El Taller - Museo Del Greco

Transcripción

El Taller - Museo Del Greco
TALLER DEL GRECO
La idea de formar un taller amplio que le permitiera hacerse cargo de la realización
de retablos completos en sus tres partes de arquitectura, escultura y pintura y de
producir, a precios asequibles y en gran cantidad, cuadros de devoción, se le
ocurrió al Greco en el momento en que empezó a establecerse definitivamente en
Toledo a comienzos de los años 80.
Además de los cuadros de su propia mano, hay un importante número de obras
producidas en su taller por ayudantes que, bajo su dirección, seguían bocetos
suyos. Se estima que son del orden de trescientos los lienzos del taller, que todavía
en algunos estudios son admitidos como obras autógrafas. Estas obras están
realizadas con los mismos materiales, con los mismos procedimientos y siguiendo
sus modelos; en ellas intervenía el artista parcialmente, pero la mayor parte del
trabajo la realizaban sus ayudantes.
El pintor organizó su producción a niveles distintos: los grandes encargos los
realizaba en su totalidad él mismo, mientras que sus ayudantes realizaban lienzos
más modestos, con iconografías destinadas a la devoción popular. La organización
de la producción, contemplando obras totalmente autógrafas del maestro, otras
con su intervención parcial y un último grupo realizado totalmente por sus
ayudantes, permitía trabajar con varios precios, pues el mercado de la época no
siempre podía pagar las elevadas tarifas del maestro.
En 1585 fue seleccionando tipologías e iconografías, formando un repertorio en el
que trabajó repetidamente con un estilo cada vez más fluido y dinámico. El éxito
popular de sus cuadros de devoción, muy buscados por su clientela toledana para
capillas y conventos, le llevó a elaborar varios temas. Algunos interesaban
especialmente, repitiendo de ellos numerosas versiones: San Francisco en éxtasis o
estigmatizado, la Magdalena, San Pedro y San Pablo, Santo Domingo, la Santa
Faz o la Crucifixión. Destaca en este contexto la figura del grabador flamenco
Diego de Astor, que residia en Toledo a principios del siglo XVII y fue discípulo del
Greco en el diseño y grabado, contribuyendo a la difusión de estos temas a través
de la estampa.
Una de las producciones más característica del taller de la última época son los
ciclos de los Apóstoles, representados de medio busto o de tres cuartos con sus
símbolos correspondientes. A veces se les representaba por parejas. Son figuras
ascéticas, de siluetas enjutas y alargadas, que recuerdan a los iconos griegos.
Desde 1585, el Greco mantuvo a su ayudante italiano Francisco Preboste, que
trabajaba con él desde el periodo romano. A partir de 1600, el taller ocupaba 24
estancias, un jardín y un patio.
Tras la muerte del Greco, su hijo Jorge Manuel continuó con el taller del pintor, en
el que él mismo había sido ayudante. Una vez resueltos los trabajos contratados,
lo cerró y se dedicó a su profesión de arquitecto. A Jorge Manuel se le han
atribuido sin fundamento obras que salieron del taller del Greco y que recuerdan
su estilo, sin llegar a la calidad del mismo.
Las huellas del Greco tan sólo son notables en la obra de Luis Tristán, el discípulo
que mejor asimiló su estilo, tanto en la composición de los temas religiosos como
en el canon que utilizó: figuras alargadas, cabezas pequeñas y manos expresivas.
No obstante, su paleta de base terrosa se aparta bastante de los colores agrios
utilizados por el Greco y acusa la influencia del naturalismo tenebrista, que pudo
conocer durante su viaje a Roma.
Años después de la muerte del Greco, aún seguían encargándose copias de sus
composiciones religiosas a pintores mediocres, que repetían formalmente los
temas iconográficos originales y apenas dominaban las transparencias y
matizaciones cromáticas de su técnica pictórica.

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