palabras de otro.
Una escultura en blanco
el papel
que el lector devela
am arrada rosa que se abre,
invisible obsequio:
soy en otro (20 0 7: 114).
La m ujer va sien do, en la m edida en que la escultura se
acaba y la página en blanco es re-visitada por la poeta.
En ese hacerse, decirse, definirse, el yo se descom pone y la
escr itu r a r ecoge, h ace m em or ia. H ay u n ju ego d e esp ejos:
m ientras un yo lírico VIVE, el otro yo, que observa, refleja lo
vivido en los trazos de papel:
Mien tras yo avan zo
hay otra que sigue m i pie
y copia m is m ovim ientos com o una som bra,
u n a qu e abre la p u e rta
p o r la qu e ya h e s alid o ,
otra que am anece ayer,
otra que nace
y otra que llora.
Hay un m om ento en que m e estoy enam orando siem pre
y en que pierdo el am or,
m om en to sucesivo:
circulación de una película invariable,
agua cincelada qu e ya n o s e d e rram a.
Otra siem pre
calza la huella de m i pie
y otra a su vez hay que calza su huella (p. 40 ).
Po et a s la t in o a m er ica n a s
123
La im agen se construye con la fuerza de quien quiere reunir
en un pequeño texto todo el quehacer poético: los sentim ientos
que han habitado por siem pre a aquellos/ as que se angustian
ante el paso del tiem po, ante el correr de la vida im parable y
luchan contra ello, desde el papel y el lápiz. Poesía que logra
recoger y fijar el agua derram ada.
Quien vive la poesía se entrega a ella para llenar o al m enos
m itigar el deseo de trascen den cia que lo h abita. La vida se
convierte entonces en un ir y venir de la vivencia a la palabra.
María Zam brano lo traduce m ejor:
La p oesía qu ier e liber t ad p ar a volver at r ás, p ar a r ein tegrarse al sen o de don de saliera: q u ie re la co n cie n cia y
e l s a be r p a ra p re cis a r lo e n tre vis to . Por eso es m elancolía. Melan colía que borra en seguida la an gustia. El poeta
no vive propiam ente en la angustia sino en la m elancolía….
Y q u e d a la p o e s ía liga d a a s u s u e ñ o p r im e r o p o r la
m elan colía, m elan colía qu e h ace volver en su bu sca, p ar a
precisarlo, para realizarlo. La poesía busca realizar la inocencia , t r a n sfor m a r la en vid a y con cien cia : en p a la b r a , e n
e te rn id a d (20 0 1: 97). 13
El p oem a “La m em or ia 2 , q u e a ca b a m os d e leer , es la
expresión m ism a de ese constante volver atrás para fijar, para
lograr la eternidad.
La poesía de Verónica Volkow da vueltas en su laberinto,
horadando hacia el fondo en un intento —logrado unas veces,
m enos conseguido en otras— de atrapar y plasm ar en la im agen
y en el litoral de tinta esa eternidad latente que se fuga siem pre
hacia adelante. En ese sentido, la vida es un periplo de búsqueda
inacabada, búsqueda que en ocasiones encuentra, en otras no.
Una voz que constantem ente ilum ina sentidos:
13
E n lu z n o h a y s o m b r a . De m á s a llá d e m í q u is ie r a a m a r t e y e s t a r e n
t i e n la lib e r t a d cu a n d o t e e n cu e n t r e s e n la r a zó n q u e e s m a gia y t e
d e ve la p r o fu n d o m u y p r o fu n d o .
124
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
El círcu lo
Soy com o el círculo, m e dijo,
no tengo ningún sitio realm ente,
no sé estar
pero dibujo los cam inos.
Com o hecho de tiem po,
hecho sin m í,
soy casi transparente
y tengo que estar continuam ente m uriéndom e.
[…]
Com o la libertad yo vivo sin futuro,
com o la libertad
vivo sin m iedo…
[…]
y se puede vivir así,
sin nada, realm ente,
se puede nacer en cualquier sitio,
se puede vivir del instante (20 0 3: 138).
El círculo, im agen elegida por la poeta, es el eterno recom en zar, el siem pre volver… Es lo que n os en trega Verón ica
Volkow: una conciencia lúcida de ese laberinto que nos ofrece
un centro, una clave, pero en el que nos perdem os irrem ediablem ente si no trascendem os cada oportunidad… una escritura
com o posibilidad ún ica de reden ción , de etern idad. Volkow
pasea por la vida su ojo poético y descubre aquí y allá fulgores
lum inosos que colorean el m undo con rayos de un hogar añor ad o… Per t en ece a u n a gen er ación en la cu al los su eñ os,
utopías, deseos trascendentes tienen poca cabida.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
II. S ELECCIÓN D E P OEMAS
125
Po et a s la t in o a m er ica n a s
MARÍA EU GEN IA VAZ FERREIRA
Can to ve rbal
A ti, palabra m i suprem a idea,
tiende sus alas la esperanza m ía
águila errante del desierto hum ano
sin altas cum bres donde reposar
el tedio de las rutas infinitas...
Tiende sus alas com o a excelsa fuente
pródiga de belleza y de arm onía;
quiere beber en tu copa de oro,
quiere bañarse en el agua sonante,
m udable en sus ritm os, diversa en sus glosas
y cuyo oleaje ya
sacudido por vértigos fecundos
o m elodioso de serenidad...
A ti, palabra que tienes la m agia
de sabiam ente transm utar tu form a
y ajustarla a la loca trashum ancia
de la m aravillosa ánim a viva....
Oh profunda, variante y fugaz,
que floreces en vetas lum inosas
perfum adas de esencia espiritual...
Án fora
de caudalosas perlas en m urm urio,
de blancas nieves y de rojas flam as.
Án fora
de tem pestades y constelaciones,
de suaves lluvias y silbantes rachas...
Án fora
de sonoras cadencias,
de crujiente espum a, cascabel m arino,
de m ísticas hostias y de m iel pagana...
No hay un tesoro que supere al tuyo
en abundancia de oportunas galas
127
128
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
para quim eras y revelaciones,
grandes historias y leyendas m agnas
no hay un tesoro que supere al tuyo,
vertiginoso para la elocuencia,
inagotable para la ilusión,
lírico para el num en rom ancesco
y m usical para el divino am or...
Por tu vocero el invisible espíritu
se glorifica en vividas ofrendas,
su lira tañen las carnales fibras
y el corazón henchido se desborda
en sublim es poem as...
Por ti
sobre el bronce triunfal de los escudos
brotaron rosas trágicas,
cuyo fragante olor de sangre noble
blasonó las estirpes y las razas.
Por ti
en las verdes pupilas de las fieras
las som bras de los ím petus salvajes
se trocaron en. húm edas estrellas.
Por ti se abrió de m uchas rocas duras
el regazo feraz
en el dulce licor de sus vertientes
se confortó la esperanza m ortal.
Yo no sé en qué fantástica m ateria
al escultor de la progenie hum ana
le plugo m odelar la estatua m ía,
que no ablanda la luz de las auroras
ni el oscuro crepúsculo m archita;
pero si alguna vez m i corazón
abre a la vida su raudal interno,
sí se doran m is áridas llanuras
y se pueblan de esquifes m is océanos,
si se viste de estelas fulgurantes
la. nebulosa noche de m is piélagos
Po et a s la t in o a m er ica n a s
y las alas sin sol de m is pendones
en raudas ondas flotan a los vientos,
si gorjean m is pájaros será
cuando en la entraña de un sacro silencio
sobre la losa de m i tum ba viva
choque su llam a tu rayo de fuego.
El ataú d flo tan te
Mí esperanza, yo sé que tú estás m uerta.
No tienes de los vivos
m ás que la instable fluctuación perpetua;
no sé si un tiem po vigorosa fuiste,
ahora, estás m uerta.
Te han roído quién sabe
qué larvas m etafísicas que hicieron
entre tu dulce carne su cosecha.
En van o
el m ágico abanico de tus alas
con irisadas ráfagas m e orea
soltando al aire turbadoras chispas.
Yo sé que tú eres de esas
que vuelven redivivas en la noche
a decir otra vez su últim a verba...
Ya te he visto venir
blanca y piadosa com o un santo espíritu
sobre el vaivén de las m arinas ondas;
te he visto en el fulgor de las estrellas,
y hasta los bordes de m i quieta planta
danzan tus llam as en festivas rondas.
Pero si al interior vuelvo los ojos
Veo la som bra de tu m ancha negra,
m iro tu nebulosa en el vacío
dar poco a poco su visión suspensa;
sin el m iraje de los fueros fatuos
129
130
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
veo la som bra de tu m ancha negra.
No llores porque sé los ojos m íos
saben vivir en lontananzas huecas;
m íralos secos y tranquilos; m árchate
y el flotante ataúd reposar deja
hasta que junto a ti tam bién tendida
nos abracem os com o herm anas buenas
y otra vez enlazadas nos durm am os
en el sepulcro vivo de la tierra.
Ele gía cre p u s cu lar
Viento suave del crepúsculo,
viento de las leves alas,
azulm ente silenciosas
y azulm ente solitarias,
an ón im o pasajero
fugaz en todas las patrias,
en las m isteriosas selvas
y en las grutas oceánicas,
viento suave del crepúsculo,
viento de las leves alas...
Tu roce sobre m i frente
tiene la m ism a eficacia
de la luna entre las ruinas,
de los óleos en las llagas
y de las claves que aflojan
el cordaje de las arpas...
Tu fresco soplo serena
la exaltación de m i alm a
fosca de llam ar sin nom bre
y esperar sin esperanza
por haber nacido póstum a
dentro de su propia lápida...
Viento suave del crepúsculo
Po et a s la t in o a m er ica n a s
que cruzas sin decir nada
el transitorio paréntesis
suspenso en la som bra vaga,
cuando enm udecen las cosas
o todavía no cantan,
cuando de los rojos soles
palidecieron las flam as
y las nocturnas estrellas
están todavía pálidas...
Si yo supiera estar triste
yo m e desharía en lágrim as
para que así m e bebieran
las caricias de tus ráfagas
¡Qué lindo renunciam iento!
¡Qué liberación beata!
Viento suave del crepúsculo
si tus brisas m e acabaran,
azulm ente silenciosas
y azulm ente solitarias,
viento suave del crepúsculo,
viento de las leves alas.
H acia la n o ch e
Oh noche, yo tendría
una palm a futura, desplegada
sobre el gran desierto,
si tú m e das por una sola noche
tu corazón de terciopelo negro,
y yo, al com pás de su m orena sangre,
canto con las ondas beatas el sacro silencio.
Mi canto será vivo
sólo por el deseo
de serenar la cuotidiana angustia...
131
132
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Oh noche, yo te quiero
sin el fulgor de lum inosos astros,
sin m arinos clam ores
y sin la voz que finge
en los cráneos sonoros el rum or de los vientos.
Oh dulce noche m ía, oh dulce noche!
Aunque el glorioso pájaro del alba.
rom pa después m i lapidario ensueño,
un polvo de inquietud arda en m is ojos,
y m e seas de nuevo
sólo una palm a antigua, replegada
sobre el gran desierto.
H e ro ica
Yo quiero un vencedor de toda cosa,
invulnerable, universal, sapiente,
inaccesible y único.
En cuya grácil m an o
se quebrante el acero,
el oro se diluya
y el bronce en que se funden las corazas,
el sólido granito de los m uros,
las rocas y las piedras
los troncos y los m árm oles
com o la arcilla m odelables sean,
A cuyo pie sin valla y sin obstáculo
las m urallas am en güen ,
se nivelen los pozos,
las colum nas se trunquen
y se abran de par en par los pórticos.
Que posea la copa de sus labios
Po et a s la t in o a m er ica n a s
el licor de la vida,
el virus de la m uerte,
la m iel de la esperanza,
las beatas obleas del olvido,
y del divino am or las hostias sacras.
