60 - Archidiócesis de Madrid

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DOLENTIUM HOMINUM
N. 60 – año XX – N. 3, 2005
REVISTA DEL PONTIFICIO CONSEJO
PARA LA PASTORAL DE LA SALUD
DIRECCION
CORRESPONSALES
S.EM. CARD. JAVIER LOZANO BARRAGÁN, Director
S.E. MONS. JOSÉ L. REDRADO, O.H., Redactor Jefe
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Impreso en la Editrice VELAR, Gorle (BG)
En la cubierta: vidriera de P. Costantino Ruggeri
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Sumario
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Mensaje para la XIV Jornada Mundial
del Enfermo
Benedicto XVI
43 El ministerio católico de la salud
en Canadá
Consejo Permanente de la
Conferencia Episcopal de Canadá
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Discurso del Santo Padre
durante su visita al Hospital Infantil
del “Niño Jesús”
Benedicto XVI
48 Los profesionales de la Salud
Departamento de Pastoral
de la Salud, España
Carta del Santo Padre
al Cardenal Lozano Barragán
Benedicto XVI
61 Homosexualidad y campaña
contra la homofobia en México
S.E. Mons. Rodrigo Aguilar Martínez
9
2
10 Saludo de homenaje
al Cardenal Lozano Barragán
con ocasión del
Jubileo de Oro Sacerdotal
S.E. Mons. José L. Redrado, O.H.
11 Homilía con ocasión
del Jubileo Sacerdotal de Oro
S.Em. Card. Javier Lozano Barragán
64 Protocolo de entendimiento entre
la Región Lombardía y
la Región Eclesiástica Lombardía
para reglamentar el servicio de
asistencia religiosa católica en las
entidades sanitarias y asistenciales
públicas y privadas acreditadas
TESTIMONIOS
ARGUMENTOS
14 Dolor-Música-Oración
Prof. Pierluigi Zucchi, S.O.
Prof. Bonifacio Honings, O.C.D.
Prof. Maria Rosa Voegelin
70 He recobrado mi cuerpo “perdido”
a causa de la enfermedad –
Experiencia
S.E. Mons. José L. Redrado, O.H.
31 Seguridad y salud humana
Dr. Shigeki Sumi
73 La enfermedad de Alzheimer:
una experiencia de sufrimiento
y crecimiento
S.E. Mons. Bruno Bertagna
35 Enfermos en la cárcel, la importancia
de la intuición pastoral
Revdo. Waldemar Woźniak
77 Nota sobre la Jornada Mundial
de la Salud Mental
S.Em. Card. Javier Lozano Barragán
40 Nota del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud
sobre el denominado derecho
a la salud reproductiva
78 Comisión Episcopal
para la Pastoral de la Salud
de la República Centroafricana
Dr. Reginamaria Eder
Las ilustraciones de este número proceden del volumen:
“Archivio Segreto Vaticano”
a cura di Terzo Natalini, Sergio Pagano, Aldo Martini.
Firenze, Nardini Editore, 1991
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Mensaje del Papa Benedicto XVI
para la XIV Jornada Mundial del Enfermo
ADELAIDA, AUSTRALIA, 11 FEBRERO 2006
Queridos hermanos y hermanas:
El 11 de febrero del 2006, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen de Lour-
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des, se celebrará la 14ª Jornada Mundial del Enfermo. El año pasado la Jornada se
desarrolló en el Santuario mariano de Mvolyé en Yaoundé, y en esa ocasión, en nombre de todo el Continente africano, los fieles y sus Pastores reafirmaron su compromiso pastoral a favor de los enfermos. La próxima Jornada se celebrará en Adelaide,
Australia, y las manifestaciones culminarán con la Celebración eucarística en la Catedral dedicada a San Francisco Javier, incansable misionero de las poblaciones de
Oriente. En esa oportunidad, la Iglesia desea inclinarse con particular solicitud sobre
las personas que sufren, llamando la atención de la opinión pública sobre los problemas ligados con la dificultad mental, que afecta a un quinto de la humanidad y constituye una real y verdadera emergencia socio-sanitaria. Al recordar la atención que
mi venerado predecesor Juan Pablo II dedicaba a esta manifestación anual, también
yo, queridos hermanos y hermanas, quisiera estar presente espiritualmente en la Jornada Mundial del Enfermo para detenerme a reflexionar en sintonía con los participantes sobre la situación de los enfermos mentales en el mundo y solicitar el compromiso de las Comunidades eclesiales dando testimonio de la tierna misericordia
del Señor.
En muchos Países aún no existe una legislación al respecto y en otros falta todavía
una política bien definida sobre la salud mental. Asimismo, hay que notar que la prolongación de conflictos armados en varias regiones de la tierra, el acontecimiento de
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terribles catástrofes naturales, la expansión del terrorismo, además de causar un número impresionante de muertos, han generado en no pocos supérstites traumas psíquicos, de los que difícilmente se recuperan. En los Países que cuentan con un elevado desarrollo económico, los expertos reconocen también como origen de nuevas
formas de transtorno mental la influencia negativa de la crisis de los valores morales.
Esto aumenta el sentido de soledad, minando e incluso disgregando las tradicionales
formas de cohesión social, comenzando por el instituto de la familia y marginando a
los enfermos, especialmente aquellos mentales, a menudo considerados como un peso para la familia y para la comunidad. Quisiera hacer resaltar aquí el mérito de quienes, en formas y niveles diferentes, trabajan para que no disminuya el espíritu de solidaridad, y se persevere más bien en la atención a estos hermanos y hermanas nuestros, inspirándose en ideales y principios humanos y evangélicos.
Por tanto, animo los esfuerzos de quienes trabajan para que se otorgue a todos los
enfermos mentales el acceso a los cuidados necesarios. Lamentablemente, en muchas partes del mundo los servicios a favor de estos enfermos son carentes, insuficientes o en ruina. El contexto social no siempre acepta a los enfermos de mente con
sus limitaciones, y también debido a esto hay dificultad para lograr los necesarios recursos humanos y financieros. Se advierte la necesidad de integrar mejor el binomio
terapia adecuada y nueva sensibilidad frente a la dificultad, de modo que se permita
a los agentes del sector salir al encuentro con mayor eficacia de los enfermos y de las
familias que por sí solos no tienen la capacidad de seguir adecuadamente a sus familiares en dificultad. La próxima Jornada Mundial del Enfermo es una circunstancia
oportuna para manifestar solidaridad a las familias que tienen a su cargo a personas
enfermas de mente.
Deseo dirigirme ahora a vosotros, queridos hermanos y hermanas afligidos por la
enfermedad, para invitarles a ofrecer junto con Cristo vuestra condición de sufrimiento al Padre, con la seguridad de que cada prueba acogida con resignación tiene
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merecimiento y atrae la benevolencia divina sobre toda la humanidad. Manifiesto mi
aprecio hacia quienes los asisten en los centros residenciales, en los Day Hospital, en
los Departamentos de diagnósticos y cuidados, y los exhorto para que hagan todo lo
posible a fin de que nunca falte al necesitado la asistencia médica, social y pastoral
que respete la dignidad propia de cada ser humano. La Iglesia, especialmente mediante la obra de los capellanes, no dejará de ofrecerles su ayuda, ya que está totalmente convencida de que está llamada a manifestar el amor y la solicitud de Cristo
hacia los que sufren y los que se ocupan de ellos. A los agentes pastorales, a las asociaciones y organizaciones del voluntariado recomiendo que sostengan, con formas e
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iniciativas concretas, a las familias que tienen a su cargo enfermos mentales, a favor
de los cuales auspicio que aumente y se difunda la cultura de la acogida y de la comparticipación, gracias también a leyes adecuadas y a planos sanitarios que prevean
recursos suficientes para su aplicación concreta. Urge la formación y la actualización
del personal que trabaja en un sector tan delicado de la sociedad. Cada cristiano, según su propia tarea y su responsabilidad, está llamado a brindar su aporte a fin de que
se reconozca, se respete y se promueva la dignidad de estos hermanos nuestros.
Duc in altum! Esta invitación de Cristo a Pedro y a los Apóstoles la dirijo a las Comunidades eclesiales esparcidas en el mundo y, de manera especial, a los que están al
servicio de los enfermos, porque con la ayuda de María Salus infirmorum, den testimonio de la bondad y de la paternal solicitud de Dios. La Virgen Santa consuele a los
que están marcados por la enfermedad y sostenga a los que, como el buen Samaritano, suavizan las llagas corporales y espirituales. A cada uno aseguro un recuerdo en
la oración, mientras gustoso imparto a todos mi Bendición.
Desde el Vaticano, 8 de diciembre de 2005.
BENEDICTO XVI
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Discurso del Santo Padre Benedicto XVI
durante su visita al Hospital Infantil del “Niño Jesús”
VIERNES, 30 DE SEPTIEMBRE 2005
Señores administradores
del hospital y distinguidas autoridades;
queridos niños:
Al final de mi visita, me alegra entretenerme con vosotros, agradeciéndoos vuestra
cordial acogida.
Doy las gracias al señor presidente de este
hospital pediátrico “Niño Jesús” por las palabras que me ha dirigido en nombre de todos
vosotros, palabras de fe y de verdadera caridad cristiana. Saludo a los presidentes de la
región y de la provincia, al alcalde de Roma y
a las demás autoridades aquí reunidas. Mi gratitud va también a los administradores, a los
directores y a los coordinadores de los departamentos del hospital, así como a los médicos,
a los enfermeros y a todo el personal. Con
afecto me dirijo sobre todo a vosotros, queridos niños, y a vuestros familiares, que están
junto a vosotros con mucha solicitud. Gracias
de corazón a vuestro representante, que me ha
ofrecido un hermoso regalo en nombre de toda la familia del “Niño Jesús”. Estoy cerca de
cada uno de vosotros y quisiera haceros sentir
el consuelo y la bendición de Dios. El mismo
deseo quiero expresar a quienes se encuentran
en las sucursales de Palidoro y Santa Marinella, igualmente tan cerca de mí.
Para mi primera visita a un hospital, he elegido el “Niño Jesús” por dos motivos: ante
todo, porque este centro pertenece a la Santa
Sede, y lo sigue con solicitud el cardenal Secretario de Estado, que está aquí presente. Al
pasar por algunas salas y encontrarme con
tantos niños que sufren he pensado espontaneamente en Jesús, que amaba tiernamente a los
niños y quería que los dejaran acercarse a él.
Sí, como Jesús, también la Iglesia manifiesta
una predilección particular por la infancia, especialmente cuando se trata de niños que sufren. Este es, pues, el segundo motivo por el
que he venido a visitaros: para testimoniar
también yo el amor de Jesús a los niños, un
amor que fluye espontáneamente del corazón
y que el espíritu cristiano acrecienta y refuerza. El Señor dijo: “Cuanto hicisteis a uno de
estos hermanos míos más pequeños, a mí me
lo hicisteis” (Mt 25, 40. 45). En toda persona
que sufre, más aún si es pequeña e indefensa,
Jesús nos acoge y espera nuestro amor.
Por tanto, queridos amigos, es importante
el trabajo que realizáis aquí. Pienso en las
operaciones de vanguardia, que dan renombre al “Niño Jesús”; pero pienso también y
sobre todo en el trabajo ordinario, de cada
día: la acogida, la hospitalización y la asistencia solícita a los pequeños pacientes – ¡y
son tantos! –, que se dirigen a vuestras estructuras sanitarias. Esto requiere una gran
disponibilidad, una búsqueda constante para
multiplicar los recursos disponibles; exige
atención, espíritu de sacrificio, paciencia y
amor desinteresado, para que las madres y
los padres puedan encontrar aquí un lugar
donde se respire esperanza y serenidad incluso en los momentos de mayor aprensión.
Permitidme expresar aún unas palabras
precisamente sobre la calidad de la acogida y
de la atención que se reserva a los enfermos.
Aquí vuestra preocupación es asegurar un
tratamiento excelente no sólo bajo el perfil
sanitario, sino también bajo el aspecto humano. Tratáis de dar una familia a los pacientes
y a sus acompañantes, y esto requiere la contribución de todos: de los dirigentes, de los
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médicos, de los enfermeros y de los agentes
sanitarios en las diferentes unidades, del personal y de las numerosas y beneméritas organizaciones de voluntarios, que diariamente
prestan su valioso servicio. Este estilo, que
vale para toda clínica, debe caracterizar de
modo especial a las que se inspiran en los
principios evangélicos. Además, para los niños no hay que escatimar ningún recurso. Por
tanto, en el centro de todo proyecto y programa debe estar siempre el bien del enfermo, el
bien del niño enfermo.
Queridos amigos, gracias por vuestra colaboración en esta obra de gran valor humano,
que representa también un apostolado muy
eficaz. Rezo por vosotros, sabiendo que esta
misión vuestra es ardua. Pero estoy seguro de
que todo resultará más fácil si, al dedicar
vuestras energías a todos los pequeños huéspedes, sabéis reconocer en su rostro el rostro
de Jesús. Al recogerme en la capilla, me he
encontrado con los sacerdotes, las religiosas
y cuantos acompañan vuestro trabajo con su
dedicación, en particular asegurando una
oportuna animación espiritual. Que la Iglesia
sea precisamente el corazón del hospital: de
Jesús realmente presente en la Eucaristía, del
dulce Médico de los cuerpos y de las almas,
sacad la fuerza espiritual para confortar y curar a cuantos están internados aquí.
Por último, permitidme una reflexión exquisitamente pastoral, como Obispo de Roma. El hospital “Niño Jesús”, además de ser
una obra inmediata y concreta de ayuda de la
Santa Sede a los niños enfermos, representa
una vanguardia de la acción evangelizadora
de la comunidad cristiana en nuestra ciudad.
Aquí se puede dar un testimonio concreto y
eficaz del Evangelio en contacto con la humanidad que sufre; aquí se proclama con los
hechos el poder de Cristo, que con su espíritu
cura y transforma la existencia humana. Oremos para que, junto con la asistencia, se comunique a los pequeños huéspedes el amor
de Jesús. Que María santísima, Salus infirmorum – Salud de los enfermos –, a quien
sentimos aún más cerca, como Madre del Niño Jesús y de todos los niños, os proteja a vosotros, queridos enfermos, y a vuestras familias, a los dirigentes, a los médicos y a toda la
comunidad del hospital. A todos imparto con
afecto la bendición apostólica.
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Carta del Santo Padre
al Cardenal Lozano Barragán
A Nuestro Venerable Hermano
S. E. R. Cardenal JAVIER LOZANO BARRAGÁN
Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud
Me uno a toda la amada comunidad mexicana de Roma y de tu patria, Venerable
Hermano, y con satisfacción comparto en este momento feliz las manifestaciones
sencillas y profundas de reconocimiento dedicadas a tí en estos días en que se celebrará el jubileo de oro de tu sacerdocio.
De hecho, antes de que Nuestro predecesor Juan Pablo II, de inmortal memoria, te
confiase el cargo de Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, tú
ya habías desarrollado gran parte de tu ministerio sacerdotal en variadas y múltiples
obras y servicios en favor de la Iglesia en tu patria donde brillaron tus cualidades pastorales y la conciencia del deber.
No considero necesario evocar aquí detalladamente los consejos útiles de tu trabajo en la Sociedad Teológica Mexicana, en el Instituto Teológico Pastoral CELAM, y
sobre todo en el cargo episcopal de la archidiócesis de Ciudad de México y luego los
doce años de guía prudente de la grey de Zacatecas donde con particular amor promoviste la renovación del clero, la consolidación de las estructuras de la diócesis y el
diálogo con la cultura.
A los méritos de tu provechoso apostolado, es preciso añadir también los numerosos y grandes servicios que tú ofreces en calidad de miembro activo de varios Ministerios de la Curia Romana. Y, como hemos dicho antes, tu actividad se ha distinguido
durante estos nueve años en beneficio de la Pastoral de la Salud.
Por tanto, Venerable Hermano, tenemos razones para dirigirte personalmente a través de esta carta nuestras sentidas felicitaciones con ocasión del 50º aniversario de tu
Sacerdocio que, por gracia de Dios, se cumple el próximo 30 de octubre.
Nos unimos a tí, pues, no sólo con particular benevolencia, sino también con esta
carta, dando gracias a Dios, Autor de todo bien, y manifestándote las merecidas congratulaciones por un ministerio tan fecundo y variado. Finalmente, al formular los
augurios de muchos años aún de buena salud en la viña elegida de la Iglesia al servicio de Dios, te impartimos de corazón Nuestra Bendición Apostólica, prenda segura
de las gracias celestiales y signo evidente de nuestra benevolencia.
Desde el Vaticano, 26 de octubre de 2005,
primer año de Nuestro Pontificado.
BENEDICTO XVI
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Saludo de homenaje
al Cardenal Javier Lozano Barragán
con ocasión del Jubileo de Oro Sacerdotal
30 DE OCTUBRE DE 2005
Eminencia Reverendísima:
En nombre del Pontifico
Consejo para la Pastoral de la
Salud y de todas las personas
presentes, dirijo a usted, Eminencia, una palabra de homenaje con ocasión del 50º aniversario de su ordenación sacerdotal.
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1. La circunstancia que nos
ve reunidos esta tarde en esta
bellísima Iglesia de Santa María en Trastevere es conocida
por todos, esto es, la celebración del 50º de Misa, como se
acostumbra decir en Italia, del
Cardenal Javier Lozano Barragán, Presidente del Pontificio
Consejo para la Pastoral de la
Salud.
2. Eminencia, como bien sabemos la cifra 50 es bíblica; y
en su caso, se trata de festejar
medio siglo de servicio generoso y fiel a Dios y a la Iglesia.
3. Su Jubileo es un kairos en
el sentido de que se celebra al
término del año de la Eucaristía y en el mes del Sínodo de
Obispos sobre la Eucaristía;
deseo subrayar con esto el nexo profundo que une el sacerdocio a la eucaristía que estamos por celebrar.
4. Como el Santo Padre ha
recordado en la carta que le ha
dirigido, en estos 50 años de
rico y fecundo ministerio sacerdotal, usted ciertamente ha
experimentado la bondad y la
benevolencia de Dios hacia su
persona, pero también su amor
y su misericordia al haberle
llamado y haberle otorgado el
grande don del sacerdocio. A
esta grande gracia, usted ha
respondido diciendo sí al proyecto de Dios, siguiendo el
ejemplo de la Virgen Santísima, confiándose plenamente a
Dios que hace crecer esa semilla espiritual que en la caridad
pastoral lo configura a Cristo,
eterno Sacerdote y Buen Pastor. Frente a tan sublime misterio de la vocación y del don
del sacerdocio, sólo nos queda
cantar con el salmista:
Misericordiam Domini
in aeterno cantabo
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5. Como lo hace desde hace
50 años, dentro de poco, usted
elevará el cáliz de la sangre de
Cristo, el cáliz de la salvación,
fuente y cumbre de su vida sacerdotal; el sacerdocio es el
ministerio sagrado de la Iglesia por la “salus animarum”.
La eucaristía es la mejor respuesta a la interrogante fundamental: ¿cómo dar gracias al
Señor por todos los beneficios
espirituales recibidos durante
estos 50 años? Levantaré el
cáliz de salvación, invocando
su Nombre.
Que esta Santa Eucaristía
refuerce cada vez más su
amistad con Jesús eucaristía y
reavive en los fieles, en nosotros, el deseo de conocer, amar
y servir a Dios en todo y en todos.
Una vez más, en nombre de
todos muchísimos augurios de
paz, gozo y bien en el Señor.
Así sea.
S.E. Mons. JOSÉ L.
REDRADO, O.H.
Obispo titular de Ofena,
Secretario del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud
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Homilía con ocasión del Jubileo Sacerdotal de Oro
BASÍLICA DE SANTA MARÍA EN TRASTEVERE
ROMA, 30 DE OCTUBRE DE 2005
Cincuenta años de sacerdocio son un regalo muy especial
del Señor. La vocación al sacerdocio ministerial ya es de
suyo algo que causa asombro.
La vida en sí misma es el
gran don que el Señor nos ha
donado; celebrar un aniversario como éste es motivo aún
más grande para agradecer
sinceramente a Dios. El ha entregado este don en nuestras
manos y a cada uno nos ha
confiado una tarea que en último análisis es para que desarrollemos aún más el don recibido. El distribuye estos dones
como mejor cree. Según mi
parecer, el más grande de
ellos es el que nos hace hijos
de Dios y, luego, entre los hijos de Dios, el conceder a algunos el don del sacerdocio
ministerial.
Así, pues, llegando al quinquagésimo aniversario de la
acogida de este don que ha
configurado toda mia vida, mi
respuesta no puede ser otra sino la de agradecer al Señor
por todo lo que han significado estos cincuenta años para
mí. El Señor me ha dado la vida, me ha hecho el don fundamental de la filiación divina
con el Bautismo y con los demás sacramentos y hace cincuenta años quiso ofrecerme
el don especial que me causa
más asombro: mi Ordenación
sacerdotal.
Cada don comporta también una obligación que se debe desenvolver de acuerdo
con la forma como el Señor
quiso manifestarse en cada
uno de nosotros. El ayuda para que el desarrollo del don siga perteneciendo también a
El. Hoy deseo agradecer al
Señor por todo lo que durante
estos 50 años ha querido realizar a través de mi persona. Estoy convencido de que todo el
bien proviene de El, mientras
todas las faltas provienen de
mí. Por esto, junto con el pleno agradecimiento al Señor,
deseo pedirle sinceramente
perdón y misericordia por las
veces que he faltado al no haber estado a la debida altura.
En mi Ordenación sacerdotal
mi lema fue la gloria de Dios;
en la Ordenación episcopal ha
sido ser testigo de la Resurrección del Señor, que ha sido también el de mi creación
como Cardenal. Cuando recordé el año pasado el Jubileo
de Plata episcopal, celebré la
Eucaristía como agradecimiento; hoy, al recordar el Jubileo de Oro sacerdotal, deseo
ofrecer la Eucaristía como
oración para obtener la misericordia y el perdón de Dios.
Pero hoy es también un día
de agradecimiento a todos vosotros y a todos los que han
delineado mi vida sacerdotal
durante estos 50 años. Tengo
presente mi Diócesis de origen, Zamora, mi Seminario,
mi Obispo que me llamó para
ser sacerdote, Su Excelencia
José Gabriel Anaya y Diez de
Bonilla; el Obispo que me ordenó: el Cardenal Carlo Confalonieri; también tengo presente al Pontificio Colegio Pío
Latinoamericano donde fui
ordenado, a mis Superiores de
entonces; a mis profesores de
la Pontificia Universidad Gregoriana; a mis colegas profesores del Seminario de Zamora; a los queridos Cardenales
y Obispos del Consejo Episcopal para América Latina
con quienes he trabajado por
más de veinticinco años, a los
diferentes Centros teológicos
que me acogieron como profesor tanto en América como
en Europa; a la Archidiócesis
de México, donde fui Obispo
auxiliar durante cinco años y
medio; a la Diócesis de Zacatecas de la cual el Señor me
concedió ser su Obispo por
doce años; al llorado Papa
Juan Pablo II que me llamó
para que colaborase con él en
la Curia Romana; a Su Santidad el Papa Benedicto XVI
que se ha dignado confirmarme en el mismo cargo y que
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se ha hecho presente especialmente hoy con su sentida carta de augurios que hemos escuchado hace poco.
Advierto también una presencia especial de todo el Colegio cardenalicio que, por intermedio del Cardenal Secretario de Estado, Su Eminencia
Angelo Sodano, me ha enviado la cordial carta de augurios
que también hemos leído; del
Dicasterio de la Pastoral para
la Salud con su Secretario
S.E. Mons. José Luis Redrado
y con el Vice-Secretario, el
Revdo. P. Felice Ruffini, mi
Secretario personal Mons.
Antonio Soto y los demás oficiales del Dicasterio, junto
con los Miembros y los Consultores, por la acogida y el
trabajo que venimos desarrollando desde hace ya nueve
años, y de toda la Curia Romana.
También merece ser recordada en forma especial mi familia. En particular mi madre,
que tuvo una parte muy importante en mi vocación sacerdotal y me acompañó desde cerca durante los primeros
veinte años de mi vida sacerdotal, hasta su muerte. Mis
hermanos, mis sobrinos, todas
las personas a las que debo
mucho.
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Un agradecimiento especial
debo dar a las Hermanas que
me han acompañado durante
toda mi vida episcopal: Sor
Estela y Sor Eloísa.
Al llegar a Roma hace nueve años, fui acogido con particular amistad por muchas familias romanas, que me honran con su especial consideración. Me han hecho sentir en
mi casa. Deseo agradecer aquí
a las familias Romagnoli-Castellano, Magliarditi, Giunchiglia, Padoan, Colucci y al
Prof. Giovanni Minisola, así
como a muchas familias más
de las cuales soy deudor. Gracias a todos.
Son cincuenta años de sacerdocio que el Señor me ha
concedido sin mérito alguno
de mi parte. El actuar in persona Christi, haciendo contemporáneamente presente su
obra salvífica, es el don más
gratificante que puedo recibir,
y es la mejor realización que
puedo encontrar para dar sentido a mi vida. Gracias infinitas al Padre que me ha concedido su Espíritu a fin de que
pudiese conformarme a Cristo
Capite, Pastor, Siervo y Esposo de su Iglesia. Permítanme
una vez más presentar mi más
profundo agradecimiento, que
recibirá en el cielo, al Santo
Padre Juan Pablo II, que me
llamó para ayudarlo en su tarea de orientar, promover y
coordinar en su nombre la
Pastoral de la Salud; y deseo
una vez más agradecer al Santo Padre Benedicto XVI, no
sólo por haberme confirmado
como Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral
de la Salud, sino también por
toda la benevolencia que he
recibido de él antes de que
fuera elegido Sumo Pontífice.
No puedo concluir sin manifestar mi agradecimiento
sincero y muy cordial al P.
Matteo, Párroco de esta Parroquia de Roma, marcada con el
número uno entre todas las
existentes en la Urbe, por su
disponibilidad hacia el parroquiano más cercano, ya que
mi habitación forma precisamente ángulo con esta bellísima Basílica. Desde cuando le
he manifestado mi deseo de
celebrar aquí mi Jubileo, ha
aceptado con mucha cordialidad y mucha disponibilidad
para que todo sea posiblemente bello y eficiente. Junto al
párroco deseo agradecer también a la Comunidad de
Sant’Egidio. Su solicitud y
eficacia han sido indispensables para este evento significativo. Gracias, gracias por todo.
La vida está en las manos
de Señor. Por el espacio que el
Señor aún querrá concederme
para trabajar en su Iglesia, os
pido que me ayudéis a implorar al Señor Jesús, Sumo y
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Eterno Sacerdote, la gracia
para realizar en el mejor modo
posible mi misión.
La Virgen ha estado en el
nacer de mi sacerdocio, especialmente bajo la invocación
de Guadalupe. En su Santuario en México, recibí la Ordenación Episcopal, agradecí
por el don gratuito del Cardenalato y he celebrado el Jubileo de Plata episcopal. Hoy,
en esta Basílica de Santa María en Trastevere, entre las
más antiguas y bellas dedicadas a la Santísima Virgen, tengo el privilegio de celebrar mi
Jubileo de Oro Sacerdotal. En
el icono central del ábside podemos contemplar a Cristo
que abraza con ternura a su
madre y le dice: Ven elegida
mía y te colocaré en mi trono;
la Virgen le responde: Su mano izquierda sobre mi cabeza
y con la derecha me abraza.
Quiera la Virgen acogerme en
sus brazos maternos y también yo sea estrechado por
Cristo en su infinita misericordia; que este sea el sentido
de esta Eucaristía y la prenda
del abrazo final de perdón y
de acogida que benignamente
espero recibir.
S.Em. Card. JAVIER
LOZANO BARRAGÁN
Presidente del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud
Santa Sede
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Argumentos
Dolor - Música - Oración
Seguridad y salud humana
Enfermos en la cárcel,
la importancia
de la intuición pastoral
Nota del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la salud
sobre el denominado derecho
a la salud reproductiva
El ministerio católico de la salud
en Canadá
España: los profesionales
de la salud
Homosexualidad y campaña
contra la homofobia en México
Protocolo de entendimiento
entre la Región Lombardía y la
Región Eclesiástica Lombardía
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Dolor - Música - Oración
EVALUACIÓN DE LOS EFECTOS DE LA MÚSICA Y DE LA ORACIÓN
EN LA EFICACIA DE LA TERAPIA FARMACOLÓGICA EN SUJETOS AFECTOS
DE CEFALEA MÚSCULO-TENSIONAL (DOLOR CRANIO-FACIAL)
PRIMERA PARTE
Parte General
Para entender mejor el planteamiento del estudio que
afrontaremos, nos complace
iniciar proporcionando las definiciones más acreditadas que
la literatura da sobre el dolor,
la música (músicoterapia) y la
oración.
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Definición del dolor
Sobre el dolor presentamos:
1) la definición del Comité para la Taxonomía de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor: “El dolor es una
experiencia sensorial y emocional displacentera, la cual
se encuentra asociada a un daño tisular, real, potencial, o
bien, descrito en términos de
dicho daño” (I.A.S.P., 1979), y
la definición de la Escuela Algológica Florentina: “El dolor
es una entidad psicofísica de
valores universales, en cuya
percepción están en causa factores individuales, culturales y
religiosos diferentes y a cuyo
encuadramiento participan no
sólo las ramas de la medicina
y de la biología, sino también
las de las ciencias humanas
(Filosofía y Psicología)” (P.L.
Zucchi, 1983).
Definición de la Musicoterapia
Rolando Benenzon la define
de este modo: “La Musicoterapia es una técnica psicoterapéutica que emplea el sonido,
la música, el movimiento y los
instrumentos del cuerpo, sonoros y musicales, para determinar un proceso histórico de
vínculo entre el terapeuta y su
paciente o grupos de pacientes, con el objetivo de mejorar
la calidad de la vida, rehabilitar y recuperar a los pacientes
para la sociedad”.
Definición de la Oración
De las diferentes definicio-
nes que se da sobre la oración,
hemos elegido la que aparece
en el Dizionario Enciclopedico
di Spiritualità (vol. 3, Città
Nuova, 1990) y la que nos
proporciona el Catecismo de la
Iglesia Católica (CIC). El Diccionario Enciclopédico de Espiritualidad define la oración
del siguiente modo: “La oración es un fenómeno primario
de la vida religiosa, es el corazón, el gesto central, hasta el
punto que ella caracteriza al
hombre religioso de aquel que
no es religioso. Como la religión, se trata de un hecho universal, que lo encontramos en
la fe popular de todos los pueblos y de todas las culturas.
Presupone la fe en un Dios
personal y presente. Dios está
en la conciencia del que ora
no como una idea filosófica o
teológica, sino como una realidad, como una persona presente. La relación con Dios es
vivida como distancia y también como contacto. El creyente no tiene ninguna duda sobre
la posibilidad de comunicar
con Dios aunque no lo ve; sabe también que está obligado,
en sentido estricto, a orar. Por
esto la encontramos en todas
las religiones teístas como acto fundamental de la vida religiosa, incluso allí donde la fe
en un Dios personal (o en dioses personales) sólo se configura de modo vago, o está
ofuscada por falsas representaciones. Este es un signo de
que el hombre no degenerado
no puede vivir sin la oración”.
El Catecismo de la Iglesia
Católica (CIC) define la oración de la forma siguiente: La
oración supone un esfuerzo y
una lucha contra nosotros mismos y contra las astucias del
Tentador. El combate de la
oración es inseparable del
“combate espiritual” necesario para actuar habitualmente
según el Espíritu de Cristo: se
ora como se vive porque se vive como se ora (CCC, 2752).
En el combate de la oración
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debemos hacer frente a concepciones erróneas, a diversas
corrientes de mentalidad, a la
experiencia de nuestros fracasos. A estas tentaciones que
ponen en duda la utilidad o la
posibilidad misma de la oración conviene responder con
humildad, confianza y perseverancia (CCC, 2753).
Las dificultades principales
en el ejercicio de la oración
son la distracción y la sequedad. El remedio está en la fe, la
conversión y la vigilancia del
corazón (CCC, 2754).
Dos tentaciones frecuentes
amenazan la oración: la falta
de fe y la acedia que es una
forma de depresión o de pereza
debida al relajamiento de la ascesis y que lleva al desaliento
(CCC, 2755).
La confianza filial se pone a
prueba cuando tenemos el sentimiento de no ser siempre escuchados. El Evangelio nos invita a conformar nuestra oración al deseo del Espíritu
(CCC, 2756).
“Orad continuamente” (1 Ts
5, 17). Orar es siempre posible. Es incluso una necesidad
vital. Oración y vida cristiana
son inseparables (CCC, 2757).
La oración de la ‘Hora de
Jesús’, llamada con razón
‘oración sacerdotal’ (Jn, 17),
recapitula toda la Economía
de la creación y de la salvación. Inspira las grandes peticiones del ‘Padre Nuestro’”
(CCC, 2758).
Aspectos históricos
Todos los históricos concuerdan que el primer ejemplo
del efecto positivo de la Musicoterapia en el organismo es el
que encontramos en la Biblia
en el siguente paso (1 Samuel
16, 23): “Cuando el espíritu de
Dios saltaba a Saúl, tomaba
David la cítara, la tocaba, Saúl encontraba calma y bienestar, y el espíritu malo se apartaba de él”.
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Otros documentos que ponen en primer plano la influencia que tiene la Musicoterapia en el cuerpo son los
antiguos papiros egipcios de
medicina, que Petrie descubrió
en 1899 en Karoun y que se
remontarían al 1500 a.C. En
estos papiros sobresale la influencia terapéutica de la música con respecto a la fertilidad
y al bienestar de la mujer embarazada. Dicho planteamiento lo encontramos también en
recientes estudios (R. Coluzzi,
Musicoterapica e Gravidanza,
Il Microtauro Editore, Roma,
2004). Asimismo, en la cultura egipcia se pensaba que el
dios Thot hubiese creado el
mundo no con el pensamiento
o la acción, sino únicamente
con su voz.
De la abundante literatura
vemos que se han efectuado estudios sobre el efecto de la música en varias patologías, partiendo de una base empírica.
En las sociedades primitivas
se consideraba con frecuencia
que todo ser, viviente o muerto, podía ser identificado a través de un sonido propio al cual
respondía. Es por esto que durante los ritos mágicos para la
salud de su paciente, los médicos exorcistas trataban de descubrir el sonido al que podía
responder el enfermo.
Los griegos utilizaron la música como verdadera y real terapia para preservar y curar
muchas enfermedades físicas y
mentales.
Desde la época pre-homérica del mito de Orfeo y Eurídice, se señalaban los beneficiosos efectos terapéuticos de la
música. De hecho, se narra que
Orfeo, hijo de Apolo, dios de
la música, y de Caliope, musa
del canto, crease con su arte
condiciones tan agradables que
hasta los pájaros se le acercaban creando en él una aureola,
los peces salían de las aguas
para escuchar su canto, los árboles se doblaban para acercarse a él. Se narra en los textos de mitología que Orfeo,
enamorado de Eurídice, que
muere por la mordida de una
serpiente, fue hasta el infierno
para encontrar a su enamorada
y hacerla volver entre los vivos. Frente al río Estigia, que
separa el mundo de los vivos
de aquel de los muertos, en-
cuentra al barquero Caronte.
Orfeo comienza a cantar y Caronte, fascinado por melodía lo
lleva a la otra orilla e incluso lo
acompaña por un trecho. También Cerbero, la bestia de tres
cabezas, al sentir el canto de
Orfeo, se vuelve manso y se
pone a sus pies. Todo el Hades
permanece inmóvil mientras
escucha el canto de Orfeo, y de
todas las partes del infierno llegan las almas de los difuntos
inebriadas por su cantar.
Lamentablemente,
Orfeo
muere despedazado por un
grupo de sacerdotisas embria-
gadas de Dionicio; Zeus, entristecido, pondrá en el cielo la
cabeza del sublime cantor en la
constelación Lira.
Con Platón (427-347 a.C.)
se introduce el concepto que el
mundo está constituido según
principios musicales, que la
música tiene poder en la parte
irracional de Yo, y que la filosofía es la expresión más elevada de la música. Para Platón,
la música representa una forma
de higiene mental por lo que
escribe que “toda nuestra vida
tiene necesidad de euritmia”
(República).
Para Aristóteles (384-322
a.C.), experto musicólogo, las
artes del ritmo contribuyen para mejorar la moral, obtener
calma, serenidad y la desaparición del ansia.
Plinio el Viejo (23-79) narra
que Catón recordaba un motivo musical para la terapia del
dolor provocado por los calambres musculares, y Varrón
(116-27 a.C.) indicaba otros
motivos para curar la gota.
Enrico Cornelio Agrippa
(63-12 a.C.) relaciona las cuatro partes vocales a los elementos cósmicos: el bajo con la
tierra, el tenor con el acqua, el
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contralto con el aire y el soprano con el fuego. Asimismo,
comparó el modo dórico con el
agua y la flema, aquel frigio
con el fuego y la bilis amarilla,
el lidio con el aire y la sangre y
el mixolidio con la tierra y la
bilis. Sin embargo, en cada
cultura y en cada época la música posee un poder sugestivo,
casi mágico para cada individuo: baste pensar en nuestra
tradición al poder calmante de
las canciones de cuna o a las
cantilenas para niños.
El hombre ha identificado el
sonido como fuerza cósmica
presente desde los orígenes del
mundo y que ha asumido la
forma verbal. Este concepto es
remarcado en el primer capítulo del Evangelio de Juan: “En
el principio la Palabra existía
y la Palabra estaba con Dios,
y la Palabra era Dios”.
En el curso de la historia, el
sonido no tiene sólo un significado individual, sino también
un alcance social. Algunos investigadores consideran que en
los primeros tiempos del Cristianismo, las campanas de las
iglesias servían para alejar los
espíritus del infierno de estos
lugares de culto.
Aurelianus (214-275 d.C.)
recordaba el empleo de la música para el tratamiento general
de la locura y para la terapia
local de la siática.
San Agustín (354-430 d.C.)
subraya en el VI volumen de
su “De musica” la experiencia
musical como algo fundamental para la existencia del individuo.
En el medievo, a partir del
siglo V, son los monjes los depositarios tanto de la ciencia
médica como de la música. En
el monasterio de S. Gallo en
Suiza, se atribuían poderes
muy beneficiosos a las composiciones musicales del célebre
monje Notker Balbulus.
En el siglo XIV las Escuelas
Médicas de Salerno y Montpellier, pusieron en evidencia la
importancia de la música como
“simpatía universal”, definida
de ese modo por Arnaldo de
Villanova de la Escuela de
Montpellier.
Paracelso (1493-1541), ciertamente es el más conocido de
los médicos del Renacimiento,
y define la enfermedad como
el resultado de un desequilibrio
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profundo, cuyo origen es al
mismo tiempo físico, mental,
emocional, pasional y musical.
En su libro Anatomía de la
melancolía (162), Robert Burton (1577-1640) puso de relieve los efectos terapéuticos de
la música en los estados patológicos de la mente, particularmente en la melancolía.
En el siglo XVIII, Mesmer,
amigo de Mozart, Haydn y
Gluck, y defensor de la célebre
tesis del influjo de los planetas
en los fenómenos fisiológicos
y patológicos, sostenía que la
música desempeñaba un papel
esencial en la vida del individuo.
En Schopenhauer (17881860), así como en todo el período del Romanticismo, la
música ha sido considerada como Ciencia de la armonía, y
de este modo ha constituido el
trámite más directo de acceso
al Absoluto. Schopenhauer
afirma que mientras el arte en
general es la objetivación de la
voluntad de vivir, la música es
la revelación inmediata o directa de la misma voluntad de
vivir. Al respecto, dice: “La
Música es la objetivación e
imagen de toda la Voluntad tan
directa cuanto lo es el mundo
o, antes bien, como son las
Ideas cuyo fenómeno multiplicado constituye el mundo de
cada uno de los objetos: la
Música no es, pues, como las
demás artes, la imagen de las
ideas, sino la imagen de la voluntad en sí, de la que también
las ideas son objetividad. Por
tanto el efecto de la Música es
mucho más poderoso e insinuante de aquel de las demás
artes, ya que estas nos dan sólo el reflejo, mientras que
aquella nos da la esencia”.
