Descargar textos - Jo, l`Arxiduc

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Descargar textos - Jo, l`Arxiduc
Textos en Castellano
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
El archiduque Luis Salvador de Austria
es, sin duda, la personalidad más significativa y la que más huella ha dejado en nuestras islas de cuantas las han visitado.
Luis Salvador, s’Arxiduc, como es conocido entre los ciudadanos de las Baleares,
fue un personaje novelesco. Hombre de
una extensa cultura e intelectual políglota, se convirtió en un mecenas generoso.
Príncipe errante, perteneció a esa estirpe
de viajeros decimonónicos que huían de
sí mismos en busca de un objeto de deseo
que sólo existía en su imaginación y que,
en consecuencia, era inalcanzable. Perteneció a todo el mundo y no echó raíces en
ninguna parte, pero si de algún lugar se
llegó a considerar ciudadano, este lugar
fue Mallorca, fueron las Islas Baleares, de
las que se enamoró nada más pisarlas por
primera vez cuando en 1867, con apenas
20 años de edad, llegó a Ibiza.
Su amor por nuestras islas se materializó físicamente en una obra magna, su
Die Balearen, un estudio denso, prolífico,
profundo. Un texto que retrata a la perfección mediante la palabra y la imagen
todos los aspectos de la sociedad balear
de finales del siglo XIX y principios del XX.
Die Balearen se convierte así, en palabras
de Sebastià Trias Mercant, «en la reserva
de aquello que desaparece. Compila y
testifica, como un museo que conserva,
objetivado por la palabra y el grabado y
en contra de la industrialización, el endémico primitivismo civilizado».
En 2015, cuando se cumplen 100 años
de su muerte, el Govern de les Illes Balears
quiere agradecer a Luis Salvador todo
aquello que hizo por nuestro archipiélago.
Cualquier cosa que podamos hacer no será
nunca suficiente para devolverle todo lo
que él nos entregó a nosotros. Esta comunidad autónoma está pues en deuda con el
Archiduque. Por este motivo, para solventar
este agravio, hemos publicado este catálogo
y hemos organizado esta exposición, titulada Jo, l’Arxiduc. El desig d’anar més lluny.
Y al frente hemos puesto a Carme Riera,
escritora y miembro de la Real Academia
Española. Nadie mejor que ella para llevar a
buen puerto tan ambicioso proyecto.
Nuestra intención no es otra que volver
a situar a Luis Salvador de Habsburgo-Lorena en el lugar que se merece y dar de
nuevo relevancia a una obra que define
y enmarca nuestro pasado. Y ya sabemos
que una comunidad sin pasado es una
comunidad con un futuro perdido.
Quiero acabar con una frase de Luis
Salvador, ese hombre que amó nuestras
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islas. Dijo: «Cuando hayas contemplado la
grandeza de Mallorca, cuando hayas comprendido el profundo secreto de la isla de
Oro, la amarás toda la vida».
José Ramón Bauzá Díaz
Presidente de las Islas Baleares
Nota de justificación y de agradecimiento
Carme Riera
En 2015 se cumplen cien años de la
muerte de Luis Salvador de Habsburgo-Lorena y Borbón (1847-1915). Para conmemorar este aniversario, el Gobierno de las
Islas Baleares ha declarado el 2015 «Año
Archiduque» y ha encargado al Institut
d’Estudis Baleàrics la organización de una
exposición de la que he sido nombrada
comisaria. El arquitecto Daniel Freixes, que
ya trabajó sobre el Archiduque en Costa
Nord de Valldemossa, reproduciendo la
goleta Nixe, es el responsable del diseño
museístico. Lucía Garau se ha encargado
de la documentación y Sílvia Ventayol de
los audiovisuales.
Dado que las exposiciones acostumbran
a ser efímeras y van destinadas a un público amplio no de especialistas, parecía
conveniente que un catálogo dejara constancia de la muestra, además de contribuir
a profundizar en la obra y en la vida del
Archiduque gracias a las aportaciones de
los principales expertos. Muchos de los
autores incluidos han sido miembros del
consejo asesor de la exposición: Joan Andreu, presidente de la asociación Amics de
l’Arxiduc, escribe un artículo sobre la deuda de los isleños con Luis Salvador; Guillem
Frontera aborda la relación del príncipe
con las tierras mallorquinas; Gabriel Janer
Manila se refiere al hombre de letras que a
su vez fue Luis Salvador; Joan Ramis-Pujol
describe las singladuras mediterráneas.
Finalmente, tanto José María Sevilla como
Helga Schwendinger en sus artículos nos
brindan nuevos puntos de vista sobre la
personalidad del Archiduque.
Otros autores han sido escogidos por su
vinculación con Luis Salvador, tanto en las
Baleares como en tierras checas. No están
todos los que son porque sobre el Archiduque han trabajado muchas personas pero
sí son todos los que están. Así, el arquitecto Manuel Cabellos describe en su artículo
la Palma que encontró el Archiduque;
Vicente Valero se refiere a los viajes de Luis
Salvador a Ibiza y Tomàs Vidal Bendito, a
la relación con Menorca. Maria del Carme
Bosch escribe sobre el Archiduque como
personaje de ficción. Por su parte, José
Carlos Llop nos ofrece un análisis literario
de las principales pulsiones de Luis Salvador. Desde Brandeis. y para valorar la significación que este lugar tuvo en la vida del
príncipe, nos envía un texto Milan Novák.
Desde el Archivo Nacional de Praga, Eva
Gregorovičová muestra la importancia de
los documentos que en él se guardan sobre la familia de los Habsburgo de Toscana.
Finalmente, una de las principales expertas
sobre el Archiduque como científico, Brigitta Mader, realiza nuevas aportaciones
sobre el tema.
Esta exposición ha sido posible gracias a
la colaboración de muchas personas a las
que queremos agradecer su ayuda. En primer lugar, a los herederos del Archiduque,
las familias Cilimingras-Casasnovas, García
Farias-Vives, Negrón-Vives y Sevilla-Ribas,
a Isabel Ribas Vives y Pepín Vives Cilimingras. En segundo lugar, a las personas e
instituciones– cuyos nombres figuran por
orden alfabético– que han contribuido con
préstamos de piezas o con informaciones
en ocasiones difíciles de localizar: Rosa y
Tomàs Capllonc, Dalibor Ciak (cónsul de
la República Checa), Mateu Colom Palmer, familia Colom Homar, Juan Chaves
Alemany, Bruno Entrecanales, Dolores
Estrades Calafat, Laureano García, Jorge
Hyka, Rainer Hubert, familia Jaume Vidal,
M. Àngel Limón Pons, Jaume Mir, Catalina
Moragues, Joan Oliver Maneu, Juana Palmer, Guillermo Reynés, Francisco Serrano,
Alfonso Sureda, Ana Torán.
Associació Amics de l’Arxiduc, Arxiu del
Consell Insular de Mallorca (Isabel Garau),
Arxiu Municipal (Pedro de Montaner),
Arxiu del Regne de Mallorca (Ricard
Urgell), Arxiu del So i de la Imatge de
Mallorca (Pablo Pérez-Villegas), Arxiu del
So i de la Imatge de Menorca (Esperança
Pallicer), Arxiu del So i de la Imatge
d’Eivissa (Cristina Palau), Archivo Nacional
de Praga (Eva Gregorovičová), Archivo
Narodni de Praga (Sršeň Lubomír y Vlasta
Mestankova), Biblioteca de l’Ateneu
de Maó (Cristina Planella), Biblioteca
Bartolomé March (Faust Roldán),
Biblioteca Lluís Alemany (José Carlos
Llop), Biblioteca Pública de Maó (Antonia
Cardona), Biblioteca Pública de Palma
(María de Lluch Alemany), Biblioteca
Nacional de Austria (Mag. Mathias Böhm),
Casa, Corte y Archivo del Estado, Viena
(Dr. Thomas Just), Centre Oceanogràfic de
les Balears (Enric Massutí y Ana Morillas),
Textos en castellano
Fundació Sa Nostra, Museu Es Baluard,
Museu de Mallorca (J. Maria Palou).
Museo de Pontevedra (Ángeles Tilve),
Museu de Valldemossa, Parlament de
les Illes Balears, Societat Arqueològica
Lul·liana (Antoni Planas).
También quiero agradecer muy especialmente el trabajo ímprobo que Antoni M.
Planas, Neus Ribas y Aníbal Guirado han
llevado a cabo durante la confección de
este catálogo.
El deseo de ir más lejos
Carme Riera,
com isaria de la exposición.
El Archiduque Luis Salvador de Austria,
«s’Arxiduc» es probablemente, entre todos los viajeros llegados a las Baleares,
desde el siglo XIX hasta la primera mitad
del XX, el más conocido y reconocido por
los isleños, en especial por los mallorquines. A juicio de muchos, su contribución
resultó fundamental para dar a conocer
la existencia de nuestras islas en Europa,
a pesar de que Die Balearen in Wort und
Bild geschildert (Las Baleares descritas por
la palabra y el grabado)1, su obra magna,
fue poco divulgada. Impresa por cuenta
de Luis Salvador en Leipzig (1869-1891)
en ediciones no venales y de tiraje escaso,
llegó únicamente a un público minoritario
de colaboradores, amigos y especialistas.2
Sin embargo, el hecho de que los dos primeros volúmenes fuesen premiados en la
Exposición Universal de París en 1878, con
la medalla de oro, contribuyó a mostrar
Mallorca de un modo menos subjetivo que
el utilizado por George Sand, aunque Un
hiver à Majorque seguía siendo por entonces el libro de viajes más difundido sobre
la mayor de las Baleares.
Die Balearen se parece poco a Un hiver
à Majorque. Entre otras diferencias notables, sobre las que no puedo entrar aquí,
la intención de Luis Salvador de Habsburgo era muy diferente a la que movió a
Aurora Dupin. Además, la obra del Archiduque trasciende lo que entendemos por
literatura de viajes. Es cierto que la mayoría de los libros que escribió son fruto de
sus periplos, pero por su alcance geográfico, antropológico, botánico, zoológico,
etc. tienen un carácter enciclopédico.
El título escogido para la exposición, Yo, el
Archiduque. El deseo de ir más lejos, parte
de la intención de que sean sus propias
palabras, que ofrecemos como apéndice
de esta presentación, las que sirvan de hilo
conductor de los bloques temáticos en los
que se ha dividido la muestra, circunscrita
de manera principal a las Islas Baleares. Soy
plenamente consciente de que la forma
de utilizar la primera persona seguida del
título es propia de reyes y Luis Salvador no
lo fue pese a que, gracias a la compra de
una serie de predios, consiguiera disponer
de un pequeño reino o por lo menos de un
principado, en la costa norte de Mallorca,
entre Valldemossa y Deià, al que designó
con el nombre de Miramar, que era el de
la primera finca que adquirió. La obsesión,
ya advertida por Miguel Dolç (1951:13) por
el «deseo de ir más lejos», que el mismo
Archiduque asegura en Somnis d’estiu ran
de mar (Sueños de verano junto a la orilla
del mar), es una constante en su vida y me
parece que la resume bastante bien.
El espacio del Casal Solleric, magnífico
aunque limitado, nos ha obligado a tener
que escoger unos determinados aspectos
de la vida y la obra del Archiduque, en detrimento de otros, y a sintetizar. Las salas
han condicionado los ocho bloques en los
que ha sido dividida la exposición. A partir
del «Retrato, de la cara clara y la cara oscura», destacamos los temas que nos han
parecido más relevantes: «El viajero», «El
mar y la tierra», «El observador, el científico», «El hombre de letras», « Su mundo de
afectos y relaciones: El amante, el amigo,
los amigos», «El anfitrión», y, finalmente,
«El legado».
Retrato en claroscuro
Ludwig Salvator Maria Giuseppe Giovanni Battista Dominicus Raineri Ferdinando
Carl Zenobius Antonin de Habsburgo-Lorena y Borbón era el noveno hijo del
segundo matrimonio de Leopoldo II,
duque de Toscana, y María Antonietta de
Borbón-Dos Sicilias, nieta de Carlos IV, rey
de España. Primo segundo del emperador
de Austria. Nació en el palacio Pitti de
Florencia, el 4 de agosto de 1847 y falleció
en Brandeis (República Checa) el 12 de
octubre de 1915.
¿Pero quién era el Archiduque? Contamos con muchos datos sobre sus ascendientes. Los árboles genealógicos de la
rama toscana de los Habsburgo nos ofrecen información sobrada. Más complicado
resulta saber si tuvo descendencia, porque
nunca reconoció a ningún hijo. Amó, protegió y educó a los hijos de su secretario
y heredero universal, Antoni Vives. No
se casó jamás. Sus biógrafos tratan de
encontrar la justificación de su soltería
en un hecho sobrecogedor: la muerte, a
consecuencia de quemaduras terribles, de
la princesa Matilde, hija del archiduque
Alberto, al parecer, su prometida, algo no
probado, pero a la que sí le unían lazos de
afecto, tal y como demuestran los telegramas que recibía Luis Salvador sobre la
evolución de la salud de la princesa tras el
accidente, que habría de acabar con la vida
de la joven, según aporta el documentado
artículo de Eva Gregorovičová «Tras los pasos del archiduque Luis Salvador de Austria
en Bohemia. Archivo, fuentes bibliográficas
e iconográficas de la vida de Luis Salvador
y la obra de las instituciones culturales en
Praga», incluido en este catálogo.3
¿Desencadenó también este dramático
suceso el constante deseo de huir, de marcharse lo más lejos posible? ¿O no era ya
ese un rasgo del carácter de los Habsburgo? Basta recordar que el hermano pequeño de Luis Salvador, Juan Nepomuceno
Salvador, con el nombre de John Orth,
emprendió un largo viaje desde Londres a
Sudamérica, pilotando él mismo su barco.
Tras zarpar de Buenos Aires rumbo a Valparaíso, desapareció misteriosamente en
1890, sin que jamás se volvieran a tener
noticias suyas ni de su tripulación.
El exilio de su familia, expulsada de Florencia en 1859, a raíz de la unificación de
Italia, cuando Luis Salvador tenía doce años,
también hubo de marcarlo para siempre y
pudo determinar su nomadismo posterior.
¿Cómo era? Parece que era feo –aunque
solo las fotografías de sus últimos años nos
muestran, en efecto, un cuerpo deforme
como consecuencia de una acromegalia– y
que no se gustaba demasiado frente al
espejo. Un aspecto que pudo influir en su
rechazo de los usos de la corte y su nula
preocupación por los convencionalismos
sociales. Desde niño tuvo una salud delicada. Por eso le enviaron junto con su
hermano Juan Nepomuceno Salvador a
Venecia, donde residió entre 1861 y 1863.
Sus padres pensaron que les sentaría mejor un clima más benigno que el de Brandeis (hoy República Checa), donde se había
instalado finalmente su familia, sin ninguna
esperanza de regresar a la Toscana. Los
baños de mar se consideraban muy sanos
y ese detalle permite también relacionarlo
con la elección de las Baleares, por parte
del joven Archiduque, como destino vacacional para el verano de 1867. Y quizás
suponer, asimismo que la salud precaria
del niño y del adolescente, sobre la que a
menudo se insiste en las cartas familiares,
pudiera tener consecuencias negativas en
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la del adulto y, en parte, explicar ciertas
dificultades de su vida sexual, que otras
misivas posteriores, no precisamente muy
edificantes, insinúan4. En cambio, lo que
está fuera de toda duda es que era muy
inteligente y muy trabajador.
Al regresar de Venecia, estudió primero
en el Theresianum de Viena, y más adelante, en 1865, en Praga con los mejores
profesores de la universidad, que le dieron
clases particulares. Como recuerda Brigitta
Mader en su artículo, «Un archiduque con
método. Luis Salvador el científico», el
emperador consideraba que un miembro
de su familia solo podía acudir a las aulas
públicas en ocasiones excepcionales. Su
preparación en todos los campos fue excelente y consta que era un estudiante de
primera categoría. Muy capacitado para las
lenguas, llegó a hablar catorce idiomas, según algunos, o doce, según otros. Y entre
sus estudios, prefirió las ciencias naturales.
Controvertido por pocos y enaltecido
por la mayoría, considerado viscontiniano antes de Visconti o precursor de los
hippies, sus biógrafos lo han presentado
desde ángulos diferentes. Para unos, lo
más destacable fue su vida errante. Para
otros, su sexualidad. Para unos terceros,
el interés por la ciencia, a la que consagró
su vida (Peres, 1994:24). La tradición oral
mallorquina se nutre de su figura, de la
que sobresale la parte clara, la más conocida, pero existe igualmente otra más difusa,
más escondida y oscura, que entra en
contradicción con la primera.
Rodeado por un séquito de personas, en
su mayoría, de condición humilde, le divierte que le confundan con cualquiera de
sus sirvientes, porque va mal vestido y no
le importa la apariencia; sin embargo siempre hace valer sus prerrogativas de alteza
imperial, aunque las disimule, y no tolera
que le lleven la contraria. Perder su favor,
como le sucedió a Obrador5, implica el
rechazo, o como le pasó a Catalina Homar6,
el destierro de su abigarrada corte, en la
que ninguno de sus servidores cobra. Así lo
reconoce en su testamento, en el que pide
a sus herederos que paguen lo que debe a
cada uno e incluso que continúen pagándoles hasta el día de su muerte.7
Puede parecer un desclasado, pero no
lo es. Los vínculos con su imperial familia
son fuertes, especialmente con su madre,
a quien escribe de manera asidua, siempre en italiano, aunque las cartas son más
cariñosas, halagadoras y extensas cuando
trata de obtener dinero.
Hombre libre, pese a que no le guste
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la vida encorsetada de la corte de Viena,
sigue fielmente los mandatos del emperador, al que visita todos los años. Siempre le
pide permiso para viajar y tal vez cuando
escoge los lugares a los que va a dirigirse lo
hace, si no en funciones de espía, al menos
como informador. El doctor Sevilla así lo ha
sugerido en diversas conferencias y publicaciones (2014).
Los sitios en los que adquirió casas,
Mallorca, Zindis (Muggia, junto a Trieste),
Ramleh, en Alejandría, eran puntos estratégicos del Mediterráneo, un mar siempre
deseado por el Imperio austrohúngaro y
el predilecto de Luis Salvador, que dedica
a los lugares costeros y a las islas la parte
más importante de sus estudios.
Enamorado de Mallorca, a pesar de la
afirmación, reiterada en la mayoría de biografías, de que estableció allí su residencia
permanente8, no es así. No vivió siempre
en la isla, sino de manera discontinua y
nunca definitiva, mucho menos tiempo
del que en principio podíamos sospechar.
A veces pasaron años sin que regresara,
como sucedió, por ejemplo, entre 1898
y 1908. No obstante, los mallorquines
pronto le convirtieron en leyenda y le
mitificaron. «S’Arxiduc» formó parte del
imaginario popular a partir de su segundo
viaje. Un sinfín de anécdotas conservadas
con variantes y multiplicadas oralmente ha
llegado hasta nosotros. Entre las más reiteradas: no permite que se tale ningún árbol;
siente un gran afecto por los animales; va
sucio y mal vestido; su indumentaria da
lugar a numerosos equívocos.
Al parecer sus más importantes armas
de seducción fueron su poder, su riqueza y
su rango. Las utilizó, según los testimonios
y los documentos que han llegado hasta
nosotros, con las personas humildes y de
su servicio para las que sentirse escogidas
y deseadas por un príncipe constituía un
orgullo además de un seguro de vida, ya
que tal elección suponía salir de pobres. No
obstante el Archiduque no fue un vulgar
depredador ni un libertino cualquiera, como
tantos otros hombres de su época, puesto
que se preocupó por instruirlas, educarlas y
de ayudar a sus familias, aunque las presuntas seducidas siguieron tratándole siempre
de señor y de alteza, como puede documentarse en la correspondencia.
Sus particulares apetencias sexuales,
según algunos biógrafos la atracción por
ambos sexos e incluso la tentación de la
promiscuidad, se oponen a una religiosidad probada. Luis Salvador oye misa cada
día. Y en la Nixe transporta los ornamen-
tos litúrgicos para que pueda celebrarse
a bordo.
Caprichoso, voluble, apasionado, sus
entusiasmos por las personas y las cosas
varían según el humor, al igual que la
elección de los lugares que le atraen para
estudiarlos, si bien a la vez demuestra
una capacidad extraordinaria de trabajo:
más de sesenta obras, escritas en francés,
alemán, checo, español, italiano y catalán,
publicadas entre 1868 y 1916. La última,
Auslug- und Wachttürme Mallorcas (Torres
y atalayas de Mallorca), vio la luz póstumamente. Antes de la publicación de Die
Balearen (1869-1891) en siete partes, divididas en nueve volúmenes, «nunca nadie
había llevado a cabo una labor científica y
editorial de esta magnitud» –escribe Guillem Frontera en el artículo «El archiduque
que pudo reinar»– y continúa «una obra
gigantesca, de la que emerge la figura de
un hombre con una capacidad de trabajo y
unas dotes de organizador –y unas posibilidades financieras, también hay que decirlo– sin parangón en nuestra historia».
Algunos de los trabajos publicados
salen anónimos, otros firmados exclusivamente por él, aunque cuenta con
importantes colaboradores sin los que
Die Balearen no se hubiese podido llevar
a cabo del mismo modo. Con frecuencia,
estas personas, cuya ayuda fue fundamental, generan solo unas breves líneas
de agradecimiento. No obstante, escoger
a los colaboradores de mayor prestigio
no deja de ser un mérito incuestionable y
aprovechar sus conocimientos para sintetizarlos, también.
Desvinculado aparentemente de los
asuntos políticos, desempeña un papel
importante a favor de la paz. Forma parte,
en representación del Imperio austrohúngaro del comité de honor del decimonoveno
Congreso Universal de la Paz en Roma, en
1911 y protege a los pacifistas austriacos,
concretamente a los Premios Nobel Bertha
von Suttner (1905) y Alfred Hermann Fried
(1911). Sus constantes viajes le permiten
conocer de primera mano las circunstancias
sociopolíticas y contar con informaciones
muy valiosas. Tal vez por eso en 1914 intenta convencer al archiduque Francisco
Fernando, heredero del imperio, de que
no vaya a Sarajevo, donde morirá a consecuencia de un atentado; así lo pone de
manifiesto José María Sevilla, en el artículo
«El archiduque Luis Salvador de Austria y la
política». También Helga Schwendinger, en
su texto «Lo que los biógrafos aún no han
contado», reivindica el papel de Luis Salva-
Textos en castellano
dor como precursor de la «política de vecindad» y lo considera un europeo moderno y
así escribe: «Este pacifista de la casa de los
Habsburgo ya supo ver en el siglo XIX que
Europa, Próximo Oriente y el norte de África
–a pesar de su diversidad sorprendente–
conforman un espacio cultural común en
torno al mar Mediterráneo».
El viajero
En la segunda mitad del siglo XIX los jóvenes de las élites europeas solían completar
su formación académica con largos viajes.
Una costumbre que los Habsburgo de Toscana pusieron en práctica desde niños.
¿Por qué escogió las Baleares?
Ningún biógrafo lo aclara de manera
concluyente. En una carta9 a su madre,
fechada en Praga en 1867, escribe que
espera el visto bueno del emperador para
pasar los tres meses de verano en las Baleares, donde, además de tomar baños,
«podré disfrutar de una naturaleza hermosa y casi africana, y de un reposo de ánimo
del que siento necesidad». ¿Tiene que ver
esta necesidad de reposo espiritual con la
trágica muerte de la princesa Matilde?
Visitó las Pitiusas y las Baleares por primera vez en verano de 1867, en vez de ir a
Dalmacia, ya que la situación política y un
brote de cólera en la zona desaconsejaron
el viaje. Llegó a Ibiza el día 11 de agosto,
procedente de Valencia. Después de pasar por Formentera, Mallorca y Menorca,
regresó a Praga a principios de octubre.
No se dio a conocer con el título de archiduque de Austria sino con el de conde de
Neudorf (Ludwig Graf von Neudorf) que
continuó utilizando toda la vida mientras
viajaba, igual que hacía su prima, la emperatriz Isabel, que fuera de la corte usaba el
de condesa Hohenems. Le acompañaba su
tutor, Sforza, y un ayudante, Pazelt.
En las primeras páginas del folleto Beitrag zur Kenntnis der Coleopteren-Fauna
der Balearen (Contribución al conocimiento de los coleópteros de las Baleares),
aparecido en Praga en 1869, Luis Salvador
asegura que llegó al archipiélago con el fin
de llevar a cabo «algunas investigaciones
topográficas y estadísticas» y aún añade
que «aunque no era lo primordial de mi
viaje, dediqué muchas horas a mi estudio
preferido: las ciencias naturales y de este
modo conseguí reunir una considerable colección de productos naturales». ¿Cuál era
entonces el motivo primordial de su viaje?
El interrogante, igual que tantos otros de
su vida, continúa abierto.
El Archiduque se pasó casi toda la vida
viajando. El deseo de huir, de ir más lejos
es, quizá, su principal e ineludible impulso.
Dio la vuelta al mundo, conoció Europa,
África, Asia, América y Oceanía. ¿Viajaba
por placer, para mejorar su salud, como a
veces reitera, por motivos científicos o para
cumplir diferentes misiones encargadas por
el emperador? Su conocimiento exhaustivo
del Mediterráneo nos permite deducir que
los cuatro motivos se entremezclan.
Joan Ramis-Pujol, director del Proyecto
Nixe III, escribe sobre sus periplos. En el
artículo recogido entre las páginas de este
catálogo («Las singladuras del archiduque
Luis Salvador bajo la lupa del Proyecto Nixe
III. Una aproximación práctica a su experiencia mediterránea») trata de los itinerarios archiducales por el Mare Nostrum, sin
lugar a dudas, su patria más querida.
El mar y la tierra
El Archiduque amaba el mar por encima
de todo. Al parecer le gustaba mucho más
zarpar que llegar a puerto. Sus dos yates,
el Nixe y más adelante el Nixe II, fueron su
verdadero hogar. En ellos también viajaba
su pequeña y excéntrica corte, Vives con su
familia, sus hijos y los maestros de estos,
como Obrador o las institutrices y otros criados. A bordo había mallorquines, austriacos,
italianos, turcos, franceses, griegos, árabes,
una troupe cosmopolita, que a veces era
confundida con la de un circo ambulante. La
leyenda afirma que el yate parecía el arca
de Noé, porque allí se transportaban aves
de corral, cabras, monos e incluso alguna
vez, un caballo, cosa poco probable.
Los dos Nixes
Cuando empieza a viajar lo hace en
transportes públicos. Llega a Ibiza, desde
Valencia, en el vapor Rey Don Jaime II,
el mismo que le llevará a Mallorca y en
el que conoce a Francisco Manuel de los
Herreros, que tan importante papel habrá
de jugar más adelante. No obstante, pronto siente la necesidad de tener un barco
propio. En una carta a su madre (9 de noviembre de 1869) le pide si no sería posible
comprar un pequeño yate que le sirviese
de casa durante los meses que «tanto por
motivos de estudios como de salud le gusta pasar en el mar». Su deseo se cumple
en 1872 con el primer Nixe, que en 1894
se hundirá cerca del cabo Caxine, en las
costas de Argel. En aquellos momentos lo
gobierna el marino mallorquín Rafael Vich.
Luis Salvador dedicó al naufragio un libro,
Schiffbruch oder ein Sommernachtstraum
(Naufragio o sueño de una noche
de verano, 1894). En 1894 compra otro
yate de segunda mano al príncipe de Liechtenstein, el Herta. Lo rebautiza con el
nombre de Nixe II. Es más rápido y lujoso
que el primero. Uno de sus capitanes será
Joan Singala.
Salvo Brandeis, que heredó, las tierras
que compró el Archiduque en el Mediterráneo estaban siempre muy cerca del
mar. Cuando regresó a Mallorca en 1871,
alquiló Can Formiguera para pasar allí el
invierno y parte de la primavera (llega en
noviembre y se marcha en abril) y quiso
volver a ver lo que más le había impresionado en el primer viaje. Fue a Valldemossa, a Miramar –antes, con frecuencia, conocido con el nombre de Trinitat– y sintió
deseos de comprar aquella pequeña finca.
Consiguió que se la vendiesen tras mucho
papeleo. Fue la primera propiedad que
tuvo en la isla, a la que pronto añadió otros
terrenos de los alrededores. Luis Salvador
pasó en Miramar varias temporadas después de hacer obras, buscar muebles por
toda la isla o encargar copias de los que
más le gustaban. También hizo restaurar la
capilla para que pudiera restablecerse el
culto, ya que el paso del tiempo la había
convertido en una ruina.
Al finalizar la reconstrucción de Miramar,
decidió añadir nuevas tierras su dominio
y empezó por comprar, en homenaje a
Ramon Llull, de quien siempre se declaró
gran admirador –«una especie de albacea»
como certeramente escribe José Carlos
Llop en su artículo «Espejos del Archiduque»–, la fuente de Sant Ramon y la cueva
del mismo nombre, que pertenecían a un
hombre de Deià llamado Caleu. Más adelante adquirió Can Peret, Can Heure, Ca na
Biella, Can Caló, Ca na Matgina, pequeñas
propiedades que pagó generosamente a
sus modestos dueños. Sin embargo, ninguno de estos terrenos lindaba con el mar,
algo que obsesionaba al Archiduque, que
no paró hasta conseguir que el propietario
de Son Galceran le vendiese un trozo de
garriga que llegaba hasta el roquedal de la
costa. Después compró las viñas del camino
de S’Estaca, que pertenecían también a humildes lugareños, y al gobierno, la torre de
S’Atalaia y más adelante el resto de grandes
predios, Son Galceran (1875), Son Marroig
(1877) Son Moragues, (1883), Son Ferrandell (1890), Son Gual (1894), Son Gallard
(1892/6?), Sa Font Figuera (1898), Sa Pedrissa (1898), Can Costa (1901)... Sabemos
por los documentos de compraventa cuánto le costó cada uno y por la correspondencia con su madre, que con frecuencia le
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ayudaba a pagar, las rebajas que consiguió.
He podido constatar, por ejemplo, según
una carta del 1 de marzo de 1883, que el
propietario de Son Moragues pide 177.000
duros por la finca pero la vende finalmente
por 140.000. Luis Salvador restauró las
possessions, casi siempre en mal estado,
reconstruyó tahonas, establos y paredes
secas; plantó olivos, viñas y jardines; hizo
abrir caminos y ordenó construir miradores
donde le pareció que la vista lo merecía.
Edificó nuevas casas como la de S’Estaca,
de la que él mismo diseñó los planos. Quiso
que fuese blanca, con crestería, al estilo de
las de Lípari.
A medida que iba ampliando sus dominios, algo que desde 1871 hasta pocos
años antes de morir siguió haciendo, con
el empeño de unificar todas sus tierras,
bajo el nombre común de Miramar, como
ya he advertido, fue estableciendo con
Mallorca y con el grupo de mallorquines de
su séquito, en especial con Antoni Vives, su
secretario y heredero, unos vínculos más
fuertes de lo que nunca hubiese imaginado
cuando llegó por primera vez.
El observador y hombre de ciencia
La formación científica del Archiduque
fue positivista. De ahí que la comprobación
de los datos, tomados de manera directa, resultara fundamental, al igual que el
trabajo de campo. Tanto en Die Balearen
in Wort und Bild geschildert, las obras
dedicadas a las Baleares y a las Pitiusas, lo
mismo que en muchas otras, las descripciones precisas sobre botánica, zoología,
antropología o geografía, iban acompañadas de dibujos, a menudo del propio Luis
Salvador, o de fotografías sobre las que
trabajaban después excelentes grabadores.
Para ilustrar los textos sobre Menorca tal
vez utilizó fotografías de Femenies y para
los de Mallorca, las de Virenque y muchas
otras de Vives, que se convirtió en su fotógrafo de cámara y retrató muchos de los
lugares visitados con el Archiduque. Las
ilustraciones a veces son ornamentales,
otras complementan el texto, lo auxilian,
y, en algún caso, son más importantes que
este, o como mínimo «más fiables». Así lo
asegura el propio Archiduque en el prólogo
del primer volumen sobre las Baleares de
la edición de Woerl de 1897 (1984:s.p.)
Luis Salvador aplicó desde el inicio de
sus trabajos un método contenido en las
Tabulae Ludovicianae, unas encuestas
elaboradas por él mismo, bastante amplias
y que debían ser cumplimentadas por sus
informantes. Dado que muchos no sabían
2 48
leer ni escribir, contó con frecuencia con
la inestimable ayuda, por lo menos en las
Baleares, de curas, secretarios de ayuntamiento, maestros, médicos, etc. que transcribieron las respuestas y se las mandaron.
Suele señalarse que Luis Salvador sentía
por las islas una atracción especial. Quizás
porque constituyen un extraordinario microcosmos para descubrir vestigios zoológicos, botánicos o espeleológicos además de
por la mitificación de las que algunas han
sido objeto, como Ítaca, cuya localización
fue uno de sus objetivos. Sin embargo,
como advierte Vidal Bendito, en el artículo
«El Archiduque y Menorca», solo un 30,6%
de los trabajos de Luis Salvador están dedicados a islas. El resto, un 55,6%, se refiere
a otros lugares del Mediterráneo y únicamente un 13,8% a sitios ajenos a este mar.
El Archiduque, probablemente influido
por la moda europea de los museos etnológicos, creó en 1888 el Museo Agrícola
Balear en Son Moragues, con la intención
de ofrecer a los foráneos una visión general de los productos de la isla. La parte
más interesante era la etnográfica, donde
se exhibían trajes y objetos típicos de los
isleños. Luis Salvador trató de que la gente aportase materiales de exposición al
fondo del museo. Sin embargo, la petición
tuvo poco éxito y el Museo Balear abrió
sus puertas con menos espacio y menos
objetos de los que el Archiduque hubiese
deseado, como certeramente recuerda Brigitta Mader en su artículo «Un archiduque
con método. Luis Salvador el científico».
Las cualidades científicas del príncipe
también fueron valoradas por los expertos
de su época, especialmente como destacadísimo geógrafo. Por ello, las sociedades
geográficas más prestigiosas, la británica,
la húngara o la italiana, le nombran socio
de honor. También fue presidente honorario del X Congreso Internacional de Geógrafos, que tuvo lugar en Roma en 1910.
Algunas de sus obras, y más concretamente la dedicada a Menorca, no han sido
superadas, según la opinión del catedrático
de Geografía Humana de la Universidad de
Barcelona, Tomàs Vidal Bendito.
Sus dotes de observador le acostumbraron a la contemplación de la naturaleza, que
le inspiró también diversos textos literarios.
El hombre de letras
Una pequeña parte de la voluminosa
obra de Luis Salvador puede ser calificada de literaria. Algunos de estos textos
están escritos en catalán, que utiliza con
abundantes mallorquinismos. El más inte-
resante por su tono lírico es Somnis d’estiu
ran de mar, fruto de la contemplación de
la costa norte de Mallorca. Entre los de
lengua alemana, escogemos dos: Catalina
Homar, publicado en 1905 en Praga, evocación melancólica de la que fue madona
de S’Estaca, y Lieder der Bäume. Winterträumereien in meinem Garten in Ramleh
(Praga, 1914) (Canciones de los árboles),
una de sus últimas aportaciones en la que
de manera poética describe el murmullo
del viento entre las hojas de los diversos
árboles de su jardín en Ramleh.
Además, como folklorista, se interesó
por la literatura popular y consideró necesario recopilar tanto canciones como
narraciones transmitidas únicamente de
manera oral hasta que él las compiló. Fue
el primero en reunir las rondalles (cuentos
populares) mallorquinas, con la ayuda de
Antoni Penya, hijo de su amigo Pere d’Alcàntara Penya. Su compendio se adelantó
un año al de Mossèn Antoni Maria Alcover
y no censuró los aspectos sexuales que las
tijeras clericales de este no podían permitir. El libro apareció en 1895 en Würzburg
en alemán: Märchen aus Mallorca, y en
mallorquín, Rondayes de Mallorca.
También impulsó la Renaixença y la recuperación de la lengua literaria, así lo destaca
Gabriel Janer Manila acertadamente en el
artículo «El parque del Archiduque, bajo el
cielo latino». Los escritores mallorquines se
sintieron halagados por el reconocimiento
de Luis Salvador y en especial porque acabó
por considerar que era una lengua de cultura la que se hablaba en la isla.
Con motivo del sexto centenario de la
fundación luliana convocó a los poetas
mallorquines a Miramar para una lectura
poética (25 de enero de 1877). Fueron
invitados los principales autores: Tomàs
Aguiló, Jeroni Rosselló, Josep Lluís Pons i
Gallarza, Tomàs Forteza, Gabriel Maura,
Bartomeu Ferrà, entre otros. También las
poetisas Manuela de los Herreros, Victòria
Penya y Margalida Caimari, que, al igual
que Costa i Llobera, no asistieron. Sus
colegas leyeron los poemas que enviaron,
como asegura Álvaro Campaner y Fuertes
(1877:42). Consta que un jovencísimo Joan
Alcover dio a conocer allí el poema «Mallorca i Ramon Llull».
Interesado por la figura de Ramon Llull,
seducido especialmente por el Libro de
amigo y amado por encima de todos los
demás, restauró la capilla de la Trinidad
e hizo erigir un oratorio, de estilo neorrománico, con una primera piedra traída
especialmente de Bugia, donde la tradición
Textos en castellano
cuenta que Llull sufrió martirio. Patrocinó
la edición y los estudios sobre el filósofo
mallorquín, se relacionó con los lulistas
Jeroni Rosselló y Mateu Obrador, y solicitó
a mosén Cinto Verdaguer que escribiese un
poema sobre el beato, tal y como podemos
leer en una carta fechada en Miramar el 24
de enero de 1894 (1951:273).
De forma indirecta, el famoso buitre10
enjaulado en Miramar dio pie a tres poemas
de Oliver, Alomar y Alcover. El de este último es una de sus mejores composiciones11.
Su figura generó, además de varias biografías, diversos textos literarios: Darío, Rusiñol,
Vuillier, Wood, Stuart Boyd, Azorín, Verne,
Unamuno, Oliver, Pla, Codet, entre muchos
otros. Convertido en «personaje de ficción»,
tema sobre el que versa el artículo de Maria
del Carme Bosch, pasó a las novelas de Gaubert, Verdaguer, Villalonga y Janer Manila.
Afectos y relaciones: el amante,
el amigo, los amigos
Algunos de sus biógrafos se refiere a la
principesca sexualidad del Archiduque,
ubérrima y pletórica, y suponen que la
lista de amantes incluía a personas de
ambos sexos—Catalina Homar, Antonietta
Lanzerotto, Vratislav Vyborny, Francesco
Spongia—, todos ellos de origen humilde.
Insinúan que la promiscuidad constituía
otra característica de Luis Salvador y transcriben como prueba documental varias
cartas. Desde el punto de vista clínico, el
doctor Sevilla (2007:159) argumenta que
la acromegalia que sufría le impedía tener
descendencia y disminuía su capacidad sexual, cosa que podría explicar también, en
mi opinión, que no se casase jamás y que
escogiese siempre a personas humildes y
de su servicio como amantes eventuales.
Los documentos que hemos podido consultar, otros han desaparecido o han sido
destruidos recientemente, lo relacionan de
manera especial con dos mujeres: Catalina
Homar y Antonietta Lanzerotto. A Catalina
Homar (Esporles, 1869 – S’Estaca, Valldemossa, 1905) la conoció, según el mismo
cuenta de manera poética en el libro que
le dedicó, cuando era muy jovencita, mientras recogía sal, junto al mar, en la concavidad de una roca y cantaba una tonada
popular: «oh mar blava que ets de trista».
El Archiduque pudo ejercer de Pigmalión
y algo más con aquella campesina pobre,
hija de un carpintero, a la que convirtió en
encargada de S’Estaca, cargo que ejerció
con coraje. Su labor fue esencial para que
saliese adelante la producción de malvasía.
Catalina Homar viajó con el Archiduque
primero a Barcelona a la Exposición Universal de 1888 (donde el vino de S’Estaca
obtuvo un premio), a Viena y más adelante
a Tierra Santa. Parece ser que Catalina
Homar cometió el error de enamorarse
del capitán Singala y esta «traición» no fue
perdonada por Luis Salvador, que en 1899
la mandó desde Venecia de regreso a Mallorca, donde falleció. Ferrà (1948), Sabater
(1985) y Schwendinger (1991), los principales biógrafos del Archiduque, afirman que
de lepra, o de una enfermedad parecida.
March (1983) deduce que fue de sífilis. El
médico de Sóller que la visitó diagnosticó
una dermatitis sifilítica y el doctor Sancho,
de Palma, una lepra maculosa, datos que
aporta la biografía que escribió Colom
Palmer sobre Catalina Homar (2000:126128). La pena mezclada con el alcohol,
al que se aficionó, agravaron su estado.
Inmediatamente después de su muerte,
Luis Salvador escribió y publicó el libro
Catalina Homar (Praga, 1905), en el que
triste y melancólico evoca su figura casi
equiparándola a la de la emperatriz Isabel,
algo que molestó sobremanera en la corte
de Viena. Además, encargó a Giulio Monteverde una escultura de mármol de Carrara, monumento funerario, ubicada en Son
Moragues. Guillem Frontera conjetura que
la figura de Jesús, ante la que Catalina reza,
se parece a la del Archiduque. El escritor
Gabriel Janer Manila convirtió a la madona
de S’Estaca en protagonista de su novela
La dama de les boires (1987).
Antonietta Lanzerotto (Venecia, ? – Palma, 1942), según unos, entra al servicio de
Luisa Venezze en 1877, cuando esta se casa
con Vives, según otros, fue contratada de
niñera de los hijos de este en 1883, o más
adelante, en 1890. No le inspiró libro alguno, como Catalina, pero le dedicó Canciones
de los árboles y todos los años por su santo
le regalaba una joya en forma de corazón.
Se conservan algunas cartas de amor escritas por Luis Salvador. En 1899 Antonietta se
casó con Bartomeu Calafat, de Valldemossa,
que también estaba al servicio del Archiduque y con el que tuvo dos hijas. Lanzerotto
luchó por la herencia del Archiduque y para
ello hizo valer su papel casi de «señora de
la casa», según consta en el informe del
doctor Bachrach, aportado por Kleinmann
(1986), y también como depositaria de la
caja fuerte en la que se guardaban las joyas
archiducales. (Schwendinger, 2011:59)
El amigo más querido fue Vratislav Vyborny (Kuttemberg, 1853 – Palma, 1877).
El Archiduque lo conoció en Praga, donde
aparentemente estudiaba en 1871. Era
bello, muy afable y afectuoso. Luis Salvador
se enamoró de él. Como secretario le acompañó en sus viajes. Murió a consecuencia de
una insolación, en la fonda Barnils de Palma
el 25 de julio de 1877, mientras el Archiduque se encontraba en Austria. Cuentan que
había ido a Palma para a felicitar a su novia,
Magdalena Nicolau Janer, con motivo de
su santo. Según unos había embarcado en
un bote en Sa Foradada, según otros había
llegado a pie a la ciudad, pero todos coinciden en que no se había protegido del fuerte
sol de aquel día. El cadáver fue conducido
con gran acompañamiento hasta el Nixe,
pintado de negro, que puso rumbo a Trieste
y desde allí los restos mortales de Vyborny
llegaron a tren a Kuttemberg, para
recibir sepultura.
Como habría de hacer más adelante con
Catalina Homar, el Archiduque ordenó erigirle un monumento funerario. El encargado
fue el italiano Antonio Tantardini, y la escultura se conserva en Miramar. La muerte del
joven secretario afectó mucho a Luis Salvador. Cuando transmite la noticia del entierro
a su madre (carta del 12 de agosto de 1877)
escribe que «es el día más triste de mi vida»
y añade que «el querido Vyborny siempre
fue un consejo recto, un ejemplo de virtud
y un amigo sincero». En 1878 le dedicó el
libro Eine Blume aus dem goldenen Lande
oder Los Angeles (Una flor del país del oro
o Los Ángeles en la California del sur) con la
siguiente dedicatoria: «Piis manibus optimis
amici Vratislavi Vyborny» «al piadoso espíritu del mejor amigo Vratislav Vyborny»12.
Antoni Vives Colom (Deià, 1854 – Brandeis, 1918) fue su secretario perpetuo. Entró
al servicio del Archiduque a los 17 años, en
1872, tras abandonar el seminario y a lo largo de toda su vida permaneció a su lado, con
fidelidad absoluta. No siempre le acompañó
en sus viajes. Se casó dos veces, la primera
en Venecia en 1877 con Luisa Venezze y Fole,
hija del conde Venezze, con la que tuvo tres
hijos, nacidos, en 1880 Luis Salvador (Gigí),
en 1882 Luisa Magdalena (Gigetta), y en
1884, Luis Antonio (Gino). Tras la muerte de
su primera esposa en 1896, a consecuencia
del parto de su cuarto hijo, que tampoco
vivió, se casó con la mallorquina Aina Ripoll.
De este matrimonio nació otra niña, Lluïsa
Magdalena (Luigina), en Abbazia en 1899.
Todos los hijos de Vives llevaban el nombre
de Luis/a, en honor de su alteza, a quien
llamaban Teoto. Vives, cuya figura en algunas
fotografías parece haber magnetizado la del
Archiduque, le sobrevivió tres años, quizás
sin saber que Luis Salvador le había nombrado heredero universal.
2 49
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Erwin Hubert (Viena, 1883 – Palma,
1963) entró en contacto con el príncipe
porque trabajaba con Eduard Hölzer, impresor de algunas de las obras de Luis Salvador. El hecho de que corrigiese con gran
minuciosidad las pruebas de imprenta,
interpretase fielmente la letra del príncipe
y además fuese un excelente dibujante
motivó que este le propusiese en 1903
que trabajase para él como secretario. Por
eso fue a Mallorca y pasó temporadas en
Son Moragues. «La casualidad y la buena
letra me cambiaron la vida», dicen que
afirmaba. También viajó a bordo de la
Nixe. Acompañó al Archiduque en Brandeis durante los últimos años de vida y se
encargó de la biblioteca del castillo. En los
documentos de la testamentaría, consta
como miembro del séquito. Regresó a Mallorca una vez finalizada la Primera Guerra
Mundial y se estableció en la isla hasta su
muerte como consecuencia de un accidente de tráfico cuando, como todas las
mañanas, se dirigía a la parada del autobús
que debía llevarle al mar. Tomar baños era
otra afición compartida con el Archiduque.
Su pintura, especialmente sus muy divulgadas acuarelas, muestran una Mallorca
bellísima, todavía idílica e incontaminada,
que el Fomento del Turismo reprodujo en
carteles, folletos y postales en una de las
primeras campañas propagandísticas de
ámbito internacional.
Francisco Manuel de los Herreros
(Cuenca, 1817 – Palma, 1903) conoció al
Archiduque por casualidad a bordo del Rey
Don Jaime II, durante la travesía de Ibiza a
Palma, en septiembre de 1867. Herreros
hablaba varios idiomas y era catedrático de
Psicología, Lógica y Ética, director del Instituto Balear y presidente de la Sociedad
Económica de Amigos del País. Es posible
que sin la intervención de Herreros, el Archiduque jamás hubiese comprado tierras
en Mallorca. De ahí que la amistad entre
ambos fuera crucial. Herreros le puso en
contacto con las personas ilustradas de las
Baleares y le ayudó personalmente a encontrar los materiales etnológicos, geográficos e históricos necesarios para confeccionar Die Balearen. Además se convirtió
en el apoderado y administrador de sus
bienes en Mallorca. Tras su muerte, fue su
hija, la escritora Manuela de los Herreros
(Palma, 1845 – 1911), quien continuó esta
labor.
El anfitrión
El Archiduque recibió en sus tierras de
Miramar a las personalidades más impor-
250
tantes de su época, científicos, artistas,
escritores, miembros de la realeza o simples viajeros, interesados en la belleza
del paisaje de la costa norte, con quienes
incluso a veces ejercía de guía. Con esta
intención escribió Lo que sé de Miramar,
y más adelante Lugares notables de Miramar, refiriéndose «a lo que hay que ver».
El itinerario propuesto por Luis Salvador da
comienzo en la hostería que mandó construir, llamada Ca na Matgina, más conocida
como Ca Madò Pilla (actualmente hotel El
encinar), en la que cualquiera podía pernoctar tres noches gratuitamente.
La lista de visitantes a las tierras del Archiduque fue muy extensa. Entre los científicos
cabe destacar dos personalidades: en primer
lugar, Édouard A. Martel (Pontoise, Isla de
Francia, 1859 – Montbrison, Forès, 1938),
padre de la espeleología moderna, que llegó
a Mallorca en 1896, atraído por las noticias
que le dio de las cuevas de Manacor otro
huésped del Archiduque, el escritor, dibujante y pintor Gaston Vuillier, que había visitado
Mallorca y Menorca en 1888. Martel exploró,
por encargo del Archiduque, las cuevas del
Drac y descubrió nuevas salas y un gran
lago, entre los subterráneos uno de los más
extensos del mundo, conocido como lago
Martel y antes bautizado con el nombre de
Miramar. También otro lago descubierto por
el espeleólogo llevaba el nombre de la gran
duquesa de Toscana, madre del Archiduque.
Martel dejó constancia de su agradecimiento
para con el Archiduque con estas palabras,
publicadas en 1896:
La acogida y el apoyo que me dispensó
príncipe tan afable como ilustrado, que
desde 1872 ha hecho de Miramar la más
ideal de las soledades, no cabe explicarlos
por medio de palabras ni estas podrían
proclamar tampoco la gratitud que por él
sienten todos los exploradores y viajeros
honrados con su benevolencia. El archiduque es un sabio, un hombre de letras y
un mecenas: por su bondad sencilla y sus
discretas larguezas es el soberano moral de
Mallorca. (1923:6)
En segundo lugar, Odón de Buen (Zuera,
Zaragoza, 1863 – México DF, 1943), catedrático de Historia Natural de la Universidad de Barcelona, llegó a Mallorca por
primera vez en 1895 y cada verano, hasta
1911, visitaba Miramar. Luis Salvador se
interesó por sus trabajos y el proyecto
de creación de un laboratorio biológico
marino, punto de partida del actual Laboratorio Oceanográfico. Al inaugurar lo
que sería el embrión del Oceanográfico
de Porto Pi, Buen escribe al Archiduque
para darle la buena noticia y solicitar su
«alta protección» a la vez que recuerda el
aliento que le ofreció durante sus visitas
a Miramar.
Los artistas, escritores y pintores llegados a Mallorca tenían una cita obligada
con el Archiduque, que solía invitarles a
permanecer en sus fincas. Entre todos, Luis
Salvador sintió una predilección especial
por Verdaguer, a quien acogió unas cuantas veces. En una de ellas, durante las Navidades del año 1888, llegó acompañado de
un grupo de poetas catalanes de Mallorca,
el Principado, el Rosellón y la Cerdaña. En
otras, solo. El Archiduque escribe en Lo
que sé de Miramar:
Mucha gente vino a Miramar después
de que fuese restaurada […] De uno solo,
entre los muchos que vinieron, hágase memoria: mosén Cinto Verdaguer. En diversas
ocasiones había venido a pasar unos días
conmigo; le gustaba mucho la paz de estas
alturas. La vida sencilla de la beata Catalina
lo cautivaba y quería escribir un poema
inspirado en ella (1951:87).
Quizás el huésped más asiduo de las
tierras del Archiduque fue Gaston Vuillier,
que acabaría convirtiéndose también en
colaborador y en cierta medida en biógrafo del príncipe y uno de los que más
impulsó la mitificación de su figura. Visitó
Miramar por primera vez en 1888. En su
libro Las islas olvidadas dejó constancia
de la hospitalidad y cordialidad con la que
fue recibido. Regresó en 1891 y vivió en
Son Gual. En 1896 hizo un tercer viaje y
en esta ocasión se alojó en Son Galceran.
En 1899 pasó el invierno de nuevo en Son
Gual. Vuillier pintaba, dibujaba y escribía.
Dedicó un texto a Miramar, además de
retratar a Luis Salvador. La amistad de
Vuillier con el Archiduque motivó que le
acompañase en alguno de sus viajes y le
visitase en Brandeis en 1901.
Entre los personajes de la realeza, es
el de la emperatriz de Austria, Isabel
(Múnich, 1837- Ginebra, 1898) apodada
Sissí, el más emblemático y conocido. Lo
mismo que Luis Salvador, huía de la corte
y viajaba continuamente. El Archiduque la
acompañó en alguno de sus periplos. Los
últimos días de diciembre de 1892 llegó
a Mallorca a bordo de su yate Miramar
pero permaneció poco tiempo en la isla.
Regresó en enero de 1893. Desembarcó
en Sa Foradada y desde allí fue a Miramar y a continuación a Son Moragues.
También visitó S’Estaca y Son Marroig y
degustó la cocina mallorquina, afirman los
biógrafos del Archiduque que le gustó…
Textos en castellano
Como recuerdo de su estancia, envió una
réplica de Notre Dame de la Garde, que
ella veneraba en su palacio de Corfú, para
la capilla de Miramar.
El legado: Recapitulación.
El legado del Archiduque es amplio y
tiene varias vertientes:
Como estudioso, nos ha dejado una obra
fundamental sobre las islas, Die Balearen
in Wort und Bild geschildert, que nadie
antes fue capaz de llevar a cabo y que
mantiene su vigencia en muchos aspectos.
Fue también el primero en recopilar
las rondalles e interesarse por las costumbres locales.
Creó el primer museo etnográfico para
dejar constancia de todo lo que se pierde,
tal y como le gustaba manifestar.
Aprendió nuestra lengua, en la que escribió varias obras, Somnis d’estiu ran de mar
y Lo que sé de Miramar. La consideró una
lengua de cultura. Ayudó a los hombres de
la Renaixença en esta tarea y a los lulistas,
en la difusión de la obra de Ramon Llull.
El Archiduque no solo compraba possessions sino que las restauraba y reconstruía,
levantaba capillas, abría caminos, refugios y
miradores para que los parajes más hermosos pudiesen ser contemplados por todos
sin riesgo de despeñarse. Inauguró además
una hospedería, conocida como Ca Madò
Pilla, donde cualquier persona encontraba
cobijo gratuito durante tres noches.
Respetuoso con la naturaleza, ecologista
avant la lettre, su ejemplo debería servirnos para preservar lo que aún no está contaminado por el cemento, que de un modo
tan desagradable y hostil ha ido invadiendo
alguno de los rincones más maravillosos de
nuestras islas.
Aliado con el Fomento del Turismo, defendió las posibilidades turísticas de la isla,
sin duda con el propósito de que el turismo
no implicase la destrucción de la naturaleza, adelantándose así a la idea del turismo
sostenible tan divulgada hoy.
Ejerció como mecenas en diversos proyectos científicos isleños, sufragando con
su dinero el descubrimiento de los lagos de
las cuevas del Drac por parte del espeleólogo Martel y alentando a Odón de Buen
para que crease el embrión del futuro
Laboratorio Oceanográfico.
Su mirada foránea modificó también la
nuestra. En las Baleares y las Pitiusas se
transformaron miradas por el Archiduque.
Ningún otro viajero amó tanto Mallorca
ni hizo de ella tanta propaganda; quizás por
eso, en correspondencia, se creó una Aso-
ciación de Amigos del Archiduque, presidida
por Joan Andreu, que en las páginas de este
mismo libro elude a la deuda de nuestras
islas con el Archiduque. Amigos del Archiduque vela por su memoria, al igual que los
museos que sus herederos le han dedicado
en Miramar, en Son Marroig y el cedido al
Ayuntamiento de Valldemossa, que puede
visitarse en la Cartuja de Valldemossa.
La Diputación lo nombró «hijo adoptivo
de las Baleares» en 1877. El Fomento del
Turismo le concedió la presidencia honoraria en 1908. El Ayuntamiento de Palma
lo declaró hijo ilustre en 1910. El de Sóller,
hijo adoptivo en 1913.
Una avenida y un monumento, con
frisos del escultor Jaume Mir, recuerdan
al Archiduque en Palma. Un instituto de
enseñanza secundaria de la capital de las
Baleares y una calle de la ciudad de Ibiza
llevan su nombre.
En Valldemossa, un busto del escultor
Horacio de Eguía, una calle y la reproducción
del yate Nixe, en el Centre Cultural Costa
Nord, le rinden homenaje. En Deià la parte
de carretera que cruza el pueblo se llama
también Arxiduc Lluís Salvador. Otros lugares
de la isla, como Binissalem, asimismo le han
dedicado calles. Diversas rutas de Mallorca y
Menorca llevan igualmente su nombre.
Una corriente misteriosa unió para siempre a Luis Salvador con estas tierras.
El Archiduque las escogió y a su vez ellas
lo escogieron.
Notas
1
La traducción al castellano tardó muchos
años; la primera, incompleta, apareció
en Palma en 1886 y 1890 con el siguiente título: Las Baleares: obra escrita y
publicada en alemán con el título Die
Balearen in Wort und Bild geschildert,
versión castellana de Santiago Palacio;
corregida y considerablemente aumentada... por Francisco Manuel de los
Herreros y Schwager. 2 vol. Imp. de la
Biblioteca Popular, Palma. Hasta 1982 no
vio la luz el primer volumen de la traducción completa con el título de Las Baleares por la palabra y el grabado. En 1984,
otra edición Las Baleares descritas por
la palabra y el dibujo (José de Olañeta,
Palma), prefería «dibujo» a «grabado».
2
La mayoría de las obras del Archiduque
no fueron venales mientras él vivió. No
obstante, hubo excepciones. Según Pedro Bonet de los Herreros (1916:14) sí se
pusieron a la venta ediciones especiales
o reediciones de algunas obras como la
versión reducida de Die Balearen en dos
volúmenes de 1897.
Todos los artículos que mencionaremos
sin indicar ni lugar de publicación ni
página pertenecen a este catálogo y han
sido escritos expresamente por sus autores para formar parte del mismo.
4
Alguna de las cartas de Spongia fue publicada por Juan March (1983:179). José
María Sevilla (2007:10) asegura, refiriéndose a Spongia: «Según la documentación existente, en diversas ocasiones y
durante años, intentó ayudar a solventar
la dificultad en el órgano reproductor
que presentó Luis Salvador a lo largo de
su vida».
5
Según las cartas entre el archiduque
de Austria Luis Salvador y Don Mateo
Obrador, Mr. Haas, Luis, Luisa y Gino
Vives, Bartolomé Calafat, patrón del
yate Nixe y otras personas del séquito
archiducal, desde 1892 hasta 1901 [Manuscritos de la biblioteca Lluís Alemany
de Palma de Mallorca]
6
Las causas por las que envió a Catalina
Homar desde Venecia a S’Estaca no
están claras. Parece que fue el enamoramiento entre ella y Singala, tal como
indica Colom (2000:114)
7
El periodista Horst Joseph Kleinmann
(1986) escribe sobre las demandas de los
criados a raíz de la muerte del Archiduque y se basa, asegura, en documentos
del Dr. Von Bachrach, encargado de la
testamentaría del príncipe. Según estos
documentos, Vives declara que durante
los cuarenta y cuatro años que ha estado
con Su Alteza Imperial nunca ha cobrado
y Lanzerotto afirma que en 1888, después
de haber sido niñera de uno de los hijos
de Vives durante siete años, el Archiduque le adjudicó un sueldo de cien florines, y lo recibió solo durante tres meses.
Desde entonces hasta 1915 jamás volvió
a cobrar nada. Deben consultarse las páginas más ponderadas de Schwendinger
sobre la cuestión (1991:59)
8
Así aparece, por ejemplo, en Trias
Mercant (1992:27) «En 1872 compra
Miramar y se instala definitivamente en
Mallorca.»
9
Las cartas del Archiduque a su madre
citadas a lo largo de este texto, escritas
en lengua italiana y traducidas por mí,
forman parte del legado Cilimingras,
depositado en el archivo del Consell de
Mallorca. Quiero agradecer a la familia
Cilimingras y a la directora del archivo,
Isabel Garau, que tan amablemente
nos permitieran consultar tan
valiosa documentación.
3
25 1
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Cuentan que unos chicos robaron del
nido un pequeño buitre y se lo regalaron al Archiduque, que lo metió en una
pajarera en Miramar, donde creció y
vivió hasta la muerte de Luis Salvador.
He oído contar y así también lo recoge
Gaspar Sabater (1985:149) que el buitre
fue trasladado al zoo de Barcelona, cosa
que no es cierta ya que murió de viejo y
fue embalsamado y así se conserva en
Son Moragues, cuyo propietario nos lo
ha cedido para la exposición.
11
Los ofrecemos en el apéndice nº 2.
12
La traducción literal: «A los piadosos
manes del mejor amigo Vratislav Vyborny», «manes» puede entenderse
también como espíritu o alma y Vyborny
ha fallecido hace poco tiempo, creo que
el Archiduque se refiere a ese aspecto
más que a los «manes» familiares de la
mitología romana.
10
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Tras los pasos del archiduque Luis Salvador de Austria en Bohemia. Archivo,
fuentes bibliográficas e iconográficas de la
vida de Luis Salvador y la obra de las instituciones culturales en Praga.
Eva Gregorovičová
«A Gesù Bambino. O mio divino Gesù
bambino. Tu sei ľesempio che’io seguirò,
come obbedivi. Sempre Maria, la madre
mia, obbedirò. Deh beneditemi Maria e
Gesù, fatemi crescere alla virtù.»
«Alla mia cara Madre. Li 19. Dicembre
1852. Luigi.»
Luis Salvador, con sólo cinco años,
dedicó esta oración1 a su madre, María
Antonia de Borbón-Dos Sicilias, antes de
las Navidades de 1852, el día 19 de diciembre. Estas palabras estaban escritas
sobre un papel de notas con una vista de
los acantilados blancos de Dover, como si
estos presagiasen la carrera de Luis Salvador como erudito que jamás traicionó
sus objetivos científicos; un naturalista y
explorador, que nos dejó un amplio legado, tanto escrito como visual, de conocimientos generales sobre los países que
visitó. Las conclusiones que describe en
los informes de los casi cincuenta viajes
que emprendió, elaborados a partir de su
método científico (descrito en las Tabulae
Ludovicianae), y que abarcaron diferentes
partes de Europa, el norte de África, Oriente Medio, las islas del Mediterráneo y del
Adriático, lugares exóticos y remotos de
América, Australia y Tasmania, constituyen
una parte fundamental de la riqueza del
conocimiento humano.
Luis Salvador, el cuarto hijo del último
gran duque de Toscana que gobernó,
Leopoldo II de Habsburgo-Lorena, y María
Antonia de Borbón-Dos Sicilias, nació en
Florencia el 4 de agosto de 1847.2 Su nacimiento llenó de gozo a sus padres ya que
su tercer hijo, Rainiero, había muerto pocos
años antes. Gracias a la atención de sus
padres y a un programa educativo bien elaborado, Luis Salvador recibió una educación
amplia y sistemática por parte de maestros
experimentados, expertos y científicos de
renombre que cubrió prácticamente todas
las áreas del conocimiento humano. Estudió
matemáticas, física y ciencias naturales de
forma intensiva. Se dedicó principalmente
al estudio de la zoología, la biología, la botánica, la geografía, la paleontología y la mineralogía, así como la historia, la literatura,
la filosofía y las ciencias jurídicas. Aprendió
a hablar con fluidez catorce idiomas. Todos
estos logros no se deben únicamente al
talento y la capacidad excepcionales de
Luis Salvador, sino también al interés y la
atención de su tutor, el barón Eugenio Sforza, que le acompañó en todo momento y
permaneció fielmente junto a Luis Salvador
durante toda su vida. Era más bien una
figura paterna y no solo un preceptor o
secretario personal.3
Luis Salvador y su familia no pudieron
disfrutar de una vida tranquila en el Gran
Ducado de Toscana. La situación política en
Italia durante la segunda mitad de la década de 1850 forzó a Leopoldo II, junto con
toda su familia y sus cortesanos más allegados, a abandonar Florencia y la Toscana
el 27 de abril de 1859 y exiliarse en la corte
imperial en Austria.4 También el pequeño
Luis Salvador siguió a su padre, como el resto de la familia, primero a Viena y después
al dominio toscano Ostrov nad Ohří (Schlackenwerth) en Bohemia occidental, incorporado durante las Guerras Napoleónicas
por parte de Fernando III.5 En septiembre
de 1860, Luis Salvador, que entonces tenía
trece años, junto con su padre, su madre y
sus hermanos pequeños, llegó a su nueva
residencia –el castillo y dominio de Brandýs nad Labem,6 adquirido por Leopoldo II
ese mismo año como lugar de residencia
durante el exilio. El clima extremo de Bohemia no resultaba en absoluto beneficioso
para Luis Salvador, y por ello fue enviado
a Venecia con su hermano pequeño, Juan
Salvador. Durante los años 1861-18637 disfrutaron del agradable clima del mar Adriático, bajo la supervisión de sus tutores. En
ese momento, Luis Salvador emprendió sus
primeros viajes por Venecia y se dedicó al
estudio y la observación de la naturaleza.
Durante el verano de 1864, viajó por toda
Dalmacia con el objetivo de explorar sus territorios; quedó hechizado por esta región
durante mucho tiempo.8 A pesar de sus
altibajos y su estilo de vida nómada, Luis
Salvador siempre mantuvo estrechos vínculos con su residencia en Bohemia, Brandýs
nad Labem, hasta su muerte el 12 de octubre de 1915.9 Inicialmente como hijo del
propietario y más adelante como legítimo
propietario del rico dominio de Brandýs
nad Labem,10 lo que le permitió financiar
sus viajes y sus estudios de investigación,
pagar un grupo de colaboradores, publicar
sus obras, además de comprar el yate Nixe
y adquirir colecciones, nuevas mansiones
en Mallorca, Villa Zindis en Trieste y la residencia Ramleh San Stefano cerca de Alejandría, en Egipto.11 El castillo de Brandýs
nad Labem incluso se convirtió en un lugar
en el que se guardaron sus colecciones, sus
obras de arte, libros y documentos, antes
de que dispersasen entre varias instituciones de Praga atendiendo a su índole en
1919, año en que el castillo fue nacionalizado por el nuevo Estado checoslovaco.12
Los documentos fueron entregados a los
archivos del antiguo Museo Real de Praga
(actualmente el Museo Nacional). También
se transportó lo siguiente: otras colecciones de Luis Salvador (las antiguas ánforas
etruscas, colecciones de minerales, crustáceos y aves);13 parte de la biblioteca toscana, que hoy en día vuelve a encontrarse en
el castillo Brandýs nad Labem;14 y pequeños
retratos.15 Los objetos, las pinturas, las esculturas y los muebles se donaron al castillo
de Konopiště. Los dibujos de los viajes de
Luis Salvador se conservan actualmente en
la Galería Nacional de Praga.16
Sin embargo, la biblioteca toscana fue
la parte más afectada. Quedó dividida en
función del contenido de las publicaciones.
Las obras de Luis Salvador fueron transferidas a la antigua Biblioteca Universitaria en
el Clementinum (hoy Biblioteca Nacional),
y otra parte a los archivos bibliotecarios de
diversos ministerios y pequeñas bibliotecas de diferentes instituciones y colegios.
Aproximadamente la mitad de las obras
de Luis Salvador, publicadas durante los
últimos años, se custodia en la biblioteca
de los Archivos Nacionales en Praga, donde
hoy se conserva todo el archivo familiar
de los Habsburgo toscanos. No obstante,
durante la caída del Imperio austrohúngaro
en 1918, el archivo familiar se encontraba
en los castillos de Ostrov nad Ohří
(Schlackenwerth) y Brandýs nad Labem. El
periplo que experimentaron hasta llegar a
su ubicación actual es bastante complejo.17
253
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Fuentes de archivo
El archivo familiar de los Habsburgo
toscanos en los Archivos Nacionales de
Praga mantuvo durante décadas una unidad documental que puede considerarse
como fuente básica para el viaje vital y
la obra del archiduque Luis Salvador de
Austria, y especialmente para las primeras
etapas de su vida. El archivo familiar de los
Habsburgo toscanos se divide actualmente
en 14 partes fundamentales que acaban el
periodo comprendido entre 1765 y 1915.18
Las secciones individuales están organizadas cronológicamente según las soberanías
de la segundogenitura de los Habsburgo-Lorena que gobernaron el Gran Ducado
entre los años 1737 y 859. Las secciones
contienen los archivos documentales del
bisabuelo de Luis Salvador, Pedro Leopoldo
(1765-1790); el abuelo de Luis Salvador,
Fernando III (1793 - 1824); el padre de
Luis Salvador, Leopoldo II (1818 - 1870) y
finalmente, su hermano mayor, Fernando
IV (1859 - 1908), el último gran duque de
Toscana. A continuación vemos los archivos documentales de otros miembros de
la familia que siguen la misma estructura:
el archiduque Luis Salvador de Austria
(1859-1915), el archiduque Juan Salvador
de Austria (1866 - 1871), conocido como
John Orth desde 1889, y el archiduque
José Fernando de Austria (1891 - 1907).
Estos van seguidos de colecciones de escrituras y diplomas (1779 -1867), material
cartográfico (aproximadamente unos 2.000
mapas y planos desde la segunda mitad
del siglo XVIII hasta la primera mitad del
siglo XIX, la colección de fotografías (unas
4.000 piezas) de la segunda mitad del siglo
XIX y principios del siglo XX, y finalmente
la colección de dibujos y grabados. Las tres
últimas secciones contienen la documentación oficial de las representaciones diplomáticas toscanas en París, Roma, Nápoles
y Viena (1814-1873), los documentos oficiales en los que se reclama una compensación a Francia (1812-1835) por los daños
ocasionados por los combates durante
las Guerras Napoleónicas y finalmente los
documentos relacionados con la alta administración de los dominios toscanos en
Bohemia, Brandýs nad Labem y en Ostrov
nad Ohří / Schlackenwerth (1852 - 1872).
Si se analizan los documentos del archivo familiar, los documentos relativos a la
personalidad de Luis Salvador19 pueden encontrarse en más secciones de los archivos:
entre los documentos de su padre, Leopoldo II, que revelan ciertos datos sobre el
nacimiento de Luis Salvador, su infancia,
254
su educación y su juventud en Florencia
y en el dominio de Brandýs nad Labem; y
en algunos documentos del archivo de su
hermano mayor, Fernando IV. Con todo, los
documentos más importantes se custodian
en una sección independiente de archivo
dedicada a Luis Salvador. Para ilustrar más
detalles relativos al nacimiento de Luis
Salvador y a su familia, pueden utilizarse
otros tipos de archivo dentro del propio archivo familiar de los Habsburgo toscanos,
como mapas y planos del Gran Ducado de
Toscana, fotografías de ciudades toscanas,
residencias y villas, fotografías familiares, retratos de Luis Salvador durante su
estancia en Venecia y, finalmente, notas
diplomáticas, encontradas entre los documentos de las representaciones toscanas
diplomáticas en el extranjero con fecha 6
de agosto de 1847, que informaban del
nacimiento de Luis Salvador en Florencia y
que fueron distribuidas a todas las cortes
reales europeas.