Que al erótico influjo de sus ojos
se em pañen los cristales,
la nieve se calcine,
se com bustione el seno
virginal de las selvas
y se em penache con ardientes ascuas
el corazón de la rebelde fém ina.
Que al rayar de su testa ilum inada
resbalen de las frentes
las m ás bellas coronas,
los lábaros se borren,
repliegue sus insignias
la faz del estandarte
y vacilen los sím bolos ilustres
sobre sus pedestales.
Yo quiero un vencedor de toda cosa,
dom ador de serpientes, encendedor de astros
transponedor de abism os...
Y que rom pa una cósm ica fonía
com o el derrum be de una inm ensa torre
con sus cien m il alm enas de cristales
quebrados en la bóveda infinita,
cuando el gran vencedor doble y deponga
cabe m i planta sus rodillas ínclitas.
133
134
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
D ELM IR A AGU S TIN I
Mis am o re s
H oy han vuelto.
Por todos los senderos de la noche han venido
A llorar en m i lecho.
¡Fueron tantos, son tantos!
Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha m uerto.
Me lloraré a m i m ism a para llorarlos todos.
la noche bebe el llanto com o un pañuelo negro.
Hay cabezas doradas al sol, com o m aduras...
Hay cabezas tocadas de som bra y de m isterio,
cabezas coronadas de una espina invisible,
cabezas que sonrosa la rosa del ensueño,
cabezas que se doblan a cojines de abism o,
cabezas qui quisieran descansa en el cielo,
algunas que no alcanzan a oler a prim avera,
y m uchas que trascienden a flores del invierno.
Todas esas cabezas m e duelen com o llagas...
Me duelen com o m uertos...
¡Ah!... y los ojos... los ojos m e duelen m ás: ¡son
dobles!...
Indefinidos, verdes, grises, azules, negros,
abrasan si fulguran;
Son caricia, dolor, constelación, infierno.
Sobre toda su luz, sobre todas sus llam as,
se ilum inó m i alm a y se tem pló m i cuerpo.
Ellos m e dieron sed de todas esas bocas...
De todas esas bocas que florecen m i lecho:
vasos rojos o palitos de m iel o de am rura,
con lises de arm onía o rosas de silencio
de todos estos vasos donde bebí la vida,
de todos estos vasos donde la m uerte bebo...
El jardín de sus bocas venenosos, em briagante,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
135
en donde respiraba sus alm as y sus cuerpos,
hum edecido en lágrim as
ha cercado m i lecho...
Y las m anos, las m anos colm adas de destinos
secretos y alhajadas de anillos de m isterio...
Hay m anos que nacieron con guantes de caricia,
m anos que están colm adas de la flor del deseo,
m anos en que se siente un puñal nunca visto,
m anos en que se ve un intangible centro;
pálidas o m orenas, voluptuosas o fuertes,
en todas, todas ellas puede engarzar un sueño.
Con tristeza de alm as,
se doblegan los cuerpos,
sin velos, santam ente
vestidos de deseo.
Im anes de m is brazos, panales de m i entraña,
com o a invisible abism o se inclinan en m i lecho...
¡Ah, entre todas las m anos yo he buscado tus m anos!
Tu boca entre la bocas, tu cuerpo entre los cuerpos,
de todas las cabezas yo quiero tu cabeza,
de todos esos ojos, tus ojos sólos quiero.
Tú eres el m ás triste, por ser el m ás querido,
tú has llegado el prim ero por venir de m ás lejos...
¡ Ah, la cabeza oscura que no he tocao nunca
y las pupilas claras que m iré tanto tiem po!
Las orejas que ahondam os la tarde y yo inconscientes,
la palidez extraña que doblé sin saberlo,
ven a m í: m ente a m ente;
ven a m í: cuerpo a cuerpo.
Tú m e dirás qué has hecho de m i prim er suspiro,
tú m e dirás qué has hecho del sueño de aquel beso...
m e dirás si lloraste cuando te dejé solo...
¡Y m e dirás si has m uerto!...
Si has m uerto,
m i pena enlutará la alcoba plenam ente,
136
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
y estrecharé tus hom bros hasta apagar m i cuerpo.
Y en el silencio ahondado de tiniebla,
y en la tiniebla ahondado de silencio,
nos velará llorando, llorando hasta m orirse,
nuestro hijo: el recuerdo.
( Sin títu lo :)
Yo, la estatua de m árm ol con cabeza de fuego
apagando m is sienes en frío y blanco ruedo...
Engarzad en un gesto de palm era o de astro
vuestro cuerpo, esa hipnótica alhaja de alabastro,
tallada a besos puros y bruñida en la edad;
sereno, tal habiendo la luna por coraza;
blanco, m ás que si fuerais la espum a de la Raza,
y desde el tabernáculo de vuestra castidad
elevad a m í lises hondos de vuestra alm a;
m i som bra besará vuestro m anto de calm a,
que creciendo, creciendo, m e envolverá con vos.
Luego será m i carne en la vuestra perdida...;
luego será m i alm a en la vuestra diluída...;
luego será la gloria ...y serem os un dios.
- Am or de blanco y frío,
am or de estatuas, lirios, astros, dioses...,
¡Tú m e lo des, Dios m ío!.
Fie ra d e am o r
Fiera de am or, yo sufro ham bre de corazones.
De palom os, de buitres, de corzos o leones,
No hay m anjar que m ás tiente, no hay m ás grato
sabor,
Había ya estragado m is garras y m i instinto,
Cuando erguida en la casi ultratierra de un plinto,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Me dislum bró una estatua de antiguo em perador.
Y crecí de entusiasm o; por el tronco de piedra
Ascendió m i deseo coo fulm ínea hiedra
Hasta el pecho, nutrido en nieve al placer;
Y clam é al im posible corazón... la escultura
Su gloria custodiaba serenísim a y pura,
Con la frente en Mañana y la planta en Ayer.
Perenne m i deseo, en el tronco de piedra
Ha quedado prendido com o sangrienta hiedra;
Y desde entonces m uerdo soñando un corazón
De estatua, presa sum a para m i garra bella;
No es ni carne ni m árm ol: una pasta de estrella
Sin sangre, sin calor y sin palpitación...
Con la esencia de una sobrehum ana pasión!
Ple ga ria
—Eros: acaso no sentiste nunca
Piedad de las estatuas?
Se dirían crisálidas de piedra
De yo no sé qué form idable raza
En una eterna espera inenarrable.
Los cráteres dorm idos de sus bocas
Dan la ceniza negra del Silencio,
Mana de las colum nas de sus bocas
La m ortaja copiosa de la Calm a,
Y fluye de sus órbitas la noche;
Víctim as del Futuro o del Misterio
En capullos terribles y m agníficos
Esperan a la Vida o a la Muerte.
Eros: acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?
Piedad para las vidas
Que no doran a fuego tus bonanzas
Ni riegan o desgajan tus torm entas;
137
138
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Piedad para los cuerpos revestidos
Del arm inio solem ne de la Calm a
Y las frentes en luz que sobrellevan
Grandes lírios m arm óreos de pureza,
Pesados y glaciales com o tém panos;
Piedad para las m anos enguantadas
De hielo, que no arrancan
Los frutos deleitosos de la Carne
Ni las flores fantásticas del alm a;
Piedad para los ojos que aletean
Espirituales párpados:
Escam as de m isterio,
Negros telones de visiones rosas...
¡Nunca ven nada por m irar tan lejos!
Piedad para las pulcras cabelleras
“Místicas aureolas”
Peinadas com o lagos
Que nunca airea el abanico negro,
Negro y enorm e de la tem pestad;
Piedad para los ínclitos espíritus
Tallados en diam ante,
Altos, claros, extáticos
Pararrayos de cúpulas m orales;
Piedad para los labios com e engarces
Celestes donde fulge
Invisible la perla de la Hostia;
labios que nunca fueron,
que no apresaron nunca
un vam piro de fuego
con m ás sed y m ás ham bre que un abism o.
Piedad para los sexos sacrosantos
Que acoraza de un a
Hoja de viña astral la Castidad;
Piedad para las plantas inm antadas
La eternidad que arrastran
Por el eterno azur
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Las sandalias quem antes de sus llagas:
Piedad, piedad, piedad
Para todas las vidas que defiende
De tus m aravillosas intem peries
El m irador inhiesto del Orgullo:
Apúntales tus soles o tus rayos!
Eros: acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?...
El cis n e
Pupila azul de m i parque
Es el sensitivo espejo
De un lago claro, m uy claro!...
Tan claro que a veces creo
Que en su cristalina página
Se im prim e m i pensam iento.
Flor del aire, flor del agua,
Alm a del lago es un cisne
Con dos pupilas hum anas,
Grave y gentil com o un príncipe;
Alas lirio, rem os rosa...
Pico en fuego, cullo triste
Y orgulloso, y la blancura
Y la suavidad de un cisne...
El ave cándida y grave
Tiene un m aléfico encanto;
-Clavel vestido de lirio,
Trasciende a llam a y m ilsgro!...
Sus alas blancas m e turban
Com o dos cálidos brazos;
Nigunos labios ardieron
Com o su pico en m is m anos;
Niguna testa ha caído
Tan lánguida en m i regazo;
139
140
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Nin gun a carn e tan viva
He padecido o gozado:
Viborean en sus venas
Filtros dos veces hum anos!
Del rubí de la lujuria
Su testa está coronada:
Y va arrastrando el deseo
En una cauda rosada...
Agua le doy en m is m anos
Y él parece beber fuego,
Y yo parezco ofrecerle
Todo el vaso de m i cuerpo...
Y vive tanto en m is sueños,
Y ahonda tanto en m i carne,
Que a veces pienso si el cisne
Con sus dos alas fugaces,
Sus raros ojos hum anos
Y el rojo pico quem ante,
Es solo un cosne en m i lago
O es en m i vida un am ante...
Al m argen del lago claro
Y o le interrogo en silencio...
Y el silencio es una rosa
Sobre su pico de fuego...
Pero en su carne m e habla
Y yo en m i carne le entiendo.
-Aveces ¡toda! soy alm a;
Y a veces ¡toda! soy cuerpo.Hunde el pico en m i regazo
Y queda com o m uerto...
Y en la cristalina página,
En el sensitivo espejo
Del algo que algunas veces
Refleja m i pensam iento,
El cisne asusta de rojo,
Y yo de blanca doy m iedo!
Po et a s la t in o a m er ica n a s
ALFON S IN A S TOR N I
Tú m e qu ie re s blan ca
Tú m e quieres alba,
Me quieres de espum as,
Me quieres de nácar.
Que sea azucen a
Sobre todas, casta.
De perfum e tenue.
Corola cerrada
Ni un rayo de luna
Filtrado m e haya.
Ni un a m argarita
Se diga m i herm ana.
Tú m e quieres nívea,
Tú m e quieres blanca,
Tú m e quieres alba.
Tú que hubiste todas
Las copas a m ano,
De frutos y m ieles
Los labios m orados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pám panos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Con servas in tacto
141
142
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
No sé todavía
Por cuáles m ilagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
Vete a la m ontaña;
Lím piate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las m anos
La tierra m ojada;
Alim enta el cuerpo
Con raíz am arga;
Bebe de las rocas;
Duerm e sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alm a
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hom bre,
Preténdem e blanca,
Preténdem e nívea,
Preténdem e casta.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Sábado
Me levanté tem prano y anduve descalza
Por los corredores: bajé a los jardines
Y besé las plantas
Absorbí los vahos lim pios de la tierra,
Tirada en la gram a;
Me bañé en la fuente que verdes achiras
Circundan. Más tarde, m ojados de agua
Peiné m is cabellos. Perfum é las m anos
Con zum o oloroso de diam elas. Garzas
Quisquillosas, finas,
De m i falda hurtaron doradas m igajas.
Luego puse traje de clarín m ás leve
Que la m ism a gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
Mi sillón de paja.
