historias no inventadas
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historias no inventadas
HISTORIAS NO INVENTADAS Zalathiel Vargas Pérez NOTAS Y REFLEXIONES SOBRE LA VIDA DE UN ARTISTA, EN UN MUNDO ALIENADO FRANZAL, EDICIONES 2015 1 A Françoise Bagot, mi compañera © Copyright, Derechos Reservados, 2014, Salatiel Vargas Pérez –ZalathielIndautor: Franzal, ediciones. México. 2015 2 “Mi forma de bromear es decir la verdad. Es la broma más chistosa del mundo” George Bernard Shaw HISTORIAS NO INVENTADAS NOTAS Y REFLEXIONES SOBRE LA VIDA DE UN ARTISTA, EN UN MUNDO ALIENADO Zalathiel Vargas Pérez 3 INDICE Escritos de artista pintor ………………………………………………… 5 Asonada en un rincón del paisaje urbano ……………………………….. 12 ¿Por qué?... …………………………………………………………. 23 El constructor ………………………………………………………….. 32 Las noches literarias con la musa de la bondojito ………………………... 48 La vida misma ………………………………………………………….. 60 La madre, los hijos… …………………………………………………. 76 Adelita, la hija y el borracho ……………………………………………... 89 Bougainville …………………………………………………………….. 101 Los infantes …………………………………………………………… . 120 La inspiración …………………………………………………………… 127 Las infantas, del rosa al carmín ……………………………………………138 El soñador ………………………………………………………………..152 Sobre y bajo el agua ¿quién eres tú? ……………………………………… 160 La plumilla, el chamán y los cornetes ……………………………………...172 El microbús la suma de los totales ………………………………………. 191 La mentira, el engaño, la trampa ………………………………………….. 210 Pequeños avatares, casi chismes ………………………………………… 218 El príncipe de las tinieblas y la ambulancia ……………………………… 228 El crucero y el tobogán del laberinto ……………………………………… 236 Un camino a recorrer, las tres Evas ………………………………………...246 Vida cotidiana …………………………………………………………… 257 La fauna, la flora, Marita …………………………………………………. 270 El bochito ……………………………………………………………… 286 El palacio borda …………………………………………………………. 289 4 ESCRITOS DE ARTISTA PINTOR Reunidos los amigos de siempre, una tarde lluviosa, en el café Los Pericos Locos de la plaza de los Arcos de Toluca, Varzal contaba: -En 1970, le mostré a dos de mis amigos escritores los textos que había escrito desde mi adolescencia hasta esta fecha, comentándome ellos, después de su lectura, que lo que había escrito estaba muy, pero muy mal redactado. –¡Carajo!, ¿y ahora qué hago con estos escritos? -pensó. Así, sin reflexionar, fue y tiró 370 hojas escritas a mano por los dos lados -trabajo de dieciséis años- en el lago de Chapultepec. Mientras lanzaba los trozos de papel corriendo alrededor del lago, volteaba para ver cómo los patos y los gansos los picoteaban. Los echó al agua, pensando que lavaría todo eso que su intelecto, con incapacidad para las letras, había expresado, con la tinta de una pluma fuente, en letras pequeñísimas, en varias libretas; y, así, se propuso nunca más volver a redactar con intenciones literarias. –Al escribir, lo hacía solo para los guiones de mis historietas; escribía unas frases y enseguida dibujaba dentro de la viñeta la idea del texto (simbiosis: texto-imagen); o a veces a la inversa: dibujaba y luego escribía; y así la secuencia se iba desarrollando poco a poco. En cierta ocasión Doña Teresa, en ese entonces Directora de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes, le invitó para que pintara unos cuadros para una exposición en el museo Carrillo Gil, titulada “Paráfrasis, Glosas y Citas-1983”, donde parafrasearía a los pintores que él quisiera. Durante siete meses trabajó en ese proyecto, que le pareció apasionante, participando con seis obras en la muestra en el museo. Al entregarle las pinturas, ella le pidió un texto explicando lo que había parafraseado. Él se disculpó, diciendo que no sabía escribir. 5 El día de la inauguración, el subdirector le dio el catálogo, donde se veía reproducida una de sus obras, titulada: El Hombre de la Mazorca, pintado según el óleo del hombre del bombín que tiene una manzana en la cara, del pintor Magritte: parafraseando a este artista, pintó a un hombre con la cara tapada parcialmente por una mazorca, del color del oro, en vista de que es uno de los alimentos más importantes de la dieta mexicana. Tiene un sombrero de grandes alas y copa alta; pero del sombrero solo se ve el contorno, ya que, adentro, hay nubes, nubes del estado de Morelos, de donde era el más grande de los generales de la Revolución Mexicana, aunque se le veían en el cuadro solo parte de los bigotes: el público, al ver la obra, decía: ¡Es el general Zapata! Esto me lo contó después la crítica de arte, pues había llevado a sus alumnos a ver la muestra. En el catálogo estaban los seis títulos de las obras y un texto firmado con su nombre, el cual decía: “’Siempre he cuestionado a través de lo que hago ciertos actos, acontecimientos, eventos, objetos e imágenes, que, impulsados por los mass media, amenazan convertirse en hechos o instancias heroicas. Por eso transformó una de las más eficaces imágenes surrealistas de René Magritte en un Zapata visto a través de un parapeto, el mismo que ha impedido en la etapa posrevolucionaria la auténtica Revolución Agraria”. -Está bien el texto, es más o menos lo que yo quería decir al pintar esta obra. –le dijo a la persona que le entregó el catálogo. -Pues tenía que estarlo, ya que fue la propia Doña Teresa del Vizconde quien lo escribió. Y ella escribió lo que nosotros le preguntamos a usted por teléfono, -le contestó. En el catálogo solo estaba escrito el título de Paráfrasis y no llevaba el título que Teresa les había escrito en la invitación: Paráfrasis, Glosas y Citas. ¿Es que ningún artista había enviado su texto y la crítica de arte había escrito los 22 textos que estaban firmados por los artistas? ¿Por qué ‘a güevo’, tenía que tener una glosa, una explicación, la exposición y el catálogo? Como se negaba a escribir con afanes literarios, en la historieta encontró un refugio por unos años. Este género hizo una simbiosis de sus dos placeres, dibujar y escribir; aunque para la literatura no es bueno, ya que al escribir siempre le faltan verbos, pone acentos de más, le falla la puntuación... 6 Ocurrió una vez que tenía que entregar en 10 días un texto de algún crítico de arte o de un escritor para imprimir su catálogo del Museo de Arte Moderno del Estado de México, en 1990. No sabía qué hacer; había pasado más de una semana, y al otro día tenía que tener lista la presentación y, desgraciadamente, no había encontrado a nadie, ya que era época de vacaciones. Decidió que volvería a escribir, pero no con intenciones literarias, como ya lo había decidido 20 años atrás, ya que tenía un poco de experiencia como escritor-dibujante en el comix-arte, pensando que podría realizar escritos de artista pintor: -Escribiré como yo hablo, sin ninguna composición ni estilo, con la misma libertad que tienen para expresarse los pintores inocentes, los artistas de arte primitivo, los del Arte Bruto: como los zapateros, carpinteros, herreros… A las 11 de la noche, se sentó delante de la máquina de escribir, -unos meses más tarde en su estudio tendría a Bomboncito, su computadora, la que le resolvería algunos problemas para expresarse- y, pensando incluir a un crítico de arte ficticio que llamaría Vaps, redactó el siguiente texto: CABALGANDO CON MÁQUINAS, CÓMICS Y MUJERES Reunidos los amigos de siempre en el café Los Pericos Locos de la plaza de Los Arcos de Toluca, diseñados y construidos por Tolsá, Gaudí y Gonsalhank en 1732, le decía a mi compadre muralista, ahora director del Museo: -“¡No hay tos! Claro que sí, yo conozco bien al maestro Varzal, y puedo escribir una presentación”. Oigo aún la voz de Leopoldo al decirme: -‘Pinche Vaps, si quedas mal no hay salario’. Como no lo conocía, pues nunca había oído, realmente, hablar de este artista, salí corriendo a la Biblioteca Nacional del DeFecto, en donde encontré una notas escritas por él, que dicen: ...¿Cómo comunicarse con las masas para que lo que uno produzca sea visto por ellas?. Recordaba los pueblos y caseríos de las sierras de México que había visitado siendo estudiante donde hasta en la casa más humilde había calendarios que la mayoría de las veces eran reproducciones de los cuadros de un pintor llamado Jesús Helguera. 7 Me sorprendió que estos óleos –impresos sobre papel–, eran parte de la vida familiar en todo el país. La obra de este artista era vista, sentida y admirada por el pueblo; el calendario era un medio de comunicación masiva empleado eficazmente por Helguera. Desgraciadamente, siempre se anunciaba en ellos algún producto. Con la misma necesidad de comunicarse con el pueblo, los muralistas mexicanos hicieron una gran proeza para su tiempo. Sin dejar de admirar la obra de estos grandes artistas, siento que la función de comunicación masiva del mural es nula en la actualidad. Ahora el ruido, la velocidad y la contaminación nos aíslan de estas obras murales, nos mecanizan, alienándonos, impulsándonos a seguir corriendo, ya que el tiempo se termina. Es difícil detenerse como antes a observar y gozar las pinturas que los muralistas realizaron en espacios públicos. ...Sin conocimientos de las técnicas del comic, comencé en 1970, como artista plástico, solo en este país, a ilustrar nuevas historias, sin saber que en los USA unos pocos años antes había existido ya una revolución de la historieta, el comic underground, movimiento que conocí en Francia varios años después. En 1974 llegué a París con un centenar de historias ilustradas en una carpeta bajo el brazo, las que mostré a un dramaturgo, quien, entusiasmado, me puso en contacto con historietistas que antes habían sido pintores o escultores y que hacían comic con el mismo espíritu que yo; editaban una revista titulada Zinc. Así empecé a publicar quincenalmente mis dibujos; posteriormente en la revista Actuel, y llevé a cabo uno de mis sueños, el de publicar masivamente mi obra para tocar a un público más vasto. En 1975 llevé la historieta a la tela, pintando al óleo mis propios cartones en gran formato. Aunque no son obras surrealistas, la influencia del surrealismo es importante en esta etapa y principalmente la del artista florentino Braccelli Giovan Batista (1624) al que había copiado sus dibujos de algún libro en la Biblioteca Nacional de París cuando era estudiante en ese país. Bocetos que aún conservo y que he pegado en mi cuaderno de dibujos: Diccionario de Ideas. ...En una ocasión mostré mis óleos al Instituto Nacional de Bellas Artes. Un jurado que auscultó mi obra, muy interesado, me propuso exponer en dos salas del Palacio de Bellas Artes, exposición que se llevó a cabo en 1977. 8 Paralelamente se hicieron 2 exposiciones más en donde expuse mis planchas originales de comic: una en la Galería Arvil y otra en la Galería Linskcurve. En esta fecha también publiqué mi libro de autor Comix-arte de Varzal. Un crítico en esta época escribió sobre mi exposición en el periódico El Día: “La prueba contundente de la colonización en sus pinturas o historietas, son las palabras que emplea: zoom, baoom, bang por pum en español o hallo por ¿bueno?”. Y el crítico de El Día continuaba diciendo: ... No es criticable su temática en sí sino el tratamiento de “fina ironía” que da a sus obras, forma típica de la burguesía de mediatizar la crítica (Gramci): que debería ser siempre, según el teórico italiano, despiadada”. Varios artículos con este tono fueron escritos en la época, pero en igual forma eran contestados. La crítica de arte Raquel Tibol, en la revista Proceso, contestó a esto en un vasto artículo: "... Por el uso de elocuentes grafismos onomatopéyicos como ¡Clap! ¡plop! ¡pric! ¡tract! ¡sswit! ¡riiing!, algunos lo han acusado de remedo servil de los comics estadounidenses sin darse cuenta que las onomatopeyas, mucho más extendidas que los idiomas, envejecen como los ritmos musicales. ¿Se imaginan estas composiciones ácidas, estallantes, de un exacerbado dinamismo Siqueiriano, acompañadas de unos anacrónicos cataplún o gluglus?. Si de etiquetas nacionalistas se trata, ¿quién podrá discutirle a este pintor sus altísimas virtudes de vacilador? Y, como decía Diego Rivera: ‘Quien no asuma en México la vacilada más le vale emigrar a tiempo’". ¡Cuántas ideas, formas, color, humor! Espero que en el catálogo reproduzcan muchas de las obras de este gran artista. Al seguir mis investigaciones sobre el pintor Varzal, encontré los párrafos siguientes, con la explicación de algunas de las obras que va a exponer: ...Un día conocí una mujer que lloraba. Me contó sus desdichas. Así comencé una serie de 237 obras entre aguafuertes, collages, pasteles, óleos, esculturas, cartones de comics, fotografías... con el tema de la mujer. Ilustré sus penas y alegrías: entrevistando 9 a las trabajadoras domésticas los domingos en el parque de Chapultepec y en el parque de la Alameda Central, a estudiantes, amas de casa, prostitutas, campesinas, lesbianas y feministas. ¿Cómo Serán las Mujeres? es un aguafuerte donde un ciego se imagina volúmenes desproporcionados y mal distribuidos de partes del cuerpo femenino; sueña con ellos y sonríe libidinosamente. Traga Espíritus es un collage donde un cocodrilo, al tragar el espíritu de una mujer, a ésta se le desfasa el rostro. El cocodrilo está también cortado y dividido en partes; su prepotencia de padrote está mutilada por su alienación. Picassiana Regresando a Casa ilustra los sueños y recuerdos de Picassiana. En medio de la niebla, una mujer jala con fuerza a un reno para llevarlo a su corral; la cuerda está tensa, el reno se resiste; arriba de los ojos de ella, una luchadora patea a su contrincante que está en el suelo, mientras otra mujer hace una señal obscena con su dedo. La poesía y la vulgaridad, los sueños y la realidad hacen que Picassiana se esconda en su retiro, deleitando la pulpa carnosa de sus propios labios y la frescura de unas sábanas aún sin mácula. Cayendo es un cuadro al óleo, pintado al estilo comic con una secuencia de viñetas. Muestra en el primer encuadre, en plano general, a una mujer, que como una malabarista, monta sobre dos briosos corceles; en la segunda viñeta, en un acercamiento, se ve el rostro de ella, lleno de espanto. En el tercer cuadro, la mujer cae, una ola la va a cubrir, pero esto no ocurre, pues en la viñeta siguiente sigue cayendo, hasta que su caída la detiene momentáneamente un piso imaginario de luz, donde ella busca un apoyo y no lo encuentra.... Estas notas fueron tomadas de "El Artista Continental", año 16, No. 708, 10-VII1990. Vaps, Crítico de Arte en Medios Masivos de Comunicación. El pintor terminó este texto a las 6 de la mañana, su esposa se levantó a las 7, y lo comenzó a pasar en limpio en la máquina de escribir; a las 11 salió corriendo a la ciudad de Toluca. 10 Era tan absurdas las citas históricas y los nombres de los constructores de los arcos de Toluca, el café de Los Pericos Locos no existía, las reflexiones, la irreverencia del vocabulario usado, además de que el crítico de arte no existía y llamara al Director su compadre, hizo que el director del Museo no obsequiara ni vendiera el catálogo impreso el día de la inauguración; ni tampoco durante el tiempo de la exposición de la obra; solo a Varzal le dio unos cuantos ejemplares. -¡Ni modo! Eso me gano por hacer escritos de artista pintor, por escribir como hablo-, pensó Varzal. Ciudad de México, 1990-1995. 11 ASONADA EN UN RINCÓN DEL PAISAJE URBANO “En perspectiva desde mi sillón, el que está ubicado en la sala del primer piso de mi casa: a lo lejos, en el último plano, se ve el cielo; como si estuviera dibujado en tonos de grises amarillentos; dentro de un cuarto enorme, donde torpemente vuelan unas golondrinas, que utilizan como puerto las ramas fatigadas de un sauce que parece llorar, el que igualmente parece estar dibujado. Adelante del sauce, una antena de televisión se amalgama en los grises del cielo. Hay 14 metros exactamente entre un muro muy alto, de tabiques blancos y rojos, y mis ojos”. ><Ω>< El Director de la galería del Centro Médico Siglo XXl le propone a Varzal que, aparte de exhibir sus 90 Infografías -obra creada por computadora- “El arte sale de las Maquinas”, ocupara un salón de 36 metros cuadrados para hacer una instalación, o lo que quisiera; le fascinó la idea y cinco días después le mostró una secuencia de 17 dibujos que ilustraban su proposición: “Electrónica en Acción / El Infierno esta Aquí”, el cual es un estruendo electrónico... Ya que el interés en esta instalación de la galería Siglo XXI era experimentar con la luz, el pintor solicitó ocho lámparas de luz negra, para que la luz hiciera resaltar las líneas blancas en un cuarto que estaría pintado de negro. Poco a poco fue añadiendo cráneos, esqueletos de cartón y de plástico, así como un maniquí con una máscara a la que le modeló unos esqueletos en el lugar de la boca; y en los pómulos, le incrustó unos ojos de esos que les ponen a los santos. Este maniquí con el rostro deforme representa a un hombre alienado por ver la televisión: mira un cinescopio. ><Ω>< –Antes de pelearme o de pedir algo –le dijo Varzal a su abogado el 12 agosto de 1996 en una conversación telefónica– yo hablo para abrir un diálogo. –Eso no sirve, ya ve ahora lo de Chiapas. No, yo no dialogo; ¡MATO! –le contestó. 12 –Ahora están militarizando Guerrero –insistió el pintor– si no se salen de allí los militares, la gente se va a radicalizar y puede haber una guerra civil. Yo creo que sí es importante dialogar... –Al país hay que darle soluciones radicales, así como se las dieron en Argentina y con Pinochet en Chile –le respondió muy enojado el abogado. ><Ω>< Los dibujos que acababa de terminar Varzal estaban realizados a línea de pincel, con pintura blanca, sobre cartulina negra. En el primer dibujo, con una línea comenzó a formar unas colinas, las que se iban transformando en rollos de alambres de púas, en acantilados, en un pueblito destruido, en montañas, en una ciudad iluminada por estallidos de bombas, en una línea recta de horizonte, que es rota por explosiones de luz que la hunden formando pozos; arriba se ven unos aviones que descargan lumbre, entonces las líneas se convierten en lenguas de fuego. Adelante, a 8 metros –en la azotea contigua– un cable de plástico amarillo brilla con el sol; es el tendedero de mi vecina, para secar la ropa. La vecina sube en un banco, limpia el hilo donde colocará la ropa mojada; hace calor. Súbitamente la señora abre un abanico, lo agita, y con él extiende las palabras que de su boca salen: éstas, copian las letras de una canción que en su sala de la planta baja toca un aparato estereofónico. Sus palabras, al disgregarse con el viento, se vuelven incongruentes. A 7 metros, unas varillas oxidadas brotan de un muro repellado, pintado de blanco; es un muro que colinda con mi casa. A 5.80 metros se ven los peldaños rojo óxido de una escalera de caracol metálica. De su barandal, el que sube sinuoso contorneando el tubo central, hacia la azotea, cuelga una maceta con un bonsái que se parece a la siempreviva. Allí, a veces me siento en un escalón a desayunar, tomando el sol en la mañana. En los peldaños está amarrado un cable que un día fue amarillo, del cual cuelgan unos pantalones azul añil que se están secando al sol. Más adelante pasa un cable eléctrico verde, que electrifica una planta para soldar. 13 ><Ω>< A 5.50 metros hay un barandal de metal forjado que descansa en un corredor de un metro de ancho, de mosaico rojo tabique; el barandal desciende, por una escalera, hacia el primer piso. Todo esto se observa por la puerta de la sala-comedor que se encuentra en el primer piso de su casa, la que heredó de su padre; bueno, “la heredó” es un decir, porque su hermano, el que le sigue en edad, murió intestado; entonces entre la familia se repartieron en común acuerdo varias propiedades. ¡Puf! se pasó tres años reconstruyendo esta casa: necesitaba un garaje, dos estudios, uno para su esposa y uno para él, además de una recámara y una sala-comedor, aprovechando las tres plantas que tiene la casa. ><Ω>< En los dibujos sobre cartulina negra se ve un paisaje desolado por la guerra, con aviones bombardeando varios pueblos. En el cuarto pintado de negro, la línea blanca no daba el efecto que Varzal esperaba ver con la luz negra, el de un blanco fosforescente, como había ya visto, en el resplandor que producían las camisas blancas de los museógrafos que trabajaban con él. ><Ω>< ¡Qué locura! Dos arquitectos hicieron cada uno un plano diferente para transformar los espacios de la casa, para que les sirvieran como estudios. Por más que les explicaban el problema de la luz, ninguno pudo resolverlos. Así, un día entre su esposa y Varzal comenzaron a construir una maqueta, quitando muros, poniendo como refuerzos dalas y castillos, subiendo y bajando techos, unos transparentes y otros opacos. Después dibujaron los planos; y un perito, quien los aprobó, los felicitó y firmó con gusto. ><Ω>< 14 Al ver un papel bond que alguien había tirado al suelo, que brillaba intensamente con la luz negra, Varzal comenzó a añadir nuevas líneas de papel recortado a los dibujos, líneas que comenzaron a flotar en el negro intenso de la atmósfera de la galería; esta luz violeta le da un ambiente espectral a las líneas de papel, efecto que se recalcó más al pintar con amarillo fluorescente la línea de las ciudades y la del fuego. El alienado -el maniquí hombre-mujer-, al lloverle la luz del televisor en el rostro, cobró vida, así como los pequeños esqueletos –modelados– que lo habitan. ><Ω>< A 4,50 metros están las bisagras que hacen que la puerta gire. Toda ella es de vidrio, armada con un marco metálico, abriéndola a la izquierda. Atrás de la puerta, cuando está abierta, recarga en un muro, donde se ve un grabado –de mi compañera– con dos mujeres que miran un lago donde no hay agua y que tiene una tierra agrietada. Le digo a mi esposa que los rostros que hay en esta estampa me hacen recordar las caras de los ancianos indígenas de México, quienes tienen sus arrugas a punto de estallar, por las injusticias, hambre y angustias que padecen cada día. Del lado derecho de la puerta hay una vitrina con trastes, algunos que son herencias de nuestros padres. Desde aquí veo los utensilios de cerámica que sirven para colocar los huevos tibios: nos los heredó mi suegro Maurice: bien lo recuerdo cuando, sentado a la mesa en el desayuno, saboreaba con lentitud y placer las mouillettes que preparaba con tiras de pan semi-tostado, cortando primero con un cuchillo el cascarón del huevo a fin de abrir un orificio en su parte superior –trabajo que realizaba con la precisión y maestría que le caracterizaba, como ex arquitecto y compositor de óperas que era–; posteriormente, embadurnaba con mantequilla la tira de pan para luego introducirla y adherirle la yema del huevo. La misma vitrina, tiene una parte más ancha que sobresale; allí encima hay una botella de fijador de dibujos y un bote con un líquido para ablandar el óxido de piezas metálicas. En la parte superior de este mueble hay un sombrero con el ala delantera elevada y con la paja destejida que hace que parezca un sol; está decorado con listones que dibujan hojas y flores de colores chillantes y en medio de estos ornamentos, abajo de la copa que en los sombreros populares mexicanos es muy alta, a la altura de la frente, como en un altar, se encuentra una estampa de la Virgen de Guadalupe. 15 ><Ω>< En “Electrónica en Acción / El Infierno está Aquí” la fría luz negra y la televisión representan el dolor, la muerte, la alienación. Los dibujos y el video con imágenes digitales, el terror, la angustia, la guerra. El artista puede desalienar la electrónica al utilizarla con fines creativos y pacíficos; al igual que el médico la utiliza para el bienestar del hombre. En contrapunto de como se utiliza la computadora para la guerra, y la televisión para la mediatización. ><Ω>< Desde mi casa -en el primer piso- escucho cuando los cuetes explotan en el cielo, a las bandas de viento y a los danzantes que hacen sonar sus chirimías y sus cascabeles en el camellón central de la calzada de Guadalupe. Anuncian a la Virgen de Guadalupe que ya van llegando a la Basílica para entregarle sus regalos y recibir sus bendiciones. Es una fiesta para los peregrinos, quiénes construyen para estas ocasiones altares enormes con flores de colores, armando con ellas la efigie de la inmaculada; los danzantes lucen vestimentas con tejidos de brocados, sombreros y máscaras de animales, de dioses y de diablos. Peregrinos que bailan sin descanso cuatro kilómetros con seiscientos metros de la glorieta de Peralvillo a la Basílica. ><Ω>< Junto a la vitrina –a mano derecha– está la televisión, con su pantalla negra que cada vez parece agrandarse más, por tanto espíritu maligno que de ella sale. Tomo el control remoto para encender el televisor, hago ¡clic!, sobre el botón rojo y la pantalla deja su tono indefinido, lúgubre, para llenarse de luz. La vuelvo a apagar. Es una televisión casi cuadrada, la envuelve una caja de plástico negro, que en la parte de abajo está llena de botones también negros, los que nunca utilizo porque existe el control remoto. Tiene una antena –la original–, y otra colocada arriba, formada por una base con su platillo vertical, de la que salen dos tiras metálicas en forma de V; adentro del platillo dicen que hay un chip para captar mejor los canales. La TV está colocada sobre una mesa que tiene abajo una repisa para libros, para la lectura diaria. 16 ><Ω>< Varzal y su compañera son televidentes nocturnos, a veces ven una película, documentales, pero la razón por la que compraron este aparato a color (antes tenían una Stronberg Carson en blanco y negro) fue para ver los programas sobre la naturaleza, los que –algunos– son verdaderamente maravillosos, y los programas de ciencias de Conacyt. Pero hay días que se hacen tontos para no verla y poder continuar con sus ocupaciones en el arte. Yo sé que ha habido días –pocos afortunadamente– cuando el pintor se siente muy cansado. El brazo se le desdobla y va en busca del control remoto: es una reacción automática: el dedo oprime el botón rojo y enciende la caja-idiota, inmóvil, sin hacer nada. ¿Qué será más difícil, dejar de fumar o dejar de ver la TV? Hace dieciocho años dejó de fumar. ¿Es que podrá hacer lo mismo con el televisor? Se ha hecho propósitos y lo ha logrado parcialmente, ya que desgraciadamente algunas veces cae; pero como casi nunca hay nada relevante, con un ojo ve la pantalla y con el otro el papel donde dibuja. Sus sobrinos vinieron de una pequeña ciudad ubicada a la orilla del océano Pacífico, a pasar vacaciones en su casa, invitados por él. Les habían hecho todo un programa para que visitaran museos, las pirámides de Teotihuacan, el bosque y el Zoológico de Chapultepec, el lago de la segunda sección de Chapultepec, que está lleno de enormes peces... Cuando regresaban a la casa, en lugar de aprender computación o escribir lo que habían visto, querían ver la televisión. Partieron al puerto de Lázaro Cárdenas muy contentos por lo que habían visto, pero también desilusionados por no haber visto la TV en México. Casi todos los niños piensan –también los adultos– que este aparato imbécil es un verdadero oasis para descansar, divertirse y quitarse la sed. Los clics con el telecomando cada día se vuelven más automatizados. ¡Clic!: en busca de placeres, de diversiones mundanas, aberrantes, alienantes. La caja-poder que ya decide por ti: Qué es, o cuál es la verdad, cuál la verdadera justicia, cuál es el verdadero placer... Son medios de condicionamiento de masas: a comer rápido entre los comerciales consumiendo sus publicidades, sus series USA de violencia. El cinescopio sagrado es tu guía en la vida, tu conciencia, tu tribunal público de justicia. Te divierto y te despierto a condición de que no pienses, no reflexiones, acepta mis mandatos. 17 –¿Quién te lo dijo?- El cinescopio fue quien me lo dijo. ><Ω>< Adelante de la TV está la mesa de color verde que nos sirve para comer y que se vuelve una extensión de los talleres cuando tenemos mucho trabajo. Ahora la mesa tiene una cafetera de peltre azul, una azucarera y una canasta de fruta con plátanos, un melón, mangos, naranjas y una papaya abierta a la mitad que muestra su intenso color amarillo, con sus semillas de un tono sepia casi negro. A un costado hay una mesa de centro, con una artesanía de Olinalá, Guerrero: hay unos diez armadillos de unos 4 centimetros de alto por 6 de largo, que con el aire mueven sus cabecitas hacía los lados y miran perplejos con sus ojos redondos a una tortuga de unos 2 cm., que igual mueve su cabecita. Les decía el vendedor y creador de estas artesanías, un indígena de Temalacatzingo del municipio de Olinalá, que los hacen con unas semillas que ellos llaman Tejoruco, y que al secarse, después que los pájaros comen el interior, quedan duras como el guaje cirial. El artesano de Olinalá había colocado su pequeño puesto en el suelo de la enorme plancha del Zócalo de México, un Zócalo lleno de miles de campesinos que portaban pancartas donde se leía: Contra la injusticia, Por la dignidad, etc. Se veían algunos grupos de contingentes fatigados, ya que unos habían caminado por más de un mes, desde su lugar de origen, más de 1000 kilómetros. –No, no vengo con los marchistas de Guerrero, ni con los del estado de Tabasco, ni con los de Chiapas, aunque los apoyo en todas sus demandas, y estoy con ellos; yo sólo vengo aquí a vender mi artesanía. Y repetía, –Si, si estoy con ellos, estoy con ellos contestaba el vendedor-artista a sus embelezados compradores. ><Ω>< El público, al entrar a la galería de la instalación de “Electrónica en Acción”, sentía que flotaba, porque el piso, que estaba pintado de negro, no se veía, resaltando en este espacio sólo unas finas líneas de luz. Mientras que en los adultos había silencio, 18 los niños acostumbrados a la tele-violencia, se divertían como locos, jugando a la guerra, escondiéndose en las sombras del negro de ultratumba. ><Ω>< A mi costado derecho, a 5 metros, se encuentra una de las ventanas que da a la calle. Cuatro balazos se escuchan, pasan uno, dos, tres, cuatro, cinco... once, doce... veintidós segundos... y se vuelven a escuchar; pero ahora cinco detonaciones. Mi esposa me comenta que un hombre dispara, pegado a la reja metálica de la ventana, al interior de la casa que está enfrente de la nuestra. Es un joven de unos veinticinco años, vestido con traje gris claro. –Paco, cálmate, le dice una joven, que acaba de salir de la casa, al hombre que vació su pistola en la ventana. –Elena ya no te quiere, ella dice que esto se acabó. ¡Vete! ¡Corre!, pues mi hermana está llamando a la policía. ¿Qué es el amor que lleva a tal grado de locura? ¿Cuántas emociones habrán vivido? Seguro recordará cómo se le transformaban las pupilas, los labios y las mejillas a Elena cuando la hizo suya. ¿Podrá olvidar cuando juntos, en un cuarto de hotel, descubrían y examinaban sus cuerpos desnudos, en una embriaguez de los sentidos? Después de este día tendrán que pasar décadas para olvidar; porque hoy, los dos estuvieron cerca de la muerte. ¿Hubiera tenido Paco, el valor de dispararle a ella de frente y enseguida, él mismo colocarse el arma en la sien, para después jalar el gatillo? José Gorostiza dice: ...el amor es un ejercicio de narcisismo. ¿O no será más bien un estado alterado? ¿Alguna enfermedad, como un virus que enferma nuestros sentidos, entre el goce y el suplicio? ¿Es un estado de gracia? ¿Todo esto solo fue un sueño para Paco, un simple deseo o un capricho? ><Ω>< 19 Ya más cerca de mí, se encuentra mi pie, mi rodilla, una hoja de papel bond y un lápiz que mueve mi mano. Más arriba, la camisa abierta deja ver el ombligo y al retraer más la mirada, está mi nariz un poco borrosa y transparente del lado del ojo izquierdo. Ya cerca de la retina están los vidrios bifocales de mis lentes, unidos a un arillo plateado. Haciendo un esfuerzo alcanzo a ver los ganchos –pinzas de los anteojos y ya no puedo ver más; solo que en mi interior o atrás de mis ojos se crean los pensamientos. Al desenfocar la vista me reflejo en el gris –casi negro– de la pantalla de la televisión; atrás de mi, se ve el sillón de madera imitación de bambú, que está recargado sobre un muro blanco. ><Ω>< “Electrónica en Acción / El Infierno esta Aquí” en las galerías del Centro Médico Siglo XXl, ¿Era una instalación…? ¿O una mezcla de obras formales y de objetos encontrados? ><Ω>< En 1992 cuando expuse “Opera Cibernética”, 90 infografías, en el Museo Nacional de la Estampa en México, había instalado mi computadora en la galería para trabajar, y los visitantes, al verme elaborando imágenes, me preguntaban: -¿Las pinturas que expone están en disquetes y las envían de Japón, de Alemania o de los Estados Unidos y usted sólo las imprime con su impresora que tiene en la mesa? -¿Cómo puede usted pretender que son obras de arte, cuando es una máquina que las fábrica? El día de la inauguración de mi exposición individual de infografía “Danza de Pixeles” en el Centro Cultural de México en París, en 1995, un grupo de asistentes a la muestra me dice: -Pero señor artista… ¿No sabe usted? Hace falta por el bien de su alma, dejar de trabajar con las computadoras; pues ésa es una invención del diablo, un instrumento de Satanás. Usted tiene en su país a la Virgen de Guadalupe, quién puede ayudarle a limpiarle todas las suciedades con que esas máquinas infernales le habrán infectado el alma. 20 Otros me preguntaban si los ordenadores podrían provocar enfermedades o provocar deformaciones en el cuerpo. Era el mes de noviembre de 1996, estaba emocionado montando mis dos propuestas en el arte, en las dos galerías del Centro Médico Siglo XXl, una de ellas, con 90 obras infográficas impresas en gran formato: “El Arte Sale de las Máquinas”. Soñaba que después de las anteriores experiencias con la obra informática, los ordenadores iban a cambiar radicalmente al arte, para llevarnos hacia universos que revolucionarían el pensamiento y el mundo de las imágenes, pues en la creación infográfica se presentaba un nuevo fenómeno, el de la participación de los creadores, los constructores de las computadoras y los creadores de las aplicaciones, los programas que se utilizarían para crear imágenes. Esta evolución en los métodos de creación modificarían la percepción de la obra individual, con la propuesta de un arte colectivo. Tiempo después me di cuenta que estos aparatos, para la pintura o el dibujo, eran un simple pincelote o un gran lápiz……… … Enseguida, abandoné los ordenadores para crear imágenes durante un largo tiempo; solo los utilizaba para escribir, y últimamente solo para trabajar la fotografía. Así regresé a mis pinceles y plumillas que había abandonado. ><Ω>< Más atrás solo puedo oír el murmullo de los vecinos que comentan de los asesinatos políticos en el país, del partido que tenemos, PRI, y que es el partido más viejo en el poder en todo este siglo XX, de la crisis económica, las injusticias, del paisaje de México que tenía colores tan brillantes y que hoy se han opacado, tonos que son tan tristes como igual será nuestro futuro; hablan de que Emiliano Zapata está vivo, pero que ahora porta un pasamontañas y que la gente lo ha visto cabalgando en las montañas y que ahora también corre en las calles de las urbes del país. –Son puras visiones, compadre; son puros sueños, compadre; no se haga ilusiones, compadre, murmuraba el padre de mi ahijado, quien muestra un rostro triste y apesadumbrado en la foto arrugada de color sepia, donde posa junto con su hijo y que está clavada con chinches en el muro de las lamentaciones de esta casa. ><Ω>< 21 Al escuchar y ver más de cerca mis pensamientos, se construyen ruidosamente, armando utopías al ritmo de las pulsaciones de la sangre, ensamblándose con los susurros de la casa y de los vecinos. De pronto, las ideas, el murmullo y las imágenes desaparecen, como si hubiera terminado de rebotar el eco de nuestras tristezas en este rincón del paisaje urbano. Ciudad de México, 1993-96. 22 ¿POR QUÉ?... En Naranjastitla, una comunidad de Pahuatlán, había un caserío donde el señor Gilberto Vargas era dueño de las tierras. Desde muy temprana edad Varzal había pasado pequeñas vacaciones en la vegetación de la sierra poblana, entre árboles frutales, cafetales, densos cañaverales, gallinas, bosques, una porqueriza, dos o tres vacas, cuatro caballos… El señor Gilberto era su tío, y medio hermano de su padre Maximino, quien al emigrar a la ciudad de México le cedió su herencia al tío Gil, tan querido de Varzal, quien le decía que esa casa era suya, como también todas las tierras de Naranjastitla, y que cuando él falleciera, como él y su esposa no tenían hijos, él sería el propietario de ellas. Al morir el tío, su esposa, al quedarse sola, se iba al pueblo más cercano a beber pulque, y como no tenía dinero, fue cambiando las tierras por litros de pulque. A la casa de la sierra de Puebla llegaban visitas de campesinos, los tíos sacaban sillas y una mesa al solar, que servía también para secar el café, instalándose bajo la sombra de un encino de grandes ramas y ancho tronco, a platicar sobre lo que pasaba en los alrededores: del poder de ciertos caciques, de las humillaciones que sufrían los pobladores de la sierra. La tía Chica -sobrenombre porque era muy chaparrita-, les preparaba café, y en él vertía un poquito de aguardiente: se sentaba un rato junto a Varzal a oír las lamentaciones, y luego se iba a continuar sus labores en el campo y las de la cocina. Don Maximino, el padre de Varzal, había nacido en el pueblo de Tenango de Doria, Hidalgo, pero después sus padres lo llevaron al pueblo de Pahuatlán, Puebla, donde creció, y un día regresó a visitar a su medio hermano: le comentó que iría a visitar a sus familiares del pueblo de Pahuatlán: esto se lo dijo en la mañana, en una visita de campesinos de Pahuatlán, y partiría en la tarde; para esto, le pidió un caballo, ya que para llegar había que recorrer unos cuantos kilómetros y quería llevarse a su hijo Varzal con él. Cuando ya casi llegaban, oyó que la campana de la iglesia repicaba y repicaba… y unos aldeanos que habían corrido a su encuentro, le dijeron que esos campanazos eran porque él se acercaba al pueblo y que Don Ercilio alertaba a la gente para cerrarle el paso, y que si avanzaba más, podría perder la vida. Ese familiar era un hombre muy conservador, fanático de la religión católica y quien odiaba a Don Maximino, a causa de su forma de pensar: protestante, sindicalista... 23 Los paisajes de la sierra eran impresionantes, así como la fantasmagórica belleza de la neblina que se metía dentro de los acantilados. Pero lo que más impresionaba al futuro artista eran los campesinos, los arrieros, los indígenas nahuas vestidos con camisa y calzón de manta blanca, las mujeres nahuas con sus cinturones y blusas bordadas, y las otomíes con sus quechquemitl; los pastores de rebaños de ovejas, el mercado del domingo en Pahuatlán, a donde llegan de las comunidades a ofrecer sus productos que habían cultivado… El paisaje abrupto como parte del alma campesina. ><Ω>< Tendría Varzal 7 años cuando entubaron alrededor de 150 metros del río Consulado; bueno, ya hacía un tiempo, antes, que habían empezado las obras, para que las 2 principales arterias del norte de la ciudad, la calzada de los Misterios y la calzada de Guadalupe, pudieran ser más fluidas. Recuerda cómo fueron sacando la tierra cientos de trabajadores que venían de la provincia, unos vestidos con sus camisas y calzones de manta, cargaban unas canastas en forma de conos, llenas de tierra, desde abajo de un gigantesco orificio, hasta la superficie; los trabajadores parecían hormiguitas, hormiguitas esclavas. Varzal se sentaba en las vías del tren para admirar el descomunal esfuerzo para vaciar las toneladas de tierra de la colosal excavación que parecía un abismo sin fin: observaba a los obreros trabajando, unos con picos, palas, otros cargando… Este río, en época de lluvias se desbordaba, inundando las casas. En la calle de Wagner había un puente de madera para atravesar el río: al momento de desbordarse el agua, se desprendía el puente; entonces, los infantes se subían a él, y con pedazos de madera, utilizándolos a manera de remos, hacían navegable el río: la barcazapuente cargaba a una veintena de futuros marinos. Habían pasado ya muchos años, y el río seguía atrayendo a los niños; por las avenidas corrían veloces autos, pero a los lados de las calzadas, abajo, el río seguía abierto: la gente tiraba ahí su basura, y con el tiempo se formó una gruesa capa arriba del agua, que topaba a la entrada de 2 enormes tubos; los niños iban a jugar sobre esta gruesa nata, hasta que un día dos de ellos, que eran hermanos, al momento de correr, encontraron una parte blanda: ésta cedió, y enseguida se hundieron. Dos buzos fueron en su búsqueda dentro de los tubos, encontrándolos atorados en unas ramas de árbol. En el barrio hubo una gran tristeza y luto. 24 ><Ω>< La madre de Varzal alguna vez llevó a sus dos últimos vástagos varones a hacer sus compras al mercado de la Merced a las 5:30 de la mañana; los dejó esperando en algún rincón seguro, mientras ella adquiría las yerbas para vender en el mercado Beethoven. Los dos hijos, en medio del barullo, observaban en silencio a los cargadores, quienes transportaban en sus hombros pesadas cargas; a hombres con sus vestimentas rotas y sucias que pedían limosna; a la gente que iba a pepenar entre las montañas de desechos de frutas, verduras, los desperdicios de los vendedores; a las gentes que gritaban cuando les habían robado su dinero: –¿Por qué no trabajará toda esta gente en lugar de robar, o que se pongan a recolectar frutas y verduras en los basureros? -le preguntó Andrés a su hermano Varzal, quien no supo qué contestarle, pues a su corta edad la vida era aún un misterio. Todo esto sucedía también, aunque a menor escala, en el mercado Beethoven. Varzal, al regresar de esta plaza a su casa, veía algo similar: se iba por la calzada de los Misterios, levantada desde tiempos prehispánicos por los mexicas, para llegar al templo de la diosa Tonantzin, madre de los dioses y la que servía para separar las aguas saladas del lago de Texcoco con las del agua dulce que caía de los cerros, donde en 1675 se construyeron 15 Misterios de 4 x 1,50 m y 8 m de alto, monumentos que recreaban los Misterios del Rosario -Misterios Gozosos, Misterios Dolorosos, Misterios Gloriosos-, que servían, yendo en peregrinación hacia la basílica de Guadalupe, para rezar el rosario. En 1854 se construyó la vía del ferrocarril México-Veracruz y, a un lado de la vía del tren, había un carril de doble circulación para las carretas, caballos y después para los autos, y del otro estaban los Misterios, donde la gente tiraba la basura; y aunque las autoridades a veces la recogían, inmediatamente la gente la volvía a tirar, porque el servicio de recolección de desechos era ineficaz. Raras eran las casas que tenían su salida por esta calzada. En estos basureros se instalaban algunos vagabundos, quienes juntando basura armaban casas de un metro y medio de altura, y aunque luego las autoridades los quitaban, volvían a aparecer nuevos inquilinos. Había un hombre a quien seguido se le veía acarreando agua para lavar su ropa, la que colgaba en un mecate, que amarraba en uno de los Misterios, hasta el muro 25 de una casa. Se le veía también con una aguja, cosiendo su ya muy parchada ropa. Había levantado una casa igual que las otras, de 1.50 de altura por 1.50 de ancho por 2.50 m de largo: había conseguido de la basura láminas viejas de cartón, y con latas de conservas abiertas y aplastadas, reforzaba su arquitectura, pegada en la parte trasera de un Misterio, y la desarmaba durante el día para evitar problemas con los policías. El hombre, quien tendría unos 55 años, había logrado limpiar un espacio de más de 15 por 6 metros: este solar lo tenía impecable, seguido le rociaba agua para que el polvo no se levantara, y lo barría continuamente con una escoba vieja, y al que se atrevía a tirar basura en su patio, le rugía o le ladraba. Coleccionaba pequeñas piedras, y con ellas, ordenándolas, dibujaba hileras interminables de unos 7 centímetros de ancho; en este su espacioso predio, juntando tierra, la mezcló con hojas, e hizo una pequeña colina a donde subían sus carreteras, y en la parte de arriba le sembró una planta a la que seguido regaba; horadando la colina, le incrustó varios tubos, para crear túneles; construía puentes, algunos con imbricados tréboles. Estas calles de piedras, organizadas con tanto amor, ¿Eran avenidas, vías de escape, laberintos, caminos de la vida…? A veces se colocaba unos gruesos arillos de plástico negro sobre los ojos, los que carecían de vidrios. Seguido se le encontraba sentado en el suelo, recargado en el Misterio, pensativo; había recogido en la basura una tabla que colocaba arriba de sus piernas, y en varios cuadernos escribía a lápiz durante horas enteras: a veces dejaba la tabla y ponía su cuaderno en el piso para seguir escribiendo de rodillas o acostado boca abajo. ¿Sobre qué escribiría? ¿Sus laberintos de piedras, serían la representación gráfica de cálculos algebraicos, de pensamientos filosóficos, poemas, una autobiografía o de onanismos estelares? Cuando salía el sol, se le veía alegre, sus ojos brillaban; acarreaba agua, y haciéndola de emoción se iba quitando la ropa, hasta quedar desnudo; se metía en una destartalada tina de lámina y mostraba con orgullo su esquelético, pero fuerte cuerpo a los transeúntes; peinaba con delicadeza su cabellera de pelo chino, y su barba negra. 26 Iba al mercado, para ayudar a los comerciantes y aceptaba lo que le dieran: la gente lo veía tan limpio que le tenían confianza. El público al verlo desnudo bañándose no se molestaba tanto, pues veían que era muy pulcro. Pero, algunas veces, nuestro personaje se agarraba al monumento de piedra con la mano izquierda, mientras que con la otra se bajaba el pantalón y su raído, pero muy limpio calzoncillo, para luego comenzar un movimiento rítmico, apretando su sexo; y luego continuaba con su representación, siguiendo su laberinto a saltos: con la mano izquierda asía una brida imaginaria, como si montara un equino, y con la derecha, sin soltar su miembro, continuaba su sueño pensando que esa mano sería una hermosa mujer. En ciertas ocasiones, grupos de niños que salían de una iglesia protestante el día domingo, azuzados por el pastor evangelista, le lanzaban piedras al “Arquiloquito“ arquitecto loquito- como le había puesto el vulgo. Él reaccionaba dulcemente, manifestándoles: -Gracias, pequeños angelitos, yo sé que las piedras que me lanzan son una aportación para la construcción de mis caminos. Gracias, gracias, son ustedes muy buenos niños, dios los bendiga. Los infantes al oír su dulce respuesta se retiraban con la cola entre las piernas. Un domingo los espera afuera del templo y les reparte dulces, expresándoles: -Es un trueque por su regalo de las piedras. Gracias, gracias. Un grupo de mujeres pudibundas, llamaron a la policía, y lo enrejaron durante más de un mes; luego lo dejaron ir. Al regresar a su terreno, volvió a armar su casa, construir con piedras sus carreteras; y regresó a las mismas. Pero entonces, un grupo de mujeres católicas se organizó junto con un sacerdote, y un día llegó un camión y se lo llevaron al manicomio de la Castañeda, donde lo encerraron casi dos años. Cuando regresó, había perdido su frondosa cabellera: lo habían rapado. Limpió su patio, que estaba invadido de basura, volvió a armar su hogar, volvió igualmente a reconstruir sus caminos de ilusiones con nuevas piedras; pero ahora, al bañarse se escondía atrás del monumento, tapando la tina con las láminas de su casa y nunca más volvió a hacerse justicia con su propia mano, delante de los transeúntes. 27 Entre los desechos que había quitado, encontró una navaja de rasurar de peluquero, y se pasó varios días sacándole filo con una piedra; con ella se quitó la barba estilo Miguel Ángel; enseguida, atónito, se quedó viendo su rostro, en un pedazo de espejo, como hipnotizado; reflexiona, y se da cuenta que al rasurarse se transformó en otro hombre; entonces, con el rostro lleno de alegría, en voz alta anuncia: –¡¡Resurrección!!!!!!!!!!................................... ¡¡Resurrección!!!!!!!!!! …………. ¡¡¡Al fin, estoy libre!!!... ¡¡¡Estoy libre……. al fin!!!. Varzal iba transformando su visión de la vida al observar estos acontecimientos. ><Ω>< Hacía casi un año que se habían cambiado de casa; pronto tendría 9 años, y cerca de su casa pasaba un camión de pasajeros que tomaba para ir a ver a su madre al mercado; durante el trayecto se encimaban imágenes de los dramas de la vida, de la iglesia protestante a la que había ido, pues cerca de su anterior domicilio había una iglesia, a la que ni su padre ni su madre asistían, pero su progenitor les decía a sus hijos de asistir a los cultos los días domingos; pensaba en sus amigos de la escuela y los que le hacían maldades… Un día de éstos, en sus viajes en el autobús, recordó cuando el pastor predicaba y les decía a sus feligreses: -Para ayudar a sus semejantes en sus desdichas, hermanos míos, es necesario sacrificarse un poco, no solamente orando por los desvalidos, sino realizando un sacrificio espiritual; y dijo algo más pero no lo recordó. -¿Cómo se hará para hacer un sacrificio espiritual? -se preguntó. Entonces un día se quito los zapatos y se subió al autobús sin ellos; al bajar, una vecina le dijo: -¡Pero Varzalito, a un camión no se sube sin zapatos, mira, que te van a pisar los pies!! Luego la vecina le comento al hermano de Varzal que era mayor que él, y Andrés le dijo: -Mira chaparrito, pero, si tú tienes tus buenos zapatos, un día te vas a cortar los pies con algún vidrio; bueno, tantas cosas pueden pasarte si no utilizas tus botines. Entonces le contó lo de la predicación del pastor protestante de hacer un sacrificio. –Aay, ay, ay… ese señor de la iglesia a mí también me hace bolas. Es mejor no hacerle caso. 28 ><Ω>< Cuando entró a la antigua escuela de San Carlos -ENAP-UNAM- había un comedor universitario para los estudiantes de preparatoria, escuelas, academia de San Carlos, a una cuadra de esta última: era muy cómodo ir a este restaurante tan cercano, porque los cursos en la escuela de arte empezaban a las 8 de la mañana y terminaban a las 9 de la noche. Se impartían varias carreras, con períodos de 5 años; después bajaron a 4 años y redujeron las horas de enseñanza. El comedor era tan barato que Varzal iba a desayunar y a la hora de la comida. Pero el futuro artista solo tuvo la oportunidad de gozar solamente unas cuantas semanas. Un día llegaron unos Porros y golpearon a los estudiantes, pues comenzaron a protestar porque ya anunciaban el cierre del comedor; después de varias golpizas, la UNAM lo cerró. Se ubicaba en la calle de Academia, en un edificio que llamaban El Anexo. Algunos profesores aprovecharon e instalaron ahí sus talleres, los que realmente eran como oficinas o lugares de descanso para tomarse un café entre clase y clase. En cierta ocasión en la calle de Emiliano Zapata, a un costado de la antigua Academia de San Carlos, una mujer pidió auxilio, pues un hombre la golpeaba para sacarle el dinero que guardaba en su pecho. Al ver que varias personas lo veían, salió corriendo: Varzal, sin pensar, se aventó a sus piernas para detener su carrera, pero actuando en una forma imprevisible, el ladrón golpeador saltó sobre el joven estudiante, quien aún no tenía la experiencia necesaria para imponerse; y continuó con su veloz carrera. La mujer, quien corría atrás del ladrón, pedía ayuda para recuperar su envoltorio con dinero. Le gritaba: -Agarren a ese pinche indio, que me regrese mi dinero. Cuando saltó sobre su espalda, el estudiante de arte, con el impulso, y al no encontrar nada sólido delante de él, fue a estrellarse a una pared: le dolían sus rodillas y las manos raspadas; y pensó que quizá éstas no eran tampoco las formas de ayudar eficazmente a la gente. Además, ¡Pinche vieja racista!, pues el ratero no era un indígena, ya que era muy alto y tenía la piel muy blanca. Con todas estas visiones, quería encontrar una respuesta, una explicación del porqué de este mundo tan alienado, tan jodido ¿Habría una salida a esto? ><Ω>< 29 Un día, después de ir a realizar una serie de trámites a la Rectoría de Ciudad Universitaria, se le acercó un joven estudiante y le dijo: –¿No te acuerdas de mí? Me llamo Mauricio. Nos vimos alguna vez en el comedor de la calle de Academia a la hora del desayuno, hace poco tiempo. Yo estudiaba en la Prepa. Nos encontramos también en una golpiza que nos dieron los porros, porque protestábamos. Como la plática estaba interesante, se fueron a tomar un café y el estudiante le contó que acababa de ingresar a la Facultad de Arquitectura; platicaron de la situación política en la universidad, en el país… Le contó que él había entrado a militar en un grupo Trotskista de la Cuarta Internacional (posteriormente, en 1976, se forma el Partido Revolucionario de los trabajadores, PRT) y por lo que esta agrupación luchaba, su línea política, su historia. A Varzal le interesó mucho y le comentó que si un día se reunían, el iría a ver de lo que se trataba. Asistió a cuatro o cinco reuniones, cada vez en un domicilio diferente: los militantes eran de todas las edades: había sindicalistas, pero principalmente estudiantes y profesores de la universidad -UNAM. Estaba contento de haber encontrado una forma de pensar, de organizarse para luchar, pero, no se adaptaba muy bien con estos nuevos personajes que habían aparecido en su vida, ya que no estaba acostumbrado, o más bien, no estaba preparado para tanta teoría, pensamientos filosóficos, actividades… En cierta ocasión un profesor de la Escuela de Artes Plásticas, había conseguido un film y quería que se mostrara en la escuela, y junto con unos estudiantes organizan la proyección. Varzal asiste a la función de la película titulada La Madre, de la novela del escritor Máximo Gorki, la que retrata la lucha de una mujer, de nombre Pelagia, contra la tiranía medieval zarista, durante las revueltas obreras de la Revolución Rusa de 1905. La Madre, al darse cuenta de las actividades de su hijo, se va involucrando en las reuniones de él y sus compañeros. Su hijo, Pável Vlásof, un activista revolucionario, es detenido por la policía zarista; entonces su madre se alinea con él y su forma de pensar, uniéndose a las actividades de los revolucionarios: lleva propaganda a la fábrica de su hijo, transporta periódicos ilegales a las zonas rurales, transmitiendo la ideología socialista a campesinos y trabajadores. El desenlace es muy dramático y Varzal llora como una Magdalena, con esta cinta, que es un canto a la libertad obrera. Días después, en el patio de unos 14 metros de largo de una vecindad de la calle de Alhóndiga, a dos cuadras de la Escuela de San Carlos, había una fonda popular, que tenía una mesa larguísima con bancas laterales: arriba de la mesa lucían olorosas, 30 sabrosas, enormes cazuelas de comida, comedor al que asistían las personas de muy bajos recursos. Varzal estaba instalado, esperando a que lo atendieran, y al momento unos estudiantes se le acercaron; eran unos colegas que él ya conocía de vista de la escuela de arte. Sentándose a un lado de él a comer, platicaron un rato sobre los problemas de la escuela, para enseguida comentarle: -Te vimos en la función de la película La Madre y vimos que habías salido muy impresionado; además conocimos a Mauricio, quien milita en una agrupación trotskista, y nos comentó que un estudiante de San Carlos comenzaba a militar en su agrupación: nos dio su apellido y su señas. Mira, nosotros acabamos de organizarnos en una célula del partido comunista, todos somos estudiantes de esta escuela, y si te interesa, te invitamos a ingresar a nuestra célula. Había diferencias en las líneas políticas de estas dos agrupaciones, y le comentó a Mauricio sobre esta proposición: más que discutir, platicaron y el militante trotskista en una reunión le entregó varios documentos, que hablaban de trotskismo, leninismo, además de análisis críticos al estalinismo. México DF, 2 de octubre. 31 EL CONSTRUCTOR –Al padre de mi madre nunca lo conocí, –dijo Varzal– había muerto muchos años antes de que yo naciera; pero mi madre siempre me contaba que él le decía que su último nieto sería un constructor. Es de las pocas cosas que mi madre contó de él. ¡Cómo le hubiera gustado al pintor Varzal que le contara el abuelo esas historias que le relataba a su madre, sobre los antiguos constructores que diseñaron las pirámides, y escuchar sus conocimientos sobre la herbolaria! Su madre viene de una casta de chamanes y yerberos que se remonta quizá a varios siglos. Desde niño, a diario y después de salir de la escuela, su madre lo ponía a preparar las pócimas, por las que le daba unos centavos –dinero que él guardaba en un simpático cerdito de barro– y antes le explicaba para qué servía cada una de ellas. De adulto no continuó con estas prácticas y, para su desgracia, las olvidó todas. –¿Qué prefieres, ser cargador en el mercado de la Merced, ser curandero, yerbero o ir a la Universidad? –le advirtió al adolescente su madre. Al nacer Varzal ya era un soñador, quizá porque nació bajo el signo de Cáncer. Se acuerda que fue un jueves y él tenía trece años cuando el esposo de su hermana le pidió que fuera a la Merced a comprar dos cajas de aceite de guisar que necesitaba para su tienda. Tomó su bicicleta y atrás, en una pequeña canastilla, amarró con unas cuerdas las 2 cajas que contenían las botellas de vidrio vacías, lanzándose en una veloz carrera entre los autos, para ir a ese gigantesco mercado que existe desde tiempos prehispánicos. Al llegar a la Merced, antes de ir al depósito de aceite, era un hábito pasearse unos buenos momentos entre los puestos viendo las montañas de frutas y de verduras, a los carteristas que corrían con el bolso de alguna pobre compradora, a las prostitutas que mostraban sus fantasías entalladas en sus vestidos de colores estridentes; el tiempo corría sin darse cuenta, oyendo atento al griterío de los vendedores, a los acuerdos económicos de las trabajadoras del sexo, oliendo las neblinas de olores de un sin fin de comidas, entre ellas, las de las charolas de fritangas donde se freían toda clase de carnes para hacer taquitos. Así pasaba el tiempo, engolosinado 32 por éstas, para él, nuevas visiones; chupando con delicadeza los hielos del raspado de sabor a limón, que calmaban su ardor de imágenes, de sonidos y de olores. Entre las cosas que más le llamaban la atención eran los cargadores que sobre los hombros cargaban los pesados bultos de mercancías; los que lograban comprar o alquilar un diablito –artefacto primitivo de metal con dos ruedas– corrían veloces entre los puestos, gritando, ¡Agua va! o ¡El golpe avisa!, para evitar atropellar a la gente. Eran trabajadores muy pobres que vestían ropas sucias y deshilachadas por su uso. El tomar tanto pulque quizás los hacía tan fuertes para poder transportar los bultos tan pesados. Un camarada del pintor, les llamaba “Lumpen proletariado”. Varzal decía que no tenía razón en llamarles así, ya que ellos se ganaban, verdaderamente, el pan con el sudor de su frente; que eran borrachos y pendencieros, era otra cosa, porque de alguna forma tenían que olvidar su pobreza y sus tristezas. Muchas veces observó sus riñas afuera de la pulquería; recargaba la bicicleta en algún muro y luego se ponía de pie sobre el asiento para ver mejor el espectáculo. Eran unas moles de hombres con gran fuerza en sus cuerpos, se miraban como hienas el uno al otro, midiendo el espacio para poder descargar con el pícahielos una andanada de piquetes. Al verlos, recordaba la advertencia de su madre por si él no quería seguir estudiando: -“Si no quieres estudiar te compro tu mecapal para que te vayas de cargador”. A la edad de 10 años su padre lo llevó a visitar al gran muralista mexicano Diego Rivera, pidiéndole al Maestro que aceptara a su hijo como su ayudante. –Aunque sea para prepararle los colores– insistió su padre; pero el pintor lo puso a barrer y después a lavar los pinceles. Fue muy pocas veces. Lo que más hacía, era observar en sus pinturas, el universo de formas y de colores. –¿Por qué pintará tan nalgonas a las inditas este pintor?, se preguntaba. En el mercado de la Merced, inconcientemente admiraba el teatro de la realidad que pintaba el muralista. 33 Ese jueves, en el mercado comenzó a llover a cántaros y ya estaba oscureciendo; se subió en su bicicleta e inició el regreso entre las antiguas calles del centro de la ciudad de México. –Cuántas cosas raras veo y solo tengo 13 años, ¿qué cosas habré visto cuando tenga 30? -iba pensando Varzal. Cuando dejó la calle de la Soledad y dio vuelta a la calle de Academia, tomó gran velocidad, en vista de que el paisaje de puestos se despejaba; de pronto sintió que sus manos ya no controlaban los manubrios y que la llanta delantera se derrapaba por la lluvia a causa de algún líquido grasoso. Las dos cajas que cargaba se habían desprendido, lanzando las pesadas botellas de aceite, que se estrellaron sobre el quicio de una pesada puerta colonial. La bicicleta siguió deslizándose de lado, proyectándose abajo de las ruedas de un camión, el que frenó a tiempo, en la esquina de la calle de Academia y de Moneda. Varzal regresó corriendo para recoger las botellas que no estaban rotas, pero al llegar a la entrada del edificio, vio al fondo, al centro de un patio colonial, una escultura con alas que flotaba. Después se enteraría que era la Victoria de Samotracia. Ilusión del paraíso que le hizo olvidar los frascos de aceite rotos. El chofer del camión, pensando que estaba herido –ya que lo vio cojear– recogió la bicicleta y se la llevó a donde estaba casi petrificado, porque el adolescente descubría más bellezas: las primeras copias de molde del Moisés, El Amanecer, el Crepúsculo y la Noche y la cabeza del David, esculturas de un tal Miguel Ángel. –Cuídate muchacho, no hay que pendejear tanto –le dijo el chofer tocándole amablemente la cabeza. –¿Qué es aquí? –le preguntó al hombre que hasta ese momento veía. –Aquí se estudia para ser genio –le contestó– mientras corría hacia su camión, porque ya se oía un concierto de mentadas que los automovilistas tocaban con sus cláxones, por la obstrucción del paso. –Si ya terminaste la primaria, tienes que traer tu certificado, tu acta de nacimiento y ciento quince pesos, –le contestó una secretaria a la última de una infinidad 34 de preguntas que le había hecho Varzal, en las oficinas de la Antigua Academia de San Carlos, la cual, en ese día memorable para él, ya tenía el nombre moderno de Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ese mismo día rompió su alcancía y sin decirle nada a su madre llevó sus documentos y pagó su inscripción a la escuela. El centro de la ciudad -hoy Centro Histórico- ya era su casa, porque al pelearse con un profesor de la escuela, quien al corregir su trabajo, diciéndole superficialidades, se hizo bolas y terminó contradiciéndose. El adolescente comenzó a discutir su crítica y a decirle que, además, él no tenía derecho a corregirle, ya que nunca asistía a dar sus cursos ¡¡¡...!!! ¡¡¡...!!!. Entonces el profesor Castro Pacheco muy enojado le dijo: -A un maestro nunca se le contradice, y ahora te largas de mi salón de clases. El Director de la escuela, al ver que él era el mejor alumno de la escuela y que tenía la razón, puesto que este profesor nunca iba a impartir sus enseñanzas, le dio un taller que nunca nadie ocupaba –porque nadie hacía su examen profesional, que equivalía a la tesis– para que trabajara; y ahí instaló una pequeña cocina y su cama por más de tres años. De la advertencia de su madre había escogido la última y deseaba ser genio, como el conductor de camiones afirmaba: ¿Físico-matemático-pintor?; y quizás además constructor, como su abuelo lo había imaginado. ¿Pero constructor de qué? Al curso de Historia del Arte de México llegaba siempre tarde, puesto que, después de tanto ejercicio en el Pentatlón, tenía que tomar una ducha en los baños de la escuela, los que tenían aún un calentador de madera que se tardaba mucho tiempo en calentar el agua. Una mañana al entrar corriendo al salón El Toreo -así llamado porque parecía que el profesor estaba abajo en el ruedo toreando-, el maestro Pallares, de quien le gustaban mucho sus enseñanzas porque le hacían sentirse un constructor de pirámides y de palacios coloniales, le despertó del sueño que el baño no había podido quitarle bien. –¡¿Qué vimos en la última clase, alumno Varzal?! –le gritó el profe señalándole con el dedo. 35 Mientras subía los escalones para ocupar su lugar y poder contestar a su demanda, una estudiante saltó como un resorte y comenzó a dar la clase anterior. Era una estudiante modosita que vestía faldas largas de color gris, con blusas blancas que brillaban de tanta limpieza y que usaba con zapatos bajos, cuando la moda era ponerse zapatos de tacón alto para poder mover las caderas al ritmo de algún danzón. Era más grande de edad que Varzal y ya había estado en una escuela realizando estudios superiores. En el salón de clases, para liberar su ego, se levantaba siempre la primera, alzando la mano para hacer un resumen de lo que se había dado en la ultima clase; y este día era para ella, como todos los demás. –¡Rosita! ¡Tú lo que necesitas hacer, es que te viole un cargador ! –espetó furioso en un claro español el profesor, arquitecto utopista. El Arquitecto Pallares –en 1957– quería cambiar la fisonomía del centro histórico de la ciudad de México y proponía en su proyecto, además de la restauración de las iglesias y edificios coloniales, la realización de una especie de Coliseo Romano, en donde hoy se encuentra esa dura y fría explanada de concreto del Zócalo, donde carretas de la época colonial, jaladas por caballos, recorrerían la plaza, al paso de mujeres y hombres vestidos con trajes de la época. Para su proyecto escogió a varios estudiantes para que le pintaran al óleo iglesias y monumentos coloniales de la ciudad. A Varzal le toco ir a pintar la parroquia de Jesús María que se localiza en la calle de Jesús María #39, a dos cuadras de la Academia de San Carlos; colocó su caballete de campo enfrente de la iglesia y en tres días pintó un bello óleo del templo. El arquitecto les hacía sentirse artistas y constructores, que cambiarían el futuro ambiental y la estética de éste hoy tan contaminado centro histórico. ¿Ser constructor de sueños? Tenía 14 años cuando ingresó al Partido Comunista Mexicano. Sentía en esos tiempos que era importante cambiar la fisonomía política del país, envuelto en tanta corrupción, injusticia y hambre. Era importante construir un México nuevo. No duró mucho tiempo en el partido: ocho años después su célula era expulsada porque habían cambiado de línea política; los acusaron de no pagar sus cuotas, ¡y pa’ fuera!, una patada en el trasero por dejar la línea de Moscú. 36 ><Ω>< –Qué sorpresa que me visites, hermano, ¿cómo estás?. Así lo recibía siempre su primo Pedro, en su puesto de hierbas del mercado de Sonora, a un costado de la Merced; y al momento, ese enorme y corpulento hombre le daba un caluroso y efusivo abrazo, así como se acostumbra en México: hasta que truenen los huesitos. Regresaba a su casa, lleno de una serie de amuletos, de veladoras de perfumes de esencias, de ojos de venado... –Para que te protejas, hermano, de los pinches demonios –le decía. Habían pasado ya muchos años de cuando su primo, cada vez que visitaba a la madre del estudiante de pintura, le repetía la misma historia: –Cuando andamos en la sierra, peinándola, para encontrar a los pinches comunistas; viera tía, son tan malos –pero nunca decía por qué eran tan malos–; parecen conejos, se esfuman entre los matorrales y no les volvemos a ver la cara en semanas, ¡ja! ¡ja! Pero cuando los encontramos –y siempre veía de reojo al futuro artista para ver si estaba escuchando, continuaba diciendo: –No se nos va ni uno y ahí quedan tía, bien tiesos. –Ya ves, hijo... -era todo lo que su madre comentaba. El cuñado, el de la tienda, le había puesto a Pedro, Gatillo Veloz, por tantos balazos que decía que echaba, y porque donde ponía el ojo, ponía la bala. Además de yerbero, Pedro era agente de la Policía Judicial: su primo estaba encargado de un grupo de antinarcóticos y odiaba tanto a los comunistas que al ver a los narcos en la sierra pensaba que eran izquierdistas para poder despacharlos sin remordimiento al otro mundo. Aunque el joven pintor nunca estuvo en la sierra como guerrillero, su primo sí lograba su cometido de amedrentar a un adolescente tímido, y por varios días se quedaba en silencio, memorizando sus cursos, con ciertos sobresaltos como de hipo. –Pero ¿qué eres, ratero, o qué? Cuando vienes a la casa, no duermes, te sales en la noche y regresas hasta cuando el sol comienza a salir ¿A dónde vas? –le preguntó extrañada su madre. 37 Varzal le contestó que para él era necesario respirar aire puro de la noche a la madrugada para poder estudiar mejor, que eso lo recomendaban mucho los profesores. –¡Hummm!.. Fruncía el entrecejo y no le preguntaba más. Claro que ella no creía en estas mentiras, porque cuando iban sus compañeros a su departamento del primer piso a pedirle que cooperara con la harina para hacer el engrudo, siempre les preguntaba que para qué hacían tanto pegamento; y sus amigos le decían que era para pegar la propaganda contra el gobierno –la que ellos mismos imprimían– en los muros de las fábricas. A media noche salían a pegar los carteles, a pintar consignas en los muros de los barrios pobres y a repartir propaganda a los obreros a las 5.30 de la mañana –hora de entrada – en la puerta de las fábricas. Iba un grupo de unos diez activistas, aunque su célula era mucho más grande que eso. Los otros eran camaradas aristócratas, que lo único que hacían durante las reuniones era pagar sus cuotas, rezaban alguna plegaria leninista para salvar a los obreros de la explotación capitalista, y se iban. ¡Fufufi...fufifufifuuuuu! era el chiflido para identificarse en los momentos de sus acciones clandestinas. En el grupo fuerte estaban Alfredo Falfán, El Falfurrias o El Patas Planas; el Jesús de los Santos, el Santón de frente alta y barrigón, quién dirigía el circulo de estudios; Alfonso Pérez, el Poncho, mitómano, al que le gustaba escribir malos cuentos; Cesar Corzo, el Chiapaneco, Edmundo Aquino, el Oaxaca, quien después de algunos años de militancia renunció; Virgilio Guzmán, El Oaxaco Dos; Salvador, el Piolín, quién tenía los ojitos rasgados y chiquitos, y era admirador de Estalin; José Carrillo, El Carrillazo, el más noble de los militantes, quién aunque era de las juventudes comunistas siempre estaba con ellos; El Chaplin, pintor y vendedor de libros, quien los tenía con la boca abierta cuando les contó a sus camaradas el drama físico cuando desvirgó a su novia; Armando Torís, El Torís, pianista, estudiante de artes aplicadas, obrero en ferrocarriles y el único católico –originario de Aguascalientes– quien posteriormente se convirtió al judaísmo; y la Carmela, una modelo que posaba en la Escuela de Artes Plásticas, quien sin haber estudiado la primaria, era la que mejor 38 que aprendía de memoria El Capital de Carlos Marx en los círculos de estudio. Entre el PC y las juventudes comunistas habría más de 40 estudiantes. Alrededor de ellos había unos 60 simpatizantes que jalaban con la célula, entre estudiantes y obreros. Las noches eran muy negras, ya que los barrios obreros donde iban no tenían alumbrado público, y en la época de lluvias eran verdaderos infiernos de aguas podridas; porque sus aguas negras las soltaban a las calles, igual que los desechos fermentados de las fábricas, mezclándose con la lluvia: todas sus calles, que eran de tierra, se convertían en fangos glutinosos y pestilentes. Regresaban a su estudio de la colonia Vallejo a bañarse a jicarazos en la azotea, a quitarse esos tufos de lodo podrido. Cobijados por el manto negro de la noche, sigilosamente, pegaban y escribían consignas en las bardas y en los muros de las fábricas. El problema era cuando algún perro los localizaba, pues al instante salían manadas de estos carnívoros a perseguirlos. Varias veces en plena actividad veían cómo sus sombras se reflejaban intensamente en los muros, iluminadas sus espaldas por los reflectores de alguna patrulla. La consigna era salir corriendo pero sin abandonar la propaganda. Varzal era el primero en escapar –le ayudaba su preparación deportista en el Pentatlón-, pero El Falfurrias o Patas Planas, tenía los pies planos y junto con los otros, quienes se quedaban pasmados, sin moverse, terminaban en la cárcel, donde dormían de 2 a 3 noches. –¿Qué tal estuvo la comida?, les preguntaba Varzal, después de que sus camaradas salían de la cárcel, mostrándoles sus tenis, que para estas ocasiones había pintado de negro y con los que corría como conejo. En una ocasión, Poncho el mitómano les contó que había salido de su casa para ir con ellos a una manifestación –contra el presidente Kennedy, quién visitaba la ciudad de México, y para protegerlo, el gobierno priísta había sacado a una jauría de miles de granaderos y militares. Poncho les contó más tarde que no había podido ir a manifestarse, porque se había perdido varios días en la ciudad, y que había vagado por las calles, inconsciente, porque una mosca “tsen-tsen” lo había picado. -En esos tiempos se masticaban unas pequeñas pastillas que se llamaban Sen Sen para evitar el mal olor de boca–. 