El archivo de Leopoldo II, padre de Luis
Salvador, gran duque de Toscana
Como hemos afirmado anteriormente, la información y los detalles más
importantes sobre el nacimiento de Luis
Salvador, su infancia, juventud, salud,20
educación, estudios, primeros viajes y
relaciones familiares puede encontrarse
en las crónicas autógrafas de los diarios de
Leopoldo entre 1847 y 1870. Hasta hace
poco, los investigadores no han hecho un
uso pleno de estos diarios, repletos de
sentimientos paternales y afecto.21 Aquí se
incluye también el mencionado programa
educativo de Antinori22 y la correspondencia relacionada con los estudios de Luis
Salvador en Praga.23 Los resultados de la
educación escolar y del desarrollo personal
del pequeño Luis Salvador entre 1852 y
1864 pueden observarse en sus primeros
escritos y en las redacciones dedicadas
regularmente a su padre y a su madre
por su cumpleaños y por su santo entre
los años 1852 y 1866.24 Si pretendemos
entender las relaciones de la familia del
Gran Ducado y otros acontecimientos de
la vida de Luis Salvador habrá que estudiar
la correspondencia familiar25 custodiada
en el archivo de Leopoldo. Un total de 139
cartas escritas por Luis Salvador y enviadas
a su padre entre los años 1855 y 1870 se
engloban en las fuentes más importantes.
De modo similar, no se pueden obviar las
comunicaciones por escrito de los tutores
de Luis Salvador: Eugenio Sforza, Fiorenzo
Gnagnoni, Alexander Piers, Laura de Bra-
di, su doctor personal Giovanni Bondy, el
sacerdote Johann Peterlin y el profesor
de Praga Friedrich Schier, encargado de
velar por la educación de Luis Salvador y
de otros asuntos eruditos en Praga. Estos
documentos se custodian como parte de la
correspondencia personal en la sección de
archivo de Leopoldo.26 Además, también se
han preservado los documentos sobre el
pago del infantazgo de Luis Salvador.27
El archivo del hermano de Luis Salvador,
Fernando IV, gran duque de Toscana
La correspondencia de Fernando contiene principalmente las cartas de Luis
Salvador entre 1856 y 187228 y la correspondencia mutua entre los hermanos en el
periodo entre 1870 y 1904. Las cartas ofrecen amplia información sobre cuestiones
personales, acontecimientos familiares, las
actividades científicas y las publicaciones
de Luis Salvador, y problemas financieros,
entre los que encontramos el aval de Fernando para el préstamo de Luis Salvador
entre 1884 y 1894.29
El archivo del archiduque
Luis Salvador de Austria
El conjunto de documentos del explorador y eminente científico naturalista
Luis Salvador forma parte, desde los años
1859-1915, del atractivo archivo familiar
de los Habsburgo toscanos. Este conjunto
comprende documentos como la Orden
del Toisón de Oro; escrituras en virtud
de las cuales Luis Salvador era designado
titular de regimientos militares; fragmentos y notas sobre las condiciones naturales
y la historia de Mallorca; crónicas sobre el
golfo de Corinto y el golfo de Buccari-Porto
Ré; un fragmento de los diarios de viaje
a Tripolitania y Túnez, y un documento
autógrafo aún desconocido sobre un viaje
a Dalmacia en 1864. Otros documentos
significativos están relacionados con la
adquisición de mansiones en Mallorca,
el alquiler de parte del palacio Kinsky y
las obras vinculadas a ello, así como las
labores de gestión y administración del
dominio de Brandýs nad Labem. Destaca
indudablemente la extensa correspondencia personal que, lamentablemente, solo
alcanza hasta finales de la década de 1870,
y que nos ofrece una valiosa información
sobre la vida de esta figura, sus viajes por
todos los continentes, su labor científica,
sus contactos personales y sus relaciones
familiares. El archivo personal de Luis Salvador también contiene los documentos
contables de innegable importancia en
Textos en castellano
términos de alcance y contenido. A partir
de estos, se pueden seguir los pasos de
la creación y la preparación de las obras
de Luis Salvador, la participación de sus
colaboradores, de los artistas checos y los
editores sobre la preparación y publicación
de los volúmenes. Otros documentos nos
ofrecen información sobre la financiación
de los viajes de Luis Salvador, los costes
operativos del yate Nixe, el transporte de
las colecciones de Luis Salvador, la compra
de libros, los gastos de las propiedades en
Praga y Mallorca, y el pago de los encargos
de obras de arte para Brandýs nad Labem
y Miramar. Los documentos archivísticos
clasificados no solo pueden ser utilizados
por los historiadores, sino también por los
geógrafos, los historiadores de la literatura y los lingüistas, dado que los archivos
originales no están únicamente escritos
en alemán, italiano, francés o inglés, sino
también en castellano y catalán. Los arquitectos y restauradores también cuentan
con su parcela, ya que los documentos
financieros y sus apéndices contienen la
descripción de las obras realizadas, además de los gastos financieros de las obras
de construcción.
Por ello resulta sorprendente que los
científicos no han tenido en absoluto en
cuenta la completa documentación de
archivo de Luis Salvador, preservada en el
archivo familiar de los Habsburgo toscanos, desde su muerte, tras varios traslados
(primero al Museo Nacional de Praga; más
adelante, en la década de 1930 al Ministerio de Agricultura de Těšnov; y, finalmente,
en 1996 al depósito de los Archivos Nacionales de Praga, en Chodovec), ni tampoco
los estudios de Joan March en la década
de 1980.30 Esta documentación de archivo
única también fue obviada por los archiveros de los Archivos Nacionales, y hace poco
tiempo que se ha concluido el inventario
del archivo completo de Luis Salvador, para
hacerlo accesible a los posibles estudiantes
y científicos.
El conjunto documental de Luis Salvador
constituye una parte independiente del
archivo familiar de los Habsburgo toscanos.
Contiene tres escrituras31 y diecinueve cajas
de documentos de archivo desde 1859 hasta
1915. Sin embargo, no todos los tipos de documentos están presentes a lo largo de este
intervalo. Los papeles personales relativos a
su carrera militar, los materiales de estudio y
especialmente la extensiva correspondencia,
finalizan en 1876, justo antes de la llegada de
Luis Salvador a su residencia de Zindis, cerca
de Trieste. Por otra parte, los documentos
contables abarcan todo el espectro temporal.
Si consideramos el contenido y el periodo
comprendido entre 1859 y 1876, la documentación de archivo conservada perteneciente a Luis Salvador representa una unidad
bastante compacta que no deja ningún
periodo sin cubrir. A pesar de las limitaciones
temporales mencionadas, podemos seguir
los acontecimientos y los asuntos que determinaron la carrera de Luis Salvador.
Podemos detectar un mayor interés en
la personalidad y la vida de Luis Salvador
por parte de historiadores y entusiastas
durante la conmemoración de sus aniversarios. Este hecho quedó patente en 1997
durante la celebración del 150 aniversario
del nacimiento de Luis Salvador. Los Archivos Nacionales de Praga, que en ese momento aún se llamaban Archivos Estatales
de Praga, prepararon dos exposiciones
biográficas sobre la figura de Luis Salvador.
Los documentos originales del archivo
familiar de los Habsburgo toscanos se
cedieron para exposiciones en Italia y España. La primera exposición se llevó a cabo
en las islas Lípari el mes de mayo de 1997
con el nombre DalľAdriatico alle Baleari
attraverso le Eolie: Arciduca e il Mediterraneo.32 La segunda exposición, Exposició
en homenatge a ľarxiduc Lluís Salvador
d’Àustria, se inauguró un año más tarde en
Palma de Mallorca.33 Ambas muestras se
celebraron en lugares que habían tenido
una gran importancia para Luis Salvador.
Dedicó una obra muy extensa a las islas
Lípari (las islas Eolias), acompañada de preciosas ilustraciones obra de artistas checos
que tomaban como modelo los dibujos
hechos a mano por Luis Salvador. Mallorca
se convirtió en la segunda residencia de
Luis Salvador, su refugio y, sin exagerar, su
pequeño reino privado.34
Los siguientes aniversarios de su muerte
y de su nacimiento se conmemoraron en
2005 y 2007, con la organización de exposiciones de documentos originales del
archivo familiar de los Habsburgo toscanos
directamente en su antigua residencia de
Brandýs nad Labem.35 No obstante, aún
quedan cosas por descubrir.
Podemos contemplar con gran pesar la
fotografía de la encantadora archiduquesa
Matilde de Austria (hija del archiduque
Alberto de Austria, duque de Teschen, y
de la princesa Hildegard de Baviera), que
murió trágicamente a causa de quemaduras, y leer el contenido de 24 telegramas,
enviados entre el 23 de mayo y el 6 de
junio desde el palacio de Hetzendorf a
Praga, donde se informaba diariamente a
Luis Salvador sobre el empeoramiento de
la salud y finalmente de la muerte de la
joven archiduquesa, a quien Luis Salvador
apreciaba muchísimo.36
Podemos estudiar detalladamente los
materiales educativos sobre la historia de
las Cruzadas, las expediciones militares
de Ciro el Joven (Kyros), hijo de Darios II,
rey del Imperio persa; o la conquista de la
India por parte de Alejandro Magno, que
fueron escritos para Luis Salvador por su
padre, Leopoldo II, en 1860 en el exilio
(Ostrov nad Ohří). Hay también diversos
documentos sobre la historia del Imperio
austriaco, el Imperio bohemio, el reino de
Hungría o la Europa medieval; información
sobre la historia del papado y la Iglesia. Las
ciencias exactas están representadas por
las lecciones de matemáticas, física y óptica. Además de los documentos escritos,
se custodian 43 dibujos de escarabajos,
moluscos y crustáceos.37 Los progresos de
Luis Salvador en lo tocante al estudio de
diferentes idiomas entre 1863 y 1865 pueden apreciarse en las obras autógrafas de
sus primeros ensayos: el francés, en Conio
e fragolette. Une tableau de la vie Venetienne; el inglés, en Grave of Winckelmann
at Triest; y el alemán, en la leyenda dálmata sobre el amor, Georgis und Waina.38
La preocupación de sus padres por el desarrollo educativo e intelectual de su hijo
inteligentísimo puede verse claramente en
los documentos relativos a la provisión y la
organización del estudio de Luis Salvador
sobre diferentes aspectos, incluyendo la
elección de la residencia de Luis Salvador
en la capital del Reino de Bohemia para
que este no tuviese que desplazarse desde
el castillo de Brandýs nad Labem,39 y la
selección de profesores de la Universidad
de Praga para sus clases particulares.40 Luis
Salvador adquirió y amplió conocimientos,
también a través de la correspondencia
que mantuvo con grandes personalidades
científicas europeas, viajeros, exploradores
y sociedades científicas.41
Como cualquier varón de la casa imperial, Luis Salvador se dedicó a la vida militar. Dirigió el 58 Regimiento de Infantería
con base en Budapest.42 En 1871, Luis
Salvador llevó a cabo unas prácticas en la
Oficina del Gobernador de Praga con el fin
de familiarizarse con las funciones de la administración del Imperio austrohúngaro.43
Existe un grupo muy interesante de
documentos que ilustran los viajes de
Luis Salvador y sus acuerdos financieros y
organizativos durante los años 1861-1864,
su estancia en Venecia, sus primeros viajes
255
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
a Lombardía, Istria y Dalmacia en 1864,
el viaje a Helgoland en 1865, su estancia
en Gibraltar y Túnez en 1869 y en los Estados Unidos de América en 1876.44 Los
documentos de archivo documentan sus
primeros contactos con las islas Baleares
durante los años 186745 y 1871, su periodo
en las islas Lípari en 186946 y sus cruceros
por el Adriático y el Mediterráneo con su
yate, el Nixe. Los documentos contables y
la correspondencia con el capitán del yate,
Randich, así como con los demás miembros de la tripulación (Heinrich Littrow,
Alfred Prest, Otto Schlick y Robert Whitehead) permiten que los investigadores tengan una visión clara sobre la construcción y
reparación del Nixe, su coste operativo, las
tasas para acceder a los puertos, los pagos
de los amarres, la compra de suministros y
el pago de los miembros de la tripulación.47
Los viajes de Luis Salvador con el Nixe
por las islas del Adriático y del Mediterráneo tienen su origen en los primeros
contactos con la costa adriática durante
su estancia en Venecia entre 1861 y 1864.
Según el itinerario de su primera expedición,48 que duró casi dos meses (desde
el 16 de agosto hasta el 2 de octubre de
1864), y que se inició en Venecia, Luis
Salvador planificó conjuntamente con su
tutor viajar a Trieste con un vapor de vapor
Lloyd. Desde allí debían continuar por la
costa, cruzando Muggia y Capo d’Istria, por
Opatija, Rijeka y Pula hasta llegar a Zadar,
para a continuación cruzar las islas de la
costa de Dalmacia hasta Bakar, Dubrovnik,
la bahía de Kotor en dirección sur hasta
Budva. Una vez allí, y de acuerdo con su
planificación, si el tiempo acompañaba,
tenían la intención de aventurarse en dirección sur hasta el puerto de la fortaleza
de Castellastva, Presiek y desde allí proseguir viaje hasta Shköder, en Albania. Si
el tiempo era adverso, habían previsto ir
desde Budva con el barco de vapor hasta
Kotor. Desde allí, continuarían y visitarían
las islas de Korčula, Hvar y Vis. Su destino
final hubiese sido Split. Desde ahí habían
planificado ir a Zadar y tenían previsto
regresar a Trieste el 2 de octubre.49
Entre otros informes de viaje de Luis Salvador que se han publicado, el manuscrito
de su diario de viaje por el norte de África
en 1873 se presenta en la documentación
de archivo de Luis Salvador. Este diario de
viaje fue publicado por la editorial Heinrich
Mercy de Praga con el título Yachtreise
in den Syrten. El archivo de Luis Salvador
también contiene el documento autógrafo
sobre el golfo de Corinto y el fragmento de
256
la copia Der Golf von Buccari - Porto Ré, de
1871, y Levkosia, Hauptstadt von Cypern,
de 1873.50 Todas las obras de Luis Salvador
guardan relación con la correspondencia
y las facturas de los artistas, ilustradores y
grabadores de Praga que participaron en
la creación de los suplementos pictóricos
de sus publicaciones; y con los pagos a las
editoriales y los talleres artísticos.51 Este
material permite que los investigadores
puedan reproducir la organización de los
preparativos de las publicaciones de Luis
Salvador –desde la entrega del manuscrito
a la imprenta, su diseño gráfico, la creación
de las ilustraciones, hasta su impresión y
distribución finales.
Gran parte del archivo de Luis Salvador
está formado por la correspondencia, que
contiene unas 2.200 cartas del periodo
comprendido entre los años 1861 y 1876.
Las cartas proceden, en total, de unos 470
remitentes y están organizadas por orden
alfabético en función de los autores y divididas por grupos. El primer grupo contiene
aproximadamente unas 600 cartas que Luis
Salvador recibió de parte de sus familiares
directos,52 de los miembros de la familia
imperial austriaca53 y de los miembros de
las cortes europeas soberanas con las que
mantenía relación.54
Los otros dos grupos contienen aproximadamente 1.600 cartas, divididas en dos
partes: un amplio grupo de cartas que Luis
Salvador recibió de parte de personalidades
destacadas del mundo científico o de personas anónimas a las que Luis Salvador (con el
seudónimo de conde de Neudorf55) conoció
a lo largo de su vida (con algunas de ellas
incluso mantuvo una correspondencia fluida
toda su vida). El conjunto más pequeño de
cartas pertenece a la correspondencia mantenida con diferentes instituciones. Las cartas
llegaron a los domicilios de Luis Salvador
desde Austria, Bohemia, Hungría, Alemania, Francia, Italia, España, Istria, Dalmacia,
Grecia, Inglaterra, los Estados Unidos de
América, el norte de África y otros territorios.
La correspondencia está ordenada alfabéticamente por el nombre del remitente con el
fin de facilitar la labor de los investigadores.
Las cartas no solo contienen datos e información relevantes sobre las investigaciones y las
publicaciones de Luis Salvador, sino también
educados saludos y agradecimientos, peticiones de apoyo financiero a personas individuales y de subvenciones a instituciones o
solicitudes de trabajadores para formar parte
de su servicio.
El número de remitentes alcanza unos
500 aproximadamente, lo que dificulta
poder nombrar en este artículo a los
principales autores. Con el fin de ofrecer
una visión más clara, presentaremos a los
remitentes a partir de su relación con el
destinatario. En primer lugar, debemos
citar a los colaboradores más cercanos y
amigos: Sforza, Pazelt, Výborný, Laura de
Bradi y Leopoldine Procházka, o los artistas
de Praga que tuvieron una participación
significativa en la preparación de las obras
de Luis Salvador para su publicación, como
Havránek, Fousek, Kliment, Quido Mánes,
Wachsmann, Emanuel Max o Trenkwald;
editores de la obra, como Heinrich Mercy
de Praga,56 Leo Woerl de Leipzig y el famoso F. A. Brockhaus; o los profesores de
Praga Kostelecký, Willkomm, Zepharovic,
Stein; algunos científicos, exploradores
y viajeros como Schaufuss, Mühlberg,
Steinle, Borzi, Parlatore, Scherzer o Hochstetter; representantes de la administración
imperial o personal general del ejército de
la monarquía de los Habsburgo: Andrassy,
Beck, Belcredi, Franz Crenneville; oficiales
del regimiento de Luis Salvador: Schauer,
Wanner; administradores del dominio de
Brandýs nad Labem y representantes en
Viena: Alter, Swoboda, Erber, Scheda, Haberler, Luigi Magni; colaboradores de las
islas Lípari: Pajno o Farina; unos 40 escritores de las islas Baleares se conservan en
el archivo de cartas: Francisco de los Herreros, Manuela de los Herreros, Pons, Pou
i Bonet, Alcover, Rafael y Francisco Prieto,
Mateo Obrador, Cardona i Orfila, Peréz
Arcas, Cotoner, Ladin o el Museo Balear.
Tampoco podemos olvidar el nombre de
las personas que estuvieron vinculadas al
yate de Luis Salvador, el Nixe, como Littrow, Randich, Whitehead, Schlick, Prest o
Schnabel; o las personas conectadas con
las autoridades de Dalmacia: Philipović,
Milković, Bakić.
La importancia de la labor investigadora de Luis Salvador y su reputación
científica queda patente en las cartas de
las diferentes sociedades e instituciones
científicas, que lo nombraron miembro
honorífico: por ejemplo, la Geographische
Gesellschaft Wien, la Zoologische Gesellschaft Wien, la Wiener Thierschutz Verein,
la Comisaría de España en Viena para la
Exposición Universal de 1873, el Comité
für Nordpol Expedition en Viena, la Gesellschaft für Erdkunde en Berlín.
Para organizar los viajes de Luis Salvador fue muy importante mantener una
estrecha relación con las autoridades
diplomáticas de diversos países, tanto los
consulados austriacos como figuras desta-
Textos en castellano
cadas locales, que habían sido nombrados
cónsules honorarios y que garantizaron
una estancia segura al conde de Neudorf,
facilitaron información o simplemente colaboraron en la correspondencia. Por ello,
las cartas de las oficinas de los consulados
en Nápoles, Mesina, Malta, Ibiza, Larnaca,
Túnez o los Estados Unidos de América
pueden encontrarse en el archivo.
La documentación relativa a los asuntos
económicos desde 1861 hasta 1915 es
igualmente importante para el estudio de
la vida y las actividades de Luis Salvador.
Estos documentos contienen aproximadamente unas 1.000 facturas, resúmenes de
ingresos y gastos, las órdenes de Luis Salvador para los administradores de su dominio de Brandýs nad Labem para pagar
las deudas con el dinero de la caja fuerte,
asuntos sobre la herencia de Leopoldo
II entre 1870 y 1872, acuerdos entre los
hermanos acerca de la distribución de
la propiedad tras la muerte de su padre,
Leopoldo II, o los beneficios obtenidos de
la venta y los ingresos de las mansiones
en la Toscana.57 Las facturas, los recibos
y los libros de contabilidad nos muestran
cómo financió Luis Salvador sus actividades, como sus estudios, sus publicaciones,
los gastos de las obras de construcción,
reconstrucción y mantenimiento de sus
residencias en Praga y en Mallorca, los
pagos de los servicios, la adquisición de
objetos y accesorios para sus residencias,
mobiliario, artículos de uso diario, objetos
de lujo, comida, la compra de medicamentos para su viajes, la financiación para
sus viajes y para sus actividades de investigación, la asignación de sus colaboradores, los gastos relativos a la compra de
libros, enciclopedias, objetos de colección
y el coste del mantenimiento y la tripulación del Nixe. Además, se pueden seguir
los movimientos de Luis Salvador con
bastante precisión durante algunos de sus
viajes gracias a los documentos contables,
por ejemplo facturas de hotel (como en
el caso del viaje a Helgoland en 1865 o a
Trípoli en 1863).
Para finalizar, nos gustaría mencionar un
grupo importante de documentos escritos
relativos a Mallorca y las islas Baleares, segunda residencia de Luis Salvador. Durante
el verano de 1867, Luis Salvador viajó por
estas islas. La parte más importante de
esta documentación está formada por 150
cartas que abarcan el periodo de 1867 a
1876, escritas en francés por el erudito
mallorquín Francisco de los Herreros, de
Valldemossa.58 Desde la primera estancia
de Luis Salvador en Mallorca, Herreros se
convirtió en su colaborador más cercano.
Este no se limitó a ser consejero profesional o coordinador de su investigación, responsable de reunir el material necesario
para las obras de Luis Salvador en las islas
Baleares, sino que también fue albacea de
los asuntos de Luis Salvador, el administrador de las villas recién adquiridas y amigo
de la familia. Además de la correspondencia de Herreros, el archivo de Luis Salvador
contiene unas 300 páginas59 de amplísima
información, a partir de la que podemos
observar no solo los datos sobre historia,
geografía, demografía, clima, religión,
flora y fauna del archipiélago, los datos de
las observaciones meteorológicas, análisis
y fragmentos de la prosa y la poesía del
periodo comprendido entre los siglos XIII
y XIX, que se convirtió en la base de la
publicación de Luis Salvador Die Balearen,
sino también la información relativa a la
creación de la publicación.60 Lamentablemente, aparte de pequeñas excepciones,
en el archivo no se conservan crónicas
autógrafas relacionadas con la obra enciclopédica y fundamental de Luis Salvador
sobre las islas Baleares,61 por la que fue
premiado por el Congreso Internacional
de la Sociedad Geográfica, celebrado en
París en 1875.62
En 1871, Herreros hizo los preparativos
necesarios para alquilar la villa del conde
Formiguera en Palma de Mallorca para
la segunda estancia de Luis Salvador en
la isla, y también supervisó las obras de
construcción de la parte arrendada y su
mobiliario. Durante esta segunda estancia,
Luis Salvador descubrió la belleza natural de
la costa noroeste de Mallorca. Quedó especialmente prendado del antiguo monasterio
de Miramar, que adquirió en 1872.63 Luis
Salvador lo convirtió en su residencia. Con
los años, el Archiduque adquirió otras villas,
sobre las que no existe ningún tipo de prueba en el archivo documental de Praga. Luis
Salvador también construyó la casa de S’Estaca, siguiendo el estilo de las islas Lípari, en
la costa situada bajo Miramar.64
Como conclusión, hay un exceso de
fuentes de archivo relacionadas con la vida
de Luis Salvador: la extensa documentación de archivo en Praga procedente del
archivo familiar de los Habsburgo toscanos; las colecciones que actualmente se
conservan en el castillo de Brandýs nad
Labem y el grupo de documentos denominado archivo registral de los años 1865
- 1915,65 que conforman una parte fundamental de la documentación del dominio
de Brandýs nad Labem, depositada en los
Archivos Regionales Estatales de Praga; las
villas de Luis Salvador situadas en Mallorca
y en otros lugares de las islas Baleares; y
finalmente el testimonio personal escrito
por Luis Salvador en Viena.66 El conjunto de
toda esta documentación representa una
fuente bibliográfica ilimitada en la que se
narran detalladamente todos los matices
de este gran personaje que, a pesar de que
hasta hoy aún es infravalorado, fue Luis
Salvador, sin ningún asomo de duda.
Notas
Los Archivos Nacionales de Praga / en
checo «Národní archiv» (en adelante
«NA Praha»), el archivo familiar de los
Habsburgo toscanos / en checo «Rodinný archiv toskánských Habsburků» (en
adelante «RAT»), Leopold II./2, registro
nº 183.
2
«Il 4 agosto [1847] Antonietta partorì un
figlio felicemente. Lo guardai e piansi:
grande la bontà del Signore in tanta
crudeltà dei tempi; e si chiamò Lugi Salvatore, e la madre volle portasse ancora
i nomi dei fratelli perché riunisse i nomi
e ľamor loro.» Este testimonio sobre el
nacimiento de Luis Salvador pertenece
a las memorias de Leopoldo II, gran
duque de Toscana, publicadas con el
título: Il governo di famiglia in Toscana.
Le memorie del granduca Leopoldo II di
Lorena (1824 – 1859), ed. Franz Pesendorfer. Florencia, 1987, Sansoni Editore,
p. 301. El original del manuscrito de las
memorias se conserva en NA Praha, RAT,
Leopold II./2, registro nº 9.
El 5 de agosto, el recién nacido fue bautizado con los nombres Luigi Salvatore
Maria Giuseppe Giovanni Battista Domenico Ranieri Ferdinando Carlo Zanobi
Antonio. Los registros autógrafos de su
padre, Leopoldo II, de los días 4 y 5 de
agosto de 1847 sobre el nacimiento y
el bautizo de Luis Salvador figuran en
el diario de Leopoldo II, gran duque de
Toscana; véase NA Praha, RAT, Leopold
II./1, entrada de diario nº 17, ff. 204r-v.
3
Corrado Giunti, «La presenza di Eugenio
Sforza presso ľarciduca Lodovico Salvatore». Borgolauro. Rivista semestrale di
storia lettere e arti della Fameia Muiesana, 30/55, 2009, p. 30 – 46.
4
Franz Pesendorfer, Zwischen Trikolore
und Doppeladler. Leopold II. Grossherzog
von Toskana 1824 – 1859. Viena, 1987.
Sobre la documentación de la salida de
Florencia, véase NA Praha, RAT, Leopold
1
25 7
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
5
6
7
8
II./2, registro nº 187, 188, 255. Eva Gregorovičová, «Z Florencie do Brandýsa.
Příchod toskánských Habsburků na brandýské panství». Studie a zprávy. Historický sborník pražského okolí, 1/2011, p.
9 – 29; Eva Gregorovičová, «Životní kruh.
Rodinné události toskánské linie habsbursko-lotrinského rodu na panství Brandýs nad Labem v letech 1861 – 1865».
Studie a zprávy. Historický sborník pražského okolí, 3/2012, p. 87 - 103.
Franz Pesendorfer, Ein Kampf um die
Toskana. Grossherzog Ferdinand III. 1790
– 1824. Viena, 1984. Sobre la administración del dominio de Ostrov nad Ohři
durante el gobierno de Leopoldo II, véase
NA Praha, RAT, Administrace toskánských
statků Brandýs a Ostrov 1852 – 1872. Sobre la administración durante el gobierno
de Fernando IV, véase NA Praha, RAT,
Fernando IV., sign. 35 Schlackenwerth.
NA Praha, RAT, Administrace toskánských
statků Brandýs a Ostrov 1852 – 1872.
Véanse también los diarios de Leopoldo II
custodiados en NA Praha, RAT, Leopold II.,
IX/32 – IX/39. La documentación relativa
al dominio de Brandýs nad Labem puede
encontrarse en los Archivos Regionales
Estatales en Praga / en checo «Státní
oblastní archiv v Praze» (en adelante
«SOA Praha»), Velkostatek Brandýs nad
Labem (en adelante «Vs. Brandýs»), adquisición nº 736. Miloslav Volf, Rakouská
státní banka a příchod toskánských vévodů na Brandýs nad Labem. Archivní časopis 18/1, 1968, p. 25 – 34.
Estancia en Venecia: NA Praha, RAT,
Leopold II./1, Registros de los diarios
IX/33, registro nº 33; ibid., registro nº
54, las cartas de Luis Salvador a su padre; ibid., registro nº 55, las cartas de
Juan Salvador a su padre; NA Praha, RAT,
Fernando IV., registros nº 31 a 32, las
cartas de Luis Salvador y Juan Salvador
desde Venecia a su hermano Fernando.
Véase también NA Praha, RAT, Leopold
II./1, correspondencia personal, cartas
de E. Sforza, el sacerdote J. Peterlin,
M.D. G. Bondy; ibid., Leopold II./2, registro nº 7, cartas de Fiorenzo Gnagnoni;
ibid., Leopold II./2, registro nº 177, correspondencia sobre el estado de salud
de Luis Salvador entre Leopoldo II y Fernando IV y Francisco José I, emperador
de Austria. Las facturas de la estancia en
Venecia: ibid., Leopold II./2, apéndices,
caja 123, «Conti delľamministrazione di
Venezia 3 Luglio 1861 – luglio 1863.»
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III./a, El
diario autógrafo no publicado de los via-
258
jes de Luis Salvador a Istria y Dalmacia,
realizados en 1864.
9
La muerte de Luis Salvador está registrada en el Registro de defunciones de
SOA Praha, Matriky, Kniha zemřelých
královského města Brandýs, c. k. Okresní
hejtmanství v Karlíně, 1894 – 1918, p.
220, orden nº 56. Los restos mortales de
Luis Salvador fueron custodiados temporalmente en la capilla del castillo hasta
la primavera de 1918, y más adelante
transportados a la Cripta de los Capuchinos en Viena. Véase SOA Praha, Vs.
Brandýs, registro nº 761, sign. II./15 D,
ibid., registro nº 480.
10
NA Praha, Ludvík Salvátor, registro nº 16 y 20.
11
NA Praha, Ludvík Salvátor, I/d, Los asuntos
económicos del dominio, 1872 – 1915.
12
SOA Praha, Vs. Brandýs, registro nº 761,
II/15. NA Praha, Ústřední zemědělsko-lesnický archiv (en adelante «ÚZLA»),
registro nº 112.
13
Sobre las colecciones de Luis Salvador
en Brandýs nad Labem véase Václava
Horčáková, «Okresní jednota musejní a
Okresní museum v Brandýse nad Labem
1911 – 1948». Studie a zprávy Okresního
muzea Praha-východ 11, 1991, p. 43 –
44. Brigitta Mader, «Arcivévoda Ludwig
Salvátor a jeho archeologická sbírka
na zámku v Brandýse nad Labem», en:
Marie Dufková – Iva Ondřejová, Historie
sběratelství antických památek v českých
zemích. Praga, 2006, p. 58 – 93. Sobre
las colecciones sobre zoología de Luis
Salvador véase Eva Gregorovičová- Karel
Novák-Tomáš Zágrošek-Marek Mejstřík,
«Zámecké sbírky Ludvíka Salvátora-přírodovědecká expozice a nové objevy.»
Studie a zprávy. Historický sborník pražského okolí, 3/13, p. 172 – 174.
14
Sobre la biblioteca toscana trasladada
desde Brandýs nad Labem véase Petr
Mašek,« O Toskánské knihovně», en: Milan Novák a kol., Ludvík Salvátor, vědec
a cestovatel. Brandýs nad Labem – Stará
Boleslav 2005, p. 58 – 60.
15
Lubomír Sršeň – Olga Trmalová, Malované miniaturní portréty. Národní muzeum,
Praga 2005. Lubomír Sršeň, Malované
drobné portréty. Národní muzeum, Praha 2013. Ambas publicaciones contienen
retratos de los miembros de la línea
toscana, como el pequeño Luis Salvador.
16
NG Praha, La colección de grabados y
dibujos en el palació Kinsky contiene una
pequeña colección de dibujos, grabados
y estampas de ilustradores de Praga
de las obras de Luis Salvador como los
siguientes pintores y grabadores sobre
madera: el pintor de paisajes Friedrich
Havránek, Holas, Mára, Jass, Řeháček o
Šimáně. Unas 50 vistas de las islas Lípari
se custodian allí, como Lípari, Vulcano, Salina, Filicudi, Alicudi y Stromboli
durante los años 1886-1888. Incluso
podemos encontrar dibujos de las islas
Baleares de los años 1870-1888.
17
Sobre la complicada forma de los archivos
véase NA Praha, RAT, Fernando IV., sign.
15, registro nº 334; sign. 18, registro nº
343; sign. 20, registro nº 347; sign. 38A,
registro nº 437. ibid., ÚZLA, registro nº
112, Brandýs; Ostrov. Stefano Vitali – Carlo Vivoli, Fra Toscana e Boemia. Le carte
di Ferdinando III e di Leopoldo II nelľArchivio Centrale di Stato di Praga. Roma,
1999, p. 3–101. Eva Gregorovičová, Tři
kapitoly k pořádání Rodinného archivu
toskánských Habsburků, Petr Leopold –
Ferdinand IV. – Ludvík Salvátor. Archivní
časopis 62, 2012, p. 341–369.
18
Eva Gregorovičová, Kapitoly z dějin Rodinného archivu toskánských Habsburků.
Národní archiv, Praga 2013.
19
Eva Gregorovičová, «Le tracce delľArciduca Lodovico Salvatore in Boemia. Le fonti
archivistiche, iconografiche, bibliotecarie
e collezionistiche nelle istituzioni praghesi». Borgolauro. Rivista semestrale di
storia lettere e arti della Fameia Muiesana, Año XXX – nº 56/2009, p. 32 – 46.
20
NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº
177, correspondencia sobre la salud de Luis
Salvador entre Leopoldo II y Fernando IV y
Francisco José I, emperador de Austria.
21
NA Praha, RAT, Leopold II./1, Diarios,
I/17 – I/37.
22
NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro
nº 214. «Traccia per ľandamento progressivo degli studi intellettuali di S.
ľArciduca Luigi». El programa educativo
de dos fases fue organizado a petición
de los padres de Luis Salvador por parte
de su profesor Vincenzo Antinori (1792
– 1865), físico y matemático florentino, que desde 1833 era el director del
Museo de Física y Ciencias Naturales de
Florencia y desde 1847 fue nombrado
tutor y profesor de los hijos del soberano toscano Leopoldo II.
23
Luis Salvador recibió una educación
excelente desde 1865 en la Universidad
Carolina de Praga (entonces llamada «de
Carlos y Fernando»), véase NA Praha,
RAT, Leopold II./2, registro nº 217, «Luigi. Suoi studi a Praga 1865.»
24
NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº 1,
2, 183. En total, se han preservado allí 39
documentos autógrafos de Luis Salvador.
Textos en castellano
NA Praha, RAT, Leopold II./1, Las cartas
de los miembros de la familia dirigidas
a Leopoldo II, gran duque de Toscana:
registro nº 45, madre María Antonia
de Borbón-Dos Sicilias; hermanas y
hermanos; registro nº 47, archiduquesa
Augusta Fernanda de Austria, princesa
de Baviera; registro nº 49, archiduquesa
María Isabel de Austria, princesa de
Toscana; registro nº 50, Fernando IV,
gran duque de Toscana; registro nº 52,
archiduque Carlos Salvador de Austria;
registro nº 53, archiduquesa María Luisa
de Austria; registro nº 55, archiduque
Juan Salvador de Austria (John Orth).
26
NA Praha, RAT, Leopold II./1, La correspondencia personal. Ibid., Leopold II./2, registro nº 7, las cartas de Fiorenzo Gnagnoni.
27
NA Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº 254.
28
NA Praha, RAT, Fernando IV., registro nº
31, En total se han conservado 57 cartas.
29
NA Praha, RAT, Fernando IV, sign. 71,
registro nº 652 – 653. En el mismo lugar
se custodia el ejemplar de
Fremden-Zeitung, nº 15, XIV, Viena-Salzburgo-Múnich, 1901, p. 2–4, en el que se
publicó el artículo de Siegmund Schneider «Erzherzog Ludwig Salvator. Dreissig
Jahre aus dem Leben und Wirken des
fürstlichen Geographen.»
30
Joan March, S´Arxiduc. Biografía ilustrada de un príncipe nómada. Barcelona
1983.
31
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, registro
nº 1 Escritura de Francisco José I, emperador de Austria, con fecha de 16 de
agosto de 1865, en Bad Ischl, nombrando coronel de infantería a Luis Salvador;
registro nº 2 Escritura de Francisco José
I, emperador de Austria, con fecha de 13
de marzo de 1867, en Budapest (Ofen);
registro nº 3 Orden del Toisón de Oro,
otorgado a Luis Salvador el 8 de agosto
de 1867, en Salzburgo; registro nº 7
La carta informal informativa sobre la
concesión del premio de la Gran Cruz de
la Orden de Carlos III de Borbón a Luis
Salvador en 1869.
32
La exposición de los originales sobre les
islas Lípari fue organizada, con el patrocinio de los presidentes de la República
Checa y de Italia, por el Centro studi e
ricerche di storia e problemi Eoliani.
33
La exposición fue preparada por la Conselleria d’Educació, Cultura i Esport del
Govern balear, Associació d´Amics de
ľArxiduc, Arxiu del Regne de Mallorca,
Biblioteca de la Fundació Bartomeu
March Severa. Lamentablemente no se
publicó ningún catálogo de ninguna de
25
las dos exposiciones.
La obra de Luis Salvador sobre las islas
Baleares, Die Balearen in Wort und Bild.
I.– VII., Leipzig 1879–1891. Las islas
Lípari se abordan en: Die Lípari schen
Inseln. I–VIII. Praga, 1893–1896. Todos
los volúmenes se volvieron a publicar en
Italia en las décadas de 1970 y 1980 traducidos al italiano, pero con el diseño y
las ilustraciones originales, enriquecidas
por los análisis históricos de los editores.
Edición: Le Isole Lípari , I –VIII. Lípari,
1977–1986.
35
La exposición en 2005 fue acompañada
por la publicación: Milan Novák a kol.,
Ludvík Salvátor, vědec a cestovatel. Brandýs nad Labem – Stará Boleslav, 2005.
36
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, archiduquesa Matilde de Austria.
37
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/b, preparación académica y profesional, registro nº 12 – 14.
38
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III/a,
actividades científicas, profesionales y
literarias
39
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, asuntos económicos y facturas. El emperador
recomendó que Luis Salvador permaneciese directamente en el Castillo de
Praga, que en aquel momento estaba
prácticamente deshabitado (Véase NA
Praha, RAT, Leopold II./2, registro nº
177.) Por ello, tras la petición de su
madre, se seleccionó la pensión Hotel
zum Englischen Hof, en la calle Na Porici,
en el centro de Praga. Luis Salvador se
alojó allí regularmente desde 1867. En
los años 1871-1877, alquiló una parte
del palacio Kinsky en la plaza de la Ciudad Antigua. El contrato de alquiler se
puede consultar en NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, asuntos económicos y
financieros, el diario contable en el que
se documentan los gastos del palacio
Kinsky durante los años 1871 – 1872.
40
Fueron los profesores Schier, Koste lecký, Zepharovic, Stein, Wilkom, véase
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, II/b, La
correspondencia personal. Las cartas
de los años 1890, 1897 – 1913, con el
profesor Randa se custodian en NA Praha, Rodinný archiv Randa – Kruliš, sign.
5/35, 5/37, 32/32 – 32/36.
41
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, II/b,
correspondencia personal, como Schaufuss, Parlatore, Mühlberg, y la correspondencia con las instituciones (sociedades científicas).
42
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, IV. comandancia del Regimiento de Infantería
34
58, 1868 – 1875.
NA Praha, Presidium Českého místodržitelství, 1860 – 1870, sign. 1/1/102, registro nº 4832/1870, caja 676.
44
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, véanse
especialmente los extensos materiales
contables sign. I/d; a II/a – II/b correspondencia familiar y personal, en el que
se incluye la correspondencia con los
consulados. Véase también el permiso
de entrada a Lombardía en 1861, Istria y
Dalmacia en 1864, Gibraltar y Túnez en
1869, ibid., registro nº 10.
45
NA Praha, RAT, Leopold II./1, diario
IX/39, Registros del verano de 1867 y las
cartas de Luis Salvador desde su primer
viaje a las islas Baleares en 1867, NA
Praha, RAT, Leopold II./1, registro nº 54.
46
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, cartas
del padre de Luis Salvador enviadas a las
islas Lípari en 1869 (3 piezas); NA Praha,
Leopold II./1, registro nº 54.
47
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, Facturas; II/b, correspondencia personal.
48
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/a, Viajes 1864, registro nº 10.
49
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III/a,
trabajos científicos. Un documento autógrafo, no analizado ni publicado hasta
ahora, sobre el viaje a Istria y Dalmacia
(sin título), 1864, autógrafo, en alemán,
1896 páginas.
50
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III/a,
trabajos científicos.
51
NA Praha, Ludvík Salvátor, II/b, correspondencia personal de los años 1862 –
1876. Ibid., I/d Bills, 1866 – 1915.
52
NA Praha, Ludvík Salvátor, II/a, correspondencia familiar, 1861 – 1876: cartas del
padre de Luis Salvador, Leopoldo II (93
piezas); su madre, María Antonia (230 piezas); su hermano Fernando IV (60 piezas);
su hermano Carlos Salvador (13 piezas);
su hermano Juan Salvador (37 piezas); su
hermanastra Augusta Fernanda (7 piezas);
su hermana María Isabel (19 piezas) y su
hermana María Luisa (86 piezas); el príncipe Carlos de Isenburg-Birstein (3 peces).
53
NA Praha, Ludvík Salvátor, II/a, correspondencia familiar, 1862 – 1876, la
línea imperial: Luis, hijo de Leopoldo
II, emperador romano y rey de Hungría
y Bohemia, archiduque de Austria (1
pieza); Francisco José I, emperador de
Austria (14 piezas); Carlos Luis (1 pieza);
Luis Víctor (1 pieza); la línea de Carlos:
Alberto (15 piezas); Carlos Fernando (1
pieza); María Carolina (3 piezas); Guillermo Francisco Carlos (1 pieza); María
Teresa (1 pieza); la línea de Hungría:
43
259
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Isabel, hija de José Antonio (11 piezas);
José Carlos Luis (2 piezas); la línea de
Rainiero: Rainiero Fernando (4 piezas);
María Carolina (3 piezas); La Casa de
Este de Módena: Francisco V (4 piezas);
María Teresa (5 piezas).
54
NA Praha, Ludvík Salvátor, II/a, correspondencia familiar, 1862 – 1876: Juan,
rey de Sajonia (4 piezas); María Amalia
(7 piezas); Guillermo, duque de Württenberg (10 piezas); Enrique, conde de
Chambord (2 piezas); Teresa María de
Borbón-Dos Sicilias (2 piezas); Isabel II
de Borbón-Dos Sicilias, reina de España
(3 piezas); Francisco II, rey de las Dos
Sicilias (2 piezas); Carlos María Isidro de
Borbón-Parma (Don Carlos, 2 piezas);
Roberto de Borbón (1 pieza); Henry de
Hanau-Hořovice (1 pieza).
55
Según las instrucciones de Francisco
José I, emperador de Austria, Luis Salvador, y los demás miembros de la familia
tuvieron que viajar de incógnito –véase
la carta del emperador de 21 de junio
de 1867. Luis Salvador escogió como
seudónimo el nombre de conde Luis de
Neudorf (Graf Ludwig von Neudorf).
56
SOA Praha, Krajský obchodní soud, sign.
A XI 240, caja 1136. La editorial H. Mercy
se fundó en Praga en 1854 y se liquidó
en 1942.
57
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, registro nº 16, escrituras de la herencia.
58
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, II/b,
correspondencia familiar.
59
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III/g, Material auxiliar de estudio, 1867 – 1879.
60
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, registro nº 85, B. Havránek –facturas relativas
a la creación de la publicación Die Balearen, 1868 – 1878.
61
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, III/a,
notas de Luis Salvador sobre el Castillo
de Bellver, la lista escrita a mano de los
colaboradores de las islas Baleares.
62
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, registro nº 9.
63
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, II/b,
La carta de Sforza con fecha de 19 de
agosto de 1873. Para la obra de construcción véase ibid., I/d, Bills; ibid., II/b,
correspondencia personal, las cartas de
Francisco sobre el progreso de las obras
de construcción. Los gastos operativos
de Miramar – véase ibid., I/d, registro nº
25, Libro de gastos en efectivo en Miramar en 1872.
64
NA Praha, RAT, Ludvík Salvátor, I/d, registro nº
17, El dibujo original de la casa de S‘Estaca.
65
SOA Praha, Vs. Brandýs nad Labem, caja
1 – 14a, correspondencia de Leopoldo II
260
y de Luis Salvador con los administradores del dominio de Brandýs nad Labem,
pagos de los infantazgos de Luis Salvador, devolución de sus gastos (facturas).
66
Haus,- Hof- und Staatsarchiv (HHStA) en
Viena, Nachlass Erzherzog Ludwig Salvador, 1876 – 1915.
Lo que los biógrafos todavía
no han contado...
Helga Schwendinger
Éste fue el tema que me propusieron. Y
debo confesar que de entrada me suscitó
una cierta desazón: «Lo que los biógrafos
todavía no han contado...». ¿Y qué será eso
que todavía no han contado los biógrafos
o, mejor dicho, qué será lo que sí que han
contado? ¿Y quiénes son, de hecho, esos
biógrafos?
La primera biografía del Archiduque
fue obra del editor de libros de viaje Leo
Woerl, de la ciudad de Leipzig. La publicó
en su editorial, en 1899, con el título de El
archiduque Luis Salvador de la casa imperial de Austria como explorador del Mediterráneo.1 Además de una breve biografía,
Leo Woerl se interesó también por las
obras del archiduque Luis Salvador escritas hasta 1898, obras que comentó, con
extractos de los originales, una por una.
Ese libro, que fue muy aclamado y objeto
de innumerables reseñas en la prensa de
la época, debería haber ido seguido de un
segundo volumen que había de dar una
visión completa de la obra del Archiduque.
Pero hasta el día de hoy sigue faltando ese
libro, que debería tener por finalidad dar a
conocer la obra y la persona de Luis Salvador, documentándolas con extractos de la
literatura primaria.
En ciertos lugares del mundo hispánico,
el Archiduque hacía tiempo que no era
ningún desconocido. Su popularidad, sin
embargo, se veía circunscrita al archipiélago balear y, dentro de éste, principalmente
a la isla de Mallorca. El primero que se fijó
en la figura del Archiduque fue Bartolomé
Ferrá, quien se presentaba a sí mismo
como arquitecto, poeta y pintor. En 1948
publicó una exhaustiva biografía con el
título de El archiduque errante.2 Ferrá, de
joven, había llegado a conocer al Archiduque, lo cual le permitía dibujar un retrato
bastante fiel del mismo.
El mayor estruendo, sin embargo, lo
provocó muchos años más tarde Juan
March con S´Arxiduc. Biografía ilustrada de
un príncipe nómada,3 cuya primera edición
apareció en 1983 en la editorial José J.
de Olañeta, de Palma y Barcelona. Juan
March, hijo del banquero y propietario actual de la finca archiducal de Son Galceran,
contaba con todas las ventajas que podría
desear el autor de un libro: medios económicos inagotables, un pelotón de asistentes, contactos en todos los círculos relevantes de Praga, Viena y Mallorca, además
de la plena colaboración de la población
mallorquina, quien consideraba un honor
ser objeto de las consultas de March y le
facilitaba un acceso ilimitado a las fuentes.
Las condiciones eran, pues, inmejorables,
y precisamente por ello tanto más decepcionante fue el resultado de esta ardua
labor de tantos años: un tocho ordenado
cronológicamente, de lectura farragosa y
a menudo confusa, repleto de errores que
hasta hoy no se han podido depurar y que
retrata al Archiduque –con ánimo sensacionalista– como un príncipe de Habsburgo
homosexual y de vida disoluta que, además, se dedicaba a escribir libros. Cuando
apareció la biografía, provocó una gran
polémica en la familia, que naturalmente
no estaba nada de acuerdo con esta visión.
Que los mencionaran en el prólogo, casi
como si fueran cómplices del mismo, les
resultó más que desagradable. Eso llevó a
la familia en pleno a decidir que, a partir
de ahora, las cartas y los papeles del Archiduque quedarían encerrados a cal y canto
y que nadie más podría utilizarlos para
ningún tipo de investigación.
Una prohibición que desde entonces no
se ha levantado más que una vez –después
de muchos obstáculos, numerosos consejos
familiares y la casualidad por aliada– para
autorizar a la autora del presente artículo a
escribir una tesis sobre la persona y la obra
del archiduque Luis Salvador, a la que siguió
una biografía, publicada en español y alemán.4 Posteriormente aparecieron también
algunos trabajos biográficos más breves.5
Así pues, ¿qué es lo que no han contado
los biógrafos? Podría ser:
LUIS SALVADOR COMO TROTAMUNDOS
Y CRONISTA DE VIAJES:
«El archiduque Luis Salvador se dedicó
desde muy joven, con gran ahínco y especial deleite, al estudio de las ciencias
naturales, y como estaba dotado de las
facultades intelectuales y los recursos
económicos necesarios para entregarse de
lleno a las labores científicas, pudo seguir,
con gran tenacidad y energía infatigable,
la trayectoria nómada de un investigador
geográfico y etnológico.»6
Textos en castellano
Luis Salvador no sólo poseía el don de
lenguas y un vivo interés, desde su más
tierna infancia, por las ciencias naturales,
sino también unas excelentes facultades
como dibujante, y todo ello le predestinó
para llegar a ser un viajero investigador y
hombre de mar: «Con el lápiz de dibujo y
la paleta de pintor, el archiduque Luis Salvador era tan diestro como con la pluma, y
así fue como se convirtió en ilustrador de
sus propias obras literarias y científicas».7
En todos sus viajes llevaba siempre un
cuaderno de notas y otro de dibujo, con
el fin de poder trasladar de inmediato al
papel sus impresiones. En el prólogo de una
de sus primeras obras (Túnez. Una imagen
de la vida norteafricana), escribe en este
sentido: «Estas imágenes son fotografías de
los dibujos originales del autor, tal como los
captó en vivo y en directo en medio de la
multitud. Después, una vez en casa, no se
retocó ni un solo trazo, lo cual los hace aun
mejores aliados del texto que acompañan,
que también se ha transcrito tal como se
registró, sin ningún tipo de adorno».8
El Archiduque se esmeraba en crear
una íntima conexión entre la palabra y la
imagen.9 Tal y como se desprende de diversos prólogos a sus obras, las ilustraciones
estaban concebidas para complementar el
texto y ayudar a entenderlo mejor: «Que
estos esbozos vengan en auxilio de las
pálidas palabras que acompañan...»10
No hace falta insistir en el hecho de que
Luis Salvador dominaba las dos formas de
representación, pero no consta en ningún
lado que estuviera orgulloso de sus dotes.
Con entrañable modestia escribía en 1871:
«Ojalá que estas hojas, a pesar de sus carencias, despierten en algunos la memoria
nostálgica del país encantado de Buccari, al
tiempo que sean favorablemente acogidas
como una humilde contribución a un mejor
conocimiento de uno de los rincones más
pequeños, aunque no más insignificantes,
de la patria austriaca. Yo, por mi parte,
daría el objetivo de estas páginas por bien
cumplido si la bahía que tanto me cautivó [Buccari-Porto Ré, la actual Bakar en
Croacia] deviniera un lugar tan apreciado y
concurrido como merece.»11
En su obra Una travesía marítima por
las costas de Tripolitana y Túnez vuelve a
adoptar un tono semejante: «El objetivo
de estas páginas que siguen es reproducir
en palabras llanas, tal y como se han recogido directamente en el camarote del
navío o bajo la tienda de campaña, todo
aquello que se ha observado y vivido durante una travesía desde Alejandría hasta
el cabo Bon. Algunos marineros, durante
las horas ociosas de los días de calma
chicha a lo largo de estas costas, quizás
encuentren en ellas una lectura que no
será mal recibida, a mis acompañantes les
servirán de hojas de memoria y a mí, sin
embargo, me brindarán un nuevo acicate
para emprender otros fructíferos viajes en
compañía de la sirena bien amada.»12
Un último ejemplo de la sobriedad y
modestia con que Luis Salvador veía sus
«hojas y esbozos»13, como él mismo se
refería a menudo a sus obras, lo encontramos en el prólogo de su monografía sobre
Bizerta: «Ojalá que los amigos de Bizerta
reciban con indulgencia estas hojas marchitas de mi carpeta de viaje, por nimio
que sea el valor que puedan poseer, como
un tributo de reconocimiento a la grandeza que han alcanzado».14
Estas obras no iban destinadas al público
en general, sino a los amigos, conocidos y
colaboradores, a quienes el Archiduque obsequiaba con ellas. No fue hasta que conoció
al editor Leo Woerl de Leipzig que se puso la
primera piedra para la publicación de ciertas
obras con una gran tirada.15 La mayor parte
de sus libros, sin embargo, los siguió publicando en Praga con el editor Heinrich Mercy
y, más tarde, con el hijo de éste, así como en
Leipzig con la casa F. A. Brockhaus.
Algunas de las obras se publicaban con
fastuosas ornamentaciones: «Mucho antes
de que el noble deporte de la bibliofilia
hubiese llegado a recuperar una multitud
de adeptos, este príncipe supo dotar la
presentación física de sus libros con letras, ilustraciones y cubiertas como sólo
sabría concebir el más sutil de los gustos.
No son, en absoluto, el resultado de una
predisposición a la ostentación ni a la ornamentación desmesurada, como aquella
que se recrea con letras doradas y tapas de
seda, sino del discreto refinamiento de un
verdadero hombre de cultura, que poseía
cultura sin hacer ostentación de ella.»16
El Archiduque gustaba de la compañía
de personas sencillas que, a su juicio, podían llevar una existencia feliz a pesar de la
modestia, y hasta la penuria, con que algunos vivían: «Uno puede ver cómo la austeridad, las costumbres sencillas y la lejanía
del mundo pérfido y malicioso pueden
bastar, incluso en la indómita naturaleza,
para generar felicidad humana.»17 O bien:
«Durante mi estancia en Helgoland, me
gustaba salir al mar con los pescadores; la
compañía de estas gentes sencillas es más
placentera, y me atrevería a decir que más
instructiva, que la de algunos letrados».18
Otra motivación del Archiduque era la
de devolver a la memoria del público parajes que, a su parecer, eran injustamente
poco conocidos y poco apreciados por los
viajeros. Su atención se sentía poco atraída
por los destinos más sofisticados y se centraba más bien en lugares pequeños, más
insignificantes, como las islas Jónicas de
Paxos y Antipaxos: «Pequeñas y en apariencia insignificantes, Paxos y Antipaxos
no han sido nunca descritas por sí mismas,
sino que siempre se las ha tratado de forma secundaria al lado de la bella Corfú,
su hermana mayor, pese a ser unas islas
encantadoras, llenas de rincones de exquisita belleza que merecen la apreciación de
los numerosos extranjeros que visitan las
demás islas Jónicas.» 19
Un segundo ejemplo es el islote volcánico de Alborán, en el que el único edificio
habitable era el faro, y que el Archiduque
trató en una monografía homónima: «Quizás ninguna otra isla del Mediterráneo sea
vista por tantos viajeros y pisada por tan
pocos como Alborán. Situada en pleno
corazón de la ruta internacional de Gibraltar y casi a la misma latitud, seguramente
queda fuera de la vista de los vapores que
pasan por el cabo de Gata, pero sí que la
divisan muchos de los veleros que van de
Gibraltar a Orán, y viceversa.»20
Lo mismo sucede con la isla de Columbretes, habitada únicamente por los torreros que cuidaban del faro: «La misma vida
retirada con un puñado de torreros, los
únicos habitantes de este islote volcánico,
me parecía a la vez plácida y estimulante, con aquella soledad que tanto había
aprendido a amar.»21
En sus obras, el Archiduque escribía también sobre la desaparición, o las profundas
transformaciones, de lugares y gentes, con
el fin de dedicar un recuerdo escrito al
antiguo patrimonio cultural. En este sentido, son dignos de citar, principalmente, los
estudios sobre el arte popular y los trajes
regionales de algunos pueblos. Me viene
a la cabeza, por ejemplo, la colección de
dibujos en color publicada entre 1870 y
1878, Los serbios del Adriático. Tipologías y
trajes regionales, que el Archiduque recopiló porque «aquí la gente aún se aferra, con
fervor casi religioso y rigurosa fidelidad, a
los trajes regionales como si de una reliquia de familia se tratara, mientras que en
Europa los trajes nacionales están desapareciendo a gran velocidad».22 Otro ejemplo
es la obra aparecida en 1905, Aquello que
desaparece. Trajes de los montes y las islas
del Adriático, donde escribe en la intro-
261
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
ducción: «Ahora que el ferrocarril ya baja
hasta Gravosa y el pitido penetrante de la
locomotora se deja oír por las viejas montañas de Bocco, la variedad de trajes regionales va disminuyendo poco a poco. Los
preciados vestidos que habían ido pasando
de una generación a otra se venden ahora
a coleccionistas; las valiosas joyas de las
artísticas armas decoran hoy los elegantes
salones de los imperios occidentales o han
ido a parar a colecciones de armas antiguas. El traje tradicional se transforma y se
vuelve cada vez más sencillo. En lugar de la
chaqueta ricamente ornamentada, aparece
otra mucho más ramplona, los botones de
plata de trabajada filigrana se sustituyen
por otros lisos y también las mujeres eliminan los adornos o llevan vestidos sin ningún
tipo de guarnición. Me pareció que sería
adecuado reproducir en imágenes en color
aquello que se está desvaneciendo para así
preservarlo para la posteridad.»23
El esfuerzo por preservar el patrimonio
cultural heredado puede haber sido también el motivo de otra obra de Luis Salvador, Cuentos de Mallorca: «En Mallorca
se encuentran una infinidad de cuentos y
rondallas que constituyen un campo enorme, y aún abierto a los folcloristas, antes
de que los vientos homogeneizadores de la
cultura moderna lo arrasen todo.»24
Considerar al Archiduque como alguien
opuesto al progreso debido a esta actitud
conservadora25 en lo que se refiere al traje regional, sería cometer una injusticia
con él. Lo que intentaba, más bien, era
estimular proyectos que pudieran contribuir a la valorización de una determinada
región. Eso se puede captar fácilmente en
el «mejor puerto marítimo de la Regencia
tunecina»,26 Bizerta, sobre el que Luis Salvador escribió dos libros. Ya en el primero,
Bizerta y su porvenir, publicado en 1881,
señalaba la importancia de este puerto
que, resguardado en una bahía de la costa
norteafricana, «se halla al abrigo de los
vientos imperantes de poniente gracias al
largo saliente del cabo Bianco.»27 A este
puerto, que a la sazón se encontraba «aún
fuera del gran tráfico mundial»,28 le auguraba, según las condiciones que se dieran
en los años venideros, un gran papel en el
comercio exterior tunecino, al tiempo que
se lamentaba de que llegase a perderse
«la impronta genuinamente oriental»29 de
la ciudad, que a él le hacía pensar en una
«materialización de una escena de las Mil
y una noches»30: «Muy pronto, la poesía
oriental de Bizerta se verá apagada por la
cultura mundial que todo lo allana; cabe
262
esperar, sin embargo, que la ciudad llegue
a ocupar el lugar de importancia que merece por la situación tan privilegiada que la
naturaleza le ha otorgado.»31
La profecía de Luis Salvador se revelaría
acertada cuando, diez años más tarde,
pudo escribir en el prefacio de Bizerta:
«Hace dieciséis años escribí un breve volumen con el título de Bizerta y su porvenir.
Lo que en él pronosticaba se ha hecho realidad y fue con un sentimiento de inusitada
satisfacción que, el otoño pasado, lancé el
ancla en la bahía de Sera. El sueño ya se
había esfumado: en lugar de la rada abierta, tan expuesta a los vientos del norte y
de levante, había ahora un puerto ideal,
en el que centenares de embarcaciones
podían fondear y quedar tan resguardadas
como en una laguna veneciana. No es de
extrañar que me quedara una buena temporada allí; ocupaba mis horas explorando
las nuevas y colosales construcciones portuarias, aunque también me dejaba seducir por la magia en extinción de la antigua
ciudad mora.»32
Otro ejemplo del pensamiento progresista del Archiduque se puede encontrar en
La ruta de las caravanas de Egipto a Siria.
Durante una estancia en Egipto, donde
pasó un invierno, reflexionaba sobre una
posible conexión ferroviaria entre esos dos
países, «una idea que, a la vista de los deficientes y peligrosos puertos meridionales
de la tan productiva Palestina, surgía una y
otra vez en las conversaciones.»33
Para convencerse a sí mismo de que este
plan era realmente factible, el Archiduque
decidió ir a buscar su confirmación sobre
el terreno. Mandó traer una caravana de
caballos y mulas a Jaffa y emprendió la
antigua ruta de las caravanas que, desde
que se había abierto el canal de Suez,
prácticamente sólo seguían usando los
mercaderes de ganado: «Este recorrido
me ha convencido de la impracticabilidad
de tender una vía ferroviaria, debido a las
fuertes tormentas de arena que la fustigarían constantemente y que harían su mantenimiento excesivamente costoso.»34 Así
pues, Luis Salvador renunció a ese plan y
elaboró otro nuevo: «El sueño de Esbekieh
se pinchó, pero entonces me sobrevino el
pensamiento igualmente arrebatador de
mi viejo ideal: la construcción de un puerto
en Beirut hacia el que derivar todo el comercio a través de dos arterias principales:
una que pasara por la costa meridional
de Siria, tan abundante en cereales, y la
otra, por el valle del Jordán. Las obras del
puerto de Beirut35 serían más ligeras y, por
lo tanto, menos onerosas que las de Jaffa.
Además, Beirut ya contaba a su favor con
la presencia de los ricos mercaderes que se
habían establecido en la ciudad, así como
la importante conexión con Damasco y su
comercio interior.»36
Como ya se ha mencionado, lo que
fascinaba al Archiduque eran, por encima
de todo, los pequeños acontecimientos y
situaciones. Con motivo de una estancia en
el balneario de moda de la época, Abbazia,
al que dedicó sus Hojas sueltas, escribió
en el prólogo: «Lee [el viajero que visita
Abbazia] el gran libro de la naturaleza, una
lectura que no exige ningún esfuerzo de
la vista, a diferencia de la tinta impresa, y
que sólo le proporciona reposo y deleite.
Si este librillo va a parar a manos de padres, pues que les transmitan a sus hijos,
ya desde la más tierna infancia, este amor
por la naturaleza y este gusto por las menudencias que nunca han abandonado al
autor y que se recrean con el temblor de
una hoja en la brisa del mediodía, el romper de una ola en la playa, el aleteo de una
mariposa o el zumbido de una abeja. De
esta forma legarán a su descendencia las
mejores herramientas para una vida terrenal satisfactoria. En los rincones predilectos del globo, uno busca la calma y el goce
de la naturaleza, con la mirada puesta en
Dios, en asombro eterno por la Creación y
profundo agradecimiento por la bienaventuranza del momento.»37
El Archiduque era un hombre profundamente religioso. En cada país al que
viajaba, lo primero que hacía era buscar
una iglesia católica. En sus obras expresaba
una especial satisfacción cuando, en los
días de fiesta señalada –como la Pascua o
Pentecostés–, podía practicar su devoción
en una iglesia. Así contaba la anécdota
de una accidentada visita a una iglesia
en Albany, durante un viaje alrededor del
mundo: «Empezaba a oscurecer; por la
calle no había más que un muchacho que
cruzaba un solar sin valla. Lo llamamos
para preguntarle cuál era la iglesia católica.
Nos enseñó el edificio que buscábamos y, a
nuestra pregunta de si se podía visitar, respondió diciendo que el cura vivía en una
casa un poco más arriba, la que parecía
una capilla con una cruz en lo alto. A ella
nos dirigimos; las puertas estaban abiertas
y no se veía un alma. De repente apareció
en la puerta un hombre barbudo, con un
viejo sombrero de copa y una escopeta
en la mano: era el cura. Tras estudiarnos
de arriba a abajo y recuperarse del susto
inicial, se mostró muy bien dispuesto a
Textos en castellano
enseñarnos la iglesia.»38
Religiosidad, bondad, mansedumbre,
caridad, interés por el sufrimiento y las
tribulaciones de sus congéneres y subordinados, afabilidad, cortesía y un desdén
por el lujo, la fama y la riqueza eran los
rasgos que se atribuían al Archiduque: «El
príncipe siente poca inclinación hacia las
diversiones bulliciosas; incuso en los meses
que no viaja, se contenta para distraerse
con una salida en barca o a caballo, un
largo paseo por los jardines –que él mismo
cuida personalmente– o una caminata por
parajes poco frecuentados; una vez se ha
puesto el sol, es muy raro verle salir de
casa o del barco.»39
La visión y la opinión que tenía Leo
Woerl de Luis Salvador, con quien mantuvo
el contacto a lo largo de muchas décadas,
se ven corroboradas en numerosas declaraciones del propio Luis Salvador: «[...]
¿Y qué poder se equipara al de una mujer
amada? Ni la fama, ni el poder ni el dinero
tienen la misma fuerza que una mujer sobre el hombre que la quiere. Lo único que
le hace feliz es el amor de ella [...]»40 Esta
cita, extraída de la descripción de Cannosa,
la actual Trsteno en el sur de Dalmacia, es
un buen ejemplo de ello.
Hasta su muerte en 1915, Luis Salvador,
«el escritor ilustrado»,41 publicó más de 60
obras, entre ellas crónicas de viajes y monografías sobre países y costumbres populares.
En 1881 fue nombrado miembro honorario de la Sociedad Geográfica de Londres.
En 1889, «el Archiduque, quien se ha
labrado un nombre como autor de textos
científicos»,42 ingresó en la Academia de
las Ciencias de Viena. La Sociedad Geográfica de Viena, de la que también era miembro honorario, le concedió el 16 de diciembre de 1898 la medalla Hauer, la máxima
distinción que otorgaba la Academia, por
sus logros en el campo de la investigación
geográfica. También la Sociedad Geográfica
de Lima, Perú, le nombró miembro honorario, al igual que la Academia Francisco
José de Ciencias, Letras y Artes de Bohemia, Praga. Su monumental obra sobre las
islas Baleares43 le reportó la medalla de oro
de la Exposición Universal de París.44
Y quizás los biógrafos tampoco hayan
hablado de:
VIAJES Y OBRAS DE LUIS SALVADOR SOBRE LA MONARQUÍA AUSTROHÚNGARA Y
EL MEDITERRÁNEO
La primera obra de Luis Salvador publicada en alemán trataba sobre dos puntos
geográficos muy opuestos: Valencia, por
un lado, y la isla de Helgoland, por el otro.
En Sur y norte. Dos imágenes, describía
estos dos lugares, que había visitado
previamente: «Sólo quien conoce España
puede formarse una idea de la irresistible
atracción que ejerce este país; no la iguala
ni la majestuosidad cautivadora de Italia y,
fuera del Lejano Oriente, no podrá encontrarse en ningún otro lugar. ¿Será por su
evolución o la serena quietud de sus paisajes, la grandiosidad de sus monumentos,
donde rivalizan el arte moruno y el gótico,
o la belleza meridional de sus costas? Yo
mismo no sabría discernirlo, pero me parece que la unión de todo ello en un conjunto armonioso es la fuente de su hechizo.
Las vivas y coloristas imágenes bailan por
mi fantasía como surgidas de un cuento de
hadas; querría plasmar algunas, pero ellas
no paran nunca de ejecutar su élfica danza. Y aunque uno consiga retenerlas en la
memoria con todos sus detalles, cuán fría
e inexpresiva le parece la palabra al lado
de la cálida y resplandeciente realidad.»45
Con estos entusiastas términos describía
el Archiduque la ciudad de Valencia, en
la que había pasado una temporada para
estudiar su arquitectura y sus jardines. Se
despidió con pena de ella y Valencia «se
desvanece como un ensueño de una noche
de verano».46
En la segunda parte de este libro, el autor vuelve la mirada hacia una pequeña isla
al norte de Alemania, cerca de la ciudad
de Hamburgo: «Cuando uno pone rumbo
al norte desde Kuxhafen, donde el enorme
río Elba casi parece un mar, no tarda mucho en divisar en el lejano horizonte, como
surgido de entre las olas, un peñón oscuro,
envuelto aún en un vaho de leyenda. Se
trata de Helgoland, un pedazo de tierra
alemana depositado en el mar del Norte
por la mano del Creador y que se halla
ahora bajo dominio británico.»47
Luis Salvador pasó un mes de verano
en Helgoland, que veinte años más tarde
se convertiría en motivo de sus dibujos
de viaje. Describió la situación de la isla,
las infraestructuras existentes y la vida en
Helgoland, «explorando con deleite hasta
el último rincón de este islote rocoso».48
El amor de Luis Salvador por el mar, que
lo acompañó hasta el final de su vida, ya
hallaba expresión en el joven Archiduque:
«Uno disfruta de aquella calma de ensueño y tiene la melódica sensación de paz
interior que solamente se encuentra en el
mar y que sólo sabe apreciar aquél que se
ha criado a su lado, para quien el líquido
elemento constituyó la primera diversión
de infancia.»49
Sigue con descripciones de las casas, la
fábrica que producía aceite de bacalao, las
perchas para secar pescado y el faro. Los
escasos habitantes de la isla eran pescadores que llevaban una vida modesta, rutinaria y, aun así, satisfactoria, con quienes el
Archiduque salía de buen grado a capturar
langostas, cangrejos y tiburones. Pronto se
sintió como en casa en la isla: «[...] lo quiera uno o no, se topa con la misma gente
una y otra vez, de forma que, al igual que
a bordo de un navío, al cabo de pocos días
ya conoce a todo el mundo. Pero precisamente esta circunstancia es la que hace
que las islas, y sobre todo las pequeñas,
me sean tan preciadas, porque uno se
siente enseguida como en casa.»50
La predilección de Luis Salvador por las
islas de poca extensión, a menudo despobladas, se deja ver muy pronto. Islotes
como Helgoland, Paxos y Antipaxos, Alborán, Columbretes51, Zante, Ustica, las islas
Lípari, las Kaimeni y Giglio eran sus destinos de viaje preferidos.
Una prueba de la intensa actividad viajera
del Archiduque cuando tan sólo contaba 21
años se puede hallar en Sur y norte, donde
escribe: «He contemplado la puesta de sol
en muchos lugares, tanto del norte como
del sur: en los fiordos noruegos y en las
bahías albanesas, en el golfo de Nápoles y
frente a la costa africana, en lo alto de los
Alpes y en las landas alemanas, en el océano Atlántico y a orillas del mar Báltico; creo,
sin embargo, que en ningún otro lugar he
visto una que supere a las de Helgoland.»52
El siguiente viaje llevó al joven explorador al norte de África, a la ciudad de Túnez,
a la que dedicó la obra Túnez. Un retrato
de la vida norteafricana. Describía en ella
sus impresiones de la ciudad, de su gente,
«musulmanes y cristianos, negros y judíos,
todos juntos en una mezcla de lo más variada»,53 el bazar, «el centro de comercio
y mercadeo más bullicioso»,54 con sus
tiendas, cafés y barberías, las mezquitas...
«algunas de las cuales con un exterior
de belleza verdaderamente artística,
normalmente decoradas con mármol de
varios colores o azulejos de colorines»,55
el palacio, «el hogar ahora deshabitado
de los antiguos beys»,56 la «vieja y medio
derruida caserna La Hasbra»,57 el cementerio moruno y muchas otras. Desde Túnez
realizaba excursiones, como a Bardo, la
residencia de invierno del bey, que Luis
Salvador describe de la siguiente forma:
«[...] un castillo irregular, rodeado de murallas, medio nuevo y medio antiguo, medio moruno y medio europeo, alrededor
263
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
del cual se agrupan las numerosas casas y
cabañas del séquito.»58
Otra excursión le llevó a La Goletta,
donde los ricos tunecinos habían edificado
casas de veraneo al lado de la magnífica
playa y que también era la residencia predilecta del bey de la época. Allí siguió un
proceso judicial que documentó detalladamente, y en el que no fue «una investigación esmerada y justa, sino la ocurrencia
del momento y el juicio personal y arbitrario de un gobernante iletrado lo que determinó la sentencia final».59
En los territorios de la monarquía austrohúngara había parajes que el Archiduque
visitaba con predilección, entre ellos la
costa que se extiende entre Venecia y Montenegro. Pasó dos meses del año 1870 en la
bahía de Buccari-Porto Ré, al sur de Fiume,
la actual Rijeka. El libro que publicó sobre
esa estancia, El golfo de Buccari-Porto Ré.