Para Kant (1724-180) la
Música representa un a-priori
semántico, por tanto es a-semántica, es decir suscita emociones que recuerdan un significado, bien diferente del lenguaje verbal en que primero se
recuerda el significado y luego
la emoción.
Hegel (1770-1831) exaltará
la Música afirmando que ella
es la expresión del Absoluto en
la forma del sentimiento: de la
noción pitagórica de la música
como armonía a la teoría romántica, la perspectiva nunca
ha cambiado.
Según Stravinskij y Wackenroder (1773-1798) la Música expresa sólo a sí misma; representa un lenguaje de la interioridad que ha perdido la relación con el mundo. En sintonía
con los románticos, ellos consideran que la Música es expresión del Absoluto Interior.
En el siglo XIX, tenemos los
trabajos de Helmholtz (18211894; la teoría fisiológica de la
música) y los de Stumpf
(Tonpsychologie, 1890) que
ponen en evidencia los influjos
que tiene la música en la psique.
Knoblauch (1888) introdujo
el término amusia para indicar
una alteración en la percepción
musical.
Nietzsche (1844-1900) concentró su pensamiento en la
música en su obra juvenil El
nacimiento de la tragedia
(1872), en la que hace una neta
distinción entre el arte apolíneo y el arte dionisíaco. El arte
apolíneo se identifica con el
arte plástico y figurativo que
tiene por objeto el mundo de
las apariencias. El arte dionisíaco se identifica con la Música, que es esencia, diferenciándose así de las demás artes que
cambian la fisionomía de la
apariencia. Nietzsche considera la música como la lengua
primordial que manifiesta la
verdad esencial de la vida. El
lenguaje musical se diferencia
del lenguaje verbal porque no
tiene ninguna referencia inmediata con la realidad, porque
representa el lenguaje de la
emoción, que está en estrecha
relación con la vida afectiva de
cada uno.
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Freud (1856-1939) manifestó siempre una sustancial lejanía para los efectos terapéuticos de la música en ámbito psicológico y psicoanalítico.
Lenin (1870-1924), al igual
que Freud, mantuvo una posición negativa frente a la música, el dictador ruso acostumbraba afirmar: “No puedo escuchar a menudo la música,
influye en mis nervios, me dan
ganas de decir estupideces y
de acariciar a los hombres
que, viviendo en un infierno
sucio, logran crear tanta belleza. Pero hoy no se pueden hacer caricias. Te comerían la
mano. Hoy es necesario golpear sobre las cabezas, pegar sin
piedad no obstante que en el
plano ideal somos contrarios a
toda violencia” (R. Vizioli, La
Musica e il Cervello, Piccin
Editore, Padova, 1987).
También a Hitler (18891945) y a Stalin (1879-1953),
afligidos por un delirio mesiánico el primero y por un delirio
persecutorio el segundo, parece que la música lograse tranquilizarlos durante los momentos de agitación.
En el siglo XX, Victor Bott,
afirma que “la medicina antroposófica se sirve de la pintura,
del modelaje, de la música, del
arte de la palabra y de la euritmia terapéuticas” (Médicine
Antroposophique, Vol II, París
1976, p. 177).
A comienzos del 1900 en algunos hospitales de Estados
Unidos, de Argentina y de Europa (Inglaterra, Bélgica, Italia, Suecia, Dinamarca y Francia) se invitaban a los músicos
para aliviar el dolor físico y
moral de los pacientes.
Nicola Abbagnano (19011990) considera que después
de la interpretación hegeliana
de la música ha cambiado muy
poco en la definición romántica que hoy todavía está fuertemente presente. En su Dizionario di Filosofia (U.T.E.T.,
Torino, 2001), Abbagnano,
afirma: “Esta definición ha
encontrado y encuentra también frecuentes encarnaciones
en la figura de músico, sacerdote y profeta, que sabe escuchar la voz del Absoluto y traducirla en lenguaje sonoro del
sentimiento. También hoy difícilmente se renuncia a añorar
esta representación romántica
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de la Música, que permite que
los que se entienden de ella se
sientan raptados en un horizonte místico en el que los
acordes musicales son palabras de una divinidad escondida”.
Don Campbell y Rolando
Benenzon (R. Benenzon, Manuale di Musicoterapica, Borla
Ed., Roma,1998) son considerados como los mayores expertos contemporáneos en el campo de las relaciones entre música y bienestar. Sobre todo
Don Campbell ha estudiado
los efectos positivos de la música, especialmente de Mozart,
sobre la creatividad, el aprendizaje, la salud y la curación
indicando esta condición como
“Efecto Mozart”. De hecho,
por “Efecto Mozart” se entiende la influencia positiva que
tiene la música en el estado
emotivo, físico y mental del individuo.
En suo libro “L’effetto Mozart” (Baldini e Castaldi Ed.,
Milano, 2002), Don Campbell
hace notar numerosos ejemplos de los efectos positivos de
la música clásica:
– en algunos monasterios de
Bretaña, los monjes hacen que
sus animales escuchen la música porque han descubierto que
las vacas, tratadas con Mozart,
producen más leche;
– en el estado de Washington, los oficiales del departamento para la inmigración tocan Mozart y música barroca
durante las clases de inglés para los nuevos que han llegado
de Camboya, Laos y de otros
países asiáticos, porque están
convencidos de que esto acelera el aprendizaje;
– en el Saint Agnes Hospital
de Baltimora, los enfermos en
las secciones de terapia intensiva, escuchan música clásica.
El Dr. Raymond Bahr, director
de la unidad coronárica, afirma
que media hora de música produce el efecto de 10 mg de Valium;
– en Edmonton, Canadá, se
transmiten por la calle cuartetos para arcos para calmar el
ritmo frenético del tráfico peatonal;
– en el Japón, las distilerías
Ohara, afirman que la densidad
del fermento empleado para
preparar el “sake” (vino de
arroz), aumenta de casi 10 ve-
ces (mejorando por tanto el
producto), si es que el fermento es sometido al influjo de la
música de Mozart;
– en los primeros años 50,
Tomatis y V.E. Negus observaron que en muchos casos los
pájaros nacidos de huevos covados por padres de una especie diferente no cantan, o sólo
imitan los sonidos de los pájaros que los han covado. Esto
indujo a Tomatis a estudiar el
papel del sonido en el útero.
En contraste con la opinión
médica que predominaba en
ese entonces, Tomatis declaró
que el feto es capaz de escuchar y descubrió que el oido
comienza a desarrollarse en la
décima semana de embarazo y
funciona completamente en la
edad intrauterina de 4 meses y
medio. Esto se explica por el
hecho de que los sonidos de
baja frecuencia (como los que
produce la voz humana) tienen
una gran profundidad de penetración en los tejidos biológicos. Estudios de otros investigadores han concordado sobre
la capacidad de parte del recién
nacido de distinguir sonidos y
melodías desde los primeros
meses de vida y que a cuatro
meses los niños también son
capaces de distinguir entre intervalos musicales consonantes y disonantes: potenciales de
acción inducidos por sonidos
en sucesión y de una duración
inferior a 100ms determinan la
percepción de disonancia o
consonancia (Trainor, 1933;
Tramo, 1993; Cariani, 1996).
Estudios referentes a las relaciones entre música y temperatura corporal han puesto en
evidencia que la música relajante tiende a disminuir los niveles térmicos del organismo,
mientras que la música excitante tiende a mantener más
elevados los valores térmicos
(Mc Farland, 1985). Análogamente a la temperatura, también la frecuencia cardiaca y
respiratoria, tiende a disminuir
escuchando la música relajante
y a aumentar con la música excitante (Iwanaga,1997; Staum,
2000). Iwanaga (1955) considera también que la música
con tiempos comprendidos entre 70 y 100 golpes por minuto
se prefiere a ritmos más veloces o más lentos, la preferencia
de cada individuo se orienta
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hacia ejecuciones musicales
con velocidades que más se
acercan a la propia frecuencia
cardiaca.
Hughes (1998) ha puesto en
evidencia que para favorecer el
aprendizaje de los niños, en las
escuelas se ha empleado el
efecto Mozart, haciéndoles escuchar la sonata para piano en
Re Mayor (K 448) de Mozart.
En ámbito neurológico se ha
puesto en evidencia que la escucha de la sonata de parte de
sujetos afligidos de crisis epilépticas se traducía en una reducción de la amplitud de ondas
electroencefalográficas
(Hughes, 1998).
Estudios efectuados acerca
del umbral del dolor han demostrado que dicho umbral aumenta durante la escucha de
música agradable, porque estimularía la liberación de endorfinas (Hetz,1992; Jones,1992).
En una sección de unidad
coronárica se ha demostrado
que la música producía el deseado efecto de relajamiento
en pacientes sometidos a bypass coronárico (Barnason,
1995).
En el siglo XXI, la música
como instrumento terapéutico
fue afrontada en estudios muy
rigurosos que se llevaron al
Congreso Internacional de Venecia “Las Neurociencias y la
Música” (25-27 de octubre de
2002), organizado por la Fundación Pier Franco y Luisa
Mariani.
En el reciente libro de Vittorio Volterra (Melancolia e musica. Creatività e sofferenza
mentale. Ed. Franco Angeli,
Milano, 2003), se presenta el
parecer de numerosos psiquiatras y fisiólogos con respecto a
la música como tratamiento
privilegiado para la melancolía
y la depresión.
En la Musicoterapia podemos identificar dos corrientes
de pensamiento diferentes: la
línea Benenzon-Lecourt y la línea Alvin-Nordoff-RobbinsCremaschi.
Rolando Benenzon (Argentina) y Edith Lecourt (Francia)
incluyen la Musicoterapia en
las terapias psicoanalíticas.
Este planteamiento terapéutico se sigue sobre todo en los
países latinos. Se habla de suministro de piezas musicales
pregrabadas y en la relación
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médico-paciente sobresale sobre todo el papel del musicoterapeuta.
Juliette Alvin en Gran Bretaña, Paul Nordoff y Clive Robbins en Estados Unidos y Giulia Cremaschi Trovasi en Italia
utilizaron la música para estimular el mundo interior del interlocutor, a quien se le lleva a
descubrir sus capacidades. Es
el paciente que representa la
parte activa y que está en el
centro de la terapia. El musicoterapeuta constituye sólo el estímulo al proceso de crecimiento del paciente.
Neurofisiología
de la escucha
18
La parte del Sistema Nervioso especializada para elaborar
los sonidos está constituida por
el Sistema Uditivo del que son
visibles los pabellones auriculares, colocados simétricamente a los lados de la cabeza.
El Sistema Uditivo se subdivide en periférico y central.
Sistema Auricular Periférico
El Sistema Auricular Periférico comprende las estructuras
situadas fuera del encéfalo, esto es, el oido externo, que se
encarga de la transmisión, el
oido medio (huesesillos), para
la transformación y el oido interno (cóclea), encargado de
la transmisión del estímulo sonoro.
Il Sistema Central Auricular
comprende las áreas corticales
específicas, a las que responden con sus interconexciones
las vías aferentes y eferentes.
Las ondas sonoras son ondas
de presión, que son recogidas
por los pabellones auditivos,
son transmitidas por medio del
oido externo al oido central, en
el que se transforman en vibraciones mecánicas gracias a una
serie de huesesillos y son enviadas a la cóclea del oido interno.
En la cóclea las vibraciones
mecánicas se transforman en
vibraciones fluidas gracias al
líquido del que está anegada.
Las terminaciones nerviosas,
stiuadas en la cóclea, traducen
las vibraciones hidráulicas en
imput electroquímicos, que son
enviados al encéfalo (Fig. 1).
Fig. 1 - Funciones del Sistema Auricular Periférico y Central
Estímulo sonoro
OIDO
externo
OIDO
medio
OIDO
interno
TRANSMISIÓN
TRANSFORMACIÓN
TRADUCCIÓN
Sistema Auricular Central
La actividad nerviosa generada en la cóclea es transmitida
al Sistema Nervioso Central a
través del huso coclear del VIII
nervio.
Desde el punto de vista ontogenético el Sistema Auricular
Periférico es muy parecido en
todas las especies animales,
mientras que el Sistema Central
Auricular es más bien diferente
en la especie de roedores y del
gato con respecto al de los primates.
El Sistema Central Auricular
contiene numerosos centros
subcorticales en los que puede
ocurrir la discriminación.
La estimulación auditiva llega a la corteza cerebral sólo
después de una activación secuencial de al menos cuatro
centros subcorticales: el núcleo
coclear, el complejo olivar superior, los núcleos del lemnisco lateral y el geniculado media.
Ambos hemisferios tienen
un papel para la escucha de los
sonidos a través de interconexiones entre el lado derecho e
izquierdo, como se ha demostrado clínicamente en estudios
efectuados con pacientes afligidos de lesiones cerebrales.
La corteza auditiva derecha
es fundamental para la percepción de la tonalidad, de la melodía, de la armonía, del timbre
y del ritmo; éste es identificado
y elaborado por las zonas más
externas de las áreas auditivas
corticales (Tramo, 1993; Sidtis, 1988; Liegeois-Chauvel,
1998).
Estudios neurofisiológicos
han demostrado que existe el
interés de áreas diferentes del
encéfalo, según como los movimientos son ritmados métricamente (tup-tup-tuptup) o no
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VIII nervio
cránico
CORTEZA
(tup-tutup-tup-tu-tup), como
ocurre, por ejemplo, con los
golpes de un dedo sobre la mesa (Sakai, 1998). Si el golpear,
ritmado métricamente, se actúa
con el dedo derecho, se pone en
actividad la corteza frontal izquierda, la corteza parietal derecha y el cerebelo derecho. Si
el golpear no es ritmado métricamente, se obtiene también la
intervención de la corteza frontal derecha y de todo el cerebelo (Tramo, 1993).
La corteza uditiva es muy diferenciada, como ocurre para la
corteza visual, en la que las lesiones causan síntomas peculiares bien específicas (Ungerleider, 1982; Kaas, 1999; Calvert, 1977; Romanski, 1999;
Mendelson, 1993).
La voz y la música se identifican como caras diferentes de
la misma medalla. Knoblauch
(1888) introdujo el término
amusia para indicar una alteración en la percepción musical;
se puede diferenciar en amusia
sensorial y amusia motoria. La
amusia sensorial comprende la
incapacidad de escuchar, leer o
entender la música, mientras
que la amusia motoria se refiere a la dificultad en cantar o escribir música o tocar un instrumento. Ilustres investigadores
han estudiado las relaciones entre la afasia y amusia (Auerbach, 1906; Henschen, 1920;
Kleist, 1928, 1962; Head,
1926).
Lesiones cerebrales han
puesto en evidencia que la pérdida de la función verbal (afasia) no está necesariamente
acompañada por la pérdida de
las facultades musicales (amusia) y, por otro lado, se han descrito casos de amusia sin afasia.
Esta desasociación clínica
indica que existe una autono-
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mía funcional entre las dos patologías, incluso si se nota que
las capacidades verbales y musicales generalmente se desarrollan juntas (Schuppert,
2000).
Consideraciones sobre la
Música y la Musicoterapia
De lo dicho antes podemos
efectuar algunas reflexiones
importantes sobre la Música y
la Musicoterapia.
La Música constituye:
– un tipo de intervención que
tiende a favorecer las expresividades interiores mediante una
forma particular de comunicación;
– un elemento de integración
complementario de importancia en la relación médico-paciente;
– una disminución en cada
sujeto de tensiones debido a
pulsiones afectivas-relacionales;
– una indudable fuente de estímulo cognitivo para el paciente;
– una ocasión cultural de importancia individual y social;
– un parámetro condivisible
y comprensible para todos porque transmite un lenguaje universal en la relación médicopaciente-ambiente;
– un punto de unión importante ya sea porque es activa,
pues el sujeto es emisor de sonido, o porque es pasiva o de
escucha, en que el sujeto se deja transportar por ella, favorece
la comunicación no verbal, el
desarrollo de la creatividad y
de las capacidades de socialización mejorando la propiacepción, el tono del humor, las capacidades empáticas del individuo y de éste con relación al
grupo.
Parte especial
pia farmacológica, mejorando
ya sea sus efectos psíquicos
que aquellos físicos. La razón
más verosímil parece ser la dificultad de insertar la terapia
musical en protocolos médicos
y fisiátricos, respetando dentro
de las estructuras hospitalarias
el recorrido laboral del personal paramédico y la organización de los servicios: se trata de
factores limitantes dentro de un
protocolo terapéutico para introducir también el aspecto musical, que muchos ni siquiera lo
consideran de utilidad para el
paciente.
Estudios efectuados anteriormente en ámbito teológico por
reconocidos estudiosos (Ratzinger J., Bertone T., 2000; Saraiva Martins J., 2004) y por
los autores de este trabajo, demuestran que la oración puede
incidir tanto en la parte psíquica (VAS) (Zucchi P.L., Honings B., 1996; Honings B.,
2004) como en la física (diámetro del área de hiperalgesia
del dolor (Zucchi P., Honings,
B., Voegelin M.R., 2001;
2003).
En este estudio, los autores
han examinado no sólo los
efectos benéficos de la oración
tratados anteriormente, sino
también un eventual efecto de
la música en el reforzamiento
de los efectos terapéuticos. La
investigación se ha efectuado
considerando la eficacia de la
música sobre la intensidad del
dolor en sujetos afectos de cefalea múscolo tensiva, sea en la
mejora psíquica (diminución
de la VAS) como física (disminución del diámetro del área de
hiperalgesia). En dicho estudio
se ha considerado también la
posición espiritual del sujeto,
con el fin de investigar el influjo que la fe tiene en el eventual
fortalecimiento de la cura farmacológica a través de la música y de la oración.
Material y método
Un grupo de 60 pacientes
afligidos de cefalea múscolo
tensiva, han sido separados mediante procedimiento randomizado en tres grupos. Todos los
pacientes han sido sometidos
durante 10 días consecutivos a
terapia con FANS; los sujetos
del primer grupo (grupo TER terapia) no han tenido otros tratamientos. En los sujetos del
segundo grupo (grupo MUS música) la terapia farmacológica ha sido acompañada de la
escucha de piezas musicales, y
en los del tercer grupo (grupo
PRE - oración), de la lectura
meditada de un paso evangélico.
En tres sesiones, en el primero, en el quinto y en el 10 día,
la intensidad del dolor percibido ha sido medido con el método VAS (TAB I), y la entidad
del sufrimiento físico con el
diámetro del área de hiperalgesia (ID) (TAB II), determinado
con el método del demografismo (Zucchi, Honings, Voegelin, 2003).
Tab. I - Valores Promedio VAS
Agnósticos
Creyentes
TER (9) MUS (8) PRE (7) TER (11) MUS (12) PRE (13)
Días
8.4 ± .5 8.1 ± .8 8.4 ± .5 9.2 ± .6 8.6 ± .9 8.5 ± .6
0
7.3 ± .6 5.9 ± .7 5.3 ± .6 8.9 ± .7 6.3 ± .8 5.8 ± .6
0+2h
6.9 ± .5 5.1 ± .7 5.3 ± .5 7.8 ± .6 5.7 ± .8 5.5 ± .7
5
5.6 ± .5 4.0 ± .8 3.7 ± .5 6.6 ± .6 4.5 ± .7 4.0 ± .6
5+2h
5.4 ± .6 4.2 ± .6 3.3 ± .5 6.5 ± .7 4.2 ± .6 3.9 ± .5
10
4.6 ± .5 3.8 ± .6 1.3 ± .4 5.7 ± .7 3.8 ± .6 2.7 ± .4
10+2h
TER = sólo terapia farmacológica; MUS = terapia farmacológica y música;
PRE = terapia farmacológica y oración
Introducción
Tab. II - Valores Promedio ID
Como afirma Benenzon, no
existe estudio alguno que ponga en evidencia de modo científico (reclutamiento de sujetos
según el criterio random; examen de los sujetos de estudio
ciego; evaluación de los datos
con cálculo estadístico) de que
estímulos externos como la
música logren reforzar la tera-
Días
0
0+2h
5
5+2h
10
10+2h
Creyentes
MUS (8)
TER (9)
13.4 ± 1.6 12.0± 1.0
12.5 ± 1.7 9.9 ± 1.1
11.3 ± 1.6 7.8 ± .9
9.7 ± 1.5 5.5 ± .7
8.7 ± 1.6 4.8 ± .6
7.2 ±. 1.7 3.1 ± .3
PRE (7)
13.4 ±1.9
9.1 ± 1.8
9.5 ± 1.2
5.4 ± .9
4.8 ± .7
2.4 ± .7
Agnósticos
TER (11) MUS (12)
13.0 ± 1.1 12.7± 1.2
12.8 ± 1.3 10.1± 1.1
11.9 ± 1.2 8.7 ± 1.0
9.5 ± 1.4 6.7 ± 1.0
8.7 ± 1.2 5.3 ± .9
7.6 ± 1.3 3.9 ± .9
PRE (13)
13.1± 1.7
9.4 ± 1.5
8.4 ±.1.3
5.7 ± 1.1
5.2 ± 1.1
2.8 ± 1.0
TER = sólo terapia farmacológica; MUS = terapia farmacológica y música;
PRE = terapia farmacológica y oración
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19
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Fig.2 - Desarrollo de la VAS en el 1° 5° y 10° día de terapia
a) FANS; b) FANS+música; c) FANS+oración
a)
10
creyentes
credenti
agnósticos
agnostici
9
8
7
VAS
6
5
4
3
2
1
0
5°
I°
10°
días de
giorni
diterapia
terapia
b
b)
10
creyentes
credenti
agnósticos
agnostici
9
8
7
VAS
6
5
4
3
2
1
0
c)
10°
5°
días de
giorni
diterapia
terapia
10
creyentes
credenti
agnósticos
agnostici
9
8
7
VAS
6
5
4
3
2
1
I°
0
5°
10°
días de terapia
giorni di terapia
Fig.3 - Desarrollo del diámentro del área de hiperalgesia en el
1°, 5° y 10° día de terapia: a) terapia FANS; b) Terapia
FANS y música; c) terapia FANS y oración.
a)
14
creyentes
credenti
agnostici
agnósticos
13
12
diámetro (cm)
11
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0
I°
5°
10°
días de
giorni
di terapia
terapia
b)
14
creyentes
credenti
agnósticos
agnostici
13
12
diámetro (cm)
11
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0
I°
5°
10°
días de
giorni
diterapia
terapia
c)
4
creyentes
credenti
agnósticos
agnostici
2
diámetro (cm)
20
I°
0
8
6
4
2
0
I°
5°
10°
días de
giorni
diterapia
terapia
d
d l di
d l’
i
l
i
l ° °
° i
di
DOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
En cada sesión dichas medidas se han realizado antes de
que se suministre la terapia y
dos horas después de haberla
efectuado.
Al final del ciclo terapéutico,
se ha solicitado a los sujetos su
posición espiritual con respecto
a la fe religiosa (examen ciego
de los sujetos). Seguidamente a
esta fase, cada uno de los tres
grupos ha sido dividido en dos
subgrupos: creyentes y agnósticos. En el grupo TER ha habido
9 creyentes y 11 agnósticos; en
el grupo MUS 8, creyentes y 12
agnósticos y en el grupo PRE, 7
creyentes y 13 agnósticos.
Se observa:
– una neta diferencia en el
resultado de la terapia en los
tres grupos, para creyentes y
agnósticos;
– una neta diferencia entre
creyentes y agnósticos en cada
grupo;
– una fuerte disminución del
parámetro en los grupos MUS y
PRE en las primeras dos horas
(acción del fármaco más veloz)
para creyentes y agnósticos;
– una disminución en la dispersión en los grupos MUS y
PRE al final del tratamiento para creyentes y agnósticos (homogenización del grupo).
Los resultados están representados gráficamente en la
Fig. 2
Se observa, en paralelo con
los datos de la VAS que:
– una neta diferencia en el
resultado de la terapia en los
tres grupos, para creyentes y
agnósticos;
– una neta diferencia entre
creyentes y agnósticos en cada
grupo;
– una fuerte disminución del
parámetro en los grupos MUS
y PRE en las primeras dos horas (acción del medicamento
más rápido) para creyentes y
agnósticos;
– una disminución en la dispersión en los grupos MUS y
PRE al final del tratamiento para creyentes y agnósticos (homogenización del grupo).
Los resultados están representados gráficamente en la
Fig. 3
Para evaluar el efecto de los
diferentes tratamientos, se ha
hecho un promedio de las variaciones de los dos parámetros
entre el inicio y el final de la terapia (TAB III- TAB IV).
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Tab. III - Valores promedio de la diferencia en VAS
entre el inicio y el final del tratamiento
TER
Nt MUS
Creyentes
3.88±.73
9
5.25±1.20
Agnósticos
3.54±.78
11 4.75±0.92
U
-.858
-1.039
P
NS
NS
TER = sólo terapia farmacológica;
MUS = terapia farmacológica y música;
PRE = terapia farmacológica y oración;
Nm
8
12
PRE
Np
7.14±.64
7
5.69±.72
13
-3.056
<5%
Nt = número de sujetos
Nm = número de sujetos
Np = número de sujetos
Tab. IV - Valores promedio de la diferencia en el diámetro
del área de hiperalgesia
TER
Nt
6.22±.1.31 9
5.36±1.06 11
-1.41
<10%
Creyentes
Agnósticos
U
P
MUS
8.87±1.05
8.83±0.89
-.16
NS
Nm
8
12
TER = sólo terapia farmacológica;
MUS = terapia farmacológica y música;
PRE = terapia farmacológica y oración;
Hay que observar que la disminución promedio del diámetro del área de hiperalgesia,
es superior a la disminución
de la VAS, incluso únicamente
con la terapia FANS
PRE
Np
11.00±0.76 7
10.30±0.72 13
-1.66
<5%
Nt = número de sujetos
Nm = número de sujetos
Np = número de sujetos
En la fig. 4 y 5 están representadas las distribuciones de
las variaciones de dos parámetros en los grupos de creyentes
y de agnósticos, respectivamente.
21
Fig. 4 - Creyentes. Reforzamiento de la música y de la oración en la disminución de la VAS.
70
60
70
50
50
40
40
30
30
20
20
10
10
0
cr
terapia
cr terapia
cr
terapia ey preghiera
oración
cr terapia
60
%
%
b)
cr
cr terapia
terapia
cr
cr terapia
terapia ye música
musica
%
a)
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
0
10
0
1
2
3
4
dV
5
6
7
8
9
10
dV
% = porcentual de sujetos
dV = disminución della VAS
a) confrontación entre sólo terapia y terapia con música
b) confrontación entre sólo terapia y terapia con oración
Fig. 5 - Agnósticos - Reforzamiento de la música y de la oración sobre la disminución de la VAS.
70
60
70
50
50
40
40
30
30
20
20
10
10
0
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
ag terapia
terapia
ag
ag terapia
terapia ey preghiera
oración
ag
60
%
%
b)
ag
ag terapia
terapia
ag
ag terapia
terapia ye música
musica
%
a)
0
0
1
2
dV
% = porcentual de sujetos
dV = disminución della VAS
3
4
5
6
7
8
9
10
dV
a) confrontación entre sólo terapia y terapia con música
b) confrontación entre sólo terapia y terapia con oración
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Fig. 6 - Creyentes. Reforzamiento de la música y de la oración en la disminución del diámetro
del área de hiperalgesia.
70
60
70
50
50
40
40
30
30
20
20
10
10
0
0
2
4
6
8
10
12
14
cr terapia
terapia
cr
cr terapia
terapia ey preghiera
oración
cr
60
%
%
b)
cr
cr terapia
terapia
cr
cr terapia
terapia ye música
musica
%
a)
0
16
0
2
4
6
8
10
12
14
16
dI (cm)
dI (cm)
% = porcentual de sujetos
dI = disminución del diámetro (cm)
Fig. 7 - Agnósticos. Reforzamiento de la música y de la oración en la disminución del diámetro
del área de hiperalgesia.
70
b)
ag
ag terapia
terapia
ag
ag terapia
terapia ye música
musica
60
70
50
40
40
%
50
30
30
20
20
10
10
0
0
0
3
6
9
12
15
ag
ag terapia
terapia)
ag
ag terapia
terapia ye oración
preghiera
60
%
a)
%
22
0
2
4
% = porcentual de sujetos
dI = disminución del diámetro (cm)
En las tablas V y VI se
muestra el significado de las
diferencias entre los diversos
tratamientos en los creyentes
6
8
10
12
14
16
dI (cm)
dI (cm)
a) confrontación entre sólo terapia y terapia con música
b) confrontación entre sólo terapia y terapia con oración
y en los agnósticos para la
VAS y para el diámetro del
área de hiperalgesia, respectivamente.
Tab. V - Significatividad de la diferencia en la disminución
de la VAS para varias parejas de tratamientos en sujetos
creyentes y agnósticos.
Creyentes
Agnósticos
U
N1-N2
P
U
N1-N2 p
TER-MUS 2.226
9-8
<1.‰
2.696
11-12
<1‰
TER-PRE 3.4
9-7
<1‰
4.06
11-13
<1‰
MUS-PRE 2.8
8-7
<5‰
2.32
12-13
<5‰
N1, N2 numerosidad de los grupos TER = sólo terapia farmacológica;
MUS = terapia farmacológica y música; PRE = terapia farmacológica y oración;
U valor de la U de Mann-Withney; p = significatividad
Tab. VI - Significatividad de la diferencia en la disminución
de la VAS para varias parejas de tratamiento en sujetos
creyentes y agnósticos.
Agnósticos
Creyentes
N1-N2
P
U
N1-N2 p
U
9-8
<5.‰
4.05
11-12
<1‰
TER-MUS 3.02
9-7
<1‰
4.21
11-13
<1‰
TER-PRE 3.36
8-7
<5‰
3.35
12-13
<5‰
MUS-PRE 3.28
N1, N2 numerosidad de los grupos TER = sólo terapia farmacológica;
MUS = terapia farmacológica y música; PRE = terapia farmacológica y oración;
U valor de la U de Mann-Withney; p = significatividad
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Fig. 8 - Distribución de las variaciones de dV de la VAS (izquierda) y del área de hiperalgesia
dI (derecha) para creyentes ( ___ ) y agnósticos (…..) en tres tratamientos: a) terapia farmacológia;
b) terapia farmacológica y música; c) terapia farmacológica y oración
a)
b)
70
60
50
50
40
40
30
30
20
20
10
10
0
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
cr
terapia
cr terapia
ag terapia
terapia
60
%
%
70
cr
cr terapia
terapia
ag
ag terapia
terapia
0
10
0
2
4
6
dV
a)
50
50
40
40
30
16
20
10
10
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
0
10
23
0
2
4
6
dV
8
10
12
14
16
dI (cm)
b)
70
70
cr
cr terapia
terapia ye oración
preghiera
ag terapia
terapia ey preghiera
oración
60
cr
terapia ey preghiera
oración
cr terapia
ag
terapia ey preghiera
oración
ag terapia
60
50
50
40
40
%
%
14
30
20
30
30
20
20
10
10
0
12
cr
crterapia
terapia ye música
musica
ag
agterapia
terapia ye música
musica
60
%
%
70
cr
cr terapia
terapia ey música
musica
ag terapia ye música
musica
60
a)
10
b)
70
0
8
dI (cm)
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
0
0
2
4
dV
6
8
10
12
14
16
dI (cm)
Para evidenciar la diferencia
entre creyentes y agnósticos
tanto en la variación de la VAS
como en la variación del área
de hiperalgesia, en la Fig. 8 se
muestra la distribución de dichas variaciones en las dos poblaciones para los diferentes
tratamientos.
Tab. 7 - Significatividad de
las diferencias entre
creyentes y agnósticos con
respecto a la variación de la
VAS sólo en la terapia
farmacológica (TER), en la
terapia farmacológica más
la música (MUS) y en la
terapia farmacológica más
la oración.
Tab. 8 - Significatividad de
las diferencias entre
creyentes y agnósticos en lo
que se refiere a la variación
de la VAS en sólo la terapia
farmacológica (TER), en la
oración farmacológica más
la música (MUS) y en la
terapia farmacológica más
la oración.
En las TAB VII y VIII se
muestra la significatividad de
las diferencias entre creyentes
y agnósticos en lo que se refiere a la variación de la VAS y
del área de hiperalgesia, en los
tres tratamientos.
N1-N2 U
P
TER
9 – 11 .858
NS
MUS 8- 12 1.039 NS
PRE
7- 13 3.06
<5‰
N1-N2 numerosidad de los grupos;
U valor de la U de Mann-Withney;
P = significatividad
N1-N2 U
P
TER
9 – 11 1.48
<10%
MUS 8- 12 .161
NS
PRE
7- 13 1.66
<5%
N1-N2 numerosidad de los grupos;
U valor de la U de Mann-Withney;
P = significatividad
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que el cerebro izquierdo es
predominante ya que corresponde a la palabra y a la intelectualización; sin embargo se
debe dar igual valor también al
cerebro derecho ya que es capaz de elaborar las formas, los
sonidos y las emociones. Es
con este hemisferio que tiene
lugar la percepción artística y
musical y la consiguiente activación de los procesos emocionales. Por tanto se puede hipotizar que un estímulo emocional gratificante pone en
marcha procesos de reacción y
de reparación frente al sufrimiento e, incluso frente al daño físico provocado por la patología.
Comparando la entidad del
potenciamiento inducido por
la música con aquel inducido
por la oración en ambos grupos de sujetos (Fig. 9-10), se
observa un mayor efecto producido por la lectura meditada
con respecto a la música.
Observamos que el proceso
con el que las dos diferentes
estimulaciones interfieren positivamente con la acción del
Conclusiones y discusión
Fig. 9 - Diferente efecto de la música y de la oración en la variación de la VAS en los creyentes
y en los agnósticos
a)
b)
100
80
80
70
70
60
60
50
50
40
40
30
30
20
20
10
10
0
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
ag
ag música
musica
ag oración
preghiera
90
%
%
100
cr
música
cr musica
cr
oración
cr preghiera
90
0
10
0
1
2
3
4
dV
5
6
7
8
9
10
dV
Fig. 10 - Diferente efecto de la música y de la oración en el diámetro del área de hiperalgesia
en los creyentes y en los agnósticos.
a)
b)
100
100
cr
música
cr musica
cr
oración
cr preghiera
90
80
80
70
70
60
60
50
50
40
40
30
30
20
20
10
10
0
0
0
3
6
9
12
15
ag
ag música
musica
ag oración
preghiera
90
%
%
24
En el estudio efectuado resulta estadísticamente importante el reforzamiento en el
efecto terapéutico inducido por
estímulos externos como la
música clásica y la lectura meditada de un texto evangélico.
El efecto del reforzamiento
del estímulo musical en la terapia farmacológica, se puede
vincular con el modo como el
sistema nervioso central adquiere dicho estímulo.
En efecto, sabemos que el
cerebro está dividido en dos
hemisferios y que cada hemisferio recibe de modo prioritario las informaciones que provienen de la mitad contralateral del cuerpo. Recientemente,
se ha comprobado la especialidad de cada hemisferio: el hemisferio izquierdo controla la
lógica, lo racional y los símbolos. El hemisferio derecho, en
cambio, examina el aspecto intuitivo, emocional, artístico, el
reconocimiento de las formas
y de la música. La cultura, sobre todo occidental muestra
medicamento, no puede ser
considerado el mismo.
Mientras la percepción de la
música y la consiguiente activación emocional tiene lugar
en el hemisferio derecho, la
lectura implica el hemisferio
izquierdo y produce una activación emocional amplificada
en el hemisferio derecho a través de un proceso de integración entre los dos hemisferios
(Fig. 11).
Como consecuencia a un estímulo gratificante, se tiene
una activación del sistema nervioso periférico y del círculo
sanguíneo determinadas influencias en el diámetro del
área de hiperalgesia (disminución). Es muy conocido el dicho popular italiano que “la risa produce buena sangre” (Corazón que no se alegra nunca
cría buena sangre). Lamentablemente, mientras existen
muchos trabajos que estudian
la liberación de sustancias químicas como las endorfinas luego de estímulos dolorosos, se
tienen escasos e imprecisos
conocimientos acerca de la na-
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turaleza de las sustancias que
se activan por estímulos agradables, aunque se puede hipotizar razonablemente que en
tales circunstancias haya una
activación de las vías de la antinocepción.
Otra observación es la que
se refiere a la entidad de la mejora del dolor inducido por dos
tipos de estímulo, en los sujetos creyentes con respecto a
los agnósticos. En efecto, de
los datos mostrados en las Fig.
9 y 10, se puede notar que la
diferencia entre música y oración es mayor en los creyentes
que en los agnósticos. De este
resultado, se puede hipotizar
un efecto de elevación del nivel nociceptivo (disminución
del dolor) que la fe induce a nivel psíquico (disminución
VAS) y físico (disminución del
área de hiperalgesia) con un
adecuado potenciamiento de la
terapia farmacológica (disminución de asunción de fármacos).
PARTE SEGUNDA
Interpretación teológica
Según las dos definiciones
proporcionadas, el dolor denota una experiencia psicofísica,
es decir, sensorial y emotiva
desagradable, asociada a un
daño real y potencial del tejido.
Además, la Escuela Florentina
pone de relieve algunos factores caracterizantes de gran importancia; en la percepción dolorosa están en causa factores
individuales, culturales y religiosos diferentes, que para ser
enmarcados, exigen la participación no sólo de las ramas de
la medicina y de la biología, sino también de aquellas de las
ciencias humanas.
En el contexto de esta plurivalencia, con particular atención al grado de espiritualidad
del sujeto, junto con los medicamentos anti inflamatorios no
esteroideos (FANS), se ha es-
Fig. 11 - Esquema que representa el efecto del input auditivo
(música) y visual (lectura religiosa meditada) sobre la función
central y periférica.
ENCÉFALO
Area VISIVA
Area AUDITIVA
ojo
o
oid
RATIO
PERCEPCIÓN
MÚSICA
REACCIÓN
Hemisferio
DERECHO
+
FE
EMOCION
sistema límbico
LECTURA
RELIGIOSA
MEDITADA
Hemisferio
IZQUIERDO
ACTIVACIÓN
vías antinociceptivas
SOMA
(reducción área de hiperalgesia)
Fig. 12 - Reparación (Terapia) del desorden. Reparación del
desorden físico (medicamentos) del desorden psíquico
(música), del desorden ético-religioso (oración).
Orden de la Gracia
I
N
M
A
N
E
N
C
I
A
T
R
A
S
C
E
N
D
E
N
C
I
A
Soma
alteración
Desorden del Pecado (original)
Desorden físico
Reparación (terapia)
necesidad
Fármacos
+
+
Psique
alteración
Desorden psíquico
(o mental)
necesidad
Música
El dolor como pasión
+
+
Pneuma interrupción
Desorden ético-religioso
(o desorden total)
tudiado el influjo terapéutico
de la música y de la oración
meditativa, mediante la atenta
lectura de un texto del Evangelio. Las diferentes tablas ponen
de relieve un considerable potenciamiento de los efectos terapéuticos ante la intensidad
del dolor en sujetos afligidos
por cefalea muscular, tanto en
la mejora psíquica (disminución de la VAS) como en aquella física (disminución del diámetro del área de hiperalgesia).
En lo que se refiere a la musicoterapia hay que precisar
que se trata de una técnica que
utiliza el sonido, es decir la
música, el movimiento y los
instrumentos corporales, sonoros y musicales para determinar un proceso histórico de
vínculo, entre el terapeuta y su
paciente o grupos de pacientes.
El objetivo de todo el proceso
terapéutico entre el terapeuta y
su paciente tiende a mejorar la
calidad de vida de los pacientes, rehabilitarlos y recuperarlos a la sociedad.