39 –Parece que en México no hay mosca Tsen-Tsen, les comentó Alfonso muchos años después, sin recordar su piquete de la mosca Tse-Tsé, la que solo se encuentra en África y produce la enfermedad del sueño. ><Ω>< –Los Narcos mataron a nuestro primo, decía Epifanio, el medio hermano de Varzal; y continuó diciendo: -No fue de muerte natural como se dice, fueron los narcos. ¡Hubieras visto en su funeral, fueron cientos de gentes, entre ellos vi a varios artistas de cine! ¡Cómo conocía a tanta gente nuestro primo! ¡Lástima, no estabas en México!. –Hay que velar a los muertos en su propia casa –decía Epifanio. Era la tradición que había impuesto en la familia. ¡A cuántos familiares no se velaron allí en su sala!. Y sus hijos siguieron la costumbre. Cuando le tocó a Epifanio, toda la noche se le rezó. Y en el momento que salió el ataúd, un tocadiscos tocaba una canción de despedida; “Las Golondrinas”, que se oía a todo volumen en todo el barrio; así los vecinos supieron que ya no regresaría nunca más. El cortejo fúnebre se desplazaba lentamente entre las avenidas hacia el cementerio de Dolores. Cuando llegaron a la tumba, un grupo de mariachis comenzó a tocar las canciones rancheras que tanto le gustaban. Ahí surgieron los llantos y los rezos colectivos. El sol calaba en el sepulcro que recibiría sus restos junto a los de su hermana Refugio y a los de su padre. Hubo tantos llantos que Varzal pensó que alguna de las mujeres se desmayaría. El cantante de los mariachis, acompañado de unas trompetas estridentes, continuaba entonando las melodías que los parientes le pedían. Regresaron a la casa del difunto. Estaba todo el mundo en silencio colocando las mesas y las sillas, los platillos que se habían preparado para la comida; se repartían cervezas, ron con refresco de cola, y como siempre, la comida se volvió una fiesta donde se comenzaron a contar chistes. –Ahora usted, tío, cuéntenos algún buen chiste de esos que se sabe –le decían al pintor sus sobrinos. 40 Todos pensaban que el difunto había pasado a mejor vida y los que se quedaban deberían consolarse riendo un poco, para poder soportar los sufrimientos que les esperaban aún sobre esta tierra. Su medio hermano, con el dinero que ganaba, se había pasado muchos años construyendo casas para sus hijos. Una vez Varzal le pidió su equipo de albañiles para reconstruir su casa, porque había tenido malas experiencias con otros trabajadores anteriormente; los de este grupo, si eran albañiles de verdad. Así comenzó a visitar las enormes construcciones que había hecho Epifanio, y los trabajadores le contaban cuán exigente era. Hacía tirar lo que se había ya levantado, porque consideraba que la casa se podría dañar con el tiempo, por tantos temblores que sufre el país, y hacía reconstruir con más cemento y más varillas lo tirado, o hacían el doble de grandes los cimientos. Creo que su abuelo se había equivocado y que el tercero de los hijos de su madre era el que había salido constructor. –Ni modo, no pude transformar nada, ni menos ser Constructor. Lo siento abuelo, te quedé mal. ><Ω>< -¿Qué es el arte? -se preguntaba seguido Varzal. “¿Qué es el arte? Si lo supiera, tendría buen cuidado de no revelarlo”. Pablo Picasso. En el libro de artista: “Directorio de Alienaciones Gráficas” Varzal realiza el dibujo: “Copia de Copia de Copia desde la Prehistoria”, refiriéndose a la idea de que desde esa época, cuando se pusieron de moda los grafitis en las cuevas por esos melenudos prehistóricos, comenzaron a copiarse y a copiarse unos a otros hasta la época cuando Picasso declaró -Sí, soy un copista, pero soy el mejor del mundo -… o algo así, declaró el maestro… respondiendo a las criticas de que él copiaba a los artistas de su época… 41 A sus alumnos en la Escuela de Artes, Varzal los incitaba a copiar, sustrayendo los Signos Sustanciales para crearse un bagaje con el cual poder expresarse para después encontrar sus formas e ideas propias; no como los artistas que crean un código que repetirán siempre para crear “un estilo” para ser identificados y así poder comercializar su obra. Al decodificar las formas-colores-claroscuros… sustrayendo los signos sustanciales de las obras con las que más se identifique uno, así se obtienen las bases y conceptos para continuar con su influencia de estas copias, o, para poder destruir estos códigos y construir algo diferente ¿Nuevo?. En la Escuela de San Carlos desechaban la idea de la copia: eran las épocas de los talleres libres, salir a la calle, claro, cuando Varzal salía a sacar apuntes de los cargadores, los vendedores de frutas, de verduras, los carniceros… allá a solo dos cuadras de la escuela en la calle Soledad, o a cuatro cuadras, en la plaza Alonzo Garcia Bravo,(a una cuadra se encuentra la capilla de Manzanares, capilla del Señor de la Humildad), la que desde el siglo XIX tenía la fama de ser el recinto sagrado de malvivientes, ladrones y mujerzuelas, popularmente conocida como La Capilla de los Rateros. En esos tiempos el mercado de la Merced llegaba casi hasta la puerta del edificio colonial de la escuela de arte. Varzal regresaba con un buen tambache de apuntes para mostrar la "tarea" a su profe tan querido, Manuel Herrera Cartalla, quien lo trataba como a un hijo: regresaba con una enorme sonrisa por el placer de haber visto esas maravillas que solo se ven en la calle. Quizás esto era más fresco que estar encerrado copiando de los libros en la biblioteca de la escuela. Piensa en las copias que realizó en la Biblioteca Nacional de París en1965, del artista florentino Braccelli Giovan Batista (1624), dibujos que marcaron fuertemente su obra. Al contarle y mostrarle estos dibujos del florentino a Claude Courtot, cuando le escribió un articulo en 2002 (historiador del Surrealismo, quien acaba de publicar 4 tomos, en 2012, sobre esta corriente del arte), le dijo: –Maravilloso: los mexicanos que vienen a descubrir lo que nosotros desconocíamos, ¡claro! Aquí se ve de dónde se influenció Dalí, y otros artistas del surrealismo para crear sus obras-. ><Ω>< 42 Ya era medio día, el pintor había llegado tarde para entrar al museo Le Petit Palais en la ciudad de París y le esperaba una enorme cola que salía hasta la calle. Las obras estaban colocadas en vitrinas; la fila avanzaba lentamente. Grupos de mujeres chismorreaban en voz baja, mientras que otras se sonrojaban con los grabados del pintor Rembrandt. Cuando llegó al lugar de los sonrojos y de los cuchicheos, se encontró con una serie de aguafuertes de pequeño formato donde el genio había grabado con gran maestría a campesinas, quienes en cuclillas realizaban sus santas necesidades. En la fila se perdió en el tiempo, recordando, y viéndose dormido en un camión de pasajeros de la ciudad de México. Acababa de terminar sus estudios de primaria y se inscribió –solo un mes– en una escuela de archivistas y bibliotecarios donde las materias fuertes eran la taquigrafía y la mecanografía. Salía de la escuela a las 21 horas. El camión con el que regresaba a casa, siempre iba repleto de pasajeros. Una de esas noches en el autobús, un hombre alto y corpulento de unos 50 años, pegaba insistentemente su cuerpo en una jovencita que se veía ya muy molesta y estaba a punto de protestar; el hombre cerrando los ojos le susurró al oído: –Flojita y cooperando. De pronto se oyó una sonora bofetada; y la quinceañera, viendo que el camión se detenía, aterrorizada, descendió junto con los demás viajeros. Aprovechando que alguien dejó una plaza vacía, Varzal tomó asiento y aunque estaba muy cansado comenzó a hacer su tarea; pero al poco rato se quedó dormido y su libro resbaló al suelo. Se despertó en la terminal en un lugar perdido; no sabía qué hacer y le preguntó al chofer si podía regresar en su camión, ya que no tenía ningún centavo; con su negativa, éste le dibujó una alternativa, diciéndole que podía regresar siguiendo las vías del tren. La noche estaba muy oscura y había neblina –raro en la ciudad de México– y así emprendió el regreso, saltando entre los durmientes de los rieles. De pronto vio aparecer a los lados de las vías, unas casuchas, que se iluminaban con unas velas: estaban construidas de cartón y latas de lámina aplastadas; apresuró el paso para salir huyendo de esa ciudad perdida, siguiendo su camino por los rieles. Al poco rato 43 volvió a encontrarse con la misma escena; y al término de las construcciones de cartón, la neblina comenzó a ser menos densa y pudo percibir unas hileras de siluetas de forma humana a los dos lados de las vías del tren. Estas figuras estaban en cuclillas y parecían flotar. El silencio solo era roto por un concierto de pequeñas explosiones. Apresuró otra vez el paso para salir de ese escatológico espectáculo, sin olvidar jamás sus gestos y el fruncimiento del entrecejo al defecar. -Cuando sea grande, seré un constructor de letrinas colectivas -decía, mientras se alejaba. Los empujones en la fila hicieron que Varzal dejara sus recuerdos y continuara con su recorrido en la exposición del Petit Palais, para ver la última vitrina con las obras gráficas de Rembrandt. –En 41 años jamás construí ni una sola letrina y menos letrinas colectivas; lo siento abuelo, te quedé mal -pensaba en sus adentros mientras veía pasar una barcaza en el río Sena de la ciudad de París. –Quizá, a lo mejor seré constructor de barcos o construya esculturas gigantes que sirvan a los humanos para curarse o para ser felices; quizá construya historias, quizás construya sueños, quizá, quizá... y así soñaba el pintor agitando el agua con una varita. ><Ω>< –Los mexicanos, cuando vienen a Francia, siempre se quedan encerrados, no salen; hay que viajar para ver tantas culturas. No es que no quiero que no vengas, si quieres puedes poner tu cama aquí en el estudio y trabajar las 24 horas, pero por favor, viaja, viaja –le decía William Hayter, su profesor de grabado en el Atelier 17 de la rue Daguerre de la ciudad de París. –¡Claro que sí Profe! -le contestaba Varzal pensando en que si no lo hacía, la cabeza se le iba a llenar de telarañas. Así como el pintor ruso Vlady tiene una foto donde está en los brazos de Lenin y éste le está dando una paleta para chupar, así también Varzal tiene una foto montado 44 en los hombros de un fuerte maquinista, quien lo llevaba de paseo, en su máquina de vapor, al pueblo de Honey. Desde niño sabía que los viajes eran constructivos, que ayudan a construirle a uno una cultura y una visión diferente. Pero de lo que se dio cuenta es que de tanto ver, construyó en él toda una cultura de la imagen. El pintor Varzal es un constructor de imágenes, no puede construir otra cosa que no sean imágenes, es un profesional y pervertido de la imagen, dibuja a cualquier hora, imágenes de 2 y 3 dimensiones, en el papel, la tela o el monitor; no se cansa de hacerlo y el día que no lo hace es como si no hubiera comido; sueña e inmediatamente dibuja formas de humanos, paisajes, animales y máquinas que van cobrando vida por el grafismo que va dejando el lapicero o el ratón. –¡Ya!... ¡Eso es!, ¡Mi abuelo quería decir un constructor de imágenes! ¿O no? –¡Constructores! ¡Constructores!, Son fabulosos sus constructores, le decía un visitante a la exposición individual “Constructores”, serie de obras infográficas, que tuvo en el año de 1995 en la ciudad de París. –Mire, yo no puedo comprarle una de sus infografías porque no soy una gente rica, pero espero pueda aceptar mis felicitaciones con este librito “Los Constructores” que acabo de comprar en una librería de libros antiguos. ><Ω>< –¿A poco estás reconstruyendo tu casa para hacer estudios para ti y para tu esposa? ¿Todavía existen los estudios para pintar? Yo creo que son obsoletos, no sirven para nada, le dijo el perfomancista Melquiades Herrera; y continuó diciendo: Mírame a mi, yo soy un profesor bombero, trabajo todo el día en tres escuelas y mis performances los preparo en el autobús, mientras me traslado entre escuela y escuela, ¿A poco todavía te encierras a pintar como los artistas de la edad media? ><Ω>< ¡¡Chichicuilotiiiiiiiiiiiiiiiiitos!!...,¡¡CoooooooooooooCooooooles!!...¡Tiliiiing! ¡Tiliiiiing y el silbido de un carrito de camotes y plátanos machos cocidos al vapor, siguen siendo 45 los ecos de esta calle donde el pintor vive y a la cual ha regresado cuarenta años después. De niño salía corriendo a la calle al oír el canto de la señora que vendía los chichicuilotitos, de los que cargaba una media docena al hombro. Estos animalitos son unas pequeñas aves silvestres de pico delgado y recto que viven cerca del mar, lagos o pantanos y cuya carne es comestible. En la actualidad parece estar casi extinta esta especie. Cuando los niños oían el grito de la chichicuilotera, se precipitaban corriendo atrás de la mujer para tocar los picos de las aves muertas y con una varita picarles sus culos aguaditos. ¡Tiliiiing!, ¡Tiliiiiing!, el sonido de un triángulo metálico anunciaba la venta de unas ricas empanadas que en el interior tienen mermelada de frutas; los niños rodeaban al vendedor haciendo un círculo alrededor de él, que era como un actor que les hacía caras horribles mimando algún monstruo malvado, con máscaras que sacaba de su ancho overol; bailaba siguiendo el ritmo del ¡Tiliiiing!, ¡Tiliiiiing!, ¡Tiliiiing!, ¡Tiliiiiing! Así vendía sus empanadas a las felices madres que se alegraban al ver a sus hijos, que se divertían como locos. El silbido melodioso, del órgano de boca, que tocaba el afilador de cuchillos y tijeras, hacia que las mujeres solteronas salieran precipitadas con sus utensilios, aunque no les faltara el filo, porque lo que más les importaba era la suerte que les caía del obrero del filo para poder casarse; soñando en príncipes, mientras la piedra esmeril sacaba su abanico de brillantes chispas. Un joven con acento yucateco estacionaba su carrito de ruedas de baleros en las esquinas de las calles, y gritaba ¡¡CoooooooooooooCooooooles!!..., !!Cocoles calientiiiiiiiiiiiiitoos!! y después este muchacho quitaba la manta que cubría su canasto de cocoles, que es un pan salado-dulce, bañado con ajonjolí, de forma ovalada y a cada lado tiene dos protuberancias en forma de pezones. Observando el cocol y tocando las chichitas laterales del pan, los infantes le preguntaban al vendedor de cocoles ¿Y dónde esta el culito de la señora? Las carcajadas y las maromas de los niños hacían estallar de furia al repartidor de cocoles, quien a veces les lanzaba, como si fueran piedras, unos sabrosísimos 46 cocoles. Hoy el cocolero ya tiene un carrito-bicicleta y solo las ancianas salen a comprarle, regresando inmediatamente a sus casas para seguir viendo la telenovela en compañía de sus hijos y de sus nietos. El pintor, al oír el silbido, se le dibuja en la cabeza el camotero cuando jala el cordón para que salga el vapor de su carrito, y producir ese tan especial llamado, ..¡¡¡fffuuuuuuiiiiiiiiiiiuuuuuuuuuuiiiiiuuu!!!... Varzal tampoco sale ya a ver a este Prometeo, para admirar su máquina de lámina metálica que siempre trae fuego; en su estudio se queda encerrado buscando y metiendo las manos en las entrañas de su máquina electrónica, para construir en 2 y 3 dimensiones, Constructores. Apple Computer France, Les Ulis, Francia, julio 1993. México, D.F. 1995-2010. 47 LAS NOCHES LITERARIAS CON LA MUSA DE LA BONDOJITO “Me llamo Varzal, de profesión artista visual, y vivo en la ciudad de México. En 1949 tenía la edad de 8 años y en el mes de noviembre nos cambiamos de casa a una colonia cercana, a un poco más de 2 kilómetros. Mi padre construía casas para poder rentarlas y así, entre sus planes secretos, un día poder dejar a la familia para llevar a cabo sus utopías. Mis padres (¿por qué no se dirá madres?) no me cambiaron de escuela, así que tenía cada mañana que caminar esa distancia. En mi nuevo barrio no tenía amigos, pero conservaba los que vivían en mi antigua colonia, donde había nacido. Cuando salía de la escuela, acompañaba a Alicia, mi compañera de salón, a su casa –o la casa de mi padre, pues su mamá era inquilina de él–, así aprovechaba para ver a mis amigos de la calle de Ogazón, entre ellos a Eduardo, quien tenía tres años y medio más que yo. A una cuadra de mi nueva casa se encontraba el cine Emiliano Zapata: El Pulguita; así lo llamaban los vecinos, quizá porque la sala era un poco pequeña o porque era una sala de tercera clase, o por las pulgas que saltaban durante la función. –¿No te cooperas para comprar un medio boleto? Me faltan solo 10 centavos, le dijo a Varzal un niño de su edad al pasar por la entrada del cine. –¿Pagas medio boleto, porque estás muy chaparrito? -le preguntó, pensando en su estatura. –No, cobran eso solo en la última función y hay que entrar 30 minutos después de que comenzó la película –le contestó el niño. Pasado algún tiempo, Varzal comenzó a ir a las funciones de medio boleto del Pulguita. Estaba fascinado pues iba solito al cine, ya que su mamá no tenía tiempo por su trabajo y a su papá no le interesaba, pues los de su religión decían que ver películas no era bueno; cada vez que le decía esto, Varzal hacía: ¡hic! Comenzó a habituarse a ir cada sábado, y antes de entrar a la sala cinematográfica iba a comprarse un pan de dulce a la panadería de enfrente; como entraba con la función ya comenzada, la sala se encontraba muy oscura; pero con el tiempo aprendió 48 a localizar un buen lugar en medio de la sala, que estaba llena de niños por esta excelente oferta. Recuerda que pasaban películas con cómicos y él se reía como loco; lo que interrumpía sus carcajadas, era un señor, (en la oscuridad solo veía su silueta alta y gruesa), un gordo, quien era muy torpe -eso pensaba él-, pues cada vez que pasaba – él creía que era por lo oscuro– se sentaba en sus piernas. –¡Viejo pendejo, me está pisando mi zapato! –le gritó a la silueta obesa un día que, aparte de sentarse en él, casi le demolía su pie por lo pesado de su cuerpo; el señor salió corriendo de la sala, para nunca más volver a sentarse en sus piernas. Recuerda que era diciembre y hacía mucho frío; al llegar al cine se fue a sentar, cuando, pasando media hora, no aguantándose las ganas de orinar, fue corriendo al mingitorio y mientras meaba se abrió la puerta del retrete, apareciendo un hombre obeso, quien agachado y con los calzones abajo mostraba su trasero: mientras separaba sus nalgas con sus dos manos le dijo: -Te doy dos pesos si me metes tu pirinola. En su casa, su madre antes de dormirse a las 11 de la noche, a veces, preparaba una parte de la comida diaria; ella se levantaba a las 4:30 de la mañana para ir a comprar los productos para su comercio, ya que estaba acostumbrada a dormir pocas horas. –¿Qué te pasa, hijo, estás muy pálido? –le dijo. Varzal había salido del baño del cine corriendo, y sin contestar se fue a meter a la cama; escondido abajo de las cobijas temblaba recordando esa traumática experiencia. Entonces comenzaron a fluir en su cabeza los incomprensibles recados y graffitis que había en ese lugar, como “ Me llamo Pepe, tengo 28 años, búscame los martes aquí o los miércoles en los baños Alcocer”. Las paredes también estaban llenas de dibujos de mujeres desnudas con selvas de vellos púbicos que las cubrían hasta el cuello –al estilo Arte Bruto– o de penes de diferentes dimensiones, algunos con un texto al lado como: Si buscas esto, búscame en el puesto de tamales en el mercado de la Bondojito. Habían pasado unas 5 semanas sin ir al cinematógrafo cuando se encontró a su amigo Eduardo de la calle de Ogazón y le contó del cine Pulguita y lo que le había sucedido. 49 –No te preocupes, el próximo sábado te acompaño al cine, hoy es domingo, para esta fecha ya tendré para mi medio boleto –le propuso su amigo. Eduardo –de padre militar– era un muchacho muy alto, y para sus once años y medio podría decirse que tendría unos 14 años. Le llamaban en su escuela y en la calle El Chino, porque tenía su pelo castaño claro muy rizado; era un niño -casi adolescentemuy bien parecido, de rasgos muy finos, ojos verdes, labios rosados y carnosos y tenía atrás de él a una media docena de niñas a las que él siempre veía con gran indiferencia. Ellas le llamaban El Chino bonito. <<Ω>> En esos días que Varzal no iba al cine, le llamaron la atención unos borrachos que estaban discutiendo fuertemente en la calle, a las afueras de una pulquería, y en un descuido del pulquero, quien fue a separar a los borrachos, que ya estaban a punto de sacar sus fierros, aprovechó para entrar al antro, que olía espantoso, porque estaban curando algunos barriles de pulque. Adentro, dos hombres de pie, recargados en una barra, oían atentamente a un señor de anchos bigotes y de peinado muy cortito, que decía: –Pues si, compadre, mire usted, yo fui a la Revolución, si señor, estuve en las filas carrancistas y todavía aquí sigo en el ejército, como fiel melitar para defender las banderas de la Revolución; y no soy soldado raso, sino melitar, si señores, soy melitar. Mientras contaba su historia, el melitar escupía al suelo, entre trago y trago, un chisguete de este jugo viscoso y embriagante néctar. Por eso nunca supo si el padre de El Chino era soldado raso o general, puesto que su amigo también le decía que era militar. Su amigo Eduardo, para ir a su casa, se echaba caminando dos kilómetros y de regreso también, a las 11 de la noche, que era cuando terminaba la función del cine; se veían cada sábado, y algunas veces al salir del Pulguita le decía el Chino que ese día le había ido bien, y le invitaba a comer unos tacos con el taquero que vendía hasta muy tarde, hasta la salida de los borrachos de varias cantinas cercanas. Comían rápido y entre mordida y mordida a sus tacos soltaban enormes carcajadas, comentando los chistes de la película que habían visto. 50 -¿Pero de donde sacaría Eduardo para pagarle al taquero?, si para entrar al cine todos los sábados tenía que prestarle un poco de dinero. Lo que sí bien recuerdo es que mi cuate era muy mión y cuando iba al baño se tardaba mucho; esto para mí siempre fue un misterio -recordó Varzal. <<Ω>> Pero la vida le preparaba también bellas sorpresas: había cumplido 9 años. Sus padres nunca festejaban los cumpleaños de sus hermanos, pero sucedió que ese día 18 de julio una amiga de su madre y su hija llegaron a la casa con varios regalos para él: un trompo, un balero, un yoyo, tres cuadernos y un pastel con nueve velitas. Ese día su madre cerró temprano su negocio, advertida por la señora Eulalia, quien llegaría a las 5 de la tarde. Su madre, con gran entusiasmo, terminó de guisar, junto con su amiga, la cena de aniversario que había comenzado a preparar el día anterior. Ese día fue un gran día para Varzal, ya que, reunida toda la familia, compartieron las tortillas que su madre hacía, mientras comían los huauzontles capeados y el mole con guajolote, los frijoles, el atole de vainilla y el pastel de chocolate. Mariana, la hija de doña Eulalia, iba a cumplir pronto 12 años y quedaron invitados a su fiesta; la bella Marita –como le decía su madre– se sentó a un lado del agasajado y festejaba con alegres risas los chistes que él contaba, los que había oído de los comediantes en el cine. –Ya déjalo, hija, que termine a gusto su pastel –pidió la madre a Mariana, puesto que durante la cena ella jugaba con el, rascándole las rodillas, dándole continuamente besitos en las oreja y en el cuello. Él nunca había recibido la caricia de ninguna niña y estaba muy ruborizado, pero eso sí, muy contento. La señora Lala –Doña Eulalia– después de esta memorable fiesta comenzó a visitarlos cada sábado, llegando siempre con un pequeño pastel de chocolate; y como se quedaba hasta tarde, Varzal tuvo que sacrificar una noble carrera que quizá hubiera hecho en el futuro como actor, critico o director de cine. La suerte estaba echada. –Sabes que ya no voy a poder ir los sábados al cine contigo, nos visitan unos amigos y mi madre quiere que yo esté para recibirlos –le comentó al Chino, su amigo del alma, 51 quien muy triste, sentado en el quicio de su puerta de la calle de Ogazón, comenzó a hacer pucheros. –Espero que no todos los sábados los tengas ocupados y también entre semana puedes pasar aquí a mi casa para jugar con mi trompo o a echarnos algunos capiruchos con tu balero –le contestó, mientras una lágrima resbalaba en las mejillas de su amigo de siempre. –¡Carajo, lo que es la nalga! –pensó Varzal, recordando lo que oía decir a un vecino. Antes de despedirse quería preguntarle al Chino, ya que estaba muy intrigado: –¿De dónde sacas el dinero para los tacos? –y como única respuesta lo veía a los órganos de la visión y ponía la pupila de los dos ojos cerca de su nariz. –¿Por qué me habrá bizqueado Eduardo? –se preguntaba, sin llegar nunca a encontrar una respuesta. Todos los sábados vestía sus mejores vestimentas, se bañaba y se ponía una agua de lavanda que había comprado; en la etiqueta decía en letras rojas: Para hombres. Déjese amar. Esperaba con ansiedad el fin de semana, y es que a Marita se le había ocurrido que mientras su mamá platicaba con la suya, ellos harían sus tareas en una recámara que era la de su padre, y como él casi nunca la ocupaba, ya que salía constantemente a hacer sus famosos viajes, ellos se ponían a trabajar en una gran mesa que su papá usaba para dibujar los planos de sus utopías. Esta recámara estaba separada de la sala y recámara de su madre y la de sus hermanos por un gran patio, donde Maximino, su padre, acostumbraba hacer una pequeña milpa para tener elotes, porque su pasatiempo era ser milpero. Así que estaban totalmente solos y nadie interrumpía su faena. A lo que se había acostumbrado es a que su amiga de tareas, al llegar a la recámara, le daba un beso en la boca que abría infinidad de fantasías. Pasaron muchos sábados y el beso siempre era parte de sus tardes literarias, porque aparte de hacer los deberes, a la ninfa de la Bondojito –ya que en esa colonia proletaria vivía–, se le ocurría leer o decir de memoria versos de la poesía 52 de Amado Nervo. Y mientras el futuro artista la escuchaba, le besaba los brazos y su cuello diciéndole: -“Tienes una piel azucarada, increíblemente azucarada”. Entonces ella, cerrando sus ojos de placer, comenzaba a ronronear, para enseguida quedarse profundamente dormida entre sus brazos. Y llegó la fiesta de su doceavo aniversario, que promovía la señora Lala y a la que asistió su tío Francisco -su tío Pancho, le decían- quien llegaba con regalos para él y sus hermanos. El tío también acostumbraba llegar con regalos para el 6 de enero, cosa que a su padre no le gustaba, porque decía que no existían ni Santa Claus ni los Santos Reyes. –La fiesta es para todos los cumpleaños –decía su madre: así no había celos entre sus hermanos y ella evitaba los gastos de varias fiestas al año. Varzal era el cuarto y último hijo del segundo matrimonio de su madre; ella ya había tenido 3 hijos con su primer esposo, pero al volverse a casar, los tres medios hermanos se fueron a vivir con una tía, y su hermano mayor ya se había casado. Así que solo convivía con dos hermanos: Andrés, quien lo quería mucho, y Consuelo, con quien no se llevaba muy bien, ya que tenía 6 años más que él. Ella, a los 16 años, al salir a pasear con su novio, sentía que su hermano era un estorbo, porque su madre lo enviaba a vigilar las manos de su futuro cuñado. Y también porque en una ocasión, cuando su padre oraba pidiéndole a Dios por los alimentos que iban a tomar, cuando todos estaban con los ojos cerrados, menos él, mientras tanto bizqueaba y se estiraba la boca con sus dos manos para hacer horribles caras, ya que no le gustaban los huevos de ganso que iban a comer; su hermana, al ver esto, muy enojada, tomó un pesado cucharón de metal y le asestó un terrible golpe, dejándole – a los 10 años de edad– una marca en el cráneo. Sus hermanos sabían bien que Marita era muy inteligente y que le ayudaba mucho en sus tareas y nunca los interrumpían mientras estaban estudiando solos. El día de su aniversario, la hija de doña Eulalia, al terminar el pastel, dijo: –Nosotros nos vamos a hacer nuestra tarea. Al llegar al cuarto de estudio Mariana le pidió que por favor fuera por sus cuadernos que había olvidado en la sala; al regresar con el encargo, su sorpresa fue enorme, porque la niña que le había robado el sueño estaba totalmente desnuda. 53 –Ven mi amor, rápido que tengo frío –le dijo mientras levantaba las cobijas para meterse en la cama. La flor de canela comenzó haciendo unos pases mágico-eróticos, después lo acomodó sobre y dentro de ella y continuó diciéndole con una voz dulce y entrecortada: -“Ahora muévete más rápido... Y cuando puedas, haz pipi dentro de mí”. –¡Caray!, qué celebración –susurró Varzal al oído de su maja desnuda; y pensó: -Hoy atravieso esa frontera, de mis travesuras de la niñez a la adolescencia ¿O es mi entrada a la edad adulta?. La amazona de color canela, faltándole menos de un mes para cumplir los quince años, era ya una mujer a quien le habían crecido unos turgentes pechos que resplandecían de deseo, y unas anchas caderas con una estrecha cintura; en la recamara-estudio le gustaba estar siempre desnuda y mientras leía acostada en la alfombra color vino, Varzal se entretenía expandiendo sobre ésta, –en forma de abanico– su gran cabellera de color carbón azabache, diciéndole: -Es como la noche ya que él decía ver en esa mata de pelo, miles de estrellas. En una de estas ocasiones, ella le pidió que tomara de ella tres vellos púbicos; y a pesar del dolor al desenraizarlos le dijo: -Guárdalos en tu corazón y así nunca más me olvidarás; y por favor pide tres deseos. El recién estrenado adolescente –con un vuelco en el corazón–, cavilando, deseó: -Que me siga amando, que me ame siempre, que esto nunca se termine. Marita perfumaba su corazón y con paciencia milimétrica le ilustraba las imágenes de un cuaderno, que le habían prestado sus amigas en la escuela, una síntesis del Kamasutra. Habían pasado los meses de intenso calor y esa noche estaba muy fresca con un cielo muy limpio; sentados los dos en un tronco, trataban de formar con las estrellas un toro; de pronto, Marita le susurró al oído: –Te contaré un secreto, hace ya algunos meses me caí cuando me bajaba de un árbol en el bosque de Chapultepec y con esa caída perdí mi inocencia... Pero no te preocupes, aunque ya no soy virgen, vas a ver cómo hago milagros. En las siguientes tardes literarias, en la cama paterna, su morena maestra al enseñarle las artes del amor, entre gemidos recitaba: -Mi pequeño y hermoso deseo, estás otra vez dentro de mí. ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!... ¡Ésta va a ser siempre tu casita!. 54 En el patio de la casa había una higuera y a esos higos olía el cuerpo de Marita… Varzal siempre soñaba que ella viviría igual que este árbol centenario, para que le siguiera regalando este maravilloso abanico de fantasías amorosas. Los dos enamorados habían creado una recia estructura amorosa. Así pasó un tiempo, y un día regresó su padre quien, al ocupar su recámara, puso un candado en la puerta. La señora Lala se cambió a un departamento que le rentó la media hermana de Varzal, en una casa que colindaba con la suya, y como eran vecinos, con su madre se veían más seguido en las noches, pero sin Marita, porque ella se reunía en su casa con un grupo de amigos de la escuela secundaria para estudiar. -En una ocasión –recordó Varzal un poco triste–, escalé corriendo los muros de mi casa para luego brincar a la azotea de la casa de mi media hermana y ahí esperé 50 minutos observando, esperando ver que mi hermano Andrés –cuatro años mayor que yo– saliera de la habitación de Mariana. Hacía algún tiempo que veía a mi hermano muy misterioso y nervioso cuando hablábamos de ella, y varias veces, desde la calle, lo vi entrar a la casa de la niña de los ojos verdes y piel canela; cuando salía, lo hacía con mucha precaución, escurriéndose entre los muros. La espera no fue inútil pues al fin apareció, saliendo del departamento de mi amada, igual como lo había hecho en otras ocasiones, con mucho sigilo. <<Ω>> Por primera vez Varzal supo lo que eran los celos y a su hermano dejó de hablarle durante varias semanas. Pasado un tiempo, su hermano le pidió que lo acompañara para ver unos aparatos fotográficos y que escogiera uno. El joven Varzal, de12 años escogió, por recomendación del vendedor, el más profesional –una Retina 1B–, proponiéndole Andrés pagar esta cámara entre los dos, ya que se podía pagar en mensualidades y los dos tenían sus ahorros para pagar el enganche. Su hermano pagaría el 85% y Varzal el 15%. –Este aparato es para ti, ya que tú eres el artista en la casa –le dijo su hermano. De este modo su cariño volvió a renacer entre ellos y así el pequeño creador comenzó con su nuevo entretenimiento de artista fotógrafo. Esta cámara -Retina 1B- 55 tenía ya un exposímetro acoplado, pero lo más interesante era que se podía introducir la lente dentro del cuerpo de la misma y así poder transportarla en la bolsa de su pantalón. Este gesto que hizo su hermano –cuatro años mayor que él– fue porque le había robado a Marita, la adolescente que le había quitado el sueño, y pensó: “Bueno, en esta forma todo se perdona, y más entre hermanos”. Y así empezó, a esta edad, su nuevo entretenimiento de artista fotógrafo, preguntándole a sus mayores cuáles eran los trucos para utilizar tan sofisticado aparato. Además, dentro de la caja de la película, traía un papel doblado, con ciertas instrucciones para ir abriendo o cerrando el diafragma, según la luz del día; así el joven pintor iba diafragmando, calculando las distancias aproximadas… “Algo, Alguien” es una Serie de 117 fotos analógicas, tomadas desde 1985 al año 2004, que contienen de 3 a 20 fotos cada una. Es una serie que comenzó a partir de una foto que tomó con una cámara analógica a uno de los filósofos del 68, quien arengaba a las masas reunidas en la plaza del Centro Georges Pompidou de la ciudad de París. En esta forma, cada año comenzó a hacer tomas del museo. La idea era realizar series, fotos que tuvieran una secuencia –movimiento virtual–, igual que el comic, que había descubierto en los años sesenta y que posteriormente aplicó en su obra gráfica y pictórica. El interés no era la estética en cada toma –aunque se esforzó en esto–, sino la serie secuencial, como en la obra Alberto y la Profesora del Kamasutra, donde aparece Alberto desnudo en cada toma, y el artista sigue con el objetivo el ritmo de su actuación y sus movimientos, así como el de una performancera japonesa en una serie paralela. Este orden secuencial con el tiempo fue variando con otras imágenes que no tenían nada que ver con la anterior, introduciendo contrapuntos para crear un desorden visual en la imagen y proponer otras asociaciones, otros espacios de tiempo y de reflexión. Las obras se vuelven como un Mecano donde cada pieza o foto tiene un sentido; pero éste puede cambiar su ubicación o composición. En su búsqueda, encontró una gran fascinación en el objeto. Sintiendo que son como seres extraños, en varios hay un resplandor de fantasía. Algunos los encuentra en espacios abiertos: en un lago, en la playa; otros, en interiores de la gran ciudad. Adquiere objetos, para realizar escenas en el estudio, utilizando como fondo carteles, su obra pictórica o algún rincón del taller; como en los cuadros al óleo donde coloca, 56 dentro de pequeños marcos, figuras como la Barbie, esqueletos de animales, figuras de plástico como el Capitán América. Asimismo captura seres inanimados, pero que vibran de vida, como los árboles, las rocas, las algas… Existen también objetos que están expuestos en museos, galerías de arte, parques, objetos reencontrados, como instrumentos de alquimia o de navegación, antiguos relojes, maquetas de madera, plumas, así como cohetes que han ido al espacio, o pinturas, dibujos y esculturas. “Algo, Alguien” es una búsqueda dentro del territorio social y urbano; de la forma de ver del fotógrafo, cuando decodifica al capturar en la filigrana de las urbes y de la naturaleza, arquitecturas, texturas, tonos, objetos, gentes; son cuadrículas donde una imagen se vincula con la otra. Para construir con algo otras realidades, para crear otra visión, algunas de las fotos de esta serie, al momento de capturarlas, son transformadas. Con el sistema de filtros inventados por el francés Cokin, unas veces la imagen parece huir al adquirir rasgos de velocidad, otras se multiplica, otras veces estalla y se disgrega... Así la secuencia adquiere movimiento. Entre la pintura y la fotografía ha existido un diálogo desde hace mucho tiempo, aunque cada una siguió sus pasos por caminos diferentes, porque tenían misiones diferentes. En nuestra época, la fotografía está en plena mutación. -Como artista pintor, la fotografía me liberó –desde mis estudios en la Academia de Artes Plásticas– de la obligación de reproducir lo real en la pintura, aunque algunas veces he recurrido a ella para realizar estudios que me servirían en mis obras, como en 4 óleos, en 2002, donde pinté como contrapunto unos desnudos femeninos al estilo hiperrealista; actualmente también incrusto fotografías en la obra pictórica, para ilustrar más una idea. En 2006 adquiere una cámara réflex digital, la EOS 20D de Canon, y así la vida le cambió, pues con sus anteriores aparatos analógicos tenía problemas para sacar fotos cuando la gente caminaba de frente en las manifestaciones, desfiles… Recuerda cuando en la marcha Lesbian & Gay Pride (marche des fiertés), en 1999 en París, con 250,000 manifestantes, al querer tomar una foto a una escultura viviente 57 que caminaba hacía su cámara, casi se cayó: era enorme, ya que portaba unas botas negras con tacones de casi 40 centímetros de alto, que le cubrían hasta arriba de la rodilla; el hombre era muy moreno y vestía una especie de traje de baño color ultramar, que le cubría solo hasta debajo de unos pequeños senos; traía una enorme peluca acrílica esponjosa de azul turquesa y unos brazaletes con plumas del mismo color; el hombre parecía un levantador de pesas por sus anchas y fuertes espaldas… Al acercarse, con el zoom de la cámara no podía fijar la distancia del personaje: -Al ponerme de cuclillas para hacer una toma en contrapicado, sentí de pronto que caía de espaldas, ya que el inmenso personaje colocó una mano bajo mi cabeza, para evitar que me golpeara; y acercando su rostro al objetivo, realizaba teatrales muecas. La Minolta 7000 Maxxum había podido tomar solo una foto ese día nublado del mes de junio. Ahora, con las cámaras digitales, estos problemas se han superado, y con la réflex EOS 5D Mark ll de Canon las imágenes se enriquecen y las tomas son más bellas que las obras originales, que fotografía para el Catálogo general de su obra. –Todas estas imágenes son parte de mi búsqueda cotidiana, quedando impresas en una película o en una tarjeta electrónica, imágenes que pasan a formar parte de mi archivo espiritua <<Ω>> En la adolescencia de Varzal aumentaron las proposiciones de hombres maduros y gays, las cuales rechazaba sistemáticamente; pero sin alterarse ni espantarse, pues su amigo Eduardo –El Chino– le había contado de qué se trataba, y con el tiempo, poco a poco le fue pareciendo muy normal. Habían pasado muchos meses cuando volvió a encontrar al Chino. Varzal le contó sus nuevas aventuras escolares, y con tristeza y una punta de celos, lo que aún resonaba en sus tímpanos cuando Mariana le decía: -¡Ésta va a ser siempre tu casita! Y también le narró sobre los tres hilos de seda que había guardado en un diccionario Larousse de su abuelo, en la letra M, donde encontró el nombre de Mariana –de Austria, reina de España-, y cómo allí, entre las páginas amarillentas, brillaban como rubíes los tres vellos de su amada. 58 -No te preocupes, mi muy buen amigo artista –le comentó Eduardo con un aire de joven sabio–, pues el tiempo cura las heridas; pero ten mucho cuidado, si te estás ahogando, no te agarres a una varilla que está ardiendo. -¡Ha! ¿Yo? ¿Y a mí? Pero Varzal olvidaba difícilmente las noches literarias con la musa de la Bondojito y recitaba melancólico versos de Neruda: ... En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. ...Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. ...Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. ...Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. ...Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Y añadía lo que ella le decía: ... “Mi pequeño y hermoso deseo, estás otra vez dentro de mi. ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!... ¡Ésta va a ser siempre tu casita!” Y había pasado mucho tiempo………………………………………………. …………………………………………………………………………… ……………………………………………………………………….. ……………………………………………………………………. Y vino el silencio, silencios interminables ………………………………… ………………………………………………………………………..………… ……………………………………………….. ……………………………………….. pues, siempre volvía a dibujarse bajo su luz el espíritu de Marita… Ciudad de México. Enero, 2000, 2014 59 LA VIDA MISMA Era una vida intensa la que llevaba en la Escuela de Artes Plásticas, donde en ese tiempo se ingresaba solo con los estudios de primaria, mientras que al mismo tiempo estudiaba en las noches la secundaria, y posteriormente la preparatoria; Varzal asistía a hacer deportes al Pentatlón Universitario, era consejero universitario, dirigió los inicios de un cineclub, (solo un muy corto tiempo) y militaba en el partido comunista, en la época clandestina. Todo esto hizo que se alejara de las mujeres. Su cuerpo y su cabeza no daban para más, ya que tres veces a la semana tenía que entrar a las 5:45 de la mañana al Pentatlón Universitario a hacer una especie de servicio militar, donde practicaban desde lucha olímpica, karate, carreras y muy de vez en cuando equitación, y a cargar viejos máuseres para echar uno que otro balazo. Hasta las 11.30 de la noche salía de la escuela nocturna Benito Juárez, secundaria y preparatoria privada para obreros, pues soñaba que algún día podría ser físico matemático. El joven estudiante de arte, tenía que salir corriendo a las 18:15 horas, dejando el curso de dibujo de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, para llegar a las 18:30 a la escuela secundaria; salía cargando sus libros y cuadernos, que algunas veces se le caían. Arturo Zamarripa también dejaba la clase para acompañarle, cargándole la mitad de sus útiles hasta la mitad del camino, pues su condición física no se lo permitía, porque era muy delgado. Como Varzal era el hombre orquesta, sus compañeros del partido lo buscaban para realizar las tareas prácticas; con todo esto no podía concentrarse para hacer sus deberes. Así que para estudiar se tenía que esconder en el templo de La Santísima Trinidad en la calle de la Santísima, esquina con Emiliano Zapata, a dos cuadras de la escuela. El único que sabía de este lugar era Arturo Zamarripa, quien se le pegaba para ayudarle. En una ocasión, vio que uno de sus camaradas lo había visto entrar a la iglesia; entonces decidió cambiar de lugar, escogiendo a la iglesia de Santa Teresa la Nueva, que se encontraba a solo 3 cuadras de la escuela de arte, en la plaza Loreto, entre las calles de Loreto y Mixcalco, pero algunas veces estas iglesias estaban cerradas y tenía que buscar otro sitio para ocultarse. 60 Zamarripa ya tenía estudios de preparatoria, y seguido le decía: -Ya deja a esos malvados que te están asfixiando. Y Varzal le contestaba: –Ay, mi hermanita de la caridad, gracias, gracias. Arturo siempre estaba leyendo algún libro, aparte de los que tenia que leer para la escuela; leía sobre filosofía, historia, literatura… y le comentaba sobre sus lecturas. Era un joven sabio, pero a quien no le interesaba la política, para tratar de resolver los problemas de la sociedad. Corrían los años 50 y el centro de la ciudad de México vibraba de vida. Era la época efervescente de los movimientos populares, del arte nacionalista con los muralistas Orozco, Diego Rivera y Siqueiros. Gran parte de las multitudinarias manifestaciones partían de su escuela -la antigua Academia de San Carlos-, donde él, durante más de 3 años, instaló su cama en un taller de pintura que no se utilizaba, el cual el director de la escuela le había prestado al ver que Varzal era un buen alumno. Esta vida intensa construyó un cuerpo y un espíritu muy especial en él; lo que era como tener una compañera: su compañera-hogar era ya el centro de la ciudad, hermosa, alucinante y cachonda vecindad que hoy se llama Centro Histórico. Los camaradas de la célula, quienes eran casi todos estudiantes de pintura de la misma escuela, habían tomado el hábito de ir a bailar a los cabarets del centro de la ciudad, puesto que la escuela de artes, la Academia de San Carlos, se encontraba a una cuadra de Palacio Nacional, en el corazón mismo de la ciudad. No había tiempo para tener novias, la militancia hizo que no pudieran llevar una vida normal para tener una compañera, pues solo tenían esporádicas novias con las modelos de la escuela. ¿Cómo conocer ese universo de las mujeres para ellos tan lejano? Pusieron un pretexto, el de conocer de cerca a las proletarias del baile. Estas ficheras de los centros nocturnos, quienes eran lo menos comprometedor, hicieron de ellos unos jóvenes más alegres. Una vez al mes se iban a los cabarets: al Barba Azul, al Casablanca, las Cavernas, al Tranvía o al Bombay, a bailarse unos sabrosos cha-chachás, mambos y danzones; y una o dos veces al año burdeleaban. ><Ω>< Cuando se fue a estudiar a París en 1965, volvió a tener la cercanía natural con las mujeres; bueno, con una: –“Lo que no sabemos es cómo le haces para ver a tu novia cuando vas al cine” –le escribió este mal chiste a París su hermano Andrés, respecto a su novia francesa, quien era negra. 61 A Céline, la conoció en un restaurante universitario: ella era estudiante de economía; ese día en el comedor se sentaron enfrente uno del otro y escuchaban una discusión sobre la carne que servían, que era muy roja; los estudiantes extranjeros, hablando un mal francés, decían que la carne era de caballo; otro estudiante intervino y les dijo que era efectivamente de caballo, pero que a él le gustaba mucho… Céline se le quedó viendo a Varzal y le dijo que por eso ella no comía carne, solamente cuando servían pollo. En esta forma comenzaron a platicar sobre las comidas del mundo, y le preguntó si en su país comían carne de caballo, -¡Nunca! -le contestó, y comenzó a enumerarle una serie de platillos mexicanos. –¿Entonces eres mexicano? Y después la invitó a tomar un café en el Café Le Cluny; más tarde fueron a ver exposiciones en la rive droite de París, que está llena de galerías; 4 días después se volvieron a ver e hicieron un paseo por los jardines de Luxemburgo; y después comenzaron a verse diario. A Céline le gustaba ir a cocinar a su estudio pues tenía una gran cocina; platicaban de todo lo que sucedía en el mundo, principalmente de la Guerra de Vietnam, ya que los vecinos de Varzal eran vietnamitas, originarios de Saigón: Ella era cantante y él estudiante de periodismo, y tenían un bebé de unos 3 meses; Varzal seguido discutía con ellos cuando lo invitaban a su estudio a tomar té. Sus amigos le contaban que la guerra en Vietnam, era pura mentira, que no era cierto, que los bombardeos no existían, pues les escribía desde la república de Vietnam un familiar de la esposa de Le Hoang Kiem; este familiar tenía un alto puesto como funcionario del gobierno de Vietnam del Sur. Céline y Varzal leían los periódicos franceses, que hablaban de la resistencia de la guerrilla del Viet Cong contra el gobierno de Vietnam del Sur, que era apoyado por los Estados Unidos. Los comentarios de Le nos confundían al principio, pero después, leyendo, enterándonos más, veíamos que sus familiares, quienes los habían enviado a París becados, les estaban mintiendo para no espantarlos. Con Céline, quien era muy alegre, se fue acostumbrando, pues duraron varios meses viéndose; entonces la invitó a ir a Yugoslavia, pero ella se negó rotundamente a acompañarlo, ya que necesitaba continuar con sus estudios. –Pero no te enojes, te voy a organizar una bonita despedida –le dijo. 62 El 1º de abril de 1968 regresó Varzal a Francia tras su estancia en Yugoslavia, país que había tomado como base para realizar viajes a los países del Este y hasta el Medio Oriente, que recorrió por un tiempo hasta llegar a Jerusalén, que en aquel tiempo pertenecía a Jordania. Habían pasado 14 meses desde que se despidió de Céline en París, el 1º febrero de 1967, donde le había dejado su estudio del barrio de Bellville, en el 5 Rue de la Présentation; dos días después de regresar fue a buscarla a ese domicilio. La conserje, al reconocerlo, le dijo que hacía ya varios meses había recibido un gran paquete y que el dueño del estudio que habitaba Varzal lo había tirado a la basura sin ver qué era lo que contenía. De su hermano Andrés Varzal había recibido una carta en Jerusalén, escribiéndole sobre el paquete que había llegado a México, pero que como él había tardado en recogerlo, lo habían regresado a Francia. ¡¡¡Chin!!!! Eran casi todas las fotos que había impreso en papel, fotos de los viajes que había hecho en Europa, en el Medio Oriente, más casi todos los rollos de película en blanco y negro, (afortunadamente tenía aún en su poder unos 25 rollos de película), más unos 40 dibujos de pequeño formato… más… y más… y todo a la basura. Cuando regresó a México, estos rollos, 25, los envió a imprimir en papel, –a 8.7 x 13.7 cm.– e inmediatamente su hermano Andrés los adjuntó a dos grandes rollos de película fotográfica, como había comenzado a almacenarlos desde 1954. La película virgen solo la enviaba a revelar: de los cientos de negativos que estaban guardados desde esa fecha, solo un 15% estaban impresos en papel, ya que en su adolescencia tenía el dinero para comprar la película, pero no para estamparlos en papel. Con mucha paciencia y dedicación, su hermano comenzó poco a poco a reunir los primeros rollos para atesorarlos y los guardó dentro de una caja de lámina. En 1988, cuando Varzal vendió una de sus obras, pensó dedicar ese dinero a imprimir en papel sus fotos: fue a buscar la caja cilíndrica que mediría aproximadamente 30 cm. de circunferencia. Al querer abrirla, vio que estaba oxidada, y cuando logró quitar la tapadera, sí, ahí estaban los rollos, uno sobre otro, pero estaban muy apretados en los costados de la lata. Un día Andrés le comentó que habría que comprar otra caja, ya que ésa estaba totalmente llena. Al sacarlos del envase y al tratar de desunirlos, encontró que se habían pegado entre si. Logró desprender las primeras tiras de película con muchas dificultades, pero los negativos 63 estaban totalmente destruidos; habían pasado más de 30 años dentro del sarcófago de hojalata oxidado. ¿Fue el óxido, la humedad… lo que sirvió de aglutinante? -Es usted quien le dejó el estudio a la Sra. Céline. El dueño está muy contento con ella, pues paga regularmente la renta. Las cartas que usted le envió de Yugoslavia yo se las entregué personalmente. -¿Sabía usted que ella tiene un bebito de casi 6 meses? Entonces Varzal fue a buscarla varias veces, dejándole recados en la conserjería, pero nunca obtuvo respuesta de Céline. Su amigo Jorge Dubón le había presentado a un pintor mexicano, quien rentaba un departamento y tenía espacio para recibirlo. El pintor Roberto había llegado a París con 6 enormes maletas de piel azul, que brillaban de lujo. Le platicó que él solo conocía el centro de París, donde están los museos, y siempre pedía un taxi para no perderse, y nunca se había animado a ir más lejos, como lo había hecho Varzal. -¿Pero no conoces Trouville, Saint Mâlo, Versalles…? -le preguntó. Lo rico de su departamento es que tenía una ducha, cosa rara en esta época en París, -Dúchate cuantas veces quieras, el agua esta incluida en la renta –le dijo Roberto. Animándose su amigo, le pidió que lo acompañara a Versalles. Allá, además de visitar el castillo, rentaron una lancha y fueron a remar… Viajaron un poco, muy cerca, y su amigo lo convenció de regresar a México, pues, si no, se iba a convertir en un vago; en esa forma Varzal regresó a México, ya que tenía un boleto de Air France que le había dado el gobierno Francés cuando fue becado, el que renovaba cada año; así, veintiseis días después tomó un avión de regreso a México. Varzal tenía en la cabeza tantas ideas, que al llegar a México reconstruyó inmediatamente su estudio de la azotea y otro espacio en la planta baja para hacer escultura en madera, en la casa de su madre en la calle de Ogazón. Así comenzó una serie de sillas y mesas en madera, su idea del Arte Útil. ><Ω>< 64 En cierta ocasión Varzal iba en un autobús a la ciudad de Toluca en el estado de México, y llegó al paseo Tollocan, diseñado por el Arq. Pedro Ramírez Vázquez junto con un equipo interdisciplinario, estando como gobernador el profesor Carlos Hank Gonzáles; las obras comenzaron en Octubre de 1973 y se construyó un primer tramo de 11.8 kilómetros. Entonces comenzó a ver unas grandes esculturas geométricas realizadas en concreto que servían de señalización al tránsito vehicular; inmediatamente Varzal reconoció esos diseños de Arte Útil. En 1969, el pintor Leopoldo Flores se comenzaba a instalar en el poder en Toluca, su ciudad natal, haciendo grupo con el pintor Matinef y con funcionarios de Cultura del gobierno del estado, quienes lo apoyaron para, sin permiso, bocetar murales en el Palacio de Gobierno… En París habían hecho gran amistad Leopoldo, Juan Luis y Varzal, quienes eran becados del Gobierno Francés, y Jorge Dubón, quien tenía la prestigiada beca Guggenheim. En esta época Juan Luís le pidió a Varzal que compraran entre los dos un Fiat 500 usado, el cual era una miniatura cuando lo vieron; Varzal lo compró totalmente pues el Churumbel le dijo que el dinero que tenía lo había gastado, pero que lo comprara él y que después se lo pagaría, ya que iba a cobrar una herencia en España y con ella le pagaría el auto. Así partieron de París a España; cobró su herencia, la que no era mucha, y le pagó en moneda española lo del auto; días después le dijo que el dinero que le había pagado tenía que gastárselo en España ya que las pesetas no se podían sacar del país; Juan Luis en esa forma sacó su dinero de España con el Fiat 500 que ya era suyo y Varzal tuvo que gastarse todo comprando baratijas españolas. Un día Juan Luis pasó a casa de Varzal y luego pasaron juntos por Jorge Dubón, pues Leopoldo los quería ver en Toluca para proponerles algo. El Toluqueño o El Cejas, como le decían en París a Leopoldo, les comunicó que ya le habían propuesto nombrarlo director del Museo de Arte Moderno de Toluca, y que les adquiriría piezas para el museo -con el tiempo a Varzal le compró dibujos y una escultura en madera-; y que, además, como había el proyecto de transformar la entrada de Toluca, creando el Paseo Tollocan, les pedía que realizaran maquetas de esculturas para proponer a sus amigos de la Secretaría de Cultura un proyecto. 65 Dos meses después, entregaron los tres maquetas de sus ideas: Jorge Dubón realizó una maqueta con una estructura de alambre cubierta con lona; había estudiado arquitectura y realizaba maquetas con los tickets de metro en París, con las que ya había hecho una exposición en La Casa del Lago, y una de sus maquetas de geometrismo, que había enviado para la Ruta de la Amistad en el Periférico de la ciudad de México, había sido aceptada para su construcción a la altura de Cuemanco. Juan Luis, el churumbel, presentó unas maquetas geométricas muy sencillas, que a Jorge Dubón no le gustaron. Varzal elaboró dos maquetas geométricas sin ninguna idea, solamente la estética, pero durante su elaboración pensó que eso no se valía, pues no decían nada, no servían para nada, eran el vacío; en esta forma, recordando el recorrido que Leopoldo les había hecho por lo que sería el eje vial o Paseo Tollocan, pensando en el embotellamiento en el que habían entrado, las dificultades de la circulación en una de las glorietas a la entrada de la ciudad… recapacitó, y pensó que en lugar de presentar las maquetas sin ninguna utilidad, proyectaría algo que sirviera para guiar a los miles de autos que entraban a esta urbe. Así diseñó su proyecto de Arte Útil, una solución para la circulación, señalizaciones escultóricas para el tránsito vehicular. Realizó más de una veintena de bocetos a lápiz, y después con cartulina Show-card estructuró sus esquisses en volumen, dando como resultado una decena de esculturas geométricas que indicaban por medio de una flecha la circulación; añadiéndolas a la dos, que ya había entregado. Leopoldo no había presentado ningún proyecto escultórico: les dijo que había un mercado que querían transformar en Museo Botánico y que él iba a proponer algo para eso, y no les quiso dar más detalles; tiempo después, les pidió que terminaran pronto sus proposiciones, ya que se había enterado que iba a llegar el grupo de los geométricos a proponer sus proyectos, y la asociación era muy poderosa y habría que evitar que fueran a eliminar los que ellos habían creado. Los trabajos se entregaron a la Secretaría de Cultura del estado, con Leopoldo a la cabeza, acompañando al grupo los amigos del Cejas de Toluca, entre ellos el pintor Matinef. Habían pasado muchos meses… estaba lloviendo, y al salir del Museo de Arte Moderno Varzal se encontró con el Churumbel, Juan Luis, quien muy alegre, le dijo que las obras expuestas eran una porquería; aprovechando, Varzal le comentó 66 que había visto construidos los proyectos de señalización que él había entregado a Leopoldo en el paseo Tollocan. –¡¡¡Ajjj!!! Ya viste cómo son los geométricos de malvados, es Mathías Goeritz quien se apropió de tus maquetas. En otra ocasión se volvió a encontrar en el IFAL a Juan Luis, y Varzal le pidió que le contara un poco del proyecto de Toluca. –Si, yo apoyé mucho tu proyecto de las señalizaciones en varias reuniones que tuvimos en Toluca y lo que más les gustó fueron las dos maquetas geométricas que te pidió Leopoldo que presentaras junto a tu proyecto de las flechas; por estas 2 maquetas los geométricos y los funcionarios de la Cultura me pidieron que te comunicara sus felicitaciones. Pero qué cabrón el arquitecto Ramírez Vázquez, se apoderó de tus maquetas de señalización. –Pero tú me habías dicho la última vez que nos vimos en el Museo de Arte Moderno que había sido Mathías Goeritz. –Pero ni tú, ni Leopoldo, nunca me comunicaron de estas reuniones., le dijo Varzal. Entonces, el Churumbel, quedándose callado, partió enseguida casi corriendo, diciendo que tenía mucha prisa. Varzal comenzó a recordar cuando le pedía ayuda, como siempre lo hacía, para diseñar sus proyectos; o cuando pasaba a su estudio por él para ir a una gran industria maderera en la colonia Vallejo Industrial, donde era amigo del dueño, ayudándole Varzal a solucionar, en parte, los grandes problemas que se le presentaban. Poco a poco, Varzal fue atando cabos: pensando en la creación del Espacio Escultórico de la UNAM en 1979, y que presentaban como trabajo colectivo; bueno, más que un trabajo colectivo, se escogía el mejor diseño que presentaban los escultores geométricos. ¿De quién era en realidad dicho proyecto? El grupo de los geométricos guardaron celosamente en secreto quién había propuesto los módulos poliédricos… El Churumbel se había pegado al grupo de los geométricos desde hacía ya un tiempo, de lo que no comentaba a nadie. 67 A finales del año de 1974, Varzal, realiza con su compañera un viaje a Francia durante 6 meses; en este año empieza a publicar sus dibujos en movimiento ComixArte en dos revistas: Actuel y Zinc, pues se había llevado casi un centenar de dibujos, donde involucraba el texto con la imagen, la simbiosis de los dos, que le ayudaron a crear un sinnúmero de historietas. Antes de partir a Francia, Beto, un vecino que vivía en el mismo edificio, con el que tenía amistad, le pidió su departamento, diciendo que él le pagaría la renta, pues Clara su esposa iba a tener un niño, y que lo ocuparía como estudio para pintar. Al mismo tiempo, la pintora Susana Campos, quien vivía a 4 cuadras de su departamento, le pidió que la dejara ir a hurgar entre sus libros y revistas de arte, principalmente en la revista L’art Vivant, de la que Varzal tenía muchos números… Le comunicó a Beto que esta pintora iba a ir al departamento, pero antes de aparecerse, se comunicaría con ellos para no espantarlos. Susana, cuenta, que en una ocasión mientras ella leía, tocaron el timbre de la puerta: era Juan Luis, que ella bien conocía; al recibirlo, iba acompañado de una de sus amigas, Tita Mendoza, y le contó que Alfredo Falfán le había comentado que Varzal no estaba y que su hermano ocupaba el departamento para pintar, y que él, Juan Luis, estaba enfermo, que en su casa de Acopilco hacía mucho frío y si se agravaba su enfermedad los hospitales estaban retirados. En esta forma le pidió las llaves del departamento a Susana, quien se las entregó, quedándose 10 días en el departamento con su compañera. El Churumbel nunca le contó nada a Varzal, ni tampoco le dio las gracias por la invasión que, Luisito, como le decía su madre, había realizado de su habitación. En una carpeta, Varzal iba colocando todos los bocetos y estudios que realizaba para la búsqueda de nuevas ideas, junto con otras carpetas de bosquejos de ideas, que estaban en un closet del departamento de la calle Cosala. Un día, Beto, su vecino, le contó que al entrar al departamento vio al Churumbel esculcando en el closet. Pero Varzal, buscando qué se habría llevado, pues ya conocía sus costumbres, no encontró que faltara algo. Lo único que no había revisado eran las carpetas, entre ellas las de dibujos de ideas. Habían pasado ya algunos años, y queriendo revisar los proyectos que había realizado en el pasado, encontró casi todos, entre ellos los diseños para el Movi-Comix, 68 los dibujos en forma de historietas que había realizado en 1978 con el tema “Movimiento” para el Salón Nacional de Experimentación, los estudios para un proyecto del metro, los bocetos para la transformación de autobuses para un proyecto del arquitecto Agustín Hernández para el salón de convenciones de Acapulco... esas carpetas estaban repletas de trabajos, y los iba acumulando sin revisar nada. Este día se dio cuenta que faltaban los bocetos de las Señalizaciones que había realizado para el paseo Tollocan en Toluca. A Leopoldo Flores, en una ocasión, Varzal le preguntó que es lo que había pasado con su proyecto de las Señalizaciones y de las reuniones que habían tenido con la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de México, de las cuales Juan Luis le había contado. –Yo no sé nada, pregúntale a Juan Luis; y le dijo que alguien lo estaba esperando en ese momento y que tenía que dejarlo. Varzal continuó llamándolo, pero el Cejas ya no contestaba sus llamadas. El pintor se sigue preguntando aún, ¿cómo un grupo, como el de los geométricos, tan “ético” en su trabajo, pudo aceptar a un artista tan deshonesto como el Luisito? O si no es el caso, ¿cómo logró realizar este proyecto? ¿A la sombra de quién? ¿Qué es lo que Leopoldo esconde? ¿Por qué no quiso contestar nunca a sus llamadas?, ¿A qué le teme, siendo el amigo y compadre de altos jefes de la policía y de gobernadores de su estado? ><Ω>< En sus viajes por Europa del Este, en Yugoslavia, y en Medio Oriente, hizo amistad con jóvenes gays; pero su primera experiencia que tuvo a los 8 años de edad siempre estaba presente y nunca pudo ir más allá de lo que le pedían. Cuando vivía en la colonia Condesa, en la calle de Chilpancingo, en las banquetas trabajaban los travestis, quienes desde el medio día buscaban clientes, calentando más las aceras de tanto taconazo y por las idas y vueltas de sus fans en la búsqueda de alguna joven beldad. Cuando Varzal regresaba en su auto de su trabajo, tenía que detenerse a la entrada del garaje del edificio dónde habitaba, para abrir el portón y meter el auto; cuando se detenía, siempre había algún o algunos travestís, 69 que iban corriendo, pensando que se había estacionado para escoger a alguna de estas “vestidas”, con sus minifaldas muy entalladas, sus zapatos de tacón alto que elevan la pelvis, produciendo un profundo efecto en sus admiradores; labios brillantes de bilet escarlata, pestañas postizas enchinadas, rimel violeta, azul o verde, con diamantina en los párpados, pelucas a la Marilyn o a la Marlene Dietrich. De estos impresionantes maniquíes, al dirigirse a Varzal, salía una voz ronca que le decía: – ¿Vamos corazoncito?, te prometo que vas a pasar un rato inolvidable conmigo, ¿Qué deseas más, un Negro o un Francés? Tú ya sabes, el primero es mi trasero y el francés te lo puedo hacer aquí en tu auto con mi boca. No hagas esa cara, hombre, es sexo oral. Además tengo senos para que sacies tu sed-. <<Ω>> Las campanas de la iglesia del Rayo que está a espaldas de la casa, acá en la calle Ogazón de la colonia Vallejo, acaban de anunciar las 12 horas; en eso sonó el teléfono, era Héctor, un colega escultor en piedra y en madera. Después de preguntarle a Varzal cómo estaba, le preguntó si era posible platicar con él. -Mira Varzal, tú conoces bien la situación en que vivo desde hace muchos años con Delia; pues esto no se ha compuesto nunca. Nos juntamos y nos volvemos a separar días después; y es ella quien después me busca. Ella alguna veces se ha ido con otros, abandonándome; una vez delante de mí en una fiesta se lanzó con otro; esta última vez yo acepté regresar con ella. Hace tiempo, como tú sabes, compró una casa, a la que me he dedicado para reconstruirla, dirigiendo a los albañiles y trabajando con mis propias manos… Y enfrente de su casa, en el mismo terreno, yo construí mi casa. Bueno, ella me dio una pequeña parte del dinero para esta construcción, pues yo invertí ahí el pago de varias esculturas que había vendido y de mis ahorros. Ella, ahora que la casa está ya terminada trae a todos sus amigos para hacer fiestas, pero yo con ellos no me llevo bien y no me gusta asistir a esas pachangas. Aquí cada uno vive en su propia casa, y me ha dicho que yo debo de cuidar la casa para que no la vayan a robar, Lo más cabrón es que ella tiene el control total de mi vida. Somos una telenovela mala… Ella peleó mucho con su padre, que era muy autoritario, y ella también es igual que su padre; hay un rollo de Electra en ella. 70 También es por su religión, le afecta mucho ser mormona. Viene de una familia de obesos, ella fue obesa y ha vivido de dietas, hasta que le dio la anorexia. Todo esto de alguna manera, lo hace pagar, con otras personas y conmigo. Yo le digo que como ella trae a sus amigos para hacer fiestas, yo voy a traer a los míos; pero dice que si ellos vienen, que los va a correr, porque son puros borrachos; me dice que pertenezco a una familia ya jodida, refiriéndose a un hermano mío que estudió varias carreras, quien después terminó en la esquizofrenia; me dice que soy igual y también lo dice por una de mis hermanas a quien su marido la fue degradando: mi hermana fue poco a poco decayendo, hasta caer un poco en la prostitución; su marido, un día, en una cantina, la asesinó. Le contaba a Delia cómo mi padre golpeaba a mi madre y ella cree que yo voy a hacer lo mismo con ella; pero es al contrario, te confieso que ella me ha golpeado; ella me acusa de ser alcohólico; si, me emborracho de vez en cuando, pero no soy alcohólico. ¡¡Ya basta!! Esto ha sido lo mismo desde hace 18 años. Todo esto hace que yo no pueda crear, no puedo ya concentrarme, necesito ser libre. ¡¡Basta ya!! Cambiamos de página y de libro, que se consiga a otro que logre controlar, yo tengo que irme a vivir a otro país y ya no continuar en éste, pues ella siempre me busca hasta encontrarme y convencerme de seguir juntos. En más de un año me he puesto solamente 2 borracheras, pero aquí en la casa, solo, encerrado. Cuando ella me ha visto así, me arma enormes pleitos, acusándome de alcohólico. Me preparo para irme a vivir a Europa, por esto te hablo, salgo en unos días; Delia me dice que me esperará solo dos meses. Gracias Varzal por escucharme, te hablaré después para despedirme. <<Ω>> En 1984, Elisa, una amiga de Varzal, tuvo un problema con su marido, porque se volvió a casar con una jovencita, estando aún casado; ella, muy afectada por esto, se fue de su casa y con su hija partió para instalar su propio departamento; el ex esposo cortó con la amistad de los amigos que habían tenido los dos. Así, Elisa continuó visitando al pintor, pero con más frecuencia, para poder contarle sus problemas 71 y lo que hacía aparte de su trabajo, para poder ganar un poco más de dinero, dando masajes. –¿Si? ¿Bueno? Elisa, te he estado buscando toda la semana, es para ver si me puedes dar un masaje –le dijo Julieta, una joven de escasos 17 años, quién era lesbiana. –Sabes Varzal, ya no podré ir a visitarte tan seguido, porque ya encontré una salida a mis problemas: Te diré que Julieta es ahora mi chava –le confesó Elisa a Varzal. -A partir de esto, comencé a conocer a un sin fin de feministas –contó el pintor Varzal– y a ir a sus reuniones; con cierto temor, pues yo era el único hombre; lo cual me inspiró para mi trabajo en pintura, dibujo, historieta, escultura y fotografía, aceptando algunas feministas posar desnudas para una idea que yo tenía, la de que yo sólo estaría atrás de la cámara y que ellas serían las creadoras de las ideas para realizar las escenas fotográficas. Mi vida había cambiado, mi amor por las feministas era inmenso, mi obra pictórica poco a poco se había vuelto feminista. Bueno… eso es lo que yo creía, ya que ellas pensaban lo contrario al ver las mujeres que yo pintaba. –¡Las mujeres no tienen los senos así, esos senos enormes que pintas son como tú los deseas, –le decían enojadas las feministas. Esto le hizo ver que él no podía ser feminista porque, primero, él deseaba a las mujeres; y segundo, no eran sus problemas, y pensó que eran ellas quienes debían resolverlos como ellas mismas lo decían. <<Ω>> –El negrito cuesta 10 pesos el kilo -le decía su vendedor de fruta- refiriéndose al zapote negro, fruta cuyo interior es casi negro como el chapopote; en una ocasión que cambió el vendedor de frutas del tianguis cerca de su casa, Varzal preguntó, como siempre lo hacía: –¿A cómo está el negrito? –Ése es gratis para usted –le contestó el nuevo vendedor, con voz afeminada. Pero el zapote negro le cuesta a 11 pesos el kilo. 72 <<Ω>> Varzal no ha deseado ser homosexual, ya que su vida ha estado ligada más a las mujeres que a los hombres, y también por lo que fue una falsa alarma, porque un médico lo envió a realizarse un examen de próstata. El día del examen, el especialista le pidió al pintor que se acostara sobre una mesa, bajara sus pantalones y sus calzoncillos, recogiera y separara sus piernas. El urólogo se colocó un guante en la mano derecha, después le separó los glúteos y le aplicó una crema en el recto, para enseguida introducirle un dedo hasta tocarle la próstata. Esa mañana Varzal lanzó un grito espantoso de dolor y en su mente aparecieron imágenes del cine Pulguita cuando el homosexual en el retrete le mostró sus glúteos. –No se preocupe –le dijo el médico, su próstata está muy bien; por lo del dolor al penetrarlo, es normal que grite; y añadió sonriendo: Las siguientes veces, ya casi no duele, hay pacientes que no solamente se acostumbran, sino que les gusta y esto para ellos se vuelve un placer. <<Ω>> El 27 de abril de 1968, es el retorno a casa y ese día hay un atardecer radiante en la ciudad de México, cuando se posa el avión que llega de París. Tenía un pensamiento constante en realizar arte que sirviera, para el cual había que impedir que sus futuras obras se quedaran adornando los muros, con el fin de decorar las habitaciones del sistema. Era algo fuerte, que aturdía la imaginación y el espíritu de Varzal. Pensaba en las discusiones en París, sobre la guerra en Vietnam, la cual continuaba, y en México también se hablaba mucho del imperio que los bombardeaba… La disolución de la Célula Epifania Zúñiga de Jaramillo del PC en 1964, lo había dejado aislado, los camaradas se habían ido a refugiar al Espartaco con José Revueltas solo por un tiempo, después se habían desperdigado. Varzal ya no era un activista organizado y se solidarizaba independientemente con los movimientos que surgían en el ámbito Nacional. 