Imágenes y esbozos, nos lleva «al mundo
hechizado de Buccari, con el fin de realizar una humilde contribución a un mejor
conocimiento de uno de los rincones más
pequeños, pero no por ello más insignificantes, de la patria austriaca».60 Se lamentaba
de que esta bahía del golfo de Fiume, pese
a su belleza y sus encantos, hubiera caído
en el olvido: «Hay lugares en el mundo que
por alguna incomprensible desventura se
esfumaron de la memoria de la gente y
cayeron durante siglos en el olvido. Su belleza permaneció inadvertida, sus encantos,
menospreciados. Así sucedió hasta hace
muy poco tiempo con el golfo de Fiume.
Nadie se acordaba ya de la gran importancia
que los romanos atribuían a esta acogedora
bahía.»61 Apuntaba así a la necesidad de
fomentar económicamente esta zona de
la costa y crear vías de comunicación por
tierra y por mar a fin de que, en el futuro,
más gente pudiera llegar a apreciar la belleza paisajística de esta región, su rica flora
y geología, así como la fuerza de atracción
de la antigua villa de Buccari. Con su obra,
el Archiduque pretendía asimismo dirigir la
atención de los artistas hacia esta costa y
por ello la dotó de numerosas ilustraciones,
planos y mapas: «Si el número de ilustraciones parece desproporcionado respecto a la
escasa extensión de la zona descrita, cabe
tener en cuenta que esto obedece a un
doble objetivo: por una parte, ofrecer a la
mirada una representación visual de lo que
se describe en palabras y, por otra, servir de
testimonio de la gran riqueza de esta zona
en atractivos paisajísticos, todo ello con el
fin de llamar la atención sobre un trozo de
tierra que se extiende, con una belleza casi
264
idéntica, a lo largo de 200 millas marinas
hacia el sur».62
En 1886, Su Alteza Imperial volvió a
ocuparse del golfo de Fiume. Durante una
larga estancia en Abbazia, la actual Opatija, escribió en 1885 el libro Hojas sueltas
desde Abbazia, que no sólo se publicó
en alemán, como la gran mayoría de sus
obras, sino también en francés. Gracias a
las actividades de la austriaca Sociedad Ferroviaria del Sur, Abbazia, conocida como
«la perla de los baños de mar del Adriático»63, se convirtió en el balneario de moda
la monarquía austrohúngara. Numerosos
miembros de la casa imperial, entre ellos
la princesa Estefanía, el archiduque José y
el heredero al trono, Francisco Fernando,
así como otros nobles y personajes de la
alta burguesía, acudían a veranear allí y a
menudo se quedaban durante meses en
busca de reposo y distracción.
Otras obras sobre este fragmento de
costa aparecieron con títulos como Cannosa, Por la abertura del istmo de Stagno y El
canal de Calamotta.
La zona predilecta para viajar de Luis
Salvador era, sin duda, el Mediterráneo,
cuyas costas e islas describió en sus monografías.64 Lefkosia, o Nicosia, la capital
de Chipre, situada en el nordeste del Mediterráneo, era uno de estos destinos: «El
archiduque Luis Salvador hizo de este suelo
impregnado de miles de años de historia el
objeto de un cuaderno de viaje, que resulta tanto más importante porque retrata
en él la capital, Lefkosia, de la época del
dominio turco.»65
En el diario que Luis Salvador escribió
entre diciembre de 1872 y enero de 1873
plasma sus impresiones de esta ciudad de
20.000 habitantes, situada en la llanura de
Messaria, así como los hábitos y costumbres de su población. Describía mezquitas,
tumbas de santos, escuelas, baños, hostales, lugares de reunión, bazares y el palacio
del arzobispo griego; relata también una
visita que realizó al gobernador turco.
Además, dedicó un capítulo especial a la
industria y el comercio.
«Cuando uno sube las suaves pendientes
de Lefkosia, con sus esbeltas palmeras y
minaretes, y ve aparecer por primera vez la
pintoresca sierra al fondo, por encima de la
llanura de Chipre inundada de sol, podría
creer que se encuentra realmente ante
una imagen salida de las Mil y una noches.
Una gema hecha de naranjales y palmerales en una zona por lo demás despoblada
de árboles, un oasis de factura humana al
abrigo de sus murallas. Y tal como se da
un marcado y estridente contraste entre la
ciudad y su entorno, también dentro de la
propia ciudad puede apreciarse este espíritu de contradicción. Fortalezas venecianas
y edificios góticos, coronados ahora por la
media luna, sobre un suelo de la antigüedad clásica; una mezcla de turcos, griegos
y armenios, enemistados entre ellos pero
unidos en el amor que comparten por el
terruño que es el hogar de todos».66
En la primavera de 1873, el Archiduque
pasó varias temporadas en el Mediterráneo. A bordo de su yate Nixe («sirena»),
emprendió una travesía en Alejandría que
le llevó, pasando por el golfo de Sollum,
la Gran y la Pequeña Sirte y el golfo de
Hammamet, hasta el cabo Bon. Ese «viaje
en yate por las Sirtes» empezó el 1 de abril
a las cinco de la mañana, cuando soltaron, «con buen tiempo y un ligero viento
de levante, la boya que nos amarraba a
Alejandría»,67 y concluyó el 15 de junio en
Hammamet, que se contaba entre «los
rincones más agraciados de Túnez, por no
decir de todo el norte de África».68 El clima
benévolo y el aire puro fueron los principales motivos de esa travesía.
La superstición de la gente también le
parecía un tema interesante: «La gente
de aquí es muy supersticiosa y, de hecho,
creen profundamente en el mal de ojo;
como protección contra el mismo confían
en la mano de la hamsa, pues el número
cinco se considera portador de buena
suerte. Este símbolo puede verse en las
puertas y los interiores de las casas y, en
general, por todas partes. Si se le pregunta
a un padre que cuántos hijos tiene, a menudo responderá que ‘cinco’, aunque tenga
un número superior o inferior. A los peces
también se les atribuye un poder de protección parecido.»69
Ese viaje se vio enturbiado por una avería
técnica del yate archiducal. Eso impuso una
estancia más larga e imprevista en Trípoli,
pues tuvieron que mandar llamar a un mecánico de Malta que les llevara piezas de
recambio y un ancla nueva. Luis Salvador
aprovechó el tiempo entre el 24 de abril y
el 4 de mayo para explorar la ciudad y sus
alrededores: «Trípoli de Berbería, del árabe
Tarabulus Garb, y conocida como la Trípoli
occidental, es la ciudad más importante de
toda la zona entre Alejandría y el cabo Bon
y una de las más influyentes y hermosas de
toda la costa norteafricana.»70
En este contexto cabe mencionar también otra obra del Archiduque que vio la
luz tras una estancia en el norte de África
en verano de 1880, el cuaderno titulado Bi-
Textos en castellano
zerta y su porvenir: «Esta pequeña y discreta obra ofrece una detallada descripción
de uno de los mejores puertos marítimos
de la Regencia tunecina».71
Luis Salvador relataba la historia de esta
ciudad costera, desde su origen fenicio en
adelante, y señalaba el potencial de desarrollo que le otorgaba su clima privilegiado
y las abundantes cosechas agrícolas que
éste propiciaba. También creía en el poder
económico de la ciudad, que desde 1881
estaba ocupada por tropas francesas: «La
muralla mora de antaño se está desmoronando y la francesa Compagnie du Port
de Bizerte se dedica a construir y parcelar,
edificando nuevas infraestructuras y estimulando el espíritu emprendedor. Un
futuro se está despertando allí donde la
indolencia oriental dejaba hasta ahora que
todo se estropease.»72
El tiempo daría la razón al Archiduque,
quien podría comprobar, en una visita
posterior en 1896, las transformaciones
que habían tenido lugar. En su obra Bizerta, que fue fruto de esa segunda visita a la
ciudad norteafricana, retrataba la mezcla
de pueblos, los trajes típicos de los habitantes, la animada vida de los bazares, el
casco antiguo con los callejones arqueados, los muros coronados de almenas, las
puertas de la ciudad y sus plazas. Entre los
años 1885 y 1895 se construyó el nuevo
puerto, el más grande y mejor resguardado
de todo el norte de África. Una vez más,
el Archiduque hacía referencia al clima
saludable y al potencial de desarrollo de la
agricultura en esa región.
En el capítulo «Pistas para los nuevos
pobladores» recomendaba la zona, aunque
advertía de los peligros del sol y del alcohol. Para él, Bizerta era una «Venecia con
su magia, sin la riqueza de su arquitectura,
pero con la poesía de Oriente.»73
Para los habitantes de la ciudad portuaria tunecina sólo tenía palabras de elogio:
«Hay que haber vivido con los árabes,
haber formado un solo pueblo con ellos,
por así decirlo, conocer sus costumbres,
para disfrutar de toda la magia de la existencia oriental. Realmente hay que admirar la distinguida seriedad, la nobleza del
pueblo árabe, que presenta un contraste
tan marcado con la turba europea. Aquí
no hay multitudes de curiosos, ni fisgones
enojosos, y si, de vez en cuando, uno que
otro chaval se fija en ti de pasada mientras
trabajas, uno no puede sino admirarse de
la sagacidad, la perspicacia, la rápida capacidad de comprensión de esta raza tan dotada y tan distinguida. No has trazado más
que unas pocas líneas y ya saben lo que
estás dibujando. ¡Y su sed de saber! Poseen un profundo deseo de aprender y una
gran inteligencia natural. Lo que esta gente
podría llegar a hacer con una educación
adecuada ya lo han más que demostrado
los árabes en España y en Sicilia. Por ello
no puede consentirse que se conviertan en
vasallos de nadie: lo que necesitan es un
desarrollo totalmente libre.»74
Pero en todo eso no se han fijado, hasta
ahora, los biógrafos: que el archiduque Luis
Salvador de Habsburgo-Lorena, de la rama
lateral de Toscana, nacido en 1847 y muerto en 1915, fue un europeo moderno de
primera hora. Con sus viajes de investigación y sus variadísimos estudios sobre los
países del Mediterráneo y sus gentes, fue
un precursor de lo que hoy en día la Unión
Europea denomina «política de vecindad».
Este pacifista de la casa de Habsburgo
ya supo ver en el siglo XIX que Europa,
Oriente Próximo y el norte de África –a
pesar de su sobrecogedora diversidad–
conforman un espacio cultural común en
torno al mar Mediterráneo.
Es tan sólo desde hace unos veinte años
que la UE considera a países como Marruecos, Argelia, Túnez, Libia o Egipto como países vecinos y socios económicos y en materia de seguridad. Pero el caso es que Europa
no se ha esforzado mucho, que digamos,
en fomentar su aproximación. La Primavera
Árabe, que al final se ha ido diluyendo hasta
quedar prácticamente en nada, hizo del
todo patente que la terrible gestión política
y los conflictos bélicos de estos países ejercen un gran efecto sobre la convivencia y la
estabilidad política de Europa.
Europa se ha convertido en una fortaleza asediada por corrientes de emigrantes y refugiados, y amenazada por las
milicias islamistas.
De aquel anhelo inicial de crear un «círculo de Estados democráticos» desde Oriente
Próximo hasta el norte de África, según
afirman los estudios, en Europa ya no habla
nadie que no desee ser tildado de iluso. El
librepensador Luis Salvador no era precisamente un demócrata, pero su visión de una
mancomunidad mediterránea era y sigue
siendo, cien años después de su muerte, un
proyecto de paz de rabiosa actualidad.
Notas
Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator
aus dem österreichischen Kaiserhause
als Forscher des Mittelmeeres (Leipzig
1899)
1
Leo Woerl: El Archiduque Luis Salvador
de la Casa Imperial de Austria como
investigador del mar Mediterráneo (Mallorca 1997)
2
Bartolomé Ferrá: El Archiduque errante. Luis Salvador de Austria (Barcelona
1948)
3
Juan March: S‘Arxiduc. Biografía ilustrada de un príncipe nómada (Palma de
Mallorca 1983)
4
Helga Schwendinger: Erzherzog Ludwig
Salvator. Der Wissenschaftler aus dem
Kaiserhaus. Die Biographie (Viena 1991 y
Palma de Mallorca 2005)
Ídem: El Archiduque Luis Salvador de
Austria. Príncipe, científico, viajero (Palma 1991 y 2011)
5
Horst Joseph Kleinmann: Erzherzog
Ludwig Salvator. Mallorcas ungekrönter
König (Graz 1991)
Gaspar Sabater: Mallorca en la vida del
Archiduque (Palma 1985)
6
Karl von Scherzer: «Reisen des Erzherzog
Ludwig Salvator». En: Beilage zur Allgemeinen Zeitung del 2-4-1882 (nº 92),
pág. 1361
7
Neue Freie Presse del 13-10-1915, pág.
10
8
[A.L.S.]: Tunis. Ein Bild aus dem nordafrikanischen Leben (Praga 1870), sin pág.
9
Véase la obra del Archiduque Die Balearen. Geschildert in Wort und Bild
10
[A.L.S.]: Levkosia, die Hauptstadt Cyperns (Praga 1873), sin pág.
11
[A.L.S.]: Der Golf von Bucchari-Porto Ré.
Bilder und Skizzen (Praga 1871), sin pág.
12
[A.L.S.]: Eine Yachtreise an den Küsten
von Tripolitanien und Tunesien (Würzburg/Viena, 2ª ed. 1890), sin pág.
13
Véase: Der Golf von Bucchari-Porto-Ré.
Bilder und Skizzen
Lose Blätter aus Abazia
Helgoland. Eine Reiseskizze
14
[A.L.S.]: Benzert (Praga 1897), pág. VI
15
En la editorial de Leo Woerl de Leipzig
(Kaiserl. und kgl. öst.-ung. kgl.sächs. u.kgl. bayr. Hofverlagshandlung) se publicaron las siguientes obras del Archiduque:
Die Balearen in Wort und Bild
Bougie, die Perle Nord-Afrikas
Los Angeles in Südkalifornien. Eine Blume aus dem goldenen Lande
Märchen aus Mallorca
Paxos und Antipaxos im Ionischen Meere
Ramleh als Winteraufenthalt
Zante
Eine Yachtreise an den Küsten von Tripolitanien und Tunesien
Sommerträumereien am Meeresufer
Helgoland
265
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Neue Freie Presse del 13-10-1915, pág. 10
[A.L.S.]: Einige Worte über die Kaymenen
(Praga 1875), pág. 4
18
[A.L.S.]: Helgoland. Eine Reiseskizze
(Leipzig 2ª ed. 1901), pág. 20
19
[A.L.S.]: Paxos und Antipaxos im Ionischen Meer (Würzburg/Viena 1887), pág.
V
20
[A.L.S.]: Alboran (Praga 1898), pág. 3
21
[A.L.S.]: Columbretes (Praga 1895), sin pág.
22
[A.L.S.]: Die Serben an der Adria. Ihre
Trachten und Typen (Leipzig/Viena 18701878), sin pág.
23
[A.L.S.]: Das was verschwindet. Trachten
und Typen aus den Bergen und Inseln der
Adria (Leipzig 1905), pág. III
24
[A.L.S.]: Märchen aus Mallorca. Gesammelt von Ludwig Salvator (Würzburg/
Leipzig 1896), pág. VII
25
Claudio Magris: Der habsburgische
Mythos in der österreichischen Literatur
(Salzburg 1966)
26
Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator,
pág. 60
27
Leo Woerl: ídem., pág. 60
28
[A.L.S.]: Bizerta und seine Zukunft (Praga
1881), sin pág.
29
[A.L.S.]: ídem., sin pág.
30
[A.L.S.]: ídem., sin pág.
31
[A.L.S.]: ídem., sin pág.
32
[A.L.S.]: Benzert (Praga 1897), pág. V
Véase también Karl von Scherzer: Reisen
des Erzherzog Ludwig Salvator, pág. 1362
33
[A.L.S.]: Die Karawanenstrasse von Ägypten nach Syrien (Praga 1879), pág. IV
34
[A.L.S.]: ídem., pág. V
35
Obs: Hasta el estallido de la guerra civil en
Líbano, Beirut era un puerto importante.
36
[A.L.S.]: ídem., pág. V/VI
37
[A.L.S.]: Lose Blätter aus Abazia (Viena
1886), sin pág.
38
[A.L.S.]: Um die Welt ohne zu wollen
(Würzburg/Viena 2ª ed. 1883), pág.
72/73
39
Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator,
pág. 14
40
[A.L.S.]: Cannosa (Praga 1897), pág. 36
41
Valpolicella: «Erlauchte Schriftsteller»,
en: Über Land und Meer. Allgemeine
Illustrierte Zeitung, vol. 58, nº 41 (Stuttgart 1887), pág. 774/5
42
Richard Meister: Geschichte der Akademie der Wissenschaften in Wien 18471947 (Viena 1947), pág. 130
43
Véase también: [A.L.S.]: Die Balearen in Wort
und Bild geschildert (Leipzig 1869-1891)
44
Véase también: ÖBL 5 (Viena 1972), pág.
350/1
Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator,
pág. 18
16
17
266
Neue Freie Presse del 13-10-1915, pág. 10
Wiener Zeitung del 13-10-1915, pág. 7
Wladimir Aichelburg: «Erzherzog, Gelehrter und Seemann. Ludwig Salvators
Reisen», en: Yachtrevue 9 (1979), pág.
76-78
Fritz Machatschek: Mitteilungen der k.k.
geographischen Gesellschaft in Wien
(Viena 1915), vol. 58, pág. 421/2
45
[A.L.S.]: Süden und Norden. Zwei Bilder
(Praga 2ª ed. 1868), pág. 5/6
46
[A.L.S.]: ídem. pág. 33
47
[A.L.S.]: ídem. pág. 37
48
[A.L.S.]: ídem. pág. 39
49
[A.L.S.]: ídem. pág. 40
50
[A.L.S.]: ídem. pág. 50
51
Obs.: En este archipiélago mediterráneo,
que debe su nombre a una serpiente
que vivía en él en tiempos pasados, se
quería edificar un balneario. Sin embargo, el proyecto de hacer de esta isla
española una «Helgoland en el Mediterráneo», no llegó a realizarse. Véase: Leo
Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator, pág.
139-145
52
[A.L.S.]: Süden und Norden, pág. 47
53
[A.L.S.]: Tunis. Ein Bild aus dem nordafrikanischen Leben (Praga 1870), pág. 9
54
[A.L.S.]: ídem, pág. 19
55
[A.L.S.]: ídem, pág. 26
56
[A.L.S.]: ídem, pág. 33
57
[A.L.S.]: ídem, pág. 36
58
[A.L.S.]: ídem, pág. 42
59
[A.L.S.]: ídem, pág. 88
60
Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator,
pág. 26
61
[A.L.S.]: Der Golf von Bucchari-Porto Ré.
Bilder und Skizzen (Praga 1871), pág. 1
62
[A.L.S.]: ídem., sin pág.
63
Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator,
pág. 70
64
Hugo Hassinger: Österreichs Anteil an
der Erforschung der Erde (Viena 1949),
pág. 149
65
Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator,
pág. 34
66
[A.L.S.]: Levkosia, die Hauptstadt
Cyperns (Praga 1873), sin pág.
67
[A.L.S.]: Yacht-Reise in den Syrten (Praga
1874), pág. 1
68
[A.L.S.]: ídem, pág. 389
69
[A.L.S.]: Eine Yachtreise an den Küsten
von Tripolitanien und Tunesien (Würzburg/Viena 1890), pág. 106
70
[A.L.S.]: Yacht-Reise, pág. 79
71
Leo Woerl: Erzherzog Ludwig Salvator,
pág. 60
72
Leo Woerl: ídem., pág. 160
73
[A.L.S.]: Benzert (Praga 1897), pág. 3
74
[A.L.S.]: ídem.
El archiduque Luis Salvador de Austria
y la política
José María Sevilla Marcos,
miembro de la familia de sus herederos.
«Del Archiduque no pueden referirse hechos de la vida pública; no ha realizado lo
que llaman los ingleses «political deeds»,
pues de ellos ha huido siempre y en todas
las ocasiones, prefiriendo consagrar su
existencia al estudio, a las ciencias, a las
artes y a los viajes, en vez de dedicarse a
la política y a la vida de la corte, y llevar la
apacible de un sabio y de un contemplador
de la naturaleza.»1
Estas palabras me sirven de frontispicio
para este artículo. Están tomadas de la
laudatoria biografía de Pedro Bonet de los
Herreros y pronunciadas en vida de nuestro Archiduque, en el Ayuntamiento de Palma, el 31 de diciembre de 1910, en el que
le proclamaron Hijo Ilustre de Mallorca.
Naturalmente son palabras traídas aquí
para intentar contrarrestarlas por este modesto autor, que pretende ir contracorriente
de los biógrafos que se han atrevido a juzgar
a este singular personaje, y son los que le
han concedido toda clase de créditos intelectuales, exceptuando los políticos.
Lo primero que debo decir es lo que
entiendo por política. Para ello es mejor
utilizar alguna definición que tenga consistencia y, sin ir más lejos, recurro a nuestra
Real Academia Española, a través de su
Diccionario (edición de 1992), porque
todavía no está disponible la 23ª edición
presentada hace unos días, el 17 de octubre de 2014. En su primera acepción nos
dice: «arte, doctrina u opinión referente a
los gobiernos de los Estados»; en su segunda: «actividad de los que rigen o aspiran a
regir los asuntos públicos»; en la tercera:
«actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión,
con su voto o de cualquier otro modo»; en
la cuarta, la Academia nos habla de «cortesía»; la quinta «trata del arte de las negociaciones»; y la sexta se refiere a: «directrices que rigen la actuación de una persona
o entidad en un asunto determinado».
Y, visto lo que antecede ¿quién se atreverá a decir que Luis Salvador de Habsburgo-Lorena y Borbón-Dos Sicilias no fue un
hombre político? Porque la primera acepción la cumplía perfectamente al ser investigador geógrafo, que incluía la geografía
política. La segunda, hasta la saciedad,
porque él se movía en el ancho campo de
Textos en castellano
la paz: era pacifista declarado, protector de
las dos personalidades contemporáneas de
nacionalidad austríaca, con sendos Premios Nobel de la Paz: Bertha von Suttner
(1905) y Alfred Hermann Fried (1911)2. La
tercera está en sus libros: todos ellos son
un canto a la naturaleza y a las culturas
determinadas por los pueblos que habitaban esos lugares. La cuarta, la cortesía,
y ésta la derrochó en toda su correspondencia y en todas sus relaciones; la quinta,
el arte de las negociaciones, que quedó
demostrada cuando él negoció y fracasó
con el heredero de la corona, el archiduque Francisco Fernando, para que éste no
fuera a Sarajevo, donde lo mataron; y la
sexta versa sobre las directrices que rigen
la actuación de persona o entidad en un
asunto determinado, y esto está también
en sus libros y es redundante con las acepciones anteriores.
Pero no es mi propósito enzarzarme en
defender esta diversidad de tesis. Lo que
intentaré es otra cosa: adentrarme en lo
más hondo de su trabajo, es decir, lo que
constituyó el esqueleto y la estructura que
sustentaron las obras de Luis Salvador.
Como todos los lectores de Luis Salvador
saben, en 1869 editó para sus tareas geográficas del Mediterráneo las Tabulae Ludovicianae3. Unas encuestas para que los
expertos de la isla, ciudad o región objeto
de estudio, aportaran la información necesaria a fin de conocer lo más posible sobre
ella: desde la geografía física hasta la política. Pero hay que añadir además otro concepto sobre Luis Salvador. El trazado de su
tarea partió de su formidable preparación
en ciencias naturales, y, por ende, de lo
que más tarde se ha venido en denominar
ecosistemas. Además, estructuró las Tabulae Ludovicianae como un sistema que
englobaba un conjunto de subsistemas,
donde el medio físico y el biológico fueron
superpuestos hasta llegar a la escala de los
seres humanos y a lo que ahora se llama
auxología, el estudio de los valores de las
personas y de los pueblos, porque eso es
la política.
Y ¿qué es un sistema? No voy a entrar
en ello ahora, porque en cada aplicación
tiene su propia definición. Pero sí que sucintamente voy a tomar el camino que nos
enseñó un autor austríaco con su Teoría
General de Sistemas. Me estoy refiriendo
a Ludwig von Bertalanffy (1901-1972), que
concibió «una explicación de la vida y la
naturaleza como la de un complejo sistema, sujeto a interacciones dinámicas (que
afectan a la) realidad social y a las estruc-
turas organizadas. Con esta nueva teoría
(retomó) la visión holística e integradora
para entender la realidad»4.
La influencia de Bertalanffy ha sido
grande en el pensamiento filosófico y en
nuevos planteamientos de la ciencia y de
la tecnología. En la actualidad es ampliamente citado en trabajos de diversa índole
y, por supuesto, en lo que respecta a la
política, como es el caso reciente (2010),
de una tesis doctoral en la Universidad
Complutense de Madrid, defendida por el
ahora doctor en Ciencias Políticas, Javier
Baonza García5.
Transcribo a continuación, antes de
entrar en materia, párrafos sueltos de la
introducción del profesor Sebastián Trías
Mercant (Valldemossa, 1933-2008) a la edición castellana (promovida por la Associació
Amics de l’Arxiduc, Mallorca, 1997) del libro
de Leo Woerl, titulado: El Archiduque Luis
Salvador, investigador del Mediterráneo6:
«…los biógrafos ochocentistas entienden
y describen la personalidad científica de
Luis Salvador (como) un hombre de una
formación sistemática en ciencias naturales y en todos sus saberes auxiliares,
así como en la etnografía; una formación,
según dicen Woerl y Obrador (1852-1909)7,
puesta constantemente al día mediante la
permanente relación con los hombres más
eruditos de su siglo.»
«…hay exactitud en las descripciones, un
culto ardiente a las bellezas de la naturaleza, riqueza de ilustraciones» […] «Escribe
Mantegazza8: «si nuestros políticos hubieran leído y meditado sobre el volumen
dedicado a Tunicia y a Trípoli, ciertamente
no hubieran cometido los errores fatales
que cometieron». Sin duda Mantegazza se
refiere a la intervención militar francesa y
a la aceptación en 1881 por parte de los
tunecinos de un tratado de protectorado.»
Obrador quizás sea quien mejor detalla
con muy pocos rasgos el carácter científico
del Archiduque viajero-investigador.
«Luis Salvador es un observador
minucioso y sagaz. Quiere verlo todo,
comprobarlo todo, averiguarlo todo por
sus propios ojos. Examina directa y personalmente los lugares y las cosas hasta sus
mínimos pormenores. En consecuencia,
los textos que salen de su mano tienen
una desmedida exactitud y fidelidad. De
ahí, las descripciones detalladas y los cuadros estadísticos que las acompañan. Los
biógrafos coetáneos, sin embargo, han de
reconocer la importante intervención de
Herreros9 y el aval de las anotaciones escrupulosas y las descripciones sistemáticas
de muchos expertos de la época.
»Luis Salvador pone esta detallada
observación al servicio de una etnografía
de las islas y las costas del Mediterráneo:
Observa los países y las gentes, sus costumbres y sus hábitos. Pero esta minuciosa
observación no pierde nunca la visión global de la comarca, de la región o del país
estudiado. Obrador lo explica con una muy
gráfica metáfora al indicar que el quehacer científico de Luis Salvador consiste en
“saber manejar con oportunidad y pericia
iguales el anteojo y el microscopio”. Condensa –añade Obrador– en pocas frases la
impresión de conjunto que le produce tal
comarca o tal región y, al mismo tiempo,
desmenuza, como hace el método botánico o el del entomólogo, cuanto ha tenido
ocasión de observar en ella.»
Paso, a continuación, a enumerar brevemente los epígrafes del sistema de Luis
Salvador: las Tabulae Ludovicianae10:
(I) Características geográficas: A) Situación. B) Clima. C) Mar. D) Caracteres del
país. E) Plantas. F) Animales.
(II) Población: A) Población total. B)
Matrimonios. C) Nacimientos. D) Casos
de muerte. E) Salubridad del clima. F) Número de los que están obligados a pagar
impuestos. G) Religiones. H) Ocupaciones y
estados. I) Caracteres de los habitantes. J)
Crímenes por codicia. K) Delitos por pasiones violentas. L) Lengua. M) Literatura. N)
Instrucción. P) Trajes nacionales. Q) Villas.
R) Casas. S) Alimentación en las distintas
épocas del año. T) Ocupaciones durante el
día. U) Formas de cantar. V) Costumbres
populares. X. Clases sociales.
(III) Condiciones de la agricultura: A)
Salario medio diario. B) Extensión de las
posesiones. C) Valor de los terrenos. D)
Instrumentos rurales. E) Cultivos de los
campos. F) Sistemas de engorde. G) Métodos de regadío. H) Calidad de los terrenos.
I) Noticias sobre los tiempos de recolección
de los diferentes productos agrícolas. I-bis)
Industria de la seda. J) Miel y cera. K) Cría
de ganado. L) Caza.
(IV) Pesca y navegación: A) Pescadores.
B) Navegación.
(V) Minas e industria: A) Minas. B) Industria
(VI) Comercio: A) artículos deficitarios.
B) Artículos excedentes.
(VII) Medios de comunicación: A) Rutas,
épocas de construcción. B) Hoteles y albergues. C) Correos. D) Telégrafos.
(VIII) Organización Administrativa: A) Autoridades militares. Militares y cuarteles.
B) Autoridades civiles. C) División política.
26 7
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
D) Prisiones. E) Sanidad. F) Sociedades comerciales. Consulados. G) Diferentes sociedades. H) Impuestos. I) Aduanas y tributos.
Gastos realizados por el Estado. J) Pesos y
medidas. K) Escudo de la isla o región.
(IX) Parte especial: A) Recorrido de las
ciudades. B) Población. C) Todas las alturas
y cotas determinadas geográficamente. D)
Distancia entre los distintos pueblos entre sí.
Observaciones finales: Toda la información contenida en estas tablas ha de
consignarse con el mayor detalle posible.
Principalmente cuanto más rebuscada
sea, más precisos han de ser los informes
en relación a los años, meses y pequeños
espacios.
Acudo, en este momento, a otros importantes autores en la historia de la ciencia política que se llaman: Karl W. Deutsch (Praga,
21/7/1912 – Cambridge, EE.UU., 1/11/1992)
y David Easton (Toronto, 24/6/191719/7/2014). Son los principales politólogos
en darle a la política el carácter de ciencia,
para que aquí y ahora podamos relacionarlos
con el sistema de Luis Salvador.
Desarrollando ambos, Deutsch e Easton, la teoría de sistemas de Bertalannfy,
aunque sin mencionarla, intentaron descubrir que los sistemas políticos obedecen
a unas determinadas leyes analógicas a
los ecosistemas.
Karl Wolfgang Deutsch fue un científico
checo, hijo de Martin Morritz Deutsch,
dueño de una conocida óptica de la plaza
de San Venceslao de Praga, y de Maria
Leopoldina Scharf, la primera mujer elegida por el Partido Socialdemócrata en el
Parlamento checoslovaco (1918). Ambos,
padre y madre, fueron líderes políticos
destacados en su lucha contra el nazismo.
El currículum de Karl Deutsch es impresionante, ya que alcanzó las más altas cotas
de reconocimiento en las instituciones
internacionales (Conferencia de San Francisco de 1945, en la que se fundó la ONU)
y en las más prestigiosas universidades del
mundo, aplicando sobre el espacio de la
acción política la Teoría Matemática de la
Información. Los flujos de información, su
procesamiento y almacenado adquirió un
papel relevante en el análisis prospectivo
de Deutsch, que abrió una oportunidad
para la mejora en el gobierno de las sociedades y para la toma de decisiones basada
en la gestión del conocimiento. Con el
apoyo de Harold Lasswell11, entre otros,
desarrolló un modelo matemático computerizado de indicadores políticos y sociales
del mundo amparado por el Political Data
268
Program (Programa de Datos Políticos) de
la Universidad de Yale. Las modelizaciones
de Deutsch influyeron en la renovación
metodológica del análisis de los sistemas
políticos y, desde la misma perspectiva
sistémica, en el estudio de las claves dinámicas de su comportamiento. Durante
su etapa como director del International
Institute of Comparative Social Research
del Wissenschaftszentrum de Berlín (19771987) desarrolló un modelo avanzado de
análisis político mundial (GLOBUS)12.
El otro gran personaje citado es el canadiense David Easton, contemporáneo de
todos nosotros, ya que falleció el 17 del
pasado mes de julio.
Easton desarrolló un planteamiento
teórico estructural-funcionalista coherente y sistemático sobre la ciencia política.
Independientemente, pero coincidente
con Talcott Parsons13, trabajó con la teoría
general de sistemas, en la Universidad de
Michigan. Recibió gran influencia de la
biología y de las matemáticas, y a las que
estuvo vinculado siempre el nombre de
Ludwig von Bertalanffy.
En 1953, Easton publicó The Political
System, obra en la que hizo una revisión
crítica del «estado de la teoría» politológica e intentó desarrollar un enfoque
funcional integral de los estudios sobre
política. Esta obra causó un fuerte impacto en el ambiente científico de la
especialidad, porque lo que perseguía era
encontrar una definición de política para
distinguir analíticamente lo que es y no es
la actividad política. Para Easton, «política
es todo lo que se refiere a la distribución
autoritaria de valores». Definición en
la que la palabra autoritaria no traduce
exactamente el sentido que en inglés tiene la voz authoritative, que significa tanto
«autoritario» como «autorizado»14.
Hago un paréntesis para que el lector
no crea que me he desviado astronómicamente de lo que hizo o escribió el Archiduque Luis Salvador, e intercalo aquí un
buen párrafo de su obra más importante,
Die Balearen: «El clero de Mallorca tuvo
una gran fuerza en el país, especialmente
las órdenes religiosas, y aun, después de
su disolución en 1835, continuaron los
exclaustrados teniendo esta influencia, o
por lo menos parte de ella. Modernamente
las agitaciones políticas la han disminuido
bastante, pero sigue siendo importante en
los pueblos rurales. El respeto al párroco
y a sus consejos, sobre todo cuando se
refieren a las costumbres, sigue siendo
muy vivo. Debe atribuirse la disminución
de la influencia del Rector y de sus vicarios que se nota en la actualidad a que
han visto disminuidos de una manera
considerable sus ingresos, que casi han
quedado limitados a la miserable paga que
les asigna el Gobierno y que no siempre
consiguen cobrar puntualmente. Antes de
la desamortización, el diezmo, tanto para
los canónigos y el obispo, como para los
párrocos, les dejaba poder disponer de
grandes sumas, lo que les permitía no solo
llevar una vida más digna, sino ayudar a
los pobres, realizar grandes mejoras en los
templos y fundar establecimientos de beneficencia, lo que, naturalmente, les daba
gran influencia entre el pueblo. Aunque
su estado económico ya no es el de antes,
hay que decir en su honor que continúa
en ellos el viejo espíritu de caridad vivo y
diligente, ayudando a los pobres en lo que
permite sus medios.»
Si en el párrafo anterior sustituimos las
palabras «fuerza», «influencia» y «respeto» por «autoridad», (autoritario/a,
autorizado/a, traducido del inglés: authoritative); y «consejos sobre las costumbres»,
«ayudar a los pobres» y «fundar establecimientos de beneficencia» por «valores»,
no podremos decir que Luis Salvador «no
se metía en política». Yo me atrevo a hacer
esta afirmación porque pretendo seguir
a uno de los más grandes politólogos de
todos los tiempos, David Easton.
Pero mi propósito en este artículo no
debe quedarse corto con solo lo que he
expuesto. Porque la gigantesca obra del
archiduque Luis Salvador en su conjunto
debe servirnos para construir un gran edificio intelectual, basado en su imponente
obra mediterránea. Su obra debe ser más
ampliamente investigada y analizada,
buscando las constantes y las variables de
las diferentes localizaciones geográficas y
de las diversas culturas, hallando lo permanente en el tiempo histórico y lo contingente: lo que desapareció y lo que se
conserva y lo que va a desaparecer probablemente. Pero, sobre todo, descubriendo
en sus obras para aplicarla, la escala de
VALORES DE SU SISTEMA PARA LA PAZ,
entre las naciones y las regiones.
Proponemos solicitar los apoyos necesarios
para los proyectos de investigación en marcha
y, desde nuestra modesta contribución, dar a
conocer los paralelismos y analogías que están
descritos en las obras de Luis Salvador, bajo
los vigentes criterios de la ciencia política.
Textos en castellano
Notas
BONET DE LOS HERREROS, Pedro. El
Archiduque de Austria Luis Salvador.
Memoria Biográfica. Ayuntamiento de
Palma de Mallorca. 2ª edición, 1954.
Pág. 28
2
SCHWENDINGER, Helga. Erzherzog
Ludwig Salvator, der Wissenschaftler
aus dem Kaiserhaus. 1ª edición. Viena.
Amalthea Verlag. 1991. Pág. 109.
3
HABSBURGO-LORENA y BORBÓN-DOS
SICILIAS, L.S.: Tabulae Ludovicianae 1ª edición. Praga. Autoedición, 1869. 100 pág.
4
ESTRELLA, D., PINTO, L. Y RUIZ, R. Teoría
General de Sistema. Instituto Politécnico
Santiago Mariño. Maracay, Aragua, Venezuela. http://www.teoriageneraldesistema.blogspot.com.es
5
BAONZA GARCÍA, J. De la monarquía
limitada a la monarquía parlamentaria:
crisis, transición e instauración. Tesis
doctoral. 2010. Pág. 20-30.<http://www.
eprints.ucm.es>
6
WOERL, Leo. Erzherzog Ludwig Salvator
aus dem Oesterreichischen Kaiserhaus
als Forscher des Mittelmeeres. 1ª edición. Leipzig, Leo Woerl. 1899.
7
OBRADOR BENNASSAR, M. Bosquejo
bibliográfico de la obra Die Balearen in
Wort und Bild geschildert escrita y publicada por S.A.I. y R. el Archiduque de Austria Luis Salvador. 1ª edición. Palma. Edit.:
Viuda e Hijos de P.J. Gelabert. 1892.
8
MANTEGAZZA, P. «L’Arciduca Luigi Salvatore e la fiabe di Maiorca». En: Nuova Antologia: serie IV. Roma. Vol. 65, fasc. 1 (1896)
9
HERREROS SCHWAGER, Francisco Manuel de los (Mahón, 1817- Palma, 1903).
Director del Instituto Balear.
10
TRIAS MERCANT, S. «Las Tabulae Ludovicianae de Luis Salvador. Necesidad de
una edición». Palma de Mallorca. 1991.
Estudis Baleàrics. Conselleria de Cultura,
Educació i Esports del Govern Balear.
Vol. 39. Pág. 127-143.
11
LASSWELL, Harold Dwight. (Illinois
13/02/1902-18/12/1978), pionero de
la ciencia política y de las teorías de la
comunicación.
12
DEUTSCH, Karl Wolfgang. Perfil Biográfico y académico. <http://www.infoamerica.org>
13
PARSONS, Talcott. Sociólogo. (Colorado,
EE.UU., 13/12/1902-Múnich, Alemania,
08/05/1979).
14
ARNOLETTO, Eduardo Jorge. «David
Easton y su teoría del sistema político».
Curso de Teoría Política. <http://www.
eumed.net>
1
Las singladuras del archiduque Luis
Salvador bajo la lupa del Proyecto NIXE III.
Una aproximación práctica a su experiencia mediterránea.
Juan Ramis-Pujol
Director del Proyecto NIXE III
Profesor de ESADE – Universitat Ramon Llull
Introducción
El proyecto NIXE III nació en el año 2010
con la intención de reproducir las diferentes
rutas del Archiduque en el Mediterráneo,
que corresponden con los libros que publicó
a lo largo de finales del siglo XIX y principios
del siglo XX. Después de cinco temporadas,
el equipo del proyecto NIXE III ha reproducido las rutas correspondientes a 21 destinos
en Italia, Croacia, Túnez, Argelia, Grecia y
España. Se trata de una gran experiencia
de aprendizaje siguiendo precisamente los
pasos del archiduque Luis Salvador. La pregunta principal que guía la investigación del
proyecto NIXE III es la siguiente: ¿Cómo ha
cambiado el Mediterráneo 100 años después de que lo estudiara el Archiduque?
El archiduque Luis Salvador pasó alrededor de cincuenta años de su vida viajando
por el Mediterráneo. En este artículo nos
centraremos en los viajes del Archiduque,
toda una vida de experimentación fuente
de ricos aprendizajes. Describiremos algunas de las singladuras, explicaremos algunas
de las más relevantes anécdotas y asimismo
revelaremos el aprendizaje que surge tras
una vida dedicada al estudio práctico del
Mediterráneo, sus costas y sus habitantes.
Estamos frente a un aprendizaje vital
que tiene asimismo una estructura de referencia principal que lo enfoca claramente.
Se trata además de una estructura de referencia creada por el propio Archiduque, y
a la que él mismo llama las Tabulae Ludovicianae (A.L.S., 1969). Los temas principales
en el área de las ciencias naturales son la
flora, la fauna, la geología y los estudios
paisajísticos, que se centran sobre todo en
el campo de la geografía. Los temas principales en el área de las ciencias sociales son
la cultura, las costumbres, la historia, la
actividad económica y la arquitectura. Dichos aspectos irán surgiendo a lo largo de
la descripción de las diferentes rutas que el
Archiduque realiza en el Mediterráneo.
La zona de influencia del Imperio austrohúngaro: el Adriático
Las primeras excursiones que realizó el
Archiduque, y de las que tenemos constancia, tuvieron lugar en la zona del Adriático.
En concreto destaca la ruta que llevó a
cabo en el Véneto y su litoral. Destaca la
gran pasión con la que vivió dicho viaje.
El Archiduque había conocido a través de
dibujos y descripciones varias de las maravillas artísticas y arquitectónicas de dicha
región. El viaje le permitió contrastar todo
dicho material documental con la realidad.
Toparse con dicha realidad monumental le
produce un gran impacto. Reproducimos
aquí algunas palabras que él escribió originalmente en francés:
«Después de llegar a la estación, y ya medio tumbado sobre los cojines blandos de
una góndola, me hicieron recorrer los largos
recorridos del Gran Canal como para enseñarme, a primera vista, las bellezas encantadoras de Venecia (…) Borracho de placer
veía pasar delante de mí como en un sueño
todas las maravillas de esos laberintos acuáticos. Me encontraba con un gran número
de viejos conocidos, que había aprendido a
admirar gracias a Canaletto o simplemente
gracias a viejas estampillas; pero la Venecia
que yo veía reunida en un solo cuadro que
cambiaba sucesivamente, sobrepasaba en
un millar de veces lo que yo había imaginado desde el norte». (A.L.S., 1868)
Los temas principales de interés en este
viaje son el arte y la arquitectura. En esta
época se desarrolla ya la capacidad descriptiva del Archiduque, que a temprana
edad es capaz de plasmar con eficacia los
detalles de las diferentes obras de arte que
va encontrando en su camino. Sin embargo, el arte no volverá a ser tema central de
atención en futuros viajes, aunque no lo
pierde de vista; en concreto, a través de la
descripción del arte religioso al que seguirá
dedicando parte de su atención en diferentes puntos del Mediterráneo.
Por lo que respecta a la arquitectura, es
muy interesante el contraste que se plasma
entre Venecia y Trieste. Las arquitecturas
del Imperio austrohúngaro y de Venecia
mantienen ese contraste en diferentes
puntos del Adriático y ello ya resulta evidente desde esa primera excursión del Archiduque. Un ejemplo claro se observa cerca
de Trieste, apenas a unos kilómetros en la
zona de Muggia, donde el Archiduque tenía
una de sus casas, concretamente en Zindis.
En Muggia, así como en muchas zonas de la
costa y de las islas del Adriático, predomina
la influencia arquitectónica de Venecia a
pesar de su proximidad con Trieste.
En sus travesías hacia el sur el Archiduque estaba obligado a bordear la península
269
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
de Istria. Justo en la parte sur de dicha
península nos encontramos con la antigua
Abbazia, ahora Opatija. Abbazia acabó
siendo un gran balneario en el que veraneó gran parte de la corte austrohúngara.
Abbazia se encontraba además muy cerca
de Fiume, la actual Rijeka, en la que se
construyeron tanto la nave NIXE como la
NIXE II. En Abbazia el Archiduque se fija en
la actividad económica emergente basada
en el turismo de balneario. En sus primeras
visitas se hospeda en un pequeño hostal y
muy pronto empiezan a aparecer grandes
hoteles, como el Kvarner.
Todo este desarrollo turístico llama la
atención del Archiduque debido a los impactos potenciales que puede suponer en
las sociedades que él mismo estudia. En
esa misma época se interesa por los vestidos de los serbios del Adriático. Su tesis es
que con todo este turismo y el desarrollo
de los medios de transporte, el tren en
concreto, harán desaparecer toda la rica
diversidad de vestimenta tradicional de las
costas del Adriático. Por ello decide dedicar una obra a dichos vestidos, con el fin
de que no queden olvidados en el tiempo
(A.L.S., 1870-1878). A ese proceso le llama
«homogenización»; un concepto que claramente precede al actual concepto de «globalización». Por lo tanto, el Archiduque es
clarividente en cuanto a los peligros del
desarrollo, sin de hecho estar radicalmente
opuesto al mismo.
En el Adriático el Archiduque se interesa
asimismo por la flora. En Abbazia, la actual
Opatija, le llaman la atención los laureles.
Se trata de una zona muy húmeda en la
que aparecen bosques de laureles en los
barrancos. También observa que los rosales son muy altos; a menudo, más altos
que las personas (A.L.S, 1886). Durante su
estancia en Abbazia el Archiduque realiza
diversos dibujos preciosos con detalles de
la flora predominante en la zona.
Más hacia el sur en Cannosa, ahora
Trsteno, y poco antes de llegar a la zona de
Dubrovnik, la antigua Ragusa, se emociona
con los grandes plátanos que allí se encuentran (A.L.S., 1897). Se trata de árboles
gigantescos, de más de cuarenta metros de
altura y más de quinientos años de edad.
Fueron tres los plátanos en una época,
pero uno de ellos fue talado en tiempos de
Napoleón al construirse una carretera que
atravesaba Trsteno. Incluso hoy en día los
habitantes de Trsteno recuerdan con emoción la afrenta que les supuso la decisión
de Napoleón de construir la carretera y
eliminar uno de sus maravillosos plátanos.
2 70
Una línea central entre el norte y el sur:
Las zonas volcánicas
El Archiduque dedicó una de sus monografías a las islas Columbretes que se
hallan frente a las costas de Castellón,
aproximadamente a unas 40 millas de las
mismas. Le llaman la atención, por ejemplo, las pardelas. Es toda una experiencia
el poder escuchar el canto de las mismas
en las noches de verano. Menciona asimismo la existencia de escorpiones comunes,
Buthus occitanus, que suelen salir por las
noches, por lo que se convierten en un
verdadero peligro si no se toman las medidas adecuadas al caminar por los senderos
de las islas (A.L.S., 1895).
Otra de las especies que menciona el
Archiduque son los halcones de la Reina.
Se trata de una especie que realiza anualmente una migración hasta Madagascar
pasando por la zona del Sahara. Dicha ave
nidifica en verano en algunas islas del Mediterráneo, entre ellas las Columbretes. La
visita a las Columbretes le sirve asimismo
para realizar un resumen de las especies
marinas más relevantes de estas islas. El
conjunto de grabados dedicados a ilustrar
las especies marinas es de gran interés.
El Archiduque hace una descripción
extensa de las características geológicas
de las diferentes islas. Y nos deja asimismo
múltiples grabados de los paisajes y lugares más interesantes de las mismas. Estos
mismos grabados nos permiten certificar
cuán poco han cambiado dichas islas, y el
beneficio que ha representado el hecho
de que fueran declaradas Parque Natural
durante la década de 1980.
Para el Archiduque las islas Lípari eran
un lugar obligado de paso. En sus travesías
entre Mallorca y Trieste, u otros lugares
más allá del estrecho de Messina, representaban un punto intermedio en el que
se podía parar para descansar unos días.
Sabemos asimismo que tal era la conveniencia de dicho lugar que el Archiduque
intentó comprar una casa en la isla de
Lípari, en concreto en la zona de Pignataro,
pero que nunca llegó a poseerla puesto
que la operación de compraventa no llegó
a cerrarse de forma definitiva.
El Archiduque se interesa en profundidad
por la estética de los paisajes volcánicos en
las islas Eolias. Por una parte destaca la diversidad que se halla en la isla de Lípari, ya
que sólo en dicha isla se hallan catorce formaciones volcánicas, entre los que destacan
el Monte Pelato o el Monte Sant’Angelo.
Dichas formaciones volcánicas hace cientos
de años que se hallan inactivas, y ello per-
mite estudiar las variaciones del paisaje y de
la flora según van pasando los años.
Uno de los efectos más impactantes
sobreviene al comparar el grabado del
Archiduque de la zona del Monte Pelato y
Rocchi Rossi, en la que se observa una gran
ladera de piedra pómez que hoy en día ha
desaparecido debido a la explotación minera que allí se estableció a principios del
s. XX. Esta comparación nos muestra cómo
el impacto del hombre puede cambiar muy
rápidamente aquello que la naturaleza
puede tardar tantos años en producir.
En el caso de la isla de Vulcano destaca
el volcán principal, Vulcano, que se halla
activo y en el que se pueden observar
emisiones de humo y azufre. La actividad
de Vulcano es de tipo explosivo y el Archiduque tuvo la ocasión de experimentar los
efectos de alguna de dichas explosiones,
que tuvieron lugar a finales del s. XIX. En
concreto, el Archiduque pudo recoger el
antes y el después del cráter de Vulcano en
sus grabados.
En Strómboli el volcán domina completamente la estética y la vida de la isla. En
este caso destaca su actividad, stromboliana, que es continua y de poca intensidad;
es decir, se observan pequeñas explosiones aproximadamente cada veinte minutos, aunque de tanto en cuanto suele dar
algún susto con alguna explosión de mayor
intensidad. Curiosamente, el Archiduque
comenta que el volcán supone una ayuda
eficaz a la navegación porque la dirección y
la inclinación del humo que sale del cráter
permiten determinar los vientos predominantes en cada momento y su intensidad.
El Archiduque se siente asimismo atraído por la cultura y las costumbres de los
habitantes de las islas Eolias. Se interesa,
por ejemplo, en la producción del vino
malvasía, que es típico de la isla de Salina.
Dicho vino se producía sobre todo en las
zonas de Santa María y de Malfa, aunque
hoy en día se observan viñas por muchos
otros lugares de la isla. Es interesante
destacar que el propio Archiduque se convirtió en productor de malvasía a partir
de los viñedos que tenía en las costas de
la Serra de Tramuntana en Mallorca. Al
mismo tiempo no deja de ser curioso que
un productor actual de malvasía de Salina,
Hauner, utilice alguno de los grabados del
Archiduque como etiqueta de sus vinos.
La arquitectura también es un tema que
atrae al Archiduque en las islas Lípari . Se
fija en las almenas que suelen decorar los
tejados de las casas, así como en los porches con columnas redondas y emparrados
Textos en castellano
que se hallan en los frontales de las casas.
De hecho, es importante recordar que la
casa de S’Estaca que construyó el Archiduque en Mallorca está hecha siguiendo
dicho estilo de construcción, y quizás no
sea casualidad que fue en esta misma finca
en la que se dedicó a producir la malvasía.
Recorridos por el sur del Mediterráneo:
las costas del norte de África
Desde muy pronta edad el Archiduque
visita las costas del norte de África. En
realidad nos da una idea de que en el
pasado el Mediterráneo fue una zona
mucho más integrada, y que es hoy en día
cuando vivimos de espalda a una realidad
que se halla justo a unos cientos de millas.
En aquella época, y en el pasado, las comunicaciones por tierra eran muy lentas,
y los transportes aéreos evidentemente
inexistentes. Por ello mismo, el transporte
marítimo representaba una alternativa
muy eficaz. Existían, de hecho, rutas y relaciones milenarias en el Mediterráneo que
en gran parte perduraron hasta el tiempo
del Archiduque. Ha sido quizás el s. XX el
que ha hecho redundantes muchas de
estas rutas de medio alcance, y sin duda,
las relaciones norte-sur en el Mediterráneo
han sufrido de forma importante debido a
este hecho.
Con apenas veinte años el Archiduque
realiza un primer viaje a Túnez (A.L.S.,
1870). En Túnez le llama la atención el
colorido de las calles y de sus bazares. Nos
deja descripciones de las cafeterías en las
que se observan únicamente hombres o de
las barberías. Se fija asimismo en la población y sus características diferenciales, por
las que, en ocasiones, se deja sorprender. Y
finalmente se deja embelesar por las mezquitas y algunos de los suntuosos palacios.
Visita asimismo la zona de Cartago, de la
que describe algunos de sus restos romanos, como las cisternas que se conservan
aún hoy en día.
En aquella primera visita es invitado
por el sultán, el bey, para que observe
cómo imparte justicia. La reacción del
Archiduque después de dicha sesión es
bastante elocuente. En concreto, el Archiduque comenta que no le gustaría vivir
en un país en el que se imparte justicia
de aquella forma, y que prefiere con diferencia vivir en un país con unas garantías
superiores en el funcionamiento de la
justicia, tal como él conocía en el Imperio
austrohúngaro. Sólo unos años después,
toda la región de Túnez pasaría a estar
bajo el dominio de Francia y entraría en
un extenso período de desarrollo administrativo y modernización.
Muy poco después de la adquisición
de su yate, NIXE, el Archiduque realiza un
gran crucero por las costas del norte de
África entre Egipto y Túnez (A.L.S., 1874).
Se trata del viaje en yate por las Sirtes.
La gran Sirte corresponde con las costas
actuales de Libia, y la pequeña Sirte corresponde con la zona de Djerba. Un viaje,
además, que volverá a repetir más adelante ya con la NIXE II.
En estas costas el Archiduque se deja
llevar por la cultura y las costumbres de los
lugares que va visitando. Es interesante,
por ejemplo, leer la descripción de los menús que algunos de los jeques le ofrecen
cuando lo van invitando mientras realiza
su recorrido, y donde vemos que suele
ser agasajado con una veintena de platos
y productos diferentes en cada ocasión.
¡Verdaderos menús degustación! También
se fija en los vestidos tradicionales de los
habitantes y en los oficios tradicionales relacionados con la cerámica o con la pesca y
agricultura típicas de la zona.
El Archiduque va parando en las ciudades importantes que encuentra a lo largo
del recorrido. Por ejemplo, en Djerba
describe los fuertes y las mezquitas de la
ciudad. Destaca el fuerte de Djerba porque
era la base principal del famoso Dragut, del
que podemos ver un retrato.
Otra de las ciudades que presenta gran
interés es Sfax. Al Archiduque le llama la
atención, en primer lugar, la seguridad del
fondeadero que se halla protegido por las
islas Kerkennah, que se hallan justo enfrente de la ciudad. En realidad, indica que es
el mejor fondeadero entre Alejandría y Cap
Bon. El Archiduque se fija de nuevo en la
población, en las mezquitas y en las murallas de la ciudad. Hoy en día Sfax posee la
autenticidad de una ciudad que aún no ha
sido invadida por el turismo y, por lo tanto, conserva todo el aspecto tradicional y
acogedor entre sus gentes y negocios.
El Archiduque pasa por Bizerta en esta
época, década de 1870, y volverá de nuevo en la última década del siglo XIX. En el
caso de Bizerta, destacan dos puntos en
los que el Archiduque fija su atención. En
primer lugar, los efectos del desarrollo
y el valor geoestratégico de la ciudad, y
en segundo lugar, la arquitectura y los
cambios urbanísticos que había sufrido la
ciudad (A.L.S., 1894).
Al Archiduque le interesaba ya en la
última década del s. XIX ver los cambios
que los franceses habían impulsado en
Bizerta. En concreto, el puerto se había
modernizado y se habían construido
grandes diques que permitían operar en
el mismo con mayor seguridad. Según el
Archiduque, Bizerta se situaba en un lugar estratégico a medio camino entre el
estrecho de Gibraltar y el canal de Suez.
Uno de los puntos de interés era la capacidad de la ciudad para convertirse en un
punto logístico clave. Entre los productos
clave estaba por ejemplo el combustible,
en aquella época el carbón. El Archiduque da diversas recomendaciones que
considera que se deberían de aplicar con
el fin de mejorar dichos servicios, y entre otras la construcción de un tren que
permitiera transportar mercancías entre
Túnez y Bizerta.
A finales del s. XIX el Archiduque visita
la ciudad de Béjaïa –en Argelia– que en
aquellos momentos, bajo dominación
francesa, se conoce como Bougie (A.L.S.,
1899). De Béjaïa nos deja como punto fuerte de atención los paisajes que
rodean la ciudad. Se trata de una zona
montañosa, y la combinación de mar y
montaña es uno de los atractivos estéticos preferidos por el Archiduque. Al oeste
de Béjaïa destaca la zona en la que se
encuentra el Cap Carbon. El Archiduque
nos deja grabados del Cap Carbon desde
el mar y desde la tierra.
Al visitar Béjaïa el Archiduque ya tenía
claro que iba a un lugar especial. Béjaïa
era la ciudad en la que Ramon Llull había
sido lapidado justo antes de su muerte en
su viaje de vuelta hacia Mallorca. El Archiduque ya era propietario de la finca de
Miramar, que había sido sede a su vez de la
escuela de lenguas orientales y monasterio
en la época de Ramon Llull. Se unen, pues,
en este destino dos grandes figuras: Archiduque y Ramon Llull.
Un retorno al pasado al final de su vida:
las islas del Jónico en Grecia
Las islas de Grecia tienen un significado
especial para el Archiduque por diversos
motivos. En primer lugar, eran un lugar
central en el Imperio austrohúngaro puesto que la emperatriz Sissí poseía ahí un
palacio, en concreto en la isla de Corfú; por
este motivo, el Archiduque tuvo innumerables ocasiones de recalar en dicha zona. La
isla de Corfú es, además, un lugar perfecto
para recalar antes de pasar el estrecho de
Otranto y entrar en el mar Adriático.
En segundo lugar, las islas del Jónico y
en concreto aquellas que tenían relación
con la Odisea de Ulises representaban
271
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
una fuente de discusión inagotable para
algunos de los miembros de la corte austrohúngara, y en concreto del Archiduque
y de la emperatriz Sissí. La polémica principal era la duda sobre la procedencia exacta
de Ulises que algunos, la mayoría, situaban
en Ítaca, y otros en Levkada u otros puntos
del Jónico.
En Paxos y Antipaxos el Archiduque se
centra en los paisajes. Destaca, por ejemplo, los grandes acantilados del oeste de
Paxos, la belleza del puerto natural de Porto Gaios o de Lakka, o los islotes situados
al sur de Antipaxos (A.L.S., 1887).
En el interior de las islas se deja llevar
por la flora predominante, que son los
olivos. Nos habla de los olivos milenarios
que se hallan en el centro de la isla, entre
los pueblos de Magazià y Fontana, y que
aún pueden ser visitados. Los olivos fueron
introducidos en estas islas por los venecianos, que, por cierto, acostumbraban a numerarlos para determinar sus propietarios
ya que propiedad de la tierra y propiedad
del árbol no siempre coinciden.
Siguiendo la travesía hacia el sur a través
del Jónico, una vez pasada la isla de Levkas
y a la altura de Kefallonia, nos encontramos con Ítaca. En Ítaca le atrae, en primer
lugar, toda la historia y mitología relacionada con Ulises. Hay distintos lugares en la
isla que podrían haber sido el lugar de nacimiento de Ulises, como Stavros o Aetos,
sin que se haya determinado con exactitud
alguno de ellos. Hoy en día se duda incluso
de que Ulises hubiera nacido en Ítaca si se
siguen las descripciones de la Odisea.
En Ítaca se fija asimismo en sus paisajes.
De nuevo la combinación mar y montaña
de esta isla parece gustar sobremanera al
Archiduque. Tanto desde las montañas de
la parte sur como desde las montañas de la
parte norte se obtienen magníficas vistas
de la isla (A.L.S., 1905). Por otra parte destaca asimismo la belleza del puerto natural
de Ítaca, desde la entrada por la zona de
Aetos hasta su parte más protegida ya en
la zona del pueblo de Ítaca. Se trata de un
maravilloso puerto natural en el que puede
fondear de forma muy segura, aunque hay
que ir con cuidado con los vientos térmicos
que se generan en verano.
En Zakhyntos (A.L.S., 1910), más hacia
el sur, se fija de nuevo en la estética de los
paisajes. La combinación de mar y montaña de los acantilados de toda la zona oeste
y sur de la isla son un punto de interés
significativo para el Archiduque. También
destaca los múltiples «farallons» y formaciones rocosas diversas que va encontran-
272
do en el camino. Es importante añadir que
Zakhyntos es una zona de alto riesgo sísmico, tema que interesa al Archiduque en
cuanto a los impactos que tiene tanto en la
naturaleza como en las ciudades.
En Zakhyntos se fija asimismo en la
fauna. Nos habla de las tortugas que van a
poner sus huevos en las playas del sur de
la isla. También se fija en las focas monje
que se encuentran en dichas islas. En las
islas Baleares aún se podían observar algunas en la época del Archiduque, pero ya
casi habían desaparecido.
En la zona continental de Grecia el
Archiduque pasa por la ciudad de Parga
(A.L.S., 1907). Esta ciudad tenía interés
puesto que pertenecía en aquella época
al Imperio otomano. Ello le confería una
importancia geoestratégica que asimismo
hemos podido observar en mucho otros
lugares que el Archiduque fue visitando
alrededor del Mediterráneo.
Más hacia el sur el Archiduque realiza
una excursión en barco por el golfo de
Corinto (A.L.S., 1876). En este viaje el
Archiduque se fija sobre todo en temas
históricos, arquitectónicos y paisajísticos.
La historia surge con fuerza en esta zona,
donde confluyen lugares como Delfos,
en el que tuvieron luga r muchos acontecimientos relevantes en el tiempo de
la Antigua Grecia; la propia Corinto, muy
importante en el tiempo de los romanos; o
Lepanto, que todos conocemos por haber
tenido allí lugar la batalla de Lepanto, que
cambió los patrones de dominio geoestratégico del mediterráneo en el s. XVI.
En cuanto a los paisajes, destaca la
entrada del golfo de Corinto con Rhion y
Anti-Rhion y sus respectivas fortalezas a
uno y otro lado del estrecho de entrada.
Hoy en día hay un puente moderno que ha
venido a introducir un elemento destacado
complementario en dicha zona. Lepanto
con su muralla, castillo y puerto forman un
precioso conjunto que vale la pena visitar.
Finalmente el Archiduque llega hasta el
final del golfo, en donde podemos encontrar hoy en día el canal de Corinto totalmente finalizado. El Archiduque nos describe los tres Corintos que desde luego vale la
pena visitar. El nuevo Corinto, ciudad que
responde a las ciudades de planta colonial
que se fueron construyendo durante el s.
XIX. El viejo Corinto, en donde destaca la
existencia de unas columnas romanas en
un lugar en el que acabarían apareciendo
muchos más restos después de muchos
años de excavaciones. Y Akro-Corinto, el
Corinto de «arriba» con sus bonitas mu-
rallas y gran fortaleza con sus iglesias y
mezquitas en el interior. Desde allí el Archiduque nos regala uno de sus grabados que
retrata la fina lengua de tierra que forma
el estrecho.
El segundo hogar del Archiduque: las
islas Baleares
Podemos considerar que el primer hogar
del Archiduque viene definido por su lugar
de nacimiento, y donde pasa los primeros
años de vida, el palacio Pitti en Florencia,
y lo que acabarían siendo sus posesiones
cerca de Praga, en Brandeis. Las islas Baleares y, en concreto, la sierra de Tramontana en Mallorca, serán su segundo hogar
durante una veintena de años que coinciden con parte de su juventud y su entrada
en la madurez.
El Archiduque toma el primer contacto
con las Baleares a través de las Pitiusas. En
aquella época se aproxima a las Pitiusas
puesto que está interesado en desarrollar
un estudio sobre escarabajos. Más allá de
dicho interés inicial, el Archiduque acaba
conociendo en profundidad Ibiza (A.L.S.,
1869-1891). Le llama la atención por ejemplo la ciudad de Ibiza, en la que destaca sus
murallas, la catedral, el castillo, así como
algunas de la casas que considera más destacadas. En cuanto a las costas de la isla,
acaba haciendo más hincapié en la zona
norte y oeste de la misma. Se fija en Tagomago y los cabos que se hallan enfrente, el
bonito faro de la Punta Grossa –que hoy se
halla abandonado–, en los múltiples islotes
de la costa este, y en concreto, tanto en la
Conillera como Es Vedrà, a los que dedica
especial atención.
También le llaman la atención las salinas de Ibiza, de las que nos deja varios
grabados tanto desde tierra como desde
el mar y desde los montes cercanos. Precisamente desde dichos montes se tienen
asimismo excelentes vistas de Formentera.
En Formentera, el Archiduque se centra en
la zona de San Francisco Javier y se deja
impresionar asimismo por la Mola y por el
Cap de Barbaria.
El Archiduque se interesa asimismo por
la lengua de las Baleares, el catalán, tal
como él mismo lo indica. Tanto es su interés que en la parte general del Die Balearen de Mallorca le dedica cien páginas
(A.L.S., 1869-1891). En estas cien páginas
nos describe la historia de la lengua, cómo
la lengua va distanciándose o aproximándose al catalán peninsular según las épocas, o cómo la lengua pierde preponderancia sobre todo, y en su opinión, a partir del
Textos en castellano
reinado de los Reyes Católicos. Finalmente,
celebra la «Renaixença» de la lengua que
él mismo experimenta de primera mano
al conocer a muchos de los escritores y
poetas de la época. Él mismo aprende el
catalán, lo habla y escribe un libro en dicha
lengua: Somnis d’estiu ran de mar.
Más allá del interés evidente que Palma
representa para él, lo que hace que la estudie en profundidad, nos sorprende por
ejemplo la forma en que también se vuelca sobre la ciudad de Alcúdia, de la que
hace un estudio muy extenso que incluye
múltiples grabados. Aunque de menor
importancia, son también valiosas las descripciones que hace de Artà y Capdepera.
Respecto a Palma, el Archiduque nos deja
una descripción fabulosa que coincide con
la actual Palma intramuros, la zona delimitada por Avenidas, y menciona asimismo la zona del Arrabal o Santa Catalina.
Nos muestra todas las murallas de Palma,
describe sus grandes monumentos y edificios públicos, y desarrolla varios paseos
en los que describe las casas y calles de
la ciudad, así como los palacios de mayor
valor arquitectónico.
En cualquier caso, el estudio global de
la Serra de Tramuntana y sus costas quizás
sea la contribución más importante que nos
deja el Archiduque de entre todos los estudios paisajísticos que realiza de las Baleares.
Estudia la Serra de Tramuntana desde tres
perspectivas diferentes: desde el mar, desde
su vertiente norte y desde su vertiente sur.
Todo ello nos deja una maravillosa visión tridimensional de todo este conjunto natural.
Los diferentes grabados y descripciones que
nos muestran toda la Tramuntana desde
diferentes perspectivas son un monumento
de gran belleza estética.
Desde el mar se sorprende a partir de la
zona de Santa Ponsa, en la que destaca la
imponente isla de Malgrat con la Mola de
s’Esclop y el Galatzó vigilantes en la retaguardia. Llegan después tres grandes bastiones a cual más impresionante: el cap des
Llamp, la Mola de Andratx y la Dragonera.
Más allá, rumbo hacia Sóller, llegan Estellencs y Banyalbufar, y entre medias la Torre
del Verger, uno de los lugares que más impresiona al Archiduque con sus magníficas
vistas tanto hacia la Dragonera como hacia
Sa Foradada. Vuelve a aparecer el Galatzó
a la altura de Estellencs y poco después la
Mola de Planícia, a la altura de Banyalbufar.
Las tierras del Archiduque vienen marcadas por la Talaia Vella de Miramar. Por
debajo de la misma destacan el Caló de
s’Estaca y el maravilloso conjunto que se
encuadra en torno a Sa Foradada, lugar
predilecto del Archiduque. Más allá, aún
más maravillas por descubrir entre cala
Deià i el Cap Gros de Sóller. El puerto de
Sóller era un lugar paradisiaco en tiempos
del Archiduque; a la altura del Port es la
Serra de Alfàbia que nos saluda desde las
alturas, aunque el Puig Major ya empieza a
dejarse notar.
Siguiendo rumbo al noreste llegamos
al área de la Costera, que nos anticipa la
zona más abrupta y espectacular de toda la
costa norte, empezando por Tuent, vigilada
directamente por el Puig Major, y siguiendo por la Calobra y el Torrent de Pareis,
convenientemente protegidos por el Morro de sa Vaca. Si la Serra de Tramuntana
fuera una sinfonía, nos encontraríamos
aquí con la fuerza de cien orquestas tocándola al unísono.
Siguen después lugares preciosos como
la Torre de Lluc o el Morro d’en Llorer.
Finalmente llegamos a la zona del Castell
del Rei, la Punta la Galera que cierra cala
Castell, el Cavall Bernat, cala Bóquer, El
Colomer y el cabo de Formentor. El Archiduque nos deja maravillosos grabados de
todos estos puntos.
En Menorca destaca la importancia
arquitectónica de Ciudadela, en la que el
Archiduque se fija en muchas de sus casas
señoriales, en la catedral y en sus murallas.
En Mahón quizás sea el magnífico puerto
natural que atrae en primer lugar la atención del Archiduque así como la presencia
dominante de la Mola o del castillo de San
Felipe. Aún así la ciudad de Mahón, con
toda la influencia británica que se respira
en sus calles, tiene un encanto diferencial
que la convierte en un lugar único.
En cuanto a la costa de Menorca, el
Archiduque presta atención sobre todo a
la zona de Macarella y cala Galdana. Los
grabados de cala Galdana son preciosos y
nos muestran hoy en día lo que fue dicha
zona en pleno estado virgen. En el norte
quizás sea Pregonda la que llama más su
atención. Por otra parte, hay que destacar
la fuerza del Cap de Cavalleria del que nos
deja algunos grabados de gran belleza.
También se fija en Fornells y en sus salinas,
dejándonos también maravillosos grabados de Fornells desde las alturas de Monte
Toro. Finalmente, también hay que destacar toda la zona correspondiente a Addaya,
Favàritx y Grau, que forman un conjunto
precioso de la costa de Menorca.
Conclusiones
Las experiencias vividas por el Archidu-
que a lo largo de cincuenta años alrededor
del Mediterráneo son inmensas. Y la voluntad de registrar dichas experiencias a través
de múltiples obras nos ha dejado un fotografía fundamental del mediterráneo del
S.XIX. La historia de navegación es asimismo
preciosa y un reflejo de lo que fue el Mediterráneo hace cien años, así como de las
tecnologías de navegación del momento.
