Descargar textos - Jo, l`Arxiduc
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Textos en Castellano Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s El archiduque Luis Salvador de Austria es, sin duda, la personalidad más significativa y la que más huella ha dejado en nuestras islas de cuantas las han visitado. Luis Salvador, s’Arxiduc, como es conocido entre los ciudadanos de las Baleares, fue un personaje novelesco. Hombre de una extensa cultura e intelectual políglota, se convirtió en un mecenas generoso. Príncipe errante, perteneció a esa estirpe de viajeros decimonónicos que huían de sí mismos en busca de un objeto de deseo que sólo existía en su imaginación y que, en consecuencia, era inalcanzable. Perteneció a todo el mundo y no echó raíces en ninguna parte, pero si de algún lugar se llegó a considerar ciudadano, este lugar fue Mallorca, fueron las Islas Baleares, de las que se enamoró nada más pisarlas por primera vez cuando en 1867, con apenas 20 años de edad, llegó a Ibiza. Su amor por nuestras islas se materializó físicamente en una obra magna, su Die Balearen, un estudio denso, prolífico, profundo. Un texto que retrata a la perfección mediante la palabra y la imagen todos los aspectos de la sociedad balear de finales del siglo XIX y principios del XX. Die Balearen se convierte así, en palabras de Sebastià Trias Mercant, «en la reserva de aquello que desaparece. Compila y testifica, como un museo que conserva, objetivado por la palabra y el grabado y en contra de la industrialización, el endémico primitivismo civilizado». En 2015, cuando se cumplen 100 años de su muerte, el Govern de les Illes Balears quiere agradecer a Luis Salvador todo aquello que hizo por nuestro archipiélago. Cualquier cosa que podamos hacer no será nunca suficiente para devolverle todo lo que él nos entregó a nosotros. Esta comunidad autónoma está pues en deuda con el Archiduque. Por este motivo, para solventar este agravio, hemos publicado este catálogo y hemos organizado esta exposición, titulada Jo, l’Arxiduc. El desig d’anar més lluny. Y al frente hemos puesto a Carme Riera, escritora y miembro de la Real Academia Española. Nadie mejor que ella para llevar a buen puerto tan ambicioso proyecto. Nuestra intención no es otra que volver a situar a Luis Salvador de Habsburgo-Lorena en el lugar que se merece y dar de nuevo relevancia a una obra que define y enmarca nuestro pasado. Y ya sabemos que una comunidad sin pasado es una comunidad con un futuro perdido. Quiero acabar con una frase de Luis Salvador, ese hombre que amó nuestras 244 islas. Dijo: «Cuando hayas contemplado la grandeza de Mallorca, cuando hayas comprendido el profundo secreto de la isla de Oro, la amarás toda la vida». José Ramón Bauzá Díaz Presidente de las Islas Baleares Nota de justificación y de agradecimiento Carme Riera En 2015 se cumplen cien años de la muerte de Luis Salvador de Habsburgo-Lorena y Borbón (1847-1915). Para conmemorar este aniversario, el Gobierno de las Islas Baleares ha declarado el 2015 «Año Archiduque» y ha encargado al Institut d’Estudis Baleàrics la organización de una exposición de la que he sido nombrada comisaria. El arquitecto Daniel Freixes, que ya trabajó sobre el Archiduque en Costa Nord de Valldemossa, reproduciendo la goleta Nixe, es el responsable del diseño museístico. Lucía Garau se ha encargado de la documentación y Sílvia Ventayol de los audiovisuales. Dado que las exposiciones acostumbran a ser efímeras y van destinadas a un público amplio no de especialistas, parecía conveniente que un catálogo dejara constancia de la muestra, además de contribuir a profundizar en la obra y en la vida del Archiduque gracias a las aportaciones de los principales expertos. Muchos de los autores incluidos han sido miembros del consejo asesor de la exposición: Joan Andreu, presidente de la asociación Amics de l’Arxiduc, escribe un artículo sobre la deuda de los isleños con Luis Salvador; Guillem Frontera aborda la relación del príncipe con las tierras mallorquinas; Gabriel Janer Manila se refiere al hombre de letras que a su vez fue Luis Salvador; Joan Ramis-Pujol describe las singladuras mediterráneas. Finalmente, tanto José María Sevilla como Helga Schwendinger en sus artículos nos brindan nuevos puntos de vista sobre la personalidad del Archiduque. Otros autores han sido escogidos por su vinculación con Luis Salvador, tanto en las Baleares como en tierras checas. No están todos los que son porque sobre el Archiduque han trabajado muchas personas pero sí son todos los que están. Así, el arquitecto Manuel Cabellos describe en su artículo la Palma que encontró el Archiduque; Vicente Valero se refiere a los viajes de Luis Salvador a Ibiza y Tomàs Vidal Bendito, a la relación con Menorca. Maria del Carme Bosch escribe sobre el Archiduque como personaje de ficción. Por su parte, José Carlos Llop nos ofrece un análisis literario de las principales pulsiones de Luis Salvador. Desde Brandeis. y para valorar la significación que este lugar tuvo en la vida del príncipe, nos envía un texto Milan Novák. Desde el Archivo Nacional de Praga, Eva Gregorovičová muestra la importancia de los documentos que en él se guardan sobre la familia de los Habsburgo de Toscana. Finalmente, una de las principales expertas sobre el Archiduque como científico, Brigitta Mader, realiza nuevas aportaciones sobre el tema. Esta exposición ha sido posible gracias a la colaboración de muchas personas a las que queremos agradecer su ayuda. En primer lugar, a los herederos del Archiduque, las familias Cilimingras-Casasnovas, García Farias-Vives, Negrón-Vives y Sevilla-Ribas, a Isabel Ribas Vives y Pepín Vives Cilimingras. En segundo lugar, a las personas e instituciones– cuyos nombres figuran por orden alfabético– que han contribuido con préstamos de piezas o con informaciones en ocasiones difíciles de localizar: Rosa y Tomàs Capllonc, Dalibor Ciak (cónsul de la República Checa), Mateu Colom Palmer, familia Colom Homar, Juan Chaves Alemany, Bruno Entrecanales, Dolores Estrades Calafat, Laureano García, Jorge Hyka, Rainer Hubert, familia Jaume Vidal, M. Àngel Limón Pons, Jaume Mir, Catalina Moragues, Joan Oliver Maneu, Juana Palmer, Guillermo Reynés, Francisco Serrano, Alfonso Sureda, Ana Torán. Associació Amics de l’Arxiduc, Arxiu del Consell Insular de Mallorca (Isabel Garau), Arxiu Municipal (Pedro de Montaner), Arxiu del Regne de Mallorca (Ricard Urgell), Arxiu del So i de la Imatge de Mallorca (Pablo Pérez-Villegas), Arxiu del So i de la Imatge de Menorca (Esperança Pallicer), Arxiu del So i de la Imatge d’Eivissa (Cristina Palau), Archivo Nacional de Praga (Eva Gregorovičová), Archivo Narodni de Praga (Sršeň Lubomír y Vlasta Mestankova), Biblioteca de l’Ateneu de Maó (Cristina Planella), Biblioteca Bartolomé March (Faust Roldán), Biblioteca Lluís Alemany (José Carlos Llop), Biblioteca Pública de Maó (Antonia Cardona), Biblioteca Pública de Palma (María de Lluch Alemany), Biblioteca Nacional de Austria (Mag. Mathias Böhm), Casa, Corte y Archivo del Estado, Viena (Dr. Thomas Just), Centre Oceanogràfic de les Balears (Enric Massutí y Ana Morillas), Textos en castellano Fundació Sa Nostra, Museu Es Baluard, Museu de Mallorca (J. Maria Palou). Museo de Pontevedra (Ángeles Tilve), Museu de Valldemossa, Parlament de les Illes Balears, Societat Arqueològica Lul·liana (Antoni Planas). También quiero agradecer muy especialmente el trabajo ímprobo que Antoni M. Planas, Neus Ribas y Aníbal Guirado han llevado a cabo durante la confección de este catálogo. El deseo de ir más lejos Carme Riera, com isaria de la exposición. El Archiduque Luis Salvador de Austria, «s’Arxiduc» es probablemente, entre todos los viajeros llegados a las Baleares, desde el siglo XIX hasta la primera mitad del XX, el más conocido y reconocido por los isleños, en especial por los mallorquines. A juicio de muchos, su contribución resultó fundamental para dar a conocer la existencia de nuestras islas en Europa, a pesar de que Die Balearen in Wort und Bild geschildert (Las Baleares descritas por la palabra y el grabado)1, su obra magna, fue poco divulgada. Impresa por cuenta de Luis Salvador en Leipzig (1869-1891) en ediciones no venales y de tiraje escaso, llegó únicamente a un público minoritario de colaboradores, amigos y especialistas.2 Sin embargo, el hecho de que los dos primeros volúmenes fuesen premiados en la Exposición Universal de París en 1878, con la medalla de oro, contribuyó a mostrar Mallorca de un modo menos subjetivo que el utilizado por George Sand, aunque Un hiver à Majorque seguía siendo por entonces el libro de viajes más difundido sobre la mayor de las Baleares. Die Balearen se parece poco a Un hiver à Majorque. Entre otras diferencias notables, sobre las que no puedo entrar aquí, la intención de Luis Salvador de Habsburgo era muy diferente a la que movió a Aurora Dupin. Además, la obra del Archiduque trasciende lo que entendemos por literatura de viajes. Es cierto que la mayoría de los libros que escribió son fruto de sus periplos, pero por su alcance geográfico, antropológico, botánico, zoológico, etc. tienen un carácter enciclopédico. El título escogido para la exposición, Yo, el Archiduque. El deseo de ir más lejos, parte de la intención de que sean sus propias palabras, que ofrecemos como apéndice de esta presentación, las que sirvan de hilo conductor de los bloques temáticos en los que se ha dividido la muestra, circunscrita de manera principal a las Islas Baleares. Soy plenamente consciente de que la forma de utilizar la primera persona seguida del título es propia de reyes y Luis Salvador no lo fue pese a que, gracias a la compra de una serie de predios, consiguiera disponer de un pequeño reino o por lo menos de un principado, en la costa norte de Mallorca, entre Valldemossa y Deià, al que designó con el nombre de Miramar, que era el de la primera finca que adquirió. La obsesión, ya advertida por Miguel Dolç (1951:13) por el «deseo de ir más lejos», que el mismo Archiduque asegura en Somnis d’estiu ran de mar (Sueños de verano junto a la orilla del mar), es una constante en su vida y me parece que la resume bastante bien. El espacio del Casal Solleric, magnífico aunque limitado, nos ha obligado a tener que escoger unos determinados aspectos de la vida y la obra del Archiduque, en detrimento de otros, y a sintetizar. Las salas han condicionado los ocho bloques en los que ha sido dividida la exposición. A partir del «Retrato, de la cara clara y la cara oscura», destacamos los temas que nos han parecido más relevantes: «El viajero», «El mar y la tierra», «El observador, el científico», «El hombre de letras», « Su mundo de afectos y relaciones: El amante, el amigo, los amigos», «El anfitrión», y, finalmente, «El legado». Retrato en claroscuro Ludwig Salvator Maria Giuseppe Giovanni Battista Dominicus Raineri Ferdinando Carl Zenobius Antonin de Habsburgo-Lorena y Borbón era el noveno hijo del segundo matrimonio de Leopoldo II, duque de Toscana, y María Antonietta de Borbón-Dos Sicilias, nieta de Carlos IV, rey de España. Primo segundo del emperador de Austria. Nació en el palacio Pitti de Florencia, el 4 de agosto de 1847 y falleció en Brandeis (República Checa) el 12 de octubre de 1915. ¿Pero quién era el Archiduque? Contamos con muchos datos sobre sus ascendientes. Los árboles genealógicos de la rama toscana de los Habsburgo nos ofrecen información sobrada. Más complicado resulta saber si tuvo descendencia, porque nunca reconoció a ningún hijo. Amó, protegió y educó a los hijos de su secretario y heredero universal, Antoni Vives. No se casó jamás. Sus biógrafos tratan de encontrar la justificación de su soltería en un hecho sobrecogedor: la muerte, a consecuencia de quemaduras terribles, de la princesa Matilde, hija del archiduque Alberto, al parecer, su prometida, algo no probado, pero a la que sí le unían lazos de afecto, tal y como demuestran los telegramas que recibía Luis Salvador sobre la evolución de la salud de la princesa tras el accidente, que habría de acabar con la vida de la joven, según aporta el documentado artículo de Eva Gregorovičová «Tras los pasos del archiduque Luis Salvador de Austria en Bohemia. Archivo, fuentes bibliográficas e iconográficas de la vida de Luis Salvador y la obra de las instituciones culturales en Praga», incluido en este catálogo.3 ¿Desencadenó también este dramático suceso el constante deseo de huir, de marcharse lo más lejos posible? ¿O no era ya ese un rasgo del carácter de los Habsburgo? Basta recordar que el hermano pequeño de Luis Salvador, Juan Nepomuceno Salvador, con el nombre de John Orth, emprendió un largo viaje desde Londres a Sudamérica, pilotando él mismo su barco. Tras zarpar de Buenos Aires rumbo a Valparaíso, desapareció misteriosamente en 1890, sin que jamás se volvieran a tener noticias suyas ni de su tripulación. El exilio de su familia, expulsada de Florencia en 1859, a raíz de la unificación de Italia, cuando Luis Salvador tenía doce años, también hubo de marcarlo para siempre y pudo determinar su nomadismo posterior. ¿Cómo era? Parece que era feo –aunque solo las fotografías de sus últimos años nos muestran, en efecto, un cuerpo deforme como consecuencia de una acromegalia– y que no se gustaba demasiado frente al espejo. Un aspecto que pudo influir en su rechazo de los usos de la corte y su nula preocupación por los convencionalismos sociales. Desde niño tuvo una salud delicada. Por eso le enviaron junto con su hermano Juan Nepomuceno Salvador a Venecia, donde residió entre 1861 y 1863. Sus padres pensaron que les sentaría mejor un clima más benigno que el de Brandeis (hoy República Checa), donde se había instalado finalmente su familia, sin ninguna esperanza de regresar a la Toscana. Los baños de mar se consideraban muy sanos y ese detalle permite también relacionarlo con la elección de las Baleares, por parte del joven Archiduque, como destino vacacional para el verano de 1867. Y quizás suponer, asimismo que la salud precaria del niño y del adolescente, sobre la que a menudo se insiste en las cartas familiares, pudiera tener consecuencias negativas en 2 45 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s la del adulto y, en parte, explicar ciertas dificultades de su vida sexual, que otras misivas posteriores, no precisamente muy edificantes, insinúan4. En cambio, lo que está fuera de toda duda es que era muy inteligente y muy trabajador. Al regresar de Venecia, estudió primero en el Theresianum de Viena, y más adelante, en 1865, en Praga con los mejores profesores de la universidad, que le dieron clases particulares. Como recuerda Brigitta Mader en su artículo, «Un archiduque con método. Luis Salvador el científico», el emperador consideraba que un miembro de su familia solo podía acudir a las aulas públicas en ocasiones excepcionales. Su preparación en todos los campos fue excelente y consta que era un estudiante de primera categoría. Muy capacitado para las lenguas, llegó a hablar catorce idiomas, según algunos, o doce, según otros. Y entre sus estudios, prefirió las ciencias naturales. Controvertido por pocos y enaltecido por la mayoría, considerado viscontiniano antes de Visconti o precursor de los hippies, sus biógrafos lo han presentado desde ángulos diferentes. Para unos, lo más destacable fue su vida errante. Para otros, su sexualidad. Para unos terceros, el interés por la ciencia, a la que consagró su vida (Peres, 1994:24). La tradición oral mallorquina se nutre de su figura, de la que sobresale la parte clara, la más conocida, pero existe igualmente otra más difusa, más escondida y oscura, que entra en contradicción con la primera. Rodeado por un séquito de personas, en su mayoría, de condición humilde, le divierte que le confundan con cualquiera de sus sirvientes, porque va mal vestido y no le importa la apariencia; sin embargo siempre hace valer sus prerrogativas de alteza imperial, aunque las disimule, y no tolera que le lleven la contraria. Perder su favor, como le sucedió a Obrador5, implica el rechazo, o como le pasó a Catalina Homar6, el destierro de su abigarrada corte, en la que ninguno de sus servidores cobra. Así lo reconoce en su testamento, en el que pide a sus herederos que paguen lo que debe a cada uno e incluso que continúen pagándoles hasta el día de su muerte.7 Puede parecer un desclasado, pero no lo es. Los vínculos con su imperial familia son fuertes, especialmente con su madre, a quien escribe de manera asidua, siempre en italiano, aunque las cartas son más cariñosas, halagadoras y extensas cuando trata de obtener dinero. Hombre libre, pese a que no le guste 2 46 la vida encorsetada de la corte de Viena, sigue fielmente los mandatos del emperador, al que visita todos los años. Siempre le pide permiso para viajar y tal vez cuando escoge los lugares a los que va a dirigirse lo hace, si no en funciones de espía, al menos como informador. El doctor Sevilla así lo ha sugerido en diversas conferencias y publicaciones (2014). Los sitios en los que adquirió casas, Mallorca, Zindis (Muggia, junto a Trieste), Ramleh, en Alejandría, eran puntos estratégicos del Mediterráneo, un mar siempre deseado por el Imperio austrohúngaro y el predilecto de Luis Salvador, que dedica a los lugares costeros y a las islas la parte más importante de sus estudios. Enamorado de Mallorca, a pesar de la afirmación, reiterada en la mayoría de biografías, de que estableció allí su residencia permanente8, no es así. No vivió siempre en la isla, sino de manera discontinua y nunca definitiva, mucho menos tiempo del que en principio podíamos sospechar. A veces pasaron años sin que regresara, como sucedió, por ejemplo, entre 1898 y 1908. No obstante, los mallorquines pronto le convirtieron en leyenda y le mitificaron. «S’Arxiduc» formó parte del imaginario popular a partir de su segundo viaje. Un sinfín de anécdotas conservadas con variantes y multiplicadas oralmente ha llegado hasta nosotros. Entre las más reiteradas: no permite que se tale ningún árbol; siente un gran afecto por los animales; va sucio y mal vestido; su indumentaria da lugar a numerosos equívocos. Al parecer sus más importantes armas de seducción fueron su poder, su riqueza y su rango. Las utilizó, según los testimonios y los documentos que han llegado hasta nosotros, con las personas humildes y de su servicio para las que sentirse escogidas y deseadas por un príncipe constituía un orgullo además de un seguro de vida, ya que tal elección suponía salir de pobres. No obstante el Archiduque no fue un vulgar depredador ni un libertino cualquiera, como tantos otros hombres de su época, puesto que se preocupó por instruirlas, educarlas y de ayudar a sus familias, aunque las presuntas seducidas siguieron tratándole siempre de señor y de alteza, como puede documentarse en la correspondencia. Sus particulares apetencias sexuales, según algunos biógrafos la atracción por ambos sexos e incluso la tentación de la promiscuidad, se oponen a una religiosidad probada. Luis Salvador oye misa cada día. Y en la Nixe transporta los ornamen- tos litúrgicos para que pueda celebrarse a bordo. Caprichoso, voluble, apasionado, sus entusiasmos por las personas y las cosas varían según el humor, al igual que la elección de los lugares que le atraen para estudiarlos, si bien a la vez demuestra una capacidad extraordinaria de trabajo: más de sesenta obras, escritas en francés, alemán, checo, español, italiano y catalán, publicadas entre 1868 y 1916. La última, Auslug- und Wachttürme Mallorcas (Torres y atalayas de Mallorca), vio la luz póstumamente. Antes de la publicación de Die Balearen (1869-1891) en siete partes, divididas en nueve volúmenes, «nunca nadie había llevado a cabo una labor científica y editorial de esta magnitud» –escribe Guillem Frontera en el artículo «El archiduque que pudo reinar»– y continúa «una obra gigantesca, de la que emerge la figura de un hombre con una capacidad de trabajo y unas dotes de organizador –y unas posibilidades financieras, también hay que decirlo– sin parangón en nuestra historia». Algunos de los trabajos publicados salen anónimos, otros firmados exclusivamente por él, aunque cuenta con importantes colaboradores sin los que Die Balearen no se hubiese podido llevar a cabo del mismo modo. Con frecuencia, estas personas, cuya ayuda fue fundamental, generan solo unas breves líneas de agradecimiento. No obstante, escoger a los colaboradores de mayor prestigio no deja de ser un mérito incuestionable y aprovechar sus conocimientos para sintetizarlos, también. Desvinculado aparentemente de los asuntos políticos, desempeña un papel importante a favor de la paz. Forma parte, en representación del Imperio austrohúngaro del comité de honor del decimonoveno Congreso Universal de la Paz en Roma, en 1911 y protege a los pacifistas austriacos, concretamente a los Premios Nobel Bertha von Suttner (1905) y Alfred Hermann Fried (1911). Sus constantes viajes le permiten conocer de primera mano las circunstancias sociopolíticas y contar con informaciones muy valiosas. Tal vez por eso en 1914 intenta convencer al archiduque Francisco Fernando, heredero del imperio, de que no vaya a Sarajevo, donde morirá a consecuencia de un atentado; así lo pone de manifiesto José María Sevilla, en el artículo «El archiduque Luis Salvador de Austria y la política». También Helga Schwendinger, en su texto «Lo que los biógrafos aún no han contado», reivindica el papel de Luis Salva- Textos en castellano dor como precursor de la «política de vecindad» y lo considera un europeo moderno y así escribe: «Este pacifista de la casa de los Habsburgo ya supo ver en el siglo XIX que Europa, Próximo Oriente y el norte de África –a pesar de su diversidad sorprendente– conforman un espacio cultural común en torno al mar Mediterráneo». El viajero En la segunda mitad del siglo XIX los jóvenes de las élites europeas solían completar su formación académica con largos viajes. Una costumbre que los Habsburgo de Toscana pusieron en práctica desde niños. ¿Por qué escogió las Baleares? Ningún biógrafo lo aclara de manera concluyente. En una carta9 a su madre, fechada en Praga en 1867, escribe que espera el visto bueno del emperador para pasar los tres meses de verano en las Baleares, donde, además de tomar baños, «podré disfrutar de una naturaleza hermosa y casi africana, y de un reposo de ánimo del que siento necesidad». ¿Tiene que ver esta necesidad de reposo espiritual con la trágica muerte de la princesa Matilde? Visitó las Pitiusas y las Baleares por primera vez en verano de 1867, en vez de ir a Dalmacia, ya que la situación política y un brote de cólera en la zona desaconsejaron el viaje. Llegó a Ibiza el día 11 de agosto, procedente de Valencia. Después de pasar por Formentera, Mallorca y Menorca, regresó a Praga a principios de octubre. No se dio a conocer con el título de archiduque de Austria sino con el de conde de Neudorf (Ludwig Graf von Neudorf) que continuó utilizando toda la vida mientras viajaba, igual que hacía su prima, la emperatriz Isabel, que fuera de la corte usaba el de condesa Hohenems. Le acompañaba su tutor, Sforza, y un ayudante, Pazelt. En las primeras páginas del folleto Beitrag zur Kenntnis der Coleopteren-Fauna der Balearen (Contribución al conocimiento de los coleópteros de las Baleares), aparecido en Praga en 1869, Luis Salvador asegura que llegó al archipiélago con el fin de llevar a cabo «algunas investigaciones topográficas y estadísticas» y aún añade que «aunque no era lo primordial de mi viaje, dediqué muchas horas a mi estudio preferido: las ciencias naturales y de este modo conseguí reunir una considerable colección de productos naturales». ¿Cuál era entonces el motivo primordial de su viaje? El interrogante, igual que tantos otros de su vida, continúa abierto. El Archiduque se pasó casi toda la vida viajando. El deseo de huir, de ir más lejos es, quizá, su principal e ineludible impulso. Dio la vuelta al mundo, conoció Europa, África, Asia, América y Oceanía. ¿Viajaba por placer, para mejorar su salud, como a veces reitera, por motivos científicos o para cumplir diferentes misiones encargadas por el emperador? Su conocimiento exhaustivo del Mediterráneo nos permite deducir que los cuatro motivos se entremezclan. Joan Ramis-Pujol, director del Proyecto Nixe III, escribe sobre sus periplos. En el artículo recogido entre las páginas de este catálogo («Las singladuras del archiduque Luis Salvador bajo la lupa del Proyecto Nixe III. Una aproximación práctica a su experiencia mediterránea») trata de los itinerarios archiducales por el Mare Nostrum, sin lugar a dudas, su patria más querida. El mar y la tierra El Archiduque amaba el mar por encima de todo. Al parecer le gustaba mucho más zarpar que llegar a puerto. Sus dos yates, el Nixe y más adelante el Nixe II, fueron su verdadero hogar. En ellos también viajaba su pequeña y excéntrica corte, Vives con su familia, sus hijos y los maestros de estos, como Obrador o las institutrices y otros criados. A bordo había mallorquines, austriacos, italianos, turcos, franceses, griegos, árabes, una troupe cosmopolita, que a veces era confundida con la de un circo ambulante. La leyenda afirma que el yate parecía el arca de Noé, porque allí se transportaban aves de corral, cabras, monos e incluso alguna vez, un caballo, cosa poco probable. Los dos Nixes Cuando empieza a viajar lo hace en transportes públicos. Llega a Ibiza, desde Valencia, en el vapor Rey Don Jaime II, el mismo que le llevará a Mallorca y en el que conoce a Francisco Manuel de los Herreros, que tan importante papel habrá de jugar más adelante. No obstante, pronto siente la necesidad de tener un barco propio. En una carta a su madre (9 de noviembre de 1869) le pide si no sería posible comprar un pequeño yate que le sirviese de casa durante los meses que «tanto por motivos de estudios como de salud le gusta pasar en el mar». Su deseo se cumple en 1872 con el primer Nixe, que en 1894 se hundirá cerca del cabo Caxine, en las costas de Argel. En aquellos momentos lo gobierna el marino mallorquín Rafael Vich. Luis Salvador dedicó al naufragio un libro, Schiffbruch oder ein Sommernachtstraum (Naufragio o sueño de una noche de verano, 1894). En 1894 compra otro yate de segunda mano al príncipe de Liechtenstein, el Herta. Lo rebautiza con el nombre de Nixe II. Es más rápido y lujoso que el primero. Uno de sus capitanes será Joan Singala. Salvo Brandeis, que heredó, las tierras que compró el Archiduque en el Mediterráneo estaban siempre muy cerca del mar. Cuando regresó a Mallorca en 1871, alquiló Can Formiguera para pasar allí el invierno y parte de la primavera (llega en noviembre y se marcha en abril) y quiso volver a ver lo que más le había impresionado en el primer viaje. Fue a Valldemossa, a Miramar –antes, con frecuencia, conocido con el nombre de Trinitat– y sintió deseos de comprar aquella pequeña finca. Consiguió que se la vendiesen tras mucho papeleo. Fue la primera propiedad que tuvo en la isla, a la que pronto añadió otros terrenos de los alrededores. Luis Salvador pasó en Miramar varias temporadas después de hacer obras, buscar muebles por toda la isla o encargar copias de los que más le gustaban. También hizo restaurar la capilla para que pudiera restablecerse el culto, ya que el paso del tiempo la había convertido en una ruina. Al finalizar la reconstrucción de Miramar, decidió añadir nuevas tierras su dominio y empezó por comprar, en homenaje a Ramon Llull, de quien siempre se declaró gran admirador –«una especie de albacea» como certeramente escribe José Carlos Llop en su artículo «Espejos del Archiduque»–, la fuente de Sant Ramon y la cueva del mismo nombre, que pertenecían a un hombre de Deià llamado Caleu. Más adelante adquirió Can Peret, Can Heure, Ca na Biella, Can Caló, Ca na Matgina, pequeñas propiedades que pagó generosamente a sus modestos dueños. Sin embargo, ninguno de estos terrenos lindaba con el mar, algo que obsesionaba al Archiduque, que no paró hasta conseguir que el propietario de Son Galceran le vendiese un trozo de garriga que llegaba hasta el roquedal de la costa. Después compró las viñas del camino de S’Estaca, que pertenecían también a humildes lugareños, y al gobierno, la torre de S’Atalaia y más adelante el resto de grandes predios, Son Galceran (1875), Son Marroig (1877) Son Moragues, (1883), Son Ferrandell (1890), Son Gual (1894), Son Gallard (1892/6?), Sa Font Figuera (1898), Sa Pedrissa (1898), Can Costa (1901)... Sabemos por los documentos de compraventa cuánto le costó cada uno y por la correspondencia con su madre, que con frecuencia le 2 47 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s ayudaba a pagar, las rebajas que consiguió. He podido constatar, por ejemplo, según una carta del 1 de marzo de 1883, que el propietario de Son Moragues pide 177.000 duros por la finca pero la vende finalmente por 140.000. Luis Salvador restauró las possessions, casi siempre en mal estado, reconstruyó tahonas, establos y paredes secas; plantó olivos, viñas y jardines; hizo abrir caminos y ordenó construir miradores donde le pareció que la vista lo merecía. Edificó nuevas casas como la de S’Estaca, de la que él mismo diseñó los planos. Quiso que fuese blanca, con crestería, al estilo de las de Lípari. A medida que iba ampliando sus dominios, algo que desde 1871 hasta pocos años antes de morir siguió haciendo, con el empeño de unificar todas sus tierras, bajo el nombre común de Miramar, como ya he advertido, fue estableciendo con Mallorca y con el grupo de mallorquines de su séquito, en especial con Antoni Vives, su secretario y heredero, unos vínculos más fuertes de lo que nunca hubiese imaginado cuando llegó por primera vez. El observador y hombre de ciencia La formación científica del Archiduque fue positivista. De ahí que la comprobación de los datos, tomados de manera directa, resultara fundamental, al igual que el trabajo de campo. Tanto en Die Balearen in Wort und Bild geschildert, las obras dedicadas a las Baleares y a las Pitiusas, lo mismo que en muchas otras, las descripciones precisas sobre botánica, zoología, antropología o geografía, iban acompañadas de dibujos, a menudo del propio Luis Salvador, o de fotografías sobre las que trabajaban después excelentes grabadores. Para ilustrar los textos sobre Menorca tal vez utilizó fotografías de Femenies y para los de Mallorca, las de Virenque y muchas otras de Vives, que se convirtió en su fotógrafo de cámara y retrató muchos de los lugares visitados con el Archiduque. Las ilustraciones a veces son ornamentales, otras complementan el texto, lo auxilian, y, en algún caso, son más importantes que este, o como mínimo «más fiables». Así lo asegura el propio Archiduque en el prólogo del primer volumen sobre las Baleares de la edición de Woerl de 1897 (1984:s.p.) Luis Salvador aplicó desde el inicio de sus trabajos un método contenido en las Tabulae Ludovicianae, unas encuestas elaboradas por él mismo, bastante amplias y que debían ser cumplimentadas por sus informantes. Dado que muchos no sabían 2 48 leer ni escribir, contó con frecuencia con la inestimable ayuda, por lo menos en las Baleares, de curas, secretarios de ayuntamiento, maestros, médicos, etc. que transcribieron las respuestas y se las mandaron. Suele señalarse que Luis Salvador sentía por las islas una atracción especial. Quizás porque constituyen un extraordinario microcosmos para descubrir vestigios zoológicos, botánicos o espeleológicos además de por la mitificación de las que algunas han sido objeto, como Ítaca, cuya localización fue uno de sus objetivos. Sin embargo, como advierte Vidal Bendito, en el artículo «El Archiduque y Menorca», solo un 30,6% de los trabajos de Luis Salvador están dedicados a islas. El resto, un 55,6%, se refiere a otros lugares del Mediterráneo y únicamente un 13,8% a sitios ajenos a este mar. El Archiduque, probablemente influido por la moda europea de los museos etnológicos, creó en 1888 el Museo Agrícola Balear en Son Moragues, con la intención de ofrecer a los foráneos una visión general de los productos de la isla. La parte más interesante era la etnográfica, donde se exhibían trajes y objetos típicos de los isleños. Luis Salvador trató de que la gente aportase materiales de exposición al fondo del museo. Sin embargo, la petición tuvo poco éxito y el Museo Balear abrió sus puertas con menos espacio y menos objetos de los que el Archiduque hubiese deseado, como certeramente recuerda Brigitta Mader en su artículo «Un archiduque con método. Luis Salvador el científico». Las cualidades científicas del príncipe también fueron valoradas por los expertos de su época, especialmente como destacadísimo geógrafo. Por ello, las sociedades geográficas más prestigiosas, la británica, la húngara o la italiana, le nombran socio de honor. También fue presidente honorario del X Congreso Internacional de Geógrafos, que tuvo lugar en Roma en 1910. Algunas de sus obras, y más concretamente la dedicada a Menorca, no han sido superadas, según la opinión del catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona, Tomàs Vidal Bendito. Sus dotes de observador le acostumbraron a la contemplación de la naturaleza, que le inspiró también diversos textos literarios. El hombre de letras Una pequeña parte de la voluminosa obra de Luis Salvador puede ser calificada de literaria. Algunos de estos textos están escritos en catalán, que utiliza con abundantes mallorquinismos. El más inte- resante por su tono lírico es Somnis d’estiu ran de mar, fruto de la contemplación de la costa norte de Mallorca. Entre los de lengua alemana, escogemos dos: Catalina Homar, publicado en 1905 en Praga, evocación melancólica de la que fue madona de S’Estaca, y Lieder der Bäume. Winterträumereien in meinem Garten in Ramleh (Praga, 1914) (Canciones de los árboles), una de sus últimas aportaciones en la que de manera poética describe el murmullo del viento entre las hojas de los diversos árboles de su jardín en Ramleh. Además, como folklorista, se interesó por la literatura popular y consideró necesario recopilar tanto canciones como narraciones transmitidas únicamente de manera oral hasta que él las compiló. Fue el primero en reunir las rondalles (cuentos populares) mallorquinas, con la ayuda de Antoni Penya, hijo de su amigo Pere d’Alcàntara Penya. Su compendio se adelantó un año al de Mossèn Antoni Maria Alcover y no censuró los aspectos sexuales que las tijeras clericales de este no podían permitir. El libro apareció en 1895 en Würzburg en alemán: Märchen aus Mallorca, y en mallorquín, Rondayes de Mallorca. También impulsó la Renaixença y la recuperación de la lengua literaria, así lo destaca Gabriel Janer Manila acertadamente en el artículo «El parque del Archiduque, bajo el cielo latino». Los escritores mallorquines se sintieron halagados por el reconocimiento de Luis Salvador y en especial porque acabó por considerar que era una lengua de cultura la que se hablaba en la isla. Con motivo del sexto centenario de la fundación luliana convocó a los poetas mallorquines a Miramar para una lectura poética (25 de enero de 1877). Fueron invitados los principales autores: Tomàs Aguiló, Jeroni Rosselló, Josep Lluís Pons i Gallarza, Tomàs Forteza, Gabriel Maura, Bartomeu Ferrà, entre otros. También las poetisas Manuela de los Herreros, Victòria Penya y Margalida Caimari, que, al igual que Costa i Llobera, no asistieron. Sus colegas leyeron los poemas que enviaron, como asegura Álvaro Campaner y Fuertes (1877:42). Consta que un jovencísimo Joan Alcover dio a conocer allí el poema «Mallorca i Ramon Llull». Interesado por la figura de Ramon Llull, seducido especialmente por el Libro de amigo y amado por encima de todos los demás, restauró la capilla de la Trinidad e hizo erigir un oratorio, de estilo neorrománico, con una primera piedra traída especialmente de Bugia, donde la tradición Textos en castellano cuenta que Llull sufrió martirio. Patrocinó la edición y los estudios sobre el filósofo mallorquín, se relacionó con los lulistas Jeroni Rosselló y Mateu Obrador, y solicitó a mosén Cinto Verdaguer que escribiese un poema sobre el beato, tal y como podemos leer en una carta fechada en Miramar el 24 de enero de 1894 (1951:273). De forma indirecta, el famoso buitre10 enjaulado en Miramar dio pie a tres poemas de Oliver, Alomar y Alcover. El de este último es una de sus mejores composiciones11. Su figura generó, además de varias biografías, diversos textos literarios: Darío, Rusiñol, Vuillier, Wood, Stuart Boyd, Azorín, Verne, Unamuno, Oliver, Pla, Codet, entre muchos otros. Convertido en «personaje de ficción», tema sobre el que versa el artículo de Maria del Carme Bosch, pasó a las novelas de Gaubert, Verdaguer, Villalonga y Janer Manila. Afectos y relaciones: el amante, el amigo, los amigos Algunos de sus biógrafos se refiere a la principesca sexualidad del Archiduque, ubérrima y pletórica, y suponen que la lista de amantes incluía a personas de ambos sexos—Catalina Homar, Antonietta Lanzerotto, Vratislav Vyborny, Francesco Spongia—, todos ellos de origen humilde. Insinúan que la promiscuidad constituía otra característica de Luis Salvador y transcriben como prueba documental varias cartas. Desde el punto de vista clínico, el doctor Sevilla (2007:159) argumenta que la acromegalia que sufría le impedía tener descendencia y disminuía su capacidad sexual, cosa que podría explicar también, en mi opinión, que no se casase jamás y que escogiese siempre a personas humildes y de su servicio como amantes eventuales. Los documentos que hemos podido consultar, otros han desaparecido o han sido destruidos recientemente, lo relacionan de manera especial con dos mujeres: Catalina Homar y Antonietta Lanzerotto. A Catalina Homar (Esporles, 1869 – S’Estaca, Valldemossa, 1905) la conoció, según el mismo cuenta de manera poética en el libro que le dedicó, cuando era muy jovencita, mientras recogía sal, junto al mar, en la concavidad de una roca y cantaba una tonada popular: «oh mar blava que ets de trista». El Archiduque pudo ejercer de Pigmalión y algo más con aquella campesina pobre, hija de un carpintero, a la que convirtió en encargada de S’Estaca, cargo que ejerció con coraje. Su labor fue esencial para que saliese adelante la producción de malvasía. Catalina Homar viajó con el Archiduque primero a Barcelona a la Exposición Universal de 1888 (donde el vino de S’Estaca obtuvo un premio), a Viena y más adelante a Tierra Santa. Parece ser que Catalina Homar cometió el error de enamorarse del capitán Singala y esta «traición» no fue perdonada por Luis Salvador, que en 1899 la mandó desde Venecia de regreso a Mallorca, donde falleció. Ferrà (1948), Sabater (1985) y Schwendinger (1991), los principales biógrafos del Archiduque, afirman que de lepra, o de una enfermedad parecida. March (1983) deduce que fue de sífilis. El médico de Sóller que la visitó diagnosticó una dermatitis sifilítica y el doctor Sancho, de Palma, una lepra maculosa, datos que aporta la biografía que escribió Colom Palmer sobre Catalina Homar (2000:126128). La pena mezclada con el alcohol, al que se aficionó, agravaron su estado. Inmediatamente después de su muerte, Luis Salvador escribió y publicó el libro Catalina Homar (Praga, 1905), en el que triste y melancólico evoca su figura casi equiparándola a la de la emperatriz Isabel, algo que molestó sobremanera en la corte de Viena. Además, encargó a Giulio Monteverde una escultura de mármol de Carrara, monumento funerario, ubicada en Son Moragues. Guillem Frontera conjetura que la figura de Jesús, ante la que Catalina reza, se parece a la del Archiduque. El escritor Gabriel Janer Manila convirtió a la madona de S’Estaca en protagonista de su novela La dama de les boires (1987). Antonietta Lanzerotto (Venecia, ? – Palma, 1942), según unos, entra al servicio de Luisa Venezze en 1877, cuando esta se casa con Vives, según otros, fue contratada de niñera de los hijos de este en 1883, o más adelante, en 1890. No le inspiró libro alguno, como Catalina, pero le dedicó Canciones de los árboles y todos los años por su santo le regalaba una joya en forma de corazón. Se conservan algunas cartas de amor escritas por Luis Salvador. En 1899 Antonietta se casó con Bartomeu Calafat, de Valldemossa, que también estaba al servicio del Archiduque y con el que tuvo dos hijas. Lanzerotto luchó por la herencia del Archiduque y para ello hizo valer su papel casi de «señora de la casa», según consta en el informe del doctor Bachrach, aportado por Kleinmann (1986), y también como depositaria de la caja fuerte en la que se guardaban las joyas archiducales. (Schwendinger, 2011:59) El amigo más querido fue Vratislav Vyborny (Kuttemberg, 1853 – Palma, 1877). El Archiduque lo conoció en Praga, donde aparentemente estudiaba en 1871. Era bello, muy afable y afectuoso. Luis Salvador se enamoró de él. Como secretario le acompañó en sus viajes. Murió a consecuencia de una insolación, en la fonda Barnils de Palma el 25 de julio de 1877, mientras el Archiduque se encontraba en Austria. Cuentan que había ido a Palma para a felicitar a su novia, Magdalena Nicolau Janer, con motivo de su santo. Según unos había embarcado en un bote en Sa Foradada, según otros había llegado a pie a la ciudad, pero todos coinciden en que no se había protegido del fuerte sol de aquel día. El cadáver fue conducido con gran acompañamiento hasta el Nixe, pintado de negro, que puso rumbo a Trieste y desde allí los restos mortales de Vyborny llegaron a tren a Kuttemberg, para recibir sepultura. Como habría de hacer más adelante con Catalina Homar, el Archiduque ordenó erigirle un monumento funerario. El encargado fue el italiano Antonio Tantardini, y la escultura se conserva en Miramar. La muerte del joven secretario afectó mucho a Luis Salvador. Cuando transmite la noticia del entierro a su madre (carta del 12 de agosto de 1877) escribe que «es el día más triste de mi vida» y añade que «el querido Vyborny siempre fue un consejo recto, un ejemplo de virtud y un amigo sincero». En 1878 le dedicó el libro Eine Blume aus dem goldenen Lande oder Los Angeles (Una flor del país del oro o Los Ángeles en la California del sur) con la siguiente dedicatoria: «Piis manibus optimis amici Vratislavi Vyborny» «al piadoso espíritu del mejor amigo Vratislav Vyborny»12. Antoni Vives Colom (Deià, 1854 – Brandeis, 1918) fue su secretario perpetuo. Entró al servicio del Archiduque a los 17 años, en 1872, tras abandonar el seminario y a lo largo de toda su vida permaneció a su lado, con fidelidad absoluta. No siempre le acompañó en sus viajes. Se casó dos veces, la primera en Venecia en 1877 con Luisa Venezze y Fole, hija del conde Venezze, con la que tuvo tres hijos, nacidos, en 1880 Luis Salvador (Gigí), en 1882 Luisa Magdalena (Gigetta), y en 1884, Luis Antonio (Gino). Tras la muerte de su primera esposa en 1896, a consecuencia del parto de su cuarto hijo, que tampoco vivió, se casó con la mallorquina Aina Ripoll. De este matrimonio nació otra niña, Lluïsa Magdalena (Luigina), en Abbazia en 1899. Todos los hijos de Vives llevaban el nombre de Luis/a, en honor de su alteza, a quien llamaban Teoto. Vives, cuya figura en algunas fotografías parece haber magnetizado la del Archiduque, le sobrevivió tres años, quizás sin saber que Luis Salvador le había nombrado heredero universal. 2 49 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Erwin Hubert (Viena, 1883 – Palma, 1963) entró en contacto con el príncipe porque trabajaba con Eduard Hölzer, impresor de algunas de las obras de Luis Salvador. El hecho de que corrigiese con gran minuciosidad las pruebas de imprenta, interpretase fielmente la letra del príncipe y además fuese un excelente dibujante motivó que este le propusiese en 1903 que trabajase para él como secretario. Por eso fue a Mallorca y pasó temporadas en Son Moragues. «La casualidad y la buena letra me cambiaron la vida», dicen que afirmaba. También viajó a bordo de la Nixe. Acompañó al Archiduque en Brandeis durante los últimos años de vida y se encargó de la biblioteca del castillo. En los documentos de la testamentaría, consta como miembro del séquito. Regresó a Mallorca una vez finalizada la Primera Guerra Mundial y se estableció en la isla hasta su muerte como consecuencia de un accidente de tráfico cuando, como todas las mañanas, se dirigía a la parada del autobús que debía llevarle al mar. Tomar baños era otra afición compartida con el Archiduque. Su pintura, especialmente sus muy divulgadas acuarelas, muestran una Mallorca bellísima, todavía idílica e incontaminada, que el Fomento del Turismo reprodujo en carteles, folletos y postales en una de las primeras campañas propagandísticas de ámbito internacional. Francisco Manuel de los Herreros (Cuenca, 1817 – Palma, 1903) conoció al Archiduque por casualidad a bordo del Rey Don Jaime II, durante la travesía de Ibiza a Palma, en septiembre de 1867. Herreros hablaba varios idiomas y era catedrático de Psicología, Lógica y Ética, director del Instituto Balear y presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País. Es posible que sin la intervención de Herreros, el Archiduque jamás hubiese comprado tierras en Mallorca. De ahí que la amistad entre ambos fuera crucial. Herreros le puso en contacto con las personas ilustradas de las Baleares y le ayudó personalmente a encontrar los materiales etnológicos, geográficos e históricos necesarios para confeccionar Die Balearen. Además se convirtió en el apoderado y administrador de sus bienes en Mallorca. Tras su muerte, fue su hija, la escritora Manuela de los Herreros (Palma, 1845 – 1911), quien continuó esta labor. El anfitrión El Archiduque recibió en sus tierras de Miramar a las personalidades más impor- 250 tantes de su época, científicos, artistas, escritores, miembros de la realeza o simples viajeros, interesados en la belleza del paisaje de la costa norte, con quienes incluso a veces ejercía de guía. Con esta intención escribió Lo que sé de Miramar, y más adelante Lugares notables de Miramar, refiriéndose «a lo que hay que ver». El itinerario propuesto por Luis Salvador da comienzo en la hostería que mandó construir, llamada Ca na Matgina, más conocida como Ca Madò Pilla (actualmente hotel El encinar), en la que cualquiera podía pernoctar tres noches gratuitamente. La lista de visitantes a las tierras del Archiduque fue muy extensa. Entre los científicos cabe destacar dos personalidades: en primer lugar, Édouard A. Martel (Pontoise, Isla de Francia, 1859 – Montbrison, Forès, 1938), padre de la espeleología moderna, que llegó a Mallorca en 1896, atraído por las noticias que le dio de las cuevas de Manacor otro huésped del Archiduque, el escritor, dibujante y pintor Gaston Vuillier, que había visitado Mallorca y Menorca en 1888. Martel exploró, por encargo del Archiduque, las cuevas del Drac y descubrió nuevas salas y un gran lago, entre los subterráneos uno de los más extensos del mundo, conocido como lago Martel y antes bautizado con el nombre de Miramar. También otro lago descubierto por el espeleólogo llevaba el nombre de la gran duquesa de Toscana, madre del Archiduque. Martel dejó constancia de su agradecimiento para con el Archiduque con estas palabras, publicadas en 1896: La acogida y el apoyo que me dispensó príncipe tan afable como ilustrado, que desde 1872 ha hecho de Miramar la más ideal de las soledades, no cabe explicarlos por medio de palabras ni estas podrían proclamar tampoco la gratitud que por él sienten todos los exploradores y viajeros honrados con su benevolencia. El archiduque es un sabio, un hombre de letras y un mecenas: por su bondad sencilla y sus discretas larguezas es el soberano moral de Mallorca. (1923:6) En segundo lugar, Odón de Buen (Zuera, Zaragoza, 1863 – México DF, 1943), catedrático de Historia Natural de la Universidad de Barcelona, llegó a Mallorca por primera vez en 1895 y cada verano, hasta 1911, visitaba Miramar. Luis Salvador se interesó por sus trabajos y el proyecto de creación de un laboratorio biológico marino, punto de partida del actual Laboratorio Oceanográfico. Al inaugurar lo que sería el embrión del Oceanográfico de Porto Pi, Buen escribe al Archiduque para darle la buena noticia y solicitar su «alta protección» a la vez que recuerda el aliento que le ofreció durante sus visitas a Miramar. Los artistas, escritores y pintores llegados a Mallorca tenían una cita obligada con el Archiduque, que solía invitarles a permanecer en sus fincas. Entre todos, Luis Salvador sintió una predilección especial por Verdaguer, a quien acogió unas cuantas veces. En una de ellas, durante las Navidades del año 1888, llegó acompañado de un grupo de poetas catalanes de Mallorca, el Principado, el Rosellón y la Cerdaña. En otras, solo. El Archiduque escribe en Lo que sé de Miramar: Mucha gente vino a Miramar después de que fuese restaurada […] De uno solo, entre los muchos que vinieron, hágase memoria: mosén Cinto Verdaguer. En diversas ocasiones había venido a pasar unos días conmigo; le gustaba mucho la paz de estas alturas. La vida sencilla de la beata Catalina lo cautivaba y quería escribir un poema inspirado en ella (1951:87). Quizás el huésped más asiduo de las tierras del Archiduque fue Gaston Vuillier, que acabaría convirtiéndose también en colaborador y en cierta medida en biógrafo del príncipe y uno de los que más impulsó la mitificación de su figura. Visitó Miramar por primera vez en 1888. En su libro Las islas olvidadas dejó constancia de la hospitalidad y cordialidad con la que fue recibido. Regresó en 1891 y vivió en Son Gual. En 1896 hizo un tercer viaje y en esta ocasión se alojó en Son Galceran. En 1899 pasó el invierno de nuevo en Son Gual. Vuillier pintaba, dibujaba y escribía. Dedicó un texto a Miramar, además de retratar a Luis Salvador. La amistad de Vuillier con el Archiduque motivó que le acompañase en alguno de sus viajes y le visitase en Brandeis en 1901. Entre los personajes de la realeza, es el de la emperatriz de Austria, Isabel (Múnich, 1837- Ginebra, 1898) apodada Sissí, el más emblemático y conocido. Lo mismo que Luis Salvador, huía de la corte y viajaba continuamente. El Archiduque la acompañó en alguno de sus periplos. Los últimos días de diciembre de 1892 llegó a Mallorca a bordo de su yate Miramar pero permaneció poco tiempo en la isla. Regresó en enero de 1893. Desembarcó en Sa Foradada y desde allí fue a Miramar y a continuación a Son Moragues. También visitó S’Estaca y Son Marroig y degustó la cocina mallorquina, afirman los biógrafos del Archiduque que le gustó… Textos en castellano Como recuerdo de su estancia, envió una réplica de Notre Dame de la Garde, que ella veneraba en su palacio de Corfú, para la capilla de Miramar. El legado: Recapitulación. El legado del Archiduque es amplio y tiene varias vertientes: Como estudioso, nos ha dejado una obra fundamental sobre las islas, Die Balearen in Wort und Bild geschildert, que nadie antes fue capaz de llevar a cabo y que mantiene su vigencia en muchos aspectos. Fue también el primero en recopilar las rondalles e interesarse por las costumbres locales. Creó el primer museo etnográfico para dejar constancia de todo lo que se pierde, tal y como le gustaba manifestar. Aprendió nuestra lengua, en la que escribió varias obras, Somnis d’estiu ran de mar y Lo que sé de Miramar. La consideró una lengua de cultura. Ayudó a los hombres de la Renaixença en esta tarea y a los lulistas, en la difusión de la obra de Ramon Llull. El Archiduque no solo compraba possessions sino que las restauraba y reconstruía, levantaba capillas, abría caminos, refugios y miradores para que los parajes más hermosos pudiesen ser contemplados por todos sin riesgo de despeñarse. Inauguró además una hospedería, conocida como Ca Madò Pilla, donde cualquier persona encontraba cobijo gratuito durante tres noches. Respetuoso con la naturaleza, ecologista avant la lettre, su ejemplo debería servirnos para preservar lo que aún no está contaminado por el cemento, que de un modo tan desagradable y hostil ha ido invadiendo alguno de los rincones más maravillosos de nuestras islas. Aliado con el Fomento del Turismo, defendió las posibilidades turísticas de la isla, sin duda con el propósito de que el turismo no implicase la destrucción de la naturaleza, adelantándose así a la idea del turismo sostenible tan divulgada hoy. Ejerció como mecenas en diversos proyectos científicos isleños, sufragando con su dinero el descubrimiento de los lagos de las cuevas del Drac por parte del espeleólogo Martel y alentando a Odón de Buen para que crease el embrión del futuro Laboratorio Oceanográfico. Su mirada foránea modificó también la nuestra. En las Baleares y las Pitiusas se transformaron miradas por el Archiduque. Ningún otro viajero amó tanto Mallorca ni hizo de ella tanta propaganda; quizás por eso, en correspondencia, se creó una Aso- ciación de Amigos del Archiduque, presidida por Joan Andreu, que en las páginas de este mismo libro elude a la deuda de nuestras islas con el Archiduque. Amigos del Archiduque vela por su memoria, al igual que los museos que sus herederos le han dedicado en Miramar, en Son Marroig y el cedido al Ayuntamiento de Valldemossa, que puede visitarse en la Cartuja de Valldemossa. La Diputación lo nombró «hijo adoptivo de las Baleares» en 1877. El Fomento del Turismo le concedió la presidencia honoraria en 1908. El Ayuntamiento de Palma lo declaró hijo ilustre en 1910. El de Sóller, hijo adoptivo en 1913. Una avenida y un monumento, con frisos del escultor Jaume Mir, recuerdan al Archiduque en Palma. Un instituto de enseñanza secundaria de la capital de las Baleares y una calle de la ciudad de Ibiza llevan su nombre. En Valldemossa, un busto del escultor Horacio de Eguía, una calle y la reproducción del yate Nixe, en el Centre Cultural Costa Nord, le rinden homenaje. En Deià la parte de carretera que cruza el pueblo se llama también Arxiduc Lluís Salvador. Otros lugares de la isla, como Binissalem, asimismo le han dedicado calles. Diversas rutas de Mallorca y Menorca llevan igualmente su nombre. Una corriente misteriosa unió para siempre a Luis Salvador con estas tierras. El Archiduque las escogió y a su vez ellas lo escogieron. Notas 1 La traducción al castellano tardó muchos años; la primera, incompleta, apareció en Palma en 1886 y 1890 con el siguiente título: Las Baleares: obra escrita y publicada en alemán con el título Die Balearen in Wort und Bild geschildert, versión castellana de Santiago Palacio; corregida y considerablemente aumentada... por Francisco Manuel de los Herreros y Schwager. 2 vol. Imp. de la Biblioteca Popular, Palma. Hasta 1982 no vio la luz el primer volumen de la traducción completa con el título de Las Baleares por la palabra y el grabado. En 1984, otra edición Las Baleares descritas por la palabra y el dibujo (José de Olañeta, Palma), prefería «dibujo» a «grabado». 2 La mayoría de las obras del Archiduque no fueron venales mientras él vivió. No obstante, hubo excepciones. Según Pedro Bonet de los Herreros (1916:14) sí se pusieron a la venta ediciones especiales o reediciones de algunas obras como la versión reducida de Die Balearen en dos volúmenes de 1897. Todos los artículos que mencionaremos sin indicar ni lugar de publicación ni página pertenecen a este catálogo y han sido escritos expresamente por sus autores para formar parte del mismo. 4 Alguna de las cartas de Spongia fue publicada por Juan March (1983:179). José María Sevilla (2007:10) asegura, refiriéndose a Spongia: «Según la documentación existente, en diversas ocasiones y durante años, intentó ayudar a solventar la dificultad en el órgano reproductor que presentó Luis Salvador a lo largo de su vida». 5 Según las cartas entre el archiduque de Austria Luis Salvador y Don Mateo Obrador, Mr. Haas, Luis, Luisa y Gino Vives, Bartolomé Calafat, patrón del yate Nixe y otras personas del séquito archiducal, desde 1892 hasta 1901 [Manuscritos de la biblioteca Lluís Alemany de Palma de Mallorca] 6 Las causas por las que envió a Catalina Homar desde Venecia a S’Estaca no están claras. Parece que fue el enamoramiento entre ella y Singala, tal como indica Colom (2000:114) 7 El periodista Horst Joseph Kleinmann (1986) escribe sobre las demandas de los criados a raíz de la muerte del Archiduque y se basa, asegura, en documentos del Dr. Von Bachrach, encargado de la testamentaría del príncipe. Según estos documentos, Vives declara que durante los cuarenta y cuatro años que ha estado con Su Alteza Imperial nunca ha cobrado y Lanzerotto afirma que en 1888, después de haber sido niñera de uno de los hijos de Vives durante siete años, el Archiduque le adjudicó un sueldo de cien florines, y lo recibió solo durante tres meses. Desde entonces hasta 1915 jamás volvió a cobrar nada. Deben consultarse las páginas más ponderadas de Schwendinger sobre la cuestión (1991:59) 8 Así aparece, por ejemplo, en Trias Mercant (1992:27) «En 1872 compra Miramar y se instala definitivamente en Mallorca.» 9 Las cartas del Archiduque a su madre citadas a lo largo de este texto, escritas en lengua italiana y traducidas por mí, forman parte del legado Cilimingras, depositado en el archivo del Consell de Mallorca. Quiero agradecer a la familia Cilimingras y a la directora del archivo, Isabel Garau, que tan amablemente nos permitieran consultar tan valiosa documentación. 3 25 1 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Cuentan que unos chicos robaron del nido un pequeño buitre y se lo regalaron al Archiduque, que lo metió en una pajarera en Miramar, donde creció y vivió hasta la muerte de Luis Salvador. He oído contar y así también lo recoge Gaspar Sabater (1985:149) que el buitre fue trasladado al zoo de Barcelona, cosa que no es cierta ya que murió de viejo y fue embalsamado y así se conserva en Son Moragues, cuyo propietario nos lo ha cedido para la exposición. 11 Los ofrecemos en el apéndice nº 2. 12 La traducción literal: «A los piadosos manes del mejor amigo Vratislav Vyborny», «manes» puede entenderse también como espíritu o alma y Vyborny ha fallecido hace poco tiempo, creo que el Archiduque se refiere a ese aspecto más que a los «manes» familiares de la mitología romana. 10 Bibliografía Bargalló, Josep (2013) «Del voltor de Miramar. 3 poemes per a S’Arxiduc: Miquel dels Sants Oliver, Gabriel Alomar i Joan Alcover» [Consulta en línea: https://josepbargallo.wordpress. com/2013/06/02/del-voltor-de-miramar-3-poemes-per-a-sarxiduc] Bonet de los Herreros, Pedro (1916), «El Archiduque de Austria Luis Salvador», Bolletí de la Societat Arqueològica Lul·liana, vol. 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Luis Salvador, Archiduque (1886-1890), Las Baleares: obra escrita y publicada en alemán con el título Die Balearen in Wort und Bild geschildert, versión castellana de Santiago Palacio; corregida y considerablemente aumentada... por Francisco Manuel de los Herreros y Schwager. 2 vol. Imp. de la Biblioteca Popular, Palma. Luis Salvador, Archiduque (1980-1993), Las Baleares por la palabra y el grabado, traducción de Carlos y Bárbara Sánchez-Rodrigo, 10 vol., Caja de Baleares “Sa Nostra”, Palma Luis Salvador, Archiduque (2000), Catalina Homar, presentación de Gabriel Janer Manila; prólogo y comentarios de Luis Ripoll; traducción de José Sureda Blanes, José J. de Olañeta, Palma. 