Fijos en la verja m is ojos quedaron,
Fijos en la verja.
El reloj m e dijo: diez de la m añana.
Adentro un sonido de loza y cristales:
Com edor en som bra; m anos que aprestaban
Manteles.
Afuera, sol com o no he visto
Sobre el m árm ol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron m is ojos,
Fijos. Te esperaba.
Alm a d e s n u d a
Soy un alm a desnuda en estos versos,
Alm a desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.
Alm a que puede ser una am apola,
143
144
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.
Alm a que com o el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los m ares,
Y duerm e dulcem ente en una grieta.
Alm a que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alm a que no conoce valladares.
Alm a que fuera fácil dom inarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.
Alm a que cuando está en la prim avera
Dice al inviem o que dem ora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.
Alm a que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clam ando por las rosas
Con que la prim avera nos envuelve.
Alm a que a ratos suelta m ariposas
A cam po abierto, sin fijar distancia,
Y les dice libad sobre las cosas.
Alm a que ha de m orir de una fragancia,
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.
Alm a que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando com o m ás se entrega,
Alm a que suele haber com o delicia
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Palpar las alm as, despreciar la huella,
Y sentir en la m ano una caricia.
Alm a que siem pre disconform e de ella,
Com o los vientos vaga, corre y gira;
Alm a que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en m archa de la estrella.
D ate a vo lar
Anda, date a volar, hazte una abeja,
En el jardín florecen am apolas,
Y el néctar fino colm a las corolas;
Mañana el alm a tuya estará vieja.
Anda, suelta a volar, hazte palom a,
Recorre el bosque y picotea granos,
Com e m igajas en distintas m anos
La pulpa m uerde de fragante pom a.
Anda, date a volar, sé golondrina,
Busca la playa de los soles de oro,
Gusta la prim avera y su tesoro,
La prim avera es única y divina.
Mueres de sed: no he de oprim irte tanto...
Anda, cam ina por el m undo, sabe;
Dispuesta sobre el m ar está tu nave:
Date a bogar hacia el m ejor encanto.
Corre, cam ina m ás, es poco aquéllo...
Aún quedan cosas que tu m ano anhela,
Corre, cam ina, gira, sube y vuela:
Gústalo todo porque todo es bello.
145
146
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Echa a volar... m i am or no te detiene,
¡Cóm o te entiendo, Bien, cóm o te entiendo!
Llore m i vida... el corazón se apene...
Date a volar, Am or, yo te com prendo.
Callada el alm a... el corazón partido,
Suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cóm o traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.
Para que tanta sed bebiendo cures
Hay num erosas sendas para tí...
Pero se hace la noche; no te apures...
Todas traen a m í...
Un sol
Mi corazón es com o un dios sin lengua,
Mudo se está a la espera del m ilagro,
He am ado m ucho, todo am or fue m agro,
Que todo am or lo conocí con m engua.
He am ado hasta llorar, hasta m orirm e.
Am é hasta odiar, am é hasta la locura,
Pero yo espero algún am or natura
Capaz de renovarm e y redim irm e.
Am or que fructifique m i desierto
Y m e haga brotar ram as sensitivas,
Soy una selva de raíces vivas,
Sólo el follaje suele estarse m uerto.
¿En dónde está quien m i deseo alienta?
¿Me em pobreció a sus ojos el ram aje?
Vulgar estorbo, pálido follaje
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Distinto al tronco fiel que lo alim enta.
¿En dónde está el espíritu som brío
De cuya opacidad brote la llam a?
Ah, si m is m undos con su am or inflam a
Yo seré incontenible com o un río.
¿En dónde está el que con su am or m e envuelva?
Ha de traer su gran verdad sabida...
Hielo y m ás hielo recogí en la vida:
Yo necesito un sol que m e disuelva.
Fre n te al m ar
Oh m ar, enorm e m ar, corazón fiero
De ritm o desigual, corazón m alo,
Yo soy m ás blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.
Oh m ar, dam e tu cólera trem enda,
Yo m e pasé la vida perdonando,
Porque entendía, m ar, yo m e fui dando:
“Piedad, piedad para el que m ás ofenda”.
Vulgaridad, vulgaridad m e acosa.
Ah, m e han com prado la ciudad y el hom bre.
Hazm e tener tu cólera sin nom bre:
Ya m e fatiga esta m isión de rosa.
¿Ves al vulgar? Ese vulgar m e apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que m e envenena.
Me em pobrecí porque entender abrum a,
147
148
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Me em pobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón com o la espum a.
Mar, yo soñaba ser com o tú eres,
Allá en las tardes que la vida m ía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser com o tú eres.
Míram e aquí, pequeña, m iserable,
Todo dolor m e vence, todo sueño;
Mar, dam e, dam e el inefable em peño
De tornarm e soberbia, inalcanzable.
Dam e tu sal, tu yodo, tu fiereza,
¡Aire de m ar!... ¡Oh tem pestad, oh enojo!
Desdichada de m í, soy un abrojo,
Y m uero, m ar, sucum bo en m i pobreza.
Y el alm a m ía es com o el m ar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y equivoca
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarm e de su peso!
Vuele m i em peño, m i esperanza vuele...
La vida m ía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siem pre duele.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
N ORAH LAN GE
Am an e ce r
En el corazón de cada árbol
se ha estrem ecido la m edianoche.
La noche se desm enuza
en lenta procesión de niebla.
Todas las tardes term inan su cansancio.
Los letreros lum inosos duerm en
el asom bro de sus colores
y anticipan la contem plación de cada pobre.
En toda esquina vigila el sueño
y es tu recuerdo la única pena
que hum illa la altivez de las aceras.
Lejos, el prim er m endigo,
traiciona el portal donde ha dorm ido.
Y la ciudad se abre com o una carta
para decirnos la sorpresa de sus calles.
Calle
He vuelto a la calle ahondada de esperas
rezando ausencias que ya no serán m ás.
Calle poblada de voces hum ildes,
¡cuán cerca la hora en que él m e querrá!
Sobre la tierra sum isa de ocasos,
pasaste a m i lado com o un m adrigal.
Toda la dicha se estuvo en m is ojos,
y fue leve cansancio la em oción de tu voz.
Calle: m i verso pronto irá hacia ti
honrado de em ociones, com o un abrazo
que anticipa olvido y soledades.
149
150
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
El s o l s e h abía caíd o
El sol se había caído
con las alas rotas
sobre un Poniente.
Tus ojos se llenaron de crepúsculos pálidos.
Vino el vacío eterno de tu presencia
y todas m is horas se llenaron
de distancias.
Tus lágrim as se deslizan
por la pendiente de un recuerdo.
El rosario de tus besos
de tus huellas
aguarda tus pasos.
Vuelve.
Acaso en tu ventana
un verso m ío se desangra.
En e l cam in o
En el cam ino hay un silencio de palabra im posible
La tarde reza en erm ita de fuego
Sobre el despoblado
hacen penitencia las som bras
Las estrellas colum pian la escalera
por donde bajarán los ángeles a la tierra
Mi vida se desangra gota a gota.
La tarde es una sola lágrim a clara
Cada som bra es un latido que nos besa
Cerca, m ás cerca
el corazón de la noche.
El silencio doblega los instantes
Cada hoja es una palabra m ás
que dice la prim avera este año
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Para perpetuar la em oción
cerró la noche la palabra que nacía.
En n u e s tro s labio s
En nuestros labios quisieron enarbolarse
com o ponientes los gritos.
Luego, los horizontes se rom perán com o
cuerdas y m i corazón vendrá a m í de nuevo.
Mi corazón ¡tantas veces ido!
La e m o ció n
La em oción tira de nuestras alm as.
El corazón se nos abre
para am ar m ejor.
Sentim os todo el cielo
latiendo en nuestras m anos.
Una llovizna de recuerdo
hum edece m i alm a.
¡Es tan dulce
sentirse m orir por dentro
poco a poco!
151
152
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
EN RIQU ETA ARVELO LARRIVA
Lle gas
Llegas. Tus ojos vienen firm es.
Gallardos, con las arm as de los internos fuegos.
Yo quiero ser sencilla com o el hilo sin perlas,
ágil com o en la copa es la gota del borde.
Yo quiero ser sencilla, pero tú m e com plicas
alzándom e a una estrella trém ula e invisible.
Yo quiero ser sencilla. Y m e colm o de quiebras,
y soy un laberinto y m i clave se pierde.
Quiero el ritm o sereno y m i inquietud florece.
Y la flor indecisa, con hojas asustadas,
desplom a tu firm eza.
Y descanso en la fuga de tus ojos vencidos.
Y soy ligera y sim ple, com o el hilo sin perlas;
ágil com o la gota del borde.
Se ría la ad ve n e d iza
Señor, no m e des ya la dicha.
No sabría m anejarla
y con ella iría cohibida
com o un a n ueva rica.
Déjam e ir tranquila,
sin las cosas, fútiles para otros,
que fueran tem pestades en m i vida.
No m e des nada...
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Pero déjam e intuirlo todo.
Deja sin aherrojar m i sentir,
deja que lo glose m i voz.
No m e hagas nueva rica de la ventura.
Sería la advenediza sin elegancia.
Ya no sé aprender nada
y no quiero perder
m i gracia y m i aplom o de desheredada.
De s tin o
Un oscuro im pulso incendió m is bosques
¿Quién m e dejó sobre las cenizas?
Andaba el viento sin encuentros.
Em ergían ecos m udos no sem brados.
Partieron el cielo pájaros sin nidos.
El últim o polvo nubló la frontera.
Inquieta y sum isa, m e quedé en m i voz.
Co n fe s ió n
En pleno cam po
asaltóm e el m iedo.
Y m e inquietó el trino claro
y el em boscado ruido.
El sol en acción,
la tendida som bra.
La quietud del tronco,
el estrem ecim iento de la ram a viva.
153
154
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Y corrí sin ley.
Me llevaba el m iedo.
Las cintas filosas de un cañal tupido
m e hirieron el rostro.
Corría de m iedo.
Y nadie lo supo.
Y m e avergüen zo.
Lín e as d e p rim e ra llu via
Yo tenía sed
de esta lluvia tendida y fuerte de estreno.
Irrum pió en la m adrugada propicia
com o sonante invasión revolucionaria.
Y m e levanté tem prano, con calofrío delicioso,
por ver caer el agua nueva sobre la tierra soflam ada.
El chorro de la canal de la casa
m e bañó con violencia graciosa.
Mi sangre y m i alegría
se rizaron bajo el agua desatada
que calm aba la angustia de la tierra.
He charlado del llover
con los chiquillos vecinos.
Me he sentido infantil el gesto.
Sonó niña m i voz
cuando detuvo el paso de los m uñecos vivos
que pugnaban por m ojarse.
Y de pronto
el desconsuelo m e m uerde la carne estrem ecida del ánim o.
Todos los días pasarán perdidos y lentos.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Tú , e l m in ú s cu lo
Pájaro pequeñísim o, que recién nacido m e dieron,
cóm o m e causó asom bro
ver en tu im plum e y breve cuerpo
la vida, tan perfecta,
que ya alzaba tus alas
en ensayo del ensayo del vuelo.
Mas fue m ayor m i asom bro
cuando estuviste plenam ente quieto.
Confunde ver la inm ensa m uerte
entrar toda en un m ínim o cuerpo.
Y aún m e diste otro asom bro:
tú, el m inúsculo en la vida,
crecías hasta parecerm e un gran m uerto.
Caído en m i m ano,
con sudario de luz de tarde,
crecías ante m is ojos abiertos y m udos.
Crecías en la nada
com o si fueses por lo eterno.
155
156
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
D U LCE MARÍA LOYN AZ
Tie rra ca n s a d a
(Rom an ce pequeñ o)
La tierra se va cansando,
la rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de entibiar sem illas rotas,
y el cansando de la tierra
sube en la flor que deshoja
el viento... Y allí, en el viento
se queda...