Seguir los pasos del Archiduque y observar el mundo a través de sus ojos, los ojos
que observan tanto temas de orden social
como relacionados con la naturaleza, es
una experiencia vital transformadora. El
Proyecto NIXE III nacía con el objetivo científico de llevar a cabo una comparativa del
mediterráneo del s. XIX con el Mediterráneo
actual. El Proyecto NIXE III es hoy en día un
proyecto transformador que busca tener un
impacto social y pretende establecer hitos y
herramientas con el fin de provocar pequeñas transformaciones en nuestra sociedad;
especialmente a través de intentar trasladar
la figura del Archiduque a la experiencia diaria de los niños y jóvenes del Mediterráneo.
La figura del Archiduque transmite valores clave como la humildad, el respeto a las
personas, sea cual sea su origen, el amor a
la naturaleza, la importancia del esfuerzo
y el desarrollo sostenible, visto como un
equilibrio socioecológico. Estamos frente
a un humanista europeo y mediterráneo
que debería ser fuente de inspiración para
generaciones futuras. Un humanismo accesible que ofrece un camino sencillo para
experimentarlo y vivirlo en su totalidad:
seguir sus pasos y dejarse llevar.
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Sohn, Praga, 1905
El archiduque que pudo reinar
Guillem Frontera
Se le ha calificado de enciclopédico por
el amplísimo abanico de sus curiosidades
–también por el carácter positivista de sus
trabajos. Es cierto que su curiosidad abrazaba todas las corrientes por las que discurren el conocimiento y la vida. El ansia por
capturar sus esencias –mediante la palabra
y la imagen– con frecuencia resultaba
algo más que ansia, era una desazón, un
tormento.
Es un hombre que busca la belleza de
forma constante, y que no obstante se ve
forzado a beber del cáliz de las angustias, de
las miserias humanas. Oscila entre lo sublime y lo grotesco –como la vida en general,
quizás él de un modo más acentuado. El
joven esbelto que llegó a Mallorca en 1867,
protegido por el relativo anonimato del
condado de Neudorf, se transformaría fatalmente en un viejo hecho jirones por el mal
de vivir. Nada fue ajeno a su humanidad. Se
entregó con excesiva energía a la labor de
cruzar todos los límites, mientras añoraba
la seguridad del linaje, de una posición que,
a pesar de la desintegración del Imperio
austrohúngaro, aún le situaba entre los
2 74
afortunados de la Tierra. La ciencia, el amor,
la poesía, el arte, la amistad, los viajes –los
viajes…– el mar… Hubiese necesitado más
vidas, y quizás enmarcadas en otras cronologías, para dar respuesta a todas las llamadas que su alma captaba, entreveradas con
los cantos de las sirenas y el estrépito de la
historia. Irreflexivo, inconstante, caprichoso,
impulsivo, melancólico, voluble, el nomadismo con el que resolvió su vida, sumado
a la obsesión imposible por tener un hogar
donde fuera que la Naturaleza le ofreciese
parajes agradables a su mirada, sería merecedor de un estudio que detectase los principios de la inestabilidad de su carácter.
De este esbozo no se podría deducir aún
el índice de una biografía sucinta del archiduque Luis Salvador de Habsburgo-Lorena,
simplemente «s’Arxiduc» para los mallorquines. Su leyenda aún pervive discretamente
en el imaginario popular, en especial de la
gente de Valldemossa y Deià, de Banyalbufar y Estellencs. Dada la naturaleza del
personaje, de su leyenda no se ha podido
obtener mucho combustible para alimentar
la maquinaria del turismo, como sí se ha hecho con otros viajeros ilustres, como George
Sand, Chopin o incluso Santiago Rusiñol. Sin
embargo, sí que ha encontrado un hueco
en la literatura: en primer lugar, a través de
Llorenç Villalonga, que lo caricaturiza –piadosamente– en Mort de dama. Durante una
velada de baile en el Círculo Mallorquín,
el Archiduque aborda a doña Obdúlia de
Moncada, a quien pretende elogiar galantemente al calificarla de «desmesurada». En
su afán halagador, le dice que, como todo,
ella desprende su propia peste, «usted
hiede, señora». Indignada, doña Obdúlia le
responde: «¡No, señor, yo no hiedo! ¡Quien
hiede es Su Excelencia!». También en este
contexto el Archiduque, confundiendo a la
poetisa floral Aina Cohen con la mujer que
vigila los aseos, le da una propina que ella
guardará enmarcada. El aristócrata finalizará la velada con su primo el capitán general,
visitando a dos hermanas gemelas en las
afueras de Palma, una de las cuales tiene
los ojos de color violeta. El militar le apunta
los inconvenientes de tanta curiosidad. No
obstante, la amable observación esconde
una malévola insinuación equívoca.
Algunos hechos y algunas obsesiones de
Tonet de Bearn tienen una o varias correspondencias explícitas en otros tantos del
Archiduque. Hay rasgos que comparten la
personalidad del señor de Bearn y la del
aristócrata errante. Por ejemplo: recién
llegado de París, donde ha asistido con su
sobrina Xima al estreno de Fausto, de Gou-
nod, el de Bearn encarga una escultura a la
memoria de Margalideta, una jovencita de
la zona con quien le relacionaron las habladurías de la gente, censurada severamente
por el inocente Joan Mayol, el narrador. El
monumento no llegaría a levantarse, por
razones que no se explican, pero el escultor había estudiado incluso la ubicación
que debía tener en la finca.
Este episodio, vivido en la distancia nebulosa de la ironía villalonguiana, recuerda
a otro vivido con mucho más dramatismo:
en memoria de una persona de carne y
hueso, Catalina Homar, el Archiduque
encarga a Giulio Monteverde una escultura de mármol de Carrara, en realidad un
monumento funerario, que acabaría colocándose en los jardines de la finca de Son
Moragues. Por aquel entonces Monteverde era un escultor colmado de honores por
una larga trayectoria de piezas en la línea
del academicismo más escrupuloso, sin la
más mínima concesión a las vanguardias.
Una parte muy importante de su producción iba destinada a los grandes panteones
de los cementerios más pomposos, y su
obra más conocida sigue siendo un Ángel
de la Resurrección –denle el valor simbólico que consideren adecuado. En el conjunto que le encargó el Archiduque, aparece
representada Catalina Homar en actitud
de adoración al Salvador. No les pasará
inadvertido el parecido de este Jesús con
el propio Archiduque: buscado o no, este
parecido nos revela la voluntad archiducal
de gobernar la vida en el pequeño imperio
que ha creado en la Serra alcoveriana.
Ubicado sobre el mar de Poniente, el
imperio mallorquín de Su Alteza Imperial
y Real el Archiduque de Austria Luis Salvador, María, José, Juan Bautista, Domingo,
Rainiero Fernando, Carlos, Zenobio, Antonio de Habsburgo-Lorena y de Borbón
comprende, entre otras, las tierras en las
que Ramon Llull había conseguido crear
su efímera escuela de lenguas orientales
–Miramar–, con el propósito de que allí se
formasen los clérigos para la misión futura
de abrir los ojos de los infieles a la Verdad,
por medio de un arte en el que trabajaría
con obstinación durante todos sus años de
converso a la vida espiritual. Por motivos
que los eruditos aún no han podido establecer con claridad, aunque estuvieron
vinculados a las turbulencias de la corona,
la escuela gozó de una vida breve, cuyo
final fue muy sentido por Llull, que maldijo «quien lo ha destruido». Aquí arriba,
en Miramar, «entre la viña y el hinojal»,
Ramon Llull dejaría flotando unas palabras
Textos en castellano
que viajarían en el tiempo hasta cobrar
pleno sentido en la figura del Archiduque:
«El mar, corriente del mundo».
El mar, este mar que George Sand descubrió aquí, ella que lo había visto en tantos
lugares. Vale la pena que recordemos
ahora el descubrimiento del mar por parte
de George Sand en las tierras del Archiduque. Relata la escritora francesa: «A cada
vuelta del sendero, tuvimos el espectáculo
grandioso del mar, visto a profundidades
considerables, a través de la más bella
vegetación. Era la primera vez que veía
riberas fértiles, cubiertas de árboles y de
verdura, hasta donde llegaba el oleaje, sin
acantilados escuetos, sin playas cenagosas
ni orillas desoladas. En todo lo que he
visto de las costas de Francia, aun sobre
las alturas de Port Vendres, donde, por fin,
se me apareció con toda su hermosura, el
mar me ha parecido siempre sucio, y desagradable su proximidad. El Lido, tan ponderado, de Venecia tiene arenas de una
espantosa desnudez, pobladas de enormes
lagartos que salen por miles debajo de
vuestros pies y parecen perseguiros en
número siempre creciente como en una
pesadilla. En Royant, en Marsella, casi por
todas partes, y creo que en todas nuestras
riberas, una cintura de varechs pegajosos
y una arena estéril nos afean las cercanías
del mar. En Mallorca le vi, en fin, tal como
lo había soñado, límpido y azul como el
cielo, dulcemente ondulado como una
llanura de zafiro labrada con regularidad
en surcos cuya movilidad es inapreciable
vista desde cierta altura y encerrada entre
bosques de un verde sombrío. A cada paso
que dábamos sobre la montaña sinuosa, se
nos ofrecía una nueva perspectiva siempre
más sublime que la anterior…». Etc.
(Disculpen este excurso, que he plasmado sobre el papel como una contribución
a la reconciliación de los mallorquines con
George Sand, atendiendo a que, si bien
trató con sobrado rigor a nuestros antepasados, también es cierto que su vivencia
del paisaje isleño, tantos años después,
aún nos conmueve.)
Decíamos que el gran balcón que escogió el Archiduque para organizar en él su
reino, ciertamente de un modo anárquico,
es el lugar donde el mar se revela ante el
ojo humano: mientras estaba aquí, Joan
Alcover, que desde su casa podía contemplar el mar gelabertiano de los ocasos
palmesanos, se exclamaba: «Sempre visquí
vora el mar / mes fins avui no el coneixia./
Sobtadament a Miramar / m’ha revelat sa
fesomia». Este mar que Rubén Darío hace
actuar como testigo: «Aquí, junto al mar
latino, / digo la verdad: / Siento en roca,
aceite y vino / yo mi antigüedad. / ¡Oh,
qué anciano soy, Dios santo, / oh qué anciano soy!», y a continuación se entrega a
unas incontinencias retóricas que debemos
asociar a la desmesura de estos parajes.
Luis Salvador escribiría que, cuando oía
el alarido funesto de una sirena, su pensamiento viajaba a bordo de la nave que
transitaba los caminos homéricos y abría
otros nuevos por todo el planeta. Y: «Cuando vivo lejos del mar, se me entristece la
mirada, que sigue con nostalgia el curso
caprichoso de los ríos buscando en el horizonte la orilla lejana en la que desembocan». Y: «Siempre he sido un nómada, sin
residencia fija, como los moros. Impulsado
al principio por mis afecciones, circunstancias particulares han desarrollado en mí,
posteriormente, este humor vagabundo
que me ha llevado a vivir, por decirlo de
algún modo, fuera de la humanidad».
La leyenda del Archiduque, su sombra
alargada por la literatura, ha seguido ampliándose de forma ininterrumpida, en
pocas ocasiones con éxito –La dama de les
boires, de Gabriel Janer Manila–, y a menudo con vileza oportunista.
El universo del Archiduque, con sus
escenarios altisonantes, está repleto de
trampas para el artista, para el escritor. Su
figura emerge de un entorno de belleza
narcótica, que reiteradamente invita a lo
sublime. A veces el propio personaje se
nos aparece como un espíritu errante que
deja una estela de ecos wagnerianos. El
efecto de estos excesos lo detectó Josep
Pla en la pintura, en el paisajismo que se
llevó a cabo en Mallorca, a partir de Santiago Rusiñol: los artistas que siguieron su
estela instalaban sus caballetes en la Serra,
buscando lo sublime. Pla les aconsejaba
que descendiesen a las llanuras interiores
de la isla y que mirasen las cosas más aprehensibles, como las higueras, en cuyo fruto
veía una plasticidad insuperable.
(Me permitiré una extemporaneidad
para abundar en la concepción planiana
del arte. Un joven director de cine, Juli Coll
(1919-1993), admirador de Pla hasta la
médula, lo invitó al estreno de su primera
película, Nunca es demasiado tarde. Al
final de la proyección, Juli mostró un vivo
interés por la opinión de Pla, tanto que
este, finalmente, se la dio: «Debe cambiar
de arriba abajo, señor Coll. Quiere retratar
las almas, y las almas no se retratan, son
invisibles. Lo que debe retratarse es la butifarra con alubias». Esta anécdota, o juicio,
me llegó por dos caminos: por una parte,
el testigo presencial Celestí Martí Farreras.
Por otra, el propio Juli Coll.)
El propio Archiduque no fue inmune a la
belleza que se concentraba en su imperio.
El origen de la ampliación de este imperio
ya nos descubre un personaje hechizado
por esta coreografía de la naturaleza. Recordemos una vez más esta historia, narrada
por Gaston Vuillier en su libro Las islas olvidadas: el Archiduque «simplemente había
escogido Miramar y los terrenos que rodean
esta casa seducido por el recogimiento de
los bosques seculares, por el extraño encanto de esta naturaleza que la mano del hombre siempre había perdonado, y finalmente
por la grandeza de los espectáculos que a
todas horas ofrecía el mar.
»Desde el principio había recomendado
a sus sirvientes y empleados que respetasen los olivos, los pinos y las encinas viejas,
retorcidas, agrietadas, pero magníficas en
sus torneados pintorescos y sus retazos de
corteza.
»Mas un día los pájaros, que no dejaban
de gorjear alegremente, enmudecieron,
mientras los golpes resonantes de un hacha estremecían los alrededores, y repercutían a lo lejos en la profundidad de los
bosques.
»En una propiedad vecina a Miramar,
un mallorquín talaba un árbol centenario:
estaba en su derecho. Para poner freno
a este vandalismo, el archiduque compró
muy cara la propiedad del campesino.
»Unos días más tarde, se reproducía
el mismo hecho por el lado opuesto de
Miramar: el archiduque volvió a comprar.
Después, conociéndose estas liberalidades,
llegó un momento en que el príncipe no
podía abrir la ventana por la mañana sin
oír las hachas ensañarse por doquier contra los árboles viejos.
»Fue así como, poco a poco, y casi sin
darse cuenta, consagró algunos millones
a las bellezas de esta costa maravillosa y
al reposo de grandes árboles que mueren
lentamente de viejos, inclinados sobre el
mar».
Me gustan las parábolas de significado
ambiguo. Si esta historia fuese una parábola, habría tenido, en el momento de ser
escrita, un significado claro, incluso drástico. Los años la han imbuido de ambigüedad, la han enriquecido, la han trabajado.
Para eso sirve la experiencia: para embrollarnos, dicen algunos; para otorgarnos la
capacidad de dudar, dicen otros.
Tan positivista como era nuestro personaje en sus trabajos científicos, tan
2 75
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
ajustado y moderado en las descripciones
que incluía en las misivas para compartir
la vivencia de los paisajes con su madre y
otros familiares, sus escritos con voluntad
literaria adolecen de este punto de contención, de este orden invisible que trasciende
en arte lo que de otro modo es una expansión sentimental. Sin embargo el ritmo no
favorecía la concentración necesaria para
emprender el proceso artístico de forma
continuada. No obstante, en el conjunto
de sus prosas literarias prende de vez en
cuando, aquí y allá, un fuego alimentado
por la pasión que, si no lo es, se parece
mucho al sentimiento poético.
Quizás lo primero que habría que preguntarse es qué tipo de viajero fue el
Archiduque. Toma algo de todos los modelos de viajero que enumera Laurence
Sterne en El viajero sentimental, pero no
encaja plenamente en ninguno de ellos.
La biografía más obsesivamente detallada
de nuestro personaje sigue siendo S’Arxiduc, de Juan March (José J. De Olañeta,
Editor, Palma, 1983). La lectura de este
libro supone un desafío para la mente más
ordenada para la acumulación de datos,
que afectan con precisión abrumadora a
todos los movimientos de todos los integrantes de la familia del Archiduque y la
de sus colaboradores, amantes, amigos,
saludados, víctimas o sanguijuelas. Si el
lector se puede centrar únicamente en los
movimientos del Archiduque por tierra y
por mar, pronto le aturdirá una sensación
similar al vértigo, ya que la hiperactividad
viajera del personaje no debe tener parangón en la tribu de los viajeros, aristócratas
o no. Un mapa con sus desplazamientos
debería dividirse, como mínimo, por años,
porque de otro modo las líneas se amontonan de tal manera que el mapa pasa a ser
incomprensible.
Y no obstante, este personaje que el
viento de la vida empuja de un lado a otro,
es a su vez un estudioso, un trabajador
infatigable, que produjo miles de páginas
–con escritos, mapas, dibujos, croquis,
etc.– sobre los lugares que visitaba, con
una visión global que obtenía aplicando las
Tabulae Ludovicianae, unos cuestionarios
que indagan en todos los aspectos del
lugar objeto de estudio: geográficos, económicos, sociales y culturales. Estos cuestionarios eran respondidos por sabios y
notables locales. En el caso de las Baleares
y Pitiusas, el resultado de estos trabajos
es Die Balearen... (Las Baleares descritas
por la palabra y la imagen). Nunca hasta
entonces –y en una única ocasión más
2 76
adelante en Mallorca: la Gran Enciclopèdia
de Mallorca, en Menorca y en Ibiza, con
sus respectivas enciclopedias– se ha había
emprendido una labor editorial y científica
de esta magnitud. Su elaboración se inició
en 1867 y concluyó en 1891. Más de 4.000
páginas de texto repartidas en siete volúmenes, más de 200 litografías a todo color
y más de 1.000 ilustraciones en blanco y
negro conforman una obra gigantesca, de
la que emerge la figura de un hombre con
una capacidad de trabajo y unas dotes de
organización –y con unas posibilidades financieras, también hay que apuntarlo– sin
parangón en nuestra historia. La dispersión
en sus asuntos personales sin duda incidía
en su labor científica, dado que cualquier
aventura exige un diezmo de tiempo. A pesar de ello, sorprende y maravilla su capacidad de trabajo, de la que nos brinda una
primera idea una bibliografía que incluye
sesenta y siete títulos, entre obras de gran
envergadura editorial y publicaciones más
breves –sin contar la generosa correspondencia a la que ya hemos aludido.
De esta bibliografía, en alemán, checo,
francés, catalán, castellano…, y mayoritariamente sobre espacios mediterráneos –las
Lípari, Ítaca, Corfú y otras islas griegas,
Túnez, costa adriática, Chipre, Bugía y otros
lugares de Argelia, etc.–, una parte muy
significativa se dedica a las islas Baleares y
Pitiusas. Si Die Balearen… surge de la mentalidad positivista del Archiduque, el viajero
romántico, el hombre enamorado del país
y de sus gentes, de algunas personas en
particular, se expresa mediante unas obras
de lectura que compatibiliza el conocimiento general con la emoción del instante. Al
ya legendario y enigmático folleto Catalina
Homar, hay que añadir Indicaciones a los
que visitan Miramar, Lo que sé de Miramar,
Somnis d’estiu ran de mar, etc.
Esta dedicación al archipiélago es, quizás, lo más parecido a un elemento de
continuidad en su dispersa vida personal,
científica y literaria. También ha permitido
calificar sus propiedades mallorquinas
como lo más parecido a un hogar desde
que su familia fue desalojada del Palazzo
Pitti, de Florencia, en 1857. (En aquel
momento él tenía diez años; y este episodio, que clausuró una infancia que podríamos denominar como feliz, le dejaría
un recuerdo incómodo: la turba despedía
con malos modos a la comitiva expulsada,
y alguien se rió de él: «Miradlo, ¡parece
un mono!».) El único hogar que tuvo realmente fueron sus dos Nixe –la Nixe II en
sustitución de la primera a causa de un
naufragio frente a las costas argelinas–,
los yates con los que surcó el mar Mediterráneo en todas direcciones.
Con los años, la comitiva que le acompañaba en sus viajes era cada vez más numerosa y pintoresca. Muchos de los personajes, que formaban lo más parecido a una
familia y a la vez a un séquito imperial, a
veces incluso a un grupo de gitanos, eran
mallorquines y mallorquinas que, en aquel
ambiente propenso a la transgresión y a
una cierta promiscuidad, no eran los más
pusilánimes. La relación furtiva de su amada Catalina Homar con el capitán Singala
solo sería una muestra de la moral relajada
de aquel grupo humano en el que el Archiduque se reservaba derechos o prácticas
medievales sobre los cuerpos y las almas.
No era nada del otro mundo que un marido tuviese que pasar la primera noche de
bodas en la cubierta del Nixe, mientras la
esposa recibía a Su Alteza Imperial en el
camarote nupcial. Pero los agravios y las
infidelidades iban en todas direcciones,
en aquel grupo de jóvenes que, de puerto
en puerto del Mediterráneo, no dejaban
placer alguno sin disfrutar, y tanto podían
elevarse en alas de un romanticismo profundamente espiritual como entregarse
a las más tórridas demandas de la carne.
Tras ser descubierta en intimidad con su
paisano de Valldemossa, Catalina Homar
regresaría a S’Estaca, de donde era encargada y donde había liderado con sensatez
y severidad una tropa de campesinos en
las tareas de mantenimiento de unos viñedos dispuestos en anfiteatro sobre el mar,
y que producían unos vinos, especialmente
malvasías, premiados en certámenes de
todo el mundo.
De aquellos desórdenes que reinaban
a bordo de los Nixe han surgido leyendas
que desfiguran la realidad o simplemente
la ocultan en los pliegues de la historia. Por
ejemplo, Corti, un biógrafo de la emperatriz Isabel, que tenía un feeling crepuscular
con su primo archiduque, escribía acerca
de nuestro personaje: «No se ha casado
y lleva una vida un tanto licenciosa (…) Su
yate es un estado comunista en miniatura,
allí reina una perfecta igualdad de derechos». No resulta sencillo hacer encajar en
esta igualdad –comunista– de derechos el
ejercicio del derecho de pernada, que Luis
Salvador de Austria se arrogaba ante todos
sus acompañantes/súbditos.
El archiduque errante, como le califica
Bartomeu Ferrà, apelativo que dio título
a su emocionada biografía (El archiduque
errante, Montaner y Simón, Barcelona,
Textos en castellano
1948), osciló entre la llamada irresistible
del mar y el sueño de un pequeño reino en
Mallorca en el que coronarse rey. Sería un
pequeño rey humanista y déspota, estratega y arbitrario. Fascinado por el mundo
de los Medici, como tantos otros que ya
se habían inspirado en esa familia –como
Alfonso el Magnánimo en Nápoles, que
llamó a su lado a Guillem Sagrera para dirigir las grandes obras de reforma del Castelnuovo–, el archiduque Luis Salvador de
Austria convertiría Miramar en un espacio
para la alta cultura y reuniría a su alrededor a poetas y escritores (Jacint Verdaguer,
Pons i Gallarza, Alcàntara Penya, Joan
Alcover, Rubén Darío), eruditos lulistas
como Mateu Obrador, pintores, escultores
y grabadores (Giulio Monteverde, Cristòfio
Pizà, Joan Fuster, Erwin Hubert), científicos
como Martel u Odón de Buen, el fotógrafo
Jules Virenque, otros viajeros como Charles William Wood o Gaston Vuillier, notables en general, como los Maura, el obispo
Campins, Ferrer Gibert, Tous i Maroto; o
simplemente aristócratas de aquel imperio
invernal que nutriría la gran literatura europea de entreguerras. Muchos de ellos, y
el propio Archiduque, parecen haber venido a parar aquí desde La marcha Radetzky,
la gran novela de Joseph Roth, o desde Los
Dukai, de Lajos Zilahi, ambas pobladas de
aquellos personajes trémulos de patetismo, que recorren el último tramo del camino que la Historia les tenía reservado.
A los isleños nos gusta mucho recordar
y difundir la visita de la emperatriz Isabel,
también conocida por Sissí o por Romy
Schneider, que el Archiduque en cierto
modo comparó con Catalina Homar, al
contemplarlas juntas y detectar una misma
humanidad. Fue a raíz de la visita de nuestro personaje y su prima a S’Estaca, donde
Catalina Homar les hizo los honores con la
delicada sencillez que la caracterizaba. Esta
comparación no gustó en la corte, por lo
que el Archiduque retiró de la circulación
el librito que había dedicado a la encargada de S’Estaca, escrito después de que ella
muriese en aquella casa «de estilo siciliano», lejos de su amado Archiduque, abandonada por Singala y sufriendo los dolores
espeluznantes de una sífilis mal tratada.
La casa, por otra parte, parece destinada
a alojar vidas o retazos de vidas no muy
anodinas, ya que allí han sido o son huéspedes permanentes Domenico Gnoli, un
pintor y dibujante que vivió en ella con su
esposa, Yannik Vu; o, más adelante, Michael Douglas.
Como el rey que no podía ser, el Archi-
duque emprendió grandes mejoras en su
reino, edificaba, rehabilitaba, abría caminos con el único objetivo de acceder a un
punto donde el paisaje se ofrecía de modo
más cautivador: y allí erigía un mirador,
un templete, un pequeño santuario para
comulgar con la naturaleza. Adquiría predios a precios desmesurados únicamente
para salvar viejos pinos, como nos acaba
de contar Gaston Vuillier–, viejos pinos en
los que se congregaban los pájaros para
franciscanas expansiones. Compraba paisaje, vistas, belleza, horizonte. Quería reinar
en un imperio sin fronteras, compuesto
por el murmullo de las olas, por puestas
de sol, por los perfumes yodados de la
Serra. Corrió el rumor de que la reina Victoria quería adquirir los terrenos a los que
pertenece Sa Foradada. Pero esta caricia
de la tierra al mar finalmente formó parte
del reino del Archiduque. Se rieron de él
por el elevado coste de aquel capricho. Su
respuesta fue que le había salido gratis si
se valoraba por su belleza.
Del mismo modo en que quiso compartir
sus descubrimientos, sus conocimientos
y las impresiones de sus viajes mediante
unas publicaciones elaboradas con tanta
precisión como lujo, también quiso compartir su reino con visitantes y viajeros:
estos podían admirar los espectáculos de
la naturaleza gracias a las obras de embellecimiento de sus territorios, a los caminos
para acceder a los miradores que ofrecían
las mejores perspectivas. De estas obras
informaba Miquel dels Sants Oliver en uno
de los artículos que finalmente conformaron el volumen Cosecha periodística, en el
apartado «Desde la terraza (Páginas veraniegas)». Como ya saben, en estos artículos, publicados por primera vez en el periódico La Almudaina en 1897, el escritor
y periodista mallorquín se dedicó a pensar
Mallorca en términos de regeneración. Con
una visión aguda, incluso profética, señaló
el turismo como la actividad que tenía que
sernos útil para transitar el puente desde
el retraso histórico, social y cultural, hasta
la modernidad.
Y nos dice: «No hace todavía cinco lustros que se presentó modestamente en
esta isla, viajando con el título de Conde
de Neudorf un magnate de estirpe regia,
S. A. el Archiduque Luis Salvador, hermano
del último Gran Duque de Toscana. Cruzó,
sin darse á (sic) conocer, esta isla, admiró
sus bellezas, se extasió ante sus panoramas, recogió sus tradiciones, haciéndose
familiares su historia y su lengua. Al poco
tiempo adquiere el fundo de Miramar, al
que ha ido anexionando una porción de
predios contiguos. ¿Quién guiaría sus pasos hacia Mallorca? Sin duda, una simple
curiosidad de viajero, harto de conocer los
sitios famosos. Y al hallarse aquí se encontró, por casualidad, con algo no soñado
ni previsto, con algo que atrajo todas sus
aficiones y sus munificencias de príncipe,
con esa propiedad extensísima que hoy
hace asequible á (sic) todo el mundo, bordándola de caminos y de veredas, sin más
objeto que el de llegar á un sitio pintoresco
ó á (sic) un lugar ennoblecido por una
tradición. Mucho, muchísimo debe la isla al
generoso prócer, que ha venido á (sic) dar
la norma de lo que podrían hacer los dueños de otros sitios hoy escarpados y casi
inexpugnables, por ejemplo el Torrente de
Pareys y la Calobra.». Etc.
Lamentaba Miquel dels Sants Oliver no
poder creer en la capacidad indígena de
emprender las iniciativas adecuadas a la
realización del sueño turístico. La primera
de las cuales era la construcción de un gran
hotel, «suntuoso, bien amueblado, bien
servido». Bien, como ya saben, el edificio
que actualmente es la sede del Caixafòrum
Palma, albergó en 1907 esta primera
piedra del sueño turístico del escritor mallorquín, el Grand Hôtel, que constituye un
capítulo glorioso de la historia del turismo
en Mallorca y en Baleares, en un momento
en que el turismo, efectivamente, podía
ser la clave de la regeneración del país.
Pues bien, el Archiduque quiso contribuir a la buena marcha de todo ello, y,
conocedor de lo que podía significar ese
turismo incipiente para la isla, se ofreció
para recibir en Miramar a los huéspedes
del Grand Hôtel, quienes, desde aquí mismo, y como demuestran las fotografías de
la época, se embutían en unos modernísimos, legendarios vehículos, que los llevaban a su destino.
Lo que sé de Miramar es, de hecho, una
pequeña guía turística de este territorio
de privilegio, preferido por su contenido
simbólico –hasta el punto de construir una
pequeña torre para conservar una piedra
traída de Bugía, donde la tradición situaba
la muerte de Ramon Llull por lapidación.
Un relámpago destruiría la torre, para dar
continuidad al maleficio que ya se había
manifestado en la abolición de la escuela
luliana de lenguas orientales. Muy cerca
de Miramar hizo habilitar una hospedería
gratuita, Ca Madò Pilla, para facilitar a los
viajeros el acceso a unos panoramas únicos. El hostal, si no formase parte también
del maleficio, ilustraría una cierta tenden-
277
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
cia de las cosas al desastre, muy propia de
nuestro país insular: pronto cumplió más
las funciones de burdel que de hospedaje
de personas con intenciones honestas o
curiosidades científicas.
De todo eso, hace ya más de un siglo.
Esos sueños se han destruido, no nos queda ni un resquicio de inocencia, sabemos
que todo lo que nos revela la naturaleza
maravillosa de las cosas está en peligro
por la propia definición del turismo actual.
Y por la codicia que ha desencadenado
en el corazón de los mallorquines y de los
foráneos. Sin embargo, en medio de todo,
parece como si el espíritu del Archiduque
se hubiese transformado en ángel custodio
de los parajes que quiso y los protegiese
con su amor invisible: de ningún otro
modo podemos explicarnos que, de todo
ello, nos queden la belleza y el ejemplo,
indicando el rumbo a los que quieren remar contra corriente para descubrir en qué
punto nos desviamos.
Un archiduque con método.
Luis Salvador el científico.
Brigitta Mader
«Dio ci guardi dagli scienziati!»1, escribía
Eugenio Sforza desde Zindis, en la comarca
de San Rocco, a su sobrina Menichina2, un
día de abril del año 1878. Sforza se alojaba
entonces en la residencia3 de Luis Salvador,
a poca distancia de Trieste, en la que sufría
bajo unas condiciones de vida espartanas,
agravadas por el frío y la inclemencia del
tiempo4 reinante. «Questo mio Signore
non sa proprio vivere ne lasciar vivere,
mentre la Provvidenza le (sic!) avrebbe
dato tutti i mezzi per star bene»5. Así se lamentaba Sforza de las penosas condiciones
de vida en Zindis, mientras «Sua Altezza»
estaba, una vez más, de viaje y, en lugar de
noticias, le enviaba nueve cajas de Suez a
Trieste repletas de «cose pregevolissime»6,
tales como ánforas romanas antiguas, conchas del mar Rojo y pieles de aves.
Sforza conocía de sobras a su «Signore»,
por experiencia propia de largos años, como
para saber que los viajes, la investigación y
la escritura habían sido siempre las máximas prioridades de vida del Archiduque.
Y es que Eugenio Sforza (1820-1894)7
había sido preceptor de Luis Salvador desde 1854 y siempre mantuvo un vínculo casi
paternal con su pupilo, del que más tarde
sería ayuda de cámara hasta su muerte.
Tras terminar la carrera de ciencias natura-
278
les ya participó, con tan sólo 23 años, en el
V Congreso Italiano de Ciencias Naturales
(Lucca 1843) y poco después accedería a
la plaza de asistente de Alessandro Carina
(1808-1881)8 en el Gabinetto di Storia
naturale del I.e.R. Liceo de Lucca. Según
cuenta la tradición familiar, la gran duquesa María Antonieta (1814-1898) tuvo
ocasión de observar a Sforza durante una
visita guiada de la colección entomológica
del museo florentino La Specola, y quedó
tan cautivada por su personalidad y solvencia científica que lo llamó a palacio en
calidad de preceptor de su hijo Luigi, que
contaba entonces siete años de edad9.
Sin embargo, no fue sólo la admiración
materna lo que llevó a Sforza a la corte del
gran ducado de Florencia, sino, por encima
de todo, el plan de educación intelectual
que se había concebido expresamente
para Luis Salvador: la Traccia per l’andamento progressivo degli Studi intellettuali
di S. A. l’Arciduca Luigi, en el que ocupaba
un lugar destacado el estudio de las ciencias naturales10.
Como segundo hijo más joven del
último gran duque regente de Toscana,
Leopoldo II (1797- 1870), Luis Salvador
provenía de la línea toscana de la casa de
Habsburgo-Lorena11, cuyos miembros se
distinguían por su estrecha relación con
las ciencias y, especialmente, con las naturales. No sólo se dedicaban a estudiarlas
personalmente, sino que también invertían
grandes esfuerzos en fomentarlas como
«ciencias útiles»12 para el bienestar del
país y de sus súbditos13. Una tradición,
imbuida por el espíritu de la Ilustración,
que había iniciado Francisco Esteban de
Lorena (1708-1765)14, para florecer más
tarde bajo su hijo, el gran duque Pedro
Leopoldo (1747-1792)15, y que a la larga se
reflejaría asimismo en la actitud del padre
de Luis Salvador.
Leopoldo II, quien sentía un vivo interés por la física, estudió ya de muy joven
la obra de Galileo Galilei, preparó una
edición en 16 tomos de sus obras completas16 y amplió el Museo di Fisica e di
Storia Naturale17, fundado en Florencia por
Pedro Leopoldo. Su principal orgullo, sin
embargo, eran los congresos de científicos
italianos que se celebraban periódicamente desde 1839, que él había instaurado
con el objetivo específico «di acrescere il
patrimonio del sapere a vantaggio della
vita sociale»18. Leopoldo, un soberano que
no sólo se veía como un mecenas de las
ciencias, sino también de los estudiosos
–independientemente de sus opiniones
políticas–, llevó a cabo una completa renovación de las universidades y escuelas
superiores toscanas, que contemplaba la
introducción de nuevas cátedras y, por primera vez en su historia, la asignación de un
sueldo fijo a sus titulares. Por último, fue
también Leopoldo II quien financió, junto
con Francia, la expedición a Egipto y Nubia
dirigida por Jean François Champollion
(1790-1832), en la que se reunió un botín
arqueológico y una excelente documentación gráfica19 que constituirían al cabo
de poco tiempo el fondo fundacional del
Museo Egipcio de Florencia20.
Leopoldo valoraba, además, que la propia familia participara en la acumulación
y multiplicación del saber y, con este fin,
mandaba elaborar planes de estudio para
sus hijos, siguiendo el modelo educativo
que Pedro Leopoldo había concebido para
sus descendientes. Pero eso, tal como se
desprende de la copiosa correspondencia
que mantenía con Luis Salvador21, no le
impidió implicarse personalmente en la
educción de su hijo Luigi, quien, ya a la
edad de ocho años, aspiraba a «arricchire
sempre meglio il mio piccolo Museo»22, y a
los catorce, siguiendo el ejemplo paterno23,
a trasladar al papel, por primera vez, sus
observaciones de viaje24.
Así pues, con este entorno familiar, no es de
extrañar que Luis Salvador se inclinara desde
su más temprana edad por las ciencias naturales y que, una vez el concluido el programa
educativo en palacio, expresara el deseo de
proseguir sus estudios en la universidad.
A principios de verano de 1865, Leopoldo II informó debidamente a su sobrino, el
emperador Francisco José I25, de los planes
de estudio de su hijo, a quien aseguraba
que Luis Salvador «se ha mostrado siempre
muy aplicado» y que sus padres, en todo
caso, «a menudo tienen que refrenarle de
dedicarse excesivamente al trabajo durante periodos muy prolongados», pues «su
salud26 empezaba a resentirse de ello»27.
Francisco José accedió a los deseos de
Luis Salvador y encomendó al «profesor
universitario Schier, de Praga», a quien
mandó llamar a Viena con esta finalidad,
que «elaborase un plan de estudios que
cubriera la filosofía y la ética del derecho».
También le encargó que «propusiera los
profesores más idóneos de la Universidad
de Praga para las distintas materias». Lo
único que a Francisco José no le parecía
«nada apropiado» para un miembro de la
casa imperial era «la asistencia a las lecciones públicas normales». Por ello, Luis
Salvador debería recibir clases particulares
Textos en castellano
en palacio y acudir a las aulas únicamente
en aquellas ocasiones «en las que, con el
fin de realizar algún experimento, haya que
utilizar instrumentos y otros recursos educativos que no sean de fácil transporte».28
El plan de estudios de cinco años formulado por Johann Nepomuk Schier (18231879)29, que además de las asignaturas
de leyes30 y filosofía31, también incluía las
de ciencias naturales, contó con la plena
aprobación tanto de Leopoldo como de
Sforza. Luis Salvador, sin embargo, propuso
que, «a fin de aprovechar al máximo el
tiempo», del primero al cuarto curso se
incidiera asimismo en la zoología, la botánica, la geología y la mineralogía, mientras
que el último curso, ya exento de clases, lo
pudiera dedicar a la ampliación y el perfeccionamiento de las materias estudiadas32.
En otoño de 1885, Luis Salvador inició
sus estudios en Praga33. Llevó a cabo sus
«estudios predilectos»34 con Friedrich
von Stein (1818-1885) 35, entomólogo y
catedrático de zoología; Vincenz Franz
Kosteletzky (1801-1887) 36, médico, botánico y catedrático de botánica medicinal
y farmacéutica; Victor von Zepharovich
(1830-1890) 37, geólogo, mineralogista y
catedrático de mineralogía; y Wilhelm
Matzka (1798-1891)38, matemático y catedrático de matemáticas39.
Otra parte de sus estudios, que más tarde
resultaría determinante para su obra, era
la formación artística complementaria, que
recibió del rector de la Academia de Praga de
Artes Plásticas, Antonín Lhota (1812-1905)40,
historiador y pintor de iglesias, así como
representante del Romanticismo histórico.
Durante sus años de universitario, Luis
Salvador también realizó numerosos viajes, que beneficiaban su salud y complementaban las clases teóricas, en los que
pudo conocer la diversidad del mundo
mediterráneo y tomó la decisión, ya en
ese entonces, de dedicarse en el futuro a
la exploración y la descripción de la cuenca mediterránea.
En 1868 publicó su primer libro, las Excursions artistiques dans la Vénetie et le Littoral, en la editorial Heinrich Mercy de Praga,
y aquel mismo año y en la misma editorial,
un segundo volumen más breve titulado
Süden und Norden (Sur y norte). A diferencia de la primera obra sobre Venecia, que
se centraba mayormente en la descripción
de lugares de interés artístico e histórico, en
este trabajo, basado en las observaciones
de sendos viajes a Helgoland y a España,
ya se revelaba claramente la inclinación del
autor por las ciencias naturales41.
En aquellos años, Luis Salvador incorporó asimismo Dalmacia a sus itinerarios.
Desde su primera visita, en 1864, recorrió
varias veces las costas meridionales del
Adriático oriental y tenía intención de
dedicar una detallada descripción a Dalmacia42. En su «avidità di completare meglio
possibile il suo lungo lavoro sopra quell’interessante paese», en palabras de Sforza43,
Luis Salvador planeaba una estancia más
prolongada en Dalmacia en 1867, que al
final se vio impedida por un brote de cólera44. Al buscar un destino alternativo, su
elección recayó en las islas Baleares.
Esta decisión resultaría determinante
para el futuro de Luis Salvador, en todos
los sentidos. Pues, si bien el archiduque
Fernando Maximiliano (1832-1867), poco
impresionado por su visita a Mallorca y Menorca en mayo de 1852, opinaba que «las
Baleares están ahora en decadencia y no
queda nada que recuerde aquella época de
esplendor y poderío en la que eran conocidas como Reino de Mallorca»45, el archipiélago, con sus gentes y su cultura, cautivó de
tal manera a Luis Salvador que tomó enseguida la determinación de dar a conocer
estas islas a un público mucho más extenso
a través de una minuciosa descripción.
Como resultado de esta primera estancia y, en cierta medida también, como
subproducto de los incipientes estudios
topográficos y estadísticos que arrancaban en esa época, Luis Salvador publicó
dos años más tarde Beitrag zur Kenntnis
der Coleopteren-Fauna der Balearen (Contribución al conocimiento de los coleópteros de las Baleares). Esta obra surgió de
su propia colección de escarabajos y obedecía a la «necesidad de indagar más a
fondo en la flora y fauna de las islas en el
marco de su representación topográfica».
Esto le llevó a «tener que ocuparse de la
clasificación e identificación del material
recogido»46, una tarea que confió al entomólogo alemán Ludwig W. Schaufuss
(1833-1890)47, quien ya conocía bastante
bien las Baleares como consecuencia de
sus viajes en busca de especímenes.
En 1869 apareció por fin el primer
tomo de la obra Die Balearen in Wort
und Bild geschildert (Las Baleares descritas en palabras e imágenes), que llegaría
a abarcar siete volúmenes y con la que
dio inicio a toda una serie de obras de
magnitud casi enciclopédica.
En su afán por dirigir la atención del
público hacia islas y segmentos del litoral
mediterráneo hasta entonces poco apreciados, o incluso completamente desco-
nocidos, mediante crónicas de viajes y
amplias monografías, Luis Salvador publicó
a lo largo de 45 años en torno a unas 50
obras, a menudo de varios tomos, sobre
Alborán, las Columbretes, Giglio, Ustica,
las islas Lípari, el Kvarner, Dalmacia, las
islas Jónicas (Paxos, Antipaxos, Léucade,
Ítaca, Zacint), Parga, Santorini, el golfo de
Corinto, Chipre y la costa norteafricana
(Ramleh, cerca de Alejandría, las Sirtas, Túnez, Bizerta y Bugía), en las que se interesó
especialmente por la cultura árabe48 y cuya
influencia estudió asimismo en las Baleares
y las Eolias. A pesar de no pertenecer al
ámbito mediterráneo, aunque surgidas de
la misma motivación viajera, cabe incluir
aquí también, a fin de que la lista sea completa, las descripciones que Luis Salvador
realizó de San Francisco y Tasmania49.
En 1878, incluso antes de publicarse
en toda su extensión, Die Balearen fue
galardonada en la Exposición Universal
de París50. «Se trata, ciertamente, de una
obra incomparable, en virtud de su bella
presentación y de su valor geográfico,
etnográfico, estadístico y artístico» eran los
elogiosos términos que le dedicaba Julio
Verne (1828-1905). Opinaba, incluso, que
«no hace falta viajar hasta ellas» porque
sería mucho más provechoso leer «el minucioso y solvente texto» y admirar «sus
coloristas ilustraciones, vistas, esbozos,
planos y mapas»51.
Llevar a cabo una obra de este calibre
exigía, a todas luces, ¡un buen método!
Y es precisamente este método lo que
hace destacar a Luis Salvador como creador
científico. Le distingue de una forma esencial de aquellos diletantes ambiciosos que
buscaban un entretenimiento «elitista», así
como de aquellos cronistas de viajes que
tanto abundaban entre la aristocracia y
que se contentaban con unas descripciones
más bien estereotipadas que no perseguían
ningún otro objetivo más elevado.
Desde el inicio de sus estudios, Luis
Salvador fue un apasionado del trabajo
de campo, un método que llegaría a ser
decisivo para su obra. De hecho, ya de muy
joven ideó un instrumento concebido especialmente para sus proyectos. Su origen
familiar y su educación estaban profundamente arraigados en la descripción histórica, topográfica y etnográfica de los países,
así como en las elevaciones del terreno
tan preciadas y desarrolladas durante el
absolutismo y la Ilustración52. Siguiendo el
ejemplo del cameralismo y de su habitual
sistema de encuestas53 sobre el estado de
cosas del país y sus habitantes, confeccio-
279
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
nó las Tabulae Ludovicianae: unas tablas
hechas a medida para el mundo mediterráneo54, en tres idiomas –alemán, francés e
italiano–, que incorporaban todos los datos
topográficos e históricos de una región, los
cuales solicitaba, con el máximo de detalle
posible, a los expertos y especialistas locales, y que le habían de servir de base para
la elaboración de sus obras.
Las Tabulae, que por cuestiones prácticas publicó él mismo en Praga en 1869,
constituyen un compendio impresionante
de 100 páginas de gran formato (DIN A3).
Estas páginas, repartidas entre una «sección
general» y otra «especial», abarcan más de
100 capítulos bajo las rúbricas de topografía, ciencias naturales, historia, población,
cultura, economía y administración55.
Convencido de que no se podía disponer
nunca de demasiados datos56, Luis Salvador se afanaba en recogerlos de tantas y
tan variadas fuentes como podía, y por
ello no se limitaba únicamente a los datos
recopilados mediante las Tabulae, sino que
también recurría a los archivos de investigación y estudios bibliográficos con el fin
de documentar sus obras. Por encima de
todo, sin embargo, lo que hacía era viajar
y explorar por sí mismo los territorios y las
islas que había decidido investigar y normalmente pasaba en ellos una larga temporada, inmerso en el trabajo de campo57.
Observaba la naturaleza, la vida y el día
a día de la población, y conversaba con los
lugareños, cuya lengua se esforzaba siempre en aprender; les formulaba preguntas
sobre temas concretos y tomaba notas de
todo aquello que veía y vivía de primera
mano. Paralelamente, trazaba esbozos y
dibujos que más tarde le servirían para
ilustrar58 sus libros.
En su concepción de las obras, ocupaba un lugar destacado el «principio de
palabra e imagen»59, que él aplicaba a
las descripciones de la vida campesina,
artesana y doméstica, y que trataban de
las actividades, los edificios y talleres, las
herramientas y los productos: consignaba
siempre las designaciones que se utilizaban en cada lugar y las explicaba con toda
claridad mediante ilustraciones.
«Con frecuencia he confiado más en el
lápiz que en la pluma y, por ello, me he
esforzado en ilustrar, con un gran número
de imágenes y de la forma más fiel posible,
tanto el carácter campesino como los monumentos artísticos de cada isla, además
de la vida doméstica, los trajes típicos y las
costumbres de los isleños», escribía Luis
Salvador en el prólogo de la obra abreviada
2 80
en dos tomos de Die Balearen in Wort und
Bild geschildert60, siguiendo así el principio
que con tanta elocuencia había formulado
Denis Diderot (1713-1784) en los volúmenes de láminas de la Encyclopédie ou
Dictionnaire raisonné des sciences, des arts
et des métiers: sin la representación gráfica, que de un solo vistazo puede explicar
mucho más que toda una página de texto,
¡hasta la obra de consulta mejor redactada
resultaría imprecisa y poco clara en sus
explicaciones!61
Luis Salvador no sólo conocía, sin lugar
a dudas, la Enciclopedia de Diderot,62 sino
que aparentemente también le sirvió de
estímulo para la concepción de sus imágenes. Su actitud en este sentido hace del
todo patente que adoptó el modelo de
Diderot, tanto en la composición gráfica
como en la forma de representar las distintas actividades y funciones63.
El «principio de palabra e imagen»64 de
Luis Salvador también parece digno de
mencionar en el marco del método de las
«palabras y cosas»65, que se desarrolló66
paralelamente y que seguía el mismo principio por lo que concierne a la investigación del origen, la historia y el significado
de las palabras y las cosas. Hugo Schuchardt (1842-1927), romanista, y Rudolf
Meringer (1859-1931), indoeuropeísta,
representantes destacados de la corriente
de «palabras y cosas»67, habían iniciado
una labor de unificación de la investigación etnográfica y etimológica en 1869,
simultáneamente con la publicación de las
Tabulae y un año antes de la aparición del
primer tomo de Die Balearen in Wort und
Bild. Mientras que la investigación etimológica se había centrado hasta entonces en la
derivación puramente lingüística de las palabras, Schuchardt proponía ahora estudiar
también la variación en las designaciones
de las cosas, puesto que la «relación de las
personas con las cosas cambia de un lugar
a otro» y, junto «con ésta», también cambian «sus nombres». De ahí derivaba «la
obligación de añadir imágenes a las palabras» con el fin de «ofrecer así una etimología ilustrada»68. Una obligación que Luis
Salvador también se aplicaba en cumplir
en sus descripciones gráficas de utensilios
domésticos, herramientas, aparejos y otros
elementos análogos, si bien, en realidad,
nunca había tenido contacto alguno con
Schuchardt y Meringer69. En este sentido,
por ejemplo, incluyó en su ponencia Voci
di origine araba nella lingua delle Baleari70,
que presentó en el XII Congreso de Orientalistas de Florencia (1911), un sencillo
dibujo para explicar claramente el concepto de «alfarda», un término utilizado por
los carpinteros de la construcción.
Este vínculo entre la etnografía y la lingüística, un elemento71 constante en las
descripciones de Luis Salvador, caracteriza
asimismo dos obras dedicadas especialmente a esta labor: las Zärtlichkeits-Ausdrücke und Koseworte in der Friulanischen
Sprache (Expresiones de ternura y apelativos cariñosos en la lengua friulana) y las
Rondayes de Mallorca, una colección de 54
textos procedentes de rondallas, cuentos
tradicionales e «historias verdaderas» (Fets
y Cuatre Mots), que Luis Salvador, con la
colaboración de Antoni Penya, hijo del
escritor mallorquín Pere d‘Alcàntara Penya
i Nicolau (1823-1906), reunió en todos los
pueblos de la isla y «transcribía textualmente, tal como salían de la boca del pueblo», sin pulir estilísticamente la lengua oral
ni sustituirla con la «más correcta» y «más
pura lengua común de Aragón»72. Las Rondayes de Mallorca, que llevaban indicaciones geográficas del origen de cada relato,
anotaciones sobre el trasfondo histórico,
la función de los cuentos y explicaciones
de determinadas expresiones, aparecieron
en 1895, mucho antes de que el lingüista
catalán Antoni Griera i Gaja (1887-1973)73
hubiese empezado a trabajar en su Atlas
lingüístic de Catalunya74 (1912). Así pues,
constituyeron la primera publicación, a la
vez que una recopilación de fuentes, de la
variante mallorquina del catalán75.
Consciente de la importancia de la lengua espontánea, «de la boca del pueblo»,
para la investigación lingüística y etnográfica, publicó dos décadas más tarde las
Expresiones de ternura y apelativos cariñosos en la lengua friulana76. Con motivo de
una larga estancia en Görz77, Luis Salvador
recordaba que 40 años antes, en Muggia,
aún había oído hablar el friulano en el ámbito familiar, pero que desde entonces su
esfera de uso se había reducido cada vez
más y algunos incluso habían abandonado
la lengua materna.78
Con el fin de preservar y revitalizar el
friulano, que él, naturalmente y de forma
acertada, consideraba una lengua de pleno
derecho y no un dialecto79, había reunido,
con la ayuda de los friulanos Ugo Pellis
(1882-1943)80 y Dolfo Zorzut (1891-1960)81,
una extensa colección de «expresiones de
ternura y apelativos cariñosos» entre «madres e hijos», así como entre «amantes».
Las expresiones se ordenaron por criterios
semánticos y la gran mayoría82 se reproducían con todo su contexto verbal. De este
Textos en castellano
modo, el lector no sólo recibía una introducción a la lengua y los modismos de los
friulanos, sino también a sus costumbres y
usos cotidianos83.
Con la obra ilustrada Trachten aus den
Bergen und Inseln der Adria (Trajes típicos
de las montañas y las islas del Adriático),
Luis Salvador perseguía el mismo objetivo.
Al igual que había querido plasmar en
papel las rondallas de Mallorca, «antes
de que el viento homogeneizador de la
cultura lo haya arrasado todo», le parecía
de máxima urgencia documentar «aquello
que está desapareciendo», también «en
aquella parte de la costa se extiende desde
Quarnero hasta el norte de Albania y que
se reparte entre Croacia, Herzegovina y
Albania». Se esforzaba por «conservar»,
ni que fuera en imágenes, «la variedad de
sus trajes», tan singulares como «quizás
en ningún otro país europeo», pero que se
desvanecía «paulatinamente»84.
No se limitó, sin embargo, a la mera
representación de los trajes y quienes los
vestían, sino que los presentaba siempre
en su entorno típico y acompañaba cada
imagen de un breve texto que explicaba
sus circunstancias de vida.
Luis Salvador era perfectamente consciente de que el cambio cultural y la
modernización conllevaban a menudo la
pérdida de la cultura popular85. Por ello,
documentar el patrimonio cultural heredado, y a la vez preservarlo en «palabras
e imágenes», era para él una tarea de la
máxima importancia.
La misma motivación le llevó, además, a
fundar dos pequeños museos.
Inspirado por las Exposiciones Universales y otros grandes acontecimientos de
esta índole, que él visitaba con pasión86,
en 1888 decidió instalar en su finca mallorquina de Son Moragues el Museo Agrícola
Balear Industrial, que pretendía ofrecer
al público, especialmente a los visitantes
foráneos, una visión general «de los productos de esta isla y de sus fabricantes».
El museo contenía una sección dedicada
especialmente a la etnografía, en la que se
exhibían «los trajes y objetos típicos de sus
habitantes»87. Se lanzó un llamamiento a
toda la población para que aportase objetos de exposición al fondo del museo. Al
final, el Museo Balear se alojó en un espacio mucho más reducido del que se había
previsto inicialmente. A pesar de ello, se
convirtió en un lugar de visita obligada
para los viajeros, quienes encontraban los
«aposentos» del primer piso de la casa
señorial «repletos de muebles y enseres
mallorquines, todo tipo de objetos prehistóricos, productos industriales viejos y
nuevos (como las grandes ánforas de Felanitx con sus agrietadas ornamentaciones
de filigrana y aves de fábula), así como una
bonita colección de pintura mallorquina
contemporánea»88.
Siete años más tarde, en 1895, Luis
Salvador compró en Prerau del Elba (Přerov nad Labem)89 la casa del herrero del
pueblo, un edificio de 1736, para instalar
en ella un museo de usos y costumbres a
ejemplo del «Museo Skansen»90, inaugurado en Estocolmo en 1891 con el fin de
preservar los estilos de construcción de
las casas rurales y los talleres de los oficios tradicionales. Con esta iniciativa puso
la primera piedra del museo al aire libre
Skanzen de Přerov, que aún hoy existe y
en el que se pueden contemplar diversos
tipos de construcciones históricas91.
En este contexto, no podemos dejar
de mencionar también las colecciones
arqueológicas y de historia natural de Luis
Salvador, que instalaba en sus residencias
y otros espacios más reducidos, incluso a
bordo de sus yates de vapor92.
Las colecciones más extensas se hallaban en el castillo de Brandeis, en Bohemia.
En los documentos sobre el legado de
Luis Salvador tras su muerte en 1915 se habla del «mirador» del llamado «laboratorio
del difunto archiduque», que contiene
«una espléndida colección de mariposas,
escarabajos, insectos y conchas marinas en
estado impecable».
Un «cocodrilo disecado», por otro lado,
se había hecho un hueco en otra sala,
dentro de una urna de vidrio, y en el pasillo y algunas habitaciones del segundo piso
se podían contemplar cajas con minerales
y plantas marinas, especímenes disecados
de reptiles, pájaros y animales exóticos, así
como varios esqueletos de animales93.
La colección arqueológica, en cambio,
fue calificada como un «museo de vestigios arqueológicos» en toda regla, con
un valor estimado de 10.000 coronas, y
estaba dispuesta en vitrinas también en el
segundo piso. Actualmente se exhibe casi
íntegra, con un total de 526 referencias de
inventario, en la sección de antigüedades
del Museo Nacional de Praga94.
A diferencia de la colección arqueológica, de la de historia natural apenas
llegaron al Museo Nacional algunas aves
disecadas95 y cuatro cajitas que contenían
principalmente ejemplares de especies
exóticas de escarabajos96.
En las fincas mallorquinas de Luis Sal-
vador también se hallan objetos de colección de diversa naturaleza, como en Son
Marroig, que acoge un surtido de unas 80
piezas que destaca sobre todo por su colección de ánforas griegas97. (FIG 26)
Luis Salvador no sólo conservaba la arqueología en vitrinas, sino también, siempre fiel a su método, en «palabras e imágenes». Junto con sus cuidadas descripciones
e ilustraciones de vestigios arquitectónicos
(FIG 27) del Mediterráneo –sobre todo de
los territorios norteafricanos98–, las que
se consideran más destacadas son precisamente las de las construcciones megalíticas de Mallorca y Menorca, pues Luis
Salvador fue el primero en incorporar a su
obra sobre las Baleares, de forma sistemática e ilustrando su estado actual, todas las
construcciones de piedra seca conocidas
en la época (talayots, taulas y navetas) de
la cultura talayótica y pretalayótica99. (FIG
28) Y eso en una época (1870-1890) en
la que la arqueología apenas empezaba a
practicarse como disciplina científica independiente. Con el debido reconocimiento
se expresaba Emil Cartailhac (1845-1921),
uno de los fundadores y principales protagonistas de la incipiente investigación
prehistórica en Francia100, sobre «ce grand
et magnifique ouvrage», en la que «les
monuments primitifs tiennent leur bonne
place»101, y sobre los que él mismo publicó
un extenso tratado en 1892102. Y Ferdinand
von Hochstetter (1829-1884)103, director
del Museo Imperial Real de Historia Natural de Viena y presidente de la Comisión
Prehistórica, creada por iniciativa suya,
de la Academia Imperial de las Ciencias
(1878), se sentía «tan agradecido por las
interesantes observaciones sobre los túmulos de las Baleares» que se atrevía a formular la petición de si «Su Alteza Real no
se dejaría interesar por reunir sus observaciones y experiencias sobre estos túmulos
en una monografía especial, con el fin de
darlas a conocer a nuestra Sociedad Antropológica»104. Al mismo tiempo, deseaba
instar a Luis Salvador a llevar a cabo nuevas investigaciones en la costa marroquí,
donde seguramente «encontraría numerosos túmulos antiguos que todavía no se
han estudiado»105. Una propuesta que, a
pesar de no seguirla Luis Salvador, repitió
dos años más tarde acerca de Bosnia106.
Luis Salvador no era excavador y todo
indica que no se sentía especialmente
llamado al estudio sistemático de yacimientos arqueológicos. Pero en su afán por
alcanzar la máxima competencia, invitó a
los arqueólogos clásicos Botti y Dörpfeld a
28 1
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
colaborar en sus obras.
Así pues, le pidió a Giuseppe Botti
(1852-1903), el primer director que tuvo el
Museo de la Antigüedad Grecorromana de
Alejandría, fundado en 1892, que escribiera un tratamiento detallado de la historia
antigua y la arqueología del delta del Nilo107
para su libro Ramleh als Winteraufenthalt
(Ramleh como balneario de invierno)108. Y
Wilhelm Dörpfeld (1853-1940), arquitecto y
arqueólogo alemán, colaborador y sucesor
de Heinrich Schliemann en Troya, aportó
un informe de sus excavaciones en las islas
Jónicas de Léucade (Lafkáda) e Ítaca (Itháki)
en la obra Wintertage auf Ithaka (Días de invierno en Ítaca)109. Con motivo de la disputa
científica provocada por el descubrimiento
de Troya en torno a la identificación del
lugar de nacimiento de Odiseo, para el que
Dörpfeld había propuesto la isla de Léucade,
Luis Salvador incluyó en su obra Días de
invierno en Ítaca un capítulo titulado Archäologische Plaudereien und
geschichtliche Winke (Charlas arqueológicas
y pistas históricas), en el que no sólo exponía sus reflexiones personales sobre este
tema, sino, por encima de todo, los resultados más recientes de las investigaciones
de Dörpfeld, junto con un breve apartado
extraído de su teoría sobre Léucade. Sin
embargo, y a pesar de «todo mi respeto por
el saber de Dörpfeld», tenía que discrepar
de esta teoría, pero aun así la quería dar a
conocer al lector para que éste «la valore de
acuerdo con su propio criterio»110.
Con todo, la colaboración de investigadores y estudiosos de primer orden no se
limitaba al ámbito de la arqueología. Desde el principio, Luis Salvador quería incluir
en sus obras, más allá de los resultados
obtenidos mediante las Tabulae, aportaciones o artículos independientes de reconocidos especialistas, sobre todo del campo
de las ciencias naturales. Y tal y como ya
había podido contar con la colaboración de
Schaufuss para su breve volumen sobre los
coleópteros, también más tarde consiguió
que expertos de las más variadas disciplinas contribuyeran a su trabajo.
Entre ellos se contaban Antonio Borzi
(1852-1921), catedrático de botánica en
las Universidades de Messina y Palermo,
quien había elaborado un catálogo de las
plantas autóctonas de Ustica111; el botánico, prehistoriador y director del Museo de
Historia Natural de Trieste durante largos
años, Carlo Marchesetti (1850-1926),
el cual elaboró un índice de la flora de
Ramleh, junto a Alejandría112; Friedrich
Becke (1855-1935), titular de la cátedra de
2 82
mineralogía y petrografía de las Universidades de Praga y Viena y, posteriormente,
secretario general de la Academia Imperial de las Ciencias, quien aportó textos y
análisis de rocas113 a varias obras de Luis
Salvador, en calidad de especialista en roca
volcánica y óptica mineral; Ludwig Ganglbauer (1856-1912), entomólogo del Museo
Imperial Real de Historia Natural de Viena,
quien llevó a cabo la identificación de los
insectos recogidos en las Columbretes114;
y Theodor Fuchs (1842-1925), director de
la sección de geología y paleontología del
Museo Imperial Real y que estudiaba la
formación geológica de la costa de Alejandría115. Cabe mencionar asimismo a Giovanni Pitrè (1841-1916), fundador del Museo Etnográfico de Palermo (1910), quien
adquirió fama con su obra de 25 tomos,
Biblioteca delle tradizioni popolari siciliani,
y, en calidad de «eminente conocedor del
pueblo siciliano», ofreció valiosas aportaciones a Luis Salvador para la descripción
de Ustica y las islas Lípari116.
No menos dignos de mención son también Édouard-Alfred Martel (1859-1938),
fundador de la espeleología moderna, y
Friedrich Will, viajero conocedor de las Baleares y entomólogo aficionado. En 1896,
Luis Salvador encomendó a Martel la exploración científica de las cuevas del Drac
en Mallorca117, que Will ya había explorado
en 1880 y había confeccionado un primer
plano de este sistema subterráneo, que no
sólo sirvió a Luis Salvador en la obra sobre
las Baleares, sino que también sería útil a
Martel en su profunda exploración118. En el
caso de Martel, quien en 1901, de nuevo por
encargo de Luis Salvador, exploraría otras dos
cuevas en Mallorca119, la colaboración no fue
unidireccional. Luis Salvador, a invitación de
Martel, participó en la creación en París de
la Société de Spéléologie120 en 1894, además
de colaborar en la publicación Spelunca, para
la que escribió dos artículos sobre cuevas de
Mallorca y Formentera121.
Una circunstancia que también guarda
relación con la reputación de Luis Salvador
como científico, una reputación que se
hace patente en la larga lista de venerables
academias y sociedades científicas que
lo acogieron como miembro honorario,
así como en las numerosas distinciones
internacionales que le fueron otorgadas122.
«Una multitud de ideales sostiene la vida
humana, ¡y feliz aquél que los puede mantener hasta el crepúsculo de sus días!»123,
una sentencia de Luis Salvador que se aplicaba a sí mismo. Hasta el fin de sus días124
se mantuvo fiel a su credo ilustrado de
transmisión del conocimiento y se esforzó
infatigablemente para acercar a un público
más extenso aquello que era poco conocido o completamente desconocido, o que
se encontraba incluso en vías de desaparecer, y todo ello en «palabras e imágenes».
Sus obras no han perdido vigencia hasta
el día de hoy, muy al contrario: en esta
época nuestra, marcada por un ritmo trepidante y transformaciones constantes,
constituyen más que nunca una copiosa
fuente para trabajos futuros en los ámbitos
de la cultura y las ciencias naturales.
Notas
Todas las citas utilizadas reproducen
textualmente el habla, la ortografía y la
gramática del original.
2
«Menichina» Domenica Sforza Lazzoni
(1856-1881) era hija del hermano de
Eugenio Sforza, Lodovico. Un dato obtenido por cortesía de Corrado Giunti,
Montignoso.
3
Luis Salvador se había instalado en San
Rocco de Muggia en otoño de 1876. Allí
pasó casi todos los meses de verano
durante cuatro décadas. Mader (1998).
4
En esta región sopla a menudo el
«bora», un viento huracanado de norte
nordeste, que puede llegar a alcanzar
velocidades de 200 km/h.
5
Citado según Giunti (2009, pág. 40).
6
Citado según Giunti (2009, pág. 41).
7
Para una biografía de Eugenio Sforza,
natural de Montignoso, Massa Carrara
(Toscana) véase Giunti (2009, pág. 3133) y Sforza (2000, pág. 105).
8
Giunti (2009, pág. 45, nota 6).
9
Giunti (2009, pág. 32).
10
El programa elaborado por el Cavalliere
Antinori abarca casi 60 páginas. Además
del estudio de lenguas y literatura, filosofía, economía, historia de las religiones,
psicología, lógica y teoría moral, contemplaba asimismo instrucción en anatomía,
botánica, mineralogía, geología, cristalografía, química, física y astronomía (NA
Praha, RAT, Leopold II. sign. 214).
11
El gran ducado de Toscana se anexionó
a Austria en 1737. Francisco Esteban
de Lorena, el futuro emperador romanogermánico Francisco I, recibió la
herencia íntegra de los Medici y asumió
la regencia como gran duque de Toscana
(1737-1765). Con la introducción de la
secundogenitura, serían los segundos
hijos los que heredaran el trono del gran
ducado: Pedro Leopoldo (1765-1790),
Fernando III (1791-1799 y 1814-1824)
1
Textos en castellano
y finalmente Leopoldo II (1824), bajo el
cual el dominio austríaco de Toscana llegó a su fin, en 1859, a consecuencia de
las aspiraciones italianas de unificación.
12
Wandruszka (1965, vol. II, pág. 54s.).
13
Respecto a las actividades científicas
de los «toscanos», véase Wandruszka
(1962, pág. 355-364) y Wandruszka
(1965); Pesendorfer (1987a, b); Mader
(2002a, pág. 20-25).
14
Francisco Esteban de Lorena, el futuro
emperador romanogermánico Francisco
I (1745) procedía de Lorena, que bajo su
padre, el duque Leopoldo José (16791729), era considerado un país modélico
de la Ilustración. Mader (2002, pág. 20).
15
Sobre la vida y obra de Pedro Leopoldo,
el futuro emperador Leopoldo II (1790),
véase Wandruszka (1965).
16
La recopilación de textos fue publicada
por Eugenio Albéri (1807-1878) bajo el
título de Le opere complete di Galileio
Galilei (1842-1856).
17
La llamada «Tribuna», una galería de
honor dedicada a Galilei, fue una iniciativa de Leopoldo II, y en ella se exponen
instrumentos del científico.
18
Pesendorfer (1987b, pág. 227).
19
Participaron en la expedición el egiptólogo y catedrático de lenguas orientales
pisano, Hippolito Rosellini (1800-1843) y
el botánico Giuseppe Raddi (1770-1829),
además de tres pintores y dibujantes.
Mader (2002a, pág. 24s.).
20
Mader (2002a, pág. 24s.).
21
Véase también la correspondencia entre
Leopoldo II y Luis Salvador (NA Praha,
RAT, Ludvik Salvator).
22
NA Praha, RAT, Ludvik Salvator, Ludwig
Salvator – Leopold II., Firenze Palazzo
Reale 22.11.1855.
23
Pesendorfer (1987, pág. 54s.).
24
Mader (2002a, pág. 27s.).
25
Francisco José no sólo era emperador, sino también el jefe de la familia
Habsburgo y, como tal, todas las decisiones familiares debían someterse a
su aprobación.
26
Parece que el estado de salud de Luis
Salvador había empeorado debido al
cambio de clima que supuso el traslado
de Toscana a Bohemia, y por ello los
médicos le recetaron baños de mar en el
Adriático.
27
NA Praha, RAT, Leopold II. sign. 217,
Leopold II. - Franz Joseph I., Brandeis
21.06.1865.
28
NA Praha, RAT, Leopold II. sign. 217,
Franz Joseph I. – Leopold II., Laxenburg
11.06.1865.
J. N. Schier era catedrático de derecho
constitucional y derecho administrativo
austríacos en la Universidad Imperial
Real Carlos Fernando de Praga. Manual
(1868, pág. 401).
30
En la formación jurídica, además de
Schier, también participó Antonín von
Randa (1834-1914), catedrático de derecho civil, mercantil y comercial austríacos. Mader (2002a, pág. 30).
31
Luis Salvador recibió clases de filosofía
de Johann Heinrich Löwe (1808-1892),
catedrático de filosofía y, unos años más
tarde, rector de la Universidad de Praga.
Löwe era seguidor del «gunterianismo
temperado» y escribió, entre otros, un
Manual de lógica (1881). Su obra más
importante, sin embargo, es el estudio
sobre Die Philosophie Fichte‘s nach dem
Gesammtergebnisse ihrer Entwicklung
und in ihrem Verhältnisse zu Kant und
Spinoza (La filosofía de Fichte según los
resultados globales de su desarrollo y su
relación con Kant y Spinoza) (1862). ÖBL
(1972, pág. 288); Mader (2002a, pág. 30).
32
NA Praha, RAT, Leopold II. sign. 217,
Leopold II.- Franz Joseph I., Brandeis
21.06.1865.
33
La situación política cerraba las puertas
a Luis Salvador para cursar estudios
en las universidades toscanas. Puesto
que la familia vivía en Bohemia desde
1859, donde residían, primero en el
castillo de Schlackenwerth (Ostrov) en
Karlsbad (Karlovy Vary), que pertenecía
a la familia desde los tiempos del gran
duque Fernando III, y a partir de 1860
en el castillo de Brandeis (Brandýs nad
Labem), la cercana Praga parecía el lugar idóneo para cursar sus estudios. En
Praga, Luis Salvador vivió en el palacio
Kinsky, en la Ronda del Casco Antiguo
(Staroměstské náměstí).
34
Citado según Mader (2002a, pág. 30).
35
Friedrich Johann Philipp Emil von Stein
nació en Prusia, estudió ciencias naturales y medicina en Berlín y se doctoró
en 1848 con una tesis sobre anatomía
y fisiología comparadas de los insectos.
Después del cargo de custodio del Museo Zoológico de la Universidad de Berlín, en 1850 fue nombrado catedrático
de zoología y botánica en la Academia
Sajona de Agricultura y Silvicultura de
Tharandt y en 1855 obtuvo la cátedra
de zoología de la Universidad de Praga,
donde escribió su obra principal, Der
Organismus der Infusionsthiere, nach
eigenen Forschungen in systematischer
Reihenfolge bearbeitet (El organismo de
29
los protozoos según una investigación
propia y ordenados de forma sistemática). .. en 4 tomos (1859). Era considerado un profesor excepcional, recorrió
en viajes de investigación y recolección
Asia Menor, Grecia, Dalmacia y Rumanía
y publicó numerosos textos sobre insectos. Wurzbach (1879, pág. 27-31); ÖBL
(2008, pág. 150).