En lo que se refiere a la oración, se trata de una relación
dialogal entre Dios y la persona humana que medita sobre
un texto del Evangelio, en el
que Dios y el hombre se hablan
y se escuchan en forma recíproca. La oración, ante todo
como fenómeno religioso, distingue al hombre creyente de
aquel agnóstico. Lo mismo que
la religión, la oración es un
factor universalmente presente
en todas las piedades populares
y en las diferentes culturas; en
cuanto diálogo religioso, la
oración presupone el credo en
un Dios Personal, presente para hablar, escuchar, comunicar
y comunicarse.
Antepuestas estas aclaraciones se llega a la explicación filosófico-teológica de los efectos terapéuticos de los medicamentos, de la música y de la
oración, partiendo del concepto de dolor como pasión1 para
actuar la reparación (terapia)
del desorden provocado por el
pecado original (Fig.12).
necesidad
obligatoria
Oración
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El término “pasiones” pertenece al patrimonio cristiano y
significa emociones o impulsos de la sensibilidad que empujan a actuar o a no actuar en
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vista de lo que se ha sentido o
imaginado como bueno o como malo. Estas emociones son
componentes naturales de la
psique humana y sirven de trámite y aseguran el nexo entre
la vida sensible y la vida del
espíritu2. Las principales pasiones son el amor y el odio, el
deseo y el temor, el gozo, la
tristeza y la cólera3. San Juan
de la Cruz habla de cuatro pasiones naturales, esto es, el gozo, la esperanza, el temor y el
dolor4. Denomina naturales e
involuntarios aquellos impulsos en los que la voluntad no
participa ni antes ni después,
porque en esta vida es imposible eliminarlas5. De hecho, las
pasiones en sí no son ni buenas
ni malas, sino neutrales. Sin
embargo, según como dependan o no de la razón y de la voluntad, en ellas están presentes
el bien y el mal moral. Por tanto, las emociones y los sentimientos se pueden convertir en
virtudes o se pervierten en los
vicios. Esta capacidad humanizadora y, por tanto, moral del
dolor, en cuanto pasión o movimiento sensorial y emotivo,
sirve como principio interpretativo. Encuentro una confirmación en el caso de Saúl narrado en el primer libro de Samuel: “Permítenos, señor, que
tus siervos te busquen un hombre que sepa tocar la cítara, y
cuando te asalte el espíritu malo de Dios tocará y te hará
bien”. Dijo Saúl a sus servidores: “Buscadme, pues, un hombre que sepa tocar bien y traedmelo.” Tomó la palabra uno de
los servidores y dijo: “He visto
a un hijo de Jesé el belemita
que sabe tocar... Mandó Saúl a
decir a Jesé: “Te ruego que tu
hijo se quede a mi servicio,
porque ha hallado gracia a mis
ojos”. Cuando el espíritu de
Dios asaltaba a Saúl, tomaba
David la cítara, la tocaba, Saúl
encontraba calma y bienestar y
el espíritu malo se apartaba de
él” (1 Samuel, 16, 16-23). El
Catecismo de la Iglesia Católica indica en esta situación temática que en la vida cristiana
el Espíritu Santo realiza su
obra movilizando todo su ser,
incluidos sus dolores, sus temores y sus tristezas, como es
evidente en la Agonía y en la
pasión del Señor. Los sentimientos humanos, por tanto
también el dolor, pueden recibir en Cristo su perfección en
la caridad y en la beatitud. Es
por esto que la doctrina católica sobre la moralidad de las pasiones me sirve como fuente
para explicar los efectos terapéuticos en cuestión. El dolor
como experiencia psicofísica
desagradable, advertida a nivel
sensorial y emotivo, y asociada
a un daño real y potencial de
tejido, es una reacción orgánica de carácter espontáneo, esto
es, natural. Para la explicación
teológica es muy importante
tener en cuenta que la emoción
del dolor como pasión es un
componente natural de la psique humana, que hace de trámite y asegura el nexo entre la
vida sensible y emotiva del
cuerpo y la vida intelectiva del
alma.
Datos de la ciencia
Desde el punto de vista científico, el efecto del reforzamiento actuado en la terapia
farmacológica, inducido mediante el estímulo externo de la
escucha musical y/o por aquel
interno del diálogo religioso de
la oración, está vinculado con
el sistema nervioso central. En
efecto, sabemos que el cerebro
está dividido en dos hemisferios: izquierdo y derecho. El
hemisferio izquierdo controla
la lógica, lo racional y los símbolos, mientras que el hemisferio derecho examina el aspecto
intuitivo, emocional y artístico.
Es interesante notar que el cerebro izquierdo es dominante
porque corresponde a la palabra y a la intelectualización.
Por otro lado, el cerebro derecho es capaz de elaborar las
formas, los sonidos y las emociones. De acuerdo con estos
datos de la ciencia, la percepción musical puede poner en
marcha el proceso emocional
del dolor e inducir al hemisferio derecho del cerebro a una
reacción gratificante hacia el
sufrimiento y el daño físico introducido por la patología.
Explicación
filosófico-teológica
El tema científico sobre el
cerebro, con sus dos hemisferios, lleva al teólogo a detenerse primero sobre los elementos
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constitutivos del hombre, es
decir, sobre su unidad de alma
y cuerpo. Reconociendo que
posee un alma espiritual e inmortal, el hombre no se equivoca cuando se reconoce superior a las cosas corporales y se
considera mucho más que una
partícula de la naturaleza o de
un elemento anónimo de la
ciudad humana6. De aquí surge
la importancia de un discurso
filosófico sobre el intelecto y
su voluntad, es decir, sobre las
capacidades espirituales del alma.
Unidad de alma y de cuerpo
La importancia de las facultades espirituales deriva del
hecho que cada hombre es una
unidad de alma y de cuerpo, en
que el cuerpo es humano, precisamente porque está animado por un alma espiritual7. Por
el hecho que el alma es la forma del cuerpo, el intelecto y la
voluntad, precisamente en
cuanto facultad del alma espiritual, pueden ejercer un influjo determinante en el cuerpo y
sus pasiones o emociones sensoriales. Es lo que se desea explicar teniendo en cuenta la
eficacia de la música sobre la
intensidad del dolor en sujetos
afligidos por cefalea músculotensiva, tanto en la mejora psíquica (disminución de la VAS)
como en aquella física (disminución del área de hiperalgesia). Se parte constatando que
el dolor, en cuanto tal, no es
objeto propio del intelecto y,
como consecuencia, ni siquiera
de la voluntad. De todos modos, la unidad ontológica entre
soma, psique y pneuma, en
cuanto elementos constitutivos
de cada persona humana, implica no sólo la posibilidad sino también la real efectividad
de un nexo entre las sensaciones y las emociones del cuerpo
y las operaciones estrictamente
espirituales del alma. Con Santo Tomás vemos que esto no
compromete la espiritualidad
intrínseca del alma, porque una
posible y efectiva dependencia
del cuerpo, de parte del alma
no es «subjetiva» sino «objetiva». De hecho, cuando las operaciones espirituales requieren
el cuerpo, éste no es solicitado
como instrumento causal eficiente, sino sólo como medio
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de orden causal formal. Se explica que el intelligere (intuslegere= leer dentro de parte del
intelecto) no se realiza mediante un órgano corporal, pero necesita sólo de un objeto corporal. Así se expresa el Aquinate:
“Se debe decir que el entender
(el conocimiento intelectivo)
es una operación propia del alma si se considera el principio
del cual nace la operación; en
efecto, no nace del alma por
medio de un órgano corporal
como la vista mediante el ojo;
su nexo con el cuerpo se refiere al objeto: de hecho los fantasmas, que son los objetos del
intelecto, no pueden existir sin
el concurso de los órganos cor-
porales”8. En el hombre una
hay una sola alma, aquella racional, que desempeña también las orperaciones de las almas inferiores, vegetativa y
sensorial. En efecto «aun siendo simple en cuanto a su esencia, el alma es potencialmente
múltiple en cuanto principio de
diferentes operaciones; y dado
que la forma perfecciona la
materia en orden no sólo al ser
sino tambien en orden al actuar, es necesario que el alma,
aun bajo forma única, perfeccione las partes del cuerpo en
diferentes modos como conviene a cada operación
única»9.
He aquí porque el estímulo
externo de la música, objeto
propio del oido, órgano corporal, para ser gratificador y reforzar la terapia farmacológica,
debe ser objeto de la facultad
espiritual del intelecto. Para interferir positivamente con la
acción del medicamento, el estímulo sonoro debe convertirse
también en objeto de la inteli-
gencia, es decir causa informal.
De hecho, la unicidad ontológica de la persona del paciente
no admite una distribución
dualista entre sensaciones
emotivas del cuerpo y operaciones espirituales del alma. El
hombre es persona, es decir, un
subsistente en el orden del espíritu, gracias al acto del ser
único e irrepetible del alma. Su
acto del ser es prioritariamente
acto del ser del alma y, mediante el alma, se convierte
también en acto del ser del
cuerpo10. Por esto, el efecto de
gratificación y potenciamiento
del estímulo musical a nivel
coporal y somático es causado
por su recepción de parte del
alma, es decir, por el influjo
que tienen las facultades espirituales sobre el organismo.
De esta explicación de carácter más bien filosófico paso
ahora a aquella netamente teológica.
La música y la reparación de
la armonía intra-personal
Al interpretar de manera auténtica, es decir con la autoridad que Dios mismo le ha concedido, la Iglesia nos enseña
que el primer hombre no sólo
ha sido creado bueno, sino que
también ha sido constituido en
un estado de amistad con su
Creador y en una armonía consigo mismo, con el prójimo y
con la creación. Nuestros primeros padres Adán y Eva fueron constituidos en un estado
«de santidad y de justicia original», es decir, en un estado «de
participación en la vida divina» y, como consecuencia, en
un estado de potenciamiento
de todas las dimensiones de la
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vida. Todo el hombre era potenciado por la irradiación de
su amistad con Dios, es decir
de la intimidad divina, de modo que no habría debido ni morir ni sufrir. En otras palabras,
el hombre ha sido constituido
en un estado de armonía interior, de armonía entre el hombre y la mujer, y, en fin, de armonía entre la primera pareja y
toda la creación. El hombre era
íntegro y ordenado en todo su
ser, porque era libre de la triple
concupiscencia que lo hacía
esclavo de los placeres de los
sentidos, de la avaricia de los
bienes terrenos y de la afirmación de sí contra los imperativos de la razón11. Santo Tomás
de Aquino afirma precisamente: “Pasiones como el temor y
el dolor, que tienen como objeto el mal del mismo sujeto en
el que se encuentran, son incompatibles con la perfección
del estado original”12. Merece
precisar, porque es muy importante, que esta armonía de la
justicia original que en su designio Dios había previsto para
el hombre, se perdió debido al
pecado de nuestros padres. La
armonía en la que Adán y Eva
fueron colocados gracias a la
justicia original fue destruida;
el poder de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se rompió; la unión del
hombre y de la mujer quedó
sometida a tensiones; sus relaciones estarán marcadas por la
concupiscencia y por la tendencia al sujetamiento. Se
rompe la armonía con la creación: la creación visible se volvió ajena y hostil al hombre.
Por el hombre, la creación será
sometida a la caducidad; el
hombre regresará a ser polvo,
aquel polvo del que fue hecho13.
Todo pone en evidencia “que
la subordinación del cuerpo al
alma y de las facultades inferiores a la razón no se debía a
la naturaleza; de lo contrario
habría permanecido incluso
después del pecado, porque las
dotes naturales han permanecido también en los demonios
después del pecado. Queda claro, por tanto, que también la
primera subordinación de la razón a Dios no depende exclusivamente de la naturaleza, sino
del don sobrenatural de la gracia”14.
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De lo expuesto, la explicación teológica del potenciamiento del estímulo de la música podría ser esta. El dolor
como pasión, es decir, sensación emotiva del cuerpo, al no
estar subordinado a la razón,
produce un estado de desarmonía entre alma y cuerpo. Según
las diferentes tablas, el recurso
a la musicoterapia denota que
el estímulo musical potencia el
tratamiento farmacológico tanto a nivel psíquico como físico.
La música realiza, efectua así
una mayor reparación de la armonía en la persona que sufre.
Entre su alma y su cuerpo, entre soma y psique, tiene lugar
una menor desarmonía. ¿De
qué depende? Percibida como
objeto por las facultades espirituales, por el intelecto y por la
voluntad, la música clásica actúa de modo gratificador y fortalecedor sobre el dolor. Esta
racionalización del estímulo
musical hace que el dolor no
sólo se vuelva más soportable
sino que también disminuya su
umbral. La naturaleza del hombre y la gracia de Dios se sirven de la música clásica para
restablecer mayormente la armonía perdida entre el cuerpo
y el alma. La musicoterapia entra así en el designio creador de
Dios con el hombre de la ciencia y de la técnica, llamado a
«dominar» la tierra como «administrador». Imitando al Creador «que ama a todas las cosas existentes» (Sab 11, 24), el
hombre participa en la Providencia divina hacia las demás
criaturas. De aquí su responsabilidad frente al mundo que
Dios le ha confiado15. Esta explicación parece encontrar una
confirmación plausible en la
explicación del reforzamiento
de parte de la oración.
La oración y la reparación
interreligiosa
El hombre constituido en un
estado de santidad, es decir, de
amistad con Dios, estaba destinado a ser totalmente «divinizado» por Dios en la gloria.
Seducido por el diablo, quiso
ser «como Dios», pero «sin
Dios antes que Dios y no según
Dios»16. La Escritura nos
muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden
inmediatamente la gracia de la
santidad original. Temen a
aquel Dios de quien se han
concebido una falsa imagen, es
decir la de un Dios celoso de
sus prerrogativas17. En la siguiente explicación teológica
es fundamental, por un lado la
ruptura entre el hombre y Dios,
es decir, la desarmonía religiosa y, por el otro, la reparación
de la armonía producida por la
oración. En efecto, comparando la entidad del potenciamiento inducido por la música
con aquel inducido por la oración en ambos grupos de sujetos, creyentes y agnósticos, se
observa un mayor efecto producido por la lectura meditada
con respecto a la música. De
los datos que se muestran se
nal, es decir, de la armonía intra-personal, interpersonal o
social y aquella cósmica, ha
sido el pecado, esto es, el alejamiento de Dios, Sumo bien
absoluto, para dirigirse hacia
los bienes que cambian y son
relativos, entonces la reparación radical se produce necesariamente mediante el acercamiento a Dios, Sumo bien y
absoluto. En otras palabras, si
las des-armonías del hombre
han sido causadas por un acto
de desorden religioso, es obvio que la reparación de las armonías exige, in radice, un acto de orden religioso. Ahora
bien, está fuera de duda que
recurrir a la oración constituye
este acto de orden, precisamente porque implica una ac-
pone en evidencia que la diferencia entre música y oración,
es mayor en los creyentes que
en los agnósticos. De este resultado, se puede hipotizar un
efecto de amplificación que la
fe induce a nivel cognitivo sobre la reacción emocional y,
por tanto, sobre el reforzamiento de la terapia18.
Se trata, pues, de explicar
por qué denotamos un mayor
resultado terapéutico gracias a
la oración meditativa, es decir,
de la relación dialogal del
hombre con Dios. La explicación me parece relativamente
simple. Si la causa radical de
la pérdida de la justicia origi-
titud teologal de fe, esperanza
y sobre todo de caridad. “La
revelación de la oración en el
Antiguo Testamento se encuadra entre la caída y la elevación del hombre, entre la llamada dolorosa de Dios a sus
primeros hijos: «¿Dónde estás?... ¿Por qué lo has hecho?»
(Gn 3, 9.13) y la respuesta del
Hijo unigénito al entrar en el
mundo: «He aquí que vengo a
hacer, oh Dios, tu voluntad
(He 10, 5-7). De este modo la
oración está unida a la historia
de los hombres, es relación a
Dios en los acontecimientos
de la historia»19. En este sentido, la oración no es tanto un
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acto de la facultad espiritual
del intelecto sino más bien de
la facultad espiritual de la voluntad. Dice el doctor de la
Iglesia más joven: «Para mí la
oración es un impulso del corazón, una simple mirada que
echamos hacia el cielo, un grito de gratitud y de amor en la
prueba como en el gozo»20.
De todos modos, desde el punto de vista teológico, es evidente que la reparación radical
es ante todo y sobre todo un
acto de la voluntad. Para la autorizada confirmación de lo
dicho, dejamos la palabra a
Santo Tomás: «Todo el orden
de la justicia original se debía
al hecho que la voluntad humana estaba sometida a Dios.
Sumisión que consistía sobre
todo en la voluntad que tiene
el cumplimiento de mover todas las demás facultades hacia
el fin. Por tanto, con su alejamiento de Dios (ex aversione
a Deo), la voluntad ha traido
el desorden en todas las demás
facultades del alma. Es por esto que la privación de la justicia original, que aseguraba la
sumisión de la voluntad a
Dios, es el elemento formal
del pecado original: mientras
todo el desorden de las demás
facultades es como el elemento material... y dicho desorden
de nombre genérico lo podemos denominar concupiscencia»21. Teológicamente, se explica a nivel causal el mayor
potenciamiento de la oración
meditativa con respecto a los
fármacos y a la musicoterapia.
Con la oración, el hombre repara in radice la causa de la
desarmonía entre el cuerpo y
el alma. En efecto, retomando
una relación dialogal con
Dios, una relación viva y personal con el Dios vivo y verdadero, Dios coloca al hombre
nuevamente en un estado de
amistad, de intimidad con El.
La explicación teológica de la
mayor eficiencia de la oración
con respecto a la terapia farmacológica y la música consiste en el hecho que la oración repara el estado de santidad de la que tuvo origen el
estado de justicia original, es
decir, de subordinación del
cuerpo al alma, del alma a
Dios. De la subordinación
pneumática, es decir trascendente, del alma a Dios, se irra-
dia la subordinación del cuerpo al alma, esto es, a sus facultades espirituales del intelecto
y de la voluntad. Nuestro estudio quiere ser una prueba de
que la salvación, ya realizada
por Cristo y en Cristo, se manifiesta precisamente a través
del cuidado integral de los enfermos.
Prof. PIERLUIGI ZUCCHI, S.O.
Director del Instituto para el Estudio
y la Terapia del Dolor (I.S.T.D.).
Firenze, Italia
Centro Don Carlo Gnocchi,
Marina di Massa, Italia
Prof. BONIFACIO HONINGS,
O.C.D.
Profesor Emérito
de las Universidades Pontificias
PUL y URB,
Roma, Italia
Prof. MARIA ROSA VOEGELIN
Catedrática de Física Médica
Departamento de
Fisiopatología Clínica,
Universidad de Estudios,
Firenze, Italia
Notas
Ver las diferentes tablas y figuras.
Catecismo de la Iglesia Católica
(CIC), 1763-1764.
3
CIC, 1772.
4
Subida al Monte Carmelo, 1,13,5.
5
Subida, 1, 11,2.
6
Constitución pastoral sobre la Iglesia
en el mundo contemporaneo, Gaudium et
Spes (GS), 14.
7
CIC, 364-366.
8
SANTO TOMÁS, De Anima, 1 ad 12.
9
SANTO TOMÁS, De Anima, 9 ad 14.
10
BATTISTA MONDIN, Dizionario Enciclopedico del pensiero di San Tommaso
D’Aquino, Edizioni Studio, Domenicano. Bologna 1991, p. 50.
11
CIC, 374-377.
12
SANTO TOMÁS, Summa Teologiae, I,
95 ad 2.
13
CIC 400; ver también Gn 3,7; 3, 1113; Gn 3, 16; Gn 3, 17.19; Gn 2, 17; Rm
5,12.
14
SANTO TOMÁS, Summa Teologiae I,
95, 1 in corpore.
15
CIC, 373.
16
CIC, 398; ver también Gn 3, 3-11;
Rm 5, 19; Gn 3,5.
17
Rm 3, 23; Gn 3, 9-10, CIC, 399.
18
Figura 9 y 10.
19
CIC, 2568.
20
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS,
Manuscritos autobiográficos, C 25 r.
21
SANTO TOMÁS, Summa Teologiae III, 82, 3.
1
2
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P.O. Box 4218, London SE 22 OJE, U.K.
Centre Tomatis, Christian Tomatis,
Directeur, 144 Ave. des Champs Elysées,
Paris 75008, France.
Diapason S.R.L., Via Caltanissetta 5,
20129 Milano, Tel: 02/58039053.
American Music Therapy Association, 8455 Collesville Road, Suite 930,
Silver Springe, MD 20910.
Nordoff-Robbins Music Therapy Clinic, New York Univrsity, 26 Washington
Place, New York, N.Y. 10003.
Temple University c/o Kenneth Bruscia, Department of Music Education and
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The Children’s Group, 1400 Bayly
Street 7, Pickering, ON L1W 3R2, Canadá.
Kindling Touch Publications, Dee
Coulter, Director, 4850 Niwot, Longmont, CO 80503.
Mid-Atlantic Institute for Guided
Imagery and Music, Carol Bush, Director, Box 4655, Virginia Beach, VA
23454.
Association for Music and Imagery,
331 Soquel Avenue, Suite 201, Santa
Cruz, CA 95062.
Southern California Center for Music
and Imagery, P.O. Box 230386, Encinitas, CA 92024.
The Bonny Foundation, 2020 Simmons Street, Salinas, KS 67401.
Centros de musicoterapia
durante el embarazo en Italia
La Culla Musicale
Centro de musicoterapia pre e postnatal
Via della Libertà 9
16129 Genova (Italia) Tel. 010 580500
[email protected]
Centro de Musicoterapia Benenzon
Via Cristoforo Colombo 7
10070 Robassomero, Torino (Italia)
Tel. 011 9241088
www.centrobenenzon.it
Recorridos de preparación
al nacimiento
Via Fratelli Bandiera 29
04100 Latina (Italia)
Via Leone IX 16
00165 Roma (Italia)
Tel. 0773 606050 – 0773 695256
[email protected]
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Seguridad y salud humana
La parábola de la oveja perdida es una de las más famosas de la Sagrada Escritura.
Un hombre que tiene cien ovejas, deja las noventinueve en
las colinas y va en búsqueda
de aquella que se ha perdido.
Del mismo modo, el Padre celestial, el Buen Pastor, no
quiere que ninguna de ellas se
pierda. Un pastor bueno va
siempre en búsqueda de la
oveja perdida.
Desde el nacimiento de los
Estados modernos durante los
siglos recientes, los líderes de
las naciones han considerado
la seguridad nacional como
una prioridad. Es verdad que
en el pasado las amenazas a la
seguridad de un país provenían de los países limítrofes. En
cambio, en los últimos años
numerosos peligros no provienen desde fuera sino desde
dentro del mismo país y entre
ellos podemos citar: la pobreza, la degración ambiental, las
enfermedades infectivas, el
crimen y el terrorismo transnacional organizado. Hoy se
ha vuelto necesario un nuevo
consensus sobre la seguridad y
deberíamos dirigir mayor
atención a cada una de las
ovejas perdidas, convenciendo
a los líderes políticos que el
interés de cada una de ellas es
un valor central que merece un
cuidado particular. El concepto de seguridad humana es de
importancia vital a fin de que
el acercamiento concentrado
en el hombre constituya uno
de los valores de los líderes
políticos, de modo que la prioridad del individuo constituya
un interés de parte de la administración y de la política.
1. La seguridad humana
Después que terminó la
Guerra Fría, la estructura de
las relaciones internacionales
cambió de manera drástica. El
fenómeno de la globalización,
junto con la liberalización
económica y el progreso de la
tecnología informática están
sacudiendo la estructura del
acercamiento tradicional de
los Estados soberanos. Dicho
proceso acelera el nivel de interdependencia del mundo,
procurando no sólo beneficios
para la población, sino también problemas, ampliando la
división entre ricos y pobres, a
nivel nacional e internacional.
En la actualidad, 1,1 miles
de millones de personas están
obligadas a vivir con menos
de un dólar diario. Los movimientos sin precedentes de
personas, de mercancías, de
dinero y de información a veces aceleran la difusión de
problemas transnacionales como el tráfico de seres humanos, el contrabando de armas y
la propagación de enfermedades infectivas. Asimismo, contrariamente a las expectativas
de ese tiempo, el término de la
Guerra Fría dio lugar a numerosos conflictos civiles cuyas
causas las podemos encontrar
en el contexto religioso, étnico
y económico, que van a juntarse con el fenómeno de los refugiados y de los desplazados
dentro de un país. Cada uno de
estos retos se vincula con
otros de manera compleja.
En 1945, cuando se creó
Naciones Unidas, la preocupación principal de los que construyeron este sistema era la seguridad de un Estado, concentrada en la protección de los
propios límites y de la población. Se forjó un orden mundial, basado en este concepto
tradicional. Una de las principales justificaciones de los gobiernos militares de los países
de América Latina en los años
sesenta era el concepto de seDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
guridad nacional. Muchos inocentes han sido encarcelados y
hasta asesinados en nombre de
esta seguridad nacional. El Japón considera que para superar las nuevas y directas amenazas de las que hemos hablado antes, ya no es suficiente
solo el concepto tradicional de
seguridad del Estado.
Cada ser humano tiene una
capacidad propia y debería ser
respetado como persona prescindiendo de su nacionalidad,
raza, género y otros datos personales. El concepto básico de
seguridad humana requiere un
cambio de modelo de seguridad, que pase de las ideas de
seguridad limitadas a un Estado a ampliar su punto focal,
incluyendo la perspectiva de
los individuos. La señora Sadako Ogata y el Prof Amartya
Sen, junto con diez miembros
de elevado nivel, presentaron
en mayo del 2003 un informe
sobre la cuestión de la Seguridad Humana al Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Anan. Según este informe,
la seguridad humana debe proteger la esencia vital de todos
los seres humanos, de manera
que refuerce su libertad y realización, y tiene necesidad de
una estrategia de protección
para asegurar su sustentamento y su dignidad.
Algunos se preguntan cuál
es la diferencia entre una respuesta humanitaria y la seguridad humana. Mi pensamiento
es que la respuesta humanitaria es un concepto de ayuda y
de sostén a favor de las poblaciones que se encuentran en
situaciones muy difíciles, pero
que se detiene aquí. A veces
tiene connotaciones parternalistas. La seguridad humana
permite que los individuos sean autónomos y las iniciativas
de los individuos son de importancia esencial.
2. Salud y seguridad
humana
Fray Akio Nemoto, un sacerdote franciscano que ha
transcurrido muchos años en
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un “hospice” de Sufáfrica ocupándose de enfermos de
VIH/SIDA, me narró una vez
la historia de un paciente de
dicho hospice.
Una madre que era consciente de estar cercana a la
muerte debido al VIH/SIDA,
escribió una carta a su amada
hijita de tres años, con la condición de que su niña la leyese
sólo cuando habría cumplido
dieciseis años, es decir, cuando habría sido bastante madura para comprender su significado. En su carta la madre le
explicaba como había contraido la enfermedad a través del
adulterio del padre, cuanto
amaba a la niña y que habría
querido ver a su primer chico.
Esta historia nos dice que para
todas las personas la salud está
en primer lugar, y que estamos
dispuestos a sacrificar cualquier cosa con tal de recibir
los cuidados sanitarios adecuados.
No obstante la salud constituya un valor central para los
seres humanos, la realidad es
muy diferente. En muchos países en vías de desarrollo, los
líderes políticos se preocupan
más bien de la tradicional seguridad del Estado. Los fondos destinados a la salud y a la
educación son los primeros
que se cortan cuando un gobierno debe reducir los gastos,
porque se les considera como
sectores no esenciales y como
si contaran poco para un país.
Hemos visto que en varios Países en Vías de Desarrollo muchos problemas asociados a la
carencia de buenos cuidados
sanitarios se deben a la falta de
voluntad política y a una administración equivocada más
que a la escasez de los recursos. El reto principal en estos
casos es cómo convencer a los
líderes de gobierno a dirigir
mayor atención al campo sanitario.
El Prof. Mely CaballeroAnthony, Asistente de a Nanyang Technological University, tiene razón cuando afirma
que para “que nazca a voluntad y el compromiso político,
los hombres de gobierno deben estar convencidos de los
méritos que encierra la seguridad humana. Más aún, deben
estar convencidos de que la
salud es una prioridad para las
autoridades y la política. La
estrategia más obvia es crear
un vínculo claro entre la seguridad humana y los valores
que reclaman quienes detienen
el poder.”
Con el fin de alcanzar dicho
objetivo, deberíamos contar
con un sistema en el que la seguridad humana constituya un
punto fundamental. La sociedad civil debería estar incluida
en un proceso de formulación
de políticas sanitarias; si los líderes políticos no están convencidos profundamente de la
importancia de los cuidados
sanitarios, su popularidad no
será sostenida. Se debería corregir la existencia paralela de
la predispoción a perder todo
con tal de salvar la propia vida
y la falta de voluntad política
de dirigir la debida atención a
la cuestión de los cuidados
médicos.
Creo que si no se pone en
práctica, el concepto de seguridad humana pierde su vali-
gevidad en el mundo, que sobrepasa los 80 años; sin embargo, hace cincuenta años, dicho promedio era precisamente de 50 años. Este éxito se debe a tres elementos. Ante todo,
el pleno acceso de las personas a los cuidados sanitarios
adelantados. Segundo: el sistema de abastecimiento de agua
limpia que ha llevado a la reducción de las enfermedades
transmisibles. El abastecimiento de agua limpia representa una condición fundamental para la salud. Tercero:
eliminación de los parásitos.
Quisiera subrayar que el éxito
japonés se basa en una combinación de sistema sanitario y
sistema educativo muy adelantados”.
Para combatir la pobreza,
los requisitos son: “paz, seguridad y buen gobierno”. Estos
tres elementos convencerán a
cada individuo de la sociedad
que “el mañana puede ser mejor del hoy”, y la palabra clave
más importante para este fin
es “esperanza”. Con la “esperanza” en el corazón, las personas pueden hacer una inversión, pueden proporcionar
educación, que es una inversión para el futuro, y pueden
dez y su referencia. Con esta
convicción, Japón asume un
papel de guía para traducir
concretamente la idea de la seguridad humana. Esto se basa
también en las experiencias
hechas en el País. El ex-Primer Ministro Ryutaro Hashimoto explicó dicho backgraound en su discurso en Sudáfrica en 1999 con las siguientes palabras: “Hasta el día de
hoy, el pueblo japonés goza
del promedio más alto de lon-
favorecer la salud. Las personas pueden permitirse encontrar a su partner con afecto y
con respeto, lo cual lleva a la
igualdad de género. Japón
considera que este proceso de
desarrollo crea un sentido de
pertenencia entre las personas
teniendo como base el partenariado entre donadores y receptores.
En los encuentros del G-8
de los veranos 1997 y 1998,
Japón emprendió una iniciati-
3. Iniciativas de Japón
para hacer operativo
el concepto de seguridad
humana
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va para construir una red de
acción que trataba de combatir
los parásitos en Asia y en Africa, que llevó a la creación de
un “Centro internacional para
el estudio de los parásitos” en
la Mahidon University, de
Bangkok. En el 2000, en el
Summit del G-8 de Okinawa,
el Primer Ministro japonés
Yoshiro Mori subrayó la importancia de combatir las enfermedades transmisibles, y
llegó a crear el “Fondo global
para la lucha contra el VIH/SIDA, TBC y malaria”. Por primera vez Japón llamó la atención de los líderes mundiales
sobre la cuestión de estas enfermedades transmisibles en
términos concretos, reduciendo así la separación existente
entre personas necesitadas y la
agenda de los líderes políticos
mundiales. En el pasado, los
responsables políticos, incluidos los líderes del summit, se
preocupaban menos de la salud de lo que hicieran para la
depresión, el trabajo y la tasa
de intercambio, pero ahora se
dan cuenta de la importancia
de una buena salud. Desde que
fue creado en el 2002, durante
tres años de operaciones, el
Fondo Global ha recogido casi
4 mil millones de dólares USA
y tan sólo Japón ha contribuido con 250 millones de dólares. El 30 de junio de este año,
el Primer Ministro Junichiro
Koizumi ha anunciado el nuevo compromiso del Japón con
quinientos millones de dólares
USA para el Fondo Global de
los próximos años. El Fondo
ha sido creado de manera tal
que refleje el concepto de seguridad humana. En cada país,
su mecanismo de coordinación ha sido establecido en un
proceso de decision making,
en el que están representados
no sólo los funcionarios gubernamentales sino también
las organizaciones religiosas y
civiles. Aunque los Estados
tienen mucha responsabilidad
en la distribución de los servicios sanitarios a la población,
existe también la convicción
de que las capacidades del Estado son limitadas y, por tanto,
la seguridad humana debe permitir que las organizaciones
no gubernamentales y aquellas
internacionales proporcionen
tales servicios. La salud es de-
masiado importante para ser
dejada en manos de pocas personas. Esta teoría se puede
aplicar también a la conciencia de las poblaciones de los
países ricos. En nuestros días,
hay disponibilidad de las medicinas contra el VIH/SIDA,
la TBC y la malaria para la población de las naciones industrializadas y sus pequeños
ahorros pueden llegar a salvar
la vida de los que viven en los
Países en Vías de Desarrollo.
El Fondo Global coloca la salud de estas poblaciones como
tarea de los países industrializados. También ésta la podemos considerar como realización de la seguridad humana.
4. Proyecto de Cuidados
Sanitarios Básicos
(Lusaka, Zambia)
Quisiera proporcionar otro
ejemplo concreto de proyecto
sanitario basado en el concepto de seguridad humana. El
gobierno japonés ha incorporado el principio de seguridad
humana en su política de asistencia al desarrollo internacional. La Japan International
Cooperation Agency (JICA),
una agencia de realización de
la Official Development Assistance of Japan, dirigida por la
Sra. Sadako Ogata, ex Alto
Comisionado de ACNUR, está
trabajando para hacer específicamente más operativo este
concepto.
En el George Compound,
cerca de Lusaka, la capital de
Zambia, la JICA sostiene una
serie de proyectos sanitarios,
cuyas actividades son realizadas por voluntarios de la comunidad. Algunos asentamientos no planificados fueron creados debido a una rápida migración desde los alrededores antes de que llegase la
planificación urbana. Estas
personas migraron sobre todo
de las zonas agrícolas por razones de la depresión económica. Debido a la limitación
de los cuidados sanitarios y
por la carencia de desarrollo
de las infraestructuras en la
zona, la tasa de mortalidad infantil de los niños por debajo
de cinco años era del 15%. La
falta de un sistema sanitario
causó una epidemia de colera
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durante la estación de las lluvias, junto con un rápido aumento de TBC y de la varicela. A partir de 1994 Japón ha
proporcionado ayuda en dinero para construir una red hídrica. Pero lo que es más importante es el inicio de un modelo
comunitario sanitario básico
en 1997. La reducción de la tasa de mortalidad infantil y la
mejora de las condiciones de
salud y sanitarias es un objetivo de dos actividades principales: un programa de cada
vez mayor control de parte del
staff sanitario y de voluntarios
formados por los agentes sanitarios de las comunidades. Un
experto sanitario ha dicho que
ha habido una creciente conciencia en la comunidad, en lo
que se refiere a la importancia
de la salud y a la necesidad de
mejorar la situación en su zona. El éxito de estas actividades y el completamiento de
una red hídrica ha llevado a
una importante reducción del
número de muertos por colera,
de 70 por 10,000 vidas antes
de que comenzara el proyecto
(1994) a una por 10,000 vidas
(2000). Es evidente también
una significativa mejora de la
salud de los niños. La comunidad ha creado, además, un pequeño fondo para el mantenimiento de los baños públicos y
para los gastos de los voluntarios. Este proyecto ilustra que
el sistema se puede realizar
allí donde la gente de la comunidad puede tener confianza y
se pueden sostener vínculos
críticos entre la comunidad y
el gobierno. Aquí tenemos un
buen ejemplo de lo que se
puede hacer para que la salud
de todos sea considerada como un deber.
5. Fondo Fiduciario para
la Seguridad Humana
En 1999, Japón lanzó otra
iniciativa para traducir el concepto en acción. Se trata de la
creación ante Naciones Unidas de un Fondo Fiduciario
para la Seguridad Humana, al
que en febrero del 2005 Japón
contribuyó con cerca de 256
millones de dólares USA.
Aplicando los conceptos de
“protección” y de “ayuda concreta” en su accionar, el Fondo
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que hace de la persona el punto central de su propia acción,
sostiene proyectos tendientes
a la protección y a permitir
que las personas aumenten su
capacidad de recuperación.
El Fondo financia proyectos
que deben realizar las organizaciones de las Naciones Unidas y en partenariado con organizaciones que no son de la
ONU, con el fin de hacer adelantar el impacto operacional
del concepto de seguridad humana. Japón se complace de la
participación de la Good Samaritan Foundation como
partner de UNICEF, OMS y
de cualquier otra organización
de la ONU para la realización
de proyectos. Estas organizaciones serán seleccionadas según los parámetros siguientes:
(1) Proporcionar beneficios
concretos y sostenibles a las
personas y a las comunidades
amenazadas en su supervivencia y dignidad.
(2) Realizar un cuadro de
protección y ayuda concreta
que comprenda, de manera
completa, tanto medidas de
protección ‘partiendo desde
arriba’, así como de ayuda
concreta “partiendo desde la
base’.
(3) Promover el partenariado con la sociedad civil, organizaciones religiosas, ONGs y
otras entidades locales y animar la realización de parte de
estas entidades.
(4) Poner en marcha acerca-
mientos integrados que impliquen con preferencia a más de
una organización en la planificación y en la realización.
(5) Extender una amplia escala de elementos interconexos que tengan en cuenta las
solicitudes multi-sectoriales
en materia de seguridad humana, como por ejemplo las migraciones debido a conflictos
y a la pobreza, a la educación
sanitaria y la prevención de
los conflictos.
(6) Concentrarse en aquellas
áreas de seguridad humana
normalmente dejadas de lado
y evitar los dobles de programas y de actividades existentes.
El cálculo del budget de un
proyecto es de cerca de un millón de dólares en un año en
casos ordinarios, aunque límites más elevados o más bajos
aún no han sido definidos
exactamente. Los requisitos
presupuestados deberían calcularse teniendo en cuenta la
factibilidad y las necesidades
de cada proyecto. El presupuesto puede ser mayor cuando se trata de proyectos de naturaleza global, regional o que
durarán varios años.
6. Conclusión
Se ha puesto en práctica el
concepto de seguridad humana. En estos tiempos difíciles
de crisis e incertidumbres, Ja-
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pón cree que las seguridades
humanas ofrecen esperanza.
La esperanza es la llave para
el desarrollo de las poblaciones que se encuentran en situaciones graves.
El concepto es que el pequeño interés por una oveja perdida no se sacrificará en nombre
de la seguridad del Estado
que, más bien, se ocupará de
cada oveja como si el problema se refiriese a todas las ovejas. Partnership, protección y
acción son palabras clave para
la seguridad humana y Japón
espera que este nuevo concepto de seguridad sea aceptado
ampliamente para afrontar
nuevos retos.
Dr. SHIGEKI SUMI
Embajador de Japón
ante las Organizaciones
Internacionales en Viena.
Ex Director General del
Departamento de Políticas Globales
del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Japón.
Ex miembro del Consejo
de Administración del Fondo Global
para la lucha contra el VIH/SIDA,
TBC y Malaria.
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FRONTER 2005, 6
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Enfermos en la cárcel, la importancia
de la intuición pastoral
1. Introducción
El tema de esta intervención
podría hacer pensar que se refiere solamente a los capellanes de las prisiones. En verdad, al principio estaba dirigido precisamente a ellos, dado
que este tema no es tenido en
cuenta por la mayoría de los
textos sobre la capellanía penitenciaria, pues están concentrados más bien en los acostumbrados problemas pastorales. Sin embargo, el contenido
de esta exposición puede ser
útil para los voluntarios que
visitan a los detenidos, así como también para el personal
que trabaja en los penitenciarios. En lo que se refiere a los
voluntarios, esperamos que esta lectura contribuya para una
mejor comprensión del significado del ministerio pastoral
en las condiciones de aislamiento carcelario.
