hijos y padres comenzando el jardin

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hijos y padres comenzando el jardin
HIJOS Y PADRES COMENZANDO EL JARDIN1
Al comenzar marzo, circula en el aire el inicio escolar. El super, las propagandas,
túnicas y preparativos varios, nos lo recuerdan constantemente. En jardín maternal y
educación inicial esta es una realidad que tiene características propias, porque se trata
de bebes o niños pequeños, que comienzan muchas veces su camino en las
instituciones, con pañales, chupete, y primeras palabras. Hace algunas décadas, era
impensable, ¿y ahora: responde a necesidades imperiosas del mundo actual que
apremian al chiquito a crecer, o tenemos instituciones que respeten las necesidades de
cada etapa recibiéndolo y acompañándolo paso a paso en su crecimiento, respetando
las necesidades de cada epata por más temprana que sea? Este último modo es el
modo en que nuestra institución piensa la integración de un chiquito, teniéndolo en
cuenta en su singularidad, y adaptándose la institución a las necesidades de cada
bebe o niño. En esto radica que el inicio del jardín sea una de las experiencias que
dejan una matriz positiva para desafíos y separaciones posteriores (una experiencia
positiva que incorpora el niño en su personalidad y no un hecho abrupto). Así, la
integración no es para nosotros un proceso que podamos definir siempre de igual
forma y en igual tiempo, sino que lo adecuamos según la marcha del proceso en cada
caso particular. La práctica nos muestra que es difícil prever cómo responderá cada
grupo familiar: padres – hijo a este cambio, y consideramos que no por frecuente es
simple. (Del mismo modo un parto – separación primera – puede ser un
procedimiento de rutina para un ginecólogo, y para cada mamá algo nuevo,
desconocido la primera vez y siempre significativo). Para una familia el ingreso de
cada hijo al jardín es un hecho importante que supone expectativas, así como también
con frecuencia, temores y ansiedad. Conocer lo singular que es para cada familia
este proceso, nos lleva a no usar fórmulas generales, sino a ser flexibles y ponernos
en el lugar del niño y sus padres cada vez, a entenderlos y apoyarlos constantemente
con distintas estrategias previstas para ello.
¿Porqué es difícil para los padres, aún habiendo elegido el jardín y confiando en
él? Entre otras cosas, porque más allá de lo que razonemos y tengamos claro,
enfrentarnos a la separación de nuestros hijos y con ellos, nos conecta con huellas que
solemos no recordar pero están en nosotros y nos despiertan sentimientos, de otras
separaciones que nos tocó vivir. Incluso aún sabiendo que muchas cosas buenas no
son fáciles en la vida, pretendemos ilusoriamente que nuestros hijos no pasen por
sentimientos penosos, que no sufran nunca si es posible. Y resulta que la gran
mayoría de los niños se adaptan muy bien al jardín pasando a disfrutar plenamente
de ese nuevo mundo propio, pero eso sucede luego de pasar por momentos iniciales
de angustia. Los niños transitan por ellos, encontrando gradualmente en la maestra y
otras figuras de la institución el sostén afectivo que necesitan. La angustia es
entonces transitoria, y el alivio de tensiones una vez consolidada la integración da
lugar a un disfrute compartido entre padres e hijos por el ingreso al jardín.
Pero resulta entonces que los padres ya no somos los únicos o casi únicos seres que
participamos de cada logro, cada juego, cada risa de nuestros hijos, (compartir!? No
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Lic. María Cecilia Rodríguez da Silveira. Psicoanalista. Psicóloga de Maternalito.
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ser los únicos!?) y allí nos enfrentamos entonces a que él tiene un lugar donde vive
experiencias que son propias y donde de pronto aprende cosas que no fuimos
nosotros quienes se las enseñamos. O nos asombramos porque resulta que nuestro
hijo ya no es tan completamente conocido y siendo por ejemplo, muy activo en casa,
resulta que en el jardín es en principio un tranquilo observador; o siendo en casa
intensamente oposicionista y desafiante, en el jardín acepta normas fácilmente, o nos
pone cara de pena o llanto al irnos, y apenas bajamos el primer peldaño de la escalera
está radiante jugando con sus nuevos amigos…, o a nuestro hijo tan independiente, le
cuesta mucho despegarse y no ser el único niño en el jardín… Esto que intentamos
plasmar con humor, es sin embargo una cosa seria, porque son muchos los
sentimientos (muchas veces contradictorios) y asombros con los que lidiamos los
padres. Una de las razones de estas conductas diferentes en un ámbito y en otro (casa
y jardín) radica, en que el desarrollo no es lineal y progresivo, por lo cual a veces a un
chiquito muy desenvuelto, charlatán, activo, que se queda sin dificultad en la casa de
amigos de la familia o abuelos, de pronto le cuesta más quedarse sin mamá o papá en
el jardín, o al contrario (como si desplegara distintas partecitas de sí). Del mismo
modo que a un niño precoz en el lenguaje, muy vivaz e inteligente, puede costarle más
de lo que esperábamos separarse de sus padres o dormir solo, por ejemplo. Entre ser
chiquitito e ir creciendo, hay una amplia gama de vaivenes, logros y retrocesos,
pérdidas y adquisiciones, línea “zigzagueante” que caracteriza el desarrollo infantil .
