Arenas_Mico_5a_c01_HISTORIA_MICOLOGIA

Transcripción

Arenas_Mico_5a_c01_HISTORIA_MICOLOGIA
SECCIÓN
I
Aspectos generales
Contenido
Capítulo 1 Historia de la micología médica
Capítulo 4 Taxonomía y clasificación
Capítulo 2 Generalidades
Capítulo 5 Diagnóstico de laboratorio
Capítulo 3 Hongos
CAPÍTULO
1
Historia de la micología médica
Los hongos, o las enfermedades que producen, se conocen
desde la más remota antigüedad; los griegos y los romanos
describieron algunas de las manifestaciones clínicas de las
dermatofitosis, como el querión y la mentagra.
La micología es una rama de la microbiología que se
desarrolló primero. Los aspectos clínicos de algunas micosis
superficiales fueron descritos desde la época de Hipócrates
(460-377 a. C.) quien fue el primero en documentar la candidosis seudomembranosa con el nombre de “afta alba”, lo
cual fue corroborado después por Galeno (130-200 d. C.).
Celso reconoció la tiña inflamatoria o querión y el favus.
También se conocen datos de enfermedades por hongos o de la aplicación terapéutica de estos últimos por el
Códice de Martín de la Cruz, manuscrito azteca de 1552
conocido como Libellus de medicinabulus indorum herbis
y que fue traducido al latín por Juan Badiano y devuelto por
el Vaticano al país en 1990.
Con el invento del microscopio (Antonie Van Leeuwenhoek [1632-1723]) en el siglo xvii, se inició el estudio científico de los hongos microscópicos junto con el de otros
microorganismos. En 1729, Pier A. Micheli publicó investigaciones sobre hongos en su obra Nova Plantarum; a él se
debe el término Aspergillus. El conocimiento de la relación
entre hongo y enfermedad precedió a la floreciente época
bacteriológica desarrollada por Robert Koch y Louis Pasteur.
La historia de la micología médica inició en 1835 con
Agostino Bassi (figura 1-1), de origen italiano y alumno de
Lazzaro Spallanzani, el fundador de la biología moderna.
Descubrió que la muscardina del gusano de seda era producida por un hongo (Beauveria bassiana). En 1838, el botánico y entomólogo francés Víctor Audouin confirmó estas
observaciones y las publicó.
En 1845, Per Hendrik Malmsten descubrió el género
Trichophyton con su más representativa especie, T. tonsurans.
En 1850, J. B. Georg W. Fresenius utilizó por primera
vez el término “aspergilosis” para una de las primeras micosis reconocidas en humanos o animales, aunque desde 1815
H. P. Mayer y G. H. Emmert ya habían descrito una infección en los pulmones de un cuervo.
En 1839, Johann Lukas Schönlein estudió el hongo del
favus, aunque se señala que él había sospechado su existencia desde 1827. En 1837, Robert Remak (figura 1-2A y B),
judío de origen alemán, de carácter arrogante y difícil, descubrió que la tiña fávica era causada por un hongo al cual
dio el nombre de Achorion schoenleinii en honor a su maestro alemán Schönlein. No se le otorgó el crédito correspondiente, pues hizo sus publicaciones en 1845, en lo que se
considera el primer tratado de micología. Por estas circunstancias, persisten las controversias acerca de quién es el
fundador de la micología dermatológica.
En 1839, Bernhard Rudolph Conrad von Lagenbeck
descubrió una levadura en el algodoncillo y en 1845 señaló
la actinomicosis en humanos.
1
2
Sección I
Aspectos generales
Figura 1-3. David Gruby (1810-1898), quien aisló los hongos del
favus y del algodoncillo (muguet).
Figura 1-1. Agostino Bassi (1793-1856), iniciador de la micología
médica.
En 1840, el famoso dermatólogo Alphée Cazenave
observó una epidemia de tiña de la cabeza y propuso el
nombre de Herpes tonsurans capillitii, quizá por la presencia concomitante de lesiones anulares de Herpes circinatus
(Jean Louis Marc Alibert).