El artículo se concentra en
los aspectos clínicos y pastorales que comporta el problema de la enfermedad. El aspecto pastoral del problema ha
sido afrontado bajo forma de
estímulo para una percepción
profesional de las condiciones
de ciertas enfermedades en las
cárceles, lo cual puede generar
una mejora del ministerio pastoral.
Generalmente, los detenidos
están expuestos a las mismas
enfermedades de los que están
temporalmente fuera de la prisión o que gozan de libertad
permanente. Sin embargo, la
selección de las enfermedades
que se presentarán en este trabajo ha requerido una atenta
consideración ya que particulares patologías se pueden desarrollar en la cárcel de manera diferente que en condiciones de libertad.
2. El aspecto neurológico
Muchos detenidos cometen
actos criminales o casi crimi-
nales que conllevan la posibilidad de heridas físicas y transtornos neurológicos antes de
entrar en la prisión. Daños de
este tipo se pueden sufrir también durante la permanencia
en un penitenciario – por
ejemplo debido a los golpes
recibidos de parte de otros detenidos.
Uno de los grupos neurológicos comunes es el de las heridas a la cabeza (Weiner, Levitt, 1994). En efecto, ocurre
que los hospitales de las prisiones admitan a pacientes que
se han provocado heridas en la
cabeza (Szaszkiewicz, 1997,
p. 114). Dicho grupo generalmente comprende minusválidos mentales o alcoholizados
que – desconsideramente o en
situaciones de delirio - golpean la cabeza contra la pared u
otras superficies duras, con el
resultado de provocar lesiones
graves, como la ruptura de la
base cránica, conmociones cerebrales y hematomas. Un prisionero se puede procurar heridas con la intención de que
sea llevado a la enfermería de
la prisión en la que ya se encuentra internado un cómplice, por ejemplo para poder comunicar con él y establecer
una línea de defensa común
durante el proceso.
Asimismo, algunos disturbios neurológicos ya presentes
en situación de libertad pueden empeorar durante la permanencia en la cárcel. Entre
estos, sería necesario indicar
los siguientes: hemicranias
(cf. Diamond, Dalessio, 1986;
cf. Dalessio, 1987), vértigos
(cf. Weiner, Levitt, 1994), epilepsia (cf. Engel, 1989), insomnia y disturbios del sueño
(cf. Weiner, Levitt, 1994),
transtornos neurológicos que
derivan del alcoholismo (p.e
convulsiones, delirium tremens; cf. Victor, Adams, Collins, 1971), disturbios neurológicos que son el resultado de
enfermedades internas (cf.
Weiner, Levitt, 1994; según
DOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
estos autores, la prisión favorece el desarrollo de enfermedades del sistema digestivo y
de aquellas cardiacas).
Podemos describir el aislamiento carcelario como una situación continua y permanente
de peligro e incertidumbre (en
sentido físico y también psicológico; cf. Moczydłowski,
1991, p. e.), que puede constituir una razón ulterior por lo
que los individuos recluidos en
la prisión pueden resultar imprevisibles en un modo incon-
cebible para los individuos libres (cf. Britton, 1999; cf. Hollin, 2001, pp. 99-125; cf. Harrower, 2001, pp. 9-40; cf.
Schneider, 1980). A este punto, es necesario considerar
también la diferencia que existe entre el mundo de los individuos libres y el de los prisioneros.
Otra dificultad que puede
surgir cuando se comunica
con los prisioneros es la aparición simultánea de enfermedades neurológicas con transtornos psicológicos y distubrios
de la personalidad.
35
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3. Disturbios psicosomáticos
36
La hipótesis que constituye
la base de los disturbios psicosomáticos se refiere al papel de
la tensión emotiva, de las situaciones conflictuales y de los
daños psicológicos al comienzo y en el curso de numerosas
enfermedades somáticas. Un
acercamiento contemporáneo a
la enfermedad presupone una
percepción multifactorial de la
etiopatogénesis de los síntomas de la misma enfermedad,
incluida la existencia de factores no sólo biológicos, sino
también psicológicos y sociales. Además de su indudable
impacto en el condicionamiento del curso de la enfermedad
(que es de alcance diferente según los pacientes) los últimos
factores permiten determinar el
acercamiento terapéutico adecuado (Jarosz, 1983). En la
etiología de las enfermedades
psicosomáticas, F. Alexander,
T. French y G. Pollock (1968)
indican, entre otras, situaciones
de estrés de frecuente complejidad, ligadas al conflicto central. Dichas situaciones o se
presentan en alivio de los síntomas de la enfermedad somática o en una escalation periódica de los mismos síntomas.
M. Sufczyńska-Kotowska,
A. Golczyk-Wojnar, y M. Wojnar (2000, pp. 139-155) incluyen en la categoría de los disturbios psicosomáticos el asma
bronquial, la úlcera péptica del
estómago y del intestino, las
colitis ulcerosas y la inflamación del intestino, la hipertensión arterial y la cefalea. E.
Ścigała (1993) divide los transtornos psicosomáticos en tres
grupos. El primero comprende
las enfermedades que tienen
como factor etiológico un estímulo psicológico e incluye las
siguientes afecciones: neurosis
vegetativa, cefaleas que derivan de la tensión psicológica,
vómito habitual, anorexia mental (anorexia nerviosa), así como también algunos tipos de
obesidad. El factor principal
(aunque no único) común a las
enfermedades del segundo grupo está constituido por disturbios psicosomáticos. El grupo
incluye enfermedades como:
úlcera péptica del estómago y
del duodeno, enfermedad inflamatoria intestinal (inflamación
del intestino), hipertensión arteriosa espontánea, enfermedad de las coronarias, asma
bronquial, enfermedades alérgicas. El tercer grupo, en fin,
incluye aquellas enfermedades
en las que el factor principal
que empeora el curso de la enfermedad es el factor psicológico. Como consecuencia, incluye la diabetes, el hipertiroidismo y el reumatismo primario crónico.
Indudablemente, los malestares psicosomáticos pueden
empeorar en condiciones de
encarcelamiento que se relaciona con una noción ampliamente conocida como estrés
provocado por la prisión. El estrés está ligado a un pre-estrés,
que deriva de una actividad criminal y de los riesgos que esta
comporta.
La investigación referente a
la población carcelaria que he
llevado a cabo, entre otros, mediante el método de la observación participada, ha demostrado que el prisionero no admite
su temor, no obstante que sea
obvio que su modo de vida esté
ampliamente marcado. Dicho
acercamiento al temor tiene
origen en una fórmula según la
cual “el ataque es la mejor defensa”, que constituye una de
las reglas básicas de la conducta criminal. El término “temor”
parece estar ausente de la conducta criminal, o por lo menos
no es mencionado durante las
conversaciones con la gran
mayoría de los prisioneros que
no toleran aquellos compañeros de prisión que no temen
confesar sus temores. Además,
la población carcelaria se puede caracterizar por el tipo de
temor que podríamos denominar como temor subcultural (el
temor de ser un criminal) y el
temor subcultural debido a la
prisión (temor que deriva por
estar prisionero). El primero
surge cuando se comete un crimen, y se refiere al temor del
mal físico, de resultar herido y,
al final, de morir (debe ser entendido como temor de ser matados, y no temor de lograr salvarse). El segundo se refiere al
temor de sentirse inferiores y
ser considerados una nulidad.
Asimismo, se pueden distinguir dos tipos de estrés, es decir el estrés subcultural criminal (que deriva por ser un criDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
minal) y el estrés subcultural
carcelario (que deriva por ser
prisionero). A su vez, todo esto
está estrechamente vinculado
con los disturbios psicosomáticos.
4. El carácter necrófilo
G. W. Allport describe la
personalidad como la organización dinámica en el individuo
de aquellos sistemas psico-físicos que determinan la adaptación exclusiva al propio ambiente (1949, pp. 43-48). Según H. J. Eysenck, se trata de
una organización más o menos
estable y durable del carácter,
del temperamento, del intelecto y del físico de una persona,
que determina la exclusiva
adaptación al ambiente (1970,
p. 2). Ambas definiciones son
fundamentalmente idénticas,
aunque la segunda es más detallada y estructural que la primera. S. Siek adelanta una visión dinámica de personalidad,
que la define como la organización de instrucciones y modelos de reacción, creada como
resultado del desarrollo y de la
adaptación (1986, p. 14).
En los años 20 y 30, el carácter era erróneamente identificado con la personalidad. La
estructura de la personalidad se
refiere a los siguientes elementos: temperamento, carácter,
necesidades psicológicas, impulsos, actitudes, valores, motivos e imagen de sí mismo.
Según A. A. Roback, el carácter es una disposición psicofísica que resiste a los impulsos
reprimidos según un principio
de regulación (1952, p. 568).
W. S. Mierlin describe el carácter como la individualidad
de la personalidad. Según su
parecer, el carácter es la organización de las carácterísticas
psicológicas que se manifiestan solamente en ciertas situaciones y que condicionan un
camino individual y específico
que cumplir a particulares disposiciones y aptitudes sociales
(Siek, 1986a, p. 121). H. Remplein proporciona al carácter
una dimensión ansiológica,
considerándolo como un aspecto de la personalidad que se
manifiesta en la capacidad de
percibir los valores así como
en la aspiración activa a parti-
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culares valores (1963, p. 135).
En su obra dedicada al carácter, J. Pastuszka lo vincula
– entre otros – a la voluntad. El
término “voluntad” todavía se
emplea en la filosofía y en la
psicología idealista, mientras
que la psicología contemporánea experimental ha sustituido
el término “acto(s) de voluntad” con la noción de “proceso
decisional”. En efecto, la psicología contemporánea pone
un reto al modelo clásico del
acto consciente de voluntad
(particularmente el estadio de
bre la personalidad y usurparla
completamente, subordinando
los elementos individuales a sí
mismo. E. Fromm hace un profundo análisis de dicho carácter (1999). El término “necrofilia”, en términos generales,
significa atracción por todo lo
que está muerto. Se aplicaba
para describir dos fenómenos
diferentes: a) necrofilia sexual,
p.e. el deseo de un hombre de
tener una relación sexual u otro
tipo de contacto sexual con el
cuerpo de una mujer muerta; b)
necrofilia no sexual, p.e. el de-
sobre algo puramente mecánico. Es la pasión de hacer a pedazos las estructuras vivientes”
(1999, p. 372).
La necrofilia, entendida como desorden del carácter, y por
tanto como desorden de la personalidad, es un fenómeno
muy raro. De hecho, lo frecuente es encontrar razgos de
ella. Sin duda, entre la población carcelaria puede existir
también un individuo de este
tipo y, por tanto, el capellán debería estar preparado para esta
eveniencia.
5. Una personalidad
disturbada
pensamiento)
considerando
que la mayor parte de nuestras
acciones se determina a nivel
subconsciente. Al respecto, la
mencionada teoría refleja el
impacto del psicoanálisis y del
existencialismo. Por el contrario, J. Pastuszka considera el
carácter como cierto sistema
de la voluntad, referente al propio autocontrol, a la obediencia
compatible con particulares reglas, a la constancia de la propia conducta, así como a la eficacia del accionar de la propia
voluntad (1962, pp. 25-29).
El carácter necrófilo se
muestra aquí en confrontación
con el background de la propia
personalidad – por razones de
que su poder fatalista es tan
fuerte que puede prevalecer so-
seo de estar cerca a los cadáveres, mirarlos y tocarlos y, ante
todo, de desmembrarlos. Dicho
término, sin embargo, por lo
general no se aplicaba para hacer referencia a pasiones radicadas en el carácter. Erich
Fromm fue más allá del uso
común del término, como resultado de un estudio que realizó sobre la biografía de figuras
brutales, entre las cuales Hitler.
Para Fromm, “la necrofilia se
puede describir en un sentido
caracteriológico – como una
atracción pasional por todo lo
que está muerto, en decaimiento y enfermizo; representa la
pasión de transformar cualquier cosa viva en algo sin vida; de destruir el propio bien;
de focalizar toda la atención
DOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
“Una personalidad disturbada” se puede definir también
con el término “psicopatía”.
Esta palabra, sin embargo, ya
no es usada por la psicología
clínica contemporánea, mayormente debido a la influencia
del humanismo. En efecto, el
término “psicopatía” ha dado
origen a numerosas equivocaciones. Para evitarlos, algunos
autores aplican todavía el viejo
término, que consideran más
expresivo. La literatura americana introduce también el sinónimo de “personalidad asocial”. Otros términos comunes
que se refieren a dicha noción
son “personalidad psicopática”
(término colocado de forma
aproximada entre “personalidad disturbada” y “psicopatía”), “sociopatía” “caracteropatía”, “personalidad sociopática” y “personalidad caracteropática”. Todos estos términos
se refieren a una personalidad
disturbada, aunque cada uno de
ellos subraye un aspecto ligeramente diferente de estos transtornos.
Según A. P. Sperling, una
personalidad psicopática es “la
personalidad” de un individuo
incapaz, parcial o totalmente,
de comprender las normas éticas existentes, lo que se refleja
en su comportamiento antisocial o inmoral” (1995, p. 379).
J. Szostak afirma que “una
personalidad disturbada no es
una enfermedad mental, ya que
las personas afectadas por este
tipo de malestar no muestran
los síntomas básicos de una enfermedad mental – como ilusiones y alucinaciones, por
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ejemplo. Por tanto, es posible
diagnosticar una personalidad
disturbada como una condición
que se caracteriza por ciertas
dinámicas, incluidos los cambios en las áreas particulares de
la propia vida psicológica con
la dominación de los disturbios
emotivos” (2002, p. 54).
Las características de la personalidad disturbada, por
ejemplo, pueden estar relacionadas con la inmadurez psicológica (incluida la inmadurez
38
emotiva, especialmente en la
esfera de los sentimientos principales), desarmonía psicológica (la existencia de razgos
recíprocamente contradictorios dentro de la personalidad),
la falta de respeto por los estándar morales y legales (que
lleva a la convicción extrema
de que “no hay ley y no hay
moralidad”), irresponsabilidad, comunicación social simplificada y basada en el deseo,
incapacidad de prever las consecuencias de las propias acciones, ausencia de realismo
en la programación y, en definitiva, conflictos internos. Esto, así como numerosos disturbios más, están ligados entre sí
y forman grupos capaces de
distinguir al menos cerca de
una docena de tipos de personalidad disturbada (como por
ejemplo, personalidad evasiva,
dependiente, neurótica, esquizoide, histérica y fanática; además de esto, está la personalidad necrófila que, en mi opinión constituye el tipo más
grave de personalidad disturbada).
El término “personalidad
criminal” tiene un significado
más amplio que la noción de
“personalidad disturbada”. Esto ocurre porque un acto criminal puede ser cometido no sólo
por un individuo con una personalidad disturbada, sino también por personas afligidas por
psicosis, neurosis o por individuos que están bajo la influencia de agentes psicoactivos.
6. Psicosis y neurosis
Las neurosis son consideradas disturbios mentales menos
graves que las psicosis, de las
que se diferencian porque permiten su comprensión en la
propia experiencia. El síntoma
principal de las neurosis (psiconeurosis) es el temor (Haslam, 1997, pp. 295-331). Las
diferencias entre psicosis (un
psicótico) y neurosis (un neurótico) las encontramos claramente manifestadas por A. P.
Sperling (1995, pp. 337-341).
La neurosis hace difícil el control de la realidad y deriva de
esto. Sin embargo, un neurótico entiende la realidad y la
percibe en el modo justo. Como consecuencia, además del
área de los síntomas, logra
mantener un contacto normal
con el propio ambiente. Por el
contrario, un psicótico está
completamente desprovisto
(privado) de este contacto. No
puede o no desea verificar la
veridicidad de sus juicios confrontándolos con los hechos
por notar, lo cual lleva a la desaparición de la distinción entre
fantasía y realidad. Tratando
de mantener la imagen de sí
mismo, un psicótico no sólo
distorsiona la realidad, sino
que incluso llega a negarla
completamente. Oprimido por
las propias distorsiones del
mundo, no se da cuenta de su
realidad exterior.
Las psicosis pueden ser funcionales (cuando no se ha identificado ningún cambio en el
sistema nervioso; el único hecho que se puede identificar es
que la personalidad no funcione adecuadamente) y orgánicas
(que se caracterizan por la necesidad de cambios físicos).
De hecho, la prisión crea
condiciones favorables al desarrollo de psicosis y neurosis.
Entre otros, de ella deriva “la
segunda vida de la prisión” –
es decir una comunicación específica entre los mismos prisioneros y entre los prisioneros
y los guardias de la cárcel. La
segunda vida de la prisión ofrece su sistema moral así como
su base normativa y legal.
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7. La preocupación
del capellán de la prisión
Esta intervención no trata el
problema de los detenidos que
dependen de agentes psicoactivos (como alcohol, droga y
medicinales). El amplio alcance así como también la elevada
intensidad de este problema representa una fuente adecuada
para preparar otro artículo. De
todos modos, es preciso recordar que los mencionados agentes psicoactivos pueden constituir un background favorable
para el surgimiento de piscosis
orgánicas, por ejemplo, y pueden desarrollar también un papel significativo en la génesis
de otros disturbios.
La psicología pastoral sugiere que el capellán de las prisiones debería preocuparse para
encaminar a los prisioneros a
una vida basada en una armonía entendida en sentido amplio (Woêniak, 2002b, pp. 7779). Dicha armonía puede tener al menos 11 dimensiones
1) entre la esfera espiritual, psicológica y corporal, 2) dentro
de la esfera de la imagen de sí
mismo, 3) en el empleo del
tiempo, 4) en el estilo de vida,
5) entre la mente y las emociones, o los sentimientos, 6) entre
los estractos más íntimos de la
persona (una referencia al análisis transaccional), 7) entre las
necesidades, los valores y las
normas, 8) en la comunicación
entre el hombre y Dios, 9) en
las relaciones interpersonales,
10) en las relaciones entre un
individuo y un grupo, 11) en el
contacto con el ambiente natural.
El capellán puede ser visto
como objeto por manipular,
tanto a nivel consciente como
inconsciente. Puede ser usado
por un prisionero que desea
gozar de una buena reputación
de parte del capellán, por ejemplo. Una manipulación inconsciente podría ser actuada por
un prisionero psicótico, por
ejemplo. Consideradas las
mencionadas condiciones, el
hecho de poseer un feeling para la manipulación de parte del
capellán aumentará indudablemente su influencia positiva
sobre los prisioneros.
Los complejos problemas
que se refieren a los encarcelados, con sus disturbios y sus
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enfermedades requieren cierta
intuición de parte del capellán
(cf. Woêniak, 2002a, pp. 465472). Debería adaptar sus acciones tanto al tipo de penitenciario como también a cada
uno de los encarcelados, caracterizados por una particular
personalidad de tipo criminal,
o por una enfermedad específica. De hecho, es responsabilidad del capellán respetar la ley
referente tanto a los penitenciarios como a los prisioneros. Está obligado a conformarse con
las reglas de seguridad y de orden público y con otros reglamentos existentes en la cárcel.
Además, también está obligado
a guardar el secreto de oficio.
Revdo. WALDEMAR
WOŹNIAK
Instituto de Psicología
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39
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Nota del Pontificio Consejo para la Pastoral
de la Salud sobre el denominado derecho
a la salud reproductiva
Introducción
40
En 1994 se celebró en El
Cairo la Conferencia Mundial
sobre “Población y Desarrollo”.
En este forum internacional
la Santa Sede expresó las reservas de la Iglesia frente a la ideología de la “Salud Reproductiva” que se inspira en una concepción utilitarista y neomaltusiana. El 14 de setiembre del
2001 publicamos conjuntamente con los Pontificios Consejos
para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes y de la Familia,
una Nota dirigida a las Conferencias Episcopales con el fin
de llamar su atención sobre la
puesta en juego del Manual de
Naciones Unidas sobre la “salud reproductiva” en los campos para refugiados, e indicamos elementos doctrinales y
principios de la moral católica
capaces de ayudar a los obispos
a elaborar una adecuada pastoral para la misión de la Iglesia a
favor de los refugiados.
Ahora, con ocasión de conmemorarse el décimo aniversario de la Conferencia de El
Cairo y en el ámbito del programa dicasterial sobre el derecho universal a la tutela de
la salud, proponemos una reflexión y una puntualización
de nuestro Pontificio Consejo
para la Salud sobre el “denominado derecho a la salud reproductiva”.
I. Definición y ámbito
1. Mediante la expresión derecho a la salud reproductiva
cierto lenguaje internacional
trata de indicar el concepto de
salud reproductiva real y verdadero junto a una serie de derechos conexos. Todo se configura forzadamente como un aspecto “nuevo” en el panorama
de los derechos fundamentales
y en particular en lo que se refiere a la dimensión de la salud
humana y los derechos relacio-
nados con ella. En efecto, en el
contexto internacional la salud
reproductiva está ligada a la
procreación1, así como a los demás ámbitos en los que se debate con fuerza, como por
ejemplo, el de la discriminación positiva por sexo (gender
perspective) o de la orientación
sexual (sexual orientation).
En el ámbito de la salud reproductiva intervienen conceptos particularmente controvertidos en cuanto conciernen dimensiones entre las más íntimas y privadas de la persona,
como la sexualidad, las relaciones sexuales y la procreación
(considerada cada vez más como reproducción); así como
también las cuestiones que por
su naturaleza son determinantes para las relaciones entre los
miembros de la familia. En este
sentido la salud reproductiva
está vinculada con el perfil de
la igualdad y de la desmarginalización de las mujeres, así como ligada a los aspectos educativos de los jóvenes y de los
adolescentes acrecentando de
elementos conflictuales las relaciones inter-generacionales
(derecho/deber de los padres
vs. derechos de los adolescentes).
En el plano exquisitamente
de la teoría general de los derechos humanos, concurre también a la problematicidad de dicho ámbito el hecho que como
concepto y derechos conexos,
la salud reproductiva surge en
el contexto de las políticas demográficas y no estrictamente
de aquel de la producción jurídica (del derecho internacional
de los derechos humanos).
2. Si deseamos captar la
“evolución”, el primer paso se
dio por el reconocimiento de un
derecho a la elección reproductiva, fundado en las afirmaciones de algunos documentos internacionales que proclaman el
derecho fundamental de parejas
e individuos a decidir libre y
responsablemente en torno al
número y a la cadencia de los
DOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
nacimientos. Se hace referencia
a la Resolución 2211 (XXII) de
la Asamblea General de la
ONU de 1966 sobre crecimiento de la población y desarrollo
económico; al párrafo 16 de la
Proclama de Teherán de 1968;
al párrafo 14(f) del Plan de Acción de la Conferencia Mundial
sobre Población de 1974. En
cuanto a la obligatoriedad del
derecho a la elección reproductiva, se puede considerar que
ella se vuelve efectiva con el artículo 16(e) de la Convención
sobre la eliminación de todas
las formas de discriminación
hacia la mujer de 19792.
El segundo período lo podemos relacionar con el debate y
las normas orientativas de la
Conferencia sobre Población y
Desarrollo (El Cairo 1994) y
de la IV Conferencia sobre las
Mujeres (Beijing 1995), en las
que surgió una consideración
directa de la salud reproductiva
bajo el impulso de la OMS y de
la FNUAP. Teniendo en cuenta
las formulaciones del Programa de Acción de El Cairo, el
concepto de salud reproductiva
– parafraseando la definición
de salud contenida en el Preámbulo de la Constitución de la
OMS – debe entenderse como
“el bienestar general, sea físico
que mental y social, de la persona humana, en todo lo que
concierne el aparato genital,
sus funciones y su funcionamiento y no sólo la ausencia de
enfermedades o de patologías.
Por tanto, esto presupone que
una persona puede conducir
una vida sexual satisfactoria y
en total seguridad, que sea capaz de procrear y lo haga libremente, a menudo o no, según lo
desee. Esta última condición
implica que hombres y mujeres
tienen el derecho de ser informados y de utilizar el método
de planificación familiar que
elijan, así como de otros métodos que elijan para la regulación de los nacimientos que no
sean contrarios a la ley, métodos que deberán ser seguros,
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eficaces, disponibles y aceptables, así como el derecho de
acceso a servicios sanitarios
que permitan que las mujeres
lleven a término el embarazo y
el parto y proporcionen a las
parejas todas las posibilidades
de tener un niño en buena salud”3.
Según esta definición el derecho a la salud reproductiva es
presentado con un acercamiento omnicomprensivo, que trata
de comprender numerosos contextos, diferentes sujetos y una
multiplicidad de situaciones jurídicas, pero evidentemente le
falta aquella coherencia jurídica sustancial necesaria para ser
inscrito en el derecho internacional de los derechos humanos. En efecto, se delinean situaciones referentes a la pareja,
a la mujer, al niño que nacerá,
pero comprendidas en un mis-
mo ámbito, el del derecho a la
salud reproductiva. En esta línea es emblemática la posición
expresada por la OMS en agosto de 1994 antes de la Conferencia de El Cairo en la que
manifestaba la necesidad de
afirmar ese “derecho” dejando
a una sucesiva praxis la tarea
de definir los contenidos y los
límites, esto es, el alcance jurídico4.
II. La salud como plena
armonía y sano equilibrio
y su inherente derecho a
ser tutelada
3. En su Mensaje con ocasión de la Jornada Mundial del
Enfermo del 11 de febrero de
2000, el Santo Padre Juan Pablo II, dio una visión de la salud que toma en cuenta todas
las dimensiones de la persona
humana, así como su vocación
cristiana y el bien por realizar a
favor de los demás. Dice el Papa: “Esta visión de la salud,
fundada en una antropología
respetuosa de la persona en su
integridad, lejos de identificarse con la simple ausencia de
enfermedades, se presenta como aspiración a una armonía
más plena y a un sano equilibrio físico, psíquico, espiritual
y social. Desde esta perspectiva
la persona misma está llamada
a movilizar todas las energías
disponbles para realizar su propia vocación y el bien de los
demás”5.
4. La procreación humana
representa un grandísimo valor
y dignidad, porque comunica la
vida a un nuevo ser humano, es
decir a una nueva persona. A
partir de un acto interpersonal
de amor, inseparablemente unitivo y procreativo, los cónyuges se convierten no sólo en padres, sino también y principalmente en cooperadores de Dios
en la transmisión de la vida.
Por tanto, la ideología de la salud reproductiva viola no sólo
el derecho natural del niño que
está por nacer, sino está en contraste también con la Revelación divina. El carácter moral
del componer el amor conyugal
con la transmisión responsable
de la vida, no depende sólo de
la sincera intención y de la valoración de los motivos, sino
que se determina por criterios
objetivos. Criterios que fienen
su fundamento en la naturaleza
misma de la persona humana y
de sus actos y están destinados
a mantener en un contexto de
verdadero amor el sentido ínteDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
gro de la recíproca donación y
de la procreación humana6.
5. La visión personalizada
de la salud, es decir, la salud
como tensión hacia una armonía más plena y un sano equilibrio está en contraste:
5.1 Con una visión reductiva
de la salud y de la sexualidad
– propagandada por la ideología de la llamada “salud reproductiva” – que reduce la salud a
la de los órganos sexuales y al
goce del placer sexual. Esta reducción, sin reglas y sin compromiso, quita valor a la sexualidad humana y separa el acto
procreativo de la intimidad
conyugal y, por lo mismo, reduce e instrumentaliza los actos
propios de la procreación.
5.2 Con el empleo inmoral
de los medios contraceptivos y
abortivos, proclamado por el
derecho a la salud reproductiva
y ampliado por el pansexualismo dilagante. Este uso, cierra
de hecho a un sano equilibrio
de las dimensiones física, psíquica, espiritual y social de la
salud de la persona y al verdadero amor que, precisamente,
se armoniza cada vez más intensamente en el ámbito de la
vida conyugal y familiar.
6. Hay que tener en cuenta
que la salud y la vida son un
don de Dios y, por tanto, propiamente hablando, no tenemos derecho a ellas. Sin embargo, es nuestro deber tutelarla y custodiarla, en el respeto
de la dignidad del hombre y de
la ley de Dios. “La vida y la salud física son bienes preciosos
confiados por Dios. Debemos
cuidar de ellos racionalmente
teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien
común”7. De todos modos, la
plena armonía de la salud se alcanza en definitiva en el misterio de la muerte y resurrección
del Señor, “médico de nuestras
almas y de nuestros cuerpos,
que quiso que su Iglesia continuase con la fuerza del Espíritu
Santo, su obra de curación y de
salvación”8.
Conclusión
Lo dicho, pone en evidencia
el contraste jurídico entre la
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concepción holista de la salud
y la concepción utilitarista de
la salud reproductiva y, por
tanto, de la sexualidad. La primera abraza a la persona humana en su unidad, armonía y
equilibrio físico, psíquico, espiritual y social y, por consiguiente es capaz de favorecer
no sólo una madurez en el plano de la sexualidad, sino también de caracterizar la procreación responsable como expresión del amor recíproco conyugal y de las relaciones de pareja
conformes a auténticas normas
morales y a profundos valores
humanos. La salud reproductiva, en cambio, denota precisamente la tendencia, a extrapolar tanto estos valores como
aquellas normas, ya que propone sin reservas no sólo la separación entre sexualidad y procreación, sino también el empleo de la “contracepción de
emergencia” y el recurrir al
aborto químico. Se trata de una
diferencia esencial en lo que se
refiere a la dignidad de la persona humana, que es el principio de todo derecho, el fundamento, límite y fin: la salud holista está conforme con ella, la
salud reproductiva es contraria.
En cuanto lícita, la primera permite una regulación responsable de la transmisión de la vida,
la segunda admite, aún siendo
ilícito, un irresponsable control
de los nacimientos9. De hecho,
“Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne
misión de conservar la vida,
misión que ha de llevarse a cabo de modo digno del hombre.
Por tanto, la vida debe ser salvaguardada desde su concepción con el máximo cuidado.
La índole sexual del hombre y
la facultad generativa humana
superan admirablemente lo que
de esto existe en los grados inferiores de vida, por tanto, los
mismos actos propios de la vida conyugal, ordenados según
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la genuina dignidad humana,
deben ser respetados con gran
reverencia”10.
Notas
1
Cfr. en este sentido UNITED NATIONS, Population and Human Rights,
New York 1990, Doc. ST/ESA/SER.
R/107, p. 10 y s.
2
Sobre esta cuestión hasta la Conferencia de El Cairo, ver N. FINCANCIOGLU,
Contraception, Family Planning and Human Rights, en UNITED NATIONS, Population and Human Rights, cit. p.87103.
3
Programa de Acción, capítulo VII,
pár. 7.2.
4
Cfr. El Summary del Position Paper
de la OMS a la Conferencia de El Cairo:
WHO, Health Population and Development,
Ginebra
1994,
Doc.
WHO/FHE/94.2, p. 8 s.
5
Cfr. JUAN PABLO II, “Mensaje con
ocasión de la VIII Jornada Mundial del
Enfermo”, 11 de febrero de 2000, n. 13,
en Dolentium Hominum 42 (1999) 9.
6
Cfr. Gaudium et spes, 51.
7
CIC, 2288.
8
CIC, 1421.
9
Cfr. PABLO VI, Humanae vitae, 12 y
13; JUAN PABLO II, Familiaris consortio,
32; Evangelium vitae, 13.
10
Gaudium et spes, 51.
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El ministerio católico de la salud en Canadá
Marcada herencia
Razones de este mensaje
1. Desde el comienzo, un
número infinito de hombres y
mujeres plantaron en nuestro
país las nobles raíces del ministerio católico de la salud; su
valentía y amor devoto por los
enfermos y los que sufren aún
hoy nos dejan sin respiro cuando revisamos esta historia. Las
religiosas han sido el corazón
de este ministerio, asistidas
por laicos y clérigos. Podemos
recordar los esfuerzos de vanguardia de Jeanne Mance,
Marguerite d’Youville, Catherine Mace y Marie Maillet, así
como del Beato François de
Laval, de los primeros jesuitas,
y de las religiosas agustinas en
Quebec. No obstante la escasez de sus recursos, su valor y
su dedicación al ministerio sanante de Jesucristo nunca disminuyeron, ni siquiera frente a
las condiciones y a las dificultades del Canadá de los inicios. Gracias a su compromiso
hacia los valores del Evangelio
y su flexibilidad para cambiar
con los tiempos, ellos nos han
dejado una fuerte herencia que
debemos preservar y guardar
para las generaciones futuras.
Sin lugar a dudas, podemos
afirmar que el trabajo de base
de las religiosas promete mucho para el futuro.
En forma diferente quizás
del pasado, la atención a los
enfermos no puede estar reservada simplemente a pocas personas entregadas a este servicio, sino que debe constituir
cada vez más una preocupación de cada cristiano y de toda la comunidad cristiana. En
esta carta dirigiremos nuestra
atención en primer lugar a los
principios generales del ministerio sanante de la Iglesia que
constituye un deber de todos
los fieles. En la segunda parte,
afrontaremos más específicamente las preocupaciones de
los que, por profesión y a tiempo completo están comprometidos en los servicios sanitarios
de la Iglesia.
2. Es necesario plantearse la
siguiente pregunta: ¿Por qué la
Iglesia, el “pueblo de Dios” ha
dirigido siempre tanta atención
al ministerio de la salud? ¿Por
qué – hoy más que antes – debe abrazar dicho ministerio como parte vital e integrante de
su misión y de su vida? ¿Hay
una diferencia en la presencia
y el compromiso católico en
los cuidados sanitarios? Si la
hay ¿cuál es esta diferencia?
Es nuestro deseo que, mediante esta carta pastoral los
católicos, y en general los cristianos, sean cada vez más
conscientes de que la misión
de curar a los enfermos forma
parte esencial de la vida de cada cristiano y de una sociedad
justa. Quisiéramos que todos
los católicos entendiesen su
llamada bautismal para curar y
tener más familiaridad con la
visión y los principios-guía de
ese ministerio como deber de
cada cristiano cuando se encuentra delante de un hermano
suyo que sufre y necesita de
los demás. “El Buen Samaritano”, ha dicho Juan Pablo II,
“es quien se detiene para atender a las necesidades de los
que sufren”1.
I. APECTOS
ESENCIALES DEL
MINISTERIO SANANTE
DE LA IGLESIA
Nueva esperanza en Cristo
3. Ya en la primera carta
pastoral, Nueva Esperanza en
Cristo, afrontamos la cuestión
de la enfermedad y de la curación. Esa carta merece ser releida también hoy. En ella articulamos el corazón y el alma
del ministerio sanante de la
Iglesia, es decir, la persona y el
ministerio sanante y compasivo de Jesucristo.
Con Jesús, la curación de la
mente y del cuerpo se convierte en el signo claro que el ReiDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
no de Dios ya está presente.
Cuando Jesús cura a un leproso o proclama la parábola del
Buen Samaritano, es señal evidente de su compasión. Pero,
más aún, indica la nueva vida
del Reino: la curación total y
permanente del ser humano en
todas sus dimensiones y relaciones. La palabra de Jesús
que sana abraza toda la persona. Cura el cuerpo y, lo más
importante, restablece en los
que sufren una relación sana
con Dios y con la comunidad2.
Jesús “Médico divino”
4. Ya a partir de esta declaración de fundación podemos
notar algunos puntos importantes referentes a la salud y al
ministerio sanitario. Primero,
como pueblo de Dios, la Iglesia camina siguiendo los pasos
de Jesús, el Médico divino,
que se encarnó “para que tengamos la vida, y la tengamos
en abundancia” (Jn 10, 10). De
aquí que hemos elaborado
nuestra pastoral de la salud siguiendo el modelo del misterio
sanante de Jesús, su compasión hacia los que sufren, y el
modo como dio a sus discípulos el poder de curar. La Iglesia siempre ha considerado la
curación como uno de los poderes del Espíritu que nos ha
dado Jesús. Por tanto, en virtud de su bautismo, todos los
cristianos están llamados a
abrazar este ministerio como
dimensión integral de su vida
en Cristo: “Cuanto hicísteis a
uno de estos hermanos míos,
más pequeños, a mí me lo hicísteis” (Mt 25, 40).
Curar toda la persona
5. Segundo, el ministerio
santante de Jesús es total e inclusivo en su alcance; se dirige
a la salud y al bienestar de toda
la persona en cada una de sus
dimensiones (física, espiritual,
mental, emotiva y social). El
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ministerio sanante de Jesús alcanza todo y, por tanto, “cura
todo” en una persona. Al igual
que Jesús, la Iglesia se preocupa del bienestar de toda la persona. Como el “Médico divino”, ella reconoce que hay muchos y variados tipos de sufrimiento humano que pueden
afligirnos: una enfermedad del
alma causada por el pecado
personal; una enfermedad de
las emociones y de la psique
causada por daños psicológicos y traumas del pasado; una
enfermedad del cuerpo causada por la enfermedad física o
por accidentes; e incluso una
enfermedad en el tejido social
de un pueblo. Por tanto, la pastoral de la salud de la Iglesia
abarca todas las posibles aflicciones humanas; su ministerio
busca únicamente la liberación
total y el bienestar de la persona humana.
miento tiene un valor redentor.
Si es visto a la luz del Evangelio, el sufrimiento “encuentra
su valor salvífico”3. El sufrimiento es siempre una prueba
– a veces una prueba muy seria – sin embargo los cristianos
creen que, íntimamente unidos
al sufrimiento de Cristo, nuestros disgustos y nuestras heridas nos permiten participar en
la obra salvífica de Jesucristo4.
En la carta apostólica Salvifici
doloris, el Papa Juan Pablo II
afirma claramente que “llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha
elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente,
todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor
de Cristo”5. Nosotros encontramos apoyo a este credo en
tra la enfermedad en todas sus
formas, y haga todo lo posible
para conservarse en buena salud”6. Dios no se alegró por
nada de la aflicción de Jesús,
ni encuentra placer alguno al
ver nuestros sufrimientos. No
fue el sufrimiento de Jesús en
la cruz que agradó a Dios, sino
el amor que Jesús tuvo por nosotros sufriendo y muriendo
según la voluntad del Padre
celestial. Cuando es el caso,
como fue con Jesús, tenemos
la llamada “soportación activa” del sufrimiento, no la
aceptación pasiva.
San Pablo: “Ahora me alegro
por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo
en mi carne lo que falta a las
tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la
Iglesia” (Col 1, 24).
Esto no quiere decir que
Dios busca el placer en el sufrimiento y en el dolor de los
seres humanos. Tampoco quiere decir que los cristianos deben aceptar pasivamente el sufrimiento sin tratar de aliviarlo
o de eliminarlo desde sus raíces. Realmente, “entra en el
plan mismo de Dios y de su
providencia que el hombre luche con todas sus fuerzas con-
con razón. Parece que existe
siempre una afinidad espiritual
entre ambos. El deseo del enfermo de sanar es profundamente humano y bueno, especialmente cuando asume la
forma de oración confiada dirigida a Dios. El libro del Sirácida es explícito: “Hijo, en tu
enfermedad, no seas negligente, sino ruega al Señor, que El
te curará” (Si 38, 9) Durante su
ministerio, las multitudes se
acercaron a Jesús – directamente o gracias a la ayuda de
amigos y parientes – para que
los curase. Jesús tuvo siempre
compasión ante sus invocaciones y a menudo hacía referen-
Orar por los que están
enfermos o sufren
8. La oración cristiana siempre ha estado estrechamente ligada al sufrimiento humano, y
Signos de la venida
del Reino de Dios
6. Tercero, el ministerio sanante de Jesús indica la “venida” sin precedentes del Reino
de Dios en medio de nosotros.
