A.·. L.·. G.·. D.·. 5.·. A.·. D.·. M.·. Triangulo Masónico Nefertun, Nº 138
Transcripción
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A.·. L.·. G.·. D.·. 5.·. A.·. D.·. M.·. Triangulo Masónico Nefertun, Nº 138 en los Valles de Mallorca M..V.. y .HHos/as en vuestro distintos grados y calidades ¿Cuál es el primer deber de un Vigilante en Logia? El Ritual de apertura tanto de una Logia como en Triangulo es el que consagra, en el verdadero sentido de la palabra, los trabajos que en ella se cumplen. En efecto, mediante dicho ritual, lo que no era sino un lugar cualquiera, deviene un templo, esto es, un espacio sacralizado y significativo. Gracias a la acción de las energías espirituales vehiculadas por los símbolos, palabras y gestos rituales, podría decirse que ese lugar es “transmutado” en algo esencialmente distinto de lo que era. De ahí, por tanto, la importancia de que el ritual sea practicado lo más perfectamente posible, siguiendo con la máxima escrupulosidad lo en él prescrito, y sin alterar, suprimir o modificar sin razón alguna ninguno de los elementos que lo constituyen, ya que en el respeto a los mismos reside precisamente la eficacia del propio rito. Naturalmente esto no quiere decir que los gestos rituales se repitan de una manera “mecánica”, sino que al tiempo que se realizan han de comprenderse las ideas que vehiculan, que hablan de una realidad arquetípica, siendo uno con ellas, pues el rito no es otra cosa que el símbolo hecho gesto. Por consiguiente, el ritual ha de vivirse como lo que realmente es, como un conjunto o un todo ordenado y armónico en donde cada una de las partes que lo conforman se corresponden mutuamente entre sí. Se trata, por tanto, de un organismo que está vivo, y que actúa de acuerdo a los estímulos que recibe, es decir en cuanto se pone en práctica de una manera consciente. Es por eso que si una de esas partes faltara el ritual entero se resentiría, perdiendo “fuerza y vigor” la influencia espiritual que a través de él se transmite Nuestra conciencia de hombre exige que en todo momento, para enfrentarnos a nuestras responsabilidades, nos planteemos claramente la pregunta “cuál es nuestro primer deber...?”. Un acto justo, cumplido en un tiempo justo, alcanza la dimensión cósmica y sale del tiempo para integrarse al movimiento general de la unidad universal. La noción del deber adquiere una importancia luminosa porque ilumina la tonalidad de nuestra ética de vida en general y nuestra búsqueda espiritual en particular. Es de la realización de nuestros deberes, aquí y ahora, de la que depende la realidad de nuestra ascensión espiritual. -1- Sin la realización concreta de nuestros deberes, tenemos simplemente conatos de fraternidad, sueños de espiritualidad, fantasmas de sabiduría. El que no lleva sus deberes no tiene sitio, no tiene su sitio, ni en el mundo, ni en el egregor de la humanidad. Para hacer tangible esta realidad abstracta en una Logia, el Venerable plantea sus preguntas a Vigilantes que ocupan un lugar preciso en el Templo, lugar geográfico, lugar estructural pero también lugar psicológico en la composición de la Logia. Cada objeto, cada decorado del Templo, tiene un lugar definido, tradicional, siempre el mismo. No es, con toda seguridad, resultado del azar o consecuencia de una falta de imaginación, sino la indicación de un orden natural indispensable para la apertura del iniciado. Cada sitio es el lugar de convergencia de influencias particulares que requieren asumir actos particulares. Castaneda en “l’herbe de diable et la petite fumée” relata lo difícil que le era encontrar un sitio, el suyo, en el patio, en el perímetro de enseñanza de su maestro. Recalquemos todavía, para comprender la correspondencia entre lo material y lo espiritual, como con toda naturalidad en una familia, el padre y la madre ocupan a menudo el mismo sitio en la mesa, y cuanto exige este sitio, deberes para cumplir conforme al orden universal el papel del padre y de la madre. Recordemos también el dicho popular (francés>. “el que no tiene su sitio...” que significa que por incapacidad o por negligencia, no llena los deberes inherentes a su puesto. En un Taller Masónico, ocupar el sitio de Vigilante, de Secretario o de Tesorero no es un honor sino una carga con deberes que cumplir para que la Logia viva. El Venerable dice: “Cual es el deber de un Vigilante en Logia”. El ritual subraya aquí que el Vigilante en su vida profana cumplirá con sus deberes profanos donde sus actos espirituales no le dan ningún derecho particular. Aún si el espiritual se expresa en el profano, el hombre no debe por menos de responder a las leyes del profano... veremos por todas partes que hay quizás más profano desde que el espiritual vive. Así pues nos encontrarnos en un templo