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Luigi.» Luis Salvador, con sólo cinco años, dedicó esta oración1 a su madre, María Antonia de Borbón-Dos Sicilias, antes de las Navidades de 1852, el día 19 de diciembre. Estas palabras estaban escritas sobre un papel de notas con una vista de los acantilados blancos de Dover, como si estos presagiasen la carrera de Luis Salvador como erudito que jamás traicionó sus objetivos científicos; un naturalista y explorador, que nos dejó un amplio legado, tanto escrito como visual, de conocimientos generales sobre los países que visitó. Las conclusiones que describe en los informes de los casi cincuenta viajes que emprendió, elaborados a partir de su método científico (descrito en las Tabulae Ludovicianae), y que abarcaron diferentes partes de Europa, el norte de África, Oriente Medio, las islas del Mediterráneo y del Adriático, lugares exóticos y remotos de América, Australia y Tasmania, constituyen una parte fundamental de la riqueza del conocimiento humano. Luis Salvador, el cuarto hijo del último gran duque de Toscana que gobernó, Leopoldo II de Habsburgo-Lorena, y María Antonia de Borbón-Dos Sicilias, nació en Florencia el 4 de agosto de 1847.2 Su nacimiento llenó de gozo a sus padres ya que su tercer hijo, Rainiero, había muerto pocos años antes. Gracias a la atención de sus padres y a un programa educativo bien elaborado, Luis Salvador recibió una educación amplia y sistemática por parte de maestros experimentados, expertos y científicos de renombre que cubrió prácticamente todas las áreas del conocimiento humano. Estudió matemáticas, física y ciencias naturales de forma intensiva. Se dedicó principalmente al estudio de la zoología, la biología, la botánica, la geografía, la paleontología y la mineralogía, así como la historia, la literatura, la filosofía y las ciencias jurídicas. Aprendió a hablar con fluidez catorce idiomas. Todos estos logros no se deben únicamente al talento y la capacidad excepcionales de Luis Salvador, sino también al interés y la atención de su tutor, el barón Eugenio Sforza, que le acompañó en todo momento y permaneció fielmente junto a Luis Salvador durante toda su vida. Era más bien una figura paterna y no solo un preceptor o secretario personal.3 Luis Salvador y su familia no pudieron disfrutar de una vida tranquila en el Gran Ducado de Toscana. La situación política en Italia durante la segunda mitad de la década de 1850 forzó a Leopoldo II, junto con toda su familia y sus cortesanos más allegados, a abandonar Florencia y la Toscana el 27 de abril de 1859 y exiliarse en la corte imperial en Austria.4 También el pequeño Luis Salvador siguió a su padre, como el resto de la familia, primero a Viena y después al dominio toscano Ostrov nad Ohří (Schlackenwerth) en Bohemia occidental, incorporado durante las Guerras Napoleónicas por parte de Fernando III.5 En septiembre de 1860, Luis Salvador, que entonces tenía trece años, junto con su padre, su madre y sus hermanos pequeños, llegó a su nueva residencia –el castillo y dominio de Brandýs nad Labem,6 adquirido por Leopoldo II ese mismo año como lugar de residencia durante el exilio. El clima extremo de Bohemia no resultaba en absoluto beneficioso para Luis Salvador, y por ello fue enviado a Venecia con su hermano pequeño, Juan Salvador. Durante los años 1861-18637 disfrutaron del agradable clima del mar Adriático, bajo la supervisión de sus tutores. En ese momento, Luis Salvador emprendió sus primeros viajes por Venecia y se dedicó al estudio y la observación de la naturaleza. Durante el verano de 1864, viajó por toda Dalmacia con el objetivo de explorar sus territorios; quedó hechizado por esta región durante mucho tiempo.8 A pesar de sus altibajos y su estilo de vida nómada, Luis Salvador siempre mantuvo estrechos vínculos con su residencia en Bohemia, Brandýs nad Labem, hasta su muerte el 12 de octubre de 1915.9 Inicialmente como hijo del propietario y más adelante como legítimo propietario del rico dominio de Brandýs nad Labem,10 lo que le permitió financiar sus viajes y sus estudios de investigación, pagar un grupo de colaboradores, publicar sus obras, además de comprar el yate Nixe y adquirir colecciones, nuevas mansiones en Mallorca, Villa Zindis en Trieste y la residencia Ramleh San Stefano cerca de Alejandría, en Egipto.11 El castillo de Brandýs nad Labem incluso se convirtió en un lugar en el que se guardaron sus colecciones, sus obras de arte, libros y documentos, antes de que dispersasen entre varias instituciones de Praga atendiendo a su índole en 1919, año en que el castillo fue nacionalizado por el nuevo Estado checoslovaco.12 Los documentos fueron entregados a los archivos del antiguo Museo Real de Praga (actualmente el Museo Nacional). También se transportó lo siguiente: otras colecciones de Luis Salvador (las antiguas ánforas etruscas, colecciones de minerales, crustáceos y aves);13 parte de la biblioteca toscana, que hoy en día vuelve a encontrarse en el castillo Brandýs nad Labem;14 y pequeños retratos.15 Los objetos, las pinturas, las esculturas y los muebles se donaron al castillo de Konopiště. Los dibujos de los viajes de Luis Salvador se conservan actualmente en la Galería Nacional de Praga.16 Sin embargo, la biblioteca toscana fue la parte más afectada. Quedó dividida en función del contenido de las publicaciones. Las obras de Luis Salvador fueron transferidas a la antigua Biblioteca Universitaria en el Clementinum (hoy Biblioteca Nacional), y otra parte a los archivos bibliotecarios de diversos ministerios y pequeñas bibliotecas de diferentes instituciones y colegios. Aproximadamente la mitad de las obras de Luis Salvador, publicadas durante los últimos años, se custodia en la biblioteca de los Archivos Nacionales en Praga, donde hoy se conserva todo el archivo familiar de los Habsburgo toscanos. No obstante, durante la caída del Imperio austrohúngaro en 1918, el archivo familiar se encontraba en los castillos de Ostrov nad Ohří (Schlackenwerth) y Brandýs nad Labem. El periplo que experimentaron hasta llegar a su ubicación actual es bastante complejo.17 253 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Fuentes de archivo El archivo familiar de los Habsburgo toscanos en los Archivos Nacionales de Praga mantuvo durante décadas una unidad documental que puede considerarse como fuente básica para el viaje vital y la obra del archiduque Luis Salvador de Austria, y especialmente para las primeras etapas de su vida. El archivo familiar de los Habsburgo toscanos se divide actualmente en 14 partes fundamentales que acaban el periodo comprendido entre 1765 y 1915.18 Las secciones individuales están organizadas cronológicamente según las soberanías de la segundogenitura de los Habsburgo-Lorena que gobernaron el Gran Ducado entre los años 1737 y 859. Las secciones contienen los archivos documentales del bisabuelo de Luis Salvador, Pedro Leopoldo (1765-1790); el abuelo de Luis Salvador, Fernando III (1793 - 1824); el padre de Luis Salvador, Leopoldo II (1818 - 1870) y finalmente, su hermano mayor, Fernando IV (1859 - 1908), el último gran duque de Toscana. A continuación vemos los archivos documentales de otros miembros de la familia que siguen la misma estructura: el archiduque Luis Salvador de Austria (1859-1915), el archiduque Juan Salvador de Austria (1866 - 1871), conocido como John Orth desde 1889, y el archiduque José Fernando de Austria (1891 - 1907). Estos van seguidos de colecciones de escrituras y diplomas (1779 -1867), material cartográfico (aproximadamente unos 2.000 mapas y planos desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XIX, la colección de fotografías (unas 4.000 piezas) de la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, y finalmente la colección de dibujos y grabados. Las tres últimas secciones contienen la documentación oficial de las representaciones diplomáticas toscanas en París, Roma, Nápoles y Viena (1814-1873), los documentos oficiales en los que se reclama una compensación a Francia (1812-1835) por los daños ocasionados por los combates durante las Guerras Napoleónicas y finalmente los documentos relacionados con la alta administración de los dominios toscanos en Bohemia, Brandýs nad Labem y en Ostrov nad Ohří / Schlackenwerth (1852 - 1872). Si se analizan los documentos del archivo familiar, los documentos relativos a la personalidad de Luis Salvador19 pueden encontrarse en más secciones de los archivos: entre los documentos de su padre, Leopoldo II, que revelan ciertos datos sobre el nacimiento de Luis Salvador, su infancia, 254 su educación y su juventud en Florencia y en el dominio de Brandýs nad Labem; y en algunos documentos del archivo de su hermano mayor, Fernando IV. Con todo, los documentos más importantes se custodian en una sección independiente de archivo dedicada a Luis Salvador. Para ilustrar más detalles relativos al nacimiento de Luis Salvador y a su familia, pueden utilizarse otros tipos de archivo dentro del propio archivo familiar de los Habsburgo toscanos, como mapas y planos del Gran Ducado de Toscana, fotografías de ciudades toscanas, residencias y villas, fotografías familiares, retratos de Luis Salvador durante su estancia en Venecia y, finalmente, notas diplomáticas, encontradas entre los documentos de las representaciones toscanas diplomáticas en el extranjero con fecha 6 de agosto de 1847, que informaban del nacimiento de Luis Salvador en Florencia y que fueron distribuidas a todas las cortes reales europeas. El archivo de Leopoldo II, padre de Luis Salvador, gran duque de Toscana Como hemos afirmado anteriormente, la información y los detalles más importantes sobre el nacimiento de Luis Salvador, su infancia, juventud, salud,20 educación, estudios, primeros viajes y relaciones familiares puede encontrarse en las crónicas autógrafas de los diarios de Leopoldo entre 1847 y 1870. Hasta hace poco, los investigadores no han hecho un uso pleno de estos diarios, repletos de sentimientos paternales y afecto.21 Aquí se incluye también el mencionado programa educativo de Antinori22 y la correspondencia relacionada con los estudios de Luis Salvador en Praga.23 Los resultados de la educación escolar y del desarrollo personal del pequeño Luis Salvador entre 1852 y 1864 pueden observarse en sus primeros escritos y en las redacciones dedicadas regularmente a su padre y a su madre por su cumpleaños y por su santo entre los años 1852 y 1866.24 Si pretendemos entender las relaciones de la familia del Gran Ducado y otros acontecimientos de la vida de Luis Salvador habrá que estudiar la correspondencia familiar25 custodiada en el archivo de Leopoldo. Un total de 139 cartas escritas por Luis Salvador y enviadas a su padre entre los años 1855 y 1870 se engloban en las fuentes más importantes. De modo similar, no se pueden obviar las comunicaciones por escrito de los tutores de Luis Salvador: Eugenio Sforza, Fiorenzo Gnagnoni, Alexander Piers, Laura de Bra- di, su doctor personal Giovanni Bondy, el sacerdote Johann Peterlin y el profesor de Praga Friedrich Schier, encargado de velar por la educación de Luis Salvador y de otros asuntos eruditos en Praga. Estos documentos se custodian como parte de la correspondencia personal en la sección de archivo de Leopoldo.26 Además, también se han preservado los documentos sobre el pago del infantazgo de Luis Salvador.27 El archivo del hermano de Luis Salvador, Fernando IV, gran duque de Toscana La correspondencia de Fernando contiene principalmente las cartas de Luis Salvador entre 1856 y 187228 y la correspondencia mutua entre los hermanos en el periodo entre 1870 y 1904. Las cartas ofrecen amplia información sobre cuestiones personales, acontecimientos familiares, las actividades científicas y las publicaciones de Luis Salvador, y problemas financieros, entre los que encontramos el aval de Fernando para el préstamo de Luis Salvador entre 1884 y 1894.29 El archivo del archiduque Luis Salvador de Austria El conjunto de documentos del explorador y eminente científico naturalista Luis Salvador forma parte, desde los años 1859-1915, del atractivo archivo familiar de los Habsburgo toscanos. Este conjunto comprende documentos como la Orden del Toisón de Oro; escrituras en virtud de las cuales Luis Salvador era designado titular de regimientos militares; fragmentos y notas sobre las condiciones naturales y la historia de Mallorca; crónicas sobre el golfo de Corinto y el golfo de Buccari-Porto Ré; un fragmento de los diarios de viaje a Tripolitania y Túnez, y un documento autógrafo aún desconocido sobre un viaje a Dalmacia en 1864. Otros documentos significativos están relacionados con la adquisición de mansiones en Mallorca, el alquiler de parte del palacio Kinsky y las obras vinculadas a ello, así como las labores de gestión y administración del dominio de Brandýs nad Labem. Destaca indudablemente la extensa correspondencia personal que, lamentablemente, solo alcanza hasta finales de la década de 1870, y que nos ofrece una valiosa información sobre la vida de esta figura, sus viajes por todos los continentes, su labor científica, sus contactos personales y sus relaciones familiares. El archivo personal de Luis Salvador también contiene los documentos contables de innegable importancia en Textos en castellano términos de alcance y contenido. A partir de estos, se pueden seguir los pasos de la creación y la preparación de las obras de Luis Salvador, la participación de sus colaboradores, de los artistas checos y los editores sobre la preparación y publicación de los volúmenes. Otros documentos nos ofrecen información sobre la financiación de los viajes de Luis Salvador, los costes operativos del yate Nixe, el transporte de las colecciones de Luis Salvador, la compra de libros, los gastos de las propiedades en Praga y Mallorca, y el pago de los encargos de obras de arte para Brandýs nad Labem y Miramar. Los documentos archivísticos clasificados no solo pueden ser utilizados por los historiadores, sino también por los geógrafos, los historiadores de la literatura y los lingüistas, dado que los archivos originales no están únicamente escritos en alemán, italiano, francés o inglés, sino también en castellano y catalán. Los arquitectos y restauradores también cuentan con su parcela, ya que los documentos financieros y sus apéndices contienen la descripción de las obras realizadas, además de los gastos financieros de las obras de construcción. Por ello resulta sorprendente que los científicos no han tenido en absoluto en cuenta la completa documentación de archivo de Luis Salvador, preservada en el archivo familiar de los Habsburgo toscanos, desde su muerte, tras varios traslados (primero al Museo Nacional de Praga; más adelante, en la década de 1930 al Ministerio de Agricultura de Těšnov; y, finalmente, en 1996 al depósito de los Archivos Nacionales de Praga, en Chodovec), ni tampoco los estudios de Joan March en la década de 1980.30 Esta documentación de archivo única también fue obviada por los archiveros de los Archivos Nacionales, y hace poco tiempo que se ha concluido el inventario del archivo completo de Luis Salvador, para hacerlo accesible a los posibles estudiantes y científicos. El conjunto documental de Luis Salvador constituye una parte independiente del archivo familiar de los Habsburgo toscanos. Contiene tres escrituras31 y diecinueve cajas de documentos de archivo desde 1859 hasta 1915. Sin embargo, no todos los tipos de documentos están presentes a lo largo de este intervalo. Los papeles personales relativos a su carrera militar, los materiales de estudio y especialmente la extensiva correspondencia, finalizan en 1876, justo antes de la llegada de Luis Salvador a su residencia de Zindis, cerca de Trieste. Por otra parte, los documentos contables abarcan todo el espectro temporal. Si consideramos el contenido y el periodo comprendido entre 1859 y 1876, la documentación de archivo conservada perteneciente a Luis Salvador representa una unidad bastante compacta que no deja ningún periodo sin cubrir. A pesar de las limitaciones temporales mencionadas, podemos seguir los acontecimientos y los asuntos que determinaron la carrera de Luis Salvador. Podemos detectar un mayor interés en la personalidad y la vida de Luis Salvador por parte de historiadores y entusiastas durante la conmemoración de sus aniversarios. Este hecho quedó patente en 1997 durante la celebración del 150 aniversario del nacimiento de Luis Salvador. Los Archivos Nacionales de Praga, que en ese momento aún se llamaban Archivos Estatales de Praga, prepararon dos exposiciones biográficas sobre la figura de Luis Salvador. Los documentos originales del archivo familiar de los Habsburgo toscanos se cedieron para exposiciones en Italia y España. La primera exposición se llevó a cabo en las islas Lípari el mes de mayo de 1997 con el nombre DalľAdriatico alle Baleari attraverso le Eolie: Arciduca e il Mediterraneo.32 La segunda exposición, Exposició en homenatge a ľarxiduc Lluís Salvador d’Àustria, se inauguró un año más tarde en Palma de Mallorca.33 Ambas muestras se celebraron en lugares que habían tenido una gran importancia para Luis Salvador. Dedicó una obra muy extensa a las islas Lípari (las islas Eolias), acompañada de preciosas ilustraciones obra de artistas checos que tomaban como modelo los dibujos hechos a mano por Luis Salvador. Mallorca se convirtió en la segunda residencia de Luis Salvador, su refugio y, sin exagerar, su pequeño reino privado.34 Los siguientes aniversarios de su muerte y de su nacimiento se conmemoraron en 2005 y 2007, con la organización de exposiciones de documentos originales del archivo familiar de los Habsburgo toscanos directamente en su antigua residencia de Brandýs nad Labem.35 No obstante, aún quedan cosas por descubrir. Podemos contemplar con gran pesar la fotografía de la encantadora archiduquesa Matilde de Austria (hija del archiduque Alberto de Austria, duque de Teschen, y de la princesa Hildegard de Baviera), que murió trágicamente a causa de quemaduras, y leer el contenido de 24 telegramas, enviados entre el 23 de mayo y el 6 de junio desde el palacio de Hetzendorf a Praga, donde se informaba diariamente a Luis Salvador sobre el empeoramiento de la salud y finalmente de la muerte de la joven archiduquesa, a quien Luis Salvador apreciaba muchísimo.36 Podemos estudiar detalladamente los materiales educativos sobre la historia de las Cruzadas, las expediciones militares de Ciro el Joven (Kyros), hijo de Darios II, rey del Imperio persa; o la conquista de la India por parte de Alejandro Magno, que fueron escritos para Luis Salvador por su padre, Leopoldo II, en 1860 en el exilio (Ostrov nad Ohří). Hay también diversos documentos sobre la historia del Imperio austriaco, el Imperio bohemio, el reino de Hungría o la Europa medieval; información sobre la historia del papado y la Iglesia. Las ciencias exactas están representadas por las lecciones de matemáticas, física y óptica. Además de los documentos escritos, se custodian 43 dibujos de escarabajos, moluscos y crustáceos.37 Los progresos de Luis Salvador en lo tocante al estudio de diferentes idiomas entre 1863 y 1865 pueden apreciarse en las obras autógrafas de sus primeros ensayos: el francés, en Conio e fragolette. Une tableau de la vie Venetienne; el inglés, en Grave of Winckelmann at Triest; y el alemán, en la leyenda dálmata sobre el amor, Georgis und Waina.38 La preocupación de sus padres por el desarrollo educativo e intelectual de su hijo inteligentísimo puede verse claramente en los documentos relativos a la provisión y la organización del estudio de Luis Salvador sobre diferentes aspectos, incluyendo la elección de la residencia de Luis Salvador en la capital del Reino de Bohemia para que este no tuviese que desplazarse desde el castillo de Brandýs nad Labem,39 y la selección de profesores de la Universidad de Praga para sus clases particulares.40 Luis Salvador adquirió y amplió conocimientos, también a través de la correspondencia que mantuvo con grandes personalidades científicas europeas, viajeros, exploradores y sociedades científicas.41 Como cualquier varón de la casa imperial, Luis Salvador se dedicó a la vida militar. Dirigió el 58 Regimiento de Infantería con base en Budapest.42 En 1871, Luis Salvador llevó a cabo unas prácticas en la Oficina del Gobernador de Praga con el fin de familiarizarse con las funciones de la administración del Imperio austrohúngaro.43 Existe un grupo muy interesante de documentos que ilustran los viajes de Luis Salvador y sus acuerdos financieros y organizativos durante los años 1861-1864, su estancia en Venecia, sus primeros viajes 255 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s a Lombardía, Istria y Dalmacia en 1864, el viaje a Helgoland en 1865, su estancia en Gibraltar y Túnez en 1869 y en los Estados Unidos de América en 1876.44 Los documentos de archivo documentan sus primeros contactos con las islas Baleares durante los años 186745 y 1871, su periodo en las islas Lípari en 186946 y sus cruceros por el Adriático y el Mediterráneo con su yate, el Nixe. Los documentos contables y la correspondencia con el capitán del yate, Randich, así como con los demás miembros de la tripulación (Heinrich Littrow, Alfred Prest, Otto Schlick y Robert Whitehead) permiten que los investigadores tengan una visión clara sobre la construcción y reparación del Nixe, su coste operativo, las tasas para acceder a los puertos, los pagos de los amarres, la compra de suministros y el pago de los miembros de la tripulación.47 Los viajes de Luis Salvador con el Nixe por las islas del Adriático y del Mediterráneo tienen su origen en los primeros contactos con la costa adriática durante su estancia en Venecia entre 1861 y 1864. Según el itinerario de su primera expedición,48 que duró casi dos meses (desde el 16 de agosto hasta el 2 de octubre de 1864), y que se inició en Venecia, Luis Salvador planificó conjuntamente con su tutor viajar a Trieste con un vapor de vapor Lloyd. Desde allí debían continuar por la costa, cruzando Muggia y Capo d’Istria, por Opatija, Rijeka y Pula hasta llegar a Zadar, para a continuación cruzar las islas de la costa de Dalmacia hasta Bakar, Dubrovnik, la bahía de Kotor en dirección sur hasta Budva. Una vez allí, y de acuerdo con su planificación, si el tiempo acompañaba, tenían la intención de aventurarse en dirección sur hasta el puerto de la fortaleza de Castellastva, Presiek y desde allí proseguir viaje hasta Shköder, en Albania. Si el tiempo era adverso, habían previsto ir desde Budva con el barco de vapor hasta Kotor. Desde allí, continuarían y visitarían las islas de Korčula, Hvar y Vis. Su destino final hubiese sido Split. Desde ahí habían planificado ir a Zadar y tenían previsto regresar a Trieste el 2 de octubre.49 Entre otros informes de viaje de Luis Salvador que se han publicado, el manuscrito de su diario de viaje por el norte de África en 1873 se presenta en la documentación de archivo de Luis Salvador. Este diario de viaje fue publicado por la editorial Heinrich Mercy de Praga con el título Yachtreise in den Syrten. El archivo de Luis Salvador también contiene el documento autógrafo sobre el golfo de Corinto y el fragmento de 256 la copia Der Golf von Buccari - Porto Ré, de 1871, y Levkosia, Hauptstadt von Cypern, de 1873.50 Todas las obras de Luis Salvador guardan relación con la correspondencia y las facturas de los artistas, ilustradores y grabadores de Praga que participaron en la creación de los suplementos pictóricos de sus publicaciones; y con los pagos a las editoriales y los talleres artísticos.51 Este material permite que los investigadores puedan reproducir la organización de los preparativos de las publicaciones de Luis Salvador –desde la entrega del manuscrito a la imprenta, su diseño gráfico, la creación de las ilustraciones, hasta su impresión y distribución finales. Gran parte del archivo de Luis Salvador está formado por la correspondencia, que contiene unas 2.200 cartas del periodo comprendido entre los años 1861 y 1876. Las cartas proceden, en total, de unos 470 remitentes y están organizadas por orden alfabético en función de los autores y divididas por grupos. El primer grupo contiene aproximadamente unas 600 cartas que Luis Salvador recibió de parte de sus familiares directos,52 de los miembros de la familia imperial austriaca53 y de los miembros de las cortes europeas soberanas con las que mantenía relación.54 Los otros dos grupos contienen aproximadamente 1.600 cartas, divididas en dos partes: un amplio grupo de cartas que Luis Salvador recibió de parte de personalidades destacadas del mundo científico o de personas anónimas a las que Luis Salvador (con el seudónimo de conde de Neudorf55) conoció a lo largo de su vida (con algunas de ellas incluso mantuvo una correspondencia fluida toda su vida). El conjunto más pequeño de cartas pertenece a la correspondencia mantenida con diferentes instituciones. Las cartas llegaron a los domicilios de Luis Salvador desde Austria, Bohemia, Hungría, Alemania, Francia, Italia, España, Istria, Dalmacia, Grecia, Inglaterra, los Estados Unidos de América, el norte de África y otros territorios. La correspondencia está ordenada alfabéticamente por el nombre del remitente con el fin de facilitar la labor de los investigadores. Las cartas no solo contienen datos e información relevantes sobre las investigaciones y las publicaciones de Luis Salvador, sino también educados saludos y agradecimientos, peticiones de apoyo financiero a personas individuales y de subvenciones a instituciones o solicitudes de trabajadores para formar parte de su servicio. El número de remitentes alcanza unos 500 aproximadamente, lo que dificulta poder nombrar en este artículo a los principales autores. Con el fin de ofrecer una visión más clara, presentaremos a los remitentes a partir de su relación con el destinatario. En primer lugar, debemos citar a los colaboradores más cercanos y amigos: Sforza, Pazelt, Výborný, Laura de Bradi y Leopoldine Procházka, o los artistas de Praga que tuvieron una participación significativa en la preparación de las obras de Luis Salvador para su publicación, como Havránek, Fousek, Kliment, Quido Mánes, Wachsmann, Emanuel Max o Trenkwald; editores de la obra, como Heinrich Mercy de Praga,56 Leo Woerl de Leipzig y el famoso F. A. Brockhaus; o los profesores de Praga Kostelecký, Willkomm, Zepharovic, Stein; algunos científicos, exploradores y viajeros como Schaufuss, Mühlberg, Steinle, Borzi, Parlatore, Scherzer o Hochstetter; representantes de la administración imperial o personal general del ejército de la monarquía de los Habsburgo: Andrassy, Beck, Belcredi, Franz Crenneville; oficiales del regimiento de Luis Salvador: Schauer, Wanner; administradores del dominio de Brandýs nad Labem y representantes en Viena: Alter, Swoboda, Erber, Scheda, Haberler, Luigi Magni; colaboradores de las islas Lípari: Pajno o Farina; unos 40 escritores de las islas Baleares se conservan en el archivo de cartas: Francisco de los Herreros, Manuela de los Herreros, Pons, Pou i Bonet, Alcover, Rafael y Francisco Prieto, Mateo Obrador, Cardona i Orfila, Peréz Arcas, Cotoner, Ladin o el Museo Balear. Tampoco podemos olvidar el nombre de las personas que estuvieron vinculadas al yate de Luis Salvador, el Nixe, como Littrow, Randich, Whitehead, Schlick, Prest o Schnabel; o las personas conectadas con las autoridades de Dalmacia: Philipović, Milković, Bakić. La importancia de la labor investigadora de Luis Salvador y su reputación científica queda patente en las cartas de las diferentes sociedades e instituciones científicas, que lo nombraron miembro honorífico: por ejemplo, la Geographische Gesellschaft Wien, la Zoologische Gesellschaft Wien, la Wiener Thierschutz Verein, la Comisaría de España en Viena para la Exposición Universal de 1873, el Comité für Nordpol Expedition en Viena, la Gesellschaft für Erdkunde en Berlín. Para organizar los viajes de Luis Salvador fue muy importante mantener una estrecha relación con las autoridades diplomáticas de diversos países, tanto los consulados austriacos como figuras desta- Textos en castellano cadas locales, que habían sido nombrados cónsules honorarios y que garantizaron una estancia segura al conde de Neudorf, facilitaron información o simplemente colaboraron en la correspondencia. Por ello, las cartas de las oficinas de los consulados en Nápoles, Mesina, Malta, Ibiza, Larnaca, Túnez o los Estados Unidos de América pueden encontrarse en el archivo. La documentación relativa a los asuntos económicos desde 1861 hasta 1915 es igualmente importante para el estudio de la vida y las actividades de Luis Salvador. Estos documentos contienen aproximadamente unas 1.000 facturas, resúmenes de ingresos y gastos, las órdenes de Luis Salvador para los administradores de su dominio de Brandýs nad Labem para pagar las deudas con el dinero de la caja fuerte, asuntos sobre la herencia de Leopoldo II entre 1870 y 1872, acuerdos entre los hermanos acerca de la distribución de la propiedad tras la muerte de su padre, Leopoldo II, o los beneficios obtenidos de la venta y los ingresos de las mansiones en la Toscana.57 Las facturas, los recibos y los libros de contabilidad nos muestran cómo financió Luis Salvador sus actividades, como sus estudios, sus publicaciones, los gastos de las obras de construcción, reconstrucción y mantenimiento de sus residencias en Praga y en Mallorca, los pagos de los servicios, la adquisición de objetos y accesorios para sus residencias, mobiliario, artículos de uso diario, objetos de lujo, comida, la compra de medicamentos para su viajes, la financiación para sus viajes y para sus actividades de investigación, la asignación de sus colaboradores, los gastos relativos a la compra de libros, enciclopedias, objetos de colección y el coste del mantenimiento y la tripulación del Nixe. Además, se pueden seguir los movimientos de Luis Salvador con bastante precisión durante algunos de sus viajes gracias a los documentos contables, por ejemplo facturas de hotel (como en el caso del viaje a Helgoland en 1865 o a Trípoli en 1863). Para finalizar, nos gustaría mencionar un grupo importante de documentos escritos relativos a Mallorca y las islas Baleares, segunda residencia de Luis Salvador. Durante el verano de 1867, Luis Salvador viajó por estas islas. La parte más importante de esta documentación está formada por 150 cartas que abarcan el periodo de 1867 a 1876, escritas en francés por el erudito mallorquín Francisco de los Herreros, de Valldemossa.58 Desde la primera estancia de Luis Salvador en Mallorca, Herreros se convirtió en su colaborador más cercano. Este no se limitó a ser consejero profesional o coordinador de su investigación, responsable de reunir el material necesario para las obras de Luis Salvador en las islas Baleares, sino que también fue albacea de los asuntos de Luis Salvador, el administrador de las villas recién adquiridas y amigo de la familia. Además de la correspondencia de Herreros, el archivo de Luis Salvador contiene unas 300 páginas59 de amplísima información, a partir de la que podemos observar no solo los datos sobre historia, geografía, demografía, clima, religión, flora y fauna del archipiélago, los datos de las observaciones meteorológicas, análisis y fragmentos de la prosa y la poesía del periodo comprendido entre los siglos XIII y XIX, que se convirtió en la base de la publicación de Luis Salvador Die Balearen, sino también la información relativa a la creación de la publicación.60 Lamentablemente, aparte de pequeñas excepciones, en el archivo no se conservan crónicas autógrafas relacionadas con la obra enciclopédica y fundamental de Luis Salvador sobre las islas Baleares,61 por la que fue premiado por el Congreso Internacional de la Sociedad Geográfica, celebrado en París en 1875.62 En 1871, Herreros hizo los preparativos necesarios para alquilar la villa del conde Formiguera en Palma de Mallorca para la segunda estancia de Luis Salvador en la isla, y también supervisó las obras de construcción de la parte arrendada y su mobiliario. Durante esta segunda estancia, Luis Salvador descubrió la belleza natural de la costa noroeste de Mallorca. Quedó especialmente prendado del antiguo monasterio de Miramar, que adquirió en 1872.63 Luis Salvador lo convirtió en su residencia. Con los años, el Archiduque adquirió otras villas, sobre las que no existe ningún tipo de prueba en el archivo documental de Praga. Luis Salvador también construyó la casa de S’Estaca, siguiendo el estilo de las islas Lípari, en la costa situada bajo Miramar.64 Como conclusión, hay un exceso de fuentes de archivo relacionadas con la vida de Luis Salvador: la extensa documentación de archivo en Praga procedente del archivo familiar de los Habsburgo toscanos; las colecciones que actualmente se conservan en el castillo de Brandýs nad Labem y el grupo de documentos denominado archivo registral de los años 1865 - 1915,65 que conforman una parte fundamental de la documentación del dominio de Brandýs nad Labem, depositada en los Archivos Regionales Estatales de Praga; las villas de Luis Salvador situadas en Mallorca y en otros lugares de las islas Baleares; y finalmente el testimonio personal escrito por Luis Salvador en Viena.66 El conjunto de toda esta documentación representa una fuente bibliográfica ilimitada en la que se narran detalladamente todos los matices de este gran personaje que, a pesar de que hasta hoy aún es infravalorado, fue Luis Salvador, sin ningún asomo de duda. Notas Los Archivos Nacionales de Praga / en checo «Národní archiv» (en adelante «NA Praha»), el archivo familiar de los Habsburgo toscanos / en checo «Rodinný archiv toskánských Habsburků» (en adelante «RAT»), Leopold II./2, registro nº 183. 2 «Il 4 agosto [1847] Antonietta partorì un figlio felicemente. Lo guardai e piansi: grande la bontà del Signore in tanta crudeltà dei tempi; e si chiamò Lugi Salvatore, e la madre volle portasse ancora i nomi dei fratelli perché riunisse i nomi e ľamor loro.» Este testimonio sobre el nacimiento de Luis Salvador pertenece a las memorias de Leopoldo II, gran duque de Toscana, publicadas con el título: Il governo di famiglia in Toscana. Le memorie del granduca Leopoldo II di Lorena (1824 – 1859), ed. Franz Pesendorfer. Florencia, 1987, Sansoni Editore, p. 301. El original del manuscrito de las memorias se conserva en NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº 9. El 5 de agosto, el recién nacido fue bautizado con los nombres Luigi Salvatore Maria Giuseppe Giovanni Battista Domenico Ranieri Ferdinando Carlo Zanobi Antonio. Los registros autógrafos de su padre, Leopoldo II, de los días 4 y 5 de agosto de 1847 sobre el nacimiento y el bautizo de Luis Salvador figuran en el diario de Leopoldo II, gran duque de Toscana; véase NA Praha, RAT, Leopold II./1, entrada de diario nº 17, ff. 204r-v. 3 Corrado Giunti, «La presenza di Eugenio Sforza presso ľarciduca Lodovico Salvatore». Borgolauro. Rivista semestrale di storia lettere e arti della Fameia Muiesana, 30/55, 2009, p. 30 – 46. 4 Franz Pesendorfer, Zwischen Trikolore und Doppeladler. Leopold II. Grossherzog von Toskana 1824 – 1859. Viena, 1987. Sobre la documentación de la salida de Florencia, véase NA Praha, RAT, Leopold 1 25 7 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s 5 6 7 8 II./2, registro nº 187, 188, 255. Eva Gregorovičová, «Z Florencie do Brandýsa. Příchod toskánských Habsburků na brandýské panství». Studie a zprávy. Historický sborník pražského okolí, 1/2011, p. 9 – 29; Eva Gregorovičová, «Životní kruh. Rodinné události toskánské linie habsbursko-lotrinského rodu na panství Brandýs nad Labem v letech 1861 – 1865». Studie a zprávy. Historický sborník pražského okolí, 3/2012, p. 87 - 103. Franz Pesendorfer, Ein Kampf um die Toskana. Grossherzog Ferdinand III. 1790 – 1824. Viena, 1984. Sobre la administración del dominio de Ostrov nad Ohři durante el gobierno de Leopoldo II, véase NA Praha, RAT, Administrace toskánských statků Brandýs a Ostrov 1852 – 1872. Sobre la administración durante el gobierno de Fernando IV, véase NA Praha, RAT, Fernando IV., sign. 35 Schlackenwerth. NA Praha, RAT, Administrace toskánských statků Brandýs a Ostrov 1852 – 1872. Véanse también los diarios de Leopoldo II custodiados en NA Praha, RAT, Leopold II., IX/32 – IX/39. La documentación relativa al dominio de Brandýs nad Labem puede encontrarse en los Archivos Regionales Estatales en Praga / en checo «Státní oblastní archiv v Praze» (en adelante «SOA Praha»), Velkostatek Brandýs nad Labem (en adelante «Vs. Brandýs»), adquisición nº 736. Miloslav Volf, Rakouská státní banka a příchod toskánských vévodů na Brandýs nad Labem. Archivní časopis 18/1, 1968, p. 25 – 34. Estancia en Venecia: NA Praha, RAT, Leopold II./1, Registros de los diarios IX/33, registro nº 33; ibid., registro nº 54, las cartas de Luis Salvador a su padre; ibid., registro nº 55, las cartas de Juan Salvador a su padre; NA Praha, RAT, Fernando IV., registros nº 31 a 32, las cartas de Luis Salvador y Juan Salvador desde Venecia a su hermano Fernando. Véase también NA Praha, RAT, Leopold II./1, correspondencia personal, cartas de E. Sforza, el sacerdote J. Peterlin, M.D. G. Bondy; ibid., Leopold II./2, registro nº 7, cartas de Fiorenzo Gnagnoni; ibid., Leopold II./2, registro nº 177, correspondencia sobre el estado de salud de Luis Salvador entre Leopoldo II y Fernando IV y Francisco José I, emperador de Austria. Las facturas de la estancia en Venecia: ibid., Leopold II./2, apéndices, caja 123, «Conti delľamministrazione di Venezia 3 Luglio 1861 – luglio 1863.» NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III./a, El diario autógrafo no publicado de los via- 258 jes de Luis Salvador a Istria y Dalmacia, realizados en 1864. 9 La muerte de Luis Salvador está registrada en el Registro de defunciones de SOA Praha, Matriky, Kniha zemřelých královského města Brandýs, c. k. Okresní hejtmanství v Karlíně, 1894 – 1918, p. 220, orden nº 56. Los restos mortales de Luis Salvador fueron custodiados temporalmente en la capilla del castillo hasta la primavera de 1918, y más adelante transportados a la Cripta de los Capuchinos en Viena. Véase SOA Praha, Vs. Brandýs, registro nº 761, sign. II./15 D, ibid., registro nº 480. 10 NA Praha, Ludvík Salvátor, registro nº 16 y 20. 11 NA Praha, Ludvík Salvátor, I/d, Los asuntos económicos del dominio, 1872 – 1915. 12 SOA Praha, Vs. Brandýs, registro nº 761, II/15. NA Praha, Ústřední zemědělsko-lesnický archiv (en adelante «ÚZLA»), registro nº 112. 13 Sobre las colecciones de Luis Salvador en Brandýs nad Labem véase Václava Horčáková, «Okresní jednota musejní a Okresní museum v Brandýse nad Labem 1911 – 1948». Studie a zprávy Okresního muzea Praha-východ 11, 1991, p. 43 – 44. Brigitta Mader, «Arcivévoda Ludwig Salvátor a jeho archeologická sbírka na zámku v Brandýse nad Labem», en: Marie Dufková – Iva Ondřejová, Historie sběratelství antických památek v českých zemích. Praga, 2006, p. 58 – 93. Sobre las colecciones sobre zoología de Luis Salvador véase Eva Gregorovičová- Karel Novák-Tomáš Zágrošek-Marek Mejstřík, «Zámecké sbírky Ludvíka Salvátora-přírodovědecká expozice a nové objevy.» Studie a zprávy. Historický sborník pražského okolí, 3/13, p. 172 – 174. 14 Sobre la biblioteca toscana trasladada desde Brandýs nad Labem véase Petr Mašek,« O Toskánské knihovně», en: Milan Novák a kol., Ludvík Salvátor, vědec a cestovatel. Brandýs nad Labem – Stará Boleslav 2005, p. 58 – 60. 15 Lubomír Sršeň – Olga Trmalová, Malované miniaturní portréty. Národní muzeum, Praga 2005. Lubomír Sršeň, Malované drobné portréty. Národní muzeum, Praha 2013. Ambas publicaciones contienen retratos de los miembros de la línea toscana, como el pequeño Luis Salvador. 16 NG Praha, La colección de grabados y dibujos en el palació Kinsky contiene una pequeña colección de dibujos, grabados y estampas de ilustradores de Praga de las obras de Luis Salvador como los siguientes pintores y grabadores sobre madera: el pintor de paisajes Friedrich Havránek, Holas, Mára, Jass, Řeháček o Šimáně. Unas 50 vistas de las islas Lípari se custodian allí, como Lípari, Vulcano, Salina, Filicudi, Alicudi y Stromboli durante los años 1886-1888. Incluso podemos encontrar dibujos de las islas Baleares de los años 1870-1888. 17 Sobre la complicada forma de los archivos véase NA Praha, RAT, Fernando IV., sign. 15, registro nº 334; sign. 18, registro nº 343; sign. 20, registro nº 347; sign. 38A, registro nº 437. ibid., ÚZLA, registro nº 112, Brandýs; Ostrov. Stefano Vitali – Carlo Vivoli, Fra Toscana e Boemia. Le carte di Ferdinando III e di Leopoldo II nelľArchivio Centrale di Stato di Praga. Roma, 1999, p. 3–101. Eva Gregorovičová, Tři kapitoly k pořádání Rodinného archivu toskánských Habsburků, Petr Leopold – Ferdinand IV. – Ludvík Salvátor. Archivní časopis 62, 2012, p. 341–369. 18 Eva Gregorovičová, Kapitoly z dějin Rodinného archivu toskánských Habsburků. Národní archiv, Praga 2013. 19 Eva Gregorovičová, «Le tracce delľArciduca Lodovico Salvatore in Boemia. Le fonti archivistiche, iconografiche, bibliotecarie e collezionistiche nelle istituzioni praghesi». Borgolauro. Rivista semestrale di storia lettere e arti della Fameia Muiesana, Año XXX – nº 56/2009, p. 32 – 46. 20 NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº 177, correspondencia sobre la salud de Luis Salvador entre Leopoldo II y Fernando IV y Francisco José I, emperador de Austria. 21 NA Praha, RAT, Leopold II./1, Diarios, I/17 – I/37. 22 NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº 214. «Traccia per ľandamento progressivo degli studi intellettuali di S. ľArciduca Luigi». El programa educativo de dos fases fue organizado a petición de los padres de Luis Salvador por parte de su profesor Vincenzo Antinori (1792 – 1865), físico y matemático florentino, que desde 1833 era el director del Museo de Física y Ciencias Naturales de Florencia y desde 1847 fue nombrado tutor y profesor de los hijos del soberano toscano Leopoldo II. 23 Luis Salvador recibió una educación excelente desde 1865 en la Universidad Carolina de Praga (entonces llamada «de Carlos y Fernando»), véase NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº 217, «Luigi. Suoi studi a Praga 1865.» 24 NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº 1, 2, 183. En total, se han preservado allí 39 documentos autógrafos de Luis Salvador. Textos en castellano NA Praha, RAT, Leopold II./1, Las cartas de los miembros de la familia dirigidas a Leopoldo II, gran duque de Toscana: registro nº 45, madre María Antonia de Borbón-Dos Sicilias; hermanas y hermanos; registro nº 47, archiduquesa Augusta Fernanda de Austria, princesa de Baviera; registro nº 49, archiduquesa María Isabel de Austria, princesa de Toscana; registro nº 50, Fernando IV, gran duque de Toscana; registro nº 52, archiduque Carlos Salvador de Austria; registro nº 53, archiduquesa María Luisa de Austria; registro nº 55, archiduque Juan Salvador de Austria (John Orth). 26 NA Praha, RAT, Leopold II./1, La correspondencia personal. Ibid., Leopold II./2, registro nº 7, las cartas de Fiorenzo Gnagnoni. 27 NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº 254. 28 NA Praha, RAT, Fernando IV., registro nº 31, En total se han conservado 57 cartas. 29 NA Praha, RAT, Fernando IV, sign. 71, registro nº 652 – 653. En el mismo lugar se custodia el ejemplar de Fremden-Zeitung, nº 15, XIV, Viena-Salzburgo-Múnich, 1901, p. 2–4, en el que se publicó el artículo de Siegmund Schneider «Erzherzog Ludwig Salvator. Dreissig Jahre aus dem Leben und Wirken des fürstlichen Geographen.» 30 Joan March, S´Arxiduc. Biografía ilustrada de un príncipe nómada. Barcelona 1983. 31 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, registro nº 1 Escritura de Francisco José I, emperador de Austria, con fecha de 16 de agosto de 1865, en Bad Ischl, nombrando coronel de infantería a Luis Salvador; registro nº 2 Escritura de Francisco José I, emperador de Austria, con fecha de 13 de marzo de 1867, en Budapest (Ofen); registro nº 3 Orden del Toisón de Oro, otorgado a Luis Salvador el 8 de agosto de 1867, en Salzburgo; registro nº 7 La carta informal informativa sobre la concesión del premio de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III de Borbón a Luis Salvador en 1869. 32 La exposición de los originales sobre les islas Lípari fue organizada, con el patrocinio de los presidentes de la República Checa y de Italia, por el Centro studi e ricerche di storia e problemi Eoliani. 33 La exposición fue preparada por la Conselleria d’Educació, Cultura i Esport del Govern balear, Associació d´Amics de ľArxiduc, Arxiu del Regne de Mallorca, Biblioteca de la Fundació Bartomeu March Severa. Lamentablemente no se publicó ningún catálogo de ninguna de 25 las dos exposiciones. La obra de Luis Salvador sobre las islas Baleares, Die Balearen in Wort und Bild. I.– VII., Leipzig 1879–1891. Las islas Lípari se abordan en: Die Lípari schen Inseln. I–VIII. Praga, 1893–1896. Todos los volúmenes se volvieron a publicar en Italia en las décadas de 1970 y 1980 traducidos al italiano, pero con el diseño y las ilustraciones originales, enriquecidas por los análisis históricos de los editores. Edición: Le Isole Lípari , I –VIII. Lípari, 1977–1986. 35 La exposición en 2005 fue acompañada por la publicación: Milan Novák a kol., Ludvík Salvátor, vědec a cestovatel. Brandýs nad Labem – Stará Boleslav, 2005. 36 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, archiduquesa Matilde de Austria. 37 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/b, preparación académica y profesional, registro nº 12 – 14. 38 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III/a, actividades científicas, profesionales y literarias 39 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, asuntos económicos y facturas. El emperador recomendó que Luis Salvador permaneciese directamente en el Castillo de Praga, que en aquel momento estaba prácticamente deshabitado (Véase NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº 177.) Por ello, tras la petición de su madre, se seleccionó la pensión Hotel zum Englischen Hof, en la calle Na Porici, en el centro de Praga. Luis Salvador se alojó allí regularmente desde 1867. En los años 1871-1877, alquiló una parte del palacio Kinsky en la plaza de la Ciudad Antigua. El contrato de alquiler se puede consultar en NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, asuntos económicos y financieros, el diario contable en el que se documentan los gastos del palacio Kinsky durante los años 1871 – 1872. 40 Fueron los profesores Schier, Koste lecký, Zepharovic, Stein, Wilkom, véase NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, II/b, La correspondencia personal. Las cartas de los años 1890, 1897 – 1913, con el profesor Randa se custodian en NA Praha, Rodinný archiv Randa – Kruliš, sign. 5/35, 5/37, 32/32 – 32/36. 41 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, II/b, correspondencia personal, como Schaufuss, Parlatore, Mühlberg, y la correspondencia con las instituciones (sociedades científicas). 42 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, IV. comandancia del Regimiento de Infantería 34 58, 1868 – 1875. NA Praha, Presidium Českého místodržitelství, 1860 – 1870, sign. 1/1/102, registro nº 4832/1870, caja 676. 44 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, véanse especialmente los extensos materiales contables sign. I/d; a II/a – II/b correspondencia familiar y personal, en el que se incluye la correspondencia con los consulados. Véase también el permiso de entrada a Lombardía en 1861, Istria y Dalmacia en 1864, Gibraltar y Túnez en 1869, ibid., registro nº 10. 45 NA Praha, RAT, Leopold II./1, diario IX/39, Registros del verano de 1867 y las cartas de Luis Salvador desde su primer viaje a las islas Baleares en 1867, NA Praha, RAT, Leopold II./1, registro nº 54. 46 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, cartas del padre de Luis Salvador enviadas a las islas Lípari en 1869 (3 piezas); NA Praha, Leopold II./1, registro nº 54. 47 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, Facturas; II/b, correspondencia personal. 48 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/a, Viajes 1864, registro nº 10. 49 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III/a, trabajos científicos. Un documento autógrafo, no analizado ni publicado hasta ahora, sobre el viaje a Istria y Dalmacia (sin título), 1864, autógrafo, en alemán, 1896 páginas. 50 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III/a, trabajos científicos. 51 NA Praha, Ludvík Salvátor, II/b, correspondencia personal de los años 1862 – 1876. Ibid., I/d Bills, 1866 – 1915. 52 NA Praha, Ludvík Salvátor, II/a, correspondencia familiar, 1861 – 1876: cartas del padre de Luis Salvador, Leopoldo II (93 piezas); su madre, María Antonia (230 piezas); su hermano Fernando IV (60 piezas); su hermano Carlos Salvador (13 piezas); su hermano Juan Salvador (37 piezas); su hermanastra Augusta Fernanda (7 piezas); su hermana María Isabel (19 piezas) y su hermana María Luisa (86 piezas); el príncipe Carlos de Isenburg-Birstein (3 peces). 53 NA Praha, Ludvík Salvátor, II/a, correspondencia familiar, 1862 – 1876, la línea imperial: Luis, hijo de Leopoldo II, emperador romano y rey de Hungría y Bohemia, archiduque de Austria (1 pieza); Francisco José I, emperador de Austria (14 piezas); Carlos Luis (1 pieza); Luis Víctor (1 pieza); la línea de Carlos: Alberto (15 piezas); Carlos Fernando (1 pieza); María Carolina (3 piezas); Guillermo Francisco Carlos (1 pieza); María Teresa (1 pieza); la línea de Hungría: 43 259 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Isabel, hija de José Antonio (11 piezas); José Carlos Luis (2 piezas); la línea de Rainiero: Rainiero Fernando (4 piezas); María Carolina (3 piezas); La Casa de Este de Módena: Francisco V (4 piezas); María Teresa (5 piezas). 54 NA Praha, Ludvík Salvátor, II/a, correspondencia familiar, 1862 – 1876: Juan, rey de Sajonia (4 piezas); María Amalia (7 piezas); Guillermo, duque de Württenberg (10 piezas); Enrique, conde de Chambord (2 piezas); Teresa María de Borbón-Dos Sicilias (2 piezas); Isabel II de Borbón-Dos Sicilias, reina de España (3 piezas); Francisco II, rey de las Dos Sicilias (2 piezas); Carlos María Isidro de Borbón-Parma (Don Carlos, 2 piezas); Roberto de Borbón (1 pieza); Henry de Hanau-Hořovice (1 pieza). 55 Según las instrucciones de Francisco José I, emperador de Austria, Luis Salvador, y los demás miembros de la familia tuvieron que viajar de incógnito –véase la carta del emperador de 21 de junio de 1867. Luis Salvador escogió como seudónimo el nombre de conde Luis de Neudorf (Graf Ludwig von Neudorf). 56 SOA Praha, Krajský obchodní soud, sign. A XI 240, caja 1136. La editorial H. Mercy se fundó en Praga en 1854 y se liquidó en 1942. 57 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, registro nº 16, escrituras de la herencia. 58 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, II/b, correspondencia familiar. 59 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III/g, Material auxiliar de estudio, 1867 – 1879. 60 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, registro nº 85, B. Havránek –facturas relativas a la creación de la publicación Die Balearen, 1868 – 1878. 61 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III/a, notas de Luis Salvador sobre el Castillo de Bellver, la lista escrita a mano de los colaboradores de las islas Baleares. 62 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, registro nº 9. 63 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, II/b, La carta de Sforza con fecha de 19 de agosto de 1873. Para la obra de construcción véase ibid., I/d, Bills; ibid., II/b, correspondencia personal, las cartas de Francisco sobre el progreso de las obras de construcción. Los gastos operativos de Miramar – véase ibid., I/d, registro nº 25, Libro de gastos en efectivo en Miramar en 1872. 64 NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, registro nº 17, El dibujo original de la casa de S‘Estaca. 65 SOA Praha, Vs. Brandýs nad Labem, caja 1 – 14a, correspondencia de Leopoldo II 260 y de Luis Salvador con los administradores del dominio de Brandýs nad Labem, pagos de los infantazgos de Luis Salvador, devolución de sus gastos (facturas). 66 Haus,- Hof- und Staatsarchiv (HHStA) en Viena, Nachlass Erzherzog Ludwig Salvador, 1876 – 1915. Lo que los biógrafos todavía no han contado... Helga Schwendinger Éste fue el tema que me propusieron. Y debo confesar que de entrada me suscitó una cierta desazón: «Lo que los biógrafos todavía no han contado...». ¿Y qué será eso que todavía no han contado los biógrafos o, mejor dicho, qué será lo que sí que han contado? ¿Y quiénes son, de hecho, esos biógrafos? La primera biografía del Archiduque fue obra del editor de libros de viaje Leo Woerl, de la ciudad de Leipzig. La publicó en su editorial, en 1899, con el título de El archiduque Luis Salvador de la casa imperial de Austria como explorador del Mediterráneo.1 Además de una breve biografía, Leo Woerl se interesó también por las obras del archiduque Luis Salvador escritas hasta 1898, obras que comentó, con extractos de los originales, una por una. Ese libro, que fue muy aclamado y objeto de innumerables reseñas en la prensa de la época, debería haber ido seguido de un segundo volumen que había de dar una visión completa de la obra del Archiduque. Pero hasta el día de hoy sigue faltando ese libro, que debería tener por finalidad dar a conocer la obra y la persona de Luis Salvador, documentándolas con extractos de la literatura primaria. En ciertos lugares del mundo hispánico, el Archiduque hacía tiempo que no era ningún desconocido. Su popularidad, sin embargo, se veía circunscrita al archipiélago balear y, dentro de éste, principalmente a la isla de Mallorca. El primero que se fijó en la figura del Archiduque fue Bartolomé Ferrá, quien se presentaba a sí mismo como arquitecto, poeta y pintor. En 1948 publicó una exhaustiva biografía con el título de El archiduque errante.2 Ferrá, de joven, había llegado a conocer al Archiduque, lo cual le permitía dibujar un retrato bastante fiel del mismo. El mayor estruendo, sin embargo, lo provocó muchos años más tarde Juan March con S´Arxiduc. Biografía ilustrada de un príncipe nómada,3 cuya primera edición apareció en 1983 en la editorial José J. de Olañeta, de Palma y Barcelona. Juan March, hijo del banquero y propietario actual de la finca archiducal de Son Galceran, contaba con todas las ventajas que podría desear el autor de un libro: medios económicos inagotables, un pelotón de asistentes, contactos en todos los círculos relevantes de Praga, Viena y Mallorca, además de la plena colaboración de la población mallorquina, quien consideraba un honor ser objeto de las consultas de March y le facilitaba un acceso ilimitado a las fuentes. Las condiciones eran, pues, inmejorables, y precisamente por ello tanto más decepcionante fue el resultado de esta ardua labor de tantos años: un tocho ordenado cronológicamente, de lectura farragosa y a menudo confusa, repleto de errores que hasta hoy no se han podido depurar y que retrata al Archiduque –con ánimo sensacionalista– como un príncipe de Habsburgo homosexual y de vida disoluta que, además, se dedicaba a escribir libros. Cuando apareció la biografía, provocó una gran polémica en la familia, que naturalmente no estaba nada de acuerdo con esta visión. Que los mencionaran en el prólogo, casi como si fueran cómplices del mismo, les resultó más que desagradable. Eso llevó a la familia en pleno a decidir que, a partir de ahora, las cartas y los papeles del Archiduque quedarían encerrados a cal y canto y que nadie más podría utilizarlos para ningún tipo de investigación. Una prohibición que desde entonces no se ha levantado más que una vez –después de muchos obstáculos, numerosos consejos familiares y la casualidad por aliada– para autorizar a la autora del presente artículo a escribir una tesis sobre la persona y la obra del archiduque Luis Salvador, a la que siguió una biografía, publicada en español y alemán.4 Posteriormente aparecieron también algunos trabajos biográficos más breves.5 Así pues, ¿qué es lo que no han contado los biógrafos? Podría ser: LUIS SALVADOR COMO TROTAMUNDOS Y CRONISTA DE VIAJES: «El archiduque Luis Salvador se dedicó desde muy joven, con gran ahínco y especial deleite, al estudio de las ciencias naturales, y como estaba dotado de las facultades intelectuales y los recursos económicos necesarios para entregarse de lleno a las labores científicas, pudo seguir, con gran tenacidad y energía infatigable, la trayectoria nómada de un investigador geográfico y etnológico.»6 Textos en castellano Luis Salvador no sólo poseía el don de lenguas y un vivo interés, desde su más tierna infancia, por las ciencias naturales, sino también unas excelentes facultades como dibujante, y todo ello le predestinó para llegar a ser un viajero investigador y hombre de mar: «Con el lápiz de dibujo y la paleta de pintor, el archiduque Luis Salvador era tan diestro como con la pluma, y así fue como se convirtió en ilustrador de sus propias obras literarias y científicas».7 En todos sus viajes llevaba siempre un cuaderno de notas y otro de dibujo, con el fin de poder trasladar de inmediato al papel sus impresiones. En el prólogo de una de sus primeras obras (Túnez. Una imagen de la vida norteafricana), escribe en este sentido: «Estas imágenes son fotografías de los dibujos originales del autor, tal como los captó en vivo y en directo en medio de la multitud. Después, una vez en casa, no se retocó ni un solo trazo, lo cual los hace aun mejores aliados del texto que acompañan, que también se ha transcrito tal como se registró, sin ningún tipo de adorno».8 El Archiduque se esmeraba en crear una íntima conexión entre la palabra y la imagen.9 Tal y como se desprende de diversos prólogos a sus obras, las ilustraciones estaban concebidas para complementar el texto y ayudar a entenderlo mejor: «Que estos esbozos vengan en auxilio de las pálidas palabras que acompañan...»10 No hace falta insistir en el hecho de que Luis Salvador dominaba las dos formas de representación, pero no consta en ningún lado que estuviera orgulloso de sus dotes. Con entrañable modestia escribía en 1871: «Ojalá que estas hojas, a pesar de sus carencias, despierten en algunos la memoria nostálgica del país encantado de Buccari, al tiempo que sean favorablemente acogidas como una humilde contribución a un mejor conocimiento de uno de los rincones más pequeños, aunque no más insignificantes, de la patria austriaca. Yo, por mi parte, daría el objetivo de estas páginas por bien cumplido si la bahía que tanto me cautivó [Buccari-Porto Ré, la actual Bakar en Croacia] deviniera un lugar tan apreciado y concurrido como merece.»11 En su obra Una travesía marítima por las costas de Tripolitana y Túnez vuelve a adoptar un tono semejante: «El objetivo de estas páginas que siguen es reproducir en palabras llanas, tal y como se han recogido directamente en el camarote del navío o bajo la tienda de campaña, todo aquello que se ha observado y vivido durante una travesía desde Alejandría hasta el cabo Bon. Algunos marineros, durante las horas ociosas de los días de calma chicha a lo largo de estas costas, quizás encuentren en ellas una lectura que no será mal recibida, a mis acompañantes les servirán de hojas de memoria y a mí, sin embargo, me brindarán un nuevo acicate para emprender otros fructíferos viajes en compañía de la sirena bien amada.»12 Un último ejemplo de la sobriedad y modestia con que Luis Salvador veía sus «hojas y esbozos»13, como él mismo se refería a menudo a sus obras, lo encontramos en el prólogo de su monografía sobre Bizerta: «Ojalá que los amigos de Bizerta reciban con indulgencia estas hojas marchitas de mi carpeta de viaje, por nimio que sea el valor que puedan poseer, como un tributo de reconocimiento a la grandeza que han alcanzado».14 Estas obras no iban destinadas al público en general, sino a los amigos, conocidos y colaboradores, a quienes el Archiduque obsequiaba con ellas. No fue hasta que conoció al editor Leo Woerl de Leipzig que se puso la primera piedra para la publicación de ciertas obras con una gran tirada.15 La mayor parte de sus libros, sin embargo, los siguió publicando en Praga con el editor Heinrich Mercy y, más tarde, con el hijo de éste, así como en Leipzig con la casa F. A. Brockhaus. Algunas de las obras se publicaban con fastuosas ornamentaciones: «Mucho antes de que el noble deporte de la bibliofilia hubiese llegado a recuperar una multitud de adeptos, este príncipe supo dotar la presentación física de sus libros con letras, ilustraciones y cubiertas como sólo sabría concebir el más sutil de los gustos. No son, en absoluto, el resultado de una predisposición a la ostentación ni a la ornamentación desmesurada, como aquella que se recrea con letras doradas y tapas de seda, sino del discreto refinamiento de un verdadero hombre de cultura, que poseía cultura sin hacer ostentación de ella.»16 El Archiduque gustaba de la compañía de personas sencillas que, a su juicio, podían llevar una existencia feliz a pesar de la modestia, y hasta la penuria, con que algunos vivían: «Uno puede ver cómo la austeridad, las costumbres sencillas y la lejanía del mundo pérfido y malicioso pueden bastar, incluso en la indómita naturaleza, para generar felicidad humana.»17 O bien: «Durante mi estancia en Helgoland, me gustaba salir al mar con los pescadores; la compañía de estas gentes sencillas es más placentera, y me atrevería a decir que más instructiva, que la de algunos letrados».18 Otra motivación del Archiduque era la de devolver a la memoria del público parajes que, a su parecer, eran injustamente poco conocidos y poco apreciados por los viajeros. Su atención se sentía poco atraída por los destinos más sofisticados y se centraba más bien en lugares pequeños, más insignificantes, como las islas Jónicas de Paxos y Antipaxos: «Pequeñas y en apariencia insignificantes, Paxos y Antipaxos no han sido nunca descritas por sí mismas, sino que siempre se las ha tratado de forma secundaria al lado de la bella Corfú, su hermana mayor, pese a ser unas islas encantadoras, llenas de rincones de exquisita belleza que merecen la apreciación de los numerosos extranjeros que visitan las demás islas Jónicas.» 19 Un segundo ejemplo es el islote volcánico de Alborán, en el que el único edificio habitable era el faro, y que el Archiduque trató en una monografía homónima: «Quizás ninguna otra isla del Mediterráneo sea vista por tantos viajeros y pisada por tan pocos como Alborán. Situada en pleno corazón de la ruta internacional de Gibraltar y casi a la misma latitud, seguramente queda fuera de la vista de los vapores que pasan por el cabo de Gata, pero sí que la divisan muchos de los veleros que van de Gibraltar a Orán, y viceversa.»20 Lo mismo sucede con la isla de Columbretes, habitada únicamente por los torreros que cuidaban del faro: «La misma vida retirada con un puñado de torreros, los únicos habitantes de este islote volcánico, me parecía a la vez plácida y estimulante, con aquella soledad que tanto había aprendido a amar.»21 En sus obras, el Archiduque escribía también sobre la desaparición, o las profundas transformaciones, de lugares y gentes, con el fin de dedicar un recuerdo escrito al antiguo patrimonio cultural. En este sentido, son dignos de citar, principalmente, los estudios sobre el arte popular y los trajes regionales de algunos pueblos. Me viene a la cabeza, por ejemplo, la colección de dibujos en color publicada entre 1870 y 1878, Los serbios del Adriático. Tipologías y trajes regionales, que el Archiduque recopiló porque «aquí la gente aún se aferra, con fervor casi religioso y rigurosa fidelidad, a los trajes regionales como si de una reliquia de familia se tratara, mientras que en Europa los trajes nacionales están desapareciendo a gran velocidad».22 Otro ejemplo es la obra aparecida en 1905, Aquello que desaparece. Trajes de los montes y las islas del Adriático, donde escribe en la intro- 261 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s ducción: «Ahora que el ferrocarril ya baja hasta Gravosa y el pitido penetrante de la locomotora se deja oír por las viejas montañas de Bocco, la variedad de trajes regionales va disminuyendo poco a poco. Los preciados vestidos que habían ido pasando de una generación a otra se venden ahora a coleccionistas; las valiosas joyas de las artísticas armas decoran hoy los elegantes salones de los imperios occidentales o han ido a parar a colecciones de armas antiguas. El traje tradicional se transforma y se vuelve cada vez más sencillo. En lugar de la chaqueta ricamente ornamentada, aparece otra mucho más ramplona, los botones de plata de trabajada filigrana se sustituyen por otros lisos y también las mujeres eliminan los adornos o llevan vestidos sin ningún tipo de guarnición. Me pareció que sería adecuado reproducir en imágenes en color aquello que se está desvaneciendo para así preservarlo para la posteridad.»23 El esfuerzo por preservar el patrimonio cultural heredado puede haber sido también el motivo de otra obra de Luis Salvador, Cuentos de Mallorca: «En Mallorca se encuentran una infinidad de cuentos y rondallas que constituyen un campo enorme, y aún abierto a los folcloristas, antes de que los vientos homogeneizadores de la cultura moderna lo arrasen todo.»24 Considerar al Archiduque como alguien opuesto al progreso debido a esta actitud conservadora25 en lo que se refiere al traje regional, sería cometer una injusticia con él. Lo que intentaba, más bien, era estimular proyectos que pudieran contribuir a la valorización de una determinada región. Eso se puede captar fácilmente en el «mejor puerto marítimo de la Regencia tunecina»,26 Bizerta, sobre el que Luis Salvador escribió dos libros. Ya en el primero, Bizerta y su porvenir, publicado en 1881, señalaba la importancia de este puerto que, resguardado en una bahía de la costa norteafricana, «se halla al abrigo de los vientos imperantes de poniente gracias al largo saliente del cabo Bianco.»27 A este puerto, que a la sazón se encontraba «aún fuera del gran tráfico mundial»,28 le auguraba, según las condiciones que se dieran en los años venideros, un gran papel en el comercio exterior tunecino, al tiempo que se lamentaba de que llegase a perderse «la impronta genuinamente oriental»29 de la ciudad, que a él le hacía pensar en una «materialización de una escena de las Mil y una noches»30: «Muy pronto, la poesía oriental de Bizerta se verá apagada por la cultura mundial que todo lo allana; cabe 262 esperar, sin embargo, que la ciudad llegue a ocupar el lugar de importancia que merece por la situación tan privilegiada que la naturaleza le ha otorgado.»31 La profecía de Luis Salvador se revelaría acertada cuando, diez años más tarde, pudo escribir en el prefacio de Bizerta: «Hace dieciséis años escribí un breve volumen con el título de Bizerta y su porvenir. Lo que en él pronosticaba se ha hecho realidad y fue con un sentimiento de inusitada satisfacción que, el otoño pasado, lancé el ancla en la bahía de Sera. El sueño ya se había esfumado: en lugar de la rada abierta, tan expuesta a los vientos del norte y de levante, había ahora un puerto ideal, en el que centenares de embarcaciones podían fondear y quedar tan resguardadas como en una laguna veneciana. No es de extrañar que me quedara una buena temporada allí; ocupaba mis horas explorando las nuevas y colosales construcciones portuarias, aunque también me dejaba seducir por la magia en extinción de la antigua ciudad mora.»32 Otro ejemplo del pensamiento progresista del Archiduque se puede encontrar en La ruta de las caravanas de Egipto a Siria. Durante una estancia en Egipto, donde pasó un invierno, reflexionaba sobre una posible conexión ferroviaria entre esos dos países, «una idea que, a la vista de los deficientes y peligrosos puertos meridionales de la tan productiva Palestina, surgía una y otra vez en las conversaciones.»33 Para convencerse a sí mismo de que este plan era realmente factible, el Archiduque decidió ir a buscar su confirmación sobre el terreno. Mandó traer una caravana de caballos y mulas a Jaffa y emprendió la antigua ruta de las caravanas que, desde que se había abierto el canal de Suez, prácticamente sólo seguían usando los mercaderes de ganado: «Este recorrido me ha convencido de la impracticabilidad de tender una vía ferroviaria, debido a las fuertes tormentas de arena que la fustigarían constantemente y que harían su mantenimiento excesivamente costoso.»34 Así pues, Luis Salvador renunció a ese plan y elaboró otro nuevo: «El sueño de Esbekieh se pinchó, pero entonces me sobrevino el pensamiento igualmente arrebatador de mi viejo ideal: la construcción de un puerto en Beirut hacia el que derivar todo el comercio a través de dos arterias principales: una que pasara por la costa meridional de Siria, tan abundante en cereales, y la otra, por el valle del Jordán. Las obras del puerto de Beirut35 serían más ligeras y, por lo tanto, menos onerosas que las de Jaffa. Además, Beirut ya contaba a su favor con la presencia de los ricos mercaderes que se habían establecido en la ciudad, así como la importante conexión con Damasco y su comercio interior.»36 Como ya se ha mencionado, lo que fascinaba al Archiduque eran, por encima de todo, los pequeños acontecimientos y situaciones. Con motivo de una estancia en el balneario de moda de la época, Abbazia, al que dedicó sus Hojas sueltas, escribió en el prólogo: «Lee [el viajero que visita Abbazia] el gran libro de la naturaleza, una lectura que no exige ningún esfuerzo de la vista, a diferencia de la tinta impresa, y que sólo le proporciona reposo y deleite. Si este librillo va a parar a manos de padres, pues que les transmitan a sus hijos, ya desde la más tierna infancia, este amor por la naturaleza y este gusto por las menudencias que nunca han abandonado al autor y que se recrean con el temblor de una hoja en la brisa del mediodía, el romper de una ola en la playa, el aleteo de una mariposa o el zumbido de una abeja. De esta forma legarán a su descendencia las mejores herramientas para una vida terrenal satisfactoria. En los rincones predilectos del globo, uno busca la calma y el goce de la naturaleza, con la mirada puesta en Dios, en asombro eterno por la Creación y profundo agradecimiento por la bienaventuranza del momento.»37 El Archiduque era un hombre profundamente religioso. En cada país al que viajaba, lo primero que hacía era buscar una iglesia católica. En sus obras expresaba una especial satisfacción cuando, en los días de fiesta señalada –como la Pascua o Pentecostés–, podía practicar su devoción en una iglesia. Así contaba la anécdota de una accidentada visita a una iglesia en Albany, durante un viaje alrededor del mundo: «Empezaba a oscurecer; por la calle no había más que un muchacho que cruzaba un solar sin valla. Lo llamamos para preguntarle cuál era la iglesia católica. Nos enseñó el edificio que buscábamos y, a nuestra pregunta de si se podía visitar, respondió diciendo que el cura vivía en una casa un poco más arriba, la que parecía una capilla con una cruz en lo alto. A ella nos dirigimos; las puertas estaban abiertas y no se veía un alma. De repente apareció en la puerta un hombre barbudo, con un viejo sombrero de copa y una escopeta en la mano: era el cura. Tras estudiarnos de arriba a abajo y recuperarse del susto inicial, se mostró muy bien dispuesto a Textos en castellano enseñarnos la iglesia.»38 Religiosidad, bondad, mansedumbre, caridad, interés por el sufrimiento y las tribulaciones de sus congéneres y subordinados, afabilidad, cortesía y un desdén por el lujo, la fama y la riqueza eran los rasgos que se atribuían al Archiduque: «El príncipe siente poca inclinación hacia las diversiones bulliciosas; incuso en los meses que no viaja, se contenta para distraerse con una salida en barca o a caballo, un largo paseo por los jardines –que él mismo cuida personalmente– o una caminata por parajes poco frecuentados; una vez se ha puesto el sol, es muy raro verle salir de casa o del barco.»39 La visión y la opinión que tenía Leo Woerl de Luis Salvador, con quien mantuvo el contacto a lo largo de muchas décadas, se ven corroboradas en numerosas declaraciones del propio Luis Salvador: «[...] ¿Y qué poder se equipara al de una mujer amada? Ni la fama, ni el poder ni el dinero tienen la misma fuerza que una mujer sobre el hombre que la quiere. Lo único que le hace feliz es el amor de ella [...]»40 Esta cita, extraída de la descripción de Cannosa, la actual Trsteno en el sur de Dalmacia, es un buen ejemplo de ello. Hasta su muerte en 1915, Luis Salvador, «el escritor ilustrado»,41 publicó más de 60 obras, entre ellas crónicas de viajes y monografías sobre países y costumbres populares. En 1881 fue nombrado miembro honorario de la Sociedad Geográfica de Londres. En 1889, «el Archiduque, quien se ha labrado un nombre como autor de textos científicos»,42 ingresó en la Academia de las Ciencias de Viena. La Sociedad Geográfica de Viena, de la que también era miembro honorario, le concedió el 16 de diciembre de 1898 la medalla Hauer, la máxima distinción que otorgaba la Academia, por sus logros en el campo de la investigación geográfica. También la Sociedad Geográfica de Lima, Perú, le nombró miembro honorario, al igual que la Academia Francisco José de Ciencias, Letras y Artes de Bohemia, Praga. Su monumental obra sobre las islas Baleares43 le reportó la medalla de oro de la Exposición Universal de París.44 Y quizás los biógrafos tampoco hayan hablado de: VIAJES Y OBRAS DE LUIS SALVADOR SOBRE LA MONARQUÍA AUSTROHÚNGARA Y EL MEDITERRÁNEO La primera obra de Luis Salvador publicada en alemán trataba sobre dos puntos geográficos muy opuestos: Valencia, por un lado, y la isla de Helgoland, por el otro. En Sur y norte. Dos imágenes, describía estos dos lugares, que había visitado previamente: «Sólo quien conoce España puede formarse una idea de la irresistible atracción que ejerce este país; no la iguala ni la majestuosidad cautivadora de Italia y, fuera del Lejano Oriente, no podrá encontrarse en ningún otro lugar. ¿Será por su evolución o la serena quietud de sus paisajes, la grandiosidad de sus monumentos, donde rivalizan el arte moruno y el gótico, o la belleza meridional de sus costas? Yo mismo no sabría discernirlo, pero me parece que la unión de todo ello en un conjunto armonioso es la fuente de su hechizo. Las vivas y coloristas imágenes bailan por mi fantasía como surgidas de un cuento de hadas; querría plasmar algunas, pero ellas no paran nunca de ejecutar su élfica danza. Y aunque uno consiga retenerlas en la memoria con todos sus detalles, cuán fría e inexpresiva le parece la palabra al lado de la cálida y resplandeciente realidad.»45 Con estos entusiastas términos describía el Archiduque la ciudad de Valencia, en la que había pasado una temporada para estudiar su arquitectura y sus jardines. Se despidió con pena de ella y Valencia «se desvanece como un ensueño de una noche de verano».46 En la segunda parte de este libro, el autor vuelve la mirada hacia una pequeña isla al norte de Alemania, cerca de la ciudad de Hamburgo: «Cuando uno pone rumbo al norte desde Kuxhafen, donde el enorme río Elba casi parece un mar, no tarda mucho en divisar en el lejano horizonte, como surgido de entre las olas, un peñón oscuro, envuelto aún en un vaho de leyenda. Se trata de Helgoland, un pedazo de tierra alemana depositado en el mar del Norte por la mano del Creador y que se halla ahora bajo dominio británico.»47 Luis Salvador pasó un mes de verano en Helgoland, que veinte años más tarde se convertiría en motivo de sus dibujos de viaje. Describió la situación de la isla, las infraestructuras existentes y la vida en Helgoland, «explorando con deleite hasta el último rincón de este islote rocoso».48 El amor de Luis Salvador por el mar, que lo acompañó hasta el final de su vida, ya hallaba expresión en el joven Archiduque: «Uno disfruta de aquella calma de ensueño y tiene la melódica sensación de paz interior que solamente se encuentra en el mar y que sólo sabe apreciar aquél que se ha criado a su lado, para quien el líquido elemento constituyó la primera diversión de infancia.»49 Sigue con descripciones de las casas, la fábrica que producía aceite de bacalao, las perchas para secar pescado y el faro. Los escasos habitantes de la isla eran pescadores que llevaban una vida modesta, rutinaria y, aun así, satisfactoria, con quienes el Archiduque salía de buen grado a capturar langostas, cangrejos y tiburones. Pronto se sintió como en casa en la isla: «[...] lo quiera uno o no, se topa con la misma gente una y otra vez, de forma que, al igual que a bordo de un navío, al cabo de pocos días ya conoce a todo el mundo. Pero precisamente esta circunstancia es la que hace que las islas, y sobre todo las pequeñas, me sean tan preciadas, porque uno se siente enseguida como en casa.»50 La predilección de Luis Salvador por las islas de poca extensión, a menudo despobladas, se deja ver muy pronto. Islotes como Helgoland, Paxos y Antipaxos, Alborán, Columbretes51, Zante, Ustica, las islas Lípari, las Kaimeni y Giglio eran sus destinos de viaje preferidos. Una prueba de la intensa actividad viajera del Archiduque cuando tan sólo contaba 21 años se puede hallar en Sur y norte, donde escribe: «He contemplado la puesta de sol en muchos lugares, tanto del norte como del sur: en los fiordos noruegos y en las bahías albanesas, en el golfo de Nápoles y frente a la costa africana, en lo alto de los Alpes y en las landas alemanas, en el océano Atlántico y a orillas del mar Báltico; creo, sin embargo, que en ningún otro lugar he visto una que supere a las de Helgoland.»52 El siguiente viaje llevó al joven explorador al norte de África, a la ciudad de Túnez, a la que dedicó la obra Túnez. Un retrato de la vida norteafricana. Describía en ella sus impresiones de la ciudad, de su gente, «musulmanes y cristianos, negros y judíos, todos juntos en una mezcla de lo más variada»,53 el bazar, «el centro de comercio y mercadeo más bullicioso»,54 con sus tiendas, cafés y barberías, las mezquitas... «algunas de las cuales con un exterior de belleza verdaderamente artística, normalmente decoradas con mármol de varios colores o azulejos de colorines»,55 el palacio, «el hogar ahora deshabitado de los antiguos beys»,56 la «vieja y medio derruida caserna La Hasbra»,57 el cementerio moruno y muchas otras. Desde Túnez realizaba excursiones, como a Bardo, la residencia de invierno del bey, que Luis Salvador describe de la siguiente forma: «[...] un castillo irregular, rodeado de murallas, medio nuevo y medio antiguo, medio moruno y medio europeo, alrededor 263 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s del cual se agrupan las numerosas casas y cabañas del séquito.»58 Otra excursión le llevó a La Goletta, donde los ricos tunecinos habían edificado casas de veraneo al lado de la magnífica playa y que también era la residencia predilecta del bey de la época. Allí siguió un proceso judicial que documentó detalladamente, y en el que no fue «una