Cada vez que Jesús ha curado
a un ciego, a un cojo, a un leproso o a un paralítico, ha sido
siempre una señal de que el
Reino de Dios está cerca. Esto
explica por qué su ministerio
sanante fuese tan fundamental
para proclamar el Reino de
Dios. Como Jesús, cada cristiano está llamado a ser médico y, por tanto, ser para su prójimo una señal que el Reino de
Dios está a nuestro alcance.
Nosotros consideramos el ministerio sanante como una tentativa de remover toda forma
de sufrimiento y de alienación
que impida que una persona se
abra totalmente a Dios y a la
iniciativa amorosa que El
muestra hacia nosotros.
El misterio del sufrimiento
7. Hay también otra dimensión de fe en el misterio del sufrimiento que no debemos perder de vista. Mientras se debe
hacer todo lo posible para aliviar el dolor y el sufrimiento,
tengamos en cuenta que cuando es aceptado en la fe el sufri-
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cia a la fe de los enfermos como cuando dijo: “Vete, tu fe te
ha salvado” (Mc 10, 52). Por el
contrario, en otras ocasiones la
incredulidad y la falta de fe no
permitieron que los curara (cfr.
Mc 6, 5-6). Esta relación entre
oración y curación sigue siendo un misterio. La falta de curación física o emotiva no es
una señal que la oración de
una persona es vana o que su
fe es insuficiente. En su ministerio, especialmente en la liturgia y en la unción de los enfermos, la oración de la Iglesia es
confiada y enfática: “Cúralos,
Señor, en el cuerpo, en el alma
y en el espíritu, y líbralos de
todo dolor”7.
tratar la vida como si fuera un
producto como los demás, como algo que puede ser empleado para otros fines. Las mercancías son valoradas solamente según el precio o por el
uso que se hace de ellas. Pero
no es así cuando está implicada
la vida humana y la salud.
Ellas contienen una dignidad
inherente dada por Dios y no
pueden ser reducidas simplemente a una valoración utilitarista. Están ordenadas a la verdadera dignidad y al bien integral de una persona, de conformidad con el plan y el deseo
divino. Aunque parezca que la
enfermedad quite dignidad a
las personas, en verdad la dignidad intrínseca del paciente
nunca disminuye.
Respeto por la vida
y la dignidad del hombre
9. Una de las características
del ministerio sanante de la
Iglesia es un profundo respeto
por la vida y la dignidad del
hombre. Desde su concepción
hasta la muerte natural, la vida
humana es un don inmenso.
Cada ser humano, creado a
imagen de Dios, tiene un incalculable valor y una propia dignidad. Como tal, nosotros debemos tratar la vida como el
don más precioso que debe ser
respetado, salvaguardado y
cuidado, especialmente cuando la vida es débil y vulnerable. La dignidad de la persona
requiere también que respetemos y honremos la buena salud y el bienestar, que respetemos nuestros cuerpos, nuestras
mentes y nuestras relaciones.
Por tanto, en sentido profundo
son llamados ministros de vida
los que están comprometidos
en el misterio de la salud y de
la curación.
Este servicio a la vida requiere fidelidad al Evangelio y
a la enseñanza moral de la Iglesia. Mientras las ciencias biomédicas hacen entrever prometedores progresos para el cuidado de enfermedades graves e
invalidantes, sin embargo no
raramente presentan serios problemas en lo que se refiere al
respeto por la vida humana y la
dignidad de la persona. No todo lo que es tecnológicamente
realizable es moralmente admisible. En la sociedad actual,
existe una fuerte tentación de
Equidad en el campo
sanitario
10. La preocupación sanitaria y sanante de la comunidad
cristiana no se limita a la salud
de los individuos en cuanto tales – y menos aún termina en
ella –, sino que se extiende
también al ambiente físico y
social en el que todos vivimos
y trabajamos. También aquí,
en nuestra sociedad y en nuestro país, existe lo que podríamos denominar el sufrimiento
y dolor “colectivo” o “societario”. Esto significa que cada
cristiano debe ser promotor de
justicia y debe ayudar a corregir aquellas estructuras sociales injustas que causan terribles sufrimientos a algunos
grupos de población. Trabajar
para promover la salud y el
bienestar no quiere decir sólo
curar los síntomas, sino significa también afrontar las causas sociales y políticas del sufrimiento y de la injusticia.
Hoy, por ejemplo, se reconoce
cada vez más la relación causal entre pobreza y poca salud.
La reptante privatización de
los cuidados sanitarios en Canadá está llena de peligros, por
ejemplo cuando dichos cuidados se consideran como provecho más que como una respuesta compasiva a los sufrimientos y a las enfermedades
humanas.
En especial, la equidad en el
campo sanitario obliga a la sociedad a proporcionar a todos
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sus ciudadanos un nivel sanitario adecuado. Mantener la universalidad y la accesibilidad a
todos los cuidados sanitarios
sigue siendo el objetivo primario de esta equidad. Las argumentaciones para decidir
quien puede obtener los cuidados sanitarios no se pueden basar en el mérito, en el valor social, o en la capacidad de pagar. Todos tienen derecho. La
buena salud para todos, entendida como bienestar físico,
emotivo, espiritual y social,
constituye un valor central
esencial. Si no se satisfacen las
necesidades legítimas de todos
los ciudadanos, sufre todo el
tejido social. Un test moral básico para toda sociedad es el
modo con el que se trata a los
débiles y a los pobres. En Canadá existen varios grupos que
aún tienen mucha dificultad
para acceder adecuamente a
los cuidados sanitarios, y no se
trata solamente de los que son
económicamente pobres, sino
de aquellas personas que viven
en las zonas rurales del país.
Existe asimismo una desigualdad en la forma con que algunos de estos grupos pueden recurrir a médicos o enfermeros
prontamente disponibles, a veces no disponen de agua limpia, y mucho menos tienen un
fácil acceso a los diagnósticos
y cuidados especializados adelantados. A menudo deben ser
trasladados a centros sanitarios
lejanos de casa. Consideramos
que los que sufren nunca deben ser dejados solos. Creemos también que el ministerio
sanitario es mejor desarrollado
y satisfactorio por quien está
más cerca al que sufre.
Solidaridad y
comunión globales
11. Además de lo dicho hasta ahora, los fieles están llamados a una solidaridad global en
su ministerio sanitario y sanante. Aunque este ministerio,
al igual que la caridad, comienza “por casa”, en Canadá,
no se detiene aquí. Nuestra
compasión cristiana se debe
extender – y efectivamente se
ha extendido – a la comunidad
que sufre de todo el mundo y a
la plaga de los millones de personas que en otros países y
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continentes, sufren por las devastaciones de la guerra, del
hambre, de la sequedad, de la
desnutrición, del VIH/SIDA, y
el flagelo de la pobreza debido
a acuerdos comerciales injustos. En forma conjunta debemos encontrar el camino para
asistir y aliviar a los que sufren
en todo el mundo. Sin este sentido de solidaridad global,
nuestra pastoral de la salud no
habrá absuelto su tarea. Nuestro amor y nuestra compasión
por los enfermos y los afligidos aquí en Canadá deben llegar a todos los confines del
mundo.
46
II. SERVICIOS
SANITARIOS
CATÓLICOS
Quisiéramos hablar ahora de
las preocupaciones de quienes,
debido a su profesión y a tiempo completo, están comprometidos en los servicios sanitarios
católicos. En la comunidad
cristiana tenemos los que han
asumido los cuidados sanitarios como una vocación y una
profesión: médicos, enfermeros, fisioterapeutas, radiólogos,
farmacéuticos, capellanes, y un
número ilimitado de profesionales y voluntarios. A todos
ellos, deseamos manifestar
nuestra más profunda gratitud
y aprecio por su delicado e incansable servicio. Deseamos
manifestar también nuestra
profunda gratitud por el trabajo
desarrollado a nivel nacional
de la “Catholic Health Association of Canada” (CHAC).
Una coyuntura crucial
12. Hoy nos encontramos
frente a un vuelco crítico en
nuestros servicios católicos.
En los últimos decenios, tanto
en la sociedad como en la Iglesia y en el ámbito sanitario han
habido cambios importantes
que tienen relación directa con
la dispensación futura de los
servicios y programas sanitarios católicos, y que al mismo
tiempo representan retos y
oportunidades. Nosotros creemos que se trata de un tiempo
oportuno para reflexionar sobre la respuesta de la Iglesia a
estos nuevos retos. Un número
cada vez más grande de religiosas dejan la dirección de los
hospitales católicos y de las
instituciones sanitarias de larga permanencia que fundaron,
desarrollaron y dirigieron, primero en Quebec y luego en todo el país. De igual modo, se
deben afrontar cuestiones de
sostenibilidad, identidad y leadership de la sanidad católica
en nuestra sociedad pluralista.
Frente a las crecientes restricciones financieras, a las reformas gubernamentales en campo sanitario, a exigencias de
mayor credibilidad, a las nuevas tecnologías y a las cuestiones bioéticas en juego, debemos ser creativos para que la
Iglesia, con su presencia y su
misión, haga sentir su voz en
este importante ámbito de los
cuidados sanitarios.
Nuevos retos
y oportunidades
13. La sanidad ha tomado
hoy nuevas orientaciones y
nuevos servicios. Mientras los
hospitales siguen siendo un
importante punto de referencia
en cada sistema sanitario, las
necesidades y las estructuras
de sanación a largo plazo son
cada vez más solicitadas. Los
cuidados sanitarios superan
hoy los confines de nuestros
hospitales públicos y cada vez
más se vuelven de base comunitaria. Esto comporta el cuidado de los que sufren de enfermedades crónicas y mueren
en casa. Incluye también el
cuidado de parte de los miembros de la familia, ante la necesidad de los ancianos, de los
que están solos, de los minusválidos, de los drogadictos y
alcoholizados o de los que sufren desequilibrios mentales.
No debemos olvidar también a
los agentes sanitarios que, a su
vez, tienen necesidad de asistencia pastoral, de una formación en materia de fe y de ser
apoyados. Una buena administración reconoce que la solicitud hacia los agentes de pastoral tiene un impacto directo en
quienes reciben los cuidados.
Nuestros hospitales y nuestras instituciones de larga permanencia deben ser cada vez
más faros de esperanza, centros de acogida y de excelenDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
cia, en los que la compasión, el
cuidado holista, la reflexión
ética y la leadership guiada por
la fe sean palpables y bien evidentes. Es aquí que los agentes
sanitarios católicos pueden y
deben constituir la diferencia.
Es aquí que su voz, su presencia y su papel de “advocacy”
para con los enfermos pueden
brindar una contribución diferente y absolutamente indispensable al sistema sanitario
católico existente. Como la
“posada” de la parábola del
buen Samaritano, nuestras instituciones sanitarias deben ser
paraísos en donde los marginados y los menos afortunados
son admitidos y atendidos.
Papel creciente de los laicos
14. A lo largo de los años, la
responsabilidad de los servicios sanitarios católicos ha sido confiada siempre a los laicos. Esto es fuente de esperanza real porque muchos laicos
tienen un deseo sincero de servir y poseen capacidades necesarias, el entusiasmo necesario
y la dedicación para asumir un
papel de leadership en la nueva dirección de la sanidad católica. Los laicos en general,
incluidos los jóvenes, deben
ser animados a informarse mejor e interesarse a todos estos
aspectos nuevos y retos de la
sanidad católica. El compromiso a desarrollar programas
de leadership basados en la fe
en este campo es de importancia vital. La leadership laica en
la sanidad debe ser buscada escrupulosamente, animada y reforzada. Sólo cuando los cristianos están formados en este
sentido, podemos esperar en la
preservación y promoción de
la sagrada herencia que hemos
recibido del pasado.
Cada miembro cristiano de
la comunidad debe estar mejor
informado sobre las nuevas
áreas de “atención” en el sistema sanitario. En lo posible, y
teniendo en cuenta los dones y
talentos de los que disponen,
los miembros de la comunidad
deben ser animados a dedicarse a los cuidados sanitarios como una vocación y a asumir
una mayor responsabilidad en
este ámbito. Creemos que es a
nivel comunitario local que
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puede ser mejor escuchado y
animado este llamamiento a un
mayor compromiso en la sanidad. En cada parroquia y diócesis, se debería estimular una
mayor convicción sobre las
necesidades sanitarias de nuestros días. Los que ya trabajan
como profesionales en este
ámbito deben recibir mayor
apoyo, ser animados, asistidos
y formados en la fe.
vo al acercarse la fin de la vida;
solicitud y preocupación por
los vulnerables y los enfermos
en la sociedad, que a menudo
son dejados de lado y no son
capaces de proveer a sí mismos. La Iglesia hace que su fe
religiosa esté impregnada en
todos estos aspectos de sus cuidados sanitarios.
...En estrecha partnership
con otros
Una misión guiada
por la fe...
15. Como en el pasado, la sanidad católica tiene hoy una
misión y un aporte particular
que ofrecer en los servicios sanitarios de nuestra nación. Como hemos dichos antes, la base
es el ministerio sanante y la
compasión de Jesús. Cuando se
reflexiona suficientemente sobre esta convicción de fe, cuando es vivida totalmente, y se le
asegura una adecuada exposición pública, entonces la identidad y la misión sanitaria católica nunca serán puestas en duda. Nuestro compromiso en este campo seguirá siendo la “diferencia” en el esquema general de las cosas. Dicha diferencia nace por el hecho que nuestra fe infunde e impregna la
“calidad especial” en nuestros
servicios sanitarios católicos y
el modo en que estos son administrados, conducidos y dispensados profesionalmente. El sello de la sanidad católica es evidente bajo varios aspectos: profundo respeto por la dignidad
de cada persona; tratamiento
justo y adecuado a cada uno sin
distinción; cuidado espiritual y
religioso; reflexión continua
sobre las cuestiones éticas de
los tiempos; cuidado compasi-
16. La sanidad católica no
obra sola o en forma aislada.
Trata de colaborar estrechamente con otras instituciones
religiosas y organizaciones sanitarias con las que comparte
valores y objetivos comunes.
Junto con nuestros hermanos
cristianos, podemos afrontar
los defectos que caracterizan el
sistema sanitario público y nacional. Buen ejemplo de ello es
la colaboración con la Ecumenical Health Care Network
(EHCN), y cuando estuvimos
en grado de introducir la noción de “pacto” en el informe
final de la Comisión Romanow.
Dicha recomendación invita al
gobierno federal a “...instituir
un nuevo ‘Pacto Sanitario Canadiense’. Dicho Pacto debería
afirmar de modo claro los valores y los objetivos del sistema
sanitario público canadiense y
proporcionar un conjunto de
principios guía para los legisladores, los managers y los dispensadores sanitarios.
Conclusión
Los mencionados principios
dinámicos y elementos constitutivos son un testamento “viviente” del compromiso cons-
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tante de la Iglesia hacia la sanidad y la pastoral de la salud.
“Vayamos adelante con esperanza”, así nos animó el Papa
Juan Pablo II al comienzo del
nuevo milenio. Tenemos razón
para esperar. No obstante, la
credibilidad de nuestra esperanza – y por tanto de la pastoral de la salud de la Iglesia –
comprende dos elementos: la
palabra y la acción, nuestra palabra debe ser apoyada por
nuestra acción. El Evangelio
de Mateo explica bien esta dinámica: “Estaba enfermo y...”
(25, 36). En fin de cuentas, la
credibilidad del ministerio sanitario católico, nace de la entrega de todos los agentes que
corren el riesgo y ofrecen su
vida a este servicio. Es esto
que los hace creíbles. Ellos no
se acontentan simplemente de
pronunciar palabras amables,
sino que mantienen su palabra
ocupándose efectivamente del
enfermo, del afligido y del pobre.
CONSEJO PERMANENTE
DE LA CONFERENCIA
EPISCOPAL DE CANADÁ
Notas
1
JUAN PABLO II, Mensaje con ocasión
de la X Jornada Mundial del Enfermo,
11 de febrero de 2002.
2
Conferencia Episcopal Canadiense,
New Hope in Christ: A pastoral Message
on sickness and healing, 1 setiembre de
1983, p. 10.
3
JUAN PABLO II, Mensaje con ocasión
de la XII Jornada Mundial del Enfermo,
11 de febrero de 2004.
4
Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1521.
5
JUAN PABLO II, Carta Apostólica
Salvifici doloris, 19.
6
Ritual Romano, Ordo Unctionis Infirmorum eorumque Pastoralis Curae, n. 3.
7
Ritual Romano, Ordo Unctionis Infirmorum eorumque Pastoralis Curae, n.
75.
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Los profesionales de la salud*
LOS NECESITAMOS. NOS NECESITAN
Presentación
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Es un colectivo numeroso y
necesario. En España, más de
un millón. Son todas aquellas
personas que ejercen su profesión en el mundo de la salud y
de la enfermedad. Todos sabemos lo que suponen para el
enfermo y la familia, y lo que
suponen dentro del mundo sanitario para realizar sus fines
de educar y promover la salud,
prevenir la enfermedad y asistir y cuidar a los enfermos.
Es un colectivo necesitado.
Los profesionales de la salud
son y se sienten necesitados de
escucha, cercanía, respaldo,
apoyo y ayuda para vivir su
trabajo de forma sana y saludable. Muchos de ellos son sanadores heridos, como consecuencia del desgaste que les
produce su propio trabajo.
Es una preocupación de la
Iglesia. Atender a quien cuida
a los enfermos es una forma
indirecta de atender a los enfermos. La comunidad cristiana siente la imperiosa necesidad de cuidar a quien cuida,
acoger y acompañar al profesional de la salud, reconocer
su trabajo y su carisma de curación, escuchar sus dificultades, saber de sus posibles crisis relacionadas con su trabajo.
A ellos debemos reconocimiento y gratitud, por su labor,
debemos prestarles atención,
escucharlos y enriquecerse
con sus aportaciones, para
promover un laicado cristiano
comprometido en el mundo de
la salud.
Con este material de educación en la fe pretendemos:
– Acercarnos a la realidad
actual de los profesionales de
la salud: quiénes son, qué hacen, cuáles son sus fines y tareas, cuáles son sus valores y
actitudes, a qué retos y desafí-
os han de hacer frente, cuáles
son sus necesidades y preocupaciones.
– Promover la relación entre
la comunidad cristiana y los
profesionales de la salud. Impulsar el diálogo y la colaboración mutua. Revisar y potenciar la atención, el cuidado y
la formación que la comunidad cristiana ofrece a los profesionales de la salud.
– Promover una presencia
significativa de los cristianos
en el mundo de la salud, impulsar su misión y su testimonio, y potenciar la Asociación
de Profesionales Sanitarios
Cristianos, en España aprobada por la Conferencia Episcopal Española el 19 de noviembre de 1993.
Los contenidos se agrupan
en tres partes: en la primera, la
más amplia, nos acercamos a
los profesionales de la salud
para conocerlos, fundamentalmente a través de sus testimonios; en la segunda, abordamos la mutua relación entre la
comunidad cristiana y los profesionales; en la tercera, nos
centramos en los profesionales
cristianos y su compromiso en
el mundo de la salud y ofrecemos, como ejemplo, el marco
integrador de la Asociación de
Profesionales Sanitarios Cristianos. Finalmente, adjuntamos una selección de textos
del Magisterio referidos específicamente a los profesionales de la salud, una oración y
una sucinta bibliografía.
Los destinatarios son los
enfermos y sus familias, las
comunidades cristianas y sus
equipos de pastoral de la salud, los servicios de asistencia
religiosa, las congregaciones
religiosas sanitarias y otras,
las instituciones sanitarias y
socio-sanitarias, y en especial
todos los profesionales de la
salud sean o no cristianos.
1. Los profesionales
de la salud
Los profesionales de la salud
forman un colectivo inmenso y
plural. En España, más de un
millón. Son todas aquellas personas que ejercen su profesión
en el mundo de la salud y de la
enfermedad: médicos, enfermeras, fisioterapeutas, psicólogos, capellanes, técnicos de laboratorio, auxiliares de clínica,
trabajadores sociales, farmacéuticos, gerentes, administrativos, celadores, personal de
mantenimiento... Todos son
igualmente importantes y todos
y cada uno son imprescindibles. Si una parte no funciona,
se resiente el todo. Un enfermo
no podría ser operado si el personal de la limpieza no hubiese
limpiado adecuadamente el
quirófano y las enfermeras y
auxiliares no lo hubieran preparado y el celador trasladado.
El farmacéutico hace que el enfermo disponga de la medicación; el personal de cocina le
proporciona los alimentos que
precisa; gracias al personal de
lavandería el enfermo y los
profesionales disponen de ropa
limpia, etc.
Los enfermos buscan del
médico la curación. Esperan la
mano amiga de la enfermera
que les cuide, la frase amable
de la limpiadora, la delicadeza
del celador cuando moviliza su
cuerpo desvalido en la cama y
a través de los largos pasillos
del hospital. Confían en que
hoy les resulte más fácil ingerir
los alimentos, en que el aire
llene sus pulmones, en que el
dolor desaparezca, en que ese
brazo y esa pierna que se resisten a moverse comiencen a
obedecerles. En su interior anhelan, muchas veces sin saberlo, que el médico que les ha correspondido en suerte sepa decirles lo que les ocurre y les
proporcione los remedios que
* Material elaborado por el Departamento de Pastoral de la Salud (España), para la preparación de la Jornada Mundial del Enfermo año 2005.
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les alivien. Ansían que todos
los profesionales que pululan a
su alrededor les reconozcan como personas, como seres humanos.
Acercamiento al mundo de los
profesionales de la salud
Como primer paso vamos a
acercamos al mundo de los
profesionales de la salud para
conocer su trabajo, su servicio
a los enfermos y a la sociedad,
sus valores y actitudes, los retos y desafíos a los han de hacer frente, sus necesidades y
expectativas, sus sufrimientos
y alegrías. Escuchamos lo que
ellos mismos nos dicen.
Tareas de los profesionales
– En el Centro de Salud donde ejerzo me llega el enfermo,
solo o acompañado de algún
familiar. Su enfermedad, generalmente, no es grave pero para
el enfermo es muy importante
porque no le permite llevar su
vida diaria de manera normal...
A veces, el enfermo tiene unos
síntomas que me hacen sospechar que está tocado por algo
más profundo. Mando realizar
unas pruebas, análisis, radiografías… Unas veces me alegra ver que esas sospechas no
se confirmen, pero otras... Con
alguna frecuencia visito en sus
casas a enfermos de SIDA. Estos unen al dolor físico de una
enfermedad que saben que
puede ser mortal a un plazo
más o menos largo, el dolor por
el rechazo social que, afortunadamente, nuestra sociedad va
suavizando. Necesitan más que
nadie sentirse queridos y me
piden que los acepte en su enfermedad y les consuele. [Médico de Familia]
– Mi trabajo lo realizo en la
consulta o en el domicilio, y en
cualquier otro lugar donde haya que asistir a alguien. Procuro darle siempre un trato personalizado. Todos los días, antes
de empezar la consulta, tengo
diez-quince minutos de “escuela de salud”, donde hablamos
de cualquier tema relacionado
con la misma: noticias de actualidad, donaciones, voluntades anticipadas, tolerancia, cómo preparamos para la muerte,
el duelo, información al paciente terminal. Una vez por
semana acudo a la escuela para
compartir con niños y profesores distintos temas: alimentación, estética corporal, higiene,
técnicas de relajación, dibujo e
interpretación. [Médico rural]
– En Urgencias nos toca trabajar con personas, muchas de
ellas en situaciones extremas,
por su estado terminal, por su
situación personal, familiar o
social. Personas que sufren no
sólo enfermedad, sino también
miedo, abandono, soledad,
marginación. Unas llegan con
problemas de alcoholismo o
drogodependencia, otras con
enfermedades mentales, en crisis agudas y violentas. Hemos
de atender a personas víctimas
de agresiones, a ancianos abandonados, enfermos angustiados
por su salud, aquejados por el
dolor, aunque su vida no corra
peligro [Auxiliar de Clínica].
– Me gusta mi trabajo. Como los familiares tienen que
salir para que yo pueda limpiar,
eso me facilita preguntarle cómo está, qué le ha pasado, o
decirle algo. Mientras limpio,
veo sufrir a médicos y enfermeras cuando no pueden con
los casos, cuando alguien no
tiene remedio. Está bien que
hagan cursos para poder con el
duelo y para facilitárselo a
otros; de lo contrario, los pobres, no podrían con ello. Me
gusta mi trabajo, pero reconozco que no lo sabemos hacer
bien, que somos demasiado
«tiesos», que a todos los que
llevamos uniforme nos gusta
mucho llamar la atención a los
pacientes y familiares... Corregimos a la gente o informamos
con desgana, como si estuviéramos siempre saturados de
trabajo o incomodados por las
visitas. [Limpiadora]
– Voy por la planta acariciando vidas, cuidando a unos y a
otros, adivinando el dolor. Ayudo a los padres a no envolver a
los niños en una gran mentira,
sino a saber disfrutarlos hasta
el final y despedirse de ellos
con todo el cariño expresado.
Al morir un niño y tras cuidar a
los padres paso por las habitaciones, porque cuando un niño
muere, todos los padres se resienten y sufren también la próxima pérdida. Hablo de la
muerte con naturalidad, como
parte de la vida, y recuerdo a
los padres la importancia de
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acompañar con sensibilidad esta experiencia para favorecer la
elaboración positiva del duelo
de sus otros hermanos. Creo
que es mejor comunicar la verdad de manera sencilla y que
hay que expresar también los
sentimientos y dejar que el niño cuente todo lo que le pasa
por dentro, respondiendo con
la verdad a todas sus dudas.
[Psicóloga infantil]
– En el Servicio de Neonatos
del Complejo Hospitalario trabajamos un grupo de profesionales con años experiencia. Sa-
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car adelante con vida muchos
prematuros o recién nacidos
enfermos o ya nacidos, nos
descubrió la necesidad de trabajar su calidad de vida: sanarlos en las mejores condiciones,
ayudar a los padres a asumir su
crianza, y sanar nuestra mente
de profesionales, encerrados en
ocasiones en el círculo del fracaso o en la desesperanza de
ver un día con vida feliz y plena a estos niños [Pediatra].
– Soy profesor de una Escuela de Enfermería. Es apasionante el trabajar con jóvenes. Enseñar que es más importante coger la mano moribunda, un gesto amable, una
sonrisa que todas las medicaciones posibles. Enseñarles a
ser servidores competentes y
dedicados, promotores de la
humanización de la asistencia,
defensores de los derechos de
los enfermos, trabajadores de
una sociedad más sana y testigos de Jesús en el mundo de la
salud. Para enseñarlo tengo
que vivirlo yo y eso no siempre
es fácil: yo también tengo limitaciones y a veces estoy necesitado de esperanza y de ilusión
en grandes dosis [Profesor de
enfermería]
Sentido y fines de los
profesionales de la salud
Los profesionales de la salud
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prestan un servicio vital a la
sociedad: conocer, diagnosticar y tratar la enfermedad, cuidar a quienes están enfermos,
fomentar la salud que tengan y
educarles para que puedan gozar de una salud mejor, ser personas dedicadas al cumplimiento de esa tarea que la sociedad les encomienda.
Los modos de entender la
profesión médica a lo largo de
la historia han sido distintos y
han estado influidos por multitud de circunstancias. En los
albores del siglo XXI resulta
muy útil recordar cuáles son
los verdaderos fines de la Medicina, agudamente resaltados
en un documentado informe
del prestigioso Hastings Center: La prevención de la enfermedad y de las lesiones, y la
promoción y el mantenimiento
de la salud. El alivio del dolor
y del sufrimiento causado por
la enfermedad y las dolencias.
La asistencia y curación de los
enfermos y el cuidado de los
que no pueden ser curados.
Evitar la muerte prematura y
velar por un morir en paz.
– A lo largo de más de 25
años mi preocupación, como
profesional de enfermería, ha
sido aprender el arte de cuidar,
porque el eje central de la enfermería es el ejercicio del cuidar. Cuidar es acompañar adecuadamente a los enfermos,
conocer sus valores y creencias, sus necesidades y sus recursos. Cuidar es ayudarles a
ser autónomos, a realizar su
propia vida, a valerse por sí
mismos. Cuidar es acompañarlos en su camino respetando su
ritmo. Cuidar a un enfermo es
una responsabilidad, es una
obligación de justicia. Pero no
es tarea fácil. Conlleva conocer su vida, sus problemas, su
mundo interior con mucho tacto y respeto. Exige grandes dosis de escucha, de atención, de
silencios, de tacto y de respeto.
[Enfermera]
– Es imprescindible una vocación profesional auténticamente convencida de sus responsabilidades. Ese impulso
vital es el deber moral de actuar al servicio del ser humano
como fin primordial, de ayudarle en sus necesidades de
curación y cuidados. Ese deber ético es similar para todos,
porque es lo nuclear de las
profesiones sanitarias, pero los
niveles de exigencia no son
los mismos. Cada uno tiene
que descubrir el verdadero
sentido de su vocación, en qué
mimbres se sustenta y con qué
nutrientes se fortalece para no
caer en el desánimo o en el
desgaste. En mi caso se ha
producido con el tiempo un
proceso de discernimiento,
maduración y elección continua, que no ha concluido. La
propia vida me ha llevado al
ejercicio de la Medicina, sobre
todo asistencial, pero también
a orientar grandes dosis de trabajo hacia la formación y desarrollo de la Bioética. Esto lo
siento como don y como una
tarea; es un privilegio y un
compromiso. En mi caso, creer no me exime de discurrir
con racionalidad y prudencia
en el ámbito de la moral, incluso con riesgo de equivocarme [Médico y bioeticista]
tirme ni contrariado ni ofuscado; y cuando tengo éxito, intento no ser altanero ni que
ello me aleje de Dios. [Médico
Interno Residente]
– A lo largo de los años he
ido aprendiendo conocimientos de mi especialidad, pero he
tenido que aprender otros conocimientos y habilidades que
nunca me habían enseñado:
mecanismos de relación con el
enfermo, formas de transmitir
malas noticias, cómo acompañar en el dolor y en las alegrías
o serenar a quien lo precisa...
[Médico Internista].
– Estoy para servir, estudio
para ser un buen profesional,
para explotar al máximo mis
posibilidades. Es mi obligación asistir cada día mejor, a
los que ponen su vida y sus sufrimientos en mis manos, no
para vanagloriarme de ello sino para mejorar, en lo posible,
el uso de los recursos que disponemos. Cuando fracaso en
mi propósito, procuro no sen-
do en constante y acelerado
cambio tecnológico, social y
cultural. Los profesionales de
la salud hemos de conocer y
afrontar los retos que el cambio nos plantea, tanto para
nuestra propia salud, estilo de
vida, proyecto vital y búsqueda
de la felicidad como para ofrecer a los pacientes y sus familiares una atención de calidad,
teniendo en cuenta la globali-
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Retos y desafíos
que se les plantean
Son muchos y variados.
Juan Viñas afirma en su ponencia Las profesiones sanitarias
en la encrucijada. Retos del
profesional de la salud del siglo XXI: “Vivimos en un mun-
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dad de la persona y sus necesidades vitales con profesionalidad”. Y señala, entre otros, estos retos y desafíos:
– Conjugar debidamente la
especialización con la necesaria visión global de la persona.
Lo primero es la visión global
de la persona y sus necesidades y después la especialización. Sólo así podremos entender a la persona enferma y
ayudarla con más eficacia.
– Superar el positivismo
científico. Este no explica el
amor, las relaciones humanas,
las emociones, los sentimientos, las creencias y las dudas.
Hay algo más que el materialismo. Creer en el bien de la
humanidad no es algo irracional sino que ayuda a dar sentido a la vida y a nuestra felicidad.
– Afrontar la enfermedad y
la muerte de manera distinta,
como parte del ciclo vital.
– Estar preparado para dar
información y, sobre todo,
educación al enfermo, su familia y a la sociedad en general.
– Luchar por una medicina
mejor, utilizar bien los recursos sin malgastarlos y tratar
que la asistencia llegue a todos.
– Prepararnos para ofrecer a
los pacientes de otras razas,
culturas, religiones y costumbres una asistencia de calidad.
– Hacer sostenible y de calidad el sistema sanitario. Hemos de utilizar mejor los recursos de que disponemos y participar en las organizaciones de
la mejora de la calidad de la
asistencia, teniendo muy claro
que cada enfermo es un fin en
sí mismo, tenga o no tratamiento curativo, gaste o no
muchos recursos, vuelva o no
al trabajo y a ser útil a la sociedad.
– Dedicar tiempo y recursos
a ponernos al día en todos los
aspectos de la profesión, técnicos y humanos.
– Rendir cuenta a la sociedad de nuestra actividad y de
los recursos que pone en nuestras manos.
– Ayudar, como ciudadanos
que somos, a mejorar la sociedad. Nuestro comportamiento
y ejemplo de vida fuera del trabajo tienen un impacto en los
demás.
Necesidades de los
profesionales
Los profesionales de la salud
son necesarios. Es obvio. Se
dice en el libro del Eclesiástico: “Recurre al médico, pues
el Señor también lo ha creado;
que no se aparte de tu lado,
pues lo necesitas” (Si 38, 1213). A su vez, los profesionales
de la salud son y se sienten necesitados de escucha, cercanía,
respaldo, apoyo y ayuda para
vivir su trabajo de forma sana
y saludable. Muchos de ellos
son sanadores heridos. He aquí
el análisis que un grupo de
profesionales hace de su situación:
– Vivimos hoy una situación
de crisis de valores, de incertidumbre y preocupación, ocasionada por los profundos
cambios que se están dando en
los avances de las ciencias médicas, en las relaciones de los
profesionales con los pacientes
y con las instituciones sanitarias de las que dependen, y en
el impacto de las nuevas directrices administrativas legales y
políticas.
– Nos afecta la frustración y
el desencanto ante las dificultades profesionales, y nos vemos desconcertados ante los
avances de la ciencia y de la
técnica que requieren un permanente discernimiento, que
no siempre es satisfecho.
– Experimentamos la impotencia en medio de una sociedad que nos pide el imposible
de curarlo todo e incluso vencer a la muerte, y sentimos la
soledad en medio de un mundo que ignora, cuando no desprecia, lo más radicalmente
humano.
– En los profesionales de la
salud se da la paradoja de que
siendo valorados de modo muy
encomiable por la gran mayoría de los enfermos y de sus familias, sin embargo, es cada
vez más manifiesto el nivel de
insatisfacción, frustración y
otros sentimientos penosos que
hacen presa de un número considerable y creciente de nosotros.
En síntesis, los profesionales
tienen necesidad de:
– Desahogo y de cauces para
ello, dada la sistemática represión que han de practicar al
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contacto reiterado con el sufrimiento de enfermos y familiares.
– Contrarrestar y compensar
las quejas y reclamaciones que
reciben de enfermos y familiares, algunas de las cuales obedecen a negligencia o mala
práctica por parte de los profesionales, pero muchas tienen
como causa defectos del sistema sanitario, del que ellos son
también víctimas directas.
– Encontrar, ellos también,
un sentido satisfactorio a un
trabajo duro y que no suele
ofrecer muchas gratificaciones.
Interrogantes y preguntas
– En la UCI donde trabajo,
hay pacientes con la misma patología y de la misma edad. Se
realizan las mismas técnicas,
se administran los mismos tratamientos, pero unos mueren y
otros viven. Empiezo a preguntarme el por qué de estas
situaciones. Seguramente, para
unos ha llegado su hora y para
otros todavía no. Me costó algún tiempo entender esto... Se
nos plantean problemas éticos
¿Hasta dónde seguir reanimando a un paciente? ¿Hasta siete
veces, como ocurrió una vez y
el señor salió por su propio pie
y vino a darnos las gracias?
¿Dónde está el límite en la administración de tratamientos
curativos, cuando sabemos a
ciencia cierta que pueden no
ser efectivos y alargan el sufrimiento, ya no tanto para el paciente, si está sedado, sino sobre todo para la familia? ¿Por
qué no dar cuidados paliativos? [Enfermera]
– Cuando en Urgencias ves
tanto dolor, tantas preguntas
sin respuesta, tantas familias
deshechas, tantas vidas desaprovechadas y a la vez te ves
inmerso en un complejo hospitalario tan grande y tan frío,
tan despersonalizado y tan desmotivado... te planteas tantos
interrogantes. [Enfermero de
Urgencias]
Desgaste y sufrimiento
de los profesionales
Lo que desgasta a los profesionales y les causa de sufrimiento es, según dicen ellos
mismos: el estrés, consecuen-
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cia de la sobrecarga de trabajo;
la impotencia personal para
cambiar el entorno; la falta de
recursos humanos y materiales; la falta de apoyo por parte
de la dirección de los centros,
así como la poca valoración
del trabajo que realizamos; los
problemas laborales; la falta
de ilusión, el pasotismo; los
continuos cambios de normativas, que dificultan el trabajo
bien hecho; la falta de formación y de recursos para el ejercicio de la profesión; estar en
constante contacto con el
mundo del sufrimiento y del
dolor, etc.
– Me encuentro muchas dificultades al trabajar en el medio
rural. La escasez de medios sanitarios y sociales para hacer
frente a los problemas. La ceguera de mi jerarquía sanitaria
ante los problemas de los profesionales del medio rural: no
conoce directamente nuestras
necesidades ni tiene una relación directa con nosotros, los
controles de calidad son totalmente irreales, las incentivaciones nunca son equitativas,
la formación continuada no
existe..., sólo prima el gasto
farmacéutico. No se valoran
ahorros llevados a cabo con
muchísimo trabajo y dedicación como es la atención y el
control exhaustivo y continuo
de pacientes domiciliarios y
crónicos evitando su traslado a
un medio hospitalario. Mi problema real es la soledad para
llevar a cabo el trabajo. No sé
marcar hasta dónde tengo que
implicarme. Esto repercute en
las facetas de mi vida, principalmente la de mi familia y
mis amigos, y la mía propia.
[Médico rural]
– Un hospital es una empresa muy especial, funciona 365
días al año, mañana, tarde y
noche. La base del hospital son
las personas. Como tales pueden cometer errores, a veces
inevitables por mucho que se
tomen todas las precauciones.
Cuando ocurre, genera una
gran ansiedad, por el acto en sí
y por la actitud a adoptar ante
el profesional. La complejidad
de los problemas del día a día
te obliga a tomar decisiones rápidas que, a posteriori, hace
que tengas fuertes dudas sobre
si tu decisión ha sido acertada
o no. Pero el hospital es así. Un
laberinto complejo, donde el
enfermo es lo más importante,
y precisamente por esto, porque estamos tratando vidas humanas, la complejidad y el sufrimiento de la gestión alcanza
a veces niveles difíciles de explicar. [Gerente]
– Sufro cuando me equivoco
en la técnica, o se estropea el
estudio o parte de él por averías en la maquinaria; cuando se
trata a los enfermos sin el respeto que merecen; cuando con
prepotencia algunos profesionales pasamos a familiares o
amigos delante de los enfermos que sufren, esperan y perciben esta injusticia; cuando
percibo que gran número de
profesionales no nos apreciamos, no tenemos autocontrol,
no tenemos paz, nuestra autoestima está rota. [Técnico de
Radiología]
– Me impacta especialmente
la muerte de los jóvenes y el
dolor que veo a su alrededor.
PROSAC me ha ayudado mucho y también mi experiencia
en una comunidad cristiana de
base. [Médico Internista].
– Uno de los momentos más
difíciles para mí es cuando el
inexorable momento final de
un enfermo terminal me hace
sentir el fracaso como profesional de la medicina. Comparto mi impotencia con el dolor
de la familia. Me siento de algún modo parte de ella y al enfermo como mi prójimo [Médico de Familia]
– Hoy, la tentación de tirar
la toalla, de abandonarse sin
más, se respira en el ambiente.
Se nota el cansancio que en algunos ya es hartura. Demasiado tiempo peleándose con la
cronicidad de la enfermedad
mental y del hospital psiquiátrico. Pacientes y profesionales cansados de que la salud
mental siga discriminada en la
asistencia y la asignación de
recursos socio-sanitarios. Desanimados por tener que renunciar a proyectos y posibilidades que quizá harían más
digna la vida de las personas.
