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TESTIGOS Y MENSAJEROS
DE LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO
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3
INDICE
PARTE I
EL CAMINO DE LA CONGREGACIÓN DESPUÉS DEL CONCILIO
VATICANO II
PARTE II
MISIONEROS CLARETIANOS HOY: RASGOS CARISMÁTICOS
INTRODUCCIÓN
PRIMER RASGO: LA PALABRA DE DIOS ES NUESTRO CENTRO Y EJE
SEGUNDO RASGO: MISIONEROS “CON ESPÍRITU”
TERCER RASGO: ENVIADOS A EVANGELIZAR A LOS POBRES
CUARTO RASGO: ANUNCIAMOS EL EVANGELIO CON TODO EL PUEBLO DE DIOS
QUINTO RASGO: EN DIÁLOGO PROFÉTICO
PARTE III
CONSECUENCIAS DE LOS RASGOS CARISMÁTICOS EN LA VIDA
CLARETIANA
1. CONSEJOS EVANGÉLICOS CONFIGURADOS POR LOS RASGOS DE LA MISIÓN
Evangelizadores desde la Alianza
Discerniendo el paso de Dios
Con una pasión que sólo nos centra en el Reino
Un compartir profético y liberador
2. VIDA EN COMUNIDAD
Llamados a evangelizar en comunidad misionera
Misioneros con Espíritu
Evangelizando desde los pobres
Con todo el Pueblo de Dios
En diálogo profético
3. LA MISIÓN EN LA FORMACIÓN
Formación inicial
Formación continua
4. EL ÁREA DEL APOSTOLADO:
Los rasgos carismáticos en el área de Apostolado
Prioridades apostólicas para la Congregación
5. COORDINACIÓN DE LA MISIÓN
Coordinación de recursos personales
Coordinación de recursos económicos
4
5
PARTE I
EL CAMINO DE LA CONGREGACIÓN DESPUÉS DEL CONCILIO
VATICANO II
Con motivo de este año de la Vida Consagrada –en el que tiene lugar nuestro
XXV Capítulo General- el Papa Francisco nos invita a “mirar al pasado con gratitud”, “a recorrer el camino de las generaciones pasadas para redescubrir en él
la chispa inspiradora, los ideales, los proyectos, los valores que las han impulsado”1. Nosotros, los misioneros claretianos, agradecemos –de manera especialestos 50 años desde el Concilio Vaticano II; han sido para nosotros un “soplo
del Espíritu Santo” y han puesto en marcha un proceso de renovación, siempre
atento a las llamadas de Dios en el mundo, en la sociedad y en nosotros mismos.
•
El Concilio Vaticano II nos llamó a entrar en un proceso de “renovación”
–retorno a las fuentes- y puesta al día (“adequata renovatio”) (PC, 3), en
respuesta dialogante a los desafíos de la modernidad. El XVII Capítulo
Extraordinario (1967) respondió a esa llamada: nos ofreció la “Declaración sobre el Carisma de san Antonio María Claret como fundador de
nuestra Congregación, y otra “Declaración sobre el Patrimonio Espiritual
de la Congregación (a la luz del Concilio Vaticano II)”; como también diversos decretos: “El régimen de la Congregación”, “Los hermanos coadjutores”, “La vida religiosa”, “El apostolado”, “Las misiones a no cristianos”, “La educación cristiana”, “La formación” y “La administración”.
•
Tras el primer impulso del Concilio, la Iglesia posconciliar se confrontó
con el gran desafío de la pobreza y la justicia (Medellín, Sínodo sobre la
Justicia) y la necesidad de renovación interna desde la perspectiva del
testimonio evangélico (“Ecclesiae Sanctae”” y “Evangelica Testificatio”
(1971) de Pablo VI). El XVIII Capítulo General (1973), profundizó en el
misterio de la Iglesia-comunión para dar nueva validez a la fraternidad
evangélica-apostólica2 y polarizar las energías en torno a “una revitalización de nuestra comunidad”3. En respuesta a la llamada misionera,
afirmó que “nuestro carisma misionero nos pide nuevas formas de presencia y anuncio de la Buena Nueva a los pobres, a los marginados, a los
1
Papa Francisco, Carta apostólica a todos los Consagrados con motivo del año de la Vida Consagrada, n.
1.
2
Cf. Carta Abierta, n. 24.
3
Cf. Carta Abierta, n. 28.
6
que padecen injusticia y desconocen el amor, a los que han perdido la
esperanza”4.
•
La Iglesia se sintió llamada a iniciar un gran proceso de Evangelización
en el sínodo sobre la Evangelización y la posterior exhortación apostólica
del beato Pablo VI “Evangelii Nuntiandi” (1975). Tuvo como perspectiva
a quienes están lejos, al mundo descristianizado, las religiones nocristianas, el secularismo ateo, los que no practican, las masas, las comunidades eclesiales de base, el acompañamiento de los que creen (EN, 4958). El XIX Capítulo General (1979) sobre “La misión del claretiano hoy”
se situó decididamente en esta línea y la desarrolló. Leyó la realidad contemporánea “en perspectiva de evangelización… centrando su atención
en el hombre y las situaciones que él pasa en la actualidad”5. Alentado
por la Evangelii Nuntiandi y el inicio del Pontificado de san Juan Pablo II
que invitaba a “no temer” y “abrir las puertas al Redentor”, hizo una relectura de nuestro carisma para responder a las nuevas encrucijadas de
la evangelización, y concretó las exigencias, prioridades y destinatarios
de nuestra misión. Al mismo tiempo el XIX Capítulo estudió y elaboró el
texto constitucional que sería posteriormente aprobado por la Sede
Apostólica (1982).
•
El XX Capítulo General (1985) puso el acento en la persona del claretiano en el contexto del proceso de renovación misionera e impulsó la
apertura de cada claretiano a la realidad circundante y universal6 , la revisión de estructuras apostólicas (CPR, 76-86) y el testimonio colectivo de
pobreza (CPR, 87-91).
•
Ante los primeros desafíos de la posmodernidad y de la globalización,
nuestra Congregación sigue profundizando diversos aspectos de nuestra
misión. El XXI Capítulo General, aborda el tema de nuestro servicio de
la Palabra en la “nueva evangelización”, a la que san Juan Pablo II convocaba a toda la Iglesia. Nos invita a captar la llamada del Espíritu (SP,
3) y a responder a las esperanzas y nuevos retos tanto en la sociedad (SP,
1), como en la Iglesia (SP,2). En fidelidad a esta gran llamada, nuestra
Congregación -cada vez más mundial-, no sólo en la expansión geográfica sino en la composición de sus miembros, proyecta los desafíos y líneas
de acción en cada uno de los continentes (SP, 23-33).
•
En el contexto de fin de milenio, de la nueva conciencia de Iglesia en los
diversos continentes y de la celebración del 150 aniversario de nuestra
fundación, el XXII Capítulo General (1997) aborda el tema de la “Dimensión profética de nuestro servicio misionero de la Palabra”. Se inspi-
4
Cf. Carta Abierta, n. 35, DocCap, p.303.