Así, puede suceder que un niño que se adapta con mucha facilidad aparente a esta
nueva situación, comienza a manifestar sin embargo cambios transitorios en su sueño
o alimentación, por ejemplo. Los hijos enfrentan entonces a los padres a lo
imprevisible que requiere maleabilidad, la misma que es necesario que tenga una
institución que tiene en cuenta a cada niño y su familia en su singularidad. Muchas
veces ante el ingreso del chiquito a un medio extrafamiliar, como lo es el jardín, nos
enfrentamos a otra imagen de hijo y otra imagen de nosotros mismos como padres.
Quizás antes no nos habíamos dado cuenta de cuánto nos cuesta separamos un
poquito de ellos o, como otra cara de la misma moneda, no sentimos ninguna
dificultad al respecto y queremos que sea rápida e inadvertida la separación, como si
no reconociéndola o nombrándola la pudiéramos evitar.
Así sucede a veces que algunos padres desearían no ser vistos por sus hijos
cuando se van, o necesitan prometer volver al instante cuando en realidad el niño se
adecuará a lo confiable de un tiempo real (que muy gradualmente va a ir incorporando
a su experiencia- el tiempo por ejemplo, de ponerse la campera para esperar a los
padres al ratito de merendar-) de espera y separación. Requiere cierta fortaleza y
esfuerzo poder de decirle a nuestro hijo cuando quiere que nos quedemos con él, que
no, aceptar frustrarlo un poco, y no ser ya padres incondicionales que les damos todo,
(todo imposible; todo lo que quizás no tuvimos y deseamos por eso fervorosamente
poderles dar). Esto cede cuando en una etapa de mayor consolidación, el niño
empieza a quedarse contento en el jardín, nosotros sabemos que podemos,
compartirlo y no por eso perderlo, y disfrutar junto a él de su nuevo mundo propio. La
maestra (y la institución en general) se vuelve entonces una figura significativa para
el niño y sus padres, que le transmite al niño su disponibilidad afectiva. Otro
elemento importante que contribuye a la confianza de los padres y la continuidad en
ciertos aspectos y formas de crianza entre el jardín y la casa, es la comunicación diaria
maestra- padres, especialmente en la etapa en la cual los niños no disponen de un
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leguaje lo suficientemente estructurado como para transmitir con palabras sus
experiencias diarias.
¿Y qué implica para el niño?
Nos detuvimos en la significación para los padres porque la experiencia nos
muestra que en gran medida de cómo lo procesen ellos dependerá el proceso del niño.
Los niños suelen tener curiosidad y avidez por incorporar lo nuevo en ciertas
condiciones de confianza y seguridad básicas. De igual modo, implica para el niño
ambivalencias, sentimientos encontrados, en ocasiones momentos alternantes de
facilidad o dificultad para aceptar el momento de despedir a sus padres y permanecer
en el jardín. Pero a su vez, sus compañeros, su maestra, su salón, su jardín, comienzan
a ser importantes y apreciados en su vida diaria. Así el jardín le proveerá un mundo
rico en experiencias sociales y cognitivas.
Las separaciones moderadas, adecuadas y sobre una base sólida suelen tener efectos
positivos en la estructuración
psíquica del niño, y algunas de ellas son imprescindibles para que el sujeto se
constituya como tal, y desarrolle una dimensión activa, creativa en su personalidad,
(recursos con los que contará después).
De la panza de mamá a un infinito mundo exterior, de los brazos de papá y
mamá a la conquista del espacio al caminar, de casa al jardín, umbral de un nuevo
mundo propio enriquecedor y disfrutable.
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