La m ariposa
volará toda una tarde
para reunir una gota
de m iel...
Ya no son las frutas
tan dulces com o eran otras...
Las canas enjutas hacen
azúcar flojo... Y la poca
uva, vino que no alegra...
La rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de la raíz a las hojas,
la tierra se va cansando.
(Rosa, rosita de arom as...,
la de la Virgen de Mayo,
la de m i blanca corona...
¿Que viento la deshojo?)
¡Me duele el alm a de sola!...
(La Virgen se qued6 arriba
Po et a s la t in o a m er ica n a s
toda cubierta de rosas...)
¡No m e esperes si m e esperas,
Rosa m as linda que todas!...
La tierra se va cansando...
El corazón quiere som bra...
Lo u rd e s
Esta m uchacha esta pintada
en un papel de arroz que es transparente
a la luz; ella vuela en su papel
al aire... Vuela con las hojas secas
y con los suspires perdidos.
Es la m uchacha de papel y fuga;
es la leve, la ingrávida
m uchacha de papel ilum inado,
la de colores de agua...
La que nadie se atrevería
a besar por el m iedo de borrarla...
La o ració n d e la ro s a
Padre nuestro que estás en la tierra; en la fuerce
y herm osa tierra;
en la tierra buena;
Santificado sea el nom bre tuyo
que nadie sabe; que en ninguna form a
se atrevió a pronunciar este silencio
pequeño y delicado..., este
silencio que en el m undo
som os nosotras,
157
158
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
las rosas...
Venga tam bién a nos, las pequeñitas
y dulces flores de la tierra,
el tu Reino prom etido...,
Hágase en nos tu voluntad, aunque ella
sea que nuestra vida sólo dure
lo que dura una tarde...
El sol nuestro de cada día, dánoslo
para el único día nuestro...
Perdona nuestras deudas
-la de la espina,
la del perfum e cada vez m as débil,
la de la m iel que no alcanzó
para la sed de dos abejas...-,
así com o nosotras perdonam os
a nuestros deudores los hom bres,
que nos cortan, nos venden y nos llevan
a sus m entiras fúnebres,
a sus torpes o insulsas fiestas...
No nos dejes caer
nunca en la tentación de desear
la palabra vacía - ¡el cascabel
de las palabras!...-,
ni el m overse de pies
apresurados,
ni el corazón oscuro de
los anim ales que se pudre...
Mas líbranos de todo m al.
Am en .
Po et a s la t in o a m er ica n a s
La s o n ris a
Viendo allí todavía la sonrisa
de aquel Cristo tan pálido yo estaba:
Y era apenas sonrisa la im precisa
m edialuna que el labio dibujaba,
la albura m elancólica y sum isa
de los dientes, que un poco se dejaba
ver la boca entreabierta...
La cam isa
de brocado violeta le tiraba
de los frágiles hom bros.
(Plata lisa
y oro rizado en el altar...)
Flotaba
en el silencio el eco de una risa,
de un m urm ullo que el aire no acababa
de llevar, m ientras lánguida y rem isa
la gente entre los bancos desfilaba.
Hacía ya algún tiem po que la m isa
había term inado y aun volaba
leve el incienso; el soplo de la brisa
deshojaba las rosas y apagaba
los cirios...
La gran puerta de cornisa
barroca lentam ente se cerraba
com o un plegar de alas...
In decisa,
sobre la faz del Cristo agonizaba
la luz... Despacio, luego m ás aprisa,
159
160
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
se puso todo obscuro... No quedaba
m ás que el Cristo sonriendo en la repisa.
Y cuando el Cristo se borró... yo estaba
viendo allí todavía la sonrisa.
La h o rm iga
La m iel guardé y se m e agrió la m iel:
-Mariposa con sed junto a m is rosas...Guardé la luz y se extinguió en lo obscuro:
-Noche la de tu am or... ¡Y sin auroras...! Guarde el beso... y el beso se hizo estrella,
dulzura m uerta, claridad rem ota
y fría... -Tú en la tierra; yo en la tierra...
la tierra dura que se pega... -Ahora
guardo la estrella y m e pregunto a veces
qué nueva frialdad será en la hora
de m añana, qué sal aun no probada,
¡qué som bra todavía entre m i som bra!...
Po et a s la t in o a m er ica n a s
CARIN D A OLIVER LAB RA
Adió s
Adiós, locura de m is treinta años,
besado en julio bajo luna llena
al tiem po de la herida y la azucena.
Adiós, m i venda de taparm e daños.
Adiós, m i excusa, m i desorden bello,
m i alarm a tierna, m i ignorante fruta
estrella transitoria que se enluta,
espranza de todo por m i cuello.
Adiós, m uchacho de la cita corta;
adiós, pequeña ayuda de m i aorta,
tristísim o juguete violentado.
Adiós, verde placer, falso delito;
adiós, sin una queja, sin un grito.
Adiós, m i sueño nunca abandonado.
Te m an d o ah o ra qu e lo o lvid e s to d o
Te m ando ahora a que lo olvides todo:
aquel seno de nata y de ternura,
aquel seno em pinándose de un m odo
que te pudo servir de tierra dura;
aquel m uslo obediente pero fiero,
que venía de sierpes m ilenarias;
aquel m uslo de carne y de m e m uero
convocado en las tardes solitarias;
161
162
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
aquel gesto al echarm e en la locura;
aquel viaje al am or, de m i cintura;
aquel gusto en la piel a lirio extraño,
aquel nom bre pequeño bajo el nom bre,
aquel pecado de volverte un hom bre
en el vicio feliz de hacerm e daño.
La s o lte ro n a
Con la blusa vacía y los ojos inm ensos
de soportar las lágrim as que no saben caer,
llegó calladam ente. Maduros y propensos,
flotaron en la noche pecados sin hacer.
Y yo vi sus diez dedos m architos de agonía
jugando a ser am ados sobre aquel alfiler;
y vi su enorm e ojera m orada que crecía
com o un m ar insondable que vive de m ujer;
y m e quedé sintiendo su pobre boca seca
-que inundó de palom as tristes la biblioteca-,
sus piernas respetadas, su sexo sin llover,
y fue tan m isterioso m i corazón pequeño
que tuve que ser fuerte para no usar el sueño
de regalarle m i hom bre en ese anochecer.
La ve cin a m u e rta:
La casa era com o ella: un pálido juguete,
y estaba lim pia y triste bajo el núm ero siete.
No quiero recordarla...Me hace daño la orilla
de su vestido blanco con una vieja hebilla.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Allí, inocentem ente, cuando abría la puerta,
era un sueño borroso, una lám para incierta:
algo que le pedía protección a la m uerte.
Sus ojos...¡pobres jos com o de flor sin suerte!
parecieron m irarm e hacia adentro una vez.
Vivió junto a nosostros con el susto del pez.
Recién casada y sola, lavaba los m anteles
y lavaba su alm a. Siem pre le fueron fieles
la tim idez de novia y la ventana eterna.
La tarde sobre ella era una tum ba tierna.
No conocí su nom bre. No lo sé todavía...
Pero después de m uerta la llam aré María.
Al n iñ o qu e ve n d e be rro s
No tiene padres, claro...Lo sé por tu indecisa
m anera de m irar. Lo sé por tu cam isa.
Eres pequeño y grande detrás de la canasta.
Respetas los gorriones. Un centavo te basta.
La gente va vestida por adentro de hierro.
No te oyen...Has gritado dos o tres veces: ¡berro!
Pasan indiferentes con bultos y som brillas,
en pantalones nuevos y en blusas am arillas;
cam inan presurosos hacia el Banco y el tedio
o hacia el atardecer por la Calle del Medio.
163
164
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Y tú no estás vendiendo: tú juegas a vender;
y aunque jam ás jugaste te sale sin querer.
Pero no te m e acerques; no, niño, no m e hables.
No quiero ver el sitio de tus alas probables.
Te encontré esta m añana al doblar de la Audiencia,
y ¡qué golpe m e ha dado tu infeliz inocencia!
Mi corazón que era un poco de ilusión
ya es com o berro m ustio, com o no corazón.
H o m bre s qu e m e s e rvis te is d e ve ran o
Ése que no dejó de ser m i am ante
y al que le debo siem pre sepultura,
uno a quien nunca quise lo bastante;
aquél, obra de sueño, conjetura...
Alguien que jugó a nada y tuvo suerte,
otro que no ha venido de la guerra,
éste donde converso con m i m uerte
porque m e lo disputa hata la tierra.
¡Salid de la m em oria evocadora
con vuestro am or, pues tengo frío ahora!
Sabed todos que os llevo de la m ano.
Vuestras som bras estallan com o un m ito
de vez en cuando aquí. Sois lo bendito,
hom bres que m e servisteis de verano.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Id e a Vilariñ o
Ya e n d e s n u d e z to tal
Ya en desnudez total
extrañ a ausen cia
de procesos y fórm ulas y m étodos
flor a flor,
ser a ser,
aún con ciencia
y un caer en silencio y sin objeto.
La angustia ha devenido
apenas un sabor,
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.
Una form a durando sin sentido,
un color,
un estar por estar
y una espera insensata.
Ya en desnudez total
sabiduría
definitiva, única y helada.
Luz a luz
ser a ser,
casi en am iba,
form a, sed, duración,
luz rechazada.
165
166
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Cu án d o ya n o ch e s m ías
Cuándo ya noches m ías
ignoradas e intactas,
sin roces.
Cuándo arom as sin m ezclas
inviolados.
Cuándo yo estrella fría
y no flor en un ram o de colores.
Y cuando ya m i vida,
m i ardua vida,
en soledad
com o una lenta gota
queriendo caer siem pre
y siem pre sostenida
cargándose, llenándose
de sí m ism a, tem blando,
apurando su brillo
y su retorno al río.
Ya sin tem blor ni luz
cayen do oscuram en te.
Lo qu e s ie n to p o r ti
Lo que siento por ti es tan difícil.
No es de rosas abriéndose en el aire,
es de rosas abriéndose en el agua.
Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
Po et a s la t in o a m er ica n a s
y que luego incorporas en un gesto
y m e invade en las horas am arillas
y m e deja una dulce sed doblada.
Lo que siento por ti, tan doloroso
com o pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada.
Lo que siento por ti, y que sin em bargo
anda tanto que a veces no te llega.
El m ar n o e s m ás qu e u n p o zo
El m ar no es m ás que un pozo de agua oscura,
los astros sólo son barro que brilla,
el am or, sueño, glándulas, locura,
la noche no es azul, es am arilla.
Los astros sólo son barro que brilla,
el m ar no es m ás que un pozo de agua am arga,
la noche no es azul, es am arilla,
la noche no es profunda, es fría y larga.
El m ar no es m ás que un pozo de agua am arga,
a pesar de los versos de los hom bres,
el m ar no es m ás que un pozo de agua oscura.
La noche no es profunda, es fría y larga;
a pesar de los versos de los hom bres,
el am or, sueño, glándulas, locura.
167
168
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Tal ve z n o e ra p e n s ar
Tal vez no era pensar, la fórm ula, el secreto,
sino darse y tom ar perdida, ingenuam ente,
tal vez pude elegir, o necesariam ente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadam ente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su m úsica
un silencio de m uerte, de abism o a cada cosa.
Tal vez debí quedarm e en los am ores quietos
que podrían llenar m i vida con un nom bre
en vez de buscar al evadido del hom bre,
despojado, sin alm a, ser puro, esqueleto.
Tal vez no era pensar, la fórm ula, el secreto.
sino am arse y am ar, perdida, ingenuam ente.
Tal vez pude subir com o una flor ardiente
o tener un profundo destino de sem illa
en vez de esta terrible lucidez am arilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.
Tal vez pude doblar este destino m ío
en m úsica inefable. O necesariam ente...