5
MCH, 4.
6
CPR, 70, DocCap, p.528.
7
ra en la exhortación “Vita Consecrata” cuando habla del testimonio profético7. Desde esta clave hace una relectura de nuestro texto constitucional, a partir del texto de Lc 4,18 que constituyó la principal inspiración
profética de la vocación de Claret. Nuestra misión profética queda contextualizada y diversificada según los diversos continentes, pero siendo
conscientes de que se comparte una realidad globalizada. En esta tensión
entre lo universal y lo particular se configura creativa y fielmente nuestro ministerio profético (EMP 57 ss.).
•
Al comenzar un nuevo milenio, iluminado por la carta apostólica de san
Juan Pablo II “Novo Millenio ineunte” y ante un mundo en el cual la vida sufre muchas amenazas, el XXIII Capítulo General centró su discernimiento en nuestra vocación y misión profética al servicio de la Vida
(PQV, 4): “Para que tengan vida” (2003). Partiendo del texto de Jn 10, 10
“yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia”, desarrolló
las implicaciones de este tema en nuestra misión y espiritualidad.
•
Por último, el XXIV Capítulo General (2009), situándose en el marco del
bicentenario del nacimiento de nuestro Padre Fundador, focalizó su
atención en una relectura de la “Definición del Misionero” (Aut 494 y
CC.9). Leyó la realidad desde las llamadas de Dios en nuestro mundo, en
la Iglesia –teniendo en cuenta el magisterio del Papa Benedicto XVI y de
los sínodos de la Eucaristía (2005) y la Palabra (2008) y el Congreso de
Vida Consagrada (2004- y la Congregación. Señaló las prioridades para
ser durante el sexenio 2009-2015 “hombres que arden en caridad”..
•
Nuestro XXV Capítulo General (2015) se sitúa en el nuevo horizonte
abierto por la elección del Papa Francisco, el Sínodo de la Nueva Evangelización y transmisión de la fe (2012), la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” (2013) y el Año de la Vida Consagrada8. Además de la
memoria agradecida de nuestro inmediato pasado, queremos vivir un
presente apasionado y abrirnos a un porvenir soñado. Por eso, el tema de
este Capítulo General es: “Llamados a Evangelizar: Testigos y Mensajeros de la alegría del Evangelio”9.
7
VC, 84,-95
8
Cf. Josep M. Abella, cmf, Carta Circular de anuncio del XXV Capítulo General, Roma 2014
9
Cf. Josep M. Abella, cmf, Carta Circular de anuncio del XXV Capítulo General, nn.59-66, Roma
2014. El tema venía ya siendo preparado por la Congregación. Cf. Josep M. Abella, cmf, Misioneros: carta circular, Roma 2012, donde se plantean las preguntas que nos inquietan, los
nuevos horizontes que se nos abren y las características y prioridades de la Misión hoy.
8
9
PARTE II
MISIONEROS CLARETIANOS HOY: RASGOS CARISMÁTICOS
Introducción
Nuestra Congregación está hoy presente en los cinco continentes. Somos cada vez más sensibles a la situación global de la humanidad y de nuestro planeta. La voz de Dios en su Iglesia nos convoca a la “conversión misionera y pastoral” (EG, 25-33). Como herederos del carisma de san Antonio María Claret, nos
preguntamos: ¿qué nos pide el Espíritu en este momento de la humanidad, para mantener viva y fecunda la herencia recibida?
Ya en 1979 nos hicimos una pregunta semejante en el XIX Capítulo General
sobre “La Misión del Claretiano hoy”10. Pasados 36 años y, ante los cambios que
se han producido en la humanidad, en la Iglesia y en el rostro de nuestro Instituto, intentamos re-imaginar y re-crear nuestra contribución carismática a la Misión, presentando aquellos rasgos que la caracterizan y que nos dan a todos los
misioneros una impronta común.
Guiados por el Magisterio actual de la Iglesia y las respuestas de los diversos
organismos de la Congregación, proponemos los siguientes rasgos que configuran la Misión del Claretiano del siglo XXI y hacen de cada uno de los que formamos esta comunidad carismática los Testigos y Mensajeros de la Alegría del
Evangelio.
Primer rasgo: La Palabra de Dios es nuestro centro y eje
Ya en el XXI Capítulo General de 1991 (“Servidores de la Palabra”) reafirmamos nuestra identidad misionera como oyentes y servidores de la Palabra. El
Sínodo sobre la Palabra en la Vida y Misión de la Iglesia (2008) y la exhortación
apostólica Verbum Domini del papa Benedicto XVI nos ofrecieron unas pespectivas nuevas que la Congregación ha estado asumiendo.
Re-afirmar hoy de nuevo la centralidad de la Palabra, nos lleva a entenderla
en el contexto del diálogo de Dios con nosotros, su Pueblo, y de nosotros con
nuestro Dios11. Y la clave fundamental de interpretación de la Palabra es el
amor apasionado de Dios por su Pueblo y en especial por los pobres y excluidos
(cf. VD, 90-108).
Nuestra Congregación se encuentra en sintonía con esta visión eclesial, que
fue también la que vivió nuestro Padre Fundador. Por ello, aspiramos y nos
comprometemos a:
10
Cf. Josep M. Abella, cmf, Carta Circular de anuncio del XXV Capítulo General, n. 62-63, Roma
2014.
11
Dios “en el diálogo” (VD, 6), la dimensión cósmica de la Palabra (VD, 8), la respuesta del ser
humano al Dios que habla, entrando en el diálogo de la Alianza (VD, 22-26)
10
• Ser enviados a proclamar la Palabra, valiéndonos de todos los medios, sobre todo allí donde es “más urgente, oportuno y eficaz”;
• que la Biblia sea para nosotros la guía que nos muestra el camino de Dios con la
humanidad y nos hace escuchar sus llamadas y responder a ellas (“escucha vocacional de la Palabra”);
• leer, comprender y acoger la Palabra bajo la acción del Espíritu (cf. VD, 15) y
descubrir cómo en ella Jesucristo mismo nos habla, se dirige a nosotros, nos ayuda a interpretar los signos de los tiempos, nos indica la Misión (cf. VD, 12);
• ser mensajeros, testigos e intérpretes de la Palabra, escuchando al Dios que habla
a través de las diversas Tradiciones religiosas y culturas y hablando también nosotros de Dios en el lenguaje de las diversas culturas.
Segundo rasgo: Misioneros “con Espíritu”
Para ser “evangelizadores con Espíritu” (EG, 259) es necesario que arda en
nosotros el mismo fuego del Espíritu (EG, 261), el fuego de la misión (cf EG 268274), para ser transformados por Él, para anunciar la novedad evangélica con
parresía, en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente, y para colaborar con
el Espíritu en la génesis de una Iglesia-comunión de carismas, ministerios y
formas de vida.