En 1841, David Gruby (figura 1-3), un judío joven y
pobre de Budapest, quien terminó sus estudios de medicina
en Viena, aisló el hongo del favus y reprodujo la enfermedad
antes que Koch formulara sus postulados; también describió la tiña microspórica y cultivó Microsporum audouinii;
lo denominó así por el tamaño pequeño de las esporas y en
honor a Víctor Audouin. Asimismo, publicó sus descubrimientos en su libro Memoire sur une végétation qui constitue la vraie teigne. Sus trabajos encontraron la resistencia
natural del auge bacteriológico suscitado por Pasteur, pero
fueron apoyados por el eminente dermatólogo Ernest Bazin
A
B
Figura 1-2. A) Robert Remak (1815-1865), cofundador de la
micología dermatológica. B) Johan Lukas Schönlein, estudió el
hongo del favus.
en 1860. En 1842, Gruby presentó el verdadero hongo del
algodoncillo (muguet) ante la Academie de Sciences de
París e instaló un consultorio con gran éxito social al dedicarse a la medicina y a la magia; entre su clientela se contaba a Chopin, Liszt, George Sand y los Dumas. En 1844
publicó un estudio acerca de Trichophyton tonsurans como
agente causal de tiñas con parasitación endothrix. Nunca
fue aceptado verdaderamente por los franceses y fue repudiado por los húngaros.
Se ignoraron los trabajos de Remak y Gruby, sin duda
por el antisemitismo médico imperante de la época; el último fue rehabilitado más tarde por Sabouraud, quien lo consideró un dermatólogo mediocre, pero un observador muy
preciso en el microscopio; como prueba de ello, están los
dibujos que se conservan en los archivos de parasitología de
la Faculté de Médecine de París.
En 1846, Carl Ferdinand Eichstedt encontró en las
escamas de pitiriasis versicolor un hongo que luego Charles
Phillippe Robin llamó Microsporum furfur y, en 1898, Henri
Ernest Baillon lo clasificó en el género Malassezia. En 1874,
Louis Charles Malassez identificó el “champignon de la
pelade”; en 1884, J. Bizzozero lo encontró en Pityriasis simplex y Sabouraud le llamó Pityrosporum.
En 1853, Charles Ph. Robin (figura 1-4) publicó el libro
Histoire Naturelle des végétaux parasites, donde compiló
los trabajos sobre dermatofitosis y su tratamiento tópico,
así como la depilación en la tiña de la cabeza; a él se debe la
clasificación de Oidium albicans.
En 1855, Gottlob Friedrich H. Kurchenmeister describió el primer caso de mucormicosis, aunque este término
fue acuñado hasta 1885 por Arnold Paltauf. En la segunda
mitad del siglo xix, la microscopia aplicada a la clínica
indujo a los científicos de este periodo a buscar hongos en
cualquier trastorno dermatológico. También era la moda
mostrar en reuniones académicas lesiones micóticas causadas por autoinoculación de material infectado mediante
una técnica ideada por Remak, quien fue el primero en
Capítulo 1 Historia de la micología médica
Figura 1-4. Charles Robin,
quien clasificó a Oidium
albicans.
Figura 1-5. Ferdinand von
Hebra, identificó a Epidermophyton floccosum.
someterse a este experimento con T. schoenleinii. En 1862,
Heinrich Koebner se inoculó favus y pitiriasis versicolor.
En 1870, Ferdinand von Hebra (figura 1-5) identificó la
tinea cruris debida a Epidermophyton floccosum, mientras que
William Tilbury Fox identificó por su parte la tinea mannum.
Uno de los micólogos más eminentes del siglo xix fue
el sabio francés Raymond Jacques Adrien Sabouraud (figura
1-6), quien nació en Nantes en 1864 y fue dermatólogo,
botánico, filósofo, músico y escultor. En 1889 terminó sus
estudios de medicina en París y luego se especializó en dermatología con Emile Vidal y Ernest Besnier; fue alumno de
Emile Roux en el Instituto Pasteur. En 1890 inició el estudio
sistemático de las dermatofitosis y en 1892 publicó su primer trabajo Étude clinique, histologique et bacteriologique
sur la pluralité des Trichophytons de l’homme. En 1894
escribió los resultados de sus primeros tres años de investigación en el libro Les Trichophyties humaines. Clasificó los
agentes causales de las dermatofitosis en cuatro grupos:
Achorion, Epidermophyton, Trichophyton y Microsporum, y
sostuvo la idea de que las dermatofitosis eran causadas por
más de una especie de hongos. En 1910 publicó la enciclopedia Maladies du cuir chevelu; el tercer volumen, Les teignes fue el primer manual de micología dermatológica,
considerado hoy como un clásico de la medicina y un
modelo de la observación científica.