36
Kosteletzky nació en Brno, estudió medicina en Praga y acto seguido inició su
carrera académica como asistente de
Johann Christian Mikan (1769-1844),
titular de la cátedra de botánica de la
facultad de medicina. Cuando Mikan
se jubiló (1831), Kosteletzky le sucedió
en el cargo y cuatro años más tarde fue
nombrado catedrático de botánica médica y farmacéutica (1834). Publicó poco,
pero sus méritos se encontraban en la
docencia, el cuidado del jardín botánico
y, por encima de todo, en su visión penetrante y sistemática, gracias a la cual
dejó una huella en la nomenclatura,
que en algunos casos se sigue utilizando
hasta hoy. ÖBL (1974, pág. 280) y ÖBL
(1967, pág. 154).
37
Victor Leopold von Zepharovich nació
en Viena, donde cursó el bachillerato en
el Schottengymnasium y después emprendió estudios de derecho. Su principal
interés, sin embargo, radicaba en la geología y la mineralogía, motivo por el que
en 1849 se matriculó en el último curso
que impartiría Wilhelm von Haidinger
(1795-1871) en el Museo Imperial Real de
Montañas (un organismo de docencia e
investigación para funcionarios forestales
y oyentes especialmente interesados, así
como un precursor del Instituto Imperial
Real de Geología). Tras diplomarse en
la Academia de Montaña de Schemnitz
(Banská Štiavnica, Eslovaquia) entró al
servicio del Instituto Imperial de Geología
de Viena, en el que ocupaba un cargo que
denominaban geólogo de sección (18521857). En 1857 se incorporó a la Universidad de Cracovia como profesor de mineralogía, en 1861, con la misma función,
en Graz y en 1864, a la Universidad Carlos
Fernando de Praga, donde permaneció
hasta el final de su vida y fue presidente
del gabinete mineralógico. Escribió numerosos artículos sobre mineralogía y
cristalografía y publicó Mineralogisches
Lexikon für das Kaiserthum Oesterreich
(Enciclopedia mineralógica del imperio
austríaco) (1859, 1873, 1893) en tres
tomos. Wurzbach (1890, pág. 326-328);
Exel (2006, pág. 173-194).
28 3
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Wilhelm Matzka era natural de Moravia, estudió filosofía y matemáticas en
Praga (1817-1819), y después, mientras
cumplía el servicio militar en Viena,
asistió a clases de astronomía científica y
práctica, matemáticas superiores, física
y mineralogía, y estudió tecnología en el
Polytechnikum, que más tarde devendría
la Escuela Técnica Superior. En 1843 se
doctoró en Olmütz. La labor docente
que inició durante el servicio militar,
como profesor de matemáticas, le llevó
después al Instituto Filosófico de Tarnow
y, de allí, a Praga, donde fue nombrado
catedrático de matemática elemental y
geometría práctica del Polytechnikum.
Al año siguiente obtuvo la cátedra de
matemáticas en la Universidad de Praga,
donde enseñaba álgebra y matemáticas superiores con especial atención
al cálculo diferencial e integral y sus
aplicaciones geométricas y físicas. Otros
temas importantes de sus clases eran la
estereometría y la planimetría, así como
la geometría analítica, la trigonometría
esférica y sus aplicaciones a la geografía
y la astronomía. Wurzbach (1867, pág.
126-128); Chocholová y Stoll (2011, pág.
225-232).
39
Mader (2002a, pág. 30).
40
Vollmer (1929, pág. 179s.).
41
Luis Salvador hablaba en ella del «canto
de sirenas» de España, que ilustraba
con la vida exuberante y la animada
actividad de Valencia, de la naturaleza
«y de la inmensidad infinita del mar»
visto desde Helgoland, donde él mismo
había «recorrido palmo a palmo hasta el
último rincón de cada pequeño islote».
Citado de Mader (2002a, pág. 28).
42
Sobre el proyecto de Luis Salvador para
una obra sobre Dalmacia, véase Mader
(2000, pág. 335).
43
NA Praha, RAT, Leopold II., Eugenio Sforza – Leopold II., Prag 15.07.1867.
44
Mader (2002a, pág. 31) .
45
Fernando Maximiliano (1867, pág. 80).
46
Luis Salvador (1869, pág. 3).
47
L.W. Schaufuss, farmacéutico de
formación, siguió su pasión por las
ciencias naturales. Se especializó en
entomología, emprendió largos viajes
de investigación y recolección de especímenes, llevó a cabo extensos estudios
y, después de una serie de artículos
para diversas revistas, en 1866 publicó
una Monographie der Scydmaeniden
Central- und Südamerika’s (Monografía
de los coleópteros de América Central y
del Sur). El mismo año se doctoró por la
38
284
Universidad de Leipzig. Sobre la intensa
actividad de investigación y publicación
de Schaufuss véase: Index Litteraturae
entomologicae Serie II, tomo 4 (S-Z), Berlín: 1968, pág. 34-36: Schaufuss, Ludwig
Wilhelm.
Schaufuss, quien amasó una fortuna considerable como comerciante de especímenes naturales, fundó en 1876, en Oberblasewitz, junto a Dresden, el Museum
Ludwig Salvator, dedicado a la historia
natural, la etnografía y la prehistoria,
que contaba con una galería de pintura
anexa, a la que también acudían las escuelas para complementar las clases de
arte. Nekrolog (1891, pág. 213-217).
48
Véase la ponencia sobre arabismos que
Luis Salvador presentó en el XII Congreso
de Orientalistas de Florencia en 1901 y
sus observaciones en Las Islas Lípari.
49
Luis Salvador financiaba sus obras, que
normalmente aparecían de forma anónima en tiradas de 1.000 ejemplares. Las
distribuía de forma gratuita a institutos
universitarios, bibliotecas, museos,
sociedades científicas, estudiosos y colaboradores, así como entre sus círculos
de amigos y familiares. Algunas obras se
publicaron más tarde en nuevas ediciones, con su permiso y mención del autor,
en la editorial Leo Woerl de Leipzig.
Las dos obras sobre Los Ángeles (1878) y
Tasmania (1886) fueron fruto de su visita
a las Exposiciones Universales de Filadelfia (1876) y Melbourne (1881), y fueron
concebidas como información y estímulo
para posibles emigrantes.
50
En 1875 Luis Salvador recibió la distinción más elevada del Congreso de
Geógrafos de París, seguida en 1878 por
la medalla de oro de la Exposición Universal y en 1881, durante la Esposizione
Geografica Internazionale que tuvo lugar
en Venecia, la Sociedad Geográfica Imperial Real de Viena recibió el Diploma
de Honor de 1ª Clase por la presentación
de Die Balearen y otras obras de viajes.
51
Verne (o. J., pág. 91); Mader
(2006/2007, 261s.). En este mismo espíritu, Verne recurrió a las descripciones
de Luis Salvador en su novela Clovis
Dardentor, situada en parte en Mallorca
(París 1896).
52
De éstas se pueden hallar, por ejemplo,
la obra en varios tomos y profusamente ilustrada Die Ehre des Herzogthums
Crain (El honor del ducado de Crain)
(Laybach 1869) del erudito, dibujante y
topógrafo Johann Weichard Valvasors
(1641-1693), en la biblioteca del casti-
llo de Brandeis, propiedad del legado
de Leopoldo II y Luis Salvador. Mader
(2007/2007, pág. 262, nota 2).
53
El archiduque Juan (1782-1859), igualmente hijo de la línea toscana y tío tatarabuelo de Luis Salvador, también utilizó
este sistema de encuestas a comienzos
del s. XIX para el estudio estadístico del
centro de Austria, para el que confeccionó un borrador en el que él mismo
formulaba una serie de preguntas, sobre
todo de carácter etnográfico. Katschnig-Fasch (1982, pág. 363-366).
54
Por ejemplo, plantas especiales que allí
crecían y sus usos, pesca, salinas, construcción de navíos y navegación, etc.
Véase Mader (2009a, pág. 109-121).
55
Para una lista completa de rúbricas,
véase: Luis Salvador (1868); y para una
abreviada, Mader (2006/2007, pág.
264s.).
56
Así lo manifestaba Luis Salvador en una
carta al entomólogo y estudioso de
los moluscos Francesc Cardona i Orfila
(1833-1892), de Mahón (Menorca). Trias
Mercant (2001, pág. 31).
57
Las más veces a bordo de sus dos yates
a vapor NIXE, que no sólo le servían de
medio de transporte, sino también de
sala de estudio en el mar. Mader (2002a,
pág. 49-59) y Mader (2005a).
58
Los dibujos a pluma que Luis Salvador realizaba in situ se reproducían mayormente
en forma de xilografía, y no fue hasta las
obras que vinieron más tarde que se reprodujeron directamente de los originales.
Mader (2006a, pág. 295, nota 6).
59
Mader (2006a, pág. 297).
60
Luis Salvador (1897, pág. I). Esta edición
publicada por Leo Woerl es una nueva
versión sin cambios en lo esencial (aunque sin ilustraciones en color ni material
estadístico), pero mucho más manejable, al ser de tan sólo dos tomos, que la
lujosa edición en siete tomos aparecida
inicialmente en la editorial Brockhaus de
Leipzig (1869-1884).
61
Carnevali (2002, pág. XIX); Mader
(2002a, pág. 32s.).
62
El bisabuelo de Luis Salvador, el gran
duque Pedro Leopoldo, no sólo aprobó
la publicación de la tercera edición de
la Encyclopédie en Livorno (1770-1780),
sino que también le prestó su apoyo
económico, motivo por el que le fue dedicada en agradecimiento. Wandruszka
(1965, pág. 280s.).
63
Mader (2006a, pág. 295-297).
64
Mader (2006a, pág. 297-300)
con ejemplos.
Textos en castellano
Rudolf Meringer ofrece la siguiente
definición de «cosas»: «Por cosas no entendemos solamente los objetos físicos,
sino también los pensamientos, las concepciones y las instituciones que hallan
expresión en alguna palabra». Meringer
(1909, vol. I, pág. 1).
66
Mader (2006a, pág. 301).
67
Sobre la historia del principio de investigación de «palabras y cosas» véase
Meringer (1909); Moser (1992) y Schmidt-Wiegand (1992).
68
Schuchardt cita según Lochner-Hüttenbach (1992, pág. 78).
69
En el transcurso de mis investigaciones
sobre Luis Salvador, no he podido hallar
hasta la fecha ninguna referencia a tales
contactos.
70
Tras una breve introducción histórica
sigue un «Dizionaretto», un catálogo
de 223 arabismos con indicación de las
etimologías respectivas.
71
Véase, por ejemplo, la reproducción de
cuentos en Ustica (Luis Salvador 1898,
36-48) o las canciones y dichos populares en las obras sobre las islas Jónicas.
72
Citado según la introducción a la edición
alemana, aparecida un año después de
la versión original. Luis Salvador (1896,
pág. IX).
73
Antoni Griera i Gaja, por otra parte,
también se contaba entre los colaboradores de «palabras y cosas». Lochner
von Hüttenbach (1992, pág. 67).
74
Atlas Lingüístic de Catalunya, 8.vol.
Abadía de Montserrat, etc. 1923-1964.
Goebl (1992, pág. 269).
75
Para una comparación del mallorquín y el
catalán, véase: «Externe Sprachgeschichte und Katalanisch: Areallinguistik». En:
Lexikon der Romanischen Linguistik (LRL),
vol. V., Tübingen 1991, 232s. y 243s.
Para la recepción coetánea de las rondallas mallorquinas por parte del prestigioso fisiólogo y antropólogo Paolo Mantegazza (1831- 1910), véase Mader (2006a,
pág. 311s. y nota 51). La recopilación de
rondallas de Luis Salvador aparece también en el tomo 8 de Enzyklopädie des
Märchens. Handwörterbuch zur historischen und vergleichenden Erzählforschung. Berlín-Nueva York 1996, columna
1246-1248.
76
Luis Salvador (1915, pág. 3-26).
77
Con el estallido de la I Guerra Mundial,
Luis Salvador tuvo que abandonar, por
motivos de seguridad, su residencia de
San Rocco (Muggia), cerca de Trieste, y
permaneció durante casi un año en Görz
(actualmente Gorizia, Italia), donde,
65
además del italiano, se hablaba también
alemán, esloveno y friulano. Mader
(1998, pág. 159s.); Coronini-Cronberg
(1891, pág. 162s.).
78
Luis Salvador (1915, pág. 7).
79
Luis Salvador ofrece una introducción,
acorde al estado más avanzado de la
filología románica de la época, en la que
sitúa el lugar del friulano entre las lenguas románicas, cita a Ascoli y Gartner,
explica los términos «ladino» y «retorromano», e incluso señala algunas de sus
semejanzas con el catalán. Luis Salvador
(1915, pág. 3-6, 8).
80
Ugo Pellis, a la sazón profesor de secundaria en Trieste, fue conocido más
tarde principalmente como iniciador y
presidente de la Società filologica friulana y colaborador del Atlante linguistico
italiano, que no llegó a publicarse nunca.
Se servía de fotografías para captar en
imágenes los objetos de las costumbres
cotidianas de Friuli y dejó un extenso
archivo fotográfico. Ellero y Zannier
(1999).
81
Dolfo Zorzut, en ese entonces aún
estudiante, años más tarde, ya como
profesor, estudiaría a fondo el friulano,
además de llevar a cabo estudios etnográficos y recoger cuentos populares.
82
La excepción son 28 palabras del habla
infantil, los llamados «sonidos balbuceantes».
83
Mader (2006a, pág. 305-307).
Para la significación moderna de la obra,
véase Elwert (1986).
La recopilación de Luis Salvador de expresiones de ternura y apelativos cariñosos
se incluyó asimismo en el Nuovo Pirona,
considerado el diccionario normativo del
friulano. Véase Il nuovo Pirona. Vocabolario Friulano, Udine: 1935, XXVIII.
84
Luis Salvador (1904, pág. III).
85
Lo consciente que era de esto se hace
patente en la gran atención que le dedica en las Tabulae Ludovicianae. En torno
a un cuarto de todas las entradas hacen
referencia a áreas de estudio de la etnografía y cuestiones lingüísticas estrechamente relacionadas con ella.
86
Luis Salvador visitó a lo largo de su vida
al menos 30 de estas exposiciones. Véase también Mader (2002b y 2005b) y
Luis Salvador (1911).
87
March Cencillo (1998, pág. 242s.)
88
Bürger (1924, pág. 247) menciona concretamente que entre las pinturas, además de
paisajes, había también «tipos populares
y cuadros que hacen referencia a las costumbres, como por ejemplo los ‚tambori-
leros rojos‘ del municipio de Palma».
El castillo de Prerau pertenecía al dominio de Brandeis del Elba, que Luis Salvador heredó de su padre en 1870.
90
El «Museo Skansen» se montó siguiendo
el modelo de los pueblos etnográficos
habituales en las Exposiciones Universales de la época, y constituyó la primera
exposición al aire libre de casas rurales
y talleres que se habían trasladado allí.
Mader (2006a, pág. 313, nota 59).
91
Hrabĕtova (2002).
92
Mader (2006b, pág. 88s.).
93
ÖStA, HHStA, OMaA III/B 224, 509 Brandeis; Mader (2006b, pág. 89).
94
ÖStA, HHStA, OMaA III/B 224, 509;
Mader (2006b, pág. 89) y Mader
(2006/2007, pág. 271); Svobodová (1994
y 2002).
95
Sobre la recuperación posterior de
otros ejemplares de la colección ornitológica de Luis Salvador, véase Mader
(2006/2007, pág. 271).
96
Mader (2006/2007, pág. 271).
97
Trias (1993, pág. 273-284).
98
Véase Mader (2009b, pág. 94-110); Luis
Salvador (1873).
99
La cultura pretalayótica (1700-1300 a.
C.) fue sustituida por la cultura talayótica, que duró hasta la ocupación romana
de Mallorca (123 a. C.). Arrabu-Garriudo-Sastre (1998, pág. 24); Rosselló-Bordoy (1979).
100
Filip (1966, pág. 204).
101
Cartailhac (1892, pág. 10).
102
Cartailhac, quien desde su primera juventud ya había estudiado los dólmenes
de Aveyron, escribió Monuments primitifs des îles Baléares, en la que hacía
referencia a Luis Salvador.
103
Ferdinand von Hochstetter era geólogo y
mineralogista y desempeñó un gran papel
en el desarrollo de la investigación prehistórica en Austria. Para su trayectoria y
obra sobre la prehistoria, véase Andrian
(1884, pág. [78]-[82]); Mader (2015).
104
ÖStA, HHStA, Ludwig Salvator K6, Konv.
1, Hochstetter-Ludwig Salvator, Wien
04.12.1877.
105
ÖStA, HHStA, Ludwig Salvator K6, Konv.
1, Hochstetter-Ludwig Salvator, Wien
14.11.1877.
106
ÖStA, HHStA, Ludwig Salvator K6, Konv.
1, Hochstetter- Ludwig Salvator, Wien Oberdöbling 04.05.1879.
107
Luis Salvador (1900, pág. 103-148).
108
Luis Salvador (1900).
109
Luis Salvador (1905, pág. 301-310).
110
Luis Salvador (1905, pág. 301).
111
Luis Salvador (1898, pág. 3-26).
89
28 5
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Luis Salvador (1900, pág. 25-28).
Mader (2002a, pág. 35).
114
Luis Salvador (1995b, pág. 93-109).
115
Luis Salvador (1900, pág. 16s.)
116
Mader (2006a, pág. 312); Luis Salvador
(1893, pág. IV).
117
Sobre la relación de amistad y colaboración entre É. A. Martel y Luis Salvador,
véase Mader (1994) y Mader (1997).
118
Mader (2005c, pág. 61-70 y figuras 4, 5).
Will es, además, un ejemplo de la constante disposición de Luis Salvador de
fomentar y brindar apoyo a investigaciones de todo género. Véase Mader
(2005c) y Mader (2002a, pág. 43-44).
119
En 1901, Martel exploró otras dos cuevas en Mallorca, la cueva del Pirata y la
cueva del Pont. Martel (1903, pág. 333).
120
Mader (1999, pág. 314s.).
121
Luis Salvador (1898, pág. 83s.) y Luis
Salvador (1899, pág. 75s.).
Sobre el interés de Luis Salvador por la espeleología, que siempre hallaba un lugar
en sus obras, véase Mader (2001, pág.
156-179) y Mader (2003, pág. 289-298).
122
Sobre los títulos honoríficos y distinciones otorgados a Luis Salvador, véase
Mader (2002a, pág. 18).
123
Luis Salvador (1896, vol. 7, Stromboli pág. 9).
124
Después de las Expresiones de ternura,
publicadas en 1915, apareció la última
obra de Luis Salvador, ya de forma póstuma en 1916, sobre las Auslug- und
Wachttürme Mallorcas (Atalayas y torres
de vigilancia en Mallorca). Para un índice
de obras de Luis Salvador, véase Farolfi
(1972-1973, pág. 373-391).
112
113
Espejos del Archiduque
José Carlos Llop
Las personas que derivan en mito popular dejan de tener biografía para tener
leyenda y la leyenda nunca viaja sola. La
leyenda es una suma de leyendas y en el
mito popular, suplantan a la vida. Unas y
otra se parecen a veces e incluso puede
darse que leyenda y vida sean intercambiables. Sólo depende de la capacidad mitómana del sujeto que las encarna y de los
rastros que haya dejado en la construcción
de su propio mito.
Pero lo que sí oculta la leyenda es la
intimidad. La leyenda hace de la intimidad
un bien de dominio público y para ello
acaba inventándosela, en la seguridad de
que esa invención es más cierta que su
reverso: la realidad. Algo así ha pasado en
2 86
Mallorca con el archiduque de Austria Luis
Salvador Habsburgo-Lorena, cuya intimidad pública está ligada al sexo –perdón,
al amor– y consumada en piedra en sus
dos extremos: la estatua de Vyborny en
Miramar y la estatua de Catalina Homar
en Son Moragues. Las estatuas se erigen
para ser contempladas, pero también para
no perder en el tiempo el original que las
provocó, aunque la réplica –como hace la
leyenda con la vida– acabe suplantándolo.
Se trate de un acomodado joven checo o
de una payesa mediterránea. Digamos,
pues, que en la construcción del mito, la
intimidad –el rostro frente al espejo– es lo
primero que se pierde. Como en las estatuas al aire libre.
Paul Valéry decía que la piel era el órgano
más profundo del hombre e intimidad y
deseo suelen alimentarse una en otro y al
revés. Pero cuando tuve acceso a los escritos íntimos del archiduque Luis Salvador
–alguno de ellos claramente pornográficos–
ninguno me desveló tanto su interior como
otros escritos de tan públicos, publicados.
La personalidad del Archiduque es polimorfa y de gran potencia, pero nunca es tan
real –en contraposición, precisamente, al
mito– que al escribir sobre lo que más ama:
el mar, los árboles y plantas, y la tierra. Y de
cada uno de ellos dejó su particular visión.
Del primero, su libro más poético y personal: Somnis d’estiu ran de mar. Sobre los
segundos, Canciones de los árboles. Ensueños de invierno en mi jardín de Ramleh.
Respecto a la tercera –la tierra– pienso que
su libro-epitafio, Catalina Homar, posee
gran carga simbólica: nos habla –hablándonos no tanto de ella como de lo que la
rodea–, de una mujer que cuida, gobierna y
vigila la tierra que él amó y eligió para vivir,
simbolizada en su finca S’Estaca.
A Somnis d’estiu ran de mar se podría
añadir Naufragio o sueño de una noche de
verano, tan shakespeariano su subtítulo,
que trata del hundimiento frente a las
costas argelinas de su primer yate Nixe.
También ese libro trata del mar. O mejor
aún: trata de su casa en el mar y de la
pérdida de esa casa en el mar y a causa del
mar. El Nixe –o «la» Nixe, según se le trate
de yate o goleta– fue un autorretrato del
archiduque Luis Salvador, pero en él nunca
estaba solo y además, ya me ocupé hace
treinta años de ese libro, prologándolo y
anotándolo en su primera edición española (Miquel Font, editor). Por ambas razones
lo descarto aquí.
Hay más y están en el tiempo. Las
coordinadas temporales del archiduque
ensimismado. Catalina Homar se publica
en 1905, un año después de su muerte.
Somnis d’estiu… –escrito originalmente en
mallorquín o catalán de Mallorca– aparece
en 1912. Y Canciones de los árboles lo hace
en 1914. Cuando Luis Salvador de Austria
los escribe, todo su corpus científico y
geográfico –decenas de gruesos tomos y
distintos opúsculos– ya ha sido publicado.
Su obra, digamos que enciclopédica, está
acabada. Salvo el libro dedicado a Ítaca,
sólo escribirá dos obras mayores más y
ambas locales: la dedicada a los castillos
de la isla y la monografía sobre Portopí.
Lo demás es obra menor en extensión y
volumen. Y sobre ella destacan, con una
presencia sentimental infrecuente y cierta
voluntad testamentaria –inconsciente o
no– Catalina…, Somnis… y Canciones… En
cambio, Naufragio… es un libro del siglo
anterior, escrito cuando su autor tenía cuarenta y cinco años y aún estaba en plena
plenitud, a mano todas sus máscaras.
Porque si nos fijamos un poco más
en las mencionadas fechas de edición
podemos asegurar que en 1905 –diez
años antes de su fallecimiento y cercano
a cumplir los sesenta– ha comenzado,
acompañando al nuevo siglo, la decadencia del príncipe austríaco. Que en 1912,
«s’Arxiduc» o «el Archiduque» –término
genérico que en la isla es concreto: sólo
tenemos éste y sólo éste fue nuestro y así
lo determina el artículo que lo precede–
ya tiene muchos síntomas de la gravedad
de su estado. Y en 1914, año en que
estalla la guerra que destruirá el Imperio
austrohúngaro y en el que Luis Salvador
abandona Mallorca definitivamente,
sólo faltan meses para que muera en el
sombrío castillo de Brandeis. Su última
paradoja: su estrella se apaga con el imperio del que había escapado y donde el
Destino le tenía reservado un palco para
asistir a su fin y ser él, también, fin en sí
mismo. Fin de sí, fin del imperio y fin de
su imperio, tejido en el Mediterráneo y
afincado en Mallorca. Todo eso pesa en
la escritura, por feliz o elusiva que sea
esa escritura. Todo eso pesa a la hora
de apuntar: yo he sido éste que aquí se
muestra y no sólo –o no aquél a– quien
vosotros veíais.
Sabemos, y es tradición y verdad y leyenda al mismo tiempo, quién era aquel
Arxiduc a quienes los otros veían: hay
versiones para todos los gustos y en un
hombre de su potencia y versatilidad es
más que probable que todas, o casi todas,
sean ciertas. Las nuevas se quedan en eso,
Textos en castellano
en nuevas y efímeras. A lo largo del tiempo
continuará vivo el enciclopedista diletante, el romántico epigonal, el déspota, el
amante y tantos otros Arxiducs que arraigaron en la isla como la isla arraigó en él.
Aunque el egocentrismo insular nos haga
olvidar –o simplemente desconocer– a ese
otro Archiduque que también amó Lípari,
Ramleh, Abbazia y otros lugares donde se
afincó y sobre los que escribió y dibujó, o
mandó escribir y mandó dibujar. Lugares
que forman parte, precisamente, del carácter polimorfo de Luis Salvador y de su
necesidad de extender el espejo donde
contemplarse a través de una sola lente:
el mar Mediterráneo, con el Nixe –o los
Nixes– surcándolo bajo su mando. Si Mallorca pudo más, no fue sólo por el paisaje
sino por el dominio a la sombra de la figura
de Ramon Llull, de quien el archiduque Luis
Salvador pudo considerarse una especie de
albacea intelectual. El territorio Llull, cuyo
origen fue Miramar y la Escuela de Lenguas
Orientales, fue ampliado con la compra
de una finca tras otra hasta convertirse en
el territorio archiducal y así quedar por
siempre jamás en la cultura popular. Tan
es así que se bromea seriamente con el
término «nuevo archiduque» cada vez que
algún hombre de fortuna –sea actor de
Hollywood o empresario de éxito– se establece en la zona. La persona convertida en
arquetipo: otro rasgo del mito.
Pero volvamos a la intimidad sublimada
o el elán vital bergsoniano. Escucho, mientras escribo estas líneas, la Sexta Sinfonía
de Beethoven o la fascinación del artista
romántico y centroeuropeo frente al esplendor de la naturaleza. Algo de eso –y
muy profundo– hay en el archiduque Luis
Salvador cuando escribe sobre el mar, los
árboles o la mujer a la que amó. Su mar,
sus árboles, su servidora hecha amante,
no lo olvidemos: los posesivos, en el Archiduque, son esenciales. Cuando percibía o
consideraba que lo suyo estaba dejando de
serlo, el castigo era cruel: pienso en Mateo
Obrador abandonado al hambre y el frío
venecianos, en la ira contra el capitán que
hundió el Nixe, en la ausencia fría y callada
a la que condenó a Catalina Homar, en
las tinieblas exteriores a las que arrojó al
preceptor francés… Y hay más, pero aquí y
ahora no importan: en su decadencia pudo
ver cómo aquello que dominaba se le destejía entre las manos, y la oscura humedad
de Brandeis no fue más que otro espejo:
el de su putrefacción, paralela, ya dije, a la
del Imperio austrohúngaro. ¡Quiero ver a
mi emperador! gritaba el personaje rothia-
no de La marcha Radetzky.
Pero sigo bajo los acordes de la Sexta de
Beethoven, no en el concierto de Primero
de Año en Viena. La caudalosa obra del
archiduque Luis Salvador al frente de un
equipo de especialistas –que van cambiando según el lugar que se estudia– abarca
las ciencias naturales, la etnología, la
historia y el paisaje, pero tiene su origen
en éste: en la pasión por la naturaleza y
en esa pasión reside un fondo de carácter
narcisista que procede del Romanticismo.
«Nada sino la naturaleza es equiparable a
mí, nada sino la naturaleza puede conmigo, nada sino la naturaleza es mi verdadera
compañía y yo así lo celebro». No son
palabras del Archiduque pero podrían serlo
y lo son. Su felicidad infantil en los jardines
del palazzo Pitti consistió en un remedo
del barón rampante avant la lettre o de
Tarzán antes del cine. El niño Luis Salvador
tenía su refugio en uno de los árboles de
aquellos jardines y con él convivían y jugaban unos cuantos monos que fueron su
primera tribu. O los súbditos de su primer
imperio. Luego reproduciría aquí y allá el
mismo esquema que en el paraíso perdido.
También en Mallorca; o más que en ningún
sitio, en Mallorca.
Al final de Canciones de los árboles,
Luis Salvador habla de su soledad, mientras piensa en amigos queridos que ya
no están. Y dice que los hombres, en
su madurez, «se muestran más como
deberían ser que como son» y que ese
«fallo, que también se comete en la juventud, sin ser motivo de rechazo», en la
madurez «se contempla como algo separador» y eso hace que «a los hombres
les resulte más difícil conocerse unos a
otros». «El afecto –continúa– se forma
más lentamente, necesita más tiempo
y por eso hace falta que pasen años,
incluso décadas, antes de poder afirmar
que se conoce a otra persona. A veces se
ha caminado toda la vida uno al lado del
otro, sin conocerse mutuamente…»
Son las meditaciones de un solitario al
final de su vida. Un solitario acompañado,
un solitario rodeado de sus cortesanos,
que lo fueron porque habían sido elegidos
por él para serlo. Y esas meditaciones surgen con el pretexto de la diferente música
entre el árbol solo y el acompañado. Para
después añadir que en los árboles tres
son los estados de ánimo en función del
momento del día: por la mañana, la calma;
al mediodía, el triunfo; a puesta de sol, la
sensación de totalidad. ¿Un autorretrato?
«Pero las ignotas tinieblas se acercan,
cubriendo por completo a la Naturaleza»,
concluye. ¿Habla de la noche o de su noche particular?: 1914, falta poco para el
asesinato de otro archiduque en Sarajevo
y Luis Salvador de Austria intuye lo que se
acerca: lo contempla en su propio cuerpo,
que se está desmoronando como se desmorona el imperio.
Pero antes de llegar a este pasaje –situado casi al final del libro– nos habla, como
si fuera un poeta japonés, del sonido de
las hojas de los árboles, «de escucharlo
atentamente y saber descifrarlo». Y dice:
«si el árbol está solo es cuando susurra
sus melodías más dulces y, en cierto modo
vierte su propia alma». Esto es, también,
la escritura: esa soledad. Y de esa soledad
nos habla s’Arxiduc en estos tres libros.
Que escribió solo, como un personaje del
pintor Friedrich frente al paisaje, no como
un enciclopedista de gabinete al frente de
un equipo de colaboradores.
Las palmeras suenan como órganos; el
susurro de los naranjos es semejante al
zumbido de las abejas; la copa de los olivos
entona canciones clásicas; el laurel es un
arpa y es una flauta, según el viento; el
algarrobo tiene un estruendo casi metálico; el murmullo de los plátanos recuerda el
barullo y los tumultos populares; el rumor
del poderoso ramaje del roble tiene algo
de guerrero; el tilo suena a oración de la
tarde; la vida, a rusticidad báquica; los
chopos, al vuelo de una mariposa; y «por
encima de todo destaca la sinfonía de los
bambúes. A veces susurran algo parecido a
las palabras de amor; que parecen caricias
prolongadas, sin fin. Pero otras veces gimen, llorando de miedo, deshaciéndose en
lágrimas hasta gritar de desesperación, sobre todo en las horas nocturnas». Y aquí es
el romántico otra vez quien habla: el que
necesita el espejo de la naturaleza no sólo
para contemplarse sino para comprenderse. El sonido de los árboles es el eco de
sus propios sonidos interiores y a través de
ellos puede por fin explicarse. Y acaba con
un apunte que puede asimilarse a su forma
de entender el trabajo intelectual –que en
su caso, repito, deriva de la pasión romántica– realizado durante tantos años por
todo el Mediterráneo en compañía de sus
colaboradores: «además de su propia música, los árboles tienen también auténticos
conciertos de orquestas a las que invitan
y dan sombra. Me refiero a los numerosos
grupos de pájaros que se posan en ellos.
Precisamente, aquellos árboles aislados
que se encuentran sobre un lugar algo
elevado tienen para las aves una especial
28 7
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
atracción. Al igual que una grande y espaciosa sala, donde los unos se encuentran
con los otros y todos rivalizan en cantos.
Allí sus voces se funden en una sola, lo que
no ocurriría si se encontrasen diseminados
en distintos árboles».
«A veces yo meditaba de esta suerte…»,
acaba, y no hay que darle muchas vueltas
para entender el significado de ese árbol
aislado, sobre un lugar elevado y con una
especial atracción para las aves.
Si s’Arxiduc subtituló sus Canciones de
los árboles como Ensueños de invierno en
mi jardín de Ramleh, su libro sobre el mar
de Mallorca –su otro espejo– lo titula Somnis d’estiu ran de mar –«Sueños de verano
cerca del mar»– del mismo modo que su
libro sobre el naufragio del primer Nixe lo
subtituló Un sueño de una noche de verano. No deja de ser curioso que sus textos
más íntimos aludan a ese estado entre el
sueño y la ensoñación.
Llorenç Villalonga, en su novela Mort de
dama, hizo un chiste cruel sobre el mallorquín del archiduque Luis Salvador. En un
baile del Círculo, el príncipe austríaco le
dice a la dama con la que danza que le gusta su peste –o sea, que apesta–, para decirle que le gusta su perfume –o sea, que
huele muy bien–, pero cualquiera que lea
Somnis d’estiu ran de mar percibe no sólo
su voluntad de dominar la lengua de la
tierra que habita, sino su especial sensibilidad en hacerlo y también su afecto hacia
ella. Con la alegre fatalidad de que el mar
amado es adecuadamente nombrado en la
lengua que lo recrea. Y algo de esa alegría
desprende el catalán de Luis Salvador: la
alegría del dominio de una lengua nueva –
hay estudios que identifican esa sensación
en la misma zona del cerebro que el orgasmo– y el baño juguetón en ella, como uno
de esos delfines que tantas veces avistó
desde el Nixe. Somnis d’estiu ran de mar es
un libro de plenitud y al mismo tiempo un
libro donde la soledad es libertad. Como
siempre lo fue el mar para el nomadismo
del príncipe ilustrado.
El mar, alejado de libros y museos y de la
gente –escribe– que no necesita los pensamientos de los otros, de la gente para
la que la mejor escuela sería leer el gran
libro de la naturaleza. Y añade: «Molts
creuen que per acreditar la seua actividat
tenen que demostrarla sempre exteriorment, maldement no sía més que fent un
cigarret, però s’olviden de dirigir aquesta
actividat interiorment, procurant ennoblir
y perfeccionar el seu esser espiritual; en
mitj de sa confusió originada per s’actividat
2 88
exterior, olviden lo que está mes a prop
d’ells meteixos. La vida contemplativa es
ridiculisada com sa vida d’un malfaner, y
s’actividat més alta, que és s’ennoblirse a sí
mateix, es insultada» (sic).
Nada escapa a su mirada: flora y fauna,
geología y paisaje y clima, pero sobre todo,
Somnis d’estiu ran de mar, es un libro de
amor. O mejor: un libro que nos da la medida del amor –o las medidas del amor– en
el Archiduque. Como una canción y una
oda y una celebración. Sin fondo elegíaco
ni lamento por la pérdida. A menos de
cinco años de su muerte, Luis Salvador de
Austria escribe su libro más feliz y el agradecimiento por la vida se destila en todas
sus páginas. La decadencia aún no ha
vencido y sus primeras señales hacen que
s’Arxiduc se reafirme aún más en lo que
más amó. En lo que más ama: el mar. Pero
lo hace –y esto es curioso– desde la costa,
ran de mar, no a bordo del Nixe, en plena
travesía, no, sino desde la costa, como un
pescador de caña. Es el gran amor descrito desde las pequeñas cosas. «Algunes
roques submarines están verament encatifades de erissons… Com qui destaquen
amb son color violeta fosch, de ses roques
groguenques, quant están escampats aparenten com una pell de pantera extesa a
n’es fons de la mar» (sic). Y su frase final,
un aviso de lo que ha de venir o está ya y
de ahí la necesidad de reafirmarse en lo
que nunca falló: «després de sa tempestat
casi bé un no regoneix els llochs familiars»
(después de la tempestad, uno casi no
reconoce los lugares familiares).
A veces he pensado que Somnis d’estiu
ran de mar debería leerse como un epitafio. Feliz y pleno, pero epitafio: el que
el archiduque Luis Salvador quiso para sí
mismo. Sin concesiones a nada más. El que
no tendría en Brandeis, entre el eco de los
cañones, la humedad, la desolación, el frío
y las lluvias.
Como otro epitafio, aunque diferente
y muy contenido, es Catalina Homar.
Epitafio y revisión, cuando ella ya no está.
De los tres libros archiducales, éste es el
más antiguo. Cuando lo escribe, s’Arxiduc
tiene 57 años.
Realidad y leyenda nos sugieren que
es en este libro donde el archiduque Luis
Salvador podría haber escrito su particular
teoría del amor. Y que esa teoría, fruto de
su vitalidad romántica y gusto intelectual
por el espíritu ilustrado, más la práctica
del amor libre –siempre que él fuera el
timonel–, habría dado un pequeño tratado amoroso de gran interés, proyectado
sobre la figura de Catalina Homar, con el
trasfondo callado, quizá, de otras personas
deseadas. Tiene la edad, la experiencia, la
sabiduría y la posibilidad de hacerlo. Sin
embargo no lo hace. Hay más amor –tanto
en el sentido pasional como en la delicadeza o intensidad de sentimientos– en
Somnis… o en Ramleh…, que en Catalina
Homar. ¿Pudor? ¿Clasismo? ¿Cansancio?
¿Devolución de cosas y personas a su lugar
natural? ¿Ocultación de lo que a nadie ha
de incumbir en el futuro? Aquí no se trata
de si Catalina Homar amó, o no, al Archiduque, sino de cómo quiere el Archiduque
que se entienda su amor –o su afecto– por
la payesa valldemossina que le escribía
cartas, reclamándolo en su lecho con pétalos de rosa entre las sábanas, y que él
convirtió no tanto en «madona» como en
«senyora» de facto de su predio S’Estaca
y la llevó de viaje allí donde quiso: desde
Venecia y París hasta Jerusalén.
Catalina Homar es, sobre todo, el texto
de un señor agradecido a los cuidados de
una de sus sirvientes, poseedora de una
gracia especial, de una sensibilidad distinta
y de un hábil talento para dirigir personas,
tierras, cosechas y animales. Y en su momento, para seducirle y desde esa seducción hacerle compañía y aconsejarle. En el
fondo no es sino eso. Envuelto en una serie
de descripciones etnológicas –del cultivo
de la viña a la pesca o el contrabando– y
paisajísticas, que también son una forma de
retratarla a ella. La naturaleza, en el Archiduque, es la que aporta la pintura. El negativo, digamos, de la estatua blanca que le
dedicó y puso, años más tarde, en el centro
del jardín de Son Moragues. Pero poco más.
Cuando Catalina muere, Luis Salvador
lleva seis años sin visitarla. Por mucho que
ella se lo recuerda y solicita, el Archiduque
le escribe contándole algunas de las cosas
que ocurren a su alrededor, o hablándole
de su trabajo o preguntándole por el suyo,
pero no va más allá. Se habían despedido
frente a la luz gris de La Salute veneciana.
Ya muerta vuelve a hacérsela suya desde
Ramleh, y la sublima comparándola, por
ejemplo, con Sissí –lo que le costó un disgusto en Viena y la retirada del libro– o la
silencia a su gusto, entre algún que otro
arrebato sentimental y apuntes sobre su
bondad e inteligencia. Es a lo que está
acostumbrado: «Soplaba un frío viento
del noroeste, que azotaba lúgubremente
los penachos de las palmeras y en la playa
desgranaban las olas su triste ritmo. Mi
celda se me hizo insoportable. Veía a la
buena Catalina, con su mantilla y su cruz
Textos en castellano
sobre el pecho, yertos todos los rasgos de
su semblante. Todo lo veía como si estuviese presente, y fue la verdad… Encontró
la vida en su muerte, pero yo, deshecho y
con la emoción del dolor, me puse a escribir estas páginas que quiero terminar asegurando que sí es posible que exista sobre
la tierra otro corazón tan bueno como el
de Catalina, pero es imposible que lo haya
mejor». Aunque él ya hiciera un tiempo
largo que no frecuentara ese corazón y
escribiera ese comienzo en Ramleh, tan
lejos de S’Estaca.
Ahí vuelve a estar la pulsión archiducal
–tal vez pura necesidad neurótica– del control. En lo patrimonial, por educación; en lo
humano, por carácter. El niño que jugaba en
un árbol de los jardines Bóboli en Florencia,
rodeado de monos, es el mismo que en
medio de la naturaleza –sean árboles, mar,
o finca de viñedos– hace y deshace entre su
gente y rige su destino o –incluso– su manera de pasar a la historia o a la leyenda. Hasta
que también su gente se le escapa entre las
manos cuando ese control decae por debilidad, desinterés o cansancio.
El corpus de una obra literaria, científica o filosófica es siempre la proyección de
un individuo, su manera de interpretar el
mundo y una forma de interpretarse a sí
mismo. (Y al fondo de eso otra pulsión o
necesidad: la de hacerlo para mantenerse
vivo, o para vivir de la única manera que
se sabe). En el caso del archiduque Luis
Salvador Habsburgo-Lorena es monumental en los tres aspectos. Uno piensa
a veces –y he pensado mucho desde mi
adolescencia en s’Arxiduc, uno de los regalos que me ha hecho Valldemossa– en
cuántas vidas necesitaría un hombre, hoy
en día, para vivir y hacer todo lo que vivió
e hizo él. Y cuando pensamos que lo que
sabemos de su vida y obra en Mallorca, lo
reprodujo a su manera en otros paisajes,
lugares y casas del Mediterráneo, entonces esa vida –y su actividad intelectual
correspondiente– se multiplica ad infinitum y se adentra en lo desconocido. Para
descifrar ese desconocimiento están los
libros más íntimos y ensimismados de Luis
Salvador. No los escribió con este fin, pero
son su legado más desnudo. Allí donde
más cerca de él nos ha permitido estar,
por haber sentido la necesidad imperiosa
de que estuviéramos. Me refiero a sus lectores, claro. Aquellos que siempre supo
que se irían reproduciendo en el tiempo,
equidistantes del mito y de la leyenda.
Como el mar, los árboles o la figura de
Catalina Homar.
El parque del Archiduque,
bajo el sol latino
Gabriel Janer Manila
La relación del archiduque Luis Salvador
de Austria con la gente de letras de la Mallorca de la segunda mitad del siglo XIX fue
tan vigorosa como fértil. Entabló amistad
con los escritores más emblemáticos de
la época, los hombres y mujeres que iniciaron la recuperación del cultivo literario
del idioma, al tiempo que invocaban los
grandes nombres de la tradición y su obra,
en especial la figura de Ramon Llull, y les
animó a emprender una aventura que, a
pesar de que sentó las bases de la literatura moderna, aún no nos atrevemos a calificar como «resurgimiento».
Había llegado a la isla a principios de
septiembre de 1867, en el vapor Rey Don
Jaime II, procedente de Ibiza. Era joven
–tenía veinte años–, se ocultaba tras el
nombre de Ludwig, Graf von Neudorf, le
acompañaba un caballero de mediana
edad y un criado. Sin embargo, en aquel
viaje, poco antes de alcanzar las costas mallorquinas, conoció a otro viajero –Francisco Manuel de los Herreros– que desempeñaría un papel decisivo en su relación con
la isla, que le orientó en el conocimiento
y el estudio de los materiales etnológicos,
geográficos e históricos que el Archiduque
recopilaba para su gran obra Die Balearen,
y a su vez se convirtió en el administrador
de sus bienes. Fue a través de Herreros
que Luis Salvador estableció relaciones con
los escritores de la isla y con ellos participó
en las labores de dignificación del idioma.
Era joven y la tragedia había golpeado
duramente su corazón. «Llegaba a la isla
de los naranjos y del verde helvético –ha
escrito Miquel Dolç–, no como un príncipe
de leyenda fulgurante, sino como un náufrago, arrastrado por una corriente inexorable de catástrofe.» DOLÇ (1983:120) La
ciudad que se encontró era un lugar decadente, desordenado, «sin agua corriente,
desmadejada por el caos urbanístico, sin
gobierno y sin ambiciones, satisfecha de
su decadentismo […] tardes a caballo entre
dos luces, tedio invernal, largas noches
junto al brasero o la chimenea leyendo a
la luz de un quinqué, mezclando todo tipo
de documentos, intentando no perder el
pulso de los tiempos y la corriente de los
acontecimientos continentales, sin embargo tan lejanos, vistos desde la isla.» MELIÀ
(1968:17) No obstante, fue en este am-
biente cerrado de la ciudad mortecina en
la que hacia mediados de siglo un pequeño
grupo de hombres decidió imaginar que el
idioma del país podía ser un instrumento
magnífico para la literatura. Es cierto que
el lenguaje hablado en la isla se había
mantenido incontaminado, quizás debido
a su aislamiento, vivo como la plata, como
el agua que brota del nacimiento de una
fuente. El problema no radicaba en el
material con el que debían escribir, sino
en las dificultades derivadas de los condicionamientos sociológicos. El sucursalismo
provinciano y la marginalidad –llamémoslo
autoodio– se habían enquistado como un
estigma en el alma de los mallorquines
hasta el extremo de que los jóvenes que se
marchaban de la isla decididos a estudiar
fuera de Mallorca disimulaban su procedencia tanto como les era posible. Cuando
Pere d’A. Penya hizo públicas sus primeras
poesías, hacia 1835, la gente se rió de él.
Consideraban que la lengua de los mallorquines únicamente valía para provocar las
risas, porque era la adecuada para la gracia
burda y el divertimento vulgar. También se
burlaron de Marian Aguiló, al ver que
optaba por cultivar el idioma del país,
porque imperaba su descrédito entre la
buena sociedad.
Probablemente deberíamos fijar la atención en un punto especialmente atractivo
y enigmático a la vez: la abundancia de
apellidos xuetes (de origen judío) entre
los primeros miembros de la Renaixença.
Debemos citar los nombres de Tomàs
Aguiló i Cortès, de Tomàs Aguiló i Fuster,
de Tomàs Fortesa, de Jeroni Fortesa, de
Josep Tarongí, de Ramon Picó, de Marian
Aguiló..., y, al tiempo, referirnos al ardor
mesiánico con el que invistieron su tarea.
En una carta de presentación que escribía
Tomàs Aguiló i Fuster a Joaquim Rubió i
Ors (Lo Gaiter del Llobregat), en 1843, se
refería a su primo Marian Aguiló afirmando
que era el «Mesías de la poesía mallorquina» RUBIÓ I LLUCH (1903-1904:248).
Mientras tanto, clamaban por la lengua
que habían heredado «con misteriosas
esencias recibidas con la leche» OLIVER
(1948:395). La lengua, que brotaba viva del
pueblo, era asimilada por aquellos escritores tocados por un soplo de romanticismo
como un beneficio que recibían por vía
natural, a través de la leche materna. La
imagen procedía del camino de la propia
tradición. Un verso de la Oda a la Pàtria
de Bonaventura Carles Aribau explicita en
qué idioma había sonado su primer llanto «quan del mugró matern la dolça llet
28 9
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
bevia.» ARIBAU (1833:3). También, Jeroni
Rosselló había escrito «en ton bressol me
gronxares; / vull en tos braços morir»,
ROSSELLÓ (1920:484). En el caso de que no
pudiese ser a través de la leche materna,
el idioma se filtraba por medio de la leche
alquilada del ama de cría. Así fue para
Marian Aguiló, ya que «la madre no pudo
amamantar por sí sola a aquella criatura, y
el ama de cría que le escogieron, por una
coincidencia extraña, era una campesina
antigua, con el cuerpo y el alma sanos,
herida por el mal de la imaginación» OLIVER (1948:397). No obstante, ¿en qué
consistía el «mal de la imaginación»? Dice
que «sabía canciones, recordaba cuentos,
cantinelas y ocurrencias de picat. Cuando
empezaba a hilvanar historias de embrujos
y de reyes que tenían tres hijas… podías
escucharla horas interminables, porque
las contaba de maravilla. Aquella mujer,
excelente y sencilla, había recopilado poco
a poco el patrimonio de la sabiduría popular, y era un archivo viviente de la tradición
poética…» OLIVER (1948:397-398). También Pere d’A. Penya narra en un poema
titulado A ma llengua su relación amorosa
con el idioma a través de las canciones que
oyó cantar a su ama de cría campesina.
Fue el contacto precoz con la literatura de
transmisión oral que le contagió el gusto
por la expresión literaria y el amor por el
idioma de su pequeño país. Aún muchos
años más tarde, Maria Antònia Salvà escribía en su libro de recuerdos y añoranzas:
«Mi afición a los versos y a las canciones
casi podría decirse que me es innata. Mi
ama de cría –una campesina joven y robusta, apodada “Flauta”, para quien yo
no tenía defecto alguno– solía decir que,
cuando me destetó, ya sabía un sinfín de
canciones.» SALVÀ (1955:7). El idioma que
llegaba canalizado por medio de la leche
poseía el vigor de la naturaleza, el sabor
de la tierra. Ciertamente, hacia mitad de
siglo, durante el predominio del partido
moderado, se acentuó el provincianismo
y la castellanización, hasta el extremo de
que en 1855 se proyectó la publicación de
un diccionario mallorquín-castellano, con
el objetivo de conseguir la desaparición
«del dialecto mallorquín a lo menos en el
trato con las personas cultas». BALCELLS
(1980:328). A pesar de la persistente castellanización de la isla, «una minoría intelectual sintonizaba espontáneamente con
el movimiento cultural de la Renaixença»
BALCELLS (1980:329), cuya primera manifestación fue la publicación de la revista
semanal La Palma, entre 1840 y 1841,
290
dirigida por Antoni Montis, Tomàs Aguiló
y Josep M. Quadrado. Su trayectoria fue
breve, dado que únicamente se llegaron a
publicar treinta números. Mas «de aquella
revista redactada íntegramente en castellano, nació el ambiente que propició
que la Renaixença se extendiese hasta
Mallorca y que los escritores mallorquines
intentasen expresarse en nuestro idioma,
e incorporarse así a la literatura catalana.»
LLOMPART (1964:21). La Palma inició el
proceso que llevaba a la recuperación de la
tradición literaria propia, aunque desconocemos si fue de un modo inconsciente por
parte de sus promotores. Y abrió nuevos
caminos, y sembró ideas renovadoras.
Nacía de unos hombres que aún se movían
entre las luces del despotismo ilustrado,
pero que habían empezado a beber del
agua de la exaltación romántica. La revista
dio a conocer por primera vez en Mallorca
los nombres de Victor Hugo y Lamartine,
de Manzoni y Schiller, al tiempo que incitó
a los jóvenes a cultivar el catalán como
lengua literaria. Era una minoría culta,
pero que se reproducía en Cataluña y en
la Comunidad Valenciana y que se sentía
solidaria con la empresa de recuperar el
uso literario del idioma, a la vez que tomaba conciencia de la unidad lingüística. El
prototipo de este movimiento fue Marian
Aguiló, poeta, filólogo, folklorista, bibliógrafo y uno de los impulsores de la Renaixença. Se propuso fusionar lo procedente de la tradición culta con la herencia de
la tradición oral. Había estudiado Derecho
en la Universidad de Barcelona, fue director de las bibliotecas de las universidades
de Valencia y Barcelona. Percibió «la unidad de la lengua con tanta precisión como
equilibrio, y supo transmitir a los escritores
insulares una pauta literaria segura.» BALCELLS (1980:330). Manuel Sanchis Guarner
hizo referencia a los escollos idiomáticos
que tuvieron que superar los iniciadores de
la Renaixença, «para convertir en vehículo
de expresión literaria una lengua hasta
entonces despreciada y envilecida por una
decadencia secular.» SANCHIS GUARNER
(1987:16-17).
Acerca de estos hombres, empeñados
en la recuperación del uso literario del
idioma, a veces en desacuerdo sobre el
modelo lingüístico que debían adoptar,
arcaizantes uno, modernizadores los
otros, habló el Archiduque en su obra Die
Balearen, particularmente en el segundo
volumen, al tiempo que dejaba constancia
de una tradición literaria que se remonta a
Ramon Llull y pone de manifiesto sin exce-
sivas rupturas la continuidad de la creación
con la lengua del pueblo, a lo largo de los
siglos: Fra Ginebreda, Jaume d’Olesa, Pere
Llitrà, Perelló de Pacs, Francesc Aulesa,
Guillem Roca, Josep Togores... Una tradición probablemente escasa, pero que
llevaba a pensar que no se había roto el
hilo. Sin embargo –afirma el Archiduque–
«en la primera mitad de nuestro siglo se
produjo entre los autores mallorquines un
resurgimiento que dio lugar a que algunos
acordaran su lira con los entrañables tonos
vernáculos.» HABSBURGO-LORENA, L.S.
(1985:252). No soslaya el vigor con que se
manifestaba la poesía popular, que, con
frecuencia improvisada por los glosadors,
llegaba a las clases populares por la vía de
la oralidad. La literatura circulaba a través
de la voz, pero a menudo quedaba grabada en la memoria de la gente: «existe en
los mallorquines, desde muy antiguo, una
gran predilección para el arte de la poesía.
En consecuencia, en el transcurso de los
siglos, han ido amontonándose, poco a
poco, una gran cantidad de composiciones
populares, entre ellas muchas dramáticas, pero más especialmente lieder que
constituyen el gran tesoro del pueblo.»
HABSBURGO-LORENA, L.S. (1955:92). Luis
Salvador nos dice que muchos de aquellos
glosadors no sabían leer ni escribir, pero
no estaban faltos de inspiración poética y,
muchas veces, sorprendían por la belleza
de las imágenes que utilizaban y la sutil
profundidad de sus pensamientos. Hace
un inventario de estos poetas desde el
siglo XVI y ofrece una relación de los más
conocidos hasta el siglo XIX. En ella aparecen los nombres de Dionís Silvestre, que
participó en la revuelta de las Germanías,
de Joan Catany y de Sebastià Gelabert,
Tià de sa Real, de Gabriel Mateu, de Josep
Seguí... También recoge una parte importante de la obra de los glosadors y recopila
canciones anónimas que rescata de la
memoria colectiva, con frecuencia canciones de amor y de cortejo. Cuenta que, en
un hostal de Llucmajor, mientras su grupo
de compiladores de materiales etnológicos
descansaba durante las horas calurosas
del mediodía, una joven cantó una canción
que le quedó grabada en el pensamiento:
«Si amb aigua dels ulls podria / donar goig
al qui voldria, / me posaria a plorar, / faria
créixer la mar / divuit passes cada dia...»
HABSBURGO-LORENA, L.S. (1955:95). Luis
Salvador se conmueve con el esplendor
de la poesía del pueblo y se emociona con
ella, sobre todo si la canta una campesina
joven. En otra ocasión en la que escucha-
Textos en castellano
ba el gorjeo de un pájaro, sentado en el
límite de un acantilado, junto al mar de Sa
Foradada, a las modulaciones del ave se
unió la voz de una joven. Era el ocaso. Le
impresionó la analogía que existía entre
la cadencia del canto del pájaro y la voz
humana. Quizás, comenta el Archiduque,
expresaban un mismo pensamiento. La
muchacha que cantaba entre las rocas
era Catalina Homar. Recogía la sal que el
mar había depositado en las concavidades
de las rocas. Y cantaba: «Oh mar blava
que ets de trista, / en mirar-te ploraré; /
perquè te n’has duit mon bé / de davant
la meva vista.» HABSBURGO-LORENA, L.S.
(2000:28). Afirma que, al verlo, calló y se le
acercó sonriente. Ese día ambos iniciaron
una historia de amor, quizás
desdichado y tortuoso.
Además del cancionero antiguo, el Archiduque exploró el campo de la narrativa
oral, y rastreó especialmente el territorio
de los cuentos populares, las antiguas
rondalles (cuentos populares), que reunió,
hasta cincuenta y cuatro etnotextos, en
un compendio publicado en Würzburg en
1895, un año antes de que Mossèn Alcover
editase el primer volumen de su Aplec de
Rondaies mallorquines, aunque algunas de
ellas ya habían aparecido anteriormente
en diversas publicaciones periódicas. En
una introducción posterior desvela qué
criterios aplicó en la investigación y cómo
le orientó Antoni Penya, hijo de Pere d’A.
Penya. También nos narra que las ha recogido tal y como salieron de la boca de
los narradores, como él dice, impulsado
por una cierta exaltación romántica, «de
la boca del pueblo», y se deja transportar
por el mito de la inocencia y la ingenuidad
del pueblo. También, su voluntad de rescatarlas del olvido: «En Mallorca hay un
gran número de cuentos y permanece hoy
todavía un gran campo abierto para todos
los folkloristas antes de que los vientos
niveladores de la cultura moderna lo hayan
cubierto todo de tierra y polvo.» HABSBURGO-LORENA, L.S. (1994:17). No resulta
exagerado afirmar que nos encontramos
ante «un cúmulo de datos que aportan
mucha luz sobre la historia social de la isla.
Se trata de los últimos momentos de una
sociedad esclavista.» JASSO, V. (1994:10).
No obstante, no se puede entender la
relación del Archiduque con la intelectualidad de la isla sin mencionar la aportación
de Francisco de los Herreros i Schwager,
que durante más de cincuenta años fue
director del Institut Balear, la institución
que estimuló el estudio, la inquietud por el
conocimiento científico y la práctica literaria de muchos mallorquines. Francisco de
los Herreros es uno de los nombres más
prestigiosos, imprescindible a la hora de
comprender los movimientos culturales
de su época. «Su nombre va íntimamente
unido, y con todo tipo de honores, a la
historia del siglo diecinueve en Mallorca.
Ante todo maestro, dedicó su tiempo de
ocio a ejercer de apoderado del archiduque Luis Salvador de Austria, de quien fue
su mano derecha tanto en la preparación
de obras literarias como en la realización
de operaciones de compraventa. Tras las
páginas precisas, minuciosas y documentadas del Archiduque a menudo se reconoce
el trabajo oscuro y anónimo de aquel gran
hombre que era el Sr. Herreros i Schwager.» MELIÀ (1968:47). Probablemente, a
él le debemos que Luis Salvador decidiese
instalarse en la isla. Era el hombre en quien
podía confiar, la persona bien relacionada,
hablaba alemán… «En 1867 el Archiduque
recorrió Mallorca durante un mes, y por
ello se puede afirmar que tuvo tiempo
de conocer superficialmente la isla. Sin
embargo, conocer a Francisco Manuel de
los Herreros en este viaje permitió que,
entre 1867 y 1872, fuese recibiendo un
alud de información sobre Mallorca para
redactar Die Balearen. La cantidad y calidad de la información recibida convirtieron
Die Balearen en la mejor obra del Archiduque, pero gran parte del mérito reside
en la labor de recopilación de Francisco
M. de los Herreros.» CAÑELLAS SERRANO
(2000-2001:145). A su vez, la información
que Herreros le hizo llegar sobre Miramar
trastocó la percepción que el Archiduque
tuvo de la finca en su primera visita. Luis
Salvador compró el predio de Miramar en
1872, de modo prácticamente fortuito,
si damos crédito a la narración que nos
brinda en Lo que sé de Miramar, publicada
en 1911. Tenía veinticinco años y había
quedado prendado del lugar. De las casas
viejas, quizás las ruinas del antiguo Colegio
de Ramon Llull, de los olivares, de la torre
derruida, de la capilla, de la historia que
ahí se respiraba, de los silencios del mar,
del misterio secreto del paisaje. Pronto
emprendió su reforma, hasta convertir
Miramar en uno de los lugares más hermosos de la isla, y pasó a ser su residencia
habitual. Su amor por las tierras de Miramar surgió a través de las historias que le
contaron. Se las narraron, probablemente,
con aquel punto de pasión que caracterizaba a los primeros integrantes de la
Renaixença. Y a través de ellos –sobre todo
de Jeroni Rosselló y de Mateu Obrador–
se sintió seducido por Ramon Llull, por
la lengua en la que había escrito su obra,
quizás como él, loco de amor. Fomentó y
patrocinó el estudio y la publicación de
las obras de Llull, reconstruyó la capilla
de la Trinitat, en Miramar, y le dedicó otra
capilla de estilo neorrománico y planta
circular sobre un peñasco aislado, casi
inaccesible. La reconstrucción de las casas
fue minuciosa y pulcra, «principesca», ha
afirmado Miquel Dolç, con el objetivo de
devolver «la fisonomía estética y espiritual al maravilloso escenario de Miramar,
formado por bosques de encinas, pinos y
olivos, de declives vertiginosos y acantilados que sumergen en el mar el brazo impresionante de Sa Foradada, donde Ramon
Llull fundó en 1276, bajo los auspicios de
Jaime II de Mallorca, su famoso colegio
de lenguas orientales.» DOLÇ (1983:121).
Mientras edificaba y restauraba casas
y bancales, ampliaba sus dominios con
nuevas adquisiciones de terrenos, abría
caminos y erigía miradores abiertos sobre
los valles y el mar. A Miramar acudieron
invitados sus amigos. El propio Archiduque
nos lo narra con estas palabras, escritas en
1911: «Mucha gente vino a Miramar después de que fuese restaurada y pisaron las
piedras viejas de la entrada, donde quizás
resonaron las huellas del fundador. De
uno solo, entre los muchos que vinieron,
hágase memoria: mosén Cinto Verdaguer.
En diversas ocasiones había venido a pasar
unos días conmigo; le gustaba mucho la
paz de estas alturas...» HABSBURGO-LORENA, L. S. (1951:88). Alojó a su madre, la
gran duquesa de Toscana, al gran duque
Vladimir de Rusia, a Eduardo de Inglaterra,
a la emperatriz Isabel de Austria, musa
enigmática de los poetas Miquel dels Sants
Oliver: «El sol llatí ha besat / un pàl·lid
alabastre. Antígona ha passat / i encara en
queda rastre.» OLIVER (1948:77), y Llorenç
Riber: «per aquí filà amb pas mut, / i amb
frec de seda suau / l’Emperadriu dolorida...» RIBER (1949:165), la emperatriz de la
soledad, la denomina Riber, que tituló ese
poema «El prec errant del pelegrí a Nostra
Dona de la Guarda», porque una figura de
la Virgen de la Guarda de Marsella, tallada
en mármol blanco, fue un obsequio de la
emperatriz para la capilla de Miramar y es
igual a la que ella tenía en el Achilleion de
Corfú. También lo visitaron Gaston Vuillier,
el geólogo Martel, Santiago Russinyol,
Rubén Darío, Unamuno...
La fiesta en Miramar, en enero de 1877,
celebrada bajo la advocación de Ramon
291
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Llull, con motivo del sexto centenario de
la fundación del Colegio, marca probablemente el punto más álgido de las relaciones entre el Archiduque y los hombres de
la Renaixença. Ese día se congregaron bajo
la presidencia de la madre del Archiduque
veinticuatro poetas que leyeron los versos
que habían escrito para la ocasión. «Invitó el príncipe a los primeros escritores y
poetas de Mallorca. La fiesta es de las que
no se pueden olvidar. Estaba presente la
madre del Archiduque, que fue la última
gran duquesa de Toscana. Asistieron aquellos barones venerables que se llamaban
don Josep M. Quadrado, don Francisco
Manuel de los Herreros, don Tomàs Aguiló,
don Jeroni Rosselló, don Josep Lluís Pons
i Gallarza, Tomàs Forteza, Gabriel Maura,
Bartomeu Ferrà, Penya. (...) Costa i Llobera,
desde Barcelona o Madrid, no lo recuerdo
bien, –era un estudiantillo–, envió una de
sus más espléndidas poesías de la primera
época… […] Joan Alcover también compuso
una poesía catalana, una de las escasísimas
de su primera época…» OLIVER (1948:496497). Había presentes tres generaciones
de escritores, desde los patriarcas –Jeroni
Rosselló, Pere d’A. Penya, Marian Aguiló–,
a los jóvenes de veintitantos años. «Allí
se reunieron, pues, bajo la advocación del
mayor genio de nuestra lengua, tres estilos
diferentes, tres formas de entender la literatura […] Aquella asamblea equivalía casi
a una transmisión de poderes.» LLOMPART
(1964:73). Además de la gran duquesa y
los poetas, asistió al festejo la tripulación
del Nixe, una representación de la Causa
Pia, otra del Institut Balear, y un gentío
procedente de los pueblos y las ciudades.
Se colocaba la primera piedra de la capilla
circular dedicada a Ramon Llull. Luis Salvador había traído una piedra desde Bugía,
hubo exposición mayor del Santísimo en
una custodia traída especialmente
de Austria…
Aquellos escritores ochocentistas estaban conmovidos por la idea de que un
príncipe hablase catalán y llegase a escribirlo. Es más, se sentían honrados por
ello, dado que no había sucedido desde
Fernando el Católico, a pesar de que no
era plenamente veraz que lo hablase, aunque Baltasar Gracián tenía la certeza de
que sabía algunas palabras. Les halagaba
que «nuestra lengua» volviese a sonar en
labios reales, «tras cinco siglos de haber
sonado acaso por última vez en los labios
de Fernando el Católico, el catalanote, de
quien Gracián conserva algún dicho citado
en catalán.» OLIVER (1948:495). Desde
292
ese momento, –lo escribe Joan Alcover
en el poema «A S. I. i R. l’Arxiduc d’Àustria
en Lluís Salvador en la festa literària de
Miramar»: «L’escut de nostra pàtria per ell
més pulcre brilla, / i amb nou perfums de
glòries / los camps de Miramar han reverdit.» ALCOVER (1951:113). No obstante,
Miquel dels Sants Oliver iba más lejos. En
1912, en un comentario a Lo que sé de
Miramar, que el Archiduque había publicado el año anterior, escribía que se trataba
de un «libro, tan cargado de emoción para
un mallorquín y que a todos los catalanes
interesa, puesto que en él un Habsburgo
moderno ha distinguido nuestra lengua,
renovando la tradición austríaca frente
al sentido felipista.» OLIVER (1948:500).
Con estas palabras Oliver regresaba a
1714 y 1715 y rememoraba la derrota de
los pueblos catalanes y la pérdida de los
usos públicos del idioma. Evocaba, quizás,
la ilusión austricista. El poema de Joan
Alcover finaliza con el elogio al mecenas,
porque ha hecho posible la recuperación
de la figura de Ramon Llull y ha otorgado
prestigio a la lengua del pueblo. Posiblemente, Alcover no se percató de la doble
intención con que podían leerse sus versos: «Benhaja, sí, l’egregi viatger d’ànima
noble / que en llars humils s’escalfa sens
orgull.» ALCOVER (1951:114). En hogares
humildes se calienta… Prefiero no pensar
que el poeta tuviese otras ideas en mente,
más provocadoras, al margen del elogio.
Muchos años después, en una conferencia pronunciada en el salón de plenos del
Ayuntamiento de Palma, Alcover reivindica
de nuevo la figura del Archiduque en la
recuperación de los estudios lulianos y en
la difusión de la vida del pueblo: «No hay
en lo humano figuras ni celebridades intangibles. Discútase a Ramon Llull, con tal
que se le estudie: filosofía, ciencias, artes,
círculos, árboles, sistemas, combinaciones
cabalísticas... Sepárese el oro de la escoria,
los troncos de la hojarasca. Pasen por el
crisol de la crítica sus centenares de libros.
Todo menos el olvido, porque el olvido, el
desvanecimiento de su imagen en la conciencia popular... eso significaría que se ha
secado el alma de nuestro pueblo.» ALCOVER (1951:587).
En la fiesta de Miramar, Joan Alcover
leyó otro poema: «Mallorca i Ramon Llull»,
que introdujo con un verso bellísimo del
Cant de Ramon, una metáfora en cuyo interior se unen el amor, la muerte y el mar:
«Vull morir en pèlag d’amor.» Llull nos dice
que solo podrá alcanzar la plenitud a la
que aspira si es capaz de perderse en un
mar de amor.
Valdría la pena también citar los poemas
que, años más tarde, escribieron Miquel
dels Sants Oliver «A un voltor engabiat
a Miramar», Gabriel Alomar «El voltor
captiu», y Joan Alcover «El voltor de Miramar». Los tres parten de un mismo hecho:
el Archiduque tiene cautivo en una jaula
un buitre que un joven ha cazado en un
roquedal de Es Teix. El ave ha perdido su
aire salvaje y su vuelo es pesado, tiene las
alas cerradas y se ha apagado su sed de
libertad. Escrito en alejandrinos apareados, Joan Alcover proyecta en el poema
su aventura estética, su anhelo de volar,
libre, por los horizontes del arte, aunque
es demasiado tarde para desprenderse de
la toga y rechazar las comodidades del ave
enjaulada. «Criada entre les boires que
l’aspre cim esqueixa, / conserva l’au salvatge la majestat del néixer, / i, presa dins
la gàbia del parc de l’Arxiduc, / els mons
se reflecteixen a dins son ull mig cluc.»
ALCOVER (1951:10). El poeta nos dirá
cómo vive, asmática y con mucha gota, el
ave desventurada, que añora las grandes
marinas y los pinares. Nos dirá que le sirven comida tres veces al día, que se cae
al suelo al intentar desplegar las alas, que
es, recluido en la jaula, la encarnación del
tedio, adormilado y pesado. Lejos de aquel
otro buitre que, al ascender por el cielo de
la marina, hacía sonar el batir de sus alas
junto al pino de la orilla. Pero Alcover escribirá dos versos que zahieren, quizás sus
versos más bellos y rotundos: «Bé ho sap
la criatura crònicament sotmesa: / no és
bo per esser lliure qui a ser esclau s’avesa.»
ALCOVER (1951:11). No acierto a decir si el
parque al que hace referencia Alcover era
la Serra inmensa, o si era la isla, o quizás
el Mediterráneo en su conjunto. El parque
del Archiduque…, un mundo extraño bajo
el sol latino.
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El Archiduque, personaje de ficción
Maria del Carme Bosch
En el año 1913 llegó a Mallorca Ernest
Gaubert,1 coincidiendo con la presencia en
la isla de Rubén Darío, huésped de Joan
Sureda Bimet. Ambos se conocían. Tanto
la estancia del francés como la del nicaragüense fueron provechosas en el plano
literario ya que si éste escribió algunas
poesías2 y capítulos de El oro de Mallorca,
aquel redactó La mayorquine,3 después de
aplicar el ueni, uidi, uici que suelen hacer
todos los extranjeros que visitan la isla, demostrando que, con su cultura superior, en
un santiamén conocen «lo suficiente» para
hablar de nuestra vida y costumbres, sin
tener en cuenta verdades o exactitudes.
Sabemos que la escribía en el Círculo −según cuenta Màrius Verdaguer en el capítulo titulado «Ernest Gaubert en el Círculo
Mallorquín» de La ciudad desvanecida−,4 y
es presumible que los socios de dicha peña
–Juan Sureda,5 por ejemplo− contribuyesen a ilustrar al novelista, cada uno, claro
está, a su manera. En 1917, una vez publicada ésta, Màrius Verdaguer la critica,6 no
encomiásticamente, por cierto, y provoca
la réplica del autor,7 que se defiende de los
reproches emitidos y contraataca
con vehemencia.