73 El 26 de Julio de 1968 se cruzan varias manifestaciones en la calle de San Juan de Letrán -hoy eje Lázaro Cárdenas-, cada una convocada por diferentes agrupaciones; y en la calle de Madero y Palma son atacadas por granaderos. Ese día Varzal logra entrar en un edificio de la calle Madero y se esconde entre los tanques de agua en la azotea, saliendo hasta el amanecer, cuando la calle de Madero se ve casi desierta. Ese mismo día, cuando avanza un gran contingente hacia la plaza de la Constitución vuelven a ser atacados, golpeándolos de forma indiscriminada. Hay más de 500 heridos, y muchos detenidos. La lucha se amplía con fuerza con los estudiantes de la UNAM, el Politécnico y la Normal. Al otro día, en el centro, los estudiantes forman barricadas con los camiones que han estado tomando, ponchándoles las llantas, para detener el acceso de los policías y granaderos a las preparatorias de la UNAM; entonces los jóvenes se atrincheran en las escuelas. Tres días después el gobierno saca a los militares de sus jaulas, con tanques ligeros, jeeps con bazukas y cañones de 101 mm, dirigiéndose a la calle de Justo Sierra 16, edificio de las preparatorias 1 y 3 –Antiguo Colegio de San Ildefonso-: les ordenan a los estudiantes atrincherados que abran la puerta, si no la van a tirar. Los estudiantes resisten y se niegan a salir. Las bestias uniformadas lanzan un bazukazo a la puerta colonial tallada en madera del siglo XVlll, haciéndola pedazos, golpeando brutalmente y deteniendo a los resistentes. El rector Barros Sierra condena los hechos e iza la bandera mexicana a media asta. Se incrementan las manifestaciones y el movimiento estudiantil planea 6 demandas a las que el gobierno responde autoritariamente con represión. El 27 de agosto se instalan en el Zócalo casi 200,000 manifestantes. Un día después, la policía del DF reprime a los jóvenes para sacarlos de la Plaza. El 13 de septiembre convocan a la manifestación del silencio. Varzal se incorpora en Reforma, a la altura de los Leones de Chapultepec: había centenares de gentes reunidas en las calles aledañas, esperando con cierto temor, cuando aparece la 74 pequeña manifestación que viene del Museo de Antropología; se adhieren, saliendo de las calles, cientos o miles de jóvenes, quienes portan un pañuelo en la boca. Varzal, como muchos otros, se coloca en los labios una cinta adhesiva. Al llegar al Zócalo, está pletórico de miles y miles de jóvenes. Se encuentra con Villamar, un antiguo camarada del PC, quien le dice: Varzal, salva tu alma, regresa al PC. Cinco días después, cerca de 10,000 soldados con tanques ligeros, carros de asalto, ocupan Ciudad Universitaria, deteniendo a 1,500 estudiantes. Luego ocupan el casco de Sto. Tomás, del Politécnico, y otras escuelas. El 1º. de octubre el ejército se retira de la UNAM y del Politécnico. El 2 de octubre, Varzal se va caminando a Tlatelolco, ya que de su casa está muy cerca el multifamiliar; pero antes de irse, su madre le pide que por favor no tarde, porque ella tiene una cita con el médico a las 6:30 de la tarde y Varzal tiene que acompañarla. Cuando llega a la plaza de las tres culturas, - 4.10 pm-, hay muy poca gente; al rato comienzan a llegar grupos de estudiantes, obreros… Varzal, se queda un rato más y luego tiene que retirarse -5:15 pm-. Hoy, hay miles de relatos sobre los centenares de jóvenes asesinados, de la masacre de este día. Todos estos terribles acontecimientos forjarán en Varzal un espíritu de búsqueda en el pensamiento, y de reflexión por medio de sus obras, para estampar estas aberraciones. <<Ω>> En un muro de la ciudad de México, en 2012, un manifestante escribe: Me preguntas, Madre, por qué salgo a la calle. Es que quiero ser parte de ese 75 LA MADRE, LOS HIJOS… Salatiel Vargas Pérez. Género masculino. Nació el 18 de julio de 1941. Lugar de nacimiento: Donizetti 251. Distrito Federal, Nombre del padre: Maximino Vargas; edad, 40 años (Mexicano). Nombre de la madre: Adela Pérez: 39 años (Mexicana). Abuelo paterno: Andrés Vargas. Abuela Paterna: Juana Rivera. Abuelo Materno: Pedro Pérez. Abuela Materna: María Navarro. Así esta asentado en el acta de nacimiento del Registro Civil del Distrito Federal, de la Cd. de México. Hoy, 11 de enero de 2012, tiene 70 años. Firma de Artista: Zalathiel. Su madre le contó que cuando lo llevaron a presentar al registro civil, el escriba no oyó bien lo que ella le había indicado: “Con una Z al principio y con una h después de la t”, pues parece ser que era un poco sordo. Maximino, su padre, le había dicho que el nombre era bíblico, que se escribía con S y sin h, y que por eso había que registrarlo con una Z y con una h para diferenciarlo del angelito del libro de San Mateo. Su madre le contó que el sordo del escriba al preguntarle su dirección, ella le comunicó que acababan de comprar un terreno, donde había nacido su hijo, y que este predio todavía no tenía nombre en la calle. ¿En qué dirección vivían anteriormente ?, preguntó el escribano. -En la calle de Donizetti. Ahí estuvimos rentando, pero esa casa tampoco tiene número, pero cerca estoy comprando otro terreno en la calle de Schumann # 251; entonces el escriba sordo escribió: Donizetti 251. Ahora, la calle donde nació ya tiene nombre, se llama Pedro Luis Ogazón y le cambiaron el nombre de la colonia, que era Río Consulado, por el de Colonia Vallejo. 76 La señora Adela tenía 2 hermanos, con segundo apellido Nol; ellos siempre fueron Nol; eran los tíos maternos de Zalathiel. Todos afirmaban que eran hermanos legítimos de su madre; pero Zalathiel encontró varios documentos de ella con el segundo apellido Navarro. Y no el de Nol. Adela nació en el pueblo de Capuluac del estado de México y, como se necesitaba para varios trámites el acta de nacimiento de la madre, Zalathiel, junto con su esposa fueron a este pueblo al Registro Civil, donde no encontraron nada. De ahí los enviaron a la ciudad de Toluca: en este registro encontraron una Adelaida Nol, pero esta persona no coincidía con las fechas de nacimiento ni con los nombres de sus padres; y por Navarro nada. La directora del Registro Civil les comentó: “La gente que había nacido a finales del XlX o principios del siglo XX, muchos cambiaban su nombre en la vida cotidiana, o se aumentaban nombres después de registrarse, y luego se quitaban el nombre con el cual se habían registrado; hay casos de gente que se cambiaba los apellidos. Es mejor que vayan a la parroquia del pueblo para que ahí busquen su Fe de Bautizo”. Efectivamente, ahí estaba Adela Pérez Nol. Muchos años después el estudiante de arte le preguntó a su medio hermano Epifanio que porqué la madre de ellos utilizaba 2 apellidos diferentes; él y sus hermanos no sabían nada y le dijeron que quizá era porque ella había sido propietaria de tres puestos en el mercado antiguo de Beethoven. ><Ω>< Tendría 6 meses de edad, cuando Adelita le puso un mecate a la cintura, para que no se le volviera a escapar del puesto de yerbas que tenía en el mercado Beethoven, amarrándolo a un huacal que le servía de cuna. Varzal podía bajar y pasearse gateando a metro y medio del tendido de plantas medicinales que se instalaba en el suelo. El día que se le escapó, la madre fue a encontrar al bebé entre las vías del tren, a unos 60 metros del puesto, y ese día le dijo: ¡¡¡Uf!!!! ya te encontré, mi “Patita de perro”; y así, cada vez que salía a algún viaje, le decía: “¿Ya te vas, patita de perro?” 77 Este hijo fue el último que tuvo Adela de un total de 7, cuatro con Don Maximino y tres más que tuvo con otro esposo; al fallecer este último, estos niños se criaron con el hermano de Adela, Trinidad Pérez Nol, y ella se volvió a casar. El antiguo mercado de Beethoven tenía 35 metros de ancho por 100 de largo, aproximadamente, entre Calzada de Guadalupe y Av. de los Misterios. Se ensanchaba a los lados de la calle por tiendas, baños, una tortillería, una fonda, una carnicería, que estaban ubicados en la planta baja de un edificio de 4 pisos de departamentos; la plaza se desbordaba unos 15 metros más hacia la vía del tren, que pasaba a la mitad de la Calzada de los Misterios. Eran puestos de madera con techos de láminas metálicas, divididos por 2 corredores centrales, más 2 laterales que serían las 2 banquetas; a espaldas de los puestos había un pasillo muy estrecho, para que los vendedores entraran a sus locales y para ir por agua a la fuente que se encontraba al centro del mercado. La señora Adela poseía 3 de estos puestos, dos de ellos servían para vender sus productos, midiendo juntos 6 m. de largo x 2.80 de ancho; un pasillo interior de 70 cm. dividía los 2 mostradores, que servían para colocar las hierbas medicinales; el 3º medía 3.15 x 2.80 m., que servía de bodega para las hierbas. Adelita había construido ahí un retrete con un pequeño lavabo, el cual era el único del mercado, porque estaba prohibido. Entre estos puestos había una calle de 2.70 m., corredor transversal que servía de cocina y comedor, ya que las puertas de los puestos de Adelita estaban a los lados de éste. En el nuevo mercado se los cambiaron solo por dos, pero ya de concreto, midiendo menos de la mitad que los anteriores. ><Ω>< Seguido iba Alicia a visitarla al puesto, y después, como le gustaba estar ahí, le ayudaba a atender a los compradores. Alicia tuvo 11 hijos, entre ellos solo una mujer: ella estudió la primaria junto con Varzal, solo que Licha –como le decían- era más grande de edad por 5 años, y por esto en la escuela primaria La Prensa ella lo cuidaba constantemente en las peleas, separándolo de los niños que le gritaban ¡!¡Brujo!!!, ya que inmediatamente él apretaba el puño y respondía a puñetazos. 78 La madre de Alicia había tenido 8 hijos varones y 3 mujeres, que murieron en un accidente automovilístico; también Doña Josefina, la madre de Licha, seguido visitaba en las noches a Adelita cuando regresaba del mercado, algunas veces para ayudarle a preparar la comida del otro día, pero los domingos la invitaba a ir a la iglesia protestante. –Pero yo soy católica, le decía. –Eso no importa, doña Adela, Dios acepta a todos por igual. -Está bien -le contestaba. –Se durmió en plena predicación, doña Adela. –Sí, es que me arrulló la predicación -le decía. A esta familia, el padre le rentaba un departamento en la planta baja, y eran casi parte de la familia del futuro artista. La amiga de la infancia del pintor, cuando se casó, también se instaló en la misma casa, en un pequeño departamentito que le rentó el padre del artista. –Licha, ¿por qué tuviste tantos hijos? -le preguntó un día Varzal. –Es que no tenemos televisión; y cuando llega Marcelino muy cansado del trabajo, después de cenar se mete a la cama, y yo con él. Y continuó diciendo: -Pero ya casi encontramos una solución, en lugar de hacerlo por adelante lo hacemos por atrás. Pero a veces se le antoja hacerlo normal y es cuando ¡¡zas!!, me quedo embarazada. –¿Y por qué no utiliza condón, o tú, tomando píldoras? –Es que nosotros somos evangélicos y en la iglesia nos dicen que eso es pecado, que es cosa del demonio. –Como casi somos hermanos -le dijo Licha al artista, proponiéndole- si no tienes con quien hacerlo, conmigo no hay problema; solo que ya sabes la técnica para que no me vayas a engordar la panza. ><Ω>< -¡Chambritas y zapatitos para los bebes, se zurcen pantalones, camisas y vestidos con roturas!… cantaba una señora de unos 60 años en los corredores del mercado. Esta señora era una española. Bueno, así le decía todo el mundo, “La Española”, quién para hacer sus trabajos, se sentaba en un huacal en el puesto de doña Adela 79 a tejer los vestidos para bebés, y a zurcir la ropa que la gente le llevaba. Esto dio origen a que se reunieran alrededor El Flequitos -el Sr. Agustín, albañil indígena Otomí- quien se quedaba seguido a dormir en el puesto de la bodega, doña Hilaria, vendedora de papayas, doña Mere, vendedora de verduras; el señor Eusebio con su esposa y con una hija, quienes eran compadres de Adelita. Para preparar la comida, Adela había instalado un anafre con carbón: hervía los frijoles, hacía sopas o arroz; a esa hora llegaban varias vendedoras, quienes se instalaban a guisar las carnes, pescados, nopalitos, usando como asientos y como mesa los huacales de las mercancías que doña Hilaria le había regalado, pues con ellos acarreaba las papayas que compraba en el mercado de la Merced; era la cocinacomedor de todos estos comerciantes. Los puestos de doña Adela tenían unas rejas de tela de gallinero, estiradas sobre unos bastidores de madera; de esta forma los puestos quedaban cerrados por la noche, ya que el mercado no tenía puertas y la gente pasaba libremente por ahí. Y entre El Flequitos y el señor Eusebio -carpintero- colocaron estas rejas de protección. El carpintero, 3 días a la semana iba a vender sus sillas y mesas, colocadas en un carrito de ruedas de baleros; se instalaba cerca de la vía del tren. Un día le pidió a Adela que le prestara el cuarto que estaba construyendo en la calle de Schumann, y que él le cuidaría el terreno y el material para la construcción de la barda que iba a levantar. Era un cuarto de 3.50 de frente x 6 m. de fondo con una avanzada de techo de 1.50; y un baño afuera. Don Eusebio puso en el patio un tejabán para instalar su carpintería. El terreno tenía 7 metros de frente x 40 m. de largo - era un chorizo- y el cuarto estaba al fondo de éste. El Flequitos, -así le decían porque un fleco de su pelo le cubría la frente-, fue el albañil de la madre hasta que murió, pagándole ella su entierro; así también lo hizo con la española cuando falleció, después de haber encontrado su cuerpo en el cuarto que doña Adela le prestaba, donde había construido un 2º cuarto a un lado del de su comadre. Cuando murió la tejedora-zurcidora, la bebita de su comadre ya había crecido y era una bella “Potranca” -así le decían sus amigos- y tenía un novio con el cual pronto se casó; y le pidió a Adelita el cuarto donde vivió la tejedora de chambritas, 80 donde luego tuvo 2 bebés; el esposo de ella ayudaba a su suegro en la carpintería, en el mercado a vender los muebles, y recorría las calles, donde gritaban para anunciar sus productos, junto con La Potranca, jalando el carrito con las sillas, mesas, pequeños roperos, escaleras… ><Ω>< Un día, Armando, el hijo mayor de Adelita, del 2º matrimonio, no tenía trabajo y le pidió a su madre que le prestara el puesto de la bodega para abrir un negocio; así su esposa se encargó del negocio de caldos de pollo, llamándole “Caldos de la Güera”, instalando estufas y grandes cazuelas; unos años después consiguieron un puesto en el mercado gigantesco de La Merced, para vender frutas, negocio que era más redituable que los caldos de pollo, y posteriormente Armando abrió uno de los primeros negocios de láminas de plástico, que le dejaba mucho dinero, pues al mismo tiempo tenía una herrería y hacía techos para pequeños negocios y para grandes industrias. Pero había sido un vago en la infancia, y eso no se le quitó nunca: cada dos años se compraba un VW sedán -un bochito- y se iba a recorrer las grandes ciudades de los USA, y después se instalaba en Las Vegas a jugar en los casinos: algunas veces ganaba, y eso lo entusiasmaba mucho, pero, como siempre en esos juegos se pierde más, y como el vicio no se le quitaba, le entró por viajar siguiendo al boxeador “El Púas” cuando peleaba en el extranjero, y así se gastaba las enormes cantidades de dinero que ganaba con las láminas de plástico. Cuando dejaron el negocio de los caldos, inmediatamente el esposo de la hija de Adelita, hermana del pintor, le pidió el puesto vacío y se instaló para abrir una tienda, donde vendían desde arroz, frijol, aceites de comida, y todos los productos de una tienda de abarrotes. Fue la única vez que al yerno se le vio trabajando intensamente junto con su esposa. ><Ω>< El padre del pintor era ferrocarrilero, trabajaba en los talleres de Nonoalco como carpintero, reparando los vagones de trenes, que en esa época eran de madera; por temporadas viajaba para restaurar los desperfectos de los asientos, ventanas… en otros estados del país, llevándose al hijo, quien apenas tendría 4 años. A esa edad el infante comenzó a ver los paisajes desde las grandes ventanas, a la gente vendiendo 81 comida, pulque, y mercancías cuando llegaban a alguna estación de tren; a los campesinos, quienes portaban sus vestidos de manta blanca, indígenas que cargaban pesadas cargas sobre sus hombros o sobre sus burros; admiraba, sorprendiéndose, en los talleres del ferrocarril, a los trabajadores reparando las enormes máquinas… El hijo de Maximino, iba a cumplir en 15 días 5 años, su padre lo envió solo, cuidado por los trabajadores del ferrocarril, al pueblo de Honey y de ahí lo llevaron caminando al pueblo de Pahuatlán, estado de Puebla, donde el padre tenía una hermana; ahí se quedó una semana, y después iría a 6 kilómetros de este pueblo, al caserío de Naranjastitla, para que festejara allá su cumpleaños con el tío Gil, medio hermano de Maximino, que tanto lo quería. Así aprendió a caminar en los cerros en medio de la noche, en esta abrupta sierra. -Seguido me caía y mi tío me gritaba: Alza las patas al caminar, hijo. También su padre, en viajes posteriores, le decía lo mismo. -Hola, ¿cómo estás, Pata de Perro?, le decía su progenitora años después, cuando regresaba de sus viajes por la república mexicana, porque hasta los 16 años tuvo un pase anual para viajar en los Ferrocarriles Nacionales de México. Y casi continuamente ganaba premios, casi cada año, como uno de los mejores alumnos de la escuela de San Carlos, donde entró a la edad de 13 años: el premio era un viaje para ir a sacar apuntes a algún estado de la provincia mexicana. ><Ω>< Cuando tenía 7 años, sus padres decidieron cambiarse de casa, a la colonia Emiliano Zapata: era un terreno de 140 metros cuadrados, donde el padre construyó tres cuartos con una cocina y un baño; el techo era de láminas de cartón y había una higuera y una alberquita para los patos, una jaula para conejos, otra para las gallinas; este terreno lo había comprado Adelita. Había también una incubadora que se calentaba con petróleo y le cabían 100 huevos. -Era hermoso ver cuando los patitos rompían el cascarón. Siempre andaba yo con una de estas avecitas entre las manos. 82 Al casarse su hermana, se instaló en esta casa con el hijo de un pastor protestante; a éste le gustaba mucho tomar cervezas, y cuando se picaba seguía con el tequila. Como no tenía trabajo se fue a los Estados Unidos como migrante. Un día, la hermana de Varzal recibió una carta de su esposo, diciéndole que vendiera la casa casa que su madre le había regalado el día de la boda a su hija- y que pronto él conseguiría un trabajo, pero que habría que esperar un poco, “Mientras, vete a vivir con mis papas”. La hija vendió la casa; y cada mes le enviaba dinero; cuando el dinero de la venta del inmueble se terminó, el marido regresó a México. –No, no encontré trabajo en los USA, pero aquí nos va a ir mejor, le decía a su esposa. Después, en sus borracheras, contaba a todo el mundo cómo gastaba en fiestas invitando a sus amigos a los bares en los USA. Don Maximino, el padre de Varzal, había heredado un terreno de varias hectáreas de tierra en la delegación de Iztapalapa de la ciudad de México; por muchos años peleó para que una compañía no se lo robara; un día, se presentaron los abogados de esta empresa y le dijeron que ya no gastara dinero y que ellos le compensarían con un terreno de 500 metros cuadrados y que además le construirían una casa. Así, de la Colonia Emiliano Zapata se mudaron a la que ya se llamaba Colonia Agrícola Oriental. Varzal ya tenía 14 años. La casa más próxima estaría a unos 350 metros, y para tomar un camión de pasajeros se caminaba unos 500 metros; no había agua, pero entre su hermano Andrés y él iban con botes por el agua que repartía una pipa a los habitantes de la colonia. Ya no había animales en la casa, solo una cabra blanca que en un viaje a Naranjastitla, un año antes, le había regalado su tío Gilberto; cuando lo acompañó a tomar el tren en el pueblo de Honey, en el camino, un campesino bajaba rodeando un peñasco; sus cabras, al llegar al camino de terracería, comenzaron a saltar como resortes, y a retorcerse, creando un fantástico espectáculo: -Yo me quedé pasmado, no podía moverme ante la representación de la alegría. Esta cabra siempre acompañaba al ya estudiante de pintura, y por las mañanas empujaba la puerta de la recámara e iba a despertarlo, subiéndose a su cama y emitiendo fuertes balidos. Solo un año y medio duraron en esta casa, pues al ver que toda la ropa que habían tendido en el tendedero del patio para secarse, se la habían robado, y que en la casa 83 de Pedro Luis Ogazón -nombre de un músico- se había desocupado un departamento en la planta baja, aprovechando que su esposo no estaba, la madre alquiló un camión de redilas para la mudanza; también a ella le convenía vivir en esta casa que estaba muy cerca del nuevo y flamante mercado de Beethoven, donde ella trabajaba en su comercio de hierbas medicinales; estaban felices de regresar a esta casa. La madre, en lugar de levantarse a las 4:30 de la mañana, en esta nueva casa se despertaba hasta las 5, tenía 30 minutos más de sueño; a esta hora encendía el calentador de leña para tomar una ducha, se volvía a sentar en la cama para peinarse, preparaba su desayuno y el de sus 3 hijos; a las 5:50 tomaba el camión para ir a La Merced a comprar la ruda, el ajenjo, la manzanilla, el romero, el toloache, el pericón, el gordolobo, el cuachalalate y muchas plantas y raíces curativas. A las 9 de la mañana ya estaba en el mercado, donde una serie de marchantes ya la esperaban. ><Ω>< A Varzal, la escuela de artes plásticas San Carlos le quedaba muy cerca y su hermano Andrés pronto iría a Ciudad Universitaria para estudiar la carrera de Ingeniería, y había buenos transportes para llegar en menos tiempo a esta universidad. El futuro artista pintor recobró su estudio, que su padre le había construido en la azotea de esta casa -28 m. cuadrados con un baño y una terraza de unos 60 m.ocupándolo con su hermano para hacer sus tareas. Este estudio sirvió para realizar reuniones con sus futuros camaradas: la madre estaba muy contenta de convivir con los estudiantes y cuando bajaban al primer piso, cuando no estaba el pintor, la señora Adela les preparaba un café y les ofrecía unos bizcochos -panes dulces. Quería mucho, principalmente, a una modelo que posaba en la escuela de artes, y quien seguido se quedaba a cenar en la casa: Carmen, o Carmela, era una joven que no había realizado ningún estudio y asistía a los círculos de estudio, en el taller de la azotea, que daba un camarada profesor de la UNAM sobre Marxismo – ¿Qué vimos la última vez que nos vimos?, preguntaba el profe y en seguida Carmen repetía de memoria párrafos del “Capital" o del Libro “Salario, Precio y Ganancia”… 84 -Carmen se incorporó, con el grupo, a nuestra vida militante, de estudios; y amorosa, ya que fue la compañera de uno de los camaradas. Y cuando Varzal regresó de Europa en 1968, se instaló casi por 16 meses en este taller de la azotea y recuperó un pequeño cuarto en la planta baja, de unos 15 metros cuadrados; aparte tenía un patio, donde instaló su taller de escultura. Eran momentos de reflexión, de cambios del pensamiento. Carmen se propuso para posarle para las ideas que tenía de hacer sillas y mesas: Arte Útil. La modelo comenzó a llegar a las 6:15 de la mañana, tocaba en la puerta de madera con la mano, muy fuerte, para despertarle; su madre jalaba un cordón -del primer piso al estudio de la azotea-, que tenía instalada una campana, para anunciarle la llegada de Carmela. El pintor-dibujante saltaba de la cama, al oír los campanazos cerca de su cama, para bajar los dos pisos a abrir la puerta de la calle. –Aún estás dormido, ¿verdad? No te preocupes. Y la modelo se metía debajo de las sábanas de la cama para acompañar al artista una hora más, para que recuperara el sueño. Cuando bajaban al primer piso la madre ya tenía preparado el desayuno, así platicaban los tres sobre la vida artística y Doña Adela le preparaba algún remedio para los pequeños males que a veces tenía la modelo; después, ella posaba de dos a tres horas para el artista; en esta forma realizó su primera silla: Desnudo de Mujer. Este ritmo de trabajo con Carmela duró quince meses. ><Ω>< Carmela era una joven muy generosa y solidaria con la gente, con sus amigos. Desde que trabajaba como modelo en la escuela de arte (ENAP-UNAM) donde llegó siendo casi una niña, Varzal la ve por primera vez en 1957, cuando posaba en el salón de dibujo del profesor Jorajuria. A la hora del descanso, que duraba 15 minutos cada hora, con extrema naturalidad iba a platicar con los estudiantes, sin ponerse su bata. Los jóvenes artistas escuchaban sus reflexiones académicas un poco nerviosos al tener tan cerca un cuerpo desnudo, comentarios que oían con agrado sobre los bosquejos que se hacían sobre papel manila y carboncillo de 170 X 90 centímetros, diciéndoles: -Ay cuate, qué patotas me pusiste, son más chiquitos mis pies. -A esa mano solo le pusiste cuatro dedos. -Esa cara se parece a la de mi abuelita… Y los estudiantes, sin ofenderse, hacían las correcciones que les indicaba, 85 y la respetaban y admiraban mucho porque siempre les contaba alguna anécdota, y porque se quedaba como petrificada al posar. La modelo tenía un bonito carácter y los profesores la apreciaban mucho. Uno de ellos la invitó para que tomara su clase de dibujo, y así comenzó a hacer sus primeros trazos; el maestro Rodríguez Luna, –quien era muy estricto en sus enseñanzas y en los horarios, pues cuando alguien llegaba 3 minutos después de haber empezado la clase, le cerraba la puerta en las narices–, también la convidó a tomar el curso de pintura. Pero la vida no le permitió continuar para convertirse en una artista, porque tenía que trabajar duro para su existencia. Tenía una hermana mayor, también modelo, pero pronto se casó con un profesor de dibujo de la misma escuela, y entre ellas casi nunca se veían. Aceptaba varios compromisos de trabajo desde que comenzó a vivir con un estudiante de arte, quien pronto se volvió una responsabilidad para ella, pues no solo era su compañero sino su camarada de partido. Con el tiempo, el Falfurrias o el Patas Planas se acostumbró a recibir dinero de Carmela, para comer en restaurantes, para la gasolina y reparaciones de su auto, que ella jamás utilizaba. El amor le había dado muchas fuerzas para trabajar todo el día. En una ocasión su amigo le pidió a la modelo el dinero que estaba ahorrando para comprarle una televisión y un radio a una de sus tías, pues le dijo que tenía que asistir a una reunión del partido, que se realizaría en el estado de Oaxaca durante más de una semana. Carmela se negó; pero las consecuencias fueron duras para ella, pues después de que le dejó la cara con moretones, tuvo que ceder. Luego se supo que él se había ido con una amiga de “vacaciones”. Y un día el pintor la abandonó y se fue a vivir con su nueva compañera, quien pertenecía a la alta sociedad. Pasaron los años, y un día Varzal se encontró al ex compañero de la modelo, quien le comentó: -Hace un mes me encontré a la Carmela en la calle. Ella, al verme, se quedó paralizada y comenzó a sollozar. Yo no le dije nada y me fui corriendo. 86 Terminaba el año de 1969 y Carmela le contó que ya se sentía mejor. Lo que hizo para reponerse, le dijo, fue ponerse a trabajar mucho para olvidar; aceptaba trabajos en varias escuelas de arte, de grupos de artistas, y así volvió a reunir el dinero que le había quitado su malvado compañero. Le pidió a Varzal de favor que la acompañara a comprar una televisión, un radio y una antena para la TV: era el regalo que quería hacerle a su tía desde hacía varios años. También le pidió que le acompañara hasta un pueblo del Estado de Hidalgo: -Pues todo esto debe pesar mucho. Allá me ayudarás a colocar la antena. Estaremos solo unos 2 o 3 días. El viejo y destartalado camión de pasajeros recorría los paisajes llenos de sembradíos de magueyes, en una región pulquera del estado de Hidalgo; el polvo del camino daba una pátina de pobreza a los pueblos que cruzaban. La casa a donde llegaron era muy humilde y tenía un pequeño terreno, con algunos frutales, una hortaliza con lechugas, papas, rábanos… unas plantas de jitomates, calabacitas… Había un gallinero y una porqueriza, pero los animales andaban sueltos hasta dentro de la casa, y las emplumadas merodeaban hasta en la mesa del comedor… La tía estaba feliz de tener visitas, que además le llevaban regalos. Carmela le dijo que los regalos eran de los dos. Muy agradecida, les cedió su recámara y se instaló en el comedor. Colocar la antena en el techo de láminas de asbesto de la casa fue muy rápido, pues la señora les pidió a unos vecinos que por favor le ayudaran. Varzal se había llevado su cámara analógica Retina 1B y fotografió a todos en esta labor, a las gallinas, a los cerdos, a las reuniones que la tía hacía, invitando a sus vecinos para ver la TV en blanco y negro; y aunque se veía un poquito borrosa, los campesinos y tlachiqueros celebraban con el pulque que aportaban, el cual se tomaba a todas horas en el pueblo, en lugar de agua. El pintor había llevado un grueso cuaderno con papel para dibujo, tinta china, acuarelas… y comenzó a desaparecerse entre los magueyales a dibujar. Carmela, con el papel que le compartió Varzal, comenzó a hacerle retratos a los campesinos y a la tía, y también se le ocurrió hacer bodegones con el producto de las siembras de su pariente, poniendo siempre como fondo la casa. Habían pasado más de 20 días y la tía les alimentaba con huevos y productos de las hortalizas; de vez en cuando mataba una gallina; y entre la modelo y el pintor 87 compraban en una tienda del pueblo algunos alimentos, y la masa en un molino de nixtamal para que la patrona de la casa hiciera a mano las tortillas. Una vez, Varzal se alejó del pueblo, llevando sus materiales de dibujo; había salido a las dos de la tarde: recuerda que estaba dibujando unos magueyes y con un sombrero se resguardaba del sol que calentaba intensamente, aunque ya eran las 6:30 de la tarde, cuando de repente Carmela se apareció cargando dos largas ramas. –Te hemos estado buscando por todas partes, todo el pueblo se está movilizando, porque hay un perro rabioso que ya mordió a varias personas. Hay que regresar inmediatamente. Toma esta vara; por si se aparece, nos podamos defender –le dijo muy angustiada. Las varas, que tenían más de dos metros de largo, con la punta afilada, parecían lanzas. La modelo no solo era generosa sino también muy valiente, pues se expuso, al buscarlo, a pelear con el rabioso. Carmela se desaparecía entre los dédalos de la capital; habían pasado más de 15 años cuando volvió a encontrarla: los años poco la habían transformado, pues conservaba su espíritu jovial y sonriente, seguía esbelta, bella, fuerte. Le relató un poco su vida, se había casado con un profesor de pintura de la escuela de arte de la universidad (ENAP-UNAM) y tenía ya dos hijos varones, de 10 y 12 años. Después Carmela volvió a desaparecer, el caos de la urbe hizo de las suyas… 88 ADELITA, LA HIJA Y EL BORRACHO La madre enseñó a sus hijos a ganarse la vida; Adelita, cuando el artista pintor tenía 6 años le pagaba 5 centavos por cana que le quitara, y a los 11 años le enseñó a preparar las pócimas, a secar, a tostar y a moler ciertas plantas, como el hojasén; a mezclar vegetales, raíces, cortezas en vino tinto o blanco, bebidas con virtudes medicinales y curativas. Era ella quién daba dinero a los hijos: la hija, llamada Consuelo o Chelo como le decían, estudió una carrera corta: Corte y confección; y ya casada, cosía ropa ajena. Andrés, su hermano, le iba a ayudar a su madre al mercado y compraba libros usados, que revendía en las escuelas. El futuro artista dibujaba animalitos, el cuerpo humano… a tinta china, para una imprenta que le pagaba mal, pero le pagaba: los usaban para imprimir estampas, a las que llamaban popularmente larines, que pedían los profesores en las escuelas primarias; los copiaba de libros de la biblioteca de su escuela. A Varzal, su madre le compraba los libros para la escuela de arte, donde iba desde las 8 hasta las 18:15 horas; le pagaba la mensualidad para que estudiara la secundaria -y los libros- en la escuela nocturna Benito Juárez, allá por el barrio de La Merced. Varzal salía corriendo cargando sus libros y cuadernos a esta secundaria y preparatoria, donde entraba a las 6:30 pm. y salía a las 11:30 de la noche. El padre casi nunca le daba dinero a su esposa, todo lo invertía en construir departamentos en los terrenos adquiridos; posteriormente compró una cantidad horrorosa de hectáreas en la Sierra Mixe en el estado de Oaxaca, donde construiría sus sueños de una comuna protestante-socialista, y después construyó iglesias protestantes. Al padre casi nunca lo veían sus hijos: ellos se sentían contentos por esto, ya que no sentían la presión del padre y de su religión, eran libres de hacer lo que soñaban: pensar libremente, estudiar… La madre regresaba a la casa a las 7:30 de la noche, cenaba lo que los hijos habían cocinado: alguna sopa, arroz, frijoles; ella, cuando tenía tiempo, hacía platos de verduras y algún guisado para la comida del otro día; mientras cocinaba, encendía la televisión y veía los noticieros; le encantaba ver las corridas de toros en la tele en blanco y negro. También oía por la XEW, los días domingo por la noche, la serie radiofónica “Las aventuras de Carlos Lacroix”, quien tenía una secretaria, que siempre lo acompañaba; 89 y cuando el detective se encontraba en peligro le gritaba “Dispara Margot… Dispara” ><Ω>< Su hermano Andrés, cuatro años más grande, cuando estaba en el sexto año de primaria -tenía 11 años-, un día, jugando béisbol con sus compañeros en el patio de la escuela, recibió un pelotazo atrás de la cabeza, en el cerebelo, y duró varios días en coma. Los médicos decían que probablemente fallecería, y si se salvaba, probablemente quedaría loco. Pero no fue así, Andrés terminó la primaria, la secundaria, la preparatoria, 3 años de Ingeniería Civil, Ciencias Políticas y terminó la carrera como sociólogo en la UNAM; siempre con buenas calificaciones. Andrés era alegre, siempre riéndose, contando chistes, tenía muchos amigos. Un día conoció a una mujer 10 años más grande que él, educadora en un kinder, se enamoraron y un día se casaron; tuvieron un niño, Andrés Lenin, el cual murió a los 5 años en un accidente. A partir de esto, Andrés comenzó a padecer de pequeños trastornos mentales, que se acentuaron cada vez más y la familia tuvo que internarlo en un hospital psiquiátrico, que afortunadamente le pagaba la Secretaría de Recursos Hidráulicos, donde era empleado como sociólogo. Varzal estaba muy triste, pues era su hermano del alma, se querían mucho, y Andrés animaba y ayudaba mucho a su hermano. Salía del hospital y regresaba a su trabajo; así se la pasó durante varios años: se curaba y luego volvía a enfermar, hasta que un día le llegó la diabetes; se complicaron varias enfermedades y murió cuando tenía 54 años. ><Ω>< Los marchantes de doña Adela en el mercado de Beethoven le pagaban, algunos, con monedas antiguas de plata; unas tenían grabados de máquinas del ferrocarril; hasta con pesetitas de plata, que tenían el valor de 25 centavos. En su ropero, la madre guardaba las monedas en botes de lámina, de esos para los chiles tlalpeños (22 de alto por 18 cm. de circunferencia); llegó a reunir 11 botes y un baúl, al final 90 de su vida. Había vendido los 2 puestos del nuevo mercado a dos hijos de su hermano Trinidad, quienes también eran yerberos: sus esposas atendían el negocio, mientras ellos trabajaban como policías de la judicial en antinarcóticos. Y había otros guardaditos más, de gente que le regalaba dinero al sentirse aliviada… Así es que la madre había reunido una pequeña fortuna, como herencia para su hijo Varzal. Además, en el terreno de la calle de Schumann 251, cuando su hijo regresó de Europa, donde realizó sus estudios como becado del gobierno francés y de la Universidad Nacional Autónoma de México, como premio, su madre le puso a su nombre la propiedad, construyéndole 3 departamentos a la casa en el tiempo que estuvo estudiando en París. Andrés, como era estudiante de ingeniería civil, hizo los planos y dirigió la obra; el Flequitos trabajó la albañilería, la plomería, instaló la electricidad y pintó las viviendas; don Eusebio, el carpintero, hizo las puertas y ventanas. Paco Ignacio Taibo ll dice en su libro Pancho Villa: “…unas viejecitas impidieron la amputación que un médico quería hacerle , y le curaron la pierna con Yerbamora”. A los 64 años, a doña Adela le dio la diabetes; para esto, ella se preparaba sus pócimas y comía diariamente sus nopalitos asados; con esto se controlaba la enfermedad. Pero un día se hirió el pie derecho; con el trabajo que tenía, no le hizo caso; después de un tiempo la herida se había infectado, y con la diabetes, se le dificultó la cicatrización; inmediatamente la llevaron a ver a un médico: él les informó que la herida estaba ya gangrenada y que había que cortarle la pierna, que no había otra solución. Entonces se le internó en el Hospital de Jesús de la avenida 20 de noviembre, y un día antes de que ingresara al quirófano, aprovechando la distracción de una enfermera, se salió del nosocomio, yéndose a refugiar a casa de su hija Refugio; no perdieron el tiempo, su hija y ella prepararon una serie de pociones, cataplasmas, tés de hierbas, masajes… Refugio conocía los rituales para hacer limpias y comenzó su preparación para ello. Más de 20 días tardaron en localizar a la madre, pues la media hermana del pintor negaba haberla visto. 91 ><Ω>< Varzal había leído en el periódico sobre un médico, quien era el primero en México que había realizado un transplante de corazón, el doctor Bernardo Castro Villagrana: cuando la aceptó como paciente le realizó una serie de estudios, análisis… y un día la hospitalizó, para al otro día instalarla en el quirófano de la Clínica Durango. Antes, le había advertido, diciéndole que no había necesidad de amputarle le pierna y que solo se le amputarían todos los dedos del pie derecho. Al sexto día la dieron de alta: la madre estaba feliz. Adelita estaba contentísima porque el doctor le había salvado la pierna y porque ella podría seguir caminando, con un zapato ortopédico; pero con éste no podía caminar bien, así que se tejió un zapato con lana, al que acolchonó con telas. Contaba que en el hospital el Dr. Villagrana la visitaba hasta dos veces al día y que le platicaba sobre las operaciones que había realizado y cómo se sentían sus pacientes, y le pedía que le contara sobre las pociones que ella y su hija habían preparado, sobre las cataplasmas, las limpias, pues según él, eso le había ayudado a salvarle la pierna. Adela pidió que se le comprase un bastón de madera, y saliéndose a la calle comenzó a caminar diariamente, dándole una vuelta a la cuadra, después dos… y un día se fue varios días; su hija Refugio les avisó que estaba en su casa; después comenzó a visitarla al puesto de yerbas que ella tenía en el mercado Bondojito, ayudándole a despachar los remedios: trotaba 5 kilómetros diarios de ida y vuelta. Esas caminatas le dieron mucha fuerza a ese nuevo pie, al que le habían salido alas. Sus amistades, quienes eran innumerables, iban a visitarla y la invitaban a comer a sus casas, a pasear al parque de Chapultepec, a pasear en Metro, cuando lo inauguraron. Así pasaron una docena de años… Un día se puso muy grave doña Adela, la internaron en un hospital; los dos hijos se quedaron a esperar su final; la madre pidió ver solo a su hijo Varzal, a quien le dijo: A. n.. d… a, con una voz muy suave. Los dos hermanos estaban muy tristes; eran las 3:30 de la mañana, de repente Andrés, para salir de su mutismo le propuso: -Hermano, hay que animarnos… Vamos a la fiesta que hay en casa de Santos, seguro veremos a todos tus camaradas, para comentarles lo de nuestra madre y que se preparen por si la enterramos mañana. 92 Los pintores comunistas que utilizaban el estudio de pintura de Varzal para realizar sus reuniones, querían mucho a Adela, y cuando les comentaron, comenzaron los recuerdos de cuando les preparaba comida en la casa, los remedios para sus males… pues unos 7 de ellos se quedaban a dormir en el estudio; sus compañeros continuaron con la reunión recordando a la madre. Al regresar al hospital, el hermano tomó un paso a desnivel que atravesaba la calzada de Tlalpan, tomándolo en sentido contrario; eran las 4:30 de la mañana, Andrés de pronto, lanzó la camioneta hacia un lado, pues un trailer, tocando el claxon, alcanzó a destrozarle la puerta y la salpicadera de atrás; ninguno de los dos choferes se detuvo, pero alcanzaron a oír un estruendoso sonido recordándole a los dos a su progenitora. En el Panteón Jardín ya estaban esperando los camaradas-artistas, a los que se les había comunicado por teléfono la ubicación donde sería enterrada……. Llegó toda la familia, los comerciantes del mercado Beethoven, los amigos…. -La familia lloraba. Era normal, pero me sorprendió ver a los camaradas hacerlo. Andrés y yo estábamos serenos, ya que mi padre, y más mi madre, veían normal la muerte. Maximino decía que había que salvar al hombre en la tierra contra las injusticias, el hambre, la explotación y solo prepararse para la muerte: -El cuerpo regresa a la tierra, es normal, y ahí se termina el ciclo de vida; salvando el alma, creyendo en Dios, allá en el cielo seguiremos viviendo-. Su madre decía que ella era católica, quizá por llevarle la contraria a Maximino, quien era protestante-socialista-sindicalista, pero casi nunca asistía a la iglesia, solo iba cuando sus amigas le pedían que les acompañara: en la iglesia nunca se persignaba y durante la misa se quedaba dormida. -Solo es para acompañarlas, y porque las fiestas populares me gustan mucho. Yo creo que cuando me muera, no me voy a ir al cielo; éste no existe, allá arriba no hay nada, no hay nadie, cuando uno se muere, bien muertito está, decía la madre. En su casa nunca hubo imágenes religiosas, ni crucifijos. 93 En el panteón Jardín, Jesús de los Santos, uno de los camaradas -el filósofo-, puso una pequeña figurilla prehispánica sobre el féretro; Carlos Olachea, otro camarada, bañó la caja con flores… y fueron los jóvenes comunistas quienes comenzaron a echar las primeras paladas de tierra para llenar el orificio del descanso eterno. ><Ω>< Varzal vivía en la colonia San Miguel Chapultepec, y 6 días después del fallecimiento de doña Adela, se trasladó a la casa donde ella vivía; visitó antes a su hermana, quien vivía en un departamento de la planta baja; luego subió a donde había vivido su madre. Le dijo a su hermana que tomara todos los muebles, que serían para ella; luego llegó su hermano Andrés con su esposa y les regaló toda la vajilla, sartenes, manteles, cobijas… Cuando fue al ropero, estaba cerrado con llave; sus hermanos ya se habían retirado; quería sacar la ropa para incinerarla; y es ahí donde, al momento, se acordó de los botes con monedas y el paquete de dinero en billetes que su madre le había mostrado… No estaban los botes con monedas, ni el baúl, nada, nada, NADA… Cuando su padre se iba, dejaba adentro del ropero un rifle 22 que estaba bajo llave, su cuñado sabía abrirlo por atrás quitando los tornillos; entonces el estudiante de arte lo sacaba para matar las ratas que de vez en cuando se aparecían y lo volvía a poner en su lugar; y su cuñado colocaba los tornillos otra vez. Cuando Varzal entró al departamento donde vivió la madre, él tenía una llave, abrió con ella. En esta habitación, una vez, a la madre se le olvidaron las llaves y no podía entrar, así que el marido de la hermana forzó una ventana que daba a la cocina y por ahí se metió. Adela le pidió a Maximino, su esposo, un día que llegó a visitar a la familia, que por favor compusiera esa ventana; el padre nunca tuvo el tiempo para hacerlo y es por ahí que toda esta herencia desapareció. Nadie había visto nada, nadie sabía nada, aunque la hermana sospechara del borracho de su marido, nunca lo diría por vergüenza con sus hijos. 94 -Mi padre una vez me contó, que los vecinos habían visto un camión que transportaba medicinas casi enfrente de la iglesia que él construía, allá en el Cerro de la Calavera, hacia el norte de la ciudad de México, adelante de los Indios Verdes; al abrir la iglesia se dio cuenta que faltaban un equipo de sonido, una bomba de agua que recién había comprado, una planta de luz; y en su casa, que había construido a un lado del templo, toda la herramienta de carpintería, plomería… El camión del Seguro Social que transportaba medicinas es el que manejaba el borracho y ratero de mi cuñado. -Por favor -me suplicó mi padre-, no se lo comentes a tu hermana, porque esto se puede poner muy, muy feo-. - Y así fue: una vez que regresó a su casa muy borracho su marido, mi hermana lo correteó con una escoba. el motivo es que había llegado borracho y había dejado el camión que manejaba en la calle, con una prostituta en la cabina, y solo había entrado a su casa para sacar dinero y continuar con la fiesta; el marido alcanzó a meterse a la recámara y cerró con llave por dentro, pero ahí lo alcanzó, y a patadas y a escobazos comenzó a destrozar la puerta; afortunadamente no pudo tirarla… Y todavía mi hermana lo aguantó 20 años más; después se separó de él, lo corrió de la casa y éste se fue a refugiar con sus padres, que se habían ido a vivir a Atlixco, Puebla. -El borracho, a todo el mundo le dice que se ha reformado –me cuenta mi amiga Licha- y que ahora con Dios lleva una nueva vida; ése es su engaño, su mentira, la trampa donde caen sus hermanos de religión, quienes lo dejan tomar el púlpito para predicar; al predicar les dice: Hermanos, pongo mi ejemplo, yo fui un borracho… (lo de ratero nunca lo dice) pero ahora nuestro salvador me ha quitado el vicio, hoy vivo en Dios y entonces toda la iglesia grita ¡¡¡¡Aleluya!!!!! ¡¡¡¡Aleluya!!!!! ¡¡¡¡Aleluya!!!!! ><Ω>< Su hermana, para tener un poco más de dinero, desocupó una pequeña vivienda del primer piso, donde dormían sus 4 hijos, para rentarla, ya que su marido se gastaba sus quincenas en francachelas; la rentó a un señor, quien dijo que vivía solo, pero después trajo a una señora y él solo se aparecía cada semana. La habitación solamente tenía 2 piezas de 3.70 por 4.50 m. cada una, con un baño y una gran cocina; era su “casa chica” del nuevo inquilino. Los sábados se reunía allí con varios amigos, para tomar cervezas, cantar -pues todos llegaban con guitarras y maracascontar chistes y los chismes de su trabajo hasta las 4 de la mañana. 95 Varzal le había regalado a Chelo, su hermana, la mitad de esta casa que era herencia de sus padres, y en lo que había sido su taller en la azotea, como estaba vacío, el señor de la casa chica un día llevó a su hermano, un chaparrito de unos 40 años, quien estaba interesado en rentarle el estudio. –No se preocupe, por mi trabajo, yo solo lo ocuparé 3 o 4 días a la semana -le dijo. Y el nuevo inquilino hizo igual que su hermano, instaló a una jovencita, quien solo tendría 18 años; llevó un albañil e hizo arreglos para que su amada tuviera más comodidades. Con el tiempo, los vecinos vieron que llegaba igual que su hermano, solamente los sábados, y se iba los lunes, sólo que ahora llegaba vestido con su uniforme azul, de policía. La amante del hermano les contó a los vecinos que él era del estado de Puebla, pero que de su trabajo lo habían transferido a la ciudad de México. El policía era muy serio y nunca lo vieron alcoholizado, hablaba poco el chaparrito y saludaba solo con un ademán de la mano. Su joven compañera, originaria de Puebla también, era muy tímida y no saludaba a nadie. Un día el estudio se convirtió en casa-taller, pues el chaparrito le armó un taller de serigrafía para que imprimiera las insignias que se ponen en las mangas los policías, los estudiantes, los grupos de scouts; los diseños de los logos ya se los entregaban los clientes; utilizaba la azotea para lavar al aire libre sus raseros con solventes, para mezclar sus tintas. El policía le compró una máquina de coser y la joven le pidió a Consuelo que le enseñara a utilizarla. Cuando bajaba a la planta baja lo hacía con mucho cuidado, porque la poblanita estaba embarazada; y nació un bebe, lo que le trajo más preocupaciones. Algunas veces, le pedía a Chelo que le cuidara al niño para ir de compras, pues ahora tenía que hacer más comida porque el policía llegaba tres veces por semana a comer al medio día, más el fin de semana, y era muy exigente. A la joven madre, los vecinos la veían muy angustiada, creían que era por todas las responsabilidades que tenía, pero un día, cuando estaban reunidos varios vecinos en casa de Chelo, se soltó con un fuerte llanto, y no aguantándose más, contó que el patrullero la vigilaba constantemente desde que la trajo a vivir a esta casa; seguido veía en la calle a la patrulla estacionada, y desde ahí la espiaba o la seguía a pie al mercado; era un hombre terrible, despiadado, y en un llanto que le cerraba la garganta, dijo en un grito ahogado: ¡Me secuestró en Puebla! ¡Me tiene aterrorizada! ¡Tengo miedo por mi bebé! Me amenazó de matarme a mí y al bebé. Me dijo: 96 -Y si un día me dejas, también voy a Puebla a matar a tus padres. -Desde hace 3 años que mis padres no saben nada de mí, seguro que han de pensar que estoy muerta. Entonces, los vecinos que visitaban a Chelo para que les hiciera trabajos de costura, platicaron y se organizaron: uno de ellos tenía familia en una ciudad del norte, y ellos la podían esconder por un tiempo en casa de sus abuelos, en un pueblo. Entre todos los vecinos se cooperaron para su pasaje, y para que partiera la disfrazaron con ropa de hombre, y otra señora cargó al bebé como si fuera suyo y la acompañaron a tomar el metro y después a la estación de donde partiría hacia su liberación. Pero antes, habló por teléfono a sus progenitores, a quienes la joven madre les contó sus desgracias y lo que iba a hacer. Al oír su relato sus padres decidieron dejar la casa que rentaban e irse a vivir con unos familiares a otro estado, para que su hija no se preocupara. Les pidió a todos los vecinos de favor que no dieran parte a la policía, porque sabía que casi todos eran tan corruptos como su secuestrador, y tenía miedo que localizaran a su familia y esta fuera a sufrir las consecuencias. Todos recibieron una tarjeta de navidad, con el nombre falso que le habían dado: les agradecía profundamente por sus atenciones y les decía que se quedarían a vivir quizá algunos años en el campo, con los tan cariñosos y caritativos abuelos. El chaparrito secuestrador siguió pagando la renta durante varios meses, e iba seguido a cambiar las veladoras y algunos talismanes, que había colocado sobre una mesa, para que la hermosa madre regresara. ><Ω>< 10 de mayo 1999. Hoy es día de las madres y viene a visitarlos una amiga francesa: Varzal y su compañera preparan una comida para recibirla; esta amiga ahora vive sola, pues sus hijos viven en Francia, realizando sus estudios. Su amiga, muy alegre, admira sus obras, realizando comentarios muy acertados. Le gusta mucho uno de los grabados de Françoise y se lo compra. 97 A la hora de la comida les cuenta de su esposo y su carrera como investigador de medicina en la UNAM, y también cómo se interesaba en los fenómenos y reacciones del cerebro, a tal grado que le interesó ir a tomar hongos con doña María Sabina; y otras muchas experiencias que tuvo con los chamanes con los que hizo una gran amistad. Le comentan que ellos habían leído artículos de su esposo, publicados en algunos diarios. –Él era un loco en el volante -cuenta su invitada –Varias veces que iba conduciendo, estuvimos a punto de perder la vida junto con mis dos hijos. -Y continuó diciendo: el día del accidente en el que perdió la vida, al llegar al cruce de dos avenidas vieron que había luces intermitentes, pues a las 2 de la mañana ya no funcionaban normalmente los semáforos. Mi esposo continuó sin tomar la precaución de bajar la velocidad, pues la estudiante que iba con él dice que él sí vio el auto que se acercaba, ya que alcanzó a gritar. El auto que venía en la otra avenida corría a 120 km. por hora y sin detenerse tampoco, se impactó y partió en dos al auto de mi marido, pues chocó del lado del conductor. El chofer del auto asesino, era una joven que tenía 22 años de edad, e iba totalmente ebria, con 3gr. de alcohol en la sangre; a ella casi no le pasó nada, pero legalmente le dieron tres y medio años de cárcel, los que no cumplió, ya que se las arregló para estar libre y solo ir a firmar los lunes de cada semana; a la estudiante del médico se le rompieron algunas costillas, que le soldaron luego. -A mi compañero lo veo como si no hubiera muerto, sigue habitando nuestro departamento y me habita a mí. Sus amigos chamanes dicen que no me preocupe por su muerte, que ahora se ha convertido en un venado. ><Ω>< Saliendo de la casa del artista-pintor-escultor-fotógrafo, a unos 80 metros, se instala en la calle, todos los jueves, un mercado donde Varzal junto con su esposa van de compras; es un pequeño tianguis donde hay de todo, desde verduras, frutas, ropa, hasta DVDs piratas. Este último negocio es atendido por un vendedor muy simpático, quien conoce un poco de cine y opina sobre las películas: -¿Cómo esta patrón, qué va a llevar ahora? ¡Escójale, escójale! Ya sabe que yo le pruebo las películas para que no se las lleve en mal estado y además tengo películas 98 que están ahorita en cartelera en los cines. Y como muchas gentes no saben lo que quieren ver, don Ambrosio les recomienda cada semana un film -pirata: policíaco, de amor, de terror, histórico. El artista siempre termina llevándose un tambache de películas, pero él si se pasa un buen rato escogiendo los títulos de este “vicio semanal” como le dice don Ambrosio, mientras su esposa va de compras para la comida. Uno de los vendedores del tiangüis que vende verduras, frutas y repuestos para licuadoras, ollas express y también algunas herramientas, siempre está pendiente cuando sus clientes pasan, y aunque no tengan la necesidad de sus productos, insiste para que se acerquen para darles una probadita de alguna fruta y así atraerlos para que adquieran algo: –Señor, vea las mandarinas que hoy están muy ricas; ahora doy 3 kilos por solo 10 pesos, –y comienza a platicar sobre las noticias que oye en el radio. Varzal no acepta probaditas, porque el pedazo de algún fruto que regala lo corta con un cuchillo que nunca lava, y le pone el pretexto de sus males gástricos para que no insista. Como ya está enterado, entonces comienza a platicar de los suyos y le dice que encontró un buen remedio para curar los males de estómago: -Mire, yo tomo antes de cada comida 3 cucharadas de petróleo, viera cómo me he compuesto. Pero eso sí, nunca me falla mi dosis de combustible. Yo me di cuenta que era un buen remedio cuando vi cómo a las piezas de metal oxidadas, los engranes, el lavado de los motores, con el solo hecho de bañarlos con petróleo, vuelven a funcionar bien; y si a los metales los compone, cuantimás a nosotros, que somos de carne y hueso. Usted pruébelo y va a ver que después va a comer hasta basura y no le va a hacer daño. -¿Qué me va a llevar ahora, patrón?, le pregunta un vendedor, -¿Esa lamparita es china? -Ahora todo es chino, patrón, menos mi vieja, ella es mexicana. Yo vivo gracias a ellos-. El artista saca dinero y le paga al comerciante. -A propósito, patrón ¿usted sabe por qué los chinos tienen los ojos rasgados? -No. ¿Por qué?. 99 -Mire cuando nosotros nacemos nos dan una nalgadita, y enseguida lloramos; pero los chinos recién nacidos no lloran, solamente hacen ¡¡¡Ugh!!!, frunciendo enseguida el entrecejo y apretando fuertemente sus ojitos, después de que la enfermera les mete el dedo en su culito… Cd. de México, 2011-2013. 100 BOUGAINVILLE Terminaba Varzal de ver la exposición titulada “Bougainville”, en l’ Orangerie, en los Jardines de Luxemburgo en París; a la entrada había una sección de venta de libros y, como siempre, va a ver libros, los que, para no comprarlos, escoge imágenes o textos para fotografiarlos. –Pero Paul, no te pongas así-, le decía una mujer de unos 85 años a un señor de la misma edad, que esperaba impaciente a unos 5 metros de ella. –Tienes que darme tiempo, por favor, ten un poco de paciencia-, volvió a pedirle amablemente la anciana, quien con una voz casi de niña veía embelezada los libros de esta muestra de los viajes del científico. – Paul, sal afuera, ve a tomar el sol, ve a la gente mientras veo los libros, ya sabes que es mi pequeño placer y no puedo separarme de esta mesa-. Paul, cargando el fardo de sus años, dejó la mampara donde se recargaba, alejándose, agachando la cabeza mientras la dama absorbía con extremo deleite los textos e imágenes de los libros que ilustraban los viajes del capitán Bougainville, quien había recolectado una gran cantidad de plantas por el mundo entero. El viejo Paul, recargado en su bastón, tomaba el sol con ojos alegres, y con una enorme sonrisa admiraba las bellas jovencitas en short que corrían entre los verdes jardines invadidos de frondosos árboles. La anciana sabía qué hacer para poder soñar, perdiéndose en las expediciones del naturalista Bougainville, sin ser interrumpida. ><Ω>< Los viajes del naturalista y las recomendaciones de su profesor, W. Heyter, del Atelier 17 en París, quien le aconsejó que tenía que viajar, hicieron que Varzal comenzara a recordar sus años mozos y sus viajes por Europa, los Balcanes y el medio Oriente. A las 11 de la mañana del año 1999, en la terraza de su estudio de la azotea, en la ciudad de México, el pintor está tomando el sol mientras lee un libro en francés de Gastón Leroux, un tomo con nueve novelas y obras de teatro. 101 Suena el timbre de la casa varias veces, se asoma por la ventana y ve a dos individuos, el más bajito y más viejo porta una gran barba casi blanca y grita: ¡¡¡Varzal!!! ¿Eres tú? Yo te reconozco, ¿No te acuerdas de mí? ¿No me reconoces? El rostro con rasgos muy marcados, ondas arrugas en la frente, a los lados de los ojos y en los pómulos, evitaban que Varzal se acordara de este personaje de piel exageradamente blanca, quien parecía tener 80 años. –¡Soy Miky!!! ¡Soy Miky!!! –No, no es verdad ¿Simonovic Miroslav? –le contestó. Al abrir la puerta de la planta baja le presenta a su amigo serbio, Vojikan, e inmediatamente le dice ahora en español: -¡Hace 30 años que no te veo ¡carajos! Miky o Mile como le dicen en Yugoslavia, vino a México en 1968 para las olimpiadas, y en ese poco tiempo, tres meses, aprendió un poco de español. Cuando habla con él, el pintor reacciona hablándole en francés, como en los viejos tiempos, en 1965, que se conocieron en París, cuando Miky vendía el periódico en los cafés para poder vivir; además era sirviente en el restaurante Apadana, Bar Les Trois Didier, en 8 rue Kepler, a unos pasos de Campos Elíseos, propiedad de la princesa Siria Mme. Effat, por donde Varzal tenía que pasar, para entrar a su estudio, que le rentaba a la princesa; época cuando Varzal era estudiante becado por el gobierno francés y la UNAM, recibiendo dos becas al mismo tiempo, cosa que le hacía ahorrar para viajar. Su amigo Vojikan dice conocerlo, pues en esa época, cuando vivía Varzal en Belgrado, en 1967, visitó su estudio, que era una mansarda -una gran buhardilla- en la calle de Sindeliceva 18-2; pero el serbio en aquella época tenía solo 17 años. Cuenta que en México tiene ya 20 años instalado, está casado con una mexicana, la que tiene 2 hijos de él, y él trabaja como mecánico en su propio taller, que él mismo construyó. Vojikan les deja, y Miky y el pintor van a caminar al Centro Histórico, y aunque solo tiene un solo día de haber llegado de Belgrado -con unas grandes ojeras-, muy entusiasmado, habla y habla, contándole lo que no le dijo en 30 años. Le cuenta de sus cuatro matrimonios, uno de ellos con una checoslovaca que conoció en Praga cuando era estudiante de producción y dirección de cine. La plática se centra en su primer matrimonio con Ruzica, con la que tuvo un hijo, en la época en que él vivía 102 en su casa de Nebojsina 39, que solo fueron 10 días. Miky lo visitaba seguido con esta joven al estudio de la calle de Sindelicéva 18-2, que había sido el estudio del hijo de Mme. Kavran, miembro del comité central del partido comunista, quien tenía una hermana bellísima llamada Meli Boskovic, quien cada fin de semana insistía en invitarlo a su casa de fin de semana. Varzal a veces no quería ir, pues allí se encontraba con el padre de Meli, quien había sido prisionero en la 2ª guerra mundial y estaba un poquito mal de sus manos, las que quería pasear por las piernas del mexicano, nalgas y sexo; tocadas de las que él huía, pues soñaba que serían mejor las de la bella Meli. ¿Pero qué le habrá pasado a mi amigo serbio? -se preguntaba Varzal-, pues yo tengo 3 años más de edad que él, y no tengo una sola arruga, y él tiene su rostro lleno de surcos. Mme. Kavran, invitaba seguido al artista mexicano a tomar café y a platicar, pues hablaba un perfecto francés, el cual practicaba raramente, y en estas conversaciones comenzó a enseñarle a leer el café turco: al terminar de tomarlo, se agita girándolo, y se voltea la pequeña taza sobre el platito, con el fin de que al caer el resto de café espeso, deje un poco en el fondo de la taza; se espera un momento, y al medio secarse, se forman unos dibujos: estas formas son las que habrá que leer. Después, en una segunda lectura, la persona al introducir un dedo, deja una huella: y también habrá que interpretarla, para adivinar las futuras desgracias o las alegrías. La Bella Meli, igual que su madre, aportaba al pintor sus conocimientos en esta materia. Con el tiempo, Varzal se había convertido en un experto. A Miky, al hablar del hijo que tuvo con Ruzica, se le traba la lengua y balbucea, pues este hijo acaba de morir, hace poco tiempo, a los 32 años, durante los bombardeos de los norteamericanos-OTAN; dice que luego le contará; por ahora solo le dice que murió del corazón. Un día estaban en su casa Miky, Bora, su padre, que mide casi dos metros y quien fue héroe de la resistencia en la 2ª guerra mundial, y el pintor; ese día había una discusión acalorada y el padre insistía en que se casara con Ruzica, quien en unos días iba a tener un hijo; de pronto, los dos se levantaron y el padre comenzó a cachetearlo, pero Mile se defendía lanzando golpes al rostro de su padre, gritándole 103 que se la regalaba, que se casara con ella y que adoptara al hijo que iba a nacer; además mentándole la madre... En esta época se hablaba mucho de los jóvenes yugoslavos: decían que era una generación a la que el sistema les había dado todo, porque no querían que sufrieran como las gentes que habían vivido tantas guerras, y que era una generación de jóvenes mimados. Miky era un joven rebelde sin causa, un anarquista sin causa, perteneciendo a esta generación de adolescentes. Hundidos en un mar de recuerdos, comiendo en el Sanborn’s de los Azulejos, del primer piso del salón de los espejos, y perdidos entre el humo de los cigarrillos que fuma Simonovic Miroslav, degustaban unos sabrosos tacos, entre carcajadas, por las tonterías que recordaban de sus años de juventud. De su trabajo en la televisión yugoslava Mile (Miky) hablaba poco. Regresan a la casa de Varzal, donde conoce a Françoise, y les cuenta de todas las guerras que ha pasado Yugoslavia: cuenta en imágenes, lo ve uno todo. –En los bombardeos de la OTAN estábamos en los cafés platicando, llevando una vida normal: nos acostumbramos rápidamente a ellos. Parecían tormentas eléctricas, y acá abajo nosotros nos reíamos-. Llega Vojikan con una güerita, Pilar, por la que se esta divorciando de Rosario. Platicaron hasta pasada la media noche y después parten, despidiéndose. ><Ω>< Vojikan y Pilar les invitan a su casa de Lomas Verdes a cenar con Mile y los 4 hijos de Pilar, quienes son muy simpáticos. Vojikan hace de cenar casi un puerco entero, al horno, con papas, y los sienta en una enorme mesa que está en la cocina: él prefiere este espacio al burgués y frío comedor. Los dos serbios cuentan historias de la antigua y hoy balcanizada Yugoslavia, pero ellos la siguen llamando Yugoslavia; así como también sus aventuras de chamacos en Belgrado. 104 Vojikan quiere que Varzal detalle un poco más la historia cuando Miky le dio cita en la estación de tren de Belgrado: Aquel día el pintor compró su boleto de tren para ir a Praskovce, a visitar al abuelo de Miky, Svetolik Zikic; lo esperó en la estación, pero como no llegaba, se subió al tren 5 minutos antes de la hora de partida; sentado en un vagón esperaba impaciente en un sillón cercano a la ventana; cuando ve a Miky que llega corriendo y desde el andén le indica que va a comprar su boleto: –Si no regreso a tiempo te bajas en la estación de Nis… Luego transbordaremos. Yo tomaré el próximo tren, le dijo gritando, por el ruido atroz que había. Pero el amigo serbio no llegó y la máquina partió; el tren, cuando se detuvo en Nis, serían las 10 de la noche: la máquina de vapor había recorrido aproximadamente 250 kms. En la estación había un café-bar con una arquitectura y decoración de estructuras metálicas, algunas cubiertas con madera, que tenía una pátina del tiempo; era un lugar que parecía oler a pólvora aún, con una gran barra muy antigua de color sepia oscuro. El salón era atravesado por un tubo de lámina que colgaba del techo, el cual desprendía calor: era el canal por donde se evacuaba el humo de una gran estufa metálica que servía para la calefacción del café-bar; las ventanas estaban cerradas para mantener el calor, y el espacio era iluminado por unos antiguos candiles que daban una luz mortecina. En la barra, gentes tomaban, alegres, cafés, vino tinto caliente, sljivovica, su aguardiente nacional de ciruela; habría unas 15 mesas en las que, igualmente, familias consumían mientras esperaban algún tren. Instalándose en una de las mesas, pidió un café; aprovechó para abrir su cuaderno de dibujo, sacar sus plumillas y su tinta china, empezando un dibujo del café con sus parroquianos. Pidió la carta para cenar algo, solicitando algo ligero con un vino caliente; siguió dibujando. Cuando se dio cuenta, ya eran las dos de la mañana; entonces se le ocurrió ir a ver a qué hora llegaba el próximo tren: llegaría hasta el medio día, o sea dentro de 10 horas. Por tantos cafés turcos que había tomado, no tenía nada de sueño y siguió dibujando hasta las 4 de la mañana; y luego fue a recostarse en una banca de madera en el salón de espera, tomando como almohada su pequeña maleta que llevaba, despertando a las 8 de la mañana. Fue al baño, donde se lavó la cara, y penetró al café pidiendo de desayunar. Después, salió de la estación a caminar: recordaba que ese día había una neblina 105 espesa; hizo un paseo por el centro de la ciudad y regresó a las 12 para esperar el tren, que llegaría de Belgrado. Pero Miky no llegó; entonces pensó que llegaría en el tren de las 10 de la noche y volvió a realizar otro paseo, colocando su maleta en la espalda, pero esta vez alejándose más, hasta llegar casi a los suburbios de Nis; regresó al centro y comenzó a sacar fotos de las gentes, las carretas jaladas por bueyes o caballos, las fachadas de las casas, a las campesinas vendiendo sus productos… Recordaba que en la noche, en la estación, sentía algunas miradas que le observaban insistentemente. A las 10 de la noche Mile no llegó de Belgrado, decidiendo Varzal quedarse otra noche en la estación; estaba fascinado por el ambiente de Nis, con el movimiento de campesinos, soldados, trabajadores, gitanos, el caluroso ambiente del café: era el misterio de un país socialista, donde Josip Broz, Tito, era el principal arquitecto, construyendo la República Federativa Socialista de Yugoslavia, creando un socialismo independiente, un socialismo nacional, al que llamaban Titoísmo. A las 11 de la noche buscó su banca en la estación y se fue a dormir, pero a las 12:30 de la noche despertó; tenía mucho frío y entró en el café, que estaba abierto toda la noche, y pidió un vino caliente; lo sirven en un vaso de vidrio envuelto con una servilleta de papel, pues está casi hirviendo; después se tomo un café turco, y comenzó a dibujar a un grupo de mujeres campesinas, quienes aún con el calor del restaurante-bar, conservaban sus gruesos suéteres, abrigos, y sus cabezas estaban envueltas con pañoletas, dormitando sobre una de las mesas. Eran las 2 de la mañana y 4 gitanos y una gitana se fueron a sentar a la mesa del joven artista mexicano, hablaban y hablaban como queriéndolo convencer de algo; hablaban mal el serbio, y lo mezclaban con algún idioma de Europa del este. Luego sacaron una bolsita de joyas y le dijeron que costaban 50 dinares los anillos y 90 los collares; como el pintor no les compraba nada, continuaron con su discurso, que empezó a comprender un poco; al sonreírles, vieron que había entendido; enseguida sus miradas se dirigieron a la hermosa mujer, de unos 20 años, quien tenía el pelo negro y ensortijado, con unos ojos negros y brillantes, de los cuales brotaban unas grandes pestañas negras. Al sentir la seña de los gitanos, la joven mordió sensualmente sus labios, posando su vaso de vino en la mesa; al mismo instante, sus cuatro compañeros se pusieron de pie, cubriéndola de las miradas de los parroquianos, mientras la belleza comenzaba a desabotonar su abrigo lentamente: 106 debajo tenía un suéter que también abrió con cierta calma, mostrando una ligera blusa de tela casi transparente, de la cual desprendió unos seguros con adornos plateados, para enseguida dejar brotar unos turgentes pechos, que estaban totalmente tatuados. El ambiente era inflamado por los vinos, los cafés turcos y la escena. Varzal ya se encendía; desgraciadamente para ella, o para Varzal, el puñal que ella tenía en la cintura, del cual veía los reflejos de las piedras incrustadas en la empuñadura, le hicieron reaccionar; al darse cuenta la gitana, desabrochó su cinturón, dejándolo, con el puñal, en la mano de uno de sus amigos, y continuó con el espectáculo al dejar caer su larga falda para luego bajar una pequeña y casi transparente pantaleta: realmente era excitante: el paraíso gitano, mostrando un cuerpo totalmente tatuado: los brocados en su piel hicieron que la boca se le secara… y fue a pedir un vaso de agua a la barra del bar. En eso, un hombre muy alto y fuerte, con un gran bigote dorado, enderezándose al verlo, le comunicó algo en voz baja que no oyó bien; entonces este personaje con un abrigo afgano, metió su mano dentro de su chamarra señalando al mismo tiempo con su otra mano a los gitanos; entonces entendió que querían robarlo. El hombre le indicó con una seña que se quedara en la barra; al ver a este personaje, los gitanos desaparecieron. El serbio habló por teléfono y enseguida llegaron otros hombres, quienes lo interrogaron; no entendía muy bien, quizá por el acento de Nis, que era muy diferente al de Belgrado; les pidió que le hablaran lentamente. Le preguntaban qué es lo que hacía en Nis, cuánto tiempo llevaba viviendo en el país, a quién conocía en Yugoslavia; a esta última pregunta, les informo que conocía a Simonovich Miroslav; lo apuntaron, pero no les dijo nada; les dijo que Miky era hijo de Bora Miroslav y les dio la dirección donde vivía; entonces se les encendió el rostro, fueron a hablar por teléfono y después de un buen rato le dijeron que esperara, que alguien iba a venir por él. A las 6 de la mañana recibió una llamada, creyendo que era Miky, pues le hablaba en francés, y le hablaba de tú; le dijo que no se preocupara que a las 9:30 de la mañana llegaría por él. A esa hora, una máquina de vapor se detuvo en la estación, y bajando de ella un hombre corpulento de unos 50 años, con su traje de ferroviario, gritaba en francés: 107 ¡¡¡Varzal, ya estoy aquí!!!, dándole un fuerte abrazo; lo esperó unos minutos y cuando regresó, juntos subieron a la máquina. Le contó que Bora Miroslav era el director de los ferrocarriles de Yugoslavia, y que por esto se había organizado muy pronto el rescate. -Tu amigo Miky, el hijo de Bora, te dijo que te bajaras una estación después de Nis, y no en Nis. La persona de los grandes bigotes es el jefe de la policía de Nis, quien estuvo vigilándote junto con todo un equipo de policías. Te voy a dejar en un entronque, en un cruce del tren con un camino de terracería; ahí nos espera ya una persona que te llevara a Praskovce; de aquí llegaremos en unos 15 minutos. El maquinista bajó con Varzal de la máquina de vapor, y le presentó a un hombre, que ya lo esperaba; descendió de su carreta para saludarlo e invitarlo a que subiera al único lugar que había desocupado, a un lado de él, carreta que estaba descubierta y solo atrás tenía una gran caja. Pero antes de partir, en un buen francés, el maquinista se despidió del artista dándole otro fuerte abrazo. –El viaje va a ser un poco lento, pues tengo que ir repartiendo el correo por varios poblados, y la carreta salta un poco en este camino de terracería; a veces, cuando llueve, se anega el camino; el caballo es muy fuerte y me ha sacado de grandes apuros, espero que no se aburra, le dijo el cartero, quién hablaba lentamente, marcando sus palabras en idioma serbio. Llegaron a Praskovce cuando el sol ya estaba declinando: habían recorrido tan solo unos 50 kilómetros aproximadamente; cuando llegó la carreta ya había un grupo de gentes que lo estaban esperando junto con su amigo, e inmediatamente lo llevaron al diminuto y único café bar que había en el pueblo, invitando al cartero, quien aceptó, y contó a los parroquianos como Varzal lo había ayudado a repartir las cartas y paquetes… Mientras los niños, en la calle, se pegaban a los vidrios de las ventanas del café para ver, según ellos, al primer turista mexicano que pisaba estas tierras. ><Ω>< Varzal estaba dibujando unos paisajes en un pueblo vecino y no acepta la invitación de su amigo Miroslav de ir a visitar a unos familiares, a una hora y media de Praskovce; y se va con Pera, un amigo; cuando regresan, Miky viene en un auto 108 Citroen con un francés, llamado Claude Peche, de unos 45 años, quien está de paso y era de Tour, Francia; dice ser intérprete de la UNESCO en esa ciudad. El francés se queda unos días en casa de los abuelos de Miroslav; va hacia Estambul y posteriormente les da un aventón a Belgrado. Pero Claude quiere quedarse unos días en esta ciudad y le pide a Varzal si se puede quedar un día en su estudio de la calle de Sindeliceva 18; se queda 9 días. En ese tiempo tiene relaciones con una mujer que quiere partir de Yugoslavia, y él le dice que de regreso pasará por ella para irse juntos a Francia. Convence a Varzal para que lo acompañe a Estambul, pero al llegar a la frontera con Grecia, los aduaneros no dejan salir del país a Varzal, ya que en su pasaporte tiene unos sellos, con una lista de las obras con las que había entrado a Yugoslavia y tiene que regresar a Belgrado. Quince días después regresa el francés y se queda 4 días más en su departamento. Le dice que para que no tenga problemas, él puede sacarle los cuadros que ya tiene empaquetados, y desde París enviarlos a México. Varzal prepara un paquete con las 19 pinturas que había pintado en Paris, unos 49 dibujos trabajados a tinta china y acuarela, de 70 cm X 1 metro, una docena de mapas franceses -copias de la antigüedad-, 42 rollos de película ya revelados, un paquete de fotos en papel, unos bordados yugoslavos... Sí, esto hacía un gran paquete. Pero Claude Peche dijo que no era problema, pues la cajuela de su auto era muy espaciosa. Y que no le pagara ningún centavo para el envío, pues esto lo hacía como agradecimiento por haberlo recibido en su estudio; esto le extrañó, ya que cada vez que se subían a su auto les pedía que le llenaran el tanque de la gasolina. Era el año de 1967; hoy estamos en 2014, y el paquete nunca llegó a la ciudad de México, ni nunca recibió las cartas que le había prometido. Ratas hay por todas partes del mundo. En invierno, en Belgrado, a Varzal le gustaba ir a caminar a los parques y ver a las gentes patinando en el hielo; aguantaba bien el frío admirando a los que tenían puestos de carritos en las calles para vender comidas, adornos para la navidad, que ya se venía. En una ocasión que paseaba con unos amigos, el viento soplaba muy fuerte, pero los niños y adolescentes se colocaban en una calle que bajaba, para ver quien podía resistir más tiempo sin que la fuerza del viento los tirara; los amigos de Varzal 109 lo retaron para concursar igual que los infantes; Varzal, ese día fue el primero en caer en la calle inclinada, pero la nieve acolchonó los golpes. Al otro día, tenía que pasar por este mismo lugar para ir a comer al restaurante universitario; el viento ya no soplaba fuerte, el piso tenía nieve espumosa, cuando de repente sintió que el mundo se le venía encima, y rodó igual que la vez anterior, pero esta vez los golpes al caer fueron duros. Unos infantes salieron corriendo y carcajeando, y el pintor se dio cuenta de lo que ya le habían contado, que los niños colocaban nieve sobre el hielo para ocultarlo, volviendo el piso muy resbaladizo. Llegó al restaurante sobándose todo el cuerpo, pero aguantándose los moretones, se sirvió en su charola la rica comida que ese día habían preparado, tomando 2 botellitas de vino blanco para olvidar los dolores y los malos pensamientos. Le gustaba preparar un desayuno frugal y una cena ligera en su casa, pues a 3 cuadras había el mercado popular Kalineciva Rijaca, mercado que le servía de paseo para admirar los productos que se vendían y aprovechar para realizar sus compras; y como el domingo no abrían el restaurante para estudiantes, se compraba pescado, ya que en el mercado los sacaban vivos de una gran pecera. El pintor se estaba acostumbrando a esta ciudad, ya no sentía lo mismo que al principio, cuando llegó, que Belgrado olía a guerra. En una ocasión que el artista iba paseando con sus amigos, pasaron por un bar que se llamaba Bar Cristal, y le comentaron que no lo conocían, porque solo podía entrar la gente de las embajadas y los extranjeros: había que tener un pasaporte para entrar. El frío calaba los huesos y Varzal tuvo que regresar a su casa para ponerse dos suéteres más, bajo su abrigo, y su gorra de cuero con forro de piel de borrego; caminó unas dos horas para llegar a visitar el parque Kalemegdan y pasear por el río Danubio; el paseo dura hasta las 9 de la noche: había caminado 9 horas y estaba cansadísimo. En el centro, entra a un café para descansar y pide, como siempre, vino caliente; aquel día había sacado un rollo entero con su cámara fotográfica y como tenía hambre pidió algo de cenar. A las 10.30 de la noche salió para su casa y fue cuando se encontró, de paso, el Bar Cristal, entrando enseguida: era un lugar muy bonito, sobrio, y no muy lujoso; entonces pidió un sljivovica, más un café turco, Habría unas 25 mesas y unas 10 ya estaban ocupadas: el humo de los cigarrillos inundaba el ambiente. Tenía como 20 minutos que se había terminado su aguardiente 110 serbio, cuando de otra mesa un hombre alzando su copa le dice ¡Salud! Y enseguida llegó un mesero con una copa del mismo alcohol que había pedido, pero era un vaso doble, y le dijo que era de parte de su vecino que estaba enfrente. En otra mesa, había unas 6 jóvenes bellísimas, vestidas sencillamente y con poco maquillaje, pero sus atuendos hacían resaltar su hermosura; en eso una de ellas le dice a Varzal ¡Salud! Al contestarle Varzal, una joven de unos 25 años se fue a sentar en su mesa: ella se presentó y le dijo que se llamaba Sonia; y comenzaron una conversación en serbio; sus modales al hablar eran los de una mujer delicada y culta. Al decirle que él era mexicano, ella prefirió hablar italiano; este idioma el pintor lo había estudiado durante 7 meses en el Instituto Dante Alighieri en México y lo entendía un poco; hablaba italiano porque ella pensaba que este idioma se parecía mucho al español, el que hablaba un poco, muy mal, pero lo hablaba. Ya eran las 2:30 de la mañana, cuando le preguntó si podría salir con él a su departamento. Le dijo que sí, pero al darle un precio imposible para su bolsillo le dio las gracias por su compañía, y entonces ella se levantó y se fue a sentar con sus amigas. Mientras garabateaba unas líneas en un minúsculo cuaderno, 10 minutos después el mismo mesero le sirvió otra copa, pero su vecino de enfrente ya no estaba y le pidió que por favor ya no le fuera a servir otra porque ya no le alcanzaría para pagarla. –No se preocupe, es una invitación de la casa, le contestó. A las 3:40 de la madrugada, luego de haber tomado un último café, Varzal se levantó y se dirigió al guardarropa donde había dejado su abrigo; en eso, Sonia se le acercó, y pidió también su abrigo. –Te voy a acompañar a tu estudio, y no te preocupes por lo del dinero. Así, Sonia visitaba una o dos veces por semana al artista, contándole un poco su vida, de cómo había aprendido el italiano desde pequeña, ya que sus padres habían trabajado en Milán durante varios años, y cómo su esposo, hacía ya 3 años había fallecido en un accidente, junto con su hijo de 11 meses. –Tengo 32 años, la gente me dice que parezco de 23. Te contaré uno de mis planes, parece ser que conseguiré un trabajo en Ljubljana como secretaria, trabajando en la mañana, y en la tarde iré a la Universidad, pues quiero terminar mi carrera de arquitectura. 