El Espíritu nos configura con Cristo Jesús mediante los consejos evangélicos
y “otras virtudes, según nuestro carisma propio en la Iglesia” (CC, 39). El Magisterio contemporáneo nos ha invitado a vivir desde la caridad, la esperanza y
la fe,12 poniendo también de relieve otras virtudes apostólicas: audacia y creatividad (EG, 33), cordialidad misionera (EG. 44.45), alegría (EG, 21), cercanía (EG,
23) y la humildad (EG 146).
Siguiendo el ejemplo de Claret, nuestra docilidad al Espíritu abrirá en la
Congregación una etapa más alegre, generosa, audaz, llena de amor fiel y de
vida contagiosa (EG, 260).
Por ello, aspiramos y nos comprometemos a:
• ser misioneros-discípulos, apasionados por Jesús, que amamos lo que Él ama y
buscamos lo que Él busca (cf EG, 267); que sabemos que Él camina habla, respira,
trabaja con nosotros (cf EG, 266);
• vivir la pasión de ser pueblo: introducirnos en su corazón, tocar la miseria humana, conscientes de que el amor a la gente es una fuerza espiritual (cf EG 272);
• superar el pesimismo, el fatalismo, la acedia, creyendo y proclamando que la resurrección de Jesucristo introduce gérmenes de mundo nuevo por doquier (EG,
275);
• resaltar la dimensión cordimariana de nuestro carisma en la misión, que nos lleva
a encontrarnos con las personas a las que somos enviados en actitud cordial, fra12
Cf. Deus Caritas est (2005); Spe salvi (2007); Caritas in veritate (2009); Lumen Fidei (2013).
11
terna, cercana, acogedosa, gozosa, atenta a sus necesidades y generosa;
• cultivar las virtudes apostólicas de la humildad, sencillez y transparencia, la solidaridad y la capacidad de compartir, la disponibilidad y la itinerancia;
• favorecer e impulsar en nosotros la audacia y la creatividad, desde estructuras
ágiles y flexibles que nos mantengan siempre atentos y aptos para seguir las llamadas que Dios nos hace en los signos de los tiempos y de las culturas;
• descubrir la dimensión misionera de la intercesión, esa oración llena de seres humanos, atenta a los demás y agradecida a Dios por ellos (EG, 281-283), que realizan de manera tan valiosa nuestros ancianos y enfermos.
Tercer rasgo: Enviados a evangelizar a los pobres
En todo el itinerario posconciliar la Congregación ha configurado su misión
carismática como opción por los pobres, releyendo y haciendo nuestra la experiencia misma del Fundador (Aut 118, 687). La Iglesia nos pide hoy proseguir con
más decisión y creatividad en esa línea. No se puede ser claretiano como si los pobres no existieran (EG, 80). Ellos son “los destinatarios privilegiados del Evangelio” (EG, 48). En este tiempo de tanto progreso científico y tecnológico, la mayoría de los hombres-mujeres vive precariamente el día a día; y sin embargo,
predomina una economía de exclusión, una cultura de descarte y la indiferencia
se globaliza (EG, 53-54). Como evangelizadores queremos ser “instrumentos de
Dios a favor de los pobres” (EG, 187) y estremecernos misericordiosamente ante
el dolor ajeno (EG, 193), para llegar a ser “una congregación pobre y para los
pobres” (EG, 198).
Por ello, aspiramos y nos comprometemos a:
• tomar conciencia de la importancia de evangelizar desde “el lugar teológico” de
los empobrecidos, marginados, excluídos y todos los que sufren, para crecer en
compasión y misericordia;
• dar un nuevo impulso a la opción por los pobres, desplazando con más decisión
nuestros servicios misioneros hacia las periferias económicas, socioculturales,
existenciales, y desarrollando una mayor disponibilidad misionera y una menor
preocupación por nuestra seguridad y confort, de modo que esa opción configure
nuestro estilo de vida;
• que nuestra evangelización promueva una cultura ética y solidaria de cooperación
y tenga una mayor incidencia social y política contra los sistemas de injusticia;
• dada la feminización de la pobreza y lo femenino como ámbito de exclusión, luchar para superar el androcentrismo tanto en la sociedad como en la Iglesia;
• escuchar, acompañar y cuidar a los más frágiles de la tierra: los sin-techo, toxicodependientes, refugiados, migrantes, indígenas, ancianos, las mujeres en exclusión, los niños por nacer, todos los explotados e indefensos (EG 209-216; 169);
• anunciar el evangelio de la Paz (Ef 6, 15) y ser mediadores de diálogo social y reconciliación entre los diferentes, allí donde el odio, la violencia y la guerra pare-
12
cen imponerse (EG, 217-220; 238-239).
Cuarto rasgo: Anunciamos el Evangelio con todo el Pueblo de Dios
Nuestra Congregación ha insistido, ya desde los primeros Capítulos de renovación, y lo ha ratificado en todos los demás, sobre la importancia de evangelizar con otros, de multiplicar líderes evangelizadores, de llevar adelante la misión compartida.
La Iglesia contemporánea es cada vez más consciente de su identidad como
“pueblo peregrino y evangelizador” (EG, 111), que colabora con Dios como instrumento de su gracia y su iniciativa evangelizadora (EG, 112). El Espíritu hace
de ella un pueblo en comunión con muchos rostros y culturas (EG, 115) y una
comunidad enriquecida con diversos carismas, ministerios y servicios. También
nuestra Congregación participa con su propio rostro del Pueblo de Dios, anunciando el Evangelio y promoviendo una Iglesia de participación y comunión.
Por ello, aspiramos y nos comprometemos a:
• ser cada vez más conscientes de que compartimos la misión con el Pueblo de Dios
y con quienes buscan la transformación del mundo según el querer de Dios.
• participar sin reservas en la misión y vida de cada Iglesia particular integrándonos en la diócesis desde nuestro carisma;
• aprender el modo adecuado de compartir nuestro carisma evangelizador y misionero con quienes, desde otras formas de vida (laical, matrimonial, ministerial), se
saben agraciados con él y forman con nosotros la Familia Claretiana;
• estar abiertos a compartir servicios misioneros y vida comunitaria con otros Institutos o formas de vida, siempre que la Misión lo requiera;
• promover nuevas iniciativas para extender el Evangelio y para multiplicar los líderes evangelizadores, creando redes y sinergias, desde la perspectiva del bien, de
la verdad y de la belleza.
• colaborar desde nuestra identidad carismática con las instituciones, ONGs, gobiernos y gentes de buena voluntad que luchan por los valores del Reino de Dios;
• ser en la Iglesia una parábola de comunión, conscientes de que cada una de nuestras comunidades es el primer espacio de misión y vida compartida.