El capítulo decimocuarto de la novela
se titula «El archiduque misterioso». Allí
Gaubert comienza dando detallada cuenta
de la retahíla onomástica del personaje,
según acostumbra la gente de alta alcurnia: «Luis, Salvador, María, José, Rainiero,
Fernando, Carlos, Zenobio, archiduque
de Austria, de la rama no reinante de
Toscana». Ofrece un detallado bosquejo
del personaje: «Gran señor campesino y
erudito»;8 «ermitaño, historiador, geógrafo, navegante, agricultor, descubridor
de leyendas, el archiduque Luis Salvador
presentaba al observador habitual un contraste muy acentuado de sencillez y altiveza» […] «De carácter negligente, sabio
y familiar, devoto de actos y libertino de
palabras, había rodado, a merced de sus
caprichos, a través de todos los mundos
del Mediterráneo» (Gaubert, 1918, 163).
Menciona su biblioteca, repleta de documentos geográficos, pero sobre todo de
filosofía hermética: «Gerber, que compuso
La suma de la perfección de la Gran Obra,
Razés, el árabe, Alberto el Grande, Arnau
de Vilanova, Alain, el Doctor Universal,
Roger Bacon, Jean Crémer, todos los investigadores ávidos de novedades, todos los
exploradores de la ciencia desconocida,
poblaban las estanterías de roble, interrogados a menudo por este príncipe que
había huido de la corte y que, después de
ver cómo se abrasaba viva su enamorada,
pedía a la naturaleza, al sueño, a otras
pasiones menos nobles, decían, el olvido y
el descanso» (Gaubert, 1918, 163).
Describe como preferida su finca de Miramar,9 en cuyos bosques prohibía la tala
de árbol alguno ni aun de la más pequeña
rama con el fin de devolver a la costa su
vegetación salvaje y reservarse escondrijos
desconocidos donde encontrar la soledad
total que parecía desear ávidamente. Allí,
prisionera en una enorme jaula, un águila
encadenada contemplaba el mar.10 El lugar
−asegura− era el refugio de los oficiales
alemanes anclados en la isla al estallar la
Guerra Mundial:11 «Este territorio, que los
austro-alemanes de Mallorca casi consideraban un enclave austríaco sobre tierra española, paulatinamente se convertía en la
cita de contrabandistas y pescadores adictos a la causa alemana» (Gaubert, 1918,
168). El propio cónsul, Herr Ruller, trasunto
del verdadero Herr Alfred Müller,12 anuncia que al día siguiente de la derrota de
los franceses y de los ingleses, dará una
recepción triunfal al primo del emperador,
en agradecimiento del apoyo recibido. En
contraposición a este modo de actuar, Don
Francisco de Borbón, capitán general de
las Islas entre 1914 y 1916, se mantiene
exquisitamente neutral. De todos modos,
los sentimientos de la gente difieren. Si
bien es conocida la hostilidad principesca
y la de su entorno hacia Francia, algunos
franceses no pueden olvidar la acogida
solícita, la educada sencillez y la sombra
romántica que lo rodea: «Contaban que se
habían realizado unos trabajos misteriosos
bajo sus órdenes, a lo largo de la costa, y
hablaban de sondeos, excursiones nocturnas y cruceros por todos los archipiélagos
mediterráneos. Este archiduque demostraba que tenía una predilección por las islas
y calitas desiertas. Si quería, podía prestar
unos servicios valiosísimos a la marina
de su país» (Gaubert, 1918, 193-194).
Ciertamente. Podría ser el mejor informante. Conoce a la perfección las costas
mediterráneas; tiene amigos por doquier
y de toda clase social. Planea como un ave
sobre toda la vida de la isla.
Precisamente en el capítulo xxii, titulado
«El secreto de las islas», con motivo de
la desaparición de Jean de Varatges a la
entrada de la caverna del cap de Llevant
de Cabrera, Gaubert tiene ocasión de
incidir en este tema, objeto, sin duda, de
las habladurías ciudadanas, basadas en
la ayuda que anteriormente Luis Salvador
había proporcionado a Édouard-Alfred
Martel, descubridor del gran lago de las
cuevas del Drac. Sir Archibald Multon, un
personaje secundario de la novela, opina
que el francés ha sido tragado en una gruta
y, para demostrar su teoría, muestra un
mapa de los canales submarinos del archipiélago, escrito en árabe, comprado a un
anticuario. Mantiene que son navegables y
293
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
accesibles a las grandes embarcaciones, en
consecuencia, aptos para un submarino,
de ahí que se atreva a afirmar: «Todas las
grutas de las tres islas mayores forman una
sola y un único mar submarino que se extiende a lo largo de quinientos kilómetros
con sus puertos, sus islas, sus calas, sus
rabiones, sus arrecifes y sus simas […] ¿No
se ha planteado nunca por qué, en esta
isla, un inglés maniático y un archiduque
austríaco se han encontrado y, a pesar de
ser recíprocamente hostiles, no han chocado nunca? He adivinado qué finalidad
tenía el Archiduque. El secreto del príncipe
ya no lo es. ¿Ha sido a través del Archiduque o por sí solos que los alemanes han
descubierto el secreto de las grutas? No lo
sé» (Gaubert, 1918, 281-282). Y cuando el
inglés y dos amigos más del desaparecido
emprenden una osada expedición en barca
en busca de éste a través de un mundo
subterráneo maravilloso y fantástico, aparece un submarino alemán a las órdenes
de Franz von Parrold que corrobora todas
las hipótesis anteriores.
En La mayorquine la aristocracia, la
clerecía y los oficiales están a favor de los
alemanes y el autor lo justifica: «El odio
contra Inglaterra, el miedo a las ideas libertarias expandidas por España, por culpa
de los franceses, según opinión general,
la hostilidad contra Rusia, se unían para
orientar las simpatías mallorquinas hacia
Alemania» (Gaubert, 1918, 195), pero el
motivo principal, además de los económicos en el futuro, se halla en la influencia de
Luis Salvador, a quien la gente está agradecida por haber dedicado dos décadas de su
vida a la isla, por haberla celebrado y dado
a conocer, por haber atraído a una minoría
de sabios, turistas y escritores. Por ello los
mallorquines se ven obligados a agradecérselo, tomando partido por el país que su
alteza representa.
El cañamazo de una novela
Mientras tanto, si hemos de dar crédito
a sus palabras, en 1917, un joven Llorenç
Villalonga de veinte años escribe Mort de
dama. No la publicará hasta 1931 y, ni en
la primera ni en la segunda edición, aparece alusión alguna a Luis Salvador de Austria.13 Màrius Verdaguer, en cambio, casi
un decenio después, toma la delantera,
publicando La isla de oro (1926).14
Esta novela, floja en nuestra opinión,
describe al Archiduque y su entorno desde
la óptica de un narrador, estudiante de
Derecho y secretario de Don Francisco
Manuel de los Herreros. Así sabemos que
294
el ilustre personaje es gordo y piernicorto,
tiene cara amoratada de bebedor y sencillo el trato; va descuidado, sucio incluso,
«parecía un Buddah de cobre disfrazado
de marino mercante», dice en una ocasión
el narrador (Verdaguer, 1985, 56). Como
buen voyeur le agrada observar a los
hombres y perros de S’Estaca que nadan
a golpe de silbato: «Y el príncipe teutón
se me antojó el padre Neptuno, que
presidía irónico y satisfecho, todo aquel
grandioso espectáculo, trocando su legendario tridente por un parasol encarnado»
(Verdaguer, 1985, 61-62). Este príncipe,
que pronuncia largos discursos «como un
bondadoso cura que acabase de desembuchar una homilía» (Verdaguer, 1985, 63),
tiene manías, fruto de su cultura: traduce
con el narrador el texto latino de las Memorias de Pasek15 y avanza poco porque
la lectura del texto le sugiere comentarios
variados, además de que, a través de él,
parece perseguir aquella reina Luisa «de
los hombros blancos» que a cada momento sale mezclada con las intrigas de la corte
polaca. Siempre enamorado del ideal, ya
esté representado por la condesa Lydia o
por el arte, la violinista traída de Praga; ya
de Catalina o la naturaleza, la hija del mar,
mecida en una concha, nacida de un tritón
y una ondina; ya de un hombre de gran
belleza, Zewi, el poeta hebreo con la cara
de Jesús, en opinión del narrador. Catalina
es la prosa, Lydia es la poesía; esta es el
amor, aquella la inteligencia. Son dos princesas en el principado de Miramar, el único
problema político de la nación pequeña y
gloriosa, ya que la política proalemana del
Archiduque, rodeada de misterio, se reduce a una pura anécdota.16
Miramar es un pequeño estado independiente de 424 habitantes sometidos a Luis
Salvador I, su soberano. Así Zaleukos, el
griego, lo comunica al narrador: «No habrá
soldados que te detengan en la frontera
ilusoria de este reino extraño, no habrá
aduaneros que registren tu equipaje. Todo
esto es vulgar e indigno. Pero yo te digo
que la frontera está cerrada» (Verdaguer,
1985, 106). El Archiduque se lo había dicho
de otra manera a Zewi y así lo recuerda el
judío en el poema «Las siete lamentaciones Sionistas»: «Yo he creado una patria
de ficción, luminosa y dorada, donde he
escondido mi tedio y mis ocultos dolores»
(Verdaguer, 1985, 179).
El principado tiene su protocolo: todos
se han de tratar de tú, solo al príncipe se
le da el tratamiento especial de usted y la
misa de las diez en la iglesia de Trinidad
es un acto oficial. El narrador tiene miedo
ante este ambiente extraño, refinado,
mezcla de arte y extravagancia, que intuye
lleno de pasiones terribles. La «corte»
archiducal está formada por griegos,
turcos, portugueses, alemanes, judíos y
mallorquines: el pintor Chanko, el poeta
Alensar, Zaleukos, Zewi, el doctor Rabenalt
y el doctor Obransky, preceptor frustrado y
estudioso lulista.17 Pronuncian largos discursos, son intrigantes, misteriosos, como
si viviesen en una atmósfera embrujada y
se hubiesen de proteger hasta de su propia
sombra. Catalina se dedica a la cartomancia y juega a ajedrez con el capellán de la
casa. Cuesta creer que en realidad hablasen así y actuasen de esta manera. Esta
«corte» se mueve de un lugar a otro de las
posesiones archiducales. De Son Galceran
se trasladan a S’Estaca, de ahí a Miramar,
a Son Marroig, a Son Moragues o al Nixe.
Las fincas están descritas minuciosamente.
El autor debió de tener ocasión de visitarlas para describirlas con toda fidelidad,
en este caso sin necesidad de novelar. El
anecdotario verdadero o falso que tradicionalmente se atribuye al Archiduque y su
entorno no falta en la obra: así la venida
del príncipe huyendo del desamor de la
princesa Gretchen; el encuentro y prisión
del buitre de Miramar, un huésped más de
la casa, con cuidador y sueldo; los doscientos cuarenta perros de S’Estaca, asesinos
de un ciudadano alemán, de quien solo
quedaron el sombrero, los tirantes, las
botas y los huesos,18 etc.
El 13 de junio de este mismo año −1926−
Llorenç Villalonga publica la crítica de la
novela de su amigo Verdaguer en el artículo
titulado «Una novela con estilo. La isla de
oro» (El Día, 13-6-1926). Ignoramos si se vio
forzado a hacerla por razones de amistad,
pero lo cierto es que el ilustre escritor se
manifiesta ahí maestro en el arte de divagar,
huyendo del tema de manera sorprendente. Se refiere a la novela en general, expresa
sus gustos y preferencias –tema que en
adelante repetirá siempre−; celebra que en
La isla de oro no haya figuras humanas ni
psicología, o sea, color local: «Color local,
afortunadamente, no hemos acertado a distinguirlo. Si algunos personajes viven o han
vivido y se les designa por su nombre, ello
no significa sino una especie de indiferencia
del autor hacia las conveniencias sociales».
Y celebra la descripción del barrio de la
Calatrava que responde a la idea de Ortega
y Gasset de presentar las cosas (figura o
paisaje) estranguladas: «en la cual [descripción] las hediondas tenerías aparecen con
Textos en castellano
un colorido y estilización de “ballet ruso”».
Anécdotas archiducales
En la cuarta edición −definitiva− de Mort
de dama (Barcelona, 1965), se encuentran
alusiones a Gaubert y al Archiduque. En
una conversación –aparecida por vez primera en el capítulo diecinueve, titulado
«Así se escribe la historia»− entre el presidente del Círculo y dos señores de «Bé
hem dinat», se manifiesta el estupor de
todos ellos ante la publicación de un libro
sobre Mallorca por parte de Miss Carlota
Nell, donde «nos pone verdes», tras los
pasos de George Sand, la adúltera que
viajaba con un músico: «No es ella sola...
¿Ustedes han leído La majorcaine (sic) de
Ernest Gaubert? Una verdadera injuria
contra nuestra aristocracia» (Villalonga,
1965, 157). Es decir, Villalonga, asimismo
habitual del Círculo, conoce a Gaubert y
su novela, aunque sólo sea a través del
capítulo que Màrius Verdaguer le había
dedicado en La Ciudad desvanecida, en el
año 1953.
Mort de dama es una sátira de la sociedad mallorquina −lo sabe todo el mundo− y en esta sociedad, encabezada por la
figura de Obdúlia Montcada, trasunto de
Rosa Ribera, personaje real y tía del autor,
se mueve el Archiduque. El novelista le califica de príncipe lunático, de corazón atolondrado y romántico, autor de estudios
serios y de investigaciones científicas a la
alemana, trotamundos y aventurero como
Ramon Llull19 y, en resumen, de gran imaginativo y verdadero artista. Él protagoniza
tres anécdotas, seguramente verdaderas,
que nos lo describen como amante de la
belleza, políglota, sucio y mujeriego.
La primera procede de la señora Vives
de Ribas –el autor suele introducir amistades en su obra−. Ella le relata que había
llamado la atención del Archiduque un
joven de dieciocho años que iba cada día
desde Miramar a S’Estaca por un camino
largo y malo. Al preguntarle por qué lo
hacía así, él contestó que porque era más
bello. El príncipe quedó admirado del sentimiento intuitivo de la belleza innata en
los campesinos pese a su incultura y, a la
madrugada siguiente, lo mandó a buscar. El
autor ignora el final de la anécdota.
La que sí conoce –corroborada por su
hermano Miquel en el capítulo cuarto de
su Autobiografía− es la referente al
Archiduque y Doña Obdúlia o Rosa Ribera,
que pertenece al gremio de personas que
a veces se perfuman pero no se lavan. La
acción transcurre en el año 1890 en un
baile del Círculo. Villalonga aprovecha para
describir con cuatro pinceladas el currículum del Habsburgo cuando éste se acerca
a saludar a la dama: la huida de la corte
austríaca, la llegada a Mallorca, la empresa
del Die Balearen, la muerte de Vyborny,
uno de los secretarios a quien dedica una
estatua como más tarde la levantará a
Catalina Homar, etc. Comentan el incidente de los perros de S’Estaca, una raza sin
olfato conseguida por el príncipe, uno de
los cuales ha devorado a un gañán por no
haberlo reconocido. Luis Salvador hace la
digresión pertinente sobre el olor de cada
persona: «Todos hedimos», afirma.
«Por el amor de Dios, alteza −protestaba
doña Obdúlia. Todos, ¡no!
−Todos, sí señora −seguía el príncipe ya
perdido en sus imbrogli políglotos. Geruch.
To smell. Odeur, en francés, y también
puanteur. Hedor. Todos hedimos.
Usted hiede.
Doña Obdúlia se congestionaba:
¡Ah, no, señor! Yo no hiedo. ¡Quien
hiede es vuestra alteza!» (Villalonga, 1965,
69-70).
Luis Salvador no llegó a comprender
la irritación de la dama y ésta acabó por
tomarse a broma la teoría del Archiduque,
a la postre un «cuelguis».
En otra ocasión el autor nos traslada al
baile del Círculo la noche de san Sebastián del año 1910, en el capítulo titulado
«Aquel veinte de enero». El problema de
los capitostes de la entidad se origina al
plantearse quién ha de presidir la mesa, si
el capitán general, don Enrique de Valois, o
su primo Luis Salvador de Habsburgo. Ante
la encendida discusión suscitada, se aplaza
media hora la cena, mientras en un salón
reservado, bebiendo champán, el general
propone una aventura amorosa con una
jovencita de dieciocho años que vive sola
con su madre en un bosque cercano a
Bearn. El Archiduque no queda atrás, pues
conoce más cerca, en las afueras de la
ciudad, un tabernucho regentado por dos
hermanas gemelas… Los ayudantes del
capitán general sabrán excusarlos. Están
acostumbrados. Más de una vez se ha recibido un telegrama urgente de Madrid…:
«Vámonos, mientras discuten nuestros
derechos» (Villalonga, 1965, 107-108), propone el Valois-Borbón20 en secreta complicidad con el Habsburgo, poeta y lunático, y
por encima de todo, seductor.
Colofón
Si Luis Salvador forma parte de las novelas de Gaubert, Verdaguer y Villalonga se
debe a que era un personaje de su época
lo suficientemente atractivo como para ser
incorporado a la literatura del momento.
El Círculo era el aglutinante de los escritores más o menos ociosos, que debían
comentar los hechos y anécdotas de este
personaje tan pintoresco, vulgar y excelso
a la vez, mediterráneo y nórdico. Gaubert
rompe el fuego publicando su novela coincidiendo casi con la muerte del príncipe
−1915. Verdaguer lo hace más tarde. Villalonga ha de esperar un montón de años
para poder editar fuera de la isla lo que
había escrito cuatro décadas atrás. Gracias
a ellos, tenemos un retrato del Archiduque
muy alejado de su obra seria, avanzada,
rigurosa y eterna. Todos ellos han fijado en
otro género literario un anecdotario transmitido por vía oral que corría el riesgo de
desaparecer en el transcurso del tiempo.
Mediante la ficción han inmortalizado a un
personaje de novela.
Notas
E. Gaubert (1882-1945) cultivó todo tipo
de géneros literarios, desde la biografía,
el ensayo y la poesía, hasta el teatro y la
novela, si bien por una u otra razón no
se le ha valorado excesivamente en las
enciclopedias o historias de la
literatura francesas.
2
Nos referimos a «La Cartuja», a las
«Danzas Gymnesianas», a «Los motivos
del lobo» y a «Valldemosa». A la primera
estancia del poeta en nuestra isla pertenece la «Epístola a la señora de Leopoldo Lugones» donde, en el cántico vi,
se refiere al Archiduque: «Hay no lejos
de aquí un archiduque austriaco / que
las pomas de Ceres y las uvas de Baco /
cultiva, en un retiro archiducal y egregio.
/ Hospeda como un monje –y el hospedaje es regio−. / Sobre las rocas se alza
la mansión señorial / y la isla le brinda
ambiente imperial. / Es un pariente de
Jean Orth. Es un atrida. / Es un cuerdo.
/ Aplaudamos al príncipe discreto / que
aprovecha a la orilla del mar ese secreto».
3
La mayorquine: roman fue publicada en
París, Georges Cres, 1917. El año 1988
apareció la edición catalana, traducida por J. Pomar y prologada por M. C.
Bosch. Las citas del presente trabajo,
traducidas por M. C. Bosch, corresponden a la octava edición, París, Georges
Cres, 1918.
4
Véase La ciudad desvanecida, Palma
de Mallorca, Imprenta Mossén Alcover,
1953, 45-50.
1
295
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
En otra ocasión he manifestado que
presumiblemente él y miembros de su
familia sean unos de los protagonistas
de la novela (Gaubert, 1988, 7-13).
6
La Última Hora (27-10 y 3-11-1917).
7
La Última Hora (15-12-1917).
8
El novelista precisa en otra ocasión: «El
estudio más preciso y más completo
sobre las islas lo debemos al Archiduque
Luis Salvador. Su compilación no aporta
nada nuevo por lo que se refiere a impresiones o psicología. Aún así, ha descubierto fuentes ignoradas y lo ha visto
todo y lo ha estudiado todo» (Gaubert,
1918, 193).
9
Gaubert visitó la finca el 7 de octubre
de 1913, pero no estaba su propietario.
Véase «L’archiduc mystérieux» en La
Revue de Paris 1894-1970 (gallica.bnf.
fr/ Bibliothèque nationale de France, p.
785). Agradezco la información a Lucía
Garau Alemany.
10
Esta ave rapaz –águila según Gaubert,
buitre para los demás− forma parte de
la literatura insular. Joan Alcover le dedicó el poema «El voltor de Miramar»;
Miquel dels Sants Oliver, «A un voltor
engabiat a Miramar» y Gabriel Alomar,
«El voltor captiu».
11
Gaubert cita las naves Hansa, Victoria
Luisa, Fangturn para dar más verosimilitud a la descripción. Ciertamente, esta
última estaba fondeada en Palma desde
el comienzo de la guerra. El 23 de
setiembre de 1914, tuvo lugar el amotinamiento de una parte de la tripulación
y hubo veinte detenidos, según noticia
de El Imparcial (24-9-1914).
12
Alfred Müller fue cónsul de Alemania
durante veintiséis años. En muchas
ocasiones dejó dinero a Juan Sureda.
Gaubert aseguraba que no se refería a
él, pero en un momento determinado de
la novela alguien −¿el autor? ¿el cajista?− se confunde y lo denomina Müller
(Gaubert, 1918, 156).
13
Así lo manifiesta en el prólogo de la
cuarta edición «definitiva», precisando
que Gráficas Miramar le publicó la novela en el año 1931 con una condición:
suprimir todo lo que hacía referencia
a Luis Salvador. Sí que apareció en la
edición de 1954 (Barcelona, 1965, 8-9).
En el trabajo presente citamos por esta
edición, traduciendo las citas.
14
Las citas de este artículo corresponden a
la edición facsímil de la segunda edición
(Palma de Mallorca-Menorca, 1985).
15
Estas Memorias del polaco J. Chryzostom
Pasek (1636-1701) fueron publicadas en
5
296
1836 por el conde Taczyuski. De ellas se
han hecho numerosas ediciones.
16
Nos referimos a la misteriosa desaparición del Archiduque en el capítulo 13,
sólo conocida por Catalina. Esta, a bordo
del Nixe, ahora soberana de «la corte»,
informa de dónde se encuentra el señor
al comandante Wilhelm Von Kuhle, a su
segundo, Von Schwer, y al ayudante Von
Schleienberger, procedentes del submarino U-36 (por cierto, fuera de la ficción,
fue hundido el 24 de julio de 1915), los
cuales exigen la presencia del príncipe
para conducirlo al emperador a causa
de haber estallado la guerra con Francia.
Ella afirma que Luis Salvador había recibido un telegrama anteriormente y para
entonces se encuentra ya en su patria.
Nótese cómo Verdaguer coincide con
Gaubert en el misterio.
17
En la traducción catalana de La ciudad
desvanecida (Mallorca, 1977), hallamos
el capítulo titulado «Don Mateu Obrador i l’Arxiduc Lluís Salvador d’Àustria»,
que no está en el original castellano.
De su lectura se puede deducir que el
autor podía contar muchas cosas a los
contertulianos del Círculo y no sólo rumores. Nos referimos al hecho de que el
preceptor de los ahijados archiducales
durante el año 1897 no había cobrado ni
un céntimo de su trabajo cuando decidió
abandonarlo. Una carta de Obrador a
Juan Sureda, que le deja 300 pesetas, da
fe de esta manera de actuar por parte
de Luis Salvador. Véase Pilar Montaner
i Joan Sureda. Epistolari i Literatura, ed.
M. del C. Bosch, Palma, 2011, 188.
18
Véase más adelante la coincidencia de la
trágica anécdota en Villalonga.
19
El novelista señala otra analogía entre
ambos: la contemplación del pecho
canceroso de Ambrosia Costel·lo en el
caso de Llull y, por parte del príncipe, la
visión de la muerte entre llamas de su
prometida.
20
Villalonga cambia el nombre y la fecha
reales: Enrique de Valois en lugar de
Francisco de Borbón y 1910 en lugar de
1914-1916.
Los antiguos pitiusos
Por Vicente Valero
El archiduque Luis Salvador de Austria
llegó por primera vez a Eivissa la mañana
del 11 de agosto de 1867, desde Valencia,
a bordo del vapor Rey Don Jaime II. Tal vez
lo primero que haya que decirse aquí es
que, a diferencia de otros viajeros anteriores y posteriores, y fueran cuales fueran las
razones, no eligió Mallorca como punto de
partida para sus itinerarios por las Baleares
y, por tanto, para sus investigaciones. Esta
decisión significó, en primer lugar, que,
siguiendo de este modo con rigor el orden
de su viaje, el primero de sus libros dedicados al archipiélago fuera precisamente
el titulado Las antiguas Pitiusas, publicado
en Leipzig sólo dos años después. Pero, en
segundo lugar, significó que sus observaciones y pesquisas ibicencas, a diferencia
también de las de otros viajeros anteriores
y posteriores, se desarrollaron desprovistas de los prejuicios habituales con los que
se solía aprovisionar abundantemente a
los visitantes cuando empezaban su viaje
en Palma1. Y esta circunstancia no parece
poco relevante si tenemos en cuenta la
notable inclinación del joven aristócrata a
estudiar y describir preferentemente a las
personas, su carácter y sus costumbres, su
manera de ser y de vivir.
Todo parece indicar que su intención
era conocer las islas Pitiusas en no más
de quince días, pero finalmente se sabe
también que estuvo al menos una semana
más por un motivo del todo inesperado:
cuando a finales de agosto se disponía a
partir en el barco hacia Palma tuvo noticia
de que para salir de la isla era necesario
un salvoconducto sanitario. Carecía de
tal requisito y hubo entonces que cumplimentarlo y esperar al siguiente barco, que
no partía hasta una semana después.2 No
estuvo, pues, mucho tiempo en Eivissa y
Formentera, pero ello no le impidió firmar
el mejor libro sobre las Pitiusas escrito
hasta entonces: casi trescientas páginas,
con cincuenta láminas en color y cuarenta
y tres xilografías realizadas por diversos
artistas pero tomadas directamente de los
dibujos originales del Archiduque. Es decir:
Die Balearen in Wort und Bild. Erster Band.
Die alten Pityusen, el primer tomo de la
serie, publicado en 1869. Un ejemplar de
este libro llegó aquel mismo año a Eivissa,
enviado por su autor, aunque no se sabe
de nadie que pudiera haberlo leído en su
lengua original. Veinte años después, en
diversos cuadernillos editados en Palma,
entre 1886 y 1889, apareció la primera
traducción al castellano de esta misma
obra, realizada por Santiago Palacio, vicecónsul de España en Berlín. Se trata
de una edición ampliada con numerosas
informaciones aportadas por un equipo de
colaboradores ibicencos dirigido por Fran-
Textos en castellano
cisco Manuel de los Herreros y que aparecen mezcladas –tal vez, desde nuestra
perspectiva actual, tomándose demasiadas
libertades–, con el texto original. La calidad
editorial es bastante inferior y las láminas
aparecen en blanco y negro. La primera
edición alemana publicada en Leipzig en
1869 –es decir, sin las añadiduras posteriores– no fue traducida al castellano
hasta 1982.3
En 1867, el vapor Rey Don Jaime II, que
había sido construido en Londres, en los
astilleros del Támesis, diez años antes,
zarpaba todos los martes a las tres de la
tarde desde el puerto de Valencia con
destino a Palma, donde llegaba a las tres
de la tarde del día siguiente, siempre que,
por supuesto, las condiciones meteorológicas lo permitieran, y después de una breve
escala en el puerto de Eivissa a las seis de
la madrugada. Seguramente, por tanto,
estaba amaneciendo aquel 11 de agosto
cuando el Archiduque, acompañado por
su preceptor y un criado, tuvo que buscar
alojamiento en el único lugar donde podía
encontrarlo en aquel tiempo, la Fonda
Guevara, situada a pocos metros de donde
había desembarcado, en el mismo puerto.
Sobre esta fonda, la única que entonces
existía en la isla, hoy podemos decir algo
precisamente porque el Archiduque lo dijo
–como ocurre con otros tantos lugares–, y
de este modo sabemos, por ejemplo, que
sus habitaciones eran «pequeñas y malolientes»4 y que sus clientes eran principalmente militares de la Península que habían
sido desterrados por razones políticas y
deambulaban malhumorados y aburridos por la ciudad, sujetos siempre «a la
máxima vigilancia». Con estos confinados
republicanos, a los que describe con gran
curiosidad –y a quienes con toda seguridad
no les dijo que la reina Isabel II era prima
suya–, debió de compartir mesa en más de
una ocasión en un comedor que era, según
nos dice también, «al mismo tiempo taller
de carpintería y gallinero», aunque con
«un balcón desde el que puede gozarse de
la buena brisa del mar».
Respecto al dueño de la fonda, llamado
Miguel Guevara, era un hombre, apunta,
que se veía «obligado muchas veces a alternar su oficio con el de carpintero, mozo
y cocinero, y él y su familia se alimentan
prácticamente de las sobras de sus clientes». Sin embargo, también era aquella
fonda única «el lugar de tertulia por antonomasia. Las gentes más diversas se reúnen ahí para tomar en animada charla las
más variadas bebidas». Mientras que por
las noches, se reúne otro grupo «para embarcarse en prohibidos juegos de naipes».
Tal vez a estos últimos solamente los oyó
cuando él ya estaba descansando en su habitación, porque «en la emoción del juego,
los participantes propinan fuertes golpes a
la mesa y gritan como energúmenos».
En este local variopinto se alojó, a su llegada al menos –y seguramente también en
aquellos últimos días que no tenía previsto
pasar en la isla–, el joven aristócrata, aunque se sabe que, en sus largas excursiones
por el interior de Eivissa, acostumbraba a
pernoctar en viviendas rurales, disfrutando
de la hospitalidad de los campesinos y curas
de los pueblos, si bien en habitaciones que
no podían ser mucho más confortables.
Arcaísmo y exotismo
Para cualquier viajero de aquel tiempo
y de otros posteriores, Eivissa siempre fue
una experiencia desacostumbrada y peculiar. El filósofo Walter Benjamin y el artista
Raoul Hausmann explicaron en 1933 en
qué consistía aquella experiencia. El primero destacó el carácter «arcaico» de la isla,
que justificaba por su secular alejamiento
de los circuitos comerciales e incluso de
la civilización, mientras que el segundo
habló de su carácter «africano»5. Es decir,
la experiencia ibicenca consistía en una
combinación de primitivismo y exotismo,
una combinación que llamaba mucho más
la atención por ser, además, al parecer,
completamente inesperada para el visitante europeo.
En las páginas más personales de Las
antiguas Pitiusas, es decir, aquellas en las
que todavía están ausentes los profusos
datos históricos, las tablas estadísticas y
otras informaciones municipales, el Archiduque, dejándose llevar por sus propias
impresiones, parece dar cuenta sobre todo
de aquella singular experiencia ibicenca de
primitivismo y exotismo, a menudo incluso
con un cierto tono aventurero –al estilo de
R.L. Stevenson en En los Mares del Sur, por
citar un texto viajero coetáneo–. Veamos
algunos ejemplos:
«Al carácter supersticioso de las gentes
del campo no le faltó ocasión tampoco
de ponerse de manifiesto en sus tratos
conmigo. ¡Qué de veces no hube de tranquilizar a quienes me acompañaban en mis
excursiones porque pensaban que con mis
dibujos y notas abrigaba no sé qué oscuros
designios, intenciones o magias para con la
isla y sus habitantes!»
«No dejaban de satisfacer su curiosidad
en todo instante, examinando mis ropas y
el mecanismo de mi reloj de bolsillo, objeto que despertó en ellos suma admiración»
«No es menos pintoresca la creencia de
que para evitar que la mujer pueda sufrir
un aborto es conveniente sentarla sobre
una piel de foca» 6
Aunque en su ambición como viajero
cronista, la Historia y las Ciencias Naturales
son las disciplinas que, debido seguramente a su formación y a las obras que pretende imitar, prevalecen en sus libros, lo cierto
es que el Archiduque parece encontrarse
mucho más cómodo en el relato de sus
impresiones personales, en las páginas que
proceden directamente de sus «notas de
campo», como él mismo las denomina,7
fruto de la observación y el trato con los
habitantes de las islas. De Las antiguas
Pitiusas cabe destacar muchos aspectos de
su estudio, sin duda alguna, desde la botánica a la zoología o las técnicas de agricultura y pesca, pero ninguno de estos y
otros aspectos merece ser destacado tanto
como aquel que trata de adentrarse en la
personalidad de los ibicencos, sobre la que
ningún libro ni informe municipal podía
dar cuenta en aquella época.
Quiénes y cómo eran los ibicencos
En efecto, porque quiénes y cómo eran
los ibicencos nadie lo había explicado con
tantas dotes observadoras y conocimiento hasta el día en que el archiduque Luis
Salvador decidió ocuparse de ello. Y sin
embargo acababa de cumplir veinte años
cuando desembarcó en el pequeño puerto
de Ibiza aquel 11 de agosto de 1867; es
decir, se trataba de un estudioso tal vez demasiado joven para analizar y comprender
el alma y el carácter de un pueblo antiguo.
Hasta qué punto, no obstante, esta circunstancia le favoreció a él, como observador
poco experimentado pero dotado de una
juvenil capacidad para el asombro, y, sobre todo, favoreció a estas islas, es difícil
determinarlo. Tal vez en ocasiones pueda
echarse de menos la sabiduría del experto
que todo cuanto oye y ve lo sopesa cuatro
veces, pero en otras muchas páginas celebramos su entusiasmo que le hace recorrer
las islas como un viajero romántico.
¿Quiénes y cómo eran, pues, los poco
más de veinte mil habitantes que tenía
la isla de Eivissa en 1867? El grupo más
numeroso lo constituían los campesinos
y muy pronto se le revelaron estos al visitante también como los más singulares,
los más extraños y, por supuesto, los más
atractivos para sus observaciones. A lomos
de una mula, el Archiduque se adentró en
29 7
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
el mundo rural de la isla, no se conformó
–como sí hicieron otros viajeros que también, sin embargo, escribieron su crónica–
con merodear por los límites de la ciudad o
los alrededores de los pueblos principales,
como bien demuestran no solamente sus
apuntes sino también sus dibujos.
Seguramente tuvo un guía, o más de
uno, para tal fin. Y fue encontrando en
este viaje al corazón ibicenco informadores válidos, principalmente párrocos,
como el del pueblo de Sant Josep, un tal
José Pallarés, con fama de ilustrado, con
quien se sabe que conversó ampliamente.
Se sabe también que la utilidad de estas
conversaciones lo animaron a pasar varios
días en este pueblo del suroeste de la isla
y parece que fue aquí donde más noticias
sobre los ibicencos y sus costumbres consiguió recabar y donde consiguió también
ser espectador de la música, las canciones
y los bailes tradicionales, que describió con
detalle en su libro.8
Su curiosidad no parece tener límites y
en Las antiguas Pitiusas se da un auténtico
y amplio inventario del mundo rural ibicenco como nunca nadie lo había dado hasta
entonces. Por supuesto, para el Archiduque,
tal mundo está lleno de exóticas antigüedades; aquel «carácter africano» de Eivissa
que señalaría Raoul Hausmann en 1933
como uno de los atractivos principales, para
el joven noble austríaco se resume en una
palabra que repite a menudo: «moro».
Con la palabra «moro» se trata de indicar el límite de la civilización europea pero
sobre todo es una palabra que sugiere
también un remoto pasado. Su imprecisión
no puede ser mayor, pero el Archiduque
la utiliza como un recurso descriptivo más
cuyo significado viene a ser el de primitivo
y exótico. No desconoce, porque él mismo
lo cita, lo que dicen los pescadores ibicencos acerca de los payeses: que son «pitjors
que es moros».9 (Y no tardará en descubrir
que los mallorquines también lo dicen,
entre otras muchas cosas por el estilo).
Pero, a diferencia de estos, el Archiduque
no utiliza esta palabra –que alterna con
la palabra «árabe» cuando pretende ser
más preciso–, despectivamente en ningún
momento, sólo parece hacerlo como vago
recurso con el que emparentar objetos, es
decir, como referencia cultural y temporal.
De esta manera, por ejemplo, y según
escribe, los techos de las viviendas de los
campesinos están construidos al estilo
«moro»10, la obtención de aceite y las
instalaciones de riego son «árabes»11, e
incluso físicamente la población ibicenca
298
«recuerda al tipo moro, hecho que se explica fácilmente por la dilatada presencia
de éstos en la isla. En algunas familias,
los rasgos moros se han perpetuado de
modo francamente llamativo, aunque este
fenómeno sólo se da entre las gentes del
campo».12
En cualquier caso, el Archiduque, después de compartir con los payeses ibicencos días y noches estivales, concluirá que
«es de todo punto incierta la afirmación de
tantos pescadores paisanos y mallorquines
en el sentido de que son “peores que los
moros”. Pese a su ignorancia, al hombre
del campo no se le advierte el menor rasgo
de rudeza. Es más, al igual que todos los
españoles, hace gala de enorme cortesía y
se adorna de la hermosa costumbre de la
hospitalidad, tanto o más que el resto de
habitantes de la isla. El visitante es recibido
con suma cordialidad a cualquier hora, y
obsequiado sentidamente y sin reservas
con todo lo que esas buenas gentes poseen, que es más bien escaso».13
Sin embargo, vigilante siempre para
no incurrir en idealizaciones vanas, el
Archiduque también señala los defectos
del campesino ibicenco, que se resumen
en dos: «el orgullo que le confiere cierta
soberbia y altivez» y «una precipitación en
el actuar, que a menudo le lleva al asesinato», en la mayoría de los casos por celos.14
Pero el joven viajero ve en estos defectos,
como antes en las cualidades, un rasgo
que considera muy «español», siguiendo
el estereotipo folclórico en boga entonces
en Europa, es decir, su idealización artística
y romántica. El escritor Jean Selz dirá lo
mismo en 1934 en un artículo publicado en
la revista La Nature.15
Sus defectos, por tanto, no le impiden
al Archiduque «convencerse de que son
bellísimas personas. Incluso en su ignorancia encierran algo de atractivo, de
infancia ingenua y poco maleada».16 Pero
una de las características de las páginas
de Las antiguas Pitiusas consiste en que
la impresión subjetiva, muchas veces de
estirpe claramente romántica, casi siempre
aparece acotada por la voluntad positivista
del propio trabajo. Y de esta manera, no se
pasa por alto la fatalidad histórica que ha
convertido a los ibicencos en «ignorantes»
y de la que provienen no pocos de sus defectos y todas sus supersticiones. «A tenor
de las estadísticas de 1860, en toda la isla,
incluida Formentera, sólo 916 hombres y
394 mujeres sabían leer y escribir».17 Como
ya se ha dicho, en aquellos años la población de las Pitiusas apenas sobrepasaba el
número de las veinte mil almas.
Aunque son constantes los elogios al
campesino ibicenco y a su mundo rural,
al Archiduque no le gusta su vestimenta,
aunque concede que posee «la gracia que
suele distinguir la manera de vestir de los
pueblos meridionales». Le parece que «no
es cómoda ni práctica» y, en el caso de
la vestimenta masculina, incluso «fea».18
Mucho menos aún le gustan sus viviendas,
que describe como «imagen misma de
pobre y triste soledad».19 Resulta curioso
leer hoy estas impresiones del Archiduque,
porque, como es sabido, a partir sobre
todo de los años treinta del siglo que había
de venir, tanto el traje típico como la casa
rural ibicenca se convertirían en los iconos
más representativos de la belleza original
de la isla. (Entre una época y otra surgieron
la Bauhaus y sus nuevas ideas arquitectónicas, así como el culto artístico, sobre todo
fotográfico, a la indumentaria popular:
de ambas novedades sin duda Eivissa fue
beneficiaria por largo tiempo).
Además de los campesinos, que conformaban el grupo humano más numeroso de la
isla, se encontraban los pescadores, a los que
el Archiduque también conoció y describió
bien. Amante del mar, el joven Luis Salvador
no desperdició la ocasión de pasar alguna
que otra jornada con ellos en sus barcas y
observar de cerca su trabajo. Lo primero que
destaca de ellos es que forman «un colectivo
muy diferenciado de los campesinos ibicencos, tanto en lo que a tipo como a vestimenta y costumbres se refiere».20
Esta barrera entre los dos mundos le resulta muy curiosa y atractiva, seguramente
inesperada. Se trataba sin duda de una barrera, pues ambos mundos nunca se mezclaban para nada y llevaban con orgullo su
diferencia. Para empezar, los pescadores
eran «individuos más robustos y de más
talla que los campesinos, y corresponden
a una tipología netamente española. Son
de ojos grandes y oscuros, sombreados por
largas pestañas que imparten cierto aire
melancólico al fulgor de sus miradas».21 Se
distinguían, además de por su aspecto y su
trabajo, también por sus diversiones: las
de los pescadores eran menos originales,
pues eran prácticamente las mismas que
podían encontrarse entre las gentes del
mar de la Península.
El Archiduque describe la tarea de estos
pescadores, «extremadamente dura y
penosa mientras dura la pesca, aunque a
veces el largo tiempo invertido en llegar a
los caladeros o regresar de estos al puerto
puede convertirse en ocasión perfecta
Textos en castellano
de bienestar y solaz, en grata compañía,
charlando, fumando o durmiendo al arrullo
de las olas».22 Y como de sus visitas a los
campesinos, también de su tiempo pasado
con los pescadores llegan los apuntes más
elocuentes y sentidos, como cuando describe una comida en alta mar o las canciones y los versos que se saben de memoria
y que él mismo dice haber escuchado con
profundo sentimiento.23
Y como es costumbre en las páginas de
Las antiguas Pitiusas, entre las impresiones
personales y el relato de experiencias propias, también hay lugar, y muy amplio, para
la descripción objetiva: tipos de barcas,
modos y útiles de pesca, clases de peces,
etcétera, siempre con la misma voluntad
de ofrecer al lector un catálogo bien informado y mejor descrito. De los útiles de
pesca se ofrecen también dibujos.
Otro grupo humano bien diferenciado
lo conforma la gente de la ciudad, aunque
aquí hay que incluir también a los pescadores, que residen habitualmente en la
Marina, el barrio más populoso, con cerca
de cuatro mil habitantes y medio millar
de casas. El otro barrio, que el Archiduque
llama la Ciudad, es decir, la vieja ciudad
amurallada, contaba con mil quinientos
habitantes y más de trescientas casas.
De la gente de la Ciudad el joven viajero
dice bien poca cosa. Y hasta cierto punto
resulta un poco extraño, pues podría imaginarse que fue con funcionarios, militares,
médicos, farmacéuticos –en general, lo
que él mismo llama «las categorías sociales
más consideradas»– con quienes debió de
tratar principalmente. Y sin embargo, el
ilustre visitante recorre sus callejuelas, las
describe y las dibuja con detalle, se detiene en sus monumentos más destacados,
cuenta su historia, pero apenas parece
haber tratado con sus moradores. Al menos no con la intensidad y el interés con los
que trató a campesinos y pescadores.
Con todo, describe algunos rasgos
generales: «las gentes de la ciudad responden en general a la tipología española
y, a diferencia de las del campo, se dejan
con frecuencia el bigote. Las clases más
adineradas han abandonado del todo el
traje típico ibicenco y visten sin excepción
a la moda europea. En verano se tocan
de sombrero de paja, viéndose de vez en
cuando alguna que otra chistera». Parte de
esta población que el Archiduque describe
está de paso: militares, funcionarios de la
Administración Civil, confinados. Y están,
por supuesto, las familias antiguas y más
acomodadas, «que viven en grandes casas
en pésimo estado», pues, como observa
y anota certeramente, familias ricas no
existen en Eivissa, ni tampoco aristócratas,
aunque «algunas hay que pretenden ser de
noble abolengo».24
Mención aparte merece el clero. Al
Archiduque le sorprende que existan en
Eivissa tantos sacerdotes: sesenta y cinco.
Un censo «harto copioso» en una isla que
tiene al mismo tiempo sólo seis maestros,
cuatro profesores y nueve médicos. Al
parecer, eran bastante mundanos, y este
aspecto también lo destaca (y celebra) el
joven viajero: «Han superado muchas de
las cosas a las que aún siguen aferrados
muchos de sus colegas en otros países. Por
ejemplo, no entienden por qué, por ser
servidores de Dios, deben prescindir de
aquellos placeres que el Todopoderoso ha
creado para felicidad y solaz de sus hijos.
De ahí que no hagan ascos a un buen vaso
de vino en alegre compañía tabernaria,
ni dejen de fumar voluptuosamente sus
cigarros, amén de entretener ocasionales
relaciones amorosas».
Su simpatía por los curas ibicencos queda también demostrada en las ilustraciones: aparecen allí donde uno menos se los
espera. Pero es que «el cura ibicenco hace
cuanto hacen los demás y no se considera
en modo alguno miembro de una clase
selecta que debiera rodearse siempre de
cierto aire de imperturbabilidad
y distanciamiento».25
Formentera
De las casi trescientas páginas que componen Las antiguas Pitiusas, no llegan a
treinta las dedicadas a Formentera. Estas
carecen, además, de una descripción de
sus habitantes (sorprendentemente, pues
ya se ha visto que el Archiduque era muy
aficionado a ello: o bien no llegó a conocerlos o bien no le parecieron muy diferentes de los ibicencos), que por aquellos días
no alcanzaban la cifra de dos mil.
El interior de la isla le parece «lúgubre y
monótono»26, con la excepción de las zonas pantanosas, es decir, de los estanques
salineros, «serenos y melancólicos»27, en
cuya explotación comercial se detiene para
la descripción del paraje y la enumeración
de los datos. Destaca también, con sorpresa, el abundante ganado, «más importante
que en Eivissa», en proporción al tamaño
de Formentera. Describe sus iglesias y los
caminos que recorre. Y señala también la
dependencia comercial, política, militar y
religiosa de la isla con la mayor
de las Pitiusas.
Parece claro que buscaba singularidades con respecto a Eivissa y que encontró
muy pocas, de ahí expresiones tales como
«la flora de Formentera es prácticamente
igual que la de Eivissa», «las características
del suelo son en todo semejantes a las de
Eivissa» o «la fauna coincide seguramente
del todo con la ibicenca»28. No hay duda de
que visitó la isla cuando ya había recorrido
Eivissa y que, además, por razones que se
desconocen, no lo hizo con la misma profundidad ni le dedicó demasiado tiempo.
Más expresivo se muestra, sin embargo,
en la excursión marítima. Circunnavegó
Formentera, como también lo había hecho
con Eivissa, y su descripción de la costa es
en todos los aspectos más viva y precisa,
deteniéndose en las características de sus
cabos y playas, cuevas, torres de defensa,
así como del novísimo faro de la Mola, que
llevaba sólo seis años en funcionamiento.
Un testimonio: Felip Curtoys
Casi veinte años después de aquel viaje,
cuando Las antiguas Pitiusas estaba a punto de aparecer por primera vez en lengua
castellana, y precisamente para celebrar
esta publicación, el abogado, político, periodista y escritor ibicenco Felip Curtoys
escribió un interesante artículo en el Almanaque Balear del año 1885, titulado «Ensayo histórico-descriptivo», en el que no
solamente reseñaba la obra y elogiaba a su
autor con profunda y sincera admiración,
sino que también apuntaba su testimonio
personal.29 Curtoys tenía 28 años en 1867 y
vio «casualmente» al Archiduque en Eivissa durante aquel mes de agosto al menos
en un par de ocasiones.
La primera vez, escribe, lo encontró
«sentado en un pequeño taburete de
campaña, con el álbum de viaje abierto
sobre sus rodillas», ocupado en dibujar
«la puerta del principal –la que da entrada, subiendo del barrio de la marina, a la
antigua población o Real Fuerza– con sus
vestigios de diferentes épocas históricas».
Y el episodio que presenció allí Felip Curtoys también queda descrito: «Su inseparable acompañante manteníase en pie a
respetuosa distancia, y le rodeaban varios
chicuelos, desarropados en su mayor
parte, digna y genuina representación de
esa turba granujil, que, cual si brotase de
los empedrados, aparece repentinamente
en todos los sucesos públicos (…) Miróles
sonriendo el extranjero, dioles a comprender que se acercasen, inclinando dos veces
la cabeza en sentido afirmativo, enseñóles
su obra casi terminada, y despidióles con
299
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
fino no menos que imperioso ademán,
mientras el fámulo les repartía unas cuantas monedas».
Hubo un segundo encuentro. «Fue a
bordo del vapor correo. Dirijíame a Palma
con motivo de mis estudios. (…) Poco después de haber salido del puerto, vile abandonar la cámara y subir al alcázar de popa.
Allí estuvo contemplando las costas de
Ibiza, hasta que fueron perdiéndose entre
las brumas del horizonte. Sentime profundamente conmovido ante una muestra tan
señalada de simpatía a favor de mi pobre
y abandonada cuna. Hubiera querido
demostrarle de algún modo mi gratitud,
hablarle, expresarle mi admiración, ofrecerle mi respeto, brindarle mi cariño. No
me atreví.»
La timidez de Curtoys no le permitió
acercarse a aquel «distinguido joven»,
cuya identidad desconocía entonces, pero
mientras lo observaba tuvo oportunidad
de presenciar otro encuentro en aquel
mismo barco: el del Archiduque con la persona que iba a convertirse en uno de sus
colaboradores más importantes: Francisco
Manuel de los Herreros. «Ambos viajeros
se vieron, se hablaron y se comprendieron.
Corrió del uno al otro ese fluido eléctrico
que une a los buenos corazones, y no tardaron en establecerse entre ellos poderosas corrientes de noble y
verdadera simpatía».
Como es bien sabido, de ese encuentro
fortuito surgió una amistad y sobre todo
una estrecha colaboración que quedó bien
registrada sobre todo en la primera traducción –y segunda versión ampliada– de Las
antiguas Pitiusas que se publicó a mediados de los años ochenta de aquel mismo
siglo. Cabe decir que también el nombre
de Felip Curtoys aparece apuntado en
aquella misma lista de colaboradores.30
Es posible, sin embargo, que finalmente
también llegaran a conocerse, ya que el
Archiduque visitó la isla al menos en otras
cuatro ocasiones. Además de aquella primera vez en 1867, Luis Salvador de Austria
pasó por Eivissa con su primer yate Nixe
en 1875. A mediados de septiembre de
1886 estuvo durante una semana en la isla,
seguramente acompañando a Francisco
Manuel de los Herreros, cuyo cargo de
director del Instituto Balear le obligaba a
visitar la isla con frecuencia. En 1897 pasó,
con el segundo Nixe, por Tagomago y Botafoc, aunque se ignora si llegó a desembarcar. Y finalmente, la última vez de la que
se tengan noticias, en marzo de 1898: «Se
dirigía a Barcelona desde Mallorca, con
300
el Nixe, y cuando llevaban ya unas horas
navegando se levantó un mal tiempo de
gregal que los empujó hacia Sant Antoni,
donde tuvieron que permanecer cuatro
días en la bahía. Del 16 al 20 de marzo.
Pasaron después seis días en el puerto de
Eivissa, hasta el 26. Luego partieron hacia
Formentera y asistieron a misa en Sant
Francesc. El mismo día salieron hacia Valencia y Barcelona». 31
Felip Curtoys elogia en su artículo de
1885 la erudición del Archiduque, pero no
menos su condición de viajero, como prueba el siguiente párrafo que, ciento treinta
años después, consigue sorprendernos y
conmovernos por razones evidentes: «He
aquí un joven verdaderamente distinguido,
porque posee la más grande y noble de las
distinciones, esa distinción sin la cual nada
valen las demás con que tantos imbéciles fatuamente se engalanan: he aquí un
joven estudioso, amante del arte y de las
ciencias: he aquí uno de los pocos que no
viajan, como otros muchísimos, jóvenes y
viejos, en desconsoladora generalidad. (…)
¡Qué diferencia tan notable entre el simpático viajero, entretenido en el estudio de
una isla poco frecuentada y aún menos conocida, isla pobre en medio de sus riquezas, y esos adocenados touristes, a quienes
tan solamente guían los caprichos de la
moda o los reclamos del sibaritismo. No ha
menester, como ellos, lujoso y confortable
hotel, ni bulliciosas giras campestres, ni colonias de buen tono, ni oropel ninguno del
mundo fashionable. No se aburre y fastidia
donde huelgan el boato y las soirées y el
devaneo y las orgías».
Notas
Son muchos los viajeros cronistas que
se refieren a estos prejuicios y que reconocen haber sido advertidos en Palma
antes de partir hacia Eivissa; entre otros,
Vicente Blasco Ibáñez, Mary Stuart Boyd
o, ya en los años treinta del siglo XX, el
periodista Carles Sentís. El coordinador
de la primera traducción castellana de
Las antiguas Pitiusas (1886-1889), Francisco Manuel de los Herreros, llega incluso a decir en la advertencia que encabeza la edición que «las apreciaciones»
del Archiduque pueden parecer algunas
veces «excesivamente favorables».
2
Joan Marí Cardona, Els camins i les
imatges de l’Arxiduc ahir i avui, Institut
d’Estudis Eivissencs, Eivissa, 1992.
3
Las antiguas Pitiusas. Traducción: Carlos
y Bárbara Sánchez Rodrigo. Coordina1
ción: Isabel Moll Blanes. Caja de Baleares, Sa Nostra, Palma, 1982. Todas las
citas del texto provienen de esta edición.
4
Sobre la Fonda Guevara, Las antiguas
Pitiusas, op.cit., pág. 138, 141, 142 y
145. Si bien el Archiduque no dice nunca dónde se aloja en Eivissa, ni existe
testimonio alguno que lo diga, lo cierto
es que no solamente el hecho de que
no hubiera otra fonda en la ciudad, sino
también el hecho de que la describiera
con tantos detalles y conociera tan bien
a sus propietarios y huéspedes, nos hace
suponer que no pudo haberlo hecho en
otro lugar.
5
Walter Benjamin: Cartas de la época de
Ibiza, Pre-textos, Valencia, 2009. Raoul
Hausmann: Hyle. Ser-Sueño en España,
Ediciones Trea, Gijón, 1997. En un rápido viaje a Mallorca desde Eivissa, para
renovar el pasaporte en el consulado,
Walter Benjamin visitó Deià y Valldemossa, y escribió en una carta a Gretel
Karplus (aproximadamente 8-10 de julio
de 1933) que ha visto «unos castillos de
piedra en los que se sentaba hace cuarenta años un archiduque austriaco para
escribir algunos libros voluminosos pero
sorprendentemente desequilibrados
retratando la crónica local de Mallorca».
6
Pág. 32 y 33.
7
En su prólogo a Las antiguas Pitiusas,
op.cit.
8
Esta información sobre José Pallarés y la
presencia del Archiduque en Sant Josep
proviene del artículo de Felip Curtoys:
«Ensayo histórico-descriptivo», Almanaque Balear, Palma, 1885.
9
Pág. 26.
10
Pág. 38.
11
Pág. 55 y 66 respectivamente.
12
Pág. 23.
13
Pág. 26.
14
Pág. 27.
15
Jean Selz, «Voyage aux Îles Pythiuses.
Ibiza, île de l’antiquité méditerranéenne», La Nature, abril, París, 1934.
16
Pág. 33.
17
Pág. 30.
18
Pág. 35.
19
Pág. 38.
20
Pág. 75.
21
Pág. 76.
22
Pág. 78.
23
Pág. 78, 79 y 80.
24
Pág. 136.
25
Pág. 51.
26
Pág. 259.
27
Pág. 259.
28
Pág. 250.
Textos en castellano
Felip Curtoys, op.cit.
Francisco Manuel de los Herreros cita
como informadores ibicencos, además
de Felip Curtoys, a Manuel Palau, Antoni
Bardaxí, Marià Riquer, Sebastià Llombart, Francesc Ferrer, Joan Tur i Marqués, Joan Cardona, Vicent Gotarredona
y Joan Torres Ribas. Este último llegaría a
ser obispo de Menorca.
31
Joan Prats Bonet, L’Arxiduc Lluís Salvador, un personatge de novel·la, Consell
Insular d’Eivissa i Formentera, 1995.
29
30
El archiduque y Menorca
Tomàs Vidal Bendito
La obra Die Insel Menorca (La isla de
Menorca), editada en 1890-18911, es, sin
lugar a dudas, la mayor aportación global
al conocimiento de la tierra y los hombres
que jamás se ha hecho de la menor de las
Baleares, hasta el momento. A su vez, me
atrevo a decir –e intentaré justificarlo– que
es el mejor de los múltiples trabajos
del Archiduque.
Sin embargo, resulta sorprendente que
ni la obra ni el autor suscitaron gran interés entre los menorquines. En 1890, en la
Revista de Menorca apareció una modesta
reseña biográfica.2 En 1909, unos veinte
años después de la aparición de la obra
menorquina, el Archiduque fue nombrado
socio de honor del Ateneo de Mahón.3
La traducción y publicación, en castellano, de la obra en 19804 tampoco tuvo una
gran repercusión. Hubo que esperar a 1994
para que el Ateneo de Mahón propiciase
una conferencia con motivo del «Año del
Archiduque»5.
Las razones de estas tibias muestras de
reconocimiento en Menorca, tan diversas
de las que tuvieron –y aún tienen– lugar
en Mallorca, son diversas; no obstante, la
causa principal fue la escasísima presencia
física del Archiduque en Menorca. Doscientos días, mal contados y repartidos en tres
etapas. En 1867, en su primera incursión en
las Baleares visitó la isla, en la que pasó 17
días. Regresó, diez años más tarde, en 1877,
y permaneció en Menorca unos 30 días,
pero tuvieron que transcurrir otros diez
años más para que volviese y afrontase con
seriedad el estudio definitivo de la isla; en
esta ocasión, dedicó unos seis meses, discontinuos, a trabajar sobre el terreno6.
El Archiduque confesó en diversas ocasiones una especial devoción por Menorca, que demostró a través de la especial
entidad de su obra, pero fue un «amor a
distancia»; nunca intimó, como sí lo hizo,
tan intensamente, con Mallorca. Por ejemplo, jamás se interesó por adquirir tierras o
casas y rechazó ofertas interesantísimas en
este sentido.
No obstante, como veremos más adelante, al Archiduque le resultaba muy fácil seducir a las personas que podían resultarle
útiles y tenerlas a su servicio incondicional.
En el caso de Menorca, especialmente, obtuvo entusiastas y decisivas colaboraciones
de algunos eruditos locales de renombre7.
A pesar de ello, la popularidad del personaje siempre fue muy modesta en la isla.
En resumen, el Archiduque fue y aún
es poco conocido en Menorca a pesar
del gran valor de su magna aportación al
conocimiento de la isla. Como veremos,
resulta inevitable retirarle méritos en lo
que respecta a la paternidad de muchos
contenidos pero jamás le podremos poner
en entredicho su éxito como captador de
colaboraciones, buen resumidor y sistematizador de los materiales, además de
excelente redactor.
La parte menorquina de Die Balearen
es la pieza de más alto nivel, en todos los
aspectos, de la obra del Archiduque. Diferentes factores justifican esta afirmación.
En primer lugar, es una obra de madurez;
se redactó cuando el autor ya tenía más de
40 años y una gran experiencia en estudios
de temática similar. En segundo lugar, contó
con la ayuda fundamental de sabios locales
muy competentes y entregados8. En tercer
lugar, dispuso de una información estadística, especialmente demográfica y agraria,
que no existía cuando trabajó sobre las islas
Pitiusas y Mallorca y, por supuesto, en relación con numerosas de las pequeñas islas y
regiones del Mediterráneo que estudió.
El Archiduque fue –sin ningún asomo de
duda– un personaje descomunal, un gran
«homenot» y, por tanto, una figura muy
difícil de definir; en consecuencia, es muy
susceptible de mitificación. Lamentablemente, aún falta una biografía seria sobre
su personalidad como científico y, también,
como hombre. Se han afirmado muchas
cosas pero circula más leyenda, hagiografía
y psicología barata que análisis profundo. Su
carácter de alteza imperial impresionó demasiado a muchos de sus contemporáneos
y deslumbró, y aún deslumbra, a más de
uno. Por otra parte, este hecho favoreció,
sin duda, el buen funcionamiento de sus
trabajos. Es muy posible que si, en lugar de
un gran aristócrata, se hubiese tratado de
un investigador foráneo cualquiera, el Archi-
duque hubiera despertado menos entusiasmos y no se hubiese beneficiado de tantas y
tan buenas ayudas y colaboraciones.
No me considero el indicado para hacer
aportaciones solventes a la temática de la
personalidad del Archiduque, pero sí me
atreveré a opinar, con argumentos, sobre
la entidad científica de su obra a partir del
análisis de La isla de Menorca, obra que
he estudiado durante muchos años con la
particularidad de que, cuando inicié esta
tarea hacia 1966, conocía muy pocos detalles sobre el autor y, por tanto, estaba poco
influido por opiniones ajenas. Cuando, con
el paso de los años, fui leyendo cada vez
más papeles sobre el Archiduque quedé
algo saturado por las mitificaciones de su
figura y obra9. En consecuencia, seré crítico
aunque también debo reconocer que, en
el fondo, yo también caí en las redes de
seducción del personaje.
Para empezar, una crítica científica global.
El Archiduque ha sido calificado como un
gran científico. No cabe duda de que era
un sabio y un investigador infatigable pero
como hombre de ciencia fue, por lo pronto, muy original. En primer lugar, fue un
envidiable investigador «autónomo»; trabajó donde, cuando y como le apeteció, sin
tener que dar explicaciones a nadie ni buscar ninguna recompensa material ni moral.
En el marco de dicha libertad de acción,
pronto tuvo claro cuáles eran sus preferencias. A los veinte años optó por el estudio
de pequeños territorios, básicamente con
una óptica geográfica, física y humana.
Las islas fueron objetivos de especial interés. Empezó por las Pitiusas y siguió por
la mayor de las Baleares pero pronto se
interesó también por diferentes parajes
litorales, europeos, africanos y asiáticos, a
menudo exóticos. Como en muchos otros
aspectos de su vida, el capricho o el azar
fueron decisivos en la elección de objetivos. Si observamos la lista de territorios
estudiados, no encontraremos una excesiva coherencia en ella. Únicamente destaca,
de manera clara y rotunda, la «mediterraneofilia», una pasión que quizás surgió de
sus estancias durante la adolescencia en el
Adriático. De la cuarentena de publicaciones geográficas referentes a territorios10, el
86% abordan islas y localidades costeras,
de Siria a Gibraltar. Sorprendentemente,
las islas no son el tema preferente, solo un
tercio de la obra geográfica. En este bloque
predominan las «micronesias», algunas de
ellas tan insignificantes que resulta difícil
localizarlas en el mapa.
3 01
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Se ha afirmado que el Archiduque escribió el mejor libro de viajes sobre las Baleares, que fue su principal «animador» turístico. Cuesta aceptar estas afirmaciones.
Para empezar, sus obras eran prácticamente inasequibles y, por tanto, difícilmente
podían llamar la atención sobre el archipiélago. En segundo lugar, es obvio que no
había pretensión alguna en este sentido si
tenemos en cuenta, por ejemplo, que La
isla de Menorca no es precisamente una
lectura placentera para todos los públicos,
por su fondo y su forma. Su apariencia de
anuario estadístico, a pesar de las imágenes muy atractivas que incluye, asusta y no
atrae a los simples turistas curiosos.
La selección de lugares de estudio obedeció más al capricho que a la razón. Por
ejemplo, para el Archiduque no existieron las
innumerables islas del Egeo. Sus investigaciones son amplias pero faltas de coherencia,
no permiten hablar con rigor de la geografía
de ninguna gran área del Mediterráneo ni
de ningún tipo de ente geográfico. En el
desigual panorama destaca, con diferencia,
la obra balear, la mayor y la más trabajada,
que por sí sola otorga al Archiduque rango de
geógrafo de primera magnitud.
El Archiduque trabajó mucho y editó,
asumiendo los costes, unos libros enormes y lujosos que estaban condenados a
ser poco leídos. Su difusión era mínima y
sesgada, apenas llegaban a unas docenas
de amigos y de notables, que no siempre
debían entender el alemán, y a unas pocas bibliotecas. Aquellos pocos posibles
lectores se encontraban, además, con
que resultaba arduo acceder al contenido
de sus libros debido a la inexistencia de
capítulos y de cualquier tipo de compartimentación explícita del texto; además,
tampoco existía ningún tipo de índice. Solo
las ilustraciones ayudaban ligeramente a
navegar por la compacta masa de letra. Estas ilustraciones, generalmente excelentes
y pretendidamente fundamentales, como
consta en el título, con frecuencia son
poco explícitas en sí mismas y a menudo
están poco integradas en el texto. Por otra
parte, la cita de fuentes y bibliografía es
escasa y anárquica. Estos últimos detalles
sorprenden aún más si se tiene en cuenta
que la labor investigadora se ajustaba a
unas tablas muy sistemáticas y prolijas, las
Tabulae Ludovicianae, elaboradas por el
propio Archiduque.
En vista de lo que acabamos de subrayar, maravilla la manifiesta candidez del
autor cuando preguntó a los colaboradores
locales qué opinión habían tenido los me-
302
norquines sobre su obra, recién editada y
acabada de llegar a Menorca. Además, la
calificó como «su pobre trabajillo»11
Otro aspecto que sorprende, desfavorablemente, es el escaso uso que da al «método comparativo»: pocas veces relaciona
hechos y elementos del país que analiza
con casos similares en otros ámbitos que él
mismo ha estudiado.
También exige una crítica severa el exiguo y poco explícito reconocimiento de
las aportaciones de sus diferentes colaboradores. El ejemplo más penoso del desprecio por sus colaboradores se pone de
manifiesto cuando cita, de modo y en lugar
preferente, eso sí, en el prólogo del volumen general de Menorca, a su principal e
imprescindible colaborador menorquín:
[Francesc Cardona i Orfila] «me ayudó
de un modo especial .....aclarando dudas
esporádicas y completando mis notas».
En realidad, Cardona aportó una masa
ingente y cualificada de información, a
menudo inédita, y aclaró dudas múltiples y
sistemáticas. La isla de Menorca sería una
obra mucho más breve e imperfecta si no
hubiese colaborado, hasta extremos insospechados, el sacerdote Peixet12. Encontramos pruebas contundentes de todo ello
en la abundante correspondencia entre el
Archiduque y Cardona.
También llama la atención la falta, muy
frecuente, de mención de la procedencia
y la entidad de los compiladores y estructuradores de las tablas estadísticas sobre
todo tipo de temas, muy completas y complejas. Resulta sencillamente imposible
que una persona sola y foránea pudiese
recopilar tanta información local y localista
y, en general, de forma lo suficientemente aceptable, en tan poco tiempo. En la
mayoría de los casos, la información solo
podía proceder de encuestas pasadas a
indígenas por indígenas entendidos y solventes. En muchos casos, los datos existían
pero solían ser masivos y estar dispersos.
Pasarlos a tablas sistemáticas tampoco era
labor de un solo día. Como veremos, únicamente en algunos casos, encontramos
alguna pista sobre quién y cómo resolvió
algunos de estos temas. Cardona le aportó
informes muy diversos, muchos de ellos de
temática muy ajena a su formación como
naturalista, como la gran recopilación de
juegos. No obstante, no todo procedía
de Cardona. Sabemos que el Archiduque
movilizó influencias diversas para obtener
la colaboración de las instancias oficiales
y consta la colaboración de los Ayuntamientos. Posiblemente le ayudó en ello
el político mahonés Rafel Prieto i Caules.
También hay que admitir que tuvo que
haber eficientes correctores menorquines
del texto final, en fondo y forma, dado que
los errores son escasos y sabemos, por
la correspondencia con Cardona, que el
Archiduque tenía muchas dudas, a menudo sobre aspectos básicos de tipo local y,
también, más de un problema en materia
ortográfica y léxica con el castellano y el
catalán de las Islas.
Otro aspecto científicamente criticable
del Archiduque es que ignoró o utilizó poca
bibliografía reciente sobre Menorca y que
no mantuvo contacto con los intelectuales
menorquines más jóvenes.
La entidad y la estructura de la obra.
La vasta obra del Archiduque es bastante
monotemática: descripción de tierras y
de la gente que las habita. Ello ha recibido prácticamente siempre el nombre de
geografía. El geógrafo debe contar con
unos conocimientos previos y un método,
premisas que se cumplen en el caso del
Archiduque. Cuando decidió dedicarse al
estudio de tierras y personas lo primero
que hizo fue redactar un gran esquema
analítico de todo lo que era necesario
investigar y relatar, las Tabulae Ludovicianae. Aunque lo omita, este esquema es
típicamente geográfico y germánico. Sigue,
con matices, las ideas de Bernhard Varenio
(1650), el geógrafo alemán que fue uno de
los primeros en propugnar el desarrollo de
una geografía científica y propuso también
unos esquemas analíticos no muy alejados
de los recogidos por las Tabulae.
Como ya hemos dicho, el Archiduque
tenía la muy mala costumbre de no compartimentar sus textos y, por ello, hemos
intentado crear un índice sistemático de
la obra para poder evaluar su estructura.
El resultado, de forma muy sistemática, se
expone a continuación.
Índice general (deducido y simplificado)
de la parte general de La isla de Menorca13
total p.
%
GEOGRAFÍA FÍSICA
SITUACIÓN, CLIMA,
HIDROGRAFÍA MARINA
Y TERRESTRE, GEOLOGÍA,
FLORA FAUNA 56 9,5
GEOGRAFÍA HUMANA
DEMOGRAFÍA,
ESTRUCTURA SOCIOECONÓMICA,
CRIMINALIDAD, IDIOMA
54 9,2
Textos en castellano
EDUCACIÓN, CULTURA
En la descripción de la geología se hace
Y RELIGIÓN
70 11,9 patente el recurso bibliográfico (La Màr
mora, Hermite), filtrado, sin duda, por
POBLACIÓN, VIVIENDA
Cardona. En lo referente a la edafología,
Y ALIMENTACIÓN
46 7,8 muestra preocupación por la erosión y
efectúa una sencilla descripción y evaluaFOLKLORE, MÚSICA, FIESTAS,
ción de los suelos.
JUEGOS, COSTUMBRES
59 10,0
En el tema botánico se cita a Juan J.
Rodríguez Femenías, personaje de prestiCLASES SOCIALES
gio15 en este campo, y reconoce su labor.
Y CLERO
9 1,5 Reproduce numerosos cuadros elaborados
por este.
ECONOMÍA (AGRARIA,
En el ámbito faunístico las deudas
PESCA, MINERÍA, ARTESANÍA
explícitas son variadas. En las tablas sisteE INDUSTRIA)
251 42,6 máticas generales cita a diversos autores,
locales y foráneos, pero destaca el papel
ECONOMÍA (COMERCIO,
de Cardona.