111 Mientras ella relataba su vida, Varzal le hacía retratos a tinta china y acuarela, y le hacía desnudos juntando dos cartulinas, que le daban la medida de 70 cm X 2 metros. Aplicando la influencia que le había dejado el artista florentino nacido en 1624, Giovan Braccelli Batista, dibujaba la cara, manos, piernas, en forma casi fotográfica, pero el cuerpo lo hacía en forma de cajitas como lo hacía el maestro. Sonia, igual que Madame Kavran y la mayoría de los yugoslavos, conocían los secretos de la lectura del café, y eso se volvió un rito en sus encuentros. Hicieron dos viajes a la provincia yugoslava por 2 o 3 días y luego… un día, Sonia desapareció. ><Ω>< A Mme. Kavran, Varzal le había rentado por 11 meses su boardilla, pagándole en dólares todos esos meses, moneda que en ese entonces los yugoslavos solo la conseguían en el mercado negro. El estudio estaba en el segundo piso y ella habitaba en el primer piso; este espacio le dio muchas posibilidades de establecerse para trabajar su obra, pero también la de poder viajar. –Cuando me desaparecía para viajar, el estudio se quedaba mucho tiempo solo. Mi amigo Miky me pidió que se lo prestara, ya que lo utilizaría para estudiar, entonces, cuando partía, le dejaba las llaves. Pero después me enteré que él lo ocupaba para hacer fiestas, invitando no solo a los amigos de su clase sino de toda la escuela. Un día Madame Kavran llegó con toda su familia en plena fiesta y sacó a todos los estudiantes a la calle, pues ya no aguantaba los bailes, borracheras y escándalos, que hacían cimbrar la construcción; entonces le quitó las llaves a mi amigo, y después me prohibió prestar la boardilla. Al sentirse liberado del paquete de sus obras, que le impedían salir del país: recuerda que al momento de llegar a la frontera con Italia y salir con ellas, quedándose dos días en el país, al volver a entrar sintió la libertad de volar, y comenzó a viajar, a conocer la provincia yugoslava y a realizar viajes a los países del Este. Y un día partió hacia Estambul: toma un tren a la frontera de Bulgaria, luego un autobús a Santa Sofía; ahí se queda dos días y al ver que venden una bicicleta usada aún en buen estado, la compra y continua su viaje hacia Turquía. Como no estaba muy acostumbrado a pedalear, Varzal se ponía un letrero en el pecho donde se leía: “Estambul”, y pedía aventón a los camioneros. 112 Se establece por unos 20 días para conocer la ciudad y las hermosas mezquitas; en una de ellas oye que dos hombres de edad hablan serbio y comienza a platicar con ellos; para esto, ya su bicicleta, al dejarla atada a un poste con una cadena, en el mercado que se encuentra a orillas del Bósforo, había desaparecido; uno de los serbios, de 76 años, llamado Jovan Misic, se pone a platicar con el artista, ya que su compañero de viaje habla poco; le cuenta que vienen en un viaje turístico en un autobús que va visitando los monumentos de las ciudades. -En realidad vamos en peregrinación rumbo a Jerusalén. Y le propone visitar con ellos los monumentos, pues vienen con una guía que les explica la historia de cada uno; en esa forma conoce a una mujer, de unos 50 años, que habla varios idiomas, y ella le dice que sí puede integrarse al grupo, que ese día irían a visitar el palacio otomán Topkapi Sarayi, y le propone, al ver la calidad de algunas fotos en papel que el pintor-fotógrafo le muestra, que saque fotos de los peregrinos y que, si le interesa, tiene un asiento vacío: le puede dar un aventón hasta Beirut, en Líbano; después ese asiento lo ocupará otra persona: -Ahí estaremos 2 días, y puede imprimir sus fotos para vendérselas a los peregrinos. En Ankara, la capital de Turquía, se quedan 2 días y visitan el Mausoleo Kemala Ataturk; parten hacia Adana, haciendo un viaje de más de 8 o 10 horas; visitan la ciudad, un mercado, y van a cenar a un restaurante para después ir a un hotel barato, donde aumentan una cama en el cuarto de Jovan Misic. La gente está contenta de contar con un fotógrafo y quieren ser retratados en todos los rincones de las ciudades que visitan; como Adana, Aleppo, Hama, Homs, Damasco… Al llegar a Beirut, Líbano, el fotógrafo va corriendo a un laboratorio para entregarles las fotos a los peregrinos; aunque las fotos se las da baratas, Varzal se hace de unos buenos dólares, que le servirán para seguir su viaje. En la ciudad pasea solo, no sabe qué hacer, hacia dónde ir. Entra a un restaurante porque ya tiene mucha hambre y ve la cantidad de platos de especialidades que comen los comensales; no sabe cuál escoger, pidiendo el más sencillo. Varzal estaba hablando en francés, ya que la guía le había dicho que mucha gente lo hablaba. De pronto un hombre que estaba comiendo en una mesa grande llena de platillos, le recomendó, en un perfecto francés, un platillo especialidad del Líbano, y que 113 no pidiera coca cola, pues aquí la gente prefería el jellab, preparada con uvas pasas y que se sirve con piñones. El libanés le dijo que se podía sentar en su mesa, ya que estaba muy grande. Comenzaron a hablar cada uno de su profesión, y de las comidas tradicionales de México y del Líbano. Le contaba que las comidas en el Líbano se preparaban con verduras, frutas y cereales, y se guisaban con aceite de olivo y siempre estaban acompañadas con yogures, quesos, pepinos, berenjenas, nueces, tomates… –El plato que le recomendé, el kibbeh, es el platillo nacional del Líbano, y tiene una mezcla de carne de cordero muy picada y está acompañada de trigo bulgur. Este plato se puede comer crudo, horneado, o frito. Y siguió diciendo: -Sabe, yo viví algunos años en la ciudad de México. Con uno de mis parientes, teníamos una tienda de ropa en la calle de Correo Mayor; la Academia de San Carlos donde usted estudió, estaba muy cerca. Tengo grandes recuerdos de su país, pero yo decidí regresar al Líbano. Le invitó un Arak: -Va a ver qué buen alcoholito-. Y así entre Arak y Arak pasaron la tarde platicando, –Lo invito a tomar un café arábigo en mi casa, bueno si usted gusta-. Continuaron platicando y ya se venía la tarde, cuando le preguntó el libanés el lugar donde estaba hospedado. -Es precisamente lo que le iba a preguntar, dónde había algún Albergue de Juventud. -No, fíjese que por acá no existen, pero yo tengo un hotel en el centro, y si gusta puede usted quedarse unos días en él, le propuso. Al otro día el pintor tomó un autobús a Baalbek, que se encuentra en el Valle de Bekaa, y paseando entre las ruinas, encontró a 3 jóvenes búlgaras: esta vez fue él quien las abordó; eran de Santa Sofía, y Varzal les propuso sacarles una foto, pero en ese momento pensó en una serie de retratos de mujeres que quizá un día le servirían para su colección; una de ellas hablaba un poco el francés y le pidieron 114 que las fotografiara en la Fortaleza Sagrada del Líbano, a cada una en diferentes puntos del templo romano de Júpiter, de impresionante arquitectura. Cuando regresaron a Beirut se cambiaron de hotel y se fueron a donde se encontraba él, que era más céntrico, solicitándole que les siguiera tomando fotos en esa ciudad. Todo eso aumentaba el tambachito de dinero para seguir viajando, porque el dueño del hotel le dijo que no le cobraría ningún centavo, pues le prestaba el cuarto más pequeño y modesto. Dos semanas después, Varzal decidió continuar con su viaje hacia Jerusalén, ya que aunque esa ciudad no era la meta de su viaje, la guía de turistas le había llenado la cabeza de su importancia y belleza… Además de que la conocía por los cursos de Historia del Arte que le habían impartido los profesores de la escuela de arte de San Carlos. El último día en Beirut el patrón del Hotel, el señor Elie, le preparó una sorpresa: después de una suculenta cena en un restaurante, donde celebraron el haberse conocido, habían regresado al hotel juntos y le dijo que habían cambiado su maleta a una habitación más espaciosa; venían muy alegres, por una serie de alcoholitos que habían ingerido. Le mostró su cuarto y le dijo que mañana pasaría a despedirse de él. Al entrar a su cuarto, había unas pequeñas lamparitas que iluminaban tenuemente el cuarto, se fue a lavar un poco y enseguida se metió a la cama; de pronto, una serie de manos comenzaron a darle masajes en el cuerpo; espantado, se reclinó y vio a 3 bellas mujeres semidesnudas. Les preguntó quiénes eran, de dónde venían, pero no entendían el francés, y Varzal, creyendo que eso era un sueño, aceptó con alegría la aparición de esas tres divinidades. De regreso de Jerusalén, retorna a Yugoslavia, y su amigo Simonovic le consigue hospedaje con sus abuelos maternos en Knezevac. ><Ω>< Septiembre de 2013; han pasado muchos años desde esos viajes de juventud. Ahora Varzal, cada otoño, regresa a Francia con su compañera, para desde ahí visitar la provincia francesa y los países aledaños. Hoy, los trenes de alta velocidad TGV tienen una gran comodidad, disminuyendo enormemente el tiempo del viaje. 115 Este otoño, cuando regresaban de Roscoff, en Bretaña, tomaron un pequeño tren /TER que los llevó a Morlaix; allí esperaron en el andén el tren TGV -de alta velocidad- para ir a París; en la espera, un representante de los ferrocarriles comunicó a los pasajeros que iban a París que podían subir al tren que estaba llegando y que no importaba si no era el tren que esperaban, que había asientos en los vagones 15 al 17 y que éste venía de Brest. El tren era de estos de 2 pisos, y al subir se instalaron en la planta baja, ya que viajaban con unas maletas bien pesadas: había 2 plazas vacías al principio del vagón. Adelante de ellos había una señora de unos 75 años con un perro, separándolos solo una mesa que servía para los 4 asientos; en cada estación que el tren se detenía, la señora del perrito informaba a los pasajeros que entraban que podían instalarse en cualquier asiento, que ya las reservaciones no servían. Por el altoparlante anunciaron a los pasajeros que el tren se iba a detener en la estación de Le Mans, pero que no podía nadie salir a los andenes, ya que las puertas quedaban cerradas por fuera, y que el TGV tendría un retraso de 50 minutos, pues un técnico venía ya en un tren desde París para llevarse al TGV. Todo el mundo estaba muerto de risa, y uno de ellos informó que el tren que les correspondía tomar había tenido un accidente; nadie sabía más… La señora de enfrente, en todo el viaje, venía hablando con su perrito, al cual llamaba mi bebé: -Ya ves, mi bebé, si hubieran puesto un buen maquinista ya estaríamos en París, le dijo a su perrito. Varzal varias veces había visto algo raro, pero lo justificaba creyendo que al acomodar al bebé entre sus brazos tenía que acomodarlo a la altura de su pecho, pero al ratito vio muy bien cuando acomodaba uno de sus senos, cubierto con su camisa, entre los dientes del perrito. Todo el mundo comenzó a especular sobre este retraso y el accidente del tren: ¿Un atentado? ¿Se descarriló el TGV? El Gobierno ha descuidado mucho a Bretaña ¿No será un reclamo?... Algunas gentes tenían, llegando a París, que transbordar a otro tren para continuar su viaje; una pareja de jóvenes, un poco nerviosos, les comentó que ellos tenían que ir de la estación del tren, tomando primero el Metro, después tomar el RER 116 al aeropuerto en París, luego tomar un avión, trasbordar para tomar otro avión, tomar un barco. Estos recién casados festejaban su viaje de bodas… ¿En qué planeta habrían reservado para esta celebración? Cuando el TGV volvió a ponerse en marcha, se hizo el silencio y solo se oía el papel de los diarios al desenrollarlos, el teclado de las computadoras portátiles… Unos comenzaron a dormirse y su vecina de enfrente, con su perrito gris entre los brazos, dormían profundamente; ella, con una enorme sonrisa petrificada, parecía recordar sus años jóvenes. Varzal se puso a recordar también cuando era joven en un edificio antiguo de París. En la época que era estudiante en París -1965- conoció Le Musée des Arts et Métiers, Museo de Artes y Oficios, un museo guardando las huellas de los inventores y aventureros del progreso, para el descubrimiento del patrimonio científico y técnico, único en el mundo. Comenzado en 1764 y terminado durante la Revolución Francesa, en1790, presenta más de 2,400 inventos. Varzal había descubierto en este viejo, desteñido, ennegrecido edificio, algo que le inspiraría totalmente en su vida futura, con sus salas llenas de invenciones maravillosas, aunque algunas no funcionaban, como las maquetas de máquinas hechas en madera, cuando se apretaba un botón, la grúa alzaba sus cajas miniatura para transportarlas a otro lugar… Era un lugar mágico, al que nunca dejaría de ir en el transcurso de sus estancias en esa ciudad. Un día soñó con hacer una película aquí, pero nunca se convirtió en cineasta; una novela, pero nunca se convirtió en novelista… Un día, pasados los años, compró un libro de Umberto Eco, El Péndulo de Foucault, que ha leído 3 veces; este italiano le ganó, escribió sobre los laberintos del museo, donde salen o se pierden manifestantes de varias religiones… Ni modo, así es la vida… Le faltó inteligencia, o soñar más, para utilizar estas telarañas de la historia. Pero en el año 2000, después de estar el museo cerrado durante varios años, lo restauraron, y con esta renovación le quitaron la magia que tenía, pues quedó como “nuevecito”. 117 Bueno, quizá una parte,,, porque en la cúpula, de donde cuelga el péndulo de Foucault, cada vez que lo observa, la magia renace. Hoy estuvieron ahí, y volvió a estremecerse al ver oscilar el péndulo libremente para demostrar la rotación de la tierra… ><Ω>< El 2 de noviembre de 2013, en la Plaza de la Constitución, había miles de personas, y aunque el día estaba nublado, el paisaje brillaba de colores, un arco iris de rostros alegres se retrataba con el complejo escultórico que ponía en volumen a los personajes de Posada. Un señor de unos 80 años, al ver su cámara digital Canon, comenzó a platicar con Varzal, a comentar las ofrendas; le colgaba una cámara análoga de los años 70s y le presumía de su antigüedad y lo bien que fotografiaba con ella a los niños de las escuelas primarias y algunas veces a los deportistas, las que les vendía a solo 30 pesos: –Hoy no trabajo con mi cámara, no puedo competir con los que traen cámaras digitales y con las fotos que imprimen en 5 segundos. Yo las entrego de 8 a 10 días después. Le platicaba que había sido plomero, albañil, panadero, herrero… y que solo hacía 15 años se había convertido en fotógrafo; y que lo disculpara, pero él siempre hablaba de política: –No me aguanto de comentar todo lo terrible que acontece en el país. Después de más de media hora de hablar de política, le dijo: –Oiga yo ya le estoy viendo su perfil, si se pone usted frente a la calaca de Posada, le saco una foto,,, Ahora póngase con el asta bandera más a la izquierda y va a ver qué bien va usted a salir… 118 Varzal aprovechó también para retratarlo 2 veces, igual, con el mismo fondo. –En una semana le llevo las fotos a donde usted me diga, –le dijo el fotógrafo ambulante. Y así se despidieron… Y así pasó un año, y las fotos nunca llegaron. ¡México!, ¡México!. México brillaba de alegría, y su arco iris, aunque muy opacado, sigue medio iluminando, y muy mal cobijando a sus habitantes, a la gente que lo habita. París, 2012-13, México 2014. 119 LOS INFANTES –Las canciones rancheras a mi no me gustan, sólo son para borrachos y eso parecen cuando están cantando, decía un estudiante, un joven francés enviado a México para realizar su tesis. Mientras hablaba, imitaba a un hombre alcoholizado que cantaba. Aunque ya llevaba dos años viviendo en el país, no se podía adaptar a la cultura mexicana, debido a que vivía aislado, como muchos extranjeros que llegan a México, viviendo siempre entre sus compatriotas. Cuando el pintor Varzal llegó a Francia, en la década de los sesentas, aunque ya había oído las canciones francesas, le costó trabajo adaptarse a este concepto diferente de armonía; le hacían falta sus canciones de borrachos; sin embargo a los pocos meses comenzó a apasionarse con Edith Piaf, Yves Montand, las canciones de la Comuna... Tuvo la suerte de no ser enviado, como becado, a habitar en la casa de México, ni en la Cité Internationale des Arts, donde vivían jóvenes artistas de todo el mundo que traían la nostalgia de sus tradiciones. Viviendo en Montparnasse, los Campos Elíseos y el barrio de Belleville, comenzó a compenetrarse en la cultura francesa. –En París, conocí más a los latinoamericanos que en la propia Latinoamérica... Palabras más, palabras menos-, declaraba el escritor Gabriel García Márquez a un diario de México. –Y de los mexicanos en París –preguntó el periodista- ¿qué piensa?, ¿cómo los vio? –Bueno, los mexicanos siempre están pensando en el día jueves, dijo García Márquez. –¿Por qué en el día jueves?, volvió a preguntar el periodista. –Bueno, es porque ese día hay un vuelo de regreso a México, contestó. ><Ω>< Pintor nacido en mi tierra, con el pincel extranjero, 120 pintor que sigues el rumbo de tantos pintores viejos. Aunque la virgen sea blanca píntame angelitos negros, que también se van al cielo todos los negritos buenos. Era Pedro Infante que cantaba el bolero Angelitos Negros, voz que salía de la bocina de un viejo radio que el taquero ponía para entretener a sus comensales, los que, de pie, degustaban unos sabrosos tacos en su puesto construido de pedazos de lámina; Varzal había pedido uno de maciza, uno de cabeza y uno de machitos. Escuchaban la canción bajo la luz de una lámpara en el paseo de Fray Juan de Zumárraga; la Basílica de Guadalupe se dibujaba enfrente, en una masa casi negra, porque en esa época tenía poca iluminación. Atentos, oían unas preguntas que le hacían al cantante: en ese momento, se pararon los chasquidos de las bocas, dejando de masticar para escuchar sus sencillas palabras, y después el artista siguió cantando: Pintor, si pintas con amor ¿por qué desprecias su color? si sabes que en el cielo también los quiere Dios. Comían más lento, por el placer de la degustación y del oído, ya que en esos tiempos esta estrella era el general de la canción mexicana y la mayoría se identificaba con él, por las películas donde representaba la vida de los pobres, actuando de carpintero, de payaso de la calle, de borracho, de boxeador. Eran las nueve de la noche del año 1953 –Varzal tenía 12 años– y los camiones de pasajeros iban repletos como latas de sardina. Estos viejos camiones desvencijados prestaban sus servicios sin ninguna seguridad, pues los llenaban hasta que los pasajeros colgaran de su puerta delantera y de la trasera, agarrados de unos inseguros tubos que servían de asas. 121 –¡Agárrenlo!, salió un grito de uno de los pasajeros de un camión, y en eso Varzal vio que un ratero salía corriendo, perseguido por otras tres personas que se perdieron en el infinito de la noche. El chofer esperó unos instantes más para recoger más pasaje, abarrotando su chatarra de más humanos. Cuando volvió a arrancar, no había avanzado ni diez metros, cuando se oyó el grito desgarrado de un hombre para que detuviera el autobús, grito que el chofer seguramente no escuchó, o se hizo el que no oía, ya que continuó su camino, pero a gran velocidad. –¡Agárrenlo!, ¡Detengan el camión!, gritaba el hombre horrorizado, mientras recogía los pedazos del cráneo de un niño de unos 10 años; era un señor que se veía que era un obrero del tabique, por su atuendo, y por las herramientas que cargaba. El niño, al desprenderse del tubo metálico de la puerta, quizá por tantas manos que lo asían, no pudo sostenerse y cayó cuando el camión estaba en marcha, abajo de las llantas traseras, que le destrozaron instantáneamente la cabeza. –¡Qué voy a hacer, Virgen de Guadalupe, ayúdame a salvar a mi sobrino!, ¡Agarren al chofer! El hombre seguía lanzando alaridos, corría de un lado a otro, iba a cuidar al niño y luego corría atrás del camión. Al regresar, a ver el cadáver, arrodillándose, pedía: ¡Virgencita, sálvamelo! ¡ Revívelo, o conviértelo ya en un angelito de los que a ti te cuidan! En ese momento un automovilista se detuvo para ofrecerle ayuda. El hombre, al alejarse se asomaba por la ventana gritando: ¡Cuiden el cadáver por favor!, y así también él, alejándose en la persecución del camión asesino, se perdió en esa noche amarga. En México, la mayoría de los intelectuales criticaban las canciones rancheras, porque era un medio que utilizaba el sistema para mediatizar a la población, que la llevaba a que tomara bebidas embriagantes para olvidarse de sus problemas y los del país. Eran los tiempos en que intelectuales y pueblo sabían tocar una guitarra para acompañar los corridos mexicanos que cantaban en los días de tertulia. 122 La canción mexicana estaba destinada a desaparecer, puesto que llegaron nuevos ritmos anglosajones a los que se les dedicaba más tiempo en la radio. Así los jóvenes abandonaron sus guitarras. Hoy, cuando Varzal pinta sus cuadros, siempre escucha música; se cansó un poco de la música clásica que siempre les inculcaron que escucharan en la escuela de arte, y también sus amigos marxistas; ahora escucha el cincuenta por ciento de un género y el cincuenta del otro. Hoy las canciones de borrachos se siguen oyendo. México es un crisol donde se funden los ritmos latinoamericanos. Los cantantes Plácido Domingo, Ramón Vargas o el tenor Fernando de la Mora, para ser más escuchados por el gran público, cantan las canciones rancheras, y Pedro Infante sigue recibiendo flores del pueblo, en su tumba, el día de su cumpleaños después de casi 4 décadas de muerto, de miles de admiradores que aún escuchan con placer sus tonadas. Con las canciones mexicanas no se necesita poner tanta atención, ya que las palabras están cinceladas en lo más recóndito del espíritu de los mexicanos. Pintor de santos de alcoba, si tienes alma en el cuerpo, ¿Por qué al pintar en tus cuadros te olvidaste de los negros? Siempre que pintas iglesias, pintas angelitos bellos, pero nunca te acordaste de pintar un ángel negro. <<Ω>> –¡Clic! La esposa del pintor Varzal, quién había apagado el radio del automóvil, se disculpó diciendo que no era el momento para escuchar música. Mientras el auto avanzaba en la carretera rumbo a la ciudad de Querétaro, aprovechando el silencio, Varzal se perdió en la perspectiva de la carretera, recordando que cuando estaba en el segundo año de primaria, tenía que caminar 123 un poco más de dos kilómetros para llegar a la escuela y había que atravesar tres grandes avenidas. Siempre salía a tiempo de la casa, pero antes de atravesar cada avenida, se entretenía observando cómo los transeúntes la cruzaban, pensando que los humanos tendrían defectos, y que en uno de esos momentos podrían fallarles sus cálculos o el reloj de su cabeza –del que tanto les hablaba el profesor–, y podrían ser arrollados por los veloces automóviles; pero esto nunca sucedía, y después de esperar unos minutos, pasaba corriendo veloz, toreando los automóviles, pensando en el retraso que la situación de mirón le había causado. La última avenida que había que cruzar era la Calzada de los Misterios, que en aquellos tiempos no era tan ancha como ahora: después de atravesarla había que caminar a un lado de las vías del tren, pero Varzal prefería hacerlo saltando entre los durmientes; este tren siempre traía productos para las industrias de la colonia Vallejo Industrial, como troncos de árboles para las madererías, productos químicos para una refinería, piezas metálicas y entre todos estos y otros productos abastecía a la industria de aceite Casa: sus vagones de carga estaban llenos de pequeños cocos para producir el aceite. A los niños de las escuelas primarias les encantaba subirse a estos vagones, para tomar unos cuantos cocos, que después regalaban a sus amigos. En una ocasión oyó el silbato de vapor de la máquina de carga que se acercaba: casi siempre se estacionaba entre dos avenidas con sus diez vagones, antes de cruzar la Calzada de los Misterios, y los transeúntes esperaban a que un guardavía saliera de su caseta para detener los autos y a las gentes que esperaban; pero esta vez el guardián no se apareció ni la máquina se detuvo; de todas maneras la gente, muy precavida, esperó pacientemente, pero un hombre de unos 40 años, corrió para cruzar las vías y ganarle a la pesada bestia metálica: el tren frenó más adelante, y el rechinido de las ruedas metálicas se fundió con un grito horroroso: la gente que esperaba, atravesando entre los vagones de carga, se encontró con un terrible espectáculo: el hombre, tirado, estaba inconciente por el dolor, ya que sus dos piernas estaban cercenadas. Varzal, todavía recuerda el rojo de la carne viva llena de sangre del corte de las piernas. Después, para llegar al colegio, hacía un enorme retorno, para no volver a pasar por este lugar y así tratar de olvidar la espantosa escena del ferrocarril. 124 Varzal y su esposa habían pasado por su hermana y su esposo, y después a la casa de Maximino, padre del artista, para ir a la ciudad de Querétaro, porque su hermano Andrés le había pedido por teléfono que era necesaria la presencia de la familia en su casa. Su madre tenía un año de haber fallecido y su padre había vuelto a casarse, así que cuando llegaron a su casa –serían las 12 de la noche–, pensaron que verían a su nueva esposa. Pero ese día, al entrar a su casa, él estaba solo en su cama, ya que la señora, una mujer joven de 35 años, con sus cuatro hijos, había partido de vacaciones a su ciudad de origen. –Hermano, te hablo porque hay un drama fatal en mi casa, le dijo Andrés por el teléfono, con la voz temblorosa. Con su hermano había habido tantos pequeños dramas en su vida que pensó que éste sería uno más de ellos. –Venimos de instalar el cuerpo de mi hijo en su caja, para velarlo esta noche y quiero que vengas para acompañarnos. El pintor sintió que le caía un caldero de agua hervida sobre él, ya que toda su familia tenía grandes simpatías por Lenin, quien era un niño de escasos 5 años, simpático y travieso como todos los niños normales. Cuando llegaron a su casa, después de tres horas de viaje, ya había mucha gente reunida que lloraba y otros que rezaban, acompañados con el ruido de fondo de un fuerte aguacero y de relámpagos. –Acabamos de comprar la casa en este nuevo fraccionamiento, y aunque no tenía agua de tubería nos animamos a habitarla-, contaba su hermano; y continuó diciendo: -Pronto van a meter el agua, y mientras, viene una pipa para darnos el líquido, que es gratuito-. El artista recordaba cuando su padre había construido varias casas, que de niños las iban habitando. Cuando se terminaba una, ya se estaban cambiando para comenzar a construir la otra. Un día, a su padre le dieron como pago una casa, en vista de que las hectáreas de tierra que tenía -herencia de una tía abuela-, al no poder seguir pagando a su abogado para defender la propiedad, la perdió. La compañía 125 fraccionadora le construyó una casa en un terreno de unos quinientos metros y se la dio para que ya no siguiera peleando (¡Pinches ratas! Seguro que eran priístas). Cuando se cambiaron a este nuevo domicilio, a su hermano Andrés y a él, les gustaba ir por el agua que repartía un camión con su enorme tanque; hacían la fila contentos, esperando los seis botes a los que tenían derecho, los que cargaban en tres viajes hasta su casa. Cuando la pipa partía, todos los niños se subían a ella, pues parecía una máquina de fantasía con briosos caballos, que al montarlos, los infantes se convertían en El Zorro, o en Pancho Villa. El chofer permitía hacerlo, porque el camión avanzaba lentamente. –Los niños se vuelven locos cuando ven llegar a la pipa que nos trae el agua, y al instante se suben a jugar al camión -continuó contando su hermano Andrés-, y aunque uno les diga que no lo hagan, es como si uno les dijera lo contrario: -Es peligroso, le decía a mi hijo, no hay de dónde asirse-. Pero él nunca me hizo caso. –Cuando la pipa arrancó -interrumpió la esposa de su hermano- unos diez niños la abordaron. Lenincito se subió a un lado, donde hay una pequeña plataforma; pero esta vez el arrancón del camión fue tan fuerte que mi hijo se desprendió, cayendo abajo de las ruedas traseras. Yo estaba llegando a la casa cuando vi que mi esposo recogía en la calle los pedazos del cráneo de mi hijo, quien ahora ya es un angelito. México D.F. 1996. 126 LA INSPIRACIÓN Entrevistar a alguien, preguntarle a alguien, poniéndole una cámara enfrente, es para Varzal algo no muy simpático, ya que lo ha sentido en carne propia; es un ataque a los sentidos: el pintor no puede reaccionar inmediatamente como lo exige el entrevistador, balbucea, carraspea, no encuentra la respuesta… En sus exposiciones esto le ha sucedido, y esta agresión lo convierte en un ser desfondado. A esto Varzal le encontró una solución: escribir lo que piensa y leerlo; por supuesto, escribir le lleva de una docena de horas a una docena de meses, a veces más. Quiso comenzar a entrevistar a la gente haciendo videos con su Canon 5D Mark ll: salen excelentes imágenes, pero solo se le dio una sola vez estando en un café en París. Mientras tomaban café en la barra, una señora de la tercera edad, quien saboreaba una copa de vino, se le acercó para platicar con él y con Françoise; creían que era una vagabunda, pero al observarla, estaba vestida elegantemente. Platicaban sobre lo rico que es tomar café, cerveza o vino en las barras del Zinc, las clases de vino y de aperitivos… estaban platicando tan contentos, y su rostro al hablar se iluminaba, que Varzal le pidió si no le molestaría que la grabara. -¿Hacerme un video para México? -¡¡Qué maravilla!! -Claro que sí. -Ya ves, Max, me van a filmar para México, le dijo al barman. Y así les contó: -Me llamo Marie Turon, tengo 82 años y soy cantante desde la niñez; mi madre me llevó a la Opera de París, pero ahí me dijeron que tenía que ir al Conservatorio para que estudiara; pero mi madre no tenía los recursos suficientes para pagar, y nunca estudié. Canto ópera en las iglesias, fiestas de casamientos y aquí cerca en la plaza Saint Médard, lugar de reunión de cantantes, músicos y poetas… -¿Le gustaría que le cantara algo? Pídanme algo, les preguntó… Y de pronto, comenzó a cantar una aria de Carmen de Bizet. ><Ω>< Varzal escribió el siguiente texto, para su participación en la creación de un video sobre la exposición Sub-versiones de la Memoria, proyecto de investigación de Arkheia-MUAC, UNAM. 127 En el año de 1976 nos encontramos una serie de artistas en alguna exposición del barrio de Tepito (¿calle de Tenochtitlan?), platicando sobre lo que pasaba en el arte. Ese día, coincidimos en reunirnos en una galería de arte joven de la colonia Roma. A este primer encuentro yo llegué con unos amigos artistas que había invitado, entre ellos Raúl Tovar -los otros tres no quisieron quedarse-, todos ellos ex-miembros del partido y de la juventud comunista. Ese día habría una docena de artistas reunidos, los que comenzamos a platicar y ver la necesidad de realizar una reunión. Este encuentro lo seguimos en una taquería, ya que el galerista cerró su local. Entre tacos y tacos yo sugerí que invitáramos a más artistas para realizar un encuentro, proponiendo mi casa en el pueblo morelense de Zacualpan de Amilpas. Enseguida, un grupo invitó a que la reunión se celebrara en su barrio de Tepito. El lugar se puso a votación, ganando el pueblo de Zacualpan. Felipe Ehremberg y no sé quién más, en ese momento me pidieron que no invitara a los artistas de Tepito, porque nos iban a crear muchos problemas. A mí me tocó entregar un plano a los que participarían, para que pudieran llegar a la casa de Zacualpan y, además, reunir el dinero para la coperacha de la comida; Juan Acha, al darme el dinero, le pareció un poco caro lo que les pedía a los artistas. Esta comida en Zacualpan salió muy barata, pues me había puesto de acuerdo con mi vecina, la mujer del peluquero. Ella me propuso matar uno de sus guajolotes y prepararlo en un caldo de verduras; preparó además nopalitos, un guacamole, arroz, frijoles de la olla, agua de limón y plátanos fritos de postre, y nos hizo a mano unos buenos tambaches de tortillas. Yo les regresé a todos gran parte del dinero de su cuota alimenticia. Las botellas de ron, tequila y vodka habían salido de la reserva de mi casa. Nos instalamos afuera de la casa, en el patio rodeado por una huerta de nogales, ciruelos, plátanos y cedros, donde colgamos hamacas, y en medio del jardín silvestre, corría el agua de riego por un apantle. El viernes 6 de agosto en la tarde, comenzaron a llegar a la casa los artistas; otros llegarían hasta el otro día, y el sábado 7 iniciaríamos el evento a las 11 de la mañana, que duró hasta la noche. Estábamos reunidos: 1: Juan Acha, crítico de arte; 2: Cesar Espinoza, critico de arte, artista conceptual y promotor de perfomances; 3: Raúl Tovar, artista pintor; 128 4: Alfredo Núñez, fotógrafo; 5: Víctor Muñoz, artista conceptual; 6: Rubén Valencia, artista conceptual; 7: Armando Villagrán, artista pintor; 8: Felipe Ehremberg, artista conceptual; 9: Carlos Finck, artista conceptual; 10: Esposa de Víctor Muñoz; 11: Aharon Flores, dibujante, artista conceptual, artecorreista; 12: Varzal (alias Zalathiel ) artista pintor, escultor, fotógrafo… Y apareció un 13avo personaje, quién al llegar como un fantasma, se sentó en el suelo: no se movía ni hablaba, solo escuchaba: era el brujo del pueblo, quién también trabajaba como obrero en el campo y en la construcción. Un día este señor me salvó la vida dándome a comer dos cabezas de ajo, pues me había picado un alacrán. Nosotros le invitamos algunas copas de tequila y a comer… Mis vecinos me contaron que el señor Faustino, cuando veía movimiento en el pueblo, se aparecía en todas las reuniones públicas y privadas; esto lo hacía porque además de divertirse, era otro trabajo que tenía, ya que le iba a contar todo lo que había visto y oído al presidente municipal: según la gente del pueblo, era la oreja del político priísta. Pero nosotros estábamos muy contentos de su presencia. ¿Qué le habrá contado el señor Faustino a su jefe de la municipalidad? ¿Qué éramos unos subversivos conceptuales? Cesar Espinoza llegó con las copias de infinidad de artículos que había publicado ya en varias revistas y comenzó a plantear sus ideas y la necesidad de que los artistas se organizaran. Felipe Ehremberg hablaba un poco en el mismo tenor, los dos daban línea para la organización gremial, lo que era muy interesante como autodefensa ante el sistema. Ante esto, la mayoría estábamos de acuerdo. Armando Villagrán propuso dos proyectos, uno de ellos era realizar monumentos en las grandes avenidas, de 15 metros de altura, apilando toneladas de tortillas, las que estarían sostenidas con unas estructuras de acero. Se comenzó a hablar de la posibilidad de organizarse en grupos afines y después quizá en una gran organización de artistas, invitando a artistas individuales y artistas que trabajaban colectivamente. Raúl Tovar y yo habíamos estado acostumbrados a la organización militante, él en la Juventud Comunista y yo en el Partido Comunista; aunque en esa época ya éramos exmilitantes, pero con los protagonismos e individualismos que se presentaban ahora 129 entre estos intempestivos artistas, era diferente. ¿Pero cómo era posible invitar a otros artistas, si ya se había apartado a un grupo de artistas como los de Tepito?, pensábamos. Yo hablé sobre lo que ya estaba realizando como reacción después del 68: el Arte Útil mesas y sillas en escultura-, el Movimiento Virtual -la historieta, que por tener publicaciones masivas es más fácil acercarse a la sociedad-, el Movimiento de Facto -los Movi-Comix, esculturas móviles que cuentan una historia por su secuencia en viñetas, movimiento virtual, las que moverían sus aspas con el viento como los gallitos en los techos que marcan los puntos cardinales, que se instalarían en lugares públicos, y la gente podría participar moviendo sus aspas y crear música al mover palancas que moverían tubos con hoyos y panderos…. Pero estas creaciones son, o eran individuales. Entonces propuse que, a lo mejor, podríamos crear una revista donde los dibujantes hiciéramos historietas. Tiempo después esta idea de una revista de comic interesó a artistas como Melesio Galván, Pérez Vega, Arnulfo Aquino y otros, invitándonos a una reunión la Revista Snif, que publicaba la SEP, para que dibujáramos para ellos; y aunque nos daban toda la libertad para expresarnos, no nos pusimos de acuerdo en el aspecto económico, ya que nosotros nos convertiríamos en ilustradores de tiempo completo, al servicio de la Secretaría de Educación Pública, pero con el pago ofrecido no podríamos satisfacer nuestras necesidades básicas. Los citados artistas posteriormente formaron el grupo Mira. La conclusión de lo que alguien llamó después “El Simposium de Zacualpan” fue organizar un gran grupo que se llamaría “La Coalición”. En la noche, al terminar el evento, 6 de los participantes se fueron a burdelear a la Zona Roja de Cuautla- se habían ido a pie cuando la ciudad está a más de 40 kilómetros de Zacualpan. Víctor Muñoz después me contó, que cuando él regresaba a la ciudad de México, los encontró caminando en la carretera y les dio un aventón a esa zona de Cuautla. Éste fue un gran performance para el epílogo del simposium, ya que al otro día les hizo tener fuertes dolores de cabeza, al despertarse con un deslumbrante sol en ese mágico pueblo de Zacualpan de Amilpas. Cuando se formó “La Coalición” en 1976, asociación que duró muy poco tiempo, se invitó a muchos artistas de todas las tendencias ideológicas de izquierda. Después 130 se formaría “El Colectivo”, al que se unió más gente y grupos como el TAI-taller de Arte e Ideología-, el grupo de Tepito “Arte Acá”, “El Taco de la Perra Brava”… Todos estos jóvenes entusiastas en cambiar el arte me confundían, no sabía cómo reaccionar. Sentía un fuerte protagonismo individualista en cada uno de ellos, y además tenía que preparar una exposición individual de mi obra pictórica para el INBA en el palacio de Bellas Artes, más dos exposiciones más de mis dibujos de Comix-arte en las galerías Arvil y Linskurve en 1977, 3 exposiciones paralelas. Unos meses después fue cuando salió la convocatoria para el Salón Nacional de Experimentación y comencé a tratar de coordinar mis ideas para preparar mi material y mi participación. En este Salón, el hecho de ver a estudiantes de preparatoria participando en el evento, y que algunos grupos tenían sus dirigentes que les decían lo que había que hacer, cuando para mi lo importante de estar en un grupo era el trabajo o la reflexión colectiva, el diálogo; todos estos desequilibrios me hacía dudar de los grupos y de a dónde iría el arte conceptual o contemporáneo. En el Salón Nacional de Experimentación se dio un primer premió a un grupo y a un artista individual. Este último lo ganó el proyecto “Movimiento”, donde propongo en una veintena de dibujos explicativos, la búsqueda del movimiento virtual y de facto en el arte; se diseña la idea de los Movi-Comix, y a partir de estos principios se construyó la escultura móvil “Movi-Comix”, que cuenta una historia en forma de comic en 4 viñetas y sus veletas, las que tienen forma de humanos y animales, son movidas por el viento. Fuera del Salón de Experimentación tuve 2 invitaciones para participar con grupos: una era un proyecto para realizar un video: me dieron un texto, y yo solo tenía que ilustrar el material que se me daba, no podía proponer ni opinar. Esto fue decepcionante para mí y tuve que renunciar a mi participación. Igualmente pasó lo mismo con el otro grupo. Me invitaron a ser profesor de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Era el año de 1981. A los seis meses renuncié, ya que en mi salón de clases varias veces encontré a mis alumnos bailando. Yo les dije: -Veo que soy un mal profesor y no les interesa la pintura-. Y Julio me contestó: -Practico con ellos un pasito de baile que mi tía me enseñó, porque aquí, los del grupo, quieren realizar un performance-. -¿Qué es un performance?, les pregunté; y ninguno supo contestarme. 131 El director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, Luis Pérez Flores, me pidió que no me fuera: -Mira, veo que te interesa la investigación, ¿por qué no creamos talleres experimentales para apoyo académico?-. Y así se creó el primer taller experimental, que sería el Taller Experimental de AntiComic, donde, en dos años, tenía yo que redactar un programa sobre la historieta, aprovechando mis experiencias como dibujante de éste género y mis conocimientos de los movimientos del comic Underground norteamericano y europeo, pues había participado como dibujante en las revistas francesas Zinc y Actuel, en 1974, en París, Francia. Se invitaba a tomar el curso a todos los estudiantes de las tres carreras que se impartían en la Escuela. El segundo año, se comenzó a escoger a los diez mejores alumnos de la ENAP, pues eran demasiados los estudiantes que querían tomar el taller experimental. Así, en diez años como profesor, dejé programados tres talleres experimentales más: Nuevas Técnicas del Aerógrafo; El Color y Sustracción de Signos Sustanciales; Dibujo y Pintura por Computadora en 2D y Escultura en 3D. Antes ya había realizado investigaciones en la UAM-Azcapotzalco -1984-, en el campo de la informática, con un matemático que quería hacer un programa para diseño. Así aprendí el Lenguaje Basic y comencé una búsqueda en computadoras Apple. Años después la Universidad Autónoma Metropolitana, de 1988 a 1992, me invitó a seguir investigando en el Centro de Investigación y Conocimiento, CYAD, sin pagarme un solo centavo, pues habían adquirido computadoras de la marca Amiga de Commodore. La dirección invitó a investigadores a participar conmigo, y ya entrados en la búsqueda y la creación de diseños e imágenes informáticas, formamos un grupo al que nombramos “CAOS”, exponiendo los resultados de nuestras investigaciones, e imprimiendo para la universidad, en serigrafía, playeras con este nombre. En esta época recibía yo la revista francesa de los años 70 “Chroniques de L’Art Vivant”, sobre las nuevas corrientes en el arte y una de mis funciones fue discutir con ellos y dar conferencias al profesorado y al estudiantado sobre las nuevas corrientes del arte, desde Dadá, el Arte Concentracionario, el Hiperrealismo, el Efímero, el Performance, hasta el Arte Conceptual, y el Comic Underground norteamericano, europeo y latinoamericano. Influidos por estos movimientos, los profesores, teniendo la necesidad de protestar, pues no les aumentaban puntos en su trabajo docente, con sus alumnos empezaron a realizar performances fuera de la línea de enseñanza de la universidad. Uno de ellos, 132 con la computadora, hizo un punto negro que imprimió a 3 metros de diámetro colgándolo en un muro, se desnudó y comenzó a grafitear los salones de las facultades; al final, tomando una navaja Gillete, se laceró brazos y piernas: sangrando se lo llevaron a la enfermería de la misma universidad. En el catálogo de mi exposición “Ópera Cibernética” en el Museo Nacional de la Estampa -MUNAE, 1992, Jorge Morales, uno de los investigadores del grupo CAOS, escribió: “…de hecho Varzal empezó con unas Amiga de Commodore, cuya memoria RAM haría reír ahora a cualquier aficionado…y sin embargo la voluntad y el deseo que son más indomables que la tecnología y la electricidad, se combinaron en Varzal de una manera tan peculiar que en muy poco tiempo podía hablarnos del trabajo en dos o tres pantallas, de manipular y crear colores a partir del teclado, de la digitalización, considerando puntos de contacto o brillantes, de la necesidad de conectar un scanner que estaba de adorno por ahí, y de hacer pruebas en Post-script, alterando los puntos de impresión… Poco a poco, la computadora se fue haciendo en él una versión versátil del lápiz o del pincel, que le permitía trabajar más de 60 colores, cada uno de ellos creados por él mismo, amplificar imágenes y alterar colores desde la raíz misma -pixel-. Todavía algunos de nosotros le llamamos a esta forma de trabajo “el método Varzal de trabajo en computadora”… En 1993, gané un premio con mi proyecto “Los Constructores” en Apple Computer France, en el Centro de Investigaciones Gráficas en Les Ulis, París, Francia, y realicé trabajos de Investigación durante siete meses, con programas de 2D, 3D y de Animación. En la década de los 80 comencé a recibir invitaciones para participar en Arte Correo y a recibir cartas con obras reproducidas con fotocopiadoras, mimeografiadas, en serigrafía… obras firmadas por los artecorreístas. Esto me entusiasmaba, ya que me enviaban además pequeños periódicos, revistas de este nuevo género de expresión. Me enviaba César Espinoza sus proyectos de Poesía Visual, así como de grupos y artistas individuales. Tenía unas 70 direcciones de artistas de todo el mundo, con los que intercambiaba obras, ideas… En 1990 comencé, cada día de muertos, a instalar en la banqueta de mi casa, aquí en mi nuevo barrio de la colonia Vallejo, una ofrenda de muertos y un zompantle, y todos los vecinos me traían su ofrenda. Yo anunciaba este evento con carteles y dibujos que había realizado para arte correo. Algunos artistas 133 participaron con sus obras, las que reproducíamos y pegábamos en los postes, en las vitrinas de los negocios, etc… Los avatares de la obra de un artista El Movi-Comix con el que participé en el Salón de Experimentación me lo pidió prestado el Museo del Desierto de los Leones. Lo había prestado por 2 meses, y cuando lo iba a recoger me decían que lo dejara un ratito más; yo cedía. Había pasado más de un año, cuando volví a comunicarme con el museo, pero esta vez ya no contestó más la directora a mis llamadas. Un tiempo después, en una exposición encontré a la secretaria de la directora del museo y me comentó que mi escultura la habían botado en las caballerizas y que después habían fundido el metal para hacer las rejas de las ventanas del museo. Al protestar, me contestaron que el recibo que me había dado el museo no tenía ninguna validez, que solamente era un documento con la fecha de entrada de la Escultura Móvil, que en este museo no daban recibos, ya que quienes están al cargo del parque donde esta el museo, son los militares. En el recibo está escrito: Entrada: Por instrucciones del c. Juan Luis… concentró el c. Zalathiel Vargas a este exconvento del Parque Nacional del Desierto de los Leones, una escultura “MoviComix” de 6 metros x 2.60, en aluminio, pintada con laca acrílica, para su exposición temporal en este parque nacional.— Desierto de los Leones, D. F., a 30 de marzo de 1979. Encargado del almacén. Arnulfo Gutiérrez Orozco (con una firma) Vo. Bo. El Administrador del Parque Nacional. Octavio Chávez Gómez. (con una firma) *=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*= ><Ω>< 134 Hoy, 29 de marzo de 2011, estamos reunidos en un recinto de la Universidad Autónoma de México, y aunque casi todo el mundo está enterado, quiero dejar asentado, quiero recordar que una vez el arquitecto Flavio Salamanca, en representación de la UNAM, en el año de 1979, me invitó a pintar un retrato. Yo le dije que no era retratista, pero tenía los conocimientos para hacerlo y podía realizarlo, solo si tenía la libertad para poder expresarme libremente, contestándome el arquitecto: -“La universidad es democrática, no hay ningún problema”. Esta obra era para homenajear a sus Jefes Natos y crear la Galería de Rectores en el Palacio de Minería. Yo pinté el retrato- estaba igualito a la foto que se me entregó- del rector Rodulfo Brito Foucher, pero en el fondo ilustré con la técnica del comic, es decir en secuencia, lo que el historiador Jesús Silva Herzog escribió en su libro “Una historia de la Universidad de México y sus problemas” -siglo XXl editores-, y de otras dos fuentes más, sobre la actuación del rector en la UNAM y en la vida política del país. El día de la inauguración algunas gentes quisieron destruir el retrato, a causa del texto del historiador Herzog, pero el Rector Guillermo Soberón Acevedo, la crítica de arte Raquel Tibol y otras personas más, defendieron con su cuerpo el retrato, y no permitieron su destrucción. Al paso del tiempo, tres años después, un nuevo rector descolgó el retrato y no apareció más en las instalaciones de la UNAM, según el critico de arte -ya fallecido- Olivier Debroise, quien había realizado una búsqueda intensa de la obra. Después colgaron un nuevo retrato, pintado por un retratista de la Zona Rosa- así me lo informaron los investigadores que vigilaron la realización del retrato que yo pinté-. Parece ser que posteriormente, de nueva cuenta, lo mandaron pintar por un artista profesional de renombre. ><Ω>< El domingo 28 abril de 2013, la galería del Museo del Chopo donde se expone “Comix-Arte: Irreverencias, Angustias y Fantasías” del artista Varzal, estaba repleta de jóvenes, familias con sus niños… Mientras esperaba a 2 jóvenes que le habían pedido una cita, un grupo le preguntó si el era el artista Varzal, pues habían visto su fotografía en los medios; así, el pintor se puso a responder algunas preguntas a este grupo. 135 Cuando llegaron los dos jóvenes que se habían retrasado a la cita, platicaron un rato, le felicitaron por la expo. y luego se presentaron como José de 23 años y Roberto de 28; de una enorme bolsa sacaron un bulto, –Son más o menos 300 dibujos-, le dijeron. Ellos ya le habían contado por un correo electrónico que eran dibujantes de comic; los dibujos estaban pintados a color con acrílicos, acuarelas, plumones y lápices, entre otros materiales. Los dibujos se veían más o menos bien dibujados y regularmente bien pintados; comenzaron desde el primer dibujo que habían hecho hacía cinco años: Varzal ya veía las fallas que tenían, pero conforme iban mostrándole las páginas de lo que un día sería un libro, se veía que la calidad iba mejorando; al final el pintor ya estaba exhausto de tanto ver: le habían impresionado sus trabajos, les preguntaba qué parte había dibujado uno o el otro, y no sabían, construían el personaje principal, el color, los vestidos… entre los dos, pero no podían explicar el trabajo de cada uno. Entre los dos buscaban la idea y el más joven la escribía. El tema era monótono: el joven personaje con una melena pelirroja, siempre fumando mota, o algún otro enervante, consejos de cómo y dónde adquirir las drogas, el efecto maravilloso que éstas producen, los hermosos viajes, las reuniones, las fiestas… Lo interesante era, cómo, por desconocimiento de las técnicas de la historieta, ellos habían creado composiciones diferentes, que invitaban a la vista, a gozar otras estéticas. -Yo ya tenía hambre, pues en el café del museo, yo solo había tomado un café; y me despedí, no sin antes darles mi opinión sobre su obra, diciéndoles que ya era muy tarde y que me iba a comer a un restaurante. Inmediatamente los jóvenes se propusieron para acompañarlo, diciendo que ellos conocían un lugar muy cerca donde hacían crepas. El pequeño restaurante era muy pequeño, pero tenía afuera, en la banqueta, 3 mesas chiquitas, donde se instalaron. Cada crepa era enorme, parecían sándwiches, llenas de pollo, verduras… Ellos pidieron una cerveza caguama, y llenaron los 3 vasos; como hacía mucho calor, se terminó pronto y pidieron otra y otra; quizás por su juventud el líquido no les hacía el mayor efecto, pero aunque Varzal tomaba la mitad que ellos consumían, se sentía un poco alegre. Ellos lo único que contaban era lo que tomaban para dibujar, la marihuana era lo menos fuerte, pero los hongos los tomaban seguido, y con ellos habían encontrado la sabiduría y la felicidad. 136 El pintor estaba contento de conocer a las nuevas generaciones, su comportamiento, pero ellos solo hablaban de estimulantes y casi nada de su vida; y le preguntaban a Varzal, constantemente sobre su vida, volviéndose este momento casi un interrogatorio; uno se ríe seguido, pero el más joven es muy serio, pocas veces ríe. Y es el que preguntaba insistentemente cosas sobre la vida personal del artista, casi nada sobre el comic, las técnicas, sobre su exposición que estaba montada en esos momentos en el Museo… -Me preguntaban qué drogas tomaba, y como les dije que no tomaba ningún medicamento de ese tipo, salvo una vez que fumé marihuana, cuando dije esto, sentí que se desilusionaron un poco, o un mucho. -Mi única droga es el café, y lo tomo con mucho cuidado, porque me hace saltar como pulga si ingiero más de tres al día, les dije. –Pero entonces, con qué te inspiras? México DF, 5 de mayo, 2013. 137 LAS INFANTAS DEL ROSA AL CARMÍN –¿Y vas a ir a la cita?, le preguntaba con gran interés al pintor Varzal un profesor universitario de unos 65 años, quien mostraba cierta curiosidad al reflejarse en sus ojos un deseo extraño. –No, indudablemente que no. Habían pasado unas semanas y todavía recordaba, como si solo hubieran pasado algunas horas, de aquel telefonazo que recibió a eso de las 9.30 de la noche. Estaba como pegado a la silla, trabajando con su computadora –la cual lleva hoy el nombre de Bomboncito-. Su compañera no estaba en casa y esperaba una llamada de ella. ¡¡Riiinnnggggg!! sonó una, dos, tres veces el timbre del aparato antes de que levantara el auricular. –¡Hola! ... ¿Cómo estas?, le preguntó la voz de una niña de unos 10 años. –¿Con quién quieres hablar?, le contestó el pintor. –Contigo cariño, estaba ansiosa pues creí que nunca levantarías la bocina. –Bueno... creo que marcaste un numero equivocado, le respondió, pensando en que lo estaba confundiendo con alguno de sus amiguitos o con alguno de sus familiares. –No, hombre, es a ti a quien busco –su voz infantil no le recordaba a nadie. Sí hombre, te he visto haciendo ejercicio en el parque México; mi mamá seguido va a visitar a una amiga que vive cerca de allí y me deja jugando con sus hijos donde está el lago que tiene patos. Siempre pensaba en hablarte, pero tú siempre corres y corres. Después me dicen que te cambiaste de colonia, conseguí con mis amigos tu teléfono para llamarte; pero tú lo sabes mejor que yo, de cómo el tiempo se va tan rápido. Sabes –continuó diciendo– soy una de tus fans. Varias veces te oí platicando con tus amigos, unos güeritos; mi mamá dice que son franceses. Una de las cosas que más me gusta de ti es tu voz, que a mi me suena dulce como un chocolatito 138 –al decirle esto, hizo una pausa y se oyó un pequeño chasquido de su boca–. -Es un dulce de sabor cereza, me gustaría darte una probadita, pero estás tan lejos-. –No, no gracias, mira, estoy trabajando y tengo que dejarte. –¡Espera! ¡Espera mi cielo!, es que el sabor de este dulce me vuelve loca, pues pienso que así ha de ser el sabor de tu lengua y el color de tus labios. Al decirle esto la niña, al pintor, un pequeño cosquilleo comenzó a recorrerle el cuerpo. –Aparte, espero una llamada muy importante, dime tu nombre y tu teléfono y si quieres te hablo otro día; le pidió esto para salir de esa conversación absurda, pues le era imposible colgar la bocina a esa chiquilla. –Pero qué importan los nombres, corazón, escúchame solo un momentito y por ahora calla, calla... y solo piensa que es una flor quien te habla-. Con estas palabras de la infanta, su mano se había quedado inmóvil así como también su voluntad. –Te estaba hablando de tu voz, pero es más en tu pelo en el que pienso, pues a éste si lo podría tocar; sueño que los caireles que mi mamá me hace, se juntan con tu pelo chino para hacer juegos cochinos-. En eso, Varzal oyó el ruido de algún mueble y un sorbo. -Es agua, tú sabes me gusta mucho tomar agua, si quieres ir a prepararte una cuba libre o... ¡anda, ve!, yo te espero. –No, no tengo sed, le contestó. –¡Ja!, ¿sabes?, me quedó la lengua roja de la cereza; por eso adoro estos bombones, sabor a ti –le dijo la pequeña. En eso volvió a oír el ruido que la mocosa hacía al beber el agua; ella tenía razón, el calor del mes de julio era intenso; en su estudio tenía puesto un ventilador para refrescar la noche; le pidió que lo disculpara y rápidamente fue a la cocina por un refresco. 139 –¿Ya ves?, continuó diciendo, al oír el sonido del líquido que hacía al verterlo en el vaso. Mi mamá siempre dice que yo tengo la razón. ¿Es una cuba la que te estás tomando, cariño?. –No, no... -le contestó- es un simple refresco de cola... sin el ron. –¿Por qué, corazón?, ¿Estás enfermo o no te gustan los alcoholes?, dijo esto con un tono de pena. -¿Sabes?...al amigo de mi mamá le gustan mucho los traguitos de tequila, güisqui, ron, brandy, vinos y cervezas, y todo lo que le pone enfrente mi mamá se lo acaba en un ratito; es un viejo borracho; cuando viene a la casa me voy corriendo a mi cuarto; pero vieras mi mamá cómo lo consiente -continuó hablando sin dejar que le contestara a su pregunta. –A ese viejo yo no lo quiero nada, pero nadita, en comparación de lo que te quiero a ti, mi pichoncito. –Permíteme un momento, están tocando el timbre, la interrumpió pensando en quién sería a esas horas de la noche. -Voy a tener que dejarte, niña, porque una vecina me pide que lleve a su hija al hospital, pues está muy enferma. –Por favor Bombón... –le pidió la criatura–, llámame Azucena, yo después vuelvo a llamarte, ¡Ve!, vuela mi amor. Esa orden como dada por un duende hizo que olvidara interrumpir la comunicación. Bajó corriendo hasta la calle pensando en la emergencia; doña María le pidió que ayudara solamente a cargar a su hija hasta un taxi, que ya las esperaba. La hija de doña Mari tenía un dolor intensísimo en el cuello y gritaba como poseída. –Quizás tomó un aire, o alguien le hizo “mal de ojo”, decía la madre. Después de acomodarla con muchas precauciones en el asiento trasero del vochito, el pintor les insistió en que podría acompañarlas; pero la señora María ya se había comunicado a la clínica, y al llegar, unos camilleros las ayudarían. Les pidió a señas que lo esperaran un momento. Varzal entró corriendo a su estudio de pintura de la planta baja y en unos segundos regresó con una semilla redonda del tamaño de una castaña, de color sepia, con un moño de tela roja, amuleto que llaman ojo de venado. No sé porqué el pintor hizo esto, porque él no es supersticioso; pero al entregárselo a la madre, ella se lo colocó inmediatamente a su hija alrededor del cuello, e inició unas plegarias. 140 ><Ω>< Se quedó unos segundos viendo cómo el auto se perdía entre las calles a gran velocidad, recordando las muecas que hacían que a la joven se le deformara la cara. Subió lentamente las escaleras del primer piso, se preparó un café y le puso un poco de ron, ya que la escena le había alterado los nervios; se sentó unos diez minutos en un sillón de la sala y se fue a trabajar en el estudio de dibujo del segundo piso, que en esta época le servía también como bodega para sus obras, porque el estudio de la planta baja estaba repleto de grandes esculturas de cartón. Unos instantes después bajó a prepararse un café. Al volver a subir al segundo piso, vio que la bocina del teléfono estaba descolgada. –¿Bueno? -preguntó un poco angustiado. –Dime mi bomboncito ¿qué pasó?, dijo la voz de un querubín, la cual le sorprendió, porque levantó la bocina mecánicamente. –Pero ¿me has estado esperando todo este tiempo, niña? –Azucena, cariño, llámame Azucena. Pero dime, mi bomboncito, cuéntame ¿qué hiciste todo este tiempo? ¿Ayudaste a tus vecinos?. ¿La hija de la señora está muerta? En la voz de la niña se oía preocupación, y el artista pasó un largo tiempo contándole los acontecimientos y un poco la vida de sus vecinos. –Entonces, mi vida, ¿también eres brujo?, muy sorprendida le inquirió la infante. No sé como le contó lo del ojo de venado, el pintor no pensó que a su edad fuera a hacer alguna reflexión sobre este tema. –¿Sabes que mi mamá va con los brujos?. Le encanta que le lean las cartas, que le den montón de cosas que se cuelga, tiene una medalla que adelante tiene un señor barrigón que está sentado y atrás tiene un montón de chucherías que no entiendo. 141 Varzal estaba preocupado con esta conversación y pensó ahora en terminarla comenzando a toser de nervios, pero inmediatamente la infanta tomó la iniciativa al seguir hablando. –No te enojes, mi cielo. ¡Ah!... ¡Ahj !... Debo estar loca, yo no lo hacía para molestarte, mira mi bomboncito ¿por qué no me cuentas lo que hacías cuando te llamé hace rato? ¿Te interrumpí en tu trabajo, no es cierto? –Bueno, la verdad es que sí me interrumpiste, porque estaba pintando unas imágenes con la computadora... –¿Imágenes de santos? -le interrumpió Azucena– ¿de la Virgencita de Guadalupe? Seguro has de ser muy católico. –No, no de ese tipo de personajes; una imagen es una pintura, o un dibujo, yo soy un artista pintor. –¿Así como Diego Rivera? ¿Tú crees que podrías pintarme como a Eva sin la hojita? Y continuó diciendo: Mira Bombón, lo que quiero es verte, ésa ha sido mi intención desde el principio. Así, al verme, tú decidirás lo que quieras hacer conmigo. –Dios mío, –pensó Varzal–, ¿qué edad tendrá esta recién destetada?, seguro todavía tiene dientes de leche. De pronto sintió que caían sobre él una montaña de niñas desnudas al estilo del pintor Balthus. Reflexionando que ése no era el mundo que a él le interesaba ilustrar en su obra; pensó que quizás era mejor platicarle sobre lo que hacía: sobre sus dibujos, esculturas, fotografías, infografías; pero al querer hacerlo, ella continuó hablando: -Mira corazón, vamos a ponernos de acuerdo, yo puedo ir a verte los miércoles y los sábados a tu estudio, pero si tu no puedes porque yo sé que estás casado, podemos vernos en el parque que está cerca de mi casa y después tú me llevarás a donde tú quieras. 142 -¡Carajos! –pensaba, revolcándose en su sillón– ¿Qué pecados habré cometido? ¡Carajos!, pero si yo soy ateo, –se respondía en silencio él mismo– ¿Ateo? –¡Hey! ¡Jajay! Bombón ¿Ahí estás? ¿qué te estás haciendo?, ¿por qué no me contestas? –Estaba pensando, Azucena, ¿qué edad tienes? –¿Yo?, bueno... yo ya soy grande, pronto va a ser mi cumpleaños y lo vamos a celebrar tú y yo solitos; pero dime cariño: despacito... despacito... –se oyen jadeos, y con mucho cariño le dice: -¿Tú cuántos me echarías? –Además eres alburera, le respondió el pintor a la criatura. –Que tal si te digo 16 años ¿me creerías? –Después, entendí más claramente, que Azucena era una mujer madura, quién había tenido en su vida grandes experiencias, y a la mejor no era una enanita, sino una gran actriz, vampiresa, que imitaba perfectamente la voz de una niña. Hacía un buen rato que se oían ruidos en el lugar desde donde hablaba ésta casi recién nacida; una puerta que se abría, pasos, algún objeto que se había caído, un susurro. –¿Estás con tu mamá? ¿podría hablar con ella? –No, papacito, yo estoy sola, contestó la enana un poco alterada. -¿Te imaginas si estuviera mi mamá oyendo todo lo que te digo?. –¿Y los ruidos que se oyen?, ¿A poco fuiste tú a encender el radio?. ¿Los pasos de tacón alto son tuyos? ¿Quién es la persona que te acompaña? –Está bien ... si, es mi prima. –Seguro es más grande que tú y quizá pueda entenderme yo con ella, ¿Por qué no me la pasas?, le pidió Varzal con voz enérgica. 143 –¡Ya te dije que no! ¿Sabes porqué no te puedo comunicar con ella? –No sé, ¿por qué?, pero quisiera de verdad conocer a tu prima. –¡Te vuelvo a repetir que no! -gritó histérica Azucena- te voy a confesar una cosa y no quiero que se te olvide nunca, yo soy muy, pero muy celosa. ><Ω>< Sabía el pintor que la actriz-vampiresa trataba de meterlo en un laberinto sin salida y que por eso no podía terminar esta conversación. Tenía que salir de esta celada que comenzaba a atraparlo en una ratonera. ><Ω>< Tomó un lapicero con una mina HB y se puso a dibujar, no podía concentrarse. En eso sonó el teléfono al que tomó rápidamente. -Sí, sí-, era su pareja que le hablaba para contarle cómo había trabajado bien en su estudio de la ciudad de Cuernavaca, que había cenado con los vecinos muy rico y que le deseaba buenas noches. El pintor no quiso platicarle lo del telefonazo, lo haría cuando ella regresara a México. A las tres y media de la mañana se fue a la cama a recostarse, en vista de que no podía dormir al pasar un torbellino de imágenes en su cabeza; se sentía como borracho. Se levantó y fue a sentarse en un sillón que está al aire libre en la azotea, en medio del olor de plantas traídas por su compañera de los pueblos que visita; había un cielo límpido y se podía ver el brillo intenso de las estrellas. Cerca, se oía la música de mambos de alguna fiesta de trasnochados y el ulular lejano de las sirenas que hacían sentir el gran espacio de una ciudad en agonía. A sus espaldas, de la iglesia del Rayo, todas las noches sale un murciélago al que algunas veces lanza piedras adelante de el, para ver cómo deja de chillar, lanzándose a gran velocidad en silencio, persiguiendo el sonido de la estela del proyectil. Poco a poco se sintió flotar y comenzaron a aparecer las imágenes de su antiguo departamento-estudio que estaba ubicado en la Colonia Hipódromo-Condesa, 144 donde vivió hace ya algún buen tiempo, una experiencia alienante que se llevó a cabo durante un largo periodo con el aparato telefónico. –¡Riiiiinnnngggg! –¿Bueno?, contestó Varzal –Por favor con el señor que tiene una barbita, pelo chino y ojos muy bonitos. Era la voz de una niña de unos 4 a 5 años, ya que todavía no podía pronunciar bien las palabras y quien hablaba de una caseta telefónica de la calle, ya que se oían desfilar los autos y voces de la gente que pasaba. –¿Dime niña, cuál es el nombre de la persona que buscas? –Por eso le hablo, pues le quiero preguntar cómo se llama usted. –¿Por qué quieres saber mi nombre?, le preguntó Varzal intrigado. –Es que yo lo veo pasar diario enfrente de mi ventana y quiero saber su nombre. –¿Pero cómo te enteraste de mi teléfono y no de mi nombre?, al preguntarle, no le supo contestar y en seguida colgó la bocina. Pensó que la niña había marcado el número equivocadamente, olvidándose que le había dado la descripción aproximada de su persona y que había aprovechado para jugar un poco; en esa época los teléfonos públicos eran gratuitos debido a que hacía poco tiempo un temblor espantoso había destruido muchas construcciones y apagado muchas vidas; así, para calmar los ánimos de la gente, el gobierno daba esta dádiva a los ciudadanos de la ciudad de México, pues Teléfonos de México era propiedad del Estado -hoy es privado, de Carlos Slim. Al otro día el teléfono sonó a la misma hora, eran las 7:30 de la mañana. 145 –Señor, si no me quiere dar su nombre, no importa, porque ya sé que usted tiene un nombre muy bonito. Era la voz de la misma niña del día anterior, y eso le preocupó mucho, porque conocía perfectamente los números de su línea telefónica. –¿Bueno, y para qué me vuelves a hablar?, le preguntó el pintor. –Es que me gustan mucho sus zapatos tenis. –Por favor, pequeña, tú estas inventando, porque yo nunca utilizo zapatos tenis. Y sí era cierto, hacía un buen tiempo que cuando Varzal salía al parque a correr, se ponía unos cómodos huaraches. –Lo que también me gusta es su chamarra roja con amarillo. –Ya entendí, me confundiste con otra persona, porque yo no tengo una chamarra de ese color. Disculpa, pero voy a cortar la comunicación. –Está bien señor. Por más que le colgara a esta infanta, diario seguía con su tarea de telefonear y cuando su compañera contestaba el teléfono la chiquilla decía: -Por favor ¿me puede comunicar con el señor? Habían pasado 5 meses desde la primera llamada de esta niña y ahora hablaba entre las 6:45 y las 7 de la mañana. El pintor desconectaba el teléfono en esos horarios, pero entonces la infanta hablaba a otra hora. Un día, estando harto de esto, pensó en una estrategia al recordar que había escuchado una voz casi imperceptible en el teléfono. Pensó que sería algún familiar de la niña que la utilizaba para molestar a la gente. Poner fin a este ya estresante juego era una meta importante. –¿Está el señor? –preguntó la bebita por Varzal. –Dime, niña, ¿qué es lo que te propones al estar llamando diario a mi esposo? le preguntó su compañera para evitar que él llevara a cabo sus planes. 