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Qu ie ro m o rir
Quiero m orir. No quiero oír ya m ás cam panas.
La noche se deshace, el silencio se agrieta.
Si ahora un coro som brío en un bajo im posible,
si un órgano im posible descendiera hasta donde.
Quiero m orir, y entonces m e grita estás m uriendo,
quiero cerrar los ojos porque estoy tan cansada.
Si no hay una m irada ni un don que m e sostengan,
si se vuelven, si tom an, qué espero de la noche.
Quiero m orir ahora que se hielan las flores,
que en vano se fatigan las calladas estrellas,
que el reloj detenido no atorm enta el silencio.
Quiero m orir. No m uero.
No m e m uero. Tal vez
tantos, tantos derrum bes, tantas m uertes, tal vez,
tanto olvido, rechazos,
tantos dioses que huyeron con palabras queridas
no m e dejan m orir definitivam ente.
169
170
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
OLGA OROZCO
Aqu í e s tán tu s re cu e rd o s ...
Aquí están tus recuerdos:
este leve polvillo de violetas
cayendo inútilm ente sobre las olvidadas fechas;
tu nom bre,
el persistente nom bre que abandonó tu m ano entre las
piedras;
el árbol fam iliar, su rum or siem pre verde contra el vidrio;
m i infancia, tan cercana,
en el m ism o jardín donde la hierba canta todavía
y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a
m í,
entre los m atorrales de la som bra.
Todo siem pre es igual.
Cuando otra vez llam am os com o ahora en el lejano m uro:
todo siem pre es igual.
Aquí están tus dom inios, pálido adolescente:
la húm eda llanura para tus pies furtivos,
la aspereza del cardo, la recordada escarcha del am anecer,
las antiguas leyendas,
la tierra en que nacim os con idéntica niebla sobre el llanto.
-¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiem po!
¡Cóm o han crecido desde entonces tus cabellos!
Sin em bargo, llevas aún sus efím eras flores sobre el pecho
y tu frente se inclina bajo ese m ism o cielo
tan deslum brante y claro.
¿Por qué habrás de volver acom pañado, com o un dios a su
m un do,
por algún paisaje que he querido?
Po et a s la t in o a m er ica n a s
171
¿Recuerdas todavía la nevada?
¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
tu m orada de hierros y de flores!
Abandonada, su juventud que tiene la form a de tu cuerpo,
extrañará ahora tus silencios dem asiado obstinados,
tu piel, tan desolada com o un país al que sólo visitaran
cenicientos pétalos
después de haber m irado pasar, ¡tanto tiem po!,
la paciencia inacabable de la horm iga entre sus solitarias
ruin as.
Espera, espera, corazón m ío:
no es el sem blante frío de la tem ida nieve ni el del sueño
reciente.
Otra vez, otra vez, corazón m ío:
el roce inconfundible de la arena en la verja,
el grito de la abuela,
la m ism a soledad, la no m entida,
y este largo destino de m irarse las m anos hasta envejecer.
Para h ace r u n talis m án
Se necesita sólo tu corazón
hecho a la viva im agen de tu dem onio o de tu dios.
Un corazón apenas, com o un crisol de brasas para la
idolatría.
Nada m ás que un indefenso corazón enam orado.
Déjalo a la intem perie,
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca
y no pueda dorm ir,
donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe
de azul escalofrío
sin convertirlo en m árm ol y sin partirlo en dos,
donde la oscuridad abra sus m adrigueras a todas las jaurías
172
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su am or al hervidero de la
br u m a.
Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el
últim o grano de esperanza.
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alim aña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus
antiguas glorias.
Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo,
antes que sea tarde,
antes que se convierta en m om ia deslum brante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo m ism o que el m endigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nom bre crezca en él con la furia
del ham bre:
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.
Si sobrevive aún, si ha llegado hasta aquí hecho a la viva
im agen
de tu dem onio o de tu dios;
he ahí un talism án m ás inflexible que la ley, m ás fuerte que
las arm as
y el m al del enem igo.
Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
Pero vela con él.
Puede crecer en ti com o la m ordedura de la lepra; puede ser
tu verdugo.
¡El inocente m onstruo, el insaciable com ensal de tu m uerte!
Po et a s la t in o a m er ica n a s
173
Le jo s , d e co razó n a co razó n ...
Lejos,
de corazón en corazón,
m ás allá de la copa de niebla que m e aspira desde el fondo
del vértigo,
siento el redoble con que m e convocan a la tierra de nadie.
(¿Quién se levanta en m í?
¿Quién se alza del sitial de su agonía, de su estera de zarzas,
y cam ina con la m em oria de m i pie?)
Dejo m i cuerpo a solas igual que una arm adura de
intem perie hacia adentro
y depongo m i nom bre com o un arm a que solam ente hiere.
¿(Dónde salgo a m i encuentro con el arrobam iento de la
luna contra
el cristal de todos los albergues?)
Abro con otras m anos la entrada del sendero que no sé
adónde da
y avanzo con la noche de los desconocidos.
(¿Dónde llevaba el día m i señal, pálida en su aislam iento,
la huella de una insignia que m i pobre victoria
arrebataba al tiem po?)
Miro desde otros ojos esta pared de brum as
en donde cada uno ha m arcado con sangre el jeroglífico de
su soledad,
y suelta sus am arras y se va en un adiós de velero fantasm a
hacia el naufragio.
(¿No había en otra parte, lejos, en otro tiem po, una tierra
extran jera,
una raza de todos m enos uno, que se llam ó la raza de los
otros,
un lenguaje de ciegos que ascendía en zum bidos y en
burbujas hasta la sorda noche?)
Desde adentro de todos no hay m ás que una m orada bajo
174
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
un friso de m áscaras;
desde adentro de todos hay una sola efigie que fue inscripta
en el revés del alm a;
desde adentro de todos cada historia sucede en todas partes:
no hay m uerte que no m ate, no hay nacim iento ajeno ni
am or deshabitado.
(¿No éram os el rehén de una caída, una lluvia de piedras
desprendida del cielo,
un reguero de insectos tratando de cruzar la hoguera del
castigo?)
Cualquier hom bre es la versión en som bras de un Gran Rey
herido en su costado.
Despierto en cada sueño con el sueño con que Alguien sueña
el m undo.
Es víspera de Dios. Está uniendo en nosotros sus pedazos.
Lo s re fle jo s in fie le s
Me m oldeó m uchas caras esta sum isa piel,
adherida en secreto a la palpitación de lo invisible
lo m ism o que una gasa que de pronto revela figuras
em boscadas en la vaga sustancia de los sueños.
Caras com o resúm enes de nubes para expresar la
intraducible travesía;
m apas insuficientes y confusos donde se hunden los cielos
y em ergen los abism os.
Unas fueron tan leves que se desgarraron entre los dientes
de una sola noche.
Otras se abrieron paso a través de la escarcha, com o proas de
fuego.
Algunas perduraron talladas por el heroico am or en la
m em oria del espejo;
algunas se disolvieron entre rotos cristales con las prim eras
nieves.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
175
Mis caras sucesivas en los escaparates veloces de una
historia
sin paz y sin costum bres:
un m uestrario de nieblas, de terror, de intem peries.
Mis caras m ás inm óviles surgiendo entre las aguas de un
ágat a
sin fondo que presagia la m uerte,
solam ente la m uerte, apenas el reverso de una som bra
estam pada
en el hueco de la separación.
Ningún signo especial en estas caras que tapizan la ausencia.
Pero a través de todas, com o la m ancha de ácido que
traspasa
en el álbum los am biguos retratos,
se inscribió la señal de una m ism a condena:
m i vana tentativa por reflejar la cara que se sustrae y que m e
excede.
El obstinado error frente al m odelo.
Au n qu e s e bo rre n to d o s n u e s tro s ras tro s ...
Aunque se borren todos nuestros rastros igual que las
bujías
en el am anecer
y no puedas recordar hacia atrás, com o la Reina Blanca,
déjam e
en el aire la sonrisa.
Tal vez seas ahora tan inm ensa com o todos m is m uertos
y cubras con tu piel noche tras noche la desbordada noche
del adiós:
un ojo en Achernar, el otro en Sirio,
las orejas pegadas al m uro ensordecedor de otros planetas,
tu inabarcable cuerpo sum ergido en su hirviente ablución,
en su J ordán de estrellas.
Tal vez sea im posible m i cabeza, ni un vacío m i voz,
176
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
algo m enos que harapos de un idiom a irrisorio m is palabras.
Pero déjam e en el aire la sonrisa:
la leve vibración que azogue un trozo de este cristal de
ausen cia,
la pequeña vigilia tatuada en llam a viva en un rincón,
una tierna señal que horade una por una las hojas de este
duro calendario de nieve.
Déjam e tu sonrisa a m anera de perpetua guardiana,
Berenice.
N o e s tabas e n m i u m bral
No estabas en m i um bral
ni yo salí a buscarte para colm ar los huecos que fragua la
n ostalgia
y que presagian niños o anim ales hechos con la sustancia de
la frustración.
Viniste paso a paso por los aires,
pequeña equilibrista en el tablón flotante sobre un foso de
lobos
enm ascarado por los andrajos radiantes de febrero.
Venías condensándote desde la encandilada transparencia,
probándote otros cuerpos com o fantasm as al revés,
com o anticipaciones de tu eléctrica envoltura -el erizo de
niebla,
el globo de lustrosos vilanos encendidos, la piedra im án
que absorbe su fatal alim ento,
la ráfaga em plum ada que gira y se detiene alrededor de un
ascua,
en torno de un tem blor-.
Y ya habías aparecido en este m undo, intacta en tu negrura
inm aculada desde la cara hasta la cola, m ás prodigiosa aún
que el gato de Cheshire,
con tu porción de vida com o una perla roja brillando entre
los dientes.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
MEIRA D ELMAR
Algu ie n p as a
Alguien pasa y pregunta
por los jazm ines, m adre.
Y yo guardo silencio.
Las palabras no acuden
en m i ayuda, se esconden
en el fondo del pecho, por no subir vestidas
de luto hasta m i boca,
y derram arse luego
en un río de lágrim as.
No sé si tú recuerdas
los días aún tem pranos
en que ibas com o un ángel
por el jardín, y dabas
a los lirios y rosas
su regalo de agua,
y las hojas m architas
recogías en esa
tu m an era tan suave
de tratar a las plantas
y a los que se acercaban
a tu am istad perfecta.
Yo sí recuerdo, m adre,
tu oficio de ser tierna
y fina com o el aire.
Una tarde un poeta
recibió de tus m anos
un jazm ín que cortaste
para él. Con asom bro
te m iró largam ente
y se llevó a los labios,
reverente, la flor.
177
178
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Se m e quedó en la frente
aquel m om ento, digo
la frente cuando debo
decir el corazón.
Y se m e va llenando
de nostalgia la vida,
com o un vaso colm ado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazm ines, m adre.
Allá
Si acaso al otro lado de la vida
otra vez, por azar, nos encontram os,
¿se reconocerán nuestras m iradas
o serem os tan sólo un par de extraños?
De todos m odos te am aré lo m ism o.
J untos. O separados.
Au s e n cia d e la ro s a
Detenida
en el río translúcido
del viento,
por otro nom bre, am or,
la llam aría
el corazón.
Nada queda en el sitio
de su perfum e. Nadie
puede creer, creería,
que aquí estuvo la rosa
en otro tiem po.
Sólo yo sé que si la m ano
Po et a s la t in o a m er ica n a s
deslizo por el aire, todavía
m e hieren sus espinas.
Bre ve
Llegas cuando m enos
te recuerdo, cuando
m ás lejano pareces
de m i vida.
In esperado com o
esas torm entas que se inventa
el viento
un día inm ensam ente azul.
Luego la lluvia
arrastra sus despojos
y m e borra tus huellas.
Can ció n le jan a
Y yo tam bién com o la tarde
toda m e tornaré dichosa
para quererte y esperarte.
