Tradiciones sagradas en Guatemala super!

Transcripción

Tradiciones sagradas en Guatemala super!
Tradiciones sagradas en Guatemala
Por Harrier Burns, F.R.C.
Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.
Los indios de Guatemala practican su culto cuando van al mercado, y esto pudiera suceder
solamente dos o tres veces por año. En esta tarde del sábado la pequeña ciudad de
Chichicastenango estaba desolada; por la noche, cuando visitamos de nuevo la plaza a la luz
de la luna, estaba todavía solitaria, aunque el cielo y las estrellas brillaban mucho, como
siempre lo hacen en estas alturas.
Durante la noche oímos la gente que comenzaba a llegar para el mercado del domingo. Las
maderas crujían, los cerdos gritaban y cacareaban las gallinas. Por la mañana había varios
millares de personas en la gran plaza que está situada entre la iglesia católica de Santo
Tomás y la iglesia india que queda al frente, los trajes eran de telas tejidas a mano con
dibujos complicados y brillantes colores. Según dice un artista que ha estudiado estos
colores, cada aldea tiene un traje distinto, y hay en todo treinta y seis.
Cuando la gente está entregada al culto, se considera como una intrusión el que los
visitantes transiten por allí, pero parecíamos bien recibidos en donde quiera que fuéramos,
por aquellos pequeños indios, la mayoría de los cuales no tenía más de cinco pies de altura.
Se efectuaba un funeral cuando llegamos a la iglesia. La urna era de forma ovalada, muy
hermosa y de un color negro brillante. La llevaban en hombros y fue conducida hasta las
gradas de la iglesia de Santo Tomás, y la colocaron con la cabeza hacia el norte, luego hacia
el este, el sur y el oeste, y luego se la llevaron. En toda la ceremonia reinaba gran respeto;
hasta en los autobuses, cuando pasaba el entierro, los hombres se quitaban el sombrero. En
el mercado se venden urnas que no están del todo acabadas, y de vez en cuando se ve a
algún indio que regresa a su casa con una de ellas a la espalda.
Nos abrimos paso hacia Santo Tomás. Las campanas doblaban. La gradería de la iglesia, en
vez de elevarse en una sola fila, descendía por tres lados distintos y terminaba arriba en una
plataforma ante la puerta principal. En los escalones colocaban los indios sus cargas y
quemaban incienso de copal, que es el mismo incienso que quemaban los Mayas hace
muchísimos años y que se ha encontrado en el "Pozo del Sacrificio," en Chichén Itzá. El
incienso está en pastillas en forma de corazón y tiene en relieve la imagen de alguno de los
dioses, como lo dice Manuel Sansores, en su guía de esta región.
Al final de la gradería se había construido una plataforma como de un metro de altura,
donde el piache o sacerdote maya quemaba el incienso y dirigía sus oraciones durante el día
entero.
En un espacio despejado que la multitud formó, había diez o doce bailarines, todos ellos
hombres. Usaban máscaras de vivos colores, una de las cuales representaba un rostro de
mujer; bailaban en círculo y de vez en cuando dos de ellos parecían llamar a la mujer y
representaban una lucha por obtenerla. Parece que no había un plan regular para el baile,
sino que era necesario conservarse siempre en movimiento. Uno de los bailarines tenía una
serpiente viva enrollada en torno al cuello. Otros de ellos la besaban en la cabeza de vez en
cuando. Esta serpiente parece indicar un vestigio de la antiquísima religión maya que
estaba basada en ritos de la fecundidad, según lo consigna el Dr. Sylvanus G. Morley en su
libro titulado Los Antiguos Mayas.
Uno de nuestros guías nos dijo que creía que aquellos bailarines habían sido contratados
por paga, porque sólo bailaron durante seis horas. En los ritos anteriores a la Navidad, todo
aquel que comienza a bailar debe hacerlo durante doce días. Se cree que formaban parte
importante de los antiguos ritos el ayuno, la continencia y la danza, y su significado parecía
ser religioso más bien que social.