En esa época y en la siguiente, proliferaron los sinónimos de los hongos; aumentaron de esta manera las especies, a tal grado que la nomenclatura se hizo muy difícil y
sobrevino la decadencia micológica, al tiempo que brillaban
los trabajos de Pasteur.
A finales del siglo xix y principios del xx se hicieron
grandes descubrimientos, no tanto en Europa sino en diferentes partes del mundo. Así, en 1860, Henry Vandick Carter
(figura 1-7), en India, describió y acuñó el término “micetoma”; fue un gran médico que luchó porque se aceptara a las
mujeres en las escuelas de medicina. En 1874, Ch. McQues-
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tin, médico estadounidense, estudió los primeros micetomas
de América en Hermosillo, Sonora, México. En 1876, Otto
Bollinger, en Europa, reconoció la actinomicosis como enfermedad parasitaria. En 1877, Karl O. Harz encontró el grano
actinomicético en la mandíbula de un buey y lo llamó Actinomyces (del griego actys “rayo de sol” y myké “hongo”) bovis.
En 1883, Domenico Majocchi (figura 1-8) describió el
granuloma tricofítico y se dedicó a su estudio durante 40
años. En 1892, Celalettin Muhtar Ozden (Celal Muhtar o
Djelaleddin-Mouktar) dermatólogo del entonces Imperio
Otomano hizo importantes contribuciones en infecciones
dermatofíticas como la identificación de las hifas en la tiña
de los pies y manos, por lo que también lleva su nombre en
Turquía.
En 1889, Vittore Trevisan, en honor a Edmund Nocard,
quien hizo importantes aportaciones en el campo de la bacteriología con técnicas para la recuperación de microorganismos a partir de muestras sanguíneas y el desarrollo de
medios de cultivo bacteriológicos, creó el género Nocardia
y, en 1890, Hans Eppinger describió la nocardiosis en humanos. En 1892, Alejandro Posadas, estudiante de medicina,
alumno del patólogo Robert Wernicke, describió en Argentina el primer caso de coccidioidomicosis con motivo de su
tesis recepcional (figura 1-9).
Otto Emil Franz Ulrich Busse y Abraham Buschke, en
1894 y 1895, respectivamente, describieron la criptococosis; en tanto que en 1894, Caspar Gilchrist, en la zona de
Chicago, hizo lo mismo con la blastomicosis norteamericana. En 1896, Almroth Edward Wright señaló al hongo negro
Madurella mycetomii como agente causal de micetoma.
En 1898, Benjamin Schenck, casi al término de sus estudios de medicina en Rochester, Estados Unidos de América
(EUA), definió la esporotricosis y su microorganismo causal.
En 1900, Guillermo Seeber, también estudiante de medicina
en Argentina, describió la rinosporidiosis.
Figura 1-6. Raymond
Sabouraud (1864-1938),
padre de la micología
moderna.
Figura 1-7. Henry Vandick
Carter, quien acuñó el
término “micetoma”.
4
Sección I
Aspectos generales
Figura 1-12. Adolfo Lutz,
informó el primer caso de
paracoccidioidomicosis.
Figura 1-8. Domenico
Majocchi, describió el
granuloma tricofítico.
Figura 1-9. Alejandro
Posadas. Estudió el primer
caso de coccidioidomicosis en
Argentina.
En 1903, Charles Lucien De Beurman y Henri Gougerot (figura 1-10), en Francia, efectuaron los estudios más
importantes sobre esporotricosis, y en 1912 publicaron Les
sporotrichoses, monografía clásica basada en el estudio de
cerca de 200 casos. Es curioso que siendo los franceses
quienes más contribuyeron al conocimiento de esta micosis, no la observen en la actualidad y la consideren enfermedad de importación.
Durante los primeros trabajos en el Canal de Panamá
en 1905, Samuel Taylor Darling (figura 1-11), describió la
histoplasmosis; en 1934, William De Monbreun cultivó el
hongo, demostró su naturaleza dimorfa y reprodujo la
enfermedad de modo experimental.
En 1908, Adolfo Lutz (figura 1-12), en Brasil, informó el
primer caso de paracoccidioidomicosis; a partir de 1909,
Figura 1-10. Profesor H.
Gougerot, quien estudió la
esporotricosis en Francia a
principios del siglo XX.
Figura 1-11. Samuel Taylor
Darling, descubrió la histoplasmosis.
Figura 1-13. Doctor
Fernando Latapí (19021989), fundador de la
Escuela Mexicana de
Dermatología.