Ilum inada de tus ojos
vendrá la luna,
vendrá la luna por el aire.
Tú m e querrás inm ensam ente.
Mi corazón será infinito
para la angustia de tu frente.
Yo te daré los sueños m íos:
am or, dolor, sencillam ente.
Después será la enam orada sonrisa,
el beso, la m em oria llena de ti, m aravillada.
Y el gozo azul de estar contigo
fuera del tiem po, sin palabras.
179
18 0
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
De golondrina en golondrina
nos llegará la prim avera
de la m irada pensativa.
Y un m ism o cauce de dulzura
tendrán las rosas y los días.
Yo te daré los sueños m íos:
am or, dolor, sencillam ente.
Carta d e Ro m a
Te escribo, am or, desde la prim avera.
Crucé la m ar para poder decirte
que, bajo el cielo de la tarde, Rom a
tiene otro cielo de golondrinas,
y entre los dos un ángel de oro pasa
dan zan do.
La cascada de piedra que desciende
por Trinitá dei Monti hasta la plaza,
se detuvo de pronto y ahora suben
azaleas rosadas por su cuerpo.
Los árboles repiten siete veces
la m úsica del viento en las colinas,
y el húm edo llam ado de las fuentes
guía m is pasos.
Más bella que en el aire
una rota colum na hallé en el césped,
caída en el abrazo de una rosa.
Cuando fluye la luz,
cuando se para
el tiem po,
asom ada a los puentes Rom a busca
su im agen sobre el Tevere,
y en vez del nom bre suyo ve que tiem bla
tu nom bre, am or, en el rodante espejo.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
CLAR IB EL ALEGR ÍA
Epílo go
.....existen los barrotes
nos rodean
tam bién existe el catre
y sus ángulos duros
y el poem a río
que nos sostiene a todos
y es tan substantivo
com o el catre
el poem a que todos escribim os
con lágrim as
y uñas
y carbón.
Flo re ce n lo s alm e n d ro s
Florecen los alm endros
en Mallorca
y no estás para verlos.
De m i balcón anoche
los vi fosforecer.
Te llam é por tu nom bre,
con juré tu fan tasm a,
te perfilé de pétalos caídos
y una ráfaga de aire
te rasgo.
181
18 2
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Yo s in ti
Yo sin ti
pero contigo
llevando a cuestas
tu m uerte.
Mi soledad y la tuya
que ya han cerrado
su escape.
Au s e n cia
H ola
dije m irando tu retrato
y se pasm ó el saludo
entre m is labios.
Otra vez la punzada,
el saber que es inútil;
el calcinado clim a
de tu ausencia.
Pe qu e ñ a m u e rte
Fue una pequeña m uerte
tu partida.
Una m uerte pequeña que m e crece
cuan do im agin o
a veces que estás cerca
y m e obstino en dar vueltas
por las calles
y regreso a m i casa
con la lluvia
cayen do
y m e asalta tu voz
Po et a s la t in o a m er ica n a s
en la noche
sin horas.
N o p re cis o co n ce p to s
No preciso conceptos.
No m ás divagaciones
ni teólogos discursos
que anestesien m i herida.
Tus palabras preciso,
la im agen de tu rostro
entre las sábanas,
tu últim o estertor
en m is oídos.
Oto ñ o
Has entrado al otoño
m e dijiste
y m e sentí tem blar
hoja encendida
que se aferra a su tallo
que se obstina
que es párpado am arillo
y luz de vela
danza de vida
y m uerte
claridad suspendida
en el eterno instante
del presente.
183
18 4
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Cre í p as ar m i tie m p o
Creí pasar m i tiem po
am an d o
y siendo am ada
com ienzo a darm e cuenta
que lo pasé despedazando
m ientras era a m i vez
des
pe
da
za
da.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
185
B LAN CA VARELA
A lo m e jo r e re s tú m is m o
A lo m ejor eres tú m ism o el tren que pita y se m ete bajo
tierra rum bo al infierno o la estrella de chatarra que te
lleva frente a otro m uro lleno de espejos y de gestos,
endiablados gestos sin dueño y tú tras ellos, solo, feliz
propietario de una boca escarlata que m uge.
Pega el oído a la tierra que insiste en levantarse y respirar.
Acaríciala com o si fuera carne, piel hum ana capaz de
con m overte, capaz de rechazarte.
Acepta la espera que no siem pre hay lugar en el caos.
Acepta la puerta cerrada, el m uro cada vez m ás alto, el
saltito, la im agen que te saca la lengua.
No te trepes sobre los hom bros de los fantasm as que es
ridículo caerse de trasero with m usic in your soul.
A m e d ia vo z
la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz
bajo el aire ralo de noviem bre
bajo la hierba
sin color
bajo el cielo cascado
y gris
acepto el duelo y la fiesta
no he llegado
no llegaré jam ás
en el centro de todo
esta el poem a intacto
18 6
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
m erodeo su luz
su som bra anim al
de palabras
husm eo su esplendor
su huella
sus restos
todo para decir
que algun a vez
estuve aten ta
desarm ada
sola casi
en la m uerte
casi en el fuego
A ROSE IS A ROSE
inm óvil devora luz
se abre obscenam ente roja
es la detestable perfección
de lo efím ero
infesta la poesía
con su arcaico perfum e
Aqu e lla to rtu rad a n u be ...
V
Aquella torturada nube parecía tan firm e,
am bulan do,
desgarrando,
chocando con m asas de ángeles.
Cón cava,
valva de nieve y soledad,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
de trajín y m úsica constante,
de arena, de resplandor
y fuga,
desierto etiope
en un tutti de gem idos
y sorpresa.
Tan exacta
sobre el laberinto de la pupila,
color perdido
de vieja m isiva,
terrible silencio
de quien ha sacudido el aire
y conoce el vado de los sollozos.
Con tin uaba,
m igradora,
llave del torbellino
com o una gota pura
preñada de su propia existencia.
As í s e a
El día queda atrás,
apenas consum ido y ya inútil.
Com ien za la gran luz,
todas las puertas ceden ante un hom bre
dorm ido,
el tiem po es un árbol que no cesa de crecer.
El tiem po,
la gran puerta entreabierta,
el astro que ciega.
No es con los ojos que se ve nacer
esa gota de luz que será,
187
18 8
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
que fue un día.
Canta abeja, sin prisa,
recorre el laberinto ilum inado,
de fiesta.
Respira y canta.
Donde todo se term ina abre las alas.
Eres el sol,
el aguijón del alba,
el m ar que besa las m ontañas,
la claridad total,
el sueño.
Au ve rs -s u r-o is e
Nadie te va a abrir la puerta. Sigue golpeando.
Insiste.
Al otro lado se oye m úsica. No. Es la cam panilla del
teléfon o.
Te equivocas.
Es un ruido de m áquinas, un jadeo eléctrico, chirridos,
latigazos.
No. Es m úsica.
No. Alguien llora m uy despacio.
No. Es un alarido agudo, una enorm e, altísim a lengua que
lam e el cielo pálido y vacío.
No. Es un incendio.
Todas las riquezas, todas las m iserias, todos los hom bres,
todas las cosas desaparecen en esa m elodía ardiente.
T ú estás solo, al otro lado.
No te quieren dejar entrar.
Busca, rebusca, trepa, chilla. Es inútil.
Sé el gusanito transparente, enroscado, insignificante.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
189
Con tus ojillos m ortales dale la vuelta a la m anzana, m ide
con tu vientre turbio y caliente su inexpugnable
redon dez.
Tú, gusanito, gusaboca, gusaoído, dueño de la m uerte y
de la vida.
No puedes entrar.
Dicen.
190
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
ALEJ AN D RA P IZARN IK
A la e s p e ra d e la o s cu rid ad
Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las som bras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por m i ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zum o de las violencias
perdidas en el canto de los helados cam panarios.
Am páralo niña ciega de alm a
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el m undo convulsionado a tus pies
A tus pies donde m ueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del m ar
Hum edecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.
Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin m anos para decir nunca
Sin m anos para regalar m ariposas
A los niños m uertos
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Am an te s
una flor
no lejos de la noche
m i cuerpo m udo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
An illo s d e ce n iza
A Cristina Cam po
Son m is voces cantando
para que no canten ellos,
los am ordazados grism ente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.
Hay, en la espera,
un rum or a lila rom piéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siem pre,
una tribu de palabras m utiladas
busca asilo en m i garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.
191
192
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Cam in o s d e l e s p e jo
I
Y sobre todo m irar con inocencia. Com o si no pasara nada,
lo cual es cierto.
II
Pero a ti quiero m irarte hasta que tu rostro se aleje de m i
m iedo com o un pájaro del borde filoso de la noche.
III
Com o una niña de tiza rosada en un m uro m uy viejo
súbitam ente borrada por la lluvia.
IV
Com o cuando se abre una flor y revela el corazón que no
tiene.
V
Todos los gestos de m i cuerpo y de m i voz para hacer de m í
la ofrenda, el ram o que abandona el viento en el um bral.
VI
Cubre la m em oria de tu cara con la m áscara de la que serás
y asusta a la niña que fuiste.
VI I
La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación
de los alim entos fríos.
VI I I
Y la sed, m i m em oria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el
pozo, yo bebía, recuerdo.
IX
Caer com o un anim al herido en el lugar que iba a ser de
revelacion es.
X
Com o quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida.
Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado
y el viento adentro.
XI
Al negro sol del silencio las palabras se doraban.
XI I
Po et a s la t in o a m er ica n a s
193
Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo.
No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiem bla.
XI I I
Aun si digo sol y luna y estrella m e refiero a cosas que m e
suceden. ¿Y qué deseaba yo?
Deseaba un silencio perfecto.
Por eso hablo.
XI V
La noche tiene la form a de un grito de lobo.
XV
Delicia de perderse en la im agen presentida. Yo m e levanté
de m i cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de m í,
he ido hacia la que duerm e en un país al viento.
XVI
Mi caída sin fin a m i caída sin fin en donde nadie m e
aguardó pues al m irar quién m e aguardaba no vi otra cosa
que a m í m ism a.
XVI I
Algo caía en el silencio. Mi últim a palabra fue yo pero m e
refería al alba lum inosa.
XVI I I
Flores am arillas constelan un círculo de tierra azul. El agua
tiem bla llena de viento.
XI X
Deslum bram iento del día, pájaros am arillos en la m añana.
Una m ano desata tinieblas, una m ano arrastra la cabellera
de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a
la m em oria del cuerpo, he de volver a m is huesos en duelo,
he de com prender lo que dice m i voz.
194
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Ca n to ra n o ctu rn a
J oe, m acht die Musik von dam als nacht...
La que m urió de su vestido azul está cantando.
Canta im buida de m uerte al sol de su ebriedad.
Adentro de su canción hay un vestido azul, hay
un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado
con los ecos de los latidos de su corazón
m uerto.
Expuesta a todas las perdiciones, ella
canta junto a una niña extraviada que es ella:
su am uleto de la buena suerte. Y a pesar de la
niebla verde en los labios y del frío gris en los
ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre
la sed y la m ano que busca el vaso.
Ella canta.
Ce n izas
La noche se astilló de estrellas
m irán dom e alucin ada
el aire arroja odio
em bellecido su rostro
con m úsica.
Pronto nos irem os
Arcano sueño
antepasado de m i sonrisa
el m undo está dem acrado
y hay candado pero no llaves
Po et a s la t in o a m er ica n a s
y hay pavor pero no lágrim as.
¿Qué haré con m igo?
Porque a Ti te debo lo que soy
Pero no tengo m añana
Porque a Ti te...
La noche sufre.
195
196
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
GIOCON D A B ELLI
En la d o lie n te s o le d ad d e l d o m in go ...
Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sábanas solitarias
de esta cam a donde te deseo.