Quinto rasgo: En diálogo profético
Otro rasgo de nuestra misión hoy es ser un ejercicio de diálogo. Somos una
comunidad que –participando en la misión con la humildad y paciencia de
Dios- no solo da, sino que recibe; no impone, sino que persuade, ama y respeta
la libertad; que se vacía de sí misma para crecer con el otro (EG, 171). En el diálogo de la vida -interreligioso, intercultural y con los pobres- surgen las cuestiones y los planteamientos más serios de la misión. Se descubre así cómo Dios
se revela en el contexto y cómo el contexto nos abre a la revelación de Dios.
13
El último Capítulo General señaló la importancia del diálogo profético de
vida como clave de nuestra acción pastoral y misionera (cf HAC 58,2). Necesitamos entrar en una nueva fase, abierta y creativa, para entablar hoy diálogos
que resultan difíciles, compartiendo problemas e interrogantes, poniéndonos en
el lugar del otro y sin colocarnos arrogantemente por encima de quienes piensan y sienten de manera diferente.
Por ello, aspiramos y nos comprometemos a:
• que el diálogo como estilo y medio de evangelización configure nuestras palabras,
obras, ministerios y modos de vida;
• mostrar tolerancia, apertura y acogida hacia las nuevas ideas, circunstancias, culturas y modos de ser, vivir o entender la comunidad;
• impulsar el diálogo ecuménico, intercultural e interreligioso, promoviendo la reconciliación y el perdón;
• asumir que el diálogo es el lugar donde se realiza la misión y donde también nosotros somos evangelizados (EG, 269).
PARTE III
CONSECUENCIAS DE LOS RASGOS CARISMÁTICOS EN LA VIDA CLARETIANA
La descripción de los cinco rasgos que configuran el rostro de nuestra misión
carismática hoy, y que han de comprenderse –por lo tanto- en mutua correlación y armonía, tiene consecuencias importantes. Nuestra misión y sus rasgos
determinan nuestra forma de vivir la Alianza de los consejos evangélicos, de
constituir la comunidad, de coordinarnos, de diseñar e implementar los procesos formativos y nuestras iniciativas y proyectos de apostolado.
1. Consejos evangélicos configurados por los rasgos de la Misión
Evangelizadores desde la Alianza
La entrega a la Misión nos hace seguidores de Jesús, dóciles a los consejos
evangélicos del Maestro y del Espíritu. En un contexto cultural marcado por la
fugacidad y la levedad del ser (posmodernidad líquida, cultura light), es especialmente urgente mostrar que vivimos solo para Dios y nos oponemos a cualquier tipo de idolatría (del tener, poder o placer) por medio de la profesión de
los tres votos.
Discerniendo el paso de Dios
Queremos vivir en obediencia al paso de Dios por nuestra historia. Nos apasiona ser oyentes y servidores de la Palabra, discernir -en docilidad al Espíritulo que Dios quiere de nosotros y estar disponibles para ser enviados donde sea
más urgente, oportuno y eficaz. El don de la obediencia nos libera de la idolatría del poder y nos transforma en humildes y alegres servidores; nos aguza el
oído para escuchar los gemidos del Espíritu y nos lanza hacia nuevos horizontes de misión.
En nuestra comunidad misionera la obediencia a la Alianza es fuente de alegría y se cumple el “qué bueno y bello los hermanos unidos” (Sal 133).
Con una pasión que sólo nos centra en el Reino
Nuestro celibato –como el de Jesús- es profético: expresa, ante todo, nuestra
dedicación total “a las cosas de su Padre” y nuestro compromiso con su Reino.
Es un don del Espíritu que nos libera de la idolatría del sexo, de la búsqueda
obsesiva del placer. Nos lleva a anunciar apasionadamente que quienes escuchan la Palabra y la ponemos por obra somos “familia de Jesús”, hermanos y
hermanas. El celibato profético adquiere en nosotros el esplendor de la cordialidad cordimariana y nos hace mediadores de cuidado, cercanía, entrega generosa.
15
En nuestra fraternidad misionera experimentamos el gozo de ser escogidos
para anunciar que otro mundo de relaciones humanizadoras es posible, cuando
nos dejamos conducir por el Espíritu de la Alianza fiel.
Un compartir profético y liberador
Nos sentimos llamados –como Jesús- a compartir nuestros bienes materiales
y espirituales con los necesitados y en comunidad. El don de la pobreza evangélica nos lleva a cuestionar toda forma de acumulación de las riquezas y a denunciar ese becerro de oro que causa tanto daño y sufrimiento. La profesión y
vivencia de la pobreza evangélica testimonia una forma de vida alternativa dode la riqueza o el dinero no rige, sino sirve, donde un ser humano es reconocido
por lo que es y no por lo que tiene. Así mostramos que los bienes del mundo
son dones que Dios nos ha confiado como administradores de la creación, para
compartirlos entre todos sus hijos e hijas, sin privilegios ni exclusiones.
En nuestra fraternidad misionera pretendemos ser siempre “parábola del
compartir”.
2. Vida en comunidad
Llamados a evangelizar en comunidad misionera
Somos discípulos y seguidores de Jesús en comunidad misionera –al estilo de
los apóstoles-. Deseamos ser fraternidad abierta y convocante, donde fluya la
gracia, el perdón mutuo, el amor fraterno, la alegía y el buen humor, donde todos convivamos y nos ayudemos a crecer desde la corrección fraterna y la comunicación interpersonal. Que los demás puedan percibir el “mirad cómo se
aman” “para que el mundo crea”. La comunidad se convierte así en el primer
gesto evangelizador, la primera palabra misionera.
Por eso nos comprometemos a:
•
Hacer de cada comunidad un lugar donde cada persona sea cordialmente acogida y pueda experimentar la alegría de compartir el Evangelio;
•
Fundamentar y sostener nuestra vida comunitaria desde la centralidad
de la Palabra y de la Celebración eucarística; dedicar espacios significativos para orar y compartir la fe con los hermanos, trayendo a la oración
las realidades y problemas de la gente; cuidar la formación continua y
los momentos de recreación comunitaria.
•
Poner los medios adecuados para formar y cualificar la tarea de quienes
son llamados al servicio de gobierno y animación de la comunidad.
•
Potenciar los dinamismos de comunicación genuina, superando los obstáculos que la limitan y empobrecen (vgr., el abuso de los MCS y las
TICS, que a veces llegan a suplantar a los hermanos de comunidad).
16
•
En el caso de que por determinados tiempos o circuntancias fuera necesaria la existencia de comunidades muy reducidas, éstas deberán dotarse de un Proyecto comunitario que incluya expresamente y permita
realizar los dinamismos previstos en nuestras Constituciones y Directorio.
Misioneros con Espíritu
En la gran comunidad de la Congregación y en cada comunidad en la que
vivimos, madura y se despliega nuestra identidad de misioneros y discípulos,
nuestra pertenencia a un cuerpo apostólico. En ella el Espíritu de la comunión y
de la misión, nos unge y envía.
Una comunidad bien centrada en la misión realiza con lucidez la práctica del
discernimiento. Trabaja en equipo y se siente integrada en un proyecto común,
desde el que revisa, renueva y actualiza creativamente la misión encomendada,
no reductible a un simple reparto de funciones y tareas.