146 –Es que quiero pedirle algo especial, por favor pásemelo-. Su compañera, no sabiendo qué contestar, lo llamó para que hablara con la mocosa. –¿Señor, se acuerda que una vez le dije que me gustaban mucho sus piernas? Bueno era para pedirle que por favor me enviara una fotografía de ellas y una también de sus nalguitas sin su calzoncito, y otra de los hoyitos de su nariz. –¿Y qué vas a hacer con las fotografías? –Es para ponerlas en mi bolsita que cargo diario para ir a la escuela. –Mira, te voy a pedir algo a cambio; dile a la persona que te acompaña, que quiero hablar con ella. Al pedirle esto, la lactante hizo una pausa y se oyó un susurro. –Es que yo vengo sola, señor, contestó la infanta. –Bueno, entonces, si no quiere hablar conmigo, por favor dale el siguiente recado: Dile que la quiero conocer para verla, pues tengo muchas, muchas ganas de introducirle una escoba por los orificios que tiene. Le dije esto lentamente y repitiéndole dos veces estas frases. -¿Vas a recordar el recado? –Si señor, pero no olvide de enviarme las fotos. –¡Espera!, mira, quisiera saber a dónde te las puedo enviar. Se oyó otra vez un susurro. –Póngalas colgadas en la puerta de la calle de su casa y luego yo paso por ellas. Hasta mañana, señor. Esa noche, Varzal no pudo dormir bien, se sentía culpable. Al otro día se levantó muy temprano y a las 6.45 de la mañana vibró la campana del aparato telefónico. –¡Viejo cochino!, espetó la chiquilla en la bocina. –¿Pero por qué, viejo cochino? ¿Por qué ayer no me gritaste esto?. Al darle el recado a tu mamá, ¿le preguntaste lo que esto significaba? ¿Por qué no me pasas a tu mamá que está contigo?. De pronto un ¡¡¡Clic!!! explotó en el oído del artista pintor. 147 Esperaba que con esto se iban a terminar los problemas, pero al día siguiente, a las 6 de la mañana, sonó la campana del teléfono resonando como una bomba. –Si, ¿diga? -preguntó el pintor calmándose un poco. –Señor, ¿qué pasó con las fotos? Ayer y hoy en la mañana fui a su puerta y no estaban, me fui muy desilusionada, dijo la mocosa con una gran dulzura. En ese momento, el artista trató de ser muy amable con ella y comenzó a contarle una historia muy larga, sobre sus piernas: que eran muy velludas y que necesitaba comprar una crema especial para depilarlas, así como también su nariz y sus nalguitas. Le contaba de los tres gatitos que tenían ya dos semanas de haber nacido y a los que les había puesto Libertad, Igualdad y Fraternidad, pues habían nacido el día de la Revolución Francesa. Tomó uno de los gatitos y lo puso al teléfono, pero por más que le jalaba la cola, no quiso hacer miau; también insistió en que le dijera su nombre, a lo cual ella siempre contestaba lo mismo: Coliflor, Calabaza, Silla... Habían pasado unos veinte minutos; mientras hablaba recordaba la infinidad de llamadas que le había hecho la infanta Calabaza y sintió que su cabeza comenzaba a calentarse y el tono de su voz iba cambiando. –Mira mocosa, la policía ya localizó la caseta desde donde me hablas y ya van por ustedes -le informó esto alzando la voz. –¡Tía Rosa, la policía viene por nosotras! -gritó la criatura y colgó para siempre el auricular. ><Ω>< De este acontecimiento resonante, han pasado ya muchos años, y duró 5 meses y días. El cielo que había sido de un azul casi negro comenzó a teñirse de anaranjado en el horizonte y poco a poco las estrellas desaparecieron. 148 –Al despertarme con un sol intenso que calentaba fuertemente –dijo Varzal–, lo único que recordaba era que había soñado con un ejército de enanitas con caras de ancianas que corrían atrás de mi y me gritaban: ¡Bomboncito, no corras!, ¡Espéranos, bomboncito! Un viernes en la noche, el pintor contaba estos acontecimientos a sus amigos, quienes estaban acompañados por sus esposas, durante una cena en su estudio; las mujeres comentaban: Son los padres, que no educan bien a sus hijos… Yo hubiera sido más drástica con las chiquillas, las hubiera amenazado con darles unas buenas nalgadas… Me hubiera gustado hablar con las dos niñas para decirles que Dios las podría castigar… Los niños son inocentes, pues son hijos de Dios, ellos no tienen la culpa y sólo piensan en divertirse sanamente, ellos no saben que le están haciendo mal a alguien… Nos vas a dar tu nuevo número de teléfono ahora que lo cambies, no te preocupes, te dan uno nuevo el mismo día, pues ya se están normalizando las actividades en Teléfonos de México. Los hombres no opinaban, solo reían, pero había alguien que sudaba y sus ojos estaban brillosos. ><Ω>< –¿Entonces la cita es mañana a las once de la noche en el parque España?, le preguntó el profesor universitario de 65 años. -Decías que no ibas a ir, ¿verdad?, insistió el arquitecto profesor de una universidad, a quien le temblaba un poco la voz. –Tengo que mentirles, en el lugar y día de la cita –pensó el pintor en esos instantes–, ya que la flor de Azucena, en estos momentos en que salían a pasear los enanitos de su viejo reloj suizo, estaría ya esperándolo en algún lugar del parque de ilusiones. Así, en esa noche, Varzal se perdió por unos instantes de la conversación; momentos que para él fueron eternos, recordando el susurro de sirenas aún lactantes. –Soy igual de celosa que mi mamacita -continuó diciéndole Azucena– vieras el teatrito que le hace a su amiguito el borracho; ella siempre le está reclamando que lo vio con una güerita, que con una morena... El domingo, le armó un escándalo 149 porque lo había visto con alguien en un cabaret. ¡Cabrón!, le gritó mi mamá; ¡Estabas bailando, raspándote con la resbalosa de La Corcholata, Culo de Horno deberían de llamarla a esa pinche chaparra!... Vieras, bomboncito, que cuando mi mami se enoja, tiene una boquita bien chistosa. Terminan las peleas cuando ella comienza a lanzarle los platos a la cabeza, pues él se va corriendo. –Azucena, ¿qué hacía tu madre en un cabaret? –Si papacito, entiéndeme... a ella le contaron el chisme sus amigas. Pero dime, corazón, estoy ansiosa de que me des una respuesta: ¿Cuándo y en qué lugar nos vamos a ver? Dime por el amor de Dios y te prometo que tú vas a ser el perfume que voy a ponerme a diario. –Dime, niña de biberón, ¿de dónde sacaste eso del perfume? ¿Me vas a hervir para convertirme en perfume? ¡Uuaajj!, va a salir un perfume muy apestoso. ¿Cómo podría esta infanta vivir otra edad?, ¿Quién era este duende que lo trataba como si ya lo conociera, regalándole una montaña de afrodisíacos festejos? –¿Azucena será una mujer muy gruesa, o anoréxica, morena o blanca o albina, chaparrita o muy alta? ¿Quién será? ¿Una ancianita-farandulera, con voz de niña? Seguro esta ninfa ha de ser una compulsiva en la cópula, una ninfómana… No seas tan simple y ridículo Bomboncito; me habías dicho que tú eras un artista, ¿no?, entonces debes de comprenderme desde ahora, así nos vamos a llevar muy bien, tesoro. ¿Sabes?, siento que vamos a ser buenos amantes: podríamos ir a pasear, al teatro, al cine, a visitar a tus amigos; me puedes enseñar a pintar; pero, me vas a dedicar un poco de tu tiempo; ¿no es verdad? –¡Pero carajos! –reflexionaba el pintor Bombón– ¿cómo este ángel de amor, o mejor quizá este querubín de amor, tiene la capacidad de pedir no solo una cita, sino de planificar toda una relación futura? Claro, la seductora-comediante-mujer fatal, tiene una gran experiencia para poder armar su trampa, la que tiende con sutileza y disimulo. –Mira, mi pichoncito, yo vivo en el sur de la ciudad, cerca de un parque ¿qué te parece si nos vemos en la tardecita? Pero por ser la primera vez, creo 150 que es más emocionante reunirse en la noche. ¿O qué es lo que tú prefieres o decides, mi bombón? –Si, Azucena, como tú digas. –Entonces mi cielito pintor, nos vemos este viernes, a las 11 de la noche en el Parque Hundido. No me vayas a fallar, si no, me vas a escuchar. –¿Pero, ¿cómo eres, pequeña criatura?, ¿Cómo voy a reconocerte?. ¿Eres blanca o morena?; ¿tienes el pelo negro o rubio?; ¿qué estatura tienes? –No importa como sea yo, bombón, me vas a identificar inmediatamente pues estaré sentada en un columpio. Tú buscas donde están los juegos para niños. Llevaré puestas unas medias de color carmín, una minifalda rosa pálido, un chaleco rojo encendido con adornos dorados, un collar de perlitas blancas, aretes en forma de labios; me puedo poner mis zapatos amarillos y en mi pelo tendré puesto un moño color frambuesa; también me pintaré un lunar en mi cachetito izquierdo. Con todo esto ¿necesitas que te diga cómo soy para encontrarme? –Estaré ahí y seré muy puntual. –le aseguró Varzal. –No te vas a arrepentir de estar conmigo, mi bomboncito. Mira, ya es tarde y mi mamá viene al rato a cenar a la casa. Cuando llega, le gusta que yo esté ya en la cama, pues antes de volver a irse me da un beso deseándome buenas noches. Y continuó diciendo este chupón afrodisíaco: -Te deseo tanto, mi pichoncito. ¿Sabes? me estoy desnudando, me acabo de quitar la blusa, ahora me estoy quitando la falda; ¡Ayyy!... cómo me gustaría que estuvieras aquí para que tú lo hicieras por mí y después me besaras donde a ti más te guste. No quisiera dejarte así, Bombón, pero será mejor esperarnos hasta el viernes. Azucena iba bajando el tono de su voz y pronunciando cada vez más lento las palabras: -Sueña con mis piernas, que son bien rosaditas: por favor, mi bomboncito, deséame mucho, pero mucho; m i b o m b o n, mi bom bon... ci t o... b o m b o n... c i t o, b o m... b o n... c i... t o. Ciudad de México. Primeras notas escritas en un cuaderno, en Apple Works en 1992, en Word, 2012. 151 EL SOÑADOR Era un día frío y el viento soplaba fuerte en la ciudad de México. Varzal tenía encendido el radio y pasaban el encuentro Clinton & Zedillo desde la ciudad de Mérida, Yucatán. Cansado de discursos demagógicos y de la entrega del país al vecino del norte, cambió de estación, y enseguida oyó decir: -...Hablo para pedirle una canción de cuna para mi bebé. La voz era la de una jovencita, quien hablaba desde un teléfono público a la radio. –¿Señorita, es usted casada? –Sí, señor locutor, con el papá de mi nene. –¿Sabe usted que acaba de ganarse una licuadora por habernos llamado a ésta su estación? –¡Caracoles! Gracias, y por favor ¿no podría cambiarme la licuadora por una despensa de comida, señor locutor? –Claro que sí señora, respondió el hombre del micrófono. –¡Ajúa! –gritó la joven– Qué bien, ahora que estaba muy triste. –¿Por qué estaba tan triste, mi reina? –Es que mi esposo no llegó anoche a dormir y en la mañana lo encontré borracho en la puerta de entrada de la vecindad. –¿Pero por qué prefirió una despensa de comida?, preguntó muy intrigado el locutor. –Es que ya me acostumbré a moler en mi molcajete, aunque es más difícil que en la licuadora. Pero no me puedo acostumbrar a no comer, ya que el borracho de mi marido se gastó toda la quincena anoche en la cantina. – Mi reina, se acaba usted de ganar, aparte de su licuadora, una despensa -añadió el locutor. <<Ω>> –¡Carajo ya estamos en febrero otra vez. Febrero loco y marzo otro poco! -gritó Varzal de improviso. Cada año, en estas fechas de fuertes vientos, dice lo mismo, quizás porque siente que se acorta el tiempo para hacer y decir cosas. –¿Oye mano, no te acuerdas de mí? -le preguntó a Varzal un hombre de unos 55 años, un poco pasado de copas. –No, disculpe, le contestó. 152 El señor, de piel muy morena, portaba un bigote a la Hitler, con una barba crecida de una semana. Este hombre, tambaleándose, se había detenido enfrente de la puerta de su casa. –Estudiamos juntos en la escuela primaria La Prensa –le dijo–, yo soy Gilberto Jiménez y me decían El Zapote. Tú sigues igualito, solo que con barba. Sé que acabas de regresar a vivir a esta casa donde naciste. Mira, mi profesión es la de la albañilería y como veo que vas a hacer trabajos en tu casa, me pongo a tu disposición. Un día que regresaba a pie a su casa, a eso de las doce de la noche, oyó a alguien que le hablaba, volteó a ver y vio que había un bulto que estaba tendido en el suelo con un perro negro sobre él. –¡Hic!, perdón... Varzal, soy El Zapote. Sabes que se me acabó el soñador, ¿Tú crees que podrías ir a comprarme una botella de tequila?. En la tienda de la esquina, le tocas en la puerta a don Chente y él te la vende. Luego te la pago, mi muy admirado e ilustre amigo artista pintor. Habían pasado unas semanas y ese día había estado brillante y con muy poca contaminación. Varzal venía muy distraído cuando un hombre barrigón, encorvado y en estado de ebriedad, le dijo: -Varzal, veo que no te acuerdas de mi, soy Gilberto, El Zapote. El otro día no me quisiste comprar mi soñador, pero no importa, te vuelvo a repetir que estuvimos juntos en la escuela primaria. –Si, creo que si me acuerdo de ti -le contestó. –Yo en la escuela te puse El Brujo. –Es este hijo de puta que tanto me chingaba con ese apodo y quien era muy tonto para los estudios, pensó, escarbando en sus recuerdos. Y siguió recordando: Gilberto es muy moreno y es por eso que en la escuela le decían El Zapote; además porque la maestra Matilde le decía: -Gilberto tienes el cerebro negro como los zapotes. 153 Es el acento lo que no se le ha quitado; y que lo tenía muy marcado, sigue hablando con el tono cantadito, como los antiguos vagos de los barrios bajos, acento que hoy muy pocas personas tienen. –Mira mano, yo me he preparado en la universidad de la vida, soy albañil. Cuando quieras algún trabajito yo te lo puedo hacer, le dijo Gilberto. Al quedarse viendo a su perro, que estaba tan flaco, y que cojeaba de la pata delantera izquierda, le dijo el Zapote: -Cojea, porque a este pendejo le gustaba morder la defensa delantera de los autos; hace unos seis meses correteó un taxi, y como siempre, adelantándose, se le puso enfrente; pero el puto taxista no bajó la velocidad, ni se detuvo, como lo hacen otros, y al Firulais le pasó una llanta arriba de la pata. Apenas dejó de dolerle la pata y sigue haciendo lo mismo, pero ahora les muerde la defensa trasera. No sé como quitarle esta pinche manía. Cuando su compañero de estudios primarios platica, casi siempre se pone de cuclillas, toma a su perro, y metiendo las manos entre su pelo, hace como que lo espulga: el Firulais no deja de mover la cola de felicidad. El Zapote le contó que cuando regresó a vivir al barrio, se soltaron una serie de chismes y rumores sobre la vida de Varzal. –Cuentan que desde niño te habías ido a vivir a Europa. También que la señora con la que vives es multimillonaria. Pero un chisme muy grueso es el de que, ahí donde habitas, y que antes era propiedad de tu hermana, allí, ella le rentaba un departamento a un ñero que trabajaba en un restaurante de la Zona Rosa. Al inquilino de tu hermana, apodado La Rana, lo metieron a la cárcel, pues lo agarraron al momento de cobrar el rescate de una niña, que habían secuestrado con otro ñero que vivía allá en la esquina, al que le decían El Ropero y quien era el mero mero de la banda; el papá de este vecino estudió con nosotros la primaria. -¿No sabías este chisme? La policía acordonó la calle y encontró a la pobre niña en la cajuela de un viejo Cadillac repintado de rojo. El Ropero dicen que se peló brincando entre las azoteas, para luego pelarse a Los Ángeles, allá en los Yunaites Steits. Me contaron después que allá la Interpol lo agarró y que aquí le echaron veinte años en la cárcel y que como su familia dio una lana solo cumplió cinco. 154 Tiene una semana que anda por aquí, disparando las chelas a sus cuates. No, hombre, si este barrio es bien caliente. -Y cuéntame de tus ex alumnos que encontré aquí en tu casa un día que tú no estabas; ese día traía yo un pedo bien sabroso. Sí, hombre, los que se casaron borrachos. Ese día me contaron todo pues, y como saqué una botella del soñador, la plática se puso alegre... <<Ω>> –¿Te acuerdas de Ana? -le dijo a Varzal Jorge, quien era uno de sus ex alumnos de la escuela de artes, cuando conversaban por teléfono. -Ella también fue tu alumna. Te contaré que Ana un día me invitó a su casa a la fiesta de su cumpleaños. Yo ya entrado en copas con el tequila, le pedí permiso de bailar con su hermana. Porque tú sabes que yo soy muy tímido y ese día solo bailé una pieza con Herminia. Algo raro me pasaba y en la noche al llegar a mi casa no pude dormir toda la noche. Al otro día, todavía un poco borracho, fui a la casa de Ana y le pedí que le hablara a su hermana, porque quería platicar con ella. –Te vengo a proponer que nos casemos -le dijo Jorge a Herminia. -Sabes que anoche no pude dormir nada, pensando en ti, y quizás también por la borrachera que me puse. También vengo a pedirte disculpas a ti y a tu hermana, por los desfiguros que hice. –Por lo de la borrachera no te preocupes –le contestó Herminia– y por la proposición de matrimonio, está bien. –¿Cómo que está bien? -le preguntó Jorge. –Si, te estoy dando mi consentimiento, es decir te estoy aceptando. Yo anoche tampoco pude dormir. –Está bien, entonces este viernes vamos al registro civil y nos casamos –le dijo Jorge. –Está bien -le contestó Herminia. 155 –Si, maestro -continuaba Varzal oyendo la conversación de Jorge por el auricular–, te vengo a contar todo esto porque cuando invité a mis amigos de la escuela, les conté la historia de cómo me había comprometido en casamiento. Ahora esta aventura se ha convertido en un chiste, no solamente en la escuela sino en toda mi colonia. Ernesto, mi compañero de generación, es mi vecino, y ha contado el chisme a todo el barrio. Y continuó diciendo: -Yo sí me lancé a matrimoniarme con la Herminia, aunque tuve que pedirla a sus padres borracho. Realmente estaba obsesionado porque ya me estaba haciendo viejo y por todo lo que se cuenta de tu amigo Alfredo Salazar. <<Ω>> Estaba anocheciendo y en la avenida Juárez, los faroles de la Alameda Central y las miles de ventanas apiladas verticalmente de los edificios del Centro Histórico, comenzaron a encenderse; las cocinas de los restaurantes preparaban ya las cenas; comenzó a correr un aire fresco, que refrescó el duro calor del medio día; la gente todavía vestida con ropas vaporosas, salía o entraba a las librerías, tiendas de ropa o zapatos, restaurantes y cantinas. Caminaba el pintor distraído sin rumbo fijo, admirando los escaparates y a las gentes que paseaban, cuando de pronto oyó una voz que le dijo: -Mi viejo y muy apreciado colega, hace más de un año que no te veo. ¿No me acompañarías a tomar una copa al bar del Sanborn’s de los Azulejos? Era Alfredo Salazar, un antiguo condiscípulo suyo. En el restaurante se oía el barullo de los comensales, el que parecía música, y se sentía un calor de recuerdos. Varzal prefirió quedarse en el café-restaurante de la planta baja, donde asisten periodistas, poetas, oficinistas, artístas… en lugar de ir al bar; además, en el gran salón de la planta baja estaban reunidos un grupo de viejos políticos priístas y de turistas gringos. En el café, los espíritus vibraban intensamente sin tomar alcohol. De lejos reconocieron a antiguos amigos, pero solo los saludaron con la mano, en vista de que Alfredo quería contarle un “instante de su vida”. Pidieron un café capuchino y una cuba libre. Comenzaron recordando el edificio de la escuela de artes donde estudiaron, a sus primeros profesores y a los siete compañeros que terminaron la carrera de pintura de un grupo inicial de ciento cincuenta; el centro histórico en la época, cuando se encendía con las protestas de los estudiantes y trabajadores. Después su amigo 156 habló y habló, contando como siguió estudiando allí mismo otros cinco años la carrera de escultura. Los muros del salón de más de seis metros de altura, reflejaban los ecos de las risas y tristezas de los bebedores de café. Con tantas cubas libres que bebía su amigo no estaba borracho, pero estaba muy contento por el hecho de poder conversar con su antiguo compañero de colores. Ya era hora para que Varzal partiera y Alfredo le pidió que por favor se quedara y lo acompañara a cenar en ése tan iluminado salón. Ya que con los platillos de botanas, estos solo habían servido para que no se le subieran las bebidas. Varzal pidió unos tacos de pollo, y como tenía mucha hambre, pidió además unas tostadas de pollo; su amigo pidió una sopa de verduras y chiles rellenos, y al final mientras saboreaban unos helados de fresa y de vainilla, Varzal le pregunto: –Alfredo, la última vez que te vi ya te ibas a casar ¿es que ya te casaste? –Bueno ahora estoy trabajando como loco para poder casarme, tú sabes, yo ya tengo 40 años y ya es tiempo de hacerlo, le contestó. –¿Y quién va a ser la afortunada con toda esa fortuna que habrás acumulado? –Bueno, tú sabes bien que primero se tiene que juntar el dinero y después se busca a la novia. –¿Es decir que no existe la afortunada? –Te vuelvo a repetir que primero se mete el dinero en el cochinito y después se busca a la muchacha. Hace 5 años ya le eché el ojo a una jovencita, pero no me atrevo a decírselo porque ella es muy enojona. Como me da tanto miedo su carácter, comencé a echarle el ojo a otra y a otra, pero a ninguna me atrevo a proponerles algo. –...Necesito pronto encontrar novia -le dijo Alfredo Salazar, un poco angustiado–, porque seguido me pongo muy alegre con los alcoholes del bar del Sanborn’s. Yo sé que las mujeres le quitan a uno esta manía, necesito apurarme, apurarme... Diario, para estar en forma y quitarme las crudas, voy a correr 4 kilómetros al parque de mi colonia, y también para bajarme los deseos. –¿Y cuánto dinero tienes reunido ya? 157 –Bueno, apenas tengo diez mil dólares, pero pronto voy a poner un negocio que me va a dejar mucho dinero, y entonces sí que la voy a hacer. Cuando tenga reunidos un cuarto de millón de dólares lanzaré el rumor de que tengo esa cantidad y tú verás como varios gallineros se van a alborotar. Y después no sabré ni con quién casarme. ¿Esta bien mi táctica no? <<Ω>> El Zapote había llegado temprano a la casa de Varzal para pedirle trabajo. Iba con varios moretones en la cara, oliendo aún fuertemente a alcohol. Le contó que se había peleado: -...Cosas de borrachos-, le dijo. Amarró a su perro en el barandal de la escalera y subió al primer piso. –Es muy tardado poner el yeso –le decía Gilberto–, pues cuando se cae con todo y concreto de los techos, hay que ponerle cemento al yeso y petróleo con aceite a las varillas para que no se vuelvan a oxidar; además mezclo otros menjurjes. Tú sabes, secretos del oficio. Y aunque el hueco sea solo de 70 por 40 cm, tú sabes, está muy cabrón aplicar la preparación allí en el techo. Voy a tardarme ocho días para componerlo y es por eso que te cobro tan caro, los pinches detalles son cabrones. Cuatro meses después, la reparación del techo se había caído y el pintor recordaba con algo de enojo a Gilberto El Zapote. Había observado cómo había hecho el trabajo y Varzal volvió a hacerlo él mismo, tardándose sólo seis horas para realizarlo: limpiando antes minuciosamente las varillas, para quitarles el petróleo con aceite y grasa, utilizando un solvente, y después lavándolas con detergente y aplicado un pegamento unidor yeso-cemento. Después de haber ido a comprar Baudolino de Umberto Eco en la librería Gandhi, una lluvia ligera comenzó a caer en la ciudad: el pintor abrió su paraguas y de pronto se dio cuenta de que a su lado, pegado a él, se cubría del agua Gilberto el albañil; al instante le soltó la misma cantaleta que había comenzado unos años atrás: -Mi buen amigo e ilustre artista pintor Varzal, nosotros, o más bien nuestros padres, hicieron esa escuela primaria, aportando cada uno pedacitos de madera. Tú sabes bien que te hablo de la escuela primaria de La Barraquita –donde nosotros 158 estudiamos– y muchos esfuerzos se necesitaron para construir después la escuela La Prensa, ésa sí construida con muy buenos tabiques. Ahora te propongo que nosotros dos vayamos a visitar a los niños de esa hoy gran escuela primaria, para que nos rindan cuentas de lo que han hecho en la vida. Porque, si ellos, algo han logrado, eso se lo deben a nuestro esfuerzo. Yo, Gilberto El Zapote, estoy seguro que de allí saldrán gentes educadas y útiles como nosotros... Pero antes, te diré que yo traigo un poquito de sed y... bueno, yo sé que tú no tomas, pero te pediré que me acompañes aunque sea, tomándonos unas chelas; ya que tú sabrás que las cervezas no lavan las penas, pero por lo menos las enjuagan. México D.F. 1996-2002. 159 SOBRE Y BAJO EL AGUA ¿QUIÉN ERES TÚ? “Escribo el nombre Medusa Sobre el Agua, el que será borrado al caer las primeras gotas de agua de la lluvia”. (Óleo, acrílico. 126.8 X 85 cm.) –¿Qué quieres decir con estos cuadros donde casi sólo se ve el agua? -le preguntaba al pintor Varzal el carpintero Manuel, quien estaba acostumbrado a ver que en cada cuadro que pintaba, había un tema con una idea casi siempre muy precisa. Quizá son las obsesiones de su padre por el agua las que le hicieron pintar estos óleos, donde predomina una simple fantasía, donde ya no quiere decir nada, sino simplemente expresar los deseos no racionales de la mente. Además, ya no quiere ser tan racional. Porque antes, sus óleos terminaban siendo muy ilustrativos. Ha dibujado desde una rana, un pez, una tortuga, un pulpo, un elefante, un cangrejo, hasta un león, un ave... Algunos de estos animales han sido humanizados, o algunos humanos han sido animalizados, dibujados en geometrías que construyen estructuras, que a veces rozan muy cerca al cubismo. Estas armazones expresan –quizá–, su idiosincrasia citadina, el espíritu alienado de la ciudad. Los personajes alienados se mueven en grandes espacios llenos de agua o se vuelven fantasmas en un desierto – Fantasmas del Desierto–, o corren por las arenas secas –Ausencia de Agua. Una mujer sentada en un sillón convierte sus miembros en partes de crustáceos y al mismo tiempo es envuelta por una ola al desear estar en el agua –Arenas Húmedas, Soñando en el Mar. Son cuadros donde casi no hay perspectivas. Los personajes atraviesan horizontalmente en la tela o caen, juntos con la lluvia; suben o bajan en las profundidades marinas o en simples charcos. Los colores son transparentes, y las veladuras hacen que los colores vibren, enriquecidos con texturas. Desde 1994 comenzó a ilustrar este tema, pensando en las fantasías que podría desarrollar sobre lienzos; pero también por la responsabilidad social que conlleva este tema. El agua es el futuro de la humanidad, si se termina, se aniquila la vida; si se privatiza, la gente de bajos recursos, no podrá pagar su alto precio… 160 Cayendo a un Mar de Luz es un cuadro donde un hombre cae de un hueco, el cual es una tumba que está en el cielo. A él, le sale una ciudad en el pecho. Cae junto con un robot a un mar de luz. Al lado inferior izquierdo, un pescador alza en una canasta a unos peces alegres que juegan con una rana: ¿La vida alienada y la muerte? Ambos caen del cielo, éste es una tumba abierta. Sus experiencias bajo y sobre el agua han sido poco afortunadas. Un día buceando a unos tres metros de la superficie, con gran esfuerzo trataba de llegar al otro lado de la alberca, pero al no aguantar más, impulsó su cuerpo hacia arriba rápidamente, apareciendo a la mitad de la alberca. Ese día aprendió a nadar, porque tenía que recorrer unos veinte metros más para llegar a la orilla de la piscina; llegó medio muerto por el esfuerzo. Era la época cuando se iba de la escuela primaria, después de tomar sus clases -a la edad de 11 años-, a un balneario llamado Las Termas. Casi nunca trataba de nadar en la superficie; lo que más le gustaba hacer era atravesar la piscina por debajo de la superficie y jugar tratando de cantar o de hablar y ver cómo se formaban las burbujas; esto era una obsesión. En la infancia, su padre lo llevó a una playa, ya que era un excelente nadador. A los 2 años un familiar le tomó una fotografía donde estaba pataleando desesperado, viendo a su padre cuando se tiraba de unas estructuras metálicas en la playa del puerto de Tampico. Tenía cinco años cuando lo llevó su padre a la Isla de Sacrificios, en el estado de Veracruz. Estando en el agua, le dijo que se abrazara fuerte a su cuello y que tomara mucho aire y aguantara la respiración. De pronto, se zambulló. La primera vez, se espantó mucho, pero después le pidió que volvieran a intentar la inmersión. –Fue algo maravilloso –dijo el pintor–, porque las aguas allí son tan transparentes, tanto, que se pueden ver a los peces muy de cerca; que uno puede casi tocarlos. –Mañana nos vemos afuera de la escuela, pues vamos a irnos de pinta a la alberca de La Villa, les decía Mares, un compañero del quinto año de primaria. Mares tenía dos años más que Varzal y a pesar de que era chaparrito, era el más fortachón de su salón de clases. Más de la mitad del grupo lo seguían, ya que tenía mucha imaginación y encanto para mostrarles los secretos escondidos de la vida. En su escuela, había un grupo que le tenía terror al agua y no iba con ellos a la famosa alberca. Entre ellos, se encontraba Apestoso Veloz (AV) más alto que todos y casi igual de fuerte que Mares. 161 –¡Ayúdenme! -gritaba el niño Varzal con desesperación, puesto que se había atorado en las ramas de un árbol que estaba bajo el agua, en esa charca que en algunos lugares alcanzaba profundidades de hasta tres metros y que eran campos que se inundaban en la época de lluvia, allá en el norte de la ciudad. Era lo que Mares llamaba La Alberca de la Villa. Ese día le había dado mucho miedo al quedarse atorado, pero ésa había sido la primera y la última vez, porque regresó solo en dos ocasiones más; pero ahora se quedaba afuera del charco, viendo cómo sus amigos chapoteaban alegremente. En esa laguna de lluvia que el cielo llenaba de agua, como una bendición, allá en la Villa –a un costado de la Basílica de Guadalupe–, había construido la diosa naturaleza un centro de recreación para los niños pobres. <<Ω>> En París, 1966, había una becada mexicana que bebía seguido, y cada vez que lo hacía terminaba llorando; cualquier pretexto le servía para tomar alcohol hasta vomitar y echar agua por los ojos. Los amigos, becados también del gobierno francés, la consolaban y le curaban sus crudas, recomendándole que guardara dinero para que le pagara el viaje a su novio para que estuvieran juntos en Paris, en vista de que era por él que se ponía en estas condiciones. Después de un mes de que llegó el novio, llamado José, la estudiante se había quedado con poco dinero y le pidió a Varzal que si podían quedarse los dos en su departamento del barrio de Belleville. Como era una pareja, les dio su cama y se fue a dormir en un rincón de su departamento, ya que le habían dicho que era solo por unos días. Un mes después, ella se regresó a México debido a que se le había terminado la beca y no tenía un centavo más. El Novio –como le puso en esos años Jorge Dubon, un mexicano hijo de padre francés– no se quiso regresar a México, y se instaló con el pintor. A los pocos días también se quedó sin dinero y le pidió que le prestara unos tickets del restaurante universitario donde él comía. Pasaron algunas semanas y no se iba. Cuando le pedía que buscara otro lugar para vivir, al novio le comenzaba a salir agua de los ojos; hasta que se le formaba un llanto fuerte que le duraba varias horas, terminando en un fuerte hipo. Un día que estaba nevando muy fuerte –en esa época todavía nevaba en París–, llegó un joven cineasta a pedirle asilo por unos días, hijo de un renombrado escritor 162 y periodista en México. Varzal estaba por prepararle un café y algo para cenar, cuando llegó El Novio. Venía borracho, con el agua hasta las manitas, ahogado de borracho y con una botella de aguardiente semivacía en la mano, que algún amigo mexicano –decía– le había regalado. Al ver al invitado, comenzó a discutir con él: -No sé qué decían, ya que la cocina estaba un poco alejada, pero se oía un griterío. Cuando se fue a asomar, su amigo, El Novio, se había quitado la chamarra y parecía que quería pelear. Varzal tenía que regresar a la cocina para ver los huevos revueltos que preparaba y en ese momento que ve al cineasta muy ofendido que sale enojadísimo de su casa y sin despedirse. El Novio se le quedó viendo perplejo a Varzal y comenzó a sollozar, al mismo tiempo que salió corriendo a la calle sin ponerse su chamarra. El pintor se preocupó mucho y apagó la estufa. Se puso rápido su chamarra y tomando la del novio, salió atrás de él, porque pensaba que con esa fuerte nevada que estaba cayendo, le podría dar una pulmonía y después sería peor para él. Cuando salió a la calle ya no lo vio. Entonces se dirigió al boulevard de Belleville y ahí lo vio corriendo en zig-zag: se cayó dos veces en la nieve y estaba temblando. Se levantó y volvió a correr; en medio de la calle se sacó el miembro orinador y echaba tanta agua que parecía un bombero. –¡Borracho cochino!, le gritó una transeúnte. En ese momento se volvió a caer. Entonces el pintor lo levantó y lo llevó corriendo al café más cercano, donde pidió que le dieran por favor una copa de coñac para quitarle ese temblor que traía; a los pocos minutos ya no titiritaba, pero estaba más borracho por el coñac que le había dado y entonces comenzó a abrazar a Varzal. Después se puso de rodillas para besarle las botas; a gritos le pedía perdón y le juró que ya no lo volvería a hacer y que nunca más se volvería a mear en la calle, ni llegaría borracho de aguardiente, ni de ninguna agua embriagante. Pasaron los días y José –El Novio– comenzó a establecerse en su casa, entonces el pintor le pidió que si quería quedarse que fuera a cantar al metro como lo hacían decenas de jóvenes –ya que él, como miles de mexicanos, cantaba y tocaba la guitarra–, para así poder cooperar con la renta y para que se comprara sus tickets del restaurante universitario; y si no, que por favor buscara otro lugar para vivir. –No puedo, porque seguro me agarra la policía y me saca del país y a la mejor me encarcelan por un tiempo, porque mi visa ya expiró hace mucho tiempo y... 163 Cuando decía esto, comenzaba a balbucear y enseguida se soltaba con un lloriqueo que no se paraba y como siempre guardaba una botella de algún alcohol, lo comenzaba a beber, y entre más tomaba, su llanto se hacía más fuerte. –Por favor –le decía Varzal–, vete a llorar a otro lado porque despiertas al bebé de los vecinos vietnamitas -pero esta petición hacía que al invasor de su estudio, le creara una reacción como a los infantes berrinchudos, ya que comenzaba a ahogarse dejándose caer al suelo, donde pataleaba armando gran estruendo, y enseguida comenzaba a echar un líquido viscoso por la boca; y un día, se desmayó. <<Ω>> –Veintinueve años después –dice Varzal–, pinté al óleo a unos bebedores embrutecidos por el aguardiente, bebiendo directamente de la botella, mientras que unos luchadores, parte humanos, parte instrumentos musicales, luchando entre ellos, crean la música de su propia muerte. Un segundo cuadro sobre la misma historia es: Alumbramiento de Humedades, viaje de deseos, borrachera de ilusiones, donde un hombre –en secuencia de comic– se va desnudando; cae de espaldas al suelo, con un vaso de alcohol en una mano, y con la otra levanta su sexo y orina, dibujando con sus orines a una mujer. En la parte inferior del cuadro hay ocho mujeres con una copa en la mano; la primera está aún vertical, pero las otras siete se van inclinando hacia la derecha, hasta que la última se desploma por la borrachera con su copa. En 2013, en París, comienza el dibujo “Odio por Vergüenza”, que formará parte de la serie de El Zoológico, pues El Novio, al recordar lo del beso en las botas a Varzal, comenzó sus venganzas cuando ya estaba instalado en el poder en México: Su odio por vergüenza auguraba futuras tormentas cargadas de más odio: eran coágulos de odio que le habían ennegrecido el corazón, y no solo por eso, sino por lo que le había profetizado Varzal, de que nunca sería un artista, sino solo un buen burócrata; y efectivamente, logró altos puestos, en los cuales duraba muy poco tiempo. Escribe José Rubén Romero: ¡Lo humano: facultad de amar, tristeza de odiar, consuelo de llorar. ¡Lo inhumano!: impotencia de amar, goce de odiar, envidia ruin por no saber llorar… 164 Comenzó el artista desde 1994 a hacer una prueba con las ideas que tenía para desarrollar el tema del agua –todo tipo de aguas. Para esto, hasta el año 2000 había bocetado más de doscientos personajes, animales y grafismos para fondos... Durante varios meses abandonó el proyecto del agua por unas instalaciones que tenía que terminar para pedir fechas de exposición: Chamán, y El Espíritu de la Ciudad. ><Ω>< –Te traje los 90 bastidores que me pediste, le dijo Manuel, el carpintero. De familia de carpinteros, continuó con la tradición de este noble oficio, transformando lo que era un pequeño taller, con los años, en una floreciente industria. Cuando era muy joven Manuel visitaba seguido al joven Varzal en su estudio; un día, en 1961, vio que estaba pintando al óleo dos enormes ratas, una de ellas recibiendo un tiro en el pecho; el carpintero se enamoró del cuadro y cuando lo terminó lo compró en un precio simbólico; en su casa, su familia no lo quería colgar en la sala, pero Manuel se las ingenió para colgar la obra en su recámara, donde también dormía su hermano Beto, a quien le espantaban los roedores, que tendrían alrededor de 145 cm. En las noches, antes de dormirse, Beto sacaba de debajo de la cama una bolsa con piedras, que lanzaba contra las ratas, hasta que un día destrozó completamente la pintura. Para reponer este cuadro, el carpintero quería comprar un óleo que Varzal había pintado para su examen profesional, en 1962: era de igual tamaño que el otro y había utilizado colores discordantes para causar náusea; había dos figuras, de un hombre y una mujer: el hombre era inmensamente gordo, pero se estaba pudriendo y tenía unas manos chiquitas; con la mano derecha sostenía sobre un ojo, un monóculo; la mujer, quien estaba de espaldas, también tenia una piel putrefacta y le salían gusanos de unas grietas… Mientras, reunía el precio, que era muy barato, cobrándole casi lo que costaban la tela y los colores. Pasaron unos meses, siempre iba a ver su pintura y a decirle que no la vendiera. Un día, Varzal, buscando la pintura en su taller, ésta había desaparecido, la habían robado. En 1992, el carpintero le pidió que le pintara un San José, pero Varzal le dijo que él no era religioso y no podría pintarlo por esa causa. Manuel era muy insistente y seguido le recordaba la pintura del San José. 165 Un día, uno de los alumnos de Varzal, Alberto Valenzuela -quien había estudiado la carrera de biología, y al ver una exposición de Varzal en el Museo de Arte Moderno, le pidió que le diera clases de pintura en su estudio, quedándose 5 años con él-, le dijo que lo escuchara, pues quería convencerlo de que pintara el cuadro que le pedía Manuel; enseguida tomó una gran tela color vino que cubría el tórculo de grabado de Françoise, fue corriendo a tomar una sierra en forma de arco, le pidió que preparara su cámara fotográfica y que él le iba a posar como el santo. Varzal transformó las fotos con Photoshop, saliendo un San José en movimiento. Cuando comenzó a pintar la gran tela, el carpintero le pidió que por favor le aumentara a la virgen María y al espíritu santo… Varzal dejó de pintar la tela por un tiempo, pero Alberto Valenzuela lo convenció, mostrándole una serie de reproducciones de palomas y de vírgenes. Con estas presiones, al artista terminó el San José un año y medio después. Manuel lo colocó en la gran oficina que tiene en su casa y un día le contó que le estuvo telefoneando, porque hizo una gran reunión en su casa con amigos, familia y empresarios, a los que les había hecho trabajos, y que un sacerdote había ido a bendecir el cuadro con agua bendita. -Diario voy a persignarme, antes de irme a trabajar a la carpintería, con tu San José. ><Ω>< Para comenzar el proyecto del agua, unió primero tres telas de 70 por 76,6 cm. cada una, para armar un solo cuadro vertical de 70 cm por 230 cm, y enseguida se lanzó a plasmar su proyecto del agua, utilizando varios materiales, entre ellos el óleo y el acrílico; manejando las telas como módulos, le permite al artista cambiar el formato en forma vertical, horizontal, en forma de T, de L o de +. Aparte, este sistema sirve para trabajar más cómodamente, en lugar de manipular grandes telas y también para su almacén y transporte. <<Ω>> La compañera del pintor acaba de oír en el radio, aquí en México, un comentario sobre Pablo Picasso, diciendo que era una persona muy supersticiosa y que le gustaba utilizar la ropa de sus hijos para ver si así podría obtener su energía y su juventud. 166 –Siempre detesté las últimas obras de este artista –recordó el pintor– pero siempre me apasioné con locura por varias de sus épocas, realizando bocetos de sus cuadros que veía en los libros, en la época cuando era estudiante en la ciudad de París. Desde 1971 Varzal utiliza -solamente en la casa- una hermosa chamarra de algodón, con franjas verdes, azules, negras y amarillas, las que al cruzarse forman nuevos cuadros de colores; a esta prenda, hace ya tiempo, se le habían roto las mangas de tanto usarla en la parte de los codos; como era difícil repararla, en lugar de recosérselas, se las cortó dejándoselas a tres cuartos. Por esta fecha de 1971, su esposa y él hicieron un viaje a Europa, recorriendo en ferrocarril desde Roma hasta la ciudad de Bergen en el norte de Noruega. Dormían seguido en el tren al ir de una ciudad a otra. Así llegaron a la ciudad de Menton en los Alpes Marítimos, con una amiga de su esposa, a quien ella ya le había escrito, contestándoles que estaban invitados, pero que dormirían en la terraza, donde había instalada una cama. Cuando llegaron, Marie Therèse Walter los acomodó en su recámara, ya que ella aprovecharía para dormir en la terraza que daba al jardín. Ellos querían dormir allí solo unas dos noches, porque querían ir a visitar las ciudades de Niza, Cannes y el pueblo de Cabris, donde su compañera había nacido. Pero Marie Therèse insistió en que se quedaran más tiempo para ir a pasear junto con Justín, su compañero, un hombre delgado, muy fuerte y muy bien parecido, quien hablaba la lengua de esta región, el provenzal. Así comenzaron a visitar algunos pueblitos y lugares donde ellos dos eran asiduos. Justín tenía un auto rojo convertible, de carreras, y con él subían la montaña por la carretera, que tiene una gran pendiente, arriba de Menton, hasta llegar a una casa donde dejaba su carro para montarse en su burro. Después, todavía se caminaban tres kilómetros por una vereda para llegar a donde Justín tenía su terreno; allí sembraba jitomates, ejotes, cebollas, lechugas… y tenía árboles frutales, además de cabras, gallinas y conejos. Pasearon un poco más de un mes en estos pueblos del Mediterráneo, aprovechando sus playas para dibujar el mar, a los bañistas, y zambullirse en sus aguas. Cuando se despidieron de MarieThérèse, quien había sido modelo y una de las mujeres de Pablo Picasso, los llenó de regalos, entre ellos les dio la chamarra de cuadros antes citada y un chaleco de cuero que eran del maestro Picasso y que Marie Thérèse había personalmente diseñado y cosido para él, quién había sido su gran amor en su juventud; y vivía de esos recuerdos. Picasso había dejado las vestimentas 167 hacía ya unas semanas en la casa, las que a Varzal le quedaron a su medida, porque el genio no era alto de estatura. Bañista es un óleo cuyo boceto realizó en 1971, en las playas de Menton y el cual pintó 24 años después. En primer término, abarcando casi todo el espacio de la tela, una mujer camina sobre la playa del Mediterráneo; una tela blanca cae desde su pierna hasta el pie derecho; ella está construida con grafismos, una caja y labios vaginales que salen de su pecho. –Sabes –le decía por teléfono su amigo Raúl, arquitecto de profesión–, pero antes prométeme que no te vas a enojar... el viernes estaba en una fiesta y había tomado muchos líquidos con ron, whiskey y tequila. Llevaba el chaleco de cuero que me prestaste el día que estaba lloviendo, estábamos bailando, me sentía con el agua hasta la cabeza, porque yo mezclo, tu sabes, el alcohol con agua; y en eso que se para la música y en medio del silencio, les dije a mis amigos: -¡Miren lo que hago con el chaleco de Pablo Picasso! Me lo quité poco a poco y lo rompí haciéndolo pedazos. En un díptico, formato horizontal, pintó, La Resaca en el Mediterráneo. En la parte superior se encuentra un paisaje reseco de arena. Ahí, un humano –en grafismos geométricos–, con cuerpo de animal, bebe un líquido para curarse la cruda. En la parte inferior del cuadro, entre estructuras, un hombre que emite sonidos, camina rápido; dentro de una gran circunferencia se dibuja en grafismos de pinceladas la resaca. A un lado del círculo y dentro de un marco se encuentra en relieve un esqueleto de plástico, quien es paseado por una mujer vikinga, también en plástico. La arena de la playa en amarillos, se funde con los cuerpos achatarrados de unos personajes que platican sus desgracias. Al fondo, una isla brilla en el mar. <<Ω>> El agua cae de una manguera lentamente sobre la hierba. Segundos después, llueve. El agua comienza a caer sin prisa sobre la yerba del parque de su barrio; es solo un chipi chipi. Minutos después cae con más fuerza, llueve y vuelve a llover; el cielo truena y cae agua helada, llueve agua en trocitos congelados. Insiste, el agua anega todo; repite su fuerza y truena. Se cae el cielo sobre la tierra; todo el día llueve: en la noche se repiten los relámpagos, y cae y cae la lluvia. 168 <<Ω>> ...En época de lluvias, los barrios pobres donde Varzal iba, junto con sus compañeros, a pegar carteles, a escribir consignas en los muros y en las bardas de las fábricas, eran verdaderos infiernos de aguas podridas. Porque las aguas negras, las soltaban a las calles igual que los desechos fermentados de las industrias. Con la lluvia, todas sus calles se convertían en fangos glutinosos y pestilentes, porque eran de tierra. Regresaban a su estudio de la colonia Vallejo a bañarse a jicarazos en la azotea, a quitarse esos tufos de lodo podrido. <<Ω>> Todo se humedece; los músculos se aflojan por las reumas, todo está enmohecido y oxidado. En la madrugada sigue cayendo agua, y en el Pacífico –dice la radio– se forma una ventisca; en Cancún, la tormenta tropical corre el riesgo de convertirse en huracán. En la mañana el sol sale al ras del agua. En esta mañana no hubo ningún ahogado. <<Ω>> El grandulón Apestoso Veloz, AV, nunca iba con el grupo de Varzal a nadar a los charcos del norte de la ciudad, ya que le tenía pánico al agua. El decía que tenía un secreto y cuando lo iba a contar al oído del amigo distraído, AV, abriendo el puño, soltaba una pestilencia que le ponía en la nariz a sus compañeros de clase. Su secreto consistía en cómo atraparse los pedos con su mano izquierda. A. Veloz, aparte de todo esto, padecía de coprolalia -tendencia patológica a proferir obscenidades- ya que siempre molestaba a todos sus compañeros. Diciéndoles a las niñas: ¡A ésa de rojo yo me la cojo!, ¡A esa gatita de mi barrio le pico el silabario!, o, ¡A ésa ya le chorrea el hoyo de rojo! Y a los niños les gritaba: ¡Agua de coco y de miados para tu hermana!... Y siempre repetía una cantaleta: ¡Hea! que te meas, ¡hea! que te cagas. El mismo les contaba que todas esas vulgaridades se las copiaba a su hermano mayor, quien era un padrote, y según Apestoso, les sacaba el dinero a cuatro prostitutas del barrio de La Candelaria de los Patos. 169 Apestoso a su edad –14 años–, era tres años más grande y había crecido unos veinte centímetros más que todos sus compañeros de clase. Se sentía un gigante, en vista de que los mexicanos son un pueblo de chaparritos. Era un poco gordo y tenía una gran panza y casi todos le tenían miedo, por lo fuerte que era y por lo de su famoso secreto. A Varzal lo respetaba mucho, porque cuando lo amenazaba de contarle el secreto que ya todos conocían, él le mostraba la punta de su compás o el de su lápiz, que traía siempre bien afilado, y simulaba picarle su hinchada barriga. Apestoso, para aterrorizar a todos sus compañeros, les contaba que en su casa comían muchas coles, coliflor, garbanzos, habas y frijoles. Una de las variantes de A. Veloz en el salón de clases era colocarse los dedos de la mano derecha sobre la nariz, para, enseguida hinchándose los pulmones, arrojar una horrible morbosidad verdosa sobre sus compañeros. Hay humanos sobre la tierra que se jactan de amar las pestilencias, les gusta revolcarse en sus heces fecales y pudrirse en vida. Hasta entonces AV había impuesto su ley, la de la asquerosidad. Un día, el futuro pintor, estando sentado en su pupitre, Apestoso Veloz se le acercó por atrás, sigilosamente, como un gato, abriendo con gran rapidez su puño delante de su nariz; después de hacerlo, salió corriendo como un bólido, carcajeándose. Varzal, atarantado por el olor, salió detrás de él. Subieron y bajaron unas 3 veces los dos pisos de la escuela; cuando AV ya no podía más, se detuvo en seco y como una rata acorralada, le lanzó un golpe a la cara, que pasó rozando su nariz. De pronto el futuro artista pintor, se sintió impregnado del espíritu de un ejercito de guerreros aztecas que lo impulsaron a lanzarle a Apestoso Veloz una infinidad de puñetazos. El terrorífico olor, que se había impregnado en los cornetes de su nariz, hacía que su embestida fuera más rápida y feroz. Varzal estaba enfermo de náusea y de locura, recordando lo que les decía A. Veloz a sus compañeros después de abrir su puño para soltar su horrible hediondez: ¡¡¡¡Embárrense pinches ojetes, ahora que hay mierda!!!! 170 –Pensé que la embestida de mis golpes casi no le hacía nada; pero sí la rabia que trasmitían mis ojos. Por momentos, Apestoso Veloz abriendo los brazos, comenzó a dejar al desnudo la parte de su abultada barriga: el agotamiento lo distrajo y mis coléricos puños fueron haciendo su impacto... Ese día Apestoso Veloz recibió la primera paliza de su vida; estaba bañado en orines, ya que se había meado del susto, dejando una agua amarillenta por todos los escalones de las escaleras de concreto. Y en ese momento, el pequeño pintor le recordó su cantaleta: ¡Hea! que te meas... AV sudando a cántaros, con los pelos erizados y los ojos desorbitados –como en las tiras cómicas–, gritando y llorando, pedía perdón, y Varzal un instante después se convirtió en un mar de lágrimas por la primera expulsión de la escuela. El sudor de AV, a su paso por los corredores, había empañado el vidrio de una ventana, y alguna profesora aprovechó para dibujar un signo con su dedo. De reojo Varzal vio el garabato, y al recordar, entendió enseguida su lectura: su madre le había dicho que su abuelo le había contado que él, su último nieto, iba a ser un constructor, y carajos... no un expulsado y menos un golpeador. Aunque todo esto fue superado a su retorno a la escuela, ya que lo suspendieron solamente dos semanas, todos sus camaradas le felicitaron por las tan largas vacaciones que había tomado. Y en los salones de clases se enteró que corría el rumor de que la escuela primaria La Prensa tenía un héroe que los había salvado de las pestilencias de Apestoso Veloz. <Ω>> Tantas aguas tuvieron que mezclarse para crear este océano de imágenes, colores y texturas en: Sobre y Bajo el Agua ¿Quién Eres Tú ?, pinturas, las que a estas alturas comenzaron a producir fuertes aguaceros y a tener un olor a perfumadas aguas de ríos, cascadas, lagos y mares tropicales del paisaje mexicano y también del europeo. Toronto, Ontario, Canadá. 1994. Ciudad de México. 2001-2013. 171 LA PLUMILLA, EL CHAMÁN Y LOS CORNETES En 1975, un amigo llega acompañado de Patrick Meson a visitar a Varzal en su estudio de la calle de Mazatlán de la colonia Condesa, pidiéndole al artista que le mostrase las obras que hacía con chapopote. En una ocasión, en 1968, Varzal, estando en su estudio de la azotea de la calle de Ogazón, calentaba chapopote para impermeabilizar una parte del techo de su casa, como le había enseñado su padre: sobre una parrilla eléctrica había colocado una gran olla de cobre, donde el artista había puesto los trozos de este asfalto o betún, vaciando una cantidad de petróleo para disolverlos. Cuando estaba a punto de ebullición, un vaporcillo comenzó a salir de la olla y unas espesas burbujas comenzaron a explotar, cayendo varias sobre la parrilla eléctrica, las que inmediatamente se encendieron por el gas que producían; la olla resbaló, vertiendo su líquido sobre el piso, rodeando al pintor: estaba prisionero por el fuego, y algunos muebles comenzaron a arder; en eso, Andrés, su hermano, que lo visitaba, ya que su hermana le comentó que el artista iba a realizar arreglos en la casa, al ver el incendio, aprovechó que había arena en varios botes, comenzándola a rociar sobre el chapopote hasta apagar el fuego. Enseguida Andrés, para que pudiera salir, tomó un paquete de cartulinas de papel de 100 cm X 70 cm, sin pensar que era material para dibujar, muy caro, las colocó, una por una, sobre el chapopote. Con esta acción logró sacar a Varzal de este infierno, salvándole la vida. Al limpiar el estudio de esta mezcla pastosa, y quitar las cartulinas, vio que sobre ellas habían quedado unas extrañas texturas; tiempo después comenzó a aprovechar estas hermosas manchas, dibujando con sus plumillas personajes un poco surrealistas; más tarde, con óleo un poco seco, aplicó colores, y en esta forma creó una serie de más de 80 obras, gracias a su tan querido hermano. Al mostrarle los dibujos que hacía con chapopote a Patrick Meson, éste se enamoró de la técnica y le pidió de favor si podría enseñarle a pintar de esta forma, pues él dibujaba un poco, instalándose en el estudio por las tardes, dos veces por semana. En cierta ocasión, Varzal necesitaba fotografiar sus obras para el catálogo de una próxima exposición en el Palacio de Bellas Artes, pues las fotos que había tomado eran de 35 mm, y no aguantaban la ampliación para imprimirlas y estaban un poco 172 mal iluminadas. Patrick inmediatamente le dijo que él tenía una cámara profesional y que con ella podría tomar fotos de diapositivas de varios formatos, hasta de 4 x 5 pulgadas y más. Luego le contó que era fotógrafo, pero como conseguía trabajos muy esporádicamente, había abandonado esta profesión para dedicarse a vender pantalones de mezclilla en los tianguis, junto con su amigo del alma Luis Manuel, con quien iba a dibujar al estudio. Era una bella cámara de fuelle, con un riel para que corriera; Patrick llegó con todo su equipo y lo instaló en el estudio, pues la casa donde él vivía con su esposa no tenía espacio para poner un estudio de foto; así comenzó a enseñarle a Varzal cómo utilizar este tan sofisticado aparato, porque él no quería tomar las fotos, sino que era como trueque por sus enseñanzas con las plumillas y por el espacio en el estudio, y quería que aprendiera a saber iluminar, que según él era lo más importante; aparte, a utilizar otros aparatos que había llevado. El pintor insistía para que Patrick persistiera con esta interesante profesión, y como a él no le interesaba aparecer como fotógrafo, puso en los créditos del libro ComixArte de Varzal: fotos de Patrick Meson; pero ni con esto se animó a continuar. <<Ω>> En el arte, la tinta china ha sido una de las pasiones de Varzal, y con ella las plumillas; prefiriéndolas más que al pincel de marta para el dibujo de historietas, y después para la serie El Espíritu de la Ciudad -trabajo de más de 30 años-, donde ilustró el espíritu de cada ciudad que había visitado. El amor por las plumillas se acrecentó cuando en París descubrió varias tiendas con una variedad maravillosa: como la Scroll Pen de William Mitchell -de Gran Bretaña-, de dos puntas, o la Fiveline pen del mismo inventor, que antiguamente se le llamaba plumilla pentagrama, porque servía para realizar las páginas de pentagramas para los músicos. Hoy tiene una colección –de diferentes formas– de unas 97 plumillas; y como la vida de ellas, a veces es muy corta; recuerda especialmente a una de ellas, que si tuvo una larga vida, pues le había seguido durante más de 25 años en sus aventuras gráficas. 173 <<Ω>> A principios de la década de los ochenta, Diesel Nacional, Constructora de Carros de Ferrocarril y Siderúrgica Nacional –tres empresas del Gobierno de la República– a través del Instituto Nacional de Bellas Artes, habían convocado a un concurso nacional de pintura titulado Primer Concurso Nacional de Pintura Sahagún. Ciudad Sahagún era todo un complejo arquitectónico de industrias, y un conjunto habitacional, con centros educativos y de recreación para los trabajadores. La exposición de las obras se realizaría en las galerías del Auditorio Nacional. Los directores de este complejo habían invitado al pintor Varzal a conocer –en esa época– a esta gran industria de ciudad Sahagún en el estado de Hidalgo; la que era uno de los orgullos del país. Varios poetas habían cantado loas a estos proyectos nacionalistas para la construcción de una nación fuerte. Inspirado el pintor en un texto del escritor Ricardo Garibay sobre esta paraestatal, pintó un cuadro para el concurso, escribiendo entre las formas, en pequeñas letras, un extracto de este escrito sobre la tela; parafraseando al gran movimiento de los muralistas mexicanos, el cual tituló Hacia el Futuro. Atardece. Anaranjado sol del desierto. Silbatos. Sirenas. Millares y millares de trabajadores salen de las fábricas. Yo diré, de Ciudad Sahagún, llegando a México: “Vengo del futuro, del futuro de mi pátria. Vengo de ver cómo sí somos capaces de igualar al pensamiento nuestra vida diaria”. –Maestro -le preguntó un periodista el día de la inauguración de la exposición–, yo sé que a usted le interesa siempre participar en este tipo de eventos. Recuerdo que usted ya había participado en el Primer Salón Nacional de Experimentación, donde había ganado el primer premio; y siguió diciendo: -¿Qué le impulsa a hacerlo? ¿Es el ímpetu de la juventud? –El interés que tengo, –contestó– es por la confrontación de mi obra con los demás artistas; es apasionante ver quién crea mejores propuestas. Pero deberían ser los artistas los que discutiéramos entre nosotros, para determinar los diferentes juicios para crear las bases de estos certámenes, y que hubiera representantes de los artistas 174 dentro del jurado; así evitaríamos también que se emitieran juicios parciales o que se den los premios por amiguismo. Varzal, el día de la inauguración de la exposición y a la entrega de los premios, viendo las obras galardonadas, se dio cuenta de que los jurados, que son parte del sistema mentiroso y corrupto que se vive en el país, habían hecho una más de las suyas. –Señores representantes de las instituciones, señores del jurado y representantes de los medios –dijo el pintor en voz alta– yo, como artista participante en este evento, ¡protesto!, porque se violó parte de la convocatoria. ¡Protesto por la parcialidad del jurado para otorgar los premios!. Ese día el artista interrumpió la inauguración de la exposición en el momento del discurso oficial, en el instante en que brillaban los reflectores y los flachazos sobre los representantes del gobierno y los jurados, y principalmente, sobre la hija del presidente López Portillo. En un segundo todo se quedó en silencio. El pintor bajó del estrado, y se dirigió a donde estaba su cuadro, el cual descolgó, y sobre el muro blanco, con un grueso plumón de tinta negra, escribió con grandes letras su protesta. Cuando terminó la frase, al voltear, sintió los reflectores de la prensa y la televisión sobre él: habían dejado solos a los representantes oficiales; y de este modo empezaron un sin fin de preguntas. Poco tiempo después llegó un colega que le comunicó que la mayor parte de los artistas participantes en el concurso, había descolgado sus pinturas; y una representación de trabajadores de Ciudad Sahagún le dijo que esta premiación era una ofensa para los trabajadores de esta industria, y que también, igual que los artistas, ellos apoyaban su protesta, felicitándole por esto con un fuerte abrazo. Fueron momentos de tensión, ya que en esos momentos oyó que alguien le decía a sus espaldas: -“Esto lo vas a pagar muy caro”. Cuando quiso voltear para ver quién hacía esta advertencia, un periodista le interrumpió para hacerle una pregunta. Su reacción fue partir llevándose con él su obra, acompañándole los grupos de trabajadores y artistas hasta la salida de la galería, quienes con un gran estruendo le echaban porras. El director de la paraestatal, le pidió que no se llevara su cuadro, ya que esto” se iba a arreglar”, y que solo esperara unos días. Los artistas y los obreros 175 lo animaban para que no aceptara las propuestas del gran jefe, y continuó cargando sobre su cabeza la obra mural sin detenerse, hasta llegar a su casa. Al otro día, nada apareció en los medios, porque el Estado siempre ha tenido un gran control sobre ellos. Varios artistas le hablaron por teléfono, y más tarde se reunieron para escribir un artículo, que después entregaron a un diario citadino, pero no lo publicaron. Después le comunicaron que a todos los artistas que habían protestado, el gran patrón les había comprado sus pinturas; entre ellos a los del grupo Mira. Ese fue el gran arreglo “en lo oscurito” entre artistas y representantes del gobierno. <<Ω>> Todos estos problemas hicieron que se acentuara más su gastritis y que ésta se uniera a problemas de respiración. Por todo esto decidió ingresar al Seguro Social -IMSS-, pagando él mismo sus cuotas. –¿Entonces usted es artista? –le dijo en su primera cita el médico general, quién escribió inmediatamente una orden médica para que fuera a ver a un psiquiatra. El especialista lo trató un mes con calmantes, y le dijo después que tenía que seguir el tratamiento en su consultorio particular. –La cura para un artista como usted, es que gane el dinero suficiente vendiendo sus obras para que me pague las consultas; así se convertirá, cuando termine el tratamiento, en un artista triunfador. Pero si usted me trae la recomendación del señor presidente de la república, para continuar atendiéndolo aquí en el Instituto Mexicano del Seguro Social, podríamos sin ningún problema prolongar su tratamiento. Afortunadamente le comunicó esto, lo que hizo que el pintor se fuera corriendo para enseguida tirar sus medicamentos a la basura. Estando sentado en su mesa de trabajo haciendo unos trazos con una plumilla –que le acompañaba hacía ya muchos años–, bosquejaba una figura que le recordaba un dibujo que había hecho en su estudio de la calle de Sindeliceva 18, en la ciudad de Belgrado, antigua Yugoslavia, 15 años atrás, a mediados de la década de los sesentas, 176 cuando había tenido a unos invitados que estaban de paso y regresaban de un viaje del medio oriente hacia Suiza; el esposo, un estudiante de ingeniería, se puso a cocinar mientras ella le posaba para hacer la cara de una figura que recordaba a la pintura flamenca. Pierre llegó de la cocina y les sirvió un café turco con pastel. Varzal continuó dibujando mientras ellos se pusieron en posición de loto y no hablaron por mucho tiempo. –¿Cómo te sentiste?, le preguntó Juliette al otro día en el desayuno- ¿Y qué tal te cayó el pastel de hachís? –No sabía que era un pastel con alguna droga –le contestó-, pero yo no sentí nada. Realmente el pintor no había sentido nada, quizá porque había comido una pequeña porción del postre. Mientras dibujaba, hacía memoria, de otra ocasión cuando salía de una fiesta con un amigo pintor de Guadalajara. Le dijo que podría darle un aventón en su auto a su departamento, que acababa de alquilar en la colonia Condesa, donde vivía. –Mira, acabo de comprarlo en la fiesta -le dijo, mostrándole un paquetito con marihuana, -Si quieres toma la que quieras, en mi casa tengo más. –No, muchas gracias –le dijo–, yo prefiero de vez en cuando mejor tomarme unas cervezas. –Aquí traigo ya preparado un cigarrillo, toma, llévatelo, y se lo puso en la bolsa de su camisa. Varzal no estaba muy entusiasmado con su regalo, porque en una ocasión, en una fiesta en dónde había sido invitado, habían pasado un cigarrillo al que él le había dado una fumada y no había sentido nada. Iba pensando en esto, cuando ve que su amigo comienza a elevar la velocidad del automóvil, para rebasar a un auto de los años cuarentas con el motor arreglado. El otro auto comenzó a correr también. A los cinco borrachos de la carcacha se les veía enojados por la actitud de su amigo, que se reía a carcajadas, ya que había logrado rebasarlos; los cinco hombres, quienes tenían unas caras muy desagradables, volvieron a rebasarlos y les dieron un cerrón; 177 Javier, al no alcanzar a frenar a tiempo, se estrelló en el viejo automóvil. Los cinco hombres salieron corriendo para sacar al conductor del carro y enseguida comenzaron a golpearlo. A Varzal le pusieron un cuchillo en el cuello para que no interviniera; enseguida llegó la policía y los cinco hombres –borrachos– mostraron sus credenciales de agentes de la policía judicial. Varzal escabulléndose, tuvo tiempo de tirar el paquete que estaba en el interior del auto y su regalito, atrás de unas plantas en el camellón del Paseo de la Reforma. A su colega se lo llevaron a la delegación y le echaron quince días en la cárcel, más el pago de los desperfectos que había causado al chocar con el otro vehículo. <<Ω>> –¡No toques mis buriles!, porque después de usarlos nunca los afilas -le pidió su esposa, quien es grabadora de profesión. El ya lo sabía, en vista de que lo habían platicado muchas veces, que cada uno debería tener sus propias herramientas de trabajo. Él tiene sus buriles, pero le gusta utilizar los de su compañera, porque algo tienen impregnado y vibran diferente. Aparte, ella tiene otros instrumentos que ni soñándolo el pintor podría tenerlos; como son sus sofisticadas reglas de medición, que Varzal utiliza a escondidas: el escalímetro de altura o el compás de espesor para ver el grosor de objetos, el conformador para dibujar perfiles –el cual tiene unas 300 tiras delgadas de metal–, y para tomar sus diámetros con el tepalcatímetro. Todas estas maravillas las tiene su compañera, ya que su segunda profesión es la del dibujo científico de arqueología. Es una especie de trueque de prohibiciones, pues ella también hace lo mismo con sus lápices, óleos, pinceles, sus mesas y sitios de labor. Hay algo que uno le impregna a sus instrumentos de trabajo, quizá la energía que se desprende de la mano o el espíritu del artista que se introduce en ellos. –Estaba dibujando en mi mesa de dibujo –dijo el pintor–, con una plumilla que me ha acompañado muchos años, desde que era estudiante en la ciudad de París; el manguillo de madera está torcido por el uso y recuerda la forma de las raíces de los árboles. Seguía revisando los viejos tiempos, cuando me acordé que un amigo escultor y joyero, me había dejado en la casa un cigarrillo de marihuana: 178 -Es de la mejor, me dijo. -Ésta era la primera vez que realmente iba a fumar, y como sabía que no me hacía nada, aspiré una vez y nada, una segunda vez y nada; entonces lo apague. Era un momento que siempre me emocionaba, al ver casi terminada la obra. Entonces, decidí sombrear otra parte con puntos. En ese momento volví a encender mi cigarro, mecánicamente ya que en esta época consumía yo una gran cantidad de cigarrillos de la marca Delicados, envueltos en papel arroz y sin filtro: distraído, fumé la marihuana como si fuera un cigarrillo normal. En eso, los puntos que dibujaba con la plumilla comenzaron a saltar, como si fueran pulgas. –¡Ay, caray!, esto está chistoso -dijo, y siguió fumando. En seguida el espectáculo se volvió más fuerte, porque una avalancha de millones de puntos negros se estrellaron sobre su cara, y grupos de líneas comenzaron a cercenar su cabeza. Con mucha dificultad bajó de su silla de dibujo y se fue arrastrando –unos 8 metros– hasta la recámara, instalándose en la cama, cuando comenzó un nuevo ataque, pero esta vez de aviones de caza que volaban a velocidades de vértigo para estrellarse en su cabeza, rebanándola hasta hacerla estallar como si fueran pedazos de sandía. Las rebanadas rojas quedaban embarradas en paredes de hueso semitransparentes, las que eran parte de su propio cuerpo. Pensaba lentísimamente y no podía terminar de pronunciar el nombre de su esposa, F... r... a.... n.... ç... El tiempo pasaba y era interminable, mientras que, como ecos, seguían estrellándose las sandías en murallas que crecían desprendiéndose de lo poco que quedaba de su cráneo. ¿Era simple marihuana o le habían añadido algo a este regalito, para hacerle una broma ? Su compañera había tardado solo 35 minutos en ir a una tienda, y cuenta haberle encontrado en un estado lamentable. Para él, esos minutos fueron días interminables de horror y angustia. Este viaje le sirvió como un antídoto contra esta experiencia, la cual no volvió a repetir jamás, por el miedo a este dolor psicológico y a volver a ver estas espantosas visiones. Se propuso ir todas las mañanas a correr al bosque de Chapultepec y todas las noches al parque México para volver a sentir sus viejos tiempos de deportista en el Pentatlón Universitario, donde pasó varios años en sus años mozos. Como siempre 179 al regresar a la casa veía a alguien que le seguía, pensaba que sería una coincidencia, y no se preocupaba más, pensando más en sus problemas estomacales. <<Ω>> –¿Por qué no vas a ver a Doña Pachita? -le dijo un amigo cineasta-, sabes que fue el editor Guillermo Mendizábal a verla, y dice que le ha curado muy bien sus enfermedades, al mismo tiempo que le escribía sus coordenadas para que se comunicara con ella. –La próxima consulta de doña Pachita, le contestó una mujer con acento alemán- va a ser en un lugar de la colonia Roma, por favor llegue temprano. En el departamento que alguno de los seguidores de esta curandera había prestado, se realizaría la consulta; cuando llegó el pintor ya se encontraban unas cuarenta personas, que habían llegado con mucho tiempo de anticipación. Se instaló en un rincón para esperar a que le llamaran, sintiéndose un poco cohibido, ya que había un silencio espectral. En la penumbra se veían caras de profesores, discapacitados intelectuales, enfermos en sillas de ruedas, ciegos... Había un gran espejo, con su marco descarapelado, donde formas amorfas se reflejaban espectralmente; por allí, por ese reflejo, se entraba a otro espacio: al mundo mágico de doña Pachita. La sala estaba muy mal iluminada y olía a humedad; los muebles de madera, desvencijados, tenían un barniz casi negruzco y grasiento; las ventanas estaban cubiertas con viejas cortinas de terciopelo color vino, desgastadas y ennegrecidas, con los flecos, que un día fueron dorados, grises de polvo. Estaba distraído observando a los pacientes, cuando de pronto sintió una mano en su hombro. –Varzal –le dijo una voz atrás de él, preguntándole- ¿Trajiste tu huevo? Un poco nervioso volteó a ver, encontrándose con el rostro de un amigo comunista que no veía desde hacía muchos años. –¡No!, ¡no!... –le contestó. Al instante salieron precipitados a buscar una tienda para comprar un huevo de gallina. En el camino le contó que él venía porque padecía de una pierna; efectivamente en esos momentos lo vio caminar un poco mal; y había adelgazado 180 muchísimo, de cuando lo había conocido en la escuela de arte: en esa época parecía un apuesto gladiador. –Traigo un fémur -le dijo-, porque la Doña me lo pidió para realizar el transplante. Sabes, ella me dio la dirección donde conseguirlo, y no me costó tan caro. Su amigo cineasta ya le había contado de las operaciones que la curandera hacía y de como él la había visto cambiar los huesos a sus pacientes; otros le aseguraron haber visto cómo hacía los cortes y ver el sangrado que el instrumento punzo cortante hacía. Así que esta operación le intrigaba y hubiera dado en esos momentos todo lo que fuera para ver estas maravillas de las ciencias ocultas. Atravesó un largo pasillo para llegar al lugar de donde le llamaron; al abrirse la puerta, al fondo de un salón vio a doña Pachita sentada en un ancho y alto sillón de madera; tenía la luz apagada y solo se veía la silueta de una mujer gruesa con un resplandor, ya que atrás de ella había unas 50 veladoras que la iluminaban como a una santa. Unos segundos después le interrumpió la misma voz con acento alemán: era una mujer de unos 40 años, de pelo rubio, la que enseguida le pasó el huevo por todo el cuerpo, entregándoselo a la curandera Pachita, quien lo abrió y vació su contenido sobre un canasto de paja, el cual estaba casi lleno de claras y yemas de huevo, dictándole enseguida algo a la escribiente y también traductora alemana. –Regrese en una semana –le dijo la mujer rubia–, se le va a preparar una medicina que va a tomar en forma de té, y en una farmacia compra pomada de manzana y se la unta en el estómago durante una semana; y así verá que pronto desaparecerá su gastritis. <<Ω>> En esos días, después de haber trabajado en su estudió, que estaba en la calle de Mazatlán, continuaba con sus ejercicios habituales, yendo a correr al parque México, llevándose un libro para después leer unas horas. Al regresar del parque a su casa, otras veces vio a alguien que le seguía: -”Seguro es la pomada de manzana que me hace ver fantasmas, o es algún travesti que quiere agarrarme como cliente” –pensaba el pintor–, puesto que por ahí había muchos servidores sexuales. 