investigación esmerada y justa, sino la ocurrencia del momento y el juicio personal y arbitrario de un gobernante iletrado lo que determinó la sentencia final».59 En los territorios de la monarquía austrohúngara había parajes que el Archiduque visitaba con predilección, entre ellos la costa que se extiende entre Venecia y Montenegro. Pasó dos meses del año 1870 en la bahía de Buccari-Porto Ré, al sur de Fiume, la actual Rijeka. El libro que publicó sobre esa estancia, El golfo de Buccari-Porto Ré. Imágenes y esbozos, nos lleva «al mundo hechizado de Buccari, con el fin de realizar una humilde contribución a un mejor conocimiento de uno de los rincones más pequeños, pero no por ello más insignificantes, de la patria austriaca».60 Se lamentaba de que esta bahía del golfo de Fiume, pese a su belleza y sus encantos, hubiera caído en el olvido: «Hay lugares en el mundo que por alguna incomprensible desventura se esfumaron de la memoria de la gente y cayeron durante siglos en el olvido. Su belleza permaneció inadvertida, sus encantos, menospreciados. Así sucedió hasta hace muy poco tiempo con el golfo de Fiume. Nadie se acordaba ya de la gran importancia que los romanos atribuían a esta acogedora bahía.»61 Apuntaba así a la necesidad de fomentar económicamente esta zona de la costa y crear vías de comunicación por tierra y por mar a fin de que, en el futuro, más gente pudiera llegar a apreciar la belleza paisajística de esta región, su rica flora y geología, así como la fuerza de atracción de la antigua villa de Buccari. Con su obra, el Archiduque pretendía asimismo dirigir la atención de los artistas hacia esta costa y por ello la dotó de numerosas ilustraciones, planos y mapas: «Si el número de ilustraciones parece desproporcionado respecto a la escasa extensión de la zona descrita, cabe tener en cuenta que esto obedece a un doble objetivo: por una parte, ofrecer a la mirada una representación visual de lo que se describe en palabras y, por otra, servir de testimonio de la gran riqueza de esta zona en atractivos paisajísticos, todo ello con el fin de llamar la atención sobre un trozo de tierra que se extiende, con una belleza casi 264 idéntica, a lo largo de 200 millas marinas hacia el sur».62 En 1886, Su Alteza Imperial volvió a ocuparse del golfo de Fiume. Durante una larga estancia en Abbazia, la actual Opatija, escribió en 1885 el libro Hojas sueltas desde Abbazia, que no sólo se publicó en alemán, como la gran mayoría de sus obras, sino también en francés. Gracias a las actividades de la austriaca Sociedad Ferroviaria del Sur, Abbazia, conocida como «la perla de los baños de mar del Adriático»63, se convirtió en el balneario de moda la monarquía austrohúngara. Numerosos miembros de la casa imperial, entre ellos la princesa Estefanía, el archiduque José y el heredero al trono, Francisco Fernando, así como otros nobles y personajes de la alta burguesía, acudían a veranear allí y a menudo se quedaban durante meses en busca de reposo y distracción. Otras obras sobre este fragmento de costa aparecieron con títulos como Cannosa, Por la abertura del istmo de Stagno y El canal de Calamotta. La zona predilecta para viajar de Luis Salvador era, sin duda, el Mediterráneo, cuyas costas e islas describió en sus monografías.64 Lefkosia, o Nicosia, la capital de Chipre, situada en el nordeste del Mediterráneo, era uno de estos destinos: «El archiduque Luis Salvador hizo de este suelo impregnado de miles de años de historia el objeto de un cuaderno de viaje, que resulta tanto más importante porque retrata en él la capital, Lefkosia, de la época del dominio turco.»65 En el diario que Luis Salvador escribió entre diciembre de 1872 y enero de 1873 plasma sus impresiones de esta ciudad de 20.000 habitantes, situada en la llanura de Messaria, así como los hábitos y costumbres de su población. Describía mezquitas, tumbas de santos, escuelas, baños, hostales, lugares de reunión, bazares y el palacio del arzobispo griego; relata también una visita que realizó al gobernador turco. Además, dedicó un capítulo especial a la industria y el comercio. «Cuando uno sube las suaves pendientes de Lefkosia, con sus esbeltas palmeras y minaretes, y ve aparecer por primera vez la pintoresca sierra al fondo, por encima de la llanura de Chipre inundada de sol, podría creer que se encuentra realmente ante una imagen salida de las Mil y una noches. Una gema hecha de naranjales y palmerales en una zona por lo demás despoblada de árboles, un oasis de factura humana al abrigo de sus murallas. Y tal como se da un marcado y estridente contraste entre la ciudad y su entorno, también dentro de la propia ciudad puede apreciarse este espíritu de contradicción. Fortalezas venecianas y edificios góticos, coronados ahora por la media luna, sobre un suelo de la antigüedad clásica; una mezcla de turcos, griegos y armenios, enemistados entre ellos pero unidos en el amor que comparten por el terruño que es el hogar de todos».66 En la primavera de 1873, el Archiduque pasó varias temporadas en el Mediterráneo. A bordo de su yate Nixe («sirena»), emprendió una travesía en Alejandría que le llevó, pasando por el golfo de Sollum, la Gran y la Pequeña Sirte y el golfo de Hammamet, hasta el cabo Bon. Ese «viaje en yate por las Sirtes» empezó el 1 de abril a las cinco de la mañana, cuando soltaron, «con buen tiempo y un ligero viento de levante, la boya que nos amarraba a Alejandría»,67 y concluyó el 15 de junio en Hammamet, que se contaba entre «los rincones más agraciados de Túnez, por no decir de todo el norte de África».68 El clima benévolo y el aire puro fueron los principales motivos de esa travesía. La superstición de la gente también le parecía un tema interesante: «La gente de aquí es muy supersticiosa y, de hecho, creen profundamente en el mal de ojo; como protección contra el mismo confían en la mano de la hamsa, pues el número cinco se considera portador de buena suerte. Este símbolo puede verse en las puertas y los interiores de las casas y, en general, por todas partes. Si se le pregunta a un padre que cuántos hijos tiene, a menudo responderá que ‘cinco’, aunque tenga un número superior o inferior. A los peces también se les atribuye un poder de protección parecido.»69 Ese viaje se vio enturbiado por una avería técnica del yate archiducal. Eso impuso una estancia más larga e imprevista en Trípoli, pues tuvieron que mandar llamar a un mecánico de Malta que les llevara piezas de recambio y un ancla nueva. Luis Salvador aprovechó el tiempo entre el 24 de abril y el 4 de mayo para explorar la ciudad y sus alrededores: «Trípoli de Berbería, del árabe Tarabulus Garb, y conocida como la Trípoli occidental, es la ciudad más importante de toda la zona entre Alejandría y el cabo Bon y una de las más influyentes y hermosas de toda la costa norteafricana.»70 En este contexto cabe mencionar también otra obra del Archiduque que vio la luz tras una estancia en el norte de África en verano de 1880, el cuaderno titulado Bi- Textos en castellano zerta y su porvenir: «Esta pequeña y discreta obra ofrece una detallada descripción de uno de los mejores puertos marítimos de la Regencia tunecina».71 Luis Salvador relataba la historia de esta ciudad costera, desde su origen fenicio en adelante, y señalaba el potencial de desarrollo que le otorgaba su clima privilegiado y las abundantes cosechas agrícolas que éste propiciaba. También creía en el poder económico de la ciudad, que desde 1881 estaba ocupada por tropas francesas: «La muralla mora de antaño se está desmoronando y la francesa Compagnie du Port de Bizerte se dedica a construir y parcelar, edificando nuevas infraestructuras y estimulando el espíritu emprendedor. Un futuro se está despertando allí donde la indolencia oriental dejaba hasta ahora que todo se estropease.»72 El tiempo daría la razón al Archiduque, quien podría comprobar, en una visita posterior en 1896, las transformaciones que habían tenido lugar. En su obra Bizerta, que fue fruto de esa segunda visita a la ciudad norteafricana, retrataba la mezcla de pueblos, los trajes típicos de los habitantes, la animada vida de los bazares, el casco antiguo con los callejones arqueados, los muros coronados de almenas, las puertas de la ciudad y sus plazas. Entre los años 1885 y 1895 se construyó el nuevo puerto, el más grande y mejor resguardado de todo el norte de África. Una vez más, el Archiduque hacía referencia al clima saludable y al potencial de desarrollo de la agricultura en esa región. En el capítulo «Pistas para los nuevos pobladores» recomendaba la zona, aunque advertía de los peligros del sol y del alcohol. Para él, Bizerta era una «Venecia con su magia, sin la riqueza de su arquitectura, pero con la poesía de Oriente.»73 Para los habitantes de la ciudad portuaria tunecina sólo tenía palabras de elogio: «Hay que haber vivido con los árabes, haber formado un solo pueblo con ellos, por así decirlo, conocer sus costumbres, para disfrutar de toda la magia de la existencia oriental. Realmente hay que admirar la distinguida seriedad, la nobleza del pueblo árabe, que presenta un contraste tan marcado con la turba europea. Aquí no hay multitudes de curiosos, ni fisgones enojosos, y si, de vez en cuando, uno que otro chaval se fija en ti de pasada mientras trabajas, uno no puede sino admirarse de la sagacidad, la perspicacia, la rápida capacidad de comprensión de esta raza tan dotada y tan distinguida. No has trazado más que unas pocas líneas y ya saben lo que estás dibujando. ¡Y su sed de saber! Poseen un profundo deseo de aprender y una gran inteligencia natural. Lo que esta gente podría llegar a hacer con una educación adecuada ya lo han más que demostrado los árabes en España y en Sicilia. Por ello no puede consentirse que se conviertan en vasallos de nadie: lo que necesitan es un desarrollo totalmente libre.»74 Pero en todo eso no se han fijado, hasta ahora, los biógrafos: que el archiduque Luis Salvador de Habsburgo-Lorena, de la rama lateral de Toscana, nacido en 1847 y muerto en 1915, fue un europeo moderno de primera hora. Con sus viajes de investigación y sus variadísimos estudios sobre los países del Mediterráneo y sus gentes, fue un precursor de lo que hoy en día la Unión Europea denomina «política de vecindad». Este pacifista de la casa de Habsburgo ya supo ver en el siglo XIX que Europa, Oriente Próximo y el norte de África –a pesar de su sobrecogedora diversidad– conforman un espacio cultural común en torno al mar Mediterráneo. Es tan sólo desde hace unos veinte años que la UE considera a países como Marruecos, Argelia, Túnez, Libia o Egipto como países vecinos y socios económicos y en materia de seguridad. Pero el caso es que Europa no se ha esforzado mucho, que digamos, en fomentar su aproximación. La Primavera Árabe, que al final se ha ido diluyendo hasta quedar prácticamente en nada, hizo del todo patente que la terrible gestión política y los conflictos bélicos de estos países ejercen un gran efecto sobre la convivencia y la estabilidad política de Europa. Europa se ha convertido en una fortaleza asediada por corrientes de emigrantes y refugiados, y amenazada por las milicias islamistas. De aquel anhelo inicial de crear un «círculo de Estados democráticos» desde Oriente Próximo hasta el norte de África, según afirman los estudios, en Europa ya no habla nadie que no desee ser tildado de iluso. El librepensador Luis Salvador no era precisamente un demócrata, pero su visión de una mancomunidad mediterránea era y sigue siendo, cien años después de su muerte, un proyecto de paz de rabiosa actualidad. Notas Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator aus dem österreichischen Kaiserhause als Forscher des Mittelmeeres (Leipzig 1899) 1 Leo Woerl: El Archiduque Luis Salvador de la Casa Imperial de Austria como investigador del mar Mediterráneo (Mallorca 1997) 2 Bartolomé Ferrá: El Archiduque errante. Luis Salvador de Austria (Barcelona 1948) 3 Juan March: S‘Arxiduc. Biografía ilustrada de un príncipe nómada (Palma de Mallorca 1983) 4 Helga Schwendinger: Erzherzog Ludwig Salvator. Der Wissenschaftler aus dem Kaiserhaus. Die Biographie (Viena 1991 y Palma de Mallorca 2005) Ídem: El Archiduque Luis Salvador de Austria. Príncipe, científico, viajero (Palma 1991 y 2011) 5 Horst Joseph Kleinmann: Erzherzog Ludwig Salvator. Mallorcas ungekrönter König (Graz 1991) Gaspar Sabater: Mallorca en la vida del Archiduque (Palma 1985) 6 Karl von Scherzer: «Reisen des Erzherzog Ludwig Salvator». En: Beilage zur Allgemeinen Zeitung del 2-4-1882 (nº 92), pág. 1361 7 Neue Freie Presse del 13-10-1915, pág. 10 8 [A.L.S.]: Tunis. Ein Bild aus dem nordafrikanischen Leben (Praga 1870), sin pág. 9 Véase la obra del Archiduque Die Balearen. Geschildert in Wort und Bild 10 [A.L.S.]: Levkosia, die Hauptstadt Cyperns (Praga 1873), sin pág. 11 [A.L.S.]: Der Golf von Bucchari-Porto Ré. Bilder und Skizzen (Praga 1871), sin pág. 12 [A.L.S.]: Eine Yachtreise an den Küsten von Tripolitanien und Tunesien (Würzburg/Viena, 2ª ed. 1890), sin pág. 13 Véase: Der Golf von Bucchari-Porto-Ré. Bilder und Skizzen Lose Blätter aus Abazia Helgoland. Eine Reiseskizze 14 [A.L.S.]: Benzert (Praga 1897), pág. VI 15 En la editorial de Leo Woerl de Leipzig (Kaiserl. und kgl. öst.-ung. kgl.sächs. u.kgl. bayr. Hofverlagshandlung) se publicaron las siguientes obras del Archiduque: Die Balearen in Wort und Bild Bougie, die Perle Nord-Afrikas Los Angeles in Südkalifornien. Eine Blume aus dem goldenen Lande Märchen aus Mallorca Paxos und Antipaxos im Ionischen Meere Ramleh als Winteraufenthalt Zante Eine Yachtreise an den Küsten von Tripolitanien und Tunesien Sommerträumereien am Meeresufer Helgoland 265 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Neue Freie Presse del 13-10-1915, pág. 10 [A.L.S.]: Einige Worte über die Kaymenen (Praga 1875), pág. 4 18 [A.L.S.]: Helgoland. Eine Reiseskizze (Leipzig 2ª ed. 1901), pág. 20 19 [A.L.S.]: Paxos und Antipaxos im Ionischen Meer (Würzburg/Viena 1887), pág. V 20 [A.L.S.]: Alboran (Praga 1898), pág. 3 21 [A.L.S.]: Columbretes (Praga 1895), sin pág. 22 [A.L.S.]: Die Serben an der Adria. Ihre Trachten und Typen (Leipzig/Viena 18701878), sin pág. 23 [A.L.S.]: Das was verschwindet. Trachten und Typen aus den Bergen und Inseln der Adria (Leipzig 1905), pág. III 24 [A.L.S.]: Märchen aus Mallorca. Gesammelt von Ludwig Salvator (Würzburg/ Leipzig 1896), pág. VII 25 Claudio Magris: Der habsburgische Mythos in der österreichischen Literatur (Salzburg 1966) 26 Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator, pág. 60 27 Leo Woerl: ídem., pág. 60 28 [A.L.S.]: Bizerta und seine Zukunft (Praga 1881), sin pág. 29 [A.L.S.]: ídem., sin pág. 30 [A.L.S.]: ídem., sin pág. 31 [A.L.S.]: ídem., sin pág. 32 [A.L.S.]: Benzert (Praga 1897), pág. V Véase también Karl von Scherzer: Reisen des Erzherzog Ludwig Salvator, pág. 1362 33 [A.L.S.]: Die Karawanenstrasse von Ägypten nach Syrien (Praga 1879), pág. IV 34 [A.L.S.]: ídem., pág. V 35 Obs: Hasta el estallido de la guerra civil en Líbano, Beirut era un puerto importante. 36 [A.L.S.]: ídem., pág. V/VI 37 [A.L.S.]: Lose Blätter aus Abazia (Viena 1886), sin pág. 38 [A.L.S.]: Um die Welt ohne zu wollen (Würzburg/Viena 2ª ed. 1883), pág. 72/73 39 Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator, pág. 14 40 [A.L.S.]: Cannosa (Praga 1897), pág. 36 41 Valpolicella: «Erlauchte Schriftsteller», en: Über Land und Meer. Allgemeine Illustrierte Zeitung, vol. 58, nº 41 (Stuttgart 1887), pág. 774/5 42 Richard Meister: Geschichte der Akademie der Wissenschaften in Wien 18471947 (Viena 1947), pág. 130 43 Véase también: [A.L.S.]: Die Balearen in Wort und Bild geschildert (Leipzig 1869-1891) 44 Véase también: ÖBL 5 (Viena 1972), pág. 350/1 Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator, pág. 18 16 17 266 Neue Freie Presse del 13-10-1915, pág. 10 Wiener Zeitung del 13-10-1915, pág. 7 Wladimir Aichelburg: «Erzherzog, Gelehrter und Seemann. Ludwig Salvators Reisen», en: Yachtrevue 9 (1979), pág. 76-78 Fritz Machatschek: Mitteilungen der k.k. geographischen Gesellschaft in Wien (Viena 1915), vol. 58, pág. 421/2 45 [A.L.S.]: Süden und Norden. Zwei Bilder (Praga 2ª ed. 1868), pág. 5/6 46 [A.L.S.]: ídem. pág. 33 47 [A.L.S.]: ídem. pág. 37 48 [A.L.S.]: ídem. pág. 39 49 [A.L.S.]: ídem. pág. 40 50 [A.L.S.]: ídem. pág. 50 51 Obs.: En este archipiélago mediterráneo, que debe su nombre a una serpiente que vivía en él en tiempos pasados, se quería edificar un balneario. Sin embargo, el proyecto de hacer de esta isla española una «Helgoland en el Mediterráneo», no llegó a realizarse. Véase: Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator, pág. 139-145 52 [A.L.S.]: Süden und Norden, pág. 47 53 [A.L.S.]: Tunis. Ein Bild aus dem nordafrikanischen Leben (Praga 1870), pág. 9 54 [A.L.S.]: ídem, pág. 19 55 [A.L.S.]: ídem, pág. 26 56 [A.L.S.]: ídem, pág. 33 57 [A.L.S.]: ídem, pág. 36 58 [A.L.S.]: ídem, pág. 42 59 [A.L.S.]: ídem, pág. 88 60 Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator, pág. 26 61 [A.L.S.]: Der Golf von Bucchari-Porto Ré. Bilder und Skizzen (Praga 1871), pág. 1 62 [A.L.S.]: ídem., sin pág. 63 Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator, pág. 70 64 Hugo Hassinger: Österreichs Anteil an der Erforschung der Erde (Viena 1949), pág. 149 65 Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator, pág. 34 66 [A.L.S.]: Levkosia, die Hauptstadt Cyperns (Praga 1873), sin pág. 67 [A.L.S.]: Yacht-Reise in den Syrten (Praga 1874), pág. 1 68 [A.L.S.]: ídem, pág. 389 69 [A.L.S.]: Eine Yachtreise an den Küsten von Tripolitanien und Tunesien (Würzburg/Viena 1890), pág. 106 70 [A.L.S.]: Yacht-Reise, pág. 79 71 Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator, pág. 60 72 Leo Woerl: ídem., pág. 160 73 [A.L.S.]: Benzert (Praga 1897), pág. 3 74 [A.L.S.]: ídem. El archiduque Luis Salvador de Austria y la política José María Sevilla Marcos, miembro de la familia de sus herederos. «Del Archiduque no pueden referirse hechos de la vida pública; no ha realizado lo que llaman los ingleses «political deeds», pues de ellos ha huido siempre y en todas las ocasiones, prefiriendo consagrar su existencia al estudio, a las ciencias, a las artes y a los viajes, en vez de dedicarse a la política y a la vida de la corte, y llevar la apacible de un sabio y de un contemplador de la naturaleza.»1 Estas palabras me sirven de frontispicio para este artículo. Están tomadas de la laudatoria biografía de Pedro Bonet de los Herreros y pronunciadas en vida de nuestro Archiduque, en el Ayuntamiento de Palma, el 31 de diciembre de 1910, en el que le proclamaron Hijo Ilustre de Mallorca. Naturalmente son palabras traídas aquí para intentar contrarrestarlas por este modesto autor, que pretende ir contracorriente de los biógrafos que se han atrevido a juzgar a este singular personaje, y son los que le han concedido toda clase de créditos intelectuales, exceptuando los políticos. Lo primero que debo decir es lo que entiendo por política. Para ello es mejor utilizar alguna definición que tenga consistencia y, sin ir más lejos, recurro a nuestra Real Academia Española, a través de su Diccionario (edición de 1992), porque todavía no está disponible la 23ª edición presentada hace unos días, el 17 de octubre de 2014. En su primera acepción nos dice: «arte, doctrina u opinión referente a los gobiernos de los Estados»; en su segunda: «actividad de los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos»; en la tercera: «actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo»; en la cuarta, la Academia nos habla de «cortesía»; la quinta «trata del arte de las negociaciones»; y la sexta se refiere a: «directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto determinado». Y, visto lo que antecede ¿quién se atreverá a decir que Luis Salvador de Habsburgo-Lorena y Borbón-Dos Sicilias no fue un hombre político? Porque la primera acepción la cumplía perfectamente al ser investigador geógrafo, que incluía la geografía política. La segunda, hasta la saciedad, porque él se movía en el ancho campo de Textos en castellano la paz: era pacifista declarado, protector de las dos personalidades contemporáneas de nacionalidad austríaca, con sendos Premios Nobel de la Paz: Bertha von Suttner (1905) y Alfred Hermann Fried (1911)2. La tercera está en sus libros: todos ellos son un canto a la naturaleza y a las culturas determinadas por los pueblos que habitaban esos lugares. La cuarta, la cortesía, y ésta la derrochó en toda su correspondencia y en todas sus relaciones; la quinta, el arte de las negociaciones, que quedó demostrada cuando él negoció y fracasó con el heredero de la corona, el archiduque Francisco Fernando, para que éste no fuera a Sarajevo, donde lo mataron; y la sexta versa sobre las directrices que rigen la actuación de persona o entidad en un asunto determinado, y esto está también en sus libros y es redundante con las acepciones anteriores. Pero no es mi propósito enzarzarme en defender esta diversidad de tesis. Lo que intentaré es otra cosa: adentrarme en lo más hondo de su trabajo, es decir, lo que constituyó el esqueleto y la estructura que sustentaron las obras de Luis Salvador. Como todos los lectores de Luis Salvador saben, en 1869 editó para sus tareas geográficas del Mediterráneo las Tabulae Ludovicianae3. Unas encuestas para que los expertos de la isla, ciudad o región objeto de estudio, aportaran la información necesaria a fin de conocer lo más posible sobre ella: desde la geografía física hasta la política. Pero hay que añadir además otro concepto sobre Luis Salvador. El trazado de su tarea partió de su formidable preparación en ciencias naturales, y, por ende, de lo que más tarde se ha venido en denominar ecosistemas. Además, estructuró las Tabulae Ludovicianae como un sistema que englobaba un conjunto de subsistemas, donde el medio físico y el biológico fueron superpuestos hasta llegar a la escala de los seres humanos y a lo que ahora se llama auxología, el estudio de los valores de las personas y de los pueblos, porque eso es la política. Y ¿qué es un sistema? No voy a entrar en ello ahora, porque en cada aplicación tiene su propia definición. Pero sí que sucintamente voy a tomar el camino que nos enseñó un autor austríaco con su Teoría General de Sistemas. Me estoy refiriendo a Ludwig von Bertalanffy (1901-1972), que concibió «una explicación de la vida y la naturaleza como la de un complejo sistema, sujeto a interacciones dinámicas (que afectan a la) realidad social y a las estruc- turas organizadas. Con esta nueva teoría (retomó) la visión holística e integradora para entender la realidad»4. La influencia de Bertalanffy ha sido grande en el pensamiento filosófico y en nuevos planteamientos de la ciencia y de la tecnología. En la actualidad es ampliamente citado en trabajos de diversa índole y, por supuesto, en lo que respecta a la política, como es el caso reciente (2010), de una tesis doctoral en la Universidad Complutense de Madrid, defendida por el ahora doctor en Ciencias Políticas, Javier Baonza García5. Transcribo a continuación, antes de entrar en materia, párrafos sueltos de la introducción del profesor Sebastián Trías Mercant (Valldemossa, 1933-2008) a la edición castellana (promovida por la Associació Amics de l’Arxiduc, Mallorca, 1997) del libro de Leo Woerl, titulado: El Archiduque Luis Salvador, investigador del Mediterráneo6: «…los biógrafos ochocentistas entienden y describen la personalidad científica de Luis Salvador (como) un hombre de una formación sistemática en ciencias naturales y en todos sus saberes auxiliares, así como en la etnografía; una formación, según dicen Woerl y Obrador (1852-1909)7, puesta constantemente al día mediante la permanente relación con los hombres más eruditos de su siglo.» «…hay exactitud en las descripciones, un culto ardiente a las bellezas de la naturaleza, riqueza de ilustraciones» […] «Escribe Mantegazza8: «si nuestros políticos hubieran leído y meditado sobre el volumen dedicado a Tunicia y a Trípoli, ciertamente no hubieran cometido los errores fatales que cometieron». Sin duda Mantegazza se refiere a la intervención militar francesa y a la aceptación en 1881 por parte de los tunecinos de un tratado de protectorado.» Obrador quizás sea quien mejor detalla con muy pocos rasgos el carácter científico del Archiduque viajero-investigador. «Luis Salvador es un observador minucioso y sagaz. Quiere verlo todo, comprobarlo todo, averiguarlo todo por sus propios ojos. Examina directa y personalmente los lugares y las cosas hasta sus mínimos pormenores. En consecuencia, los textos que salen de su mano tienen una desmedida exactitud y fidelidad. De ahí, las descripciones detalladas y los cuadros estadísticos que las acompañan. Los biógrafos coetáneos, sin embargo, han de reconocer la importante intervención de Herreros9 y el aval de las anotaciones escrupulosas y las descripciones sistemáticas de muchos expertos de la época. »Luis Salvador pone esta detallada observación al servicio de una etnografía de las islas y las costas del Mediterráneo: Observa los países y las gentes, sus costumbres y sus hábitos. Pero esta minuciosa observación no pierde nunca la visión global de la comarca, de la región o del país estudiado. Obrador lo explica con una muy gráfica metáfora al indicar que el quehacer científico de Luis Salvador consiste en “saber manejar con oportunidad y pericia iguales el anteojo y el microscopio”. Condensa –añade Obrador– en pocas frases la impresión de conjunto que le produce tal comarca o tal región y, al mismo tiempo, desmenuza, como hace el método botánico o el del entomólogo, cuanto ha tenido ocasión de observar en ella.» Paso, a continuación, a enumerar brevemente los epígrafes del sistema de Luis Salvador: las Tabulae Ludovicianae10: (I) Características geográficas: A) Situación. B) Clima. C) Mar. D) Caracteres del país. E) Plantas. F) Animales. (II) Población: A) Población total. B) Matrimonios. C) Nacimientos. D) Casos de muerte. E) Salubridad del clima. F) Número de los que están obligados a pagar impuestos. G) Religiones. H) Ocupaciones y estados. I) Caracteres de los habitantes. J) Crímenes por codicia. K) Delitos por pasiones violentas. L) Lengua. M) Literatura. N) Instrucción. P) Trajes nacionales. Q) Villas. R) Casas. S) Alimentación en las distintas épocas del año. T) Ocupaciones durante el día. U) Formas de cantar. V) Costumbres populares. X. Clases sociales. (III) Condiciones de la agricultura: A) Salario medio diario. B) Extensión de las posesiones. C) Valor de los terrenos. D) Instrumentos rurales. E) Cultivos de los campos. F) Sistemas de engorde. G) Métodos de regadío. H) Calidad de los terrenos. I) Noticias sobre los tiempos de recolección de los diferentes productos agrícolas. I-bis) Industria de la seda. J) Miel y cera. K) Cría de ganado. L) Caza. (IV) Pesca y navegación: A) Pescadores. B) Navegación. (V) Minas e industria: A) Minas. B) Industria (VI) Comercio: A) artículos deficitarios. B) Artículos excedentes. (VII) Medios de comunicación: A) Rutas, épocas de construcción. B) Hoteles y albergues. C) Correos. D) Telégrafos. (VIII) Organización Administrativa: A) Autoridades militares. Militares y cuarteles. B) Autoridades civiles. C) División política. 26 7 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s D) Prisiones. E) Sanidad. F) Sociedades comerciales. Consulados. G) Diferentes sociedades. H) Impuestos. I) Aduanas y tributos. Gastos realizados por el Estado. J) Pesos y medidas. K) Escudo de la isla o región. (IX) Parte especial: A) Recorrido de las ciudades. B) Población. C) Todas las alturas y cotas determinadas geográficamente. D) Distancia entre los distintos pueblos entre sí. Observaciones finales: Toda la información contenida en estas tablas ha de consignarse con el mayor detalle posible. Principalmente cuanto más rebuscada sea, más precisos han de ser los informes en relación a los años, meses y pequeños espacios. Acudo, en este momento, a otros importantes autores en la historia de la ciencia política que se llaman: Karl W. Deutsch (Praga, 21/7/1912 – Cambridge, EE.UU., 1/11/1992) y David Easton (Toronto, 24/6/191719/7/2014). Son los principales politólogos en darle a la política el carácter de ciencia, para que aquí y ahora podamos relacionarlos con el sistema de Luis Salvador. Desarrollando ambos, Deutsch e Easton, la teoría de sistemas de Bertalannfy, aunque sin mencionarla, intentaron descubrir que los sistemas políticos obedecen a unas determinadas leyes analógicas a los ecosistemas. Karl Wolfgang Deutsch fue un científico checo, hijo de Martin Morritz Deutsch, dueño de una conocida óptica de la plaza de San Venceslao de Praga, y de Maria Leopoldina Scharf, la primera mujer elegida por el Partido Socialdemócrata en el Parlamento checoslovaco (1918). Ambos, padre y madre, fueron líderes políticos destacados en su lucha contra el nazismo. El currículum de Karl Deutsch es impresionante, ya que alcanzó las más altas cotas de reconocimiento en las instituciones internacionales (Conferencia de San Francisco de 1945, en la que se fundó la ONU) y en las más prestigiosas universidades del mundo, aplicando sobre el espacio de la acción política la Teoría Matemática de la Información. Los flujos de información, su procesamiento y almacenado adquirió un papel relevante en el análisis prospectivo de Deutsch, que abrió una oportunidad para la mejora en el gobierno de las sociedades y para la toma de decisiones basada en la gestión del conocimiento. Con el apoyo de Harold Lasswell11, entre otros, desarrolló un modelo matemático computerizado de indicadores políticos y sociales del mundo amparado por el Political Data 268 Program (Programa de Datos Políticos) de la Universidad de Yale. Las modelizaciones de Deutsch influyeron en la renovación metodológica del análisis de los sistemas políticos y, desde la misma perspectiva sistémica, en el estudio de las claves dinámicas de su comportamiento. Durante su etapa como director del International Institute of Comparative Social Research del Wissenschaftszentrum de Berlín (19771987) desarrolló un modelo avanzado de análisis político mundial (GLOBUS)12. El otro gran personaje citado es el canadiense David Easton, contemporáneo de todos nosotros, ya que falleció el 17 del pasado mes de julio. Easton desarrolló un planteamiento teórico estructural-funcionalista coherente y sistemático sobre la ciencia política. Independientemente, pero coincidente con Talcott Parsons13, trabajó con la teoría general de sistemas, en la Universidad de Michigan. Recibió gran influencia de la biología y de las matemáticas, y a las que estuvo vinculado siempre el nombre de Ludwig von Bertalanffy. En 1953, Easton publicó The Political System, obra en la que hizo una revisión crítica del «estado de la teoría» politológica e intentó desarrollar un enfoque funcional integral de los estudios sobre política. Esta obra causó un fuerte impacto en el ambiente científico de la especialidad, porque lo que perseguía era encontrar una definición de política para distinguir analíticamente lo que es y no es la actividad política. Para Easton, «política es todo lo que se refiere a la distribución autoritaria de valores». Definición en la que la palabra autoritaria no traduce exactamente el sentido que en inglés tiene la voz authoritative, que significa tanto «autoritario» como «autorizado»14. Hago un paréntesis para que el lector no crea que me he desviado astronómicamente de lo que hizo o escribió el Archiduque Luis Salvador, e intercalo aquí un buen párrafo de su obra más importante, Die Balearen: «El clero de Mallorca tuvo una gran fuerza en el país, especialmente las órdenes religiosas, y aun, después de su disolución en 1835, continuaron los exclaustrados teniendo esta influencia, o por lo menos parte de ella. Modernamente las agitaciones políticas la han disminuido bastante, pero sigue siendo importante en los pueblos rurales. El respeto al párroco y a sus consejos, sobre todo cuando se refieren a las costumbres, sigue siendo muy vivo. Debe atribuirse la disminución de la influencia del Rector y de sus vicarios que se nota en la actualidad a que han visto disminuidos de una manera considerable sus ingresos, que casi han quedado limitados a la miserable paga que les asigna el Gobierno y que no siempre consiguen cobrar puntualmente. Antes de la desamortización, el diezmo, tanto para los canónigos y el obispo, como para los párrocos, les dejaba poder disponer de grandes sumas, lo que les permitía no solo llevar una vida más digna, sino ayudar a los pobres, realizar grandes mejoras en los templos y fundar establecimientos de beneficencia, lo que, naturalmente, les daba gran influencia entre el pueblo. Aunque su estado económico ya no es el de antes, hay que decir en su honor que continúa en ellos el viejo espíritu de caridad vivo y diligente, ayudando a los pobres en lo que permite sus medios.» Si en el párrafo anterior sustituimos las palabras «fuerza», «influencia» y «respeto» por «autoridad», (autoritario/a, autorizado/a, traducido del inglés: authoritative); y «consejos sobre las costumbres», «ayudar a los pobres» y «fundar establecimientos de beneficencia» por «valores», no podremos decir que Luis Salvador «no se metía en política». Yo me atrevo a hacer esta afirmación porque pretendo seguir a uno de los más grandes politólogos de todos los tiempos, David Easton. Pero mi propósito en este artículo no debe quedarse corto con solo lo que he expuesto. Porque la gigantesca obra del archiduque Luis Salvador en su conjunto debe servirnos para construir un gran edificio intelectual, basado en su imponente obra mediterránea. Su obra debe ser más ampliamente investigada y analizada, buscando las constantes y las variables de las diferentes localizaciones geográficas y de las diversas culturas, hallando lo permanente en el tiempo histórico y lo contingente: lo que desapareció y lo que se conserva y lo que va a desaparecer probablemente. Pero, sobre todo, descubriendo en sus obras para aplicarla, la escala de VALORES DE SU SISTEMA PARA LA PAZ, entre las naciones y las regiones. Proponemos solicitar los apoyos necesarios para los proyectos de investigación en marcha y, desde nuestra modesta contribución, dar a conocer los paralelismos y analogías que están descritos en las obras de Luis Salvador, bajo los vigentes criterios de la ciencia política. Textos en castellano Notas BONET DE LOS HERREROS, Pedro. El Archiduque de Austria Luis Salvador. Memoria Biográfica. Ayuntamiento de Palma de Mallorca. 2ª edición, 1954. Pág. 28 2 SCHWENDINGER, Helga. Erzherzog Ludwig Salvator, der Wissenschaftler aus dem Kaiserhaus. 1ª edición. Viena. Amalthea Verlag. 1991. Pág. 109. 3 HABSBURGO-LORENA y BORBÓN-DOS SICILIAS, L.S.: Tabulae Ludovicianae 1ª edición. Praga. Autoedición, 1869. 100 pág. 4 ESTRELLA, D., PINTO, L. Y RUIZ, R. Teoría General de Sistema. Instituto Politécnico Santiago Mariño. Maracay, Aragua, Venezuela. http://www.teoriageneraldesistema.blogspot.com.es 5 BAONZA GARCÍA, J. De la monarquía limitada a la monarquía parlamentaria: crisis, transición e instauración. Tesis doctoral. 2010. Pág. 20-30.<http://www. eprints.ucm.es> 6 WOERL, Leo. Erzherzog Ludwig Salvator aus dem Oesterreichischen Kaiserhaus als Forscher des Mittelmeeres. 1ª edición. Leipzig, Leo Woerl. 1899. 7 OBRADOR BENNASSAR, M. Bosquejo bibliográfico de la obra Die Balearen in Wort und Bild geschildert escrita y publicada por S.A.I. y R. el Archiduque de Austria Luis Salvador. 1ª edición. Palma. Edit.: Viuda e Hijos de P.J. Gelabert. 1892. 8 MANTEGAZZA, P. «L’Arciduca Luigi Salvatore e la fiabe di Maiorca». En: Nuova Antologia: serie IV. Roma. Vol. 65, fasc. 1 (1896) 9 HERREROS SCHWAGER, Francisco Manuel de los (Mahón, 1817- Palma, 1903). Director del Instituto Balear. 10 TRIAS MERCANT, S. «Las Tabulae Ludovicianae de Luis Salvador. Necesidad de una edición». Palma de Mallorca. 1991. Estudis Baleàrics. Conselleria de Cultura, Educació i Esports del Govern Balear. Vol. 39. Pág. 127-143. 11 LASSWELL, Harold Dwight. (Illinois 13/02/1902-18/12/1978), pionero de la ciencia política y de las teorías de la comunicación. 12 DEUTSCH, Karl Wolfgang. Perfil Biográfico y académico. <http://www.infoamerica.org> 13 PARSONS, Talcott. Sociólogo. (Colorado, EE.UU., 13/12/1902-Múnich, Alemania, 08/05/1979). 14 ARNOLETTO, Eduardo Jorge. «David Easton y su teoría del sistema político». Curso de Teoría Política. <http://www. eumed.net> 1 Las singladuras del archiduque Luis Salvador bajo la lupa del Proyecto NIXE III. Una aproximación práctica a su experiencia mediterránea. Juan Ramis-Pujol Director del Proyecto NIXE III Profesor de ESADE – Universitat Ramon Llull Introducción El proyecto NIXE III nació en el año 2010 con la intención de reproducir las diferentes rutas del Archiduque en el Mediterráneo, que corresponden con los libros que publicó a lo largo de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Después de cinco temporadas, el equipo del proyecto NIXE III ha reproducido las rutas correspondientes a 21 destinos en Italia, Croacia, Túnez, Argelia, Grecia y España. Se trata de una gran experiencia de aprendizaje siguiendo precisamente los pasos del archiduque Luis Salvador. La pregunta principal que guía la investigación del proyecto NIXE III es la siguiente: ¿Cómo ha cambiado el Mediterráneo 100 años después de que lo estudiara el Archiduque? El archiduque Luis Salvador pasó alrededor de cincuenta años de su vida viajando por el Mediterráneo. En este artículo nos centraremos en los viajes del Archiduque, toda una vida de experimentación fuente de ricos aprendizajes. Describiremos algunas de las singladuras, explicaremos algunas de las más relevantes anécdotas y asimismo revelaremos el aprendizaje que surge tras una vida dedicada al estudio práctico del Mediterráneo, sus costas y sus habitantes. Estamos frente a un aprendizaje vital que tiene asimismo una estructura de referencia principal que lo enfoca claramente. Se trata además de una estructura de referencia creada por el propio Archiduque, y a la que él mismo llama las Tabulae Ludovicianae (A.L.S., 1969). Los temas principales en el área de las ciencias naturales son la flora, la fauna, la geología y los estudios paisajísticos, que se centran sobre todo en el campo de la geografía. Los temas principales en el área de las ciencias sociales son la cultura, las costumbres, la historia, la actividad económica y la arquitectura. Dichos aspectos irán surgiendo a lo largo de la descripción de las diferentes rutas que el Archiduque realiza en el Mediterráneo. La zona de influencia del Imperio austrohúngaro: el Adriático Las primeras excursiones que realizó el Archiduque, y de las que tenemos constancia, tuvieron lugar en la zona del Adriático. En concreto destaca la ruta que llevó a cabo en el Véneto y su litoral. Destaca la gran pasión con la que vivió dicho viaje. El Archiduque había conocido a través de dibujos y descripciones varias de las maravillas artísticas y arquitectónicas de dicha región. El viaje le permitió contrastar todo dicho material documental con la realidad. Toparse con dicha realidad monumental le produce un gran impacto. Reproducimos aquí algunas palabras que él escribió originalmente en francés: «Después de llegar a la estación, y ya medio tumbado sobre los cojines blandos de una góndola, me hicieron recorrer los largos recorridos del Gran Canal como para enseñarme, a primera vista, las bellezas encantadoras de Venecia (…) Borracho de placer veía pasar delante de mí como en un sueño todas las maravillas de esos laberintos acuáticos. Me encontraba con un gran número de viejos conocidos, que había aprendido a admirar gracias a Canaletto o simplemente gracias a viejas estampillas; pero la Venecia que yo veía reunida en un solo cuadro que cambiaba sucesivamente, sobrepasaba en un millar de veces lo que yo había imaginado desde el norte». (A.L.S., 1868) Los temas principales de interés en este viaje son el arte y la arquitectura. En esta época se desarrolla ya la capacidad descriptiva del Archiduque, que a temprana edad es capaz de plasmar con eficacia los detalles de las diferentes obras de arte que va encontrando en su camino. Sin embargo, el arte no volverá a ser tema central de atención en futuros viajes, aunque no lo pierde de vista; en concreto, a través de la descripción del arte religioso al que seguirá dedicando parte de su atención en diferentes puntos del Mediterráneo. Por lo que respecta a la arquitectura, es muy interesante el contraste que se plasma entre Venecia y Trieste. Las arquitecturas del Imperio austrohúngaro y de Venecia mantienen ese contraste en diferentes puntos del Adriático y ello ya resulta evidente desde esa primera excursión del Archiduque. Un ejemplo claro se observa cerca de Trieste, apenas a unos kilómetros en la zona de Muggia, donde el Archiduque tenía una de sus casas, concretamente en Zindis. En Muggia, así como en muchas zonas de la costa y de las islas del Adriático, predomina la influencia arquitectónica de Venecia a pesar de su proximidad con Trieste. En sus travesías hacia el sur el Archiduque estaba obligado a bordear la península 269 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s de Istria. Justo en la parte sur de dicha península nos encontramos con la antigua Abbazia, ahora Opatija. Abbazia acabó siendo un gran balneario en el que veraneó gran parte de la corte austrohúngara. Abbazia se encontraba además muy cerca de Fiume, la actual Rijeka, en la que se construyeron tanto la nave NIXE como la NIXE II. En Abbazia el Archiduque se fija en la actividad económica emergente basada en el turismo de balneario. En sus primeras visitas se hospeda en un pequeño hostal y muy pronto empiezan a aparecer grandes hoteles, como el Kvarner. Todo este desarrollo turístico llama la atención del Archiduque debido a los impactos potenciales que puede suponer en las sociedades que él mismo estudia. En esa misma época se interesa por los vestidos de los serbios del Adriático. Su tesis es que con todo este turismo y el desarrollo de los medios de transporte, el tren en concreto, harán desaparecer toda la rica diversidad de vestimenta tradicional de las costas del Adriático. Por ello decide dedicar una obra a dichos vestidos, con el fin de que no queden olvidados en el tiempo (A.L.S., 1870-1878). A ese proceso le llama «homogenización»; un concepto que claramente precede al actual concepto de «globalización». Por lo tanto, el Archiduque es clarividente en cuanto a los peligros del desarrollo, sin de hecho estar radicalmente opuesto al mismo. En el Adriático el Archiduque se interesa asimismo por la flora. En Abbazia, la actual Opatija, le llaman la atención los laureles. Se trata de una zona muy húmeda en la que aparecen bosques de laureles en los barrancos. También observa que los rosales son muy altos; a menudo, más altos que las personas (A.L.S, 1886). Durante su estancia en Abbazia el Archiduque realiza diversos dibujos preciosos con detalles de la flora predominante en la zona. Más hacia el sur en Cannosa, ahora Trsteno, y poco antes de llegar a la zona de Dubrovnik, la antigua Ragusa, se emociona con los grandes plátanos que allí se encuentran (A.L.S., 1897). Se trata de árboles gigantescos, de más de cuarenta metros de altura y más de quinientos años de edad. Fueron tres los plátanos en una época, pero uno de ellos fue talado en tiempos de Napoleón al construirse una carretera que atravesaba Trsteno. Incluso hoy en día los habitantes de Trsteno recuerdan con emoción la afrenta que les supuso la decisión de Napoleón de construir la carretera y eliminar uno de sus maravillosos plátanos. 2 70 Una línea central entre el norte y el sur: Las zonas volcánicas El Archiduque dedicó una de sus monografías a las islas Columbretes que se hallan frente a las costas de Castellón, aproximadamente a unas 40 millas de las mismas. Le llaman la atención, por ejemplo, las pardelas. Es toda una experiencia el poder escuchar el canto de las mismas en las noches de verano. Menciona asimismo la existencia de escorpiones comunes, Buthus occitanus, que suelen salir por las noches, por lo que se convierten en un verdadero peligro si no se toman las medidas adecuadas al caminar por los senderos de las islas (A.L.S., 1895). Otra de las especies que menciona el Archiduque son los halcones de la Reina. Se trata de una especie que realiza anualmente una migración hasta Madagascar pasando por la zona del Sahara. Dicha ave nidifica en verano en algunas islas del Mediterráneo, entre ellas las Columbretes. La visita a las Columbretes le sirve asimismo para realizar un resumen de las especies marinas más relevantes de estas islas. El conjunto de grabados dedicados a ilustrar las especies marinas es de gran interés. El Archiduque hace una descripción extensa de las características geológicas de las diferentes islas. Y nos deja asimismo múltiples grabados de los paisajes y lugares más interesantes de las mismas. Estos mismos grabados nos permiten certificar cuán poco han cambiado dichas islas, y el beneficio que ha representado el hecho de que fueran declaradas Parque Natural durante la década de 1980. Para el Archiduque las islas Lípari eran un lugar obligado de paso. En sus travesías entre Mallorca y Trieste, u otros lugares más allá del estrecho de Messina, representaban un punto intermedio en el que se podía parar para descansar unos días. Sabemos asimismo que tal era la conveniencia de dicho lugar que el Archiduque intentó comprar una casa en la isla de Lípari, en concreto en la zona de Pignataro, pero que nunca llegó a poseerla puesto que la operación de compraventa no llegó a cerrarse de forma definitiva. El Archiduque se interesa en profundidad por la estética de los paisajes volcánicos en las islas Eolias. Por una parte destaca la diversidad que se halla en la isla de Lípari, ya que sólo en dicha isla se hallan catorce formaciones volcánicas, entre los que destacan el Monte Pelato o el Monte Sant’Angelo. Dichas formaciones volcánicas hace cientos de años que se hallan inactivas, y ello per- mite estudiar las variaciones del paisaje y de la flora según van pasando los años. Uno de los efectos más impactantes sobreviene al comparar el grabado del Archiduque de la zona del Monte Pelato y Rocchi Rossi, en la que se observa una gran ladera de piedra pómez que hoy en día ha desaparecido debido a la explotación minera que allí se estableció a principios del s. XX. Esta comparación nos muestra cómo el impacto del hombre puede cambiar muy rápidamente aquello que la naturaleza puede tardar tantos años en producir. En el caso de la isla de Vulcano destaca el volcán principal, Vulcano, que se halla activo y en el que se pueden observar emisiones de humo y azufre. La actividad de Vulcano es de tipo explosivo y el Archiduque tuvo la ocasión de experimentar los efectos de alguna de dichas explosiones, que tuvieron lugar a finales del s. XIX. En concreto, el Archiduque pudo recoger el antes y el después del cráter de Vulcano en sus grabados. En Strómboli el volcán domina completamente la estética y la vida de la isla. En este caso destaca su actividad, stromboliana, que es continua y de poca intensidad; es decir, se observan pequeñas explosiones aproximadamente cada veinte minutos, aunque de tanto en cuanto suele dar algún susto con alguna explosión de mayor intensidad. Curiosamente, el Archiduque comenta que el volcán supone una ayuda eficaz a la navegación porque la dirección y la inclinación del humo que sale del cráter permiten determinar los vientos predominantes en cada momento y su intensidad. El Archiduque se siente asimismo atraído por la cultura y las costumbres de los habitantes de las islas Eolias. Se interesa, por ejemplo, en la producción del vino malvasía, que es típico de la isla de Salina. Dicho vino se producía sobre todo en las zonas de Santa María y de Malfa, aunque hoy en día se observan viñas por muchos otros lugares de la isla. Es interesante destacar que el propio Archiduque se convirtió en productor de malvasía a partir de los viñedos que tenía en las costas de la Serra de Tramuntana en Mallorca. Al mismo tiempo no deja de ser curioso que un productor actual de malvasía de Salina, Hauner, utilice alguno de los grabados del Archiduque como etiqueta de sus vinos. La arquitectura también es un tema que atrae al Archiduque en las islas Lípari . Se fija en las almenas que suelen decorar los tejados de las casas, así como en los porches con columnas redondas y emparrados Textos en castellano que se hallan en los frontales de las casas. De hecho, es importante recordar que la casa de S’Estaca que construyó el Archiduque en Mallorca está hecha siguiendo dicho estilo de construcción, y quizás no sea casualidad que fue en esta misma finca en la que se dedicó a producir la malvasía. Recorridos por el sur del Mediterráneo: las costas del norte de África Desde muy pronta edad el Archiduque visita las costas del norte de África. En realidad nos da una idea de que en el pasado el Mediterráneo fue una zona mucho más integrada, y que es hoy en día cuando vivimos de espalda a una realidad que se halla justo a unos cientos de millas. En aquella época, y en el pasado, las comunicaciones por tierra eran muy lentas, y los transportes aéreos evidentemente inexistentes. Por ello mismo, el transporte marítimo representaba una alternativa muy eficaz. Existían, de hecho, rutas y relaciones milenarias en el Mediterráneo que en gran parte perduraron hasta el tiempo del Archiduque. Ha sido quizás el s. XX el que ha hecho redundantes muchas de estas rutas de medio alcance, y sin duda, las relaciones norte-sur en el Mediterráneo han sufrido de forma importante debido a este hecho. Con apenas veinte años el Archiduque realiza un primer viaje a Túnez (A.L.S., 1870). En Túnez le llama la atención el colorido de las calles y de sus bazares. Nos deja descripciones de las cafeterías en las que se observan únicamente hombres o de las barberías. Se fija asimismo en la población y sus características diferenciales, por las que, en ocasiones, se deja sorprender. Y finalmente se deja embelesar por las mezquitas y algunos de los suntuosos palacios. Visita asimismo la zona de Cartago, de la que describe algunos de sus restos romanos, como las cisternas que se conservan aún hoy en día. En aquella primera visita es invitado por el sultán, el bey, para que observe cómo imparte justicia. La reacción del Archiduque después de dicha sesión es bastante elocuente. En concreto, el Archiduque comenta que no le gustaría vivir en un país en el que se imparte justicia de aquella forma, y que prefiere con diferencia vivir en un país con unas garantías superiores en el funcionamiento de la justicia, tal como él conocía en el Imperio austrohúngaro. Sólo unos años después, toda la región de Túnez pasaría a estar bajo el dominio de Francia y entraría en un extenso período de desarrollo administrativo y modernización. Muy poco después de la adquisición de su yate, NIXE, el Archiduque realiza un gran crucero por las costas del norte de África entre Egipto y Túnez (A.L.S., 1874). Se trata del viaje en yate por las Sirtes. La gran Sirte corresponde con las costas actuales de Libia, y la pequeña Sirte corresponde con la zona de Djerba. Un viaje, además, que volverá a repetir más adelante ya con la NIXE II. En estas costas el Archiduque se deja llevar por la cultura y las costumbres de los lugares que va visitando. Es interesante, por ejemplo, leer la descripción de los menús que algunos de los jeques le ofrecen cuando lo van invitando mientras realiza su recorrido, y donde vemos que suele ser agasajado con una veintena de platos y productos diferentes en cada ocasión. ¡Verdaderos menús degustación! También se fija en los vestidos tradicionales de los habitantes y en los oficios tradicionales relacionados con la cerámica o con la pesca y agricultura típicas de la zona. El Archiduque va parando en las ciudades importantes que encuentra a lo largo del recorrido. Por ejemplo, en Djerba describe los fuertes y las mezquitas de la ciudad. Destaca el fuerte de Djerba porque era la base principal del famoso Dragut, del que podemos ver un retrato. Otra de las ciudades que presenta gran interés es Sfax. Al Archiduque le llama la atención, en primer lugar, la seguridad del fondeadero que se halla protegido por las islas Kerkennah, que se hallan justo enfrente de la ciudad. En realidad, indica que es el mejor fondeadero entre Alejandría y Cap Bon. El Archiduque se fija de nuevo en la población, en las mezquitas y en las murallas de la ciudad. Hoy en día Sfax posee la autenticidad de una ciudad que aún no ha sido invadida por el turismo y, por lo tanto, conserva todo el aspecto tradicional y acogedor entre sus gentes y negocios. El Archiduque pasa por Bizerta en esta época, década de 1870, y volverá de nuevo en la última década del siglo XIX. En el caso de Bizerta, destacan dos puntos en los que el Archiduque fija su atención. En primer lugar, los efectos del desarrollo y el valor geoestratégico de la ciudad, y en segundo lugar, la arquitectura y los cambios urbanísticos que había sufrido la ciudad (A.L.S., 1894). Al Archiduque le interesaba ya en la última década del s. XIX ver los cambios que los franceses habían impulsado en Bizerta. En concreto, el puerto se había modernizado y se habían construido grandes diques que permitían operar en el mismo con mayor seguridad. Según el Archiduque, Bizerta se situaba en un lugar estratégico a medio camino entre el estrecho de Gibraltar y el canal de Suez. Uno de los puntos de interés era la capacidad de la ciudad para convertirse en un punto logístico clave. Entre los productos clave estaba por ejemplo el combustible, en aquella época el carbón. El Archiduque da diversas recomendaciones que considera que se deberían de aplicar con el fin de mejorar dichos servicios, y entre otras la construcción de un tren que permitiera transportar mercancías entre Túnez y Bizerta. A finales del s. XIX el Archiduque visita la ciudad de Béjaïa –en Argelia– que en aquellos momentos, bajo dominación francesa, se conoce como Bougie (A.L.S., 1899). De Béjaïa nos deja como punto fuerte de atención los paisajes que rodean la ciudad. Se trata de una zona montañosa, y la combinación de mar y montaña es uno de los atractivos estéticos preferidos por el Archiduque. Al oeste de Béjaïa destaca la zona en la que se encuentra el Cap Carbon. El Archiduque nos deja grabados del Cap Carbon desde el mar y desde la tierra. Al visitar Béjaïa el Archiduque ya tenía claro que iba a un lugar especial. Béjaïa era la ciudad en la que Ramon Llull había sido lapidado justo antes de su muerte en su viaje de vuelta hacia Mallorca. El Archiduque ya era propietario de la finca de Miramar, que había sido sede a su vez de la escuela de lenguas orientales y monasterio en la época de Ramon Llull. Se unen, pues, en este destino dos grandes figuras: Archiduque y Ramon Llull. Un retorno al pasado al final de su vida: las islas del Jónico en Grecia Las islas de Grecia tienen un significado especial para el Archiduque por diversos motivos. En primer lugar, eran un lugar central en el Imperio austrohúngaro puesto que la emperatriz Sissí poseía ahí un palacio, en concreto en la isla de Corfú; por este motivo, el Archiduque tuvo innumerables ocasiones de recalar en dicha zona. La isla de Corfú es, además, un lugar perfecto para recalar antes de pasar el estrecho de Otranto y entrar en el mar Adriático. En segundo lugar, las islas del Jónico y en concreto aquellas que tenían relación con la Odisea de Ulises representaban 271 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s una fuente de discusión inagotable para algunos de los miembros de la corte austrohúngara, y en concreto del Archiduque y de la emperatriz Sissí. La polémica principal era la duda sobre la procedencia exacta de Ulises que algunos, la mayoría, situaban en Ítaca, y otros en Levkada u otros puntos del Jónico. En Paxos y Antipaxos el Archiduque se centra en los paisajes. Destaca, por ejemplo, los grandes acantilados del oeste de Paxos, la belleza del puerto natural de Porto Gaios o de Lakka, o los islotes situados al sur de Antipaxos (A.L.S., 1887). En el interior de las islas se deja llevar por la flora predominante, que son los olivos. Nos habla de los olivos milenarios que se hallan en el centro de la isla, entre los pueblos de Magazià y Fontana, y que aún pueden ser visitados. Los olivos fueron introducidos en estas islas por los venecianos, que, por cierto, acostumbraban a numerarlos para determinar sus propietarios ya que propiedad de la tierra y propiedad del árbol no siempre coinciden. Siguiendo la travesía hacia el sur a través del Jónico, una vez pasada la isla de Levkas y a la altura de Kefallonia, nos encontramos con Ítaca. En Ítaca le atrae, en primer lugar, toda la historia y mitología relacionada con Ulises. Hay distintos lugares en la isla que podrían haber sido el lugar de nacimiento de Ulises, como Stavros o Aetos, sin que se haya determinado con exactitud alguno de ellos. Hoy en día se duda incluso de que Ulises hubiera nacido en Ítaca si se siguen las descripciones de la Odisea. En Ítaca se fija asimismo en sus paisajes. De nuevo la combinación mar y montaña de esta isla parece gustar sobremanera al Archiduque. Tanto desde las montañas de la parte sur como desde las montañas de la parte norte se obtienen magníficas vistas de la isla (A.L.S., 1905). Por otra parte destaca asimismo la belleza del puerto natural de Ítaca, desde la entrada por la zona de Aetos hasta su parte más protegida ya en la zona del pueblo de Ítaca. Se trata de un maravilloso puerto natural en el que puede fondear de forma muy segura, aunque hay que ir con cuidado con los vientos térmicos que se generan en verano. En Zakhyntos (A.L.S., 1910), más hacia el sur, se fija de nuevo en la estética de los paisajes. La combinación de mar y montaña de los acantilados de toda la zona oeste y sur de la isla son un punto de interés significativo para el Archiduque. También destaca los múltiples «farallons» y formaciones rocosas diversas que va encontran- 272 do en el camino. Es importante añadir que Zakhyntos es una zona de alto riesgo sísmico, tema que interesa al Archiduque en cuanto a los impactos que tiene tanto en la naturaleza como en las ciudades. En Zakhyntos se fija asimismo en la fauna. Nos habla de las tortugas que van a poner sus huevos en las playas del sur de la isla. También se fija en las focas monje que se encuentran en dichas islas. En las islas Baleares aún se podían observar algunas en la época del Archiduque, pero ya casi habían desaparecido. En la zona continental de Grecia el Archiduque pasa por la ciudad de Parga (A.L.S., 1907). Esta ciudad tenía interés puesto que pertenecía en aquella época al Imperio otomano. Ello le confería una importancia geoestratégica que asimismo hemos podido observar en mucho otros lugares que el Archiduque fue visitando alrededor del Mediterráneo. Más hacia el sur el Archiduque realiza una excursión en barco por el golfo de Corinto (A.L.S., 1876). En este viaje el Archiduque se fija sobre todo en temas históricos, arquitectónicos y paisajísticos. La historia surge con fuerza en esta zona, donde confluyen lugares como Delfos, en el que tuvieron luga r muchos acontecimientos relevantes en el tiempo de la Antigua Grecia; la propia Corinto, muy importante en el tiempo de los romanos; o Lepanto, que todos conocemos por haber tenido allí lugar la batalla de Lepanto, que cambió los patrones de dominio geoestratégico del mediterráneo en el s. XVI. En cuanto a los paisajes, destaca la entrada del golfo de Corinto con Rhion y Anti-Rhion y sus respectivas fortalezas a uno y otro lado del estrecho de entrada. Hoy en día hay un puente moderno que ha venido a introducir un elemento destacado complementario en dicha zona. Lepanto con su muralla, castillo y puerto forman un precioso conjunto que vale la pena visitar. Finalmente el Archiduque llega hasta el final del golfo, en donde podemos encontrar hoy en día el canal de Corinto totalmente finalizado. El Archiduque nos describe los tres Corintos que desde luego vale la pena visitar. El nuevo Corinto, ciudad que responde a las ciudades de planta colonial que se fueron construyendo durante el s. XIX. El viejo Corinto, en donde destaca la existencia de unas columnas romanas en un lugar en el que acabarían apareciendo muchos más restos después de muchos años de excavaciones. Y Akro-Corinto, el Corinto de «arriba» con sus bonitas mu- rallas y gran fortaleza con sus iglesias y mezquitas en el interior. Desde allí el Archiduque nos regala uno de sus grabados que retrata la fina lengua de tierra que forma el estrecho. El segundo hogar del Archiduque: las islas Baleares Podemos considerar que el primer hogar del Archiduque viene definido por su lugar de nacimiento, y donde pasa los primeros años de vida, el palacio Pitti en Florencia, y lo que acabarían siendo sus posesiones cerca de Praga, en Brandeis. Las islas Baleares y, en concreto, la sierra de Tramontana en Mallorca, serán su segundo hogar durante una veintena de años que coinciden con parte de su juventud y su entrada en la madurez. El Archiduque toma el primer contacto con las Baleares a través de las Pitiusas. En aquella época se aproxima a las Pitiusas puesto que está interesado en desarrollar un estudio sobre escarabajos. Más allá de dicho interés inicial, el Archiduque acaba conociendo en profundidad Ibiza (A.L.S., 1869-1891). Le llama la atención por ejemplo la ciudad de Ibiza, en la que destaca sus murallas, la catedral, el castillo, así como algunas de la casas que considera más destacadas. En cuanto a las costas de la isla, acaba haciendo más hincapié en la zona norte y oeste de la misma. Se fija en Tagomago y los cabos que se hallan enfrente, el bonito faro de la Punta Grossa –que hoy se halla abandonado–, en los múltiples islotes de la costa este, y en concreto, tanto en la Conillera como Es Vedrà, a los que dedica especial atención. También le llaman la atención las salinas de Ibiza, de las que nos deja varios grabados tanto desde tierra como desde el mar y desde los montes cercanos. Precisamente desde dichos montes se tienen asimismo excelentes vistas de Formentera. En Formentera, el Archiduque se centra en la zona de San Francisco Javier y se deja impresionar asimismo por la Mola y por el Cap de Barbaria. El Archiduque se interesa asimismo por la lengua de las Baleares, el catalán, tal como él mismo lo indica. Tanto es su interés que en la parte general del Die Balearen de Mallorca le dedica cien páginas (A.L.S., 1869-1891). En estas cien páginas nos describe la historia de la lengua, cómo la lengua va distanciándose o aproximándose al catalán peninsular según las épocas, o cómo la lengua pierde preponderancia sobre todo, y en su opinión, a partir del Textos en castellano reinado de los Reyes Católicos. Finalmente, celebra la «Renaixença» de la lengua que él mismo experimenta de primera mano al conocer a muchos de los escritores y poetas de la época. Él mismo aprende el catalán, lo habla y escribe un libro en dicha lengua: Somnis d’estiu ran de mar. Más allá del interés evidente que Palma representa para él, lo que hace que la estudie en profundidad, nos sorprende por ejemplo la forma en que también se vuelca sobre la ciudad de Alcúdia, de la que hace un estudio muy extenso que incluye múltiples grabados. Aunque de menor importancia, son también valiosas las descripciones que hace de Artà y Capdepera. Respecto a Palma, el Archiduque nos deja una descripción fabulosa que coincide con la actual Palma intramuros, la zona delimitada por Avenidas, y menciona asimismo la zona del Arrabal o Santa Catalina. Nos muestra todas las murallas de Palma, describe sus grandes monumentos y edificios públicos, y desarrolla varios paseos en los que describe las casas y calles de la ciudad, así como los palacios de mayor valor arquitectónico. En cualquier caso, el estudio global de la Serra de Tramuntana y sus costas quizás sea la contribución más importante que nos deja el Archiduque de entre todos los estudios paisajísticos que realiza de las Baleares. Estudia la Serra de Tramuntana desde tres perspectivas diferentes: desde el mar, desde su vertiente norte y desde su vertiente sur. Todo ello nos deja una maravillosa visión tridimensional de todo este conjunto natural. Los diferentes grabados y descripciones que nos muestran toda la Tramuntana desde diferentes perspectivas son un monumento de gran belleza estética. Desde el mar se sorprende a partir de la zona de Santa Ponsa, en la que destaca la imponente isla de Malgrat con la Mola de s’Esclop y el Galatzó vigilantes en la retaguardia. Llegan después tres grandes bastiones a cual más impresionante: el cap des Llamp, la Mola de Andratx y la Dragonera. Más allá, rumbo hacia Sóller, llegan Estellencs y Banyalbufar, y entre medias la Torre del Verger, uno de los lugares que más impresiona al Archiduque con sus magníficas vistas tanto hacia la Dragonera como hacia Sa Foradada. Vuelve a aparecer el Galatzó a la altura de Estellencs y poco después la Mola de Planícia, a la altura de Banyalbufar. Las tierras del Archiduque vienen marcadas por la Talaia Vella de Miramar. Por debajo de la misma destacan el Caló de s’Estaca y el maravilloso conjunto que se encuadra en torno a Sa Foradada, lugar predilecto del Archiduque. Más allá, aún más maravillas por descubrir entre cala Deià i el Cap Gros de Sóller. El puerto de Sóller era un lugar paradisiaco en tiempos del Archiduque; a la altura del Port es la Serra de Alfàbia que nos saluda desde las alturas, aunque el Puig Major ya empieza a dejarse notar. Siguiendo rumbo al noreste llegamos al área de la Costera, que nos anticipa la zona más abrupta y espectacular de toda la costa norte, empezando por Tuent, vigilada directamente por el Puig Major, y siguiendo por la Calobra y el Torrent de Pareis, convenientemente protegidos por el Morro de sa Vaca. Si la Serra de Tramuntana fuera una sinfonía, nos encontraríamos aquí con la fuerza de cien orquestas tocándola al unísono. Siguen después lugares preciosos como la Torre de Lluc o el Morro d’en Llorer. Finalmente llegamos a la zona del Castell del Rei, la Punta la Galera que cierra cala Castell, el Cavall Bernat, cala Bóquer, El Colomer y el cabo de Formentor. El Archiduque nos deja maravillosos grabados de todos estos puntos. En Menorca destaca la importancia arquitectónica de Ciudadela, en la que el Archiduque se fija en muchas de sus casas señoriales, en la catedral y en sus murallas. En Mahón quizás sea el magnífico puerto natural que atrae en primer lugar la atención del Archiduque así como la presencia dominante de la Mola o del castillo de San Felipe. Aún así la ciudad de Mahón, con toda la influencia británica que se respira en sus calles, tiene un encanto diferencial que la convierte en un lugar único. En cuanto a la costa de Menorca, el Archiduque presta atención sobre todo a la zona de Macarella y cala Galdana. Los grabados de cala Galdana son preciosos y nos muestran hoy en día lo que fue dicha zona en pleno estado virgen. En el norte quizás sea Pregonda la que llama más su atención. Por otra parte, hay que destacar la fuerza del Cap de Cavalleria del que nos deja algunos grabados de gran belleza. También se fija en Fornells y en sus salinas, dejándonos también maravillosos grabados de Fornells desde las alturas de Monte Toro. Finalmente, también hay que destacar toda la zona correspondiente a Addaya, Favàritx y Grau, que forman un conjunto precioso de la costa de Menorca. Conclusiones Las experiencias vividas por el Archidu- que a lo largo de cincuenta años alrededor del Mediterráneo son inmensas. Y la voluntad de registrar dichas experiencias a través de múltiples obras nos ha dejado un fotografía fundamental del mediterráneo del S.XIX. La historia de navegación es asimismo preciosa y un reflejo de lo que fue el Mediterráneo hace cien años, así como de las tecnologías de navegación del momento. Seguir los pasos del Archiduque y observar el mundo a través de sus ojos, los ojos que observan tanto temas de orden social como relacionados con la naturaleza, es una experiencia vital transformadora. El Proyecto NIXE III nacía con el objetivo científico de llevar a cabo una comparativa del mediterráneo del s. XIX con el Mediterráneo actual. El Proyecto NIXE III es hoy en día un proyecto transformador que busca tener un impacto social y pretende establecer hitos y herramientas con el fin de provocar pequeñas transformaciones en nuestra sociedad; especialmente a través de intentar trasladar la figura del Archiduque a la experiencia diaria de los niños y jóvenes del Mediterráneo. La figura del Archiduque transmite valores clave como la humildad, el respeto a las personas, sea cual sea su origen, el amor a la naturaleza, la importancia del esfuerzo y el desarrollo sostenible, visto como un equilibrio socioecológico. Estamos frente a un humanista europeo y mediterráneo que debería ser fuente de inspiración para generaciones futuras. Un humanismo accesible que ofrece un camino sencillo para experimentarlo y vivirlo en su totalidad: seguir sus pasos y dejarse llevar. Bibliografía Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Excursions