Para vivir desde el Espíritu:
•
Quien dirige la comunidad facilite el discernimiento de la voluntad de
Dios sobre la misión, en el que todos participen, como también en la toma de decisiones que de ahí surjan.
•
Velar por la visibilidad de nuestra bio-diversidad vocacional, insertando
a nuestros Misioneros Hermanos en diversas actividades que lleva a cabo la Congregación según las capacidades y habilidades de cada uno.
Necesitamos promover una cultura vocacional que exprese y presente
claramente la diversidad de formas en la congregación13.
•
Nuestros trabajos misioneros no serán nunca un asunto individual, pues
nos sentiremos enviados por la comunidad y sustentados por la fuerza
del Espíritu que lleva adelante la misión a pesar de nuestras limitaciones
personales.
•
Elaboraremos un proyecto comunitario de misión que sea diseñado y
asumido por todos los miembros de la comunidad, estableciendo estrategias que prioricen el trabajo en equipo y procurando que todas las actividades apostólicas que realizamos sean conocidas, discernidas y aceptadas por la comunidad.
Evangelizando desde los pobres
Nos sentimos llamados a adoptar un estilo de vida sencillo y austero, de
desprendimiento y comunicación de bienes, encarnado en la realidad de los
pueblos a los que somos enviados. Nuestra fraternidad evangélica se extiende y
13
Misioneros Claretianos, La vocación y misión del misionero hermano: Materiales del encuentro de
Vic 2014, Propuestas y caminos operativos, Publicaciones Claretianas, Madrid, 2015, p. 314-315.
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aquilata, cuando se hace cercana a los excluidos y marginados y se solidariza
con ellos.
Por eso, nos proponemos:
•
Optar por un estilo de vida más sencillo y cercano a los pobres.
•
Crecer en el desplazamiento hacia las periferias geográficas y existenciales.
•
Ir dando pasos hacia la fundación de comunidades de solidaridad en las que podamos compartir nuestra vida con los sin techo, los inmigrantes y excluídos, dejándonos evangelizar por ellos.
Con todo el Pueblo de Dios
Pretendemos construir comunidades abiertas, hospitalarias, que convocan
e invitan a otros a participar en la oración y la vida de la comunidad, fomentando la cercanía, el encuentro y el diálogo con todos. Una comunidad que nos
ayuda a liberarnos de la cultura individualista del yo y, de este modo, puede
cumplir su función de ‘sujeto de la misión’ y de ‘anuncio de la fuerza humanizadora del Evangelio’.
En estos tiempos en que nuestra convivencia es cada vez más intercultural, y
al mismo tiempo que escuchamos la llamada a la unidad, hemos de tomar conciencia tomar también del valor de la diversidad, que nos exige una gran capacidad de diálogo, intercambio de experiencias y disposición a la mutua aceptación.
Por tanto, nos comprometemos a:
•
Sentirnos discípulos con otros, participando activamente en la vida de la iglesia
local y colaborando en sus proyectos desde nuestra identidad carismática.
•
Ofrecer al Pueblo de Dios un testimonio elocuente de unidad desde nuestra experiencia comunitaria de Dios y la vivencia gozosa de nuestra vocación claretiana, expresada también mediante la colaboración y el trabajo en equipo en torno a
un proyecto común de misión.
•
Evitar el aislamiento o distanciamiento de nuestras comunidades con respecto al
entorno en el que se hallan insertas, fomentando una relación cercana y solidaria
que verifique nuestro compromiso con la evangelización y humanización de
nuestro mundo.
•
Compaginar de manera sabia y prudente, pero sin miedo ni complejos, esta apertura de nuestras comunidades con la conveniente reserva de algunos lugares o
momentos para las actividades más personales o particulares de la comunidad.
En diálogo profético
Ante los conflictos que laceran nuestro mundo y minan la convivencia en
numerosas sociedades, la experiencia de aprender a curar las heridas persona-
18
les y la capacidad de superar las diferencias ideológicas o raciales, o cualquier otro motivo de división y enfrentamiento, se convierten en un claro testimonio y signo de esperanza.
Un dinamismo clave en esta resolución de conflictos es la comunicación, que
constituye todo un arte en el que hemos de adiestrarnos. Para ello, conviene superar unos estilos de diálogo en los que sólo se habla del hacer y de elementos
exteriores para que la comunicación alcance niveles personales más profundos
y abra a un conocimiento mutuo que alimenta la fraternidad.
Por tanto, queremos:
•
Ser una comunidad que analiza, estudia y se mantiene permanentemente informada sobre la realidad que vivimos y debemos afrontar en la misión.
•
Estar muy atentos a los diversos cambios y avances del mundo de hoy y leerlos
desde el Evangelio y en perspectiva misionera.
•
Emplear la creatividad misionera para animar a mayores y jóvenes a una apertura de nuestras estructuras mentales y a un intercambio de ideas, aspiraciones y
experiencias que nos permita elaborar y asumir juntos los proyectos pastorales.
3. La Misión en la formación
El progreso en la vida misionera, en el que colaboramos con el Espíritu, nos
lleva a la configuración con Cristo, misionero de Dios Padre. Adquiere características peculiares en cada etapa y contexto vital. Produce en nosotros una
transformación que parte del centro del corazón, donde la Palabra se hace carne
y el Espíritu del Padre y de nuestra Madre suscita los sentimientos y actitudes
del Hijo.
Los diversos factores y momentos de la formación claretiana se hallan recogidos en el Plan General de Formación. En la situación actual, para, dejarnos
configurar por la Misión, pensamos que hemos de prestar especial atención a
los siguientes dinamismos.
Formación inicial
El Espíritu que busca colaboradores para la Misión nos agracia con nuevas
vocaciones en muchos lugares de la Congregación. Nuestra responsabilidad esgrande ante tantos “jóvenes misioneros”. Por eso, queremos facilitar su formación según el Espíritu que actuó en nuestro Padre Fundador y en nuestra tradición. Por eso, queremos que:
•
la Palabra de Dios sea centro y eje del proceso formativo: que ella ilumine las distintas situaciones y modele las actitudes y sentimientos de un
auténtico Hijo del Corazón de María.
•
se cultive la dimensión cordimariana de nuestro carisma: ella favorecerá
un aspecto nuclear en nuestra misión: la capacidad de acogida, cordialidad y empatía y misericordia entrañable hacia todas las personas, espe-
19
cialmente hacia los más necesitados y afligidos; y fuente de creatividad y
celo apostólico.
•
La formación atienda a todas las dimensiones de la persona y se preste
especial atención a la disponibilidad y apertura para la misión en cualquier parte del mundo, al sentido de pertenencia a nuestra congregación
misionera, y a las virtudes misioneras: capacidad de sacrificio y resistencia (resiliencia), abnegación, dominio de la afectividad y la sexualidad…
Desde el principio debe quedar claro que en nuestra vida está configurada por la Misión, la respuesta a la Alianza a través de los consejos evangélicos, la oración y la vida comunitaria.