Temerosos porque la eficacia
y la eficiencia se conviertan en
los únicos indicadores para
valorar la calidad de una vida,
sea la del paciente, sea la del
profesional que le atiende cada día. [Psicóloga de enfermos
mentales]
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Gozos y satisfacciones
de los profesionales
Lo más enriquecedor y saludable para los profesionales
– según dicen ellos – es el contacto con el enfermo y su familia, así como su testimonio que
les ayuda a relativizar los propios problemas y anima a seguir trabajando con ilusión.
También vivir la profesión con
vocación y tener conciencia
del trabajo bien hecho. El compañerismo y la buena actitud
entre los distintos profesionales, cuando se da.
– Como muchos enfermos
siento el ahogo y la angustia
que causa la incertidumbre sobre lo que sucederá mañana.
Palpo su lucha, en ocasiones
heroica, por la vida. Comparto
sus esfuerzos y su desesperación. Trato de arrimarme a
ellos con mi alma y transmitirles mi energía a través de mis
manos y de mis palabras. Me
alegro con sus alegrías. Reconocerme y presentarme ante
ellos tal cual soy, con mis virtudes y mis defectos, me ha
posibilitado un acercamiento.
He aprendido que la esperanza
es un grandioso fármaco y el
cariño el mejor bálsamo en los
momentos de desdicha. He
comprendido que escuchar es
el mejor remedio contra las negligencias y los errores y he
comprobado que soy un ser
humano como ellos. [Oncólogo]
– Nuestra profesión nos
ofrece una posibilidad de encuentro con el ser humano en
su fragilidad y, en última instancia, una posibilidad de encuentro con lo mejor de uno
mismo en el empeño por aliviar el sufrimiento ajeno. El
contacto con el enfermo y su
familia, así como su testimonio
ayuda a relativizar los propios
problemas y anima a seguir
trabajando con ilusión. [Médico]
– Los enfermos me mantienen y renuevan. Cada día me
enseñan cosas nuevas, me ayudan a crecer y no dejan de regalarme una sonrisa, una mirada, un abrazo... No me cansan,
sino que me empujan. Amo mi
profesión, la miro cada día con
más respeto y la ejerzo con entrega y pasión. Doy gracias por
estar donde estoy haciendo lo
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que hago: llevar amor, mucho
amor. Sólo así se pueden alcanzar “pequeñas victorias”,
que para mí son “grandes”: sacar una sonrisa, aliviar una soledad, calmar un dolor, coger
la mano en el momento de la
partida, compartir miedos que
siempre resultan ser menos
miedos [Médico rural]
– Estoy disfrutando de mi
última noche con mis compañeras con las que tanto he
compartido y de las que tanto
he aprendido. Doy gracias por
el compañerismo vivido en la
UVI y por estos años de trabajo en ella que me han ayudado
a descubrir lo esencial de la vida, del ser humano, de mí misma y de los demás. Sé que aquí
he resucitado un poco y eso me
ayuda a seguir repartiendo vida y dando esperanza en mi casa, en la calle, en el hospital.
Nunca podré olvidar la mirada
de Marisol cuando despertó
después de muchos días de lucha con la muerte. Había pasado muchas horas hablándole,
diciéndole frases sencillas.
Ahora por sus ojos salía gratitud, amor. Su mirada me transmitió paz e hizo que me sintiera bien [Enfermera].
Los profesionales también
enferman
Los profesionales de la salud
también viven la experiencia
de la enfermedad y de la vulnerabilidad en su propia vida,
en la de sus familiares y allegados o de sus propios compañeros. ¿Cómo les afecta? ¿Qué
les aporta para su quehacer
profesional?
– Hace unos meses se me
diagnosticó una enfermedad
tumoral maligna en estadio IV
e inicié tratamiento con fármacos, pues el quirúrgico ya no
estaba indicado. Para un médico cirujano es difícil de aceptar, pero no hay otra solución
más eficaz. Con una espera esperanzadora en el devenir,
acompañado y arropado por
seres que te quieren, algunos
incluso desconocidos, y recordando los versos de Teresa de
Ávila -Nada te turbe, nada te
espante, quien a Dios tiene nada le falta-, hemos ido dando
pasos, no sin dudas, en el camino hacia el Misterio. Permitiéndomelo mi estado físico,
opté por continuar en el hospital con mi actividad asistencial, docente e investigadora
como cirujano, salvo el día de
la administración de los fármacos. He experimentado la fragilidad de mi ser material y
mental como enfermo y me
siento más unido a aquellos
que con sus cuidados e indicaciones terapéuticas intentan
conseguir mi curación o al menos aplacar sus síntomas. En
esos momentos de dificultad se
hacen patentes las palabras del
Huerto de los Olivos: Hágase
tu voluntad [Cirujano].
– Soy enfermera y si volviera a nacer, elegiría la misma
profesión. Cuando decidí estu-
tensidad y a la par con serenidad de ánimo. Recuerdo al personal que me atendió en reanimación. Comprobé vuestra
profesionalidad, vuestra actitud y aptitudes. Me confirmasteis algo que no se valora suficientemente: la disponibilidad
y el buen talante en el trabajo.
Aunque en ocasiones vuestro
agotamiento, los conflictos laborales o los problemas personales os preocuparan o agobiaran, sabíais acercaros con una
sonrisa, una mirada de acogida
servicial y unas palabras de
aliento. Ante la inmovilidad y
dependencia física he apreciado mucho vuestras manos, ya
fuera curando la herida, lavan-
53
diar enfermería, lo único que
tenía claro era mi deseo de ser
útil a los demás. Trabajé cuatro
años en Medicina Interna. La
juventud y la ilusión por el trabajo hicieron que fueran los
mejores años de mi vida. No
sólo atendí y acompañé a enfermos, sino que también hice
grandes amigos. Caí enferma.
Me diagnosticaron una polineuropatía periférica. Conocí
la Fraternidad Cristiana de Enfermos y Minusválidos. En ella
he descubierto que por muchas
que sean las limitaciones de un
enfermo o minusválido, son
muchas más sus capacidades y
que lo más importante es el
trato personalizado y la escucha al enfermo. Por eso en mi
quehacer trato de ayudar al enfermo a que se valore y sea
“protagonista
de
su
sanación”. [Enfermera]
– Quiero expresaros mi profundo agradecimiento por
vuestros cuidados durante mi
estancia. Ha sido mi primera
experiencia de paciente hospitalizado. La he vivido con inDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
do mi cuerpo o sirviéndome de
apoyo fundamental para los
desplazamientos; y todo ello
con exquisita delicadeza, casi
mimo, y respetando el pudor
ajeno. ¡Seguid así, que no os
venza la rutina ni os doblegue
el desánimo, y que la ilusión
renovada sea vuestro horizonte
vital en la andadura diaria!
[Médico]
Cómo ven los enfermos
a los profesionales
La larga experiencia de muchos meses de internamiento
me dio la oportunidad de ser
espectador de un variado desfile de profesionales. He visto
profesionales:
– Que demuestran gran
competencia o también inexperiencia e inutilidad.
– Que entablan una relación
humana y profesional verdadera o que te tratan como un objeto.
– Que realizan su trabajo
con ganas e ilusión o con desgana y enfado.
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– Que se ayudan mutuamente o que escurren el bulto y cargan el trabajo y la responsabilidad en los compañeros.
– Que sufren con tu padecimiento, se preocupan con tus
complicaciones y se alegran
con tu mejoría o que no se implican y pasan.
– Que ven en el enfermo a
una persona y lo tratan como
tal o que sólo te ven como un
caso interesante o un número
más.
– Que se preocupan y tienen
en cuenta los cambios de humor del enfermo, su inapetencia, su soledad, su sufrimiento
interior, sus necesidades espirituales… o que no se fijan ni lo
consideran tarea suya [Enfermo].
del enfermo a cuyo servicio estamos y es beneficiosa para la
propia comunidad y los profesionales. Esta relación puede
ser de diálogo y colaboración,
de atención, cuidado y formación.
Diálogo y colaboración
Promover el diálogo y la colaboración con los profesionales de la salud es una tarea
prioritaria de las comunidades
cristianas. Es importante realizarla adoptando y cultivando,
entre otras, las siguientes actitudes: confianza, respeto, apertura, renuncia a actitudes dogmáticas, condenatorias y culpabilizadoras, reconocimiento
de los propios límites, etc.
54
posible, cultivando la salud en
todas las dimensiones del ser
humano. Nos lleva a interpelar
a la sociedad sobre el ideal del
hombre que se encierra tras ese
modelo de salud tan tecnificada, medicalizada y burocratizada predominante. Nos lleva
también a iluminar desde la fe
de asuntos tan importantes como la defensa y el cuidado de
la vida; el contenido humano
de una verdadera calidad de vida; la salud como tarea responsable orientada al crecimiento
integral de la persona y entendida como armonía con el medio ambiente; el consumo racional de los servicios sanitarios; el sentido cristiano de la
enfermedad, de la donación de
órganos y sangre; la experiencia humana del envejecimiento; el sentido humano y cristiano del morir.
2. Promoción de una asistencia
integral al enfermo
El enfermo necesita una
atención integral. Esto supone
conocimiento de sus necesidades reales. Los enfermos son
personas, no son cosas, y la curación de estas personas requiere encuentros intensos y
repetidos diálogos. La curación no viene sólo por la administración de medicamentos.
Los enfermos piden una asistencia cada vez más humana,
personal, comprensiva, cercana. No se tratan enfermedades,
sino enfermos. La asistencia a
enfermos se hace cada vez más
compleja. Caminamos hacia
una medicina de equipo, donde
tienen cabida diversos profesionales: médicos, psicólogos,
asistentes sociales, sacerdotes,
para captar así la realidad compleja del hombre: somática,
psicológica, social, cultural y
religiosa.
2. La comunidad cristiana
y los profesionales
de la salud
Habiéndonos acercado a la
realidad de los profesionales
de la salud, nos planteamos la
relación mutua entre la comunidad cristiana y los profesionales de la salud. Supuesta la
legítima autonomía que le corresponde al mundo sanitario,
la relación es necesaria en bien
Analizamos algunos campos
en los que este diálogo y colaboración son hoy día, posibles,
deseables, oportunos y necesarios, aunque no resulte fácil
llevarlos a cabo.
1. Promoción de una cultura
de la salud más responsable
Nuestra fidelidad al evangelio nos lleva a ayudar a las personas a vivir su propia existencia de la manera más humana
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3. Iluminación ética
Podemos contrastar y difundir las reflexiones de la bioética cristiana que garantice la
dignidad de las personas y la
defienda de toda agresión, utilización y manipulación, especialmente cuando ésta es más
débil: al comienzo de la vida,
en la enfermedad, en el deterioro físico y mental, y en la
proximidad de la muerte. Esto
nos obliga a conocer y discernir los problemas éticos con-
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cretos que se plantean en el
mundo sanitario, ante los cuales el profesional de la salud
tiene que decidir. Conocer cuál
es el fondo de la cuestión en
los temas fronterizos a la vida:
píldora del día siguiente, terapia génica, células troncales
(embrionarias y adultas), clonación, manipulación y utilización de embriones, atención a
los enfermos en situación terminal, procedimientos eutanásicos (los declarados y los silenciados), distinción entre
medios y fines.
4. Atención a las personas
más desasistidas
Su necesidad de salud tiene
lugar en situaciones de marginación, lo cual supone también
desasistencia sanitaria. Son las
situaciones de pobreza económica, de desarraigo social, de
soledad, de vejez, alcoholismo,
drogadicción, o la situación de
las personas discapacitadas o
de los enfermos crónicos en
general. A la Iglesia no le está
permitido ignorar precisamente este mundo de los más necesitados de salud. Nuestra oferta
de salud incluye el compromiso por una atención sanitaria
más justa para con estas personas, así como también su defensa ante cualquier tipo de
marginación social. Aquí tenemos también una colaboración
con los profesionales de la salud, pues se trata de una labor
que sensibiliza directamente a
los profesionales. Unos y otros
podemos trabajar juntos no sólo para ayudar a llevar un tratamiento ante determinadas patologías, sino mediante el compromiso común para luchar
contra las causas de las mismas.
Atención y cuidado
del profesional de la salud
La comunidad cristiana debe
ser en medio de la sociedad
piscina de Betesda (Jn 5), es
decir, comunidad que cura. La
misión sanadora de la comunidad hunde sus raíces en el mismo Evangelio, en lo que dijo e
hizo Jesús. Jesús se sitúa allí
donde el hombre está, donde le
duele al ser humano: Pasó haciendo el bien y curando (Hch
10,38). La salud que Jesús
ofrece comienza por la salud
física, pero no se detiene ahí.
Alcanza al hombre entero en
todas sus dimensiones. No se
limita al cuerpo ni se limita al
individuo. Es una salud individual y comunitaria, reclama libertad y sentido, está inserta en
la trama de valores y contravalores.
A la luz del modelo sanador
de Jesús, es importante revisar
y potenciar la atención de la
comunidad cristiana a los profesionales sanitarios, cuyo trabajo consiste en poner en marcha la fuente de la salud. La
comunidad cristiana les puede
prestar atención, cuidado y formación:
1. Acercarse a ellos
El contacto cercano con los
profesionales de la salud continúa siendo la forma privilegiada de atención a los mismos.
No es programable, se lleva a
cabo de la forma y en los momentos más inimaginables y
da frutos insospechados. La
disponibilidad para el contacto
y el coloquio no superficial
brinda ocasiones propicias para descubrir y atender sus necesidades personales.
2. Estar a su lado
Estar al lado de los profesionales de la salud, sobre todo en
los momentos de dificultad y
de dolor, mostrar interés por su
vida y ofrecerles desinteresadamente ayuda, es hoy una
sencilla y evangélica forma de
atenderles pastoralmente. En la
vida del hospital, residencia o
institución, y en la comunidad
parroquial hay ocasiones para
ponerla en práctica: los actos y
fiestas de confraternidad que
se organizan; los acontecimientos festivos; las desgracias; el momento de la enfermedad o de la muerte del propio personal o de sus familiares; etc.
3. Descubrir con ellos
el sentido de su quehacer
Ayudarles a descubrir y
apreciar los valores éticos y
evangélicos de su profesión, y
también reconocer su carisma
de curación (1Co 12,9). En su
ejercicio clínico, en su trabajo
burocrático o en sus decisiones
administrativas pueden hacerse presente los valores de la solidaridad, la compasión, el resDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
peto, la ayuda mutua, la justicia, la gratuidad, la reconciliación.
4. Apoyarles y cuidar de ellos
Los profesionales de la salud, en tanto que cuidadores,
necesitan ser cuidados. Un número creciente está padeciendo el síndrome de desgaste
profesional. Son sanadores heridos que necesitan ser atendidos y cuidados. La comunidad
cristiana, sintiendo la imperiosa necesidad de cuidar a quien
cuida, ha de apoyar a los profesionales para que puedan vivir
su trabajo de forma saludable,
acompañarles en el desgaste
derivado de su propio trabajo,
escuchando sus dificultades,
tensiones, estrés, comprendiendo sus posibles crisis,
ofreciéndole recursos para evitar el quemarse o para recuperarse del desgaste. Los profesionales de la salud tienen familia, necesidades vitales, amigos, tiempo de ocio. Para lograr el necesario equilibrio
personal entre la profesión, la
familia, el ocio y el crecimiento personal (físico, psicológico, social y espiritual) toda
ayuda es poca. La comunidad
cristiana puede ser para ellos
una gran ayuda con su asesoramiento y apoyo espiritual, su
calor y su amistad.
5. Ofrecerles cauces y medios
para su formación integral
Los profesionales de la salud
necesitan una seria preparación y formación continua para
mantener la exigida competencia. Precisan cauces de encuentro donde puedan reflexionar, formarse, orar, celebrar
su fe, fortalecer su sentido
eclesial y asistencial, y su comunión con los demás profesionales. La comunidad cristiana puede prestarles varios tipos
de ayuda: lugar para reunirse;
oferta de materiales para la reflexión antropológica, teológica y pastoral sobre la salud, la
enfermedad, el morir y la asistencia; acompañamiento para
iluminar los graves problemas
éticos, cada vez más complejos
y numerosos, que se plantean
tanto en el inicio y el final de la
vida como en la relación clínica; organización de conferencias, seminarios o cursillos
monográficos sobre estos te-
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mas; información sobre los
medios de formación que ya
existen y a los que pueden acceder;
6. Orar con ellos y por ellos
y celebrar su servicio
La comunidad cristiana ora
por y con los profesionales de
la salud y celebra su compromiso y su servicio a los enfermos: También ellos rezan al
Señor para que les conceda
poder aliviar el dolor, curar la
enfermedad y salvar tu vida (Si
38, 14), ¡Dichoso el que cuida
del débil y del pobre! En el día
de desgracia le libera el Señor
(Sal 41).
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7. Contar con ellos
Un profesional de la salud
preparado puede aportar sus
conocimientos, su experiencia
y sus puntos de vista a la comunidad cristiana y enriquecerla en sus tareas de educar en
salud, de atender a los enfermos y sus familias, de formar a
sus visitadores, de asesorar a la
hora de decir su palabra sobre
problemas humanos y éticos,
en una palabra, de evangelizar
el mundo de la salud, algo inalcanzable sin la incorporación y
participación de los profesionales de la salud.
Experiencias
Parroquia
Este curso 2004-2005 nos
propusimos mostrar la cercanía, el reconocimiento y el
apoyo de la parroquia de La
Cena del Señor a los profesionales de salud que atienen y
cuidan a los enfermos del barrio. El grupo de pastoral de la
salud conectó con el Centro de
Salud y en la Navidad escribimos a todos los profesionales
que trabajan en el mismo una
felicitación personal, acompañada con un regalo. El gesto
les sorprendió gratamente y
nos dieron las gracias. La comunidad parroquial ora por los
profesionales en la eucaristía,
en los funerales. Con ocasión
de la Unción comunitaria de
enfermos enviamos a los profesionales esta carta:
Queridos amigos/as:
Muchos enfermos, a los que
atendéis habitualmente en
vuestro centro, pertenecen a
nuestra parroquia. A través de
su testimonio, conocemos y admiramos la labor generosa y
continuada de los profesionales sanitarios que cuidáis día a
día a los enfermos y familiares
de la comunidad con un concepto integral de la asistencia.
Nuestra parroquia – que
acompaña y ayuda a los enfermos y familias del barrio – desea expresaros su gratitud por
vuestro servicio y mostraros su
cercanía y apoyo. Sabemos
que vuestro trabajo no siempre
es fácil, que cansa y desgasta
mucho. Y que también vivís
momentos dolorosos cuando
enfermáis o cuando enferma o
muere uno de vuestros familiares.
El Domingo de Pentecostés
celebraremos la Unción comunitaria de Enfermos. En ella os
tendremos muy presentes a todos. Daremos gracias por
vuestro trabajo, inquietudes y
preocupación por los problemas de salud de nuestros parientes y allegados. Y pediremos al Señor que os ayude en
la preciosa y delicada labor de
curar, aliviar y consolar que
lleváis a cabo.
Nos ponemos a vuestra disposición para colaborar en
aquello que estiméis oportuno
y que redunde en beneficio de
los enfermos de nuestra comunidad.
Con mi saludo más cordial.
(Parroquia. Madrid)
Hospital
En el hospital un grupo numeroso de profesionales sanitarios cristianos colaboramos
con los capellanes del Servicio
de Asistencia Religiosa. Les
ofrecemos nuestra cercanía y
amistad. Reconocemos y valoramos su servicio al enfermo y
a los profesionales. Les facilitamos, desde nuestro puesto de
trabajo, el ponerse en contacto
con los enfermos y sus familias. Preparamos, en lo posible,
el ambiente idóneo para celebrar la Unción o el Bautismo
de recién nacidos. Colaboramos en la atención al duelo de
las familias (padres que perdieron a su hijo, etc.). Participamos con frecuencia en las Eucaristías hospitalarias. Colaboramos en la celebración del
Día del Enfermo. Cooperamos
en la redacción del Boletín
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mensual que edita el Servicio
de Asistencia Religiosa dirigido a todos los profesionales, a
los enfermos y sus familias. De
este modo tenemos una presencia como miembros de la
Iglesia en este mundo sanitario. (Grupo de Profesionales
Sanitarios Cristianos. Orense).
3. Cristianos en el mundo
de la salud
Entre los profesionales del
mundo de la salud hay un buen
número de cristianos que tratan de vivir su fe en el ejercicio
de su profesión. Sin embargo,
a pesar de todos los avances, la
situación actual presenta datos
preocupantes. José María Rubio, en su ponencia sobre Identidad y misión del profesional
de la salud cristiano, afirma
críticamente: “La presencia de
los profesionales cristianos laicos en el ámbito sanitario es en
general escasa, poco comprometida y con frecuencia desapercibida. En un grado menor
pero significativo la presencia
es testimonial y se manifiesta
por el ejercicio profesional responsable y bien hecho, la dedicación, el trato humano, la
consideración de la dignidad
de las personas, el compromiso
y la participación en comités y
plataformas que defienden los
derechos de los enfermos. En
algunos casos, pocos, haciendo
referencia explícita con el testimonio de sus vidas al Dios
Padre que nos ama y busca el
bien de todos”.
Vivencia de la fe
La fe de los profesionales
sanitarios cristianos se sitúa
dentro del debate actual entre
los que interpretan la religión
como algo anacrónico y privado y los que la consideran vigente y necesaria para la sociedad: “Para aquellos la religión
está fuera del tiempo, pertenece al reino de la memoria y del
folclore y resulta inadecuada y
obsoleta, impropia de países
avanzados, ruinosa para la
ciencia, a contracorriente del
sentido práctico y positivo de
la vida. Es algo privado, que
no interesa a la sociedad”, “es
algo que se debe vivir privadamente, como el que fuma a es-
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condidas”, “pero aún quedamos muchos profesionales sanitarios cristianos que creemos
firmemente que la fe es más
que nunca vigente y necesaria:
para que la ciencia esté realmente al servicio del hombre y
el progreso a favor de los débiles, para cimentar la cultura en
el amor; para entregar la vida
por los más altos ideales. La fe
es necesaria para una sociedad
despersonalizada y desorientada y no tiene sentido vivirla
privadamente como si fuera
una planta de interior; porque
la fe sigue siendo capaz, y lo
será siempre, de transformar,
de forma pacífica y lejos de todo fundamentalismo, estructuras y sociedades; y así debemos manifestarla y vivirla públicamente convencidos de
que la fe es una oferta saludable, la mejor para el hombre y
la mujer de todos los tiempos”.
Reino y curación de los enfermos son dos aspectos de su misión evangelizadora: Recorría
toda Galilea proclamando la
Buena Noticia del Reino y sanando toda enfermedad y dolencia (Mt 4, 23). La curación
es la señal que Jesús ofrece para acreditar la autenticidad de
su misión: Los ciegos ven y los
cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen,
los muertos resucitan y se
anuncia a los pobres la Buena
Noticia (Mt 11, 2).
La misión del profesional
sanitario cristiano consiste básicamente en servir al enfermo
como lo hacía Jesús, ungido
por la fuerza del Espíritu, en
pasar la vida lo mismo que él
haciendo el bien y sanando a
todos los oprimidos por el mal
(Hch 10, 38), en experimentar
Su misión en el mundo
de la salud
El lugar propio del profesional sanitario cristiano es el
mundo de la salud y de la enfermedad. En él se viven experiencias básicas del ser humano: el nacer, el enfermar, el curar, el morir. Son experiencias
límite donde se vive el dolor y
la impotencia, se revela la condición frágil y vulnerable del
ser humano, se plantean las
cuestiones últimas de la existencia y la persona se ve interpelada radicalmente sobre su
propia identidad y destino. Es
un mundo en constante transformación y desarrollo, lleno
de luces y sombras, logros admirables y fracasos dolorosos,
gestos ejemplares y flagrantes
injusticias, tanto en las estructuras como en las personas.
En este mundo el profesional sanitario cristiano se hace
presente, no como agente de
un servicio de atención religiosa al enfermo sino como profesional. En él actualiza el mandato de Jesús: Id y curad (Mt
10,1). Jesús anuncia y promueve el Reino de Dios haciéndose presente en el mundo de la
enfermedad e impulsando la
curación de los enfermos y los
poseídos por el mal. Jesús no
separa su actividad curadora y
la proclamación del Reino. Al
contrario, proclamación del
y para comunicar la esperanza
de un Dios Salvador.
Su testimonio
Los profesionales sanitarios
cristianos están llamados a ser
sal, luz y fermento en medio de
la sociedad con su testimonio
de vida: «Las imágenes evangélicas de la sal, de la luz y de
la levadura, aunque se refieren
indistintamente a todos los discípulos de Jesús, tienen también una aplicación específica
a los fieles laicos» (Juan Pablo
II, CL 15). Su tarea no es sólo
hacer presente a la Iglesia en el
mundo, sino también hacer
presente al mundo en el interior de la Iglesia, a la que han
de aportar su experiencia secular, los problemas, interrogantes y preocupaciones del hombre o de la mujer de hoy. El
Vaticano II anima a los laicos
«a presentar a la comunidad de
la Iglesia los problemas propios y del mundo» (AA 10).
Los profesionales sanitarios
cristianos deben ofrecer información y asesoramiento a la
Iglesia sobre los problemas sanitarios, sobre documentos y
pronunciamientos en torno a
cuestiones científicas o conflictos morales planteados en
el mundo sanitario.
Asociación de Profesionales
Sanitarios Cristianos
hoy de nuevo el Evangelio de
Jesús, en ser como Él buena
noticia de Dios para los enfermos y desvalidos, en estar a su
servicio, en introducir en el
mundo sanitario los valores
evangélicos configurando la
acción curadora según el espíritu de Cristo y anunciando
con “gestos saludables” al
Dios sanador que sólo quiere
el bien del ser humano. El profesional cristiano se hace presente en el mundo de la salud
ayudando al ser humano en el
proceso de recuperación de la
vida, crecimiento integral de la
salud, señorío sobre el cuerpo,
victoria sobre las fuerzas del
mal, experiencias todas ellas
privilegiadas para desvelar a
Dios como “amigo de la vida”
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Aunque «nada puede sustituir el apostolado personal,
siempre fecundo y, en algunas
circunstancias el único apto y
posible» (AA 16), el apostolado asociado es «signo de la comunión y de la unidad de la
Iglesia» (AA 18), y exige ser
llevado a cabo mediante una
acción común: sostener y formar a sus miembros; organizar
y dirigir su acción apostólica.
(AA 18). En las circunstancias
actuales es necesario asociarse
para conseguir los fines y alcanzar la mentalidad colectiva
y a las condiciones sociales.
La Asociación de Profesionales Sanitarios Cristianos nació en el marco de la Pastoral
de la Salud y fue erigida por
La LX Asamblea Plenaria de la
Conferencia Episcopal Española que aprobó sus Estatutos
el 19 de noviembre de 1993.
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Sus fines:
1. Promover un laicado cristiano comprometido con el
mundo de la salud que dé un
testimonio evangélico en su
quehacer profesional.
2. Crear cauces y ámbitos de
encuentro, reflexión y compromiso entre los Profesionales
Sanitarios Cristianos.
3. Ayudar a los agentes sanitarios en su desarrollo humano,
espiritual y religioso y en su
formación en Bioética.
4. Colaborar en la promoción de la salud, la atención integral al enfermo y en la humanización de la asistencia sanitaria a todos los niveles.
5. Contribuir a la defensa de
los derechos de las personas,
en la salud o la enfermedad,
sin discriminación alguna por
cualquier circunstancia.
Es interprofesional
Pueden ser miembros de la
misma médicos, enfermeros,
auxiliares de clínica, administrativos, celadores y todo el
conjunto de profesionales que
trabajan en la sanidad al servicio del enfermo.
Sus actividades
La Asociación celebra periódicamente jornadas, seminarios de bioética y otros medios
de formación y encuentros a
escala nacional, regional, diocesana y local; organiza grupos
de estudio y reflexión, para esclarecer aquellos temas o cuestiones de índole ética, religiosa, profesional o científica; publica trimestralmente el Boletín PROSAC, difunde documentos y materiales de formación y experiencias de participación de profesionales en la
mejora del mundo de la salud;
y coopera con otras agrupaciones y colectivos.
Necesidad de impulsarla
El Congreso Iglesia y Salud,
celebrado en Madrid en 1994,
aprobó entre sus conclusiones:
«impulsar la Asociación de los
Profesionales Sanitarios Cristianos y los fines que se propone, para desarrollar más su
colaboración
intraeclesial
(asesoramiento a los pastores;
colaboración en la formación)
y su participación activa en la
humanización de la asistencia,
la iluminación ética de la Medicina y la creación de una
cultura de la salud más coherente con los valores cristianos». Y el Informe sobre Iglesia y Salud a la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (1995) propone «que las Delegaciones diocesanas de pastoral de la salud
impulsen la Asociación de
Profesionales Sanitarios Cristianos aprobada por la Conferencia Episcopal Española».
Para el trabajo personal
o de grupo
1. ¿Cuál crees que es la misión los profesionales sanitarios cristianos en el mundo de
la salud? ¿Cuál ha de ser su
aportación específica?
2. ¿Cómo viven su fe? ¿Qué
testimonio dan?
3. ¿Qué hace la comunidad
cristiana para promover un laicado cristiano comprometido
en el mundo de la salud?
4. ¿Conocemos la Asociación de Profesionales Sanitarios Cristianos? ¿Qué podemos hacer para difundirla y
apoyarla?
El magisterio y
los profesionales de la salud
Selección de textos
– La honradez y la competencia profesional son sin duda una condición indispensable que difícilmente puede ser
suplida por ningún otro tipo de
celo apostólico. [Ritual de la
Unción 57]
– La Unción no es ajena al
personal sanitario y asistencial,
pues es expresión del sentido
cristiano del esfuerzo técnico.
Por todo ello, sería muy de desear que el personal sanitario
participara en la celebración
para que pudiera abrir mejor el
conjunto de su acción terapéutica a la vertiente sobrenatural,
propia del sacramento. [Ritual
de la Unción 67]
– Médicos, enfermeros,
otros miembros del personal
sanitario, voluntarios, están
llamados a ser la imagen viva
de Cristo y de su Iglesia en el
amor a los enfermos y los que
sufren. [Juan Pablo II ChL 53]
– Como servidores de la viDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
da, encontráis en el ejercicio
de vuestra profesión una ocasión privilegiada para contribuir a la edificación de un
mundo que responde cada vez
mejor a la dignidad del ser humano. En vuestra labor de salvaguardia y de promoción de
la salud, no descuidéis nunca
la dimensión espiritual del
hombre. Vivificad vuestro servicio con la oración constante
a Dios, «amante de la vida»,
recordando siempre que la curación, en última instancia,
viene del Altísimo. [Juan Pablo II, 2004]
– Jesús fue un incansable
promotor de la salud. Dos deberes merecen una atención
particular por parte del cristiano: 1. Defensa de la vida.
‘Con el nacimiento y desarrollo cada vez más extendido de
la bioética se favorece la reflexión y el diálogo -entre creyentes y no creyentes, así como entre creyentes de diversas
religiones- sobre problemas
éticos, incluso fundamentales,
que afectan a la vida del hombre. Los creyentes están llamados a desarrollar una mirada de fe sobre el valor sublime
y misterioso de la vida, incluso cuando se presenta frágil y
vulnerable. 2. Promoción de
una salud digna del hombre.
La visión cristiana del hombre
contrasta con una noción de
salud reducida a pura vitalidad
exuberante, absolutamente cerrada a toda consideración positiva del sufrimiento. Se presenta como aspiración a una
armonía más plena y a un sano
equilibrio físico, psíquico, espiritual y social. [Juan Pablo
II, Mensaje Jornada Mundial
del Enfermo, 2000]
– El momento de la enfermedad pone con mayor urgencia la necesidad de encontrar
respuestas adecuadas a las
cuestiones sobre el sentido del
dolor, del sufrimiento y de la
misma muerte. En Cristo está
la esperanza de la verdad y de
la plena salud, la salvación
que El trae es la verdadera respuesta a los interrogantes últimos del hombre. [Juan Pablo
II, Mensaje Jornada Mundial
del Enfermo, 2005]
– El tratamiento eficaz de
las diferentes patologías, el
empeño por seguir investigando y la inversión de recursos
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adecuados constituyen objetivos laudables que se persiguen
con éxito en vastas áreas del
planeta. No se puede ignorar
que no todos los hombres gozan de las mismas oportunidades. Por eso, dirijo un apremiante llamamiento para que
se trabaje por favorecer el necesario desarrollo de los servicios sanitarios en los países,
todavía numerosos, que no
pueden ofrecer a sus habitantes unas condiciones de vida
dignas y una tutela adecuada
de la salud. [Juan Pablo II,
Mensaje Jornada Mundial del
Enfermo, 2001]
– La vertiente ético-social
se propone como una dimensión imprescindible del testimonio cristiano. Se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que
ver con las exigencias de la
caridad, ni con la lógica de la
Encarnación y, en definitiva,
con la misma tensión escatológica del cristianismo. Si esta
última nos hace conscientes
del carácter relativo de la historia, no nos exime en ningún
modo del deber de construirla.
Es muy actual a este respecto
la enseñanza del Concilio Vaticano II: «El mensaje cristiano, no aparta los hombres de
la tarea de la construcción el
mundo, ni les impulsa a despreocuparse del bien de sus
semejantes, sino que les obliga
más a llevar a cabo esto como
un deber». [Juan Pablo II,
NMI 52]
– Profesión, vocación y misión se encuentran y, en la visión cristiana de la vida y de
la salud, se integran recíprocamente. Bajo esta luz, la actividad médico sanitaria toma un
nuevo y más alto sentido como «servicio a la vida» y «ministerio terapéutico». Servir a
la vida es servir a Dios en el
hombre: volverse «colaborador de Dios en la recuperación
de la salud del cuerpo enfermo y dar alabanza y gloria a
Dios en la acogida amorosa de
la vida, sobre todo si está débil y enferma. [Pontificio
Consejo de la Pastoral de la
Salud, Carta a los agentes sanitarios]
– Iglesia y Sanidad necesitan aproximarse, reconocerse
y colaborar mutuamente en el
servicio que ambas prestan al
enfermo. La Iglesia aporta a
partir de la palabra y la práctica de Jesús y de su rica tradición asistencial, una serie de
convicciones sobre aspectos
significativos de la asistencia
sanitaria. Por ejemplo: la dignidad de la persona humana en
sí misma, el valor primordial
de los recursos que hay en cada ser humano, en su interior,
en sus actitudes y comportamientos, tanto para curarse como para curar y cuidar a otros;
la importancia de la relación
personal y directa entre el cuidador y el enfermo; la imposibilidad de curar y cuidar al enfermo sin darle una parte de
uno mismo y sin cargar con
gidas, seguras en algunos puntos de doctrina o disciplina
que admiten más flexibilidad
o al menos actitudes de diálogo. Hemos de reflexionar con
los seglares y discernir con
ellos problemas, preocupaciones, experiencias. Esquivemos
la tentación de admitir solamente la participación de los
seglares que tienen una cierta
formación intelectual, minusvalorando acaso la experiencia, el compromiso y el testimonio. Hay que potenciar la
acción del laico sanitario a
partir de su trabajo como profesional. [Mons. Javier Osés a
los Delegados de Pastoral]
– Llevad la ropa de trabajo
en la iglesia, pero en los luga-
59
sus dolencias y miedos; la
asistencia como tarea y responsabilidad de todos; la gran
utilidad de la integración armónica de la ciencia y de la
acción pastoral en el restablecimiento del enfermo. Finalmente, aporta un nuevo horizonte al sentido de las realidades que se viven en la Sanidad: la enfermedad, el sufrimiento, la curación, la asistencia y la muerte. [Comisión
Episcopal de Pastoral, Mensaje Día del Enfermo 1992]
– Impedimos el acceso de
seglares que quieren el compromiso seglar y el diálogo
con el mundo, cuando nos reafirmamos institucionalmente y
buscamos poder en la Iglesia,
con posiciones demasiado ríDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
res de trabajo poneos vuestra
ropa bautismal. Entreteneos en
analizar las necesidades profundas de la gente: la búsqueda de sentido, los anhelos de
paz, el ansia de justicia, el
hambre de dignidad, la espera
de un nuevo orden económico
que asegure a todos los seres
humanos los derechos más
elementales. Absteneos de
«simplificar» los problemas.
Que el Señor os dé el gusto
de las cosas esenciales. Que os
haga ministros de la felicidad
de la gente. Y que os haga colaboradores fieles de vuestro
obispo y de vuestros sacerdotes. Amad y servid a vuestra
Iglesia, no para buscar su gloria, sino para que sea sierva
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fiel del Reino de Dios. Preocupaos de relacionaros con los
otros grupos eclesiales, actuando de manera que brille la
complementariedad de todos.
Respetad las leyes internas
de la técnica y de la ciencia,
pero obrad de manera que todas las realidades temporales
dirijan la mirada a «Aquel que
fue traspasado». [Mons. Tonino Bello a los responsables
diocesanos de la Acción Católica]
Oración del profesional
de la salud
60
Señor Jesús, Médico Divino,
que en tu vida terrena
has tenido predilección por
los que sufren,
y has confiado
a tus discípulos
el ministerio de la curación.
Haz que cada uno
de nosotros
– consciente de la misión
que le ha sido confiada –
se esfuerce siempre por ser,
en el servicio cotidiano,
un instrumento
de tu amor misericordioso.
Ilumina nuestras mentes,
guía nuestras manos,
danos corazones atentos
y compasivos.
Haz que en cada paciente
sepamos descubrir
los rasgos de tu Divino
rostro.
Concédenos ser buenos
Samaritanos,
prontos a acoger,
a cuidar y consolar
a cuantos encontramos
en nuestro trabajo.
Ayúdanos a ofrecer
nuestra generosa aportación
para renovar
constantemente
las estructuras
de la sanidad.
Concédenos que
habiéndote amado
y servido constantemente
a Ti
en los hermanos que sufren,
al final de nuestro
peregrinar terreno
podamos experimentar
el gozo del encuentro
contigo
en tu Reino de alegría
y de paz.
Amén.
DEPARTAMENTO
DE PASTORAL DE LA SALUD
España
DOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
Bibliografía
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la Salud. Carta de los agentes de la salud, 1995.
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La homosexualidad y campaña
contra la homofobia en México
La Iglesia católica defiende,
respeta y promueve la
dignidad de todos y cada uno
1. Se sabe de una campaña,
a nivel nacional, contra la homofobia. El término “homofobia” es relativamente nuevo y
se usa para significar una
“aversión obsesiva hacia las
personas homosexuales”.
“La homosexualidad designa las relaciones entre hombres y mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia
personas del mismo sexo”1.
2. Una campaña que promueva que la persona homosexual no sea rechazada, es algo digno de reconocimiento.
Ya el Catecismo de la Iglesia
Católica dice que “los homosexuales [...] deben ser acogidos con respeto, compasión y
delicadeza. Se evitará, respecto de ellos, todo signo de discriminación injusta”2. La persona homosexual tiene toda la
dignidad que le corresponde
como persona humana que es.
La Iglesia Católica no insulta,
ni ataca, ni incita a la discriminación de ninguna persona;
por el contrario defiende, respeta y promueve la dignidad
de todos y cada uno, también
de los homosexuales.
Los actos homosexuales son
intrínsecamente desordenados
3. Ahora bien, aceptada la
persona con su dignidad de
persona, hay que distinguir entre la inclinación homosexual
y los actos homosexuales.
4. Por otro lado, “apoyándose en la Sagrada Escritura
que los presenta como depravaciones graves, [la Iglesia]
ha declarado siempre que los
actos homosexuales son intrínsecamente desordenados.
Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al
don de la vida. No proceden
de una complementariedad
afectiva y sexual verdadera.