181 Habían preparado una rica cena porque era el cumpleaños de su esposa. Mientras celebraban, salió el tema de las enfermedades, de las que a Varzal nunca le gusta hablar. Una amiga francesa y feminista les habló de la doctora que ella iba a ver: les mostró una receta donde se leía con grandes letras góticas su nombre, y abajo con letra más pequeña: Oídos, nariz y garganta; su numero de cédula profesional, registro S.S.A., con un número X, y la dirección del consultorio. El primer día que la visitó, comenzó con un tratamiento de acupuntura eléctrica. Con un aparato le dio toques eléctricos durante una media hora en diferentes puntos de la espalda; y le recetó: cuatro flores de mercadela hervidas en un litro de agua, tomando un vaso tres veces al día, y un comprimido Gliptide, el cual tenía que moler hasta hacerlo polvo para tomar uno diario en el desayuno; además tenía que comprarse unos guantes de algodón blancos para evitar el contacto con cualquier metal. Cuando se sintiera muy cargado de energía, tenía que ir rápidamente a buscar un árbol, de preferencia grande y frondoso, para descargar toda esta electricidad acumulada. Su amiga lo entusiasmaba mucho para que continuara asistiendo, contándoles que ella seguía yendo, ya que no quería tomar más medicamentos alópatas y pensaba que en un futuro se iba a componer. Así Varzal continuó asistiendo a las consultas y fue conociendo a varios pacientes durante el tratamiento, encontrándose con ellos en los cuartos donde la doctora tenía dispuestas unas camas, comentándole, no de sus avances curativos, sino de los toques y de las recomendaciones del médico. –Hay que poner –le decía una paciente–, como dice la doctora, un collar de ajos atrás de la puerta, para evitar que nos hagan algún mal. Otro enfermo, un indígena de unos 60 años, delgado y fibroso como un viejo árbol, quien venía desde el estado de Oaxaca a las consultas, estaba orgulloso de poder resistir el tratamiento: –Aquí –decía mostrando la cabeza-, y principalmente atrás, en el cerebelo, hoy aguanté 376 toques eléctricos. Tiempo después, su amiga le comunicó que el hermano de la doctora, quien era su secretario, le había comentado que su hermana tenía problemas con los permisos de su consultorio y que iba a cerrar definitivamente. En su consultorio no había visto 182 jamás ningún titulo de facultad alguna. De todas maneras hacía tiempo que había decidido dejar de ir a verla al darle la doctora su diagnóstico: –Acabo de descubrir que usted tiene una burbuja de piel de cabra en el estómago... Y para su cura, habrá que hacerle unas limpias, y si esto no cura, ya veremos qué remedio más eficaz le recetaremos. ¡Pero un remedio de estas proporciones, puede resultar muy caro! <<Ω>> Unos meses después la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM invitó al pintor a dar clases de pintura. Así tuvo un servicio médico en el ISSTTE. El médico general que lo vio, en la primera cita le dijo, al explicarle sus problemas gástricos: – Esa enfermedad no existe, lo que pasa es que usted es un artista, y sin decirle más, le envió con una orden para ver a un especialista del cerebro. El psiquiatra, después de exámenes minuciosos durante varias sesiones, sin darle ningún medicamento, le dijo: -¡Su médico es el que está loco!, ¿Cómo chingaos lo envía conmigo? Usted lo que tiene son problemas gástricos, quizá la vesícula o su hígado. El médico se expresó con furia al comunicarle su diagnóstico, quien era un viejito con un carácter extraordinario y con quién ya Varzal se estaba encariñando. –Con esta carta –le indicó–, va a ver a la directora de la clínica que le corresponde. La directora después de leer la carta con el diagnóstico donde el especialista de la psique protestaba, y de hacerle unas preguntas, aceptó hacer el cambio con el médico general que él deseara. Ese mismo día fue a las oficinas a preguntar por el mejor médico general: –En esta clínica todos son grandes médicos, señor –le contestó una secretaria-. Escoja el que usted desee, como le dijo la directora. Como no conocía a ningún medico, esperó un día a la hora de la salida de los médicos para observarlos; casi todos se veían muy tristes; pero entre ellos alcanzó a ver a una doctora, de unos 50 años, con una cara de científica. –Sí, maestro, yo lo puedo aceptar como mi paciente, con una condición: Una, es que deje de fumar, y la otra es que crea en la virgen de Guadalupe, quien 183 es muy milagrosa, y con la ayuda de ella, y quizás si usted llega a tenerle mucha fe, con su solo poder, ella le sanará todos sus males. Escoja una de estas dos. -le dijo. Al otro día tiró sus cajetillas de cigarrillos al bote de la basura y decidió no fumar más, porque realmente se ahogaba con las dos o tres cajetillas que consumía al día y éste sería el segundo intento, puesto que hacía algunos años atrás había dejado de fumar ya un largo tiempo. La doctora le decía que lo que tenía eran problemas psicológicos por el hecho de ser artista, y que eso se le podría quitar tomando una dieta muy rigurosa. Así estuvo durante un tiempo con verduras hervidas y tés de manzanilla, tila y ajenjo. Esto le había efectivamente compuesto de 2 a 4.5 % sus malestares. Un día la doctora se enfermó y en lugar de ella encontró a una joven estudiante muy chaparrita, que sustituía a su médico. Era como un angelito, porque parecía que volaba, buscando los aparatos para auscultarle. –¡Por Dios!, lo que usted tiene son problemas respiratorios –le dijo–, dándole enseguida una orden para ir a ver a un otorrinolaringólogo. <<Ω>> Las sombras de la noche ya habían caído, al salir de su estudio de pintura; encaminó sus pasos rumbo al parque México, para realizar sus ejercicios. Ese día cambió su itinerario, fue al parque y caminó solo unos 10 minutos en los jardines; dando media vuelta, se dirigió de regreso a su casa, pero en lugar de entrar a su departamento decidió ir a cenar al restaurante El Portón, de la avenida Revolución. Después volvió a regresar a su estudio de calle Mazatlán por un cuaderno de dibujo y una pluma especial, a la que se le podía cargar con tinta china, los que metió en una bolsa de cuero color vino que acababa de comprar en un viaje que había hecho a la ciudad de París. Desde que salió del restaurante se dio cuenta de que varias personas le habían seguido hasta el parque; pero pensó que sería alguna casualidad, ya que él no era ninguna persona importante para que alguien le espiara; de tal suerte que se quedó dibujando hasta las doce treinta de la noche en el parque. Al regresar ya no vio a nadie que le siguiera los pasos y esto calmó su complejo de persecución. Había caminado unas cuatro cuadras para llegar al cruce de la calle de Michoacán 184 con Atlixco, cuando un auto frenó estrepitosamente, saliendo de éste cuatro personas, las que sacaron sus pistolas. –¡Policía!, sus documentos por favor –le gritaron, al mismo tiempo que le arrebataban su bolsa con todos sus documentos. –Ahí están –les dijo, señalándoles su bolsa; pero al momento los cuatro policías vestidos con ropas de deportistas le comenzaron a golpear con sus pistolas, lanzándole con la agilidad de unos karatekas patadas con sus botas militares en la cabeza y en el rostro. El auto se había detenido con la puerta trasera exactamente a un lado de él. Golpeado en unos pocos segundos, le arrastraron hasta la entrada de la portezuela trasera, donde le esperaba otro policía quien le tomó del cabello y le jaló hacia él, asestándole un golpe con la culata de una ametralladora. El vehículo era un viejo auto con la preparación gris aún para un día ser repintado, de marca Chevrolet; esos autos los recuperaba la policía de extranjeros que los dejaban abandonados, o los regalaban, o se los quitaban a los mexicanos que nunca arreglaban sus documentos para tenerlos en el país. El Chevrolet tenía un escalón para abordarlo. Esta pequeña rampa fue el mecanismo que sirvió, como un lanza catapulta, porque al sentir el impacto de la culata sobre su cráneo, inconscientemente se dio cuenta que esto era mucho más que una simple revisión de sus documentos. Uno de sus estudiantes, que había estudiado la carrera de biología, le explicó que su adrenalina hizo que él reaccionara de esa manera, pues al sentirse atacado, su cuerpo, utilizando su pie como resorte, lo impulsó, lanzándole para atrás. Así, el pintor realizó una de las difíciles acrobacias que había realizado hacía ya 26 años en el Pentatlón Universitario. Al ejecutar la maroma en esta forma, tomó desprevenidos a los gorilas, quienes cayeron al piso, mientras que de su boca salía un horrible sonido grave: ¡¡Sooccoooorro!!, que estremeció las calles. Habían pasado de dos a cuatro segundos mientras volaba gritando en el aire, cuando volvió a realizar una segunda maroma, ya que había un poste de concreto tirado adelante de donde cayó, y pensó que le serviría para resguardarse de algún balazo. Las luces de las ventanas de la calle de Atlixco se encendieron y en ese momento volvió a gritar: –¡Marcos!, ¡Thérése!, recordando que ahí enfrente vivían unas amistades. Por las ventanas ya se asomaban muchas gentes, entre ellos sus amigos. Y mientras bajaban de un cuarto piso, barrió 185 con su mirada las calles, buscando a sus agresores, pero ellos habían desaparecido; por la angustia, no había oído en qué momento el automóvil pintado de gris había desaparecido. Subió los cuatro pisos sin dificultad. Mientras Thérése le curaba, puesto que estaba bañado en sangre por la golpiza recibida, la que le había abierto una gran herida en la cabeza, Marcos llamaba por teléfono a unos amigos, quienes llegaron enseguida para prevenir a su esposa de lo que había sucedido. Dos horas después lo llevaron a su casa y tuvieron que bajarlo cargando, ya que le dolía todo el cuerpo. Al otro día fue a la delegación a alzar una demanda; le hicieron infinidad de preguntas en vista de que querían saber quién era él y por qué lo quería secuestrar la policía. Pudo describir las pistolas y la ametralladora de sus atacantes, su edad y complexión, pero no recordó para nada sus rostros. Tiempo después se acordó de la advertencia que oyó a sus espaldas algunos meses atrás, en el concurso de ciudad Sahagún de las galerías del Auditorio Nacional: “...Esto lo vas a pagar muy caro” <<Ω>> Cuando llegó al ISSTTE con su orden para ver al otorrinolaringólogo, el doctor Vásquez se encargó de él, y en poco tiempo empezaron una buena amistad, apasionándose con lo que el artista hacía, y en cada consulta, antes de revisarlo, platicaban una media hora sobre diferentes temas. Pasaros unos buenos meses platicando, él atendiéndole siempre como a un rey; inyectándole, en el interior de una fosa nasal, un medicamento que le permitía respirar mejor. –Ahora si, Maestro, vamos a hacerle unos exámenes para operarlo –le decía el medico; pero cuando veía los exámenes clínicos siempre repetía lo mismo: –Si lo opero no se va a mejorar, no tiene caso. Así se pasó el tiempo hasta que el doctor se jubiló y el pintor dejó de aplicarse sus tratamientos, con los que se había sentido mejor. 186 Ya viviendo en su nuevo domicilio de la colonia Vallejo, un domingo después de hacer sus ejercicios en un parque cercano a su casa pensó en ir a visitar a un familiar, ya que vivía a 20 minutos a pie del lugar. –Los domingos son días bonitos –le dijo su pariente–, ¿no crees?. Prometí a nuestra madre que cuando ella muriera yo me encargaría de ti. Pero ya eres tan grande, y nunca te veo. Cuando naciste, yo era la que me encargaba de ti. Mira, nos vemos en tres semanas; es el tiempo que necesito para comprar todos los productos para realizar lo prometido. Eran las diez de la mañana cuando Varzal regresó a la casa de su media hermana en la fecha indicada; el sol iluminaba fuertemente, haciendo resplandecer las mantas blancas que había colocado su familiar para tapar los muros del patio, las paredes y techo de la sala, y todos los muebles. En el patio había un anafre con carbón y ocotes para encender el fuego. A un cuarto contiguo a la sala, que estaba vacío, un poco obscuro y también cubierto con telas blancas, iluminado solo por veladoras y cirios, la curandera le hizo entrar para así comenzar con el rito ofrecido. Primero le pasó unos huevos de gallina por todo el cuerpo. Cuando terminó, él iba a tocarlos, lanzando ella un grito para que no lo hiciera, ya que eso era muy peligroso. Después dibujó en el piso un círculo con alcohol alrededor de él, y sacó un ramo con una serie de plantas, esparciéndoles encima un puño de sal; enseguida, con un fósforo, encendió el circulo: el ramo esparcía estrellitas al quemarse la sal, y con el ramo, pegaba fuertemente sobre su cuerpo; pero él no sentía para nada los latigazos del ramo de yerbas. Todo esto hacía Refugio, su familiar chamán, mientras ella elevaba una plegaria: -Madre santísima, madre mía, reina de este planeta Tierra, padrecito Elías, con tu grande poder divino, tu fuerza y tu fortaleza, yo retiro, yo corto todo lo que no es grato a tu pupila, Padre celestial, por tu grande poder divino, nada tengo, nada tendré, sano y salvo quedaré, con ese grandísimo poder de Dios. Dios por delante y yo por detrás. Mundo espiritual, hablo a todos los protectores de alta luz: Alfact Nembut, Dalin danzante, hindú Antonio de la Selva, hermano Cuauhtémoc, Manuelito de Jamba, Señor Licenciado Don Benito Juárez; háganme la caridad de retirar todo lo que no es grato a la pupila de mi Dios y Señor. 187 –Que se me vaya todo lo malo y que me entre todo lo bueno -repetía Varzal estas frases, al pedírselo Refugio, su media hermana. Cuando se apagó el círculo de fuego, volvió a encenderlo: después le hizo descansar un momento, mientras hacía unas preparaciones, las que posteriormente pasó, en igual forma que los huevos, por su cuerpo. Éstas las iba colocando en un pequeño altar que había improvisado. Enseguida trajo una gallina negra, tiempo después un pichón, a los cuáles se les torció el cuello hasta que murieron. Cuando le tocó el momento a un enorme y viejo sapo, lleno de verrugas, le dio una enorme tristeza, porque sabía que iba a morir por su causa. Ese día recibió un tratamiento para tomar: grageas de piel de víbora y yerbas con raíces preparadas en vino, y otras en sidra, para ponerse después de ducharse, así como prepararse para la comida nopalitos asados. El mundo de los chamanes era muy desconocido para Varzal, ya que su madre al dedicarse más a la herbolaria, jamás hizo una limpia y tampoco recurrió a usar esta opción para sus enfermedades. Cuando su media hermana, le propuso hacerle una limpia, el artista pintor aceptó porque quería conocer un poco a este mundo mágico. Con el tiempo, comenzó a leer libros como los del antropólogo Francés Jacques Galinier, y así propuso en 1994 la exposición-instalación “Chamán”, que realizaría junto con este antropólogo y principalmente con la doctora Anne Chapman, antropóloga, en el museo de Arte Moderno; pero a su directora, Teresa del Conde, no le interesó el proyecto. <<Ω>> Estaba pensando en lo bien que le habían caído los nopales asados a la hora de la comida, mientras dibujaba con su viejo manguillo, cuando alguien tocó el timbre de su nueva casa-estudio, que acababa de terminar de reconstruir en el norte de la ciudad de México. Era un amigo que trabajaba como subdirector de la Biblioteca Nacional de la UNAM. Mientras subía al primer piso a prepararle un café, el bibliotecario se había sentado en la silla de su mesa de dibujo, tomando su manguillo y papel, y cuando regresó, le comentó: –Qué bien dibuja tu plumilla, mostrándole 188 un retrato que le había hecho de memoria a Varzal con su plumilla, a tinta china, sobre una hoja de papel Fabriano. –¿Qué te parece? -le dijo. Y en ese momento, alargando el brazo, dejó caer el manguillo, clavándose la plumilla sobre el piso de madera; mientras que el bibliotecario hacía unas muecas de burla y regocijo. –¡Hijo de la mierda! ¡Hijo de puta! Era mi vieja plumilla, la que más amaba -exclamó el pintor, sacando a patadas al bibliotecario de su estudio. Fue pasando el tiempo y un día se decidió ir a un buen hospital particular, el ABC, y preguntó por el mejor otorrinolaringólogo. –Tenemos que operar –le dijo–, lo más pronto posible. Era un joven médico de unos 30 años, con cara de niño. –Un cornete de su nariz está totalmente cerrado, habrá que intervenirlo quirúrgicamente. La causa de este mal se había creado por su trabajo con el aerógrafo y los solventes tan fuertes que utilizaba para proyectar las pinturas acrílicas con el pincel de aire; y es que la máscara que debía utilizar para evitar respirar estos productos, era tan estorbosa, que terminaba quitándosela, ya que le impedía ver bien sus dibujos que hacía, o las esculturas de aluminio que pintaba. –En este momento, señor –le contestó sonriente una bella enfermera, cuando el pintor le preguntó a qué hora lo iban a anestesiar, mientras ella vertía un líquido en la botella del suero que estaba unida a sus venas por un conducto de plástico transparente. Al despertar, después de la intervención, en la sala de recuperación, oía los quejidos de los pacientes que habían sido operados. Él todavía se reía, quizá por alguna droga que tendría la anestesia. En ese momento recordó el drama de su plumilla, y entre burbujas pensaba que quizás fue una cuestión de celos, porque por muchos años él había preferido al ratón -mouse- de su computadora para dibujar; quizás también 189 se sintió medio abandonada y aprovechándose de la malévola mano del bibliotecario, que la había utilizado, tuvo un doble pretexto para un intento de suicidio. ...Pasaron algunos meses, cuando volvió a buscar la plumilla que había tirado en un cajón de instrumentos inservibles, visitando a la que él sentía ya muerta. Poco a poco, con paciencia, cariño y mucha calma, el dibujante fue enderezando sus dos puntas, que estaban dobladas, pero no rotas, tratando de cerrar lo que parecía un pico de pájaro abierto y torcido. Comenzó primero a llevarla a bañar a una montaña cercana con agua de lluvia; calentando el metal con fuegos de cirios, de inciensos y de maderas preciosas; dándole masajes con las yemas de los dedos… y realizando con ella, después, pruebas de equilibrio. Hasta que un día, al instalarla en su viejo manguillo de madera, que, retorcido, recordaba a las raíces de los laureles de la India, sintió en su mano que ella comenzó a emitir unas vibraciones, empezando a dejar correr ligeramente la tinta, desde su único ojo, sobre la cartulina blanca. Parecía que la plumilla danzaba junto con su mano, produciendo, de alegría, inimaginables arabescos. México D.F. Abril, 1996. 190 EL MICROBÚS LA SUMA DE LOS TOTALES -Son las 11.45 hrs. en la ciudad de México; abordo un microbús para ir al Centro Histórico, encontrando dos asientos libres, sentándome en uno de ellos. De pronto una señora –vestida con una gruesa chamarra–, atropelladamente, se abalanza sobre mí para ocupar la única plaza desocupada, dejándome un fuerte dolor en la rodilla, que me produce el pesado bolso que carga; ya instalada a mi lado izquierdo, abre su bolsa y saca unas monedas diciéndole a un pasajero: -¡Páguele a ese baboso del chofer sus dos pedos!. Por el intenso calor que hace se quita su chamarra de cuero negro, recibiendo yo un ligero golpe en mis anteojos; se queda solo con una blusa blanca muy transparente. Con calma busca entre sus pertenencias, sacando un estuche con varios frascos y pastillas de colores para pintarse. Cinco minutos después termina de decorarse el rostro, se ve en un espejito, exclamando, al mismo tiempo que frunce los labios: -¡Huácala! ¡prriff! ¡prriff! Saca un trapito de su bolso, al que le aplica un desmaquillador y se levanta la pintura. Más tarde se limpia los sobacos, luego se aplica con una toallita una crema, un desodorante y un perfume; masajeando, limpia su largo cuello. Con movimientos delicados, alisa con un cepillo su pelo -que es extremadamente largo-, para luego comenzar a tejer unas trenzas, colocándoles en la punta, un enorme moño de tela azul turquesa. En la parte posterior de la cabeza, hunde en su maleza de pelo color negro azabache una peineta de plástico rosado. De su bolso, de plástico amarillo, saca un frasco, untándose una crema en la mano derecha, mientras que con la izquierda, estira el tirante del brasier para introducir su mano con la crema entre los senos. Como no puede mover bien su mano, desabotona su blusa, dejando saltar como unos peces a unos turgentes pechos. Comenzando a masajear primero el izquierdo y luego el derecho, se oye en todo el autobús: ¡Splash! ¡Splash! La mujer, de unos 45 años y muy bella aún, sonríe a los pasajeros para invitarlos, con unos pestañeos, a ver el espectáculo. 191 <<Ω>> A su regreso de París en 1968, Varzal volvió por 16 meses a su estudio de pintor ubicado en la colonia Vallejo, casa familiar donde en esa época vivían aún allí su madre y una hermana con sus cuatro hijos. Su taller, ubicado en la azotea de su casa, fue el refugio de más de una veintena de amigos que le pedían asilo para quedarse unos días, y se quedaban hasta un año. Como uno de sus amigos, quien había ganado la beca del gobierno francés al mismo tiempo que él. –¡Varzal! -se oyó un grito en la calle. El que lo llamaba, era su amigo Juan Luis, quien cargaba dos voluminosas maletas. –¡Por favor baja, no tengo para pagar el taxi! Sabes que me divorcié y no tengo a donde ir; te voy a caer en tu estudio solamente unos días, luego buscaré otro lugar. –¿Y tu estudio gigantesco de lujo que tienes en casa de tu mamá? –le preguntó Varzal. –Es que mi mami lo ocupa como ropero y después de divorciado, se vería muy mal regresar a casa de ella ¿o no? –le contestó su amigo Juan. En ese tiempo, este amigo suyo siempre soñaba con crear, pero cuando tenía una idea no podía casi nunca diseñarla, y tenía el problema de que no podía hacer las cosas con sus propias manos, así que iba con los amigos de Varzal: carpinteros, herreros, o con su padre –quién regresaba por unos días de sus retiros espirituales. Su amigo, quien se las ingeniaba para que no le cobraran un solo centavo al hacerle los trabajos, utilizaba esta mano de obra para armar todo lo que se encontraba en su casa, como viejas ventanas, tablas de madera, tiras de metal, sillas y mesas. etc. Con solo sus estudios de primaria –Luis, cuando era adolescente– había ido a estudiar a una academia particular para gente rica, la que tenía como único profesor y dueño a un pintor español; ahí se estudiaba solo dibujo y pintura. Juan Luis, para ocultar sus escasos estudios o justificar su incultura, primero tomó como estrategia burlarse de todo el mundo. Siempre afirmaba que todos eran unos tontos o pendejos. Segundo, había hecho una frase, como su logo personal, diciendo: “A mí no me interesa leer nada de nada; ya que no me interesa la vida de los demás”. 192 –¿Oye Juan, no has visto el diccionario de español? –le preguntó a su amigo. –Sabes, mis hijos necesitaban un diccionario y este era tan bonito, con todos esos grabados. –¿Entonces, tú lo tomaste? –Es que a mis hijos les pidieron como tarea hacer un collage y recortaron todas las ilustraciones. –Pero es un diccionario con un gran valor, no solo económico por su antigüedad, sino familiar, ya que fue un regalo de mi abuelo a mi padre. –Era un diccionario... también te tomé el Libro del Color de Kichner. Mis hijos impresionaron mucho a la maestra, porque con todas las docenas de círculos de color, hicieron una bella composición para su tarea. Claro que yo se las hice. También te tomé un taladro, un cepillo de carpintería, y te quería decir que mis hijos los perdieron. Su amigo continuó diciendo: -Pero, por favor, ¡no te enojes! Cuando sea famoso, te los voy a pagar –le dijo su recién invasor. Ese día Varzal corrió de su casa a Juan Luis, pues ya no lo aguantaba. Un año y medio después, Luis, a quién los amigos le decían El Churumbel, lo invitó a conocer su nuevo estudio, el que había instalado cerca del mercado de la Lagunilla, utilizando una parte de la fábrica de zapatos de uno de sus tíos. Ese día le pidió mil disculpas por todo lo que le había hecho, pero no le devolvió nada de lo robado. En aquella ocasión Varzal fue acompañado de Simonovic Miroslav, –apodado Miky– un amigo yugoslavo que visitaba México en ocasión de las Olimpiadas en 1968. Al llegar al domicilio del Churumbel, éste le pidió que lo acompañara a cobrar la renta a uno de los inquilinos de su tío. Fueron ahí mismo, en la fábrica de zapatos, a un local que daba a la calle. 193 Al llegar, el inquilino de nombre Orlando –quien era un actor– se iluminó al ver al yugoeslavo y desde ese momento no lo dejó, proponiéndole a Varzal que él lo alojaría en su casa y se encargaría de pasearlo en la ciudad de México. Un día llegó Orlando al estudio de la colonia Vallejo acompañado de Miky y con el regalo de una mesa de dibujo de madera; era como agradecimiento por haberle presentado al yugoeslavo, con el que se llevaba muy bien; y a los dos se les veía muy contentos. Le pidió a Varzal que por favor le volviera a dar casa a Miky, ya que él tenia que realizar un viaje por una semana. La madre de Varzal quería mucho a Orlando, ya que seguido le recitaba poemas, y el día de su cumpleaños le llevaba a un grupo de cantantes para cantarle las mañanitas y otras canciones. Este actor que acababa de conocer, enseguida se hizo amigo de casi toda su familia. –¡Pero ésa es mi mesa de dibujo! -le dijo El Churumbel al ver el regalo que había recibido el pintor, y continuó diciendo: -Seguro te la regaló Orlando, yo se la vendí pero el cabrón nunca me la pagó. Bueno, está bien, quédate con ella, yo te la regalo por todo lo que te debo. –¡Juan Luis es un mentiroso¡ ¡No es cierto! –le dijo el actor–, yo le pagué el 80% del importe de la mesa y le dije que después le pagaría el otro 20%. Sabes que un día llegó al local que me renta, diciéndome que necesitaba dinero y que me vendía su mesa. Me forzó y me amenazó diciéndome que si no se la compraba, le iba a decir a su tío que me corriera del local que me alquilaba. Yo tuve que aceptar, pero sólo tenía una parte y le dije que después le pagaría el resto. Y continuó diciendo: -Una semana después pasó a cobrarme el 20 % que faltaba y como yo no tenía dinero se enojó mucho. Me agarró a cachetadas, me puso una llave torciéndome un brazo en la espalda; enseguida con la otra mano me bajó los pantalones y sin decirme agua va, que me viola... Con esta acción del Churumbel yo di como pagada mi deuda. Así lo entendió también él, pues nunca más volvió a molestarme. Yo creo que uno es el que tiene la libertad de elegir; a mi, él no me gusta, es un bruto narcisista, quien se cree muy guapo. Realmente yo prefiero a hombres del estilo de tu amigo el yugoeslavo, y cuando quieras, vamos a ver a Juan Luis juntos. Y te repito delante de su cara todo lo que te he dicho. 194 El actor Orlando al principio estaba muy exaltado, pero después se quedó con la mirada perdida, como pensando en lo ruines que son los seres humanos. Serían las 10 de la mañana cuando El Churumbel pasó por Varzal a su casa para ir a la ciudad de Toluca. El Cejas quería verlos, ya que había conseguido presupuesto para comprarles a cada uno una escultura. Obras que serían para un museo de esa ciudad donde era director. Al regresar de Toluca, Leopoldo Flores, El Cejas, regresó en el auto con sus amigos artistas a la ciudad de México. Les comentaba que estaba muy contento con la talla en madera que había adquirido del pintor Varzal y que iba a mandarle a hacer la base en madera que él le había diseñado. Ya era de noche, llovía un poco en la carretera, y Juan Luis iba conduciendo un viejo auto. De pronto, los faros de su carro iluminaron a una hermosísima mujer, quién, con las ropas desgarradas y enlodadas, y con los ojos desorbitados por los horrores por los que habría pasado, movía los brazos pidiéndoles auxilio. –¡Detente! –le gritó Varzal al Churumbel. Pero el auto, giró rudamente, para evitar a la mujer; quien gritaba desesperadamente. –No quiero meterme en problemas –respondió Juan Luis enojado–, además ya se la jodieron. Son ellas las que provocan y después ya no aguantan las consecuencias. Esas mujeres son peligrosas. <<Ω>> Hacía tiempo que un amigo había invitado a Varzal a compartir una gran casa como estudio, y juntos pagarían la renta. Aquella vez él le tomó la palabra, porque podría ocupar una parte para vivir y otra como estudio. Ya estaba harto de su estudio, de los amigos que continuamente hacían fiestas y se llevaban todo. Además de que, a pesar de que los corría, regresaban siempre a instalarse, ya que el lugar había servido como local de la célula Epifania Zúñiga de Jaramillo; todos sus ex camaradas y no camaradas aprovechaban, para tener eventualmente un lugar para vivir. 195 El día en que estaba bajando sus obras y sus muebles del tercer piso al camión de mudanza, tenía que pasar por el piso que habitaba su madre. –Madre, me voy, ya tengo un lugar donde vivir. –Ya te vas, ¡¡mi patita de perro!! ¡Dios te bendiga hijo!, y continuó sentada en la mesa del comedor, platicando con una de sus amigas. Eso fue todo lo que le dijo, pues ya sabía que la iba a dejar, porque estaba acostumbrada a estas partidas y regresos; y además, en la casa vivía su hija Consuelo y sus 4 nietos que la ayudaban mucho. –¡¿Acaso eres hijo de puta o que?! ¡Cabrón! ¡Desgraciado! ¡Mal nacido! -espetó en su cara la señora Luz, quién acompañaba a su madre, y continuó diciendo: -¡¿Cómo que te vas?, ¿Quién crees que es esta señora que está frente de mi? ¿Te vas con tus putas?... ¿No es cierto?... En ese momento recordó las tantas veces que la hija de esta señora se había metido a su cama y la esperanza que la madre tenía de casarla con el pintor. Así, se alejó lo más rápido posible. Oyendo solo entre sollozos a su madre, quien decía en voz baja: -Anda, mi patita de perro, Dios te bendiga. Su nuevo estudio tenía un gran patio, donde colocó su banco de escultura, continuando así su trabajo de talla en madera, para seguir esculpiendo sus mesas – arte utilitario–, sillas y sillones. Los músculos se le hinchaban con cada golpe del martillo de madera y su barba crecía enorme, quizás para emular al maestro Miguel Ángel. El momento de la verdad venía cuando había que pagar la renta. Es cuando corría a las galerías para ver si había vendido alguna de sus pinturas o esculturas. Una amiga sabía de su necesidad de dinero y se aparecía cada 3 a 5 meses a comprarle alguna escultura, a precios muy bajos. En una ocasión, el artista esperaba sentado –en una sala de espera– afuera de la oficina de una fábrica de camisas, mientras se secaba de la fuerte lluvia que los había mojado a él y a su amigo pintor, a quien acompañaba, para que su colega mostrara sus pinturas a un coleccionista que compraba, según le decía, a más de diez artistas. Ya un poco seco, aprovechó para leer un catálogo de ropa, profusamente ilustrado 196 con bellas camisas. Mientras, su compañero Javier comerciaba sus óleos en el interior de la oficina. –Pásele, maestro Varzal, pásele. Se levantó al llamado del propietario de la industria, quien lo hizo conducir a sus elegantes oficinas. Mientras, su amigo había salido para ver algunas camisas, ya que el dueño a veces hacía trueque; y continuó diciéndole: Siéntese por favor, yo tengo obras de usted, de esas que hace al óleo y chapopote sobre papel, me las vendió su amigo Javier. –Muchas gracias, –le dijo al coleccionista–, pero mi amigo me había dicho que mis pinturas estaban a vistas en las casas de algunos de sus amigos desde hace un año, para ver si ellos las compraban. –¿Pero cómo? –le contestó el fabricante de camisas–. Hace mucho tiempo que le pagué completo el precio de ocho obras de usted... ¡Pídale su dinero! Qué amigos tan chuecos tiene; mire, desearía comprarle sus obras directamente para evitar esto. –¿Me dice que le pagó a Javier a quinientos pesos cada una de mis obras?. Es muy barato, ¿no cree usted? –Bueno, ese fue el precio que me pidió su amigo y yo lo acepté sin chistar. Pero las próximas obras que me traiga se las compraré con el 50 por ciento de más y después, a ese precio, le puedo aumentar un cien por ciento. Eso, aunque no era mucho y seguían siendo precios muy bajos, le resolvió el problema económico por algunos años; porque si pintaba diez cuadros al mes, esos mismos se los adquiría. Pero el dinero se iba rápido porque gastaba mucho en materiales y herramientas de pintura, escultura, dibujo, pagar la renta, y aparte para comer. Así que trabajaba como loco, para ganar un poco más de dinero. –¡Rinnng! !Rinnnng! ¡Rinnnnng! ¡Toc! !Toc! ¡Toc! Estos ruidos le despertaron de su trabajo, porque sus pinturas de esta época surrealista eran como sueños. Salió corriendo a abrir la puerta de la calle. En ese momento entró un individuo vestido con un traje negro, junto con una señora elegantemente vestida, quienes, 197 sin detenerse, se metieron hasta donde su amigo Javier trabajaba en esos momentos. Desde su estudio se oían gritos y mentadas de madre, después se oyó un gran silencio. Dos minutos después, las mismas personas abrieron la puerta del estudio de Varzal, y sin pedir permiso se metieron hasta donde estaba él, se sentaron en su cama y no hablaron durante 5 minutos. –Disculpe, pero su amigo me saca de quicio, sabe, me había vendido unas obras espantosas. Después de una semana, comenzó a caérseles la pintura. Usted lo sabe bien: el óleo de blanco de plata lo mezcla con secativo y con polvo de asbesto. Hace una semana, le devolví sus pinturas y hasta hoy me regresó parte de mi dinero –le dijo el coleccionista; y continuó diciendo: -¡Cuántos problemas tengo con su amigo! Sabe que cuando vine a regresarle sus óleos, le dije que la pintura, después de ocho días, se me había acabado. ¿Y usted que cree que me contestó? Pues que también a él ya se le había acabado el dinero. Pero ya me regresó una parte de la plata, ya me la regresó... Mire, maestro, quisiera comprarle esta silla de madera, la vez pasada que vine, su amigo me hizo pasar a su estudio ¡es bellísima!. Le doy 1,500 pesos, –le dijo el coleccionista, viéndole amenazadoramente. –No, señor, vale 23,000 –le contestó, pensando que no tenía ni un centavo para pagar la renta y este precio aún era muy bajo. –Mire, aquí tengo un cheque de 2,000 pesos de su amigo Javier y usted me da el cambio, que son quinientos pesos. –No, señor, vale 23,000 –volvió a repetirle. En eso comenzó a contarle una historia de su negocio, que estaba a punto de quebrar, y que su esposa ahí presente era testigo; contó de su familia, que él los ayudaba mucho pues también les había ido muy mal. Así pasó una hora y le proponía la misma cantidad. La escultura la había trabajado durante unos largos diez meses y no podía aceptar un precio como ése. 198 En las cortinas de su ventana se reflejaba la sombra de su amigo, la de su compañera y la de su hijo, que escuchaban la conversación. En un descuido del marido, la señora sacó un fajo de billetes. Al ver que su compañera sacaba el dinero, los ojos se le inyectaron al coleccionista y no tuvo otra alternativa que contar el dinero: eran billetes de baja denominación y sumaban 1,500 pesos, los que puso en el cajón de la mesa de dibujo, junto con el cheque de Javier de dos mil pesos. –¡Espere! No puedo venderle a este precio –le dijo; pero el coleccionista ya tomaba vuelo con su escultura, que se había cargado en sus fuertes espaldas; al mismo tiempo que tomaba –con su mano izquierda–, de su mesa de dibujo, una pintura al óleo de pequeño formato. Inmediatamente, la señora se levantó y se le pegó a la espalda para protegerlo de algún golpe –mientras el coleccionista corría–, golpe que, él, quizás le hubiera dado, de no haber sido por la elegante y guapa señora. A su amigo Javier no lo había visto durante unos quince días. Cuando regresaba a la casa, se encerraba y en la mañana, salía muy temprano. Un día lo encontró en la calle y le dijo que hacía dos semanas que no podía cobrar su cheque de dos mil pesos. –Es por eso que me ofendía el coleccionista la vez que se llevó tu escultura –le dijo su compañero de casa–, mi cheque no tenía fondos; unos días antes me había ido a ver para regresarme el cuadro y ese día le dí el cheque. -Ese día en tu estudio –continuó diciendo–, nosotros estábamos oyendo todo, ¡Carajos! eso fue un robo, te juro que ya no voy a regresarle el dinero que le debo, pues el cheque de dos mil era solo un adelanto del total que tenía que regresarle. Algunos años después volvió a encontrar a los asaltantes de arte, a la entrada de una galería y el coleccionista le pidió que le fuera a restaurar su escultura, ya que era la culpa del artista que se le hubiera ido la patina de pintura, al caerle agua de lluvia. El artista indignado, le dijo que aquello había sido un asalto, que lo había robado protegiéndose con las espaldas de su mujer. Al coleccionista se le encendió el carácter y le dijo que eso era una ofensa. Alzando el puño hizo la mueca de golpearle, pero cuando vio que Varzal se ponía en guardia para contestarle 199 a su orgullosa y violenta respuesta, se alejó rápidamente con su mujer, masticando algunos improperios. Cuando se retiraba, el artista le repitió: -¡Eso fue un asalto! <<Ω>> Periódico La Jornada: La muerte volvió a viajar en microbús y le tocó a una mujer frente a su hijo de 3 años. Graciela Cruz descendió de la unidad junto con su pequeño hijo, pero antes de terminar de bajar, el chofer arrancó, lo que hizo rodar al niño por el suelo. La mujer pegó un brinco para salvarlo de las ruedas, cuando el operador no contento de su acción y a pesar de los gritos de los pasajeros para que detuviera su vehículo, frenó, pero puso reversa para pasar sobre el cuerpo de la mujer, quien estaba solamente herida; y después, arrancando hacia adelante volvió a atropellarla, lo que definitivamente le quitó la vida. Calles adelante, el sujeto obligó a los pasajeros a abandonar la unidad para poder escapar con el vehículo… <<Ω>> En México la pelea era dura, la sociedad civil y los partidos políticos estaban en movimiento. Los contendientes que habían jugado en las elecciones eran Cárdenas del PRD y Salinas de Gortari. El PRI, o sea el partido en el poder, movía todos los hilos desde la presidencia para continuar llenándose los bolsillos con el dinero del pueblo y no dejar la silla presidencial. El PRI, como siempre, estaba desprestigiado, pero no tanto como en esas elecciones de 1988. Era el mes de agosto de ese año y llovía fuerte. Varzal había tomado un taxi que tardó casi tres horas, haciendo un rodeo enorme, para llegar al parque de Chapultepec; el problema era que habían atravesado unos autobuses para cerrar la avenida de Reforma; llevaba unos cuadros para reemplazar los que ya había vendido en su exposición individual del Museo de Arte Moderno, donde exponía grabados, pasteles, óleos y esculturas. La avenida Reforma estaba bloqueada por autobuses de la ruta 100 y por todas las manifestaciones que se realizaban en esos días; servían para protestar por el fraude del gobierno priísta. 200 El artista pintor estaba todos los días presente en el museo, vendiendo sus catálogos, sus libros Comix-Arte de Varzal, carteles, etc., en una mesa que se encontraba a la entrada de la galería; ésta atraía a los visitantes, quienes le pedían –además de comprar sus impresos– que les diera explicaciones de su trabajo ahí expuesto. Así, algunos se interesaron en comprar sus obras. Un visitante, quien regresaba a ver la muestra, le dijo que cuánto hubiera deseado comprarle el óleo del toro cibernético para su hijo, quien con sus ahorros solo pudo comprar un libro de sus obras. Un día vio y oyó que unos jóvenes echaban volados a la entrada de la sala para saber si el artista era hombre o era mujer. Uno de ellos dijo: -Varzal es mujer, pues tiene unas obras de contenido feminista-. Él quería acercarse para aclarar esta incógnita, pero no pudo, y después, porque un hombre le dijo: -Mire, maestro, yo soy psiquiatra, quiero comprarle el cuadro de la paráfrasis de Brueghel, “Si un Ciego Guía a Otro Ciego”... pero mejor atienda a su público, que lo reclama, para que les dé una plática; y hábleme por teléfono, por favor. Llega un grupo de niños a ver la exposición, guiados por una profesora; dos infantes traen cada uno una lata de refresco, unidas con un hilo, que utilizan como teléfono; al ver las obras, se comunican entre sí para comentarlas. Al acercarse al artista, le preguntan sobre un óleo de gran formato: –¿Artista, cómo te sientes con esta pintura? –“La contaminación” es una de mis mejores obras, y formará parte de la colección de este museo. El estallido de chatarras de autos representa el daño permanente que se hace al medio ambiente, lo que trastorna la vida de los seres humanos, de los animales y de las plantas; pero también, la pintura representa la corrupción, que es otra contaminación producida por el poder, la ambición. Al fondo del cuadro, en el horizonte, un pequeño hombre se retuerce y grita; mientras que en la parte inferior derecha un vendedor de periódicos vocea los horrores de la vida de la ciudad; con esta obra me siento bien, muy bien, –les contestó. Enseguida los niños, colocándose los botes de refresco en la boca, lo felicitan. –Maestro, me llamo Hélène Beaugrand, soy de Troyes, Francia. Estaré en su país durante dos meses, para mejorar mi español, y voy a comprarle el grabado de 201 “Rascándose las Pulgas con sus propias Uñas” –le dijo una adolescente que era parte del grupo a los que les explicaba su obra. –Pero es usted la coleccionista más joven de la tierra, ¿qué edad tiene? –le preguntó el artista. –Catorce años –le contestó la adolescente. Unos días después, llegó un empresario al museo, quien le pidió le acompañara a ver la obra con él. Con el catálogo en la mano, comenzó a escoger las obras por las que se interesaba. En 10 minutos había escogido 17, el pintor estaba perplejo. –Me interesa que me haga la cuenta de esta serie de sus obras, solo que le pido que me haga un 40% de descuento al precio de su lista –le pidió el coleccionista. –Mire, señor, yo a estos precios ya les quité el 40% de la galería. Ya que aquí estoy vendiendo sin intermediarios. Creo no poder darle precios más bajos. Pero sí puedo hacerle un 10% de descuento –le dijo, pensándolo muy bien. –Ahorita mismo le hago el cheque, si usted se decide a hacerme el 40%; es ahorita o nunca. Caía una fuerte lluvia y mientras Varzal cerraba su paraguas al llegar al museo, un hombre muy joven se le acercó diciéndole: -Hola, soy empresario. Mire, me interesan 7 óleos para adquirirlos. En uno de ellos, “Xam el torturador”, el personaje, tiene una pequeña swástica: quería ver si podría usted borrársela; pero antes de cerrar el negocio, quisiera ir a su estudio para visitarlo. Su esposa y él acababan de cambiarse de domicilio y estaban tirando parte de la casa para transformarla en talleres. A las 6 de la tarde llegó el coleccionista al futuro estudio. Llegó con una botella de vino, acompañado de su secretario, contador y chofer, y le pidió que le mostrara la obra que tenía. Le había mostrado casi todo, menos una gran tela, que no la volteaba porque tenía varios posibles compradores, y además su esposa quería que se quedaran con ella, porque era quizás la mejor de todas sus obras. 202 –¿Qué tiene usted allí, maestro, que no quiere mostrar?. –Es una pintura que está dañada, es por eso que no la muestro nunca. Como les habían prometido un café a los visitantes, su compañera y él subieron al primer piso para hacerlo. Cuando bajaron, el cuadro “La Civilización” estaba colocado sobre el caballete, y en la mesa había un cheque. -El óleo “La civilización” creo que es mi mejor logro, donde pinto la maquinaria del poder y la corrupción, con la forma de un navío que tiene cabeza y pies. Del casco del buque, por unos tubos transparentes se desechan seres humanos; simultáneamente unos engranes mueven un dedo, invitando a entrar a los dédalos de la alteración de los sentidos. En la parte inferior derecha hay una pequeña cabaña, donde un campesino observa cómo el destructor aplasta todo el paisaje, mientras su perro, famélico, le ladra. –Le pido mil disculpas, pero esa tela no se vende, es parte de nuestra colección personal, y si llegara a venderlo sería por un precio muy alto. Mire, hay tantas obras aquí, y además en la exposición ya usted escogió siete obras. Pero el joven empresario insistió, haciéndole un nuevo cheque que estaba lejos del precio que podría costar este óleo de gran formato. Varzal le había subido al precio unas 4 veces más para evitar que el coleccionista lo comprara. Así pasó la noche: él hacía un nuevo cheque y el artista lo rompía. A las 6.30 de la mañana, entre risas y vinos, dejó un cheque sobre la mesa con el precio que le había pedido. A pesar del bloqueo para interrumpir el tránsito, la gente, tomando el metro, lograba llegar al Museo de Arte Moderno para ver la exposición titulada “Contra el Viento, del Comix al Feminismo, una Antología”, la que tuvo en aquella ocasión un gran éxito y muchos visitantes. Once años antes, en 1977, algo similar sucedió en su exposición individual del Palacio Nacional de Bellas Artes, donde vendió gran parte de su obra, en la muestra “Arte Fantástico, Humor Negro, Ciencia Ficción”, a pesar de que rompía con muchos 203 de los cánones del arte establecido: había sido un éxito, ya que aparte había instalado dos exposiciones paralelas de dibujos, en dos galerías de la metrópoli. <<Ω>> 15 de marzo de 1999: Los delegados Zapatistas están en todos los estados de la república promoviendo la Consulta Zapatista. Hoy le empezaron a salir hojas verdes al árbol de la calle, y en él un pájaro comenzó a construir su nido. La contaminación acá en el noroeste de la ciudad se levantó a las 4:30 de la tarde. Llegan al taller Los Dos Agustines: trabajan hasta la tarde enmarcando las fotos que les prestaron en el periódico de la Jornada. Varzal les contaba que había leído en el periódico La Jornada, de los indígenas zapatistas, de cuando iban llegando a la ciudad de México, viajando más de 50 horas desde las montañas y selvas de Chiapas: una mujer, al ver las avenidas, exclamó sorprendida cuando el autobús estaba en medio de un embotellamiento: -¡¡Pero para qué quieren tantos autos!! Y entonces a Los Agustines les llegó el humor negro: – Cuando vayamos a Chiapas, dijo Manuel, y Agustín añadió: –Les diremos que para qué quieren tantos árboles, si los pinches taladores de los priístas se los van a tumbar-… -Humor negro muy pendejo de nuestra parte -dice el pintor. Comienzan a llegar otros artistas, escritores y vecinos a ayudar, entre todos trabajan en el taller la instalación Acteal: modelan palomas con papel bond y unas pelotas de unicel; a una paloma muerta le pintan sangre en el pecho; hay 8 palomas que avanzan, en el pecho tienen escrito EZLN; arman un esqueleto con un rostro lleno de pequeños esqueletos, ojos de vidrio, tiene una playera corta con esqueletos y en la frente dice: PRI-NEOLIBERALISMO. Día gris, de mucho viento y lluvia. Insólita reunión de empresarios e indígenas del EZLN en la ciudad de México, en un lujoso hotel capitalino. Los trajes y vestidos de diseño de los empresarios 204 contrastaban con las ropas desgastadas de los Zapatistas que compartieron palabras y alimentos. Un directivo de la empresa Bacardí les pregunta: -¿Por qué no beben alcohol, si se hallaron plantíos de mariguana? –Son los campesinos que están a favor del ejército, son quienes los siembran –les respondieron. Coincidieron empresarios e indígenas al final de la reunión en que el gobierno federal no ha sabido resolver el conflicto armado en Chiapas (Periódico La Jornada). El 21 de marzo era un día brillante, lleno de sol, sin contaminación, entre todos cargamos las mesas, bancos, todo lo que iba a servir para la instalación. A las 10 de la mañana nos colocamos en la Calzada de Guadalupe y Clave, a las afueras del supermercado Gigante La Villa; colgamos una manta en la entrada del súper, del lado de la calzada de Los Misterios, anunciando la Consulta Zapatista. Una hora después comenzaron a llegar los ciudadanos a ejercer su voto, dejando en una alcancía que habíamos puesto sobre la mesa, desde monedas, hasta billetes de 200 pesos, y su voto. A las 6 de la tarde cerraríamos la votación, pero a las 4:35 se habían terminado las boletas, dejando 450 votos; el 99 % de la gente llegó con un gran entusiasmo y fue como un día de fiesta. Estuvieron 16 personas instalando las mesas con pequeñas esculturas de cartón, más las palomas de papel-unicel, un maniquí grotesco que espantaba a los niños y que se parecía a Carlos Salinas de Gortari; en varios hilos colgaron unas 40 fotos entre los postes de luz, de los Zapatistas chiapanecos… Los acompañaba Rosa, una señora de unos 75 años, chaparrita y muy delgada, quien platicaba muy entusiasta con la gente; parecía una abeja que volaba cuando repartía alegre la propaganda, explicando a los asistentes con un buen discurso el porqué de la consulta. Después, cuando terminaron, se fueron a entregar los votos a la Coordinadora Zapatista -que estaba a las afueras de la Delegación Gustavo A. Madero-, y el dinero de la alcancía; ya cayendo la noche se fueron a una taquería a comerse algo, pues desde el desayuno no habían comido nada. 205 CONSULTA ZAPATISTA 1,- ¿Estás de acuerdo en que los pueblos indígenas deben ser incluidos con toda su fuerza y riqueza en el proyecto nacional y tomar parte activa en la construcción de un mundo nuevo? >SI< >NO< 2,- ¿Estás de acuerdo en que los derechos indígenas deben ser reconocidos en la Constitución Mexicana, conforme a los acuerdos de San Andrés y a la propuesta correspondiente de la Comisión de Concordia y Pacificación del Congreso de la Unión? >SI< >NO< 3,- ¿Estás de acuerdo en que debemos alcanzar la Paz verdadera por la vía del diálogo, desmilitarizando al país con el regreso de los soldados a sus cuarteles, como lo establecen la constitución y las leyes? >SI> >NO< 4,- ¿Estás de acuerdo en que el pueblo debe organizarse y exigir al gobierno que “Mande obedeciendo” en todos los aspectos de la vida nacional? >Si< >NO< 7 de abril. Policías y priístas recuperan San Andrés Larráinzar. Desalojan a los Zapatistas de la sede del consejo municipal autónomo de Sakamen de los Pobres, a fin de instalar el ayuntamiento priísta. El periódico La Jornada, publica fotografías donde se ve a las fuerzas de seguridad instaladas en el lugar. 8 de abril. Indígenas Zapatistas RETOMAN San Andrés Larráinzar y la policía abandona el centro del poblado, retirando el retén militar ante la concentración de más de tres mil indígenas, hombres y mujeres, muchas de ellas con sus hijos en la espalda, encapuchados o con paliacates: llegaron a exigirles con gritos y empujones que se retiraran. Ya posesionados de la alcaldía, los indígenas reinstalaron a los integrantes del consejo municipal autónomo. 206 <<Ω>> Era un día muy nublado y comenzaban a caer unas gotas de lluvia, cuando el pintor decidió visitar el museo Frans Mayer de la ciudad de México; ya adentro se encontró a la mamá de su amigo Juan Luis –El Churumbel– a quién hacía muchos años no había visto, y dirigiéndose a él, le dijo: -¿Cómo está usted, Varzal?, me da mucho gusto volverlo a ver; y gracias, pues su mamá atendió muy bien a mi Luisito durante casi un año, hasta le dio como regalo de despedida un cubrecama, que le estuvo tejiendo durante diez meses. –Pero señora, mi madre casi no sabía tejer; además trabajaba todo el día en su negocio y nunca tenía tiempo para estos menesteres. Hasta ese momento, Varzal, supo que el tan buscado cubrecama se lo había llevado El Churumbel. <<Ω>> Y un día, con la edad ya avanzada, rememorarás a tus abuelos –aunque no los hayas conocido–, a tus padres, a tus tíos, a tus hermanos y medios hermanos, y recordarás que tú eres el último, y que todos ya han muerto, y después evocarás tus aventuras, las alegrías, los golpes bajos y las desgracias, las que forjaron en ti, hasta el último tramo de tu existencia, las aventuras en la creación artística y la pasión por la vida: la suma de los totales. <<Ω>> ¡¡¡Uf!!!!!... ¡¡¡Ya estamos en el año 2000!!! Hoy es día jueves 6 de enero; a las 10:30 de la mañana Varzal va al tianguis que se instala cada semana a una cuadra de su casa, y se encuentra a Rosa, quien los había acompañado en la Consulta Zapatista, explicando a la gente los problemas de los indígenas chiapanecos, los acuerdos de San Andrés Larráinzar no cumplidos y el motivo de la consulta con un brillante discurso. 207 Rosa es una mujer muy carismática, quien porta siempre una gran sonrisa: a sus 75 años pareciera tener 35 por su actitud tan juvenil, caminando muy recta y muy ligera, como una gacela; a momentos, pareciera volar como una libélula. Hoy, aquí en el mercado, se ponen a platicar sobre los acontecimientos actuales; de pronto se posa como una sombra una mujer anciana que saluda a Rosa: la abuela octogenaria está encorvada y tiene que enderezar el cuello para poder alzar la cabeza, babeando un poco; le dice a Varzal que ella es una amiga de la infancia de Rosa, que fueron las dos a la misma escuela primaria y que tienen la misma edad. Rosa comienza a ponerse un poco nerviosa por su presencia. –Qué bien está el chamaco. Está bien buenote -refiriéndose al artista-, ya era tiempo de que encontraras pareja, mi querida Rosa, te hace falta alguien en tu cama, pues estoy segura que ni tus hermanos ni tus sobrinos te calientan las sábanas –le dijo a la libélula-gacela la mujer casi octogenaria, mientras se limpiaba las babas; y continuó diciendo: –Y usted, jovencito, aprovéchese bien de esta mujer, hágale de todo, póngala como quiera, hágala gritar, que estoy segura que mucha falta le hace -le aseveró la mujer, viéndole profundamente a los ojos, –Y tú Rosa, cuando estés bien tocada por este muchachito, me vas a contar inmediatamente todos los detalles. –Nos vemos Varzal, me voy a comprar mis frutas, le dijo Rosa, quien había perdido su hermosa sonrisa, retirándose con los ojos tristes y su corazón lleno de vergüenza. <<Ω>> Varzal desciende de este demente y cachondo transporte colectivo, donde los pasajeros asisten en este momento a un aturdido espectáculo, los que absortos no escuchan que el chofer les dice: –Señores pasajeros, por favor hagan el favor de bajar del autobús, pues éste, hoy no llega hasta su terminal del Centro Histórico, debido a que cerraron las calles por la llegada del Subcomandante Marcos, quien llega hoy a las 2 de la tarde. El sol está en el zenit y la explanada del zócalo capitalino está al rojo vivo. Faltan aún dos horas para la entrada del Subcomandante Marcos a la plaza más grande de América Latina, y ésta ya vibra intensamente con el estruendo de miles de personas 208 que llegan como en peregrinación: de todas las ciudades, selvas y montañas de la República Mexicana. Los puentes y las avenidas por donde va a pasar el guerrillero, están inundadas de espíritus ardientes. Ciudad de México. 1992 - 2001. 209 LA MENTIRA, EL ENGAÑO, LA TRAMPA Como siempre, cada mañana Varzal se aparecía en la galería del Museo de Arte Moderno del Distrito Federal, donde estaba montada su exposición titulada “Del Comic al Feminismo, Contra el Viento, una Antología”, para la que la critica de arte Raquel Tibol había escogido las obras, como curadora. Dentro del recinto, el artista había colocado sobre una mesa sus catálogos, libros y carteles para venderlos; esto le permitía estar cerca del público, al que daba explicaciones de su obra, además de interesarlo para su posible adquisición. Era una época difícil, ya que habían pasado hacía apenas un mes las elecciones para la presidencia de la Republica en el país. Una de esas mañanas, estando casi vacía la galería, se puso a platicar con uno de los custodios, y a comentar los acontecimientos del día: estaban acalorados, discutiendo todas las “movidas” que el PRI había hecho durante las elecciones; de pronto el guardián le señaló con la vista que había alguien atrás de él, y en ese momento sintió el cañón de una pistola en su espalda: al voltear, se encontró con un hombre vestido con un traje gris muy elegante, alto de estatura y de complexión muy robusta, que portaba unos lentes negros; fue tal la impresión que exclamó: -¡Un guarura!. Desgraciadamente ya lo había dicho, pues este hombre, quien hoy es el guardaespaldas del director de uno de los más prestigiados diarios del país, había sido uno de sus mejores amigos en la infancia. Se llamaba Eliseo, pero le decían El Charal, porque desde su niñez había sido extremadamente delgado; era hijo de un pastor protestante de la iglesia a donde el pintor asistió durante su niñez; Eliseo, a esa edad, era un malvado, realizando sus travesuras mientras que su padre predicaba: un día, llevó un largo rebozo y cubrió las piernas de una docena de niños que estaban sentados en la primera banca de la iglesia. –Vieja el que no se saque el pito, les dijo El Charal a todos los infantes, y en el preciso momento que el pastor se dirigía con mucho orgullo a los presentes de la primera banca diciendo: -Los niños son de Cristo, él es su Salvador… el Alfeñique jaló el rebozo descubriendo todas las pequeñas virtudes de los niños… El pastor castigó a casi todos poniéndoles con la cara a la pared, menos al Charal, quién salió como un bólido hacia la calle. Avergonzado, Varzal se preguntaba cómo pudo haber caído en esa trampa. 210 Platicaron muy poco en la galería: le dijo su amigo que tenía mucha prisa y se retiró; el pintor se despidió del custodio y se fue a caminar por los jardines del museo, recordando a su amigo cuando era un alfeñique y quien ahora se había transformado en un coloso. En las últimas bancas de la iglesia algo pasaba y se oía un murmullo, se oyeron alaridos: el pastor gritó -¡Aleluya!. Al oír esta exclamación, por lo general los niños de la primera banca susurraban al unísono: –¡Cada quien con la suya!-, pero por el momento sus amigos estaban castigados y él quería saber lo que pasaba; en un descuido del pastor, aprovechó para escabullirse y esconderse en un lugar desde donde podía ver este extraño evento. Se trataba de la hermana mayor de su amigo El Charal, quien tendría unos 17 años. Elena se debatía lanzando unos extraños ruidos guturales, se retorcía haciendo gestos que le deformaban la cara, se desgarraba las ropas; y de pronto cayó al suelo, le temblaban las manos y las piernas, al mismo tiempo que decía cosas incomprensibles. Su padre, el pastor, exclamaba: -¡Aleluya!, ¡la hija de Cristo está hablando en lenguas!. De pronto todos los niños se arremolinaron en el escondite de Varzal. Samuel dijo que estaba poseída, David lo contradijo diciendo que esa no era la palabra, sino que Dios la utilizaba para enviar un mensaje a los que se sacaban las pirinolas en la iglesia y así castigarlos; a todos les dio mucho miedo y se fueron a sentar arrepentidos, adelante, en lo que era la primera banca de la iglesia. ><Ω>< El día era agradable esa tarde en el parque del museo, el pintor veía como utilizaban las ardillas las cortezas de los árboles para hundir sus afiladas uñas y escalarlos a gran velocidad. Así, el buen tiempo le hizo perderse en el pasado. Se vio caminando en un barrio popular a eso de las 6 de la tarde, cuando llegó a la casa de su hermana; como siempre, sus sobrinos le recibían con gran alegría y encendían su recién comprado televisor, aunque nadie lo veía, puesto que mientras su hermana preparaba la cena, sus hijos le mostraban sus libros y trabajos de la escuela, así como también le contaban uno que otro chisme de familia. 211 Durante la cena, su hermana le informó que un señor le andaba buscando, y había ido a su casa varias veces, y también le había buscado en su antigua dirección, solo que ella no había querido informarle sobre su nuevo domicilio: –Este señor es muy extraño, queríamos comentarte antes para que tú nos dijeras qué hacer. El problema es que a uno de mis hijos se le salió decir que tú vendrías a la casa en esta fecha. Estaban terminando de cenar cuando un individuo, sin tocar a la puerta, entró de repente y se sentó con ellos a la mesa. –Se ven muy ricos los chilaquiles, con el hambre que traigo me terminaría toda la cazuela. La familia de Varzal y él se quedaron sorprendidos de la llegada intempestiva de un señor de unos 50 años de edad, vestido con un traje color tabaco que no le cerraba debido a su enorme vientre; de estatura alta, pero casi sin cuello por su gordura, su cabeza se aferraba directamente por medio de una gran papada a un cuerpo rechoncho; su cara era cacariza y expresaba una bondad teatral. –Discúlpenme soy el hermano Rubén Huerta, ustedes no me conocen, pero yo conocía a su padre; aunque lo vi pocas veces, me habló mucho de su familia. Hermanos en Cristo, ahora yo me dedico a dirigir la Iglesia de Dios, soy desde hace ya dos años un ministro de nuestra santa iglesia. Y sin pedir permiso, tomó un plato y comenzó a servirse no solamente chilaquiles, sino que también puso a un lado el mole con dos piezas de pollo y frijoles, y en un segundo plato se sirvió una gran rebanada de pastel–. –Dios, te doy las gracias por estos alimentos y por haberme ayudado a encontrar al hermano Varzal-... Así, realizó una larga oración. – Y bendice a los habitantes de esta casa, amén-. Y cuando terminó, comenzó a comer como si no lo hubiera hecho en semanas. –Hermano Varzal, vine a saludarlo, pues tenía un gran deseo de conocerlo; además, por una promesa que le hice a su padre. Cuando él estaba agonizando, me pidió mientras moría entre mis brazos, que me encargara del alma de usted y que le pidiera que se entregara usted a nuestro Salvador; dedicando su vida al ministerio 212 de nuestra iglesia –dijo el pastor, entre chasquidos al masticar la comida. Agregando: -Usted podría ser mi ayudante adonde yo dirijo a mi rebaño-. –A mí me gustan las tradiciones de la iglesia católica –le contestó para salirse un poco del tema, porque ya había pasado un largo rato de silencio mientras el pastor repetía tres veces el menú. –¡Esos adoran a santos de piedra, nuestro Señor Todopoderoso no es de piedra –le dijo–, mientras a señas pedía una taza de café a la hermana del pintor. –Bueno, el catolicismo es parte del cristianismo; sabe, yo estuve en Jerusalén, en Belem y en el río Jordán; ahí asisten todas las sectas del cristianismo y en el tiempo que estuve, nunca vi ahí a alguien que se peleara por lo de los santos de piedra. –le contestó el pintor, con el fin de evitar una confrontación, puesto que los silencios se hacían cada vez más largos. –Son paganos, bailan, se emborrachan, son mujeriegos y mentirosos, yo me salvé de esto, pues fui igual; ya dejé el trabajo de la albañilería para ganar dinero, pues con este dinero me iba a emborrachar a la cantina: ahora soy albañil de Cristo, pues construyo su templo con mis ideas y mis virtudes –dijo esto con un afán de superioridad, mientras su hermana y sus sobrinos ya habían dejado la mesa, en vista de que el tiempo pasaba rápido y se sentía una cierta tensión por el tema que se trataba y porque el café lo tomaba con sorbos demasiado sonoros. Varzal estaba ya un poco nervioso, ya que comenzaba a recordar el accidente de su padre. –Mire, señor Rubén, no me llame hermano, porque yo no soy protestante –le pidió de favor. –¡Gloria a Dios! Caigo en el buen momento, tendrá usted que cumplir con los deseos de su padre para que usted pueda salvar su alma –dijo el ex albañil relamiéndose los labios. –Además desde adolescente soy ateo (aunque lo dudó un poco) –le contestó ya para terminar con esta infructuosa plática. 213 –¡Sangre de Cristo!, está usted viviendo en pecado –exclamó levantándose de su asiento. –¡Cómo puede usted rebatirme esto!, –abriendo la Biblia al azar, comenzó a deletrear un salmo de la Biblia. El artista no estaba muy enojado, pues había algo muy turbio en su historia, que le comenzó a hacer mal. –Mi padre no estuvo en agonía, porque su muerte en ese accidente automovilístico fue instantánea y solo su esposa fue testigo del hecho y mi padre deseaba enormemente que yo continuara con mi carrera de pintor. ¡Usted es un farsante y mentiroso! –le dijo. Y ahora sí, comenzaba a enojarse; y continuó diciendo: -Y utiliza este engaño para meterse en la casa de mi familia para hacer proselitismo y venir a tragar gratis. –¡Sangre de Cristo! –gritaba, al mismo tiempo que se le atoraban en la enorme papada los sabrosos panes de dulce y el pastel que su hermana había comprado especialmente para esta ocasión. –Y según la Biblia, la mentira es un Pecado Mortal y Dios envía a los mentirosos al infierno y más a los que se dicen ser representantes de él en la tierra –le contestó el pintor furioso. Al pastor protestante se le desigualó la cara y no pudiendo contestar nada, bien cenado, salio de la casa sin despedirse; murmurando algún maleficio entre dientes. ><Ω>< –Mire, yo fui testigo, lo mataron frente a mi puerta y tuve que ir a declarar. Me sacaron de mi casa y me llevaron a las fuerzas, usted sabe, yo no quería, pues, porque si dice uno la verdad uno se mete en líos. Sí, yo vi quién fue, pero aquí lo guardo dentro del alma. Veinticinco años después del incidente con el ex albañil mentiroso, convertido a pastor protestante, un trabajador del tabique que restauraba y transformaba la casa de Varzal en la ciudad de México, le contaba cada semana la misma historia, ya que 214 hacía San Lunes, San Martes y San Miércoles, es decir, no se presentaba a trabajar sino hasta el jueves y viernes, y algunas veces tardaba en regresar hasta tres semanas; y siempre se le olvidaba que le había contado el mismo pretexto. –¿Oiga, es que a los asesinos de su pueblo les gusta la fachada de su casa para matar gente, o son los asesinados quienes escogen su casa quizá por su color o por el estilo de la puerta para morir? –le preguntó el artista. –¿Cómo, yo le conté eso? Creo que usted me malentendió. Lo que sí hubo fue una pelea enfrente de mi casa, pero pinches maricones se agarraban solo a cachetadas, se gritaban y se decían un montón de groserías. Al rato, se juntó la gente y les hicimos rueda y les echábamos porras y chiflidos para que se animaran a pelearse como los machitos. Yo no sé de dónde eran, pues allá en el pueblo si uno se pelea, se agarra uno a chingadazos de a de veras y a veces hasta salen a relucir los puñales; quizás eran de aquí de la capital –mientras decía esto, el albañil emocionado, mimaba las peleas amaneradas de los capitalinos. Un día Varzal le dijo que ya no podía darle trabajo y ya no lo volvió a ver hasta pasado el tiempo; un día que estaba en su casa de la ciudad de Cuernavaca, de pronto vio que estaba enfrente de él; el artista no supo cómo lo encontró; le dijo que necesitaba trabajar y como él necesitaba un albañil, se quedó a trabajar desde el martes; el viernes se fue a su pueblo y no regresó hasta 5 semanas después; y como si no hubiera pasado tanto tiempo, continuó con la construcción del muro que no había terminado en la barranca. –Sabe, no pude venir todo este tiempo porque en mi pueblo tengo mi casa igual que la suya, con una barranca. Allá hay un tipo que ya la traía conmigo, yo estaba trabajando en la barranca haciendo un muro, y que llega Jacinto; comenzamos a discutir y cuando ya se estaban poniendo duras las diferencias, que me saca un puñal, pero yo fui más veloz, le agarré la muñeca donde tenía el cuchillo con mi mano izquierda y con la derecha le sujeté fuerte el cuello de la camisa; y no sé cómo lo hice, pero Jacinto salió volando a la barranca. Sí señor, lo desbarranqué. Aún oigo su grito y un golpe seco, como cuando cae un costal de papas. Igual de profunda que su barranca, cayó abajo unos 20 metros; y desde entonces, cada noche, ya no puedo dormir, en donde esté. Cuando le relataba su historia de la pelea en la barranca, 215 sujetaba el puño izquierdo y el cuello de la camisa del pintor para hacer la demostración de cómo lo había lanzado al vacío. –¿Y usted, qué ha hecho con tan enorme problema? –le preguntó Varzal. –Bueno, usted sabe, yo tengo un buen abogado, ese mismo día me fue a visitar a la casa Hank, y me dijo que no me preocupara, que por eso éramos compadres. Varzal solo esperaba a que el albañil le terminara de contar la historia para decirle que por favor ya no regresara a trabajar. –¿Hank?, ¿Tiene usted un abogado alemán? –preguntó intrigado, pero pensando: Este cabrón me va a contar cada semana la misma historia del desbarranco. –Es Hank González, el ex ministro de Turismo, mi compadre, que me quiere mucho y solo me pidió que me desapareciera unos días del pueblo, mientras él arreglaba todo –le contestó el albañil. Varzal se quedó pensando: -Este cabrón está alucinando, más que desbarrancador o mitómano ha de andar en el peyote; además en México no se les dicen ministros sino secretarios, y éste Hank no es abogado, sino que él mismo se dice profesor. Y así por segunda ocasión le pidió que ya no volviera al trabajo porque él también había tenido un problema igual al suyo, en su barranca, y que como él no tenía abogados tan prestigiados y poderosos, le estaba saliendo un poquito caro el asunto y que iba a parar la obra por falta de dinero. –¿A quién mató, Don Varzal ?, saltó el albañil atemorizado. –¿Yo?, No, a nadie... a nadie... le contestó. Intrigado el trabajador, y un poco nervioso, Varzal lo vio alejarse, perdiéndose en el camino anegado, esa tarde de lluvia. En ese momento recordó que el albañil le había dicho que sobre su mesa le había dejado un regalito. Al entrar a la casa vio clavado un puñal sobre el mueble indicado, 216 el cual tenía grabado de un lado sobre el metal : “De la muerte me río…” y del otro lado, “…pero no del amor”. México D.F. 1995-1998. 217 PEQUEÑOS AVATARES Casi chismes El arquitecto Felipe Lacouture, director del Museo San Carlos y del Departamento de Artes Plásticas del INBA, en 1976, realiza por concurso la posibilidad de que los artistas presenten sus proyectos de exposición. Varzal presenta el proyecto “Arte Fantástico, Humor Negro, Ciencia-Ficción”, con 19 fotos de pinturas al óleo, 25 fotos de estudios para cuadros y un texto explicativo de su obra Comix-Arte. Gana la posibilidad de exponer un año después en el Museo del Palacio de Bellas Artes, en las salas 4 y 5, del 17 de junio al 24 de julio de 1977. Un día, tocan el timbre de su departamento de la calle Cosala: es Taracena ll, que le da la noticia: –Venía yo pasando por aquí, pues vivo a dos cuadras. Yo fui jurado, junto con mi hermana Taracena l, y somos nosotras dos quienes te apoyamos para lograr tu exposición en el Palacio de Bellas Artes. (Taracena l era la que había estudiado Historia del Arte y su hermana trabajaba en la administración de las oficinas de la dirección de Artes Plásticas). -Quiero visitar tu estudio de la calle Mazatlán porque nosotras queremos una de tus obras como pago, y ésa que escojamos vas a ponerla en la exposición, y que pongas que es colección de mi hermana. Además, ella quiere escribir un artículo en el catálogo sobre tu obra-. -Cuando entran al estudio, había un dibujo sobre una mesa, de un bochito humanizado que corría veloz cargando un portafolio hacía su trabajo. Se titulaba “El Burócrata”. Ella se enamora del dibujo y dice: -Éste tienes que pintármelo sobre esta tela (había escogido una tela preparada en blanco de 126 X 90,3 cm); y si no lo pintas (le dijo en forma de amenaza), hay varios proyectos de otros artistas que podríamos cambiar por el tuyo. La secretaria no quiso decirle quienes y cuantos habían conformado el jurado. – Pero, ¿El arquitecto Lacouture sí fue jurado? -le preguntó; y como respuesta solo se me quedó viendo a los ojos. -En esta época, yo desconocía las reglas del juego, y me puse a pintar el óleo, pues me había dicho que no lo pintara con colores acrílicos, porque se ennegrecían rápidamente, y por lo tanto la obra perdía su valor económico. 218 –Me encantó tu dibujo porque yo soy una burócrata que tiene que asistir diario a su trabajo-… y le contó algunas de sus aventuras como oficinista. La Burócrata seguido pasaba a visitarlo; llegaba vestida muy elegante con galletas o pastelitos. Ella le contaba sobre los libros que su hermana leía y que le comentaba cada lectura que hacía. Lo que decía le recordaba a un ex camarada: este artista pintor se pasó toda la vida cargando un pequeño libro bajo el brazo, “Salario, Precio y Ganancia”, de Carlos Marx, el cual nunca leyó; su esposa es quién le leía novelas en la cama hasta que se quedaba dormido. Las hermanas eran hijas de un abogado que había tenido mucho poder, según decían ellas, y que aún lo tenía; era como para decirle que ellas tenían mucho poder, o para advertirle de tener cuidado… La crítica de arte Raquel Tibol, un día le dijo: -Te arrimaste a un muy mal y mediocre árbol. ¡Ah, estas “Tararacenas”! –Pero yo no me he arrimado a nadie, son ellas que se han pegado a mí –le contestó. La muestra en el museo del Palacio de Bellas Artes, estaba, en los momentos de su exposición, logrando lo que Varzal se había propuesto: desmitificar el arte, bajarlo de su pedestal, además de la publicación del librito Comix-Arte de Varzal, y otras dos muestras paralelas en la galería Arvil y en la Galería de Arte Contemporáneo Linkscurve. Escritores, críticos de arte, escribían sobre estas 3 exposiciones; estudiantes de arte copiaban sus dibujos del libro para imprimirlos en playeras, algunos jóvenes comenzaron a pintar y dibujar historietas… El libro había sido impreso por una de las escuelas de diseño de la UNAM, y al mismo tiempo se imprimió el catálogo de la expo del Museo de Bellas Artes; para esto, la subdirectora del INBA adquirió para la colección del Instituto el óleo “Matar la Vida Hasta el Final”, que le ayudaría a pagar los gastos de la imprenta; y unos 42 amigos, simpatizantes de su obra, de México y Francia, le compraron cada uno un bono, que cuando se tuviera la publicación impresa ellos tendrían 10 ejemplares numerados y firmados. 