TRANSPORTES Y SERVICIOS)
44 7,5
Hacia la página 60 finaliza la geografía
física, algo menos del 10% del texto «geBásicamente nos encontramos ante un
neral». El balance de esta parte es ambivaesquema que los geógrafos han utilizado
lente. Por una parte, es demasiado breve y
miles de veces desde el Renacimiento
muy impersonal, prácticamente todos los
hasta nuestros días. Hay que destacar el
datos son de segunda mano. Por otra, el
importante predominio de la geografía
esfuerzo de recolección y síntesis de matehumana. En la parte física todo lo que
riales fue provechoso.
aparece es «normal», pero en el marco
humano presenta una diversidad y una
La geografía humana
amplitud de temas poco habitual y con una
Demografía y sociedad
estructura algo sorprendente. Cabe desEmpieza por la cifra de población metacar, como algo excepcional, la temática
norquina y su evolución histórica basánque podríamos denominar «cultural» (litedose en datos poco explícitos y poco fiaratura, folklore). Las páginas dedicadas a la bles. A continuación aparece una nutrida
economía son hegemónicas, más del 50%
serie de tablas estadísticas que, de modo
del texto «general». Desconocemos cómo
bastante insólito, dejan constancia de las
se calificaba el Archiduque a sí mismo, si
principales informaciones procedentes de
es que lo hizo en alguna ocasión, pero sí
los primeros censos modernos y del reresulta evidente cómo lo clasificaban los
gistro civil, de creación reciente. Alguien
demás. Fue socio de honor de las más
puso en orden, con mucha eficiencia el
importantes sociedades geográficas de su
alud de buenos datos demográficos con
época y fue presidente honorífico del X
que contaba Menorca en la década de
Congreso Internacional de Geógrafos14.
188016.
Pasemos ahora al estudio y la valoración
Los comentarios del Archiduque en la
del contenido de cada uno de los apartados. parte demográfica son modestos y de
interés relativo, dado que aún creía en las
LA GEOGRAFÍA FÍSICA
teorías de los miasmas y atribuía las difeEl volumen «general» se inicia con la sirencias regionales en mortalidad y sanituación y las características más generales
dad a factores básicamente ambientales.
de la isla de Menorca: situación y superfiPor el contrario, el tema de la emigración
cie. Sorprende, en este ámbito, dado que
menorquina a Argelia17 resulta muy intese trata de un navegante, el poco interés
resante, además de inédito.
mostrado por la cartografía. Dedica a la
En el bloque de la demografía se incluclimatología unas 20 páginas repletas de
yen temas más o menos relacionados con
completas tablas estadísticas. Todo ello era la salud. A continuación, un tema plenaobra de dos investigadores locales: Jaume
mente demográfico muy importante: la
Carreres y Maurici Hernández.
estructura por edades de la población en
Le sigue una breve descripción de hidrolo1860 y en 1887.
gía marina y un ligero repaso a la morfología
Continúa con la población activa, algo
litoral y a la hidrografía. Hasta aquí encontra- bastante nuevo e interesante. Aparecen
mos un texto sencillo pero acertado, ameno
tablas de profesiones, principalmente,
de leer, casi como un buen libro de viajes.
y una tabla de «pobreza». En medio de
todo ello figuran algunas líneas sobre
religión y fiscalidad.
Sigue un largo comentario, casi siempre
muy elogioso, sobre las aptitudes y el
carácter de los menorquines. Este punto,
que prácticamente nunca faltaba en los
estudios geográficos antiguos, presenta
aquí un panorama aceptable, aunque quizás ligeramente demasiado encomiástico.
A continuación se adentra en una temática poco habitual: la estadística judicial. De nuevo, unas precisas tablas nos
muestran cuáles eran los delincuentes,
los delitos y las penas habituales en Menorca entre 1878 y 1887. La inclusión de
esta información en un estudio geográfico
general no era muy frecuente, ni nunca lo
fue, pero estaba previsto en las Tabulae.
Lengua y literatura
El habla de los menorquines es el tema
siguiente. El Archiduque opina con suficiente familiaridad sobre el asunto y cae
en tópicos que aún se mantienen, como
el peso de los anglicismos. Afirma que el
menorquín ha sido y es muy poco utilizado
como lengua literaria y con ello entra en
un campo insólito en las geografías: una
relación de autores menorquines notables.
La ayuda de Pons i Soler18 fue fundamental
en este tema. También aborda la literatura
popular. Reproduce docenas de poemas,
glosas y refranes.
Educación
Siguen unas páginas sobre educación,
algo también poco habitual, y menos aun
con detalles tan exhaustivos: unas 25 páginas dedicadas a inventariar decenas de
colegios de todo tipo. La opinión del autor
sobre la cuestión educativa es bastante
positiva si bien empeora cuando se trata
de la afición de los menorquines a la lectura. A continuación encontramos una breve
referencia a la prensa periódica. Una pequeña tabla recoge los diferentes medios
con profusión de datos.
Religión popular
La temática cultural continúa con unas
páginas sobre religiosidad popular, con
una detallada tabla sobre el cumplimiento
pascual. En el tema de las supersticiones,
manifiesta que los menorquines mostraban poca afición por ellas.
Tipos y costumbres
Este es uno de los ítems en lo que hay,
presuntamente, mucha cosecha propia,
fruto de la observación del propio Archi-
303
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duque. Constata que en Menorca ya no
quedaba vestigio alguno de vestimenta
popular propia.
Hábitat (población, vivienda)
Aquí distingue entre pueblos, aldeas
y lugares, y comenta su toponimia. Considera, críticamente, las estadísticas de
viviendas. Explica las características de
las casas menorquinas, sus materiales
y técnicas de construcción. Describe las
casas urbanas y las rurales. Aparecen,
ahora, casi por primera vez, las imágenes, complementarias al texto. Estudia
las cisternas y el sistema de recogida
del agua pluvial. Destaca la blancura y la
limpieza extrema de las viviendas. Incluye una compleja tabla sobre los tipos
de materiales de construcción. También
cita precios de casa. Considera que estos
son muy bajos19. A pesar de lo «barato»
de los inmuebles, el Archiduque jamás
se interesó por comprar uno, a pesar de
que recibió ofertas tentadoras.20
Gastronomía
Considera que la cocina menorquina se
parece a la española pero destaca por el
uso de la mantequilla (¿manteca?) y por el
poco uso de especias. A continuación ofrece una relación de todo tipo de platos.
Fiestas y ocio familiar
Sobre las formas de diversión de los
menorquines, destaca que los isleños salen
poco de casa y que los urbanitas rara vez
se desplazan fuera de la ciudad. Los ricos,
que poseen casas en el campo, suelen
acudir a ellas en primavera y otoño. Las
mujeres llevan una vida bastante retirada.
La costumbre de bañarse en el
mar es generalizada.
Música popular, fiestas de pueblo.
Sobre la música popular encontramos
diversas partituras, con letra, de unas docenas de canciones piadosas y profanas.
Aborda, detalladamente, las fiestas de
San Juan en Ciutadella. Afirma que en
todos los pueblos se desarrollan desfiles
similares, con motivo de las fiestas patronales, pero de tono menor. También considera las carreras de caballos y burros.
La afición al teatro es importante.
Destaca el teatro de Mahón y el
de Ciutadella.
Juegos de niños y adultos
En el contexto del ocio popular encontramos un gran desarrollo de una temática
3 04
especialmente inusual: los juegos infantiles. Dedica unas 30 páginas a inventariar y
explicar todo tipo de juegos. Cardona fue
el autor de la recopilación.
Nacimiento, cortejo, matrimonio y muerte
Se describen, con sencillez y acierto
general, las tradiciones del ciclo vital. Concluye que no existe ningún uso local especialmente original ni estrafalario.
Nobleza y grandes fortunas
Aquí se explica «quién era quién» en la
Menorca de finales del siglo XIX. Empieza
aclarando que en la isla no había ni grandes aristócratas ni grandes magnates. Hace
inventario de la nobleza e ignora,
prácticamente, a la burguesía
industrial y comercial.
Iglesia católica
Ofrece amplia información sobre el clero. Incluye una tabla en la que consta todo
el personal eclesiástico. Informa sobre los
seminarios, con una estadística detallada.
Pasa revista a las parroquias, los conventos
y los centros católicos de beneficencia.
Sueldos por oficios y sexos
Este nuevo ítem presenta información rica
y meticulosa sobre sueldos y salarios de la
población activa menorquina. Estos datos,
raros y difíciles de obtener, también fueron
recopilados por el polifacético Cardona.
Estructura agraria, uso del suelo
Aquí se inicia un largo estudio del mundo agrorural. Desde 1860, la isla contaba
con una excelente información catastral
y el Archiduque hizo exprimir a fondo la
estadística y creó tablas sobre el precio de
la tierra. Analiza el tema de las paredes de
piedra seca y el sistema de vallas. Sigue el
estudio de las herramientas agrícolas. También aborda los adobos, drenajes y riegos, a
la vez que estudia las fuentes, los pozos, los
aljibes y las cisternas. Se incluyen complejas
tablas estadísticas sobre el uso del suelo. Se
constata el predominio de la cerealicultura
y la rareza de la arboricultura, a causa del
viento y del sistema de aparcería. A pesar
de ello, se presta atención a los cultivos
arborícolas. Se constata la decadencia de la
viticultura y encontramos datos bien ilustrados sobre el tabaco y las plantas textiles.
Al ocuparse de los cereales, se habla de las
técnicas (segar, batir, eras). Se subraya la
importancia creciente del cultivo de forrajes. Se resuelven los cultivos de la huerta
por medio de unas tablas que debieron de
exigir un ingente trabajo de campo. Cardona también fue su autor.21 Se elogia en
gran medida a los hortelanos del término
de Mahón, minifundista, y el más avanzado
en todo tipo de agricultura. A continuación
analiza los bosques y su explotación, así
como plantas no arbóreas de utilidad.
La ganadería
La cría de ganado, que en Menorca
siempre ha tenido un peso importante,
no recibe tanta atención como la agricultura. Encontramos buenas tablas de
precios por especies. Se considera que el
vacuno es de diversas razas no especialmente selectas. A continuación habla de
las ovejas, que en aquella época tenían
una lana mediocre. En relación al ganado,
comenta acerca de las barracas de piedra
seca. Destaca que las que son para ganado mayor son edificios enormes y bellos.
Al abordar el queso y su elaboración, las
ilustraciones vuelven a ser abundantes y
didácticas pero la descripción de la técnica es confusa. Los cerdos también cuentan con su espacio. A continuación aparece la descripción de las «marcas de oreja»
con las que se identificaba al ganado.
Poca consideración merecen los caballos,
al contrario que los mulos y los burros,
esenciales para el transporte. Este tema
finaliza con estadísticas de exportación de
ganado, bastante importante en lo tocante al vacuno, al ovino y al porcino.
La caza y la pesca
La pesca obtiene un trato privilegiado,
con acompañamiento de excelentes ilustraciones. Se explican técnicas y utensilios,
acompañados por inventarios y datos.
También encontramos una tabla sobre los
peces comerciales con su nombre científico, su nombre popular y su precio. Hay una
mención especial al marisco del puerto de
Mahón, con unas detalladas tablas sobre
moluscos y crustáceos. El marisco era muy
preciado y se exportaba. En la época ya
habían desaparecido muchas especies.
La caza recibe un tratamiento amplio a
pesar de su escasa relevancia.
Náutica
Las actividades náuticas aún tenían una
cierta importancia. Había una modesta
flota matriculada, pero en decadencia
desde que se instauraron líneas regulares
de barcos de vapor. Aparecen tablas de
movimientos portuarios, sobre marinería
y construcción naval. Quedaban algunos
maestros calafates en activo. Una estadísti-
Textos en castellano
ca ilustra a los lectores sobre la producción
de embarcaciones.
Minería
Menorca contaba con muchas canteras
de piedra arenisca de calidad, de las que se
extraían los materiales básicos para la construcción. Una tabla ofrece las medidas de
las principales piedras talladas. También era
importante la fabricación de cal y escayola.
Las salinas, importantes en tiempos no
muy lejanos, estaban en clara decadencia.
Energía e industria
En esa época el viento todavía era la
principal fuente de energía. Lo utilizaban
muchos molinos harineros pero estos estaban ya amenazados por la competencia de
los molinos de fuego (había dos en activo).
Dentro de las actividades manufactureras, destacaba la alfarera, que producía
tejas, principalmente, cañerías y recipientes varios. Disponemos de tablas con tipologías y precios de productos cerámicos,
además de buenas imágenes.
No había industrias importantes en el
ámbito del metal excepto las herrerías, en
las que principalmente se fabricaban utensilios agrícolas. Encontramos una tabla que
nos informa de tipos y precios. También
se fabricaba jabón y bebidas alcohólicas,
principalmente ginebra y algunos licores.22
La actividad textil se centraba en una
moderna gran fábrica, mecanizada, de
alcance supraisleño y que producía ropa de
algodón. Poco quedaba ya de la tradicional
artesanía textil lanar. A pesar de ello, se
nos ofrece mucha información sobre esta
actividad casi extinguida.
La industria más puntera era la del calzado. Se exportaba una media de 4.000
pares anuales. En el ramo de la madera,
destacaban los aperadores, que trabajaban
para los campesinos, si bien también había
buenos ebanistas. La artesanía de cestería
a partir de fibras vegetales merecían una
mención especial. También existía una
curiosa artesanía de «flores de marisco».
LOS SERVICIOS
Comercios
La actividad comercial era modesta y
esencialmente local, pero había una docena de empresas con una cierta entidad. El
puerto mahonés concentraba gran parte
de las importaciones y exportaciones,
según tablas detalladas adjuntas.
Transportes y comunicaciones
La isla estaba relativamente bien dotada
de carreteras y caminos, muchos de ellos
de construcción reciente. Hay abundante
información estadística sobre proyectos
viarios ejecutados y en ejecución.23 Se
comenta la abundancia de caminos locales,
la mayoría de ellos carreteros, aunque
estrechos y con paredes a ambos lados. A
pesar de ello, aún era muy frecuente la circulación a lomos de mulos y burros. Unas
tablas nos ofrecen precios de transporte
de personas y mercancías y del parque
menorquín de material de transporte.
El transporte marítimo se centraba en
tres vapores que enlazaban regularmente
la isla con Palma y Barcelona. Encontramos
datos técnicos de estos vapores y tablas
sobre viajeros entre Mahón, Palma, Alcúdia y Argel.
Según el Archiduque, la hostelería estaba «bastante bien atendida». En Mahón
había dos fondas buenas; en Ciutadella,
Alaior y Fornells, una en cada población.
A continuación se informa sobre correos
y telégrafos con datos estadísticos de tráfico postal y telegramas.
ADMINISTRACIÓN
Menorca contaba con ciertas peculiaridades administrativas. Se trataba de una
plaza fuerte con una importante
presencia militar.
La cantidad de autoridades civiles también era excepcional. Había un delegado
del gobierno y diversos subdelegados de
ministerios y entidades oficiales. Era importante la sanidad, por la presencia
del lazareto.
La sanidad y la asistencia social para los
ciudadanos se basaba en entidades municipales y de caridad. También existían ya
algunas mutuas populares. Gracias a estas,
según el Archiduque, en Menorca no había
«ni pordioseros ni mendicantes».
La isla a su vez contaba con representantes consulares de los principales Estados
europeos y americanos.
Banca, seguros, hacienda
En Mahón había representantes de casas
de seguros foráneas. También había algunos bancos: el Banco de Mahón y el Banco
de Ciudadela.
La recaudación de impuestos y los gastos de la Administración central aparecen
detallados en diferentes tablas.
El volumen «general» finaliza con una
útil tabla de equivalencias entre las
unidades de medida tradicionales y el
sistema métrico decimal, que se
implantó precozmente.
Hasta aquí la descripción y crítica, sintética, de los contenidos del volumen «general». No hemos abordado aquí la parte
«especial», ya que, desde un punto de vista científico, su interés es menor al tratarse
básicamente de itinerarios descriptivos.
A continuación añadimos unos apéndices con algunos datos biográficos
sintéticos de los principales colaboradores menorquines.
LOS PRINCIPALES COLABORADORES
Francesc Cardona i Orfila (1833-1892)
Francesc Cardona i Orfila fue, con
diferencia, el principal e indispensable
colaborador menorquín del Archiduque.
Era sacerdote y un gran naturalista, pero
también se interesó por multitud de temas
relacionados con Menorca. Contamos con
una buena biografía publicada24 y ello nos
exime de entrar en aspectos que no estén
relacionados estrictamente, con
La isla de Menorca.
El Archiduque conoció a Cardona en su
primer viaje a Menorca, en 1867, y desde
ese momento en él encontró a un colaborador inquebrantable. Durante 34 años,
Cardona recibió del Archiduque casi 200
cartas que son de un enorme interés para
entender cómo se organizó la realización
de la obra menorquina y nos aportan también muchos elementos importantes para
valorar tanto la personalidad de Cardona
como la del Archiduque.
El primer contacto «de trabajo» se produjo en 1869. El Archiduque le pidió formalmente ayuda para la realización de los
trabajos de Menorca. Los contactos fueron
escasos, discontinuos e intrascendentes
hasta 1877, cuando el Archiduque visitó
Menorca –por primera vez con intención
investigadora– y permaneció casi un mes
en la isla. De todos modos, hasta 1888 la
correspondencia fue poco abundante e
insustancial, pero a partir de ese momento
pasó a ser intensa y fructífera cuando el
Archiduque se puso a trabajar en serio en
Menorca. En forma de cartas, generalmente muy breves y directas, el Archiduque fue
solicitando todo tipo de informaciones y
servicios. En resumen, las cartas demuestran que la aportación de Cardona fue
fundamental. No solo recopiló y elaboró
cantidades ingentes de información sino
que actuó siempre como filtro de la información, del modo en que únicamente
un indígena inteligente podía hacerlo. La
visión de Menorca que nos brinda el Archiduque fue provista y matizada a través de
305
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
la óptica de Cardona.
A mediados de 1891 finalizó la redacción del último volumen y entonces la
correspondencia decayó rápidamente.
Cardona enfermó a principios de ese año.
El Archiduque se interesó por su salud
durante unos meses, pero su última carta
data del 3 de noviembre de 1891; Cardona
falleció dos meses después, a los 59 años.
Desconocemos cuándo ni cómo recibió el
Archiduque la triste noticia.
Joan Pons i Soler (1826-1906)
Rico terrateniente mahonés que dedicó
gran parte de su vida a la investigación
histórica y a la arqueología y reunió una
notable colección de antigüedades25. Su bibliografía es mínima en letra impresa pero
alcanzó un elevado grado de erudición. Su
relación con el Archiduque fue algo tardía
pero muy fructífera para este, dado que
Pons le proporcionó mucha información
sobre literatura e historia del arte. Recibió
75 cartas del Archiduque, que se conservaban en 1980, pero no han sido publicadas.
Abarcan de 1888 a 190026.
Juan J. Rodríguez i Femenías
(1839-1905)
Importante empresario y político mahonés que adquirió gran prestigio como
botánico, como precursor en el estudio de
las algas. El Archiduque le consideró como
uno de los miembros más selectos de su
equipo de colaboradores menorquines.
Rodríguez recibió unas 40 cartas del Archiduque27. Curiosamente, todas presentan
fechas muy tardías, casi todas posteriores
a la época de redacción de La isla de Menorca, la gran mayoría posteriores a 1890.
En consecuencia, poco pueden aportar al
esclarecimiento del proceso de creación
del libro. El grueso de las misivas solo
abordan temas estrictamente botánicos.
Tomàs Vidal Bendito, catedrático jubilado de Geografía Humana (Universidad
de Barcelona) y expresidente del Consejo
Científico del Institut Menorquí d’Estudis.
Barcelona, noviembre de 2014 BIBLIOGRAFÍA
ARCHIDUQUE LUIS SALVADOR DE AUSTRIA
(1869): Tabulae Ludovicianae, autoedición, Praga
ARCHIDUQUE LUIS SALVADOR DE AUSTRIA (1980): La isla de Menorca en
texto e imágenes, Parte General y Parte
Especial, Ed. Caja de Ahorros y Monte
de Piedad de las Baleares “Sa Nostra”,
306
Palma de Mallorca. Parte general, p. I-V
y 1-465. Parte especial p. I-XVII y 1-603.
Traducción de los vol. VI i VII de la obra
Die Balearen.
BARBER BARCELÓ, Miguel (1978): Un mahonés ejemplar del siglo XIX. Biografía
del Rdo. D. Francisco Cardona y Orfila,
Pbro., editado por Miguel Barber Barceló, Impremta Allés, Ciutadella, 178 p.
El capítulo XV, p. 95-106, está dedicado
íntegramente al Archiduque.
BARBER BARCELÓ, Miguel (1996): Un mahonés ejemplar del siglo XIX. Biografía
del Rdo. D. Francisco Cardona y Orfila,
Pbro. (Tomo II, Apéndices), Ediciones
Nura, Ciutadella, 201 p. Recoge, íntegramente, la correspondencia –201 cartas–
que el Archiduque envió a F. Cardona
i Orfila, entre 1867 y 1891 (p. 21-67).
Barber tuvo acceso a esta documentación, que entonces se conservaba en el
Archivo Natta-Ponsetí.
LIMÓN PONS, Miquel Àngel (1994): «L’Arxiduc i Menorca, apunts d’unes relacions
oblidades (*)», Revista de Menorca,
1994, II, p. 273-283)
LIMÓN PONS, Miquel Àngel (2003): «L’illa
que impregnà l’Arxiduc» en L’Arxiduc
Lluís Salvador i les Illes Balears, biografia i índexs, Govern Illes Balears, Sa
Nostra, Grup Serra, vol. VIII de la traducción íntegra al catalán de la obra Die
Balearen in Wort und Bild geschildert,
p. 64-117
OLIVES PONS, Guillermo (1949, 1950):
«La colección Pons y Soler», Revista de
Menorca, 1ª parte, 1949, p. 181-191, 2ª
parte, 1950, p. 61-64.
OLIVES PONS, Guillermo (1980): «Presentación», en ARCHIDUQUE LUIS SALVADOR DE AUSTRIA (1980), 1ª parte, p.
III-XVII.
REVISTA DE MENORCA (Redacción) (1911):
Biografía de S. A. I. y R. el Serenísimo Señor Archiduque de Austria Luis Salvador
de Habsburgo-Lorena y de Borbón, Socio
de Honor del Ateneo. 1911, p. 293 -299
SCHWENDINGER, Helga (1991): El Archiduque Luis Salvador de Austria, Príncipe,
Científico y Viajero, Ed. Miquel Font,
Palma de Mallorca, 279 p.
SINTES ESPASA, Guillem (2008): Les alienacions dels béns eclesiàstics a l’Antic Règim i la seva relació amb l’urbanisme de
la ciutat. Beca de investigación del IME .
VARENIO, Bernhard (1650): Geografía
General en la que se explican las propiedades generales de la Tierra (1650), Traducción del latín por José M. Requejo.
Edición y estudio introductorio por Ho-
racio Capel, Ediciones de la Universidad
de Barcelona, Barcelona, 1974, 148 p.
VIDAL BENDITO, Tomàs (1992): «La transició demogràfica a Catalunya i a les
Balears». Estudis d’història agrària, nº 9,
1992, p. 203-226, ISSN 0210-4830.
Notas
Vol. VI y VII de Die Balearen in Wort und
Bild geschildert, Leipzig.
2
Vol. 1896-97, p. 3-12.
3
Véase Revista de Menorca, Vol. 1911, p.
293-299
4
Los traductores fueron Carlos y Bàrbara
Sánchez-Rodrigo, por iniciativa y bajo la
supervisión del autor de este artículo. La
edición corrió a cargo de Sa Nostra.
5
Limón (1994).
6
Según Cardona, en Barber (1978).
7
El Archiduque reconoció, de manera explícita aunque siempre demasiado discreta,
la aportación de los colaboradores y el
papel de estos fue prácticamente ignorado
por el público.
8
El más importante e imprescindible
de los colaboradores fue Francesc Cardona
i Orfila, un sacerdote mahonés,
gran naturalista.
9
A la vista de los hechos probados, desde
un punto de vista racional, parece que el
Archiduque fue más bon vivant que alma
dolorida, desarraigada y errante, heroica y
exclusivamente entregada a la ciencia.
10
Seleccionadas de las listas de Schwendinger (1991), p. 219-237
11
Véase Barber (1986), cartas 165 y
166, p. 56.
12
Cardona era conocido así, popularmente.
13
A partir de la edición castellana de
Sa Nostra.
14
Véase Schwendinger (1991) p. 239-240.
15
Véase en apéndice una breve biografía
relativa a su participación en la obra.
16
Estos datos han permitido demostrar la
precoz modernización de la población menorquina en el contexto ibérico e incluso
europeo. Véase Vidal Bendito (1992)
17
Datos de Francesc Truyol, funcionario
del consulado de España en Argel en
esos años.
18
Véase nota biográfica en apéndice.
19
La causa podría ser la «burbuja» inmobiliaria mahonesa, de principios del siglo XIX,
que finalizó con docenas de casas nuevas
vacías. Véase Sintes
Espasa (2008)
20
Barber (1996), cartas 101 y 120, p. 101 i
46. Recibió ofertas de St. Antoni y Torre
d’en Galmès.
21
Véase Barber (1996), cartas a Cardona nº
1
Textos en castellano
52, p. 31
Cardona también fue el recopilador de
este último tema.
23
Agradece al ingeniero Martín Martínez
«innumerables indicaciones sobre la
red viaria»
24
Barber (1978 y 1996)
25
Olives (1949). Josep Manguán también
nos proporcionó información.
26
Olives (1980)
27
Los originales fueron depositados en el
IME por los herederos: familias Sintas
Ponte y Pascuchi Sintas. Las cartas están
fotografiadas pero no transcritas.
22
Palma: la ciudad que el
Archiduque conoció
Manuel Cabellos Barreiro
«Cuando navegando en alta mar se
arriba a la amplia bahía de Palma (...) van
emergiendo en la lejanía, de un modo
paulatino, encantadoras e inmóviles, las
torres, después de las doradas murallas y
finalmente las casas asentadas en la ribera
de la capital de Baleares. Un alto cerco de
montañas de un azul de zafiro le sirven de
fondo, con su silueta fuertemente diseñada en el éter celeste, formando en conjunto un radiante cuadro. Altivas se levantan
las grises cumbres, rompiéndose en oscuros valles, de modo que luces y sombras se
combinan en una armonía feliz. (...). Existen muy pocas ciudades en el mundo que
ofrezcan al forastero que a ellas llega una
fisonomía tan amable, pues en muy pocas
se combinan como aquí la forma y el color
para producir un efecto tan armonioso.»1
La relación del Archiduque
con la ciudad
La primera llegada a Palma
Eran las 10 de la mañana de un día de
principios de septiembre de 1867.
Procedente de Ibiza embarcó el archiduque Luis Salvador junto con su tutor, Eugenio Sforza, y un sirviente en un buque de
vapor de la Sociedad Isleña Marítima que
operaba una vez por semana entre Valencia e Ibiza y Palma. Durante el trayecto le
fue presentado Francisco Manuel de los
Herreros, director del Instituto Balear, con
quien el Archiduque mantuvo una larga
conversación en alemán y al que le explicó el objeto de su viaje. La sintonía entre
ambos fue completa y significaría el comienzo de una estrecha colaboración que
se consolidaría con la mutua amistad. En
aquel momento el Archiduque se identificó
a los viajeros del buque con el nombre
de Ludwig Neudorf, pues pretendía pasar
desapercibido. Aconsejado por Herreros,
pasó la siguiente noche en la entonces
considerada mejor fonda de Palma, conocida como Cas Francès y situada en la calle
Conqueridor, recién acabada de construir
en el centro de la ciudad2.
La foto siguiente, aunque es muy posterior a la situación descrita, muestra el
ambiente abigarrado, lleno de carretas y
galeras esperando el momento de recogida de pasajeros, con el que se encontró
inmerso Luis Salvador al desembarcar en
el puerto de Palma. Solo las vías del tren
portuario, que no se instaló hasta el año
1877, delatan la ucronía.
El objetivo de su viaje era conocer las
islas Baleares y Pitiusas con el propósito
de recopilar datos con vistas a su inmediata publicación. Aquella primera visita
fue breve, un mes y medio, pero significó
el inicio de una estancia en la isla que,
aunque intermitente, podemos calificar de
intensa hasta 1913, dos años antes de su
fallecimiento.
A lo largo de la década de los setenta,
Luis Salvador realizó varias visitas a la isla.
En 1872 compró la finca Miramar, donde
habitó a partir de entonces. La posterior
adquisición de otras fincas contribuyó a
estrechar su relación con la mayor
de las Baleares.
El marco socioeconómico de Mallorca
en el siglo XIX
La llegada del Archiduque tuvo lugar
en un momento de inflexión económica y
social. Durante el siglo XIX consideramos
tres etapas de igual duración definidas por
los acontecimientos y por el crecimiento
demográfico y económico3.
En la primera, de 1800 a 1833, la ciudad
vivía la continuidad de cinco siglos. Los
cambios fueron escasos, tanto en su ámbito, el del recinto amurallado, como en su
población, entre 30.000 y 40.000 habitantes; la economía eminentemente agraria,
con el aceite y el ganado porcino como
exportaciones principales; el sistema de
relación social eminentemente feudal, en
el que la possessió era el lugar principal de
producción y residencia en el campo; y en
la ideología, fuertemente influenciada por
la religión católica.
Durante la segunda etapa, entre 1833
y 1866, Mallorca recibió la influencia de
franceses y afrancesados relacionados
con la ocupación napoleónica, así como
de la penetración cultural de la Ilustración
y del liberalismo progresista, enfrentado,
en el marco de la política, a la mentalidad
conservadora. La consecuencia fue la toma
de decisiones favorables al libre comercio
entre las cuales la creación de comunicación frecuente en barco de vapor con la
Península4 y, al amparo de la Regencia de
la Reina María Cristina, la formación de un
gobierno marcado por la personalidad del
ministro liberal Mendizábal, que patrocinó
la polémica Ley de Desamortización, aprobada en 1836, que motivó importantes
cambios patrimoniales y urbanísticos en la
ciudad de Palma.
El tercer tercio, desde 1866 hasta 1899,
en el que participó el Archiduque, fue en
Mallorca de crecimiento industrial, cambio
social, migración campo-ciudad y demanda
urbanística de suelo. Este es el tercio que
vamos a desarrollar5.
Los efectos de la Desamortización de
Mendizábal
Someramente, citaremos aquí los casos
en que la desamortización de los bienes
detentados por «manos muertas», especialmente en relación a los de la Iglesia,
implicaron efectos de demolición o ruina
antes del final del segundo tercio del siglo6.
El convento de San Francisco de Paula,
o de frailes «mínimos», se demolió y en su
lugar se creó la plaza de la Reina.
El de Santo Domingo, que incluía la segunda iglesia de Palma por sus riquezas y
arquitectura, se derribó y se reordenaron
los terrenos; como resultado de ello, se
crearon la calle Conqueridor y los edificios
porticados de la calle Palau Reial.
La demolición del edificio de la Inquisición, popularmente llamado «la casa negra», y la del convento de San Felipe Neri
permitieron proyectar en su lugar la plaza
de Abastos, hoy Plaça Major.
En el caso del segundo convento de las
clarisas, llamado del Olivar, que ocupaba
parte de la actual plaza del mismo nombre,
el resultado fue el abandono y ocupación
temporal como prisión y, en el medio plazo, la ruina.
El convento de monjas de la Misericordia de la calle Sant Bartomeu donde, poco
después, se construyó la sede del actual
Banco de España.
Respecto al convento de la Consolació7,
asimismo afectado por la Desamortización,
la demolición no se pudo ejecutar hasta el
año 1893 por litigios con los propietarios.
En su lugar, se creó la plaza de Josep Maria
30 7
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Quadrado (19). En el plano de Pere d’Alcàntara Penya, fechado en 1879, todavía aparece la distribución anterior de manzanas.
El mensaje del Archiduque: el libro La
ciudad de Palma
El afán de conocimiento del Archiduque
y su interés por transmitirlo en forma de
publicaciones se puso de manifiesto ya
desde el primer viaje. A la edad de 19 años
recorrió las cuatro islas durante dos meses
y medio con un cuaderno, lápices diversos y pluma en el portafolios. El mismo
explica su sencillo sistema de trabajo en el
prefacio de la colección Die Balearen: «Las
páginas que siguen no son el resultado de
profundos estudios sino solo la colección
ordenada de mis notas de campo, tomados
en verano y otoño de 1867, ora a lomo de
mula ora surcando las aguas, ya en pobres
cabañas campesinas ya en el palacio del
rico mallorquín».
La colección del Die Balearen in Wort
und Bild geschildert, editada en alemán
en Leipzig entre los años 1869 y 1892, se
compone de 7 tomos, uno de los cuales, el
IV, contiene el libro número 5 denominado
«Die Stadt Palma». Para poder llevar a
cabo este inmenso trabajo, Luis Salvador
buscó a un grupo de profesionales en diversas materias para que le asesorasen, le
aportaran datos y trasladasen sus dibujos
a láminas y xilografías, aunque siempre
con una intensa implicación personal. En
su edición de 1981, el libro La ciudad de
Palma se independiza de la colección:
consta de 312 páginas con 121 grabados y
un sumario.
Por la profusión de datos, descripciones
y grabados que contiene, representa un
documento de primera magnitud para el
conocimiento de cómo era entonces la
capital de Mallorca. Es probable que las
anotaciones del Archiduque se llevaran a
cabo durante la estancia que se inició en
febrero de 1880 con su llegada a bordo del
yate Nixe, dado que su publicación en Leipzig tuvo lugar el año 1882. Gracias al libro
podemos evaluar la ciudad que conoció
el Archiduque y que aquí resumiremos en
tanto en cuanto hacen referencia a su configuración urbana, patrimonio y paisaje.
No puede ser casualidad que La ciudad
de Palma comience por la descripción
pormenorizada de la muralla renacentista.
Parece evidente que el Archiduque nos
quiere transmitir el mensaje de que el
elemento más característico de la ciudad,
el que define su imagen global y el que
configura su paisaje al entrar en ella, es su
308
recinto amurallado.
La demolición del lienzo de muro (21)
comprendido entre la Porta de les Drassanes y la Porta del Moll está citada por
dos veces en el libro, lo que demuestra
el interés del autor en dejar constancia
del derribo de la Porta del Moll por la
que había entrado en Palma en su primer
viaje y sobre la que escribe: «A pesar de
que esta Puerta ha sido demolida, como
existió hasta 1873 queremos decir algunas
palabras sobre ella (…)», y sigue una larga
descripción. Las dificultades que para el
arreglo y secado de redes, así como para
los intercambios comerciales representaban para las asociaciones de pescadores y
de transportistas fueron un factor decisivo
para solicitar su demolición. El Ayuntamiento asumió la petición y la remitió al
presidente de la primera república, Estanislao Figueras, quien la convirtió en decreto.
Nada más recibirse en Palma la orden, el
15 de febrero de 1873, se concentró una
multitud para colaborar en la demolición.
La percepción del efecto paisajístico
posterior al derribo que tuvo Luis Salvador
consta en su libro; «(…) lo que permite
contemplar los magníficos edificios de la
Junta de Comercio y la Lonja, que quedan
así a la orilla del mar». Y nosotros añadimos: tal como había sido posible en el siglo
XV, cuando se construyó y no existía la
muralla renacentista.
Casi todo el libro está dedicado a dar a
conocer los espacios urbanos y los edificios
que los delimitan, esto es, dicho simplemente, la ciudad. La descripción urbana
se realiza a lo largo de casi todas las calles.
Siguiendo dicho recorrido el Archiduque va
identificando las casas, iglesias, zonas artesanales o comerciales etc. que la configuran. Para escoger los edificios de uso eminentemente residencial que va a describir,
emplea un sistema que hoy llamaríamos
tipológico, es decir, no se escogen las casas
según la posición social de su propietario,
sino en función de su calidad arquitectónica y de sus varias características: arco de
medio punto en el acceso, ventanas coronelles, acceso a través de patios y por pórticos soportados por pilares, arcos ojivales,
ventanas con labra escultórica y desván
sobre columnas. En los edificios que son
reliquia de un uso artesanal y/o comercial,
consideraba suficiente la existencia de
soportales en planta baja.
Siguiendo el recorrido se han contabilizado 133 edificios. Intentando valorar
dicha cantidad, se ha llevado a cabo un
contaje de los edificios catalogados de
similar tipología en el Plan General de
Ordenación, vigente desde 1998, con el
resultado de 186 casas catalogadas. Resulta difícil acertar en la explicación de esta
diferencia, especialmente sabiendo que
varios de ellos han sido demolidos. Solo en
el lapso de tiempo que estudiamos sabemos que se demolió Can Bonapart y poco
después Can Brull (cine Borne).
Podemos suponer que, en cuanto a
estos tipos de edificios, su catalogación
tranquiliza en relación a su conservación si
las obras de rehabilitación se realizan con
criterios proteccionistas. Tema diferente
son los 2.913 edificios restantes no citados
o denominados «modernos» en el libro y
que también configuraban el paisaje
de Palma.
No hay espacio para extenderse en la
descripción de otros usos aunque la cantidad de 35 edificios civiles y 46 iglesias
ayudarán a tener un amplio conocimiento
de la ciudad por parte del lector. Los más
importantes: el Palacio de la Almudaina,
la Catedral, la Lonja, el Ayuntamiento y el
Consulado de Mar tienen un extenso tratamiento. En el caso de los conventos solo
describe ocho, pero con apreciable detalle.
Resulta curioso que en la que se refiere a
iglesias incluya la cita de dos conventos, el
de san Felipe Neri y el de San Francisco de
Paula, que el Archiduque no conoció por
haberse derribado como consecuencia de
su anterior demolición.
En el punto adecuado del recorrido, en
pleno Call Menor, Luis Salvador descubre la
entonces reciente apertura de la calle Joan
Odon Colom (18), hoy Colom, que, desde el
inicio de las obras, en 1860, tardó unos 20
años en conformarse. En el libro, su impacto
es valorado con esta frase «Felizmente el
trazado de esta amplia vía nueva se hizo con
cuidado y puede afirmarse que la reforma
no destruyó nada de importancia».
Entre los aspectos negativos descritos
en el libro, el Archiduque detecta fallos
importantes en las infraestructuras. En
relación a los acabados de las calles dice:
«de mal piso y estrechas, muchas de ellas
empedradas con cantos de torrente, algunas parcialmente con lajas obradas; casi
siempre están desgastadas las piedras por
el paso de los carros, que dejan a veces
roderas profundas, y desgraciadamente
casi siempre su recomposición se limita
únicamente a llenar los baches con escombros», También relata la cantidad exigua de
agua potable que llega hasta cada usuario9,
los sistemas primitivos de acumulación en
aljibes y de elevación a los pisos, y espe-
Textos en castellano
cialmente la inexistencia de cloacas en la
mayor parte de las calles, lo que implicaba
que los residentes debían eliminarlas por
el sistema de infiltración mediante pozos
negros, con la contaminación casi inevitable de las aguas en los aljibes y las consecuencias sanitarias que de dicho proceder
se derivaban.
El libro, en su capítulo «El Puerto de Palma», realiza una descripción de las obras
que se ejecutaron y proyectaron a lo largo
del siglo XIX, las cuales se complementan
con el siguiente texto:
Atendiendo a la descripción histórica del
puerto de Palma10, interesa destacar que el
muelle que lo había configurado durante
cinco siglos tenía 400 varas de longitud y
acababa en un dique triangular en el que
había estado situado el Fuerte de Cabeza
de Muelle y, desde el siglo XVIII, la capitanía del puerto. En 1813 se quiso prolongar
con un dique curvo de 600 varas (500 m)
que por falta de fondos no se ejecutó;
finalmente se realizó manteniendo la alineación y de solo 270 metros de longitud.
Las obras finalizaron en 1830.
El año 1870, acuciado por la demanda
de mayor longitud de muelles en la zona
de mayor calado para buques de tracción
de vapor, se aprobó el proyecto del ingeniero Emili Pou, que consistía en prolongar
dique y escollera (11) en unos 500 m, de
los cuales 300 con muelles de 30 metros
de ancho y uno perpendicular de unos
100 m de longitud. El proyecto incluyó dos
importantes novedades: la creación de un
paseo público a todo lo largo del puerto
con dos partes, la Riba Baja, de unos 670
metros de longitud y la Riba Alta, con una
longitud de unos 500 metros, situada sobre el muro de defensa de la escollera que
ofrecía magníficas vistas de las
actividades portuarias.
La segunda novedad fue la construcción
de un faro en el extremo del dique con un
diámetro generoso y muros inclinados. La
parte superior del muro, acabado por una
barandilla de fundición e iluminado con
lámparas de gas, se acabó el año 1902 y
empezó a ser el paseo más popular de los
palmesanos en detrimento de Ses Quatre
Campanes que, sin la Porta de Jesús, perdió parte de su atractivo.
El proyecto incluía la formación de una
plataforma (12), para usos portuarios, que
a partir de 1910 se convirtió en paseo, de
unos 100 metros de ancho, frente a la Lonja, y otra de mayor anchura (13), añadida
al viejo mollet hasta la desembocadura de
la Riera y acabada en contramuelle, justifi-
cada para evitar las aportaciones de tierras
en las riadas en el puerto y para facilitar
su dragado.
El libro menciona11 la existencia de un
«tranvía» (14) de tracción mediante mulos
que transportaba mercancías entre los
diques del puerto y la estación. Interesa
precisar que empezó a dar servicio en
1877 y que un año después de la toma de
datos por parte del equipo del Archiduque,
es decir en 1881, se cambió el sistema
de tracción por el de máquina de vapor.
Dado que el tren recorría la calle Antoni
Maura, el Born, la plaza del Mercat y la
Rambla saliendo por la Porta de Jesús al
Camí de Ronda hasta la estación, el cambio
no debió gustar a los vecinos debido a las
molestias que causaba la humareda que
desprendían sus calderas. Desde el 1889
la tracción cambió a motor de explosión.
Algo más agradable.
También hace referencia a las obras en
curso en la fachada de la catedral, suponiendo que son obras de acabado12. En
realidad eran debidas al terremoto que,
en 1851, derribó partes de su fachada
principal. Las obras de reconstrucción
proyectadas por el arquitecto Juan Bautista
Peyronnet, nombrado por la Academia
de San Fernando, se iniciaron en 1855. El
proyecto13 estaba inspirado, en estilo neogótico con acabados decorativos ajenos
al sobrio gótico catalán de la catedral de
Palma. Durante 19 años hasta la conclusión
de las obras, el año 1886, el Archiduque
pudo ver su progreso.
Resulta muy interesante el último capítulo «Los alrededores de la ciudad», pues
indica que el Archiduque no se limitó a
describir el centro de la ciudad, sino que
quiso conocer toda la ciudad y percibir,
entre otros, la intensa belleza paisajística
–apreciable a la llegada en barco–, que formaban no solo las murallas, la catedral, la
Lonja y el castillo de Bellver sino, además,
el Molinar de Poniente (hoy Jonquet) con
9 molinos harineros y el de Levante, hoy
engullido por el ensanche, con 24 molinos.
Es muy completa la descripción del castillo de Bellver, con alguna terrible aunque
interesante anécdota como la existencia
del calabozo denominado La Olla. Resulta
memorable la descripción del Terreno: «En
las faldas de aquel montecillo, siempre
verde, por los pinares que le cubren, están
las casas apiñadas del terreno, separadas
entre sí por elevadas paredes. Visto desde
el mar el caserío del Terreno con sus casitas pintadas de blanco, amarillo y azul,
parece una pequeña ciudad…»
Desde el punto de vista de la evaluación
de la necesidad de suelo en Palma, se
descubre en este parágrafo, que la construcción del barrio de Santa Catalina se
estableció con gran rapidez, dado que en
solo doce años después de su ordenación
en 1868, ya estaba urbanizado y ocupado
por 6.000 habitantes.
También consta en este capítulo la descripción del fuerte de San Carlos, construido en dos etapas, y la fundación del monasterio cisterciense de la Real por parte
de Jaime I en 1232 junto con los datos de
su destrucción y subasta en 1820.
Novedades que debió de conocer el
Archiduque
No todo lo que sucedió a partir del día
de la llegada del Archiduque consta en sus
escritos, especialmente porque acontecieron durante los 33 años posteriores a la
toma de datos para el libro La ciudad
de Palma.
Un gran avance, tanto desde el punto
de vista del desarrollo económico como de
comodidad personal, fue la implantación
del tren en Mallorca, que permitió aumentar la capacidad de transporte mediante el
añadido de vagones. Ello fue posible merced a un sistema de tracción potente: la
máquina de vapor. La primera línea entre
Palma e Inca, y su estación frente a la Porta
Pintada, se inauguraron el año 1875.
La única línea de transporte público que
existió en Palma en ese periodo de tiempo
fue la del tranvía de tracción animal que
enlazaba la plaza de Cort con Portopí
desde 1881.
Resulta curioso que el primer servicio
atendiese a los ciudadanos de Poniente,
que eran mayoritariamente de clase media, y no a los de las zonas de Levante que
se habían creado en el último tercio del
siglo y que eran, en general, de clase obrera. El año 1916 se resolvió dicha carencia
con la creación de varias líneas y la incorporación de la tracción eléctrica.
Respecto de la catedral, el obispo Pere
Campins estaba convencido de que era
necesaria una reforma interna para adaptarla a las nuevas normas litúrgicas que
pretendían acercar los fieles a los celebrantes, lo que implicaba el traslado de la posición central del coro al presbiterio y dejar
el resto de la catedral para los fieles. Para
ello se puso en contacto con Antoni Gaudí,
que ya tenía prestigio y experiencia en
obras religiosas, y que, además, era buen
creyente. La reforma tuvo dos fases marcadas por la colaboración con los arquitectos
309
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Joan Rubió (1904-1908) y Josep Maria Jujol
(1908-1913). A pesar del final abrupto de
los trabajos, el resultado de la reforma fue
mucho más intenso que el programa que le
había encargado Campins14. La historia ha
ido aumentado la valoración y aceptación
del trabajo realizado. Parece impensable,
conocida la sensibilidad del Archiduque,
que no conociese o al menos no se hiciese
eco de la transformación que se terminó
antes de su última salida de la isla.
El tránsito de siglo vino acompañado de
obras significativas en Palma tales como el
Gran Hotel, proyectado por el arquitecto
catalán Lluís Domènech i Montaner, situado junto a la plaza del Mercat, que se
inauguró el año 1903 y que consta que el
Archiduque utilizó, y el conjunto de edificaciones situado a los pies de la Almudaina
formado por el Teatro Lírico, el Grand
Hotel la Alhambra y el Café la Alhambra.
Todos ellos fueron inaugurados al principio
del siglo XX. El Café, a final de los años 40
fue modernizado y se le cambió el nombre
por Café Riskal.
La demolición de las murallas
En su libro, Luis Salvador dedica doce páginas a la descripción de las murallas, de cuyo
proyecto de demolición tuvo sin duda noticia, así como de la pérdida patrimonial que
ello implicaba y de los cambios del paisaje de
la ciudad que su ejecución iba a producir.
El recinto fortificado renacentista,
reseña histórica
La muralla renacentista se había construido en dos fases: la parte de tierra
proyectada por Giacomo Palearo, alias il
Fratino, y ejecutada entre 1575 y 1682;
y la situada frente al mar, diseñada por
el ingeniero militar Martín Gil de Gainza,
se ejecutó desde 1697 hasta 1801. El recinto renacentista sustituyó a la muralla
medieval construida durante el gobierno
de la dinastía almorávide en los siglos XI y
XII, cuyos muros verticales eran de escaso
espesor, dado que no habían sido diseñados para resistir el fuego de la artillería
perfeccionado durante los siglos XV y XVI y,
además, estaban muy deteriorados a final
del siglo XVI
Las circunstancias que precedieron
al derribo
El crecimiento de la población de Palma
durante el siglo XIX fue del 83% a pesar
de las epidemias de los años 1860-1865 y
1870-1874. La necesidad de proximidad
y de acceso a servicios motivó que parte
3 10
de los nuevos residentes, unos 12.000, se
instalasen en el casco antiguo. Estos nuevos residentes generaron un crecimiento
del 42%, inferior al global y dada la escasez
de solares libres, la nueva edificación intramuros tuvo que aumentar alturas en unas
dos plantas tanto sobre edificios existentes
como en los de nueva construcción. Como
consecuencia, la densidad media llegó a
alcanzar los 400 habitantes por hectárea,
muy elevada si la comparamos con la
actual (año 2012) que es de 179 hab/ha.
Pero la realidad es que la población no
estaba uniformemente repartida, sino que,
de los 16 sectores en que estaba dividida
la ciudad, había cuatro en los que vivían residentes acomodados, en casas grandes, y
la densidad era igual o inferior a 250 hab/
ha; y otros dos, coincidiendo con sectores
populares en que superaba los 800, en los
que había problemas de hacinamiento, lo
que fácilmente podía generar agresividad y
rechazo social.
Por otra parte, es preciso resaltar la
prohibición de construir en la zona polémico-militar, cuyo objetivo era garantizar, en
caso de ataque, la cobertura por el alcance
de las piezas de artillería. El sistema defensivo de la ciudad estaba conformado por
el recinto amurallado y por la mencionada
zona, formada por un anillo cuyo ancho era
de 1.250 metros medidos desde la muralla.
La necesidad de suelo en el último tercio
del siglo, para dar cabida al crecimiento residencial e industrial, se satisfizo de forma
espuria: en lugar de urbanizar y construir
en continuidad con las murallas, se tuvo
que hacer más allá de dicho perímetro,
creándose unos núcleos aislados como Son
Espanyolet, Els Hostalets y La Soledat, carentes de servicios e infraestructuras. Paralelamente, en una porción de dicha zona
prohibida, la necesidad de suelo quedó, en
parte, paliada a partir del año 1868 gracias
a la transigencia del Capitán General, que
«comisionó» a dos ingenieros militares
para formalizar como propio el Proyecto de
Ensanche de Santa Catalina para urbanizar
y edificar en terrenos situados en plena
Zona Polémica que eran, mayoritariamente, propiedad del marqués de la Romana15.
La ciudad de Palma de
Eusebi Estada
La publicación, en 1885, del folleto
«Condiciones que deben reunir las viviendas para que sean salubres», redactado
por el ingeniero Eusebi Estada, originó un
fuerte impacto en la opinión pública. Su
contenido mostraba los problemas deriva-
dos de la alta mortalidad y morbilidad en
la ciudad de Palma y aportaba alternativas
para resolverlos. Un contenido que amplió
en 1892 con el libro La ciudad de Palma, su
industria, sus fortificaciones, sus condiciones sanitarias y su ensanche.
Estada coincidía con otros expertos en
estrategia en la «importancia militar de las
Baleares y en especial de la plaza de Palma»16 y proponía, como alternativa, «que
se ponga a Palma y a toda la Bahía en estado de defensa», mediante la construcción
de fuertes en los puntos que mejor dominan la bahía y el puerto «(…), dotándolos
de artillería protegida»17.
Por otra parte, la extensa epidemia de
cólera18 que sufrió Palma entre 1860-65
y la de tifus en 1874, influyeron en la
decisión de Eusebi Estada de dar un paso
adelante para dar a conocer las causas
que generaba dicha situación y proponer
soluciones de cuyos resultados positivos
estaba bien informado19.
El ingeniero Estada participaba de la
corriente higienista que atribuía a las ciudades históricas amuralladas la aparición
y proliferación de epidemias que, desde
la Edad Media, diezmaban la población.
Ciudades grandes y con un gran impulso
industrial como Viena, París o Barcelona
habían iniciado el derribo de sus murallas.
Durante el siglo XIX se avanzó considerablemente en el conocimiento de las causas
de epidemias y, como consecuencia, en la
necesidad de instrumentar en las ciudades
infraestructuras sanitarias adecuadas.
Concluyó que la causa de los altos índices de morbilidad y mortalidad en el centro de Palma estaban relacionados con la
escasez de agua potable20, el uso habitual
de aljibes21 y pozos negros, la insuficiente
red de evacuación de aguas fecales22, así
como la alta densidad de población, el
hacinamiento de las viviendas, la estrechez
de las calles y la existencia de murallas que
rodeaban la ciudad.
Estada defendía la necesidad de suelo
para la implantación de industrias en espacios amplios y para construir edificios de
viviendas en condiciones sanitarias; exigía
en Palma un plan de ensanche y la eliminación de la zona polémico-militar, que impedía dichas edificaciones. Pero, además,
en su libro argumentaba: «Las actuales
condiciones de Palma y las necesidades
de proveer a las exigencias de su porvenir
requieren el ensanche de la población (...)
con la base obligada e imprescindible del
derribo del recinto, que envuelve y supone
la desaparición de las zonas polémicas»23.
Textos en castellano
El impacto del libro alcanzó transversalmente desde los grupos ilustrados hasta
los sindicatos obreros y, sobre todo, a la
sociedad implicada: propietarios de los
terrenos y empresarios. Todos unidos bajo
el lema «Abajo las murallas» que exhibían
las pancartas en la manifestación24 del 16
de junio de 1893.
Después de persuadir a los conciudadanos, había que convencer al Ministerio
de la Guerra de la inutilidad de la muralla.
Superada la oposición del Ministerio merced a la intervención del general Valerià
Weyler, se aprobó en 1895 la Ley de Derribo de la Muralla.
La ceremonia y fiesta del derribo de la
primera piedra
Discurría el día 10 de agosto de 1902.
Era domingo y Palma olía a fiesta mayor.
La ciudadanía se preparaba para un gran
acontecimiento: el derribo de la primera piedra de las murallas que rodeaban
la ciudad. Cuentan las crónicas que sus
plazas y calles principales se engalanaron
con guirnaldas y se iluminaron con bolas
de gas. El Born atrajo la atención debido
a los centenares de bombillas instaladas
por la firma Ahlemeyer y alimentadas con
corriente eléctrica25, lo que significaba una
novedad en Palma.
La implantación de la electricidad en
Palma se inició el año siguiente mediante
la creación de dos empresas de capital
mallorquín. El año 1913 solo la Compañía
Mallorquina de Electricidad subsistía habiéndose consolidado gracias a la ampliación de la red de distribución y al eficiente
servicio26, lo que le permitió su desarrollo
en los pueblos.
Las celebraciones, que se prolongaron
durante cuatro días, comenzaron por la
mañana, frente al Ayuntamiento, con un
reparto de bonos a unos 2.000 indigentes;
la distribución de un millar de juguetes a
los más pequeños en el Teatro Lírico y, en la
Caja de Ahorros, la entrega de 100 libretas
con un ingreso de 20 reales aportados por la
entidad bancaria y diez por el obispado a los
niños necesitados. También la empresa textil
Herederos de Vicente Juan Ribas quiso poner su grano de arena al conceder a sus trabajadores, durante tres días, la «gracia» de
empezar el trabajo tres horas más tarde que
de ordinario, para que pudieran disfrutar de
los festejos nocturnos programados con
motivo del acontecimiento.
Cuando En Figuera dio las cinco campanadas, la multitud ya se agolpaba en la
plaza de Cort a la espera de que el jefe de
ceremonias formara el cortejo que iba a
desfilar hasta el baluarte de Zanoguera; un
cortejo encabezado por la guardia municipal montada a la que seguían representantes de las sociedades obreras, el Orfeón
de La Protectora y el cuerpo de peones
camineros. A continuación, marchaban los
alcaldes de los pueblos, el cuerpo de bomberos seguidos de los diputados a cortes y
concejales elegidos en anteriores bienios.
La comitiva, que a paso solemne desfilaba
por Conqueridor, el Born, la Rambla y Oms,
era aclamada con vítores y aplausos por una
ciudadanía curiosa y entusiasta. Al llegar a la
plaza Joanot Colom (hoy plaza Espanya), la
multitud ya se extendía hasta donde alcanzaba la vista y se apretujaba luchando por
acercarse al lugar de la ceremonia. El sonido
de las bandas de música anunció la llegada
de la comitiva que cruzó el arco de triunfo
levantado en el baluarte de Zanoguera y se
unió al grupo de invitados, encabezados por
Maria Weyler en representación de su padre,
Valerià Weyler. Retumbaron los tambores,
se soltaron 200 palomas desde lo alto del
puente artificial, todas las iglesias echaron al
vuelo sus campanas y el público asistente se
puso en pie para aplaudir con entusiasmo. Y
se inició el acto.
El secretario del Ayuntamiento leyó la
Ley de 7 de mayo de 1895 de regulación
del proceso de demolición y ensanche. Y
comenzaron los discursos, todos ellos expresando el júbilo general por el inicio del
derribo de la muralla. A continuación, Maria Weyler subió al punto más elevado del
baluarte para, con la ayuda del arquitecto
municipal, dejar caer la primera piedra de
la demolición de las murallas.
Las crónicas hablan de 12.000 asistentes
empeñados en ver de cerca la ceremonia;
tan empeñados estaban que acabaron
arrollando las vallas sin que, según las
crónicas, hubiera que lamentar heridos.
Fastos conmemorativos como aquellos se
perdían en la memoria de los tiempos.
La demolición del recinto fortificado27
Acabada la gran fiesta, 40 hombres
iniciaron el derribo de la cortina que unía
el baluarte de Zanoguera con el de Santa
Margalida, con la Porta Pintada en su
punto medio. Le siguió la demolición de la
totalidad del baluarte de Zanoguera (4).
La tierra y los materiales se vertieron en
el foso colindante formando las Avingudes
y la actual plaza Espanya; las piezas de
marès se trasladaron a unos almacenes
para su venta. El mes de marzo de 1903,
ocho meses después del simbólico derribo,
ya había desaparecido el primer baluarte.
Hubo discrepancias entre el Ayuntamiento y el Ministerio de la Guerra en
relación con el sistema de adjudicación
de las obras y por la exigencia28 de suelo
y dinero que permitiera al Ministerio instalar cuarteles de dimensiones similares
a los que tenía previamente. Superado el
conflicto, en 1909, el Ayuntamiento acabó
en 1908 de derribar el baluarte de Sant
Antoni (3), empezado con anterioridad, lo
que significó dejar expedita la conexión de
las calles Sindicat y Ferreria con la carretera de Inca. El del Socorredor (2) se demolió
paralelamente al de Sant Antoni.
(La posición de cada baluarte se identifica en el plano de la Imagen 7 mediante el
número entre paréntesis del texto).
Volviendo al norte continuamos en dirección poniente.
La demolición del baluarte de Santa
Margalida (5) concluyó en 1911. En su
interior se hallaba la puerta del recinto
medieval que los almorávides denominaron, en árabe, Bab-al-Kahl. Era la puerta
por la que el rey Jaime I, el 31 de diciembre de 1229 entró con sus huestes en
Madina Mayurqa para conquistarla. Desde
entonces se empezó a denominar Porta
de l’Esvaïdor o de Sa Raconada. Un siglo
después tomó el nombre de Porta de Santa
Margalida en virtud de la fundación de un
convento colindante del mismo nombre.
Durante 4 centurias, hasta la construcción
del recinto renacentista, fue la puerta de
salida directa de la ciudad hacia la carretera de Sóller.
Como consecuencia del inicio de su
derribo29 el 4 de julio de 1907 se generó
una intensa controversia. Los partidarios
de demolerla defendían el cumplimiento
del Plan de Ensanche y alegaban que su
mantenimiento dificultaría la continuidad
de la calle Sant Miquel. Los partidarios de
salvarla, la Sociedad Arqueológica Luliana y
la Comisión del Patrimonio Histórico, aducían en su defensa la histórica entrada de
Jaime I y consiguieron su inscripción como
Monumento Nacional el 28 de julio de
1908, lo que paralizó el derribo que acababa de iniciarse. Aun así, el derrocamiento
se reinició la noche del 26 al 27 de febrero
de 1912 por parte de brigadas municipales.
De aquella atmósfera insólita dio cuenta
el periódico La Almudaina30: «Las piedras
al desmoronarse retumbaban sobre el
pavimento, ayudando a hacer fantástico
el inesperado derribo el resplandor de las
luces que alumbraba la obra demoledora».
El 27 fue un día de reuniones, discusiones,
311
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
dimisiones y tensión entre ambos bandos.
Finalmente el Ayuntamiento, con el visto
bueno del Gobernador, adoptó el acuerdo
de completar la demolición que se había
iniciado el día anterior. Al día siguiente se
reiniciaron los trabajos y quedó expedita la
abertura de la calle Sant Miquel.
Consta en la nota de prensa31 titulada
«Una piedra», la siguiente noticia: «Su
Alteza Real e Imperial el Archiduque de
Austria Luis Salvador, cuya predilección por
las cosas de Mallorca es notoria, ha pedido
y logrado, para conservarla como recuerdo, una piedra de la que fue Monumento
Nacional, la Puerta de Santa Margarita,
antes Bab al-Kofol.»
La empresa concesionaria de la demolición del baluarte de Jesús (6), que era de
mayor tamaño que los anteriores por ser
fiel al diseño del Fratino, tuvo como obligación añadida no solo el derribo de las cortinas anejas, sino asimismo el de la plaza de
toros privada que ocupaba buena parte de
su interior. Parte de los bloques de marès
resultantes fueron, al parecer, reutilizados
por el archiduque Luis Salvador en la possessió de Son Gallard, en Valldemossa, que
era de su propiedad. Los trabajos concluyeron el año 1913.
Aunque el derribo de la fortaleza avanzada, denominada Hornabeque (9), no se
terminó hasta 1915, la incluimos dentro
del plazo temporal que nos hemos impuesto en este artículo, porque antes de 1909
ya se había desmontado y los materiales
de derribo fueron usados para la formación de dos plataformas
(12) y (13) portuarias.
La empresa que se encargó de demoler el baluarte de Moranta (8) no tuvo la
oportunidad de deshacerse fácilmente de
los materiales de derribo debido a estar
ocupado el foso de las murallas por el
cauce de la Riera.
El derribo finalizó el año 1913.
En resumen: de los ocho baluartes que
rodeaban por tierra a la ciudad, seis estaban demolidos y solo el de San Jerónimo
(1) y el del Sitjar (7) se mantenían en pie,
junto al revellín (20) de la Puerta del Campo. El archiduque Luis Salvador pudo percibir el formidable cambio paisajístico que se
había producido desde que 43 años atrás
llegara a Palma.
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Notas
ERZHERZOG, Bibl. 9, pág. 3.
BESTARD, Bibl. 3.
3.
INE. Bibl. B.
4.
FRONTERA. Bibl. 15, pág. 113-123.
5
RULLAN, Bibl. 24, pág. 102-109.
6.
GARCIA, Bibl. 16, pág. 19.
7.
FERRÁ, Bibl. 14, pág. 4.
8.
ESTADA. Bibl. 12, pág. 131.
9.
ERZHERZOG, Bibl. 9, pág. 16 y siguientes.
10.
ALEMANY. Bibl. 1, pág. 157.
11.
ERZHERZOG, Bibl. 9, pág. 250.
12.
ERZHERZOG, Bibl. 9, pág. 133, párrafo 3.
13.
NAVASCUES, Bibl. 21, pág. 193.
14.
NAVASCUES, Bibl. 21, pág. 199.
15.
TOUS. Bibl. 28, pág. 195.
16.
ESTADA. Bibl. 12, pág. 60-62.
17.
ESTADA. Bibl. 12, pág. 67.
18.
LADARIA. Bibl. 18, pág. 197.
19.
ESTADA: Bibl. 12, pág. 127.
20.
CALVET. Bibl. 6, pág. 53.
21.
ESTADA: Bibl. 12, pág. 115, líneas 1-3.
1.
2. GARCÍA. Bibl. 17, pág. 9.
ESTADA: Bibl. 12, pág. 154.
24.
LADARIA. Bibl. 18, pág. 63.
25.
VARIOS AUTORES: Bibl. 31. pág. 20.
26.
NUÑEZ: Bibl. 34. pág. 47 y 49.
27.
LADARIA. Bibl. 18, pág. 99-114.
28.
LEY de 7 de Mayo de 1895 de regulación
del proceso de demolición y ensanche.
Artículo 3: Del terreno que ocupan las
murallas, sus fosos y anexos, se cede
gratuitamente al Ayuntamiento de Palma (...) el necesario para calles, paseos y
plazas públicas; el resto que no necesite
el Ramo de Guerra para edificios militares, se venderá por el Ayuntamiento
en pública subasta, y el remanente que
resulte, después de reintegrar al municipio en los gastos que origine el derribo
de las murallas (…), ingresará en el Tesoro Público en aplicación exclusiva a las
fortificaciones.
29.
TOUS. Bibl. 28, pág. 223.
30.
VARIOS AUTORES: Bibl. 32. Día 27, pág. 2.
31.
YSASI. Bibl. 35, pág. 151.
22.
23.
El archiduque Luis Salvador en el castillo de Brandýs nad Labem
Milan Novák
El castillo de Brandýs nad Labem, residencia de recreo imperial y real, ha estado
estrechamente ligado a la historia checa
durante siglos. El castillo gótico levantado
originalmente en las posesiones de una
destacada dinastía de aristócratas bohemios de Michalovice fue fundado entre
finales del siglo XIII y principios del XIV
como edificio de vigilancia sobre un vado
del río Elba e inmediatamente después
(alrededor del año 1317) sobre el puente
por el que pasaba la conocida como ruta
comercial lusaciana, que desde la cercana
Praga se dirigía hacia el norte.1 Paulatinamente fue siendo ampliado hasta convertirse en un imponente palacio gótico tardío
al cuidado de otra gran casa aristocrática
checa en el último tercio del siglo XV, la de
los Tovačovksý de Cimburk, y los Krajíř de
Krajk. A su servicio se puso el constructor
italiano Matteo Borgorelli (1510–1572). Él
comenzó la reconstrucción renacentista
que bajo su dirección se prolongó incluso
después de 1547, cuando el castillo fue
confiscado por la cámara real bohemia. El
castillo pasó por una completa transformación para convertirse en residencia de
recreo y caza para los gobernadores de la
dinastía Habsburgo y el señorío de Brandýs
pasó a ser un dominio real. Brandýs es, de
hecho, el único castillo visitado por todos
los gobernantes de la monarquía danubiana y los reyes checos a lo largo de cuatro
siglos, entre los años 1526 y 1918, empezando por Fernando I (1503-1564), representante de la dinastía de los Habsburgo
en el trono de Bohemia, hasta Carlos I de
Austria (1887-1922), último emperador y
rey del Imperio austrohúngaro. El emperador Rodolfo II (1552–1612) otorgó con
su patente del día 5 de octubre de 1581
el estatuto de ciudad real a Brandýs nad
Labem y el castillo homónimo pasó a ser su
principal residencia fuera de Praga.
Al igual que el castillo de Praga, el de
Brandýs nad Labem ofrece también un
importante testimonio sobre la personalidad del emperador germánico y rey de
Bohemia y Hungría Rodolfo II gracias a sus
estancias en Brandýs entre los años 1578 y
1610, así como sobre otras personalidades
de su época, como por ejemplo el astrónomo y astrólogo danés Tycho Brahe de
Knudstrup (1546–1601), que visitó Brandýs
en el año 1600. Desde Brandýs partieron
varios monarcas como Carlos VI (1685–
1740), María Teresa (1717–1780) y Fernando V (1793–1875) a su coronación en
Praga como reyes de Bohemia. El castillo
de Brandýs fue escenario de importantes
acontecimientos históricos para la historia
europea, especialmente en la época de las
Guerras Napoleónicas, cuando en 1813,
antes de la batalla «de las Naciones» de
Leipzig, albergó el encuentro de los tres
monarcas de la coalición antinapoleónica,
el emperador Francisco I de Austria y II
del Sacro Imperio Románico Germánico
(1768–1835), el zar ruso Alejandro I, y el
rey prusiano Federico Guillermo III. Un
notable capítulo de la historia del castillo
de Brandýs nad Labem es también la estancia de la familia de los grandes duques
de Toscana durante la segunda mitad del
siglo XIX. Entre los años 1908 y 1918, culmina la historia del castillo cuando en él
se establece el último emperador, el beato
Carlos I de Austria, personalidad histórica
que pasó a la posteridad especialmente
por sus iniciativas de paz durante la Primera Guerra Mundial.2
En lo que respecta a la evolución que
vio su arquitectura, el castillo de Brandýs
nad Labem es uno de los principales monumentos renacentistas de la República
Checa. Su transformación de palacio gótico
tardío a castillo renacentista de cuatro alas
concluyó durante el gobierno de Maximiliano II (1527–1576). Las modificaciones
3 13
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
posteriores barrocas, clásicas o neogóticas
no cambiaron la forma que le devolvió
la última fase de arreglos en el estilo del
Renacimiento tardío a principios del siglo
XVII (hasta el año 1608). El castillo de Brandýs nad Labem fue uno de los primeros
edificios en tierras checas en ser decorado
con la técnica renacentista del esgrafiado.
Por haber sido desde 1547 residencia real
al igual que el castillo de Praga, ofrece un
testimonio indispensable para entender
la arquitectura de maestros de la corte
como Matteo Borgorelli y otros. Una rareza arquitectónica bien conservada del
castillo de Brandýs es el pasadizo cubierto
renacentista «Rudolfinka» (del año 1062)
que recuerda a una construcción rodolfina semejante en el castillo de Praga.3
Los jardines del castillo de Brandýs eran
durante la época de Rodolfo II unos de los
principales jardines manieristas, pero resultaron gravemente dañados en los años
1639 y 1640 por las guarniciones suecas,
de las que no se salvaron ni el pabellón de
exposiciones de la residencia de verano del
emperador ni otras de sus construcciones.
Hoy día podemos ver algunos de sus restos
en la estructura original de la terraza, que
conserva la balaustrada central del jardín.
Este importante castillo de historia única
y tan interesante pasado arquitectónico, se
convirtió en 1860 en el hogar del archiduque Luis Salvador de Toscana, la casa de su
niñez y uno de los lugares donde más tarde
formaría su visión arquitectónica artístico-histórica, su museo y la galería de sus
colecciones, y finalmente, el sitio donde
terminaron los días de este viajero, científico multidisciplinar y amante del arte,
miembro de la Casa de Habsburgo.
El segundo hogar de la familia
Austria-Toscana
En el año 1859 la unificación de Italia era
una realidad irrevocable y la familia de los
grandes duques de Toscana, con Leopoldo
II a la cabeza, tuvo que marcharse al exilio
apresuradamente y de forma definitiva
después de 122 largos años de gobierno. El
8 de mayo de 1859 el emperador Francisco
José I recibió en Schönbrunn a los exiliados,
y tras una breve estancia en Bad Vöslau,
los «toscanos» se trasladaron a Bohemia,
al castillo de Ostrov nad Ohří, llamado entonces Schlackenwerth, cerca de Karlovy
Vary, que pertenecía a la secundogenitura
toscana ya desde los tiempos de las Guerras
Napoleónicas. Pero poco después la residencia principal y permanente de los Austria-Toscana en Bohemia pasó a ser el casti-
314
llo de Brandýs nad Labem. El vetusto castillo
y sus tierras estaban pignorados desde 1858
en el Banco Estatal Austriaco y Leopoldo II
los compró por 1.600.000 florines. El 8 de
agosto de 1864 fue registrado en los libros
de propiedad del Reino de Bohemia.4
Justin Václav Prášek describe el 24 de
agosto de 1860 la llegada de los Toscana a
Brandýs: «... día bonito y limpio de otoño.
Por la tarde pasaron numerosos carruajes
junto a toda la corte toscana, encabezados
por el archiduque y el gran duque, atravesando la plantación hasta el castillo, donde
recibieron una cordial bienvenida tanto
de los más altos funcionarios provinciales,
municipales, eclesiásticos y militares, así
como por parte de todo el personal administrativo del señorío. Por la noche, la comunidad ofreció a la pareja gran ducal una
excelente serenata en la parte norte. La
población de Brandýs estaba encantada de
que la corte gran ducal eligiera el antiguo
castillo como su residencia permanente. La
familia gran ducal estaba entonces formada por, además del archiduque Leopoldo
y su esposa María Antonieta de Borbón,
princesa de las Dos Sicilias, por los señores
Carlos Salvador, Luis Salvador, Juan Salvador y María Luisa Anunciada. En el castillo
se estableció asimismo la gran duquesa
María Ana, princesa de Sajonia, viuda del
gran duque de Toscana Fernando III, muerto el 18 de junio de 1824. La corte toscana
ocupó el apartamento en la primera planta
del castillo, en la parte sur, la gran duquesa
viuda se aposentó en la primera planta
en la parte norte del castillo....Leopoldo II
se interesaba con ímpetu por la literatura
y el arte, la gran duquesa se entretenía
en trabajos manuales y también regalaba
casullas confeccionadas a mano por sí
misma a las iglesias de Brandýs y Přerov...