Veo m i cuerpo,
liso y rosado en el espejo,
m i cuerpo
que fue ávido territorio de tus besos;
este cuerpo lleno de recuerdos
de tu desbordada pasión
sobre el que peleaste sudorosas batallas
en largas noches de quejidos y risas
y ruidos de m is cuevas interiores.
Veo m is pechos
que acom odabas sonriendo
en la palm a de tu m ano,
que apretabas com o pájaros pequeños
en tus jaulas de cinco barrotes,
m ientras una flor se m e encendía
y paraba su dura corola
contra tu carne dulce.
Veo m is piernas,
largas y lentas conocedoras de tus caricias,
que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
para abrirte el sendero de la perdición
hacia m i m ism o centro,
y la suave vegetación del m onte
donde urdiste sordos com bates
Po et a s la t in o a m er ica n a s
coronados de gozo,
anunciados por descargas de fusilerías
y truenos prim itivos.
Me veo y no m e estoy viendo,
es un espejo de vos el que se extiende doliente
sobre esta soledad de dom ingo,
un espejo rosado,
un m olde hueco buscando su otro hem isferio.
Llueve copiosam ente
sobre m i cara
y sólo pienso en tu lejano am or
m ientras cobijo
con todas m is fuerzas,
la esperanza.
Yo s o y tu in d ó m ita gace la
Yo soy tu indóm ita gacela,
el trueno que rom pe la luz sobre tu pecho
Yo soy el viento desatado en la m ontaña
y el fulgor concentrado del fuego del ocote.
Yo caliento tus noches,
encendiendo volcanes en m is m anos,
m ojándote los ojos con el hum o de m is cráteres.
Yo he llegado hasta vos vestida de lluvia y de recuerdo,
riendo la risa inm utable de los años.
Yo soy el inexplorado cam ino,
la claridad que rom pe la tiniebla.
Yo pongo estrellas entre tu piel y la m ía
y te recorro entero,
sendero tras sendero,
descalzando m i am or,
197
198
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
desnudando m i m iedo.
Yo soy un nom bre que canta y te enam ora
desde el otro lado de la luna,
soy la prolongación de tu sonrisa y tu cuerpo.
Yo soy algo que crece,
algo que ríe y llora.
Yo ,
la que te quiere.
Ás p e ra te xtu ra d e l vie n to
Nacida de la selva m e tom aste
arisca yegua para estribos y albardas.
Duran te m uchas n oches
nada se oyó
sino el chasquido del látigo
el rum or del forcejeo
las m aldiciones
y el roce de los cuerpos
m idiéndose la fuerza en el espacio.
Cabalgam os por días sin parar
desbocados corceles del am or
dando y quitando,
riendo y llorando
-el tiem po de la dom a
el celo de los tigresNo pudim os con la áspera textura de los vientos.
Nos rendim os ante el cansancio
a pocos m etros de la pradera
donde hubiéram os realizado
todos nuestros encendidos sueños.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Es larga la tard e ...
Es larga la tarde
com o el cam ino curvo hasta tu casa
por donde regreso arrastrando los pies
hasta m i cam a sola
a dorm ir con tu olor engarzado en m i piel,
a dorm ir con tu som bra.
Es larga la tarde
y el am or redondo com o el gatillo de una pistola
m e rodea de frente, de lado, de perfil.
El sueño pesa sobre m is hom bros
y m e acerca de nuevo a vos,
al huequito de tu brazo,
a tu respiración,
a una continuación infinita de la batalla
de sábanas y alm ohadas que em pezam os
y que pone risa
y energía
a nuestro cansancio.
Te bu s co
Sola yo, am or,
y vos quién sabe dónde;
tu recuerdo m e m ece com o al m aíz el viento
y te traigo en el tiem po,
recorro los cam inos,
m e río a carcajadas
y som os los dos juntos
otra vez,
jun to al agua.
Y som os los dos juntos
otra vez,
199
20 0
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
bajo el cielo estrellado
en el m onte,
de noche.
Yo, am or, he aprendido a coser con tu nom bre,
voy juntando m is días, m is m inutos, m is horas
con tu hilo de letras.
Me he vuelto alfarera
y he creado vasijas para guardar m om entos.
Me he soltado en torm enta
y trueno y lloro de rabia por no tenerte cerca,
en viento m e he cam biado,
en brisa, en agua fresca
y azoto, m ojo, salto
buscándote en el tiem po
de un futuro que tiene
la fuerza de tu fuerza.
Te e s cribo , Se rgio
Te escribo, Sergio
desde la soledad
del m ediodía asoleado y desnudo
m ientras azota el viento
y estoy, gatun am en te,
enrollada en la cam a
donde anoche te quise y m e quisiste
entre tiem pos, sonrisas y m isterios.
Va quedando lejano
el m undo que existía antes de conocerte
y va naciendo un nido de palabras y besos,
un nido tem bloroso de m iedo y esperanza
donde a veces m e siento retozando entre trinos,
y otras veces m e asusto,
abro los ojos y m e quedo quieta,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
pensando en este panal de m iel
que estam os explorando,
com o un herm oso, hipnotizante laberinto,
donde no hay piedritas blancas,
ni m ágicos hilos
que nos enseñen el cam ino de regreso.
201
20 2
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
MARÍA MERCED ES CARRAN ZA
Po e m a d e lo s H ad o s
Soy hija de Benito Mussolini
y de alguna actriz de los años 40
que cantaba la “Giovinezza”.
Hiroshim a encendió el cielo
el día de m i nacim iento y a m i cuna
llegaron, Hados im placables,
un hom bre con m uchas páginas acariciadas
donde yacían versos de am or y de m uerte;
la voz furiosa de Pablo Neruda;
bajo su corona de ceniza, Wilde
bello y m aldito,
habló del esplendor de la Vida
y de la seducción fatal de la Derrota;
alguien grito “m uera la inteligencia”,
pero en ese m ism o instante Albert Cam us
decía palabras
que eran de acero y de luz;
la Pasión ardía en la frente de Mishim a;
una desconocida som bra o m áscara,
puso en m i corazón el Paraíso Perdido
y un verso;
“par delicatesse j’ai perdu m a vie”.
Caía la lluvia triste de Vallejo
se apagaba en el viento la llam a de Porfirio;
en el aire el furor de las balas
que iban de Cúcuta a Leticia, se cruzaban
con los cañones de “Casablanca”
y las palabras de su canción m elancólica:
“El tiem po pasa,
un beso no es m ás que un beso...”
Po et a s la t in o a m er ica n a s
203
Así m e fue entregado el m undo.
Esas cosas de horror, m úsica y alm a
han cifrado m is días y m is sueños.
18 d e ago s to d e 19 8 9
“Vi estallar en los cielos el relám pago, el nom bre
que divide la tarde, las rescas airadas,
el alba com o un pueblo de palom as borradas
y acaso vi en todo esto lo que cree ver el hom bre”.
(Arth ur Rim baud)
Este hom bre va a m orir
hoy es el últim o día de sus años.
Am anece tras los cerros un sol frío:
el am anecer nunca m ás alum brará su carne.
Com o siem pre, entre sus cuatro paredes
desayuna, conversa, viste su traje;
no piensa en el pasado, aún liviano y todo víspera,
en los gestos, hechos y palabras de su vida
que m añana serán distintos en el bronce y en los him nos,
porque este hom bre no sabe que hoy va a m orir.
En su corazón de piedra
el asesino afila los cuchillos.
Este hom bre va a m orir,
hoy es la últim a m añana de sus horas.
Por sus ojos de fría carne azul
solo pasan idiom as y horizontes
para ciertas cosas que los otros sueñan:
la urgencia del pan y de la sal,
la flor abierta del abrazo, la sangre
invisible y contenida en su caracol de venas.
Ahora conversa por teléfono, escribe un discurso.
En el libro de apuntes lo atropellan
con letra afanada y resbalosa
los nom bres y las citas de ese día,
20 4
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
porque este hom bre no sabe que hoy va a m orir.
El asesino esconde la cara siem pre
para que el sol no le escupa sus gargajos de fuego.
Este hom bre va a m orir,
hoy es el últim o m ediodía de sus años.
Con la frente en el abism o sin saberlo
estrecha m anos, alm uerza, pregunta la hora.
Sus pasos que ha dirigido otras veces al am or
y a asuntos m ás rutinarios com o el olvido
o la toalla azul después del baño,
que lo han llevado a conocer la gloria
en la algarabía elem ental de las m ultitudes,
sus pasos pueden ser contados ya
porque este hom bre cam ina hacia la m uerte.
El asesino: hum ores de m om ia, hiel de alacrán,
heces de ahorcado, sangre de Satán.
Este hom bre va a m orir,
hoy es la últim a tarde de sus días.
Se prepara sin saberlo para el ritual:
con la voz fingida en la m em oria,
que casi oye ya entre las caras com o olas,
repasa las palabras de la arenga:
pan verde, lagos de luz, verde y labios.
Frente al espejo rehace el nudo de la corbata,
cepilla otra vez sus dientes
y con los dedos recorre las alas am arillas del bigote.
Entonces las banderas y las m anos y las voces,
la lluvia roja de papel picado,
la hora y el m inuto y el segundo.
El asesino danza la Danza de la Muerte:
un paso adelante, una bala al corazón,
un paso atrás, una bala en el estóm ago.
Cae el cuerpo, cae la sangre, caen los sueños.
Acaso este hom bre entrevé com o en duerm evela
que se ha desviado el curso de sus días,
los azares, las batallas, las páginas que no fueron,
Po et a s la t in o a m er ica n a s
acaso en un horizonte im posible recuerda
una cara o voz o m úsica.
Todas las lenguas de la tierra m aldicen al asesino.
So bran las p alabras
Por traidora decidí hoy,
m artes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Am istad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Am or por ilegible;
no estaría m al el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina com o el rayo,
debe fulm inar a Fraternidad;
Libertad m orirá
lentam ente y con dolor;
la tortura es su destino;
Igualdad m erece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperan za ha m uerto ya;
Fe padecerá la cám ara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhum ana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá con m igo hasta
el final.
205
20 6
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
La P a tria
Esta casa de espesas paredes coloniales
y un patio de azaleas m uy decim onónico
hace varios siglos que se viene abajo.
Com o si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el am or, bailan, escriben cartas.
A m enudo silban balas o es tal vez el viento
que silba a través del techo desfondado.
En esta casa los vivos duerm en con los m uertos,
im itan sus costum bres, repiten sus gestos
y cuando cantan, cantan sus fracasos.
Todo es ruina en esta casa,
están en ruina el abrazo y la m úsica,
el destino, cada m añana, la risa, son ruina
las lágrim as, el silencio, los sueños.
Las ventanas m uestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con m iedo.
En esta casa todos estam os enterrados vivos.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
U n a ro s a p ara D ylan Th o m as
M urió tan extraña y trágicam ente
com o había v iv ido, preso de un caos
de palabras y pasiones sin freno... no
consiguió ser grande, pero fracasó
gen ialm en te...
D.T.
Se dice: “no quiero salvarm e”
y sus palabras tienen la insolencia
del que decide que todo está perdido.
Com o guiado por una certeza deslum brante
cam ina sin eludir su abism o;
de nada le sirven ya los engaños
para sobrevivir una o dos m añana m ás:
conocer otro cuerpo entre las sábanas destendidas
y derretirse pálido sobre él
o reencontrarse con las palabras
y hacerlas decir para m entirse
o ser el otro por el tiem po que dura
la lucidez del alcohol en la sangre.
En la oscuridad apretada de su corazón
allí donde todo llega ya sin piel, voz, ni fecha
decide jugar a ser su propio héroe:
nada tocará sus pasiones y sus sueños;
no envejecerá entre cuatro paredes
dócil a las prohibiciones y a los ritos.
Ni el poder ni el dinero ni la gloria
m erecen un instante de la inocencia que lo consum e;
no cortará la cuerda que lleva atada al cuello.