artistiques dans la Vénétie et le Littoral, Ed. Prague, 1868 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Tabulae Ludovicianae, Ed. Prague, 1869 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Die Balearen in Wort und Bild geschildert, Ed. Brockhaus, Leipzig, 1869-1891 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Tunis / Ein Bild aus dem Nordafrikanischen Leben, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1870 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Der Golf von Bucchari-Porto Rè, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1871 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Yacht reise in den Syrten, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1874 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Eine Spazierfahrt im Golfe von Korinth, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1876 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Die Ser- 273 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s ben an der Adria, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1870-1878 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Löse Blatter aus Abazia, Ed. Eduard Hölzel, Viena, 1886 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Paxos und Antipaxos im Jonishen Meere, Ed. Leo Woerl, Würzburg y Viena, 1887 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Die Lípari schen Inseln, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1893-1896 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Benzert, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1897 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Schiffbruch oder ein Sommernachtstraum, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1894 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Columbretes, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1895 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Cannosa, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1897 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Bougie, Die Perle Nord-Afrikas, Ed. Heinrich Mercy Sohn, Praga, 1899 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Zante, Ed. Heinrich Mercy, Praga, 1904 Archiduque Luis Salvador (A.L.S.), Wintertage auf Ithaka, Ed. Heinrich Mercy Sohn, Praga, 1905 El archiduque que pudo reinar Guillem Frontera Se le ha calificado de enciclopédico por el amplísimo abanico de sus curiosidades –también por el carácter positivista de sus trabajos. Es cierto que su curiosidad abrazaba todas las corrientes por las que discurren el conocimiento y la vida. El ansia por capturar sus esencias –mediante la palabra y la imagen– con frecuencia resultaba algo más que ansia, era una desazón, un tormento. Es un hombre que busca la belleza de forma constante, y que no obstante se ve forzado a beber del cáliz de las angustias, de las miserias humanas. Oscila entre lo sublime y lo grotesco –como la vida en general, quizás él de un modo más acentuado. El joven esbelto que llegó a Mallorca en 1867, protegido por el relativo anonimato del condado de Neudorf, se transformaría fatalmente en un viejo hecho jirones por el mal de vivir. Nada fue ajeno a su humanidad. Se entregó con excesiva energía a la labor de cruzar todos los límites, mientras añoraba la seguridad del linaje, de una posición que, a pesar de la desintegración del Imperio austrohúngaro, aún le situaba entre los 2 74 afortunados de la Tierra. La ciencia, el amor, la poesía, el arte, la amistad, los viajes –los viajes…– el mar… Hubiese necesitado más vidas, y quizás enmarcadas en otras cronologías, para dar respuesta a todas las llamadas que su alma captaba, entreveradas con los cantos de las sirenas y el estrépito de la historia. Irreflexivo, inconstante, caprichoso, impulsivo, melancólico, voluble, el nomadismo con el que resolvió su vida, sumado a la obsesión imposible por tener un hogar donde fuera que la Naturaleza le ofreciese parajes agradables a su mirada, sería merecedor de un estudio que detectase los principios de la inestabilidad de su carácter. De este esbozo no se podría deducir aún el índice de una biografía sucinta del archiduque Luis Salvador de Habsburgo-Lorena, simplemente «s’Arxiduc» para los mallorquines. Su leyenda aún pervive discretamente en el imaginario popular, en especial de la gente de Valldemossa y Deià, de Banyalbufar y Estellencs. Dada la naturaleza del personaje, de su leyenda no se ha podido obtener mucho combustible para alimentar la maquinaria del turismo, como sí se ha hecho con otros viajeros ilustres, como George Sand, Chopin o incluso Santiago Rusiñol. Sin embargo, sí que ha encontrado un hueco en la literatura: en primer lugar, a través de Llorenç Villalonga, que lo caricaturiza –piadosamente– en Mort de dama. Durante una velada de baile en el Círculo Mallorquín, el Archiduque aborda a doña Obdúlia de Moncada, a quien pretende elogiar galantemente al calificarla de «desmesurada». En su afán halagador, le dice que, como todo, ella desprende su propia peste, «usted hiede, señora». Indignada, doña Obdúlia le responde: «¡No, señor, yo no hiedo! ¡Quien hiede es Su Excelencia!». También en este contexto el Archiduque, confundiendo a la poetisa floral Aina Cohen con la mujer que vigila los aseos, le da una propina que ella guardará enmarcada. El aristócrata finalizará la velada con su primo el capitán general, visitando a dos hermanas gemelas en las afueras de Palma, una de las cuales tiene los ojos de color violeta. El militar le apunta los inconvenientes de tanta curiosidad. No obstante, la amable observación esconde una malévola insinuación equívoca. Algunos hechos y algunas obsesiones de Tonet de Bearn tienen una o varias correspondencias explícitas en otros tantos del Archiduque. Hay rasgos que comparten la personalidad del señor de Bearn y la del aristócrata errante. Por ejemplo: recién llegado de París, donde ha asistido con su sobrina Xima al estreno de Fausto, de Gou- nod, el de Bearn encarga una escultura a la memoria de Margalideta, una jovencita de la zona con quien le relacionaron las habladurías de la gente, censurada severamente por el inocente Joan Mayol, el narrador. El monumento no llegaría a levantarse, por razones que no se explican, pero el escultor había estudiado incluso la ubicación que debía tener en la finca. Este episodio, vivido en la distancia nebulosa de la ironía villalonguiana, recuerda a otro vivido con mucho más dramatismo: en memoria de una persona de carne y hueso, Catalina Homar, el Archiduque encarga a Giulio Monteverde una escultura de mármol de Carrara, en realidad un monumento funerario, que acabaría colocándose en los jardines de la finca de Son Moragues. Por aquel entonces Monteverde era un escultor colmado de honores por una larga trayectoria de piezas en la línea del academicismo más escrupuloso, sin la más mínima concesión a las vanguardias. Una parte muy importante de su producción iba destinada a los grandes panteones de los cementerios más pomposos, y su obra más conocida sigue siendo un Ángel de la Resurrección –denle el valor simbólico que consideren adecuado. En el conjunto que le encargó el Archiduque, aparece representada Catalina Homar en actitud de adoración al Salvador. No les pasará inadvertido el parecido de este Jesús con el propio Archiduque: buscado o no, este parecido nos revela la voluntad archiducal de gobernar la vida en el pequeño imperio que ha creado en la Serra alcoveriana. Ubicado sobre el mar de Poniente, el imperio mallorquín de Su Alteza Imperial y Real el Archiduque de Austria Luis Salvador, María, José, Juan Bautista, Domingo, Rainiero Fernando, Carlos, Zenobio, Antonio de Habsburgo-Lorena y de Borbón comprende, entre otras, las tierras en las que Ramon Llull había conseguido crear su efímera escuela de lenguas orientales –Miramar–, con el propósito de que allí se formasen los clérigos para la misión futura de abrir los ojos de los infieles a la Verdad, por medio de un arte en el que trabajaría con obstinación durante todos sus años de converso a la vida espiritual. Por motivos que los eruditos aún no han podido establecer con claridad, aunque estuvieron vinculados a las turbulencias de la corona, la escuela gozó de una vida breve, cuyo final fue muy sentido por Llull, que maldijo «quien lo ha destruido». Aquí arriba, en Miramar, «entre la viña y el hinojal», Ramon Llull dejaría flotando unas palabras Textos en castellano que viajarían en el tiempo hasta cobrar pleno sentido en la figura del Archiduque: «El mar, corriente del mundo». El mar, este mar que George Sand descubrió aquí, ella que lo había visto en tantos lugares. Vale la pena que recordemos ahora el descubrimiento del mar por parte de George Sand en las tierras del Archiduque. Relata la escritora francesa: «A cada vuelta del sendero, tuvimos el espectáculo grandioso del mar, visto a profundidades considerables, a través de la más bella vegetación. Era la primera vez que veía riberas fértiles, cubiertas de árboles y de verdura, hasta donde llegaba el oleaje, sin acantilados escuetos, sin playas cenagosas ni orillas desoladas. En todo lo que he visto de las costas de Francia, aun sobre las alturas de Port Vendres, donde, por fin, se me apareció con toda su hermosura, el mar me ha parecido siempre sucio, y desagradable su proximidad. El Lido, tan ponderado, de Venecia tiene arenas de una espantosa desnudez, pobladas de enormes lagartos que salen por miles debajo de vuestros pies y parecen perseguiros en número siempre creciente como en una pesadilla. En Royant, en Marsella, casi por todas partes, y creo que en todas nuestras riberas, una cintura de varechs pegajosos y una arena estéril nos afean las cercanías del mar. En Mallorca le vi, en fin, tal como lo había soñado, límpido y azul como el cielo, dulcemente ondulado como una llanura de zafiro labrada con regularidad en surcos cuya movilidad es inapreciable vista desde cierta altura y encerrada entre bosques de un verde sombrío. A cada paso que dábamos sobre la montaña sinuosa, se nos ofrecía una nueva perspectiva siempre más sublime que la anterior…». Etc. (Disculpen este excurso, que he plasmado sobre el papel como una contribución a la reconciliación de los mallorquines con George Sand, atendiendo a que, si bien trató con sobrado rigor a nuestros antepasados, también es cierto que su vivencia del paisaje isleño, tantos años después, aún nos conmueve.) Decíamos que el gran balcón que escogió el Archiduque para organizar en él su reino, ciertamente de un modo anárquico, es el lugar donde el mar se revela ante el ojo humano: mientras estaba aquí, Joan Alcover, que desde su casa podía contemplar el mar gelabertiano de los ocasos palmesanos, se exclamaba: «Sempre visquí vora el mar / mes fins avui no el coneixia./ Sobtadament a Miramar / m’ha revelat sa fesomia». Este mar que Rubén Darío hace actuar como testigo: «Aquí, junto al mar latino, / digo la verdad: / Siento en roca, aceite y vino / yo mi antigüedad. / ¡Oh, qué anciano soy, Dios santo, / oh qué anciano soy!», y a continuación se entrega a unas incontinencias retóricas que debemos asociar a la desmesura de estos parajes. Luis Salvador escribiría que, cuando oía el alarido funesto de una sirena, su pensamiento viajaba a bordo de la nave que transitaba los caminos homéricos y abría otros nuevos por todo el planeta. Y: «Cuando vivo lejos del mar, se me entristece la mirada, que sigue con nostalgia el curso caprichoso de los ríos buscando en el horizonte la orilla lejana en la que desembocan». Y: «Siempre he sido un nómada, sin residencia fija, como los moros. Impulsado al principio por mis afecciones, circunstancias particulares han desarrollado en mí, posteriormente, este humor vagabundo que me ha llevado a vivir, por decirlo de algún modo, fuera de la humanidad». La leyenda del Archiduque, su sombra alargada por la literatura, ha seguido ampliándose de forma ininterrumpida, en pocas ocasiones con éxito –La dama de les boires, de Gabriel Janer Manila–, y a menudo con vileza oportunista. El universo del Archiduque, con sus escenarios altisonantes, está repleto de trampas para el artista, para el escritor. Su figura emerge de un entorno de belleza narcótica, que reiteradamente invita a lo sublime. A veces el propio personaje se nos aparece como un espíritu errante que deja una estela de ecos wagnerianos. El efecto de estos excesos lo detectó Josep Pla en la pintura, en el paisajismo que se llevó a cabo en Mallorca, a partir de Santiago Rusiñol: los artistas que siguieron su estela instalaban sus caballetes en la Serra, buscando lo sublime. Pla les aconsejaba que descendiesen a las llanuras interiores de la isla y que mirasen las cosas más aprehensibles, como las higueras, en cuyo fruto veía una plasticidad insuperable. (Me permitiré una extemporaneidad para abundar en la concepción planiana del arte. Un joven director de cine, Juli Coll (1919-1993), admirador de Pla hasta la médula, lo invitó al estreno de su primera película, Nunca es demasiado tarde. Al final de la proyección, Juli mostró un vivo interés por la opinión de Pla, tanto que este, finalmente, se la dio: «Debe cambiar de arriba abajo, señor Coll. Quiere retratar las almas, y las almas no se retratan, son invisibles. Lo que debe retratarse es la butifarra con alubias». Esta anécdota, o juicio, me llegó por dos caminos: por una parte, el testigo presencial Celestí Martí Farreras. Por otra, el propio Juli Coll.) El propio Archiduque no fue inmune a la belleza que se concentraba en su imperio. El origen de la ampliación de este imperio ya nos descubre un personaje hechizado por esta coreografía de la naturaleza. Recordemos una vez más esta historia, narrada por Gaston Vuillier en su libro Las islas olvidadas: el Archiduque «simplemente había escogido Miramar y los terrenos que rodean esta casa seducido por el recogimiento de los bosques seculares, por el extraño encanto de esta naturaleza que la mano del hombre siempre había perdonado, y finalmente por la grandeza de los espectáculos que a todas horas ofrecía el mar. »Desde el principio había recomendado a sus sirvientes y empleados que respetasen los olivos, los pinos y las encinas viejas, retorcidas, agrietadas, pero magníficas en sus torneados pintorescos y sus retazos de corteza. »Mas un día los pájaros, que no dejaban de gorjear alegremente, enmudecieron, mientras los golpes resonantes de un hacha estremecían los alrededores, y repercutían a lo lejos en la profundidad de los bosques. »En una propiedad vecina a Miramar, un mallorquín talaba un árbol centenario: estaba en su derecho. Para poner freno a este vandalismo, el archiduque compró muy cara la propiedad del campesino. »Unos días más tarde, se reproducía el mismo hecho por el lado opuesto de Miramar: el archiduque volvió a comprar. Después, conociéndose estas liberalidades, llegó un momento en que el príncipe no podía abrir la ventana por la mañana sin oír las hachas ensañarse por doquier contra los árboles viejos. »Fue así como, poco a poco, y casi sin darse cuenta, consagró algunos millones a las bellezas de esta costa maravillosa y al reposo de grandes árboles que mueren lentamente de viejos, inclinados sobre el mar». Me gustan las parábolas de significado ambiguo. Si esta historia fuese una parábola, habría tenido, en el momento de ser escrita, un significado claro, incluso drástico. Los años la han imbuido de ambigüedad, la han enriquecido, la han trabajado. Para eso sirve la experiencia: para embrollarnos, dicen algunos; para otorgarnos la capacidad de dudar, dicen otros. Tan positivista como era nuestro personaje en sus trabajos científicos, tan 2 75 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s ajustado y moderado en las descripciones que incluía en las misivas para compartir la vivencia de los paisajes con su madre y otros familiares, sus escritos con voluntad literaria adolecen de este punto de contención, de este orden invisible que trasciende en arte lo que de otro modo es una expansión sentimental. Sin embargo el ritmo no favorecía la concentración necesaria para emprender el proceso artístico de forma continuada. No obstante, en el conjunto de sus prosas literarias prende de vez en cuando, aquí y allá, un fuego alimentado por la pasión que, si no lo es, se parece mucho al sentimiento poético. Quizás lo primero que habría que preguntarse es qué tipo de viajero fue el Archiduque. Toma algo de todos los modelos de viajero que enumera Laurence Sterne en El viajero sentimental, pero no encaja plenamente en ninguno de ellos. La biografía más obsesivamente detallada de nuestro personaje sigue siendo S’Arxiduc, de Juan March (José J. De Olañeta, Editor, Palma, 1983). La lectura de este libro supone un desafío para la mente más ordenada para la acumulación de datos, que afectan con precisión abrumadora a todos los movimientos de todos los integrantes de la familia del Archiduque y la de sus colaboradores, amantes, amigos, saludados, víctimas o sanguijuelas. Si el lector se puede centrar únicamente en los movimientos del Archiduque por tierra y por mar, pronto le aturdirá una sensación similar al vértigo, ya que la hiperactividad viajera del personaje no debe tener parangón en la tribu de los viajeros, aristócratas o no. Un mapa con sus desplazamientos debería dividirse, como mínimo, por años, porque de otro modo las líneas se amontonan de tal manera que el mapa pasa a ser incomprensible. Y no obstante, este personaje que el viento de la vida empuja de un lado a otro, es a su vez un estudioso, un trabajador infatigable, que produjo miles de páginas –con escritos, mapas, dibujos, croquis, etc.– sobre los lugares que visitaba, con una visión global que obtenía aplicando las Tabulae Ludovicianae, unos cuestionarios que indagan en todos los aspectos del lugar objeto de estudio: geográficos, económicos, sociales y culturales. Estos cuestionarios eran respondidos por sabios y notables locales. En el caso de las Baleares y Pitiusas, el resultado de estos trabajos es Die Balearen... (Las Baleares descritas por la palabra y la imagen). Nunca hasta entonces –y en una única ocasión más 2 76 adelante en Mallorca: la Gran Enciclopèdia de Mallorca, en Menorca y en Ibiza, con sus respectivas enciclopedias– se ha había emprendido una labor editorial y científica de esta magnitud. Su elaboración se inició en 1867 y concluyó en 1891. Más de 4.000 páginas de texto repartidas en siete volúmenes, más de 200 litografías a todo color y más de 1.000 ilustraciones en blanco y negro conforman una obra gigantesca, de la que emerge la figura de un hombre con una capacidad de trabajo y unas dotes de organización –y con unas posibilidades financieras, también hay que apuntarlo– sin parangón en nuestra historia. La dispersión en sus asuntos personales sin duda incidía en su labor científica, dado que cualquier aventura exige un diezmo de tiempo. A pesar de ello, sorprende y maravilla su capacidad de trabajo, de la que nos brinda una primera idea una bibliografía que incluye sesenta y siete títulos, entre obras de gran envergadura editorial y publicaciones más breves –sin contar la generosa correspondencia a la que ya hemos aludido. De esta bibliografía, en alemán, checo, francés, catalán, castellano…, y mayoritariamente sobre espacios mediterráneos –las Lípari, Ítaca, Corfú y otras islas griegas, Túnez, costa adriática, Chipre, Bugía y otros lugares de Argelia, etc.–, una parte muy significativa se dedica a las islas Baleares y Pitiusas. Si Die Balearen… surge de la mentalidad positivista del Archiduque, el viajero romántico, el hombre enamorado del país y de sus gentes, de algunas personas en particular, se expresa mediante unas obras de lectura que compatibiliza el conocimiento general con la emoción del instante. Al ya legendario y enigmático folleto Catalina Homar, hay que añadir Indicaciones a los que visitan Miramar, Lo que sé de Miramar, Somnis d’estiu ran de mar, etc. Esta dedicación al archipiélago es, quizás, lo más parecido a un elemento de continuidad en su dispersa vida personal, científica y literaria. También ha permitido calificar sus propiedades mallorquinas como lo más parecido a un hogar desde que su familia fue desalojada del Palazzo Pitti, de Florencia, en 1857. (En aquel momento él tenía diez años; y este episodio, que clausuró una infancia que podríamos denominar como feliz, le dejaría un recuerdo incómodo: la turba despedía con malos modos a la comitiva expulsada, y alguien se rió de él: «Miradlo, ¡parece un mono!».) El único hogar que tuvo realmente fueron sus dos Nixe –la Nixe II en sustitución de la primera a causa de un naufragio frente a las costas argelinas–, los yates con los que surcó el mar Mediterráneo en todas direcciones. Con los años, la comitiva que le acompañaba en sus viajes era cada vez más numerosa y pintoresca. Muchos de los personajes, que formaban lo más parecido a una familia y a la vez a un séquito imperial, a veces incluso a un grupo de gitanos, eran mallorquines y mallorquinas que, en aquel ambiente propenso a la transgresión y a una cierta promiscuidad, no eran los más pusilánimes. La relación furtiva de su amada Catalina Homar con el capitán Singala solo sería una muestra de la moral relajada de aquel grupo humano en el que el Archiduque se reservaba derechos o prácticas medievales sobre los cuerpos y las almas. No era nada del otro mundo que un marido tuviese que pasar la primera noche de bodas en la cubierta del Nixe, mientras la esposa recibía a Su Alteza Imperial en el camarote nupcial. Pero los agravios y las infidelidades iban en todas direcciones, en aquel grupo de jóvenes que, de puerto en puerto del Mediterráneo, no dejaban placer alguno sin disfrutar, y tanto podían elevarse en alas de un romanticismo profundamente espiritual como entregarse a las más tórridas demandas de la carne. Tras ser descubierta en intimidad con su paisano de Valldemossa, Catalina Homar regresaría a S’Estaca, de donde era encargada y donde había liderado con sensatez y severidad una tropa de campesinos en las tareas de mantenimiento de unos viñedos dispuestos en anfiteatro sobre el mar, y que producían unos vinos, especialmente malvasías, premiados en certámenes de todo el mundo. De aquellos desórdenes que reinaban a bordo de los Nixe han surgido leyendas que desfiguran la realidad o simplemente la ocultan en los pliegues de la historia. Por ejemplo, Corti, un biógrafo de la emperatriz Isabel, que tenía un feeling crepuscular con su primo archiduque, escribía acerca de nuestro personaje: «No se ha casado y lleva una vida un tanto licenciosa (…) Su yate es un estado comunista en miniatura, allí reina una perfecta igualdad de derechos». No resulta sencillo hacer encajar en esta igualdad –comunista– de derechos el ejercicio del derecho de pernada, que Luis Salvador de Austria se arrogaba ante todos sus acompañantes/súbditos. El archiduque errante, como le califica Bartomeu Ferrà, apelativo que dio título a su emocionada biografía (El archiduque errante, Montaner y Simón, Barcelona, Textos en castellano 1948), osciló entre la llamada irresistible del mar y el sueño de un pequeño reino en Mallorca en el que coronarse rey. Sería un pequeño rey humanista y déspota, estratega y arbitrario. Fascinado por el mundo de los Medici, como tantos otros que ya se habían inspirado en esa familia –como Alfonso el Magnánimo en Nápoles, que llamó a su lado a Guillem Sagrera para dirigir las grandes obras de reforma del Castelnuovo–, el archiduque Luis Salvador de Austria convertiría Miramar en un espacio para la alta cultura y reuniría a su alrededor a poetas y escritores (Jacint Verdaguer, Pons i Gallarza, Alcàntara Penya, Joan Alcover, Rubén Darío), eruditos lulistas como Mateu Obrador, pintores, escultores y grabadores (Giulio Monteverde, Cristòfio Pizà, Joan Fuster, Erwin Hubert), científicos como Martel u Odón de Buen, el fotógrafo Jules Virenque, otros viajeros como Charles William Wood o Gaston Vuillier, notables en general, como los Maura, el obispo Campins, Ferrer Gibert, Tous i Maroto; o simplemente aristócratas de aquel imperio invernal que nutriría la gran literatura europea de entreguerras. Muchos de ellos, y el propio Archiduque, parecen haber venido a parar aquí desde La marcha Radetzky, la gran novela de Joseph Roth, o desde Los Dukai, de Lajos Zilahi, ambas pobladas de aquellos personajes trémulos de patetismo, que recorren el último tramo del camino que la Historia les tenía reservado. A los isleños nos gusta mucho recordar y difundir la visita de la emperatriz Isabel, también conocida por Sissí o por Romy Schneider, que el Archiduque en cierto modo comparó con Catalina Homar, al contemplarlas juntas y detectar una misma humanidad. Fue a raíz de la visita de nuestro personaje y su prima a S’Estaca, donde Catalina Homar les hizo los honores con la delicada sencillez que la caracterizaba. Esta comparación no gustó en la corte, por lo que el Archiduque retiró de la circulación el librito que había dedicado a la encargada de S’Estaca, escrito después de que ella muriese en aquella casa «de estilo siciliano», lejos de su amado Archiduque, abandonada por Singala y sufriendo los dolores espeluznantes de una sífilis mal tratada. La casa, por otra parte, parece destinada a alojar vidas o retazos de vidas no muy anodinas, ya que allí han sido o son huéspedes permanentes Domenico Gnoli, un pintor y dibujante que vivió en ella con su esposa, Yannik Vu; o, más adelante, Michael Douglas. Como el rey que no podía ser, el Archi- duque emprendió grandes mejoras en su reino, edificaba, rehabilitaba, abría caminos con el único objetivo de acceder a un punto donde el paisaje se ofrecía de modo más cautivador: y allí erigía un mirador, un templete, un pequeño santuario para comulgar con la naturaleza. Adquiría predios a precios desmesurados únicamente para salvar viejos pinos, como nos acaba de contar Gaston Vuillier–, viejos pinos en los que se congregaban los pájaros para franciscanas expansiones. Compraba paisaje, vistas, belleza, horizonte. Quería reinar en un imperio sin fronteras, compuesto por el murmullo de las olas, por puestas de sol, por los perfumes yodados de la Serra. Corrió el rumor de que la reina Victoria quería adquirir los terrenos a los que pertenece Sa Foradada. Pero esta caricia de la tierra al mar finalmente formó parte del reino del Archiduque. Se rieron de él por el elevado coste de aquel capricho. Su respuesta fue que le había salido gratis si se valoraba por su belleza. Del mismo modo en que quiso compartir sus descubrimientos, sus conocimientos y las impresiones de sus viajes mediante unas publicaciones elaboradas con tanta precisión como lujo, también quiso compartir su reino con visitantes y viajeros: estos podían admirar los espectáculos de la naturaleza gracias a las obras de embellecimiento de sus territorios, a los caminos para acceder a los miradores que ofrecían las mejores perspectivas. De estas obras informaba Miquel dels Sants Oliver en uno de los artículos que finalmente conformaron el volumen Cosecha periodística, en el apartado «Desde la terraza (Páginas veraniegas)». Como ya saben, en estos artículos, publicados por primera vez en el periódico La Almudaina en 1897, el escritor y periodista mallorquín se dedicó a pensar Mallorca en términos de regeneración. Con una visión aguda, incluso profética, señaló el turismo como la actividad que tenía que sernos útil para transitar el puente desde el retraso histórico, social y cultural, hasta la modernidad. Y nos dice: «No hace todavía cinco lustros que se presentó modestamente en esta isla, viajando con el título de Conde de Neudorf un magnate de estirpe regia, S. A. el Archiduque Luis Salvador, hermano del último Gran Duque de Toscana. Cruzó, sin darse á (sic) conocer, esta isla, admiró sus bellezas, se extasió ante sus panoramas, recogió sus tradiciones, haciéndose familiares su historia y su lengua. Al poco tiempo adquiere el fundo de Miramar, al que ha ido anexionando una porción de predios contiguos. ¿Quién guiaría sus pasos hacia Mallorca? Sin duda, una simple curiosidad de viajero, harto de conocer los sitios famosos. Y al hallarse aquí se encontró, por casualidad, con algo no soñado ni previsto, con algo que atrajo todas sus aficiones y sus munificencias de príncipe, con esa propiedad extensísima que hoy hace asequible á (sic) todo el mundo, bordándola de caminos y de veredas, sin más objeto que el de llegar á un sitio pintoresco ó á (sic) un lugar ennoblecido por una tradición. Mucho, muchísimo debe la isla al generoso prócer, que ha venido á (sic) dar la norma de lo que podrían hacer los dueños de otros sitios hoy escarpados y casi inexpugnables, por ejemplo el Torrente de Pareys y la Calobra.». Etc. Lamentaba Miquel dels Sants Oliver no poder creer en la capacidad indígena de emprender las iniciativas adecuadas a la realización del sueño turístico. La primera de las cuales era la construcción de un gran hotel, «suntuoso, bien amueblado, bien servido». Bien, como ya saben, el edificio que actualmente es la sede del Caixafòrum Palma, albergó en 1907 esta primera piedra del sueño turístico del escritor mallorquín, el Grand Hôtel, que constituye un capítulo glorioso de la historia del turismo en Mallorca y en Baleares, en un momento en que el turismo, efectivamente, podía ser la clave de la regeneración del país. Pues bien, el Archiduque quiso contribuir a la buena marcha de todo ello, y, conocedor de lo que podía significar ese turismo incipiente para la isla, se ofreció para recibir en Miramar a los huéspedes del Grand Hôtel, quienes, desde aquí mismo, y como demuestran las fotografías de la época, se embutían en unos modernísimos, legendarios vehículos, que los llevaban a su destino. Lo que sé de Miramar es, de hecho, una pequeña guía turística de este territorio de privilegio, preferido por su contenido simbólico –hasta el punto de construir una pequeña torre para conservar una piedra traída de Bugía, donde la tradición situaba la muerte de Ramon Llull por lapidación. Un relámpago destruiría la torre, para dar continuidad al maleficio que ya se había manifestado en la abolición de la escuela luliana de lenguas orientales. Muy cerca de Miramar hizo habilitar una hospedería gratuita, Ca Madò Pilla, para facilitar a los viajeros el acceso a unos panoramas únicos. El hostal, si no formase parte también del maleficio, ilustraría una cierta tenden- 277 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s cia de las cosas al desastre, muy propia de nuestro país insular: pronto cumplió más las funciones de burdel que de hospedaje de personas con intenciones honestas o curiosidades científicas. De todo eso, hace ya más de un siglo. Esos sueños se han destruido, no nos queda ni un resquicio de inocencia, sabemos que todo lo que nos revela la naturaleza maravillosa de las cosas está en peligro por la propia definición del turismo actual. Y por la codicia que ha desencadenado en el corazón de los mallorquines y de los foráneos. Sin embargo, en medio de todo, parece como si el espíritu del Archiduque se hubiese transformado en ángel custodio de los parajes que quiso y los protegiese con su amor invisible: de ningún otro modo podemos explicarnos que, de todo ello, nos queden la belleza y el ejemplo, indicando el rumbo a los que quieren remar contra corriente para descubrir en qué punto nos desviamos. Un archiduque con método. Luis Salvador el científico. Brigitta Mader «Dio ci guardi dagli scienziati!»1, escribía Eugenio Sforza desde Zindis, en la comarca de San Rocco, a su sobrina Menichina2, un día de abril del año 1878. Sforza se alojaba entonces en la residencia3 de Luis Salvador, a poca distancia de Trieste, en la que sufría bajo unas condiciones de vida espartanas, agravadas por el frío y la inclemencia del tiempo4 reinante. «Questo mio Signore non sa proprio vivere ne lasciar vivere, mentre la Provvidenza le (sic!) avrebbe dato tutti i mezzi per star bene»5. Así se lamentaba Sforza de las penosas condiciones de vida en Zindis, mientras «Sua Altezza» estaba, una vez más, de viaje y, en lugar de noticias, le enviaba nueve cajas de Suez a Trieste repletas de «cose pregevolissime»6, tales como ánforas romanas antiguas, conchas del mar Rojo y pieles de aves. Sforza conocía de sobras a su «Signore», por experiencia propia de largos años, como para saber que los viajes, la investigación y la escritura habían sido siempre las máximas prioridades de vida del Archiduque. Y es que Eugenio Sforza (1820-1894)7 había sido preceptor de Luis Salvador desde 1854 y siempre mantuvo un vínculo casi paternal con su pupilo, del que más tarde sería ayuda de cámara hasta su muerte. Tras terminar la carrera de ciencias natura- 278 les ya participó, con tan sólo 23 años, en el V Congreso Italiano de Ciencias Naturales (Lucca 1843) y poco después accedería a la plaza de asistente de Alessandro Carina (1808-1881)8 en el Gabinetto di Storia naturale del I.e.R. Liceo de Lucca. Según cuenta la tradición familiar, la gran duquesa María Antonieta (1814-1898) tuvo ocasión de observar a Sforza durante una visita guiada de la colección entomológica del museo florentino La Specola, y quedó tan cautivada por su personalidad y solvencia científica que lo llamó a palacio en calidad de preceptor de su hijo Luigi, que contaba entonces siete años de edad9. Sin embargo, no fue sólo la admiración materna lo que llevó a Sforza a la corte del gran ducado de Florencia, sino, por encima de todo, el plan de educación intelectual que se había concebido expresamente para Luis Salvador: la Traccia per l’andamento progressivo degli Studi intellettuali di S. A. l’Arciduca Luigi, en el que ocupaba un lugar destacado el estudio de las ciencias naturales10. Como segundo hijo más joven del último gran duque regente de Toscana, Leopoldo II (1797- 1870), Luis Salvador provenía de la línea toscana de la casa de Habsburgo-Lorena11, cuyos miembros se distinguían por su estrecha relación con las ciencias y, especialmente, con las naturales. No sólo se dedicaban a estudiarlas personalmente, sino que también invertían grandes esfuerzos en fomentarlas como «ciencias útiles»12 para el bienestar del país y de sus súbditos13. Una tradición, imbuida por el espíritu de la Ilustración, que había iniciado Francisco Esteban de Lorena (1708-1765)14, para florecer más tarde bajo su hijo, el gran duque Pedro Leopoldo (1747-1792)15, y que a la larga se reflejaría asimismo en la actitud del padre de Luis Salvador. Leopoldo II, quien sentía un vivo interés por la física, estudió ya de muy joven la obra de Galileo Galilei, preparó una edición en 16 tomos de sus obras completas16 y amplió el Museo di Fisica e di Storia Naturale17, fundado en Florencia por Pedro Leopoldo. Su principal orgullo, sin embargo, eran los congresos de científicos italianos que se celebraban periódicamente desde 1839, que él había instaurado con el objetivo específico «di acrescere il patrimonio del sapere a vantaggio della vita sociale»18. Leopoldo, un soberano que no sólo se veía como un mecenas de las ciencias, sino también de los estudiosos –independientemente de sus opiniones políticas–, llevó a cabo una completa renovación de las universidades y escuelas superiores toscanas, que contemplaba la introducción de nuevas cátedras y, por primera vez en su historia, la asignación de un sueldo fijo a sus titulares. Por último, fue también Leopoldo II quien financió, junto con Francia, la expedición a Egipto y Nubia dirigida por Jean François Champollion (1790-1832), en la que se reunió un botín arqueológico y una excelente documentación gráfica19 que constituirían al cabo de poco tiempo el fondo fundacional del Museo Egipcio de Florencia20. Leopoldo valoraba, además, que la propia familia participara en la acumulación y multiplicación del saber y, con este fin, mandaba elaborar planes de estudio para sus hijos, siguiendo el modelo educativo que Pedro Leopoldo había concebido para sus descendientes. Pero eso, tal como se desprende de la copiosa correspondencia que mantenía con Luis Salvador21, no le impidió implicarse personalmente en la educción de su hijo Luigi, quien, ya a la edad de ocho años, aspiraba a «arricchire sempre meglio il mio piccolo Museo»22, y a los catorce, siguiendo el ejemplo paterno23, a trasladar al papel, por primera vez, sus observaciones de viaje24. Así pues, con este entorno familiar, no es de extrañar que Luis Salvador se inclinara desde su más temprana edad por las ciencias naturales y que, una vez el concluido el programa educativo en palacio, expresara el deseo de proseguir sus estudios en la universidad. A principios de verano de 1865, Leopoldo II informó debidamente a su sobrino, el emperador Francisco José I25, de los planes de estudio de su hijo, a quien aseguraba que Luis Salvador «se ha mostrado siempre muy aplicado» y que sus padres, en todo caso, «a menudo tienen que refrenarle de dedicarse excesivamente al trabajo durante periodos muy prolongados», pues «su salud26 empezaba a resentirse de ello»27. Francisco José accedió a los deseos de Luis Salvador y encomendó al «profesor universitario Schier, de Praga», a quien mandó llamar a Viena con esta finalidad, que «elaborase un plan de estudios que cubriera la filosofía y la ética del derecho». También le encargó que «propusiera los profesores más idóneos de la Universidad de Praga para las distintas materias». Lo único que a Francisco José no le parecía «nada apropiado» para un miembro de la casa imperial era «la asistencia a las lecciones públicas normales». Por ello, Luis Salvador debería recibir clases particulares Textos en castellano en palacio y acudir a las aulas únicamente en aquellas ocasiones «en las que, con el fin de realizar algún experimento, haya que utilizar instrumentos y otros recursos educativos que no sean de fácil transporte».28 El plan de estudios de cinco años formulado por Johann Nepomuk Schier (18231879)29, que además de las asignaturas de leyes30 y filosofía31, también incluía las de ciencias naturales, contó con la plena aprobación tanto de Leopoldo como de Sforza. Luis Salvador, sin embargo, propuso que, «a fin de aprovechar al máximo el tiempo», del primero al cuarto curso se incidiera asimismo en la zoología, la botánica, la geología y la mineralogía, mientras que el último curso, ya exento de clases, lo pudiera dedicar a la ampliación y el perfeccionamiento de las materias estudiadas32. En otoño de 1885, Luis Salvador inició sus estudios en Praga33. Llevó a cabo sus «estudios predilectos»34 con Friedrich von Stein (1818-1885) 35, entomólogo y catedrático de zoología; Vincenz Franz Kosteletzky (1801-1887) 36, médico, botánico y catedrático de botánica medicinal y farmacéutica; Victor von Zepharovich (1830-1890) 37, geólogo, mineralogista y catedrático de mineralogía; y Wilhelm Matzka (1798-1891)38, matemático y catedrático de matemáticas39. Otra parte de sus estudios, que más tarde resultaría determinante para su obra, era la formación artística complementaria, que recibió del rector de la Academia de Praga de Artes Plásticas, Antonín Lhota (1812-1905)40, historiador y pintor de iglesias, así como representante del Romanticismo histórico. Durante sus años de universitario, Luis Salvador también realizó numerosos viajes, que beneficiaban su salud y complementaban las clases teóricas, en los que pudo conocer la diversidad del mundo mediterráneo y tomó la decisión, ya en ese entonces, de dedicarse en el futuro a la exploración y la descripción de la cuenca mediterránea. En 1868 publicó su primer libro, las Excursions artistiques dans la Vénetie et le Littoral, en la editorial Heinrich Mercy de Praga, y aquel mismo año y en la misma editorial, un segundo volumen más breve titulado Süden und Norden (Sur y norte). A diferencia de la primera obra sobre Venecia, que se centraba mayormente en la descripción de lugares de interés artístico e histórico, en este trabajo, basado en las observaciones de sendos viajes a Helgoland y a España, ya se revelaba claramente la inclinación del autor por las ciencias naturales41. En aquellos años, Luis Salvador incorporó asimismo Dalmacia a sus itinerarios. Desde su primera visita, en 1864, recorrió varias veces las costas meridionales del Adriático oriental y tenía intención de dedicar una detallada descripción a Dalmacia42. En su «avidità di completare meglio possibile il suo lungo lavoro sopra quell’interessante paese», en palabras de Sforza43, Luis Salvador planeaba una estancia más prolongada en Dalmacia en 1867, que al final se vio impedida por un brote de cólera44. Al buscar un destino alternativo, su elección recayó en las islas Baleares. Esta decisión resultaría determinante para el futuro de Luis Salvador, en todos los sentidos. Pues, si bien el archiduque Fernando Maximiliano (1832-1867), poco impresionado por su visita a Mallorca y Menorca en mayo de 1852, opinaba que «las Baleares están ahora en decadencia y no queda nada que recuerde aquella época de esplendor y poderío en la que eran conocidas como Reino de Mallorca»45, el archipiélago, con sus gentes y su cultura, cautivó de tal manera a Luis Salvador que tomó enseguida la determinación de dar a conocer estas islas a un público mucho más extenso a través de una minuciosa descripción. Como resultado de esta primera estancia y, en cierta medida también, como subproducto de los incipientes estudios topográficos y estadísticos que arrancaban en esa época, Luis Salvador publicó dos años más tarde Beitrag zur Kenntnis der Coleopteren-Fauna der Balearen (Contribución al conocimiento de los coleópteros de las Baleares). Esta obra surgió de su propia colección de escarabajos y obedecía a la «necesidad de indagar más a fondo en la flora y fauna de las islas en el marco de su representación topográfica». Esto le llevó a «tener que ocuparse de la clasificación e identificación del material recogido»46, una tarea que confió al entomólogo alemán Ludwig W. Schaufuss (1833-1890)47, quien ya conocía bastante bien las Baleares como consecuencia de sus viajes en busca de especímenes. En 1869 apareció por fin el primer tomo de la obra Die Balearen in Wort und Bild geschildert (Las Baleares descritas en palabras e imágenes), que llegaría a abarcar siete volúmenes y con la que dio inicio a toda una serie de obras de magnitud casi enciclopédica. En su afán por dirigir la atención del público hacia islas y segmentos del litoral mediterráneo hasta entonces poco apreciados, o incluso completamente desco- nocidos, mediante crónicas de viajes y amplias monografías, Luis Salvador publicó a lo largo de 45 años en torno a unas 50 obras, a menudo de varios tomos, sobre Alborán, las Columbretes, Giglio, Ustica, las islas Lípari, el Kvarner, Dalmacia, las islas Jónicas (Paxos, Antipaxos, Léucade, Ítaca, Zacint), Parga, Santorini, el golfo de Corinto, Chipre y la costa norteafricana (Ramleh, cerca de Alejandría, las Sirtas, Túnez, Bizerta y Bugía), en las que se interesó especialmente por la cultura árabe48 y cuya influencia estudió asimismo en las Baleares y las Eolias. A pesar de no pertenecer al ámbito mediterráneo, aunque surgidas de la misma motivación viajera, cabe incluir aquí también, a fin de que la lista sea completa, las descripciones que Luis Salvador realizó de San Francisco y Tasmania49. En 1878, incluso antes de publicarse en toda su extensión, Die Balearen fue galardonada en la Exposición Universal de París50. «Se trata, ciertamente, de una obra incomparable, en virtud de su bella presentación y de su valor geográfico, etnográfico, estadístico y artístico» eran los elogiosos términos que le dedicaba Julio Verne (1828-1905). Opinaba, incluso, que «no hace falta viajar hasta ellas» porque sería mucho más provechoso leer «el minucioso y solvente texto» y admirar «sus coloristas ilustraciones, vistas, esbozos, planos y mapas»51. Llevar a cabo una obra de este calibre exigía, a todas luces, ¡un buen método! Y es precisamente este método lo que hace destacar a Luis Salvador como creador científico. Le distingue de una forma esencial de aquellos diletantes ambiciosos que buscaban un entretenimiento «elitista», así como de aquellos cronistas de viajes que tanto abundaban entre la aristocracia y que se contentaban con unas descripciones más bien estereotipadas que no perseguían ningún otro objetivo más elevado. Desde el inicio de sus estudios, Luis Salvador fue un apasionado del trabajo de campo, un método que llegaría a ser decisivo para su obra. De hecho, ya de muy joven ideó un instrumento concebido especialmente para sus proyectos. Su origen familiar y su educación estaban profundamente arraigados en la descripción histórica, topográfica y etnográfica de los países, así como en las elevaciones del terreno tan preciadas y desarrolladas durante el absolutismo y la Ilustración52. Siguiendo el ejemplo del cameralismo y de su habitual sistema de encuestas53 sobre el estado de cosas del país y sus habitantes, confeccio- 279 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s nó las Tabulae Ludovicianae: unas tablas hechas a medida para el mundo mediterráneo54, en tres idiomas –alemán, francés e italiano–, que incorporaban todos los datos topográficos e históricos de una región, los cuales solicitaba, con el máximo de detalle posible, a los expertos y especialistas locales, y que le habían de servir de base para la elaboración de sus obras. Las Tabulae, que por cuestiones prácticas publicó él mismo en Praga en 1869, constituyen un compendio impresionante de 100 páginas de gran formato (DIN A3). Estas páginas, repartidas entre una «sección general» y otra «especial», abarcan más de 100 capítulos bajo las rúbricas de topografía, ciencias naturales, historia, población, cultura, economía y administración55. Convencido de que no se podía disponer nunca de demasiados datos56, Luis Salvador se afanaba en recogerlos de tantas y tan variadas fuentes como podía, y por ello no se limitaba únicamente a los datos recopilados mediante las Tabulae, sino que también recurría a los archivos de investigación y estudios bibliográficos con el fin de documentar sus obras. Por encima de todo, sin embargo, lo que hacía era viajar y explorar por sí mismo los territorios y las islas que había decidido investigar y normalmente pasaba en ellos una larga temporada, inmerso en el trabajo de campo57. Observaba la naturaleza, la vida y el día a día de la población, y conversaba con los lugareños, cuya lengua se esforzaba siempre en aprender; les formulaba preguntas sobre temas concretos y tomaba notas de todo aquello que veía y vivía de primera mano. Paralelamente, trazaba esbozos y dibujos que más tarde le servirían para ilustrar58 sus libros. En su concepción de las obras, ocupaba un lugar destacado el «principio de palabra e imagen»59, que él aplicaba a las descripciones de la vida campesina, artesana y doméstica, y que trataban de las actividades, los edificios y talleres, las herramientas y los productos: consignaba siempre las designaciones que se utilizaban en cada lugar y las explicaba con toda claridad mediante ilustraciones. «Con frecuencia he confiado más en el lápiz que en la pluma y, por ello, me he esforzado en ilustrar, con un gran número de imágenes y de la forma más fiel posible, tanto el carácter campesino como los monumentos artísticos de cada isla, además de la vida doméstica, los trajes típicos y las costumbres de los isleños», escribía Luis Salvador en el prólogo de la obra abreviada 2 80 en dos tomos de Die Balearen in Wort und Bild geschildert60, siguiendo así el principio que con tanta elocuencia había formulado Denis Diderot (1713-1784) en los volúmenes de láminas de la Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers: sin la representación gráfica, que de un solo vistazo puede explicar mucho más que toda una página de texto, ¡hasta la obra de consulta mejor redactada resultaría imprecisa y poco clara en sus explicaciones!61 Luis Salvador no sólo conocía, sin lugar a dudas, la Enciclopedia de Diderot,62 sino que aparentemente también le sirvió de estímulo para la concepción de sus imágenes. Su actitud en este sentido hace del todo patente que adoptó el modelo de Diderot, tanto en la composición gráfica como en la forma de representar las distintas actividades y funciones63. El «principio de palabra e imagen»64 de Luis Salvador también parece digno de mencionar en el marco del método de las «palabras y cosas»65, que se desarrolló66 paralelamente y que seguía el mismo principio por lo que concierne a la investigación del origen, la historia y el significado de las palabras y las cosas. Hugo Schuchardt (1842-1927), romanista, y Rudolf Meringer (1859-1931), indoeuropeísta, representantes destacados de la corriente de «palabras y cosas»67, habían iniciado una labor de unificación de la investigación etnográfica y etimológica en 1869, simultáneamente con la publicación de las Tabulae y un año antes de la aparición del primer tomo de Die Balearen in Wort und Bild. Mientras que la investigación etimológica se había centrado hasta entonces en la derivación puramente lingüística de las palabras, Schuchardt proponía ahora estudiar también la variación en las designaciones de las cosas, puesto que la «relación de las personas con las cosas cambia de un lugar a otro» y, junto «con ésta», también cambian «sus nombres». De ahí derivaba «la obligación de añadir imágenes a las palabras» con el fin de «ofrecer así una etimología ilustrada»68. Una obligación que Luis Salvador también se aplicaba en cumplir en sus descripciones gráficas de utensilios domésticos, herramientas, aparejos y otros elementos análogos, si bien, en realidad, nunca había tenido contacto alguno con Schuchardt y Meringer69. En este sentido, por ejemplo, incluyó en su ponencia Voci di origine araba nella lingua delle Baleari70, que presentó en el XII Congreso de Orientalistas de Florencia (1911), un sencillo dibujo para explicar claramente el concepto de «alfarda», un término utilizado por los carpinteros de la construcción. Este vínculo entre la etnografía y la lingüística, un elemento71 constante en las descripciones de Luis Salvador, caracteriza asimismo dos obras dedicadas especialmente a esta labor: las Zärtlichkeits-Ausdrücke und Koseworte in der Friulanischen Sprache (Expresiones de ternura y apelativos cariñosos en la lengua friulana) y las Rondayes de Mallorca, una colección de 54 textos procedentes de rondallas, cuentos tradicionales e «historias verdaderas» (Fets y Cuatre Mots), que Luis Salvador, con la colaboración de Antoni Penya, hijo del escritor mallorquín Pere d‘Alcàntara Penya i Nicolau (1823-1906), reunió en todos los pueblos de la isla y «transcribía textualmente, tal como salían de la boca del pueblo», sin pulir estilísticamente la lengua oral ni sustituirla con la «más correcta» y «más pura lengua común de Aragón»72. Las Rondayes de Mallorca, que llevaban indicaciones geográficas del origen de cada relato, anotaciones sobre el trasfondo histórico, la función de los cuentos y explicaciones de determinadas expresiones, aparecieron en 1895, mucho antes de que el lingüista catalán Antoni Griera i Gaja (1887-1973)73 hubiese empezado a trabajar en su Atlas lingüístic de Catalunya74 (1912). Así pues, constituyeron la primera publicación, a la vez que una recopilación de fuentes, de la variante mallorquina del catalán75. Consciente de la importancia de la lengua espontánea, «de la boca del pueblo», para la investigación lingüística y etnográfica, publicó dos décadas más tarde las Expresiones de ternura y apelativos cariñosos en la lengua friulana76. Con motivo de una larga estancia en Görz77, Luis Salvador recordaba que 40 años antes, en Muggia, aún había oído hablar el friulano en el ámbito familiar, pero que desde entonces su esfera de uso se había reducido cada vez más y algunos incluso habían abandonado la lengua materna.78 Con el fin de preservar y revitalizar el friulano, que él, naturalmente y de forma acertada, consideraba una lengua de pleno derecho y no un dialecto79, había reunido, con la ayuda de los friulanos Ugo Pellis (1882-1943)80 y Dolfo Zorzut (1891-1960)81, una extensa colección de «expresiones de ternura y apelativos cariñosos» entre «madres e hijos», así como entre «amantes». Las expresiones se ordenaron por criterios semánticos y la gran mayoría82 se reproducían con todo su contexto verbal. De este Textos en castellano modo, el lector no sólo recibía una introducción a la lengua y los modismos de los friulanos, sino también a sus costumbres y usos cotidianos83. Con la obra ilustrada Trachten aus den Bergen und Inseln der Adria (Trajes típicos de las montañas y las islas del Adriático), Luis Salvador perseguía el mismo objetivo. Al igual que había querido plasmar en papel las rondallas de Mallorca, «antes de que el viento homogeneizador de la cultura lo haya arrasado todo», le parecía de máxima urgencia documentar «aquello que está desapareciendo», también «en aquella parte de la costa se extiende desde Quarnero hasta el norte de Albania y que se reparte entre Croacia, Herzegovina y Albania». Se esforzaba por «conservar», ni que fuera en imágenes, «la variedad de sus trajes», tan singulares como «quizás en ningún otro país europeo», pero que se desvanecía «paulatinamente»84. No se limitó, sin embargo, a la mera representación de los trajes y quienes los vestían, sino que los presentaba siempre en su entorno típico y acompañaba cada imagen de un breve texto que explicaba sus circunstancias de vida. Luis Salvador era perfectamente consciente de que el cambio cultural y la modernización conllevaban a menudo la pérdida de la cultura popular85. Por ello, documentar el patrimonio cultural heredado, y a la vez preservarlo en «palabras e imágenes», era para él una tarea de la máxima importancia. La misma motivación le llevó, además, a fundar dos pequeños museos. Inspirado por las Exposiciones Universales y otros grandes acontecimientos de esta índole, que él visitaba con pasión86, en 1888 decidió instalar en su finca mallorquina de Son Moragues el Museo Agrícola Balear Industrial, que pretendía ofrecer al público, especialmente a los visitantes foráneos, una visión general «de los productos de esta isla y de sus fabricantes». El museo contenía una sección dedicada especialmente a la etnografía, en la que se exhibían «los trajes y objetos típicos de sus habitantes»87. Se lanzó un llamamiento a toda la población para que aportase objetos de exposición al fondo del museo. Al final, el Museo Balear se alojó en un espacio mucho más reducido del que se había previsto inicialmente. A pesar de ello, se convirtió en un lugar de visita obligada para los viajeros, quienes encontraban los «aposentos» del primer piso de la casa señorial «repletos de muebles y enseres mallorquines, todo tipo de objetos prehistóricos, productos industriales viejos y nuevos (como las grandes ánforas de Felanitx con sus agrietadas ornamentaciones de filigrana y aves de fábula), así como una bonita colección de pintura mallorquina contemporánea»88. Siete años más tarde, en 1895, Luis Salvador compró en Prerau del Elba (Přerov nad Labem)89 la casa del herrero del pueblo, un edificio de 1736, para instalar en ella un museo de usos y costumbres a ejemplo del «Museo Skansen»90, inaugurado en Estocolmo en 1891 con el fin de preservar los estilos de construcción de las casas rurales y los talleres de los oficios tradicionales. Con esta iniciativa puso la primera piedra del museo al aire libre Skanzen de Přerov, que aún hoy existe y en el que se pueden contemplar diversos tipos de construcciones históricas91. En este contexto, no podemos dejar de mencionar también las colecciones arqueológicas y de historia natural de Luis Salvador, que instalaba en sus residencias y otros espacios más reducidos, incluso a bordo de sus yates de vapor92. Las colecciones más extensas se hallaban en el castillo de Brandeis, en Bohemia. En los documentos sobre el legado de Luis Salvador tras su muerte en 1915 se habla del «mirador» del llamado «laboratorio del difunto archiduque», que contiene «una espléndida colección de mariposas, escarabajos, insectos y conchas marinas en estado impecable». Un «cocodrilo disecado», por otro lado, se había hecho un hueco en otra sala, dentro de una urna de vidrio, y en el pasillo y algunas habitaciones del segundo piso se podían contemplar cajas con minerales y plantas marinas, especímenes disecados de reptiles, pájaros y animales exóticos, así como varios esqueletos de animales93. La colección arqueológica, en cambio, fue calificada como un «museo de vestigios arqueológicos» en toda regla, con un valor estimado de 10.000 coronas, y estaba dispuesta en vitrinas también en el segundo piso. Actualmente se exhibe casi íntegra, con un total de 526 referencias de inventario, en la sección de antigüedades del Museo Nacional de Praga94. A diferencia de la colección arqueológica, de la de historia natural apenas llegaron al Museo Nacional algunas aves disecadas95 y cuatro cajitas que contenían principalmente ejemplares de especies exóticas de escarabajos96. En las fincas mallorquinas de Luis Sal- vador también se hallan objetos de colección de diversa naturaleza, como en Son Marroig, que acoge un surtido de unas 80 piezas que destaca sobre todo por su colección de ánforas griegas97. (FIG 26) Luis Salvador no sólo conservaba la arqueología en vitrinas, sino también, siempre fiel a su método, en «palabras e imágenes». Junto con sus cuidadas descripciones e ilustraciones de vestigios arquitectónicos (FIG 27) del Mediterráneo –sobre todo de los territorios norteafricanos98–, las que se consideran más destacadas son precisamente las de las construcciones megalíticas de Mallorca y Menorca, pues Luis Salvador fue el primero en incorporar a su obra sobre las Baleares, de forma sistemática e ilustrando su estado actual, todas las construcciones de piedra seca conocidas en la época (talayots, taulas y navetas) de la cultura talayótica y pretalayótica99. (FIG 28) Y eso en una época (1870-1890) en la que la arqueología apenas empezaba a practicarse como disciplina científica independiente. Con el debido reconocimiento se expresaba Emil Cartailhac (1845-1921), uno de los fundadores y principales protagonistas de la incipiente investigación prehistórica en Francia100, sobre «ce grand et magnifique ouvrage», en la que «les monuments primitifs tiennent leur bonne place»101, y sobre los que él mismo publicó un extenso tratado en 1892102. Y Ferdinand von Hochstetter (1829-1884)103, director del Museo Imperial Real de Historia Natural de Viena y presidente de la Comisión Prehistórica, creada por iniciativa suya, de la Academia Imperial de las Ciencias (1878), se sentía «tan agradecido por las interesantes observaciones sobre los túmulos de las Baleares» que se atrevía a formular la petición de si «Su Alteza Real no se dejaría interesar por reunir sus observaciones y experiencias sobre estos túmulos en una monografía especial, con el fin de darlas a conocer a nuestra Sociedad Antropológica»104. Al mismo tiempo, deseaba instar a Luis Salvador a llevar a cabo nuevas investigaciones en la costa marroquí, donde seguramente «encontraría numerosos túmulos antiguos que todavía no se han estudiado»105. Una propuesta que, a pesar de no seguirla Luis Salvador, repitió dos años más tarde acerca de Bosnia106. Luis Salvador no era excavador y todo indica que no se sentía especialmente llamado al estudio sistemático de yacimientos arqueológicos. Pero en su afán por alcanzar la máxima competencia, invitó a los arqueólogos clásicos Botti y Dörpfeld a 28 1 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s colaborar en sus obras. Así pues, le pidió a Giuseppe Botti (1852-1903), el primer director que tuvo el Museo de la Antigüedad Grecorromana de Alejandría, fundado en 1892, que escribiera un tratamiento detallado de la historia antigua y la arqueología del delta del Nilo107 para su libro Ramleh als Winteraufenthalt (Ramleh como balneario de invierno)108. Y Wilhelm Dörpfeld (1853-1940), arquitecto y arqueólogo alemán, colaborador y sucesor de Heinrich Schliemann en Troya, aportó un informe de sus excavaciones en las islas Jónicas de Léucade (Lafkáda) e Ítaca (Itháki) en la obra Wintertage auf Ithaka (Días de invierno en Ítaca)109. Con motivo de la disputa científica provocada por el descubrimiento de Troya en torno a la identificación del lugar de nacimiento de Odiseo, para el que Dörpfeld había propuesto la isla de Léucade, Luis Salvador incluyó en su obra Días de invierno en Ítaca un capítulo titulado Archäologische Plaudereien und geschichtliche Winke (Charlas arqueológicas y pistas históricas), en el que no sólo exponía sus reflexiones personales sobre este tema, sino, por encima de todo, los resultados más recientes de las investigaciones de Dörpfeld, junto con un breve apartado extraído de su teoría sobre Léucade. Sin embargo, y a pesar de «todo mi respeto por el saber de Dörpfeld», tenía que discrepar de esta teoría, pero aun así la quería dar a conocer al lector para que éste «la valore de acuerdo con su propio criterio»110. Con todo, la colaboración de investigadores y estudiosos de primer orden no se limitaba al ámbito de la arqueología. Desde el principio, Luis Salvador quería incluir en sus obras, más allá de los resultados obtenidos mediante las Tabulae, aportaciones o artículos independientes de reconocidos especialistas, sobre todo del campo de las ciencias naturales. Y tal y como ya había podido contar con la colaboración de Schaufuss para su breve volumen sobre los coleópteros, también más tarde consiguió que expertos de las más variadas disciplinas contribuyeran a su trabajo. Entre ellos se contaban Antonio Borzi (1852-1921), catedrático de botánica en las Universidades de Messina y Palermo, quien había elaborado un catálogo de las plantas autóctonas de Ustica111; el botánico, prehistoriador y director del Museo de Historia Natural de Trieste durante largos años, Carlo Marchesetti (1850-1926), el cual elaboró un índice de la flora de Ramleh, junto a Alejandría112; Friedrich Becke (1855-1935), titular de la cátedra de 2 82 mineralogía y petrografía de las Universidades de Praga y Viena y, posteriormente, secretario general de la Academia Imperial de las Ciencias, quien aportó textos y análisis de rocas113 a varias obras de Luis Salvador, en calidad de especialista en roca volcánica y óptica mineral; Ludwig Ganglbauer (1856-1912), entomólogo del Museo Imperial Real de Historia Natural de Viena, quien llevó a cabo la identificación de los insectos recogidos en las Columbretes114; y Theodor Fuchs (1842-1925), director de la sección de geología y paleontología del Museo Imperial Real y que estudiaba la formación geológica de la costa de Alejandría115. Cabe mencionar asimismo a Giovanni Pitrè (1841-1916), fundador del Museo Etnográfico de Palermo (1910), quien adquirió fama con su obra de 25 tomos, Biblioteca delle tradizioni popolari siciliani, y, en calidad de «eminente conocedor del pueblo siciliano», ofreció valiosas aportaciones a Luis Salvador para la descripción de Ustica y las islas Lípari116. No menos dignos de mención son también Édouard-Alfred Martel (1859-1938), fundador de la espeleología moderna, y Friedrich Will, viajero conocedor de las Baleares y entomólogo aficionado. En 1896, Luis Salvador encomendó a Martel la exploración científica de las cuevas del Drac en Mallorca117, que Will ya había explorado en 1880 y había confeccionado un primer plano de este sistema subterráneo, que no sólo sirvió a Luis Salvador en la obra sobre las Baleares, sino que también sería útil a Martel en su profunda exploración118. En el caso de Martel, quien en 1901, de nuevo por encargo de Luis Salvador, exploraría otras dos cuevas en Mallorca119, la colaboración no fue unidireccional. Luis Salvador, a invitación de Martel, participó en la creación en París de la Société de Spéléologie120 en 1894, además de colaborar en la publicación Spelunca, para la que escribió dos artículos sobre cuevas de Mallorca y Formentera121. Una circunstancia que también guarda relación con la reputación de Luis Salvador como científico, una reputación que se hace patente en la larga lista de venerables academias y sociedades científicas que lo acogieron como miembro honorario, así como en las numerosas distinciones internacionales que le fueron otorgadas122. «Una multitud de ideales sostiene la vida humana, ¡y feliz aquél que los puede mantener hasta el crepúsculo de sus días!»123, una sentencia de Luis Salvador que se aplicaba a sí mismo. Hasta el fin de sus días124 se mantuvo fiel a su credo ilustrado de transmisión del conocimiento y se esforzó infatigablemente para acercar a un público más extenso aquello que era poco conocido o completamente desconocido, o que se encontraba incluso en vías de desaparecer, y todo ello en «palabras e imágenes». Sus obras no han perdido vigencia hasta el día de hoy, muy al contrario: en esta época nuestra, marcada por un ritmo trepidante y transformaciones constantes, constituyen más que nunca una copiosa fuente para trabajos futuros en los ámbitos de la cultura y las ciencias naturales. Notas Todas las citas utilizadas reproducen textualmente el habla, la ortografía y la gramática del original. 2 «Menichina» Domenica Sforza Lazzoni (1856-1881) era hija del hermano de Eugenio Sforza, Lodovico. Un dato obtenido por cortesía de Corrado Giunti, Montignoso. 3 Luis Salvador se había instalado en San Rocco de Muggia en otoño de 1876. Allí pasó casi todos los meses de verano durante cuatro décadas. Mader (1998). 4 En esta región sopla a menudo el «bora», un viento huracanado de norte nordeste, que puede llegar a alcanzar velocidades de 200 km/h. 5 Citado según Giunti (2009, pág. 40). 6 Citado según Giunti (2009, pág. 41). 7 Para una biografía de Eugenio Sforza, natural de Montignoso, Massa Carrara (Toscana) véase Giunti (2009, pág. 3133) y Sforza (2000, pág. 105). 8 Giunti (2009, pág. 45, nota 6). 9 Giunti (2009, pág. 32). 10 El programa elaborado por el Cavalliere Antinori abarca casi 60 páginas. Además del estudio de lenguas y literatura, filosofía, economía, historia de las religiones, psicología, lógica y teoría moral, contemplaba asimismo instrucción en anatomía, botánica, mineralogía, geología, cristalografía, química, física y astronomía (NA Praha, RAT, Leopold II. sign. 214). 11 El gran ducado de Toscana se anexionó a Austria en 1737. Francisco Esteban de Lorena, el futuro emperador romanogermánico Francisco I, recibió la herencia íntegra de los Medici y asumió la regencia como gran duque de Toscana (1737-1765). Con la introducción de la secundogenitura, serían los segundos hijos los que heredaran el trono del gran ducado: Pedro Leopoldo (1765-1790), Fernando III (1791-1799 y 1814-1824) 1 Textos en castellano y finalmente Leopoldo II (1824), bajo el cual el dominio austríaco de Toscana llegó a su fin, en 1859, a consecuencia de las aspiraciones italianas de unificación. 12 Wandruszka (1965, vol. II, pág. 54s.). 13 Respecto a las actividades científicas de los «toscanos», véase Wandruszka (1962, pág. 355-364) y Wandruszka (1965); Pesendorfer (1987a, b); Mader (2002a, pág. 20-25). 14 Francisco Esteban de Lorena, el futuro emperador romanogermánico Francisco I (1745) procedía de Lorena, que bajo su padre, el duque Leopoldo José (16791729), era considerado un país modélico de la Ilustración. Mader (2002, pág. 20). 15 Sobre la vida y obra de Pedro Leopoldo, el futuro emperador Leopoldo II (1790), véase Wandruszka (1965). 16 La recopilación de textos fue publicada por Eugenio Albéri (1807-1878) bajo el título de Le opere complete di Galileio Galilei (1842-1856). 17 La llamada «Tribuna», una galería de honor dedicada a Galilei, fue una iniciativa de Leopoldo II, y en ella se exponen instrumentos del científico. 18 Pesendorfer (1987b, pág. 227). 19 Participaron en la expedición el egiptólogo y catedrático de lenguas orientales pisano, Hippolito Rosellini (1800-1843) y el botánico Giuseppe Raddi (1770-1829), además de tres pintores y dibujantes. Mader (2002a, pág. 24s.). 20 Mader (2002a, pág. 24s.). 21 Véase también la correspondencia entre Leopoldo II y Luis Salvador (NA Praha, RAT, Ludvik Salvator). 22 NA Praha, RAT, Ludvik Salvator, Ludwig Salvator – Leopold II., Firenze Palazzo Reale 22.11.1855. 23 Pesendorfer (1987, pág. 54s.). 24 Mader (2002a, pág. 27s.). 25 Francisco José no sólo era emperador, sino también el jefe de la familia Habsburgo y, como tal, todas las decisiones familiares debían someterse a su aprobación. 26 Parece que el estado de salud de Luis Salvador había empeorado debido al cambio de clima que supuso el traslado de Toscana a Bohemia, y por ello los médicos le recetaron baños de mar en el Adriático. 27 NA Praha, RAT, Leopold II. sign. 217, Leopold II. - Franz Joseph I., Brandeis 21.06.1865. 28 NA Praha, RAT, Leopold II. sign. 217, Franz Joseph I. – Leopold II., Laxenburg 11.06.1865. J. N. Schier era catedrático de derecho constitucional y derecho administrativo austríacos en la Universidad Imperial Real Carlos Fernando de Praga. Manual (1868, pág. 401). 30 En la formación jurídica, además de Schier, también participó Antonín von Randa (1834-1914), catedrático de derecho civil, mercantil y comercial austríacos. Mader (2002a, pág. 30). 