Adolfo Splendore, médico italiano, inició el estudio del
hongo y lo clasificó como levadura. En 1928, Floriano Paulo
de Almeida fue quien delimitó en definitiva esta enfermedad y su agente causal. Esta micosis es exclusiva de Latinoamérica y son los brasileños y el grupo de Ángela Restrepo,
en Colombia, quienes más han aportado al conocimiento
de esta enfermedad.
En 1911, Alexandrino de Moraes Pedroso describió en
Sao Paulo la cromomicosis (cromoblastomicosis); en 1915,
C. G. Lane y E. M. Medlar llevaron a cabo la primera publicación al respecto en Boston, pues los brasileños no lo hicieron. También, en 1911, Ricardo Cicero comunicó los cuatro
primeros casos de micetoma en México. El conocimiento
clínico más preciso sobre este padecimiento se debe a Fernando Latapí (figura 1-13), quien además inició el tratamiento del actinomicetoma con sulfonas en 1947.
En 1916, Bruno Bloch, en Suiza, realizó los primeros
estudios sobre inmunología de las micosis y efectuó estudios inyectando extractos de polisacáridos no purificados
obtenidos a partir de colonias de dermatofitos en personas
con dermatofitosis y sanas; con lo que observó una respuesta clínica semejante a la descrita por Koch en su estudio de
la tuberculosis. Ese mismo año, el Dr. Albert John Chalmers
y el capitán R. G. Archivald precisaron las diferencias etiológicas de actinomicetos y eumicetos en el micetoma.
En 1920, Joseph Gardner Hopkins y Rhoda Williams
Benham (figura 1-14), de la Columbia University, iniciaron
el estudio científico de la micología médica. A Benham se le
considera la fundadora de la micología médica moderna. En
1923, Christine Marie Berkhout dio fin a muchos errores
taxonómicos en las levaduras al crear el género Candida.
La existencia de una fase sexual en algunas especies de
dermatofitos fue reconocida por primera vez en 1927 por
Arturo Nannizzi (figura 1-15), en Siena, Italia. En 1930,
Maurice Charles Pierre Langeron y S. Milochevitch modificaron la clasificación de Sabouraud de los dermatofitos, y
reconocieron la importancia de añadir ingredientes al medio
Capítulo 1 Historia de la micología médica
Figura 1-14. Rhoda W. Benham, fundadora de la micología médica moderna.
de cultivo usando sustancias naturales para incrementar la
capacidad de esporulación de los hongos.
En 1931, Jorge Lobo, en Recife, Brasil, describió la
enfermedad que lleva su nombre. En 1934, Chester Wilson
Emmons propuso la taxonomía actual para los dermatofitos. Adoptó un riguroso criterio basado en las normas
aceptadas para la clasificación con base en las nomenclaturas para clasificar microorganismos, incluyendo a todas las
especies de dermatofitos en tres géneros: Microsporum,
Trichophyton y Epidermophyton.
En 1937, Ernest Dickson y Myrnie Gifford estimularon
el interés por la epidemiología y la ecología de los hongos al
encontrar modalidades benignas y ocultas de coccidioidomicosis.
En 1947, Antonio González Ochoa (figura 1-16) y E.
Soto Figueroa, en México, aislaron un polisacárido de Sporothrix y contribuyeron mucho al diagnóstico y el estudio
inmunológico de esta micosis. En 1950, González Ochoa
describió el primer caso de paracoccidioidomicosis en México y demostró que el agente causal penetra por inhalación.
En 1958, J. C. Gentles, en Inglaterra, descubrió el uso
de griseofulvina en dermatofitosis e inició un gran cambio
en la terapéutica antimicótica.
Figura 1-15. Arturo Nannizzi, reconoció la existencia de la fase
sexuada en algunos dermatofitos.
5
Figura 1-16. Doctor Antonio González Ochoa (1910-1984),
iniciador de la investigación micológica en México.
Las bases de la nomenclatura actual de los hongos fueron establecidas por Langeron (1930) tomando en cuenta
los modos de reproducción; además, luchó por el uso del
latín en el lenguaje micológico. Sus ideas fueron seguidas
por varios investigadores estadounidenses, de tal manera
que Norman Conant (figura 1-17) y, sobre todo, Chester
Emmons (1934) (figura 1-18) reordenaron la nomenclatura,
con lo cual disminuyeron las confusiones.
