El poncho, símbolo de tradición gaucha

Transcripción

El poncho, símbolo de tradición gaucha
El poncho, símbolo de tradición gaucha
El poncho,
símbolo de tradición gaucha
Es un abrigo típico de Sudamérica. El origen del atuendo es incierto y
se puede remontar a culturas de distintas épocas. Son innumerables las
tribus indígenas en las que se ha constatado su uso, aunque luego se
extendió a los criollos. Hoy se ha convertido en la vestimenta insignia de
los gauchos argentinos, que no sólo lo usaron como abrigo, sino también
como cobija o almohada para pasar las noches a campo abierto. En
este reportaje, analizamos aspectos interesantes de su fabricación, pero
además les mostramos como esta prenda representa todo un símbolo de
tradición y costumbre en Argentina.
B
uenas tardes. ¿Cuánto
cuesta ese poncho?
-500 pesos.
-Me lo llevo.
-Pero, ¿no se lo quiere probar
antes?
-No, total no es para ponérmelo.
Lo voy a colgar en la pared de
mi casa...
el norte de México hasta la
Patagonia. Para quienes no lo
conozcan, habrá que explicar
que consiste en un corte de tela
cuadrado o rectangular, con
flecos en sus lados y con una
abertura en el centro por donde
se pasa la cabeza para que caiga
sobre los hombros.
Un diálogo más o menos
parecido tuvo lugar en una
importante feria rural de
Buenos Aires, concretamente
en el puesto de venta de textiles
artesanales de Jorge Antonio
Marí. Este artesano argentino
se dedica desde hace casi
tres décadas a la confección
de este tipo de prendas en un
telar mapuche. Una situación
que muestra cómo el uso del
poncho, históricamente muy
típico en éste y otros países
de Latinoamérica, ha logrado
nuevas “aplicaciones” y ya no
solo es parte de la tradición
rural.
“Los ponchos que vendemos
tienen mucha demanda entre los
tradicionalistas y la gente del
campo, pero no es una prenda de
uso ciudadano. A veces también
los compran los extranjeros,
pero no es lo normal”, dice
Marí. “Como tradición no se
está perdiendo porque cada
vez hay más agrupaciones
tradicionalistas, y todo pueblo
del campo tiene al menos una”.
Si bien es en el entorno andino
donde el poncho es más
popular, se utiliza en casi todo
el continente americano, desde
Junto a su mujer, Bety,
confecciona ponchos (entre otras
prendas camperas artesanales
como fajas, o cojinillos) en los
telares que tiene en su casa de
Ituzaingó, provincia de Buenos
Aires. Elaborar un poncho le
puede llevar un mes de trabajo.
Lo laborioso de la actividad se
ve luego reflejado en el valor de
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las prendas. “Según su calidad
y cómo salgan, pueden llegar a
costar hasta 5.000 pesos o más
(más de 1.000 dólares)”. Pese a
esos precios, “siempre tenemos
demanda, e incluso tengo varios
encargos pendientes”, indica
Jorge.
Hobby o trabajo
Los rasgos distintivos de los
ponchos aparecen tanto en los
materiales de confección como
en los diseños, y muchas regiones
se enorgullecen de tener un
modelo típico. Históricamente
se confeccionaban con pieles de
animales andinos como llama,
vicuña, alpaca o guanaco, y
de otros más comunes como
oveja, vaca o caballo, utilizados
sobre todo en lugares fríos. Con
el correr de los siglos se fue
imponiendo la materia prima
textil, con telas de diferente
grosor según las necesidades
climáticas.
El matrimonio de Jorge Antonio
y Bety hacen estas prendas
juntos desde hace 27 años.
Aunque sus hijos no están muy
dispuestos a seguir el oficio.
Pero el legado a las nuevas
generaciones está asegurado,
porque además de elaborar estos
artículos también dan clases de
tejido en telar aborigen. “Damos
cursos permanentemente, y
siempre tenemos al menos unos
diez alumnos”.
A estas actividades se suma la
edición, desde hace 18 años,
de la revista de tradición “El
chasque surero”. Marí recuerda
que esta actividad “empezó
como un hobby y terminó siendo
un método de vida”, aunque
reconoce que “no se puede vivir
sólo de esto”. Y añade que entre
sus alumnos “hay algunos que
vienen por el gusto de tejer, y
otros lo hacen con una finalidad
laboral”.