No pueden recibir aprobación
en ningún caso”3. En efecto,
se puede ver Gen 19,1-29, que
habla de la perversión en Sodoma y Gomorra; o san Pablo
que dice a los Corintios: “No
se engañen, ni los impuros, ni
los idólatras, ni los adúlteros,
ni los afeminados, ni los homosexuales... heredarán el
Reino de Dios”4.
Contexto antropológico
de una campaña
contra la homofobia
5. Si la campaña contra ha
homofobia pretende presentar
ante la sociedad a la persona
con inclinación homosexual
como una opción personal legítima, con “derecho a ser diferentes”, asume postura de
aparente humanidad y de respeto a la persona al pretender
fundamentarse en los criterios
del pluralismo, de la tolerancia, de la no discriminación;
sin embargo se apoya sobre
bases antropológicas falsas y
engañosas, tergiversando los
conceptos y el lenguaje. No
puede sostenerse que así como
algunos tienen la disposición a
una relación y un amor heterosexual, otros tengan derecho a
una relación y un amor homosexual, de manera semejante a
la aceptación y el respeto que
se la deba tener a la persona
no importa que sea diestra o
zurda, o por su diferente color
de piel.
6. Ontológicamente es imposible tratar como igual lo
que no lo es: una cosa es el
matrimonio fundamentado en
la relación heterosexual de varón y mujer y otra muy diferente las uniones de personas
del mismo sexo. Sólo la diversidad sexual que se da entre un
varón y una mujer permite la
natural complementariedad
afectiva y sexual y el posible
don de una vida nueva. Ninguno de estos aspectos se da en
las uniones del mismo sexo,
puesto que son uniones intrínsecamente estériles, y el apaDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
rente aspecto unitivo de su sexualidad se realiza a costa de
forzar estructuras anatómicas
y simular actividades fisiológicas y psicológicas naturales,
sin excluir el uso de los más
diversos productos mecánicos
químicos.
7. Además, en la pretensión
de adopción de niños por parte
de parejas homosexuales, no
se ve a la persona como alguien que garantiza la continuidad de la familia y la renovación de las generaciones, sino como el duplicado o la proyección del propio yo, o sea el
hijo como un derecho a poseerlo.
8. Si a los hetero sexuales se
les critica de homofobia, en
realidad los homosexuales viven la «heterofobia», o sea el
miedo al otro sexo, miedo de
la diferencia sexual que es
fuente y raíz de la legítima y
sana alteridad.
9. Una campaña así, de legitimación del homosexual como algo natural, es parte de
una creciente difusión a nivel
mundial y con fuerte presión
de tipo social, político y mediático, la cual ya no habla de
sexo – sustentado a nivel biológico, psicológico, social y
moral – sino de “género”, como algo únicamente social y
cultural, por ello modificable a
criterio de la persona, pudiendo elegir entre cinco o más géneros: hombre, mujer, homosexual-lesbiana,
bisexual,
transexual.
10. Dicha postura se mueve
en un contexto de rechazo o
simplemente ausencia de Dios
como Padre y Creador del ser
humano a su imagen y semejanza – por ello en la realidad
sexuada de varón y mujer –;
también se mueve en un contexto de un relativismo moral,
según el cual no hay valores
objetivos y universales, sólo
preferencias subjetivas y personales: cada uno con derecho
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a pensar, elegir y actuar como
quiera. A ello se suma el hedonismo, que promueve la sexualidad como simple bien de
consumo y medio para alcanzar placer. La continencia sexual, por el contrario, se considera como antinatural.
11. Recapitulando, la Iglesia
defiende y promueve la aceptación y el respecto de la persona homosexual, con toda la
dignidad que le corresponde
por el hecho de ser persona;
pero, por otro lado, ofrece y
busca ayudarle a rescatar y
asumir su identidad sexual de
varón o mujer.
Origen del impulso
homosexual
62
12. En el proceso de ayuda,
es importante examinar el origen del impulso homosexual.
Se ha extendido la idea de que
la homosexualidad sea un impulso innato, que tenga bases
genéticas. Desde el punto de
vista científico, no hay conclusiones firmes que lo demuestren. Como quiera que sea,
aunque encontrara un origen
genético, las causas son multifactoriales y en ellas se incluyen las de tipo intrapsíquico y
ambiental; ciertamente no
cambiaría el aspecto ético
mencionado anteriormente, de
ver la tendencia homosexual
como objetivamente desordenada y que los actos homosexuales no pueden recibir aprobación en ningún caso. Hay
que tomar en cuenta que no todo lo genéticamente determinado es normal, por ejemplo el
albinismo. El ser humano es
un proyecto genético con un
ideal de vida a realizar, Es decir, no está determinado por
sus genes.
13. Entre otros, podemos
hablar de estos factores que
pueden influir en la tendencia
homosexual:
– el hijo homosexual tenía
una relación íntima con la mamá, relación caracterizada por
cierto rasgo erótico más o menos escondido; por su parte la
mamá prefería a menudo este
hijo en lugar del marido. Con
frecuencia, en este caso, la
madre ha sido demandante y
sobreprotectora.
– En cambio, la relación entre padre e hijo era distante,
carente de atención y más bien
marcada por agresión y hostilidad.
– Profundo odio y miedo
del muchacho homosexual hacia el padre, pero también un
enorme deseo de afecto y
aceptación del mismo.
– Falta de ejercicio de los
padres para educar en la identidad sexual del hijo como varón o mujer.
– Abuso sexual, violación
– Pérdida de los padres por
muerte o separación (divorcio).
– Separación de los padres
durante etapas críticas del desarrollo.
– Fobia social.
– Depresión, ansiedad, tendencias suicidas, patologías
muy acentuadas.
– Abuso de adicciones.
Manifestaciones de la homosexualidad
14. Otro aspecto a tener en
cuenta en el proceso de ayda
es que la homosexualidad
abarca, en realidad, una gama
muy amplia de manifestaciones. Se pueden distinguir tres
formas básicas, útiles para
ubicar la situación de la persona concreta:
– Homosexualidad verdadera y abierta: El motivo fundamental y primario de atracción hacia una persona del
mismo sexo es la gratificación
sexual, y son secundarios los
motivos de dependencia afectiva y/o del poder o dominio
sobre el otro. El deseo sexual
es impersonal en este caso, o
sea que prácticamente toda
persona del mismo sexo y relativamente atractiva puede
volverse objeto de deseo sexual; además, frecuentemente
no se contenta con una sola
persona, sino que busca más.
– Falsa homosexualidad:
Aquí cambia la situación; lo
importante no es la gratificación del deseo sexual, sino la
necesidad de satisfacer la dependencia afectiva y/o el poder sobre la otra persona. El
vínculo tiende a ser con una
persona o con pocas y bien definidas.
– Homosexualidad imaginaria o temida: Es el miedo a
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ser homosexual – sin serlo
verdaderamente – por los motivos más diversos, por ejemplo por inseguridad sobre la
propia identidad de varón o
mujer; o por residuos de una
fase adolescente no bien superada; o por fantasías o pensamientos insitentes en este sentido; o porque no se tiene ese
modelo de conquistador que
otros presumen tener; o por
abuso de otra persona del mismo sexo sobre sí y queda la
idea de que tambien uno es
homosexual.
La homosexualidad
se puede curar
15. Contra la opinión de
muchos, incluso profesionales, que sostienen la paradoja
de admitir que se pueda pasar
de la heterosexualidad a la homosexualidad, pero no de la
homosexualidad a la heterosexualidad – consecuentemente
optan por sugerir a la persona
que acepte su situación y se
adapte a la cultura gay –; sin
embargo la homosexualidad
se puede curar; así lo afirman
muchos médicos, psicólogos,
psiquiatras y sacerdotes que
han ayudado a lograrlo.
16. Ciertamente hay casos
en que la homosexualidad es
irreversible, pero son pocos.
Entre esos casos están, desde
luego, aquellos en que el homosexual se siente bien así y
no quiere tratarse. Sucede lo
mismo en cualquier campo de
la medicina, difícilmente se
cura la persona que no se siente enferma o no sigue el tratamiento indicado.
17. No se trata necesariamente de curación al cien por
ciento; pero tampoco que la
persona permanezca a merced
de sus tendencias; más bien
que llegue a un grado de dominio personal de esas tendencias, las cuales pueden inclinar
a unas personas más que a
otras al acto homosexual, pero
a nadie obliga o determina a
practicarlo.
18. Si Dios nos ha creado a
su imagen y semejanza o sea
en la condición de varón o
mujer, Dios mismo ayuda para
restaurar el desorden homose-
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xual. Cristo Jesús ha venido a
redimirnos, “La esperanza no
defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros
corazones por medio del Espíritu Santo, que El mismo nos
ha dado. En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el
tiempo señalado. Difícilmente
habrá alguien que quiera morir
por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto
a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de
que Dios nos ama está en que
Cristo murió por nosostros,
cuando aún éramos pecadores” (Rom 5,5-8).
19. La homosexualidad es
un desorden; pero hay que recibir y acoger a la persona homosexual con comprensión,
con serenidad y también infundiéndole esperanza razonada de ayuda eficaz.
Que la persona con tendencia
homosexual se acepte y se
quiera a sí misma
20. Por parte de la persona
con tendencia homosexual, favorecerá que asuma lo siguiente: se acepte, se quiera a
sí misma; tenga deseo genuino
de superación, en general, en
su vida; acepte la tendencia
homosexual como un problema que quiere resolver; tenga
deseos de trabajar con perseverancia en ello; acepte ayuda
individual de varios tipos: físico, psicológico, psiquiátrico,
pastoral, espiritual; acepte integrarse a un grupo de apoyo;
confíe en que el Sacrificio redentor de Cristo es universal;
por lo mismo, una todo sufrimiento y dificultad al Sacrificio de la cruz del Señor.
Llamado a la castidad
21. También “las personas
homosexuales están llamadas
a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo
que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el
apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección
cristiana”5.
Los padres de familia:
esmérense en dar una
auténtica educación sexual
22. Como labor preventiva,
los padres procuren estar cerca
de sus hijos; se esmeren en co-
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nocer y dialogar con ellos en
auténtica educación sexual;
conozcan los libros, los temas
y lo que sucede en la escuela
de sus hijos y en la relación
entre los coetáneos sobre educación sexual.
La Iglesia, fiel a su misión
23. La Iglesia quiere ser fiel
a la misión encomendada por
Cristo Jesús. Se ha de respetar
al homosexual como persona
humana, con toda la dignidad
de cualquier ser humano, para
ayudarle a rescatar e incrementar su identidad de varón o
mujer y así sea plenamente
imagen y semejanza de Dios
Creador.
S.E. Mons. RODRIGO
AGUILAR MARTÍNEZ
Obispo de Matehuala
Presidente de la Comisión Episcopal
de Pastoral Familiar
Notas
1
Catecismo de la Iglesia Católica, n.
2357.
2
Ibid. n. 2358.
3
Ibid. n. 2357.
4
1Cor 6,9-10.
5
Catecismo de la Iglesia Católica, n.
2359.
63
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Protocolo de entendimiento entre la Región
Lombardía y la Región Eclesiástica Lombardía
para reglamentar el servicio de asistencia religiosa
católica en las entidades sanitarias y asistenciales
públicas y privadas acreditadas
El día 21 del mes de marzo
del año 2005, en la Fondazione
Istituto di Ricovero e Cura a
carattere scientifico (IRCCS)
Ospedale Maggiore Policlinico, Mangiagalli e Regina Elena – Via Francesco Sforza, 28
– Milán
entre
64
La REGIÓN LOMBARDÍA
(C.F. 80050050154) representada por el Presidente pro tempore de la Junta Regional, Roberto Formigoni, nacido en
Lecco el 30 de marzo de 1947
y domiciliado a los fines de la
presente acta en Milán, Via Pola n. 14, autorizado para estipular el presente Protocolo de Ententimiento por D.G.R. n.
20593 del 11 de febrero de
2005
y
la REGIÓN ECLESIÁSTI(C.F.
CA
LOMBARDÍA
97179710153) representada
por el Presidente pro tempore
de la Conferencia Episcopal
Lombarda que por estatuto es
el representante legal de la Región Eclesiástica, Card. Dionigi Tettamanzi, nacido en Renate (MI) el 14 de marzo de 1934
y domiciliado a los fines de la
presente acta en Milán, Piazza
Fontana n. 2, autorizado a la
estipulación del presente Protocolo de Entendimiento con
deliberación de fecha 7 de febrero de 2005 de la Conferencia Episcopal Lombarda y con
el consentimiento de los Obispos de las Diócesis (Novara,
Tortona, Vercelli y Verona) cuya circunscripción comprende
parte del territorio de la Región
Lombardía y, finalmente, habiendo obtenido el presente
Protocolo de Entendimiento la
debida “recognitio” de parte de
la Santa Sede;
antepuesto que
1. La Constitución de la Re-
pública Italiana reconoce la
dignidad de la persona humana
y garantiza las libertades y los
derechos inviolables, incluidos
los que se refieren a la esfera
religiosa, ya sea a nivel individual que en las formaciones
sociales donde se desarrolla su
personalidad;
2. el artículo 7 de la Constitución reglamenta las relaciones con la Iglesia Católica;
3. el acuerdo con protocolo
adicional entre la Santa Sede y
la República italiana, firmado
en Roma el 18 de febrero de
1984, ratificado y llevado a su
ejecución mediante la ley n.
121 del 25 de marzo de 1985,
que comprende las modificaciones hechas al Concordato
lateranense del 11 de febrero
de 1929, establece en el art. 11
que la “...República italiana
asegura que... la permanencia
en los hospitales, clínicas o casas de asistencia públicas... no
puede dar lugar a ningún impedimento en el ejercicio de la
libertad religiosa o en el cumplimiento de las prácticas de
culto de los católicos” y que
“...la asistencia espiritual a los
mismos se asegura mediante
eclesiásticos nombrados por
las autoridades italianas competentes por designación de la
autoridad eclesiástica y de
conformidad con el estado jurídico, el orgánico y las formas
establecidas de entendimiento
entre dichas autoridades”;
4. con referencia particular a
la asistencia religiosa en las entidades sanitarias, el artículo
38 de la ley n. 833 del 23 de diciembre de 1978, que instituyó
el Servicio Sanitario Nacional
(SSN), prevé que en las estructuras de internamiento del SSN
se “...asegure la asistencia religiosa en el respeto de la voluntad y de la libertad de conciencia del ciudadano” y que para
este fin, la unidad sanitaria local provea “a reglamentar el
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servicio de asistencia religiosa
católica de acuerdo con los ordinarios diocesanos competentes según el territorio”;
5. el artículo 15 de la ley regional n. 48 del 16 de setiembre de 1988 establece que los
“...internados deben ser colocados en la situación de participar en el ejercicio de su culto
y reciban la visita del ministro
de culto o de los religiosos de
su elección”;
6. el artículo 11 de la ley regional n. 31 del 11 de julio de
1997, al establecer que las relaciones entre el servicio sanitario regional, que incluye a todos los sujetos públicos y privados que obran en el ámbito
de dicho servicio, y a los ciudadanos, se inspiran entre otros
en principios de respeto y de
tutela de la persona, precisa
que las empresas sanitarias locales (ASL), las empresas hospitalarias (AO) y todos los sujetos acreditados, incluso privados, tienen la obligación de
respetar plenamente las disposiciones contenidas en la mencionada l.r.n. 48/1988;
7. con respecto al ordenamiento y a la organización del
personal encargado de la asistencia religiosa, la ley n. 132
del 12 de febrero de 1968, en el
artículo 19 prevé como estructuras hospitalarias necesarias
también el servicio de asistencia religiosa y precisa, en el sucesivo artículo 39, que en el
personal de las entidades hospitalarias se incluye también
aquel que se dedica a la asistencia religiosa, constituido
por ministros del culto católicos en lo que se refiere a la
asistencia a los enfermos de
confesión católica, tal como lo
confirma el artículo 1 del decreto nº 130 del Presidente de
la República del 27 de marzo
de 1969;
8. el artículo 35 del decreto
n. 128 del Presidente de la Re-
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pública del 27 de marzo de
1969, reglamentó aún más el
servicio de asistencia religiosa
en las entidades hospitalarias,
en particular afirmando que el
ordenamiento “...del servicio
de asistencia religiosa católica
se determina por reglamentos
internos, deliberados por las
entidades hospitalarias, de entendimiento con los ordinarios
diocesanos competentes según
el territorio” y posteriormente
reglamentó los modos o las
formas para desempeñar el servicio;
9. el estado jurídico del personal encargado del servicio de
asistencia religiosa ha sido reglamentado en particular mediante el decreto n. 761 del
Presidente de la República del
20 de diciembre de 1979, y encuentra ahora su ordenamiento
en los contratos colectivos nacionales de trabajo, luego de la
privatización de la relación de
trabajo (que era) público en el
sector sanitario;
10. a la luz de las competencias legislativas ratificadas a
las regiones por la reforma del
título V de la parte segunda de
la Constitución, que interviniera con ley constitucional n. 3
del 18 de octubre de 2001 y
permaneciendo firme la competencia exclusiva del Estado
en cuestiones de relaciones entre la República y las confesiones religiosas, la Región Lombardía debe asegurar el desarrollo del servicio de asistencia
religiosa ante las empresas sanitarias locales, las empresas
hospitalarias y las demás estructuras sanitarias públicas y
privadas acreditadas;
con el fin de reglamentar el
servicio de asistencia religiosa
católica en las estructuras sanitarias y asistenciales públicas y
privadas acreditadas que obran
en el territorio de Lombardía,
antepuesto todo lo anterior
SE ACUERDA
llegar a un Protocolo de Entendimiento entre la Región
Lombardía y la Región Eclesiástica Lombardía articulado
como sigue:
Art. 1)
1. Las premisas constituyen
una parte esencial e integrante
del presente Protocolo de Entendimiento.
Art. 2) – Sujetos del servicio
de asistencia religiosa
1. En el presente Protocolo
de Entendimiento:
a) las empresas sanitarias locales, las empresas hospitalarias y, en general, todas las demás estructuras sanitarias públicas y privadas acreditadas,
así como las estructuras públicas y privadas acreditadas que
se dedican a brindar servicios a
la persona, incluso de carácter
asistencial, son indicadas también con la expresión “entidades gestoras” o “estructuras de
internamiento”;
b) con la expresión “ordinario diocesano” se indica el ordinario diocesano para el culto
católico competente con respecto a cada una de las estructuras de internamiento;
c) por asistencia religiosa católica se entiende el servicio
garantizado mediante los asistentes religiosos o de una “capellanía”, entendida como expresión del cuidado pastoral
hecho por la comunidad cristiana en las instituciones sanitarias y en aquellas dedicadas
generalmente a los servicios a
la persona, incluso de carácter
asistencial, formada por uno o
más sacerdotes-capellanes a
los que se pueden agregar también otros sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos, que obran como voluntarios.
Art. 3) – Principios generales y destinatarios del servicio
de asistencia religiosa
1. La Región Lombardía garantiza el desarrollo del servicio de asistencia religiosa católica en las estructuras de internamiento a las que se refiere el
artículo 2.
2. El servicio de asistencia
religiosa tiene la finalidad de
favorecer el ejercicio de la libertad religiosa, el cumplimiento de las prácticas de culto
y la satisfacción de las exigencias espirituales propias de las
personas enfermas de confesión católica y de sus familiares, así como de los que se desempeñan bajo cualquier título
en las mismas estructuras,
compatiblemente con el cumplimiento de sus obligaciones
de servicio en el respeto de la
voluntad y de la libertad de
conciencia de los ciudadanos.
DOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
3. El ejercicio de dicho servicio en la esfera de la acción
espiritual y pastoral es prerrogativa de la autoridad eclesiástica competente.
4. De conformidad con lo
dispuesto por las normas concordatarias y por la legislación
estatal y regional vigente en
materia, el Presente Protocolo
de Entendimiento define las directrices y las directivas para
reglamentar el servicio de asistencia religiosa, tal como se indica en el presente artículo.
5. Con respecto al apostolado y a la acción pastoral, la
asistencia religiosa es ejercida
por los asistentes religiosos en
plena autonomía operativa, bajo la exclusiva dependencia del
ordinario diocesano.
6. Para las actividades extrañas a la esfera religiosa y pastoral, los asistentes religiosos
dependen de la entidad gestora.
Por exigencias de conexión
funcional del servicio de asistencia religiosa con los demás
servicios, las entidades gestoras asumen sus propias decisiones de entendimiento con
los asistentes religiosos.
Art. 4) – Relación entre entidades gestoras y ordinarios
diocesanos
1. Teniendo en cuenta y respetando las directrices y las directivas contenidas en el presente Protocolo de Entendimiento, a solicitud incluso de
una sola de las Partes, las entidades gestoras y los ordinarios
diocesanos estipulan adecuadas convenciones para el servicio de asistencia religiosa a
desarrollarse en cada una de las
estructuras de internamiento.
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Art. 5) – Finalidades del servicio de asistencia religiosa
1. El servicio de asistencia
religiosa tiene como objeto las
actividades que tienden a la administración de los sacramentos y de los sacramentales, al
cuidado de las almas, a la catequesis y al ejercicio del culto.
2. Comprende también:
a) el apoyo al proceso terapéutico de la persona enferma;
b) la promoción de actividades culturales de carácter religioso;
c) el seguimiento espiritual y
humano y la relación de ayuda;
d) el aporte en materia de
ética y de humanización en la
formación del personal en actividad de servicio y la eventual
participación en los comités
éticos;
e) la promoción del voluntariado, en particular para la humanización de las estructuras,
de los servicios y de las relaciones interpersonales;
f) la atención al diálogo interconfesional e interreligioso;
g) los servicios de carácter
administrativo para la organización y las exigencias de oficina (certificaciones, correspondencia, archivo, custodia
de los edificios de culto, de los
paramentos y adornos sagrados).
Art. 6) – Dotación del personal para la asistencia religiosa
1. Para cada entidad gestora
se debe prever al menos un
asistente religioso. El número
de los asistentes religiosos varía en función de la capacidad
de acogida de las estructuras de
internamiento.
2. Hasta 300 camas utilizadas se ocupará un asistente religioso. De 301 a 700 camas,
obrarán dos asistentes religiosos. Por encima de 700 camas
los asistentes religiosos aumentarán de una unidad cada
350 camas. El parámetro es redondeado por exceso a los centenares.
3. En el ámbito de la convención a la que se refiere el
precedente artículo 4, a solicitud del ordinario diocesano se
pueden modificar los parámetros de referencia establecidos
en el presente artículo, en consideración a la localización de
los presidios y a las efectivas
exigencias, así como con res-
pecto a las estructuras dedicadas a la oferta de servicios a la
persona.
4. En todo caso, con la salvedad de la previsión mencionada en el apartado 3 del presente artículo, las actas, los
contratos y las convenciones
en acto en el momento que adquiere eficacia del presente
Protocolo de Entendimiento,
que prevén un número de asistentes religiosos superior a
aquel que se determina aplicando los parámetros establecidos en el presente artículo,
siguen manteniendo su efecto
hasta su natural término.
Art. 7) – Asunción y cese de
los asistentes religiosos
1. La asunción de los asistentes religiosos da lugar a la
constitución de una relación
tución es de competencia del
ordinario diocesano. En la hipótesis de que en el ámbito territorial la entidad gestora
comprende varios presidios, y
los respectivos establecimientos se encuentren en diócesis
diferentes, la competencia para
designar y para sustituir corresponde a cada ordinario diocesano con respecto a los asistentes religiosos por asignar al
presidio de referencia territorial.
4. La facultad de rescindir a
los asistentes religiosos es ejercitada por medio del ordinario
diocesano que tiene también la
facultad de solicitar a la entidad gestora la rescisión de la
relación de trabajo. La exoneración del servicio de los asistentes religiosos, por graves y
documentados motivos indica-
especial disciplinada por la
normativa vigente y por el presente Protocolo de Entendimiento. El encuadramiento
contractual y el tratamiento
económico se determinan según lo establecido por el contrato colectivo nacional de categoría.
2. Los asistentes religiosos
son asumidos por la entidad
gestora, por designación del
ordinario diocesano, con un
contrato de duración indeterminada, a tiempo completo o
parcial. Para fines de la asunción se tienen en cuenta los requisitos previstos por la normativa y por los contratos colectivos nacionales vigentes.
3. La desginación de los
asistentes religiosos y su susti-
dos por la entidad gestora, se
dispone de conformidad con el
ordinario diocesano según modos y formas establecidas en la
convención mencionada en el
precedente artículo 4.
5. El servicio de asistencia
religiosa puede ser asegurado
también por asistentes religiosos, encargados en virtud de
instrumentos contractuales a
definirse en la convención indicada en el precedente artículo 4, en los siguientes casos:
a) cuando los asistentes religiosos dependientes deseen
continuar el desarrollo del servicio, con el consentimiento
del ordinario diocesano, más
allá de la edad establecida para
la jubilación por ancianidad;
b) cuando el servicio de
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asistencia religiosa se debe desarrollar en estructuras de internamiento con un número de
hasta 300 camas utilizadas y,
en otros casos particulares, a
solicitud del ordinario diocesano.
6. En los casos de asistentes
religiosos encargados, el tratamiento económico a brindar se
relacionará con aquel atribuido
al personal, según lo establecido por el contrato colectivo nacional y por el de la empresa,
también en lo que concierne el
compromiso garantizado.
Art. 8) – Derechos y deberes
de los asistentes religiosos y
del personal colaborador
1. Corresponde al ordinario
diocesano el nombramiento del
asistente
religioso-capellán
responsable de la “capellanía”,
de los demás asistentes religiosos y de sus colaboradores estables (sacerdotes, diáconos,
religiosos y religiosas, laicos).
Dichos nombramientos deben
ser comunicados a la entidad
gestora.
2. Los asistentes religiosos
pueden ser coadyuvados por
otros sujetos, aun ocasionalmente, sin costo alguno para la
entidad gestora, salvo el eventual reembolso por los gastos
efectivamente realizados y documentados. El responsable de
la capellanía comunicará a la
entidad gestora el nombramiento de dichas personas.
3. Los colaboradores de los
asistentes religiosos, el ordinario diocesano y los ministros
de culto tienen acceso a los locales de las estructuras de internamientos bajo las mismas
modalidades de los asistentes
religiosos.
4. Los asistentes religiosos
tienen derecho a participar en
las iniciativas de actualización
facultativa previstas por la normativa y/o por los contratos
colectivos nacionales y empresariales vigentes, según las formas establecidas por la convención de la que habla el precedente artículo 4 entre la entidad gestora y el ordinario diocesano.
5. Los asistentes religiosos,
cuando sepan de la presencia
de pacientes de confesión religiosa diversa de la católica, tienen derecho a indicar la presencia de los mismos, siempre
que así lo deseen, a los responsables de la confesión religiosa
de pertenencia.
6. Los asistentes religiosos y
los demás sujetos que los coadyuvan tienen derecho de consumir los alimentos (desayuno,
almuerzo y cena) proporcionados por la entidad gestora, con
costos y facilitaciones correspondientes a los reconocidos a
los empleados de la misma entidad gestora.
7. Por cada una de las prestaciones de servicios de asistencia religiosa no hay ninguna
compensación de parte de los
destinatarios.
Art. 9) – Horario de servicio, reperibilidad y sustitución
de los asistentes religiosos
1. Considerando la naturaleza del servicio, los asistentes
religiosos desarrollan normalmente sus tareas en horarios
flexibles, en lo posible serán
comunicados anticipadamente
a la entidad gestora, por un
tiempo de todos modos no inferior al prespectivo horario
mensual previsto por la vigente
normativa y por contratos colectivos nacionales de categoría del personal empleado de
las entidades gestoras y/o por
la convención de la que habla
el artículo 4 del presente Protocolo de Entendimiento, y están
siempre a disposición en las
horas nocturnas para los casos
urgentes.
2. En las estructuras de internamiento en las que se asignan
a dos o más asistentes religiosos, la reperibilidad para los
casos urgentes fuera del horario de servicio debe ser asegurada, por turno, por los mismos
asistentes.
3. Mediante la convención a
la que se refiere el precedente
artículo 4, la entidad gestora y
el ordinario diocesano disciplinan los casos de sustitución
(por enfermedad, vacaciones,
etc.) de los asistentes religiosos, posiblemente con sustitutos que garanticen la continuidad del servicio. Los sustitutos
gozarán del mismo tratamiento
económico previsto para el
asistente religioso, en proporción con los días de servicio
efectivo realizados. En los casos de urgencia, la misma convención puede prever la posibilidad de que la sustitución
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sea dispuesta directamente por
los asistentes religiosos, con
inmediata comunicación a la
entidad gestora y al ordinario
diocesano.
Art. 10) – Estructuras y bienes en dotación al servicio de
asistencia religiosa
1. Para desarrollar el servicio
de asistencia religiosa la entidad gestora asegura espacios
adecuados destinados a las
funciones de culto (iglesia o
capilla y sacristía), a la actividad religiosa para los servicios
mortuarios, para uso de oficina, para los asistentes religiosos y sus colaboradores, con
respectivos arreglos, equipos y
accesorios. En horarios concordados, para el servicio de
asistencia religiosa se garantiza
también el empleo aunque no
exclusivo de otros espacios de
la estructura destinados para
reuniones.
2. Por lo general, la entidad
gestora pone a disposición de
los asistentes religiosos un alojamiento, adecuadamente equipado, ubicado generalmente
dentro de la estructura de internamiento o de todos modos comunicante con ella.
3. En caso de indisponibilidad temporal de los espacios a
los que se refieren los precedentes párrafos, la entidad gestora garantizará la activación
del servicio de asistencia religiosa con estructuras provisionales, pero de todos modos
adecuadas a las necesidades
del servicio, y estableciendo al
mismo tiempo el término dentro del cual la misma entidad
deberá poner a disposición los
espacios previstos por el presente Protocolo.
4. Los normales gastos de
culto, así como los destinados
a la conservación de los muebles, paramentos y equipos necesarios para el funcionamiento del servicio, el mantenimiento ordinario y extraordinario de los espacios usados, la
limpieza (excluida aquella del
alojamiento, si es externo a la
estructura), así como los gastos
de iluminación y calefacción
de todos los locales destinados
al servicio de la asistencia religiosa, están a cargo de la entidad gestora. Los asistentes religiosos son consignatarios responsables de los bienes mue-
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bles e inmuebles destinados a
la realización del servicio.
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Art. 11) – Ambito de aplicación
1. Las entidades gestoras tienen la tarea, dentro de seis meses de la firma del presente
Protocolo de Entendimiento,
de reglamentar el servicio de
asistencia religiosa de conformidad con lo previsto por el
mismo Protocolo. En caso de
retraso o de inobservancia del
presente compromiso, la Región Lombardía se activará
con respecto a las entidades
gestoras responsables según
las formas consentidas por la
legislación vigente.
2. La Región Lombardía
considera el servicio de asistencia religiosa en las entidades gestoras, tanto públicas como privadas, como factor humanizante capaz de concurrir a
mejorar los servicios brindados
y se compromete a favorecer
su presencia en las estructuras
sanitarias y en aquellas de asistencia social y socio-sanitaria,
convencionadas, autorizadas y
acreditadas.
3. Con respecto a las entidades gestoras privadas, a las que
la Región Lombardía no pudiese imponer la aceptación del
presente Protocolo, éste constituye un acto de orientación y
de directiva general.
las controversias que surgiesen
entre las entidades gestoras y el
ordinario diocesano, incluso
con respecto a la interpretación
y a la ejecución de las convenciones de las que trata el precedente artículo 4.
Art. 12) – Comisión paritética y solución de las controversias
1. Dentro de tres meses de la
firma del presente Protocolo de
Entendimiento, se instituirá
una adecuada comisión regional paritética, constituida por
cuatro miembros, de los cuales
dos en representación de la Región Lombardía y dos en representación de la Región
Eclesiástica Lombardía.
2. A la comisión regional paritética se le confía la búsqueda
de una solución de recíproco
agrado de las controversias relacionadas con la interpretación y la aplicación del presente Protocolo de Entendimiento,
incluso ante casos de retraso
y/o de inobservancia de lo establecido por el anterior artículo
11, párrafo 1. Asimismo, se le
confía también la solución de
Art. 13) – Norma final
1. La Región Lombardía y
la Región Eclesiástica Lombardía se comprometen a verificar periódicamente el contenido del presente Protocolo de
Entendimiento, incluso con la
finalidad de superar las eventuales dificultades e incongruencias que se manifestaran
en la primera fase de actuación concreta y, de todos modos, a solicitud de cualquiera
de las Partes.
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Milán, 21 de marzo de 2005.
Por la Región Lombardía
El Presidente
ROBERTO FORMIGONI
Por la Región
Eclesiástica Lombardía
El Presidente
DIONIGI TETTAMANZI
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Testimonios
He recobrado mi cuerpo
“perdido” a causa de la
enfermedad – Experiencia
La enfermedad de Alzheimer:
una experiencia
de sufrimiento y crecimiento
Nota sobre la Jornada
Mundial de la Salud Mental
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He recobrado mi cuerpo “perdido” a causa de la
enfermedad – Experiencia
Este era mi grito, precisamente el 22 de marzo, martes
santo 2005. Después de un
proceso de enfermedad – Malaria – me hice con mi cuerpo,
lo sentí mío después de un
mes que me parecía haberlo
perdido. Curado, lo he encontrado. Os cuento mi experiencia.
1. Hace diez años
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Era el año 1995, después de
un viaje a la India comencé a
sentirme mal, el cuerpo que no
anda bien, que lo sientes, que
te pasa algo: “Ulcera duodenal” y una operación de urgencia que me llevó a cuidados
intensivos, a pasar días en
Planta, controles numerosos,
hasta que te llega una palabra:
estás curado pero, aunque te
den muchos consejos, vuelves
a la vida normal, como si nada
hubiera sucedido, y funcionas
porque tu cuerpo ha sido
“arreglado” y así, mientras no
sientes el cuerpo, crees que todo va bien, hasta que de nuevo
– después de diez años – vuelves a no funcionar, algo te está
sucediendo.
2. ¿Qué me sucede?
Nada, después de mil viajes
al Africa, sin prevención alguna, pero esta vez, terminada la
celebración de la Jornada
Mundial del Enfermo – 11 de
febrero – me vine del Camerún con la Malaria. Los primeros pasos fueron de despiste,
pensando en la gripe que “rondaba” por esas fechas, hasta
que, al fin, decido ir a Urgencias donde comienzan las
pruebas y más pruebas, hasta
que te dicen que debes ingresar en el hospital con Malaria
da Plasmidium Falciparum,
según he podido leer entre los
numerosos papeles.
Y comienza una fuerte cura,
pasando primero por la Uni-
dad de Cuidados Intensivos
(UCI), toda una semana, y
después en Planta de medicina, otros diez días.
3. Iter de mi enfermedad
Toda una cuaresma y semana santa bajo controles médicos y asistencia de enfermería.
Como decía el Papa en estas
fechas, “enfermo entre los enfermos”, controlado, “vigilado”, que nada se escape.
3.1 La primera etapa – Cuidados intensivos. Casi sin darme cuenta en los primeros momentos, tanto que me preguntaba a mí mismo: ¿tan grave
estoy que me “prohiben” visitas, llamadas...? Dicen que he
sudado un mar, será verdad
porque dado de alta me he encontrado con un montón de pijamas; tantos cambios, tantas
pruebas y controles médicos,
ahora esto, después lo otro y a
“obedecer” que estás grave. Te
lo traduce tu cuerpo sin fuerzas, sin ganas de nada, no es
tuyo, más flaco, necesitado de
todo, no es tuyo, es de los
otros, de los médicos, de las
enfermeras...
No siento dolor físico, pero
no puedo hacer nada por mí
mismo, me faltan fuerzas y
soy dependiente en todo hasta
para llevar el alimento a la boca; ayer tan fuerte, tan autónomo, y hoy, enfermo, tan dependiente. No eres tú mismo.
Después, tu cuerpo reacciona, los resultados de la técnica,
medicación, controles..., dan
pronto resultados positivos
que advierto en mi cuerpo que,
aunque necesitado de apoyo,
comienza a reaccionar, a coger
fuerzas.
3.2 Segunda etapa. Me dan
el alta de Cuidados Intensivos
y paso a Planta en la Sección
de Medicina, pero seguido
por el servicio de enfermería
de Ortopedia, 4ª Planta; hospiDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
talizado aquí, quizá por estar
cerca de la vivienda de la comunidad y de mi habitación.
Aquí me siguen meticulosamente, puntualmente, todo
cuanto está indicado, y comienzo a notar una fuerte mejoría; comienzan a quitarme
tubos, sondas...; me levanto
todavía ayudado y, casi como
un milagro, soy yo mismo que
me siento fuerte y no necesito
ayudas para levantarme, asearme..., una liberación. He recobrado mi cuerpo decía al médico, a las enfermeras. Comenzaba a ser autónomo. Mi
cuerpo me lo decía, los otros
lo apreciaban: el color, la voz,
menos cansancio. Tu cuerpo
ya comienza a ser tuyo. Pero
“no correr” era la voz del médico, eran otras voces amigas.
Conviene andar despacio y recobrar las fuerzas perdidas.
3.3 Llegados a este momento y dado de alta paso a la tercera etapa, ahora en comunidad, a mi habitación, pero siguiendo rigurosamente lo indicado por el médico, diría
que sigo “controlado”. Tardaré
algún tiempo en comenzar la
vida ordinaria. Pero la batalla
contra el enfermedad ha sido
vencida y doy gracias a Dios,
a los médicos, a las enfermeras.
4. Vivencia de mi
enfermedad – experiencia
En el número anterior
– “Iter de mi enfermedad” –
he manifestado ya parte de mi
experiencia, los primeros pasos, aquello que sientes desde
tu cuerpo como otro, distinto,
enfermo.
4.1 Encuentro entre técnica
y humanidad
Pasando como enfermo por
nuestro hospital de la Isola Tiberina – Roma, he vivido fuertemente la carga y el saber técnico; cuánta técnica, cuánta
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ciencia ponen a tu disposición,
un bombardeo; ésta ha sido
una de las realidades que “he
tocado con mano”; y si esto es
una realidad que te da seguridad, otro tanto debo decir de
las personas que he encontrado en los diversos servicios y
que han sido para mí la mejor
medicina; junto a la preparación técnica he apreciado su
responsabilidad profesional, la
acogida y cordialidad, el respeto a la persona, la humanización de la asistencia y la disponibilidad.
4.2 Mi Pascua 2005
Yo también, “enfermo entre
los enfermos”, según la expresión del Papa, he hecho mi experiencia pascual, sin ser “protagonista”, celebrante o co-celebrante; tanto la cuaresma,
como la semana santa y los
primeros días de Pascua, los
he vivido, por primera vez,
desde la enfermedad, con sólo
alguna presencia menos fatigosa en las celebraciones. Pero lo he vivido con serenidad,
con paz, pidiendo al Señor que
viniera en mi ayuda, porque
mi corazón palpitaba más de
lo ordinario y me faltaban las
fuerzas (Salmo 21 y 37). Grité
al Señor y me ha curado (Salmo 29). Mi viernes santo se ha
convertido en domingo de
Pascua. No asistí a la Vigilia
Pascual, pero celebré la Eucaristía con los enfermos el domingo de Pascua por la tarde.
Tenía “ganas” de anunciar que
Cristo había resucitado, era
verdad, yo mismo lo notaba en
mi cuerpo mejorado. La Iglesia, contenta del triunfo de
Cristo, cantaba llena de alegría: “Resplandece el Sol de
Pascua, grita de alegría la tierra..., el Señor ha resucitado”.
Resucitad con el resucitado,
corred, haced experiencia. Está vivo. Ha resucitado. Esta realidad pascual ha coincidido
con mi rápida curación, con el
anuncio, tantas veces repetido
por los médicos de que los resultados eran positivos; eran
anuncios de vida, de resurrección, lo notaba en mi propio
cuerpo, cada vez más mío.