La educación de los jóvenes grandes duques la dirigía el chambelán principal, el
barón Eugenio Sforza, con la asistencia del
caballero Lorenzo de Gnagnoni y varios
profesores de Praga…»5
También el gran duque Leopoldo dejó,
por supuesto, buena constancia de la llegada a Brandýs en su diario. Ese día, el 24
de septiembre de 1860, escribió: «Praga es
grande, la gran extensión del país, el reino
a sus espaldas: En el hito se encuentran el
director Drechsler y el representante de la
comarca, aquí comienzan mis posesiones…
La alameda de grandes árboles Populus
Italie (chopos) bordea el camino; a derecha
e izquierda hay campos trabajados que se
extienden allá hasta donde solo el ojo alcanza. Pasamos dos pequeñas ciudades, en
la mayor se encontraba Brandýs... patios
antiguos, oficiales militares del regimiento
Windischgrätz, representantes de la ciudad, sacerdotes y empleados del señorío.
Acompañé a mi familia arriba. Una sala
vacía, muros externos ciclópeos como en
una fortaleza, y desde las ventanas, vistas
al Elba, extensos bosques. Espacio abierto,
clima suave. Lloré y agradecí a Dios por
este señorío. Llegaron el coronel Bellegarde, el sobrino del mariscal, el vicario y
los curas militares y los capellanes, hablé
afectuoso y firme. Me dirigí a la numerosa
servidumbre del señorío. Llegó el comandante de la policía con sus subordinados,
luego el jefe de la oficina del catastro y de
la oficina fiscal, y otros muchos representantes de la administración local y estatal...
Luego el alcalde y los concejales y por fin
los empleados del latifundio, preocupados
sobre su futuro. Concluidas estas visitas
hablé con el jefe del regimiento. [...] Pasé
a mirar los aposentos de Antonieta y
Luisa y los hijos menores en las antiguas
habitaciones al fondo del castillo. Volví de
nuevo con el resto al jardín contiguo a la
casa, un lugar sombreado para sentarse,
y miré cómo se extiende a lo largo de dos
terrazas y bajo los cimientos del castillo».
Después valora Brandýs como un lugar que
considera adecuado para vivir, trabajar y
para los niños.6 Los diarios del gran duque
Leopoldo II son en la actualidad una fuente
de muchas y valiosas informaciones. En
el archivo familiar de los Austria-Toscana,
custodiado hasta el año 1919 en el castillo
de Brandýs nad Labem, se conservaban en
total 53 de sus libretas de anotaciones de
entre los años 1838–1864 y 42 diarios con
una extensión de miles de páginas escritas
entre 1818 y 1870: sólo en Brandýs entre
el año 1860 y 1869 escribió siete de
estos diarios.7
La infancia de Luis Salvador en Brandýs
Una parte importante de las anotaciones
se refiere a los niños, sus estudios, viajes,
acontecimientos familiares o estado de
salud. Gran atención dedicó Leopoldo II
precisamente a su hijo Luis. Encontramos
información de los estudios de Luis en
Praga, sus viajes por el mundo, su actividad
coleccionista y la organización de sus colecciones en el castillo de Brandýs.8 Luis Salvador manifestó ya de niño un gran interés
por la naturaleza. Los trabajos de estudio
que dedicó a su padre por Navidades y en
su cumpleaños, fechados en Brandýs en
el año 1860, esto es, un mes después de
su llegada al castillo, y después en el año
Textos en castellano
1863, son una muestra de las capacidades
para el aprendizaje que poseía. Aprendió a
leer y escribir a los cinco años en italiano,
que era la lengua que consideraban como
materna los Austria-Toscana, y en Brandýs,
además de alemán, francés e inglés, se
sumó el aprendizaje del checo, del que se
encargó el profesor local Jan Rokos. Según
los escritos conservados, Luis dominaba
ya el latín con 13 años y dos años después,
el griego. Pero aunque en la familia de los
Austria-Toscana las ambiciones científicas
no eran nada nuevo ya desde el tatarabuelo Francisco Esteban de Lorena, las ansias
de conocimiento de Luis Salvador causaron
cierta contrariedad. Pasaba todo el tiempo
leyendo, dibujaba la naturaleza y observaba los insectos en lugar de dedicarse a la
caza. Más tarde manifestó abiertamente su
rechazo a la carrera militar o funcionarial.
El mote de «el archiduque sabio» lo recibió cuando no había cumplido aún los 14
años, pero incluso los burlones tenían que
reconocer su talento y asombrarse de sus
capacidades lingüísticas. El primer programa de estudios de Luis, un admirable documento pedagógico que se conservó en
el archivo familiar en el castillo de Brandýs
nad Labem, fue confeccionado todavía en
Florencia a mediados de la década de los
cincuenta del siglo XIX por Vincenzo Antinori (1792 – 1865). El reconocido matemático y físico toscano, director del Museo de
Física y Ciencias Naturales de Florencia, fue
nombrado profesor privado de los hijos de
Leopoldo en 1847. El programa de estudios
de Antinori era muy amplio. Los estudios
de Luis estaban concebidos para abarcar
dos grados del ciclo de enseñanza. El primer grado estaba dirigido a la enseñanza
general mientras que el segundo se dedicaba en exclusiva al aprendizaje de
ciencias naturales.9
Luis Salvador comenzó a registrar sus impresiones de viaje ya a los 14 años, durante su primera estancia en Venecia del año
1861. Le enviaron allí sus padres junto a su
hermano menor Juan (Juan Nepomuceno
– Orth, 1852 – 1890) y acompañados por el
doctor Bondy y Eugenio Sforza por razones
de salud, ya que el clima más severo de Bohemia y el tiempo brumoso de las tierras
bajas de Polabí no le habían favorecido. El
resultado de las primeras anotaciones de
estos viajes fue Excursions artistiques dans
la Venetie et le littoral, una obra de 263
páginas en francés que, con dedicatoria a
su madre, Luis publicó en la editorial Heinrich Mercy de Praga en 1868, marcando así
el inicio de su larga colaboración con dicha
casa. Como prueba del conocimiento de la
lengua checa del Archiduque, valga el libro
de su viaje por Egipto y Siria, que él mismo
tradujo al checo, con el título Karavanská
cesta z Egypta do Sýrie, kterouž popsal
archivojvoda Ludvík Salvátor Toskánský
publicó en Praga en el año 1885.
Los estudios de Luis Salvador en Praga
El sitio de los «estudios superiores de Su
Alteza Imperial, el señor archiduque Luis
Salvador» fue durante la segunda mitad
de los años sesenta del siglo XIX Praga y
su prestigiosa Imperial y Real Universidad
Carlos-Fernando.10 La dirección de sus
estudios fue confiada al profesor Johann
Schier, que fue galardonado en 1870 con
la Orden de la Corona de Hierro de III clase. Schier era un especialista en Derecho
constitucional austriaco, administración y
leyes de Austria, y en Derecho federativo
alemán. A la formación en Derecho de
Luis también se dedicó Antonín Randa,
profesor checo de Derecho civil, comercial
y cambiario austriaco. Randa más tarde
fue nombrado presidente de la Sociedad
Imperial Científica Checa y era miembro
del Club de Señores Panský klub y del
Tribunal Imperial. Las clases de filosofía
a las que asistía Luis Salvador eran las de
Johann Heinrich Löwe, miembro de la
Real Sociedad de Ciencias Checa, y años
después también rector de la Universidad. Las ciencias naturales, que por aquel
entonces se estudiaban en la Facultad de
Filosofía, las estudió Luis Salvador con los
profesores Kostelecký, Stein, Zepharovich
y Matzka. Como él mismo pronunció en
su ingreso en la Imperial y Real Sociedad
Zoológico-Botánica en diciembre del año
1865, las ciencias naturales eran «ya
desde mi más temprana juventud mis
estudios preferidos». Vincenc František
Kostelecký, miembro numerario de la Real
Sociedad de Ciencias Checa, era profesor
de botánica y director del Jardín Botánico
de Praga. Como doctor en medicina, su interés se centró especialmente en la parte
medicinal y farmacéutica de la botánica.
Friedrich Stein era profesor de zoología
y presidente del Imperial y Real Departamento de Zoología, y también miembro
de la Academia Imperial de Ciencias de
Viena, la Real Sociedad de Ciencias Checa
de Praga y miembro externo de la Academia de Ciencias de Turín y la Sociedad de
Ciencias de Sajonia en Leipzig. Victor von
Zepharovich era profesor de mineralogía
y presidente del Imperial y Real Departamento de Mineralogía, y al igual que Stein,
era también miembro de la Academia
Imperial de Ciencias de Viena. Wilhelm
Matzka era profesor de matemáticas
y miembro numerario de la Sociedad de
Ciencias Checa.11
La educación artística la recibió Luis
Salvador del rector de la Academia de
Bellas Artes de Praga, el pintor historicista
y representante del romanticismo histórico
checo Antonín Lhota. Luis Salvador mantuvo el contacto continuo con la Universidad
de Praga también a través del sustituto
de Kostelecký, el profesor de botánica y
director del Jardín Botánico (desde 1872)
Moritz Willkomm. Se dedicó al estudio de
la flora de la Península Ibérica, por donde
viajó en repetidas ocasiones desde 1844, y
en los años 1873 y 1874 visitó también las
Baleares, con el mismo objetivo de investigar su flora. En la época de sus estudios
en Praga tiene lugar el primer viaje de Luis
a las Islas Baleares del año 1867, un viaje
que en un principio no había planeado.
Junto a su educador Sforza quería partir
por algún tiempo a Dalmacia, para poder
describir en mayor profundidad esa tierra
que conocía desde 1864 y a la que se había
dedicado intensamente desde entonces.
Sus planes se vieron afectados sin embargo
por un brote de cólera en Dalmacia y como
primer destino alternativo eligió entonces
las Baleares.
Como todo el resto de miembros de la
Casa de Austria, Luis Salvador también
estaba predestinado a hacer carrera en
el ejército o en la administración estatal.
Precisamente en el año 1865 fue nombrado coronel y titular del 58 regimiento de
infantería. El adornado pergamino emitido
a tal efecto por el despacho del emperador y firmado por Su Apostólica Majestad
solía conservarse también en el archivo de
Brandýs. Pero los intentos de transformar
al «archiduque sabio» en un militar o un
funcionario fueron en vano. En el año
1866, durante la guerra austro-prusiana,
Luis Salvador tenía que haber adquirido
experiencia como funcionario de la gobernación en el marco de su estancia en
Praga, pero parece que durante ese mismo
año se escapó a Villa Zindis, cerca de Trieste. En aquella época se sumó a su servicio
otra de las muchas personalidades de
nacionalidad checa que desempeñaron un
papel destacado en la vida del Archiduque,
Vratislav Výborný, natural de Kutná Hora.
Luis Salvador le nombró su secretario, y
en su compañía partió de Praga. Výborný
fue con el Archiduque también a Mallorca,
donde en 1877 le halló la muerte.12
3 15
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
Luis Salvador, amo del señorío
de Brandýs
En el transcurso de una visita a Roma, el
día 29 de enero de 1870, murió Leopoldo
II. De la herencia que dejó en Brandýs, el
hermano mayor de Luis, Carlos, se quedó
una parte menor, la casa del guarda forestal, la antigua casa de caza imperial erigida
a mediados del siglo XVII en el lugar donde
antes se hallaba la casa del preboste en las
proximidades de la iglesia de San Venceslao de Stará Boleslav y que fue arreglada
para su familia como villa residencial, y el
balneario de Houštka, en los que llevó a
cabo una considerable remodelación de
1867 a 1870. Luis Salvador se convirtió en
el propietario del señorío de Brandýs. El
señorío de Brandýs nad Labem (atendiendo al inventario realizado en 1917 por el
abogado Adolf von Bachrach del legado del
Archiduque en Brandýs), aparte del castillo en sí y sus jardines, incluía también el
castillo de Přerov nad Labem, el caserío de
Dehtáry, la fábrica de cerveza del castillo
de Brandýs con una producción de 2.000
hectolitros anuales, la fábrica de ladrillos,
el caserío del administrador de la hacienda, dos mansiones de varias plantas con
instalaciones agrícolas, cuatro viviendas,
casas de guardabosques, caballerizas, templetes, y terrenos agrícolas y bosques que
sumaban más de 7.000 hectáreas.13
El castillo de Brandýs nad Labem era un
lugar que Luis Salvador nunca abandonaba
del todo, a pesar de que la mayor parte
de su vida la pasó de viaje y en la isla de
Mallorca. Se puede decir que consideraba Brandýs su casa familiar, le dedicaba
una atención permanente, y con mayor
o menor regularidad, como mínimo una
vez al año, llegaba para quedarse durante
varias semanas, tal y como demuestran
diferentes testimonios escritos en base
a los recuerdos de los testigos del lugar.
El maestro J. Hyka fue un destacado preservador de la memoria de Luis Salvador
en Brandýs, al igual que los miembros del
séquito del Archiduque (por ejemplo, Antonietta Lanzerotto con sus anotaciones en
su diario).14 Durante sus estancias, al Archiduque le gustaba alojarse en el castillo de
Přerov nad Labem, que tenía acondicionado de forma más acogedora. En el castillo
de Brandýs ante todo trabajaba y guardaba
parte de sus colecciones, pero no es que el
castillo sólo le sirviera de museo y depósito
científico, ni mucho menos. Los objetos de
las colecciones, tal y como muestran las
fotografías de la época, estaban expuestos
en vitrinas, y algunas instalaciones, por
316
ejemplo la colección de ánforas romanas,
estaban presentadas con muy buen gusto. El Archiduque también completó la
biblioteca de Brandýs y el archivo familiar
con documentos propios y con correspondencia, gran parte de ella digna de mucha
atención. Tuvo que dedicarse al señorío
también como gerente, porque era una de
sus principales fuentes de ingresos.15
La historia centenaria del castillo de
Brandýs atraía a Luis Salvador. El Archiduque sentía el ambiente especial de la
residencia imperial renacentista y del viejo
castillo gótico y aplicó los preceptos estéticos del romanticismo de su época en su
reconstrucción allí donde encontró que
estaba verdaderamente justificado. La remodelación, que en su mayor parte realizó
el artista-constructor local Karel Lábler, fue
diseñada por el arquitecto Bedřich Wachsmann, consejero artístico durante muchos
años del archiduque Luis Salvador. Wachsmann acometió muchos proyectos parciales con los que quería dar al castillo un
aspecto general romántico; en primer lugar
privó a la torre del aspecto barroco de su
chaflán noroeste y le imprimió las formas
del Renacimiento holandés. En el año 1873
hizo construir un muro completamente
nuevo a la planta superior de la torre y la
anterior cúpula de Dienzenhofer de cobre
fue sustituida por un tejado cubierto por
«tablitas de colores». En la reconstrucción
general llevada a cabo entre los años 2003
y 2004 se le devolvió este aspecto «toscano» a la torre del reloj con una nueva cubierta de tejas ocres esmaltadas. El tejado
de colores de los tiempos de Luis Salvador
se eliminó por completo en 1937, y solo
gracias al hallazgo de una pequeña muestra de teja original y del descubrimiento
de los planos de Wachsmann, incluida la
disposición de colores, se consiguió conservar la obra y hoy día Brandýs tiene de
nuevo todo el aire romántico que le dio
la reconstrucción de Luis Salvador. En el
transcurso de las últimas obras en las torres del castillo, se bajaron las cúpulas y se
abrió un estuche de cobre con documentación depositada ahí durante la reconstrucción de 1873 y también después de la de
1937, cuando se liquidaron los tejados de
Luis Salvador. El estuche contenía material
documental del año 1831, monedas históricas, un escrito firmado por Luis Salvador
sobre la reconstrucción del año 1873, otros
documentos de 1937, periódicos de esa
época y fotografías del castillo y la ciudad.
El 16 de abril de 2004 fueron devueltos
esos documentos a las cúpulas doradas de
la torre arreglada junto a un nuevo estuche
con información y datos de la actualidad.
En los arreglos de la torre de 1937 (y 1938)
se aprecia un interesante descubrimiento,
unas placas de mármol incrustadas en el
enlucido de la planta superior de la torre,
que dan testimonio de un proyecto no
hecho realidad del archiduque Luis Salvador para construir ahí un observatorio con
la ayuda del antiguo director del observatorio astronómico de Viena, J.J. Litrow.16 El
portal de entrada de la escalera del jardín
del ala oeste fue terminado con un aire
neorrenacentista en un proyecto para el
que Wachsmann diseñó varias opciones.
La escalinata lleva al jardín del muro oeste,
donde estaban las casetas barrocas que
servían de invernaderos para el cultivo de
plantas subtropicales. Los invernaderos de
Luis Salvador enlazaban hasta otro mayor,
una orangerie barroca construida por
Kilián Ignác Dientzenhofer. Wachsmann
diseñó otros muchos elementos en estilo
neogótico, con los que «purificó» las fachadas este y norte del castillo, incluidos los
detalles de las puertas, los revestimientos
de piedra y la baranda. Su ímpetu restaurador lo dirigió también a la vieja puerta
norte, a la que devolvió su aspecto gótico.
El alcance de los arreglos neorrenacentistas y neogóticos en Brandýs son prueba de
la concordia entre las visiones artísticas de
Luis Salvador y su arquitecto.17
Desde la perspectiva actual de la rehabilitación de monumentos, se puede
considerar que los trabajos llevados a
cabo por Luis Salvador en el castillo de
Brandýs nad Labem fueron diseñados y
ejecutados con sensibilidad y respeto al
valor histórico del edificio, a diferencia de
las acciones indecentes llevadas a cabo con
posterioridad, a partir de 1920 y especialmente en la segunda mitad del siglo XX.
En el interior del castillo se conservaron,
aunque no siempre, algunas piezas del
mobiliario neogótico de Luis Salvador,
hechos en madera de roble y decoración
de estaño. En el presbiterio de la capilla
de la primera planta del castillo había un
altar con las esculturas de la Virgen con el
Niño Jesús y Juan Bautista en mármol de
Carrara, exquisita obra del gran escultor
praguense Emanuel Max del año 1869, que
Luis Salvador compró tras una prolongada
negociación por correspondencia en el año
1872.18 Fueron destruidas por los comunistas en el año 1959. Algunos de sus restos
se guardan en el museo de Brandýs. En el
año 2007 se instaló en la capilla del castillo
una réplica en escayola de este grupo es-
Textos en castellano
cultórico, realizada tras una investigación
histórico-artística y un trabajo de restauración de los alumnos de la Academia de
Bellas Artes de Praga.19 Hay que atribuir
también a Luis Salvador la colocación de
la estatua del príncipe San Venceslao sobre el pilar principal del chaflán noreste
del castillo, una muy afortunada copia en
piedra de la famosa estatua de Parler de la
capilla de San Venceslao en la catedral de
San Vito en el Castillo de Praga. Por lo que
respecta a esculturas, otra obra se ha identificado recientemente sobre la que está
documentada su compra por Luis Salvador
a Emanuel Max también para Brandýs. Se
trata de la escultura de un ángel a tamaño
natural que actualmente se encuentra en
la iglesia de la Conversión de San Pablo de
Brandýs nad Labem. No hay acuerdo en si
no sería trasladada del castillo a la iglesia
decanal después de 1918, pero teniendo
en cuenta la atención que dedicaba Luis
Salvador a los edificios religiosos de su
señorío, se puede suponer que se trata de
su ubicación original y que el Archiduque
la adquirió para ser regalada a la iglesia
parroquial de Brandýs nad Labem.20
El impulso constructor de Luis Salvador
era muy fuerte y tampoco se pueden pasar por alto sus obras fuera de Brandýs.
Entre las más destacadas se cuenta ante
todo la reconstrucción del castillo de caza
rodolfino en Přerov nad Labem que Luis
Salvador hizo resucitar de sus ruinas. Del
castillo de cuatro alas original de decoración esgrafiada y rodeado por un foso
con agua a través del que en tiempos de
Rodolfo II a finales del siglo XVI pasaba
incluso un puente techado, quedaban solo
dos alas y una torre. Los planos para la
reconstrucción del castillo de Přerov los
realizó de nuevo Bedřich Wachsmann, en
los que plasmó incluso algunas ideas para
los interiores. Estos planos fueron los últimos del pintor y arquitecto que al servicio
de Luis Salvador murió el 27 de febrero
de 1897. En las inmediaciones del castillo,
Luis Salvador compró y arregló una casa de
campo típica de Bohemia Central y, en el
año 1900, la abrió al público como espacio
de museo. Así inauguró Luis Salvador la
tradición centenaria del Museo Etnográfico
al aire libre de Přerov, que sigue abierto en
la actualidad y que tiene con mucho éxito
como museo de pintura pleinairista que
plasma las tradiciones de la cultura popular bohemia. Bedřich Wachsmann se dedicó también, a petición de Luis Salvador,
a la rehabilitación de la capilla del castillo
gótico en ruinas de Jenštejn, en la localidad
del mismo nombre colindante con el señorío de Brandýs, por el que se pasaba al ir a
Praga. Además de las escaleras de acceso,
hechas de nuevo en piedra, Luis Salvador
hizo reconstruir la capilla de la torre del
castillo de Jenštejn, que en realidad se
trataba más bien construirla de nuevo.
Cabe subrayar que las obras de Luis
Salvador en sus posesiones, tanto en su
dominio de Brandýs como en Mallorca, tenían siempre ante todo un carácter cultural
y religioso. Por ejemplo, en Brandýs nad
Labem el Archiduque participó en el arreglo del campanario de la iglesia de la Conversión de San Pablo, y en 1912 contribuyó
con gran generosidad a la salvación de la
antigua iglesia protogótica de San Lorenzo.
Con su apoyo se construyó también en
1890 una nueva iglesia católica en la localidad vecina de Lázně Toušeň, de pequeñas
dimensiones pero de notable arquitectura
neogótica y decoración en su interior.
La herencia de Luis Salvador
Son muy probables las escenas que describen los biógrafos con el archiduque Luis
Salvador mirando triste las nubes de lluvia
pasando bajas por el cielo por las ventajas
de sus salones del castillo de Brandýs.
Abatido, más que por las enfermedades
físicas, por una nostalgia profunda recordando el cielo claro y el mar brillante de la
soleada Mallorca. Tras cuarenta años en la
preciosa isla, Luis Salvador sólo en ella se
sentía de verdad en casa, si acaso su hogar no era en realidad la cubierta del yate
Nixe. Pero siempre estuvo muy atento a su
castillo de Brandýs, como es bien sabido.
Lo mantuvo en buen estado y lo implementó. Lo consideraba un soporte familiar.
El Archiduque abandonó para siempre
sus propiedades en Mallorca en 1913 y
dejó su yate Nixe II anclado en Portopí,
en Palma, al trasladarse por un tiempo
a su villa Zindis, en Trieste. Con el inicio
de la Gran Guerra tuvo que regresar a la
seguridad de la patria austrohúngara por
orden del emperador, alojándose en Villa
Ceconi en Gorizia. Ante la amenaza de que
se abriera el frente entre Austria e Italia y
la batalla en el río Isonzo, en la primavera
de 1915 tuvo que marcharse a Bohemia, y
el 13 de mayo, acompañado de su séquito,
llegó al castillo de Brandýs nad Labem. El
equipo internacional de colaboradores del
Archiduque y su servicio lo conformaban
en 1915 Antoni Vives Colom, secretario del
Archiduque, con su segunda mujer, Ana
Vives Ripoll, y su hijo Luis Antonio Vives
Venezze. Además, el capitán mallorquín de
su barco, Bartomeu Calafat, con su mujer,
Antonietta Calafat, de la familia Lanzerotto
de Venecia, que trabajaba de educadora,
y sus dos hijas, Antonietta y Herese. La
checa Evženie Čermáková, hija del máximo
responsable forestal, que administraba el
castillo, y Erwin Hubert, oficinista en un
principio, pero que gracias a su habilidad
para leer la tan complicada letra del Archiduque, hacía de corrector de sus escritos.
En compañía de Luis Salvador, Erwin Hubert desarrolló su talento para la pintura.
Como autodidacta dejó una amplia obra
de calidad que contenía tanto paisajes
como retratos. También estaban Francesco
Lascola, siciliano y traductor de árabe, con
su esposa María y su hijo Armando, que
murió joven, el día de su 18 cumpleaños,
en Brandýs, donde está enterrado. Gabriele Angelo Abdalla Brevino, de Alejandría,
era el cocinero. De criadas trabajaban la
inglesa Eveline Clark y la bávara Berta Viellechner. Finalmente estaba la lavandera
Elise Winkelhoferová y otras personas
más. Este variopinto colectivo se unió a
los trabajadores de la administración del
señorío y ocupó los apartamentos libres y
las habitaciones del castillo de Brandýs. Se
han conservado varias fotos de grupo de
los tiempos de Luis Salvador en Brandýs en
las cercanías del castillo, pero salvo alguna
excepción, la identificación de cada una de
las personas es muy complicada, y sin el
testimonio de los testigos de la época es
una misión casi imposible, o al menos muy
incierta. En sus últimos meses de vida, Luis
Salvador vivió en un apartamento de dos
habitaciones en la primera planta del ala
oeste del castillo, en cuartos con techos
abovedados renacentistas con adornos
estucados y vistas al jardín y la ciudad.
Dado que ya tenía grandes problemas para
caminar, le llevaban en un cochecito al
jardín de la muralla oeste, y allí daba sus
paseos alrededor, como recuerda el doctor Prášek, a menudo hasta Vinoř y Kbely.
Continuaba trabajando en un libro sobre el
dialecto friulano, Zärtlichkeits-Ausdrücke
und Koseworte in der friulanischen Sprache, que terminó y editó. El último escrito
que preparó en Brandýs, que trataba sobre
los miradores y torres de vigilancia de Mallorca, Auslug- und Wachttürme Mallorcas,
que se publicó ya después de su muerte.
El historiógrafo de la ciudad y la comarca
de Brandýs, aparte de orientalista, el profesor Justin Václav Prášek, miembro de la
Real Sociedad Checa de Ciencias, fue uno
de los ciudadanos locales que mantuvo
contacto tanto profesional como personal
317
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
con el Archiduque en el último periodo de
su vida. Luis Salvador valoraba mucho la
obra historiográfica de Prášek Brandýs nad
Labem – město, panství i okres, que vio la
luz en Brandýs en los años 1908 y 1910. Le
manifestó su deseo de que preparara una
obra semejante en alemán, como demuestra una carta de Luis Salvador fechada el
20 de enero de 1908 en San Stefano, en
Ramleh, Alejandría. El trabajo en la obra de
dos tomos Brandýs nad Labem – historie
města a zámku, Eine böhmische Stadt- und
Schlossgeschichte se prolongó, a pesar
de que Prášek ya tenía listo el texto de la
primera parte en 1912. El libro se centraba
más, obviamente, en el castillo y el señorío
en sí, en la personalidad de los reyes y en
sus estancias en Brandýs, y en la familia
de los Austria-Toscana. El libro es también
la fuente de los más importantes testimonios fotográficos del castillo de finales del
siglo XIX. La preparación de la edición dio
un giro tras la llegada de Luis Salvador a
Brandýs a comienzos de octubre de 1915.
El Archiduque arregló todo lo necesario en
Praga con su editorial, Heinrich Mercy und
Sohn, y el 3 de octubre de 1915 recibió al
Dr. Prášek, para conocer el concepto de la
publicación y juzgar el texto del prólogo,
pero no vivió para ver la edición en sí de
esta obra que le fue dedicada.21
El clima de otoño llegó en 1915 ya en
septiembre y no fue bueno para su salud.
La fiebre que afectó a Luis Salvador el 10
de octubre pudo ser provocada por una
infección sanguínea que le provocó heridas
abiertas en la nariz, por lo que el doctor
de Praga Rudolf Jedlička decidió que era
necesario operar, pero la salud del Archiduque ya no mejoró. El 11 de octubre el
Archiduque aún asistió a la Santa Misa en
la capilla del castillo, pero las altas fiebres
eran consecuencia de una neumonía.
Su Alteza Imperial y Real el archiduque
Luis Salvador de Toscana, murió el día 12
de octubre de 1915 a las 14.30 horas. El
cuerpo del fallecido, embalsamado por el
doctor Hlava fue depositado vestido con el
uniforme de coronel del 58 regimiento de
infantería del que era titular en un ataúd
metálico en la capilla del castillo. El alcalde
de la ciudad, Sr. Jiskra, convocó una sesión
de duelo en el ayuntamiento para el 14 de
octubre. En la ciudad ondeaban banderas
negras y fueron ordenados 16 días de luto
en la corte. El último adiós a Luis Salvador
se le dio el 18 de octubre en la capilla del
castillo de Brandýs nad Labem en un funeral celebrado por el arzobispo de Praga,
el cardenal Lev Skrbenský de Hříště con la
318
asistencia del preboste del Capítulo Colegial de Stará Boleslav, Václav Karlach, y el
vicario arzobispal y decano de Brandýs, Jan
Matouš. En representación del emperador
asistió a la ceremonia el archiduque Pedro
Fernando junto al archiduque Leopoldo
Salvador, ambos sobrinos del fallecido, en
compañía del príncipe de Lobkowicz Augusto y el teniente coronel von Tarnoczy. El
comandante del VII regimiento de dragones local, el coronel Zelený, y los dragones
de Brandýs guardaron firmes el ataúd del
Archiduque como su guardia de honor. Los
restos de Luis Salvador reposaron en el
castillo de Brandýs nad Labem hasta el final de la guerra. Su transporte a Viena fue
un evento destacado que tuvo lugar el 12
de noviembre de 1918. La carroza fúnebre
llevó el féretro de metal a la estación de
trenes de Brandýs acompañada de un gran
número de dignatarios, de donde partió
hacia la estación Heiligenstadt de Viena
con honores fúnebres y la presencia de la
ciudadanía. Los restos del archiduque Luis
Salvador de Toscana fueron depositados
para su descanso eterno en la Cripta Imperial de los Capuchinos el 13 de noviembre
de 1918 a las 11 horas de la noche.22
El testamento de Luis Salvador, que
escribió el 15 de febrero de 1900, no fue
encontrado en el castillo de Brandýs, sino
en su equipaje personal del yate Nixe en
Portopí, en Mallorca. Fue abierto el 8 de
junio de 1917 en la Embajada de Austria
en Madrid. Nombraba herederos universales a Antoni Vives y a sus hijos de los dos
matrimonios. La ejecución del testamento
fue compleja y tardó mucho tiempo en
materializarse. Mientras, la corte del Archiduque vivía tiempos difíciles de guerra
en el castillo de Brandýs, sin medios para
vivir ni para el funcionamiento de la casa.
Antoni Vives y el capitán Calafat intentaron
desesperadamente volver a casa a Mallorca, pero en vano. Antoni Vives finalmente
murió en Brandýs el 19 de junio de 1918
y fue enterrado en el panteón del responsable forestal Eduard Reinwart en el
cementerio de Brandýs, de manera que la
herencia llegó directamente a sus hijos tras
la guerra. El castillo de Brandýs nad Labem
lo adquirió en 1917 el emperador Carlos
I de Austria por ocho millones de florines
austriacos. El contrato de compra del 8 de
octubre de 1917 fue firmado en Viena por
Adolf Bachrach, administrador de la herencia del archiduque Luis Salvador y Franz
von Hawerder, director general de los
fondos privados y familiares de Su Alteza
Apostólica Imperial y Real, en representa-
ción del emperador.23
Luis Salvador reunió numerosas colecciones en el castillo de Brandýs nad Labem.
Del gran duque Leopoldo II recibió ya un
gran número de obras de arte, incluido
un cuadro de El Greco, un retrato de Cristo del que hoy se enorgullece la Galería
Nacional de Praga. Las salas del castillo
estaban adornadas por retratos y paisajes
románticos, bustos de emperadores y
personalidades destacadas de mármol y
terracota, desde Lorenzo de Medici hasta
el mariscal Radetzky, mapas antiguos de
Toscana, trofeos y armas.24 El Archiduque
aumentó el fondo de obras de arte del castillo y lo completó con multitud de objetos
traídos de sus viajes. Había una colección
de vasijas griegas, etruscas y romanas, y
objetos de bronce y terracota, miniaturas
poco comunes y una colección de medallas y monedas. Además de estos objetos
artísticos prehistóricos y hallazgos geológicos, había fósiles, muestras animales y
seres disecados, colecciones de insectos,
conchas, rocas y minerales, planos, mapas,
ilustraciones de ciudades y maquetas de
barcos, una gran cantidad de las más diversas curiosidades, por no hablar de la biblioteca de unos 5.000 ejemplares. De la gran
diversidad de las colecciones dan testimonio varias tarjetas postales de los interiores
del castillo, hechas a partir de fotografías
conservadas de la época. El castillo, y todo
su inventario, fue expropiado al emperador
Carlos I por el Estado checoslovaco en base
al artículo 208 del Tratado de paz de SaintGermain-en-Laye. Antes de que el castillo
fuera entregado al Ministerio de Agricultura de la República de Checoslovaquia como
sede de la Dirección Estatal de Bosques,
fue sin éxito propuesto en una primera
criba como residencia de verano para el
presidente de la República, T. G. Masaryk.
En 1919 quedó desalojado.
La institución creada para gestionar las
antiguas propiedades imperiales y reales
ordenó el 20 de octubre de 1920 un inventario de todos los objetos artísticos y de
valor en los castillos imperiales. La administración del castillo de Brandýs apeló al
protocolo de gestión forzosa del señorío de
Brandýs de mayo de 1919. En 1919 parte
del mobiliario fue trasladado al castillo
de Konopiště, y de allí a otros castillos de
recogida. Las colecciones fueron llevadas
al Museo del Reino de Bohemia.25 El Museo Nacional, el Archivo Nacional y otras
instituciones obtuvieron del imperial y real
castillo de Brandýs nad Labem muchos
objetos de exposición y colecciones únicas
Textos en castellano
para sus fondos. Pero fue complicado y
pasó mucho tiempo hasta que estos fondos de archivo recibieron el trato y la atención que les correspondía. El fondo más
completo salvado del castillo de Brandýs es
el archivo familiar de los Austria-Toscana,
hoy ya tratado, gestionado y guardado de
forma experta en el Archivo Nacional de la
República Checa.26
La Biblioteca Toscana, que se encuentra
en el castillo de la Biblioteca del Museo
Nacional, es la segunda mayor colección
conservada de la herencia de Luis Salvador.
Una parte considerable ya había viajado
con los Toscana desde Florencia, como
testimonian los bellos, habitualmente
dorados supralibros de los Austria-Toscana, por ejemplo del gran duque Leopoldo
II, con encuadernaciones decoradas, a
menudo de terciopelo. Una cantidad considerable de libros contiene la dedicatoria
personal de los autores o editores a alguno
de los miembros de la Casa de Austria-Toscana. La dedicatoria procede de autores
italianos de los tiempos de gobierno de los
Habsburgo en Toscana, pero también de
los años en el exilio en Austria o Bohemia.
Hay también una dedicatoria incesante
de autores italianos incluso después de su
marcha de la Toscana. La parte nueva de
la biblioteca está inseparablemente unida
a la vida y obra de Luis Salvador, como
atestigua la ampliación de la colección con
tomos con las temáticas que interesaban
al Archiduque. La biblioteca del castillo de
Brandýs entró a formar parte del patrimonio del Museo Nacional en el año 1922
y en los años 1949 – 1951 se realizó su
catálogo local. Fueron descubiertos en él
cinco manuscritos modernos de los siglos
XVIII y XIX que forman parte hoy día de la
colección de manuscritos de la Biblioteca
del Museo Nacional y del Archivo del Museo Nacional. De igual forma, del fondo
fueron apartados dos incunables. Hay
unos doscientos ejemplares de imprenta
en la biblioteca anteriores al año 1800,
alrededor de 20 del siglo XVI, cerca de 30
del siglo XVII y unos treinta volúmenes
impresos durante el siglo XVIII. Entre las
impresiones antiguas predominan los volúmenes de historia y solo excepcionalmente
se encuentran tomos de historia de tierras
no italianas, como por ejemplo de Hungría
o Carintia. Una parte importante de estos
documentos impresos antiguos (pero también los nuevos), más de un centenar, y
esto es algo específico de la biblioteca de
Brandýs, está dedicada a Dalmacia, Istria
y Trieste. Una parte menor trata de otras
regiones del sur de Europa y los Balcanes,
por ejemplo de Serbia. Parte de las impresiones del siglo XIX la forma una colección
de libros de viajes. Encontramos obras
sobre la historia y la política de la Casa de
Habsburgo. Sorprendentemente no hay
tantas obras dedicadas a la problemática
de la Toscana. En la biblioteca dominan las
obras en lengua italiana, pero son también
numerosas las escritas en alemán, francés
y latín, en menor cantidad en inglés, y de
forma esporádica en otras lenguas, incluidas el checo, húngaro, esloveno, polaco
o ruso. Una gran parte de los libros están
dedicados a las ciencias naturales en las
especialidades de zoología y botánica. En
estos campos sin embargo la biblioteca
que fue entregada al Museo Nacional sufrió grandes pérdidas. Una parte importante de estos libros de ciencias naturales fue
apartada y entregada al fondo del Ministerio de Agricultura de la República Checoslovaca de entonces y otro gran número
de documentos de temática militar pasó a
los fondos del Ejército.
Está demostrado que el departamento
de arqueología del Museo Nacional se
llevó unos 500 volúmenes de libros de
arqueología, el departamento de revistas
de la Biblioteca del Museo Nacional se
llevó los periódicos, etc. Ya que los libros
no estaban marcados ex libris ni con un
sello, no es posible identificar esta parte
del fondo en los distintos departamentos y
sectores del Museo Nacional ni en ningún
otro lugar. Estos datos dan testimonio de
la dimensión y la riqueza de la biblioteca
original de Brandýs, de la que una pequeña
parte fue devuelta en el año 2004 al castillo de Brandýs nad Labem, al igual que
sucedió con otras muchas bibliotecas de
castillos de la Biblioteca del Museo Nacional.27 De las numerosas publicaciones de
Luis Salvador, editadas en su mayor parte
en Praga, actualmente encontramos en la
biblioteca de Brandýs: Eine Spazierfahrt im
Golfe von Korinth, Praga 1876; Yacht-Reise in den Syrten, Praga 1874; Der Golf
von Buccari-Porto-Ré, Praga 1871; Einige
Worte über die Kaymenen, Praga 1875;
Die Balearen, Leipzig 1869 – 1884; Um die
Welt ohne zu Wollen, Praga 1881; Bizerta
und seine Zukunft, Praga 1881; Santorin.
Die Kaimeni – Inseln, Heidelberg 1867;
Levkosia die Hauptstadt von Cypern, Praga 1873; Feuilles volantes d’Abazia, París
1887; Eine Blume aus dem goldenen Lande
oder Los Angeles, Praga 1878; Die Karawanen-Strasse von Aegypt nach Syrien, Praga
1879; Panorama von Alexandrette, Praga
1901. Luis Salvador se preocupaba de que
el Museo Nacional, al igual que otras prestigiosas instituciones científicas, tuvieran
disponibles las obras que publicaba. Una
curiosa anécdota da fe de ello. Cuando se
realizaba una gran mudanza de la biblioteca desde el edificio principal del Museo
Nacional en la Plaza Venceslao en 2009, en
una estantería oscura se encontró una caja
aún sin abrir de un envío de la obra Die
Karawanen-Strasse von Aegypt nach Syrien
del año 1879.
Otra parte del legado reunido por Luis
Salvador no tuvo un destino tan feliz. La
mayor parte de la colección de arqueología
y de ciencias naturales fueron a parar al
fondo del Museo Nacional, pero incluso
algunas de las colecciones más completas
y singulares (por ejemplo de la Edad del
Bronce o de arte etrusco) fueron a lo largo
de los años fundidas o incorporadas a los
fondos básicos, como sucedió por ejemplo
con la colección entomológica. Ya que los
objetos de exposición de Brandýs de Luis
Salvador no estaban especialmente marcados, después de tantos años hoy día está
prácticamente descartado poder identificarlos. Algunas de las diferentes muestras
naturales nunca llegaron a las colecciones
de los museos, ya que los centros de enseñanza tuvieron la oportunidad de hacerse
con ellas para mejorar la dotación de sus
laboratorios. Así, las colecciones fueron
deshechas y separadas antes de salir del
propio castillo de Brandýs. Parte de estos
objetos de exposición, especialmente las
aves disecadas, fue posible por fortuna
reunirla de nuevo en las colecciones de
los museos locales de Brandýs nad Labem
y Čelákovice, y tras la reconstrucción del
castillo en 2004 fue prestada al castillo
para ser expuesta. Otra parte permanece
en el departamento de ciencias naturales
del Liceo de Brandýs nad Labem.
El legado de Luis Salvador
Desde el año 1995 el castillo pertenece
a la ciudad de Brandýs nad Labem – Stará
Boleslav y ha pasado por un proceso de
amplias reformas, vigiladas muy de cerca
por los órganos de conservación de monumentos dedicados a la rehabilitación de
castillos como es esta residencia imperial y
real única, y sus destacados monumentos
renacentistas. Desde el año 2004 una buena parte del castillo está abierta al público.
La exposición histórica respeta la autenticidad de los interiores originales en la medida que lo posibilita el estado de conservación y la forma en la que se llevó a cabo la
3 19
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
reconstrucción. El recorrido pone el acento
en las importantes épocas históricas y las
personalidades que están unidas al castillo, como es, además del emperador Rodolfo II y el beatificado emperador Carlos
I de Austria, especialmente el archiduque
Luis Salvador de Toscana, que en muchos
aspectos puede llamar la atención al público de hoy día, especialmente al más
joven, por el contexto internacional en el
que se movía. Los estudiantes del Liceo
de Brandýs nad Labem (fundado en 1913
como Real Liceo Estatal del archiduque
Carlos Francisco José, en el que el checo
era la lengua de enseñanza) realizaron un
proyecto de investigación en el marco de
sus actividades escolares de ciencias naturales con el fin de descubrir, inventariar
y precisar los ejemplares originales disponibles que existen de obras de zoología de
Luis Salvador. Los resultados los presentaron en el Simposio de Luis Salvador del
año 2010.
El Simposio de Luis Salvador es un
evento anual que se celebra desde 2003
en el castillo de Brandýs en el que se encuentran investigadores y seguidores de
la figura de Luis Salvador en un coloquio
de conferencias sobre diferentes temas
relacionados directamente con la vida y
obra del Archiduque. Cada año los investigadores presentan los resultados de sus
trabajos y aprovechan el ámbito internacional del encuentro para obtener nuevas
informaciones. En su forma y contenido,
el Simposio de Luis Salvador está anclado
en el espíritu con el que vivía y trabajaba
el archiduque Luis Salvador y suele contar
con la presencia del archiduque de la Casa
de Habsburgo-Lorena Radbot de Habsburgo-Lorena, biznieto del hermano mayor de
Luis, Fernando IV, y que es el presidente de
honor del Simposio.
El Archivo Nacional de la República
Checa, el Museo Nacional y museos regionales, comarcales y municipales han participado en los últimos años de forma destacada en la rehabilitación del castillo de
Brandýs nad Labem aportando su experta
asesoría, prestando objetos de exposición
originales y colecciones completas (la Biblioteca Toscana) además de proyectos de
exposiciones temáticas temporales realizadas sobre todo durante los simposios de
Luis Salvador y los aniversarios de su vida.
La administración del castillo de Brandýs
nad Labem mantiene buenas relaciones
tanto de amistad como profesionales en
los lugares donde Luis Salvador tuvo su hogar, especialmente en la isla de Mallorca.
320
Notas
Kronika Zbraslavská, II. tomo, I. cap.
Melantrich Praga 1952, pág. 540 – sobre
la campaña del rey Juan I de Bohemia
contra el Partido de los Caballeros.
2
Novák, Milan: Náš arcivévoda, císař a
král Karel I. Rakouský v městě Brandýse
nad Labem- Staré Boleslavi,
Brno 2011, 2014.
3
Vilímková M. – Heroutová M.: Brandýs
nad Labem – zámek., Stavebně historický
průzkum, SÚRPMO, Praga 1983.
4
Prášek, Justin Václav: Brandeis a.d. Elbe,
eine Stadt- und Schlossgeschichte, Brandeis a.d.Elbe 1915, pág. 207 6/ ídem,
pág. 208.
5
Diario manuscrito de Leopoldo II, Archivo Nacional de la República Checa Praga,
RAT, Leopoldo II.
6
Greogovičová, Eva: Kapitoly z dějin Rodinného archivu toskánských Habsburků,
Praga 2013.
7
Greogovičová, Eva: Kapitoly z dějin Rodinného archivu toskánských Habsburků,
Praga 2013.
8
Archivo Nacional de la República Checa
Praga, RAT, Leopoldo II/2, nº inv. 214.
9
Löhnert, Wolfgang: Die Erziehung und
das Studium von Erzherzog Ludwig Salvator als naturwischenschaftlich-humanistisches Konzept und Grundlage seiner
gesamheitlichen Erforschung des Mittelraumes, vortrag vor der Real Academia
Mallorquina de Estudios Históricos Palma de Mallorca, 2014.
10
Archivo Nacional de la República Checa
Praga, RAT, Leopoldo II/2, nº inv. 217.
11
Novák, Milan y otros: Ludvík Salvátor,
vědec a cestovatel, zpráva o životě a
díle…, Brandýs nad Labem 2005.
12
Archivo Nacional de la República Checa
Praga, RAT, Ludvík Salvátor nº inv. 1.
13
SOA Praga, velkostatek Brandýs nad
Labem, nº inv. 757, car. 620.
14
Löhnert, Wolfgang: recop. conferencias
«Die Ludwig Salvator Reiserouten in
1900 – 1915» / de los diarios de Antonietta Lanzerotto, Simposio de Luis Salvador, Brandýs nad Labem, 2012.
15
Prášek, Justin Václav: Brandeis a.d. Elbe,
eine Stadt- und Schlossgeschichte, Brandeis a.d. Elbe 1915, tomo II., ilustraciones págs. 97, 161, otras fotografías del
archivo del castillo de Brandýs.
Sobre la cerámica de la antigüedad:
Bouzek, Bažant, Dufková: Corpus vasorum antiquorum, Chécoslovaquie,
Prague, Musée national, Praga 1999
Archivo de Luis Salvador – Archivo Nacio1
nal Praga, RAT, Ludvík Salvátor,
más: Greogovičová, Eva: Kapitoly z dějin
Rodinného archivu toskánských Habsburků, Praga 2013.
16
Milan Němeček, Zámek Brandýs nad
Labem, Universita Jana Evangelisty Purkyně, Ústí nad Labem, 1997.
17
Bedřich Wachsmann (1820 - 1897) se
licenció en la Academia de Dresde y
más tarde en las de Innsbruck y Múnich. A Praga llegó en el año 1856 como
reputado arquitecto y pintor y rebeló
su espíritu romántico en ambas áreas.
Entabló relación con la alta aristocracia
y la Iglesia como restaurador y experto
de la artesanía artística. Sus propuestas
arquitectónicas para el castillo, la capilla
y su ornamentación artesano-artística
y mobiliario tenían la influencia del
historicismo romántico. Fue llamado a
colaborar también en la remodelación
del Monasterio de Miramar, en Mallorca.
Trabajó para Luis Salvador de Toscana
hasta su muerte.
18
Prášek, Justin Václav: Brandeis a.d. Elbe,
eine Stadt- und Schlossgeschichte, Brandeis a.d. Elbe 1915, tomo II., fotografía
pág. 65.
19
Blahout, David: Mramorové sousoší
Panny Marie s Ježíšem a sv. Janem Křtitelem, Emanuel Max 1869 Prag, nota del
restaurador, Academia de Bellas Artes,
Praga 2007.
20
Hnojil, Adam: «Brandýská Madona –
Mistrovské dílo Emanuela Maxe», presentación, Simposio sobre Luis Salvador,
Brandýs nad Labem 2014.
21
Prášek, Justin Václav: Brandeis a.d. Elbe,
eine Stadt- und Schlossgeschichte, Brandeis a.d. Elbe 1915.
22
«Kniha pamětí královského komorního
města Brandýsa nad Labem 1908 –
2009», fotorreportaje de la revista Světozor, año 1916, sv. 1.
23
SOA Praha, Velkostatek Brandýs nad
Labem, nº inv. 757, car. 620.
24
Prášek, Justin Václav: Brandeis a.d. Elbe,
eine Stadt- und Schlossgeschichte, Brandeis a.d. Elbe 1915, tomo I., ilustración
pág. 49, archivo del castillo de Brandýs.
25
SOA Praha, Velkostatek Brandýs nad
Labem, nº inv. 761, car. 621.
26
Greogovičová, Eva: Kapitoly z dějin Rodinného archivu toskánských Habsburků,
Praga 2013.
27
Mašek, Petr.: Sobre la biblioteca toscana,
en: Ludvík Salvátor, vědec a cestovatel,
Brandýs nad Labem 2005.
Textos en castellano
El archiduque, humanista
contemplativo y eterno fugitivo.
La raison naturelle souffre pour connaître qui est un Dieu créateur du ciel
et de la terre.
Alphonse de Lamartine.
Este pensamiento lo tengo presente
desde que lo leí por primera vez en el libro
de texto de francés, en el primer curso de
bachillerato. ¿Por qué me he acordado
siempre de esta declaración, después de
tantos años? Corría el año 1944.
Los de mi generación tuvimos la suerte
de estudiar un bachillerato sin modificaciones sustanciales, con un ingreso, siete
cursos y reválida o examen de Estado. Y en
aquel plan estudiábamos las mal llamadas
«lenguas muertas», latín y griego; el francés, que era el idioma actual de la época; y
el inglés, que era el futuro.
No soy nostálgico, pero guardo un muy
grato recuerdo del bachillerato de
mi adolescencia.
El griego y el latín constituyen la médula
de toda nuestra cultura mediterránea.
La cita de Lamartine ha aparecido de
pronto nítida en mi memoria al analizar un
pequeño libro, escrito personalmente por
el Archiduque, titulado Somnis d’estiu ran
de mar. Probablemente sea la obra más
humilde de nuestro personaje, pero sin
duda la más íntima, aquella en la que refleja su estado emocional ante la naturaleza
que se presenta a su contemplación, sentado a la orilla del mar en sus posesiones de
la Serra de Tramuntana.
Dejadme pues que en este artículo os
traslade de primera mano los pensamientos, las emociones que albergaba su espíritu contemplativo y viajero.
Pero antes, permitidme unas referencias
al prólogo de Josep M. Llompart, que –literariamente– es muy superior a las «confesiones» del Archiduque.
Comienza Llompart intentando clasificar
al personaje:
«Caldria situar la seva biografia a mig
camí entre la tragèdia i el drama romàntic.
I salpujar-la, encara, d’amables espurneigs
de quadro de costums, d’alguns reflexos
d’esperpent i qui sap si d’algun caire de
perversa, decadent narració fin de siècle».
«Tres llibres –els dos darrers apareguts
a la llum pública sota un discret anonimat–
va escriure directament l’Arxiduc en la nostra llengua, és a dir en el “bell catalanesc
del món” que es parla a l’illa: Rondaies de
Mallorca (Würzburg, Leo Woerl, 1895),
Lo que sé de Miramar (Palma, Amengual i
Muntaner, 1911) i aquests Somnis d’estiu
ran de mar (Sóller, La sinceridad, 1912),
que la diligència, la curiositat i el bon gust
de l’editor Josep Olañeta presenten ara de
bell nou al públic».
Somnis d’estiu ran de mar, que es el libro
que comentamos es una obra menor…
pero es el único trabajo de pura
creación literaria.
Por encima de cualquier otra cosa es un
«petit llibre de contemplació».
Para definir lo que Llompart considera
«contemplació» se remite al poema «L’ermità qui capta» de Joan Alcover, quien
entiende por «contemplació» lo siguiente:
«”Contemplació vol dir expandiment de
l’ànima damunt la cosa contemplada”, i,
per tant, no la pura complaença estètica
ni tampoc la visió només sentimental del
món exterior, sinó l’aprofundiment dins ell
a la recerca d’una coneixença essencial».
«Per assolir aquesta coneixença… en cal
un altra de prèvia… escorcollar cosa per
cosa».
«Diu el poema abans esmentat:
Si vols estendre
pels amples horitzons de la muntanya
l’esguard contemplatiu, ans de pujar-hi
recorre pam a pam tota la terra
que des del cim dominaràs; atura’t
al comellar, al bosc; guaita la mina,
saluda els nius humans, vulles conèixer
la clapa de verdor si és blat o és ordi,
i aixís, escorcollant cosa per cosa,
a la contemplació ton ull prepara».
Continúa diciendo Llompart:
«La coneixença essencial, sobretot,
d’aquell lloc que més pogué ésser la
seva pàtria; la convivència profunda amb
Mallorca. És en aquest sentit que definia
Somnis d’estiu ran de mar com a llibre de
contemplació».
«El poeta –és ben lícit anomenar-lo així–
seu en soledat davant el promontori enlluernador de Na Foradada, i, a poc a poc,
la seva mirada esdevé contemplativa».
«…La suggestió del mar com a pàtria de
ningú i de tots, la inestabilitat espiritual,
l’anhel de la fugida constant i desitjable
per ella mateixa, el símbol de l’horitzó com
a més enllà que ens crida amb atractiu
incontrastable…».
El Archiduque se atrevió a escribir dicha
obra en mallorquín, un mallorquín sui
generis, que Josep M. Llompart se
permite comentar:
«I qui sap si la baldufenca, senzilla i des-
imbolta ploma mallorquina amb què fou
escrit contribueix a fer més pròxima i casolana, més a mesura d’home de carn i os,
l’home quotidià, la inquieta i inquietadora,
ombrívola i lluminosa, faceciosa i tràgica
figura de Sa Altesa Imperial i Reial l’Arxiduc
Lluís Salvador d’Àustria».
El humanista contemplativo
A partir de ahora demos la palabra al
Archiduque para que sea él, de manera
directa, sin intermediarios, quien nos vaya
relatando sus propios sentimientos, sus
propias convicciones fruto de la contemplación de una naturaleza, de una costa y
una mar que cautivaron su espíritu.
El Archiduque sitúa el lugar de su contemplación del paisaje que le ha inspirado
Somnis d’estiu ran de mar.
«Allá ahont la mar mediterránea de
ponent es més fonda entre sa costa de
Catalunya y s’illa de Mallorca, en es costat
de tremuntana d’aqueixa derrera, hi ha
sa costa roquera a la qui fan referencia
aquestes págines. Sa costa brava devalla
rápida desd’ un 500 metros, cap a la mar,
metres que a sa part de demunt, torretjen
altures de vuit a nou cents metros vestides
d’auzines».
«En aqueixa vora bella entre ses mes belles des Mediterrani, varen neixê aquets somnis; no es un llibre, son tan solament fuyes
sensa valor; aixî com varen esser escrites baix
de s’impressió momentanea y sense relació,
puix sols pareix qu’ han estat cusides juntes.
»Molts les tirarán amb un sonriure irónich;
qualque ánima de sentit delicat per ventura
se sentirá atreta per semblants somnis y
llevors hauré cumplit es meu objete».
Equipara la contemplación a la oración.
La referencia a los Talebs árabes nos da
una idea de su vasta cultura y de que todo
hombre de buena voluntad se siente pobre/limitado al contemplar la naturaleza
creada por un Ser superior, se llame como
le llamen/invoquen.
«Sa contemplació de sa naturalesa presa
aixî com es degut, ha de esser mirada com
una oració en la qual s’homo s’inclina,
sumis, devant es Criador de tots aqueixos
miracles. Tant, que segons el Talebs arabs
diuen, tota sabiduría qui no condueix a
n’es més fondo reconeixament de Deu, es
buida y sense objecte. ¡ Quanta cosa mos
queda inexplicable, insondable amb els
nostros sentits limitats!»
Sin embargo, esta actitud contemplativa/transcendente que confiesa nuestro
personaje es excepcional pero no exclusiva: ante una majestuosa puesta de sol
32 1
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
situado en el mirador de Son Marroig, con
Sa Foradada a nuestros pies, nuestro espíritu se inflama de emociones varias y complejas que llevan todas a la sublimación del
momento.
«¡Quina Font de reflexions y de pensament ofereix en general aquest mirar
desde sa vorera de mar. Si un no feya altra
cosa ja tendría abastament per pensar tota
la vida!
»No hi ha llibre més instructiu, ni d´estampes més hermoses com sa senzilla
observació de sa naturalesa, de sa hermosa creació de Deu.
»Oració, instrucció, recreació, goig, tot
se reuneix en ella. No se necesita pera aixó
cercar paysos privilegiats per sa seua bellesa. Cada pays per pobre que paresca, té els
seus atractius y tresors, y un no té més que
estudiarlos. El mon de ses plantes y dels
animals es, en veritat, igualment atraent,
siga en la pobre estepa o en el luxuriós
pays tropical, en el mar glacial o en el
calitjós Golfstream, hi ha amagats iguals
tresors per s´estudi y penetració de sa naturalesa. Ses humides herbes no son manco atractives que ses esvetles palmeres.»
Compara el roce suave de las olas al acariciar las rocas, como un beso que se repite
infinitamente…
«A vegades la mar acaricia suaument ses
roques; es renou puja des fons y torna a
perderse en ell; li pareix a un qu´alló es una
besada demunt un altra besada fins a l´infinit. Mirar, ¡quina magnificencia de color!»
«Altres escuys espolsen com Nereides
es seu cap tapat d´algues, y tot se mou y
respira a un meteix temps com un himne
únich que sa naturalesa volgués cantar a
n´el Creador.»
Las pequeñas plantas, los pequeños
peces, las piedras del fondo del mar, son
motivo de su atención/reflexión.
«Alt, demunt ses roques, y fins allá
ahont rares vegades en dies de tempestat
hi arriba s´escuma salabrosa, verdetja es
fonoy marí; també se flor es verda com
sa planta pero d´un tó groguench y d´una
particular delicadeza.»
«Son llisses joves qu´emprenen sa seua
primera excursió.»
«… ses cobdisiades pejellides…»,«…els
cranchs vivaratxos…»
«Ses estrelles de mar se mouen en es
fons y ses aktinias desarrollen llur magnificiencia de colors, com a vertaderes flors de
la mar. Allá recolsat a una roca he segut de
vegades hores enteres y he mirat dins sa
profunditat. ¡Quantes vegades he compatit
els homos qui diuen que no tenen res que
322
fer! ¿ No és es mirar sa naturalesa ocupació suficient y que may s’acaba? Y al meteix
temps, ¡quin sentiment més elevat, quina
admiració p’el Creador de tots aquets miracles!»
Espíritu compasivo para aquellos hombres que manifiestan no tener nada que
hacer, que es una manera/actitud pasiva y
absurda ante la vida.
Espíritu contemplativo que trasciende/
remite al Creador.
Todas las creencias/ideologías son
respetables: me refiero a los partidarios
del creacionismo, a los del evolucionismo
darwiniano y a los partidarios del bigbang.
La mente del hombre es –evidentemente– muy limitada para poder dar una respuesta certera ante el misterio de la vida.
Hubo una época, la que vivieron Lamartine/el Archiduque/Pandelís Prevelakis que
era suficiente la razón natural para dar
respuesta al que he llamado «misterio de
la vida». Aún pienso que el evolucionismo
puede ser compatible con la creación. Es el
eterno dialogo entre fe y razón.
Sigamos con algunos ejemplos de la
contemplación de la naturaleza y del paso
siguiente a la meditación:
«Els codols, ran de sa plaja, muden de
posición; els qu´estaven a baix passen a sa
superficie y a s´en revés, y també algunas
de ses pedres grosses de sa plaja s´engronsen, pero sense mudar de posición.»
«Solsament en un punt únich se veu un
puntet Blanch; es sa vela d´alguna petita
barca viatjera; per lo demés, rés en tot horitzó gran y ample. Y així sa presencia dels
homos expressada per sa petita vela blanca, no destorba sa gran tranquilidat de sa
naturalesa, ni la domina; no es més qu´un
accessori molt secundari. Y aixî es qu´hi ha
en el mon molts d´homos que se creuen
esser importants y passen inobservats per
la gran massa, com aquí sa barca de vela
solitaria. Quant més coneix el mon, més se
convens un de lo poch qu´es.»
«Hores y hores se pot seurer així a sa
vorera y mirar a n’es fons ahont aquí y allá
hei lluen peixos qui baixen a ses aygos fosques y fondes. Un se creu transportat a ses
esferes sobrenaturals. Deu permet aquestes visions d’eterna felicitt y creu un estar
lliure de ses través terrenals, felis amb sa
contemplació del Creador».
«Per aixó nos está mes adaptada sa contemplació de sa naturalesa, d´aquest gran
y ample mon miraculós qui mos rodetja y
qu´influeix vivament en noltros y produeix
s´elevació de san ostra petitesa y nos perfeccionará y será una font d´admiració en
vers el Creador; s´elevará sovint san ostra
ánima en un vertader extasis y s´inflamará
la guspira divina dins ella».
El Archiduque constituye un ejemplo en
el ejercicio de contemplación/meditación.
El escritor Pandelís Prevelakis (Réthimno de Creta, 1909 – Atenas 1986) nos ha
dejado también confesada su emoción al
recorrer el litoral de Creta, en los
siguientes términos:
«Sovint em pregunto qui ha fet la terra
que ens sosté, el mar que ens porta d´ací i
d´allà i la volta del cel, tota ornada d´estels
a la nit, i no trobo resposta. La meva ment
és massa petita per abraçar la imatge d´aquell ésser misericordiós i omnipotent que
va crear totes aquestes coses del no-res.
Però quan navego al llarg de les teves costes, oh Creta!, la meva ment s´enforteix,
l´amor que et tinc m’inflama la sang i totes
les coses d´aquest món em semblen fetes
per una mà amorosa. Ja no hi ha res que
m´espanti, a Déu l´anomeno Pare i em
sento lligat a l´univers com el nounat
al seu bressol.»
(Crònica d´una ciutat. Editorial Empúries,
página 80).
¡Bellísimas palabras, místico arrebato!
Finalizamos este apartado con una
expresión del Archiduque que refleja la
aversión que sentía por el ornato de la vida
palaciega, en contraposición a la vida contemplativa de la naturaleza que, sin duda,
fue su gran elección:
«¡Qué miserablement encatifats semblen els mes magnífics palaus en comparanza d´aqueixes habitacions submarines
ahont tans d´essers no vists, ni destorbats
passen sa seua vida!»
El eterno fugitivo
Es el segundo aspecto que queremos
destacar de la personalidad del Archiduque, su espíritu nómada, que le llevó a
viajar por todo el mundo.
«Jo no he pogut veurer pasar may un
vapor per s’horitzó sense sentir un indescriptible desitj d’anar més alluny. Aqueix
instint emigratori innat en s’homo pareix
atzentuarse al veurer es medi de poder
realizarlo, y quant poch a poch es vapor
desapareix dins s’horitzó y a la fí es veu
solsament sa columna de fum com si fos
un nigulet, llevors s’han somniat els somnis y ple de desitj, fixa un sa vista demunt
l’ampla mar
sense límits».
«En l´horitzó llunyadá es descobreix un
gran trasatlántich. Amb rápida marxa s´acosta prontament. Es veu com sa proa xapa
Textos en castellano
la mar llisa y com s´hélice l´alça su derrera
en remolí. Dins s´aire tranquil se formen
aquí y allá nigulets del seu fum.»
«Sovint he pensat: ¿Qué deuen pensar
els qui naveguen en ell respecte de s aterra
part devant la qual passen? En la majoría
de casos, res. S´indiferencia de la major
part dels passatjers es insensible a s aterra
que descubreixen. Sembla que tots els
seus pensaments, tota sa seua atenció se
concentra en es país cap ahont van. Molts
ni tan sols demanen es nom de sa costa
que veuen, y en tot cas es solament objecta d´una pregunta y d´una atenció momentánea. Per altra part succeeix lo mateix
a s´homo que travalla en terra; sovint no
s´ocupa gens des barco que passa per
devant d´ell y del qual no sap ni d´ahont vé
ni ahont vá. Altra cosa n´hi empren respecte a n´els barcos qu´en diez y hores fitxes
passen per qualque banda. A n´aquets los
mira s´homo qui está en terra, los senyala y
fa referent a ells qualque observació.»
«Questa dobla visió des blau en el cel
y en la mar amb un horitzó sens límits;
aquest blau qui perdura día per día, com
una regla inmutable, tan clar un día com
a en es seu antecesor y en es seu sucesor,
produeix un efecte tan extraordinari que
un creu que no poren compareixer may
més ninguls y qu´aquest blau
durará eternament.»
El Archiduque recorrió toda la costa
mediterránea y aún mucho más, dejando
memoria escrita de todo cuanto visitó.
Siguiendo la singladura de Odiseo/Ulises, hizo escala en la isla de Ítaca, el mítico
destino final que Homero narró
para su héroe.
El poeta Constandinos Petrou Fotiadis
Cavafis, coetáneo del Archiduque (nació
en Alejandría el 29 de abril de 1863, y en
esa misma ciudad moriría también el 29
de abril de 1933) nos ha dejado la poesía
titulada precisamente «Ítaca», escrita en
1911.
Superando el sentido marcadamente
hedonista propio del sentir del poeta, no
cabe duda que la poesía transcrita es un
ejemplo de lo que debe ser la vida del
hombre/mujer.
Metafóricamente el camino al que se
refiere el poeta es, simplemente,
nuestra vida.
Damos paso al poeta:
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de
experiencias,
No temas a los lestrigones ni a
los cíclopes
ni al colérico Posidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu
y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Posidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas
de verano
en que llegues -¡con qué placer
y alegría!a puertos antes nunca vistos.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes voluptuosos,
cuantos más abundantes
perfumes voluptuosos puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento.
Tu llegada allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste
en el camino
sin aguardar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido
el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha
engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta
experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.»
C.P. Cavafis. Poesía completa. Alianza
Tres, página 104.
Finalmente una curiosidad.
El sello del Ilustre Colegio de Abogados
de Baleares está formado por dos circunferencias concéntricas en cuyo centro
aparece un personaje en la popa de una
embarcación. Y dentro de la segunda circunferencia reza la siguiente frase tomada
de la ODISEA, canto 5º: «Ille ratem
clavo scite docteque regebat».
Cuando Ulises pudo escapar de los lazos
amorosos que le tendía la diosa Calipso,
tras construir la embarcación que le permitiría seguir su camino hacia Ítaca, la propia
diosa le proporcionó alimentos y un viento
favorable para que iniciara la navegación.
Y es en ese momento cuando aparece la
frase transcrita.
En la traducción de L´Odissea realizada
por Carles Riba en la edición de 1953, la
frase transcrita aparece así: «Ell, assegut
al platós, governava la seva
armadía destrament…»
Según nuestro buen amigo el Dr. Román
Piña, el sello del Colegio de Abogados fue
aprobado en Junta de 19 de enero de 1780
y su autor fue el Ilustre Colegiado Dr. D.
Bernardo Contestí. Para confeccionarlo,
este quiso partir nada menos que de Homero y su Odisea, recordándonos cómo
Ulises/Odiseo, en el canto 5º, al sentirse
libre construye una balsa en la que
poder escaparse.
A continuación inserto la reproducción
del sello colegial. [veáse página 231]
El Archiduque, nuevo Ulises, supo también con mano docta dirigir la derrota de
la Nixe I y, posteriormente, de la Nixe II en
sus singladuras por el Mare Nostrum y aún
más allá de sus límites. Las «nixe» –mitológicamente– eran las sirenas buenas que
guiaban a los navegantes hasta su feliz
arribada a puerto.
El archiduque de Austria Luis Salvador
fue nombrado hijo ilustre de Mallorca.
Con tal motivo, Don Pedro Bonet de los
Herreros leyó en la Sala de Sesiones de la
Corporación Municipal el día 31 de diciembre de 1910 un artículo laudatorio titulado
«Memoria biográfica», en el que, entre
muchas cosas, destacaba la modestia del
personaje; y cuenta la siguiente anécdota:
«En prueba de lo expuesto puede aducirse el hecho siguiente, que mencionaron
los periódicos austríacos como ocurrido el
12 de octubre de 1896:
»En Ragusa se vio todos los días durante
una semana a dos marineros con cestas llenas de víveres que se encaminaban a pie a
Gravosa. Iba con ellos un señor de unos 50
años. En el arrabal Pile subían a un coche.
Se sentaban en el interior los marineros,
mientras que el señor tomaba asiento junto al cochero y en esta disposición marchaban a Gravosa. Este señor, que diariamente
hacía compras en la ciudad, era S.A. Llegó
a Gravosa en su yate Nixe y allí permaneció
en el más riguroso incógnito, pues le gustan las excursiones en que pueda moverse
con libertad sin las trabas que le imponen
las consideraciones debidas a su alto rango. Supo el capitán del puerto de Gravosa
que según era rumor público en Ragusa se
hallaba allí un miembro de la casa imperial
y se apresuró a presentarse en el yate para
ponerse a la disposición del Archiduque.
Halló en el barco al mismo señor que iba a
323
Yo , e l A r c h i d u q u e . E l d e s e o d e i r m á s l e j o s
hacer las compras con los marineros y que
vestía como la restante gente de a bordo, y
le preguntó:
-¿Dónde encontraré al capitán?
-Soy yo mismo.
- Dicen que se halla en el buque un elevado personaje.
-No es exacto, pues aquí todos somos
iguales –contestó lacónicamente el capitán-archiduque, dando así a comprender
con toda claridad que quería guardar
el incógnito».
«Cuentan también de él, y puedo asegurar que es cierto, que después de haber
adquirido la finca llamada Son Marroig,
que pagó a precio muy elevado y que
aún así sólo de mala gana vendieron sus
dueños, al ver un día que muy fijamente
le estaba mirando un aldeano, le contestó
éste a la pregunta que le dirigió de por qué
le estaba mirando con tanta insistencia que
quería conocer al señor que tanto dinero
había dado por la hacienda y le preguntó
a su vez si era cierto que la había pagado
tan cara. “No es exacto –replicó el Archiduque– me han regalado el predio, pues La
Foradada sola vale más de lo que he pagado por toda la quinta”».
324
Gracias a su espíritu noble y generoso,
a su amor por las Baleares y muy especialmente por Mallorca y su Serra de Tramuntana, fue posible la declaración de este
enclave como Patrimonio de la Humanidad
en el año 2012. ¿Alguien ha hecho más y
mejor por Mallorca?
Nuestro personaje falleció en el Castillo
de Brandeis el 12 de octubre de 1915. El
año 2015 ha sido declarado «Any de l´Arxiduc» por todas nuestras instituciones.
Notas
Los párrafos entre comillas referidos a la obra
Somnis d´estiu ran de mar han sido tomados de la obra del mismo título escrita por
el Archiduque en 1912 y recogidos en la
edición de R. i J.J. de Olañeta, Editors, con
prólogo de Josep M. Llompart.
La referencia a Memoria biográfica de
D. Pedro Bonet de los Herreros está
tomada de la Edición de la Associació
Amics de l´Arxiduc con la colaboración
del Consell de Mallorca.

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