La tradición argentina
El poncho no puede asociarse
a un país en concreto, pues
fue y sigue siendo utilizado en
muchos países (ver recuadro).
Tal vez Argentina sea el que más
culto rinde a esta prenda desde el
punto de vista tradicionalista. Se
asocia directamente al gaucho,
tanto del norte del país como de
la pampa. Los estilos de poncho
argentinos se diferencian por el
tejido, el material o los dibujos
que lo decoran, así como por
el tipo de guardas que llevan.
Cada provincia tiene un modelo
particular. Uno de los más
populares es el salteño, de color
bordó con franjas negras.
Junto al de Salta, los más
populares vienen de otras
provincias norteñas como Jujuy,
Tucumán, Santiago del Estero y
Catamarca. En ésta última está
muy enlazada a la tradición,
hasta el punto de que su capital
fue recientemente declarada
como “Capital Nacional del
Poncho” por el Congreso de la
Nación, por la trayectoria en su
confección artesanal. De hecho,
cada año se organiza allí la
Fiesta Nacional del Poncho, que
en 2012 celebró su 42ª edición.
Allí
se
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reúnen
numerosos
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artesanos que manufacturan
esta prenda, como Silvia Olmos,
que entre otros artículos expone
los ponchos que hace en alpaca,
totalmente artesanales, ya que
“nosotros mismos hilamos y
tejemos. Tenemos los telares en
casa y ahí hacemos la producción
de nuestro trabajo para todo el
año”, afirma. “Aprendí con mi
abuela cuando era chica, ella me
enseñó a hilar y tejer. Y después
con mi suegro, que me enseñó
a hacer ponchos de alpaca con
guardas incaicas”.
Pero más allá de los motivos
decorativos,
destaca
los
materiales y su nobleza, pues
su prioridad es que abriguen:
“Un poncho puyo, por ejemplo,
es bien calentito, no necesitás
nada más para estar abrigado.
Siempre es bueno tener una
prenda de éstas para poder
pasar los inviernos”. Entre sus
clientes, destaca que “el turista
es el que más nos compra la
producción, los que vienen de
Córdoba o de Buenos Aires”.
Aunque su uso histórico es
posible que se esté perdiendo,
la vigencia del poncho es
incuestionable. En especial en
las regiones de donde proviene,
pero también en zonas urbanas
a través de los costumbristas.
Es verdad que las tendencias
de la moda van apartando lo
tradicional, aunque cada tanto el
poncho se recupera y le dan un
giro actual. A veces aparece en
versiones sofisticadas dentro de
la alta moda, llegando a costar
miles de dólares.
Para Juan Carlos Bassano,
presidente de la Agrupación
Tradicionalista
‘Julio
Secundino Cabezas’, de la
localidad bonaerense de General
Rodríguez, resulta fundamental
preservar la tradición del poncho
y, en especial, su uso. “Cada vez
se utiliza menos, aunque en el
campo sigue teniendo mucho
auge para resguardarse de la
lluvia, porque los de lana son
impermeables”. Bassano dice
que “se siguen haciendo y la
gente los sigue comprando, igual
que muchos otros elementos del
campo”, concluye.
Un uso muy extendido
En Colombia el poncho
conforma la indumentaria
típica de la región y las de
clima templado de Boyacá y
del noreste de Cundinamarca.
El origen de su uso en este país
está ligado a la región del Valle
de Tenza, situada entre ambos
departamentos.
En lo referente a Ecuador,
tiene un especial valor cultural
para la comunidad mestiza,
que se vislumbra tanto en sus
particulares diseños como en su
empleo tanto en la sierra como
en la costa, y tanto a nivel rural
como urbano. Los montubios o
campesinos de la costa de este
país popularizaron incluso la
muy ecuatoriana frase ‘Dejarse
pisar el poncho’, que significa
‘ver la cara de tonto’.
En Perú y Bolivia, tanto el poncho
como el chullo son prendas de
uso diario en amplios sectores
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de la población campesina, y es
típica en personajes simbólicos
de diversas regiones peruanas
como el morochuco ayacuchano
o el qorilazo sureño.
En
Chile
fue
utilizado
originalmente por los mapuches
y luego adoptado por el huaso,
como se conoce a los jinetes
del campo en este país. Hoy lo
siguen usando los trabajadores
rurales. En países situados más
al norte del continente, como
México, se lo encuentra con
alguna variante, donde se lo
conoce como jorongo o sarape.
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