En 1960, C. T. Bishop y F. Blank elaboraron los primeros extractos proteínicos con técnicas modernas y obtuvieron polisacáridos hidrosolubles con capacidad antigénica.
A pesar del gran desarrollo de la micología y del descubrimiento de tantas enfermedades, los microorganismos
causales no fueron separados de las plantas sino hasta 1969,
año en que Robert Whittaker los colocó en el reino Fungae.
En 1954 se fundó la Sociedad Internacional de Micología Humana y Animal (International Society of Human and
Animal Mycology, ISHAM).
En los últimos años han hecho aportaciones importantes: Libero Ajello, María Albornoz (figura 1-19), Dante
Figura 1-17. Norman
Conant, quien contribuyó a
las bases de la nomenclatura.
Figura 1-18. Chester
Emmons, una tradición en
micología.
6
Sección I
Aspectos generales
Figura 1-19. María Albornoz, de Venezuela.
Borelli, Guy Badillet, F.W. Chandler, Carlos da Silva Lacaz
(figura 1-20), Claude De Biévre, Jean Delacrétaz, Elisa M.
Difonzo, Bertrand Dupont, Bonni Elewski, Donald Greer,
Robert Gordon Wasson, Palfner Götz, Dode Grigoriu,
Roderick Hay, W. Kaplan, Jacomina Lodder, François
Mariat, Rubén Mayorga (figura 1-21), Michael McGinnis
(figura 1-22), Ricardo Negroni (figura 1-23), Emiliano Panconesi, Gerbert Rebell, Ángela Restrepo (figura 1-24), John
W. Rippon (figura 1-25), Gioconda San Blas, David Taplin,
Roger Vanbreuseghem, Selman Abraham Waksman, Ricardo Zapater, Edouard Drouhet y Gabriel Segretain (figura
1-26), por mencionar algunos.
A partir de 1940 entró en gran auge el estudio de antimicóticos y en los últimos decenios se han logrado grandes
avances en inmunología, sobre todo en diagnóstico, pero
aún despierta gran interés el descubrimiento de nuevos
hongos productores de enfermedad o de nuevas enfermedades por hongos conocidos, así como las contribuciones a
la epidemiología.
La micología en México ha seguido una evolución
semejante a la observada en otros países latinoamericanos,
es decir, las enfermedades por hongos se han estudiado por
vez primera en el campo de la dermatología.
Figura 1-20. Carlos Da Silva Lacaz y Anthar Padilha-Gonçalvez.
Figura 1-21. Ricardo Zapater (de Argentina), Rubén Mayorga (de
Guatemala) y Pedro Lavalle (de México).
En 1905, Jesús González Urueña presentó su trabajo
Necesidad de fundar en México un dispensario escuela para
niños tiñosos; más tarde se fundó la escuela “Doctor Balmis”.
En 1909, Ricardo Cicero habló sobre la técnica para tratar
tiñas con rayos X aunque poco después, en tiempos de la
Primera Guerra Mundial, se abandonó esta técnica por las
dificultades para conseguir las refacciones del aparato. En
1917, el mismo autor, basándose en lo dicho por Sabouraud,
inició los estudios para precisar la dosis de acetato de talio
en la depilación transitoria para tiñas de la cabeza. Salvador
González Herrejón encontró la dosis óptima de 7 mg/kg de
peso corporal en el Servicio de Dermatología del Hospital
General de México; los datos aparecieron en su tesis recepcional en 1919. En 1944, F. Latapí presentó estadísticas de
1 159 niños depilados con esta técnica; en 1956, Raúl Aceves
emitió un informe sobre 1 200 casos, y José Barba Rubio y
Gloria Pérez Suárez, otro sobre 500 casos. Más tarde volvieron a utilizarse los rayos X y, en 1957, Amado Saúl reunió
600 casos.
Los decenios de 1930-1939 a 1960-1969 constituyeron
la época más fecunda de la micología clínica en México;
Fernando Latapí y Pedro Lavalle, con la colaboración de
Josefa Novales y Yolanda Ortiz, señalaron las características
Figura 1-22. Michael
McGinnis, estudioso de
dematiáceos.
Figura 1-23. Ricardo Negroni,
de Argentina.
Capítulo 1 Historia de la micología médica
Figura 1-24. Ángela
Restrepo, de Colombia.
7
Figura 1-25. John W. Rippon.
