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LUIS CANTERO EL REPORTERO QUE LO TUVO TODO MUERE SOLO El periodista estrella de Interviú, el que dio la vuelta al mundo en 80 camas y entrevistó a Suárez a calzón quitado, ha fallecido el pasado 15 de octubre. Don Juan Carlos dijo de Luis Cantero que era el hombre que mejor vivía de España, sin embargo tardaron tres días en encontrar su cuerpo. Estaba solo, apenas salía de su casa y fueron los dueños del restaurante en el que solía comer los que dieron la voz de alarma al echarle en falta varios días. Casado dos veces y padre de tres hijos, en los 80 revolucionó España con su manera audaz y divertida de hacer reportajes. Ojito derecho de Asensio, cada vez que Interviú llevaba una portada firmada por él subían las ventas. PÁGINA 10 LUIS CANTERO EL PERIODISTA 'CELEB' DE LOS 80 MUERE SOLO Pionero en reporterismo provocador y amigo del Rey ha fallecido en el abandono 30 años después de tocar el cielo en su profesión. Llevaba tres días muerto cuando lo encontraron PILAR EYRE el periodista más famoso de España. El favorito del rey. La estre- ©ve lla de la revista estrella, Interviú, cuando llegaba a vender un millón de ejemplares. Cuando Antonio Asensio era el editor que mejor pagaba a sus profesionales. De 1979 a 1989, Luis Cantero inventó una nueva forma de hacer periodismo provocativa y trasgresora, muy lejos de la prensa del movimiento o de las severas revistas reivindicativas con las que nos habíamos criado los españoles. Luis, que lo tuvo casi todo, acaba de morir, casi sin nada, como un ejemplo vivo de las luces y sombras de nuestra profesión. Ha sido el 15 de octubre. Después de múltiples avatares con las dos familias que creó, se separó hace cinco años y terminó viviendo de su modesta pensión en un piso que había sido de sus padres. Solo. Salía poco, apenas para ir a comer ¡siempre solo! a un restau- rante vecino. Y fue este restaurante el que dio la voz de alarma. Cuando entraron en la casa, únicamente encontraron su cadáver: llevaba tres días muerto. Se lo llevó una embolia pulmonar. Ríe hace dos semanas, pero su fallecimiento no ha merecido ni una línea en los periódicos. En el tanatorio, donde también estuvo su segunda mujer, se reunieron sus tres hijos, una del primer matrimonio y dos del segundo. No se conocían. Puestos al habla con la mayor, Patricia, una economista que reside en Alemania, nos dijo que la familia prefería que no se publicara nada sobre su padre. Luis Cantero terminó sus días en la ciudad que lo vio nacer, Granada. Y escribo sobre él porqué si los no cantamos a los pe- periodistas riodistas, ¿quién nos llorará? Luis era un hombre culto, «pero no había estudiado carrera, sus inicios profesionales son misteriosos, aunque se sabía que antes de entrar en Interviú escribía libros que él mismo vendía en los quioscos y en las librerías ¡Era listísimo!», me cuenta su pareja profesional de aquellos años de gloria, el fotógrafo Oriol Maspons, que hoy llora su pérdida. Oriol, miembro conspicuo de la gauche divine, uno de los del siglo grandes fotoperiodistas XX, le hizo de Pigmalión en Barcelona: «No conocía a nadie, iba muy perdido, pero era una esponja. Todo lo asimilaba en seguida. ¡No tenía complejos! Le dije que dejara de comprarse ropa en el Paralelo y fuera a Gonzalo Cornelia y que se operara la nariz con el doctor Tapia. Al cabo de cuatro días alternaba con duquesas y príncipes si él fuera uno de ellos». EXCLUSIVAS como ellos. Su presencia en la discoteca Ku, rodeado de brasileñas, se con- vertía en un icono del verano ibicenco. El hoy abogado Alex Maspons rememora aquel tiempo de felicidad: «íbamos a las playas nudistas a hacer reportajes toda la familia, con los perros y los hijos incluidos. ¡Me hacían servir de gan- cho! Cuando Adolfo Suárez era presidente, Cantero y mi padre entraron tranquilamente en su barco, sin cita ni nada, y a mí me dejaron a los con los perros entreteniendo entrevista Esa guardaespaldas». dio la vuelta al mundo y se llamó Suárez a calzón quitado. «En otra ocasión me hicieron tirar billetes de 100 pesetas desde un balcón. La gente se puso tan histérica gritándome, niño, que tus padres te van a matar, que me puse a llorar y les estropeé el reportaje». Se hizo amigo de Julio Iglesias, Lola Flores, Giannina Faccio, de todas las actrices del destape, de Santiago Carrillo, de Tierno Galván. Cuando el rey se lo encontraba en Mallorca, rompía el protocolo, dejaba a sus amigos para pegar- EN FAMILIA rá- Con su gracejo y su inteligencia pida y moderna, se metió en el bolsillo a Antonio Asensio, el editor de Interviú, que consintió todas sus locuras comprendiendo que con Cantero nacía en España un nuevo periodismo que iba a hacerle millonario. Luis y Oriol recorrieron el mundo haciendo los reportajes más extravagantes y originales y pasaron más de una docena de veranos en Ibiza, y si la isla se puso de moda fue en parte gracias a le un abrazo y le decía con cierta envidia: «¡Eres el tío que mejor vive de España!». ¡Hasta a la reina se atrevía a dedicarle piropos! ¡Y a la duquesa de Alba! Luis llegaba un poco más tarde que el resto de todos nosotros a la vieja redacción de Interviú