•
Formadores y formados crezcan en la identificación cordial y efectiva
con nuestro carisma claretiano, esencialmente misionero y eclesial. Los
formadores sean hombres que ardan en caridad, expertos en la vida misionera y estímulo apostólico para los formandos; sigan el Plan General
de Formación y formen un adecuado equipo ormativo.
•
el proceso formativo atienda a diferentes aspectos nucleares en nuestra
Misión:
a) ofrecer una formación teológica y pastoral, esmerada y profunda, que permita responder a los desafíos del tiempo y del lugar;
b) desarrollar la capacidad de inserción e inculturación, incluyendo el aprendizaje de lenguas y tecnologías de la información y
comunicación, junto con el análisis y la reflexión crítica sobre las
realidades y los desafíos propios de cada contexto cultural;
c) prepararse para la misión compartida, la formación de equipos,
la colaboación con otras formas de vida (otros religiosos, sacerdotes diocesanos y seglares).
d) destacar las aptitudes para la vida comunitaria, cultivando en
los formandos la capacidad de diálogo, comunicación y colaboración con los demás, integrando positivamente las diferencias generacionales o culturales y compartiendo los dones personales y
los bienes.
e) ejercitarse en el diálogo de vida –missio inter gentes- cultivando
especialmente la virtud de la pobreza, la austeridad y la sencillez
evangélica, realizando experiencias de inserción entre los pobres,
cultivando la conciencia social y el compromiso con la realidad de
los empobrecidos y excluidos.
20
Formación continua
Una mirada a la realidad de la Congregación permite detectar algunos desajustes que afectan a nuestro ser misionero y que debemos afrontar en la formación continua:
•
el impacto de la cultura light, que priva de profundidad y radicalidad a
nuestro compromiso misionero;
•
el desconocimiento y la falta de interés por nuestro patrimonio espiritual, e incluso una pérdida del sentido de la vocación, de la pertenencia
congregacional y de la identidad misionera claretiana, oscurecida por el
profesionalismo y el clericalismo;
•
la falta de creatividad para responder a los desafíos actuales de la misión: fácil instalación en las prácticas rutinarias del pasado, búsqueda de
seguridad en las estructuras actuales y la acumulación de medios, sin
asumir el riesgo de salir a las periferias, las fronteras y los nuevos areópagos de la misión.
•
el individualismo que atenta contra la dimensión comunitaria de nuestra
vida y nos resta disponibilidad para la misión universal.
Para afrontar estos problemas y desafíos, nuestra formación continua debe
orientarse ante todo a cultivar y mantener muy vivo en nosotros el ser misionero claretiano. Esta identidad carismática configurará todos nuestros modos de
actuar y de relacionarnos.
Por eso, proponemos:
•
promover dinamismos de crecimiento espiritual desde las raíces de nuestra vocación: dejarnos acompañar –personal y comunitariamente- para
releer la propia historia y seguir evangelizando nuestras motivaciones de
modo que sean coherentes con la vocación misionera.
•
Mantener en nosotros una constante formación bíblica y teológica y carismática -profunda y actualizada- que nos permita ser buenos oyentes y
servidores de la Palabra de Dios.
o conocer mejor la figura de nuestro P. Fundador, familiarizarnos
con la historia y el patrimonio espiritual de la Congregación y
profundizar en los elementos del carisma claretiano, aprovechando y difundiendo mejor los recursos existentes: Autobiografía y
escritos del P. Claret, documentos capitulares, cartas circulares,
etc.
o Estar al tanto de las nuevas aportaciones de la teología, de la exégesis, de la moral y la doctrina social de la Iglesia, así como aquellos estudios civiles que pueden ayudarnos en el desarrollo de la
misión.
o Cultivar el sentido eclesial de la misión, estando muy abiertos y
atentos a las propuestas del magisterio de la Iglesia.
21
•
Cuidar y cultivar la dimensión comunitaria de nuestra vocación-misión
contra cualquier forma de individualismo. Esto implica poner un acento
fuerte en la pertenencia congregacional, desarrollar un verdadero y profundo amor a la Congregación, adquirir actitudes y destrezas para la interculturalidad, ejercitarnos en el discernimiento comunitario de los proyectos y estrategias apostólicas, así como valorar y orientar los carismas
personales al servicio de la misión congregacional.
•
Renovar nuestros métodos de apostolado, atendiendo a los distintos contextos y campos de misión. En particular, hemos de aprender a manejar
las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para ponerlas al servicio de la misión. Esta formación nos capacitará también para el
análisis de la realidad, el discernimiento comunitario, la planificación
pastoral y el trabajo en equipo. El celo misionero nos impulsará también
al aprendizaje de los idiomas y de las culturas existentes en aquellas zonas de misión donde somos enviados.
•
Elaborar en cada Provincia o Delegación un programa de formación continua para que la misión nos motive y capacite a todos para responder
eficazmente a los desafíos de nuestro tiempo. Para ello debemos seguir
organizando y fomentando iniciativas tales como la Fragua, los encuentros de Quinquenio, los cursillos y talleres de formación… sin descuidar
también la actualización de las bibliotecas comunitarias. En este ámbito
los superiores mayores y locales habrán de desempeñar un papel de
animación y de vigilancia carismática para que todos los miembros de su
organismo o comunidad respectiva crezcan en la fidelidad al designio de
Dios.
4. El área del Apostolado:
La Misión pertenece al Espíritu Santo, que es quien impulsa a la Iglesia a
anunciar el Reino de Dios. Nosotros tratamos de discernir y secundar lo que el
Espíritu quiere de nosotros, como Misioneros Claretianos, en el seno de una
Iglesia que es comunión de carismas y ministerios diversos. Nuestro discernimiento congregacional nos lleva a concretar los rasgos carismaticos antes definidos resaltando ahora su dimension más propiamente apostólica junto con las
prioridades que nos proponemos en el área de Apostolado.
Los rasgos carismáticos en el área de Apostolado
Estos rasgos carismáticos han de constituir los motivos inspiradores y los ejes
transversales de todos nuestros proyectos misioneros. Entendidos y vividos
como una unidad inseparable, ellos darán a cada una de nuestras posiciones un
rostro verdaderamente claretiano. Para ello, en cada continente o área cultural
22
habremos de hacer una relectura de estos rasgos que acentúe y precise los
contenidos más adecuados para responder a las distintas situaciones.
Concretamente, nuestra acción misionera deberá estar configurada por estos
rasgos:
•
14
La centralidad de la Palabra, especialmente la Sagrada Escritura, que ha de ser la
clave inspiradora de nuestro anuncio misionero. Tendremos la Sagrada Escritura como guía indispensable para discernir las oportunidades y desafíos
evangelizadores y como fuente de luz para la vida de aquellos a los que
somos enviados. La Biblia es expresión hecha vida del camino de Dios
con la humanidad. A través de ella podemos descubrir y mostrar quién
es Dios, qué quiere para nuestro mundo y que espera de la Iglesia y de
cada una de las comunidades que formamos el Pueblo de Dios.