31 Luis Salvador recibió clases de filosofía de Johann Heinrich Löwe (1808-1892), catedrático de filosofía y, unos años más tarde, rector de la Universidad de Praga. Löwe era seguidor del «gunterianismo temperado» y escribió, entre otros, un Manual de lógica (1881). Su obra más importante, sin embargo, es el estudio sobre Die Philosophie Fichte‘s nach dem Gesammtergebnisse ihrer Entwicklung und in ihrem Verhältnisse zu Kant und Spinoza (La filosofía de Fichte según los resultados globales de su desarrollo y su relación con Kant y Spinoza) (1862). ÖBL (1972, pág. 288); Mader (2002a, pág. 30). 32 NA Praha, RAT, Leopold II. sign. 217, Leopold II.- Franz Joseph I., Brandeis 21.06.1865. 33 La situación política cerraba las puertas a Luis Salvador para cursar estudios en las universidades toscanas. Puesto que la familia vivía en Bohemia desde 1859, donde residían, primero en el castillo de Schlackenwerth (Ostrov) en Karlsbad (Karlovy Vary), que pertenecía a la familia desde los tiempos del gran duque Fernando III, y a partir de 1860 en el castillo de Brandeis (Brandýs nad Labem), la cercana Praga parecía el lugar idóneo para cursar sus estudios. En Praga, Luis Salvador vivió en el palacio Kinsky, en la Ronda del Casco Antiguo (Staroměstské náměstí). 34 Citado según Mader (2002a, pág. 30). 35 Friedrich Johann Philipp Emil von Stein nació en Prusia, estudió ciencias naturales y medicina en Berlín y se doctoró en 1848 con una tesis sobre anatomía y fisiología comparadas de los insectos. Después del cargo de custodio del Museo Zoológico de la Universidad de Berlín, en 1850 fue nombrado catedrático de zoología y botánica en la Academia Sajona de Agricultura y Silvicultura de Tharandt y en 1855 obtuvo la cátedra de zoología de la Universidad de Praga, donde escribió su obra principal, Der Organismus der Infusionsthiere, nach eigenen Forschungen in systematischer Reihenfolge bearbeitet (El organismo de 29 los protozoos según una investigación propia y ordenados de forma sistemática). .. en 4 tomos (1859). Era considerado un profesor excepcional, recorrió en viajes de investigación y recolección Asia Menor, Grecia, Dalmacia y Rumanía y publicó numerosos textos sobre insectos. Wurzbach (1879, pág. 27-31); ÖBL (2008, pág. 150). 36 Kosteletzky nació en Brno, estudió medicina en Praga y acto seguido inició su carrera académica como asistente de Johann Christian Mikan (1769-1844), titular de la cátedra de botánica de la facultad de medicina. Cuando Mikan se jubiló (1831), Kosteletzky le sucedió en el cargo y cuatro años más tarde fue nombrado catedrático de botánica médica y farmacéutica (1834). Publicó poco, pero sus méritos se encontraban en la docencia, el cuidado del jardín botánico y, por encima de todo, en su visión penetrante y sistemática, gracias a la cual dejó una huella en la nomenclatura, que en algunos casos se sigue utilizando hasta hoy. ÖBL (1974, pág. 280) y ÖBL (1967, pág. 154). 37 Victor Leopold von Zepharovich nació en Viena, donde cursó el bachillerato en el Schottengymnasium y después emprendió estudios de derecho. Su principal interés, sin embargo, radicaba en la geología y la mineralogía, motivo por el que en 1849 se matriculó en el último curso que impartiría Wilhelm von Haidinger (1795-1871) en el Museo Imperial Real de Montañas (un organismo de docencia e investigación para funcionarios forestales y oyentes especialmente interesados, así como un precursor del Instituto Imperial Real de Geología). Tras diplomarse en la Academia de Montaña de Schemnitz (Banská Štiavnica, Eslovaquia) entró al servicio del Instituto Imperial de Geología de Viena, en el que ocupaba un cargo que denominaban geólogo de sección (18521857). En 1857 se incorporó a la Universidad de Cracovia como profesor de mineralogía, en 1861, con la misma función, en Graz y en 1864, a la Universidad Carlos Fernando de Praga, donde permaneció hasta el final de su vida y fue presidente del gabinete mineralógico. Escribió numerosos artículos sobre mineralogía y cristalografía y publicó Mineralogisches Lexikon für das Kaiserthum Oesterreich (Enciclopedia mineralógica del imperio austríaco) (1859, 1873, 1893) en tres tomos. Wurzbach (1890, pág. 326-328); Exel (2006, pág. 173-194). 28 3 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Wilhelm Matzka era natural de Moravia, estudió filosofía y matemáticas en Praga (1817-1819), y después, mientras cumplía el servicio militar en Viena, asistió a clases de astronomía científica y práctica, matemáticas superiores, física y mineralogía, y estudió tecnología en el Polytechnikum, que más tarde devendría la Escuela Técnica Superior. En 1843 se doctoró en Olmütz. La labor docente que inició durante el servicio militar, como profesor de matemáticas, le llevó después al Instituto Filosófico de Tarnow y, de allí, a Praga, donde fue nombrado catedrático de matemática elemental y geometría práctica del Polytechnikum. Al año siguiente obtuvo la cátedra de matemáticas en la Universidad de Praga, donde enseñaba álgebra y matemáticas superiores con especial atención al cálculo diferencial e integral y sus aplicaciones geométricas y físicas. Otros temas importantes de sus clases eran la estereometría y la planimetría, así como la geometría analítica, la trigonometría esférica y sus aplicaciones a la geografía y la astronomía. Wurzbach (1867, pág. 126-128); Chocholová y Stoll (2011, pág. 225-232). 39 Mader (2002a, pág. 30). 40 Vollmer (1929, pág. 179s.). 41 Luis Salvador hablaba en ella del «canto de sirenas» de España, que ilustraba con la vida exuberante y la animada actividad de Valencia, de la naturaleza «y de la inmensidad infinita del mar» visto desde Helgoland, donde él mismo había «recorrido palmo a palmo hasta el último rincón de cada pequeño islote». Citado de Mader (2002a, pág. 28). 42 Sobre el proyecto de Luis Salvador para una obra sobre Dalmacia, véase Mader (2000, pág. 335). 43 NA Praha, RAT, Leopold II., Eugenio Sforza – Leopold II., Prag 15.07.1867. 44 Mader (2002a, pág. 31) . 45 Fernando Maximiliano (1867, pág. 80). 46 Luis Salvador (1869, pág. 3). 47 L.W. Schaufuss, farmacéutico de formación, siguió su pasión por las ciencias naturales. Se especializó en entomología, emprendió largos viajes de investigación y recolección de especímenes, llevó a cabo extensos estudios y, después de una serie de artículos para diversas revistas, en 1866 publicó una Monographie der Scydmaeniden Central- und Südamerika’s (Monografía de los coleópteros de América Central y del Sur). El mismo año se doctoró por la 38 284 Universidad de Leipzig. Sobre la intensa actividad de investigación y publicación de Schaufuss véase: Index Litteraturae entomologicae Serie II, tomo 4 (S-Z), Berlín: 1968, pág. 34-36: Schaufuss, Ludwig Wilhelm. Schaufuss, quien amasó una fortuna considerable como comerciante de especímenes naturales, fundó en 1876, en Oberblasewitz, junto a Dresden, el Museum Ludwig Salvator, dedicado a la historia natural, la etnografía y la prehistoria, que contaba con una galería de pintura anexa, a la que también acudían las escuelas para complementar las clases de arte. Nekrolog (1891, pág. 213-217). 48 Véase la ponencia sobre arabismos que Luis Salvador presentó en el XII Congreso de Orientalistas de Florencia en 1901 y sus observaciones en Las Islas Lípari. 49 Luis Salvador financiaba sus obras, que normalmente aparecían de forma anónima en tiradas de 1.000 ejemplares. Las distribuía de forma gratuita a institutos universitarios, bibliotecas, museos, sociedades científicas, estudiosos y colaboradores, así como entre sus círculos de amigos y familiares. Algunas obras se publicaron más tarde en nuevas ediciones, con su permiso y mención del autor, en la editorial Leo Woerl de Leipzig. Las dos obras sobre Los Ángeles (1878) y Tasmania (1886) fueron fruto de su visita a las Exposiciones Universales de Filadelfia (1876) y Melbourne (1881), y fueron concebidas como información y estímulo para posibles emigrantes. 50 En 1875 Luis Salvador recibió la distinción más elevada del Congreso de Geógrafos de París, seguida en 1878 por la medalla de oro de la Exposición Universal y en 1881, durante la Esposizione Geografica Internazionale que tuvo lugar en Venecia, la Sociedad Geográfica Imperial Real de Viena recibió el Diploma de Honor de 1ª Clase por la presentación de Die Balearen y otras obras de viajes. 51 Verne (o. J., pág. 91); Mader (2006/2007, 261s.). En este mismo espíritu, Verne recurrió a las descripciones de Luis Salvador en su novela Clovis Dardentor, situada en parte en Mallorca (París 1896). 52 De éstas se pueden hallar, por ejemplo, la obra en varios tomos y profusamente ilustrada Die Ehre des Herzogthums Crain (El honor del ducado de Crain) (Laybach 1869) del erudito, dibujante y topógrafo Johann Weichard Valvasors (1641-1693), en la biblioteca del casti- llo de Brandeis, propiedad del legado de Leopoldo II y Luis Salvador. Mader (2007/2007, pág. 262, nota 2). 53 El archiduque Juan (1782-1859), igualmente hijo de la línea toscana y tío tatarabuelo de Luis Salvador, también utilizó este sistema de encuestas a comienzos del s. XIX para el estudio estadístico del centro de Austria, para el que confeccionó un borrador en el que él mismo formulaba una serie de preguntas, sobre todo de carácter etnográfico. Katschnig-Fasch (1982, pág. 363-366). 54 Por ejemplo, plantas especiales que allí crecían y sus usos, pesca, salinas, construcción de navíos y navegación, etc. Véase Mader (2009a, pág. 109-121). 55 Para una lista completa de rúbricas, véase: Luis Salvador (1868); y para una abreviada, Mader (2006/2007, pág. 264s.). 56 Así lo manifestaba Luis Salvador en una carta al entomólogo y estudioso de los moluscos Francesc Cardona i Orfila (1833-1892), de Mahón (Menorca). Trias Mercant (2001, pág. 31). 57 Las más veces a bordo de sus dos yates a vapor NIXE, que no sólo le servían de medio de transporte, sino también de sala de estudio en el mar. Mader (2002a, pág. 49-59) y Mader (2005a). 58 Los dibujos a pluma que Luis Salvador realizaba in situ se reproducían mayormente en forma de xilografía, y no fue hasta las obras que vinieron más tarde que se reprodujeron directamente de los originales. Mader (2006a, pág. 295, nota 6). 59 Mader (2006a, pág. 297). 60 Luis Salvador (1897, pág. I). Esta edición publicada por Leo Woerl es una nueva versión sin cambios en lo esencial (aunque sin ilustraciones en color ni material estadístico), pero mucho más manejable, al ser de tan sólo dos tomos, que la lujosa edición en siete tomos aparecida inicialmente en la editorial Brockhaus de Leipzig (1869-1884). 61 Carnevali (2002, pág. XIX); Mader (2002a, pág. 32s.). 62 El bisabuelo de Luis Salvador, el gran duque Pedro Leopoldo, no sólo aprobó la publicación de la tercera edición de la Encyclopédie en Livorno (1770-1780), sino que también le prestó su apoyo económico, motivo por el que le fue dedicada en agradecimiento. Wandruszka (1965, pág. 280s.). 63 Mader (2006a, pág. 295-297). 64 Mader (2006a, pág. 297-300) con ejemplos. Textos en castellano Rudolf Meringer ofrece la siguiente definición de «cosas»: «Por cosas no entendemos solamente los objetos físicos, sino también los pensamientos, las concepciones y las instituciones que hallan expresión en alguna palabra». Meringer (1909, vol. I, pág. 1). 66 Mader (2006a, pág. 301). 67 Sobre la historia del principio de investigación de «palabras y cosas» véase Meringer (1909); Moser (1992) y Schmidt-Wiegand (1992). 68 Schuchardt cita según Lochner-Hüttenbach (1992, pág. 78). 69 En el transcurso de mis investigaciones sobre Luis Salvador, no he podido hallar hasta la fecha ninguna referencia a tales contactos. 70 Tras una breve introducción histórica sigue un «Dizionaretto», un catálogo de 223 arabismos con indicación de las etimologías respectivas. 71 Véase, por ejemplo, la reproducción de cuentos en Ustica (Luis Salvador 1898, 36-48) o las canciones y dichos populares en las obras sobre las islas Jónicas. 72 Citado según la introducción a la edición alemana, aparecida un año después de la versión original. Luis Salvador (1896, pág. IX). 73 Antoni Griera i Gaja, por otra parte, también se contaba entre los colaboradores de «palabras y cosas». Lochner von Hüttenbach (1992, pág. 67). 74 Atlas Lingüístic de Catalunya, 8.vol. Abadía de Montserrat, etc. 1923-1964. Goebl (1992, pág. 269). 75 Para una comparación del mallorquín y el catalán, véase: «Externe Sprachgeschichte und Katalanisch: Areallinguistik». En: Lexikon der Romanischen Linguistik (LRL), vol. V., Tübingen 1991, 232s. y 243s. Para la recepción coetánea de las rondallas mallorquinas por parte del prestigioso fisiólogo y antropólogo Paolo Mantegazza (1831- 1910), véase Mader (2006a, pág. 311s. y nota 51). La recopilación de rondallas de Luis Salvador aparece también en el tomo 8 de Enzyklopädie des Märchens. Handwörterbuch zur historischen und vergleichenden Erzählforschung. Berlín-Nueva York 1996, columna 1246-1248. 76 Luis Salvador (1915, pág. 3-26). 77 Con el estallido de la I Guerra Mundial, Luis Salvador tuvo que abandonar, por motivos de seguridad, su residencia de San Rocco (Muggia), cerca de Trieste, y permaneció durante casi un año en Görz (actualmente Gorizia, Italia), donde, 65 además del italiano, se hablaba también alemán, esloveno y friulano. Mader (1998, pág. 159s.); Coronini-Cronberg (1891, pág. 162s.). 78 Luis Salvador (1915, pág. 7). 79 Luis Salvador ofrece una introducción, acorde al estado más avanzado de la filología románica de la época, en la que sitúa el lugar del friulano entre las lenguas románicas, cita a Ascoli y Gartner, explica los términos «ladino» y «retorromano», e incluso señala algunas de sus semejanzas con el catalán. Luis Salvador (1915, pág. 3-6, 8). 80 Ugo Pellis, a la sazón profesor de secundaria en Trieste, fue conocido más tarde principalmente como iniciador y presidente de la Società filologica friulana y colaborador del Atlante linguistico italiano, que no llegó a publicarse nunca. Se servía de fotografías para captar en imágenes los objetos de las costumbres cotidianas de Friuli y dejó un extenso archivo fotográfico. Ellero y Zannier (1999). 81 Dolfo Zorzut, en ese entonces aún estudiante, años más tarde, ya como profesor, estudiaría a fondo el friulano, además de llevar a cabo estudios etnográficos y recoger cuentos populares. 82 La excepción son 28 palabras del habla infantil, los llamados «sonidos balbuceantes». 83 Mader (2006a, pág. 305-307). Para la significación moderna de la obra, véase Elwert (1986). La recopilación de Luis Salvador de expresiones de ternura y apelativos cariñosos se incluyó asimismo en el Nuovo Pirona, considerado el diccionario normativo del friulano. Véase Il nuovo Pirona. Vocabolario Friulano, Udine: 1935, XXVIII. 84 Luis Salvador (1904, pág. III). 85 Lo consciente que era de esto se hace patente en la gran atención que le dedica en las Tabulae Ludovicianae. En torno a un cuarto de todas las entradas hacen referencia a áreas de estudio de la etnografía y cuestiones lingüísticas estrechamente relacionadas con ella. 86 Luis Salvador visitó a lo largo de su vida al menos 30 de estas exposiciones. Véase también Mader (2002b y 2005b) y Luis Salvador (1911). 87 March Cencillo (1998, pág. 242s.) 88 Bürger (1924, pág. 247) menciona concretamente que entre las pinturas, además de paisajes, había también «tipos populares y cuadros que hacen referencia a las costumbres, como por ejemplo los ‚tambori- leros rojos‘ del municipio de Palma». El castillo de Prerau pertenecía al dominio de Brandeis del Elba, que Luis Salvador heredó de su padre en 1870. 90 El «Museo Skansen» se montó siguiendo el modelo de los pueblos etnográficos habituales en las Exposiciones Universales de la época, y constituyó la primera exposición al aire libre de casas rurales y talleres que se habían trasladado allí. Mader (2006a, pág. 313, nota 59). 91 Hrabĕtova (2002). 92 Mader (2006b, pág. 88s.). 93 ÖStA, HHStA, OMaA III/B 224, 509 Brandeis; Mader (2006b, pág. 89). 94 ÖStA, HHStA, OMaA III/B 224, 509; Mader (2006b, pág. 89) y Mader (2006/2007, pág. 271); Svobodová (1994 y 2002). 95 Sobre la recuperación posterior de otros ejemplares de la colección ornitológica de Luis Salvador, véase Mader (2006/2007, pág. 271). 96 Mader (2006/2007, pág. 271). 97 Trias (1993, pág. 273-284). 98 Véase Mader (2009b, pág. 94-110); Luis Salvador (1873). 99 La cultura pretalayótica (1700-1300 a. C.) fue sustituida por la cultura talayótica, que duró hasta la ocupación romana de Mallorca (123 a. C.). Arrabu-Garriudo-Sastre (1998, pág. 24); Rosselló-Bordoy (1979). 100 Filip (1966, pág. 204). 101 Cartailhac (1892, pág. 10). 102 Cartailhac, quien desde su primera juventud ya había estudiado los dólmenes de Aveyron, escribió Monuments primitifs des îles Baléares, en la que hacía referencia a Luis Salvador. 103 Ferdinand von Hochstetter era geólogo y mineralogista y desempeñó un gran papel en el desarrollo de la investigación prehistórica en Austria. Para su trayectoria y obra sobre la prehistoria, véase Andrian (1884, pág. [78]-[82]); Mader (2015). 104 ÖStA, HHStA, Ludwig Salvator K6, Konv. 1, Hochstetter-Ludwig Salvator, Wien 04.12.1877. 105 ÖStA, HHStA, Ludwig Salvator K6, Konv. 1, Hochstetter-Ludwig Salvator, Wien 14.11.1877. 106 ÖStA, HHStA, Ludwig Salvator K6, Konv. 1, Hochstetter- Ludwig Salvator, Wien Oberdöbling 04.05.1879. 107 Luis Salvador (1900, pág. 103-148). 108 Luis Salvador (1900). 109 Luis Salvador (1905, pág. 301-310). 110 Luis Salvador (1905, pág. 301). 111 Luis Salvador (1898, pág. 3-26). 89 28 5 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Luis Salvador (1900, pág. 25-28). Mader (2002a, pág. 35). 114 Luis Salvador (1995b, pág. 93-109). 115 Luis Salvador (1900, pág. 16s.) 116 Mader (2006a, pág. 312); Luis Salvador (1893, pág. IV). 117 Sobre la relación de amistad y colaboración entre É. A. Martel y Luis Salvador, véase Mader (1994) y Mader (1997). 118 Mader (2005c, pág. 61-70 y figuras 4, 5). Will es, además, un ejemplo de la constante disposición de Luis Salvador de fomentar y brindar apoyo a investigaciones de todo género. Véase Mader (2005c) y Mader (2002a, pág. 43-44). 119 En 1901, Martel exploró otras dos cuevas en Mallorca, la cueva del Pirata y la cueva del Pont. Martel (1903, pág. 333). 120 Mader (1999, pág. 314s.). 121 Luis Salvador (1898, pág. 83s.) y Luis Salvador (1899, pág. 75s.). Sobre el interés de Luis Salvador por la espeleología, que siempre hallaba un lugar en sus obras, véase Mader (2001, pág. 156-179) y Mader (2003, pág. 289-298). 122 Sobre los títulos honoríficos y distinciones otorgados a Luis Salvador, véase Mader (2002a, pág. 18). 123 Luis Salvador (1896, vol. 7, Stromboli pág. 9). 124 Después de las Expresiones de ternura, publicadas en 1915, apareció la última obra de Luis Salvador, ya de forma póstuma en 1916, sobre las Auslug- und Wachttürme Mallorcas (Atalayas y torres de vigilancia en Mallorca). Para un índice de obras de Luis Salvador, véase Farolfi (1972-1973, pág. 373-391). 112 113 Espejos del Archiduque José Carlos Llop Las personas que derivan en mito popular dejan de tener biografía para tener leyenda y la leyenda nunca viaja sola. La leyenda es una suma de leyendas y en el mito popular, suplantan a la vida. Unas y otra se parecen a veces e incluso puede darse que leyenda y vida sean intercambiables. Sólo depende de la capacidad mitómana del sujeto que las encarna y de los rastros que haya dejado en la construcción de su propio mito. Pero lo que sí oculta la leyenda es la intimidad. La leyenda hace de la intimidad un bien de dominio público y para ello acaba inventándosela, en la seguridad de que esa invención es más cierta que su reverso: la realidad. Algo así ha pasado en 2 86 Mallorca con el archiduque de Austria Luis Salvador Habsburgo-Lorena, cuya intimidad pública está ligada al sexo –perdón, al amor– y consumada en piedra en sus dos extremos: la estatua de Vyborny en Miramar y la estatua de Catalina Homar en Son Moragues. Las estatuas se erigen para ser contempladas, pero también para no perder en el tiempo el original que las provocó, aunque la réplica –como hace la leyenda con la vida– acabe suplantándolo. Se trate de un acomodado joven checo o de una payesa mediterránea. Digamos, pues, que en la construcción del mito, la intimidad –el rostro frente al espejo– es lo primero que se pierde. Como en las estatuas al aire libre. Paul Valéry decía que la piel era el órgano más profundo del hombre e intimidad y deseo suelen alimentarse una en otro y al revés. Pero cuando tuve acceso a los escritos íntimos del archiduque Luis Salvador –alguno de ellos claramente pornográficos– ninguno me desveló tanto su interior como otros escritos de tan públicos, publicados. La personalidad del Archiduque es polimorfa y de gran potencia, pero nunca es tan real –en contraposición, precisamente, al mito– que al escribir sobre lo que más ama: el mar, los árboles y plantas, y la tierra. Y de cada uno de ellos dejó su particular visión. Del primero, su libro más poético y personal: Somnis d’estiu ran de mar. Sobre los segundos, Canciones de los árboles. Ensueños de invierno en mi jardín de Ramleh. Respecto a la tercera –la tierra– pienso que su libro-epitafio, Catalina Homar, posee gran carga simbólica: nos habla –hablándonos no tanto de ella como de lo que la rodea–, de una mujer que cuida, gobierna y vigila la tierra que él amó y eligió para vivir, simbolizada en su finca S’Estaca. A Somnis d’estiu ran de mar se podría añadir Naufragio o sueño de una noche de verano, tan shakespeariano su subtítulo, que trata del hundimiento frente a las costas argelinas de su primer yate Nixe. También ese libro trata del mar. O mejor aún: trata de su casa en el mar y de la pérdida de esa casa en el mar y a causa del mar. El Nixe –o «la» Nixe, según se le trate de yate o goleta– fue un autorretrato del archiduque Luis Salvador, pero en él nunca estaba solo y además, ya me ocupé hace treinta años de ese libro, prologándolo y anotándolo en su primera edición española (Miquel Font, editor). Por ambas razones lo descarto aquí. Hay más y están en el tiempo. Las coordinadas temporales del archiduque ensimismado. Catalina Homar se publica en 1905, un año después de su muerte. Somnis d’estiu… –escrito originalmente en mallorquín o catalán de Mallorca– aparece en 1912. Y Canciones de los árboles lo hace en 1914. Cuando Luis Salvador de Austria los escribe, todo su corpus científico y geográfico –decenas de gruesos tomos y distintos opúsculos– ya ha sido publicado. Su obra, digamos que enciclopédica, está acabada. Salvo el libro dedicado a Ítaca, sólo escribirá dos obras mayores más y ambas locales: la dedicada a los castillos de la isla y la monografía sobre Portopí. Lo demás es obra menor en extensión y volumen. Y sobre ella destacan, con una presencia sentimental infrecuente y cierta voluntad testamentaria –inconsciente o no– Catalina…, Somnis… y Canciones… En cambio, Naufragio… es un libro del siglo anterior, escrito cuando su autor tenía cuarenta y cinco años y aún estaba en plena plenitud, a mano todas sus máscaras. Porque si nos fijamos un poco más en las mencionadas fechas de edición podemos asegurar que en 1905 –diez años antes de su fallecimiento y cercano a cumplir los sesenta– ha comenzado, acompañando al nuevo siglo, la decadencia del príncipe austríaco. Que en 1912, «s’Arxiduc» o «el Archiduque» –término genérico que en la isla es concreto: sólo tenemos éste y sólo éste fue nuestro y así lo determina el artículo que lo precede– ya tiene muchos síntomas de la gravedad de su estado. Y en 1914, año en que estalla la guerra que destruirá el Imperio austrohúngaro y en el que Luis Salvador abandona Mallorca definitivamente, sólo faltan meses para que muera en el sombrío castillo de Brandeis. Su última paradoja: su estrella se apaga con el imperio del que había escapado y donde el Destino le tenía reservado un palco para asistir a su fin y ser él, también, fin en sí mismo. Fin de sí, fin del imperio y fin de su imperio, tejido en el Mediterráneo y afincado en Mallorca. Todo eso pesa en la escritura, por feliz o elusiva que sea esa escritura. Todo eso pesa a la hora de apuntar: yo he sido éste que aquí se muestra y no sólo –o no aquél a– quien vosotros veíais. Sabemos, y es tradición y verdad y leyenda al mismo tiempo, quién era aquel Arxiduc a quienes los otros veían: hay versiones para todos los gustos y en un hombre de su potencia y versatilidad es más que probable que todas, o casi todas, sean ciertas. Las nuevas se quedan en eso, Textos en castellano en nuevas y efímeras. A lo largo del tiempo continuará vivo el enciclopedista diletante, el romántico epigonal, el déspota, el amante y tantos otros Arxiducs que arraigaron en la isla como la isla arraigó en él. Aunque el egocentrismo insular nos haga olvidar –o simplemente desconocer– a ese otro Archiduque que también amó Lípari, Ramleh, Abbazia y otros lugares donde se afincó y sobre los que escribió y dibujó, o mandó escribir y mandó dibujar. Lugares que forman parte, precisamente, del carácter polimorfo de Luis Salvador y de su necesidad de extender el espejo donde contemplarse a través de una sola lente: el mar Mediterráneo, con el Nixe –o los Nixes– surcándolo bajo su mando. Si Mallorca pudo más, no fue sólo por el paisaje sino por el dominio a la sombra de la figura de Ramon Llull, de quien el archiduque Luis Salvador pudo considerarse una especie de albacea intelectual. El territorio Llull, cuyo origen fue Miramar y la Escuela de Lenguas Orientales, fue ampliado con la compra de una finca tras otra hasta convertirse en el territorio archiducal y así quedar por siempre jamás en la cultura popular. Tan es así que se bromea seriamente con el término «nuevo archiduque» cada vez que algún hombre de fortuna –sea actor de Hollywood o empresario de éxito– se establece en la zona. La persona convertida en arquetipo: otro rasgo del mito. Pero volvamos a la intimidad sublimada o el elán vital bergsoniano. Escucho, mientras escribo estas líneas, la Sexta Sinfonía de Beethoven o la fascinación del artista romántico y centroeuropeo frente al esplendor de la naturaleza. Algo de eso –y muy profundo– hay en el archiduque Luis Salvador cuando escribe sobre el mar, los árboles o la mujer a la que amó. Su mar, sus árboles, su servidora hecha amante, no lo olvidemos: los posesivos, en el Archiduque, son esenciales. Cuando percibía o consideraba que lo suyo estaba dejando de serlo, el castigo era cruel: pienso en Mateo Obrador abandonado al hambre y el frío venecianos, en la ira contra el capitán que hundió el Nixe, en la ausencia fría y callada a la que condenó a Catalina Homar, en las tinieblas exteriores a las que arrojó al preceptor francés… Y hay más, pero aquí y ahora no importan: en su decadencia pudo ver cómo aquello que dominaba se le destejía entre las manos, y la oscura humedad de Brandeis no fue más que otro espejo: el de su putrefacción, paralela, ya dije, a la del Imperio austrohúngaro. ¡Quiero ver a mi emperador! gritaba el personaje rothia- no de La marcha Radetzky. Pero sigo bajo los acordes de la Sexta de Beethoven, no en el concierto de Primero de Año en Viena. La caudalosa obra del archiduque Luis Salvador al frente de un equipo de especialistas –que van cambiando según el lugar que se estudia– abarca las ciencias naturales, la etnología, la historia y el paisaje, pero tiene su origen en éste: en la pasión por la naturaleza y en esa pasión reside un fondo de carácter narcisista que procede del Romanticismo. «Nada sino la naturaleza es equiparable a mí, nada sino la naturaleza puede conmigo, nada sino la naturaleza es mi verdadera compañía y yo así lo celebro». No son palabras del Archiduque pero podrían serlo y lo son. Su felicidad infantil en los jardines del palazzo Pitti consistió en un remedo del barón rampante avant la lettre o de Tarzán antes del cine. El niño Luis Salvador tenía su refugio en uno de los árboles de aquellos jardines y con él convivían y jugaban unos cuantos monos que fueron su primera tribu. O los súbditos de su primer imperio. Luego reproduciría aquí y allá el mismo esquema que en el paraíso perdido. También en Mallorca; o más que en ningún sitio, en Mallorca. Al final de Canciones de los árboles, Luis Salvador habla de su soledad, mientras piensa en amigos queridos que ya no están. Y dice que los hombres, en su madurez, «se muestran más como deberían ser que como son» y que ese «fallo, que también se comete en la juventud, sin ser motivo de rechazo», en la madurez «se contempla como algo separador» y eso hace que «a los hombres les resulte más difícil conocerse unos a otros». «El afecto –continúa– se forma más lentamente, necesita más tiempo y por eso hace falta que pasen años, incluso décadas, antes de poder afirmar que se conoce a otra persona. A veces se ha caminado toda la vida uno al lado del otro, sin conocerse mutuamente…» Son las meditaciones de un solitario al final de su vida. Un solitario acompañado, un solitario rodeado de sus cortesanos, que lo fueron porque habían sido elegidos por él para serlo. Y esas meditaciones surgen con el pretexto de la diferente música entre el árbol solo y el acompañado. Para después añadir que en los árboles tres son los estados de ánimo en función del momento del día: por la mañana, la calma; al mediodía, el triunfo; a puesta de sol, la sensación de totalidad. ¿Un autorretrato? «Pero las ignotas tinieblas se acercan, cubriendo por completo a la Naturaleza», concluye. ¿Habla de la noche o de su noche particular?: 1914, falta poco para el asesinato de otro archiduque en Sarajevo y Luis Salvador de Austria intuye lo que se acerca: lo contempla en su propio cuerpo, que se está desmoronando como se desmorona el imperio. Pero antes de llegar a este pasaje –situado casi al final del libro– nos habla, como si fuera un poeta japonés, del sonido de las hojas de los árboles, «de escucharlo atentamente y saber descifrarlo». Y dice: «si el árbol está solo es cuando susurra sus melodías más dulces y, en cierto modo vierte su propia alma». Esto es, también, la escritura: esa soledad. Y de esa soledad nos habla s’Arxiduc en estos tres libros. Que escribió solo, como un personaje del pintor Friedrich frente al paisaje, no como un enciclopedista de gabinete al frente de un equipo de colaboradores. Las palmeras suenan como órganos; el susurro de los naranjos es semejante al zumbido de las abejas; la copa de los olivos entona canciones clásicas; el laurel es un arpa y es una flauta, según el viento; el algarrobo tiene un estruendo casi metálico; el murmullo de los plátanos recuerda el barullo y los tumultos populares; el rumor del poderoso ramaje del roble tiene algo de guerrero; el tilo suena a oración de la tarde; la vida, a rusticidad báquica; los chopos, al vuelo de una mariposa; y «por encima de todo destaca la sinfonía de los bambúes. A veces susurran algo parecido a las palabras de amor; que parecen caricias prolongadas, sin fin. Pero otras veces gimen, llorando de miedo, deshaciéndose en lágrimas hasta gritar de desesperación, sobre todo en las horas nocturnas». Y aquí es el romántico otra vez quien habla: el que necesita el espejo de la naturaleza no sólo para contemplarse sino para comprenderse. El sonido de los árboles es el eco de sus propios sonidos interiores y a través de ellos puede por fin explicarse. Y acaba con un apunte que puede asimilarse a su forma de entender el trabajo intelectual –que en su caso, repito, deriva de la pasión romántica– realizado durante tantos años por todo el Mediterráneo en compañía de sus colaboradores: «además de su propia música, los árboles tienen también auténticos conciertos de orquestas a las que invitan y dan sombra. Me refiero a los numerosos grupos de pájaros que se posan en ellos. Precisamente, aquellos árboles aislados que se encuentran sobre un lugar algo elevado tienen para las aves una especial 28 7 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s atracción. Al igual que una grande y espaciosa sala, donde los unos se encuentran con los otros y todos rivalizan en cantos. Allí sus voces se funden en una sola, lo que no ocurriría si se encontrasen diseminados en distintos árboles». «A veces yo meditaba de esta suerte…», acaba, y no hay que darle muchas vueltas para entender el significado de ese árbol aislado, sobre un lugar elevado y con una especial atracción para las aves. Si s’Arxiduc subtituló sus Canciones de los árboles como Ensueños de invierno en mi jardín de Ramleh, su libro sobre el mar de Mallorca –su otro espejo– lo titula Somnis d’estiu ran de mar –«Sueños de verano cerca del mar»– del mismo modo que su libro sobre el naufragio del primer Nixe lo subtituló Un sueño de una noche de verano. No deja de ser curioso que sus textos más íntimos aludan a ese estado entre el sueño y la ensoñación. Llorenç Villalonga, en su novela Mort de dama, hizo un chiste cruel sobre el mallorquín del archiduque Luis Salvador. En un baile del Círculo, el príncipe austríaco le dice a la dama con la que danza que le gusta su peste –o sea, que apesta–, para decirle que le gusta su perfume –o sea, que huele muy bien–, pero cualquiera que lea Somnis d’estiu ran de mar percibe no sólo su voluntad de dominar la lengua de la tierra que habita, sino su especial sensibilidad en hacerlo y también su afecto hacia ella. Con la alegre fatalidad de que el mar amado es adecuadamente nombrado en la lengua que lo recrea. Y algo de esa alegría desprende el catalán de Luis Salvador: la alegría del dominio de una lengua nueva – hay estudios que identifican esa sensación en la misma zona del cerebro que el orgasmo– y el baño juguetón en ella, como uno de esos delfines que tantas veces avistó desde el Nixe. Somnis d’estiu ran de mar es un libro de plenitud y al mismo tiempo un libro donde la soledad es libertad. Como siempre lo fue el mar para el nomadismo del príncipe ilustrado. El mar, alejado de libros y museos y de la gente –escribe– que no necesita los pensamientos de los otros, de la gente para la que la mejor escuela sería leer el gran libro de la naturaleza. Y añade: «Molts creuen que per acreditar la seua actividat tenen que demostrarla sempre exteriorment, maldement no sía més que fent un cigarret, però s’olviden de dirigir aquesta actividat interiorment, procurant ennoblir y perfeccionar el seu esser espiritual; en mitj de sa confusió originada per s’actividat 2 88 exterior, olviden lo que está mes a prop d’ells meteixos. La vida contemplativa es ridiculisada com sa vida d’un malfaner, y s’actividat més alta, que és s’ennoblirse a sí mateix, es insultada» (sic). Nada escapa a su mirada: flora y fauna, geología y paisaje y clima, pero sobre todo, Somnis d’estiu ran de mar, es un libro de amor. O mejor: un libro que nos da la medida del amor –o las medidas del amor– en el Archiduque. Como una canción y una oda y una celebración. Sin fondo elegíaco ni lamento por la pérdida. A menos de cinco años de su muerte, Luis Salvador de Austria escribe su libro más feliz y el agradecimiento por la vida se destila en todas sus páginas. La decadencia aún no ha vencido y sus primeras señales hacen que s’Arxiduc se reafirme aún más en lo que más amó. En lo que más ama: el mar. Pero lo hace –y esto es curioso– desde la costa, ran de mar, no a bordo del Nixe, en plena travesía, no, sino desde la costa, como un pescador de caña. Es el gran amor descrito desde las pequeñas cosas. «Algunes roques submarines están verament encatifades de erissons… Com qui destaquen amb son color violeta fosch, de ses roques groguenques, quant están escampats aparenten com una pell de pantera extesa a n’es fons de la mar» (sic). Y su frase final, un aviso de lo que ha de venir o está ya y de ahí la necesidad de reafirmarse en lo que nunca falló: «després de sa tempestat casi bé un no regoneix els llochs familiars» (después de la tempestad, uno casi no reconoce los lugares familiares). A veces he pensado que Somnis d’estiu ran de mar debería leerse como un epitafio. Feliz y pleno, pero epitafio: el que el archiduque Luis Salvador quiso para sí mismo. Sin concesiones a nada más. El que no tendría en Brandeis, entre el eco de los cañones, la humedad, la desolación, el frío y las lluvias. Como otro epitafio, aunque diferente y muy contenido, es Catalina Homar. Epitafio y revisión, cuando ella ya no está. De los tres libros archiducales, éste es el más antiguo. Cuando lo escribe, s’Arxiduc tiene 57 años. Realidad y leyenda nos sugieren que es en este libro donde el archiduque Luis Salvador podría haber escrito su particular teoría del amor. Y que esa teoría, fruto de su vitalidad romántica y gusto intelectual por el espíritu ilustrado, más la práctica del amor libre –siempre que él fuera el timonel–, habría dado un pequeño tratado amoroso de gran interés, proyectado sobre la figura de Catalina Homar, con el trasfondo callado, quizá, de otras personas deseadas. Tiene la edad, la experiencia, la sabiduría y la posibilidad de hacerlo. Sin embargo no lo hace. Hay más amor –tanto en el sentido pasional como en la delicadeza o intensidad de sentimientos– en Somnis… o en Ramleh…, que en Catalina Homar. ¿Pudor? ¿Clasismo? ¿Cansancio? ¿Devolución de cosas y personas a su lugar natural? ¿Ocultación de lo que a nadie ha de incumbir en el futuro? Aquí no se trata de si Catalina Homar amó, o no, al Archiduque, sino de cómo quiere el Archiduque que se entienda su amor –o su afecto– por la payesa valldemossina que le escribía cartas, reclamándolo en su lecho con pétalos de rosa entre las sábanas, y que él convirtió no tanto en «madona» como en «senyora» de facto de su predio S’Estaca y la llevó de viaje allí donde quiso: desde Venecia y París hasta Jerusalén. Catalina Homar es, sobre todo, el texto de un señor agradecido a los cuidados de una de sus sirvientes, poseedora de una gracia especial, de una sensibilidad distinta y de un hábil talento para dirigir personas, tierras, cosechas y animales. Y en su momento, para seducirle y desde esa seducción hacerle compañía y aconsejarle. En el fondo no es sino eso. Envuelto en una serie de descripciones etnológicas –del cultivo de la viña a la pesca o el contrabando– y paisajísticas, que también son una forma de retratarla a ella. La naturaleza, en el Archiduque, es la que aporta la pintura. El negativo, digamos, de la estatua blanca que le dedicó y puso, años más tarde, en el centro del jardín de Son Moragues. Pero poco más. Cuando Catalina muere, Luis Salvador lleva seis años sin visitarla. Por mucho que ella se lo recuerda y solicita, el Archiduque le escribe contándole algunas de las cosas que ocurren a su alrededor, o hablándole de su trabajo o preguntándole por el suyo, pero no va más allá. Se habían despedido frente a la luz gris de La Salute veneciana. Ya muerta vuelve a hacérsela suya desde Ramleh, y la sublima comparándola, por ejemplo, con Sissí –lo que le costó un disgusto en Viena y la retirada del libro– o la silencia a su gusto, entre algún que otro arrebato sentimental y apuntes sobre su bondad e inteligencia. Es a lo que está acostumbrado: «Soplaba un frío viento del noroeste, que azotaba lúgubremente los penachos de las palmeras y en la playa desgranaban las olas su triste ritmo. Mi celda se me hizo insoportable. Veía a la buena Catalina, con su mantilla y su cruz Textos en castellano sobre el pecho, yertos todos los rasgos de su semblante. Todo lo veía como si estuviese presente, y fue la verdad… Encontró la vida en su muerte, pero yo, deshecho y con la emoción del dolor, me puse a escribir estas páginas que quiero terminar asegurando que sí es posible que exista sobre la tierra otro corazón tan bueno como el de Catalina, pero es imposible que lo haya mejor». Aunque él ya hiciera un tiempo largo que no frecuentara ese corazón y escribiera ese comienzo en Ramleh, tan lejos de S’Estaca. Ahí vuelve a estar la pulsión archiducal –tal vez pura necesidad neurótica– del control. En lo patrimonial, por educación; en lo humano, por carácter. El niño que jugaba en un árbol de los jardines Bóboli en Florencia, rodeado de monos, es el mismo que en medio de la naturaleza –sean árboles, mar, o finca de viñedos– hace y deshace entre su gente y rige su destino o –incluso– su manera de pasar a la historia o a la leyenda. Hasta que también su gente se le escapa entre las manos cuando ese control decae por debilidad, desinterés o cansancio. El corpus de una obra literaria, científica o filosófica es siempre la proyección de un individuo, su manera de interpretar el mundo y una forma de interpretarse a sí mismo. (Y al fondo de eso otra pulsión o necesidad: la de hacerlo para mantenerse vivo, o para vivir de la única manera que se sabe). En el caso del archiduque Luis Salvador Habsburgo-Lorena es monumental en los tres aspectos. Uno piensa a veces –y he pensado mucho desde mi adolescencia en s’Arxiduc, uno de los regalos que me ha hecho Valldemossa– en cuántas vidas necesitaría un hombre, hoy en día, para vivir y hacer todo lo que vivió e hizo él. Y cuando pensamos que lo que sabemos de su vida y obra en Mallorca, lo reprodujo a su manera en otros paisajes, lugares y casas del Mediterráneo, entonces esa vida –y su actividad intelectual correspondiente– se multiplica ad infinitum y se adentra en lo desconocido. Para descifrar ese desconocimiento están los libros más íntimos y ensimismados de Luis Salvador. No los escribió con este fin, pero son su legado más desnudo. Allí donde más cerca de él nos ha permitido estar, por haber sentido la necesidad imperiosa de que estuviéramos. Me refiero a sus lectores, claro. Aquellos que siempre supo que se irían reproduciendo en el tiempo, equidistantes del mito y de la leyenda. Como el mar, los árboles o la figura de Catalina Homar. El parque del Archiduque, bajo el sol latino Gabriel Janer Manila La relación del archiduque Luis Salvador de Austria con la gente de letras de la Mallorca de la segunda mitad del siglo XIX fue tan vigorosa como fértil. Entabló amistad con los escritores más emblemáticos de la época, los hombres y mujeres que iniciaron la recuperación del cultivo literario del idioma, al tiempo que invocaban los grandes nombres de la tradición y su obra, en especial la figura de Ramon Llull, y les animó a emprender una aventura que, a pesar de que sentó las bases de la literatura moderna, aún no nos atrevemos a calificar como «resurgimiento». Había llegado a la isla a principios de septiembre de 1867, en el vapor Rey Don Jaime II, procedente de Ibiza. Era joven –tenía veinte años–, se ocultaba tras el nombre de Ludwig, Graf von Neudorf, le acompañaba un caballero de mediana edad y un criado. Sin embargo, en aquel viaje, poco antes de alcanzar las costas mallorquinas, conoció a otro viajero –Francisco Manuel de los Herreros– que desempeñaría un papel decisivo en su relación con la isla, que le orientó en el conocimiento y el estudio de los materiales etnológicos, geográficos e históricos que el Archiduque recopilaba para su gran obra Die Balearen, y a su vez se convirtió en el administrador de sus bienes. Fue a través de Herreros que Luis Salvador estableció relaciones con los escritores de la isla y con ellos participó en las labores de dignificación del idioma. Era joven y la tragedia había golpeado duramente su corazón. «Llegaba a la isla de los naranjos y del verde helvético –ha escrito Miquel Dolç–, no como un príncipe de leyenda fulgurante, sino como un náufrago, arrastrado por una corriente inexorable de catástrofe.» DOLÇ (1983:120) La ciudad que se encontró era un lugar decadente, desordenado, «sin agua corriente, desmadejada por el caos urbanístico, sin gobierno y sin ambiciones, satisfecha de su decadentismo […] tardes a caballo entre dos luces, tedio invernal, largas noches junto al brasero o la chimenea leyendo a la luz de un quinqué, mezclando todo tipo de documentos, intentando no perder el pulso de los tiempos y la corriente de los acontecimientos continentales, sin embargo tan lejanos, vistos desde la isla.» MELIÀ (1968:17) No obstante, fue en este am- biente cerrado de la ciudad mortecina en la que hacia mediados de siglo un pequeño grupo de hombres decidió imaginar que el idioma del país podía ser un instrumento magnífico para la literatura. Es cierto que el lenguaje hablado en la isla se había mantenido incontaminado, quizás debido a su aislamiento, vivo como la plata, como el agua que brota del nacimiento de una fuente. El problema no radicaba en el material con el que debían escribir, sino en las dificultades derivadas de los condicionamientos sociológicos. El sucursalismo provinciano y la marginalidad –llamémoslo autoodio– se habían enquistado como un estigma en el alma de los mallorquines hasta el extremo de que los jóvenes que se marchaban de la isla decididos a estudiar fuera de Mallorca disimulaban su procedencia tanto como les era posible. Cuando Pere d’A. Penya hizo públicas sus primeras poesías, hacia 1835, la gente se rió de él. Consideraban que la lengua de los mallorquines únicamente valía para provocar las risas, porque era la adecuada para la gracia burda y el divertimento vulgar. También se burlaron de Marian Aguiló, al ver que optaba por cultivar el idioma del país, porque imperaba su descrédito entre la buena sociedad. Probablemente deberíamos fijar la atención en un punto especialmente atractivo y enigmático a la vez: la abundancia de apellidos xuetes (de origen judío) entre los primeros miembros de la Renaixença. Debemos citar los nombres de Tomàs Aguiló i Cortès, de Tomàs Aguiló i Fuster, de Tomàs Fortesa, de Jeroni Fortesa, de Josep Tarongí, de Ramon Picó, de Marian Aguiló..., y, al tiempo, referirnos al ardor mesiánico con el que invistieron su tarea. En una carta de presentación que escribía Tomàs Aguiló i Fuster a Joaquim Rubió i Ors (Lo Gaiter del Llobregat), en 1843, se refería a su primo Marian Aguiló afirmando que era el «Mesías de la poesía mallorquina» RUBIÓ I LLUCH (1903-1904:248). Mientras tanto, clamaban por la lengua que habían heredado «con misteriosas esencias recibidas con la leche» OLIVER (1948:395). La lengua, que brotaba viva del pueblo, era asimilada por aquellos escritores tocados por un soplo de romanticismo como un beneficio que recibían por vía natural, a través de la leche materna. La imagen procedía del camino de la propia tradición. Un verso de la Oda a la Pàtria de Bonaventura Carles Aribau explicita en qué idioma había sonado su primer llanto «quan del mugró matern la dolça llet 28 9 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s bevia.» ARIBAU (1833:3). También, Jeroni Rosselló había escrito «en ton bressol me gronxares; / vull en tos braços morir», ROSSELLÓ (1920:484). En el caso de que no pudiese ser a través de la leche materna, el idioma se filtraba por medio de la leche alquilada del ama de cría. Así fue para Marian Aguiló, ya que «la madre no pudo amamantar por sí sola a aquella criatura, y el ama de cría que le escogieron, por una coincidencia extraña, era una campesina antigua, con el cuerpo y el alma sanos, herida por el mal de la imaginación» OLIVER (1948:397). No obstante, ¿en qué consistía el «mal de la imaginación»? Dice que «sabía canciones, recordaba cuentos, cantinelas y ocurrencias de picat. Cuando empezaba a hilvanar historias de embrujos y de reyes que tenían tres hijas… podías escucharla horas interminables, porque las contaba de maravilla. Aquella mujer, excelente y sencilla, había recopilado poco a poco el patrimonio de la sabiduría popular, y era un archivo viviente de la tradición poética…» OLIVER (1948:397-398). También Pere d’A. Penya narra en un poema titulado A ma llengua su relación amorosa con el idioma a través de las canciones que oyó cantar a su ama de cría campesina. Fue el contacto precoz con la literatura de transmisión oral que le contagió el gusto por la expresión literaria y el amor por el idioma de su pequeño país. Aún muchos años más tarde, Maria Antònia Salvà escribía en su libro de recuerdos y añoranzas: «Mi afición a los versos y a las canciones casi podría decirse que me es innata. Mi ama de cría –una campesina joven y robusta, apodada “Flauta”, para quien yo no tenía defecto alguno– solía decir que, cuando me destetó, ya sabía un sinfín de canciones.» SALVÀ (1955:7). El idioma que llegaba canalizado por medio de la leche poseía el vigor de la naturaleza, el sabor de la tierra. Ciertamente, hacia mitad de siglo, durante el predominio del partido moderado, se acentuó el provincianismo y la castellanización, hasta el extremo de que en 1855 se proyectó la publicación de un diccionario mallorquín-castellano, con el objetivo de conseguir la desaparición «del dialecto mallorquín a lo menos en el trato con las personas cultas». BALCELLS (1980:328). A pesar de la persistente castellanización de la isla, «una minoría intelectual sintonizaba espontáneamente con el movimiento cultural de la Renaixença» BALCELLS (1980:329), cuya primera manifestación fue la publicación de la revista semanal La Palma, entre 1840 y 1841, 290 dirigida por Antoni Montis, Tomàs Aguiló y Josep M. Quadrado. Su trayectoria fue breve, dado que únicamente se llegaron a publicar treinta números. Mas «de aquella revista redactada íntegramente en castellano, nació el ambiente que propició que la Renaixença se extendiese hasta Mallorca y que los escritores mallorquines intentasen expresarse en nuestro idioma, e incorporarse así a la literatura catalana.» LLOMPART (1964:21). La Palma inició el proceso que llevaba a la recuperación de la tradición literaria propia, aunque desconocemos si fue de un modo inconsciente por parte de sus promotores. Y abrió nuevos caminos, y sembró ideas renovadoras. Nacía de unos hombres que aún se movían entre las luces del despotismo ilustrado, pero que habían empezado a beber del agua de la exaltación romántica. La revista dio a conocer por primera vez en Mallorca los nombres de Victor Hugo y Lamartine, de Manzoni y Schiller, al tiempo que incitó a los jóvenes a cultivar el catalán como lengua literaria. Era una minoría culta, pero que se reproducía en Cataluña y en la Comunidad Valenciana y que se sentía solidaria con la empresa de recuperar el uso literario del idioma, a la vez que tomaba conciencia de la unidad lingüística. El prototipo de este movimiento fue Marian Aguiló, poeta, filólogo, folklorista, bibliógrafo y uno de los impulsores de la Renaixença. Se propuso fusionar lo procedente de la tradición culta con la herencia de la tradición oral. Había estudiado Derecho en la Universidad de Barcelona, fue director de las bibliotecas de las universidades de Valencia y Barcelona. Percibió «la unidad de la lengua con tanta precisión como equilibrio, y supo transmitir a los escritores insulares una pauta literaria segura.» BALCELLS (1980:330). Manuel Sanchis Guarner hizo referencia a los escollos idiomáticos que tuvieron que superar los iniciadores de la Renaixença, «para convertir en vehículo de expresión literaria una lengua hasta entonces despreciada y envilecida por una decadencia secular.» SANCHIS GUARNER (1987:16-17). Acerca de estos hombres, empeñados en la recuperación del uso literario del idioma, a veces en desacuerdo sobre el modelo lingüístico que debían adoptar, arcaizantes uno, modernizadores los otros, habló el Archiduque en su obra Die Balearen, particularmente en el segundo volumen, al tiempo que dejaba constancia de una tradición literaria que se remonta a Ramon Llull y pone de manifiesto sin exce- sivas rupturas la continuidad de la creación con la lengua del pueblo, a lo largo de los siglos: Fra Ginebreda, Jaume d’Olesa, Pere Llitrà, Perelló de Pacs, Francesc Aulesa, Guillem Roca, Josep Togores... Una tradición probablemente escasa, pero que llevaba a pensar que no se había roto el hilo. Sin embargo –afirma el Archiduque– «en la primera mitad de nuestro siglo se produjo entre los autores mallorquines un resurgimiento que dio lugar a que algunos acordaran su lira con los entrañables tonos vernáculos.» HABSBURGO-LORENA, L.S. (1985:252). No soslaya el vigor con que se manifestaba la poesía popular, que, con frecuencia improvisada por los glosadors, llegaba a las clases populares por la vía de la oralidad. La literatura circulaba a través de la voz, pero a menudo quedaba grabada en la memoria de la gente: «existe en los mallorquines, desde muy antiguo, una gran predilección para el arte de la poesía. En consecuencia, en el transcurso de los siglos, han ido amontonándose, poco a poco, una gran cantidad de composiciones populares, entre ellas muchas dramáticas, pero más especialmente lieder que constituyen el gran tesoro del pueblo.» HABSBURGO-LORENA, L.S. (1955:92). Luis Salvador nos dice que muchos de aquellos glosadors no sabían leer ni escribir, pero no estaban faltos de inspiración poética y, muchas veces, sorprendían por la belleza de las imágenes que utilizaban y la sutil profundidad de sus pensamientos. Hace un inventario de estos poetas desde el siglo XVI y ofrece una relación de los más conocidos hasta el siglo XIX. En ella aparecen los nombres de Dionís Silvestre, que participó en la revuelta de las Germanías, de Joan Catany y de Sebastià Gelabert, Tià de sa Real, de Gabriel Mateu, de Josep Seguí... También recoge una parte importante de la obra de los glosadors y recopila canciones anónimas que rescata de la memoria colectiva, con frecuencia canciones de amor y de cortejo. Cuenta que, en un hostal de Llucmajor, mientras su grupo de compiladores de materiales etnológicos descansaba durante las horas calurosas del mediodía, una joven cantó una canción que le quedó grabada en el pensamiento: «Si amb aigua dels ulls podria / donar goig al qui voldria, / me posaria a plorar, / faria créixer la mar / divuit passes cada dia...» HABSBURGO-LORENA, L.S. (1955:95). Luis Salvador se conmueve con el esplendor de la poesía del pueblo y se emociona con ella, sobre todo si la canta una campesina joven. En otra ocasión en la que escucha- Textos en castellano ba el gorjeo de un pájaro, sentado en el límite de un acantilado, junto al mar de Sa Foradada, a las modulaciones del ave se unió la voz de una joven. Era el ocaso. Le impresionó la analogía que existía entre la cadencia del canto del pájaro y la voz humana. Quizás, comenta el Archiduque, expresaban un mismo pensamiento. La muchacha que cantaba entre las rocas era Catalina Homar. Recogía la sal que el mar había depositado en las concavidades de las rocas. Y cantaba: «Oh mar blava que ets de trista, / en mirar-te ploraré; / perquè te n’has duit mon bé / de davant la meva vista.» HABSBURGO-LORENA, L.S. (2000:28). Afirma que, al verlo, calló y se le acercó sonriente. Ese día ambos iniciaron una historia de amor, quizás desdichado y tortuoso. Además del cancionero antiguo, el Archiduque exploró el campo de la narrativa oral, y rastreó especialmente el territorio de los cuentos populares, las antiguas rondalles (cuentos populares), que reunió, hasta cincuenta y cuatro etnotextos, en un compendio publicado en Würzburg en 1895, un año antes de que Mossèn Alcover editase el primer volumen de su Aplec de Rondaies mallorquines, aunque algunas de ellas ya habían aparecido anteriormente en diversas publicaciones periódicas. En una introducción posterior desvela qué criterios aplicó en la investigación y cómo le orientó Antoni Penya, hijo de Pere d’A. Penya. También nos narra que las ha recogido tal y como salieron de la boca de los narradores, como él dice, impulsado por una cierta exaltación romántica, «de la boca del pueblo», y se deja transportar por el mito de la inocencia y la ingenuidad del pueblo. También, su voluntad de rescatarlas del olvido: «En Mallorca hay un gran número de cuentos y permanece hoy todavía un gran campo abierto para todos los folkloristas antes de que los vientos niveladores de la cultura moderna lo hayan cubierto todo de tierra y polvo.» HABSBURGO-LORENA, L.S. (1994:17). No resulta exagerado afirmar que nos encontramos ante «un cúmulo de datos que aportan mucha luz sobre la historia social de la isla. Se trata de los últimos momentos de una sociedad esclavista.» JASSO, V. (1994:10). No obstante, no se puede entender la relación del Archiduque con la intelectualidad de la isla sin mencionar la aportación de Francisco de los Herreros i Schwager, que durante más de cincuenta años fue director del Institut Balear, la institución que estimuló el estudio, la inquietud por el conocimiento científico y la práctica literaria de muchos mallorquines. Francisco de los Herreros es uno de los nombres más prestigiosos, imprescindible a la hora de comprender los movimientos culturales de su época. «Su nombre va íntimamente unido, y con todo tipo de honores, a la historia del siglo diecinueve en Mallorca. Ante todo maestro, dedicó su tiempo de ocio a ejercer de apoderado del archiduque Luis Salvador de Austria, de quien fue su mano derecha tanto en la preparación de obras literarias como en la realización de operaciones de compraventa. Tras las páginas precisas, minuciosas y documentadas del Archiduque a menudo se reconoce el trabajo oscuro y anónimo de aquel gran hombre que era el Sr. Herreros i Schwager.» MELIÀ (1968:47). Probablemente, a él le debemos que Luis Salvador decidiese instalarse en la isla. Era el hombre en quien podía confiar, la persona bien relacionada, hablaba alemán… «En 1867 el Archiduque recorrió Mallorca durante un mes, y por ello se puede afirmar que tuvo tiempo de conocer superficialmente la isla. Sin embargo, conocer a Francisco Manuel de los Herreros en este viaje permitió que, entre 1867 y 1872, fuese recibiendo un alud de información sobre Mallorca para redactar Die Balearen. La cantidad y calidad de la información recibida convirtieron Die Balearen en la mejor obra del Archiduque, pero gran parte del mérito reside en la labor de recopilación de Francisco M. de los Herreros.» CAÑELLAS SERRANO (2000-2001:145). A su vez, la información que Herreros le hizo llegar sobre Miramar trastocó la percepción que el Archiduque tuvo de la finca en su primera visita. Luis Salvador compró el predio de Miramar en 1872, de modo prácticamente fortuito, si damos crédito a la narración que nos brinda en Lo que sé de Miramar, publicada en 1911. Tenía veinticinco años y había quedado prendado del lugar. De las casas viejas, quizás las ruinas del antiguo Colegio de Ramon Llull, de los olivares, de la torre derruida, de la capilla, de la historia que ahí se respiraba, de los silencios del mar, del misterio secreto del paisaje. Pronto emprendió su reforma, hasta convertir Miramar en uno de los lugares más hermosos de la isla, y pasó a ser su residencia habitual. Su amor por las tierras de Miramar surgió a través de las historias que le contaron. Se las narraron, probablemente, con aquel punto de pasión que caracterizaba a los primeros integrantes de la Renaixença. Y a través de ellos –sobre todo de Jeroni Rosselló y de Mateu Obrador– se sintió seducido por Ramon Llull, por la lengua en la que había escrito su obra, quizás como él, loco de amor. Fomentó y patrocinó el estudio y la publicación de las obras de Llull, reconstruyó la capilla de la Trinitat, en Miramar, y le dedicó otra capilla de estilo neorrománico y planta circular sobre un peñasco aislado, casi inaccesible. La reconstrucción de las casas fue minuciosa y pulcra, «principesca», ha afirmado Miquel Dolç, con el objetivo de devolver «la fisonomía estética y espiritual al maravilloso escenario de Miramar, formado por bosques de encinas, pinos y olivos, de declives vertiginosos y acantilados que sumergen en el mar el brazo impresionante de Sa Foradada, donde Ramon Llull fundó en 1276, bajo los auspicios de Jaime II de Mallorca, su famoso colegio de lenguas orientales.» DOLÇ (1983:121). Mientras edificaba y restauraba casas y bancales, ampliaba sus dominios con nuevas adquisiciones de terrenos, abría caminos y erigía miradores abiertos sobre los valles y el mar. A Miramar acudieron invitados sus amigos. El propio Archiduque nos lo narra con estas palabras, escritas en 1911: «Mucha gente vino a Miramar después de que fuese restaurada y pisaron las piedras viejas de la entrada, donde quizás resonaron las huellas del fundador. De uno solo, entre los muchos que vinieron, hágase memoria: mosén Cinto Verdaguer. En diversas ocasiones había venido a pasar unos días conmigo; le gustaba mucho la paz de estas alturas...» HABSBURGO-LORENA, L. S. (1951:88). Alojó a su madre, la gran duquesa de Toscana, al gran duque Vladimir de Rusia, a Eduardo de Inglaterra, a la emperatriz Isabel de Austria, musa enigmática de los poetas Miquel dels Sants Oliver: «El sol llatí ha besat / un pàl·lid alabastre. Antígona ha passat / i encara en queda rastre.» OLIVER (1948:77), y Llorenç Riber: «per aquí filà amb pas mut, / i amb frec de seda suau / l’Emperadriu dolorida...» RIBER (1949:165), la emperatriz de la soledad, la denomina Riber, que tituló ese poema «El prec errant del pelegrí a Nostra Dona de la Guarda», porque una figura de la Virgen de la Guarda de Marsella, tallada en mármol blanco, fue un obsequio de la emperatriz para la capilla de Miramar y es igual a la que ella tenía en el Achilleion de Corfú. También lo visitaron Gaston Vuillier, el geólogo Martel, Santiago Russinyol, Rubén Darío, Unamuno... La fiesta en Miramar, en enero de 1877, celebrada bajo la advocación de Ramon 291 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Llull, con motivo del sexto centenario de la fundación del Colegio, marca probablemente el punto más álgido de las relaciones entre el Archiduque y los hombres de la Renaixença. Ese día se congregaron bajo la presidencia de la madre del Archiduque veinticuatro poetas que leyeron los versos que habían escrito para la ocasión. «Invitó el príncipe a los primeros escritores y poetas de Mallorca. La fiesta es de las que no se pueden olvidar. Estaba presente la madre del Archiduque, que fue la última gran duquesa de Toscana. Asistieron aquellos barones venerables que se llamaban don Josep M. Quadrado, don Francisco Manuel de los Herreros, don Tomàs Aguiló, don Jeroni Rosselló, don Josep Lluís Pons i Gallarza, Tomàs Forteza, Gabriel Maura, Bartomeu Ferrà, Penya. (...) Costa i Llobera, desde Barcelona o Madrid, no lo recuerdo bien, –era un estudiantillo–, envió una de sus más espléndidas poesías de la primera época… […] Joan Alcover también compuso una poesía catalana, una de las escasísimas de su primera época…» OLIVER (1948:496497). Había presentes tres generaciones de escritores, desde los patriarcas –Jeroni Rosselló, Pere d’A. Penya, Marian Aguiló–, a los jóvenes de veintitantos años. «Allí se reunieron, pues, bajo la advocación del mayor genio de nuestra lengua, tres estilos diferentes, tres formas de entender la literatura […] Aquella asamblea equivalía casi a una transmisión de poderes.» LLOMPART (1964:73). Además de la gran duquesa y los poetas, asistió al festejo la tripulación del Nixe, una representación de la Causa Pia, otra del Institut Balear, y un gentío procedente de los pueblos y las ciudades. Se colocaba la primera piedra de la capilla circular dedicada a Ramon Llull. Luis Salvador había traído una piedra desde Bugía, hubo exposición mayor del Santísimo en una custodia traída especialmente de Austria… Aquellos escritores ochocentistas estaban conmovidos por la idea de que un príncipe hablase catalán y llegase a escribirlo. Es más, se sentían honrados por ello, dado que no había sucedido desde Fernando el Católico, a pesar de que no era plenamente veraz que lo hablase, aunque Baltasar Gracián tenía la certeza de que sabía algunas palabras. Les halagaba que «nuestra lengua» volviese a sonar en labios reales, «tras cinco siglos de haber sonado acaso por última vez en los labios de Fernando el Católico, el catalanote, de quien Gracián conserva algún dicho citado en catalán.» OLIVER (1948:495). Desde 292 ese momento, –lo escribe Joan Alcover en el poema «A S. I. i R. l’Arxiduc d’Àustria en Lluís Salvador en la festa literària de Miramar»: «L’escut de nostra pàtria per ell més pulcre brilla, / i amb nou perfums de glòries / los camps de Miramar han reverdit.» ALCOVER (1951:113). No obstante, Miquel dels Sants Oliver iba más lejos. En 1912, en un comentario a Lo que sé de Miramar, que el Archiduque había publicado el año anterior, escribía que se trataba de un «libro, tan cargado de emoción para un mallorquín y que a todos los catalanes interesa, puesto que en él un Habsburgo moderno ha distinguido nuestra lengua, renovando la tradición austríaca frente al sentido felipista.» OLIVER (1948:500). Con estas palabras Oliver regresaba a 1714 y 1715 y rememoraba la derrota de los pueblos catalanes y la pérdida de los usos públicos del idioma. Evocaba, quizás, la ilusión austricista. El poema de Joan Alcover finaliza con el elogio al mecenas, porque ha hecho posible la recuperación de la figura de Ramon Llull y ha otorgado prestigio a la lengua del pueblo. Posiblemente, Alcover no se percató de la doble intención con que podían leerse sus versos: «Benhaja, sí, l’egregi viatger d’ànima noble / que en llars humils s’escalfa sens orgull.» ALCOVER (1951:114). En hogares humildes se calienta… Prefiero no pensar que el poeta tuviese otras ideas en mente, más provocadoras, al margen del elogio. Muchos años después, en una conferencia pronunciada en el salón de plenos del Ayuntamiento de Palma, Alcover reivindica de nuevo la figura del Archiduque en la recuperación de los estudios lulianos y en la difusión de la vida del pueblo: «No hay en lo humano figuras ni celebridades intangibles. Discútase a Ramon Llull, con tal que se le estudie: filosofía, ciencias, artes, círculos, árboles, sistemas, combinaciones cabalísticas... Sepárese el oro de la escoria, los troncos de la hojarasca. Pasen por el crisol de la crítica sus centenares de libros. Todo menos el olvido, porque el olvido, el desvanecimiento de su imagen en la conciencia popular... eso significaría que se ha secado el alma de nuestro pueblo.» ALCOVER (1951:587). En la fiesta de Miramar, Joan Alcover leyó otro poema: «Mallorca i Ramon Llull», que introdujo con un verso bellísimo del Cant de Ramon, una metáfora en cuyo interior se unen el amor, la muerte y el mar: «Vull morir en pèlag d’amor.» Llull nos dice que solo podrá alcanzar la plenitud a la que aspira si es capaz de perderse en un mar de amor. Valdría la pena también citar los poemas que, años más tarde, escribieron Miquel dels Sants Oliver «A un voltor engabiat a Miramar», Gabriel Alomar «El voltor captiu», y Joan Alcover «El voltor de Miramar». Los tres parten de un mismo hecho: el Archiduque tiene cautivo en una jaula un buitre que un joven ha cazado en un roquedal de Es Teix. El ave ha perdido su aire salvaje y su vuelo es pesado, tiene las alas cerradas y se ha apagado su sed de libertad. Escrito en alejandrinos apareados, Joan Alcover proyecta en el poema su aventura estética, su anhelo de volar, libre, por los horizontes del arte, aunque es demasiado tarde para desprenderse de la toga y rechazar las comodidades del ave enjaulada. «Criada entre les boires que l’aspre cim esqueixa, / conserva l’au salvatge la majestat del néixer, / i, presa dins la gàbia del parc de l’Arxiduc, / els mons se reflecteixen a dins son ull mig cluc.» ALCOVER (1951:10). El poeta nos dirá cómo vive, asmática y con mucha gota, el ave desventurada, que añora las grandes marinas y los pinares. Nos dirá que le sirven comida tres veces al día, que se cae al suelo al intentar desplegar las alas, que es, recluido en la jaula, la encarnación del tedio, adormilado y pesado. Lejos de aquel otro buitre que, al ascender por el cielo de la marina, hacía sonar el batir de sus alas junto al pino de la orilla. Pero Alcover escribirá dos versos que zahieren, quizás sus versos más bellos y rotundos: «Bé ho sap la criatura crònicament sotmesa: / no és bo per esser lliure qui a ser esclau s’avesa.» ALCOVER (1951:11). No acierto a decir si el parque al que hace referencia Alcover era la Serra inmensa, o si era la isla, o quizás el Mediterráneo en su conjunto. El parque del Archiduque…, un mundo extraño bajo el sol latino. Bibliografía ALCOVER, Joan, 1951, Obres Completes, Edit. Selecta, Barcelona. ARIBAU, Bonaventura Carles, 1833, «La Pàtria», El Vapor, 24 de agosto, Barcelona. 