219 Cuando le entregaron los catálogos de la exposición impresos, fue inmediatamente al museo a entregar 1,000 ejemplares; cuando los estaba bajando de su auto, un trabajador que lo conocía muy bien y le tenía cierto aprecio, se propuso ayudarle a cargarlos; él se adelantó y subió hacia las oficinas de la dirección del museo, donde Roberto Garibay era el director; cuando iba subiendo a las oficinas, le dijo el trabajador que los había puesto sobre una mesa en la oficina del director; cuando llegó con sus paquetes, ahí estaban los 500 catálogos, más los 500 que llevaba Varzal; en total estaban depositados los 1,000 ejemplares. –¡¡¡Varzal!!!, me dijiste que me ibas a traer 1,000 catálogos. Yo solo recibí 500, ¿Qué pasó? ¿A dónde están los otros? –le dijo el director, Roberto Garibay, 10 días después del depósito; se lo dijo gritando, con un rostro descompuesto. Claro, le dijo que él había depositado la cantidad completa y no sabía qué había pasado. ¿Es que esos catálogos el director los usó para su WC? ¿Pero 500?. <<Ω>> En cierta ocasión, el Canciller de Luxemburgo lo visitó en su departamento de la Colonia Condesa, porque quería comprar el cuadro de “El Búho con Máscara de Cáscara de Manzana” que estaba en exhibición en el museo del Palacio de Bellas Artes: –¡Qué burocracia para conseguir su número telefónico! El director del museo me dijo que a usted ni lo conocía. Tuve que ir a las oficinas del Director del INBA, quien me lo dio muy amablemente. Cuando Varzal fue a ver a Garibay, éste se negó rotundamente a cambiar el cuadro, por otro, para que lo adquiriera el comprador; y que si quería hacerlo, le cerraría la galería y tendría que descolgar y llevarse toda su obra. El Ministro de Relaciones Exteriores de Luxemburgo era una persona muy sensible y agradable. Le pidió, junto con su secretaria y traductora, visitar su taller de la calle Mazatlán, pero todas las telas que tenía o eran muy grandes o estaban inacabadas. Este óleo del Búho me gusta mucho y además tiene las medidas donde puedo instalarlo en el avión de regreso (113 X 83cm), le dijo el canciller. 220 Garibay, cada vez que lo veía, le decía que a él no le gustaba su obra: –No me gusta que escribas textos sobre las telas, y esos colores tan pinches que pones en tus cuadros; un estudiante de la carrera de publicidad dibuja las letras mejor que tú-. Al entrar al museo, en la planta baja, lo primero que uno veía eran la obras que se exponían en esta galería; ahora en el mismo lugar se encuentra una librería. Un día vio que algo pasaba, y al acercarse un guardia le dijo que se habían fundido dos focos desde hacía varios días y que no había dinero para comprarlos y que además para cambiarlos el techo estaba demasiado alto. Garibay le dijo que si quería reponerlos tenía que comprarlos; un día regresó con los dos focos: los instalaron delante de Varzal. Al otro día los focos no estaban encendidos; el guardia le dijo que se habían fundido y que tendría que comprar otros… El director del INBA Juan José Bremer le dijo, al ver el éxito de la exposición, que él lo apoyaría en todo; al comentarle lo de los focos le dijo que iba a investigar. –Han estado aflojando los focos, nunca se han fundido –dijo, y después de 10 días de tinieblas la galería volvió a estar muy iluminada. Garibay, cuando fue director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM antigua academia de San Carlos, fue muy buena gente con los estudiantes, y con Varzal principalmente, concediéndole todo lo que necesitaba cuando tenía problemas. El director estudió pintura y tiene un auto-retrato en un museo de Aguascalientes, el cuál es de las pocas obras conocidas. Con el artista, tomó todo el odio posible por el éxito que estaba teniendo su muestra en el Palacio de Bellas Artes, éxito que estaba participando en la transformación del arte en el ámbito artístico del país. Este hombre, toda su vida, cuando tenía la oportunidad, le creaba problemas o le cerraba las posibilidades de moverse en el ámbito artístico. -Tengo una mala suerte, hasta el director me persigue, - Le confesó Raúl Tovar. Un día, a Tovar lo secuestraron policías de un Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, al que le decían El Gladiolo, y éste no lo soltó durante una semana, proponiéndole cosas sexuales, que según Raúl, él no aceptó. -¿ Y por lo menos, te daban bien de comer? -le pregunté. -Las comidas que me hacían eran de lujo, le contestó. 221 <<Ω>> Cuando los estudiantes de arte terminaban la carrera, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM (San Carlos), ninguno quería irse de ella, y se inscribían para seguir estudiando alguna materia libre, porque se salía muy joven, y estar fuera de San Carlos les creaba un cierto trauma. -¿Y ahora qué voy a hacer?, mejor me quedo unos días más… Pero otros eran vagos, quienes solo tomaban la clase de dibujo o pintura, y eso a veces. Había dos jóvenes, no muy jóvenes, quienes siempre estaban en la puerta de la escuela, platicando con pequeños grupitos de estudiantes. Pero con el tiempo ya nadie les hacía caso y se quedaban los dos platicando solos. En la puerta colonial de la escuela, hay una hendidura, un hueco que se dice; lo había hecho uno de estos vagos al recargar su codo en este gran portón… Un día, el director de la escuela iba a abrir una galería a la entrada del edificio, y acertó muy bien, ya que invitó a los dos a que se ocuparan de administrarla, y el mismo director la dirigiría… Puede ser que les había ofrecido un sueldo muy bajo, pero ellos estaban muy contentos, y se volvieron gentes muy activas para demostrar que sí eran capaces; con los años, el más abusado comenzó a dirigirla y el otro joven se dedicó a enmarcar las obras, pintar el local, colgar las obras. Pronto aprendieron un poco de museografía, y como había una imprenta en la escuela, se encargaban de organizar la propaganda con estudiantes de la carrera de Publicidad, para que diseñaran los carteles y las invitaciones, y después llevarlos con el impresor… Un día, estando dibujando un desnudo, al profesor le gustó mucho el bosquejo que había hecho Varzal en papel Manila de 170 x 90 cm., y le pidió que lo pintara con temple al huevo; al pintar iría él corrigiendo y pintando los detalles del pelo, las manos, y agrandando un poco los pies: -Preparé con gesso mi papel Kraft a la misma medida, y calqué el estudio de la adolescente. La “Adolescente Sentada” había quedado verdaderamente bella, así que los nuevos directores de las galerías escogieron la pintura para la próxima exposición: enmarcada se veía impresionante. 222 Cuando Varzal fue a recoger el desnudo de la “Adolescente Sentada”, ya que la exposición se había terminado, los nuevos y flamantes directores le dijeron que le felicitaban, pues su pintura se había ido a Oaxaca en una exposición itinerante, y que este desnudo había impresionado mucho al público en la galería de ese estado, y que pronto se expondría en otros estados y que ellos se encargarían de darle noticias. Un año después fue a pedir noticias de su desnudo y le dijeron que se había ido a Los Ángeles, allá en los USA, a una galería de una universidad, y que lo felicitaban, porque como había gustado mucho, quizás muy pronto le adquirirían alguna de sus obras: -Vas muy bien maestro, pronto serás famoso –le dijeron. Y así, un año después le informaron que la obra estaba en Francia, y un año después que la obra estaba en Japón; y así se pasaron los años, siempre felicitándolo. Un día se le ocurrió a Varzal preguntarle al director sobre este asunto y éste le dijo que varios estudiantes se habían ido a quejar con él por las anomalías que tenía la galería. Y que ninguna obra se había ido ni a Oaxaca ni a los USA, ni a Japón, que eso era una mentira y que iba a hablar con los encargados de la galería. De esto el director nunca más quiso responder a ninguna pregunta sobre este asunto. ><Ω>< Era el año de 1985 las Taracena le comentaron que les habían encargado escoger a los artistas mexicanos para una Bienal en Miami. Cuando oyó Miami, no le gustó la idea, pero la burócrata insistió e insistió y luego su hermana le habló para decirle que seguro sería él, quien, con su apoyo, ganaría el premio de la Bienal. Tanto le insistieron que al final el pintor aceptó. La exposición se inauguró en 1986, y cuando regresaron de Miami pasó a informarle al estudio: -Varzal, no ganaste el premio. Cuando vimos que el jurado apoyaba a otro pintor, tuvimos que solidarizarnos con ellos. Pero tus obras han gustado mucho al público. 223 Un día pasaron las dos a visitarlo llevándole el catálogo de la exposición, dándole más importancia a unas 150 fotos donde aparecían las dos retratadas con los cuadros de los pintores mexicanos, vestidas con atuendos muy elegantes, acompañadas con los organizadores de la Bienal. El artista había enviado tres telas; eran tres buenos ejemplares que podían competir. Pasaban los meses y la obra no regresaba, y la Bienal hacía mucho tiempo que se había clausurado. Le preguntó a ellas por sus pinturas y le contestaron: -Pide que te envíen la obra, pero tú tienes que pagar el regreso-. Pero ellas no quisieron darle una dirección o contacto donde pedirlas para su regreso a México. Escribió una carta a una dirección de la Bienal, pero nunca nadie le contestó; así que le habló por teléfono a algunos pintores que habían participado, entre ellos a Rodolfo Zanabria, a Yazzamoart y a otros 3 artistas más, quienes le contestaron que luego le hablarían. Al no recibir una respuesta de ellos, encabronado, fue a pedir ayuda al director del INBA, quien inmediatamente, desde su oficina, habló al Consulado Mexicano en Miami, y después escribió una carta. En los USA, el Consulado solicitó a la Interpol que investigaran. Después de unos tres meses le hablaron del INBA que ya habían encontrado la obra de los artistas mexicanos participantes en la Bienal, pero que las suyas las habían vendido, y que ya estaban negociando para recuperarlas, que pronto las iban a regresar a México. Efectivamente, un mes y medio después, las obras estaban en el D.F., en casa de un pintor, al que las hermanas habían comisionado para que él las recibiera. -Ya llegaron tus obras, Varzal-, le dijo el pintor, -pero me debes lo del transporte y lo del embalaje- pidiéndole una suma de dinero que tenía que pagar. Y tienes que venir a mi casa por la obra, porque yo no te la voy a llevar-. Cuando llegó, el pintor encargado se puso muy prepotente y no quiso que le pagara con un cheque, pues quería dinero en efectivo. Y añadió: -Me dijeron las Taracenas que te informara que ya no eras parte del grupo. -¿Cuál grupo? le preguntó.- Pues el de nosotros, y del cual tú eras parte, y que formó Taracena l. 224 Varzal hasta este momento se enteró que formaba parte de un grupo que las hermanas decían habían formado. Al abrir los embalajes, todos mal hechos, que se estaban desclavando, vio que sus obras estaban envueltas en unos cartones que, al quitarlos, en dos de los óleos se habían pegado. Tuvo que remojar el cartón y luego despegarlo con mucho cuidado, teniendo después, que restaurar los cuadros. Los cartones estaban llenos de aceite usado, de grasa de autos y de algún pegamento. Habían utilizado cartones que usan los mecánicos para meterse debajo de los autos. -Pero ¿cómo fueron ustedes a caer en esta trampa, enviando sus obras a esta Bienal con Las Taracenas?, le dijo el director de Artes Plásticas del INBA, Jorge Bribiesca, cuando le comunicó que ya iba a recoger las obras que habían llegado a México. Un día, tenía que pasar por unos artículos sobre esta Bienal, que hacía unas semanas no recogía en casa de las Taracenas. Cuando llegó, las dos le recibieron gritando: ¡Les dijimos a todos ustedes que no pidieran ayuda al INBA para recuperar las obras! Y en eso, la oficinista comenzó a insultarlo... La vergüenza que tenían de lo que había pasado en la Bienal era grande, y más con las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes. Bien le había dicho la Tibol, que se había cobijado a un mal árbol. Cobijado, si, sin saberlo. <<Ω>> En el pequeño departamento de la calle Cosala habían comenzado los problemas, porque el dueño se había muerto, y como herederos dejó a sus 3 hijos; es lo que les dijo el más grande de ellos, y era el que cobraba la renta cada mes; a los otros dos no los conocían, pero una vecina que conocía bien a la familia, les contó que a los otros dos hijos, el propietario no los dejaba salir de su casa porque estaban muy mal de la cabeza Un día, no había agua en todo el edificio; creían los vecinos que se trataba de alguna compostura en la calle, pero los inquilinos investigaron y vieron que en la azotehuela donde estaba la reserva de agua, había un nuevo candado y nadie podía entrar para 225 revisar la bomba de agua. Fueron los hijos del dueño quienes habían puesto el candado, les informó un vecino, que los había visto; a dos inquilinos les quitaron el medidor de electricidad… Y así, una infinidad de cosas que estaban sucediendo. Cada uno fue a pedir a un abogado que les llevara el caso, para comenzar a pagar la renta a la Financiera; un día le habló el abogado Rodríguez, diciéndole que los herederos lo habían ido a amenazar, y decirle que ellos eran dueños del estacionamiento donde dejaba su auto. -Están bien locos, y no se puede tratar con ellos, así es que dejo su caso, pues ni modo… Una amiga le comunicó que unos amigos de ella habían comprado una casa, y dejaban el departamento que alquilaban, y que si lo querían, que los fuera a ver. Así, un día se cambiaron: este nuevo departamento era muy espacioso y tenía además dos terrazas donde podría poner su estudio de escultura; y estaba muy cerca del parque México. Estaban contentos, pues ya estaban hartos de los esquizofrénicos: uno de ellos llegaba borrachísimo al edificio y comenzaba a gritar y patear las puertas; un día trajo a la policía y acusó a varios inquilinos de que lo querían matar… Ellos en ningún momento les pidieron el departamento, sino que comenzaron a aterrorizar a los habitantes del edificio. Al nuevo departamento, antes de cambiarse lo pintaron de blanco totalmente y la cocina se propuso pintarla un pintor amigo de Françoise quien se pasó quince días decorando este espacio con colores pastel: la cocina se parecía a una de sus obras. Pasaron dos años y medio sin dramas, pero los vecinos del edificio comenzaron a crearles problemas por los autos del estacionamiento; luego se dieron cuenta que el dueño metía la cizaña entre los inquilinos para hacerlos pelear: a Varzal le dijo que le reclamara al inquilino del 5 que estaba prohibido meter 2 autos, y que también le dijera al del 7 que no tenía derecho a poner la música tan fuerte, pues molestaba a todos; el artista nunca había oído el radio de este señor. Un día, por los autos, se agarraron a golpes 2 vecinos; otros, porque eran homosexuales y metían a sus clientes a hacer orgías y esto era un mal ejemplo para las hijas de un vecino…. Además el dueño le había hecho firmar, sin él darse cuenta, lo que llaman “letras chiquitas”, donde se comprometía a pagar, en un nuevo contrato, 4 veces más del precio anterior. 226 -Nos había contado la anterior inquilina que con estos señores había que tener mucho cuidado, pues ellos compraban a las autoridades con una gran facilidad. ¡¡¡Ya estábamos hartos!!! Decidieron transformar una casa que estaba abandonada hacía unos tres años, pues su hermana se había ido a vivir a Lázaro Cárdenas, Michoacán, casa que Varzal le había regalado su parte de la herencia a su hermana. Pasaron tres años reconstruyéndola. Mientras vivían ahí, tiraron casi la mitad de la casa, muros para que entrara más luz, y trabajaban sus obras entre la grava, arena, tabiques, el polvo y el equipo de albañiles, quienes venían de varios pueblos. Pero al fin ya tenían su casa de tres plantas, donde acomodaron los talleres para cada uno…. Estaban muy contentos, y un año después fueron a sacar las 6 cajas (de 90 de largo X 50 de ancho X 45cm de alto, aproximadamente) donde habían metido dibujos pequeños, rollos de película, libros de arte, fotografías en papel, documentos… y arriba habían puesto cómics de colección de dibujantes norteamericanos, europeos, de la familia Burrón, Rius y antiguas historietas mexicanas… Estas cajas estaban debajo de la escalera que sube al 1er piso y ese lugar lo habían tapiado con tablas de madera, construyendo un pequeño cuarto para proteger contra el polvo de la construcción las cajas y unas 15 obras de collages que estaban enmarcadas. Cuando quitaron las tablas, los 15 collages ahí estaban, pero no estaban las 6 cajas. Los trabajadores del ladrillo habían hecho de las suyas. México. 26 de junio, 2013 227 El PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS Y LA AMBULANCIA A las 10 de la noche el artista pintor Varzal se encontraba conduciendo su automóvil por el eje central Lázaro Cárdenas de la ciudad de México; era sábado y estaba lloviendo un poco; venía pensando en la terrible ciudad en la que vive, tan contaminada, tan jodida, tan corrupta; y eso que desde que hay gobierno de centro izquierda en esta metrópoli, ya se ha mejorado un poco la violencia y la basura de las calles. Tenía mucha hambre y no quería regresar a su casa, ya que su compañera no estaba (hacía una semana se había ido a visitar a su familia). Al pasar por la plaza de Garibaldi, ésta lo sacó de sus cavilaciones, ya que estaba llena de gente festejando, acompañada de grupos de músicos: había mariachis, soneros y cantantes norteños entonando huapangos, rancheras, corridos y sones. El ron, el tequila, el mezcal y las cervezas se vendían libremente en la calle, mientras las parejas bailaban al son de estas canciones a pesar de la leve lluvia que caía. El anuncio electrónico del estacionamiento decía que había 137 plazas vacías, tal vez actuó mecánicamente pero de pronto se vio estacionando a su Golf. –¿Señor, viene solo?, ¿No le gustaría ver a las 12 mujeres más bellas de Latinoamérica, totalmente desnudas? El Tenampa acaba de abrir un lugar allá donde se ve el toldo azul y blanco, y usted no pagará cover, es un streap tease bien chido, échese un taco de ojo y si no le gusta no hay tos -le dijo un adolescente, quien, sin que él lo quisiera, ya lo estaba cubriendo con un paraguas gigantesco. Como entre sueños, el artista pintor se vio sentado en una mesa, que estaba bien enfrente de la teibolera, a 107 cm de ella. La mujer, al ver que había un cliente, redobló sus movimientos alrededor de un tubo; luego llegaron más mujeres y más mujeres. El adolescente no había mentido, estaban totalmente desnudas, pero a él no le produjo nada verlas así. –Me acuerdo que de adolescente –pensaba Varzal–, en la radio, a veces mi madre escuchaba una radio novela policiaca. El policía, cuando se encontraba en problemas, le gritaba a su secretaria: -¡Dispare, Margot! ¡Dispare!. Me imaginaba a la dama, que como un rayo sacaba la pistola de su bolso negro y le disparaba al maleante, dejándole la cara negra; me imaginaba a una bella y sensual dama, con una boca carnosa 228 pintada de rojo carmesí; muy delgada, pero con unos turgentes pechos, caderas anchas; calzando zapatos rosas de tacón alto, vestida con una falda larga de color vino, pero con una gran abertura de su vestido que dejaba ver el liguero de sus medias negras; y al detective, un hombre alto, portando lentes de intelectual, guapo y valiente, vestido con un traje color azul ultramar, para poder fundirse en las sombras de la noche. Esa radionovela me producía más escalofríos que lo que veía hoy en esta noche, con las nudistas del table dance. Cuántas cosas puede uno imaginarse en las historias que uno oye o lee, pero que no ve. <<Ω>> Un día en su juventud, Varzal se topó con El Retorno de los Brujos, libro escrito por Louis Pauwels y Jacques Bergier, y se le grabó mucho el hecho de que hay que aprender a observar; él lo interpretó como ver-oír; después le aumentó oler-tocar. Ya que mucho tiempo antes, siendo estudiante en la Academia de San Carlos, a mediados de los años cincuenta los profesores de la clase de pintura les pedían que fueran a sacar apuntes a las sexo servidoras, a los pordioseros y cargadores. Al joven estudiante lo que más le interesaba, aparte de dibujarlos, era ver sus riñas, el coqueteo de las trabajadoras del sexo para atraer a sus clientes, oír sus palabras bien picosas, y atrás de su dibujo describía con letras las situaciones, y el estruendoso vocabulario de estos personajes. En esa época, le interesaba conocer eso que Marx llamaba el lumpen proletariado. Siguiendo con la anterior disciplina, en la parte de atrás de un apunte a lápiz de una niña con su chupón, escribió, el 25 de Marzo del 1998, mientras estaba formado en la fila del laboratorio de vacunas del Centro Médico la Raza, lo siguiente: –Yo paso con el doctor Godínez, quien es una linda persona, cura más con su cariño que con sus medecinas –dijo una señora. -Aquí llega uno con el doctorcito a la cita a las ocho de la mañana y el señor se va a dar conferencias, citas con su jefe o a almorzar, total que uno va saliendo hasta las tres o cuatro de la tarde. 229 La señora, cambiando la expresión de su rostro, continuó diciendo: -Miren, yo vivo en un pueblo de la sierra de Puebla. Un día mis sobrinos salieron a pasear al bosque; uno de ocho y el otro de cinco años; les agarró la lluvia y corrieron y corrieron, pero de pronto escucharon un fuerte trueno y a uno de ellos le cayó un rayo en el corazón; vieran ustedes que su órgano de la vida, donde Cristo y el Espíritu Santo se unen para comunicarse con sus creyentes, le saltó como cuando a un reloj se le botan las cuerdas y las tuercas, al caerle la luz del Satán. El Diablo se vengó así de una brujería que la madre de los niños quiso hacerle a un hombre que es adorador del rey de las tinieblas . Los pacientes que esperaban a que les entregaran un frasquito de vacuna, en silencio escuchaban atentos el relato de esta humilde señora de pelo blanco, quien vestía un delantal verde con dibujos de flores blancas y un rebozo gris con negro. –¿ Y a mí que me pasó?, figúrense que comencé con una rascadera, pues me picaban las piernas, los brazos, la cara y después me vinieron las calores. Fui al Seguro Social de mi pueblo y no me encontraron nada. Así llegué a la capital, a ver si aquí sí la hacían, y pos me encontraron que se me cayó la bilis y además soy de alergias al polvo y a las flores de mi pueblo. ¿Todo ustedes van a creer? Esto me dio por el coraje que hice por tener una nuera débil que no pudo hacerle daño a ese hombre que hizo pacto con el príncipe de las tinieblas. <<Ω>> Varzal está pintando en el monitor de su ordenador; en ese momento le llega un olor muy especial de la calle, se asoma por la ventana –acaba de trasladar su computadora al estudio de su esposa–, y en eso oye un fuerte silbido –¡Fiuuuuuuuuuuu!–, al mismo tiempo que sale un enérgico vaporcillo y el grito de ¡Hayyyyyy camotes! Sabrosos plátanos machos y camotes horneados en el horno de leña del carrito, se exhiben sobre el artefacto de lámina; un hombre quien pareciese un joven efebo de película, empuja su máquina, respirando los sabrosos olores de sus manjares ( olerver-oír). <Ω>> 230 Y le decía: -Si tú no vas al templo, Dios te va a castigar. Un día la hija de este pintor protestante francés-húngaro, se cayó de la bicicleta, fracturándose un dedo, el cual tuvieron que amputarle. –Ya ves, yo te lo había dicho, Dios te castigó. Pasaron los años y la adolescente creció, volviéndose una hermosa señorita; pero por el mundo religioso y represivo en el cual vivía, entró al mundo de las drogas. –Si no te arrepientes y buscas a Cristo, el Diablo te va a llevar a los infiernos. Entonces, la bella joven se suicidó. –Satanás ganó, yo se lo había advertido –dijo el padre. <<Ω>> 2 de febrero de 1999. Cita en la clínica de hígado. Esperando Varzal su turno para ver al médico en el Hospital de la Raza, observa a dos mujeres sentadas en una banca de madera recién labrada. Una de ellas es una humilde anciana; vestida con una falda negra, con una blusa blanca bordada de pájaros y flores de colores; no lleva ni anillos, ni aretes, ni un collar; su pecho esta atravesado por un rebozo gris –dibujando unas carrilleras–, y aunque hoy es un día muy frío, su atuendo es muy ligero para protegerla. Su pelo esta totalmente blanco y cae suelto como una cascada por sus espaldas. Sus manos reposan en su falda como dos pájaros que se acarician constantemente; su vista está perdida, como si no escuchara, distante, quizá pensando en este siglo XX que pronto se terminará. En su expresión no se lee ni angustia ni alegría; solamente el trabajo y el tiempo han marcado su rostro, que parecería grabado por un arado, ya que marcados surcos recorren su piel morena, quemada en los campos de siembra por el sol. Sus labios son bastantes finos, pero las comisuras caen, delatando indiferencia o aburrición; mientras que sus nasogenianos, grietas que salen a los lados de la nariz 231 hacia los costados de su boca, están profundamente cincelados: quizá cuando ella fue joven vivió dramas espectaculares. Esta anciana escucha sin pestañear a una señora de unos 50 años, la que tiene su pelo castaño coronado por una peineta de plástico, con unas trenzas tejidas. Su apariencia es la de una religiosa de provincia, ya que viste una falda de color gris monja, una blusa negra, zapatos y calcetines blancos; de su cuello cuelga una cruz de Taxco en filigrana de plata, y tiene arriba de su boca un vello espeso. Se parecería a esas devotas de la fe cristiana, si no fuera por sus ojos que por momentos se desorbitan y por los rasgos de su cara que se marcan profundamente al gesticular expresando odio; es muy delgada, pero sus manos huesudas y rostro son fuertes; habla y habla moviendo la mano derecha a la que parecieran estallarle las venas. A estas señoras Varzal ya las había visto antes, ya que han coincidido con el día de su consulta. Recuerda que esta misma señora, en una ocasión que leía el libro “Le Monde de Sophie” de Jostein Gaarder, hablaba en voz muy alta, y no lo dejaba concentrarse en su lectura. En esta ocasión recordando su fuerte vocabulario, intrigado el artista, se acerca a oír lo que dice, sentándose junto a ellas. –Tú ves, es lo que te digo, yo no me meto con esa señora; pero esa hija del diablo es la que siempre me ofende. Tú ves, ésa no está a mi altura con su boquita asquerosa. Tú ves que a sus marranos los lleva el domingo, día de mercado, a comer mierda en el basurero y cagadero del pueblo, y en el chiquero de su casa, donde los guarda, es el lugar que utiliza la familia para hacer sus santas necesidades. Una vez invitaron a María del Rosario a comer a su casa y cuando quería descargarse el estómago, le dijeron de ir al chiquero. Nos contó que los puercos nada más estaban esperando a que ella terminara; cuando ya se limpió, los marranos casi se le echaron encima para comerse la mermelada. Dios es testigo que yo no me meto con ellos. La palabra de Dios y el santo sacramento me ayudan a aguantar sus pinches ofensas. Los pacientes que esperan, no hacen caso a los gritos con los que esta señora habla; quizás están pensando en sus propios maleficios. 232 –Tú ves que yo ya les dije que amarren a sus cabrones chuchos que siempre que paso me ladran, y también les pedí que pongan un tapón al hocico de esa verdulera. La sangre de Cristo y la santa hostia los van a castigar. Yo ya se lo pedí a la Virgencita de Guadalupe, que bien se sabe es muy milagrosa, y le prometí que iría de rodillas a la Basílica de Guadalupe, o caminando descalza hasta Chalma, si logra que a esta infame bruja pecadora y a sus engendros del mal que le nacieron tan perversos, les cayera la peor enfermedad, que los hiciera que sufrieran de fuertes dolores hasta la muerte. -Y si la Virgencita no me hace caso, iré a ver a doña Carmen Martínez para que les haga una brujería; porque ella, invocando a Satanás, recibirá su ayuda: él sabe bien que ella lo sabe hacer. La anciana que escucha oye un poco mal, ya que dos o tres veces se ha colocado una mano en su oído para oír mejor; puede ser que esta viejita sea la progenitora de la que habla mucho. –Tú ves que El Luis se aplatanó cuando le dije que los fuera a madrear. Eso sí, para ir a jugar pelota no le importa romperse los huesos. Es un bravucón de mermelada. Tú ves que esta vieja puta siempre anda de chismosa diciendo que camino con el culo apretado, que no salgo de la iglesia y que seguro voy a revolcarme con el padrecito. ¡Ay, el cura que es tan bueno conmigo! Vieras cómo me recibe cuando le llevo una gallinita, o a veces sólo huevos; o el día cuando le regalé los calcetines y que me dio besitos en la oreja y en el cuello de agradecimientos. <<Ω>> Es 13 de Diciembre de 1999 y como Varzal necesita unos tornillos especiales con sus rondanas de presión, sale a una tienda especializada que está en la avenida Robles Domínguez, en su barrio de la colonia Vallejo. Camina por la calzada de los Misterios y delante de él van tomados de la mano dos adolescentes. El aullido penetrante de una sirena lo saca de sus cavilaciones, pero en el momento no localiza el origen de este sonido. El jovencito tendrá alrededor de trece años, con los ojos verdes y cabellos castaños, y ella unos doce: sus ojos son negros igual que su cabello. Van vestidos con los uniformes de su escuela: suéter verde, pantalón y falda caqui con tenis blancos... y cargan los dos en la espalda unas mochilas de útiles escolares. 233 Al acercarse más a los enamorados, oye que comienzan a discutir, ya que la pareja se detiene. –Yo soy una muchacha seria que cree en Dios; una novia seria –corrigió– pero tú eres aún un niño que no sabe comportarse en público y si no dejas de hacer con tu boca ese endemoniado ruido, imitando una ambulancia, nuestro noviazgo se va a terminar. El adolescente, sin decir una palabra, comenzó a correr entre los transeúntes abriendo los brazos como alas; aumentando el volumen del sonido, que salía de lo más profundo de su pecho, modulándolo entre sus labios y sus incisivos, alejándose con rapidez, para perderse entre el tránsito de la urbe. Su resonante ruido se fue diluyendo entre el barullo de los vendedores ambulantes, el padre nuestro de los creyentes, el dolor de los niños de la calle, el ¡Ayyy! de los atropellados y el ¡Arggg! de los asesinados. <<Ω>> Esa noche en el Men’s Club las mujeres del table dance habían hecho que Varzal se aburriera, ya que todo era tan vacío, mecánico y falto de imaginación. Terminó su coca-cola, pagó sus 40 pesos y salió igual que había entrado. El adolescente del paraguas que lo llevó al club, habría agregado en el camino “... y saldrá inflamado de lujuria”. El jovencito había mentido. En el mercado de comidas de Garibaldi los olores brillaban; el artista ya se veía saboreando el pozole, las sabrosas carnes asadas, las tostadas de pata, la birria; los tamales de rajas, los de mole con pollo o los de dulce para tomar con champurrado o con atole de vainilla; y en los puestos de postres, los tejocotes en almíbar, los buñuelos, el arroz con leche o los chongos zamoranos. Esa noche comió como un desesperado, oyendo las carcajadas de los comensales y la música de un organillero. –¡Carajo!, cómo amo a la Ciudad de México y a sus putas; pues soy más urbano que las banquetas –dijo al fondo de una larga mesa, golpeándola con la palma de su 234 mano, un borrachín, quien a las 12 de la noche se bajaba la borrachera con un plato de pancita bien picosa. Ciudad de México. Agosto 2000. 235 EL CRUCERO Y EL TOBOGÁN DEL LABERINTO Mientras esperaba su turno para ver al radiólogo, el pintor Varzal dibujaba para aprovechar el tiempo. A su lado izquierdo se encontraba una señora que esperaba tejiendo un enorme mantel, que tenía extendido hasta las piernas de su esposo. Yo pienso que igual le sucede a ella, como le pasa al artista pintor, el hecho de dibujar lo libera de sus fantasmas. Ella, al bordar, se perdía entre la telaraña de sus hilos; el problema es que cuando la tejedora levantaba la aguja de la tela, pegaba su puntiagudo instrumento, justo a unos centímetros cerca de la cara del pintor. Él cubrió disimuladamente sus ojos con unos lentes y apartó lo más que pudo su cara de aquella aguja. Algo extraño pasó de repente, viendo de reojo a su vecino de banca, quien era un jovencito que tenía la cara parecida a un paisaje abrupto. Se dio cuenta que el muchacho masajeaba, una a una, las pequeñas protuberancias de su mejilla para enseguida, apretando sus dedos con mucha energía, exprimir las espinillas y el contenido que se quedaba entre sus yemas se lo llevaba a la boca; el pintor, pensando que veía mal, concentró su vista. El jovencito en otro intento, apretó con fuerza otro volcán: explosión que soltó una putrefacción amarillenta, la que enseguida llevó a sus labios, para después masticar como si fuera un chicle de la mejor marca. Afortunadamente en ese momento llamó el radiólogo al jovencito y el pintor tomó su lugar para alejarse más del peligro de la aguja de la bordadora. Pensando en lo que le iba a decir al especialista, hizo que pronto se olvidara de esta angustiante escena. <<Ω>> Varzal, al dejar de dibujar en esta larga espera, comenzó a leer el periódico del 23 de septiembre de 1996, en donde con letras grandes se leía: ”Congelan el caso Salinas”. Había unas 10 personas; él esperaba, igual que otros pacientes, para hacerse un examen de ultrasonido. A su lado se había sentado un señor que parecía ser un campesino, con unos enormes bigotes blancos que caían; los rasgos de su cara estaban tan marcados que parecían grietas de una tierra reseca. –¿Cómo va lo de Carlos y lo del PRI? –preguntó el señor de las arrugas, al ver que leía el diario La Jornada. 236 –No han querido, o no han podido expulsarlo de su partido –contestó el artista–, fue puro teatro que hicieron los priístas, solo para propaganda de su asamblea, donde iban a renovar sus estatutos. –El PRI y el gobierno –le comentó su vecino con un acento del sur de México–, son incapaces de deslindarse de los compromisos que tienen con el ex presidente. Por eso no pueden juzgarlo, y menos encarcelarlo. –Acabo de leer algo parecido que declaró Cuauhtémoc Cárdenas del PRD. –dijo el pintor. –Es que yo leo muy temprano el periódico, ahora que vine a la capital, usted sabe, yo vengo del estado de Guerrero, allá tengo un pedacito de tierra para sembrar –le contestó el campesino. -O más bien es mi esposa que me lee el periódico, porque yo soy iletrado, y yo repito como perico lo que ella me dice. Como no podía seguir con su lectura por platicar con este hombre, Varzal sacó un dibujo que había dejado de trabajar y se puso a dibujar mientras platicaban. –¿Qué es lo que dibuja? ¿ Es usted pintor? –Es un caballito de mar, un hippocampus. –Así no son esos animalitos: quitándole su lapicero al artista, al mismo tiempo que sacaba una hoja de papel de una bolsa de cuero. -Es que los caballitos de mar no tienen alambres, ni... ¿qué son?... ¿cuadritos, cajas, pajitas?... y sus cabecitas son como de huesitos... así son, mire usted. –Le quedó muy bonito su dibujo, se lo cambio por el mío –le dijo el pintor–, al ver su bello bosquejo al estilo arte bruto. –No quiero ser malo ni mal educado con usted; pero quisiera regalárselo a mi nieto, para que vea qué bonito dibuja su abuelo. –¡Respire profundo!, ¡Suelte el aire!, ¡Respire normal!, ¡Meta mucho aire!, ¡Sosténgalo!, ¡Descanse!, ¡Pase el bario!, !Puje¡, ¡Tosa!... Gritaba a todo pulmón un especialista que tomaba radiografías en una sala cercana. 237 –¡A ése aquí le dicen El Académico! –dijo el campesino, al oír los gritos de mando del radiólogo. -Es un argentino, quien más bien parece militar, o locutor de radio ¿no es cierto?... <<Ω>> Varzal salió corriendo del laboratorio, ya que tenía una segunda cita, ahí mismo en el hospital, para hacerse una endoscopía, y antes tenía que pasar al archivo. Para esto recorrió varios pasillos y subió escaleras eléctricas; cuando se dio cuenta, se había perdido en ese Centro Médico La Raza, el cual parece ser un laberinto sin fin. Preguntando a unas enfermeras, le indicaron por dónde seguir, dándole permiso de pasar entre los pasadizos de un laboratorio, para llegar a donde estaba la oficina. -¡Dios mío, Padre eterno!, ¿qué cosa tan fea o mala habré hecho para que me hayas castigado así? -alcanzo a oír a una señora que se quejaba, y de reojo vio que era una mujer de unos 50 años a quien se le dibujaba un enorme bulto en la espalda. <Ω>> Se instala en la fila para pedir sus documentos en una oficina; afortunadamente solo hay 3 personas; al lado hay una repisa que sirve como mesa; aprovecha para leer unos documentos que le acaban de entregar. De pronto, su brazo sintió cierta presión de otro brazo; siguiendo inmerso en su folder, pero enseguida siente otra vez una presión insistente y unos pequeños golpecitos, retirando en seguida su brazo; un instante después siente que un dedo se introduce dentro de su mano. Entonces, de reojo, ve el rostro de una mujer muy madura; enseguida siente unos bultos flácidos que se hunden entre sus omóplatos, seguido de unas caricias a sus glúteos. Cuando volteó decididamente a verla, la mujer alzó su falda para mostrarle sus calzones de brocados rojos. Al regalarle una sonrisa, las arrugas de su cara se acentuaron más; mostrando el rostro de una mujer anciana, de más de 80 años: sus piernas y sus brazos parecían sacadas de un libro de árboles secos; su cuerpo desgarbado se movía mimando la lujuria para invitar a compartir su libidinoso deseo. –No tenemos su expediente, señor Varzal –le dijo la secretaria–, tiene que ir al archivo que está en el sótano del edificio que da a la Avenida Vallejo. 238 Así continuó otra vez, a bajar varios pisos y a recorrer interminables túneles, entre esta enmarañada arquitectura. Al salir del edificio, éste proyectaba una espesa sombra sobre una explanada, dejando adelante un espacio con mucho sol: un paciente se calentaba con sus ardientes rayos: estaba vestido solo con la bata azul cian que dan a los que están hospitalizados: su bata estaba abierta por atrás y se le veían sus nalguitas; el hombre, de pelo blanco, era muy delgado: tendría unos 85 años; parecía estar petrificado. –No, señor, aquí no está su expediente -le dijo el guardián de los miles de archivos de los pacientes–, puede ser que lo tenga su médico. –No, yo no lo tengo –le contestó la secretaria de su médico–, tiene que ir a la dirección de especialidades a protestar por la pérdida de sus documentos. Mientras preguntaba qué túnel tomar a una enfermera que iba entrando a un consultorio, un hombre de unos 70 años llega con la cabeza agachada; de su nariz gotea constantemente sangre, la que cae en una bacinica de plástico que él mismo sostiene; el bacín está casi lleno del líquido. –Sufro de hipertensión -explica el enfermo a la enfermera. –Tengo más sangre de la debida, y tiene que salir; sale por la nariz porque ahí tengo un vasito roto. A este señor de pelo cano lo acompaña su hija, quien está muy enojada, ya que la enfermera le dice que no puede atenderlo, pues es necesario que llene una hoja con todos los datos del paciente y que para esto hay que ir a las oficinas del tercer piso. Enojada, la hija del hombre que sangraba, con furia le gritó: -¡Eso sí!, si viene enferma tu madre, la atiendes tan rápido como te sale un pedo, ¿no es cierto?. Pero si se muere mi padre, te voy a demandar, pinche cabrona, a ti y al pinche director del Seguro Social. Varzal continúa buscando según las indicaciones que le dio la enfermera y al pasar por los Consultorios de Hematología, una señora de unos 70 años dice gritando: –¿Aquí es donde sacan sangre para los que tenemos cáncer? Nadie le contesta, 239 y sin inmutarse comienza a hablar sola, haciendo una lista de todas sus enfermedades. Una señora inmensamente gorda se le acerca, la mira sin decirle nada, quiere platicar con ella pero no puede, es demasiado tímida; hay una docena de pacientes que la miran interesados: la mujer, al ver que ya comienza a tener un público que la escucha, sigue hablando, pero ahora con un tono más fuerte: -Tengo cáncer, pero no me duele nada por esta nueva enfermedad, y ahora me dice el doctor que quiere quitarme un pequeño tumor canceroso, pero yo no quiero, yo ya no quiero vivir, yo solo quiero que el doctor me diga cuántos días tengo de vida y después yo me quiero morir. El problema que tengo es que tengo un hijo que tiene 42 años y él me quiere mucho, vieran qué chiqueado es; quiere que le esté yo dando de besitos cada rato y que yo le prepare su comida y que yo le sirva la comida; y yo, antes del cáncer, quería verlo cuando se enfermara para yo cuidarlo; y si se me ponía muy mal algún día, pues ayudarlo hasta verlo morir, para después darle mis bendiciones. Pero yo soy la que ahora me quiero morir, no quiero sufrir más, con las ya de por sí enfermedades que tengo, saben ustedes, como ya se lo había dicho hace rato: tengo reumas, diabetes, ya me operaron de las varices hace 4 años, me quitaron la vesícula hace 3 años; de mi vista estoy muy bien, pero ya se me olvidan las cosas; me operaron de una hernia en la ingle hace 2 años; señores, les diré que esto si me dolía, pero el cáncer no me duele, ya que por más que me toco donde me dice el doctor... ahí no me duele. Ya estoy cansada de tantos exámenes y análisis, a cada rato me ponen a cuatro patas, que para esto que para lo otro-. <<Ω>> En el Archivo le dan una hoja sellada donde dicen que le den la cita, pues su expediente está perdido; el doctor le envía por unos análisis a un laboratorio que está dentro del gran complejo del hospital. Sale por la calle Seris y al llegar al circuito interior dobla a la izquierda; a unos 100 metros se encuentra la entrada. Cuando se va acercando, ve en el quicio de una de las puertas del hospital a una vagabunda sentada, pidiendo limosna: es una mujer de unos 50 años, muy delgada y se le ve un poco mal de la cabeza: tiene los ojos desorbitados. En ese momento un niño de unos 5 años avanza jugueteando, su madre le dice que deje de jugar, que no vaya a hacer una tontería; cuando el niño pasa delante de la pordiosera se le cae el frasco que traía entre los brazos: al caer, revienta, y la banqueta se llena de mermelada. La madre toma al infante de la mano gritándole 240 muy enojada, y continúa caminando rápidamente, casi arrastrando a su hijo, mientras éste llora. A la infeliz vagabunda se le abren inmensamente los ojos y, sonriendo, con gran alegría se lanza boca abajo al suelo, para comenzar a absorber a grandes bocanadas el sabroso néctar de esta conserva de frutas llena de vidrios. -Nadie la ve, aunque los transeúntes pasan a unos centímetros de ella: todos tienen prisa. Yo me quedo inmóvil, pensando que no importa que los dulces tengan veneno, al fin, ¡¡¡qué ricos son!!!!! Al fin, un día, habrá que morir, y entre más dulce y rápido mejor. <<Ω>> Un día, estando en Tecolutla, Veracruz, cuenta Varzal: –Algunas veces, mi esposa y yo vamos a comer a La Trucha Vagabunda. Esa vez, pedí un caldo de mariscos. Después fuimos a ver-oír las historias que se contaban, pues el agua del mar y del río, dicen, habían entrado hasta la placita del centro a una altura de dos metros, arrasando casas, árboles, lanchas, y abriendo un arroyo-río, partiendo en dos al pequeño puerto; en la tarde vamos a nadar a la playa. –Al otro día regresamos a comer a la Trucha Vagabunda, y el mesero, que ya nos conocía de años atrás, me preguntó: -¿Cómo le fue ayer con la sopa de mariscos? Era un poco pesada ¿No le afectó un poco la salud? -Bien, pero tardé un poco en digerirla, por eso en la mañana no desayuné nada, le contesté. -Eran las 4 de la tarde cuando dejamos el puerto, el sol calaba intensamente; habíamos reservado en el Hotel Colonial de la ciudad de Tulancingo, hotel de lujo extremadamente barato, al cual nos gusta ir seguido, pues tiene un restaurante, también de lujo, donde sirven una comida exquisita, una excelente carne asada con papas fritas y guacamole o con chilaquiles, a solo 12 pesos; la sirven con una serie de panecitos que son una maravilla. Si pide uno o dos cafés, le traen una jarra llena de 2 litros, cada café a 2 pesos, dos cafés a 4 pesos; y si se termina uno la jarra, la vuelven a llenar por el mismo precio…. Y los excelentes postres… Los asiduos son burócratas, campesinos, obreros, familias pobres y ricas del lugar… Esta ciudad yo la conocí desde los 4 años, cuando 241 mi padre me llevaba en tren, donde tenía unos amigos, para luego irnos a Honey, Naranjastitla, Pahuatlán… Tulancingo era una ciudad muy fea, llena de lodo, basura y polvorienta. Hoy es una ciudad hermosísima llena de bellos jardines, una estación de tren, con un vagón restaurante donde come uno comida tradicional, ahora museo, porque ya no hay tren. -Los chismosos o mitómanos del pueblo cuentan que hay tantos lugares bonitos porque el dinero narco se ha lucido, aportando para la belleza de Tulancingo. Nosotros a veces la tomábamos como cabecera para ir a visitar Pahuatlán, o rumbo a Acaxochitlan, Huauchinango, la fea Poza Rica, Tecolutla, Nautla… O si no, tomábamos la carretera rumbo a la ciudad de Pachuca, Mineral del Monte, visitando los pueblitos, donde a veces nos quedábamos, si encontrábamos alguna posada… -Habíamos viajado unas 5 horas de regreso de Tecolutla, fuimos inmediatamente a cenar al restaurante, pero yo no me sentía ya muy bien, y lo que pedí no pude comerlo; a las cuatro de la mañana, mi cuerpo eliminaba casi toda el agua que tenía, e inmediatamente nos fuimos a un hospital de Salubridad pública que estaba abierto toda la noche; con las informaciones que nos dio el velador del hotel nos perdimos: -Vaya p’arriba, luego a la izquierda, baja, luego en U inmediatamente, cuando vea un gran árbol, luego derechito, derechito, va a ver una casa amarilla… Ahí esta lueguito, a la derecha… Si no, le pregunta a alguien: por acá son rete güenos para informar, no se preocupe -me dijo. A esta hora no había nadie, las calles estaban aún bañadas por las espesas sombras. Cuando llegamos había mucha gente, durmiendo en el suelo en espera a ser atendidas. A las 9 de la mañana salió una enfermera y nos dijo que tenían preferencia las mujeres embarazadas, que había muchos partos urgentes y solo había un solo médico: Zalimos, con Z de Velocidad, corriendo al DF. En 2 horas 40 minutos llegamos al Hospital de la Raza. Urgencias ya no estaba ahí, y nos enviaron a otro hospital. De pronto me acordé que era martes y que mi doctora daba consulta; la doctora llegó hasta las 12 hrs. La especialista me auscultó y luego tramitó dentro de La Raza mi hospitalización; a las 10 de la noche me dieron una cama… 6 días hospitalizado, a causa de los ostiones que estaban ya en mal estado,,,,. ¡¡¡Ah!!!! esa Pinche Trucha Vagabunda… ¡¡¡%$3?¡¡¡ ?!!!©øM… ¡¡¿ ∂æ ## ∞¢¬ >@<!!!!!:… <<Ω>> 242 Al pasar por donde el anciano toma el sol, ve que tres mujeres se le acercan y le dicen: ¡¡Papa!! ¿pero qué estás haciendo aquí? Y enseguida le cierran la bata para que no siga mostrando sus nalguitas arrugadas. –Es que allá arriba nunca entra el sol a los cuartos. Vi que acá abajo estaba muy soleado y le pedí a una señora que visitaba a su enfermo si podría prestarme la capa que se había quitado; salimos juntos y cuando estábamos abajo se la entregué; le dí las gracias a la señora por ayudarme a escapar. Pero qué rico está el solecito ¿o no?. Varzal aprovecha para sentarse en una banca vacía y descansar un minuto; aprovecha para leer una carta de su amigo Filiberto que vive en Canadá, país que le dio asilo después de que a su compañero lo asesinaron en México, por un acto de homofobia. Les cuenta sus desdichas: Me dio lo que llaman nervio ciático, y esto ha hecho que mi vida virtualmente se ha ido a la basura.…Hay veces que me pregunto si nací para fracasar, pues no es posible que al año de haber tocado este bellísimo país me haya atacado esto. No tengo ni para unos tenis. Es vergonzante que a mi edad ni eso haya logrado, es indigno. No sé si por la enfermedad o por torpe, que nada logré en la vida, y les advierto que esperé a no estar deprimido ni exultado, sino en el justo medio aristotélico para escribirles. …intenté 3 veces trabajar… y solo fracasos, pues la enfermedad me causaba un dolor tan fiero que moría porque no moría. Como no hice servicio militar mexicano no tengo derecho a pasaporte mexicano y pues ni modo. Tal vez estudie una carrera otra vez… me faltan dos años de carrera aquí para tener un diploma de aquí…lo malo es que ya me siento medio viejo y estoy ya muy inutilizado. Nunca volví a saber de Delia. Pasó lo que tenía que pasar y es que le puse el alto. El 24 pasado fui con Hernández a su casa de Quebec, hemos, gracias a ti, que me pusiste en contacto con él, hecho una muy buena amistad, él, su esposa y yo. Si, les contaré que sostengo una seria relación con un francés de aquí, es un hombre muy valioso y nos queremos y respetamos mucho. <<Ω>> 243 El pintor vuelve con los análisis al segundo piso del Hospital La Raza. Los pacientes esperaban en sigilo. La sala en este piso es gigantesca, algo así como el espacio que necesitaría Superman para retozar un poco. –¡¡¿¿Dónde están las escaleras?!! –este grito hizo que los pacientes salieran de su disimulado silencio, para ver a un anciano delgado vestido con una chamarra de tela azul, quien blandía su bastón, haciéndolo vibrar, dirigiéndolo hacia la gente como si fuera un arma. Una señora muy molesta comentó: -Pero aquí no es un manicomio, para que haya locos. -Qué imprudente ¿no cree usted? –le dijo a Varzal con una voz muy suave una señora de unos cuarenta años, vestida con un uniforme blanco. –Soy enfermera y entiendo muy bien lo que pasa. Yo trabajo en el edificio de enfrente de este mismo hospital, asisto a los médicos en el nacimiento de los niños, y también en lograr que estos bebes continúen con vida; porque hay muchos que nacen teniendo menos de 700 gramos; a veces son tan pequeños, que les tenemos que dar calor con las manos, tocándoles su cabecita y todo su cuerpecito; es necesario darles calor, porque ya no tienen el que les daba el vientre de la madre. Estos pequeños tienen la piel tan transparente que se les ve latir su corazón y se ven sus intestinos cuando se mueven. -Allí, en ese edificio que usted ve, allí es donde comienza la vida: divididos solo por 25 metros que tiene la calle interior, están la maternidad y el hospital de especialidades. -Usted verá, aquí, en este edificio, gente como este anciano que ya están del lado derecho de la vida. Un instante, 25 metros, son solo un instante entre el edificio de la izquierda y el de la derecha, es el tiempo de la vida. En este corredor con pequeños árboles y una fuente, la gente camina rápido, unos trayendo a sus mujeres a parir, otros a sus familiares a curarse o muy graves casi muertos; pero en la fuente hay gente que esperan sentados en el borde: unos ríen alegres, otros, tristes, lloran por algún pariente que acaba de partir al infinito; y hay las parejas que se abrazan y besan, apaciguando con el rocío del chorro de agua de la fuente sus deseos. Éste es un crucero para ir donde se alumbra o para ir donde poco a poco el moribundo se apaga. Es un crucero entre la vida y la muerte. 244 –¡¡¿DÓNDE ESTAN LAS ESCALERAS?!!, escuchándose otra vez este grito de rabia incontenible, del anciano de condición humilde, cuya angustia se marcaba en sus ojos y en su boca. –¿¡¡¡¡DÓNDE ESTAN LAS ESCALERAS?!!!!!!!!!!, gritó en una tercera ocasión, y esta vez los vidrios del coloso de la salud temblaron por la voz aterrorizada de este mortal, al que nadie se atrevía a acercarse. Todo el piso estaba de pie. Hasta que una anciana, que sonreía con la solución de este acertijo, se le acercó, diciéndole algo al oído; y tomándolo de la mano le pidió que la siguiera. Él, como un bebé, dócilmente se dejó llevar, y ella, adelante, como un lazarillo, caminaron hasta perderse en la multitud, dirigiéndose al tobogán de este laberinto, el cual conduce a un lugar aún más desconocido. Ciudad de México. 1997-2000. 245 UN CAMINO A RECORRER LAS TRES EVAS Varzal estaba recostado, descansando en su cama, recordando sus viajes por todo el mundo, y cómo le había gustado tanto viajar, porque su padre había sido ferrocarrilero –aunque su papá estaba en los talleres de reparación de los vagones, ya que era carpintero, y en esta época, adentro de los trenes, todo era de madera. A don Maximino le encantaba viajar junto con su hijo, aprovechando sus pases gratuitos de Ferrocarriles Nacionales. Varzal era el último hijo de una familia de siete hermanos y es por eso que su padre cargaba siempre con él en sus paseos. Recuerda que en 1946, a los cinco años de edad, había ido solo en el tren para ver a sus tíos, que vivían en un pueblito de la sierra de Puebla. De vez en cuando, en el transcurso del viaje, pasaba el checador de boletos o un vigilante a echarle un ojo o a platicar un instante con él en sus momentos de descanso. Esa vez, soñando al ver los hermosos paisajes y a los indígenas que subían al tren con sus racimos de pollos y con sus guajolotes, algunos cargando un puerquito o una cabra, se propuso conocer todos los pueblos del mundo. ¡Uf! a esta edad, todavía le faltaría un largo camino por recorrer. Su medio hermano contaba siempre a su madre sus viajes, que hacía con sus camiones “Tortons”, con los cuales acarreaba la fruta que cosechaba en sus propiedades de los estados de Veracruz y Yucatán, fruta para el antiguo mercado de La Merced, donde tenía una bodega para vender sus sandías, papayas, naranjas y otras sabrosas frutas. –Cuando quieras ir a pasear en uno de mis camiones, yo te pagaré todos tus gastos. Tú sabes que si quieres ir a Yucatán, se hace más de una semana de ida y vuelta. De regreso, con la papaya, el camión viene más lento, pues en el camino se va madurando. Sé que este viaje te ayudará mucho en tu carrera artística, porque puedes ir a ver las pirámides –le propuso Epifanio, ese día que fue a visitar a su mamá, al ver el interés con que lo escuchaba. El joven pintor estaba sorprendido con la proposición de su tan querido medio hermano Epifanio y titubeó un poco para aceptarle su propuesta. 246 Aunque ya había hecho otros viajes anteriormente, quizás mas interesantes. Como el que hizo a los 14 años cuando su madre le pidió que fuera a ver a su padre en la parte alta de la Sierra Mixe, al norte del estado de Oaxaca, donde estaba organizando lo que él llamaba La Ciudad Circular, un sueño que convertía en realidad. Construyendo la nueva ciudad, en trabajo colectivo con algunos de sus compañeros ex sindicalistas y otros que conocía que eran obreros o campesinos, le explicaba su padre en el lugar: -Mira, todas las calles convergen hacia un punto, el cual es el corazón de la comunidad. Estas estructuras de madera y bambú que brotan de la tierra comienzan a modelar la Iglesia (la Religión), ocupando solo la mitad de la glorieta, y en la otra mitad, se construirá el granero (el Socialismo), pues lo importante es salvar el alma del hombre en el cielo, pero principalmente su vida en la tierra. Llegó después de un viaje que duró un día y medio en una lancha construida con un árbol ahuecado, remontando la corriente hacia la Sierra Mixe por el río Jaltepec, desde Jesús Carranza en el estado de Veracruz. Eran las 11 de la noche, el enorme y pesado cayuco se detuvo a medio camino, desembarcando a los casi 20 pasajeros, quienes se instalaron bajo un techo de palma en plena selva, y el lugar para dormir eran unas rudimentarias hamacas. La vegetación y la noche eran espesas y la gente no se alejaba mucho para vaciarse la vejiga. Varzal por más que quería dormir no podía, pues la selva carecía de silencio, los gritos de los monos, de los pájaros nocturnos, el rugido de algunos carnívoros y el correr de las ratas de campo en el techo, convertían la atmósfera caliente en un infierno. Para tratar de calmarse, le vinieron a la memoria recuerdos de su padre. Tendría alrededor de 5 años de edad cuando el señor Maximino colocó sobre el banco de carpintería una tabla de 15 cm. de ancho por 2.50 m. de largo, prensada fuertemente; el madero sobresalía unos 70 cm. de la orilla del banco. En seguida lo subió sobre la tabla, colocándolo para que se montara sobre ella; le dio un serrote para luego ponerle una tira de madera sobre las piernas, diciéndole: -Cuidado con los güevitos, la tira es para evitar un accidente. Colocó sus dos manos sobre las de él, que asían el serrote, y comenzó a guiarle para cortar la tabla y sacar dos tiras. 247 Se acababa de quedar dormido cuando lo despertaron, eran las 4:00 de la madrugada, y había que continuar el viaje por las aguas fluviales del río Jaltepec. Al atardecer llegaron a un acantilado de unos 10 metros, Varzal bajó su maleta en una base hecha de troncos que servía como puerto y donde había 8 enormes cayucos estacionados; había que subir por una escalera casi vertical labrada en la misma tierra con troncos como escalones, donde en la cima, al ver que del cayuco descendía un pasajero, ya lo esperaban unos hombres fornidos, quemados por el sol, quienes lo ayudaron a cargar sus cosas. Su padre no estaba, lo fueron a llamar y tardaría varias horas en llegar. –Es tu madre quien te envía ¿verdad? –le preguntó su padre al verle–, y continuó sermoneándolo: -Ella cree que tengo otra mujer, ¡es tan celosa! Claro que aquí hay una señora que me ayuda en los quehaceres de la casa, me lava, me plancha, hace la comida. Yo tengo tanto trabajo aquí, no sólo como responsable religioso de la comunidad sino también como organizador de la construcción de las calles, las casas, la siembra… el Socialismo; hemos ido a investigar cómo hacen los indios mixes sus chozas: primero, hacen una estructura de bambú para luego vaciar una mezcla que hacen con tierra, estiércol y paja. Luego tengo que organizar el transporte para que los indígenas lleven a vender su maíz que les sobra a la ciudad. Para eso tenemos que construir lanchas utilizando árboles que hemos tirado a fin de tener espacio libre donde construir el pueblo, y tener lugar para sembrar; y yo estoy en todo esto, trabajando con mis manos. También participo en la siembra del maíz. Estamos construyendo un criadero de peces, además de que pescamos con lanzas hechas de ramas en el río. En la madrugada, salimos a cazar tepezcuintles; ya conocerás a esos marranitos salvajes que hay en la selva. A los indígenas, les enseño a construir muebles, que después vendemos en Oaxaca o Veracruz. Escribo junto con un grupo de responsables los reglamentos y proyectos de trabajo para todos estos hombres que me siguen. Todo eso tengo que hacer, y cuántas cosas más, y ya verás que no hay tiempo para lavar ropa o hacerme de comer... Su padre se volcaba en explicaciones y él quería darle un abrazo para saludarlo, pero le señaló con un dedo una silla para que se sentara bajo la sombra de un techo de palma, que era una bendición, por el implacable calor del mes de junio. 248 –En unos días cumpliré mis 14 años, quizá mi padre lo va a festejar –pensaba el estudiante de arte; mientras, un hombre que lo observaba insistentemente ya le servía un café y ponía en la mesa unos panes hechos por la comunidad. Su hermano Andrés ya había estado dos meses en este lugar dos años antes, durante las vacaciones escolares y le contaba cuando estuvo en este lugar de sus aventuras, de cuando iba a husmear a Isla Verde, una isla que estaba en medio del río Jaltepec donde vivían unos güeritos alemanes. Andrés conocía solo la entrada de la isla, ya que estaba prohibido entrar al lugar, e iba acompañando a un campesino que les vendía legumbres. –Si vieras que rete chulas están las güeras. Anímate ahora que vas a irte, para admirar lo que es bueno. Pero no puedes ir solo, te doy el nombre del vendedor y le dices que lo acompañarás; desde la puerta se alcanza a ver un poco a las mujeres en el interior… Su hermano Andrés ya no pudo regresar a visitar a su padre a la Sierra Mixe, pues en esa tierra tropical se había enfermado de paludismo. Un día, desesperado, Varzal, haciendo un esfuerzo sobrehumano para contener la respiración bajo el agua, se rascaba la cabeza porque la única reacción al verse perseguido por un ejército de avispas, fue tirarse al río. Los insectos se le habían metido en su abundante cabellera; sus dedos impacientes arrancaban una a una cada avispa, mientras trataba de ahogar a estas negras pesadillas. Cuando sentía que ya iba a reventar, una mano lo jaló del cabello, sacándole la cabeza del agua. –Así no vas a matar a las avispas, la única solución será cortarte el pelo –le dijo el señor Villalobos, mientras que unas señoras acomedidas insistían en sacarlas. Pero como estos insectos se habían hecho una masa viviente que picaba, todos decidieron ir por el peluquero, a quien le costó mucho trabajo quitarle el pelo con todo y avispas. Ya no volvió Varzal a aceptar invitaciones como éstas de ir adelante, como esta vez, al subirse al frondoso laurel para bajar este enorme avispero pegado al árbol quizás por siglos, y que había crecido casi dos veces más grande que un balón de futbol americano. Él lo hacía porque, como hijo del señor Maximino, quien era 249 su amado dirigente, sentía que era su deber aceptar, para demostrar que no era un simple y vulgar estudiante de ciudad. Varzal nunca vio a la mujer que le lavaba y cocinaba a su padre. Él se había olvidado del asunto, ya que continuamente su progenitor le contaba las historias de la comunidad y las hazañas de un ex soldado, quien se había propuesto para guardarle las espaldas. Uno de esos días, cuando el sol estaba a punto de reventar, le contó don Maximino: Un día Villalobos, mi ángel guardián, me pidió permiso para ir a salvar a una señora que todos conocíamos en una ranchería. Se la habían llevado con todo y sus cinco hijos como botín, esos hombres que están armados hasta los dientes, los que casi llegan a los cien; viven más arriba, en la montaña y a cada rato cometen atrocidades, sembrando el terror; llegan a los caseríos y se llevan todo el ganado y hasta las mujeres con sus niños. Un día, Jorge Villalobos se fue en la noche, se llevó un máuser y un machete. Yo le dije que lo acompañaríamos varios de aquí, pero él no quiso, se fue solo. Días después, a su regreso, me preguntó que qué haría con la señora y los niños; porque el caserío donde ella vivía había quedado arrasado y su marido estaba muerto. Le contesté que más bien era yo quien debería preguntarle a él, porque había ido a sacarla del pueblo de los bandidos. No me contestó nada, pero hace un tiempo, me dijo que quería que los casara para darle un apellido a esos niños y hace ya más de un mes que estuvimos de fiesta aquí en la comunidad. Habían pasado tres semanas y al estudiante de arte lo entretenían los habitantes comunitarios, llevándolo a la pesca en la noche; para esto le prestaban un casco de minero que tenía una lámpara para ver a los peces, quienes se quedaban inmóviles al ver la luz y así poder pescarlos; pero antes fueron a construir lanzas para pescar, a tirarle con un rifle 22 a los tepezcuintles y algunas aves, en lo que hacía trampa, porque le horrorizaba matar a animales tan bellos; fue a las construcciones que realizaba la comunidad, para construir casas que tenían, algunas, hasta dos pisos: con estructuras de troncos para las trabes y castillos y para los muros se armaba una estructura de bambú en forma de cajón y adentro se vaciaba el barro revuelto de paja y de estiércol; luego techar estas construcciones con palmas, desbastar con hachas y hachuelas los enormes troncos para ahuecarlos, a los que primero se les daba la forma exterior y al final se le aumentaban en el interior unas tablas que servirían como asientos. Faltaban solo dos para tener diez para la navegación 250 en el río (para esto, ya habían comprado motores fuera de borda marca Johnson); fue a desgranar las mazorcas de maíz, a participar en la siembra de este alimento, del cual su padre le decía: -El maíz es la columna vertebral de esta comunidad; ahora estamos aprendiendo a ver cuándo va a llover o va a haber sequía, con las cabañuelas, que es el arte de pronosticar el tiempo -es un método empírico de prever el tiempo-; hacer las calles, investigamos además como controlar las plagas… En todo esto ayudaba, y terminaba cansadísimo Varzal; por esto nunca pudo dibujar nada en su cuaderno con sus acuarelas. Había llevado 12 rollos en blanco y negro: llegando, fotografió las calles de la comuna, el paisaje, la iglesia y el granero central, a los habitantes trabajando… y su padre le pidió los rollos de película para imprimirlos en papel y darles sus retratos a cada uno de los comunitarios, fotos que él nunca volvió a ver. A su padre siempre lo veía muy ocupado, unas veces platicando con los mixes para aprender su idioma, sus formas de curarse, otras leyendo libros de medicina natural, iridología, con la cual hacía diagnósticos de las enfermedades de los campesinos, realizando exploraciones del iris, ya que en éste se encuentran representados todos y cada uno de los órganos y partes del cuerpo; seguido se le veía aplicando cataplasmas de barro en partes diferentes del cuerpo… Con todo este trabajo ni su padre ni él, recordaron su cumpleaños. Varzal hubiera querido quedarse un tiempo más, pero un día su padre decidió pasearlo por varios pueblos de Oaxaca y Chiapas, ya que tenía derecho a obtener pases para su hijo en el tren de pasajeros. –Además tienes que regresar a continuar con tus estudios de arte en México –le dijo su padre. Salieron a las cuatro y media de la mañana, caminaron casi dos días en la selva siguiendo la ribera del río Jaltepec; en el camino iban visitando a los campesinos, a los que él había ayudado a transportar su maíz a Jesús Carranza para venderlo, quienes los invitaban a comer y una noche a dormir en hamacas, dentro de su choza; hasta llegar a la población de Jesús Carranza en Veracruz cuando ya la noche había caído, acompañándolos su fiel amigo Jorge Villalobos hasta la mitad del camino, quien luego se regresó a la comunidad. Maximino, su padre, quería que conociera los poblados indígenas, las zonas arqueológicas, museos… y así llegaron hasta la ciudad de Tapachula que está en la frontera con Guatemala; y de regreso fueron hasta la ciudad de Oaxaca para visitar sus museos y a Mitla y a Monte Albán. 251 –Este viaje te va a ayudar mucho en tu preparación para llegar a ser artista, pues has conocido los pueblos originarios del sur, nuestras raíces, y la grandiosidad de nuestros antepasados –le comentó Don Maximino. Acompañando a Varzal a la estación de tren se despidió del joven estudiante de arte, emprendiendo este su viaje de regreso a la capital. Don Maximino se quedaría un día más para realizar sus compras e ir por las impresiones fotográficas a un laboratorio, para después regresar al panal de sus utopías. Hace poco, después de 39 años de este viaje, Varzal conoció a una artista muy bella, de edad madura, de nombre Sheressade, en la ciudad de Toronto. Un día, platicando con ella en su estudio de cerámica, comenzó a volar en sus recuerdos pensando en su padre, y cómo él, sin ser un contador de cuentos, pudo hacerle olvidar la meta de su viaje, quizá porque las historias reales son más impactantes. ><Ω>< Con la propuesta de Epifanio estaba emocionado, y fue corriendo a pedir permiso a la escuela donde estudiaba. A las cuatro de la mañana tocó a la puerta de su casa el chofer. Varzal se subió al camión y al instante se quedó dormido. A las ocho de la mañana el señor Tacho lo despertó: estaban estacionados a la orilla de la carretera: – Vamos a desayunar, aquí guisan unos buenos hígados encebollados para el almuerzo. Entre una frondosa vegetación se encontraba una fachada blanca con puertas y ventanas de color rojo de una casa techada con ramas de árbol y hojas de palmeras, con un gran letrero que decía: “Un camino a recorrer. Las tres Evas”. Y en un letrero más pequeño pegado a la puerta: “Aquí se come”. Avanzaban como si fueran parte de una caravana, porque los choferes se organizaban por los problemas que pudieran tener en la carretera o para reunirse a comer en algún lugar para matar la monotonía del viaje. Al llegar a un restaurante, era la costumbre comprar un cartón de cervezas entre todos y acompañar con la guitarra alguna canción para que todos cantaran. Había un chofer que le decían Pedro Infante y efectivamente se parecía tanto a aquel ídolo del cine mexicano, que cuando llegaba a los lugares de reunión, alguien gritaba ¡Ahí viene Pedro Infante! Inmediatamente el grupo de comensales coreaba: ¡Que cante!, ¡Que cante! Estos encuentros le quitaban a estos obreros del volante la aburrición y el cansancio; 252 pero eran principalmente, Las Tres Evas, que laboraban como meseras, cocineras... tres bellezas de color canela, que esperaban semana a semana la aparición de tantos amados choferes; los que dejaban en cada viaje una muestra de su amor con regalos y un pago por sus amores ofrecidos. En este viaje, le impresionaron más los paisajes por su vegetación, los pueblos indígenas, las ciudades de Campeche y de Mérida, la vida de los choferes en la carretera, que las ruinas arqueológicas mayas: Dzibilchaltún, Chichén Itzá, Sayil, las cuales ya había visto en los libros; y no es hasta muchos años después que sentiría su belleza, su fuerza y su significado. ><Ω>< Varzal estaba recostado, descansando en su cama, recordando sus viajes por todo el mundo y pensando lo importante que era tener dos talleres espaciosos para pintura, escultura, fotografía... para él y su esposa, además de un espacio para habitar. Serían las dos de la tarde, había sido un día intenso en la reconstrucción de su casa; tenía trabajando una docena de albañiles que su medio hermano Epifanio le había prestado; bueno, sí, prestado, porque eran sus trabajadores de planta y todo su dinero que ganaba lo invertía construyendo casas para sus hijos. Había pasado un año en la transformación de su casa y no podía seguir probando cada vez más fracasos con los albañiles que hacían san lunes, y a veces san martes o san miércoles, o dejaban de venir toda la semana o hasta quince días; así que recurrió a su medio hermano Epifanio, quién detuvo la construcción de uno de sus edificios, enviándole enseguida a su equipo de albañiles. Al principio había alguien que los dirigía, el maestrero, quien siempre veía la forma de aumentarle unos cuantos metros de más, pues Varzal no medía el trabajo realizado en la semana porque tenía confianza en él. Pero eran tan exagerados los cálculos de este maestrero, que era obvio a la vista sus movidas. Un día, le dijo que pudiera ser que él estaba equivocado pero que le pagaría el cincuenta por ciento de más si estaba en lo correcto en su presupuesto y si no lo estaba, Varzal le pagaría el sesenta por ciento menos. Sin confirmar las medidas, el albañil muy avergonzado, le dijo que él tenía la razón, que no había ningún problema y que él se iba con su equipo de albañiles. 253 En el momento que tomó su decisión su patrón, los trabajadores protestaron y le pidieron al artista quedarse con él; así que inmediatamente comenzó a aprender cómo se dirigía una construcción, pidiendo a sus amigos arquitectos que le enseñaran cómo hacer desde los estribos para armar la varilla de las columnas, hasta hacer las zapatas, la técnica para evitar la humedad y el salitre, quitando una hilera de tabiques, untándole aislantes especiales, apuntalar para tirar los muros, hacer arcos de concreto... Después de trabajar con ellos casi todo el día, en la tarde se iba a la Metropolitana, una Universidad donde había sido invitado para experimentar con las computadoras con el fin de crear imágenes: seguido les dejaba a los albañiles el trabajo a realizar y podía escaparse. Después de estar recordando un rato, el pintor había comenzado a medio dormirse ese día que se metió a la cama a descansar. Se había quitado la ropa para acostarse unos quince minutos: eran las dos de la tarde y el día había sido intenso. En la noche anterior había trabajado hasta las cuatro de la mañana, como era ya su costumbre cuando trabajaba con la computadora. Enseguida, se quedó dormido y comenzó a ver formas como cuando se deforman las imágenes con los filtros de programas gráficos en la computadora. Por esos días estaba probando su nueva Macintosh, adquirida hacia poco tiempo, y realizaba una segunda obra a partir de la obra titulada “El Rumor”, formada por una cara de la cual se desfasan una serie de bocas que crean un sonido gráfico, que oía a su modo cada espectador. Con un filtro del programa Photoshop deformaba la primera imagen que se volvería una secuencia titulada “El Rumor Hecho Nudo” con colores estridentes: verdes y rojos, violetas y naranjas, amarillos y azules; allí, las bocas se entrelazan para seguir contando algún rumor incongruente. –En mis sueños –dijo Varzal–, cargaba una bolsa con las bocas y los colores de El Rumor, bolsa que me servía para guardar mis pasos, los cuales iba recogiendo; pero éstos se volvían a caer en el camino y, desesperado, regresaba yo por ellos. Sudaba y formas y colores cada vez se hacían más borrosos. Mis sueños giraban a gran velocidad; me faltaba aire; el ruido de un instrumento al caer, las carcajadas de los albañiles al oír un chiste y unas ganas de vomitar hicieron que me despertara. Me quedé en el suelo recargado un buen rato, mientras despertaba. Arrastrándome como pude, 254 llegué a la cocina, donde salía un fuerte olor a gas: con dificultad abrí todas las ventanas y cerré una llave de este energético... Esto no fue la rotura de una tubería, ya que el pintor fue a ver la estufa de la cocina y tenía la perilla abierta. Los albañiles, al oír su tos, subieron corriendo a ayudarlo. Dos horas después, con las atenciones de un médico, ya podía hablar y les contó lo del gas. Más tarde vinieron a informarle que el peón –un ayudante indígena de albañilería– había subido al primer piso por la comida que ellos calentaban en la estufa y que, para apagar el fuego, en lugar de cerrar el gas, girando la perilla, simplemente le sopló con la boca para extinguirlo. A la ciudad de México, vienen de la provincia comerciantes, estudiantes, campesinos, albañiles, son indios mestizos y blancos que crean un crisol abigarrado de culturas nacionales. Este hombre venía de algún lugar muy apartado de la civilización “moderna” donde quizás, con ayuda de sus dioses, ellos pueden dominar la furia de la naturaleza, curar a sus enfermos con hierbas y rituales, pero no utilizan el gas en las cocinas y para él, esta era la primera vez que apagaba el fuego de una estufa. ><Ω>< ¿UF?... Uf!!!!!!!!!!!!! ><Ω>< Los sueños, las utopías ¿Por qué se desvanecen, se apagan, se les destruye tan pronto? A la comunidad de la Ciudad Circular llegó una invitación de los llamados bandidos para una comida que les ofrecían en el pueblo donde ellos se encontraban y solo les pedían que no llevaran armas; les decían que esta reunión serviría para conocerse mejor. Decidieron ir casi todos, menos, los que se quedarían haciendo guardia y Jorge Villalobos, quien había ido a la ciudad a cobrar su pensión que tenía como exsoldado; 255 a la comida llegaron con un tepezcuintle para asarlo, y durante todo este tiempo que pasaron en la fiesta todo pasó bien: hablaron de la caza, de la pesca en el río, de la construcción de muebles; platicaron entre todos para llevar una vida pacifica en la región… Y regresaron al atardecer: al llegar se veía mucho humo y las personas que se habían quedado para resguardar la comuna no salieron a su encuentro: cuando entraron, casi todas las casas estaban destruidas, se habían llevado todo: instrumentos de trabajo, muebles, ropa, animales, los diez cayucos… cinco hombres estaban gravemente heridos y uno estaba muerto. Transportaron a los heridos hasta Jesús Carranza para que los atendieran en un hospital, después dieron parte a las autoridades. Al llegar el ex soldado contó a los comunitarios que había visto a varios de los “bandidos” cobrando su pensión en las oficinas del cuartel militar. -Son militares estos malvados; el ejército es quien enrola a campesinos para formar este grupo paramilitar que crea el terror para controlar la sierra. Así, Jorge Villalobos informaba dando muchos detalles, durante el velorio que se llevaba a cabo en lo que quedaba de la iglesia. Ya no pudieron rescatar nada, ya no quisieron rescatar nada. Así se terminaron las ilusiones, así se terminan los sueños, así se terminan las utopías. Ciudad de México. 