•
Una actitud de ¨salida misionera¨ permanente. Nuestras comunidades y
obras apostólicas han de buscar, primeramente, dar respuesta a las urgencias y búsquedas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Esta
respuesta actual e inculturada implica el diálogo, el encuentro y la cercanía a las personas con las que vivimos. De igual manera, implica una
apertura constante a los que no están cerca o no conocen la alegría del
Evangelio. Nuestro ser misionero nos impulsa a promover y crear comunidades cristianas, verdaderamente misioneras, que sean signo y fermento del Reino; a suscitar y formar jóvenes que sean verdaderos líderes misioneros allá donde estén y sea cual sea su vocación particular; a salir al
encuentro de los pobres y necesitados para que sientan el calor de Dios y
de la Iglesia; a ser, en fin, creativos y arriesgados portadores del fuego
del Espíritu -como lo fue nuestro P. Fundador- para hacer posible el encuentro transformador con Jesucristo14.
•
Una acción evangelizadora solidaria y profética, configurada siempre desde la
perspectiva de los pobres y excluidos. Buscamos que nuestra evangelización
sea profética y liberadora, en solidaridad con aquellos que sufren persecución, pobreza o violación de sus derechos humanos., Desde nuestra
posiciones misioneras, queremos contribuir a la transformación del
mundo según el designio de Dios, afrontando los grandes problemas de
la sociedad, impulsando una cultura ética y solidaria que promueve la
defensa de la vida y la dignidad humana, y que impulsa la cooperación,
la paz y la reconciliación entre los pueblos. Nos sentimos urgidos a salir
en busca de los pobres y excluidos y a trabajar para que sientan la Iglesia
como su casa. Así toda nuestra actividad misionera estará realizada
“desde la perspectiva de los pobres y necesitados”, aunque haya trabajos
concretos que no se realicen directamente con ellos.
•
La conciencia de ser misioneros en una Iglesia toda ella misionera, que es misterio de comunión de carismas y ministerios diversos. Entendemos nuestra ac-
Cf. Mensaje del Sínodo de la Nueva evangelización y transmisión de la fe.
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ción misionera como misión compartida con otros carismas, ministerios
y formas de vida, especialmente con los laicos, y tratamos de involucrar
a otros en la Misión, como hizo el P. Claret. Queremos trabajar por el crecimiento de la Iglesia como comunión de comunidades, carismas y ministerios al servicio de la Misión. Buscamos ser cómplices del Espíritu,
que constantemente está generando la diversidad de vocaciones, llamadas a la complementariedad y el enriquecimiento mutuo. Nos sentimos
interpelados a crecer en comunión con todas las Iglesias y comunidades
cristianas que integran el único Cuerpo de Cristo. Y buscamos participar
en la vida de cada Iglesia particular prestando un servicio misionero
desde nuestro carisma claretiano.
•
El diálogo como el lugar donde se realiza la Misión. El servicio del Evangelio
nos lleva a promover el diálogo, la reconciliación y el encuentro entre las
distintas etnias y culturas, entre las confesiones cristianas y los credos religiosos. Situar nuestra misión en el ámbito del diálogo nos lleva a colaborar activamente con las instituciones religiosas o laicas, ONGs, gobiernos y todas las gentes de buena voluntad, con quienes podemos tener
muchas cosas en común. Entender el diálogo como lugar donde realizamos la Misión, nos lleva también a implicarnos y a compartir los gozos y
las esperanzas, las tristezas y las angustias de las gentes de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y afligidos.
Prioridades apostólicas para la Congregación
Las prioridades apostólicas han de impulsar la Congregación a responder
adecuadamente a los signos de los tiempos que hoy nos presenta el Espíritu.
Para ello, cada organismo determinará cómo aplicar estas prioridades apostólicas y, si es el caso, ampliarlas en su propio ámbito.
Éstas prioridades son las siguientes:
1. Evangelización centrada en la Palabra de Dios que crea vida, construye
comunidad cristiana y transforma la realidad social.
Durante estos últimos años hemos sentido con especial fuerza cómo la Sagrada Escritura y muy especialmente el Nuevo Testamento, constituye para los
creyentes de los más distintos lugares y culturas como una ventana abierta a la
experiencia personal y comunitaria de Dios. Esa multitud de grupos y comunidades que experimentan la cercanía de Dios a través del Texto Sagrado nos
muestra que la profundización en la espiritualidad bíblica, en el seno de la Iglesia, es un camino especialmente adecuado para crecer en la vida y el compromiso cristiano.
Hemos de reforzar la presencia de la Palabra de Dios en nuestra acción
evangelizadora, apostando fuertemente por los procesos de formación bíblica a
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través de grupos y escuelas, la formación multiplicadora de agentes y la animación bíblica de todos nuestros proyectos pastorales. Vemos también necesaria la consolidación de proyecto del Equipo bíblico claretiano, y de los correspondientes equipos bíblicos en cada continente u organismo.
2. Solidaridad profética con los empobrecidos, los excluidos, los amenazados en su derecho a la vida y los migrantes.
El trabajo directo de la Congregación en este campo es muy amplio y diversificado según los continentes. Muy a menudo sentimos la llamada a dar voz a
los que no tienen voz y ofrecerles una ayuda más adecuada e integral, a ir más
allá de donde estamos llegando. A tal fin hemos de intensificar este trabajo e
implicar en él a más misioneros claretianos y laicos. En este sentido, es necesario potenciar la coordinación de las acciones llevadas a cabo a través del Secretariado de JPIC, la Procura Misionera y el Equipo claretiano ante la ONU. Para
llevar adelante esta coordinación se ve necesaria la creación de un equipo que
coordine el área de Solidaridad y Misión.
3. Llevar la alegría del Evangelio a los adolescentes y los jóvenes.
Nos sentimos particularmente llamados a desarrollar nuestra misión evangelizadora entre los jóvenes, porque ellos son los portadores del futuro de la humanidad y de la Iglesia. Por medio de ellos, en su respuesta positiva y generosa
a Jesucristo, el Espíritu quiere seguir construyendo ese mundo nuevo que el
Padre desea para todos. La Iglesia necesita comunidades y personas que lleven
adelante el anuncio de Jesucristo al mundo y a esta misión evangelizadora los
jóvenes aportan una contribución singular y decisiva. Con ellos aprendemos a
estar en búsqueda constante de nuevos caminos para la Iglesia y la humanidad;
sentimos al Espíritu como fuente inagotable de vida nueva, anticipada en los
sueños e ideales de los jóvenes; experimentamos que el encuentro con Jesucristo
llena de esperanza y coraje a todo el que se deja encender en el fuego de su Espíritu.