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SANCHIS GUARNER, Manuel, Els poetes romàntics de Mallorca, Biblioteca Bàsica de Mallorca, nº 7, Edit. Moll, Palma. El Archiduque, personaje de ficción Maria del Carme Bosch En el año 1913 llegó a Mallorca Ernest Gaubert,1 coincidiendo con la presencia en la isla de Rubén Darío, huésped de Joan Sureda Bimet. Ambos se conocían. Tanto la estancia del francés como la del nicaragüense fueron provechosas en el plano literario ya que si éste escribió algunas poesías2 y capítulos de El oro de Mallorca, aquel redactó La mayorquine,3 después de aplicar el ueni, uidi, uici que suelen hacer todos los extranjeros que visitan la isla, demostrando que, con su cultura superior, en un santiamén conocen «lo suficiente» para hablar de nuestra vida y costumbres, sin tener en cuenta verdades o exactitudes. Sabemos que la escribía en el Círculo −según cuenta Màrius Verdaguer en el capítulo titulado «Ernest Gaubert en el Círculo Mallorquín» de La ciudad desvanecida−,4 y es presumible que los socios de dicha peña –Juan Sureda,5 por ejemplo− contribuyesen a ilustrar al novelista, cada uno, claro está, a su manera. En 1917, una vez publicada ésta, Màrius Verdaguer la critica,6 no encomiásticamente, por cierto, y provoca la réplica del autor,7 que se defiende de los reproches emitidos y contraataca con vehemencia. El capítulo decimocuarto de la novela se titula «El archiduque misterioso». Allí Gaubert comienza dando detallada cuenta de la retahíla onomástica del personaje, según acostumbra la gente de alta alcurnia: «Luis, Salvador, María, José, Rainiero, Fernando, Carlos, Zenobio, archiduque de Austria, de la rama no reinante de Toscana». Ofrece un detallado bosquejo del personaje: «Gran señor campesino y erudito»;8 «ermitaño, historiador, geógrafo, navegante, agricultor, descubridor de leyendas, el archiduque Luis Salvador presentaba al observador habitual un contraste muy acentuado de sencillez y altiveza» […] «De carácter negligente, sabio y familiar, devoto de actos y libertino de palabras, había rodado, a merced de sus caprichos, a través de todos los mundos del Mediterráneo» (Gaubert, 1918, 163). Menciona su biblioteca, repleta de documentos geográficos, pero sobre todo de filosofía hermética: «Gerber, que compuso La suma de la perfección de la Gran Obra, Razés, el árabe, Alberto el Grande, Arnau de Vilanova, Alain, el Doctor Universal, Roger Bacon, Jean Crémer, todos los investigadores ávidos de novedades, todos los exploradores de la ciencia desconocida, poblaban las estanterías de roble, interrogados a menudo por este príncipe que había huido de la corte y que, después de ver cómo se abrasaba viva su enamorada, pedía a la naturaleza, al sueño, a otras pasiones menos nobles, decían, el olvido y el descanso» (Gaubert, 1918, 163). Describe como preferida su finca de Miramar,9 en cuyos bosques prohibía la tala de árbol alguno ni aun de la más pequeña rama con el fin de devolver a la costa su vegetación salvaje y reservarse escondrijos desconocidos donde encontrar la soledad total que parecía desear ávidamente. Allí, prisionera en una enorme jaula, un águila encadenada contemplaba el mar.10 El lugar −asegura− era el refugio de los oficiales alemanes anclados en la isla al estallar la Guerra Mundial:11 «Este territorio, que los austro-alemanes de Mallorca casi consideraban un enclave austríaco sobre tierra española, paulatinamente se convertía en la cita de contrabandistas y pescadores adictos a la causa alemana» (Gaubert, 1918, 168). El propio cónsul, Herr Ruller, trasunto del verdadero Herr Alfred Müller,12 anuncia que al día siguiente de la derrota de los franceses y de los ingleses, dará una recepción triunfal al primo del emperador, en agradecimiento del apoyo recibido. En contraposición a este modo de actuar, Don Francisco de Borbón, capitán general de las Islas entre 1914 y 1916, se mantiene exquisitamente neutral. De todos modos, los sentimientos de la gente difieren. Si bien es conocida la hostilidad principesca y la de su entorno hacia Francia, algunos franceses no pueden olvidar la acogida solícita, la educada sencillez y la sombra romántica que lo rodea: «Contaban que se habían realizado unos trabajos misteriosos bajo sus órdenes, a lo largo de la costa, y hablaban de sondeos, excursiones nocturnas y cruceros por todos los archipiélagos mediterráneos. Este archiduque demostraba que tenía una predilección por las islas y calitas desiertas. Si quería, podía prestar unos servicios valiosísimos a la marina de su país» (Gaubert, 1918, 193-194). Ciertamente. Podría ser el mejor informante. Conoce a la perfección las costas mediterráneas; tiene amigos por doquier y de toda clase social. Planea como un ave sobre toda la vida de la isla. Precisamente en el capítulo xxii, titulado «El secreto de las islas», con motivo de la desaparición de Jean de Varatges a la entrada de la caverna del cap de Llevant de Cabrera, Gaubert tiene ocasión de incidir en este tema, objeto, sin duda, de las habladurías ciudadanas, basadas en la ayuda que anteriormente Luis Salvador había proporcionado a Édouard-Alfred Martel, descubridor del gran lago de las cuevas del Drac. Sir Archibald Multon, un personaje secundario de la novela, opina que el francés ha sido tragado en una gruta y, para demostrar su teoría, muestra un mapa de los canales submarinos del archipiélago, escrito en árabe, comprado a un anticuario. Mantiene que son navegables y 293 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s accesibles a las grandes embarcaciones, en consecuencia, aptos para un submarino, de ahí que se atreva a afirmar: «Todas las grutas de las tres islas mayores forman una sola y un único mar submarino que se extiende a lo largo de quinientos kilómetros con sus puertos, sus islas, sus calas, sus rabiones, sus arrecifes y sus simas […] ¿No se ha planteado nunca por qué, en esta isla, un inglés maniático y un archiduque austríaco se han encontrado y, a pesar de ser recíprocamente hostiles, no han chocado nunca? He adivinado qué finalidad tenía el Archiduque. El secreto del príncipe ya no lo es. ¿Ha sido a través del Archiduque o por sí solos que los alemanes han descubierto el secreto de las grutas? No lo sé» (Gaubert, 1918, 281-282). Y cuando el inglés y dos amigos más del desaparecido emprenden una osada expedición en barca en busca de éste a través de un mundo subterráneo maravilloso y fantástico, aparece un submarino alemán a las órdenes de Franz von Parrold que corrobora todas las hipótesis anteriores. En La mayorquine la aristocracia, la clerecía y los oficiales están a favor de los alemanes y el autor lo justifica: «El odio contra Inglaterra, el miedo a las ideas libertarias expandidas por España, por culpa de los franceses, según opinión general, la hostilidad contra Rusia, se unían para orientar las simpatías mallorquinas hacia Alemania» (Gaubert, 1918, 195), pero el motivo principal, además de los económicos en el futuro, se halla en la influencia de Luis Salvador, a quien la gente está agradecida por haber dedicado dos décadas de su vida a la isla, por haberla celebrado y dado a conocer, por haber atraído a una minoría de sabios, turistas y escritores. Por ello los mallorquines se ven obligados a agradecérselo, tomando partido por el país que su alteza representa. El cañamazo de una novela Mientras tanto, si hemos de dar crédito a sus palabras, en 1917, un joven Llorenç Villalonga de veinte años escribe Mort de dama. No la publicará hasta 1931 y, ni en la primera ni en la segunda edición, aparece alusión alguna a Luis Salvador de Austria.13 Màrius Verdaguer, en cambio, casi un decenio después, toma la delantera, publicando La isla de oro (1926).14 Esta novela, floja en nuestra opinión, describe al Archiduque y su entorno desde la óptica de un narrador, estudiante de Derecho y secretario de Don Francisco Manuel de los Herreros. Así sabemos que 294 el ilustre personaje es gordo y piernicorto, tiene cara amoratada de bebedor y sencillo el trato; va descuidado, sucio incluso, «parecía un Buddah de cobre disfrazado de marino mercante», dice en una ocasión el narrador (Verdaguer, 1985, 56). Como buen voyeur le agrada observar a los hombres y perros de S’Estaca que nadan a golpe de silbato: «Y el príncipe teutón se me antojó el padre Neptuno, que presidía irónico y satisfecho, todo aquel grandioso espectáculo, trocando su legendario tridente por un parasol encarnado» (Verdaguer, 1985, 61-62). Este príncipe, que pronuncia largos discursos «como un bondadoso cura que acabase de desembuchar una homilía» (Verdaguer, 1985, 63), tiene manías, fruto de su cultura: traduce con el narrador el texto latino de las Memorias de Pasek15 y avanza poco porque la lectura del texto le sugiere comentarios variados, además de que, a través de él, parece perseguir aquella reina Luisa «de los hombros blancos» que a cada momento sale mezclada con las intrigas de la corte polaca. Siempre enamorado del ideal, ya esté representado por la condesa Lydia o por el arte, la violinista traída de Praga; ya de Catalina o la naturaleza, la hija del mar, mecida en una concha, nacida de un tritón y una ondina; ya de un hombre de gran belleza, Zewi, el poeta hebreo con la cara de Jesús, en opinión del narrador. Catalina es la prosa, Lydia es la poesía; esta es el amor, aquella la inteligencia. Son dos princesas en el principado de Miramar, el único problema político de la nación pequeña y gloriosa, ya que la política proalemana del Archiduque, rodeada de misterio, se reduce a una pura anécdota.16 Miramar es un pequeño estado independiente de 424 habitantes sometidos a Luis Salvador I, su soberano. Así Zaleukos, el griego, lo comunica al narrador: «No habrá soldados que te detengan en la frontera ilusoria de este reino extraño, no habrá aduaneros que registren tu equipaje. Todo esto es vulgar e indigno. Pero yo te digo que la frontera está cerrada» (Verdaguer, 1985, 106). El Archiduque se lo había dicho de otra manera a Zewi y así lo recuerda el judío en el poema «Las siete lamentaciones Sionistas»: «Yo he creado una patria de ficción, luminosa y dorada, donde he escondido mi tedio y mis ocultos dolores» (Verdaguer, 1985, 179). El principado tiene su protocolo: todos se han de tratar de tú, solo al príncipe se le da el tratamiento especial de usted y la misa de las diez en la iglesia de Trinidad es un acto oficial. El narrador tiene miedo ante este ambiente extraño, refinado, mezcla de arte y extravagancia, que intuye lleno de pasiones terribles. La «corte» archiducal está formada por griegos, turcos, portugueses, alemanes, judíos y mallorquines: el pintor Chanko, el poeta Alensar, Zaleukos, Zewi, el doctor Rabenalt y el doctor Obransky, preceptor frustrado y estudioso lulista.17 Pronuncian largos discursos, son intrigantes, misteriosos, como si viviesen en una atmósfera embrujada y se hubiesen de proteger hasta de su propia sombra. Catalina se dedica a la cartomancia y juega a ajedrez con el capellán de la casa. Cuesta creer que en realidad hablasen así y actuasen de esta manera. Esta «corte» se mueve de un lugar a otro de las posesiones archiducales. De Son Galceran se trasladan a S’Estaca, de ahí a Miramar, a Son Marroig, a Son Moragues o al Nixe. Las fincas están descritas minuciosamente. El autor debió de tener ocasión de visitarlas para describirlas con toda fidelidad, en este caso sin necesidad de novelar. El anecdotario verdadero o falso que tradicionalmente se atribuye al Archiduque y su entorno no falta en la obra: así la venida del príncipe huyendo del desamor de la princesa Gretchen; el encuentro y prisión del buitre de Miramar, un huésped más de la casa, con cuidador y sueldo; los doscientos cuarenta perros de S’Estaca, asesinos de un ciudadano alemán, de quien solo quedaron el sombrero, los tirantes, las botas y los huesos,18 etc. El 13 de junio de este mismo año −1926− Llorenç Villalonga publica la crítica de la novela de su amigo Verdaguer en el artículo titulado «Una novela con estilo. La isla de oro» (El Día, 13-6-1926). Ignoramos si se vio forzado a hacerla por razones de amistad, pero lo cierto es que el ilustre escritor se manifiesta ahí maestro en el arte de divagar, huyendo del tema de manera sorprendente. Se refiere a la novela en general, expresa sus gustos y preferencias –tema que en adelante repetirá siempre−; celebra que en La isla de oro no haya figuras humanas ni psicología, o sea, color local: «Color local, afortunadamente, no hemos acertado a distinguirlo. Si algunos personajes viven o han vivido y se les designa por su nombre, ello no significa sino una especie de indiferencia del autor hacia las conveniencias sociales». Y celebra la descripción del barrio de la Calatrava que responde a la idea de Ortega y Gasset de presentar las cosas (figura o paisaje) estranguladas: «en la cual [descripción] las hediondas tenerías aparecen con Textos en castellano un colorido y estilización de “ballet ruso”». Anécdotas archiducales En la cuarta edición −definitiva− de Mort de dama (Barcelona, 1965), se encuentran alusiones a Gaubert y al Archiduque. En una conversación –aparecida por vez primera en el capítulo diecinueve, titulado «Así se escribe la historia»− entre el presidente del Círculo y dos señores de «Bé hem dinat», se manifiesta el estupor de todos ellos ante la publicación de un libro sobre Mallorca por parte de Miss Carlota Nell, donde «nos pone verdes», tras los pasos de George Sand, la adúltera que viajaba con un músico: «No es ella sola... ¿Ustedes han leído La majorcaine (sic) de Ernest Gaubert? Una verdadera injuria contra nuestra aristocracia» (Villalonga, 1965, 157). Es decir, Villalonga, asimismo habitual del Círculo, conoce a Gaubert y su novela, aunque sólo sea a través del capítulo que Màrius Verdaguer le había dedicado en La Ciudad desvanecida, en el año 1953. Mort de dama es una sátira de la sociedad mallorquina −lo sabe todo el mundo− y en esta sociedad, encabezada por la figura de Obdúlia Montcada, trasunto de Rosa Ribera, personaje real y tía del autor, se mueve el Archiduque. El novelista le califica de príncipe lunático, de corazón atolondrado y romántico, autor de estudios serios y de investigaciones científicas a la alemana, trotamundos y aventurero como Ramon Llull19 y, en resumen, de gran imaginativo y verdadero artista. Él protagoniza tres anécdotas, seguramente verdaderas, que nos lo describen como amante de la belleza, políglota, sucio y mujeriego. La primera procede de la señora Vives de Ribas –el autor suele introducir amistades en su obra−. Ella le relata que había llamado la atención del Archiduque un joven de dieciocho años que iba cada día desde Miramar a S’Estaca por un camino largo y malo. Al preguntarle por qué lo hacía así, él contestó que porque era más bello. El príncipe quedó admirado del sentimiento intuitivo de la belleza innata en los campesinos pese a su incultura y, a la madrugada siguiente, lo mandó a buscar. El autor ignora el final de la anécdota. La que sí conoce –corroborada por su hermano Miquel en el capítulo cuarto de su Autobiografía− es la referente al Archiduque y Doña Obdúlia o Rosa Ribera, que pertenece al gremio de personas que a veces se perfuman pero no se lavan. La acción transcurre en el año 1890 en un baile del Círculo. Villalonga aprovecha para describir con cuatro pinceladas el currículum del Habsburgo cuando éste se acerca a saludar a la dama: la huida de la corte austríaca, la llegada a Mallorca, la empresa del Die Balearen, la muerte de Vyborny, uno de los secretarios a quien dedica una estatua como más tarde la levantará a Catalina Homar, etc. Comentan el incidente de los perros de S’Estaca, una raza sin olfato conseguida por el príncipe, uno de los cuales ha devorado a un gañán por no haberlo reconocido. Luis Salvador hace la digresión pertinente sobre el olor de cada persona: «Todos hedimos», afirma. «Por el amor de Dios, alteza −protestaba doña Obdúlia. Todos, ¡no! −Todos, sí señora −seguía el príncipe ya perdido en sus imbrogli políglotos. Geruch. To smell. Odeur, en francés, y también puanteur. Hedor. Todos hedimos. Usted hiede. Doña Obdúlia se congestionaba: ¡Ah, no, señor! Yo no hiedo. ¡Quien hiede es vuestra alteza!» (Villalonga, 1965, 69-70). Luis Salvador no llegó a comprender la irritación de la dama y ésta acabó por tomarse a broma la teoría del Archiduque, a la postre un «cuelguis». En otra ocasión el autor nos traslada al baile del Círculo la noche de san Sebastián del año 1910, en el capítulo titulado «Aquel veinte de enero». El problema de los capitostes de la entidad se origina al plantearse quién ha de presidir la mesa, si el capitán general, don Enrique de Valois, o su primo Luis Salvador de Habsburgo. Ante la encendida discusión suscitada, se aplaza media hora la cena, mientras en un salón reservado, bebiendo champán, el general propone una aventura amorosa con una jovencita de dieciocho años que vive sola con su madre en un bosque cercano a Bearn. El Archiduque no queda atrás, pues conoce más cerca, en las afueras de la ciudad, un tabernucho regentado por dos hermanas gemelas… Los ayudantes del capitán general sabrán excusarlos. Están acostumbrados. Más de una vez se ha recibido un telegrama urgente de Madrid…: «Vámonos, mientras discuten nuestros derechos» (Villalonga, 1965, 107-108), propone el Valois-Borbón20 en secreta complicidad con el Habsburgo, poeta y lunático, y por encima de todo, seductor. Colofón Si Luis Salvador forma parte de las novelas de Gaubert, Verdaguer y Villalonga se debe a que era un personaje de su época lo suficientemente atractivo como para ser incorporado a la literatura del momento. El Círculo era el aglutinante de los escritores más o menos ociosos, que debían comentar los hechos y anécdotas de este personaje tan pintoresco, vulgar y excelso a la vez, mediterráneo y nórdico. Gaubert rompe el fuego publicando su novela coincidiendo casi con la muerte del príncipe −1915. Verdaguer lo hace más tarde. Villalonga ha de esperar un montón de años para poder editar fuera de la isla lo que había escrito cuatro décadas atrás. Gracias a ellos, tenemos un retrato del Archiduque muy alejado de su obra seria, avanzada, rigurosa y eterna. Todos ellos han fijado en otro género literario un anecdotario transmitido por vía oral que corría el riesgo de desaparecer en el transcurso del tiempo. Mediante la ficción han inmortalizado a un personaje de novela. Notas E. Gaubert (1882-1945) cultivó todo tipo de géneros literarios, desde la biografía, el ensayo y la poesía, hasta el teatro y la novela, si bien por una u otra razón no se le ha valorado excesivamente en las enciclopedias o historias de la literatura francesas. 2 Nos referimos a «La Cartuja», a las «Danzas Gymnesianas», a «Los motivos del lobo» y a «Valldemosa». A la primera estancia del poeta en nuestra isla pertenece la «Epístola a la señora de Leopoldo Lugones» donde, en el cántico vi, se refiere al Archiduque: «Hay no lejos de aquí un archiduque austriaco / que las pomas de Ceres y las uvas de Baco / cultiva, en un retiro archiducal y egregio. / Hospeda como un monje –y el hospedaje es regio−. / Sobre las rocas se alza la mansión señorial / y la isla le brinda ambiente imperial. / Es un pariente de Jean Orth. Es un atrida. / Es un cuerdo. / Aplaudamos al príncipe discreto / que aprovecha a la orilla del mar ese secreto». 3 La mayorquine: roman fue publicada en París, Georges Cres, 1917. El año 1988 apareció la edición catalana, traducida por J. Pomar y prologada por M. C. Bosch. Las citas del presente trabajo, traducidas por M. C. Bosch, corresponden a la octava edición, París, Georges Cres, 1918. 4 Véase La ciudad desvanecida, Palma de Mallorca, Imprenta Mossén Alcover, 1953, 45-50. 1 295 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s En otra ocasión he manifestado que presumiblemente él y miembros de su familia sean unos de los protagonistas de la novela (Gaubert, 1988, 7-13). 6 La Última Hora (27-10 y 3-11-1917). 7 La Última Hora (15-12-1917). 8 El novelista precisa en otra ocasión: «El estudio más preciso y más completo sobre las islas lo debemos al Archiduque Luis Salvador. Su compilación no aporta nada nuevo por lo que se refiere a impresiones o psicología. Aún así, ha descubierto fuentes ignoradas y lo ha visto todo y lo ha estudiado todo» (Gaubert, 1918, 193). 9 Gaubert visitó la finca el 7 de octubre de 1913, pero no estaba su propietario. Véase «L’archiduc mystérieux» en La Revue de Paris 1894-1970 (gallica.bnf. fr/ Bibliothèque nationale de France, p. 785). Agradezco la información a Lucía Garau Alemany. 10 Esta ave rapaz –águila según Gaubert, buitre para los demás− forma parte de la literatura insular. Joan Alcover le dedicó el poema «El voltor de Miramar»; Miquel dels Sants Oliver, «A un voltor engabiat a Miramar» y Gabriel Alomar, «El voltor captiu». 11 Gaubert cita las naves Hansa, Victoria Luisa, Fangturn para dar más verosimilitud a la descripción. Ciertamente, esta última estaba fondeada en Palma desde el comienzo de la guerra. El 23 de setiembre de 1914, tuvo lugar el amotinamiento de una parte de la tripulación y hubo veinte detenidos, según noticia de El Imparcial (24-9-1914). 12 Alfred Müller fue cónsul de Alemania durante veintiséis años. En muchas ocasiones dejó dinero a Juan Sureda. Gaubert aseguraba que no se refería a él, pero en un momento determinado de la novela alguien −¿el autor? ¿el cajista?− se confunde y lo denomina Müller (Gaubert, 1918, 156). 13 Así lo manifiesta en el prólogo de la cuarta edición «definitiva», precisando que Gráficas Miramar le publicó la novela en el año 1931 con una condición: suprimir todo lo que hacía referencia a Luis Salvador. Sí que apareció en la edición de 1954 (Barcelona, 1965, 8-9). En el trabajo presente citamos por esta edición, traduciendo las citas. 14 Las citas de este artículo corresponden a la edición facsímil de la segunda edición (Palma de Mallorca-Menorca, 1985). 15 Estas Memorias del polaco J. Chryzostom Pasek (1636-1701) fueron publicadas en 5 296 1836 por el conde Taczyuski. De ellas se han hecho numerosas ediciones. 16 Nos referimos a la misteriosa desaparición del Archiduque en el capítulo 13, sólo conocida por Catalina. Esta, a bordo del Nixe, ahora soberana de «la corte», informa de dónde se encuentra el señor al comandante Wilhelm Von Kuhle, a su segundo, Von Schwer, y al ayudante Von Schleienberger, procedentes del submarino U-36 (por cierto, fuera de la ficción, fue hundido el 24 de julio de 1915), los cuales exigen la presencia del príncipe para conducirlo al emperador a causa de haber estallado la guerra con Francia. Ella afirma que Luis Salvador había recibido un telegrama anteriormente y para entonces se encuentra ya en su patria. Nótese cómo Verdaguer coincide con Gaubert en el misterio. 17 En la traducción catalana de La ciudad desvanecida (Mallorca, 1977), hallamos el capítulo titulado «Don Mateu Obrador i l’Arxiduc Lluís Salvador d’Àustria», que no está en el original castellano. De su lectura se puede deducir que el autor podía contar muchas cosas a los contertulianos del Círculo y no sólo rumores. Nos referimos al hecho de que el preceptor de los ahijados archiducales durante el año 1897 no había cobrado ni un céntimo de su trabajo cuando decidió abandonarlo. Una carta de Obrador a Juan Sureda, que le deja 300 pesetas, da fe de esta manera de actuar por parte de Luis Salvador. Véase Pilar Montaner i Joan Sureda. Epistolari i Literatura, ed. M. del C. Bosch, Palma, 2011, 188. 18 Véase más adelante la coincidencia de la trágica anécdota en Villalonga. 19 El novelista señala otra analogía entre ambos: la contemplación del pecho canceroso de Ambrosia Costel·lo en el caso de Llull y, por parte del príncipe, la visión de la muerte entre llamas de su prometida. 20 Villalonga cambia el nombre y la fecha reales: Enrique de Valois en lugar de Francisco de Borbón y 1910 en lugar de 1914-1916. Los antiguos pitiusos Por Vicente Valero El archiduque Luis Salvador de Austria llegó por primera vez a Eivissa la mañana del 11 de agosto de 1867, desde Valencia, a bordo del vapor Rey Don Jaime II. Tal vez lo primero que haya que decirse aquí es que, a diferencia de otros viajeros anteriores y posteriores, y fueran cuales fueran las razones, no eligió Mallorca como punto de partida para sus itinerarios por las Baleares y, por tanto, para sus investigaciones. Esta decisión significó, en primer lugar, que, siguiendo de este modo con rigor el orden de su viaje, el primero de sus libros dedicados al archipiélago fuera precisamente el titulado Las antiguas Pitiusas, publicado en Leipzig sólo dos años después. Pero, en segundo lugar, significó que sus observaciones y pesquisas ibicencas, a diferencia también de las de otros viajeros anteriores y posteriores, se desarrollaron desprovistas de los prejuicios habituales con los que se solía aprovisionar abundantemente a los visitantes cuando empezaban su viaje en Palma1. Y esta circunstancia no parece poco relevante si tenemos en cuenta la notable inclinación del joven aristócrata a estudiar y describir preferentemente a las personas, su carácter y sus costumbres, su manera de ser y de vivir. Todo parece indicar que su intención era conocer las islas Pitiusas en no más de quince días, pero finalmente se sabe también que estuvo al menos una semana más por un motivo del todo inesperado: cuando a finales de agosto se disponía a partir en el barco hacia Palma tuvo noticia de que para salir de la isla era necesario un salvoconducto sanitario. Carecía de tal requisito y hubo entonces que cumplimentarlo y esperar al siguiente barco, que no partía hasta una semana después.2 No estuvo, pues, mucho tiempo en Eivissa y Formentera, pero ello no le impidió firmar el mejor libro sobre las Pitiusas escrito hasta entonces: casi trescientas páginas, con cincuenta láminas en color y cuarenta y tres xilografías realizadas por diversos artistas pero tomadas directamente de los dibujos originales del Archiduque. Es decir: Die Balearen in Wort und Bild. Erster Band. Die alten Pityusen, el primer tomo de la serie, publicado en 1869. Un ejemplar de este libro llegó aquel mismo año a Eivissa, enviado por su autor, aunque no se sabe de nadie que pudiera haberlo leído en su lengua original. Veinte años después, en diversos cuadernillos editados en Palma, entre 1886 y 1889, apareció la primera traducción al castellano de esta misma obra, realizada por Santiago Palacio, vicecónsul de España en Berlín. Se trata de una edición ampliada con numerosas informaciones aportadas por un equipo de colaboradores ibicencos dirigido por Fran- Textos en castellano cisco Manuel de los Herreros y que aparecen mezcladas –tal vez, desde nuestra perspectiva actual, tomándose demasiadas libertades–, con el texto original. La calidad editorial es bastante inferior y las láminas aparecen en blanco y negro. La primera edición alemana publicada en Leipzig en 1869 –es decir, sin las añadiduras posteriores– no fue traducida al castellano hasta 1982.3 En 1867, el vapor Rey Don Jaime II, que había sido construido en Londres, en los astilleros del Támesis, diez años antes, zarpaba todos los martes a las tres de la tarde desde el puerto de Valencia con destino a Palma, donde llegaba a las tres de la tarde del día siguiente, siempre que, por supuesto, las condiciones meteorológicas lo permitieran, y después de una breve escala en el puerto de Eivissa a las seis de la madrugada. Seguramente, por tanto, estaba amaneciendo aquel 11 de agosto cuando el Archiduque, acompañado por su preceptor y un criado, tuvo que buscar alojamiento en el único lugar donde podía encontrarlo en aquel tiempo, la Fonda Guevara, situada a pocos metros de donde había desembarcado, en el mismo puerto. Sobre esta fonda, la única que entonces existía en la isla, hoy podemos decir algo precisamente porque el Archiduque lo dijo –como ocurre con otros tantos lugares–, y de este modo sabemos, por ejemplo, que sus habitaciones eran «pequeñas y malolientes»4 y que sus clientes eran principalmente militares de la Península que habían sido desterrados por razones políticas y deambulaban malhumorados y aburridos por la ciudad, sujetos siempre «a la máxima vigilancia». Con estos confinados republicanos, a los que describe con gran curiosidad –y a quienes con toda seguridad no les dijo que la reina Isabel II era prima suya–, debió de compartir mesa en más de una ocasión en un comedor que era, según nos dice también, «al mismo tiempo taller de carpintería y gallinero», aunque con «un balcón desde el que puede gozarse de la buena brisa del mar». Respecto al dueño de la fonda, llamado Miguel Guevara, era un hombre, apunta, que se veía «obligado muchas veces a alternar su oficio con el de carpintero, mozo y cocinero, y él y su familia se alimentan prácticamente de las sobras de sus clientes». Sin embargo, también era aquella fonda única «el lugar de tertulia por antonomasia. Las gentes más diversas se reúnen ahí para tomar en animada charla las más variadas bebidas». Mientras que por las noches, se reúne otro grupo «para embarcarse en prohibidos juegos de naipes». Tal vez a estos últimos solamente los oyó cuando él ya estaba descansando en su habitación, porque «en la emoción del juego, los participantes propinan fuertes golpes a la mesa y gritan como energúmenos». En este local variopinto se alojó, a su llegada al menos –y seguramente también en aquellos últimos días que no tenía previsto pasar en la isla–, el joven aristócrata, aunque se sabe que, en sus largas excursiones por el interior de Eivissa, acostumbraba a pernoctar en viviendas rurales, disfrutando de la hospitalidad de los campesinos y curas de los pueblos, si bien en habitaciones que no podían ser mucho más confortables. Arcaísmo y exotismo Para cualquier viajero de aquel tiempo y de otros posteriores, Eivissa siempre fue una experiencia desacostumbrada y peculiar. El filósofo Walter Benjamin y el artista Raoul Hausmann explicaron en 1933 en qué consistía aquella experiencia. El primero destacó el carácter «arcaico» de la isla, que justificaba por su secular alejamiento de los circuitos comerciales e incluso de la civilización, mientras que el segundo habló de su carácter «africano»5. Es decir, la experiencia ibicenca consistía en una combinación de primitivismo y exotismo, una combinación que llamaba mucho más la atención por ser, además, al parecer, completamente inesperada para el visitante europeo. En las páginas más personales de Las antiguas Pitiusas, es decir, aquellas en las que todavía están ausentes los profusos datos históricos, las tablas estadísticas y otras informaciones municipales, el Archiduque, dejándose llevar por sus propias impresiones, parece dar cuenta sobre todo de aquella singular experiencia ibicenca de primitivismo y exotismo, a menudo incluso con un cierto tono aventurero –al estilo de R.L. Stevenson en En los Mares del Sur, por citar un texto viajero coetáneo–. Veamos algunos ejemplos: «Al carácter supersticioso de las gentes del campo no le faltó ocasión tampoco de ponerse de manifiesto en sus tratos conmigo. ¡Qué de veces no hube de tranquilizar a quienes me acompañaban en mis excursiones porque pensaban que con mis dibujos y notas abrigaba no sé qué oscuros designios, intenciones o magias para con la isla y sus habitantes!» «No dejaban de satisfacer su curiosidad en todo instante, examinando mis ropas y el mecanismo de mi reloj de bolsillo, objeto que despertó en ellos suma admiración» «No es menos pintoresca la creencia de que para evitar que la mujer pueda sufrir un aborto es conveniente sentarla sobre una piel de foca» 6 Aunque en su ambición como viajero cronista, la Historia y las Ciencias Naturales son las disciplinas que, debido seguramente a su formación y a las obras que pretende imitar, prevalecen en sus libros, lo cierto es que el Archiduque parece encontrarse mucho más cómodo en el relato de sus impresiones personales, en las páginas que proceden directamente de sus «notas de campo», como él mismo las denomina,7 fruto de la observación y el trato con los habitantes de las islas. De Las antiguas Pitiusas cabe destacar muchos aspectos de su estudio, sin duda alguna, desde la botánica a la zoología o las técnicas de agricultura y pesca, pero ninguno de estos y otros aspectos merece ser destacado tanto como aquel que trata de adentrarse en la personalidad de los ibicencos, sobre la que ningún libro ni informe municipal podía dar cuenta en aquella época. Quiénes y cómo eran los ibicencos En efecto, porque quiénes y cómo eran los ibicencos nadie lo había explicado con tantas dotes observadoras y conocimiento hasta el día en que el archiduque Luis Salvador decidió ocuparse de ello. Y sin embargo acababa de cumplir veinte años cuando desembarcó en el pequeño puerto de Ibiza aquel 11 de agosto de 1867; es decir, se trataba de un estudioso tal vez demasiado joven para analizar y comprender el alma y el carácter de un pueblo antiguo. Hasta qué punto, no obstante, esta circunstancia le favoreció a él, como observador poco experimentado pero dotado de una juvenil capacidad para el asombro, y, sobre todo, favoreció a estas islas, es difícil determinarlo. Tal vez en ocasiones pueda echarse de menos la sabiduría del experto que todo cuanto oye y ve lo sopesa cuatro veces, pero en otras muchas páginas celebramos su entusiasmo que le hace recorrer las islas como un viajero romántico. ¿Quiénes y cómo eran, pues, los poco más de veinte mil habitantes que tenía la isla de Eivissa en 1867? El grupo más numeroso lo constituían los campesinos y muy pronto se le revelaron estos al visitante también como los más singulares, los más extraños y, por supuesto, los más atractivos para sus observaciones. A lomos de una mula, el Archiduque se adentró en 29 7 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s el mundo rural de la isla, no se conformó –como sí hicieron otros viajeros que también, sin embargo, escribieron su crónica– con merodear por los límites de la ciudad o los alrededores de los pueblos principales, como bien demuestran no solamente sus apuntes sino también sus dibujos. Seguramente tuvo un guía, o más de uno, para tal fin. Y fue encontrando en este viaje al corazón ibicenco informadores válidos, principalmente párrocos, como el del pueblo de Sant Josep, un tal José Pallarés, con fama de ilustrado, con quien se sabe que conversó ampliamente. Se sabe también que la utilidad de estas conversaciones lo animaron a pasar varios días en este pueblo del suroeste de la isla y parece que fue aquí donde más noticias sobre los ibicencos y sus costumbres consiguió recabar y donde consiguió también ser espectador de la música, las canciones y los bailes tradicionales, que describió con detalle en su libro.8 Su curiosidad no parece tener límites y en Las antiguas Pitiusas se da un auténtico y amplio inventario del mundo rural ibicenco como nunca nadie lo había dado hasta entonces. Por supuesto, para el Archiduque, tal mundo está lleno de exóticas antigüedades; aquel «carácter africano» de Eivissa que señalaría Raoul Hausmann en 1933 como uno de los atractivos principales, para el joven noble austríaco se resume en una palabra que repite a menudo: «moro». Con la palabra «moro» se trata de indicar el límite de la civilización europea pero sobre todo es una palabra que sugiere también un remoto pasado. Su imprecisión no puede ser mayor, pero el Archiduque la utiliza como un recurso descriptivo más cuyo significado viene a ser el de primitivo y exótico. No desconoce, porque él mismo lo cita, lo que dicen los pescadores ibicencos acerca de los payeses: que son «pitjors que es moros».9 (Y no tardará en descubrir que los mallorquines también lo dicen, entre otras muchas cosas por el estilo). Pero, a diferencia de estos, el Archiduque no utiliza esta palabra –que alterna con la palabra «árabe» cuando pretende ser más preciso–, despectivamente en ningún momento, sólo parece hacerlo como vago recurso con el que emparentar objetos, es decir, como referencia cultural y temporal. De esta manera, por ejemplo, y según escribe, los techos de las viviendas de los campesinos están construidos al estilo «moro»10, la obtención de aceite y las instalaciones de riego son «árabes»11, e incluso físicamente la población ibicenca 298 «recuerda al tipo moro, hecho que se explica fácilmente por la dilatada presencia de éstos en la isla. En algunas familias, los rasgos moros se han perpetuado de modo francamente llamativo, aunque este fenómeno sólo se da entre las gentes del campo».12 En cualquier caso, el Archiduque, después de compartir con los payeses ibicencos días y noches estivales, concluirá que «es de todo punto incierta la afirmación de tantos pescadores paisanos y mallorquines en el sentido de que son “peores que los moros”. Pese a su ignorancia, al hombre del campo no se le advierte el menor rasgo de rudeza. Es más, al igual que todos los españoles, hace gala de enorme cortesía y se adorna de la hermosa costumbre de la hospitalidad, tanto o más que el resto de habitantes de la isla. El visitante es recibido con suma cordialidad a cualquier hora, y obsequiado sentidamente y sin reservas con todo lo que esas buenas gentes poseen, que es más bien escaso».13 Sin embargo, vigilante siempre para no incurrir en idealizaciones vanas, el Archiduque también señala los defectos del campesino ibicenco, que se resumen en dos: «el orgullo que le confiere cierta soberbia y altivez» y «una precipitación en el actuar, que a menudo le lleva al asesinato», en la mayoría de los casos por celos.14 Pero el joven viajero ve en estos defectos, como antes en las cualidades, un rasgo que considera muy «español», siguiendo el estereotipo folclórico en boga entonces en Europa, es decir, su idealización artística y romántica. El escritor Jean Selz dirá lo mismo en 1934 en un artículo publicado en la revista La Nature.15 Sus defectos, por tanto, no le impiden al Archiduque «convencerse de que son bellísimas personas. Incluso en su ignorancia encierran algo de atractivo, de infancia ingenua y poco maleada».16 Pero una de las características de las páginas de Las antiguas Pitiusas consiste en que la impresión subjetiva, muchas veces de estirpe claramente romántica, casi siempre aparece acotada por la voluntad positivista del propio trabajo. Y de esta manera, no se pasa por alto la fatalidad histórica que ha convertido a los ibicencos en «ignorantes» y de la que provienen no pocos de sus defectos y todas sus supersticiones. «A tenor de las estadísticas de 1860, en toda la isla, incluida Formentera, sólo 916 hombres y 394 mujeres sabían leer y escribir».17 Como ya se ha dicho, en aquellos años la población de las Pitiusas apenas sobrepasaba el número de las veinte mil almas. Aunque son constantes los elogios al campesino ibicenco y a su mundo rural, al Archiduque no le gusta su vestimenta, aunque concede que posee «la gracia que suele distinguir la manera de vestir de los pueblos meridionales». Le parece que «no es cómoda ni práctica» y, en el caso de la vestimenta masculina, incluso «fea».18 Mucho menos aún le gustan sus viviendas, que describe como «imagen misma de pobre y triste soledad».19 Resulta curioso leer hoy estas impresiones del Archiduque, porque, como es sabido, a partir sobre todo de los años treinta del siglo que había de venir, tanto el traje típico como la casa rural ibicenca se convertirían en los iconos más representativos de la belleza original de la isla. (Entre una época y otra surgieron la Bauhaus y sus nuevas ideas arquitectónicas, así como el culto artístico, sobre todo fotográfico, a la indumentaria popular: de ambas novedades sin duda Eivissa fue beneficiaria por largo tiempo). Además de los campesinos, que conformaban el grupo humano más numeroso de la isla, se encontraban los pescadores, a los que el Archiduque también conoció y describió bien. Amante del mar, el joven Luis Salvador no desperdició la ocasión de pasar alguna que otra jornada con ellos en sus barcas y observar de cerca su trabajo. Lo primero que destaca de ellos es que forman «un colectivo muy diferenciado de los campesinos ibicencos, tanto en lo que a tipo como a vestimenta y costumbres se refiere».20 Esta barrera entre los dos mundos le resulta muy curiosa y atractiva, seguramente inesperada. Se trataba sin duda de una barrera, pues ambos mundos nunca se mezclaban para nada y llevaban con orgullo su diferencia. Para empezar, los pescadores eran «individuos más robustos y de más talla que los campesinos, y corresponden a una tipología netamente española. Son de ojos grandes y oscuros, sombreados por largas pestañas que imparten cierto aire melancólico al fulgor de sus miradas».21 Se distinguían, además de por su aspecto y su trabajo, también por sus diversiones: las de los pescadores eran menos originales, pues eran prácticamente las mismas que podían encontrarse entre las gentes del mar de la Península. El Archiduque describe la tarea de estos pescadores, «extremadamente dura y penosa mientras dura la pesca, aunque a veces el largo tiempo invertido en llegar a los caladeros o regresar de estos al puerto puede convertirse en ocasión perfecta Textos en castellano de bienestar y solaz, en grata compañía, charlando, fumando o durmiendo al arrullo de las olas».22 Y como de sus visitas a los campesinos, también de su tiempo pasado con los pescadores llegan los apuntes más elocuentes y sentidos, como cuando describe una comida en alta mar o las canciones y los versos que se saben de memoria y que él mismo dice haber escuchado con profundo sentimiento.23 Y como es costumbre en las páginas de Las antiguas Pitiusas, entre las impresiones personales y el relato de experiencias propias, también hay lugar, y muy amplio, para la descripción objetiva: tipos de barcas, modos y útiles de pesca, clases de peces, etcétera, siempre con la misma voluntad de ofrecer al lector un catálogo bien informado y mejor descrito. De los útiles de pesca se ofrecen también dibujos. Otro grupo humano bien diferenciado lo conforma la gente de la ciudad, aunque aquí hay que incluir también a los pescadores, que residen habitualmente en la Marina, el barrio más populoso, con cerca de cuatro mil habitantes y medio millar de casas. El otro barrio, que el Archiduque llama la Ciudad, es decir, la vieja ciudad amurallada, contaba con mil quinientos habitantes y más de trescientas casas. De la gente de la Ciudad el joven viajero dice bien poca cosa. Y hasta cierto punto resulta un poco extraño, pues podría imaginarse que fue con funcionarios, militares, médicos, farmacéuticos –en general, lo que él mismo llama «las categorías sociales más consideradas»– con quienes debió de tratar principalmente. Y sin embargo, el ilustre visitante recorre sus callejuelas, las describe y las dibuja con detalle, se detiene en sus monumentos más destacados, cuenta su historia, pero apenas parece haber tratado con sus moradores. Al menos no con la intensidad y el interés con los que trató a campesinos y pescadores. Con todo, describe algunos rasgos generales: «las gentes de la ciudad responden en general a la tipología española y, a diferencia de las del campo, se dejan con frecuencia el bigote. Las clases más adineradas han abandonado del todo el traje típico ibicenco y visten sin excepción a la moda europea. En verano se tocan de sombrero de paja, viéndose de vez en cuando alguna que otra chistera». Parte de esta población que el Archiduque describe está de paso: militares, funcionarios de la Administración Civil, confinados. Y están, por supuesto, las familias antiguas y más acomodadas, «que viven en grandes casas en pésimo estado», pues, como observa y anota certeramente, familias ricas no existen en Eivissa, ni tampoco aristócratas, aunque «algunas hay que pretenden ser de noble abolengo».24 Mención aparte merece el clero. Al Archiduque le sorprende que existan en Eivissa tantos sacerdotes: sesenta y cinco. Un censo «harto copioso» en una isla que tiene al mismo tiempo sólo seis maestros, cuatro profesores y nueve médicos. Al parecer, eran bastante mundanos, y este aspecto también lo destaca (y celebra) el joven viajero: «Han superado muchas de las cosas a las que aún siguen aferrados muchos de sus colegas en otros países. Por ejemplo, no entienden por qué, por ser servidores de Dios, deben prescindir de aquellos placeres que el Todopoderoso ha creado para felicidad y solaz de sus hijos. De ahí que no hagan ascos a un buen vaso de vino en alegre compañía tabernaria, ni dejen de fumar voluptuosamente sus cigarros, amén de entretener ocasionales relaciones amorosas». Su simpatía por los curas ibicencos queda también demostrada en las ilustraciones: aparecen allí donde uno menos se los espera. Pero es que «el cura ibicenco hace cuanto hacen los demás y no se considera en modo alguno miembro de una clase selecta que debiera rodearse siempre de cierto aire de imperturbabilidad y distanciamiento».25 Formentera De las casi trescientas páginas que componen Las antiguas Pitiusas, no llegan a treinta las dedicadas a Formentera. Estas carecen, además, de una descripción de sus habitantes (sorprendentemente, pues ya se ha visto que el Archiduque era muy aficionado a ello: o bien no llegó a conocerlos o bien no le parecieron muy diferentes de los ibicencos), que por aquellos días no alcanzaban la cifra de dos mil. El interior de la isla le parece «lúgubre y monótono»26, con la excepción de las zonas pantanosas, es decir, de los estanques salineros, «serenos y melancólicos»27, en cuya explotación comercial se detiene para la descripción del paraje y la enumeración de los datos. Destaca también, con sorpresa, el abundante ganado, «más importante que en Eivissa», en proporción al tamaño de Formentera. Describe sus iglesias y los caminos que recorre. Y señala también la dependencia comercial, política, militar y religiosa de la isla con la mayor de las Pitiusas. Parece claro que buscaba singularidades con respecto a Eivissa y que encontró muy pocas, de ahí expresiones tales como «la flora de Formentera es prácticamente igual que la de Eivissa», «las características del suelo son en todo semejantes a las de Eivissa» o «la fauna coincide seguramente del todo con la ibicenca»28. No hay duda de que visitó la isla cuando ya había recorrido Eivissa y que, además, por razones que se desconocen, no lo hizo con la misma profundidad ni le dedicó demasiado tiempo. Más expresivo se muestra, sin embargo, en la excursión marítima. Circunnavegó Formentera, como también lo había hecho con Eivissa, y su descripción de la costa es en todos los aspectos más viva y precisa, deteniéndose en las características de sus cabos y playas, cuevas, torres de defensa, así como del novísimo faro de la Mola, que llevaba sólo seis años en funcionamiento. Un testimonio: Felip Curtoys Casi veinte años después de aquel viaje, cuando Las antiguas Pitiusas estaba a punto de aparecer por primera vez en lengua castellana, y precisamente para celebrar esta publicación, el abogado, político, periodista y escritor ibicenco Felip Curtoys escribió un interesante artículo en el Almanaque Balear del año 1885, titulado «Ensayo histórico-descriptivo», en el que no solamente reseñaba la obra y elogiaba a su autor con profunda y sincera admiración, sino que también apuntaba su testimonio personal.29 Curtoys tenía 28 años en 1867 y vio «casualmente» al Archiduque en Eivissa durante aquel mes de agosto al menos en un par de ocasiones. La primera vez, escribe, lo encontró «sentado en un pequeño taburete de campaña, con el álbum de viaje abierto sobre sus rodillas», ocupado en dibujar «la puerta del principal –la que da entrada, subiendo del barrio de la marina, a la antigua población o Real Fuerza– con sus vestigios de diferentes épocas históricas». Y el episodio que presenció allí Felip Curtoys también queda descrito: «Su inseparable acompañante manteníase en pie a respetuosa distancia, y le rodeaban varios chicuelos, desarropados en su mayor parte, digna y genuina representación de esa turba granujil, que, cual si brotase de los empedrados, aparece repentinamente en todos los sucesos públicos (…) Miróles sonriendo el extranjero, dioles a comprender que se acercasen, inclinando dos veces la cabeza en sentido afirmativo, enseñóles su obra casi terminada, y despidióles con 299 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s fino no menos que imperioso ademán, mientras el fámulo les repartía unas cuantas monedas». Hubo un segundo encuentro. «Fue a bordo del vapor correo. Dirijíame a Palma con motivo de mis estudios. (…) Poco después de haber salido del puerto, vile abandonar la cámara y subir al alcázar de popa. Allí estuvo contemplando las costas de Ibiza, hasta que fueron perdiéndose entre las brumas del horizonte. Sentime profundamente conmovido ante una muestra tan señalada de simpatía a favor de mi pobre y abandonada cuna. Hubiera querido demostrarle de algún modo mi gratitud, hablarle, expresarle mi admiración, ofrecerle mi respeto, brindarle mi cariño. No me atreví.» La timidez de Curtoys no le permitió acercarse a aquel «distinguido joven», cuya identidad desconocía entonces, pero mientras lo observaba tuvo oportunidad de presenciar otro encuentro en aquel mismo barco: el del Archiduque con la persona que iba a convertirse en uno de sus colaboradores más importantes: Francisco Manuel de los Herreros. «Ambos viajeros se vieron, se hablaron y se comprendieron. Corrió del uno al otro ese fluido eléctrico que une a los buenos corazones, y no tardaron en establecerse entre ellos poderosas corrientes de noble y verdadera simpatía». Como es bien sabido, de ese encuentro fortuito surgió una amistad y sobre todo una estrecha colaboración que quedó bien registrada sobre todo en la primera traducción –y segunda versión ampliada– de Las antiguas Pitiusas que se publicó a mediados de los años ochenta de aquel mismo siglo. Cabe decir que también el nombre de Felip Curtoys aparece apuntado en aquella misma lista de colaboradores.30 Es posible, sin embargo, que finalmente también llegaran a conocerse, ya que el Archiduque visitó la isla al menos en otras cuatro ocasiones. Además de aquella primera vez en 1867, Luis Salvador de Austria pasó por Eivissa con su primer yate Nixe en 1875. A mediados de septiembre de 1886 estuvo durante una semana en la isla, seguramente acompañando a Francisco Manuel de los Herreros, cuyo cargo de director del Instituto Balear le obligaba a visitar la isla con frecuencia. En 1897 pasó, con el segundo Nixe, por Tagomago y Botafoc, aunque se ignora si llegó a desembarcar. Y finalmente, la última vez de la que se tengan noticias, en marzo de 1898: «Se dirigía a Barcelona desde Mallorca, con 300 el Nixe, y cuando llevaban ya unas horas navegando se levantó un mal tiempo de gregal que los empujó hacia Sant Antoni, donde tuvieron que permanecer cuatro días en la bahía. Del 16 al 20 de marzo. Pasaron después seis días en el puerto de Eivissa, hasta el 26. Luego partieron hacia Formentera y asistieron a misa en Sant Francesc. El mismo día salieron hacia Valencia y Barcelona». 31 Felip Curtoys elogia en su artículo de 1885 la erudición del Archiduque, pero no menos su condición de viajero, como prueba el siguiente párrafo que, ciento treinta años después, consigue sorprendernos y conmovernos por razones evidentes: «He aquí un joven verdaderamente distinguido, porque posee la más grande y noble de las distinciones, esa distinción sin la cual nada valen las demás con que tantos imbéciles fatuamente se engalanan: he aquí un joven estudioso, amante del arte y de las ciencias: he aquí uno de los pocos que no viajan, como otros muchísimos, jóvenes y viejos, en desconsoladora generalidad. (…) ¡Qué diferencia tan notable entre el simpático viajero, entretenido en el estudio de una isla poco frecuentada y aún menos conocida, isla pobre en medio de sus riquezas, y esos adocenados touristes, a quienes tan solamente guían los caprichos de la moda o los reclamos del sibaritismo. No ha menester, como ellos, lujoso y confortable hotel, ni bulliciosas giras campestres, ni colonias de buen tono, ni oropel ninguno del mundo fashionable. No se aburre y fastidia donde huelgan el boato y las soirées y el devaneo y las orgías». Notas Son muchos los viajeros cronistas que se refieren a estos prejuicios y que reconocen haber sido advertidos en Palma antes de partir hacia Eivissa; entre otros, Vicente Blasco Ibáñez, Mary Stuart Boyd o, ya en los años treinta del siglo XX, el periodista Carles Sentís. El coordinador de la primera traducción castellana de Las antiguas Pitiusas (1886-1889), Francisco Manuel de los Herreros, llega incluso a decir en la advertencia que encabeza la edición que «las apreciaciones» del Archiduque pueden parecer algunas veces «excesivamente favorables». 2 Joan Marí Cardona, Els camins i les imatges de l’Arxiduc ahir i avui, Institut d’Estudis Eivissencs, Eivissa, 1992. 3 Las antiguas Pitiusas. Traducción: Carlos y Bárbara Sánchez Rodrigo. Coordina1 ción: Isabel Moll Blanes. Caja de Baleares, Sa Nostra, Palma, 1982. Todas las citas del texto provienen de esta edición. 4 Sobre la Fonda Guevara, Las antiguas Pitiusas, op.cit., pág. 138, 141, 142 y 145. Si bien el Archiduque no dice nunca dónde se aloja en Eivissa, ni existe testimonio alguno que lo diga, lo cierto es que no solamente el hecho de que no hubiera otra fonda en la ciudad, sino también el hecho de que la describiera con tantos detalles y conociera tan bien a sus propietarios y huéspedes, nos hace suponer que no pudo haberlo hecho en otro lugar. 5 Walter Benjamin: Cartas de la época de Ibiza, Pre-textos, Valencia, 2009. Raoul Hausmann: Hyle. Ser-Sueño en España, Ediciones Trea, Gijón, 1997. En un rápido viaje a Mallorca desde Eivissa, para renovar el pasaporte en el consulado, Walter Benjamin visitó Deià y Valldemossa, y escribió en una carta a Gretel Karplus (aproximadamente 8-10 de julio de 1933) que ha visto «unos castillos de piedra en los que se sentaba hace cuarenta años un archiduque austriaco para escribir algunos libros voluminosos pero sorprendentemente desequilibrados retratando la crónica local de Mallorca». 6 Pág. 32 y 33. 7 En su prólogo a Las antiguas Pitiusas, op.cit. 8 Esta información sobre José Pallarés y la presencia del Archiduque en Sant Josep proviene del artículo de Felip Curtoys: «Ensayo histórico-descriptivo», Almanaque Balear, Palma, 1885. 9 Pág. 26. 10 Pág. 38. 11 Pág. 55 y 66 respectivamente. 12 Pág. 23. 13 Pág. 26. 14 Pág. 27. 15 Jean Selz, «Voyage aux Îles Pythiuses. Ibiza, île de l’antiquité méditerranéenne», La Nature, abril, París, 1934. 16 Pág. 33. 17 Pág. 30. 18 Pág. 35. 19 Pág. 38. 20 Pág. 75. 21 Pág. 76. 22 Pág. 78. 23 Pág. 78, 79 y 80. 24 Pág. 136. 25 Pág. 51. 26 Pág. 259. 27 Pág. 259. 28 Pág. 250. Textos en castellano Felip Curtoys, op.cit. Francisco Manuel de los Herreros cita como informadores ibicencos, además de Felip Curtoys, a Manuel Palau, Antoni Bardaxí, Marià Riquer, Sebastià Llombart, Francesc Ferrer, Joan Tur i Marqués, Joan Cardona, Vicent Gotarredona y Joan Torres Ribas. Este último llegaría a ser obispo de Menorca. 31 Joan Prats Bonet, L’Arxiduc Lluís Salvador, un personatge de novel·la, Consell Insular d’Eivissa i Formentera, 1995. 29 30 El archiduque y Menorca Tomàs Vidal Bendito La obra Die Insel Menorca (La isla de Menorca), editada en 1890-18911, es, sin lugar a dudas, la mayor aportación global al conocimiento de la tierra y los hombres que jamás se ha hecho de la menor de las Baleares, hasta el momento. A su vez, me atrevo a decir –e intentaré justificarlo– que es el mejor de los múltiples trabajos del Archiduque. Sin embargo, resulta sorprendente que ni la obra ni el autor suscitaron gran interés entre los menorquines. En 1890, en la Revista de Menorca apareció una modesta reseña biográfica.2 En 1909, unos veinte años después de la aparición de la obra menorquina, el Archiduque fue nombrado socio de honor del Ateneo de Mahón.3 La traducción y publicación, en castellano, de la obra en 19804 tampoco tuvo una gran repercusión. Hubo que esperar a 1994 para que el Ateneo de Mahón propiciase una conferencia con motivo del «Año del Archiduque»5. Las razones de estas tibias muestras de reconocimiento en Menorca, tan diversas de las que tuvieron –y aún tienen– lugar en Mallorca, son diversas; no obstante, la causa principal fue la escasísima presencia física del Archiduque en Menorca. Doscientos días, mal contados y repartidos en tres etapas. En 1867, en su primera incursión en las Baleares visitó la isla, en la que pasó 17 días. Regresó, diez años más tarde, en 1877, y permaneció en Menorca unos 30 días, pero tuvieron que transcurrir otros diez años más para que volviese y afrontase con seriedad el estudio definitivo de la isla; en esta ocasión, dedicó unos seis meses, discontinuos, a trabajar sobre el terreno6. El Archiduque confesó en diversas ocasiones una especial devoción por Menorca, que demostró a través de la especial entidad de su obra, pero fue un «amor a distancia»; nunca intimó, como sí lo hizo, tan intensamente, con Mallorca. Por ejemplo, jamás se interesó por adquirir tierras o casas y rechazó ofertas interesantísimas en este sentido. No obstante, como veremos más adelante, al Archiduque le resultaba muy fácil seducir a las personas que podían resultarle útiles y tenerlas a su servicio incondicional. En el caso de Menorca, especialmente, obtuvo entusiastas y decisivas colaboraciones de algunos eruditos locales de renombre7. A pesar de ello, la popularidad del personaje siempre fue muy modesta en la isla. En resumen, el Archiduque fue y aún es poco conocido en Menorca a pesar del gran valor de su magna aportación al conocimiento de la isla. Como veremos, resulta inevitable retirarle méritos en lo que respecta a la paternidad de muchos contenidos pero jamás le podremos poner en entredicho su éxito como captador de colaboraciones, buen resumidor y sistematizador de los materiales, además de excelente redactor. La parte menorquina de Die Balearen es la pieza de más alto nivel, en todos los aspectos, de la obra del Archiduque. Diferentes factores justifican esta afirmación. En primer lugar, es una obra de madurez; se redactó cuando el autor ya tenía más de 40 años y una gran experiencia en estudios de temática similar. En segundo lugar, contó con la ayuda fundamental de sabios locales muy competentes y entregados8. En tercer lugar, dispuso de una información estadística, especialmente demográfica y agraria, que no existía cuando trabajó sobre las islas Pitiusas y Mallorca y, por supuesto, en relación con numerosas de las pequeñas islas y regiones del Mediterráneo que estudió. El Archiduque fue –sin ningún asomo de duda– un personaje descomunal, un gran «homenot» y, por tanto, una figura muy difícil de definir; en consecuencia, es muy susceptible de mitificación. Lamentablemente, aún falta una biografía seria sobre su personalidad como científico y, también, como hombre. Se han afirmado muchas cosas pero circula más leyenda, hagiografía y psicología barata que análisis profundo. Su carácter de alteza imperial impresionó demasiado a muchos de sus contemporáneos y deslumbró, y aún deslumbra, a más de uno. Por otra parte, este hecho favoreció, sin duda, el buen funcionamiento de sus trabajos. Es muy posible que si, en lugar de un gran aristócrata, se hubiese tratado de un investigador foráneo cualquiera, el Archi- duque hubiera despertado menos entusiasmos y no se hubiese beneficiado de tantas y tan buenas ayudas y colaboraciones. No me considero el indicado para hacer aportaciones solventes a la temática de la personalidad del Archiduque, pero sí me atreveré a opinar, con argumentos, sobre la entidad científica de su obra a partir del análisis de La isla de Menorca, obra que he estudiado durante muchos años con la particularidad de que, cuando inicié esta tarea hacia 1966, conocía muy pocos detalles sobre el autor y, por tanto, estaba poco influido por opiniones ajenas. Cuando, con el paso de los años, fui leyendo cada vez más papeles sobre el Archiduque quedé algo saturado por las mitificaciones de su figura y obra9. En consecuencia, seré crítico aunque también debo reconocer que, en el fondo, yo también caí en las redes de seducción del personaje. Para empezar, una crítica científica global. El Archiduque ha sido calificado como un gran científico. No cabe duda de que era un sabio y un investigador infatigable pero como hombre de ciencia fue, por lo pronto, muy original. En primer lugar, fue un envidiable investigador «autónomo»; trabajó donde, cuando y como le apeteció, sin tener que dar explicaciones a nadie ni buscar ninguna recompensa material ni moral. En el marco de dicha libertad de acción, pronto tuvo claro cuáles eran sus preferencias. A los veinte años optó por el estudio de pequeños territorios, básicamente con una óptica geográfica, física y humana. Las islas fueron objetivos de especial interés. Empezó por las Pitiusas y siguió por la mayor de las Baleares pero pronto se interesó también por diferentes parajes litorales, europeos, africanos y asiáticos, a menudo exóticos. Como en muchos otros aspectos de su vida, el capricho o el azar fueron decisivos en la elección de objetivos. Si observamos la lista de territorios estudiados, no encontraremos una excesiva coherencia en ella. Únicamente destaca, de manera clara y rotunda, la «mediterraneofilia», una pasión que quizás surgió de sus estancias durante la adolescencia en el Adriático. De la cuarentena de publicaciones geográficas referentes a territorios10, el 86% abordan islas y localidades costeras, de Siria a Gibraltar. Sorprendentemente, las islas no son el tema preferente, solo un tercio de la obra geográfica. En este bloque predominan las «micronesias», algunas de ellas tan insignificantes que resulta difícil localizarlas en el mapa. 3 01 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Se ha afirmado que el Archiduque escribió el mejor libro de viajes sobre las Baleares, que fue su principal «animador» turístico. Cuesta aceptar estas afirmaciones. Para empezar, sus obras eran prácticamente inasequibles y, por tanto, difícilmente podían llamar la atención sobre el archipiélago. En segundo lugar, es obvio que no había pretensión alguna en este sentido si tenemos en cuenta, por ejemplo, que La isla de Menorca no es precisamente una lectura placentera para todos los públicos, por su fondo y su forma. Su apariencia de anuario estadístico, a pesar de las imágenes muy atractivas que incluye, asusta y no atrae a los simples turistas curiosos. La selección de lugares de estudio obedeció más al capricho que a la razón. Por ejemplo, para el Archiduque no existieron las innumerables islas del Egeo. Sus investigaciones son amplias pero faltas de coherencia, no permiten hablar con rigor de la geografía de ninguna gran área del Mediterráneo ni de ningún tipo de ente geográfico. En el desigual panorama destaca, con diferencia, la obra balear, la mayor y la más trabajada, que por sí sola otorga al Archiduque rango de geógrafo de primera magnitud. El Archiduque trabajó mucho y editó, asumiendo los costes, unos libros enormes y lujosos que estaban condenados a ser poco leídos. Su difusión era mínima y sesgada, apenas llegaban a unas docenas de amigos y de notables, que no siempre debían entender el alemán, y a unas pocas bibliotecas. Aquellos pocos posibles lectores se encontraban, además, con que resultaba arduo acceder al contenido de sus libros debido a la inexistencia de capítulos y de cualquier tipo de compartimentación explícita del texto; además, tampoco existía ningún tipo de índice. Solo las ilustraciones ayudaban ligeramente a navegar por la compacta masa de letra. Estas ilustraciones, generalmente excelentes y pretendidamente fundamentales, como consta en el título, con frecuencia son poco explícitas en sí mismas y a menudo están poco integradas en el texto. Por otra parte, la cita de fuentes y bibliografía es escasa y anárquica. Estos últimos detalles sorprenden aún más si se tiene en cuenta que la labor investigadora se ajustaba a unas tablas muy sistemáticas y prolijas, las Tabulae Ludovicianae, elaboradas por el propio Archiduque. En vista de lo que acabamos de subrayar, maravilla la manifiesta candidez del autor cuando preguntó a los colaboradores locales qué opinión habían tenido los me- 302 norquines sobre su obra, recién editada y acabada de llegar a Menorca. Además, la calificó como «su pobre trabajillo»11 Otro aspecto que sorprende, desfavorablemente, es el escaso uso que da al «método comparativo»: pocas veces relaciona hechos y elementos del país que analiza con casos similares en otros ámbitos que él mismo ha estudiado. También exige una crítica severa el exiguo y poco explícito reconocimiento de las aportaciones de sus diferentes colaboradores. El ejemplo más penoso del desprecio por sus colaboradores se pone de manifiesto cuando cita, de modo y en lugar preferente, eso sí, en el prólogo del volumen general de Menorca, a su principal e imprescindible colaborador menorquín: [Francesc Cardona i Orfila] «me ayudó de un modo especial .....aclarando dudas esporádicas y completando mis notas». En realidad, Cardona aportó una masa ingente y cualificada de información, a menudo inédita, y aclaró dudas múltiples y sistemáticas. La isla de Menorca sería una obra mucho más breve e imperfecta si no hubiese colaborado, hasta extremos insospechados, el sacerdote Peixet12. Encontramos pruebas contundentes de todo ello en la abundante correspondencia entre el Archiduque y Cardona. También llama la atención la falta, muy frecuente, de mención de la procedencia y la entidad de los compiladores y estructuradores de las tablas estadísticas sobre todo tipo de temas, muy completas y complejas. Resulta sencillamente imposible que una persona sola y foránea pudiese recopilar tanta información local y localista y, en general, de forma lo suficientemente aceptable, en tan poco tiempo. En la mayoría de los casos, la información solo podía proceder de encuestas pasadas a indígenas por indígenas entendidos y solventes. En muchos casos, los datos existían pero solían ser masivos y estar dispersos. Pasarlos a tablas sistemáticas tampoco era labor de un solo día. Como veremos, únicamente en algunos casos, encontramos alguna pista sobre quién y cómo resolvió algunos de estos temas. Cardona le aportó informes muy diversos, muchos de ellos de temática muy ajena a su formación como naturalista, como la gran recopilación de juegos. No obstante, no todo procedía de Cardona. Sabemos que el Archiduque movilizó influencias diversas para obtener la colaboración de las instancias oficiales y consta la colaboración de los Ayuntamientos. Posiblemente le ayudó en ello el político mahonés Rafel Prieto i Caules. También hay que admitir que tuvo que haber eficientes correctores menorquines del texto final, en fondo y forma, dado que los errores son escasos y sabemos, por la correspondencia con Cardona, que el Archiduque tenía muchas dudas, a menudo sobre aspectos básicos de tipo local y, también, más de un problema en materia ortográfica y léxica con el castellano y el catalán de las Islas. Otro aspecto científicamente criticable del Archiduque es que ignoró o utilizó poca bibliografía reciente sobre Menorca y que no mantuvo contacto con los intelectuales menorquines más jóvenes. La entidad y la estructura de la obra. La vasta obra del Archiduque es bastante monotemática: descripción de tierras y de la gente que las habita. Ello ha recibido prácticamente siempre el nombre de geografía. El geógrafo debe contar con unos conocimientos previos y un método, premisas que se cumplen en el caso del Archiduque. Cuando decidió dedicarse al estudio de tierras y personas lo primero que hizo fue redactar un gran esquema analítico de todo lo que era necesario investigar y relatar, las Tabulae Ludovicianae. Aunque lo omita, este esquema es típicamente geográfico y germánico. Sigue, con matices, las ideas de Bernhard Varenio (1650), el geógrafo alemán que fue uno de los primeros en propugnar el desarrollo de una geografía científica y propuso también unos esquemas analíticos no muy alejados de los recogidos por las Tabulae. Como ya hemos dicho, el Archiduque tenía la muy mala costumbre de no compartimentar sus textos y, por ello, hemos intentado crear un índice sistemático de la obra para poder evaluar su estructura. El resultado, de forma muy sistemática, se expone a continuación. Índice general (deducido y simplificado) de la parte general de La isla de Menorca13 total p. % GEOGRAFÍA FÍSICA SITUACIÓN, CLIMA, HIDROGRAFÍA MARINA Y TERRESTRE, GEOLOGÍA, FLORA FAUNA 56 9,5 GEOGRAFÍA HUMANA DEMOGRAFÍA, ESTRUCTURA SOCIOECONÓMICA, CRIMINALIDAD, IDIOMA 54 9,2 Textos en castellano EDUCACIÓN, CULTURA En la descripción de la geología se hace Y RELIGIÓN 70 11,9 patente el recurso bibliográfico (La Màr mora, Hermite), filtrado, sin duda, por POBLACIÓN, VIVIENDA Cardona. En lo referente a la edafología, Y ALIMENTACIÓN 46 7,8 muestra preocupación por la erosión y efectúa una sencilla descripción y evaluaFOLKLORE, MÚSICA, FIESTAS, ción de los suelos. JUEGOS, COSTUMBRES 59 10,0 En el tema botánico se cita a Juan J. Rodríguez Femenías, personaje de prestiCLASES SOCIALES gio15 en este campo, y reconoce su labor. Y CLERO 9 1,5 Reproduce numerosos cuadros elaborados por este. ECONOMÍA (AGRARIA, En el ámbito faunístico las deudas PESCA, MINERÍA, ARTESANÍA explícitas son variadas. En las tablas sisteE INDUSTRIA) 251 42,6 máticas generales cita a diversos autores, locales y foráneos, pero destaca el papel ECONOMÍA (COMERCIO, de Cardona. TRANSPORTES Y SERVICIOS) 44 7,5 Hacia la página 60 finaliza la geografía física, algo menos del 10% del texto «geBásicamente nos encontramos ante un neral». El balance de esta parte es ambivaesquema que los geógrafos han utilizado lente. Por una parte, es demasiado breve y miles de veces desde el Renacimiento muy impersonal, prácticamente todos los hasta nuestros días. Hay que destacar el datos son de segunda mano. Por otra, el importante predominio de la geografía esfuerzo de recolección y síntesis de matehumana. En la parte física todo lo que riales fue provechoso. aparece es «normal», pero en el marco humano presenta una diversidad y una La geografía humana amplitud de temas poco habitual y con una Demografía y sociedad estructura algo sorprendente. Cabe desEmpieza por la cifra de población metacar, como algo excepcional, la temática norquina y su evolución histórica basánque podríamos denominar «cultural» (litedose en datos poco explícitos y poco fiaratura, folklore). Las páginas dedicadas a la bles. A continuación aparece una nutrida economía son hegemónicas, más del 50% serie de tablas estadísticas que, de modo del texto «general». Desconocemos cómo bastante insólito, dejan constancia de las se calificaba el Archiduque a sí mismo, si principales informaciones procedentes de es que lo hizo en alguna ocasión, pero sí los primeros censos modernos y del reresulta evidente cómo lo clasificaban los gistro civil, de creación reciente. Alguien demás. Fue socio de honor de las más puso en orden, con mucha eficiencia el importantes sociedades geográficas de su alud de buenos datos demográficos con época y fue presidente honorífico del X que contaba Menorca en la década de Congreso Internacional de Geógrafos14. 