Adolfo Gilly, Sobre la Revolución
Transcripción
Adolfo Gilly, Sobre la Revolución
ADOLFO GILLY, SOBRE LA REVOLUCIÓN MEXICANA. El historiador Adolfo Gilly, nació en Buenos Aires en 1928 y se naturalizó mexicano en 1981, es profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Se ha destacado por su estudio sobre la Revolución Mexicana, aquí presentamos en las siguientes líneas, definiciones y conclusiones de este importante autor sobre el tema. Inicialmente Gilly da a conocer su opinión de nuestro movimiento armado y definición de revolución, así: “La revolución de 1910-1920 es un nudo vital en la historia de México, hacia el cual converge y se precipitan todas las determinaciones de la historia precedente, sus tradiciones, sus costumbres, sus conquistas, sus fracasos y sus sueños, y del cual parten, como un haz innumerable, las tendencias y las determinaciones de toda la historia siguiente. Se toma como parámetro que lo que define a una revolución es, ante todo, la intervención y la iniciativa multitudinaria de las masas para decidir el destino entero de la sociedad. No es el programa, no son los dirigentes, no son los resultados, ni la idea que los protagonistas se hacen de los acontecimientos, todo lo cual es importante, pero queda en segundo lugar, sino la irrupción en la historia de las masas más extensas, más explotadas, más oprimidas, más silenciosas en las épocas de calma y estabilidad”. Por ello el grado de intervención y movilización de las masas, por su extensión en el espacio y de duración en el tiempo, por las transformaciones en las vidas, los hábitos, las mentalidades, de millones de hombres y mujeres, la Revolución mexicana fue, indiscutiblemente, una de las más profundas de América Latina y una de las mayores de nuestro siglo, rico sin embargo en revoluciones. Para la mejor comprensión del tema, el autor da a conocer así las diferentes fases del movimiento que nos ocupa. “Se puede distinguir que el punto culminante de la revolución, es cuando la movilización de las masas campesinas, logran victorias y sobre todo la ocupación de la ciudad de México en diciembre de 1914 por los ejércitos de Villa y Zapata. Así podemos distinguir cuatro fases de la revolución: la primera hasta el triunfo de Madero y salida de Díaz del país en la cual se enfrentan dos tendencias de la burguesía en lucha por el gobierno; la segunda, al período del gobierno maderista en el cuál éste, habiendo conquistado el poder el Estado, mantiene la guerra en contra de la insurrección zapatista en el sur; la tercera, desde el golpe de Huerta y el asesinato de Madero, en que vuelve a ocupar el centro de la escena la lucha entre dos tendencias de la burguesía, federales y constitucionalistas, pero esta vez con una enorme participación de masas en la lucha armada; la cuarta, a partir de la derrota de Huerta en 1914, en que los nuevos vencedores vuelven a dividirse, esta vez por una línea más nítida de clase, entre el ejército constitucionalista de Carranza y Obregón y los ejércitos campesinos de Zapata y Villa. Hasta este momento, que culmina con la ocupación de la ciudad de México por la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur, la revolución se ha radicalizado constantemente, se han incorporado más combatientes, ha ido cubriendo porciones más extensas del territorio nacional. En dos de estas fases, la primera y tercera, la tendencia burguesa que había encabezado la fase anterior, se lanza contra los campesinos que quieren continuar la revolución para obtener las tierras, y los reprime. No una, como en todas las revoluciones burguesas clásicas, sino dos veces las sucesivas direcciones burguesas se vuelven después del triunfo contra el ala extrema de la revolución para contener el movimiento dentro de los marcos de la propiedad capitalista y aplastar las demandas de las masas en las cuales se apoyaron en la fase precedente. Pero si la primera vez la dirección de Madero había logrado mantener las continuidad del estado heredado de Porfirio Díaz, simbolizado en el ejército federal y en la constitución de 1857 y sus instituciones, la segunda vez la revolución ha destruido completamente ese ejército, columna vertebral del viejo Estado; la nueva denominación de la burguesía, a través de su fracción vencedora, se establece sobre un nuevo ejército, una nueva Constitución y un nuevo Estado, también burgués por su carácter de clase, heredero de gran parte del personal administrativo del Estado anterior, pero renovado en sus formas de relación y su modo de dominación sobre las masas. Lo que llamamos cuarta fase de la revolución está cubierta por un período de ascenso, hasta diciembre de 1914 y enero de 1915, y un largo, accidentado y terrible período de descenso, desde el avance del ejército de operaciones de Álvaro Obregón sobre México, la derrota y la disolución de la División del Norte en el curso de 1915, la derrota del movimiento obrero de 1916, la reorganización definitiva del Estado con la Constitución de 1917 y la larga guerra de exterminio contra la tenaz resistencia