Oración pintoresca
Entramos a la iglesia por una puerta lateral y nos sentamos. El interior, que es muy alto,
está ennegrecido por las velas y el incienso de copal. Todos los años lo pintan de blanco,
pero al poco tiempo vuelve a ennegrecerse. Al final del salón, frente a la puerta, está el altar
y varios bancos, pero la mayoría de los indios se arrodillan sobre el suelo de cemento.
Cerca de la entrada, algunos de los fieles seguían la antigua costumbre de formar cuadros de
diferentes colores con pétalos de flores, encendiendo velas encima, los colores indican
diferentes cosas: oraciones para obtener buenas cosechas; para tener hijos; para alguien
que haya fallecido; para tener buen éxito en el matrimonio, etc. Más adentro, a todo lo largo
del centro de la iglesia hay tablas con candeleros y los pétalos de colores diferentes se dejan
caer a los lados.
El jefe de la casa recita sus oraciones mientras la familia se arrodilla; al principio tiene en la
mano izquierda cuatro velas bendecidas o consagradas. Todas las oraciones son muy largas
y las recitan en dialecto indio. Poco después, las velas se colocan en el suelo formando un
cuadrado.
Esto nos recuerda a los cuatro dioses de los cuatro puntos principales de la tierra, que son:
el Hombre Rojo, dios del Este; el Hombre Blanco, dios del Norte; el Hombre Negro, dios del
Oeste; el Hombre Amarillo, dios del Sur. Todos ellos son a la vez dioses de la lluvia, según
dice el Dr. Morley, en el capítulo en que trata de la religión.
Aunque el indio es muy sincero y devoto, sus oraciones no son de tipo humilde; su actitud
es la de estar "de hombre a hombre", y pide en términos claros lo que quiere y necesita. El
indio montañés es orgulloso. Todos ellos tienen muy presente su antigua y distinguida
estirpe. Las mujeres no rezan, a menos que no tengan ningún pariente hombre que lo haga
por ellas.
Había dos pequeños santuarios católicos donde rezaban algunos pocos fieles, pero por lo
menos un noventa por ciento de los indios estaba con sus velas sobre el suelo. El sacerdote
atravesó por entre ellos y silenciosamente hizo el signo de la bendición.
Bautizos
En un rincón de la iglesia, una doble fila de mujeres esperaba con sus niños, a quienes iban a
bautizar. Pocos de estos niños eran niños de pecho. Tal vez vivían a muchos kilómetros de
distancia. Nuestro guía nos dijo que probablemente habían sido bautizados (o recibido una
ceremonia análoga), de acuerdo con algún rito maya. Un sacerdote y su ayudante recorrían
la línea con el agua bendita y la sal tradicional.
Nos impresionó mucho pensar que esta gente había vuelto, o quizás nunca la había
abandonado, a la antigua religión maya, que era una religión natural de la lluvia y el viento,
del maíz que es anterior al arroz o al trigo. El Dr. Morley dice: "El folklore maya de hoy es el
resultado de la fusión inconsciente de dos grupos de ideas; los animales, los espíritus y
hasta los dioses aborígenes de los mayas viven hoy en relaciones naturales y amistosas con
los animales, espíritus y santos de sus conquistadores; estos últimos han llegado a ser así
como hermanos carnales de los anteriores."
Es mejor omitir en este relato los temblores de tierra. Los que allí suceden producen terror.
Vimos como cuarenta y tres iglesias completamente destruidas. La mayoría de las fachadas
continúan en pie, y parece que el área que se les asignaba era la de una manzana entera.
Debajo de una catedral había celdas subterráneas para monjas, con un patio central. Restos
de tuberías de mampostería y baños de cemento, indicaban que había alguna clase de
acueductos y desagües hace cuatrocientos años.
Sin embargo, a pesar de todas las ruinas, el ambiente de la ciudad no es opresivo. La gente
es muy animada y muy amable y la naturaleza es tan generosa que se obtiene una
impresión de paz y de normalidad, muy poco común en el mundo de hoy.

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