188016. Pasemos ahora al estudio y la valoración Los comentarios del Archiduque en la del contenido de cada uno de los apartados. parte demográfica son modestos y de interés relativo, dado que aún creía en las LA GEOGRAFÍA FÍSICA teorías de los miasmas y atribuía las difeEl volumen «general» se inicia con la sirencias regionales en mortalidad y sanituación y las características más generales dad a factores básicamente ambientales. de la isla de Menorca: situación y superfiPor el contrario, el tema de la emigración cie. Sorprende, en este ámbito, dado que menorquina a Argelia17 resulta muy intese trata de un navegante, el poco interés resante, además de inédito. mostrado por la cartografía. Dedica a la En el bloque de la demografía se incluclimatología unas 20 páginas repletas de yen temas más o menos relacionados con completas tablas estadísticas. Todo ello era la salud. A continuación, un tema plenaobra de dos investigadores locales: Jaume mente demográfico muy importante: la Carreres y Maurici Hernández. estructura por edades de la población en Le sigue una breve descripción de hidrolo1860 y en 1887. gía marina y un ligero repaso a la morfología Continúa con la población activa, algo litoral y a la hidrografía. Hasta aquí encontra- bastante nuevo e interesante. Aparecen mos un texto sencillo pero acertado, ameno tablas de profesiones, principalmente, de leer, casi como un buen libro de viajes. y una tabla de «pobreza». En medio de todo ello figuran algunas líneas sobre religión y fiscalidad. Sigue un largo comentario, casi siempre muy elogioso, sobre las aptitudes y el carácter de los menorquines. Este punto, que prácticamente nunca faltaba en los estudios geográficos antiguos, presenta aquí un panorama aceptable, aunque quizás ligeramente demasiado encomiástico. A continuación se adentra en una temática poco habitual: la estadística judicial. De nuevo, unas precisas tablas nos muestran cuáles eran los delincuentes, los delitos y las penas habituales en Menorca entre 1878 y 1887. La inclusión de esta información en un estudio geográfico general no era muy frecuente, ni nunca lo fue, pero estaba previsto en las Tabulae. Lengua y literatura El habla de los menorquines es el tema siguiente. El Archiduque opina con suficiente familiaridad sobre el asunto y cae en tópicos que aún se mantienen, como el peso de los anglicismos. Afirma que el menorquín ha sido y es muy poco utilizado como lengua literaria y con ello entra en un campo insólito en las geografías: una relación de autores menorquines notables. La ayuda de Pons i Soler18 fue fundamental en este tema. También aborda la literatura popular. Reproduce docenas de poemas, glosas y refranes. Educación Siguen unas páginas sobre educación, algo también poco habitual, y menos aun con detalles tan exhaustivos: unas 25 páginas dedicadas a inventariar decenas de colegios de todo tipo. La opinión del autor sobre la cuestión educativa es bastante positiva si bien empeora cuando se trata de la afición de los menorquines a la lectura. A continuación encontramos una breve referencia a la prensa periódica. Una pequeña tabla recoge los diferentes medios con profusión de datos. Religión popular La temática cultural continúa con unas páginas sobre religiosidad popular, con una detallada tabla sobre el cumplimiento pascual. En el tema de las supersticiones, manifiesta que los menorquines mostraban poca afición por ellas. Tipos y costumbres Este es uno de los ítems en lo que hay, presuntamente, mucha cosecha propia, fruto de la observación del propio Archi- 303 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s duque. Constata que en Menorca ya no quedaba vestigio alguno de vestimenta popular propia. Hábitat (población, vivienda) Aquí distingue entre pueblos, aldeas y lugares, y comenta su toponimia. Considera, críticamente, las estadísticas de viviendas. Explica las características de las casas menorquinas, sus materiales y técnicas de construcción. Describe las casas urbanas y las rurales. Aparecen, ahora, casi por primera vez, las imágenes, complementarias al texto. Estudia las cisternas y el sistema de recogida del agua pluvial. Destaca la blancura y la limpieza extrema de las viviendas. Incluye una compleja tabla sobre los tipos de materiales de construcción. También cita precios de casa. Considera que estos son muy bajos19. A pesar de lo «barato» de los inmuebles, el Archiduque jamás se interesó por comprar uno, a pesar de que recibió ofertas tentadoras.20 Gastronomía Considera que la cocina menorquina se parece a la española pero destaca por el uso de la mantequilla (¿manteca?) y por el poco uso de especias. A continuación ofrece una relación de todo tipo de platos. Fiestas y ocio familiar Sobre las formas de diversión de los menorquines, destaca que los isleños salen poco de casa y que los urbanitas rara vez se desplazan fuera de la ciudad. Los ricos, que poseen casas en el campo, suelen acudir a ellas en primavera y otoño. Las mujeres llevan una vida bastante retirada. La costumbre de bañarse en el mar es generalizada. Música popular, fiestas de pueblo. Sobre la música popular encontramos diversas partituras, con letra, de unas docenas de canciones piadosas y profanas. Aborda, detalladamente, las fiestas de San Juan en Ciutadella. Afirma que en todos los pueblos se desarrollan desfiles similares, con motivo de las fiestas patronales, pero de tono menor. También considera las carreras de caballos y burros. La afición al teatro es importante. Destaca el teatro de Mahón y el de Ciutadella. Juegos de niños y adultos En el contexto del ocio popular encontramos un gran desarrollo de una temática 3 04 especialmente inusual: los juegos infantiles. Dedica unas 30 páginas a inventariar y explicar todo tipo de juegos. Cardona fue el autor de la recopilación. Nacimiento, cortejo, matrimonio y muerte Se describen, con sencillez y acierto general, las tradiciones del ciclo vital. Concluye que no existe ningún uso local especialmente original ni estrafalario. Nobleza y grandes fortunas Aquí se explica «quién era quién» en la Menorca de finales del siglo XIX. Empieza aclarando que en la isla no había ni grandes aristócratas ni grandes magnates. Hace inventario de la nobleza e ignora, prácticamente, a la burguesía industrial y comercial. Iglesia católica Ofrece amplia información sobre el clero. Incluye una tabla en la que consta todo el personal eclesiástico. Informa sobre los seminarios, con una estadística detallada. Pasa revista a las parroquias, los conventos y los centros católicos de beneficencia. Sueldos por oficios y sexos Este nuevo ítem presenta información rica y meticulosa sobre sueldos y salarios de la población activa menorquina. Estos datos, raros y difíciles de obtener, también fueron recopilados por el polifacético Cardona. Estructura agraria, uso del suelo Aquí se inicia un largo estudio del mundo agrorural. Desde 1860, la isla contaba con una excelente información catastral y el Archiduque hizo exprimir a fondo la estadística y creó tablas sobre el precio de la tierra. Analiza el tema de las paredes de piedra seca y el sistema de vallas. Sigue el estudio de las herramientas agrícolas. También aborda los adobos, drenajes y riegos, a la vez que estudia las fuentes, los pozos, los aljibes y las cisternas. Se incluyen complejas tablas estadísticas sobre el uso del suelo. Se constata el predominio de la cerealicultura y la rareza de la arboricultura, a causa del viento y del sistema de aparcería. A pesar de ello, se presta atención a los cultivos arborícolas. Se constata la decadencia de la viticultura y encontramos datos bien ilustrados sobre el tabaco y las plantas textiles. Al ocuparse de los cereales, se habla de las técnicas (segar, batir, eras). Se subraya la importancia creciente del cultivo de forrajes. Se resuelven los cultivos de la huerta por medio de unas tablas que debieron de exigir un ingente trabajo de campo. Cardona también fue su autor.21 Se elogia en gran medida a los hortelanos del término de Mahón, minifundista, y el más avanzado en todo tipo de agricultura. A continuación analiza los bosques y su explotación, así como plantas no arbóreas de utilidad. La ganadería La cría de ganado, que en Menorca siempre ha tenido un peso importante, no recibe tanta atención como la agricultura. Encontramos buenas tablas de precios por especies. Se considera que el vacuno es de diversas razas no especialmente selectas. A continuación habla de las ovejas, que en aquella época tenían una lana mediocre. En relación al ganado, comenta acerca de las barracas de piedra seca. Destaca que las que son para ganado mayor son edificios enormes y bellos. Al abordar el queso y su elaboración, las ilustraciones vuelven a ser abundantes y didácticas pero la descripción de la técnica es confusa. Los cerdos también cuentan con su espacio. A continuación aparece la descripción de las «marcas de oreja» con las que se identificaba al ganado. Poca consideración merecen los caballos, al contrario que los mulos y los burros, esenciales para el transporte. Este tema finaliza con estadísticas de exportación de ganado, bastante importante en lo tocante al vacuno, al ovino y al porcino. La caza y la pesca La pesca obtiene un trato privilegiado, con acompañamiento de excelentes ilustraciones. Se explican técnicas y utensilios, acompañados por inventarios y datos. También encontramos una tabla sobre los peces comerciales con su nombre científico, su nombre popular y su precio. Hay una mención especial al marisco del puerto de Mahón, con unas detalladas tablas sobre moluscos y crustáceos. El marisco era muy preciado y se exportaba. En la época ya habían desaparecido muchas especies. La caza recibe un tratamiento amplio a pesar de su escasa relevancia. Náutica Las actividades náuticas aún tenían una cierta importancia. Había una modesta flota matriculada, pero en decadencia desde que se instauraron líneas regulares de barcos de vapor. Aparecen tablas de movimientos portuarios, sobre marinería y construcción naval. Quedaban algunos maestros calafates en activo. Una estadísti- Textos en castellano ca ilustra a los lectores sobre la producción de embarcaciones. Minería Menorca contaba con muchas canteras de piedra arenisca de calidad, de las que se extraían los materiales básicos para la construcción. Una tabla ofrece las medidas de las principales piedras talladas. También era importante la fabricación de cal y escayola. Las salinas, importantes en tiempos no muy lejanos, estaban en clara decadencia. Energía e industria En esa época el viento todavía era la principal fuente de energía. Lo utilizaban muchos molinos harineros pero estos estaban ya amenazados por la competencia de los molinos de fuego (había dos en activo). Dentro de las actividades manufactureras, destacaba la alfarera, que producía tejas, principalmente, cañerías y recipientes varios. Disponemos de tablas con tipologías y precios de productos cerámicos, además de buenas imágenes. No había industrias importantes en el ámbito del metal excepto las herrerías, en las que principalmente se fabricaban utensilios agrícolas. Encontramos una tabla que nos informa de tipos y precios. También se fabricaba jabón y bebidas alcohólicas, principalmente ginebra y algunos licores.22 La actividad textil se centraba en una moderna gran fábrica, mecanizada, de alcance supraisleño y que producía ropa de algodón. Poco quedaba ya de la tradicional artesanía textil lanar. A pesar de ello, se nos ofrece mucha información sobre esta actividad casi extinguida. La industria más puntera era la del calzado. Se exportaba una media de 4.000 pares anuales. En el ramo de la madera, destacaban los aperadores, que trabajaban para los campesinos, si bien también había buenos ebanistas. La artesanía de cestería a partir de fibras vegetales merecían una mención especial. También existía una curiosa artesanía de «flores de marisco». LOS SERVICIOS Comercios La actividad comercial era modesta y esencialmente local, pero había una docena de empresas con una cierta entidad. El puerto mahonés concentraba gran parte de las importaciones y exportaciones, según tablas detalladas adjuntas. Transportes y comunicaciones La isla estaba relativamente bien dotada de carreteras y caminos, muchos de ellos de construcción reciente. Hay abundante información estadística sobre proyectos viarios ejecutados y en ejecución.23 Se comenta la abundancia de caminos locales, la mayoría de ellos carreteros, aunque estrechos y con paredes a ambos lados. A pesar de ello, aún era muy frecuente la circulación a lomos de mulos y burros. Unas tablas nos ofrecen precios de transporte de personas y mercancías y del parque menorquín de material de transporte. El transporte marítimo se centraba en tres vapores que enlazaban regularmente la isla con Palma y Barcelona. Encontramos datos técnicos de estos vapores y tablas sobre viajeros entre Mahón, Palma, Alcúdia y Argel. Según el Archiduque, la hostelería estaba «bastante bien atendida». En Mahón había dos fondas buenas; en Ciutadella, Alaior y Fornells, una en cada población. A continuación se informa sobre correos y telégrafos con datos estadísticos de tráfico postal y telegramas. ADMINISTRACIÓN Menorca contaba con ciertas peculiaridades administrativas. Se trataba de una plaza fuerte con una importante presencia militar. La cantidad de autoridades civiles también era excepcional. Había un delegado del gobierno y diversos subdelegados de ministerios y entidades oficiales. Era importante la sanidad, por la presencia del lazareto. La sanidad y la asistencia social para los ciudadanos se basaba en entidades municipales y de caridad. También existían ya algunas mutuas populares. Gracias a estas, según el Archiduque, en Menorca no había «ni pordioseros ni mendicantes». La isla a su vez contaba con representantes consulares de los principales Estados europeos y americanos. Banca, seguros, hacienda En Mahón había representantes de casas de seguros foráneas. También había algunos bancos: el Banco de Mahón y el Banco de Ciudadela. La recaudación de impuestos y los gastos de la Administración central aparecen detallados en diferentes tablas. El volumen «general» finaliza con una útil tabla de equivalencias entre las unidades de medida tradicionales y el sistema métrico decimal, que se implantó precozmente. Hasta aquí la descripción y crítica, sintética, de los contenidos del volumen «general». No hemos abordado aquí la parte «especial», ya que, desde un punto de vista científico, su interés es menor al tratarse básicamente de itinerarios descriptivos. A continuación añadimos unos apéndices con algunos datos biográficos sintéticos de los principales colaboradores menorquines. LOS PRINCIPALES COLABORADORES Francesc Cardona i Orfila (1833-1892) Francesc Cardona i Orfila fue, con diferencia, el principal e indispensable colaborador menorquín del Archiduque. Era sacerdote y un gran naturalista, pero también se interesó por multitud de temas relacionados con Menorca. Contamos con una buena biografía publicada24 y ello nos exime de entrar en aspectos que no estén relacionados estrictamente, con La isla de Menorca. El Archiduque conoció a Cardona en su primer viaje a Menorca, en 1867, y desde ese momento en él encontró a un colaborador inquebrantable. Durante 34 años, Cardona recibió del Archiduque casi 200 cartas que son de un enorme interés para entender cómo se organizó la realización de la obra menorquina y nos aportan también muchos elementos importantes para valorar tanto la personalidad de Cardona como la del Archiduque. El primer contacto «de trabajo» se produjo en 1869. El Archiduque le pidió formalmente ayuda para la realización de los trabajos de Menorca. Los contactos fueron escasos, discontinuos e intrascendentes hasta 1877, cuando el Archiduque visitó Menorca –por primera vez con intención investigadora– y permaneció casi un mes en la isla. De todos modos, hasta 1888 la correspondencia fue poco abundante e insustancial, pero a partir de ese momento pasó a ser intensa y fructífera cuando el Archiduque se puso a trabajar en serio en Menorca. En forma de cartas, generalmente muy breves y directas, el Archiduque fue solicitando todo tipo de informaciones y servicios. En resumen, las cartas demuestran que la aportación de Cardona fue fundamental. No solo recopiló y elaboró cantidades ingentes de información sino que actuó siempre como filtro de la información, del modo en que únicamente un indígena inteligente podía hacerlo. La visión de Menorca que nos brinda el Archiduque fue provista y matizada a través de 305 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s la óptica de Cardona. A mediados de 1891 finalizó la redacción del último volumen y entonces la correspondencia decayó rápidamente. Cardona enfermó a principios de ese año. El Archiduque se interesó por su salud durante unos meses, pero su última carta data del 3 de noviembre de 1891; Cardona falleció dos meses después, a los 59 años. Desconocemos cuándo ni cómo recibió el Archiduque la triste noticia. Joan Pons i Soler (1826-1906) Rico terrateniente mahonés que dedicó gran parte de su vida a la investigación histórica y a la arqueología y reunió una notable colección de antigüedades25. Su bibliografía es mínima en letra impresa pero alcanzó un elevado grado de erudición. Su relación con el Archiduque fue algo tardía pero muy fructífera para este, dado que Pons le proporcionó mucha información sobre literatura e historia del arte. Recibió 75 cartas del Archiduque, que se conservaban en 1980, pero no han sido publicadas. Abarcan de 1888 a 190026. Juan J. Rodríguez i Femenías (1839-1905) Importante empresario y político mahonés que adquirió gran prestigio como botánico, como precursor en el estudio de las algas. El Archiduque le consideró como uno de los miembros más selectos de su equipo de colaboradores menorquines. Rodríguez recibió unas 40 cartas del Archiduque27. Curiosamente, todas presentan fechas muy tardías, casi todas posteriores a la época de redacción de La isla de Menorca, la gran mayoría posteriores a 1890. En consecuencia, poco pueden aportar al esclarecimiento del proceso de creación del libro. El grueso de las misivas solo abordan temas estrictamente botánicos. Tomàs Vidal Bendito, catedrático jubilado de Geografía Humana (Universidad de Barcelona) y expresidente del Consejo Científico del Institut Menorquí d’Estudis. Barcelona, noviembre de 2014 BIBLIOGRAFÍA ARCHIDUQUE LUIS SALVADOR DE AUSTRIA (1869): Tabulae Ludovicianae, autoedición, Praga ARCHIDUQUE LUIS SALVADOR DE AUSTRIA (1980): La isla de Menorca en texto e imágenes, Parte General y Parte Especial, Ed. Caja de Ahorros y Monte de Piedad de las Baleares “Sa Nostra”, 306 Palma de Mallorca. Parte general, p. I-V y 1-465. Parte especial p. I-XVII y 1-603. Traducción de los vol. VI i VII de la obra Die Balearen. BARBER BARCELÓ, Miguel (1978): Un mahonés ejemplar del siglo XIX. Biografía del Rdo. D. Francisco Cardona y Orfila, Pbro., editado por Miguel Barber Barceló, Impremta Allés, Ciutadella, 178 p. El capítulo XV, p. 95-106, está dedicado íntegramente al Archiduque. BARBER BARCELÓ, Miguel (1996): Un mahonés ejemplar del siglo XIX. Biografía del Rdo. D. Francisco Cardona y Orfila, Pbro. (Tomo II, Apéndices), Ediciones Nura, Ciutadella, 201 p. Recoge, íntegramente, la correspondencia –201 cartas– que el Archiduque envió a F. Cardona i Orfila, entre 1867 y 1891 (p. 21-67). Barber tuvo acceso a esta documentación, que entonces se conservaba en el Archivo Natta-Ponsetí. LIMÓN PONS, Miquel Àngel (1994): «L’Arxiduc i Menorca, apunts d’unes relacions oblidades (*)», Revista de Menorca, 1994, II, p. 273-283) LIMÓN PONS, Miquel Àngel (2003): «L’illa que impregnà l’Arxiduc» en L’Arxiduc Lluís Salvador i les Illes Balears, biografia i índexs, Govern Illes Balears, Sa Nostra, Grup Serra, vol. VIII de la traducción íntegra al catalán de la obra Die Balearen in Wort und Bild geschildert, p. 64-117 OLIVES PONS, Guillermo (1949, 1950): «La colección Pons y Soler», Revista de Menorca, 1ª parte, 1949, p. 181-191, 2ª parte, 1950, p. 61-64. OLIVES PONS, Guillermo (1980): «Presentación», en ARCHIDUQUE LUIS SALVADOR DE AUSTRIA (1980), 1ª parte, p. III-XVII. REVISTA DE MENORCA (Redacción) (1911): Biografía de S. A. I. y R. el Serenísimo Señor Archiduque de Austria Luis Salvador de Habsburgo-Lorena y de Borbón, Socio de Honor del Ateneo. 1911, p. 293 -299 SCHWENDINGER, Helga (1991): El Archiduque Luis Salvador de Austria, Príncipe, Científico y Viajero, Ed. Miquel Font, Palma de Mallorca, 279 p. SINTES ESPASA, Guillem (2008): Les alienacions dels béns eclesiàstics a l’Antic Règim i la seva relació amb l’urbanisme de la ciutat. Beca de investigación del IME . VARENIO, Bernhard (1650): Geografía General en la que se explican las propiedades generales de la Tierra (1650), Traducción del latín por José M. Requejo. Edición y estudio introductorio por Ho- racio Capel, Ediciones de la Universidad de Barcelona, Barcelona, 1974, 148 p. VIDAL BENDITO, Tomàs (1992): «La transició demogràfica a Catalunya i a les Balears». Estudis d’història agrària, nº 9, 1992, p. 203-226, ISSN 0210-4830. Notas Vol. VI y VII de Die Balearen in Wort und Bild geschildert, Leipzig. 2 Vol. 1896-97, p. 3-12. 3 Véase Revista de Menorca, Vol. 1911, p. 293-299 4 Los traductores fueron Carlos y Bàrbara Sánchez-Rodrigo, por iniciativa y bajo la supervisión del autor de este artículo. La edición corrió a cargo de Sa Nostra. 5 Limón (1994). 6 Según Cardona, en Barber (1978). 7 El Archiduque reconoció, de manera explícita aunque siempre demasiado discreta, la aportación de los colaboradores y el papel de estos fue prácticamente ignorado por el público. 8 El más importante e imprescindible de los colaboradores fue Francesc Cardona i Orfila, un sacerdote mahonés, gran naturalista. 9 A la vista de los hechos probados, desde un punto de vista racional, parece que el Archiduque fue más bon vivant que alma dolorida, desarraigada y errante, heroica y exclusivamente entregada a la ciencia. 10 Seleccionadas de las listas de Schwendinger (1991), p. 219-237 11 Véase Barber (1986), cartas 165 y 166, p. 56. 12 Cardona era conocido así, popularmente. 13 A partir de la edición castellana de Sa Nostra. 14 Véase Schwendinger (1991) p. 239-240. 15 Véase en apéndice una breve biografía relativa a su participación en la obra. 16 Estos datos han permitido demostrar la precoz modernización de la población menorquina en el contexto ibérico e incluso europeo. Véase Vidal Bendito (1992) 17 Datos de Francesc Truyol, funcionario del consulado de España en Argel en esos años. 18 Véase nota biográfica en apéndice. 19 La causa podría ser la «burbuja» inmobiliaria mahonesa, de principios del siglo XIX, que finalizó con docenas de casas nuevas vacías. Véase Sintes Espasa (2008) 20 Barber (1996), cartas 101 y 120, p. 101 i 46. Recibió ofertas de St. Antoni y Torre d’en Galmès. 21 Véase Barber (1996), cartas a Cardona nº 1 Textos en castellano 52, p. 31 Cardona también fue el recopilador de este último tema. 23 Agradece al ingeniero Martín Martínez «innumerables indicaciones sobre la red viaria» 24 Barber (1978 y 1996) 25 Olives (1949). Josep Manguán también nos proporcionó información. 26 Olives (1980) 27 Los originales fueron depositados en el IME por los herederos: familias Sintas Ponte y Pascuchi Sintas. Las cartas están fotografiadas pero no transcritas. 22 Palma: la ciudad que el Archiduque conoció Manuel Cabellos Barreiro «Cuando navegando en alta mar se arriba a la amplia bahía de Palma (...) van emergiendo en la lejanía, de un modo paulatino, encantadoras e inmóviles, las torres, después de las doradas murallas y finalmente las casas asentadas en la ribera de la capital de Baleares. Un alto cerco de montañas de un azul de zafiro le sirven de fondo, con su silueta fuertemente diseñada en el éter celeste, formando en conjunto un radiante cuadro. Altivas se levantan las grises cumbres, rompiéndose en oscuros valles, de modo que luces y sombras se combinan en una armonía feliz. (...). Existen muy pocas ciudades en el mundo que ofrezcan al forastero que a ellas llega una fisonomía tan amable, pues en muy pocas se combinan como aquí la forma y el color para producir un efecto tan armonioso.»1 La relación del Archiduque con la ciudad La primera llegada a Palma Eran las 10 de la mañana de un día de principios de septiembre de 1867. Procedente de Ibiza embarcó el archiduque Luis Salvador junto con su tutor, Eugenio Sforza, y un sirviente en un buque de vapor de la Sociedad Isleña Marítima que operaba una vez por semana entre Valencia e Ibiza y Palma. Durante el trayecto le fue presentado Francisco Manuel de los Herreros, director del Instituto Balear, con quien el Archiduque mantuvo una larga conversación en alemán y al que le explicó el objeto de su viaje. La sintonía entre ambos fue completa y significaría el comienzo de una estrecha colaboración que se consolidaría con la mutua amistad. En aquel momento el Archiduque se identificó a los viajeros del buque con el nombre de Ludwig Neudorf, pues pretendía pasar desapercibido. Aconsejado por Herreros, pasó la siguiente noche en la entonces considerada mejor fonda de Palma, conocida como Cas Francès y situada en la calle Conqueridor, recién acabada de construir en el centro de la ciudad2. La foto siguiente, aunque es muy posterior a la situación descrita, muestra el ambiente abigarrado, lleno de carretas y galeras esperando el momento de recogida de pasajeros, con el que se encontró inmerso Luis Salvador al desembarcar en el puerto de Palma. Solo las vías del tren portuario, que no se instaló hasta el año 1877, delatan la ucronía. El objetivo de su viaje era conocer las islas Baleares y Pitiusas con el propósito de recopilar datos con vistas a su inmediata publicación. Aquella primera visita fue breve, un mes y medio, pero significó el inicio de una estancia en la isla que, aunque intermitente, podemos calificar de intensa hasta 1913, dos años antes de su fallecimiento. A lo largo de la década de los setenta, Luis Salvador realizó varias visitas a la isla. En 1872 compró la finca Miramar, donde habitó a partir de entonces. La posterior adquisición de otras fincas contribuyó a estrechar su relación con la mayor de las Baleares. El marco socioeconómico de Mallorca en el siglo XIX La llegada del Archiduque tuvo lugar en un momento de inflexión económica y social. Durante el siglo XIX consideramos tres etapas de igual duración definidas por los acontecimientos y por el crecimiento demográfico y económico3. En la primera, de 1800 a 1833, la ciudad vivía la continuidad de cinco siglos. Los cambios fueron escasos, tanto en su ámbito, el del recinto amurallado, como en su población, entre 30.000 y 40.000 habitantes; la economía eminentemente agraria, con el aceite y el ganado porcino como exportaciones principales; el sistema de relación social eminentemente feudal, en el que la possessió era el lugar principal de producción y residencia en el campo; y en la ideología, fuertemente influenciada por la religión católica. Durante la segunda etapa, entre 1833 y 1866, Mallorca recibió la influencia de franceses y afrancesados relacionados con la ocupación napoleónica, así como de la penetración cultural de la Ilustración y del liberalismo progresista, enfrentado, en el marco de la política, a la mentalidad conservadora. La consecuencia fue la toma de decisiones favorables al libre comercio entre las cuales la creación de comunicación frecuente en barco de vapor con la Península4 y, al amparo de la Regencia de la Reina María Cristina, la formación de un gobierno marcado por la personalidad del ministro liberal Mendizábal, que patrocinó la polémica Ley de Desamortización, aprobada en 1836, que motivó importantes cambios patrimoniales y urbanísticos en la ciudad de Palma. El tercer tercio, desde 1866 hasta 1899, en el que participó el Archiduque, fue en Mallorca de crecimiento industrial, cambio social, migración campo-ciudad y demanda urbanística de suelo. Este es el tercio que vamos a desarrollar5. Los efectos de la Desamortización de Mendizábal Someramente, citaremos aquí los casos en que la desamortización de los bienes detentados por «manos muertas», especialmente en relación a los de la Iglesia, implicaron efectos de demolición o ruina antes del final del segundo tercio del siglo6. El convento de San Francisco de Paula, o de frailes «mínimos», se demolió y en su lugar se creó la plaza de la Reina. El de Santo Domingo, que incluía la segunda iglesia de Palma por sus riquezas y arquitectura, se derribó y se reordenaron los terrenos; como resultado de ello, se crearon la calle Conqueridor y los edificios porticados de la calle Palau Reial. La demolición del edificio de la Inquisición, popularmente llamado «la casa negra», y la del convento de San Felipe Neri permitieron proyectar en su lugar la plaza de Abastos, hoy Plaça Major. En el caso del segundo convento de las clarisas, llamado del Olivar, que ocupaba parte de la actual plaza del mismo nombre, el resultado fue el abandono y ocupación temporal como prisión y, en el medio plazo, la ruina. El convento de monjas de la Misericordia de la calle Sant Bartomeu donde, poco después, se construyó la sede del actual Banco de España. Respecto al convento de la Consolació7, asimismo afectado por la Desamortización, la demolición no se pudo ejecutar hasta el año 1893 por litigios con los propietarios. En su lugar, se creó la plaza de Josep Maria 30 7 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Quadrado (19). En el plano de Pere d’Alcàntara Penya, fechado en 1879, todavía aparece la distribución anterior de manzanas. El mensaje del Archiduque: el libro La ciudad de Palma El afán de conocimiento del Archiduque y su interés por transmitirlo en forma de publicaciones se puso de manifiesto ya desde el primer viaje. A la edad de 19 años recorrió las cuatro islas durante dos meses y medio con un cuaderno, lápices diversos y pluma en el portafolios. El mismo explica su sencillo sistema de trabajo en el prefacio de la colección Die Balearen: «Las páginas que siguen no son el resultado de profundos estudios sino solo la colección ordenada de mis notas de campo, tomados en verano y otoño de 1867, ora a lomo de mula ora surcando las aguas, ya en pobres cabañas campesinas ya en el palacio del rico mallorquín». La colección del Die Balearen in Wort und Bild geschildert, editada en alemán en Leipzig entre los años 1869 y 1892, se compone de 7 tomos, uno de los cuales, el IV, contiene el libro número 5 denominado «Die Stadt Palma». Para poder llevar a cabo este inmenso trabajo, Luis Salvador buscó a un grupo de profesionales en diversas materias para que le asesorasen, le aportaran datos y trasladasen sus dibujos a láminas y xilografías, aunque siempre con una intensa implicación personal. En su edición de 1981, el libro La ciudad de Palma se independiza de la colección: consta de 312 páginas con 121 grabados y un sumario. Por la profusión de datos, descripciones y grabados que contiene, representa un documento de primera magnitud para el conocimiento de cómo era entonces la capital de Mallorca. Es probable que las anotaciones del Archiduque se llevaran a cabo durante la estancia que se inició en febrero de 1880 con su llegada a bordo del yate Nixe, dado que su publicación en Leipzig tuvo lugar el año 1882. Gracias al libro podemos evaluar la ciudad que conoció el Archiduque y que aquí resumiremos en tanto en cuanto hacen referencia a su configuración urbana, patrimonio y paisaje. No puede ser casualidad que La ciudad de Palma comience por la descripción pormenorizada de la muralla renacentista. Parece evidente que el Archiduque nos quiere transmitir el mensaje de que el elemento más característico de la ciudad, el que define su imagen global y el que configura su paisaje al entrar en ella, es su 308 recinto amurallado. La demolición del lienzo de muro (21) comprendido entre la Porta de les Drassanes y la Porta del Moll está citada por dos veces en el libro, lo que demuestra el interés del autor en dejar constancia del derribo de la Porta del Moll por la que había entrado en Palma en su primer viaje y sobre la que escribe: «A pesar de que esta Puerta ha sido demolida, como existió hasta 1873 queremos decir algunas palabras sobre ella (…)», y sigue una larga descripción. Las dificultades que para el arreglo y secado de redes, así como para los intercambios comerciales representaban para las asociaciones de pescadores y de transportistas fueron un factor decisivo para solicitar su demolición. El Ayuntamiento asumió la petición y la remitió al presidente de la primera república, Estanislao Figueras, quien la convirtió en decreto. Nada más recibirse en Palma la orden, el 15 de febrero de 1873, se concentró una multitud para colaborar en la demolición. La percepción del efecto paisajístico posterior al derribo que tuvo Luis Salvador consta en su libro; «(…) lo que permite contemplar los magníficos edificios de la Junta de Comercio y la Lonja, que quedan así a la orilla del mar». Y nosotros añadimos: tal como había sido posible en el siglo XV, cuando se construyó y no existía la muralla renacentista. Casi todo el libro está dedicado a dar a conocer los espacios urbanos y los edificios que los delimitan, esto es, dicho simplemente, la ciudad. La descripción urbana se realiza a lo largo de casi todas las calles. Siguiendo dicho recorrido el Archiduque va identificando las casas, iglesias, zonas artesanales o comerciales etc. que la configuran. Para escoger los edificios de uso eminentemente residencial que va a describir, emplea un sistema que hoy llamaríamos tipológico, es decir, no se escogen las casas según la posición social de su propietario, sino en función de su calidad arquitectónica y de sus varias características: arco de medio punto en el acceso, ventanas coronelles, acceso a través de patios y por pórticos soportados por pilares, arcos ojivales, ventanas con labra escultórica y desván sobre columnas. En los edificios que son reliquia de un uso artesanal y/o comercial, consideraba suficiente la existencia de soportales en planta baja. Siguiendo el recorrido se han contabilizado 133 edificios. Intentando valorar dicha cantidad, se ha llevado a cabo un contaje de los edificios catalogados de similar tipología en el Plan General de Ordenación, vigente desde 1998, con el resultado de 186 casas catalogadas. Resulta difícil acertar en la explicación de esta diferencia, especialmente sabiendo que varios de ellos han sido demolidos. Solo en el lapso de tiempo que estudiamos sabemos que se demolió Can Bonapart y poco después Can Brull (cine Borne). Podemos suponer que, en cuanto a estos tipos de edificios, su catalogación tranquiliza en relación a su conservación si las obras de rehabilitación se realizan con criterios proteccionistas. Tema diferente son los 2.913 edificios restantes no citados o denominados «modernos» en el libro y que también configuraban el paisaje de Palma. No hay espacio para extenderse en la descripción de otros usos aunque la cantidad de 35 edificios civiles y 46 iglesias ayudarán a tener un amplio conocimiento de la ciudad por parte del lector. Los más importantes: el Palacio de la Almudaina, la Catedral, la Lonja, el Ayuntamiento y el Consulado de Mar tienen un extenso tratamiento. En el caso de los conventos solo describe ocho, pero con apreciable detalle. Resulta curioso que en la que se refiere a iglesias incluya la cita de dos conventos, el de san Felipe Neri y el de San Francisco de Paula, que el Archiduque no conoció por haberse derribado como consecuencia de su anterior demolición. En el punto adecuado del recorrido, en pleno Call Menor, Luis Salvador descubre la entonces reciente apertura de la calle Joan Odon Colom (18), hoy Colom, que, desde el inicio de las obras, en 1860, tardó unos 20 años en conformarse. En el libro, su impacto es valorado con esta frase «Felizmente el trazado de esta amplia vía nueva se hizo con cuidado y puede afirmarse que la reforma no destruyó nada de importancia». Entre los aspectos negativos descritos en el libro, el Archiduque detecta fallos importantes en las infraestructuras. En relación a los acabados de las calles dice: «de mal piso y estrechas, muchas de ellas empedradas con cantos de torrente, algunas parcialmente con lajas obradas; casi siempre están desgastadas las piedras por el paso de los carros, que dejan a veces roderas profundas, y desgraciadamente casi siempre su recomposición se limita únicamente a llenar los baches con escombros», También relata la cantidad exigua de agua potable que llega hasta cada usuario9, los sistemas primitivos de acumulación en aljibes y de elevación a los pisos, y espe- Textos en castellano cialmente la inexistencia de cloacas en la mayor parte de las calles, lo que implicaba que los residentes debían eliminarlas por el sistema de infiltración mediante pozos negros, con la contaminación casi inevitable de las aguas en los aljibes y las consecuencias sanitarias que de dicho proceder se derivaban. El libro, en su capítulo «El Puerto de Palma», realiza una descripción de las obras que se ejecutaron y proyectaron a lo largo del siglo XIX, las cuales se complementan con el siguiente texto: Atendiendo a la descripción histórica del puerto de Palma10, interesa destacar que el muelle que lo había configurado durante cinco siglos tenía 400 varas de longitud y acababa en un dique triangular en el que había estado situado el Fuerte de Cabeza de Muelle y, desde el siglo XVIII, la capitanía del puerto. En 1813 se quiso prolongar con un dique curvo de 600 varas (500 m) que por falta de fondos no se ejecutó; finalmente se realizó manteniendo la alineación y de solo 270 metros de longitud. Las obras finalizaron en 1830. El año 1870, acuciado por la demanda de mayor longitud de muelles en la zona de mayor calado para buques de tracción de vapor, se aprobó el proyecto del ingeniero Emili Pou, que consistía en prolongar dique y escollera (11) en unos 500 m, de los cuales 300 con muelles de 30 metros de ancho y uno perpendicular de unos 100 m de longitud. El proyecto incluyó dos importantes novedades: la creación de un paseo público a todo lo largo del puerto con dos partes, la Riba Baja, de unos 670 metros de longitud y la Riba Alta, con una longitud de unos 500 metros, situada sobre el muro de defensa de la escollera que ofrecía magníficas vistas de las actividades portuarias. La segunda novedad fue la construcción de un faro en el extremo del dique con un diámetro generoso y muros inclinados. La parte superior del muro, acabado por una barandilla de fundición e iluminado con lámparas de gas, se acabó el año 1902 y empezó a ser el paseo más popular de los palmesanos en detrimento de Ses Quatre Campanes que, sin la Porta de Jesús, perdió parte de su atractivo. El proyecto incluía la formación de una plataforma (12), para usos portuarios, que a partir de 1910 se convirtió en paseo, de unos 100 metros de ancho, frente a la Lonja, y otra de mayor anchura (13), añadida al viejo mollet hasta la desembocadura de la Riera y acabada en contramuelle, justifi- cada para evitar las aportaciones de tierras en las riadas en el puerto y para facilitar su dragado. El libro menciona11 la existencia de un «tranvía» (14) de tracción mediante mulos que transportaba mercancías entre los diques del puerto y la estación. Interesa precisar que empezó a dar servicio en 1877 y que un año después de la toma de datos por parte del equipo del Archiduque, es decir en 1881, se cambió el sistema de tracción por el de máquina de vapor. Dado que el tren recorría la calle Antoni Maura, el Born, la plaza del Mercat y la Rambla saliendo por la Porta de Jesús al Camí de Ronda hasta la estación, el cambio no debió gustar a los vecinos debido a las molestias que causaba la humareda que desprendían sus calderas. Desde el 1889 la tracción cambió a motor de explosión. Algo más agradable. También hace referencia a las obras en curso en la fachada de la catedral, suponiendo que son obras de acabado12. En realidad eran debidas al terremoto que, en 1851, derribó partes de su fachada principal. Las obras de reconstrucción proyectadas por el arquitecto Juan Bautista Peyronnet, nombrado por la Academia de San Fernando, se iniciaron en 1855. El proyecto13 estaba inspirado, en estilo neogótico con acabados decorativos ajenos al sobrio gótico catalán de la catedral de Palma. Durante 19 años hasta la conclusión de las obras, el año 1886, el Archiduque pudo ver su progreso. Resulta muy interesante el último capítulo «Los alrededores de la ciudad», pues indica que el Archiduque no se limitó a describir el centro de la ciudad, sino que quiso conocer toda la ciudad y percibir, entre otros, la intensa belleza paisajística –apreciable a la llegada en barco–, que formaban no solo las murallas, la catedral, la Lonja y el castillo de Bellver sino, además, el Molinar de Poniente (hoy Jonquet) con 9 molinos harineros y el de Levante, hoy engullido por el ensanche, con 24 molinos. Es muy completa la descripción del castillo de Bellver, con alguna terrible aunque interesante anécdota como la existencia del calabozo denominado La Olla. Resulta memorable la descripción del Terreno: «En las faldas de aquel montecillo, siempre verde, por los pinares que le cubren, están las casas apiñadas del terreno, separadas entre sí por elevadas paredes. Visto desde el mar el caserío del Terreno con sus casitas pintadas de blanco, amarillo y azul, parece una pequeña ciudad…» Desde el punto de vista de la evaluación de la necesidad de suelo en Palma, se descubre en este parágrafo, que la construcción del barrio de Santa Catalina se estableció con gran rapidez, dado que en solo doce años después de su ordenación en 1868, ya estaba urbanizado y ocupado por 6.000 habitantes. También consta en este capítulo la descripción del fuerte de San Carlos, construido en dos etapas, y la fundación del monasterio cisterciense de la Real por parte de Jaime I en 1232 junto con los datos de su destrucción y subasta en 1820. Novedades que debió de conocer el Archiduque No todo lo que sucedió a partir del día de la llegada del Archiduque consta en sus escritos, especialmente porque acontecieron durante los 33 años posteriores a la toma de datos para el libro La ciudad de Palma. Un gran avance, tanto desde el punto de vista del desarrollo económico como de comodidad personal, fue la implantación del tren en Mallorca, que permitió aumentar la capacidad de transporte mediante el añadido de vagones. Ello fue posible merced a un sistema de tracción potente: la máquina de vapor. La primera línea entre Palma e Inca, y su estación frente a la Porta Pintada, se inauguraron el año 1875. La única línea de transporte público que existió en Palma en ese periodo de tiempo fue la del tranvía de tracción animal que enlazaba la plaza de Cort con Portopí desde 1881. Resulta curioso que el primer servicio atendiese a los ciudadanos de Poniente, que eran mayoritariamente de clase media, y no a los de las zonas de Levante que se habían creado en el último tercio del siglo y que eran, en general, de clase obrera. El año 1916 se resolvió dicha carencia con la creación de varias líneas y la incorporación de la tracción eléctrica. Respecto de la catedral, el obispo Pere Campins estaba convencido de que era necesaria una reforma interna para adaptarla a las nuevas normas litúrgicas que pretendían acercar los fieles a los celebrantes, lo que implicaba el traslado de la posición central del coro al presbiterio y dejar el resto de la catedral para los fieles. Para ello se puso en contacto con Antoni Gaudí, que ya tenía prestigio y experiencia en obras religiosas, y que, además, era buen creyente. La reforma tuvo dos fases marcadas por la colaboración con los arquitectos 309 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Joan Rubió (1904-1908) y Josep Maria Jujol (1908-1913). A pesar del final abrupto de los trabajos, el resultado de la reforma fue mucho más intenso que el programa que le había encargado Campins14. La historia ha ido aumentado la valoración y aceptación del trabajo realizado. Parece impensable, conocida la sensibilidad del Archiduque, que no conociese o al menos no se hiciese eco de la transformación que se terminó antes de su última salida de la isla. El tránsito de siglo vino acompañado de obras significativas en Palma tales como el Gran Hotel, proyectado por el arquitecto catalán Lluís Domènech i Montaner, situado junto a la plaza del Mercat, que se inauguró el año 1903 y que consta que el Archiduque utilizó, y el conjunto de edificaciones situado a los pies de la Almudaina formado por el Teatro Lírico, el Grand Hotel la Alhambra y el Café la Alhambra. Todos ellos fueron inaugurados al principio del siglo XX. El Café, a final de los años 40 fue modernizado y se le cambió el nombre por Café Riskal. La demolición de las murallas En su libro, Luis Salvador dedica doce páginas a la descripción de las murallas, de cuyo proyecto de demolición tuvo sin duda noticia, así como de la pérdida patrimonial que ello implicaba y de los cambios del paisaje de la ciudad que su ejecución iba a producir. El recinto fortificado renacentista, reseña histórica La muralla renacentista se había construido en dos fases: la parte de tierra proyectada por Giacomo Palearo, alias il Fratino, y ejecutada entre 1575 y 1682; y la situada frente al mar, diseñada por el ingeniero militar Martín Gil de Gainza, se ejecutó desde 1697 hasta 1801. El recinto renacentista sustituyó a la muralla medieval construida durante el gobierno de la dinastía almorávide en los siglos XI y XII, cuyos muros verticales eran de escaso espesor, dado que no habían sido diseñados para resistir el fuego de la artillería perfeccionado durante los siglos XV y XVI y, además, estaban muy deteriorados a final del siglo XVI Las circunstancias que precedieron al derribo El crecimiento de la población de Palma durante el siglo XIX fue del 83% a pesar de las epidemias de los años 1860-1865 y 1870-1874. La necesidad de proximidad y de acceso a servicios motivó que parte 3 10 de los nuevos residentes, unos 12.000, se instalasen en el casco antiguo. Estos nuevos residentes generaron un crecimiento del 42%, inferior al global y dada la escasez de solares libres, la nueva edificación intramuros tuvo que aumentar alturas en unas dos plantas tanto sobre edificios existentes como en los de nueva construcción. Como consecuencia, la densidad media llegó a alcanzar los 400 habitantes por hectárea, muy elevada si la comparamos con la actual (año 2012) que es de 179 hab/ha. Pero la realidad es que la población no estaba uniformemente repartida, sino que, de los 16 sectores en que estaba dividida la ciudad, había cuatro en los que vivían residentes acomodados, en casas grandes, y la densidad era igual o inferior a 250 hab/ ha; y otros dos, coincidiendo con sectores populares en que superaba los 800, en los que había problemas de hacinamiento, lo que fácilmente podía generar agresividad y rechazo social. Por otra parte, es preciso resaltar la prohibición de construir en la zona polémico-militar, cuyo objetivo era garantizar, en caso de ataque, la cobertura por el alcance de las piezas de artillería. El sistema defensivo de la ciudad estaba conformado por el recinto amurallado y por la mencionada zona, formada por un anillo cuyo ancho era de 1.250 metros medidos desde la muralla. La necesidad de suelo en el último tercio del siglo, para dar cabida al crecimiento residencial e industrial, se satisfizo de forma espuria: en lugar de urbanizar y construir en continuidad con las murallas, se tuvo que hacer más allá de dicho perímetro, creándose unos núcleos aislados como Son Espanyolet, Els Hostalets y La Soledat, carentes de servicios e infraestructuras. Paralelamente, en una porción de dicha zona prohibida, la necesidad de suelo quedó, en parte, paliada a partir del año 1868 gracias a la transigencia del Capitán General, que «comisionó» a dos ingenieros militares para formalizar como propio el Proyecto de Ensanche de Santa Catalina para urbanizar y edificar en terrenos situados en plena Zona Polémica que eran, mayoritariamente, propiedad del marqués de la Romana15. La ciudad de Palma de Eusebi Estada La publicación, en 1885, del folleto «Condiciones que deben reunir las viviendas para que sean salubres», redactado por el ingeniero Eusebi Estada, originó un fuerte impacto en la opinión pública. Su contenido mostraba los problemas deriva- dos de la alta mortalidad y morbilidad en la ciudad de Palma y aportaba alternativas para resolverlos. Un contenido que amplió en 1892 con el libro La ciudad de Palma, su industria, sus fortificaciones, sus condiciones sanitarias y su ensanche. Estada coincidía con otros expertos en estrategia en la «importancia militar de las Baleares y en especial de la plaza de Palma»16 y proponía, como alternativa, «que se ponga a Palma y a toda la Bahía en estado de defensa», mediante la construcción de fuertes en los puntos que mejor dominan la bahía y el puerto «(…), dotándolos de artillería protegida»17. Por otra parte, la extensa epidemia de cólera18 que sufrió Palma entre 1860-65 y la de tifus en 1874, influyeron en la decisión de Eusebi Estada de dar un paso adelante para dar a conocer las causas que generaba dicha situación y proponer soluciones de cuyos resultados positivos estaba bien informado19. El ingeniero Estada participaba de la corriente higienista que atribuía a las ciudades históricas amuralladas la aparición y proliferación de epidemias que, desde la Edad Media, diezmaban la población. Ciudades grandes y con un gran impulso industrial como Viena, París o Barcelona habían iniciado el derribo de sus murallas. Durante el siglo XIX se avanzó considerablemente en el conocimiento de las causas de epidemias y, como consecuencia, en la necesidad de instrumentar en las ciudades infraestructuras sanitarias adecuadas. Concluyó que la causa de los altos índices de morbilidad y mortalidad en el centro de Palma estaban relacionados con la escasez de agua potable20, el uso habitual de aljibes21 y pozos negros, la insuficiente red de evacuación de aguas fecales22, así como la alta densidad de población, el hacinamiento de las viviendas, la estrechez de las calles y la existencia de murallas que rodeaban la ciudad. Estada defendía la necesidad de suelo para la implantación de industrias en espacios amplios y para construir edificios de viviendas en condiciones sanitarias; exigía en Palma un plan de ensanche y la eliminación de la zona polémico-militar, que impedía dichas edificaciones. Pero, además, en su libro argumentaba: «Las actuales condiciones de Palma y las necesidades de proveer a las exigencias de su porvenir requieren el ensanche de la población (...) con la base obligada e imprescindible del derribo del recinto, que envuelve y supone la desaparición de las zonas polémicas»23. Textos en castellano El impacto del libro alcanzó transversalmente desde los grupos ilustrados hasta los sindicatos obreros y, sobre todo, a la sociedad implicada: propietarios de los terrenos y empresarios. Todos unidos bajo el lema «Abajo las murallas» que exhibían las pancartas en la manifestación24 del 16 de junio de 1893. Después de persuadir a los conciudadanos, había que convencer al Ministerio de la Guerra de la inutilidad de la muralla. Superada la oposición del Ministerio merced a la intervención del general Valerià Weyler, se aprobó en 1895 la Ley de Derribo de la Muralla. La ceremonia y fiesta del derribo de la primera piedra Discurría el día 10 de agosto de 1902. Era domingo y Palma olía a fiesta mayor. La ciudadanía se preparaba para un gran acontecimiento: el derribo de la primera piedra de las murallas que rodeaban la ciudad. Cuentan las crónicas que sus plazas y calles principales se engalanaron con guirnaldas y se iluminaron con bolas de gas. El Born atrajo la atención debido a los centenares de bombillas instaladas por la firma Ahlemeyer y alimentadas con corriente eléctrica25, lo que significaba una novedad en Palma. La implantación de la electricidad en Palma se inició el año siguiente mediante la creación de dos empresas de capital mallorquín. El año 1913 solo la Compañía Mallorquina de Electricidad subsistía habiéndose consolidado gracias a la ampliación de la red de distribución y al eficiente servicio26, lo que le permitió su desarrollo en los pueblos. Las celebraciones, que se prolongaron durante cuatro días, comenzaron por la mañana, frente al Ayuntamiento, con un reparto de bonos a unos 2.000 indigentes; la distribución de un millar de juguetes a los más pequeños en el Teatro Lírico y, en la Caja de Ahorros, la entrega de 100 libretas con un ingreso de 20 reales aportados por la entidad bancaria y diez por el obispado a los niños necesitados. También la empresa textil Herederos de Vicente Juan Ribas quiso poner su grano de arena al conceder a sus trabajadores, durante tres días, la «gracia» de empezar el trabajo tres horas más tarde que de ordinario, para que pudieran disfrutar de los festejos nocturnos programados con motivo del acontecimiento. Cuando En Figuera dio las cinco campanadas, la multitud ya se agolpaba en la plaza de Cort a la espera de que el jefe de ceremonias formara el cortejo que iba a desfilar hasta el baluarte de Zanoguera; un cortejo encabezado por la guardia municipal montada a la que seguían representantes de las sociedades obreras, el Orfeón de La Protectora y el cuerpo de peones camineros. A continuación, marchaban los alcaldes de los pueblos, el cuerpo de bomberos seguidos de los diputados a cortes y concejales elegidos en anteriores bienios. La comitiva, que a paso solemne desfilaba por Conqueridor, el Born, la Rambla y Oms, era aclamada con vítores y aplausos por una ciudadanía curiosa y entusiasta. Al llegar a la plaza Joanot Colom (hoy plaza Espanya), la multitud ya se extendía hasta donde alcanzaba la vista y se apretujaba luchando por acercarse al lugar de la ceremonia. El sonido de las bandas de música anunció la llegada de la comitiva que cruzó el arco de triunfo levantado en el baluarte de Zanoguera y se unió al grupo de invitados, encabezados por Maria Weyler en representación de su padre, Valerià Weyler. Retumbaron los tambores, se soltaron 200 palomas desde lo alto del puente artificial, todas las iglesias echaron al vuelo sus campanas y el público asistente se puso en pie para aplaudir con entusiasmo. Y se inició el acto. El secretario del Ayuntamiento leyó la Ley de 7 de mayo de 1895 de regulación del proceso de demolición y ensanche. Y comenzaron los discursos, todos ellos expresando el júbilo general por el inicio del derribo de la muralla. A continuación, Maria Weyler subió al punto más elevado del baluarte para, con la ayuda del arquitecto municipal, dejar caer la primera piedra de la demolición de las murallas. Las crónicas hablan de 12.000 asistentes empeñados en ver de cerca la ceremonia; tan empeñados estaban que acabaron arrollando las vallas sin que, según las crónicas, hubiera que lamentar heridos. Fastos conmemorativos como aquellos se perdían en la memoria de los tiempos. La demolición del recinto fortificado27 Acabada la gran fiesta, 40 hombres iniciaron el derribo de la cortina que unía el baluarte de Zanoguera con el de Santa Margalida, con la Porta Pintada en su punto medio. Le siguió la demolición de la totalidad del baluarte de Zanoguera (4). La tierra y los materiales se vertieron en el foso colindante formando las Avingudes y la actual plaza Espanya; las piezas de marès se trasladaron a unos almacenes para su venta. El mes de marzo de 1903, ocho meses después del simbólico derribo, ya había desaparecido el primer baluarte. Hubo discrepancias entre el Ayuntamiento y el Ministerio de la Guerra en relación con el sistema de adjudicación de las obras y por la exigencia28 de suelo y dinero que permitiera al Ministerio instalar cuarteles de dimensiones similares a los que tenía previamente. Superado el conflicto, en 1909, el Ayuntamiento acabó en 1908 de derribar el baluarte de Sant Antoni (3), empezado con anterioridad, lo que significó dejar expedita la conexión de las calles Sindicat y Ferreria con la carretera de Inca. El del Socorredor (2) se demolió paralelamente al de Sant Antoni. (La posición de cada baluarte se identifica en el plano de la Imagen 7 mediante el número entre paréntesis del texto). Volviendo al norte continuamos en dirección poniente. La demolición del baluarte de Santa Margalida (5) concluyó en 1911. En su interior se hallaba la puerta del recinto medieval que los almorávides denominaron, en árabe, Bab-al-Kahl. Era la puerta por la que el rey Jaime I, el 31 de diciembre de 1229 entró con sus huestes en Madina Mayurqa para conquistarla. Desde entonces se empezó a denominar Porta de l’Esvaïdor o de Sa Raconada. Un siglo después tomó el nombre de Porta de Santa Margalida en virtud de la fundación de un convento colindante del mismo nombre. Durante 4 centurias, hasta la construcción del recinto renacentista, fue la puerta de salida directa de la ciudad hacia la carretera de Sóller. Como consecuencia del inicio de su derribo29 el 4 de julio de 1907 se generó una intensa controversia. Los partidarios de demolerla defendían el cumplimiento del Plan de Ensanche y alegaban que su mantenimiento dificultaría la continuidad de la calle Sant Miquel. Los partidarios de salvarla, la Sociedad Arqueológica Luliana y la Comisión del Patrimonio Histórico, aducían en su defensa la histórica entrada de Jaime I y consiguieron su inscripción como Monumento Nacional el 28 de julio de 1908, lo que paralizó el derribo que acababa de iniciarse. Aun así, el derrocamiento se reinició la noche del 26 al 27 de febrero de 1912 por parte de brigadas municipales. De aquella atmósfera insólita dio cuenta el periódico La Almudaina30: «Las piedras al desmoronarse retumbaban sobre el pavimento, ayudando a hacer fantástico el inesperado derribo el resplandor de las luces que alumbraba la obra demoledora». El 27 fue un día de reuniones, discusiones, 311 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s dimisiones y tensión entre ambos bandos. Finalmente el Ayuntamiento, con el visto bueno del Gobernador, adoptó el acuerdo de completar la demolición que se había iniciado el día anterior. Al día siguiente se reiniciaron los trabajos y quedó expedita la abertura de la calle Sant Miquel. Consta en la nota de prensa31 titulada «Una piedra», la siguiente noticia: «Su Alteza Real e Imperial el Archiduque de Austria Luis Salvador, cuya predilección por las cosas de Mallorca es notoria, ha pedido y logrado, para conservarla como recuerdo, una piedra de la que fue Monumento Nacional, la Puerta de Santa Margarita, antes Bab al-Kofol.» La empresa concesionaria de la demolición del baluarte de Jesús (6), que era de mayor tamaño que los anteriores por ser fiel al diseño del Fratino, tuvo como obligación añadida no solo el derribo de las cortinas anejas, sino asimismo el de la plaza de toros privada que ocupaba buena parte de su interior. Parte de los bloques de marès resultantes fueron, al parecer, reutilizados por el archiduque Luis Salvador en la possessió de Son Gallard, en Valldemossa, que era de su propiedad. Los trabajos concluyeron el año 1913. Aunque el derribo de la fortaleza avanzada, denominada Hornabeque (9), no se terminó hasta 1915, la incluimos dentro del plazo temporal que nos hemos impuesto en este artículo, porque antes de 1909 ya se había desmontado y los materiales de derribo fueron usados para la formación de dos plataformas (12) y (13) portuarias. La empresa que se encargó de demoler el baluarte de Moranta (8) no tuvo la oportunidad de deshacerse fácilmente de los materiales de derribo debido a estar ocupado el foso de las murallas por el cauce de la Riera. El derribo finalizó el año 1913. En resumen: de los ocho baluartes que rodeaban por tierra a la ciudad, seis estaban demolidos y solo el de San Jerónimo (1) y el del Sitjar (7) se mantenían en pie, junto al revellín (20) de la Puerta del Campo. El archiduque Luis Salvador pudo percibir el formidable cambio paisajístico que se había producido desde que 43 años atrás llegara a Palma. 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Bibl. 12, pág. 131. 9. ERZHERZOG, Bibl. 9, pág. 16 y siguientes. 10. ALEMANY. Bibl. 1, pág. 157. 11. ERZHERZOG, Bibl. 9, pág. 250. 12. ERZHERZOG, Bibl. 9, pág. 133, párrafo 3. 13. NAVASCUES, Bibl. 21, pág. 193. 14. NAVASCUES, Bibl. 21, pág. 199. 15. TOUS. Bibl. 28, pág. 195. 16. ESTADA. Bibl. 12, pág. 60-62. 17. ESTADA. Bibl. 12, pág. 67. 18. LADARIA. Bibl. 18, pág. 197. 19. ESTADA: Bibl. 12, pág. 127. 20. CALVET. Bibl. 6, pág. 53. 21. ESTADA: Bibl. 12, pág. 115, líneas 1-3. 1. 2. GARCÍA. Bibl. 17, pág. 9. ESTADA: Bibl. 12, pág. 154. 24. LADARIA. Bibl. 18, pág. 63. 25. VARIOS AUTORES: Bibl. 31. pág. 20. 26. NUÑEZ: Bibl. 34. pág. 47 y 49. 27. LADARIA. Bibl. 18, pág. 99-114. 28. LEY de 7 de Mayo de 1895 de regulación del proceso de demolición y ensanche. Artículo 3: Del terreno que ocupan las murallas, sus fosos y anexos, se cede gratuitamente al Ayuntamiento de Palma (...) el necesario para calles, paseos y plazas públicas; el resto que no necesite el Ramo de Guerra para edificios militares, se venderá por el Ayuntamiento en pública subasta, y el remanente que resulte, después de reintegrar al municipio en los gastos que origine el derribo de las murallas (…), ingresará en el Tesoro Público en aplicación exclusiva a las fortificaciones. 29. TOUS. Bibl. 28, pág. 223. 30. VARIOS AUTORES: Bibl. 32. Día 27, pág. 2. 31. YSASI. Bibl. 35, pág. 151. 22. 