10 de abril 1995, 2013. 256 VIDA COTIDIANA En 1970, contaba Varzal: -Tengo una exposición individual en el museo de Arte Moderno del Estado de México, al la cual asiste gente de Toluca y de la ciudad de México; van los amigos, entre ellos el escultor Jorge Dubón, quien llega con Corinne, su esposa, y una de sus amigas, pintora, a la que, el pintor, ya había conocido anteriormente en su casa. Durante la inauguración, y después en la cena que nos ofrece el director del museo a unas 40 personas en un restaurante del centro de Toluca, platico mucho con esta artista sobre las obras expuestas y ella de las pinturas que realiza. Me cuenta que además de ser pintora, trabaja como dibujante científica en un centro científico francés, con un contrato del CNRS de Francia, y que ésta es su segunda profesión. Al terminar la cena, Dubón nos da un aventón para regresar a la ciudad de México, y en el trayecto en la carretera seguimos platicando hasta la casa de Jorge, en el sur de la ciudad, donde la charla continúa un rato más. Françoise me dice que ella vive por el monumento a la Revolución, que mi casa le queda de paso y que me puede dar un aventón en su auto, que había dejado en casa del escultor. -Así comenzamos una amistad, y a vernos seguido para comer, platicar de arte, de política, de nuestros proyectos, visitar mi estudio… y pasado un muy corto tiempo, como nuestros pensamientos coincidían, nos enamoramos y comenzamos a vivir juntos. Dos años después invitamos a los amigos a la fiesta que celebraríamos en el departamento de la colonia Condesa, en calle Cosala. Nos contestaron positivamente los amigos, que irían a la fiesta, y eran tantos, que tuvimos que vaciar de muebles la recámara. Ese día llegó a la casa el juez encargado del Registro Civil y se instaló de pie en la pequeña mesa que le habíamos instalado, procediendo a dar lectura a los artículos del código civil para realizar el casamiento, y a firmar nosotros y los testigos el acta de matrimonio; tuvimos que dejar la puerta abierta pues la gente, que ya no cabía, se había instalado en la escalera del edificio; los vecinos al vernos vestidos con trajes de manta blanca fueron a comprar flores, y en esta forma se adhirieron a la celebración, festejando hasta la madrugada. Este pequeño departamento -de 48 metros cuadrados con una sala, cocina, baño, dos recámaras y un cuarto de servicio en la planta baja-, ubicado en el primer piso, nos servía como estudio para Françoise y para mi; una amiga nos dijo que su nana 257 tenía una hija ya grande, que no se había casado, y que si podíamos darle trabajo para que nos hiciera la limpieza. La segunda vez que hizo el aseo, observamos que dos óleos que estaba yo trabajando, que estaban aún frescos y casi terminados, estaban un poco borrosos; después mi compañera vio que el plumero tenía pintura fresca de óleo; entonces le dijimos que a los cuadros que estaban aún frescos en el estudio les pondríamos una marca con un papel pegado, para que a esos no les quitara el polvo. En su tercera visita, nosotros no estábamos; cuando llegamos al departamento, la joven ya se había ido, dejándonos una nota de lo que había limpiado, respetando los cuadros que tenían la advertencia de no limpiar; en eso, el vecino, que rentaba el local de la planta baja, nos tocó la puerta para decirnos que teníamos una fuga de agua: al revisar el baño y la cocina no había nada, pero el piso de duela de madera estaba mojado. En eso sonó el teléfono: era la joven del aseo, para comunicarnos que había tenido que irse y que por favor le pagáramos la próxima visita, además de decirnos que había tenido mucho cuidado para lavar los pisos de madera y que con mucha atención les había aventado varias cubetas de agua para luego tallarlos con un cepillo y jabón en polvo; que habían quedado muy limpios. Tuvimos que ir a alquilar una bomba de agua para luego abrir un hoyo en las duelas, para bombear el agua. Entre el piso de madera y el concreto había una separación de unos 20 centímetros, y esta parecía una alberca. ><Ω>< Acompañado de Françoise, su esposa, Varzal regresa otra vez a Europa, pero esta vez a incorporarse por temporadas, cada año, a la familia de ella, a sus amigos, a sus ex colegas del Muséum National d’Histoire Naturelle, donde había trabajado como dibujante de plantas en el Laboratoire de Phanérogamie, laboratorio donde descubre una nueva planta a la que ponen su apellido: Begonia Bagotiana. Sus suegros los recibieron con enorme placer y por las noches platicaban cada uno sus historias, y el padre de Françoise, Maurice Bagot, su vida como compositor de música, su vida en Cabris, arriba del puerto de Cannes, donde Françoise había nacido, pueblo al que habían llegado durante la segunda guerra mundial, pues París, donde vivían, estaba invadido por el ejercito alemán. Cuenta sobre la primera guerra mundial, cuando a los 17 años fue movilizado para convertirse en un soldado, y unos 258 meses después cómo fue hecho prisionero por el enemigo, luego de haber sido herido en una pierna, permaneciendo casi dos años cautivo en una prisión en Alemania: esto le permitió, al terminar la guerra, tener una pensión vitalicia, pensión que aprovechó para estudiar la carrera de arquitectura y después la de música en el conservatorio de música. Jeanne Rigaud, la madre de Françoise, había sido cantante de ópera en el Violon d’Ingres, orquesta de la que era director en París el padre de Françoise, y es ahí donde conoce a Jeanne, quién será posteriormente su esposa. Ya instalados en Cabris, el padre dirigía la orquesta de Montecarlo y la orquesta de la radio de la ciudad de Niza; Jeanne contaba de sus vecinos en Cabris, de la condesa de SaintExupéry, quien daba clases de teatro a los niños del pueblo, entre ellas a sus dos hijas, y cómo la condesa siempre esperaba el regreso de la guerra de su hijo Antoine, quien era aviador y escritor, el autor de El Principito, Le Petit Prince. El padre era un buen dibujante y acuarelista, así que enseño a sus hijas a dibujar y a pintar desde pequeñas, y entre los dos padres les enseñaban a leer, escribir, y les daban clases de historia, geografía, matemáticas, … pues en el pueblo funcionaba muy mal la escuela a causa de la guerra; y también Maurice impartía cursos de música para sus hijas y para todos los infantes del pueblo. Françoise relata de cuando tenía cuatro años, y cómo fue, junto con el pueblo, a las terrazas del castillo de Cabris para ver desde ahí los bombardeos al puerto de Toulon. –El puerto fue bombardeado 12 veces desde noviembre de 1943 a agosto de 1944–. El padre tuvo que aprender a sembrar hortalizas, leyendo libros, y como se le daban tan bien, los campesinos iban a pedirle consejo para los nuevos vegetales que había sembrado. Terminada la guerra, la familia regresó a París, y Françoise, con su hermana Annie, continuaron sus estudios primarios en una escuela oficial. Posteriormente, Françoise ingresa a la Ecole Nationale Supérieure des Arts Décoratifs de París, de1959 a 63, y Annie estudia danza y teatro, volviéndose directora de una biblioteca donde aparte contaba cuentos a los niños en la sección infantil, lo que le sirvió al jubilarse para convertirse en una contadora de cuentos profesional e impartir seminarios de ésta su nueva profesión. 259 Maurice, con paciencia y mucho cariño, explicaba a Varzal la forma en que conponía sus obras musicales, sus óperas, y comenzó a enseñarle a leer las notas. Pero al dibujante nunca le entraron esas abstracciones, y lo que sí logró fue su sensibilización para oír musica, las voces de los y las cantantes de ópera… Un día reciben una carta de la familia Bagot que habita en Bretaña, en el puerto de Roscoff, en el Finistère; era el año de 2001; escribía la prima Christine Bagot, diciendo que había ido a ver una expo donde Françoise exponía en París, y que había leído unos artículos que ella había escrito sobre arte mexicano en la revista Arts et Métiers du Livre, allá por los años 80s y 90s; y que ahora había conseguido su dirección por medio de una sobrina que había viajado a México donde unos amigos se la habían proporcionado. Y le pedía que cuando fueran a Francia que por favor la contactara, dándole sus coordenadas. En Saint-Pol-de-Léon, Bretaña, en 1899 el Dr. Louis Eugène Bagot, crea el Instituto Marino, (posteriormente Instituto Marino Rockroum de Roscoff) y después construye el primer centro de Talasoterapia en Roscoff, que es un método de hidroterapia: agua del mar caliente y movimiento del agua. Continuando esta labor, su hijo, el Dr René Bagot, toma el relevo en los años 50, investigando y ampliando este método de curación. El Instituto Rockroum se encuentra a la orilla del mar de este puerto y la calle Dr. Bagot. En esta calle, a unos 50 metros se encuentra la casa que sirvió como su segundo consultorio al Dr Louis Bagot, hoy transformada en una casa familiar, de la familia Bagot. -La primera vez que llegamos al puerto, la prima Christine nos instala en esta casa, dándonos la mitad para que tuviéramos espacio para poder trabajar nuestras obras; luego nos lleva a visitar a los Bagot, que viven en poblaciones cercanas a este puerto, quienes siempre platican recordando a los tíos, padres o abuelos, Louis y René Bagot, y haciéndonos conocer las antiguas iglesias y pueblos de la región. En Saint-Pol-de-Léon, ciudad que está a unos 5 kms de Roscoff, se encuentra La Maison Prébendale, donde continuamente hacen exposiciones de artistas de todo Europa, ocupando un antiguo edificio del siglo XVI; la familia nos presentó inmediatamente a este centro cultural, para que expusiéramos nuestras obras: dejamos un proyecto y después un jurado se reunió para ver los expedientes de varios artistas, resultando 260 ganadores nuestros proyectos para realizar una muestra individual, cada uno: en 2004, a Françoise le dieron el primer piso y a mí el 2º piso. Entre los dos artistas fueron a pegar carteles y a repartir invitaciones por los pueblos del Finistère, aprovechando para compenetrarse en estas tierras. El día de la inauguración llegó mucha gente, de París y de ciudades aledañas y la numerosa familia Bagot e invitados, vendiendo Françoise 11 grabados; y luego impartió dos conferencias sobre sus obras, a las cuales asistieron un sinnúmero de oyentes interesados por sus dibujos y grabados. Varzal había expuesto parte de la serie de dibujos Seres, habiendo realizado una museografía que sorprendía al público, al ver las cartulinas pegadas al techo de vigas antiguas, o dentro de una antigua chimenea de piedra, o con grafitis de frases sobre los Seres en los muros… ><Ω>< Abril, 2014. Por el cambio climático, la época de lluvias se adelantó aquí en México, y la semana comenzó con el llamado fenómeno de la luna roja en la madrugada del martes 15 de abril. Este eclipse total del satélite blanco, es una manifestación muy simpática; con la luna de esta semana se iniciaron cuatro lunas de sangre, sinónimo del fin del mundo para muchas profecías apocalípticas. Pero lo que inició este suceso, no tuvo nada que ver con una luna de miel, ya que el martes 15 cae una tormenta con fuerte granizada; el miércoles 16 de abril cayó otra fuerte granizada y en algunas partes del barrio había una gruesa capa de granizo: los techos de su casa estaban blancos, cubiertos de una espesa nieve y los canales de agua se desbordaron inundando un poco los estudios; las hojas de las plantas estaban destrozadas, tres cactus no resistieron la helada y se pudrieron. Los árboles de la calle pierden una tercera parte de sus hojas. La gente sale a la calle desconcertada, nunca habían visto un espectáculo de tal magnitud en plena ciudad; sacan palas para limpiar sus patios, sus azoteas, quitar el granizo de sus autos, la calle, las banquetas. Los ciudadanos entran en calor para derretir las montañas de granizo. Al mercado popular Beethoven, que está cerca de su casa, se le cayó parte del techo por el peso del granizo y en el 2º temblor se le cayó un muro. Lo mismo sucedió al mercado de Río Blanco, también cercano a su casa. Dos días después, el gobierno de la ciudad les construyó con herrería y lonas, un fuerte y gran mercado provisional 261 en la calle: ahora la gente del barrio asiste más, por solidaridad, a comprarles a estos vendedores, que a los supermercados. El barrio de Françoise y Varzal fue el más afectado por este fenómeno de granizo; también en la autopista México-Toluca los autos quedaron varados, provocando el cierre de la carretera; algunas gentes dejaron sus autos y continuaron a pie hasta llegar a la ciudad de Toluca o a la ciudad de México. En la ciudad de Xalapa, Veracruz, el tamaño de los granizos era casi el de una bola de béisbol, lo que rompió decenas de parabrisas de automóviles en las calles y estacionamientos, además de herir a algunas personas. El viernes 18, a las 9:45 hrs., un temblor de magnitud de 7.2 hace que su casa-taller se moviera como una barca dentro de un mar agitado, y al salir a la calle corriendo, ven a la gente: algunos solo con una toalla como falda, quienes quizás se iban a meter a la ducha; Françoise ya estaba vestida y Varzal sale en calzoncillos y se pone un pantalón en la calle, el que alcanzó a tomar en la carrera al bajar los dos pisos: a esta hora empezaba a pintar en el estudio de la azotea, donde a esa hora entra el sol. Su compañera no le tiene miedo a los temblores, pero el nerviosismo se le quita al pintor al ver a los vecinos en paños menores. En la calle, el sismo continuaba moviendo los postes y cables de luz, a los autos estacionados… no terminaba.. Del viernes al domingo se reportaron 214 réplicas del sismo, entre 3.0 y 5.2 grados Richter. >>>>>Uf!!!!!! ¿Uffff?????... Pero… esto, solo fue un pequeño susto, pues ya están acostumbrados a estos pintorescos movimientos de tierra, desde el gran y terrible temblor de 1985, que desbastó a la ciudad de México. ¿Tuvo algo que ver el fenómeno de la luna roja? ><Ω>< En esta nueva casa, decidieron hacer la limpieza ellos mismos, y para esto se dividieron el trabajo, ya que tenían no tan buenos recuerdos del departamento de la calle Cosala; el problema, es que ahora hay que hacer el aseo a unos 240 metros en lugar de 48 metros cuadrados. Lo bello de estos talleres es que tienen mucha luz, y ese es un placer para su trabajo, y no piensan en el trabajo que representa para barrerlos, fregarlos, lavarlos… 262 Una casa siempre tiene que estar atendiéndose. Varzal hace los trabajos de reparaciones, los de albañilería, reparación de fugas de agua; en época de lluvias, impermeabilizar la azotea; seguido hay problemas con la instalación eléctrica y hay que cambiar cables eléctricos; lavar la ropa en la lavadora, asar los nopalitos… A su esposa le gusta mucho cocinar, pero hacerlo a diario a veces es cansado y aburrido; ir al mercado popular es un placer, pues el mercado Beethoven es muy colorido y tiene mucha vida, ya que los vendedores ya la conocen y platican con ella. A ella le toca parte de la limpieza de la casa, menos los espacios donde trabaja el pintor. Luego la artista se pierde en su taller, dibujando, pintando, leyendo los tres o cuatro libros semanales que compra o le prestan en la mediateca de la casa de Francia… Uno de sus grandes placeres, aparte de la lectura diaria, es salir a la calle a visitar museos, ir a las librerías, sacar fotos de los murales callejeros, a caminar a Chapultepec para después encerrarse a trabajar en su taller. Françoise, cuando comenzó a vivir con Varzal, llegó al departamento de calle Cosala con dos sillas tradicionales de paja, una lámpara de pie, dos sillones de cuero, una cama individual y junto con la de Varzal, las unieron e hicieron una sola; enseguida fueron a comprar algunos muebles más. Para la casa-taller de la calle de Ogazón, Françoise diseñó dos alacenas, las que se colocarían a los lados de una ventana y en una tienda del mercado de San Ángel, que tenía una pequeña industria de muebles populares, les pidió que le construyeran los dos muebles; pero como la casa es espaciosa fueron los dos al mercado de La Lagunilla y compraron dos sillones que imitaban el bambú: el asiento y respaldo estaban tejidos con mimbre. La pintora, grabadora y dibujante científica, en 1990 comenzó una serie de pinturas sobre papel Kraft que preparó con Gesso, estirando el papel sobre un bastidor de madera; son pinturas al óleo y/o al acrílico, de 123 por 155 cm.; son obras expresionistas, un poco abstractas; son un contrapunto de su trabajo como dibujante científica, donde lo importante es la observación y la precisión. En la pintura construyó, con grandes y fuertes pinceladas, figuras humanas que viven en paisajes oníricos y tortuosos –De pronto descubres figuritas que, inermes, te miran; otras vuelan, desgarrándose con sus propios gritos de locura. Todo esto es un sueño en movimiento, de alienación, locura y alegría, son creaciones realizadas después de haber hecho, 263 por toda una vida, aguatintas, buriles, intaglios, manera negra, grabados que imprimía con un tórculo japonés. Y ahora la artista vuelve al dibujo de lápices de color, como los que había ya realizado hace más de 30 años; de estos lápices tiene una inmensa colección de tonos de color, también sobre Kraft preparado y con las mismas medidas que las pinturas. Poniendo un fondo con acrílico con varios colores, crea desnudos femeninos con un fondo de mar donde flotan barcazas y carabelas, las que adentro tienen seres angustiados… La mayor parte de su obra tiene una gran influencia prehispánica, ya que ha estado muy cerca de esta cultura por su trabajo en el centro científico francés, donde ella ha leído casi todos los libros que el centro publica, además de las discusiones con los científicos sobre sus publicaciones… Ahora en 2014, las nuevas creaciones plasmadas con lápices de color, hace que los recuerdos de las tierras de su infancia resurjan en sus nuevas obras: el mar que veía a diario desde su ventana a lo lejos, la luz, el mistral, la historia de Francia, su cultura… ><Ω>< En 1965, Françoise llegó a México con un contrato como dibujante, a un centro científico francés; los científicos la llevaban por todas partes del país para que ella dibujara los lugares arqueológicos, o los etnólogos, los utensilios… En una ocasión acompaño al director del centro y a un grupo de arqueólogos a sus investigaciones de campo, y de regreso a la ciudad pasaron por el pueblo de Tequisquiapan, del estado de Querétaro y se quedaron en la Posada Tequisquiapan. Cuando Françoise regresó por segunda vez a México, visitó, acompañada de Varzal, en 1970, este pueblo. En esta época, a la orilla del río San Juan, el que tiene unos enormes y frondosos centenarios ahuehuetes, se formaban unas pozas naturales de aguas termales, donde los indígenas con su familia se bañaban desnudos; poco a poco estos baños populares se convirtieron en residencias particulares o en hoteles de lujo con albercas de agua termal. La Posada Tequisquiapan es un lugar que también tiene una alberca con aguas termales, y un hermoso jardín con enormes ahuehuetes. Cuando hoy, en junio 264 de 2014, un cuarto de hotel cuesta de 1000 a 4500 pesos, La Posada cobra desde hace muchos años 500 pesos: el cuarto que reservan; es amplio y tiene además una terraza que da al jardín; tiene otro espacio donde hay una gran mesa y es el que utiliza Varzal como taller para trabajar sus obras; a Françoise le gusta más el de la terraza para leer y dibujar. Pero con los precios que cobra el dueño ya no pudo pagar el agua para llenar la alberca y regar el jardín, pues el pozo de agua termal se secó y el agua de la calle es muy cara, así que la alberca ahora esta vacía y los grandes ahuehuetes se secaron y tuvo que tirarlos. Tequisquiapan acaba de convertirse en “Pueblo Mágico”: las calles han sido adoquinadas y se ven muy limpias, las casas han sido repintadas con bellas gamas de colores, pero el problema, cuando llueve, es que las calles se convierten en ríos, porque hay muy pocas alcantarillas y hay que exponerse a empaparse los zapatos y parte del pantalón… Junto a la plaza central hay otra placita donde, en puestos de madera, vendedores de comida vendían a los lugareños o turistas de bajos recursos, alimentos a precios muy baratos; en este mismo sitio, hay un rico español quien tiene su restaurante de lujo. Hace unos días, para convertir en mágico al pueblo, sacaron los puestos de la placita y los pusieron en un local; aunque espacioso, está cerrado, y así no se verán ni los vendedores, ni los comensales pobres. Ahora que estos se fueron, un hotel de lujo que da a esta placita, lo que eran ventanas las transformó en puertas: este es el restaurante del hotel, quien pronto sacará sus mesas con sombrillas a la placita; esto es lo que la gente del pueblo murmura. Y como no hay agua en la alberca y Françoise, una de sus tantas pasiones, es nadar, descubrieron una alberca a las afueras de Tequisquiapan: el Balneario Ejidal La Vega, atendido por ejidatarios, que tiene una alberca olímpica de 25 por 50 metros con 14 centímetros. Cobran la entrada a 60 pesos por persona; a los estudiantes y a los que tienen credencial de viejito les cobran 30 pesos; la tercera vez que Varzal y su compañera pagaban su entrada, los campesinos de la cooperativa se disculparon, ya que vieron que ellos no se quedaban todo el día y dijeron que les cobrarían solo 20 pesos como les cobran a los niños. Françoise atraviesa a lo largo, unas 10 veces la alberca; después leen; después sacan las tortas, frutas y café de un termo, y picniquean en las mesas, cubiertas con unos techos de palmas. Pero a los ejidatarios les parecieron pocas las 5 horas que pasan en sus jardines comunales, los que mantienen siempre con pastos verdes, árboles frondosos, flores de colores frescos, un tobogán de unos 10 metros de altura, dos albercas para infantes con infinidad 265 de juegos… La cooperativa tiene una pequeña tienda donde venden desde galletas, refrescos, cervezas, pero solo las puede uno beber en un vaso de plástico, porque si a algún visitante se le sube la cerveza, evitar el peligro de alguna pelea con los cascos de cervezas; esto nunca ha sucedido, pues venden solo una cierta cantidad por persona. Rentan sillas de plástico a cinco pesos, anafres para asar carne, porque hay familias que aprovechan para hacer comida; llegan también al balneario estudiantes, trabajadores de oficinas, obreros, deportistas, turistas… Hoy, llegó un grupo de trabajadores del fuego, serán unas 50 personas, los hombres vienen con sus esposas, novias… toman un curso en los jardines para saber cómo se utilizan más de una veintena de extintores; después del curso, los bomberos juegan futbol; algunas mujeres jóvenes los acompañan jugando, mientras las mujeres de cierta edad comienzan a encender los anafres para preparar las carnes asadas, el arroz, el pollo con mole… Traen un enorme aparato de sonido, ponen música una media hora y después lo desconectan; nadan jugando con una pelota, boxean, se aplican llaves de lucha, pero no lo hacen para practicar, sino para jugar; más tarde todos se visten para comer, pero después los juegos siguen: un bombero toma a su mujer y la lanza al agua cayendo él también: y empieza un juego de todos para ver quién es el más fuerte para no dejarse cargar y ser lanzado vestido al agua. Las diversiones de los flamígeros son juegos inocentes. Los campesinos de La Vega, son hombres muy fuertes, con brazos musculosos, de anchas espaldas, solo con una pequeña barriguita, lo que indica que se alimentan bien. Los ejidatarios Don Beto y Sergio les comentan que hace algunos años se realizaban competencias olímpicas en su balneario, pero un día, al medirlo, los organizadores de las competencias vieron que la alberca que se decía Olímpica, medía 50 metros con 14 centímetros; y fue entonces que se suspendieron. Les dijeron: ¡Es que tiene 14 centímetros de más y eso no puede ser!!!! –¿Ustedes creen? Era tan fácil, le hubiéramos construido tan solo un murito de 14 centímetros y así ya estaban los cincuenta metros requeridos para una alberca olímpica. Pero así es la vida, ni modo… Es el mundial de futbol y en todos los rincones de Tequisquiapan se oyen los alaridos cuando alguien mete un gol. Aquí el balneario está ubicado en un ambiente de sembradíos de maíz, alfalfa… y uno que otro establo… 266 Estaban Varzal y su compañera dentro del agua de la piscina, cuando oyeron: ¡¡¡¡¡¡Gooooool!!!!!!!!! Pero no localizaron de qué lugar venía el estruendo, porque a la vista no había ningún televisor; media hora después volvieron a oír el mismo estruendo, pero ahora sí localizaron de donde venía este sonido, pues del coro de gritos, un relinchido se había desfasado de la banda sonora del establo que colinda con el balneario. El cacaraqueo de las gallinas, el kikirikí de los gallos, el balido de los borregos, el mugido de las vacas, el rebuznar de los burros, el relinchido de los caballos, el gruñido de los cerdos… habían creado un confuso alarido, muy parecido al de los fanáticos del futbol. Cada viernes vacían la alberca para lavarla, pero esta agua no se desperdicia, ya que sirve para regar las tierras de labranza: guiándola por medio de apantles, llegará para darle vida a los cultivos… Después de nadar, van a caminar entre los campos: el sol esta clemente; cuando han marchado una hora, empieza a caer un chubasco: corren hacia la carretera que está cerca y ven un taxi que se acerca; el taxista los levanta y dentro se secan con una toalla; en el camino, casi llegando al pueblo, ven a un bolero, quien se ataja del agua bajo la sombrilla de su carrito donde da brillo al calzado; y el trabajador del volante les comenta: -Ahora ya casi nadie se da bola, el calzado que usa la gente es fabricado con plásticos y no con cuero, y ésos no necesitan pintarse. El plástico ha invadido el mercado. Pobres boleros, ahora casi ya no tienen chamba, ¿De qué vivirán? Y siguió conduciendo entre la fuerte tormenta. En un alto se relaja, y continúa diciendo: Tengo una hermana que vive en la ciudad de México, es vendedora ambulante, vende chácharas de plástico chinas, y como no tiene permiso de vender en la calle, anda toreando: torea a las autoridades, es decir que cuando ella está en la calle, echa una ojeada rápido, para evitar que la agarre un policía, y rápido abre su bulto de mercancías y las pone al paso de la gente sobre la banqueta; pero cuando la cachan los polis le quitan toda la existencia de sus productos chinos y luego tiene que andar pidiendo prestado para volver a comprarlos. Yo seguido voy a visitarla a la capital, y viera que a ella le gusta traer siempre el calzado impecable; me dice que siempre hay que traer los zapatos bien pintaditos, bien lustrados hasta que brillen. El único pero, es que abajo de las suelas trae siempre un enorme hoyo, pues estas se le desgastan mucho y lo del hoyo no le importa, aunque seguido se le quedan pegados chicles en los pies a causa de esas aberturas en su calzado. Yo me enojo mucho y le doy para que se compre zapatos, pero con ese dinero prefiere pagar parte de la renta. 267 Es esa gente citadina tan cochina, que después de mascar sus chicles los tira en la calle; por acá no somos así, los pegamos en los árboles. ><Ω>< Junio 2014: todos estos días ha estado lloviendo en la ciudad de México por las tardes, pero en el día hay un sol resplandeciente; y en la azotea de su casa, diario Varzal les lleva alpiste -Phalaris canariensi-, a los barrigones: así les puso su compañera a los gorriones que llegan diario a empacarse estas semillas, hasta ya no más poder volar; estas semillas están envueltas en una delgada cáscara, que los gorriones escupen. Diario el recipiente con agua está lleno de pajaritos bañándose, y cuando les chifla para que vengan a comer, le contestan alegres con un coro de trinos; pero solo eso, pues cuando quiere acercarse a ellos, salen volando despavoridos. Ése es el espíritu de los gorriones. A la azotea llega una palomita de color crema rojizo grisáceo: es del doble del tamaño que los gorriones y la mitad de una paloma, quien camina como ellas, con el pecho hacia delante. Parecería una aristócrata si no fuera por su contoneo al caminar; llega, al momento, cuando Varzal les chifla a los gorriones para que se acerquen a comer: contestan con sus trinos en coro, pero al momento de posarse, la palomita los ataca, picoteándolos, y después corretea al que le queda más cerca, volando en el aire, aunque nunca los alcanza; con esto trata de crear la confusión y el pánico para poder quedarse ella sola con la mesa servida; otros gorriones aprovechan para, en este momento, instalarse sobre el plato de alpiste y comenzar su almuerzo; al regresar, la infame terrorista corretea a otros, quienes la esquivan bailándole; enseguida la palomita se calma y comienza a comer junto con los barrigones, aunque ella sí se traga los granos de alpiste sin quitarles la cáscara. Y es en este momento cuando los gorriones machos, con sus gorjeos y abriendo las alas, crean una danza a sus parejas, una danza para enamorarlas; y el conjunto de gorriones, con su romanza, crean una opera de cantos: felices, maravillados, ya que también celebran que han vencido al enemigo. Quizá hubo antes la consigna: hay que apaciguar al loquito que nos aterroriza… bailándole la danza del amor y de la paz. Los gorriones con el tiempo han logrado domesticar al enemigo, quien alegre, come junto a ellos. Ahora ella defiende este espacio, convirtiéndose en su guardián, ya que tres aves de la misma especie que la palomita han llegado a sentarse a la misma mesa. La ex terrorista se lanza contra ellas a picotazos, logrando ahuyentarlas, pero 268 una de ellas se resistió, y cuando la va a picotear, no huye, se queda inmóvil: de pronto se eleva unos 30 centímetros y se deja caer sobre la espalda de la atacante; al principio esta táctica defensiva la sorprendió y tuvo que alejarse, pero cuando salió de su marasmo, reaccionó y volvió al ataque; pero ahora las 3 resisten y han logrado quedarse. Ahora el comedor ha comenzado a agrandarse. Roscoff, 2009, Cd. de México, 2014. 269 LA FAUNA, LA FLORA MARITA En la azotea, Varzal tiene una caja de cartón con una tapadera de tela de gallinero, ya que seguido en su terraza caen palomas y pájaros heridos de sus patas o de sus alas, y es en esa caja donde les da asilo mientras se curan. Cerca de su casa hay una tienda donde venden comida para pájaros… Bajo el techo del estudio de la azotea, que sobresale unos 70 cm. sobre la terraza, es donde los pájaros han hecho un nido. Alejado de unos dos metros, en un lugar más protegido, unos dos meses antes les había puesto un nido falso -que venden en las tiendas-: el antiguo estaba un poco desecho por un fuerte viento, y como este nuevo no les había gustado, regresaron al lugar donde antes estaba su nido para construir uno nuevo más fuerte. En este nido, seguido vienen a poner sus huevecillos una pareja de bellas avecitas casi blancas, pero es un misterio, si sea el macho o la hembra o ambos que tienen la manía de empujar al vacío estas futuras vidas, tirando no solamente sus huevos al primer piso, sino que seguido aventaban a sus polluelos recién nacidos aún con vida. El pintor se los volvía a poner en el nido cuando no estaban, pero, necios, volvían a deshacerse de ellos lanzándolos al precipicio. Entonces, atándola con unos alambres, le añadió al nido una pequeña plataforma de 7 por 30 cm para que no se volvieran a caer, además de que les serviría para aterrizar. Cuando las aves, al regresar, vieron esta base, no descendieron, siguieron volando en círculos para observar qué era eso. Diez minutos después se posaron sobre una reja a unos 18 metros, y aterrorizados, comenzaron a gritar fuertemente, empujando su pecho y cabeza hacia delante: desgarradores gritos que parecían estertores, que los empujaban hacia algún abismo. Ya estaba cayendo la noche y Varzal pensó que esto se les iba a pasar. Al otro día en la mañana, todo estaba en silencio y subió a la azotea del segundo piso para ver si ya estaría en su nido la pareja. No, no estaba; más tarde volvió a subir y al asomarse vio sobre el techo del primer piso, que uno de ellos estaba tirado; el artista bajó para ver qué le pasaba, y al tomarlo entre sus manos, ya no se movía, estaba muerto. La pequeña ave se había suicidado. Y el nido permaneció vacío casi un año. Y un día lo quitó. 270 Hoy es un día extremadamente frío, a pesar de que el sol sale tímidamente. Les lleva su alpiste a los gorriones y a las palomitas: el comedor ha aumentado de comensales a más de 30 aves. En la azotea hay una pequeña bardita de unos 12 metros de largo y unos 30 centímetros de alto; en esta época de frío se calienta un poco con el débil sol que sale, y los pájaros aprovechan su calor para calentarse, se esponjan, se recuestan para estirar las patas y sus alas… Esta mañana el comedor está lleno, pero siguen llegando más pájaros: antes de llegar a los platos de comida, se posan en la barda. Desde su ventanal Varzal los observa, pero de pronto uno de ellos, que acaba de descender, comienza a perder el equilibrio, cuando unas gotas rojas salen de su pico y cae al piso: ya no se mueve más; es una palomita blanca. Inmediatamente otra palomita se le acerca y da vueltas a su alrededor, picoteándola; de pronto salta sobre su cuerpo inerte y la picotea agitando sus alas para dar saltos sobre ella, pero al instante, otro pájaro la picotea para que se quite; quizá para que la deje en paz. Luego se baja, pero da vueltas alrededor del cuerpo, vuelve a saltar sobre la avecilla, quizás para decirle: ¡Ya no seas mala, regresa! Pero la bajan otros pájaros. Entonces, doblando sus patitas, se sienta pegada a ella, quedándose inmóvil más de una hora ¿Recordando su amor, alguna plegaria? Varzal no ha quitado el cadáver, ya que durante todo el día su amado ha regresado a verla varias veces; ahora, cuando encuentra a otros pájaros cerca de su difunta compañera, los aleja a picotazos. ><Ω>< El pintor veía que sus cuadros en proceso, que colgaban en la pared aún frescos, tenían unas manchas voluminosas, al acercarse vio que eran excrementos de pájaro; de pronto vio una cabecita, la cual se movía constantemente con unos ojos que lo miraban atónitos: era un gorrión. Varzal le puso alpiste y agua dentro de la caja, pero el gorrión bajaba a comer solo cuando él no estaba, y no pudo colocar la tapadera para que se quedara dentro. Y observó un 2º óleo que también tenía manchas. Al ver las estructuras del techo, 271 localizó otro gorrión escondido: cada uno había escogido una tela para posarse en el canto o borde superior… Como vio que no podía seguir pintando, decidió abrir las dos puertas para que los gorriones pudieran partir, y luego taparía los huecos por donde se habían metido; pero no se iban. Un día cuando entró al estudio, un gorrión pasó espantado volando, rozándole los ojos: el artista, como reflejo, estiro rápidamente su brazo para asirlo, para luego ponerlo en la caja, pero él fue más rápido y Varzal se quedó con todas las plumas de la cola entre su mano. El pájaro salió volando a la terraza y se posó sobre un muro; pero no se movía, se quedó paralizado con la cabeza inclinada y los ojos cerrados; seguía de pie, y entonces lo tomó: al sentirse prisionero, el gorrión se dejó caer con las patitas para arriba en la palma de su mano. En seguida, Varzal lo puso en su caja, pero sin ponerle la pesada tapa de alambre, y le fue dando agua con un gotero, y de comer, pan remojado en leche en el pico, hasta que comenzó a moverse. El segundo gorrión ya se había ido, quizá pensando que su compañera había fallecido. El pintor buscó otro rincón para pintar en la planta baja y le dejó el estudio al ave, con las puertas abiertas: más de tres meses se quedó, ya que no se espantaba de la presencia humana. Como hacía calor, le puso un recipiente de cerámica blanco, lleno de agua, en la terraza, y la gorriona comenzó a bañarse: Llegaron más pájaros a la alberquita, y más pájaros. -Y un día mi adorada Marita desapareció con este grupo: quizá se había encontrado un hermoso príncipe. Así recuperó su estudio. Pero estaba muy triste pues se había acostumbrado a Marita, y diario salía a buscarla observando el cielo azul. COROS DE PÁJAROS. LAS DOS GALLINAS Era el año de 1957, cuando Varzal y varios compañeros de la escuela de artes habían recibido un premio, esta vez para ir al pueblo de Juchitán en el estado de Oaxaca, un estudiante convenció a Varzal para no ir con el grupo a esta ciudad; era Valencia, entonces de 25 años, -Varzal tenía 15: le dijo que él ya conocía esa población, y que mejor le proponía irse a un pequeño poblado indígena de ese estado, cerca de las pirámides de Mitla, donde él tenia unos 30 bastidores con masonite, los que ya tenían su preparación de gesso para poder pintar con óleo o al temple. Varzal creyó que su amigo estaba alardeando, pero aceptó su idea. Valencia le pidió que fueran a comprar una docena de camisas blancas con mangas en las tienda del centro, 272 y que entre los dos las pagarían, pues cada camisa era muy cara: servirían para hacer un trueque por la renta de una choza y comida en la aldea. Cuando llegaron a las pirámides de Mitla, buscaron al guardia, quien no estaba, esperándolo un buen rato; cuando al fin llegó en su vieja camioneta, al ver a su amigo le dio una gran alegría, dándole un efusivo y fuerte abrazo, haciéndolos pasar a donde tenía una cabaña como habitación, y ofreciéndoles para celebrar un vasito de mezcal; les mostró el lugar que había construido para guardar los bastidores: con morillos hechos de ramas de árbol, había levantado un tapanco, Y, sí… allí estaban los 30 bastidores… Al otro día emprendieron la caminata para llegar al caserío; caminaron casi unas tres horas; visitaron a sus habitantes preguntando a ver quién podría rentarles una choza: enseguida les dieron el recado con las señas para buscar a un joven que acababa de terminar de construir una choza de paja, pues pronto se iba a matrimoniar. Pero a quien localizaron fue a la novia, y Valencia le comentó lo de la renta: que si le interesaba, que escogiera una camisa, una sola, porque querían quedarse un mes para poder pintar. Cuando regresó, la jovencita les dijo que su novio estaba de acuerdo y que le habían gustado mucho la docena de camisas blancas por un mes de renta. Bueno, ya ni modo, pensaron los jóvenes aprendices de arte. Cuando regresaron a Mitla, su compañero de brochas tenía una hamaca y su compadre, el guardia, les prestó otra. –Pero como yo no soy mula, y yo solo quiero dibujar, eres tú, mi querido Varzal, quien vas a cargar los bastidores. Así, a la mañana siguiente, a las 5 de la mañana emprendieron el viaje cargando Varzal 6 bastidores, que se amarró a la espalda, además de una pequeña maleta y una caja de óleos; cobijas no necesitaban, pues el calor en esta región era intenso. En la cabaña no había ni un mueble, así que comenzaron a arrastrar troncos para utilizarlos como sillas y hacerse una mesa; la futura esposa les llevaba a diario tortillas hechas a mano, les llevó unas ollas de barro para que calentaran su café, el que habían comprado en la ciudad de Oaxaca, igual que 3 kilos de frijoles negros y arroz; les consiguió un anafre y carbón y diario les llevaba huevos, jitomates, papas… después, les aportó otra olla para que hirvieran los frijoles y una cazuela para el arroz; todo esto sin cobrarles un solo centavo. 273 En el día, caminaban en el campo para buscar los rincones que pintarían; luego construyeron con ramas unos caballetes y un tripié para colocar la cámara de Varzal, quien salía corriendo, ya que tenía 10 segundos para autorretratarse con los lugareños. Valencia no quería pintar al óleo, solo quería dibujar y hacer acuarelas; Varzal le insistió que ocupara uno de los bastidores que había llevado. Los jóvenes zapotecos los llevaron a visitar una pequeña cascada que formaba una no muy profunda poza, la que servía para bañarse, un día para los hombres y otro día para las mujeres; y su amigo, al ver este hermoso lugar, se animó y comenzó a hacer sus primeros trazos al óleo de estos frescos baños comunales; pero enseguida desistió, tomó su cuaderno y realizó una acuarela. Luego ya en la choza, con la luz de unas velas, continuó coloreando al óleo su bosquejo que había hecho en el paisaje de rocas húmedo … Los niños zapotecos, al ver los retratos que les hacían, luego se acomidieron a llevarlos a conocer los bellos paisajes: caminando hacia la poza, pasaron por un camino maravilloso lleno de hojas secas por donde pasaban las carretas jaladas por bueyes; a los lados, enmarcaban la avenida enormes laureles, los que formaban una cúpula cerrada con sus hojas verdes, donde miles de pájaros creaban un fondo musical. Entonces Varzal instalo su caballete; los niños se quedaban con ellos todo el día, hasta que los estudiantes de arte partían. Luego les mostraron el casco de una hacienda, y después… y después… Diario tenían visitas de los aldeanos, tanto en el día, cuando ellos trabajaban pintando, como en la noche: les ayudaban a acarrear troncos para hacer mesas y bancas para sentarse en el exterior, para gozar del atardecer escuchando a las bandas musicales de cientos de pájaros, tomando el fresco; los jóvenes estudiantes de arte les invitaban a tomar café y de vez en cuando a tomar algún alcoholito, cosa que ellos respondían también a veces llevándoles huevos, calabacitas, jitomates y en una ocasión llegaron con 2 gallinas: una era de color rojizo con una cola negra y una enorme cresta roja que parecía ser un gallo, pero les aseguraron que era una gallina; la otra era blanca con una cola negra y una pequeña cresta roja; las aves de corral eran tan hermosas, que les dio mucha pena que las fueran a sacrificar. 274 Era la mañana de un día domingo, y ese día, mujeres de la aldea ayudaron a desplumar y a cocinar a las dos plumíferas; Varzal y Valencia hicieron una reunión en la noche y festejaron con un buen caldo de pollo, mezclándole verduras y arroz, y los dos pollos los hicieron en mole; otras visitas llegaron con atole de maíz, con frijoles de la olla y algunas frutas. A medio día llegó el compadre de Valencia con dos burros, cargando el resto de los bastidores, más reservas de comida para que pudieran alimentarse bien; como había fiesta, se quedó a dormir, aunque con Morfeo se quedó solo pocas horas, porque la fiesta duró hasta las 2 de la mañana; y partió con sus burros a las 6.30 de la mañana, llevándose las pinturas que habían terminado. Cuando llegaron a la Academia de San Carlos, el director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, Roberto Garibay, los mandó llamar. Estaba muy enojado y les dijo que tenían que regresar el dinero del premio, ya que no habían ido con el grupo a Juchitán. Así, le contaron ellos en lo que habían invertido el dinero. Garibay no lo creía y pidió ver las obras: cuando se le mostró la cantidad de paisajes y retratos que habían hecho, además de las fotografías que Varzal había tomado, el director se quedó perplejo, ya que el grupo que había ido a Juchitán trajo solo unos cuantos apuntes: les había dirigido el profesor Manuel Herrera Cartalla, quien les acompañaba: las dos mujeres que iban, fueron acompañadas por sus mamás, y eso impidió que trabajaran bien, pues se habían dedicado a pasear…. Hasta ahora solo sobrevivieron 2 óleos de esta época, pues desaparecieron por el vandalismo de un cuñado de Varzal, que regalaba sus obras cuando andaba muy alegre con sus alcoholitos, y de sus camaradas, quienes también habían hecho de las suyas cuando vivían en el taller de Varzal. Un día, Carmela, la modelo y ex compañera del Falfurrias, El Patas Planas, le regresó 47 fotos en blanco y negro que su amigo se había llevado; después, volvieron a desaparecer… 275 LA IMAGINACIÓN DE LA NATURALEZA Hace tiempo le regalaron una pequeña libreta de papel muy fino; viene dentro de una fuerte caja forrada con terciopelo en el interior; a Varzal le brillan los ojos, pero no sabe en qué ocuparla; por fin saca su estuche de lápices de colores y se va al bosque de Chapultepec, donde el pintor seguido va a caminar, a admirar los árboles, sus raíces, sus ramas, sus extrañas formas… Y recordando sus días de la academia, comienza a dibujar las formas de la naturaleza que tanto le habían excitado; captando los impulsos cuando la naturaleza explaya sus virtudes e imaginación, creando colores de verdes frescos, de verdes húmedos del moho que cubren sus cortezas; así como las manchas cenizas, coordinándose y organizándose con los sienas, ocres, sepias, de los troncos, con los huecos que crean sombras y con las formas que absorben la luminiscencia para crear volúmenes; las ramas que en la cúspide se amalgaman como telarañas con la luz del cielo, para crear los dibujos de las sombras que proyectan en los prados, y así aplacar el calor de los días domingos, los que son días de fiesta, aquí en el bosque. La naturaleza, creadora de vida, de la que dependemos los humanos. El bosque de Chapultepec explaya su magia, atrayendo a infinidad de familias de todas clases sociales, quienes llegan a caminar, a correr alrededor del lago, a hacer gimnasia; los niños juegan con sus pelotas, con sus mascotas, hacen malabarismos con sus bicicletas o patines; forman grupos sentados en el pasto, para celebrar, reír, comer, platicar, hacer yoga, reflexionar, soñar, crear utopías… El domingo se alegra el bosque, y este día, especialmente, se oye la risa cristalina de infinidad de variedades de aves. Aterrizaron una garza gris y una blanca: cansadas de migrar, se quedaron aquí para enriquecer la fantasía del parque; los visitantes esperan con paciencia para admirar atónitos sus vuelos; las ardillas, con sus puntiagudas uñas escalan los árboles y saltan de rama en rama para lucir sus acrobacias, y luego descienden a gran velocidad para pedir una colaboración al público, de alguna golosina, por sus circenses hazañas. Anuncian los vendedores su arcoíris de globos, de pelotas; tocando sus campanas, los comerciantes ambulantes comunican a los visitantes la variedad de sus helados, raspados, algodones… cuyos colores brillan. 276 TECPÍ Tecpín -pulga en idioma náhuatl-, era un hermoso gatito gris rayado, con el que llegó su compañera Françoise cuando comenzaron a vivir juntos; tenía solo 10 días, pero a esta edad corría y saltaba como pulga por todo el departamento de la calle Cosala; entonces Françoise le puso Tecpí: por todas partes cargaban con él, y le gustaba mucho subirse al auto para acompañarlos; poco a poco comenzó a parecerse a un lince ibérico, pues le comenzó a crecer una melena grande. Ya había crecido y nunca lo habían llevado al mar: en Tecolutla encontraron un hotel donde los recibieron con este saltador, en el primer piso: tenía derecho de pasearse por los corredores; para ir a la planta baja, había una puerta que se lo impedía: el dueño del hotel, muy precavido, había quitado las 3 jaulas de pájaros, así que no había ningún problema. Ese día, Tecpí cumplió un año, y como regalo lo llevaron a la playa para su celebración; al posarlo en la arena, se fue caminando lentamente, pensando que era un gran baño; y de pronto comenzó a correr hacia el mar, frenándose aterrorizado cuando vio una ola que llegaba a la orilla de la playa; entonces una acomedida bañista lo tomó de su lomo para entregarlo a sus patrones. -En Zacualpan de Amilpas, en el estado de Morelos, teníamos una casa en medio de una gran huerta llena de nogales, de ciruelos, cedros, laureles, plátanos… árboles muy altos y frondosos; en medio de esta huerta corría un apantle que servía para regar las siembras de los campesinos y dar de beber a los animales en época de secas. Arriba de este acueducto, Varzal y su esposa habían instalado una hamaca familiar donde cabían los dos, la que colgaba amarrada entre dos árboles, y arriba habían colocado un foco para poder leer en las noches que hacía tanto calor. A las 11 de la noche, debajo de la hamaca, tomando como camino esta zanja, pasaba un hermoso y enorme armadillo: su prehistórico caparazón, aunque mate, resplandecía a la luz del foco; pasaba lentamente, moviendo su pesado cuerpo; caminaba con confianza, pero un día Varzal no se aguantó y quiso acariciarlo; espantada, la criatura salió corriendo veloz entre el canal de la acequia. -Nunca más volvió a pasar a esa hora, como era su costumbre; puede ser que lo haría más noche, para poder admirar la luz plateada de la luna. La casa estaba construida de anchos adobes, con un techo muy alto; en el interior llegaba hasta 7,30 metros de altura; el techo estaba hecho con gruesas ramas, 277 y algún día tuvo un tapanco para guardar el maíz; donde las vigas descansaban en los muros de barro había unos huecos entre las vigas; y por ahí se metían a descansar en la noche unos tlacuaches: estos marsupiales, mamíferos arborícolas, no tenían miedo al verlos, y se les quedaban viendo con sus ojitos brillantes desde la altura de 3 metros a su cama, que habían construido con otates; pero cuando Tecpí los localizaba, salían huyendo al oír cuando soltaba un sonido de felino. Esta casa la ocupaban fines de semana y todas las vacaciones que tenían en sus trabajos. A unos 90 metros, había un rastro donde degollaban a carneros, cerdos y otros animales. Los días viernes, cuando llegaban de la ciudad, mataban a los cerdos; los otros animales no hacían casi ruido al morir, pero los cerdos, en sus estertores, gritaban como poseídos, y esto era toda la noche. Tecpí corría a la cama a refugiarse con Varzal; entonces comenzaron a tapar todos los huecos y en esa forma los alaridos disminuyeron considerablemente y Tecpí ya no se asustó más. El gato gris de rayas negras, con el tiempo, comenzó a escalar los árboles y solo bajaba cuando lo llamaban para comer; en la noche se desaparecía por varias horas, hasta que un día desapareció por 15 días; como tenían que regresar a la ciudad le pidieron a un amigo que le fuera a dar de comer. Alberto le dejaba la comida a la entrada de la casa y se esperaba para ver que no se la almorzara algún otro animal. Cuando regresaban a la casa, Tecpí no quiso regresar más y poco a poco, aprovechando que una ventana se quedaba abierta de la casa del amigo que lo alimentaba, por ahí se escurría y se quedaba de 2 a 3 días, después desaparecía por más de una semana, retornando con los ojos morados: había aprendido a pelearse con los animales salvajes de las huertas. Una vez Varzal y su compañera lo vieron caminando en la calle al volver de algún paseo, iba del lado de la banqueta, pegado a los muros de las casas: marchaba con mucha confianza, sin miedo de los perros; aprovecharon para llamarlo; al oír su nombre, volteó a verlos, pero giró su cabeza inmediatamente para seguir su camino, retornando a su nueva vida de cazador; ni por un instante recordó todos los años que había vivido con los pintores y el amor extremo que se habían tenido entre los tres. Un vecino le avisó a Alberto que tuviera cuidado con su gato, pues se metía a los gallineros, y que ya había matado a varias aves, y que los campesinos le comentaron que lo iban a matar. 278 Así, el vecino le contó una vez más que los aldeanos ya habían ajusticiado a Tecpí. MINUCHKA Habían pasado los años, y no querían tener más gatos; en la ciudad de México, habían cambiado de departamento. Varzal recuerda bien: era en la noche cuando los despertó un ruido atroz; pensaron que alguien había entrado a su habitación: al levantarse vieron unos utensilios rotos de cerámica, de barro, y cacerolas y sartenes que estaban en el piso; cuando llegaron a la ventana de la cocina vieron que huía un gato adolescente; al otro día pasó lo mismo, pero esta vez el gato, sin romper nada, se quedó inmóvil al verlos. Le dieron leche y algo de comer, pensando al otro día arreglar la ventila para poder cerrarla y decirle adiós al nuevo visitante; así lo hicieron, pero éste se instaló en una maceta que tenían en una terraza, en medio de cactus llenos de espinas; cuando se asomaban a verlo, enseguida se acercaba a los vidrios para que lo dejaran entrar. Un día llovió y el gato de manchas negras y blancas estaba mojadísimo; entonces lo tomaron y lo secaron con una toalla, instalándolo en una canasta y cubriéndolo con cobijas; se quedó enseguida dormido. A la mañana siguiente, los fue a buscar a su cama, lamiéndoles la cara. Unos días después se dieron cuenta que caminaba moviendo la barriga de un lado a otro; unos amigos que estaban de visita les comentaron que estaba embarazada. El 14 de julio, cuando regresaron en la noche al departamento, 3 gatitos recién nacidos iluminaban la habitación: enseguida los nombraron: Libertad, Igualdad y Fraternidad. A los pocos días ya corrían en todo el departamento, y su madre, Minuchka, los aseaba diariamente con esmero; vieron que los tres escalaban una caja y les colocaron un obstáculo más inclinado, pero alto de un metro; para que pudieran clavar sus uñas a la madera le instalaron una gruesa tela, y así, diario, concursaban para ver quién llegaba hasta lo más alto. Las amistades se enamoraron de ellos y 3 amigos esperaron a que se destetaran y crecieran un poco; y un día se fueron; así son los hijos, un día se van. Minuchka siguió acompañando a los artistas, convirtiéndose en una belleza por las atenciones que le brindaban; para esto, ya construían una casa-estudio, copiando 279 un poco las proporciones de la casa de Zacualpan, a las afueras de la ciudad de Cuernavaca, en Santa María Ahuacatitlán, un antiguo pueblo. La gata de manchas negras y blancas, siempre se quedaba encerrada en la casa, no le gustaba para nada salir a pasear en el terreno, que era bastante espacioso. Pero, igual que Tecpí, un día comenzó a trepar las bardas en la noche, pero cuando la llamaban regresaba veloz con sus dueños, pues ellos tenían miedo que la fueran a matar. En 1988, dejaron el departamento de la colonia Condesa, y se cambiaron a una nueva casa, bueno, no se puede decir nueva, pues se comenzaron a realizar trabajos de albañilería para transformarla. Minuchka se acostumbró a los ruidos que realizaban los trabajadores al tirar muros, al taladrar… solo que se quedaba encerrada en el departamento del 1er piso, y salía a ver todo lo que estaba pasando cuando los albañiles partían a las 6 de la tarde. Cuando entraban a la habitación, ella partía veloz a esconderse debajo de la cama. Un día llegaron más temprano de lo normal, ella estaba en la planta baja; de pronto, al verlos, salió corriendo y de los nervios no pudo asirse a la base metálica de la ventana, donde tenía una pequeña puerta a su tamaño; entonces salió corriendo a los techos, para esconderse entre la separación que hay entre los muros de la casa vecina, que es de unos 14 cm, desapareciendo por este orificio. Los trabajadores, inmediatamente le hicieron una escalera para que pudiera salir, pero ella se quedó durante 3 días escondida. Françoise, compañera de Varzal, se subió a los techos y comenzó a llamarla y de pronto apareció entre los muros de la iglesia del Rayo y el muro de un edificio, en una abertura de 6 cm, y no podía pasar, era demasiado estrecho. Françoise la animó y Minuchka comenzó a empujar su cabeza haciendo un gran esfuerzo; y de pronto la cabeza estaba fuera, faltaba solo el cuerpo: realizando un esfuerzo sobreanimal, contrajo sus costillas y de pronto ¡¡pluf!!, estaba fuera. Su compañera la tomó delicadamente entre sus brazos, limpiándola con una toalla húmeda; luego le dio de beber leche y un poco de comida y Minouska comenzó a ronronear. Así pasaron varios años, acompañándolos en sus aventuras y desventuras, hasta que le llegó la vejez y entonces regresó a la tierra. ><Ω>< Varzal toma un autobús para ir al centro histórico; está un poco vacío; el día está clemente, pues unas nubes tapan un poco el sol. Un pasajero pide la parada al chofer; 280 cuando se detiene, un hombre con su hijo van a descender por la puerta delantera. El infante, de unos 4 o 5 años, le dice al padre, quien tendrá unos 25 años, con una voz aguda y casi gritando: –¡Papito hay dos escalones que tienes que bajal ! ¡Con cuidado, no seas atlabancado! ¡Eso esta muy bien Papito lindo, lo hiciste muy bien!Algunos pasajeros se levantan para ver la escena: el padre está ciego, y con una correa que ha amarrado a la cintura del niño, lo controla para que no le vaya a pasar algo, dándole instrucciones. El lazarillo describe la calle, y le dice que hay que esperar para atravesar, pues el semáforo está rojo, mientras se coloca su cachucha, alegre ríe al ver a una señora que porta entre los brazos a un gatito: –Está plecioso su gatito ¿Cómo se llama su minino?-, le dice a la señora, quien espera también para cruzar la calle; el niño no se aguanta y acercándose le da un beso al micifuz. La dueña le dice que puede regalárselo; en eso, el invidente le da las gracias y le dice que no puede aceptarlo, porque no podrían cuidarlo; el guía se pone triste pero lo acepta y se despide dándole un segundo beso al pequeño sueño. ><Ω>< Habían pasado unos largos meses y el recuerdo de Marita se había ido diluyendo. Un día vio un gran movimiento alrededor de donde había estado el nido: un pájaro de pecho gris, acarreaba pequeñas ramas, pedazos de hilos en su pico, y se le veía trabajando arduamente, bordando para su amada un hermoso nido. Enseguida apareció la compañera del gorrión, también con el pecho gris claro, alas moteadas de siena rojizo, ocre y negro, con una cola gris oscuro, quien comenzó a ayudarle en la construcción de su nuevo hogar: él transportaba y ella tejía. Pero, ¡Cómo se parecía esta pajarita a Marita ! La hembra comenzó a quedarse en su nido, y un tiempo después, nació un bebito. Un día, entrando a la casa, en la planta baja, donde hay un patio lleno de plantas algunas llegan a medir hasta 4 metros-, vieron que algo se movía entre las hojas, pero no encontraron nada. Varias veces oyeron un ligero aletear, hasta que 3 días después apareció una minúscula ave gris. Varzal trató de acercarse, pero se espantaba mucho. Le puso agua y comida, pero no comía nada; la pareja de gorriones volaba buscándolo por todas 281 partes: pasaron tres días, y un día vieron que lo habían localizado, y se posaron a los lados del pequeño en la misma rama. Pasaron tres días más, Françoise y Varzal estaban en el primer piso y vieron cómo los padres le daban instrucciones de cómo volar; pero no tenía aún fuerza en sus débiles alas. Un día observaron cómo los tres juntos volaron al barandal del primer piso; luego, en la azotea, se posaron en un muro, y de ahí, después de descansar un buen rato, juntos los tres, emprendieron el vuelo hasta el alto muro de la iglesia del Rayo, para luego continuar su vuelo, perdiéndose en el azul brillante de la vida. PLUTARCO CAYETANO El 20 de diciembre de 1998, Cuauhtémoc, el sobrino de Varzal, pasa a las 6 de la mañana para llevarlos en su auto al puerto de Lázaro Cárdenas, en el estado de Michoacán. Cuando llegan, se alojan en la casa de Alejandro, otro de los hijos de su hermana Consuelo, a unos 25 kilómetros de Lázaro, en La Mira. Al otro día, van a Playa Azul y se instalan bajo un techo de palmas en el estero del Pichi, donde la luz es extremadamente brillante, y Varzal encuentra en la playa un caracol y ¡Oh Sorpresa!, adentro había un cangrejo. Bajo la palapa hay una gran mesa y la familia se acomoda en ella. Oscar, otro sobrino, pide que le hagan a las brasas un pescado enorme, al cual abren en dos: era tan grande que entre los 16 comensales no lo pudieron terminar. El estero del Pichi era una fiesta, pues cientos de familias de Lázaro Cárdenas y de los alrededores invadieron ese día la playa. Les cuesta trabajo acostumbrarse al calor de esta región, siempre andan vestidos con ropa muy ligera. Por acá la gente dice que cuando alguien se muere, lo entierran con una cobija, por si se va al infierno, que no vaya a tener frío. Al otro día es la gran fiesta en casa de Consuelo, quien ya había comprado un borrego, y entre toda la familia habían excavado un hoyo para hacerlo en barbacoa. Cuauhtemoc, desde México había comprado un enorme pavo, que había pedido en un restaurante que lo prepararan relleno de frutas; y mientras, Françoise y Varzal van a comprar un árbol frutal para el jardín de su hermana, después, hacen un hoyo y siembran el árbol de mango, que ya tenía unos dos metros de altura; y la fiesta se prolonga hasta las 5 de la mañana. 282 A eso de las 13 horas regresan al Pichi: la playa está repleta de gente. La familia renta una lancha de motor, enorme, para pasear por los manglares, encontrando en el camino cocodrilos y grullas. Al regresar del paseo, los hijos de la sobrina Citlali se meten a bañar al mar. Andrés, de 5 años, después de dos horas de nadar regresa, pero su hermano Jorge, de 7 años, se queda otro rato: cuando quiere regresar, ya no puede: cuando camina hacia la playa, el mar no lo deja avanzar, al contrario, lo regresa hacia el mar a donde está ya muy hondo: la familia quiere ayudarlo, pero nadie puede entrar al agua, ya que la marea está fuertemente regresando al horizonte. En eso, unos jóvenes muy valientes se toman de la mano e invitan a la familia a entrar juntos al mar: así, la cadena humana llega hasta donde está Jorge muy espantado y logran sacarlo. El cangrejito se esconde dentro de su caracol y de vez en cuando muestra sus ojitos, Varzal le da el nombre de Plutarco; enseguida Cuauhtémoc lo llama Cayetano. En un tambo de plástico recogen agua de mar y arena para llevar a México, para la casa de Plutarco Cayetano. El 29 de diciembre tienen que regresar, pues su sobrino tiene que pasar el año nuevo con sus hijos que viven en la ciudad de México y prepararles una fiesta de fin de año. Apreciable y querida familia de Lázaro Cárdenas: Hermosos recuerdos de estos tíos tan lentos que dejaron pasar muchos años para ir a conocer esas cálidas tierras donde no se permite la tristeza, sino solo la alegría y la abundancia: llenas de palmeras, de mangos, de aguas de azul intenso, de esteros -El de Santana, Mata de Carrizo, y el del Pichi-, y de sobrinos bellos, alegres y llenos de imaginación. Paraíso donde todo el mundo se dice primo o cuñado. –¡Hey primo! ¿qué estás haciendo con tu cuñada? –¡Más cuñados, primo, más cuñados, primo! Estoy seguro que así se formó, por esa confianza y familiaridad, esa carismática ciudad cardenista. Les agradecemos los momentos tan bellos que nos hicieron pasar en el estero del Pichi (Piche, según una tarjeta postal), en la casa de Consuelo y la de Alejandro y Pati. 283 Plutarco Cayetano llegó sano y salvo al DeFecto; en el viaje, mientras Cuauhtémoc y Françoise manejaban, Cayetano venía echando maromas, pues tanto le habían contado de la capirucha que estaba muy emocionado. –No te creas Cayetano, Mexicalpan de las Garnachas es una ciudad triste, violenta y muy contaminada; además llena de baches. –No te creo cuñado, solo lo dices para espantarme. -Acá, ya en la ciudad, Plutarco esperó con mucha paciencia mientras le preparábamos su nuevo hogar lleno de arena del océano Pacífico, con olor a la brisa del Pichi. Al otro día en la mañana, al irlo a visitar con su desayuno, encontramos su casa vacía: explicando mejor, la casa que toman prestada al vecino o más bien la casa que invaden sin pedir permiso; movimos el caracolito para verlo mejor, pero allí en el caracol rojo no había nadie. Comenzamos a echar rayos y centellas pensando que habría sido un pinche pájaro o un gato asesino, como estos que pululan en las azoteas del DF. Nos sentamos a reflexionar. –No, no creemos que a Cayetano se lo haya almorzado algún buitre, ni menos que nos haya abandonado. Así regresamos y comenzamos a escarbar en la arena, pues Plutarco había hecho varios hoyos, pero en ninguno estaba. Cuando le habían preparado su casa sobre la arena, le habían colocado varios caracoles para ambientarle un poco el lugar: revisaron uno por uno los 7 caracoles y faltaba uno: cuando vieron entre la arena una punta del octavo caracol, rascaron rápidamente para sacarlo y ¡oh sorpresa!, en el hueco de la concha unas patitas se agitaron alegremente y unos ojos saltones los miraron directamente a los ojos como diciéndoles: -¿Qué, no les gusta mi nuevo traje? Ese día, en la casa hubo fiesta: aventamos buscapiés a los transeúntes y abrimos una botella de vino rojo festejando hasta el amanecer. Plutarco había escogido el caracol más grande, cinco veces su tamaño. 284 Hace unos días que duerme mucho, encerrado en la arena, solo sale de su túnel para hacer ejercicios de sus patas, camina lentamente haciendo equilibrios para sostener su enorme peso, el que le dio su nueva vida, el de sostener los pecados de esta gran urbe. –Te lo dijimos, Plutarco, te lo advertimos, de esta mierda de metrópoli llena de políticos corruptos, rateros… empresarios avaros, ambiciosos y explotadores… 2 de enero del 99. Plutarco Cayetano enfermó, se enterró en la arena, se enterró más hondo; se le ve muy decaído, lo sacamos para que comiera, pero no probó nada y se volvió a enterrar. 3 de enero. Cayetano se desenrolló y sacó estirando sus patitas; jalamos al cangrejo y lo bañamos con agua de mar, movió sus ojitos y 30 minutos después se volvió a meter a su departamento. 9 de enero. Françoise me dijo que a las 15:25 hrs. Plutarco había levantado el caracol y que se veían sus patitas empujándolo. 15:28 hrs encontramos a Cayetano con su caracol volteado hacia arriba y con su cuerpo casi afuera. Lo observamos un rato. 15:55 hrs,. Sus ojitos separados nos miran, pero poco a poco se van juntando y apagando; su cuerpo, en una última convulsión, abandona su coraza, mostrando la parte posterior de su cuerpo. Plutarco Cayetano se nos fue; estamos muy tristes, regresó al Paraíso de los Cangrejos en el Pichi. Les enviamos muchos abrazos y les deseamos Feliz Año Nuevo. Varzal y Françoise México DF, 1998, 2014. 285 EL BOCHITO Serían las 19 hrs. Pero el sol calaba implacable sobre los transeúntes. Varzal esperaba para atravesar la Calzada de los Misterios: esperando que terminara de pasar la interminable fila de automóviles, camiones… había demasiados, y si él no hacía algo, nunca pasarían, así que le hizo señas a un carro de que iban a pasar, pidiéndole de favor que se detuviera un segundo; pero el chofer desesperado, quien no quería perder un segundo, decidió no pararse y aventó el auto contra las gentes, los que, junto al pintor, atravesaban la calzada. Cuenta Varzal: -Mi reacción fue recordarle a toda su parentela, desde sus nietas a su abuelita pasando por su madre… Creyendo que mis ajos y cebollas se habían perdido entre el ensordecedor estallido de los cláxones y que mi rabieta no había servido de nada, comencé a sobarme el rozón que me dio en la pierna el auto del taxista; de pronto vi que las láminas de los techos de las humildes casas vibraban a causa de un potente rugido. –¿A quién le mientas la madre, hijo de puta?, dijo saliendo de un bochito un enorme hombre. -Entonces todo se paralizó y quedó en silencio; los surcos nasogenianos y el entrecejo del taxista se hundieron, sus ojos se inyectaron de sangre mientras una espuma blanca salía de su boca; tenia el rostro cuadrado, prieto y lleno de manchas blancas que hacían de él un ser macabro. Avanzaba hacia mí con sus puños crispados. Entre 36 tácticas posibles, la mejor es la huida. –Proverbio Chino– Algunos recuerdos de autodefensa que había practicado hacia 50 años hicieron que mi cuerpo tomara una posición de luchador oriental: sentí que mi columna semi rota se soldaba convirtiéndose en un fuerte resorte, para realizar mi trampa-llave, la que me había salvado tantas veces en mis años mozos. Dudé un poco, quizá porque ya no la recordaba bien: si debería lanzar primero el grito oriental, volver a mentarle la madre o antes aplicar la llave descuartizadora por sorpresa… mientras, la bestia avanzaba los 47 metros que nos separaban… –Ya ve Varzal, cómo le fue; se lo había dicho. ¿Qué?, ¿ No se dio cuenta que cuando se estaba tomando la colina, el enemigo que tenía frente a usted era el marrano 286 del capitán Mendoza? Eso le pasa por distraído, hubiera usted cambiado de gente – me dijo el teniente César Rodríguez, un hombre que me apreciaba mucho, porque me decía que yo era muy chaparrito pero eso no me quitaba lo inteligente, pero que para los madrazos era muy güey. El teniente estaba sentado a un lado de mi cama, en un cuarto donde atendían a los accidentados en el Pentatlón Universitario, lugar donde yo realizaba mi servicio militar. Y me siguió diciendo: –Mire mi amigo, quiero ayudarlo, preparándolo, enseñándole unos cuantos truquitos y una llave-sorpresa, la que tiene algunas variantes; para que no le vuelvan a romper las costillas, pero con una condición: dentro de 5 meses vamos a realizar otros ejercicios, realizaremos otra toma, pero ahora en el cerro del Ajusco, y quiero que usted busque a su adversario, en este caso al marrano de Mendoza. Cuando dos enemigos se reencuentran, sus ojos brillan intensamente. Proverbio Chino. -Efectivamente, el enemigo al verme no se rió, sino que se carcajeó. Yo hice como que tenía mucho miedo y cuando el Mendoza descendió velozmente la colina, me tiré de espaldas, alce mis piernas, las que clavé en su pecho y un instante después oí ¡¡KCrakcc!!!!! Del capitán salía un hilo de sangre de su boca. Yo estaba blanco y temblaba pues creía que estaba muerto; no fue así, solo había perdido el conocimiento. Yo creía que las enseñanzas del teniente Rodríguez no iban a funcionar con el capitán, ya que sólo las había practicado con gentes como el carnicero (-¡Ay, Pobre, cómo lo dejé!-), y con un joven que quiso asaltarme cuando caminaba por las calles del barrio de Tepito. -Ya veía venir al enorme taxista, quien estaba ya solo a unos 15 metros: yo lo esperaba inmóvil, cuando de pronto un viejito -más viejo que yo-, que salía en medio de la multitud que se había aglomerado para ver el espectáculo, dejó en el piso sus dos bolsas con las compras del supermercado y blandiendo su bastón me dijo: –No se preocupe, ahorita lo madreamos. -Después aparecieron 9 o 11 ancianos, quienes al solidarizarse conmigo, blandían sus muletas o sus andaderas, y gritaban: -¡¡¡Te vamos a dejar como carroña para los buitres, hijo de puta!!! 287 -El maligno detuvo sus pasos en seco y realizando un prodigioso giro se dirigió a grandes pasos a su bochito pintado de verde, perdiéndose a gran velocidad en esa tarde ardiente y agria en el enmarañado laberinto de autos de la ciudad de México. No. . . Sí… Sí, realmente el Frankenstein huyó de miedo, estaba aterrorizado de ver tanto viejito; y si no hubiera reprimido sus instintos bestiales, las consecuencias habrían sido catastróficas para él, por eso frenó sus pasos a tiempo: ya veía él los titulares de los periódicos: “Bestia feroz masacra una docena de ancianitos” y como subtitulo: “Pasará 70 años tras las rejas”. México DF. 10 de junio, 2009. 288 EL PALACIO BORDA Varzal regresó a su estudio recordando a los neuróticos taxistas, a los ancianitos solidarios, y antes de ponerse a dibujar, encendió la radio en un programa de radios comunitarias y escuchó atentamente: – ¿Cómo te sientes allá arriba en el cielo? – pregunta un locutor a un enfermo, en una radio comunitaria del hospital psiquiátrico Borda. – Bien, muy bien- contestó el loco. – ¿Hay muchas cosas allá arriba? – Acá en el cielo no hay nada, yo estoy solo. – Pero allá arriba ¿hay amor? – ¡No! No hay amor, porque para que haya amor se necesitan varias personas como yo y además no hay sol. – ¿Tampoco hay luna? – No, tampoco hay luna, pero sí hay mucho pasto, un pasto verde, muy verde. – Pero ¿tú quisieras que hubieran otras cosas allá arriba? – ¡Sí, claro! quisiera que hubiera trenes. – ¿Y para qué quieres trenes allá arriba? – Allá abajo, en la tierra, los trenes atraen al sol, y quisiera también que hubiera barcos. – Pero los barcos no vuelan y son muy pesados ¿Para qué quieres los barcos? 289 – Porque los barcos también atraen al sol, y además los barcos necesitan agua y si hubiera barcos habría también un mar. – ¿Y qué ves desde allá arriba? – Veo el Palacio Borda. – ¿Y qué es el Palacio Borda? – Es una casa de locos ¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja!... Para locos. Y hay muchos locos ¡Jo, jo, jo! ¡Je, je, je! ¡Ji, ji, ji! ¡Ja, ja, ja!... ¡Ja, ja, ja! Está lleno de locos ¡Ja, ja, ja!..........¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja!.. ¡Ji, ji, ji! ¡Ja, ja ¡Uyjayjay! ¡jajay! ¡Jajay! ¡Jay!……………………… jay… ay!... ay…ay México DF. 2002-2014. 290