El trabajo que ya estamos desarrollando con los adolescentes y jóvenes nos
muestra inequívocamente la importancia de abordar esta prioridad evangelizadora. Por eso, ante el inmenso número de jóvenes que no creen en Cristo o están
alejados de la fe, nos sentimos urgidos a realizar un esfuerzo redoblado para
que alcance hasta ellos nuestra acción misionera.
Vemos la conveniencia de incrementar la coordinación y el trabajo en común
de todos los que en la Congregación están implicados en este campo de misión.
Los Rasgos carismáticos claretianos han formar parte de las Fuentes inspiradoras de nuestra actividad en Pastoral Juvenil Vocacional. Nuestra acción pastoral con los jóvenes debe implicar la propuesta vocacional clara de seguir a
Cristo cada uno desde su vocación específica.
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4. Impulsar el trabajo con los medios de comunicación social (editoriales,
emisoras y E-TICs) como instrumentos de evangelización
La utilización de los medios de comunicación social al servicio del Evangelio
por parte de la Congregación halla sus raíces en nuestro mismo P. Fundador.
La Congregación está utilizando medios tales como las editoriales, las emisoras de radio y televisión y los sitios web especializados como auténticas posiciones evangelizadoras. Pero la inmensidad de este campo nos urge a incrementar nuestra presencia cualificada en los medios de comunicación social. Para
ello debemos apostar por la elaboración de un proyecto común para este sector
(editoriales, emisoras de radio y TV, presencia en Internet) que aproveche las
sinergias existentes entre ellos y potencie los contenidos comunes. Por otra parte, hemos de formar personas capacitadas para comprender y utilizar estos
nuevos medios y lenguajes para los fines evangelizadores.
5. Suscitar y formar nuevos evangelizadores y animadores de comunidades cristianas.
El sueño conciliar de una Iglesia que reúna en armonía e interrelación una
multitud de carismas y vocaciones cristianas se está haciendo realidad pujante
y gozosa en muchas iglesias particuares. Laicos y religiosos están tomando cada
vez más responsabilidades en el acompañamiento y la coordinación de comunidades, pequeñas o grandes, asumiendo roles que complementan magníficamente la labor propia del presbítero. Pero los protagonistas de esta Iglesiacomunión sienten todos ellos la necesidad de una mayor formación y cualificación en su ministerio.
La formación de evangelizadores, presbíteros, religiosos y laicos, ha sido una
tradición congregacional que afortunadamente está dando muchos frutos. Leyendo, al estilo del P. Claret, los signos y urgencias de nuestro tiempo, hemos
de hacer un renovado esfuerzo por responder eficazmente a esta necesidad de
la Iglesia. Para ello nos proponemos: apoyar el trabajo que realizan los Institutos de Vida consagrada, creando nuevos institutos en otras zonas geográficas e
impulsando su trabajo en común; crear centros y procesos de formación de
evangelizadores, para jóvenes y adultos; impulsar los centros y medios de formación para los responsables y coordinadores de pequeñas comunidades cristianas.
5. Coordinación de la Misión
Como principio general, hemos de crecer en la conciencia de que nuestra
Congregación es una gran familia en la que todos somos miembros corresponsables y solícitos unos de otros. Para ello se necesita una formación que promueva el sentido del “nosotros congregacional” y una comunicación fluida que
nos ayude a compartir la vida misionera y las necesidades de los distintos or-
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ganismos. El sentido de unidad y pertenencia congregacional debe primar
por encima de los intereses provincianos y localistas.
Por otra parte, la distribución del personal y de los recursos económicos debe
estar siempre al servicio de la misión, en función de proyectos misioneros claros
y bien discernidos.
Como aspectos más concretos, nos proponemos los siguientes:
•
En cada organismo la revisión de posiciones para un mejor servicio de la
misión debe constituir un dinamismo permanente en la organización del
personal y la distribución de recursos.
•
Antes de emprender cualquier iniciativa, tanto a nivel generalicio como
provincial ha de hacerse una planificación estratégica con perspectiva de
futuro y un estudio de viabilidad que garantice su continuidad.
•
Hemos de potenciar el trabajo en red, que permita a los organismos llevar adelante proyectos en común a través de plataformas y equipos interprovinciales.
•
Aprovecharemos mejor los medios técnicos que pueden ahorrarnos
reuniones presenciales, con los desplazamientos y gastos que éstas conllevan.
•
En la búsqueda de una mejor gestión de nuestros recursos hemos de estar abiertos a las múltiples posibilidades de la misión compartida y las
diferentes formas de colaboración intercongregacional.
Coordinación de recursos personales
En la coyuntura actual se requiere una adecuada distribución del personal,
que es, sobre todo, responsabilidad del Gobierno General, para mantener la vitalidad de los organismos necesitados y la continuidad de los proyectos misioneros. Pero esta mejor distribución del personal –que no se debe limitar a los jóvenes- habrá de hacerse siempre en función de proyectos apostólicos bien definidos, que estén en línea con nuestro carisma y con las llamadas de la Iglesia a
una nueva evangelización, y no simplemente para mantener organismos envejecidos.
Como aspectos más concretos, nos proponemos los siguientes:
• Para la constitución de comunidades o equipos interculturales hemos de
cultivar, ya desde la formación inicial, la disponibilidad para la misión
universal y la preparación específica para insertarnos en otras culturas,
pero también se requiere una actitud positiva de acogida y de plena integración por parte de los organismos beneficiarios de estos destinos.
• El Gobierno General deberá hacer un estudio de las necesidades de personal en las distintas regiones de la Congregación y una planificación estratégica de las ayudas oportunas, evaluando las experiencias realizadas
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hasta ahora.
Coordinación de recursos económicos
Como principio general, la economía deberá estar siempre al servicio de la
vida y misión de la Congregación. Al mismo tiempo, las iniciativas y empresas
apostólicas deberán tener en cuenta la dimensión económica, para que resulten
viables y sostenibles. El sentido apostólico incluye, por lo demás, una gestión
austera, transparente y solidaria de nuestros recursos económicos, que ha de estar siempre inspirada por valores evangélicos.
•
En la coordinación, animación y control de los recursos que compartimos
es fundamental el papel del Gobierno General. La ayuda congregacional
a los organismos necesitados deberá conducir a que éstos puedan alcanzar la autofinanciación y la capacidad de colaborar en la misión universal.
•
Para la gestión económica de nuestras comunidades y proyectos misioneros necesitamos una capacitación técnica, que deberá procurarse ya
desde la formación inicial.
•
Nuestras estructuras y edificios están siempre al servicio de la misión y
han de abrirse generosamente a las necesidades de los más pobres.
•
La comunicación de bienes a todos los niveles (local, provincial y congregacional) habrá de ser clara, transparente y generosa, evitando las desigualdades que contradicen el sentido de familia y lesionan la caridad
fraterna.
•
La gestión rigurosa y transparente de los recursos económicos deberá ir
acompañada por un estilo de vida sencillo, austero y laborioso, que sea
un verdadero testimonio de pobreza.
Comisión precapitular
Misioneros Claretianos
Roma, mayo, 2015

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