Figura 1-27. El Dr. François Mariat fue maestro de numerosos
micólogos mexicanos.
propias de muchas micosis cutáneas, tanto en el Servicio de
Dermatología del Hospital General de México como en el
Centro Dermatológico Pascua; asimismo, González Ochoa
inició de manera formal la investigación en el Laboratorio
de Micología del Instituto de Salubridad y Enfermedades
Tropicales.
A partir de 1960, François Mariat (figura 1-27) inició
una época sobresaliente de intercambio científico entre
México y el Instituto Pasteur de París; colaboró en más de
30 publicaciones con investigadores mexicanos y formó a
13 micólogos de dicho país.
En México son incontables los estudios en el campo de
la micología dermatológica; en 1964, Latapí y Ortiz publicaron muchos datos al respecto en su Historia de la dermatología en México.
Óscar Velasco Castrejón y Jorge Tay Zavala escribieron
Introducción a la Micología Médica, el primer libro que se
escribió en México sobre micología en 1978. En 1990,
Ernesto Macotela Ruiz publicó algunos hechos bibliográficos sobre la historia de la micología médica en México y en
ese mismo año apareció Micología médica básica de Alexandro Bonifaz (figura 1-28); en 1995, Rubén López Martínez
Figura 1-26. Profesores Edouard Drouhet, François Mariat y
Gabriel Segretain, fundadores del Servicio de Micología del
Instituto Pasteur de París.
presentó Micología Médica. Procedimientos para el Diagnóstico de Laboratorio de (figuras 1-28 y 1-29), Luis Javier
Méndez Tovar, Francisca Hernández y Rocío Castañón; se
han publicado ediciones nuevas y mejoradas de estos dos
últimos libros. Muchos autores han contribuido al fortalecimiento de la micología médica en México entre los que
podemos destacar a: Cutberto Contreras, Amado González-Mendoza, Jorge Mayorga, Catalina Orozco, María del
Carmen Padilla (figura 1-28), Mario César Salinas-Carmona,
Amado Saúl, Patricia Súchil, Lucía Taylor, Conchita Toriello
y Oliverio Welsh (figura 1-28).
En años recientes, el desarrollo y aplicación de técnicas
de diagnóstico molecular, han revolucionado el diagnóstico
y monitoreo de las enfermedades infecciosas.
La tecnología de amplificación de ácidos nucleicos ha
abierto nuevos caminos en la detección y caracterización de
microorganismos que los aspectos fenotípicos no logran
alcanzar debido a que en ocasiones algunos microorganismos no son cultivables, resultan muy difíciles de aislar o re-
Figura 1-28. Primer grupo del Consenso Nacional de Micosis; se
encuentran, entre otros, Oliverio Welsh, Rubén López, Alexandro
Bonifaz, María del Carmen Padilla, así como el coordinador,
Roberto Arenas.
8
Sección I
Aspectos generales
Figura 1-29. Rubén López Martínez, profesor de micología,
UNAM.
quieren de insumos y personal muy especializado. Las primeras técnicas moleculares en ser empleadas con fines de
diagnóstico e identificación fueron el sistema de replicasa
Q β, en 1988.
En 1989, Kwoh y colaboradores describieron el sistema
de amplificación basado en transcripción (TAS, por sus
siglas en inglés transcription-based amplification system),
ese mismo año Wu y Wallace describieron la reacción en
cadena de ligasa (LCR, por sus siglas en inglés ligase chain
reaction). En 1990, Welsh y McCleland desarrollaron el
análisis del polimorfismo de DNA amplificado por cebadores arbitrarios (RAPD, por sus siglas en inglés random
amplified polymorphic DNA).
El gran éxito obtenido a mediados de la década de
1980-1989 por Kary Mullis consistió en lograr sintetizar in
vitro un gran número de copias de fragmentos específicos
de DNA, basándose en un principio muy sencillo: la utilización de mecanismos similares a los usados por la propia
célula en la replicación del DNA durante la división celular.
Las nuevas y mejores técnicas moleculares han asumido un papel fundamental en varias áreas del diagnóstico in
vitro. Sus mayores aplicaciones incluyen la caracterización
genómica y de mutaciones y polimorfismos; así como amplificación de ácidos nucleicos, análisis de patrones de
expresión de genes y de proteínas, con lo que sirven de ayuda para la identificación y ahora también la reclasificación
de los microorganismos por medio de la comparación de
sus secuencias genómicas con las de otros especímenes
emparentados, de modo que hacen posible reagruparlos de
acuerdo con su escala filogenética.
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