y vamos a proceder a la apertura de la Logia. No debe haber ni amalgama de los planes ni confusión de los deberes. El Aprendiz Masón, el que debuta en su búsqueda, que emprende el camino del conocimiento, también tiene deberes propios de su puesto, de silencio, de presencia regular y de manejo del mazo y del cincel con eficacia y -2- perseverancia. Tiene el deber de conocerse en su parte más tangible por medio de los cuatro elementos para transformarse en piedra útil al edificio. En el grado de Compañero la noción de conocimiento de uno mismo se perseguirá por el conocimiento de las funciones de vida y el sentido del deber explotará como una estrella en varias direcciones. Para el Maestro Masón que se quiere libre y de buenas costumbres, existe no solo la obligación de asumir los deberes materiales sino también un primerísimo deber sobre el camino del despertar, en la búsqueda de la “palabra perdida”. Este primer deber, acto indispensable sobre la vía del conocimiento es el de “asegurarse de que la Logia está debidamente a cubierto”. Hemos tomado un lugar interior propio que nos permite participar en la apertura de un espacio sagrado. Hemos tomado igualmente conciencia que el acto a cumplir no dependía de nuestra fantasía. No está constituido de lo que nos gusta o no nos gusta, de lo que pensamos o esperamos, sino de una actitud particular, reconocida para que la apertura se cumpla eficazmente y que la luz ilumine nuestro corazón y nuestro espíritu. Esta actitud es una vigilancia que se asegura que la Logia está debidamente a cubierto y correctamente protegida de las intemperies y turbulencias exteriores. El manual de instrucción explica que los trabajos masónicos deben llevarse a cabo a cubierto “porque todas las fuerzas que son destinadas a utilizarse útilmente fuera, deben primero estar concentradas en ellas mismas y adquirir así su máximo de energía expansiva”. Dicho de otro modo, antes de ser capaces de actuar en el exterior, conviene reunir sus energías en el interior de sí mismo o de la Logia. Pasamos de la noción de Logia a cubierto a la noción de hombre a cubierto en virtud de una precisión que ya hemos dado, a saber, que la Logia representa el conjunto del espíritu de los hombres presentes. Si la Logia iguala todos los Hermanos presentes, todos los Hermanos igualan un Masón en particular que participa del espíritu común. La acción de la masonería apunta al mejoramiento del Ser humano y de la sociedad por el intermediario de reflexiones comunes y de la influencia de cada Masón sobre su entorno por el ejemplo que da. Pero antes de dar, hay que poseer alguna cosa que dar. No basta soñar con amor, generosidad, fuerza, sabiduría, para poseer esas cualidades. Reconozcamos que en realidad dispersamos al viento energías con efectos contradictorios y decepcionantes. Si no poseemos un eje lo suficientemente fuerte como referencia frente a las turbulencias de la vida profana, seremos llevados como briznas de paja por nuestras reacciones. -3- Queremos ser generosos, fraternales, pacientes, y experimentamos celos, vanidad y violencia. En la vida ordinaria estamos tan solicitados por ruidos, imágenes, encuentros..., que somos arrancados de nuestro contacto interior y somos propulsados en el remolino exterior de los pensamientos, que se suceden en cascada o de las emociones que se amontonan antes mismo de penetrarnos. Nuestras variaciones de estado son tan numerosas y tan frecuentes que estamos indispuestos para una percepción activa de nuestro ser esencial. El trabajo interior no puede realizarse si no paramos la agitación de nuestra mente y la reacción de nuestras emociones en el mundo exterior. Es interesante hacer notar que el primer deber no es una lucha contra lo que juzgamos son defectos o debilidades, sino un acto para ponerse a cubierto. No se trata tampoco de abandonar una parte de su vida, de sus sentimientos, de sus sensibilidades, sino de girar hacia un eje interior que favorezca la disipación de los miedos, de las ansiedades, de los espejismos, en perjuicio de una comprensión fácil. No hay juicio, posibilidad de elección, sino despertar una parte de sí mismo completamente olvidada. No hay idea a adoptar, sino una apertura a dejar hacer poniéndose a cubierto para simplemente romper con nuestros mecanismos para mejor verlos, cerrarnos a la agitación del pensamiento y de las emociones para mejor comprender sus automatismos. Nuestro primer deber es ponernos a cubierto de toda contaminación mental y psicológica para ver lo que existe y que nunca hemos tomado tiempo de mirar. Ponerse a cubierto es pues un acto capital que puede permitirnos tomar conciencia de nuestro ser esencial y de encontrar la energía cósmica para atrapar la esencia de la creación. He dicho M.·.V.·. 26/04/15 -4-