de los pueblos del sur, de los destacamentos zapatistas en Morelos, de las partidas villistas en el norte y de los campesinos en todo el país. Así concluye que: “En los diez años que duró el conflicto, las masas campesinas (el 85% de la población vivía en el campo en 1910) vivieron las experiencias más grandes: se lanzaron en armas, recorriendo el país en todas direcciones, derrotaron y destruyeron en Zacatecas al ejército de opresores, ocuparon su capital, alzaron a dos campesinos como ellos, Villa y Zapata, como los mayores dirigentes de la guerra de los campesinos insurrectos, dictaron leyes, realizaron en el sur un coherente ensayo de gobierno propio con elementales órganos populares de decisión y con un conjunto de leyes radicales . . . sin embargo en su larga y dolorosa fase de descenso de la revolución, ellas y sus jefes se replegaron combatiendo, defendieron las posiciones antes conquistadas con una tenacidad ante el destino adverso que es una de las herencias más preciosas que la revolución ha dejado a la conciencia colectiva y, ya derrotadas y muerto su caudillo en el sur, en un último sobresalto alcanzaron a intervenir para inclinar la balanza, en la nueva disputa entre los vencedores, contra el ala derecha de Carranza y su política restauradora. Esta gigantesca insurrección nacional de masas fue, por su objetivos y sus conclusiones, una revolución burguesa. Pero fue al mismo tiempo una guerra campesina por la tierra en la cual su ala más radical –la que sostenía el Plan de Ayala – hizo propuestas y tomó medidas empíricamente anticapitalistas . Respecto a la clase obrera y su participación en la Revolución declara: “la clase obrera, por su historia anterior, por su número relativamente pequeño, por la índole misma del conflicto central de la revolución mexicana desempeñó en ella, un papel auxiliar. Algunos de sus movimientos fueron importantes, su organización progresó, pero no tuvo una política ni una dirección independiente del Estado y de las tendencias burguesas dirigentes de la revolución. No olvida en su exposición de la revolución mexicana a la pequeña burguesía urbana, de quien señala: “tuvo un papel independiente en la revolución, si bien sus representantes participaron en los combates tanto en la tendencia constitucionalista como en el villismo y aun, en pequeño pero en selecto número, en el zapatismo. Pero así como de sus filas salieron algunos de los jefes de la nueva burguesía, también salieron los representantes del ala radical democrática con ideas socializantes encarnada en algunos de los hombres más destacados del congreso constituyente de 1917 y que luego resurgiría con fuerza en el periodo cardenista” . En su opinión: “Lo que ocurrió fue que un tipo de desarrollo capitalista afirmado a finales del siglo XIX y que iba hacia la transformación de la clase terrateniente en clase burguesa a través de la superposición de ambas, combinada con la sólida implantación de las inversiones imperialistas en determinados sectores de la economía y un tipo específico de integración de la economía mexicana en la división mundial del trabajo, fue cortado y alterado repentinamente por una violenta interrupción de masa, favorecida o permitida por la exacerbación de la lucha interburguesa debida a la acumulación explosiva de las contradicciones interiores de ese desarrollo capitalista” . Su valiosa conclusión del tema es la siguiente: “Esta irrupción, que en grandes términos duró diez años anteros, llevó al poder a otro sector de la burguesía (que luego se desarrolló utilizando ese aparato del Estado), el cual debió establecer otras nuevas relaciones, también de dominación, con las masas. Lo que ocurrió, empero, es que en esta explosión de las contradicciones específicas (sociales, políticas y económicas) del tipo de desarrollo del capitalismo en el país mexicano, que permitió y abrió la puerta a la irrupción de las masas, éstas vivieron una experiencia única hasta entonces, entraron violentamente a la historia, por un período la vivieron como sus protagonistas centrales, se sintieron sujeto y no simple objeto de la historia y acumularon una experiencia y una conciencia que cambió al país entero en la experiencia vivida de sus habitantes y que es imposible ignorar y subestimar De la Revolución mexicana surgieron un Estado y una estructura de las relaciones entre las clases que abrieron paso a un nuevo desarrollo del capitalismo en México; se hace a caballo entre el fin de la época de las revoluciones burguesas y el comienzo de la época de las revoluciones socialistas: más precisamente, en un amplio período histórico en que ambas se interpenetran y se entrecruzan a lo largo y a lo ancho de un planeta unificado ya por el mercado mundial capitalista” . Gilly, Adolfo. La Revolución Mexicana., Cap. V Desenlace. En Enrique Semo (Coord.) México, un pueblo en la historia. México, Editorial Nueva Imagen, 1983. T. II- p. 303-402. Colaboradora: Lic. Ma. Eugenia Fernández Álvarez Historiadora y Cronista de Iztacalco Coordinación de Cultura Diseño: Cesar B. Ángeles G