4.3 En la enfermedad descubres otros valores
En una carta de agradecimiento, enviada a la Dirección
del hospital, decía que la enfermedad me había sido “beneficiosa”, porque me ha ayudado a reflexionar, ha sido una
ocasión para detener la vida
agitada, ‘estresada’, y también
porque es una ocasión para la
amistad y para darte cuenta de
que, a tu alrededor, existen
muchas personas buenas. Descubres personas nuevas en el
hospital, en tu comunidad, en
la vida de trabajo. Durante mi
enfermedad me han acompañado los Superiores de mi Orden Hospitalaria; he tenido
muy cerca las tres comunidades de la Isola Tiberina, el Servicio Pastoral, los Superiores
y compañeros de trabajo del
Pontificio Consejo, en Vaticano, muchas comunidades reli-
giosas y laicos que han rezado
por mi causa; he sentido cerca
un “río” de oraciones, mucha
solidaridad, muchos amigos,
todos medicina del cuerpo y
del espíritu que me han ayudado a superar la enfermedad
con paz y serenidad.
El dolor, la enfermedad suscita oraciones, es un momento
para elevar al Señor súplicas.
Como decía, yo he sentido que
mucha gente ha rezado por mi
curación . Yo también he rezado, como se reza cuando el
cuerpo está roto, enfermo. Todos los días, durante la oración, pasaban por mi mente infinidad de rostros e instituciones. Y de modo particular lo
he hecho el primer día que comencé a incorporarme en el
trabajo, el 4 de abril, ofreciendo la Eucaristía en acción de
gracias por mi curación y por
todos los que habían contribuído a la misma: médicos,
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enfermeras, comunidades, familia, personas amigas que
han estado cerca con la técnica, con la solidaridad, con la
amistad. He rezado por todos.
4.4 Terapia mediante la lectura y la música
Me encanta leer. Termino el
año con unos 50 libros leídos,
pequeños y grandes. La lectura es tan necesaria como los
alimentos. Decía San Bernardo que “un buen libro te enseña lo que has de hacer, te instruye sobre lo que has de evitar, y te muestra el fin a que
has de aspirar”.
Un vez pasada la primera
“tormenta” de la enfermedad y
recuperado, comencé poco a
poco, por lecturas suaves, revistas informativas, los dos
documentos últimos del Papa,
a los sacerdotes y a los responsables de las Comunicaciones
Sociales, Ravasi sobre la semana santa con textos de Bernanos, Claudel, Unamuno, Turoldo...; carta al Papa de Paolo
Mosca; “Memoria e identità...”. Como “no tengo nada
que hacer”, sino sólo cuidar
mi salud, ésta ha sido una ocasión “privilegiada” para leer y
también para escuchar música.
He hecho un recorrido por los
grandes maestros de la música: Mozart, Beethoven, Bach,
Vivaldi..., Coros y órganos,
cantos populares rusos, música de meditación y relajación.
Canto gregoriano, trozos clásicos de semana santa y Pascua
(Mandatum novum. Ubi caritas. Exultet, el Mesías, Aleluya de Händel...) ¡Cuánto me
ha ayudado la música a “distraerme”, a serenarme, a elevar el espíritu, a curarme!
¡Cuánto cura la buena música!
Es un buen medicamento.
4.5 “¡Mi fuerza y mi poder
es el Señor, él fue mi salvación!”
Uno, durante el tiempo más
crítico y duro de la enfermedad, experimenta una gran impotencia, no sólo en el cuerpo,
sino en toda la persona. No
tienes ganas de nada, ni de rezar “oficialmente”, se te cae el
libro de las manos, no está tu
cuerpo, ni tu mente, ni tu espíritu para la cantidad de salmos, lecturas, oraciones. Y
elevas tu oración entrecortada,
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sencilla, ayudada de breves
pensamientos de la Escritura,
a veces de frases de santos.
Recuerdo que, ya en Planta
de hospitalización, cuando ya
comencé a leer un poco, sin
que se me nublaran los ojos,
fui a mi despacho y cogí el libro de las Confesiones de S.
Agustín; me caía “simpático”
y apropiado eso de “tarde te
amé...”, o “nos has hecho para
tí y nuestro corazón no tiene
paz hasta que no descanse en
tí”. Todavía S. Agustín: “¿Por
qué te has de preocupar?
Quien te hizo, cuida de ti.”
Y más tarde en las Obras
completas de Santa Teresa de
Avila busqué con avidez eso
de “Nada te turbe”, la poesía
30 de la santa, donde invita a
elevar el pensamiento, a aspirar a lo celeste.
Estaba yo en tiempo bueno,
positivo, reflexivo, oracional,
y repasé, lentamente, varias
veces esta poesía de la gran
Teresa:
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.
Fue para mí en esos momentos como una medicina
espiritual.
Si es verdad que he confiado mucho en la medicina, en
las personas de saber, y me he
“agrapado” para salir lo antes
posible de mi enfermedad, he
experimentado la presencia de
Dios en mí a través de tantas
“mediaciones”, personas que
se han cruzado estos días en
mi vida, animando, dando
consejos. Esas “mediaciones”,
esos textos breves de la Escritura y de otros autores, han sido medicina, porque me ha
dado fuerza, esperanza, ganas
de caminar.
No puedo dejar de traer aquí
un pensamiento de Teilhard de
Chardin que me lo he “rumiado” varias veces. Dice así:
“No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus
decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
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QUIERE LO QUE DIOS
QUIERE.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive
en paz.
Que nada te altere.
Haz que brote, y conserva
siempre sobre tu rostro,
una dulce sonrisa, reflejo de
la que el Señor
continuamente te dirige.
Cuando te sientas apesadumbrado, triste,
ADORA Y CONFIA.”
Podría seguir con mi experiencia, páginas y páginas,
creo haber tocado aquello que
más me ha sorprendido y he
vivido. Experiencia y recuerdos compartidos. Muchas cosas humanas, pero también
muchas cosas de Dios; El escribe, como decía el Papa Luciani, “no en bronce o en mármol, sino en el polvo de la tierra, para que quede bien claro
que todo es obra, todo es mérito sólo del Señor”.
S.E.Mons. JOSÉ L. REDRADO
O.H.
Obispo Titular de Ofena,
Secretario del Pontificio Consejo
para la Salud
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La enfermedad de Alzheimer: una experiencia
de sufrimiento y crecimiento
PALAZZO DEL CAMPIDOGLIO, SALA PROTOMOTECA, ROMA 31 DE ENERO DE 2005
1. No obstante corra el riesgo de decir algo obvio, creo
que es un deber anteponer que
he aceptado la invitación de
hablar en este calificado encuentro internacional no debido a una preparación médicoespecialista, que naturalmente
no poseo, sino por mi cotidiana
experiencia de hombre común
y del ministerio sacerdotal que
ejerzo desde hace muchos
años, aunque no siempre en
contacto directo con los pacientes y en especial con este
tipo de enfermos.
Como se observa a través de
las estadísticas bien conocidas
por los participantes en este encuentro, la enfermedad de Alzheimer afecta de modo considerable a nuestra sociedad.
[Los expertos afirman que
ella “representa la causa más
común de demencia en la población anciana de los países
occidentales”.
Se calcula que afecta al 5%
de las personas con más de setenta años e incluso al 20% de
las personas con más de ochenta años de edad.
Se considera que en Italia las
personas afligidas por esta enfermedad son cerca de 700,000
de las cuales 50,000 en la región Lacio y que aumentarán
debido al crecimiento de la expectativa de vida1.
En Estados Unidos, las estadísticas hablan de aproximadamente 3-4 millones de enfermos del morbo de Alzheimer.
El gasto público alcanza a cerca de 500 mil millones de dólares por año y el costo anual para seguir a un paciente afligido
por esta enfermedad es de cerca de 47,000 dólares]2.
Esta enfermedad constituye
una tragedia a menudo silenciosa, pero poderosa para
quien sufre de ella, para sus familiares y los que les ayudan o
sustituyen en la asistencia a los
pacientes, para los médicos y
la misma colectividad.
Los medios de comunicación social han llamado la
atención del mundo el año pa-
sado sobre este mal, con ocasión de la muerte de un ex Presidente de Estados Unidos, que
desde hacía varios años sufría
de esta enfermedad, cuyo proceso evolutivo puede llegar a
8-10 años después del diagnóstico inicial3.
Personalidades de la economía, de la política, de la medicina y de la religión que se reducen en la fase final de la enfermedad a un estado de vida
por lo menos aparentemente
vegetativa, luego de un período más o menos largo de pérdida progresiva del uso de las
facultades conoscitivas y volitivas.
La enfermedad de Alzheimer aparece en torno a los 5060 años y está vinculada con
procesos de lesión de la corteza cerebral. En el 25% de los
casos encontramos un factor
familiar. El exordio es solapado y marcado por déficit modesto de alguna de las funciones simbólicas (dificultad para
hablar, escribir, leer, empleo
de instrumentos), por cierta
desorientación temporal y espacial, por falta de memoria
con respecto a hechos recientes. Esto último empeora rápidamente mientras toma importancia el decaimiento intelectual, sobre todo de la crítica y
del juicio. La incapacidad de
orientarse en el tiempo y en el
espacio se vuelve más dramática debido a la tendencia de
alejarse de casa. Las funciones
simbólicas aparecen muy alteradas. La actividad es desordenada, incongruente, absurda, o
se reduce hasta llegar a la apatía. Pueden aparecer señales de
carácter psicótico (delirios de
prejuicios) y fenómenos crepusculares. A menudo estos
pacientes manifiestan desinterés en todo, descuidan su persona, se repliegan sobre sí mismos, hay en ellos una tendencia a la melancolía. También
son frecuentes las manifestaciones de ansia, una fácil irritabilidad, la incontinencia
emocional, los desórdenes del
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comportamiento
(especialmente sexuales). Durante cierto tiempo puede permanecer
una conciencia parcial de enfermedad que empeora el sufrimiento del enfermo y lo lleva a poner en acto una serie de
subterfugios para escapar a la
observación y a la intervención de los familiares. La evolución es larga, a veces está
marcada por remisiones parciales y transitorias. El Yo demencial se caracteriza porque
compromete no sólo los instrumentos de la mente, sino también su patrimonio mental. Por
consiguiente, se puede afirmar
que la demencia realiza la más
grave forma psiquiátrica de
‘deshumanización’ del hombre. Aunque el demente no esté fatalmente condenado a esta
deshumanización, no se puede
negar que la tentativa de recuperación es extremadamente
difícil y generalmente decepcionante.
2. Este cuadro clínico, que
hemos recordado no con el fin
de mostrar algo a los ilustres
participantes en este Congreso
(que sin duda podrán modificarlo, corregirlo e integrarlo
gracias a sus conocimientos y
experiencias), sino para focalizar el problema, nos ayuda a
entender algo más sobre el
efecto devastador de este terrible mal en la persona afectada,
que se puede resumir de este
modo:
– bajo el perfil físico: decaimiento general progresivo;
– bajo el perfil psíquico: ansia, depresión, pérdida de la
memoria y de la conciencia de
sí mismo;
– bajo el perfil moral: humillación y frustración por las
pérdidas advertidas, mientras
dura el uso de la razón que terminará con la pérdida total o
(por lo menos) aparente de
ella.
He constatado personalmente la lucha de un cohermano y
amigo mío, que había desempeñado dignamente cargos de
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gran responsabilidad en la diplomacia eclesiástica, contra el
inexorable progreso del mal.
He tenido conocimiento del
drama de muchas personas
más sobre todo por confidencias de familiares, necesitados
de consolación y de apoyo sobre todo moral y religioso.
Al sufrimiento de los pacientes se añade el de sus familiares: especialmente la humillación moral al asistir a la progresiva devastación de la personalidad de sus seres queridos
que se vuelven moralmente
irreconocibles a sus ojos (muy
amorosos y muy equilibrados
como padres y madres durante
su vida precedente, que acusan
74
a sus familiares de traiciones y
de violencias; profesores universitarios autores de numerosas publicaciones de elevado
valor, que se reducen a una total incapacidad de pensar y de
expresarse; renombrados hombres de ciencia que se vuelven
capaces sólo de reirse continuamente), la dificultad para
brindar una asistencia delicada
y fatigosa, el pesado condicionamiento de la actividad profesional, política, cultural, el peso económico por soportar, la
impaciencia ante las reacciones del enfermo y la tentación
de abandonarlo y rechazarlo
incluso en forma drástica.
También es considerable el
impacto negativo en las personas que asisten a los pacientes,
o que en forma parcial o total
sustituyen a los familiares, sea
a domicilio que en las estructuras especializadas.
El tratamiento a los pacientes es difícil y frustrante incluso para los mismos médicos
tanto bajo el perfil humano como de aquel profesional ya que
no existe una terapia específica
y por que, de algún modo, el
objetivo primario de esta consiste en la mejora a largo plazo
de los malestares y de los déficit neurológicos asociados, y
en último análisis, al verificarse una progresiva e inexorable
destrucción de la persona humana en aquellas propiedades
que la caracterizan (inteligencia y voluntad).
La enfermedad de Alzheimer interroga a la misma sociedad, que está llamada a sostener, integrar y, si es el caso, a
sustituir la obra de los familiares y a poner a disposición medios y estructuras para una
asistencia adecuada.
El grado de civilización de
una sociedad se mide por el
modo como provee a las necesidades de sus miembros en
general y especialmente de
aquellos enfermos y en forma
particular de este tipo de enfermos.
3. La tragedia devastadora
de la enfermedad de Alzheimer, que causa abundante sufrimiento físico y moral, ¿es o
puede ser ocasión de crecimiento para quien de algún
modo está involucrado en ella?
Una respuesta de esperanza
realista y no simplemente consolatoria no puede prescindir
de una premisa antropológica
común, en la que pueden verse
involucrados también quienes
– aún encontrándose en una
posición de duda y de dificultad en campo religioso – no
son prisioneros de apriorismos
ideológicos.
La tradición humanista de
nuestra cultura, que ha inspirado también nuestra Constitución (no siempre interpretada
correctamente), reconoce que
la persona humana en todo el
arco de su existencia está dotada de una dignidad original
trascendente, en la que se fundan derechos legítimos del
mismo sujeto y deberes inderogables.
Según esta visión ampliamente compartida, no obstante
desviaciones y regresiones episódicas o incluso bajo ciertos
aspectos permanentes, la persona humana vale por lo que es,
no sólo por lo que hace o por lo
que posee. Sólo por el hecho de
existir ella tiene un valor, un
significado, una finalidad y una
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misión que gratifica a sí misma
y a los demás, debido a su necesaria dimensión social.
En esta perspectiva, aun sólo
humana, la persona nunca puede ser, ni debe sentirse inútil
para sí y para los demás.
De igual modo, nadie se debe arrogar el poder de considerarla inútil.
“Precisamente por ser persona, entre todas las criaturas el
hombre está revestido de una
dignidad única. Cada hombre
es fin a sí mismo y nunca debe
ser utilizado como simple medio para alcanzar otras metas,
ni siquiera en nombre del bienestar y del progreso de toda la
comunidad”4.
Por otro lado, la visión antropológica que deriva de la fe
cristiana, radicada en nuestro
pueblo no obstante las apariencias contrarias y emergentes
precisamente en los momentos
difíciles de la vida personal y
en las situaciones dramáticas
de la vida asociada, nos dice
que Dios, al crear al hombre a
su imagen, quiso hacerlo partícipe de su señoría y de su gloria. Al confiarle la tarea de
ocuparse de toda la creación,
tuvo en cuenta su inteligencia
creativa y su libertad responsable.
El Vaticano II, al escrutar el
misterio del hombre siguiendo
las palabras de Cristo (cfr. Jn
17, 21-22), nos ha abierto horizontes impracticables a la razón humana. En la Constitución Gaudium et spes puso explícitamente el acento sobre
“cierta semejanza entre la
unión de las personas divinas y
la unión de los hijos de Dios en
la verdad y en la caridad” (n.
24). Cuando Dios dirige su mirada al hombre, la primera cosa
que ve y ama en él no son las
obras que logra hacer, sino la
imagen de Sí mismo; esa imagen que permite que el hombre
tenga la capacidad de conocer
y amar a su Creador, de gobernar a todas las criaturas terrenas y de servirse de ellas para
gloria de Dios (cfr. Ibidem,
12). Por esta razón la Iglesia
reconoce en todos los hombres
la misma dignidad, el mismo
valor fundamental, independientemente de cualquier otra
consideración que pueda derivar de las circunstancias. Por
tanto, y es muy importante, independientemente de que di-
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cha capacidad no se pueda actuar porque está impedida por
una dificultad mental.
Esta concepción del hombre,
hecho a imagen y semejanza
de Dios, no sólo está confirmada por la Revelación neotestamentaria, sino que sigue enriqueciéndose. San Pablo afirma: “Pero al llegar a la plenitud de los tiempos, envió Dios
a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a
los que se hallaban bajo la ley,
y para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Ga 4, 4-5).
El hombre, por tanto, en virtud
de la gracia, participa realmente de esta filiación divina, conviertiéndose en hijo de Dios en
el Hijo”5.
El enfermo cristiano, al configurarse en el bautismo a Cristo doliente, crucificado, muerto
y resucitado, es de manera totalmente especial imagen del
Cristo que sufre, que con su
muerte destruye la muerte y
con su resurrección da a todo
el hombre, alma y cuerpo, una
nueva vida.
Con ocasión de la Conferencia Internacional promovida
por el Pontificio Consejo para
la Pastoral de los Agentes Sanitarios sobre el tema “A imagen
y semejanza de Dios: ¿siempre? Los enfermos mentales”
el Cardenal Joseph Ratzinger
hablaba así de las personas que
sufren mentalmente: “Imágenes de Cristo que hay que honrar, respetar, ayudar en lo posible, ciertamente, pero sobre todo imágenes de Cristo portadoras de un mensaje esencial sobre la verdad del hombre. Un
mensaje que a menudo se tiende a olvidar: nuestro valor ante
Dios no depende de la inteligencia, ni de la estabilidad del
carácter, ni de la salud, que nos
permiten tantas actividades de
generosidad. Estos aspectos
podrían desaparecer en cualquier momento. Nuestro valor
ante Dios depende solamente
de la opción que hayamos hecho de amar lo más posible, de
amar lo más posible en la verdad.
Decir que Dios nos ha creado a su imagen, significa que
El ha querido que cada uno de
nosotros manifieste un aspecto
de su infinito esplendor, que El
tiene un proyecto para cada
uno de nosotros, y que cada
uno de nosotros está destinado
a entrar, siguiendo el propio itinerario, en la felicidad eterna.
La dignidad del hombre no
es algo que salta a la vista, no
se puede medir ni calificar, escapa a los parámetros de la razón científica o técnica: pero
nuestra cultura, nuestro humanismo, han hecho progresos
sólo cuando esta dignidad se
ha vuelto más universal y ha
sido plenamente reconocida
por un número cada vez mayor
de personas. Toda marcha atrás
en este movimiento de expansión, toda ideología o acción
política que coloque a algunos
seres humanos fuera de la categoría de los que merecen respeto, indicaría un retorno a la
barbarie. Lamentablemente,
sabemos que la amenaza de
nuestra barbarie gravita siempre sobre nuestros hermanos y
hermanas que sufren una limitación o una enfermedad mental. Una de nuestras tareas como cristianos es dar a conocer,
respetar y promover plenamente su humanidad, su dignidad y
su vocación de criaturas a imagen y semejanza de Dios”6.
4. Partiendo de esta premisa
se puede elaborar una estrategia del crecimiento para las
personas afligidas por la enfermedad de Alzheimer y para los
que de algún modo resultan
implicados.
Obviamente, se trata de un
crecimiento en humanidad y
en espiritualidad.
A menudo, este crecimiento
ocurre en el enfermo antes de
la fase terminal de la enfermedad.
El sufrimiento – al igual que
todas las demás condiciones
humanas – es en sí ambivalente: puede acercar a Dios, si es
“leido” con los ojos de la fe y
de la recta razón, o alejar de El
si es considerado según la lógica del bienestar como fin a sí
mismo.
Si el dolor es un misterio,
también lo es la reacción frente
a él, que sólo Dios puede aclarar.
Frente al enigma del dolor
Dios “ha respondido al interrogante sobre el sentido que llevamos en el corazón en estos
momentos no a través de una
explicación racional (o, mejor,
racionalista ndr.), sino a través
del compartir compasivo. Cristo se ha hecho hombre y ha
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muerto para vencer nuestra
muerte”7.
“¿Dónde estabas, Señor,
cuando sufría tanto?”, le preguntó S. Catalina de Siena
cuando se le apareció Jesús.
“Estaba junto a tí para cargar la
cruz”, fue su respuesta.
El crecimiento del enfermo
tiene lugar mediante la recuperación o la profundización de
la fe que lleva a aceptar la propia condición de limitación y a
“descubrir con gozo la misión
particular que le ha sido confiada en el Cuerpo místico de
la Iglesia: en unión con Cristo
doloroso, él puede colaborar en
la salvación de la humanidad,
valorando su oración con la
ofrenda de su sufrimiento (cfr.
Col 1, 24)”8.
Considerándolo en esta perspectiva, el sufrimiento es la
ocasión de un recorrido interior
que, en virtud de la unión con
la Pasión redentora, purifica y
repara el mal propio y el de los
demás, volviéndose salvífico
hasta introducir en la vida mística – como las grandes figuras
de santos del pasado y también
muy recientes nos enseñan en
sus escritos como Santa Teresa
de Avila y Santa Teresa del Niño Jesús, Santa Faustina Kowalska, el beato Gaetano Catanoso y la Sierva de Dios María
Pía Mastena y especialmente
con su muerte en los hornos
crematorios, Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)
y San Maximiliano Kolbe.
La profundización de la fe
amplía las fronteras del amor
– podríamos citar al respecto
las palabras de S. Agustín: “Si
angustiantur vasa carnis, dilatentur spatia caritatis”9 – y abre
a la esperanza sobrenatural que
lleva a exclamar: “Yo creo, ¡resucitaré, mi cuerpo verá el Salvador!”10.
Incluso en la fase terminal,
cuando el pobre cuerpo del enfermo parece reducirse a una
masa de carne que vive sólo de
vida vegetativa, es siempre un
icono de Cristo, un templo del
Espíritu Santo, que debemos
honrar, respetar y amar aún
más que el templo de piedra.
La Iglesia ejerce este respeto
también después de la muerte
incensando los restos mortales
en el momento del último saludo.
Cada uno de nosotros sabe
por la vivencia de otros que es-
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to es difícil: “Sé lo que debería
hacer – decía un santo – pero
no sé lo que haré”; con la gracia de Dios todo es posible.
Un discurso parecido vale
también para los familiares del
enfermo y para las personas
que los ayudan o sustituyen en
la asistencia.
Ver a Cristo en el ser querido
enfermo, incluso en los momentos de mayor devastación
humana, y dedicarse a él siguiendo el ejemplo de Catalina
de Siena y de Francisco de
Asís, de Damián Veuster el
apóstol de los leprosos..., encaminarlo y acompañarlo por los
senderos de la esperanza cristiana: ¡es una escuela de crecimiento en humanidad y en espiritualidad!
Gracias a Dios son numerosos estos heroísmos escondidos y de ellos soy testigo privilegiado gracias a mi ministerio.
También el médico puede lograr un crecimiento ocupándose de los enfermos de este morbo, así como de los demás enfermos, tanto bajo el aspecto
profesional, enriqueciendo su
conocimiento y experiencia,
como bajo el perfil humano aumentando su empatía hacia el
paciente, teniendo en cuenta la
dignidad del enfermo como
persona humana y como hermano en Cristo.
Pero también la sociedad civil puede y debe crecer proporcionando adecuadas estructuras especializadas para curar al
enfermo, sosteniendo e integrando y, si fuese necesario,
sustituyendo a la familia según
el principio de subsidiaridad o
dotándole de personal preparado adecuadamente. Asimismo,
la misma comunidad eclesial
puede y debe crecer asegurando a los enfermos de Alzheimer en su domicilio y en los
centros especializados de asistencia una cuidadosa atención
pastoral no sólo con sacerdotes
sino también con agentes de
pastoral (por ejemplo con ministros extraordinarios de la
Eucaristía y con personas que
visiten a los enfermos y a sus
familias y les aconsejen, consuelen y apoyen).
Esta estrategia del crecimiento no excluye a los enfermos de otras confesiones o de
otras denominaciones religiosas o de diferentes convicciones ideológicas porque Dios
llama a todos a su casa sin violentar la voluntad, que la quiere libre pero también responsable de responder.
Dicha estrategia es una propuesta que permanece abierta
incluso a quien momentánea o
permanentemente la rechaza,
hacia el cual permanece íntegro nuestro respeto y nuestro
amor, aunque esté unido al dolor de ver rechazada una oportunidad decisiva para su suerte.
Al respecto, me agrada recordar el relato del sacerdote
belga Eduardo Poppe, elevado
por Juan Pablo II a los altares.
En el territorio donde ejercía
su ministerio pastoral, vivía un
enfermo alejado de los intereses religiosos.
El sacerdote iba a visitarlo y
por respeto a sus convicciones,
discutía con él sobre temas culturales.
Después de cierto tiempo su
Pastoral de los Agentes Sanitarios el 11 de febrero de 198512,
y que específicamente sobre
este tipo de enfermedades dirigió elocuentes discursos a los
participantes en las Conferencias Internacionales organizadas por dicho Dicasterio de la
Curia Romana, por ejemplo
aquella:
– sobre la enfermedad mental (28-29-30 de noviembre de
1996)13;
– sobre la depresión (13-1415 de noviembre de 2003)14;
– sobre los cuidados paliativos (11-12-13 de noviembre de
2004)15.
En la misma línea tenemos
el Mensaje de cuaresma del
200516.
Sus palabras, algunas de las
cuales hemos mencionado,
pueden orientarnos en nuestra
reflexión sobre la enfermedad
de Alzheimer, que nos lleva a
inclinarnos sobre nuestro prójimo que sufre con el ánimo del
buen Samaritano siguiendo las
palabras que Cristo dirigió al
doctor de la ley: “Vete y haz tú
lo mismo”17.
S.E. Mons. BRUNO BERTAGNA
Secretario del Pontificio Consejo
para los Textos Legislativos
Notas
GATTANI L., Vademecum Alzheimer.
BIRD T., Enfermedad de Alzheimer
y otras demencias primarias, en Principios de medicina interna a cargo de Harrison, p. 2673-2677.
3
Ibidem, p. 2674. Internet: Alzheimer,
a cargo de AfaR.
4
JUAN PABLO II, Discurso con ocasión de la Conferencia Internacional sobre la enfermedad mental, Pontificio
Consejo para la Pastoral de los Agentes
Sanitarios (Roma 28-30 de noviembre de
1966) en L’Osservatore Romano, 1º de
diciembre de 1996, p. 5.
5
Ibid. p. 5.
6
Dolentium Hominum n. 34 (año XII,
Nº 1), p. 19.
7
CAFFARA Carlo, Arzobispo de Bolonia, Homilía con ocasión de la Santa Misa por las víctimas de Crevalcore, 14 de
enero de 2005.
8
JUAN PABLO II, Discurso en la Plenaria del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, L’Osservatore Romano,
22 de enero de 2005.
9
S. AGUSTIN, Sermón 69, 1, PL 38.
10
NELLA CASA DEL PADRE, Io credo risorgerò, n. 600, p. 480.
11
AAS 76 (1984) 235-238.
12
Motu propio Dolentium Hominum,
en AAS 77 (1985) pp. 459-461.
13
L’Osservatore Romano, 1º de diciembre de 1996, p. 5.
14
L’Osservatore Romano, 15 de noviembre de 2003, p. 5.
15
L’Osservatore Romano, 13 de noviembre de 2004, p. 5.
16
L’Osservatore Romano, 28 de enero
de 2005, p. 4.
17
Lc 10, 37.
1
2
interlocutor le preguntó a quemarropa: “¿Cuándo se decide a
hablarme de Dios?”.
En otro caso, el interlocutor
estaba cerrado a la perspectiva
religiosa, aunque recibía por
cortesía al sacerdote y le permitía encender una vela ante
una imagen sagrada que tenía
en casa – lo cual el P. Eduardo
hacía toda vez que lo visitaba.
Una noche se dio cuenta que
el sacerdote no tenía fósforos y
le dijo: “¿Desea un fósforo?”.
A partir de esa pregunta comenzó el diálogo religioso.
5. Concluyo revelando la
particular sensibilidad de Juan
Pablo II que dedicó al dolor en
general la Encíclica Salvifici
doloris11, además de otros discursos pronunciados en varias
circunstancias, de la institución
del Pontificio Consejo para la
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Nota sobre la Jornada Mundial de la Salud Mental
10 DE OCTUBRE 2005
Con ocasión de la Jornada
Mundial de la Salud Mental
que este año tiene como tema:
“Salud mental y física durante
toda la vida”, en mi calidad de
Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, deseo hacer una reflexión
para expresar la viva atención
que la Iglesia pone en los problemas de la sanidad y de la salud. La salud es un patrimonio
inestimable y para todos ella es
fundamental para garantizar la
paz y la justicia entre los pueblos.
La condición sanitaria de cada uno de los individuos, de las
familias, de las comunidades y
de las naciones se determina
según variables ambientales,
biológicas, psicosociales, socio-culturales,
espirituales,
económicas y políticas, que interactúan entre sí. Hay factores
económicos que afectan a la
planificación y la actuación sanitaria así como el acceso a los
cuidados sanitarios, la responsabilidad de los dispensadores
de servicios sanitarios, la calidad y los resultados de los tratamientos, la intensidad y la
amplitud de la investigación y
de la formación. La promoción
de la salud, la prevención de las
enfermedades y una comparticipación de los riesgos conexos
con la salud (ambientales, comportamientos de elevado riesgo
– incluido el humo, las enfermedades sexualmente transmisibles, el abuso de sustancias
estupefacientes y la dependencia – violencia y enfermedades), en el sentido más amplio,
son responsabilidades conjuntas de planes nacionales sanitarios, compañías, gobiernos y
dispensadores de servicios sanitarios.
Dichas consideraciones, asumen particular importancia en
el ámbito de la salud mental.
La Organización Mundial de la
Salud hace notar que 450 millones de personas en el mundo
están afectadas por problemas
mentales, neurológicos o de
comportamiento y que 873 mil
personas se suicidan cada año.
La dificultad mental constituye
una real y verdadera emergencia socio-sanitaria: el 25% de
los países no cuenta con una legislación adecuada; el 41% no
tiene una política definida sobre la salud mental; en más del
25% de los centros sanitarios
los enfermos no tienen acceso a
los medicamentos psiquiátricos
esenciales; el 70% de la población dispone con menos de un
psiquiatra por cada 100,000
personas. Los transtornos mentales afectan sobre todo a las
poblaciones
desfavorecidas
desde el punto de vista intelectual, cultural y económico. Millones de criaturas están obligadas a llevar en sus cuerpos y en
sus mentes las consecuencias
de una alimentación escasa, de
conflictos armados y de acontecimientos catastróficos naturales gigantescos con su pesada
carga de morbilidad y mortalidad.
Urge una fuerte acción preventiva de las enfermedades
mentales. El diagnóstico precoz, la intervención ante las primeras señales de dificultad y de
sufrimiento, la realización de
medidas específicas de intervención, constituyen un instrumento primario para la tutela de
la salud mental. Es necesario
garantizar la difusión de una
educación real a la salud y promover estilos de vida sanos coherentes con una cultura de los
valores. La misma ciencia médica reconoce una relación muy
estrecha entre la manifestación
o el agravamiento de algunas
patologías y transtornos mentales y la actual crisis de valores.
Una confirmación de esto es la
interdependencia entre SIDA,
drogradicción y uso desordenado de la sexualidad. No se puede callar frente a la continua
agresión a la serenidad y al
equilibrio mental, constituida
por modelos sociales que conducen a la instrumentalización
del hombre y a peligrosos condicionamientos de su libertad.
La crisis de valores y la afirmación de desvalores que aumentan la soledad, hacen caer las
tradicionales formas de cohesión social, rompen los grupos
de agregación, en particular en
el plano cultural y desacreditan
la institución de la familia.
También la mentalidad domiDOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
nante de nuestras sociedades,
cada vez más cerradas y egoístas, lleva a remover el sufrimiento y a marginarlo, con graves consecuencias sobre la salud mental de los ciudadanos.
La Iglesia católica siempre
ha brindado su aporte ya sea
para prevenir que para asistir a
los enfermos mentales y a sus
familias en el plano médicoasistencial, social, espiritual y
pastoral. Nosotros estamos
convencidos de encontrar especialmente en los enfermos
mentales la preciosa imagen de
Dios que en el Cristo doliente,
como dice el profeta Isaías “no
tenía ni apariencia ni presencia;
y no tenía aspecto que pudiésemos estimar” (Is 53, 2); es allí
que se encuentra la fuerza redentora de toda la humanidad.
Como consecuencia, son muchos los proyectos y los programas de formación, prevención
y de asistencia, cuidado y seguimiento pastoral de los enfermos, que las iglesias locales,
los institutos religiosos y las
asociaciones laicales llevan
adelante con amor, sentido de
responsabilidad y espíritu de
caridad. Mediante su acción
demuestran que la enfermedad
de la mente no crea fosos insormontables ni impide relaciones
de caridad cristiana auténtica
con quien se encuentra en la situación de víctima.
Por tanto, dirijo esta reflexión a todos los responsables
de la sociedad encargados de
vigilar sobre la salud pública a
fin de que traten de encontrar
una ayuda urgente a favor de
estos enfermos, muchos de los
cuales se encuentran en las calles o en sus familias donde no
pueden recibir la ayuda técnico-científica que necesitan; y
dispongan de instrumentos eficaces para defender el derecho
elemental de acceder a los cuidados y a la equidad en la salud
en el respeto pleno de la integridad y de la dignidad del enfermo.
S.Em. Card. JAVIER
LOZANO BARRAGÁN
Presidente del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud
Santa Sede
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Comisión Episcopal para la Pastoral de la Salud
de la República Centroafricana
RESUMEN DE LA CONASAN (COORDINACIÓN NACIONAL DE LA SALUD)
EN LA RCA/ACERAC: JUNTOS POR LA VIDA Y LA SALUD.
JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO, 11 DE FEBRERO DE 2005
Ficha de identidad del país
78
– Superficie 623,000 km2;
3,5 millones de habitantes;
– lugar ocupado en el HDI
(Human development index):
n. 172 de 182 países;
– expectativa de vida: 49
años en 1988 y 44 años en
1998;
– tasa de alfabetización:
67% en la escuela primaria y
20% en la secundaria, menos
del 40% son chicas;
– mortalidad materna:
683/100,000 nacimientos en
1975; 948/100,000 nacimientos en el 2000;
– mortalidad infantil (por
debajo de cinco años): 194,0
%0 en el 2000;
– pobreza absoluta, antes de
la destrucción de un tercio del
país (2002-03): 64% de la población.
Contexto
La
prevalencia
del
VIH/AIDS en la RCA, con el
21% en las zonas urbanas y el
34% en las zonas rurales, es la
más elevada de todos los países subsaharianos del Africa
francófona. Un decenio de revueltas y desórdenes militares
y políticos, y la guerra civil no
han favorecido una acción intensa, concertada y continuada
de parte del Estado en la lucha
contra el SIDA.
Las realizaciones
de la Iglesia/CONASAN
– Existe una red ecuménica
de las Iglesias a favor de la
salud (ASSOMESCA, con
170 especialidades sanitarias)
dentro de la cual obra particularmente CONASAN (Coordinación nacional católica de
la salud) que comprende una
Oficina nacional y 9 equipos
de coordinación diocesana de
la salud con personal sanitario
formado por 486 personas,
que obra en 114 especialidades sanitarias. Desde hace 50
años, la Iglesia siempre ha
apoyado de manera sustancial
y directa a las estructuras estatales, con inversión y presencia de 22 religiosas en
igual número de hospitales
públicos.
– En el 2004, se ha firmado
una convención entre Estado/Ministerio de la Salud e
Iglesia/CONASAN para regular la cooperación entre los
dos partners que se ocupan de
la salud de la población.
– La Iglesia es la portavoz,
la voz de los que no tienen voz
y hace todo lo posible para garantizar el acceso financiero a
los cuidados de parte de los
más pobres (2/3 de la población).
– Durante y después de la
guerra civil (2002/03), la Iglesia ha lanzado con gran éxito,
mediante un consorcio de 6 financiadores internacionales
(CRS, UNICEF, etc.), un proyecto de urgencia sanitaria denominado TALITA KUM, que
ha permitido la supervivencia
de un millón de personas, curadas en un centenar de hospitales o centros sanitarios (sobre todo públicos). A menudo
se manifiestan agradecimientos como el siguiente: «¡Todos
nos han olvidado, pero Dios
no nos abandona: la Iglesia ha
permanecido con nosotros y
ha arrancado nuestras vidas a
la muerte!».
Comité Episcopal
Nacional frente al SIDA
en la RCA (= CENFAS)
– Desde el ACERAC en el
2001, la coordinadora de la
DOLENTIUM HOMINUM N. 60-2005
CONASAN reune como
«mainstreaming officer» 9 comisiones episcopales sociopastorales que han lanzado el
programa EVA (Educación a
la Vida y al Amor) no sólo en
las escuelas o entre los grupos
de jóvenes, sino también en
las parroquias y movimientos.
Dicho programa tiene como
grupo “target” a parejas presentadas como modelos para
acompañar a los jóvenes y
promover una cultura de la
comparticipación dentro de la
familia y entre padres y jóvenes en etapa de pubertad.
– Durante los últimos tres
años, se ha formado a 118
educadores, 2/3 de los cuales
son parejas. Más de 5700 participantes han seguido también sesiones que han durado
de 1 a 7 días.
– Se ha realizado una programación para todo el año
2005 con el fin de valorar las
actividades de la Iglesia en las
9 diócesis en materia de SIDA, una mejor coordinación y
una movilización de las parroquias.
Nuestras preocupaciones y
acciones prioritarias
– Garantizar a las poblaciones el acceso financiero y geográfico para los cuidados;
– Mejorar la calidad de los
cuidados preventivos y curativos;
– Promover la salud física,
espiritual y moral hacia un
comportamiento social y sexual responsable («¿Dónde está tu hermano?»).
Nuestros retos
– Pobreza material y educativa de una gran parte de la población;
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– Reconstrucción de 2 diócesis después de los saqueos y
las destrucciones;
– Confiabilidad y auto-financiación de los servicios sanitarios de la CONASAN;
– Duración de los servicios
y de los recursos humanos
(africanización);
– Brujería, falsas creencias,
marginación y SIDA
En la República Centroafricana, los infectados de
HIV/SIDA mueren mucho
más de soledad, de depresión,
de temor y de discriminación
que de infecciones oportunistas – esto nos interpela como
Iglesia. En efecto, la Iglesia
tiene un aporte específico que
ofrecer trabajando para el desarrollo de las almas de nuestras poblaciones enfermas. Siguiendo el ejemplo del Buen
Samaritano (¡que ni siquiera
era enfermero!), su aporte específico debe ir mucho más
allá de los cuidados del cuerpo
y ofrecer un sostén espiritual a
los enfermos.
Sería auspiciable aprovechar mucho más dos instrumentos católicos específicos:
– El Sacramento de la Eucaristía ¿no nos fue donado
para reforzar nuestra comprensión que Dios se deja incluso comer con tal de asegurarnos su presencia y protegernos de todo mal, más que
un escudo?
– El Sacramento de la Unción de los Enfermos ¿acaso
no nos ha sido donado como
fuerza y gracia para encaminar
nuestra vida hacia Dios (y no
como anuncio de muerte)?
¿Como hacer para que la
oración, la misa, las palabras y
los actos concretos de solidaridad entre los cristianos se
vuelvan una realidad única?
De este modo podremos
mostrar a todos los que sufren
que «donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo (Jesús, Dios) estoy en medio de
ellos» (Mt 18,20).
Dr. REGINAMARIA EDER
Coordinación Nacional
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