en la calle Rocafort pero se lo perdonábamos porque él entraba por la puerta y el aburrimiento se largaba por la ventana. Se negaba a tener mesa y teléfono, «soy un espíritu libre», y se sentaba en cualquier si- tío con su cartera de Vuitton cruzada sobre el pecho. Lo estoy viendo, balanceando una pierna por encima de la otra. Era el niño mimado de la revista, viajaba en primera, alquilaba coches de lujo, se alojaba en hoteles de cinco estrellas, se conocía los mejores restaurantes del mundo, pero se lo merecía porque cada vez que salía en portada un reportaje de los suyos aumentaban las ventas. Las telefonistas no daban abasto para canalizar las llamadas que llegaban para él, pero nadie le tenía envidia porque nos conmovía su ingenuidad y su entusiasmo. Un día nos enseñaba las botas tejarías que se había comprado en México, otro día un consolador que se había traído de Tailandia, otro día descorchaba una botella de Mumm que había utilizado para un reportaje, nos regalaba Rolex falsos que traía de Nueva York, entradas de cine, de teatro, invitaciones a fiestas macontaba cotilleos... ravillosas, ¡Cuántas veces le he oído relatarnos con mímica el día en que la prebaronesa Tita Cervera le llamó para que retirara unas fotos en las que salía desnuda y embarazada! Recuerdo su voz campanuda relatándonos su contestación: «Tita, lo de que paren las máquinas sólo sale en las películas». Sacó un libro en Planeta, El semiautobiográfico afortunado, porque él siempre se consideró un hombre con suerte. Los lunes subía a la planta noble a proponerle reportajes imposibles a Antonio Asensio y luego bajaba muerto de risa, «cono, me ha dicho que sí. ¡De ésta me meten en la cárcel». No había tema tabú para Cantero: sexo, drogas, intercambio de parejas, religión, sex shops, se atrevía con todo. Pero sólo profesionalmente porque estaba casado y tenía una hija. DE BARCELONA A MADRID Hasta que Asensio decidió trasladar la sede del Grupo Zeta a Madrid y Cantero se fue también. Allí conoció a la deslumbrante María Mateo, una actriz alicantina de ojos verdes que literalmente le volvió loco. Con ella Luis emprendió una nueva vida, cada vez más alejada del monótono runrún de las redacciones. Se hizo empresario, montó un restaurante, un bar en el que nadie pagaba porque todos eran amigos del dueño, una galería de arte. En Telecinco hizo Ay que calor vestido de almirante y con las Mama Chicho. Rieron unos años frenéticos, sin tiempo para los viejos amigos, de vida social intensa y negocios fracasados... y de repente, silencio. Luis Cantero desapareció. De vez en cuando resurgía, publicaba sus recuerdos de los viejos tiempos de reportero, hacía una presentación, pero cuando intentabas localizarlo, volvía a desaparecer. Unos decían que vivía en Torrevieja, de donde era María, que se dedicaba al negocio de las hamacas playeras, que tenía dos hijos. Otra leyenda afirmaba que debía tanto dinero que había tenido que esconderse... En los programas nostálgicos de televisión se convirtió en un clásico intentar localizar a Luis Cantero, incluso la semana pasada me llamaron para preguntarme su teléfono. Ya estaba muerto. Al final Luis no fue tan afortunado como el protagonista de su libro. Ahora leo la dedicatoria que me puso: «Somos del mismo barco». pasajeros Buen viaje, compañero. ENCIMA, ESCRIBÍA MUY BIEN LA VUELTA Al MUNDO EN 80 CAMAS. Luis Cantero salía en calzoncillos por la Gran Vía y pedía ropa a los transeúntes. Iba a un local de intercambio de parejas con una modelo que fingía ser su mujer. Daba «La vuelta al mundo en 80 camas», se fingía «mariquita por un día», practicaba «sexo telefónico», «se iba de putas», predicaba «amaos los unos encima de los otros», robaba, se metía en la piel de un drogadicto o de un cura, y hacía entrevistas irreverentes a políticos, a García Márquez o a señoritas desnudas preguntándoles por su religión o su credo político. Pero mi reportaje favorito entre todos fue uno en el que ponía en evidencia a restauradores: se inventó que existía una compañía que conseguía copiar alimentos gourmet. Compró un jamón de Jabugo, un vino Ribera de Duero y un queso Cabrales, les puso la etiqueta falsa y los paseó por toda España explicando que estaban hechos a base de química. ¡La gente escupía diciendo que vaya porquería! ¡Únicamente Arzak se dio cuenta de que el género era auténtico! Aveces tenía que protegerlo la policía, otras veces salía a pedradas, pero sus reportajes siempre causaban conmoción y leyenda. En toda mi carrera de periodista no he visto a nadie con más imaginación, más caradura ni más naturalidad. Encima, escribía muy bien. Sin él, el periodismo hubiera existido, pero hubiera sido mucho más aburrido. EN 'PELOTAS'. En la página de la izquierda, uno de los reportajes mis gamberros que hizo Luis Cantero. Pidió dinero en ropa interior ante el recato de la España posfranquista. En la foto de arriba de esta página, otra foto de la serie, /fotos: ARCHIVO INTERVIÚ/ ORIOL MASPONS EN EL AUTOCINE. En medio, el propio Luis se retrató con una de sus 'víctimas', metida en un 'coche-cama'. EN HORIZONTAL Estampa de su conocida serle 'la vuelta al mundo en 80 camas' que hizo con Oriol Haspons.