Le bastó la dosis exacta de alcohol
para m orir com o m ueren los grandes:
por un sueño que sólo ellos se atreven a soñar.
207
20 8
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
VERÓN ICA VOLKOW
J a rd ín
Hay en m i jardín rosas que deshojan
un corazón abierto al descam pado.
Así es la flor,
su desnudez es m agia.
Le pido a la rosa m e guarde,
en la fragilidad, secretos dones
y a la espina m e otorgue la hum ildad
y sus m anos precisas.
Pido un techo que no tape, que recuerde
al cielo
y una ciudad que es nueva siem pre
porque no agota sus cam inos,
y le pido al río su fluir,
su m uerte en el instante
que tam bién es vuelo.
La b e rin to
Con m i vida escribo
la huella de una estrella,
un laberinto que encendida ando.
Sum ergida en la som bra
m irada plena,
Hay un vuelo que abre
la luz en lo interno
un cam inar sensible,
y cuidado
del corazón despierto.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Ro s ario p ara N ad ia
Desde un interno hablar a paraíso
supo el poeta, a la rosa sin espinas
dar sonido al color y una m em oria
encendida y honda a su fragancia,
Y fue nueva al jardín; aunque ya inúm era,
rosa súbitam ente allí nim bada
con su pureza de luz y una añoranza
de estrella en su m úsico ovillar.
Busco un hilo de luz para esa rosa
que en laberinto vegetal o escrito
desentraña al oído el ser m ás puro.
Rosa la huella digital recuerda
en su urdido centro, vastas órbitas,
del hoy sonoro prístino concierto.
El in icio
Estás desnudo
y tu suavidad es inm ensa
tiem blas en m is dedos
tu respiración vuela adentro de tu cuerpo
eres
com o un pájaro en m is m anos
vuln erable
com o sólo el deseo podría hacerte vulnerable
ese dolor tan suave con el que nos tocam os
esa entrega en la que conocem os
el abandono de las víctim as
el placer com o una fauce
209
210
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
nos lam e nos devora
y nuestros ojos se apagan
se pierden.
D e s pe d id a
Que sea m i am or tan m udo
com o Dios,
que te sea invisible
y casi insospechado
y aunque envuelto en la som bra
o náufrago en borrasca,
que tras la noche brille
si lo entiendes.
Basta m irar para que exista,
acatar lo profundo
y som os una estrella.
La luz es siem pre poderosa
pero se olvida fácilm ente.
El corazón tan solo es un testigo,
en luz no hay som bra.
De m ás allá de m í quisiera am arte
y estar en ti en la libertad
cuando te encuentres
en la razón que es m agia
y te devela
profundo m uy profundo.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
211
B I B LI OGR AF Í A
AA. VV. (19 8 4 ). J or ge Lu is Bor ges y el u lt r a ísm o r iop la t en se.
H ist or ia d e la lit er a t u r a la t in oa m er ica n a . Follet o No. 3 4 .
Bogotá: Oveja Negra.
Agustini, Delm ira (198 8 ). Poesía. La Habana: Casa de las
Am ér ica s.
_ _ _ _ _ _ _ _ (20 0 6). Obras com pletas. Magdalena García Pinto
(Ed.). Madrid: Cátedra.
Arvelo Larriva, En riqueta (198 7). Obra poética. Tom o I.
Fun dación Cultural Barin as.
Belli, Giocon da (198 9). Poesía reunida. México: Dian a Literaria.
_ _ _ _ _ _ _ _ (20 0 1). El ojo de la m ujer. Madrid: Colección Visor de
Poesía.
_ _ _ _ _ _ _ _ (20 0 3). Mi íntim a m ultitud. V Prem io Internacional de
Poesía “Generación del 27”. Madrid: Colección Visor de Poesía.
_ _ _ _ _ _ _ _ (20 0 7). Fuego soy apartado y espada puesta lejos.
Madrid: Colección Visor de Poesía.
Bobes, Mar ilyn (1992). Car ild a y su s espejos. En Ca rild a Oliv er
Labra: antología poética. La Habana: Letras Cubanas, Instituto
Cuban o del Libro.
Carlos Bousoñ o, Carlos (1976). Teoría de la expresión poética.
Madrid: Gredos.
Bruña Bragado, María J osé (20 0 5). Delm ira Agustini: dandism o,
género y reescritura del im aginario m odernista. Bern a: Peter
Lan g editorial.
Caballé, Anna (Ed.) (20 0 4). Presentación de Norah Lange en:
Contando estrellas. Siglo X X 1920 -1960 . La v ida escrita por
m ujeres II. Barcelon a: Lum en .
Carranza, María Mercedes (20 0 4). Poesía com pleta y cinco poem as
inéditos. Bogotá: Alfaguara – Casa de Poesía Silva.
Cohen, Sara (20 0 3). El silencio de los poetas. Buenos Aires:
Biblos.
Delm ar, Meira (20 0 3). Poesía y Prosa. María Mercedes J aram illo,
Betty Osorio y Aiel Castillo Mier (Ed.). Barran quilla: Un in orte
Ed icion es.
Ge n o ve s e , Alicia ( 19 9 8 ) . L a d o b le v o z , Po et a s A r g en t in a s
Con t em p or á n ea s . Bu en os Air es: Bib los – Bib liot eca d e la s
Mujer es.
Heidegger, Martin (198 8 ). Arte y poesía. México: Fondo de Cultura
Econ óm ica, BREVIARIOS.
212
Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Lan ge, Norah (20 0 6). Obras com p letas. Tom o I. Beatriz Viterbo
(Ed.). Buenos Aires.
Larre Borges, Ana Inés (20 0 5). Delm ira Agustini, Prim avera Pagana.
En : AA. VV. M ujeres uruguay as, El lado fem en in o de n uestra
historia. Tom o I. Mon tevideo: Edicion es San tillan a.
Larrosa, J orge (20 0 3). La experiencia de la lectura, Estudios sobre
Literatura y Form ación . México: Fondo de Cultura Económ ica.
Londoño, María Ladi (1997). El am or, una utopía para reconstruir.
Mujeres, am ores y desam ores. En otras palabras. 3.
Yuri Lotm an, Lotm an (1978 ). Estructura del texto artístico. Madrid:
Edicion es Istm o.
Man n ar in o, Car m en (198 7). Voz labr ad a en soled ad . En : Ar velo
Larriva, Enriqueta. Obra poética. (Tom o I). Fundación Cultural
Barin as.
Mizr aje, Mar ía Gabr iela (19 9 9 ). Alfon sin a St or n i, escán d alos y
soled ad es. En : Ar g en t in a s d e R osa s a Per ón . Bu en os Air es:
Biblos.
Navia Velasco, Carm iñ a (20 0 4). Narradoras latin oam erican as del
siglo XIX. En : Gén ero y literatura en debate. Sim on e Accorsi
(Com p). Cali: Escuela de Estudios Literarios – Un iversidad del
Va lle.
Oliver Labra, Carilda (1992). Antología poética. La Habana: Letras
Cuban as, In stituto Cuban o del Libro.
Ollé, Carm en (s.f.). El canto villano de Blanca Varela. Recuperado
el 15 de Agosto de 20 0 8 , de http:/ / www.letras.s5.com /
va r ela 0 4 10 0 2 .h t m
Ospina. William (1994). Es tarde para el hom bre. Bogotá: Norm a.
Olga Or ozco, Olga (2 0 0 0 ). Ob r a p oét ica . Ca r a ca s: Bib liot eca
Aya cu ch o .
Paz, Octavio (198 6). Las peras del olm o. Barcelona: Seix Barral.
_ _ _ _ _ _ _ _ (198 7). Los hijos del lim o. Barcelona: Seix Barral.
Pfeiffer , J oh an n es (20 0 5). La p oesía . México: Fon do de Cu ltu r a
Econ óm ica .
Peyrou, Rosario (s.f.). María Eugen ia Vaz Ferreira, Su paso en la
Soledad. En: Mujeres uruguay as. (s.n).
Pizarn ik, Alejan dra (20 0 5). Diarios. Becciu, An a (Ed.). Barcelon a:
Lum en .
_ _ _ _ _ _ _ _ (20 0 7). Poesía com pleta. Becciu, Ana (Ed.). Barcelona:
Lum en .
Rodó, J osé Enrique (1967). El que vendrá. En: La vida nueva. Obras
com pletas. Madrid: Aguilar.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
213
J osé Luis Rom ero, J osé Luis (198 4). Latin oam érica: las ciudades
y las ideas. (3a. Ed.).México: Siglo XXI.
Russotto, Márgara (1990 ). Trópicos de retórica fem enina. Caracas:
Mon te Ávila Editores.
Rupérez, Án gel (20 0 7). Sen tim ien to y creación . In dagación sobre
el origen de la literatura. Madrid: Trotta.
Sh elley, P er cy B. ( 2 0 0 1) . Defen s a d e la p oes ía . E n : E n s a y os
escogidos. Barcelon a: DVD Edicion es.
Shklovski, V. (1970 ). El arte com o artificio. En: AA. VV. Teoría de
la literatura de los form alistas rusos. Buen os Aires: Edicion es
Sign os.
Sim on , Ped r o (Coor d .) (1991). Du lce M a r ía Loy n a z. Va lor a ción
Múltiple. La Habana: Edición de Casa de las Am éricas.
St or n i, Alfon sin a (19 9 7). A n t olog ía m a y or . Ma d r id : Ed icion es
H ip er ión .
_ _ _ _ _ _ _ _ (1998 ). Las poetisas am ericanas. En N osotras y la piel.
Buen os Aires: Alfaguara.
Varela, Blanca (20 0 7). Aunque cueste la noche. (XVI Prem io Reina
Sofía de poesía iberoam ericana). Edición e Introducción de Eva
Guerrero Guerrero. Salam an ca: Un iversidad de Salam an ca.
Va r ga s Llosa , Ma r io (Ma yo d e 2 0 0 7). Elogio d e b la n ca va r ela .
Revist a d e Pr en sa Bit á cor a Alm ed r ón . Recu p er a d o el 14 d e
a go s t o d e 2 0 0 8 , d e h t t p / / : www.a lm e n d r o n .co m / t r ib u n a /
in d ex.p h p / 15574 / elogiod eb la n ca va r ela
Ver n i, P a t r icia (19 9 5). En t r evist a con Giocon d a Belli. Revist a
Espéculo, 34. En http:/ / www.ucm .es/ in fo/ especulo/ n um ero/
.h tm l
Vilariño, Idea (20 0 4). Vuelo ciego. Peyrou, Rosario (Ed.). Madrid:
Colección Visor de Poesía.
_ _ _ _ _ _ _ _ (20 0 8 ). Poesía com pleta. Barcelona: Lum en.
Volkow, Verón ica (20 0 3). Oro del v ien to. México: Biblioteca Era.
_ _ _ _ _ _ _ _ (20 0 4). La n oche v iu d a . México: Fon d o d e Cu ltu r a
Econ óm ica .
_ _ _ _ _ _ _ _ (2 0 0 7). L it or a l d e t in t a y ot r os p oem a s . Sevilla :
Ren acim ien t o.
Yurkievich, Saúl (1976). Celebración del M odern ism o. Barcelon a:
Tu squ et s.
_ _ _ _ _ _ _ _ (19 8 4 ). A t r a v és d e la t r a m a . S ob r e v a n g u a r d ia s
literarias y otras concom itancias. Barcelona: Muchnik Editores.
Zam br an o, Mar ía (20 0 1). Filosofía y p oesía . México: Fon d o d e
Cultura Econ óm ica.
Po et a s la t in o a m er ica n a s
Este libr o se ter m in ò d e im pr im ir
en el m es de octubre de 20 0 9
en la Un id ad d e Ar tes gr àficas
d e la Facu lt ad d e H u m an id ad es,
Un iver sid a d d el Va lle.
Cali, Colom bia
215

Documentos relacionados