23. El archiduque Luis Salvador en el castillo de Brandýs nad Labem Milan Novák El castillo de Brandýs nad Labem, residencia de recreo imperial y real, ha estado estrechamente ligado a la historia checa durante siglos. El castillo gótico levantado originalmente en las posesiones de una destacada dinastía de aristócratas bohemios de Michalovice fue fundado entre finales del siglo XIII y principios del XIV como edificio de vigilancia sobre un vado del río Elba e inmediatamente después (alrededor del año 1317) sobre el puente por el que pasaba la conocida como ruta comercial lusaciana, que desde la cercana Praga se dirigía hacia el norte.1 Paulatinamente fue siendo ampliado hasta convertirse en un imponente palacio gótico tardío al cuidado de otra gran casa aristocrática checa en el último tercio del siglo XV, la de los Tovačovksý de Cimburk, y los Krajíř de Krajk. A su servicio se puso el constructor italiano Matteo Borgorelli (1510–1572). Él comenzó la reconstrucción renacentista que bajo su dirección se prolongó incluso después de 1547, cuando el castillo fue confiscado por la cámara real bohemia. El castillo pasó por una completa transformación para convertirse en residencia de recreo y caza para los gobernadores de la dinastía Habsburgo y el señorío de Brandýs pasó a ser un dominio real. Brandýs es, de hecho, el único castillo visitado por todos los gobernantes de la monarquía danubiana y los reyes checos a lo largo de cuatro siglos, entre los años 1526 y 1918, empezando por Fernando I (1503-1564), representante de la dinastía de los Habsburgo en el trono de Bohemia, hasta Carlos I de Austria (1887-1922), último emperador y rey del Imperio austrohúngaro. El emperador Rodolfo II (1552–1612) otorgó con su patente del día 5 de octubre de 1581 el estatuto de ciudad real a Brandýs nad Labem y el castillo homónimo pasó a ser su principal residencia fuera de Praga. Al igual que el castillo de Praga, el de Brandýs nad Labem ofrece también un importante testimonio sobre la personalidad del emperador germánico y rey de Bohemia y Hungría Rodolfo II gracias a sus estancias en Brandýs entre los años 1578 y 1610, así como sobre otras personalidades de su época, como por ejemplo el astrónomo y astrólogo danés Tycho Brahe de Knudstrup (1546–1601), que visitó Brandýs en el año 1600. Desde Brandýs partieron varios monarcas como Carlos VI (1685– 1740), María Teresa (1717–1780) y Fernando V (1793–1875) a su coronación en Praga como reyes de Bohemia. El castillo de Brandýs fue escenario de importantes acontecimientos históricos para la historia europea, especialmente en la época de las Guerras Napoleónicas, cuando en 1813, antes de la batalla «de las Naciones» de Leipzig, albergó el encuentro de los tres monarcas de la coalición antinapoleónica, el emperador Francisco I de Austria y II del Sacro Imperio Románico Germánico (1768–1835), el zar ruso Alejandro I, y el rey prusiano Federico Guillermo III. Un notable capítulo de la historia del castillo de Brandýs nad Labem es también la estancia de la familia de los grandes duques de Toscana durante la segunda mitad del siglo XIX. Entre los años 1908 y 1918, culmina la historia del castillo cuando en él se establece el último emperador, el beato Carlos I de Austria, personalidad histórica que pasó a la posteridad especialmente por sus iniciativas de paz durante la Primera Guerra Mundial.2 En lo que respecta a la evolución que vio su arquitectura, el castillo de Brandýs nad Labem es uno de los principales monumentos renacentistas de la República Checa. Su transformación de palacio gótico tardío a castillo renacentista de cuatro alas concluyó durante el gobierno de Maximiliano II (1527–1576). Las modificaciones 3 13 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s posteriores barrocas, clásicas o neogóticas no cambiaron la forma que le devolvió la última fase de arreglos en el estilo del Renacimiento tardío a principios del siglo XVII (hasta el año 1608). El castillo de Brandýs nad Labem fue uno de los primeros edificios en tierras checas en ser decorado con la técnica renacentista del esgrafiado. Por haber sido desde 1547 residencia real al igual que el castillo de Praga, ofrece un testimonio indispensable para entender la arquitectura de maestros de la corte como Matteo Borgorelli y otros. Una rareza arquitectónica bien conservada del castillo de Brandýs es el pasadizo cubierto renacentista «Rudolfinka» (del año 1062) que recuerda a una construcción rodolfina semejante en el castillo de Praga.3 Los jardines del castillo de Brandýs eran durante la época de Rodolfo II unos de los principales jardines manieristas, pero resultaron gravemente dañados en los años 1639 y 1640 por las guarniciones suecas, de las que no se salvaron ni el pabellón de exposiciones de la residencia de verano del emperador ni otras de sus construcciones. Hoy día podemos ver algunos de sus restos en la estructura original de la terraza, que conserva la balaustrada central del jardín. Este importante castillo de historia única y tan interesante pasado arquitectónico, se convirtió en 1860 en el hogar del archiduque Luis Salvador de Toscana, la casa de su niñez y uno de los lugares donde más tarde formaría su visión arquitectónica artístico-histórica, su museo y la galería de sus colecciones, y finalmente, el sitio donde terminaron los días de este viajero, científico multidisciplinar y amante del arte, miembro de la Casa de Habsburgo. El segundo hogar de la familia Austria-Toscana En el año 1859 la unificación de Italia era una realidad irrevocable y la familia de los grandes duques de Toscana, con Leopoldo II a la cabeza, tuvo que marcharse al exilio apresuradamente y de forma definitiva después de 122 largos años de gobierno. El 8 de mayo de 1859 el emperador Francisco José I recibió en Schönbrunn a los exiliados, y tras una breve estancia en Bad Vöslau, los «toscanos» se trasladaron a Bohemia, al castillo de Ostrov nad Ohří, llamado entonces Schlackenwerth, cerca de Karlovy Vary, que pertenecía a la secundogenitura toscana ya desde los tiempos de las Guerras Napoleónicas. Pero poco después la residencia principal y permanente de los Austria-Toscana en Bohemia pasó a ser el casti- 314 llo de Brandýs nad Labem. El vetusto castillo y sus tierras estaban pignorados desde 1858 en el Banco Estatal Austriaco y Leopoldo II los compró por 1.600.000 florines. El 8 de agosto de 1864 fue registrado en los libros de propiedad del Reino de Bohemia.4 Justin Václav Prášek describe el 24 de agosto de 1860 la llegada de los Toscana a Brandýs: «... día bonito y limpio de otoño. Por la tarde pasaron numerosos carruajes junto a toda la corte toscana, encabezados por el archiduque y el gran duque, atravesando la plantación hasta el castillo, donde recibieron una cordial bienvenida tanto de los más altos funcionarios provinciales, municipales, eclesiásticos y militares, así como por parte de todo el personal administrativo del señorío. Por la noche, la comunidad ofreció a la pareja gran ducal una excelente serenata en la parte norte. La población de Brandýs estaba encantada de que la corte gran ducal eligiera el antiguo castillo como su residencia permanente. La familia gran ducal estaba entonces formada por, además del archiduque Leopoldo y su esposa María Antonieta de Borbón, princesa de las Dos Sicilias, por los señores Carlos Salvador, Luis Salvador, Juan Salvador y María Luisa Anunciada. En el castillo se estableció asimismo la gran duquesa María Ana, princesa de Sajonia, viuda del gran duque de Toscana Fernando III, muerto el 18 de junio de 1824. La corte toscana ocupó el apartamento en la primera planta del castillo, en la parte sur, la gran duquesa viuda se aposentó en la primera planta en la parte norte del castillo....Leopoldo II se interesaba con ímpetu por la literatura y el arte, la gran duquesa se entretenía en trabajos manuales y también regalaba casullas confeccionadas a mano por sí misma a las iglesias de Brandýs y Přerov... La educación de los jóvenes grandes duques la dirigía el chambelán principal, el barón Eugenio Sforza, con la asistencia del caballero Lorenzo de Gnagnoni y varios profesores de Praga…»5 También el gran duque Leopoldo dejó, por supuesto, buena constancia de la llegada a Brandýs en su diario. Ese día, el 24 de septiembre de 1860, escribió: «Praga es grande, la gran extensión del país, el reino a sus espaldas: En el hito se encuentran el director Drechsler y el representante de la comarca, aquí comienzan mis posesiones… La alameda de grandes árboles Populus Italie (chopos) bordea el camino; a derecha e izquierda hay campos trabajados que se extienden allá hasta donde solo el ojo alcanza. Pasamos dos pequeñas ciudades, en la mayor se encontraba Brandýs... patios antiguos, oficiales militares del regimiento Windischgrätz, representantes de la ciudad, sacerdotes y empleados del señorío. Acompañé a mi familia arriba. Una sala vacía, muros externos ciclópeos como en una fortaleza, y desde las ventanas, vistas al Elba, extensos bosques. Espacio abierto, clima suave. Lloré y agradecí a Dios por este señorío. Llegaron el coronel Bellegarde, el sobrino del mariscal, el vicario y los curas militares y los capellanes, hablé afectuoso y firme. Me dirigí a la numerosa servidumbre del señorío. Llegó el comandante de la policía con sus subordinados, luego el jefe de la oficina del catastro y de la oficina fiscal, y otros muchos representantes de la administración local y estatal... Luego el alcalde y los concejales y por fin los empleados del latifundio, preocupados sobre su futuro. Concluidas estas visitas hablé con el jefe del regimiento. [...] Pasé a mirar los aposentos de Antonieta y Luisa y los hijos menores en las antiguas habitaciones al fondo del castillo. Volví de nuevo con el resto al jardín contiguo a la casa, un lugar sombreado para sentarse, y miré cómo se extiende a lo largo de dos terrazas y bajo los cimientos del castillo». Después valora Brandýs como un lugar que considera adecuado para vivir, trabajar y para los niños.6 Los diarios del gran duque Leopoldo II son en la actualidad una fuente de muchas y valiosas informaciones. En el archivo familiar de los Austria-Toscana, custodiado hasta el año 1919 en el castillo de Brandýs nad Labem, se conservaban en total 53 de sus libretas de anotaciones de entre los años 1838–1864 y 42 diarios con una extensión de miles de páginas escritas entre 1818 y 1870: sólo en Brandýs entre el año 1860 y 1869 escribió siete de estos diarios.7 La infancia de Luis Salvador en Brandýs Una parte importante de las anotaciones se refiere a los niños, sus estudios, viajes, acontecimientos familiares o estado de salud. Gran atención dedicó Leopoldo II precisamente a su hijo Luis. Encontramos información de los estudios de Luis en Praga, sus viajes por el mundo, su actividad coleccionista y la organización de sus colecciones en el castillo de Brandýs.8 Luis Salvador manifestó ya de niño un gran interés por la naturaleza. Los trabajos de estudio que dedicó a su padre por Navidades y en su cumpleaños, fechados en Brandýs en el año 1860, esto es, un mes después de su llegada al castillo, y después en el año Textos en castellano 1863, son una muestra de las capacidades para el aprendizaje que poseía. Aprendió a leer y escribir a los cinco años en italiano, que era la lengua que consideraban como materna los Austria-Toscana, y en Brandýs, además de alemán, francés e inglés, se sumó el aprendizaje del checo, del que se encargó el profesor local Jan Rokos. Según los escritos conservados, Luis dominaba ya el latín con 13 años y dos años después, el griego. Pero aunque en la familia de los Austria-Toscana las ambiciones científicas no eran nada nuevo ya desde el tatarabuelo Francisco Esteban de Lorena, las ansias de conocimiento de Luis Salvador causaron cierta contrariedad. Pasaba todo el tiempo leyendo, dibujaba la naturaleza y observaba los insectos en lugar de dedicarse a la caza. Más tarde manifestó abiertamente su rechazo a la carrera militar o funcionarial. El mote de «el archiduque sabio» lo recibió cuando no había cumplido aún los 14 años, pero incluso los burlones tenían que reconocer su talento y asombrarse de sus capacidades lingüísticas. El primer programa de estudios de Luis, un admirable documento pedagógico que se conservó en el archivo familiar en el castillo de Brandýs nad Labem, fue confeccionado todavía en Florencia a mediados de la década de los cincuenta del siglo XIX por Vincenzo Antinori (1792 – 1865). El reconocido matemático y físico toscano, director del Museo de Física y Ciencias Naturales de Florencia, fue nombrado profesor privado de los hijos de Leopoldo en 1847. El programa de estudios de Antinori era muy amplio. Los estudios de Luis estaban concebidos para abarcar dos grados del ciclo de enseñanza. El primer grado estaba dirigido a la enseñanza general mientras que el segundo se dedicaba en exclusiva al aprendizaje de ciencias naturales.9 Luis Salvador comenzó a registrar sus impresiones de viaje ya a los 14 años, durante su primera estancia en Venecia del año 1861. Le enviaron allí sus padres junto a su hermano menor Juan (Juan Nepomuceno – Orth, 1852 – 1890) y acompañados por el doctor Bondy y Eugenio Sforza por razones de salud, ya que el clima más severo de Bohemia y el tiempo brumoso de las tierras bajas de Polabí no le habían favorecido. El resultado de las primeras anotaciones de estos viajes fue Excursions artistiques dans la Venetie et le littoral, una obra de 263 páginas en francés que, con dedicatoria a su madre, Luis publicó en la editorial Heinrich Mercy de Praga en 1868, marcando así el inicio de su larga colaboración con dicha casa. Como prueba del conocimiento de la lengua checa del Archiduque, valga el libro de su viaje por Egipto y Siria, que él mismo tradujo al checo, con el título Karavanská cesta z Egypta do Sýrie, kterouž popsal archivojvoda Ludvík Salvátor Toskánský publicó en Praga en el año 1885. Los estudios de Luis Salvador en Praga El sitio de los «estudios superiores de Su Alteza Imperial, el señor archiduque Luis Salvador» fue durante la segunda mitad de los años sesenta del siglo XIX Praga y su prestigiosa Imperial y Real Universidad Carlos-Fernando.10 La dirección de sus estudios fue confiada al profesor Johann Schier, que fue galardonado en 1870 con la Orden de la Corona de Hierro de III clase. Schier era un especialista en Derecho constitucional austriaco, administración y leyes de Austria, y en Derecho federativo alemán. A la formación en Derecho de Luis también se dedicó Antonín Randa, profesor checo de Derecho civil, comercial y cambiario austriaco. Randa más tarde fue nombrado presidente de la Sociedad Imperial Científica Checa y era miembro del Club de Señores Panský klub y del Tribunal Imperial. Las clases de filosofía a las que asistía Luis Salvador eran las de Johann Heinrich Löwe, miembro de la Real Sociedad de Ciencias Checa, y años después también rector de la Universidad. Las ciencias naturales, que por aquel entonces se estudiaban en la Facultad de Filosofía, las estudió Luis Salvador con los profesores Kostelecký, Stein, Zepharovich y Matzka. Como él mismo pronunció en su ingreso en la Imperial y Real Sociedad Zoológico-Botánica en diciembre del año 1865, las ciencias naturales eran «ya desde mi más temprana juventud mis estudios preferidos». Vincenc František Kostelecký, miembro numerario de la Real Sociedad de Ciencias Checa, era profesor de botánica y director del Jardín Botánico de Praga. Como doctor en medicina, su interés se centró especialmente en la parte medicinal y farmacéutica de la botánica. Friedrich Stein era profesor de zoología y presidente del Imperial y Real Departamento de Zoología, y también miembro de la Academia Imperial de Ciencias de Viena, la Real Sociedad de Ciencias Checa de Praga y miembro externo de la Academia de Ciencias de Turín y la Sociedad de Ciencias de Sajonia en Leipzig. Victor von Zepharovich era profesor de mineralogía y presidente del Imperial y Real Departamento de Mineralogía, y al igual que Stein, era también miembro de la Academia Imperial de Ciencias de Viena. Wilhelm Matzka era profesor de matemáticas y miembro numerario de la Sociedad de Ciencias Checa.11 La educación artística la recibió Luis Salvador del rector de la Academia de Bellas Artes de Praga, el pintor historicista y representante del romanticismo histórico checo Antonín Lhota. Luis Salvador mantuvo el contacto continuo con la Universidad de Praga también a través del sustituto de Kostelecký, el profesor de botánica y director del Jardín Botánico (desde 1872) Moritz Willkomm. Se dedicó al estudio de la flora de la Península Ibérica, por donde viajó en repetidas ocasiones desde 1844, y en los años 1873 y 1874 visitó también las Baleares, con el mismo objetivo de investigar su flora. En la época de sus estudios en Praga tiene lugar el primer viaje de Luis a las Islas Baleares del año 1867, un viaje que en un principio no había planeado. Junto a su educador Sforza quería partir por algún tiempo a Dalmacia, para poder describir en mayor profundidad esa tierra que conocía desde 1864 y a la que se había dedicado intensamente desde entonces. Sus planes se vieron afectados sin embargo por un brote de cólera en Dalmacia y como primer destino alternativo eligió entonces las Baleares. Como todo el resto de miembros de la Casa de Austria, Luis Salvador también estaba predestinado a hacer carrera en el ejército o en la administración estatal. Precisamente en el año 1865 fue nombrado coronel y titular del 58 regimiento de infantería. El adornado pergamino emitido a tal efecto por el despacho del emperador y firmado por Su Apostólica Majestad solía conservarse también en el archivo de Brandýs. Pero los intentos de transformar al «archiduque sabio» en un militar o un funcionario fueron en vano. En el año 1866, durante la guerra austro-prusiana, Luis Salvador tenía que haber adquirido experiencia como funcionario de la gobernación en el marco de su estancia en Praga, pero parece que durante ese mismo año se escapó a Villa Zindis, cerca de Trieste. En aquella época se sumó a su servicio otra de las muchas personalidades de nacionalidad checa que desempeñaron un papel destacado en la vida del Archiduque, Vratislav Výborný, natural de Kutná Hora. Luis Salvador le nombró su secretario, y en su compañía partió de Praga. Výborný fue con el Archiduque también a Mallorca, donde en 1877 le halló la muerte.12 3 15 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s Luis Salvador, amo del señorío de Brandýs En el transcurso de una visita a Roma, el día 29 de enero de 1870, murió Leopoldo II. De la herencia que dejó en Brandýs, el hermano mayor de Luis, Carlos, se quedó una parte menor, la casa del guarda forestal, la antigua casa de caza imperial erigida a mediados del siglo XVII en el lugar donde antes se hallaba la casa del preboste en las proximidades de la iglesia de San Venceslao de Stará Boleslav y que fue arreglada para su familia como villa residencial, y el balneario de Houštka, en los que llevó a cabo una considerable remodelación de 1867 a 1870. Luis Salvador se convirtió en el propietario del señorío de Brandýs. El señorío de Brandýs nad Labem (atendiendo al inventario realizado en 1917 por el abogado Adolf von Bachrach del legado del Archiduque en Brandýs), aparte del castillo en sí y sus jardines, incluía también el castillo de Přerov nad Labem, el caserío de Dehtáry, la fábrica de cerveza del castillo de Brandýs con una producción de 2.000 hectolitros anuales, la fábrica de ladrillos, el caserío del administrador de la hacienda, dos mansiones de varias plantas con instalaciones agrícolas, cuatro viviendas, casas de guardabosques, caballerizas, templetes, y terrenos agrícolas y bosques que sumaban más de 7.000 hectáreas.13 El castillo de Brandýs nad Labem era un lugar que Luis Salvador nunca abandonaba del todo, a pesar de que la mayor parte de su vida la pasó de viaje y en la isla de Mallorca. Se puede decir que consideraba Brandýs su casa familiar, le dedicaba una atención permanente, y con mayor o menor regularidad, como mínimo una vez al año, llegaba para quedarse durante varias semanas, tal y como demuestran diferentes testimonios escritos en base a los recuerdos de los testigos del lugar. El maestro J. Hyka fue un destacado preservador de la memoria de Luis Salvador en Brandýs, al igual que los miembros del séquito del Archiduque (por ejemplo, Antonietta Lanzerotto con sus anotaciones en su diario).14 Durante sus estancias, al Archiduque le gustaba alojarse en el castillo de Přerov nad Labem, que tenía acondicionado de forma más acogedora. En el castillo de Brandýs ante todo trabajaba y guardaba parte de sus colecciones, pero no es que el castillo sólo le sirviera de museo y depósito científico, ni mucho menos. Los objetos de las colecciones, tal y como muestran las fotografías de la época, estaban expuestos en vitrinas, y algunas instalaciones, por 316 ejemplo la colección de ánforas romanas, estaban presentadas con muy buen gusto. El Archiduque también completó la biblioteca de Brandýs y el archivo familiar con documentos propios y con correspondencia, gran parte de ella digna de mucha atención. Tuvo que dedicarse al señorío también como gerente, porque era una de sus principales fuentes de ingresos.15 La historia centenaria del castillo de Brandýs atraía a Luis Salvador. El Archiduque sentía el ambiente especial de la residencia imperial renacentista y del viejo castillo gótico y aplicó los preceptos estéticos del romanticismo de su época en su reconstrucción allí donde encontró que estaba verdaderamente justificado. La remodelación, que en su mayor parte realizó el artista-constructor local Karel Lábler, fue diseñada por el arquitecto Bedřich Wachsmann, consejero artístico durante muchos años del archiduque Luis Salvador. Wachsmann acometió muchos proyectos parciales con los que quería dar al castillo un aspecto general romántico; en primer lugar privó a la torre del aspecto barroco de su chaflán noroeste y le imprimió las formas del Renacimiento holandés. En el año 1873 hizo construir un muro completamente nuevo a la planta superior de la torre y la anterior cúpula de Dienzenhofer de cobre fue sustituida por un tejado cubierto por «tablitas de colores». En la reconstrucción general llevada a cabo entre los años 2003 y 2004 se le devolvió este aspecto «toscano» a la torre del reloj con una nueva cubierta de tejas ocres esmaltadas. El tejado de colores de los tiempos de Luis Salvador se eliminó por completo en 1937, y solo gracias al hallazgo de una pequeña muestra de teja original y del descubrimiento de los planos de Wachsmann, incluida la disposición de colores, se consiguió conservar la obra y hoy día Brandýs tiene de nuevo todo el aire romántico que le dio la reconstrucción de Luis Salvador. En el transcurso de las últimas obras en las torres del castillo, se bajaron las cúpulas y se abrió un estuche de cobre con documentación depositada ahí durante la reconstrucción de 1873 y también después de la de 1937, cuando se liquidaron los tejados de Luis Salvador. El estuche contenía material documental del año 1831, monedas históricas, un escrito firmado por Luis Salvador sobre la reconstrucción del año 1873, otros documentos de 1937, periódicos de esa época y fotografías del castillo y la ciudad. El 16 de abril de 2004 fueron devueltos esos documentos a las cúpulas doradas de la torre arreglada junto a un nuevo estuche con información y datos de la actualidad. En los arreglos de la torre de 1937 (y 1938) se aprecia un interesante descubrimiento, unas placas de mármol incrustadas en el enlucido de la planta superior de la torre, que dan testimonio de un proyecto no hecho realidad del archiduque Luis Salvador para construir ahí un observatorio con la ayuda del antiguo director del observatorio astronómico de Viena, J.J. Litrow.16 El portal de entrada de la escalera del jardín del ala oeste fue terminado con un aire neorrenacentista en un proyecto para el que Wachsmann diseñó varias opciones. La escalinata lleva al jardín del muro oeste, donde estaban las casetas barrocas que servían de invernaderos para el cultivo de plantas subtropicales. Los invernaderos de Luis Salvador enlazaban hasta otro mayor, una orangerie barroca construida por Kilián Ignác Dientzenhofer. Wachsmann diseñó otros muchos elementos en estilo neogótico, con los que «purificó» las fachadas este y norte del castillo, incluidos los detalles de las puertas, los revestimientos de piedra y la baranda. Su ímpetu restaurador lo dirigió también a la vieja puerta norte, a la que devolvió su aspecto gótico. El alcance de los arreglos neorrenacentistas y neogóticos en Brandýs son prueba de la concordia entre las visiones artísticas de Luis Salvador y su arquitecto.17 Desde la perspectiva actual de la rehabilitación de monumentos, se puede considerar que los trabajos llevados a cabo por Luis Salvador en el castillo de Brandýs nad Labem fueron diseñados y ejecutados con sensibilidad y respeto al valor histórico del edificio, a diferencia de las acciones indecentes llevadas a cabo con posterioridad, a partir de 1920 y especialmente en la segunda mitad del siglo XX. En el interior del castillo se conservaron, aunque no siempre, algunas piezas del mobiliario neogótico de Luis Salvador, hechos en madera de roble y decoración de estaño. En el presbiterio de la capilla de la primera planta del castillo había un altar con las esculturas de la Virgen con el Niño Jesús y Juan Bautista en mármol de Carrara, exquisita obra del gran escultor praguense Emanuel Max del año 1869, que Luis Salvador compró tras una prolongada negociación por correspondencia en el año 1872.18 Fueron destruidas por los comunistas en el año 1959. Algunos de sus restos se guardan en el museo de Brandýs. En el año 2007 se instaló en la capilla del castillo una réplica en escayola de este grupo es- Textos en castellano cultórico, realizada tras una investigación histórico-artística y un trabajo de restauración de los alumnos de la Academia de Bellas Artes de Praga.19 Hay que atribuir también a Luis Salvador la colocación de la estatua del príncipe San Venceslao sobre el pilar principal del chaflán noreste del castillo, una muy afortunada copia en piedra de la famosa estatua de Parler de la capilla de San Venceslao en la catedral de San Vito en el Castillo de Praga. Por lo que respecta a esculturas, otra obra se ha identificado recientemente sobre la que está documentada su compra por Luis Salvador a Emanuel Max también para Brandýs. Se trata de la escultura de un ángel a tamaño natural que actualmente se encuentra en la iglesia de la Conversión de San Pablo de Brandýs nad Labem. No hay acuerdo en si no sería trasladada del castillo a la iglesia decanal después de 1918, pero teniendo en cuenta la atención que dedicaba Luis Salvador a los edificios religiosos de su señorío, se puede suponer que se trata de su ubicación original y que el Archiduque la adquirió para ser regalada a la iglesia parroquial de Brandýs nad Labem.20 El impulso constructor de Luis Salvador era muy fuerte y tampoco se pueden pasar por alto sus obras fuera de Brandýs. Entre las más destacadas se cuenta ante todo la reconstrucción del castillo de caza rodolfino en Přerov nad Labem que Luis Salvador hizo resucitar de sus ruinas. Del castillo de cuatro alas original de decoración esgrafiada y rodeado por un foso con agua a través del que en tiempos de Rodolfo II a finales del siglo XVI pasaba incluso un puente techado, quedaban solo dos alas y una torre. Los planos para la reconstrucción del castillo de Přerov los realizó de nuevo Bedřich Wachsmann, en los que plasmó incluso algunas ideas para los interiores. Estos planos fueron los últimos del pintor y arquitecto que al servicio de Luis Salvador murió el 27 de febrero de 1897. En las inmediaciones del castillo, Luis Salvador compró y arregló una casa de campo típica de Bohemia Central y, en el año 1900, la abrió al público como espacio de museo. Así inauguró Luis Salvador la tradición centenaria del Museo Etnográfico al aire libre de Přerov, que sigue abierto en la actualidad y que tiene con mucho éxito como museo de pintura pleinairista que plasma las tradiciones de la cultura popular bohemia. Bedřich Wachsmann se dedicó también, a petición de Luis Salvador, a la rehabilitación de la capilla del castillo gótico en ruinas de Jenštejn, en la localidad del mismo nombre colindante con el señorío de Brandýs, por el que se pasaba al ir a Praga. Además de las escaleras de acceso, hechas de nuevo en piedra, Luis Salvador hizo reconstruir la capilla de la torre del castillo de Jenštejn, que en realidad se trataba más bien construirla de nuevo. Cabe subrayar que las obras de Luis Salvador en sus posesiones, tanto en su dominio de Brandýs como en Mallorca, tenían siempre ante todo un carácter cultural y religioso. Por ejemplo, en Brandýs nad Labem el Archiduque participó en el arreglo del campanario de la iglesia de la Conversión de San Pablo, y en 1912 contribuyó con gran generosidad a la salvación de la antigua iglesia protogótica de San Lorenzo. Con su apoyo se construyó también en 1890 una nueva iglesia católica en la localidad vecina de Lázně Toušeň, de pequeñas dimensiones pero de notable arquitectura neogótica y decoración en su interior. La herencia de Luis Salvador Son muy probables las escenas que describen los biógrafos con el archiduque Luis Salvador mirando triste las nubes de lluvia pasando bajas por el cielo por las ventajas de sus salones del castillo de Brandýs. Abatido, más que por las enfermedades físicas, por una nostalgia profunda recordando el cielo claro y el mar brillante de la soleada Mallorca. Tras cuarenta años en la preciosa isla, Luis Salvador sólo en ella se sentía de verdad en casa, si acaso su hogar no era en realidad la cubierta del yate Nixe. Pero siempre estuvo muy atento a su castillo de Brandýs, como es bien sabido. Lo mantuvo en buen estado y lo implementó. Lo consideraba un soporte familiar. El Archiduque abandonó para siempre sus propiedades en Mallorca en 1913 y dejó su yate Nixe II anclado en Portopí, en Palma, al trasladarse por un tiempo a su villa Zindis, en Trieste. Con el inicio de la Gran Guerra tuvo que regresar a la seguridad de la patria austrohúngara por orden del emperador, alojándose en Villa Ceconi en Gorizia. Ante la amenaza de que se abriera el frente entre Austria e Italia y la batalla en el río Isonzo, en la primavera de 1915 tuvo que marcharse a Bohemia, y el 13 de mayo, acompañado de su séquito, llegó al castillo de Brandýs nad Labem. El equipo internacional de colaboradores del Archiduque y su servicio lo conformaban en 1915 Antoni Vives Colom, secretario del Archiduque, con su segunda mujer, Ana Vives Ripoll, y su hijo Luis Antonio Vives Venezze. Además, el capitán mallorquín de su barco, Bartomeu Calafat, con su mujer, Antonietta Calafat, de la familia Lanzerotto de Venecia, que trabajaba de educadora, y sus dos hijas, Antonietta y Herese. La checa Evženie Čermáková, hija del máximo responsable forestal, que administraba el castillo, y Erwin Hubert, oficinista en un principio, pero que gracias a su habilidad para leer la tan complicada letra del Archiduque, hacía de corrector de sus escritos. En compañía de Luis Salvador, Erwin Hubert desarrolló su talento para la pintura. Como autodidacta dejó una amplia obra de calidad que contenía tanto paisajes como retratos. También estaban Francesco Lascola, siciliano y traductor de árabe, con su esposa María y su hijo Armando, que murió joven, el día de su 18 cumpleaños, en Brandýs, donde está enterrado. Gabriele Angelo Abdalla Brevino, de Alejandría, era el cocinero. De criadas trabajaban la inglesa Eveline Clark y la bávara Berta Viellechner. Finalmente estaba la lavandera Elise Winkelhoferová y otras personas más. Este variopinto colectivo se unió a los trabajadores de la administración del señorío y ocupó los apartamentos libres y las habitaciones del castillo de Brandýs. Se han conservado varias fotos de grupo de los tiempos de Luis Salvador en Brandýs en las cercanías del castillo, pero salvo alguna excepción, la identificación de cada una de las personas es muy complicada, y sin el testimonio de los testigos de la época es una misión casi imposible, o al menos muy incierta. En sus últimos meses de vida, Luis Salvador vivió en un apartamento de dos habitaciones en la primera planta del ala oeste del castillo, en cuartos con techos abovedados renacentistas con adornos estucados y vistas al jardín y la ciudad. Dado que ya tenía grandes problemas para caminar, le llevaban en un cochecito al jardín de la muralla oeste, y allí daba sus paseos alrededor, como recuerda el doctor Prášek, a menudo hasta Vinoř y Kbely. Continuaba trabajando en un libro sobre el dialecto friulano, Zärtlichkeits-Ausdrücke und Koseworte in der friulanischen Sprache, que terminó y editó. El último escrito que preparó en Brandýs, que trataba sobre los miradores y torres de vigilancia de Mallorca, Auslug- und Wachttürme Mallorcas, que se publicó ya después de su muerte. El historiógrafo de la ciudad y la comarca de Brandýs, aparte de orientalista, el profesor Justin Václav Prášek, miembro de la Real Sociedad Checa de Ciencias, fue uno de los ciudadanos locales que mantuvo contacto tanto profesional como personal 317 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s con el Archiduque en el último periodo de su vida. Luis Salvador valoraba mucho la obra historiográfica de Prášek Brandýs nad Labem – město, panství i okres, que vio la luz en Brandýs en los años 1908 y 1910. Le manifestó su deseo de que preparara una obra semejante en alemán, como demuestra una carta de Luis Salvador fechada el 20 de enero de 1908 en San Stefano, en Ramleh, Alejandría. El trabajo en la obra de dos tomos Brandýs nad Labem – historie města a zámku, Eine böhmische Stadt- und Schlossgeschichte se prolongó, a pesar de que Prášek ya tenía listo el texto de la primera parte en 1912. El libro se centraba más, obviamente, en el castillo y el señorío en sí, en la personalidad de los reyes y en sus estancias en Brandýs, y en la familia de los Austria-Toscana. El libro es también la fuente de los más importantes testimonios fotográficos del castillo de finales del siglo XIX. La preparación de la edición dio un giro tras la llegada de Luis Salvador a Brandýs a comienzos de octubre de 1915. El Archiduque arregló todo lo necesario en Praga con su editorial, Heinrich Mercy und Sohn, y el 3 de octubre de 1915 recibió al Dr. Prášek, para conocer el concepto de la publicación y juzgar el texto del prólogo, pero no vivió para ver la edición en sí de esta obra que le fue dedicada.21 El clima de otoño llegó en 1915 ya en septiembre y no fue bueno para su salud. La fiebre que afectó a Luis Salvador el 10 de octubre pudo ser provocada por una infección sanguínea que le provocó heridas abiertas en la nariz, por lo que el doctor de Praga Rudolf Jedlička decidió que era necesario operar, pero la salud del Archiduque ya no mejoró. El 11 de octubre el Archiduque aún asistió a la Santa Misa en la capilla del castillo, pero las altas fiebres eran consecuencia de una neumonía. Su Alteza Imperial y Real el archiduque Luis Salvador de Toscana, murió el día 12 de octubre de 1915 a las 14.30 horas. El cuerpo del fallecido, embalsamado por el doctor Hlava fue depositado vestido con el uniforme de coronel del 58 regimiento de infantería del que era titular en un ataúd metálico en la capilla del castillo. El alcalde de la ciudad, Sr. Jiskra, convocó una sesión de duelo en el ayuntamiento para el 14 de octubre. En la ciudad ondeaban banderas negras y fueron ordenados 16 días de luto en la corte. El último adiós a Luis Salvador se le dio el 18 de octubre en la capilla del castillo de Brandýs nad Labem en un funeral celebrado por el arzobispo de Praga, el cardenal Lev Skrbenský de Hříště con la 318 asistencia del preboste del Capítulo Colegial de Stará Boleslav, Václav Karlach, y el vicario arzobispal y decano de Brandýs, Jan Matouš. En representación del emperador asistió a la ceremonia el archiduque Pedro Fernando junto al archiduque Leopoldo Salvador, ambos sobrinos del fallecido, en compañía del príncipe de Lobkowicz Augusto y el teniente coronel von Tarnoczy. El comandante del VII regimiento de dragones local, el coronel Zelený, y los dragones de Brandýs guardaron firmes el ataúd del Archiduque como su guardia de honor. Los restos de Luis Salvador reposaron en el castillo de Brandýs nad Labem hasta el final de la guerra. Su transporte a Viena fue un evento destacado que tuvo lugar el 12 de noviembre de 1918. La carroza fúnebre llevó el féretro de metal a la estación de trenes de Brandýs acompañada de un gran número de dignatarios, de donde partió hacia la estación Heiligenstadt de Viena con honores fúnebres y la presencia de la ciudadanía. Los restos del archiduque Luis Salvador de Toscana fueron depositados para su descanso eterno en la Cripta Imperial de los Capuchinos el 13 de noviembre de 1918 a las 11 horas de la noche.22 El testamento de Luis Salvador, que escribió el 15 de febrero de 1900, no fue encontrado en el castillo de Brandýs, sino en su equipaje personal del yate Nixe en Portopí, en Mallorca. Fue abierto el 8 de junio de 1917 en la Embajada de Austria en Madrid. Nombraba herederos universales a Antoni Vives y a sus hijos de los dos matrimonios. La ejecución del testamento fue compleja y tardó mucho tiempo en materializarse. Mientras, la corte del Archiduque vivía tiempos difíciles de guerra en el castillo de Brandýs, sin medios para vivir ni para el funcionamiento de la casa. Antoni Vives y el capitán Calafat intentaron desesperadamente volver a casa a Mallorca, pero en vano. Antoni Vives finalmente murió en Brandýs el 19 de junio de 1918 y fue enterrado en el panteón del responsable forestal Eduard Reinwart en el cementerio de Brandýs, de manera que la herencia llegó directamente a sus hijos tras la guerra. El castillo de Brandýs nad Labem lo adquirió en 1917 el emperador Carlos I de Austria por ocho millones de florines austriacos. El contrato de compra del 8 de octubre de 1917 fue firmado en Viena por Adolf Bachrach, administrador de la herencia del archiduque Luis Salvador y Franz von Hawerder, director general de los fondos privados y familiares de Su Alteza Apostólica Imperial y Real, en representa- ción del emperador.23 Luis Salvador reunió numerosas colecciones en el castillo de Brandýs nad Labem. Del gran duque Leopoldo II recibió ya un gran número de obras de arte, incluido un cuadro de El Greco, un retrato de Cristo del que hoy se enorgullece la Galería Nacional de Praga. Las salas del castillo estaban adornadas por retratos y paisajes románticos, bustos de emperadores y personalidades destacadas de mármol y terracota, desde Lorenzo de Medici hasta el mariscal Radetzky, mapas antiguos de Toscana, trofeos y armas.24 El Archiduque aumentó el fondo de obras de arte del castillo y lo completó con multitud de objetos traídos de sus viajes. Había una colección de vasijas griegas, etruscas y romanas, y objetos de bronce y terracota, miniaturas poco comunes y una colección de medallas y monedas. Además de estos objetos artísticos prehistóricos y hallazgos geológicos, había fósiles, muestras animales y seres disecados, colecciones de insectos, conchas, rocas y minerales, planos, mapas, ilustraciones de ciudades y maquetas de barcos, una gran cantidad de las más diversas curiosidades, por no hablar de la biblioteca de unos 5.000 ejemplares. De la gran diversidad de las colecciones dan testimonio varias tarjetas postales de los interiores del castillo, hechas a partir de fotografías conservadas de la época. El castillo, y todo su inventario, fue expropiado al emperador Carlos I por el Estado checoslovaco en base al artículo 208 del Tratado de paz de SaintGermain-en-Laye. Antes de que el castillo fuera entregado al Ministerio de Agricultura de la República de Checoslovaquia como sede de la Dirección Estatal de Bosques, fue sin éxito propuesto en una primera criba como residencia de verano para el presidente de la República, T. G. Masaryk. En 1919 quedó desalojado. La institución creada para gestionar las antiguas propiedades imperiales y reales ordenó el 20 de octubre de 1920 un inventario de todos los objetos artísticos y de valor en los castillos imperiales. La administración del castillo de Brandýs apeló al protocolo de gestión forzosa del señorío de Brandýs de mayo de 1919. En 1919 parte del mobiliario fue trasladado al castillo de Konopiště, y de allí a otros castillos de recogida. Las colecciones fueron llevadas al Museo del Reino de Bohemia.25 El Museo Nacional, el Archivo Nacional y otras instituciones obtuvieron del imperial y real castillo de Brandýs nad Labem muchos objetos de exposición y colecciones únicas Textos en castellano para sus fondos. Pero fue complicado y pasó mucho tiempo hasta que estos fondos de archivo recibieron el trato y la atención que les correspondía. El fondo más completo salvado del castillo de Brandýs es el archivo familiar de los Austria-Toscana, hoy ya tratado, gestionado y guardado de forma experta en el Archivo Nacional de la República Checa.26 La Biblioteca Toscana, que se encuentra en el castillo de la Biblioteca del Museo Nacional, es la segunda mayor colección conservada de la herencia de Luis Salvador. Una parte considerable ya había viajado con los Toscana desde Florencia, como testimonian los bellos, habitualmente dorados supralibros de los Austria-Toscana, por ejemplo del gran duque Leopoldo II, con encuadernaciones decoradas, a menudo de terciopelo. Una cantidad considerable de libros contiene la dedicatoria personal de los autores o editores a alguno de los miembros de la Casa de Austria-Toscana. La dedicatoria procede de autores italianos de los tiempos de gobierno de los Habsburgo en Toscana, pero también de los años en el exilio en Austria o Bohemia. Hay también una dedicatoria incesante de autores italianos incluso después de su marcha de la Toscana. La parte nueva de la biblioteca está inseparablemente unida a la vida y obra de Luis Salvador, como atestigua la ampliación de la colección con tomos con las temáticas que interesaban al Archiduque. La biblioteca del castillo de Brandýs entró a formar parte del patrimonio del Museo Nacional en el año 1922 y en los años 1949 – 1951 se realizó su catálogo local. Fueron descubiertos en él cinco manuscritos modernos de los siglos XVIII y XIX que forman parte hoy día de la colección de manuscritos de la Biblioteca del Museo Nacional y del Archivo del Museo Nacional. De igual forma, del fondo fueron apartados dos incunables. Hay unos doscientos ejemplares de imprenta en la biblioteca anteriores al año 1800, alrededor de 20 del siglo XVI, cerca de 30 del siglo XVII y unos treinta volúmenes impresos durante el siglo XVIII. Entre las impresiones antiguas predominan los volúmenes de historia y solo excepcionalmente se encuentran tomos de historia de tierras no italianas, como por ejemplo de Hungría o Carintia. Una parte importante de estos documentos impresos antiguos (pero también los nuevos), más de un centenar, y esto es algo específico de la biblioteca de Brandýs, está dedicada a Dalmacia, Istria y Trieste. Una parte menor trata de otras regiones del sur de Europa y los Balcanes, por ejemplo de Serbia. Parte de las impresiones del siglo XIX la forma una colección de libros de viajes. Encontramos obras sobre la historia y la política de la Casa de Habsburgo. Sorprendentemente no hay tantas obras dedicadas a la problemática de la Toscana. En la biblioteca dominan las obras en lengua italiana, pero son también numerosas las escritas en alemán, francés y latín, en menor cantidad en inglés, y de forma esporádica en otras lenguas, incluidas el checo, húngaro, esloveno, polaco o ruso. Una gran parte de los libros están dedicados a las ciencias naturales en las especialidades de zoología y botánica. En estos campos sin embargo la biblioteca que fue entregada al Museo Nacional sufrió grandes pérdidas. Una parte importante de estos libros de ciencias naturales fue apartada y entregada al fondo del Ministerio de Agricultura de la República Checoslovaca de entonces y otro gran número de documentos de temática militar pasó a los fondos del Ejército. Está demostrado que el departamento de arqueología del Museo Nacional se llevó unos 500 volúmenes de libros de arqueología, el departamento de revistas de la Biblioteca del Museo Nacional se llevó los periódicos, etc. Ya que los libros no estaban marcados ex libris ni con un sello, no es posible identificar esta parte del fondo en los distintos departamentos y sectores del Museo Nacional ni en ningún otro lugar. Estos datos dan testimonio de la dimensión y la riqueza de la biblioteca original de Brandýs, de la que una pequeña parte fue devuelta en el año 2004 al castillo de Brandýs nad Labem, al igual que sucedió con otras muchas bibliotecas de castillos de la Biblioteca del Museo Nacional.27 De las numerosas publicaciones de Luis Salvador, editadas en su mayor parte en Praga, actualmente encontramos en la biblioteca de Brandýs: Eine Spazierfahrt im Golfe von Korinth, Praga 1876; Yacht-Reise in den Syrten, Praga 1874; Der Golf von Buccari-Porto-Ré, Praga 1871; Einige Worte über die Kaymenen, Praga 1875; Die Balearen, Leipzig 1869 – 1884; Um die Welt ohne zu Wollen, Praga 1881; Bizerta und seine Zukunft, Praga 1881; Santorin. Die Kaimeni – Inseln, Heidelberg 1867; Levkosia die Hauptstadt von Cypern, Praga 1873; Feuilles volantes d’Abazia, París 1887; Eine Blume aus dem goldenen Lande oder Los Angeles, Praga 1878; Die Karawanen-Strasse von Aegypt nach Syrien, Praga 1879; Panorama von Alexandrette, Praga 1901. Luis Salvador se preocupaba de que el Museo Nacional, al igual que otras prestigiosas instituciones científicas, tuvieran disponibles las obras que publicaba. Una curiosa anécdota da fe de ello. Cuando se realizaba una gran mudanza de la biblioteca desde el edificio principal del Museo Nacional en la Plaza Venceslao en 2009, en una estantería oscura se encontró una caja aún sin abrir de un envío de la obra Die Karawanen-Strasse von Aegypt nach Syrien del año 1879. Otra parte del legado reunido por Luis Salvador no tuvo un destino tan feliz. La mayor parte de la colección de arqueología y de ciencias naturales fueron a parar al fondo del Museo Nacional, pero incluso algunas de las colecciones más completas y singulares (por ejemplo de la Edad del Bronce o de arte etrusco) fueron a lo largo de los años fundidas o incorporadas a los fondos básicos, como sucedió por ejemplo con la colección entomológica. Ya que los objetos de exposición de Brandýs de Luis Salvador no estaban especialmente marcados, después de tantos años hoy día está prácticamente descartado poder identificarlos. Algunas de las diferentes muestras naturales nunca llegaron a las colecciones de los museos, ya que los centros de enseñanza tuvieron la oportunidad de hacerse con ellas para mejorar la dotación de sus laboratorios. Así, las colecciones fueron deshechas y separadas antes de salir del propio castillo de Brandýs. Parte de estos objetos de exposición, especialmente las aves disecadas, fue posible por fortuna reunirla de nuevo en las colecciones de los museos locales de Brandýs nad Labem y Čelákovice, y tras la reconstrucción del castillo en 2004 fue prestada al castillo para ser expuesta. Otra parte permanece en el departamento de ciencias naturales del Liceo de Brandýs nad Labem. El legado de Luis Salvador Desde el año 1995 el castillo pertenece a la ciudad de Brandýs nad Labem – Stará Boleslav y ha pasado por un proceso de amplias reformas, vigiladas muy de cerca por los órganos de conservación de monumentos dedicados a la rehabilitación de castillos como es esta residencia imperial y real única, y sus destacados monumentos renacentistas. Desde el año 2004 una buena parte del castillo está abierta al público. La exposición histórica respeta la autenticidad de los interiores originales en la medida que lo posibilita el estado de conservación y la forma en la que se llevó a cabo la 3 19 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s reconstrucción. El recorrido pone el acento en las importantes épocas históricas y las personalidades que están unidas al castillo, como es, además del emperador Rodolfo II y el beatificado emperador Carlos I de Austria, especialmente el archiduque Luis Salvador de Toscana, que en muchos aspectos puede llamar la atención al público de hoy día, especialmente al más joven, por el contexto internacional en el que se movía. Los estudiantes del Liceo de Brandýs nad Labem (fundado en 1913 como Real Liceo Estatal del archiduque Carlos Francisco José, en el que el checo era la lengua de enseñanza) realizaron un proyecto de investigación en el marco de sus actividades escolares de ciencias naturales con el fin de descubrir, inventariar y precisar los ejemplares originales disponibles que existen de obras de zoología de Luis Salvador. Los resultados los presentaron en el Simposio de Luis Salvador del año 2010. El Simposio de Luis Salvador es un evento anual que se celebra desde 2003 en el castillo de Brandýs en el que se encuentran investigadores y seguidores de la figura de Luis Salvador en un coloquio de conferencias sobre diferentes temas relacionados directamente con la vida y obra del Archiduque. Cada año los investigadores presentan los resultados de sus trabajos y aprovechan el ámbito internacional del encuentro para obtener nuevas informaciones. En su forma y contenido, el Simposio de Luis Salvador está anclado en el espíritu con el que vivía y trabajaba el archiduque Luis Salvador y suele contar con la presencia del archiduque de la Casa de Habsburgo-Lorena Radbot de Habsburgo-Lorena, biznieto del hermano mayor de Luis, Fernando IV, y que es el presidente de honor del Simposio. El Archivo Nacional de la República Checa, el Museo Nacional y museos regionales, comarcales y municipales han participado en los últimos años de forma destacada en la rehabilitación del castillo de Brandýs nad Labem aportando su experta asesoría, prestando objetos de exposición originales y colecciones completas (la Biblioteca Toscana) además de proyectos de exposiciones temáticas temporales realizadas sobre todo durante los simposios de Luis Salvador y los aniversarios de su vida. La administración del castillo de Brandýs nad Labem mantiene buenas relaciones tanto de amistad como profesionales en los lugares donde Luis Salvador tuvo su hogar, especialmente en la isla de Mallorca. 320 Notas Kronika Zbraslavská, II. tomo, I. cap. Melantrich Praga 1952, pág. 540 – sobre la campaña del rey Juan I de Bohemia contra el Partido de los Caballeros. 2 Novák, Milan: Náš arcivévoda, císař a král Karel I. Rakouský v městě Brandýse nad Labem- Staré Boleslavi, Brno 2011, 2014. 3 Vilímková M. – Heroutová M.: Brandýs nad Labem – zámek., Stavebně historický průzkum, SÚRPMO, Praga 1983. 4 Prášek, Justin Václav: Brandeis a.d. Elbe, eine Stadt- und Schlossgeschichte, Brandeis a.d.Elbe 1915, pág. 207 6/ ídem, pág. 208. 5 Diario manuscrito de Leopoldo II, Archivo Nacional de la República Checa Praga, RAT, Leopoldo II. 6 Greogovičová, Eva: Kapitoly z dějin Rodinného archivu toskánských Habsburků, Praga 2013. 7 Greogovičová, Eva: Kapitoly z dějin Rodinného archivu toskánských Habsburků, Praga 2013. 8 Archivo Nacional de la República Checa Praga, RAT, Leopoldo II/2, nº inv. 214. 9 Löhnert, Wolfgang: Die Erziehung und das Studium von Erzherzog Ludwig Salvator als naturwischenschaftlich-humanistisches Konzept und Grundlage seiner gesamheitlichen Erforschung des Mittelraumes, vortrag vor der Real Academia Mallorquina de Estudios Históricos Palma de Mallorca, 2014. 10 Archivo Nacional de la República Checa Praga, RAT, Leopoldo II/2, nº inv. 217. 11 Novák, Milan y otros: Ludvík Salvátor, vědec a cestovatel, zpráva o životě a díle…, Brandýs nad Labem 2005. 12 Archivo Nacional de la República Checa Praga, RAT, Ludvík Salvátor nº inv. 1. 13 SOA Praga, velkostatek Brandýs nad Labem, nº inv. 757, car. 620. 14 Löhnert, Wolfgang: recop. conferencias «Die Ludwig Salvator Reiserouten in 1900 – 1915» / de los diarios de Antonietta Lanzerotto, Simposio de Luis Salvador, Brandýs nad Labem, 2012. 15 Prášek, Justin Václav: Brandeis a.d. Elbe, eine Stadt- und Schlossgeschichte, Brandeis a.d. Elbe 1915, tomo II., ilustraciones págs. 97, 161, otras fotografías del archivo del castillo de Brandýs. Sobre la cerámica de la antigüedad: Bouzek, Bažant, Dufková: Corpus vasorum antiquorum, Chécoslovaquie, Prague, Musée national, Praga 1999 Archivo de Luis Salvador – Archivo Nacio1 nal Praga, RAT, Ludvík Salvátor, más: Greogovičová, Eva: Kapitoly z dějin Rodinného archivu toskánských Habsburků, Praga 2013. 16 Milan Němeček, Zámek Brandýs nad Labem, Universita Jana Evangelisty Purkyně, Ústí nad Labem, 1997. 17 Bedřich Wachsmann (1820 - 1897) se licenció en la Academia de Dresde y más tarde en las de Innsbruck y Múnich. A Praga llegó en el año 1856 como reputado arquitecto y pintor y rebeló su espíritu romántico en ambas áreas. Entabló relación con la alta aristocracia y la Iglesia como restaurador y experto de la artesanía artística. Sus propuestas arquitectónicas para el castillo, la capilla y su ornamentación artesano-artística y mobiliario tenían la influencia del historicismo romántico. Fue llamado a colaborar también en la remodelación del Monasterio de Miramar, en Mallorca. Trabajó para Luis Salvador de Toscana hasta su muerte. 18 Prášek, Justin Václav: Brandeis a.d. Elbe, eine Stadt- und Schlossgeschichte, Brandeis a.d. Elbe 1915, tomo II., fotografía pág. 65. 19 Blahout, David: Mramorové sousoší Panny Marie s Ježíšem a sv. Janem Křtitelem, Emanuel Max 1869 Prag, nota del restaurador, Academia de Bellas Artes, Praga 2007. 20 Hnojil, Adam: «Brandýská Madona – Mistrovské dílo Emanuela Maxe», presentación, Simposio sobre Luis Salvador, Brandýs nad Labem 2014. 21 Prášek, Justin Václav: Brandeis a.d. Elbe, eine Stadt- und Schlossgeschichte, Brandeis a.d. Elbe 1915. 22 «Kniha pamětí královského komorního města Brandýsa nad Labem 1908 – 2009», fotorreportaje de la revista Světozor, año 1916, sv. 1. 23 SOA Praha, Velkostatek Brandýs nad Labem, nº inv. 757, car. 620. 24 Prášek, Justin Václav: Brandeis a.d. Elbe, eine Stadt- und Schlossgeschichte, Brandeis a.d. Elbe 1915, tomo I., ilustración pág. 49, archivo del castillo de Brandýs. 25 SOA Praha, Velkostatek Brandýs nad Labem, nº inv. 761, car. 621. 26 Greogovičová, Eva: Kapitoly z dějin Rodinného archivu toskánských Habsburků, Praga 2013. 27 Mašek, Petr.: Sobre la biblioteca toscana, en: Ludvík Salvátor, vědec a cestovatel, Brandýs nad Labem 2005. Textos en castellano El archiduque, humanista contemplativo y eterno fugitivo. La raison naturelle souffre pour connaître qui est un Dieu créateur du ciel et de la terre. Alphonse de Lamartine. Este pensamiento lo tengo presente desde que lo leí por primera vez en el libro de texto de francés, en el primer curso de bachillerato. ¿Por qué me he acordado siempre de esta declaración, después de tantos años? Corría el año 1944. Los de mi generación tuvimos la suerte de estudiar un bachillerato sin modificaciones sustanciales, con un ingreso, siete cursos y reválida o examen de Estado. Y en aquel plan estudiábamos las mal llamadas «lenguas muertas», latín y griego; el francés, que era el idioma actual de la época; y el inglés, que era el futuro. No soy nostálgico, pero guardo un muy grato recuerdo del bachillerato de mi adolescencia. El griego y el latín constituyen la médula de toda nuestra cultura mediterránea. La cita de Lamartine ha aparecido de pronto nítida en mi memoria al analizar un pequeño libro, escrito personalmente por el Archiduque, titulado Somnis d’estiu ran de mar. Probablemente sea la obra más humilde de nuestro personaje, pero sin duda la más íntima, aquella en la que refleja su estado emocional ante la naturaleza que se presenta a su contemplación, sentado a la orilla del mar en sus posesiones de la Serra de Tramuntana. Dejadme pues que en este artículo os traslade de primera mano los pensamientos, las emociones que albergaba su espíritu contemplativo y viajero. Pero antes, permitidme unas referencias al prólogo de Josep M. Llompart, que –literariamente– es muy superior a las «confesiones» del Archiduque. Comienza Llompart intentando clasificar al personaje: «Caldria situar la seva biografia a mig camí entre la tragèdia i el drama romàntic. I salpujar-la, encara, d’amables espurneigs de quadro de costums, d’alguns reflexos d’esperpent i qui sap si d’algun caire de perversa, decadent narració fin de siècle». «Tres llibres –els dos darrers apareguts a la llum pública sota un discret anonimat– va escriure directament l’Arxiduc en la nostra llengua, és a dir en el “bell catalanesc del món” que es parla a l’illa: Rondaies de Mallorca (Würzburg, Leo Woerl, 1895), Lo que sé de Miramar (Palma, Amengual i Muntaner, 1911) i aquests Somnis d’estiu ran de mar (Sóller, La sinceridad, 1912), que la diligència, la curiositat i el bon gust de l’editor Josep Olañeta presenten ara de bell nou al públic». Somnis d’estiu ran de mar, que es el libro que comentamos es una obra menor… pero es el único trabajo de pura creación literaria. Por encima de cualquier otra cosa es un «petit llibre de contemplació». Para definir lo que Llompart considera «contemplació» se remite al poema «L’ermità qui capta» de Joan Alcover, quien entiende por «contemplació» lo siguiente: «”Contemplació vol dir expandiment de l’ànima damunt la cosa contemplada”, i, per tant, no la pura complaença estètica ni tampoc la visió només sentimental del món exterior, sinó l’aprofundiment dins ell a la recerca d’una coneixença essencial». «Per assolir aquesta coneixença… en cal un altra de prèvia… escorcollar cosa per cosa». «Diu el poema abans esmentat: Si vols estendre pels amples horitzons de la muntanya l’esguard contemplatiu, ans de pujar-hi recorre pam a pam tota la terra que des del cim dominaràs; atura’t al comellar, al bosc; guaita la mina, saluda els nius humans, vulles conèixer la clapa de verdor si és blat o és ordi, i aixís, escorcollant cosa per cosa, a la contemplació ton ull prepara». Continúa diciendo Llompart: «La coneixença essencial, sobretot, d’aquell lloc que més pogué ésser la seva pàtria; la convivència profunda amb Mallorca. És en aquest sentit que definia Somnis d’estiu ran de mar com a llibre de contemplació». «El poeta –és ben lícit anomenar-lo així– seu en soledat davant el promontori enlluernador de Na Foradada, i, a poc a poc, la seva mirada esdevé contemplativa». «…La suggestió del mar com a pàtria de ningú i de tots, la inestabilitat espiritual, l’anhel de la fugida constant i desitjable per ella mateixa, el símbol de l’horitzó com a més enllà que ens crida amb atractiu incontrastable…». El Archiduque se atrevió a escribir dicha obra en mallorquín, un mallorquín sui generis, que Josep M. Llompart se permite comentar: «I qui sap si la baldufenca, senzilla i des- imbolta ploma mallorquina amb què fou escrit contribueix a fer més pròxima i casolana, més a mesura d’home de carn i os, l’home quotidià, la inquieta i inquietadora, ombrívola i lluminosa, faceciosa i tràgica figura de Sa Altesa Imperial i Reial l’Arxiduc Lluís Salvador d’Àustria». El humanista contemplativo A partir de ahora demos la palabra al Archiduque para que sea él, de manera directa, sin intermediarios, quien nos vaya relatando sus propios sentimientos, sus propias convicciones fruto de la contemplación de una naturaleza, de una costa y una mar que cautivaron su espíritu. El Archiduque sitúa el lugar de su contemplación del paisaje que le ha inspirado Somnis d’estiu ran de mar. «Allá ahont la mar mediterránea de ponent es més fonda entre sa costa de Catalunya y s’illa de Mallorca, en es costat de tremuntana d’aqueixa derrera, hi ha sa costa roquera a la qui fan referencia aquestes págines. Sa costa brava devalla rápida desd’ un 500 metros, cap a la mar, metres que a sa part de demunt, torretjen altures de vuit a nou cents metros vestides d’auzines». «En aqueixa vora bella entre ses mes belles des Mediterrani, varen neixê aquets somnis; no es un llibre, son tan solament fuyes sensa valor; aixî com varen esser escrites baix de s’impressió momentanea y sense relació, puix sols pareix qu’ han estat cusides juntes. »Molts les tirarán amb un sonriure irónich; qualque ánima de sentit delicat per ventura se sentirá atreta per semblants somnis y llevors hauré cumplit es meu objete». Equipara la contemplación a la oración. La referencia a los Talebs árabes nos da una idea de su vasta cultura y de que todo hombre de buena voluntad se siente pobre/limitado al contemplar la naturaleza creada por un Ser superior, se llame como le llamen/invoquen. «Sa contemplació de sa naturalesa presa aixî com es degut, ha de esser mirada com una oració en la qual s’homo s’inclina, sumis, devant es Criador de tots aqueixos miracles. Tant, que segons el Talebs arabs diuen, tota sabiduría qui no condueix a n’es més fondo reconeixament de Deu, es buida y sense objecte. ¡ Quanta cosa mos queda inexplicable, insondable amb els nostros sentits limitats!» Sin embargo, esta actitud contemplativa/transcendente que confiesa nuestro personaje es excepcional pero no exclusiva: ante una majestuosa puesta de sol 32 1 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s situado en el mirador de Son Marroig, con Sa Foradada a nuestros pies, nuestro espíritu se inflama de emociones varias y complejas que llevan todas a la sublimación del momento. «¡Quina Font de reflexions y de pensament ofereix en general aquest mirar desde sa vorera de mar. Si un no feya altra cosa ja tendría abastament per pensar tota la vida! »No hi ha llibre més instructiu, ni d´estampes més hermoses com sa senzilla observació de sa naturalesa, de sa hermosa creació de Deu. »Oració, instrucció, recreació, goig, tot se reuneix en ella. No se necesita pera aixó cercar paysos privilegiats per sa seua bellesa. Cada pays per pobre que paresca, té els seus atractius y tresors, y un no té més que estudiarlos. El mon de ses plantes y dels animals es, en veritat, igualment atraent, siga en la pobre estepa o en el luxuriós pays tropical, en el mar glacial o en el calitjós Golfstream, hi ha amagats iguals tresors per s´estudi y penetració de sa naturalesa. Ses humides herbes no son manco atractives que ses esvetles palmeres.» Compara el roce suave de las olas al acariciar las rocas, como un beso que se repite infinitamente… «A vegades la mar acaricia suaument ses roques; es renou puja des fons y torna a perderse en ell; li pareix a un qu´alló es una besada demunt un altra besada fins a l´infinit. Mirar, ¡quina magnificencia de color!» «Altres escuys espolsen com Nereides es seu cap tapat d´algues, y tot se mou y respira a un meteix temps com un himne únich que sa naturalesa volgués cantar a n´el Creador.» Las pequeñas plantas, los pequeños peces, las piedras del fondo del mar, son motivo de su atención/reflexión. «Alt, demunt ses roques, y fins allá ahont rares vegades en dies de tempestat hi arriba s´escuma salabrosa, verdetja es fonoy marí; també se flor es verda com sa planta pero d´un tó groguench y d´una particular delicadeza.» «Son llisses joves qu´emprenen sa seua primera excursió.» «… ses cobdisiades pejellides…»,«…els cranchs vivaratxos…» «Ses estrelles de mar se mouen en es fons y ses aktinias desarrollen llur magnificiencia de colors, com a vertaderes flors de la mar. Allá recolsat a una roca he segut de vegades hores enteres y he mirat dins sa profunditat. ¡Quantes vegades he compatit els homos qui diuen que no tenen res que 322 fer! ¿ No és es mirar sa naturalesa ocupació suficient y que may s’acaba? Y al meteix temps, ¡quin sentiment més elevat, quina admiració p’el Creador de tots aquets miracles!» Espíritu compasivo para aquellos hombres que manifiestan no tener nada que hacer, que es una manera/actitud pasiva y absurda ante la vida. Espíritu contemplativo que trasciende/ remite al Creador. Todas las creencias/ideologías son respetables: me refiero a los partidarios del creacionismo, a los del evolucionismo darwiniano y a los partidarios del bigbang. La mente del hombre es –evidentemente– muy limitada para poder dar una respuesta certera ante el misterio de la vida. Hubo una época, la que vivieron Lamartine/el Archiduque/Pandelís Prevelakis que era suficiente la razón natural para dar respuesta al que he llamado «misterio de la vida». Aún pienso que el evolucionismo puede ser compatible con la creación. Es el eterno dialogo entre fe y razón. Sigamos con algunos ejemplos de la contemplación de la naturaleza y del paso siguiente a la meditación: «Els codols, ran de sa plaja, muden de posición; els qu´estaven a baix passen a sa superficie y a s´en revés, y també algunas de ses pedres grosses de sa plaja s´engronsen, pero sense mudar de posición.» «Solsament en un punt únich se veu un puntet Blanch; es sa vela d´alguna petita barca viatjera; per lo demés, rés en tot horitzó gran y ample. Y així sa presencia dels homos expressada per sa petita vela blanca, no destorba sa gran tranquilidat de sa naturalesa, ni la domina; no es més qu´un accessori molt secundari. Y aixî es qu´hi ha en el mon molts d´homos que se creuen esser importants y passen inobservats per la gran massa, com aquí sa barca de vela solitaria. Quant més coneix el mon, més se convens un de lo poch qu´es.» «Hores y hores se pot seurer així a sa vorera y mirar a n’es fons ahont aquí y allá hei lluen peixos qui baixen a ses aygos fosques y fondes. Un se creu transportat a ses esferes sobrenaturals. Deu permet aquestes visions d’eterna felicitt y creu un estar lliure de ses través terrenals, felis amb sa contemplació del Creador». «Per aixó nos está mes adaptada sa contemplació de sa naturalesa, d´aquest gran y ample mon miraculós qui mos rodetja y qu´influeix vivament en noltros y produeix s´elevació de san ostra petitesa y nos perfeccionará y será una font d´admiració en vers el Creador; s´elevará sovint san ostra ánima en un vertader extasis y s´inflamará la guspira divina dins ella». El Archiduque constituye un ejemplo en el ejercicio de contemplación/meditación. El escritor Pandelís Prevelakis (Réthimno de Creta, 1909 – Atenas 1986) nos ha dejado también confesada su emoción al recorrer el litoral de Creta, en los siguientes términos: «Sovint em pregunto qui ha fet la terra que ens sosté, el mar que ens porta d´ací i d´allà i la volta del cel, tota ornada d´estels a la nit, i no trobo resposta. La meva ment és massa petita per abraçar la imatge d´aquell ésser misericordiós i omnipotent que va crear totes aquestes coses del no-res. Però quan navego al llarg de les teves costes, oh Creta!, la meva ment s´enforteix, l´amor que et tinc m’inflama la sang i totes les coses d´aquest món em semblen fetes per una mà amorosa. Ja no hi ha res que m´espanti, a Déu l´anomeno Pare i em sento lligat a l´univers com el nounat al seu bressol.» (Crònica d´una ciutat. Editorial Empúries, página 80). ¡Bellísimas palabras, místico arrebato! Finalizamos este apartado con una expresión del Archiduque que refleja la aversión que sentía por el ornato de la vida palaciega, en contraposición a la vida contemplativa de la naturaleza que, sin duda, fue su gran elección: «¡Qué miserablement encatifats semblen els mes magnífics palaus en comparanza d´aqueixes habitacions submarines ahont tans d´essers no vists, ni destorbats passen sa seua vida!» El eterno fugitivo Es el segundo aspecto que queremos destacar de la personalidad del Archiduque, su espíritu nómada, que le llevó a viajar por todo el mundo. «Jo no he pogut veurer pasar may un vapor per s’horitzó sense sentir un indescriptible desitj d’anar més alluny. Aqueix instint emigratori innat en s’homo pareix atzentuarse al veurer es medi de poder realizarlo, y quant poch a poch es vapor desapareix dins s’horitzó y a la fí es veu solsament sa columna de fum com si fos un nigulet, llevors s’han somniat els somnis y ple de desitj, fixa un sa vista demunt l’ampla mar sense límits». «En l´horitzó llunyadá es descobreix un gran trasatlántich. Amb rápida marxa s´acosta prontament. Es veu com sa proa xapa Textos en castellano la mar llisa y com s´hélice l´alça su derrera en remolí. Dins s´aire tranquil se formen aquí y allá nigulets del seu fum.» «Sovint he pensat: ¿Qué deuen pensar els qui naveguen en ell respecte de s aterra part devant la qual passen? En la majoría de casos, res. S´indiferencia de la major part dels passatjers es insensible a s aterra que descubreixen. Sembla que tots els seus pensaments, tota sa seua atenció se concentra en es país cap ahont van. Molts ni tan sols demanen es nom de sa costa que veuen, y en tot cas es solament objecta d´una pregunta y d´una atenció momentánea. Per altra part succeeix lo mateix a s´homo que travalla en terra; sovint no s´ocupa gens des barco que passa per devant d´ell y del qual no sap ni d´ahont vé ni ahont vá. Altra cosa n´hi empren respecte a n´els barcos qu´en diez y hores fitxes passen per qualque banda. A n´aquets los mira s´homo qui está en terra, los senyala y fa referent a ells qualque observació.» «Questa dobla visió des blau en el cel y en la mar amb un horitzó sens límits; aquest blau qui perdura día per día, com una regla inmutable, tan clar un día com a en es seu antecesor y en es seu sucesor, produeix un efecte tan extraordinari que un creu que no poren compareixer may més ninguls y qu´aquest blau durará eternament.» El Archiduque recorrió toda la costa mediterránea y aún mucho más, dejando memoria escrita de todo cuanto visitó. Siguiendo la singladura de Odiseo/Ulises, hizo escala en la isla de Ítaca, el mítico destino final que Homero narró para su héroe. El poeta Constandinos Petrou Fotiadis Cavafis, coetáneo del Archiduque (nació en Alejandría el 29 de abril de 1863, y en esa misma ciudad moriría también el 29 de abril de 1933) nos ha dejado la poesía titulada precisamente «Ítaca», escrita en 1911. Superando el sentido marcadamente hedonista propio del sentir del poeta, no cabe duda que la poesía transcrita es un ejemplo de lo que debe ser la vida del hombre/mujer. Metafóricamente el camino al que se refiere el poeta es, simplemente, nuestra vida. Damos paso al poeta: Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias, No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Posidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Posidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti. Pide que el camino sea largo. Que sean muchas las mañanas de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!a puertos antes nunca vistos. Detente en los emporios de Fenicia y hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de perfumes voluptuosos, cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas. Ve a muchas ciudades egipcias a aprender, a aprender de sus sabios. Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento. Tu llegada allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguardar a que Ítaca te enriquezca. Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas.» C.P. Cavafis. Poesía completa. Alianza Tres, página 104. Finalmente una curiosidad. El sello del Ilustre Colegio de Abogados de Baleares está formado por dos circunferencias concéntricas en cuyo centro aparece un personaje en la popa de una embarcación. Y dentro de la segunda circunferencia reza la siguiente frase tomada de la ODISEA, canto 5º: «Ille ratem clavo scite docteque regebat». Cuando Ulises pudo escapar de los lazos amorosos que le tendía la diosa Calipso, tras construir la embarcación que le permitiría seguir su camino hacia Ítaca, la propia diosa le proporcionó alimentos y un viento favorable para que iniciara la navegación. Y es en ese momento cuando aparece la frase transcrita. En la traducción de L´Odissea realizada por Carles Riba en la edición de 1953, la frase transcrita aparece así: «Ell, assegut al platós, governava la seva armadía destrament…» Según nuestro buen amigo el Dr. Román Piña, el sello del Colegio de Abogados fue aprobado en Junta de 19 de enero de 1780 y su autor fue el Ilustre Colegiado Dr. D. Bernardo Contestí. Para confeccionarlo, este quiso partir nada menos que de Homero y su Odisea, recordándonos cómo Ulises/Odiseo, en el canto 5º, al sentirse libre construye una balsa en la que poder escaparse. A continuación inserto la reproducción del sello colegial. [veáse página 231] El Archiduque, nuevo Ulises, supo también con mano docta dirigir la derrota de la Nixe I y, posteriormente, de la Nixe II en sus singladuras por el Mare Nostrum y aún más allá de sus límites. Las «nixe» –mitológicamente– eran las sirenas buenas que guiaban a los navegantes hasta su feliz arribada a puerto. El archiduque de Austria Luis Salvador fue nombrado hijo ilustre de Mallorca. Con tal motivo, Don Pedro Bonet de los Herreros leyó en la Sala de Sesiones de la Corporación Municipal el día 31 de diciembre de 1910 un artículo laudatorio titulado «Memoria biográfica», en el que, entre muchas cosas, destacaba la modestia del personaje; y cuenta la siguiente anécdota: «En prueba de lo expuesto puede aducirse el hecho siguiente, que mencionaron los periódicos austríacos como ocurrido el 12 de octubre de 1896: »En Ragusa se vio todos los días durante una semana a dos marineros con cestas llenas de víveres que se encaminaban a pie a Gravosa. Iba con ellos un señor de unos 50 años. En el arrabal Pile subían a un coche. Se sentaban en el interior los marineros, mientras que el señor tomaba asiento junto al cochero y en esta disposición marchaban a Gravosa. Este señor, que diariamente hacía compras en la ciudad, era S.A. Llegó a Gravosa en su yate Nixe y allí permaneció en el más riguroso incógnito, pues le gustan las excursiones en que pueda moverse con libertad sin las trabas que le imponen las consideraciones debidas a su alto rango. Supo el capitán del puerto de Gravosa que según era rumor público en Ragusa se hallaba allí un miembro de la casa imperial y se apresuró a presentarse en el yate para ponerse a la disposición del Archiduque. Halló en el barco al mismo señor que iba a 323 Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s hacer las compras con los marineros y que vestía como la restante gente de a bordo, y le preguntó: -¿Dónde encontraré al capitán? -Soy yo mismo. - Dicen que se halla en el buque un elevado personaje. -No es exacto, pues aquí todos somos iguales –contestó lacónicamente el capitán-archiduque, dando así a comprender con toda claridad que quería guardar el incógnito». «Cuentan también de él, y puedo asegurar que es cierto, que después de haber adquirido la finca llamada Son Marroig, que pagó a precio muy elevado y que aún así sólo de mala gana vendieron sus dueños, al ver un día que muy fijamente le estaba mirando un aldeano, le contestó éste a la pregunta que le dirigió de por qué le estaba mirando con tanta insistencia que quería conocer al señor que tanto dinero había dado por la hacienda y le preguntó a su vez si era cierto que la había pagado tan cara. “No es exacto –replicó el Archiduque– me han regalado el predio, pues La Foradada sola vale más de lo que he pagado por toda la quinta”». 324 Gracias a su espíritu noble y generoso, a su amor por las Baleares y muy especialmente por Mallorca y su Serra de Tramuntana, fue posible la declaración de este enclave como Patrimonio de la Humanidad en el año 2012. ¿Alguien ha hecho más y mejor por Mallorca? Nuestro personaje falleció en el Castillo de Brandeis el 12 de octubre de 1915. El año 2015 ha sido declarado «Any de l´Arxiduc» por todas nuestras instituciones. Notas Los párrafos entre comillas referidos a la obra Somnis d´estiu ran de mar han sido tomados de la obra del mismo título escrita por el Archiduque en 1912 y recogidos en la edición de R. i J.J. de Olañeta, Editors, con prólogo de Josep M. Llompart. La referencia a Memoria biográfica de D. Pedro Bonet de los Herreros está tomada de la Edición de la Associació Amics de l´Arxiduc con la colaboración del Consell de Mallorca.